XIV. LOS “EFECTOS A LARGO PLAZO”: CONSTRUCCIÓN (Y DECONSTRUCCIÓN) SOCIAL DE LA REALIDAD HORIZONTES PERDIDOS Las teorías sobre los “efectos a largo plazo” en el campo de la communication research supusieron el primado sociológico sobre el campo. Se encuentran estrechamente relacionadas con el concepto totalizante de “construcción social de la realidad” tal como fuera enunciado por Berger y Luckmann: “La realidad se construye socialmente y la sociología del conocimiento debe analizar los procesos por los cuales esto se produce” (Berger-Luckmann, 1966: 13). Es obvio que esta “realidad” se construye comunicativamente, y se apunta su aplicabilidad a la comunicación mediática: ”la realidad social de la vida cotidiana es pues aprehendida en un continuum de tipificaciones que se vuelven progresivamente anónimas a medida que se alejan del “aquí y ahora”, de la situación “cara a cara” (Berger-Luckmann, 1966: 13). Si hay una característica que defina a este tipo de teorizaciones totalizantes o globales es precisamente su resistencia a la falsación —condición de cientificidad para Popper—, derivada de sus coqueteos con el absoluto paradigmático categorial, más allá del que no puede suponerse sino la pura nada, el silencio eterno: “Una sociedad en la que en general se dispone de mundos discrepantes sobre una base de mercado entraña constelaciones específicas de realidad e identidad subjetivas. Existirá una creciente conciencia general de la relatividad de todos los mundos, incluyendo el propio, el cual ahora se aprehende subjetivamente como “un mundo”, más que como “el mundo” (Berger y Luckmann, 1966: 215). 248 Teoría de la Comunicación Mediática Conviene traer a colación como revulsivo de este redescubrimiento de la rueda en su versión categorial o “condición de posibilidad” kantiana, la siguiente reflexión de Foucault: “A lo largo de mi investigación me esfuerzo por evitar toda referencia a este trascendental, que sería una condición de posibilidad de todo conocimiento… Historizar al máximo para dejar el mínimo lugar posible a lo trascendental” (Foucault, 2000: 1241). Por otra parte, la idea de que la comunicación —y especialmente la comunicación mediática— “mapea” el mundo era una idea ya cara a Lippmann, que denominaba a esta realidad paralela fruto en buena medida de las representaciones periodísticas y no carente de efectos en lo cotidiano, pseudoenvironment. La vicarización sociológica radical y última de lo cotidiano convierte en ociosa cualquier reflexión sobre el poder y la articulación ideológica de lo social. Desde el momento en que todo es proclamado pseudoenvironment se elimina toda posibilidad de teorizar sobre lo político. De manera más o menos espuria o posibilista y reciclando estos preceptos con la carencia —afortunada en este caso— de ortodoxia propia de la apropiación mediática de las teorías sociológicas, en los lindes de estas teorías sobre la “construcción social de la realidad” y sin el rigorismo que las caracteriza, se sitúan teorías como las de la agenda-setting o los estudios sobre los emisores, desde el gatekeeper al newsmaking, en el que los media y las rutinas profesionales conforman “the world outside and the pictures in our heads” parafraseando a Lippmann, a su (aproximada) imagen y semejanza. SETTING THE AGENDA La hipótesis de la agenda-setting fue formulada inicialmente por McCombs y Shaw en 1972, en el marco de un estudio sobre las elecciones presidenciales de 1968, realizado en Chapell Hill: “Interpretar las evidencias de este estudio haciendo referencia a la influencia de los mass media parece más plausible que otras explicaciones alternativas. Cualquier argumento que sostenga Pilar Carrera 249 que la correlación entre medios de comunicación y énfasis de los votantes, es espuria —que simplemente responden al mismo evento y no se influencian una a otra de una u otra forma— asume que los votantes tienen vías alternativas para observar los cambios del día a día en la arena política. Este supuesto no es plausible; desde el momento en que son pocos los que participan directamente en las campañas de elecciones presidenciales y menos todavía ven a los candidatos a la presidencia en persona, la información a través de los canales interpersonales de comunicación está principalmente relacionada con y basada en la cobertura mediática de la información. Los media son las mayores fuentes primarias