L as apariencias engañan. Al menos, en lo que se refiere a Álvaro Cunqueiro (Mondoñedo, 1911-Vigo, 1981), aquel magistral fabulador sobre el que se sentaron las bases para el desarrollo de un periodismo propio, del país, de Galicia y al que esta tierra, en el centenario de su nacimiento, le honra y le recuerda. Sus coetáneos creían que Cunqueiro era un adicto al Régimen de entonces. Y así lo parecía porque participaba activamente en cuanto acto oficial le proponían, aunque fue la autoridad del momento, a través de la Dirección General de Prensa, la que le desposeyó del carné de periodista atendiendo la expresa petición del Embajador francés en Madrid. No es a mí a quien, en estas páginas, le corresponde glosar la figura del Cunqueiro escritor, que gustaba de la fábula y los mitos, de la historia y las leyendas y que se abría paso a contrapelo en el complejo panorama de las letras. Otros, con mayor conocimiento del personaje y, por tanto, con mejor tino, lo hacen en estas mismas páginas. A todos ellos les agradezco la colaboración en la edición de este monográfico dedicado a un intelectual que es ejemplo curioso de maridaje entre vanguardia y tradición, que es quizás lo que le hizo gozar de la admiración de Cunqueiro, periodista Cunqueiro es una figura legendaria de la literatura gallega que ahora se empieza a recuperar cien años después de su nacimiento autores tan dispares como Álvaro Mutis, Torrente Ballester, Claudio Magris o Francisco Umbral, entre otros. Sobre todo, me interesa poner en valor la vertiente periodística de un autor prolífico, que dejó su sello indeleble en los principales diarios de nuestra tierra, como La Voz de Galicia y el Faro de Vigo, en el que llegó a ser director, entre 1965 y 1970. Y que también estampó su firma, siempre de extraordinaria calidad, en el madrileño ABC, rotativo del que tuvo una salida abrupta y jamás debidamente explicada. Fue en el decano de la prensa española, donde Cunqueiro escribió su serie periodística más conocida, El envés, y en la que acumula, según relata en un magnífico artículo Ceferino de Blas, mayor número de artículos, cerca de dos mil. Precisamente sobre El envés, como columna original en la prensa española, la profesora Montserrat Mera Fernández, de la Universidad Complutense de Madrid, ha realizado un apreciable estudio en el que explica que a Cunqueiro, como buen periodista en ejercicio, le interesaba más la otra actualidad que el propio acontecer que a diario facilita el conjunto de los medios de comunicación. En El envés, este gallego culto e irónico, cargado a veces de ornamentos barrocos, pero humano y muy terrenal, levantaba a diario la hoja de la realidad y miraba lo que había debajo. Con curiosidad, nos enseñaba lo que nadie había visto. Eso era El envés, una creación y un hallazgo que él inventó y que supo desarrollar como nadie en su oficio. Con esa columna, Cunqueiro, aquél que no se sabe si va o viene, sentó las bases de ese periodismo al que me refería al principio: propio, del país, de Galicia… Manuel González (Presidente de la APC) Edita: Asociación de la Prensa de La Coruña. Durán Loriga, 10-4º. E-mail: info@periodistascoruna.es Presidente: Manuel González Menéndez. Vicepresidentes: Basilio Orgaz Blanco y Doda Vázquez Iglesias. Secretaria: Adriana Rodríguez Eiroa. Tesorero: Francisco Espiñeira Fandiño. Vocales: Cristóbal Atienza Gutiérrez, Paola Feal Pinto, José Gerardo Fernández Bragado, Ana Iglesias Sixto, Luis Pousa Rodríguez e Isabel San Juan Díaz. Coordinación: Francisco Espiñeira, Adriana Rodríguez y Cristóbal Atienza. Ilustración portada: Siro. Fotos cedidas por la Real Academia Galega; Consellería de Cultura e Turismo; Martín Fernández; archivo familiar de Carlos González Garcés, y archivo APC. Impresión: Grafiber, S.L. 3 Cen anos do nacemento de Álvaro Cunqueiro A Cunqueiro, como á selva de Esmelle do seu Merlín, quizais mellor que dicilo fora pintalo, porque para dicilo ben dito precisaríase dunha enciclopedia, e aínda non habería espazo para incluílo todo dentro. Máis aló da manchea de novelas, poemarios e libros de relatos que nos legou, máis aló dos seus centos de artigos que son a un tempo xornalismo, conto e lírica, Cunqueiro facía literatura cada vez que encandeaba co seu falar pausado e profuso en anécdotas, mestura de realidades e mitos, parola na que abrollaba o enxeño e o humor nas pingas xustas para aderezar o relato coma se dun cociñeiro se tratara; ou, mellor aínda, coma un menciñeiro, coma se aprendera na botica do pai o segredo do perfecto narrador. Por iso dise que en Cunqueiro o falar torna á súa raíz latina, ao fabulare, e tamén por iso os seus mitos máis que mitos son contos, como no significado orixinal do grego mythos. Cunqueiro é debedor das historias que escoitou cando era rapaz a carón da lareira, e daquelas que anos despois degustou xunto a unha cunca de viño galego en tabernas como a de Póngalas, esa na que un día vinte e oito ánimas do Purgatorio foron saciar a sede. Mais Don Álvaro non foi unicamente coleccionista de lendas e personaxes; Cunqueiro é debedor das historias que escoitou cando era rapaz a carón da lareira, e daquelas que anos despois degustou xunto a unha cunca de viño foi quen de esmiuzar os mitos e volver construílos e transformalos facendo uso dos seus sobranceiros atributos literarios, a memoria deformante, o feraz maxín, o manexo dos recursos da narrativa moderna, e unha lingua que sabe fresca na boca coma pan saído do forno. E, daquela, a través de Cunqueiro decatámonos de que todos os que se apelidan Padín e Mariño descenden de Roldán, o paladín de Carlomagno, o heroe da Chanson, e dunha serea, que chegou encinta a dar a luz nas costas galegas; ou que os cabaleiros da táboa redonda esperan o regreso do Rei Artús transmutados en mosquitos na Lagoa Antela, na comarca da Limia; ou que o mago Merlín tiña pousada nas Terras de Miranda, ben 5 pretiño de Mondoñedo. Dicía Cunqueiro que calquera fabulador coas súas invencións amosa “un rostro máis complexo do mundo e, por ende, máis veraz”. E se isto é así, teríamos que concluír que a obra de Don Álvaro nos desvelou máis sobre nós mesmos e o universo que nos arrodea que o realismo social enteiro, corrente literaria coetánea dos seus mellores traballos e da que el foi feliz envés, como aqueles seus artigos que escribiu en Faro de Vigo. Cunqueiro deulle as costas as modas literarias porque os narradores verdadeiros existen dende que existe o mundo. Seica por tal razón un le a Cunqueiro coma se o que el nos conta sempre tivera estado alí, e disque ese é o motivo de que un século do seu nacemento se nos antolle curto. Cunqueiro é para nós tan galego coma o Camiño de Santiago ou as Cantigas de Amigo, cústanos imaxinar que algunha vez, hai cen anos, Galicia non tivera ao mindoniense que, en palabras do seu amigo Fernández del Riego, posuía “o gusto de narrador do rapsoda grego, do contista oriental, do vello mariñeiro”; un home tan grande e complexo que, con certeza, sería mellor pintalo que dicilo en tan breves palabras. Roberto Varela Fariña (Conselleiro de Cultura e Turismo) 6 S e reproduce, por su valor de documento inestimable, una entrevista concedida por Álvaro Cunqueiro a principios de 1981 a César Antonio Molina. Fallecido el escritor en febrero del mismo año, fue publicada como homenaje póstumo en el suplemento Sábado Literario del diario Pueblo (7-III-1981), acompañada de una bibliografía y de un poema, “Reconocimiento de Harold Godwinson”, vertido al castellano por el entrevistador. Hace muy pocas semanas en uno de mis habituales y rápidos viajes a Galicia, me acerqué hasta Vigo. Desde siempre mi familia y la de Cunqueiro mantuvieron una muy antigua y entrañable amistad, por lo que mi visita (como tantas otras veces) le llenaba de alegría. Mercé Monmany, Manuel Castelao y yo pasamos en su piso de la calle del Marqués de Valladares una tarde deliciosa, a pesar de que Cunqueiro mostraba un aspecto cansado, pero a la vez cargado de optimismo y deseos por disponer de algo más de tiempo para terminar todos los proyectos literarios que tenía en mente. Lo encontramos a primera hora de la tarde sentado junto a su mesa de trabajo, terminando de escribir a máquina una de sus últimas colaboraciones semanales. Abierto junto a él estaba un paquete que contenía la edición checa de Un hombre que se parecía a Orestes. En principio, mi intención era la de una simple visita de amigo, pero cuando le telefoneé desde La Coruña insistió en realizar aquella entrevista que se había venido posponiendo a causa de su enfermedad. Mi cuestionario, a base de mis artículos críticos publicados sobre su obra, se hizo minúsculo por la gran cantidad de temas que surgieron a lo largo de la velada. La cinta grabadora quedó libre de recoger todo y sólo se confabuló con nuestro anfitrión (permaneciendo sorprendentemente sorda) cuando éste empezó a hablar de temas relacionados con la magia y el tarot. La última visita César Antonio Molina, ex ministro de Cultura, entrevistó en profundidad a Cunqueiro en sus inicios como periodista Conocíamos lo penoso e irreversible de su enfermedad; pero después de escuchar sus nuevas ideas nos parecía que el final podría estar todavía lejano. Esta vez el tiempo ha sido generoso con Cunqueiro. El autor de tantas fabulaciones ha muerto dejando varias obras póstumas (una novela en gallego que casi estaba terminada, y otra en castellano), pero también material para otras que ya no podrán ser escritas jamás. Alguien tendrá que revisar sus carpetas cargadas de poemas, que él depuraba y rompía constantemente, y también recopilar todos sus numerosos artículos cargados de un conocimiento y un ingenio singular. Precisamente le había propuesto para Akal Editor la realización de una antología bilingüe de su obra poética, a la que él miraba siempre con cierto recelo. Ahora más que nunca sería necesario. En pocos días todo se precipitó, y esta entrevista, entregada la semana pasada a Sábado Literario antes de conocerse el fatal desenlace, se ha convertido también en póstuma. Es quizá la 7 última que concedió. Sirva pues de homenaje al fiel amigo y maestro extraordinario: — Los movimientos de vanguardia, especialmente los “ismos”, tuvieron una gran e importante actividad en la poesía gallega de las dos primeras décadas del presente siglo. Revistas tan fundamentales como Ronsel o Alfar se encargaron de abrir nuevos horizontes e intercomunicar y universalizar todas las preocupaciones e incertidumbres literarias del momento. Manoel Antonio y Luis Amado Carballo, enrolados en estas corrientes, rompieron con todos los moldes tradicionales de la poesía gallega e iniciaron la verdadera modernidad. Especialmente el primero de ellos, cuando en 1922, junto con el pintor Álvaro Cebreiro, firmaba y publicaban el manifiesto ultraísta, “Máis alá” (Más allá). ¿Cuál pudo ser la influencia de ambos poetas sobre su obra poética, y el “ismo” por quién fue más impregnado? — Su influencia fue muy grande, en