Guy Brousseau Universidad de Burdeos I FUNDAMENTOS Y MÉTODOS DE LA DIDACTICA DE LAS MATEMÁTICAS Publicado con el título, Fondements et méthodes de la didactiques des mathématiques en la revista, Recherches en Didactique des Mathématiques, Vol. 7, n. 2, pp. 33115, 1986. Traducción: Julia Centeno Pérez Begoña Melendo Pardos Jesús Murillo Ramón Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. Índice: Capítulo 1: Objeto de los estudios en Didáctica 1.1. El saber matemático y la transposición didáctica 1 .2. El trabajo del matemático 1 .3. El trabajo del alumno 1 .4. El trabajo del profesor 1 .5. Algunas cuestiones preliminares ingenuas y fundamentales Capítulo 2: Fenómenos en Didáctica 2.1. El efecto Topaze y el control de la incertidumbre 2.2. El efecto Jourdain o el malentendido fundamental 2.3. El deslizamiento metacognitívo 2.4. El uso abusivo de la analogía 2.5. El envejecimiento de las situaciones de enseñanza Capítulo 3: Elementos para una modelización 3.1. Situación didáctica, situación a didáctica 3.2. El contrato didáctico 3.3. Un ejemplo de la devolución de una situación a didáctica 3.4. La epistemología de los profesores 3.5. Ilustración: el efecto Díenes 3.6. Heurística y didáctica Capítulo 4:Coherencias e incoherencias de la modelización considerada: las paradojas contrato didáctico 4.1. La paradoja de la devolución de las situaciones 4.2. Las paradojas de la adaptación de las situaciones 4.3.Las paradojas del aprendizaje por adaptación 4.4. La paradoja del comediante Capítulo 5:Medios y métodos de la modelización de las situaciones didácticas 5.1. Situación fundamental correspondiente a un conocimiento 5.2. La noción de juego 5.3. El juego y la realidad: semejanza y desemejanza 5.4. Aproximación sistémica a las situaciones de enseñanza Capítulo 6: Las situaciones a didácticas 6.1 .Los subsistemas fundamentales 6.1.1. Esquemas clásicos 6.1.2. Primera descomposición propuesta 6.1.3. Necesidad del subsistema Medio a didáctico” 2 Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 3 6.1.4. Status de los conceptos matemáticos 6.2.Necesidad de distinguir diversoso tipos de situaciones a didácticas 6.2.1. Las interacciones 6.2.2. Las formas de conocimiento 6.2.3. La evolución de esas formas de conocimiento: el aprendizaje 6.2.4. Los subsistemas del medio 6.3.Primer estudio de los tres tipos de situaciones a didácticas 6.3.1. Esquema de acción 6.3.2. Esquema de la comunicación 6.3.3. Esquenma de la validación explícita RESUMEN Este texto es la primera parte de un estudio que trata de presentar los fundamentos y métodos de la didáctica de las matemáticas. Se trata de reunir un cierto número de conceptos introducidos desde hace ya algunos años, y de organizarlos de manera que aparezcan como los elementos de una teoría. El método de exposición elegido es bastante lento pues hace depender la introducción de cada concepto nuevo de tres problemáticas distintas. La primera es la de la pertinencia. Se trata en primer lugar de describir un cierto tipo de relaciones humanas de tal modo que los conceptos de didáctica aparezcan como medios útiles para esta descripción. Los ejemplos nuevos que la comunidad de didácticos acumula desde hace diez años han permitido "mostrar" fenómenos de didáctica: el envejecimiento, los efectos del contrato, ..., pero estas "observaciones" aparecen o bien como excesivamente triviales, o como extrañas y singulares, si no se articulan unas con otras de manera que proporcionen un verdadero método de análisis de cualquier fenómeno de enseñanza. Esta lectura surge de una segunda problemática, la de la exhaustividad. Se trata de hacerlo de tal manera que todos los fenómenos pertinentes puedan ser tomados en consideración. La tercera problemática es la de la consistencia; es quizás la más nueva pues, si los profesores, en el ejercicio de su profesión, utilizan los conceptos pertinentes que tienden a permitir tratar todos los casos, no aseguran -ni tienen que asegurar- la carga de la consistencia de estos conceptos. El capítulo 1 ha esbozado los objetos de estudio de la Didáctica: la descripción y la explicación de las actividades ligadas a la comunicación de los saberes y las transformaciones, intencionales o no, de los protagonistas de esta comunicación, así como las transformaciones del propio saber. El capítulo 2 examina algunos fenómenos ligados a la actividad de la enseñanza (efecto "Topaze", efecto "Jourdain", deslizamiento metadidáctico, uso abusivo de la analogía, envejecimiento de las situaciones). Estos son los fenómenos que se producen durante las actividades de enseñanza que determinan el campo a teorizar y no la actividad misma. El capitulo 3 estudia a continuación cómo reagrupar y jerarquizar la multitud de condiciones a estudiar. Se trata en primer lugar de simplificar de manera suficiente las primeras aproximaciones para, de una parte, aislar ciertas categorías de hechos Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 4 explicables conjuntamente de manera casi independiente y de otra parte, permitir la puesta en evidencia de las interacciones esenciales y los procesos. Este texto realiza una inversión con relación a la tendencia clásica que consiste en estudiar independientemente los subsistemas del sistema didáctico: el enseñado, el enseñante, el medio, relativamente a un saber, para a continuación intentar derivar de estos estudios comportamientos educativos o de aprendizaje. En el capítulo 3 es el sistema completo el que se toma globalmente como objeto de estudio y el recorte se hace en hiposistemas que llamamos "situaciones". Este estudio permite el esclarecimiento, en el capítulo 4, de un cierto número de paradojas que constituyen, de hecho, piedras de toque de cualquier teorización de los fenómenos didácticos. Estas paradojas condenan a la didáctica a ser un proceso, una didáctica y no solamente una interacción de sistemas. En este momento, aparecen dos vías de estudio: la de las restricciones externas que pesan sobre este proceso, y el de las restricciones internas. El capítulo 5 se centra en el estudio de las restricciones internas: se trata de modelizar mediante juegos formales estas relaciones locales que se establecen entre los protagonistas, después de utilizar estas modelizaciones para una aproximación sistémica en la cual las cadenas de acontecimientos necesarios son confrontadas a las cadenas de sucesos observados. Aunque probablemente sea la más discutible, esta vía nos ha parecido la más útil actualmente en la perspectiva de una producción efectiva de ingeniería y de métodos de observación. El capítulo 6 presenta a continuación los elementos fundamentales del estudio de las situaciones: los tipos de situaciones a-didácticas (acción, formulación, validación). Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 5 "La didáctica de las matemáticas" estudia las actividades didácticas, es decir, las actividades que tienen por objeto la enseñanza, evidentemente en lo que tienen de específicas respecto de las matemáticas. Los resultados, en este dominio, son cada vez más numerosos, se refieren a los comportamientos cognitivos de los alumnos, pero también a los tipos de situaciones puestas en juego para enseñarles y sobre todo los fenómenos a los cuales da lugar la comunicación del saber. La producción o la mejora de los medios de enseñanza encuentra en estos resultados más que objetivos o medios de evaluación, encuentra en ella un apoyo teórico, explicaciones, medios de previsión y de análisis, sugerencias, incluso dispositivos y métodos. CAPITULO 1 OBJETO DE LOS ESTUDIOS EN DIDÁCTICA ¿Cuál es el objeto de estos estudios? Incluso un examen muy superficial permitirá comprender mejor su interés y su necesidad. 1.1 El saber matemático y la transposición didáctica. El saber constituido se presenta bajo formas diversas, por ejemplo en forma de preguntas y respuestas. La presentación axiomática es clásica en matemáticas. Además de las virtudes científicas que se le conocen, parece perfectamente adaptada a la enseñanza. Permite definir en cada instante los objetos que se estudian con ayuda de las nociones previamente introducidas para organizar así la adquisición de nuevos saberes sirviéndose de las adquisiciones anteriores. Proporciona al estudiante y a su profesor un medio para organizar su actividad y acumular en un mínimo de tiempo un máximo de “saberes” bastante próximos al “saber erudito”. Evidentemente, debe completarse con ejemplos y problemas cuyas soluciones exijan la utilización de la teoría axiomática dada. Pero esta presentación elimina completamente la historia de los saberes, es decir, la sucesión de dificultades y preguntas que han provocado la aparición de los conceptos fundamentales, su empleo para plantear nuevos problemas, la introducción de técnicas y cuestiones nacidas de los progresos de otros sectores, el rechazo de ciertos puntos de vista que han resultado falsos o inadecuados, y las innumerables discusiones que han ocasionado. Esta presentación enmascara el “verdadero” funcionamiento de la ciencia, imposible de comunicar y de describir fielmente desde el exterior, para poner en su lugar una génesis ficticia. Para hacer más fácil su enseñanza, aisla ciertas nociones y propiedades del tejido de actividades en el cual tuvieron su origen, su sentido, su motivación y su empleo. Las transpone al contexto escolar. Los epistemólogos llaman transposición didáctica a esta operación. Operación que tiene su utilidad, sus inconvenientes y su función, incluso para la construcción de la ciencia. Es a la vez inevitable, necesaria y en un cierto sentido, deplorable, por lo que debe ponérsela bajo vigilancia. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 6 1.2 El trabajo del matemático • Antes de comunicar lo que piensa que ha encontrado, un investigador tiene que determinarlo: no es fácil distinguir, en el laberinto de las reflexiones, cuáles son susceptibles de convertirse en un saber nuevo, e interesante para los otros; las demostraciones obtenidas, pocas veces coinciden con las conjeturas previas; hay que proponerse toda una reorganización de los conocimientos más próximos, anteriores o nuevos. • También es necesario suprimir todas las reflexiones inútiles, la huella de los errores cometidos y los caminos erráticos. Es necesario esconder las razones que han conducido en una determinada dirección y las condiciones personales que han presidido el éxito, problematizar hábilmente ciertos logros, incluso los más triviales, evitando, a la vez, las trivialidades... Es necesario además encontrar la teoría más general en la que los resultados sigan siendo válidos... De esta manera, el productor de saber despersonaliza, descontextualiza y destemporaliza lo más posible sus resultados. • Este trabajo es indispensable para que el lector pueda tener conocimiento de estos resultados y se convenza de su validez sin necesidad de hacer el mismo recorrido para su descubrimiento, beneficiándose sin embargo de las posibilidades que ofrece su utilización. • Otros lectores transforman a su vez estos resultados, los reformulan, los aplican y los generalizan, según sus necesidades. Los destruyen si se presenta la ocasión, bien identificándolos con los saberes ya conocidos, bien incluyéndolos en resultados más generales, bien olvidándolos simplemente... e incluso demostrando que son falsos. De esta forma la organización de los conocimientos depende, desde su origen, de las exigencias que su trasmisión impone al autor. Esta no cesa, a su vez, de ser modificada por los mismos motivos, hasta el punto de que su sentido cambia profundamente: la transposición didáctica se desarrolla en gran parte en la comunidad científica y se prosigue en los medios cultos (más exactamente, en la noosfera). El funcionamiento de esta comunidad se basa en las relaciones generadas por un compromiso e implicación personales y contextuales ligados a las cuestiones matemáticas y el rechazo de este compromiso a la hora de producir un texto de saber lo más objetivo posible. 1.3 El trabajo del alumno El trabajo intelectual del alumno debe ser, en cienos momentos, comparable a esta actividad científica. Saber matemáticas, no es solamente aprender definiciones y teoremas, para reconocer el momento de utilizarlos y aplicarlos; sabemos que hacer matemáticas implica ocuparse de problemas. Sólo se hacen matemáticas cuando nos ocupamos de problemas, pero se olvida a veces que resolver un problema no es más que una parte del trabajo; encontrar buenas preguntas es tan importante como encontrar soluciones. Una buena reproducción por el alumno de una actividad científica exigiría que intervenga, que formule, que pruebe, que construya modelos, lenguajes, conceptos, teorías, que los intercambie con otros, que reconozca los que están conformes con la cultura, que tome los que le son útiles, etc. Para hacer posible una actividad de este tipo, el profesor debe imaginar y proponer a los alumnos situaciones que ellos puedan vivir y en las cuales los conocimientos aparecerán como la solución óptima a los problemas propuestos, solución que el alumno puede descubrir. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 7 1.4. El trabajo del profesor El trabajo del profesor es en cierta medida inverso al del investigador, debe producir una recontextualización y una repersonalización de los conocimientos. Estos van a convertirse en conocimientos del alumno, es decir una respuesta natural, en unas condiciones relativamente particulares, condiciones indispensables para que tengan un sentido para él. Cada conocimiento debe surgir de la adaptación a una situación específica, pues no se crea el concepto de probabilidad en el mismo tipo de contexto y de relaciones con el medio que en los que se inventa o utiliza la aritmética o el álgebra. • El profesor debe pues simular en su clase una micro sociedad científica si quiere que los conocimientos sean medios económicos adecuados para proponer buenas preguntas y para zanjar debates, si quiere que los lenguajes sean medios para dominar situaciones de formulación y las demostraciones sean pruebas. • Pero debe dar también a sus alumnos los medios para encontrar, en esta historia particular que les ha hecho vivir, lo que es el saber cultural y comunicable que ha querido enseñarles; los alumnos a su vez deben redescontextualizar y redespersonalizar su saber y esto de tal modo que identifiquen su producción con el saber que impera en la comunidad científica y cultural de su época. • Por supuesto, se trata de una simulación que no es la “verdadera” actividad científica, como tampoco el saber presentado de forma axiomática constituye el “verdadero” saber. 1.5. Algunas cuestiones preliminares “ingenuas” y fundamentales Esta forma de tratar la comunicación del saber parece bastante clásica. Requiere por tanto algunas observaciones y plantea preguntas interesantes. • En primer lugar se acentúan mucho en ella todas las actividades sociales y culturales que condicionan la creación, el ejercicio y la comunicación del saber y de los conocimientos. • El enfoque clásico considera como central la actividad cognitiva del sujeto, que, en primer lugar, debe ser descrita y comprendida de forma relativamente independiente. Supone después, al menos implícitamente, que los conocimientos sobre el conocimiento, necesarios para la enseñanza, deben establecerse también de manera independiente, por ejemplo, por la matemática y la epistemología. Ocurre lo mismo con los conocimientos sobre las relaciones sociales especificas de la educación, etc. El enfoque clásico consiste, por tanto, en obtener consecuencias para la enseñanza de estos saberes preliminares, haciéndolo directamente, es decir, con el único apoyo de reflexiones “ingenuas”. • Se trata de algo más que un matiz. ¿Los saberes importados de disciplinas fundamentales permiten por sí mismos, sin modificaciones e independientemente los unos de los otros, explicar fenómenos de enseñanza y producir de forma controlada las modificaciones deseadas? ¿Por el contrario, es necesario, crear conceptos nuevos, un campo de conocimientos y métodos cercanos (próximos a dichas disciplinas), para estudiar las situaciones didácticas? • Una de las hipótesis fundamentales de la didáctica consiste en afirmar que sólo el estudio global de las situaciones que presiden las manifestaciones de un saber, permite elegir y articular los conocimientos de orígenes diferentes, necesarios para comprender Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 8 las actividades cognitivas del sujeto, así como el conocimiento que él utiliza y la forma en que lo modifica. • Una segunda hipótesis, más fuerte, consiste en decir que un primer estudio de las situaciones (didácticas) debiera finalmente permitir derivar o modificar los conceptos necesarios actualmente importados de otros campos científicos: • ¿Existe una “variedad didáctica” de los conceptos de sentido, memoria, estructura, decimal, etc, desconocida en lingüística, en psicología o en matemáticas? • La enseñanza se concibe también como un proyecto social: que un alumno se apropie de un saber constituido o en vías de constitución. Este punto de vista vuelve a poner en el centro de las preocupaciones de la enseñanza los debates culturales y políticos sobre el saber, pero tratándolos más bien como objetos de estudio que forman parte de las situaciones que como preliminares filosóficos. ¿El aprendizaje no es esencialmente un acto individual? ¿Es necesario situarlo en un contexto tan amplio para comprenderlo? ¿La enseñanza individual no es una especie de condición óptima que sólo ciertas condiciones económicas impiden realizar?. • Admitiendo incluso que algunos saberes sobre las situaciones de puesta en marcha, de apropiación y de enseñanza de conocimientos, pueden jugar un cierto papel técnico, como medio para la enseñanza, queda una cuestión importante: una vez que estos saberes se han elevado al rango de objetos culturales, ¿no perturbarán profundamente la comunicación e incluso quizás la construcción del saber?. Esto último está basado, como hemos visto, en el rechazo y el olvido de las circunstancias que lo han provocado. • ¿Por qué la posesión del saber, junto a una formación humanística, un poco de sentido común y por supuesto a cualidades pedagógicas que ninguna enseñanza sabría verdaderamente desarrollar, no sería suficiente para todos los profesores, con todos los alumnos, como lo es para algunos? Nos podemos preguntar en qué medida esta referencia al funcionamiento de la investigación es realmente necesaria y pertinente para el estudio del aprendizaje y sobre todo de la enseñanza. ¿Hasta qué punto hay una semejanza y en qué condiciones?. Parece que para responder a estas cuestiones es indispensable una buena teoría epistemológica acompañada de una buena ingeniería didáctica. La didáctica estudia la comunicación de los saberes y tiende a teorizar su objeto de estudio, pero no puede responder a este desafío más que con las siguientes condiciones: - Poner en evidencia fenómenos específicos que parecen explicados por los conceptos originales que propone, - Indicar los métodos de pruebas específicas que utiliza para ello. Estas dos condiciones son indispensables para que la didáctica de las matemáticas pueda conocer de forma científica su objeto de estudio y permitir así acciones controladas sobre la enseñanza. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 9 CAPITULO II FENOMENOS DE DIDACTICA Algunos fenómenos ligados al control de la transposición didáctica han podido ser puestos en evidencia en marcos muy diferentes: el mismo fenómeno puede regir la intimidad de una lección particular o afectar a toda una comunidad durante generaciones. • Identificar estos fenómenos viene a ser construir un “modelo” de los protagonistas presentes, de las relaciones y de las obligaciones que los unen, y mostrar que el juego de estas obligaciones produce muchos efectos en el desarrollo observado. • En un texto relativamente corto es más cómodo tomar ejemplos ya conocidos de los lectores, que exponer en su complejidad los casos realmente tratados. 