1 Aromas del Alma Poesías de Ramón de Santiago Publicadas, é inéditas, desde 1848 á 1904 Empezadas a coleccionar el año 1871 en Montevideo Tomo 1º 1848 a 1859 Carátula del manuscrito de la que se puede deducir que el autor comenzó a organizar su obra próximo al final de su vida, recuperando desde 1871 algunas piezas sueltas anteriores, entre las que se encontraría Cabarí. Ignoramos si este poema fue publicado en la prensa [Nota del E.] 2 CABARÍ Trascripción paleográfica y cuidado de la edición de Alejandro Gortázar 1 El año mil setecientos Y siete de nuestra era Veloz pasaba, dejando Sobre la Uruguaya tierra Muchos recuerdos sangrientos y una hermosa primavera, que el Paraná y Uruguay, Donde más juntos serpean, colmaba de verdes hojas, De arbustos y enredaderas, Derramando entre sus bosques, En sus aguas y en sus sendas, En sus islas y en su cielo Nubes de ricas esencias Y de pájaros cantores, Y mil claridades bellas. En una hermosa mañana De diciembre, tan serena Que escucharse parecía Sobre las altas palmeras Los besos de la luz pura, Y de tal esplendor llena que á sus rayos se apagaban La esmeralda de la yerba Y hasta el azul de los cielos, Siguiendo una angosta senda, Que hacia el Paraná conduce, Y entre su bosque se enreda, Marchaba un indio gallardo Que en lo ágil de sus piernas, De su andar en la cautela, Y de sus vivaces ojos En las miradas atentas, El deseo bien se mira De que nadie allí lo vea. De pronto detiene el paso, 3 Alza la altiva cabeza, Mira entorno suyo, y luego, Como se oculta en la espesa [H]ojarasca el tigre fiero, Desapareció en la selva. Irguió entonces su alto cuerpo, Sacudió su cabellera E imitando el ronco grito Del Chajá,1 siguió la senda Bajo las gigantes copas De ñandubais y palmeras, De urundais y vívaroes, Donde bandadas inmensas De loros y guacamayos Lanzaban su charla eterna. No su marcha interrumpían, Siempre segura, altanera, Ni el jaguar2 que entre las matas Agazapado lo acecha, Ni el leon que ruge airado Celoso junto á su hembra, Ni el silvar de la serpiente, Ni la gigantezca boa que de las palmas se enreda Y en anillos formidables Del suelo á las copas llega, Ni el cascabel aterrante De la Uguayapí, 3 certera Para dejar en sus saltos Pronta herida que envenena. Como el rey de aquellos bosques Nada lo admira ni arredra, Y á su alrededor, parece Que todo a su vista plega. Al llegar a un descampado Que circunda por do quiera Muralla de espeso monte, Paróse, lanzó con fuerza De nuevo el potente grito Del Chajá, y calló la selva; Pero en el instante mismo Por todos lados y a priesa Esbeltos indios salieron Armados de arcos y flechas, De macanas y de picas Y de arrojadizas piedras, 1 Especie de pato volador. [Esta y las siguientes notas, salvo expresa indicación en contrario, corresponden al autor del poema]. 2 Tigre feroz. 3 Vivora de cascabel. 4 Y rodeando respetuosos al que la señal hiciera, Sus palabras esperaban con anhelo y reverencia. –Todo está pronto Charruas Para la venganza cierta,– Empezó el recien llegado, Pero interrumpió su arenga grito de gozo salvage que estremeció la arboleda. –Todo está pronto, prosigue, Y ha de ser grande y sangrienta. Son ya nuestros aliados Los Yarós que en la sorpresa Temibles son, pues se arrastran Vivos como las culebras; Los Bohanes atrevidos Hábiles en la pelea En la retirada astutos, Y el Minuano que no ceja Ni al número ni a las armas, que mata, destruye, incendia, Y cuanta mas sangre vierte Mas sus coleras aumentan. Solos quedan los traidores, Esos guaranies, que mengua Son de las tribus valientes Que poblaban estas tierras. Mañana al romper el día Y antes que el tuyú4 en la selva Con su canto lo salude, Llegaran por varias sendas Esos bravos aliados que la libertad desean, Para reunirse en el sitio De la altísima palmera Y elegir el gefe digno De la deseada empresa.– No bien concluido había De hablar el indio, tremenda voz unida de mil bocas que repercutió en la tierra, El nombre de Cabarí Levantó sobre la selva, Y cien veces repetido, Y siempre con más violencia, Cual el trueno se dilata Desde el valle hasta la sierra 4 Pájaro de dulce canto, muy madrugador. 5 Y desde la sierra al valle, Resonó por las cuchillas Por los montes y laderas. 2 Un valle estenso, umbroso, circuido De gigantezcos bosques al Oriente, Y del gran Paraná por los raudales Y sus añosas selvas á Occidente, Era el lugar que Cabarí indicára Como sita de unión a los guerreros Indomables y bravos, que ni un punto Dobláran su cerviz a los Iberos, Y conservando en sus salvages almas El belicoso ardor de sus mayores, Por su adorada libertad querian Exterminar á blancos y traidores, Para volver a ser los libres dueños Del Uruguay, del Paraná y el Plata, De sus verdes cuchillas y llanuras Do eterna primavera se retrata. De alegre verde se tapiza el valle Con fresca alfombra de feraz gramilla, Bordandola doquier la blanca y roja Modesta margarita, ó la amarilla Señal del macachin5 o el raudo hilo De plateada corriente que murmura, Como escribiendo en loza de esmeralda El nombre del autor de la natura. En admirable anfiteatro sube Al rededor el bosque giganteo, Cual si a los hombres enseñar quisiese Como se alza un magno Coliseo, Y cubre ese lugar la pura bóbeda De un alto cielo con sus nubes bellas Que de dia abrillanta un sol de fuego Y tachonan de noche las estrellas. En el centro del valle palma hermosa Yerguen altiva sobre toda planta, Y cual corona de la grande selva Su refrescante copa se levanta. Bajo ella, dicen, que Tupá 6 se sienta A gozar de su sombra en el verano, A oir de los tuyus7 las melodias, Del Paraná el estruendo soberano, 5 Especie de tuberculo pequeño, muy dulce. Genio del Bien. 7 Pajaros de dulce canto 6 6 Y del sorzal las tristes armonías. Cuando la aurora desplegó riente Sus esplendentes galas, y en el seno De los bosques entró, de varias tribus Aquel valle anchuroso estaba lleno. De Cabarí a la cita habían llegado: Los Bohanes pequeños y fornidos Que ostentan en sus manos largas picas, Y son por esas armas muy temidos; Los Minuanos bravos, sanguinarios Para el tiro de flecha muy certeros, Y cuyos arcos tal dureza tienen Que tenderlos no pueden los Iberos; Los Yáros y Güenoas que manejan La pesada macana con pujanza, Y el enemigo que la ve blandida Pierde ya de vivir toda esperanza; Y por fin los Charrúas siempre altivos Gigantescos, valientes, atrevidos, A la fuerza o alhagos altaneros, Que caen muriendo, pero no rendidos. Armados van los unos de altas picas, Otros del arco y flechas, de pesadas Y ruidosas macanas los mas fuertes, Muchos de lisas piedras redondeadas, De dos en dos unidas por un tiento 8 Y que llevan dos muertes ya lanzadas. Desnudos tienen la robusta espalda El alto pecho, los fornidos brazos La bien formada pierna, pero fina, Y los pies tan callosos, que sus pasos No interrumpe jamas aguda espina. Apenas de Aguará9 venao o danta Un pedazo de cuero les desciende De la cintura hasta el membrudo muslo, Y de daños el vientre les defiende. Negra, cerdosa, larga cabellera, Que ciñen a las sienes con la faja De piel frotada o de maleable junco Hasta sus pechos y su espalda baja. De las tribus detrás en grandes grupos Se ven a las mugeres, y trepados De los árboles altos en las ramas Se asoman los muchachos admirados. Al pie de la palmera estan reunidos Los caciques valientes, de aire altivo, Altos flexibles, de ademanes prontos, De arrogancia salvage y mirar vivo. 8 9 Cuerda hecha de cuero. Especie de zorra grande. 7 Alli está Cuapucú 10 de los Bohanes Gallardo gefe que se apoya airoso En su alta pica; adornan sus cabellos, Su cintura y su brazo musculoso Vistosas plumas de colores varios, Y cubre sus espaldas vigorosas El quillapí11 formado de dos pieles, Que a dos leonas arrancó furiosas. Alli está Oberabó12 casique amado De Yaros y Guenoas; la carrera Tan veloce sostiene que de un ciervo La piel que pende de sus hombros era; Plumas blancas y negras son su adorno En la cabeza piernas y cintura, Y apoya su membrudo fuerte brazo En grueso palo de madera dura. Allí también está Piaguapí 13 intrepido, Sin adorno de plumas ni de pieles, Llevando sobre el hombro muchos pares De gruesas bolas a sus ojos fieles. Del bravo minuano es el orgullo, Pues dicen que al taguátu 14 a que lanzara Un tiro de esas bolas, de su vuelo Enredado con ellas lo bajara. Mas sobre todos Cabarí se eleva, Cual vivaró15 gigante que asomase Su frente sobre palmas altaneras, Y al rededor el bosque dominase. Con largas plumas de yucapaní 16 corona Sus cabellos oscuros y poblados; Albo collar de dientes y colmillos, En yacarées17 feroces conquistados, Rodea su cuello, y a la vista cuenta. Las victorias terribles de su brio, Y uno por uno los que ya vencido De esos dueños voraces del gran río. Orgulloso se muestra, cual monarca Con su manto real de armiño y grana, Al sentir en su hombro el suave peso De la piel de un jaguar 18, que una mañana Lo acometió en el bosque, pero al punto A golpes lo venció de su macana 19 10 Gallardo. Especie de capa, general en los indígenas. 12 Agil, corredor, 13 Animoso, valiente 14 Especie de [h]alcón blanco 15 Arbol muy alto de madera amarga 16 El Aguila. 17 Especie de cocodrilo. 18 El tigre 11 8 Sobre su vientre y muslos caen graciosas Del ala del ñandúa flexibles plumas Que movidas del aire cuando marcha, Parecen transformadas en espumasb. Terciado a la espalda lleva el arco, Y las temibles flechas silvadoras, Con las cuales traspasa, cuando quiere, Las rápidas torcazas voladoras. Con su mirada penetrante y fiera Todo lo observa, todo lo domina, A una señal que con la mano hizo, De la tribu de Indios mas vecina Salió Caarú20 charrúa venerable Por los años que cuenta de hechicero, De médico afamado, y por que siempre De Cabarí fué amigo y consejero; Y en el tronco subiendo de un tumbay, 21 Por algun huracan desarraigado, Con poderosa voz que todos oyen, Así les habla altivo e inspirado: –Charrúas, Bohanes, Yáros, Minuanos, Y vosotros Güenoas, descendientes De aquellas tribus indomables, fieras, Que se han ido apocando a los furentes Rayos traidores de la vil España, Ya de venganza se aproxima el dia. ¡Cuantos soles y lunas han lucido Desde que Añang22 mató nuestra alegria, Al ambicioso blanco dando glorias, Y convirtiendo nuestra libre suerte Nuestra felicidad, y nuestro imperio En dura esclavitud, ó negra muerte! ¿De esas cuchillas, valles y montañas Que siempre nuestros padres dominaron, De esos rios y selvas grandes, bellos, Que fueron su delicia, y do cazaron El zurubí 23 y el yacaré24 y la danta 25 Y el jaguar26 y el venáo27 que tenemos? Apenas un rincon en estos bosques Donde mal nuestros hijos defendemos. 19 Equivale a la maza de los guerreros antiguos En este punto el autor inserta una nota que no consigna luego al pie. b En espuma parecen transformadas 20 Noche, oscuro, negro. 21 Arbol de tronco muy grueso 22 Genio del mal. 23 Especie de pescado muy grande 24 Cocodrilo 25 Cuadrupedo del tamaño de un [ilegible], con trompa 26 Tigre 27 Especie de siervo pequeño a 9 Allí do estaban los tapíes28 del indio Ciudades alzan nuestros opresores, O los ranchos29 se aumentan y reunen de esos odiados guaranies traidores. Llegó la hora de venganza, hermanos, Tupá30 la inspira y nuestro padre ardiente La alumbrará muy pronto en nuestra patria, ¡Ay! Devorada por estraña gente. El Español y el Portugues celosos La presa se disputan, y sangrientos Los unos á los otros se esterminan En combates feroces; los momentos Son de que el indio sobre todos caiga Destruya, mate, incendie, y libre Haga por siempre su querido suelo. Hace tres lunas que dormía á la sombra De este Yatay31, por todos venerado, Cuando vi aparecerse entre mis sueños A Zapican zañudo, ensangrentado. “Levántate Caarú, me dijo, y corre De tribu en tribu a predicar venganza”. Desperteme aterrado, y aun veia Al heroico Cacique, y la esperanza Nació en mi pecho, y en el labio mio Sentí la sed de sangre aborrecida, Y mis manos buscaban temblorosas La vengadora flecha ya perdida. ¡Venganza, mis hermanos! Corra sangre, Arrasad esos pueblos de traidores, Y entregad sus colegios y sus templos Del incendio voraz a los furores; Pero antes, nobles, indomables tribus Que de los libres deseais la gloria, Entre nuestros casiques el guerrero Elegíd que os conduzca á la victoria.– Calló Caarú; con estruendosos gritos Por gefe Cabarí fué proclamado, Y con muestras salvages de contento Por caciques y tribus saludado. Entonces él armando su gran arco, Y un momento fijandose en el cielo, Espera...apunta...su saeta lanza Que de un Caracará 32 parando el vuelo, Casi perdido entre las blancas nubes, Atravesada en él se volvió al suelo. 