de información política nacional. Además los mass media proveen la mejor —y única— aproximación fácilmente disponible a las siempre cambiantes realidades políticas” (McCombs-Shaw, 1972: 185). Buscando los orígenes y la orientación subyacente a la hipótesis de la “función de agenda” de los mass media, McCombs y Shaw citan a Cohen y a su célebre apreciación acerca de que la prensa puede no tener éxito la mayor parte de las veces en decir a la gente qué pensar, pero tiene un éxito sorprendente a la hora de decirle a sus lectores sobre qué pensar. Los medios construyen la agenda en una campaña política e influencian la jerarquización de actitudes hacia los temas políticos, es decir, la importancia concedida por el público a una serie de temas en consonancia con la jerarquización, con la visibilidad que los medios dan a esos temas. El principio básico de esta hipótesis puede resumirse diciendo que la importancia atribuida por el público a determinados temas está relacionada con la prominencia dada por los media a dichos temas. y encuentra su correlato cualitativo en la hipótesis según la cual: “El grado de énfasis puesto en los temas de las noticias influencia la prioridad acordada a esos temas entre el público” (McCombs-López Escobar, 2000: 77). La durabilidad de la agenda setting, hipótesis asociada fundamentalmente con el género informativo, frente a la rápida obsolescencia de otros enfoques, deriva en parte del hecho de haberse constituido en paraguas común para numerosas tra- 250 Teoría de la Comunicación Mediática diciones y conceptos en comunicación. En un artículo publicado en el año 2000 por McCombs en el que se hace referencia precisamente al potencial heurístico de dicha hipótesis y a su duración frente a la obsolescencia de otras perspectivas en la comunicación de masas, se apunta sin embargo y paradójicamente en términos de “progreso teórico” al reconocimiento de aquello cuya negación había constituido la especificidad, la potencia y la originalidad de la hipótesis de la agenda respecto a otras tradiciones, se retoma la idea ya formulada en el 93 de que “la agenda setting es más que el clásico aserto de que las noticias nos dicen sobre qué pensar. Las noticias también nos dicen cómo pensar” (McCombs-Shaw, 1993: 62). El reafirmarse sobre ese nuevo giro, ahora en sentido inverso, desde el sobre qué al qué —cuyo abandono o relegar había constituido precisamente la novedad teórica de la hipótesis de la agenda— parece significar sin embargo un nuevo abandono de la instancia de la recepción —posiblemente la más maniqueamente tratada de todas las instancias y que en la teoría de la agenda había encontrado un desbrozador de caminos muy importante— en favor de otras instancias, concebidas desde la perspectiva del poder o del profesionalismo (integración de la teoría del newsmaking, del gatekeeping…) —“rutinas mediáticas, sociología organizacional e ideología” (McCombs-Shaw, 1993: 60). Al describir la evolución de la teoría de la agenda explicitaba que se trataba del paso del “quién establece la agenda pública y bajo qué condiciones?” al “¿quién establece la agenda mediática?” (McCombs-Shaw, 1993: 60). Sin embargo ese relegar la recepción, y su experiencia ordinaria en favor de la intencionalidad emisora, subjetiva o sistémica, no puede sino ser vivido al modo de un déja vu en el caso de una teoría cuyo mayor interés había residido precisamente en lidiar con el aprovechamiento de la información por parte del público, liberándose lo justo y necesario de la “épica del Gran Hermano”, pero sin perder nunca de vista los rígidos lindes dentro de los que se lleva a cabo ese “aprovechamiento”. La progresiva pretensión “totalizadora” de la agenda setting como marco teórico corre el riesgo de desdibujar lo que fue su Pilar Carrera 251 principal rasgo innovador y en fin su característica distintiva, en un mundo, el sistema teórico de los media, que no está hecho sino de diferencias, y en el que el sincretismo, de no ser estrictamente realizado, puede acabar en el confusionismo más absoluto, en el flatus voci, que queriendo abarcarlo todo no abarca nada realmente. EL PORTERO NO TIENE IDEOLOGÍA Las teorías sobre el gatekeeping y el newsmaking, se centran en el profesionalismo como ideología, a un nivel estructural y no sólo a nivel de contenidos explícitos de la información, y al mismo tiempo como condición de posibilidad