La contaminación de los científicos

Anuncio
La contaminación de los científicos
MICHAEL ALTMANN
Universidad de Berna
Los misterios están ahí para que nosotros los
resolvamos. Para darle sentido a nuestra existencia.
(Palabras de Max Planck en En Busca de Klingsor,
págs. 191-193)
1. EL ARTE DEL CONOCIMIENTO: ¿EL SABER POR EL SABER?
La época de los grandes descubrimientos de la física cuántica descrita en
En Busca de Klingsor1 ha sido sin duda uno de los momentos sobresalientes de la
historia de la ciencia, caracterizados por el anhelo humano de un conocimiento
abarcador, de una abierta competición de librepensadores e incansables
trabajadores dedicados a generar conocimiento, maravillados ante un mundo
nuevo: la búsqueda del saber por el saber.
Pero esta fascinante búsqueda, esa indagación que llevó al descubrimiento
de importantes leyes de la naturaleza, tuvo su precio. Ya Fausto, el famoso
personaje de Goethe, desesperado por su deseo de comprender los mecanismos
internos que rigen la naturaleza, sella un pacto con el demonio, al que vende su
alma para que éste le muestre esos principios.
A fin de poder comprender mejor el extraordinario impacto que tuvo el
descubrimiento de la mecánica cuántica en el desarrollo de la ciencia y su
aplicación en la bomba atómica, he tratado de recoger y ampliar algunos datos
complementarios a los expuestos en el libro de Jorge Volpi. El recuento de esta
época y de algunas de las biografías de los científicos implicados muestra los
peligros de ser absorbidos e instrumentalizados por el poder político; cómo, a
pesar de su talento, algunos científicos hicieron gala de todo tipo de debilidades
e ingenuidades, cómo paulatinamente se fueron contaminando y se
convirtieron en marionetas del sistema.
1
Jorge Volpi. En busca de Klingsor. Barcelona: Seix Barral, 31999. Cito siempre por esta edición.
1
2. EL SIGLO ALEMÁN
Un estudio sobre los científicos alemanes exige una reflexión sobre el
desarrollo de la ciencia, en especial en la Alemania de los comienzos del siglo
XX, que fue una época de grandes adelantos y extraordinarios logros tanto en el
campo de la física como en el de las ciencias técnicas, las ciencias naturales y la
medicina.
Ocurrió en Berlin Occidental en abril de 1979. Raymond Aaron y yo [Fritz
Stern] nos dirijíamos a una exposición conmemorativa del centenario de
Einstein, Max von Laue, Otto Hahn e Lise Meitner. Pasamos por lugares
donde todavía se veían los efectos de los bombardeos, grandes mansiones
semi-decrépitas de lo que había sido la orgullosa capital. Aaron de repente
se paró, me miró y exclamó: "Pudo haber sido el Siglo Alemán". (Stern,
1999: 3)
Estas palabras del ilustre historiador americano de origen alemán Fritz
Stern, judío de Breslau, ahijado del científico Fritz Haber, ilustran la enorme
influencia que llegó a tener Alemania en el ámbito científico. Anteriormente,
durante la "era de los genios" (Geniezeit) de 1770 a 1830, el desarrollo de la
filosofía, de la literatura, de la poesía y de la pintura en Alemania habían
transformado el paisaje cultural de Europa. Posteriormente, durante la era de
oro wilhelminiana de 1870 a 1914, serían el avance de la ciencia y de la
investigación los que propulsarían un progreso vertiginoso, que a pesar de la
derrota alemana de la Primera Guerra Mundial continuaría hasta la toma del
poder por los nazis. De 1901 a 1932, Alemania acaparó 33 premios Nóbel, de los
cuales 8 fueron concedidos a judíos alemanes altamente asimilados. Si bien
existía durante esa época un marcado antisemitismo en la sociedad alemana, la
contribución de los judíos alemanes fue reconocida públicamente por el Káiser
Guillermo II, principal propulsor de la investigación en Alemania. Narra Fritz
Stern, que cuando Wilhelm Röntgen descubrió los rayos X, éste recibió un
telegrama del káiser con el siguiente contenido:
Agradezco a Dios Todopoderoso este nuevo triunfo de la ciencia para
nuestra Patria Alemana. (Stern, 1999: 38)
Dios, Patria y ciencia en una sola frase, la trinidad ideológica en la que se
asentaba el autoritario sistema político del excéntrico káiser alemán. [Stern,
Fritz, p. 38]. Precisamente el siglo XX no llegó a ser "el siglo alemán" a causa del
fanatismo político y la falta de espíritu crítico en un pueblo educado en el
2
pensamiento jerárquico wilhelminiano, lo que finalmente condujo al desastre de
la Segunda Guerra Mundial.