28 Pueblos o aduares indigenas Habitaciones con techo de paja 30 Dios, o el genio del bien 31 Palmera 32 Ave de rapiña –Carancho– 29 10 Cojiolo al punto Cabarí orgulloso, Y enseñandolo muerto a los guerreros, –Que caigan, dijo, cual cayó esta ave El guaraní traidor y los iberos– Una inmensa alegría estalló entonces Por toda la asamblea; ya disparan Unos sus flechas que los aires pueblan, Ya en cien grupos los otros se separan Y sus danzas guerreras egecutan, Las macanas33 chocando formidables, Esgrimiendo sus picas, ostentando Su agilidad en saltos admirables, Y carreras haciendo tan veloces, Que fueran a ñandues34 comparables. Mas derrepente Cabarí se alza Sobre el grande tumulto delirante, Y haciendo una señal, en un silencio Profundo convirtiólo en el instante. Llamando entonce a los primeros gefes, Que al gozo general se habian unido, Con ellos apartose de la turba Y asi les habla en tono decidido: –Casiques aliados, cuando el dia Se esconda allá en los cielos, Y salga Añang35 a recorrer la tierra Envuelto de la noche entre los velos, En silencio saldreis de estos lugares, Como deja el jaguara la selva espesa O el aguará 36 su cueva sorprendiendo En sueños descuidados a su presa. Esparcíos en grupos por la costa Del Paraná, por islas, por senderos, Por pasos y caminos; que no os sientan Los ya confiados en la paz viageros, Sino para caer bajo los golpes De vuestras armas ó de vuestros brazos; Caigan los pueblos en monton de ruinas, Sus altares y santos en pedazos; Que tras de cada mata salga un hombre, Pronto a lanzar la vengadora muerte, Tupá37 os dirige, libertad os llama Que ningun indio permanezca inerte Cuando la patria su valor reclama.– No bien cesó de hablar el gran cacique, 33 Especie de maza. Avestruces. 35 Genio del mal –diablo– a El autor introduce una nota 36 en esta palabra pero no la describe. 36 Especie de zorro grande. 37 Genio del bien –Dios– 34 11 Cuando las tribus todas aliadas Con sus gefes al frente abandonaron El valle, y en las sendas intrincadas Del bosque silenciosas penetraron. Cabarí entonces se volvió a la suya Y con acento hablando, cariñoso, –Mañana, dijo, mis charruas valientes, Cuando ya brillen del lucero hermoso Los cabellos dorados, y de estrellas Esté inundada la estension del cielo, En Yapeyú entrarémos a cubrirlo De sangre y llamas y de eterno duelo. Nada quiero de allí, tomadlo todo; Pero salvad a Guizaró la hermosa Si yo mismo sacarla no pudiese De aquella de traidores cueva odiosa.– Muy pronto el valle se quedó desierto, Y en él do tanta animacion hubiera, Solo se oía el poderoso acento Del Paraná a lo lejos, la hechizera Dulcísima cancion de los boyeros38, La queja del zorzal, el suave arrullo De la torcaz sencilla, o del arrollo Escondido entre cañas el murmullo. Mas derrepente en el dintel del bosque Un indio apareció muy cauteloso, Mirando a todos lados con viveza Y aplicando el oido temeroso. Del lado opuesto sonó un chasquido, Un ¡ay! oyose en el lugar desierto, Y por flecha veloz atravesado De espaldas aquel indio cayo muerto. Entonces viose la figura altiva De Cabarí que el valle atravesaba, Y llegando a la victima sangrienta La flecha del costado le arrancaba. –Anda ahora traidor, dijo severo, Infame guaraní, cual zorro listo, A contar á tus amos españoles Lo que hoy en el bosque hubieres visto.– 3 En unas verdes laderas, Que del Uruguay dominan Grandes vistas hechiceras, Sobre las cuales se empinan Viraroes y palmeras, Donde el artista divino 38 Especie de mirlos de canto admirable. 12 Ha esparcido la esmeralda, El oro mas puro y fino, El nacar, la perla y gualda, Y vislumbre purpurino, Donde la luz se recrea En arrojar sus brillantes, Sobre las aguas flamea, Y en dulcisimos cambiantes Rio y bosques argentea, Se levanta Yapeyú De guaraníes reduccion, Que el zelo y la gran virtud De jesuita levantó En las aras de la cruz. Con sus rústicas moradas Saludables y espaciosas, Ya esparcidas, ya agrupadas, Y de palmas rumorosas O de ombues rodeadas; Con sus cercos bien formados De verdes talas frondosos, Por jasmines enredados, Y espinillos aromosos Y viriculláes39 dorados; Con su templo do se empina El gracioso campanario, Que pueblo y campos domina, Del Señor del Santuario Mostrando la cruz divina; Con su humilde Campo santo De yerva y flores cubierto, Que riega a veces el llanto, Y que oye el querido muerto Mesclado a devoto canto, Parece una antigua aldea De neófitos cristianos, Donde el alma se recrea Creyendo hallarse en los llanos De la verde Galilea. Era la hora en que bajaba El supremo rey del dia Al horizonte, y doraba De la luz con que moria Lo que a su paso encontraba. Aun en Yapeyú se oye El canto por todas partes Con que acompaña placiente Al martillo de las artes 39 Fruto de la enredadera llamada pasionaria. 13 El guarani inteligente40. Aun el molino elegante Sus blancas velas rodea En la cuchilla distante Como un airon que flamea En el yelmo de un gigante. En la gran plaza, sombreada Con ombues corpulentos, Rebozaba una bandada De indiecillos barullentos Del colegio libertada, Mientras risueños pasean Bajo las copas frondosas Los jesuitas, que recrean Sus grandes almas piadosas En la niñez que hermosean. De pronto cambió el color Del bosque, del agua y campo, Perdió el cielo su fulgor, Y el último rayo [ilegible] En las nubes dejó el sol. Sobre el templo se posaron Golondrinas y palomas, En los arboles cantaron Los zorzales, mas aromas En el aire se respiraron. A lo lejos anunciaba Música dulce y sonora, Que del labrador llegaba Para descansar la hora, Y a su hogar se encaminaba. 41 Por entre verdes maizales Y blancos algodoneros, Y rubicundos trigales, Se llenaron los senderos De hombres y de animales. Pronto en la plaza se unieron Labradores y artesanos, Luego devotos vinieron Niños, mugeres y ancianos, Y atentos permanecieron. Hasta que la torre habló Con su metálico acento; El pueblo entonces se hincó, Y el suavísimo concierto, De la oración se elevo. 40 Los jesuitas habían acostumbrado a los indios reducidos a acompañar su trabajo con canciones, especialmente religiosas. 41 Era costumbre en las misiones empezar y concluir los trabajos de campo con música, que ejecutaban los mismos indios. 14 Un jesuita ya cano, De rostro dulce y sereno, Alzando su blanca mano, Bendijo aquel pueblo lleno Del espíritu cristiano42. Y despues cual los corderos, Que a la voz de su pastor Toman distintos senderos, Buscando amparos del sol El redil ó abrevaderos. Así aquellos inocentes Guaraníes reducidos, Por las calles diferentes De Yapeyú esparcidos, Se retiraban placientes, Ya cariñosos guiando Sus bueyes, que a paso lento Van el arado arrastrando, O las vacas que alimento Del ubre van rebosando, O de cabras las manadas Impacientes y graciosas, O las mulas recargadas Con las yerbas aromosas Al establo destinadas. Las bellas tintas del cielo Se fueron debilitando, El crepusculo su velo De crespon fue desplegando Sobre el silencioso suelo, Y empezaron á brillar Por las ventanas y puertas Los candiles del hogar, Como igneas flores abiertas De la noche en el sendal. En esa hora misteriosa De dulce melancolía, Con marcha asaz afanosa Un indio joven salia Del tranquilo Yapeyú, Y dando por un sendero Que hácia el Uruguay bajaba, Se detuvo en el lindero Donde la selva empezaba Envuelta en negro capuz, Hasta que vio derrepente, Cual del bosque roja estrella, 42 Segun la tradición recogida de indios viejos que pertenecieron a las misiones de los Jesuitas, esta escena se repetia todos los dias. 15 Aparecer dulcemente, Como indicando su huella, A poco trecho una luz. Por su resplandor guiado Internose en la arboleda, Y con paso recatado Al fin de angosta vereda Pequeño rancho encontró. Desde su puerta veia Sobre pieles recostada, Bella india en que lucia La esbeltez acentuada Con el varonil vigor. Apenas su cuerpo hermoso Saya de algodon velaba, Mientras cabello abundoso Su virgen seno sombreaba Cual negrísimo crespon. En sus brazos torneados Aros de plata lucian, Varios collares formados De cuentas, se sostenían En su cuello de torcaz, Y de garza blancas plumas Sobre su morena fuente Se movian como espumas Al sentir de dulce ambiente Las caricias resbalar. Con febril desasosiego Miró el indio tal belleza, Y, quizas de amores ciego, Penetró con ligereza En el miserable hogar. A su vista inesperada La joven se alzó al instante Como gazela asustada, Que en su sueño delirante Sorprendierala el tapir. Ambos fijos se miraron Un momento, sonrieron, Cariñosos se abrazaron, Y este diálogo tuvieron Güizaró y Alborebí. Alborebí ¿Porque huyes, prima mia, Del tranquilo Yapeyú, Despreciando su alegria Su trabajo y su virtud? ¿Porque el hogar que tus padres 16 En el pueblo te dejaron Abandonaste, Maria, Y en el bosque solitaria Escondes tu juventud? Güizaró No me llames con tal nombre, Primo mio, lo aborrezco... Alborebí ¡Ah Güizaró me estremezco penetrando tu intension! ¿Acaso la dulce vida Del cristiano ya te cansa, Y al salvagismo te lanza Tu indomable corazón? Güizaró Escuchame y no me acuses, Mi querido Alborebí: Era mi madre charrua Y mi padre guaraní; Como el tuyo, sometido A la esclavitud gustoso, En el trabajo y reposo Se consideró feliz. Pero mi madre que nunca Olvidó su raza altiva, A su lado vivió esquiva Retirada é infeliz. Ni la voz del jesuita, Ni la magestad del templo, Ni de mi padre el egemplo Doblaron su razon. Infiltróme de muy tierna Sus rencores contra España, Y a la reducción huraña Mi alma de niña formó. Ni en el dia en que la muerte Cerró por siempre sus ojos Se aplacaron sus enojos Ni doblose su altivez. A su lecho de agonia Me hizo llegar cariñosa Y asi trémula y llorosa Me habló por última vez. –Nunca te olvides, me dijo, Mi querida Güizaró, Que el Guaraní es el esclavo Del fiero conquistador. 17 Eramos dueños de todo Cuanto encierra esta region; Hoy para él trabajamos, Y estas tierras empapamos Con nuestro mismo sudor. Mientras tu padre no muera, Sigue Güizaró sufrida, Y no le amargues la vida En la triste ancianidad. Pero si Añang43 lo llevare A la negra ibicuá 44, Busca la tribu charrua Y vuelve a tu libertad– Ya soy huerfana y soy libre, Nada tengo en Yapeyú, Solo espero a mis hermanos Para huir la esclavitud. Alborebí ¡Ah Güizaró, tus acentos Son cual flecha emponsoñada Que de mi seno agarrada Me causa infernal dolor! Güizaró No te entiendo, Alborebí, Y me [ilegible] ... Alborebí Pues escucha Como mi alma sufre y lucha Entre el odio y el amor: Cuando niño te queria, Llegué a joven y te ame; Y en este amor concentré Toda la esperanza mia. En la luz de la alborada, Del dia en el esplendor, De la tarde en el claror, Y entre la noche estrellada, Veia siempre tu hermosura Mas graciosa que la aurora, Mas que el sol encantadora, Y que la luna mas pura. En la brisa que da arrullos Al frondoso ñandubay45 En la voz del Uruguay 43 Genio del mal. La sepultura. 45 Arbol hermoso y gigantezco. 44 18 Llena de suaves murmullos En los trinos del tuyú 46 Que canta en el sarandí, 47 En la queja del picuí 48 Escondido en el ombú, 49 Su voz escuchar creia Dulce, argentina, sonora, Penetrante, arrobadora Como un himno de alegria. Cuando tus ojos posaban Sus miradas en los mios Amor, esperanza y brios En mi pecho fermentaban, Como fermenta en las flores A la mirada del sol, El blanco, azul o arrebol, Y el germen de sus olores. ¡Cuantas veces en el prado Mis ilusiones doradas Me hicieron oir tus pisadas En el surco de mi arado, Y volviendome amoroso, Aun creia te acercabas, Y cariñosa enjuagabas Mi semblante sudoroso! ¡Cuantas ¡ay! en el sendero Que va de mi hogar al campo, Del sol al postrero lampo, Me estaciaba en el lucero. Que adorna la tibia frente De la tarde, y le decia: –Cual tu brilla en la alma mia su bella imagen riente, Como tu será radiante La estrella de mi futuro, Si en su seno hermoso y puro Refleja mi amor constante!– ¿No recuerdas Güizaró Aquel placido contento, Aquel orgullo violento Que en mi rostro se pinto, Cuando los Padres me alzaron De esta reduccion caudillo 50 Y de mis ojos el brillo 46 Pájaro de dulce canto Árbol parecido al mimbre. 48 Tórtola grande. 49 El árbol más grande y frondoso del Rio de la Plata. 50 Los Jesuitas acostumbraban á nombrar para Gefes Militares de las reducciones, y aun para Jueces, etc., etc., a los mismos Guaranies. 47 19 Con que entonces te miraron? ¿Lo recuerdas? Pues á fé Que no me alegré por mi; Si tanto placer sentí, Si tanto orgullo mostré Fué porqué desde esa hora Te vi de afectos rodeada, Y de todos respetada, De los Guaranies Señora. Pero este amor que crecia En mi alma poderoso, Exigente y anheloso Fue un deber del alma mía Cuando la suerte cruel Tus padres te arrebató, Y en el mundo te dejó Sin amparo amante y fiel. Sali un dia de mi hogar Feliz y erguido a buscarte, Para conmigo llevarte A las aras del altar, Y al ministro de Jesus Decirle de corazon: Bendice, padre, mi union A esta flor de Yapeyú. ¡Mas ¡ay! que destino cruento Me preparaba la suerte! ¿Porque, porque, dura muerte, No devoraste mi aliento, Antes que vieran mis ojos La luz como oscuridad, La calma cual tempestad Y las flores como abrojos? Llego á tu estancia querida, Alli penetro anhelante Buscando alegre y amante La mitad ¡ay! de mi vida... Nada encuentro...todo en calma Toda oscura y silenciosa, Como el pecho de una hermosa Cuando de él se ausenta el alma. Salgo triste,...busco ansioso... Y te ví, ¡ah! no te viera! Como una gama ligera Corriendo hacia el bosque umbroso. ¿Porque huye?, me decia Presintiendo agudo mal... Cuando del bosque al umbral Un indio se aparecia, Y tu...