l`o sse rvator e romano

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L’OSSERVATORE ROMANO
EDICIÓN SEMANAL
Unicuique suum
Año XLVII, número 8 (2.403)
EN LENGUA ESPAÑOLA
Non praevalebunt
Ciudad del Vaticano
20 de febrero de 2015
La creación
de nuevos cardenales
Nuevos purpurados en la Iglesia
Incardinados y dóciles
El único título
de honor
GIOVANNI MARIA VIAN
El consistorio extraordinario y la
creación de veinte cardenales elegidos literalmente de todas las
partes del mundo muestran con
claridad la intención del Papa
Francisco, mientras está por iniciar
el tercer año de su pontificado. En
el signo de la comunión y de la
colegialidad la preocupación central del Pontífice es la misión, cuyos rasgos están delineados en la
meditación sobre el himno de la
caridad de san Pablo que Bergoglio desarrolló en dos momentos,
al hablar a los nuevos purpurados
y luego al celebrar con ellos.
Y precisamente en la caridad se
mide la ejemplaridad a la que cada día está llamada la Iglesia de
Roma con su curia. En esta Iglesia
están incorporados a título especial los cardenales, expresión, ahora como nunca antes, de una catolicidad que el Papa describió con
eficacia: «Es saber amar sin límites, pero al mismo tiempo con fidelidad a las situaciones particulares y con gestos concretos». Si la
Iglesia de Roma, en efecto, preside en la caridad, «toda Iglesia
particular, en su ámbito, está llamada a presidir en la caridad».
Durante dos días, en el consistorio extraordinario, los cardenales
de todo el mundo debatieron e indiscutiblemente sostuvieron, en la
natural y obvia diversidad de voces, la reforma de la Iglesia y de la
Curia romana, que es necesaria y
Roma, 14 de febrero de 2015
CONSISTORIO
Y MISA CON LOS NUEVOS CARDENALES EN PÁGINAS
10
Y
11
Celebración del miércoles de ceniza en Santa Sabina
El don de las lágrimas
SIGUE EN LA PÁGINA 10
«Nos hará bien a todos, pero especialmente a nosotros, los sacerdotes, pedir el don de las lágrimas, para hacer que nuestra oración y nuestro camino de conversión sean cada vez más auténticos y sin hipocresía». El miércoles de Ceniza el Papa trazó las
coordenadas del itinerario cuaresmal. Al celebrar la misa en el
Aventino el 18 de febrero, por la
tarde, el Pontífice ofreció una reflexión sobre la importancia del
llanto, que evocó la que propuso
en Manila durante el encuentro
con una niña víctima de violencias. Para el Papa Francisco el
llanto revela el rostro auténtico
del hombre, más allá de los gestos hipócritas realizados para absolver «prescripciones corroídas
por la herrumbre del formalismo».
Después de la procesión penitencial desde la basílica de San
Anselmo a Santa Sabina, el Papa
presidió la Eucaristía con el rito
de la imposición de la ceniza.
SIGUE EN LA PÁGINA 11
Trigésimo aniversario de la Jornada mundial de la juventud
Exploradores de la belleza
PÁGINA 20
Mensaje del día de Hispanoamérica
en las diócesis de España
Evangelizadores
con la fuerza del Espíritu
MENSAJE
DEL
PONTÍFICE
EN PÁGINA
3
El Sumo Pontífice Francisco, el sábado
14 de febrero de 2015, en la basílica vaticana, tuvo el Consistorio ordinario público para la creación de nuevos cardenales, la imposición de la birreta, la entrega del anillo y la asignación del título
o de la diaconía.
El Santo Padre llegó a las 11 a la basílica e hizo una breve oración ante la
Confesión. Tras ubicarse en la Cátedra,
recibió por parte del prefecto del Tribunal supremo de la Signatura apostólica,
Dominique Mamberti, primero entre los
nuevos cardenales, unas palabras de saludo. Luego, tras recitar la oración inicial y después de la proclamación del
PÁGINA 6
En la audiencia general
Paz
para Ucrania
Las zonas de conflicto estuvieron
nuevamente en el centro de las
preocupaciones del Papa durante los
saludos a los grupos presentes en la plaza.
Saludo cordialmente a los obispos de
Ucrania, Слава Ісусу Христу! (¡alabado
sea Jesucristo!) en visita «ad limina»,
así como a los peregrinos de las diócesis
que los acompañan. Hermanos y hermanas, sé que entre las muchas otras intenciones que traéis a las tumbas de los
Apóstoles está la petición de la paz en
Ucrania. Llevo en el corazón el mismo
deseo y me uno a vuestra oración, para
que llegue la paz duradera a vuestra patria cuanto antes. Que Dios os bendiga.
Quisiera invitar nuevamente a rezar
por nuestros hermanos egipcios que hace tres días fueron asesinados en Libia
por el solo motivo de ser cristianos.
Que el Señor los acoja en su casa y dé
consuelo a sus familias y a sus comunidades.
Oremos también por la paz en
Oriente Medio y en el Norte de África,
recordando a todos los difuntos, heridos
y refugiados. Que la comunidad internacional pueda encontrar soluciones pacíficas a la difícil situación en Libia.
CATEQUESIS
EN PÁGINA
2
L’OSSERVATORE ROMANO
página 2
viernes 20 de febrero de 2015, número 8
En la audiencia general el Papa habla de los hermanos
De la misma carne
Es necesario «volver a llevar la
fraternidad al centro de nuestra
sociedad tecnocrática y burocrática»: lo
dijo el Papa Francisco durante la
audiencia general del miércoles 18 de
febrero, en la plaza de San Pedro.
Continuando con el ciclo de catequesis
dedicadas a la familia, el Pontífice
habló de los hermanos.
Queridos hermanos
¡buenos días!
y
hermanas,
En nuestro camino de catequesis
sobre la familia, tras haber considerado el papel de la madre, del padre, de los hijos, hoy es el turno de
los hermanos. «Hermano» y «hermana» son palabras que el cristianismo
quiere mucho. Y, gracias a la experiencia familiar, son palabras que todas las culturas y todas las épocas
comprenden.
El vínculo fraterno tiene un sitio
especial en la historia del pueblo de
Dios, que recibe su revelación en la
vivacidad de la experiencia humana.
El salmista canta la belleza de la relación fraterna: «Ved qué dulzura,
qué delicia, convivir los hermanos
unidos» (Sal 132, 1). Y esto es verdad, la fraternidad es hermosa. Jesucristo llevó a su plenitud incluso esta
experiencia humana de ser hermanos
y hermanas, asumiéndola en el amor
trinitario y potenciándola de tal modo que vaya mucho más allá de los
vínculos del parentesco y pueda superar todo muro de extrañeza.
Sabemos que cuando la relación
fraterna se daña, cuando se arruina la
relación entre hermanos, se abre el
camino hacia experiencias dolorosas
de conflicto, de traición, de odio. El
relato bíblico de Caín y Abel constituye el ejemplo de este resultado negativo. Después del asesinato de
Abel, Dios pregunta a Caín: «¿Dónde está Abel, tu hermano?» (Gen 4,
9a). Es una pregunta que el Señor
sigue repitiendo en cada generación.
Y lamentablemente, en cada generación, no cesa de repetirse también la
dramática respuesta de Caín: «No
Los tuits en
@Pontifex_es
16 FEB [6.15 PM] Jesús ha venido a
traernos la alegría a todos y para
siempre
17 FEB [10.00 AM] Durante la
Cuaresma, hallemos modos concretos para superar nuestra indiferencia
18 FEB [12.00 PM] Jesús no es un
personaje del pasado: también
hoy sigue iluminando el camino
del hombre
sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?» (Gen 4, 9b). La ruptura del
vínculo entre hermanos es algo feo y
malo para la humanidad. Incluso en
la familia, cuántos hermanos riñen
por pequeñas cosas, o por una herencia, y luego no se hablan más, no
se saludan más. ¡Esto es feo! La fraternidad es algo grande, cuando se
piensa que todos los hermanos vivieron en el seno de la misma mamá
durante nueve meses, vienen de la
carne de la mamá. Y no se puede
romper la hermandad. Pensemos un
poco: todos conocemos familias que
tienen hermanos divididos, que han
reñido; pidamos al Señor por estas
familias —tal vez en nuestra familia
hay algunos casos— para que les
ayude a reunir a los hermanos, a reconstituir la familia. La fraternidad
no se debe romper y cuando se rompe sucede lo que pasó con Caín y
Abel. Cuando el Señor pregunta a
Caín dónde estaba su hermano, él
responde: «Pero, yo no sé, a mí no
me importa mi hermano». Esto es
feo, es algo muy, muy doloroso de
escuchar. En nuestras oraciones
siempre rezamos por los hermanos
que se han distanciado.
El vínculo de fraternidad que se
forma en la familia entre los hijos, si
se da en un clima de educación
abierto a los demás, es la gran escuela de libertad y de paz. En la familia, entre hermanos se aprende la
convivencia humana, cómo se debe
convivir en sociedad. Tal vez no
siempre somos conscientes de ello,
pero es precisamente la familia la
que introduce la fraternidad en el
mundo. A partir de esta primera experiencia de fraternidad, nutrida por
los afectos y por la educación familiar, el estilo de la fraternidad se
irradia como una promesa sobre toda la sociedad y sobre las relaciones
entre los pueblos.
La bendición que Dios, en Jesucristo, derrama sobre este vínculo de
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GIOVANNI MARIA VIAN
director
Giuseppe Fiorentino
subdirector
fraternidad lo dilata de un modo inimaginable, haciéndolo capaz de ir
más allá de toda diferencia de nación, de lengua, de cultura e incluso
de religión.
Pensad lo que llega a ser la relación entre los hombres, incluso siendo muy distintos entre ellos, cuando
pueden decir de otro: «Este es precisamente como un hermano, esta es
precisamente como una hermana para mí». ¡Esto es hermoso! La historia, por lo demás, ha mostrado suficientemente que incluso la libertad y
la igualdad, sin la fraternidad, pueden llenarse de individualismo y de
conformismo, incluso de interés personal.
La fraternidad en la familia resplandece de modo especial cuando
vemos el cuidado, la paciencia, el
afecto con los cuales se rodea al hermanito o a la hermanita más débiles,
enfermos, o con discapacidad. Los
hermanos y hermanas que hacen esto son muchísimos, en todo el mundo, y tal vez no apreciamos lo suficiente su generosidad. Y cuando los
hermanos son muchos en la familia
—hoy, he saludado a una familia,
TIPO GRAFIA VATICANA EDITRICE
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don Sergio Pellini S.D.B.
director general
Marta Lago
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que tiene nueve hijos: el más grande, o la más grande, ayuda al papá,
a la mamá, a cuidar a los más pequeños. Y es hermoso este trabajo
de ayuda entre los hermanos.
Tener un hermano, una hermana
que te quiere es una experiencia
fuerte, impagable, insustituible. Lo
mismo sucede en la fraternidad cristiana. Los más pequeños, los más
débiles, los más pobres deben enternecernos: tienen «derecho» de llenarnos el alma y el corazón. Sí, ellos
son nuestros hermanos y como tales
tenemos que amarlos y tratarlos.
Cuando esto se da, cuando los pobres son como de casa, nuestra fraternidad cristiana misma cobra de
nuevo vida. Los cristianos, en efecto,
van al encuentro de los pobres y de
los débiles no para obedecer a un
programa ideológico, sino porque la
palabra y el ejemplo del Señor nos
dicen que todos somos hermanos.
Este es el principio del amor de
Dios y de toda justicia entre los
hombres. Os sugiero una cosa: antes
de acabar, me faltan pocas líneas, en
silencio cada uno de nosotros, pensemos en nuestros hermanos, en
nuestras hermanas, y en silencio desde el corazón recemos por ellos. Un
instante de silencio.
Así, pues, con esta oración los hemos traído a todos, hermanos y hermanas, con el pensamiento, con el
corazón, aquí a la plaza para recibir
la bendición.
Hoy más que nunca es necesario
volver a poner la fraternidad en el
centro de nuestra sociedad tecnocrática y burocrática: entonces también
la libertad y la igualdad tomarán su
justa entonación. Por ello, no privemos a nuestras familias con demasiada ligereza, por sometimiento o por
miedo, de la belleza de una amplia
experiencia fraterna de hijos e hijas.
Y no perdamos nuestra confianza en
la amplitud de horizonte que la fe es
capaz de sacar de esta experiencia,
iluminada por la bendición de Dios.
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número 8, viernes 20 de febrero de 2015
«Ustedes, jóvenes, son expertos
exploradores... Al mismo tiempo que les
invito a descubrir la belleza de la
vocación humana al amor, les pido que
se rebelen contra esa tendencia tan
extendida de banalizar el amor». Lo
escribe el Papa Francisco en el mensaje
para la Jornada mundial de la
juventud 2015, que se celebrará a nivel
diocesano el domingo de Ramos. Es el
segundo de los tres mensajes dedicados
a las bienaventuranzas evangélicas, que
están marcando la preparación para el
encuentro internacional programado en
Cracovia en 2016.
L’OSSERVATORE ROMANO
página 3
El trigésimo aniversario de la Jornada mundial de la juventud
Exploradores de la belleza
Que Juan Pablo
«Bienaventurados los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios»
(Mt 5, 8)
Queridos jóvenes:
Seguimos avanzando en nuestra
peregrinación espiritual a Cracovia,
donde tendrá lugar la próxima edición internacional de la Jornada
mundial de la juventud, en julio de
2016. Como guía en nuestro camino,
hemos elegido el texto evangélico de
las Bienaventuranzas. El año pasado
reflexionamos sobre la bienaventuranza de los pobres de espíritu, situándola en el contexto más amplio
del «sermón de la montaña». Descubrimos el significado revolucionario
de las Bienaventuranzas y el fuerte
llamamiento de Jesús a lanzarnos
decididamente a la aventura de la
búsqueda de la felicidad. Este año
reflexionaremos sobre la sexta Bienaventuranza: «Bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8).
1. El deseo de felicidad
La palabra bienaventurados (felices),
aparece nueve veces en esta primera
gran predicación de Jesús (cf. Mt 5,
1-12). Es como un estribillo que nos
recuerda la llamada del Señor a recorrer con Él un camino que, a pesar de todas las dificultades, conduce a la verdadera felicidad.
Queridos jóvenes, todas las personas de todos los tiempos y de cualquier edad buscan la felicidad. Dios
ha puesto en el corazón del hombre
y de la mujer un profundo anhelo
de felicidad, de plenitud. ¿No notáis
que vuestros corazones están inquietos y en continua búsqueda de un
bien que pueda saciar su sed de infinito?
Los primeros capítulos del libro
del Génesis nos presentan la espléndida bienaventuranza a la que estamos llamados y que consiste en la
comunión perfecta con Dios, con los
otros, con la naturaleza, con nosotros mismos. El libre acceso a Dios,
II
interceda por nuestra peregrinación hacia Cracovia
a su presencia e intimidad, formaba
parte de su proyecto sobre la humanidad desde los orígenes y hacía que
la luz divina permease de verdad y
trasparencia todas las relaciones humanas. En este estado de pureza original, no había «máscaras», subterfugios, ni motivos para esconderse
unos de otros. Todo era limpio y
claro.
Cuando el hombre y la mujer ceden a la tentación y rompen la relación de comunión y confianza con
Dios, el pecado entra en la historia
humana (cf. Gn 3). Las consecuencias se hacen notar enseguida en las
relaciones consigo mismos, de los
unos con los otros, con la naturaleza. Y son dramáticas. La pureza de
los orígenes queda como contaminada. Desde ese momento, el acceso
directo a la presencia de Dios ya no
es posible. Aparece la tendencia a
esconderse, el hombre y la mujer tienen que cubrir su desnudez. Sin la
luz que proviene de la visión del Señor, ven la realidad que los rodea de
manera distorsionada, miope. La
«brújula» interior que los guiaba en
la búsqueda de la felicidad pierde su
punto de orientación y la tentación
del poder, del tener y el deseo del
placer a toda costa los lleva al abismo de la tristeza y de la angustia.
En los Salmos encontramos el grito de la humanidad que, desde lo
hondo de su alma, clama a Dios:
«¿Quién nos hará ver la dicha si la
luz de tu rostro ha huido de nosotros?» (Sal 4, 7). El Padre, en su
bondad infinita, responde a esta súplica enviando a su Hijo. En Jesús,
Dios asume un rostro humano. Con
su encarnación, vida, muerte y resurrección, nos redime del pecado y
nos descubre nuevos horizontes, impensables hasta entonces.
Y así, en Cristo, queridos jóvenes,
encontrarán el pleno cumplimiento
de sus sueños de bondad y felicidad.
Sólo Él puede satisfacer sus expectativas, muchas veces frustradas por
las falsas promesas mundanas. Como dijo san Juan Pablo II: «Es Él la
belleza que tanto les atrae; es Él
quien les provoca con esa sed de radicalidad que no les permite dejarse
llevar del conformismo; es Él quien
les empuja a dejar las máscaras que
falsean la vida; es Él quien les lee en
el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar. Es
Jesús el que suscita en ustedes el deseo de hacer de su vida algo grande» (Vigilia de oración en Tor Vergata,
19 de agosto de 2000).
2. Bienaventurados
los limpios de corazón...
Ahora intentemos profundizar en
por qué esta bienaventuranza pasa a
través de la pureza del corazón. Antes que nada, hay que comprender el
significado bíblico de la palabra corazón. Para la cultura semita el corazón es el centro de los sentimientos,
de los pensamientos y de las intenciones de la persona humana. Si la
Biblia nos enseña que Dios no mira
las apariencias, sino al corazón (cf. 1
Sam 16, 7), también podríamos decir
que es desde nuestro corazón desde
donde podemos ver a Dios. Esto es
así porque nuestro corazón concentra al ser humano en su totalidad y
unidad de cuerpo y alma, su capacidad de amar y ser amado.
En cuanto a la definición de limpio, la palabra griega utilizada por el
evangelista Mateo es katharos, que
significa fundamentalmente puro, libre de sustancias contaminantes. En el
Evangelio, vemos que Jesús rechaza
una determinada concepción de pureza ritual ligada a la exterioridad,
que prohíbe el contacto con cosas y
personas (entre ellas, los leprosos y
los extranjeros) consideradas impuras. A los fariseos que, como otros
muchos judíos de entonces, no comían sin haber hecho las abluciones
y observaban muchas tradiciones sobre la limpieza de los objetos, Jesús
les dijo categóricamente: «Nada que
entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es
lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las
fornicaciones,
robos,
homicidios,
adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación,
orgullo, frivolidad» (Mc 7, 15.21-22).
Por tanto, ¿en qué consiste la felicidad que sale de un corazón puro?
Por la lista que hace Jesús de los
males que vuelven al hombre impuro, vemos que se trata sobre todo de
algo que tiene que ver con el campo
de nuestras relaciones. Cada uno tiene que aprender a descubrir lo que
puede «contaminar» su corazón, formarse una conciencia recta y sensible, capaz de «discernir lo que es la
voluntad de Dios, lo bueno, lo que
agrada, lo perfecto» (Rm 12, 2). Si
hemos de estar atentos y cuidar adecuadamente la creación, para que el
aire, el agua, los alimentos no estén
contaminados, mucho más tenemos
que cuidar la pureza de lo más precioso que tenemos: nuestros corazones
y nuestras relaciones. Esta «ecología
humana» nos ayudará a respirar el
aire puro que proviene de las cosas
bellas, del amor verdadero, de la
santidad.
Una vez les pregunté: ¿Dónde está su tesoro? ¿en qué descansa su
corazón? (cf. Entrevista con algunos
jóvenes de Bélgica, 31 de marzo de
2014). Sí, nuestros corazones pueden
apegarse a tesoros verdaderos o falsos, en los que pueden encontrar auténtico reposo o adormecerse, haciéndose perezosos e insensibles. El
bien más precioso que podemos tener en la vida es nuestra relación
con Dios. ¿Lo creen así de verdad?
¿Son conscientes del valor inestimable que tienen a los ojos de Dios?
¿Saben que Él los valora y los ama
incondicionalmente? Cuando esta
convicción desaparece, el ser humano se convierte en un enigma incomprensible, porque precisamente lo
SIGUE EN LA PÁGINA 4
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L’OSSERVATORE ROMANO
viernes 20 de febrero de 2015, número 8
Exploradores de la belleza
cidad, sino en un proyecto de vida
capaz de atraer nuestros corazones.
3. ...porque verán a Dios
VIENE DE LA PÁGINA 3
que da sentido a nuestra vida es sabernos amados incondicionalmente
por Dios. ¿Recuerdan el diálogo de
Jesús con el joven rico (cf. Mc 10, 1722)? El evangelista Marcos dice que
Jesús lo miró con cariño (cf. v. 21), y
después lo invitó a seguirle para encontrar el verdadero tesoro. Les deseo, queridos jóvenes, que esta mirada de Cristo, llena de amor, les
acompañe durante toda su vida.
Durante la juventud, emerge la
gran riqueza afectiva que hay en sus
corazones, el deseo profundo de un
amor verdadero, maravilloso, grande. ¡Cuánta energía hay en esta capacidad de amar y ser amado! No
permitan que este valor tan precioso
sea falseado, destruido o menoscabado. Esto sucede cuando nuestras relaciones están marcadas por la instrumentalización del prójimo para
los propios fines egoístas, en ocasiones como mero objeto de placer. El
corazón queda herido y triste tras
esas experiencias negativas. Se los
ruego: no tengan miedo al amor verdadero, aquel que nos enseña Jesús
y que San Pablo describe así: «El
amor es paciente, afable; no tiene
envidia; no presume ni se engríe; no
es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se
alegra de la injusticia, sino que goza
con la verdad. Disculpa sin límites,
cree sin límites, espera sin límites,
aguanta sin límites. El amor no pasa
nunca» (1 Co 13, 4-8).