2.1. El efecto “Topaze” y el control de la incertidumbre La primera escena del célebre “Topaze” de Marcel Pagnol ilustra uno de los procesos fundamentales: Topaze hace un dictado a un mal alumno. No pudiendo aceptar muchos errores demasiado graves y no pudiendo tampoco dar directamente la ortografía pedida, sugiere la respuesta disimulándola bajo códigos didácticos cada vez más transparentes: “... des moutons étaient reunis dans un parc...”, en primer lugar se trata para el alumno de un problema de ortografía y de gramática, “... des moutonsses étai-hunt...” ¡ el problema ha cambiado completamente! Ante los repetidos fracasos Topaze mendiga una muestra de adhesión y negocia a la baja las condiciones en las cuales el alumno acabará poniendo una “s”. Se adivina que podría continuar exigiendo la repetición de la regla y después hacerla copiar un cierto número de veces. El fracaso completo del acto de enseñanza viene representado por una simple orden: pongan una “s” a “moutons”: el profesor ha terminado por tomar a su cargo lo esencial del trabajo. La respuesta que debe dar el alumno está determinada de antemano, el maestro elige las preguntas a las cuales puede darse esta respuesta. Evidentemente los conocimientos necesarios para producir estas respuestas cambian también su significado. Eligiendo cada vez cuestiones más fáciles, trata de obtener el significado máximo para un máximo de alumnos. Si los conocimientos pretendidos desaparecen completamente: es cl “efecto Topare”. La conservación del sentido mediante cambios de preguntas supone el control de los conocimientos de los maestros en la disciplina enseñada, pero la elección de las situaciones de aprendizaje y su gestión habitualmente dejadas al “sentido común” de los profesores, es actualmente objeto de activas investigaciones tanto teóricas como de ingeniería didáctica. 2.2. El efecto “Jourdain” o el malentendido fundamental El efecto “Jourdain” -llamado así refiriéndose a la escena de “El burgués gentilhombre” donde el maestro de filosofía descubre a Jourdain la prosa y las vocaleses una forma de efecto Topaze. El profesor, para evitar el debate sobre un conocimiento con el alumno y una eventual constatación de fracaso, reconoce indicios de un cierto conocimiento en los Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 10 comportamientos o en las respuestas del alumno, a pesar de que estén motivados por causas y significaciones triviales. Toda la comicidad de la escena está basada en el ridículo de esta sacralización repetida de las actividades familiares en un discurso erudito. Ejemplo: El alumno al que se le proponían manipulaciones un poco extrañas con botes de yogures o cromos de colores oía que le decían: “acabas de descubrir un grupo de Klein”. • De forma menos llamativa, el deseo de insertar el conocimiento a través de actividades familiares puede conducir al profesor a sustituir la problemática verdadera y específica, por otra, por ejemplo metafórica o metonímica y que no da un sentido correcto de la situación. A menudo las dos problemáticas están presentes, yuxtapuestas, y el profesor intenta obtener el “mejor” compromiso. • Ciertos métodos pedagógicos centrados en las preocupaciones del niño provocan con frecuencia este efecto, pero la reforma de los años sesenta y el uso de las estructuras matemáticas que proponía, han sido también evidentemente una poderosa iniciación a este juego. • Al mismo tiempo, la ideología estructuralista ofrecía una justificación epistemológica. Se trata entonces de un doble efecto “Jourdain”: el primero, a nivel de algunas relaciones del alumno con el profesor, el alumno trata un ejemplo y el maestro ve en él su estructura. El segundo se refiere a las relaciones de los “didactas” o de los matemáticos con el profesor. Los primeros aplican una justificación filosófica y científica sobre la práctica del segundo y la sacralizan, el reconocimiento de la estructura se convierte en actividad científica. 2.3. El deslizamiento metacognitivo Cuando una actividad de enseñanza ha fracasado, el profesor quizás intente justificarse, y para continuar su acción, toma sus propias explicaciones y sus medios heurísticos como objetos de estudio en lugar del verdadero conocimiento matemático. • Este efecto puede repetirse muchas veces, implicar a toda una comunidad y constituir un verdadero proceso que se escapa del control de sus actores. El ejemplo más sorprendente es probablemente el que concierne al uso de gráficos usado en los años 60 para enseñar las estructuras, método al que se ha asociado el nombre de G. Papy. • Al final de los años 30, la teoría de conjuntos deja su función científica inicial para convertirse en medio de enseñanza con el fin de satisfacer la necesidad que tienen los profesores de una metamatemática y de un formalismo fundamental. Por ello se ven obligados a invitar a los alumnos a un control semántico de esta teoría (llamada entonces “ingenua”. Para evitar los errores, no es suficiente aplicar axiomas, hay que saber de qué se habla y conocer las paradojas, sujetas a ciertos usos, para evitarlas. Un tal control difiere bastante del control matemático habitual, más “sintáctico”. Este uso, ya didáctico, de la teoría de conjuntos hará posible para las otras teorías, una exposición axiomática cuya negociación será más clásica. • Este medio de enseñanza se convierte en objeto de enseñanza para niños cada vez más jóvenes. El control semántico se confía a un modelo que viene de Euler1 2 y que se 1 2 Cartas a una princesa de Alemania. Círculos de Euler. Diagramas de Venn, “patatas” de Papy. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 11 refiere a grafos diversos. El “modelo” no es en realidad un modelo correcto, no permite el control esperado y provoca dificultades de enseñanza. A causa de estas dificultades, este “medio” se convierte a su vez en objeto de enseñanza y se recarga de convenciones, de lenguajes específicos a su vez enseñados y explicados en cada etapa de difusión. En este proceso, cuantos más comentarios y convenios produce la actividad de enseñanza, menos pueden los alumnos controlar las situaciones que se les proponen. • Es el efecto del llamado “deslizamiento metacognitivo”. Sería ingenuo creer que el sentido común hubiera permitido librarse de las consecuencias bastante extravagantes a las que este proceso ha conducido. La fuerza de los efectos didácticos es incontenible en cuanto que el profesor no puede sustraerse a la obligación de enseñar cueste lo que cueste. Cuanto más numeroso es el público comprometido en la negociación más difícil se hace un control “ingenuo” del proceso. Por otra parte el sentido común, como cualquier otro factor de corrección, no puede jugar otro papel en los procesos sociales, sin la mediación de una estructura social adecuada. Existen pruebas de que este tipo de “errores” no es efecto de la estupidez, ni en la mayor parte de los casos de la ignorancia de la disciplina matemática; lo es más o menos en la medida “en que la enfermedad es imputable a errores de comportamiento” si se permite utilizar una metáfora atrevida. 2.4. El uso abusivo de la analogía La analogía es un excelente medio heurístico cuando se utiliza bajo el control del que la usa. Pero su utilización en la relación didáctica hace de ella un peligroso medio de producir efectos “Topaze”. Sin embargo es una práctica habitual: si los alumnos han fracasado en su aprendizaje, hay que darles una nueva oportunidad sobre el mismo tema. Ellos lo saben. Incluso si el profesor disimula el hecho de que el nuevo problema se parece al anterior, los alumnos buscarán - es legítimo- los parecidos para trasladar -ya preparada- la solución que se les ha dado. Esta respuesta no significa que la encuentren idónea para la cuestión planteada, sino solamente que han reconocido en algunos indicios, quizá completamente externos y no controlados, que el profesor quería que produjeran esa respuesta. • Los alumnos obtienen la solución por una lectura de las indicaciones didácticas y no por una implicación personal en el problema. Y tienen interés en ello porque después de varios fracasos con problemas parecidos, aunque no identificados ni reconocidos, el profesor se apoyará en estas analogías continuamente repetidas, para reprochar al alumno su insistencia en no dar la respuesta correcta (este efecto es utilizado por R. Devos en su sketch de los dos extremos de una madera). “¡Hace ya tiempo que os lo he dicho!”. 2.5. El envejecimiento de las situaciones de enseñanza El profesor encuentra dificultades para reproducir la misma lección, aunque se trate de alumnos distintos: la reproducción exacta de lo que ha dicho o hecho anteriormente no tiene el mismo efecto y ocurre con frecuencia que los resultados son peores, y quizás también, en consecuencia, experimenta una cierta reticencia a esta reproducción. Siente una necesidad fuerte de cambiar al menos la formulación de su exposición o de sus instrucciones, de los ejemplos, de los ejercicios y si es posible de la estructura misma de la lección. Estos efectos aumentan con el número de reproducciones y son tanto más Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 12 frecuentes cuanto que las lecciones comprenden más interacciones entre el profesor y el alumno: las lecciones que comprenden una exposición seguida de ejercicios o una simple instrucción seguida de una situación de aprendizaje, que no exigen la intervención del profesor, envejecen con mayor lentitud. Este efecto ha sido observado directamente en la escuela Jules Michelet de Talence, en numerosos casos en los que los maestros estaban empeñados en reproducir una lección determinada. Pero los esfuerzos de renovación intentados por los enseñantes en los casos en los que son libres en su trabajo, son también un índice seguro y fácilmente observable. Este fenómeno, como los precedentes, puede ser observado a nivel de una clase pero también en el conjunto del sistema educativo y entre otros participantes: los programas y las instrucciones ministeriales (o los curricula en otros países) son casi el único medio de hacer explícitas las exigencias didácticas del cuerpo social para con los profesores y el medio de ponerse de acuerdo para el reparto de las tareas entre ellos. Teniendo en cuenta la complejidad de los mecanismos que se deben controlar, estos textos generalmente bastante cortos y que deben dejar abierto lo esencial de las cuestiones pertinentes, resultan completamente inadecuados. Sus modificaciones periódicas son insignificantes si se las compara entre ellas o se las compara con la importancia que parecen concederles los profesores y la administración. Desde 1890 los textos para la escuela primaria sólo ofrecen diferencias mínimas en lo esencial y no difieren más que en matices. Las modificaciones de los programas constituyen la proyección de los deseos de los profesores de renovar las situaciones didácticas como respuesta al “envejecimiento” de sus clases. La enorme desproporción existente entre un compromiso personal con esta novedad y la estabilidad sorprendente de las prácticas de enseñanza, es también un índice de las restricciones que intervienen en la regularización del envejecimiento: el tiempo de respuesta a toda modificación del sistema educativo es muy elevado y las retroacciones muy débiles y aleatorias. La mejor garantía contra el desvío es una inercia importante. Pero la actividad de enseñanza reclama por sí misma una entrega personal intensa del profesor que no puede mantenerse si no se renueva. La reproducción exige por tanto una cierta renovación que puede comprometer futuras reproducciones. Al no conocerse los medios de equilibrio, el sistema tiende a renovarse por factores que no tienen mucha influencia en el objeto principal de la enseñanza. Y así, las modificaciones del programa obedecen a procesos semejantes a los de la moda con relación a la ropa. La cuestión del envejecimiento y el efecto del tiempo didáctico3 plantea una cuestión esencial para la didáctica: ¿qué es lo que se reproduce realmente durante una lección? Un profesor que reproduce la misma historia, la misma sucesión de actividades y las mismas declaraciones por su parte y por parte de los alumnos, ¿ha reproducido el mismo hecho didáctico? Y, éste, ¿ha producido los mismos efectos desde el punto de vista del sentido?4 No existe un medio simple para diferenciar una buena reproducción de una lección -que dé en las mismas condiciones un desarrollo idéntico y también un mismo sentido a los conocimientos adquiridos por el alumno- de una mala reproducción de esta lección 3 Objeto de investigaciones de Y. Chevallard et A. Mercier. Esta cuestión se estudia en el articulo “Didáctica de los decimales: la obsolescencia de las situaciones. Ha sido tratada después por M. Artigue en su tesis sobre la reproductibilidad. 4 Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 13 que, en las mismas condiciones, da un desarrollo idéntico pero un sentido diferente a los conocimientos adquiridos-. En el segundo caso, la semejanza del desarrollo se obtiene por discretas pero repetidas intervenciones del profesor, que transforman toda la situación sin afectar aparentemente a su “historia”. Saber lo que se ha reproducido en una situación de enseñanza es justamente el objeto de la didáctica, que no es resultado de observación sino de un análisis que se apoya en el conocimiento de los fenómenos que definen lo que dejan invariante. CAPITULO III ELEMENTOS PARA UNA MODELIZACION Estos diferentes fenómenos se pueden observar tanto en las relaciones particulares entre dos personas como en las relaciones, mucho más complejas, en las que están implicados organismos y cientos de personas. ¿Es posible “modelizar” todo un sistema educativo por un sistema “enseñante” definido por algunas de las relaciones que mantiene con un sistema “enseñado” que representa centenares de alumnos cuya diversidad parece ser precisamente la primera fuente de las dificultades de los enseñantes? Es un desafío ineludible del proceso de teorización. Los problemas que suscitan los enfoques sistémicos en los que este método se inspira, se estudiarán más adelante. La forma en que hemos descrito rápidamente estos fenómenos prepara su modelización. Se trata ahora de identificar las relaciones fundamentales que hay que retener. Conviene, sin embargo, abstenerse todavía de una formalización excesiva y prematura. Una formulación más rigurosa intervendrá en una etapa posterior. 3.1. Situación didáctica. Situación a-didáctica En la concepción más general de la enseñanza, el saber es una asociación entre buenas preguntas y buenas respuestas. El enseñante plantea un problema que el alumno debe resolver, si el alumno responde, muestra así, que sabe; si no, se manifiesta una necesidad de saber que pide una información, una enseñanza. A priori, todo método que permita memorizar asociaciones favorables, es aceptable. La mayéutica socrática limita estas asociaciones a las que el alumno puede efectuar por sí mismo. Esta restricción tiene por objeto garantizar la comprensión del saber por el alumno, puesto que él lo produce. Pero ello nos conduce a suponer que el alumno poseía ya ese saber, ya porque lo tuviera desde siempre (reminiscencia), ya porque lo haya construido él mismo por su actividad propia y aislada. Todos los procedimientos en los que el maestro no da él mismo la respuesta, son aceptables para que el alumno alumbre el saber. El esquema socrático puede perfeccionarse si se supone que el alumno es capaz de obtener su propio saber de sus propias experiencias, de sus propias interacciones con su medio, incluso si este medio no está organizado para los fines del aprendizaje: el alumno aprende mirando al mundo (hipótesis empírico-sensualista) o haciendo hipótesis entre las que su experiencia le permite elegir (hipótesis apriorista) o también, en una Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 14 interacción más compleja hecha de asimilaciones y de acomodaciones tales como las que Piaget ha descrito. El alumno aprende, adaptándose a un medio que es factor de contradicciones, de dificultades, de desequilibrios, un poco como lo ha hecho la sociedad humana. Este saber, fruto de la adaptación del alumno, se manifiesta por respuestas nuevas que son la prueba del aprendizaje. Este proceso psicogenético piagetiano es lo opuesto al dogmatismo escolástico. Uno no parece deber nada a la intención didáctica, en tanto que el otro lo debe todo. Atribuyendo al aprendizaje “natural” lo que se apoya en el arte de enseñar según el dogmatismo, la teoría de Piaget corre el riesgo de descargar al maestro de toda responsabilidad didáctica: ¡Esto constituye una paradójica vuelta a un tipo de empirismo! Pero un medio sin intenciones didácticas es claramente insuficiente para inducir al alumno en todos los conocimientos culturales que se desea que él adquiera. La concepción moderna de la enseñanza va por tanto a pedir al maestro que provoque en el alumno las adaptaciones deseadas, con una elección acertada de los “problemas” que le propone. Estos problemas, elegidos para que el alumno pueda aceptarlos, deben hacerle actuar, hablar, reflexionar, evolucionar por sí mismo. Entre el momento en que el alumno acepta el problema como suyo y aquél en el que produce su respuesta, el maestro rehúsa intervenir proponiendo los conocimientos que quiere ver aparecer. El alumno sabe bien que el problema ha sido elegido para hacerle adquirir un conocimiento nuevo, pero debe saber también que este conocimiento está enteramente justificado por la lógica interna de la situación y que puede construirlo sin atender a razones didácticas. No sólo puede, sino que también debe, pues sólo habrá adquirido verdaderamente este conocimiento cuando él mismo sea capaz de ponerlo en acción, en situaciones que encontrará fuera de todo contexto de enseñanza, y en ausencia de cualquier indicación intencional. Tal situación es llamada a-didáctica5. Cada conocimiento puede caracterizarse por una o más situaciones a-didácticas que preservan su sentido y que llamaremos situaciones fundamentales. Pero el alumno no puede resolver de golpe cualquier situación a-didáctica, el maestro le procura entre las situaciones a-didácticas, aquéllas que están a su alcance. Estas situaciones a-didácticas, ajustadas a fines didácticos, determinan el conocimiento enseñado en un momento dado y el sentido particular que este conocimiento va a tomar, debido a las restricciones y deformaciones aportadas a la situación fundamental. La situación o el problema elegido por el profesor es una parte esencial de la siguiente situación más amplia: el maestro busca devolver al alumno una situación adidáctica que provoque en él una interacción lo más independiente y lo más fecunda posible. Para ello, comunica o se abstiene de comunicar, según el caso, informaciones, preguntas, métodos de aprendizaje, heurísticas, etc. En consecuencia, el enseñante está implicado en un juego con el sistema de interacciones del alumno con los problemas que él le ha planteado. Este juego o esta situación más amplia es la situación didáctica. El alumno no distingue al principio, en la situación que vive, lo que es de naturaleza a-didáctica y lo que es de origen didáctico. La situación a-didáctica final de referencia, la que caracteriza el saber, puede estudiarse de forma teórica. Pero en la situación 5 En el sentido de que desaparece de ella la intención de enseñar. (Es siempre específica del saber). Una situación pedagógica no específica de un saber no se llamará a-didáctica sino solamente no didáctica. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 15 didáctica, tanto para el maestro como para el alumno, es una especie de ideal hacia el que se trata de converger: el enseñante debe sin cesar ayudar al alumno a despojar en cuanto sea posible la situación de todos los artificios didácticos para dejarle el conocimiento personal y objetivo. El contrato didáctico es la regla de juego y la estrategia de la situación didáctica. Es el medio que tiene el maestro de ponerla en escena. Pero la evolución de la situación modifica el contrato, que permite entonces obtener situaciones nuevas. De igual forma, el conocimiento es lo que se expresa por las reglas de la situación a-didáctica y por las estrategias. La evolución de estas estrategias requiere producciones de conocimientos que permiten a su vez la concepción de nuevas situaciones a-didácticas. El contrato didáctico no es un contrato pedagógico general; depende estrechamente de los conocimientos en juego. En la didáctica moderna, la enseñanza es la devolución al alumno de una situación adidáctica correcta; el aprendizaje es una adaptación a esta situación. Veremos más adelante que se pueden concebir estas situaciones como juegos formales y que esta concepción favorece la comprensión y el dominio de las situaciones de enseñanza. 