Poder judicial de la Nación

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Poder judicial de la Nación Rtro. S. II T. 150 f* 134/151
//la ciudad de La Plata a los 19 días del mes de julio del año dos mil
siete, reunidos en Acuerdo los Señores Jueces que integran la Sala II de
la Cámara Federal de Apelaciones, toman en consideración el
expediente n° 1860/01, caratulado "F., R. C. c/ Armada Argentina s/
indem. por despido" proveniente del Juzgado Federal de Primera
Instancia N° 4 de esta ciudad, para conocer y decidir el recurso
interpuesto contra la sentencia de fs. 206/210 vta.
El Tribunal establece la siguiente cuestión a resolver:
Se ajusta a derecho la sentencia apelada?
Practicado el pertinente sorteo resultó el siguiente orden de
votación: Doctor Sergio O. Dugo, Doctor Leopoldo H. Schiffrin, y Doctor
Román J. Frondizi .
Ahora bien, con posterioridad se dictaron las Resoluciones 31/06
y 199/06 de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata, por las
cuales la Sala ha quedado integrada con los Dres. Carlos Román
Compaired y Gregorio Julio Fleicher.
EL DOCTOR COMPAIRED DIJO:
I.- La sentencia de primera instancia hace lugar a la
demanda iniciada por F. contra la Armada Nacional por cobro de
indemnización por despido, con más intereses y costas.
Contra dicho pronunciamiento apela la demandada, con
simultánea expresión de agravios, que son contestados por parte de la
actora.....
II.- Los agravios de la apelante se refieren, en lo principal, al
rechazo de la excepción de falta de legitimación sustancial.
Subsidiariamente, también la Armada cuestiona la condena que el a
quo encuadra en la Ley de Contrato de Trabajo como indemnización por
despido, la imposición de costas y la tasa de interés aplicable.
La Armada afirma que la relación existente entre el clero y
las Fuerzas Armadas se rige por el Acuerdo entre la Nación Argentina y
la Santa Sede sobre Jurisdicción Castrense y Asistencia religiosa a las
Fuerzas Armadas, del 28 de junio de 1957 y del 21 de abril de 1992 y el
Reglamento del Obispado Castrense de la República Argentina. Sostiene
que en 1983 el Vicario Castrense nombró al actor Capellán Auxiliar,
disponiendo la misma autoridad, años después, su cese. En este
contexto normativo y circunstancias de hecho, manifiesta, en síntesis,
que no existe relación de dependencia posible entre el actor y la
demandada.
Por su parte, el actor insiste en su pretensión por juzgar
decisivo el acuerdo prestado por la Dirección General del Personal Naval
a su nombramiento, su remuneración mensual asimilada a la jerarquía
de Capitán de Corbeta, los descuentos por obra social y aportes
jubilatorios, y el grado de subordinación que surge de la calificación
anual que le formulaba la demandada.
III.- Corresponde examinar, en primer lugar, la defensa de
falta de legitimación sustancial pasiva opuesta por la Armada
Argentina.
Resulta de las constancias de autos y no es discutido por las
partes que, en efecto, el Sr. Presbítero F. fue nombrado Capellán
Auxiliar asignado al Centro de Incorporación y Formación de Infantería
de Marina por el Vicario Castrense, con la anuencia del Director
General del Personal Naval y la autorización del Arzobispo de La Plata,
mediante Decreto 1405 del 29 de julio de 1983.... También que por
Decreto n° 2347 del 22 de mayo de 1997 el Vicario Castrense dispuso el
cese en dicho cargo de Capellán Auxiliar de la Armada por cierre del
Hospital Naval " Río Santiago" a partir del 1 de junio de 1997.
Del examen de ambos decretos citados surge que el
nombramiento y cese referidos han sido efectuados por la autoridad
religiosa en el marco del Acuerdo suscripto entre la Santa Sede y la
Nación Argentina sobre jurisdicción castrense y asistencia religiosa de
las Fuerzas Armadas del 28 de junio de 1957. El propósito de dicho
Acuerdo ha sido el deseo de " proveer de manera conveniente y estable a
la mejor asistencia religiosa de las Fuerzas Armadas de Tierra, Mar y
Aire", para lo cual "La Santa Sede constituye en la Argentina un
Vicariato Castrense", que posteriormente adquiere el rango de
"Obispado Castrense". Dicha asistencia se sigue rigiendo por los
lineamientos básicos del Acuerdo internacional aprobado por Decreto
Ley 7623 del 05.07.1957 y ley 14.467 del 29.09.1958; el Acuerdo entre
la Santa Sede y la Nación Argentina del 10.10.1966, aprobado por ley
17.032 del 23.11.1966 y el Acuerdo entre notas reversales entre la
Nación Argentina y la Santa Sede del 21.04.1992 por las cuales se
ratifica la plena vigencia del Acuerdo del 28.06.1957 y se actualiza a la
luz de los principios establecidos por el Concilio Vaticano II, el Acuerdo
entre las partes del 10.10.1.966, el nuevo Código de Derecho Canónico
del 25.01.1983 y la Constitución Apostólica "Spirituali Militum Curae"
del 21.04.1.986.
El acuerdo establece que "El Servicio Religioso Castrense
está integrado por el Obispo Castrense, tres Capellanes Mayores paras
las Fuerzas respectivamente de Tierra, Mar y Aire, y los capellanes
Militares de dichas fuerzas" (art. 2), con la posibilidad de que el Obispo
Castrense acuerde con los Ordinarios diocesanos y los Superiores
religiosos para designar entre sus súbditos un número adecuado de
sacerdotes que, sin dejar los oficios que tengan en sus diócesis o
institutos, auxilien en el servicio espiritual de las Fuerzas Armadas a
los Capellanes Militares". En tal caso, el citado artículo establece que
ejercerán el ministerio a las órdenes del Vicario castrense del cual
recibirán las necesarias facultades ad nutum (art. VII del Acuerdo
Original, 8 en la versión de 1992). Tal la situación de F. y de allí la
intervención del Arzobispado de esta ciudad, en el que fue ordenado
sacerdote en 1978.
IV.- En este contexto, recapitulemos, el Pbro. F. fue
designado como Capellán Auxiliar de la Armada a las órdenes del
Obispo Castrense destinado, en primer lugar, al Centro de
Incorporación y Formación de Infantería de Marina y, por último, al
Hospital Naval de Río Santiago, en el marco de las normas ya citadas en
las que es la Iglesia la que nomina a los Capellanes, quienes
permanecen en sus cargos por el término en que la Iglesia requiera sus
servicios espirituales, con la posibilidad de revocación unilateral de la
designación. Las Fuerzas Armadas no nombran ni cesan en el cargo al
Capellán, sino que materialmente convalidan el decreto eclesiástico a
los fines administrativos. Por ello, los Capellanes Castrenses dependen
orgánicamente del Obispado. De este modo, es de competencia del
Obispo Castrense enviar instrucciones a los Capellanes Militares y pedir
los informes que creyere necesario y, en su caso, hacer inspecciones de
la situación del servicio religioso castrense (Arts. 7 y ss. del Acuerdo,
Resolución Ministerio de Defensa 909/1998).
Por ende, si bien los capellanes desempeñan un una tarea
pastoral propia de su condición sacerdotal, tal labor no puede quedar al
margen de las normas sobre empleo público y privado, como por el
contrario estaría pretendiendo la demandada. Esto no significa en modo
alguno hacer prevalecer normas de derecho interno sobre las superiores
del Acuerdo con la Santa Sede, vulnerando la prelación establecida por
el art. 75, inc. 22 de la Constitución Nacional que dispone que los
tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes, en tanto,
en tanto la cuestión aquí en tracto no puede visualizarse bajo este
encuadre.
En este orden de ideas, resulta sumamente ilustrativo el
informe del Obispo Castrense a fs. 198, por cuanto ilustra acerca de la
inteligencia del Acuerdo que sustenta la relación en cuestión. Así,
señala que " la Santa Sede y la Nación Argentina han querido -de
común acuerdo- esta asistencia sacerdotal de carácter pastoral y
espiritual, como un servicio de la Iglesia y su misión evangelizadora. En
tal sentido es ajeno a su letra y a su espíritu toda relación de
dependencia. El Estado Nacional ha contemplado una colaboración
para el sustentamiento del clero sin que ello establezca una relación
laboral o comercial alguna. Precisamente por ello los nombramientos y
ceses han sido decretados por la Iglesia y no por las Fuerzas Armadas,
de acuerdo a las necesidades pastorales. Desde 1957 hasta el presente,
el procedimiento seguido ha sido el de recurso de oposición ante el
Obispado Castrense en primera instancia, el recurso jerárquico ante la
Santa Sede y, finalmente el recurso jurisdiccional ante el Supremo
Tribunal de la Signatura Apostólica en Roma. Tal ha sido la praxis, a fin
de garantizar la libertad de la Iglesia y su autonomía en el ámbito de
competencia."
Ese procedimiento del derecho canónico, al que
voluntariamente se sometió F. cuando optó por su vocación sacerdotal,
no es en todo caso el que debió haber seguido si estaba en desacuerdo
con su cese en el aspecto laboral que hace al reclamo que persigue .
Efectivamente, las Fuerzas Armadas contribuyen al
sostenimiento de las actividades del Obispado Castrense, por medio de
asimilaciones e ítems remuneratorios como los invocados por el actor,
que claramente son soportados por la organización administrativa e
institucional de las Fuerzas Armadas conforme la prueba colectada en
el sub lite, sin que ello importe modificar una materialidad jurídica que
se sustenta en normas de naturaleza distinta a las invocadas por la
parte demandada.
Recordemos sobre el particular, que además del Acuerdo
que regula la actividad del Obispado Castrense, en el Acuerdo de 1966
"El Estado Argentino reconoce y garantiza a la Iglesia Católica
Apostólica Romana el libre y pleno ejercicio de su poder espiritual, el
libre y público ejercicio de su culto, así como de su jurisdicción en el
ámbito de su competencia, para la realización de sus fines específicos",
reconocimiento y jurisdicción que de modo alguno se verían
menoscabados en caso de que se admita el reclamo del demandante
(conf. Fallos 315:1294).