¡Maldito de mí! 20 Tu carrera apresurabas, Y en los brazos te arrojabas Del salvage Cavarí... No tiembla tanto al dolor De la flecha el leon herido, Como mi pecho encendido De odio tembló y furor. Si cual rayos de los cielos Mis ojos fueran formados, Hubieran sido vengados Alli mis crueles zelos. Tu no sabes Güizaró Lo que de entonces sentí, Cuanto amé y aborrecí, Cuanto mi angustia creció! Mi corazon ferozmente En su dolor se torcia, Y mi cabeza perdia Con ideas de demente... El trabajo abandoné, Y mi padre con mi hogar, Y del sacrosanto altar Fastidiado me ausente. Siempre al salvage espiando, Siempre tu huella siguiendo, Y cada vez conociendo Que mas os ibais amando. En el bosque proceloso Cien veces pude matarlo, Bajo mis pies aplastarlo Como un iguana51 asqueroso. Pero siempre entre mis brazos Halle tu imagen querida, Respeté su odiada vida Por no hacer tu alma pedazos... Güizaró ¿Y que ganarías, dí, Con matar a tu rival Si odio charrua, fatal Habias de hallar en mi? Alborebí ¡Tanto lo quieres, ingrata! Güizaró Tanto que en su vida vivo, De su amor, amor recibo, 51 Lagarto grande pardo, ó verde. 21 Y el que lo mate, me mata. Alborebí ¡Amar a ese vil salvage Que prepara ferozmente A nuestro pueblo inocente El incendio y el pillage! Güizaró ¡Y como no lo he de amar Si es de mi raza indomable El Cacique formidable Que os hace á todos temblar; Si su alma altiva y violenta En furores se devora, Por que llegue ya la hora Final para nuestra afrenta! Él lleno de patrio amor Por su grande hermosa tierra Y su libertad, a guerra Llama audaz al opresor. Él preferirá morir En el campo hecho pedazos, Que ver sus heróicos brazos Al trabajo sucumbir, Y se estinguirá su voz En la ultima batalla Antes que doblar su talla Ni á tus Reyes, ni a tu Dios! Él ama la libertad Del jaguar 52 en la espesura, Del venao en la llanura, Del ave en la inmensidad. Yo como él así la quiero, Su suerte será mi suerte, Y ni aun la misma muerte Podrá alejarnos espero. Cesa pues, Alborebí, En tan imposible empeño, Nunca yo tendré otro dueño Que el Charrua Cabarí. Tu tienes en Yapeyú Quien fervorosa te ama, A su corazon te llama Y es cristiana como tu. Basta de hablar, basta ya. Dejamé con mi destino, No salgas a mi camino 52 El tigre. 22 Y haz feliz a Poremá. Y así hablando Güizaró Del rancho agil se desliza Y cual gama asustadiza En la selva se internó. De lazarse tras su huella Alborebí tuvo intento; Pero alarido violento Hacia Yapeyú se alzó, Y conociendo los gritos De venganzas y de guerra Con que estremece la tierra El bravo Charrua feroz, Siente que el valor guerrero En su pecho se levanta, Y con alígera planta Hacia el pueblo se lanzó. 4 ¿Que fragor repentino y sercano Desgarra la calma, quebrando el silencio De la noche serena y hermosa, Que cubre la tierra con májico velo? ¿Es acaso de tigres feroces Hambrienta bandada que ruge buscando Con su instinto ferino la presa, Y cruza los bosques, alturas y llanos? ¿Es el sordo crugir de los truenos Que anuncian las iras de negra tormenta, O el bramar silvador del pampero, Que bate sus alas y golpeando las nieblas? –No, no es eso, responden las madres, Las tiernas esposas, los niños y ancianos: Es el grito cruel del Charrúa Que en calles y plazas feroz ha estallado– Y al instante en la torre del templo Con voz anhelosa sonó la Campana, Y a su alarma responde el bramido Del indio inhumano que busca venganza. –Empuñad, Yapeyuanos, las armas, que a vuestros hogares ataca furioso El temible Charrúa cruento Trayendo el incendio, la muerte y el robo. ¿No escuchais del Cacique terrible La voz prepotente que a furias concita, Como el eco del trueno en el plata Las olas soberbias levanta y domina? –Mas ya estalla el fusil por do quiera, 23 Fugaz alumbrando cual un pestañeo De monstruo que abriese en las sombras Ansioso de sangre sus ojos de fuego. Ya la bala invicible, silvando, Los pechos elije traidora y furente, Y cual sierpes furiosas las flechas En la honda tiniebla reparten la muerte. Ya á los ayes de cien moribundos La grita se mezcla de triunfo sangriento, Y mas fuerte y vibrante se oye La triste campana en la torre del templo. Mas y mas el bramido salvage Del indio Charrua la noche conmueve, Y un feroz de victoria alarido Al pueblo aterrado mas hondo estremece. Caen al golpe de duras macanas53, O al choque estruendoso de moles de piedra, Del hogar hace poco tranquilo, Aquellas mas firmes ventanas y puertas; Al clamor convulsivo de un niño Que llena las madres de pena y espanto, El ahullido doliente se mescla Que lanza a los aires el perro asustado. Los ganados en fuga aterrada Los cercos rompiendo, las calles invaden, Y brotando rogizo el incendio, Sus iras de llamas despiden chispiantes. ¿Quedará Yapeyú sepultado En negros escombros y ardiente ceniza? ¿Es en vano que siga vibrando Cual ronco, sonoro, temblante lamento, Y en los cielos estienda sus ayes La triste campana en la torre del templo? ¡No!...que llega, vivaz, ardoroso, Faltándole aliento, de furias ahogado, El caudillo querido del pueblo, De cuya victoria responden sus brazos. Coge el arco de un muerto charrua, Al cuello suspende la bolsa de flechas, Y lanzando en la noche tremendo El ¡Bo! 54 Con que ataca su tribu en la guerra, Va reuniendo en su torno valientes Que ansían de nuevo volver a la lucha; El valor resucita perdido, Y busca furioso al triunfante charrua. Cada flecha que vuela de su arco Un grito produce que anuncia una muerte, Y sus pasos ya marcan veloces 53 54 Especie de maza guerrera. Grito de guerra de las tribus Guaranies. 24 La huida segura de aquel que los siente. Pronto agota sus flechas terribles Y luego, arrojando ya inutil el arco, Una maza recoge del suelo Y alzando con ella su atlético brazo, –Yapeyuanos, frenético clama, Ya huye aterrado el salvage maldito, Corramos a ellos, mis bravos, corramos, Salvemos la vida de esposas é hijos!– Cual dispersa el jaguar en el llano La banda bravia de fieros chacales, Que disputan el cuerpo sangriento Del gordo venado, [ilegible] aterrante El valiente caudillo ardoroso La horda terrible de fieros charruas, Que entre el fuego, las balas y el humo Con gritos salvages botín aseguran. Al cabo Alborebí triunfante llega, De sangre y polvo y de sudor cubierto, Hollando muertes y ceniza ardiente A los confines del aflicto pueblo, Y de sus fieles guaraníes rodeado Se detuvo por fin tomando aliento. Tiende la vista al campo, que ilumina De los trigales el voraz incendio, Y ve la turba de charruas que huye, Lanzando aun sus alaridos fieros, Y desafiando para abierto campo Con sus gritos agudos y sus gestos. Mas derrepente Alborebí se iergue, Recobrando su fuerza y su denuedo, Roncas blasfemias en su labio estallan, Y tiembla enfurecido...Y es que lejos, Donde ya sus furores no lo alcanzan, A Cabarí divisa altivo, fiero, Llevando a Güizaró55... y en ese instante Creyó faltarle el corazon del pecho. Todo lo olvida, su fatiga ardiente, Las muertes, las ruinas, el incendio, La lucha heroica que le dio victoria Y los victores justos de su pueblo. Todo lo olvida por lanzarse loco Tras el infame, que le lleva a un tiempo Su esperanza, su amor, su vida entera, Su mas hermoso y adorado cielo; Pero una mano que su brazo oprime, Y tierna voz que con dolor y afecto 55 Rayo de luz. 25 Su nombre lleva a su estraviado oido, Volver le hace el rostro descompuesto, Y fijando sus ojos encendidos En quien detiene su furor inmenso –Poremá, Poremá 56 que es lo que quieres?– Esclama con tristeza y desaliento. –Tu anciano padre entre la duda gime De saber si eres vivo o estas muerto– Respondióle la joven, derramando Lagrimas abundantes, y gimiendo. –¡Mi padre! ¿Salvo está? ¿Quien lo ha salvado? –Yo misma, Alborebí, del pobre viejo Guié los pasos en la horrible noche, Y aflicto lo dejé dentro del templo. Alli el refugio fue contra el charrua Para muchos ancianos; allí alienta Muchas madres cobraron con sus hijos; Todos allí elevan a los cielos, Por su triunfo y por su vida cara, Sus mas devotos y sentidos ruegos– –Sí, vamos, Poremá, llévame, llévame A la casa del Dios de los consuelos, A ver si la oración en mi alma apaga Este infernal amor en que me muero, Este delirio que mi mente ofusca En negras sombras y en horror intenso. 5 Querida de Yapeyú Es la joven guaraní, Que en el pueblo todos llaman Hermana de Alborebí. Bajo el agua del bautismo Le pusieron Soledad; Mas despues por los encantos De su alma virginal, Por su sencillez, modestia, Su virtud y castidad, De la Reduccion los mozos Le llamaron Poremá. Su hermosura no es aquella De la ardiente Güizaró, Que los ojos aprisiona Y da incendio al corazon. Es muy bella, pero dulce Cual la luz del Uruguay, Que suavísima se estiende 56 Pureza. 26 Bajo el sauce y ñandubay. 57 Tiene encantos su mirada Pero encantos de rubor, Do palpitan siempre unidos La pureza y el amor. En el timbre de su acento Hay arrullos de torcaz, Y el remedo melodioso De la queja del zorzal. Cuando sale por las tardes, A la hora de oracion Para ir al templo santo, Con su veste de algodon Y el pajizo ancho sombrero Que ella misma se tejió, 58 –Ahi va, dicen las mugeres, La graciosa Poremá. ¡Cual semeja su figura La Pastora 59 del altar!– Y los mozos se preguntan: –¿Porque siempre Soledad Es tan triste cual su nombre Y á la Iglesia va a llorar?– Y por fin, opinan todos, Que de algun secreto amor Siente la espina en el alma, La hiel en el corazon. No tiene padre ni madre Ni tampoco hermanos ha, Que los perdió en un asalto Que el charrua dió a su hogar. Recogiola generoso El padre de Alborebí, Y en su morada la hizo Mientras niña muy feliz. Pero apenas en su pecho Se abrio la aromada flor, Que perfuma el alma toda Y enardece el corazon, Que juventud llaman unos Y otros la llaman amor, El cariño, que en la infancia A Alborebí profesó, Convirtiose en la mas pura Y mas profunda pacion. Mas una tarde que estaban 57 Árbol hermoso y gigantezco. En las reducciones jesuíticas los indios tejian los lienzos de algodon y sombreros de paja. 59 En casi todas las Iglesias de las Reducciones se hallaban las imagenes del Buen Pastor, y Divina Pastora. 58 27 A la puerta del hogar Alborebí con su padre, Y con ellos Poremá, De las tareas del dia Descansando con solaz, Y del tibio sol poniente Mirando la magestad, Volvió el anciano los ojos Llenos de dulce brillar A los jóvenes, y dijoles Con paterna suavidad: –¡Con que placer, hijos míos, contemplandoos estoy! Muy deprisa, muy deprisa De este mundo ya me voy; Pero moriré contento Si uno para el otros sois. ¿No me dareis la ventura De que al templo os lleve yo?– Bajo Alborebí los ojos, De pronto se estremeció, Y pensativo y confuso Sin decir Adios partió. Ella derramó una lagrima, La primera de dolor, Y mirando al pobre viejo Hondamente suspiró. –¡Estraño! dijo el anciano, ¿No te quiere, Poremá?– –Si, me quiere, padre mio,...