Al mismo tiempo que les invito a
descubrir la belleza de la vocación
humana al amor, les pido que se rebelen contra esa tendencia tan extendida de banalizar el amor, sobre
todo cuando se intenta reducirlo solamente al aspecto sexual, privándolo así de sus características esenciales
de belleza, comunión, fidelidad y
responsabilidad. Queridos jóvenes,
«en la cultura de lo provisional, de
lo relativo, muchos predican que lo
importante es “disfrutar” el momento, que no vale la pena comprometerse para toda la vida, hacer opciones definitivas, “para siempre”, porque no se sabe lo que pasará mañana. Yo, en cambio, les pido que sean
revolucionarios, les pido que vayan
contracorriente; sí, en esto les pido
que se rebelen contra esta cultura de
lo provisional, que, en el fondo, cree
que ustedes no son capaces de asumir responsabilidades, cree que ustedes no son capaces de amar verdaderamente. Yo tengo confianza en ustedes, jóvenes, y pido por ustedes.
Atrévanse a “ir contracorriente”. Y
atrévanse también a ser felices» (Encuentro con los voluntarios de la JMJ
de Río de Janeiro, 28 de julio de
2013).
Ustedes, jóvenes, son expertos exploradores. Si se deciden a descubrir
el rico magisterio de la Iglesia en este campo, verán que el cristianismo
no consiste en una serie de prohibiciones que apagan sus ansias de feli-
En el corazón de todo hombre y
mujer, resuena continuamente la invitación del Señor: «Busquen mi
rostro» (Sal 27, 8). Al mismo tiempo, tenemos que confrontarnos siempre con nuestra pobre condición de
pecadores. Es lo que leemos, por
ejemplo, en el Libro de los Salmos:
«¿Quién puede subir al monte del
Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos
inocentes y puro corazón» (Sal 24,
3-4). Pero no tengamos miedo ni nos
desanimemos: en la Biblia y en la
historia de cada uno de nosotros vemos que Dios siempre da el primer
paso. Él es quien nos purifica para
que seamos dignos de estar en su
presencia.
El profeta Isaías, cuando recibió
la llamada del Señor para que hablase en su nombre, se asustó: «¡Ay de
mí, estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros!» (Is 6, 5). Pero el Señor lo purificó por medio de
un ángel que le tocó
la boca y le dijo: «Ha
desaparecido tu culpa,
está perdonado tu pecado» (v. 7). En el
Nuevo
Testamento,
cuando Jesús llamó a
sus primeros discípulos en el lago de Genesaret y realizó el
prodigio de la pesca
milagrosa, Simón Pedro se echó a sus pies
diciendo:
«Apártate
de mí, Señor, que soy
un pecador» (Lc 5, 8).
La respuesta no se hizo esperar: «No temas; desde ahora serás
pescador de hombres»
(v. 10). Y cuando uno
de los discípulos de
Jesús le pidió: «Señor,
muéstranos al Padre y
nos basta», el Maestro
respondió: «Quien me
ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn
14, 8-9).
La invitación del Señor a encontrarse con Él se dirige a cada uno de
ustedes, en cualquier lugar o situación en que se encuentre. Basta «tomar la decisión de dejarse encontrar
por Él, de intentarlo cada día sin
descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no
es para él» (Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 3). Todos somos pecadores,
necesitados de ser purificados por el
Señor. Pero basta dar un pequeño
paso hacia Jesús para descubrir que
Él nos espera siempre con los brazos
abiertos, sobre todo en el Sacramento de la Reconciliación, ocasión privilegiada para encontrar la misericordia divina que purifica y recrea
nuestros corazones.
Sí, queridos jóvenes, el Señor
quiere encontrarse con nosotros,
quiere dejarnos «ver» su rostro. Me
preguntarán: «Pero, ¿cómo?». También Santa Teresa de Ávila, que nació hace ahora precisamente 500
años en España, desde pequeña decía a sus padres: «Quiero ver a
Dios». Después descubrió el camino
de la oración, que describió como
«tratar de amistad, estando muchas
veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Libro de la vida, 8,
5). Por eso, les pregunto: ¿rezan?
¿saben que pueden hablar con Jesús,
con el Padre, con el Espíritu Santo,
como se habla con un amigo? Y no
un amigo cualquiera, sino el mejor
amigo, el amigo de más confianza.
Prueben a hacerlo, con sencillez.
Descubrirán lo que un campesino de
Ars decía a su santo Cura: Cuando
estoy rezando ante el Sagrario, «yo
le miro y Él me mira» (Catecismo de
la Iglesia católica, 2715).
También les invito a encontrarse
con el Señor leyendo frecuentemente la
Sagrada Escritura. Si no están acostumbrados todavía, comiencen por
los Evangelios. Lean cada día un pasaje. Dejen que la Palabra de Dios
hable a sus corazones, que sea luz
para sus pasos (cf. Sal 119, 105). Descubrirán que se puede «ver» a Dios
también en el rostro de los hermanos,
especialmente de los más olvidados:
los pobres, los hambrientos, los sedientos, los extranjeros, los encarcelados (cf. Mt 25, 31-46). ¿Han tenido
alguna experiencia? Queridos jóve-
nes, para entrar en la lógica del Reino de Dios es necesario reconocerse
pobre con los pobres. Un corazón
puro es necesariamente también un
corazón despojado, que sabe abajarse y compartir la vida con los más
necesitados.
El encuentro con Dios en la oración, mediante la lectura de la Biblia
y en la vida fraterna les ayudará a
conocer mejor al Señor y a ustedes
mismos. Como les sucedió a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35),
la voz de Jesús hará arder su corazón y les abrirá los ojos para reconocer su presencia en la historia personal de cada uno de ustedes, descubriendo así el proyecto de amor que
tiene para sus vidas.
Algunos de ustedes sienten o sentirán la llamada del Señor al matrimonio, a formar una familia. Hoy
muchos piensan que esta vocación
está «pasada de moda», pero no es
verdad. Precisamente por eso, toda
la Comunidad eclesial está viviendo
un período especial de reflexión sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo
contemporáneo. Además, les invito a
considerar la llamada a la vida consagrada y al sacerdocio. Qué maravilla ver jóvenes que abrazan la vocación de entregarse plenamente a
Cristo y al servicio de su Iglesia.
Háganse la pregunta con corazón
limpio y no tengan miedo a lo que
Dios les pida. A partir de su «sí» a
la llamada del Señor se convertirán
en nuevas semillas de esperanza en
la Iglesia y en la sociedad. No lo olviden: La voluntad de Dios es nuestra felicidad.
4. En camino a Cracovia
«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt
5, 8). Queridos jóvenes, como ven,
esta Bienaventuranza toca muy de
cerca su vida y es una garantía de su
felicidad. Por eso, les repito una vez
más: atrévanse a ser felices.
Con la Jornada mundial de la juventud de este año comienza la última etapa del camino de preparación
de la próxima gran cita mundial de
los jóvenes en Cracovia, en 2016. Se
cumplen ahora 30 años desde que
san Juan Pablo II instituyó en la
Iglesia las Jornadas mundiales de la
juventud. Esta peregrinación juvenil
a través de los continentes, bajo la
guía del Sucesor de Pedro, ha sido
verdaderamente una iniciativa providencial y profética. Demos gracias al
Señor por los abundantes frutos que
ha dado en la vida de muchos jóvenes en todo el mundo. Cuántos descubrimientos importantes, sobre todo el de Cristo Camino, Verdad y
Vida, y de la Iglesia como una familia grande y acogedora. Cuántos
cambios de vida, cuántas decisiones
vocacionales han tenido lugar en estos encuentros. Que el santo Pontífice, patrono de la JMJ, interceda por
nuestra peregrinación a su querida
Cracovia. Y que la mirada maternal
de la Bienaventurada Virgen María,
la llena de gracia, toda belleza y toda pureza, nos acompañe en este camino.
Vaticano, 31 de enero de 2015
Memoria de san Juan Bosco
número 8, viernes 20 de febrero de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
página 5
En la misa en Santa Marta el Papa ofreció la celebración por los veintiún coptos «degollados por el solo motivo de ser cristianos»
Como mártires
«Ofrecemos esta misa por nuestros
veintiún hermanos coptos, degollados por el solo motivo de ser cristianos». Lo dijo el Papa Francisco en
la celebración que presidió el martes
17 de febrero en la capilla de la Casa
Santa Marta. «Recemos por ellos
—añadió—, que el Señor los acoja como mártires, por sus familias, por mi
hermano Tawadros que sufre mucho». Y precisamente con el patriarca de la Iglesia ortodoxa copta, Tawadros II, el Papa habló personalmente por teléfono el lunes por la
tarde manifestándole su profunda
participación en el dolor por el cruel
asesinato realizado por los fundamentalistas islámicos. Y aseguró
también su oración con ocasión de
los funerales.
Repitiendo las palabras de la antífona de ingreso «Sé la roca de mi
refugio, un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame»
(Salmo 31, 3-4), el Papa Francisco
inició la homilía. El pasaje del Libro
del Génesis sobre el diluvio (6, 5-8;
7, 1-5.10), propuesto por la liturgia
del día, «nos hace pensar —dijo el
Pontífice— en la capacidad de destrucción que tiene el hombre: el
hombre es capaz de destruir lo que
ha hecho Dios» cuando «le parece
que es más poderoso que Dios». Y,
así, «Dios puede hacer cosas buenas,
pero el hombre es capaz de destruirlas todas».
También «en la Biblia, en los primeros capítulos, encontramos muchos ejemplos, desde el comienzo».
Por ejemplo, explicó el Papa Francisco, «el hombre llama el diluvio
por su maldad: es él quien lo llama». Además, «el hombre llama el
fuego del cielo, en Sodoma y Gomorra, por su maldad». Luego «el
hombre crea la confusión, la división
de la humanidad —Babel, la Torre
de Babel— por su maldad». En definitiva, «el hombre es capaz de destruir, nosotros somos todos capaces
de destruir». Nos lo confirma, también en el Génesis, «una frase muy,
muy aguda: “la maldad del hombre
crecía sobre la tierra y todos los pensamientos de su corazón —del corazón de los hombres— tienden siempre y únicamente al mal, siempre”».
No es cuestión de ser demasiado
negativos, destacó el Papa, porque
«esta es la verdad». A tal punto que
«somos capaces de destruir incluso
la fraternidad», como lo demuestra
la historia de «Caín y Abel en las
primeras páginas de la Biblia». Un
episodio que, precisamente, «destruye la fraternidad, es el inicio de las
guerras: los celos, las envidias, tanta
codicia de poder, de tener más poder». Sí, afirmó el Papa Francisco,
«esto parece negativo, pero es realista». Por lo demás, añadió, basta con
tomar un «periódico cualquiera» para ver «que más del noventa por
ciento de las noticias son noticias de
destrucción: ¡más del noventa por
ciento! ¡Y esto lo vemos todos los
días!».
Pero entonces, «¿qué sucede en el
corazón del hombre?», fue la pregunta fundamental propuesta por el
Papa. «Jesús, una vez, advirtió a sus
discípulos que el mal no entra en el
corazón del hombre porque coma algo que no es puro, sino que sale del
corazón». Y «del corazón del hom-
bre salen todas las maldades». En
efecto, «nuestro corazón débil está
herido». Está «siempre ese deseo de
autonomía» que lleva a decir: «Yo
hago lo que quiero y si tengo ganas
de hacer esto, lo hago. Y si por esto
quiero declarar una guerra, la declaro. Y si por esto quiero destruir a mi
familia, lo hago. Y si para ello tengo
que matar al vecino, lo hago». Pero
precisamente «estas son las noticias
de cada día», destacó el Papa, observando que «los periódicos no nos
cuentan noticias de la vida de los
santos».
Así, pues, continuó tratando la
cuestión central: «¿por qué somos
así?». La respuesta es directa: «Porque tenemos esta posibilidad de destrucción, este es el problema». Y actuando así, luego, «en las guerras,
en el tráfico de armas somos emprendedores de muerte». Y «hay
países que venden las armas a este
que está en guerra con este, y las
venden también a este, para que así
continúe la guerra». El problema es
precisamente la «capacidad de destrucción y esto no viene del vecino»
sino «¡de nosotros!».
«Cada íntimo intento del corazón
no era otra cosa más que el mal» repitió una vez más el Papa Francisco.
Al recordar precisamente que «nosotros tenemos esta semilla dentro, esta
posibilidad». Pero «tenemos también al Espíritu Santo que nos salva». Se trata, por ello, de elegir a
partir de las «pequeñas cosas». Y,
así, «cuando una mujer va al mercado y encuentra a otra, comienza a
hablar, a criticar a la vecina, a la
otra mujer de más allá: esa mujer
mata, esa mujer es malvada». Y lo
es «en el mercado» pero también
«en la parroquia, en las asociaciones: cuando hay celos y envidias,
van al párroco y le dicen: “esta no,
El dolor de los familiares de los egipcios coptos masacrados en Libia (Reuters)
este sí, este hace”». También «esta
es la maldad, la capacidad de destruir que todos nosotros tenemos».
Es sobre este punto que «hoy la
Iglesia, a la puerta de la Cuaresma,
nos hace reflexionar». La invitación
del Papa se orienta a preguntarnos
la razón de ello, a partir del pasaje
evangélico de san Marcos (8, 14-21).
«En el Evangelio Jesús riñe un poco
a los discípulos que discutían: “pero
tú tenías que tomar el pan —¡No,
tú!”». En definitiva los doce «discutían como siempre, peleaban entre
ellos». Y he aquí que Jesús les dirige
«una hermosa palabra: “Estad atentos, evitad la levadura de los fariseos
y de Herodes”». Así, «presenta sencillamente el ejemplo de dos personas: Herodes es malo, asesino, y los
fariseos hipócritas». Pero el Señor
habla también de «“levadura” y ellos
no comprendían».
El hecho es que, como relata san
Marcos, los discípulos «hablaban de
pan, de este pan, y Jesús les dice:
“pero esa levadura es peligrosa, lo
que nosotros tenemos dentro y que
nos conduce a destruir. Estad aten-
Para no abandonarlos
LUCETTA SCARAFFIA
En Trípoli el obispo ha permanecido en su cátedra despojada
para no abandonar a sus fieles.
En un país completamente musulmán, durante más de cuarenta
años, primero como franciscano y
después como vicario apostólico,
Giovanni Innocenzo Martinelli
ha estado siempre al servicio de
los últimos de la tierra, en un territorio inmenso y en continua
transformación. En efecto, Martinelli siempre se ha ocupado de
los inmigrantes, no solo cristianos, sino también de quienes llegan a Libia para escapar de la
guerra y desde allí después prueban fortuna en Europa.
Por tanto, en una diócesis formada en gran parte por desesperados, mujeres y hombres de paso
a los que encuentra brevemente,
pero quizá en los momentos más
duros e inciertos de su vida, el
obispo ha garantizado las primeras ayudas y, sobre todo, ha ofrecido amor paterno. Y durante estos largos años Martinelli siempre
ha salido a su encuentro para llevarles ayuda material y una pala-
bra de afecto y aliento, incluso en
las terribles cárceles en las que,
sin motivo aparente, a menudo
internan a los prófugos eritreos.
Sus fieles son también las minorías de inmigrantes que llegan
para trabajar y que en el obispo
franciscano han encontrado siempre un punto de reunión, un momento de comunión y participación. Precisamente para estar junto a ellos, un grupo de filipinos
que en Libia se dedican sobre todo a la asistencia sanitaria en los
hospitales, Martinelli no se marcha, aunque es muy consciente de
los riesgos que corre.
Cuando viajé para encontrarme
con él en 2008, me contó que
esos filipinos, con su trabajo silencioso, dan un gran testimonio
de amor cristiano en la sociedad
líbica. En su modestísima casa
junto a la catedral, me explicó
muchos aspectos del país donde
nació, vive y considera suyo. Es
un padre que permanece en su
lugar, hombre intrépido como el
vicario apostólico de Bengasi, el
franciscano Sylvester Carmel Magro: todos debemos rezar por
ellos.
tos, prestad atención”». Luego «Jesús muestra la otra puerta: “¿Tenéis
el corazón endurecido? ¿No recordáis cuando distribuí los cinco panes, la puerta de la salvación de
Dios?». En efecto, «por este camino
de la discusión —dijo— jamás, jamás
se hará algo bueno, siempre habrá
divisiones, destrucción». Y continuó:
«Pensad en la salvación, en lo que
también Dios hizo por nosotros, y
elegid bien». Pero los discípulos «no
entendían porque el corazón estaba
endurecido por esta pasión, por esta
maldad de discutir entre ellos y ver
quién era el culpable de ese despiste
del pan».
El Papa Francisco exhortó a considerar «seriamente este mensaje del
Señor». Con la consciencia de que
«estas no son cosas raras, no es el
discurso de un marciano», sino que
son, en cambio, «las cosas que cada
día suceden en la vida». Y para verificarlo, repitió, basta sólo con tomar
«el periódico, nada más».
Sin embargo, añadió, «el hombre
es capaz de hacer mucho bien: pensemos en la madre Teresa, por ejemplo, una mujer de nuestro tiempo».
Pero si «todos nosotros somos capaces de hacer tanto bien» somos
igualmente «capaces también de
destruir en lo grande y en lo pequeño, en la familia misma: destruir a
los hijos, no dejando crecer a los
hijos con libertad, no ayudándoles a
crecer bien» y así, en cierto modo,
anulando a los hijos. Al considerar
que «tenemos esta capacidad», para
nosotros «es necesaria la meditación
continua: la oración, la confrontación entre nosotros», precisamente
«para no caer en esta maldad que lo
destruye todo».
Y «contamos con la fuerza» para
hacerlo, como «nos recuerda Jesús».
Por ello «hoy nos dice: “Recordadlo. Recordaos de mí, que he derramado mi sangre por vosotros; recordaos de mí que os he salvado, que
os he salvado a todos; recordaos de
mí, que tengo la fuerza para acompañaros en el camino de la vida, no
por la senda de la maldad, sino por
el camino de la bondad, de hacer el
bien a los demás; no por el camino
de la destrucción, sino por la senda
del construir: construir una familia,
construir una ciudad, construir una
cultura, construir una patria, ¡cada
vez más!».
La reflexión de hoy sugirió al Papa Francisco pedir al Señor, «antes
de comenzar la Cuaresma», la gracia
de «elegir siempre bien el camino
con su ayuda y no dejarnos engañar
por las seducciones que nos llevarán
por el camino equivocado».
L’OSSERVATORE ROMANO
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viernes 20 de febrero de 2015, número 8
Mensaje de la Comisión pontificia para América Latina con motivo del Día de Hispanoamérica (1 de marzo) en las diócesis de España
Evangelizadores con la fuerza del Espíritu
«Doy gracias a mi Dios cada vez
que os recuerdo; siempre que rezo
por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio,
desde el primer día hasta hoy» (Flp
1, 3-5). De este saludo del apóstol
Pablo bien puede hacerse eco el Papa Francisco, como también yo mismo o cada uno de los obispos de
España y, en especial, S.E. mons.
Braulio Rodríguez Plaza, presidente
de la Comisión episcopal de misiones y cooperación entre las Iglesias,
recordando a los más de 9.000 misioneros españoles que trabajan al
servicio de la evangelización en
América Latina. «Gracia y paz a vosotros de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo» (Ef 1, 2).
Vaya nuestro abrazo fraterno a los
sacerdotes y laicos que colaboran en
la misión como fidei donum, en particular a los cerca de 300 sacerdotes
que sirven a la Iglesia en Latinoamérica acogidos a la Obra de cooperación sacerdotal hispanoamericana
(O CSHA), así como a todas las religiosas y religiosos españoles que
cooperan con la evangelización en
aquellas tierras. Mi palabra de gratitud se dirige también a quien preside la Comisión episcopal de misiones y cooperación entre las Iglesias
y a quienes colaboran con ella para
acompañar y alentar esa corriente
misionera tan importante para la misión de la Iglesia en América Latina.
La próxima celebración del «Día
de Hispanoamérica», tradicional cita
anual que se está celebrando desde
el año 1959, es una buena ocasión
para tener presentes a todos esos misioneros en la oración y en la comunión eclesial, que se hace explícita
en la cooperación entre las Iglesias.
«Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia de
Dios que se os ha dado en Cristo Jesús» (1 Cor 1, 4).
Francisco, en la redacción de esta
Exhortación apostólica, quien ha
querido personalmente incorporar
en ambos textos la alegría como una
elocuente señal de identidad de los
primeros evangelizadores, como debe serlo también de los de ahora, siguiendo el pensamiento de Pablo VI:
«Recobremos y acrecentemos el fervor, “la dulce y confortadora alegría
de evangelizar, incluso cuando hay
que sembrar entre lágrimas [...]. Y
ojalá el mundo actual —que busca
con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores
tristes y desalentados, impacientes o
ansiosos, sino a través de ministros
del Evangelio, cuya vida irradia el
fervor de quienes han recibido, ante
todo en sí mismos, la alegría de
Cristo” (EN 80)» (EG 10).
La propuesta que ofrece el lema
de la jornada, «Evangelizadores con
la fuerza del Espíritu», es fruto de la
decidida confianza en el Espíritu
Santo, que «acude en ayuda de
Alegría en el Espíritu Santo
Es muy bueno que, inspirándose
en el capítulo V de la Exhortación
apostólica Evangelii gaudium, que el
Santo Padre Francisco ha propuesto
para invitar «a una nueva etapa
evangelizadora [...] e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en
los próximos años» (EG 1; cf. 287),
se haya escogido para esta nueva cita del Día de Hispanoamérica el lema «Evangelizadores con la fuerza
del Espíritu». En efecto, es en Pentecostés cuando los Apóstoles, con
la fuerza del Espíritu, salen de sí
mismos y se convierten en evangelizadores. Ellos, que hasta ese momento habían estado aherrojados
por el miedo y el temor, manifiestan
con alegría y audacia su fe en Cristo
resucitado. Esta transformación es
fruto de esa fuerza del Espíritu, que
«renueva, sacude e impulsa a la
Iglesia en una salida fuera de sí para
evangelizar a todos los pueblos»
(EG 261).