En suma, concluyo que la demandada resulta sujeto pasivo
de la relación jurídica en la que se funda la pretensión del actor, quien
al ser desvinculado de su labor por la Armada ha sido despojado de su
empleo, por lo tanto no cabe hacer lugar al agravio opuesto en este
sentido.
V.- Rechazada la ausencia de legitimación de su parte
planteada por la demandada, el restante agravio de esta parte esta
referido a la tasa de interés a aplicar para el cómputo de los intereses,
entendiendo que debe regir la tasa pasiva del Banco Central de la
República Argentina y no la activa para operaciones de descuento del
Banco de la Nación Argentina como fijara la sentencia.
En cuanto a este item, corresponde ajustarse al plenario de
esta Alzada "Gomez, Ricarda c/ENTEL s/ indemnización por despido"
(expte. N° 625 originario de la Sala II, de fecha 30/8/2001) donde se
decidió la procedencia de la tasa pasiva promedio mensual que publica
el Banco Central de la República Argentina para cuestiones como la
presente. Ello determina determina que prospere el agravio sustentado
por la demandada al respecto.
VI.- En conclusión, por las consideraciones que anteceden,
normas legales y constitucionales citadas propongo al Acuerdo: 1.
Confirmar en lo principal la sentencia apelada; 2. Revocarla
parcialmente en cuanto a la tasa de interés que corresponde aplicar; 3.
Distribuir las costas de ambas instancias en un 10% a cargo de la
actora y en un 90% a cargo de la demandada (art. 71, Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación).
Asi lo voto
EL DOCTOR SCHIFFRIN DIJO:
I. Llegan estos autos a esta Alzada en virtud del recurso de
apelación deducido por la Armada Argentina, a fs.225/229, contra la
sentencia de primera instancia de fs.206/210, la cual hizo lugar a la
acción entablada a fs.15/17, concediendo la indemnización por despido
solicitada.
II. La circunstancia que dio lugar a la demanda fue la
disolución del Hospital Naval de Río Santiago donde el Presbítero
Ramón Carlos Folgueras se desempeñaba como capellán auxiliar, lo
cual ocasionó el cese de las funciones del mismo, negándole la Armada
Argentina cualquier resarcimiento, y sosteniendo carecer de
legitimación pasiva, como si la relación del Pbro. Folgueras como
capellán naval sólo hubiese existido entre él mismo y el Obispado
Castrense.
A fin de calificar las pretensiones del demandante, cabe
tener en cuenta que su status era el de capellán auxiliar, equiparado a
los efectos protocolares y en el cálculo de su haber a teniente de navío.
La cuestión a decidir, pues, consiste en determinar cuáles
son los derechos que al finalizar la relación de empleo asisten a esta
categoría, algo híbrida, del personal eclesiástico de las Fuerzas
Armadas.
III. Mas antes de internarnos en la solución del problema,
describamos las circunstancias normativas y fácticas de la causa para
obtener, de tal modo, el cuadro en el cual se desarrolla el conflicto.
El Vicariato Castrense -actualmente denominado Obispado
Castrense de la República Argentina, tal como se dispuso por notas
reversales del 21 de abril de 1992 entre la Santa Sede y la Nación
Argentina, reconocidas por decreto n°1526/1992-, designó, a pedido del
Capellán Mayor de la Armada..al presbítero F., capellán auxiliar,
asignándolo al Centro de Incorporación y Formación de Infantería de
Marina. La designación se efectivizó mediante decreto del Vicariato
Castrense n°1405 del 29 de julio de 1983 (a fs.154), contando para el
caso, y en cumplimiento del Acuerdo entre la Santa Sede y la República
Argentina, aprobado por el decreto n° 7623/57, con la anuencia del
Director General del Personal Civil de la Armada Argentina,
Contraalmirante Carlos Alberto Andrés Bonino, por nota del 26 de julio
de 1983....
El 6 de agosto de 1986 se otorgó, por nota..., proveniente de
la Dirección de Personal Civil de la Armada Argentina...el pase del
capellán auxiliar F. al Hospital Naval de Río Santiago, lugar donde
desarrolló su actividad pastoral hasta que el decreto del Obispado
Castrense n°2347 del 22 de mayo de 1997..., dispuso su cese a partir
del 1 de junio de 1997, alegando como motivo el cierre definitivo del
Hospital Naval de Río Santiago. En agradecimiento por su labor
ministerial, la Capellanía Mayor de la Armada, le envía una carta en la
que dice: "...Me han comunicado que con fecha de hoy la Armada se ve
precisada a desvincularte de tu tarea como capellán auxiliar del
Hospital Naval Río Santiago, en razón del cierre del mismo...", con firma
y sello de Monseñor Rodolfo José O’Neill, fechada el 1 de junio de
1997....
Esto significa que el cese del Presbítero F. en sus
funciones de capellán auxiliar obedeció a una determinación de la
Armada....
Cabe mencionar que el 1 de enero de 1996, el Hospital
Naval de Río Santiago, dejó de funcionar, ingresando los
trabajadores que se desempeñaban en tal centro asistencial al
Fondo de Reconversión creado por la ley 24.629 y, según surge de
autos, el actor fue excluido de esa normativa. La exclusión se
sustenta en el dictamen del asesor jurídico..., el que responde a la
consulta efectuada por nota...del 29 de abril de 1997...la cual
requería asesoramiento acerca del cese, indemnización o pase a
disponibilidad del capellán F. por el cierre del nosocomio. Este
dictamen sostuvo que, puesto que ni el nombramiento ni el cese
dependían de la Armada Argentina, sino del Obispado castrense, no
se reconocía resarcimiento alguno.
El capellán F., al presentarse a percibir el salario de junio
de 1997, y no ser satisfecho su requerimiento, envió una carta
documento...solicitando que la Armada Argentina aclarase su situación
y, en respuesta a este pedido, la fuerza, por el mismo medio epistolar...,
contestó transcribiendo el decreto del Obispado Castrense n°2347. Ante
esto, el Presbítero F., por carta documento del 16 de septiembre de
1997, se considera despedido en forma indirecta...iniciando demanda
por indemnización por despido indirecto contra la Armada Argentina.
IV. La cuestión sustancial que corresponde resolver en
autos se refiere a la naturaleza de las funciones que en el Estado
Nacional Argentino cumplen los integrantes del antiguo Vicariato
Castrense, hoy Obispado Castrense, en cualquiera de sus grados
(obispo castrense, obispo auxiliar, vicario general, capellanes mayores
de las distintas fuerzas y capellanes de los cuarteles), conforme con las
reglas establecidas por el Acuerdo con la Santa Sede del 28 de julio de
1957, aprobado por el decreto 7623/1957 y modificado por intercambio
de notas del 21 de abril de 1992.
Las características del caso requieren, ante todo, exponer
algunos conceptos acerca de las relaciones entre la Iglesia Católica
Apostólica Romana y el Estado Argentino, tema, por cierto, vastísimo,
pero que aquí sólo cabe enfocar en alguno de sus aspectos.
Tras el art.2 de la Constitución Nacional existe un
larguísimo curso histórico, que arranca con la adopción del
Cristianismo por el Emperador Constantino y que dio lugar a dos tipos
distintos de relación entre la Comunidad Cristiana y el poder estatal. El
primero de esos tipos es el césaropapista, consistente en la práctica
identificación del Estado con la Iglesia; es la constitución del EstadoIglesia, en el que el monarca es el "Obispo exterior de la Iglesia". Este
fue el modelo inicial del Imperio Romano y se manifestó con
persistencia en la historia del Imperio Bizantino y del sistema zarista
consolidado, después, en el Imperio Ruso.
El segundo tipo de relaciones es el de la Iglesia occidental,
que desarrolló, con muchas vicisitudes, el modelo de la Cristiandad, o
sea, la comunidad social, cultural y política fundada en las
vinculaciones religiosas de sus miembros y dotada de una cabeza
temporal (monarca o magistrados) y de una cabeza espiritual, o sea, el
estamento eclesiástico. En este sistema, cada una de las potestades se
extendía -en mayor o menor medida- al campo de la otra, dando lugar a
permanentes situaciones de conflicto; pero es innegable que el cuerpo
eclesiástico gozó de una autonomía imposible en el césaropapismo, e,
inclusive, en ciertos momentos, prevaleció sobre el poder temporal.
La influencia de los modelos medievales no se limita al
campo de las Iglesias existentes antes de la Reforma del siglo XVI, pues
la Iglesia de Inglaterra fue un acabado ejemplo de césaropapismo y la
Iglesia presbiteriana se aferró al esquema de distribución de funciones
entre el poder temporal y el poder espiritual, con predominio del
segundo.
V. Los tiempos modernos dieron como fruto, en cambio, un
tipo de sociedad política y cultural cuyo fundamento directo no son las
vinculaciones religiosas, aunque las raíces de las sociedades que
pertenecieron a la Cristiandad impregnen toda la cultura y manera de
ser de estos sistemas de convivencia, transformados por la Ilustración.
Ciertamente, la Iglesia Católica ha tomado nota de este
cambio de las relaciones sociales y el Concilio Vaticano II sostiene que:
"la comunidad política y la Iglesia son, en sus propios
campos, independientes y autónomas la una respecto de la
otra. Pero las dos, aun con diverso título, están a servicio de
la vocación personal y social de los mismos hombres. Este
servicio lo prestarán con tanta mayor eficacia cuanto ambas
sociedades mantengan entre sí una sana y mejor
colaboración, siempre dentro de las circunstancias de
lugares y tiempos".
