IMAGEN SOCIAL DE LA PARTERA INDÍGENA YUCATECA A TRAVÉS DE LA HISTORIA LASA 2000, Miami, Fl Miguel A. Güémez Pineda1 INTRODUCCIÓN El presente trabajo tiene la finalidad de reseñar el papel que la partera indígena yucateca ha desempeñado a través de la historia en los procesos de salud maternoinfantil, los cambios en su imagen, así como los conflictos profesionales y legales con los médicos académicos (incluyendo a las autoridades sanitarias). En otras palabras se revisa la historia de la partería en Yucatán de donde emerge la relación subordinada ante la medicina académica, introducida primero por los colonizadores europeos y posteriormente por los gobiernos criollos. Veremos como la práctica de la partería (con sus propias características) no ha estado necesariamente libre del influjo de la sociedad dominante, que por su parte les ha negado, menospreciado, rechazado y perseguido. Asimismo veremos cómo los médicos académicos y las instituciones de oficiales de salud inician -a mediados del siglo XX- un viraje ideológico acerca de sus concepciones de las medicinas indígenas que se reflejan en la aceptación parcial, el reconocimiento incompleto y en los intentos de apropiación y subordinación formal de las mismas. Cabe señalar que mi formación ha sido más como antropólogo médico y no como historiador profesional, de modo que las interpretaciones aquí vertidas serán más descriptivas basadas de fuentes secundarias y no primarias, así como de experiencias recientes en el campo basadas de historias orales. Estoy consciente que para una cabal comprensión del proceso de subordinación ideológica de los practicantes de las medicinas indígenas es necesario adentrarnos al mundo cultural mesoamericano, sus condiciones histórico-jurídicas; analizar las relaciones de las prácticas médicas populares con la medicina accidental y desentrañar el conjunto de redes socioeconómicas que determinan la salud de los pueblos indígenas, para evitar caer en la tentación simplista y superficial del folclorismo médico nativo. 1 Profesor-investigador de la Unidad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la Universidad Autónoma de Yucatán. 1 PRIMERA PARTE Antes de iniciar considero pertinente dar una definición de lo que estamos entendiendo por una partera indígena: son médicas tradicionales que atienden los asuntos reproductivos de la mujer (esterilidad, embarazo, nacimiento, puerperio y secuelas o complicaciones correspondientes). Aunque sus actividades no se restringen al ámbito materno pues los cuidados de la partera se amplían al recién nacido e incluso niños mayores, abarcando todo el espectro materno-infantil. Las comunidades mayas han sido un grupo indígena que ha ofrecido una gran resistencia a la conquista colonial y a su incorporación a la sociedad mestiza nacional. En la península yucateca una importante y significativa presencia de mayas yucatecos han logrado mantener viva su lengua (41% de la población mayor de 5 años2), costumbres, valores y prácticas; pero ni la lengua maya, ni las costumbres ni las prácticas médicas de hoy son iguales a las de hace 25, 100 ó 500 años. Conservan una matriz básica o núcleo fundamental de origen pero tienen un dinamismo pragmático que les hace desprenderse de ciertos elementos y apropiarse de otros en un esquema de persistente movimiento. Hay pérdidas y ganancias de elementos secundarios, pero conserva lo primario, lo distintivo, lo diferencial. Ciertamente existe el peligro del olvido, del extravío y de la conversión. VISIONES DEL PASADO DE LA PARTERÍA EN YUCATÁN Las x-aalansajo’ob o parteras han existido desde el México prehispánico y esto puede apreciarse en la mitología maya yucateca y el material gráfico y escultórico que está impregnada de símbolos maternos (fertilidad, fecundidad, embarazo, parto y deidades protectoras del parto y de la parturienta3), sin embargo, existen muy pocos estudios o fuentes históricas que re-construyan a la maternidad indígena y las funciones de la partera en la época prehispánica y la época colonial, comparado con las fuentes históricas que existen para el altiplano central: cronistas, historiadores, etc. Esta falta de información hace difícil entender la subsistencia de algunas prácticas y saberes aún vigentes. En el decurso de esa historia, la partera ha sido ‘partera y médica’. Cuando se solicitaban los servicios de la partera en el mundo maya, los términos con los que se 2 Conteo General de Población y Vivienda, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, Yucatán, México, 1996. 3 Diego de Landa menciona que la partera acostumbraba colocar bajo el lecho de la parturienta un idolillo de la diosa Ix Ch’el que, según los mayas, era “la diosa de hacer niños.” Véase Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán (México: Editorial Porrúa, 1973), pág. 58. 