Alias Mate Cocido LA EXPLICACIÓN DE TODA UNA ÉPOCA DEL CHACO (A MODO DE PRÓLOGO) La década del 30 configura uno de los períodos más difíciles de describir en el pasado del Chaco moderno. Diríamos que fue el momento en que se cruzaron dos rumbos de la historia; como el encuentro tumultuoso de dos cauces en creciente: de una parte del Chaco renovado, vitalizado por dolores y fervores juveniles que lo empujaban adelante; por la otra, un mundo que no quería perder vigencia e imponía sus rémoras con raro vigor. Durante ese lapso, efectivamente, se consolida el movimiento cooperativista al punto de potencializarse (caso excepcional en todo el cooperativismo argentino) con gravitación política decisiva. Se constituye UCAL se desencadena la protesta agraria de 1935 al 36. Advienen los gobiernos de Castella y de Lagerheim marcando dos etapas sucesivas fecundas, en contraste con la inoperancia o la corrupción de sus antecesores. Se organiza la actividad cultural a través de entidades estables como el Ateneo del Chaco. La capacidad productiva alcanzada por primera vez los registros más elevados y promisores del Nordeste argentino. Simultáneamente rebullen los factores negativos, con el fraude electoral sin disimulo, el malevaje de los protegidos instalados en los suburbios de las ciudades nacientes, más la secuela de vicios clásicos, como la prostitución, el juego y el contrabando, que por su parte alcanzaron también promedios alarmantes de desarrollo. El crimen político y el asesinato impune constituían parte no desechable del panorama. Cuando hoy recorremos los viejos barrios de Resistencia y Sáenz Peña, nos ocurre pasar frente a algunas casonas de aquel estilo típico que impusieron los “costrotore”, y estremecernos evocando tragedias, miserias o heroísmos, hechos viles y canallescos o proezas del coraje, y personajes olvidados que reclaman desde el tiempo ido, más que la indagación del historiador, la inspiración del poeta, el talento narrativo del novelista... ENCUENTRO CON EL PERSONAJE Esa década del 30, motivó muchas veces, desde hace ya varios años el interés del autor de estas notas. Así sobrevino el descubrimiento inesperado del protagonista principal de este relato. .... .. .. A la vuelta de muchas páginas de diarios y revistas de la época, tanto del Chaco como de Buenos Aires, aparecía con frecuencia resonante el nombre de Segundo David Peralta, oculto tras su apodo de Mate Cocido, sobrepasando casi siempre los márgenes de la crónica policial común. Su fama lamentable adquiría importancia inusitada, ya que personificaba fechorías tamañas, reiteradas durante prácticamente nueve años de alarma y dramatismo en las rutas del Chaco. ¿Cómo se explicaba la impunidad de tales tropelías y, además, el raro sentimiento de expectativa sin repulsión que despertaba el maleante entre el público; sentimiento que en ocasiones, particularmente en el ámbito rural, se convertía en admiración? Las explicaciones del pasado, nunca son sencillas, ni se logran con la observación somera de los hechos; menos aún si el estudioso constriñe el campo de su atención a lo que le resulte personalmente grato y estimable, que se llama, con razón, la novela rosa de la historia. Esta búsqueda de perspectiva, unida a la atracción que suscitan siempre los problemas psicológicos, tan complejos cuando se refieren a la idiosincrasia popular, a la opinión del consenso en un momento dado, explican del interés que llevó al autor a hurgar los antecedentes de una vida al margen de la ley. Alias Mate Cocido MITO Y REALIDAD Ha sido precioso sortear muchas dificultades, algunas realmente arduas, para aproximarse a la real dimensión de los hechos, a las versiones más razonables y posibles, superando el aturdimiento de interpretaciones extremosas, estridentes e, incluso, abierta disidencia entre sí mismas: la una que consideraba a Mate Cocido un mero tema delictivo sin relevancia ni trascendencia, a no ser la novelesca, mientras la otra le adjudicaba características sociales de protesta, al extremo de atribuirle vindicaciones políticas dignas del disparate. No olvidaremos cierto ensayo sobre “la violencia pre-revolucionaria”, de un joven sociólogo porteño, referido a los hermanos Velázquez, presentados a la sazón como continuadores de Mate Cocido, y donde se comparaba a dichos maleantes con caudillos populares del continente; de veras, un monumento al desatino. No se trata de buscar la verdad en el punto medio. Ocurre que el mito del “amigo de los pobres” y la contrafigura del bandolero insignificante representaría el anverso y reverso de una misma moneda, en definitiva barata, frecuente en el mercado al menudeo de la publicidad. Según veremos, será sumamente difícil e intrincado averiguar todas las complicidades que ayudaron y encubrieron en sus correrías a Mate Cocido, quien fue, en resumidas cuentas, un frío empresario del asalto y el secuestro, completamente ajeno a la leyenda del salteador romántico. Esto mismo explica que, a lo largo del relato, el lector encontrará los nombres de algunas personas citadas solamente con sus iniciales; pese a haber transcurrido ya, casi medio siglo de los sucesos. No hubiera sido justo aventar escándalo sobre vidas ulteriormente recuperadas de errores pasados. Pero nos encontraremos con otra sorpresa; porque he aquí que, como contrasentido de calibre mayor, el propio bandolero Segundo David Peralta, al igual que varios de sus secuaces se replegaron oportunamente a una existencia pacífica y, lo que es más, algunos, y otros, como el jefe de la banda, tras anonimato en paz con la sociedad y la ley. ENTRE LA LIBERTAD Y EL MIEDO No es casual que Segundo David Peralta, alias Mate Cocido, alcanzara nombradía inusitada en aquella época problemática del Chaco y que un gran publicista metropolitano llamó precisamente “la década infame”; tiempo de claudicación y retroceso, cuando los valores morales quedaron relegados a la condición de máscaras, no ya en el campo del delito común sino aun en el proceder de gobernantes, políticos, dirigentes, representantes del pueblo, verbigracia aquellos parlamentarios que interrumpían a gritos las denuncias de Lisandro de la Torre durante las históricas interpretaciones sobre negociados en perjuicio del interés nacional. No es casual sino lógico, explicable, que un trance tal de confusión y desaliento, el público escuchara y leyera sin asombro las noticias policiales referidas a una figura que había concitado expectativas, tan luego por secuestros y asaltos de contornos sensacionales. Se trata de una de las tantas aberraciones que producen las épocas decadentes. Ramón M. Tissera Alias Mate Cocido Ingreso al delito Allá por las postrimerías del siglo, en las afueras de Tucumán, vivía Patricio Gustavo Peralta, obrero gráfico, casado con Rosa Miranda; dos modestos apellidos criollos, aunque de largo arraigo en la ciudad. En ese hogar nació Segundo David, un día de Marzo de 1897. Otros cinco hermanos varones y una mujer, Isabel, componían la familia. Segundo David cursó los estudios primarios y se inició como trabajador en una imprenta, continuando así el oficio de su padre. Alcanzó la especialidad de encuadernador. En su adolescencia y juventud era de físico delicado y espíritu impresionable. La primera fotografía de aquellos años muestra un rostro ival de mirada ardorosa y gesto angustiado. Fue la suya una infancia triste, mediocre; probablemente sólo exaltada por ambiciones impotentes y penosos sentimientos de lealtad con la suerte de los suyos. Segundo David fue siempre apegado al hogar. Su correspondencia íntima con la madre y los hermanos, sobre todo con Isabelita la menor, durante los años de sus primeras andanzas por otras provincias, muestra un sentimiento protector invariable. Después del fallecimiento del padre, en 1926, ocupó entre los suyos el puesto de hermano mayor, aunque no lo era por la edad. CHERCHEZ LA FEMME ¿Qué razones impulsaron un día a ese muchacho hipersensible a tomar como determinación la vida delictiva?. Cierta versión muy difundida asegura que Segundo David, hombre de paz y trabajo, habría sido víctima de procedimientos policiales desacertados o, por lo menos tan rigurosos e incomprensivos que despertaron en su ánimo la obsesión del rencor y la desilusión de la vida honrada: algo como “la persecución de un juez” de que habla Martín Fierro al evocar sus desgracias. En efecto, el joven Peralta enredado en amores con una muchacha tucumana, habría provocado los celos de un oficial de policía, quien se dedicó a perseguirlo. Sería prácticamente imposible comprobar hoy la veracidad de esa suposición. No obstante, si se consultan los primeros antecedentes policiales de Peralta, o sea las referencias inicios de su abultado prontuario, aparecen indicios tan sugestivos que no sólo despiertan sospechas sino que evidencian un hostigamiento arbitrario. Segundo David Peralta en la juventud, según el primer prontuario que marca el comienzo de su azarosa vida. El rostro de entonces lleva la amargura de un destino incierto. Veamos los detalles de ese proceso. En 1918 cuando David Peralta tiene 21 años de edad, es detenido por primera vez en “averiguación de robo”; vale decir, no pesa sobre él ninguna acusación formal, ninguna prueba concluyente, sino la presunción de que sería autor de un delito. Dos meses después vuelve a comparecer ante la policía; esta vez “acusado de robo”, pero recupera la libertad dos días después. Transcurridos ocho meses, nuevamente es detenido durante una Alias Mate Cocido semana, para otra indagación por el mismo delito. Poco después, otra “averiguación de hurtos reiterados”, que le cuesta varios meses de prisión. No bien recupera la libertad, nueva citación para “averiguación de antecedentes”; procedimiento que a todas luces confirma el designio de mortificar, ya que las anteriores causas debieron suponer la comprobación de tales antecedentes). LA MARCHA INFAME En diciembre del mismo año, 1919, Peralta aparece en Córdoba, sin duda en busca de nuevos rumbos. Pero a los 22 años de edad, ni el rostro ni los modales de un hombre pueden disimular el abatimiento interior; sus gestos trasuntan la hosquedad de una existencia huraña y contrariada. La policía cordobesa detiene a David Peralta como forastero sospechoso, “en averiguación de antecedentes”. En julio de 1920 se lo registra de regreso en Tucumán, detenido por la eterna historia: “averiguación de robo”. Dieciocho días después, nuevamente “por hurto”. A todo esto podría pensarse razonablemente: cualquiera haya sido el abuso de la persecución, ¿qué autoriza a pensar la injusticia de la misma? . Llegamos entonces a la pauta más desconcertante, ante la cual hay que admitir forzosamente la certeza del ensañamiento policial. Un mes después de aquella última detención. Segundo David Peralta es arrestado ¡”por sodomía”!, es decir por relaciones sexuales con otros hombres. Recupera su libertad a los dos meses, “sobreseído provisoriamente”. Y todo esto ocurre en la misma Tucumán, la ciudad natal de Segundo David, y cuando éste ha alcanzado ya la edad adulta. ¿Se precisan sutilezas para inferir que se ha pretendido humillar y marcar a un hombre con la mancha más infame?. El interrogante resulta lógico y de sencilla respuesta si se piensa que nada es tan difícil de ocultar durante una vida como las aberraciones sexuales y que en la comentada y hurgada existencia de David Peralta no hay ninguna otra mención, ni aproximada, sobre irregularidades de ese calibre. Queda por ver otro indicio de la persecución falaz, y es la conducta posterior del imputado. Se retira a Córdoba, donde se pierden sus rastros durante un año. En diciembre de 1921 reaparece en Tucumán. La policía acude a detenerlo... ¿por qué? Naturalmente “por averiguación de robo”, y por primera vez en su vida, Segundo David abandona la actitud pusilánime de siempre. Se desacata. Los agentes lo reducen a viva fuerza. Tras un breve forcejeo, Segundo David se escabulle y busca refugio dentro de la casa. La policía hace un disparo para intimidarlo. La madre llora y clama por la vida de su hijo. Este se entrega al fin. Pero en este punto se presenta otra nueva sorpresa, pues segundo David recupera la libertad horas después, al mismo día de su detención. En definitiva, no había cargos concretos o al menos graves contra él. Evidentemente, alguien de la policía (o que influye decisivamente sobre la autoridad) no quiere que Segundo David Peralta viva en Tucumán. Acosado por las citaciones, los sumarios, los encierros, el perseguido recurre por tercera vez al reducto de Córdoba, aunque ahora su actitud no se reduce a la fuga. Ante todo apela a un recurso harto sugestivo para borrar huellas tras de sí: adopta el nombre figurado de Alberto Córdoba, Segundo David oculta su verdadera filiación tras esta ficción, que en adelante deberán utilizar hasta sus familiares y amigos para dirigirle la correspondencia. El ensañamiento policial ha conseguido que el irresoluto, el hijo de las circunstancias elija de una vez el camino del delito. Transcurren siete meses de Alias Mate Cocido estadía en Córdoba, cuando una partida policial detiene a Segundo David, alias “Alberto Córdoba”. Pesa sobre él una denuncia comprobada de “hurto”. Los sumariantes de la seccional Segunda de Córdoba completan el expediente y lo elevan a la justicia de crimen. Luego el juez dicta la condena: dos años de prisión. LA MISTERIOSA RAFAELA Ya no es ahora el calabozo de las comisarías. Los altos y tétricos portales de la cárcel de Córdoba se cierran al paso de Segundo David, que a los 25 años ingresa al sepulcro de los vivos. Pocas semanas después de iniciar su largo encierro, el preso recibe una correspondencia sorprendente. Es una carta de amor, escrita desde Tucumán y dictada por el corazón de una mujer joven y apasionada. Segundo David ha dejado en su tierra natal un idilio trunco. ¿Será la misma muchacha que enardeció el donjuanismo funesto del oficial de policía?. Lo cierto es que se trata de alguien que conoce los sentimientos de Segundo David, que comparte su desdicha y que deja al cabo el testimonio involuntario del destino de un hombre. La carta está dirigida, desde luego, al nombre supuesto de Peralta. “Alberto amado: ¡Qué desgraciada soy!. Te encuentras encerrado y verdaderamente sufres; no lo ignoro, y me parece verte en la prisión... “¡Valor Alberto!. No cometas más locuras. Piensa en tu pobrecita... “En todo momento soy tuya, siempre. “La que contigo y en tus brazos desearía morir para terminar con el sufrir”. Y a continuación, la firma: Rafaela Ruiz. Alias Mate Cocido BUSCANDO SU DESTINO El 26 de febrero de 1924, las rejas de la penitenciaría de Córdoba se abren para Segundo David Peralta. Ha soportado un año y siete meses de prisión, tras de los cuales obtuvo una providencia de “libertad condicional”. La cárcel ha determinado en su ánimo la definitiva inclinación a la vida delictiva, ya que al salir de ella no intenta replegarse a una existencia laboriosa. Pero la oscura gestación que se prepara en Segundo David, lo sumerge todavía en un vagabundeo mísero y din rumbo. Falta mucho para que afloren las condiciones netas de un jefe de banda. Aún gravitan sobre su espíritu los rencores, los recelos, las disminuciones, la escasa confianza en sí mismo. Reaparece en Tucumán, pero no en la ciudad capital, sino en un pueblo cercano, Las Cejas, donde se encuentra radicado uno de los hermanos. Se presenta acompañado de un tal Angel o Pedro Spoda, otro caballero de la fortuna. Ambos deben cumplir un arresto de treinta días “por vagancia”, y luego son depositados en un tren y deportados de la provincia. En julio de 1924, Segundo David vuelve a ser detenido por vagancia, esta vez en Santiago del Estero. A comienzos de 1925 aparece en Corrientes. Y aquí se produce un curioso cambio de situación. De pronto el ahuyentado de todas partes, el indeseable, encuentra un albergue de tranquilidad. ¿PROTEGIDO DE QUIÉN? Los tres antecedentes policiales que registra Segundo David Peralta en Corrientes resultan tan sugestivos como satíricos. El 3 de abril de 1925 se inicia el capítulo correntino con un robo importante. Peralta se introduce en un domicilio y saquea el ropero, los cajones de un escritorio donde hay dinero y el cofrecillo de alhajas. El ladrón queda en evidencia a los pocos días. Se lo detiene y procesa. Pero a los diez meses la justicia pronuncia un fallo asombroso: Absuelto. Por primera y única vez esta palabra purificadora atraviesa como una estrella fugaz la trayectoria del eterno convicto. A pocos días de haber obtenido esa absolución, vuelve a ser arrestado por “falsificación de firma y estafa”. Lo liberan un mes después con otro fallo comprensivo: “falta de mérito”. Pero casi enseguida de la segunda indulgencia debe comparecer por “averiguación de robo”. Sin embargo, la detención dura apenas veinticuatro horas. Un día basta para gestionar otra “falta de mérito”. Alguien protege al incorregible. ¿Un abogado ansioso de clientes? ¿Un político en procura de adeptos? Cualquiera de estas posibilidades es factible, pero además hay que contar una tercera: quizá ya aparece en la personalidad de Segundo David Peralta aquella extraordinaria aptitud persuasiva que será con el tiempo su arma más poderosa para comprometer, sobornar y complicar otras vidas con su peligroso destino. EL PRIMER SECUAZ En Corrientes, Segundo David Peralta obtiene también la ventaja del primer cómplice, que será además la compañía más leal durante muchos años. Se llama Antonio Rossi; hombre de más edad que Peralta, Italiano de origen llegado al país en 1906, con abundante prontuario en Buenos Aires y en Rosario. Amparado en su condición de inmigrante, careció siempre de documentación oficial, por lo que los papeles con su filiación constituían un fárrago de nombres datos equivocados. En 1925 ya era un experto en las correrías que su socio iniciaba recién, y es probable Alias Mate Cocido que haya influido sobre éste para adiestrarlo con sus experimentadas tretas y arterías delictivas. Antonio Rossi será con el tiempo el conocido “Calabrés”, que acompañará a Peralta hasta la etapa final, cuando éste se convierta en salteador, pese a que su predilección había sido siempre la actividad pacífica, sigilosa y subrepticia contra lo ajeno. En rigor de verdad, se hizo asaltante por fidelidad con el amigo. ESTE ES ANTONIO ROSSI, alias “El Calabrés”, que se erigió en el primer cómplice y secuaz de Mate Cocido. La componenda empezó en Corrientes, según documenta el capítulo de hoy en la historia que ofrece NORTE. EL APODO LEGENDARIO En 1925 Peralta sobrellevaba un renombre bastante conocido en los ambientes de mal