Y, en otro párrafo, expresa:
"...las realidades temporales y las que trascienden el mundo,
están estrechamente unidas entre sí, y la Iglesia misma se
sirve de instrumentos temporales cuando su propia misión se
lo exige. Sin embargo, ella no pone su esperanza en los
privilegios que le ofrece el poder civil; antes bien
renunciará de buen grado al ejercicio de ciertos
derechos legítimamente adquiridos, si constata que su
uso puede empañar la pureza de su testimonio, o si nuevas
circunstancias exigen otras disposiciones." (Constitución
Pastoral Gaudium et Spes, n°76. Concilio Vaticano II, ed.
Paulinas, pág.205; (el destacado es nuestro).
Interesa subrayar aquí dos precisiones que contiene el
documento conciliar. Una de ellas es la que postula la cooperación entre
la comunidad política y la Iglesia "dentro de las circunstancias de
lugares y tiempos". La otra es la disposición de la Iglesia a renunciar "de
buen grado al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos".
O sea, las modalidades y situación de cada sociedad civil
deben ser tenidas en cuenta en las relaciones entre la Iglesia y el
Estado, y la Iglesia no considera caducados los derechos adquiridos que
emanan de situaciones históricas anteriores.
Ahora bien, en el caso de nuestra propia sociedad
argentina, aunque las formaciones históricas anteriores a la
modernidad, que mencionamos arriba, no se ajusten al esquema de una
estructura sociopolítica cuyo fundamento directo desde hace mucho no
es religioso, subsisten huellas de ese pasado en el imaginario común.
Por tal motivo, más allá de la diversidad de posiciones
ideológicas, y de si este sistema es realmente deseable, aparecen el art.2
de la Constitución Nacional y normas concordantes como expresiones
del sentir conforme con el cual la comunión religiosa cristiana a la que
pertenece la mayoría del pueblo argentino ha de considerarse como
poseedora de un status jurídico especial frente a las restantes
confesiones, lo que se manifiesta, por ejemplo, en los arts. 14, inc. 1° y
33 del Código Civil.
VI. Ese status jurídico incluye elementos que provienen de
la antigua sociedad hispánica colonial. Es verdad que a través del
Acuerdo o Concordato de 1966 y la reforma constitucional de 1994, el
rasgo fundamental del sistema de relación entre la Iglesia y el Estado,
esto es, el Patronato, desapareció casi en su integridad, pero ciertos
vestigios de aquel sistema se conservan, precisamente, en las
modalidades que en el derecho público argentino adquiere el clero
castrense.
Esta institución es herencia del derecho hispánico, y se
inscribe en el marco de relaciones entre poder temporal y potestad
eclesiástica que fue el patronato amplísimo conferido por la Sede
Romana a los monarcas españoles conquistadores de América.
Al respecto, la importancia y caracteres de la institución
están bien explicadas en el trabajo de Manuel Río, que lleva el título de
"La Iglesia, su historia y sus relaciones con el Estado (1810-1928)"
publicado en Historia Argentina, Tomo V, planeada y dirigida por
Roberto Levillier, Buenos Aires, 1968, págs. 3455 y ss.
Este autor dice:
"El Patronato Regio de Indias, en el significado
lato del término, designa propiamente el peculiar conjunto
de deberes, cargas, derechos y prerrogativas que pertencían
a los Reyes de España respecto a las Indias Occidentales,
en lo concerniente a la Iglesia. En verdad, significaba un
"super-patronato", según una calificación aceptada. Los
Reyes eran "patrones de todas las Iglesias", conforme lo
declara la ley 1 del Título II del Libro I de las Recopiladas de
Indias, puesto que a "nos (los Reyes) pertenece el
patronazgo eclesiástico de todas nuestras Indias" (L.s Tt.VI,
L. I, ib., íd). Los poderes que ejercía el Rey llegaban hasta
límites de un "Vicariato Real", esto es, de una delegación de
poderes pontificios sobre la Iglesia en Indias, excepto
aquellos que requieren esencialmente el sacerdocio, en
favor de los Reyes de España.
Entre las facultades que formaban la porción activa
del Patronato, la principal a la cual suele apropiarse el
hombre de la institución, strictu sensu, era el derecho de
elección y presentación de los candidatos para los oficios y
beneficios eclesiásticos. Las nominaciones se efectuaban
por el Rey ante el Papa con referencia a los Obispos, y por
los Virreyes, Presidentes y Gobernadores, como
VicePatronos, ante las respectivas aurtoridades
eclesiásticas, en lo concerniente a los puestos menores.
Confiorme se lo reconoce ahora comúnmente, la concesión
de dichas facultades a los Reyes de España por los Papas,
mediante la Bula Universalis Ecclesiae del 28 de julio de
1528, y otros actos y concordatos ulteriores, significó un
modo peculiar de ejercicio de los poderes pontificios, entre
los varios que se han puesto en práctica en las diferentes
épocas de las historia de la Iglesia.
En su origen, según la intención común de los
Pontífices y de los Reyes, el Patronato Regio de Indias fue
adoptado como el expediente idóneo, a la sazón
insustituíble, para proveer a la propagación del
Cristianismo en las nuevas tierras y a la organización
adecuada de la administración de éstas, incluso en la parte
eclesiástica.
El Patronato, en su desenvolvimiento histórico,
concentró con la mayor propiedad las transformaciones
características de la Edad Moderna, en el campo políticoreligioso...En parte no pequeña, la institución fue
subordinada a los ideales de absolutismo autocrático
iniciado en España de Fernando V y por Felipe II. En tal
sentido, el Patronato sirvió entre las piezas maestras del
Estado moderno, pagado cada vez más de su soberanía
absoluta. La tendencia así orientada, realizada en el
"jurisdiccionalismo", se intensificó merced a las doctrinas
galicanas y, más tarde, al febronismo (de Justinus
Febronius pseudónimo de Nicolás Honthein), como también
a las prácticas del Josefismo (así llamado por José II de
Austria), todos los cuales se resumieron, en 1786, en las
proposiciones de Sínodo de Pistoya, condenadas por Pío VI
en 1794. Los gobernantes del "despotismo
ilustrado"argumentaron a su favor las doctrinas y los usos
que formaban aquellas corrientes, así como otras afines, y
tendieron a usar las facultades -o "regalías"- anexas al
Patronato, como medios de absolutismo, inclusive a veces,
con propósitos claramente antieclesiásticos y
antireligiosos". (Fin de la cita).
En suma, la cuestión que se planteó al despotismo
ilustrado del siglo XVIII era si la función eclesiástica ejercida por las
monarquías europeas, dependía de las concesiones que efectuara la
Iglesia Católica, especialmente su cabeza, la Santa Sede, o era
inherente a la soberanía (una soberanía que, entendámoslo, aún se
desenvolvía en los límites religiosos y culturales de la Europa Cristiana).
VII. Producida la Revolución de Mayo, la cuestión que se
planteó fue si el super-patronato ejercido por los Reyes de España podía
ser ejercido por la Junta de Gobierno Patrio. Esta lo consultó en agosto
de 1810 al Deán Funes y a otro teólogo cordobés, el Padre Aguirre.
La respuesta fue clara en cuanto a que el Patronato,
inclusive en esa forma extraordinaria de España, y en particular, la
facultad de presentación de candidatos a las dignidades eclesiásticas,
era una adquisición de la soberanía de aquel país, y aún de las
naciones cristianas de Europa. Empero, las respuestas fueron
bacilantes en cuanto a si correspondía a la Junta ejercer los derechos
eclesiásticos del Rey de España, justificándolo, más bien, por la
emergencia existente (v. Manuel Río, op. cit. pág. 3468 a 3472).
Por su parte, la Asamblea del Año XIII desligó por completo
a la Iglesia Católica de las Provincias Unidas de toda vinculación con
potestades ecelesiásiticas españolas, y dictó normas que se extendían
hasta la propia liturgia de la Iglesia, desconociendo, a través de algunas
disposiciones, la autoridad que la Santa Sede se arrogaba sobre los
obispos de cualquier nación.
En tal contexto fue dictada la ley referente al Vicariato
Castrense, que es consecuencia de la ruptura de vínculos con la
autoridad eclesiástica castrense instalada en España.
Además, la afirmación de la autoridad del Estado de las
naciones cristianas sobre la jerarquía eclesiástica católica dio lugar a
las medidas de reforma de la Iglesia -también en el ámbito militarimpulsadas por Rivadavia, a las que haremos mención.
Asimismo, después de consolidada la emancipación
americana, cuando, en 1830, la Santa Sede designó algunos obispos
para la Argentina, se produjo un arduo debate, dada la falta de
presentación por el gobierno argentino de tales prelados. Ello dio lugar
al compendio de opiniones que se conoce como "Memorial ajustado",
que el Fiscal Agrelo propició y en el cual Vélez Sárfield, por primera vez,
manifestó sus opiniones acerca de la relatividad histórica de los
sistemas de las relaciones de la Iglesia con el Estado, recalcando, en
particular, la necesidad de tratar los problemas pendientes en forma
directa con la Santa Sede.
Dentro del antiguo sistema
hispánico, del cual el Estado argentino se consideró sucesor, el punto
de las capellanías castrenses se regía de la siguiente forma, según las
indicaciones que formula Vélez Sársfield:
"Hay otra clase de Curas que son los Capellanes
Castrenses, los cuales son propios y verdaderos Curas, como
se declaró por una real cédula (1) [nota 1: del 25 de
setiembre de 1784. Se hallará en el Teatro de la legislación
con otras relativas a los Capellanes Castrenses que deben
verse]. En España residía un Vicario General Castrense que
era el Patriarca de Indias, y aunque su autoridad jamás se
extendió a la América, la ley de 23 de julio de 1813 de la
Asamblea General Constituyente la desconoció en las
Provincias Unidas del Río de la Plata, y ordenó: "que el
Supremo Poder Ejecutivo pudiera nombrar Vicario General
Castrense incitando a los Obispos y Provisores en Sede
vacante, dice la ley, para que deleguen en la persona en
quien recayere las facultades consiguientes a la naturaleza
de este Ministerio con la de poder subdelegarlas en
Tenientes Vicarios que deban constituirse en los lugares en
que lo exija la utilidad del estado y el bien espiritual de los
fieles".