2 aludía a ella reflejaban la condición social de que gozaba. Entre los pueblos prehispánicos (y en numerosos grupos del área maya peninsular) no es casual que sean esencialmente las mujeres las que a través de la historia han estado protagonizando la asistencia al embarazo y el parto, no sólo en el orden práctico sino en el mundo simbólico4. Los testimonios históricos confirman la vinculación de la mujer al mundo médico; de ahí que no resulte casual que la partera cumpla las dos funciones: la de obstetra o partera y la de médica (o curandera). En virtud de los pocos datos disponibles es posible pensar que la respuesta social más característica ante el embarazo y el parto ha consistido históricamente en destacar a ciertos miembros del grupo para atender de manera más o menos especializada estos eventos vitales5 . En la mayor parte de las culturas hasta épocas lejanas, la atención del parto es una actividad dominada, pero no exclusiva de parteras, pues hay hombres -sobre todo en las regiones mayas- que tienen fama de ser excelentes parteros. Como es sabido, el dominio colonial (que duraría más de tres siglos), estuvo caracterizado por un largo e intenso proceso de fusión biológica y cultural que daría origen a un nuevo y pujante grupo social que ya no sería más un nativo o indígena, ni tampoco un descendiente directo del europeo: nos referimos al hombre mestizo. Este proceso de sincretismo y de aculturación, se caracterizó por la imposición de estructuras políticas, económicas, sociales y religiosas que sin embargo se extendió más en las ciudades y pueblos principales, mientras que en las regiones indígenas tuvo menos influencia. La idolatría, término bajo el cual se calificaba a todas las prácticas religiosas nativas, fue atacada y se impusieron sanciones muy severas para aquellos que no la dejaran de practicar.6 La persecución española fue dirigida especialmente a los sacerdotes paganos quienes desaparecían por muerte o por haber huido, y en algunos casos se les atemorizó y obligó al silencio y a la inactividad. Fue predominantemente en las comunidades rurales donde se conservó la atención “tradicional” del parto7 una buena parte del cual trascendió hasta nuestros 4 Zolla, Carlos y Virginia Mellado El embarazo y el parto en el México prehispánico, CIES 5 Zolla, Carlos y Virginia Mellado op cit , p 151. 6 Molina Solís, Juan Francisco (1904), Historia de Yucatán durante la Dominación Española, Imprenta de la Lotería del Estado, Mérida Tomo I, 1904. 7 Para una descripción del parto tradicional puede verse: Annelise Favier, “Parto y tradición”, en Capitalismo y vida rural en Yucatán, (UADY, 1984), págs. 245-252; Brigitte Jordan (Revised and expanded by Robbie Davis-Floyd), Birth in Four Cultures. 3 días. Cabe mencionar que es justamente este tipo de parto con que se relaciona también a la partera yucateca. Por otro lado, entre las españolas vinieron también parteras “empíricas” quienes atendían sobre todo a las mujeres de clase media españolas y mestizas8, apoyándose en la fe cristiana y sobre todo en la virgen María y en algunos santos particulares (Santa Rita De Casia, San José Nonato, etc.) para el buen logro del parto. No sabemos con certeza si sus conocimientos para la atención del parto correspondían a los de las indígenas mexicanas9. El etnocentrismo español respecto a la atención del parto por un médico, unido al poder del clérigo, quien luchaba contra toda creencia no católica, degradó la imagen de las parteras y su persecución pública en la Nueva España, siendo víctimas de la Inquisición cuando existían sospechas de tener pacto con el diablo. El único tipo aceptado oficialmente era el de la partera instruida en aulas médicas. La partera indígena como representante de la religión “pagana” incluía en su práctica ritos y magia para “proteger” a la parturienta. Por tanto era acusada de brujería así como de ocasionar defectos en los recién nacidos. Posiblemente los médicos de entonces criticaban tanto la actividad de la partera para obtener clientela, ya que la obstetricia, como tal, no fue reconocida como especialidad médica hasta mediados del Siglo XIX.10 Podría afirmarse que durante esta época el control del parto quedó, en la mayoría de los casos, en manos de la familia, y el logro del parto era de la mujer, aunque ya se buscaba quitárselo a ella y atribuírselo al médico, así como transferir el control de ese suceso, de la familia a una institución hospitalaria. También la partera estaba subordinada a la medicina “científica” y a los médicos. A Crosscultural Investigation of Childbirth in Yucatan, Holland, Sweden, and the United States. (Prospect Heights, Illinois, Waveland Press, Inc., 1993); Mary R. Richardson, “Concebir, alumbrar, educar: algunos aspectos de la vida reproductiva de las mujeres del Yucatán rural” en Género y cambio social en Yucatán, Luis Ramírez editor, (Mérida: UADY, 1995), págs.183-234; Miguel Güémez, “De comadronas a promotoras de salud y planificación familiar: El proceso de incorporación de las parteras empíricas yucatecas al sistema institucional de salud”, en Cambio cultural y resocialización en Yucatán, Esteban Krotz, coordinador (Mérida: UADY). 