Fue el entonces cardenal Jorge
Mario Bergoglio, como presidente
de la Comisión de redacción del Documento conclusivo en la V Conferencia general del episcopado latinoamericano y del Caribe (Aparecida, mayo de 2007), y el hoy Papa
nuestra debilidad» (Rom 8, 26), para
seguir impulsando una corriente
evangelizadora marcada por esa alegría, más fervorosa, generosa, audaz,
llena de amor hasta el fin y de vida
contagiosa, promovida por «evangelizadores llenos de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una
gran resistencia activa» (EG 263).
La vocación de los misioneros
Fidei donum
El origen y la causa por la que los
misioneros son enviados a cooperar
con otras Iglesias más necesitadas
está en la iniciativa divina, que les
ha llamado a estar con Él y a anunciar el Reino (cf. Mc 3, 14-15); es
Dios quien les da esta vocación que
transforma su vida. No marchan por
iniciativa propia o por otros motivos
que no sean el anuncio del Evangelio. Así sucedió en los orígenes de la
primera evangelización del continente americano. Desde entonces, miles
de misioneros y misioneras han llegado a América, especialmente desde España, en unos casos, para la
primera evangelización; en otros, para la cooperación con aquellas Iglesias en formación. Estas personas
son conscientes de su vocación divina, hasta el punto de que pueden
decir con el Papa Francisco: «Yo soy
una misión en esta tierra, y para eso
estoy en este mundo» (EG 273).
La respuesta a tal llamada implica
en cada caso un largo y muchas veces arduo camino: requiere dejar el
propio terruño y sus gentes, partir
hacia mundos lejanos, incorporarse
en la vida de otros pueblos, compenetrarse con su historia, congeniar
con su temperamento, vibrar con sus
sufrimientos y esperanzas, participar
en una nueva realidad eclesial, ponerse al servicio de nuevos obispos,
alargar los horizontes de la solicitud
apostólica universal... Tampoco se
ocultan las oscuridades que el evangelizador encontrará en su trabajo
misionero (cf. EG 287). Sin embargo,
este proceso es, a la
vez, motivo de conversión y de renovado
entusiasmo, porque el
origen y el fruto de la
actividad misionera no
depende de los proyectos individuales, ni
de las fuerzas humanas, necesarias por
otra parte para el sostenimiento y el dinamismo en esa «peregrinación misionera».
Es Él, el que da la vocación, quien otorga
tanto la fuerza de emprender el camino para «llegar a todas las
periferias que necesitan la luz del Evangelio» (EG 21), como la
alegría del anuncio,
para que esa luz de
Cristo ilumine a cuantos todavía no lo conocen o lo han rechazado.
A la vez acontece
que, en medio de la
oscuridad y de los impedimentos,
siempre
se perciben nuevos brotes y signos
de que tarde o temprano se producirá el fruto esperado. «Esa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo» (EG 276). Por eso, el misionero tiene la seguridad de que no
se perderá ninguno de sus esfuerzos
realizados con amor, como no se
pierde el amor de Dios; de que su
trabajo dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo.
Estas convicciones que animan a
los misioneros brotan del convencimiento de que «ninguna motivación
será suficiente si no arde en nuestros
corazones el fuego del Espíritu» (EG
261), porque saben que es Él quien
precede a la actividad misionera en
el secreto de los corazones y en la
cultura de los pueblos. Son conscientes de que su misión es ser instrumentos en manos del Espíritu
Santo, y hacen gravitar la certeza de
su misión en esa seguridad de que
en el interior de las personas hay
una espera, aunque sea inconsciente,
por conocer la verdad sobre Dios,
sobre el hombre, sobre el camino
que lleva a la liberación del pecado
y de la muerte (cf. RM 45; EG 265).
Entonces descubren con aún mayor evidencia la necesidad de apoyarse en la oración, como siervos
inútiles y mendicantes, pero dóciles
y disponibles, y en la audacia (parresía) para proclamar el Evangelio en
voz alta y en todo tiempo y lugar,
incluso a contracorriente. La fuerza
les viene del Espíritu. «No hay mayor libertad que la de dejarse llevar
por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que
Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera. Él sabe bien lo que hace falta en
cada época y en cada momento. ¡Esto se llama ser misteriosamente fecundos!» (EG 280).
La fuerza del primer amor
El Papa Francisco recuerda en su
Exhortación apostólica que la primera motivación para evangelizar es el
amor de Jesús que hemos recibido,
esa experiencia de ser salvados por
Él que nos mueve a amarlo siempre
más —«¿qué amor es ese que no
siente la necesidad de hablar del ser
amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer?»—. El verdadero misionero,
que lo es por ser discípulo, sabe que
Jesús camina con él, respira con él,
trabaja con él; percibe a Jesús vivo
en medio de la tarea misionera (cf.
EG 264-265). Y «si uno no lo descubre a Él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto
pierde el entusiasmo y deja de estar
seguro de lo que transmite, le falta
fuerza y pasión. Y una persona que
no está convencida, entusiasmada,
segura, enamorada, no convence a
nadie» (EG 266). Sólo desde ese saberse enviado por Dios puede el misionero vivir con alegría el servicio
de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar a los demás.
De ahí el grito de Francisco: «¡No
nos dejemos robar la alegría evangelizadora!» (EG 83). Es una invitación a sumergirnos en la alegría del
Evangelio y a alimentar el amor de
Dios, capaz de iluminar la vocación
y la misión propias. Con motivo del
último D OMUND escribía el Santo
Padre: «Os exhorto a recordar, como en una peregrinación interior, el
«primer amor» con el que el Señor
Jesucristo ha caldeado el corazón de
cada uno, no por un sentimiento de
nostalgia, sino para perseverar en la
alegría. El discípulo del Señor persevera en la alegría cuando está con
Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la
caridad evangélica» (Mensaje para la
Jornada mundial de las misiones
2014).
Encuentro personal con Cristo
El misionero sabe, por propia experiencia, que tiene necesidad de
«recomenzar» siempre su renovado
encuentro personal con Jesucristo.
Nada se puede dar por presupuesto
ni por descontado. No puede conformarse con lo que considera «ad-
número 8, viernes 20 de febrero de 2015
quirido». Las nuevas exigencias de
la actividad misionera —como ocurre
en el caso de América Latina, donde
la fe y la vida cristiana de las comunidades parece que tardan en consolidarse— requieren siempre de un
nuevo inicio, que mantenga despierto el asombro y la fascinación por
ese encuentro.
Cuando más pesa el cansancio, el
desaliento o la tristeza al no advertir
los frutos de muchos sacrificios, y
aparece la soledad difícil de sobrellevar; cuando aparece la tentación de
dejarse arrastrar por apatías y escepticismos, más necesita el misionero
recomenzar, con el mismo entusiasmo con el que pronunció en su momento el «sí» para salir a la misión;
con el «sí» de la renovación de las
promesas sacerdotales o de los votos
de consagración; con aquel «sí» por
el que se mostró disponible a la misión ad gentes. Como el «fiat» de la
Virgen María, gracias al cual el Hijo
de Dios entrega su vida al Padre y la
fuerza imparable de su Resurrección
se convierte en fuente inagotable de
semillas de un mundo nuevo (cf. EG
276-278).
Esa es la razón de la alegría y de
la esperanza del misionero, de su
continuo revivir el amor a quienes le
han sido confiados, para compartir
con ellos el don del encuentro con
Cristo, que les llena de gozo y sentido, de fuerza y esperanza; que es la
respuesta sobreabundante y totalmente satisfactoria a las «necesidades más profundas» de sus personas,
que anhelan amor y verdad, justicia
y felicidad. Por la fuerza del Espíritu el misionero vive, en su más absorbente actividad, la contemplación
del rostro de Dios en los demás; por
eso, urge recobrar un espíritu contemplativo, sin cansarse de «pedirle
a Él que vuelva a cautivarnos» (EG
264). Esta experiencia contemplativa
se trueca en oración de intercesión
por los demás, la cual posibilita que
el poder, el amor y la fidelidad de
Dios se manifiesten con mayor nitidez en el pueblo: «Interceder no nos
aparta de la verdadera contemplación, porque la contemplación que
deja fuera a los demás es un engaño» (EG 281).
Para contar siempre con la presencia y compañía del Señor, «nos hace
falta clamar cada día, pedir su gracia
para que nos abra el corazón frío y
sacuda nuestra vida tibia y superficial» (EG 264). El Papa Francisco
insiste en que la misión comienza de
rodillas, se alimenta y adquiere su
ímpetu de entrega a través de una
disciplina de oración, se despliega
desde la comunión con Él en la Eucaristía, necesita de tiempos de adoración, y siempre recomienza, más
allá de nuestros desfallecimientos y
caídas, por la frecuencia del sacramento de la reconciliación. «Sin momentos detenidos de adoración, de
encuentro orante con la Palabra, de
diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido,
nos debilitamos por el cansancio y
las dificultades, y el fervor se apaga»
(EG 262).
Vivir la oración contemplativa no
separa de la realidad; por eso, el
L’OSSERVATORE ROMANO
Santo Padre advierte que «se debe
rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que
poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de
la Encarnación» (EG 262). Frente a
ese equívoco, ahí está el testimonio
de tantos misioneros y misioneras
que gastan su vida al servicio del
Evangelio y ofrecen a sus gentes la
memoria viva y grata de la Presencia
del Señor, que bien conoce y ama la
realidad humana, especialmente la
de quienes carecen de lo más necesario. Porque «Jesús no ha resucitado
en vano. ¡No nos quedemos al margen de esa marcha de la esperanza
viva!» (EG 278).
Pasión por el pueblo
En estos tiempos propicios y exigentes de «salida misionera», se
confirma que «la misión es una pasión por Cristo, pero, al mismo
tiempo, una pasión por su pueblo»
(EG 268). La evangelización es siempre obra de todo el pueblo de Dios
y destinada a todos, sin acepción de
personas ni grupos sociales. Esa capacidad de abrazar a todo pueblo al
que se está destinado se encuentra,
de modo muy especial, en la entraña
de la vocación misionera ad gentes y
ad extra.
Los misioneros no caen en paracaídas sobre la gente, sino que
aprenden a conocerla, a apreciarla, a
quererla, a valorarla, a crecer con
ella. Se enriquecen con sus expresiones de piedad popular, con sus testimonios de fe, esperanza y caridad. Y
esto, dice el Papa, «es fuente de gozo superior» (EG 268). ¿No nos
muestran los misioneros cómo gozan
estando muy cerca de los suyos,
«perdiendo el tiempo» en la convivencia, compenetrados con sus alegrías, sufrimientos y esperanzas,
siempre misericordiosos, solidarios,
serviciales, sin excluir a ninguno?
Miran cómo lo hacía Jesús y «tocan
la carne sufriente de los demás»,
abrazando en especial a los más pobres y necesitados. Son un ejemplo
de compasión y consuelo, de sanación y liberación. Esta dinámica de
identificación con el pueblo es la
que hace que el misionero pueda exclamar con el Papa Francisco: «Si
logro ayudar a una sola persona a
vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida. Es lindo ser pueblo
fiel de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud
cuando rompemos las paredes y el
corazón se nos llena de rostros y de
nombres!» (EG 274).
El misionero, tomado de en medio del pueblo y enviado al pueblo,
manifiesta su identidad al reconocer
su pertenencia a Cristo, y, por Cristo, al mundo y al pueblo al que es
enviado. Esta vinculación es la que
le hace ser un manantial que desborda y refresca a sus hermanos. Solamente puede ser misionero quien
busca el bien de los demás y desea
la felicidad de los otros. Esa apertura de su corazón es precisamente la
fuente de su felicidad, hasta el punto de verificarse las palabras del Señor que recordaba Pablo a los fieles
de Mileto: «Hay más dicha en dar
que en recibir» (Hch 20,35).
La actividad misionera de la Iglesia en América Latina es una continua solicitud por los más necesitados. Ha sido uno de los principales
argumentos en las sucesivas Conferencias generales del episcopado latinoamericano y del Caribe. Basta
acudir al Documento Conclusivo de
Aparecida para descubrir cómo la
Iglesia sigue el ejemplo del Maestro;
según recuerda el Papa Francisco,
«en el hermano está la permanente
prolongación de la Encarnación para
cada uno de nosotros: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos
más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt
25, 40)» (EG 179).
De la mano de María
Bendigo de corazón a los misioneros y misioneras, y a todos los que
acompañan y apoyan esta cooperación con las Iglesias en formación
de América Latina, para que el
anuncio del Evangelio pueda resonar
página 7
en todos los rincones de este continente. Ellos encarnan, según las
mencionadas palabras del beato Pablo VI, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar» (EN 80). María,
mujer orante y trabajadora en Nazaret y Nuestra Señora de la prontitud, sigue siendo el ejemplo de este
«salir alegres» para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1, 39) y hacer
presente la justicia y la ternura que
salen el encuentro de los otros.
A todos y cada uno de los 9.000
misioneros españoles al servicio de la
Iglesia en América Latina los invito,
en fin, a leer y releer, a gustar en la
oración, todo lo que escribe el Papa
Francisco en los últimos números de
su Exhortación apostólica Evangelii
gaudium respecto a ese «regalo de
Jesús a su pueblo», que es la maternidad de María. Cristo nos lleva a
María, pero también María nos conduce a Cristo, porque en esa imagen
materna se descubren todos los misterios del Evangelio (cf. EG 285) y
porque «ella es la misionera que se
acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno»
(EG 286).
El pueblo americano peregrina a
los santuarios marianos, pedazos de
cielo, para pedirle a la Virgen que
transforme este continente en la casa
de Jesús con «una montaña de ternura». Pidamos también nosotros a
María la gracia de tener siempre presentes su camino de obediencia a los
designios del Padre, su estar dispuesta a la efusión de gracia del Espíritu Santo para que el Verbo se hiciera carne en su carne, su inseparable relación con su Hijo, su maternidad llena de ternura y consuelo, su
intercesión ante la Santísima Trinidad, su testimonio de primera discípula, su guía como Estrella de la
nueva evangelización, «para que esta
invitación a una nueva etapa evangelizadora sea acogida por toda la comunidad eclesial» (EG 287).
A todos y cada uno, vaya mi bendición pastoral y un abrazo fraterno,
MARC CARD. OUELLET
Presidente de la Comisión pontificia
para América Latina
El lunes 16 de febrero, por la mañana, el Papa Francisco recibió en audiencia a Pynchas Brener,
rabino jefe emérito de la Unión Israelita de Caracas, con el séquito
L’OSSERVATORE ROMANO
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viernes 20 de febrero de 2015, número 8
Las mujeres en la vida social y eclesial según el Papa Francisco
No huéspedes sino protagonistas
Es necesario «estudiar criterios y
modalidades nuevos para que las
mujeres no se sientan huéspedes, sino
plenamente partícipes en los varios
ámbitos de la vida social y eclesial»: lo
dijo el Papa Francisco a los miembros
del Consejo pontificio de la cultura, a
quienes recibió el sábado 7 de febrero,
en la sala del Consistorio, al término
de la asamblea plenaria que fue
dedicada al tema «Las culturas
femeninas: igualdad y diferencia».
mujer, pues, debería reconocer que
ambos son necesarios porque poseen, sí, una naturaleza idéntica, pero con modalidades propias. Una es
necesaria para el otro, y viceversa,
para que se realice verdaderamente
la plenitud de la persona.
El segundo tema, La «generatividad» como código simbólico, dirige
una mirada intensa a todas las madres, y ensancha el horizonte a la
transmisión y protección de la vida,
Queridos hermanos y hermanas:
Os acojo con agrado al final de
vuestra asamblea plenaria en la que
os dedicasteis a la reflexión y a la investigación sobre el tema Las culturas femeninas: igualdad y diferencia.
Agradezco al cardenal Ravasi las palabras que me ha dirigido también
en nombre de todos vosotros. Deseo
expresar mi agradecimiento, en particular, a las mujeres presentes, pero
también a todas las que —y sé que
son muchas— contribuyeron de diferentes modos a la preparación y a la
realización de este trabajo.
El argumento que elegisteis me interesa mucho, y ya en diversas ocasiones tuve la posibilidad de abordarlo e invitar a profundizarlo. Se
trata de estudiar criterios y modalidades nuevos para que las mujeres
no se sientan huéspedes, sino plenamente partícipes en los varios ámbitos de la vida social y eclesial. La
Iglesia es mujer, es la Iglesia, no el
Iglesia. Este es un desafío que ya no
se puede postergar. Lo digo a los
pastores de las comunidades cristianas que están aquí en representación
de la Iglesia universal, pero también
a las laicas y laicos comprometidos
de diversas maneras en la cultura, en
la educación, en la economía, en la
política, en el mundo del trabajo, en
las familias, en las instituciones religiosas.
El orden de las temáticas que programasteis para el desarrollo del trabajo de estos días —trabajo que, ciertamente, también proseguirá en el
futuro— me permite indicaros un itinerario, ofreceros algunas líneas directrices para realizar dicho compromiso en cualquier parte de la tierra,
en el corazón de todas las culturas,
en diálogo con las diferentes confesiones religiosas.
El primer tema es: Entre igualdad
y diferencia: en busca de un equilibrio.
Pero un equilibrio que sea armonioso, no sólo balanceado. No hay que
afrontar ideológicamente este aspecto, porque la «lente» de la ideología
impide ver bien la realidad. La
igualdad y la diferencia de las mujeres —como, por lo demás, de los
hombres— se perciben mejor en la
perspectiva del con, de la relación,
que en la del contra. Desde hace
tiempo hemos dejado atrás, al menos en las sociedades occidentales,
el modelo de subordinación social de
la mujer al hombre, modelo secular
que, sin embargo, jamás ha agotado
del todo sus efectos negativos. También hemos superado un segundo
modelo, el miedo a la pura y simple
paridad, aplicada mecánicamente, y
a la igualdad absoluta. Así, se ha
configurado un nuevo paradigma, el
de la reciprocidad en la equivalencia y
en la diferencia. La relación hombre-
no limitada a la esfera biológica, que
podríamos sintetizar con cuatro verbos: desear, dar a luz, cuidar y dejar
ir.
En este ámbito tengo presente, y
aliento, la contribución de tantas
mujeres que trabajan en la familia,
en el campo de la educación en la
fe, en la actividad pastoral, en la formación escolar, pero también en las
estructuras sociales, culturales y económicas. Vosotras, mujeres, sabéis
encarnar el rostro tierno de Dios, su
misericordia, que se traduce en disponibilidad a dar tiempo más que a
ocupar espacios, a acoger en lugar
de excluir. En este sentido, me complace describir la dimensión femenina de la Iglesia como seno acogedor
que regenera la vida.
El tercer tema, El cuerpo femenino
entre cultura y biología, nos recuerda
la belleza y la armonía del cuerpo
que Dios ha dado a la mujer, pero
también las dolorosas heridas que se
les han causado, a veces con cruel
violencia, por ser mujeres. Símbolo
de la vida, el cuerpo femenino a menudo es
agredido y desfigurado
incluso por quienes deberían ser sus custodios y
compañeros de vida.
Por lo tanto, las numerosas formas de esclavitud, de mercantilización,
de mutilación del cuerpo
de las mujeres, nos comprometen a trabajar para
vencer esta forma de degradación que lo reduce
a simple objeto para malvender en los distintos
mercados. En este contexto, deseo atraer la
atención sobre la dolorosa situación de tantas
mujeres pobres, obligadas a vivir en condiciones de peligro, de explotación, relegadas al
margen de las sociedades y convertidas en víctimas de una cultura del
descarte.
Cuarto tema: Las mujeres y la religión: ¿fuga o búsqueda de participación
en la vida de la Iglesia? Aquí los creyentes son interpelados de modo
particular. Estoy convencido de la
urgencia de ofrecer espacios a las
mujeres en la vida de la Iglesia y de
acogerlas, teniendo en cuenta las específicas y cambiadas sensibilidades
culturales y sociales. Por lo tanto, es
de desear una presencia femenina
más amplia e influyente en las comunidades, para que podamos ver a
muchas mujeres partícipes en las responsabilidades pastorales, en el
acompañamiento de personas, familias y grupos, así como en la reflexión teológica.
No se puede olvidar el papel insustituible de la mujer en la familia.
Las dotes de delicadeza, peculiar
sensibilidad y ternura, de la que es
rica el alma femenina, no sólo representan una fuerza genuina para la
vida de las familias, para la irradiación de un clima de serenidad y armonía, sino también una realidad
sin la cual la vocación humana sería
irrealizable.
Además, se trata de alentar y promover la presencia eficaz de las mujeres en numerosos ámbitos de la esfera pública, en el mundo del trabajo
y en los lugares donde se adoptan
las decisiones más importantes y, al
mismo tiempo, mantener su presencia y atención preferencial y del todo especial en y para la familia. No
hay que dejar solas a las mujeres
mientras llevan este peso y toman
decisiones, sino que todas las instituciones, incluida la comunidad eclesial, están llamadas a garantizar la libertad de elección a las mujeres para
que tengan la posibilidad de asumir
responsabilidades sociales y eclesiales de un modo armónico con la vida familiar.
Queridos amigos y amigas: Os
aliento a llevar adelante este compromiso, que encomiendo a la intercesión de la bienaventurada Virgen
María, ejemplo concreto y sublime
de mujer y madre. Os pido, por favor, que recéis por mí, y os bendigo
de corazón. Gracias.
Delegación iraní visita el Vaticano
Once mujeres alrededor de una mesa
Por primera vez en la historia de las
relaciones bilaterales, el 12 de febrero
una vicepresidenta iraní, Shahindokht
Molaverdi, encabezó una delegación
formada sólo por mujeres en el Vaticano para tratar con el Papa Francisco y con los dicasterios de la Santa
Sede cómo defender la familia y promover el papel de las mujeres en la
sociedad y en la política internacional.