Los Capellanes Castrenses se proveían por propuesta
de los Generales, y el Rey hacía el nombramiento. Los
Capellanes de Marina por los Comandantes Generales de los
Departamentos. La cédula citada expresa el modo de los
procedimientos en España para el nombramiento de los
Curas Castrenses. En Indias la ley 50 tít. 6 lib. 1° R. I.
mandaba lo siguiente respecto a los capellanes de las
armadas y naves: "Declaramos y mandamos que el
nombramiento de Capellán Mayor y otros Capellanes de las
Armadas, Galeras, Navíos y cualesquier Bajeles de nuestra
cuenta, nos pertenece, y en nuestro nombre a los Capitanes
Generales de las Islas Filipinas y las demás partes de las
Indias donde sea necesario nombrarlos, como se hace en las
Galeras de España, Italia y otras partes. Y rogamos y
exhortamos a los Arzobispos y Obispos que no los nombren y
solamente intervengan en dar su aprobación y licencia para
administrar los Santos Sacramentos".
En fin, cuanto puede decirse de los Curas Castrenses ya de mar o
de tierra, y respecto a su institución, lo expresa la Ley 24 tít. 3° lib. 4° R.
I. "Los Generales de nuestros ejércitos, dice, nombren Capellanes y
administren los Santos Sacramentos y den buen ejemplo a los soldados y
a las demás personas que concurrieren y los puedan remover a su
voluntad. Y encargamos a los Prelados Eclesiásticos que los examinen y
den licencia para administrar siendo suficientes, y no se haga
presentación como en las doctrinas conforme a la Ley 50 del título de
Patronazgo". (Dalmacio Vélez Sárfield, Derecho Público EclesiásticoRelaciones del Estado con la Iglesia en la Antigua América Española,
Buenos Aires, Imprenta de Juan A. Alsina, 1889, págs. 167 in fine a
169).
VIII. Hemos de complementar los datos proporcionados por
Vélez Sársfield sobre la transformación de las capellanías castrenses de
hispánicas en nacionales argentinas. Ciertamente, esa transformación
se operó por la Ley de la Asamblea del año XIII que cita Vélez, pero no
subraya éste el cambio en el origen de las facultades de los capellanes
militares que introdujo la ley citada.
Ello se advierte teniendo en cuenta cuál era el status de la
Vicaría General de los Ejércitos Españoles, que, con una denominación
distinta, la de "Capellán Mayor", fue organizada por un Breve del Papa
Clemente XII, expedido con fecha 4 de febrero de 1736, a instancias del
Rey Felipe V.
La esencia del instituto fue que los capellanes castrenses
dejaron de depender de los ordinarios del lugar en que ejercían sus
funciones y, en cambio, recibió el "Capellán Mayor" atribuciones
directamente emanadas del Sumo Pontífice, con el derecho de
subdelegarlas a otros sacerdotes (v. la obra del Canónigo Dr. Ludovico
García de Loydi, "Los Capellanes del Ejército - Ensayo histórico",
publicado por la entonces Secretaría de Guerra, Dirección de Estudios
Históricos, año 1, n°2, Serie III, t. I, Buenos Aires, 1965, pág.13 y sigs.).
El autor que acabamos de citar añade que "el Papa
Clemente XIII, a pedido del Rey Carlos III, en 1762, unió el cargo de
Capellán Mayor del Ejército y la Armada a la dignidad del Patriarca de
las Indias Occidentales, que, desde entonces llevó inherente el título de
Vicario General de los Ejércitos Españoles".
El Dr. García de
Loydi continúa exponiendo: "El mismo Clemente "XIII, el 14 de marzo de
1764, dictó el Breve Apostolices benignitates por el cual "declaró
súbditos de la jurisdicción castrense a cuantos militasen bajo las
"banderas del rey por mar y tierra. A este Breve siguió el del Papa Pío
VII, "dirigido al rey Carlos IV y titulado: Compertum est Nobis, dado en
Roma a 12 "de junio de 1807 (2). [nota 2: Luis Alonso Muñoyerro, La
jurisdicción "eclesiástica castrense en España, Madrid, pp.9-12].
"En virtud de estos documentos pontificios, los capellanes
castrenses "eran nombrados por el rey y tenían jurisdicción sobre todos
los militares en "actividad, añadiendo a las facultades ordinarias de los
párrocos algunas otras "especiales. Ejercían la cura de almas con las
funciones y obligaciones de los "párrocos. Por ello el título que se les
expedía era de: Capellán y párroco "castrense, o como se "lee en el título
del presbítero Dr. Juan León Ferragut, Cura "castrense. Es de "interés
subrayar esto por cuanto tiene similitud con las "facultades otorgadas a
los "actuales capellanes castrenses, y prueba la permanente
"preocupación de la "Iglesia por atender dignamente a los hombres de
armas; "preocupación que no ha "variado al correr de los siglos".
"En el Río de la Plata, regían estos documentos pontificios
como "consta en una Declaración sobre la jurisdicción de los párrocos de
esta ciudad "de Buenos Aires, dada por su undécimo obispo, monseñor
D. Manuel de la Torre, "el 4 de diciembre de 1769 (3)". [nota 3: Archivo
de la Parroquia de la "Concepción, Libro 1° de Bautismos, f. 19.].
"Hemos dicho que las funciones de Vicario General
Castrense las "ejercía el Patriarca de las Indias Occidentales residente
en España, pero éste tenía "facultad para delegar sus funciones en
Tenientes Vicarios, los que gozaban de la "jurisdicción que aquél les
daba. Entre nosotros ejerció la funciones de Teniente "Vicario Castrense
el diocesano de Buenos Aires. Así por ejemplo, en 1777 el "gobernador
eclesiástico, que lo era el ilustre Dr. Juan Baltasar Maciel figura como
"Teniente de Vicario Castrense de la Real Armada de Su Majestad. (4)
[nota 4: "Archivo de la Parroquia de la Merced de Buenos Aires, Libro 14
de Bautismos]. "El 30 de julio de 1792, se nombra al obispo D. Manuel
de Azamor y Ramírez "Teniente Vicario General de los Reales Ejércitos de
Mar y Tierra. (5) [nota 5: "Archivo del Cabildo Eclesiástico de Buenos
Aires, Libro 5° de acuerdos, f.202]. "En 1807, el último obispo de Buenos
Aires de la era hispánica, monseñor D. "Benito de Lue y Riega, llevaba
el título de Teniente Vicario General del Ejército, "(6) [nota 6: Senado de
la Nación, Biblioteca de Mayo, tomo IV, Memorias "curiosas de Juan
Manuel Beruti, p.3683] y el ilustre patricio argentino, más tarde
"Director Supremo del Estado, D. Gervasio Antonio de Posadas, era a la
sazón "Notario Mayor de la jurisdicción eclesiástica ordinaria y
castrense del obispado "de Buenos Aires." (Garcia de Loydi, op. et vol.
cit., pág.13/14).
IX. Esta jurisdicción castrense emanada de la Santa Sede
finalizó con la mentada Ley de la Asamblea de 1813, como se trasluce
de la propia cita efectuada por Vélez Sársfield, pasando a ser, con dicha
ley, una delegación de la autoridad de los ordinarios.
Para hacer más patente esta conclusión, transcribamos los
arts.3° y 4° de la Ley del 28 de junio de 1813:
Art.3: "En atención de haber cesado la autoridad
del....Vicario General Castrense, residente en España...el Supremo Poder
Ejecutivo procederá al nombramiento de un Vicario General
Castrense...incitando a los reverendos obispos y provisores en sede
vacante, para que deleguen en la persona de quien recayere las
facultades consiguientes a la naturaleza de este ministerio, con la
expresa facultad de poder subdelegar en los...Tenientes Vicarios
Castrenses que deben constituirse en los lugares en que lo exija la
utilidad del Estado y el bien espiritual de los fieles".
Art.4: "Declárese que pueden ser elegidos para los empleos
de Vicario General Castrense, Comisario General de Regulares y de
Cruzadas, aquellas personas que reúnan las cualidades necesarias para
tan importantes cargos, bien sea de los mismos Ordinarios, bien de los
demás individuos del clero secular y aún regular por lo que respecta a los
Comisarios regulares".
El nombramiento de Vicario General Castrense recayó en el
Provisor y Gobernador Eclesiástico de Buenos Aires, Dr. Diego
Estanislao de Zavaleta, efectuando la designación el Departamento de
Guerra (Garcia de Loydi, op. et vol. cit., pág.44).
"Es, pues, el 28 de junio de 1813 la fecha de la
nacionalización de la "Vicaría General Castrense existente en nuestro
país durante la era hispánica, y el "29 de noviembre de ese mismo año,
la fecha de iniciación de su labor en bien y "servicio del Ejército
Argentino. Y fue el Dr. Zavaleta su primer titular, no a norma "del Breve
del Papa Clemente XII que creó en España la Capellanía Mayor con
"facultades propias, sino a norma del artículo 3° del decreto-ley de la
Soberana "Asamblea del año XII, es decir, con facultades delegadas por
los Ordinarios de "las Diócesis de país". (Garcia de Loydi, op. et vol. cit.,
pág.44).
Me parece que el Dr. García de Loydi no subraya
suficientemente el cambio producido por la Ley de la Asamblea de
1813. Desapareció con ella el poder episcopal directamente
emanado de la Santa Sede, y destinado a la cura espiritual de las
Fuerzas Armadas con jurisdicción personal, no territorial, para ser
reemplazado por capellanes designados, sí, por el Estado, pero cuya
misión canónica provenía de los ordinarios, o sea, de los obispos de
las jurisdicciones eclesiásticas territoriales en las que se
desempeñasen.
Volvamos a los datos que nos proporciona el historiador
eclesiástico cuya obra nos sirve de guía, quien sigue diciendo que:
"Como nos informamos por "una solicitud presentada al Superior
Gobierno para los capellanes castrenses D. "Francisco Solano Báez, D.