el sentido de que la poesía galle- ga hasta Manoel Antonio y iba a escapar al chaparrón que tuvo que soportarse en Luis Amado Carballo estaba metido en una especie otras latitudes. Más que la visión del mar, lo que influde cocina costumbrista. De yó de Manoel Antonio fue pronto, nos encontramos con que se abrían nuevas el tono general. Esto me lo pregunté varias veces, sin puertas, que yo ya las estaba viendo en algunos de encontrar una respuesta ajustada. Aunque parezca los poetas de la Generación mentira, otro de los poetas del 27 y en otros franceses que me interesaron siemque tuvo más impacto en mi fue Juan Ramón Jiménez, pre, como, por ejemplo, pero solo algunas zonas Paul Eluard. Éste es con amplias de su obra. Tamquien me siento más idenpoco creo que el gallego tificado y de hecho influyó en mí, me dio una cierta utilizado por Manoel Antonio tuviera mucha preponlibertad formal y un cierto derancia sobre el mío. Por sistema de contraste. De aquel entonces, tenía una modo que Manoel Antonio cierta preocupación intelecha sido muy importante. La poesía gallega empezaba a tual: mi gallego de aquella época es más pobre que el romper en otras direcciones que luego tuve que utilizar a y ahí está la aportación de lo largo de mi vida literaria; Antonio Noriega Varela, en me parecía que había que su poemario Do ermo, donde es evidente que existe ser distinguido y todas esas bobadas de la juventud. ya algo eminentemente Aquilino Iglesias Alvariño moderno e importante, decía que yo inventaba aunque está muy lleno de esta o aquella palabra, los clásicos latinos, en especial de Virgilio y Horacio. La dimensión creativa del escritor mindoniense ha cuando son voces, en todo caso muy dialectales, no También se notan cambios cautivado también al mundo del cine recogidas en repertorios y en ciertas obras y poemas de Ramón Cabanillas. Pero fue a un defecto innato. Tengo siempre una diccionarios. partir de Manoel Antonio y de Luis tendencia, incluso en los momentos — Se ha dicho, por críticos y Amado Carballo cuando todo empezó sentimentales o emocionales más estudiosos, como Basilio Losada o a cambiar. A partir de ellos todos los hondos, irónica, a verle a la vida su Ricardo Carballo Calero, que su obra poetas de mi generación tomamos otro lado, el envés. Es una visión per- gallega autotraducida al castellano otro rumbo. Los nuevos poemas y sonal del surrealismo, como aquella alcanza una dimensión especial… las cartas inéditas rescatadas por que le dieron algunos poetas de la — No lo sé, nunca me ha preGarcía-Sabell no añaden nada a De Generación del 27. ocupado saberlo. Son cosas de catro a catro, porque todo lo que es — Pero la reivindicación de la profesores. Manoel Antonio está allí, y todo lo que poesía de Manoel Antonio llegó muy — Cantiga nova que se chama pesó sobre nosotros está en ese libro tarde. Cuando se publicó De catro a ribeira y Dona do corpo delgado maravilloso. De todos los “ismos” por catro en 1928, solamente aparecieron son las dos cotas más altas que dio el que me sentí más atraído fue por el unas cuantas reseñas insignifican- de sí el movimiento autóctono del surrealismo, a través de Eluard, Luis tes en revistas como Nós o A Nosa neotrovadorismo. Este vino a ser un Aragón e incluso Breton. Poemas do Terra. E incluso cuando murió a los fenómeno paralelo al producido por si e non —como muy bien dice— es veintinueve años de edad, su falle- las ediciones de Montesinos de las mi verdadero libro surrealista. cimiento pasó casi absolutamente obras de Lope de Vega, Gil Vicente, — Sin embargo, esta corriente inadvertido. etc., que de alguna forma influirían tiene en su actividad creadora una — Bueno, a mi primer libro, Mar ao en Alberti o Lorca. Sobre todo, en el serie de características autóctonas: la norde, también se le dijo que era una primer Alberti “neopopularista”. Sin ironía, el sarcasmo, el humor… poesía hecha con la misma táctica embargo, su verdadero creador fue — Sí, más un cierto humor, una política que la Federación Anarquista Fermín Bouza Brey, con su libro Nao cierta ironía. Pero es que yo nunca Ibérica. Pero eso era inevitable, es senlleira, publicado en 1933. puedo liberarme de ello. Es un don o decir, la nueva poesía en Galicia no se — Me incorporé a una excursión 8 El escritor y periodista gallego siempre participó en los actos de difusión cultural a los que fue convocado de beatas que iban en peregrinación a Fátima, y en Oporto compré los Cancioneros, en la edición de Nunes. Hay que tener en cuenta que la literatura de los Cancioneros, para los poetas gallegos del siglo XIX y aun los de este siglo (Noriega Varela, Ramón Cabanillas y para el propio Manoel Antonio y Amado Carballo), eran totalmente desconocidos. Ignoraban este enorme pasado lírico de la literatura gallega. Cuando estaba leyendo el Cancionero, en la edición de Nunes, absolutamente impresionado, salió a la luz Nao senlleira, de Bouza Brey. Entonces fue cuando a mí se me ocurrió que sería posible componer unas cuantas canciones de amor y de amigo, especialmente de esto último, sin esa ortodoxia léxica y rítmica del libro de Bouza Brey. Yo deseaba hacerlo con más libertad. Era un tiempo en que leía La amante, de Rafael Alberti. De modo que de este conjunto de circunstancias, La amante de Alberti, Nao senlleira de Bouza Brey, y el Cancionero de Nunes, nació mi libro Cantiga nova que se chama ribeira. — Pero, a pesar de la ortodoxia de Bouza Brey, sus cantigas son mucho más fieles a la música y el ritmo de cancioneros… — Sí, es cierto. Lo noté cuando le comenzaron a poner música a algunas de mis cantigas, o cuando las he oído recitar en algún disco de homenaje. — ¿Cree que el neotrovadorismo es ya una corriente finiquitada? — Todos los poetas de aquella época escribieron algunas cantigas, incluso los que luego estarían más apartados de los movimientos estéticos, como Celso Emilio Ferreiro o Manuel María. Todos ellos las practicaron, pero bastante mal, de eso no hay duda. Ese dicho de que “benditos sean nuestros imitadores, porque de ellos serán nuestros defectos”, fue absolutamente cierto. Pero todavía no creo que haya desaparecido del todo; de vez en cuando hay algunos que siguen persistiendo en este empeño. Hace varios días aún leía una cantiga de motivos navideños escrita por Díaz Jácome. — Luis Pimentel fue el vínculo gallego con la Generación del 27. Su libro de poemas en castellano Barco sin luces llevaba un importante prólogo de Dámaso Alonso. Triscos y Sombra do aire na herbá están escritos en gallego, aunque se dijo que eran poemas traducidos al castellano. Pimentel, que colaboró en Ronsel y en La Gaceta Literaria, es otro de los poetas que requerirían una inmediata edición revisada de su obra. ¿Cuál fue su relación literaria con este grupo generacional? ¿Qué participación tuvo Luis Pimentel? — Sobre los ángeles, de Rafael Alberti, ha sido y es un libro que me 9 parece excepcional. En realidad, todo el Alberti de aquella época, de Marinero en tierra, etc. Luego, Salinas, de quien fui un gran admirador. Más adelante, por intermedio de un gran amigo común, llegué a la poesía de Luis Cernuda. Conocí manuscritos antes de que se publicasen: también me parece una de las figuras capitales de la Generación del 27. Y claro, después vino la antología de Gerardo Diego y allí los leí a todos. Es innegable que en mí ejercieron influencia, pero Pimentel, a nivel generacional y creativo, es el paralelo gallego. Yo tengo un gran aprecio por su poesía. Me parece de una delicadeza y de una finura que la colocan en primera fila. Fui, además, un gran amigo de él, le admiraba y le tenía un gran respeto; tanto, que cuando me atreví a leerle unos primeros poemas míos en la Alameda de los Remedios, me temblaban las piernas. Aunque vivió toda su vida en Lugo capital, ejerciendo su carrera de Medicina y leyendo con gran devoción a Teixeira de Pascoaes, Rilke, Francis James, etcétera, iba mucho por Mondoñedo, de donde era su mujer, de una familia muy amiga de la mía. Sí, realmente es cierta esa autotraducción del castellano al gallego. Él hablaba perfectamente ambos idiomas y los escribía de igual forma, pero estoy seguro que la mayor parte de sus poemas nacieron en castellano. Carballo Calero —también le conoció como yo personalmente— lo ratifica. — Estando toda su obra poético-narrativa-teatral abocada por un gran sustrato poético ¿por qué bibliográficamente es de una brevedad injustificada? — Siempre escribí montañas de poemas, pero los he roto casi todos. Aún el otro día expurgué tantos que me quedé tan solo con diez. No quería que se comenzaran a publicar mis obras completas reeditando mis libros de poemas, pero Fernández del Riego insistió. Tengo un cierto pudor ante la poesía. Me parece que todo lo que escribo no vale nada. Lo digo seriamente, pues no soy hombre de vanidades ni de modestias. Para mí es un divertimento. En cambio, con la narrativa no tengo esa sensación. Pero es que cuando comencé a publicar mis primeros libros de poesía, vi que aquello que yo hacía no iba a tener muchos lectores, pues era el momento de la poesía social y de todas esas “zarandajas”. — ¿Existió entonces una superposición, una preponderancia de la prosa sobre su actividad poética? ­— Quizá. Todos esos poemas de ambiente árabe, “Os catro chefes da Casa de Guinguiz” o “Setenta pavillós”, nacieron cuando escribía Cuando el viejo Simbad regrese a las islas. Es decir, al mismo tiempo que trabajo en prosa me van surgiendo poemas paralelamente. Lo mismo me sucedió cuando estaba escribiendo Un hombre que se parecía a Orestes o Las Mocedades de Ulises. Son creaciones paralelas, que tienen ese ambiente, esa patética de la narración. Muchas veces esos poemas también se incorporaron a las novelas respectivas. dental, más reflexiva. Son un grupo de seis o siete poemas, que aparecen en Herba aquí ou acolá. Creo, incluso, que en principio habían nacido para otro libro de poemas también inconcluso, que se llamaría algo así como A resurrección da carne de Álvaro Cunqueiro; poemas en donde T.S. Eliot, Pound e incluso Paul Claudel están presentes. — Sí, estos poemas nacieron del La mitología recreada e inventada ­— Me gustaría que habláramos de algunos de estos personajes, mitad realidad, mitad ficción, mitad inventados. Saber realmente qué significan para Álvaro Cunqueiro nombres como los de Ginguiz, Paltiel, Dagha, Harold Doldwinson, Lord Dunsany, etcétera. — Eso es imposible. Poemas como “Eu son danae”, “Eu son Paltiel”, “Eu son Edipo”, etcétera, comenzaron a ser escritos para un futuro libro (nunca finalizado), que se llamaría Eu son. Había escrito muchísimos; también gran cantidad de epitafios, como algunos de los que aparecen en este volumen, pero desaparecieron, rotos por mis propias manos. — Hay otra serie de poemas incluidos en este primer tomo y publicados de manera unitaria por primera vez, que tienen una intención más trascen- sentimiento, de la conciencia de la vejez, del paso del tiempo, sobre la