Forster, Ricardo Antología manifiestos políticos argentinos : tomo II 1956-1976 . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Ministerio de Cultura de la Nación. Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, 2015. 704 p. ; 20x28 cm. ISBN 978-987-3772-37-5 1. Historia Política Argentina. CDD 320.982 Dirección del proyecto Matías Bruera y Gabriel D. Lerman Coordinación de la edición Mariana Casullo Consejo Asesor Diego Caramés, Matías Farías y Roberto Pittaluga Edición y guión Mariana Casullo y Diego Caramés en colaboración con Matías Farías y Roberto Pittaluga Diseño de tapa y de interior Carlos Fernández Corrección Juan Martín Rosso Belén Domínguez 2015 - Ministerio de Cultura - Ministerio de Educación ISBN 978-987-3772-37-5 ISBN obra completa 978-987-3772-38-2 IMPRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Autoridades Nacionales Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner Vicepresidente de la Nación Amado Boudou Jefe de Gabinete de Ministros Aníbal Fernández Ministerio de Cultura Ministra de Cultura Teresa Parodi Jefa de Gabinete Verónica Fiorito Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional Ricardo Forster Director Nacional de Pensamiento Argentino y Latinoamericano Matías Bruera Director de Asuntos Académicos y Políticas Regionales Francisco “Teté” Romero Ministerio de Educación Ministro de Educación Alberto E. Sileoni Secretario de Educación Jaime Perczyk Jefe de Gabinete Pablo Urquiza Subsecretario de Equidad y Calidad Educativa Gabriel Brener Director Nacional de Políticas Socioeducativas Alejandro Garay ÍNDICE Palabras previas, por Teresa Parodi Palabras previas, por Alberto Sileoni Prólogo, por Ricardo Forster Presentación, por el Consejo Asesor y editores 15 16 18 22 1956-1966 RESISTENCIA Programa de La Falda Fotografías de Andrés Framini y Amado Olmos “¡Perón vuelve!” La Juventud Peronista se adueña del sable de San Martín Prensa peronista durante la Revolución Libertadora 29 31 32 34 36 El decreto del gobierno de facto del general Aramburu que prohíbe la simbología peronista Portada del semanario Descartes Nº 3 Introducción a Operación Masacre (selección), por Rodolfo Walsh Afiche de la película Operación Masacre de Jorge Cedrón Periódico El Grasita Carta de J. D. Perón a J. W. Cooke Resistencia Peronista: testimonio, por Juan Carlos Brid Afiche de la película Los resistentes de Alejandro Fernández Mouján 37 39 40 45 46 51 52 62 DESARROLLISMO Y MODERNIZACIÓN Las dos perspectivas económicas, por Arturo Frondizi Ilustración “Petróleo y contratos” Discurso de la “batalla del petróleo”, por Arturo Frondizi La toma del frigorífico “Lisandro de la Torre” Fotografía de la toma del frigorífico “Lisandro de la Torre” Volante del sindicato de trabajadores de la carne El Programa de Huerta Grande Boleta electoral del partido Unión Popular Informe económico de Raúl Prebisch 65 67 68 75 83 84 85 86 87 El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje (selección), por Arturo Jauretche Fotografía de la telenovela “La familia Falcón” El camino del desarrollo (selección), por Rogelio Frigerio Primeras dos tiras de Mafalda en Primera Plana Carta abierta al presidente Frondizi, por Ismael Viñas Fotografía de la huelga de ferroviarios de octubre de 1961 El guardapalabras (Memorias de un ferroviario) (selección), por Juan Carlos Cena “Roberto Arlt, yo mismo”, por Oscar Masotta “El carácter nacional”, por Enrique Pichon-Rivière en Primera Plana Verso 23 del poema Árbol de Diana, por Alejandra Pizarnik Debate sobre la enseñanza: laica o libre 93 102 103 110 111 115 116 124 136 137 138 RECEPCIONES DE LA REVOLUCIÓN CUBANA Y NUEVO LATINOAMERICANISMO Cooke habla desde La Habana, Cuba Uturuncos, los primeros soldados de Perón Símbolo de los Uturuncos Documentos del FRIP Certificado de la Milicia Nacional Revolucionaria a J. W. Cooke Por qué estoy en Cuba y no en otra parte, por Ezequiel Martínez Estrada Cuba nuestra, por Abel Alexis Latendorf Portada de la revista Che. Una revista de la nueva izquierda Nº 9 “Cuba: detenerse es retroceder”. Entrevista al Che y a Raúl Castro, por Juan Carlos Portantiero Fotografía de J. R. Masetti, M. Á. Asturias y R. Walsh, en la agencia Prensa Latina Las izquierdas en el proceso político argentino (selección), por Carlos Strasser Prólogo de Antología poética, por El Pan Duro Informe sobre Santo Domingo, por Barrilete 141 149 153 154 156 157 159 161 162 165 166 196 201 REVISAR LA HISTORIA: COLONIALISMO Y NACIÓN Proclama Fitzgerald Alegato Ruda (selección) Resolución 2065 (XX) Proclama de Los Cóndores 213 215 219 220 Debate sobre el gaucho Rivero: • Dictamen de la Academia Nacional de la Historia en torno de la figura del gaucho Antonio Rivero • Los Cóndores según Arturo Jauretche Fotografía de los Cóndores junto al avión DC-4 de Aerolíneas Argentinas Fotografía de integrantes de los Cóndores “Nuestras Islas Malvinas”, de Raymundo Gleyzer Por qué nuestro homenaje, por La Rosa Blindada 221 222 223 223 224 225 227 228 241 242 247 248 Introducción a La formación de la conciencia nacional (selección), por Juan José Hernández Arregui Introducción a América profunda, por Rodolfo Kusch Rosas, romanticismo y literatura nacional, por David Viñas Industrialización, burguesía industrial y marxismo (selección), por Milcíades Peña Civilización occidental y cristiana, de León Ferrari Insólito Paraguay (selección), por León Pomer Poemas a los guerrilleros Fotografía de Jorge R. Masetti entrevistando a Ernesto “Che” Guevara Imagen de la historieta El Eternauta 250 261 266 270 288 289 293 299 300 Manifiesto del Grupo Espartaco Obra “Sin título” de Juan Manuel Sánchez Editorial de Pasado y Presente Nº 1 (selección), por José Aricó Portada de la revista Pasado y Presente Nº 1 “Reportaje a nosotros mismos”, por Abelardo Castillo Portada de la revista El Escarabajo de Oro 1966-1976 DE LA REVOLUCIÓN ARGENTINA AL GAN Mensaje de las Fuerzas Armadas luego del golpe de Estado contra el gobierno de Arturo Illia Declaración de ACIEL a favor del golpe de Estado y del gobierno de Onganía Discurso de Onganía sobre los objetivos de la Revolución Argentina Portadas de Panorama y Crónica sobre el gobierno de Arturo U. Illia Mi testimonio (selección), por Alejandro A. Lanusse Por la Nación, por Mariano Grondona El carisma de Perón, por José Luis Romero Última portada de la revista Tía Vicenta antes de ser censurada Fotografía de “La Noche de los Bastones Largos” 305 308 310 315 316 327 329 333 333 LA DEPENDENCIA EN CUESTIÓN Tucumán Arde, por Nicolás Rosa y María Teresa Gramuglio Fotografías de la muestra “Tucumán Arde” Fotografía de fábrica tomada por obreros y empleados de un ingenio azucarero en Tucumán Elogio de la marginalidad, por Eco Contemporáneo Portada de Primera Plana sobre el Instituto Di Tella Primera declaración del Grupo Cine Liberación Afiche de la película La hora de los hornos de Fernando “Pino” Solanas y Octavio Getino Prólogo a la primera edición de Historia contemporánea de América Latina, por Tulio Halperín Donghi Prólogo a Isidro Velázquez, por Roberto Carri Oscar Varsavsky: ciencia y política Feudalismo y capitalismo en América Latina (selección), por Ernesto Laclau Intelectuales y revolución. El debate en Nuevos Aires Portadas de la revista Crisis 337 340 340 341 343 344 345 346 349 353 357 371 384 DOSSIER PUEBLO INSURRECTO Introducción Rosariazos: primero y segundo Testimonio de Héctor Quagliaro Testimonio de Zenón Sánchez Fotografía de la marcha de silencio del 21 de mayo de 1969 Testimonios de Rubén Naranjo y Héctor Quagliaro Testimonios de Gloria Canteloro y Victorio Paulón Testimonio de Zenón Sánchez Fotografías de la represión policial y militar que lleva a la sublevación general Testimonios del Dr. Horacio Zamboni y Enrique Gigena Cordobazo Testimonios de Hugo Papalardo y Miguel Contreras Testimonios de Oscar Álvarez y Jorge Canelles Testimonios de Juan Carlos Cena y Juan Manuel Campos Fotografía de barricada Declaración de empresarios Declaración de la Regional Córdoba de la CGT Fotografía de un colectivo incendiándose Tucumanazo Mensaje del gobernador de facto Roberto Avellaneda 387 389 389 390 390 391 392 393 393 394 395 395 396 397 397 398 400 401 402 402 Villazo 403 403 403 404 404 405 406 414 415 415 418 419 419 423 424 Fragmento del testimonio de Ángel Porcu en Tito Martín, el villazo y la verdadera historia de Acindar, de José Ernesto Schulman Volante ¡El Villazo! Carta manuscrita de Alberto Piccinini desde la cárcel de Coronda 424 431 432 Respuesta de la Coordinadora Estudiantil Comunicado de la UCRP Comunicado de la Juventud Peronista Tercera Zona Testimonio de José Luna Fotografía de barricada Testimonios de militantes Debate frente a frente: Agustín Tosco y José Rucci en “Las dos campanas” Ilustración de Agustín Tosco y José Rucci en “Las dos campanas” Mendozazo “El mendocinazo. Crónica, análisis y relatos” (selección) Fotografía de barricada Trelewazo La pasión según Trelew (selección), por Tomás Eloy Martínez Extracto de la asamblea popular en Trelew MILITANCIAS Y ORGANIZACIONES REVOLUCIONARIAS El significado del giro a la izquierda del peronismo (selección), por Victorio Codovilla Portada de la revista Nueva Era Nº 5 437 451 Vanguardia Comunista: Proyecto de Resolución sobre Situación Nacional (selección) Portada de la revista No transar: órgano de la Vanguardia Comunista Resolución fundacional del Ejército Revolucionario del Pueblo Estrella roja, símbolo emblemático del ERP ¿Por qué no se quiere discutir? (selección), por Otto Vargas Masacre de Trelew Programa de la CGT de los Argentinos “Libertad a Ongaro y Tosco”, de Ricardo Carpani Plenario Regional del Movimiento Nacional Intersindical Solicitada de SI.TRA.C y SI.TRA.M a los trabajadores y al pueblo argentino Portada del periódico Política Obrera Nº 98 Debate sobre quién escribe en el Semanario CGT Portada del Semanario CGT Peronismo revolucionario, por John W. Cooke 452 458 459 464 465 473 474 481 482 488 492 493 495 496 FAP: Taco Ralo Destacamento Guerrillero “17 de Octubre” Nuestras coincidencias básicas, por Movimiento Sacerdotes del Tercer Mundo Fotografía de la reunión del MSTM con J. D. Perón Secuestro y muerte de Aramburu Fotografía de algunos miembros del Comando Juan José Valle Documento “Hablan los Montoneros” “Por qué somos peronistas de base” (Reportaje) Portada de la revista Cristianismo y Revolución Reportaje a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) “Documento Verde” de la agrupación Sabino Navarro (selección) El caso Heberto Padilla: • “Poesía y revolución”, por Juan Gelman • “Puntos de partida para la discusión”, por Los Libros Portadas de la revista Antropología 3er mundo Misa para el Tercer Mundo, por el padre Carlos Mugica Amanecer Agrario, por Movimiento Agrario Misionero Portada del periódico Amanecer Agrario. Órgano oficial del MAM Introducción a Qué son las ligas agrarias, por Francisco Ferrara Tapa de la primera edición de Qué son las ligas agrarias de Francisco Ferrara Folleto “Qué son las Ligas Agrarias” Comunicado del Frente de Liberación Homosexual en Somos Nº 1 Fotografía del FLH en la Plaza de Mayo del 25 de mayo de 1973 La mujer y los cambios sociales (selección), por Mirta Henault Volante de UFA (Unión Feminista Argentina) No negociable (selección), por Roberto Santoro Antiafiche de Roberto Jacoby 500 503 504 505 507 508 515 523 524 541 559 561 565 566 569 571 572 575 575 576 578 579 588 589 590 DE “PERÓN VUELVE” A LA ANTESALA DEL HORROR Carta de Perón al movimiento peronista con motivo de la muerte del “Che” Guevara Perón: Actualización política y doctrinaria Fotografía de Fernando “Pino” Solanas y Octavio Getino con J. D. Perón Decreto-indulto Nº 11/73 Fotografía de la Plaza de Mayo del 25 de mayo de 1973 Fotografía de la liberación de presos de la cárcel de Devoto Documento Literal: el matrimonio entre la utopía y el poder Fotografía de Ezeiza: retorno de Juan D. Perón Discurso de Perón ante el Congreso Nacional Discurso de Perón del 1º de Mayo de 1974 en la Plaza de Mayo 593 595 604 605 606 606 607 612 613 620 Fotografía de los disturbios en el acto del 1º de Mayo de 1974 Mensaje de Perón por cadena nacional (12 de junio de 1974) Fotografía de Juan Domingo Perón en su último discurso en la Plaza de Mayo Revista Movimiento: entrevista a Ortega Peña y Felipe Romeo “General: el pueblo no está de acuerdo”, por Miguel Lizaso Carta a Jarito Walker (selección), por Nicolás Casullo Portada de la revista El Descamisado Nº 43 Envido, nueva etapa La crisis de julio y sus consecuencias políticas, por Pasado y Presente “La verdad es la única realidad”, por Francisco Urondo Fotografía del cortejo fúnebre y tapas de diarios sobre la muerte de J. D. Perón Documento reservado del Consejo Superior Peronista El Navarrazo: • Fragmento radial de las fuerzas policiales rebeldes • Fotografía de miembros de la conducción montonera con O. Bidegain y R. Obregón Cano • Fotografía de miembros de infantería sublevados en las calles 622 623 624 627 629 632 639 640 642 655 657 658 661 662 662 Comunicado del Movimiento Sindical Combativo encabezado por Agustín Tosco frente al “Navarrazo” Anteproyecto de declaración política del Frente Antiimperialista y por el Socialismo El Caudillo N°38 sobre el asesinato de Ortega Peña Lista negra de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) El pasaje a la clandestinidad de Montoneros Testimonios del film Cazadores de utopías Fotografía de la conferencia de prensa de Montoneros Editorial de la revista Movimiento Nº 8: “¿Revolución o violencia?” Portada de la revista Movimiento Nº 8 Decreto 261 / 5 de febrero de 1975 Fotografías del “Operativo Independencia” Monte Chingolo El Rodrigazo y sus efectos Entidades empresarias con ideologías opuestas acosan al plan de emergencia APEGE pide cambios drásticos Discurso de Ricardo Balbín por cadena nacional (extracto) “Oíd lo que se oye”, por Leónidas Lamborghini Fotografía de la Plaza de Mayo en la madrugada del 24 de marzo de 1976, de Héctor “Puchi” Vázquez 663 669 673 675 676 678 678 679 680 681 682 683 684 695 696 697 701 703 Palabras previas por Teresa Parodi 15 Esta etapa de profundas transformaciones sociales nos vuelve protagonistas de un momento histórico desde el cual podemos avanzar en áreas que por primera vez encuentran espacio en la agenda pública. Abrir ámbitos de discusión que permiten recuperar la verdadera potencia de las palabras como portadoras de sentido y constructoras de identidades compartidas es una señal de que podemos confluir en un proyecto común en el que las diferencias conviven y construyen diálogos propios de la práctica democrática. Este segundo tomo de Manifiestos políticos argentinos, que abarca el período de 1956 a 1976, reúne por vez primera documentos que constituyen insumos imprescindibles para pensar la Argentina desde la enorme diversidad de sus tradiciones culturales. La compilación de los principales discursos, textos y proclamas fundantes de las corrientes políticas argentinas y de los manifiestos que dieron origen a episodios populares emblemáticos constituyen una verdadera puesta en valor de la historia del lenguaje político argentino. Estos textos de nuestra Argentina moderna presentan diversas maneras de decir, de referirse al conflicto social, a la lucha por el poder, al litigio por la igualdad desde un amplio espectro de tradiciones intelectuales que constituyen verdaderas genealogías de nuestro presente y de los debates, sueños e ideales actuales. Repensar la cultura política es una manera de reivindicarla como herramienta indispensable para expresar los reclamos, la alegría y la dignidad de un pueblo que ha sabido resignificarla con mucho esfuerzo. Desde el Ministerio de Cultura bregamos por ampliar los recursos para la participación plena de todos los argentinos y argentinas en la vida cultural de nuestro país. Estamos convencidos de que necesitamos valorar el ejercicio de la palabra como instrumento primordial de expresión de un pueblo que puede reconocerse a sí mismo como constructor activo y legítimo de una democracia capaz de amparar lo plural y lo diverso. Teresa Parodi Ministra de Cultura 16 Palabras previas por Alberto Sileoni El Ministerio de Educación de la Nación ha considerado que la Antología de manifiestos políticos argentinos (1890-2010), editada en tres tomos por el Ministerio de Cultura de la Nación, por sus valores históricos y pedagógicos, integre el acervo bibliográfico de los Institutos de Formación Docente de todo el país. Este conjunto de documentos del pasado argentino, seleccionados y editados con un sólido criterio profesional, constituye un aporte invalorable para el conocimiento, el estudio y la reflexión sobre el acontecer histórico y sobre sus protagonistas. El manifiesto, en tanto expresión política, literaria o cultural de intervención en la vida social, tiene una larga y compleja historia, difícil de reducir a algún soporte determinado o a algún formato particular de enunciación. La selección que aquí se presenta da cuenta de esa diversidad y, lo que es aún más relevante, nos coloca frente a una amplia variedad de perspectivas políticas, sociales y estéticas, permitiendo así que podamos conocer, de primera mano, el pensamiento de diferentes actores, individuales o colectivos, que han actuado a lo largo de la historia argentina. En nuestro país, y acompañando a los movimientos sociales y políticos revolucionarios de fines del siglo xix, la producción de manifiestos se constituyó en un modo habitual de intervención para los diversos grupos y facciones que buscaban movilizar la conciencia pública, en el marco de la progresiva ampliación del universo de lectores, por efecto de las leyes de educación pública. Estas proclamas, más allá del texto o la imagen que busca impactar la realidad inmediata a la que se dirigen, contienen dos elementos que, a nuestro juicio, las hacen particularmente interesantes. En primer lugar, la evocación de la gestualidad que acompañó su producción y la reconstrucción de las formas materiales en que estas ideas fueron inscritas, reproducidas y, sobre todo, receptadas por sus contemporáneos. En segundo término, los manifiestos nos convocan a que ese pasado del cual estas reliquias nos hablan vuelva a estar vivo entre nosotros, para que podamos interrogarlo con las preguntas del presente. Esa posibilidad de dialogar con la historia desde el presente es lo que la hace viva, lo que le da sentido, lo que le sacude el polvo de los años y, sobre todo, la hace humana. El manifiesto, como texto en acción, bien puede ser leído como la mecha que enciende el acontecimiento e incluso como una antorcha que ilumina todo un período –pensemos, entre otros ejemplos, en el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria, o en las páginas fundacionales de F.O.R.J.A.–; sin embargo, no agota su eficacia en el tiempo corto de la historia, que es donde emerge con toda su vitalidad. Por el contrario, cada uno de estos documentos sigue interpelando a cada presente y abriendo nuevos caminos a la interpretación del pasado. Recuperar, entonces, estos pedazos del pasado, sirve para ponerlos frente a nuevos hombres y mujeres que tienen diferentes preguntas que las que dominaban aquellas épocas que los vieron nacer. Esa es la tarea pedagógica a la que esta magnífica antología nos invita: promover en nuestros docentes una renovada mirada acerca de nuestra historia y hacer que su enseñanza no se circunscriba a la repetición acrítica de un canon heredado. Por supuesto que la selección de materiales que aquí se presentan no es azarosa y mucho menos inocente: nos internamos en el pasado con la mirada ideológica del presente que representamos. Muchos documentos aquí reproducidos son largamente conocidos, otros menos y algunos constituirán piezas novedosas y extrañas. Del inmenso repositorio que el pasado nos ofrece, tomamos aquello que consideramos relevante, e incluso, en algún caso, por sobre la relevancia que sus contemporáneos le dieron. Poner en circulación estos textos, imágenes e intervenciones intelectuales, al aumentar la cantidad y sobre todo la variedad de fuentes disponibles para su acceso inmediato, debería constituir un antídoto contra los peligros que siempre acechan al trabajo histórico y a su enseñanza, entre ellos la interpretación forzada de los documentos y el anacronismo. Cuanto más ampliemos el horizonte documental que ponemos a disposición de nuestros jóvenes, más haremos para construir una educación de calidad en el campo de las ciencias sociales e históricas. Estos volúmenes constituyen un invalorable aporte en este sentido. Como bien queda expresado en las palabras introductorias de Ricardo Forster, se trata de un libro-herramienta que nos invita a saber más de nosotros mismos, de las preguntas que hoy podemos hacerle a la historia argentina, preguntas nuevas, sin duda, cargadas de un sentido de libertad, justicia y solidaridad renovado, cargadas, por fin, de futuro. Alberto Sileoni Ministro de Educación 17 18 Prólogo por Ricardo Forster 1. El pasado, el presente y el futuro no son simples formas verbales que nos sirven para describir la temporalidad de una acción; son, a su vez, los núcleos de un antiguo litigio que atraviesa la vida social allí donde los relatos que le dan sentido a nuestra travesía por el tiempo surgen de las distintas maneras, muchas veces antagónicas, de entender lo que nos ha pasado, lo que nos está pasando y lo que nos puede llegar a pasar. Así como no hay una mirada histórica neutra tampoco hay una intervención sobre los sucesos del presente que pueda ser despojada de su intencionalidad. Todo relato supone, lo diga o no, lo sepa o no, una elección y un recorte que redefine nuestra comprensión del pasado y nuestra imaginaria aproximación hacia el futuro. Una antigua batalla por el sentido atraviesa la vida histórica y se corresponde con la puja por la hegemonía cultural (derechas e izquierdas, y sus intelectuales, siempre lo han sabido). No hay proyecto de nación sin un relato que le imprima a su itinerario un desde dónde y un hacia dónde. El problema no pasa por aceptar o no este mecanismo cuasi literario sino por creer que el relato todo lo puede ante una realidad que nada tiene que ver con lo que ese mismo relato señala como supuestamente verdadero. No hay proyecto que se sostenga sólo y exclusivamente amplificando, a los cuatro vientos, una ficción histórica o una virtualidad que nada tiene que ver con la materialidad de la vida real. Es absurdo pretender sostener un modelo de país a través de una fábula, por más brillante que esta pueda ser, expuesta a los ojos de la opinión pública sin ningún correlato con la realidad y sin haber provocado cambios sustanciales en la sociedad. El relato puede darle espesura y sentido a una etapa histórica y habilitar los complejos y muchas veces enigmáticos mecanismos capaces de promover la empatía entre un proyecto político y amplios sectores populares, pero lo que no puede hacer es inventar aquello que no existe ni darle entidad verídica a lo que sale de la galera del mago. En todo caso, cada época busca encontrar el pasado que le resulta más verosímil y, políticamente hablando, más pertinente para sus necesidades y sus disputas. Diversas, antagónicas, conflictivas, concluyentes y litigiosas han sido las tradiciones político-intelectuales que se desplegaron a lo largo de ese itinerario que, en este volumen, arranca en 1956 y llega hasta 1976, ambas fechas que suponen giros y rupturas muy significativas en el interior de nuestra historia. Relatos nacidos de distintas canteras filosóficas e ideológicas que buscaron imprimirle sus sellos al país a través de muy distintas concepciones políticas, sociales, económicas y culturales. Algunas alcanzaron a marcar largos períodos de esa historia, otras se constituyeron como oposición pero dejaron su impronta y sus herencias. Tratar de comprender mejor nuestro presente, sus vicisitudes y sus conflictos, sus logros y sus dificultades descifrando las genealogías de nuestros sueños e ideales constituye un modo genuino de romper simplificaciones al uso. Tal vez por eso imaginamos que sería oportuno recobrar las diversas voces y escrituras que se agolparon en las luchas políticas de un país, el nuestro, siempre atravesado por intensidades y diferencias que no se han saldado. 2. La realidad histórica, se sabe, es objeto de permanentes y desencontradas interpretaciones. Litigios interminables han recorrido, y lo seguirán haciendo, la travesía de nuestro país, exa- cerbándose, esos conflictos, en aquellas épocas en que la problemática del pasado escapa de los límites de la vida académica para estallar, con toda su riqueza y virulencia, en el seno de un presente atravesado por nuevos desafíos que impiden, precisamente, que el relato de la historia, aquello que tiene que ver con las marcas decisorias y con las opacidades del comienzo (que se vuelve “origen” cuando adviene un relato legitimador poderosamente establecido en la escena nacional), se refugie en la calma del gabinete de trabajo del historiador. Señalar las diferencias y las rupturas, hacer eje en las continuidades o en las discontinuidades, establecer ciertas genealogías en detrimento de otras, priorizar tal acontecimiento para resaltar el peso específico de tal o cual decisión, imprimirle a la voluntad de un dirigente un sesgo excepcional o reducirlo a una suerte de equivalencia que lo vuelve intercambiable con otros personajes de su tiempo son, como el lector comprenderá, algunos de los ejes de estos debates interminables que han jalonado la historia argentina (y universal, para utilizar un viejo concepto hegeliano ya en desuso). Cuando esos debates se circunscriben a un período demasiado cercano al presente, la dilucidación de su “verdad histórica” constituye un complejo y grave acontecimiento político que poco y nada tiene que ver con el concepto de “objetividad” y, mucho menos, con el de “neutralidad”. La potencia de lo acontecido, su materialidad –que es algo más que lenguaje aunque siempre lo siga siendo cuando se vuelve objeto de interpretación–, no proviene, como si fuese un maestro de la prestidigitación o un soñador de ficciones, de la imaginación del historiador pero, y de eso también se trata, su manera de citarlo, su subjetividad interpretativa y los condicionamientos de su propia realidad, se ponen en juego alterando lo que ya ha sido irremediablemente colocado en el interior de la disputa por el relato. Pero así como no hay hermenéutica virtuosamente objetiva tampoco existe algo así como una realidad cristalina ni mucho menos procesos históricos en estado de pureza y alejados del barro de la vida. Trabajar con un material que responde a diferentes concepciones y perspectivas de país y de sociedad, internarse por la selva de documentos liminares y de debates que hicieron época, rescatar proclamas sepultadas en los archivos, recuperar los programas políticos de fuerzas muchas veces antagónicas constituye un desafío que hemos acometido con la convicción de abarcar al más amplio espectro de esas tradiciones político-ideológicas que han ido dejando sus marcas sobre el cuerpo del país y que, de diferentes maneras, persisten en nuestros lenguajes actuales y en nuestros litigios. Siguiendo esta perspectiva que hace del pasado un territorio de múltiples interpretaciones que no puede dejar de señalar la injerencia del presente y de sus conflictividades político-ideológicas a la hora de intentar dar cuenta de él y de sus diversidades, es que hemos abordado la elaboración de este libro de manifiestos políticos recorriendo la totalidad de las tradiciones políticas que se han expresado en nuestra travesía como nación. Autonomistas, anarquistas, socialistas, liberales, radicales, comunistas, conservadores, peronistas, nacionalistas de derecha y de izquierda, católicos, sindicalistas desfilan a través de sus manifiestos, proclamas y debates intelectuales a lo largo de estas páginas que intentan contribuir a una visión plural y compleja de ese vasto mundo que, siguiendo una selección que también constituye materia de controversia, les permitirá a los lectores descubrir y recuperar la diversidad de esas tradiciones. 3. Se trata de la memoria y de sus usos. Un viaje laberíntico en el que los márgenes se desdibujan y la bruma invade la comarca que recorremos; como si el itinerario que seguimos eligiese caprichosamente el camino. Pero también se trata de las astucias del olvido, de todas aquellas estrategias montadas para reescribir la historia. Mapa en mano nos lanzamos hacia 19 20 un territorio previamente cartografiado en el que esperamos encontrar aquello que no venga a cuestionar la biografía que nos supimos construir. El arte de la memoria supone la utilización recurrente, y a veces obsesiva, del bisturí del olvido. ¿Acaso no es necesario olvidar para recordar? ¿No ejercemos la tiranía de la memoria como un subterfugio para desplazar hacia lo evanescente aquello que nos interpela y nos conmueve? ¿Reivindicar la memoria no es un modo de seguir tejiendo en el telar del olvido? ¿Podemos recordar? Preguntas esenciales que involucran los modos de narrar un tiempo ido, que atraviesan con intensidad la percepción del pasado vuelto, a la vez, ficción, densidad material e interpretación. Porque de eso se trata. El pasado regresa como ficción e interpretación, como una querella que disputa la supuesta “verdad” de tal o cual comprensión. Su presencia-ausencia es convocada desde la lengua de la narración y en esa convocatoria ordenamos los claroscuros de nuestra biografía, la volvemos a escribir y le damos una nueva existencia que, lo sepamos o no, lo digamos o no, siempre constituye una política y se sostiene en una determinada matriz teórica e ideológica. Como individuos y como sociedad estamos permanentemente escribiéndonos, es decir, borrando y volviendo a narrar, hasta encontrar la historia que nos acomoda, aquella que nos permite vivir con el pasado sin experimentar el insoportable sufrimiento de lo vivido, de aquello que hicimos o dejamos de hacer. La ética de la memoria se construye como fortaleza de un presente que asume, o suele asumir, dos estrategias opuestas y complementarias: el rechazo del pasado recordado como tiempo aciago, o su reivindicación como tiempo ejemplar y heroico; ambas narraciones oscurecen la historia o la llevan hacia el campo de una ficción en la que los acontecimientos y las acciones se despliegan como parte de una estrategia. Aquello que se silencia regresa por caminos oscuros, impensados, caminos que nos vuelven a conducir, pese a nosotros, hacia esas comarcas que ya no deseamos experimentar como propias. Comarcas carcomidas por los desgarramientos que las ficciones de la historia han ido generando a partir de la necesidad, siempre recurrente, de tener que dar cuenta, de no poder, aunque lo deseemos fervientemente, vivir instalados en el hoy absoluto; como si una culpa secreta nos impidiese dejar en paz ese otro tiempo del que preferimos no hablar pero del que siempre estamos hablando a través de nuestras negaciones. Al hablar silenciamos lo inoportuno; al intentar construir lo que fue, desvelamos, sin quererlo, los fantasmas que invaden la fragilidad de una memoria que al fallar recuerda. Por eso, y no estamos haciendo teoría de la historia, todo viaje hacia lo acontecido involucra una puesta en cuestión del punto actual de partida; sólo alcanzamos a mirar lo que la atalaya de nuestro presente nos permite contemplar, o, también, sólo miramos lo que queremos ver, lo que nuestra época y nuestras necesidades nos exigen que veamos. La ingenuidad, o la mala conciencia, nos ofrecen sus narraciones como si en ellas pudiéramos captar la esencia destilada del pasado, de un pasado que puede ser interrogado hasta la extenuación por el saber de una mirada distanciada, incontaminada, curada de las viejas pestes. Desapasionamiento de la mirada que viaja hacia el ayer destituyendo los derechos de ese otro tiempo en el que lo experimentado se vuelve materia ajena, extranjera de nuestras propias acciones. Metamorfosis del pasado que se adapta, mejor dicho, que es adaptado a las demandas oscurecedoras y fetichizantes del presente. Volvemos para destituir; es decir, el regreso es ya una estrategia del olvido. No hacemos historia, la inventamos para adaptarla a nuestras necesidades y a nuestras virtudes. En esa reescritura, lo que desaparece es el sufrimiento de los que vivieron con sus cuerpos, de aquellos cuyas voces se cerraron con el plegamiento de su época, que fueron tragados por la vorágine de su tiempo y que perdieron la oportunidad de establecer las líneas de sus biografías. Su historia encuentra otra narración: se trata nuevamente de la ejemplaridad heroica o del despojamiento desapasionado y racional. Una historia epopéyica que monta su estrategia narrativa en la producción sistemática de mitos, de acciones ejemplares en las que los actores cobran la dimensión de lo puro; una historia para purificar la memoria de los muertos, una forma de la santificación que disuelve la tragedia en epopeya. Otra historia (que puede ser de rechazo o de interpretación despojada y objetiva, una historia que parte de la premisa de la necesidad de cortar los hilos entre el hoy y el ayer en términos de presencia conmovedora) que elige, por lo general, la atalaya de la buena conciencia, ese sitio desde el cual mirar sacándose de encima las tramas profundas que lo ligan, también, con aquella experiencia. No deja de ser inquietante que descubramos hilos secretos que nos unen con esos otros tiempos y que el pasado, sus tradiciones, siga insistiendo, a veces por caminos extraños, en nuestra actualidad. Manifiestos políticos argentinos es una contribución para que recuperemos, en el debate contemporáneo, aquellos otros textos, manifiestos e ideas que nos vertebraron desde sus acuerdos y sus antagonismos. No es necesario haber vivido una determinada historia para sentir, en nuestras palabras y en nuestras concepciones, la presencia de lo efectivamente desarrollado en aquel tiempo. El martirio, o el despojo de la condición trágica de toda experiencia histórica: en la Argentina hemos optado por alguna de estas dos versiones, como si el peso de una historia doblemente silenciada nos exigiese permanentemente tener que oscurecer sus contradicciones oscureciendo nuestras relaciones con ella. Opacamiento de la mirada que reduplica el inexorable opacamiento del ayer. Vamos al pasado para destituir sus derechos, no para ejercer el duro trabajo de interrogarlo/nos; nuestra visita se asemeja o a la del devoto que se postra ante el santo en la iglesia o a la del visitante de un museo que contempla desde la frialdad y la ajenidad aquello que también, aunque lo niegue, lo involucró y lo involucra. La historia argentina, especialmente la reciente, la que hoy amenaza con volverse efeméride, corre el riesgo de la santificación o del museo. Santificación de un pasado que derrama sobre las miserias contemporáneas la luz de los ideales incontaminados, rememoración mitologizante que impide un abordaje crítico y sin contemplaciones de aquellas experiencias y de aquellas conductas que marcaron a fuego a las distintas generaciones y que contribuyeron, no sólo a la elaboración de un relato fabuloso, sino a nuestras actuales carencias. Pero también visita al pasado para encontrar las marcas de nuestras propias concepciones y legados. Es por eso que nuestro esfuerzo al seleccionar los materiales que componen estos Manifiestos políticos argentinos tuvo como objetivo central eludir la tentación de la mirada sesgada, de la ortodoxia doctrinaria, del dogmatismo y, también, de la ceguera que muchas veces nace de la intolerancia principista. Buscamos rescatar escrituras y discursos, textos y programas, intervenciones intelectuales y octavillas de batalla, dejando que los diversos ríos de las tradiciones políticas argentinas fluyeran por las páginas de un libro-herramienta que nació a partir de la idea de constituir un instrumento capaz de reunir una diversidad que, por lo general, siempre se ha mantenido separada. En nuestro ánimo, que tiene que ver con el espíritu de la Secretaría a mi cargo, siempre estuvo, y así se trabajó, la intención de reunir lo que las duras batallas políticas han separado, no imaginando una imposible reconciliación entre corrientes que nada tienen en común, sino como un fresco de la riqueza política e intelectual argentina. Ricardo Forster Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional 21 22 Presentación por el Consejo Asesor y editores Esta Antología de manifiestos políticos argentinos reúne importantes documentos de la vida política y cultural argentina entre los años 1956 y 1976. No intenta ser una recopilación exhaustiva ni ofrecer una interpretación global del período, sino recuperar algunas intervenciones políticas y culturales que han dejado una marca en la historia y, fundamentalmente, en nuestro tiempo presente. No se trata, entonces, de un volumen historiográfico, sino de una invitación a prolongar el debate político actual a través de estas huellas. Como en el volumen anterior, que abarcaba el período 1890-1956, incluimos aquí materiales bien diversos, organizados en tres tipos diferentes de registros: manifiestos (que incluyen también proclamas y discursos públicos), intervenciones intelectuales (que se expresan en discusiones, polémicas, editoriales de diarios y de revistas) y artefactos culturales (que abarcan desde pinturas e imágenes de cuadros, folletos y fotografías, hasta poemas, crónicas y cartas, pasando también por testimonios y memorias). También en continuidad con la orientación del volumen precedente, las fuentes han sido seleccionadas desde una perspectiva anclada en la intervención de los sectores populares y en la conflictividad política que ella expone, lo cual se hace particularmente visible en un dossier especialmente dedicado a las generalizadas revueltas y rebeliones populares acontecidas a lo largo de todo el país entre fines de los sesenta y principios de los setenta. Dicho dossier, que lleva el título de “Pueblo insurrecto”, hilvana las voces plurales de distintos protagonistas que tomaron la palabra en el mismo acto de tomar las calles y en sus rememoraciones actuales, conformando una saga que la memoria colectiva recuerda con el aumentativo “azo”, desde los “Rosariazos” y el “Cordobazo” hasta el “Mendozazo”, pasando, entre otros, por el “Viborazo” y los “Tucumanazos”, el “Trelewazo” y el “Villazo”. A su vez, el dossier está antecedido por una breve introducción que tiene como objetivo contextualizar este novedoso proceso político de rebeliones populares. Esta Antología se organiza a través de dos capítulos. En el primero, el lector encontrará intervenciones que corresponden al período 1956-1966, y en el segundo, otras que corresponden, preponderantemente, al período 1966-1976. Si bien existen numerosas discusiones en cuanto a cómo organizar temporalmente este período, en el caso de esta Antología se escogió un ordenamiento que pone en diálogo un conjunto de documentos que entre sí conforman diferentes bloques temáticos, con la intención, también, de que mediante ellos asomen algunas de las problemáticas más relevantes de la época, las cuales se atraviesan y se conectan de modos que no son necesariamente cronológicos. Los lectores podrán advertir, entonces, que existen nudos problemáticos comunes entre los capítulos y los bloques temáticos. En este sentido (y si bien, como dijimos, la Antología no tiene intenciones explicativas), la selección de los materiales debe mucho a la idea según la cual entre 1956 y 1976 se despliega en la Argentina una profunda “crisis hegemónica” que funciona como un telón de fondo que si ayuda hoy a conferir alguna inteligibilidad a las no pocas tragedias políticas del período, hizo posible en aquellos años la construcción de distintos proyectos contrahegemónicos que excedieron largamente el representado por las distintas guerrillas y organizaciones político-militares revolucionarias de las décadas del 60 y 70. De algún modo, el volumen entero busca reconstruir los efectos ampliados de esta situación en la cultura, política y sociedad argentinas. La crisis hegemónica puede apreciarse a través de aquellos documentos que la evidencian en la política de los grupos dominantes para ejercer tareas “dirigentes”, como así también a través del fuerte y generalizado cuestionamiento a la articulación y distribución de los poderes sociales, políticos y económicos vigentes, cuestionamiento lanzado por colectivos políticos sumamente heterogéneos, desde los trabajadores hasta las organizaciones revolucionarias, pasando por organizaciones de base, el movimiento estudiantil, organizaciones feministas, etc. Asimismo, este cuestionamiento