del ejercicio de la profesión periodística. Se trata de teorías orientadas fundamentalmente al género informativo y a un análisis de la “fabricación” de noticias y de las rutinas productivas como prefigurando una cosmovisión tan relativa y parcial como operativamente necesaria. Dichas teorías desplazaron el énfasis de conceptos como “censura” y “propaganda” con su fuerte carga intencional para hacer hincapié en la “distorsión involuntaria” por parte del emisor, de la que por otra parte depende toda posibilidad de acción, puesto que toda acción se basa en la elección excluyente, en la discriminación significante. La llamada “sociología de los emisores”, centrada en el estudio de la emisión, entendida como instancia de producción informativa esencialmente, y de los procesos productivos (de noticias), ha conducido según M. Wolf a “desideologizar el análisis y el debate sobre las comunicaciones de masas en general y sobre el sector de la información en particular … los esfuerzos de análisis en la gran mayoría de los casos se han dirigido al campo de la información … la sociología de los emisores corresponde esencialmente a los productores de noticias” (Wolf, 1987: 201-202). En esta categoría de estudios sobre los emisores (esencialmente sobre los productores de información) se enmarcan los estudios sobre el gatekeeper, la “distorsión involuntaria” o los criterios de noticiabilidad o “valores noticia”, acometidos por Golding, Elliot y Gans entre otros. 252 Teoría de la Comunicación Mediática S. Hall en un artículo ya mencionado,“Media power: The double bind” (1974) realizaba un sugerente “análisis ideológico” del profesionalismo y los valores deónticos periodísticos que culminan en el establecimiento de una agenda confluyente aún desde una aparente oposición a los intereses del poder político. El desplazamiento del estudio de los efectos (sobre el receptor) a la emisión supuso la revalorización de figuras como la del gatekeeper de Kurt Lewin, que ya había sido considerada por Lazarsfeld, y que se desarrollaría en idéntico sentido no intencional, superando el personalismo y el subjetivismo de dicha figura, para convertirlo en instancia socializada, en un conjunto de reglas o conductas institucionalizadas y situadas más allá de la querencia o la voluntad personales, de normas profesionales más allá de la distorsión subjetiva. Sin embargo la identificación de “falta de intención” y “resistencia al análisis ideológico” es una cuestión en absoluto obvia. Que lo inconsciente, lo asimilado por socialización casi como natural —la “naturalidad” de los “valores-noticia” para cualquier periodista— no sea susceptible de ser analizado desde una perspectiva ideológica refinada —que no caiga en la misma trampa panteórica y solipsista que afecta a la llamada “sociología de las profesiones” o en un didactismo moralizante— es más que discutible. Como bien sostenía Althusser la ideología no precisa de la conciencia para ser, en su nivel más profundo; a un nivel estructural se sustrae a toda declaración de intenciones y simplemente cumple con su cometido. Decir que “las decisiones del gatekeeper no son realizadas sobre la base de una valoración individual de noticiabilidad, sino más bien en relación a un conjunto de valores que incluyen criterios profesionales y organizativos como la eficiencia, la producción, de noticias, la velocidad” (Robinson, 1981:97, en Wolf, 1987) no excluye la posibilidad de un análisis ideológico siempre y cuando el concepto de ideología que se maneje no sea una modalidad simplificadora de atribución personal de culpas y petición en abstracto de responsabilidades a un “culpable” pergeñado en términos de Gran Hermano, o, en el otro Pilar Carrera 253 extremo simplemente de la axiomatización de la proliferación de conciencias heterónomas o títeres. M. Wolf pone de manifiesto como en estas teorías “autonomía profesional y distorsión de la información aparecen como dos caras de la misma moneda” (Wolf, 1987: 209), circunstancia que señalaba S. Hall en el texto antes citado. El riesgo de abordar la cuestión de los “efectos a largo plazo” desde un basamento cognitivista —el efecto ya no se concibe como un efecto sobre actitudes o acciones sino sobre la estructura perceptiva, sobre la manera de estructurar lo real, de representarse el entorno, es decir, al modo de categoría kantiana informando lo real, como condición