vida, las frustraciones y el destino. No sabría qué otros poetas están presentes aquí, pues a veces son operaciones inconscientes de la memoria del lector, pero, desde luego, Claudel, no. Me aburre enormemente. — En una narrativa como la española, que siempre ha tendido hacia lo realista, usted, junto con Perucho y muy pocos más, lleva desde siempre un camino diametralmente opuesto. — Perucho es un gran amigo mío y, además, soy un gran lector de él. 10 Con respecto a nuestras respectivas obras, hay una serie de similitudes, las cuales parten desde la propia invención de textos que no han existido jamás, y que nos sirven de apoyo para nuestras construcciones. También nuestras reminiscencias artúricas, bretonas, medievales… Pero quizá —como ya hablábamos antes— existe más humor en mis libros que en los de Perucho. Él de pronto, a veces, tiene la tendencia de hacer surgir su erudición como algo serio. La mía aparece como una pura broma, un divertimento. Eso corta bastante la narración y da la sensación de que tiene miedo a dejarse llevar por lo fantástico de su historia. A Bioy Casares le sucede lo mismo. En las Historias naturales de Perucho, sobre una cierta pretensión científica y, sin embargo, el libro es una delicia. En Perucho, además, hay una cierta influencia de Borges, que, en mí, —siendo también lector suyo—, no creo se perciba. Lo mío es contar por contar. El primer distraído y divertido soy yo. La aventura es lo que me interesa. En el fondo lo que hago yo siempre es un libro de caballerías. — Acaba de hablar de Borges, de Bioy Casares, pero usted tiene también muchas concomitancias con Italo Calvino, a pesar de que este escritor italiano pretende sacar de lo fantástico, referido a nuestro mundo, cierta fabulación, cierta moraleja, a través de lo contemporáneo. — Desde hace tiempo lo he venido leyendo y me interesa mucho. Pero es cierto lo que dice. Calvino generalmente engarza su narración con algún aspecto didáctico, por ejemplo, en El barón rampante, que, a la vez, me parece una de las más logradas narraciones de los últimos tiempos. Por el contrario, yo nunca he pretendido, ni pretendo, hacer nada de eso. Borges también intenta darle un sentido cientificista; él pretende que su narración se corresponda con un orden cuasimatemático, un orden físiconatural, que en mí no existe, pero que hay en Perucho. Cuando Salvador de Madariaga leyó, hace varios años, en Frankfurt, mi Vida y fugas de Fanto Fantini, le comentó a Vergés que no creía que alguna vez un español pudiera escribir un libro como éste. Lo mismo ha sucedido cuando mis obras se han traducido. Precisamente me acaba de llegar la traducción al checo de Un hombre que se parecía a Orestes. — Italo Calvino tiene dos largas narraUno de los muchos retratos que le hizo el ciones, El castillo de dibujante y periodista Siro los sentidos cruzados y La taberna de los destinos cruza- el Hamlet es una pieza clásica, pero dos, en los que el tarot es la mani- ¿por qué su dedicación a este género festación textual. ¿Usted, que es un fue tan esporádica y tan breve? gran conocedor de los muchos tarots — Es una estupidez escribir teatro existentes, no lo ha intentando hacer si no va a ser representado. Escribí alguna vez? A noite vai como un río porque me — Sobre las cartas estaríamos aseguraron que sería representada. hablando varios días sin parar. A El teatro no es para leerlo, sino para lo largo de mi vida escribí muchos verlo y oírlo sobre un escenario. En artículos e incluso prologué algunas Galicia la actividad teatral siempre esediciones de tarots, como el Sarry. tuvo postergada y, además, también el Las cartas consultadas en una de- tipo de teatro que yo hacía no estaba terminada dirección siempre dan muy de acuerdo con las corrientes de respuestas en esa dirección: amor, tipo social del momento. El Hamlet muerte, ausencias… Siempre tuve en fue otra cosa. Le había dado muchas mente escribir un libro en base a un vueltas a la tragedia de Shakeaspeare personaje de una echadora de cartas. y un día me vino a la cabeza una espeTengo el suficiente material reunido cie de revelación: el usurpador era el para poder comenzarlo en cualquier verdadero padre de Hamlet. Entonces momento. Las cartas, en general, todo encajaba mejor. También la reisiempre dicen la verdad, siempre na de Dinamarca, madre de Hamlet, encierran algo terrible. El general se procuraba una salvación de la De Gaulle, que era un empedernido venganza del hijo; de una venganza jugador, murió haciendo uno de los que a Hamlet se le había pedido o solitarios más difíciles. que el mismo había imaginado. Todo cuadraba: la muerte del padre y las bodas con la madre. Estábamos con Un nuevo Hamlet Edipo y con una de las formas más — Su actividad teatral se reduce famosas de las leyendas que se predia tres obras: O incerto señor don can del hombre. Entonces esta pieza Hamlet, A noite vai como un río y nace como una explicación más de Palabras de víspera. De todas ellas, un suceso llamado Hamlet. En 1970 11 —once años después— pude leer un libro publicado ese mismo año en Londres, The Neophiliacs, de Cristopher Booker. Éste me confirmaba mi descubrimiento y mi interpretación. En 1970, el novelista Carlos Rojas, en su obra Aquelarre, y a través de uno de sus personajes (Antonio Escuín), realizaba una puesta en práctica de mi interpretación. Rojas conocía mi don Hamlet cuando escribió su novela. También en esta pieza sospechaba de los orígenes vikingos de Hamlet. En la revista Grial Micaela Misiego publicó un ensayo muy documentado sobre el tema, en el que seguía al profesor Kemp Malone. En fin, mi Hamlet tiene como novedad todas esas interpretaciones, que luego, de una forma u otra, han sido confirmadas por los ensayistas. Años más tarde, después de estar escrita mi pieza, pude leer también Du mythe au roman, de Georges Dumezil, que también supuso otras confirmaciones definitivas a mis interpretaciones. — La saturación de información en la actualidad y la proliferación de una gran cantidad de noticias, ¿no empobrecen la capacidad fabuladora? — Por supuesto. Desconozco cuál va a ser el futuro de la literatura en esta época de profundos cambios. Yo la amo sobre todas las cosas y creo que se salvará. — ¿Opina lo mismo sobre el gallego? — Sí, también soy optimista; es el signo de identidad de nuestra Comunidad. Si él desaparece, este pueblo dejará de existir. Siempre he dicho que me gustaría ser recordado bajo este epitafio: “Aquí yace un hombre que, con su obra, hizo que Galicia viviera mil primaveras más”. Para ello continúo escribiendo a pesar de que tengo que mantener ciertas relaciones amorosas con una máquina. Para dentro de unos meses espero tener terminadas otro par de novelas: A taberna da Galiana es el título de una de ellas. Espero que aparezca el Día de las Letras Gallegas, y está en la línea de Las crónicas del Sochantre. César Antonio Molina (Periodista) Cunqueiro, Garcés y La Coruña M is primeros recuerdos de Álvaro Cunqueiro son de cuando yo era aún un niño. Aquel poeta, amigo de mi padre, era un hombre alto, corpulento, de cara ovalada y gafas redondas de pasta. De mi niñez recuerdo más los olores que los sonidos, pero algunos perduran con una fuerza enorme, entre ellos, los acordes previos al Diario Hablado de Radio Nacional de España, que sonaban a las diez de la noche, justo en el momento en que nos enviaban a la cama y la voz grave, muy peculiar de Álvaro Cunqueiro, una voz musical, con un fuerte acento gallego que destacaba más cuando hablaba en castellano. Lo mismo que recuerdo voces de cantantes o actores, si me concentro, oigo claramente la voz de Cunqueiro en sus conversaciones y en las explicaciones que en el recorrido por las Murallas de Lugo le dio a mi hermano Alberto, muy niño, en las que las Murallas se transformaban en un fuerte y las defensas romanas eran prácticamente de una película de indios y vaqueros. Todo con una magnífica imaginación y un narrar envolvente, cautivador, que incluso nos embelesaba a los niños. El primer artículo de los 18 que conservo de Miguel González Garcés sobre Cunqueiro fue publicado en mayo de 1952, con el título Cunqueiro siempre tuvo una relación muy especial con la ciudad coruñesa, donde ocupa lugares tan emblemáticos como esta estatua en la Plaza del Humor “Mondoñedo y la poesía de Álvaro Cunqueiro”. Por lo que parece, era la primera vez que mi padre iba a Mondoñedo, ciudad a la que acudió a realizar un peritaje caligráfico, y a la que posteriormente viajaría con frecuencia para este mismo fin. En algunas ocasiones fue con Ángel del Castillo, en un taxi con trasportines, en el que aparte del conductor, cabían seis personas. Eran unos viajes largos, duros, con infinidad de curvas y una frecuente niebla, a través de una carretera bordeada de abedules y retamas en flor y con fondo de valles suaves y espesos robledales. En Mondoñedo vivía recluido Cunqueiro. Eran épocas difíciles en lo económico y en lo literario y de esas dificultades no se libraba el mindoniense. A él se refiere Garcés destacando que más que conocedor, era vividor del medievo y añade que Cunqueiro adquiere toda la grandeza de su inmensidad lírica en Mondoñedo. La primera carta de Cunqueiro a Garcés está fechada en Mondoñedo el 27 de mayo de 1952 y en ella le agradece el artículo antes citado, le trata de usted, se refiere elogiosa- 13 mente a Verbo, de Eduardo Moreiras, y le invita a volver y entonces probará usted la canónica cocina mindoniense llevado de mi mano. Amén. Vivíamos en la calle Alameda, número 4. El amplio despacho de mi padre daba al Cantón Pequeño, frente a los Jardines de Méndez Núñez. De ese despacho recuerdo la mesa, una plegadera de marfil con puño de plata, un poliedro de cristal, los tres objetos heredados de mi abuelo, y una figura de barro negra, muy estilizada, que era Castelao. En su segunda carta del 25 de junio del mismo año acepta dar dos conferencias en la ACI. Todavía era presidente de esta Asociación Juan González Cebrián, arquitecto cordobés afincando en La Coruña desde hacía tiempo, amigo, compañero de charlas y vivencias de Miguel González Garcés hasta el fallecimiento de Juanito. En esta segunda carta refiriéndose al ya citado libro de Moreiras, dice: es un hermoso libro: la poesía o es portadora de luz o es un enorme fracaso. Es un libro luminoso, apasionado”... Ya me tarda verle a usted a la luz coruñesa. Escríbame. En la siguiente carta de julio de 1952 se concretan los días de las conferencias para el 19 y 29 de agosto, así como el título de ambas: Situación de la pintura, 1952 y Los cancioneros galaico portugueses: Viaje a las primaveras de antaño. Termina: Escríbame, quiero que seamos amigos”. En el encabezamiento de la carta de abril de 1953 aparece querido Miguel. Se dirige por primera vez de tú y firma Álvaro. Comenta: Recibí Isla de dos, maravilloso regalo, algo que, en la mano, la hace temblar y devuelve mi corazón —créeme, un fatigado corazón— a sueños antiguos y amorosas