no sólo habilitó la puesta en suspenso de la credibilidad en un orden consagrado, sino también una serie de preguntas en torno a los compromisos intelectuales y políticos que debían asumirse en un contexto de esta índole. De este modo, esta Antología busca particularmente dar cuenta de este proceso de crítica y crisis pero también de redefinición de las identidades políticas que se operan en este período. Este rechazo al orden social y este proceso de redefinición de las filiaciones políticas se manifestó a través de distintos fenómenos históricos y culturales. La relectura del peronismo y la discusión en torno a las potencialidades pero también los límites que asumía el liderazgo de Perón; la pregunta respecto de los caminos específicos que debería recorrer el socialismo en la Argentina tras la Revolución cubana; la reconfiguración de las ideas en torno a América y el surgimiento de un nuevo antiimperialismo; el debate sobre el papel de los trabajadores en un proceso de transformación social y política y sobre el modo en que las clases populares habrían de constituirse en clases dirigentes; las polémicas acerca del rol de los intelectuales en la cultura y en la política argentina en un contexto signado por una crisis de dominación; los puntos de diálogo pero también los límites que los actores fueron planteando entre la experimentación artística y la radicalización política y entre las vanguardias estéticas y las vanguardias políticas; la discusión sobre la violencia institucionalizada pero también sobre la violencia revolucionaria; los procesos de revisión de la cultura nacional, desde la historia hasta la literatura; e incluso la manera misma en que un concepto político clave del período, el de revolución, debió ser abandonado por las propias clases dominantes al ser completamente apropiado para nombrar la rebeldía y el desafío de los distintos colectivos ante el orden político y social, son algunos ejemplos de los múltiples rostros que asumió la disputa del poder y que le confieren a estos años su carácter epocal. En un contexto de esta índole, la idea misma de “manifiesto” fue objeto de diversas intervenciones que motivaron su resignificación. En efecto, en ocasiones la propia acción colectiva era encarada por sus protagonistas como un manifiesto cuyo sentido quedaría planteado en el momento mismo en que dicho acto devendría historia. Desde el robo del sable de San Martín hasta la manifestación callejera, pasando por diversas intervenciones de las vanguardias estéticas o acciones guerrilleras, la figura del manifiesto sobrepasó largamente en este período los márgenes de un género textual. Finalmente, esta Antología recoge también algunos fragmentos y sostenes ideológicos de la brutal escalada represiva con que se clausura este ciclo de “crisis hegemónica”, a través de un corpus que da cuenta del favor con que contó dicha escalada por parte de poderes e instituciones del Estado, sectores ampliados de partidos políticos, asociaciones empresariales y sindicales, entre otros. En este corpus también puede leerse cómo las desapariciones, asesinatos, persecuciones, torturas y atentados que se intensifican al final del período que abarca esta Antología, apuntaron a la desarticulación, e incluso el aniquilamiento, de las organizaciones populares surgidas entre los años sesenta y setenta. Asimismo, recogemos algunas inter- 23 24 venciones de las organizaciones revolucionarias que interpretan esta etapa como parte de una “ofensiva popular” bajo un diagnóstico de la realidad política nacional cada vez más deudor de concepciones “militaristas” de la organización y acción revolucionarias. La dictadura cívico-militar iniciada el 24 de marzo de 1976 radicaliza y reformula la salida represiva a la “crisis hegemónica”, frente a la que no sólo se propone oficiar su cierre definitivo, sino también redefinir las bases políticas, sociales y económicas que hicieron históricamente posible el generalizado cuestionamiento al orden social que, según podrá apreciar el lector de esta Antología, un multifacético movimiento político y social de raigambre popular manifestó en la Argentina entre 1956 y 1976. Este libro condensa un importante trabajo de recopilación de documentos muy diversos y por ello agradecemos a los colegas e instituciones que nos facilitaron el acceso a distintos archivos. Tenemos un reconocimiento especial para Eugenia Sik y Tomás Verbrugghe, del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina (CeDInCI), Cecilia Sagol, del portal Educ.ar del Ministerio de Educación de la Nación, Adrián Muoyo y Octavio Morelli, de la Biblioteca de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), Evangelina Sánchez y Celina Flores, del Archivo Documental de Memoria Abierta, y a Clara Rebottaro Pettinari, del Archivo Nacional de la Memoria. También estamos en deuda con Ana Longoni, Roberto Baschetti y Carlos López, por facilitarnos parte del material de su archivo, con Florencia Ubertalli, de la Biblioteca Nacional, con Juan del Mármol, del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, y con los trabajadores de la Hemeroteca del Congreso de la Nación Argentina y del Departamento de Fotografía del Archivo General de la Nación. Diego Caramés, Mariana Casullo, Matías Farías y Roberto Pittaluga 1956 - 1966 RESISTENCIA En septiembre de 1955 un golpe de Estado cívico-militar derroca el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón, electo por una importante mayoría tres años antes. Este golpe de Estado, que tiene como antecedente el bombardeo sobre la Plaza de Mayo en junio de ese mismo año (el cual dejó más de 300 muertos y 700 heridos), pone en acción una política represiva sobre la clase trabajadora en general, y sobre el movimiento peronista en particular. Como respuesta a la represión y al régimen antidemocrático, distintos sectores del movimiento obrero y militantes políticos despliegan una serie de prácticas de resistencia, que van desde sabotajes y boicots por parte de pequeños grupos contra empresas públicas y privadas, hasta la gestación de un espacio sindical combativo como el que se constituye a mediados de 1957, en Córdoba, a partir del llamado “Programa de La Falda”. Asimismo, otros actores de la sociedad civil emprenden acciones de denuncia contra la violencia autoritaria e ilegal del gobierno dictatorial, como la que realiza Rodolfo Walsh en Operación Masacre, obra destinada a convertirse en una de las más significativas de la época. Este conjunto de prácticas desarrolladas por diversos sujetos, denominado con posterioridad como la “Resistencia”, trasciende la lucha contra la autoproclamada “Revolución Libertadora” y se prolonga bajo el gobierno de Arturo Frondizi (electo en 1958, bajo la proscripción del peronismo), quien no repone la plena vigencia de los derechos y garantías constitucionales y, contrariamente, impulsa medidas represivas, como la sanción del Plan Conintes. 1956 - 1966 Programa de La Falda Luego del golpe de Estado de 1955 que derroca al gobierno electo de Juan D. Perón, una de las primeras medidas que toma el nuevo gobierno de facto es la intervención de la CGT. Importantes sectores de los sindicatos agrupados en la central de trabajadores, mayoritariamente de filiación peronista, pasan a formar parte de lo que luego será conocido como la Resistencia a raíz de sus prácticas de lucha contra las políticas antiperonistas y antisindicales del gobierno militar. A mediados de 1957, en Córdoba, cuya regional de la CGT es la primera en ser recuperada, se organiza un Plenario Nacional de delegaciones regionales de la CGT y de las 62 Organizaciones. El resultado de ese Plenario Nacional es el llamado “Programa de La Falda”, de fuerte contenido combativo y con amplias definiciones en los planos político, económico y social. Para la Independencia Económica: a) Comercio exterior: 1. Control estatal del comercio exterior sobre las bases de la forma de un monopolio estatal. 2. Liquidación de los monopolios extranjeros de importación y exportación. 3. Control de los productores en las operaciones comerciales con un sentido de defensa de la renta nacional. Planificación del proceso en vista a las necesidades del país, en función de su desarrollo histórico, teniendo presente el interés de la clase laboriosa. 4. Ampliación y diversificación de los mercados internacionales. 5. Denuncia de todos los pactos lesivos de nuestra independencia económica. 6. Planificación de la comercialización teniendo presente nuestro desarrollo interno. 7. Integración económica con los pueblos hermanos de Latinoamérica, sobre las bases de las experiencias realizadas. b) En el orden interno: 1. Política de alto consumo interno; altos salarios, mayor producción para el país con sentido nacional. 2. Desarrollo de la industria liviana adecuada a las necesidades del país. 3. Incremento de una política económica tendiente a lograr la consolidación de la industria pesada, base de cualquier desarrollo futuro. 1956 - 1976 29 1956 - 1966 30 4. Política energética nacional; para ello se hace indispensable la nacionalización de las fuentes naturales de energía y su explotación en función de las necesidades del desarrollo del país. 5. Nacionalización de los frigoríficos extranjeros, a fin de posibilitar la eficacia del control del comercio exterior, sustrayendo de manos de los monopolios extranjeros dichos resortes básicos de nuestra economía. 6. Soluciones de fondo, con sentido nacional, a los problemas económicos regionales sobre la base de integrar dichas economías a las reales necesidades del país, superando la actual división entre “provincias ricas y provincias pobres”. 7. Control centralizado del crédito por parte del Estado, adecuándolo a un plan de desarrollo integral de la economía con vistas a los intereses de los trabajadores. 8. Programa agrario, sintetizado en: mecanización del agro, “tendencia de la industria nacional”, expropiación del latifundio y extensión del cooperativismo agrario, en procura de que la tierra sea de quien la trabaja. Para la Justicia Social: 1. Control obrero de la producción y distribución de la riqueza nacional, mediante la participación efectiva de los trabajadores: a)en la elaboración y ejecución del plan económico general, a través de las organizaciones sindicales; b)participación en la dirección de las empresas privadas y públicas, asegurando, en cada caso, el sentido social de la riqueza; c)control popular de precios. 2. Salario mínimo, vital y móvil. 3. Previsión social integral: a)unificación de los beneficios y extensión de los mismos a todos los sectores del trabajo. 4. Reformas de la legislación laboral tendientes a adecuarla al momento histórico y de acuerdo al plan general de transformación popular de la realidad argentina. 5. Creación del organismo estatal que con el control obrero posibilite la vigencia real de las conquistas y legislaciones sociales. 6. Estabilidad absoluta de los trabajadores. 7. Fuero sindical. Para la Soberanía Política: 1. Elaboración del gran plan político-económico-social de la realidad argentina, que reconozca la presencia del movimiento obrero como fuerza fundamental nacional, a través de su participación hegemónica en la confección y dirección del mismo. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 2. Fortalecimiento del Estado nacional popular, tendiente a lograr la destrucción de los sectores oligárquicos antinacionales y sus aliados extranjeros, y teniendo presente que la clase trabajadora es la única fuerza argentina que representa en sus intereses los anhelos del país mismo, a lo que agrega su unidad de planteamientos de lucha y fortaleza. 3. Dirección de la acción hacia un entendimiento integral (político-económico) con las naciones hermanas latinoamericanas. 4. Acción política que reemplace las divisiones artificiales internas, basadas en el federalismo liberal y falso. 5. Libertad de elegir y ser elegido, sin inhabilitaciones, y el fortalecimiento definitivo de la voluntad popular. 6. Solidaridad de la clase trabajadora con las luchas de liberación nacional de los pueblos oprimidos. 7. Política internacional independiente. Gentileza Roberto Baschetti Fuente: “Programa de La Falda. Plenario Nacional de delegaciones regionales de la CGT y de las 62 Organizaciones. La Falda, Córdoba, 1957”, en Roberto Baschetti (comp.), Documentos de la resistencia peronista (1955-1970), Buenos Aires, Editorial de la Campana, 1997, pp. 121-125. Andrés Framini (izquierda), dirigente sindical de la industria textil, y Amado Olmos (derecha), dirigente de Sanidad, son dos de los principales líderes de la Resistencia Peronista. En 1957 impulsan el Programa de La Falda para la independencia económica. En el Plenario de las 62 Organizaciones en Huerta Grande, Framini pronuncia un discurso fundacional para la consagración de un programa revolucionario. 1956 - 1976 31 1956 - 1966 32 “¡Perón vuelve!” Los meses que siguen al golpe de Estado de 1955 se caracterizan, entre otras cosas, por una creciente avanzada del gobierno de facto sobre el movimiento obrero organizado, que tiene en la intervención de la CGT uno de sus hitos fundamentales. La respuesta a esta avanzada –la llamada Resistencia– la encabezan los trabajadores sindicalizados. Esta tiene en un primer momento un carácter local, atomizado, donde priman las protestas y los sabotajes en los propios lugares de trabajo, pero poco a poco irán ganando en organización e intensidad. En ese marco, hacia finales del año 1956 algunos sectores del activismo sindical lanzan una huelga general revolucionaria con el objetivo de promover un levantamiento insurreccional contra el gobierno golpista. ¡Perón vuelve! Trabajadores - Soldados - Pueblo Argentino “Decimos basta” a la tiranía que pretende someter a servidumbre al pueblo argentino y para su mayor escarnio, someterlo a servidumbre invocando la libertad. Dirigidos por intereses extranjeros, la dictadura destruye inexorablemente nuestra independencia económica, para reducirnos a dóciles proveedores de materias primas del capitalismo extranjero, cerrando nuestras fuentes de trabajo. Destruida la industria, se sumerge en la miseria al pueblo y se pretende imponer nuevamente como clase dirigente a la oligarquía de doloroso y nefasto recuerdo. Se consagra la injusticia social, el derecho de huelga está proscripto, al trabajador que pretenda reivindicar su derecho se le lleva al confinamiento en las cárceles del Sud o se le encierra en cualquier otra del país, muchas veces torturado y vejado previamente. Los sindicatos han sido avasallados, destruidos, saqueados sus bienes, falseada su documentación y aplastada su base gremial; se han impuesto la discriminación, la amenaza y el fraude como sistema electoral en los gremios, cuando no ha bastado la inhabilitación en masa de sus dirigentes. Cuando el pueblo ha querido hacer oír su voz, las torturas y los fusilamientos han sido la respuesta. En las cárceles viven de hace más de un año, miles de ciudadanos, y ha pasado por las mismas, media ciudadanía, que ha conocido su rigor y sufrido sus torturas; así son tratados todos los que no someten su espíritu al yugo de la tiranía, y la sangre de miles de fusilados y asesinados a mansalva han regado el suelo de la patria, marcando por siempre a fuego a los hombres que los ordenaron y a todos los políticos que las consintieron. La Justicia ha sido prostituida, y la dictadura proclama como único derecho la prepotencia, la persecución a los obreros y la venganza salvaje y despiadada a quienes se oponen a sus designios antinacionales. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Se declara la imparcialidad política del gobierno y se comienza a realizar el más escandaloso fraude que conoce nuestra patria, decretando la desaparición del partido Peronista, fuerza política mayoritaria en el país y auténticamente popular y democrática. Los trabajadores estamos como siempre con la Patria y con Perón, única garantía para la libertad, la dignidad y la auténtica democracia. Por todo ello declaramos: A partir de las 0 horas del día 13 de diciembre de 1956 “Huelga general revolucionaria en todo el país” hasta lograr la vuelta inmediata del general Perón para la reimplantación del Estado justicialista, para que nuestra patria vuelva a ser libre, justa y soberana. Trabajadores: –Por la huelga general para terminar con las humillaciones y vejaciones. –Por la libertad de los presos gremiales políticos y militares. –Para el cese total de las inhibiciones. –Para que los Sindicatos retornen a manos de auténticos trabajadores. –Para garantizar nuestra economía, la Justicia Social y la Independencia Económica, la vuelta de Perón. El triunfo total de nuestra huelga general revolucionaria nos asegurará definitivamente la liquidación de la oligarquía avasalladora y vendepatria. Viva la Patria Viva la huelga general Viva Perón Viva la clase trabajadora argentina Fuente: “Perón vuelve”, en Roberto Baschetti (comp.), Documentos de la resistencia peronista (1955-1970), Buenos Aires, Editorial de la Campana, 1997, pp. 97-98. 1956 - 1976 33 1956 - 1966 34 La Juventud Peronista se adueña del sable de San Martín El 12 de agosto de 1963, en el aniversario de la Reconquista de la ciudad de Buenos Aires durante la primera invasión inglesa, un grupo de la Juventud Peronista integrado por Osvaldo Agosto, Alcides Bonaldi, Luis Sansoulet y Manuel Gallard ingresa al Museo Histórico Nacional para adueñarse del emblemático sable que San Martín obsequió a Rosas por la resistencia de las tropas federales al primer bloqueo francés. En el Museo, el grupo deja un comunicado donde piden la liberación de los presos políticos, la anulación de los contratos petroleros asumidos por Frondizi y el fin de la proscripción del peronismo, entre otras cosas. Pero más allá de estas demandas, el acto mismo de adueñarse del sable sanmartiniano constituye un verdadero manifiesto político e histórico, que instituye a Perón como heredero de Rosas y San Martín, y ubica a la Juventud Peronista en la saga de las luchas de la resistencia. al pueblo argentino. comunicado n° 1: Pocas veces como hoy una crisis moral y espiritual ha comprometido más entrañablemente el honor de la patria y la felicidad del pueblo. En efecto, en pocas coyunturas como en esta la soberanía argentina ha sido tan vejada, la economía más entregada y la justicia social más negada. Frente a esta realidad angustiosa y vejatoria, la elección del 7 de julio, fraudulenta en su proceso y realización, difícilmente pueda dar las soluciones honradas y profundas que la dignidad de la nación exige imperiosamente. A pesar de ello, los beneficiarios del fraude han prometido reivindicar el honor de la patria y los derechos del pueblo, produciendo los siguientes actos: anular por decreto los infamantes contratos petroleros suscriptos por el gobierno radical del doctor Frondizi, ruptura con el FMI, nulidad de los convenios leoninos con SEGBA, levantamiento de la proscripción que pesa sobre la mayoría del pueblo argentino. Y bien, como tales hechos, prometidos pública y solemnemente, devolverían al pueblo su fe perdida y a la república su soberanía enajenada, la juventud argentina se ve forzada a realizar un acto heroico para lograr su cumplimiento. Pues bien, aquella espada, la purísima espada del padre de la patria, aquel sable repujado por la gloria, aquella síntesis viril y generosa de la patria, por milagro de la fe, volverá a ser el santo y seña de la liberación nacional. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Para ello, desde hoy aquella espada que un día el Libertador, en plena lucidez, legara al Brigadier General Juan Manuel de Rosas por la satisfacción con que viera la defensa de su patria frente a las agresiones del imperialismo, dejó su reposo en el Museo Histórico Nacional para brillar de nuevo en magno combate por la reconquista de la argentinidad. Desde hoy, el sable de San Lorenzo y Maipú quedará custodiado por la juventud argentina, representada por la Juventud Peronista. Y juramos que no será arrancado de nuestras manos mientras los responsables directos o indirectos de esta vergüenza que nos circunda no resuelvan anular los contratos petroleros, anular los convenios con los trust eléctricos, decretar la libertad de todos los presos políticos, gremiales y conintes, y dar al pueblo libertad para expresar su pensamiento y ejercer su voluntad al amparo estricto de la ley y lejos de decretos delictivos y comunicados de mentiras, que han constituido la más fabulosa y descarada estafa uniformada de que se haya hecho objeto al pueblo de la República en toda su historia. El pueblo argentino no debe albergar ninguna preocupación: el corvo de San Martín será cuidado como si fuera el corazón de nuestras madres; Dios quiera que pronto podamos reintegrarlo a su merecido descanso. Dios quiera iluminar a los gobernantes. Juventud Peronista 12 de agosto de 1963 Fuente: “Al pueblo argentino. Comunicado N° 1”, en Roberto Baschetti (comp.), Documentos de la resistencia peronista (1955-1970), Buenos Aires, Editorial de la Campana, 1997, pp. 252-253. 1956 - 1976 35 1956 - 1966 El Topo Blindado 36 Prensa peronista durante la Revolución Libertadora y vigencia del Decreto-Ley Nº 4161. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 El decreto del gobierno de facto del general Aramburu que prohíbe la simbología peronista Apenas transcurridos dos meses del golpe militar que en 1955 pone fin al gobierno de Juan D. Perón, los sectores más rabiosamente antiperonistas del nuevo gobierno cívico-militar entienden que la política del general Lonardi no ha avanzado lo suficiente en lo que consideran la necesaria “desperonización” de la sociedad argentina. En ese contexto, el 5 de marzo de 1956 el gobierno de facto encabezado por el general Pedro Eugenio Aramburu dicta el decreto 4.161, que prohíbe todos los elementos de propaganda e identificación con el peronismo. Prohibición de elementos de afirmación ideológica o de propaganda peronista Visto el decreto 3855/55 por el cual se disuelve el Partido Peronista en sus dos ramas en virtud de su desempeño y su vocación liberticida, y Considerando: Que en su existencia política el Partido Peronista, actuando como instrumento del régimen depuesto, se valió de una intensa propaganda destinada a engañar la conciencia ciudadana para lo cual creó imágenes, símbolos, signos y expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas: Que dichos objetos, que tuvieron por fin la difusión de una doctrina y una posición política que ofende el sentimiento democrático del pueblo argentino, constituyen para este una afrenta que es imprescindible borrar, porque recuerdan una época de escarnio y de dolor para la población del país y su utilización es motivo de perturbación de la paz interna de la Nación y una rémora para la consolidación de la armonía entre los argentinos. Que en el campo internacional, también afecta el prestigio de nuestro país porque esas doctrinas y denominaciones simbólicas, adoptadas por el régimen depuesto tuvieron el triste mérito de convertirse en sinónimo de las doctrinas y denominaciones similares utilizadas por grandes dictaduras de este siglo que el régimen depuesto consiguió parangonar. Que tales fundamentos hacen indispensable la radical supresión de esos instrumentos o de otros análogos, y esas mismas razones imponen también la prohibición de 1956 - 1976 37 1956 - 1966 38 su uso al ámbito de las marcas y denominaciones comerciales, donde también fueron registradas con fines publicitarios y donde su conservación no se justifica, atento al amplio campo que la fantasía brinda para la elección de insignias mercantiles. Por ello, el presidente provisional de la Nación Argentina, en ejercicio del Poder Legislativo, decreta con fuerza de ley: Artículo 1º Queda prohibida en todo el territorio de la Nación: a) La utilización, con fines de afirmación ideológica peronista, efectuada públicamente, o propaganda peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados o grupos de individuos, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, sociedades, personas jurídicas públicas o privadas, de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales pertenecientes o empleados por los individuos representativos u organismos del peronismo. Se considerará especialmente violatoria de esta disposición la utilización de la fotografía retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones “peronismo”, “peronista”, “justicialismo”, “justicialista”, “tercera posición”, la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales “Marcha de los Muchachos Peronistas” y “Evita Capitana” o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente depuesto o su esposa o fragmentos de los mismos. b) La utilización, por las personas y con los fines establecidos en el inciso anterior, de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrina, artículos y obras artísticas que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales creados o por crearse, que de alguna manera cupieran ser referidos a los individuos representativos, organismos o ideología del peronismo. c) La reproducción por las personas y con los fines establecidos en el inciso a), mediante cualquier procedimiento de las imágenes, símbolos y demás objetos señalados en los dos incisos anteriores. Artículo 2º Las disposiciones del presente decreto-ley se declaran de orden público y en consecuencia no podrá alegarse contra ellas la existencia de derechos adquiridos. Caducan las marcas de industria, comercio y agricultura y las denominaciones comerciales o anexas, que consistan en las imágenes, símbolos y demás objetos señalados en los incisos a) y b) del art. 1º. Los ministerios respectivos dispondrán las medidas conducentes a la cancelación de tales registros. Artículo 3º El que infrinja el presente decreto-ley será penado: MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 a) Con prisión de treinta días a seis años y multa de m$n 500 a m$n 1.000.000; b) Además, con inhabilitación absoluta por doble tiempo del de la condena para desempeñarse como funcionario público o dirigente político o gremial; c) Además, con clausura por quince días, y en caso de reincidencia, clausura definitiva cuando se trate de empresas comerciales. Cuando la infracción sea imputable a una persona colectiva, la condena podrá llevar como pena accesoria la disolución. Artículo 4º Las sanciones del presente decreto-ley será refrendado por el Excmo. Señor vicepresidente provisional de la Nación y por todos los señores ministros secretarios de Estado en acuerdo general. Artículo 5º Comuníquese, dése a la Dirección General del Registro Nacional y archívese. Aramburu - Rojas - Busso - Podestá Costa - Landaburu Migone - Dell´Oro Maini - Martínez - Ygartúa - Mendiondo Bonnet - Blanco - Mercier - Alsogaray - Llamazares - Alizón García Ossorio Arana - Hartung - Krause El Topo Blindado Fuente: Boletín Oficial del 9 de marzo de 1956, en Archivo Histórico del Ministerio de Educación. Portada del semanario Descartes Nº 3 del 7 de marzo de 1962, dirigido por las 62 Organizaciones, donde se convoca a votar la fórmula Andrés FraminiMarcos Anglada, bajo las siglas de la Unión Popular, que lleva durante la campaña la consigna “Framini-Anglada, Perón en la Rosada”. 1956 - 1976 39 1956 - 1966 40 INTRODUCCIÓN A OPERACIÓN MASACRE (SELECCIÓN) POR RODOLFO WALSH Cerca de la medianoche del 9 de junio de 1956, agentes de la policía de la provincia de Buenos Aires allanan una casa del barrio de Florida y detienen a un grupo de hombres que suponen implicados en la insurrección cívico-militar que ese mismo día ha lanzado el general Juan José Valle contra el gobierno de facto del general Pedro E. Aramburu. A la madrugada del día siguiente, algunos de esos hombres son fusilados en los L a primera noticia sobre la masacre de José León Suárez llegó a mis oídos en la forma más casual, el 18 de diciembre de 1956. Era una versión imprecisa, propia del lugar –un café– en que la oí formulada. De ella se desprendía que un presunto fusilado durante el motín peronista del 9 y 10 de junio de ese año sobrevivía y no estaba en la cárcel. La historia me pareció cinematográfica, apta para todos los ejercicios de la incredulidad. (La misma impresión causó a muchos, y eso fue una desgracia. Un oficial de las fuerzas armadas, por ejemplo, a quien relaté los hechos antes de publicarlos, los calificó con toda buena fe de “novela por entregas”). basurales de José León Suárez. Uno de ellos, Juan Carlos Livraga, logra sobrevivir y pasa a ser “un fusilado que vive”. Esa es la información que llega a oídos del periodista Rodolfo Walsh seis meses después de los hechos. A partir de allí, el escritor llevará adelante una investigación cuyos resultados irá publicando, primero en el periódico Revolución Nacional, después en la revista Mayoría. Ese mismo año de 1957, sus notas cobran forma de libro en la editorial Sigla bajo el nombre de Operación Masacre. El libro, pionero en el género de “ficción periodística” (o nonfiction novel), es también –en palabras del propio Walsh– una denuncia contra “la perfecta culminación de un sistema”, el sistema represivo que viene siendo descargado ferozmente sobre segmentos significativos de la clase trabajadora peronista desde el golpe de Estado de 1955. Esta, sin embargo, puede ser apenas la máscara de la sabiduría. Suele ser tan ingenuo el incrédulo absoluto como el que todo lo cree; pertenecen en el fondo a una misma categoría psicológica. Pedí más datos. Y al día siguiente conocí al primer actor importante del drama: el doctor Jorge Doglia. La entrevista con él me impresionó vivamente. Es posible que Doglia, un abogado de 32 años, tuviera los nervios destrozados por una lucha sin cuartel librada durante varios meses, desde su cargo de Jefe de la División Judicial de la Policía de la Provincia, contra los “métodos” policiales de que era testigo. Pero su sinceridad me pareció absoluta. Me refirió casos pavorosos de torturas MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 con picana y cigarrillos encendidos, de azotes con gomas y alambres, de delincuentes comunes –por lo general “linyeras” y carteristas sin familiares que pudieran reclamar por ellos– muertos a cachiporrazos en las distintas comisarías de la provincia. Y todo esto bajo el régimen de una revolución libertadora que muchos argentinos recibieron esperanzados porque creyeron que iba a terminar con los abusos de la represión policíaca. Doglia había combatido valerosamente contra todo esto, pero ahora lo asaltaba el desaliento. Dos meses antes había denunciado las torturas y los fusilamientos ilegales ante un Servicio de Informaciones. Pero allí un burócrata que bien podría pasarse el resto de sus días estudiando en los textos elementales las normas para cultivar al informante –principio que suponemos básico de todo Servicio similar– no encontró nada mejor que delatarlo. En vez de protegerlo, pusieron en peligro su vida, sujeta desde entonces a las más directas amenazas. Una denuncia similar presentada por Doglia ante el Ministerio de Gobierno de la provincia terminó en una acumulación de papel erudito, un expediente donde –con prosa digna de Gracián, en sus malos momentos– un señor subsecretario llegó a la conclusión de que algo había, pero no se sabía qué. A estas horas el expediente seguirá creciendo, acumulando fojas, polvo y frases declamatorias. Pero en resumen, nada. En resumen, lentitud e inepcia, cuando es evidente que se trataba de un asunto que importaba resolver pronto y bien. Este es el servicio que prestan al actual gobierno algunos funcionarios. Doglia no depositaba una excesiva confianza en el periodismo. Presumía que los diarios oficiales no iban a ocuparse de un asunto tan escabroso, y por otra parte no deseaba que los órganos de oposición lo explotaran con criterio político. Tampoco esperaba demasiado de la Justicia, ante la que acababa de presentarse como demandante el fusilado sobreviviente. Doglia vaticinó desde el primer momento: 1) que la causa sería reclamada por un Tribunal Militar, y 2) que ese reclamo sería atendido. (Lo primero se cumplió puntualmente a comienzos de febrero de 1957. Lo segundo estaba por verse. Todo dependía de lo que resolviera la Suprema Corte de la Nación, ante la que fue planteado el conflicto jurisdiccional. Al publicarse este libro, también el segundo vaticinio de Doglia se ha cumplido). En cuanto al fusilado sobreviviente, conseguí esa noche el primer dato concreto: se llamaba Juan Carlos Livraga. En la mañana del 20 de diciembre tuve en mis manos la fotocopia de la demanda judicial presentada por Livraga. Más tarde pude comprobar que la relación de sucesos que allí se hacía era exacta en lo esencial, aunque con algunas serias omisiones e inexactitudes de detalle. Pero todavía era demasiado cinematográfica. Parecía arrancada directamente de una película. Y sin embargo, esa demanda era ya un hecho. Lo que allí se alegaba podía ser enteramente falso o no, pero era un hecho: un hombre que decía haber sido fusilado en forma irregular e ilegal se presentaba ante un juez del crimen para denunciar “a quien resulte responsable” por tentativa de homicidio y daño. Había algo más. En el escrito se mencionaba a un segundo sobreviviente, un tal Giunta, lo que brindaba una posibilidad inmediata de verificar los hechos denunciados. Ya estábamos a una larga distancia de aquel rumor inicial recogido en un café treinta y seis horas antes. Esa misma tarde la copia de la demanda estuvo en manos del señor Leónidas Barletta, director de Propósitos. Barletta habló poco y no prometió nada. Sólo preguntó si la difusión de ese texto no podría perjudicar la marcha 1956 - 1976 41 1956 - 1966 42 de la investigación judicial. Se le contestó que lo más urgente era proteger mediante una adecuada publicidad la vida del demandante, del propio Doglia y de otros testigos, a quienes se consideraba en peligro. Tres días más tarde, la noche del 23 de diciembre, la denuncia estaba en la calle, llevada por Propósitos. El 21, entretanto, tuve mi primer contacto directo con Livraga en el estudio de su abogado, el doctor von Kotsch. Hablé largamente con él, recogiendo los datos que utilizaría luego en el reportaje que publicó Revolución Nacional. Lo primero que me llamó la atención en Livraga fueron, naturalmente, las dos cicatrices de bala (orificios de entrada y salida) que tenía en el rostro. Esto también era un hecho. Podían discutirse las circunstancias en que recibió esas heridas, pero no podía discutirse la evidencia de que las había recibido, aunque una versión oficial llegó a afirmar, absurdamente, que “no se le hicieron disparos de ninguna naturaleza”. Por otra parte, se planteaba de inmediato un interrogante fundamental, el de la inocencia o culpabilidad de Livraga en el motín del 9 de junio. Si hubiera sido culpable, aun en la intención, ¿era normal, psicológicamente, que se presentara ante los jueces a exigir reparación? ¿No era mucho más lógico que se quedara tranquilo, dando gracias a Dios por haber salvado la vida y recuperado la libertad? Yo creo que un hombre tiene que sentirse inocente para presentar una denuncia así contra toda una Potencia como es la policía provincial. Desde luego –se dirá– todo es posible en psicología anormal. Pero si hay algo que llama la atención en Livraga es su normalidad, su reserva, su capacidad razonadora y observadora. Por otra parte, ya lo he dicho, estaba en libertad. Esto también era un hecho. ¿Cómo admitir que un actor directo de los episodios de junio, un “revolucionario”, un fusilado, estuvie- ra en libertad? Lo único que podía explicarlo era la hipótesis de su inocencia. Y ya estábamos cada vez más lejos de la “novela por entregas”, que a partir de entonces correría por cuenta exclusiva de las versiones oficiales. No relataré aquí cómo se fue desenredando la madeja; cómo se llegó a establecer, a partir del hilo inicial, un panorama casi definitivo de los hechos; a partir de un personaje del drama, localizar a casi todos los demás. Prefiero exponer los resultados obtenidos. En los cuatro meses que dura ya esta búsqueda, he hablado con los tres sobrevivientes del drama que aún están en libertad en el país. A todos ellos fui el primero en llegar como periodista. Al tercero pude localizarlo y entrevistarlo antes que la justicia actuante inclusive. He descubierto los nombres de tres sobrevivientes más que se encuentran en Bolivia y el de un séptimo que se halla preso en Olmos. He establecido y probado que un hombre que figuró como muerto en la lista oficial de fusilados (Reinaldo Benavídez), y de quien existiría inclusive una partida de defunción, se encuentra perfectamente a salvo. Inversamente, he lamentado comprobar que otro hombre (Mario Brión), que no figuró en esa lista y al que por un momento abrigué la esperanza de encontrar con vida, cayó ante el pelotón. He hablado con testigos presenciales de cada una de las etapas del procedimiento que culminó en la masacre. Algunas pruebas materiales se encuentran en mis manos, antes de llegar a su destinatario natural. He obtenido la versión taquigráfica de las sesiones secretas de la Consultiva provincial donde se debatió el asunto. He hablado con familiares de las víctimas, he trabado relación directa o indirecta con conspiradores, asilados y prófugos, delatores presuntos y héroes anónimos. Y estoy seguro de haber tomado siempre las máximas precauciones para proteger a mis informantes, dentro de MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 lo compatible con la obligación periodística. En todas estas diligencias conté con la inestimable ayuda de la persona a quien está dedicado este libro. Desde luego, no pretendo haber llegado primero a todas partes. Sé que hubo una investigación judicial, y aunque no conozco directamente sus conclusiones, tengo todos los motivos para suponer que fue muy seria, eficiente y rápida hasta que quedó interrumpida por el conflicto jurisdiccional. Espero que cuando sus resultados se hagan públicos –si alguna vez ocurre– puedan llenar las inevitables lagunas que hay en este relato. Parte del material aquí recogido apareció en el semanario Revolución Nacional, que dirigía el doctor Cerruti Costa. Espero que el doctor Cerruti no me culpe de ingratitud si digo que el hecho de que le llevara ese material no implica una preferencia o una simpatía por la línea política en que él está colocado. Como periodista, no me interesa demasiado la política. Para mí fue una elección forzosa, aunque no me arrepiento de ella. El reportaje inicial a Juan Carlos Livraga ya había sido rechazado por los distintos semanarios a que acudí, cuando el doctor Cerruti tuvo el valor de publicarlo e iniciar con él la serie de artículos y reportajes sobre los fusilamientos. Suspicacias que preveo me obligan a declarar que no soy peronista, no lo he sido ni tengo la intención de serlo. Si lo fuese, lo diría. No creo que ello comprometiese más mi comodidad o mi tranquilidad personal que esta publicación. Tampoco soy ya un partidario de la revolución que –como tantos– creí libertadora. Sé perfectamente, sin embargo, que bajo el peronismo no habría podido publicar un libro como este, ni los artículos periodísticos que lo precedieron, ni siquiera intentar la investigación de crímenes policiales que también existieron entonces. Eso hemos salido ganando. La mayoría de los periodistas y escritores llegamos, en la última década, a considerar al peronismo como un enemigo personal. Y con sobrada razón. Pero algo tendríamos que haber advertido: no se puede vencer a un enemigo sin antes comprenderlo. En los últimos meses he debido ponerme por primera vez en contacto con esos temibles seres –los peronistas– que inquietan los titulares de los diarios. Y he llegado a la conclusión (tan trivial que me asombra no verla compartida) de que, por muy equivocados que estén, son seres humanos y debe tratárselos como tales. Sobre todo no debe dárseles motivos para que persistan en el error. Los fusilamientos, las torturas y las persecuciones son motivos tan fuertes que en determinado momento pueden convertir el error en verdad. Más que nada temo el momento en que humillados y ofendidos empiecen a tener razón. Razón doctrinaria, amén de la razón sentimental o humana que ya les asiste, y que en último término es la base de aquella. Y ese momento está próximo y llegará fatalmente, si se insiste en la desatinada política de revancha que se ha dirigido sobre todo contra los sectores obreros. La represión del peronismo, tal como ha sido encarada, no hace más que justificarlo a posteriori. Y esto no sólo es lamentable: es idiota. Reitero que esta obra no persigue un objetivo político ni mucho menos pretende avivar odios completamente estériles. Persigue –una entre muchas– un objetivo social: el aniquilamiento a corto o largo plazo de los asesinos impunes, de los torturadores, de los “técnicos” de la picana que permanecen a pesar de los cambios de gobierno, del hampa armada y uniformada. Si se me pregunta por qué hablo ahora, habiendo callado como periodista cuando otros no lo hicieron –si bien jamás escribí una sola palabra firmada o anónima en elogio del peronismo, ni por otra parte me encontré con 1956 - 1976 43 1956 - 1966 44 un caso de atrocidad comparable a este–, diré con toda honradez: he aprendido la lección. Pero ahora son mis maestros los que callan. Durante varios meses he presenciado el silencio voluntario de toda la “prensa seria” en torno a esta execrable matanza, y he sentido vergüenza. Se dirá también que el fusilamiento de José León Suárez fue un episodio aislado, de importancia más bien anecdótica. Creo lo contrario. Fue la perfecta culminación de un sistema. Fue un caso entre otros; el más evidente, no el más salvaje. Cosas he sabido que resulta difícil callarlas, pero que en este momento sería insoportable decirlas. El exceso de verdad puede enloquecer y aniquilar la conciencia moral de un pueblo. Algún día se escribirá, completa, la trágica historia de las matanzas de junio. Entonces se verá cómo el asombro rebasa nuestras fronteras. Entretanto, el jefe de Policía que ordenó esta masacre en particular sigue en su cargo. Eso significa que la lucha contra lo que él representa continúa. Y tengo la firme convicción de que el resultado último de esa lucha influirá durante años en la índole de nuestros sistemas represivos; decidirá si hemos de vivir como personas civilizadas o como hotentotes. Sé que el señor jefe de Policía de la provincia de Buenos Aires ha demostrado una gran curiosidad –que supongo insatisfecha hasta ahora– por saber quién era el autor de los artículos en que presumiblemente se le atacaba. En realidad, debo decir que no ha existido intención de atacar su persona, salvo en la medida en que constituye una de las dos caras de la Civilización y Barbarie estudiadas hace un siglo por un gran argentino; y justamente aquella que debe desaparecer, que todos debemos luchar por que desaparezca. Con la publicación de este libro firmado se disiparán las dudas del señor jefe de Policía. En tal revelación no alienta un fatuo espíritu de baladronada o desafío. Sé perfectamente que en este país un jefe de Policía es poderoso, mientras que un periodista –obscuro por añadidura– apenas es nada. Pero sucede que creo, con toda ingenuidad y firmeza, en el derecho de cualquier ciudadano a divulgar la verdad que conoce, por peligrosa que sea. Y creo en este libro, en sus efectos. Espero que no se me critique el creer en un libro –aunque sea escrito por mí– cuando son tantos más los que creen en las metralletas. Fuente: Rodolfo Walsh, Operación Masacre, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2000. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 INCAA En 1972, durante el gobierno de facto del general Alejandro Agustín Lanusse, el cineasta Jorge Cedrón rescatará y filmará en la clandestinidad Operación Masacre. Rodolfo Walsh colabora en el guión y el único fusilado aún con vida, Julio Troxler, se recrea a sí mismo y relata los sucesos. La película, que se exhibirá clandestinamente en barrios, villas, iglesias y escuelas, no se limita a narrar la historia relatada por Rodolfo Walsh en el libro, sino que agrega un epílogo en el que Julio Troxler hace un recorrido por la evolución de la lucha popular desde el momento de las ejecuciones hasta los primeros años setenta, al tiempo que se muestran imágenes ilustrativas del Cordobazo, secuestro y asesinato del Gral. Pedro E. Aramburu, Montoneros, etc. Afiche de la película Operación Masacre de Jorge Cedrón. Se estrena el 27 de septiembre de 1973 en salas comerciales. 1956 - 1976 45 1956 - 1966 46 PERIÓDICO EL GRASITA Dirigido por Enrique Oliva, quien tras ser detenido en mayo de 1956 comparte el exilio en Venezuela con Perón y Cooke, El Grasita condensa los temas centrales de la Resistencia Peronista. Con un lenguaje popular que se remonta a la tradición de la gauchipolítica, este órgano político se define leal a Perón (aludido como el ¡Perón o muerte! Las fábricas y los barrios vigilando las consignas del hombre Órgano de los soldados anónimos del Movimiento Peronista Dir.: Juan Grasa Número 7 Segunda quincena de agosto de 1958 Desaparece el comando táctico Por necesidades del Movimiento, el Hombre ha disuelto el Comando Táctico y El grasita quiere saludarlo en la despedida. Nosotros siempre lo obedecimos en sus grandes líneas porque venían del Jefe aunque no tragábamos muchos puntos que lo integraban. Pero hoy debemos hacerle justicia al cuerpo y reconocer que al pobre le tocó bailar con la más fea. ¡Lindo encarguito le dieron de aconsejar el voto al narigón!… A más de uno de esos mensajeros los corrieron de varias asambleas. Sin embargo –se meditó un poco– y aunque con asco, acatamos por fe y respeto al líder de los humildes. Actualmente, las broncas se han suavizado y la nueva estructura tiende a rejuntar a Hombre, el Potro y el Grande) en el contexto de las elecciones presidenciales de 1958, aun cuando sus redactores confiesen que “no tragábamos muchos puntos”. También insta a recuperar la CGT para los “grasitas”, arremete contra los “gorilas” que robaron el cadáver de Eva Perón y celebra la llegada del “tordo” Cooke y Alicia Eguren a la Argentina. Asimismo, bautiza a los resistentes con un nombre que en retrospectiva resulta sumamente significativo: “soldados anónimos del Movimiento Peronista”. todos los peronachos que no han tenido otras diferencias que el discutir sobre quién era más leal al Hombre. Por último, esperamos que quienes se quedaron fuera de la pomada [ilegible] (ya que la Delegación se compone sólo de 15 miembros), se la serán aguantar piola y [ilegible] el que chilla se deschavará fiero y merecerá el repudio del graserío. Ahora vayamos en serio (…) Tendremos cuatro meses de laburo firme. Al final de ese período el Potro tendrá en sus manos un cuerpo político de fierro. Eso dentro del Partido. Fuera de él debemos conquistar la CGT para que sirva a los laburantes de todo el país. La próxima tarea será volcar todo el poder del Movimiento en apoyo de los grasitas de Misiones y La Pampa para darles una manito en sus elecciones. Como queremos que gane el pueblo, ya sabemos que primero nosotros. Por ello, los trabajos a realizar a partir de ahora no dan lugar a macaneos ni vivos de ninguna especie. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Serán traidores al Movimiento y a la Patria quienes chicaneen el objetivo de las órdenes del Hombre. Para este número teníamos varias bombas contra “personajes” del Movimiento pero hemos decidido darles una oportunidad más. El General quiere la unidad y nosotros sólo nos tiraremos contra quienes se opongan a ella o en nombre de la unidad se hagan los ranas y pretendan ventajas. Y nos tiraremos sin asco y a matar. No es hora de politiquear sino de laburar. Desde hoy, todos los amigos de El grasita le meten dura a colaborar en la inscripción y también darán duro –de ser necesario– a quienes se aparten de la patriótica consigna. ¡Tonto, no!… Díganle ¡peloduro! Cuando el plenario de las “62” le empezó a llenar la cocina de humo al cagueta del Frondigogo, se arrugó todo y los llamó corriendo a conversar con él en Olivos. Este gilastrón no conoce otro lenguaje que el rigor. ¡Si lo sabrán los gorilas! Entre otras cosas se quejó de que en el plenario un grasita le llamó “tonto”. ¡No te asustés de eso! Si querés saber cómo te llama el pueblo, citalo a la Plaza de Mayo y conocerás detalladamente su opinión sobre vos, tu gobierno y toda tu familia. Gracias, compañero Juan Cruz Romero El grasa del título ha publicado un lindo artículo en Mayoría donde recuerda la primera edición argentina del libro del Hombre titulado La fuerza es el derecho de las bestias. Esta obra se hizo en un mimeógrafo a mano, en casa de un grasita de Lomas de Zamora (que se levanta a las tres y media de la matina para laburar en una fábrica). Sinceramente, y como estuvimos en la onda de esa edición, nos emocionó el recuerdo de ese laburo de presos y que al final llevó a varios de nosotros a la cana. Una preguntita a los yanquis Ustedes siempre andan jeringando con el fantástico balurdo del comunismo en América y parece que no se han avivado bien del fato del aumento en el país a raíz de la caída de Perón. Sus votos se han multiplicado varias veces y llegan al cuarto de millón. ¡Pavadidas! Esa cantidad de votantes politizados en una nación de blancos que junan de leer y escribir vale por varios millones de salvajes analfabetos de otros pueblos. ¡Pónganle la firma! Y estén seguros también de que los zurdos en poco tiempo se destaparán con jugarretas peligrosas si se piensa que el necesario petróleo es lamentablemente combustible. En este rincón del continente los comunardos no tienen interés en hacer un gran gobierno sino de perturbar en [ilegible] morocha con una peligrosa cabeza de puente (y ya nos tienen metida la puntita). Para este laburo, cuentan con instrucciones bien cocinadas y guita tupida de Moscú. Pero vamos al grano. Los peronachos nos consideramos el único movimiento que puede arrebatarle el revolucionarismo a troskos y comunas y sin embargo el reaccionario Frondizi (reaccionarios creemos que son aquellos cosos que se oponen al progreso de los grasas), no nos da bola para concurrir a las elecciones ya convocadas en dos provincias, una de ellas fronteriza. Pero esta vez el narigueta no puede soñar con nuestro apoyo porque jugaríamos al continuismo de un régimen de embudo. Y aquí tienen la preguntita reventadora “los rubios del Norte”: ¿Qué pasaría en la Argentina, en América y Occidente si el peronismo entrara a hacer ganar con sus votos a los comunistas en cuanta provincia se llamara a elecciones?… ¿No es peligroso llevar a un pueblo como el peronista a la desesperación que actualmente domina a los árabes esclavizados por los falsos aliados ingleses?… 1956 - 1976 47 1956 - 1966 48 Esta advertencia vale también para el caso de que pensaran en la solución de amasijar a Perón. Les dejamos la púa. La carne que nos falta está pagando el portamiseria - La marina se prepara para bombardear Buenos Aires Un oficial naval echado del cuerpo por peronacho nos asegura que los mangos de la chatarra (léase desperdicios) del “Pueyrredón”, el “Rivadavia” y el “Moreno” ya han sido gastados y no podrán aguantarse con ellos el portagolpes. Se garpará íntegramente con nerca jugosa (al gusto delicado inglés) y por eso no la vemos en las carnicerías. El tronismi miente también cuando asegura que la pista viene con tripulación argentina, pues ya están contratados técnicos ingleses (por dos años) para asesorar en su manejo y uso contra los criollos. Si quieren fortalecer la defensa, ¿por qué no compran submarinos? Precisamente porque los submarinos sirven para pelear contra el extranjero y no para bombardear ciudades y bienes argentinos (incluidos regimientos terrestres), papel que cumplirá maravillosamente el portacerdos conducido por piratas ingleses y el cipayo gorila Sánchez al Ñudo. Puerto Belgrano mira al mar abierto y no está fortificado. En cambio, fortifican Martín García, donde no pueden entrar barcos extranjeros. Por qué. Porque Martín García sirve para bombardear Buenos Aires. Sin duda, las Malvinas comienzan en el Río de la Plata y los grasas tendremos que argentinizarlas a pesar de los caguetas traidores de la Marina (que se la agarran con el Snipe). Cuando los hagamos pasto no nos servirán ni para pescar. Ya lo decía Perón: la Marina no tiene tradición porque no peleó nunca. Sólo bombardeó a los argentinos y hundió barcos criollos por su falta de responsabilidad y valor. Además, la historia del mar no guarda ejemplos más cobardes y ruines que los brindados por la Marina de Guerra argentina en los casos de la cañonera “Rosales” y el destructor “Corrientes”. En ambos naufragios se salvaron todos los oficiales (con su Capitán) y murió la marinería. ¡Flores de machotes y hombres de honor para defender la Constitución y la dignidad! ¡Basuras! ¡Chorros! Los “honorables” concejales de San Isidro, tanto de la UCRP y de la UCRI, se acusaron unos a otros de haberse afanado la ropa nueva aportada por el pueblo para los inundados. La bronca se armó gorda y de los insultos pasaron a las trompadas y de los cinterasos en la sala la terminaron a patadas en la vereda en presencia de la población. Tres concejales de la UCRP resultaron heridos. Son ellos: Vázquez, López y Romano. Los hijos de este último son jefes de comandos civiles y se espera un acto en represalia. Laika Gómez será puesto en órbita El vice andaba un poco desorbitado jugando con los gorilas (es decir, con los gorilas no frondizistas). Por esa razón, para ponerlo en órbita se le encargará una “importantísima” misión de la Sociedad Sarmiento y turistiará por varios meses en el exterior acompañado de su amoroso secretario. Costará caro pero no hinchará. Así elimina a sus enemigos el Frondigogo. ¡Si a Juan Grasa le ha ofrecido una embajada aunque tenga que dejarlo cesante a Cuaranta! Hugo del Carril cantando claro Huguito, por el solo hecho de haber grabado nuestra marcha (porque es peronacho de fierro) tuvo que aguantarse la cana y la persecución del gorilaje. Pero las otras noches se despachó a gusto contra un cretino gorila que MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 sigue saboteando al cine argentino por cuenta de las empresas extranjeras. Se trata del gorila Raimundo Calcagno, “Calki”, a quien le desafió con todo. ¡Bien, Huguito, cantá claro que tenés público! Una grande del Potro (fresquita, recién llegada) Comentando las próximas elecciones sindicales en las que se mueven ex jerarcas que ya no corren, dijo el Hombre en Ciudad Trujillo hace unos días: “Yo sé que ahora andan muchos con el caballo del General, pero después de los escrutinios se quedarán montados en un caballito de madera”. ¡Qué kilo! ¡No juna ni diome, eh! ¡Y pensar que aún quedan chantapufis que nos quieren correr a gritos abusando de la paciencia del Quia! ¿Assis de Chatobriand entró al fin en el periodismo argentino? Este degenerado –viejo enemigo del Quia y los grasitas de todo el mundo– fue trompa de Constantinowsky (hoy Perina) en el Brasil y en la actualidad trabajarían juntos como socios de El Nacional. ¿Libertad de prensa o contrabando? ¿Saben por qué se decretó liberar de trabas la entrada de material para periódicos? Pues simplemente por tres razones: 1°) “Arreglar” unos brutos contrabandos ya descubiertos por el personal de Aduana y que tendrían que ser confiscados en contra de los ucristas; 2°) Para que el diario radical intransigente (o insugerente), El Nacional, pueda armarse de maquinarias nuevas y baratitas (traerá de más y con la reventa de las sobrantes le saldrán gratarolas las propias); y 3°) Para que haga lo mismo con sus maquinarias el Clarín, cuyo dueño el pirata Noble se ha convertido en defensor de los convenios petrolíferos juntamente con su cuñadito Eduardo Busso. Busso siempre en onda Este busso ve debajo del agua pero también ve debajo del petróleo. Fue nombrado ministro del Interior por Lonardi junto con otras brillantes designaciones como las de Prebisch, Botet, etc. Cuando los giles que inventaron a Lonardi fueron desplazados a soplidos, Busso panquequió y se hizo continuista. Así, para Aramburu y Rojas efectuó mil perrerías hasta que renunció ante un escándalo por divorcio. No obstante, dejó de reemplazante a un discípulo y siguió con manija de los gorilas. Cuando Frondizi resultó electo se le vio entre los empujadores en un palco para arrimarse al narigueta. Más tarde metió veneno en el problema de “sus” jueces y ahora aparece de abogado de Henry Holand (el que declaró que Perón no volvería más a la Argentina). El ex ministro de Lonardi (que según el difunto tomó la presidencia para evitar la entrega a la California) hoy es defensor de la Pure Oil Company [ilegible] de la risa. En cualquier momento lo tenemos de Almirante o Nuncio. Otra grande del Quia Los otros días tomamos un feca con Enrique Pavón Pereira, el biógrafo del Hombre y que se las sabe todas en ese tema. Entre las muchas cosas lindas que escuchamos, oímos una tan emocionante que casi nos hace saltar los mocos. Dice que él ha hablado con muchos de los asistentes que en distintos grados de su carrera militar tuvo el Potro y todos repiten que el Hombre jamás se dejó lustrar los zapatos puestos porque no podía ver a un grasita arrodillado a sus pies. ¡Qué grande! Un chimento de “El grasita” Hemos tenido noticias de Ciudad Trujillo en el sentido de que el Grande ha recibido y leído varios números de El grasita y estaría dispuesto a enviarnos unas líneas especia- 1956 - 1976 49 1956 - 1966 50 les para su publicación. Las esperamos con ansiedad para saber si estamos en onda y qué quiere decirles en tono rante e íntimo a estos soldados anónimos pero fieles del Movimiento Peronista. El día del renunciamiento Los ladrones de cadáveres nunca entendieron a Evita ni la entenderán jamás. Los gorilas que mataron y atropellaron hermanos, instituciones y bienes patrios alentados sólo por la ambición desmedida de destrozar la nacionalidad y postrarla a los pies del Imperio Británico, nunca comprenderán el renunciamiento sin par de Evita. Pero no importa, compañera, bástele saber que los grasas la recordamos con amor y su mayor monumento lo llevamos en nuestros corazones. Viene el tordo Cooke En pocos días más los grasitas podremos recibir al tordo Cooke que regresa al país conjuntamente con su entusiasta jermu, la compañera Alicia Eguren (torda también). El grasita les desea un feliz reencuentro con la Patria de los peronistas. El dogor Cooke viene a encabezar la Delegación del Comando Superior Peronista y le cabe una enorme responsabilidad ante el graserío esperanzado en que la nueva Delegación prepare el camino para el pronto retorno del Potro. Fuente: El Grasita, órgano de los soldados anónimos del Movimiento Peronista, documento número 7, segunda quincena de agosto de 1958, disponible en el sitio El topo blindado, Centro de documentación de las organizaciones político-militares argentinas: www.eltopoblindado.com MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 El 2 de noviembre de 1956 Juan D. Perón, desde su exilio en Caracas, pone por carta lo que ya era una situación de hecho: la autorización al “compañero Dr. D. John William Cooke” para que actúe como su único representante, nombrándolo al frente de “la totalidad de las fuerzas peronistas organizadas en el país y en el extranjero”. Cooke, que en sus años de formación universitaria se vio influido por el pensamiento forjista, después del golpe de 1955 entiende que el peronismo debe asumir y radicalizar su condición revolucionaria, y alienta a la “resistencia” por el camino de la vía insurreccional. Esta carta forma parte de la nutrida correspondencia que Perón y Cooke intercambian hasta 1968, año de la muerte de este último, donde pueden verse las diferencias entre ellos y los cambios de apreciaciones que ambos realizan no sólo de la situación política argentina sino también del devenir de la realidad política latinoamericana. Al Dr. D. John William Cooke Buenos Aires Por la presente autorizo al compañero Dr. D. John William Cooke, actualmente preso por cumplir con su deber de peronista, para que asuma mi representación en todo acto o acción política. En ese concepto su decisión será mi decisión y su palabra la mía. En él reconozco al único jefe que tiene mi mandato para presidir a la totalidad de las fuerzas peronistas organizadas en el país y en el extranjero y sus decisiones tienen el mismo valor que las mías. En caso de fallecimiento, delego en el Dr. D. John William Cooke el mando del Movimiento. En Caracas, a los 2 días de noviembre de 1956. Juan Perón 1956 - 1976 51 1956 - 1966 52 Juan Carlos Brid fue un militante histórico de la Resistencia Peronista. En sus crónicas, se aprecia cómo fue articulándose una respuesta popular y desde abajo a la política represiva que distintos gobiernos, no sólo el elenco militar que derrocó a Perón, encararon hacia los trabajadores luego del golpe de 1955. A su vez, los diferentes testimonios de Brid revelan las tensiones internas al interior del propio peronismo en ese período. La publicación de las crónicas en una revista como Nuevo Hombre no es un dato menor, puesto que contribuye a establecer un nexo histórico y político entre la Resistencia y las nuevas organizaciones revolucionarias. Brid fue secuestrado durante la última dictadura cívico-militar, el 7 de octubre de 1977, y aún hoy permanece desaparecido. Resistencia Peronista: testimonio de Juan Carlos Brid Capítulo I Mi oficio, pintor. En el año 55 yo tenía una pequeña empresa de pintura, chica nomás. Y estábamos pintando, el 16 de junio, en la calle Rivadavia entre Rivadavia y Talcahuano [sic]; una Cooperativa metalúrgica, creo que era la más importante del país. Yo tenía 38 años, políticamente no hacía nada. En fin, era peronista, como muchos, no era afiliado pero iba a algunos actos peronistas, no a todos, claro. Cinco hermanos somos, yo el más chico, pero en ese tiempo estaba ya casado, con tres pibes. Nosotros somos de una familia muy antigua del Tigre, no de abolengo, pero un Juan Bautista Brid fue nombrado por Liniers, Tte. 1° de las milicias urbanas, cuando las invasiones. Mi padre había malvendido algunas propiedades, que no era mucho, otras le quitaron y era empleado; así que yo nací pobre y sigo siéndolo. Nací en el Tigre, me casé en el Tigre y sigo viviendo en el Tigre. Y cuando empezó el bombardeo, allí a pocas cuadras hubo espanto general. Ahí en la cooperativa todos los empleados salían corriendo abandonando el trabajo. Y yo fui para Plaza de Mayo. No. No sé bien por qué, quizá por deseos de defender, eso es: para defender. Y entonces me voy. Plaza de Mayo parecía cuando el fantasma de la Ópera lo corren; la gente despavorida por el medio de la calle, los coches abandonados. Gente lastimada, muertos por todos lados. En la esquina de la Municipalidad había un grupo de gente. Yo no sé qué me pasaba, los increpé, los insulté a ellos. –Manga de cobardes –les dije. Y algunos fuimos para la Plaza, pero el bombardeo seguía y nos tuvimos que volver. Entonces vimos la armería esa que está frente a la Catedral y empezamos a levantar la cortina entre todos. Ahí fue cuando desde el techo de la MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Catedral nos tiraron unos balazos. Y la mano de Dios, ¿no? salimos corriendo para guarecernos y justo una bomba cae cerca y perfora la persiana y el lugar donde nosotros acabábamos de estar. De ahí empezamos a deambular por el centro pero nos dábamos cuenta de que no había nada que hacer, queríamos hacer algo, armas, todos pedían armas. Así, hasta la tardecita, andábamos entre el humo y los últimos tiros. Después me fui caminando hasta Retiro, para el lado de casa. Pero yo ya estaba cambiado. Bronca, porque noté que esta gente que estaba trabajando para derrocar a Perón, no hacía sólo eso, sino que estaba en contra del pueblo; nos habían tirado desde los aviones, desde la Catedral y nosotros no teníamos armas. Yo ya era otro. Volví al día siguiente, no trabajé, miraba los destrozos y me sentía hervir; había sido una masacre donde murieron muchos, cualquiera. En ese momento me sacude ese bombardeo y yo empiezo mi actividad política. Yo estaba emocionado y empecé a tratar de conectarme con alguien, pero no era afiliado, no era nada. Andaba con ganas de hacer, pero como bala perdida. Formábamos algunos grupos, espontáneamente, cuando las manifestaciones, pero uno se veía un momento y después perdía el contacto. Así hasta el 16 de septiembre. Estuve esos días como enloquecido, sin saber qué hacer. Salía de casa a la mañana con el pretexto de ir a trabajar pero me juntaba con la gente que como yo andaba por el centro, formábamos grupos, manifestaciones relámpagos y así. Hasta que el día que bombardearon la Alianza, ese mismo día, no recuerdo a qué hora, nos habíamos juntado unos cuantos por Avenida de Mayo y nos fuimos hasta el local de la Alianza. Ahí estaban atrincherados, empezamos a gritar y yo les pedí una bandera. Insistí, insistí hasta que me tiraron desde los balcones una de esas banderas largas que tenían. Con eso iniciamos una manifestación. Yo iba de abanderado. Agarramos San Martín hasta la Avenida de Mayo, gritábamos Perón y la gente se iba sumando. Luego por la Avenida 9 de Julio hasta no recuerdo qué calle y fuimos a parar a la CGT. Me acuerdo, era un día lluvioso. Las puertas de la CGT estaban cerradas. Adentro se veía gente, pero todo cerrado. Así que empezamos a pedir, a gritar. No sé, parece que queríamos otro 17 de Octubre. Pero el señor Di Pietro nos pidió por el parlante que nos retiráramos, que nos dispersáramos en orden. No le hicimos caso, dimos la vuelta, pero ya éramos menos. Los sindicalistas allí encerrados, quietos, descorazonaron a muchos. Quizás si ellos hubieran salido, podríamos haber levantado Buenos Aires. Los que quedamos nos volvimos para el centro. Pero ya la cosa había cambiado. La policía estaba empezando a reprimir todo lo que fuera o tuviera olor a peronista. La columna que había quedado, chica, la componíamos los más decididos, pero éramos pocos. Se nos cruzaron varios furgones cargados de policías, les gritamos Perón, Perón, pero empezaron a tirar. Tiros, claro, nada de gases. Nos espantamos, hay que decirlo, ¿no?, algunos quedaron tirados, no sé si heridos, muertos o qué, yo perdí la bandera que quedó, me acuerdo, sola en el medio de la calle, estirada y sola. No sé cómo, me vi en un tranvía 1956 - 1976 53 1956 - 1966 54 que tomamos con un grupo de muchachos. Fuimos hasta Constitución y de allí volvimos; la policía ya estaba haciendo desastres. Perón ya estaba en el buque o estaba por ir, no sé. Habíamos perdido y la rabia se nos mezclaba con una tristeza. Bueno, no lo concebía. Yo entendía que Perón tenía que quedarse. No podía ser, si todos le respondíamos, el pueblo entero estaba con él. Con el tiempo, yo me volví un peronista total, lo conocí a Perón y he luchado por él, me he hecho enemigos; pero no entendí nunca por qué se fue. Habrá tenido sus motivos, ya sé, pero yo entiendo, revolucionariamente, pienso que tendría que haberse quedado. Cae Perón. Yo creo cómo la oligarquía se toma la revancha. Quema un montón de lugares, parecía que querían borrar todo en un día. Saqueaban. Yo me hacía cada vez más peronista. Poco a poco nos vamos conectando gente que pensábamos lo mismo, que había que pelear. Así hasta que me notifican clandestinamente que había un movimiento militar que se preparaba para tomar el poder otra vez. Hubo uno antes, el de Gentiluomo, pero yo no supe nada, recién empezábamos y había mucho desorden. Nosotros teníamos un grupo en el Tigre y gente de la Capital me anoticiaron de lo que se preparaba. Empecé a ver gente. A nuclear. Hicimos algunas reuniones, varias en mi casa, hasta que nos dan como zona de operaciones el Barrio de la Boca. Valle era el jefe, algunos sindicalistas hacían de enlace. Debíamos esperar cerca del puerto, en las cantinas. Cuando se tomara el Arsenal Esteban de Luca nos iban a proveer de armas y materiales y órdenes precisas; en general, debíamos provocar atentados en los buques de la Marina que estaban allí atracados, tapar el canal y esas cosas. Estábamos en varias cantinas, esperando. Fue la noche que peleó Lausse con Selpa, lleno de gente. Había enlaces. Habíamos tomado varios camiones del Correo que teníamos en la zona y con ellos debíamos ir a buscar el armamento hasta el arsenal en cuanto estuviera en manos peronistas. Nosotros sentimos el tiroteo, nosotros los del Tigre éramos diez, por las caras debía haber muchos, pero cada grupo tenía su enlace y no nos conocíamos. De a poco nos fuimos enterando del fracaso; primero que lo del Arsenal había fracasado, que estaba la ley marcial, en La Pampa se estaba triunfando, en La Plata se peleaba, pero en síntesis las cosas no habían salido. Pero nos quedábamos tercamente en las mesas, no nos movíamos, esperando, esperando un milagro que no ocurrió. A las cinco de la mañana, de a dos nos fuimos yendo. En casa, mi mujer estaba pegada a la radio. Ella sabía la misión que yo había ido a cumplir. Le di un beso y me acosté. Era medio amarga la cosa. Amigos, amigos, no. Pero compañeros conocidos, sí. Entre los que fusilaron estaba Lizaso. Fueron unos cuantos los fusilamientos, del grupo nuestro no mataron a nadie. Así que como eso fracasó, nos pusimos a trabajar más duro. Perdimos los contactos con los militares, pero trabajábamos clandestinamente para que un movimiento militar consolidara lo que nosotros hacíamos. Fuimos formando MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 células, buscando armas y materiales. Todavía en aquel tiempo creíamos en el golpe de Estado peronista El grupo que había participado en el levantamiento del 9 se componía de todos muchachos de la zona, había un ex concejal y después, muchachos como yo, nuevos. Justamente uno de ellos estaba muy preocupado por las impresiones digitales que habíamos dejado en las bombas. Eran unas molotov que, ante el fracaso, dejamos abandonadas bajo el puente grande que hay en La Boca. El muchacho este estaba intranquilo porque había salido en el diario que se encontraron esas bombas. –Y ¿qué hacemos? Mirá que está la Ley Marcial todavía –me dijo. –Y, bueno, ya te vas a dar cuenta, si te vienen a buscar es porque aparecieron las impresiones digitales. Nos reímos un rato. Después no pasó nada. Capítulo II. Empezamos así nomás, a la que te criaste Bueno, después del fracaso del golpe del 9 de junio, empezamos a organizarnos otra vez. Para otra revolución, ¿no? Nos reuníamos por la zona. En San Fernando hicimos una vez una reunión y formamos el comando Zona Norte, que daría mucho que hablar más tarde. Teníamos una organización celular. Ahí fue cuando iniciamos la industria de la resistencia. Modesta, claro. Empezamos del principio, a fabricar pólvora. A uno le parecía que era de una manera, a otro de otra. Experimentábamos, así nomás, a la que te criaste, ninguno era especialista. Algunos nos quemamos más de una vez, otros muchachos, pobres, quedaron marcados para toda la vida; uno perdió un ojo, otro un brazo cuando le estalló un “caño” mal preparado, en fin, costaba bastante aprender. Mezclábamos sal de Chile, carbón de álamo, clorato de potasio, azufre. Por fin, llegamos a la pólvora negra. Me acuerdo que hasta azúcar impalpable usábamos. Era pólvora de cohete, al fin y al cabo ¿no? pero nosotros no sabíamos cómo conseguirla, así que nos largamos a fabricarla. Al principio costó, después repartíamos los “caños” para todo el mundo que anda en estas cosas. El clorato y el carbón los comprábamos en las farmacias. El clorato viene en pastillitas, así que teníamos que hacerlo polvo triturándolo con un sifón; la sal de Chile se vende en las semillerías. En esta parte me junto con Carlitos Romagnolli, que sería para siempre un compañero inseparable. Las noches y hasta los días que nos habremos pasado metidos en una pieza llena de elementos, mezclando unos con otros hasta lograr algún resultado. Pensar que después llegaron los materiales pesados a los que sólo había que ponerles mecha y detonante y listo. Fue una época donde todo se hacía así, a pulmón. Los “caños” eran toda una obra de ingeniería. Comprábamos pedazos de caños cualquiera, los tapábamos de un lado y les hacíamos rosca del otro; los rellenábamos con la pólvora, adentro un tubito de ácido sulfúrico; cuando se 1956 - 1976 55 1956 - 1966 56 invertía el “caño” el ácido entraba a funcionar hasta que llegaba al clorato, fuego y explosión. Hacían un ruido bárbaro, pero puro ruido nomás. En realidad eran petardos grandes, nunca pasó nada. Fueron las primeras bombas que se hicieron en el país. Eran muy peligrosas para quien las llevaba. Hubo muchas desgracias entre los compañeros, en cambio nunca se hirió a nadie en un atentado con esas bombas; ruido, nada más. Entonces nos convertimos de fabricantes en distribuidores. Con un equipo de canillitas que estaba incorporado al grupo nuestro repartíamos los “caños” por toda la Capital y el Gran Buenos Aires. ¡Hasta al Interior mandamos! Después pasamos la fórmula y se empezó a fabricar en otros lados: hubo más accidentes. Pero comenzó el ruido, por todos lados explotaban bombas. No teníamos armas, no podíamos hablar, ni votar, ni nada, ni explosivos en serio teníamos, era la única forma de poder contestarle a esta gente lo que nos negaba. No teníamos libertad de prensa, no teníamos nada; sólo teníamos el 4.161, que si nombrábamos a Perón, con nombrarlo nomás ya íbamos en cana; ni siquiera una foto podíamos tener en nuestra propia casa, entonces apelábamos a los “caños”. Para esa época empieza la organización. Hasta ese momento nosotros no teníamos contacto directo con Perón ni con nadie. Más bien era una cosa nuestra, espontánea. Hasta que un día llegó Peter Castro… El “Negro” Peter Castro. Él nos nucleó y promovió la primera organización de la resistencia. Él se dedicó a nuclear, a reunirse clandestinamente con todos los grupos. Era un hombre de confianza, para nosotros, él había sido lugarteniente de Tanco en la Revolución del 9 y había hecho de enlace, así que fue formando todo. En realidad hizo un trabajo muy bueno. Me acuerdo que tenía pinta de militar y nosotros siempre creíamos que lo era, incluso pensábamos en un nombre falso. Era de buen porte y seco para hablar, pero le gustaban mucho los chistes y nunca soltaba prenda de nada; cuando lo apurábamos con alguna pregunta, salía con un chiste y no sabíamos si había contestado en serio o en broma. Lo encontrábamos en todos lados. Una vez, para salir de dudas, un compañero le sacó la cédula de un saco que dejó colgado de una silla y decía: “Fulano de Tal, General de la Nación” Nos quedamos todos mudos, pero quedó el enigma, aunque supimos que general no era. Bueno, él se convirtió un poco en el responsable, en el Jefe de la Resistencia o de los grupos. Hasta que llegó el momento de mandar a alguien a ver a Perón, que estaba en Centroamérica, a consultarlo, a decirle lo que estábamos haciendo: resistiendo. Pero necesitamos algo concreto. Ahora bien, todos nosotros, el que más que menos, por razones de trabajo, familiares o porque estábamos perseguidos o marcados ya por la policía, no podíamos viajar. Entonces, Peter Castro buscó un compañero sin mucho que ver en la cosa para que llevara nuestra correspondencia a Perón. Consiguió uno que andaba dando vueltas por ahí, pero que nunca se había metido en nada. Se llamaba Jorge Daniel Paladino. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Se fue enviado por Araujo –que está en Cuba ahora–, por Pedro San Martín, y Peter Castro, para que hiciera de mensajero, ¿no? Él debía recibir las órdenes para el comando y transmitirlas. Fue como estafeta y volvió como Jefe. Con cartas y órdenes de Perón que lo nombraban jefe de la resistencia. ¡Vaya a saber qué le dijo a Perón! Nosotros ni lo conocíamos. Él se sabía reunir –antes– en un café de la calle Uruguay donde servían café a bola, que le gustaba mucho, pero nadie lo conocía. Vino entonces a suplirlo a Peter Castro. Muchos grupos se rebelaron contra él; encauzamos la cosa los de la Zona Norte y los del Oeste. Lo cuestionamos porque él no tenía ningún mérito como para ser nuestro jefe, y nos abrimos. Pero algunos compañeros, claro, impresionados por las cartas y órdenes de Perón, lo aceptaron. Así fue, por un viaje, Paladino consiguió la jefatura y nosotros comenzamos a trabajar por nuestra cuenta. Nos abrimos. Peter Castro no quiso luchar por el cargo, se apartó. Paladino le inició una campaña de desprestigio y el hombre quedó relegado. Con Romagnolli entendíamos que había que buscar formas más potentes de agresión al régimen, ya la pólvora negra fabricada en casa no nos servía. Así que empezamos a tender los hilos hasta que de Mar del Plata nos llegó la salida: las canteras trabajan con dinamita y otros materiales más poderosos. Había que ir a buscarlos allí. Trabajando sobre un dato, salí para Mar del Plata con una compañera que más tarde se destacaría como una de las principales combatientes. Me alojaron en una casa deshabitada y esperé mientras se preparaba todo. Pero allí interviene Paladino: manda una comunicación para que no se me preste apoyo, los compañeros vacilan y no puede hacerse la cosa. Paladino prefirió mantener la cuestión formal a que se realizara la acción. Pero un compañero de Mar del Plata me dice: –No se aflija, yo me voy a encargar de buscar algún polvorín. Yo volví a Buenos Aires con pocas esperanzas. Pero el hombre cumplió. A los quince días siento que golpean las manos en la puerta de casa y allí estaba él. –Mire –me dice–, hay un polvorín allá que se puede tomar. Era uno en Batán. Me fui corriendo a verlo a Carlitos Romagnolli que vivía en Moreno. Yo no tenía medios de movilidad; había que traer no sé cuánto material de vuelta. Él me consigue un hombre con un camión; el tipo ni era peronista ni sabía a qué iba, pero Carlitos era un crack, un artista para convencer gente para esas cosas y se lo llevó a Mar del Plata. Lo dejamos en un lugar, que nos esperara, y nosotros nos fuimos a tomar el polvorín. Éramos tres. Fuimos a la mañana; lo miramos y a la noche le dimos. Carlitos tenía una pistola 765, yo una tenaza de cortar alambre y el otro compañero nada. Creíamos que iba a estar custodiado, así que fuimos rodeando con mucho cuidado, pero cuando llegamos vimos que no había ni sereno. El camión lo teníamos en la ruta que estaba como a 500 metros. Cuando vimos que la cosa era fácil, nos pusimos a cargar cajones hasta que nos agarró la 1956 - 1976 57 1956 - 1966 58 madrugada; quedamos deshechos, nos caíamos de cansancio porque teníamos que cruzar con cada cajón un campo arado, llegábamos muertos. Cargamos unos setecientos kilos de dinamita. Fuimos a buscar al chofer, agregamos unos cajones vacíos como si esa fuera la carga y nos volvimos para Buenos Aires; parecíamos chicos con un juguete nuevo: el chofer nos miraba raro, pero ni se imaginaba qué pasaba; él creía que éramos contrabandistas. Setecientos kilos de dinamita… ¡para nosotros que fabricábamos a mano pólvora negra! El asunto ni se publicó en los diarios: resulta que el polvorín era de contrabando… ¡si lo hubiéramos sabido lo habríamos vaciado todo! Ahí empezó la época de los materiales pesados, el ruido se les volvió mucho más embromado a los “libertadores” y algunas casas, dependencias militares o estatales empezaron a derrumbarse después de las explosiones; la cosa terminó de ser nada más que un susto. Es que ya habían empezado también las torturas. Por los familiares de los compañeros que van cayendo presos nos enteramos que la policía había endurecido la mano. La picana era lo más común y la biaba, segura. A más, los allanamientos eran feroces, ¿no? Entraban a la casa de uno a las patadas, no respetaban mujeres ni chicos, daban vuelta todo y se metían en las casas, no sólo de los buscados, sino de sus familiares y amigos; se llevaban preso a cualquiera y la ligaba cualquiera. Para ese tiempo, un comando civil o la policía argentina realiza en Montevideo un operativo arreglado con las autoridades de allá, seguro. Asaltaron la casa del Dr. Colomb, que hacía de enlace y de punto de referencia con gran parte de la Resistencia y le llevaron, entre otras cosas, una lista con nombres de contactos; entre esos nombres había un Brid, que venía a ser yo. Entonces me salió la captura recomendada y pasé a la clandestinidad, pero la policía detuvo a un sobrino mío. Su señora vino a verme asustada, afligida “por si le han pegado” porque no se lo dejaban ver. Así que yo me fui hasta la comisaría del Tigre y pedí hablar con el comisario, le dije que quería verlo y sacaron la excusa de que estaba incomunicado, “pero yo quiero verlo, nada más”. –¿Y para qué? –me dice el taquero. –Porque quiero ver si no lo han torturado… Me sacaron poco menos que a las patadas, pero no se dieron cuenta de que era a mí a quien buscaban. Bueno, ya teníamos contacto con Mar del Plata y un grupo esperaba allá, de Rosario vinieron algunos muchachos y el Chango Mena era el enlace con las provincias del Norte. El material robado en Mar del Plata lo llevamos a una casa de Cañuelas. Era de un tano que nos la prestaba. Allí había un mimeógrafo, papel, tinta, todos los materiales para imprimir volantes y esas cosas; también una bicicleta con cussiolo que usaba Carlitos para ir y venir; a más de los explosivos que venían a buscar de todos lados. Mena trajo bastante de las canteras del Norte. Allí vivía yo, ya que estaba perseguido por la policía. Como tenía más tiempo MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 porque debía estar mucho encerrado, preparaba y preparaba material que era retirado inmediatamente. Dos compañeros, el “Gordo” Pracánico y Manito, que trabajaban con nosotros, son entregados por un lanchero que los llevaba clandestinamente al Uruguay. Torturados bárbaramente debieron dar algunos nombres, entre ellos el mío. Yo me enojé un poco, así que un día me puse unos lentes y una gorra y con el padre de Pracánico y la hija me fui a la comisaría de Vicente López a verlos. A hacerle lío a Manito, que me había nombrado. Me hice pasar por tío, cuando ellos me vieron no querían creer. Allí me puse a discutir con Manito, pero cuando me dijo lo que le habían hecho me daban ganas de llorar. Bueno, me enteraron de lo que sabía la policía, la gente que había marcada y todo eso. Para ese tiempo, también había caído un grupo de gente de San Martín y otro de Lanús; de la Zona Norte, el único que quedaba era yo, así que había que demostrarle a la policía que la organización estaba en pie. Trabajábamos como locos; no pasaba día sin que reventaran dos o tres caños por todos lados. Le metíamos por donde menos lo esperaban, volanteadas, pintadas; éramos hombres orquesta… (…) Capítulo V. El golpismo y el electoralismo: dos frustraciones impulsadoras de la lucha por el poder Bueno, aprovechando que todo el mundo andaba en el quehacer político, y nosotros también teníamos la cobertura de ser miembros de Comando Táctico, aprovechábamos esa cobertura para seguir en las actividades subversivas. Porque nosotros no creíamos en la salida política que se le prometía al peronismo por esos años. También en ese tiempo se hablaba de elecciones “libres”, de “juego limpio” y todas estas cosas que se hablan también ahora; la cosa fue, que los políticos entraron en el asunto como caballos y cuando fueron a elecciones y ganó el peronismo, los milicos vieron esto, dieron el golpe de Estado y a otra cosa. Frondizi también anuló las elecciones cuando las ganó el peronismo, a ver si se salvaba del golpe, pero ya era tarde. Nosotros no creíamos en esos cuentos de elecciones para el peronismo, como no lo creemos ahora, con la diferencia que ahora uno dejó de andar ya, pero están los pibes que no son ningunos giles y no los engrupen con las elecciones; esos entretenimientos para bebés. Volviendo entonces a la historia. Un intento de comprar explosivos en el exterior nos indicó que [era] muy caro y arriesgado, sobre todo traerlos. Yo propongo el viejo método de mayor cantidad y menor costo. Me hago un viaje a Mar del Plata, veo a los muchachos del antiguo Comando de esa ciudad. Estaban contentos porque yo caí preso y no había mandado a nadie adentro. Bueno, nos ponemos en campaña y ellos aconsejan un golpe en Olavarría, una cantera en Loma Negra. Formamos un equipo en Buenos Aires y fuimos a hacer la cantera. 