3.2. El contrato didáctico Así pues en todas las situaciones didácticas el profesor intenta hacer saber al alumno lo que quiere que haga. Teóricamente el paso de la información y de la consigna del profesor a la respuesta esperada, debería exigir por parte del alumno la puesta en acción del conocimiento buscado, ya sea éste conocido o en vías dc aprendizaje. Sabemos que el único medio de “hacer” matemáticas es buscar y resolver ciertos problemas específicos y, a este respecto, plantear nuevas cuestiones. El maestro debe por tanto efectuar no la comunicación de un conocimiento, sino la devolución de un buen problema. Si esta devolución se lleva a cabo, el alumno entra en el juego y si acaba por ganar, el aprendizaje se ha realizado. • Pero, ¿y si el alumno rehúsa o evita el problema, o no lo resuelve?. El maestro tiene entonces la obligación social de ayudarle e incluso a veces de justificarse por haber planteado una cuestión demasiado difícil. • Entonces se establece una relación que determina -explícitamente en parte pero sobre todo implícitamente- lo que cada protagonista el enseñante y el enseñado, tiene la responsabilidad de administrar y de lo que será responsable delante del otro de una forma u otra. Este sistema de obligaciones recíprocas se parece a un contrato. Lo que nos interesa aquí es el contrato didáctico, es decir, la parte de este contrato que es específica del “contenido”: el conocimiento matemático buscado. Por esta razón no podemos detallar aquí estas obligaciones recíprocas, además lo importante son las rupturas de contrato. Pero examinaremos algunas consecuencias inmediatas de ellas: • El profesor se supone que crea las condiciones suficientes para la apropiación de conocimientos y debe “reconocer” esta apropiación cuando se produce. • Se supone que el alumno puede satisfacer estas condiciones. • La relación didáctica debe “continuar” cueste lo que cueste. • El profesor asegura así que las adquisiciones anteriores y las condiciones nuevas dan al alumno la posibilidad de la adquisición. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 16 Si la adquisición no se produce, se abre un proceso al alumno que no ha hecho lo que se esperaba y también al profesor que no ha hecho lo que tenía que hacer (implícitamente). Señalemos que este juego de obligaciones no es exactamente un contrato: primero, no puede hacerse completamente explícito, desde el momento en que pretende referirse al resultado de la acción de enseñar. No existen medios conocidos y suficientes para construir de manera automática saberes nuevos. Tampoco se conocen medios para obtener que el alumno se apropie de un saber deseado de tal forma que funcionen siempre y contra todas las dificultades posibles. Y si el contrato no se establece más que sobre reglas de comportamiento del alumno o del profesor, su respeto escrupuloso condenará la relación didáctica al fracaso. Es necesario sin embargo que el profesor acepte la responsabilidad de los resultados y que asegure al alumno los medios efectivos de la adquisición de conocimientos. Esta seguridad es falaz pero indispensable para permitir al alumno hacerse responsable. Del mismo modo, es necesario que el alumno acepte la responsabilidad de resolver los problemas de los que no se le ha enseñado la solución aunque no vea, a priori, las opciones que se le proponen y sus consecuencias, y que esté por tanto en un caso patente de irresponsabilidad jurídica. Veremos que un contrato de este género, totalmente explícito está condenado al fracaso. En particular las cláusulas de ruptura y de realización del contrato no pueden ser descritas con anterioridad. El conocimiento será justamente lo que resolverá la crisis nacida de estas rupturas que no pueden estar predefinidas. Sin embargo en el momento de estas rupturas todo pasa como si un contrato implícito uniera al profesor y al alumno: sorpresa del alumno que no sabe resolver el problema y que se rebela porque el profesor no le ayuda a ser capaz de resolverlo, sorpresa del profesor que estima sus prestaciones razonablemente suficientes..., rebelión, negociación, búsqueda de un nuevo contrato que depende del “nuevo” estado de los saberes... adquiridos y apuntados. El concepto teórico en didáctica no es pues un contrato (bueno, malo, verdadero o falso) sino el proceso de búsqueda de un contrato, hipotético. Este proceso es el que representa las observaciones y el que las debe modelizar y explicar. 3.3. Un ejemplo de la devolución de una situación a-didáctica En un juego de microordenadores, unos niños (5 años), con un lapicero óptico, deben conducir uno a uno, conejos a un prado y patos a una charca. Las reglas de la manipulación no presentan dificultades insalvables a esta edad. Los niños pueden interpretar que la desaparición y la reaparición de un animal en otro lugar, corresponde a un desplazamiento. Pero pronto pasa a ser otra cosa más que una manipulación según una regla: el profesor quiere que el alumno señale todos los conejos uno tras otro y sólo una vez, antes de dirigirlos hacia el prado, con el fin de desarrollar en él la enumeración de una colección. La sucesión de las operaciones a efectuar no se da en la consigna, está a cargo del alumno. La devolución de esta tarea se hace por etapas. Primera etapa: Acercamiento puramente lúdico Los alumnos no han comprendido todavía que entre los resultados del juego algunos son deseables: todos los conejos van al prado y juegan al corro, y otros son no deseables: los conejos olvidados se ponen rojos y emiten gruñidos. Los niños juegan, puntean los conejos y están felices de provocar un efecto cualquiera, el que sea. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 17 Segunda etapa: Devolución de una preferencia Los alumnos han comprendido bien cual es el efecto deseado (por ejemplo, se ha suprimido todo efecto de falsas manipulaciones) pero atribuyen los resultados, buenos o malos, a una especie de fatalidad o casualidad. Esta clase de interpretación es adecuada para numerosos juegos: “la batalla” o los “caballitos”, el placer nace de la espera de lo que le reserve la suerte, mientras que el jugador no toma ninguna decisión. Tercera etapa: Devolución de una responsabilidad y de una causalidad Para aceptar una responsabilidad en lo que le acontece, el alumno debe considerar lo que hace como una elección entre diversas posibilidades, y luego considerar una relación de causalidad entre las decisiones que ha tomado y sus resultados. En esta etapa, los alumnos pueden, después considerar que el desarrollo del juego hubiera podido ser diferente. Esto supone que pueden acordarse de algunas de sus acciones y más precisamente de lo que, en ellas, era pertinente o no. Esta devolución es delicada: la mayor parte de los niños están dispuestos a aceptar del maestro la idea de que son responsables del resultado del juego, aunque sean incapaces de establecer en qué momento hubieran podido obtener un mejor resultado, con una elección apropiada por su parte. Ahora bien, sólo el conocimiento de esta relación justificaría la transferencia de responsabilidad. Si el alumno resuelve con rapidez el problema, el hecho de haber aceptado a priori el principio de su responsabilidad no ha sido más que un prólogo necesario del aprendizaje, esto último llega a justificar después su responsabilización, dando al alumno los medios de asumirla y finalmente de escapar de la culpabilidad. Pero, para el alumno que no puede salvar la dificultad y relacionar por el conocimiento su acción a los resultados obtenidos, la responsabilización debe ser renegociada bajo pena de provocar sentimientos de culpabilidad y de injusticia muy rápidamente perjudiciales en los aprendizajes posteriores y en la noción misma de causalidad. Cuarta etapa: Devolución de la anticipación La relación entre la decisión y el resultado debe ser considerada antes de la decisión, el alumno toma a su cargo anticipaciones que excluyen toda intervención oculta. Incluso si no está del todo dominada, la anticipación es considerada como responsabilidad cognitiva del jugador y no sólo su responsabilidad social. Quinta etapa: Devolución de la situación a-didáctica Para ganar en el juego de los conejos, el alumno debe efectuar la enumeración de una colección. Pero no es suficiente con que lo haga una vez “por casualidad”. Es necesario que sepa reproducirlo a voluntad, en circunstancias variadas. Es necesario que sea consciente de este poder de reproducción y que tenga un conocimiento, al menos intuitivo, de las condiciones que le permiten buenas posibilidades de éxito. El alumno debe reconocer los juegos que acaba de aprender. Pero esto que sabe hacer, no le ha sido nombrado, identificado y sobre todo no le ha sido descrito como un procedimiento “fijo”. Así, la devolución no se hace sobre el objeto de enseñanza sino sobre las situaciones que lo caracterizan. Se ha elegido este ejemplo para distinguir bien los diferentes componentes de la devolución. La enumeración no es un concepto matemático culturalmente muy importante, interviene en la enseñanza bastante tarde Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 18 con diferentes lenguajes y problemáticas diferentes. Ni el vocabulario ni los conocimientos formales llegan por tanto a perturbar el objeto de la enseñanza. El niño, antes de este aprendizaje, había podido “enumerar” las colecciones desplazando los objetos o señalándolos de forma que siempre tuviera una materialización cómoda del conjunto que le quedase por enumerar. Pero aquí, debe efectuar la misma tarea mentalmente, sus representaciones deben extenderse a un control intelectual mucho más complejo: buscar un primer conejo fácil de situar, después otro, de tal manera que se acuerde que estos dos han sido ya tomados; buscar otro bastante próximo a los primeros y formando con ellos una disposición (grupito, línea) que le permitan no perderles “de vista”, mientras busca un cuarto, que entra a su vez en la estructura con el fin de no volver a coger un conejo ya tomado y que le permita saber si quedan todavía. Esta “tarea”, no puede describirse como un procedimiento ni puede incluso mostrarse ya que: enumerar una colección ante un niño no le da ninguna idea de los medios de control que debe adquirir. En este ejemplo, la devolución de la situación a-didáctica, puede ser observada independientemente de la devolución del objeto de enseñanza (que no puede hacerse en este momento). Ni el profesor ni el alumno pueden identificar, a no ser por el éxito de una tarea compleja, lo que se enseña y lo que se debe conocer o saber. Un poco más tarde, las enumeraciones, en tanto que producciones pueden llegar a ser objetos de estudio para el alumno. Puede reconocer las que son iguales o diferentes, las que son correctas o las que llevan al fracaso... concebir y comparar métodos... y conocer -después- el objeto de enseñanza ligado al juego de los conejos. Podrá abordar problemas de enumeración y de combinatoria más próximos a los problemas científicos y definir entonces lo que él debe aprender, lo que debe resolver y lo que se le pide que sepa. Estas devoluciones de objetos de estudio, de objetos de saber y de objetos de enseñanza, deberían poder interpretarse como devoluciones de situaciones a-didácticas de otro tipo. 3.4. La epistemología de los profesores El profesor está obligado a hacer explícito al alumno un método de producción de la respuesta: cómo responder mediante conocimientos anteriores, cómo comprender, construir un conocimiento nuevo, cómo” aplicar” las lecciones anteriores, reconocer las preguntas, cómo aprender, adivinar, resolver, etc. Se refiere así a un funcionamiento implícito de las matemáticas o a un modelo -como la geometría elemental- construido para el uso que se hace de él: resolver los conflictos del contrato didáctico. • Esta “epistemología del profesor” -para uso profesional- debe ser también de hecho la del alumno y la de sus padres. Debe estar presente en la cultura para permitir que las justificaciones funcionen y sean aceptadas. El profesor no es libre de cambiarlas a su antojo. Se comprende que esta epistemología tiene pocas posibilidades de ser consistente y por lo tanto de servir de base a una teoría didáctica. • Por lo tanto para enseñar los conocimientos, un profesor debe reorganizarlos con el fin de que se presten a esta descripción, a esta “epistemología”. Es el inicio del proceso de modificación de los conocimientos lo que cambia su organización, la importancia relativa, la presentación, la génesis... en función de las necesidades del contrato didáctico. A esta transformación la hemos llamado transposición didáctica. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 19 Señalemos que a priori, la práctica empírica de la enseñanza de las matemáticas, cualquiera que sea la calidad científica de los profesores, no les conduce espontáneamente a construir una simulación correcta de la génesis de las nociones. Por el contrario, es grande la tentación de economizar el doble trabajo -de recontextualización y redescontextualización- y de hacer aprender directamente un texto de saber. Para respetar las otras obligaciones del contrato se proponen problemas a los alumnos, pero sus soluciones pueden encontrarse por procedimientos que economizan el conocimiento específico de la noción (como en el ejemplo de la analogía). La solución está escondida bajo una ficción didáctica conocida por el alumno y que sirve en el momento de la negociación. Puesto que el maestro debe “probar” al alumno que le era posible responder y aprender el saber considerado, debe al menos poderle decir “a priori” el cómo hacerlo. Ciertamente, si la solución está articulada como un texto matemático, ella misma comprende la justificación científica correcta del resultado, pero muchos alumnos obtienen “la respuesta no por el razonamiento matemático deseado”, sino por la decodificación de la convención didáctica. 3.5. Ilustración: el efecto “Dienes” El estudio de las concepciones de Dienes y de los ecos que despertaron en los enseñantes en el marco de la reforma de los años 70 son muy significativos a este respecto [Cf. Maudet y Brousseau]. Por su “proceso psicodinámico”, Dienes propone un proceso de aprendizaje fundado en el reconocimiento de las semejanzas entre "juegos estructurados” y después sobre la esquematización y la formalización de estas “generalizaciones” dirigidas. Se trata de hecho de una descripción y de una sistematización de ciertas prácticas de enseñanza ya en uso, como la repetición de problemas o ejemplos semejantes para inducir una respuesta tipo, acompañada de una traducción en términos matemáticos: los problemas semejantes se convierten en “isomorfos” y una generalización en un “paso al cociente”. La teoría de conjuntos y las estructuras fundamentales se convierten en el medio de describir todos los elementos de la situación de enseñanza que, a su vez, los ilustran perfectamente. Esta traducción implica una confusión sistemática entre la estructura de la situación (el juego), la estructura de la tarea, el proceso intelectual, y el conocimiento mismo (en tanto que estructura matemática). Por lo tanto conduce implícitamente a erigir los fundamentos de las matemáticas, tales como fueron concebidos en su momento, en un modelo universal, tanto como medio de descripción y de organización de las matemáticas (la lógica), como medio de su construcción y de su funcionamiento (epistemología), como medio de explicar el funcionamiento psicológico del alumno respecto de ellas (psicología cognitiva), como medio de describir el proceso de aprendizaje y las etapas de desarrollo de un conocimiento (epistemología genética) y finalmente como medios didácticos de obtener el aprendizaje. La epistemología espontánea de los profesores se encuentra así repentinamente justificada, “sacralizada” por su reformulación en términos “científicos” y puesta de nuevo milagrosamente de acuerdo con todos los dominios susceptibles de discutirla. Este hecho fue una de las causas del éxito inicial de las propuestas de Dienes. Una tal didáctica es independiente de los contenidos. Conduce incluso al profesor a acentuar las variables no pertinentes de la situación matemática (aquellas que no la modifican) en detrimento de las condiciones especificas (“principio de variabilidad”). Y Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 20 finalmente esto no es más que un método de presentación de los saberes que favorece su memorización. El hecho más evidente en la utilización de este método es el siguiente: sólo los prosélitos del método son capaces de hacerlo funcionar con éxito. Cualquier utilización “servil” de los materiales de Dienes conduce a decepciones y a fracasos. El análisis en términos de contrato didáctico puede proponer una explicación de este hecho. El método didáctico de Dienes, apoyándose en el “proceso psicodinámico” no deja explícitamente al maestro otro papel que el de la elección de los materiales, la presentación de las fichas, los estímulos usuales... El método debe obrar en virtud de un proceso interno del sujeto ineluctable una vez que las condiciones de entrada han sido satisfechas: presentación repetida de juegos estructurados, petición de esquematización..., etc. De esta forma este método libera al maestro de la responsabilidad técnica de obtener él mismo el aprendizaje esperado. Puede presentar sus ejercicios, esperar, ... proporcionar eventualmente las respuestas acompañadas de una pequeña explicación, enviar a la ficha siguiente, organizar el juego correspondiente... pero el contrato de enseñanza no le liga más a la evolución del comportamiento cognitivo que se supone está a cargo del “juego”. Por el contrario, debe dejar al alumno pensar por sí mismo. Ahora bien, los juegos de Dienes no resultan satisfactorios con frecuencia porque postulan que las reglas que se proponen al alumno para jugar- son las mismas que las que es necesario enseñarle. ¡La estructura del juego y la que “es” el saber son idénticas! La comprensión de la regla, condición para actuar, exige previamente, por parte del alumno, el conocimiento que se pretende enseñarle. Por tanto, si el maestro enseñara primero la regla, el juego se trasformaría en un ejercicio. Para evitar esto, intenta hacer adivinar la regla -actividad que no está teorizada en el proceso psicomatemático-. Pero la insuficiencia teórica y práctica de los juegos de Dienes no explica sólo que los fracasos sean observados menos frecuentemente en los prosélitos del método que en los usuarios conscientes pero no comprometidos. Un profesor que tiene confianza en el proceso psico-dinámico se contenta con proponer al alumno las fichas y los juegos y espera que el efecto anunciado, la generalización o la correcta formalización, se produzca. Se produce mal a causa de la ruptura de la negociación ligada a una disminución de la presión que ejerce el maestro. El contrato de enseñanza puede subsistir si el maestro se preocupa de los resultados cuantitativos del alumno, pero la articulación de los conocimientos y su génesis siguen siendo ignorados. Por el contrario la acción “militante” de un profesor decidido a mostrar que el método es eficaz le conduce a restaurar este debate. La insuficiencia de las situaciones a-didácticas propuestas en lo que concierne a la justificación y a la significación de los conocimientos deseados no impide al discurso del maestro darles un sentido y un lugar suficiente para un aprendizaje, pero esto provoca en ciertos casos el error a nivel de contrato. Es cierto, sin embargo, que si las situaciones fueran matemáticamente incorrectas ninguna “devolución” permitiría a los juegos de Dienes producir el conocimiento anunciado. El problema queda abierto para las “buenas” situaciones. En todos los casos, los métodos de enseñanza de Dienes permitirían obtener resultados, pero por razones distintas de las que se exponían en la teoría que les acompañaba. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 21 Este análisis muestra la utilización que puede hacerse de la noción de contrato para intentar explicar un fenómeno de didáctica ligado a la epistemología de los profesores. Problema importante: todo método o situación supuesta eficaz mediante cualquier “ley psicológica” o “didáctica” que libera al profesor de la negociación didáctica ¿produciría el mismo resultado? Cuanto más seguro estuviera el profesor de su éxito, gracias a resultados independientes de su compromiso personal, ¡mayor sería su fracaso...!. Llamamos efecto Dienes a este fenómeno que muestra la necesidad de integrar las relaciones maestro-alumno en toda teoría didáctica. Y esta conclusión remite a una cuestión más difícil: ¿existe una alternativa a la epistemología de los profesores? 