vacaciones. Gracias, muchas gracias. En el artículo del 28 de agosto de 1953, titulado Ante un homenaje de La Coruña a Cunqueiro, Garcés escribe: Muchas son las razones que se pudieran hallar para que celebremos al para mí más interesante poeta nacido en Galicia, pero creo que la raíz profunda del homenaje ahora señalado es preten- Cunqueiro fue siempre un entrañable y leal amigo de Miguel González Garcés. (Caricatura de Siro) der demostrar el agradecimiento de La Coruña por haber sido en ella donde Cunqueiro volvió a la periódica actividad y recomenzó a tallar el perfil de su obra constante. Inquieto viajero de curiosidad gallega, Cunqueiro regresó a Galicia para hallarse nuevamente a si mismo. Coincidiendo con el homenaje estuvo en El Portazgo. Comió allí y jugó al croquet. No resultó un buen jugador y tuvo grandes dificultades para pasar el alambre del medio. En carta de 18 de octubre Garcés le escribe a Cunqueiro: “Mucho te agradezco tu felicitación (se refiere al día de su santo, 29 de septiembre que no conservamos), aunque haya tardado en demostrártelo. Es la más original y bella que he recibido. Lo cual no es extraño”…. Mis hijos te recuerdan mucho. Para más detalles, el alambre de en medio o campana le llaman el Cunqueiro…. Recuerdan también y yo no lo oí, tu explicación sobre los pájaros y de cómo bebían una gota de rocío en el borde de la flor. Te cuento todo esto porque lo sintetizan diciendo : ¡que simpático es Cunqueiro!, ¿ verdad papá?. La frase no 14 es todo lo respetuosa que debiera (¡Teníamos Laura y yo nueve y siete años, respectivamente!), pero indica una de las mayores alabanzas que pueden hacerse de ti y de cualquier otro, por ejemplo de mi padre a quien también ocurría: Es un hombre a quien quieren los niños y, naturalmente, saben tu telegrama de memoria. En los años siguientes más cartas y artículos de Garcés y más cartas (casi todas ellas autógrafas) de Cunqueiro. El 5 de septiembre de 1955 se inauguró la Casa de la Cultura de La Coruña, que sería sede de Archivo Histórico de Galicia, la Biblioteca Pública del Estado y la Asociación Cultural Iberoamericana que hasta entonces estaba ubicada en la calle Emilia Pardo Bazán, que fue durante la presidencia de Cebrián y después de Miguel González Garcés la asociación de dinamización cultural más importante de La Coruña y quizá de Galicia. Manuel María, como otros muchos, tuvo siempre un reconocimiento de la labor de la ACI, que en cierto modo becaba a diferentes escritores mediante la contratación de sus conferencias a lo largo de sus años de funcionamiento. Cunqueiro vino múltiples veces a la ACI, como tantos otros, como el inolvidable Ramón Otero Pedrayo, que dejaba desbordar sus palabras en conferencias de un maravilloso barroquismo. Era muy alto y hablaba de pie, gesticulando con su mano derecha. De abril de 1960 es una preciosa carta que reproduzco en la que Cunqueiro El escrito gallego obtuvo en La Coruña un importante reconocimiento literario como fue el premio de los Juegos Florales en el otoño de 1960 bajo el lema “Somos vino y ¿quién nos bebe?” felicita a Garcés por la presidencia de la ACI y le ofrece dar una conferencia. El 24 de julio se le concede a Miguel González Garcés el primer premio Fernández Latorre. Era un hombre alegre, con un gran sentido del humor, pero pocas veces le he visto tan exultante como aquel día en el Portazgo. Cunqueiro le manda el mismo 24 un telegrama con el texto: Onorate l’altissimo poeta cordialísima felicitación abrazos Cunqueiro. Hace referencia a la frase que un personaje que se encuentra en el Infierno le dedica a Virgilio que camina con Dante (Divina Comedia IV-80). El lunes 12 de septiembre del mismo año se celebraron Los Juegos Florales de La Coruña, patrocinados por la ACI, en el Hotel Finisterre. El mantenedor fue Wenceslao Fernández Flórez. El jurado presidido por Miguel González Garcés y del que formaban parte, entre otros, Domingo García Sabell, resolvió dar LA FLOR NATURAL, FLOR DE ORO Y 5.000 PESETAS a Don Álvaro Cunqueiro, poeta y cronista oficial de Mondoñedo, por el poema presentado bajo el lema Somos vino y ¿quién nos bebe?. Premio para los poemas de tema libre en castellano y 2.000 pesetas a Don Manuel Álvarez Torneiro. Premio para los poemas de tema libre en gallego y 2.000 pesetas a Don Manuel María Fernández Teijeiro, por el poema presentado bajo el lema Omar Khayan. Un primer accesit a Don Leopoldo de Luís por su poema Tierra en Paz. Un segundo accésit a Don Manuel Alcántara por su poema El embar- cadero. Mención honorífica a Don Alfonso Gallego Vila y un accésit a Don Salvador García Bolaño por su poema Sempre cara ó ceo. Cunqueiro entra en la Real Academia Gallega el 21 de abril de 1961 en un acto celebrado en Mondoñedo. Más cartas y artículos. El 4 de marzo de 1969 almuerzo-homenaje a Álvaro Cunqueiro organizado por la ACI, que en su momento representa Don Hamlet en la plaza de toros. El 29 de septiembre de 1973 Cunqueiro manda un telegrama con felicitación y ruego de que Garcés dé el Pregón de Ferias y Fiestas de As San Lucas, en Mondoñedo. Después de las antologías de Garcés con profundo estudio de Cunqueiro llegan, en la primavera de 15 1980, las obras completas de Álvaro, que en su prólogo dice: Herba de aquí e acolá, monllo de poemas dos duas derradeiras décadas, recollidas no verán de 1979 pola man amiga do poeta Miguel González Garcés para formar un volume destinado a una colección coruñesa de poesía. El día 1 de marzo de 1981, el siguiente a la muerte de Álvaro Cunqueiro, Miguel González Garcés escribe en La Voz de Galicia: Cuando me enteré de la noticia, todavía en ese estado en que la conciencia se rebela en admitir el inexorable hecho, casi aún en sueños, he ido al Portazgo y en el lugar donde tiene él reposado, a la sombra del cerezo que tampoco ya existe, he plantado, en el día de su muerte, un rosal blanco. Carlos González Garcés Cambados y Mondoñedo, las dos patrias de Cunqueiro E l mago Merlín, el personaje de Alvaro Cunqueiro, le prestó un día a su fiel criado Felipe de Amancia un camino que había traído desde Bretaña enrolado en un canuto de hierro. Se llamaba el camino de Quita y Pon. Y con él, el criado viajó, en una sola jornada, a Trípoli de Antioquía, a Marsella, a través del camino francés a Compostela y de ahí a Miranda, las tierras del mago. En cierto modo, el propio Alvaro Cunqueiro tambien viajó, en su peripecia vital, por otro camino de Quita y Pon. Éste, el suyo, lo llevó por diversos lugares de la geografía galaica y española y tuvo paradas, siempre recurrentes, en las Tierras de Miranda y de O Salnés. Porque si es cierto, como él decía, que “a patria son a terra i os mortos”, Cunqueiro tuvo dos: Cambados, la villa fidalga y señorial, y Mondoñedo, la vieja y decadente ciudad episcopal. La primera fue la tierra de su padre, el farmaceútico Joaquín Cunqueiro Montenegro, y de sus abuelos, el abogado sin ejercicio y rentista cambadés, Carlos Cunqueiro Mariño de Lobera, y Carmen Montenegro Morfino, naturales de Vilagarcía de Arousa y A Póboa do Caramiñal, respectivamente. La segunda Imagen de Álvaro Cunqueiro como pregonero de la Festa do Albariño de Cambados, con Manuel Fraga como testigo fue la patria de la infancia del escritor y la tierra de su madre, Josefa Mora Moirón, oriunda de Riotorto, un concello de la antigua provincia de Mondoñedo. El origen cambadés emparentó a Cunqueiro, a través de la familia Montenegro, con otro escritor universal, Ramón del Valle Inclán, de quién era primo. Y lo convirtió en permanente enaltecedor de las tierras, de las gentes y de lo que acuñó, en afortunada frase, como “el príncipe dorado de los vinos gallegos”, el albariño de Cambados. Mondoñedo, en cambio, le proporcionó todo un universo literario, las Tierras de Miranda, en las que, como García Márquez con Macondo, situó el marco de su imaginación portentosa y de sus fascinantes criaturas. Doce hijos, cinco médicos El matrimonio de Carlos Cunqueiro y Carmen Montenegro tuvo doce hijos. Cinco estudiaron Medicina en Santiago de Compostela —aunque uno de ellos, el padre del escritor, cambió en el último curso la carrera de Medicina por la de Farmacia— y dos vivieron en Mondoñedo: José Cunqueiro Montenegro, que ejerció la medicina en la villa episcopal por poco tiempo, antes de trasladarse a Murcia, y Joaquín, el padre de Álvaro Cunqueiro, que regentó la “Farmacia 17 Moderna”. La familia Cunqueiro estuvo vinculada a la villa episcopal poco más de un siglo. El inicio de su estancia se remonta al verano del año de 1905, cuando el joven farmacéutico Joaquín Cunqueiro Montenegro llegó a la villa, procedente de Vegadeo (Asturias), para hacerse cargo de la polémica farmacia que habían abierto, un año antes, el médico forense Alejo Barja Alfonso, su hermano José, notario, y su cuñado José Alonso Parga, para hacer competencia al viejo boticario de la villa lucense, Domingo Martínez. Como los Barja no estaban en posesión de la titulación requerida para regentar el establecimiento, pusieron a su cargo, con un sueldo de dos pesetas diarias, al farmacéutico Valentín Piñeiro Pena, de treinta años de edad, que era natural de Santiago de Compostela. Pero, al poco de ser inaugurada la nueva farmacia, surgieron graves desavenencias entre éste y la familia propietaria. Así que Piñeiro Pena decidió abandonar la dirección del establecimiento, regresar a Santiago y poner a la venta todo lo que en el negocio le pertenecía. de la cárcel del Partido, al mismo tiempo que pretendía explotar ilegalmente una farmacia. Destacaban tambien que el traspaso era simulado y una burla con la que se defraudaban los derechos de Hacienda pues el valor real superaba las veinte mil pesetas. Y dudaban que el nuevo farmacéutico dispusiese del título profesional pues el joven Cunqueiro Monte- haber llegado a Mondoñedo, Joaquín Cunqueiro Montenegro se casó, en 1908, con Josefa Mora Moirón, una joven de 23 años originaria de Santa Marta de Meilán, en Riotorto, aunque nacida en Madrid. Tenía 31 años y se hallaba viudo de Purificación Blanco González. Había nacido en Cambados el 16 de enero de 1877, hijo de los citados Carlos Cun- Una farmacia polémica Así fue cómo el joven farmacéutico cambadés llegó a Mondoñedo: para hacerse cargo de la farmacia de los Barja, se supone que por la amistad contraída con alguno de sus miembros por su parte o por la de su hermano José. Lo cierto es que, en septiembre de 1905, ante el notario Basilio Verdía, Joaquín Cunqueiro compró a Valentín Piñeiro, por tres mil pesetas, los derechos que tenía en la botica. Pero los problemas del nuevo establecimiento sanitario no acabaron ahí. Los otros farmacéuticos de Mondoñedo criticaron enérgicamente esa venta, al considerar que lo transmitido tenía un valor mucho elevado del que se consignaba, y pidieron su cierre. En un escrito dirigido a las autoridades sanitarias, denunciaron que el propietario del local, Alejo Barja, cobrase sueldos —que calificaban de incompatibles— de la