1956 - 1976 59 1956 - 1966 60 Éramos siete. Fue una cosa fácil: hacer saltar un candado. Dejamos el camión en la ruta, a unos doscientos metros de donde sacábamos el material y cargamos 700 kilos de dinamita gelinatizada al 30 y 60 por ciento; material muy bueno. Era un sábado, y el domingo no fue el personal y hasta el lunes no descubrieron el asunto, así que hicimos un viaje muy tranquilo; nos volvimos en el camión, los demás en micro y nos esperaron en la entrada a Buenos Aires. En pleno mediodía del domingo, en una casa de la zona norte empezamos a descargar los cajones. Era un lugar muy propicio porque parecía inimaginable que allí se guardara ese tipo de cosas. Me acuerdo que en el camión había un olor que apestaba, porque ese material no huele muy lindo, ¿no? Al otro día, el lunes volví al lugar donde estaba el material, con otro camión y otro compañero, saqué el material, lo cargamos y lo llevamos a otro lado. Por supuesto era Carlitos Romagnolli el que me acompañaba. Al cambiar de lugar, se cuidaba la seguridad: el grupo que hizo la operación ya no sabía dónde estaba el material. Desde donde lo llevamos comenzamos a distribuirlo. Pero al salir en los diarios publicado el robo de dinamita, a mí se me armó un problema en casa. Resulta que yo le había prometido, al salir de la cárcel –cuatro meses atrás–, a mi mujer que no me iba a meter más en nada. Así que cuando el viaje a Mar del Plata, yo le dije que iba para Rosario. Pero la vieja vio en los diarios lo de la cantera, lo relacionó con mi viaje “a Rosario” y se me vino encima. Yo dije al principio que no había sido, negué, negué todo lo que pude pero al final le tuve que decir que sí; ¡qué bodrio que se me armó!, un lío peor que si me hubiera agarrado la policía, pero al final –firme la vieja– entendió, entendió y se conformó. Como se conformó siempre después, me acompañó sin aflojar en todo: tendría que hacerle un monumento. Para el tiempo de la gran huelga metalúrgica de 1959, las formaciones especiales colaboraron activamente. Sin embargo ocurrió un hecho muy lamentable del que fue protagonista el compañero Benito Moya. Junto con una compañera se disponían a poner una bomba en las oficinas de Siam en la Av. de Mayo, que tenía fondos a la calle Yrigoyen. Como debieron hacer tiempo para llegar al momento indicado, se sentaron a tomar un café en un bar de las inmediaciones. Cuando estaban allí, advirtieron que del portafolios donde estaba el explosivo salía humo, lo que indicaba que se había puesto en actividad el mecanismo de explosión, que se haría inminente en pocos segundos. Tomaron el portafolios y salieron corriendo hacia la calle con el fin de evitar víctimas en el bar. Ya en la calle tiraron el portafolios contra la pared con tan mala suerte que justo embocó en la puerta de otro bar vecino, y allí explotó. A consecuencia de esto, hubo que lamentar la vida de un parroquiano y varios heridos. Entre nosotros esto se tomó como una terrible tragedia ya que siempre se trató de evitar víctimas; sólo por un accidente de este tipo las cosas salieron de esa manera. La compañera de Moya fue detenida en las inmediaciones y Moya identificado. Se planteó entonces la necesidad de tener que sacarlo del país. Fue así, que para tratar esto e investigar las causas reales y la responsabilidad por lo MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 ocurrido, debió hacerse una reunión de varios activistas. Como varios de ellos estaban en la clandestinidad y activamente buscados por la policía, se simuló una fiesta familiar en la casa de un compañero, como la forma más segura de evitar que la reunión del grupo llamara la atención. Se decidió que Moya fuera trasladado a Bolivia y a mí se me encargó la misión de guiarlo y acompañarlo. A Moya lo maquillamos, ya que los carteles con su fotografía estaban en todos lados. Y salimos en avión con documentación falsa y así llegamos sin inconvenientes mayores hasta Tartagal. Un compañero debía esperarnos con un camión, en cambio –cuando llegamos al aeropuerto– nos encontramos con tropas que después supimos custodiaban el avión del ministro de Guerra, general Larcher. Pasada la primera impresión optamos por que él se quedara escondido en una zanja mientras yo iba hasta la ciudad a requerir los servicios de los compañeros de la zona. Conseguí una camioneta, lo fui a buscar a la zanja donde prácticamente se lo estaban comiendo los bichos. Fuimos entonces hasta Pocitos (Argentina) y abandonamos la camioneta; cruzamos a pie la quebrada, gambeteando las patrullas de Gendarmería que custodiaban la zona. Así llegamos a Pocitos boliviano y tomamos un colectivo a Yacuiba. Un compañero argentino que vivía allí nos facilitó una camioneta y con ella nos fuimos a Sananadita, un lugar oculto en medio de la selva donde había un puesto de campesinos armados, que ya habían sido avisados de nuestra llegada y nos recibieron con júbilo. De ahí me volví. Bueno, el trabajo clandestino se hizo más organizado. Las huelgas eran activas, quiero decir que tenían el apoyo nuestro. Por ejemplo, en la huelga de 48 horas que hizo en el 59 las “62 organizaciones” se combinó todo y estallaron en esos dos días 72 bombas. Eran los tiempos en que la dirección sindical peronista era combativa, aún no se había burocratizado y los planteos conmovían en serio al régimen. En una huelga de los obreros de gas del Estado, a los que no se les reconocían sus derechos, se los cesanteaba, se los metía presos, los reprimían. Ellos pidieron apoyo a las organizaciones especiales. Una acción que coincidió con esta huelga –la voladura de la planta envasadora de gas en Mar del Plata– convenció al gobierno de la necesidad de implantar el plan Conintes. Más adelante contaré cómo fue la cosa. En este tiempo también empezamos la fabricación de granadas, las que se conocieron popularmente, digamos, como “ravioladas”. Con un compañero del gremio metalúrgico vimos la posibilidad de producirlas. Él consiguió que un matricero hiciera la matriz para producirlas en serie. Se montaron varias fábricas de estas. Por nuestra parte la hicimos sin necesidad de montar taller. Un día me presento a un taller metalúrgico chico, pido hablar con el dueño y le digo que soy un directivo de YPF y que necesito que me haga esas carcazas, necesarias para las perforaciones por explosión. El hombre me creyó en seguida y empezó a fabricarlas, y con mucho esmero, ya que las que salían con un poro por defecto de material las tiraba a un patio que tenía, y allí se amontonaban porque –decía– esos poros le podían hacer perder fuerza a los gases. Nosotros tratábamos de convencerlo de que no fuera tan cuidadoso, porque el taller estaba a dos cuadras de una brigada 1956 - 1976 61 1956 - 1966 policial y el patio daba a la calle, así que cualquiera veía las carcazas inútiles amontonadas. Pero no pasó nada; hicimos cuatro mil, le pagamos y nos fuimos. Era un hombre responsable, pero nos hacía sudar la gorda. Paralelamente –mientras se cumplía el encargo de las granadas– fuimos a conseguir los detonantes. Con el mismo procedimiento de otras veces, caímos en una cantera y nos llevamos más de diez mil detonantes eléctricos y de mercurio. Es que se estaba gestando otra revolución y nosotros, creyéndolo ingenuamente a algunos militares, nos preparábamos otra vez para apoyarlos. Hasta había un Estado Mayor Revolucionario que yo integraba; había almirantes, un general y un comodoro, a más de algunos gremialistas que estaban en la cosa con nosotros y un par de políticos. Era la revolución y la contrarrevolución planificando sobre una misma mesa. Por eso que nunca se llevó a cabo. Era en tiempos de Frondizi, pero nosotros sabíamos que teníamos que derrocar al régimen, del que Frondizi era un accidente, porque a él lo manejaban como querían, así que no nos importaba si Frondizi caía o no; había que voltear todo. Fuente: Juan Carlos Brid, “1955-1970. Quince años de resistencia”. Recopilación de notas aparecidas en Nuevo Hombre, Buenos Aires, 1971-1972. Gentileza Alejandro Fernández Mouján - El Perro en la Luna 62 Los resistentes (2009), de Alejandro Fernández Mouján, documenta relatos de algunos de los protagonistas de la Resistencia Peronista, entre 1955 y 1965. Son hombres y mujeres de más de 70 años que recuerdan esa lucha clandestina y que se reivindican aún como resistentes. En cierto modo, la película apuesta a recuperar en el presente un segmento de la historia del peronismo –la etapa de la Resistencia– que muchas veces ha quedado ocluido o poco revisitado. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS DESARROLLISMO Y MODERNIZACIÓN Dos vectores que atraviesan las discusiones políticas, económicas y culturales de las décadas de 1950 y 1960 (aunque sus premisas pueden rastrearse años antes, y sus efectos pueden reconocerse años después) son los tópicos en torno al desarrollo y la modernización. El desarrollismo, como perspectiva económica gestada en la CEPAL, tiene en Raúl Prebisch y su “Informe económico” (realizado a pedido del gobierno militar que asume luego del golpe de Estado de 1955) a uno de sus principales propulsores; como contraparte, Arturo Jauretche sintetiza en su obra El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje, buena parte de los argumentos que desde una perspectiva nacional-popular se esgrimen contra esa concepción. Por su parte, Arturo Frondizi, en varios trabajos publicados en los años cincuenta, defiende una propuesta desarrollista que, al mismo tiempo, blande las banderas de la defensa del interés nacional contra las potencias extranjeras. Sin embargo, a los pocos meses de asumir como presidente de la Nación, sus acciones y sus discursos revelan un giro drástico respecto del tema petrolero. Por otro lado, mientras la cuestión social exhibe una continuidad en las luchas del movimiento obrero organizado –que puede ubicarse en el trayecto que va de los congresos sindicales de La Falda al de Huerta Grande–, en el ámbito cultural emergen un conjunto de transformaciones que supieron ser tematizadas bajo la idea de modernización. El debate entre laica o libre, en el campo educativo; la aparición de nuevas publicaciones periodísticas y culturales; y la recepción de nuevas corrientes teóricas, como el psicoanálisis lacaniano, pueden señalarse como algunos emergentes de ese fenómeno. 1956 - 1966 Las dos perspectivas económicas POR ARTURO FRONDIZI En una obra publicada un año antes de asumir el gobierno, Arturo Frondizi retoma algunos de los tópicos más importantes que venía promoviendo desde hace ya más de una década y que serán banderas fundamentales de su campaña presidencial. Entre otros temas, el dirigente radical destaca la importancia del desarrollo industrial para el crecimiento económico. Sólo la “conjunción armonio­sa de la industria, la minería y el agro”, bajo una perspectiva de fuerte defensa del interés nacional, podría torcer el modelo de atraso que habían forjado los intereses de las potencias extranjeras “valiéndose de manos argentinas: la vieja oligarquía”. La Argentina se encuentra ante una encrucijada de su desarrollo económico. Hoy nuestro país está frente a dos caminos que desembocan en dos diferentes perspectivas económicas. Uno es el mantenimiento de una producción preferentemente agropecua­ria, aun a costa de nuestro progreso industrial y de la concentración de toda la potencia económica argentina en un radio de 300 kilómetros con centro en el puerto de Buenos Aires. El otro es la promoción conjunta de toda su economía, reconociendo el alto rango de la actividad agropecuaria pero completándola con las tareas industriales, la explota­ción de las demás fuentes de riqueza, el despertar de las regiones atrasadas, la creación de centros económicos en todas las latitudes del país: en suma, la conjunción armonio­sa de la industria, la minería y el agro. El primer camino reserva a la Argentina el papel de apéndice agrario de las potencias manufactureras, favorece la deformación del país y deja sin utilizar muchos de los recursos materiales y humanos que componen el pa­trimonio nacional. El segundo camino conduce a la estabilidad económica, al aprove­chamiento ordenado de todos los recursos en las varias facetas del prisma económico y a la integración del ser nacional. Aquel nos devuelve a un pasado histórico modelado por artífices extranjeros valiéndose de manos argentinas: la vieja oligarquía. Este nos abre el horizonte de un porvenir generoso, amasado con nuestras propias manos. De la política económica que adoptemos dependerá, pues, el desenvolvimiento o la frustra­ción de posibilidades inmensas. Si la Argentina ha quedado rezagada en el proceso de desarrollo económico mundialmente acelerado desde mediados del siglo xix y que transformó la fisonomía de 1956 - 1976 65 1956 - 1966 66 Occidente, no ha sido por carecer de recursos materiales y humanos, por cierto, sino por la actitud negativa de sus viejas clases dirigentes. El extraordinario nivel alcanzado por Estados Unidos en la misma época en que en Argentina comenzaban a despertar sus fuerzas productivas, es la demostración más aca­bada de lo que aquí habría podido hacerse si nuestros dirigentes, orientándose en una política de sentido nacional, hubieran tendido al aprovechamiento autónomo y racional de nuestros abundantes medios rentísticos, en lugar de preferir una postura de mero complemento alimenticio respecto de los países europeos industrializados. La referencia al caso norteamericano es imperiosa. La similitud de clima y de re­ cursos naturales entre ambos países permitía esperar en el nuestro un desarrollo estruc­ tural simétrico, aunque proporcionado a nuestra menor dimensión en territorio y pobla­ción. Pero la comparación del crecimiento operado, fuertemente dispar, no guarda relación alguna con aquellas bases económicas. Al cabo de casi un siglo, nuestro país sigue aún a la defensiva, sometido a criterios que plantean al porvenir nacional una fal­sa disyuntiva, como si nuestra opción sólo consistiera en subordinarnos a una potencia europea o a una americana. Sin embargo, la Argentina posee todo lo necesario para ser un país grande y prós­ pero, que asegure a su pueblo un muy alto nivel de vida. Podemos alcanzar lo que lo­graron Estados Unidos y Canadá con recursos naturales como los nuestros y lo que Gran Bretaña, Suiza o Japón, con menos territorio y menos recursos naturales que nosotros, supieron también lograr. Es fundamental tener presente la realidad histórica. Esa realidad nos dice que el pro­ceso de la transformación económica, técnica y social conocida bajo el nombre de “re­volución industrial” no ha concluido. Por el contrario, todo autoriza a afirmar que es­tá comenzando a difundirse en escala mundial. Como se sabe, ese proceso consistió en abandonar el artesanado y la explotación agrícola familiar y autosuficiente y sustituirlos por el sistema fabril, la maquinaria y la energía mecánica. Se equivocan quienes lo conciben solamente como un episodio o tendencia que produjo grandes cambios en la Inglaterra de hace poco más de un siglo y que algo más tarde tomó fuerzas en Nortea­mérica, Alemania, Japón y otros países; como algo concluido y de lo cual ya no pueden esperarse más cambios. La realidad es otra. La revolución industrial es un hecho en marcha, que prosigue y crece con más fuerza en cada generación. Vivimos una nueva era de maquinismo, producción en masa, automatismo fabril y captación de nuevas ener­gías, que está modificando la naturaleza de todos los problemas económico-sociales. Esa era, que a nosotros también nos rodea y nos empuja, apenas empieza a afirmarse ahora, a mediados del siglo xx. Nuestra generación advierte que todos los países del mundo situados en la periferia económica procuran activamente su desarrollo econó­mico y que los pueblos latinoamericanos y las naciones asiáticas están realizando in­gentes esfuerzos para integrar sus estructuras productivas. Puede sostenerse que el gran problema de este momento histórico es, precisamente, el “desarrollo de los pueblos no desarrollados”. Desarrollo que no quiere decir mero aumento de la producción prima­ria, sino diversificación interna de la producción total. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 La Argentina no puede quedar al margen de esa tendencia universal, pues ello im­ portaría su autodestrucción, su suicidio económico. Es, pues, la propia estructura del mundo en que vivimos la que nos impone plegarnos a ese movimiento, para no quedarnos atrás. Solamente necesitamos proponernos esa meta y poner toda nuestra capacidad, nuestra inteligencia y nuestro patriotismo a su servicio. Tenemos que ir limpiamente a los hechos y despojarnos de prejuicios, versiones interesadas y complejos de inferio­ridad. (…) Gentileza Roberto Baschetti Fuente: Arturo Frondizi, Industria argentina y desarrollo nacional, Ediciones Qué, 1957, pp. 19-23, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Biblioteca del Pensamiento Argentino, tomo IV, Buenos Aires, Emecé, 2007, pp. 217-219. Ilustración que acompaña la nota “Petróleo y contratos. De Perón a Illia” publicada en el segundo número de la revista 4161. Órgano de la Juventud Universitaria Peronista en junio de 1964. 1956 - 1976 67 1956 - 1966 68 Discurso de “la batalla del petróleo” POR ARTURO FRONDIZI A poco menos de tres meses de la asunción de la presidencia, y frente a la grave situación petrolera en que se encuentra la Argentina –cuyo consumo diario de ese hidrocarburo triplica el nivel de producción–, el 24 de julio de 1958 Arturo Frondizi realiza un importante discurso donde lanza lo que él llama “la batalla del petróleo”. Librada “en nombre y a favor de la soberanía nacional”, y con el principal argumento de la necesidad del autoabastecimiento hidrocarburífero, esa batalla parece marchar en sentido opuesto a lo que Frondizi había defendido en su libro fundamental de 1954, Petróleo y política. Este abrupto cambio de perspectiva política será tematizado poco después por varios de los intelectuales que apoyaron inicialmente al gobierno, con el nombre de la “traición Frondizi”. El 23 de febrero de 1958 el pueblo argentino demostró, inequívocamente, su voluntad de progreso y realización nacional. En las urnas de ese comicio quedó sellado un compromiso ante la Historia: derribar las barreras que se oponen al desarrollo de la República y lanzar la Nación hacia el futuro. El principal obstáculo al avance del país es su estrecha dependencia de la importación de combustibles y de acero. Esa dependencia debilita nuestra capacidad de autodeterminación y pone en peligro nuestra soberanía, especialmente en caso de crisis bélica mundial. Actualmente, la Argentina importa alrededor del 65% de los combustibles líquidos que consume. Sobre unos 14 millones de metros cúbicos, consumidos en 1957, aproximadamente 10 millones provinieron del exterior. Es el petróleo el que mueve nuestras locomotoras, tractores y camiones, nuestros buques, aviones y equipos militares. Alimenta a nuestras fábricas, da electricidad a nuestras ciudades y “confort” a nuestros hogares. Es la savia de la vida nacional, y nos llega casi totalmente desde el exterior. Porque es vital, obliga a los más ingentes sacrificios. Para que no disminuya la provisión indispensable, la Argentina se ha visto obligada a ser simple exportadora de materias primas, que cambia por petróleo y por carbón. Es decir, que el país trabaja para pagar petróleo importado, petróleo que tenemos bajo nuestros pies y que hasta ahora no nos hemos decidido a extraer, en la cantidad que necesitamos. Esa dependencia de la importación ha deformado nuestra economía. Somos potencialmente uno de los países más ricos de la Tierra y podríamos tener un pueblo con uno de los más altos niveles de vida del mundo. En cambio, vamos empobreciéndonos paulatinamente. La inflación no cede, nuestras máquinas se desgastan y el país está estancado. Cada argentino siente estas consecuencias en su propio hogar, en el creciente costo de la MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 vida, en las dificultades cada vez mayores del transporte y en la imposibilidad de ampliar sus medios de trabajo. La Argentina no puede continuar por este camino, que se ha convertido en una peligrosa pendiente de declinación. En 1930, cuando éramos poco más de 12 millones, el petróleo y sus derivados insumían menos del 8% de nuestras importaciones, y el país producía el 45% del consumo. En 1957, con 20 millones de habitantes, el petróleo y sus derivados representaron más del 21% de las importaciones y el país produjo aproximadamente el 35% del consumo. Todo ello se traduce en estancamiento, paralización y crecientes dificultades para el país. La opción es clara y así lo debo advertir al país: o seguimos en esa situación, debiendo recurrir a una drástica disminución del nivel de vida del pueblo, con sus secuelas de atraso, desocupación y miseria, o nos decidimos a explotar nuestra riqueza potencial para crear las condiciones de bienestar y seguridad de un futuro próximo y cierto. Conocemos la raíz del mal. Sabemos dónde debemos atacar y ahí atacaremos decididamente. Se ha de romper el cerco que ahoga nuestra economía y ensombrece nuestro futuro. Vamos a librar una lucha sin cuartel por la felicidad y la grandeza nacional. Hemos librado ya las primeras acciones en el campo de la siderurgia. Impulsaremos la puesta en marcha de los altos hornos de San Nicolás y daremos todo el apoyo necesario a las empresas siderúrgicas privadas y del Estado, para que la Argentina tenga, en el menor tiempo posible, el acero que le permitirá convertirse definitivamente en un gran país industrial. Lucha en todos los frentes Pero hoy habremos de referirnos a otra gran batalla: la batalla del petróleo. Es la más ardua y la más decisiva, pero es también la más llena de esperanzas, porque la libraremos en nombre y a favor de la soberanía nacional, con el apoyo del pueblo y con el instrumento que la República forjó y preservó a través de todas sus vicisitudes, es decir: con Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Será una batalla absolutamente frontal y, por lo tanto, difícil y de enorme desgaste. Emplearemos, en consecuencia, todos los recursos disponibles. Si el país contara con medios financieros, no titubearíamos en aplicarlos a nuestro petróleo. Lo propusimos cuando el Banco Central tenía reservas de oro y divisas, y si el 1º de mayo de 1958 hubiera habido oro suficiente en las arcas del Banco Central, habríamos ido personalmente a retirarlo para entregarlo a YPF. Pero cuando asumimos el gobierno, las reservas de oro ascendían a 125 millones y medio de dólares, y el conjunto de oro y divisas, a poco más de 250 millones de dólares. A su vez, del 1º de mayo al 31 de diciembre habrá que cumplir compromisos por valor de 645 millones de dólares en el exterior. No disponemos, por lo tanto, ni de un gramo de oro en el Banco Central para YPF. Los argentinos no somos hombres de llorar sobre las ruinas. Por el contrario, sobre estas ruinas, estamos dispuestos a construir un porvenir de grandeza y bienestar en un clima de auténtica soberanía nacional. Lo haremos, cualquiera sean las condiciones en que se nos presente la lucha. Lo haremos con prudencia y serenidad, pero 1956 - 1976 69 1956 - 1966 70 lo haremos también con entera energía. No está en juego nuestro destino personal ni la suerte de un gobierno. Es una encrucijada de la nacionalidad. O seguimos estancados y empobreciéndonos, y nos convertimos definitivamente en apéndices inertes de intereses extranjeros, o nos ponemos de pie y salimos a defender lo que es nuestro, para que la Argentina aproveche los bienes que la Providencia ha depositado generosamente en su seno. El frente de la importación Libraremos esta batalla del petróleo en todos los frentes. En primer lugar, en el frente de la importación del petróleo, para ir reduciendo progresivamente su negativa incidencia sobre nuestra economía. Mientras no alcancemos el objetivo del autoabastecimiento, el petróleo importado debe significar la menor erogación inmediata de divisas que sea posible, para poder aplicar esas mismas divisas a la adquisición de los equipos y materias primas indispensables para nuestro desarrollo nacional. Al llegar al gobierno el 1º de mayo nos encontramos con un contrato firmado con la British Petroleum en abril de 1957. El convenio respectivo, tratado durante la crisis de Suez, estableció la venta de petróleo a razón de 3,31 dólares el barril, o sea casi 21 dólares el metro cúbico. Nos preocupamos entonces de discutir el contrato con la British Petroleum. Obtuvimos que la firma británica redujera el precio de 3,31 a 2,38 dólares por barril hasta julio de este año y a 2,53 hasta diciembre. Es decir, que en lugar de pagar 21 dólares el metro cúbico, pagaremos menos de 16, o sea, una economía de unos 5 dólares por cada metro cúbico de petróleo que importaremos de aquí a fin de año. En el mismo sector de la importación, YPF ha celebrado un convenio con la Unión Soviética, para la provisión de un millón de toneladas de petróleo hasta julio de 1959. El precio fijado es de 2,33 dólares por barril, o sea menos de 15 dólares por metro cúbico. Además, la compra se hace sin uso de divisas, dentro de los términos del acuerdo comercial argentino-soviético de 1953. Es decir, que en este caso se pagarán unos 6 dólares menos por metro cúbico en relación al precio establecido en el contrato promovido con la British Petroleum. Se ha concretado también un convenio por el cual adquirimos petróleo colombiano a cambio de productos nacionales, por un total de 15 millones de dólares anuales, que pueden elevarse a 35 millones. Esperamos también adquirir, en condiciones semejantes, petróleo de Rumania, Venezuela, Bolivia, México y Perú. Reestructuración de YPF Estos acuerdos permitirán atenuar la incidencia de la importación de combustibles sobre nuestro balance de pagos y dejarán libres muchos millones de dólares que podremos aplicar a inversiones reproductivas. Pero la solución de fondo no puede provenir sino del máximo objetivo a alcanzar: el autoabastecimiento de petróleo. Allí es donde el Gobierno está dispuesto a librar la verdadera acción frontal. La Argentina tiene reservas suficientes para apoyar esa ofensiva. Las reservas comprobadas se estiman en más de 500 millones de metros cúbicos y las probables en MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 muchos millones más, que exigirán un gran esfuerzo de exploración y explotación. Si al mismo tiempo se aprovecharan las demás fuentes de energía y se racionalizara el consumo de combustibles, esas reservas alcanzarán con exceso para cubrir nuestras necesidades. Tenemos también el instrumento adecuado. El país cuenta con una empresa fiscal de larga experiencia, técnicas capaces y hábiles operarios. Por obra de los poderosos intereses que han actuado permanentemente en contra de nuestras posibilidades de desarrollo, Yacimientos Petrolíferos Fiscales vio perturbada su eficiencia y presenció el éxodo de profesionales experimentados. Para que cumpla acabadamente la misión soñada por sus grandes propulsores y para que el esfuerzo y la abnegación de sus obreros, empleados y técnicos rindan todos sus frutos, YPF será estructurada de acuerdo con las normas de una moderna empresa industrial. Deberá ser YPF, para siempre, la gran empresa industrial del pueblo argentino. Para alcanzar esa finalidad, la organización de YPF será despojada de hipertrofias burocráticas y se acentuarán los aspectos esencialmente ejecutivos y operativos. A tal fin se dictarán normas orgánicas que respondan a esas exigencias. En la nueva organización, el directorio deberá tener a su cargo la orientación general y la vigilancia de los programas de producción, pero la responsabilidad ejecutiva deberá recaer sobre funcionarios técnicos provistos de amplias atribuciones. Del directorio no deberá excluirse ni al obrero, ni al empleado, ni al técnico de la empresa, y las provincias petroleras deberán estar debidamente representadas. Las distintas actividades de la empresa, es decir, los yacimientos con sus oleoductos y gasoductos; las destilerías, la red de comercialización y la flota petrolera deberán gozar de autonomía dentro de la organización, para que su evolución industrial, técnica y administrativa pueda realizarse sin demoras innecesarias ni interferencias burocráticas. Al mismo tiempo, deberá establecerse un riguroso control de costos en cada sector, hecho con criterio económico-financiero, y los programas de producción deberán ser formulados con la conveniente anticipación. En esta forma y mediante la publicidad de los balances, el pueblo estará informado y permanentemente sobre la marcha de su propia empresa fiscal. A su vez, los precios de los combustibles, aceites y demás subproductos del petróleo han de ser determinados con precisión, evitándose déficits que no se justificarían en una de las industrias más productivas de nuestro tiempo. Una vez logrado ese reajuste interno, YPF estará en condiciones de llevar adelante los planes propuestos. Dichos planes prevén, para 1961, una producción no inferior a casi 16 millones de metros cúbicos de petróleo, o sea más del triple de lo que actualmente produce por falta de apoyo que la Nación debió proporcionarle. Pleno apoyo a YPF La inyección de vitalidad que se dará a YPF no quedará entonces limitada a una simple reorganización. YPF recibirá, además, un enérgico impulso dinámico. El Poder Ejecutivo pondrá a su alcance todos los recursos disponibles y acelerará la terminación de las obras iniciadas y proyectadas. 1956 - 1976 71 1956 - 1966 72 La construcción del oleoducto del Norte, que ya llega a Tucumán, y las obras del oleoducto de Mendoza, actualmente en licitación, serán concluidas rápidamente. Ambas obras constituyen aportes considerables a la solución de nuestro problema petrolero, pues la producción actual de Salta y la futura de Mendoza se encuentran frenadas por la falta de medios adecuados de transporte del petróleo hasta las grandes refinerías de San Lorenzo y La Plata. A su vez, el oleoducto y el gasoducto de Salta permitirán encarar la concertación de más amplios convenios con la República de Bolivia, que faciliten la adquisición de una parte sustancial del petróleo y del gas que produce ese país hermano. Cooperación del capital privado Para incrementar la producción se apresurará, también, la perforación de pozos en las zonas donde YPF cuenta con medios de transporte suficientes. Aquí no caben dilaciones. Estamos resueltos a extraer la mayor cantidad de petróleo en el menor lapso posible. Para ello, YPF utilizará sus propios recursos, y de acuerdo con lo anticipado por el P. E. en el mensaje leído ante las Cámaras el 1º de mayo último, recurrirá, también, “a la cooperación del capital privado, sin dar lugar a concesiones ni a renuncias del dominio del Estado sobre nuestra riqueza petrolífera”. Por lo tanto, esta cooperación de capital privado se realizará a través de YPF y mediante pagos exclusivamente en moneda nacional y en dinero extranjero. No se pagará en petróleo ni se perderá el dominio del país sobre las áreas que se explotan. Todo el petróleo que se produzca aumentará el volumen de transporte, industrialización y comercialización de YPF. Sobre estas bases el P. E. ha dado pasos absolutamente concretos que quiero esta noche exponer al país. En primer lugar, YPF ha celebrado un contrato preliminar con la compañía ASTRA, que trabaja en el país desde hace tiempo y cuyos equipos de perforación estaban paralizados por haberse agotado las reservas de su propia zona de explotación. De acuerdo con ese convenio, ASTRA perforará en 2 años por cuenta de YPF y donde esta indique, 30 pozos que producirán, aproximadamente, 300 toneladas diarias de petróleo. El valor de las obras asciende a 50 millones de pesos moneda nacional, que el país está en condiciones de abonar. En segundo lugar, se ha firmado un acuerdo de bases generales, de extraordinaria importancia financiera, con un grupo de importantes firmas de Estados Unidos y Europa, reunidas bajo la denominación de “Grupo Estadounidense”, que incluye los siguientes puntos: a) Suministro del exterior de equipos, maquinarias, material y repuestos para YPF, durante 3 años, por valor de 50 millones de dólares, pagaderos parte en pesos y parte en dólares. Estos últimos comenzarán a pagarse a los 3 años del suministro y durante 3 años más; b) Perforación de, por lo menos, 7 millones de metros lineales, que equivalen aproximadamente a 4 mil pozos de Comodoro Rivadavia, en el plazo de 6 años y en lugares que fije YPF, con equipos proporcionados por el grupo contratado; MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 c) Instalación de una fábrica privada de maquinarias, equipos, material y repuestos para la industria del petróleo, e industrias conexas, con un costo no inferior a 5 millones de dólares; d) Suministro de por lo menos 18 millones de barriles de petróleo crudo o derivados, por un período de 2 a 3 años, pagaderos a plazos; e) Posible construcción de un nuevo gasoducto entre Comodoro Rivadavia y Buenos Aires, con el trazado y las características que indique YPF. Este grupo se compromete asimismo a otorgar un préstamo de 30 millones de dólares al Banco Central de la República Argentina, por 5 años, para facilitar el cumplimiento de las obligaciones contraídas a raíz de este mismo contrato. Esta importante operación industrial y financiera que importa, entre provisiones y obras, una movilización de no menos de 700 millones de dólares, se realiza en condiciones altamente beneficiosas para el país. Los pagos se harán parcialmente en pesos moneda nacional, y el resto en dólares, en plazos que llegan hasta los seis años. Tercero, YPF ha firmado con la empresa belga Petrofina S.A. una carta de intención que servirá de base a un contrato de perforación de aproximadamente 200 pozos, en los lugares que indique YPF, que producirán alrededor de 1.000 toneladas diarias. La inversión estimada es del orden de 35 millones de dólares y los pagos se harán, una vez que los pozos entren en producción, parte en moneda nacional y parte en moneda extranjera, sin desembolso inmediato de divisas. Cuarto, se ha firmado, también, un contrato con la Panamerican International Oil Company de Estados Unidos, de desarrollo, extracción y transporte de petróleo para YPF. La compañía perforará entre 300 y 400 pozos, con una producción estimada de 3.000 toneladas diarias. La inversión prevista es del orden de 60 millones de dólares y el pago se hará en dólares y en moneda nacional, sin empleo inmediato de divisas. Quinto, la Compañía Lane-Wells de Estados Unidos tomará a su cargo la terminación y reparación de pozos en explotación, bajo la supervisión de YPF. La inversión inicial será de 2.500.000 dólares, con opción a ampliarse a 10 millones de dólares. Los pagos se harán en pesos moneda nacional, comprometiéndose YPF a obtener los dólares que requiera la empresa norteamericana para su desenvolvimiento normal. Sexto, el Banco Carl Loeb, Rhoades y Cía., de Estados Unidos, ha convenido tomar a su cargo la extracción de petróleo y el financiamiento de las inversiones correspondientes, en la zona que determine YPF, con una inversión mínima de 100 millones de dólares. Los pagos comenzarán al año de iniciarse la entrega de petróleo a YPF y se harán en proporción al ahorro de divisas ocasionado por la nueva producción. Este convenio de financiación prevé, asimismo, que en caso de litigio entre el Banco e YPF, será el Presidente de la República quien tendrá la facultad de designar el árbitro tercero. Séptimo, con la Sea-Drilling Corporation de Estados Unidos se ha firmado también una carta de “intención” que prevé la explotación de la plataforma submarina. El monto global no se ha determinado proponiéndose un precio de 10 dólares por metro cúbico de petróleo entregado a YPF, que se pagará parte en moneda nacional y parte en dólares. 1956 - 1976 73 1956 - 1966 74 La exploración será por cuenta de la Compañía y los equipos e instalaciones pasarán a ser propiedad de YPF al finalizar el contrato, que deberá firmarse si este al país argentino le interesa. Octavo, un grupo de compañías independientes norteamericanas, reunidas en la Conorada Petroleum Corporation, ha suscripto también con YPF una carta de “intención”, que prevé una inversión aproximada de 100 millones de dólares en la extracción de petróleo para la empresa fiscal. YPF tiene a estudio muchas otras propuestas similares, entre las cuales [hay] una de un grupo suizo-alemán, que se dispone a explotar y perforar por cuenta y orden de YPF, recibiendo en pago dólares y pesos moneda nacional. Hace pocas horas, el gobierno de la Unión Soviética ha comunicado, para ser más preciso, a las 18.30 del día de hoy, al gobierno de la República Argentina, por intermedio de su embajador en Buenos Aires, que ese país está dispuesto a vender maquinaria para la explotación petrolífera por un valor de cien millones de dólares, pagaderos en productos primarios argentinos a un largo plazo. El P. E. ha encarado estos convenios así como las demás propuestas que se encuentran a su estudio para proveer equipos y construir destilerías y oleoductos, con criterio absolutamente dinámico y ejecutivo. En todos los casos, ha buscado la solución óptima e inmediata, como corresponde a la situación económica por que atraviesa el país. Por eso, se ha utilizado, como recurso de excepción, el procedimiento de la contratación directa, asumiendo, para que quede claro, el propio Presidente de la República la total responsabilidad de los actos que se realicen en el terreno de la contratación. En resumen, los acuerdos en trámite y ya convenidos significan una inversión del orden de los 1.000 millones de dólares, exclusivamente para petróleo. Por otra parte, el P. E. está firmemente dispuesto a dar gran impulso a la industria nacional, productora de equipos para petróleo. El país fabrica, cada vez más, materiales y equipos aplicables a la explotación petrolífera y esas fábricas, como las nuevas que se levanten, recibirán todo el apoyo que sea necesario. YPF ya está en tratos con una firma argentina, para la provisión de 1.200 aparatos de bombeo, por un monto de 400 millones de pesos moneda nacional. La explotación intensiva del petróleo argentino ofrecerá, así, no sólo la perspectiva de un alivio inmediato de nuestra balanza de pagos, sino también la apertura de nuevas y provechosas actividades para el esfuerzo de los trabajadores y empresarios de nuestro país. (…) Fuente: Luis Alberto Romero y Luciano de Privitellio, Grandes discursos de la historia argentina, Buenos Aires, Aguilar, 2000. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 La toma del frigorífico “Lisandro de la Torre” En el marco de una política de reducción del gasto fiscal, el 12 de enero de 1959 el gobierno de Arturo Frondizi eleva al Parlamento un proyecto de ley para privatizar el frigorífico “Lisandro de la Torre”, ubicado en el barrio de Mataderos. El 14 de enero la ley es sancionada y Sebastián Borro (delegado gremial, hombre de la Resistencia Peronista) irrumpe en el Congreso con otros compañeros, exigiendo “la defensa del patrimonio nacional y contra la entrega del frigorífico a manos privadas”. Al día siguiente comienza la toma del frigorífico por parte de los trabajadores. En la madrugada del 17 de enero, más de mil agentes del Ejército, Gendarmería y la Policía Federal ingresan en el frigorífico para reprimir y desalojar a los obreros, quienes resisten por varias horas, entre otras cosas porque cuentan con la solidaridad de la gente del barrio y de otras zonas aledañas como Villa Lugano, Villa Luro, Liniers, Bajo Flores y parte de Floresta. Sin embargo, a partir de que algunos dirigentes gremiales, como Eleuterio Cardozo (del gremio de la carne) y Adolfo Cavalli (de petroleros), cooptados por el “integracionismo” de Frondizi, quitan el apoyo inicial dado a la huelga, esta termina por desgastarse. Hacia finales de mes, el Comando Nacional Peronista se propone analizar las llamadas “jornadas de enero”, y presenta una caracterización, balance y perspectivas de dichos sucesos mediante este documento interno de la organización. Comando Nacional Peronista. Documento interno. 30 de enero de 1959 a) El paro general 1. El paro general realizado por todo el Pueblo Argentino los días 18 y 19 de enero de 1959 ha sido la más formidable demostración de repudio a un gobierno que se conoce en nuestra historia. 2. Desde el punto de vista de la lucha por la Liberación Nacional, el paro general ha confirmado la ubicación de las masas trabajadoras como vanguardia combatiente e indiscutida de la Nacionalidad. Una vez más los trabajadores han demostrado que su fuerza, su unidad y su homogeneidad constituyen la única garantía real para la emancipación de la Patria. 3. Desde el 17 de Octubre de 1945 –en que por primera vez las masas laboriosas irrumpen en el campo político y deciden el destino auténtico del país– hasta esta gran huelga de enero de 1959, sólo las masas trabajadoras se han 1956 - 1976 75 1956 - 1966 76 mantenido fieles y consecuentes a los principios y objetivos de la argentinidad, en una forma clara, definida y continua. 4. Y al mismo tiempo, desde el 17 de Octubre de 1945, sólo el Movimiento Peronista, por encima de la incapacidad, el temor y el aventurerismo de muchos de sus dirigentes, ha probado que es capaz de jugarse entero, limpiamente, sin compromisos espurios, en defensa del destino, del patrimonio y del Pueblo Argentino. 5. Mientras tanto, todos los demás sectores o partidos políticos, de una u otra manera, consciente o inconscientemente, han apoyado la entrega, o han vacilado o se han echado atrás en el momento decisivo. 6. Somos los primeros en propugnar la unidad de todos los sectores nacionales contra la Oligarquía venal y el Imperialismo extranjero, pero afirmamos que el Movimiento Peronista, consustanciado con los trabajadores, se ha ganado el derecho innegable a conducir la lucha de todo el Pueblo, sin exclusiones, hasta liquidar el Gobierno entreguista y restaurar la vigencia de la Soberanía y la Dignidad argentinas. 7. Desde esta perspectiva general, las jornadas de enero de 1959 han revelado en alto grado la fuerza combativa y la unidad efectiva del Pueblo para luchar no sólo en demanda de reivindicaciones inmediatas sino, principalmente, en procura de grandes objetivos nacionales: en este caso, liquidar el llamado Plan de Austeridad –Plan de Miseria y Entrega– elaborado en el extranjero y puesto en práctica por una banda oportunista y criminal de cipayos y vendepatrias. 8. Durante casi cuatro días, el país entero quedó paralizado en señal de protesta contra la Entrega. Todos los sectores populares: los trabajadores superando la artificial división sindical; los estudiantes; los industriales con sensibilidad patriótica; el comercio minorista en forma unánime, pusieron en evidencia que los argentinos, al margen de diferencias políticas, económicas o sociales, están dispuestos a impedir la aplicación de los planes de colonización y miseria. 9. Sobre esta experiencia, sobre estas bases reales y tangibles, afirmamos con entera seguridad que hemos de llegar a la victoria final y a la definitiva Emancipación Nacional. 10.En este documento el Comando Nacional Peronista se propone analizar el desarrollo de las jornadas de enero de 1959 como fuente de valiosas experiencias para las próximas batallas que inexorablemente habrán de librarse contra la Oligarquía venal y el Imperialismo extranjero. 11.Ante todo debemos señalar que el resultado inmediato del Paro General, sólo aparentemente puede ser computado como un triunfo del Gobierno entreguista. Ante la huelga popular, que en ningún momento asumió caracteres de insurrección ni mucho menos contó con una Conducción Orgánica, el Gobierno entreguista tuvo que recurrir a todos los efectivos y reservas de su aparato represivo policial y militar y emplear todas las medidas de fuerza y de coacción de su propio dispositivo de poder. Ni siquiera en tiempos MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 de la Revolución Fusiladora se echó mano de tantos medios y elementos contra masas populares inermes, como tuvo que hacerlo este Gobierno que pretende ser Constitucional y de Derecho. La verdad es que, a pesar de sus medidas y declaraciones, este Gobierno Entregador se debate entre el miedo, la impotencia y sus propias contradicciones. 12.Por esto, lo que nos interesa destacar es el valor de las jornadas de enero de 1959, como una experiencia concreta en que se han expresado y puesto en evidencia los factores positivos y negativos de las dos fuerzas en lucha. Analizar y comprender, sin apasionamientos, dónde están y cuáles son los puntos fuertes y débiles, tanto del enemigo como los nuestros; asimilar la enseñanza y aplicarla consecuentemente, constituye el requisito indispensable de toda conducción correcta. Sólo así estaremos en condiciones de dirigir acertadamente los próximos enfrentamientos y obtener la victoria definitiva. 13.En tal sentido, podemos asegurar que el primer encuentro serio contra la entrega del país nos ha dejado tal cantidad de enseñanzas como para que, en el curso de la lucha, la decisión final sea nuestra. b) La fuerza del Pueblo 14. Cuando los trabajadores del Frigorífico Nacional, en memorable Asamblea, resolvieron ocupar el establecimiento, el Comando Nacional Peronista analizó el conjunto de la situación advirtiendo que se había puesto fin al período de retroceso abierto cuando las 62 Organizaciones levantaron el Paro dispuesto para los días 11 y 12 de diciembre de 1958. 15. Entendimos que la voluntad de lucha de los obreros del Frigorífico reflejaba el nivel general de la masa en el sentido de no dar un paso atrás y de combatir de cualquier manera contra al Plan Antinacional de Frondizi. Dijimos en aquella oportunidad: “la defensa del Frigorífico Nacional será la chispa que incendiará el país y barrerá al Gobierno de la Entrega”. Los acontecimientos demostraron que no nos habíamos equivocado. 16. Al producirse la ocupación del Frigorífico comenzaron a parar espontáneamente, en solidaridad, los establecimientos fabriles de la zona. El comercio minorista de Mataderos, Villa Lugano, Villa Luro y Liniers paralizó inmediatamente las actividades. Cuando en la madrugada del 17 de enero, 1.500 hombres armados de la Gendarmería, la Policía y tanques del Ejército se apoderaron del Frigorífico tras una violenta lucha que ocasionó decenas de víctimas, una ola de indignación recorrió el país. 17.La vacilante dirección de las 62 Organizaciones declaró un Paro General por 48 horas; igual temperamento siguieron las ex 19 y casi todas las organizaciones sindicales. A esa altura las masas habían rebasado completamente a sus dirigentes y estos, temerosos de verse barridos y superados, pasaron de una completa pasividad a un desorbitado aventurerismo. Entre gallos y medianoche, sin preparación alguna, sin tomar las precauciones 1956 - 1976 77 1956 - 1966 78 más elementales, transformaron el Paro de 48 horas, convirtiéndolo en tiempo indeterminado. 18. El Plan del Comando Nacional Peronista, en cambio, suponía una serie de pasos previos hasta la declaración del Paro General por el Plenario ya convocado para el día 20 de enero. Considerábamos que antes de declarar un Paro General indefinido –que siempre plantea el problema del Poder, de decidir quién gobierna el país– era imperioso crear gradualmente el clima necesario; dar oportunidad de expresarse a todos los sectores; coordinar la lucha con los grupos sindicales disidentes, con las organizaciones de comerciantes, de estudiantes y de industriales; explicar clara y perfectamente al Pueblo entero los objetivos del Movimiento y sus dificultades reales. 19. Nada de esto se hizo. A poco que el Gobierno Entreguista tomó las primeras medidas represivas, el Paro quedó totalmente descabezado. En la madrugada del domingo 18 de enero, la dirección de la Huelga había dejado de existir y todos los locales sindicales estaban allanados o cerrados. La alta dirección sindical demostró así, en los hechos por lo menos, su total incapacidad. 20. No es posible afirmar que de haberse adoptado los recaudos elementales, el resultado habría sido diametralmente distinto, porque un enfrentamiento de tal naturaleza está condicionado a numerosos factores imprevisibles; pero es indudable que la posibilidad de extender y mantener el conflicto hasta obtener un cierto equilibrio en la lucha dependía esencialmente de la existencia de una conducción y dirección audaz, dinámica y experimentada. Sin embargo, a pesar de la carencia total de dirigentes, la espontaneidad popular puso de relieve, fundamentalmente, dos hechos de trascendencia histórica. 1) La absoluta unidad del Pueblo contra el Gobierno Entreguista Las jornadas de enero de 1959 enseñan cómo, frente a problemas que afectan de manera común y directa, aunque con mayor o menor incidencia, a todos los sectores nacionales, las distintas diferencias de las direcciones respectivas pasan a segundo plano al ser superadas por la presión de las masas. Se observó así cómo, incluso las 62 Organizaciones, manejadas por elementos cipayos y gorilas, tuvieron que plegarse a la lucha, presionadas por el empuje de las bases. Este hecho pone en evidencia que la acción entreguista del Gobierno vendepatria ha actuado como elemento unificador de la fuerza popular. Frondizi ha logrado que las masas alcanzaran en la práctica una efectiva Unidad de Acción. Es evidente entonces, que debemos proceder, en adelante, con la inteligencia suficiente como para que la unidad alcanzada en las jornadas de enero sea consolidada y extendida. Y en consecuencia, habrá que estar prevenidos contra los provocadores e infiltrados enviados por el Gobierno Entreguista para dividir la unidad alcanzada. Así como también vigilar y anular la prédica y acción de los “papafritas” que, dentro de nuestro Movimiento, no comprenden todavía que para derrotar a Frondizi hay que dejar de lado todo sectarismo, puesto que la ruptura y la división del frente común sólo favorecen a la banda entreguista que detenta el poder. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 2) La heroica actuación de la barriada de Mataderos El segundo hecho relevante que demuestra la eficacia de la fuerza popular ha sido el comportamiento de la barriada de Mataderos, significativamente silenciado por los cronistas de la Oligarquía y del Imperialismo. Durante cinco días consecutivos un enorme sector de la ciudad, comprendido entre Avenida Olivera y la Avenida General Paz y abarcando los barrios de Mataderos, Villa Lugano, Bajo Flores, Villa Luro y parte de Floresta, ha estado ocupado por el Pueblo, ofreciendo una tenaz, entusiasta y exitosa resistencia a los organismos de represión. Una nueva generación, integrada por miles de jóvenes trabajadores, se incorporó a la lucha aportando iniciativas y experiencias combativas inéditas en nuestra historia social. Los grupos juveniles, surgidos al filo de los hechos y al calor de la pelea, descubrieron nuevas formas para inmovilizar a los destacamentos de represión. Así se cortó totalmente el alumbrado público de la zona, se voltearon árboles para obstruir las calles y, aprovechando el adoquinado de las mismas, se levantaron barricadas en las avenidas de acceso y en algunas laterales. De esta manera, al amparo de la oscuridad total, los grupos combatientes pudieron moverse con relativa facilidad durante las noches y neutralizar la acción enemiga. De haber existido un mínimo de organización y dirección en la resistencia y de haberlo exigido las circunstancias, pudo haberse equilibrado la lucha contra los equipos de represión que, moviéndose en un medio hostil y sin poder identificar a nuestros propios grupos, se encontraron prácticamente en desventaja y superados por el Pueblo. Esta experiencia impone a los activistas y militantes del Comando Nacional Peronista, la obligación de solidificar y extender la organización de los grupos de lucha, surgidos en las jornadas de enero, y discutir las tácticas empleadas en las calles y barricadas, a fin de perfeccionar y adoptar nuevos y mejores métodos de combate. c) La debilidad del Pueblo 21.Los puntos débiles de nuestra acción y de nuestras fuerzas han residido, principalmente, en la carencia de una Dirección Política Revolucionaria y de cuadros dirigentes sindicales combativos y leales al Pueblo. 22.Durante muchos meses el Comando Nacional Peronista trató infructuosamente de explicar, con paciencia y camaradería, a los dirigentes de las 62 Organizaciones, la necesidad de una conducción política, doctrinaria y peronista, capaz de ligar la táctica con la estrategia, de analizar los múltiples factores de la realidad social y de prever el desarrollo lógico de los acontecimientos. 23.Insistimos en señalarles que la experiencia histórica demostraba que el Movimiento Sindical, por su propia naturaleza, no genera espontáneamente una Dirección capacitada especialmente para abordar la Conducción General, fijar los objetivos finales y, en base a estos y a las situaciones dadas, articular los distintos momentos del proceso. 1956 - 1976 79 1956 - 1966 80 24.Esta Conducción Política, como el Estado Mayor para un ejército, es condición indispensable para obtener la victoria en la batalla por la Liberación Nacional. 25.En todos los casos tropezamos con la suficiencia y la soberbia de estos dirigentes “peronistas” que prefirieron siempre la vinculación con agentes de Frigerio, como el traidor Prieto, o con aventureros sin principios, a la colaboración del Comando Nacional Peronista, única tendencia que a lo largo de tres años ha probado saber interpretar correctamente la realidad y ser capaz de dirigirla. 26.Los resultados están a la vista. Difícilmente se volverá a contemplar el fenómeno reciente observado en las jornadas de enero, de que la combatividad de la masa sea tan inversamente proporcional a la ineptitud de los dirigentes. 27.Desde los actos de traición lisa y llana, como en los casos de UTA y de Sanidad, hasta los de imprevisión criminal, como los del Comité de Huelga, que se reúne en los locales sindicales, sin tomar la menor precaución para la clandestinidad, los dirigentes actuales, salvo honrosas excepciones –la Comisión Directiva del Frigorífico Nacional, en primer término– demostraron que sólo son eficaces para conducir a la derrota. 28. Las masas trabajadoras deben comprender que, sin dirigentes sindicales peronistas, probados en la lucha y leales al Movimiento y a Perón, no se conseguirá aplastar los planes de miseria y entrega del Gobierno Cipayo. Por su parte, los miles de activistas que integran la vanguardia del Peronismo, deben extraer la conclusión de que, sin su agrupamiento dentro de la tendencia revolucionaria del Movimiento –el Comando Nacional Peronista– no se podrá sacar partido de las graves contradicciones en que inexorablemente irá cayendo el régimen actual. d) Las fuerzas del Gobierno 29.La potencia imprevista del Paro General y el carácter total que adquirió rápidamente, profundiza las diferencias dentro de las filas del Gobierno Entreguista. La pugna entre los sectores que se disputan la primacía –Frigerio y Vitolo– que sólo son dos modalidades de la entrega, se agudizaron ante el peligro del Movimiento Popular. 30.El sector Vitolo –partidario de una política de “mano dura” con los trabajadores– se impuso circunstancialmente sobre Frigerio –defensor de la corrupción de dirigentes sindicales y políticos– y puso en funciones el Plan Conintes, de represión al Pueblo. 31. Se hizo entonces evidente una premisa crudamente extraída de la experiencia de los tres últimos años: en momentos que la combatividad de las masas aparenta hacer peligrar el orden oligárquico imperialista, las altas jerarquías de las Fuerzas Armadas cumplen el papel de verdugos del Pueblo y de sostenes del privilegio y la antipatria. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 32.Este hecho pudo advertirse con nitidez durante las jornadas de enero. Quedaron una vez más desmentidas las falacias de los “chantapufis” que pretenden hacer confiar al Pueblo en el sentido de la dignidad nacional de los altos mandos de las Fuerzas Armadas. 33. Las tres armas fueron movilizadas en función represiva y cumplieron eficientemente ese papel humillante. Sobre este particular ya no cabe más engañarse. El Gobierno Entreguista, que no cuenta con ningún apoyo del Pueblo Argentino, se respalda exclusivamente en la fuerza armada, que es, hasta ahora, suficiente para conservar el poder. 34. Los grandes paros de 1957 –24 y 48 horas– y las Jornadas de Enero de 1959 nos indican que el solo enfrentamiento de las masas populares del Gran Buenos Aires, con las fuerzas represivas, no es suficiente para derrotar al Gobierno Entreguista. 35. En las próximas batallas, independientemente de profundizar y extender la lucha popular en las calles y barrios, siguiendo el ejemplo de Mataderos, habrá de combinar simultáneamente la Huelga General en el Gran Buenos Aires, con la creación de focos similares de resistencia en las grandes ciudades y localidades importantes del interior del país. 36. La creación simultánea de tales focos de resistencia obligará forzosamente a dispersar la concentración de fuerzas represivas en un solo lugar, con el consiguiente debilitamiento de las mismas; aceleraría la agudización de las contradicciones dentro de cada fuerza armada y permitiría, finalmente, a todos los sectores populares del país, no sólo equilibrar la lucha sino tomar la ofensiva en condiciones más favorables que las obtenidas hasta el presente. e) La debilidad del Gobierno entreguista 37. A pesar del apoyo fervoroso del imperialismo norteamericano y de los altos mandos militares, Frondizi no tiene posibilidades objetivas de lograr el cumplimiento de sus planes de miseria y de entrega. Como lo ha probado el régimen de la Revolución Fusiladora, un gobierno que sólo se sustenta en la fuerza y que debe permanentemente recurrir a ella para mantenerse en el poder, está impedido fatalmente de desarrollar una política coherente. Necesariamente está sujeto a un desgaste perpetuo y a una hostilización que termina por agotarlo. 38.Por ello la actitud oficial ante el Paro General bien puede calificarse como una “victoria a lo Pirro”. La intervención a gran número de sindicatos, la movilización de varios gremios y la despiadada persecución al Peronismo han liquidado definitivamente las posibilidades de cualquier “integración” en favor del frondizismo. 39. Esta es, en realidad, la primera gran derrota del oficialismo apátrida. El único peligro serio que amenazaba al Movimiento Popular era el ser copado por arriba, por la vía de la corrupción y del “legalismo” controlado. 1956 - 1976 81 1956 - 1966 82 40.Ambas perspectivas se han esfumado entre las tinieblas del Estado de Sitio. Nuevamente entrarán en conflicto las fuerzas reales de la sociedad argentina: aquellas que han comprendido que no es posible en la República instaurar un gobierno estable sin que el actual orden económico y social impuesto por la Oligarquía y el Imperialismo sufra profundas modificaciones. 41. Los elementos intermedios –transaccionistas– están desde ahora condenados a la desaparición por falta de bases objetivas para maniobrar. Dentro del Movimiento Peronista ha sonado la hora definitiva para los vacilantes y los temerosos. Un primer síntoma ha sido dado en las 62 Organizaciones con la “liquidación” de la Mesa Coordinadora que simbolizó el compromiso y la capitulación. Pronto correrán igual suerte todos los politiqueros sin principios. De más en más, la agudeza y violencia de las condiciones sociales promoverá una nueva Dirección Combatiente. 42. Por su parte, el Gobierno Entreguista está ya apresado por una contradicción de hierro que, al desarrollarse inevitablemente, terminará por destrozarlo. O mantiene sus fuerzas represivas en permanente estado de movilización, con el consiguiente desgaste; o disminuye la coerción, en cuyo caso el Movimiento de masas pasará a la ofensiva empujado por la agudeza de las dificultades materiales. En cualquier opción su suerte está sellada. f ) Balances y perspectivas 43.Del análisis de las Jornadas de Enero de 1959, se desprenden un conjunto de lecciones que debemos asimilar. Los Peronistas tendremos que formular nuestra Doctrina de Lucha con el material que nos va proporcionando la experiencia y la realidad, entendiendo firmemente que sin esa Doctrina no lograremos aniquilar a los enemigos de la Patria. 44.Resumiendo esquemáticamente las conclusiones más importantes que deben ser ya aplicadas en el orden táctico, diremos que ellas son: a) Desarrollar una acción tendiente a la unidad del Movimiento Obrero, sin prejuicios sectarios. b) Tender por todos los medios a consolidar un frente común de lucha con todas las organizaciones populares que sean afectadas por la política antinacional de la pandilla entreguista. Existen los puntos coincidentes para la defensa de la nacionalidad, con los comerciantes afectados por la restricción del mercado interno de consumo; con los industriales amenazados por la libre importación de artículos manufacturados y por los altos aforos para la provisión de materias primas esenciales; con los estudiantes universitarios y secundarios. c) La tarea más importante, condición previa para el cumplimiento de las dos anteriores, es la construcción de la tendencia revolucionaria del Peronismo. Fortalecer y desarrollar el Comando Nacional Peronista, hasta que alcance la Dirección del Movimiento, constituye la obligación de todo activista y MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 militante consciente de su responsabilidad. Hay que superar la indisciplina y la anarquía. Hay que trabajar orgánicamente. Hay que prestar particular atención a la capacitación doctrinaria. Hay que combinar la mayor audacia en las concepciones con el mayor desprecio por los aventureros y vendedores de buzones. 45. Las perspectivas que se abren son duras y difíciles. Nos aguardan cárceles y persecuciones. 46.Pero el porvenir será nuestro si ponemos en la lucha, abnegación, fe en el Pueblo y confianza en la justicia de nuestro Movimiento. Comando Nacional Peronista 30 de enero de 1959 Gentileza Roberto Baschetti Fuente: “Documento del Comando Nacional Peronista”, en Roberto Baschetti (comp.), Documentos de la resistencia peronista (1955-1970), Buenos Aires, Editorial de la Campana, 1997, pp.150-159. 15 de enero de 1959. Huelga y toma del frigorífico “Lisandro de la Torre”. 1956 - 1976 83 1956 - 1966 84 Volante del sindicato de trabajadores de la carne durante el conflicto en el frigorífico “Lisandro de la Torre”, en 1959. Asociación Gremial del Personal del Frigorífico y Mercado Nacional de Hacienda (Adherida a las 62 Organizaciones) Un atropello más En la Asamblea General realizada en el local del Sindicato del Calzado, los trabajadores y la comisión directiva han puesto de relieve su grado de madurez gremial, y esto es necesario destacarlo frente a los difíciles momentos por los que atraviesa la clase trabajadora argentina. Una vez más, las fuerzas de la opresión del gobierno de la entrega se han ensañado con los trabajadores de nuestro querido gremio. Al promediar la Asamblea, el local del Sindicato del Calzado y zonas adyacentes fueron objeto de un fabuloso despliegue de efectivos policiales, provistos de las famosas ametralladoras de la fusiladora, ocupando también el subsuelo donde se efectuaba la Asamblea. Después de realizado el “copamiento” y sin que los trabajadores hubieran quebrado la magnífica disciplina mantenida a lo largo del acto, un “jefe” de las fuerzas de represión hizo saber a los asambleístas que de ese local no salía nadie si previamente los miembros de la Comisión Directiva no conversaban con él ya que tenía órdenes del Jefe de Policía de llevar a los mismos a entrevistarse con él. Para tal efecto fueron designados los compañeros directivos Oscar Vera, Fermín López y Ernesto Astudillo, a los que se agregaron después los afiliados Martín López y Ernesto Cerezo, los que pese a las seguridades de que sólo se les requería para hablar con el Jefe de Policía, fueron retenidos en calidad de “rehenes”. Esta es otra burla al tan mentado estado de derecho y destaca diariamente la falsedad de los hombres de este gobierno de la entrega. Compañeros: sigamos unidos como hasta ahora que el triunfo será nuestro. Viva la clase trabajadora Viva la patria Comisión Directiva Secretaría de Prensa y Propaganda Fuente: “Volante de la Asociación Gremial del Personal del Frigorífico y Mercado Nacional de Hacienda”, en Liliana Garulli, Liliana Caraballo, Noemí Charlier y Mercedes Cafiero, No me olvides. Memoria de la Resistencia Peronista (1955-1972), Buenos Aires, Editorial Biblos, 2000. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 El Programa de Huerta Grande Con un creciente debilitamiento de su gobierno, bajo fuertes presiones tanto de las fuerzas militares como de diversos actores sociales y políticos –fundamentalmente, el malestar de buena parte de la clase trabajadora, que se expresa en paros e intensas protestas–, el presidente Frondizi, poco tiempo antes del llamado a elecciones de 1962, decide anular la ilegalización del peronismo que había sido decretada por el gobierno golpista de 1955. En la votación del 18 de marzo, el peronismo vence en diez de las catorce provincias en disputa, con un importante triunfo en Buenos Aires, donde las organizaciones obreras llevan al sindicalista textil Andrés Framini como candidato a gobernador, y a otros importantes dirigentes obreros (como Sebastián Borro, Jorge Di Pascuale y Roberto García, entre otros) como diputados. El 29 de marzo las fuerzas militares derrocan a Frondizi y asume José María Guido, quien pacta con dichas fuerzas las principales líneas de acción de gobierno. La primera de ellas es la anulación de las elecciones que habían relanzado al peronismo como la principal y más representativa de todas las fuerzas políticas. Frente a esta situación, el movimiento obrero organizado comienza a delinear un plan de lucha contra el nuevo gobierno de facto, el cual tiene como corolario el plenario nacional que realizan las “62 Organizaciones” en junio de ese mismo año. Los objetivos programáticos que de allí resultan, el Programa de Huerta Grande (localidad cordobesa donde se realiza el encuentro) en continuidad con el Programa de La Falda de 1957, marcan una profundización de la impronta nacionalista, antiimperialista y antioligárquica de un sector importante del sindicalismo peronista. El programa de Huerta Grande 1.Nacionalizar todos los bancos y establecer un sistema bancario estatal y centralizado. 2. Implantar el control estatal sobre el comercio exterior. 3. Nacionalizar los sectores claves de la economía: siderurgia, electricidad, petróleo y frigoríficos. 4. Prohibir toda exportación directa o indirecta de capitales. 5. Desconocer los compromisos financieros del país, firmados a espaldas del pueblo. 6. Prohibir toda importación competitiva con nuestra producción. 7. Expropiar a la oligarquía terrateniente sin ningún tipo de compensación. 1956 - 1976 85 1956 - 1966 8. Implantar el control obrero sobre la producción. 9. Abolir el secreto comercial y fiscalizar rigurosamente las sociedades comerciales. 10.Planificar el esfuerzo productivo en función de los intereses de la Nación y el Pueblo Argentino, fijando líneas de prioridades y estableciendo topes mínimos y máximos de producción. Fuente: “Programa de Huerta Grande”, en Roberto Baschetti (comp.), Documentos de la resistencia peronista (19551970), Buenos Aires, Editorial de la Campana, 1997, p. 228. Gentileza Roberto Baschetti 86 Boleta electoral de Unión Popular en las elecciones a gobernador de la provincia de Buenos Aires del 18 de marzo de 1962. La Unión Popular gana las elecciones con más de 1.170.000 votos. Este resultado desata una crisis política que empuja al presidente Arturo Frondizi a anular los comicios. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 INFORME ECONÓMICO DE RAÚL PREBISCH En octubre de 1955, Raúl Prebisch, director de la CEPAL, presenta ante el presidente de facto general Eduardo Lonardi un informe conocido como “Plan Prebisch”, donde el economista traza un diagnóstico sombrío de la situación económica argentina. Entre otros problemas, Prebisch señala la escasez de divisas, el déficit energético y la incapacidad de compra de insumos para profundizar el desarrollo industrial, todo lo cual él cree que puede resolverse por medio de estímulos –en rigor, por la vía de la devaluación– a la producción agropecuaria, a la que veía estancada a causa de las políticas peronistas para el sector. El Informe generó múltiples controversias. 18 de noviembre de 1955 Señor presidente, señores consejeros: se ha dado al informe que he tenido el honor de presentar al señor presidente de la República el carácter de un plan; en realidad es, como se dice en su carátula, un informe preliminar, un planteamiento previo de una serie de problemas muy graves vinculados a la economía argentina, y dista mucho de encerrar un plan. El plan se está elaborando, y lo que se ha sugerido hasta ahora y aceptado en buena parte por el gobierno no es más que una serie de medidas de emergencia destinadas a corregir la situación crítica de la balanza de pagos provocada por la crisis de la agricultura, y el estado desastroso del abastecimiento de materiales importados por el país. El problema fundamental que el informe ha subrayado era por todos conocido: la situación de postración en que había caído la producción agropecuaria argentina en virtud de la política de precios que durante muchos años se ha seguido. Esta política de exprimir los ingresos del productor rural ha originado dos consecuencias muy graves; por un lado, quitar el estímulo para el desarrollo de la producción, y por otro, privar a la agricultura de los medios indispensables para proseguir un necesario proceso de tecnificación. No se trata solamente de compras de maquinarias e implementos, sino también de que la agricultura argentina pueda seguir a países de análogas condiciones en este proceso de aumento de la productividad, respecto de lo que estamos rezagados en muchísimos años, sobre todo si se comparan los enormes adelantos que en materia de tecnología agrícola se han hecho en numerosos países del mundo. Era necesario, señores consejeros, atacar urgentemente el problema de los precios. Y mejorar los precios rurales no podía hacerse por maniobras inflacionarias. Ha- 1956 - 1976 87 1956 - 1966 88 bría sido posible destinar mediante la expansión del crédito una cantidad cuantiosa de millones para elevar los precios agropecuarios, pero eso hubiera tenido consecuencias desastrosas para el país. No había más remedio que rectificar el valor ficticio de la moneda, que había sufrido ya un serio quebranto interno, pero que una política extraviada llevó a mantener un nivel de cotizaciones internacionales que cada vez difería más de la realidad. No se logró con ello evitar el alza de los precios. Entre el año 1951 y el momento actual los precios internos en la Argentina aumentaron en un cuarenta por ciento, sin que se hubiera desplazado el tipo ficticio de cambio que el país venía manteniendo desde tiempo atrás. Por lo tanto, la primera medida que había que aconsejar, para la que indudablemente se requería coraje, era elevar el tipo de cambio a fin de acercarlo a la realidad. Naturalmente, señores, que el ajuste de una situación ficticia de esta naturaleza, hasta llevarla a términos compatibles con la realidad, tenía que traer consecuencias inevitables en el precio de las importaciones. No se ha tratado en forma alguna de disimular la gravedad de este hecho; se ha dicho claramente en el informe que el desplazamiento de los tipos de cambio encarecería el precio de las importaciones y, a través de este fenómeno, se encarecería el costo de la vida para la población argentina. Se ha dicho en el informe, y he tenido oportunidad de decirlo al señor presidente de la República cuando junto con los señores ministros responsables fuimos a presentarle las medidas concretas en que se traducía la reglamentación del informe. Creo que ello era inevitable. Y no solamente ello, sino que el no tomar esta medida no hubiera ahorrado al país el alza de precios, puesto que, como es bien sabido, los precios rurales que el país mantenía en los últimos años originaban al Estado una pérdida cuantiosa que daba lugar a emisiones de dinero por parte del Banco Central, de una magnitud de cuatro a cinco mil millones de pesos por año. Esa inyección de dinero, junto con la provocada por la financiación de las operaciones hipotecarias después de la destrucción de las cédulas, y por los cuantiosos déficits de los ferrocarriles, eran los factores que estaban desplazando constantemente hacia arriba los precios. Creo que al mismo tiempo que se elevan los precios agropecuarios, en virtud del desplazamiento del tipo de cambio, se ha logrado corregir una de las causas más importantes de la inflación monetaria, o sea ese déficit de las operaciones de granos, que ha quedado extirpado, o sea que la mitad de los factores de inflación de la Argentina se han eliminado a raíz de esta medida. Quedan otros que se han considerado en el informe y que deberán ser objeto de enérgicas medidas más adelante. Sin duda, señores consejeros, los precios van a subir; pero ello no quiere decir que ciertas alzas esporádicas que se han producido estén justificadas. Ha habido abusos; y es lamentable comprobar que entre los fenómenos de perversión que han ocurrido en este país en los últimos años presenciemos la actitud de ciertos comerciantes que se han acostumbrado al Estado gendarme frente a la puerta y que no saben tener espíritu de responsabilidad y la colaboración necesaria en estos momentos con las autoridades del país para evitar la exageración en ese aspecto, con todas sus consecuencias. Con todo, creo que se ha exagerado en la opinión pública la magnitud del alza de precios desatada por las medidas de cambio. Hay que tener en cuenta que una buena parte de las importaciones que se realizaban al tipo de 7,50 se vendían en el mercado a precios considerablemente superiores a los que MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 hubieran debido tener en virtud de ese tipo de cambio. Se han generado así ganancias espurias en los sectores de importación, que quedan eliminadas con el nuevo régimen de cambio. Pero en los otros artículos en los cuales no sobrevenían esos fenómenos, habrá un encarecimiento. Cálculos estadísticos que hemos realizado nos indican que ese encarecimiento será de alrededor del 10% en el conjunto de los precios del país, cifra seria, sin duda, pero no exagerada en la forma en que se ha dado en pensar en ciertos sectores de la opinión. Este es el comienzo de las medidas que deben tomarse en materia agropecuaria, pero no constituye, según dije al comenzar, un programa, porque el programa deberá elaborarse. Es indudable que nuestro país, en materia de producción agraria, se encuentra en un punto muy interesante de su evolución histórica. Ya ha terminado el período de expansión fácil de la agricultura en nuevas tierras. Ese es un hecho del pasado. La agricultura argentina podrá avanzar lentamente en nuevas tierras, con ciertas dificultades, que solamente la inversión de capitales y el progreso técnico podrán superar. Por lo tanto, el problema fundamental de la agricultura argentina es aumentar la productividad por hectárea y la productividad por hombre incorporando las conquistas modernas de la tecnología, que son sorprendentes. Un programa de ese tipo requiere investigación tecnológica y una reorganización total de los servicios, en la cual habrá que invertir esfuerzo y dinero, que serán bien invertidos. Eso deberá constituir uno de los capítulos fundamentales del programa. Si la Argentina no se incorpora a la tecnología moderna con gran vigor y no se pone a tono con esa tecnología para aumentar su productividad, será muy difícil el restablecimiento argentino. Por lo tanto, no se trata solamente de un problema de precios. Se trata de un problema fundamentalísimo, de una verdadera revolución técnica de la agricultura, la que deberá acometerse con vigor y sin tardanza, aprovechando todas las enseñanzas de la técnica moderna. Eso demorará algún tiempo, pero deberá iniciarse cuanto antes. Abordado el problema de la agricultura será necesario pasar a otros aspectos de la economía del país, especialmente el de la energía, el de los transportes y el de la industrialización. Voy a comenzar, señores, por este último, acaso porque se ha atribuido a estas medidas del gobierno el propósito siniestro de perturbar la industria del país. Nada más absurdo. No se concibe el desarrollo industrial argentino sin una fuerte base agropecuaria, que no solamente creará un vasto ámbito de demanda en la campaña, sino que proveerá a la industria de las divisas necesarias para sus equipos, en la medida en que estos equipos no puedan producirse económicamente en el país, y para sus combustibles y materias primas. Creo que la orientación de la política industrial de este país ha sido equivocada; que hemos desatendido elementos básicos que eran indispensables en esta nueva etapa del desarrollo industrial argentino, en donde ya se habían cubierto casi todas las necesidades del consumo corriente de la población y era necesario entrar en sustituciones de importaciones de un carácter mucho más complejo que las sustituciones que hasta ese momento se habían cumplido en la vida del país. Se ha descuidado lamentablemente la industria siderúrgica. La industria siderúrgica –se ha dicho muchas veces entre nosotros– carece de base en el país argentino, por no ser este productor en abundancia de la materia prima esencial ni del combustible necesario para el tratamiento del acero. Creo que hemos contribuido en las Naciones Unidas en nuestros informes a despejar 1956 - 1976 89 1956 - 1966 90 este problema, haciendo ver que lo esencial para el establecimiento de la industria siderúrgica en países que están en la etapa de evolución del nuestro, era contar con un gran mercado que permitiera la explotación racional de recursos que, aunque no se produjeran en el país, puedan ser accesibles al país mediante operaciones convenientes de intercambio. Hoy el consumo es superior a un millón de toneladas, no obstante todas las