de posibilidad de la experiencia— es que, dicho esto, ya no habría nada más que añadir. El mundo estaría saldado teóricamente, y aún no habríamos avanzado nada sobre la naturaleza de la comunicación mediática. La megalomanía de este tipo de discursos que a fuerza de significarlo todo acaban por no significar nada, choca con la humilde naturaleza del objeto de estudio “comunicación mediática”, que se escurre entre las redes trascendentales de estas teorías. EL VÓRTICE DEMOSCÓPICO Noelle-Neumann, teórica de la opinión pública y directora de un instituto demoscópico en Alemania, fue una célebre recreadora teórica del miedo del individuo al ostracismo social, al que dio el nombre de “espiral del silencio”, concepto este último derivado de una teoría sobre la opinión pública, y fue también digna representante de esta tendencia a analizar los medios de comunicación à la façon kantienne, para concluir ensalzando la ley y el orden como condición de la plena realización de lo humano sobre la tierra: “Pero no debemos creer que sea fácil actuar contra el mecanismo de la espiral del silencio. En palabras de Madison (1961:340): “El hombre es tímido y cauto” (Noelle-Neumann, 1979: 155). La opinión pública pasa de ser el conocimiento de un ciudadano sobre los asuntos públicos para convertirse en un referente cognoscitivo que condiciona 254 Teoría de la Comunicación Mediática al individuo y marca sus opinión y sus actos desde el miedo al aislamiento que puede derivar de opinar contra lo que se considera la opinión mayoritaria. Un artículo de Noelle-Neumann titulado “The Spiral of Silence. A Theory of Public Opinion” se inicia con el anuncio de la confirmación por parte de un instituto demoscópico alemán (cuya fundadora era la propia Noelle Neumann) de una constatación hecha por Tocqueville en El antiguo régimen y la revolución: “Más atemorizados por el aislamiento que por equivocarse, se unieron a las masas aún no estando de acuerdo con ellas” (Noelle Neumann, 1974: 45). Noelle-Neumann buscaba ofrecer una base empírica al proceso de formación de la opinión pública. La opinión pública surgiría de la interacción del individuo con sus “circunstancias”, si queremos exponerlo en términos orteguianos. El individuo antepone el miedo al aislamiento a la defensa de su propio juicio. El punto de vulnerabilidad del individuo sería verse sometido al ostracismo. Se pone en relación el concepto de opinión pública no con el de opinión libremente formada inter pares y sin coacciones, sino con los de sanción y castigo. Se ve claramente ya cual es la diferencia radical en el papel atribuido a la comunicación: Informar una opinión libre o mantener el lazo-orden social. Ese concepto de coacción no está muy alejado del considerado por Durkheim como la base de lo social. Noelle Neumann atribuye al individuo un quasi-statistical organ, un “sexto sentido demoscópico” que le permitiría saber, no se especifica muy bien cómo, cual es el estado de la opinión pública en cada momento respecto a un cierto tema (no podemos evitar preguntarnos si lo que Noelle Neumann considera una especie de estado de gracia en el que se vislumbra el alma pública, no será más bien fruto de la difusión pública continuada vía medios de comunicación de masas de los resultados de innumerables estudios de opinión y encuestas realizados por otros tantos innumerables institutos demoscópicos). El problema se plantea en el proceso de toma de decisiones. Aquellos que se saben en minoría se retraerían de formular su Pilar Carrera 255 punto de vista, con lo que el punto de vista contrario contaría con la manifestación a favor de sus propios adeptos y la omisión de los no partidarios. “La tendencia de unos a hablar y de otros a callar inicia un proceso en espiral que crecientemente establece una opinión como la opinión prevaleciente” (NoelleNeumann, 1974: 44). Basándose en este concepto interactivo de la espiral del silencio, la “opinión pública “es definida como la opinión que puede ser manifestada en público sin miedo a ser sancionado y sobre la que puede basarse la acción en público”. En caso contrario, según Noelle-Neumann se corre el riesgo de aislamiento: “la opinión pública es una cuestión de comunicación y de silencio”. Se destaca la importancia comunicativa del silencio, más allá de ser definido en un sentido carencial como una mera ausencia de comunicación, el silencio es