3.6. Heurística y didáctica Es claro que no se conocen las condiciones a la vez necesarias y minimales para dar el máximo sentido a la actividad del alumno, y sin embargo suficientes para permitirle satisfacer su contrato. No se conoce una epistemología genética efectiva que permita economizar estas negociaciones, de tal suerte que el maestro y el alumno frecuentemente (inconscientemente con toda seguridad) se ven limitados: - a sustituir el problema que puede llevar al efecto Topace o más fríamente al efecto Jourdain, - al uso abusivo de la analogía, al deslizamiento metacognitivo, etc. Ahora bien, el profesor al mismo tiempo que los problemas, debe dar los medios para resolverlos (el saber teórico por ejemplo) y mostrar que los medios ya enseñados, permitían construir la solución. Por lo tanto debe hacer como si supiera cómo se fabrican las soluciones de los problemas nuevos partiendo de ciertos saberes (enseñados). Y un día debe también justificar estos medios: cómo se encuentran, cómo se reconocen... ¿Presupone su acción una epistemología? ¿Estará obligado a producirlas, a darla? ¿Por qué ha cometido un error el alumno? ¿Cómo puede evitar los errores futuros? ¿Cómo encontrar una solución? “El algoritmo” constituye un instrumento de desbloqueo y de resolución de conflictos didácticos, en cuanto que permite momentáneamente un reparto claro de las responsabilidades. El maestro muestra el algoritmo. El alumno lo aprende y lo “aplica” correctamente: si no, debe ejercitarse pero su incertidumbre es casi nula. Se le asegura que existe una clase de situaciones distintas en las que el algoritmo da una solución (el conflicto volverá a aparecer cuando se trate de elegir un algoritmo para un problema determinado). El algoritmo es prácticamente el único medio “oficial” de desbloquear; es decir, que ha sido el medio de hacer explícitos los métodos de enseñanza que le conciernen. Sirve de modelo único o casi único para todos los enfoques culturales de la enseñanza. Debe por lo tanto esperarse que el alumno reciba todas las indicaciones del profesor de la misma forma: como los medios eficaces para resolver los problemas (tales como los algoritmos), aunque el profesor deba elegirlos de forma que estos medios provoquen de nuevo la búsqueda por parte del alumno, le animen, le ayuden pero sin tocar lo esencial de aquello que debe seguir siendo responsabilidad del alumno. Así se crea un clima de mal entendimiento entre profesor y alumno en el que: se piden indicaciones de Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 22 tipo heurístico- que se dan y se reciben- resultando sugerencias inciertas para el uno, mientras que para el otro las indicaciones son comparables a los algoritmos o a los teoremas de matemáticas. Con este Arte de resolver problemas, en el que lo esencial está fundamentado en la introspección, el maestro quisiera enseñar a su alumno a buscar; el alumno sin embargo espera algoritmos. Pero lo que el maestro quisiera presentar al alumno como ocasiones de investigación típicas no es más que una colección de objetos culturales, de problemas cuyas soluciones son conocidas y catalogadas por la heurística. El alumno debe por lo tanto recibirla como saber. En este sentido, como Glaeser señala, “la heurística no puede enseñarse porque su materia es la parte imprevisible y creativa de toda investigación de un problema. No se puede dar más que un entrenamiento a la heurística que acostumbre al alumno a las situaciones de investigación”. ¡Pero entonces el proceso queda bloqueado! El profesor no debería, por ejemplo, invitar al alumno a hacer uso de las etapas del pensamiento catalogadas por Polya6 y que él mismo reconoce haber utilizado en sus éxitos matemáticos. ¡Sin embargo, no existe gran peligro en dar en algunas ocasiones informaciones o consejos...! “Dibujad una figura, introducid la notación apropiada, ¿cuál es la incógnita?, ¿conocéis algún problema que se relacione con éste?, enunciadlo de forma distinta, recordad las definiciones...” (Polya, comentarios). Por el contrario, se trata de costumbres que hay que adquirir. “Para resolver un problema, debéis sucesivamente: comprender el problema...” (Polya7). El contrato se desliza; ahora la búsqueda de las informaciones o de las sugerencias laterales se convierte en un medio didáctico reconocido, que puede ser exigido a un alumno que pretende buscar y del que se pone en duda la actividad real. Mientras que el maestro debe por su parte clarificar estos medios, clasificarlos, identificarlos, definirlos, responder de su eficacia. En consecuencia elegirá los problemas que permitan ilustrarlos mejor, aplicarlos, hacerlos funcionar a título de ejemplo. Pero no puede restringir los problemas de matemáticas a aquellos en los que la aplicación casi automática de un procedimiento anunciado anteriormente da la solución. El alumno busca entonces cuál es la sugerencia de procedimiento lógico que es la correcta. El bucle está cerrado, las “heurísticas” se han sustituido se han colocado al lado de los teoremas y de las teorías entre los medios entre los que se debe elegir para resolver un problema, pero el problema sigue y el contrato didáctico también. ¿Por qué no buscar heurísticas de segundo orden? Esta vía, inicia un tipo de deslizamiento (heurístico) recurrente, comparable al deslizamiento metacognitivo. También es posible identificar un deslizamiento metamatemático que consiste en sustituir un problema matemático por un debate sobre la lógica de su solución y en atribuirle todas las causas de los errores. El proceso que acabamos de describir es una tendencia que resulta naturalmente de las necesidades del contrato didáctico. Es fácil muchas veces, encontrar ejemplos de ello en la historia de la enseñanza. También está claro que no hay nada de inevitable: las reticencias y después las resistencias se hacen cada vez más fuertes a medida que el deslizamiento se hace importante. Parece que, como para el deslizamiento metacognitivo, la única fuerza antagonista sea la vigilancia epistemológica. 6 Cf. Polya. “Cómo plantear y resolver problemas”. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 23 Como en las analogías, el uso -ingenuo o sistemático- de las heurísticas es un excelente medio de investigación de soluciones de problemas (siendo la heurística el medio por definición y por excelencia) con la condición de que se realice bajo la responsabilidad exclusiva del que la utiliza. Cualquier crédito que se da a priori a un método particular es una fuente de decepciones con frecuencia amargas que le convierten en impropio del contrato didáctico. Con Glaeser podemos llamar “procedología” “todo el repertorio de recetas probadas” (en los stokcs de problemas clásicos) que la enseñanza... inculca y que no son teoremas ni metateoremas. La enseñanza no parece tener por misión explícita inculcar estas recetas y preferimos admitir que lo hace bajo la presión del contrato didáctico. Sin embargo, yo propondré extender el término de “procedimientos algorítmicos” “que aparecen... como subprogramas de una investigación heurística” a todo lo que, en el contrato didáctico, tiende a jugar el mismo papel, comprendiendo incluso las heurísticas o las ideas originales, cuando éstas se presentan o utilizan como recetas. Lo que da valor o lo quita a un procedimiento, es su función y su presentación didáctica. Más exactamente, la naturaleza del contrato que se liga a propósito del procedimiento. Como el efecto Dienes (para el maestro), afirmar al alumno que existe un método automático (o casi) para establecer una familia de resultados, aunque sea verdad, tiende a descargarle de la responsabilidad fundamental de control de su trabajo intelectual, bloquea por lo tanto la devolución del problema, lo que hace a menudo fracasar la actividad (y además permite al alumno contradecir y discutir el método si quiere). Me parece necesario subrayar lo que acabamos de mostrar: - no hay diferencia de naturaleza entre una utilización discreta y legítima de la “heurística normativa” de Polya, con vistas a la “educación” matemática y una fina “procedología” de segundo orden. Solamente existe una diferencia de nivel en la aceptación del deslizamiento bajo la presión del contrato (o para ir hacia el alumno). - no hay razón para declarar a priori ilegítimo para el maestro dar indicaciones de esta naturaleza (como lo que hemos llamado “la epistemología de los profesores”), se puede considerar que ellas son, en ausencia de una auténtica ciencia de la didáctica, una necesidad profesional inevitable. Es más importante comprender las condiciones antagónicas que influyen en el equilibrio entre tendencias opuestas (ninguna información o demasiadas informaciones). Este análisis plantea la hipótesis siguiente: la heurística pudiera no ser más que una racionalización fundada sobre la epistemología de los profesores, una invención didáctica para las necesidades del contrato, recuperada y desarrollada por los matemáticos a modo de epistemología espontánea. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 24 CAPITULO IV COHERENCIA E INCOHERENCIA DE LA MODELIZACION CONSIDERADA: LAS PARADOJAS DEL CONTRATO DIDACTICO Considerar la enseñanza como la devolución de una situación de aprendizaje por el profesor al alumno ha permitido identificar algunos fenómenos. El intento de modelizar esta devolución como la negociación de un contrato, permite en gran parte explicar estos fenómenos y prever la existencia de otros. El resultado de este enfoque hará considerar al maestro como un jugador frente a un sistema formado a su vez por un par de sistemas: el alumno y, digámoslo por el momento, un “medio” desprovisto de intenciones didácticas con respecto a él. En el “juego” del alumno con el medio, los conocimientos son la forma de aprehender las reglas y las estrategias de base, y luego los medios de elaborar estrategias ganadoras y obtener el resultado buscado. En el juego del maestro con el sistema alumno-medio, el contrato didáctico es la forma de establecer las reglas y estrategias de base para adaptarlas después a los cambios del juego del alumno. A cada conocimiento, y acaso a cada función ejercida por un conocimiento, deben corresponder situaciones (problemas) específicas y probablemente contratos didácticos. La evolución de los jugadores y del juego -contrariamente a los juegos con reglas fijasconduce a cuestionarse sobre los conocimientos y sobre el contrato didáctico. Esta dialéctica está en la base misma de la constitución de los saberes en tanto en cuanto ellos articulan lo específico y lo general. Antes de profundizar y sistematizar esta modelización, es útil examinar su coherencia. Este estudio permitirá precisar también las funciones o las relaciones que convienen representar (por reglas) y las dificultades de ejecución. Este párrafo permitirá exponer con mayor claridad la metodología de la didáctica. Considerar la enseñanza como la devolución al alumno de la responsabilidad del uso y de la construcción del saber, conduce a algunas paradojas que es útil señalar. 4.1. La paradoja de la devolución de las situaciones El profesor debe conseguir que el alumno resuelva los problemas que él le propone con el fin de constatar y de poder hacer constatar que él ha cumplido con su propia tarea. Pero el índice resulta engañoso si el alumno produce su respuesta sin tener que haber hecho él mismo las opciones que caracterizan el saber correcto y que distinguen este saber de conocimientos insuficientes. Esto se produce en particular en el caso en el que el profesor se haya sentido obligado a decir al alumno cómo resolver el problema propuesto o qué respuesta dar. El alumno que no ha tenido que realizar ni elección, ni ensayos de métodos, ni modificación de sus propios conocimientos o de sus convicciones, no ha dado la prueba esperada de la apropiación que se buscaba. Ha dado una apariencia. El profesor tiene la obligación social de enseñar todo lo que es necesario a propósito del saber. El alumno -sobre todo cuando ha fracasado- se lo pide. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 25 Así pues cuanto más cede el profesor a las exigencias del alumno y desvela lo que desea, más dice precisamente al alumno lo que éste debe hacer, más se arriesga a perder las posibilidades de obtener y constatar objetivamente el aprendizaje al que en realidad debe apuntar. Esta es la primera paradoja: no es completamente una contradicción, pero el saber y el proyecto de enseñar van a progresar enmascarados. Este contrato didáctico coloca al profesor en una situación paradójica: todo lo que pretende para hacer que el alumno produzca los comportamientos que espera, tiende a privar a éste de las condiciones necesarias para la comprensión y el aprendizaje de la noción buscada: si el maestro dice lo que el alumno quiere, éste no puede ya obtenerlo. Pero también está el alumno ante una situación paradójica: si acepta que, según el contrato, el maestro le enseñe los resultados, no los establece él mismo y por lo tanto no aprende matemáticas, no se las apropia. Si, por el contrario, rechaza toda información del maestro, entonces la relación didáctica se rompe. Aprender, implica para él, aceptar la relación didáctica, pero considerada como provisional, y se esfuerza por rechazarla. Veremos más tarde de qué forma. 4.2. Las paradojas de la adaptación de las situaciones Admitamos que el sentido de un conocimiento proviene, en gran parte, de que el alumno lo adquiera adaptándose a las situaciones didácticas que se le proponen (devueltas). Admitiremos también que existe, para todo conocimiento, una familia de situaciones, susceptible de darle un sentido correcto. En algunos casos, existen algunas situaciones fundamentales accesibles al alumno en el momento deseado. Estas situaciones fundamentales le permiten fabricar rápidamente una idea correcta del conocimiento que podrá insertarse, cuando llegue el momento, sin modificaciones radicales, en la construcción de nuevos conocimientos. Pero supongamos que existen conocimientos para los cuales las condiciones que acabamos de citar no se dan: es decir, que no existen situaciones suficientemente accesibles, suficientemente eficaces y en número suficientemente pequeño como para permitir, a alumnos de cualquier edad, acceder directamente, por adaptación, a una forma de saber que se pueda considerar correcta y definitiva. En este caso será preciso aceptar algunas etapas en el aprendizaje. El saber enseñado por adaptación en la primera etapa será provisionalmente, no sólo aproximativo, sino en parte falso o inadecuado. El profesor se encuentra entonces ante nuevas paradojas: i) inadaptación a la exactitud Incluso cuando el saber enseñado durante una primera etapa sea necesario para abordar una etapa posterior, el profesor puede prever que se le reprochen los errores tolerados o suscitados en esta primera etapa. Los reproches provendrán tanto de sus alumnos como de los profesores de los niveles superiores, a no ser que la tradición o la negociación cultural le disculpen. En la hipótesis considerada, existe una alternativa: el profesor renuncia a la enseñanza por adaptación: enseña directamente un saber conforme con las exigencias científicas. Pero entonces esta hipótesis implica que debe renunciar a dar un sentido a este saber y a Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 26 obtenerlo como respuesta a situaciones de adaptación porque los alumnos lo teñirían de significaciones falsas. El profesor tiene que elegir entre enseñar un saber formal y desprovisto de significado o enseñar un saber más o menos erróneo que será preciso rectificar. Las alternativas intermedias podrán conjugar los dos inconvenientes e incluso complicarlos. El alumno a quien se enseña, por una parte, un “saber erudito” y a quien se presenta, por otra parte, situaciones de referencia inadecuadas, puede constatar toda clase de contradicciones y de inadaptaciones entre estos dos objetos de enseñanza. Los saberes que obtiene comprendiendo lo que hace son incluso falsos o distintos de los que se le quiere enseñar. Las distinciones que se establecen entre saber teórico y saber práctico puede que no sean con frecuencia más que una simple consecuencia y una recuperación de esta dificultad puramente didáctica. Incluso, aquí, el alumno está ante una situación paradójica; debe comprender y aprender: pero para aprender debe, en cierta manera, renunciar a comprender, y para comprender, debe arriesgarse a no aprender. Tomar como objeto de enseñanza el saber y su génesis (verdadera o ficticia), y por lo tanto enseñar el saber y su significado, no es tampoco una perfecta solución. ii) Inadaptación a una adaptación posterior. La memorización de saberes formales, ampliamente despojados de sentido, puede ser costosa en ejercicios de aprendizaje. Estos últimos no deben introducir demasiado sentido, lo que aumenta todavía más su dificultad. La representación que el alumno se hace del saber matemático y de su funcionamiento se encuentra así profundamente perturbada. Cuanto más ha sido el alumno entrenado en ejercicios formales, más difícil le es, más tarde, restaurar un funcionamiento fecundo de los conceptos así recibidos. “La aplicación” de un saber aprendido, ya hecho, se produce mal porque la lógica de la articulación de las adquisiciones que lo componen es únicamente la del saber mismo y porque el rol de las situaciones se ha excluido a priori. Examinemos la elección inversa, la de una comprensión, provisionalmente errónea, de un saber obtenido por adaptación a problemas que lo introducen. Será necesario retomar y modificar este saber. Aparece una nueva paradoja: si los alumnos se han adaptado bien a las situaciones que se les han propuesto, han comprendido mejor las razones de sus respuestas y las relaciones de su saber con los problemas, será más difícil después cambiar este saber, para hacerlo correcto y completo. Acabamos de mostrar que para ciertos conocimientos, es previsible que el saber será tanto más difícil de “retomar” y de modificar cuanto que haya sido mejor aprendido, mejor comprendido y más reforzado en la primera etapa. Este hecho proviene, sin duda, de razones de orden psicológico: es tanto más difícil cambiar sus costumbres o sus opiniones cuanto que éstas están más íntimamente ligadas a actividades más personales, más numerosas y más antiguas. Pero podría depender también de una razón más directamente epistemológica. La excesiva adaptación del “saber” a la solución de una situación particular no es necesariamente un factor favorecedor de la solución de una situación nueva. La evolución se hace imposible, si existe una diferenciación demasiado fuerte, una dependencia demasiado grande respecto de los “conocimientos” directos. El primer Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 27 saber se conviene en obstáculo. Algunos de los obstáculos son inevitables y constitutivos del saber -otros son el resultado de una excesiva implicación didáctica. Así, en la hipótesis de un saber inaccesible a cualquier alumno por una adaptación escasa a una situación fundamental bastante correcta, el profesor se encuentra ante una nueva paradoja. Si elige una enseñanza formal o por adaptación, cuanto más insiste en el aprendizaje de los conocimientos intermedios, más se arriesga a contrariar las enseñanzas ulteriores. Recíprocamente, si renuncia a fijar, a institucionalizar las adquisiciones, incluso parciales, el alumno no encontrará ningún apoyo en las etapas siguientes. En algunos casos, cuanto mejor se adapta el alumno a una situación didáctica intermedia, más inadaptado está para la etapa siguiente. Es verosímil que sea este fenómeno el que conduce a los profesores de los niveles superiores a no utilizar las enseñanzas más elementales más que en forma de procedimiento o de algoritmo y, si es preciso abordar el sentido, a hacerlo en situaciones con vocabulario y métodos lo más distintos posible de los utilizados en niveles anteriores. 