EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007 BABELIA 19 LA INDUSTRIA EDITORIAL co; Seix Barral empezará en 1911 con el libro escolar; la Fundación Bernat Metge se permitirá el lujo desde 1922 de traducir sólo a clásicos griegos y latinos, y el libro infantil estallará entre 1912 y 1936, con un cenit de masas en la revista En Patufet (1904-1938 y 65.000 ejemplares semanales), cuyo secreto estaba en el popular autor Josep Maria Folch i Torres. SUSANNA SÁEZ más o menos periodístico, Gaseta vinguda esta ciutat de Barcelona, per l’ordinari de Paris, vui a 28 de maig, any 1641, notas traducidas de Gazette de France. La otra buena nueva, moral, la proporciona Miguel de Cervantes al hacer que su Quijote visite, en Barcelona, una gran imprenta, la que el escritor visitó en 1610: el taller de su conciudadano de Alcalá de Henares Sebastián Cormellas, que con sus 250 libros impresos será el obrador más prolífico del siglo. Industria para todo. Las divergencias regionales que se dan entre Valencia, Cataluña y Baleares se acentúan y la dialectalización dificulta aún más la edición en catalán. A mediados de siglo, sólo un 5% de la impresión se hace en esa lengua, en un marco triste: entre 1715 y 1744 se imprimen una media de 6,6 libros al año, inferior a los ocho de 1705-1714. El último tercio de siglo, y a pesar del alto analfabetismo, una ligera mejora educacional incrementará la capacidad lectora de la sociedad. Entre 1800 y 1850 se censan en Cataluña 150 impresores-editores. La saga de los Piferrer (de 1702 a 1868) ejemplifica el cambio: siempre desde la barcelonesa plaza del Ángel, la mayor librería de la ciudad (250.000 ejemplares de casi mil títulos en 1794) editará a Cadalso, Jovellanos y Voltaire y será la gran distribuidora para América Latina. Antoni Bergnes de las Casas, entre 1830 y 1843, editará 450 libros, la mitad, traducciones. El alud de innovaciones tecnológicas tras la llegada de la litografía (a manos, en 1820, de la familia Brusi, editora de Diario de Barcelona) va Germán Plaza compró su rico fondo (1.600 títulos) y creó el sello Plaza & Janés. Antoni López Llausàs. Como una caja china, la Llibreria Catalònia que fundó en 1924 López Llausàs (Barcelona, 1888-1979) era también imprenta, editorial y distribuidora. Cobijó las revistas más modernas de los años veinte y treinta (D’ací i d’allà, Imatges) y publicó la obra magna de Pompeu Fabra: su Diccionari general de la llengua catalana. Josep Maria Cruzet (19031962), cofundador de Catalònia, creó Selecta en 1946 acompañado de nuevos sistemas de comercialización, en los que Cataluña espabila: suscripciones para vender enciclopedias muy ilustradas; las novelas por entregas, género iniciado en 1841 en Barcelona y que hasta 1860 tendrá una audiencia masiva y que permite al editor ajustar ventas; o los folletines de los periódicos, donde Barcelona, a través de El Nacional, de nuevo es pionera. Las nuevas técnicas facilitan la llegada de la edición industrial que, ayudada por la Renaixença (movimiento de recuperación cultural apoyado en el editor Francesc Matheu y su revista Ilustració Catalana), dará auténticos best sellers: Jacint Verdaguer, Àngel Guimerà y Narcís Oller. Hay espacio para todo, como la religión, que contraataca al laicismo con el padre Claret, superventas en catalán y castellano (817.000 ejemplares) con Camino recto y seguro para llegar al cielo. O para el libro ilustrado, que en 1860 empieza a mover un analfabeto peón, repartidor de publicaciones, José Espasa, con los años promotor de la proeza de Enciclopedia Espasa (72 volúmenes). O Montaner y Simón, que aunará calidad y cantidad y se convertirá en la gran exportadora del recuperado mercado latinoamericano. La estantería y la sociedad de masas ya dan para polos opuestos: el italiano Manuel Maucci optará desde 1892 por grandes tiradas, bajo precio y calidad muy discutible, produciendo 25.000 libros a la semana en 1935. L’Avenç encarnará la referencia cultural del modernismo con su revista e imprenta, de donde sale su Biblioteca Popular L’Avenç. Gustavo Gili pasará del libro religioso al técni- Jaume Massó i Torrents. con la que la edición catalana asomó la nariz tras la Guerra Civil: obras completas de Verdaguer, primer intento de las de Josep Contenidos flexibles.El 5 de marzo de 1939, con la nota de la censura franquista que reciben los editores, empieza otro libro: sólo cuatro editoriales subsistirán y el primer permiso para editar en catalán no llegará hasta 1946. Los 865 títulos en esa lengua en 1936 no se recuperarán hasta 1976. El 69% de los sellos afincados hoy en Cataluña se crearon a partir de 1971. Aun así, quedó un poso de tradición que permitió que en 1949 nacieran dos futuros imperios: Planeta, de José Manuel Lara, y Grijalbo (éste en México, por el exiliado Juan Grijalbo, que regresó con ella en los sesenta). Y 10 años después, Danae, editorial que dio origen al grupo Océano de Josep Lluís Monreal. Todas aguantaron la crisis de los ochenta tras caer el mercado de ultramar. Hoy, afiliadas a su gremio, en Cataluña hay 278 editoriales, que editan el 45% de los títulos de España (octavo país en la Unión Europea) y que por su facturación tienen el 53,2% de la cuota del mercado, en un duelo clásico con Madrid que, desde su atalaya imparcial como director general de Círculo de Lectores, Joan Tarrida considera desfasado. “No se trata de tener la hegemonía en España sino a nivel global”, afirma. Y lanza envites universales: “¿Por qué no editamos en inglés? ¿Por qué no compramos la alemana Suhrkamp en vez de ir a la tan poco rentable América Latina? ¿Por qué las agentes literarias españolas no representan al Nobel Pamuk? Se trata de ambición: se vende hoy igual desde Nueva York que desde Barcelona”. Pero sí detecta déficits: “En Cataluña tenemos un equipo profesional de primer nivel, pero falta la red de gran distribución; Barcelona no tiene decisión de compra, que está en Madrid: El Corte Inglés, Carrefour, Fnac y Casa del Libro”. A esa lista de carencias, el secretario general del Gremio de Editores de Cataluña, Segimon Borràs, añade los grandes medios de comunicación. Pero le preocupa más que se dé “una crisis de resituación”, como la ya vivida en los setenta, con Edicions 62 (primer intento de aunar cultura y negocio) y tras un exceso de oferta al que contribuyeron hasta los sellos castellanos publicando en catalán, que ahogaron el incipiente mercado. “El porcentaje de producción en catalán es hoy superior al de ventas, que a su vez es superior al de lectores”, resume Borràs. Y como antídoto, apunta que los editores lo sean “de contenidos flexibles para cualquier tecnología y canal, con visión global no reñida con la local”. Un poco como la que tuvieron los impresores alemanes que llegaron hace seis siglos a Cataluña. Pla, promotor de los premios de Santa Llúcia y la gran Biblioteca Selecta: 325 títulos a su muerte. Jaume Massó i Torrents. Massó es una cabecera, la de la revista L’Avenç, que fundó en 1881, y también una editorial. Ambas fueron estandarte del modernismo. Con 400 títulos, incorporaron a las letras catalanas el latido espiritual europeo del momento: casi la mitad de su famosa Biblioteca Popular de l’Avenç (1903-1916) eran traducciones. También publicó a una legión de autores catalanes. El esfuerzo no fue rentable y en 1918 se deshizo de él. Gotas de Historia Francesc Parcerisas Ilustraciones de Soledad Calés Ramon Llull. Hijo de la primera generación de conquistadores catalanes establecidos en Mallorca. Implacable defensor de la lógica de la fe cristiana. Escribió en latín, catalán y árabe. Intentó convencer de su sistema a poderosos y papas. Consciente de que existiría un Pierre Ménard, reescribió de memoria algunos de sus libros perdidos en un naufragio. También Ramon Llull. novelista y poeta. Ramon/Raimundus