vivir, en los despachos policiales y en las ciudades donde pudo desplegar sus ya decididas inclinaciones. A lo largo de estas andanzas lo ha acompañado un seudónimo, algo inseparable a su fama, como que finalmente sustituyó el nombre y el apellido auténticos sepultándolos en el olvido. Ya entonces después será en mayor grado todavía el público ignoraba por lo general que el verdadero nombre de “Mate Cocido” era Segundo David Peralta. ¿De dónde provino ese apodo, tan chispeante como todas las invenciones de la socarronería popular? La más aceptable versión (dada por familiares de Peralta) dice que en su niñez era precisamente reacio a tomar la tradicional bebida criolla, que se servía diariamente en su hogar. Así pues, a la hora del mate cocido desaparecía o se escondía. Y los repetidos llamados de la madre ”el mate cocido” , que debían reiterarse cada mañana y cada tarde, terminaron por identificar al díscolo con el invariable grito. Pero en este punto es preciso aclarar otra versión de muy diverso origen que, pese a su procedencia extemporánea y hasta exótica se divulgó y aceptó en los mismos ambientes donde actuaba el aludido. Cuando el apogeo de Peralta, de 1935 al 40, periodistas del diario metropolitano “Crítica” interpretaron que el sobrenombre auténtico valga la paradoja era “mate cosido”, con “s” de costura. La razón sería que a David Peralta, herido en la cabeza durante una refriega, se le habría practicado una sutura quirúrgica. De allí habría resultado la expresión obsérvese típicamente porteña que hacía alusión a la cabeza “cosida”. Una curiosa coincidencia confirmaría esa suposición, ya que, en efecto, Peralta exhibía una “leve cicatriz de arma cortante en la frente según referencia textual de su prontuario de identificación. Empero, somos excépticos ante esta versión que, notoriamente ofrece varios motivos de duda. En primer término, corresponde presumir que la interpretación periodística surgió de la misma ficha de identificación, ya que durante esa época las oficinas policiales difundieron algunas fotografías y las “señas particulares” de Peralta, entre las que figuraba expresamente la cicatriz en la frente. Alias Mate Cocido Debe advertirse sin embargo, que el modismo “mate” referido a la cabeza, pertenece a la jerga rioplatence. Difícilmente podría haberse extendido a provincias entonces aisladas de la influencia porteña y que mantenían su fuerte espíritu localista. (Nos referimos a las primeras décadas del siglo, pues David Peralta sobrellevó su apodo desde muchacho; en tiempos que los medios masivos de comunicación no tenían la difusión avasallante de hoy). Quedan por fin dos evidencias que descartan definitivamente la idea de la costura y que confirman la primera versión familiar. Los vecinos de los Peralta llamaban también a la madre de Segundo David “la mate cocido”, y además, en el primer sumario que se abrió a éste en 1918, la policía registró, como corresponde a la prolijidad prontuarial, el “alias” de entonces: “mate cocido”, en el que se originó la leyenda bandolera. LA VOZ DEL HOGAR Desde Corrientes, Segundo David mantiene activa correspondencia con su madre, a la que informa constantemente de su paradero y proyectos de viaje. Por lo general cada misiva iba acompañada de algún dinero, a veces sumas apreciables para aquella época; cien, doscientos, trescientos pesos. Una de las cartas llama la atención por el requerimiento de ciertas informaciones. Segundo David pide a su madre que le mande que le mande “diarios de fecha atrasada donde figuren nombre, domicilio y herencia dejada por personas fallecidas y cuyo capital sea de 5 a 30 mil pesos, eligiendo entre comerciantes de poca instrucción”. Se pueden ensayar varias conjeturas sobre el destino o la utilidad que el interesado se proponía con tales informes. De hecho hay que descartar una mera averiguación sobre caudales. ¿Proyectaría Peralta iniciarse en las matufias de la procuración clandestina para negociar herencias entre “comerciantes de poca instrucción”? ¿No se encubrirían tras de Peralta las actividades de algún leguleyo, quizá un letrado de pocos escrúpulos y hasta posiblemente el apoderado que resolvía los enredos judiciales de Mate Cocido? Claramente Segundo David busca todavía su definición, su destino delictivo, y ha abierto una puerta hacia el camino de la estafa. En otra correspondencia (26 de febrero), anoticia a la madre de un proyecto de viaje a Asunción y le puntualiza instrucciones. Si viaja lo confirmará en un telegrama, y en tal caso la madre deberá escribirle a nombre de “Segundo P. Miranda, poste restante, Correo Central, Asunción”. En todas sus cartas, Segundo David recomienda que “cuiden a Isabelita”. Alias Mate Cocido LA TIERRA DE PROMISIÓN Tras ocho años de vida subterránea, fugitiva, escurridiza, por fin “Mate Cocido” puede transitar despreocupado por las calles en pleno día, libre del seguimiento de los implacables agentes del Departamento de Investigaciones. Sus papeles están en regla. Por lo demás, Corrientes ha resultado para él algo muy distinto a Tucumán, a Córdoba y a Santiago. Habrá alquilado una pieza en los hospedajes frente al puerto, o tal vez en alguna barriada de aquellas semejantes a las de la ciudad natal: Veredas arboladas con naranjos, cercos de enredadera frente a las casas, boliches de guapos y guitarreros, a veces un domicilio equívoco donde el vicio conserva el sabor de lo rústico y lo directo, porque aún no ha llegado allí el refinamiento de las metrópolis. Cualquiera diría que David Peralta ha encontrado su merecido escenario, el rincón dorado. Pero no es así. Ante todo que a “Mate Cocido” no le interesa tanto la impunidad como el buen mercado donde actuar. Su existencia ya está absorbida por el trasmundo de la vida disimulada y el alerta incesante, incluso, sus energías se robustecen cuando la policía ronda su guarida o sigue sus pasos. Esa angustia de sentirse perseguido obsesión que apabulla a los que sólo llegan al delito por extravío, actúa en el delincuente verdadero como un combustible que enciende y acciona los impulsos más potentes y hábiles. NO ROBAR A LA POBREZA Pero además Corrientes es una ciudad de viejo abolengo provinciano, venerable y pobre. Los vecinos caracterizados no son allí sino raras veces capitalistas, especuladores o comerciantes de arcas repletas. Por lo común se trata de una aristocracia austera, cuyo orgullo se cifra en la memoria del antepasado fundador, del abuelo que fue gobernador, del bisabuelo que sirvió con San Martín y estuvo en Maipu, en Ayacucho. Esta ciudad única conserva su tradición ganadera, latifundista y cerradamente feudal, a diferencia de la oligarquía porteña cosmopolitizada. Los gringos acaudalados que procuran invertir sus reservas en nuevas actividades, son recibidos con muestras tales de recelo y desprecio, que pronto desisten de radicarse. La susceptible oligarquía lugareña no quiere renunciar a su prevalencia, aún al duro precio de estancarse y empobrecerse entre sus bronces. En fin, esa Corrientes donde un homicidio no resulta delito tan grave como cuerear un vacuno, a Segundo David Peralta no le ofrece, francamente, un porvenir. Su mirada aguda, su olfato experimentado, descubren pronto el ambiente propicio. Parece ser que Antonio Rossi el Calabrés ya conocería al detalle todo el panorama de las provincias del litoral y el Nordeste. De ser así habrá prestado a su amigo un eficaz asesoramiento. LA RIQUEZA Y LA AVENTURA Frente a Corrientes está el Chaco, un emporio de vida nueva, especie de California en gestación. Es un mundo febril y pujante que se abre camino al porvenir. Allí muchos hombres se han enriquecido en pocos años; no existen sedimentos sociales, y los nuevos ricos son por lo general advenedizos que, por lo mismo, aceptan la convivencia con idéntico desprejuiciamiento que los negocios y el trabajo. En ese mundo individualista la selección sólo atiende la actividad productiva o el monto pecuniario de cada cual. Cuánto tienes cuanto vales. Alias Mate Cocido Constantemente vienen y van los colonos con gruesos fajos de billetes en el bolsillo o bajo el cinturón. La caravana de viajantes, acopiadores, compradores, vendedores, pagadores y comisionistas de las grandes empresas recorren las rutas con el visible maletín repleto de billetes. Hay pocas sucursales bancarias y escasos recaudos de seguridad, pues la actividad privada ha desbordado las posibilidades oficiales. Tanto los sueldos del personal de tierra adentro como las transacciones comerciales, deben solventarse al contado, dinero en mano, de acuerdo al ritmo de esa dinámica elemental pero vertiginosa. En esta casona de calle Mitre 266 funcionaba la confitería “Chantecler”. Allí Peralta y Rossi perpetraron su primer atentado contra lo ajeno en Resistencia. LOS CAZADORES TRAS LA PRESA Algún día de marzo de 1926, dos hombres descienden del vaporcito que realiza diariamente el transporte de pasajeros entre Corrientes y el puerto chaqueño de Barranqueras, próximo a Resistencia. Los forasteros, al parecer amigos ocasionales contrastan con su físico dispar. El más joven, de veintinueve años, mediana estatura, sin rasgos sobresalientes, puede pasar por lo que dice ser: viajante de joyería. El otro, ya maduro, más bien alto, delgado aunque muscular, con un agradable perfil itálico, puede pasar también como obrero ferroviario en uso de licencia, según lo repite a cada momento en voz alta para que todos lo oigan Nadie podría imaginar lo que trae entre manos esta buena yunta. Durante la noche del 24 de marzo, en Sáenz Peña, cacos desconocidos se deslizan dentro del domicilio de la familia Del Mónico y se llevan un fino reloj de oro con engarces de pedrería. Días después dos forasteros se presentan en una posada para pernoctar. Ocupan una habitación de varias camas, como es de uso en los hoteles precarios. Al rato ingresa a la misma pieza otro huésped. Se trata de un colono que perdió el día negociando los fardos de algodón y acude al hospedaje para dormir unas horas y emprender el regreso a la chacra con el amanecer. Mientras se acuesta, advierte que los otros dos pensionistas duermen con apacible sueño. Al amanecer, el desprevenido comprueba dos cosas: que su dinero ya no está bajo la almohada y que los compañeros de pieza han madrugado lo suficientemente temprano para desaparecer sin ser advertidos por el dueño de la posada. Otra vez, en Resistencia, el 4 de abril, la familia Lequeux, propietaria de una confitería céntrica, descubre que esa misma noche fue sustraído el dinero de la caja, más el alhajero de las hijas, con joyas por valor de dos mil pesos. ¿QUÉ ES EL HOGAR? “Mate Cocido” y el Calabrés estaban instalados en Sáenz Peña, en una pensión. Desde allí reinició David Peralta su inefable relación epistolar con la familia. Escribe a la madre, a su cuñada Rosa en Las Cejas, a su hermana Isabelita. Alias Mate Cocido Merece analizarse esta correspondencia de extraño contenido. Pese a las actividades del autor y la indudable actitud complaciente de los familiares, las cartas reflejan sentimientos sinceros y nobles. Enterado de que la madre desautoriza un idilio de la joven Isabelita, Segundo David redacta una extensa masiva de seis carillas aconsejándola con espíritu paternal: “Que pertenezcas a un hombre por una u otra circunstancia, eso no me asombra a mí. Es tan humano eso... ¡Qué imbécil sería si me asombrara! Pero en todo esto no está la felicidad del matrimonio, si se tiene en cuenta tu poca edad y la de ustedes dos. A esa edad se ama con la ligereza del viento, como la vida de una flor. Una flor nace, perfuma, ¿y más tarde Isabel?, ¿qué es de esa flor? Se marchita con solo los rayos del sol. Así se ama a la edad tuya”. Un día le informan que su hermano Patricio está sin trabajo, y escribe a su cuñada Rosa: “Si me va como pienso, arreglaré el bienestar de ustedes los dos y el mío. Créeme que tienen veracidad mis palabras. Pronto viviremos todos juntos bajo el mismo techo. Ya es tiempo que cubra los malos ratos que les vivo dando. No es difícil que pronto me tengan por esa”. Y en efecto, un domingo de Abril, “Mate Cocido” y el Calabrés se ausentan desde Sáenz Peña a Tucumán, Segundo David se presenta bien vestido, con lentes oscuros, sombrero, traje cruzado y zapatos de charol. Puede que esta vista se relacione con el mal estado de salud del padre de Segundo David, quizá con su fallecimiento, ya que otras referencias mencionan este acontecimiento como producido en los primeros meses de 1926. A la semana de su arribo, los visitantes parten a Buenos Aires. Pero antes de emprender viaje, Segundo David deja en poder de la madre un buen stock de alhajas, que ella deberá guardar en la casa con gran discreción. Como el viaje a Buenos Aires es sólo para dar una vuelta por allá, en adelante deben dirigirse las cartas a Sáenz Peña, a nombre de Rosas T. Torres. Alias Mate Cocido ULTIMO PRONTUARIO EN ROBOS Y HURTOS De regreso del viaje relámpago por Tucumán y Buenos Aires, Mate Cocido y el Calabrés vuelven a demostrar que se encuentran efectivamente en Sáenz Peña. Dos domicilios son saqueados en una misma noche. De uno de ellos se llevan nada menos que cinco mil pesos en efectivo y del otro dos mil, y de ambos un respetable acopio de alhajas. Pero si bien Sáenz Peña era una ciudad tumultuosa por su actividad, podía considerársela casi una aldea por el número de habitantes. Resultaba relativamente fácil advertir en ella quién viene y quién va, y el tipo de vida que lleva cada cual, sobre todo cuando se trata de forasteros sobre los que se vuelca la explicable curiosidad pueblerina. La policía preocupada por el auge de ciertos delitos consumados con una misma técnica, no tardó en echarle el ojo a ese sospechoso dúo del viajante de joyería y el ferroviario en uso de su licencia. Sin embargo, el viajante y el ferroviario eran a su vez hombres duchos en materia de seguimiento. Un buen día desaparecieron. Lo único que llegó a saberse de ellos fue que alguien los vio tomar el tren a Resistencia. Se los buscó allí sin ningún resultado, luego de haberse requisado hotel por hotel y pensión por pensión. ¿Habrían pasado a Corrientes? Lo cierto era que Segundo David Peralta y Antonio Rossi se encontraban en hospedaje en Fontana, a pocos kilómetros de Resistencia, en casa de un carpintero paraguayo. A no dudar, el dueño de casa tenía algo que ver con la catadura de sus pensionistas, ya que más tarde declaró a la policía que había conocido “al señor Julio Blanco hace cinco años, durante un viaje por Tucumán y que le merecía el mejor concepto”. UN RINCÓN APACIBLE ¿Sería influencia del Calabrés, o que realmente aparecen en Segundo David Peralta los rasgos definitorios de su temperamento? El ya calificado cliente de la sección “Robos y Hurtos” de muchas comisarías del país, se comporta sin embargo como un ciudadano de vida moderada, retraída, intachable. No se sabe de su presencia en lugares nocturnos, ni de jaranas, ni de vicios, como tampoco de ostentaciones superfluas de dinero. Nadie podría suponer que el joven pensionista del carpintero Alfonso ha de tener atesorados alrededor de 700 u 800 pesos, y que además posee depositadas en casas particulares de Tucumán y Buenos Aires sendas colecciones de alhajas de alto valor. Para corroborar esa apariencia de sobriedad, el señor Julio Blanco ¡Mate Cocido! lleva siempre consigo la prueba más demostrativa de una vida previsora: una libreta de la Caja Nacional de Ahorros. Eso sí, el portador del curioso documento, nunca permite que se observe su contenido ¿Por prudencia? ¿Para evitar que se conozcan sus ahorros? No, sino que la libreta figura registrada con el nombre supuesto de segundo P. Miranda. ¿Qué domicilio registró Mate Cocido en ese documento? Interesa saberlo. Figura allí una dirección céntrica de Buenos Aires. ¿Quién vive allí? Josefa Ortelli. ¿Quién es? Una amiga del Calabrés. A ese mismo domicilio llegan frecuentemente las encomiendas enviadas desde el Chaco y que contienen joyas, relojes y miniaturas finas. Con gran sentido de la equidad, Josefa tiene dos tarritos en el ropero: en uno guarda los envíos de Segundo P. Miranda, en el otro los de un tal José Glutiani, es decir, Segundo David Peralta y Antonio Rossi. Alias Mate Cocido SE DESTAPA LA OLLA La carpintería-hospedaje estaba ubicada en los alrededores de Fontana. Sus fondos daban a un monte próximo. Era un sitio ideal. Pero el 21 de mayo de 1926 golpea a la puerta un oficial de policía que se presenta acompañado de tres agentes. Nadie responde durante un largo rato ¡Sumamente extraño!, porque al acercarse a la casa los hombres de la partida habían escuchado voces, que precisamente se interrumpieron al primer llamado. Antes de golpear por segunda vez, el oficial ordena a la patrulla rodear la casa. Los agentes se disponen a hacerlo cuando advierte que por los fondos se deslizan a paso presuroso dos desconocidos cuya identidad, desde luego, es fácil presumir. Al grito de los agentes de ¡alto ahí!, los pensionistas se lanzan a toda carrera hacia el monte. La patrulla descarga las armas y se introduce a los fondos, inútilmente. En ese momento Alfonso abre la puerta y atiende al oficial. La policía efectúa una prolija requisa de la pieza de los huéspedes. Aparecen llaves ganzúas, corta fierros, una maza y la libreta de ahorro de Segundo P. Miranda con depósito por un total de 500 pesos. Pero también se encuentra la abundante correspondencia privada de Mate Cocido, que permitirá localizar varias conexiones de utilidad para la investigación. Días después los departamentos de Seguridad de Tucumán y de Buenos Aires acuden con órdenes de allanamiento a los domicilios de Rosa de Peralta y de Josefa Ortelli. Aparecen allí el reloj de oro con las iniciales del señor Del Mónico, las joyas de la familia Lequex y en fin, la colección casi completa de testimonios para el decimocuarto prontuario que se abre a Segundo David Peralta, alias “mate cocido”. LOS PÁJAROS VUELAN Sería imposible determinar la complicada trayectoria de Mate Cocido durante el primer mes siguiente a la orden de captura. Toda la policía del Chaco está alerta y lo busca. Se revisaron los trenes, los ómnibus, las posadas, los coches de alquiler, sin ningún resultado. Y sin embargo, consta que el no se había apartado de las líneas de poblaciones entre Resistencia y Sáenz Peña. Cada dos o tres días, según su inveterada costumbre, depositaba una carta a la familia, ya desde el correo de Presidencia de la Plaza, ya desde Quitilipi, ya en la estafeta de Cacui. ¿Cómo hizo para burlar el cerco? Por vez primera, Mate Cocido ejecuta una de aquellas fugas perfectas que serán después su predilección y se harán