– –Si te quiere, te amará; Es buen hijo y buen cristiano, El hará mi voluntad– De entonces la joven india Una rival presintió, Conociendola muy presto En la hermosa Güizaró. Pero su alma noble y dulce No sabía aborrecer, Y encontró quizas consuelo En su mismo padecer. Como a bálsamo de penas Recurrió a la religión, Y al ministro del altar La desgracia confió. El buen jesuita viendo De Poremá el mal cruel –Espera, le dijo, espera y ruega al cielo por él; Alborebí es un cordero 28 Descarriado pero fiel; Quiérelo, no lo abandones, Que al redil ha de volver. Y es por esto que la joven Siempre al templo va a llorar, Y poniendo ante la virgen De jasmin del Uruguay Todas las tardes un ramo, Dice con sencillo afan: –Por Alborebí lo traigo A las aras de tu altar; Sepáralo, madre mia, Del mal camino en que va– 6 Ya en todas partes los charruas guerreros, Y las tribus aliadas que seguian De Cabarí las órdenes, surgian Como bandadas de jaguares fieros, Señalando sus huellas por do quiera Con sangre y muerte, destrucción y fuego, Ciegos para el valor, sordos al ruego Tan solo ardiendo de venganza fiera. Tres cientos años de lucha furente Contra el soldado de la Iberia heróico No habian podido quebrantar su estóico Amor de libertad siempre creciente. Si una generación habia caido Con Zapicán y Abayubá de ella, Siguiendo ardiente la sangrienta huella, Otra generacion habia surgido. En su sangre esta misma se estinguiera, Siempre guerreando en desigual batalla; Mas de entre el fuego, el humo y la metralla Otra generación audaz nacia. Y así, así, cual libres sucumbiendo, Y cual héroes indómitos matando, Íbanse los charruas acabando El yugo con su muerte repeliendo. ¡Ah! de esta gente brava no domada, No hubiera dicho el Español Ercilla, Que los heroes invictos de Castilla “Pusieran duro yugo por la espada”. Nunca temieron del cañon el trueno, Ni del caballo torpes se espantaron Como de igual a igual siempre lucharon, Fue su valor salvage muy sereno. Así su pecho libre se oponia Contra la ferrea cota del soldado, 29 Y su erguida cabeza al acerado Casco que a su contrario defendia. A la bala mortífera y traidora Que los diezmaba como rayo ardiente, La tarda flecha respondia furente O la bala de piedra silvadora. Nunca su pica se bajo humillada, Si la enredaba con la fiera lanza, Ni [desmintiose] la feroz pujanza De su maza brutal ante la espada. En cien combates do corrió a torrentes Su sangre con la sangre de la España, Desde el Plata magnífico que baña Las playas de su tierra sonrientes, Hasta el alto Uruguay, dejaron ellos Escrita en sangre su inmortal memoria, Sin saber que legaban a la historia De heroismo salvage mil destellos. Y mientras el guaraní feliz seguia La ley y el Dios del Español triunfante, Llevando a pueblos su familia errante, El charrua guerreando se estinguia. Pero en los bosques de los patrios rios Aun de su raza restos se ocultaban, Que venganzas terribles anhelaban Con instintos heroicos y bravios. Esos con Cabarí la señal dieron De la nueva alianza vengadora, Y en su marcha triunfal devastadora El terror y el espanto difundieron. Mas su reciente y atrevida empresa, Su astucia, su valor, su grande arrojo, De Yapeyú el ataque, con enojo Supo Inclan60 severo, y a gran priesa Las medidas dictó para esterminio De aquella sin igual ardiente zaña, Que amenazaba destruir de España En Uruguay el bélico dominio. Y por eso en Yapeyú, Contra su tranquila usanza Otra vida se presenta Que la vida de las armas. Solos estan sus sembrados, Solitaria su campaña; Descansa el buey todo el dia, O pace la verde grama, Y unidos con el arado 60 Gobernador español en el Río de la Plata. 30 Duermen el pico y la azada; Que cuando la guerra azoma Y los campos amenaza, Con la paz huye el trabajo, Se pierde la miez dorada, A la tierra falta el riego, Cae la fruta de la planta, La flor muere en el capullo, Se llena la vid de ramas, No da la sabrosa uva Ni el licor que de ella mana; Se enlodan las frescas linfas Del manantial antes claras, Y libres y sin custodia Los ganados se esparraman. Ardiendo los guaranies Por tomar justa venganza Del luto que los charruas Dejaron en sus moradas, Del gobernador las ordenes Con premura ejecutaban. Aqui un grupo diligente Limpia las feroces armas, Para que de ellas la muerte Con mas ligereza salga; Allá otro grupo se adiestra En evoluciones rápidas, Y de cabos españoles Atienden a la enseñanza. Unos aprontan cartuchos, Afilan otros las lanzas, Y aun aquellos que no tienen De fuego las prontas armas Alistan agudas flechas Con los arcos que las lanzan, O de los arboles cortan Y arreglan rudas macanas, Anhelando todos, todos Llegue el dia de la marcha. Pero aquel que mas que nadie Actividad demostraba, Cual si de febriles priesas Su espiritu se animara Por castigar del charrua Los crimenes y la audacia, Era Alborebí que ardiente A todo presto atendia, En todas partes estaba. Aquí reprende al moroso, Allá corrige una falta, 31 A los cansados alienta, A los activos en[s]alza; Ya recibe algun espia Que a los bosques enviara, O con nuevas instrucciones Otros al punto despacha, Y con su egemplo de todos El corazon entusiasma. Poremá desde la puerta De su rústica morada, Siempre sencilla y graciosa Mas siempre en su dulce cara Inocente, la tristeza, Atenta lo contemplaba, Dando suspiros su pecho, Sus ojos hermosa lágrima. Al fin despidióse el sol Desde las colinas altas, Y los genios de la tarde Desplegaron a su espalda, Cubriendo el vasto horizonte, Sus cortinas de oro y grana. Adornaronse las nubes Con tenues ropas de gualda, Con rosas de primavera, Adornos de perla y nacar, Y cruzaron por el cielo Con volar dulce, agradecidas, Como muchachas que corren De unas bodas a la danza, Allá sobre los ombues, Los viraroes y las palmas Sus canciones entonaron Los zorzales y calandrias, Despidiendose del astro Que les engorda la larva, Las semillas les madura Sus nidos con luz regala Y con átomos de vida Sus pichones amamanta. Cesó la bulla en el pueblo, Cada cual se fue a su estancia, Y Alborebí, recordando La gran pena que lo mata, A la suya llegó, donde La tierna joven lo aguarda; Y sentandose a su lado En silencio suspiraba; Mas ella con voz suave Y dulzura asi le habla: 32 Poremá ¿Que te aflige Alborebí? Porque de esa grande pena, Que tu corazon devora, A la que fue en la inocencia Tu alegre querida hermana, De tus juegos compañera, No le has dado ya una parte ¡Ay! por grande que ella sea? ¿Porque callas egoista? ¿Crees que el dolor no amengua Cuando son dos corazones Los que sufren su inclemencia? ¿O ya no quieres, ingrato, A esta huerfana que ruega Al cielo siempre por tí, Deseando, sí, que fueras Feliz... muy feliz... a costa De su dicha y su existencia? Alborebí No aumentes, no, Poremá Mi profunda aguda pena; Tus palabras me hacen daño Porque justas me recuerdan, Que todo lo olvido, todo En esta fatal dolencia De mi espíritu estraviado;... Pero que ya no te quiera.... ¡Ah! Poremá no lo digas: De los cielos en presencia Te juro que si mi pecho Una tirana y violenta Pasión no esclavizára, Ni la afeccion dulce y tierna Del hermano hacia la hermana, Sino gozos te diera Un amor tan grande y puro, Como es febril y sin tregua El que ocupa mi alma toda Lacerando mi existencia. Tu bien sabes, Poremá, La causa de mi tristeza; Tu por ella tambien sufres, Y eso mas me desconsuela. Olvidame, hermana mia, Pues mi corazon que alienta La devoradora llama De loca pasion intensa, Y con brios infernales 33 A mi valor se revela, ¡Oh! no es digno, no, del tuyo Do la paz y la pureza, Tierno amor, virtud constante Unidos viven e imperan... Poremá ¿Olvidarte, Alborebí? No olvida nunca la selva Del Uruguay la frescura, Ni la blanda enredadera El tronco del viraró, 61 Ni es ingrata, no, la tierra Con el sol que le da vida Y la colma de bellezas. Feliz me has hecho al decirme, Que yo no sufro de tu pena; ¡Es verdad! de la Pastora El altar mis manos llenan, De los jazmines mas bellos Que en el Uruguay blanquean; En tu nombre alli los pongo, Sus aromas por ti ruegan, Y al cielo suben unidas Con mi plegaria sincera..... Alborebí ¡Que corazon es el tuyo, Poremá.... ¡Cuanta nobleza! [¡]Que tranquila magestad Tu misma pasion revela! Y ¡Cuan debil, cuan ingrato Es el mio que no llega A dominar sus delirios Ante tu virtud serena! Es tu alma, hermana mia, Como las lagunas bellas, Que lejos de las corrientes De nuestros rios, semejan Puros pedazos del cielo Bajo verdes arboledas Jamas el pampero enturbia De su superficie terza Los cristales encantados; Para contemplarse en ellas Los rayos del sol, cruzando Por medio de ramas frescas, Les dan un calor suave, Dulce ambiente, grata esencia, Y con luces de mil formas 61 Arbol gigante casi siempre cubierto de enredaderas 34 Enamorados las besan. Por entre flores y hojas Alli bajan las estrellas, Y en sus aguas de la noche El astro hermoso no tiembla. ¿Y que es la mia, ay de mi? Lago que raudo atraviesan Del gran rio las corrientes, Que un sol calcinante quema, En cuyas ondas los bosques Estremecidos reflejan Y se miran retemblando Las nubes, luna y estrellas. ¿Porque entre mi alma y la tuya Se interpuso la funesta Güizaró para mi dicha Que en ti la hallaria sincera? ¡Ah! Bien dice el jesuita, Cuando en el púlpito enseña, Que el hombre no goza nunca Felicidad en la tierra... Poremá Mas allá de aquel lucero Que con sus rayos alegra La melancólica tarde, Y parece nos contempla, La gozaremos tan grande.... Tan grande que será eterna. Vuelve al cielo tus miradas, Caro hermano, y nada temas, Que de alli suelen llover Consuelos para las penas, Como llueven los rocios Sobre las flores enfermas, Y las abundantes aguas Sobre las cuchillas secas. Alborebí Un favor ¡oh Poremá! Voy a pedirte: la guerra Contra Cabarí y sus hordas Ya va a empezar y sin tregua; Si el cielo quiere que yo La vida concluya en ella, Haz que mi cuerpo descanse En la misma humilde huesa Donde mi madre querida La resurrección espera... Con triste y pausado golpe 35 La campana de la Iglesia, Recordando al Yapeyuano La plegaria de la queda, Interrumpió de los jovenes La sentida conferencia. Ambos se hincaron devotos, La salutacion exelsa Del arcangel repitieron, Luego el indio con tristeza Tomó en sus manos las manos De Poremá, y en su terza Frente un osculo imprimiendo, Le dijo con voz muy tierna: –¡Adios, hermana, a los cielos Por este infelice ruega!.– Y con paso apresurado Se alejó de su presencia. Triste quedó Poremá, Cual paloma sin pareja, Fijando sus bellos ojos En la oscurecida senda Por do el joven guaraní De súbito se perdiera, Cuando sintiose en los brazos Del anciano que profesa De padre a los dos amor Y solo en su dicha piensa. –Hija, le dice, he oido Vuestras palabras, y tiembla Mi corazon por la suerte Del hijo que mi alma era. No lo abandones, querida, Haz vigilar su demencia; Soy tan viejo que me faltan El vigor (el vigor) y ligereza, Y ya estos ojos cansados No penetran las tinieblas– –Padre, respondió la joven, Su sombra he de ser do quiera; Pero esplicadme, os suplico, Que será lo que el intenta, Al reunir en su aposento, Un [q]uillapí 62 plumas bellas Para adornar la sintura, Las rodillas y cabeza, Y una bélica macana 63 Que el mismo cortó en la selva– –Tambien, contesto el anciano, 62 63 Especie de manto hecho de una o mas pieles. Especie de maza guerrera. 36 Pidióme con insistencia El collar aquel de dientes De jaguar que fue la prenda De mis juveniles años Mas querida, y me recuerda Mi valor y mis hazañas En la lucha con las fieras... Quizas un ardid guerrero Llevar a cabo pretenda, Vistiendose como visten Los salvages en la guerra... Quizas él mismo desee Penetrar hasta la fuerza Del Charrúa, convinando Algun golpe de sorpresa... –¡Ah! padre, la joven dijo, Temo tambien que pretenda Como Güizaró Dejarnos Por la vida de las selvas... Y silenciosos quedaron Llenos de mortal tristeza El anciano y Poremá; Mientras la negra tiniebla De la noche poco a poco Los iba envolviendo densa, Como las sombras del alma Envuelven las grandes penas. 7 Como las horas tristes de amargura Un caluroso dia amaneciera; Del Dios de los charruas los potentes Rayos de lumbre pura Por irradiar en la terrestre esfera Luchan en vano, vividos, ardientes Con la plomiza impenetrable nube Que los oculta cual tupido velo: Opaco entre la yerba está el rocio, Y a los aires no sube, Al beso dulce de aromado cielo, Para calmar las iras del estio. Al aureo lampo de serena aurora No despertó la juguetona brisa Para decir al músico del monte: –De cantar es la hora– Al Uruguay majestuoso: – risa Tu linfa adormecida– al horizonte: –Rasga los mantos de tu oscura bruma– 37 A la selva tupida y silenciosa: –Estremece tus hojas y tus flores, Sobre la blanca espuma De la onda del rio vagarosa De tu esencia derrama los favores– Profunda era la calma, y parecia Que en el aire la inercia se aspiraba. El sauce y sarandi sus cabelleras No hundian a porfia En la quieta laguna, ni danzaba Al compas de sus ondas placenteras El verde camalote64, ni orgulloso Sobre la selva el viraró gigante Su copa balancea de esmeralda, Ni del ombu frondoso Ruedan las hojas en bandada errante De la verde cuchilla por la falda. Del tieyubré 65 los trinos delicados, Los dulces silvos del tutúnca riente 66 Faltan en el sauzal y los yatayes. 67 Tan solo enamorados, Cual los ecos de espiritu doliente, Salen del bosque los amantes ayes De la picuí 68, que llama temblorosa A su consorte ausente a la espesura Del tupido ramage y hojarazca, Al ver que procelosa, Desde la triste encapotada altura, Amenaza terrible la borrazca. Como del infinito eco de guerra Retumban broncos los lejanos truenos, Y con sus ecos conmover parecen De la Uruguaya tierra Los bosques silenciosos y serenos, Los rios que en su cauce se adormecen, La cuchilla que sueña entre sus flores, El cerro cuya frente se corona De cenicienta nube, la llanura Ahogada de vapores, Y el manso lago que en su verde zona Espera de los cielos la luz pura. En ese dia que mortal tristeza Calma siniestra y aire sofocante, ¡Ay! parecian acabar la vida Con la feraz belleza 64 Planta acuática general en todos los rios y arroyos del Rio de la Plata. Gilguero de cabeza negra. 66 El cardenal, pájaro. 67 Palmas grandes y frondosas. 68 La paloma grande, cenicienta. 65 38 De las tierras que baña fecundante El Uruguay grandioso, su guarida Fijará Cabarí, muy de mañana Con sus hordas terribles, en parage Cuya selva do quiera se estendía Agreste y soberana, Cual misterioso templo del salvage Do ocultas sus deidades presentia. 