Las mujeres hoy son cada vez más
víctimas de la violencia y del fundamentalismo, sin embargo pueden ser
precisamente ellas el motor para un
cambio radical de las sociedades. Esto es, en síntesis, el punto central del
encuentro que tuvo lugar primero en
el Consejo pontificio para la familia y
luego en el Vaticano, donde las delegadas iraníes mantuvieron un encuentro con el Pontífice. Durante la mesa
redonda moderada por monseñor
Vincenzo Paglia, presidente del Consejo pontificio la familia, once mujeres —seis de la República Islámica de
Irán, encabezadas por la vicepresidenta Molaverdi, y cinco en representación del Vaticano— se confrontaron
sobre temas relacionados con la iden-
El jueves 12 de febrero, el Papa recibió
en audiencia a la vicepresidenta islámica
de Irán, Shahindokht Molaverdi
tidad femenina y la familia. Además
de la vicepresidenta, la delegación
iraní estaba formada por Zohreh Sefati, consejera para las cuestiones inherentes al derecho islámico, Ashraf
Gheramizadegan, responsable para
las cuestiones legales, Aliye Shokrbeighi, secretaria del grupo de trabajo
para una sana familia, Fatemeh Rahmati, consejera para las cuestiones
internacionales y Atefeh Karbalaei,
periodista de la agencia Isna. Por
parte vaticana, intervinieron Flaminia
Giovannelli, subsecretaria del Consejo pontificio Justicia y paz, Mary Melone, rectora de la Pontificia Universidad Antonianum, Lucetta Scaraffia,
editorialista de nuestro periódico y
responsable del encarte «donne chiesa mondo», Myriam Tinti, profesora
de derecho canónico, y Giulia Galeotti.
En el día de la fiesta nacional de la
República Islámica de Irán, monseñor Paglia hizo un pequeño milagro:
alrededor de la mesa del debate, diez
mujeres se confrontaron sobre las mujeres. Un binomio para nada previsto,
pero terriblemente de buen agüero.
número 8, viernes 20 de febrero de 2015
«Bienvenidos a esta comunión, que se
expresa en la colegialidad»: con estas
palabras el Papa Francisco saludó el
jueves 12 de febrero a los cardenales
reunidos en el aula del Sínodo para el
consistorio extraordinario sobre la
reforma de la Curia romana. Entre
ellos también diecinueve de los veinte
eclesiásticos que el sábado 14 de febrero
recibieron la púrpura.
Queridos hermanos:
«Ved qué dulzura, qué delicia,
convivir los hermanos unidos» (Sal
133, 1).
Con las palabras del Salmo alabamos al Señor que nos ha convocado
y nos da la gracia de acoger en esta
asamblea a los 20 nuevos cardenales.
A ellos y a todos dirijo mi cordial
saludo. Bienvenidos a esta comunión, que se expresa en la colegialidad.
Gracias a todos los que han preparado este evento, en especial al
cardenal Angelo Sodano, decano del
Colegio cardenalicio. Agradezco a la
Comisión de los nueve cardenales y
a su eminencia Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, coordinador. Doy
las gracias también a su excelencia
Marcello Semeraro, secretario de la
Comisión de los nueve cardenales:
es él quien hoy nos presenta la síntesis del trabajo realizado en estos últimos meses para elaborar la nueva
constitución apostólica para la reforma de la Curia. Como sabemos, esta
síntesis se dispuso a partir de muchas sugerencias, también de parte
de los jefes y responsables de dicasterios, así como de expertos en la
materia.
La meta a alcanzar es siempre la
de favorecer mayor armonía en el
trabajo de los diversos dicasterios y
oficinas, con el fin de realizar una
L’OSSERVATORE ROMANO
página 9
El Pontífice abre los trabajos del consistorio extraordinario
Comunión y colegialidad
colaboración más eficaz en la absoluta transparencia que edifica la auténtica sinodalidad y la colegialidad.
La reforma no es un fin en sí misma, sino un medio para dar un fuerte testimonio cristiano, para favorecer una evangelización más eficaz,
para promover un espíritu ecuménico más fecundo y para alentar un
diálogo más constructivo con todos.
La reforma, deseada vivamente por
la mayoría de los cardenales en el
ámbito de las congregaciones generales antes del cónclave, tendrá que
perfeccionar aún más la identidad
de la Curia romana misma, o sea la
de ayudar al sucesor de Pedro en el
ejercicio de su suprema función pastoral, para el bien y el servicio de la
Iglesia universal y de las Iglesias
particulares. Ejercicio con el cual se
refuerzan la unidad de fe y la comunión del pueblo de Dios y se promueve la misión propia de la Iglesia
en el mundo.
Ciertamente, alcanzar una meta
así no es fácil: requiere tiempo, determinación y, sobre todo, la colabo-
ración de todos. Pero para realizar
esto debemos ante todo encomendarnos al Espíritu Santo, que es el
verdadero guía de la Iglesia, implorando en la oración el don del auténtico discernimiento.
Con este espíritu de colaboración
inicia nuestro encuentro, que será fecundo gracias a la aportación que
cada uno de nosotros podrá expresar
con parresía, fidelidad al Magisterio
y consciencia de que todo se oriente
a la ley suprema, o sea a la salus
animarum. Gracias.
Presentadas las propuestas
Líneas directrices para la reforma de la Curia romana
Racionalización, simplificación, agilización: las palabras clave de la reforma de la Curia romana querida
por el Papa Francisco, y en la cual
está trabajando desde octubre de
2013 el Consejo de cardenales, son
el hilo conductor de las propuestas
de la revisión de la Pastor bonus
presentadas a los purpurados al inicio del consistorio. Propuestas
Las modificaciones a la «Pastor bonus»
Antes de las recientes reformas en el campo económico queridas por el Papa Francisco, las modificaciones legislativas más significativas realizadas a
la constitución apostólica Pastor bonus del 28 de junio de 1988 —si se exceptúan los cambios de los nombres de algunos dicasterios— se llevaron a
cabo con seis motu proprio, uno firmado por Juan Pablo II y los otros cinco por Benedicto XVI.
El primero en orden cronológico fue el Inde a pontificatus, del 25 de marzo de 1993, con el que el Papa Wojtyła suprimió el Consejo pontificio para
el diálogo con los no creyentes (Pastor bonus, arts. 163-155), uniéndolo al
Consejo pontificio para la cultura (arts. 166-168); además, con el mismo
motu proprio creó la Comisión pontificia para la conservación del patrimonio artístico e histórico (arts. 99-104), que estaba unida a la Congregación
para el clero, en una comisión autónoma, cambiándole el nombre en Comisión pontificia para los bienes culturales de la Iglesia, con cierto contacto
oportuno con el Consejo pontificio para la cultura.
Por lo que respecta al Papa Ratzinger, con Ubicumque et semper, del 31 de
septiembre de 2010, instituyó el Consejo pontificio para la promoción de la
nueva evangelización; con Quaerit semper, del 30 de agosto de 2011, transfirió la competencia sobre la dispensa super rato (art. 67) y sobre la causas de
invalidez de la sagrada ordenación (art. 68), que la Pastor bonus encomendaba a la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, a una oficina establecida en la Rota romana; con Pulchritudinis fidei, del 30 de julio de 2012, unió la Comisión pontificia para los bienes culturales de la Iglesia al Consejo pontificio para la cultura; con Ministrorum
institutio, del 16 de enero de 2013, transfirió la competencia sobre los seminarios de la Congregación para la educación católica a la Congregación para el clero; y, por último, con Fides per doctrinam, en esa misma fecha transfirió la competencia sobre la catequesis de la Congregación para el clero al
Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización.
orientadas, esencialmente, a modelar una Curia cada vez más fiel en
la tarea de ayudar al Papa en el gobierno diario de la Iglesia, como lo
indicó el obispo secretario del Consejo de cardenales Marcello Semeraro y como sintetizó brevemente el
director de la Oficina de prensa de
la Santa Sede, padre Federico Lombardi, en un encuentro con los periodistas al término de la primera
mañana de trabajos.
Precedida por una introducción
del cardenal Rodríguez Maradiaga
—que recorrió las etapas principales
de la actividad del Consejo de cardenales instituido en septiembre de
2013— la relación del prelado indicó
los principios inspiradores y las líneas guía de la reforma. Recordó
en particular la naturaleza específica de la Curia romana y sus funciones constitutivas, hipotizando una
racionalización y un reordenamiento. En lo que se refiere a la Secretaría de Estado, destacó en especial
su papel de coordinación o «moderación» de los diversos sectores de
la Curia: papel para el cual, especificó el padre Lombardi durante el
briefing, no se prevé la institución
de una nueva figura específica. En
los detalles el texto ha indicado los
perfiles teológicos de dos grande
polos temáticos («laicos, familia y
vida» y «caridad, justicia y paz»)
alrededor de los cuales podrían
agruparse los actuales Consejos
pontificios y algunas Academias
pontificias dando vida a dos nuevos
dicasterios. En su ámbito de actividad se incluirían sectores ya hoy
bien delineados en el organigrama
de la Curia y otros de especial actualidad como por ejemplo la tutela
del ambiente natural y la «ecología
humana».
Entre los demás temas tratados
en la relación, el criterio de la sinodalidad como dimensión fundamental del trabajo de Curia y la
exigencia de elegir el personal privilegiando el espíritu de servicio y
responsabilidad. En lo que se refiere al procedimiento a seguir en la
obra de reforma, se confirmó que el
proceso será largo y se indicó la posibilidad —como ya sucedió para la
elaboración de la Pastor bonus— de
instituir una comisión reducida encargada de redactar un primer esquema de una nueva constitución.
Esquema que podría luego ser sometido al Consejo de cardenales
para una primera valoración, seguida por una consulta entre los purpurados, obispos y dicasterios. Por
último, una comisión cardenalicia
tendría que encargarse de la redacción del texto definitivo que se presentará para la aprobación del Papa. Esto no quita —precisó el padre
Lombardi— que algunas disposiciones se puedan realizar de modo experimental incluso antes de la aprobación definitiva de la nueva constitución.
Doce las intervenciones que siguieron a la relación del obispo Semeraro. Se habló, entre otras cosas,
del contexto teológico y jurídico de
la reforma, de la necesidad de considerar la aportación del Colegio
cardenalicio, del consistorio y del
Sínodo de los obispos, de la relación entre sinodalidad y colegialidad, la exigencia de mayor colaboración y coordinación en la actividad de los dicasterios, del papel de
la Secretaría de Estado y la formación permanente del personal.
L’OSSERVATO
número 8, viernes 20 de febrero de 2015
En el consistorio ordinario público en la basílica vaticana el Pontífice crea veinte nuevos cardenales
Incardinados y dóciles
Durante el consistorio ordinario público
para la creación de veinte cardenales, que
tuvo lugar el sábado 14 de febrero, por la
mañana, en la basílica de San Pedro, el
Papa pronunció la siguiente alocución.
Queridos hermanos cardenales:
El cardenalato ciertamente es una
dignidad, pero no una distinción honorífica. Ya el mismo nombre de «cardenal», que remite a la palabra latina
«cardo - quicio», nos lleva a pensar, no
en algo accesorio o decorativo, como
una condecoración, sino en un perno,
un punto de apoyo y un eje esencial
para la vida de la comunidad. Sois
«quicios» y estáis incardinados en la
Iglesia de Roma, que «preside toda la
comunidad de la caridad» (Conc. Ecum.
Vat. II, Const. Lumen gentium, 13; cf.
IGN. ANT., Ad Rom., Prólogo).
En la Iglesia, toda presidencia proviene de la caridad, se desarrolla en la
caridad y tiene como fin la caridad. La
Iglesia que está en Roma tiene también
en esto un papel ejemplar: al igual que
ella preside en la caridad, toda Iglesia
particular, en su ámbito, está llamada a
presidir en la caridad.
Por eso creo que el «himno a la caridad», de la primera carta de san Pablo
a los Corintios, puede servir de pauta
para esta celebración y para vuestro ministerio, especialmente para los que
desde este momento entran a formar
parte del Colegio Cardenalicio. Será
bueno que todos, yo en primer lugar y
vosotros conmigo, nos dejemos guiar
por las palabras inspiradas del apóstol
Pablo, en particular aquellas con las
que describe las características de la caridad. Que María nuestra Madre nos
ayude en esta escucha. Ella dio al mundo a Aquel que es «el camino más excelente» (cf. 1 Co 12, 31): Jesús, caridad
encarnada; que nos ayude a acoger esta
Palabra y a seguir siempre este camino.
Que nos ayude con su actitud humilde
y tierna de madre, porque la caridad,
don de Dios, crece donde hay humildad y ternura.
En primer lugar, san Pablo nos dice
que la caridad es «magnánima» y «benevolente». Cuanto más crece la responsabilidad en el servicio de la Iglesia, tanto más hay que ensanchar el corazón,
dilatarlo según la medida del corazón
de Cristo. La magnanimidad es, en cierto sentido, sinónimo de catolicidad: es
Los cardenales creados por el Papa Francisco
VIENE DE LA PÁGINA 1
Evangelio, el Papa pronunció la alocución. Sucesivamente leyó la fórmula
de creación de los cardenales proclamando sus nombres:
— Dominique Mamberti, prefecto
del Tribunal supremo de la Signatura
apostólica;
— Manuel José Macário do Nascimento Clemente, Patriarca de Lisboa
(Portugal);
— Berhaneyesus Demerew Souraphiel, C.M., arzobispo de Addis Abeba
(Etiopía)
— John Atcherley Dew, arzobispo
de Wellington (Nueva Zelanda);
— Edoardo Menichelli, arzobispo
de Ancona-Ósimo (Italia);
— Pierre Nguyên Văn Nhon, arzobispo de Hanoi (Vietnam);
— Alberto Suárez Inda, arzobispo
de Morelia (México);
— Charles Maung Bo, S.D.B., arzobispo de Yangón (Myanmar);
— Francis Xavier Kriengsak Kovithavanij, arzobispo de Bangkok (Tailandia);
— Francesco Montenegro, arzobispo de Agrigento (Italia);
— Daniel Fernando Sturla Berhouet, S.D.B., arzobispo de Montevideo
(Uruguay)
— Ricardo Blázquez Pérez, arzobispo de Valladolid (España);
— José Luis Lacunza Maestrojuán,
O.A .R., obispo de David (Panamá);
— Arlindo Gomes Furtado, obispo
de Santiago de Cabo Verde (Archipiélago de Cabo Verde);
— Soane Patita Paini Mafi, obispo
de Tonga (Islas de Tonga);
— José de Jesús Pimiento Rodríguez, arzobispo emérito de Manizales
(Colombia);
— Luigi De Magistris, arzobispo titular de Nova Pro – Penitenciario mayor emérito;
— Karl-Josef Rauber, nuncio apostólico;
—Luis Héctor Villalba, arzobispo
emérito de Tucumán (Argentina);
—Júlio Duarte Langa, obispo emérito de Xai-Xai (Mozambique).
Siguió la imposición de la birreta a
los nuevos cardenales, la entrega del
anillo y la asignación a cada uno de
ellos del título o de la diaconía.
saber amar sin límites, pero al mismo
tiempo con fidelidad a las situaciones
particulares y con gestos concretos.
Amar lo que es grande, sin descuidar lo
que es pequeño; amar las cosas pequeñas en el horizonte de las grandes, porque «non coerceri a maximo, contineri tamen a minimo divinum est». Saber amar
con gestos de bondad. La benevolencia
es la intención firme y constante de
querer el bien, siempre y para todos,
incluso para los que no nos aman.
A continuación, el apóstol dice que
la caridad «no tiene envidia; no presume;
no se engríe». Esto es realmente un milagro de la caridad, porque los seres
humanos —todos, y en todas las etapas
de la vida— tendemos a la envidia y al
orgullo a causa de nuestra naturaleza
herida por el pecado. Tampoco las dignidades eclesiásticas están inmunes a
esta tentación. Pero precisamente por
eso, queridos hermanos, puede resaltar
todavía más en nosotros la fuerza divina de la caridad, que transforma el corazón, de modo que ya no eres tú el
que vive, sino que Cristo vive en ti. Y
Jesús es todo amor.
Además, la caridad «no es mal educada ni egoísta». Estos dos rasgos revelan
que quien vive en la caridad está descentrado de sí mismo. El que está autocentrado carece inevitablemente de respeto, y muchas veces ni siquiera lo advierte, porque el «respeto» es la capacidad de tener en cuenta al otro, su dignidad, su condición, sus necesidades.
El que está auto-centrado busca inevitablemente su propio interés, y cree que
esto es normal, casi un deber. Este «interés» puede estar cubierto de nobles
apariencias, pero en el fondo se trata
siempre de «interés personal». En cambio, la caridad te des-centra y te pone
en el verdadero centro, que es sólo
Cristo. Entonces sí, serás una persona
respetuosa y preocupada por el bien de
los demás.
La caridad, dice Pablo, «no se irrita;
no lleva cuentas del mal». Al pastor que
vive en contacto con la gente no le faltan ocasiones para enojarse. Y tal vez
entre nosotros, hermanos sacerdotes,
que tenemos menos disculpa, el peligro
de enojarnos sea mayor. También de esto es la caridad, y sólo ella, la que nos
libra. Nos libra del peligro de reaccionar impulsivamente, de decir y hacer
cosas que no están bien; y sobre todo
nos libra del peligro mortal de la ira
acumulada, «alimentada» dentro de ti,
que te hace llevar cuentas del mal recibido. No. Esto no es aceptable en un
hombre de Iglesia. Aunque es posible
entender un enfado momentáneo que
pasa rápido, no así el rencor. Que Dios
nos proteja y libre de ello.
La caridad, añade el Apóstol, «no se
alegra de la injusticia, sino que goza con
la verdad». El que está llamado al servicio de gobierno en la Iglesia debe tener
un fuerte sentido de la justicia, de modo que no acepte ninguna injusticia, ni
siquiera la que podría ser beneficiosa
para él o para la Iglesia. Al mismo
tiempo, «goza con la verdad»: ¡Qué
hermosa es esta expresión! El hombre
de Dios es aquel que está fascinado por
la verdad y la encuentra plenamente en
la Palabra y en la carne de Jesucristo.
Él es la fuente inagotable de nuestra
alegría. Que el Pueblo de Dios vea
siempre en nosotros la firme denuncia
de la injusticia y el servicio alegre de la
verdad.
Por último, la caridad «disculpa sin
límites, cree sin límites, espera sin límites,
aguanta sin límites». Aquí hay, en cuatro palabras, todo un programa de vida
espiritual y pastoral. El amor de Cristo,
derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo, nos permite vivir así,
ser así: personas capaces de perdonar
siempre; de dar siempre confianza, porque estamos llenos de fe en Dios; capaces de infundir siempre esperanza, porque estamos llenos de esperanza en
Dios; personas que saben soportar con
paciencia toda situación y a todo hermano y hermana, en unión con Jesús,
que llevó con amor el peso de todos
nuestros pecados.
Queridos hermanos, todo esto no
viene de nosotros, sino de Dios. Dios es
amor y lleva a cabo todo esto si somos
dóciles a la acción de su Santo Espíritu. Por tanto, así es como tenemos que
ser: incardinados y dóciles. Cuanto más
incardinados estamos en la Iglesia que
está en Roma, más dóciles tenemos que
ser al Espíritu, para que la caridad pueda dar forma y sentido a todo lo que
somos y hacemos. Incardinados en la
Iglesia que preside en la caridad, dóciles al Espíritu Santo que derrama en
nuestros corazones el amor de Dios (cf.
Rm 5, 5). Que así sea.
C
Un ri
RE ROMANO
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Durante la misa con los nuevos cardenales el Santo Padre recuerda que la Iglesia no debe marginar sino reintegrar
En la encrucijada de dos lógicas
Fiesta de rojo púrpura, con reflejos y rasgos de varios
colores según la vestimenta, las banderas, las etnias, las
lenguas de la variada asamblea reunida en San Pedro.
Europeos, latinoamericanos, africanos, habitantes de las
islas del Pacífico: todos juntos para participar en la misa
con diecinueve de los veinte cardenales creados por el
Papa Francisco en el consistorio del sábado. Alrededor de
la Eucaristía presidida por el Pontífice el domingo 15 de
febrero, por la mañana, había 135 purpurados —entre
«Señor, si quieres, puedes limpiarme...». Jesús, sintiendo lástima; extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio» (cf. Mc 1, 40-41). La
compasión de Jesús. Ese padecer con
que lo acercaba a cada persona que sufre. Jesús, se da completamente, se involucra en el dolor y la necesidad de la
gente... simplemente, porque Él sabe y
quiere padecer con, porque tiene un corazón que no se avergüenza de tener
compasión.
«No podía entrar abiertamente en
ningún pueblo; se quedaba fuera, en
lugares solitarios» (Mc 1, 45). Esto significa que, además de curar al leproso,
Jesús ha tomado sobre sí la marginación que la ley de Moisés imponía (cf.
Lv 13, 1-2. 45-46). Jesús no tiene miedo
del riesgo que supone asumir el sufrimiento de otro, pero paga el precio con
todas las consecuencias (cf. Is 53, 4).
La compasión lleva a Jesús a actuar
concretamente: a reintegrar al marginado. Y éstos son los tres conceptos claves que la Iglesia nos propone hoy en
la liturgia de la palabra: la compasión de
Jesús ante la marginación y su voluntad
de integración.
ellos Sodano, decano del Colegio, y Parolin, secretario de
Estado— con numerosos arzobispos, obispos, prelados,
sacerdotes, religiosos y laicos, quienes participaron en el
rito celebrado en varias lenguas: el Evangelio de Marcos
fue proclamado en latín, la primera lectura en español, la
segunda en portugués. En la oración de los fieles se
elevaron intenciones en vietnamita por la Iglesia, en
inglés por los cardenales, en chino por los legisladores y
los gobernantes, en francés por los cristianos perseguidos y
Marginación: Moisés, tratando jurídicamente la cuestión de los leprosos, pide que sean alejados y marginados por
la comunidad, mientras dure su mal, y
los declara: «Impuros» (cf. Lv 13, 12.45.46).