4.3. Las paradojas del aprendizaje por adaptación i) Negación del saber ¿Es consistente la hipótesis de que el alumno podría construir su saber por medio de la adaptación personal a una situación a-didáctica? En efecto, imaginemos que el profesor haga la devolución al alumno de una fuente de cuestiones auto controlables7 o de un problema. Si el alumno resuelve el problema, puede pensar que lo ha hecho mediante la utilización habitual de sus conocimientos anteriores. El hecho de haber resuelto el problema le parecerá la prueba de que no tenga nada nuevo que aprender para eso. Incluso si es consciente de haber sustituido una antigua estrategia y culturalmente identificada, por otra que ha “inventado”, le será difícil declarar que esta “innovación” es un saber nuevo: ¿qué necesidad hay de identificarlo puesto que parece que puede ser producido fácilmente cuando es necesario? ¿Cómo podría una persona aislada distinguir en todas las decisiones tomadas, las que se pueden desprender de la situación y que podrían servir igualmente en otras situaciones, de aquéllas que son puramente coyunturales y locales?. Las condiciones sociales de un aprendizaje por adaptación, rechazando el principio de la intervención de los conocimientos de una tercera persona para producir la respuesta, tienden a hacer imposible la identificación de esta respuesta como una novedad, y por lo tanto como correspondiente a una adquisición de conocimientos. El alumno ve como insignificante la cuestión de la que conoce las respuestas, en la medida en la que no tiene los medios de saber si otros se la han planteado antes que él, o si nadie ha sabido responder, o si otras cuestiones le acompañan o están ligadas a ella en cuanto que podría darse una respuesta gracias a ésta..., etc. Es preciso pues que alguien del exterior venga a marcar sus actividades e identificar las que tienen un interés, una consideración cultural. Esta institucionalización, es de hecho una transformación completa de la situación. Elegir algunas cuestiones entre las que se sabe responder, 7 Es decir, aquellas en las que el alumno no sabe responder a priori, pero para las que tiene una solución, que sabrá si es correcta sin recurrir al maestro. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 28 colocarlas en el corazón de una problemática que confiere a las respuestas a las que estas cuestiones nos llevan un estatuto de saber más o menos importante, relacionarlas con otras cuestiones y otros saberes, constituye finalmente la esencia de la actividad científica. Este trabajo cultural e histórico difiere totalmente de lo que parecía deber dejarse a cargo del alumno y es responsabilidad del profesor. No es pues el resultado de una adaptación del alumno. En cierta manera, la adaptación contradice la idea de creación de un saber nuevo. Inversamente, el saber es casi un reconocimiento cultural de que el conocimiento directo es impotente para resolver naturalmente algunas situaciones (por adaptación). ii) Destrucción de su causa Las situaciones que permiten la adaptación del alumno son con frecuencia, por naturaleza, repetitivas: el alumno debe poder hacer vanas tentativas, implicarse en la situación mediante sus representaciones, sacar consecuencias de sus fracasos o de sus éxitos más o menos fortuitos... La incertidumbre en que está inmerso es a la vez fuente de angustia y de placer. La reducción de esta incertidumbre es el fin de la actividad intelectual y su motor. Pero conocer antes la solución, es decir, haber transformado respuestas satisfactorias, pero locales, en métodos que den la respuesta en todos los casos, destruye el carácter dudoso de la situación, que se encuentra entonces vacía de interés. Así el conocimiento priva al alumno del placer de buscar y encontrar una solución “local”. La adaptación -por el conocimiento- coincide pues con la renuncia a una incertidumbre en suma agradable. La adaptación del alumno tiende a destruir la motivación que la produce, así como a quitar significación a la situación que la provoca. Debería pues detenerse pronto y, en último caso, no producirse desde el momento en que un proceso se hace necesario. La simple imagen de una adaptación a perturbaciones externas no es satisfactoria para representar el fenómeno del aprendizaje. No deja lugar a dos elementos esenciales para mantener el proceso: - Por una parte, la creación de una motivación intrínseca que vuelve a lanzar al alumno a la búsqueda de otra “ocasión” de adaptarse, sin la tentativa de adaptar el medio a sí mismo. - Por otra parte, la adaptación interna del sujeto sin perturbaciones exteriores y sin “actividad” real (como por ejemplo la resolución de las contradicciones internas del sujeto que nacen de la asimilación de esquemas nuevos de los que habla Piaget). 4.4. La paradoja del comediante ¿Puede el profesor evadirse de la devolución, de la intención directa de enseñar un determinado saber particular? ¿Puede escaparse de la situación didáctica? Después de todo puede que le bastase ser un matemático y comportarse como tal con el alumno. La participación progresiva de este último en esta actividad podría permitirle aprender matemáticas como actividad cultural directa, sin desfasar el lenguaje o el método y sin transposición. El alumno aprendería las matemáticas como aprende la lengua materna. ¿El medio cultural puede ser “naturalmente” enseñante sin ser localmente didáctico? ¿Puede considerarse el sistema didáctico sin enseñante? Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 29 Ciertamente, hay numerosos trabajos que han mostrado el importante papel que juega el medio familiar, social y cultural en las diferencias de comportamiento y de éxito escolar. Es probable que el niño pueda aprender muchas cosas en la medida en que la actividad matemática de los miembros de su familia se traduzca en debates y en cuestiones que pueden serle accesibles; retendrá de ello en particular, métodos, exigencias, costumbres y un situar las dificultades; es decir informaciones de naturaleza epistemológica. Pero cuando se diseñe un proyecto de aprendizaje personal de un determinado saber, el niño se convertirá en alumno y el sistema fundamental volverá a aparecer: uno será enseñante, el otro enseñado y sea espontáneo o institucional, el maestro no puede escapar de la devolución del saber. Este saber cuyo texto existe ya, no es una producción directa del maestro, es un objeto cultural, citado o recitado. Y su reproducción en el momento deseado, es por lo tanto más comparable a una pieza de teatro que se vuelve a representar para el alumno y después por el alumno, que a una aventura vivida personalmente. Si el alumno puede vivir su aprendizaje, el maestro, es necesariamente un actor ya que sabe con anticipación lo que quiere enseñar. No se trata de una metáfora: el profesor es realmente un actor -con o sin texto- ocupado en hacer vivir una reproducción del saber a su alumno. Este enfoque responde en parte a la cuestión inicial, pero la transforma y la fragmenta: i) ¿Debe “hacer” el maestro las matemáticas que quiere enseñar, en el sentido en que el actor debería experimentar los sentimientos que quiere hacer compartir al espectador? ii) ¿Debe el profesor rehacer cada vez su texto alrededor de un esquema como en la comedia del arte, o debe “obligarse” a un texto bien experimentado? Sobre el último punto, Diderot ha formulado en un estudio célebre, la paradoja inherente a la actividad del comediante: Cuanto más experimente el actor las emociones que quiere presentar menos capaz es de hacérselas experimentar al espectador, puesto que siendo “observador continuo de los efectos que produce, el actor se convierte de alguna manera en espectador de los espectadores, al mismo tiempo que lo es de sí mismo pudiendo así perfeccionar su juego.” Esta paradoja se extiende al caso del profesor. Si produce él mismo sus preguntas y sus respuestas de matemáticas, priva al alumno de la posibilidad de hacerlo. Debe pues dejar tiempo, dejar preguntas sin respuestas, utilizar las que el alumno le da e interpretarlas en su propio caminar, dejándole cada vez una mayor responsabilidad... Este esquema idílico puede llevarse a cabo, en tanto en cuanto el profesor fabrica un nuevo saber, pero si el saber está determinado con anticipación, esa “libertad” no es más que un juego de actor y se invita al alumno a ser otro actor, limitado a un texto o por lo menos a un esquema que se supone debe ignorar. Algunos esquemas pedagógicos postulan la necesidad de que el maestro ignore él mismo el saber que se construye (transmite) de forma que sea más capaz de efectuar de manera convincente el paso de la ignorancia al saber. La existencia de estos esquemas es la prueba de la pertinencia de nuestro análisis. Es fácil probar su carácter “ilusorio” (lo que no significa que todas las empresas de este tipo fracasen, sino que sólo triunfan bajo otras condiciones). Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 30 Como muestra nuestro estudio [The fragility of knowledge O. Brousseau - M. Otte], la paradoja de Diderot se aplica al profesor de forma amplia y es quizás más fundamental y más aguda que para el actor. Entre otras razones, la explicación de la resistencia de los actores a este análisis puede extenderse a las observadas en el mundo de los profesores... La “paradoja”, según Diderot, es una “oposición absurda en apariencia porque es contraria a las opiniones recibidas y sin embargo en el fondo es verdadera” (Enciclopedia). Nosotros le hemos dado un sentido más estricto. Nuestras paradojas son una especie de contradicciones funcionales entre un juego, aparentemente exhaustivo, de decisiones y su finalidad. La resolución de estas paradojas de la misma forma que los fenómemos observados es uno de los fines de una teoría de situaciones al tiempo que un medio de probar su consistencia. CAPITULO V MEDIOS Y METODOS PARA LA MODELIZACION DE LAS SITUACIONES DIDACTICAS Se trata de exponer aquí el instrumento de la modelización: el juego. Estudiaremos después cuáles son las relaciones de estos “modelos” con la realidad que describen. Estas relaciones no son las de un original, que sería el juego fundamental como modelo, con su copia, que sería la realidad didáctica, y en la que las dificultades serían “imputables” a desviaciones introducidas por una “mala” respuesta de los jugadores. Por el contrario, estas relaciones dejan un amplio lugar a la confrontación con las observaciones y son falsables. El enfoque sistémico que se propone será ilustrado con un estudio de los primeros subsistemas fundamentales a tener en cuenta. Mostraremos que la necesidad de introducir un sistema “el medio” en el juego didáctico del alumno no es una reificación del modelo (los instrumentos de juego), ni producto de una observación, sino una necesidad interna. 5.1. “Situación fundamental correspondiente a un conocimiento” Modelizar una situación de enseñanza consiste en producir un juego específico del saber pretendido, entre diferentes subsistemas: el sistema educativo, el sistema alumno, el medio, etc. Se trata de describir precisamente estos subsistemas por las relaciones que mantienen en el juego. Antes de precisar el tipo de juego que será utilizado, es necesario identificar las dos grandes finalidades de la modelización. 5.1.1. Respecto del conocimiento: El juego debe ser tal, que el conocimiento aparezca en la forma elegida, como la solución o como el modo de establecer la estrategia óptima: ¿conocer esta propiedad es la única forma de pasar de tal estrategia a tal otra? ¿Por qué el alumno buscaría reemplazar ésta por aquélla? ¿Qué motivación cognitiva conduce a producir tal formulación de una propiedad o tal demostración? ¿Tal razón de producir este saber es mejor, más justa, más accesible o más eficaz que tal otra? Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 31 Esta clase de cuestiones pueden plantearse a priori. En un primer tiempo, las respuestas pueden buscarse en la lógica del juego, en la historia de las ciencias o en el análisis matemático o didáctico: el juego específico de un saber debe justificar su empleo o su aparición, de acuerdo con la didáctica teórica. 5.1.2. Respecto de la actividad del profesor: El “juego” debe permitirle representar todas las situaciones observadas en las clases -si no los desarrollos particulares- incluso los menos “satisfactorios” desde el momento en que lleguen a hacer aprender a los alumnos una forma de saber previsto. Debe poder engendrar todas las variantes, incluso las más degeneradas. Estas se obtendrán por la elección de valores de ciertas variables características de este juego8. Los conceptos generales de la didáctica deberían permitir establecer el significado relativo de estas distintas variantes, explicar y prever sus efectos, sobre el tipo de conocimiento que hacen adquirir, sobre el desarrollo de las actividades de enseñanza que permiten discriminar y sobre la calidad de su resultado. Inversamente, deberían permitir acompañar un conocimiento de las condiciones que lo justifican, que lo hacen necesario, en sus distintas formas. Ajustar estas condiciones en función de lo que sabemos de epistemología, de la psicología del niño, de la lingüística o de la sociología es un objetivo razonable de la didáctica. Una ambición legítima de la didáctica teórica es proporcionar un contrapunto experimental a las reflexiones de los epistemólogos o de los teóricos del conocimiento. Pero no se puede pretender que toda actividad de producción de saber pueda asimilarse a un comportamiento “económico” en un juego que pueda hacerse explícito. Por otra parte, el saber está siempre ampliamente sobredeterminado. No se trata más que de modelos, asumidos como tales. 5.2. La noción de juego Modelizar la noción vaga de “situación” por la de “juego” exige una precisión sobre los sentidos que se dan a esta palabra. Sus cinco definiciones fundamentales tienen todas relación con los elementos que se presentan. i) La primera caracteriza el conjunto de relaciones, el “hiposistema” a modelizar: “Actividad física o mental, puramente gratuita, generalmente fundada en la convención o en la ficción, que no tiene en la conciencia del que se entrega a ella otro fin que ella misma, ni otro objetivo que el placer que procura” [Def. l]. Esta definición pone en escena esencialmente a un jugador -capaz de experimentar placer, de idear una ficción y de establecer convenciones y relaciones con un medio que no se precisa. Proporciona una actividad y su placer depende de ella. Pero la definición insiste sobre todo en el carácter aislado del sistema que se evoca. Para el jugador -se admite que pueda existir un “Deus ex machina” del que no debe ser consciente. Para él, por tanto, la actividad es gratuita. Pero ¿cómo conciliar esta idea de una acción motivada por el placer y sin embargo gratuita? ¿No serían, finalmente, todas las acciones motivadas por el placer? Interpretaremos la frase en el sentido siguiente: 8 Cf. “Ingeniería y didáctica” Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 32 Las decisiones y las acciones durante el juego no están reglamentadas más que por el placer que el jugador experimenta cumpliéndolas, que experimenta con sus efectos. Pero la decisión de entregarse al juego no tiene ningún fin. Volveremos después sobre esta noción de gratuidad. Junto a este primer sentido encontramos otros cuatro más: ii) El juego es “la organización de esta actividad bajo un sistema de reglas que definen el éxito y el fracaso, una ganancia y una pérdida". (Lalande) [Def.2]. Es el “game”. iii) Es también, y utilizaremos con frecuencia la palabra en este sentido, “lo que sirve para jugar, esto es, los instrumentos del juego”, y, eventualmente, uno de los estados del juego determinado por una reunión particular de instrumentos del juego .[Def.3] iv) Es a veces “la manera de jugar”, el “play”. En los casos en los que se trate de procedimientos, preferiremos los término de “táctica” o de “estrategia”. [Def. 4] v) Es, en fin, el conjunto de las posiciones entre las que el jugador puede elegir en un estado dado de juego (en el sentido 2 -y por extensión, en mecánica por ejemplo, el conjunto de las posiciones posibles y , por lo tanto, de los movimientos de un sistema, de un órgano, de un mecanismo que se ha sometido a respetar ciertas exigencias [Def.5]. FIG. 1 Las relaciones entre los diferentes sentidos aparecen en la figura [1]. Recordemos que formalmente un “juego” de k personas (por ejemplo), es la estructura definida por: 1. Un conjunto X de “posiciones” distintas en las que puedan encontrarse los objetos y las relaciones pertinentes. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 33 2. Una aplicación Γ de X —> P(X), que a todo estado x ∈ X hace corresponder el conjunto Γ (x) de las posiciones permitidas entre las que el jugador “que le toca jugar” puede elegir a partir del estado x. Γ representa por tanto las reglas. 3. Un estado inicial Iy uno o varios estados terminales F (tales que Γ-1 (I)= Ø y Γ (F)=Ø). 4. Un conjunto J de k jugadores y una aplicación θ de J x X en J que, a cada estado x del juego designa el sucesor a la tirada θ (j,x) del jugador j. 5. Una función llamada ganadora, de jugada o de preferencia que es una aplicación de A, parte de X que contiene a F, en R. Esta definición no es general y se pueden encontrar ejemplos de juegos que reclaman una modelización diferente, sensiblemente más compleja: por ejemplo, es conveniente para el juego del ajedrez o de los caballitos, pero no para los juegos de roles. Es, sin embargo, suficiente para definir algunos términos de didáctica. • Una partida es una sucesión finita de estados (xi)1 ≤ i ≤ n de X tal que X1 = I, xn∈F y ∀i xi+1 ∈ Γ(xi). Los “estados permitidos” son las posiciones de X que pueden figurar en una partida (en el ajedrez, los estados no permitidos se llaman a veces una comedia). • Una estrategia S es una aplicación de X —> X que determina las elecciones de un jugador en todos los estados permitidos S(x) ∈ Γ(X), puesto que hay k jugadores, k estrategias bastan para determinar una partida. • Una táctica TA será una aplicación de una parte A de X en X y tal que x ∈ A, TA(x)∈ Γ(X). Una estrategia es por tanto una táctica definida sobre todo X. • Un estado de “conocimiento” de un jugador, C estará caracterizado por una aplicación de X en Γ(X) tal que ((∀x) (C(x)∈Γ(x))). Un “conocimiento” (no vacío) restringe estrictamente las elecciones de los jugadores. (Esta definición se puede aproximar a la de información). • Un conocimiento “determinante” reduce a un solo estado la opción del jugador en un cierto número de estados (resp. en todos los estados) y por lo tanto caracteriza una táctica (resp. una estrategia). Una adquisición de conocimientos, por ejemplo como efecto de una información recibida (o de un aprendizaje), es una modificación del estado de conocimiento: un par (C, C’) -en realidad C en el instante t, C’ en el instante t + ∆t. Con frecuencia, siguiendo la teoría de la información se considera que C’(X) ≠ C(x), es decir, que el conocimiento reduce la incertidumbre del sujeto suprimiendo posibilidades le elección. Pero es necesario, para modelizar las modificaciones de los conocimientos del alumno, imaginar que no considera en un instante todas las posiciones permitidas, aunque objetivamente lo estén por las reglas) y que una modificación de su estado de conocimiento puede consistir no en reducir su incertidumbre sino al contrario en aumentarla por la consideración en el instante t + ∆t de posibilidades nuevas abiertas a su elección. Esta consideración descarta el uso estricto de la teoría de la información. