Palmeros y el fantasma paramilitar

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11-04-24
Wikileaks |24 Abr 2011 - 6:30 am
El eterno dilema de tierras en el Urabá chocoano
Palmeros y el fantasma
paramilitar
Por: Elespectador.com
La Embajada de EE.UU. detalló en once de sus cables el lío agrario y el miedo de las
comunidades negras.
Imágenes de uno de los últimos encuentros entre las autoridades y la comunidad negra en Curvarado y
Jiguamiandó.
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El conflicto por la propiedad de la tierra en las regiones de Curvaradó y
Jiguamiandó y la extensión de cultivos de palma africana en estos territorios
del Chocó, constituye uno de los dilemas más significativos para la sociedad
colombiana en el contexto de la lucha por los derechos humanos. La prueba de
ello es que entre 2007 y 2009, al menos en once ocasiones la Embajada de
Estados Unidos en Colombia remitió cables diplomáticos a Washington
detallando este problema y dejando ver las dificultades para solucionarlo por la
polarización de sus protagonistas.
Por ejemplo, en mayo de 2007 la Embajada informó que Colombia seguía
aumentando su producción y exportación de palma africanacomo sustituto
de la coca, pero que seguían apareciendo acusaciones de que algunos
productores habían concertado con paramilitares para apropiarse ilegalmente
de tierras de las comunidades afrocolombianas. En ese entorno, consignó el
criterio de algunos grupos de derechos humanos que admitían beneficios de la
siembra, pero ya hablaban de una nueva esclavitud.
En el mismo cable, la Embajada admitió que la agencia norteamericana Usaid
estaba apoyando a varias comunidades en la región, y que, además de los
problemas por la posesión de la tierra, también eran evidentes los dilemas
ambientales y el reto de la atención a la población desplazada. Su criterio era
que la falta de una correcta demarcación de los títulos facilitaba la explotación,
que muchas plantaciones estaban asentadas en tierras comunales y que
existían eventuales problemas de corrupción asociados al uso de
documentación falsa.
Un mes más tarde, en otro cable, la Embajada detalló que el origen del
problema fue la confrontación entre las Farc y el paramilitarismo en 1997,
que obligó a las comunidades de Curvaradó y Jiguamiandó a desplazarse y
cuando regresaron sus tierras estaban ocupadas por plantaciones de palma
africana. Buena parte de los palmeros argumentaron que ellos habían
comprado esas tierras, pero organizaciones de derechos humanos replicaron
afirmando que los vendedores habían obrado intimidados por los grupos
paramilitares.
En este tenso panorama, entre 2001 y 2002, el Estado reconoció 100 mil
hectáreascomo territorios comunales de los afrocolombianos, pero la
confrontación ya estaba creada. En el cable diplomático quedaron reseñados
los avances de la Fiscalía tratando de resolver el conflicto, reconociendo que la
mayoría de los investigados eran altos funcionarios de las compañías de
palma, pero también admitiendo que el éxito de las investigaciones dependía
de los testigos. Y definitivamente, en la región prevalecía el miedo a entregar
testimonios.
A comienzos de 2008, en un nuevo cable la Embajada de Estados
Unidos se mostró confiada en que el gobierno estaba empezando a resolver
los problemas legales en Curvaradó y Jiguamiandó, pero admitió que los
problemas de seguridad seguían afectando la decisión de las comunidades de
regresar a sus tierras. Además, destacó la ausencia de entidades públicas para
el tratamiento de la salud y educación y otros servicios humanitarios en la
región, lo cual agregaba dificultades a la convivencia en estas regiones
de Carmen del Darién.
A fin de enterarse de primera mano de lo que realmente estaba ocurriendo,
delegados de laEmbajada viajaron al Chocó y escucharon, de viva voz, las
quejas de las comunidades. En particular, en el cable que se remitió a
Washington registrando los detalles de la visita, se consignó el testimonio del
líder campesino Enrique Petro, quien detalló cómo las comunidades de
Curvaradó y Jiguamiandó estaban disputando el control de la tierra con trece
compañías palmeras, algunas de ellas, según la Fiscalía, con nexos con el
paramilitarismo.
El líder campesino señaló a las ‘Águilas Negras’ como colaboradores de
algunos palmeros y acusó a los militares de no hacer nada por detenerlos. Por
eso, la Embajada resaltó su petición de que se presionara al gobierno
colombiano para resolver los problemas de títulos de las tierras, mejorar la
seguridad y compensar a las comunidades. Él mismo detalló su caso particular,
de reclamar su tierra y crear una zona humanitaria para otros desplazados,
sacrificando la posibilidad de estar cerca de su familia por los problemas de
seguridad.