Diputación como médico de la Casa Inclusa y de encargado en la ciudad episcopal, en la que murió en 2006. Con ella desapareció de Mondoñedo —parodiando a García Márquez, tras cien años de soledad— la familia y el apellido Cunqueiro, tan querido, enraizado y respetado en la ciudad desde que el joven farmacéutico cambadés llegó a ella y adquirió fama de riguroso profesional, ameno erudito y persona próxima a la gente y a los vecinos. La última conexión que los Cunqueiro mantenían en la vieja Vallibria fue la vivienda de Carmen, que, a su muerte, fue vendida por uno de sus sobrinos. La madre de Valle Inclán y la abuela de Cunqueiro eran primas carnales El creador gallego encontró en Cambados un segundo paraíso en el que dar rienda suelta a su fantasía en un entorno de camaradería negro usaba las etiquetas del anterior... El pleito fue largo y arduo. Pero los Barja y el joven boticario lograron sus objetivos. Y Joaquín Cunqueiro acreditó que había obtenido el título de Licenciado en Farmacia en la Universidad de Santiago de Compostela, a los 23 años, en junio de 1900. Alcalde de Mondoñedo Tres años después de queiro Mariño y de Carmen Montenegro. El matrimonio tuvo cinco hijos: Carmen, Alvaro, Hernán José, Carlos y Joaquín. Sobrevivieron los tres primeros pues los dos últimos fallecieron a corta edad. Joaquín Cunqueiro fue alcalde de Mondoñedo en el periodo 1923-1924. Su mujer falleció en 1931 y él diez años después. De los tres hijos supervivientes —Carmen, Álvaro y Hernán José (Pepe)— sólo la primera continuó viviendo 18 Durante largo tiempo se especuló en el mundo literario con las relaciones de parentesco que mantenían entre sí Álvaro Cunqueiro y Ramón del Valle Inclán. Esas fabulaciones tenían como base una publicación —“Apuntaciones sobre Valle Inclán”— del periodista y abogado madrileño Antonio Carro Villacañas en la que sostenía que Cunqueiro fue, con Castelao, uno de los portadores del féretro de Valle Inclán en su entierro en Santiago, en vísperas de la Guerra Civil. Una anécdota que, por otra parte, no pudo ser documentada de modo fehaciente. Pero fue el propio Cunqueiro quién habló sobre su supuesto parentesco con Valle en un artículo publicado el 6 de diciembre de 1952 en FARO DE VIGO, periódico en el que primero Álvaro en un acto institucional cruzando la Plaza de la Catedral de Mondoñedo colaboró y después dirigió. Y sus palabras vinieron a dar visos de realidad a lo que era una hipótesis, un rumor, un <disque> largo tiempo extendido en el mundillo literario de postguerra. Un estudio genealógico En el texto periodístico, escribió así el escritor mindoniense: “Yo cruzaba bajo el sol, rapazuelo aún, aquella plaza del mercado yendo hacia la casa de mi tía abuela Concha Montenegro, donde una tarde, que se aposentó en mi imaginación para siempre, me encontré en la suave penumbra de la sala con mi señor tío don Ramón María del Valle Inclán con la gran barba de plata dormida, como una mañana, en el remanso de su pecho. Me hizo acercarme a él y posó su mano sobre mi cabeza mientras contaba no recuerdo qué historia familiar (…). ¿Llegaré yo a escribir algún día algo que conceda algún significado a aquella noble e incomparable mano sobre mi testa moza?”. Pero esa suposición del parentesco —basada en la coincidencia del apellido Montenegro entre ambos escritores pues era el segundo apellido del padre de Cunqueiro y el segundo también del propio Valle Inclán— dejó de ser una hipótesis para convertirse en un hecho científicamente probado tras el trabajo, recientemente publicado, de los estudiosos de Vigo y Tui, Grato Amor Moreno y José Sánchez de la Rocha, sobre las “Hidalguías del Fragoso y su legado heráldico”. Los Montenegro En él, estos genealogistas vigueses datan el origen del parentesco en la boda que contrajeron en Vigo María Dolores de Saco y Lira y Antonio de Montenegro y Sánchez. Un matrimonio que contó, en la línea hereditaria masculina, con un tataranieto llamado Ramón María del Valle Inclán y, en la femenina, con un bisnieto de nombre Álvaro Cunqueiro Mora. De tal manera que la abuela paterna de éste era prima carnal de la madre de Don Ramón. O, dicho de otra manera, la madre de Valle, Dolores Peña Montenegro, era prima de Carmen Montenegro Morfino, abuela de Cunqueiro y madre de los “cuatro médicos y pico” que tuvo con el abogado y rentista cambadés, Carlos Cunqueiro Marino de Lobera. Ambos escritores sabían de ese parentesco, aunque ninguno de los dos hiciera alarde de él. El propio Valle trataba como primo a José Cunqueiro Montenegro, el tío de Álvaro que ejerció la medicina en Murcia. Asi lo recordaba Antonio López, un compostelano que era 19 propietario de la papelería El Sol, de Madrid, en la que Valle acostumbraba a comprar los tacos de papel en los que escribía, en una entrevista publicada en El Correo Gallego el 5 de enero de 1986. En ella dice que el autor de Luces de Bohemia le preguntaba a menudo por las andanzas “de mi pariente José Cunqueiro”, el hermano del padre de Álvaro Cunqueiro que ejerció la medicina en Murcia y que era asiduo visitante de Compostela en la época estival… Hay otros muchos testimonios que acreditan esa relación familiar. Por ejemplo, que el propio Álvaro Cunqueiro remitió a Valle Inclán un ejemplar de su libro de 1933, Cantiga nova que se chama riveira, dedicado en gallego. O que Joaquín, el propio padre del mindoniense universal, conservaba en su domicilio los ejemplares de las Sonatas dedicados de puño y letra por Valle Inclán. Martín Fernández (Periodista) D urante moitos anos a Academia Galega viviu esquecida e ignorada por institucións políticas e sociais e mesmo pola sociedade á que quería servir. A indiferenza de aquí viuse compensada polo entusiasmo e respecto que espertou alén do mar onde os máis importantes rotativos da Habana daban noticia puntual das súas contadas aparicións públicas e onde se recibían con emoción as humildes entregas do dicionario académico. Nos últimos anos, afortunadamente, esta indiferenza histórica crebouse e a Academia ten presenza pública e goza dun prestixio social acadado moi especialmente na defensa da nosa cultura e, nomea- Cunqueiro na Real Academia Galega damente, da nosa lingua. Como consecuencia desta situación, recentemente conquistada son moitas as persoas que “aman odiar” esta institución con furia desmedida . Cada vez que se elixe un membro da Academia numerosas voces arremeten en contra da institución, que consideran fóra do mundo, anticuada, machista, endogámica e inxusta. Todo isto adoita vir seguido dunha extensa relación de nomes ilustres que non chegaron a estar na Academia entre os que en moitas ocasións, para maior escándalo público, aparece o nome de Ro- salía de Castro falecida, como sabemos en 1885, vinte e un anos antes da fundación da Academia. Esta actitude crítica, case sempre nobre e desinteresada, non deixa de ser, logo, unha mensaxe de que o camiño é longo pero estase a percorrer. Na época na que foi elixido Álvaro Cunqueiro, proposto o 4 de abril de 1960 por Ricardo Carballo Calero, Domingo García Sabell e Aquilino Iglesia Alvariño para cubrir a vacante de Ramón Cabanillas, a indiferenza social a respecto da Academia era total. Nin sequera a data da súa elec- 20 ción, o 23 de abril de 1961, ten eco na prensa da época a non ser no Faro de Vigo, xornal no que traballaba o propio escritor. Tardou o escritor de Mondoñedo dous anos en tomar posesión, superando todos os prazos legais que establecía daquela o regulamento da institución, ante a alarma do Presidente e da súa comisión executiva que cruzan numerosas cartas para que del Riego e Sabell medien ante Cunqueiro. Nun primeiro momento pensa en Vicente Risco para que lle conteste, pero ante a saúde crebada do profesor ourensán acaba encargándolle a contestación a Fernández del Riego. Atrásase tamén o ingreso polo falecemento da nai do alcalde de Mondoñedo, José Lorenzo García, que acaba convidando, por unanimidade da corporación municipal, a Academia a Mondoñedo. Respondendo a este convite do rexedor municipal, a toma de posesión de Ávaro Cunqueiro terá lugar en Mondoñedo, no Paraninfo do Real Seminario Conciliar Santa Catalina, o domingo 21 de abril de 1963. O día 20 xa se desprazan a Mondoñedo o Presidente, Sebastián Martínez Risco coa súa executiva, Francisco Vales Villamarín e Leandro Carré e Juan Naya como supervisor. Cunqueiro suxire por carta a posibilidade de facer unha ofrenda floral a Pascual Veiga, proposta deseguida aceptada pola Academia. En complicidade con del Riego reparten entre os asistentes ao acto un folleto que non deixa de ser unha homenaxe a Manuel Ledo Bermúdez, O Pallarego. Trátase do Cantar das curuxeiras, recollido no lugar así chamado preto de Mondoñedo. A Real Academia Galega na sesión académica na honra de Cunqueiro para conmemorar o centenario do nacemento do escritor, celebrada en Mondoñedo no pasado 21 de abril tamén repartiu unha reprodución deste díptico. O discurso de ingreso de Cunqueiro ten por título Algunhas imaxinacións sobre tesouros e consta, na súa versión orixinal mecanografada, de 26 folios numerados na parte superior dereita. Eran épocas de precariedade económica e a Academia non adoitaba publicar os discursos de recepción polo que no ano 1964 a editorial Galaxia, con prólogo de Rof Carballo e remate de Fernández del Riego, publica un libro titulado Tesouros novos e vellos que reproduce o texto titulado orixinariamente Algunhas imaxinacións sobre tesouros. Grupo Galaxia Lembremos, para explicármonos estas cuestións, que o denominado grupo Galaxia era maioritario e dominante na Academia na década dos sesenta. A vida de Cunqueiro na Academia non foi moi activa, abonda con sinalar que entre 1963 e 1973 soamente asistiu dúas veces aos plenarios preceptivos. 