Marcelino Herrera y D. Francisco Silveira, existían "tres clases de
capellanes: los castrenses, que tenían los derechos y prerrogativas "de
verdaderos curas párrocos en sus respectivas unidades y gozaban de
las gracias "y privilegios concedidos por la Santa Sede al Clero
Castrense. Los provisionales, "que carecían de estas gracias que ´eran
aplicables solamente por los verdaderos "párrocos castrenses´ y los
auxiliares o accidentales".
"El procedimiento para la designación de capellanes
castrenses era "diverso. Por regla general el Poder Ejecutivo les daba el
despacho correspondiente "y el Vicario General Castrense las facultades
eclesiásticas para el ejercicio de su "ministerio. Luego se giraba el
expediente al Ministerio de la Guerra y éste a la "Inspección
General".(Garcia de Loydi, op. et vol. cit., págs.45/46).
Agrega dicho autor diversos ejemplos, de los cuales, a mi
juicio, reviste especial interés el primero, referido a que "Cuando el 8 de
junio de 1815, "el presbítero D. Mariano José Rodríguez de Azunel,
solicitó al Poder Ejecutivo "ser reconocido como capellán castrense, éste
dio vista al Vicario General "Castrense, quien, con fecha 14 de junio
dictaminaba:
"El Vicario General Castrense devuelve la instancia del
presbítero Azunel y dice: "Que siendo cierta, como lo
supone, la declaración hecha por la Honorable Junta de
"Observación que cita el Comandante del 2° 3° de Cívicos,
de que es capellán el "suplicante, parece consiguiente que a
éste se le declare el fuero castrense, en los "precisos
términos de aquella declaración, por cuanto el capellán se
computa entre "los Oficiales"." (del mismo autor, op. et vol.
cit., pág.46).
Asimismo, entre los diferentes ejemplos proporcionados por
el Dr. García de Loydi me resulta muy interesante el que sigue: "El Dr.
Diego Estanislao "de Zavaleta fue Vicario General Castrense hasta
1822. Pues en 14 de marzo de "ese año figura en esas funciones el
provisor del Obispado Dr. Mariano Zavaleta, "quien las ejerció hasta
1824, pese al decreto del 1° de julio de 1822 declarando "suprimida la
Vicaría General Castrense, vicaría que de hecho nunca dejó de "existir".
"En efecto, el 30 de octubre de 1823, el Dr. Mariano
Zavaleta se "dirige al Poder Ejecutivo y le manifiesta:
"Promovido a cura interino del Partido de San Nicolás de los
Arroyos el Dr. D. "Saturnino Planes, capellán y párroco castrense
del Batallón de Fusileros, propongo "a V.E. para esta resulta al ex
cura de Coronda, Maestro D. Pedro Martín Nito, a "efecto de que
si fuere del superior agrado de V.E. se digne despacharle el
"nombramiento correspondiente y comunicármelo para librarle
las facultades "necesarias para el desempeño de la expresada
capellanía castrense".
"D. Bernardino Rivadavia, en 4 de noviembre, da pase de
este nombramiento al ´Ministro de la Guerra para los efectos
consiguientes´, y éste, a los dos días, avisa a la Inspección General ´la
promoción de Planes´".(del mismo autor, op. et vol. cit., pág.47).
De lo dicho aparece que los capellanes castrenses, en el
derecho patrio inicial, eran empleados públicos -a sueldo, en
principio-, con estado militar, designados por el Poder Ejecutivo, a
los que el Vicario General Castrense -que podía presentarlos al
Ejecutivo- otorgaba las facultades canónicas para desempeñarse en
la cura espiritual de los Ejércitos y de la Armada.
X. Este régimen quiso ser alterado por la reforma
eclesiástica de Rivadavia, quien promovió el decreto firmado por Martín
Rodríguez el 1° de julio de 1822.
El articulado del decreto expresaba:
Art 1°: "Todos los individuos pertenecientes al Ejército de la
Provincia o que gocen por algún título del fuero militar, quedan sujetos a
la jurisdicción ordinaria de la Autoridad Eclesiástica".
Art. 2°: "El Vicario General Castrense, su Teniente y
funcionarios de su dependencia quedan sin atribución desde esta fecha".
Art. 3°: "El Ministro Secretario de la Guerra y Marina queda
encargado de la ejecución del presente Decreto, que se insertará en el
Registro Oficial". Firmado: Rodríguez-Francisco de la Cruz.
(García de Loydi, op. et vol. cit., pág.61).
Cabe señalar lo manifestado en uno de los considerandos
"El "Gobierno, no obstante de dar la debida atención a los principios que
obran "contra esta institución, procedió a examinar si había alguna
consideración o "mejora en el servicio del Ejército que motivase el
mantener por más tiempo "desmembrada de la autoridad ordinaria
eclesiástica la jurisdicción llamada "Castrense".
En otros términos, desaparecían las funciones
especializadas de capellanes castrenses, no existía más el clero
castrense, tampoco en las modalidades de la ley de 1813.
Sin embargo, comenta el historiador eclesiástico que nos
sirve de fuente: "Pese a este terminante decreto, el Dr. Mariano Zavaleta
siguió en su "función y con sus atribuciones de Vicario General
Castrense y, lo que es más "curioso, el propio Rivadavia sigue
aprobando lo obrado por el Dr. Mariano "Zavaleta y dando traslado de
las designaciones del Vicario General Castrense al "Ministerio de la
Guerra. Más aún. El 14 de marzo de 1823, el Dr. Zavaleta eleva "al
Ministro Secretario de Estado en el Departamento de Gobierno, es decir,
al "mismo Rivadavia, este oficio:
"En conformidad del Superior Decreto del Gobierno de la
Provincia, que V.S. me "transcribió en su note oficial de 10 del
corriente, mandé recoger el título que se le "había despechado de
capellán del Batallón de Cazadores...Para llenar la vacante
"propongo al presbítero D. Juan Manuel Aparicio que está
conforme en salir "prontamente a incorporarse a dicho Cuerpo
siempre que sea del Superior agrado del "Gobierno, a quien V.S.
se servirá elevar la propuesta por el Ministerio del "Departamento
de la Guerra".
"Es evidente, pues, que pese al decreto del 1° de julio de
1822, el Dr. "Zavaleta siguió en sus funciones de Vicario General
Castrense y el Gobierno y el "Ministro Rivadavia lo reconocen como a
tal, como reconocieron como Vicario "General Castrense, desde el año
de 1824 a 1830, al Dr. José León Banegas, y "desde 1831 a 1851 a
monseñor Mariano Medrano. El famoso decreto "rivadaviano fue
firmado pero nunca se puso en ejecución, salvo que se quiera "argüir
que ejercían esas funciones en su carácter de provisor del Obispado de
"Buenos Aires a tenor del artículo 1° de dicho decreto..." (op. et vol. cit.
págs.61/62).
XI. La investigación de García Loydi, que se extiende al
desarrollo de las capellanías castrenses hasta los principios de la
organización nacional definitiva, indica la persistencia, en rasgos
generales, del sistema basado en la ley de la Asamblea de 1813.
Y no parece que después de la organización nacional definitiva, el
status del clero castrense se diferenciara del que había surgido bajo la
Ley de la Asamblea del Año XIII. Ello, pese a que el Estado Nacional,
aún reivindicando el patronato eclesiástico definido por la propia
Constitución, lo hizo en forma temperada, y a través de un modus
vivendi que sólo entró en crisis en el primer gobierno del General Roca,
al igual que, mucho después, en el conocido episodio del fracasado
nombramiento de monseñor de Andrea como Arzobispo de Buenos Aires
y en el conflicto entre el gobierno del General Perón y la Iglesia en 1955.
Para adquirir una idea de cómo se presentaba el tema de
los capellanes castrenses en la época de la consolidación y desarrollo
del Estado Nacional, he recorrido varios tomos de la colección de leyes y
decretos militares, realizada por Ercilio Domínguez y, así, he hallado
que el 28 de enero de 1890, Carlos Pellegrini designa capellanes del
ejército a los presbíteros Reginaldo González, del Hospital Militar, Felipe
Olivera, Nicanor Sánchez, Gregorio Braguez, Felipe Gómez, Luis Solá ,
Gabriel Seguí y Pedro Boras. La comunicación se efectúa sólo al Estado
Mayor General del Ejercito y Contaduría General (E. Domínguez, tomo
III, Buenos Aires 1898, pág 370).
El 12 de julio de 1894 el presidente Luis Sáenz Peña
nombra Vicario General del Ejército al Canónigo Penitenciario de la
Iglesia Catedral Metropolitana, monseñor Dr. D. Milcíades Echagüe (de
la colección citada, tomo III, año 1898, pág. 633).
Y en 1896, el General Roca suscribe un decreto aprobando
la lista del personal anexo al Estado Mayor del Ejército, en la cual
aparece un apartado con el título "Clero castrense", en que se encuentra
todos los elesiásticos hasta aquí mencionados (Pág. 208/209).
La situación más bien inorgánica del clero castrense tuvo
una inflexión mediante el Reglamento del Servicio del Clero Castrense
(R.R.M.24), que aprobó el presidente Alvear por decreto del 10 de julio
de 1923. Pero la tendencia regalista es aquí manifiesta, pues las
funciones y situación del Vicario General y de los capellanes
está exclusivamente normada en ese reglamento, que para nada se
refiere a la intervención de la Iglesia en el nombramiento y vigilancia de
las tareas del clero castrense. Cabe señalar que las categorías de ese
clero eran la de Vicario General y la de Capellanes, quedando
autorizado el Vicario General para que, con previo conocimiento de la
superioridad, sacerdotes extraños al clero castrense, prestaran servicios
honorarios "sin que importe incorporarlos al clero castrense ni darles el
uso del uniforme".
En 1946 el presidente Farrell aprobó un nuevo reglamento,
que conservó la caracterización R.R.M.24 (ver decreto del 30 de octubre
de 1945). En la nueva versión del reglamento, la categoría de los
capellanes militares aparece desdoblada, existiendo un jefe de la
sección religiosa y los restantes capellanes tienen la categoría de
auxiliares. Todo el clero castrense tiene inserción en los cuadros
militares y sujeción disciplinaria y todo lo concerniente a las
designaciones corresponde a la autoridad militar, mas se mantienen los
capellanes honorarios en las mismas condiciones del reglamento de
1923.