Sin embargo, en el mismo reporte, la Embajada detalló el criterio de un alto
oficial del Ejército, quien reconoció la presencia de bandas criminales, pero
también que había un eje de tensión de posiciones encontradas entre los
palmeros y un sector de las comunidades.Según el oficial, aunque no había
presencia de Policía, las Fuerzas Militares trataban de garantizar seguridad
y, concretamente, le estaban suministrando protección al líder Enrique Petro. El
tercer actor del dilema era el gobierno, representado en Acción Social.
El cable incluyó la postura del director regional de este organismo, Luis Mario
Gaviria,quien rechazó la versión de que no quisiera trabajar con las
comunidades. En contraste, atribuyó esas quejas a la carga ideológica con que
trabajaba en la región la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz. En
informe a Washington fechado en junio de 2008,una vez más se insistió en
este punto. Y citando como fuente al asesor del Ministerio del Interior, Camilo
López, anotó que el deseo de Justicia y Paz era imponer su agenda ideológica.
Esta permanente división de opiniones fue el denominador común de los
sucesivos cables diplomáticos que la Embajada de Estados Unidos remitió
sobre el tema de Curvaradó y Jiguamiandó hasta 2009. Por eso, a pesar de
que resaltó la presencia de Colombia como el quinto país productor y
exportador de aceite de palma, con posibilidades de desarrollar una industria
sostenible, también, una y otra vez, registró la estigmatización sobre los
cultivos de palma, las tensiones por la propiedad de la tierra y la
descoordinación estatal.
No en vano, uno de los cables fue titulado “Palma colombiana: alboroto en
derechos humanos”. Por ejemplo, en octubre de 2008, al tiempo que registró
comentarios de líderes de la comunidad atribuyendo a los palmeros el pago de
dinero para dividir a los campesinos, volvió a incluir la postura del vocero
de Acción Social, Luis Mario Gaviria,presentado como hermano del asesor
presidencial José Obdulio Gaviria, quien expresó que se sentían bloqueados
por la agenda ideológica de Justicia y Paz.
Entre la reseña de asesinatos cometidos, los reclamos de las comunidades
campesinas por las amenazas en su contra o las apreciaciones de los
empresarios de la palma argumentando que la estigmatización de la industria
era resultado del abuso contra el crecimiento de este sector, la Embajada de
Estados Unidos documentó, paso a paso, un problema que sigue sin solución
entre los cultivadores de palma y las comunidades afrocolombianas en las
regiones chocoanas de El Carmen del Darién y Riosucio.
Amenazas y tierras devueltas
A comienzos de 2009, la Embajada de Estados Unidos remitió un informe
sobre el crítico problema de Curvaradó y Jiguamiandó, reconociendo que tres
compañías dedicadas a la siembra de palma africana habían decidido entregar,
de forma voluntaria, 1.269 hectáreas de tierra para que fueran devueltas a sus
dueños legales. La entonces asesora delMinisterio de Agricultura, Catalina
Riveros, admitió que era un paso significativo, pero que se requería mayor
presión internacional. A su vez, un vocero de la Comisión Intereclesial respaldó
el hecho, pero recordó que en la región seguían haciendo presencia las bandas
criminales del grupo de ‘Don Mario’, con niveles de penetración en la Policía.
En lo que va corrido del actual gobierno, ya se han registrado nuevos
encuentros entre las comunidades y el Estado en busca de solucionar el dilema
para las comunidades y la posesión de tierras.
Un territorio de extremo conflicto
La Defensoría del Pueblo ha seguido paso a paso el problema en las cuencas
deCurvaradó y Jiguamiandó. Su última actuación, de hace apenas 10 días,
fue pedir a las autoridades la protección inmediata del líder Santander
Nisperusa, miembro de la comunidad de Caño Manso, amenazado por las
‘Águilas Negras’.
Santander Nisperusa se salvó de un atentado hace dos semanas, razón por la
cual la Defensoría urgió su protección. Pero además el organismo resaltó la
grave situación que afrontan las comunidades de Llano Rico, Caracolí y
Nueva Unión. Son poseedores de mala fe que introducen ganado en el
territorio colectivo.
La Defensoría del Pueblo instó a las autoridades a preservar los títulos de las
comunidades negras, al tiempo que pidió a la Fiscalía ajustar a la legalidad
procesos de judicialización que lleguen a afectar a los miembros de las
comunidades. Como ocurre desde 1997, el Bajo Atrato sigue siendo territorio
de guerra.
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