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 34 • Modelo de acción9: llamaremos “modelo de acción” a todo procedimiento de cálculo generador de una estrategia (o de una táctica). Igualmente podríamos llamar representación a “aquello” que en un juego particular genera los estados de conocimiento, lo que permitirá preverlo. La primera ventaja de un modelo de esta clase es la de permitir en casos precisos, considerar a priori “todas” las series de respuestas y compararlas desde el punto de vista de su eficacia. Una estrategia ganadora proporciona una partida de resultado positivo, pero se pueden evaluar diversas características: - su coste, por ejemplo, el número de jugadas que llevan al final de la partida. - el beneficio que aporta... Una estrategia que no gana en cualquier jugada podría ser, sin embargo, mejor que otra desde el punto de vista de los riesgos de pérdidas que lleva consigo, de las ganancias que permite esperar, etc... La teoría de juegos permite estudiar los dilemas que se presentan. La mayor parte de los ejercicios de aprendizaje fundamentales son considerados contra un “partenaire” que es la “naturaleza”. La construcción de modelos de acción permite ir mucho más lejos en el análisis de los comportamientos posibles del sujeto, como hacemos en varios ejemplos (cf. tesis H. Ratsimba-Rajohn). El estudio de la adecuación de una situación a un conocimiento tiene como fin mostrar que la estrategia óptima puede ser engendrada por este conocimiento y no por otro. Recíprocamente es posible hacer hipótesis sobre las variables de la situación y su influencia sobre las estrategias y sobre los cambios de estrategia (cf. tesis Bessot Richard). El sentido de una decisión, de una elección del alumno también puede modelizarse mediante varios componentes, entre los cuales podemos citar: 1. El conjunto de las alternativas consideradas por el alumno y rechazadas por una elección retenida. 2. El conjunto de las estrategias posibles consideradas y excluidas, en particular la sucesión de alternativas o de estrategias de sustitución consideradas por el sujeto. 3. Las condiciones mismas del juego que parecen determinantes por las opciones retenidas, en particular el espacio de las situaciones engendradas por los valores de las variables pertinentes que conservan en la decisión un carácter de optimización, validación o pertinencia. 5.3. El juego y la realidad 5.3.1. Semejanza En su vida “real”, el sujeto organiza sus acciones según sus intereses, en el marco de reglas desconocidas y cambiantes; en el lado opuesto de estas actividades serias, 9 He utilizado estas definiciones en numerosas ocasiones, sobre todo en el estudio de las estrategias de medidas con H. Ratsimba-Rajohn. Se puede encontrar en su tesis una explicación más detallada con bastantes ejemplos interesantes, así como en la tesis de A. Bessot y F. Richard. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 35 profesionales o privadas, se presentan las situaciones de juego donde, por el contrario, puede elegir sus reglas, entregarse al placer, librarse de otras limitaciones. Sin embargo, se conocen numerosos ejemplos donde la descripción precisa del funcionamiento de algunas relaciones sociales, financieras, económicas, militares, etc., está clarificada y facilitada por su transcripción en términos de juego; a menudo la situación de juego es un buen modelo de las situaciones reales. ¡Por eso, el juego puede ser un poderoso “dérivatif” (ocupación que orienta el espíritu hacia otros pensamientos) y un símbolo de la vida: se le parece! Al mismo tiempo, se puede uno hacer dueño de los límites que, en la realidad, oprimen al jugador y esta libertad juega un papel fundamental en el equilibrio de las frustraciones que causan las limitaciones. Examinemos por ejemplo el juego de la muñeca relatado por Freud. El niño hace desaparecer la muñeca debajo un mueble “fuerte”, después cuando quiere la hace reaparecer “da”. Se ven bien las relaciones que el juego puede tener con las apariciones y desapariciones -no controladas y sobre todo no previsibles- de la madre. Pero sería erróneo creer que la muñeca representa a la madre y que el niño reproduce o imita sin más una relación de la vida corriente. Para el niño el interés reside en que en el modelo, (en el juego), él dirige los movimientos de la muñeca, mientras que en la vida no tiene poder sobre las apariciones de su madre. Este juego de la muñeca le permite revivir la angustiosa situación de la separación de su madre: “fuerte” pero controlar en él el efecto emotivo suscitando voluntariamente el placer del retorno “da”. Ciertamente, la reproducción del placer está ligada al proceso y es preciso que la muñeca desaparezca para que pueda reaparecer. Sin embargo, el control por el niño es la condición fundamental. Una muñeca “automática” que aparezca a intervalos de tiempo regulares no jugaría el mismo papel. En cuanto el niño pudiera prever las reapariciones, el juego dejaría de interesarle. Una muñeca que hiciera apariciones aleatorias (que no se pueden ni definir ni prever) sería angustiosa, demasiado “realista”, es decir, demasiado cercana a la situación simbolizada de la madre. A menos que él no descubra que la muñeca reaparecerá pronto, con seguridad, que el niño la vigile y que la muñeca se muestre efectivamente durante ese tiempo de espera en un momento de todas formas imprevisto: en estas condiciones ocurre algo, el bebé se echa a reir, sobre todo si descubre que alguien dirige la muñeca maliciosamente. Pero esta risa es una reacción de defensa, contraria al placer del control de las situaciones, de la misma forma que la burla se opone al poder. Risas, pero risas de la angustia que se está superando. El juego es un símbolo en el sentido en que se parece “suficientemente” a la vida. Solicita del jugador el mismo tipo de posibilidad de acción, el mismo tipo de emociones, de motivaciones, y se distingue de la vida porque en el juego se tiene poder sobre la mayor parte de las condiciones, que en la realidad oprimen y escapan al jugador. El parecido es el modo de dar sentido a la diferencia. 5.3.2. Diferencia Se podría creer así que se ha justificado y explicado la separación fundamental que opone el juego a la vida, o, más exactamente, el deseo a la realidad, permitiendo situarlos uno respecto del otro: Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 36 - el juego convencional y simbólico juega su rol dentro del juego de la vida - el juego símbolo de vida... Pero si se sigue a Lacan, el símbolo creado para equilibrar las frustracciones y las tensiones nacidas de las relaciones con el objeto de deseo, heredan de hecho su carácter frustrante. Por ejemplo, cuando la muñeca aparece cuando y donde se quiere, el control ha terminado y el juego desaparece como tal. Así, el juego que sigue siendo un juego por definición, no satisface al jugador y crea la necesidad de una nueva partida, de un nuevo juego, de un nuevo símbolo. Lacan dice que las relaciones con el símbolo deben ser ellas mismas equilibradas por la creación de un nuevo símbolo; así la cadena del sentido es abierta. El juego debe ser, o controlado totalmente y por lo tanto rechazado como objeto de deseo o reproducido indefinidamente. Estos dos caracteres son muy importantes: - un “juego” en el que el jugador ordenase todas las posibilidades, todos los resultados y ganase siempre, no ofrecería ninguna incertidumbre y no dejaría lugar a ninguna simulación de las incertidumbres de su “modelo”. Si “un juego complicado no es un juego utilizable tal cual en clase, ... un juego analizado es un juego muerto” (A.Deledicq), el juego no puede ser puramente gratuito. Es necesario que tenga, frente al jugador, una pareja, un medio, una ley de la naturaleza que se opone en cierta medida a que él obtenga siempre el resultado deseado. 5.4. Enfoque sistémico de las situaciones de enseñanza El enfoque sistémico de las situaciones de enseñanza parece indicado en la medida en que los subsistemas presentes: el enseñado, el sistema educativo, son identificables inmediatamente en cuanto que actores. Ello presenta interés en la medida en que la consideración de los subsistemas que se desprenden permite, o simplificar sensiblemente el estudio de los problemas planteados o aislar algunos de estos problemas que pueden ser resueltos en estos subsistemas. Este enfoque se revela indispensable si se pueden tener en cuenta de esta forma la totalidad de los fenómenos didácticos y se puede entonces pretender proporcionar un fundamento teórico. Pero este enfoque presenta una cierta ambigüedad y existe el peligro de que no sea más que el instrumento de una proyección sobre la realidad del modelo pensado por el investigador. El enfoque (sistémico) clásico de las situaciones de enseñanza acentúa los sistemas concretos presentes (el maestro, el alumno) y sus funciones, sus propiedades. Conduce a examinar, con ayuda del modelo de funcionamiento social, la manera en que estas funciones se aseguran e interiorizan. Las dificultades que se observan serán entonces imputadas a las malas respuestas dadas a las necesidades del sistema. Este razonamiento constituye una “reificación”, (Berger y Luckmann, 1966), es decir, que el esquema abstracto y la realidad “deben” coincidir, y que no hay lugar para la experiencia y para la falsación. Por el contrario, la descomposición en subsistemas, considerados aquí, tiene por objeto la definición de juegos que permitan coordinar las estrategias opuestas de los “jugadores” que están en relación. Encontraremos así los juegos del alumno con su entorno didáctico, relativos al saber, los juegos del maestro que juega con los juegos del alumno... Se trata de postular el objeto del estudio didáctico y probar su existencia. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 37 El método apareció en los años setenta, en los trabajos que reagrupamos a continuación, y fue mejorado de forma empírica. Este método se aproxima al preconizado por Crozier y Friedberg (1977) para el estudio de los sistemas sociales y políticos: “Si se pudiesen... descubrir estrategias suficientemente estables dentro de un conjunto” (de personas) y si se pudiesen, por otra parte, descubrir los juegos, las reglas del juego las reglamentaciones de estos juegos a partir de las cuales estas estrategias pueden ser efectivamente consideradas como racionales, se tendría a la vez, la prueba efectiva de que este conjunto puede ser considerado como un sistema y respuestas precisas sobre su modo de gobierno”10. Seria todavía ingenuo creer que la construcción de estos “sistemas de acción concreta” que articulan los juegos de los actores presentes, según Crozier y Friedberg, pudieran evitar la confrontación permanente con la realidad. Anticipar la pertinencia de los elementos retenidos para explicar un fenómeno, lleva consigo un riesgo de encerrarse en las categorías previas que se han aceptado como punto de partida porque estaban de cuerdo con las ideas recibidas. Y solamente con un trabajo incesante de análisis del significado de numerosas observaciones, naturales o provocadas, y de exigencias metodológicas locales y globales, se pueden adjuntar las observaciones a las hipótesis sobre los juegos respecto a los cuales son racionales y sobre el sistema didáctico que contiene estos juegos. CAPITULO VI LAS SITUACIONES A-DIDACTICAS 6.1. Los subsistemas fundamentales 6.1.1. Esquemas clásicos En primera aproximación, el juego didáctico pone en relación un primer jugador: el sistema educativo -el maestro- portador de la intención de enseñar un conocimiento y un segundo jugador, el enseñado, el alumno. Antes hemos mostrado la necesidad del maestro, real o interiorizada. ¿Es posible definir el juego didáctico limitándose a estos dos subsistemas? Para esto se han propuesto diversos esquemas: el de la comunicación debida a Osgood y el del condicionamiento escolar debido a Skinner. En el esquema de la comunicación, el sistema educativo es un emisor de informaciones, el alumno un receptor que descifra los mensajes que recibe, con la ayuda de su repertorio. La enseñanza consiste en suscitar, con la ayuda de mensajes formados únicamente con el repertorio del receptor - para que sean inteligibles -, la creación de nuevos elementos para unir al repertorio (Fig. 2). Es claro que la regla que se le impone a un maestro que adoptara este modelo, sería no introducir nunca un conocimiento nuevo más que mediante un método de construcción conocido partiendo de conceptos conocidos. Lo que se comunica, es solamente el saber en su forma cultural y respecto de las matemáticas, en su forma axiomática. Este modelo es insuficiente por numerosas 10 L’ acteur et le systeme, p. 216. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 38 razones. Por ejemplo, no permite definir el sentido de mensajes memorizados más que como reformulación de mensajes anteriores. Y por otra parte, ¿por qué estos mensajes serían memorizados? (emisor) (receptor) E R rE rR FIG. 2 Los aprendizajes “por aprehensión estadística donde los semantemas más frecuentemente propuestos por el emisor se insertan poco a poco en el repertorio del receptor modificándolo”..., imaginados por A. Moles (1967, p. 110), se inspiran en hipótesis empiristas sensualistas, rechazadas desde hace tiempo. Esta interpretación supone también que en todo mensaje que le sea dirigido, el alumno reconocerá lo que es un saber nuevo que tiene que aprender... ¡qué transparencia! El esquema de aprendizaje conductista (Fig. 3) responde a esta objeción proponiendo un esquema de aprendizaje compuesto de dos subsistemas: el alumno que influye (nosotros diremos que actúa sobre) el medio y el medio que “informa” o sanciona al alumno. (alumno) (medio) A M FIG. 3 El alumno, perturbado por la influencia del medio, intenta anular estas sanciones por modificaciones del medio y/o por aprendizajes que le modifiquen a él. Naturalmente, el enseñante es una parte del medio y puede incluso hasta sustituirlo. Este esquema supone que el saber puede expresarse en forma de una lista de pares de estímulo-respuesta. Esta tesis fue, en primer lugar, refutada por Chomsky-Miller a propósito del aprendizaje de la lengua materna que se ha reconocido que no puede ser engendrada, en el mejor de los casos, mas que por un autómata finito y por un modelo estímulo-respuesta. A pesar de la objeción de Suppes (para todo autómata finito existe un modelo S.R. que le es Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 39 asintóticamente equivalente), las consideraciones de Nelson y Arbib sobre la velocidad de convergencia de estos modelos los ha condenado11. 6.1.2. Primera descomposición propuesta Sin olvidar por un instante las reducciones citadas, parece que es necesario considerar dos tipos de juegos distintos: a) Juegos del alumno con el medio a-didáctico, que permiten precisar cual es la función del saber después y durante el aprendizaje. Estos juegos son evidentemente específicos de cada conocimiento. b) Juegos del maestro en tanto que organizador de los juegos del alumno (en tanto en cuanto son también específicos del saber pretendido). Estos juegos conciernen al menos a tres participantes y generalmente a cuatro (el maestro, el alumno, el entorno inmediato del alumno y el medio cultural). El juego del maestro en cada sistema concreto de acción (Fig. 4), define y da un sentido al juego del alumno y al conocimiento. FIG. 4 Se desprende de esta definición que los dos tipos de juegos principales del maestro son la devolución, que ya hemos presentado, y la institucionalización. En la devolución, el maestro pone al alumno en situación a-didáctica o pseudo a-didáctica. En la institucionalización, define las relaciones que pueden tener los comportamientos o las producciones “libres” del alumno, con el saber cultural o científico y con el proyecto didáctico: da una “lectura” de estas actividades y les da un estatuto. Estos dos géneros de negociación son distintos. Las discusiones que preceden han hecho presentir para el primero los elementos de opción, sus jugadas y sus reglas, que permiten modelizarlo en términos de juegos. El segundo, mucho más ligado al contrato didáctico, es objeto de trabajos que se están realizando. Es preferible volver a ello después del estudio de la situación a-didáctica. 11 Brousseau- Gabinski (1974) presenta de forma bastante completa esta cuestión y una experiencia (Brousseau-Maysonnave) aporta una verificación experimental que consiste en comparar la velocidad de aparición de cietos teoremas (en actos) entre alumnos de diez años con las previsiones de un modelo estocástico de aprendizaje. El acuerdo es conveniente en el caso de una situación simple (carrera hasta 7). Los niños son mucho más rápidos que lo que prevé el modelo, cualesquiera que sean los valores de los parámetros considerados. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 40 6.1.3. Necesidades de un subsistema “Medio a-didáctico” Así, en el caso general, la situación didáctica no puede ser modelizada ni como una simple comunicación ni como una simple interacción social. Es necesario hacer intervenir otro sistema. Esta necesidad se desprende de una de las cláusulas del contrato didáctico, el cual implica en sí mismo, el proyecto de su extinción: desde el principio de la relación didáctica se sobreentiende que debe llegar un momento en el que se rompa. En ese momento, al final de la enseñanza, el sistema enseñado se supone que podrá hacer frente, con la ayuda del saber aprendido, a sistemas desprovistos de intenciones didácticas. El saber enseñado al alumno se supone que le ofrece la posibilidad de leer sus relaciones con los sistemas como nuevas situaciones a-didácticas y por este medio, aportarles una respuesta apropiada. El medio es el sistema antagónico del sistema enseñado, más aún, precedentemente enseñado. Esta lectura puede hacerse en realidad de diferentes maneras, pero la coherencia exige que la modelizemos en forma de “juegos” reconocidos como parecidos a los que el alumno conoce. El sistema enseñado puede entonces tomar decisiones sostenidas por sus conocimientos, y además, establecer entre las dos situaciones, la antigua y la nueva, relaciones de significado. Puede, por el contrario, leer las situaciones a-didácticas en forma de juegos nuevos que exigen respuestas nuevas sin referencia a las que ya conoce. Puede, en cualquier caso, ver ahí la ocasión de plantearse nuevas preguntas e, incluso eventualmente, sin respuesta para él. Por el contrario, la situación didáctica debe comprender, real o simplemente evocada, una representación de estas relaciones futuras. Debe incluir y poner en escena otro sistema, distinto del sistema educativo y que representará “el medio”. Se supone que a medida que los alumnos progresan, esta representación cultural y didáctica del medio se aproxima a la “realidad”, y las relaciones del sujeto con este medio deberían empobrecerse en intenciones didácticas. De ello resultan algunas consecuencias: - La relación didáctica se apoya siempre en hipótesis epistemológicas, conscientes o no, explícitas o no y coherentes o no. - El análisis de las relaciones didácticas implica la definición o el reconocimiento de estos juegos “fundamentales” y a-didácticos, poniendo en presencia un medio y un jugador, estos juegos son tales que el saber -tal saber preciso- aparecerá como el medio de producir estrategias ganadoras. Es necesario para ello disponer de una forma particular y muy concreta de conocimientos epistemológicos. - En un momento dado de la enseñanza el alumno se encuentra implicado por su contrato didáctico en una relación más o menos real con un medio organizado (al menos en parte) por el sistema educativo. Esta relación ha sido organizada con el fin de justificar la producción pertinente por el alumno de comportamientos que son índices de apropiación del saber. Es decir, que la respuesta del alumno no debe ser motivada por las obligaciones ligadas al contrato didáctico sino por necesidades a-didácticas de sus relaciones con el medio. - Las relaciones del alumno con el medio pueden ser concebidas (en particular por el sistema educativo) como jugando papeles muy diferentes: • Por ejemplo la situación a-didáctica puede ser incapaz de provocar ningún aprendizaje. Toda la virtud didáctica está contenida en el contrato didáctico. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 41 • En oposición, se puede esperar que los efectos recíprocos del medio y del alumno sean suficientes por ellos mismos, para provocar las adaptaciones y los aprendizajes que se esperan (hablaremos entonces de situación de aprendizaje en sentido estricto). El sistema educativo se limita entonces a elegir, organizar y mantener las relaciones que aseguran la génesis del conocimiento del sujeto. Enviar continuamente al alumno a la interrogación del medio no le deja ignorar durante mucho tiempo que el contrato pedagógico está vacío de todo contenido didáctico. • El caso general es evidentemente intermedio y conjuga un contrato didáctico y una situación a-didáctica que puede ser también una situación de aprendizaje por adaptación. 