3. LA DECLARACIÓN DE FULDA
Bien sabido es que el asesinato del archiduque austriaco y sucesor a la
corona Francisco Fernando por serbios bosnios había desatado en 1914 la
Primera Guerra Mundial. Menos fácil es hoy comprender el entonces
exacerbado clima de nacionalismo y militarismo reinante en Europa, del cual se
hizo portavoz el mundo de la ciencia. No existían hasta la fecha experiencias
sobre los devastadores efectos de guerras globales como la que tendría lugar a
partir de 1914.
Alemania invadió parte de Francia y Bélgica, destruyendo parte de la
ciudad de Lovaina, donde tuvo lugar una terrible masacre de la población civil.
Este salvaje acto desató una reacción internacional de repudio. Lejos de
cuestionar y criticar la barbarie cometida, la opinión pública alemana, entre la
que se encontraba la gran mayoría de los científicos de rango internacional y
personalidades de la vida cultural, redactaron y firmaron en 1914 el Aufruf an
die Kulturwelt, el "llamado al mundo de la cultura" de Fulda, firmado por 93
prestigiosos intelectuales y representantes de la vida cultural alemana como
Max Planck, Paul Ehrlich, Fritz Haber, Richard Willstätter (los tres últimos
judíos). En esta proclama se defendía la justa causa alemana y la invasión de la
neutral Bélgica, se cuestionaba la destrucción de Lovaina y se justificaban como
actos de auto-defensa las atrocidades cometidas por las tropas alemanas. La
defensa de los intereses alemanes contra las acusaciones enemigas en la
declaración de Fulda culminaba en afirmaciones de marcado carácter racista:
No tienen derecho a comportarse como defensores de la civilización
europea, aquellos que se alían con rusos y serbios y ofrecen al mundo el
denigrante espectáculo de utilizar a mongólicos y negros en contra de la
raza blanca. (Unger-Sternberg y Unger-Sternberg, 1996)
Sólo una minoría de socialistas alemanes se opuso a esta declaración. En el
mundo científico alemán el apoyo fue prácticamente total, exceptuando tal vez
el caso de Albert Einstein, que se había declarado pacifista radical y cuya
actitud le hizo el blanco de campañas de repudio. Con la identificación con los
principios militaristas los científicos alemanes se aislaron de la comunidad
3
europea. Muchos de los científicos judíos que estaban sumamente integrados en
la sociedad alemana, se hicieron partícipes de esta fiebre nacionalista.
Si mi teoría de la Relatividad resulta correcta, Alemania me aclamará como
alemán y Francia como ciudadano del mundo; si mi teoría resulta errada,
Francia dirá que soy un alemán y Alemania que soy un judío. (Stern, 1999:
145)
declararía Albert Einstein en su discurso de 1920 en la Sorbona de París.
Einstein, que vivió en Berlín desde 1914 hasta fines de 1932, año en que
abandonó definitivamente Alemania, no congeniaba con la mayoría de los
científicos alemanes debido a su actitud antimilitarista. En 1920 comenzaron los
ataques de Philipp Lenard contra la Teoría de la Relatividad en el Congreso de
la Sociedad de Físicos Alemanes. Estos ataques culminaron en la infame carta
de Johannes Stark. En esa carta-panfleto Stark contrapone el carácter pragmático
(anschaulich) de la mecánica clásica de Newton y el carácter dogmático de la
Teoría de la Relatividad de Einstein y de la mecánica cuántica de Schrödinger,
Heisenberg y otros:
He dirigido mis esfuerzos en contra de la influencia perniciosa de los judíos
en la ciencia alemana, porque les considero los principales portavoces y
propagandistas del espíritu dogmático. (Stark, 1938: 770-772)
4. LA TOMA DEL PODER POR LOS NAZIS EN 1933
Con la toma del poder por el régimen nazi en 1933, más de cien científicos
judeo-alemanes de alto calibre abandonarían Alemania, entre ellos
personalidades de la ciencia tan conocidas como Otto Stern, Max Born, Fritz
Haber, Johannes Franck.