proverbiales. Lo sorprendente es que no se aleja del campo de acción que conoce. Pareciera complicarse rondando a sus perseguidores. Es la suya una esgrima de situaciones. ¿De qué procedimientos se vale? De acuerdo con lo que sabemos de su técnica en años anteriores, podemos inferir lo que habrá hecho en aquel mes de junio de 1926. Los recursos son sencillos y, por lo mismo, de increíble audacia. Su impavidez, su ánimo imperturbable y una curiosa aptitud para el disfraz y la adaptación a cada ambiente, le permiten vestirse de paisano, echar una bolsa al hombro y caminar por la ruta como peón golondrina en busca de trabajo, o bien trabar amistad con un colono y hacerse llevar en jardinera de un pueblo a otro, o en todo caso subir al tren y sentarse junto a los viajantes de comercio, a los inspectores de tierra o al mismísimo oficial de policía que quizá lleva la orden de su captura en el bolsillo. Alias Mate Cocido Así andando, en algún lugar del Chaco se encontró un día cualquiera con el Calabrés, ya que para desconcertar a sus perseguidores viajaban por separado y convenían citas periódicas. Se combinaron para encontrarse en Asunción. Tal vez ésta habrá sido la gran lección que Mate Cocido aprendió para no olvidarla más como técnica de la fuga. ¡No alejarse del ámbito operativo, sin estar seguro de apoyos mejores en otra parte! A pocos días fueron detenidos por la policía paraguaya. Hasta allá había llegado la recomendación de captura. Cumplidos los trámites de extradición, cuatro agentes argentinos de seguridad buscaron a los prófugos y los trasladaron esposados a Resistencia, a través de un largo viaje por Posadas y Corrientes. Juzgados ambos por “robos y hurtos reiterados”, se los condenó a seis años de prisión. El día 19 de octubre de 1926, Mate Cocido ingresó al penal de Resistencia. Llevaba consigo un atado de ropas y un colchoncito. Con toda seguridad escondía algunos billetes que la gente como él sabe ocultar de las revisaciones más rigurosas de los guardianes. Esos años de reclusión, serán la academia de Mate Cocido en la esfera suprema del delito. Cuando recupere la libertad, merecerá de veras la jerarquía de jefe de banda. La penitenciaría central del Chaco estaba entonces ubicada frente a la plaza 25 de Mayo, donde hoy se levanta la Casa de Gobierno. Allí fue recluido “Mate Cocido” para cumplir cinco años de condena. EL JEFE Y LOS PRIMEROS ADEPTOS La cárcel es el mundo inimaginable, especie de vorágine cuyo encuentro sacude al hombre como una prueba categórica. En ese purgatorio se presentan mezcladas la realidad más cruda con los espectros de la humanidad humillada: las paredes altísimas, que son más que paredes, las puertas y ventanas con rejas que dejan ver lo imposible como una tentación constante; la humildad exterior de todos, mientras la violencia íntima rebulle con las pasiones humanas comprimidas. Por sobre la uniformidad de costumbres y la tranquilidad de la rutina, se percibe en las celdas, en los pasillos, en todas partes, un hálito de tragedia y sufrimiento que estremece los nervios más templados. La condición humana presenta allí las facetas múltiples del contraste llevado a las tensiones máximas: débiles a los que el cinismo hace fuertes; desalmados a los que a veces bañan sus mejillas con lágrimas; corazones nobles y bondadosos dotados de una extraña reciedumbre para mantenerse puros entre la canalla; temperamentos de disimulada tenacidad, que sólo esperan salir del infierno para evitarlo en adelante con mejores precauciones. Alias Mate Cocido A esta última especie pertenecía Mate Cocido. En la planilla carcelaria, su nombre figura con las referencias del preso vulgar: ni tan bueno para demostrar una regeneración, ni tan malo para tener inconvenientes con los guardianes. Ningún intento de fuga. No participaba de camorras y trifulcas: pero tampoco aceptó la opción de trabajo en los talleres. “Inclinado al juego con otros presos”. En cinco años de reclusión, la existencia de Mate Cocido no registra ningún accidente ni percance sobresaliente. Pero sus cambios debieron ser fundamentales. Sobre todo, se vinculó con mucha gente... No sólo con presidiarios (que luego serán sus secuaces en buenas y malas), sino también con personas de afuera, la camándula que ronda a la mala vida por interés, por vicio, por humana solidaridad con el infortunio. Sin ir más lejos, desde el cautiverio entró en relación con un tal Pagoli, radicado en Añatuya, amigo de sus hermanos Patricio y Marcelino y compinche también de otro preso de la celda contigua. (Es preciso que el lector recuerde ese nombre, que dentro de una década saldrá a relucir en días decisivos). EL HOMBRE DISTINTO Una noche de junio de 1931, tras cinco años interminables de encierro, el preso liberado se retira del penal de Resistencia. ¡Al fin Segundo David Peralta puede mirar las estrellas sin que se interponga a la vista la simetría infame de los barrotes de hierro! ¿Hacia donde habrá dirigido sus pasos? ¿Se habrá sentado en algún banco de la plaza 25 de Mayo (frente al penal) a saborear y vivir la sensación espléndida de la libertad? Pero no. Mate Cocido no es un espíritu susceptible a las grandes emociones desinteresadas sino a los propósitos firmes, a las resoluciones que disipan todo sentimentalismo. Con toda seguridad, al salir de la cárcel ya tenía concertado un encuentro propicio con alguien que pudiera orientarlo durante los primeros días, incluso un domicilio de emergencia donde hospedarse y al que se habrá dirigido directamente. Ante todo, nunca más volverá a estar en prisión, no obstante que su vida delictiva alcanzará, de allí en adelante, los extremos más osados. Tampoco volverá a ser el infeliz que acata o elude las citaciones de la sección “robos y hurtos”, sino el maleante dispuesto a cualquier enfrentamiento. Sus planes abarcan ahora las dimensiones mayores del atraco, el secuestro, el asalto planificado y dirigido en procura de las fuertes sumas que pueden exigirse a los ricos y a las grandes empresas. Para esto es preciso una organización de hombres que secunden a un jefe, y no ya meros compinches de fechorías. LA ACCIÓN SE PREPARA Durante poco menos de dos años, la vida de Mate Cocido se sumerge en la penumbra. Muy poco se sabe de sus actividades, de su paradero como de su domicilio, durante dieciocho meses. Notoriamente ha tomado la determinación de destruir (y ordenar que se destruya) apenas recibida su correspondencia con los suyos, dada la funesta experiencia de seis años atrás, cuando unos simples sobres y misivas revelaron a la policía las huellas de sus andanzas y conecciones. De cualquier modo el registro policial no le atribuye un solo delito, ninguna sospecha durante ese lapso. Tampoco es objeto de seguimientos, ya que ha cumplido su condena y no pesa sobre él ningún antecedente impune. Cabe preguntar por qué se oculta. Alias Mate Cocido Mate Cocido prepara sus acciones futuras. El anonimato es una actitud prudente, para resguardarse: un recurso muy suyo. Nunca conviene que el público pueda reconocer enseguida a quien de algún modo será famoso y buscado por sus hechos al margen de la ley. Y en efecto, esta elemental preocupación constituirá después un factor principalísimo para el ocultamiento entre la multitud. El nombre y las acciones de Mate Cocido repercutirán pronto en todo el ámbito publicitario del país. Los diarios, las emisoras radiofónicas se harán eco de ese prestigio extravagante y le dedicarán los espacios predilectos de la noticia sensacionalista; pero nadie, por espacio de años, conocerá su fisonomía. En el Chaco mismo, escenario de las hazañas, muy pocas personas podían determinar con exactitud la presencia de Mate Cocido. Durante aquella proscripción voluntaria de dieciocho meses, su centro de conexiones puede localizarse en Presidencia Roque Sáenz Peña, en el “Ensanche Sur”, barrio entonces equívoco y bravío. Allí conoció a Herminia, joven paraguaya, morocha de agradable aspecto, hija de un hogar modesto y numeroso. Ella será por muchos años su compañía, su emisaria y su encubridora más efectiva. (Recién en 1935 la policía sabrá de las relaciones de Peralta con esta gran amiga). Por intermedio de Herminia, Mate Cocido induce a un hermano de ella, Francisco, a ingresar en la vida de sobresalto. Este será Pampita: un trigueño de regular estatura, atlético, cabellera lacia en melena a la usanza del bajo fondo; un guapo esforzado y rencoroso, de no muy buenos instintos. Desde luego, el Calabrés también vive en el Ensanche Sur, aunque en domicilio distinto al del jefe. Salió de la cárcel algunas semanas después de él y prefirió continuar la vieja camaradería. EL “VASCO” Merecía otro destino. Era entonces un hombre joven (cuatro años menos que Mate Cocido), de físico hercúleo, bastante instruido para su situación y sus vicisitudes. Había venido de Santa Fe en busca de porvenir, tras interrumpir sus estudios secundarios a causa de la ruina económica del hogar. Era hijo de colonos vascuences radicados en la región algodonera y arruinados por la especulación de los precios. El Vasco se derivó al delito guiado por una conciencia de protesta. En su mente bullía el idealismo agrario rebelde de aquellos años. En su vida de banda con Mate Cocido llegaría a ser el segundo. Ejercía la jefatura durante las ausencias del principal y era hombre de consulta para los trabajos difíciles. Equilibrado y enérgico a la vez, solía resolver situaciones con alguna decisión certera. Su valentía compensaba la excesiva prudencia de David Peralta. En cuanto al Chileno y el Catalán Noy, eran hijos de las circunstancias, extraviados de la angustia social. Formaron la escolta inicial de Mate Cocido, para perderse a los pocos años en el submundo de la vagancia. Alias Mate Cocido TREN PASAJERO A METÁN “Para todo hace falta dinero, menos para ganar el cielo”, dice el viejo refrán. La organización que ha montado David Peralta, necesita un capital inicial. Es preciso movilizarse, andar entre desconocidos, cambiar todos los días de domicilio, bonificar a los soplones que traen buenos datos. Mate Cocido había perdido sus reservas al ingresar a la cárcel. La cuantiosa colección de joyas fue secuestrada y devuelta a los dueños legítimos. El poco dinero que, según sus declaraciones, “lo dejó a la policía paraguaya”, había sido embargado por la justicia para resarcir a los damnificados. Hasta la Caja Nacional de Ahorros rechazó su trámite de devolución de la libreta, ya que en la misma figuraba un nombre distinto del que la reclamaba. Antes de ingresar pues, a la vida bandolera, Mate Cocido hace una concesión de su pasado y adiestra a sus hombres con algunas raterías de menor cuantía. LA CAJA PORTÁTIL En Sáenz Peña estaba radicado un comerciante de rara índole personal. Solterón de vida solitaria, obeso y quejoso, avaro por temperamento; habitaba un caserón sin más compañía que dos gatos. Toda la ciudad sospechaba de su fortuna, guardada en algún rincón de la casa. Mate Cocido comisionó al Calabrés y al Chileno para que sustrajeran de la casa una cajita de hierro portátil en la que el minucioso ahorrista coleccionaba los billetes de mayor valor. Los emisarios se introdujeron a las habitaciones una noche de noviembre, de gran sopor, mientras el dueño de la casa dormía plácidamente en el patio. Sus potentes ronquidos eran el mejor indicio de que ignoraba absolutamente la requisa que se realizaba en sus muebles. Al fin los intrusos descubrieron la caja en el ropero, pero estaba encadenada al mismo. Forcejearon para arrancarla o violentarla, sin ningún resultado. Al amanecer del día siguiente cuatro hombres se encontraron frente a los galpones de la estación ferroviaria. Eran Mate Cocido, el Chileno, el Calabrés y el Catalán Noy. De allí se encaminaron a la casa del comerciante huraño. Como correspondía a esa clase de visitas, entraron por el patio y abrieron la puerta de la galería con llaves ganzúas. El Chileno quedó en el patio para hacer de campana. En el preciso momento que los tres visitantes aparecieron en el dormitorio, el dueño de la casa despertó. Incorporose en el lecho con el estupor del caso, y se disponía a gritar cuando uno de los intrusos le apretó la garganta, mientras los otros desenfundaron revólveres y lo llamaron a la cordura. El desdichado fue reducido al cabo con un pañuelo de mordaza y sendos cinturones en pies y manos. Mate Cocido y el Calabrés corrieron al ropero pero ¡No estaba el cofre de hierro!. El Catalán Noy se dedicó a pinchar a la víctima con un cuchillo. Pero es ley que la avaricia dará la vida antes que la bolsa. Tras un registro prolijo, los visitantes encontraron 180 pesos en un escritorio y se retiraron. Al salir a la calle lo hicieron divididos en varias direcciones. Combinaron encontrarse en un rancho del paraje las Cuchillas. UN POZO CON POCA AGUA Cinco días después, pasada la medianoche, Mate Cocido, el Calabrés y el Vasco saltaron un tapial, cruzaron el patio de la farmacia de Sáenz Peña y subieron Alias Mate Cocido por una escalera a la terraza. Desde un tragaluz alumbraron el interior del negocio con una linterna. Allí estaba el codiciado cajón del mostrador donde el farmacéutico guardaba imprudentemente el producto de las ventas de quince días y a veces de hasta un mes. Pero en el preciso momento que la linterna alumbraba el local, alguien prendió la luz de la galería, y luego de una habitación próxima, Mate Cocido corrió a mirar la calle en busca de escapatoria. Al instante volvió para cuchichearse con los suyos. Estaban rodeados por la policía. Un agente a caballo montaba guardia en cada esquina. El Vasco y el Calabrés resolvieron desorientar a los sitiadores. Se descolgaron de la terraza y corrieron en dirección al “Ensanche Sur”. Los guardianes se lanzaron a seguirlos. Cuando todos desaparecieron, Mate Cocido descendió a la vereda y se retiró de la escena caminando tranquilamente como el caballero que vuelve de una cita nocturna. Para el Vasco y el Calabrés, la aventura tuvo otro resultado. En primer término, les fue preciso entablar un tiroteo sobre la marcha para contener la caballería que les pisaba los talones. Al llegar a un tambo suburbano, saltaron un alambrado y corrieron en diagonal. Pero allí el Vasco se encontró lo inesperado: un pozo de agua sin brocal, al que cayó. El pozo tenía mucha profundidad y poco agua. Y en esta trampa miserable debió permanecer cinco horas. A la madrugada, la dueña del tambo se asomó en procura de agua y comprobó el inusitado espectáculo. ”Señora, por favor –explicó el Vasco desde el abismo–, alcánceme una soga. Vine a cazar unas ranitas esta mañana y me caí adentro. ¡Ligero señora..!”. Pero la tambera había escuchado esa noche el tiroteo en la calle. Media hora después, tres agentes de policía ayudaban al cazador de ranas a salir de la fosa y lo condujeron al calabozo. ¡ARRIBA LAS MANOS! De pronto se abren las puertas para la nueva vida. Mate Cocido obtiene un dato de mucho valor. Durante los meses de Marzo y Abril, cuando culmina la cosecha del algodón, hay un acopiador de grandes firmas, José Censabella, que viajaba por la zona con sumas importantes de dinero para pagar a los colonos la compra de materia prima. Un día de abril José Censabella toma el tren en Sáenz Peña con destino a las colonias del oeste. Mate Cocido y cuatro de sus mejores hombres, anoticiados en Avia Teraí (donde se mantenían a la expectativa), se trasladan hasta la estación próxima, un desvío sin importancia, donde rara vez hay vigilancia a la llegada del convoy, que estaciona llí sólo unos minutos. Cuando el tren N° 152 que hace el servicio Barranqueras a Metán se detiene en el desvío 974, el guardia observa que dos desconocidos suben sin retirar pasaje de la boletería y se ubican en el balcón del coche – comedor. Cuando el convoy arranca, tres más ascienden presurosos y se agregan al primer grupo. El guardia llega hasta los desconocidos y les pide el boleto. Ninguno lo tiene. Uno de ellos saca un peso del bolsillo y pide cinco pasajes hasta Metán. El empleado ferroviario advierte que hay aire de sorna y exhorta a los polizones a hablar en serio. ¡De lo contrario los hará detener en la estación próxima! Uno de ellos dice: Ahí en el comedor va el que nos pagará el boleto. Alias Mate Cocido El grupo se dirige allí festejando la situación. Cuando el guarda abre la puerta del coche, uno de los desconocidos lo empuja y lo tumba de bruces. Los demás desenfundan los revólveres. Y suena por primera vez el grito que será la consigna de Mate Cocido durante diez años en el Chaco: ¡Arriba las manos, nadie se mueva! En el comedor se encontraban en ese momento dos mozos y algunos pasajeros. Se los revisó a todos despojándolos de billeteras, relojes y anillo. Pero uno de los desconocidos se dirigió directamente, sin titubeos, a José Censabella exclamando “¡Aquí está el hombre!”, y le quitó el maletín de viaje, que éste no había querido dejar en el dormitorio. El maletín contenía 9.000 pesos. Concluida la recolección, Mate Cocido encara al guarda y lo amenaza para que haga señales al maquinista de detener el tren. Cuando el convoy aminora la marcha los asaltantes hacen algunos disparos al aire y se arrojan. Dos de ellos ruedan con el vértigo de la caída. Después el grupo el grupo atraviesa el camino lateral y se pierde en el monte. Desde la estación Sáenz Peña, el telegrafista emite un despacho urgente. “Hoy a las 17 18 horas, fue asaltado por cinco desconocidos el tren N° 152 a Metán, en el desvío 974”. Una partida policial, acompañada de José Censabella, se dirige al lugar. Localizan los rastros de los fugitivos hasta su entrada en el bosque. Sin embargo, ya llega la noche. Nadie se atreve a aventurarse en la espesura. El oficial de policía, al regresar a Sáenz Peña y dar parte, exclama: ”No puede ser otro.. Es Mate Cocido, ¡Se ha hecho asaltante!”