8 Véase Marlene Falla (1999), “Relaciones entre parteras indias y parturientas a fines del siglo XVIII en Izamal, Yucatán, ponencia presentada en el Segundo Coloquio sobre Investigaciones Regionales, CIR-UADY. 9 Leiter Ferrari, Waltraud (1982) “La atención “tradicional” del parto en México y su subsistencia en un pueblo suburbano de origen nahua”. Tesis de Maestría en Etnología especializada en Antropología Social. Escuela Nacional de Antropología, INAH-SEP, México, D.F. 10 Leiter Ferrari, Waltraud (1982) Op cit. 4 La insistencia en la superioridad de la posición horizontal en el parto empezó gradualmente a reforzarse. Las mujeres, sobre todo mestizas e hijas de españoles, se dejaron “colonizar” y aceptaron gradualmente la “superioridad” de los nuevos métodos del parto. A pesar de esta “colonización del cuerpo” por la medicina académica, el maya yucateco muestra resistencia. Prueba de ello es la abundante terminología que aún existe para denominar la anatomía humana y el uso extendido de posiciones verticales para dar a luz. Después de la invasión y conquista europea el paulatino ingreso de médicos graduados en las universidades españolas, y una plaga de practicantes empíricos españoles, criollos y mestizos, además de los médicos indígenas, obligó a las autoridades virreinales y municipales a ejercer el control de la práctica médica mediante ordenanzas giradas por el Protomedicato y los ayuntamientos con la finalidad de regular legalmente la práctica de médicos, cirujanos, barberos, parteras y otros terapeutas11. Según Nicolás de León, el ejercicio de los partos empezó a tenerse en cuenta, aunque poco durante el siglo XVIII por la medicina moderna. Para entonces ya había algunos varones que ayudaban en los partos a título de “tenedores”. Fue hasta el año de 1719, con el establecimiento de la Escuela de Anatomía Práctica y Operaciones de Cirugía en el Hospital Real de Naturales de México, cuando se empezó la enseñanza de la obstetricia. Antes sólo existían algunas obras médicas escritas y publicadas primero en España como por ejemplo el libro “El parto humano” del Dr. Fco. Núñez que fue dedicado a las parteras. Más tarde, en 1768, se impartieron clases sobre el arte obstétrico en la Escuela de Cirugía. El Dr. José I. Bartolache, citado por León, N.12 en su “Mercurio Volante” da a entender que en esos tiempos, las parteras comenzaban a ver con poca reverencia a los Cirujanos y médicos: “a las damas seglares quisiera ponderaran quan mal hacen en abandonarse en sus preñados y partos a la indiscreción de las Parteras, sus Comadres, cuias maniobras no tienen nada que ver con las ciencias y las facultades, que esa gente se toma de ordinario, no sin grave daño de las pacientes. He notado en esto infinitos abusos de mucha 11 Campos Navarro, Roberto (1996), “Legitimidad social y proceso de legalización de la medicina indígena en América Latina, estudio de México y Bolivia. Tesis de Doctorado en Antropología. Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México. 12 León, Nicolás (1910), La obstetricia en México. Notas bibliográficas, étnicas, históricas, documentarias y críticas de los orígenes históricos hasta el año de 1910, Tip. de la viuda de F. Díaz de León, México.Pp. 202-203. 5 consequencia. Las personas que repugnarían un medicamento prescrito por un médico docto, toman los brebajes más absurdos i satinados como sean de orden y mano de la Comadre. ¿Qué diremos de los sacudimientos para poner a la criatura en su lugar? Porque no hablo ahora del misterioso baño que toman las paridas, maestrando las ceremonias una viejecita ignorante, y ritualmente supersticiosa. Esto es cosa de risa. Hablemos claro señoras: si de veras no aprendieron estas mugeres la Arte de Partear escrita i perfeccionada hoi por hombres muy hábiles, es disparate fiarse de las comadres... En la península de Yucatán de acuerdo a las revisiones hechas en fuentes y documentos coloniales y contemporáneos, al parecer, el vocablo X-aalansaj13 (término para denominar a la partera maya o comadrona) perdió vigencia después de la colonia española. Es posible que ante la persecución desatada en contra de los curadores (incluyendo a las comadronas que conocían de innumerables formas de curación con herbolario y se les acusaba de practicar la brujería). Los curadores se vieron en la necesidad de ocultar su identidad para no ser perseguidos y procesados, empezaron entonces a autodenominarse Xk’am chaampal “La que recibe al bebé” o X-ilaj k’oja’an “La que atiende a las enfermas”; términos que más bien describen su práctica, o de plano, xpáartera como en español. Al iniciar la guerra de Independencia no se evitó que los médicos indígenas fueran juzgados y castigados por el clero regular y secular. Por ejemplo, el cura de Yaxcabá, Yucatán rindió un informe al Ministerio de Ultramar. En él aseguraba que los indios ya casi no recurrían a la superstición para interpretar o tratar la enfermedad “[...] después de los ejemplares castigos de azotes y penitencias que ejecuté en los delincuentes con arreglo a los superiores mandatos”14. Esta política de monopolización de la profesión médica tenía fundamentos sexistas pero, sobre todo, clasistas y racistas: mostrar la superioridad de la medicina europea era un elemento más que justificaba la conquista. MÉXICO INDEPENDIENTE 1821-1900 Ya iniciado el siglo XIX “los cirujanos” comenzaban entonces a no avergonzarse de ser 13 Véase Alfredo Barrera Vásquez et al., Diccionario Maya Cordemex (Mérida: Ediciones Cordemex, 1980), pág. 261. 