Con la presencia de Benedicto XVI
ito rico de símbolos
Juraron fidelidad y obediencia al Pontífice así como a sus sucesores, después uno por uno subió al altar de la Confesión y arrodillándose ante el
Papa Francisco recibieron de sus manos las insignias cardenalicias: fue este el momento más significativo del consistorio ordinario público para la
creación de veinte cardenales, que se llevó a cabo el sábado 14 de febrero,
por la mañana, en la basílica vaticana. A la cita faltaba el colombiano José de Jesús Pimiento Rodríguez, arzobispo emérito de Manizales, que
dentro de cuatro días cumplirá 96 años; recibirá la birreta en los próximos días en su tierra natal.
A los pies del altar, junto a los purpurados del orden de los obispos, se
encontraba Benedicto XVI. Una presencia significativa, como ya había sucedido en el consistorio de febrero de 2014, que fue recibida con un prolongado aplauso. Y el Papa Francisco, al término de la procesión de ingreso a la basílica, se acercó a su predecesor y lo saludó, repitiendo el
gesto al final del rito.
Al inicio el prefecto del Tribunal supremo de la Signatura apostólica
Dominique Mamberti —primero de los nuevos cardenales— dirigió al
Pontífice un saludo en nombre de los presentes. Después todos juntos renovaron la profesión de fe. A la fórmula del juramento le siguió la entrega del anillo y de la bula de asignación de la diaconía o del título, que
representa la participación en la solicitud pastoral del obispo de Roma
por su diócesis. Ante los dos cardenales diáconos con más de ochenta
años, Luigi De Magistris y Karl Joseph Rauber, el Papa Francisco se puso de pie. La universalidad de la Iglesia estuvo representada por las distintas zonas geográficas de las que provienen los nuevos cardenales: siete
de Europa (de los cuales tres son de Italia), cinco del continente americano, tres de África, tres de Asia y dos de Oceanía. El más joven es el obispo de Tonga, Soane Patita Piani Mafi, quien nació en 1961.
En el rito estuvieron presentes más de cien purpurados que en los días
pasados habían participado en el consistorio extraordinario. Entre ellos el
decano del Colegio cardenalicio Angelo Sodano y el secretario de Estado
Pietro Parolin. Al término de la celebración, el Papa se dirigió a la capilla
de la Piedad para recibir el saludo de los jefes de las delegaciones oficiales.
en birmano por los pobres, los que sufren y las víctimas
del odio. Los cantos estuvieron a cargo del coro de la
Capilla Sixtina apoyados por el coro guía. Prestaron
servicio en el altar los Legionarios de Cristo.
Junto al Cuerpo diplomático acreditato ante la Santa
Sede estuvieron presentes, entre otros, los arzobispos
Becciu, sustituto, y Gallagher, secretario para las
Relaciones con los Estados, y monseñor Bettencourt, jefe
del Protocolo.
Imaginad cuánto sufrimiento y cuánta vergüenza debía de sentir un leproso: físicamente, socialmente, psicológicamente y espiritualmente. No es sólo
víctima de una enfermedad, sino que
también se siente culpable, castigado
por sus pecados. Es un muerto viviente, como «si su padre le hubiera escupido en la cara» (Nm 12, 14).
Además, el leproso infunde miedo,
desprecio, disgusto y por esto viene
abandonado por los propios familiares,
evitado por las otras personas, marginado por la sociedad, es más, la misma
sociedad lo expulsa y lo fuerza a vivir
en lugares alejados de los sanos, lo excluye. Y esto hasta el punto de que si
un individuo sano se hubiese acercado
a un leproso, habría sido severamente
castigado y, muchas veces, tratado, a su
vez, como un leproso.
Es verdad, la finalidad de esa normativa era la de salvar a los sanos, proteger
a los justos y, para salvaguardarlos de
todo riesgo, marginar el peligro, tratando sin piedad al contagiado. De aquí,
que el Sumo Sacerdote Caifás exclamase: «Conviene que uno muera por el
pueblo, y que no perezca la nación entera» (Jn 11, 50).
Integración: Jesús revoluciona y sacude fuertemente aquella mentalidad cerrada por el miedo y recluida en los
prejuicios. Él, sin embargo, no deroga
la Ley de Moisés, sino que la lleva a
plenitud (cf. Mt 5, 17), declarando, por
ejemplo, la ineficacia contraproducente
de la ley del talión; declarando que
Dios no se complace en la observancia
del Sábado que desprecia al hombre y
lo condena; o cuando ante la mujer pecadora, no la condena, sino que la salva de la intransigencia de aquellos que
estaban ya preparados para lapidarla
sin piedad, pretendiendo aplicar la Ley
de Moisés. Jesús revoluciona también
las conciencias en el Discurso de la
montaña (cf. Mt 5) abriendo nuevos
horizontes para la humanidad y revelando
plenamente la lógica
de Dios. La lógica del
amor que no se basa
en el miedo sino en la
libertad, en la caridad,
en el sano celo y en el
deseo
salvífico
de
Dios, Nuestro Salvador, «que quiere que
todos se salven y lleguen al conocimiento
de la verdad» (1 Tm 2,
4). «Quiero misericordia y no sacrificio»
(Mt 12, 7; Os 6, 6).
Jesús, nuevo Moisés, ha querido curar
al leproso, ha querido
tocarlo, ha querido
reintegrarlo en la comunidad, sin autolimitarse por los prejuicios; sin adecuarse a la
mentalidad dominante de la gente; sin
preocuparse para nada del contagio. Jesús responde a la súplica del leproso
sin dilación y sin los consabidos aplazamientos para estudiar la situación y
todas sus eventuales consecuencias. Para Jesús lo que cuenta, sobre todo, es
alcanzar y salvar a los lejanos, curar las
heridas de los enfermos, reintegrar a todos en la familia de Dios. Y eso escandaliza a algunos.
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El único título
de honor
VIENE DE LA PÁGINA 1
la quiso el Pontífice en coherencia
con las indicaciones que surgieron
durante la última sede vacante. A
ellos y a todos los fieles el Papa
Francisco recordó la esencia del
Evangelio: «Para Jesús lo que cuenta, sobre todo, es alcanzar y salvar a
los lejanos, curar las heridas de los
enfermos, reintegrar a todos en la familia de Dios».
Esto había dicho el arzobispo
Bergoglio a sus hermanos reunidos
en Roma para elegir allí al obispo y
esto repitió hoy a los nuevos cardenales: hay que «salir del propio recinto para ir a buscar a los lejanos
en las «periferias» esenciales de la
existencia», venciendo la siempre
presente tentación del hermano mayor descrita en la parábola evangélica del hijo pródigo, perdonado por
la misericordia paterna. Sabiendo
que el único título de honor del cristiano es la disponibilidad para servir
a los demás.
L’OSSERVATORE ROMANO
página 12
En la encrucijada
de dos lógicas
Durante el Ángelus la reflexión sobre la curación del leproso
Miedo de tocar
Cuando se hace el bien a alguien
no hay que tener miedo de mirarlo
a los ojos y tocarlo, así como hizo
Jesús con el leproso curado: lo
recomendó el Papa en el Ángelus
del domingo 15 de febrero, en la
plaza de San Pedro.
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
En estos domingos el evangelista san Marcos nos está relatando la acción de Jesús contra todo
tipo de mal, en beneficio de los
que sufren en el cuerpo y en el
espíritu: endemoniados, enfermos, pecadores... Él se presenta
como aquel que combate y vence
el mal donde sea que lo encuentre. En el Evangelio de hoy (cf.
Mc 1, 40-45) esta lucha suya
afronta un caso emblemático,
porque el enfermo es un leproso.
La lepra es una enfermedad contagiosa que no tiene piedad, que
desfigura a la persona, y que era
símbolo de impureza: el leproso
tenía que estar fuera de los centros habitados e indicar su presencia a los que pasaban. Era
marginado por la comunidad civil y religiosa. Era como un
muerto ambulante.
El episodio de la curación del
leproso tiene lugar en tres breves
pasos: la invocación del enfermo,
la respuesta de Jesús y las consecuencias de la curación prodigiosa. El leproso suplica a Jesús «de
rodillas» y le dice: «Si quieres,
puedes limpiarme» (v. 40). Ante
esta oración humilde y confiada,
Jesús reacciona con una actitud
profunda de su espíritu: la compasión. Y «compasión» es una
palabra muy profunda: compasión significa «padecer-con-el
otro». El corazón de Cristo manifiesta la compasión paterna de
Dios por ese hombre, acercándose a él y tocándolo. Y este detalle
es muy importante. Jesús «extendió la mano y lo tocó... la lepra se
le quitó inmediatamente y quedó
limpio» (v. 41-42). La misericordia de Dios supera toda barrera
y la mano de Jesús tocó al leproso. Él no toma distancia de seguridad y no actúa delegando, sino
que se expone directamente al
contagio de nuestro mal; y precisamente así nuestro mal se convierte en el lugar del contacto:
Él, Jesús, toma de nosotros nues-
tra humanidad enferma y nosotros de Él su humanidad sana y
capaz de sanar. Esto sucede cada
vez que recibimos con fe un Sacramento: el Señor Jesús nos
«toca» y nos dona su gracia. En
este caso pensemos especialmente en el Sacramento de la Reconciliación, que nos cura de la lepra del pecado.
Una vez más el Evangelio nos
muestra lo que hace Dios ante
nuestro mal: Dios no viene a
«dar una lección» sobre el dolor;
no viene tampoco a eliminar del
mundo el sufrimiento y la muerte; viene más bien a cargar sobre
sí el peso de nuestra condición
humana, a conducirla hasta sus
últimas consecuencias, para liberarnos de modo radical y definitivo. Así Cristo combate los males y los sufrimientos del mundo:
haciéndose cargo de ellos y venciéndolos con la fuerza de la misericordia de Dios.
A nosotros, hoy, el Evangelio
de la curación del leproso nos dice que si queremos ser auténticos
discípulos de Jesús estamos llamados a llegar a ser, unidos a Él,
instrumentos de su amor misericordioso, superando todo tipo de
marginación. Para ser «imitadores de Cristo» (cf. 1 Cor 11, 1) ante un pobre o un enfermo, no tenemos que tener miedo de mirarlo a los ojos y de acercarnos con
ternura y compasión, y de tocarlo y abrazarlo. He pedido a menudo a las personas que ayudan
a los demás que lo hagan mirándolos a los ojos, que no tengan
miedo de tocarlos; que el gesto
de ayuda sea también un gesto
de comunicación: también nosotros tenemos necesidad de ser
acogidos por ellos. Un gesto de
ternura, un gesto de compasión...
Pero yo os pregunto: vosotros,
¿cuándo ayudáis a los demás, los
miráis a los ojos? ¿Los acogéis
sin miedo de tocarlos? ¿Los acogéis con ternura? Pensad en esto:
¿cómo ayudáis? A distancia, ¿o
con ternura, con cercanía? Si el
mal es contagioso, lo es también
el bien. Por lo tanto, es necesario
que el bien abunde en nosotros,
cada vez más. Dejémonos contagiar por el bien y contagiemos el
bien.
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viernes 20 de febrero de 2015, número 8
VIENE DE LA PÁGINA 11
Y Jesús no tiene miedo de este tipo
de escándalo. Él no piensa en las personas obtusas que se escandalizan incluso de una curación, que se escandalizan de cualquier apertura, a cualquier
paso que no entre en sus esquemas
mentales o espirituales, a cualquier caricia o ternura que no corresponda a
su forma de pensar y a su pureza ritualista. Él ha querido integrar a los
marginados, salvar a los que están fuera del campamento (cf. Jn 10).
Son dos lógicas de pensamiento y
de fe: el miedo de perder a los salvados y el deseo de salvar a los perdidos.
Hoy también nos encontramos en la
encrucijada de estas dos lógicas: a veces, la de los doctores de la ley, o sea,
alejarse del peligro apartándose de la
persona contagiada, y la lógica de
Dios que, con su misericordia, abraza
y acoge reintegrando y transfigurando
el mal en bien, la condena en salvación y la exclusión en anuncio.
Estas dos lógicas recorren toda la
historia de la Iglesia: marginar y reintegrar. San Pablo, dando cumplimiento
al mandamiento del Señor de llevar el
anuncio del Evangelio hasta los extremos confines de la tierra (cf. Mt 28,
19), escandalizó y encontró una fuerte
resistencia y una gran hostilidad sobre
todo de parte de aquellos que exigían
una incondicional observancia de la
Ley mosaica, incluso de parte de los
paganos convertidos. También san Pedro fue duramente criticado por la comunidad cuando entró en la casa de
Cornelio, el centurión pagano (cf. Hch
10).
El camino de la Iglesia, desde el
Concilio de Jerusalén en adelante, es
siempre el camino de Jesús, el de la
misericordia y de la integración. Esto
no quiere decir menospreciar los peligros o hacer entrar los lobos en el rebaño, sino acoger al hijo pródigo arrepentido; sanar con determinación y valor las heridas del pecado; actuar decididamente y no quedarse mirando de
forma pasiva el sufrimiento del mundo. El camino de la Iglesia es el de no
condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas
las personas que la piden con corazón
sincero; el camino de la Iglesia es precisamente el de salir del propio recinto
para ir a buscar a los lejanos en las
“periferias” esenciales de la existencia;
es el de adoptar integralmente la lógica de Dios; el de seguir al Maestro
que dice: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a
llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan» (Lc 5, 31-32).
Curando al leproso, Jesús no hace
ningún daño al que está sano, es más,
lo libra del miedo; no lo expone a un
peligro sino que le da un hermano; no
desprecia la Ley sino que valora al
hombre, para el cual Dios ha inspirado
la Ley. En efecto, Jesús libra a los sanos de la tentación del «hermano mayor» (cf. Lc 15, 11-32) y del peso de la
envidia y de la murmuración de los
trabajadores que han soportado el peso de la jornada y el calor (cf. Mt 20,
1-16).
En consecuencia: la caridad no puede
ser neutra, aséptica, indiferente, tibia o
imparcial. La caridad contagia, apasiona,
arriesga y compromete. Porque la caridad
verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita (cf. 1 Cor 13). La caridad es creativa en la búsqueda del lenguaje adecuado para comunicar con
aquellos que son considerados incurables y, por lo tanto, intocables. Encontrar el lenguaje justo... El contacto es
el auténtico lenguaje que transmite,
fue el lenguaje afectivo, el que proporcionó la curación al leproso. ¡Cuántas
curaciones podemos realizar y transmitir aprendiendo este lenguaje del contacto! Era un leproso y se ha hay convertido en mensajero del amor de
Dios. Dice el Evangelio: «Pero cuando
se fue, empezó a pregonar bien alto y
a divulgar el hecho» (Mc 1, 45).
Queridos nuevos Cardenales, ésta es
la lógica de Jesús, éste es el camino de
la Iglesia: no sólo acoger e integrar,
con valor evangélico, aquellos que llaman a la puerta, sino salir, ir a buscar,
sin prejuicios y sin miedos, a los lejanos, manifestándoles gratuitamente
aquello que también nosotros hemos
recibido gratuitamente. «Quien dice
que permanece en Él debe caminar como Él caminó» (1 Jn 2, 6). ¡La disponibilidad total para servir a los demás
es nuestro signo distintivo, es nuestro
único título de honor!
Pensadlo bien en estos días en los
que habéis recibido el título cardenalicio. En esta Eucaristía que nos reúne
entorno al altar, invocamos Invoquemos la intercesión de María, Madre de
la Iglesia, que sufrió en primera persona la marginación causada por las calumnias (cf. Jn 8, 41) y el exilio (cf.
Mt 2, 13-23), para que nos conceda el
ser siervos fieles de Dios. Ella, que es
la Madre, nos enseñe a no tener miedo
de acoger con ternura a los marginados; a no tener miedo de la ternura.
Cuántas veces tenemos miedo de la
ternura. Que Ella nos enseñe a no tener miedo de la ternura y de la compasión; nos revista de paciencia para
acompañarlos en su camino, sin buscar
los resultados del éxito mundano; nos
muestre a Jesús y nos haga caminar
como Él.
Queridos hermanos nuevos Cardenales, mirando a Jesús y a nuestra Madre María, os exhorto a servir a la
Iglesia, en modo tal que los cristianos
—edificados por nuestro testimonio—
no tengan la tentación de estar con Jesús sin querer estar con los marginados, aislándose en una casta que nada
tiene de auténticamente eclesial. Os invito a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada, por el motivo
que sea; a ver al Señor en cada persona excluida que tiene hambre, que tiene sed, que está desnuda; al Señor que
está presente también en aquellos que
han perdido la fe, o que, alejados, no
viven la propia fe, o que se declaran
ateos; al Señor que está en la cárcel,
que está enfermo, que no tiene trabajo,
que es perseguido; al Señor que está
en el leproso —de cuerpo o de alma—,
que está discriminado. No descubrimos al Señor, si no acogemos auténticamente al marginado. Recordemos
siempre la imagen de san Francisco
que no tuvo ha tenido miedo de abrazar al leproso y de acoger a aquellos
que sufren cualquier tipo de marginación. En realidad, queridos hermanos,
sobre el evangelio de los marginados,
se juega y se descubre y se revela nuestra credibilidad.
número 8, viernes 20 de febrero de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
página 13
Los cardenales creados por el Papa Francisco
Dominique Mamberti
prefecto del Tribunal supremo
de la Signatura apostólica
Después de ocho años como responsable del servicio diplomático de
la Santa Sede, el cardenal Dominique Mamberti ahora está llamado a
ocuparse de la administración de la
justicia en los tribunales eclesiásticos
de todo el mundo. El Papa Francisco lo nombró el pasado mes de noviembre prefecto del Tribunal supremo de la Signatura apostólica, cargo
que asumió a tiempo pleno a inicios
de este año.
Nació en Marrakech, en la archidiócesis de Rabat, en Marruecos, el
7 de marzo de 1952, de padres franceses que regresaron a su patria po-
co tiempo después de su nacimiento.
Estudió derecho en Estrasburgo y
cursó el post-grado en la Universidad de París II, donde obtuvo el diploma de estudios superiores de derecho público y de ciencias políticas.
Ingresó en el Pontificio seminario
francés de Roma, y recibió la ordenación sacerdotal el 20 de septiembre de 1981, incardinado en la diócesis de Ajaccio (Corsica). Tras ser llamado a la Pontificia Academia eclesiástica, continuó la formación en la
Pontificia Universidad Gregoriana,
donde se doctoró en derecho canónico.
Ingresó en el servicio diplomático
de la Santa Sede el 1 de marzo de
1986, y trabajó en las representaciones pontificias en Argelia, Chile, ante las Naciones Unidas en Nueva
York, en Líbano y en la Secretaría
de Estado, en la sección para las Relaciones con los Estados.
El 18 de mayo de 2002 Juan Pablo
II lo nombró arzobispo titular de Sagona y nuncio apostólico en Sudán
y delegado apostólico en Somalia.
Recibió la ordenación episcopal el 3
de julio sucesivo en la basílica de
San Pedro. El 19 de febrero de 2004
lo nombró también nuncio apostólico en Eritrea. El 15 de septiembre de
2006 Benedicto XVI lo llamó a la Secretaría de Estado para desempeñar
el cargo de secretario para las Relaciones con los Estados, y en esa misión lo confirmó el Papa Francisco
el 31 de agosto de 2013.
El 8 de noviembre de 2014 fue
nombrado prefecto del Tribunal supremo de la Signatura apostólica,
pero continuó su servicio en la Sección para las Relaciones con los Estados hasta mediados de enero de
2015.
Publicamos las biografías de los veinte purpurados creados por el Papa
Francisco durante el consistorio ordinario público que tuvo lugar el 14 de
febrero, por la mañana, en la basílica vaticana. El orden seguido es el que
dio el Pontífice durante el Ángelus del domingo 4 de enero.
José Macário
do Nascimento Clemente
patriarca di Lisboa
(Portugal)
Historiador de la Iglesia, experto
en pastoral en los contextos urbanos
occidentales de antigua tradición católica necesitados de una nueva
evangelización: el cardenal portugués Manuel José Macário do Nascimento Clemente supo unir el estudio de los orígenes del cristianismo
lusitano a un ministerio caracterizado por una presencia activa en las
dos ciudades más grandes del país,
Oporto y Lisboa.
Nació en Torres Vedras, en el patriarcado de Lisboa, el 16 de julio de
1948. Tras estudiar historia general
en la facultad de letras de la Universidad de Lisboa, ingresó en el seminario patriarcal. Obtuvo la licenciatura en teología y el doctorado con
especialización en teología histórica
en la Universidad católica portuguesa. Recibió la ordenación sacerdotal
el 29 de junio de 1979, incardinado
en el patriarcado de Lisboa.
Inició su ministerio como colaborador parroquial y formador en el
seminario mayor donde, más tarde,
fue, sucesivamente, vicerrector y rector, en 1997. Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Pinhel y auxiliar de Lisboa el 6 de noviembre de
1999; recibió la ordenación episcopal
el 22 de enero de 2000. Al año siguiente comenzó a dirigir el Centro
de estudios de historia religiosa del
ateneo católico portugués. Y el 11 de
abril de 2002 pasó a ser promotor de
la pastoral de la cultura en la Conferencia episcopal nacional, donde, de
2005 a 2011, presidió la comisión para la cultura, los bienes culturales y
las comunicaciones sociales.
Benedicto XVI, el 22 de febrero de
2007, lo trasladó a la sede de Oporto. En 2010 lanzó la misión especial
para la nueva evangelización de la
diócesis, una realidad territorial de
más de dos millones de personas.
En 2011 fue elegido vicepresidente
de la Conferencia episcopal portuguesa y nombrado miembro del
Consejo pontificio para las comunicaciones sociales. En octubre de
2012 participó en el Sínodo para la
nueva evangelización, donde fue
miembro de la comisión para la información.
El 18 de mayo de 2013 el Papa
Francisco lo promovió como decimoséptimo patriarca de Lisboa. Y el
19 de junio fue elegido presidente de
la Conferencia episcopal portuguesa.
También en la capital portuguesa
propuso un estilo pastoral de cercanía y de apertura. En enero de 2014,
como conclusión de la semana ecuménica, firmó junto a ortodoxos, anglicanos, presbiterianios y metodistas
una declaración de mutuo reconocimiento del sacramento del bautismo.