69 De Yapeyú no muy distante estaba Aquel sitio sombrio, y el caudillo Quizas premeditando, lo eligiera, Contra el pueblo que daba Mayores fuerzas y mas alto brillo Al instrumento de la gente Ibera Un nuevo ataque, que con mas fiereza Que el anterior, hundido lo dejara Entre escombro y carbones, y su gente Ya muriendo Del vencedor charrua, presentara Al Guaraní traidor leccion latente. Y mientras en el bosque [esparramada] La huestes de salvages victoriosa Duerme y descansa, en pintorezca altura De timbaes 70 coronada De grueso ñandubay y palma airosa, Se destaca gigante la estatura Del bravo Cabarí a quien rodean Los gefes de las tribus que juraran Con el charrua libertad o muerte. Sus rostros se hermosean Con recuerdos de hazañas que lograran Y el relato que hacian de esta suerte. El muy gallardo Cuapucú 71 hablaba Y con gestos enérgicos, bravios, Que su orgullo decian y sus brios Sus recientes hazañas relataba. –No me dirás, Cabarí, que Cuapuicú el animoso, su brazo fuerte y glorioso, Fue moroso En matar y en destruir. No le basta el ancho pecho Que el fuerte pampero aspira Para contener la ira Que le inspira Quien osó su patria herir. Si tuviera de Tupá 72 69 Los charruas creian que los genios del bien y del mal habitaban el bosque. Arbol grande y muy frondoso. 71 Gallardia. 70 39 El aliento soberano O de Añang73 la negra mano, Ni un hispano, Ya existiera, ni a un traidor. Y mientras mi fuerte brazo El sable del estrangero No tronche, sera certero, Carnicero, Respondiendo a mi furor. Ya mi tribu esta diezmada, Falta mi hogar en la sierra, Perdi mi esposa en la guerra, En mi tierra Libre me resta morir. Mas como en jaguar74 furioso Que ya vencedor se siente, Clava sus uñas furente El muriente Ya vencido tamaunir 75, Asi moriré, lo espero, En la tierra ensangrentada, Clavando mi garra airada En la odiada Faz cruel del vencedor. Y he de lanzar a su boca Con la mia sanguinosa, Ya convulsa y rabiosa, Ponzoñosa Sangre ardiente de furor. Cruzando montes espesos, Valles ocultos sombrios, Negros pantanos y rios Con los mios Llegué al alto Paraná. Tenebrosa era la noche, Airado el cielo tronaba, Amaberá chispeaba, No anunciaba La mañana el sabiá. 76 En la opuesta playa ardian Las españolas hogueras, Alumbrando las riveras Y altaneras Copas del ñandubaí, 77 72 Genio del bien poderoso. Genio del mal. 74 El tigre. 75 Oso hormiguero. 76 Pajaro de la especie del zorzal, ó el mismo zorzal. 77 Árbol gigantezco. 73 40 Mientras balsas recargadas De riquezas y alimentos Amacadas por los vientos Los momentos Esperaban de partir. Como bandas de aguaraces78 Por el hambre embravecidos, Mis boanes79 esparcidos, Confundidos Con la selva y matorral, Inmovibles cual las rocas, Como los muertos callados, Esperaron los airados Y esforzados Ecos del cuerno fatal. 80 Ya las nubes eran flores Que la luz mandaba al cielo, Y las aves desde el suelo Con anhelo Saludaban a Tupá 81, Cuando las balsas pesadas Abandonando la playa Fueron llegando a la raya Do se explaya Como un lago el Paraná. De mi cuerno la voz bronca Sonó entonce en la espesura, Llenó de ecos la llanura, Y en la altura De las lomas fue a bramar. Cual brotados de la tierra Me lancé con mis valientes Nuestras picas en los dientes Las corrientes Como peces á cruzar. Pronto las balsas se vieron De mis boanes rodeadas Y cual rapidas bandadas Imitadas De furiosos yacarées, 82 Ya se juntan, ya se apartan, Ya sambullen, ya aparecen, Ya las aguas enrogecen, Ya perecen De mis bravos mas de cien. 78 (/( )/)Especie de chacales. (/( )/)Tribu. 80 Hacia el oficio de trompa guerrera. 81 Genio del bien. 82 Especie de Cocodrilo. 79 41 De las armas españolas Las centellas nos cubrian, En las ondas aun hervian Y esparcian Muerte, muerte sin cesar. Con sus fuegos nos quemaban Los fusiles entruendosos Y a sus sables acerosos Y filosos Muchos craneos vi trozar. Yo por fin logra plantarme De pie firme en la cubierta, Y mi pica siempre alerta Siempre cierta, En el pecho se clavó. Del valiente gefe ibero, Y abrazandolo con brio, El forzado brazo mio En el rio Ya muriendo lo lanzó. ¡Si tu vieras con que furia Mis boanes asaltaron, Con cual impetu atacaron, Cual pelearon Con ardiente frenesí! Y despues que la batalla Con horror fue concluida Complaciente vi extinguida Toda vida De Español y Guaraní. Sangre había en mi ancho pecho, Mi brazo la sangre honraba, Y sangre humeante flotaba Y empañaba El cristal del Paraná. Y luego en voraces llamas El botin fue consumido, Que del bando aborrecido Ni un vestido Para si guardo el Boan. No me diras, Cabarí, Que Cuapucú el animoso De brazo fuerte y glorioso Fue moroso En matar y destruir. No le basta el ancho pecho Que el fuerte pampero aspira Para contener la ira Que le inspira Quien oso su patria herir.– 42 Te admiro Cuapucú, dijo el Caudillo, Que fuiste grande, grande, en la pelea Y esos infames de feroz lalea (sic) Concluiste pronto con audacia y brillo. Ahora te toca Oberabó 83 afamado Con el ardor que tu palabra emplea Decirnos lo que obró tu esfuerzo osado. –Yo fui el incendio furente Que rugiente Las praderas cultivadas devoró. Los extendidos trigales Ya dorados, Los hermosos maisáles Ya granados, En carbones y cenizas convirtió. Yo fui la emboscada diaria, Sanguinaria, En los bosques, y la sierra y pajonal, Solo un paso no hallarias, Ni un sendero, Ni un camino encontrarias Do el viagero No haya visto de mi furia la señal. Yo fui en la noche lluviosa La estruendosa Voz horrísona y tremenda del turbion, Si a los pueblos me acercaba, Y mi hiriente Grito bélico lanzaba Cual potente Cruel bramido de matanza y destrucción. Yo en venganzas fui inflecsible Si terrible Me lanzaba del traidor en el tapé; Y gozoso sonreía De la altura, Si rogiza relucia La llanura Con las llamas en que ardiendo lo dejé. Mas si al daño de mi brazo Ni un pedazo De esta tierra dominada se escapó, Ni a los niños alcanzaron Mis venganzas, Ni en mugeres se mancharon Mis pujanzas 83 Ágil. 43 Que a inocentes nunca ofende Oberabó.– –Muy bien, Oberabó, dijo el caudillo, Y te has portado como buen Güenoa; 84 Dignos tus hechos son de grande loa Y tu nobleza de constante brillo. A Piagupí85 le toca relatarnos Sus hazañas tambien, y muy sencillo, Con su valor, sin duda va a admirarnos.– Iba a hablar el Minuano Cuando un indio, con presteza Saliendo de la espesura, Hacia Cabarí se acerca, Y con acento muy bajo Para que él no mas lo entienda, Le dio noticias sin duda De tal importancia llenas, Que el caudillo se irguió al punto, Y a todos cuantos lo cercan Con voz de mando supremo Las habló de esta manera: – Marchad valientes caciques A preparar vuestras fuerzas, Pues dentro de pocos dias Sobre nosotros sin tregua, Caerán los hijos de España, Y los falsos de esta tierra Con sus fusiles traidores Y sus lanzas y sus flechas. En Yapeyú con ahinco Sus batallones se adiestran, Y sus espias cual nube De caranchos nos acechan. 86 Marchad pues y vigilantes Preparaos para la guerra, Porque va a correr mas sangre Que agua corre en la ladera Cuando las nubes derraman Sus cataratas inmensas. Entre tanto aunque hoy oyereis En este lugar contienda, Nadie curioso se acerque, Ni nadie a mesclarse venga. Así Cabarí lo quiere, Y así Cabarí lo ordena.– Los caciques aliados, 84 Nombre de tribu. Animoso. 86 Especie de ave de rapiña. 85 44 Aunque sumisos, sin mengua, Al instante obedecieron Ocultandose en la selva. Hizo entonces Cabarí Cariñosa, dulce seña, Que en sus labios palpitó Como del zorzal la queja, Y de entre espeso ramage Salió Güizaró la bella. –Ven amada de mi alma, Dijo el caudillo, y su prenda Con los brazos estrechando, Colmó de caricias tiernas: ¿Sabes a quien Cabarí, Sin mucho tardar espera?– –No lo sé, mas lo adivino, Contestó la joven trémula, Su amor, y sus locos celos A Alborebí nos entregan– –Viene, si, pero su vida Libre estará en mi presencia –¿Y si su orgullo y valor Provocasen tu altiveza?– –Lucharemos como bravos, Y Tupá al mejor proteja; Quiero que estes a mi lado, Y que su palabra atiendas, Porque tu para los dos Eres la dicha o la pena.– No bien acabado habia De hablar el Cacique, seña Se oyó prócsima en el bosque, De que alguno con preseteza Rompiendo ramas venia, Y pisando la hoja seca. Y muy pronto tan hermoso Y erguido como la fiera, Que sale del matorral Anhelante de su presa, Surgió Alborebí el valiente Cual lanzado por la selva; Pero al ver a Güizaró, De amargura y de tristeza Sus miradas se empañaron, Y mudo quedó en presencia De su amor y su rival, Hasta que de esta manera Cabarí le habló risueño, Mirandolo con fijeza. –Te esperaba, Alborebí, 45 Y contigo a la mas bella Muger que hay en Yapeyú; Pero quizas ha quedado Escondida entre la selva; Tu, sin duda, no lo sabes... Pero Poremá de cerca Ha seguido tu sendero Vigilando tu existencia, Como la tierna Picuí 87 Vuela tras de su pareja. Son muy buenos mis espias; Todo lo saben y ojean, Y a pesar de los adornos Charruas de su cabeza, Y del quillapi 88 tan nuevo Que tus espaldas ostentan Y de la maza pesada En que descansa tu diestra, Al punto te conocieron, Y de ellos me han dado cuenta. Y por cierto, amigo mio, (A pesar de nuestras guerras Tambien un tiempo lo fuimos) Que aumentan tu gentileza Esas prendas tan charruas De nuestros padres herencia No la empañan ni deshonran Como aquel calzan de tela, Aquella camisa burda, Y de paja amarillenta El sombrero tan alado Que usais en vuestras haciendas, Y con el cual me parecen Chimangos vuestras cabezas 89.... –Basta, basta, Cabarí, Basta de burlas, ya, cesa; Respondiole el Yapeyuano Recobrando su presencia: Sabe que tambien recuerdo De nuestra amistad la era, Y en nombre de ella aqui vengo, Exponiendo mi existencia, Renunciando mi esperanza De felicidad suprema, A ofrecerte paz durable, Honores y hasta riquezas, Si oyendo mi voz de amigo 87 Paloma de monte. Especie de manto hecho con pieles. 89 Aves de rapiña, especie de alcón. 88 46 Renunciase a la guerra. Con ella nada consigues Sino llevar a la huesa Esa tu raza indomable Que grande ha sido y pequeña Hoy a su lado se agrupa Como bandada de fieras, Que cercadas y vencidas Solo por morir pelean.... –Paz me ofreces, Guaraní, Y honores y hasta riquezas... ¿Porque no ofreces también Libertad e independencia? ¿Porque no dices: charrua, Vas a recobrar tu tierra? Me ofreces paz; pero ¿a caso Esa paz me dará selvas, Grandes rios, altos montes, Dulces valles, verdes sierras, Donde cual antes domine Mi valor y audacia estrema? ¿Me dará caza abundante Frutas sin cuento, y la pezca, Sin mas trabajo que armar Mis arcos de dura flecha, O tender la mano altiva A la cargada arboleda? ¿Tendré en mi patria querida Libre el paso por do quiera, Levantando mis tapées Donde mejor me convenga? No, Alborebí, no, mi raza Jamas regará la tierra Con el sudor del trabajo, Ni sus brios, ni su fuerza Gastará con el arado, Que con garras avarientas Destroza nuestras cuchillas, Nuestros bosques y praderas Para dar a los estraños Mugeriles opulencias. Esa es la paz que me ofreces: Paz con trabajo y tristeza, Paz con sudores y llanto, Paz con pesadas cadenas. Tambien me brindas astuto Honores y hasta riquezas..... No engañan, no, a los charruas Esas mentidas ofertas. ¿Son las que os cumplen el Rey 47 Y padres de vuestra iglesia? ¡Honores! Otros honores Mi raza jamas desea Que aquellos que gana libre En sus luchas y en sus guerras Con la pujanza indomable De su pecho y de su diestra; Ni jamas buscará torpe, Ni aceptará mas riquezas En el aire de sus cuchillas, El perfume de sus mugeres, Las llamas de sus hogueras, La frescura de sus rios Y su libertad inmensa. Yo te juro, Alborebí, Que antes que el charrúa la pierda Concluirá su raza toda, Pero concluirá en la guerra. –Eres necio, Cabarí, O añang maldito te ciega ¿De nuestras tribus salvages Dime, infelice, que queda? Solo restos esparcidos Que a tu espalda se congregan Para morir y extinguirse En la prócsima refriega. Ya estos campos van llenando Gentes activas y nuevas, A quienes Tupá con brazo Invencible las entrega. ¿Porque has de privar feroce Que tu brava descendencia Goze un dia de los bienes Que ya a mostrarse comienzan. En nuestras antes incultas Aunque feraces praderas? Ven al menos a probar La vida tranquila y bella Del hogar con el trabajo Que no es, Cabarí, una pena.– –No es mejor, guaraní astuto, que mi vida de la selva, ni es mejor tu hogar ahogado que mi movediza tienda, Do nunca faltan los aires Animantes de mi tierra, Do recibe hasta durmiendo El charrua brios y fuerza. No te canses en inútiles Palabreos y promesas, 48 Y si otra cosa no quieres, Puedes irte, y nada temas; Te acompañaran mis agentes De los montes hasta afuera– –¿Esa es tu última palabra? –Un charrua nada enmienda de lo que una vez ha dicho.– –Pues escucha mi respuesta: Ha sido siempre costumbre En tu tribu y en las nuestras, Que si dos hombres amaban A una muger, en pelea Leál ganarla debían; Y el que en valor o destreza, O con armas, el triunfo Alcanzaba en su presencia, Aquella muger amada Obtenía como prenda– –Ya he entendido, Alborebí, Y por ahí empezar debieras, Amador desventurado De la charrua mas bella Que ha nacido en Uruguay, Y que es luz de mi existencia. No se dirá no, por cierto, Que Cabarí no venera Las costumbres de su tierra, Ni que un guaraní enseñarle A respetarlas pretenda... Vamos pues, agregó el indio Con voz profunda, altanera, Cojiendo su enorme maza; Vamos a saciar la fiera Rabia de celos y odio Que nuestros pechos alientan; Y tu Güizaró, lo sabes, Del vencedor (serás) prenda... Tambien hoy allá en los cielos Añang y Tupá guerrean. 