21 O resto das convocatorias delegou puntualmente o voto e representación no seu amigo Fernández del Riego. Nalgunha carta exculpatoria e amigable alegaba que a dirección e traballos do Faro de Vigo non lle deixaban acougo nin vagar. Non deixa de ser paradoxal que sendo Cunqueiro un auténtico home do periodismo, capaz de comentar e mesmo inventar a noticia, os seus mentores na Academia non alegaran como mérito, limitáronse á súa obra literaria, o seu máis importante e duradeiro traballo. De calquera xeito nunca esqueceremos que Cunqueiro foi e será o escritor das mil primaveras para a lingua e a cultura galegas. Xosé Luis Axeitos (Secretario da Real Academia Galega) A nadie se le escapa que Álvaro Cunqueiro es una de las plumas más brillantes de la literatura gallega y española, aparte de excelente gastrónomo. El escritor mindoniense, uno de los grandes dominadores del realismo mágico, viaja por Galicia y hace arte con la cocina, el paisaje y sus gentes, en definitiva, la idiosincrasia de la cultura gallega, llena de personalidad y tradición. A través de su prodigiosa escritura, Cunqueiro nos muestra el alma de la cocina y nos descubre el rico universo de la restauración de esta tierra, una de las más ricas y variadas del panorama gastronómico. Y no sólo eso. El escritor gallego fue precursor de la literatura enológica. Cuando todavía nadie escribía sobre el arte de degustar el vino, Álvaro Cunqueiro ya describía a los sumillers en sus obras: “Afilada nariz, mentón huidizo y ojos pequeños: son las características físicas de las familias de los catadores”. “Yo soy gastrónomo practicante en Que grande, rico e fermoso é o mundo el sentido de que me gusta comer, de que entiendo, que sé elegir un menú, de que distingo en la preparación de los platos, es decir, que soy un catador. Y además soy un gastrónomo practicante en el sentido de que me gusta cocinar“. Así se definía el propio Cunqueiro en una de sus últimas apariciones en televisión, aunque cabe destacar, que el instrumento gastronómico que mejor utilizó el autor fue su máquina de escribir. Por todo lo que significó Álvaro Cunqueiro para la literatura y la gastronomía gallega, es un honor para la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de A Coruña, que su escuela lleve su nombre: Escuela de Hostelería ÁLVARO CUNQUEIRO, uno de los más grandes novelistas del siglo XX y precursor de libros de cocina y guías de viajes. La Escuela de Hostelería de la Asociación Provincial lleva el nombre del gran divulgador de la gastronomía gallega 23 En esta escuela, intentamos mantener el espíritu del escritor gallego, transmitiendo a todos nuestros alumnos el respeto y amor por la cocina y por todos los rituales relacionados con ella. Basándonos en la filosofía cunqueiriana, desde la Asociación de Hostelería queremos fomentar el amor por el trabajo bien hecho al mismo tiempo que luchamos día a día por dignificar nuestro sector. Queremos que todos los alumnos de esta escuela cumplan con su sueño y como bien hizo Cunqueiro, unan con inteligencia el saber popular con los estudios más técnicos y científicos. Héctor Cañete del Campo (Presidente de la Confederación de Empresarios de Hostelería de Galicia) T Fabuloso fabulador en papel prensa enía dos armas que lo hacían imbatible en el duelo del folio. Una imaginación tan poderosa que liaba y desliaba mundos sin inmutarse. Le daba mil y una vueltas a las leyendas como si contar fuese de verdad un cuento de nunca acabar. Y su segunda escopeta era todavía más poderosa. Esas verdades inventadas o mentiras ciertas que escribía estaban moldeadas por bellísimas carambolas de palabras. Hablamos de Álvaro Cunqueiro que llevó su reinado en la prosa, la poesía y el teatro también a los periódicos. Hoy hay un columnista detrás de cada blog. Hay más columnistas que esas setas que nacen en el otoño gallego y que tanto apreciaba Álvaro Cunqueiro, bien condimentadas. Cada periódico tiene su cuadra. Y el inabarcable universo digital multiplica ese número hasta el infinito y más allá. Pero la calidad siempre asoma su cabeza. Y el magín del escritor de Mondoñedo que, este año está de aniversario, se eleva más poderoso que nunca. Sus artículos fueron publicados en numerosas cabeceras gallegas. Por supuesto, en el Faro de Vigo, donde ejerció de director, y conocidas fueron sus series de los años cincuenta en La Voz de Galicia. Si quedó claro que, con sus novelas encantadas, Álvaro Cunqueiro sin quererlo inventó un género literario, el realismo mágico, con sus artículos de periódico, el gallego fue Francisco Umbral mucho “S olo por ver desde lo alto a Mondoñedo entre el oro y el verde de octubre, y oír el rumor que sube de la feria, como el rumor del mar, merece la pena” Merlín y familia fue una de sus grandes recreaciones L evantaba con sus columnas toda una catedral de ensueños. Podría escribir sobre el diablo o sobre la caza 24 antes de que Umbral se convirtiese en referencia para el papel prensa. Así como el mismísimo Gabriel García Márquez reconoció que la escritura mágica de Cunqueiro le llevó a adentrarse en su narración ensoñadora de “Cien años de soledad”, sin los artículos dispersos y ocurrentes, sin patrón, de este mago de las palabras no habría crecido esa especie tan particular de la prensa como son los periodistas literarios. Sin un Álvaro Cunqueiro capaz de escribir de la feria de San Lucas unas líneas increíbles para empujar y embellecer la información de la página, no se explica que hoy existan quienes no pegan sus artículos a la escurridiza y febril actualidad T ambién fue maestro absoluto en el arte de escribir en los periódicos. Tenía amaestrada la palabra y crecida la imaginación y tratan de proporcionarle al lector un cáliz que le aporte algo más que el guión del día y su información. Reciten a Cunqueiro en La Voz de Galicia sobre la feria de su Mondoñedo natal, ciudad levítica donde las haya: “A la feria, en Mondoñedo. La cunca del valle de otoño, del oro y de la madurez del otoño, como una cunca de barro se llena de vino. Sólo por ver desde lo alto a Mondoñdo entre el oro y el verde de octubre, y oír el rumor que sube de la feria, como el rumor del mar, merece la pena”. Cunqueiro abrió la veda con sus piezas. Publicó artículos sobre leyendas, cómo no, sobre sus paseos por Galicia, sobre ferias y romerías, sobre personajes inventados, sobre exposiciones de arte, conciertos de música, o simplemente sus lecturas. En La Voz de Galicia decía cuáles eran sus lecturas del año en curso: “Kafka, Sterne, todo Valle-Inclán, el argentino Lugones, lecturas sin método, algunas a destiempo o contracorriente. Varias y confusas lecturas, tan cotidianas como el pan y El Consello da Cultura Galega y la Consellería de Cultura e Turismo organizaron una exposición sobre Cunqueiro en la Casa de la Parra el agua”. Y es que leer hay que leer siempre. La mente sin la lectura deja de ser liebre para convertirse en tortuga. Pero nada mejor que vuelvan a hablar los ejemplos para demostrar que Cunqueiro era único. Levantaba con sus columnas toda una catedral de ensueños. Podía escribir sobre el diablo o sobre la caza. En un artículo sobre los cazadores confesaba con gracia: “Yo estoy naturalmente con San Huberto, patrón de los cazadores, y ya tengo dicho que uno de los oficios que me hubiera gustado para mí —los otros dos son alfarero y barquero de un río remoto— es el de avisador de las cazas, que lo tenían en plantilla los conde de Flandes en las Ardenas. Iría yo con mi gorra encarnada con dos plumas, la librea blanca, con tres leones pasantes en la falda”. Y es que Cunqueiro era inagotable. Como lo fue en las novelas, lo era en los periódicos. Le bastaba un paseo por una villa para escribir unos folios con tinta imposible de borrar y olvidar. Así lo hizo con Noia, a la que dejó inmortalizaba en su verbo que cantaba como una fuente cristalina. Y al hablar de Noia calzaba una de sus digresiones que hacían sus artículos todavía más alucinantes. “La paloma tiene en Noya tanta luz para volar como aire. Es sabido que las palomas para volar necesitan a la vez aire y luz, al igual que el ruiseñor necesita aire, melancolía y luna”. Hasta de adivinador ejercía el mindoniense en la prensa. Así en La Voz de Galicia se adelanta a la noticia en el año 59 cuando corría marzo y dice: “Llueve. Llegó La Voz de Galicia a Mondoñedo, con un artí- 25 culo mío en el que yo pedía lluvia, a las once y media de la mañana, y a las doce ya el viento había saltado de norte a noroeste y a las cuatro de la tarde comenzó a nublarse el cielo y tuve que suspender mi paseo con Juan Álvarez de Mon, porque comenzó a llover, mansa y dulcemente. Ahora sopla Oeste, que aquí decimos vendaval, y corre fuerte y seguido y llueve continuo un agua fría... ¿Acaso yo dueño de los temporales? No debo creerlo. Pero ya no es la primera vez que pido sol y viene o pido lluvia y viene”. No sé si Álvaro Cunqueiro fue dueño de los temporales. Lo que fue es maestro absoluto también del arte de escribir en los periódicos. Tenía amaestrada la palabra y crecida la imaginación. No se necesita más. César Casal (Periodista) E llos, los coruñeses, dicen que en su ciudad nadie es forastero. Los forasteros –en la medida en que yo puedo considerarme forastero en alguna parte de Galicia-- , sospechamos, y decimos, que la Coruña es la dulzura de vivir. Esa mezcla de plácida alegría, de nostalgia satisfecha y de encuentro humano, que en las letras universales, desde el poeta du Bellay, tiene un nombre: “la doucer angevine”, la dulzura angevina. Con la cual en el alma preferimos a todos un paisaje soñado y recordado, en La Coruña el paisaje con la torre breogánica, con el mar de Riazor, con las galerías de la Marina, con el jardín de San Carlos, con las calles y pequeñas plazas de la ciudad vieja… y el todo envuelto en luz, en una luz que la ciudad tiene por propia, por redoma de cristal en la que se sumerge. Si los remotos y sonoros celtas veían desde la península de la Torre de Hércules una esmeralda verde posada en las olas, que era Irlanda, ¿no verían los gaélicos desde el extremo sur de su isla unas luces a mediodía, una hoguera, un brillar de labrado oro en el aire blanco, —los torques en las gargantas de suave y pálida piel de las princesas de antaño—?. Hija de la luz y del viento atlántico, la ciudad tiene una alegría de vivir contra la que no puede la aspereza de los tiempos. La Coruña concede al pasajero un dulce vagabundeo, y si hay ciudades en exceso reca- La dulzura Angevina La luz de la ciudad coruñesa siempre le llamó la atención y fue destacada por el genio mindoniense “Y doy unas vueltas sin objeto por la ciudad, unas vueltas que son como caricias, reconociéndola y reconociéndome” tadas, en las que uno sabe que anda por su casta piel, La Coruña se deja adentrar fácilmente, y no porque como toda ciudad no tenga secretos. Es, además, una ciudad a la que se escucha respirar, y el aliento perfumado lo encuentra en la taza de vino que bebes en una de sus mil tascas, en las rosas que iluminan sus jardines, en el sol que pasa sus lentos dedos dorados por los cristales de las galerías, en la hermosa mujer que pasa sonriente, en la piedra románica de Santa María do Campo y de la iglesia de Santiago. Lograr todo esto, ha precisado mucho tiempo, más de dos mil años. Que no se le note a la espléndida juventud de la ciudad, eso es otra cosa, como no se le notan a Cádiz sus tres mil años, que parece que los pasó bailando. La Coruña ha pasado sus dos mil quinientos, o más, oreándose en la brisa del Océano, contando olas marinas, saludando naves desde los días fenicios a los recientes petroleros, recogiéndole la majestuosa cola a su traje real al Atlántico para hacer 27 con ella la dulce bahía que oponer al mar bravío de Riazor, ese mar que le ha hecho al solar coruñés una fina cintura. Todos los días son buenos para buscar la “dulzura angevina”. Yo la encuentro en la Coruña, siempre que voy. Y doy unas vueltas sin objeto por la ciudad, unas vueltas que son como caricias, reconociéndola y reconociéndome. Porque vivir en La Coruña forma parte de un sueño. Vivir en la luz, entre pacíficos humanos, en un lugar en el que los siglos han enseñado