El examen de estos antecedentes indica que el Vicariato
General Castrense Único había desaparecido y fue sustituido por
Vicarios Generales para cada fuerza, decisión en la cual no se
advierte la iniciativa eclesiástica. Este sí parece ser un efecto a largo
plazo del decreto de Rivadavia de 1° de julio de 1822.
XII. No parece que ese sistema haya variado en esencia con
el transcurso de los años, hasta el Acuerdo sobre el Vicariato Castrense
de la República Argentina, firmado en Roma el 28 de junio de 1957
(obsérvese que es la misma fecha en que se cumplían los ciento
cuarenta y cuatro años de la ley de la Asamblea de 1813, que, en
substancia, significó pasar del sistema de patronato al de regalismo, o
sea, de control de la Iglesia Católica por el Estado, con prescindencia de
la Santa Sede).
Repetimos, en cuanto al contenido del Acuerdo del 28 de
junio de 1957, la descripción que efectúa Juan G. Navarro Floria, en su
trabajo "Precisiones Jurídicas en torno al Obispado Castrense en
Argentina", publicado en La ley, Suplemento de actualidad del
02/06/2005, donde expresa que: "Las gestiones para "crear un
Vicariato Castrense en la Argentina, fuera de algunos antecedentes
"remotos, se desarrollaron con intensidad desde 1943 y durante el
gobierno "subsiguiente del General Perón. Se interrumpieron en 1951 y
durante el conflicto "de Perón con la Iglesia, y fueron retomadas con
fuerza en 1956. Conviene "recordar que en esa época estaba aún
vigente la reivindicación del derecho de "patronato por parte del Estado,
presente en la Constitución y extinguido recién "con el acuerdo entre la
Argentina y la Santa Sede de octubre de 1966.
"El Acuerdo fue firmado en Roma el 28 de junio de 1957. El
Vicariato "Castrense fue erigido canónicamente por la Santa Sede el 8
de julio de 1957. La "Argentina ratificó el Acuerdo por dec. ley 7623/57
del 5 de julio de 1957; y lo "puso en ejecución por dec. 12.958/57. En él
se dijo que `en el orden militar y "jurídico el Vicariato Castrense
dependerá directamente del Presidente de la "Nación´ (art.2°), y se
entenderá directamente con los ministerios correspondientes.
"El Vicariato castrense fue erigido `para atender al cuidado
espiritual "de los militares de Tierra, Mar y Aire´ (art. I), con jurisdicción
personal sobre "`todos los militares de Tierra, Mar y Aire en servicio
activo´, `sus esposas, hijos, "familiares y personal doméstico que
convive con ellos en los establecimientos "militares´, cadetes,
aspirantes, y `religiosos o civiles que de manera estable viven "en los
hospitales militares o en otras instituciones o lugares reservados a los
"militares´ (art. X).
"El Vicario Castrense debía ser nombrado `por la Santa
Sede previo "acuerdo con el Señor Presidente de la República
Argentina´, y ser obispo (art. "IV). Cuando en 1966 se firmó el Acuerdo
entre la Argentina y la Santa Sede que "puso fin al régimen de
patronato, y que para la designación de obispos "residenciales en
general estableció el régimen de prenotificación oficiosa (art. "III),
expresamente se mencionó que para todo lo relativo al Vicariato
Castrense "subsistía y se seguiría aplicando el régimen de 1957.
"Se prevé la existencia de tres Capellanes Mayores, para las
"respectivas Fuerzas Armadas de Tierra, Mar y Aire; un Pro-Vicario
designado "por el Vicario, y capellanes (arts. II, V y VI). Los capellanes
son nombrados por "el Vicario, `previa aceptación de los candidatos por
el Ministerio respectivo´, y "designados en sus servicios por los
Ministerios correspondientes a propuesta del "Vicario (art. VII). Los
capellanes auxiliares son sacerdotes diocesanos o "religiosos que, sin
dejar los oficios que tengan en sus diócesis o instituto, ayuden "en el
servicio espiritual de las Fuerzas Armadas a las órdenes del Vicario (art.
VIII).
"En caso de procedimiento penal o disciplinario contra los
capellanes, "el modo de cumplimiento de la sanción debe ser acordado
entre la autoridad "militar y el Vicario. Si en cambio es el Vicario quien
por motivos canónicos "suspende o destituye a un capellán militar, el
Ministerio correspondiente "está obligado a disponer su disponibilidad o
baja (art. IX). Esta norma es "interesante en relación al conflicto actual,
ya que si bien se refiere a los "capellanes y no al obispo mismo,
establece como norma que la autoridad militar "(estatal) y la eclesiástica
pueden juzgar y sancionar en su propio ámbito a los "capellanes, pero
la aplicación de sanciones requiere la coordinación de ambas.
"El Acuerdo incluye también normas de organización
eclesiástica del "Vicariato, de distribución de competencias entre él y los
obispos diocesanos, y "de exención del servicio militar a clérigos y
religiosos (art. XIII).
"Finalmente, dispone que `los Ministerios correspondientes
acordarán "con el Vicario Castrense los reglamentos concernientes a los
respectivos "Capellanes Militares en cuanto miembros de las Fuerzas
Armadas´ (art. XV).
"El primer Vicario Castrense fue el entonces arzobispo de
Córdoba, "y administrador apóstólico de Buenos Aires, Mons. Fermín
Lafitte, quien falleció "en 1959 ejerciendo precisamente sus funciones
militares".
Con este acuerdo, se restableció el Vicariato Castrense
Único suprimido en 1822, y se le atribuyó la jurisdicción personal
sobre las Fuerzas Armadas, por emanación directa de la autoridad
papal, que había sido dejada de lado por La ley de 1813, que hasta
ese momento, de algún modo, había continuado en vigencia y
aplicación.
XIII. De conformidad con el artículo XV del Acuerdo
analizado por Navarro Floria, el Vicario General Monseñor Fermín
Lafitte dictó un reglamento orgánico que el Poder Ejecutivo
Nacional aprobó por el decreto 5924 del 24 de abril de 1958
(Boletín Oficial del 23 de junio de 1958). Dicho reglamento
contiene disposiciones que, a mi juicio, son decisivas para resolver
el presente caso, referido a un Capellán Auxiliar.
En este sentido, el art. III del Reglamento citado establece
que "Los servicios religiosos del Clero castrense serán completados, a
tenor del articulo VIII del Acuerdo convenido entre la Nación Argentina y
la Santa Sede, por el Vicariato Castrense, con el auxilio de otros
sacerdotes pertenecientes al Clero Castrense. A estos sacerdotes se los
denomina Capellanes Auxiliares".
A su vez, el articulo XX establece lo siguiente: "El personal
del Clero Castrense no tendrá estado militar y su situacion legal
será similar a la del personal civil de las Fuerzas Armadas. Estará
sujeto a la jurisdicción del Código de Justicia Militar en los casos en que
el mismo alcance a civiles. A los fines de la precedencia protocolar
tendrá las siguientes equivalencias:
1) El Vicario Castrense, la de oficial superior del grado de general de
brigada, contraalmirante o birigadier.
2) El Pro-Vicario, el Secretario General y los Capellanes Mayores, la de
oficial superior del grado de capitán de navío, coronel o comodoro.
3) Los Capellanes Castrenses y Capellanes Auxiliares, la de oficial
subalterno "del grado de capitán o teniente de navío" (el destacado
es nuestro).
Contemporáneamente, el Poder Ejecutivo dictó el decreto
6344, del 29 de abril de 1958 (B.O. del 11 de julio de 1958),
incorporando al presupuesto general de la Administración, ejercicio
1957/1958, los créditos para la instalación y funcionamientos del
Vicariato Castrense.
Ahora corresponde observar que, como vimos, el reglamento
dictado por Monseñor Lafitte, y aprobado por el decreto 5924/58,
ubicaba a todos los capellanes castrenses, de cualquiera jerarquía, en el
rubro de personal civil de las Fuerzas Armadas, status que fue alterado,
como bien observa Navarro Floria en el trabajo citado supra, por el
decreto 1941/73, que por un lapso de cinco años autorizó, con carácter
experimental, que el personal de capellanes de la armada, tuviese
estado militar.
Dicho decreto ofrecía la dificultad de que, al parecer,
modificaba unilateralmente, sin consentimiento de la autoridad
eclesiástica, el reglamento orgánico dictado por Monseñor Lafitte y
aprobado por el decreto 5924/58.
A tal deficiencia responde el decreto 2113/73, del 20 de
marzo de 1973, el cual, en sus considerandos, aclara que la
modificación referida contó con el acuerdo de la Santa Sede y de la
Comisión Ejecutiva del Episcopado Argentino.
La cuestión de derecho que suscita esta modificación al
régimen del reglamento originario, consiste en que no se aclara cuál ha
de ser el status en que queden los capellanes de la armada que
voluntariamente no acepten el estado militar (ello se debe a que la
modificación introducida por el decreto 1941 a la reglamentación para
la Armada de la ley 14.477 en la parte aprobada por dec.9803/67,
reemplazo del art.70.002, inc.d, 1., prevé que la adquisición de ese
estado será un acto voluntario de los capellanes de la armada que
estuvieran desempeñándose al entrar en vigor aquella norma).
También, la lectura del decreto 1941/73, de la impresión de
que los capellanes de la armada reclutados de allí en adelante tendrían
status militar.
Pero, estrictamente, estas cuestiones resultaban ociosas
cuando el Presbítero F. fue designado Capellán Auxiliar de la Armada
en 1983, pues ya había transcurrido el plazo experimental de cinco
años fijado por el decreto 1941 para su vigencia, de manera que, sin
excepciones, todo el clero castrense pertenecía entonces, al menos
de jure, a la categoría de personal civil de las Fuerzas Armadas.