restricciones; y no me cabe la menor duda de que dentro de cuatro o cinco años el consumo argentino de material siderúrgico, si se logra suministrar los productos, podrá llegar a tres millones de toneladas, porque actualmente el coeficiente por persona ha caído en un nivel muy bajo. Creo que por ahí debe encararse el problema industrial argentino: crear bases para las industrias siderúrgicas, químicas, de la celulosa y otras indispensables, que no se han abordado. Hago esta declaración para dar la seguridad absoluta de que en ningún momento se ha tratado de establecer una artificiosa dualidad o antagonismo entre la agricultura y la industria, pues estas son dos actividades perfectamente compatibles, y solamente una política extraviada puede pretender dar a una de ellas cierta importancia en desmedro de la otra. Otro de los grandes errores que se han cometido en materia industrial es olvidarse de que las máquinas necesitan fuerza motriz para moverse. En el informe se consignan cifras muy graves en esa materia. La Capital Federal y el Gran Buenos Aires necesitarían en estos momentos 1.250.000 kilovatios, y solamente tienen 850.000. Nunca se ha hablado en el país con tanto énfasis de planificación, y nunca se ha previsto menos en cosas fundamentales como son el abastecimiento de energía, que requiere un alto grado de previsión, puesto que no se puede improvisar de un año para otro. Estamos sufriendo las consecuencias de esa imprevisión. Pasarán tres años, por lo menos, hasta que el país pueda tener un alivio en el abastecimiento de energía eléctrica. Pero cuando se tenga ese alivio, el consumo ya habrá crecido en tal forma, que el alivio resultará muy pequeño. Por lo tanto, en el programa que habrá de elaborarse, uno de los capítulos más importantes ha de ser el abastecimiento de energía en el Gran Buenos Aires y en todo el resto del país. Allí, señores, habrá que acometer soluciones fundamentales que requieren aptitud técnica y gran inversión de capitales. Habrá que considerar el problema de Salto Grande. Habrá que considerar también muy seriamente el problema de la energía atómica. Estoy convencido de que en las condiciones del país, la energía atómica puede ser una solución conveniente más allá del año 1960. Creo que la técnica, y eso lo hemos visto en la reunión de Ginebra, ha progresado ya sobre bases firmes, y que el país si se preocupa puede agregar este nuevo elemento a la solución de sus graves problemas energéticos. Pero también hay que planear, y sin ambiciones, la solución de este problema, lo cual no quiere decir que la energía atómica haya de desalojar a las otras fuentes de energía, sino que habrá de superponerse. Es tal el incremento del consumo del país que será necesario mantener las fuentes tradicionales, desarrollar otras –como Salto Grande– y, además, preocuparse de la energía atómica en la medida en que sus costos llegaran a ser más bajos, como es muy probable, que los de la energía corriente. El aspecto más serio del problema de la energía, señores, es este. El ingreso medio por habitante en nuestro país, con ser superior ampliamente al de otros países de la América latina, no ha progresado sensiblemente en los últimos diez años. He señala- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 do en mi informe una cifra tomada de cifras del gobierno anterior, de la que se desprende que el ingreso o producto medio por habitante en la República Argentina es hoy, apenas, un tres y medio por ciento superior a lo que fue hace diez años. Nunca en la vida del país se había producido un estancamiento similar en el ritmo de crecimiento. Y no hay país latinoamericano, señores, que en los últimos diez años haya crecido con un ritmo tan insignificante como el ritmo de crecimiento del país. Es real que hay enormes posibilidades de aumentar rápidamente el ingreso mediante el aumento de la productividad; pero ahí nos encontramos con el problema de la energía. Yo creo que en la industria, en los transportes, en los frigoríficos, en todas las actividades de nuestro país, hay oportunidades inmediatas de aumentar la productividad en un diez, veinte, treinta y aun cincuenta por ciento. En algunos casos el aumento de la productividad va a poder hacerse en tal forma que la expansión del mercado volverá a reabsorber a la gente desalojada por ese aumento; pero en otros casos, desgraciadamente, esa población quedaría desocupada. En una economía sometida a vigorosas fuerzas dinámicas ese problema de desocupación no tiene mayor importancia, puesto que sobrevienen otras ramas de la actividad, ya sean nuevas industrias o la expansión de las existentes, que absorben rápidamente la población desplazada de la industria en que hubiere esos aumentos de productividad. Pero en el momento actual de nuestro país, con el freno que al crecimiento industrial está poniendo la escasez de energía, ni esa posibilidad se presenta en grado satisfactorio. Será necesario esperar que la producción de energía crezca, a fin de poder resolver a fondo el problema de la productividad. O sea, que una de las más interesantes posibilidades de aumentar el ingreso se ve obs- taculizada también por esa imprevisión en materia de energía. Esto no quiere decir que no se pueda resolver en casos particulares este problema de la productividad, pero no en la medida general, intensa y sistemática que se requeriría en este país para poder llevar rápidamente sus ingresos por habitante a la cifra que la potencialidad del país podría permitir en otras circunstancias. A todo eso se agrega, señor presidente y señores consejeros, el estado desastroso de los transportes, sobre lo cual no necesito insistir porque es de pública notoriedad. Será necesario gastar ingentes cantidades de capital a fin de poner el sistema de transportes argentinos en un pie de eficiencia compatible con las necesidades de la producción y del comercio. Y será la única forma, aparte de reajustes internos, de ir achicando progresivamente el déficit de 3.500.000.000 de pesos que actualmente tiene el sistema de transportes de nuestro país. Ha habido, como es notorio, un descenso de la productividad, medido en horas crecientes de trabajo para mover una tonelada-kilómetro, o para transportar un pasajero-kilómetro en la red ferroviaria argentina. Y esto, señores, va a requerir ingentes gastos, ingentes necesidades de capital. Y por desgracia, el país no se encuentra en condiciones de afrontarlas. Las divisas de que hoy dispone la Argentina son escasamente indispensables para pagar las materias primas y los combustibles que el país necesita. Por el mercado oficial, señor presidente, no es posible en estos momentos importar una sola máquina, un solo equipo; y a pesar de eso se calcula, no con fantasías sino sobre bases firmes, que habrá un déficit de 200 millones de dólares en el balance de pagos de este año, déficit que al agregarse a los compromisos anteriores da la suma de 757.000.000, equivalentes, por rara casuali- 1956 - 1976 91 1956 - 1966 92 dad, a la masa de repatriaciones que la Argentina hizo en años anteriores. Es muy lamentable esta circunstancia. Se está haciendo todo lo posible para superarla; se está haciendo el esfuerzo de traer algunos bienes de capital a través del mercado libre, lo cual llevará a comprimir las importaciones de automóviles. Sobre eso quisiera decir algunas palabras, puesto que ha habido ilusión y expectativa públicas en esta materia. Se han estado importando automóviles a razón de 5.000 unidades por año. No creemos, señores, que esa cifra pueda mantenerse. Esos automóviles se han estado pagando por el mercado negro, hoy transformado en mercado libre. Como es indispensable aprovechar en lo posible ese mercado para cosas mucho más urgentes –repuestos para maquinaria industrial, para transporte, camiones, motores para camiones, implementos agrícolas, semillas– que el país tenía restringidas, nos ha parecido prudente recomendar que se achiquen en lo posible, y por el más corto tiempo posible, las importaciones de automóviles, a fin de poder dar margen a que se realicen otras operaciones mucho más urgentes en la escala de prelación, que hoy tiene que tener ineludiblemente el país en sus compras en el exterior. Es muy lamentable, señores, que no veamos otra solución, porque tampoco sería aconsejable endeudar al país para importar automóviles. Será necesario hacerlo para maquinarias y equipos, y creo que todos reconocerán que sería muy poco sensato pensar en créditos exteriores para ese objeto. Fuente: “Informe económico ante la Junta Consultiva Nacional”, Diario de Sesiones de la Junta Consultiva Nacional, 18 de noviembre de 1955, pp. 2-5, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Biblioteca del Pensamiento Argentino, tomo VI, Buenos Aires, Emecé, 2007, pp. 178-184. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 EL PLAN PREBISCH. RETORNO AL COLONIAJE (SELECCIÓN) POR ARTURO JAURETCHE ¿Hay un plan? Bajo el título “Las soluciones inmediatas”, contiene el Informe un conjunto de pro­ posiciones desordenadamente expuestas que no aparentan conformar un plan de acción. En ese sentido parecería justa la protesta de Prebisch acerca de la denominación de “plan” con que popularmente se ha bautizado a lo que él llamaba soluciones inmediatas. Sin embargo, el análisis permite sistematizar esas proposiciones e integrar un plan económico perfectamente definido en sus líneas fundamentales. Podrán más tarde darse a conocer otros documentos informando acerca de la manera de resolver los proble­ mas de ejecución, con todo el lujo de detalle que se crea necesario difundir, pero ello no dejará de constituir sino un aspecto secundario de un plan cuya estructura básica es­tá ya a la vista. Los puntos principales de la reforma pueden resumirse en las siguientes proposiciones: 1. Transferencia al sector agropecuario de una mayor proporción del ingreso na­ cional, mediante el aumento de los precios de los productos agropecuarios, el encarecimiento de los productos de importación, la liberación de los controles de precios y la congelación general de los salarios. En noviembre de 1955, Jauretche responde al “Informe Prebisch” desde su exilio en Montevideo. El fundador de FORJA denuncia que los objetivos de este Informe, tales como el de “alentar la producción rural transfiriéndole una parte del ingreso real del país”, apuntan a la reducciónn del salario real de los trabajadores y al deterioro del nivel de vida popular. 2. Amplio concurso del capital extranjero, bajo la forma de empréstitos. 3. Política desinflacionaria tendiente a comprimir el actual nivel de ocupación y a transferir mano de obra de la industria al agro. 4. Eliminación de los cauces bilaterales del comercio exterior con miras a la adop­ción de una multilateralidad limitada. Hemos de analizar aisladamente cada uno de los aspectos básicos del plan Prebisch, para luego ensayar, en una síntesis de conjunto, un juicio definitivo acerca de sus resul­ tados. Trataremos de contestar así al interrogante formulado por todos y cada uno de los argentinos: “¿Hacia dónde vamos?”. Transferencia de ingresos La premisa principal en el razonamiento de Prebisch es la necesidad de extremar todos los recursos a fin de provocar un aumento de la producción agropecuaria con des­tino a la exportación. A tal efecto, propone un fuerte aumento de los precios internos de la producción agropecuaria, con una correlativa modificación de los tipos de cambio de exportación. Dice, al respecto: “Hay que dar un fuerte incentivo a la producción 1956 - 1976 93 1956 - 1966 94 agropecuaria, ele­ vando apreciablemente los precios, hay que facilitarle, además, la importación sin tra­bas de los bienes productivos que requiere y que no produce convenientemente la in­dustria nacional, mediante el desplazamiento de los tipos de cambio artificialmente sobrevaluados y permitiendo así acrecentar su débil fuerza capitalizadora”. En pocas palabras, se trataría de “alentar la producción rural transfiriéndole una parte del ingreso real del resto del país”. Transferencia que consiste, claramente, en una reduc­ción de los salarios reales de los trabajadores –empleados y obreros– mediante el alza del costo de vida y la congelación masiva de los salarios nominales. Prebisch lo ratifica con palabras inequívocas: “A fin de alentar la producción rural es indispensable admitir cier­ta reducción momentánea y moderada del consumo urbano, por lamentable que ello sea”. Es notable observar que en el curso del Informe, Prebisch considera que la proporción de los sueldos y salarios en el ingreso total argentino era antes demasiado baja en relación a los países más avanzados. Y considera también que la mejora producida entre 1945 y 1955 significa un evidente progreso social del país. Pero una vez expre­ sado eso, la primera “solución inmediata” que propone es la de reducir el salario real de los trabajadores, lo que significa limitar la actual participación de los asalariados en el ingreso total del país volviendo a la relación existente con anterioridad a 1946. Por otra parte, hay razones de peso para suponer que la transferencia de ingresos al sector agropecuario, no aprovechará sino en forma limitada y transitoria al verdadero productor. Se está reconstituyendo, en efecto, el viejo mecanismo de succión del pro­ ducido de la explotación agraria, integrado por el terrateniente, los acopiadores y los monopolios de exportación. En el primer momento, algunos productores aprovecharán de los beneficios aportados por los mayores precios. Pero no hay que olvidar que la mayor parte de los con­tratos de arrendamiento están hechos sobre la base de “aparcería” con lo que el propie­tario de la tierra, sin ningún esfuerzo, absorberá la mitad de ese beneficio. Los contratos de arrendamiento en dinero no tardarán en sufrir modificaciones que permitan a los te­rratenientes aumentar sus ingresos, sin perjuicio todo ello de la eliminación total del ac­tual régimen del arrendamiento rural que constituyó la mejor defensa del productor con­tra la voracidad de las clases parasitarias. Por otra parte, la eliminación de la intervención de los organismos estatales y de las ventajas conferidas a las entidades cooperativas importan el regreso al campo de los acopiadores, consignatarios y demás intermediarios que, al servicio de los consorcios monopolísticos de exportación, absorberán en provecho propio los mayores beneficios que teóricamente se asignan hoy al productor. Al eliminar todo el sistema construido en los últimos diez años para la defensa de los intereses agrarios, la transferencia de ingresos no se operará de la masa urbana a la masa campesina, sino de las clases populares al sector de los terratenientes y de los exportadores. La pauperización del pueblo El primer y principal efecto de la reforma será la compresión de los ingresos popu­ lares. La enorme masa de obreros y empleados tendrá que ajustar el cinturón a fin de salvar al país de una catástrofe que sólo existe en la inventiva de Prebisch. Pero al tiem­po que el pueblo efectúe ese sacrificio, las clases parasitarias argentinas volverán a par­ticipar desmesuradamente en el reparto de una riqueza a cuya producción no han apor­tado ni esfuerzo ni inteligencia. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 La elevación de los precios es el efecto directo e irremediable de la reforma. El cos­ to del nivel de vida popular aumentará como resultado de la elevación de los precios de los productos nacionales que integran los rubros de la alimentación y el vestuario. Lue­go se agregará a todo ello, el movimiento alcista provocado por la eliminación de los controles de precios, anunciado reiteradamente por Prebisch y altos funcionarios del gobierno. El alza no será brusca, porque la sangría debe ser dosificada a fin de evitar conse­ cuencias desagradables. Para ello se aplicarán algunos subsidios, financiados con los recursos de lo que, no sin ironía, se denomina “Fondo de restablecimiento económico nacional”. Pero esos subsidios están destinados a desaparecer progresivamente ya que uno de los principios de la reforma es la eliminación de los “precios políticos” y su sus­titución por los “precios reales”. Prebisch no ha querido expresar las dimensiones que en definitiva alcanzará el al­za de los precios, ni su incidencia en el nivel de vida popular. Aun cuando tiene a su dis­posición todos los medios para calcularlo y aun cuando se trata del dato numérico más importante de la reforma, ha preferido desligar toda responsabilidad. Por eso, ante una pregunta concreta formulada en la conferencia de prensa del día 15 de noviembre, se ha limitado a responder: “El alza del costo de la vida que pueda producirse por el despla­zamiento de los tipos de cambio no excederá del 10% de acuerdo con los cálculos efec­tuados por el Servicio Estadístico Nacional sobre la base de las importaciones y de los precios del último año” (La Nación, noviembre 16 de 1955). Es difícil penetrar en el sentido de esa afirmación destinada a hacer creer al gran pú­blico que el alza total del costo de vida será del 10% y que, si se excede de ello, no es Prebisch sino el Servicio Estadístico Nacional el que tiene la culpa. Pero nadie puede engañar- se al respecto: el aumento de los precios de la casi totalidad de los productos agropecuarios, sumado al que sufrirán los productos de importación, especialmente en lo relativo a combustible, tiene que traducirse necesariamente en un alza del costo de vi­da superior al 30%. Las subvenciones podrán disimular temporalmente parte de ese au­mento, pero a corto plazo se cumplirán irremediablemente las previsiones formuladas. No es posible creer que el Servicio Estadístico Nacional haya asumido la responsabilidad histórica de engañar al pueblo con un cálculo extravagante que no tendría otro objeto que el de evitar la inmediata reacción de las masas trabajadoras. Si ha existido el cálculo a que hace referencia el señor Prebisch, tiene que haber sido elaborado sobre supuestos limitados, excluyendo importantes factores de alza y suavizando el proceso con subvenciones cuyo carácter ha omitido maliciosamente en la conferencia de pren­sa a fin de confundir a la opinión pública, atribuyendo a la autoridad técnica de un organismo estatal la responsabilidad de una afirmación que, cuando los hechos la desau­toricen, le permitirá presentarse como otra ingenua víctima del engaño. Pero no podemos caer en esa trampa. El alza de los precios, repetimos, afectará progresivamen­te el nivel de vida popular en más de un 30%, lo que significará la pauperización de nuestro pueblo y la eliminación del progreso social conquistado en los últimos diez años. Y no hay otra salida, porque Prebisch está dispuesto a enfrentar el incremento del costo de vida con una congelación general de salarios. Así lo ha dicho claramente: “Si para compensar los efectos de este alza de precios y de la que sobrevendrá a raíz del desplazamiento de los tipos de cambio, se hicieran aumentos masivos de sueldos y sa­ larios, no tardarían en ocurrir nuevas elevaciones de precios, con lo cual se alentaría 1956 - 1976 95 1956 - 1966 96 sensiblemente la espiral inflacionaria”. No hay, según él, otra salida para esta terrible crisis económica. Queda así formulada la tesis económica que justificará el despojo de las clases trabajadoras y el enriquecimiento de una oligarquía que está dispuesta a aho­ gar en sangre todo intento de rebelión. El aumento de nuestras exportaciones El propósito de Prebisch, como se ha dicho, es el de obtener un aumento de nues­tras exportaciones que permita acentuar el ritmo de capitalización del país y evitar el desequilibrio de nuestra balanza de pagos. Evidentemente, no podemos discrepar con esas aspiraciones. Pero debemos sí preguntarnos si las medidas adoptadas son idóneas o si, por el contrario, nos conducirán a un sacrificio del que no aprovecharemos los argentinos, fuera del reducido grupo de los terratenientes y exportadores. En primer lugar, en la hipótesis de que los nuevos precios beneficiarán exclusiva­mente a los productores, cabe preguntar: ¿cuál es la elasticidad de la producción agra­ria frente a la fluctuación de los precios? O en otras palabras: ¿los mayores precios pa­gados se traducirán en mayor producción? No se trata aquí de analizar el problema a largo plazo, ya que la brusca elevación de los precios (de 40% en el trigo, de 55% en la avena, de 86% en el lino y de 30% en el girasol, que ya había sido objeto de aumento últimamente) nos demuestra que se es­tán buscando efectos a corto plazo inmediatos, que puedan dar solución a problemas que también se plantean con carácter perentorio. Hemos visto al analizar la producción agraria, que la disminución de los cultivos ope­rada en el último decenio, no es sino la consecuencia de la mayor preponderancia adqui­rida por la ganadería que se ha venido desenvolviendo a expensas de aquella. La elevación de los precios de la agricultura podría, en consecuencia, incrementar el área bajo cultivo si los precios de la ganadería permanecieran en sus niveles actuales. Pero las gestiones ini­ ciadas por los ganaderos llevarán prontamente a un nuevo equilibrio entre los dos secto­res, sin que en conjunto pueda registrarse un aumento sustancial del área utilizada. Cierto es que en el último decenio, como oportunamente probáramos, ha habido una ampliación considerable de la superficie ocupada por la explotación agropecuaria, pero hay dudas más que atendibles en el sentido de que no es posible avanzar mucho más allá sino mediante grandes obras de riego y una acción eficaz, pero naturalmente lenta, contra la erosión. No son estos conceptos personales. Ya el propio Prebisch, al considerar las ambi­ciosas metas del 2° Plan Quinquenal, señalaba que no eran alcanzables sino merced a un mejor uso de la tierra y en especial mediante la realización de grandes programas de riego (Estudio Económico de América Latina, años 1951-1952, p. 168). Y fue mucho más categórico, no hace muchos meses, cuando analizando la fijación de precios de es­ tímulo a ciertos productos agrarios, por parte del gobierno depuesto, expresaba: “Esta política plantea algunas dificultades derivadas de la posición relativa de algunos pro­ductos entre sí porque compiten por la misma tierra y recursos naturales, o porque cons­tituyen parte apreciable del costo de producción de otros. Así, por ejemplo, el subsidio de precios concedido al maíz en años anteriores ha desalentado las siembras de gira­sol por el primer motivo y la producción de ganado porcino por el segundo. Ello indi­caría que la frontera agrícola no ofrece muchas posibilidades de expansión” (Estudio Económico de América Latina, año 1954, p. 122). Difícil resulta comprender ese cambio de criterio en el curso de unos meses. El Pre­ bisch de CEPAL nos observa que las fronteras MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 agrícolas de Argentina no ofrecen muchas posibilidades de expansión y que cuando se aumenta el precio de un cereal, su siembra y producción aumentan en desmedro de otro que disminuye en igual proporción. Ahora, en cambio, nos pretende hacer creer que con un aumento general de los precios, ha de obtener un aumento general de la producción. ¿Cuándo dice la verdad y cuándo mien­te, el señor Prebisch? Por otra parte, ya lo hemos observado, la mejora de los precios no aprovechará mu­ cho tiempo a los productores. Y no ha de creerse que las mayores ganancias de los te­ rratenientes, de los intermediarios y de los exportadores constituyan un poderoso alicien­te para utilizar mejor la tierra o conquistar nuevas áreas hasta entonces desaprovechadas. ¿De dónde surgirá, entonces, el crecimiento de la exportación que Prebisch nece­sita? Simplemente, de la limitación del consumo interno como consecuencia de la pér­dida de poder adquisitivo de la masa popular. Lo que vamos a exportar no es la mayor producción agropecuaria, sino la parte que los argentinos dejamos de consumir a con­secuencia de la pauperización general, del deterioro del salario real y de la desocu­pación. No por simple casualidad Prebisch inicia su informe recordando aquel programa de Avellaneda resumido en esta descarnada frase: “Hay en el país dos millones de argenti­nos que estarán dispuestos a economizar sobre el hambre y sobre la sed a fin de cum­plir en una situación extrema con los compromisos de la Nación hacia sus acreedores extranjeros”. Se dirá que ahora no hay acreedores extranjeros, pero eso no es problema, porque ya Prebisch nos ha anunciado que los conseguirá y en la cantidad necesaria. Ya no son 2 millones, sino 18 millones de argentinos los que están a disposición de Prebisch, para que sobre el hambre y la sed de los mismos resuelva el grave problema de una crisis inexistente y haga frente a los compromisos que de una u otra manera es­tá dispuesto a contraer. Esa es la fuente efectiva de donde provendrán los aumentos de nuestros saldos exportables. Ya nos ha advertido que consumimos demasiado y que exportamos poco. Aho­ ra hay que invertir los términos. Prebisch así lo ha dispuesto. Los valores de nuestras exportaciones La misma hipótesis a que ahora se adhiere, esto es, la posibilidad de aumentar la producción global agropecuaria mediante mayores incentivos, no tiene porvenir frente al curso declinante de los precios en el mercado internacional. El propio Prebisch ha enseñado en sus estudios por cuenta de CEPAL la imposibilidad material de compensar con el aumento de producción la curva declinante de la relación de precios entre nues­tras exportaciones y nuestras importaciones. Entre 1948 y 1954, la relación de precios del intercambio argentino se ha deteriorado en un 35%, según información de CEPAL. Lo que quiere decir es que para obtener una misma cantidad de productos importados, debemos entregar en 1954 un 35% más de nuestros productos que en el año 1948. Ahí está a la vista el origen de todas las di­ ficultades actuales, ya que esa declinación de nuestros precios equivale en la práctica a una disminución del 35% en nuestro volumen de exportación. Este fenómeno nos está indicando la inconveniencia de forzar nuestra producción agraria en desmedro de los otros sectores de nuestra producción que integran nuestra economía. En momentos en que el mercado internacional de granos se precipita acele­ radamente hacia la baja, como consecuencia de la gran acumulación efectuada por Es­ tados Unidos, Canadá y Australia y de la falta 1956 - 1976 97 1956 - 1966 98 de mercados compradores, se nos propo­ne una reforma tendiente a sacrificar la economía interna en aras de un aumento de esa producción que amenaza con tornarse invendible. ¿No es esto un desatino de conse­ cuencias trágicas para el porvenir argentino? ¿No se trata, por el contrario, de reforzar el mercado interno y la integración industrial que permita independizarnos aún más de nuestro intercambio con el exterior? Las preguntas parecen ociosas. Prebisch no ignora que lo vulnerable de nuestra eco­ nomía ha sido esa excesiva dependencia hacia los resultados del comercio exterior. Y no ignora, además, las perspectivas sombrías que se ciernen sobre el mercado mundial de granos. ¿Qué pretende entonces? Ya trataremos de contestar ese interrogante, pero antes debemos analizar una cuestión aún mucho más grave. Porque hay, efectivamente, algo mucho más grave. Las drásticas reformas cambia­rias recomendadas y llevadas a la práctica tienden automáticamente a producir una baja mayor en los precios internacionales de nuestra producción. El exportador se en­cuentra de improviso con un extraordinario margen de negociación y la acción vigilan­te del IAPI –que luchó eficazmente por la defensa de nuestros precios hasta ayer– ha desaparecido. Los exportadores de lana, por ejemplo, que consideraban satisfactorio un tipo de cambio de $7,50 m/n por dólar, se encuentran de improviso con la otorgación de un cambio de prácticamente $18 m/n por dólar (se llega a esa altura por la facul­tad de negociar en el mercado libre el excedente sobre el precio de aforo). Tiene en su mano una ganancia fácil y un amplio margen de negociación, que es lo que técnicamen­te se suele llamar “condiciones competitivas”. Y ello se traduce irremediablemente en una baja de precio que importa una artificial pronunciada agravación del proceso gene­ral de declinación a que está sometido el mercado mundial. No son estas especulaciones de carácter teórico. Pocos días después de la reforma de nuestros cambios exteriores, en la Cámara de los Comunes de Gran Bretaña el pre­sidente de la Junta de Comercio era invitado a formular un cálculo acerca de la baja de nuestros precios y de la economía que ello representaría para el consumidor inglés (La Nación, noviembre 4). El Journal of Commerce de Nueva York comenta en la misma época bajas importantes en la cotización de los productos argentinos, agregando: “En lo que la ganancia neta del exportador quede virtualmente sin cambios no habría in­centivo para rebajar las cotizaciones; pero allí donde los pesos por dólar recibidos por el exportador son aumentados, como parece ser el caso de la lana, los exportadores po­drían rebajar los precios para hacerlos realmente competitivos” (La Nación, noviem­bre 6). Y desde Chicago, el 28 de octubre, se nos hace saber que “la decisión argenti­na de desvalorizar el peso provocó hoy algunas ventas de trigo en el mercado de granos de esta ciudad. Los comerciantes entienden que la desvalorización hará que el trigo ar­gentino se cotice más barato en el mercado internacional” (La Nación, noviembre 29). No hacemos referencia a perspectivas, sino a hechos que ya son reales (la vertiginosa baja del precio de la carne en el mercado de Smithfield, seguidamente a las reformas de Prebisch, documenta la magnitud de esa estafa a los intereses argentinos). La devaluación monetaria, la eliminación del rol vigilante del IAPI y la política seguida con los aforos llevarán a una baja arbitraria de un 15% en los precios internacionales de nues­tros productos de origen agropecuario. Lo que quiere significar que el pedazo de pan o de carne que los argentinos se quitarán de la boca para aumentar la exportación se transferirá sin cargo a los consumidores extranjeros. Esto es, que el sacrificio será inú­til, porque nuestros ingresos por concepto de exportación serán iguales o me- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 nores que los actuales, no obstante el aumento de las exportaciones obtenido a costa de un sacri­ficio de nuestro pueblo. Y los únicos favorecidos, en definitiva, serán los consumidores extranjeros, que podrán ensanchar el cinturón en la misma medida en que los argentinos lo achican, y tendrá que ser porque Prebisch lo ha dispuesto así. Las medidas desinflacionarias Previa aclaración de que no es partidario de la contracción general de las actividades económicas, Prebisch anuncia desde ya la adopción de una política desinflacionaria des­tinada a “evitar firmemente la típica espiral de la inflación de costos por un lado y de ir disminuyendo progresivamente la creación de dinero en las operaciones del Estado”. Para comprender ese programa conviene tener en cuenta que las medidas inmedia­tas puestas en marcha significan un poderoso impacto inflacionista que se traduce en la elevación externa de la moneda. Claro está que el origen de ese movimiento no reside en el crecimiento de los costos ni en el incremento de la emisión del Estado, sino sim­plemente en el arbitrario aumento de los ingresos de la clase terrateniente, de los con­sorcios exportadores y de los consumidores extranjeros. De donde resultaría que en la teoría de Prebisch un aumento de los precios por efecto de la mejora de los salarios es inflación, pero no lo es cuando resulta del aumento de la ganancia de los empresarios y rentistas. No hay sin embargo ningún contrasentido en el plan de Prebisch, ya que el proce­so de deflación que se iniciará a continuación del alza de precios tendrá por objeto con­solidar y aumentar los beneficios transferidos a ciertos sectores en desmedro del pue­blo. Bastará simplemente la disminución de la demanda interna de artículos industriales, en virtud de la caída del salario real y de la contención monetaria, para que la mayor parte de la industria y del comercio se vea sometida a un proceso de con­tracción que generará desocupación. De esa manera, lo que Prebisch anuncia como una mayor “demanda de brazos en las actividades rurales” –concepto contradictorio con la mecanización y tecnificación que propone– será satisfecha con una oferta de trabaja­ dores necesitados y poco dispuestos a discutir el monto del jornal. Las clases terratenientes, en consecuencia, no sólo se beneficiarán con el mayor precio asignado a la producción, sino también con el menor costo de la mano de obra que permitirá bajar aún más nuestros precios en el mercado internacional. Sostiene Prebisch en su Informe que las medidas desinflatorias permitirán eliminar totalmente el régimen de control de precios y que el costo de vida, después del al­za ocasionada por los aumentos oficialmente decretados, tenderá a bajar. Con ello nos está anunciando claramente ese proceso de contracción, de liquidación industrial y de desocupación del plan. Solamente la liquidación ruinosa de las existencias, las ventas por debajo de sus costos de producción y la compresión de los salarios podrá, en las cir­cunstancias presentes, traducirse en una baja del costo de vida. Pero no son los trabaja­dores, ni los industriales, ni los comerciantes los que aprovecharán esa baja, sino los rentistas, los terratenientes y los empresarios vinculados al intercambio internacional. La idea central no es otra que la de retornar a la Argentina colonial de hace veinte años, con una economía basada en la producción y exportación de materias primas a los costos reducidos de una mano de obra abaratada por la desocupación y la miseria. No es esto nuevo, por otra parte, en la teoría económica de Prebisch, que ya de muy antiguo ha tomado posiciones contra la política de plena ocupación. En una monografía publicada en México hace pocos años, bajo el título “El Patrón oro 1956 - 1976 99 1956 - 1966 100 y la vulnerabilidad económica de nuestros países”, luego de afirmar que Estados Unidos está en condiciones de seguir una política de plena ocupación sin peligro algu­no para su estabilidad monetaria, agrega: “No es el caso de la Argentina y otros países de estructura similar. No es dable seguir en ellos una política monetaria de plena ocu­pación sin el riesgo inminente de un fuerte desequilibrio que conduzca a la inestabili­dad monetaria”. Lo que quiere decir, en más simples palabras, es que para lograr la es­tabilidad monetaria a que Prebisch aspira, deberá crearse una masa permanente de de­socupados. Y si alguna duda quedara en cuanto a su capacidad y decisión para llevar a la práctica esas ideas, bastará recordar el auge de la desocupación a que se llegó en el año 1940, luego de una década de conducción de nuestra economía por el actual asesor económico del gobierno nacional. Autor de un manual de “Introducción a Keynes”, Prebisch demuestra no haber asi­ milado del genial economista británico más que su habilidad para expresarse en términos de la macroeconomía. Porque si algo medular hay en la obra de Keynes es su convicción de que la economía y los economistas deben ser los instrumentos de que la sociedad se sirve para eliminar el fantasma permanente de la desocupación. A no ser que se entienda que mientras Keynes escribía para la metrópoli, Prebisch lo hace para sus dominios, in­ tegrando así la moderna doctrina económica del Imperio que en 1930 decidió abandonar el simple y ya deteriorado andamiaje que elaborara Adam Smith. Plena ocupación, altos ingresos y prosperidad en la metrópoli, sustentado en un ventajoso intercambio comer­cial con un dominio endeudado, monoproductor de materias primas y cuyo bajo costo de producción está garantizado por el estado de necesidad de su masa trabajadora. La panacea del capital extranjero No perderá el lector de vista el punto de partida del razonamiento de Prebisch. La falla principal de nuestra economía consistiría en la declinación de nuestras exportacio­nes traducida en una tendencia deficitaria de la balanza de pagos con el exterior. Y pa­ra eliminar ese factor de perturbación, las medidas propuestas tenderían –según él– a incrementar poderosamente nuestros envíos al exterior, nivelando la balanza de pagos y aumentando el ritmo de constitución del ahorro nacional. Planeada así la solución, aparece como un evidente contrasentido la forma obsesi­ va con que Prebisch destaca la necesidad del empréstito y del concurso del capital ex­ tranjero, al punto de dedicar la mayor parte de su Informe a la justificación de ese re­curso excepcional. Claro está que previamente ha ensayado configurar un estado de cosas que conduz­ca irremediablemente a los brazos del acreedor extranjero. No otro sentido puede darse a su falso diagnóstico de nuestra situación económica, a la incorrecta apreciación de nuestra posición de divisas, o a la formulación de astronómicas estimaciones para la sa­tisfacción de necesidades impostergables, como es el caso de los 1.400 millones de dó­lares destinados a la renovación de nuestros ferrocarriles. Ese cuadro desolador, maliciosamente urdido, nos obliga a doblegarnos ante el ca­ pitalista extranjero. La simple anunciación de algunas cifras permitiría descartar la ca­ pacidad de los recursos nacionales para hacer frente a esas exigencias y salvarnos de los efectos de “la crisis más grave de nuestra historia económica”. Pero no se trataría solamente de concertar los empréstitos necesarios para salir del paso, sino también de recurrir a ellos como recurso normal. Lo dice Prebisch bien cla­ ramente al concluir su Informe: “El país tiene MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 dos caminos a este respecto: el de limitarse a un programa de cortos alcances y escasa cuantía que pueda realizarse sólo con sus recursos y sin resolver sus problemas fundamentales de crecimiento o afrontar con vigor la corrección de las grandes fallas estructurales de su economía”, para lo que se requerirían nuevos aportes de capital extranjero. Y ese programa lo suscribe el mismo economista que hace unos años formulaba esta correcta prevención: “Si la Argentina se propusiera subsanar prontamente todas sus deficiencias de capital y dar gran aliento a todos sus proyectos, acelerando extraordinariamente la capitalización, sus recursos propios le resultarían sin duda suficientes. Pero aun cuando le fuese dado obtener am­plias inversiones extranjeras, habría que preguntarse hasta qué punto el forzar la ca­pitalización se concilia con el desarrollo ordenado de la economía y en qué medida los balances de pago futuros podrían afrontar holgadamente el pago de los servicios finan­cieros muy acrecentados” (Estudio Económico de América Latina, 1949, p. 100). Hemos señalado en el curso de este estudio, que en época de preguerra el peso de los servicios financieros originados por las deudas externas fue el factor que perturbó permanentemente el equilibrio de nuestra balanza de pagos y frustró el crecimiento de nuestra economía. Bastará recordar que en el año 1933, el 37% de nuestras exportacio­ nes se destinaba única y exclusivamente al pago de esos servicios financieros, en for­ ma tal que cualquier declinación de los precios de nuestros productos en el mercado in­ternacional nos colocaba en una crítica situación económica, como el propio Prebisch lo ha reconocido reiteradamente en sus estudios de la CEPAL. Frente a eso, la actual apología del empréstito, convertido en la panacea que resol­ verá todos nuestros problemas económicos, adquiere contornos singulares. O la teoría económica ha cambiado, o el señor Prebisch tiene ahora razones muy particulares para propiciar medidas tendientes a exagerar la vulnerabilidad externa de nuestra economía, esa misma vulnerabilidad que hace veinte años justificó la firma del tratado Roca-Runciman, la coordinación de transportes, la creación del Banco Central y el lamentable re­conocimiento de un vicepresidente argentino acerca de la ubicación de nuestro país en el desdoroso cuadro de los dominios británicos. (…) Fuente: Arturo Jauretche, El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje, Buenos Aires, Peña Lillo, 1984, pp. 107-123, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Biblioteca del Pensamiento Argentino, tomo VI, Buenos Aires, Emecé, 2007, pp. 185-195. 1956 - 1976 101 1956 - 1966 102 INCAA “La Familia Falcón” es una popular telenovela argentina difundida por Canal 13 entre 1962 y 1969. Escrita y dirigida por Hugo Moser, el guión se basa en el retrato costumbrista del estereotipo de la familia de clase media argentina de la década del 60. El apellido de la familia está tomado del automóvil modelo “Falcon” que había lanzado al mercado la empresa Ford, patrocinante de la tira. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 EL CAMINO DEL DESARROLLO Luego del golpe de Estado que derroca al presidente Arturo Frondizi en marzo de 1962, su secretario de Estado de Relaciones Económico-Sociales, Rogelio Frigerio, se exilia en Montevideo. A su vuelta, en 1963, funda con Frondizi el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID). En este artículo, publicado en el diario Clarín, Frigerio sintetiza la perspectiva desarrollista del MID a partir de una comparación crítica con el modelo cepalino esbozado por Raúl Prebisch. Para superar el moderatismo “conformista” en el que cae este último –al abogar por correcciones parciales en las desigualdades de las relaciones de intercambio entre las economías desarrolladas y las subdesarrolladas–, Frigerio propone una transformación con sentido industrialista que modifique las raíces profundas de aquellas desigualdades. El desarrollo de América Latina Nos proponemos, en este trabajo, examinar los caminos de la lucha contra el subdesarrollo en América Latina. La discusión en este ámbito cuenta con una valiosa con­ tribución realizada por la CEPAL, el organismo regional económico de las Naciones Unidas, identificado en la figura de su fundador y máximo expositor, el economista argentino Raúl Prebisch, cuya actuación ha superado ya el cuadro latinoamericano y se proyecta al escenario más vasto del comercio y el desarrollo mundiales. En torno de la CEPAL y sus trabajos se ha formado, prácticamente, casi toda la generación de economistas latinoamericanos. Por eso no puede prescindirse de Prebisch y la CEPAL cuando incursionamos en el campo de la política del crecimiento en nuestra región. Partiendo del reconocimiento de la excelente participación de este grupo en el tema que abordamos, queremos señalar sus aciertos, y nos atrevemos también a descubrir los puntos débiles, que, a nuestro juicio, impiden que los análisis y proyectos de la CEPAL y de Prebisch configuren una base efectiva para orientar la lucha práctica de las naciones latinoamericanas contra los factores que se oponen a esa auténtica li­beración. Estos puntos débiles, estas contradicciones de fondo yacen disimuladas bajo un repertorio de ideas y proposiciones que tienen toda la apariencia de una teoría orgánica y eficiente, sin duda, muy bien inspirada. Pero dudamos fundadamente que su aplicación nos guíe hacia el más directo y verdadero camino, por el que tanto Prebisch como to­ dos los latinoamericanos queremos avanzar. De ahí la importancia que asignamos a una revisión detenida de toda la política del crecimiento económico en América Latina, tendiente a superar las debilidades de la literatura originada en un grupo de tanta influencia en nuestro continente. Confiamos en que estas fallas surgirán de la exposición de fi­nes y medios de la política que propugnamos para América Latina y de la comparación que haremos con las tesis de la CEPAL. (SELECCIÓN) POR ROGELIO FRIGERIO 1956 - 1976 103 1956 - 1966 104 Premisas básicas Algunas proposiciones básicas servirán para fijar nuestro criterio. Desarrollaremos estas proposiciones al estudiar cada aspecto parcial del problema. 1) No hay una economía política del desarrollo como categoría distinta a la economía política general. Las leyes de esta última rigen toda la vida económica mundial, y la deliberación que se ponga en la adopción de una política del desarrollo debe partir del reconocimiento de esas leyes. Por consiguiente, están condenadas al fracaso las me­didas que pretendían eludir o torcer la gravitación de las leyes de la economía, partien­do de la base que ellas pueden ser objeto de un tratamiento subjetivo dictado por con­sideraciones políticas. En esta falacia se incurre cuando se invoca la “comprensión”, la “buena voluntad”, hacia los países subdesarrollados para preservarlos de una u otra des­viación ideológica o política, o simplemente como deber humanitario hacia ellos. El crecimiento económico del mundo subdesarrollado es un hecho objetivo que forma par­te de un proceso de integración económica mundial, presidido por las leyes objetivas de la economía. El margen –muy amplio– de deliberación y elección voluntaria de los medios para impulsar y acelerar ese proceso universal no es independiente, sino depen­diente del juego de leyes y factores predeterminados. Hay que adaptar a estos la políti­ca voluntaria, y no al revés. 2) No hay una política de los países subdesarrollados enfrentada e incompatible con la política de los países desarrollados. Del mismo modo que el esquema de la división internacional del trabajo del siglo xix definía una estructura mundial indivisible, las tendencias universales de esta segunda mitad del siglo xx son válidas e imperativas pa­ra el sector adelantado y el sector rezagado por igual. Las rupturas e incompatibilida­ des que todavía configuran una apariencia de conflicto son precisamente resabios de la crisis que invalidó aquel viejo esquema y están condenadas a desaparecer en la transi­ción definitiva de las viejas formas a las nuevas. Este es el proceso dinámico que esta­ mos obligados a reconocer, orientar y utilizar en nuestra acción del crecimiento. Por consiguiente, es errónea toda política que arranque de la noción de enfrentamiento irreductible de los intereses de uno y otro mundo, y es acertada, en cambio, toda política que parta de la noción de la integración y unidad de intereses entre ellos. Lo cual no equivale a desconocer que subsisten criterios muy generalizados que aún no han alcanzado a percibir la objetividad y la necesidad del proceso, como lo demuestra el anacro­nismo de ciertas posiciones políticas de derecha y de izquierda frente a la revolución que se está operando vertiginosamente en nuestros días. 3) No hay integración mundial ni integración regional que pueda ignorar o preten­ da reemplazar el proceso de integración nacional, que es la base indispensable del desarrollo económico de nuestros países. La quiebra definitiva de la estructura económica basada en la complementación entre naciones industriales y países proveedores de alimentos y materias primas tiene una consecuencia objetiva y cierta: la dislocación del intercambio mundial, que se nutría de aquella complementación, obliga a replantear los términos hacia una sola salida: el nuevo intercambio tiene que realizarse entre unida­des nacionales y regionales progresivamente integradas, o sea, progresivamente ascen­dentes en su propio proceso de industrialización, de altos ingresos y de creciente apti­tud adquisitiva. La viabilidad de la economía MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 mundial, que antes se satisfacía con el intercambio entre países productores primarios y países productores de bienes de capi­ tal y manufacturas, depende ahora del intercambio entre países industriales y países industriales. Y esto es válido en escala mundial lo mismo que en las llamadas “comu­nidades regionales”. La comunidad regional debe integrarse en su ámbito, para incorporarse solventemente al intercambio mundial. Y dentro de la comunidad regional, cada nación debe integrarse en su ámbito interno para incorporarse con solvencia al inter­cambio regional o mundial. Por consiguiente, es la suma y la coordinación entre unida­des nacionales integradas las que hacen la solvencia de la región y las que concurren a la expansión del intercambio mundial. Es errónea toda política que debilite o posponga la integración de cada nación con el argumento de que es más económica, menos gravo­sa o más expeditiva la complementación y la división del trabajo dentro de la comuni­dad regional. Tal concepción es contraria a la dinámica de los grandes cambios tecno­lógicos que se operan velozmente en nuestra época y es contraria a la dinámica de la expansión, también vertiginosa, de la producción y de los recursos del mundo desarro­llado. Estos dos factores tornan inevitable la industrialización integral de cada unidad na­cional para participar de un mercado mundial gobernado por la masividad de la oferta. 4)El concepto de integración nacional no es cuantitativo ni se limita a postular la industrialización del país. Es una noción histórica vinculada al desarrollo económico en esta etapa de la evolución de la humanidad, pero superior a sus expresiones materia­les o a los índices económicos del producto bruto o del ingreso per cápita. Un país pue­de tener altos coeficientes en las categorías aludidas y todavía no será una nación. No lo son, por ejemplo, países y regiones de muy altos ingresos producidos por la explota­ción y exportación de materias primas de gran valor en el mercado mundial, como los minerales preciosos o el petróleo. Tampoco lo sería un país cuyo desarrollo industrial estuviera concentrado en una porción del territorio mientras vastas extensiones se mantuvieran en el aislamiento y el subdesarrollo. Por eso, la política del crecimiento nacional se asienta en la noción de la integra­ción geoeconómica, de la distribución armónica de los ingresos entre las diversas regio­nes del país, de la comunicación fluida entre ellas, de la formación de un mercado na­cional único, de la elevación del nivel de vida y de la cultura de todo el pueblo, de la interacción de la economía urbana y la rural. En una palabra, los factores materiales de la unidad de la nación conjugados para favorecer su unidad histórica tradicional, su conciencia histórica comunitaria. No hay política integral del desarrollo que pueda dejar de computar estos elemen­tos o que se resigne a diluir la personalidad nacional, el concepto irrenunciable de na­ción, en una estructura regional basada solamente en la complementación de unidades nacionales débiles, fragmentadas o deficientemente integradas. La fuerza del todo es incapaz de suplir la debilidad de las partes. Premisas y conclusiones de la CEPAL (…) Para nosotros, la única solución de fondo y de resultados permanentes consiste en producir cambios radicales en la estructura de producción de los países rezagados, idén­ticos a los que impulsaron el desarrollo de las formas avanzadas del capitalismo de las grandes potencias. Por eso hemos 1956 - 1976 105 1956 - 1966 106 dicho que rechazamos la idea de una economía polí­tica para el mundo subdesarrollado distinta de la economía política cuyas leyes rigen todo el proceso histórico del capitalismo. No se trata de integrar economías primarias por un lado con economías industriales por el otro, ni de postular un modus vivendi en­tre el mundo rezagado y el mundo desarrollado, que haga viable lo que hoy está en crisis: la división internacional del trabajo. Cuando se parte de la base de corregir las de­ sigualdades y los embotellamientos del intercambio entre uno y otro mundo, para evitar el colapso del sector primario, se tiende en realidad a perpetuar esa relación. Cuando se habla de industrializar a nuestros países como medio de calificar e incrementar sus ex­portaciones y de sustituir importaciones, se admite que lo que se busca es sólo un pro­greso cuantitativo, un tratamiento destinado a fortificar nuestras economías, pero siem­pre ligadas a la relación agroimportadora. Cuando se pone como techo de nuestros re­cursos para el desarrollo los saldos positivos del comercio exterior, se subordina la intensidad y el ritmo de nuestro crecimiento a nuestro mayor o menor peso dentro de aquella relación clásica. De este modo, hablando de liberar a nuestros países de su vie­ja dependencia, lo que se hace es darles una inyección para que la soporten mejor. A es­to se reduce, en general, la teoría de los economistas internacionales de las Naciones Unidas. Y es lógico que así sea, pues no pueden divorciarse de los intereses mundiales que aún prevalecen y que, por ahora, no aceptan –por lo menos en los niveles de la más alta decisión– otra teoría del crecimiento del mundo rezagado que vaya más allá de una mejoría de la relación de intercambio y una mayor participación en el comercio mundial, siempre que se mantenga esencialmente la ecuación “países industriales-paí­ses de producción primaria”. A diferencia de esta doctrina, que podría calificarse de “conformista”, nosotros par­ timos de la necesidad y presencia del cambio y tenemos en cuenta, ante todo, las leyes objetivas del desarrollo, y no postulados o acuerdos políticos internacionales. 1. Nuestros pueblos están objetivamente forzados a acelerar las etapas en el proce­so de crecimiento que desarrollará integralmente las fuerzas productivas, introducien­ do las formas más avanzadas de la técnica, tanto en la agricultura como en la industria. 2. La transformación de sus estructuras precapitalistas, en una época de rápidos avances tecnológicos, se cumplirá en un lapso infinitamente más breve que el que em­ plearon en tal evolución las actuales potencias industriales. 3. Este proceso de desarrollo abarcará igualmente a la agricultura, la minería y la industria, en perfecta interdependencia. No hay posibilidad alguna de incrementar la productividad del agro ni la explotación intensiva y racional de los recursos minerales sin una gran base industrial, que, a su vez, necesita movilizar las materias primas que pueda obtener en su propio país. 4. La industrialización es un proceso único y continuo, que parte necesariamente de la industria pesada. Cualquier intento de reducir la industrialización al sector de la industria liviana agrava la dependencia del factor externo y crea otro cuello de botella a la economía. Energía, siderurgia, química pesada e infraestructura de comunicacio­nes y servicios son prioridades absolutas en cualquier país subdesarrollado que se plan­tee el crecimiento económico, en esta época. 5. El crecimiento económico reconoce una sola pauta: el aumento de la productivi­ dad, con todos sus efectos acumulativos y reproductivos. A su vez, ese aumento MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 está condicionado por el coeficiente capital-hombre, entendiéndose por capital la totalidad de los insumos. La transformación de la base agraria de nuestros países no es un pro­blema de tenencia de la tierra, sino de aumentar la renta del suelo, su productividad, me­diante el agregado de capital y tecnología. Las reformas del régimen de la propiedad –necesarias en algunos países– deben subordinarse a este criterio puramente econó­mico. El problema social del campesino no es causa sino resultado de las formas precapitalistas de explotación, no de propiedad. La productividad de la industria, como la de la tierra, depende igualmente de la re­lación capital-hombre. Esta relación depende, a su vez, de la posibilidad de financiar las inversiones en los rubros de la industria de base que alimenten en condiciones eco­nómicas a la industria liviana y a la actividad agropecuaria ávida de mecanización y tec­nología. 6. Toda la política económico-financiera del Estado debe orientarse a fomentar el ahorro interno y a canalizarlo hacia los rubros prioritarios. Sólo el Estado puede pro­gramar esta canalización y conducir el desarrollo. En países como los nuestros, de es­casos ingresos fiscales y de baja tasa de capitalización, no es aconsejable la gestión empresaria del Estado. La burocracia debe reducirse al mínimo y toda la actividad económica debe ser ejecutada por la empresa privada, aunque el Estado se reserve el dominio de las fuentes energéticas y el control de los servicios esenciales, por razones de soberanía y defensa nacional. 7. El aporte de capital exterior no es facultativo ni secundario, como suele sostenerse. Librado a los recursos del capital interno o a los saldos del intercambio, el desarro­llo de nuestros países tardaría muchos de- cenios en alcanzar niveles dinámicos. El take-off –el despegue– debe ser drástico y rápido para que produzca resultados. En esta etapa de despegue, el capital internacional –público y privado– juega el papel impul­ sor decisivo. Sentadas las prioridades, el Estado nacional debe fomentar el influjo de capitales externos hacia los rubros básicos y hacia las inversiones de lenta amortización. Toda política que descanse sobre la premisa de una lenta y gradual financiación del desarrollo, como es la que parte de la mejora relativa en el comercio exterior y del pro­ducto creciente de las exportaciones, desconoce el hecho del desigual crecimiento de las economías de las potencias industriales y el de los países rezagados. En los prime­ros, el aumento de la tasa de capitalización y los extraordinarios avances tecnológicos de los últimos decenios han significado una concentración sin precedentes de sus eco­nomías y su distanciamiento vertiginoso de ellas en relación con las de los países subdesarrollados. Este hecho –muy diferente al lento proceso del desarrollo capitalista que se operó en los centros en el siglo xix– determina que los grandes centros de hoy acaparen los recursos mundiales y que los lentos progresos registrados en la productividad de los paí­ses periféricos tiendan a ser absorbidos también por las potencias industriales a través del mecanismo de la relación de intercambio. La única manera que tienen nuestros paí­ses de evitar que sus esfuerzos de capitalización y crecimiento se transfieran, en defini­tiva, al polo más fuerte, es dar un impulso drástico y rápido al despegue y a la forma­ción de un mercado interno solvente y en expansión. En otras palabras: no hay manera de defenderse de la absorción del mundo ya 1956 - 1976 107 1956 - 1966 108 desarrollado, sino enfrentándolo con otro mundo en rápida transformación y desarrollo. El capital exterior es indispensable para obtener este ritmo. 8. El crecimiento, pues, debe ser hacia adentro, no subordinado a las relaciones ex­ ternas. Debe propender a la creación de unidades nacionales integradas, de mercados na­cionales en desarrollo. Este crecimiento, para que produzca una auténtica integración, debe ser vertical y horizontal: vertical en la relación entre industria pesada e industria li­viana, entre agro, minería e industria, como un solo proceso; horizontal en la distribu­ción armónica de inversiones, recursos y centros energéticos fabriles a lo largo de todo el territorio nacional, unido por comunicaciones fluidas. Ambos factores son los únicos que pueden crear un mercado nacional fuerte y dinámico, con todas las implicancias so­ ciales, culturales y políticas de esta unidad. La integración económica en profundidad y en extensión hizo de Estados Unidos una nación. Nuestros países serán naciones cuan­do sus economías cumplan esa doble integración. Cuando sus economías no estén es­tructuradas hacia afuera, sino hacia adentro. Cuando sus centros industriales y los ade­lantos de la civilización y la cultura no acaben en el litoral marítimo, sino se extiendan a sus vastas extensiones mediterráneas. Cuando la actividad económica genere homogé­neamente la elevación de los niveles de vida materiales y culturales de toda la población. 9.Integración nacional significa que cada país explote intensivamente sus recursos naturales; que edifique y proteja su propia industria, que abra fuentes de trabajo para su propia población; que deje de importar lo que puede producir en sus fronteras. 10.La integración racional, el desarrollo prioritario y acelerado, son la base, no el obs- táculo, de todo esquema de integración regional y mundial. La suma de unidades na­cionales integradas fortifica, no debilita, la unidad regional. La fortifica para integrarse, con solvencia y soberanía, en el intercambio mundial. En cambio, la supuesta fuerza que emanaría de una comunidad regional basada en la división internacional del trabajo en­tre sus miembros, en la propuesta coordinación y complementación de sus economías, so pretexto de economicidad, trasladaría al ámbito regional las desigualdades que han determinado la crisis del mundo subdesarrollado en el cuadro de la división internacio­nal del trabajo en escala mundial. Habría, entre nuestros países, naciones industriales y naciones agrícolas, con los consiguientes problemas de la demanda insolvente. No estamos contra la integración regional expresada por la ALALC. La considera­ mos una tendencia objetiva irreprimible. Pero hay que programarla de manera que es­timule el desarrollo integral de cada uno de sus países miembros en lugar de unilateralizarlos en nombre de una supuesta complementación regional. 11.El crecimiento económico de cada uno de nuestros países, con los caracteres or­gánicos que acabamos de exponer, es la única solución para la integración de la econo­mía mundial en la época de la competencia pacífica y del crecimiento explosivo de las fuerzas productivas. En el sector socialista, sus diversos miembros han rechazado toda tentativa de ordenarlos en una comunidad fundada en la complementación regional. Mu­chos de ellos han salido a buscar recursos y mercados en el sector capitalista. El impul­so objetivo de su propio crecimiento y el impulso subjetivo de su conciencia nacional histórica han sido más fuertes, inclusive, MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 que su disciplina ideológica fundada en el internacionalismo. En el sector occidental no hay nación, grande o pequeña que, restauradas las heridas de la guerra, no haya emprendido su propia carrera independiente hacia su integración nacional. Sólo después de haber recuperado y sobrepasado sus niveles de anteguerra han marchado a la integración regional, cada una con su economía autointegrada. El merca­do común europeo es, para ellas, un instrumento de sus políticas nacionales, no un sus­tituto de ellas. Europa es fuerte en la medida en que lo son cada uno de sus Estados. El mundo de la coexistencia necesita la presencia de las nuevas nacionalidades in­dependientes de Asia y África y las repúblicas latinoamericanas en la dinámica de su rápida transición. No es un problema técnico, que se resuelve con un digesto aprobado en una conferencia diplomática, ni con “ayudar” o “tener consideración” a las econo­mías deficitarias y estancadas del tercer mundo. Es una necesidad histórica que afecta a toda la comunidad universal, enfrentada a la inminencia de una integración total en la era de la paz y de la próxima abundancia emergente del crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas. Por eso, sostenemos que la tesis de Prebisch, bajo una apariencia revolucionaria y al margen de toda buena intención de su autor, no corresponde al contenido histórico y político de la transición que ha de operarse inevitablemente en América Latina. La CEPAL se esfuerza por reivindicar para nuestros países un lugar en una estructura mundial que está desapareciendo, casi con la misma velocidad con que el hombre explora los se­cretos del cosmos. En este loable afán, propone paliativos, medidas y arbitrios muy ra­zonables, pero que no ahondan en la entraña de los cambios que pretende conducir o instrumentar. Se queda así en una versión corregida de la división internacional del tra­bajo y recoge conceptos e ideas sobre cambios sociales y políticos sacados de la litera­ tura tradicional. Los procesos de la coyuntura mundial van más de prisa. Las fuerzas económicas del mundo desarrollado –capitalista y socialista– tendrán que impulsar el desarrollo vertical y horizontal de las economías nacionales del tercer mundo, para producir, lo antes posible, la integración económica mundial que exigen sus propias economías en irreprimible expansión. Este impulso dinámico, verdaderamente revolucionario, no se conforma con mejorar la posición del mundo subdesarrollado en la relación de inter­cambio –límite hasta donde llega esencialmente toda la filosofía de la CEPAL–, sino que necesita transformar los dos tercios atrasados de la humanidad en naciones inte­gradas y fuertes, para ensanchar un mercado que ya les queda chico a las fuerzas pro­ductivas combinadas de Oriente y Occidente. Esta necesidad universal corre pareja con la necesidad de los países del llamado ter­cer mundo de romper, no de mejorar, el viejo esquema de la división internacional del trabajo, tendiendo a la creación de naciones de alto nivel técnico y de gran capacidad de absorción de capitales y tecnología. Esta tendencia de nuestros países excede en mu­cho las tímidas recomendaciones de la CEPAL y la voluntad de los intereses mundiales que aún no reconocen ni aceptan las tendencias irreprimibles de su propio mundo. La conferencia de Ginebra sobre Comercio y Desarrollo demostró esta falta de ade­cuación a sus propios intereses, esta falta de proyección hacia el futuro que to- 1956 - 1976 109 1956 - 1966 davía ca­racteriza a los círculos dirigentes de las grandes potencias, incluso las de los países in­dustriales socialistas. Fenómeno perfectamente natural en todo el decurso histórico y que no debe sorprendernos. Donde fallan los técnicos internacionales y los políticos de la diplomacia, no fallan, en cambio, las leyes objetivas de la economía y de la historia ni las urgencias progre­sistas de los pueblos. Del mismo modo que la física revela que la diferencia entre un sa­télite que gira en torno de la Luna y otro que desciende en ella y retorna al punto de par­tida es sólo cuantitativa, la experiencia de la historia y de la ciencia económica contemporáneas señalan que las mismas fuerzas que operan la concentración de las fuer­zas productivas en un tercio de la sociedad y dejaron marginados a los dos tercios res­tantes, obran ahora en el sentido de integrar a estos dos tercios en el cuadro general del progreso, pues sin esta integración se traba el mecanismo entero. Fuente: Rogelio Frigerio, “El camino del desarrollo”, Clarín, 20 de septiembre de 1964, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Biblioteca del Pensamiento Argentino, tomo VI, Buenos Aires, Emecé, 2007, pp. 238-248. Biblioteca Nacional 110 El nacimiento de Mafalda se produce el 29 de septiembre de 1964, día en que aparece por primera vez en la revista Primera Plana. Surge así un ícono de la historieta argentina. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE FRONDIZI POR ISMAEL VIÑAS En julio de 1961, el presidente Arturo Frondizi envía al Congreso de la Nación la ley de “Defensa de la democracia”, normativa de D ecir que su gobierno se ha convertido en el más eficaz instrumento de la entrega, comparable al de Justo o al de Juárez Celman, ya no es decir ninguna novedad, ni en la Argentina, ni en el mundo. La Argentina ha adquirido, por cierto, una triste gloria gracias a Ud. Doctor. Hasta ahora, sin embargo, algo nos quedaba. Si la entrega se iba realizando casi impunemente, debido en cierta parte a la ineficacia general de la oposición, cuando no a su complicidad –tal es el caso de los partidos tradicionales–, el pueblo podía seguir manifestándose en alguna medida. Eso resulta sobre todo imprescindible para apresurar la crisis de esos partidos, para que el pueblo vaya encontrando nuevos modos de actuar orgánicamente en el terreno político. Y es porque los factores económicos que se mueven detrás de su poder aparente saben eso, que se ha enviado al Congreso la llamada “Ley de defensa de la democracia”. Se pretende mejorar los instrumentos que acallen la voz popular y su creciente conciencia de su propia fuerza y de sus propias posibilidades. carácter represivo que apunta contra los partidos de izquierda y contra la oposición más firme al gobierno. El envío de esa ley le sirve a Ismael Viñas como punto de partida para la publicación de una “Carta abierta al presidente Frondizi”, donde el intelectual hilvana una serie de críticas y denuncias sobre el gobierno radical. La carta, que da cuenta de una posición personal, expresa también el desencanto de ese grupo de jóvenes intelectuales –grupo referenciado en la revista Contorno– que ya desde 1954 venía trabajando políticamente con Frondizi. Por eso mismo, es necesario evitar que esa ley se apruebe, y lograr una movilización tal de las fuerzas populares que se logre la derogación de todo el sistema represivo. Voy a recordar algunos hechos, para aclarar lo que digo. El grupo joven que hacia 1954 decidimos trabajar políticamente con Ud., pensábamos que a través de esa acción era posible constituir un movimiento que expresara la progresiva radicalización nacionalista de izquierda que era ya visible en parte de la oposición al peronismo, particularmente en las clases medias, lo que podía conjugarse con un proceso similar que se estaba dando en las clases populares peronistas. Eso podía facilitar una salida oligárquica continuista que se estaba gestando en los grupos empresarios del peronismo. No es que confiáramos en Ud. personalmente, ni en los conjuntos de los cuadros políticos que lo rodeaban –no era necesario– pero esperábamos que la conjunción de los elementos más populares de la población pudiera evitar que la salida del peronismo significara un paso atrás. 1956 - 1976 111 1956 - 1966 112 Nos bastaba con que se mantuvieran las conquistas logradas durante el peronismo, a fin de evitar el acostumbrado arrasamiento imperialista que se ha dado en nuestro país después de todas las crisis mundiales. De Ud. sólo esperábamos un cierto grado de honestidad personal y el deseo (producto más o menos previsible de su no ocultable ambición) de pasar a la historia como un presidente popular, de corte nacionalista. Esperábamos que los cuadros políticos que lo rodeaban cumplieran más o menos semejante papel. Es decir, que no confiábamos en Ud. sino en la medida en que se ejerciera la presión de los acontecimientos, de las masas populares, de los cuadros políticos y sindicales organizados. Desde un principio intentamos colaborar, desde adentro, en esa presión. Nuestros primeros intentos orgánicos en escala relativamente vasta se dieron después de la división del radicalismo (antes era imposible por el carácter profundamente reaccionario del balbinismo y del unionismo). Los primeros planteos tuvieron relativo éxito. Cada visita en grupo a su casa, lograba arrancarle algunas concesiones, porque Ud., eso era evidente, necesitaba de nosotros. Ya candidato presidencial, sin embargo ese relativo control fue desapareciendo; muchos otros grupos, la mayoría con gran poder financiero, comenzaron a acercarse a Ud. y a influir, incluso, en algunos de nosotros mismos. Luego de varios hechos que nos iban dando la pauta de lo que ocurría, el primer hecho grave y público fueron las declaraciones de Alsogaray (recientemente ex ministro de Aramburu), quien afirmó que Ud. le había manifestado una coincidencia total con sus planteos económicos libre-cambistas, sólo que le había aclarado que eso no se podía reconocer públicamente. Eso nos dio la ocasión para hacerle un nuevo planteo concreto y total, con un arma eficaz en las manos. Ud. (era en las oficinas de Schmukler en la Diagonal Sur), nos aseguró que Alsogaray era un vulgar calumniador exhibicionista, que buscaba prestigiarse atacándolo. Nos preguntó en tono patético si podíamos dudar de treinta años de vida política dedicados a la defensa del patrimonio nacional, y nos dio algunas pruebas concretas de lo que decía, incluso apoyándosenos en contra del grupo de la revista Qué. Hasta aquí llegaba nuestra confianza y hasta ese límite se la seguimos otorgando. Poco después, sin embargo, hizo Ud. sus famosas declaraciones a la revista Qué sobre educación privada. Le planteamos una nueva cuestión, esta más áspera y pública, no por razones religiosas (coincidíamos con Ud. en que la cuestión religiosa había que dejarla de lado o posponerla, en los países coloniales), sino porque veíamos en sus declaraciones señales de un peligroso acercamiento a grupos ideológicos que a su vez representan al capital financiero internacional, y la Iglesia Católica, en cuanto a organización, es una de ellos. Ud. entonces nos pidió una entrevista a realizarse en mi estudio, a fin de revisar la situación. En esa entrevista no estuvimos presentes más que seis personas, más Ud. y su hija Elena. Allí explicó Ud. que la decisión tomada la había resuelto absolutamente solo, sin responder a presión de ninguna especie, y que no lo comprometía absolutamente con nada ni con nadie. Los demás asistentes (Balbín, Jitrik, Luna, Zavala, Zanoni) admitieron sus explicaciones. Yo le contesté que el paso que había Ud. dado significaba la ratificación para mí, de que Ud. había elegido socios que iban a terminar siendo sus patrones, y que desde ese momento adoptaba respecto de su candidatura una posición de apoyo crítico, ya que era la única opción que a esa altura de los hechos quedaba, frente a opciones peores. Quedé, sí, desde ese momento prácticamente desvinculado de su persona, y dedicado a tratar de ayudar a fortalecer, dentro y fuera MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 de la UCRI, situaciones que pudieran contrabalancear en el futuro su personal acción. Pero, yo no lo sabía todavía, la corrupción, aun en nuestras filas, ya había penetrado profundamente. El proceso iba de arriba abajo. Así como Ud. había sido, hasta el momento de su precandidatura, sólo un típico abogado de nuestra clase media, vacilante, tal vez no muy decidido, con débiles relaciones con algunos círculos de negocios, oscilando continuamente entre acercarse a las clases populares y participar en sus luchas hasta sus últimas consecuencias y ascender individualmente por medio de pactos y compromisos; después de ser candidato, Ud. comenzó a relacionarse poco a poco con la gran burguesía nacional (¿recuerda el caso de “La Bernalesa”, doctor?), y sus expositores teóricos; Frigerio, Mario Amadeo, que lo deslumbraban con su “eficacia” y la seguridad de sus juicios. Esa relación, primero política, fue luego llevándose al terreno concreto; al principio, se trataba de “préstamos” para la campaña, luego, de ofrecimientos de negocios para sus amigos, finalmente, de negocios también para Ud. Algo de eso, en menor escala, ya le había ocurrido antes; eran las pequeñas debilidades del profesional de clase media. Ya había participado Ud. en el negocio de la playa “Alfar”, con los Marchinandiarena y Frigerio, y en los negocios de construcciones y útiles de los Mazar Barnett y Giralt. Ellos lo introdujeron al mundo financiero, especulando a la vez con su prestigio político. En nuestros grupos, a través directamente de su acción, ese mismo proceder se repetía. Así fue como alrededor del 15 de mayo, recién asumido el poder, el doctor Ricardo Rojo nos solicitó una reunión en nuestra casa particular, para escuchar “una propuesta” que deseaba hacernos Ramón Prieto, a quien calificó de “ideólogo del peronismo”. Nos reunimos unas veinte personas; entre ellas su secretario Jorge García Domínguez, Susana Fiorito, María Liceaga, David Jalife, el mismo Rojo. Invocando extrañas representaciones, Ramón Prieto nos dijo que en breve plazo se iban a firmar diversos contratos con las grandes compañías petroleras, sobre el modelo de la Standard Oil. Y afirmó que su presencia esa noche se debía a que apoyáramos esos contratos, necesarios para el desarrollo nacional, según expresó. Comenzó una larga y áspera discusión, en la que varios de los presentes –y debe destacar que entre ellos estaba Jorge García Domínguez– manifestamos nuestra intransigencia en esa materia. Lo que viene aquí al caso es que la señora de Liceaga manifestó que en los viajes a los países vecinos que acababa de hacer con Ud., Ud. personalmente la había convencido de la necesidad de pasos como el que en ese momento se nos anunciaba. Y afirmó dos cosas sintomáticas. Que Ud. había llegado a acuerdos con los empresarios norteamericanos, y que la participación en empresas que permitieran grandes ganancias iba a coincidir con el desarrollo nacional en los próximos años. Ante el silencio de algunos, otros le manifestamos que si lo que decía era cierto, nosotros estábamos ya en la oposición, aun cuando participáramos en cargos del gobierno, y que nos sentíamos con derecho a realizar la oposición pública desde nuestros cargos, cualesquiera ellos fueran, hasta que nos echaran o nos obligaran a renunciar. Allí comenzó nuestra lucha abierta, que culminó efectivamente en renuncia al tiempo más o menos breve. No es hoy el momento de relatar cómo se dio esa lucha contra la opinión de todo el mundo, incluso amigos e incluso partidos de izquierda. Desde entonces, su gobierno se ha venido transformando poco a poco en una singular pero no inusitada “rosca”; los políticos se han ido transformando en nuevos ricos, a través de negocios de todo tipo y clase; los 1956 - 1976 113 1956 - 1966 114 militares ligados a su grupo han ido ingresando a los directorios de las compañías filiales de los grandes monopolios internacionales; y los gerentes de esas compañías han ido ocupando poco a poco lugares claves en su gobierno. No se trata de afirmaciones generales, basadas en una teoría de la historia, sino de hechos concretos y particulares que vienen a confirmar esa teoría de la historia en su anécdota argentina actual. Algunos ejemplos: el ministro Acevedo es el personero de la Republic Steel Co. y de la Thyssen en Acindar, Acindar domina a su vez a Misipa (concesionaria favorita de Frigerio) en la que es Director el general Leguizamón Martínez, Misipa forma parte del mismo grupo Minera Aluminé (concesionaria favorita también), que a su vez domina la Editorial Haynes (Presidente del Directorio, el general Leguizamón Martínez). Y no sólo Acevedo es ministro de su gobierno, sino que el general Leguizamón Martínez es primo de la señora de Belcha Rosso Leguizamón, conocida en la vida civil como esposa del doctor Juan Ovidio Zavala, pieza clave en su ministerio. Doctor, podría seguir este hilo, por ejemplo a través de la señora de Zavala, alto funcionario ella también ¿no es cierto? Podría seguir refiriéndome a su contorno inmediato. Por ejemplo a su hombre de confianza, Grancelli Cha, hoy poderoso representante de empresas extranjeras, o a su sobrino Román Frondizi, hoy instalado con un piso que le costó un millón de pesos, como “gestor” de empresas extranjeras. Podría hablar de los negocios papeleros de la ex diputada Liceaga, y de su pobre marido y rico empresario. Podría hablar de los cientos de hombres jóvenes que Ud. y sus amigos han corrompido. Pero todo esto no sería sino presentarlo a Ud. como lo que pretende ser; una especie de Maquiavelo cínico y astuto, que a lo me- jor está usando métodos retorcidos en lo que cree el bien de su patria, y vive austeramente, como lo proponía y lo practicaba el Maquiavelo real. Pero eso sería disfrazar la verdad, poniéndolo en un plano que no es el que Ud. merece ocupar siquiera. Por eso, prefiero ir al otro extremo de la línea y volver a Ud. ¿No es cierto, doctor, que el señor Giralt es socio de los Mazar Barnett, y Ud. socio de ellos? ¿No es cierto que esa sociedad, dedicada antaño a las construcciones (el señor Giralt es maestro de obra, o algo así), en escala relativamente pequeña, ahora se dedica a los grandes negocios del cemento, en ligazón con el señor Fortabat (“Loma Negra”) y en relación con el actual ministro Acevedo? ¿No tiene toda esta gente algunos intereses en la construcción de caminos? ¿Y Ud. doctor? ¿No es cierto, doctor, que los Mazar Barnett, dueños virtuales de las Universidades Populares, hayan recibido un jugoso subsidio del Estado? ¿Y no es singular que el señor Mazar Barnett aparezca testarudamente en los directorios de los grandes bancos nacionales, a pesar de su declarado desconocimiento en materia financiera? Es que, como denunció el Movimiento político al que pertenezco, nos encontramos ahora ante una perfecta “rosca”, sí, mi doctor, cuyos tornillos también se ajustan en el mentado sillón de Rivadavia. ¿O son estos los beneficios de la libre empresa, en concurrencia con el “desarrollo” de que nos hablaba la señora Liceaga? Como Ud. ve, doctor Frondizi, no ando tan descaminado cuando digo que la “Ley de defensa de la democracia” está redactada para defender tanto los intereses del imperialismo como los suyos y los de sus amigos, ligados al imperialismo por algo más concreto que las simples ideologías. ¿No condena ese proyecto de ley, acaso, como delito subversivo, toda crítica contra la enseñanza privada, tan bien representada en las Universidades Populares? MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 negocios, en el cándido lenguaje que tan bien empleaba míster Foster Dulles! Entonces estaremos hablando cada cual su propio lenguaje, y el paraíso de la libre empresa no tendrá que recurrir a la mala literatura. Al menos, como lo reclaman algunos de sus propios amigos, no estará Ud. haciendo el ridículo. Fuente: Ismael Viñas, “Carta abierta al presidente Frondizi”, en Marcha, año XXIII, N° 1073, Montevideo, Uruguay, 1º de septiembre de 1961. Gentileza Roberto Baschetti ¿No condena toda discrepancia con la libre empresa? Como en los bloques de senadores y diputados también hay buenos negociantes de esta hora, no dudo que esta Ley, u otra parecida (una variante dulcificada por el benemérito libreempresista doctor Soler, por ejemplo, a quien los senadores han llamado en consulta) será aprobada. Sus intereses y los de sus socios amigos, cogobernantes y representantes de los amos norteamericanos, estarán bien protegidos, doctor. ¡Pero dejémonos entonces de grandes frases sobre la democracia, Occidente y todo lo demás, y hablemos finalmente de los Diario La Prensa del 30 de octubre de 1961. Ese día se convoca a una huelga de ferroviarios por tiempo indeterminado en respuesta al Plan Larkin, un programa de racionalización de la red ferroviaria argentina puesto en marcha durante el gobierno de Arturo Frondizi. 