14 Granados Baeza, 1941:228 citado por Zolla, Carlos y Ana Ma. Carrillo “Mujeres, saberes médicos e institucionaliación” en J. G. Figueroa (comp) La condición de la mujer en el espacio de la salud. El Colegio de México. 6 parteros y aún el público los tenía en cuenta para la asistencia de los alumbramientos” En las familias pudientes la partera comienza a ser desplazada por el cirujano. No obstante -dice el mismo León15 la reacción favorable para los cirujanos parteros, las comadres continuaban haciendo sus atentados que de seguro deben haber quedado impunes”. También en esa época se empezó a combatir a las parteras a través de publicaciones médicas y a reglamentar el ejercicio de su profesión. En 1806 se impartieron los primeros cursos para parteras “empíricas”: se imprimió en México una “cartilla” médica para su instrucción16. Al respecto, A. García17 (s/f) señala que durante la primera mitad del siglo XIX fueron las parteras y las maestras las primeras mujeres que tuvieron acceso a un título profesional. Pero en ambos casos, antes de la paz porfiriana, la educación formal era muy escasa o de plano inexistente. El título de partera parece haber sido creado más como un intento de control por parte de los médicos -desde las escuelas de medicina- que de promover una auténtica formación profesional. Por ejemplo, en Yucatán en 1834 sólo se requería saber leer, haber asistido seis meses a un curso de partos y presentarse a un examen en la Escuela de Medicina y Cirugía de la Ciudad de Mérida. Para 1845, desde la ciudad de México se decretó que las parteras podrían obtener su título presentándose a un examen en las escuelas de medicina aún sin haber llevado cursos. Era requisito tener de 18 a 30 años y un sencillo examen de aritmética. En 1858 en la ciudad de México varias mujeres pidieron y recibieron dispensa de edad y del examen de aritmética. En Yucatán hubo que esperar hasta 1890 para que se graduara la primera18, pero para entonces el reglamento había cambiado y el título era de comadrona, se exigían tres años de estudios de “anatomía y fisiología de la pelvis y de los órganos de la generación en la mujer, un tratado teórico práctico del arte partear” y una tesis escrita. El estatus de las parteras fue ambiguo. Con título o sin él, eran mujeres poderosas y apreciadas en sus comunidades. Aunque poseían un saber muy especializado y necesario, ante el stablishment médico eran tenidas en poca estima. Su aceptación popular, basada en su experiencia y en los saberes tradicionales -al 15 De León, Nicolás, Op cit, p. 222 16 Leiter, W. op cit, 228 17 García, Alejandra (s/f),”El estatus y las ocupaciones de las mujeres en el siglo XIX”, mecanoescrito. 18 Cervera, A. A. (1971), “La primera comadrona diplomada en Yucatán”, en Revista de la Universidad de Yucatán, Vol. XIII, Núm. 78:88-89. 7 margen del saber médico oficial- representaban un desafío a la institución y una competencia para los médicos. Ellas son claro testimonio de que una educación formal o incluso saber leer, no eran requisitos indispensables para tener un oficio remunerado y respetado en las comunidades. De hecho representan (en muchas localidades en la actualidad) una competencia para el médico alópata. PRINCIPIOS DEL XX A 1960 Ya iniciado el Siglo XX, la medicina “tradicional” deja de ser perseguida de manera legal en Yucatán. Esto no significó que dichas prácticas dejaran de ser hostilizadas. Hasta que en 1931 la Sociedad Médica Yucateca, encabezada por los doctores Narciso Souza Novelo y Pedro Magaña Erosa, ante la supuesto peligro que representaba la extensión del charlatanismo en todo el estado desde el inicio del presente siglo, ponen a consideración un conjunto de “Medidas más adecuadas para proseguir la campaña contra el charlatanismo en sus diversas formas”19 a la “Convención Nacional de Sociedades y Sindicatos Médicos” en la Cd. de Pachuca Hidalgo en febrero de dicho año donde se abordaría el tema del charlatanismo. Dentro de las categorías por ellos establecidas, figuran en segundo rubro los charlatanes diplomados y charlatanes ignorantes conformados por boticarios, comadronas y homeópatas de las llamadas escuelas libres. En una parte del escrito dice: ¿Quién no recuerda haber visto, leído o escuchado anuncios de comadronas, en que bajo discreción absoluta se comprometen a hacer curaciones de enfermedades propias de la mujer. En otro apartado señalan... “no debemos pasar por alto el grave problema que mujeres sin conciencia han hecho surgir: comadronas abortadoras y comadronas curanderas. Un aspecto más del charlatanismo, como todos los demás, ¡criminal! Al parecer estas denuncias no tuvieron ningún efecto. Se tiene conocimiento de casos datados aislados en 1947 y según el cual fueron detenidos por ejercicio ilegal de la medicina una serie de curanderos en Teabo, Cenotillo, Tecoh, Peto, Tzucacab y Panabá20. En periodos anteriores, sobre todo bajo algunos gobiernos socialistas de la década de 1920, se intentó tomar medidas para 19 Souza Novelo, N. y Paulino Magaña E. (1931), ¿Cuáles deben ser las medidas más adecuadas para proseguir la Campaña contra el Charlatanismo en sus diversas formas? Talleres Gráficos Bassó, Mérida, Yucatán, México. 