6.1.4. Estatuto de los conceptos matemáticos Hemos visto que la producción y la enseñanza de conocimientos matemáticos exigen un esfuerzo de transformación de los conocimientos en saberes, una despersonalización y una descontextualización que tienden a borrar las situaciones históricas (los juegos) que presidieron su aparición. Sin embargo, estas transformaciones no hacen desaparecer completamente su carácter fundamental que es responder a cuestiones: las cuestiones las motivaciones- cambian, la mayor parte desaparecen del cuerpo de la teoría pero subsisten en forma de problemas. Está bastante claro en la mayor parte de los profesores de matemáticas que sólo la resolución de problemas puede asegurar que el alumno ha adquirido, al menos en parte, los conocimientos matemáticos pretendidos. A su vez, el campo de problemas relativos a un conocimiento no deja de transformarse poco a poco a medida que la teoría evoluciona. Se instaura una especie de dialéctica entre la capacidad de la teoría matemática para resolver más fácilmente el stock de problemas existentes y la capacidad del stock de problemas para hacer funcionar de manera no trivial los conocimientos transmitidos. Esta dialéctica se apoya sobre un equilibrio necesario entre la actividad científica que tiende a plantear nuevas cuestiones para resolver, aumentando así el campo de los problemas y de los conocimientos, y la comunicación de éstos que incita a una mejor organización teórica que disminuya la complejidad del campo. Esta reorganización trivializa entonces los problemas antiguos y permite la reducción del campo de los problemas necesarios a la aprehensión de conocimientos teóricos que puedan entonces plantear nuevas cuestiones. Este sistema de acciones y de retroacciones no asegura un desarrollo “regular” de las matemáticas pues un equilibrio no puede más que romperse en este dominio y provocar los diferentes tipos de actividades. De todos modos, muestra que la correspondencia entre problemas y conocimiento evoluciona, y no es intrínseca. Solamente el control de una teoría y de sus relaciones permitirá proponer a la enseñanza situaciones adidácticas. Por otra parte, si se considera la evolución de los conocimientos y de los conceptos matemáticos, es corriente constatar que obedece frecuentemente a un esquema que el funcionamiento que acabamos de exponer tiende a justificar. La etapa final, la que pone el concepto bajo el control de una teoría matemática, permite definirlo exactamente por las estructuras en las que interviene y por las propiedades que satisface. Sólo esta etapa le da su estatuto de concepto matemático y le pone a salvo de ambigüedades y de “errores” -pero no de volver a él o de dejarlo de lado. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 42 Esta etapa está precedida generalmente por un período en el que el concepto es un objeto, familiar, reconocido, nombrado, del que se estudian las características y las propiedades pero que todavía, por diversas razones, no ha sido organizado y teorizado. Tal es la noción de función en el siglo XIX o la de ecuación en el siglo XVI o la de variable en el siglo XX. El funcionamiento y el papel de estos conceptos paramatemáticos es bastante diferente del de los conceptos matemáticos. Los primeros son más bien instrumentos, y los segundos objetos, en el sentido en que lo entiende R. Douady en su tesis. Pero se puede decir también tomando “el punto de vista más formal”, más “sistémíco”, que en ausencia de un status matemático comprobado, los términos utilizados son instrumentos o herramientas que responden a necesidades de identificación, de formulación y de comunicación, y que su uso descansa en un control semántico. Los matemáticos los utilizan bien, no porque posean una definición que les darla un control “sintáctico” sobre ellos, sino porque los “conocen bien” y porque no ha aparecido ninguna contradicción al respecto que les obligue a matematizarlos más. Este uso paramatemático corresponde a una cierta economía de organización teórica, por lo tanto de economía para la comunicación, la enseñanza y la resolución de problemas. Es muy aceptable en tanto que las dificultades no aparecen: contradicciones (los fundamentos de las matemáticas a finales del siglo XIX) o campo semántico demasiado extenso (como por ejemplo el concepto de probabilidad justo antes de Kolmogorov). Pero la etapa paramatemática de un concepto está probablemente precedida de otra que Y. Chevallard ha propuesto llamar “protomatemática”. Se trata entonces de una cierta coherencia de hecho en las preocupaciones de los matemáticos de una época, de puntos de vista, de métodos, de elecciones de preguntas que se articulan más claramente en un concepto hoy identificado pero que, en su época, no lo estaba. Para que se pueda hablar de concepto, es necesario que suficientes índices sean un testimonio de que estas preocupaciones convergentes no eran una simple consecuencia del azar o de la necesidad matemática, sino también una opción de los matemáticos de la época y que ellos percibían esta proximidad de cuestiones, como ligadas, incluso aunque no poseyesen ningún término para identificarlas. No se trata pues de confrontar concepciones históricas en nombre de su identidad matemática. Por ejemplo, simplificando mucho, Al Kwarismi se ocupaba de los racionales pero no verdaderamente de los reales; sin embargo, Stevin expone toda la problemática de los reales y el concepto ha alcanzado con él el nivel protomatemático. Esta hipótesis de un objeto de conocimiento todavía implícito pero reglamentando ya las decisiones en un dominio de cuestiones, descansa de hecho sobre el reconocimiento, a priori, de la posibilidad de interpretar los textos matemáticos con la ayuda de una especie de representación del trabajo del matemático. Por tanto esto implica tomar la responsabilidad, no sólo de la matemática, de su historia y su epistemología clásica, sino también de una cierta parte de la didáctica, en la medida en que ella pretende modelizar este trabajo. 6.2. Necesidad de distinguir diversos tipos de situaciones a-didácticas Aunque no sea ni el original ni la copia, esta clasificación de los diferentes estatutos de un concepto matemático corresponde de hecho bastante bien a la diferenciación de los subsistemas de la situación a-didáctica. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 43 Se trata ahora de establecer: • una clasificación de las interacciones del sujeto con el medio a-didáctico, • una clasificación de los tipos de organizaciones de este medio, • una clasificación de los tipos de funcionamiento de un conocimiento, • y una clasificación de las formas de evolución espontánea de los conocimientos. Cada clasificación deberá justificarse con bastante claridad en su propio dominio: - por las diferencias importantes y evidentes entre los objetos clasificados, -por la simplificación que puede aportar en su descripción, su análisis y su comprensión, - por la pertinencia de esta clasificación (y su importancia en relación con otras posibilidades) para cada dominio al que se refiera. - por su carácter completamente exhaustivo. Las clases obtenidas deben corresponderse y poder organizarse en un hiposistema. Por ejemplo, un cierto tipo de interacción es especifico de un tipo de organización social y material, favorece una cierta forma de conocimiento y puede también hacerla evolucionar. Estos hiposistemas, así identificados, tienen por fin prever y explicar ciertas relaciones entre las interacciones que se observan, (o que se quiere obtener), los conocimientos de los que se constata o se busca la adquisición, de las limitaciones creadas por el medio, etc... Son, por tanto, un soporte para producir hipótesis falsables. No se exige que sean exclusivos, una misma situación “real” podrá presentar generalmente varios, que corresponderán a diversos componentes y a los diversos saberes en juego. Se supone que harán evolucionar aisladamente los conocimientos y las cuestiones del alumno, pero pueden apoyarse los unos en los otros y articularse en procesos o en dialécticas organizadas o espontáneas. Nada obligará pues a tomarlos como una norma, una obligación, en la cual encerrar el funcionamiento del conocimiento y la ingeniería didáctica. Estas condiciones no serán trivialmente satisfechas, en particular la correspondencia evocada antes, no está asegurada con anticipación, incluso aunque sea posible sospechar que existe o creerla inevitable. Después, parecerá evidente pero el someterla a pruebas experimentales muestra hasta qué punto estas apuestas son arriesgadas. El carácter nuevo del objeto de estudio hace difícil la percepción del interés relativo de las cuestiones y la necesidad o la contingencia de las respuestas aportadas. 6.2.1. Las interacciones Las relaciones de un alumno con el medio pueden clasificarse al menos en tres grandes categorías: - los intercambios de opinión [3]12 - los intercambios de informaciones codificadas en un lenguaje [2], 12 Estos números llevan todos al mismo tipo de hipótesis: [1] Acción, [2] Formulación, [3]Validación. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 44 - los intercambios de informaciones no codificadas o sin lenguaje: las acciones y las decisiones que actúan directamente sobre el otro protagonista [1]. Estas categorías están encajadas pues un intercambio de opinión es un intercambio de informaciones particulares y éste, un tipo particular de acción y de decisiones. Lo están estrictamente. i) Existen interacciones en las que el jugador expresa sus opciones y sus decisiones sin ninguna codificación lingüística, por acciones sobre el medio. Asimilaremos a esta clase de interacciones, aquéllas en las que aparecen mensajes de una codificación tan fácil respecto de la acción que no jugarán ningún papel en el juego. Igualmente, aquéllas en las que existen intercambios de mensajes pero sin relación con la solución del problema. Por ejemplo, el jugador se expresa o mantiene una conversación anodina con un tercero sin esperar retroacción. También puede ocurrir que el “jugador” sea una pareja de alumnos cooperando para tomar una decisión común después de haber intercambiado informaciones y opiniones. Pero esta relación compuesta comporta un componente de acción bien identificable, en la que se superponen otras interacciones que tienen finalidades locales y temporales. Si el intercambio de información no es necesario para obtener la decisión, si los alumnos comparten las mismas informaciones sobre el medio, es preponderante el componente de “acción” [1]13 ii) Asimismo, existen interacciones en las que el jugador actúa emitiendo un mensaje al medio antagonista sin que este mensaje signifique la intención de emitir un juicio. No se trata solamente de clasificar en esta categoría las órdenes, las preguntas, etc... sino también todas las comunicaciones de información. Ciertamente, la mayor parte de las informaciones están implícitamente acompañadas de una afirmación de validez. Pero en la medida en que el emisor no indique explícitamente esta validez, si no espera que le contradigan o le pidan verificar su información, si el contexto no da una cierta importancia a la cuestión de saber si la información es verdadera, cómo y por qué, o si esta validez es susceptible de establecerse sin dificultad, entonces el mensaje será clasificado como simple información. Se supone que la información dada así, pueda cambiar al menos la incertidumbre del medio y en general su”estado” [2]13. iii) Finalmente, existen interacciones tales que los mensajes intercambiados con el medio son aserciones, teoremas, demostraciones, emitidas y recibidas como tales. La diferencia entre una afirmación de validez y una información es suficientemente clara e importante en matemáticas para que sea inútil insistir aquí. Veremos más tarde que estas declaraciones pueden ser de diferentes tipos, según se refieran a la validez sintáctica o a la validez semántica del enunciado contenido en la aserción según que intervengan como prueba, demostración, axiomas o definiciones. Se podría también evocar la validez pragmática, apreciación sobre la eficacia del enunciado [3] 13. No es necesario probar aquí la importancia para la enseñanza de distinguir estos tres tipos de producciones esperadas de los alumnos. En los trabajos experimentales a los que este ensayo teórico13 acompañaba, son designados de la manera siguiente: - el primero como “acciones”, sobreentendiendo que no comprenden las formulaciones o las declaraciones de validez que pueden acompañarlas, 13 G. Brousseau. Los obstáculos epistemológicos, tesis de Estado. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 45 - el segundo como “formulaciones”, sobreentendiendo sin debates de prueba, - el tercero -el término no es muy acertado, pero es utilizado desde hace 14 años- como “validación”. 6.2.2. Las formas de conocimiento Las formas de conocimiento que controlan las interacciones del sujeto han sido objeto de numerosos enfoques. Todos tienden a oponer la más explícita y la mejor asumida del saber, aquellas que se expresan sobre el modo “declarativo” por ejemplo (Skemp), a formas más implícitas: las representaciones, los esquemas, los saber hacer... que se expresan de un modo más “procedimental”. Hemos añadido un componente más; estrictamente lingüístico: los códigos y los lenguajes que controlan las formulaciones. i) Simplificando un poco, las formas de conocimiento, que permiten “controlar” implícitamente las interacciones del sujeto relativas a la validez de sus declaraciones, son principalmente sus saberes expresables y reconocidos como tales por el medio. Estos saberes están organizados en teorías, en demostraciones y definiciones bien determinadas en su más completa forma cultural[3] 13. La distinción entre un saber y un conocimiento se debe en primer lugar a su estatuto cultural; un saber es un conocimiento institucionalizado. El paso de un status al otro implica sin embargo transformaciones que los diferencian y que se explican en parte por relaciones didácticas que se establecen a su respecto. Pero admitiremos como primera aproximación, que los conocimientos que se pueden hacer explícitos y los saberes intervienen de forma comparable en el control de las opiniones del “alumno”. Forman de alguna manera el “código” mediante el que construye, justifica, verifica y demuestra sus declaraciones de validez. Esta justificación se refiere a la vez a la convicción profunda del alumno y a la convicción social aceptada. Se supone que las pruebas y validaciones explícitas se apoyan unas sobre otras hasta la evidencia, pero su articulación no es con seguridad automática. Los saberes y los conocimientos se actualizan en una actividad de búsqueda o de prueba según modalidades que la heurística intenta descubrir y que la inteligencia artificial intenta reproducir. Por el momento, resultan bastante inaccesibles al análisis científico y a fortiori al sujeto mismo. Se las puede suponer regidas ellas mismas por representaciones, esquemas epistemológicos cognitivos, modelos implícitos, etc. La diferenciación de los tipos de conocimiento que intentamos no debe ir más lejos de lo necesario para organizar el debate didáctico con el alumno. Probablemente la actividad mental rompe estas frágiles distinciones y unifica estos modos de control en un pensamiento complejo. Sin embargo, es útil conservar la distinción hecha en lógica entre el enunciado considerado como una expresión bien formada o como un conjunto de realizaciones y la aserción que encierra este enunciado en una declaración metateórica sobre su validez, sobre un dominio dado o su deductibilidad de un sistema de axiomas. Generalizando esta distinción, un juicio se compone: - de una descripción o modelo expresado en un cierto “lenguaje” o (en una cierta teoría) que reenvía eventualmente a una “realidad” (es decir, al dispositivo del juego en curso), Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 46 - y de un juicio sobre la adecuación de esta descripción, sobre su carácter de contingencia o de necesidad o sobre su consistencia respecto de los conocimientos del sujeto o del medio. Es muy importante no confundir a priori los conocimientos y los saberes, objetos de una actividad de construcción por parte del alumno, con los conocimientos que describen las relaciones que pretendemos establecer aquí bajo un aspecto unificado o idéntico, estas distinciones son bien evidentes en los trabajos sobre el “pensamiento natural” que hemos utilizado en muchas investigaciones y particularmente los de H. Wermuz. ii) La formulación de las descripciones y de los modelos de los que hablamos está reglamentada por otro tipo de código. Incluso si la teoría de los lenguajes permite unificar la construcción de un enunciado y la demostración de un teorema, el recurso constante en la actividad matemática, a la lengua natural y a otras clases y a otros tipos de representaciones tales como dibujos o grafos, exige distinguir para ellos códigos y modos de control propios [2] 13. iii) Los diferentes tipos de representaciones o los teoremas en actos que rigen las decisiones del sujeto no son muy fáciles de identificar, incluso cuando parecen formulables o explicitables para el sujeto. Pero numerosos trabajos comienzan a demostrar cómo las regularidades de comportamientos pueden dar un acceso a este tipo de “modelos implícitos”. La importancia que juegan en las adquisiciones sigue siendo un problema abierto, muy frecuentemente abordado de manera demasiado estrecha. Es cierto que estas formas de conocimiento no funcionan de manera completamente independiente, ni de manera completamente integrada, para controlar las interacciones del sujeto. El estudio de las relaciones que se establecen entre estos tipos de controles en la actividad el sujeto y el papel que juegan en las adquisiciones, es un sector de la psicología, esencial para la didáctica, estudio al que la didáctica pretende, por otra parte, contribuir[l]13 6.2.3. La evolución de estas formas de conocimiento: el aprendizaje Los conocimientos evolucionan según procesos complejos. Querer explicar esas evoluciones únicamente por las interacciones efectivas con el medio, sería ciertamente un error, pues muy pronto, los niños pueden interiorizar las situaciones que les interesen y operar” con sus representaciones “internas”, experiencias mentales muy importantes. Resuelven así los problemas de asimilación (aumento de esquemas ya adquiridos por agregación de hechos nuevos) o de acomodación (reorganización de esquemas para aprender preguntas nuevas o para resolver contradicciones). Pero la interiorización de éstas interacciones no cambia mucho la naturaleza: el diálogo con un oponente “interior” es ciertamente menos vivificante que un verdadero diálogo, pero es un diálogo. ¿Existen formas de aprendizaje y de evolución de conocimientos distintos según los tipos que acabamos de exponer? ¿Los conocimientos teóricos aumentan y se reestructuran como los lenguajes y como los modelos implícitos? ¿Qué papeles juegan las diferentes formas de conocimiento en las adquisiciones de diversos tipos?. En matemáticas, existe un modo “convencional” de crecimiento de conocimientos por el juego de definición de objetos nuevos de los cuales se hace un inventario de las propiedades que sirven para proponer nuevas cuestiones que introduzcan definiciones etc. Si este modo “axiomático y formal” no puede retenerse como modelo global, incluso restringiéndose a los saberes, no puede ser enteramente rechazado, al menos Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 47 como modelo local. No puede sin embargo ser extendido al aprendizaje de las representaciones. En sentido opuesto, los modos de aprendizaje el tipo estocástico, basados en la repetición, no parecen apenas adaptados a los conocimientos complejos (de alto nivel taxonómico). Las descripciones de la adquisición del lenguaje por niños (como las propuestas por E. Alarcos Llorach14 ) ponen en evidencia que las producciones propias del sujeto (como el lenguaje de los niños) aparecen espontáneamente, pero casi como ejercicios, que ellos insertan en las relaciones con el medio y allí se ajustan naturalmente o son corregidas por intervenciones bastante variadas. Las etapas de esta adquisición no son comprensibles más que por el estudio global de las relaciones del sujeto con su medio. Por ejemplo, el paso de la palabra-frase a la frase compuesta de muchas palabras no es una simple concatenación. Una discusión rigurosa del interés de distinguir las formas de adquisición específicas de las diferentes formas de saber ya evocadas, se sale del marco de este texto. Esencialmente, no existen contradicciones con los modelos epistemológicos que Piaget asocia a su teoría de la equilibración, ni con las concepciones de Bachelard. Al contrario, hemos demostrado en muchos estudios precisos que la clasificación de los tipos de situaciones podía aclarar estas teorías y prolongarlas15 . Es necesario insistir sobre el carácter “dialéctico” de estos procesos: las concepciones anteriores de los alumnos y los problemas que el medio les propone, conducen a nuevas concepciones y a nuevas preguntas cuyo sentido es fundamentalmente local. Uno de los principales argumentos en favor de los modos diferentes de evolución para las diferentes formas de conocimiento es lo que ya hemos avanzado y que se apoya en la historia de las matemáticas y en la epistemología: la evolución de los conceptos protomatemáticos, la de los conceptos paramatemáticos y la de los conceptos ya matematizados es diferente. Por el contrario, el estudio de la evolución del conocimiento de los alumnos, a condición de que sea convenientemente apoyada por el análisis de condiciones referentes a las situaciones, puede aportar una interesante aclaración sobre procesos históricos y constituir una clase de epistemología experimental. Es lo que hemos intentado mostrar en numerosos trabajos experimentales16 . 