De putas, de Maruja Torres. El País semanal, 2 de

Anuncio
De putas, de Maruja Torres. El País semanal, 2 de diciembre de 2007
Escrito por Administrator
Lunes, 25 de Mayo de 2009 00:07 -
De putas
Maruja Torres
El País semanal- 02-12-2007
A ver cómo cuento lo que sigue sin herir susceptibilidades
melindrosas ni despertar recelos de los integrismos varios, incluido
el feminista extra radical atravesado.
Chismorreaba de literatura con un conocido mío, sentados los dos
al amparo de la lluvia junto al ventanal de una cafetería del centro
de Barcelona. Comentábamos la prohibición en Irán de Memoria
de mis putas tristes, de García Márquez, y mi interlocutor, que
tiene unos 50 años, me miró, súbitamente compungido.
Cómo me gustaría volver a ir de putas –musitó. Y siguió clavando
en mí sus ojitos, que eran ya los de un san bernardo que
humildemente se presenta a rescatar a los exploradores después
de haber vaciado por su cuenta el barrilillo que contenía el licor
salvador.
Te entiendo –repliqué–. Si algo lamento de no ser hombre, es
haberme perdido el ir de putas, en especial por la conversación, las
copas, las confidencias, esos ratos en la barra. Pero tuve la suerte
de crecer entre ellas.
Ahora viene el momento de aclarar bien alto, bien sonoro y con
1/3
De putas, de Maruja Torres. El País semanal, 2 de diciembre de 2007
Escrito por Administrator
Lunes, 25 de Mayo de 2009 00:07 -
fragor de timbales, cual soflama patriótica, que tanto mi conocido
como yo estamos en contra de: la prostitución como red de
delincuencia organizada y controlada por las mafias con la
colaboración de funcionarios corruptos; la prostitución como única
salida a la pobreza, que sume a las mujeres en la esclavitud y en el
averno de las drogas; la figura del chulo o proxeneta –ese tipo que,
si celebrara elecciones, tanto se parecería a algún político
portavoz–; la prostitución como única vía de la práctica sexual
compartida puesta al alcance de los hombres por culpa del
puritanismo imperante en las sociedades más retrógradas… Y,
sobre todo, estamos en contra de la hipocresía de las autoridades,
que pasan de considerar como trabajadoras reguladas, con
derechos y deberes, a las profesionales del sexo, y además no
persiguen con mayor saña a quienes las utilizan. Estamos tan en
contra de ese estigma que aplasta a la prostitución como de la
convivencia entre desiguales –un fuerte que se ceba en el débil–
en los matrimonios o las parejas de hecho.
Dicho lo cual, insisto: a mi conocido y a mí nos chifla Irma la Dulce,
que es una de las películas más sanas y tiernas que se han creado
nunca sobre el asunto. Aparte de que creemos a pies juntillas en el
eslogan feminista “Mi cuerpo es mío”. Y ello incluye que lo puedas
dedicar a los negocios, precisamente si te lo pide el cuerpo.
–Cuánto mejor no les iría en Irán, y en más sitios –dije–, si en vez
de tanta policía de la moral y de las costumbres o como se llame,
tuvieran putas. Putas, putas, muchas buenas y nada tristes putas
que pudieran ejercer su oficio sólo porque les gusta, o al menos les
gusta más que fregar suelos y estando mal pagadas; y que
distribuyeran placeres entre los caballeros de torvos semblantes
hasta destorvarlos del todo. Ahmadinejad luciría otro talante, de
haberse iniciado a las picardías con señoras así.
–A mí, cuando era estudiante, más de una vez me vieron con
hambre y me dieron de cenar –suspiró el otro.
2/3
De putas, de Maruja Torres. El País semanal, 2 de diciembre de 2007
Escrito por Administrator
Lunes, 25 de Mayo de 2009 00:07 -
–De pequeña me invitaban a café con leche en los bares del barrio
en donde esperaban a su clientela. El primer dólar que vieron mis
ojos me lo enseñó una puta que vivía en una pensión vecina. Lo
sacó de la carta que le mandaba un marine negro de la VI Flota
que le había hecho un hijo mulatito que era una preciosidad.
Ahora que lo pienso, no sé si debería haber escrito “un marinero
afroamericano”, y en vez de mulatito, “afroamericano-galleguiño”.
Tampoco a las putas las he llamado meretrices o hetairas.
Qué lástima el tráfico salvaje de carne humana, qué lástima de
ucranias que estudiaban en el conservatorio gratuitamente y hoy
han de tocar el violín en lugares de alterne.
Pero en un mundo en el que todo está en venta y en el que todo se
compra –lo primero, la honradez–, qué meapilas y qué venenosos
resultan los aspavientos de la virtud. Esa virtud de la cual, como
afirma un personaje de Stevenson en La isla del tesoro, una de mis
novelas predilectas, nunca nos viene nada bueno.
3/3
Descargar