En octubre participó en el Sínodo
extraordinario sobre la familia que
tuvo lugar en el Vaticano. En enero
de 2015 inauguró la iniciativa «Escutar a cidade» («Escuchar la ciudad») promovida por veintisiete entre comunidades, movimientos, organizaciones y grupos católicos portugueses integrantes del sínodo diocesano, lanzado algunas semanas antes
y que concluirá en noviembre de
2016 coincidiendo con el tercer centenario de la bula pontificia «In supremo apostolatus solio», con la que
Clemente XI, el 7 de noviembre de
1716, elevó la archidiócesis de Lisboa
al rango de patriarcado.
Berhaneyesus Demerew
Souraphiel
arzobispo de Addis Abeba
(Etiopía)
Experimentó la persecución y la
cárcel por la fe el cardenal Berhaneyesus Demerew Souraphiel, arzobispo de Addis Abeba. Es el segundo
etíope que recibe la púrpura después
de Paulos Tzadua. En más de una
ocasión denunció los dramas que
afligen el Cuerno de África: guerras,
carestías provocadas por la sequía,
Títulos y diaconías de los purpurados
D OMINIQUE MAMBERTI, diaconía de Santo Espíritu en Sassia.
MANUEL JOSÉ MACÁRIO DO
NASCIMENTO CLEMENTE, título
de San Antonio en Campo Marzio.
DEMEREW
BERHANEYESUS
SOURAPHIEL, C.M., título de San
Romano Mártir.
JOHN ATCHERLEY DEW, título
de San Hipólito.
ED OARD O MENICHELLI, título
de los Sagrados Corazones de Jesús y María en Tor Fiorenza.
PIERRE NGUYÊN VĂN NHON,
título de Santo Tomás Apóstol.
ALBERTO SUÁREZ INDA, título
de San Policarpo.
CHARLES MAUNG BO, S.D.B., título de San Ireneo en Centocelle.
FRANCIS XAVIER KRIENGSAK
KOVITHAVANIJ, título de Santa
María Dolorosa.
FRANCESCO MONTENEGRO, título de San Andrés y San Gregorio en el Monte Celio.
DANIEL FERNAND O STURLA
BERHOUET, S.D.B., título de Santa
Galla.
RICARD O BLÁZQUEZ PÉREZ, título de Santa María en Vallicella.
JOSÉ LUIS LACUNZA MAESTROtítulo de San José
de Cupertino.
JUÁN, O.A .R.,
ARLIND O GOMES FURTAD O, título de San Timoteo.
SOANE PATITA PAINI MAFI, título de Santa Paula Romana.
JESÚS PIMIENTO ROtítulo de San Juan Crisóstomo en Monte Sacro Alto.
JOSÉ
DE
DRÍGUEZ,
LUIGI DE MAGISTRIS, diaconía
de los Santísimos Nombres de Jesús y María en Via Lata.
KARL-JOSEF RAUBER, diaconía
de San Antonio de Padua en la
Circunvalación Apia.
LUIS HÉCTOR VILLALBA, título
de San Jerónimo en el Corviale.
JÚLIO DUARTE LANGA, título
de San Gabriel de la Dolorosa.
tráfico de seres humanos, migraciones de masa.
Nació el 14 de julio de 1948 en
Tcheleleka, en el vicariato apostólico
de Harar, en una familia de ocho
hijos. En 1963 ingresó en el seminario menor de los padres lazaristas en
Addis Abeba; y en 1968 pasó al seminario mayor San Kaleb, también
en la capital, donde cursó sus estudios en la Universidad Haileselassie
I. De 1970 a 1974 estudió en el «Missionary institute» de Londres y en el
«King’s College» de la Universidad
de Londres.
Recibidó la ordenación sacerdotal
en Addis Abeba el 4 de julio de 1976
en la Congregación de la misión (lazaristas), y partió voluntariamente a
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L’OSSERVATORE ROMANO
viernes 20 de febrero de 2015, número 8
Los nuevos purpurados
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la región sudoeste del país. En junio
de 1979 fue arrestado durante siete
meses durante la persecución militar
iniciada por el gobierno comunista
del dictador Menghistu Hailé Mariàm. Tras su liberación, en 1980
completó la formación en Roma en
la Pontificia Universidad Gregoriana, donde se doctoró en sociología.
Al regresar a Addis Abeba en
1983, desempeñó su ministerio en
una parroquia y al mismo tiempo
era responsable del noviciado lazarista y profesor en el instituto filosófico y teológico San Francisco de la
capital. En 1991 pasó a ser superior
de la comunidad lazarista local y fue
nombrado también vicario episcopal
del vicario apostólico de Nekemte.
Con la erección de la prefectura
apostólica de Jimma-Bonga el 10 de
junio de 1994, pasó a ser el primer
prefecto apostólico. El 7 de noviembre de 1997 Juan Pablo II lo nombró
obispo titular de Bita y auxiliar de
Addis Abeba; recibió la ordenación
episcopal el 25 de enero de 1998.
El 16 de junio de 1999, tras la renuncia del cardenal Tzadua a la sede
de Addis Abeba, fue nombrado administrador «sede vacante» de dicha
archieparquía y el sucesivo 7 de julio
fue promovido a arzobispo metropolitano de Addis Abeba. Al mismo
tiempo fue elegido presidente de la
Conferencia episcopal de Etiopía y
Eritrea, mientras que desde 1998 preside también el Consejo de la Iglesia
etiópica. Y desde el año 2000 es representante oficial de la Iglesia católica ante el Gobierno y las organizaciones internacionales en Etiopía.
En calidad de presidente del episcopado de su país participó en la
tercera asamblea extraordinaria del
Sínodo de los obispos sobre la familia en octubre pasado.
John Atcherley Dew
arzobispo de Wellington
(Nueva Zelanda)
Desde hace diez años es el pastor
de la capital ubicada más al sur del
mundo: el cardenal neozelandés John Atcherley Dew, arzobispo de Wellington, es también una de las voces
más autorizadas del episcopado de
Oceanía, que guió de 2010 a 2014 en
calidad de presidente de la Federación de las conferencias de los obispos
católicos
del
continente
(FCBCO). Es el cuarto neozelandés
en la historia del país que recibe la
púrpura.
Nació el 5 de mayo de 1948 en
Waipawa (entonces archidiócesis de
Wellington, actualmente diócesis de
Palmerston North). En el seminario
«Holy Name» de Christchurch cursó los estudios filosóficos y en el
«Holy Cross» de Mosgiel los teológicos. Completó la formación bíblica
en el Instituto San Anselmo en
Kent, Reino Unido.
Recibió la ordenación sacerdotal
el 9 de mayo de 1976 en Waipukurau. Inició su ministerio pastoral en
una parroquia de Upper Hutt hasta
1979, luego marchó como párroco
misionero a la diócesis de Rarotonga, en las Islas Cook, donde permaneció hasta 1982. De regreso a su
diócesis de origen desempeñó diversos cargos.
Juan Pablo II lo nombró obispo
titular de Privata y auxiliar de Wellington el 1 de abril de 1995; recibió
la ordenación episcopal el 31 de mayo sucesivo. El mismo Papa lo promovió a arzobispo coadjutor de Wellington el 29 de abril de 2004; pasó
a ser arzobispo de dicha sede el 21
de marzo de 2005. El sucesivo 1 de
abril fue nombrado también Ordinario militar para Nueva Zelanda.
El 30 de octubre de 2009 fue elegido presidente de la Conferencia
episcopal neozelandesa, un país con
menos de 4 millones y medio de habitantes —de los cuales sólo el 15 por
ciento son católicos— y cuenta con
sólo seis diócesis. Al año siguiente
fue elegido también presidente de la
FCBCO, que dirigió hasta 2014.
Edoardo Menichelli
arzobispo de Ancona-Ósimo
(Italia)
Más de veinte años de ministerio
episcopal en dos archidiócesis de
Italia central, precedidos por un largo servicio en la Curia romana: se
puede resumir así la experiencia del
cardenal Edoardo Menichelli, arzobispo de Ancona-Ósimo.
Nació en Serripola di San Severino Marche, en la provincia de Macerata, el 14 de octubre de 1939. Tras
iniciar sus estudios en el seminario
de San Severino Marche (la diócesis
de origen que en 1986 se unió a la
archidiócesis de Camerino con la denominación de Camerino - San Severino Marche) y cursar la filosofía y
la teología en el Pontificio seminario
regional Pío XI de Fano, se trasladó
a Roma, donde se licenció teología
pastoral en la Pontificia Universidad
Lateranense.
Recibió la ordenación sacerdotal
el 3 de julio de 1965, y durante tres
años desempeñó su ministerio en su
diócesis. En 1968 fue llamado a
prestar servicio en la Santa Sede,
donde permaneció veintiséis años,
hasta 1991, trabajando como oficial
del Tribunal supremo de la Signatura apostólica y luego en la Congregación para las Iglesias orientales.
Juan Pablo II, el 10 de junio de
1994, lo nombró arzobispo de Chieti-Vasto; recibió la ordenación sacerdotal el 9 de julio sucesivo.
Durante su ministerio episcopal
en Chieti-Vasto trabajó sobre todo
por relanzar la vida pastoral, sin
descuidar una atención especial a la
reforma económica-administrativa de
la archidiócesis. Diez años después,
el 8 de enero de 2004, Benedicto XVI
lo trasladó a la sede metropolitana
de Ancona-Ósimo.
El 11 de septiembre de 2011 acogió
a Benedicto XVI en la visita pastoral
a Ancona, con ocasión de la misa
conclusiva del 25° Congreso eucarístico nacional italiano.
En la Conferencia episcopal italiana es miembro de la comisión para
la educación, la escuela y la universidad.
Pierre Nguyên Văn Nhon
arzobispo de Hanoi
(Vietnam)
Pastor de la capital de uno de los
países asiáticos de mayor y consistente presencia católica, el vietnamita Pierre Nguyên Văn Nhon.
Nació el 1 de abril de 1938 en Đà
Lat y creció en una familia católica.
A los once años ingresó en el seminario menor de Saigon (hoy ThanPhô Hô Chí Minh, Hôchiminh Ville) y luego pasó al Pontificio Colegio San Pío X en Đà Lat para los estudios filosóficos y teológicos.
Recibidó la ordenación sacerdotal
el 21 de diciembre de 1967. Desempeñó su ministerio como profesor en
el seminario menor de Đà Lat, rector
del seminario mayor, párroco de la
catedral, decano del decanato de Đà
Lat y vicario general de la diócesis.
Juan Pablo II, el 19 de octubre de
1991, lo nombró obispo coadjutor de
la diócesis; recibió la ordenación
episcopal el 3 de diciembre sucesivo.
El 23 de marzo de 1994 pasó a ser
obispo de Đà Lat. Durante ese período, en la Conferencia episcopal
vietnamita (CEVN) presidió la comisión para los laicos y fue subsecretario general de la misma de 1998 a
2001; y en 2007 fue elegido presidente, cargo que desempeñó durante
dos mandatos. Se distiguió por la
solicitud pastoral demostrada ante
los cambios de la sociedad vietnamita provocados por una recesión económica que despobló las zonas rurales, amontonando a los ex campesinos en las periferias urbanas, entre
los cuales había muchos cristianos.
Y cuando a finales de 2007, tras
años de relativos progresos, las relaciones entre autoridades civiles y algunos sectores de la Iglesia local llegaron a ser tensas, eligió siempre la
línea del diálogo.
Benedicto XVI lo promovió a arzobispo coadjutor de Hanoi el 22 de
abril de 2010, y pocos días después,
el 13 de mayo, pasó a ser arzobispo
de dicha sede. En esos años de su
ministerio episcopal continuó trabajando en la búsqueda del diálogo a
través de la siembra diaria del Evangelio, incluso sin dejar de denunciar
injusticias que perjudicaban a las comunidades católicas.
Alberto Suárez Inda
arzobispo de Morelia
(México)
Un pastor de frontera llamado a
trabajar en un contexto social marcado por la expansión de la criminalidad vinculada sobre todo con el
narcotráfico. El cardenal mexicano
Alberto Suárez Inda desde hace
veinte años es arzobispo de Morelia,
capital del Estado de Michoacán,
ciudad ensangrentada a menudo por
una violencia que sólo en 2014 provocó mil homicidios y no evitó ataques a la Iglesia: en los últimos
quince años cinco sacerdotes fueron
asesinados. Numerosos sus llamamientos a la pacificación y sus invitaciones a abandonar los deseos de
venganza y de muere.
Nació en Celaya el 30 de enero de
1939, es el undécimo y último hijo
de una familia profundamente cristiana. Ingresó en el seminario de
Morelia, donde cursó los estudios
humanísticos. Luego, de 1958 a 1965,
estudió en Roma como alumno del
Colegio Pío latinoamericano.
Recibió la ordenación sacerdotal
el 8 de agosto de 1964 en Celaya.
Inició su ministerio pastoral como
vicario parroquial en San José de
Morelia y en la basílica de Pátzcuaro. Luego le encomendaron ser profesor de algunas materias en el seminario diocesano: introducción a la
Sagrada Escritura, liturgia e historia
número 8, viernes 20 de febrero de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
de la salvación. Más tarde lo nombraron primer párroco de la nueva
comunidad de la Asunción de María, en su ciudad natal de Celaya.
Con la creación de la homónima
diócesis, en 1974 fue nombrado rector del seminario menor, misión que
desempeñó hasta 1985.
Juan Pablo II, el 5 de noviembre
de 1985, lo nombró obispo de Tacámbaro; recibió la ordenación episcopal el 20 de diciembre sucesivo. El
mismo Papa lo promovió a arzobispo de Morelia el 20 de enero de
1995.
En los veinte años de gobierno
pastoral promovió la creación de la
nueva diócesis de Irapuato, formada
con territorio desmembrado de la arquidiócesis de Morelia y de la de
León, instituyó más de 40 nuevas
parroquias y ordenó casi 300 sacerdotes y cuatro obispos. Además realizó tres visitas pastorales, presidió
ocho asambleas diocesanas y promovió tres proyectos diocesanos de pastoral.
En el ámbito de la Conferencia
episcopal mexicana (CEM) ha sido
responsable del sustentamiento social del clero y presidente de la comisión del clero, que instituyó a los
responsables diocesanos para la formación permanente de los sacerdotes. Más tarde, y durante dos trienios, fue vicepresidente de dicha
Conferencia episcopal y responsable
de la comisión para la creación de
nuevas diócesis. Actualmente es responsable de la pastoral educativa.
En el Consejo episcopal latinoamericano (CELAM) fue miembro del
departamento de vocaciones y ministerios y participó en la cuarta Conferencia del episcopado latinoamericano en Santo Domingo en 1992.
Por mandato de la Santa Sede
realizó la visita apostólica a varios
seminarios de México y de América
Central.
Los cardenales
creados por el Santo Padre
Charles Maung Bo
arzobispo de Yangon
(Myanmar)
Firme defensor del diálogo entre
los pueblos y las religiones, concretamente comprometido en la promoción de la paz, la reconciliación y la
justicia en un país cuya historia, incluso reciente, está marcada por la
dictatura y por los enfrentamientos
étnicos. Charles Maung Bo es el primer cardenal de Myanmar, país que
recién ha celebrado el quinto centenario de la evangelización y en el
cual la Iglesia, incluso siendo una
presencia numéricamente exigua,
siempre ha dado testimonio de fe en
medio de las persecuciones.
Nació el 29 de octubre de 1948 en
Monhla, en la archidiócesis de Mandalay, en el corazón del país asiático.
Tras quedar huérfano de padre
cuando sólo tenía dos años, fue encomendado a los cuidados de los salesianos de Mandalay y bajo la luz
del carisma de don Bosco recibió toda su formación, en especial los estudios realizados de 1962 a 1976 en
el aspirantado salesiano Nazaret de
Anikasan en Pyin Oo Lwin.
Tras ser ordenado sacerdote salesiano en Lashio el 9 de abril de 1976,
le encomendaron su primer tarea
pastoral como párroco. Luego fue
formador en el seminario de Anisakan y en 1985 le confiaron —por un
año como administrador apostólico
y después, hasta 1990, como prefecto
apostólico— la prefectura de Lashio,
en el atormentado Estado de Shan.
Y cuando el 7 de julio de 1990 fue
elevada a la categoría de diócesis,
pasó a ser el primer obispo; recibió
la ordenación episcopal el 16 de diciembre sucesivo.
Juan Pablo II, el 13 de marzo de
1996, lo trasladó a la diócesis de Pathein y luego, en 2002, lo nombró
administrador apostólico de la archidiócesis de Mandalay.
El 15 de mayo de 2003 el mismo
Papa lo promovió a arzobispo de
Yangon, la más grande ciudad birmana y, en ese período, capital de la
nación.
Actualmente desempeña diversos
cargos a nivel nacional y continental
en la Conferencia episcopal de
Myanmar y en la Federación de las
conferencias episcopales de Asia.
Francis Xavier
Kriengsak Kovithavanij
arzobispo de Bangkok
(Tailandia)
Promotor del diálogo con las religiones en el sureste asiático, en especial con la mayoría budista de su
país, el cardenal Francis Xavier
Kriengsak Kovithavanij, arzobispo
de Bangkok, es el segundo tailandés
que recibe la púrpura en la historia
de esta comunidad. Firmemente
convencido del papel fundamental
de los líderes religiosos en la construcción de sociedades pacíficas y armoniosas, en más de una ocasión
elevó la voz contra la corrupción
que a menudo paraliza la vida y la
economía de su nación. Cree en la
importancia de la educación y consi-
dera indispensable el compromiso de
la Iglesia en ese ámbito.
Nació el 27 de junio de 1949 en
Ban Rak, archidiócesis de Bangkok.
Inició los estudios eclesiásticos en el
seminario de San José en Sampran,
luego, en Roma, recibió la formación filosófica y teológica en la Pontificia Universidad Urbaniana. Recibió la ordenación sacerdotal el 11 de
julio de 1976. Su primera misión
pastoral fue la de vicario parroquial,
luego lo nombraron vicerrector del
seminario menor de San José en
Sampran. En 1982 regresó a Roma
para cursar la especialización en espiritualidad en la Pontificia Universidad Gregoriana, y al regresar a su
patria fue durante seis años rector
del seminario intermedio Sagrada
Familia, en Nakhon Ratchasima, y
luego rector del seminario mayor nacional «Lux Mundi» en Sampran.
Además, fue subsecretario de la
Conferencia episcopal tailandesa.
Benedicto XVI lo nombró obispo
de Nakhon Sawan el 7 de marzo de
2007; recibió la ordenación episcopal
el 2 de junio sucesivo de manos del
primer purpurado tailandés, Michael
Michai Kitbunchu, su predecesor en
Bangkok.
El mismo Papa lo promovió a arzobispo de la capital el 14 de mayo
de 2009. Ese mismo año fue elegido
vicepresidente de la Conferencia
episcopal de Tailandia.
Ahora se prepara para celebrar el
año santo proclamado en este 2015
por la Iglesia tailandesa para conmemorar el 350° aniversario del primer
Sínodo de Ayutthaya (antigua capital del reino del Siam), que tuvo lugar en 1664 y lanzó las bases para la
presencia estable de la Iglesia en la
nación. En esta circunstancia se tiene también el primer Concilio plenario de la Iglesia católica en Tailandia, sobre el tema «Los discípulos
de Cristo viven la nueva evangelización», programado del 20 al 25 de
abril bajo la presidencia del arzobispo de Bangkok.
Francesco Montenegro
arzobispo de Agrigento
(Italia)
Son los más necesitados, sobre todo los inmigrantes, los destinatarios
privilegiados del ministerio pastoral
del cardenal Francesco Montenegro,
arzobispo de Agrigento. El purpurado siciliano ha sido por un quinquenio presidente de Cáritas nacional y
desde 2013 preside la comisión para
las inmigraciones en la Conferencia
episcopal italiana y en la fundación
Migrantes.
Nació en Messina el 22 de mayo
de 1946. Cursó los estudios eclesiásticos en el seminario diocesano de
su ciudad. Recibió la ordenación sacerdotal el 8 de agosto de 1969, y
durante dos años desempeñó su ministerio en el poblado UNRRA («United Nations relief and rehabilitation
administration»), un barrio periférico que toma el nombre de la administración de las Naciones Unidas
para la asistencia y la rehabilitación
de zonas destrozadas por la guerra.
Fue director de Cáritas diocesana,
y llegó a ser también delegado de
página 15
Cáritas regional y representante de
Cáritas nacional.
Juan Pablo II, el 18 de marzo de
2000, lo nombró obispo titular de
Aurusuliana y auxiliar de Messina.
Recibió la ordenación episcopal el
29 de abril sucesivo.
De 2003 a 2008 fue presidente de
Cáritas italiana. Y Benedicto XVI, el
23 de febrero de 2008, lo promovió
a arzobispo metropolitano de Agrigento. Desde el inicio de su ministerio en esta sede dirigió su obra por
senda de la comunión, la misión y la
formación, con atención especial a
las situaciones de marginalidad y de
pobreza.
Por la especial atención al fenómeno migratorio —una de las prioridades pastorales en una diócesis que
comprende en su territorio también
a Lampedusa y Linosa, metas continuas de llegada de inmigrates— lo
nombraron, el 24 de mayo de 2013,
presidente de la comisión episcopal
para las inmigraciones y presidente
de la Fundación «Migrantes».
El 8 de julio de 2013 recibió al Papa Francisco en Lampedusa en el
primer viaje del Pontificado.
Daniel Fernando
Sturla Berhouet
arzobispo de Montevideo
(Uruguay)
La apertura al diálogo y al encuentro es lo que caracteriza el estilo
pastoral del cardenal uruguayo Daniel Fernando Sturla Berhouet. Des-
de hace un año guía la arquidiócesis
de Montevideo —capital de un país
que desde inicios del siglo pasado
estableció la clara separación entre
Estado e Iglesia adoptando un caSIGUE EN LA PÁGINA 16
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L’OSSERVATORE ROMANO
viernes 20 de febrero de 2015, número 8
Los nuevos purpurados
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lendario laico— y está especialmente
atento al debate sobre laicismo y secularización, incluso a la luz de su
formación histórica y teológica.