Llull/Lullius (1232- 1316), el gran fundador. Ausiàs March. Poeta torturado por el amor, la muerte, la incertidumbre; brillante en el verso y en la imagen, torturado en el sentido. Ausiàs March (1397-1459) es más que Jorge Manrique, François Villon o Garcilaso, quizá una mezcla de Petrarca y Baudelaire. El primer libro. El primer libro impreso en catalán fue publicado en Valencia en 1474. Es un conjunto de loas a la Virgen María, entre los participantes: Jaume Roig, Roís de Corella o Bernat Fenollar. Y dos constataciones: la llegada de los impresores alemanes y la aparición de un nuevo público lector entre los burgueses. Tirant lo Blanc (1490). Magnífico libro de sangre, batallas, comidas, viajes, amores procaces y honor virtuoso. La crueldad y el respeto hacia los enemigos son puro cine histórico japonés, narrando el movimiento brutal de grandes ejércitos. El sexo y la ‘Tirant lo Blanc’. crueldad predatan y superan cualquier filme de Tarantino. Hacia el realismo por la puerta grande. Barroco. Decadencia o imitación de los modos culturales y de la lengua del Reino de España (eso las clases pudientes) entre el siglo XVI y el XVIII. Se salvó la lengua del pueblo en sermones y catecismos y en dietaristas secretos y mastodónticos, como el Barón de Maldà (1746-1818), un Montaigne d’Esplugues de Llobregat, atento a las minucias de la vida diaria, que dejó más de setenta tomos manuscritos, aún no todos editados. Verdaguer (1845-1902). Tennyson y Lamartine fundidos, ensotanados, exorcizados. Pieza fundamental de la lengua y de la recuperación literaria. Campesino de cabeza romana, polemista contundente. Su Sum vermis es baudelairiano. Gracias a él existe la Atlántida. Su entierro fue más multitudinario que la celebración de los triunfos del Barça. Not to be missed. Jacint Verdaguer. Teatro. El patriarca del teatro catalán, creador de engranajes escénicos perfectos que resisten por igual los decorados de papel o La Fura dels Baus, es Àngel Guimerà (1845-1924). Nacido en Canarias, se crió en El Vendrell y vivió en la calle Petritxol. Cecil B. de Mille le llevó al cine; Kirsten Flagstad debutó como Nuri en Tiefland, de Eugen d’Albert (su Terra baixa). Fue también poeta épico. Intuitivo, solterón y catalanista. EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007 BABELIA 21 LAS LIBRERÍAS Gotas de Historia De izquierda a derecha, los libreros Pep Bernades y Albert Padrol, de Altaïr; Lluís Morral, de Laie; Antonio Ramírez, de Les Punxes; Guillem Terribas, de 22, y Paco Camarasa y Montse Clavé, de la ‘brigada’ de Negra y Criminal. Libreros de cabecera En los grandes libreros, los de cabecera, hay buena parte de vocación y mucha profesionalidad. Los que aparecen en esta página son mejores que el ISBN: tienen todos los libros en la cabeza y conocen y saben aconsejar al lector. R. M. / J. A. / G. B. Paco Camarasa En realidad son dos los francotiradores de la librería Negra y Criminal: Paco Camarasa (Valencia, 1950) y Montse Clavé (Villamartín, Cádiz, 1946). Él primero fue librero en Valencia y luego, distribuidor en Barcelona. Ella hizo teatro y se dedicó al cómic y a escribir libros de gastronomía. El amor y la pasión por la novela negra les unió en Barcelona. Con más de 50 años y sin trabajo decidieron montar una librería a su medida. Montse se inventó el nombre, que ha propiciado una nueva denominación del género: negro-criminal, que ha hecho fortuna. La librería, que cumplirá cinco años en diciembre, está en uno de los lugares más bonitos de la Barceloneta. Los aficionados saben que todos los sábados por la mañana podrán disfrutar allí de libros, conversación y mejillones y vino blanco. La librería se ha convertido en un foco de acción: Camarasa es el comisario de BCNegra, una semana de novela negra que se celebra en Barcelona cada febrero, y dirige cinco clubes de lectura. En Negra y Criminal se pueden comprar desde las últimas novedades a libros inencontrables. Camarasa y Clavé se sirven de una potente web y del correo electrónico para tener a sus clientes informados. Lluís Morral Lo suyo y los libros fue pura casualidad. Lluís Morral (Sabadell, 1956) estudió Historia y estaba sin trabajo. Era abril de 1986, poco antes de Sant Jordi, el día del libro y de la rosa. Le salió una sustitución en Laie, le gustó, pero estaba convencido de que le duraría poco. Y ahí sigue. Durante mucho tiempo fue cajero, ahora es el director. Es mucho mejor que el ISBN, tiene todos los libros en la cabeza. Laie, que cumplirá 27 años en diciembre, deslumbró como librería-cafetería. Al principio se ganaba más dinero con Café Laie que con los libros. Ahora, no. Además, bajo la férrea dirección de Montse Moragas se ha diversificado. Laie sigue centrada en los libros y tiene un fondo más que considerable. A su lista de librerías especializadas-tiendas de museo ha añadido las del Picasso, Espai Liceu, parque Güell y en noviembre inaugurará la de CaixaForum en Madrid. También tiene una línea de restauración: el restaurante de CaixaForum Barcelona y Laie Catering. Albert Padrol y Pep Bernades En realidad, Altaïr, la gran estrella que guía a los viajeros, es además de errante una estrella doble. La librería la fundaron Albert Padrol (Lleida, 1948) y Pep Bernades (Gironella, 1951), dos impenitentes viajeros, en 1979 en un pequeño local de la barcelonesa calle de la Riera Alta. Lo que hacían y lo bien que lo hacían —vender libros de viajes y ayudar a preparar esos mismo viajes, asesorando con su experiencia, sus consejos y paciencia (que es mucha)— les catapultó adonde están ahora: un espléndido y céntrico local en la Gran Vía de la ciudad con un fondo de más de 70.000 títulos entre los que uno puede encontrar la mejor literatura de viajes, ensayos sobre los diferentes países, su cultura y su historia, guías, mapas, libros de fotografías y maravillosos cuadernos de viajes (además de música y algunos gadgets para nómadas modernos). El secreto de Padrol y Bernades ha sido reivindicar una mirada nueva sobre el fenómeno de viajar, culta y humana. Su idea es que viajar, y en esto se adelantaron a toda una generación, es tratar de entender el mundo, encontrar al otro e intercambiar ideas. Han convertido su librería no sólo en el templo —nada sagrado, por cierto: pocas librerías hay en las que el cliente se sienta tan relajado, tan a sus anchas— de la venta de libros de viajes sino en un lugar de contacto y de irradiación cultural. Antonio Ramírez Nació en Colombia en 1959 y a los 20 años quiso irse a Europa, pero como el dinero no le daba se quedó en México, DF. Ya sabía que quería ser librero y lo fue, primero en una librería pequeñita y luego en la prestigiosa Ghandi. En México estuvo seis años y estudió Económicas. Luego sí pudo dar unas vueltas por Europa —París, Roma— hasta que en 1986 recaló en Barcelona, de donde, dice, no piensa moverse. Estuvo un año buscándose la vida, como “un suramericano más”. Entre otras cosas importó libros latinoamericanos para venderlos en librerías de Barcelona. También estudió Antropología. En 1987 empezó a trabajar en Laie y allí estuvo hasta 1994, cuando por fin pudo poner en marcha su sueño: montar una librería. La Central. Luego, La Central del Raval y después, las más especializadas del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y del Reina Sofía en Madrid. Las Centrales son librerías de fondo, pero, sobre todo, una invitación al descubrimiento. Vas a buscar un libro que necesitas y te llevas dos que te sorprenden. La celeridad con que ofrece los mejores títulos editados en el extranjero es muy gratificante. “No nos hemos hecho ricos, pero estamos contentos”, dice Ramírez. Guillem Terribas Llibreria 22 de Girona es posiblemente una de las librerías de Europa en la que se hacen más presentaciones de libros. Su alma máter y fundador es Guillem Terribas (Salt, 1951), activista cultural infatigable desde la adolescencia, autodidacta y tanto o más cinéfilo que lector. Terribas está también tras el colectivo de críticos cinematográficos que programa el prestigioso Cinema Truffaut y tras el premio literario de novela corta (Premio Casero) que concede su librería. Es indispensable en todos los saraos. La librería, inaugurada en 1978, es un gran hervidero cultural en el que gusta ejercer de gran cocinero. Los sábados por la mañana, uno puede toparse con escritores, políticos, periodistas y actores. El Modernismo. Los hijos de la Revolución Industrial instauraron con gran éxito el Modernismo; basta con mirar los edificios más emblemáticos para ver el buen trabajo de artistas y patronos, y la añoranza de la naturaleza y de los mitos. Gaudí y el conde de Güell son el tándem ideal. Manchester y los arts & craft. Picasso y su juventud catalana. El Palau de la Música y las señoras de miriñaque. Santiago Rusiñol. El modernismo bohemio es Santiago Rusiñol (18611931), escritor, dramaturgo y pintor extraordinario. Estuvo en Els Quatre Gats y en el París canaille. Pintó Montmartre, Mallorca y Aranjuez (y a Eric Satie). Descubrió el azul de Sitges y entronizó a El Greco. Trasnochador y morfinómano, tenía su estudio en el paseo de Gracia. Caricaturizó amablemente a artistas, burgueses y obreros. 1906. Solidaritat Catalana, Primer Congreso Internacional de la Lengua Catalana, en el que aparecen libros clave de Maragall, Casellas, Carner, Ors, Oller, Costa, Bertrana… Una cosecha literaria excepcional en un año que es bisagra y esperanza de un nuevo orden político y cultural. Parecía que la regeneración había llegado; pero duró poco: a la vuelta de la esquina Casa Batlló, de Gaudí. aguardaba la Semana Trágica (1909). Pompeu Fabra. Cuando la Barcelona medieval echa al suelo las murallas y se expande, desbordada, por la cuadrícula incipiente del Eixample, el catalán arcaizante, dialectalizado y anárquico se somete a la matePompeu Fabra. mática erudita y diplomática del ingeniero-gramático Pompeu Fabra (1868-1948). Logró el consenso, las normas y la modernidad. Murió en el exilio, pero escribimos el catalán como él enseñó que debíamos hacerlo. Eugeni d’Ors. Solidaritat Catalana, 1906. Dandi cosmopolita, filósofo, conferenciante de lustre, con olfato por lo nuevo y las artes. Eugeni d’Ors (1881-1954) utilizó el seudónimo literario de Xènius, marcó el rumbo espectacular del novecientos, y acabó vistiendo camisa azul. Ególatra, ejemplifica en su Glosari lo que pudo ser la alta cultura. Escribió, sin saberlo, novelas filosóficas y descubrió el incesto en Gualba, la de mil veus y el Stream of consciousness en Oceanografia del tedi. Josep Carner. Humorista, periodista, traductor, cónsul de la República. El paso del modernismo al mediterraneismo del novecientos es, en gran parte, obra de Josep Carner (18841970), a quien sus contemporáneos bautizaron como el príncipe de los poetas. A su dominio e inventiva de la lengua y su ingenio formal se aúna una espectacular contención emotiva. Es Robert Frost y Saint John Perse. Se casó en Chile, vivió en Génova, Beirut, República Dominicana, México, Bruselas. En su recopilación Poesia (1957) alcanza la perfección. EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007 BABELIA 23 HISTORIA Y GEOGRAFÍA DE UNA LENGUA r De Organyà (s. Xll) a Google CATALUÑA DEL NORTE 37,1 65,3 FRANCIA ANDORRA 78,9 Salses 96,0 422.297 Perpiñán Mont-Louis Benasque 78.549 Prats de Molló CA L Fraga Graus C AT A L U Ñ A 84,7 Girona 97,4 Reproducción de la primera página de las Homilies d’Organyà Binéfar 7.134.697 Lleida Barcelona enza Tarragona Página principal de Google en catalán e res ella ranca n na MENORCA ISLAS BALEARES 74,6 COMUNIDAD VA L E N C I A N A 53,0 93,1 1.001.062 MALLORCA 75,9 4.806.908 IBIZA Dènia m L‘ALGUER Cerdeña TOTAL población catalanohablante: 9.118.882 61,3 90,1 40.257 EL PAÍS escaso uso en sectores sociales y económicos clave como el cine, la justicia o la hostelería, o la llegada incesante y masiva de nuevos ciudadanos con expresiones lingüísticas distintas —un 22% de la población, actualmente—. Añadiendo el hecho de no ser oficial en el conjunto del Estado, donde vive la mayoría de sus hablantes, la vecindad geográfica y cultural de lenguas poderosas económicamente y demográficamente, y la pauta, extendida y anómala, de optar por el castellano ante un castellanohablante capaz de entender el catalán y a menudo capaz de hablarlo. Una lengua puesta al día Emplazada en un entorno adverso durante siglos, hay razones que permiten sacarla de esta lista y singularizarla positivamente entre las llamadas lenguas menores. Más allá de su peso demográfico, en catalán se escribe, lee y publica en casi todos los ámbitos y sectores, con más de 7.000 títulos editados al año. El largo milenio de tradición literaria tiene en sus más de 1.600 autores contemporáneos otro índice indiscutible de la riqueza y vitalidad de la lengua en que se expresan. Conforman el espacio comunicativo catalán 500 cabeceras de prensa escrita, seis canales de televisión de carácter general, dos internacionales y cinco temáticos, 100 televisiones locales, más de 300 emisoras de radio, tres agencias de noticias y cerca de 300 ediciones digitales. El catalán crece también en palabras y formas de lenguaje. Adapta su acervo lingüístico sin solución de continuidad a la realidad social, cultural, científica y tecnológica, y se equipa técnicamente con recursos lingüísticos acomodados a los nuevos escenarios tecnológicos: bancos de datos terminológicos, léxicos computacionales, correctores, convertidores de texto a habla y a la inversa, plataformas de edición, gestores y analizadores de información, etcétera. El catalán tiene un desarrollo léxico y gramatical similar al de las grandes lenguas latinas, bajo la autoridad del Institut d’Estudis Catalans (IEC). La Academia Valenciana de la Lengua (AVL), creada en 1998, adaptó a la pronunciación del catalán occidental un estándar a partir de las normas del IEC, y en 2005 zanjó las pretensiones políticas de segregar del catalán sus variantes valencianas al declarar que las denominaciones legales y populares, catalán y valenciano, identifican una única lengua. Entre la enseñanza e internet Tan decisivo como recuperar ámbitos perdidos o en retroceso es conquistar nuevos espacios. Un excelente ejemplo es el acceso rápido del catalán a internet, libre de restricciones temporales y espaciales. Es una de las 40 lenguas de Google, con más de siete millones de sitios web en 2005. Aunque no se puede saber con certeza cuanto catalán hay en la red, se sitúa en la 26ª posición en número absoluto de páginas y en la 19ª en la relación de sitios web por hablante. En 2005 entró en vigor el dominio genérico PuntCat, que ha alcanzado ya más de 24.000 registros con cuatro millones de páginas. PuntCat identifica por vez primera en internet un espacio geográfico, social y funcional conectado lingüística y culturalmente. Espacio que aumenta día a día (ver gráfico). El catalán crece en alumnos. Perviven con más facilidad las lenguas que se enseñan más allá del entorno familiar. De entrada, el catalán es materia curricular donde es oficial. En Cataluña, y en cierto modo en las Islas Baleares, es además lengua vehicular en la educación no universitaria. En la Comunidad Valenciana coexisten líneas en catalán y castellano a elección de los padres. En el conjunto del territorio catalanohablante tienen su sede 20 universidades que imparten en catalán disciplinas de todos los campos del saber. Al margen de la educación reglada, casi 85.000 adultos, la mitad de origen extranjero, han sido alumnos de los 3.200 cursos del Consorcio por la Normalización Lingüística de Cataluña durante el año 2006-2007, y casi 10.0000 han formado