. Alias Mate Cocido MANUEL BERTOLATTI (H) Y UN SECUESTRO FRUSTADO EN CHARATA Una de las técnicas predilectas de Segundo David Peralta durante toda su vida delictiva, consistió en el manejo de nombres supuestos. Este recuso que después de todo no resulta novedoso en el mundo del hampa, él supo manejarlo con sutileza e ingenio incomparables. Cada uno de sus nombres estaba respaldado por el respectivo comprobante. ¿De dónde obtenía esos documentos de falsa identidad? Es probable que en los comienzos fuesen falsificaciones de su propia factura, o que sustrajera cédulas y libretas ajenas limitándose a cambiarles la fotografía; como es casi seguro que posteriormente los negociaría con funcionarios penales que le facilitaban documentación prácticamente insospechable. Así pasaron sus sosías documentales: Alberto Córdoba, Rosas T. Torres, Segundo P. Miranda, Julio Blanco. Y ya veremos otros más. Los caprichos de Mate Cocido por imponer sus nombres equívocos llegan a veces a extravagancias como esta: durante su reclusión en la cárcel de Resistencia elevó al juez una petición de su puño y letra solicitando la conmutación de su pena, y firmaba “Julio Blanco”. ¿Qué objeto perseguía esta ficción trivial, si no es el designio de meter confusión contra toda lógica? No queda otra explicación, ya que las tretas de Mate Cocido no eran nunca torpes ni burdas. Él sabía que en ese momento, su prontuario, su sentencia, su filiación penal, estaban caratulados a nombre de Segundo David Peralta, y que probablemente el juez rechazaría el petitorio apócrifo, como efectivamente ocurrió: pero le interesaba seguir aventando dudas sobre quién era en definitiva ese raro preso de filiación tan dudosa y discutida. En 1933 Mate Cocido resuelve lanzar a la circulación un nuevo nombre: Manuel Bertolatti (hijo). Es de creer que ha obtenido una flamante cédula, y que además está dispuesto por razones muy especiales a rodear a esta identidad de todas las apariencias y detalles posibles de autenticidad. Sus preocupaciones al respecto llegan al extremo de hacerse dirigir la correspondencia a otros supuestos, como para dar la impresión de que la verdadera identidad oculta sería la de Manuel Bertolatti (hijo). Los nuevos integrantes de la banda estaban convencidos de que ese y no otro era el nombre de su jefe, al margen del seudónimo y los demás apelativos. Hasta algunos partes policiales reservados hablan como lo más natural del “peligroso sujeto Manuel Bertolatti, alias “Mate Cocido”. ¡David Peralta ha triunfado! NINGUN COMIENZO ES FÁCIL Luego del asalto al tren Avia Teraí; la banda se dispersó momentáneamente, como era su clásica táctica luego de cada operativo. Mate Cocido se dedica ahora a recorrer la línea del Oeste, entre Sáenz Peña y General Pinedo, que parando en pleno monte o en los refugios que le brindaba gente amiga, por lo general complicada en los asuntos. En Pinedo había un comerciante árabe, instalado en los alrededores, que solía albergarlo. También en Avia Teraí contaba con otro reducto, en la chacra del colono T. A. El Vasco y el Calabrés se instalaron cerca de Charata, en Colonia Necochea, en el campo de “don Marcos”. Allí los visita Mate Cocido. Entre los tres planearon secuestrar al hijo de una familia adinerada de Charata, los Fucksman. Con ese proyecto se encontraron la noche del 14 de diciembre en la vereda del domicilio de Fucksman, frente a los terrenos del Ferrocarril. Los acompañaba un tal Flores, de Don Marcos. Alias Mate Cocido Faltaba una hora para el amanecer. En ese momento aparecieron sorpresivamente en la calle un cabo y un vigilante a caballo, en servicio de recorrida. Los secuestradores resolvieron abandonar su sospechosa situación y cruzaron la calle a paso rápido, en dirección a la oscuridad de las vías. La policía dio la orden de alto. Tres disparos partieron del grupo. El caballo del cabo cayó, volteando al jinete. El vigilante entabló el tiroteo con uno de los fugitivos que cubría la retirada de los otros. Al fin los cuatro saltaron el alambrado de acceso al terreno ferroviario y se perdieron en la oscuridad. Allí se dividieron Mate Cocido y el Calabrés siguieron sobre las vías en distintas direcciones. El Vasco y Flores encararon hacia la plaza de enfrente. Pero al rato apareció tras ellos el vigilante encaprichado en darles alcance, al tiempo que por otro costado se presentaba una partida policial de refuerzo atraída por el tiroteo. Para eludir el cerco el Vasco y Flores debieron refugiarse en el patio de una casa frente a la plaza, con tal mala suerte que allí había gente durmiendo y se alborotó ante la presencia de los intrusos. No tuvieron más solución que continuar saltando y matar a tiros algunos perros guardianes. De todo ello quedó un indicio inesperado. La policía alcanzó a reconocer a Flores. EL CELEBRE “VASCO”, verdadero rebelde, que llegó al delito en busca de una suerte mejor para la gente de campo. Al retirarse de escena Mate Cocido, se reintegró a la vida de trabajo. EL SUBCOMISARIO AYUDA Mate Cocido siguió viaje a pie hasta Pinedo. El Vasco, el Calabrés y Flores retornaron a su refugio en la chacra de don Marcos. Al día siguiente, luego del medio día, todos dormían la siesta. De pronto don Marcos, acostado afuera bajo unos árboles, vio una dotación policial que se abría en abanico sobre la casa. Gritó: ¡La policía! ¡Cuidado! ¡La policía! Flores se asomó por una de las ventanas y dio el alerta al Calabrés y al Vasco, que huyeron por los fondos, pero ya bajo el fuego de la partida que procuraba alcanzarlos. Ganaron el monte y montaron caballos, de los que siempre había preparados conforme al clima de alerta que se vivía en la chacra. Flores fue llevado a la comisaría de Pinedo, y tras los “hábiles interrogatorios” del caso, mostró una a una las hilachas de cada caballero, la presencia del Vasco y el Calabrés en la chacra, las visitas periódicas de esse tal Julio Bertolatti, más conocido por Mate Cocido, las intenciones de secuestrar a uno de los Fucksman, y para no dejar dudas señaló los catres especiales que había de reserva en la casa para alojar a los huéspedes. ¿Pero qué influencia intervino después? Bertolatti no era hombre de contentarse con salir bien de una refriega. También sabía salvar bien a sus cómplices y seguidores. Movió sus piezas y ... Alias Mate Cocido El subcomisario de Colonia Necochea, L. M., presentó un nuevo testimonio firmado por los vigilantes que habían reconocido a Flores en el tiroteo y que ahora admitían haberse equivocado “completamente”. A su vez Flores prestó otra declaración aclarando que lo dicho anteriormente había sido causa de la nerviosidad del momento. Don Marcos puntualizó por su parte que en ningún momento había gritado “¡Cuidado la policía!”, sino que se había limitado a preguntar en voz alta y con gran sorpresa: “¿qué busca aquí la policía?”. El próximo encuentro de Mate Cocido con sus hombres se concertó en Campo Largo. PARÉNTESIS ROMÁNTICO Después del tiroteo en Charata, la policía encontró este retrato fotográfico, caído del bolsillo o la maleta de uno de los bandoleros. Nunca se pudo saber quién era esta mujer enigmática, cuyo rostro delata una belleza gringa, típica del campo chaqueño. ¿Idilio de uno de los pistoleros? Alias Mate Cocido RAMONA Y MARIO FERNANDO Aclarado el sumario del tiroteo en Charata, Mate Cocido en persona se instala en la chacra de don Marcos. Desde allí llama al vasco y al Calabrés. Estos se presentan acompañados de un nuevo adepto, el Turco, mozo de corazón duro, del que ya hablaremos. A la salida de Charata en dirección a Villa Angela, se instalan en un recodo sobre la ruta, donde pasan vehículos de distinto tipo. Al final llega el que esperan ¿Es el automóvil de un comisionista, de algún comerciante fuerte? No. Es un simple camión sin carga con la caja carrozada, de forma que dos personas puedan acostarse atrás sin ser vistas, como refuerzo para cualquier emergencia. De paso allí se puede cargar mucha mercadería. Una vez detenido el camión respondiendo a las señas de los presuntos cosecheros que piden ser llevados, el conductor ve aparecer las armas que lo intimidan. Pero los asaltantes lo tranquilizan. No les interesa sacarle dinero sino utilizar el camión por unas horas. “Ya lo va a encontrar en alguna parte, pero no avise a la policía porque entonces lo va a encontrar en el otro mundo, adonde va a ir usted si bate la cana”. El turco maneja acompañado de Mate Cocido en la cabina. Detrás van el Vasco y el Calabrés. UNA HEROÍNA INCREIBLE Sobre la entrada de la ruta a Charata, en Villa Angela, está instalado desde hace muchos años don Dámaso Martinez, con un negocio de Ramos Generales. En la noche del 2 de abril, don Dámaso ha despachado a su clientela. Se dispone a cerrar el local para hacer caja y cenar. Sale un momento a la calle a refrescarse del cansancio de la jornada con la brisa de la noche. Observa allí cerca un camión detenido, al que no le da importancia creyéndolo vacío. Cuando se dispone a cerrar las puertas, cuatro desconocidos lo empujan adentro. ¡Arriba las manos! Don Dámaso acata la intimidación, levanta las manos y se dirige hacia el mostrador. De pronto profiere un insulto, saca un revólver de uno de los cajones y apunta. Se establece el tiroteo. El almacenero cae herido mortalmente. En el suelo el Turco lo ultima. Cuando la banda se dispone a saquear el negocio, aparece desde las habitaciones interiores la esposa de don Dámaso. Trae un revólver en cada mano. Al ver a su marido tendido y ensangrentado grita “¡canallas!” y aprieta los gatillos, ¡a matar!. Mate Cocido y sus hombres tienen un gesto de respeto ante la mujer. Huyen sin hacer uso de sus armas. Ya estaban sobre la calle. La valerosa heroína continuaba haciendo puntería. Un impacto alcanzó en la cabeza al Calabrés, que cayó inconsciente. Los otros lo dieron por muerto, subieron al camión y desaparecieron. Cuando el Calabrés recuperó el conocimiento, estaba tendido sobre una cucheta en el calabozo de la comisaría de Charata. Los apremios rigurosos del sumariante y la postración propia de su estado, lo hicieron hablar. Relató los hechos y ciertos antecedentes con prolijidad lamentablemente para sus amigos; aclaró que nunca había sido partidario de la violencia de los atracos (“yo soy latro ma no asesino”) mientras exigía que se revisara su arma sin ningún cartucho vacío. Cumplido el interrogatorio a satisfacción, el paciente, cuya herida había sido atendida solícitamente, fue abandonado a la buena de Dios y murió días después. Alias Mate Cocido HACIA OTROS RUMBOS Para despistar a la policía con nuevos campos de acción, a fines de Abril la banda se hace presente en Presidencia de la Plaza. Se introducen en el dormitorio de un almacenero; obligando al matrimonio a levantarse a entregarles “lo que tengan”. Salen de allí con 700 pesos y una buena provisión de ropas y municiones. Pero a partir de mayo se presenta una novedad. El Vasco se instala con dos secuaces nuevos en Gancedo. Al parecer, Mate Cocido no está presente. ¿Se han ausentado del Chaco? ¿Ha habido una desinteligencia entre ellos?. Lo cierto es que se presenta una variante en la manera de operar de la banda. El Vasco protagoniza por su cuenta y riesgo una tentativa de extorsión a Ernesto Vildósola, comerciante de Gancedo. Le escribe una carta pidiéndole la entrega de 5.000 pesos; caso contrario sus hombres atentarán contra su vida o de alguno de los suyos. Vildósola da aviso a la policía. Su casa y toda la manzana son vigiladas día y noche. Cuando el amenazado necesita salir de su domicilio, lo acompañan dos guardaespaldas. Días después, el Vaso manda a un muchacho que le compre cigarrillos en el almacén. El chico debe aprovechar la oportunidad para dejar sobre el mostrador una carta. La misma decía: “Déjese de andar embromando con la policía y guardianes, que de nada le servirán cuando llegue el momento del peligro, dispóngase a entregar los cinco mil pesos o de lo contrario ya puede ir encomendando al diablo su alma negra de almacenero. Convénzase que pese a todas las medidas no podrá evitar que podamos hacer una descarga sobre su casa el día y la hora que a mí se me antoje hacerlo”. Pero la policía salió con la suya. La vigilancia se prolongó; recrudecieron los agentes de investigación exigiendo documentos a los transeúntes a toda hora. El Vasco abandonó el campo. Ya llegaría, dentro de algunos meses, la hora del desquite con Vildósola. EL HIJO DE MATE COCIDO David Peralta se había alejado del Chaco. Ello está relacionado con un extraordinario acontecimiento privado y que se nos presenta naturalmente, con la súbita claridad de un relámpago. En algún mes de 1934, Segundo David Peralta recibe una noticia llena de sentido para todo hombre maduro y soltero. Es padre de un niño que llevará los nombres de Mario Fernando. La madre figura en todas partes como Ramona Romano, aunque ésta no es su verdadera identidad. Al igual que su amigo, y sin duda por influencia de él, prefirió ocultar las referencias ciertas de su personalidad. ¿Quién es esta mujer abnegada que concedió el privilegio de la paternidad al hombre de peor fama de su tiempo? ¿Dónde se conocieron? ¿Dónde nació Mario Fernando?. El propio Mate Cocido se esmeró en rodear de penumbras y evasivas este secreto de su vida. La conjetura más probable que puede intentarse, será suponer que el padre no quería deparar a su hijo el ejemplo ni las inhibiciones de su existencia de entonces. Varios indicios autorizan a pensar así. El niño vivió, al parecer, siempre en Córdoba. Tanto él como la madre se alojaban en casa del hermano mayor de Segundo David, Patricio Gustavo Peralta, radicado en aquella ciudad desde años atrás, como empleado del correo. Alias Mate Cocido Durante sus correrías por el Chaco, Mate Cocido dedicaba invariablemente una carta y un envío mensual de dinero a su hijo, aunque Mario Fernando fue criado con la convicción de que su padre era Patricio Gustavo. Queda además otro enigma: el niño no llevaba el apellido Peralta sino el auténtico de su madre (que preferimos mantener en reserva). ¡Proyectaría David Peralta, ya entonces, la ulterior recuperación de su vida y el reencuentro con Ramona y con su hijo en una existencia honrada?. En 1934 “el Turco” se incorporó a la banda. Vino a reemplazar al Calabrés, el viejo compinche. Las violencias del nuevo secuaz, de mal instinto, mancharon con sangre inocente el historial de Mate Cocido. Alias Mate Cocido NUEVAS CARAS EN LA BANDA El renombre de Mate Cocido ha cundido en los ambientes del hampa. Se sabe que es un jefe efectivo. Muchos se acercan a él; aunque él no acepta a todos. Los selecciona y sabe elegirlos. Por esa época se incorporan “El Rubio”, “Ernesto”. “Cardocito”, Malatesta, Apolo Velázquez, EL porteño. El que más podía equivocar con su rostro agradable, su mirada inocente, era “El Rubio”, Casimiro Ifrán o García. Estaba convencido de que los muertos no hablan, por eso era verdugo por vocación, sin alardes, ni clemencia. Ernesto Montenegro era rosarino de origen. Vivía atormentado por herencia daluetica. Siempre había sido delincuente, en todas las especialidades. Juan Cardozo, Cardocito, el más joven de la banda, correntino, flaco aunque de complexión fuerte, usaba melena echada hacia atrás. Como los demás, usaba traje y pañuelo al cuello en la ciudad; en el campo vestía bombachas, alpargatas y saco pijama. Brillaba en sus ojos la mirada fija y atrevida de un raro fanático. Cuando aparecía sorpresivamente en los caminos empuñando el winchester, su presencia convencía a cualquiera. Francisco Malatesta u Horacio Michelli, “La Llorona”, “El Boca”, tenía mucho de porteño aunque había nacido en Santa Fe. Jamás portó documento de identidad, porque a los quince años se había escapado de un reformatorio de menores. Apareció en el Chaco como linyera. Uno de sus recursos para desfigurarse consistía en teñirse el cabello de rubio. Era tal cual, un “bala perdida”; por lo mismo, el único a quien Mate Cocido terminó por expulsar de la banda. Apolonio Velázquez conoció a David Peralta en Gancedo. Su hermana “La Marquesa” era puestera de los Coria y solía esconderlo en su rancho. También entonces se incorporó Pampita, el hermano de Herminia. INCIDENTE EN LA RUTA Durante agosto y septiembre de 1934, Mate Cocido adopta el nombre de José Amaya para refugiarse en el obraje El Palmar, a tres leguas de Pinedo. Hace llamar al Vasco. Planea un encuentro general de sus hombres en Charata. El 29 de septiembre, “José Amaya” y el Vasco toman a pie el camino a Charata. Cargan al hombro los monos de vagabundos, que contienen cada uno un winchester, municiones y provista para varios días. Llevan también grandes ponchos para usarlos de manera de lecho donde los sorprenda la noche. A dos leguas de Charata se les cruza en el camino una jardinera. ¿Quiénes van allí? El colono José Calderón, el maestro Rigoberto Sánchez (director de la escuela de Pampa Somer) y el oficial Estanislao Villalba, encargado del destacamento de Pampa del Zorro. Luego que los de la jardinera dejan atrás a los presuntos vagabundo, el oficial Villalba hace detener el vehículo, extrae unas fotografías del bolsillo, las mira con detención y le ordena a Calderón: ¡Vuélvase! Esos que van ahí son Mate Cocido y el Vasco! Cuando los caminantes ven que la jardinera regresa en dirección de ellos, salen del camino apresuradamente y saltan una alambrada. El oficial Villalba y el maestro Sánchez bajan en persecución de los fugitivos, revólver en mano. El Vasco y Mate Cocido extraen las armas de las bolsas. Mientras se desplazan hacia el monte tiran sobre Villalba y Sánchez, que contestan al fuego escudados tras los árboles. Villalba, herido en un hombro, se desploma con un grito, a causa del fuerte impacto de winchester. Entre el maestro Sánchez y el colono Alias Mate Cocido Calderón alzan a Villalba y regresan a Charata. Dos horas después, un agricultor vio pasar por el camino dos jinetes en dirección a Las Breñas. Eran Mate Cocido y el Vasco. EL TRONCO EN EL CAMINO En junio de 1935, Mate Cocido se instala por unos días con Herminia en un campamento de reserva que mantiene a tres leguas de Sáenz Peña, en el paraje “Chivo Blanco”. Los acompaña el Pampita con otra mujer amiga de Herminia. El resto de la banda se encuentra en Colonia Rivadavia, en la chacra de E.L. Desde allí se convino un encuentro general en Campo Largo. En Campo Largo vivía una criolla que vendía empanadas a la llegada del tren y que observaba con mucha atención el movimiento de pasajeros. La noche del 15 de junio Mate Cocido se presenta en la casa con sus hombres. La dueña les ofrece una cena de plato único: empanadas. La tertulia concluye a la medanoche. Los visitantes se alejan por el camino a Concepción del Bermejo, porque la mujer ha informado a Mate Cocido que por allí, al amanecer, pasará un automóvil de la empresa Bunge y Born. El chevrolet apareció a la cinco. Entre varios hombres habían cruzado en el camino un grueso tronco. Luego todos se apostaron junto a la ruta apuntando con winchester y revólveres. El pagador baja del automóvil y para evitarse disgustos entrega espontáneamente el maletín con seis mil pesos adentro. Eso sí, deberá regresar a Campo Largo a pie, pues los asaltantes suben al automóvil y exigen al chofer que los lleve hasta Concepción del Bermejo. Pero los asaltantes no van a Concepción. Dijeron eso para desorientar a la policía con los informes que pudiera dar el pagador al hacer la denuncia. A alguna distancia del lugar del atraco hacen detener el automóvil, se bajan y ordenan al chofer que continúe la marcha hacia Concepción. La banda se refugia en un rancho cercano al camino, de un tal Cejas. Allí Mate Cocido entrega a cada hombre 500 pesos. El resto del dinero queda para el fondo común en manos del jefe. Al día siguiente la banda se dispersó. Solamente Mate Cocido quedó en casa de Cejas. Ya se disponía a descansar, la siesta, cuando se presentó al rancho una partida policial que requisaba viviendas por las inmediaciones. En la precipitación de la fuga Mate Cocido debió herir a uno de los agentes que intentaron seguirlo. EL INFORTUNADO BORELLI Un mes después Mate Cocido, el Vasco, Pampita, el Rubio Ifrán y Malatesta se encuentran en Avia Teraí. Pampita y el Rubio deben ir a Sáenz Peña y conseguir la colaboración de un porteño que vive en un cine y suele conseguir automóviles para trabajos difíciles. Los demás esperarán en Campo Largo. Pero los emisarios no encontraron al porteño en Sáenz Peña. Resolvieron contratar para el viaje hasta Campo Largo a un chofer de alquiler, Pedro César Borelli. Durante el trayecto, los viajeros revelan a Borelli el verdadero objeto del viaje: deben realizar un atraco y esperan su colaboración; le prometen gratificación. Borelli se niega y quiere regresar a Sáenz Peña. En principio Pampita y el Rubio optan por secuestrarlo. EL primero se hizo cargo del volante y obligan a Borelli a sentarse atrás. ¿Qué ocurrió después? El cadáver de Borelli apareció en un pastizal, a varias leguas de Sáenz Peña. Presentaba dos heridas: una en la espalda y un notorio tiro de gracia en la sien izquierda. Alias Mate Cocido El automóvil del infortunado llegó esa noche a Campo Largo con Pampita y el Rubio. Allí esperaban sobre la ruta, a la entrada del pueblo, Mate Cocido, el Vasco y Malatesta. Según declaraciones posteriores de Pampita, al enterarse Mate Cocido de la muerte de Borelli expresó su fastidio: “No hay necesidad de matar. ¡No sean pavos!”