Hitler es mi mejor amigo, él sacude el árbol y yo recogo las manzanas»
(Gratzer, 2000: 17-19)
comentaría el director del Institute of Fine Arts de Nueva York. La salida de
eminentes científicos judíos alemanes ayudó a revitalizar la investigación en
EEUU e Inglaterra. A pesar de que la población judía en Alemania era
relativamente reducida, unas 600'000 personas o el 1% de la población total, su
presencia en la comunidad académica era notable: el 20% del cuerpo total
docente en las ramas de Ciencias, más del 25% en la rama de Físicas. En abril y
mayo de 1933 la gran mayoría de judíos académicos, desde la escala más básica
4
del profesorado hasta catedráticos fueron expulsados y sustituidos en su gran
mayoría por científicos pro-nazis. Por parte de los estudiantes no hubo la más
mínima protesta ni resistencia, al contrario, muchos de ellos apoyaron las
medidas, ya que las universidades habían sido durante años importantes
núcleos de ideología nazi (Lewin Sime, 1996: 139). Tampoco protestó la gran
mayoría de los científicos no-judíos (exceptuando casos como el de Erwin
Schrödinger), que aunque no se identificaran políticamente con el régimen, no
vieron el peligro eminente ni la necesidad de elevar su voz contra el sistema. Al
contrario, muchos vieron la posibilidad de acomodarse a las nuevas
circunstancias para proseguir con su investigación. Era tal la integración, que
incluso algunos científicos de ascendencia judía no se dieron por aludidos y
tuvieron que reconocer muy tarde el peligro que les acechaba. Fue éste el caso
de Lise Meitner que logró escapar fortuitamente en 1938 a Estocolmo. Incluso
personalidades científicas tan significativas como Max Planck, que
personalmente odiaba a los nazis, estaban convencidas de que la dictadura nazi
sería sólo un mal pasajero de corta duración, que los nazis se civilizarían y todo
volvería a la normalidad, es decir, a los cauces anteriores a 1933.
Leo Szilard, joven físico húngaro, colaborador durante un tiempo de Lise
Meitner y que se vio obligado a emigrar a EEUU, describe de la siguiente
manera la situación:
Mucha gente adoptó una postura muy optimista. Todos pensaban que los
civilizados alemanes no serían capaces de hacer algo verdaderamente
dañino. La razón por la cual yo llegué justamente a la conclusión opuesta,
fue que, me di cuenta de la postura utilitarista que siempre tomaban los
alemanes. Decían "¿Si me opongo, qué bien puedo hacer? No mucho, sólo
perdería mi influencia. ¿Por lo tanto, por qué oponerse?" El aspecto moral
estaba completamente ausente o era muy débil en sus argumentaciones... Y
debido a eso ya en 1931 llegué a la conclusión de que Hitler tomaría el
poder, no porque las fuerzas nazis fuesen tan grandes, sino porque pensé
que no encontraría resistencia alguna. (Lewin Sime, 1996: 147).
5. FRITZ HABER, REPRESENTANTE DEL JUDAÍSMO ALEMÁN
A continuación quisiera ilustrar algunos datos personales de insignes
científicos alemanes, cuyas biografías muestran, a mi entender,
paradigmáticamente las presiones a las que estaban sometidos y las
contradicciones que en ellos se suscitaron.
5
Fritz Haber (1868-1934), químico alemán de ascendencia judía, premio
Nobel en 1918 por el descubrimiento de la síntesis industrial del amoníaco, no
solamente tuvo una influencia decisiva en el avance de la ciencia en Alemania
durante el primer tercio del siglo XX, sino que fue uno de los principales
promotores y coordinadores de las instituciones extra-universitarias dedicadas
a la investigación en Alemania. En 1912 fue nombrado director del KaiserWilhelm-Institut für Physikalische Chemie und Elektrochemie en Berlin/Dahlem,
uno de los dos primeros institutos de la Kaiser-Wilhelm-Gesellschaft, sociedad
que hoy se conoce como la Max-Planck-Gesellschaft. También fue co-fundador de
la Notgemeinschaft
der
Deutschen
Wissenschaft, la actual Deutsche
Forschungsgemeinschaft.
El ingenio de Fritz Haber, sin duda una de las figuras trágicas del siglo
XX, muestra la ambivalencia de la investigación científica. ¿Cuál era la
motivación, el incansable activismo de este hombre que fue considerado como
un gran patriota alemán? Fue sin duda el deseo de ser reconocido oficialmente
como alemán, de deshacerse del estigma de judío. Ese afán lo llevó incluso a
convertirse al protestantismo. Sus inventos, entre los que se cuentan la
aplicación de gases cianuros, los tristemente famosos Cyclon A y B, servirían
posteriormente para exterminar a millones de judíos en campos de
concentración, incluidos varios familiares suyos. Su exacerbado afán patriótico,
su incondicional defensa de la causa de Alemania durante la Primera Guerra
Mundial, la aplicación de sus conocimientos como químico provocaron el
suicidio en 1915 de su primera mujer Clara Immerwahr, que también era
química, la primera mujer que se doctoró en la Universidad de Breslau.
La síntesis del amoniaco fue decisiva para el Imperio Alemán, ya que sin
ella Alemania no hubiera podido mantenerse sino unos pocos meses durante la
Primera Guerra Mundial. Los ingleses habían impuesto un férreo cerco que
impedía la importación de salitre chileno, hasta entonces fuente principal para
la producción de munición y también de abono de cultivos. Haber contribuyó
decisivamente con este procedimiento y con su talento organizativo al
desarrollo de la industria química alemana2. La labor de Haber no fue del todo
2 Así,
en 1918 BASF conseguía producir 300 000 toneladas de amoniaco al año, una cantidad
superior al total de las importaciones anuales de antes de la Primera Guerra Mundial.