un elemento comunicativo de pleno derecho. Pudiendo darse la situación descrita por Tocqueville de que una opinión minoritaria ante el silencio de la mayoría —que se cree minoría— pasa por ser la opinión de “todo el mundo”. Desde nuestro punto de vista la cuestión es: ¿En base a qué indicios o representaciones falaces de la relación de fuerzas real, se cree minoría, es decir qué instancias son susceptibles de representar a la mayoría como minoría y tienen el poder para hacerlo? La ideología estadística obviamente ofrece el instrumento, la base para este tipo de representaciones. El lugar cada vez mayor que ocupan en los medios los productos de análisis sociológico de lo social (informes, encuestas, estudios sociológicos…), son una buena muestra de esta tendencia. Y avanzar una respuesta a la pregunta de cómo se forma esa imagen de la distribución de la opinión que Noelle-Neumann presenta a veces como si fuese un “don” innato, hasta el punto de axiomatizarla y sustraerla a un autoexamen. Máxime tras la constatación de que el individuo, más allá de su limitada esfera experiencial inmediata, “depende totalmente de los mass media para los hechos y para su evaluación del clima de opinión”. Noelle-Neumann considera a los medios —en especial a la TV— todopoderosos a la hora de conformar una opinión pública monocorde: (opi- nión contraria a la de Lippmann que sostenía que la prensa, ofreciendo versiones contradictorias de los mismos temas, era incapaz de generar un estado operativo de opinión pública). ¿Como se origina en el sistema de medios la prevalencia de opinión sobre tópicos específicos? La influencia de los mass media en la opinión pública sería operacionalizada a través del concepto de “espiral del silencio”: “¿Qué tópicos son presentados por los mass media como opinión pública —función de agenda de los media— ¿A qué personas o argumentos se le otorga especial prestigio, especialmente el prestigio de tener el futuro de su parte? ¿Qué unanimidad hay en la presentación de esos tópicos?” (Noelle-Neumann, 1983: 157). A la disyuntiva de si los media crean la opinión pública o la reflejan, si son el espejo o el molde de la opinión pública, concluye Noelle-Neumann que los medios crean opinión pública. Pero en ningún momento se menciona el papel jugado por la difusión de los estudios de opinión a través de esos mismos medios. Los medios ofrecen esa dinámica de información y silencio en la que se constituye la opinión pública. Pero son mucho menos homogéneos en la orientación de sus informaciones, aún siéndolo en gran medida respecto a los temas tratados, de lo que lo es un estudio demoscópico. Discordancia relativa, fruto la mayor parte de las veces de la politización de los propios media, que lleva a que dependiendo del medio se ofrezcan visiones totalmente contrapuestas de la conformación de la opinión pública y que llevaba a Lippmann a sostener que de la confluencia de la disparidad mediática, y de cierta venalidad que le es consustancial, no podía esperarse la conformación de una opinión pública coherente y unificada. Las encuestas y los estudios demoscópicos —que por otra parte también son utilizados por los medios para sus propios fines— ofrecen ya elaborado el producto sin necesidad de inferencia alguna por parte del público, ni de recurrir a ese órgano de síntesis calificado por Noelle Neumann de quasi-statistical organ. Por otra parte la “teoría del carro vencedor” ya no es nueva. Una serie de tópicos, como que la gente está más dispuesta a expresar su opinión si se sabe apoyada, o que existe una tendencia a aliarse con el vencedor, encubren otra cosa, que en Noelle Neumann deja un evidente regusto a conservadurismo. Noelle-Neumann sostiene apasionadamente el argumento de la vuelta a los “efectos poderosos” (pero esta vez “a largo plazo”), tras el paréntesis de Klapper y su hipótesis del “refuerzo” o de los “efectos mínimos”. Pero los términos en los que es planteado este “retorno” poco tienen que ver con la concepción de los media todopoderosos propia de las primeras teorías de la propaganda y de las hipótesis tipo aguja hipodérmica. El revival de los “efectos fuertes” que propone Noelle-Neumann (1983:157) es de un orden bien distinto. Noelle-Neumann sostiene que los mediating factors que se consideraban el elemento reductor de la omnipotencia mediática, habían sido sobreestimados en lo que respecta a la