pareja lingüística en el programa Voluntariado por la Lengua desde 2003. Las Islas Baleares y la Comunidad Valenciana aplican programas de igual formato. Sin límites de territorio Las lenguas reconocidas fuera de su ámbito natural atesoran valor y aumentan su prestigio social. El exilio de profesores catalanes durante y después de la Guerra Civil abrió paso a estudios de catalanística en universidades extranjeras. Basilea, Cagliari, Illinois o Friburgo cuentan con muy larga tradición. Más de 13.000 personas cursan estudios de lengua, literatura o cultura catalanas en al menos 160 universidades extranjeras, un centenar de ellas con el apoyo del Instituto Ramon Llull: Berlín, Burdeos, Cambridge, Francfort, Lyon, Ljubljana, Londres, Los Ángeles, Moscú, Múnich, Nápoles, Rennes, Venecia… Historiadores, filólogos, traductores y profesores fueron agrupándose en sociedades, hoy referentes de la catalanística e instrumentos de promoción de traducciones de obras catalanas: la Anglo-Catalan Society (1954), la Associazione Italiana di Studi Catlani (1978), la North American Catalan Society (1978), la Deutscher Katalanistenverband (1983), la Association Française des Catalanistes (1990), la Asociación Rusa de Estudios Catalanes (2003), hoy federadas junto a la Asociación Internacional de Lengua y Literatura Catalanas. Completan la catalanística otras entidades como el Centre d’Estudis Catalans adscrito a la Universidad París 8 o el Arxiu de Tradicions del Alguer, creados ambos en 1977. Y no hay que dejar de mencionar que se puede estudiar catalán en algunas —pocas— universidades españolas donde no es lengua propia: Granada, Complutense de Madrid, Murcia, Salamanca, Santiago de Compostela, Euskal Herriko Unibersitatea, Zaragoza o la UNED, además de las escuelas oficiales de idiomas de Madrid y Salamanca. La lista se completa con la oferta de más de 160 casas catalanas y baleares en 40 países, algún centro del Instituto Cervantes y otras entidades como el Círculo Catalán o la Delegación del Gobierno de Cataluña en Madrid. Sólo en territorio de habla alemana hay más de 40 puntos de aprendizaje de catalán. Ester Franquesa i Bonet. Lingüista, ex directora de TERMCAT y del Área de Lengua del Instituto Ramon Llull. Las revistas ‘Patufet’ y ‘D’Ací i d’Allà’. Gotas de Historia Revistas. Dos publicaciones periódicas: En Patufet (1904-1938) y D’Ací i d’Allà (1918-1936). La primera proporcionó ocio y un civismo conservador a casi todas las capas populares y pequeñoburguesas. La segunda entusiasmó a los más pudientes con la moda, la fotografía, la aviación y el charlestón social. La primera es el excursionismo, la segunda, la playa. Explican más sobre el país que muchos sesudos ensayos. Nombres imprescindibles. Para saber algo sobre literatura catalana hay nombres clave. Sentaron las bases, marcaron las pautas, discutieron entre ellos. Elogiados y denostados, escorados según los rumbos ideológicos, pero eruditos de consulta. Son Jordi Rubió i Balaguer (18871982), Miquel Batllori (1909-2003), Martí de Riquer (1914), Antoni Comas (1931-1981) y Joaquim Molas (1930). Nunca nos acordaCarles Riba. mos de darles las gracias. Carles Riba, el mestre (1893-1959). Poeta, helenista, traductor. Eliot o Valéry, pero sin afeites. Trabajador feroz, modelo de dignidad intelectual. Tradujo la Odisea, introdujo la poesía de Cavafis. Su mejor foto: montando en una barca de vela en Cadaqués. Humanismo en estado puro. (Le echamos de menos). Josep-Vicenç Foix. Menudo, atildado, poeta, surrealista, Josep-Vicenç Foix (1893-1987) regentó dos pastelerías familiares en el barrio de Sarrià. Sus prosas poéticas y sus larguísimos títulos sólo son comparables a su vida retirada. Metan a los trovadores, Lorca y Dalí en una caja de bombones, con tapa ilustrada por Miró. Joan Salvat-Papasseit. Lo cantan muy bien Serrat y Ovidi Montllor pero, leído, es incluso mejor que cantado. Joan Salvat-Papasseit (1894-1924). Proletario. Vivió en la Barceloneta, murió tuberculoso, se embelesó con la vanguardia revolucionaria. Algo así como Prévert, Kenneth Patchen y Miguel Hernández. Siempre fresco, próximo, tangible. Josep-Vicenç Foix. La esencia. Vivieron retiradas o en un segundo plano, pero son la esencia de la lírica moderna. La mallorquina Maria Antònia Salvà (1869-1958), modelo de observación e inteligencia, traductora y corresponsal; Clementina Arderiu (1889-1976), sencilla, directa, resistente, casada con Carles Riba, y Rosa Leveroni (1910-1985), poeta amorosa y contenida, traductora de La tierra baldía, mujer de una apasionada vida secreta. EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007 BABELIA 25 LOS PUENTES ENTRE DOS LENGUAS quizá, una mirada poética sobre una realidad dramática uno de sus rasgos relevantes. En Vila-Matas, la ruptura de géneros que le da pie a desarrollar los aspectos metaliterarios en los que se basa su producción. Las aportaciones a la novela negra o a la literatura fantástica en castellano estaría incompleta si no se incluyera a González Ledesma y a Andreu Martín, de un lado y, de otro, a Cristina Fernández Cubas. Y si repasamos las listas de los ganadores de premios literarios —mucho más numerosos y suculentos, por su dotación, en castellano que en catalán— tendremos que engrosar la nómina de autores catalanes: Mercedes Salisachs, con una extensa producción, fue ganadora del Planeta, igual que Terenci Moix —uno de los autores más populares en Cataluña y fuera de ella, tras decidir de publicar sólo en castellano—, así como Maruja Torres. Luis Romero, Luisa Forrellad o Pedro Zarraluqui se alzaron con el Nadal, igual que la también barcelonesa Carmen Laforet, cuya novela Nada resulta imprescindible para conocer la vida de su ciudad en la inmediata posguerra, aunque su autora sólo pasara unos cuantos años en Barcelona. n Barcelona en 1994. De las clases bajas y de los “chavas y charnegos”, eso es de los emigrantes, tratan los relatos de Marsé y de Rabinad, ubicados en unos barrios concretos, el Carmelo y el Clot. Las novelas de ambos resultan imprescindibles para penetrar en los entresijos de la Barcelona de la posguerra y en su intrahistoria y ambos reproducen intencionadamente los catalanismos y giros específicos del castellano hablado en Cataluña. A los emigrantes peninsulares se ha referido en sus libros Paco Candel y de la emigración procede igualmente el detective más famoso de España y parte del extranjero, Pepe Carvalho, protagonista de las novelas de Vázquez Montalbán, en las que trata también de ofrecernos una visión de la situación política española. Vázquez Montalbán fue incluido en la antología Nueve novísimos poetas españoles de José María Castellet, junto a los también catalanes Félix de Azúa y Ana María Moix, como representantes, en 1970, de una poesía nueva, en la que faltaba, sin duda, Francisco Ferrer Lerín. A la hora de reivindicar aportaciones singulares a la literatura castellana del siglo XX es necesario mencio- CONSUELO BAUTISTA nar a “un raro”, Juan Eduardo Cirlot, interesado por la simbología y la hermenéutica, y de dos autores casi secretos, el poeta José María Fonollosa y el cuentista Esteban Padrós. La crítica suele destacar, en el panorama de la posguerra, unos pocos libros cuya publicación implica un cambio de rumbo en el panorama literario, y en este sentido cabe citar, en 1966, Arde el mar, del escritor bilingüe Pere Gimferrer, y La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, cuya aparición abre la puerta a un tipo de literatura diferente de la que en 1975 se estaba produciendo y recupera el gusto por una novela de acción. Su posterior La ciudad de los prodigios es uno de los textos clave para enfocar, con ironía y no menos humor, rasgos característicos del resto de la producción mendociana, la realidad barcelonesa entre las dos exposiciones universales. Entre