20 González Navarro, M. (1974), Población y sociedad en México (1900-1970), 2 Volúmenes, Universidad nacional Autónoma de México, México, D.F. 8 controlar la acción del ejercicio ilegal de la medicina -registro de médicos y control de farmacias- pero no se pudo realizar ninguna acción contra los que ejercían ilegalmente dichas funciones21. LA PARTERÍA EN LA CIUDAD DE MÉRIDA EN 1933 Cabe aquí señalar que para 1933 la ciudad de Mérida contaba con los servicios de 20 parteras con licencia oficial, según un médico de esa época (Carrillo Gil) pensaba que estas personas contaban con la suficiente capacidad para hacerse cargo de los partos normales. Ante complicaciones o dificultades tenían como deber llamar a algún médico titulado y al mismo tiempo estar alertas ante cualquier emergencia. De hecho, algunas familias ricas de Mérida tenían en la casa a un médico durante el parto, como medida de precaución. Era común que el médico varón permaneciera en un cuarto contiguo, conversando con la partera a través de la puerta cerrada. Este proceder embarazoso tiene antecedentes tradicionales22. El siguiente testimonio fue recabado en 1932: “Una amiga mía iba a dar a luz por primera vez. Durante tres días había estado sufriendo los dolores del parto pero aún nada ocurría. Finalmente la comadrona llamó al médico. Sin embargo, el esposo de la mujer no le permitió al médico entrar al cuarto donde su esposa se encontraba. Ningún hombre iba a estar presente en la recámara de su esposa; pidió a la partera que procediera de acuerdo a las instrucciones del doctor. El médico permaneció en un cuarto contiguo bajo la celosa vigilancia del marido, mientras la comadrona le describía la situación lo mejor que podía y el doctor le daba instrucciones. Para todo esto ya era muy noche. Finalmente le comunicaron al marido que no habría novedad hasta la mañana siguiente, por lo que éste decidió ir a tomar chocolate. Mientras se retiró, el médico se introdujo al cuarto y realizó el parto. Estaba a punto de terminar su trabajo cuando regresó el marido, quien se enfureció tanto que insultó al doctor y a su propia esposa, recogió algunas cosas en su maleta y se fue a la casa de la madre y no regresó hasta un mes después”. Sin embargo, después de mencionar que había 20 parteras oficiales en la 21 Menéndez, Eduardo (1981), Poder, estratificación y salud (Análisis de las condiciones sociales y económicas de la enfermedad en Yucatán), Cuadernos de la Casa Chata No. 13, CIESAS, México, p. 351. 22 Hansen, Azael T. y Juan Ramón Bastarrachea (1984) Mérida, su transformación de capital colonial a naciente metrópoli en 1935. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México. 9 ciudad, el Dr. Carrillo habló de las otras, dice: “No voy a calcular cuántas hay. Carecen del más mínimo entrenamiento sobre medicina moderna y ellas son las que efectúan la mayor parte de los nacimientos en la ciudad”. Dicho Dr. hace notar que el trabajo de estas comadronas es barato: dos o tres pesos y una gallina”. Probablemente la Sra. Hansen pudo estudiar más a fondo los aspectos de la obstetricia tradicional, que el mismo autor. Las mujeres de clase baja están conscientes que algunas de las parteras práctica han seguido métodos más buenos al adquirir su entrenamiento, y efectúan su oficia mejor que otras. Estas mujeres poseen “manos adecuadas” para facilitar las labores del parto. De acuerdo a los conceptos de la clase baja, son aptas y sus obligaciones familiares lo permiten. Julia una de ellas, siempre tiene una lista esperando, sus precios: 15 pesos por los varones y 12 para las niñas. Comparándola con otras que cobran menos caro, sus servicios guardan estrecha relación con las funciones tradicionales de una comadrona. Otra anciana, tradicional y pobre, cobra 8 pesos a sus parientes y 10 a los que no lo son23. Según la opinión de un hombre de la clase baja, refiriéndose a la depresión económica, confrontan el nacimiento de un niño sabiendo que no cuentan con los fondos necesarios para pagarle a la partera. El recurso entonces es pedirle el favor a alguna vecina que haya tenido varios alumbramientos. Por lo general esta acude en calidad de vecina considerada y no espera por su ayuda mas que gratitud. La casa es en la ciudad de Mérida por amplio margen, el lugar indicado para el alumbramiento. Entre la clase baja, la preferencia por dar a luz en la casa es fuerte y prácticamente universal y aún entre la mayor parte de las clases altas y medias es también considerada como el sitio más apropiado. Existe un hospital estatal de gran tamaño que ha estado funcionando desde 1900. Antes, si había