capacidad de influencia de los mass media, llegando a considerarlos más significativos desde la perspectiva de los efectos que el medio y el contenido. La larga vida de la hipótesis de los efectos mínimos se explicaba según Noelle Neumann por la naturaleza de los efectos considerados, correspondiendo a episodios comunicativos coyunturales y examinados a corto plazo: “Sólo a través de la acumulación ganan los efectos en potencia” (Noelle-Neumann,1983:158). Y cita en su apoyo el efecto “dispersión-multiplicación” de la teoría de los dos escalones de Lazarsfeld. El efecto resultando de la acumulación de diferentes fuentes. Influencia tortuosa no directa e inmediata. La hipótesis de Noelle-Neumann sería que el sostenido descrédito académico de los efectos fuertes durante décadas tendría mucho que ver con la influencia de los medios en la investigación sobre los medios. Con su énfasis en los minimal efects, “la ciencia social ha liberado a los media de su responsabilidad frente a los males de la sociedad” (Noelle-Neumann, 1983: 161). Acusa a la teoría de los “usos y gratificaciones”, en su eterno retorno, de ser una ancilla de los intereses de los medios de comunicación en su progresiva liberación de responsabilidad social. Establece una relación de contraste entre los primeros estudios sobre los efectos y los 258 Teoría de la Comunicación Mediática actuales, que pueda servir para la clarificación conceptual del término “efectos” en su evolución: 1. Inicialmente el estudio de los efectos se basaba en estudios de caso (cita el clásico estudio de Merton sobre el programa radiofónico de Mrs. Smith), ahora predominaría la investigación “sistémica”, estudio de varios programas que presentaría como nexo de unión ciertos puntos temáticos. 2. Paso de la investigación de los efectos a corto plazo al largo plazo 3. El método experimental, dominante en los primeros momentos de estudio de los efectos daría paso a la búsqueda de cierta “naturalización” del proceso metodológico, buscando aprehender el objeto sin desarraigarlo radicalmente de sus condiciones cotidianas (caso de los estudios de campo) 4. La recepción como instancia afectada y centro del estudio daría paso a un mayor equilibrio entre instancias (emisores, mensaje…) desde la perspectiva académica. 5. Los primeros estudios sobre efectos se centraban en los medios impresos, progresivamente se iría ampliando el abanico mediático con la introducción de otros medios, fundamentalmente los de naturaleza audiovisual —TV— y los llamados “nuevos medios”. 6. Los primeros estudios se centrarían en cambios de actitud y comportamiento en los receptores individuales, que progresivamente se irían orientando hacia efectos cognitivos y socialización —del tipo “construcción social de la realidad”—. 7. La continuidad en el predominio del análisis focalizado sobre la persona en detrimento del análisis mucho más difícilmente mensurable de lo relacional o sistémico. 8. Progresivamente se iría dando paso a la hipótesis de los efectos ya no puntuales sino acumulativos de los media, Pilar Carrera 259 dando paso a lo que Noelle Neumann define como “la nueva investigación de los efectos de carácter longitudinal” (Noelle-Neumann, 1983: 161-162). Los medios no solo actuarían directamente sobre los individuos sino que afectarían a la cultura y a la sociedad, a sus normas y valores. Se presupone un cambio de enfoque, lo que se denomina el paso de los “efectos a corto plazo” a los “efectos a largo plazo”, es decir, ya no el efecto de un mensaje planeado o no sobre el comportamiento puntual del individuo, sino el efecto de la suma continua de mensajes, planeados o no, sobre la estructura profunda de su psique así como sobre el cuerpo social. Metafóricamente se puede decir que pasamos del derribo a la erosión, o del fotógrafo al escultor, de lo inmediato al lento modelado. Por una parte hay un retroceso del que había sido un concepto básico en el estudios de los efectos, hablamos de la intención, y por otra parte se prolonga el lapso temporal en el que se concibe el efecto. Es evidente que con la retirada de la intención la unidad respecto a la que medir el efecto tiende a confundirse con el discurso sociológico o con una encuesta sobre el estado de la opinión. Es decir, estos “efectos a largo plazo” sólo pueden concebirse como sistémicos y suelen analizarse a la sombra de una doctrina sociológica, cuando