. Al día siguiente Malatesta y Pampita hacen de campanas en la estación ferroviaria. Frente a la estación estaba el negocio de los Gutiérrez. De allí debía salir el gerente de Bunge y Born en Campo Largo para tomar el tren con una fuerte suma de dinero. Mate Cocido, el Vasco y el Rubio aguardaban en el automóvil, a prudente distancia. En un momento dado, Mate Cocido advirtió un indicio sospechoso que no comunicó a nadie. Se limitó a dar la orden de retirada. Alzaron a Pampita y Malatesta y fueron a pernoctar a Pinedo. OTRA FRUSTRACIÓN Debía pasar por Pinedo un tren pagador. La banda se ubicó en los alrededores de la estación, repartida en dos grupos y con el automóvil estacionado a dos kilómetros más adelante, en la misma dirección que iba a seguir el tren. Inexplicablemente, el convoy se demoró más de la cuenta. Un soplón se acercó a Mate Cocido y lo puso al tanto de la situación: el proyectado asalto había llegado a conocimiento de la policía. El tren había sido atrasado intencionalmente y, por lo demás, venían en él un oficial y cinco agentes. Mate Cocido no era hombre de riesgos imprudentes. Una vez más dio la orden de retirada. La banda se trasladó a Avia Teraí, donde el jefe se enteró por el diario saenzpeñense “Tribuna Chaqueña” de la desaparición de Borelli. Mientras él se refugiaba con el Vasco en la chacra de L.O., los demás tomaron la ruta a Sénz Peña. EN un recodo del camino abandonaron el automóvil. UNO MENOS La tentativa de asalto a la desmotadora de Jaime Graels, dependiente de La Belgo-Argentina en Tres Isletas, no quedó aclarada. Todo indica que Mate Cocido no intervino personalmente en los hechos, como tampoco el Vasco. El operativo estuvo capitaneado por Pampita y participaron tres elementos circunstanciales de la banda. Ocurrió el 30 de junio. Al día siguiente la empresa debía pagar al personal. Había fondos en la caja. La noche favorecía la acción. Una densa llovizna cubría las inmediaciones de la desmotadora. Pampita y sus secuaces llegaron a caballo. Dos quedaron de campana en una hondonada y los otros se aventuraron hacia el edificio de la administración. De improviso sonaron detonaciones en la hondonada. El grupo volvió a unirse y se entablo un tiroteo cuerpo a tierra con los encargados de la desmotadora. Al rato, tres de los asaltantes huyeron. Pampita quedó mal herido. Recién a la mañana siguiente lo descubrieron. La policía se encargó de atender su agonía de una semana. Este imprevisto accidente abrió una brecha en los secretos de Mate Cocido. Pampita presionado por la policía, denunció al Rubio Ifrán como autor de la muerte de Borelli, puso al descubierto las tentativas de asalto en Campo Largo y Pinedo y reveló varios de los refugios de Mate Cocido. Alias Mate Cocido Asimismo, por primera vez se informó de las relaciones de Peralta con Herminia. Sin que ésta lo sospechara desde ése día comenzó a ser objeto de continua vigilancia. CASIMIRO IFRAN. “el Rubio”, escondía tras la cara de ángel, la crueldad del asesino. Sólo la habilidad de Mate Cocido y la energía del Vasco podían contener las furias inconscientes de los demás componentes de la gavilla. Alias Mate Cocido EL FABULOSO ROBO A DREYFUS EN MACHAGAI Hacía mucho frío la noche del 5 de julio. Un grupo de pasajeros del tren a Metán cenaba en el coche comedor, herméticamente cerrado. En una de las mesas estaba don Demetrio Kossagosky, acopiador de algodón de la firma Anderson Clayton. Llevaba consigo un maletín con 12.600 pesos para pagar a los colonos. El tren se detuvo en Concepción del Bermejo. En los andenes no se veía un alma. A las 21.15 el convoy arrancó despaciosamente y penetró en la oscuridad de la noche. Entonces saltaron a los estribos Mate Cocido, el Vasco, el rubio Ifrán, Malatesta y Cardocito. El primero llevaba un poncho de vicuña que le envolvía el cuello y medio tapaba su rostro. Dos del grupo quedaron de guardia en el balcón del coche. Los otros tres irrumpieron por la puerta del comedor: ¡Arriba las manos! ¡Nadie se mueva! Uno de los asaltantes agregó mirando a Kossagosky: “Aquí está el hombre”, se le acercó apuntándolo con el revólver y le quitó el maletín. Luego exigieron las billeteras de los demás pasajeros. Antonio Magliano fue despojado de 700 pesos; Ignacio Loza de 150. Cuando el Vasco se acercó a un anciano de buen aspecto, éste le mostró un reloj de oro y le explicó que la prenda constituía su única fortuna, y además se trataba de un recuerdo personal de familia. “Macanudo”, dijo el Vasco y con un gesto benévolo rehusó el ofrecimiento del anciano. Entretanto, los que habían quedado afuera aplicaron el freno de emergencia sobre las vías, que redujo la velocidad del tren. El grupo de bandoleros saltó a tierra firme. La operación había durado pocos minutos. El guarda tenía intenciones de detener el convoy y volverlo a Concepción, pero los pasajeros lo disuadieron por temor a que los maleantes subiesen de nuevo y tomaran represalias. Recién en Pampa del Indio pudo transmitirse por telégrafo el aviso a todas las estaciones: “Atención urgente: al salir de Concepción del Bermejo fue asaltado el tren a Metán por cinco sujetos desconocidos, que quedaron cerca de esa estación. Aviso a la policía. Levan una valija con importante suma de dinero”. EL APOGEO: 45.000 PESOS Exactamente un mes después del asalto al tren a Metán, tres oficinistas y un visitante de última hora se encontraban en la contaduría de la firma Dreyfus en Machagai, disponiendo los papeles para retirarse. Afuera anochecía. El empleado principal, don Luis Garibaldi conversaba con don Pedro Meza, propietario de una desmotadora. Cardocito quedó afuera para hacer de campana. Mate Cocido, el Vasco y el rubio Ifrán entraron de golpe a la contaduría empuñando revólveres, con el rostro cubierto con pañuelos y gritaron la consigna: ¡Arriba las manos! ¡Nadie se mueva! La reacción de los asaltados fue de pasivo nerviosismo. Uno de los intrusos señaló la caja de hierro y exigió las llaves, al tiempo que preguntaba: ¿Cuánta plata tienen guardada? ¡Ojo con mentir, eh! ¡O los asaltamos a ustedes! Más o menos cuarenta mil pesos respondió Guardini. Si quiere, aquí está la planilla. La caja de hierro fue abierta y saqueada. Cuando los dramáticos visitantes se iban a retirar, Luis Garibaldi interrumpió las amenazas que le proferían para advertirles que entre el dinero que se llevaban iba su sueldo, que él había guardado en la caja por precaución. Alias Mate Cocido ¿Cuánto gana usted? preguntó uno de los asaltantes, sin duda el Vasco. Trescientos pesos. Se los doy. No robamos a los empleados, como su patrón. Con escrupulosa prolijidad, Mate Cocido contó tres billetes de cien pesos y se los entregó. Acto seguido se oyó desde afuera el arranque de un motor de un automóvil. La caja contenía 45.000 pesos, una fortuna codiciable en aquella época, cuando un automóvil último modelo costaba menos de la décima parte. Fue la mayor suma de dinero recaudada por Mate Cocido en el Chaco. LAS CONCECUENCIAS SE PREPARAN El prestigio de Mate Cocido y su banda ya venían ganando altura, al punto de aparecer imitadores. Grupos de maleantes de menos envergadura y hasta aventureros solitarios se lanzaron a los caminos e irrumpían en los negocios para repetir los atracos de Peralta. Por lo general la policía podía distinguir a los impostores (¿de qué otra manera se los podría llamar?) porque casi siempre, al presentarse en tren de fechorías se apresuraban a gritar “soy Mate Cocido!”, para explotar la temibilidad de este renombre. Pero el atraco de Machagai colmó la medida, tanto por el monto del despojo como por la empresa afectada. La firma Dreyfus representaba entonces para el algodón chaqueño algo similar a lo que sería la Standard Oil en el petróleo; es decir, un capital extranjero que merecía las máximas garantías de invulnerabilidad entre las finanzas apátridas, dueñas del poder económico. El asalto de Machagai, a la oficina de Dreyfus, colmó la medida y dio la pauta de la temeridad de Mate Cocido. Toda la prensa del país se ocupó del asunto. El grabado muestra los titulares de “La Voz del Chaco” en primera plana. Alias Mate Cocido GENIO Y FIGURA DE UN BANDOLERO Sólo figuradamente puede decirse que Mate Cocido es un caso más entre los bandoleros románticos. Su temperamento, sus maneras de actuar, son la anatomía de esa figura. Hasta su trayectoria delictiva la iniciación medrosa, tímida, sin arrebatos y las imprudencias del malhechor joven; su deslizamiento a las fechorías de mayor monta en la madurez; el posterior retiro al comprobar que las circunstancias cambiaban desfavorablemente, todo demuestra el desarrollo gradual, juicioso de una vida que no tenía nada de intempestivo, y muy poco pasional. Otro rasgo ilustrativo es su repulsión al crimen. En el frondoso historial de atracos, escabullidas y tiroteos, no se registra ningún homicidio que pueda ser atribuido con seguridad a su revólver. EL hombre que asiduamente hacía práctica de tiro en lugares despoblados, que no le erraba a una naranjita a cuarenta pasos, no era sanguinario; nunca tiraba a matar ni lo probaba cuando sus seguidores lo hacían. Preveía sin duda de que el asesinato es el delito más severamente castigado por la ley, y también el que más lastima el sentimiento público. Mucha gente sencilla que en lo íntimo se sentía indiferente o vindicada al enterarse de tantos miles de pesos sustraídos a un comerciante millonario o a los pagadores y cajeros de las fuertes empresas internacionales, habría repudiado la muerte de cualquiera de esas personas, con la repugnancia lógica que suscita toda crueldad inútil. Parco en palabras por lo general, era sin embargo conversador cuando le interesaba el tema, cuando necesitaba sonsacar datos o confundir a sus interlocutores, sus reacciones más espontáneas eran el espejo de su carácter: bromista y chacotón con todos, pero nadie le escuchó nunca una carcajada a pleno pulmón. Siempre optimista en las horas de tensión, y resignado ante los errores o la torpeza de alguno de la banda. “¡Qué macana han hecho: ahora tendremos que aguantarnos todos!”, era su único reproche. Mantenía relaciones de gran familiaridad con los integrantes de la banda. Compartía los riesgos de cada aventura y los sinsabores de la vida en acecho y sobre ascuas. Con frecuencia preparaba él mismo la comida cuando acampaban en parajes solitarios. Pero conservaba ante todos la jerarquía indiscutida. Era el cerebro cuyas indicaciones se cumplían incondicionalmente, con la convicción de que las órdenes del jefe conducían a lo más conveniente para todos. Fumaba en ocasiones, sin contraer el vicio. De alcohol, solo el necesario para comer bien. Cuando participaban en juegos de azar lo hacía con gran gusto, pero más por distracción que por confianza en la suerte. Tampoco era propenso a la jarana con mujeres: incluso rehusaba esta clase de juergas siempre riesgosas para una vida al margen de la ley. Su intimidad sexual, por lo demás, parece haber estado a tono con la sobriedad de sus hábitos. Lo dijo uno de la banda al ser capturado, desafiando a la policía: “Difícil que a Bertolati lo enreden con una mujer, porque no suele hacer nido por mucho tiempo!”. Ni siquiera era afecto a la belleza deslumbrante; ostentación frecuente en la gente de su condición. Sus amistades femeninas duraderas se reducían a buenas compañeras simples y rústicas, exentas de veleidades seductoras. Y ha de considerarse que en un momento dado, cuando el apogeo de su bandolerismo, Mate Cocido pudo ser galán de una amante en cada rancho, en cada suburbio. Es decir, estamos ante lo que se llama un hombre normal, en condiciones de no conceder a la voluptuosidad otra importancia que la necesaria para el calor humano. Alias Mate Cocido El rostro de hombre común, de gesto tranquilo y mirada bonachona, confundía a la gente y a la misma policía. Pocas personas podían advertir que estaban frente a un asaltante, protagonista de acciones audaces, y que llevaba un arsenal bajo el saco. Es “Mate Cocido”. EL CALCULO SOBRE LA PASION La idea generalizada del bandolero de caminos ubica a éste con sus hombres en una guardia recóndita, acechando el paso de los viajeros o irrumpiendo de improviso en los lugares poblados sin más guía que el pálpito o la influencia de un delator, más la conciencia de su coraje y su buena estrella. En rigor, tal imagen pertenece más bien al mito popular de los bandoleros, que suelen manejarse con estrategias más complicadas y realistas. Pero si hay alguien que desmiente el mero furor de la acción, el desborde, la imprudencia, es Segundo David Peralta; un sereno y cauteloso empresario del asalto, dotado de las más refinada aptitudes de frialdad y previsión para no dejarse arrastrar por impulsos espontáneos. David Peralta introdujo novedades propias de su inventiva y de su carácter. Nunca se atuvo a la improvisación. Cada uno de sus golpes era prolija y cuidadosamente preparado, con paciencia imperturbable. Elegía entre los datos que siempre le llegaban, la posibilidad de mayor interés; recogía informaciones precisas, planeaba la manera de ejecutar el operativo y también la de retirarse a salvo, computando lo mejor y, lo peor, y tratando de no repetir procedimientos. Su gente ignoraba, las más de las veces, objetivos de cada acción el objetivo de cada acción hasta momentos antes de ponerse en marcha. Ocurría también lo vimos que sobre el instante casi del atraco, el jefe daba la orden de retirada, cuando algún mínimo detalle tornaba dudoso el éxito. Tampoco se atenía a un lugar fijo de refugio. Un testigo veraz declaró que “Mate Cocido tiene cerca de 200 paraderos en el Chaco”. Y ante ciertas contingencias, o cuando quería descansar de sus trajines, contaba con un quintero amigo en Saladas, Corrientes, donde podía pasar varias semanas. Donde fuera que llegase, pedía diarios y revistas para leer. Se complacía mucho cuando encontraba noticias de sus correrías. A veces las crónicas lo orientaban, o bien se divertía con sus hombres leyéndolas en voz alta y burlándose de los errores de información. Cierta vez, en el aguantadero del Chivo Blanco, al leer en un diario que un vigilante asaltado reclamaba la sustracción de una billetera Alias Mate Cocido que en realidad contenía menos dinero del denunciado, festejó el caso chacoteando: “¡Este tipo es un macaneador! Quiere hacerse el platudo y agata si tenía para comer ...”