6
desinteresada: se enriqueció enormemente ya que se le pagaba un Pfennig
(centésima fracción de un marco) por cada kilo de amoníaco sintetizado.
Durante la Primera Guerra Mundial la labor principal de Haber consistió
en desarrollar armas químicas, en total fueron experimentadas unas 600
sustancias, sobre todo gases letales. Para estudiar los efectos de estos gases,
Haber se desplazaba personalmente al frente. Cerca de 5000 ingleses y franceses
murieron intoxicados en la primera aplicación de cloro el 22 de abril de 1915 en
un campo de batalla, lo que le valió a Haber el ascenso a capitán del ejército.
Fue un espectáculo maravilloso. Como el sol estaba ya bastante bajo, el gas
cobró un color ocre en la luz de la tarde. (Frucht y Zepelin, 1995: 90)
Haber no fue ni el primero ni el único que participó en el desarrollo de
gases letales. El Kaiser-Wilhelm-Institut de Dahlem, que él dirigía, contaba con
más de 200 científicos y 2000 empleados que investigaban y producían
exclusivamente con fines militares. En la famosa "tropa de desinfección"
colaboraron bajo la dirección de Haber otros seis premios Nóbel alemanes: Otto
Hahn, Johannes Franck, Gustav Hertz, Wilhelm Westphal, Heinrich Wieland y
Richard Willstäter, algunos de ellos también judíos.
A raíz de la derrota, las fuerzas aliadas impusieron a Alemania la
prohibición de producción e investigación de armas químicas. Haber pudo
continuar sus investigaciones - sin bien a escala reducida - bajo la excusa del
desarrollo de sustancias químicas para combatir parásitos en almacenes de
cereales (sobre todo roedores e insectos). Durante la Primera Guerra Mundial
Alemania había industrializado la producción alimenticia, centralizado el
almacenamiento y procesamiento de trigo, lo cual exigía medidas adicionales
de protección. Esta labor le había sido encomendada a Haber y éste desarrolló
un procedimiento para la aplicación de gases de cianuro, un invento
originalmente americano (aplicado por éstos para ejecutar a condenados a
muerte). A partir de 1917 la Deutsche Gesellschaft für Schädlingsbekämpfung
empezó a producir grandes cantidades de estos gases para suministro de
almacenes y molinos. A pesar de la derrota, Haber defendía en informes
secretos el desarrollo de gases nocivos:
Por si acaso convenios internacionales tratasen de impedir el uso de armas
químicas en futuras guerras. (Frucht y Zepelin, 1995: 100)
7
El empeño de Haber no fructificó en la medida deseada, ya que la KaiserWilhelm-Gesellschaft se negó a participar directamente en el desarrollo de gases
tóxicos con fines militares.
6. ¿EL TALENTO AL SERVICIO DEL MAL?
De haber existido realmente en la Alemania del Káiser un prototipo de
Klingsor, esa figura de origen mítico inventada por Volpi, ese pontífice máximo,
coordinador, inventor y propulsor de la ciencia alemana con fines bélicos, bien
pudo haber sido Fritz Haber. Provisto de un prodigioso talento organizativo fue
una de las personalidades decisivas en el desarrollo del complejo militarcientífico-industrial alemán. A pesar de que en su vida privada se rodeaba de
judíos (a algunos de sus amigos científicos como Richard Willstätter, Max
Mayer, Albert Einstein y Johannes Franck les trató de convencer para que se
convirtieran al protestantismo), públicamente Haber escondía o al menos
disimulaba su procedencia judía. Su asimilación incondicional, su ingenuo
intento de evadir el latente antisemitismo en Alemania, derivaron en un
oportunismo y patriotismo ciego. Cuando en 1933 tomaron el poder los nazis,
Haber fue obligado a despedir a todos sus colaboradores judíos, lo que lo llevó
a dimitir y a autoexiliarse en Inglaterra. Durante su corto exilio - falleció pocos
meses después, a comienzos de 1934 - Haber nunca criticó públicamente la
política de Hitler. Para este representante del judaísmo alemán una crítica
abierta del gobierno alemán, así fuera este un régimen dictatorial racista y
fascista, era inimaginable.