8 Cual dos Atletas de la antigua Roma, Que al magno Coliseo Juntos marchasen con tranquilo paso, Animados tan solo del deseo De matar o morir, los dos rivales Del Uruguay la orilla costeando, Pronto llegaron a una hermosa altura, 49 Que en perpendicular barranca hundia Su base en la frescura De las aguas del rio, Rodeandola despues por otros lados Del bosque la espesura. Pasaron los dos; los quillapices90 Al suelo abandonaron, Y frente a frente centelleando furias Sus ojos se miraron. Gigantezcos los dos, los dos fornidos, Pechos salientes, cuellos minusculos, Brazos cual rama de urundy91 nudosos, Flecsibles pero erguidos Como del sarandi 92 la vara enhista, Dos genios parecian Que a disputarse la feliz floresta De otro mundo venian. ¡Con que impetu fiero Alzan veloces las potentes mazas! ¡Con que salto ligero, Mas que él del tigre al agarrar su presa, Ambos se atacan, esperando astutos Encontrar la victoria en la sorpresa! Inútil todo fue; sus nobles armas En el arma se hirieron, Y al eco duro de su golpe seco Las aves de los arboles huyeron. En tanto Güizaró que habia seguido Convulsa a sus amantes, El corazon de incertidumbre herido, Apoyada en un arbol, parecia Clavar sus dedos en la rama dura, Y con el rayo de sus grandes ojos Del combate la colera encendia. De funerales nubes la tormenta Iba cubriendo la estension del cielo, Y el relámpago a intervalos vibrando De rojos lampos esmaltaba el suelo. Desde el momento aquel los dos rivales Comprendieron al punto Que en pujanza y valor eran iguales, Y que la astucia solo o la destreza La victoria daria; No la ardiente fiereza Que sus potentes brazos dirigia. Los ojos de uno en los del otro fijos De las pupilas arrancar parecen 90 Manto de pieles. Arbol (flecsible) muy fuerte. 92 Arbol muy flecsible y de ramas derechas. 91 50 Los secretos del golpe, Que sus iras ofrecen, Y aun antes que una maza haya bajado, La del contrario firme, El miembro que va a herir ha adivinado. Si en carrera veloz vertiginosa, Como la del ñandu de engaños llena, Huye el uno, pensando Do detener su fuga maliciosa Para embestir matando, Corre el perseguidor, si activo cauto, La astucia del contrario calculando; Al rápido volver de aquel que huyera El súbito parar responde siempre Del que atento y veloz lo persiguiera, Y sus mazas entonces prevenidas Se chocan y estremecen Deteniendo la muerte entre dos vidas. Pero las olas de furor ardiente Que en sus pechos bramaban, Inundando de fuegos sus cabezas En olas de delirio se cambiaban, Y a pesar del constante golpeteo Con que chocan sus mazas, Cual estallo continuo de la selva Que el incendio hace brasas, Sin poder las acusan y sin suerte Para llevar en ellas La deseada muerte. Cubiertos de sudor, por un instante Aquel inútil batallar suspenden; Y con desprecio y brio Aquellas armas que su orgullo fueran Arrojan en el rio. Cual dos leones, que en su amor ferino A disputar la hembra se preparan, Las uñas crispan, los colmillos baten, De sus ojos convulsos llamas brotan, Y con las colas do su rabia llega La verde grama azotan, Asi los dos indianos el momento Atisban precavidos Del ataque violento. De súbito se lanzan El uno contra el otro cual movidos Por resortes de acero; Chocan sus pechos altos y fornidos, Y tan veloz su salto fue y certero, Que ceñidos entrambos se sintieron Por sus hercúleos brazos; 51 En su aliento de fuego se quemaron, Y con uñas feroces Las bronceadas espaldas desgarraron. En tanto Güizaró que mas temblaba Cuanto mas largo el combatir veia, Con la mirada de sus ojos negros De la lucha las furias encendia. ¿Como juntas las incansables fuerzas De aquellos dos Atletas de los montes, Que en abrazos de muerte se estrechaban, Y en sudores de fuego Rostros y pecho y brazos se inundaban? ¡Ay! en vano sus músculos torcian, Como nudosas ramas al embate De irritado pampero, Para doblar los del contrario rijidos Como barras de acero; En vano en el lugar donde sus brazos Al contrario aferraron Queda una faja de color sangriento; En vano, cual dos árboles que enreda El huracan violento, Con sacudidas bruscas y furiosas Quieren lanzarse al suelo, Para saciar alli como dos fieras Su furibundo y homicida anhelo. En vano en vano todo, por dos genios Parecen alentados, Y hasta la tierra por sus pies herida, Al verlos tan valientes y esforzados Rechaza su caida. Invencibles los dos se conocieron, Y en sus acervas (sic) rabias impotentes, Sus cuellos de leones desgarraban Con iracundos dientes, Cuando de pronto Alborebí perdiendo Tierra en la verde cima De la fatal barranca, a su enemigo Del Uruguay en la mugiente sima Precipita consigo. Bajo las aguas que a tal golpe bullen En espumoso hirviente remolino Desaparecen los dos; pero muy presto Con su furor ferino Las cabezas asoman, nadan listos A continuar la lucha, cual lo hicieran Dos yacarés hambrientos y furiosos; Se buscan, se acometen y en su estulta Ansia de concluir, ya no reparan Que el liquido elemento los sepulta. 52 ¡Que atroz instante Güizaró la hermosa De la barranca padeció en la altura! Casi tendido el cuerpo en el vacio, Saltando el corazon en su tortura, Con las manos crispadas, y los ojos Clavados en el rio, El momento esperaba en que triunfante Saliese Alborebí sobre las aguas Para seguir a su perdido amante. Mas no fue Alborebí, fue su ventura La que floto en las ondas; victorioso Corta el charrua la veloz corriente, Por la barranca trepa, y amoroso En sus brazos la estrecha; febriciente Güizaró lo contempla; de su voca, Convulsa aun con el furor reciente, Busca el amor el beso, Embebe en él su labio, y delirante Y loca de placer, a su adorado Arrastra al bosque espeso. Del fondo de las aguas Alborebí entre tanto habia subido, Desfalleciente ya, pero luchando Con enemigo aun mas aguerrido; Busca llegar hasta la opuesta orilla, Y con angustia y pena Dejando el rio con su sangre tinto Logra caer en la desierta arena. En ese instante, Poremá aflijida Sale del bosque trémula y llorosa, Corre a su lado, sientase en la playa, Y de su amado la cabeza hermosa, Mas ya mortal, sangrienta Apoya en su regazo, Y a ella se inclina por saber si alienta. El guaraní muriendo Abre los ojos que la muerte anubla; Mira la joven, Güizaró la crée, Y dicele gimiendo: –¡Ay! no lo creas, no, no me ha vencido!.... Al caer en el agua duro tronco... El pecho me ha partido!– –Olvida, Alborebí, te ruego, olvida, En esta hora tu pasion funesta; Respondió Poremá, y a su eterna vida Desde mis brazos parte!... –¿Eres tu Poremá, angel del suelo, que el balzamo derramas de dulzura En mi terrible duelo? ¡Que desgraciado fui, que desgraciado! 53 Quizas el justo cielo... ¡Ay! me castiga por no haberte amado!... Súbita convulsion el cuerpo ataca Del moribundo guaraní; sus ojos Fija en la altura, plácida sonrisa Sus labios hermosa, Y mueve cual la llama que flamea Al perder su esplendor bajo la brisa. Bello rayo de sol, rompiendo entonces Las nubes tormentosas, Vistió la escena con etéreas tintas De oro y de zafir de plata y rosas; Y Poremá, sus manos elevando Hacia el astro del dia, Levanta ¡oh Sol! Exclama, Sol cariñoso de la patria mia, Levanta hasta los cielos En uno de tus puros, dulces rayos, De tan amado ser el alma pia. Volvió a ocultarse el astro tras los negros Velos de la tormenta, Y sobre el Uruguay grandes, sonoras, Cual llanto de las nubes, Caian ya las gotas precursoras De borrasca violenta. 9 Lumbrera hermosa de los dulces dias De mi patria adorada, Foco de tierno amor y de alegrias, Aliento de sus glorias, y admirada Fragua de libertad donde el guerrero A su alma dió los temples del acero; Glorioso rey de nuestro puro cielo, De nuestras nubes gala, Jardinero inmortal de nuestro suelo, Y fulgente turíbulo que exhala Nubes eternas de esplendor y aromas, Bañando en ellas nuestras verdes lomas; Rico manto real de nuestros mares, Sabia de nuestros montes, Música celestial de sus cantares, Genial pintor de bellos horizontes, Lámpara que de mano del Eterno pende Y en Oceanos de luz el mundo enciende; ¿Porque alumbraste la fatal mañana de sangre y esterminio para la raza altiva y soberana que rechazaba el español el dominio, 54 Aquella raza que formó fogosa La virtud de tus rayos portentosa? ¿Porque alumbraste ¡ay! las destructoras Iberas compañias Y de los guaranies las vengadoras Masas de Yapeyú? ¡Ah! ¿no sabias Que su marcha veloz, ardiente, fiera, Contra el charrua dirigida era? Por eso ya cuando tu rostro asoma Flamígero, explendente, Como el rostro de un Dios, sobre la loma No ves al indio plácido, sonriente, Que al ver su patria por tu luz bañada Te envia una oracion en su mirada. Ni en las ardientes horas de tus iras Ya lo ves adormido Cave los rios donde tu te miras, Forzando al lado de su bien querido La dulce paz de su profundo sueño, Bajo la sombra del yatay risueño. Ni en las serenas tardes, cuando el cielo, Nubes, pájaros, flores, Se despiden de ti, vida del suelo, Y reciben de ti luz y colores, Lo ves erguido, estático, suspenso De la gran magestad de su descenso. Ya no llegan a ti desde la tierra Sonoros, prepotentes, Sus altos gritos, anuncios de la guerra; Ni admirarlos podras bravos, valientes, Dominar del jaguar la garra fiera Y del venao la veloz carrera. Ya el charrua no existe; fue su raza Briosa e indomable Nube de exhalación que brilla y pasa. ¿Quién su constancia contará admirable? ¿Quien todo su valor y su heroismo? ¿Quien su lucha al morir? Solo tu mismo. Espléndida llanura De bosques rodeada, Con aire y luz y aromas Do quiera regalada; De verde grama fresca Y flores tapizada, Desciende suavemente Buscando hacia el oriente La limpida corriente Del fúlgido Uruguay. La baña el sol de dia 55 Con lluvia de esplendores; En la callada noche Los pálidos fulgores De la encantada luna Argentan sus verdores, Y en medio de la calma Que arroba nuestra alma De plata son la palma, Quebracho y ñandubay. Suele cruzarla a veces Con paso magestuoso El avestruz tranquilo; Trisca el voluptuoso Venao tras de su hembra, Y tiendese el hermoso Jaguar en las floridas Matas adormecidas Bajo las encendidas Caricias de [ilegible] Sol. Cuando la aurora sale, Por bandas la paloma Revoloteando cruza Para ir hacia la loma Do de cardal madura Parda semilla toma, Y vuelve diligente Cuando en la tibia frente De la tarde, esplendente Brilla el lucero amor. Y a veces de las nubes Las sombras silenciosas Sobre la verde grama O selvas relumbrosas Tan rápidas resbalan, Pasando magestuosas, Que creese en la mano De un genio sobrehumano Luchando, pero en vano, Por apagar el sol. Mas de ese bello sitio, De Yapeyú alejado Por muy tupidos bosques Do quiera resguardado Y por laguna estensa A Oriente confinado Desaparecido habia La plácida alegria Conque natura pia Lo hiciera seductor. En cambio del charrua 56 La hueste bulliciosa Inquieta lo llenaba, Y la llanura hermosa Antes tranquila y bella Repercutió estruendosa Con voces de guerrero Que listos y altaneros Cruzaban los senderos Llenaban su estension. Allí llevára Cabarí su campo La misma noche que siguiera al dia, En que vio el Uruguay la ardiente rabia, Salvages fuerzas, y salvage ira, Que amor y celos, y diversa raza, En él y Alborebí prendido habian; Y anhelante y feroz alli esperaba De sus ligeros y hábiles espias La pronta vuelta, que a su fiera zaña El momento propicio marcarian. Al campamento en tanto iban llegando En diferentes grupos las familias De los bravos salvages, porque larga Siendo la ausencia, el corazon pedia Alimento de amor, placer y calma. Pero esas fieles, fervidas amantes, Alli en los bosques de la madre patria ¿Que iban a presenciar? quiza la ira De su adverso destino, desatada Sobre los restos de su raza altiva; Quiza la lucha, como nunca brava, Do el valiente charrua pelearia Solo para morir en su adorada Preciosa libertad, jamas perdida, Y no impelidos por falaz confianza En su fuerza, valor y astucia viva. Amantes, y alejados de aquel pueblo, Que en la llanura vocinglero hervia, Del Uruguay cave la margen grata, Güizaró y Cabarí, de la gramilla Haciendo alfombra blanda, Teniendo por docel la copa erguida De gigante Yatay93, la verde y alta Barrera de los bosques por cortina, Y por espejo de luciente plata La ancha laguna que a sus pies dormia, Aspiraba amor en sus miradas, En la caliente perfumada brisa, 93 La palma. 