complicaciones en el parto, el último recurso desesperado de la partera tradicionalista, era llamar al médico. Aunque a menudo tanto la criatura como la madre fallecían, ocasionalmente se efectuaban algunos partos en los hospitales. En este periodo se estableció una clínica pro-Infancia como parte de un programa de sanidad pública que va incrementándose paulatinamente bajo la dirección del Dr. Carrillo. El propósito de la clínica fue empezar a modificar las prácticas prenatales, natales y posnatales. Debemos confesar que no logramos obtener información adecuada que mostrara hasta qué grado este programa ha progresado, aunque es una preocupación actual.24 En 1934 el periódico anuncia la apertura de una clínica particular de maternidad para el uso de la clase alta y media. 23 Hansen, Azael y Juan R. Bastarrachea Op. Cit: 293. 24 Hansen y Bastarrachea, Op cit, p. 293. 10 A juicio de los propios autores (Hansen y Bastarrachea) las descripciones de la atención del embarazo y parto por comadronas a la gente de la clase baja en Mérida, para 1933 son similares a las que acontecen hasta hace 10 años en las poblaciones rurales yucatecas y que las prácticas del alumbramiento se han comparado más conservadoras que el atuendo. Sin embargo, la presencia de las parteras en las décadas siguientes sigue en descenso. SEGUNDA PARTE VIRAJE DE LOS MÉDICOS ACADÉMICOS Y DE LAS INSTITUCIONES DE SALUD Según Menéndez25 a principios de 1940 la medicina tradicional (especialmente la partería) que sigue siendo dominante en las áreas rurales está cada vez más limitada y subordinada en el medio urbano. Sus objetivos “curativos” serán básicamente el embarazo y el parto, las enfermedades “naturales tradicionales” y las psicosomáticas, e irán perdiendo importancia sus acciones respecto a la mayoría de las enfermedades infecciosas y parasitarias. A fines de los 40 se empieza a dar un proceso de expansión de la medicina “científica” incluyendo las pequeñas localidades; proceso que conduce a una situación contradictoria de aceptación/rechazo de las comunidades rurales hacia los servicios médicos “modernos”. Este proceso de expansión de la medicina “científica” respecto de la tradicional se manifiesta en forma no sólo indirecta, sino intencional; así a fines de este periodo comienzan a darse los primeros intentos de control sobre las parteras, acción que tendrá un continuo aunque irregular desarrollo en Yucatán. El control de estas acciones debe verse desde la perspectiva que percibe en estas acciones el desarrollo de un creciente poder y prestigio médico. Cabe señalar que para ese entonces surgen infinidad de curadores empíricos a lo largo y ancho del estado de Yucatán que basaban (y siguen realizando sus terapéuticas) con recursos y medicamentos de tipo alópata; aplican inyecciones, atienden partos y realizan curaciones y son, generalmente varones. En la localidad de Tzucacab han existido de la década de los 50 a la fecha más de seis de estos terapeutas que fueron perdiendo importancia ante el advenimiento de la medicina oficial y privada. LAS PARTERAS: DE 1960 A LA FECHA Hacia fines de los 50 y principios de los 60s las prácticas médicas tradicionales en Yucatán, en especial las parteras o comadronas dominan completamente la atención 25 Menéndez, Eduardo (1981), op cit, p. 247. 11 del embarazo y el parto; los curanderos y los jmeen tienen incidencia fundamentalmente en las áreas y localidades sin presencia médica y aun en estas localidades la opción de la medicina científica sigue aumentando26. En nuestra experiencia hemos encontrado que los médicos y las autoridades sanitarias regionales reconocen la existencia de los médicos indígenas, tienen conocimiento directo e indirecto de sus actividades, sin embargo su conocimiento es vago, superficial e insuficiente en cuanto a su número, función, trascendencia, influencia, alcances, limitaciones y grado de eficacia en el manejo de enfermedades. A pesar del desarrollo y expansión de las prácticas médicas hegemónicas de este periodo, la partera yucateca sigue caracterizándose con aquella mujer indígena y/o mestiza, hablante de maya que porta el traje regional, que ofrece sus servicios con un sentido humanista, de edad avanzada (de 50 años o mayores), casadas, religiosas (mayormente católicas), que visten de traje regional (huipil), de estratos socioeconómicos bajos, analfabetas o con bajo nivel de alfabetización, bilingües o mayamonolingües; que su capacidad curativa se basa en sus habilidades y técnicas manuales y que gozan de gran respeto por sus conocimientos gineco-obstétricos y pediátricos. Sus actividades son bastante específicas funcionales y reconocidas lo que no ocurre con los otros curadores tradicionales (curanderos, yerbateros, espiritistas, entre otros). En la actualidad las comadronas también se trasladan temporalmente a atender partos de mujeres migrantes (común hasta la fecha Mérida y Cancún). Así, respecto a los egresos hospitalarios, el tipo de consulta de menor demanda (en términos comparativos) es la consulta a embarazadas; no obstante más que consignar este dato, lo que importa es destacar la relación negativa existente entre consultas a embarazadas y partos atendidos, ya que durante el periodo 1965-70 sólo el 15.76% de las consultas en un parto institucional27. Esta situación continuará hasta la década siguiente, y refleja la hegemonía del parto con comadrona28. 