7. LISE MEITNER, PROTOTIPO DE LA CIENTÍFICA IDEALISTA
Lise Meitner (1878-1968) provenía de Viena, llegó a Berlín en 1907, donde
pasaría más de treinta años. Era una gran admiradora de Max Planck, del cual
fue asistente a partir de 1912. Planck era para ella el modelo del científico ideal,
recto e incorruptible, servidor de los intereses del Estado y de la Iglesia. Lise
Meitner consiguió hacer carrera académica en circunstancias sumamente
adversas para una mujer gracias a su abnegada entrega a la investigación y a su
extraordinario talento como físico nuclear. Mantuvo muy pronto una estrecha
colaboración con el químico Otto Hahn, que - como es sabido - recibió a título
8
individual el Premio Nobel en 1945 por la fisión del uranio, descubrimiento al
que contribuyeron decisivamente Lise Meitner y su sobrino Otto Frisch.
Cuando se desató la Primera Guerra Mundial, Lise Meitner también se
hizo partícipe de la fiebre nacionalista y en 1915 se enroló voluntariamente
como enfermera en el ejército austriaco. También ella se hizo portavoz de las
duras críticas contra Albert Einstein. Las terribles experiencias en los lazaretos
de guerra comenzaron a minar su fiebre nacionalista. En 1917 es nombrada
directora de sección del KWI (Kaiser-Wilhelm-Institut für Chemie) y en 1919
profesora de la Universidad. Comienza así una de la fases más productivas de
su carrera científica. Con la toma del poder por los nazis, la situación de Lise
Meitner se complicó debido a su ascendencia judía. Max Planck y Otto Hahn,
sucesor de Fritz Haber como director del KWI, consiguieron convencerla de que
se quedara e impidieron su expulsión. Meitner se recluyó en sus experimentos
científicos e hizo la vista gorda ante el aumento de camisas pardas entre los
estudiantes e incluso profesores del KWI. Paulatinamente Lise Meitner fue
sometida a un aislamiento total: primero fue anulado su título de profesora de
la Universidad, con lo cual perdió la posibilidad de estar en contacto y de
reclutar estudiantes. Además, tuvo que dejar de participar en las estimulantes
discusiones científicas con sus colegas, no se le permitió dar conferencias, y a
partir de 1936 su nombre no figuraría más en las publicaciones conjuntas con
Otto Hahn. A pesar de todos esos impedimentos, ella se aferró a su puesto de
trabajo en el KWI, hasta que la anexión de Austria en 1938 hizo su situación
insostenible. Gracias a la solidaridad de conocidas figuras de la ciencia como
Niels Bohr, Meitner consiguió salir en el verano de 1938 clandestinamente de
Alemania, estableciéndose de forma definitiva en Estocolmo. Sólo entonces
reconocería que
lo que hize en el 1933 [quedarse en Alemania] fue un gran error, no
solamente desde el punto de vista práctico, sino también moral.
Desgraciadamente esto sólo me quedó claro cuando ya había abandonado
Alemania. (Lewin Sime, 1996: 154)
La famosa publicación junto a su sobrino Otto Frisch sobre la fisión del
uranio que les debió de haber hecho merecedores del premio Nobel junto a Otto
Hahn, apareció en la revista Nature en febrero de 1939.
9
8. EL "CASO" WERNER HEISENBERG
La biografía de Heisenberg sigue ocupando y enfrentando hoy a un
selecto grupo de historiadores, que discrepan sobre el papel que desempeñó el
insigne científico en la fallida construcción de la "bomba alemana".
Dos teorías prevalecen y polarizan la discusión:
1. Hasta 1940 los conocimientos técnicos de alemanes y norteamericanos
para el desarrollo de la bomba eran similares. Heisenberg y algunos colegas
sabotearon desde dentro el desarrollo y la construcción de la bomba (tesis
defendida en Brighter Than a Thousand Suns de Robert Jungk (1958) y
Heisenberg's War de Thomas Powers (1993)).
2. Heisenberg y sus colegas incurrieron en graves errores de cálculo (por
ejemplo sobre la 'masa crítica' para desatar la reacción en cadena de la bomba
atómica). Estos errores y la evolución negativa de la guerra para Alemania a
partir de 1941 impidieron la construcción de la "bomba alemana" (tesis
defendida por Samuel Goudsmit en Alsos de Henry Schumann (1949) y
Heisenberg and the Nazi Atomic Bomb Project: A Study in German Culture de Paul
Lawrence Rose (1998)).
Hoy, a la vista de los documentos publicados en los últimos años, por
ejemplo de las actas de Farm Hall, está claro que la primera teoría, la del
intencionado boicot de los científicos alemanes, fue un mito que tejieron
algunos de los científicos alemanes para lavarse las manos. Si los alemanes no
desarrollaron la bomba o el reactor nuclear, fue por falta de medios, por las
deficiencias de la estructura del aparato científico-militar nazi y, a partir de
1943, por los continuos bombardeos a los que se vio sometida Alemania (Füssl,
2001).