no de un ideario social explícito, oscilando en muchas ocasiones “entre lo indemostrable y lo ni tan siquiera cierto” (Bourdieu-Passeron, 1963: 17). TV POST-MÍMESIS ¿Qué se entiende por efecto acumulativo por ejemplo en caso de la TV? Gerbner intentó dar una respuesta con la llamada “teoría del cultivo”, en la que la TV ha pasado a ocupar ya sin lugar a dudas el centro del análisis. Gerbner se ocupa de la violencia —esencialmente la representación televisiva de la violencia— pero desde una perspectiva más allá de la cuestión de la mimesis inmediata o mecánica de la conducta violenta. El argumento de Gerbner es que no se trata de evaluar los efectos inmedia- 260 Teoría de la Comunicación Mediática tos, a corto plazo, de una emisión violenta según por ejemplo parámetros de aumento de la agresividad, sino de considerar el caldo de cultivo derivado de una continuada exposición a relatos de violencia en la TV. Gerbner concluye que no son los efectos inmediatos sino los efectos demorados o retardados los que importan, efectos que ya no tienen que ver con la mimetización de conductas violentas, sino con la representación del mundo que la TV ofrece, y acorde con la cual actúan los individuos continuamente asaetados por programas de dominante violenta, en ámbitos muy otros al de la conducta violenta. Es decir, las reacciones no ya violentas sino sociales o políticas generadas por esta exposición y derivadas del sentimiento de encontrarse en un mundo peligroso y amenazador, violento. Respecto a los espectadores de una representación sostenida y cotidiana de escenarios violentos en los programas de TV, lo relevante no sería que éstos mimetizasen la(s) conducta(s) violenta(s), o en todo caso esto sería lo menos relevante, sino que “pueden aceptar e incluso dar la bienvenida a la represión si esta promete aliviar su ansiedad. Este es el problema más profundo de una TV cargada de violencia” (Gerbner-Gross, 1976: 200). Se alude aquí a los efectos “ambientales” del pseudo-ambiente mediático, a las utilidades políticas del imaginario. En último término, Gerbner relaciona la proliferación de temáticas violentas en el medio televisivo —en el que la proliferación de los canales no conlleva en absoluto una diversificación temática— con las tendencias estructurales hacia la concentración y la globalización de las industrias mediáticas. La violencia sería el común denominador cultural que precisa el marketing global. La televisión, en cuya programación ocupa un lugar de honor la ficción, al contrario de lo que ocurre con la prensa volcada sobre el acontecimiento o sobre los hechos, estaría en el origen de una retribalización de la sociedad. Gerbner toma prestado este planteamiento de McLuhan, así como el establecimiento de una separación radical entre los medios derivados de la imprenta tales como la prensa y los medios eléctricos, en cuanto a las configuraciones del mundo a las que dan o pueden dar lugar. Pilar Carrera 261 La TV es definida como “el alma cultural por excelencia de la sociedad americana. Un agente del orden establecido y como tal sirve principalmente para extender y mantener antes que para alterar, traicionar o debilitar los comportamientos, concepciones y creencias tradicionales. Su función cultural básica es propagar y estabilizar pautas sociales, cultivar no el cambio sino la resistencia al cambio. La TV es un medio de socialización de la mayoría de la gente en roles y comportamientos estandarizados. Su función es, en una palabra, “culturización” (Gerbner-Gross, 1976: 175). La televisión sería entonces una fuerza de culturización antes que un medio usado selectivamente para separar funciones de información y de entretenimiento. Para Gerbner información realista y ficción cumplen idéntico fin. La capacidad de penetración de la TV es mayor que la de otros medios, puesto que, según Gerbner, toda selectividad queda anulada; no requiere un determinado nivel de alfabetización por parte del receptor a diferencia de la prensa escrita; a diferencia del cine su programación es de acceso gratuito, y continua, y no requiere movilidad, forma parte del mobiliario, está plenamente inserta en lo cotidiano; a diferencia de la radio aporta al sonido el plus icónico. Además el elenco de espectadores de la TV. abarca prácticamente todo el arco vital La teoría del cultivo televisivo se ocupa de la violencia, como hemos dicho, desde