los nombres de los escritores con un mayor reconocimiento internacional no puedo dejar de aludir a Ana María Matute, candidata al Premio Nobel, y a Enrique Vila-Matas. Pertenecientes a generaciones distintas, sus obras ofrecen propuestas muy personales. En Matute es, Pese a no haber nacido en Cataluña sí viven y escriben en Barcelona desde hace años tanto los poetas Corredor Matheos y Lizano de Berceo como los novelistas Javier Tomeo, Ignacio Martínez de Pisón, Javier Cercas y Alicia Giménez Bartlett, en consecuencia, pueden ser considerados catalanes. Del mismo modo, me parece necesario citar, al menos, a otros autores, catalanes por nacimiento o por empadronamiento, consciente de que no están todos los que son, pero sí son todos los que están: Joaquín Marco, Luis Izquierdo, José María Riera de Leyva, José Luis Giménez Frontín, Javier García Sánchez, Francisco Casavella, Enrique de Hériz, Marta Echegaray, Neus Aguado, Concha García, Carmen Borja, Alberto Tugues, Ramón García Mateos, Carmen Plaza, Rosa Lentini, José Ángel Cilleruelo, José María Micó,Ramon de España, Ignacio VidalFolch, Marcos Ordóñez, cuyas obras contribuyen a la vitalidad de la literatura en castellano desde tierras catalanas. Una prueba más de la buena salud de la lengua castellana en Cataluña que debería servir para convencer a quienes temen por su desaparición y consideran, por ejemplo, que el apoyo institucional autonómico a la lengua catalana ha ido en detrimento del uso del castellano. Si, como aseguraba Maurice Blanchot, los únicos libros que existen son aquellos que son leídos, no cabe ninguna duda de que los catalanes Ruiz Zafón, con La sombra del viento, e Ildefonso Falcones, con La catedral del mar, han contribuido, y de qué modo, a esa existencia. Les precedió en las tiradas millonarias, durante los años cincuenta y sesenta, el gerundense José María Gironella, hoy bastante olvidado. Sus novelas sobre la Guerra Civil, en especial Los cipreses creen en Dios y Un millón de muertos, fueron las más difundidas en la segunda mitad del siglo XX. De manera que en la creación de best sellers los autores catalanes en lengua castellana también ocupan, hoy por hoy, un lugar preeminente. Gotas de Historia Los ‘gorkis’. Si se combina La familia de Pascual Duarte y Las ratas sustituyendo la inocencia o las escasas luces de los protagonistas por los ideales de la revolución proletaria, el lector comprenderá la grandeza de los dos grandes gorkis catalanes: Josep Puig i Ferrater (1882-1956) i Sebastià Juan Arbó (1902-1984), prosistas que mezclan la estirpe de Dostoievski y la tragedia mediterránea. Josep Pla. La mejor prosa del siglo XX es la de Josep Pla (1897-1981). Grafómano brutal (45 volúmenes de Obra completa), escribió sobre todo y sobre nada, por el placer de escribir. Incómodo y bellísimo. Desconfiado, viajero, diletante, comodón, trabajador, preocupado por el dinero… es el paradigma de la literatura catalana. Pasen a Samuel Pepys por el chino, cuézanlo con Anthony Powell, añádanle mar y tramontana; sazonen al gusto con Montaigne. Llorenç Villalonga (1897-1980), mallorquín señorial de la estirpe de LamJosep Pla. pedusa. Enamorado del Siglo de las Luces y de la belleza algo árida de Mallorca. Admirador de Voltaire y de Proust, creó con sus novelas el mito de Bearn. Aurora Bertrana. Una mina de oro: Aurora Bertrana (1899-1974). Violonchelista de café concert y de jazz band. Cruzó Europa en sidecar (y acabó en una cuneta), vivió en la Polinesia, exploró sola algún burdel de Marruecos. También escribió novelas, cuentos, relatos de viaje y unas extraordinarias memorias. Otra Freya Stark. Supervivientes. Muchos representantes de la intelectualidad europeísta y liberal contribuyeAurora Bertrana. ron en Cataluña a la supervivencia digna bajo la dictadura y a un diálogo constante y abierto. Marià Manent (1898-1998), Tomàs Garcés (1901-1993) y Joan Teixidor (1913-1992) son poetas, dietaristas, traductores. En la poesía popularista de Garcés, los ensayos literarios de Manent o las pequeñas prosas escritas por Teixidor, siempre hallamos pequeñas joyas. Mercè Rodoreda (1908-1993). Sacrificó su vida a la escritura (y a las flores). La plaça del diamant, Mirall trencat o sus Contes pertenecen a la liga de Virginia Woolf o Katherine Mansfield. Precisión por la imagen y el detalle. Jardí vora el mar, menos conocido, supera con creces El Mercè Rodoreda. gran Gatsby. Si se la pudiese transformar en teatro, sería puro Chéjov. Pere Calders. Habría que sumar Gómez de la Serna y Saki y rociarlos con algo de la amargura surreal de Buñuel para describir la narrativa ácida, humorística y corrosiva de Pere Calders (1912-1994), que pasó más de veinte años exiliado en México. Antaviana, con música de Jaume Sisa, marcó un hito en la recuperación de su obra. EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007 BABELIA 27 LOS PUENTES ENTRE DOS LENGUAS Catalanes en castellano Viven o nacieron en Cataluña y escriben en castellano. Algunas de sus novelas cambiaron el rumbo del panorama literario español en los años del franquismo y sus nombres son un referente de las letras hispanas. JORDI GRACIA Juan Marsé Lo ha dicho muchas veces pero nadie le cree: su único sueño verdadero es ser el pijoaparte de Últimas tardes con Teresa para llevarse de calle a las rubias de coches y cuerpos caros. Su otro sueño es hacer novelas que digan verdades tan simples como la propensión de los sueños a corromperse en atajos y mentiras o la debilidad narcisista de los héroes. Sus relatos de humor son irresistibles en Teniente bravo, aunque los más nobles de sus sentimientos artificiales, novelescos, están con la derrota de la guerra y la vida de cada día, como en Un día volveré o en El embrujo de Shanghai. Y Si te dicen que caí seguirá siendo una obra maestra por los tiempos de los tiempos. Ana María Matute Los niños de sus libros han perdido la infancia antes de aparecer en ellos porque la guerra arrasó también la suya. Primera memoria es una preciosa y turbia novela de 1958 que anunciaba la tristeza y crueldad que nunca arruina su literatura. La fantasía estalló en Olvidado Rey Gudú, y las Historias de Artámila quizá han ido haciéndola a ella más feliz en la escritura, como si conjurase una ingenuidad primaria y no perdida pero maltratada casi por todo y casi por todos. un novelista intempestivo desatado años más tarde en Don Julián o en su valiente autobiografía. Las cosas que toca ahí están en sus ensayos airados, como en Furgón de cola, pero no ha dejado nunca la novela ni la ansiedad de intervenir con furia. Sucedió así en El sitio de los sitios porque la ira todavía es combustible literario. Luis Goytisolo Ganó el primer Premio Biblioteca Breve en 1958 con una sutil historia de vencedores y vencidos que desconcertó a muchos, Las afueras. La novela era rara y no ha dejado de hacer novelas antinovelescas, dominadas por Eugenio Trías De la magia a la religión ha basculado un pensador-pensador que desafía a menudo las leyes del ensayo para hacer filosofía sin piedad. Su libro luminoso fue de estética y se tituló Lo bello y lo siniestro, a sus memorias es mejor renunciar y la densidad se hizo creciente en la construcción de una filosofía del límite que ha identificado como su razón de ser escritor y razón también de un ímpetu metafísico cada vez más francamente asumido. Félix de Azúa El artículo es el arma corta que más le gusta pero no es la que preferiría usar. En La historia de un idiota contada por él mismo no aparece ningún idiota y su Diario de un hombre humillado está pensado para humillar a los demás. Su Diccionario de las artes es espléndido, apenas escribe ya poesía y sus ensayos de estética y literatura dicen que vivir es una escuela de decepción a la que conviene asistir lo justo para que la severidad del sacerdote