Heisenberg, que llegó a ser difamado por Lenard y Stark como "judío
blanco", nunca admitió haber cometido errores o haber actuado inmoralmente,
a pesar de su comprobada colaboración con los nazis, esta actitud muy
generalizada dentro de la comunidad científica alemana de posguerra. Incluso
llegó a declarar después de la guerra al físico judío emigrado Francis Simon que
"si los nazis hubieran tenido la oportunidad de permanecer más tiempo en el
poder, se hubieran vuelto decentes." (Gratzer, 2000: 907-908)
10
9. EL PROYECTO MANHATTAN: LA DECEPCIÓN DE LOS
CIENTÍFICOS NORTEAMERICANOS
El recuento del destino de los físicos alemanes se extiende a los EEUU ya
que - como es sabido - la mayoría de ellos prosiguieron allá su trabajo y
estuvieron de una u otra forma involucrados en la construcción de la bomba
atómica.
En 1939, Einstein escribe una carta al presidente Roosevelt anunciando la
posibilidad de construir un nuevo tipo de bombas mucho mas poderosas que
todas las existentes y advirtiendo del peligro de que los alemanes se estuviesen
preparando para ese mismo fin. En 1942, Roosevelt da luz verde para la
construcción de tres bombas atómicas ("Little Boy" (de uranio-235), "Gadget" y
"Fat Man" (ambas de plutonio-239)). A pesar de su nombre, el proyecto que
costaría en total la suma de 1'800 millones de dólares de entonces (lo que
equivale a 20'000 millones actuales) fue llevado a cabo en gran parte en Los
Álamos, Nuevo México. El director científico del proyecto fue a partir de 1943 J.
Robert Oppenheimer.
El 16 de julio de 1945 "Gadget" fue hecha explotar con éxito sobre el
desierto de Nuevo México. Anteriormente, en junio de 1945, varios científicos
del proyecto Manhattan habían advertido al presidente Truman de los peligros
del uso de la bomba atómica y aconsejaron invitar a observadores japoneses
para presenciar los efectos devastadores de la bomba a utilizar contra ellos. El
llamado "Informe Franck" fue firmado junto a James Franck por G. T. Seaborg,
L. Szilard y otros famosos científicos involucrados en la construcción de la
bomba atómica. James Franck, premio Nóbel en 1925, incluso había cometido
anteriormente la ingenuidad de poner como condición para su participación en
el proyecto el derecho a dar su visto bueno al uso de la bomba.
Los militares desatendieron sus argumentos y forzaron su uso como
demostración de poder frente a la Unión Soviética, que también estaba
construyendo sus propios prototipos: "Little Boy" fue explotada sobre
Hiroshima el 6 de agosto de 1945 ocasionando mas de 140'000 muertos, "Fat
Man" fue explotada en Nagasaki el 11 de agosto ocasionando mas de 70'000
muertos. Japón se rindió el 15 de agosto.
Einstein reconocería después:
11
Cometí un gran error en mi vida firmando la carta de apoyo a la
construcción de las bombas atómicas, pero había una justificación: el
peligro de la bomba alemana. (Bracchini, 1997)
No todos los científicos involucrados estuvieron en contra del uso de la
bomba. Oppenheimer se arrepintió de su apoyo cuando E. Teller, físico de
procedencia húngara, que también había participado en el proyecto Manhattan,
empezó a construir la bomba H. Este arrepentimiento y su apoyo a que las
Naciones Unidas tuviesen un control sobre el uso de la bomba le costaron caro:
en 1952, Oppenheimer fue sometido a interrogatorios de los tribunales Gray
Board (creados por McCarthy) y fue acusado de simpatizar con los comunistas,
perdiendo así su influencia científica. Niels Bohr también se proclamó en 1950
en contra del uso de bombas atómicas con fines bélicos.
10. LA CONTAMINACIÓN DE LOS CIENTÍFICOS FICTICIOS
EN EN BUSCA DE KLINGSOR
Aparte de la vasta galería de personajes reales, Jorge Volpi ha introducido
en En Busca de Klingsor una serie de personajes científicos ficticios con el fin de
dotar de suspense a su obra que, de otra forma, bien pudiera haberse
convertido en un aséptico tratado histórico poco asequible para un público no
conocedor del tema. Vemos que estos personajes también van siendo víctimas
de una progresiva contaminación de oportunismo político que hace que
renieguen o no sean fieles a sus altos ideales.
A continuación resumo algunas de las características de estos personajes :
Gustav Links es la voz del desengaño y el cinismo, un científico que por
los azares de la Guerra Fría pasa gran parte de su vida encerrado en un
manicomio.