Nació el 4 de julio de 1959, es el
segundo eclesiástico en la historia de
Uruguay que recibe la púrpura.
Atraído por el carisma de san
Juan Bosco, ingresó en el noviciado
de los salesianos de Montevideo.
Luego cursó sus estudios de filosofía
y ciencias de la educación en la capital del país. Tras un periodo de
práctica didáctica en los Talleres
Don Bosco, de 1984 a 1987 continuó
los estudios en teología en el Instituto Monseñor Mariano Soler, donde
algunos años más tarde obtuvo la licenciatura.
Recibió la ordenación sacerdotal
el 21 de noviembre de 1987.
Tras desempeñar diversas misiones
en la Sociedad Salesiana de San
Juan Bosco, fue también director del
aspirantado salesiano y maestro de
novicios. Además fue director del
Instituto
pre-universitario
Juan
XXIII.
En 2008 fue nombrado inspector
de la provincia salesiana de Uruguay, cargo que desempeñó hasta el
10 de diciembre de 2011, cuando Benedicto XVI lo nombró obispo titular
de Phelbes y auxiliar de Montevideo; recibió la ordenación episcopal
el 4 de marzo de 2012. El Papa
Francisco lo promovió a arzobispo
de Montevideo el 11 de febrero de
2014.
Ricardo Blázquez Pérez
arzobispo de Valladolid
(España)
Es una de las voces más representativas del episcopado español. El
cardenal Ricardo Blázquez Pérez actualmente preside por segunda vez
la Conferencia episcopal española
después del primer mandato que tuvo lugar del 2005 al 2008 y tras ha-
ber sido vicepresidente durante dos
trienios. De 72 años hijo de humildes agricultores de Villanueva del
Campillo, en la provincia de Ávila,
guía de la archidiócesis de Valladolid desde hace cuatro años.
Nació el 13 de abril de 1942 en Villanueva del Campillo, diócesis de
Ávila. A los trece años ingresó en el
seminario menor de Ávila, y en la
misma ciudad continuó la formación
en el seminario mayor. Recibió la or-
denación sacerdotal el 18 de febrero
de 1967. Se doctoró en teología en la
Pontificia Universidad Gregoriana
de Roma.
Durante los 21 años de ministerio
sacerdotal trabajó especialmente en
ámbito académico. Fue secretario del
Instituto teológico de Ávila, profesor, decano de la Facultad de teología y luego vicerrector de la Pontificia Universidad de Salamanca.
Juan Pablo II, el 8 de abril de
1988 lo nombró obispo titular de
Germa de Galazia y auxiliar de Santiago de Compostela; recibió la ordenación episcopal el 29 de mayo
sucesivo. El mismo Papa lo nombró
obispo de Palencia el 26 de mayo de
1992 y lo trasladó a la diócesis de
Bilbao el 8 de septiembre de 1995.
Del año 2000 al 2005 fue gran canciller de la Pontificia Universidad de
Salamanca.
En el seno de la Conferencia episcopal española desempeñó diversos
cargos, entre otros, formando parte
de la comisión para la doctrina de la
fe y de la comisión litúrgica. Luego
fue presidente de la comisión para la
doctrina de la fe y de la comisión de
las relaciones interconfesionales. En
2005 fue elegido presidente de dicha
Conferencia episcopal. Terminado el
mandato en 2008, durante dos trienios fue vicepresidente, hasta que el
12 de marzo de 2014 fue elegido
nuevamente presidente para el trienio 2014-2017.
Benedicto XVI lo promovió a la sede arzobispal de Valladolid el 13 de
marzo de 2010.
En 2011 participó en la decimotercera asamblea general ordinaria del
Sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización y en octubre pasado en la tercer asamblea general extraordinaria dedicada a la familia.
José Luis
Lacunza Maestrojuán
obispo de David
(Panamá)
Es agustino recoleto de origen español el primer cardenal de Panamá.
José Luis Lacunza Maestrojuán es
obispo de David desde 1999, la tercera ciudad del país. Es también el
primer cardenal en la historia de su
orden religiosa, cuya fundación se
remonta al 1588.
Nació en Pamplona, Navarra, el
24 de febrero de 1944. Ingresó en la
Orden de Agustinos Recoletos en
España. Inició los estudios eclesiásticos en el seminario de Nuestra Señora Valentuñana, en Sos del Rey
Católico, en la provincia de Zaragoza, y los continuó en el seminario
mayor de Pamplona. Recibió la ordenación sacerdotal el 13 de julio de
1969.
Tras ser profesor en el Colegio
Nuestra Señora del Buen Consejo
de Madrid, fue enviado a Panamá,
donde continuó los estudios y se licneció en filosofía y en historia en la
Universidad nacional de Panamá.
En su Orden religiosa desempeñó
diversos cargos en el ámbito académico, también fue elegido consejero
de la provincia agustina recoleta de
Centroamérica y Panamá y fue administrador de dicha provincia religiosa. Fue también rector de la Uni-
versidad católica Santa María la Antigua (USMA) en Panamá.
En la archidiócesis panameña fue
nombrado miembro del consejo
presbiteral y rector del seminario
mayor San José, además de ser vicario general y vicario episcopal para
la educación y para la capital.
Juan Pablo II, el 30 de diciembre
de 1985, lo nombró obispo titular de
Partenia y auxiliar de Panamá; recibió la ordenación episcopal el 8 de
enero de 1986.
El mismo Papa, el 29 de octubre
de 1994, lo nombró obispo de la
diócesis de Chitré y el 28 de agosto
de 1999 lo trasladó a David, donde
viven casi medio millón de habitantes, entre los cuales casi setenta mil
indígenas.
sar a su patria fue ordenado diácono, y durante un año colaboró pastoralmente en una parroquia. Recibió la ordenación sacerdotal el 18 de
julio de 1976.
Inició su ministerio como vicario
parroquial, y luego, entre otros cargos, fue rector del seminario menor
de San José, canciller, ecónomo diocesano y capellán de los caboverdianos en los Países Bajos, país en el
que residió durante un año. En
agosto de 1986 marchó a Roma para
estudiar en el Pontificio Instituto Bíblico, donde obtuvo la licenciatura
en Sagrada Escritura. Al regresar a
Cabo Verde continuó su ministerio
en el seminario, además trabajó pastoralmente en diferentes zonas y fue
profesor. En 1991 marchó nuevamente a Portugal, donde permaneció
hasta 1995, y fue profesor de materias bíblicas en el Instituto superior
de estudios teológicos de Coimbra,
además de colaborar en dos parroquias y ayudar en la traducción de
la «Nova Bíblia» de los Capuchinos.
Nuevamente en su país, en 1995, le
encomendaron la misión de párroco
y fue miembro del Consejo nacional
de la educación.
Hasta finales de 2003 fue también
vicario general de la diócesis de Santiago de Cabo Verde. Juan Pablo II
lo nombró primer obispo de la nueva diócesis de Mindelo el 14 de noviembre de 2003; recibió la ordenación episcopal el 22 de febrero de
2004. Benedicto XVI, el 22 de julio
de 2009, lo trasladó a la antigua sede de Santiago de Cabo Verde.
Arlindo Gomes Furtado
Soane Patita Paini Mafi
obispo de Santiago de Cabo Verde
(Archipiélago de Cabo Verde)
obispo de Tonga
(Islas de Tonga)
Primer cardenal caboverdiano, Arlindo Gomes Furtado es, desde hace
poco más de un lustro obispo de
Santiago de Cabo Verde, antigua sede episcopal que se remonta a 1533.
Representa en el Colegio cardenalicio a los cerca de quinientos mil habitantes del archipiélago africano en
su mayoría católicos, pero también a
los más de setecientos mil caboverdianos de la diáspora que fueron
abandonando el país para buscar
fortuna en América o en Europa.
Nació el 15 de noviembre de 1949
en Figueira das Naus, en Santa Catarina, diócesis de Santiago de Cabo
Verde. En octubre de 1963 ingresó
en el seminario menor de San José y
en septiembre de 1971 marchó a
Coimbra para cursar los estudios
eclesiásticos en el seminario mayor
de la ciudad portuguesa. Tras regre-
Con sus cincuenta y tres años
cumplidos hace poco, el cardenal
Soane Patita Paini Mafi es el más joven del Colegio y el primer tongano
que recibe la púrpura y representa a
la Iglesia de Oceanía. Presidente de
la Conferencia episcopal del Pacífico, es también el primer eclesiástico
nacido en la década de los años sesenta que recibe la púrpura.
Nació en Nuku’alofa el 19 de diciembre de 1961. Cursó los estudios
eclesiásticos en el seminario regional
del Pacífico, en Suva, en las Islas
Fiji. Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1991.
Inició su ministerio como párroco
y vicario general de Tonga. Luego
estudió psicología (pastoral counseling) en el «Loyola College» de Bal-
número 8, viernes 20 de febrero de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
timora, en Estados Unidos. Al regresar a su país fue nuevamente párroco, además de ser profesor y formador en el seminario regional del Pacífico en Fiji, del que más tarde fue
vicerrector.
Benedicto XVI lo nombró obispo
coadjutor de Tonga el 28 de junio
de 2007; recibió la ordenación episcopal el 4 de octubre sucesivo. Pasó
a ser obispo diocesano el 18 de abril
de 2008. Ese mismo año fue elegido
presidente de Cáritas nacional y del
«Tonga national forum of Church
leaders», cargo que desempeñó hasta
2014.
En 2010 realizó la visita pastoral a
Niua Toputapu & Niua Fo’ou, en el
extremo norte del archipiélago tongano, y en 2012 a los connacionales
residentes en Hawaii y en Niue.
Participó en el Sínodo sobre la
nueva evangelización. Su aportación
a la reflexión se centró en especial
en la necesidad de que los sacerdotes y los obispos examinen constantemente la propia vida personal a la
luz de un sencillo «modo de ser», o
sea, siendo «sencillos»: la sencillez,
en efecto, destacó, excluye el «autoengaño», el hecho de llevar «máscaras».
Los cardenales
creados por el Santo Padre
José de Jesús
Pimiento Rodríguez
arzobispo emérito de Manizales
(Colombia)
Nombrado obispo hace sesenta
años por el Papa Pío XII, el cardenal
colombiano José de Jesús Pimiento
Rodríguez, arzobispo emérito de
Manizales, es uno de los pocos padres conciliares que aún viven.
el 29 de febrero de 1964, cuando fue
trasladado a Garzón (Huila).
Tras participar en el Concilio Vaticano II, fue delegado en las conferencias generales del episcopado latinoamericano celebradas en Medellín
en 1968, en Puebla de los Ángeles,
México, en 1979, y en Santo Domingo en 1992.
En julio de 1972 fue elegido presidente de la Conferencia episcopal
colombiana, cargo que desempeñó
durante dos mandatos, hasta 1978.
El 22 de mayo de 1975 Pablo VI lo
promovió a la sede arzobispal de
Manizales, que gobernó durante 21
años, durante los cuales dio gran impulso a la aplicación de los decretos
del Vaticano II, atendiendo de forma
especial la pastoral familiar, juvenil y
social, sin olvidad el mundo de la
educación. Promovió la renovación
conciliar a nivel parroquial y en el
seno de la organización del seminario mayor arquidiocesano. Especial
atención prestó a la actualización y a
la formación de los sacerdotes y al
cuidado de las vocaciones.
Su episcopado se caracterizó también por la realización de varias
obras sociales, tanto a nivel local como nacional.
En 1995, al cumplir 75 años, presentó la renuncia como arzobispo de
Manizales, que Juan Pablo II aceptó
el 15 de octubre del año sucesivo. Se
retiró a Urabá, en la parroquia de
Turbo, para trabajar pastoralmente
en la diócesis de Apartadó, donde él
mismo, siendo arzobispo de Manizales, había promovido una experiencia misionera fraterna. Actualmente
reside en el «Foyer de Charité San
Pablo», en Bucaramanga.
Luigi
De Magistris
pro-penitenciario mayor emérito
Nació el 18 de febrero de 1919 en
Zapatoca, en el departamento de
Santander. Cursó los estudios eclesiásticos en los seminarios de San
Gil y en el seminario mayor de Bogotá. Recibió la ordenación sacerdotal el 14 de diciembre de 1941, incardinado en su diócesis de origen: Socorro y San Gil.
En sus primeros años de ministerio fue vicario parroquial, luego desempeñó su misión como prefecto y
profesor en el seminario y coordinador de la Acción social y Acción católica diocesana.
Cuando apenas tenía 36 años, el
14 de junio de 1955, el Papa Pacelli
lo nombró obispo titular de Apollonide y auxiliar de Pasto; recibió la
ordenación episcopal el 28 de agosto
sucesivo. Cuatro años después, el 30
de diciembre de 1959, Juan XXIII lo
nombró obispo de la diócesis de
Monteria, donde permaneció hasta
Cumplirá 89 años pocos días después de recibir la púrpura el cardenal sardo Luigi De Magistris, propenitenciario mayor emérito. Tras
ser por más de veinte años regente
del primero de los tribunales de la
Santa Sede, pasó a ser la más alta
autoridad durante dos años, antes de
retirarse por límite de edad.
Nació en Cágliari el 23 de febrero
de 1926. Si bien su vocación al sacerdocio la descubrió a temprana
edad, siguiendo el consejo del padre,
antes de entrar en el seminario cursó
sus estudios en la facultad de letras
de la Universidad de Cágliari, donde obtuvo el doctorado.
Con la probación del arzobispo
marchó a Roma para cursar los estudios eclesiásticos en el Pontificio seminario romano mayor.
Recibió la ordenación sacerdotal
el 12 de abril de 1952. En Cerdeña
trabajó en el Tribunal eclesiástico
diocesano y en el regional. Al mismo
tiempo fue colaborador parroquial.
En 1957 regresó a Roma para trabajar, en un primer momento, como
secretario del ateneo Lateranense.
Luego pasó al Santo Oficio como
notario sustituto, sucesivamente fue
trasladado al Consejo para los Asuntos públicos de la Iglesia y, por último, a la Penitenciaría apostólica.
Desde el año 1979 fue regente de
la Penitenciaría apostólica, y el 6 de
marzo de 1996 Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Nova. Recibió
la ordenación episcopal el sucesivo
28 de abril en Cágliari. El 22 de noviembre de 2001 fue nombrado propenitenciario mayor y promovido a
arzobispo.
En 2003 renunció a dicho cargo
por límite de edad, pero continuó su
trabajo pastoral en Roma. Y en
2010, por motivos de salud, regresó
definitivamente a su ciudad natal.
Karl-Joseph
Rauber
nuncio apostólico
Llamado a afrontar situaciones
particularmente delicadas en su largo servicio diplomático de la Santa
Sede, el cardenal alemán Karl-Josef
Rauber que por un trienio se ocupó
también de la formación de los futuros representantes pontificios.
Nació el 11 de abril de 1934 en
Norimberga (Nürnberg), archidiócesis de Bamberga. En 1950 comenzó a
estudiar teología en la Universidad
de Maguncia. Recibió la ordenación
sacerdotal el 28 de febrero de 1959.
Los primeros años de su ministerio
pastoral los dedicó a una pequeña
comunidad católica.
En 1962 se trasladó a Roma, donde obtuvo el doctorado en derecho
canónico y fue alumno de la Pontificia Academia eclesiástica. Ingresó en
el servicio diplomático de la Santa
Sede en 1966 y hasta 1977 fue uno de
los cuatro secretario de Giovanni Benelli —que luego fue cardenal arzobispo de Florencia— en el período
en el que era sustituto de la Secretaría de Estado. Benelli y Pablo VI
mismo incidieron en la vida y en el
ministerio de Rauber de modo profundo: en los once años pasados en
la Curia romana él adquirió una
gran experiencia eclesiástica en estrecha comunión con el Papa.
Desde 1977, como consejero de
nunciatura, prestó servicio en las representaciones pontificias en Bélgica, Luxemburgo y Grecia. Juan Pablo II lo nombró arzobispo titular de
Giubalziana y nuncio apostólico en
Uganda el 18 de diciembre de 1982;
recibió la ordenación episcopal en la
basílica de San Pedro, de manos del
Papa Wojtyła el 6 de enero de 1983.
En enero de 1990 se le confió la
presidencia de la Pontificia Acade-
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mia eclesiástica. Tres años después
volvió al servicio activo primero como representante pontificio en Suiza
y en Liechtenstein, luego en Hungría y en Moldavia; y por último en
Bélgica y en Luxemburgo, terminando precisamente donde había iniciado la carrera diplomática. Como
nuncio apostólico tuvo que afrontar
desafíos difíciles para la Iglesia: en
Uganda, por ejemplo, prestó servicio
en los años en que se expandía el sida, con consecuencias devastadoras
para la población; en Suiza colaboró
en aplacar las tensiones que afectaban a la diócesis de Coria y el obispo Wolfgang Haas; en Hungría gestionó la fase de restablecimiento de
las relaciones entre Estado e Iglesia
después de la época comunista; en
Bélgica trabajó en un contexto social
y político no siempre fácil; y cuando
en Bruselas se creó también una representación
pontificia
ante
la
Unión europea se ocupó de armonizar y subdividir con sensibilidad el
trabajo de las dos instituciones diplomáticas en tierra belga.
Al cumplir 75 años, en 2009, se retiró del servicio diplomático y desde
entonces ejerce su ministerio espiritual y pastoral en Alemania.
Luis Héctor Villalba
arzobispo emérito de Tucumán
(Argentina)
Ha sido durante largos años, y lo
sigue siendo, un obispo de periferia
según el estilo del Papa Francisco.
Luis Héctor Villalba guió hasta hace
pocos años la arquidiócesis argentina de Tucumán, pero incluso después de la renuncia presentada en
2011 por límite de edad no dejó de
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L’OSSERVATORE ROMANO
viernes 20 de febrero de 2015, número 8
Los nuevos purpurados
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ser pastor. Actualmente es rector
de la iglesia de Santa Cruz de
San Miguel de Tucumán y se
dedica a la predicación de ejercicios espirituales al clero y a religiosas.
Entre 2006 y 2011, como primer vicepresidente de la Conferencia episcopal argentina, trabajó muy cerca de Jorge Mario
Begoglio, que era el presidente
de la misma, compartiendo con
él sobre todo la atención a los
pobres y a los últimos. Una sintonía evidente en sus llamamientos en defensa de los derechos
de los más necesitados.
Nació en Buenos Aires el 11
de octubre de 1934. Ingresó en
el seminario metropolitano de la
capital, donde cursó los estudios
eclesiásticos. Recibió la ordenación sacerdotal el 24 de septiembre de 1960. Inmediatamente
después lo enviaron a Roma,
donde se licenció en teología e
historia de la Iglesia en la Pontificia Universidad Gregoriana.
Al regresar a Argentina desempeñó primero su ministerio como vicario parroquial, y luego
lo nombraron rector del seminario mayor de Buenos Aires. Tras
la creación del curso propedéutico, el primero en el país, en
1968 el arzobispo Juan Carlos
Aramburu le encomendó dirigir
la nueva casa de formación.
Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Ofena y auxiliar de
Buenos Aires el 20 de octubre
de 1984; recibió la ordenación
episcopal el 22 de diciembre sucesivo. El 16 de julio de 1991 el
mismo Papa lo nombró obispo
de la diócesis de San Martín y
el 8 de julio de 1999 lo promovió a arzobispo de Tucumán.
Benedicto XVI aceptó su renuncia al gobierno pastoral de dicha
sede el 10 de junio de 2011 y lo
nombró administrador apostólico de Tucumán hasta la llegada
de su sucesor, el 17 de septiembre del mismo año.
Además de la vicepresidencia
de la Conferencia episcopal argentina de 2006 a 2010, se recuerda su actividad como miembro del departamento de catequesis del Consejo episcopal latinoamericano (CELAM) y su participación en la cuarta y en la
quinta conferencia del episcopado latinoamericano, que tuvieron lugar, respectivamente, en
Santo Domingo en 1992 y en
Aparecida en 2007.
Júlio
Duarte Langa
obispo emérito de Xai-Xai
(Mozambique)
Muchos mozambiqueños consideran como un padre al anciano obispo Júlio Duarte Langa,
emérito de Xai-Xai. Durante
veintiocho años estuvo al frente
de la diócesis que le encomendaron al sur del país, y fue tam-
bién responsable de la formación del clero diocesano en el
seno de la Conferencia episcopal, dejando un recuerdo imborrable entre los sacerdotes. Es el
segundo mozambiqueño que recibe la púrpura en la historia de
esta Iglesia africana.
Nació el 27 de octubre de
1927 en Mangunze, en la actual
diócesis de Xai-Xai. Inició los
estudios eclesiásticos en el seminario de Magude, luego en el
de Namaacha, entonces archidiócesis de Lourenço Marques,
que tras la independencia de
1975 tomó el nombre de Maputo. Recibió la ordenación sacerdotal el 9 de junio de 1957 en la
catedral de la capital del país.
Inició su ministerio como vicario parroquial, luego fue párroco en la misión de Malaisse y
sucesivamente
lo
nombraron
miembro del colegio de consultores y del consejo presbiteral y,
por último, vicario general de la
diócesis. Es un profundo conocedor de las lenguas locales, por
ello tuvo a su cargo las traduc-
COMUNICACIONES
Colegio episcopal
Monseñor José Crispiano Clavijo Méndez, obispo de Sincelejo (Colombia)
RENUNCIAS:
El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Krk
(Croacia) que monseñor Valter Župan
le había presentado en conformidad
con el canon 401 § 1 del Código de
derecho canónico.
Valter Župan nació en Cunski el 10
de agosto de 1938. Recibió la ordenación sacerdotal el 8 de julio de 1962,
incardinado en la diócesis de Krk.
Juan Pablo II le nombró obispo de
Krk el 31 de enero de 1998; recibió la
ordenación episcopal el 15 de marzo de
1998.
El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de
Quimper (Francia) que monseñor
JEAN-MARIE LE VERT le había presentado en conformidad con el canon 401
§ 2 del Código de derecho canónico.