26 Debe señalarse que en esta década de los sesentas se fundan clínicas del IMSS y de la SSA en los municipios de Tzucacab, Maxcanú, y otras localidades de la zona henequenera. 27 Menéndez, Eduardo, Op cit, p. 268. 28 Según un censo de 1975 reveló 390 parteras empíricas y 217 curanderos de diferente tipo. Pese a lo dudoso de estos datos, tienen una mayor confiabilidad que otros ya que fueron recabados de informantes locales (que suelen conocer el número y tipo de curadores) sobre todo en un medio como el yucateco, en el cual no se les persigue. En base a los datos obtenidos podemos concluir que los curadores tienen una mayor localización y hegemonía en pequeñas localidades (Menéndez, op cit, 275). 12 Respecto a la atención y control de las embarazadas observamos que en este tipo de consultas el aumento ha sido un tanto menor que en la consulta general. Al analizar los dato se advierte una relación significativa, que por otra parte se mantendrá a través de todo el periodo. Nos referimos a las notables diferencias que hallamos entre el número de embarazadas controladas y el volumen de partos atendidos; esto se evidencia aún más cuando analizamos el volumen de consultas subsecuentes. La información señala que para 1978 que las embarazadas controladas suman 7744 pero que los partos atendidos son sólo 3949, es decir que sólo el 51% de las embarazadas controladas dio a luz en una institución29. Si discriminamos la información por regiones, vemos que en la región I, del total de las embarazadas En 1976, bajo el gobierno de Luis Echeverría, se adoptan medidas para promover la formación capacitación, capacitación y adiestramiento de “parteros empíricos”. La nueva política demográfica coincidió con el Reglamento de parteros empíricos especializados, el cual buscaba autorizar su práctica convirtiéndolos en auxiliares de salud en obstetricia. (El reglamento quedó integrado al código sanitario y 10 años después fue absorbido por la Ley General de Salud.30 En México existen programas especiales (más aún en esta década) de interacción institucional con los médicos indígenas. El IMSS-Solidaridad, el Instituto Nacional Indigenista (INI) y la DGCP mantienen proyectos que tienden a la promoción, desarrollo y ampliación de los espacios sociales donde se desenvuelven los médicos indígenas en las distintas regiones del país. Cabe señalar que aunque formalmente estas instituciones digan que hay respeto a las prácticas, existe una evidente contradicción entre lo que plantean, lo que dicen hacer los doctores que lo aplican y lo que realmente sucede en la interacción. Se habla del respeto a las tradiciones (“tratamos de no influir y que no abandonen sus prácticas”) pero en los cursos y seminarios y otros eventos, los doctores proponen mediante la capacitación y adiestramiento a una “reorientación” en la forma y contenido de su praxis y sus conocimientos. Otro objetivo implícito es la modificación de sus saberes y prácticas sobre todo cuando [los médicos] están enfrentados al conocimiento considerado como único y verdadero de la ciencia médica occidental. Por su puesto los médicos proponen respetar la cultura médica popular31 pero en los hechos concretos, los médicos insisten en la invalidez parcial o total de algunos recursos y tratamientos. 29 Eduardo Menéndez, op cit p. 280 y ss. 30 Carrillo, Ana Ma. “Los cursos de capacitación de parteras empíricas y tradicionales” en prensa. 31 Lozolla, 1988:18-19. 13 Los objetivos explícitos del programa de Interrelación con la medicina tradicional son los de incorporar y coordinar las actividades de los médicos indígenas tradicionales a los planes institucionales del sector salud, sin embargo, un objetivo que no aparece en forma abierta es el control de esas acciones (en especial las desarrolladas por parteras) en determinados programas de control de la natalidad. Como dice con acierto y espontaneidad uno de los médicos entrevistados, se trata de “manejarlas en el aspecto materno-infantil” para cumplir las metas de las instituciones de salud. Nosotros agregamos que también es para lograr el control reproductivo de la población rural como un objetivo político prioritario del Estado mexicano. Así, las parteras son censadas, adiestradas y citadas con regularidad ofreciéndoles medicamentos (sobre todo anticonceptivos) materiales de curación y, de manera reciente, bonificaciones en dinero cuando realizan actividades asignadas por la institución32. En estos términos, las parteras constituyen el único segmento de especialistas de la medicina indígena que percibe algún tipo de prestaciones y que en realidad corresponden a un control directo hacia ellas e indirecto a la población campesina que atienden. Al parecer, con los cursos de capacitación