el arte de la vecindad amistosa. A lo mejor, Ulises, navegando hacia Ítaca, se quedaba aquí, apaciguada la eterna nostalgia. Alvaro Cunqueiro (Publicado en la revista LA CORUÑA, PARAÍSO DEL TURISMO, 1972) La actividad como director de Faro de Vigo la compaginó con multitud de conferencias por los cuatro rincones de Galicia pregonando “Mil primaveras máis” para la tierra que le vio nacer H ace ya más de medio siglo, concretamente el 4 de junio de 1961, los lectores de Faro de Vigo comentaron el breve artículo que aparecía en contraportada con el nombre de El envés y firmado con la inicial C. Los avezados pronto advirtieron las dos novedades, conocedores de todos los columnistas del periódico, entre los que estaban Castroviejo, Celso Emilio Ferreiro, Del Riego, los hermanos Álvarez Blázquez y los patriarcas, Otero Pedrayo y Vicente Risco. Como si se tratara de un sencillo jeroglífico, a ninguno se le escapó que la inicial correspondía al apellido de Cunqueiro. Por el estilo, por el tema, por el lenguaje, Los príncipes de Loos, como se titulaba la Con el primer “envés”, Cunqueiro llega a Vigo columna, era suya. Hacía varios días que Cunqueiro no firmaba en Faro de Vigo. El último artículo databa del 28 de mayo y se titulaba Viajando con el trueno, de la sección La ventana, que había estrenado el año anterior. El envés, que escribirá casi a diario hasta diciembre de 1964, cuando es nombrado director en funciones de Faro de Vigo —después lo hará de forma más espaciada—, es la serie periodística más conocida de Álvaro Cunqueiro, y la que acumula mayor número de artículos, cerca de dos mil. Será la definitiva, ya que dura hasta seis días antes de su fallecimiento. Aunque Cunqueiro solía comentar los entresijos de sus secciones periodísticas —cinco utiliza en Faro de Vigo desde que el periódico le rescató en 1950, cuando tenía prohibido firmar con su nombre—, es sobre El envés sobre la que más teoriza. Unas veces trata de la actualidad, otras de asuntos trascendentes o digresiones eruditas. Oscila entre la mitología clásica, el mundo artúrico, la teología, las leyendas, el esoterismo y las culturas lejanas. Montse Mera Fernández, que ha realizado un apreciable estudio sobre El envés como columna 29 original en la prensa española, explica: Cunqueiro ve otra actualidad porque lo que le interesa es el envés de las noticias que cada día facilitan los medios de comunicación o, lo que es lo mismo, la otra cara de la actualidad. Estrena El envés coincidiendo con su mudanza a Vigo. La nueva sección es el primer signo de su presencia en la ciudad. No hay noticia cierta de cuándo se instaló en Vigo, un acontecimiento poco remarcado, por cuanto va a significar. Su vecindad imprimirá una impronta cultural a la ciudad hasta entonces inédita. Lo apunta con clarividencia Enrique Lorenzo, el prócer vigués de la década, en la fiesta de la Reconquista de 1962, que pregona Cunqueiro —pregón del mar de Vigo—, cuando dijo que tenerle de vecino honraba y prestigiaba a una ciudad. Aunque algunos biógrafos fijan los meses de septiembre-octubre como los del traslado, lo probable es que hubiese comenzado a mudarse en junio. Lo avalan dos datos: es el mes en el que comienza a firmar a diario El envés, cuando hasta ahora escribía dos o tres artículos mensuales. Además, en los ejemplares de estas semanas aparecen otros escritos suyos, con o sin firma, lo que significa que en junio ya figura en la plantilla laboral de Faro de Vigo. La vida de Cunqueiro ha estado marcada por dos ciudades, Mondoñedo, donde nace y reposa, y Vigo, donde reside y muere. En aquella pasó los primeros veinticinco años de su vida, y quince de confinamiento (1946-1961). En Vigo habitó veinte años, los de su espléndida madurez (19611981), a los que hay que sumar otros tantos meses de iniciación al periodismo, en plena Guerra Civil, en El Pueblo Gallego. A Vigo llegó por casualidad o porque estaba predestinado. Conocía y había vivido intensamente Santiago, en sus años de estudiante. Conocía bien Lugo, su capital provincial, y ya se sabe del cariño de los gallegos por sus provincias, especialmente los lucenses y ourensanos. Vigo no figuraba en sus preferencias de juventud, pero desde que la conoció, no quiso vivir en otro lugar. Hay dos Vigos en Cunqueiro, el imaginado, fruto de su estancia de juventud en la ciudad, y el que comienza a vivir a partir de los años sesenta, cuando fija su residencia. Por eso se advierten dos sensibilidades cuando escribe sobre Vigo, ya sean del periodo imaginado y vislumbrado, o de la etapa en la que vive, goza y siente pero también padece, con su espléndida belleza natural, pero con sus deficiencias urbanísticas, industriales, políticas y de comunicaciones. No hay un solo Vigo o un Vigo unívoco, sino un 30 Vigo percibido de manera diferente, desde la nostalgia y desde la vivencia. Un Vigo diferenciado por el paso del tiempo. Pero en ambos casos, Vigo es para Cunqueiro la mejor ciudad para estar y para crear. Por la propia ciudad y por las gentes que la pueblan, entre los que se encuentran sus mejores amigos. En Vigo dio forma a lo mejor de su obra periodística y literaria —dedicó las vacaciones estivales del 68, cuando dirigía Faro de Vigo, a contemplar la bahía y a escribir Un hombre que se parecía a Orestes, que gana el Nadal de ese año—, recibió el cariño de la ciudad, que lo homenajeó e imprimió su nombre en el rótulo de una calle y puso una placa en la casa que habitó. En Vigo está el mar de Martín Códax que tanto le iluminaba y el Faro de Vigo, el periódico al que estuvo unido la mitad de su vida (1950–1981), que timoneó durante un lustro y le ancló para siempre en sus aguas. El simbolismo de Faro de Vigo en relación a Vigo, la simbiosis entre el periódico y la ciudad que le da el nombre, se transmuta a Cunqueiro. Aunque no sea correcto el silogismo, permítasenos usarlo: Si Vigo es Faro y Faro es Cunqueiro, Cunqueiro es Vigo, al menos desde que llegó a lomos de El envés. Toda su potencia estética y creadora podría haberse desarrollado en otro lugar y en otro periódico. Pero eligió el Faro de Vigo y habitó en Vigo. Ceferino de Blas (Consejero Director General de Faro de Vigo) El milagro de la luz coruñesa A demás de dejar escritas las que probablemente sean las narraciones de mayor altura de la literatura gallega, Álvaro Cunqueiro cultivó géneros que otros quizás podrían considerar menores, como la prosa gastronómica, probando que el talento para juntar palabras que nunca antes habían estado juntas se puede alcanzar no sólo en el poema depurado, sino también, y de ahí lo asombroso de su obra, al transcribir con estilo una humilde receta. También dentro de ese apartado de prosas teóricamente marginales se encuentran, según los estrechos cánones académicos, sus guías y cuadernos de viaje, que publicó durante los años del llamado boom turístico español, y que son hoy en día piezas codiciadas por libreros de viejo, bibliófilos y otros sibaritas. Además de su conocido (e impagable) itinerario por la provincia de Lugo (Everest), dio Cunqueiro a la imprenta varias obras generales sobre Galicia, en las que recorre minuciosamente las calles y el paisaje humano de A Coruña. En 1967 se encargó, por ejemplo, de componer el número 12 de la serie Rutas por España, volumen dedicado a las cuatro provincias gallegas donde topamos con la descripción que el escritor nos regala de la ciudad. Por supuesto, tras el trámite de unos primeros párrafos de orientación y tanteo, Cunqueiro no puede resistir la tentación y pone en marcha de inmediato el manubrio imparable de su cerebro: “Su faro es famoso en Ptolomeo y Paulo Osorio, y en las ruinas del Leabhar Gabhala. Se le llama de Hércules, pero la imaginación gaélica quiere que lo haya levantado el viejo rey Breogán, cuyas barbas llegaban al mar. Se asegura que, desde las torres, en las claras mañanas, se puede ver en la lejanía una verde esmeralda posada en las olas. Es Irlanda, la verde Erin. Debe el viajero intentar suerte, cuando el Sur pone espejos en el aire. En el milagro de la luz coruñesa, todo es posible”. Y, sin abandonar la península de la Torre, añade: “Es un buen lugar para oírle al viento atlántico cantar su canción”. Lo que más fascina de A Coruña al escritor de Mondoñedo es, precisamente, esa luz milagrosa que lo pinta todo. “Acaso de este estar La Coruña entre dos mares venga esa luz tan suya, abierta y delgada, que se posa vivazmente sobre toda cosa, sobre los jardines donde florece el tulipán o en las galerías de la Marina. La Coruña está construida con luz, además de estarlo con piedra y cristal”, apunta el prodigioso narrador lucense. El autor de Escola de La luz coruñesa puede seguir inspirando a la escultura que representa a Cunqueiro menciñeiros insiste en la clave lumínica: “El viajero tiene que habituarse a esta claridad celeste, a este espejo de mil cambiantes reflejos” y obsequia al lector avispado tema y título para un libro: “Está por escribir la Guía de la luz coruñesa, que no es la misma en la Alameda y en los jardines de Méndez Núñez que en la Colegiata”. Seguramente al maestro le hubiera gustado escribir él mismo ese libro apenas esbozado en sus neuronas, porque hay que tener en cuenta que 32 Cunqueiro prácticamente soñó tanta (o quizás más) literatura como la que dejó escrita. Basta recordar simplemente aquel título impagable, Cinza na manga dun vello, de uno de esos libros que nos anunció pero que ya nunca pudo llegar a teclear. Porque Cunqueiro era un gigante hasta soñando sus libros inexistentes. Sugiere luego al visitante que deambule por la Marina y desde allí suba al jardín de San Carlos, donde yacen los restos de sir “El coruñés es un tipo humano de gran calidad, cordial, abierto, generoso, decididor...” John Moore, y allí recuerda, claro, a lady Stanhope, “su amante, que lo acompañó en sus batallas y, cuando el héroe murió, se refugió con el dolor romántico en Siria, en Hama la melodiosa, a oír correr el agua, aspirar perfume, comprar sueños a los ciegos y devanar la madeja de la nostalgia”. Cunqueiro, por supuesto, cree en el más allá y sostiene que “a veces en el jardín de San Carlos hay una pequeña neblina blanquecina que vaga pegada a los senderos arenosos. Es lady Stanhope que vuelve. No pisarla. El Viajero atento y respetuoso puede asistir al gran encuentro”. Abandona la Ciudad Vieja y baja al hormiguero humano del centro, donde se palpa con la mirada la entrañable vida de la urbe. “La Coruña —apostilla— tiene una calle que se llama la calle Real. Como por el puente de Aviñón, todo el mundo pasa por ella. Es el ágora de La Coruña y el nativo y el forastero agora cantan allí. Es paseo, tertulia, descanso en las vidrieras y terrazas de las sociedades de recreo. Es algo más que una calle, es la sala de visita de La Coruña”. Se va entonces el fabulador a escrutar de nuevo el Atlántico. A escucharlo, a olerlo y a escribirlo. “El visitante de La Coruña ha de dedicar una larga hora a la contemplación del Orzán. Ha de ir a ver al gran océano llegar a la tierra con sus sonoros caballos cubiertos de espuma, como en la gracia del antiguo mito poseidónico”, anota en su personal e intransferible inventario de la ciudad. Gourmet convicto y confeso, Álvaro Cunqueiro halla en A Coruña una especie de paraíso culinario, caído a la Tierra, como si de un platillo volante se tratase, sobre la calle de los Olmos, donde “hay en los escaparates bodegones que no soñaron los maestros holandeses, ricos de formas y colores: centollas, percebes, almejas, ostras, langostas, bogavantes, la merluza, el rodaballo, el salmonete...”