. UN HOMBRE UBICUO Otra técnica de ocultación muy suya consistía en el constante cambio de aguantaderos. Difícilmente demoraba más de dos o tres días en un lugar. Cuando era necesario prolongar la estadía en ranchos o chacras de amigos su refugio predilecto establecía un campamento de emergencia en el bosque vecino, y así alternaba los días entre la casa y el monte. Cuando el lugar de hospedaje era un campo extenso, turnaba la casa del colono con los ranchos de los puesteros. Su preocupación más arraigada era la correspondencia. Instalado en una zona escribía enseguida a su madre en Tucumán, a su hermano Patricio en Córdoba, a cierta gente de conexiones (R. S.) radicado en Machagai. Las respuestas a él debían ser dirigidas a nombre de un peón o del colono mismo, señalándose el sobre con una cruz o subrayando el apellido del destinatario. De esta manera, David Peralta actualizaba sus informaciones y a la vez daba a conocer confidencialmente su paradero. Siempre conviene que alguien de confianza sepa dónde se encuentra el prófugo irremediable. Al trasladarse de una zona a otra, lo hacía también variando los medios de transporte autos alquilados, sulkys, a caballo o, con bastante frecuencia, a pie. En este caso se vestía de paisano y se hacía acompañar con otro de la banda, con el que simulaban linyeras, changarines o peones en busca de trabajo. LA TECNICA DEL DISFRAZ Merece destacarse la notable capacidad de metamorfosis de David Peralta en lo que se refiere a su aspecto exterior. Vestido como hombre de ciudad, con su traje a rayas de saco cruzado, sombrero, zapatos, impresionaba como un comisionista de comercio o un feliz empleado que disfruta sus vacaciones ¿Quién suponía que el documento de identidad que portaba en el bolsillo ese aparente burgués de clase media, era fraguado, y que además el inofensivo ciudadano escondía bajo sus ropas todo un arsenal para sostener un tiroteo en cualquier momento? El mismo hombre podía vestir bombacha, alpargatas, saco-piyama y pañuelo, y pasaba a ser un modesto campesino, o un vagabundo rural. Para esto lo ayudaban dos ventajas propias de su persona: su aspecto vulgar, común, la estatura mediana, ni gordo ni flaco, el rostro plácido y bonachón, de facciones regulares; pero sobre todo su capacidad de adaptación a cualquier ambiente, incluso a la vida penosa del monte, sin trasuntar las molestias de toda índole que ha de sufrir el hombre de ciudad trasplantado a la naturaleza primaria. El inconveniente más serio de su vida fue su pronunciado acento tucumano al hablar, del que nunca pudo corregirse totalmente, pese a sus denotados esfuerzos por adoptar la jerga rosarina. Durante los primeros años de actuación como bandolero, David Peralta podía subir a un tren o a un ómnibus y realizar tranquilamente sus viajes a Resistencia, a Corrientes, a Santa Fe, a Santiago, a Tucumán, a Buenos Aires. No se sabe de ningún percance que haya debido pasar porque se lo conociera. Más tarde debió desistir de esas exhibiciones, cuando su fotografía fue divulgada por los diarios y entre el personal policial. Alias Mate Cocido ¿QUIÉNES PROTEGÍAN AL CÉLEBRE BANDOLERO? EL MITO DEL PROTECTOR La vida trashumante de David Peralta, como sus golpes sorpresivos en los lugares más distantes e imprevisibles, se apoyaban en una organización incalculable de protectores, protegidos, cómplices, encubridores, confidentes y aún colaboradores desinteresados. Los cinco o seis hombres que integraban la banda eran solo los protagonistas visibles, la cabecera o si se quiere las primeras figuras de una farándula inimaginable. Por razones obvias, nunca se llegarán a conocer los reales alcances y la urdimbre de esa organización, en la que la mayoría de los miembros se desconocían entre sí, como ocurre con las sociedades secretas y los movimientos conspirativos. En tales condiciones, Mate Cocido tenía distribuidos por el vasto escenario de sus actividades un ejército de la más variada extracción: sirvientas, peones, puesteros, repartidores de leche, choferes, peluqueros, pequeños comerciantes, chacareros, empleados de comercio, leguleyos de pueblo, farmacéuticos; en fin “en Sáenz Peña contaba con muy buenos protectores, entre ellos un médico del hospital vecinal que era de confianza y a quien recurría en caso necesario”. En la jurisdicción de varios destacamentos y subcomisarías, podía acampar por varios días y semanas sin ser molestado. De cierto oficial de policía, santiagueño, el maleante solía acordarse con aprecio: “Es provinciano como yo y nos entendemos”. La perseverancia y el talento innegable de David Peralta pudo lograr esa combinación complicadísima, que al fin de cuentas es su creación de mayor envergadura y la que revela sus singulares aptitudes. Debe recapacitarse en la inventiva excepcional que es preciso aplicar a una tarea semejante: el conocimiento intuitivo de la gente y de sus debilidades, y sobre todo una distribución prudente de los fondos, pues se trata de administrar la más costosa de las organizaciones fundada en el soborno y la gratificación. Más que generoso con los pobres otra idea equívoca del público, Mate Cocido era dadivoso con quienes lo encubrían o le suministraban informes. Como la fama de sus propinas cundió pronto, los soplones acudían presurosos; el no necesitaba buscarlos. La gente modesta se prestaba a servirlo cuando él la reclamaba, pero no era siempre el premio lo que despertaba la solidaridad. Nada más lógico que el pobrerío irredento se contara entre sus aliados naturales. Por su procedencia social, él mismo se sentiría un desposeido, siempre más próximo al resentimiento del gran sector marginado que a cualquier otro estrato de la vida satisfactoria. Podía entenderse fácilmente con el infortunio, y odiar íntimamente a los privilegiados. Pero el determinismo social no es tan automático como suponen algunos analistas superficiales, y será siempre difícil predecir las complicadas reacciones del espíritu y de la voluntad frente a la injusticia vivida en carne propia. Los mismos rencores que deciden una actitud de simpatía o de solidaridad con el dolor social, pueden resolverse con una simple apetencia personal por colmar las privaciones de una infancia insatisfecha. No hubo en la existencia de Segundo David Peralta ningún indicio, ningún síntoma que permita adjudicarle propensiones a convertir su sentimiento de postergación en conciencia política de una preparación fundamental. El resentimiento social, inteligentemente advertido y alentado por Mate Cocido, le deparaba únicamente cómplices leales y eficaces, nunca adictos para la rebelión. Además, la vida rural es un ámbito humano de sensibilidad especial. Alias Mate Cocido La personalidad fuerte de los maleantes concuerda con los temperamentos rústicos y recios de la campaña, con mayor razón si se advierte la naturaleza semiselvática de los ambientes agrarios del Chaco en aquella época. Por otra parte, esos salteadores representan para el hombre de campo personificaciones casi ideales de la aventura y la liberación, en contraste con la monotonía, la estrechez, la tónica invariable y opaca de la existencia rural. ¿Dónde se escondía Mate Cocido después de sus atracos? La policía registraba las inmediaciones sin ningún resultado. En realidad, el bandolero tenía cómplices y protectores, a los que él avisaba oportunamente, y que lo ocultaban después de cada asalto. DOS ANECDOTAS También solía ganarse amigos y simpatías con gestos hábiles de solidaridad, que muestran su singular manera de ser. En Bajo Hondo, cerca de Sáenz Peña, Mate Cocido pasa con sus hombres frente a una chacra. Llevan muchas horas de jornada. Necesitan comer y reconfortarse con unos tragos. El dueño del pequeño establecimiento era hospitalario y los agasajó. Hizo mesa común con los forasteros sin saber quienes eran. Les cuenta que el día siguiente llegará el oficial de justicia para cumplir una orden de desalojo. Adeuda tres mil quinientos pesos sobre una hipoteca en trance de ejecución. Al concluir la comida, Mate Cocido formula su pregunta habitual: ¿Cuánto le debemos? Nada señor... Pero esto vale algo... ¡Qué importa, si mañana me rematan todo! Luego de la despedida, la patrona al recoger la mesa encuentra cuatro billetes de mil pesos bajo uno de los platos. Al día siguiente llega a la quinta el oficial de justicia. Ya se dispone a cumplir su cruel cometido, cuando el ejecutado le dice que puede pagar la deuda, pues dispone del dinero necesario. Ustedes los gringos son siempre los mismos exclama con fastidio el oficial. Tienen la plata y esperan a último momento. ¿Para eso me hizo venir hasta aquí? El propietario entrega los billetes. Se hace extender un recibo ¡Salvado! Pero cuando el oficial abandona la quinta en camino a la ciudad, cuatro desconocidos le interceptan el paso revólver en mano, lo despojan y lo despiden con irónica gentileza: Alias Mate Cocido ¡Saludos a la justicia! Otra vez en Sáenz Peña, a altas horas de la noche, la banda llama a la puerta de un restorán ya cerrado. No bien el dueño franquea la entrada, el grupo se introduce al salón. Exige que se cierre todo y se les proporcione comida. El posadero un buen gringo de ingenio, sicólogo práctico a fuerza de tantos años de trato con toda clase de huéspedes, advierte enseguida la catadura de los inesperados clientes. Sabe que con esa gente no se juega. Los atiende. Al llegar a la sobremesa, el jefe de la banda entabla conversación con el posadero, en realidad para conocer intenciones: sabe quienes somos? No sé pero me imagino. ¿Quiénes somos? ¡Eh! Mate Cocido y familia... ¿Y usted sería capaz de hablar cuando nos vayamos? Ma señor... estoy aquí desde mil novecientos. ¿Usted no conoce este pueblo? ¿Cree que hubiera vivido hasta ahora si me gustara hablar? Mate Cocido pagó puntualmente, presentándose con su nombre y prometió no volver por mucho tiempo... que ésta era su mayor cortesía con quienes le caían en gracia. Alias Mate Cocido SIN DOMICILIO CONOCIDO Quizá David Peralta haya vivido en la quinta del camino a Ferreyra, los primeros días felices y despreocupados de su vida; con dinero suficiente, rodeados de seres queridos y bajo la seductora bonanza de la campiña cordobesa. Con él están Ramona y Mario Fernando, su hermano Patricio con su hermano y la prole. Poco después llegó el Negro. Una mañana, inesperadamente, alguien llama a la puerta de la casa, ¡precisamente a la puerta! Todos se inquietan, porque si los golpes sonaron tan cerca, ello significa que el impertinente se ha metido hasta la casa sorteando la gran distancia entre ésta y la entrada exterior de la quinta. Pero Mate Cocido sonríe. Se dirige confiadamente a la puerta y, antes de abrirla, pregunta. ¿Quién es? ¡La policía! – responde una voz enérgica desde afuera. ¡Aquí no se reciben pistoleros! – contesta Mate Cocido, y abre. Aparece el Vasco. Los dos amigos se abrazan efusivamente. También el Vasco ha comprado otra quinta en las inmediaciones de Córdoba, sobre el camino a Los Filtros. Durante los días siguientes, se repiten y retribuyen las visitas entre los insólitos quinteros. UN ATRACO PARA UN ASALTO En junio de 1937, Mate Cocido está de regreso al Chaco. Por esa época se produce una novedad en la banda: la incorporación de Mate Cocido Chico. Es Marcelino Peralta, hermano menor de Segundo David; también inclinado al delito desde joven, aunque sin la capacidad de Mate Cocido. Solía figurar con el nombre supuesto de Segundo Cunet. En marzo del año 37 salió de cumplir una larga condena en Santiago del Estero y se trasladó al Chaco en busca de su hermano. Mate Cocido planeó por entonces el asalto a los hermanos Francisco y Luis Carrió, corresponsales del Banco de la Nación en Quitilipi. Sabía que en la caja fuerte de ese escritorio se guardaba reservas de alrededor de cincuenta mil pesos. La mañana del 5 de agosto se puso en acción desde Sáenz Peña con cuatro hombres: Malatesta, Ernesto, Cardocito y Marcelino. Los tres últimos debían ubicarse cerca de La Tambora, sobre el camino y conseguir un auto, Mate Cocido y Malatesta esperaban en la entrada de Quitilipi. Cuando Luis Spinossi, vendedor de tractores, acompañado de Aldo Kesqui aparecieron con su Ford, distinguieron sobre la ruta la figura inequívoca de tres maleantes que empuñaban sendos winchesters y hacían señal de detener la marcha. Al descender del automóvil, fueron llevados monte adentro y maniatados. No se asusten. Precisamos el auto. Dentro de un rato volveremos. Una hora después el vehículo estacionó frente al escritorio de los Carrió. Marcelino quedó en el volante. Los demás irrumpieron en el escritorio. Estaban allí francisco Carrió y un empleado, Raúl La Villa. Fue cosa de segundos. Carrió consiguió deslizarse por la puerta posterior hacia el patio. Malatesta le hizo un disparo, sin dar en el blanco. Mate Cocido exigió a La Villa las llaves de la caja. El empleado explicó que se las había llevado don Francisco. Segundos después sonaba la sirena de alarma accionada por éste último. El jefe dio la orden “¡Vámonos!”. Al salir a la calle Mate Cocido demasiada gente que se detenía sorprendida ante la estridencia de la alarma. Hizo algunos disparos para intimidar. El grupo subió al automóvil, que enseguida se perdió de vista en dirección a Sáenz Peña. A Alias Mate Cocido la salida de Quitilipi, el vehículo fue abandonado. Mate Cocido y sus hombres se alejaron a pie hasta Bajo Hondo. Allí buscaron el refugio previsto: la chacra de A. M. UN FRACASO A MEDIAS El 8 de agosto, ya entrada la noche, el mismo grupo aparece en la chacra de T. A., en el Lote 14 de Avia Teraí. Llegaron agotados por varias horas de trajín a pie. Mientras se levanta el dueño de casa, todos menos Mate Cocido se duermen en las sillas pero allí no pueden atenderlos porque T. A. está enfermo. Por indicación de éste un peón los acompaña hasta la chacra de T. C., donde al fin pueden acostarse y descansar. Al día siguiente se trasladaron al rancho de un puestero del mismo colono. Desde allí Mate Cocido hizo llamar a su amigo “don Bernardo”, chacrero de las inmediaciones. Cuando esa tarde don Bernardo detuvo la jardinera frente al rancho del puestero, observó que el grupo se retiraba prudentemente hacia el monte. Los llamó dando su nombre. ¿Cómo anduvo la cosecha? – fue la primera pregunta de Mate Cocido después del saludo. Mal... mal – respondió don Bernardo. Se tomó mate en rueda. Mate Cocido insistía en culpar a las vacilaciones de Malatesta el fracaso del asalto a Carrió. Después, en un aparte, don Bernardo y el maleante hablaron sobre Paulino Luna, un contratista de obras en Avia Teraí, que ejecutaba trabajos en Lote 13. Mate Cocido averiguó con lujo de detalles cómo se hacían allí los pagos al personal. La jardinera en que venían Alejandro y Paulino Luna el 10 de agosto, fue detenida en el camino con luces de linterna y un grito: Párense. Están con la policía. Debieron bajar y entregar todo lo que llevaban: 350 pesos. ¿Con esto le paga a los peones? – preguntó con ironía Mate Cocido. Don Paulino explicó que ese dinero era para él y su familia; no para pagar el personal. Mientras revisaban el cajón y el asiento de la jardinera, se trabó un diálogo amistoso: Ya me doy cuenta con quienes estoy tratando. ¿Quién cree que somos? Deben ser Mate Cocido y el Vasco. No somos ellos, pero algo parecido. Somos pistoleros. Les sacamos la plata porque a ustedes les sobra. Al despedirse, don Paulino reclamó que no podían dejarlo sin ningún dinero en el camino, y uno de los maleantes le entregó 10 pesos. DOS TIROTEOS NOCTURNOS El próximo encuentro de la banda fue concertado en Corzuela. Antes de la madrugada, Mate Cocido y el Rubio Ifrán aguardaban detrás de la estación ferroviaria. Del otro lado, dos agentes de policía que efectuaban la recorrida habitual, divisaron en las vías a Malatesta y Cardocito que acudían al encuentro. Los vigilantes alumbraron y dieron el “alto”. Malatesta y Cardocito respondieron con una descarga cerrada y comenzaron a retirarse. El tiroteo se sostuvo a la carrera. De pronto Malatesta entró a renguear. Entonces Mate Cocido y el Rubio iniciaron el fuego desde su apostadero para confundir a los agentes, que de inmediato se volvieron a enfrentar la inesperada agresión. Alias Mate Cocido Dos horas después los cuatro maleantes se reunieron en un paraje próximo a Las Breñas, el desvío ferroviario a Pozo del Indio, en el rancho de Raimundo Molina. Malatesta tenía un muslo atravesado por una bala. Mate Cocido ordenó acampar en el monte. Dejó a Molina 10 pesos para que preparase comida para esa noche, más 100 pesos de gratificación por las atenciones. Sin que la banda lo sospechase, al mediodía llegó al rancho el meritorio Chávez Martínez vestido de civil. Intimidó a Molina y éste prometió entregar a la banda esa misma noche cuando se realizara la cena en su casa. A las 20, cuando se sintiera el silbato del tren que pasaba por el desvío, se encendería una luz en la ventana si los maleantes estaban allí. La noche era muy clara, con mucha luna. La partida policial debió desensillar tres kilómetros antes del rancho y acercarse con precauciones para disimular su presencia, Chávez Martínez y sus hombres venían de civil, con saco y bombachas. Se dividieron en dos grupos, para dominar la entrada desde distintos ángulos. Pero Molina era hombre contradictorio, o le gustaban los enredos. No hizo la señal a la hora convenida y en cambio avisó a Mate Cocido que estaban cercados por la policía. Tres linternas se prendieron en el rancho. Los haces de luz buscaban localizar a los sitiadores. Chávez Martínez advirtió la maniobra y dio la orden de fuego. Entre las balas, cinco hombres escaparon del sitio hacia el rancho cercano de Luis Racca; cuatro siguieron de largo hacia el monte, mientras el quinto intentaba refugiarse allí cuando un certero impacto de máuser lo tumbó de bruces. Era Raimundo Molina. Alias Mate Cocido IDILIO, ROBO Y TRAGEDIA En octubre Mate Cocido se instala en la chacra de L. R., en Pinedo. Desde allí controla un operativo a realizarse en Gancedo. En los alrededores de Gancedo vivía la Marquesa, hermana de Apolonio, muy allegado a David Peralta y en ocasiones integrante de la banda. Una noche la Marquesa organiza un baile al que asisten sus sobrinas Antonia y Guadalupe, las dos, empleadas domésticas de un fuerte comerciante de Gancedo, Vildósola. También concurren a la fiesta dos desconocidos de sugestivo aspecto para el ambiente. Son Malatesta y Cardocito, que se dedican a cortejar a Antonia y a Guadalupe. Las relaciones se concretan y a partir de entonces los galanes dedican visitas nocturnas a las muchachas en Gancedo, en el domicilio de Valdósola. La noche del 3 de noviembre, Antonia y Guadalupe dan entrada a Malatesta y Cardocito, quienes se dirigen directamente al negocio y quitan las tracas de las puertas. Mate Cocido y Marcelino, que esperaban afuera, se introducen también. El negocio de Vildósola fue desvalijado. Como era de “ramos generales”, había toda clase de artículos de interés para hombres que desde hacía tiempo necesitaban esta ocasión: camisas, trajes, zapatos, zapatillas, comestibles, 2 botellas de rhum, 2 de wisky, una de fernet, 4 vinos “Lágrimas de San Juan”, 4 cajas de cigarrillos ”Particulares”, 5 cuchillos, 300 tiros winchester, 100 tiros de revólver 38 largo, 2 frascos de loción “Coler”. Del cajón de valores desaparecieron 48 pesos en efectivo y 553 en cédulas del Empréstito Nacional. El reparto se celebró con una fiesta que tuvo un final trágico. Excepto Mate Cocido, la gente había bebido en exceso. Cardocito y Malatesta se trabaron en una discusión necia de rivalidades. Salieron a relucir los nombres de Antonia y Guadalupe. Con ademán de rabia Malatesta sacó el revólver y descargó el tiro del odio, “al corazón”. El cadáver de Cardocito fue sepultado en algún lugar de Pinedo. Mate Cocido no dijo una palabra. Asistió en silencia a la ceremonia profana. MALATESTA EXPULSADO Segundo David Peralta no era hombre de actitudes altisonantes ni solemnes. Tenía bastante con las determinaciones supremas que debía tomar ante lo imprevisto: mientras cenaba y era preciso romper el cerco policial; mientras dormía la siesta y había que levantarse con armas, dinero y documentos en los bolsillos para huir al bosque; mientras transitaba tranquilamente por la ruta y de pronto debía desenfundar el winchester del mono” y abrirse camino a balazos, guardando todavía la precaución de no matar sino solamente inutilizar al policía con una herida crítica, para evitar así que los años de condena se aumenten con un “homicidio calificado”. En ningún momento recriminó a Malatesta su canallada ni lo expulsó formalmente de la banda. Sólo que al concertar el próximo encuentro lo hizo extraviar con un dato falso. Luego algunos personeros comunicaron a Malatesta que “Bertolatti” no quería verlo más, ¡y guarda con él! Malatesta sabía que Mate Cocido tenía conexiones importantes. En cualquier momento podía entregarlo o tramar su