una perspectiva más allá de la cuestión de la mimesis de la conducta violenta. Esencialmente el argumento de Gerbner es que no se trata de evaluar los efectos inmediatos, a corto plazo, de una emisión violenta según por ejemplo parámetros de aumento de la agresividad, sino de considerar los efectos de cultivo derivados de una continuada exposición a relatos de violencia en la TV. Se trata de poner en relación la programación televisiva con las ideas de la realidad social, del entorno, que maneja el individuo, fundamentalmente en relación con la violencia: “¿Con qué frecuencia hacemos una diferenciación nítida entre la acción que sabemos que no es “real” y la acumulación de información de background que es, después de todo “realista”? … ¿Cuánto de nuestro mundo real 262 Teoría de la Comunicación Mediática ha sido aprendido de mundos de ficción?” (Gerbner-Gross, 1976: 179) Gerbner parte de la especificidad del medio televisivo respecto al resto de los medios de comunicación de masas, de manera que ni los métodos de análisis ni los presupuestos aplicables a estos lo serían al nuevo medio que establece un nueva variante de efecto desconocida hasta entonces y que solo puede ser plenamente consumada entre aquellos que han nacido con la TV. Por primera vez la TV procuraría “la experiencia pública simultánea de un ambiente simbólico común que liga diversas comunidades incluyendo grupos numerosos de jóvenes y viejos y gente aislada que nunca antes se había unido a ningún público masivo. La TV probablemente permanezca por largo tiempo la principal fuente de sistemas repetitivos y ritualizados de símbolos cultivando la conciencia común del público masivo más extenso, entregado y heterogéneo de la historia” (GerbnerGross, 1976: 173-174). Los efectos de la TV no pueden ser analizados únicamente en términos de cambios puntuales de conducta o actitud, sino en términos de “tipos de conciencia común” —estamos de lleno en el terreno de los “efectos a largo plazo”— cultivados por sistemas completos de mensajes. El mundo de la TV es un sistema orgánico y no se deja analizar en términos de efectos de programas coyunturales. Por lo tanto el método experimental es inadecuado para abordar lo sistémico. El análisis propuesto por Gerbner y sus colaboradores en el caso de la TV consistiría en el análisis periódico de “agregados extensos y representativos de output televisivos”. El análisis del sistema de mensajes mapea la geografía, demografía, temática y estructura de la acción televisiva; tiempo y espacio, dimensiones, perfiles de personalidad, ocupaciones, y miedos en los programas de ficción. El segundo paso consistiría en determinar qué absorben los televidentes de su experiencia televisiva. El método denominado cultivation analysis “inquiere acerca de los supuestos que la televisión cultiva sobre hechos, normas y valores de la sociedad”. Los descubrimientos del análisis del Pilar Carrera 263 sistema de mensajes del mundo de fantasía televisivo bascularían en cuestiones sobre la realidad social, estableciendo vasos comunicantes entre uno y otro, entre lo que aparece en la TV y el cómo es definida la situación —el “cómo son las cosas”— en el mundo “real”. Los “indicadores culturales” se obtendrían de un estudio periódico de la programación de TV y de las concepciones de la realidad social que el ver la TV cultivaría en niños y audiencias adultas. La violencia sería uno de los indicadores fundamentales y el violence profile será el más desarrollado de los indicadores culturales: “La violencia simbólica es una demostración de poder y un instrumento de control social que sirve para reforzar y preservar el orden social existente … La exposición ritualizada a la violencia (crímenes, noticias catastróficas, dramas televisivos) puede cultivar supuestos exagerados acerca del alcance de la amenaza y del peligro en el mundo y lleva a exigencias de protección … Un acrecentado sentido del riesgo y de la inseguridad es más dado a incrementar la dependencia respecto a la autoridad establecida, y legitimarla para usar la fuerza … La televisión puede funcionar como la religión establecida del orden industrial, vinculada al gobierno como la iglesia lo estuvo al estado anteriormente” (Gerbner-Gross, 1976: 194). Gerbner recupera para sus teorías conflagracionistas el mood McLuhan y concluye: “El sistema es el mensaje” (GerbnerGross, 1976. 177).