las sus actividades y obligaciones se han ido incrementando paulatinamente: ya no solamente tienen que atender a la mujer, sino promover los métodos de PF y participar en actividades de educación en salud, campañas de vacunación, de prevención de cáncer en la mujer, etc. En Yucatán, la partera empírica adiestrada, u otro personal auxiliar adiestrado, es el encargado de la casa de salud (SCSPY) para impartir servicios asistenciales elementales, atención materno-infantil, educación higiénica y otras actividades de salud. La participación de elementos empíricos adiestrados en las comunidades, es seguramente la forma más real y trascendente de participación comunitaria y un camino obligado para alcanzar los objetivos de cobertura y calidad en la atención materno-infantil propuesta para los países en desarrollo.33 El poder del liderazgo que han ido perdiendo las parteras empíricas ante el advenimiento de nueva tecnología y la implantación de nuevas políticas en el terreno de la salud reproductiva. Al menos su participación durante el nacimiento ha disminuido sensiblemente en los últimos años. Históricamente las relaciones que se han establecido entre los doctores y los médicos indígenas han sido ambiguas, conflictivas y adversas hacia los practicantes de la medicina indígena. Pese a esta historia desfavorable, un proyecto gubernamental como el iniciado por el IMSS en zonas rurales, ha logrado influir en médicos 32 Sobre este aspecto puede verse el trabajo de Roberto Campos, op cit p. 141 y ss. 33 Pineda,1975 Op cit, p.171. 14 académicos e indígenas al construir nuevas y positivas formas de interacción caracterizadas por un acercamiento mutuo. Como es sabido, la introducción de programas como el IMSS-Solidaridad (año) hicieron que por primera vez el servicio médico moderno fuera menos costoso que la atención de las comadronas (al menos en lo que al parto se refiere. Dar ejemplos de Oxkutzcab y Tzucacab), por económica que esta resultara. Desde nuestro punto de vista, y teniendo la información recogida en Yucatán, en la elección del terapeuta que atenderá el parto influye decisivamente la imagen social que de él o ella se tenga, imagen construida a la luz del quehacer del propio terapeuta, de su trascendencia social, de su carácter de intérprete de la ideología del grupo y de las funciones adicionales que reclama el puerperio (realización de ciertas tareas domésticas de apoyo a la madre, atención del recién nacido, etc.). Por lo demás, debe tenerse en cuenta que en la gran mayoría de las unidades médicas rurales, y en los centros de salud, el personal es notablemente joven (muchos de ellos incluso no son médicos recibidos) y de sexo masculino; es decir, se aúnan aquí dos factores que no corresponden a la imagen que tradicionalmente se ha tenido del personal comunitario que cumple con la atención ginecoobstétrica y materno infantil. CONCLUSIÓN Hemos visto cómo la partera que mostraba y muestra una gran capacidad de permanencia, su saber han sido sujeto a presiones institucionalizadoras que aún continúan. Durante la colonia se pretendió regular su práctica; en el siglo XIX y también en el presente siglo, sustituírlas por personal capacitado en tanto se formaban en el país suficientes médicos; hoy se busca capacitar a las parteras tradicionales, limitando el tipo de embarazos que pueden atender, y despojando su práctica de los aspectos sociales y culturales. (Zolla 171). Si se rastrea el tema a lo largo de la historia de México, se puede comprobar que la imagen social de la partera ha cambiado, más allá de que para ciertos grupos humanos (como los mayas peninsulares) su importancia y la trascendencia de su labor se haya mantenido. En el mundo rural mexicano, desde épocas anteriores a la conquista española hasta nuestros días, la partera posee una importancia cuantitativa y cualitativa notable dentro del grupo de terapeutas que se encargan de la atención a la salud. La restricción de su actividad a los embarazos y partos normales es, en realidad, una característica impresa por los modernos programas institucionales de atención a la madre y al niño. En las zonas menos aculturadas e influidas por el modelo médico hegemónico, la partera es, simultáneamente partera-curandera. Por ejemplo, en el municipio de Tzucacab, Yuc. queda evidenciada no solamente la importancia de la partera (70% del total de los terapeutas tradicionales registrados), sino la de la mujer como agente de la medicina tradicional. En las designaciones populares dadas a las parteras, es 15 posible determinar cómo se ha venido conformando esa imagen social que las poblaciones han construido y que en la actualidad se presenta como un mosaico de rasgos, funciones y nombres dados a esta terapeuta reflejan la influencia de distintas tradiciones médicas o culturales: la partera curandera, la partera hierbatera, la partera sobadora (no solamente de embarazadas), entre otras son designaciones que aluden a la pluralidad de actividades de un mismo terapeuta. En otras palabras, el remanente actual de la antigua partera médica. 16