57 En la luz con que el cielo los bañaba, En los rumores de la selva tibia, En las nubes que plácidas y albas Cual gigantes palomas extendian Su vuelo en el espacio, y en la magna Bóveda azul que amante los cubria. De pronto Cabarí quedo sumido En distracción profunda, cual si su alma Buscar quisiera una vision perdida; Mirolo Güizaró, tierna lo abraza, Y con voz aun mas grata que dulcísima Llamada de picuí, 94así le habla: Güizaró –Como árbol sin rocio Estas triste, bien mio, Y como flor sin brisa Ha muerto tu sonrisa. ¿Porque muda Sufre su alma altiva? ¿Quiza la amarga duda En ti el dolor aviva? De esa pena Que el corazon te parte A Güizaró da parte... Cabarí –Solo tu dulce acento Disipa en un momento Sombras del alma mia; La alegria Grata renace en ella; La esperanza Surge risueña y bella, Y confianza Tengo ya en la victoria. ¡Oigo cantar la gloria! Asi las verdes hojas Que oscuro polvo empaña, Su brillantez recobran Si la lluvia las baña; Asi el tuyú 95en el monte Mas armonioso canta, Cuando al morir la noche La aurora se levanta. Güizaró –¿Porque entonces tus acentos Mis tormentos No concluyen y mi afan? 94 95 Paloma de monte. Pájaro de canto muy dulce. 58 ¿No soy yo tu amante esposa que celosa Tus destinos seguirá? Te he jurado por el cielo Que en tu duelo O tu dicha, encontrarás Siempre intrépida a tu lado Mi abnegado, Mi constante pecho audaz. Ya tu suerte con mi vida Marcha unida Hasta el negro ibicuá. 96 Cabarí Escucha pues, amada, Prenda del alma mía, Fiel compañera hermosa De mi fortuna impia; Escucha, y en tu pecho Caiga la gota impura De este voraz veneno Que mi valor tortura. Valientes son los hijos De esta querida tierra Y sus caciques nacen Para vivir en guerra Con el que vil ataca Su libertad querida, La mas preciosa prenda Para su errante vida. Y ni la zaña ardiente Ni nuestra viva astucia, Ni ese valor furente Que riesgos desconoce, Conseguiran la suerte Cambiar de los charrúas; Para ello es la muerte. Si en un momento fuimos Do quiera vencedores, Audaces destruyendo Iberos y traidores, Que la sorpresa solo Quien nos prestó victoria; A nuestros padres nunca Gustóles esa gloria. 97 Ya en sus [tapees] se arman 96 El sepulcro. Los charruas formaban la tribu mas noble de cuantas se encontraron en el Río de la Plata, (/.../); pocas veces se las vio hacer emboscadas al enemigo. 97 59 Los guaranies traidores, Y en bandas ordenadas Cual diestros cazadores, A nuestros bosques pronto Vendran, y aunque luchemos Cual fieras perseguidos Aqui nos concluiremos. Con impaciencia espero Mis hábiles espias, Que esparramé en la noche Por diferentes vias; Pero ninguno viene... ¡Cuanto me sobresalta! ¿Cual es el vil charrua Que a su consigna falta? ¡Quizas dentro las redes Del guarani cayeron! ¡Quizas los que yo acuso con gloria sucumbieron!... Güizaró –Yo he visto muchas veces Jaguar, 98 acorralado Por cazadores indios, Caer despedazado, Antes que dar paciente Su indómita cabeza Al corredizo lazo Que rigido lo apresa– Cabarí –La sangre del charrua bulle en tu pecho ardiente. ¡Ah Güizaró eres digna Del nombre de tu gente! Solo en la negra muerte La libertad tendremos; Alli Güizaró amada, Allí la gozarémos. Mas yo quisiera, y este Es, Güizaró, mi anhelo, Que si mis ojos cubre De Añang99 el negro velo, Cuando en la lucha caiga Muriendo como bravo, Ni mi cadaver quede Del vencedor esclavo. Güizaró –No quedará, lo juro; Tendré de fiera el brio 98 99 Tigre. Genio, o Dios del mal, o el mal mismo. 60 Para ocultar celosa El único bien mio. Cabarí Ya las ardientes sombras De nuestros padres vienen A presenciar la lucha.... Ya llegan... se detienen ¡Que fieros ¡ah! me miran!... Se acercan, me rodean... Y dicen: –los charruas Hasta morir pelean. Güizaró –¡Oh, Cabarí, deliras!... Cabarí –No, Güizaró, es un sueño que en la pasada noche De mi dormir fue dueño... Güizaró –Añang en las tinieblas Los hace y con fiereza Los manda que atormenten Del indio la cabeza. Cabarí –También Tupá 100 los hace Sobre el azul del cielo, Y son en la desgracia De corazon consuelo. Escucha, amada, escucha, Mi sueño misterioso; Es triste algunas veces, Pero otras muy hermoso. Güizaró –Habla, que tu palabra Llega a mi atento oido Como el rumor de brisa Sobre el juncal dormido, Y el corazon entonces De tu reclamo lleno, Como de oscura carcel Quiere saltar del seno. Cabarí Era la hora en que la selva duerme; El sol se mira en la mitad del rio, Y al hálito quemante del estio Del Uruguay se dobla toda flor. Cansado reclineme bajo el manto De aquel sauzal que báñase en la orilla, 100 El genio del bien, o el bien mismo. 61 Y en un tronco posando la mejilla Cerró mis ojos sueños vencedor. Entonce el gran Tupá bajo mi vista Tendió esta patria llena de ventura Con su cielo esplendente, su luz pura, Su sol de incomparable magestad, Sus montes virginales apiñados, Sus caudalosos rios refulgentes, Y sus dulces colinas sonrientes Do se respira la inmensa libertad. Y vi dichosa en los verdes valles Y en sus floridas humedas laderas Aquellas tribus dueñas verdaderas De este suelo que España nos robó. Las vi mudando sus tapées sencillos Do su absoluta voluntad queria, Cazando allí donde abundancia habia Durmiendo do la noche las cubrió. ¡Y eran felices nuestros padres! dueños Del agua y aire, de la tierra y fuego, Jamas al cielo dirijian su ruego Por mas riqueza, ni por mas placer. Amor no mas la ley de sus hogares, Entre el amor y libertad crecian, Como troncos del bosque envejecian Y en dulce sueño se extinguia su ser. Mas derrepente nube tenebrosa, Cual negro quillapi de Añang airado, Cubrió de luto el rostro abrillantado De nuestro hermoso Paraná-Guazú.101 Enrogecidas sus corrientes rápidas, Y revueltas sus olas espumosas Rebramaron altivas y furiosas Al mugir del feroz Cuzubirú. 102 Cual jaguares del aire embravecidos Las negras nubes entre sí rugieron, Del sol el puro resplandor cubrieron, Y las cruzó iracundo Amaberá 103 Lo que vi entonces, Güizaró querida, Despierto ya mi corazon abruma; Ni en la misma vejez que me consuma De mi memoria fiel se borrará. Cual engendros del rio y la tormenta En la playa saltaron los guerreros Imponentes, altivos y severos, Cuyas armas brillaban como el sol. Y lucian sus frentes y sus pechos 101 Lo que se llama hoy Río de la Plata. Viento pampero fuerte. 103 El relampago y el rayo. 102 62 Con radiantes y bellos resplandores Como luce el Guazú con los fulgores 104 De hermoso dia lleno de arrebol. Los charruas valientes con su grito Las cuchillas y montes atronaron Y a su encuentro terribles se lanzaron Con la rabia feroz del yayazú 105 ¡Oh canta sangre, Güizaró, y cuanto Muerto mis ojos en el campo vieron, Cuanto alarido de furor oyeron Estos oidos, no lo piensas tú! ¡Ay! pero Añang106 que del charrua queria La muerte y esterminio, a los guerreros Prestó sus rayos fúlgidos certeros, Y a sus armas la voz del huracan. Como sombras de nubes que resbalan Sobre la loma los charruas pasaron, Y en desiertos sangrientos se cambiaron Los felices tapíes107 de Zapican.108 De soledad inmensa que abrumaba Me vi rodeado; pareciáme el mundo En silencio sumido tan profundo Sin luz, ni vida, ni aire ni calor. En medio de mi sueño la ira ardiente Abrazaba mi sangre; la esperanza De una implacable singular venganza Aumentaba en mi espíritu el furor. Con el rápido vuelo que atraviesa El ígneo Amaberá109 la negra nube, Asi de Alborebí el espectro sube Y me eleva potente tras de sí. En un instante sobre altivo cerro, Que en derredor las lomas dominaba, Y cuyas faldas ancho rio bañaba, Por el fantasma transportado fui. Y mi rival, entonces parecieme, Levantando la voz a tal acento Que aún despierto en mis oidos siento, Pronunció estas palabras con ardor. –Poco mas de cien veces los ombues Sus hojas cambiarán para que el cielo Poderoso realize en este suelo Lo que vas a mirar en derredor. Desapareció el espectro, y al instante 104 El Paraná, rio. Jabali muy bravo y feroz. 106 Genio del mal. 107 Campamentos, aldeas. 108 El Cacique de los Charruas cuando llegaron los conquistadores. 109 El relampago o el rayo. 105 63 Grande y bello Tapé110 se alzó a mi frente Como las nubes blanco, y reluciente Cual las olas que forma el Uruguay. Cien gigantes canoas desde el rio Sumisas como á Rey lo saludaban, Y las armas del trueno coronaban Sus murallas mas altas que urundais111 Maz ¡ay! sobre el tapé tan blanco y bello Vi tremolando el pabellon ibero, El que sangriento siempre y altanero Sobre las tumbas del charrua venció. En medio de mi sueño rabia e ira Dieron al alma su mayor vehemencia Y que el rayo quemara mi existencia El corazon furioso deseó. Pero de pronto en las lejanas lomas Que en verdosa subida se dominan, Y unas tras otras salen y se empinan Para admirar el sinigual tapé, Remolinos de nubes vi elevarse, Oi el estruendo del cañon hispano, Y el bramido feroz del charrucano 112 En la victoria renovó mi fé. Entre el polvo y el humo del combate, Dominando lucientes batallones, Flameaba rodeado de cañones El amarillo y rojo del pabellon. Se agitaban las lomas al estruendo De la sangrienta, férvida batalla, Y en nubes invicibles la metralla Cual granizo caia del turbion. Mas no veia las soverbias plumas De mis hermanos agitarse airadas, En sus negras melenas enredadas Por el afan de horrible combatir; Ni sus brazos de bronce poderosos Levantando la maza enrogecida, O blandiendo la chuza, que una vida Arranca siempre cuando llega a herir; Ni la flecha de plumas adornada Se clavaba en los pechos silvadora, Ni la redonda piedra zumbadora Buscaba cráneos do su golpe dar. ¿Quienes eran, entonces, esos hombres, Ese pueblo tan fuerte y tan guerrero, Que con el bravo é invencible ibero 110 Campamento, aldea, (/.../), reunion de familias. Arboles robustos y gigantescos. 112 Los descendientes de indigenas y españoles conservaron por mucho tiempo la costumbre de dar alaridos en las batallas. 111 64 Frente a frente podia batallar? Dominando sus potros ardorosos En la rauda carrera desatada, En el salto violento, en la parada Y en la vuelta, increible por veloz, Descendian las lomas, cual si el viento Con furor de huracan los impeliera, O las trepaban en audaz carrera Para enterrarse en el combate atroz. Entre las nubes de la lucha grises Sus lanzas y sus sables fulguraban; A los cuadros de infantes se lanzaban Y la linea española hacian temblar. Al diezmarlos, quemante la metralla, Daban vuelta veloces, se rehacian, Y con mas furias atacar volvian, Y la linea española hacian doblar. Amaberá 113 su rapidez les daba Los jaguares114 del bosque sus bramidos Y sus furores eran encendidos En el rayo inmortal de nuestro sol. Habia en sus ojos y en su tez bronceada, En sus corbas narices, y cabellos De mi raza indomable los destellos Bajo el aire marcial del español. Juzgaba a veces que charruas eran, Dueños ya del caballo y de la espada, Empapando la tierra conquistada Con su sangre que ahogaba al opresor. Juzgaba otras que españoles eran, Sanguinarios luchando con hermanos, Por poseer la tierra que inhumanos Nos robáran en dias de dolor. Al fin cual pasan las soberbias olas, Al azote del viento reveladas, Sobre las negras rocas empeñadas En detener el furibundo mar, Asi sobre las filas españolas Los escuadrones rápidos pasaron, Y de sus potros con el casco hollaron Las armas de la Iberia sin rival. Alzose entonces de gemido y llanto; En sus callles y plazas el espanto Sus fantasmas de miedo levantó, Y a lo largo del asta su bandera Cayó cual hoja que tronchó el pampero; Y seca pende del yatai 115 altero 113 El relampago. Tigres. 115 Palmera muy frondosa. 114 65 Donde frondosa un dia se agitó. 10 Calló el cacique; Güizaró que atenta Con respeto y amor lo contemplaba, Preguntole anhelosa Por el estraño sueño impresionada: –¿Y luego que pasó, Cabarí mio? ¿Como concluye esa vision estraña? –Concluye, Güizaró, dijo el guerrero, Que desperté convulso, aflicta el alma, Saltando el corazon apresurado Y la mente ofuscada; En vano de Caarú busque la ciencia; Incierto como yo, piensa y se pasma Con sueño tan estraño muchos dias; Llega uno por fin, viene y exclama Un gozo aparentando que no siente: –Tu sueño es de Tupá116 grande palabra; Con él te anuncia que el charrua indomable Ha de vencer en la primer batalla– Mas yo que siento el corazon opreso Y sombra de tristezas en el alma Nuestra victoria veo En morir como libres y mi mancha– Los dos amantes tristes, pensativos, Y atormentados de ansiedad estraña, En silencio quedaron contemplando Del Uruguay las susurrantes aguas, Que en blanca espuma o en brillantes ondas Las arenas y flores refrescaban. Pero siniestro reventó en los aires El ¡Bo! 117 Del guaraní, como llamada De una trampa de muerte; El trueno horrible de españolas armas En varias partes conmovió la selva; Las silvadoras balas Azotaron furiosas de los árboles Hojas, troncos y ramas, Y cual juntas de látigos airados Que algun genio invisible manejara, Herian resbalando Del Uruguay las aguas. El verde Oceano de ondulosas copas Agita al punto infinidad de alas, Y se llenan los aires de palomas Que huyen en bandadas, 116 117 Genio del bien. Genio de guerra de los guaranies. 