Cuando nací, el mundo era un sitio ordenado, un cosmos serio y
meticuloso en el cual los errores -las guerras, el dolor, el miedo- no eran
más que lamentables excepciones debidas a la impericia. Mis padres, y los
padres de mis padres, creían que la humanidad progresaba linealmente,
desde el horror de la edad de las cavernas, hasta la brillantez del futuro,
como si la historia no fuese más que un cable tendido entre dos postes de
luz, o, para utilizar la metáfora que mejor define al siglo XIX, como una vía
férrea que une, al fin, dos poblados remotos. [...] Los valores que se nos
enseñaban entonces eran muy simples: disciplina, austeridad,
nacionalismo. […] Si la regla del mundo era el progreso, las existencias
individuales debían plegarse al mismo esquema. (pág. 114)
12
[…] la asociación entre ciencia y crimen me parece natural. Me explico: por
definición, la ciencia no conoce límites éticos o morales. No es más que un
sistema de signos que permite conocer el mundo y actuar sobre él. Para los
físicos, para todos los físicos - y para los matemáticos, los biólogos, los
economistas-, la muerte de hombres y mujeres sólo es un fenómeno más
entre los miles que se producen a diario en el universo. (pág. 404)
Francis Bacon, el joven científico norteamericano con altos ideales,
sucumbe ante la realidad, se convierte en la voz de la ingenuidad y de la
indecisión, traiciona sus principios por el amor que profesa por Irene, espía de
la Alemania comunista.
Nunca pensó que le gustaría tanto ser soldado y luchar por su país, pero
ahora sabía que había tomado la decisión correcta. Ya tendría tiempo, más
adelante, de regresar a la ciencia: entonces lo haría como héroe y no como
un prófugo. (pág. 31)
Por primera vez en su vida, Bacon tenía que tomar una decisión. Hasta ese
momento no había hecho sino huir de los problemas, y acaso de sí mismo:
la ciencia lo había librado de su infelicidad...la guerra, de su incapacidad
para destacar en la física...Una y otra vez había sido como una partícula
subatómica, sometido a las imperiosas fuerzas de cuerpos mucho más
poderosos que él. Más que un jugador había sido una pieza en el inmenso
tablero de la Creación.
Ahora, de forma repentina, aquel esquema prístino y tranquilo, aquel
universo en donde las causas y los efectos se sucedían sin apenas
involucrarlo, había sido aniquilado. ¿En quién podía confiar?...La solidez
de su mundo se había derrumbado porque a su alrededor todos buscaban
escapar, como él, de la verdad . (págs. 436-437)
Klingsor es el máximo pontífice del culto al conocimiento de las leyes de la
naturaleza, un ser maquiavélico, que partiendo supuestamente del interés por
el conocimiento científico, no duda en sacrificar millones de vidas humanas.
[Links a Bacon] Era una especie de demiurgo detrás de todos los
movimientos que veíamos en la superficie, una mezcla de consejero y espía
que controlaba una ingente cantidad de información. Un hombre que en su
ámbito era todopoderoso y que sólo le respondía a Hitler en persona...
(pág. 167)
La honradez, el compromiso ideológico y el prestigio de este individuo
bastaban para que sus decisiones resultasen inapelables. (pág. 403)
Un físico, es decir, un hombre puro, interesado en desvelar los misterios del
universo, un ser alejado del mundo terrenal y concentrado en la pureza de
sus teorías, que colabora en el exterminio de millones de hombres y
mujeres...La imagen de Klingsor - de los incontables Klingsors que ha
habido en el mundo - es estremecedora por esa chocante contradicción.
(pág. 404)
13
11. EL PELIGRO DE LA CIENCIA "POLÍTICAMENTE CORRECTA"
En busca de Klingsor tematiza y describe a través de la trama histórica las
características de los principales científicos y el tremendo poder seductivo de la
ciencia. La galería de científicos presentada por Volpi - sean éstos alemanes,
austriacos o de otras nacionalidades - muestra la diversidad de caracteres y las
múltiples motivaciones de estos personajes: superar la mediocridad de la vida
cotidiana; sentirse actores de primera fila descubriendo las leyes de la
naturaleza y moviendo las fichas en el inmenso tablero de la Creación; satisfacer
el instinto de curiosidad, buscar la divinidad, recrearse en la perfección de la
naturaleza, tener acceso al poder político y al prestigio social...
Este "divino" juego de los librepensadores y de las mentes preclaras se
enturbia cuando se relaciona con la política. Cuanto más extremas las
condiciones políticas, debido por ejemplo a las duras condiciones impuestas a
Alemania en el Tratado de Versalles o al fanatismo y racismo reinante en la
Alemania del III Reich, más aguda es la situación de dependencia de los
científicos. En diversos casos éstos terminan siendo marionetas del sistema,
empleando sus descubrimientos en una peligrosa aventura donde al final sólo
habrá perdedores. Es así como los supuestos movedores de fichas se convierten
en peones del tablero terrenal, el idealismo sucumbe ante los mecanismos
fagocitarios de la política.