no se coma la vitalidad del bufón. Javier Cercas Ni es ni ha sido soldado pero batalla con la forma como si fuese una bestia de las profundidades. Ni la guerra española en Soldados de Salamina ni la guerra del Vietnam ni el dolor feliz del éxito en La velocidad de la luz son los ejes de sus libros. Porque sólo hay uno: fabricar la forma necesaria para una historia, ajustarlo todo a todo para que cada cosa siga suelta y sin respuesta. Sus ensayos hablan de esa equivocidad, incluso en los artículos que buscan La verdad de Agamenón, que igual es también una forma de emoción literaria. Eduardo Mendoza Sólo sonríe con los ojos porque hacerlo de otro modo sería una incorrección inaceptable. Se hace con El caso Savolta, se apiada de Una comedia ligera que produce lágrimas o se instala en una Ciudad de los prodigios que se hunde día a día como todos nosotros. Nada en sus libros Carlos Ruiz Zafón queda protegido de una A primera vista da la imocurrencia chusca o de De izquierda a derecha y de arriba abajo, la editora y novepresión de ser el único al una mano sentimental ca- lista Esther Tusquets, los escritores Juan Goytisolo, Carlos que las formidables ventas si invisible, como la que to- Ruiz Zafón y Javier Cercas, y el filósofo Eugenio Trías. de La sombra del viento ca a la monja de El año del no le cogieron por sorprediluvio. Cuando las decepciones pa- una voz reflexiva y meditabunda, co- sa. Su éxito puede medirse por la mulrecen arruinar incluso la ironía del mo en la espléndida Recuento de titud intimidatoria de sus imitadocómico, se planta y se niega a com- 1975, o la algo más envarada Estela res: un barniz culto, una intriga bien prar una porcelana china: “¿Para es- del fuego que se aleja, aunque tam- construida, una prosa sin complicabién ha experimentado con la sexuali- ciones y una propensión mitificadoto hemos leído a Althusser?”. dad y la sátira en novelas no muy ra de las ciudades que parece satisfaafortunadas. Es Académico de la Es- cer la ansiedad de misterio geográfiAntonio Rabinad A sus novelas llega siempre un ru- pañola y tiene una fundación con su camente localizable. mor de miedo porque la vida soñada nombre. a veces es peor que la vivida. Su meEnrique Vila-Matas morialismo es excepcionalmente Esther Tusquets Siempre ha hecho las cosas a su maexacto, como en El hombre indigno, Contra la mentira pactada en pri- nera y ahora algunos empiezan a hao como en el impecable cuaderno El vado ha escrito sus novelas, tanto cerlas a la suya. Es extranjero de los niño asombrado. Cuando mete las si recrea el conflicto de un perso- géneros, porque ensayos como Histomanos en la novela la amasa densa- naje femenino que comparte jovia- ria abreviada de la literatura portámente y ya no escapa nada a la mira- lidad y fracasos sentimentales con til le salen como novelas, y porque las da escrutadora de las interioridades ella, como en El mismo mar de to- novelas se le ponen de diario y de enmalsanas o raramente averiadas, co- dos los veranos, como si toca con sayo, como en Bartleby y compañía. instrumentos de cirujano las rela- Es raro el artículo largo que no lleve mo en Memento mori. ciones personales con una madre algún relato cuando lo escribe Desde o un ex marido. Su novela Corres- la ciudad nerviosa y a menudo ha esJuan Goytisolo La pulsión de la huida lo llevó a otra pondencia privada sobrecoge en crito novelas con novelería que le saciudadanía ética menos opresiva y lo que tiene de verdad literaria, len familiares, como El mal de Monmás libre que la natal. En Señas de tanto si es privada y verdadera co- tano o la novela casi clásica Extraña identidad lo hizo con la franqueza de mo si no lo es. forma de vida. Gotas de Historia Salvador Espriu. Le compararon a Pablo Neruda, Rafael Alberti o ValleInclán. No se les parece en nada. Irónico y astuto, hipocondriaco y meticuloso, Salvador Espriu (1914-1985) se vio envuelto en la toga de una idolatría que no buscaba —pero soportó—. Autor precoz, le tocó vivir con estoicismo lo peor de la historia del siglo XX. Se refugió en una Sinera, una Lavinia y una Sepharad ideales. Fue defensor poético del pueblo cuando el cargo no existía. La lectura de la edición crítica de su obra (más de 10 volúmenes publicados) es el mejor homenaje que se le puede rendir. Jóvenes poetas muertos. No hay literatura sin los poetas que murieron demasiado jóvenes. Màrius Torres (1910-1948) y Bartomeu Rosselló-Pòrcel (1913-1938), el primero de Lérida, el segundo de Palma de Mallorca, ejemplificaban lo mejor de la generación republicana. Su obra breve fue fulgurante pero se ha mantenido indeleble. Murieron de tuberculosis. Jóvenes poetas muertos. Joan Vinyoli (1914-1995). Hizo virtud del silencio, la paciencia y el fracaso. Poeta extraordinario, a la sombra de los grandes clásicos, con Rilke por delante (a quien tradujo). Publicó lo mejor de mayor, supo mirar a los ojos del tiempo. Crece, como los buenos vinos, con los años. Palau i Fabre. En la Francia existencialista de la posguerra Josep Palau i Fabre (1917) visitaba a un recluso Antonin Artaud. Especialista en Picasso, narrador, dramaturgo y poeta, Palau ha conservado la seducción intelectual francesa de un M. Leiris. Su recitado potente sólo es comparable a Josep Palau i Fabre. su aparición fugaz en la película El salario del miedo. Novela negra. Cuando la censura abre un poco sus zarpas, la necesidad de géneros populares para nuevos lectores estalla, entre otras, en La cua de palla (1963-1970), colección de novela negra de vivas tapas amarillas dirigida por Manuel de Pedrolo. Y llega el reto de los traductores para que los bajos fondos de Le Carré, Simenon, Dashiell Hammet, Raymond Chandler, Ross McDonald o Dürrenmatt hablen en un catalán creíble. Montserrat Abelló. Decana de las poetas contemporáneas y traductora de S. Plath, Montserrat Abelló (1918) empezó a publicar tarde. Se ha convertido en referencia de las jóvenes generaNovela negra. ciones por su sencillez y contundencia, y por eliminar paulatinamente de su poesía todo lo que sea innecesario. Joan Brossa. No quiso ser Tzara ni Maiakovski y alzó en su panteón al transformista Frégoli. Entusiasta del cine, del circo, de la magia, Joan Brossa (1919-1998) se ha convertido en el sinónimo de la innovación. Artista visual, hombre de teatro, escribió poesía política y sextinas barrocas. Su compromiso fue descubrir siempre. EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007 BABELIA 29 LAS TRADUCCIONES Gotas de Historia actualidad—; las versiones de muchos autores continentales de los siglos XVIII y XIX a cargo de multitud de traductores; las versiones de poesía china —por la vía intermedia del inglés— de Marià Manent; y centenares, miles de otras muchas obras de la literatura de todos los tiempos, escritas en las lenguas más dispares y remotas, empezando por el enorme legado de Grecia, Roma y los autores paleocristianos, al alcance de todos los catalanes en la casi incomparable —y sobre todo insólita— Fundació Bernat Metge. Gracias a este magnífico cuerpo de traducciones, la literatura catalana alcanzó una categoría perfectamente homologable con lo mejor del resto de las literaturas peninsulares y continentales: las Elegies de Bierville, del ya citado Riba, no existirían sin los poetas elegiacos antiguos, sin las Elegías Romanas de Goethe —traducidas por Joan Maragall— o sin las elegías de Hölderlin o Rilke; la mejor novelística catalana del siglo XX no puede entenderse sin la influencia de los grandes autores ingleses, franceses o italianos de los siglos contemporáneos; y las diversas corrientes de la poesía catalana de los últimos ciento cincuenta años no pueden concebirse sin la presencia eficiente (directa, o por vía de traducción) de la poesía romántica, simbolista, neoclásica o “de la experiencia” del continente europeo. La