Como se lo ve, uso expresiones precautorias
("estrictamente"; "de jure") para referirme al status normativo de los
capellanes de la Armada a partir de la expiración del plazo de vigencia
del decreto 1941/73.
Ello se debe, por una parte, a que no he podido hallar, pese
a numerosos consultas realizadas (la Secretaría de Culto del Ministerio
de Relaciones Exteriores; Obispado Castrense; Boletín Oficial; Oficina
de Información Parlamentaria), que la vigencia del citado decreto
1941/73 fuese explícitamente prorrogado, o su régimen adquiriera
carácter definitivo.
Mas, por otro lado, ha de tenerse en cuenta que el Decreto
n° 5/1992, de 2 de enero de 1992 (B.O. del 9 de enero de 1992),
estableció, en su art. 1°, lo siguiente: "Facúltase a los Estados Mayores
Generales del Ejército y de la Fuerza Aérea a otorgar Estado Militar de
acuerdo a la ley 19.101, Ley Para el Personal Militar, a los Capellanes
Castrenses, dependientes de las mismas".
Obsérvese que este decreto n°5/92, no menciona a la
Armada, y precisa destacar que el Digesto de Derecho Eclesiástico
Argentino, publicación del Ministerio de Relaciones Exteriores,
Comercio Internacional y Culto, República Argentina, Buenos Aires,
2001, pág. 333, comenta el decreto 5/92 en una nota que reza así:
"Este Decreto es el ‘equivalente’ para el Ejército y la Fuerza
Aérea -en cuanto a la posibilidad que prescribe el n° 1941/1973 para la
Armada del 16 de marzo de 1973 (B.O. 11/04/73) de incorporar
capellanes con estado y grado. Lo mismo establece el Decreto n°
1371/1993 de fecha 5 de julio de 1993 (B.O. 08/07/93) para la
gendarmería Nacional y Prefectura Naval".
La nota transcripta no responde al interrogante arriba
planteado sobre la condición en que se hallaban, en el marco del
decreto 1941/73, los capellanes castrenses de la Armada que no
optasen por el estado militar, pero sí supone la permanencia en aquel
decreto en el año 1992, aunque no se logre encontrar una acto del
Poder Ejecutivo que lo extendiera más allá de abril de 1978, cuando
vencía el plazo de vigencia de cinco años allí fijado.
Resulta, pues, que al parecer, dentro de los medios de
averiguación del derecho escrito relacionados al tema, nos encontramos
ante un caso de silencio, obscuridad e insuficiencia de la ley, en sentido
amplio, acerca del status de los capellanes de la Armada en 1983,
cuando fue designado el Presbítero F..
Ante ello, y de conformidad con lo prescripto por los arts.
15 y 16 del Código Civil, habrá razonablemente de entenderse, por
aplicación analógica y retroactiva del decreto 5/92, que los capellanes
de la Armada en 1983 podían recibir el estado militar, rigiendo, en
caso contrario, la norma general referente a su pertenencia al
personal civil de las Fuerzas Armadas.
En cuanto a los capellanes castrenses, la regla general
sobre su designación, contenida en el inciso f. del anexo al decreto 155,
del 21 de enero de 1975, expresa que una de las facultades del Vicario
Castrense es: "Ejercer el derecho de nombrar Capellanes Auxiliares que
han de completar los servicios religiosos del clero castrense, a tenor de
los Arts. 3 y 14 inc. 4 del Reglamento Orgánico del Vicariato Castrense,
previa coordinación de los Comandos Generales correspondientes y con
los Obispos diocesanos y Superiores religiosos que fuere del caso".
XIV. El tema del status, militar o no, de los capellanes de todas
las Fuerzas Amadas lo encontramos expresado con claridad, pero nueve
años después de que el Presbítero F. fuese designado capellán auxiliar,
en el Reglamento del Obispado Castrense que aprobó la Resolución n°
29 del Ministerio de Defensa, publicada el 8 de enero de 1993.
El nuevo reglamento es consecuencia del cambio de
jerarquía y poder jurisdiccional del Vicariato al pasar a ser una diócesis,
a cargo de su obispo, conforme con la Constitución Apostólica Spirituali
Militum Curae, del 21 de abril de 1986. Esta Constitución Apostólica
adquirió operatividad por medio del intercambio de notas entre la Santa
Sede y el Gobierno Argentino de 21 de abril de 1992 (Digesto de
Derecho Eclesiástico Argentino, cit. págs. 144/146), y llevó a que el 24
de agosto de 1992 se dictara el decreto 1526/92, que reconoció al
Obispado Castrense de la República Argentina.
El nuevo Reglamento aprobado por el Ministerio de Defensa
vino a ser consolidado por el decreto 413/93, de 12 de marzo de 1993
(B.O. 18 de marzo de 1993), que es posterior en más de dos meses al
reglamento, pero a la par que deroga el decreto 5924/58 (el que había
ratificado el reglamento de Monseñor Lafitte), autoriza al Ministerio de
Defensa, en el futuro "apruebe el nuevo reglamento", que llevaba más
de dos meses de dictado. Se trató, por lo tanto, de una convalidación
virtual de lo ya obrado por dicho Ministerio, a pedido del propio
Obispado Castrense.
En fin, el interés del tema se halla en que el art. 10 del
nuevo reglamento de 8 de enero de 1993 define con precisión, como lo
anticipamos, el status de las distintas categorías del clero de las
Fuerzas Armadas. Dicho artículo reza: "Los Capellanes integran el
Escalafón Clero, con la situación personal y dependencia que surja de su
condición de:
a) Capellanes Militares, con estado y grado, incorporados en el
grado de Teniente Primero o equivalente hasta el grado de Coronel.
b) Capellanes Castrenses, de dedicación prevalente, con la
equivalencia protocolar de grado según años de servicio, de Capitán a
Coronel o equivalentes, percibiendo el cien por ciento de los haberes y
todo otro suplemento que correspondiere al personal militar.
c) Capellanes Auxiliares, de dedicación parcial con equivalencia
protocolar de grado similar al anterior, percibiendo el cincuenta por ciento
de los haberes y todo otro suplemento que correspondiere al personal
militar.
d) Análogamente se organizarán los Capellanes de las Fuerzas de
Seguridad." (el reglamento del 8 de enero de 1993 se encuentra
agregado en copa auténtica por el Ministerio de Defensa a fs. 298 a 301,
por pedido de esta Cámara -fs. 294/295-; el art. 10 se lee a fs. 300).
Estas disposiciones limitan la pertenencia al estado militar
a los capellanes de la categoría sub a -capellanes militares-, de manera
que los que se hallan en las categorías sub b -capellanes castrenses- y
sub c -capellanes auxiliares- siguen la regla general establecida ya en el
año 1957 por el primer reglamento del Vicariato General Castrense, de
la pertenencia de los capellanes de las Fuerzas Armadas al personal
civil de las mismas.
Con arreglo a estas disposiciones, que regían cuando se
produjo el cese del Presbítero F. en 1997, solo cabe concluir, pues, que
el empleo del nombrado se encontraba en la categoría del personal civil
de las Fuerzas Armadas.
(Solo el nuevo Reglamento de Capellanes aprobado por la
Resolución del Ministerio de Defensa n° 909/1998, el 24 de agosto de
1998, o sea más de catorce meses después del cese del mencionado
presbítero, hizo desaparecer la categoría de capellanes auxiliares,
reemplazándolos por sacerdotes auxiliares castrenses solo por un año
renovable y que no forman parte del clero de la Fuerza respectiva).
XV. La conclusión jurídica atinente a que el Presbítero F.
era un empleado civil de la Armada al tiempo de su cese lleva a
desechar la defensa de ese organismo del Estado Nacional en el sentido
de que no existía vínculo entre el ex-capellán y la institución.
Este corolario debe ser ubicado en el más amplio marco de
las perspectivas ganadas a través de la investigación que se practicó
más arriba: el status de todo el clero castrense, incluyendo al
Obispado de la Diócesis castrense, es el de empleo público
nacional. Los capellanes de cada Fuerza las integran como personal
militar o civil, según los casos, y el mismo Obispo forma parte del
personal de la Presidencia de la Nación o del Ministerio de Defensa.
La peculiaridad del desempeño del empleo estatal de los
capellanes castrenses consiste en que no pueden cumplir la labor
objeto de ese empleo sin una designación, o, al menos, autorización
canónica emanada de autoridad eclesiástica competente.
La cuestión que abre este particular status del clero
castrense consiste en determinar si es posible la rescisión unilateral por
el Estado del vínculo del Obispo, Vicario o Capellán con la
administración civil, como vino a efectuarlo la Asamblea del año XIII (v.
apartado IX de este voto).
El tema ha adquirido notoriedad, ahora, por el retiro del
acuerdo efectuado por el Presidente de la Nación respecto del que fuera
Obispo Castrense, Monseñor Antonio Baseotto (decreto 220, del 18 de
marzo de 2005).
Con todo, este decreto es compatible con la moderada
opinión vertida por Vélez Sarfield en su Derecho Público Eclesiástico, ya
citado, pág. 147, en el sentido de que: "Si el obispo, por una causa
temporal, después de juzgado por el Tribunal competente que la Nación
tenga designado, fuese privado por el Soberano de la jurisdicción y
administración de la Iglesia, aunque el vínculo subsiste hasta que de él le
absuelva Su Santidad, la Iglesia declara en Sede vacante, como sucede
en el caso del Obispo que por cautiverio ó por otra cosa que en derecho
traiga la muerte civil no pudiera administrar legalmente la Iglesia. Los
Gobiernos acostumbran parar su acción en esto, quedando sólo como
retirado el pase de las Bulas de confirmación sin exijir que al Pontífice lo
condene también y lo prive del Obispado. Mientras él viva, la Iglesia será
gobernada en Sede vacante pero no podrá elejirse otro Obispo".