6.2.4. Los subsistemas del medio El hecho de que los diferentes tipos de interacción con el medio y que las diferentes formas de conocimiento se justifican a priori e independientemente, permite ya discutir las particularidades del medio que le son necesarias. Para las preguntas del género: “¿Por qué el alumno haría o diría esto en lugar de lo otro? ¿Qué le puede ocurrir si lo hace o no lo hace? ¿Qué sentido tendrá la respuesta si se le suministra?”, es posible despejar las condiciones más importantes que estas tipologías imponen al medio. Sin embargo, aquí todavía, las categorías son bastante evidentes: 14 En “langage” enciclopedia de la Pléiade. G. Brousseau, Los obstáculos epistemológicos, tesis de Estado. 16 G. Brousseau, Problemas de didáctica de los decimales. 15 Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 48 [3] ¿Comprende o no comprende el medio un oponente (o un proponente) al que el sujeto debe enfrentarse para alcanzar el objetivo fijado en un intercambio de opinión? [2] ¿Comprende el medio un receptor de los mensajes que el alumno debe emitir para alcanzar el fin propuesto? La respuesta a estas dos preguntas determina disposiciones del medio y reglas de juego totalmente diferentes. La examinaremos subrayando que por el instante, el medio del que se trata es un medio real y no invocado o simulado y que se supone que el profesor no interviene. En este caso está claro que las condiciones ya citadas corresponden a diferencias muy importantes de organización de la clase o el medio. Puede que encontrar de qué hablar y sobre qué tratar sean los principales problemas del alumno. 6.3. Primer estudio de los tres tipos de situaciones a-didácticas 6.3.1. El esquema de acción La figura 1 simboliza el modelo general de acción sin interlocutor. Permite ya dar una clave de lectura de una situación real de enseñanza: • ¿El “partenaire” (el medio) se percibe como desprovisto de intenciones didácticas? • En cada jugada, el alumno debe elegir efectivamente un estado entre diversas posibilidades. ¿Sabe entre cuáles? • ¿Puede perder el alumno? ¿Lo sabe, conoce de antemano el estado final (clase de los estados finales) en particular el estado final que le permite ganar? • ¿Conoce las reglas del juego precisas sin conocer una estrategia ganadora? ¿Se le pueden enseñar las reglas sin darle la solución? (¿Tiene que investigar sobre una estrategia óptima?). • ¿El conocimiento pretendido es necesario para pasar de la estrategia de base a una estrategia mejor (óptima)? ¿Es el medio mejor de hacer este paso? • ¿Puede el alumno comenzar de nuevo? ¿Se “gratifica” la anticipación en el juego? • ¿Tiene el alumno alguna posibilidad de encontrar la estrategia buscada si la pide (a otro alumno)? • ¿Las “respuestas” (a-didácticas) del sistema a las opciones desfavorables del alumno son sin embargo pertinentes para la construcción del conocimiento (da el conocimiento las indicaciones especificas del error)? • ¿Se pueden controlar las decisiones (es conducido el alumno a anotarlas, a observarlas)? • ¿Una actitud reflexiva, es útil y necesaria para progresar en la solución? Con estos últimos puntos, nos aproximamos a condiciones límite de una situación de acción: considerar la validez de una solución responde a una situación de validación; ciertamente, un alumno que reflexiona naturalmente sobre su juego está en una situación a-didáctica efectiva de acción, pero interioriza y simula de alguna manera una situación de validación. Si el enseñante se ve obligado a que el alumno tenga esta posición reflexiva, el sortilegio (“¡Reflexiona! Mira lo que has hecho...”) podrá no Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 49 bastar y el maestro deberá comunicar su deseo didáctico por medio de una situación de validación. La apertura, que representamos en una primera aproximación por una incertidumbre en el sentido de la teoría de la información, es una de las condiciones más importantes sacada aquí a la luz. La distinción entre la situación didáctica y la situación a-didáctica permite concebir para el alumno, situaciones abiertas de enseñanza del pensamiento matemático porque ya está “hecho”. La manipulación de esta apertura al nivel de una clase entera es un problema técnico delicado, pero accesible: por ejemplo, hacer de manera que la investigación de cada alumno no sea aplastada por el trabajo de otro, es un problema didáctico (y no pedagógico). Esta clave de lectura puede también servir para la concepción de situaciones didácticas nuevas. Cada juego propuesto puede ser examinado y comparado con los que ya se conocían. Es posible establecer problemas de ingeniería, clasificar los dispositivos conocidos y reagrupar desde el punto de vista de esta modelización, las producciones parecidas y prever otras nuevas. El problema esencial que sigue siendo del dominio experimental es el de la importancia de la realización, o no, de las condiciones así propuestas, como desprendiéndose lógica o sistemáticamente de las posibilidades del modelo. Las variables que aparecen así tienen razones teóricas de ser pertinentes y pueden ser precisadas con cálculos económicos de complejidad o eficacia. Es inevitable la confrontación con la contingencia o con la experiencia tal como es practicada en la mayor parte de las investigaciones. Desde este punto de vista, el modelo juega su papel desde hace diez años, por tanto su eficacia está asegurada por un número de situaciones originales de enseñanza que no dejan de producirse. Cuando las propiedades de una situación capaz de justificar (o de provocar) la puesta en práctica de un conocimiento específico se conocen mejor, es posible estudiar las posibilidades que tiene la primera de hacer evolucionar a la segunda. Las variables didácticas son las que influyen en el aprendizaje y de las que el profesor puede elegir su valor [Ingeniería-Investigación sobre la enseñanza del cálculo numérico]. Numerosos problemas de aprendizaje han sido estudiados con la ayuda de este modelo. (Ver un apartado especial de la bibliografía.) 6.3.2. Esquema de la comunicación El “medio” comprende un sistema receptor y/o un emisor con el cual el jugador intercambia mensajes. Supondremos aquí que el objeto de estos mensajes no es el de actuar sobre el receptor (de cambiarlo, de ejercer un poder sobre él, de obligarle, etc.) sino de actuar a través de él sobre el dispositivo “medio”. El alumno está comprometido en un juego con un dispositivo medio desprovisto de intenciones didácticas. Si tuviera a la vez informaciones y medios de acción suficientes para elegir solo los estados del “medio”, sus mensajes no teniendo ninguna finalidad en el juego, podrían ser cualesquiera. Suponemos también, por el momento, que no hay más que un solo jugador A. El receptor no tiene otra misión que la de servir como jugador B y no hace personalmente ninguna elección (Fig. 5). Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 50 FIG. 5 Los diferentes casos son evidentes: - medios de acción insuficientes. A debe describir a B la acción que debía efectuar y a menudo también una parte del medio para que el mensaje sea inteligible. - informaciones insuficientes para A pero medios suficientes, es B quien debe describir el medio y A, descodificar la descripción y dirigir la observación. - medios de acción e información insuficientes para A... En el primer caso, por ejemplo para A, el sentido del mensaje (el contenido informativo necesario para el juego) que envía a B, puede representarse por el paso (el par) de las elecciones de acción que el juego ofrece a B según lo elegido por A. En el segundo, es el paso de las opciones consideradas por A ante el aporte de información de B a las que él mismo considera después. El hecho de que B sea también un jugador puede tener una cierta importancia porque disminuye la libertad de A y por lo tanto el sentido de su acción. Es necesario por supuesto que coopere con A. El esquema no es diferente ya sea que los roles estén bien identificados o indiferenciados (pero entonces un jugador puede no dejar al otro ninguna elección que hacer, ninguna acción). Los mensajes intercambiados están bajo el control de códigos lingüísticos formales o gráficos, y por tanto los hacen funcionar. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 51 Lo que está en juego en la comunicación misma se expresa por las retroacciones que ejercen los interlocutores, uno sobre el otro, para asegurar que se han comprendido. Sus exigencias se refieren a la conformidad en el código (mínima para que el mensaje sea inteligible), la ambigüedad, la redundancia, la falta de pertinencia (informaciones superfluas) y la eficacia (los caracteres óptimos) del mensaje. Combinando juiciosamente un medio (un juego en el sentido 4) y las condiciones convenientes de intercambio del mensaje (referidas al canal por ejemplo), es posible influir en el tipo y en el sentido de los mensajes obtenidos del jugador. Es posible también hacer evolucionar el código mismo: pasar de una formulación en lengua natural a un enunciado formal, o de metáforas a descripciones sistemáticas. Estos resultados han sido obtenidos en varias investigaciones, pero es necesario prever también sinsabores a causa de la enorme capacidad de invención semiológica de los niños. Este esquema de situaciones a-didácticas presenta un cierto interés para dar sentido o para analizar el sentido de un mensaje, una fórmula. Tomemos un ejemplo completamente teórico y un poco provocador: busquemos una organización social (teórica) para hacer aparecer la emisión (por un niño de cinco o seis años para fijar las ideas) de la formula “13 = 9 + 4” tomada como información (y no como aserción). Es necesario que el emisor E de la fórmula se dirija a un destinatario D. Si D conoce la significación de 13 y la de 9 + 4, el mensaje no puede aportarle más que información sobre “=“ paradigma de un conjunto muy restringido: {=, ≡} El enunciado será más informativo si el destinatario no conoce uno de los dos términos, por ejemplo si el alumno describe convencionalmente un cálculo (9 es conocido, así como 4, el resultado le su suma es 13). Pero si se considera que el primer término es el mismo mensaje, éste debe ser emitido por un emisor E1 para un destinatario D1 con el fin de informarle, por ejemplo, sobre el estado de un stock. 9 + 4 es un mensaje emitido por E2 para D2 en otro código para informarle sobre el estado de otro stock, o del mismo, entonces, el mensaje completo informa a D1 que los dos mensajes, 13 y 9 + 4, designan el mismo objeto. No queda más que encontrar un juego que haga plausible este funcionamiento de 6 personas (Fig. 6). FIGURA 6 ¿Por qué D tendría necesidad de saber si los dos mensajes, en “lengua 1” y en “lengua 2” designan o no el mismo objeto....? Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 52 Aunque se hayan hecho ensayos, este tipo de razonamiento no conduce siempre a un juego utilizable en clase, pero es un medio muy eficaz para analizar el sentido de las producciones de los alumnos y para proponer medios de control. Es fácil considerar variantes como la auto comunicación que conduce más fácilmente por la memorización, a códigos personales. Los pasos del oral al escrito o del gráfico al discurso han sido frecuentemente observados y han dado lugar al estudio de la influencia de numerosas variables17. Utilizar el lenguaje matemático de manera precisa, en las comunicaciones deliberadas entre alumnos, es ciertamente uno de los mejores resultados pedagógicos de este tipo de situaciones. Es necesario señalar la importancia de: - la calidad del juego con el medio con el fin de asegurar y de mantener la pertinencia y la riqueza del discurso de los alumnos. - la frecuencia de empleo que suscita en las comunicaciones. - la posibilidad de analizar los mensajes producidos. 6.3.3. Esquema de la validación explícita Las situaciones convenientes de comunicación favorecen la aparición de mensajes que pueden tener una forma más cercana al discurso matemático y que son concretamente significativos para un cierto “medio”. Pero estos mensajes no tienen el sentido de un texto matemático. Las situaciones de validación van a poner en presencia dos jugadores, que se enfrentan a propósito de un objeto de estudio, compuesto de mensajes y descripciones que ha producido el alumno por una parte, y el medio adidáctico que sirve de referencia a estos mensajes por otra (Fig. 7). Los dos jugadores son alternativamente un “proponente” y un “oponente”; intercambian aserciones, pruebas y demostraciones a propósito del par “medio / mensajes”. Este par es el nuevo dispositivo, el “medio” -el juego en sentido 4- de la situación de validación. Puede presentarse como un problema acompañado de sus tentativas de soluciones, como una situación y su modelo, o como una “realidad” y su descripción. Mientras que el informador y el informado tienen relaciones disimétricas con el juego (uno sabe una cosa que el otro ignora), el proponente y el oponente deben estar en posiciones simétricas, tanto en lo que concierne a las informaciones y a los medios de acción de que disponen sobre el juego y sobre los mensajes, como en lo referente a sus relaciones recíprocas, los medios de sancionarse mutuamente y lo que está en juego frente al par medio/mensaje. (Fig. 7). 17 Cf. La creatión d’ un code à l’école maternelle et l’enseignement de le géométrie. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 53 FIG. 7 En particular, uno de los jugadores no debe tener la posibilidad de obtener el acuerdo del otro por medios “ ilegítimos”, tales como la autoridad, la seducción, la fuerza, etc. La didáctica se encuentra ante el reto de producir situaciones que permitan al alumno poner en marcha los saberes y los conocimientos matemáticos como medios efectivos de convencer (y por tanto de convencerse) llevándole a rechazar los medios retóricos que no son buenas pruebas o refutaciones. El sentido exacto de las declaraciones de matemáticas está condicionado por este abanico de opciones: lo que dice un teorema es también lo que contradice, lo que dice una demostración, no es solamente lo que está supuestamente admitido por el proponente y el oponente sino también lo que hubiera podido ser refutado. El discurso matemático se construye en parte contra otros procesos de adquisición de creencia y de conocimiento y no solamente con. Precisamos el juego de la prueba. “A” propone un enunciado: la declaración de una propiedad cuyo conocimiento es útil para demostrar las relaciones (de A o de B) con el medio, el reto fundamental es siempre el de “ganar” en un cierto “juego”. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 54 “B” si quiere acogerlo, y servirse de ello, debe: - o bien “pagar” a A cada vez, es un reconocimiento de validez pragmática. - o bien “pagar” a A una vez por todas, aceptando la proposición como verdadera. Pero puede también comprometer el proceso de refutación si piensa que la declaración de A es falsa. Refutación pragmática puede “obligar” a A a jugar una baza decepcionante de su enunciado. Si la declaración es falsa y la situación es correcta, la baza debe ser perdedora (esto no es tan fácil de obtener). Este es el dispositivo que hace funcionar el contraejemplo. B puede obligar a A a jugar su baza perdedora tan a menudo como le toque jugar, hasta que A retire su declaración. Refutación intelectual: B puede también proponer a A un trato: puede proponerle una refutación explícita de su declaración inicial, esta refutación puede economizarle una costosa obstinación. Si A acepta (paga un poco a priori) por ejemplo, dejando pasar su turno, B se convierte entonces en proponente. A acepta la refutación o la rechaza... Los argumentos son siempre los que el oponente puede recibir -lo mismo que en toda comunicación, el repertorio debe ser el del receptor, para que el mensaje sea comprendido-. Así se crea “de facto” una teoría, como un conjunto de observaciones aceptadas por los dos jugadores. Puede ocurrir en cada instante que uno de ellos descubra que un conocimiento no es compartido, mientras que creía que su compañero podía disponer de él. Todas las aserciones de la “teoría” son así susceptibles de hacerse explícitas y de ser puestas en duda. La teoría misma es un objeto de estudio y de construcción. Los medios técnicos de estas demostraciones y los argumentos pueden ser de orden semántico -adecuación al “medio”, al problema -o de orden sintáctico a varios niveles: articulación y validez matemática, constitución lógica e incluso formal del argumento. Pero también de orden epistemológico, así lo muestra Lakatos18 . El uso de situaciones de prueba restaura un entorno sociocultural que da densidad al discurso matemático. Las situaciones de validación pueden ayudar al profesor a hacer vivir en su clase una pequeña pero verdadera sociedad matemática. Pero, restaurando un sentido, corremos el riego de aumentar las dificultades de los que no entraron en este juego, y para quienes el teorema e incluso las demostraciones no son más que saberes como los demás a exhibir en el momento oportuno. Una situación de validación no es, a priori, la mejor situación de aprendizaje de saberes institucionalizados. Puede incluso suscitar obstáculos didácticos y resucitar obstáculos epistemológicos molestos. Sin embargo es esencial como paradigma de otras situaciones matemáticas. Es deplorable, por ejemplo, que la geometría enseñada en la enseñanza secundaria no utilice estos procesos, mientras que puede justificarse como primer ejemplo del pensamiento axiomático frente a un campo dominado naturalmente por otros medios. Dar la matematización totalmente hecha, está aquí en contradicción con el objeto didáctico anunciado. Al lado de sus propiedades epistemológicas o didácticas, estas situaciones sociales pueden presentar ventajas interesantes en el dominio de la motivación de los alumnos motivaciones frecuentemente trasferibles. Esta motivación puede manifestarse no sólo en el caso en que la situación está realmente organizada y efectivamente vivida, sino también cuando es simulada, relatada o interiorizada. 18 I. Lakatos, Pruebas y refutaciones. Guy Brousseau (1986). Fondements et méthodes de la didactique des mathématiques. 55 Los alumnos cooperan en la medida en que ellos llegan a compartir el mismo deseo de alcanzar una verdad. Deben recibir, a priori, con respeto, el punto de vista de su oponente y defender el suyo sin falsa modestia, mientras no estén convencidos de lo contrario; pero si les parece que están equivocados, deben aprender a cambiar inmediatamente de posición, sin amor propio fuera de lugar y cualquiera que sea el precio social. Estas situaciones muestran el anclaje profundo de la actividad matemática en el pensamiento racional y la importancia educativa de lo que ponen en juego, que sobrepasa e1 simple dominio del aprendizaje de conocimientos. En las situaciones concretas que conciernen a este modelo, cuando son explotables, desaparece el carácter un poco formal de esta “competición”. Las restricciones están presentes pero aparecen de forma natural. 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