literatura catalana sólo ha obtenido beneficios, especialmente en el siglo XX, de esa actividad tan sumamente generosa, aunque diabólica para el intérprete, que es la traducción. A la inversa, es otra cosa: las literaturas de nuestro contexto no han actuado con la literatura catalana con la misma dosis de interés, de admiración y de respeto con que los catalanes han actuado en relación con las literaturas extranjeras. Ahí se plantea uno de los aspectos más espinosos de la presencia de las letras catalanas en la Feria de Francfort, que no es más que el reflejo de una desatención secular de todos nuestros vecinos hacia los más altos logros de nuestra literatura. Desde Cataluña, consideramos “clásicos”, “canónicos” y “ejemplares” a centenares de autores de los países más diversos y los tiempos más variados: desde Homero y Sófocles hasta Kafka, Thomas Mann o Virginia Woolf, por ejemplo, pasando por Cervantes, Valle-Inclán o Cernuda. En el resto de Europa —algo menos en España, donde el buen entendimiento con los catalanes puede remontarse a la amistad entre Jordi de Sant Jordi y el marqués de Santillana, o a la que se profesaron Boscán y Garcilaso—, en el resto de Europa, decía, la literatura catalana sigue siendo una enorme desconocida, cuando, por su propia dignidad literaria, Riba podría aparejarse con Valéry, Carner podría ser la envidia de muchos países, J. V. Foix iría del brazo de los grandes experimentadores del XX, Salvat-Papasseit se compararía con los poetas vanguardistas más notables y Llorenç Villalonga o Mercè Rodoreda (ella, la más afortunada al respecto) no serían eclipsados por la mayor parte de los grandes novelistas de España, Francia, Alemania o Inglaterra. La dura realidad es que el único autor catalán considerado canónico por los lectores del mundo entero sigue siendo, en estos momentos, Ramon Llull: y ello, posiblemente, gracias a su obra latina más que a la catalana. La cuestión, pues, es tan sencilla como esto: cuando una literatura nacional, como la catalana, ha dado sobradas muestras de estar a la altura del baremo universal de la “literatura de recibo”, lo único que hay que hacer, en un gesto de deseada reciprocidad, es intentar promocionar su traducción al mayor número de lenguas posible, empezando por las de mayor difusión en todo el mundo. Como Goethe ya intuyó —blindándose en cierto modo ante la amenaza de universalidad que significaba la lengua francesa en sus días—, en el debate de la Weltliteratur intervienen no sólo factores estéticos, sino también factores geopolíticos, históricos, económicos y de potencia social y divulgativa de una lengua. Estos factores, más que la calidad intrínseca de nuestra literatura, son los que han convertido secularmente en opaca a nuestras letras. Eso sí: haber sufrido largos periodos de sequía literaria e incluso de persecución de nuestra lengua no justifica la oportunista pretensión de colocar hoy en el mercado internacional cualquier bagatela o improvisación de las que generan todas las literaturas nacionales. No se trata de “canonizar”, a toda costa, cualquier muestra de nuestros literatos “a la violeta” (Cadalso), cuya dimensión pública en su patria se ha conseguido solamente a fuerza de ponderar el mero hecho de que están escritas en lengua catalana. En Francfort se trata —o debería haberse tratado— de establecer previamente el canon de lo que en Cataluña ha alcanzado, por mera tradición, marchamo de calidad literaria indiscutible, de modo que su feria se convierta en la gran oportunidad para que nuestra mejor literatura se incorpore, de pleno derecho, a los anales de la literatura universal. Folclore les sobra a todas las naciones del mundo —mal hemos empezado con las exhibiciones veraniegas de castellers y sardanistes—; literaturas de andar por casa o por los aeropuertos, también: lo que resulta apremiante es que el mundo se entere de que nosotros también estamos viajando, y lo hemos hecho durante siglos, aunque sea con grandes lagunas, en el tren de la literatura provista de vocación universal. Jordi Llovet es catedrático de Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona, y traductor al catalán, entre otros, de Hölderlin, Voltaire, Byron, Flaubert, Baudelaire, Rilke, Musil, Valéry y Thomas Mann. Joan Perucho. Tiene algo de Calvino, de Cunquerio y de Lafcadio Hearn. Joan Perucho (1920-2003), viajero, juez, bibliófilo, gastrónomo, escribió bellas novelas fantásticas, cuentos, poesía, artículos de todo tipo. Algunos de los personajes salidos de su pluma ya han cobrado vida popular. Joan Fuster. En épocas de sinrazón siempre hay una voz única. Desde Sueca se abrió al mundo y propuso, incluso con riesgo personal, lo más difícil: inteligencia y sentido común, el valenciano Joan Fuster (1922-1992). Lo leyó todo y escribió sobre todo, sin opiniones preconcebidas. Gran ensayista, Joan Fuster. articulista y erudito. Ferrater y Ferraté. Crítica y poesía en dos hermanos insignes: Gabriel Ferrater (1922-1972) y Joan Ferraté (1924-2003). En la posguerra participaron en la Escuela de Barcelona, revolucionaron la crítica gracias al close reading y a una inteligencia privilegiada. Gabriel modernizó la poesía catalana contemporánea. No crearon escuela pero sí un modelo. Vicent Andrés Estellés (19241993). Poeta volcánico. La épica de Whitman o de Neruda pasada por el filtro modesto e intenso de un hijo de panadero. Su deleite sensual por la vida fue espectacularmente mediterráneo, y siempre humilde. Baltasar Porcel. Viajero, periodista, curioso impenitente, Baltasar Porcel (1937) empezó como dramaturgo existencial. Su prosa ambiciosa y su pequeño mundo univerLa prensa. sal le han convertido en un gran novelista y en un profesional de las letras. Como las de The Paris Review, sus entrevistas a personajes de la cultura son de obligada referencia. Margarit y Formosa. Entre los poetas que han recuperado el gusto por acercarse al público y por hacer de la claridad virtud, el arquitecto Joan Margarit (1938) y el traductor y hombre de teatro Feliu Formosa (1934). Hijos de la posguerra, ajenos a imposiciones críticas, el público espera sus libros o sus lecturas. Se les ve a menudo juntos, comiendo en el bar pequeño de una gran librería. Miquel Bauçà (1940-2005), poeta huraño, iluminado. Inocente y desconfiado. Vivió en una caravana, murió apartado de todos. Llevado por la lengua, escribió en forma de diccionario párrafos de belleza extraña. No es George Pérec, ni William Burroughs, ni Mervyn Peake. Escritor de culto, fascina con la misma fuerza que su antiguo paisano Miquel Bauçà. mallorquín Ramon Llull. Jesús Moncada. Podía haber sido un escritor japonés, con intrigas imperiales y un paisaje minucioso y limitado. Pero su mundo, irónico y contundente, se ciñó al curso navegable del Ebro. Jesús Moncada (1941-2005) creó un mundo brillante de anécdotas y desapariciones con el que suplantar (como ocurre también con Macondo) la realidad. EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007 BABELIA 33 FILOSOFÍA Gotas de Historia Josep Ramoneda y Xavier Rubert de Ventòs, impulsores del Col.legi de Filosofía de Barcelona. MARCEL.LÍ SÀENZ Un espacio para pensar La filosofía actual en Cataluña refleja las mismas tendencias que en el resto de Occidente. Su primer pensador, y el más importante, es Ramon Llull, cuya influencia es más que evidente en la obra del alemán Gottfried Leibniz. FRANCESC ARROYO a filosofía catalana habla castellano y dice cosas muy parecidas a las del resto de Occidente. No es una anomalía. Durante siglos habló griego y luego latín. Y más tarde, el filósofo más importante de los territorios de habla catalana (Ramon Llull) escribió también en árabe. Ya en épocas de idiomas diversificados (tras el triunfo de Babel, que la Biblia presenta como una maldición), el propio Leibniz era alemán pero