A pesar de su inteligencia, su capacidad de análisis y de abstracción, de su
dedicación, los científicos sorprenden por su ingenuidad, a veces también por
su oportunismo y por su falta de intuición y clarividencia, exceptuando tal vez
contados casos como el de Einstein. Son pocos los que disponen de suficiente
entereza como para no sucumbir a los halagos y son capaces de anteponer sus
convicciones y su intuición al dictado de la cultura política vigente. La
politización de la ciencia en esta oscura etapa de la historia alemana fue
altamente perniciosa y la influencia ejercida por los científicos que se
identificaron políticamente con el régimen nazi es mencionada a menudo como
un caso emblemático del peligro de la promiscuidad entre la política y la ciencia
(Deichmann, 2000).
14
12. EL PELIGRO DE CONTAMINACIÓN SIGUE LATENTE
El mundo ha cambiado enormemente desde que Goethe escribió los
conocidos y emblemáticos versos del Fausto. Nuestro conocimiento sobre las
leyes de la naturaleza es muy superior hoy al de aquella época. En
correspondencia, también ha cambiado la imagen que del científico tiene hoy la
opinión pública. Yo describiría ésta como de ambivalente y conflictiva. No se
quiere prescindir de nuevos inventos y descubrimientos, por ejemplo en el
campo de la medicina o de la informática; pero la caja de Pandora ya se ha
abierto: las dos guerras mundiales (milagrosamente, la Tercera no tuvo lugar en
los años 1960/70) nos han mostrado los desastres a los que puede conducir el
abuso de la ciencia. La desconfianza hacia los logros y las intenciones del
científico rigen las sociedades contemporáneas.
La ambivalencia es doble: por un lado es evidente que los descubrimientos
sobre las leyes que rigen la naturaleza generan inventos y aplicaciones que
facilitan la vida de los seres humanos, pero que a la vez pueden también
incrementar el potencial destructivo. A su vez, el científico se ve expuesto a las
tentaciones y presiones de la política y de la economía. El saber por el saber,
aparentemente la intención primordial del científico, sucumbe ante esas
tentaciones y presiones, el ingenio y la creatividad científica se acompañan a
menudo de una serie de debilidades e incapacidades de comprender o querer
ver las probables consecuencias de sus actos. La pureza del pensamiento
racional se contamina al enfrentarse con la realidad de los intereses políticos,
económicos y sociales.
Quisiera terminar haciéndome eco de las conclusiones de Francisco
García-Olmedo, bioquímico de la Universidad Politécnica de Madrid, en su
artículo sobre el libro de Jorge Volpi:
Parece obvio, pero en las presentes circunstancias se ha hecho necesario
reafirmar que los científicos no son más clarividentes, veraces, valerosos o
buenos que el resto de los ciudadanos, pero, por supuesto, tampoco menos.
(García Olmedo, 2000: 6-7)
15
13. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
FRUCHT, Adolf-Henning, und ZEPELIN, Joachim: Die Tragik der verschmähten
Liebe, Mannheimer Forum 94/95, München: R. Piper GmbH & Co KG, 1995.
LEWIN SIME, Ruth: Lise Meitner. A Life in Physics. Berkeley: University of
California Press, 1996.
STERN, Fritz: Einstein's German World. Princeton, New Jersey: Princeton
University Press, 1999.
UNGER-STERNBERG, Jürgen und UNGER-STERNBERG, Wolfgang: Der
Aufruf 'An die Kulturwelt!'. Beihefte, Band 18. Stuttgart: Franz Steiner Verlag,
1996.
VOLPI, Jorge: En busca de Klingsor. Barcelona: Seix Barral, 19993.
Artículos
BRACCHINI, Miguel A. “The History and Ethics Behind the Manhattan
Project”, Mechanical Engineering Department, The University of Texas at
Austin, April 30, 1997: www.me.utexas.edu/~uer/manhattan.
DEICHMANN, Ute: “An unholy alliance”, Nature 405, 2000, pág. 739.
FÜSSL, Wilhelm: “Uranmaschine oder Bombe? Atomforschung in Deutschland
während der NS-Zeit”, Neue Züricher Zeitung, 23. Mai 2003.
GARCIA-OLMEDO, Francisco: "Grandeza y miseria de la ciencia", Saber leer,
132, 2000, págs. 6-7.
GRATZER, Walter: "The waning of the Golden Age. Politics, war and the
decline of German Science", Nature 403, 2000, , págs. 17-19.
–––––-: "A diaspora and its blessings", Nature 408, 2000, págs. 907-908.
STARK, Johannes: "The Pragmatic and the Dogmatic Spirit in Physics", Nature,
141, 1938, págs. 770-772.
16
Descargar