sacrifico con una encerrona. ¡Era mejor no enfrentar la frialdad implacable del jefe!. Fotografía MALATESTA le hacía honor al nombre: una mala cabeza, aún para los delincuentes. Mate Cocido lo expulsó de la banda después que el pistolero asesinó a Cardocito en Gral. Pinedo. Alias Mate Cocido LA BANDA PARALELA Pero el alejamiento de Malatesta no resultó una tranquilidad definitiva por este lado, para Mate Cocido. El réprobo provocó derivaciones inesperadas. Formó otra pequeña gavilla y se dedicó a asaltar por su cuenta. El 15 de diciembre se introdujo en el comercio de Benardino La Red, en Avia Teraí y al grito de “Soy Malatesta”! (desahogo evidente de la emulación), saqueó el comercio. Tanto la crónica periodística como algunos sumarios policiales ignorantes del rompimiento entre ambos maleantes atribuyeron a Mate Cocido ese asalto, como después le adjudicarán otros posteriores en los caminos. Si se tiene en cuenta lo que vimos y comprobamos sobre la conducta delictiva de David Peralta, resulta lógico admitir como acciones suyas la detención de automóviles de modestos viajantes y vecinos del interior para despojarlos de pequeñas sumas de dinero y algunas pertenencias sin mayor valor. Tanto el atraco a Del Pozo y Refojos cerca de Machagai, como a Herrera y a Martinet a la salida de Sáenz Peña, a Aymond y Mainardi y a Egidio Pavesi el mismo día, en el mismo lugar, no concuerdan con la técnica de Mate Cocido y coinciden con las ocurrencias impulsivas del atolondrado Malatesta. La acción que esa época cabe atribuir con seguridad a Mate Cocido es el secuestro de la señora de Negroni. Don Denio Negroni, vecino de Pcia. de la Plaza, viajaba el 17 de diciembre en dirección a Sáenz Peña. Iba en automóvil acompañado de su esposa. Tres maleantes armados le salieron al paso obligándolo a detener el vehículo. Debió entregar lo que llevaba: mil pesos. Pero los asaltantes sabían que se trataba de un hombre de cierta fortuna. Se hicieron llevar en el vehículo hasta las proximidades de Machagai y durante el trayecto le advirtieron que la señora quedaría con ellos hasta la entrega de un rescate de cuatro mil pesos, sin avisar a la policía. De acuerdo a lo convenido, Negroni se presentó el día 20 en el camino de Sáenz Peña a Villa Ángela con una banderita blanca en el radiador del automóvil. Entregó el dinero y minutos después aparecía su esposa al borde del camino. ¿OTRO VIAJE A CÓRDOBA? Es presumible que en diciembre de 1937, David Peralta realizara otra visita a Córdoba, según varios indicios. Sus huellas se pierden del Chaco durante dos o tres meses. Por lo demás, un testigo que declara en asuntos ulteriores, asegura que a fines de marzo del 38 “Mate Cocido tomó un ómnibus que pasaba por el camino a Ferreyra, a las cuatro de la mañana, y regresó al Chaco”. Coincidentemente con esa fecha, se registra otra importante novedad que habrá afectado a David Peralta y debió impulsarlo a volver, si en realidad se encontraba en Córdoba. En los últimos días de marzo de 1938, el Vasco, que se había mantenido desde 1936 en su quinta del camino a Los Filtros, fue reconocido por policías cordobeses, detenido y remitido al Chaco. David Peralta, sin duda tenía motivos para estar cerca del amigo sometido a largos y prolijos interrogatorios sobre situaciones comunes. El caso es que al iniciarse el nuevo año 1938 de serios altibajos y cambios Mate Cocido se encuentra ubicado en el campamento de Chivo Blanco, en las inmediaciones de Sáenz Peña. Mandó llamar otra vez a su sobrino Negro, que trabaja como albañil en Rosario. Además incorpora a la banda, para suplir las bajas producidas, a un ya conocido maleante, el Tata Miño. Alias Mate Cocido VOLVIENDO A TIROL El 30 de marzo a las 9 de la mañana, el señor Wenceslao Ward salía del local del Banco de la Nación en Resistencia. Era el gerente de la firma “Quebrachales Fusionados” y había retirado de la agencia bancaria 13.000 pesos para pagar los sueldos del personal. Por precaución viajaba con varios empleados, en dos automóviles. Alrededor de las diez, cuando el señor Ward se aproximaba a Tirol, observó a un costado del camino tres hombres en actitud de colocar un largo poste en un hoyo. De pronto, el poste se ladeó; los presuntos obreros lo empujaron para atravesarlo sobre la ruta al tiempo que levantaban del suelo sendos winchester y apuntaron a los vehículos. Otros dos desconocidos aparecieron de entre los árboles próximos y se sumaron al asalto. Luego de ser desvalijados, Ward y los empleados fueron exigidos a continuar el viaje a pie. Los atracadores quitaron la llave de uno de los automóviles y huyeron en el otro. Aparentemente se dirigieron a Resistencia, pero a corta distancia abandonaron el vehículo y continuaron caminando, divididos en dos grupos. Horas después, una partida policial que recorría la ruta en busca de los maleantes, encontró a tres de ellos sobre el linde del bosque. Los tiroteos se sucedieron por espacio de varios kilómetros, hasta que las sombras de la noche desorientaron a la patrulla. EL DESDICHADO MALATESTA Realmente era un impulso que no sabía dirigirse solo. Luego de sus atracos por el interior, apareció de improviso en Barranqueras. La noche del 30 debió tirotearse con una ronda policial. Durante la refriega su banda se dispersó. Cuatro días después, una mañana dominguera, estaba de copas con parroquianos de ocasión en un boliche sobre la avenida Lavalle, en Resistencia. Por allí acertó a pasar un automóvil policial en el que iban el meritorio Castelano y el oficial Alberto Sargenti. Lo vieron desde afuera, lo reconocieron y detuvieron el vehículo. Malatesta salió a la vereda con el arma montada y la mirada desafiante de sus ojos alucinados. Cuando echó a correr por la avenida, el auto lo siguió a marcha lenta. Atrincherado tras una alcantarilla en la esquina de Pueyrredón, abrió el fuego. Castelano y Sargenti agotaron las municiones y acudieron a la central de Policía a organizar una partida de caza. Malatesta huyó hacia el río Negro. Allí fue a sorprenderlo un piquete numeroso. En el momento de asomarse Malatesta en una barranca, un tiro de revólver le perforó la cabeza. Cayó al río y se ahogó. Dos días después, el cadáver flotaba elevado por la corriente. Una circunstancia fortuita convirtió en macabra la escena de la identificación. A causa de la vestimenta gruesa y cerrada (campera, botas, bombacha), las palometas devoraron el rostro y las manos dejando intacto el resto del cuerpo. El autor de estas notas, siendo entonces un muchacho, pudo ver en la Central de Policía el cadáver desnudo de Malatesta sobre una camilla:el cuerpo blanco, marmóreo, de proporciones atléticas, y la cabeza y las manos literalmente descarnadas, como una fantasmagoría de pesadilla. Alias Mate Cocido BAIROLETTO EL PAMPEANO Desde 1936 la fama delictiva de Mate Cocido ha llegado al cenit. Pero además Segundo David Peralta cuenta con un activo diligenciador de asuntos y vinculaciones. Se llama R. S.; vive en Machagai (luego residiría en Resistencia para ejercer un importante cargo público), e indujo a Bairoletto a trasladarse al Chaco y hacer alianza con el señor de los bandoleros del Norte. Juan Bautista Bairoletto había nacido en Santa Fe, hijo de inmigrantes italianos, pero se crió en la campiña bonaerense. Con los años se convirtió en el salteador más temido de La Pampa, del sur de Córdoba y de toda la región suroeste de la primera provincia. Si bien igualó a Mate Cocido en prestigio, difería en temperamento y en inclinaciones. Bairoletto era realmente un bandolero romántico, intrépido y heroico, capaz de corazonadas. Poseía también ideas políticas que orientaban sus actos: medio anarquista y medio radical “disidente”. Cierta vez que le ofrecieron una fuerte recompensa para asesinar a Alfredo Palacios, no sólo rehusó la oferta sino que concurrió a la casa del líder socialista a comunicarle el peligro que corría. Por eso a la muerte de Bairoletto, en 1943, un poema anónimo cantaba: Mas ya ha de llegar el día que yo sepa la verdad, y así la comunidad grite al cielo con respeto: ¡San Bautista Bairoletto, la pampa ha de vengar! Alentado por la correspondencia de R. S., Bairoletto se puso en marcha hacia el Chaco en diciembre de 1937. Venía con tres de sus hombres: Tucuta, Pedro y el Negro. Viajaron en el clásico Ferrocarril Santa Fe. Bairoletto figuraba con el nombre supuesto de “José Ortega”, según el documento fraguado de identidad que se había mandado desde el Chaco. La policía de Santa Fe fue advertida del viaje, y preparó una celda en la estación Vera. Pero Bairoletto era ducho en sorpresas. Advirtió movimientos extraños en el andén y dio orden de descolgarse por el otro lado. También allí encontró vigilancia y abrió el fuego. Su especialidad era matar el caballo para intimidar al vigilante, que por lo general se retiraba desorientado. Desde Vera al Chaco viajó en sulkys, a pie y de nuevo en ferrocarril hasta Resistencia. Aquí se puso en contacto con el gestor de la conexión, R. S., quien lo llevó en automóvil hasta Pcia. de la Plaza. En el rancho de N. D. se produjo el encuentro de los dos caporales, como estaba previsto. NO SE ENTENDIERON Recién en noviembre de 1939, la policía del Chaco emitió una orden de captura contra Juan Bautista Bairoletto alias “El Pampeano”, computándolo como miembro de la banda de Mate Cocido. Sin embargo, para entonces Bairoletto ya no estaba más en el Chaco. Se encontraba en Santiago del Estero, desde donde se volvería al sur con la amarga sensación de su fracaso en el norte. Es probable que Juan Bautista participara en algunas acciones con Peralta durante unos meses. ¿Se estarían midiendo uno con otro? Informaciones imprecisas dicen que en los primeros días de mayo, Mate Cocido y Bairoletto preparaban un asalto a “La Forestal” en Cote Lai. El primero tuvo un fuerte altercado con uno de los secuaces de Juan Bautista, a causa de lo cual se negó a continuar en el proyecto. La versión es verosímil ya que en el asalto de Cote Lai Alias Mate Cocido (realizado el 10 de mayo del 38) sólo participaron Bairoletto y sus hombres más dos de la banda de Peralta: Ernesto y Lorenzo (Chazarreta). Ese atraco a La Forestal, que los diarios y el primer sumario policial adjudicaron equivocadamente a Mate Cocido, se malogró con un tiroteo inicial que costó la vida al capataz Oscar Mieres y alertó al vecindario. Bairoletto debió retirarse precipitadamente para eludir una patrulla policial que se acercaba atraída por las detonaciones. Al día siguiente, en casa de N. D., Bairoletto recibió a R. S., que venía a preguntarle los resultados de la jornada. Bairoletto comentó con sorna: “¿No será tu amigo el que nos vendió anoche? Parece que aquella gente nos esperaba”. No era así, sin embargo. Pocos días después el dueño de la casa era detenido. Mate Cocido y Bairoletto no podían entenderse. Sus temperamentos eran opuestos, y tampoco podían complementarse, pues ambos eran jefes hechos y derechos. Fotografía JUAN BAUTISTA BAIROLETTO, “el Pampeano”, vino al Chaco con tres de sus hombres de armas. Se encontró con Mate Cocido en Presidencia de la Plaza. No se entendieron para una alianza. GENDARMERÍA A los sucesivos contrastes internos de la banda y de sus acciones, se sumó en 1938 el acontecimiento más decisivo, que marcaría el principio del fin en la vida de Segundo David Peralta. Durante ese año, en efecto se instalaron en el Chaco los primeros efectivos de Gendarmería Nacional. Constituyeron el instrumento óptimo en la acción contra el bandolerismo, tanto por las facultades de que estaban investidos sus agentes como por la ejecutividad de sus procedimientos, así como por los equipos de movilidad y comunicaciones, que permitían controlar extensiones muy amplias. Si se advierten las condiciones precarias, elementales, en que se desenvolvían las comisarías lugareñas. Gendarmería representaba una organización moderna, actualizada y dotada de los mejores medios para su eficiencia. En pocos años consiguió, si no suprimir, al menos desbaratar la actuación de las gavillas delictivas más temibles. Alias Mate Cocido LOS ÚLTIMOS ASALTOS... ALGUNOS MISTERIOS Con la incorporación de Marcelino a la Banda, Mate Cocido había ganado un segundón de confianza para que sus hombres realizaran correrías en menor escala, mientras él preparaba lo que ya entonces preveía sus últimos golpes. También se ha incorporado desde hace algunos meses Lorenzo, un trigueño de cabello castaño oscuro en melena, fugado de la cárcel de Villa María, mujeriego, campeón de todos los vicios. Mate Cocido venía cultivando una amistad muy útil: los hermanos I., de Gancedo. En campos de ellos solía contar con refugios prolongados. Desde allí se llegaba a Añatuya, donde paraba en la casa de Segundo Fagoll, a quien había conocido desde la cárcel de Resistencia en 1929. Durante estas ausencias, su banda, dirigida por Mate Cocido chico, cometió el triple asalto del 4 de septiembre: Pascual Mellibovsky fue interceptado en su auto mientras viajaba desde Sáenz Peña a La Montenegrina; con el mismo automóvil se asaltó el negocio de Yordanoff en La Tigra; y cuando la banda regresaba para devolver el vehículo a Mellibovsky, interceptó el auto de Antonio Paleari y lo desvalijó. El operativo duró dos horas y media. Un mes después, la banda consumó atracos sucesivos: al viajante Maurín, entre General Capdevilla y Gancedo, y a Alfredo Manzini y Enrique Debenedetti entre Pinedo y Gancedo. SOBRE LOS ROSTROS La Gendarmería no estaba facultada para detener personas por averiguación. Pero de acuerdo a sus averiguaciones derivó a la policía la indagación de cuatro mujeres individualizadas como encubridoras, Herminia en primer término. Atemorizados por la presencia de los gendarmes durante los interrogatorios, las detenidas revelaron la existencia del campamento en el Chivo Blanco. Una partida policial se hizo presente en el lugar. Encontró ropas, útiles de cocina y una gran carpa de lona. Era el principal reducto de la banda. Pero lo importante es que junto al campamento había dos ranchos habitados. Eran de F. M. y de C. P. uno, y de R. V. el otro. Los tres habían sido, a más de encubridores, mensajeros, espías y agentes de conexión de Mate Cocido. Un hijo de R. V., de 14 años, era el proveedor en todo lo necesario. Acudía diariamente a Sáenz Peña por provisiones, diarios, revistas y aún municiones. El descubrimiento de esta base de operaciones significó la detención de muchos otros agentes y complicados y, de hecho, un serio contraste para David Peralta. Durante las citaciones a sospechosos, que realizaba la policía con el control de Gendarmería, el subcomisario R. M. se negó a prestar declaraciones invocando sus fueros. UN SECUESTRO EXITOSO El 23 de octubre, después de la siesta, Luis Eduardo Gabardini, su señora y una hijita de corta edad, emprendieron el viaje a Resistencia desde Quitilipi. Poco antes de llegar a Pcia. de la Plaza, en el paraje El Curundú, don Eduardo sintió un estampido y creyó que había reventado un neumático. En realidad se trataba de un tiro al aire de winchester, disparado por Marcelino para alertar a la banda de la proximidad del “candidato”. Al detener el automóvil, don Eduardo se encontró con cinco maleantes enmascarados que le cerraban el paso y le ordenaron bajar. El grupo familiar fue Alias Mate Cocido internado en el monte y despojado de todo lo que llevaba. Al rato aparecieron por un claro del bosque otros dos enmascarados. Eran Mate Cocido y Tata Miño. Uno de ellos explicó a Gabardini que estaba secuestrado, que su rescate costaría 25.000 pesos y que su señora sería llevada a Quitilipi con un mensaje que él debía escribir. Utilizando un raigón a modo de pupitre, Gabardini redactó al misiva: “Estoy en poder de unos asaltantes que exigen por mi libertad veinticinco mil pesos, que le deben ser entregados el martes 25 del corriente en la siguiente forma: la persona que lleve el dinero debe tomar el martes el tren que sale de Sáenz Peña a Metán a las 18,20 de la tarde y viajar en la plataforma del coche bufet; donde vea una linterna que le hace señas en forma circular debe arrojar el paquete envuelto en papel blanco. Los billetes deben ser de 5, 10, 50 y 100 pesos; billetes grandes no quieren. Si estas condiciones se cumplen prometen largarme enseguida, es decir al día siguiente sin hacerme nada: en caso contrario me aseguran que no contaré más el cuento. Saludos”. Carta Carta de un secuestrado dando cuenta de su situación y solicitando el rescate de 25 mil pesos; una ganga comparable a los dividendos de la delincuencia subversiva. Eso sí, Mate Cocido fue más humano que Firmenich. Dos de los maleantes subieron al automóvil con la señora de Gabardini y la hijita. Las condujeron hasta cerca de Quitilipi y les indicaron cómo seguir a pie. “Buen viaje”, fue la cortés despedida. Con el mismo vehículo se llevó después a don Eduardo hasta cerca de Sáenz Peña, en un monte donde se improvisó campamento. Mate Cocido le ofreció comida. Gabardini prefirió tomar mate, que se le sirvió enseguida. Obedeciendo lo indicado, un empleado de “Casa Gabardini”, Fernando Manuel Ros, acompañado de un amigo tomó el tren a Metán en Sáenz Peña, llevando el rescate. Al llegar a la estación ferroviaria, observó que un misterioso automóvil negro partía en la misma dirección del tren. Entregando el dinero esa misma noche, al día siguiente don Eduardo apareció en las proximidades de Sáenz Peña. Las patrullas policiales se pusieron en acción. Una de ellas sorprendió en un monte cercano a Sáenz Peña, a 3 sospechosos que se retiraban a su llegada. Uno de ellos quedó tendido luego del tiroteo que se entabló. Era Lorenzo. Estaba muerto. Tenía entre sus ropas 600 pesos y el reloj de la señora de Gabardini. SECUESTRO POR AUTOR DUDOSO Cuatro meses después del secuestro de Gabardini, cinco hombres enmascarados que empuñaban revólveres (no winchester, el arma predilecta de los hombres de Mate Cocido), detienen en el paraje Pozo Colorado, a dos leguas de Sáenz Peña, un camión donde viajaban el colono Amador López, su hija Gregoria de 15 años y tres peones. El señor López era presidente de UCAL y miembro de la Junta Nacional del Algodón. La hija quedó retenida por la banda tres días. El padre debió entregar 15.000 pesos de rescate. Parece ser que las amenazas de los raptores fueron tan siniestras, que don Amador López desistió de hacer la denuncia, aún después de recuperada su hija. Pero el diario de “La Voz de Sáenz Peña” se hizo eco del rumor y lanzó la noticia. Cronistas de otros diarios chaqueños acudieron al colono en procura de informaciones, pero éste se negó a darlas. También desmintió los hechos ante ls comisaría de