. Y así hasta el infinito. El gran prosista gastronómico, que convirtió su famoso recetario en uno de los primeros best-sellers de las letras gallegas, asegura en su catálogo turístico que “en varios lugares de esa calle es, sin disputa, donde mejor puede el viajero catar algunas de las excelencias de la cocina galaica”. Cierra el capítulo de avisos para navegantes con la recomendación de ejercer uno de los artes locales: el aperitivo: “Entre los solaces coruñeses está la hora de tomar la taza de ribeiro en los mil bares de estas calles, antes del almuerzo y a la caída de la tarde”. ¿Y las gentes? Álvaro Cunqueiro elogia sin 34 rodeos el carácter de la ciudad: “La Coruña es alegre de vivir, y nadie sabe ser forastero en la ciudad, como dice con verdad el slogan de los carteles municipales. El coruñés es un tipo humano de gran calidad, cordial, abierto, generoso, decididor...”. Para esbozar luego un piropo a las mujeres locales. “No podemos pasar sin hacer el elogio de la fina, gentil, hermosa mujer coruñesa, cuya sonrisa es una luz más en el aire de Marineda”, anota el poeta. Acaba ahí el periplo de Álvaro Cunqueiro por nuestra ciudad, tal y como la describió en 1967. Pero no su peregrinaje literario, que remata con un colofón donde abundan los adjetivos y la prosa soberbia del narrador: “Se necesitan pocas horas para sentirse encantar por el ambiente de La Coruña y no bastarán siglos para olvidarlo, como no bastan para agotar los lentos y ociosos paseos por la ciudad, en las siempre cambiantes horas de la inmensa claridad atlántica. Ya dijimos que La Coruña estaba hecha con luz y con cristales. También está hecha con mar y con viento. Estancia atlántica prodigiosamente iluminada, quien desembarcara en ella sin saber en dónde, creyera estar en Avalón o en Tirnagoge, en esas islas navegantes que la imaginación celta puso en medio del océano fértil en peces. Desde cualquier lugar de La Coruña, como en el verso de Swinburne, se pueden ver los pies del viento brillar a lo largo del mar”. Luis Pousa (Periodista) E s posible que, a fuerza de usarlas, haya expresiones en principio afortunadas que, más con el abuso que con el uso, van perdiendo poco a poco su valor original; esto podría ocurrir con la de “gallego universal”; pero de lo que no cabe duda es de que uno de esos “gallegos universales”, y uno de los más gallegos y más universales al mismo tiempo, sea don Álvaro Cunqueiro, cuya galleguidad está fuera de toda discusión y cuya universalidad se extiende tanto en el sentido espacial, geográfico, como en el temporal: no hay nada, en el espacio o en el tiempo, que haya sido ajeno a la obra del genial escritor mindoniense. Allí, en esa ciudad episcopal, nació Cunqueiro con el invierno de 1911, el 22 de diciembre. Su padre, Joaquín Cunqueiro, era farmacéutico; mejor diríamos boticario. El joven Álvaro pasó mucho tiempo en la rebotica paterna, como andando el tiempo lo pasaría en la barbería de Manuel Ledo Bermúdez, El Pallarego; por entonces, tanto reboticas como barberías eran lugares ilustrados, propicios a la tertulia, auténticos centros culturales, de los que Cunqueiro supo sacar mucho partido, junto a sus ya entonces numerosas lecturas. Tras estudiar bachillerato en Lugo, accede a la Universidad de Santiago a los 16 años, en 1927, matriculado como alumno libre en la Facultad de Filosofía y Letras, seguramente la ideal para un joven ávido de completar una espléndida formación humanista. Compartió pensión con su amigo Ánxel Fole, al que había conocido en el Instituto General y Técnico de Lugo. No queda constancia de si fue un asiduo asistente a las aulas universitarias, pero sí de que pronto participó, con el propio Fole y con gentes de la altura de Torrente Ballester o Colmeiro en las tertulias del “Derby” y del “Español”. Tenemos así al joven Cunqueiro en el siempre enriquecedor mundo de la tertulia. Pocos años después, en 1932, publicó su primer libro de poesía, “Mar Cunqueiro, de la erudición a la magia En el barrio de Elviña se recuerda al genial Cunqueiro, el que le regaló mil primaveras de Galicia ao Norde”, en la colección de la emblemática editorial “Nós” y con dibujos de Luis Seoane. Cunqueiro siempre escribió sus poemas en gallego. Por esa época inició también sus incontables colaboraciones periodísticas. Bien pronto empezó a coleccionar premios, con el Gil Vicente, de poesía, para su “Cantiga nova que se chama ribeira”. Por entonces participó activamente, tanto como orador como en su faceta de articulista, en la campaña a favor del Estatuto de Galicia. Es una época importante; Cunqueiro viaja a Barcelona, da su primera conferencia (en la Reunión de Artesanos de A Coruña, en 1933), y comienza su larga vida periodística colaborando en “El Pueblo Gallego” de Vigo. En julio de 1936 muestra, en principio, su rechazo al golpe militar; pero vuelve pronto a Mondoñedo. Hay que recordar que Cunqueiro, entonces, estaba vinculado al Partido Galeguista y a la O.R.G.A. (Organización Republicana Gallega Autónoma). Inscrito en el Registro General de Periodistas en 36 1938, colabora en diversas publicaciones del nuevo régimen y mantiene su actividad en el diario vigués, ahora dirigido no ya por Portela Valladares, sino por Jesús Suevos. De ahí se trastada a San Sebastián (para “La Voz de España”) y, en 1939, a Madrid, donde se incorpora a la redacción de ABC. En 1944 le fue retirado el carné de periodista, tras cierto incidente en el que estuvo involucrada la Embajada francesa. Por fin decide volver a Galicia, y colabora en “La Noche” de Santiago, “El Progreso” de Lugo, “La Región” de Ourense, “La Voz de Galicia” de A Coruña... En 1961 pasa de ser colaborador habitual de “Faro de Vigo” a redactor; luego será subdirector y, en 1965, accede a la dirección del diario vigués. Una larga trayectoria como articulista prologa su actividad literaria más conocida, sus grandes novelas: “Merlín e familia e outras historias” (1955), “As crónicas do sochantre” (1956), con el que ganó el Premio de la Crítica en 1959, premio que volvería a obte- ner en 1979 con “Os outros feirantes”, especie de ampliación de “Xente de aquí e acolá”. “Se o vello Sinbad volvese ás illas”(1961), todas ellas en gallego, y “Las mocedades de Ulises” (1961), “Un hombre que se parecía a Orestes” (1969), que le valió el Premio Nadal, y otras, en castellano. En 1958 publicó una pieza dramática: “O incerto señor Don Hamlet, príncipe de Dinamarca”; también salió a la luz, en autoría compartida con José María Castroviejo, el “Teatro venatorio y coquinario galleEn los últimos años el genial escritor recibió multitud go”, luego editado de homenajes por Austral como “Viaje por los montes y chimeneas mente en él, y eso lo hizo don Álvaro. de Galicia”. Ingresó en la Real Aca- Se le ha considerado precursor del demia Galega en 1964. Ya al final de realismo fantástico; habrá que aceptar su vida, en 1980, fue investido doctor que ésa, la combinación de la realihonoris causa por la Universidad de dad y la fantasía, es la característica Santiago. Murió el sábado de En- fundamental de su obra. Cunqueiro troido de 1981, el 28 de febrero, tras fabulaba, sí; pero lo hacía partiendo una larga enfermedad. Dejó dicho de unos conocimientos vastísimos, que en su epitafio le gustaría que de una erudición enciclopédica. Es, rezase: “aquí xace alguén que coa ciertamente, difícil separar lo real de sua obra fixo que Galicia durase mil lo fabuloso en la obra de Cunqueiro; no sabemos hasta dónde es aplicaprimaveras máis”. Es imposible hablar de la obra lite- ción directa de sus conocimientos ni raria de Cunqueiro sin tener en cuenta desde dónde se debe a su inmensa dos de sus principales características: capacidad creativa, fabuladora. En su gran capacidad de fabulación, de todo caso, es una de las principales un lado, y su inmensa erudición, de figuras literarias gallegas, en ambos otro. Las dos juntas fueron las respon- idiomas, del siglo XX. sables de la amplitud y calidad de su obra. Cunqueiro fue un hombre cultísimo, capaz de fabricarse un mundo propio, cosa que, en cierto modo, está al alcance de muchos; lo que ya no es nada sencillo es, una vez creado ese mundo, instalarse y vivir permanente- Cunqueiro amaba la buena mesa: “en la cocina es donde el hombre pone más imaginación, tanta como en el amor... y muchísima más que en la política”, escribió. Es muy conocida su faceta de escritor gastronómico, cuyas obras fundamentales fueron, 38 con la obra ya citada realizada con Castroviejo, “A cociña galega” (1973) y, sobre todo, “La cocina cristiana de Occidente” (1969), donde sí que se pone de manifiesto de un modo clarísimo esa combinación de erudición y fabulación, ese incierto linde entre documentación y creación propia que hace que sea muy difícil usar a Cunqueiro como fuente cuando de investigar se trata. De todos modos, esta última obra es considerada a menudo una de las más importantes de la literatura gastronómica española, junto con la de otro gallego, “La casa de Lúculo”, de Julio Camba, y “El que hem menjat” del ampurdanés Josep Pla. Cunqueiro amó la buena cocina, pero muy especialmente la cocina de su tierra, la cocina gallega... y los vinos gallegos. A Cunqueiro le gustaban especialmente los vinos de Galicia: “eu podía darlle unha volta ao país coa taza cunca do meu apelido na man”, escribió. Nunca dudó en ponerlos, al menos por escrito, a la altura de los grandes vinos del universo, como cuando, al hablar del Amandi, lo comparaba con “as pálidas violetas do Medoc...” Leyéndolo, da la impresión de que le valía casi todo, ya que se mostraba tan entusiasta ante un plato de pulpo á feira y un vino de Barrantes como ante una becada trufada y un Chambertin borgoñón. El hecho es que, si en la obra literaria de Cunqueiro se puede hablar con razón de “realismo mágico”, en su obra gastronómica es igualmente fácil hacerlo de “cocina mágica”, leyendo sus descripciones de las cocinas bizantinas o de las de los grandes monasterios europeos de la Edad Media. Así será, sin duda; pero hasta eso hay que agradecerle a don Álvaro: que haya sido capaz de poner una buena dosis de magia —qué otra cosa cabría esperar de quien fue la mismísima reencarnación de Merlín— en las vidas de quienes lo leemos con placer una y otra vez. Sí: Cunqueiro regaló a Galicia, y a la cocina gallega, sus buenas mil primaveras. Cristino Álvarez (Periodista)