En fin, estas complejidades no se dan en lo que hace al
caso del Presbítero F., cuyo cese proviene de una incuestionable
decisión conjunta de la Armada y del Obispo Castrense, si bien el Arma
quiso negar su responsabilidad amparándose en un lenguaje ambiguo,
que parecía hacer recaer la responsabilidad del cese en el Vicario
Castrense....
Pero, por otra parte, el decreto de cese emanado del
Vicariato Castrense...reposa en el cierre del Hospital Naval de Río
Santiago, o sea, en una decisión del Estado Nacional.
Conforme a todo lo expuesto, ha de rechazarse la defensa
de la Armada, consistente en negar que existiera vínculo de empleo
entre la institución y el Presbítero nombrado, por lo que, al
desvincularlo de su tarea por el cierre del Hospital Naval de Río
Santiago, queda por determinar la forma en que habrá de indemnizarse
al ex-capellán auxiliar F. por la privación de su empleo.
XVI. Ahora bien, en los considerandos anteriores precisé
que la designación del hoy actor se produjo el 29 de julio de 1983 por
decreto del Vicariato Castrense n°1405..., y que cumplió sus funciones
hasta el 1 de junio de 1997, fecha dispuesta para su cese por el decreto
del Obispado Castrense n°2347 del 22 de mayo de 1997... aspectos no
controvertidos por la accionada.
La litis derivó de que la Armada negó la relación de
dependencia del actor, argumento que he rechazado al definir su
vínculo jurídico como de empleo.
Al quedar demostrado que el Pbro. F. pertenecía al personal
civil de la Institución, debió aplicársele la ley 24.629, de reorganización
administrativa, e incorporarlo al Fondo de Reconversión Laboral para el
Sector Público Nacional, creado con la finalidad de capacitar y brindar
asistencia técnica a los agentes civiles, militares y de seguridad cuyos
cargos quedaren suprimidos (art.9 ley citada).
En este sentido, la propia accionada, al contestar la
demanda, pone de relieve que el "Personal Civil de la Armada que se
desempeñaba en el ex- Hospital Naval Río Santiago, al momento de su
desafectación (01/01/97), fue incorporado al Fondo de Reconversión
Laboral para el Sector Público Nacional -Ley 24.629, Decretos 558/96,
852/96 y 1231796- por encontrarse en relación de dependencia
respecto de la Armada, situación disímil a la que se encontraba el hoy
accionante, razón por la cual no fue incorporado al señalado Fondo"
(fs.27 vta.) y, al cuestionar la liquidación indemnizatoria realizada en la
demanda, expresa que "...tomando en consideración que el actor se
desempeñó bajo la órbita del Ministerio de Defensa, formando parte de
la Administración Pública Nacional, impugnamos la citada liquidación
por no ser aplicable al caso de autos la Ley de Contrato de Trabajo,
base de la misma"....
Si bien el status jurídico del capellán y su rol en la Armada
presenta singularidades que lo diferencian de las funciones del resto del
personal civil, el carácter particular de su desempeño no debe impedir
que obtenga un resarcimiento como dependiente de la Armada que, en
vez de decretar su cese, pudo reubicarlo para el ejercicio de su labor
pastoral. Al encontrarse legitimado para obtener un resarcimiento,
entiendo que cabe aplicarle a su situación lo normado en el art.10 de la
ley 24.629.
Por ello, de acuerdo al citado precepto, corresponde que, en
etapa de liquidación, se determine la suma indemnizatoria a favor del
Pbro. F., que consistirá en las remuneraciones que debió percibir
incorporado al Fondo de Reconversión mencionado, que no podrán
exceder de 12 meses, más el monto calculado en función de la escala
acumulativa del art.51 del decreto 1757/1990 -sustitutivo del art.14 del
decreto 2043/80- y, además, habrán de aplicarse los intereses que el
plenario de esta Cámara in re "Gomez, Ricarda c/ ENTEL s/
Indemnización por Despido",(1) expte. n°625, del 30-08-01, determina
para las obligaciones de origen laboral.
Por último, y a fin de evitar equívocos, no se me escapa que
el art.2 de la ley 22.140, de la cual son reglamentarios los decretos
mencionados en el párrafo anterior, excluye de su ámbito de aplicación
al clero oficial. Empero no se inserta en esa categoría el caso de los
capellanes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, especialmente los
primeros, cuyo status especialísimo deriva del Acuerdo con la Santa
Sede del año 1957, que impide asimilarlos a la situación de los
eclesiásticos que, sin formar parte de la Administración Pública, reciben
de ella estipendio por aplicación del art.2 de la Constitución Nacional
(ver como ejemplo ilustrativo, la ley de facto de la Pcia. de Bs. As.
n°8815).
Por todo lo expuesto, concluyo, como lo dije, que
corresponde desechar la defensa de la Armada que se funda en la
alegada existencia del vínculo administrativo entre la Institución y el
demandante, declarar la existencia de dicho vínculo conforme las
modalidades que surgen del análisis realizado y determinar que el
Estado Nacional está obligado a indemnizar al Pbro. F. del modo que se
acaba de establecer. En ese sentido corresponde, pues, modificar la
sentencia en recurso. Con costas de ambas instancias a la demandada
vencida (art.68 del CPCC).
EL DOCTOR FLEICHER DIJO:
Que adelanto he de adherir al erudito voto emitido por el
distinguido colega preopinante, Dr. Schiffrin, quien basado en una
profunda labor de investigación ha desarrollado la solución que, sobre
el fondo de la cuestión, he de compartir.
A su vez, me permito hacer alguna breves pero convenientes
reflexiones sobre el caso en cuestión.
En primer término, aparece evidente la relación directa
entre la Armada Argentina y el Presbítero F.. Prueba de ello es la
documentación obrante en el legajo administrativo que se adjunta en
sobre agregado por cuerda y las afirmaciones volcadas en el dictamen
presentado por el perito contador...Así las cosas, el capellán fue
calificado por personal de la Armada, los cuales le asignaron notas
acerca de su desempeño y actividad....
En el mismo sentido, la Obra Social D.I.B.A. (Dirección de
Bienestar de la Armada Argentina), reconoce el carácter de afiliado del
Presbítero, al indicarlo como beneficiario durante el período 1 de agosto
de 1983 hasta el 1 de enero de 1997, según consta a fs. 78.
Al ingresar a prestar servicios, en 1983, el Presbítero F., fue
asegurado en la ex Caja Nacional de Ahorro y Seguro, surgiendo de la
póliza correspondiente el empleador indubitable, esto es, la Armada
Argentina.... Finalmente,...surge una nota suscripta por el demandante,
en la cual solicita que la Fuerza expida un certificado de labores con el
fin de acogerse al beneficio jubilatorio. Las planillas de ANSES,
aportadas en fotocopia como prueba, se encuentran firmadas por
personal del Arma.
Hasta aquí, no caben dudas de que una relación laboral
unía al capellán auxiliar y a la Armada Argentina, aún cuando aparezca
un tercero en pugna, el Obispado Castrense, el cual se halla en la órbita
estatal, primero en el Ministerio de Defensa ..., luego en la Presidencia
de la Nación.... Pero en sí tanto el nombramiento como el cese del
capellán dependieron de la combinación de dos voluntades, tal como lo
prevee el Acuerdo con la Santa Sede de 1957: la de la Armada Argentina
y la del Obispado Castrense. Basta cotejar las fs. 4 y 5 y la nota, sin
foliar, de Monseñor Rodolfo José O´Neill, con fecha 1 de junio de
1997....
En autos no se da el caso de que la Armada Argentina haya
contratado con el Obispado Castrense los servicios del Presbítero F.,
junto con los de otros capellanes, y luego que aquélla le abonara a éste
el costo de dichas tareas, para luego ser el Obispado quien remunerara
por su labor al actor -figura que podría tener cierta semejanza con la de
las empresas proveedoras de personal temporario-, ya que la
retribución derivada de la labor efectuada por el Presbítero F. fue
percibida por éste sin intermediación alguna del Obispado Castrense al
respecto, siendo la demandada quien le abonaba su sueldo al
accionante.
Por ello, considero que la Armada Argentina, es legitimada
pasiva, ya que el actor prestó servicios en su seno, y fue mensualmente
retribuido, dejando de percibir su sueldo al momento del cese, el 1 de
enero de 1996, por decisión del Estado Nacional, quien en última
instancia debe responder. Cabe señalar, que la legitimación pasiva del
Obispado Castrense, o de la Iglesia Católica, no fue introducido en la
litis por la demandada.
Resta analizar el perjuicio que significó para el actor el
cierre de su fuente de ingresos. Vemos, pues, y según consta a fs. 93,
que solicitó el beneficio de litigar sin gastos por carecer de medios
económicos para afrontar los costos y costas del proceso, ofreciendo
prueba testimonial que acompañe sus dichos.
En tal orden de ideas, los testimonios de,,,son coincidentes
al definir su deteriorada situación patrimonial, consignando que
subsistía de "la colecta o limosna" que le daban los feligreses, porque no
tenía otra ocupación remunerada.
Por todo lo dicho, corresponde tener por probado el
desmedro pecuniario sufrido por el Presbítero F..
En consecuencia, adhiero al voto que antecede.
Por ello, y en mérito a lo que resulta del Acuerdo que
antecede el Tribunal RESUELVE: confirmar la sentencia apelada en
cuanto hace lugar a la acción, modificándola respecto de sus
fundamentos en los términos del voto del Dr. Schiffrin, con costas de
ambas instancias a la demandada vencida (art.68 del CPCC).
Regístrese, notifíquese y, oportunamente,
devuélvase.Fdo.jueces Sala II,
Dres. Carlos Román Compaired.Gregorio Julio Fleicher y Leopoldo H.
Schiffrin.
NOTA (1): El plenario citado en la sentencia se halla publicado en el
rubro FALLOS PLENARIOS del sitio del PODER JUDICIAL DE LA
NACIÓN, con el siguiente orden de cliqueo para su
visualización:1)Fueros Federales del Interior;2)Justicia Federal de La
Plata;3)Cámara Federal de Apelaciones de La Plata y 4) Fallos plenarios.
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