Jean-Marie Le Vert nació en Papeete
el 9 de abril de 1959. Recibió la ordenación sacerdotal el 10 de octubre de
1987. Benedicto XVI le nombró obispo
titular de Simidicca y auxiliar de la
diócesis de Meaux el 21 de noviembre
Audiencias pontificias
EL SANTO PADRE
ciones de los textos del Concilio
Vaticano II en las principales
lenguas de Mozambique.
Pablo VI lo nombró obispo de
la diócesis de João Belo —que
desde el 1 de octubre del mismo
año cambió el nombre por XaiXai— el 31 de mayo de 1976. Recibió la ordenación episcopal el
24 de octubre sucesivo, de manos de Alexandre José Maria
dos Santos, primer sacerdote,
primer obispo y primer cardenal
nativo de la ex colonia portuguesa de África sudoriental.
Fue obispo de Xai-Xai, que
tiene una gran extensión territorial, durante casi treinta años,
caracterizados por la larga guerra civil que ensangrentó Mozambique desde la época de la
independencia hasta los acuerdos de paz firmados el 4 de octubre de 1992 en Roma.
Durante su ministerio buscó
mantener viva la práctica religiosa y da nuevo impulsó a la Iglesia, en una zona azotada por carestías, epidemias y catástrofes
naturales. En el mismo período,
en la Conferencia episcopal se
ocupó del clero diocesano. Renunció al gobierno pastoral de
la diócesis el 24 de junio de
2004.
HA RECIBID O EN AUDIENCIA:
Jueves 12 de febrero
—A la vicepresidenta de la República islámica de Irán, Shahindokht
Molaverdi.
Lunes, día 16
—Al cardenal Gerhard Ludwig
Müller, prefecto de la Congregación
para la doctrina de la fe.
—Al moderador de la Iglesia de
Escocia (Reformada), John P. Chalmers, con el séquito.
—Al rabino jefe emérito de la
Unión Israelita de Caracas, Pynchas
Brener, con el séquito.
—A su majestad Tupou VI, rey de
Tonga, con la reina Nanasipau’aho y
el séquito.
Miércoles, día 18
—Al presidente del Supremo Tribunal Federal de Brasil, Ricardo Lewandowski.
Jueves, día 19
—A monseñor Vito Rallo, arzobispo titular de Alba.
—A monseñor Miguel Maury
Buendía, arzobispo titular de Italica,
nuncio apostólico en Kazajstán, Kirguizistán y Tayikistán.
de 2005; recibió la ordenación episcopal el 8 de enero de 2006. El mismo
Papa le nombró obispo de Quimper el
7 de diciembre de 2007.
EL PAPA
HA NOMBRAD O:
—Obispo de Krk (Croacia) al padre
IVICA PETANJAK, O.F.M.
Ivica Petanjak, O.F.M., nació en
Drenje, archidiócesis de ĐakovoOsijek, el 29 de agosto de 1963. Ingresó en la Orden de Frailes Menores,
donde recibió la ordenación sacerdotal
el 24 de junio de 1990. Obtuvo el doctorado en historia de la Iglesia en la
Pontificia Universidad Gregoriana de
Roma. En su ministerio ha sido, entre
otras cosas, vicemaestro de seminaristas; maestro de postulantes; vicario parroquial y párroco; guardián de un
monasterio; ministro y definidor provincial.
—Obispo de Sincelejo (Colombia) al
presbítero JOSÉ CRISPIANO CLAVIJO
MÉNDEZ.
José Crispiano Clavijo Méndez nació en Tocancipá, diócesis de Zipaquirá, el 13 de junio de 1951. Recibió la
ordenación sacerdotal el 20 de noviembre de 1988, incardinado en la diócesis
de Valledupar. Obtuvo la licenciatura
en catequesis y pastoral juvenil en la
Pontificia Universidad Salesiana de
Roma. En su ministerio ha desempeñado los siguientes cargos: párroco en
diversas parroquias, canciller de la curia diocesana, rector de la catedral, delegado episcopal, vicario general y rector del seminario mayor.
—Obispo titular de Buffada y auxiliar
de Yangon (Myanmar) al presbítero
JOHN SAW YAW HAN.
John Saw Yaw Han nació en la aldea de Homalim, archidiócesis de Yangon, el 5 de mayo de 1968. Recibió la
ordenación sacerdotal el 18 de marzo
de 1995. En su ministerio ha desempeñado los siguientes cargos: asistente
parroquial en diversas parroquias; docente en diversos seminarios mayores y
rector de un seminario menor y mayor.
—Obispo titular de Capso y auxiliar de
Austin (Estados Unidos) al presbítero
DANIEL ELÍAS GARCÍA.
Daniel Elías García nació en Cameron (Texas), diócesis de Austin, el 30
de agosto de 1960. Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de mayo de 1988.
Obtuvo el máster en estudios litúrgicos en la Saint John’s University en Collegeville (Minesota). En su ministerio
ha sido vicario parroquial en diversas
parroquias; párroco; decano; miembro
del consejo presbiteral; consultor diocesano; vicario general y moderador de
la curia.
L’OSSERVATORE ROMANO
número 8, viernes 20 de febrero de 2015
El jesuita alemán había recibido la púrpura de manos de Benedicto
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XVI
en febrero de 2012.
La muerte del cardenal Becker
El cardenal jesuita alemán Karl Josef
Becker, docente emérito de la Pontificia
Universidad Gregoriana y consultor
emérito de la Congregación para la
doctrina de la fe, falleció el martes 10
de febrero en el hospital romano de los
«fatebenefratelli». Tenía 86 años.
Con más de treinta años de docencia
e investigación científica en la Universidad Gregoriana, donde dirigió
más de cincuenta tesis doctorales,
Karl Josef Becker, durante mucho
tiempo colaborador de Joseph Ratzinger en el ex Santo Oficio, fue
uno de los estudiosos que más contribuyó a la profundización de importantes temas teológicos y dogmáticos, ofreciendo también una apor-
tación significativa a la comprensión
de la figura de Antonio Rosmini.
Nació el 18 de abril de 1928 en el
seno de una familia de sólida tradición católica. Bajo el nacionalsocialismo, a pesar del riesgo de represalias, sus padres lograron impedir la
inscripción de sus cuatro hijos a las
asociaciones juveniles impuestas por
el régimen.
El 13 de abril de 1948, tras haber
estudiado lenguas clásicas e historia,
ingresó en la Compañía de Jesús.
Durante el período de formación,
primero en la escuela de Pullach y
sucesivamente en la facultad de teología de «Sankt Georgen» en Fráncfort del Meno, obtuvo la licencia en
teología dogmática.
Pésame del Papa
El Santo Padre Francisco apenas tuvo noticia de la muerte del cardenal Karl
Josef Becker, se recogió en oración. Después envió al prepósito general de la
Compañía de Jesús, padre Adolfo Nicolás Pachón, el siguiente telegrama de
pésame.
La noticia de la pía muerte del venerado cardenal Karl Josef Becker suscita en mi alma una afectuosa nostalgia y deseo de expresar sentimientos
de profundo pésame a Usted y a toda la compañía de Jesús, al recordar
con profunda gratitud el servicio intenso y ejemplar desempeñado durante muchos años por el difunto purpurado en la enseñanza, en la formación de las nuevas generaciones, especialmente de los sacerdotes, en la investigación teológica, así como en el servicio a la Santa Sede. Elevo al Señor fervientes oraciones para que, por intercesión de la Virgen Santa y de
san Ignacio de Loyola, conceda al difunto cardenal el premio eterno prometido a sus fieles discípulos y de corazón le envío a Usted y a quienes
lo conocieron, apreciando sus dones de mente y corazón, la confortadora
bendición apostólica.
Miedo de tocar
VIENE DE LA PÁGINA 12
Al término de la oración el
Pontífice dirigió su felicitación a
los pueblos de Extremo Oriente
que se preparan para celebrar el
nuevo año lunar y saludó a los
fieles reunidos con ocasión del
consistorio.
Queridos hermanos y hermanas:
Dirijo un deseo de serenidad
y de paz a todos los hombres y
mujeres que en Extremo Oriente y en diversas partes del mundo se preparan para celebrar el
nuevo año lunar. Esas fiestas les
ofrecen la feliz ocasión de redescubrir y vivir de modo intenso la fraternidad, que es vínculo precioso de la vida y fundamento de la vida social. Que
este regreso anual a las raíces
de la persona y de la familia
ayude a esos pueblos a construir una sociedad en la cual se
creen relaciones interpersonales
fundadas en el respeto, la justicia y la caridad.
Os saludo a todos vosotros,
romanos y peregrinos; en especial, a quienes habéis venido
con ocasión del Consistorio,
para acompañar a los nuevos
cardenales; y doy las gracias a
los países que han querido estar
presentes en este evento con
delegaciones oficiales. Saludamos con un aplauso a los nuevos cardenales.
A todos vosotros os deseo un
feliz domingo. Por favor, no olvidéis de rezar por mí. ¡Buen
almuerzo y hasta la vista!
Cosimo Rosselli y Piero Di Cosimo
«Curación del leproso» (1481-1482)
Después de su ordenación sacerdotal, el 31 de julio de 1958, se trasladó a Roma y en 1963 obtuvo el
doctorado en sagrada teología en la
Pontificia Universidad Gregoriana
con una tesis intitulada: Die Rechtfertigungslehre nach Domingo de Soto.
Das Denken eines Konzilsteilnehmers
vor, in und nach Trient («La doctrina
de la justificación según Domingo
de Soto. El pensamiento de un participante al Concilio, antes, durante
y después de Trento»).
Tras un breve período de docencia en «Sankt Georgen» (1963-1969)
fue llamado a Roma como docente
de la Gregoriana, donde enseñó durante más de treinta años, convirtiéndose en profesor emérito en
2003. Como ordinario de teología
dogmática impartió numerosos cursos sobre sacramentos en general,
confirmación y bautismo, doctrina
de la gracia, relación entre magisterio y teología, método teológico,
Credo e interpretación del dogma.
Fue director de la revista «Gregorianum» de 1972 a 1985, donde publicó
numerosos ensayos y dirigió más de
cincuenta tesis doctorales. Entre los
profesores de la Gregoriana fue uno
de los que promovieron de manera
especial el estudio del Concilio de
Trento y los documentos del Vaticano II.
Junto a su vasta actividad de docencia e investigación científica en la
Gregoriana, no hay que olvidar que
a partir de 1985 —prefecto el cardenal Joseph Ratzinger— fue consultor
de la Congregación para la doctrina
de la fe. Y, de 1997 a 1999 participó
en las últimas dos importantes sesiones de la comisión mixta encargada
de tratar las divergencias entre la
Fraternidad sacerdotal San Pío X y
la Iglesia católica.
En 2003, con ocasión de su septuagésimo cumpleaños, fue publicada una ponderosa Festschrift con el
título Sentire cum Ecclesia. Homenaje
al Padre Karl Josef Becker S.J., en
cuya redacción participó Joseph Ratzinger con una aportación personal
(Eucharistie-Communio-Solidarität),
presidiendo luego la presentación
del volumen en noviembre de 2003.
Fue Benedicto XVI mismo quien
lo creó cardenal de la diaconía de
San Julián Mártir en el consistorio
del 18 de febrero de 2012.
Cuatro nuevas santas el próximo 17 de mayo
La segunda parte del Consistorio que
tuvo el Papa Francisco en la basílica vaticana el sábado 14 de febrero, por la
mañana, se dedicó al voto sobre las causas de canonización de Juana Emilia de
Villeneuve, María de Jesús Crucificado
Baouardy y María Alfonsina Ghattas.
El Pontífice estableció que las proclamará santas el domingo 17 de mayo,
junto con la beata María Cristina de la
Inmaculada Concepción (en el siglo
Adelaide Brando, Nápoles 1856 - Casoria 1906) fundadora de la congregación
de las Hermanas Víctimas Expiadoras
de Jesús Sacramentado, cuya canonización ya se había decidido en el consistorio del 20 de octubre de 2014, juntamente con la de José Vaz, celebrada luego durante el viaje a Sri Lanka, el pasado 14 de enero. Las cuatro nuevas santas son todas religiosas: dos son de Tierra Santa, una es italiana y una francesa.
El cardenal Angelo Amato, prefecto
de la Congregación para las causas de
los santos, hizo la peroración de las causas de canonización. Tras subir al altar
presentó breves biografías de las tres
beatas: Juana Emilia De Villeneuve, nació en Tolosa, Francia, el 9 de marzo de
1811, y murió por una epidemia de cólera en Castres el 2 de octubre de 1854.
Fundadora de la congregación de las
Hermanas de la Inmaculada Concepción de Castres, fue beatificada el 5 de
julio de 2009 por Benedicto XVI. María
Alfonsina Danil Ghattas nació en Jerusalén el 4 de octubre de 1843 y murió en
Ain Karem el 25 de marzo de 1927. Fundadora de la congregación de las Hermanas del Santísimo Rosario de Jerusalén, fue beatificada el 22 de noviembre
de 2009 también por el Papa Ratzinger.
La carmelita María de Jesús Crucificado
(Mariam Baouardy) nació en Nazaret,
Galilea, el 5 de enero de 1846 y murió
en Belén el 26 de agosto de 1878. Fue
beatificada por Juan Pablo II el 13 de
noviembre de 1983.
El Papa Francisco expresó la Perpensio
votorum de propositis Canonizationibus.
«Vosotros, venerados hermanos, ya por
escrito —dijo en latín dirigiéndose a los
cardenales y a los obispos presentes—
habéis manifestado de forma individual
vuestro parecer y declaráis a los mismos
beatos como ejemplos de vida cristiana
y de santidad para proponer a toda la
Iglesia, en consideración sobre todo de
la situación de nuestro tiempo».
Al término el Pontífice decidió inscribir en el catálogo de los santos los nombres de las tres beatas, añadiendo el de
María Cristina de la Inmaculada Concepción y dando a conocer que la fecha
establecida para la canonización es el
domingo 17 de mayo.
Por último el Papa impartió la bendición apostólica a los presentes, antes de
que la asamblea abandonara la basílica
mientras se cantaba el «Salve, Regina».
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L’OSSERVATORE ROMANO
viernes 20 de febrero de 2015, número 8
El Pontífice celebra el miércoles de ceniza en Santa Sabina
El don de las lágrimas
«Nos hará bien a todos, pero
especialmente a nosotros, los sacerdotes,
al comienzo de esta Cuaresma, pedir el
don de lágrimas, para hacer que
nuestra oración y nuestro camino de
conversión sean cada vez más
auténticos y sin hipocresía». Lo
recomendó el Papa Francisco durante
la misa del miércoles de ceniza, el 18
de febrero por la tarde, en la basílica
romana de Santa Sabina.
Como pueblo de Dios comenzamos
el camino de Cuaresma, tiempo en
el que tratamos de unirnos más estrechamente al Señor para compartir
el misterio de su pasión y su resurrección.
La liturgia de hoy nos propone,
ante todo, el pasaje del profeta Joel,
enviado por Dios para llamar al
pueblo a la penitencia y a la conversión, a causa de una calamidad (una
invasión de langostas) que devasta la
Judea. Sólo el Señor puede salvar
del flagelo y, por lo tanto, es necesario invocarlo con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado.
El profeta insiste en la conversión
interior: «Volved a mí de todo corazón» (2, 12).
Volver al Señor «de todo corazón» significa emprender el camino
de una conversión no superficial y
transitoria, sino un itinerario espiritual que concierne al lugar más íntimo de nuestra persona. En efecto, el
corazón es la sede de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras elecciones, nuestras actitudes. El «volved a mí de todo corazón» no sólo implica a cada persona, sino que también se extiende a
toda la comunidad, es una convocatoria dirigida a todos: «Reunid a la
gente, santificad a la comunidad, llamad a los ancianos; congredad a los
muchachos y a los niños de pecho,
salga el esposo de la alcoba y la esposa del tálamo» (v. 16).
El profeta se refiere, en particular,
a la oración de los sacerdotes, observando que va acompañada por lágrimas. Nos hará bien a todos, pero especialmente a nosotros, los sacerdotes, al comienzo de esta Cuaresma,
pedir el don de lágrimas, para hacer
que nuestra oración y nuestro camino de conversión sean cada vez más
auténticos y sin hipocresía. Nos hará
bien hacernos esta pregunta: «¿Lloro? ¿Llora el Papa? ¿Lloran los cardenales? ¿Lloran los obispos? ¿Lloran los consagrados? ¿Lloran los sacerdotes? ¿Está el llanto en nuestras
oraciones?». Precisamente este es el
mensaje del Evangelio de hoy. En el
pasaje de Mateo, Jesús relee las tres
obras de piedad previstas en la ley
mosaica: la limosna, la oración y el
ayuno. Y distingue el hecho externo
del hecho interno, de ese llanto del
corazón. A lo largo del tiempo estas
prescripciones habían sido corroídas
por la herrumbre del formalismo exterior o, incluso, se habían transformado en un signo de superioridad
social. Jesús pone de relieve una tentación común en estas tres obras,
que se puede resumir precisamente
en la hipocresía (la nombra tres veces): «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres
para ser vistos por ellos… Cuando
hagas limosna, no vayas tocando la
trompeta por delante como hacen
los hipócritas… Cuando recéis, no
seáis como los hipócritas a quienes
les gusta rezar de pie para que los
vea la gente… Y cuando ayunéis, no
pongáis cara triste, como los hipócritas» (Mt 6, 1. 2. 5. 16). Sabed,
hermanos, que los hipócritas no saben llorar, se han olvidado de cómo
se llora, no piden el don de lágrimas.
Cuando se hace algo bueno, casi
instintivamente nace en nosotros el
deseo de ser estimados y admirados
por esta buena acción, para tener
una satisfacción. Jesús nos invita a
hacer estas obras sin ninguna ostentación, y a confiar únicamente en la
recompensa del Padre «que ve en lo
secreto» (Mt 6, 4. 6. 18).
Queridos hermanos y hermanas:
El Señor no se cansa nunca de tener
misericordia de nosotros, y quiere
ofrecernos una vez más su perdón
—todos tenemos necesidad de Él—,
invitándonos a volver a Él con un
corazón nuevo, purificado del mal,
purificado por las lágrimas, para
compartir su alegría. ¿Cómo acoger
esta invitación? Nos lo sugiere san
Pablo: «En nombre de Cristo os pedimos: ¡que os reconciliéis con
Dios» (2 Co 5, 20). Este esfuerzo de
conversión no es solamente una obra
humana, es dejarse reconciliar. La reconciliación entre nosotros y Dios es
posible gracias a la misericordia del
Padre que, por amor a nosotros, no
dudó en sacrificar a su Hijo unigénito. En efecto, Cristo, que era justo y
sin pecado, fue hecho pecado por
nosotros (v. 21) cuando cargó con
nuestros pecados en la cruz, y así
nos ha rescatado y justificando ante
Dios. «En Él» podemos llegar a ser
justos, en Él podemos cambiar, si
acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano este «tiempo
favorable» (6, 2). Por favor, detengámonos, detengámonos un poco y
dejémonos reconciliar con Dios.
Con esta certeza, comencemos con
confianza y alegría el itinerario cuaresmal. Que María, Madre inmaculada, sin pecado, sostenga nuestro
combate espiritual contra el pecado
y nos acompañe en este momento
favorable, para que lleguemos a cantar juntos la exultación de la victoria
el día de Pascua. Y en señal de
nuestra voluntad de dejarnos reconciliar con Dios, además de las lágrimas que estarán «en lo secreto», en
público realizaremos el gesto de la
imposición de la ceniza en la cabeza. El celebrante pronuncia estas palabras: «Acuérdate de que eres polvo
y al polvo volverás» (cf. Gn 3, 19), o
repite la exhortación de Jesús:
«Convertíos y creed el Evangelio»
(cf. Mc 1, 15). Ambas fórmulas constituyen una exhortación a la verdad
de la existencia humana: somos criaturas limitadas, pecadores siempre
necesitados de penitencia y conversión. ¡Cuán importante es escuchar
y acoger esta exhortación en nuestro
tiempo! La invitación a la conversión es, entonces, un impulso a volver, como hizo el hijo de la parábola, a los brazos de Dios, Padre tierno y misericordioso, a llorar en ese
abrazo, a fiarse de Él y encomendarse a Él.
Del 22 al 27 de febrero en Ariccia
Ejercicios espirituales del Papa y la Curia
«Servidores y profetas del Dios vivo»: es el tema de los ejercicios espirituales que tendrán lugar del 22 al 27 de febrero en la Casa Divino Maestro de Ariccia y en los cuales participarán el Papa Francisco y los miembros de la Curia romana. Las meditaciones, que presentarán una lectura
pastoral del profeta Elías, estarán a cargo del carmelita Bruno Secondin.
El programa de los ejercicios prevé para el domingo de inicio, a las 18,
la adoración eucarística y las Vísperas. Los días sucesivos iniciarán con la
oración de Laudes a las 7.30, seguido de una primera meditación a las
9.30 y luego por la concelebración eucarística. Ya por la tarde, a las 16, se
tendrá la segunda meditación, que precederá la adoración eucarística y la
oración de Vísperas. La jornada conclusiva, viernes 27, está programada la
concelebración eucarística a las 7.30 y una conclusión a las 9.30.
Las meditaciones iniciarán el domingo 22 con una reflexión sobre el tema «Salir del propio “poblado”» y se sucederán según este programa diario: «Caminos de autenticidad» (las raíces de la fe y la valentía de decir
no a la ambigüedad), «Senderos de libertad» (de los ídolos vanos a la
piedad verdadera), «Dejarse sorprender por Dios» (el encuentro con un
Dios que está más allá y el reconocimiento del pobre que nos evangeliza), «Justicia e intercesión» (testimonios de justicia y solidaridad). La jornada conclusiva se dedicará al tema «Recoger el manto de Elías» (para
llegar a ser profetas de fraternidad). Durante el período de retiro, como
es habitual, se suspenden las audiencias privadas y especiales, incluida la
audiencia general del miércoles.
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