66 Mientras chajas118 y teruteros juntos119 Sobre la selva en remolinos graznan. Huia la vida de los bellos montes Al anuncio feroz de la batalla. Cabarí que comprende De aquel estruendo la terrible causa, Salta cual fiera que el rival sintiese, Cojer su poderosa fuerte maza, El llamado guerrero del charrua Con formidable voz al aire lanza, Y de su amante Güizaró seguido De la laguna arrojase en las aguas. Cruzan veloces la veloz corriente Del rapido Uruguay, tocan la playa De la margen opuesta, valerosos En un instante suben la barranca, Y a la orilla del bosque Esperan de sus gentes la llegada. De Cabarí a los gritos Se orientan los charruas que por bandas A la orilla del rio van llegando, Perseguidos con zaña Por los airados guaranies e iberos, Que sangrienta venganza Vienen tomando ya de los salvages, Al herirlos furiosos por la espalda. Dando alaridos de furor o espanto, Huyendo como gamos, o con rabia Sus vidas defendiendo, Las de sus hijos y consortes caras, Por varios juntos hombres y mugeres Y niños se abalanzan A las raudas corrientes salvadoras, Y alli do altivo Cabarí se halla Van logrando llegar, pero las ondas Del grande rio con su sangre manchan, Y en las arenas de su fondo caen Los que las flechas y traidores balas Atajaron crueles En medio de las aguas. El gran Cacique intrepido, sereno En la enhiesta barranca se levanta Como una estatua en pedestal de piedra; Roza su frente la silvante bala Dobla las plumas que (/.../) su cabeza El viento de las flechas que se clavan Zumbando aun en los vecinos arboles; Mas él con sus palabras, 118 119 Ave que toma su nombre del sonido de su grito. Especie de grullas. 67 Con sus gestos enérjicos A todos da valor, a todos llama; Y cuando vio que fugitivo alguno No cruzaba las aguas, Levantando su brazo, que blandia La formidable maza, Como retando la enemiga gente, –Venid, gritó, traidores, A buscar al leon en su morada.– Y veloz como el ciervo Perdiose entre las ramas. Por un instante dominó el silencio; Guaranies y españoles meditaban Por do atacar al enemigo, fuerte En su nueva emboscada, Cuando un torrente, de redondas piedras, Y de flechas y chuzas arrojadas Cayó sobre ellos esparciendo sangre Muertos y heridos en la angosta playa; Y ni un charrua se veia en la orilla Del rio o de la selva enmarañada. Parecia que árboles y arbustos Imitados se armáran, Y sus ramas en flechas convirtiendo Y sus frutas en piedras, las lanzaban Sobre el cruento enemigo De aquella heroica raza, Que a la sombra naciera de sus copas De sus flores y frutas disfrutara, Y ahora venia entre los gruesos troncos Las malezas tupidas y enredadas, Los barrancos ocultos, Buscando como única esperanza Para su libertad último ausilio, Para morir en campo de batalla. De la selva al amparo Las legiones huyeron yapeyuanas, Pues solo así librarse conseguian De aquel que los diezmaba Torrente destructor; pero son muchos Y muy valientes y de grande audacia Los guaranies terribles; Españolas escuadras Con cabos aguerridos los dirigen, Por vados escondidos el rio pasan, Y logran penetrar dentro del bosque Donde el charrua alerta se abrigaba. Con mas furor entonces Reempezó la batalla, Y bajo las tupidas arboledas 68 Del fusil retumbaron las descargas. Alli donde la brisa poco antes Habia vibrar las hojas y las ramas Con misterioso ritmo De una gigante arpa, Alli donde el zorzal y la paloma El dulce uretuí 120 y la calandria Sus quejas se decian, O de su amor las dichas entonaban; Alli donde arroyuelos cristalinos, Frescos y ocultos por floridas matas, Apenas susurraban juguetones Como temiendo interrumpir la magna Dulcisima armonia de la selva, Alli las furias entran desatadas, Estrellanse los odios con los odios, La rabia con la rabia. Aqui triunfa el español acero Allá la flecha y la salvage maza, Una batalla librase sangrienta Del monte en cada abra, Y al lamento mortal de los heridos Maldiciones se mesclan y amenazas. ¡Ah! vosotros tan solo ñanduvaes121 De poderosos troncos y altas ramas, Flecsibles sarandies, sauces frondosos, Gigantes virarós122 esbeltas palmas, Puros jazmines que habitais el aire, Sencillas margaritas rojas y albas, Podriais decirnos la salvage lucha De ese dia de horrores y de zaña, Quien el valiente fue, quien el mas fuerte, Quien el que mas sangre se bañara, Quien al tigres superó en furores Quien al chacal en rabia. Llega ya el sol al medio de los cielos; El combate no cesa, la ira bárbara De los guerreros por doquier aumenta; Parece que al calor de aquella llama, Que es fuente de la vida, Templa la muerte su feroz espada. Se acerca ya la tarde; De los charruas la mas grande maza Yace sin vida bajo el patrio bosque; Sus hijos y mugeres de la banda Vencedora se encuentran prisioneros: Va cesando el fragor de las decargas 120 La viuda pajaro de dulce canto. Arboles gigantezcos de madera muy dura. 122 (/.../) son los mas altos del bosque. 121 69 Y el alarido de la lucha ardiente, Con la severa misteriosa pausa Que en los aires se aleja La estruendosa borrasca, Y de la selva suben Columnas de humo blancas, Que anuncian el incendio, Pira gigante de la muerta raza. ¿Pero cual es la suerte de los bravos, Caciques indomables, que lucharan Al frente de sus tribus En la sangrienta funeral campaña? Hacia un rincon del bosque mas espeso, Cerca de una barranca, Que el Uruguay domina, casi a pico, Y que coronan espinosos talas Y espinillos de oro,123 Hay una oculta reducida obra De la virgen floresta: Es la escena final de la batalla. Cubren la yerba y las silvestres flores, [ilegible] las aguas De frescos arroyuelos, Y los troncos robustos de las palmas, De yapeyuanos y charruas e iberos Destrozados cadáveres, que aun lanzan De sus ojos vidriosos las centellas De furibunda rabia, Y parece que agitan en sus manos, Por la muerte crispadas, Ya la espada o la pica enrogecidas, Ya la tronchada maza. Alli está Cuapucú; como el queria, Murio matando con ferina zaña; Su sangre con la sangre del ibero, Que en el pecho le hundiera la ancha daga, Confundidas estan en charco rojo; Sus manos aun se agarran En los sangrientos cuellos, Y sus ojos que saltan De las órbitas negras, aun parecen Que con rayos de ira se incendiáran. Alli está Oberató; por larga herida, Que abrio en su frente la tajante espada Salió con pesadumbre Su tan salvage cuan valiente alma; Tendido está en la tierra Sobre la fuerte espalda, 123 Arbol que da la (aroma) color de oro. 70 Y aun no ha soltado la quebrada pica, Y aun parece que altivo se esforzára En romper de la muerte las cadenas Para volver ardiente a la batalla. Allí está Piacupí, vacio tiene El carcax de sus flechas, y de su alma Vacio tambien el destrozado pecho. ¡Ay, cuanto duelo su feroz pujanza Deja a los yapeyuanos! ¡Cuantos vacios en la hueste hispana! Sobre el campo estrecho y sanguinoso De cadáveres lleno y rotas armas, De Cabarí la atletica figura Dominante se alza. Solo un resto de vida Se agita vengador en sus entrañas, Y busca en torno suyo Si hay enemigos do saciar su rabia. De las heridas de su pecho brota Sangre copiosa que sus pies empapa; La mano siente de la cruda muerte Que su valiente corazon desgarra; Le faltan ya las fuerzas, Ante sus ojos misteriosos pasan Negros espectros de la noche eterna, Y no quiere caer; su cuerpo asalta El terrible temblor de la agonia, De una gigante palma Moribundo en el tronco se recuesta, Y en un supremo esfuerzo la que ama, La hermosa Güizaró, nombra risueño. Un soldado español de entre las matas En ese instante sale; Al mirarlo el guerrero, como lava Que tibia ya de pronto se incendiase, Siente su sangre recobrar la llama De poderosa vida; Se iergue altivo, alza su macana, Y va a lanzarse con la ardiente furia Que usára en la batalla; Pero el soldado retrocede al punto, Su homicida fusil ligero baja, Un relampago brilla, Un estruendo en la selva se dilata, Y el corazon del indomable indio Partio quemante la traidora bala. Abre los brazos, Cabarí, cayendo, Y con el suelo de su amada patria Uniendo el rostro y el heroico pecho, Libre, su aliento postrimero exhala. 71 Como fiera leona que al lamento De su herida pareja se abalanza, Erizada la crin, sangriento el ojo, Extendidas las garras, Así aparece Güizaró tremenda Del vencedor soldado por la espalda; Veloce como el rayo Arrebata la espada De un cabo guarani muerto en la lucha, Amor ardiente y vengadora zaña Dan vigor a su brazo, y en el cuerpo Del español la deja sepultada, Arrojando del seno de aquel bravo La aborrecida alma. Corre a su amado, lo levanta en brazos, Y cual queriendo darle vida estampa Sus labios en sus labios; No llora cual muger, cual fiera lanza Bramidos de furor, y sobre el seno Frenética oprimiendolo desata Su lengua en maldiciones: –Ni aún tu cuerpo, furibunda exclama, La presa ha de quedar de los infames; Ven, Cabarí, y huyamos donde halla Su verdadera libertad el indio– Con vértigo mortal turbada el alma, En jadeante y rápida carrera Por medio de la selva, que desgarra Sus miembros sudorosos, Llega del Uruguay a la barranca, Y asida del cadaver adorado Se precipita en las profundas aguas. Tendia ya el crepúsculo sus sombras, Como una oscura transparente gaza, Sobre el grande Uruguay y sus florestas, Cuando la vencedora gente yapeyuana, Salia del bosque y el camino estrecho De la aflijida reduccion tomaba. Como dientes de fuego del gigante Monstruo de los incendios, ya las llamas Devoraban la selva; Los viejos troncos con estruendo estallan, Gimen las hojas que en cenizas vuelan, Suspirando dobleganse las ramas, Y espesas nubes de humo ceniciento Do chipas mil se encienden y se apagan, El campo de combate van cubriendo Como inmensa mortaja. Sanguinosos los pies, y destrozados 72 Senos, brazos y espaldas Por la dura maleza y las espinas, Apenas resguardadas Por girones de tela o de pieles; Pero altivas y fieras y con rabia Mirando los soldados Vencedores sangrientos de su raza, Por centenares iban las mugeres De los muertos charruas, desoladas, Sin hijos, sin esposos, Sin libertad, sin patria, Quizas la muerte torvas meditando, Antes que en la mision vivir esclavas. ¡Quien entonces diria, Que esas mugeres tristes, agoviadas Bajo el terrible peso De su inmensa desgracia, Iban a ser las madres de los bravos Guachos orientales, cuyas lanzas Habian de dar la libertad y el nombre A la patria Uruguaya.! 11 Un año habia pasado Desde la cruda guerra Que ensangrentó los campos De la uruguaya tierra. Brillaba ya en los cielos La reina de las flores, Y de sus ricos senos Saltaban los amores Para llenar los campos De luces y armonia, Dar su esmeralda al pasto, Al bosque en alegria, Al agua sus reflejos De grana azul y plata, Al espinillo bello Su aroma de oro grata, Al uretuí 124 sus cantos, A la picuí125 su arrullo, Al arroyuelo exausto Su plácido murmullo, Y al Uruguay gigante Sin paisages grandiosos De ñanduvaes126 y sauces 124 El pajaro de mas dulce canto en el Uruguay. La paloma de monte. 126 Grandes arboles de madera muy fuerte. 125 73 Y viraroes frondosos. 127 Como un erial cubierto De nidos de palomas, Del yapeyuano el pueblo Duerme en sus verdes lomas, Bajo la sombra fresca De sus yataes128 gigantes De sus tacuaras129 bellas Y ombues dominantes. La paz hermosa virgen Hija del alto cielo De galas mil reviste El aire, el agua el suelo. Rompe el calmoso arado La loma y la pradera Y en todo vierte encantos El sol de primavera. No viene ya el charrua Con gritos vengadores, En estruendosa turba Y armado de furores, A interrumpir los dias Del guaraní afanoso, Su sueño y su alegria Su rezo fervoroso; Ni con rojiza tea Consume los trigales, Haciendo escoria negra De huertas y maizales. La calma venturosa De pueblos inocentes, En Yapeyú las horas Hace correr placientes, Y entre el trabajo activo Y la oracion al cielo Del guarani el destino Cumplese aquí en el suelo. Mas las charruas indómitas Mugeres de aquellos bravos, Que en su inmortal derrota Murieron sin ser esclavos, En la alta noche el pueblo Dejan y al rayo triste Del luminar del cielo Que con su luz reviste Los uruguayos montes, En las lagunas juega, 127 Viraroes. Arboles los mas altos del bosque. Palmeras muy hermosas. 129 Cañas altisimas y muy fuertes y frondosas. 128 74 Penetra entre los bosques Y el pedernal platea, Dicen, que entre la niebla Que roza la cuchilla, Se agolpa en la pradera, O sobre el cerro brilla, A sus esposos hallan Pasando en son de guerra, O derramando lágrimas En la perdida tierra. Pero tambien en las calladas tardes Cuando parece que la flor asoma Su frente llena de sutil aroma Para mirar del cielo el esplendor, Se ve una joven guarani vestida De humilde tela de algodon, ceñida A su talle de palma encantador. Del tosco brazo de una cruz suspende De algun viricullá la flor llorosa 130 Y esparce en torno de la verde fosa De Uruguayo jazmin la blanca flor. Al verla dicen las muchachas tristes Con lengua lastimera: –Aun sigue Poremá queriendo a un muerto; Si Alborebí la viera, Vendria a tanto amor!. Montevideo, 1856 130 Enredadera que da la flor llamada Pasionaria.