S. Peña, que lo citó para aclarar las cosas. Alias Mate Cocido Actuaba entonces en Resistencia un enérgico Juez Federal, el doctor Parera Denis, magistrado de gran probidad y cuyo empecinamiento contra el bandolerismo resultó tan eficaz como la acción de la Gendarmería. El doctor Parera Denis se consideró espontáneamente reclamado por las denuncias periodísticas y concurrió a Sáenz Peña a requerir testimonio del señor Amador López. Recién entonces, éste reconoció el secuestro de su hija y aportó curiosos elementos de juicio, como ser que los maleantes, durante el rapto, se esmeraban en destacar que “con Mate Cocido no se juega”, y “si hacen alboroto con esto, te matamos a vos (la muchacha) y a tu papá, porque los de Mate Cocido somos así”. Algunas versiones, entre las muchas que corrieron sobre el raro secuestro, atribuyeron el hecho a un grupo de agentes del orden disfrazados de bandoleros. OTRA VEZ CARRIÓ El 7 de julio del 39, a la siesta, José Jorba, pagador de Anderson Clayton, viajaba entre Napalpí y Machagai en una cupé. Iba acompañado de don Francisco Carrió, corresponsal del Banco de la Nación; el mismo que fuera asaltado en Machagai dos años atrás. Cuando los viajeros estaban a no más de 3 kilómetros de Machagai, volvieron a escuchar (como Gabardini) un estallido como un reventón de cubierta. Pararon y frente a ellos estaba Mate Cocido con tres más. Era el desquite, Jorba y Carrió fueron despojados de 20.000 pesos. Alias Mate Cocido EL GUAPO EN DECADENCIA Don Jacinto Berzon era encargado de la estancia de la sucesión Furken, en Urien. Tenía familiares de fortuna en Santa Fe. La noche del 22 de diciembre viajaba en su automóvil desde Villa Angela hasta su establecimiento. En el trayecto, cuando iba a abrir una tranquera, se encontró con Mate Cocido, el Tata y un muchacho, Julio Centurión recién iniciado en estas andanzas. Berzón debió subir en el auto a los desconocidos, que le exigieron “andar rápido hasta Villa Berthet”. Aturdido por su situación, Berzón atropelló dos novillos sobre el camino. El automóvil quedó abandonado, y el raptado con sus raptores continuaron a pie varias leguas, hasta internarse en un monte cercano al destino que se había fijado. Mate Cocido ya llevaba una carta dirigida a los familiares de Berzón en Santa Fe pidiendo rescate; se la hizo firmar y mandó a Centurión que la despachara en el Correo de Villa Angela. Allí se indicaba que el dinero debía ser arrojado tal día, a tal hora, desde el tren de Santa Fe a Resistencia, entre las estaciones de Samuhú y Haumonia. ¿Estaba ya en decadencia Mate Cocido?. ¿Faltaban sus lúcidas facultades de antes?. La gran suerte que lo había acompañado hasta entonces?, ¿lo enredaba con errores burdos e infantiles?. Para la fecha establecida, Mate Cocido y Tata Miño se ausentaron a recoger el rescate que se arrojaría desde el tren. Julio Centurión quedó cuidando a Berzón y sostuvo con él una larga conversación de una noche. Entretanto Mate Cocido y Tata Miño se encontraron con una sorpresa. La fecha estipulada en la carta caía en domingo. Ese día no corría el tren de Santa Fe. Debieron volverse y hacer escribir otra carta de Berzón a los familiares. Por fin, la noche del 6 de enero Mate Cocido y Tata Miño volvieron a salir para esperar el tren, según las instrucciones de la segunda carta. Para la noche siguiente, Centurión debía aguardarlos con Berzón en un paraje del camino entre Villa Berthet y Samuhú, junto a un poste telegráfico pintado de blanco. EL ULTIMO TIROTEO Mientras duraba la ausencia de Mate Cocido y Miño, Berzón conversó persuasivamente con Julio Centurión; le presentó los riesgos y la miseria de la vida en que se iniciaba; le ofreció su testimonio para excusarlo en el asunto y como gratificación en firme por su liberación, una suma de dinero, considerable para el delincuente novel. Esa misma noche, Centurión se presentó con Jacinto Berzón en la comisaría de Villa Berthet. Al día siguiente, al formular sus declaraciones, Centurión advirtió a la policía que Mate Cocido y Tata Miño concurrían a buscarlo esa noche junto al poste telegráfico. La comisaría de Villa Berthet comunicó la extraordinaria novedad a la de Villa Angela y ésta derivó el caso a la Gendarmería. La noche del 7 de enero se preparó el operativo infalible para dar con Mate Cocido. Centurión fue apostado junto al poste. Cerca de él, sentado, con las ropas de Berzón, estaba un gendarme armado hasta los dientes. Sobre los costados del camino, dos piquetes aguardaban escondidos en la espesura. Sin embargo, Mate Cocido se salvó; mejor dicho lo salvó su proverbial astucia, su temperamento precavido y desconfiado. Venía desde Samuhú con el Tata Miño. Al aproximarse al lugar convenido con Centurión, propuso salir de la ruta y caminar junto a los árboles, una previsión muy suya. Si Mate Cocido hubiese aparecido por el camino, habría sido literalmente fusilado. Alias Mate Cocido Cuando los gendarmes oyeron pasos que se aproximaban desde el monte, uno de ellos gritó: “¡alto, quién vive!”. La respuesta fue una descarga cerrada, a la que contestó una ráfaga atronadora. La noche era de tinieblas. Los tiradores se orientaban por la luz de los fogonazos. Escabulléndose entre los árboles y la maleza, Mate Cocido y el Tata Miño consiguieron librarse de la persecución. Una legua más allá se separaron con pocas palabras para seguir huyendo, Miño se dirigió a Sáenz Peña, su refugio de siempre, Mate Cocido emprendió el camino hacia Gancedo. Había consumado su última violencia en el Chaco. Fotografía Última foto del pistolero, que figuraba en su documento fraguado de Identidad. Se lo encontró en Córdoba, a nombre de “Julio del Prado”, propietario de la quinta sobre el camino a Ferreyra. HOMBRE DE NEGOCIOS Después del tiroteo de Villa Berthet, Segundo David Peralta se instaló en Gancedo, en el campo de los hermanos I., con quienes tenía desde tiempo atrás vinculaciones personales y también financieras. Vivía en el puesto de uno de los arrendatarios de los I., don Carlos C., pero cada tanto, según su modalidad inveterada, alternaba ese hospedaje con el de otro personaje ya conocido en nuestra historia: la marquesa Velázquez, pariente de don Carlos y subarrendataria de éste. ¡La Marquesa Velázquez!. En su rancho, por indicación de Mate Cocido, se había realizado el baile donde Malatesta y Cardocito sedujeron a las domésticas de Vildósola. Los dos maleantes descansaban ya el sueño eterno como otros hombres de la banda: el Calabrés, Pampita, Cardocito, Malatesta Lorenzo. Otros estaban en la cárcel, como su hermano Marcelino. Varios caerían bajo el plomo implacable de la policía y los gendarmes, como el rubio Ifrán y Mate Cocido Chico. Alias Mate Cocido La correspondencia a Mate Cocido llegaba unas veces a nombre de don Carlos con una crucecita indicatoria en el sobre; otras a nombre de un peón de la Marquesa, Ignacio Jiménez. Para sus respuestas, Peralta inventó el último seudónimo de que tenemos noticia y el más desconcertante de todos, pues se trata de un nombre de mujer: “Angélica”. Con este supuesto firmaba toda su correspondencia de ese tiempo, y lo curioso que para la redacción de las cartas utilizaba claves fundadas en circunstancias familiares, propias de la correspondencia femenina. Allí la policía se llama “esa familia”, la cárcel “finca”. En octubre Mate Cocido se entera que su sobrino ha sido detenido en Tucumán, de donde fue trasladado a Resistencia para prestar declaración todo esto por obra de la Gendarmería. Entonces escribe a su hermano Gustavo Patricio en Córdoba para que tome las precauciones del caso. Dice la misiva: “Octubre 15 de 1939. De mi aprecio: El negro se encontraba en la finca de la ciudad natal, pero como su estado era delicado lo trasladaron a la finca en Resistencia, en compañía de su padrastro, y como su estado es grave y tiene mucha fiebre, es posible que delire y diga su dirección, y como usted no quiere que sepa esa familia es que lo pongo en su conocimiento. Chau. Angélica”. La carta falaz, aparentemente cordial, oculta en realidad un alerta angustioso. El Negro será sometido a interrogatorios apremiantes; por lo que se hace indispensable que el hermano Patricio destruya todos los papeles comprometedores. Sin embargo, Patricio no pudo borrar todas las huellas que conducían a él. Fue detenido por la policía de Córdoba y trasladado a Resistencia para la averiguación de sus antecedentes. Se sospechaba que era depositario del dinero acumulado por su hermano a lo largo de su actividad delictiva. Y en efecto durante los interrogatorios no pudo justificar su holganza económica, pues siendo un modesto empleado del Correo se dedicaba al deporte de los reyes, y disponía de varios “pura sangre” en su caballeriza privada. Quizá este contratiempo haya parecido demasiado alertante para Mate Cocido, por lo que decidió borrarse definitivamente. A propósito, ¿por vía de quién, el maleante estaba informado puntualmente del cerco implacable que le venía tendiendo Gendarmería?. Alias Mate Cocido EL FANTASMA DE MATE COCIDO Durante su permanencia en Gancedo, Mate Cocido dio muestras de su resolución definitiva de reintegrarse a la vida normal. Se dedicó a la compra y venta de haciendas. Trabajaba por intermedio de los hermanos y de Carlos. En realidad él actuaba como financista de las operaciones, teniendo en cuenta la considerable fortuna de que era poseedor. Pero a fines de marzo de 1940. Mate Cocido resolvió ausentarse del Chaco. Tal vez tuviera indicios de que la Gendarmería rastreaba sus huellas; quizá lo impulsara su estrategia del cambio de guarida. El caso es que entró en comunicación con Segundo Fagoli en Añatuya para radicarse allí. Una noche de principios de abril, uno de los hermanos se puso en marcha con su automóvil desde Gancedo, Mate Cocido iba sentado atrás, con un arsenal para repeler cualquier sorpresa. Había llovido el día anterior y la travesía fue ardua por los barriales de la ruta. Cerca del amanecer entraron en Añatuya. Desde una casa de los alrededores hicieron señales con una linterna, como estaba convenido. El coche se detuvo, Mate Cocido bajó, despidióse de éI con un apretón de manos y entró al domicilio de Segundo Fagoli. Transcurrieron allí varios días de confidencia. Mate Cocido confió al amigo su decisión de retirarse de la vida delictiva. La gendarmería me viene pisando los talones. Ha matado mis mejores hombres. Del tiroteo de Villa Berthet me salvé por pura suerte. Finalmente Fagoli recibió una delicada misión. Debía viajar a Córdoba para entregar 300 pesos a Ramona y llevar a Patricio Gustavo el poder para la venta de la quinta sobre el camino a Ferreyra. La propiedad debía ser negociada en 5.800 pesos. La mitad de esta suma se ahorraría a nombre de su hijo Mario Fernando y la otra se distribuiría entre Patricio y Ramona. Mate Cocido firmó el poder de venta con el nombre de Julio del Prado. Días después, Segundo Fragoli partió de viaje. Y Segundo David Peralta alias Mate Cocido, desapareció para siempre. Estas fueron las últimas referencias concretas que hasta hoy se conocen sobre su inescrutable vida ulterior. Las versiones abundan, por supuesto, pero nada puede asegurarse rotundamente. Mate Cocido realizó la proeza final de su astucia, la posterior hazaña: el enigma de su paradero, hasta hoy no descifrado. ¿Adónde se dirigió después de su estadía en Añatuya?. ¿Qué hizo?. ¿Cómo y con quiénes vivió?. Se habrá reunido al fin con Ramona y Mario Fernando?. ¿Vive todavía o ha fallecido ya?. ¿Acaso estará leyendo estas páginas con su interés de siempre por la crónica periodística, quizá sonriendo ante algún error de información?. Carta Carta manuscrita de Mate Cocido a su hermano Patricio en Córdoba. “Angélica” es el último nombre supuesto que se conoce (y el más desconcertante de todos), utilizado por Segundo David Peralta en 1940, al final de sus correrías por el Chaco. LA SOMBRA ESCURRIDIZA Un día cualquiera de 1943 el jefe de la policía del Chaco se encontraba con dos amigos en una confitería instalada en el subsuelo del entonces hotel “Savoy” de Resistencia. De pronto se acercó a él un mozo y le dijo que arriba lo reclamaban por teléfono. Una voz anónima habló en el auricular: Alias Mate Cocido Le comunico que frente a usted, en el bar, está Mate Cocido. Lo mira insistentemente; parece que quiere hablarlo o hacer algo. Fíjese bien. Está sentado exactamente frente a usted. Lleva sombrero y un traje gris. Lo conozco a Mate Cocido. No me equivoco. El jefe llamó de inmediato a la guardia de seguridad. Bajó al subsuelo. En la mesa frente a la suya no había nadie. Sólo quedaba un pocillo de café vacío. El jefe interrogó al mozo. ¿Quién estaba sentado en esa mesa?. No sé señor. Ahí estaba un tipo que pidió un café y se retiró recién. ¡Me dejó diez pesos! El 20 de diciembre de 1945, el subcomisario de Perruforía, Corrientes, dirigió una comunicación a la policía del Chaco pidiendo antecedentes y datos del “célebre bandido apodado Mate Cocido, y si fuera posible una fotografía, pues hace tiempo se radicó aquí un sospechoso que me parece ser él mismo!”. Entre las muchas versiones de origen confuso, alguna lo dá por refugiado en Mendoza durante muchos años, en Godoy Cruz; otra lo hace viviendo, primero en Paraguay y luego en Brasil; otra lo radica en Córdoba; otra – de bastante asidero – asegura que emigró a Bolivia, donde por accidente perdió el dinero y se dedicó de nuevo a los atracos, muriendo en uno de ellos. Otra versión afirma que Mate Cocido habría sido eliminado por la policía chaqueña o la gendarmería en una colada. Lo habrían sepultado en pleno campo, sin dar a conocer el hecho. Esta probabilidad no es aceptable, si se advierte que con posterioridad a la desaparición de David Peralta, fuerzas de gendarmería sacrificaron efectivamente a Ismael García, a Ernesto y al Tata Miño y dieron resonancia a los anuncios respectivos para destacar la eficacia de su acción contra el bandolerismo. ¿Será posible que se ocultara la eliminación de tan luego la fuga central, el hombre clave, el más famoso de la organización?. SUPOSICIONES Sin embargo, algunas premisas pueden deducirse frente al misterio. Ante todo, es seguro que a partir de su desaparición. Segundo David Peralta inició una existencia tranquila, sosegada y de total alejamiento de sus actividades anteriores. Durante sus últimos años de actuación delictiva se presentan sobradas evidencias que vimos respecto a este propósito. Además está el ejemplo de algunos de sus compañeros de correrías, precisamente los de mayor confianza, que se integraron al orden social, incluso arrastrando el purgatorio de la cárcel para redimir sus vidas. De otra manera, ¿cómo explicar que en 1940 se interrumpa definitivamente toda referencia policial sobre David Peralta?. Los nombres supuestos que hubiera inventado David Peralta en otras fechorías, no podían constituir una dificultad insuperable para localizarlo e individualizarlo, ya que los sumarios policiales de cuatro provincias coincidieron durante veintidós años en su filiación inequívoca. Por otra parte, las oficinas de gendarmería no descansaban y requerían informes de todo el país. El propio Patricio Gustavo Peralta fue mandado detener en Córdoba y trasladado a Resistencia en 1941 para ser investigado sobre el destino de su hermano. Otra suposición razonable es que Segundo David Peralta ya no existe en el mundo de los vivos. Si viviese todavía, el próximo 23 de marzo cumpliría 82 años de edad. No es sólo que la vejez podría haberlo abatido, sino que en 1960 se cumplió la prescripción total de todos sus delitos. A partir de ese año, pudo presentarse con su nombre y, más aún, con el atributo de su vida recuperada. Alias Mate Cocido LO MÁS VEROSÍMIL Pero al conjeturar sobre la muerte de David Peralta nos atenemos, más que a la probabilidad, a la versión más admisible y posible entre las muchas que suscitó el enigma. Los datos son de tan buen origen que debemos reservar la fuente. Luego de recorrer varias provincias, Segundo David Peralta se radicó en su tierra natal, en Tucumán, acompañado de Ramona Romano y de Mario Fernando, más otros hijos que vinieron después. Tanto Ramona como Mario Fernando adoptaron otros nombres. Allí rodeado de su familia, falleció como un buen vecino, en su lecho de enfermo, en paz con su conciencia, con la sociedad y la ley. De ser así, Segundo David Peralta habrá cumplido uno de los sueños de su vida. Sobre su tumba, el epitafio mencionando el último nombre supuesto, el que nunca pudo ser desmentido ni negado. Allá pues, en algún cementerio de Tucumán reposa el que en vida fuera Segundo David Peralta, o Segundo P. Miranda o Alberto Córdoba, o Rozas T. Torres, o Julio Blanco, o Manuel Bertolatti, o Juan de la Cruz Soria, o Julio del Prado, o José Amaya y que en la muerte alcanzó para todos la fama imperecedera de “MATE COCIDO”. TESTIMONIO El autor de estas páginas debe agradecer las atenciones dispensadas por la escribana Lucrecia Morgan de Schanton y por el inspector general (R) Horacio Frisone, quienes facilitaron su acceso a los archivos judicial y policial de la provincia del Chaco, cuya documentación resultó ampliamente provechosa para la elaboración de este trabajo. Otras referencias de la información periodística de la época fueron extraídas de las respectivas colecciones de los diarios chaqueños “El Territorio”, “La Voz del Chaco” y “La Voz de Sáenz Peña”, y de algunos ejemplares del vocero metropolitano “Critica”, consultados en archivos privados. Se aclara también que las referencias del capítulo XIII sobre la personalidad del bandolero pampeano Bairoletto fueron obtenidas de la nota publicada por Hugo Chumbita en la revista “Todo es Historia”, cuaderno 10, con el titulo “Bairoletto, el último bandido romántico”. Pero el autor quiere expresar con particular reconocimiento, la colaboración informativa confidencial, sumamente valiosa, que le suministraron distintas personas, algunas de ellas protagonistas (o vinculadas a los protagonistas por amistad o parentesco), y que recomendaron la reserva de sus nombres. Es probable que en este sector se hayan recogido las aclaraciones más importantes sobre ciertos hechos de difícil interpretación, así como los datos sobre la personalidad del actor principal de este relato. Quede también testimonio de que las muchas menciones reservadas y anónimas, disimuladas con iniciales y sobrenombres, que habrá encontrado el lector con bastante frecuencia, responden a la sana intención de no comprometer con hechos discutidos del pasado, prestigios actuales muy bien ganados y merecidos. De cualquier modo, esta discreción no afectó en ningún caso la veracidad de la narración.