escribía en francés. Por cierto, si hay una conexión clara entre Alemania y Cataluña es, precisamente, la que hay entre Leibniz y Llull. El alemán se basó en la combinatoria luliana para su proyecto de lógica universal. La característica principal de la filosofía que se hace hoy en Cataluña no tiene que ver con la lengua vehicular sino con el espacio en que se ejerce. Cataluña acoge especialistas universales a los que la inmensa mayoría de los catalanes ignora y otros que han cultivado su presencia pública, por encima incluso de su actividad en las aulas. Siguiendo una distinción inaugurada por Manuel Sacristán, se podría decir que hay filósofos académicos y otros mundanos, aunque en no pocos casos lo que se da es una presencia en ambos mundos. Un ejemplo: Miguel Ángel Granada, profesor en la Universidad de Barcelona es uno de los principales expertos mundiales en el Renacimiento, pero más allá de los muros universitarios es casi desconocido. Se halla, en cierto modo, en las antípodas de lo que representó el jesuita Miquel Batllori, capaz de una profunda erudición y, a la vez, de mantener una presencia constante en los debates públicos. Batllori es heredero de una línea de eruditos que, partiendo de Llull, enlaza con el valenciano Juan Luis Vives (catedrático en Oxford) y el vicense Jaume Balmes y Eugeni D’Ors. Ya en la contemporaneidad, destacan las diversas generaciones de pensadores que se han dado en la Cataluña posterior a la posguerra civil. Hay unos maestros generalmen- L te reconocidos, aunque su influencia sea muy diferente en cada cual. Son Emilio Lledó, hoy afincado en Madrid; Manuel Sacristán, José María Valverde y Josep Fontana. Es, este último, un historiador, no filósofo en el sentido profesional, pero su influencia en el pensamiento contemporáneo es claramente perceptible: tanto por su capacidad para aportar una visión global como por su actividad como editor al frente de una de las colecciones de la editorial Crítica. La generación siguiente se forma en los años sesenta y setenta. Si no se tratara de un tópico excesivo, se podría decir que está atravesada (en su fase de formación) por el movimiento que, de un modo u otro, sintetiza el Mayo del 68. Posteriormente, parte de estos hombres coincidieron en el Colegio de Filosofía. Su almas impulsoras fueron, en primer lugar, Xavier Rubert de Ventòs (que ya era conocido y apreciado por sus aportaciones en el campo de la estética), Eugenio Trías, Josep Ramoneda y Miguel Morey, además de Jordi Llobet. Pero al mismo tiempo iba emergiendo la tarea de otros pensadores, no siempre desconectados de las preocupaciones filosófico-sociales del Colegio de Filosofía. El más distante, por intereses y actividad, Jesús Mosterín, impulsor a la vez de la lógica matemática, la filosofía de la ciencia y de un cierto racionalismo ético. En su estela, aunque con trabajos muy diferentes pero dando cierta continuidad a la filosofía de la ciencia, se sitúan Anna Estany y David Casacuberta. Un trabajo diferente, pero no lejano a los intereses de los pensadores cercanos al Colegio de Filosofía es el que ha realizado Víctor Gómez Pin, tan relevante por su propia obra como por el empeño que ha puesto en sacar adelante los varios congresos de ontología, lo que no le impide una presencia pública. Es el caso también de Josep Ramoneda, quizás más conocido por sus aportaciones al análisis político o por la dirección del CCCB (Centro de Cultura Con- tempoánea de Barcelona) que por su tarea como profesor y a veces ensayista en el campo de la estricta filosofía. Entre los discípulos de Lledó destacan Manuel Cruz y José Manuel Bermudo. Inicialmente, ambos tenían una actividad académica (docente y editorial) notable. Con el tiempo, Bermudo se ha recluido más en el ámbito académico y Cruz, sin dejarlo, ha mantenido también una constante presencia en los medios de comunicación, además de su actividad como director de colecciones editoriales. Fuera de Barcelona, la filosofía tiene menos presencia. Pero la lista no quedaría completa sin dos pensadores que realizan su actividad vinculados a la Universidad de Girona. El primero, Josep Maria Terricabras. Excelente traductor de Popper y animoso impulsor de la Cátedra Ferrater Mora, por donde han pasado, entre otros, Quine, Bunge o Chomski, tiene luego una presencia como animador político nacionalista de escasa consistencia teórica. El otro es Xavier Antich, autor de diversos ensayos de factura erudita y colaborador desde los ámbitos periodísticos en un tono que no esconde una acendrada voluntad de pensar. La otra influencia es la que procede directamente del pensamiento marxista, representada por Manuel Sacristán. Entre sus sucesores en el pensar, con trayectorias no siempre coincidentes con el maestro, estarían, en primer lugar, Paco Fernández-Buey, capaz de trabajar tanto en el ámbito de la sociología de la ciencia como en el pensamiento político. También, en cierto sentido, Toni Doménech, vinculado a la revista Sin Permiso, y Miguel Candel. Y, en otra línea muy diferente, con influencias cruzadas del pensamiento crítico y las preocupaciones estéticas de Valverde, Rafael Argullol, cuya presencia es triple: pensador habitual en los diarios, pero también ensayista y novelista reconocido. Queda outsider, en la medida en que su trabajo se produce fuera de las academias: Salvador Pániker. Tras unas primeras aproximaciones académicas, se ha movido mucho más en el campo de ciertas prácticas críticas. Narcís Comadira (1942), poeta, pintor, dramaturgo, ensayista. Se inició reivindicando a Foix i a Carner y aplicando el arte sabio de la métrica a la poesía de lo cotidiano. Ha traducido a Leopardi y reunido en volumen algunas de sus colaboraciones semanales en las páginas de este diario. Jaume Fuster. La necesidad de una literatura “normal” hizo que una generación se profesionalizase y experimentase con todos los géneros: novela social, de fantasía, género negro, cuento, guiones… Jaume Fuster (1945-1998), extraordinario activista culNarcís Comadira. tural, fue el paradigma del trabajo constante y el mejor ejemplo de normalización de la literatura catalana. Quinta del 47. Catedráticos, estudiosos, periodistas, escritores profesionales. Se entregaron a la literatura de jóvenes, corrieron ante los grises, viajaron, rompieron tabúes. Han dignificado la profesión de escritor en un país con menos lectores de los que se merecen, aunque ya todos estén traducidos a varias lenguas. Son Jaume Cabré, Jordi Coca, Josep Piera, Jaume Pont, Pere Rovira, Josep Maria Sala-Valldaura. Biel Mesquida. Agitador cultural, telqueliano, prosista en constante renovación, el mallorquín Biel Mesquida (1947) es la vanguardia ligada a la tradición. Con L’adolescent de sal cambió la perspectiva de la novela moderna. Biblioteca Jaume Fuster. Voces femeninas. Estirpe de novelistas. Empezaron reivindicando la voz femenina, el protagonismo de sus recuerdos, de su historia, de la de todos. Han acabado dominando la narrativa, se han ganado la empatía de los lectores, han diversificado los recursos y los discursos. Montserrat Roig (1946-1991), Carme Riera (1948), Maria Barbal (1949), Maria Antònia Oliver (1946), Imma Monsó (1959), Empar Moliner (1966), una estirpe de narradoras. Monzó y Pàmies. Sus cuentos, cada vez más breves, nutren a toda una generación de lectores. Quim Monzó (1952) y Sergi Pàmies (1960) Montserrat Roig. han alcanzado la simplicidad de dicción, el rizo del absurdo, y el humor de la metaliteratura. Brillan como articulistas en la prensa y en la radio. Maria-Mercè Marçal. Bandera de la literatura de mujeres, Maria-Mercè Marçal (1952-1998) se definió como “tres veces rebelde” por ser mujer, de clase humilde y de nación oprimida. Poeta, traductora, novelista. Hoy está en el centro de los estudios interculturales y de género.