1956 - 1976 115 1956 - 1966 116 En una narración capaz de imbricar la reflexión política con las formas del decir popular, el ferroviario y escritor Juan Carlos Cena expone –en el extracto de su libro El guardapalabras (Memorias de un ferroviario) que se ofrece aquí– los inicios de la militarización de la sociedad argentina por medio del Plan Conintes, así como las formas de solidaridad que se le oponen y en las que parecen despuntar nuevos modos de reunirse que atraviesan sagitalmente las identidades políticas y sociales preexistentes. El Plan Conintes (Plan de Conmoción Interna) Julio Marsó era flaco, nervioso, tenía una voz como la de Edmundo Rivero. Al principio, cuando llegó a Córdoba desterrado por la empresa, no hablaba mucho. Bichamos que miraba, preguntaba, se iba acomodando. Sus compañeros de sección decían que era muy buen tornero. A la hora del mate, leía. No quería que lo vinieran a ver sus camaradas en las horas de trabajo; siempre fue así, tenía una actitud muy definida: había que trabajar, y bien. Me lo presentaron en una reunión, y de entrada nomás hubo enganche. Daba la mano con ganas, no como esos que te la extienden colgando, como un pescado frío. Me dio la impresión que sabía todo de mí, y yo de él, sólo sus mentas. Desde que había llegado Julio, los bichos estaban cambiando. Se arrimaban más a nosotros. Dejaban ese gesto adusto y desconfiado que tenían hacia los peronistas. De pronto hubo más fluidez, más confianza. Antes, ellos habían preferido aliarse con los radicales, no con nosotros. En una oportunidad pidieron hablar conmigo en forma reservada. –Mirá, Negro –me dijeron–, acá se viene la pesada, y los peronistas van a ser los primeros, sobre todo los que estén vinculados con la Resistencia. Me lo largaron así, sin precalentamiento, y esperaron mi reacción. Les dije: –Qué saben ustedes si yo estoy o no estoy en el Comando de Resistencia. Estas cosas son secretas, ¿ah? ¡Batime, varón! –Nosotros sabemos. Es nuestra obligación alertarte. Vos hacé lo mismo con tus compañeros. Hay que ayudarse entre compañeros de laburo, se piense como se piense. Tomalo en cuenta y alertalos. Los miré con una insolencia cargada de soberbia y, con una ingenuidad política supina, les contesté: –¡Qué nos van a hacer, no nos han podido nunca! Somos mayoría. Les agradezco mucho, compañeros. Mi gesto partía de la impotencia. Posaba de macho para demostrar algo que nadie me había pedido: que no arrugara. Después de hacerme el bravucón rajé a avisarles a mis compañeros. Ellos fueron tan irresponsables como yo. Contestaron a coro: MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 –Somos intocables, la mayoría del país, no se van a atrever. Hay un acuerdo con el Pocho. No jodás, Negro, vos sos muy amigo de los bichos colorados y te llenan la croqueta. Eso de la mayoría imbatible ya no se sostenía. Nos venían dando duro, pero más duro era nuestro razonamiento. A pesar de las movilizaciones, las elecciones, el salario salteado y otras experiencias como la de la Resistencia –que fue negativa en algunos casos y más o menos positiva en otros–, uno no cambiaba así de rápido. Pasaron los días y los compañeros seguían diciendo lo mismo y más: –El movimiento obrero es peronista, Negro, no jodás con boludeces. Es como si no creyeras en el movimiento peronista. –El flaco Frondizi no se va a echar a los trabajadores encima. Son todos amagues para negociar. Uno hasta me cargó: –Negro, qué boludo sos, todo te creés, todo, y tan luego a los bichos. Serán buenos tipos pero exageran, desconfían de todo, es como una enfermedad, tienen una persecuta del carajo. Yo intentaba defender mi punto de vista, pero era inútil. Les decía que leyeran los diarios, que vieran cómo los estaban apretando también a los bichos, cómo estaban apretando a todo el mundo, especialmente a los trabajadores. –No jodás más. Con mis dudas a cuestas pero más cerca de la versión de los bichos, fui a comentarle al viejo, quien después de rumiar básicamente estuvo de acuerdo. –A Frondizi le importa un carajo la clase obrera, la peronista o la otra. Hay traidores que se han hecho desarrollistas, y el peronismo ya no es uno solo. Está el nuestro y el de los mentirosos, burócratas, traidores y alcahuetes. Esa es una raza que tiene cría, crece y se reproduce. Nos delatarán si es preciso. Corre mucha guita. Lo que te dijeron los del PC, tomalo en cuenta. A mediados de 1960 se implantó el Plan Conintes, lo que terminó por darles la razón. El decreto decía “para combatir al terrorismo…”, y seguía: “…Los procesados serán juzgados por la justicia militar”. Todo el texto tenía el mismo tono amenazador. Se subordinaban las policías provinciales a los comandos militares. Otros decretos ampliaban y aclaraban las penas, los códigos de justicia militar y toda la artillería que venía de la época de Perón. Todo difundido con una publicidad inusual. El Porfirio recomendó secamente: –Limpiá la casa. Era casi una orden. Yo tenía panfletos y papeles del color que uno buscara. Hice una fogata en el gallinero, donde estaba el pozo de la basura. En el taller, los bichos volvieron a advertirnos que éramos los primeros de la lista. 1956 - 1976 117 1956 - 1966 118 –Cuídense, después seguirán con nosotros y con otros más tarde, pero todo viene apuntando a ustedes, estén alerta. Yo me preguntaba a quién iba a comentarle eso si los del Partido Peronista no me daban bola, ni yo a ellos. Mientras tanto, seguía con el teatro y el cine club. Ahora con el cine italiano de Antonioni, Visconti, Carlo Ponti y otros ilustres. Me entretenía y estudiaba. Estaba preocupado porque no había entendido la película de Resnais, Hace un año en Marienbad. Seguía viviendo en Guiñazú, adonde todavía no había llegado la luz eléctrica. Frente a mi casa, que quedaba sobre la ruta 9, se había instalado la primera farmacia. En esa villa de tanos, gallegos y criollos, nos conocíamos todos. Nadie escapaba a las lenguas. Una noche, mi hermano Luis estaba en la farmacia con Doña Filomena Argüello, vecina de tapial por medio que era como una segunda madre pero para el encubrimiento, en especial con mi hermano. Era, también, la pinchanalgas del pueblo. Se la veía con su cajita de jeringas por cualquier rincón de Guiñazú. Su marido era enfermero del Liceo General Paz, así que la medicina de primera mano, en ese pueblo sin médico, corría por parte de ellos. Dentro de la farmacia habían prendido los dos soles de noche porque se había hecho tarde. La luz proyectaba hacia afuera las sombras de los clientes que se corrían de un lado a otro, que se cruzaban gesticulando y parecían muñecos de un teatro de sombras. Entraron unos milicos armados, con toda la pilcha de ir a la guerra. No se los veía así desde el 55, cuando estaban acampados en el monte de los Benavídez. Encararon al farmacéutico y, sin mucho preámbulo, le preguntaron por la familia Cena. El galeno miró a mi hermano. Luis, en un movimiento simultáneo con Doña Filo, se soltó de la mano de ella y empezó a recular despacio. Salió pisando las sombras que ahora estaban inmóviles. Afuera estaba la milicada, pero al ver un pibe de 15 años ni le prestaron atención. El farmacéutico, como disculpándose, contestó que era nuevo en el pueblo, que no conocía a nadie porque recién se estaba instalando. –¿Quién los conoce? –preguntó el milico. Los vecinos miraron para otro lado. Doña Filo miraba los estantes de remedios haciéndose la cegatona, tanteando frasquitos, como si no entendiera. Ella, una enfermera rural, casi médica. El farmacéutico, como queriendo demorarlos, preguntó a su vez: –¿Pasa algo, señor? –No sabía el grado de los milicos. –No, vengo a ver a esta familia, nada más. –¿Por qué no pregunta en la comisaría? Ahí le van a informar. Apuntó con el dedo a la oscuridad de la calle, indicando la dirección. La comisaría estaba enfrente y casa de por medio, la mía. El comisario a cargo era Don García, “el León de Francia”, compañero de taba, truco, asados y parrandas de mi viejo. Al final los guió hasta mi casa. ¿Qué habrá pensado en esos pocos metros? Este hombre era parte del paisaje de Guiñazú. Era el comisario ideal. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Llegaron a mi casa. Golpearon el portón de chapa que daba a la galería. Salió mi hermana Isabel y se encontró con toda la tropa en la puerta. Luis ya había dado el grito de alarma y nadie estaba sorprendido. –¿Qué desean? –preguntó mi hermana haciéndose la gila. El milico se presentó y enseñó una orden de allanamiento. Pidió permiso y entró sin esperar contestación. Saludó a mis viejos, distribuyó a los soldados y comenzó con la requisa y las preguntas: que qué sabían de mi paradero y actividades, amigos, reuniones… Mi vieja tenía un baúl con ropa y recuerdos que traía arrastrando desde Marruecos. Adentro había un par de zapatillas árabes bordadas, puntiagudas y muy hermosas, de color oro y rojo, como las de Aladino, unos gobelinos con camellos en un oasis y tafetán marroquí. Ahí ella había escondido mi carné del Comando de Resistencia, con mi número y mi nombre en clave, que yo creía que se había perdido. Los milicos lo encontraron y también unos panfletos de los que yo no había tirado. Dedujeron una conexión entre peronistas, comunistas y algunos radicales de la tendencia de Don Santiago H. del Castillo. Dieron vuelta la casa buscando más. Afuera los vecinos, con lámparas, linternas y faroles, tejieron mil versiones de por qué los militares estaban en casa de Don Porfirio. Algo sospechaban, porque sabían que éramos peronistas. Los milicos no dejaron entrar a nadie ni dieron explicaciones. Adentro estaban mis viejos, mi hermana Isabel y Yolanda, la heroína de la noche. Yolanda vivía con nosotros y ayudaba a mi madre, que era asmática, con los quehaceres pesados de la casa. Aquella noche, ni bien vio entrar a los milicos, lo primero que hizo fue dirigirse a la repisa donde colgaban unos helechos trabajosamente cuidados por mi vieja y meterse el cuaderno donde yo anotaba direcciones, citas, actividades entre los calzones. Después se sentó y no se movió más, para disgusto de mi vieja que la veía poco atenta o comedida con los militares. Mi vieja creía que siendo amable la cosa cambiaba, se suavizaba. El milico que revisaba era suave, pero miró hasta el paladar del perro. Al tiempo, le pregunté a Yolanda por qué había guardado aquel cuaderno, qué sabía de él. –Me latió que era importante. Vos lo leías y lo guardabas los fines de semana. Cuando los vi entrar algo me dijo “guardá el cuaderno”. Cuando se fueron lo revolié por el tapial para lo de Doña Filo. Al otro día, cuando ella lo vio, lo guardó para devolvértelo a vos. –No –repuse–. Le mandé decir que lo quemara. Todos en algún momento me reprocharon el descuido: mi vieja, Doña Filo, mi viejo, Yolanda… Tenían razón. En el momento del allanamiento mi viejo estaba ciego, la diabetes lo tenía mal. Se mantuvo silencioso, con la mirada fija. Los milicos hicieron un paquete con lo que encontraron; el carné fue la perla. Terminada la requisa, vinieron las preguntas. Al Porfirio le preguntaron por sus hijos y él contestó que hacía tiempo no los veía. El milico no le creyó; volvió a preguntar y recibió la misma respuesta. 1956 - 1976 119 1956 - 1966 120 Pretendieron apretarlo, intimidar a la vieja, pero él ni se mosqueó. Le pusieron un saco y se lo llevaron. Dentro del jeep, volvieron a apretarlo. Lo paseaban por la oscuridad de los callejones que circundaban las fincas. –¿Vio a sus hijos? –No. –Cómo que no los ve… –Hace mucho que no los veo. Estoy ciego. Ojalá los pudiera ver. Los milicos se quedaron silenciosos. Él siguió: –No sé dónde están, y si lo supiera no se los diría. No pierdan el tiempo conmigo porque yo ya estoy jugado. ¿Ustedes delatarían a sus viejos o a sus hijos? ¿Ustedes qué harían? Los milicos pararon el jeep. Deliberaron y resolvieron llevarlo de vuelta a casa. A todo esto, la casa y la ruta ya estaban inundadas de vecinos con lámparas de kerosén en las manos. Una sola sombra manchaba el asfalto, una sombra compacta de gente. Al viejo lo dejaron en la vereda. El vecindario lo rodeó y, muy despacio, lo condujo hasta la punta de la galería. El primero que lo sintió fue el Negro Tom, el perro, que le hizo fiesta. Mi hermano se había esfumado. Alcanzó a avisar y saltó el tapial por el gallinero. Tenía 15 años. Yo ignoraba todo. Ese día habíamos ido a ver Hiroshima mon amour con el grupo de teatro al cine Cervantes. Desde que había hablado con Julio Marsó, no le había dado mucha bola al Conintes. A la salida del cine, vi la figura inmensa del Gordo Scavuzzo con otros compañeros del taller. Prácticamente me suspendieron en el aire para separarme de los del grupo de teatro. Me bajaron sobre la vereda y me contaron lo que había pasado sin preámbulos. –Negro, te allanaron la casa. Creo que lo primero que dije fue “puta madre”. Lo primero que me vino a la cabeza fue: los bichos tenían razón. Los compañeros me dijeron, además, que se habían llevado a mi viejo por la aplicación del Plan Conintes. Yo pensé con angustia que él justo ahora estaba tan jodido. No me podía sacar de la cabeza el rostro del Porfirio. Me quedé medio paralizado. Aparecieron otros compañeros del PC y los del grupo de teatro ya me habían rodeado también. Yo escuchaba y no podía creer que me buscaran los milicos. Me contaron que los compañeros del taller y los de teatro se miraban de costado. El Conintes los hizo amigos. –¡Basta de hacer bandera! –tronó el Gordo Scavuzzo–. Vos tenés que guardarte, no podés volver a tu casa. –Nosotros te guardamos –dijo uno– hasta ver qué pasa y qué se hace. Llegaron otros que me dieron la noticia de que mi viejo ya estaba libre. Los compañeros del PC me habían estado buscando desde temprano. Sabían de los operativos que se iban a iniciar ese día en forma simultánea. Habían apostado compañeros en la ruta 9 para detenerme antes de que llegara a casa. Por esa época, yo andaba en motoneta. Me dijeron que había dos abogados de ellos en mi casa. Yo seguía aturdido. Sentía que a mi alrededor hablaban, pero MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 dentro de mí había un aluvión, removía todo. Como para que no quedaran dudas, estos compañeros se expresaban con firmeza: –Tienen razón, vos no podés regresar. Tenés captura, tu casa debe estar vigilada y los vecinos también. Nos fuimos. Mi cabeza continuaba siendo un revoltijo pero algo quedó prendido: captura. Dijeron captura. Me llegó el turno. Tenía razón mi viejo, y los compañeros me habían alertado. Los que no teníamos razón éramos los de la mayoría respetada. Habían tocado a mi puerta. –Es su turno. –¿A mí me habla? –Sí, a usted. –Así, de repente, sin avisar… –Usted sabía. Y ese fue el principio, una bisagra en mi vida de ese momento, casi una fractura. Aún no lo sabía bien, pero el desencanto que venía anidando hacía tiempo estaba despertando, presagiaba una tormenta. A partir de aquí hubo un antes y un después. Pasé la noche recordando, haciendo un repaso. Era mi noche, esa noche. Había que esperar el alba. Al día siguiente me presenté en el taller como habíamos convenido con los compañeros. Siempre entraba por el portón norte, pero esa vez lo hice por el sur, acompañado por ellos. Entré sin novedad, en medio del resto. Pedí hablar con el jefe pero no había llegado. Me atendió el sustituto. Le manifesté que mi viejo estaba enfermo y que precisaba unos días de licencia sin goce de sueldo. No me contestó. Me hizo una seña para que entrara al despacho. Cerró la puerta y me invitó a sentarme. Abrió el cajón de su escritorio y me extendió un panfleto del PC que denunciaba los allanamientos, con los nombres de todos los ferroviarios que habían sufrido la represión. Todos los allí nombrados éramos peronistas. No supe qué decir. Él sí. –Hacé una nota solicitando licencia con fecha atrasada. Me alcanzó papel y lapicera, me dictó. Pensar que ese tipo me había tenido a los saltos. Católico ferviente –no peronista–, me daba una mano. –Cuidate –recomendó–. No me mientas más. Cuidate –repitió–. Si lo ves, saludos a tu viejo. Yo iba a cumplir 23 años. Estaba de nuevo en crisis y solo, absolutamente solo. Afuera de mi cuero, mis compañeros, que eran de fierro. Había ocurrido otra vez. Era otro parto pero no como en la colimba, aquí la partera era la represión. Y el desencanto. Cuando salí del taller, los mismos compañeros estaban ahí, junto con otros. Me comunicaron quiénes eran los detenidos. En el taller, uno solo de la sección Calderería. A los otros los habían ido a buscar pero no los habían encontrado. El Loco Alderete, me dije, se lo llevaron al Loco. Mientras conversábamos, me repetía: ¿Y ahora?, ¿dónde voy a ir?, ¿qué estructura política me protege? Dónde estaban la mayoría, la columna vertebral, la solidaridad partidaria. La ayuda 1956 - 1976 121 1956 - 1966 122 venía de otro lado. Dónde estaban los peronistas de la primera hora. Cuando estaba en el portón iban pasando y pasando, haciendo como que leían La Voz del Interior en la penumbra. ¿Qué fue: indiferencia, miedo? La soledad es grave, la soledad política mucho más. Es verte solo, pero bien solo, como si hubieras pedaleado en balde por una idea, una causa, por los que pasaban rumbo al laburo sin darte bolilla. Ayer te palmeaban, “bien, pibe, así se hace, qué huevos tenés…”. Me sentía descuereado, en carne viva, sin ninguna protección, sin siquiera un pellejito. Me repetía que había sido un boludo, un soberbio. Me condenaba yo mismo. –Vamos al bar de enfrente –dijeron los compañeros tomándome del brazo. En medio del café con leche con tortillas de grasa, los del PC me dijeron con buen tono, ofreciendo, que ellos me guardaban hasta que los míos se organizaran. Esperaron respuesta y, como no la hubo, siguieron: –Vas a tener que observar reglas muy estrictas. Nunca nadie debe saber dónde estuviste. Ni tus viejos. Pueden cometer una imprudencia sin querer. Ellos me vendrían a ver todos los días. Iba a recibir noticias de mi familia y ellos de mí. Sin cartas, sin nada escrito, todo verbal. A la novia, los saludos y que espere, porque esto recién empieza. Se fueron. Los ferroviarios entraron tarde al taller. Yo salí rumbo al aguantadero. Como a los quince días, me cambiaron de lugar. Sin avisar, imprevistamente, me mudaron a una casa con una inmensa biblioteca y una recomendación: podía tomar el libro que quisiera, pero cuando terminara de leerlo debía ponerlo en su lugar. Ahí estaban todos, no faltaba ni uno: Vladimir, Carlos, Federico, un argentino gordito de nombre Vittorio, otro que se llamaba Rodolfo, Mao con su verruga en la pera y cara de boliviano inteligente, el que le había dado de comer a 600 millones de chinos. Empecé a conocerlos en forma no muy ordenada. Leía con sed y a tragos largos, sin esperar la decantación. Me impactó mucho La madre, de Gorki. Comprendí por qué los compañeros leían en silencio, en la semioscuridad, como ocultando. A los pocos días me sacaron de nuevo. Me reuní con mi hermano y luego, en ese mismo lugar, con mis viejos. Qué manera de moquear. Nos tocábamos. El viejo sobre todo, por la ceguera, me tocaba la cara angustiado e impotente. Los compañeros que nos atendían –y a los que yo no conocía– nos dejaron solos. Arrimaron una torta, unas cervezas y algo caliente para mi viejo. Mi hermano estaba feliz, vivía una aventura. Me contaba riéndose cómo le habían ladrado los perros del barrio el día aquel que saltó la tapia después de avisar. A los viejos los habían ido a recoger temprano. Los pasearon de lo lindo. Al final los hicieron entrar a un hospital por una puerta y los sacaron por otra, en otro auto. Cuando estuvimos juntos, el Porfirio no dejaba de preguntarme por los compañeros peronistas del partido. No le dije la verdad en ese momento. Lo tranquilicé, le aseguré que estábamos bien, que no nos iba a pasar nada. Al MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 tiempo, cuando regresé, le conté todo. Una sombra le oscureció las facciones. No dijo nada, pero seguro que su amargura fue muy grande. Todavía guardado yo salía a tomar aire, a estirar las piernas junto a un grupo de compañeros. Había desarrollado una estrategia antidepresiva. A decir verdad, no conozco la depresión. Cada uno es como es. Caminar por barrio Yofre con esa inmensa arboleda era un placer, a pesar de todo. La soledad política puede tener efectos mortales. Para algunos, sobrevivir fue rajarse para siempre de la actividad. Otros tomaban la situación como un accidente de tantos y se sobreponían. Pero, ¿si no hubiera sido por estos compañeros del PC, dónde estaría mi alma? No sé si hubiera podido sobreponerme. La solidaridad de ellos fue una enseñanza. Jamás me pasaron la factura ni me condicionaron. Sí sentí que ellos le disputaban el compañero al enemigo. Y no fui el único, porque varios peronistas nos salvamos por esos compañeros a los que descalificábamos. Hubo fachos que nos reprocharon haber aceptado el refugio de los bichos colorados. Hubo casi dos mil detenciones. Les tocó a algunos de arriba, pero los arrestados de abajo aguantaron la represión más dura. El golpe le dio resultado a Frondizi. La desmoralización y el desaliento adormecieron los entusiasmos. El Conintes apuntó a la dirigencia gremial capaz de mover seccionales. Rosario fue una de las más castigadas. La paz de los fierros duró hasta fines de 1960. Por primera vez, las fuerzas policiales de todo el país fueron subordinadas a las Fuerzas Armadas, que dividieron el territorio en zonas donde establecieron Consejos de Guerra Especiales para juzgar a los detenidos por la justicia militar. Y ese era un gobierno civil que había subido por los votos de los que ahora reprimía. En el plano ideológico, los militantes peronistas se encontraban con que no podían discutir o criticar al desarrollismo ni debatir acerca de la lucha de clases. Todo se redujo a una cuestión de lealtad a Perón y esto debilitó las discusiones ideológicas. Cooke fue una voz solitaria. Su posición frente a Cuba y al Tercer Mundo y la frialdad y ambigüedad con que Perón recibía sus sugerencias lo fueron dejando en una situación de debilidad. En el 61, el Comando Nacional Peronista era casi un sello. Triunfante el Plan Conintes, muchos activistas abandonaron o transaron con el aparato formal del movimiento. Las ideas de Cooke fueron tomadas por un sector de la juventud. Fuente: Juan Carlos Cena, El guardapalabras (Memorias de un ferroviario), Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1998, pp. 137-144. 1956 - 1976 123 1956 - 1966 124 “Roberto Arlt, yo mismo”. Así se titula el discurso que Oscar Masotta brinda en el Salón “Arte y Ciencias” con motivo de la presentación de su libro Sexo y traición en Roberto Arlt en febrero de 1965. Incluido luego en Conciencia y estructura (1968), el discurso articula un relato autobiográfico de pasaje, donde el autor narra cómo sucumbe ante el despliegue de aquellas estructuras simbólicas y prejuicios de clase que en sus escritos previos denunciaba como propios de la “pequeña burguesía”. En su periplo intelectual, representativo de una fracción del campo cultural argentino de los años sesenta, este texto media entre la influencia sartreana y el psicoanálisis lacaniano, que tuvo en Masotta a uno de sus primeros y principales exponentes en la Argentina. Yo he escrito este libro, que ahora Jorge Álvarez publica bajo el título de Sexo y traición en Roberto Arlt (título comercialmente atractivo, elegido ex profeso; pero también el más sencillamente descriptivo de su contenido), hace ocho años atrás. Y cuando Álvarez me invitó a que presentara yo mismo mi propio libro, me sentía ya lo suficientemente alejado de él y pensé que podría hacerlo. Pensé en ese tiempo transcurrido, esa distancia que tal vez me permitiría una cierta objetividad para juzgar(me); pensé que el tiempo transcurrido había convertido mi propio libro en un “extraño” para mí mismo. No era totalmente así. Pero en el hecho de tener que ser yo mismo quien ha de presentar mi propio libro, hay una situación paradojal de la que debiera, al menos, sacar provecho. En primer lugar podría preguntarme por lo ocurrido entre 1958 y 1965; o bien, y ya que fui yo quien escribió aquel libro, ¿qué ha pasado en mí durante y a lo largo del transcurso de ese tiempo? En segundo lugar podría reflexionar sobre las causas que hicieron que durante ese tiempo yo escribiera bastante poco. Y en tercer lugar, y si es cierto que los productos de la actividad individual no se separan de la persona, podría hacerme esta pregunta: ¿quién era yo, entonces, cuando escribí ese libro?; y también: ¿qué pienso yo en el fondo y de verdad sobre ese libro? Mi juicio sobre mi propio libro: yo diría que se trata de un libro relativamente bueno. Relativamente: es decir, con respecto a los otros libros escritos sobre Arlt. Es que son malos. Pero los juicios de valor, a este nivel, no son interesantes… ¿Pero volvería yo a escribir ese libro, ahora, si no estuviera ya escrito? Bien, creo que no podría hacerlo. Entre otras cosas, porque hoy soy un poco menos ignorante que entonces, más cauteloso. Y seguramente: una cierta indigencia cultural, de formación, con respecto a los instrumentos intelectuales que realmente manejaba, estoy seguro, fueron entonces el motor que no sólo me impulsó a planear el libro, sino que me permitió escribirlo. Pero no es que no esté de acuerdo con lo que hoy acepto publicar. Y además, también estoy seguro, de no haber escrito aquel libro, y de escribirlo hoy, no escribiría un libro mejor. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Pero me pongo en el lugar de ustedes que me están escuchando. ¿Sobre qué estoy hablando? O bien: ¿de qué me estoy confesando? Pues bien: de nada. Si acepto publicar un libro que escribí hace varios años atrás es porque ese libro es bueno, para mí. Y lo es porque a mi entender cumple con el requisito sin el cual no hay crítica en literatura: acompaña las intuiciones del autor y trata de explicitarlas, a otro nivel y con otro lenguaje. Pero debo decirlo: cuando escribí el libro yo no era un apasionado de Arlt sino de Sartre. Y habiendo leído a Sartre no solamente no era difícil encontrar lo fundamental de las intuiciones de Arlt (o mejor: de esa única intuición que define y constituye su obra), sino que era imposible no hacerlo. Lean ustedes el Saint Genet de Sartre y lean después El juguete rabioso. El punto crítico, culminante, de esa novela que tengo por un gran libro, es el final. Después de leer a Sartre no era difícil encontrar el sentido de ese final, tan aparentemente sorprendente. ¿Por qué Astier se convertía tan repentinamente en un delator? En fin, yo diría, mi libro sobre Arlt ya estaba escrito. Y en un sentido yo no fui esencial a su escritura: cualquiera que hubiera leído a Sartre podría haber escrito ese libro. Pero al revés, la factura del libro, su escritura, me depararía algunas sorpresas. Entre la programación del libro y el libro como resultado, no todo estaba en Sartre. Y lo que no estaba en Sartre estaba en mí. No en mi “talento” (no hablo de eso): me refiero a las tensiones que viniendo de la sociedad operaban sobre mí a la vez que no se diferenciaban de mí, y de cuya conciencia (una cierta incompleta conciencia) extraje, creo, esa certeza que me acompaña desde hace más de quince años. Que, efectivamente, tengo algo que decir. Escribir el libro me ayudó, textualmente, a descubrir el sentido de la existencia de la clase a la que pertenecía, la clase media. Una banalidad. Pero esa banalidad me había acompañado desde mi nacimiento. Pensando sobre Arlt descubría el sentido de mis conductas actuales y de mis conductas pasadas: que dura y crudamente habían estado determinadas por mi origen social. Y uso la palabra “determinación” en sentido restringido pero fuerte. ¿El “mensaje” de Arlt? Bien, y exactamente: que en el hombre de la clase media hay un delator en potencia, que en sus conductas late la posibilidad de la delación. Es decir: que desde el punto de vista de las exigencias lógicas de coherencia, que pesan sobre toda conducta, existe algo así como un tipo de conducta privilegiada, a la vez por su sentido y por ser la más coherente para cada grupo social, y que si ese grupo es la clase media, esa conducta no será sino la conducta de delación. Actuar es vehicular ciertos sistemas inconscientes que actúan en uno, y que están inscriptos en uno al nivel del cuerpo y la conducta, sobre ciertos carriles fijados por la sociedad. Actuar es, a cada momento, a cada instante de nuestra vida, como tener que resolver un problema de lógica. En cuanto a los términos de ese problema: están dos veces a la vista (aunque no para quienes lo soportan), son dos “observables”. Por un lado la sociedad nos enseña, y por otro lado estamos llamados, solicitados, constreñidos, todo a la vez, a resolver cuestiones que el medio social nos plantea. Solamente que esas cuestiones difícilmente pueden ser resueltas en la perspectiva de lo que se nos ha 1956 - 1976 125 1956 - 1966 126 enseñado, de lo que ha sido sellado en nosotros por la sociedad; y la relación que va de uno a otro término, en sociedades enfermas como las nuestras, es una relación absurda (habría que precisar qué se entiende por esto) o directamente contradictoria. Pero como la capacidad lógica del hombre es infinita, siempre es posible resolver problemas imposibles: hay gente que lo hace. Son los enfermos mentales. En este sentido la enfermedad mental es absolutamente lo contrario a lo que una literatura envejecida, burguesa, nos ha querido hacer entender. Es exactamente lo opuesto a la incoherencia. Es más bien la puesta en práctica de la máxima existencia de lógica y razón. En este sentido digo, entonces, que la delación –y Arlt tiene razón– no constituye sino el tipo lógico de acto preferencial, en cuanto a la coherencia que arrastra, para conductas individuales determinadas por un preciso grupo social. Y solamente habría que hacer esta salvedad. Que cuando hablamos de lógica y coherencia aquí nos referimos menos a una lógica pensada por el individuo que se enferma, que a una lógica que –no hay otro modo de decirlo– se piensa en el enfermo mental. Y en cuanto a la relación entre conducta mórbida y conducta de delación: la tesis es de Arlt. Y es profundamente verdadera. Pero esto no significa moralizar; y lo que se quiere decir no es que un delator “no es más” que un enfermo mental. Sino exactamente al revés, contramoralizar, puesto que lo que Arlt denuncia es a la sociedad que produce delatores. En cuanto a la conexión entre lógica y coherencia por un lado, y enfermedad mental o delación por el otro, es cierto que necesitaría una larga explicación. Pero esa explicación existe, no es difícil, es cierta, y yo no hago metáforas. Pero relean ustedes a Arlt. Él, como novelista, tenía en cambio que usar metáforas. ¿No recuerdan ustedes aquellas que en sus novelas se refieren a esa necesidad “geométrica”, “matemática” o propia del “cálculo infinitesimal”, que el que humilla descubre como en negativo, y en el corazón del acto, en el momento mismo que lo planea, o un instante antes de su realización? Después de estas breves reflexiones se justifica tal vez un poco más que hable de mí. ¿Quién era yo cuando escribí ese libro? O para forzar la sintaxis: ¿qué había de aparecer en aquel libro de lo que era yo? Pueden ustedes reírse: pero ya entonces, en 1957, estaba yo un poco loco. Es decir, que pesaban sobre mí un conjunto de estructuras, un pasado, que se contradecían, las que yo intentaba estúpida e inconscientemente resolver. Es cierto, no lo sé todo sobre mí mismo, y no entiendo del todo el sentido de aquel modo de resolver mis contradicciones que fue para aquel entonces escribir sobre Arlt. Pero de cualquier modo no carezco de una cierta conciencia aguda de algunos de los términos contradictorios. Pensemos por ejemplo en el “estilo”, en la prosa de mi libro. Ya he dicho que al nivel de las ideas del libro estaba fuertemente influenciado por Sartre. Ahora bien, en lo que hace a la prosa, la influencia viene de Merleau-Ponty. Yo había leído entonces todo lo que Merleau-Ponty había escrito, y me fascinaba ese estilo elegante, esa prosa consciente de su cadencia y de su ritmo, esa sobre o infraconciencia del desenvolvimiento temporal de las palabras, ese gusto MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 por el “tono” o por la “voz”, esas insistencias de un fraseo a veces monotemático que entiende investigar las ideas acariciando las palabras. Amaba entonces esa prosa. En mi libro sobre Arlt intentaba esa prosa, me esforzaba por establecerme en ella, o en que ella se estableciera en mí. Quiero decir: que la imitaba. Y esto no es malo en sí mismo, ni me ocasiona hoy problemas de conciencia, puesto que imitar una prosa es la mejor manera de apresar desde adentro el pensamiento del autor, o como dice el mismo Merleau-Ponty, aprender a pensar lo informulado por el pensamiento, ese lugar todavía vacío hacia el que toda formulación tiende y que es el verdadero “objeto” del pensamiento. No, lo malo estaba en otra cosa. Piensen: una prosa que, como la de Merleau-Ponty, se basa sobre todo en el tono, en la “altura” de la voz, no es sino la prosa de un refinado. Supone un alto grado de cultura, la inscripción en una tradición cultural precisa, es decir, otros tipos de prosa pertenecientes a escritores lejanos y cercanos en el tiempo, con los que ella misma forma sistema, oponiéndose y diferenciándose de unas, semejándose a otras. Una prosa de refinado: una prosa de “tonos”. Y se podría pensar en una analogía con la lengua china. Efectivamente: en las lenguas chino-tibetanas los tonos de la frase no son usados como en las nuestras para expresar sentimientos, sino que sirven para nombrar objetos. Ahora bien, ese tipo de lengua aparece históricamente en sociedades muy jerarquizadas. La estructura propia de un orden social muy regimentado parece ser complementaria de la lengua de tonos. Una lengua de tonos, en una sociedad democrática, así, sería un impensable. Si se hiciera la experiencia de juntar una cosa con la otra el resultado tal vez sería alguna aberración: tal vez, una sociedad de idiotas. Ahora bien, con mi libro pasaba algo parecido. Imagínense: emplear una prosa de “tonos” para hablar sobre Roberto Arlt. Claro que Merleau-Ponty había usado esa prosa para escribir sobre Hemingway. Pero yo no era MerleauPonty. Y la relación que va desde Merleau-Ponty a Hemingway no es homóloga a la que iba de mí a Arlt. Y no me refiero al valor de los autores ni me comparo a quien tengo por uno de los autores más importantes de nuestro tiempo. Quiero decir, que entre yo y las novelas de Arlt había una relación más estrecha, más igualitaria, que entre un alto profesor universitario parisino, y que hablaba por lo mismo, y con derecho, desde la cumbre de la cultura (y no ironizo) y un hombre con las características de Hemingway. Arlt y yo habíamos salido de la misma salsa, conocimos los mismos ruidos y los mismos olores de la misma ciudad, caminamos por las mismas calles, soportamos seguramente los mismos miedos económicos… Brevemente: apoyándome en Sartre y en Merleau-Ponty yo escribía entonces sobre Arlt. ¿Cómo decirlo? Cuando escribía mi libro en verdad me sentía un poco exótico. Y textualmente, puesto ¿qué es lo exótico sino el resultado de la unión de sistemas simbólicos que tienen poco que ver unos con otros? Pero aun aquí, y aunque con otra significación, aquel exotismo me colocaba en la línea de Arlt. ¿Esa imagen sobre mí mismo (prosa de “tonos” para escribir sobre Arlt) no tenía acaso mucho que ver con esa foto que se conserva de Arlt en África, vestido con ropas nativas pero calzado con unos enormes y evidentes botines? 1956 - 1976 127 1956 - 1966 128 Dicho de otra manera: un día me encontré con que ya el libro estaba escrito. Es decir, que me encontré con que ya algo había sido hecho en mí, o que se había hecho ya algo de mí, tal vez sin mí. ¿Quién era yo? En 1960 iba a comenzar a conocerme: de la noche a la mañana mi salud mental se quiebra y una insufrible enfermedad “cae” sobre mí. Me veo convertido entonces, y de la noche a la mañana, en un objeto social: hago la experiencia de lo que significa, en sociedades como las nuestras, ser un enfermo mental. Hago esa experiencia, como se dice, desde adentro. Enfermo, no puedo ya seguir escribiendo. Tampoco puedo leer. Fue la miseria de aquella enfermedad, mezcla de histeria y de neurosis de angustia, y también la miseria real, los habitantes de una parte del espacio de tiempo que va desde el momento que escribí aquel libro a la fecha de su publicación. Enfermo (aunque con el cuerpo sano) me veía obligado a pasarme las horas, los días, los meses, con la cara contra la almohada, oliendo el neutro y espantoso olor a las sábanas (me parecía espantoso: lo era), regando de saliva el género. ¿Cuánto tardaría en idiotizarme por completo? No podía leer, no podía trabajar, no podía estudiar, no podía escribir. No podía nada, salvo atender a ese pánico psicótico que me habitaba. Tenía miedo de todo, de cualquier cosa, de ver, por ejemplo, brotar el agua del agujero de una canilla. ¿Y los otros? Yo temía que se aburrieran pronto y que me mandaran al demonio. Temía, digo, puesto que quería curarme y necesitaba de ellos, “apoyarme” en ellos. Mi mujer (esto antes de mandarme al demonio) me explicaba, con la mejor voluntad, que puesto que yo quería curarme era seguro que me curaría. Pero yo entonces me acordaba de esas historias clínicas de esquizofrénicos que también se quieren curar y que no lo logran jamás. Era seguro: yo era un esquizofrénico. ¿Pero tiene sentido que un autor hable de sus enfermedades, que las use para “racionalizar” sobre su vida, para justificarse? No sé bien, y sólo recuerdo ahora un escritor que a veces lo hace (y dejo de lado el exaltamiento pueril de la locura a lo Allen Ginsberg): es Georges Bataille. Recuerdo su tono, bajo y lento, en el prólogo de un libro en el que relata el tiempo real, el suyo, de la redacción del libro. Dice que una enfermedad, a la que no nombra, le dificulta las cosas, le obliga a escribir lentamente. Un tono quejoso: y no estaba mal, porque servía al menos para recordar al lector que un libro ha sido hecho con el tiempo real, cotidiano, del escritor. De cualquier modo, y tratándose de quejas: yo prefiero reservarme el derecho para mi vida privada. Pero mi enfermedad está ahí –estuvo ahí– y tal vez no es malo, ahora, reflexionar sobre ella. En ese sentido, la experiencia de la enfermedad –la mía– podría resumirse así: padecer algo que se hizo afuera de uno, la experiencia de “soportar” algo. Pero aun en el interior mismo de esa experiencia había un nido de víboras: ¿yo, que amaba a Sartre, cómo podía olvidar que uno “hace” su enfermedad? Recordaba entonces un párrafo de Merleau-Ponty sobre el Greco: las deformaciones de las figuras que pintaba no podían ser explicadas a partir del astigmatismo que el artista padecía, sino al revés, las figuras explicaban su astigmatismo, revelaban el carácter “intencional” de la enfermedad. El Greco había hecho su astigmatismo para MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 explorar el mundo a su manera. Su arte y su enfermedad no eran más que dos aspectos de una misma cosa, dos manifestaciones de un mismo “estilo” de vivir y de comprometerse en el mundo. Pero en el momento mismo en que soportaba mi enfermedad, en que ella no se traducía más que en mi imposibilidad de vivir, en el momento en que me veía arrancado de mi trabajo, trabado y presa de la mirada de los otros, arrastrado por añadidura a la miseria económica, ¿cómo entender que yo “había hecho” (y por lo mismo, querido) todo eso? Uno hace su enfermedad, ¿pero qué podía sacar yo ahora de eso que yo había hecho de mí? No entendía nada. Era un infierno. De vez en cuando, y en medio del tiempo de mis pánicos, de mis obsesiones, de mi aislamiento, me repetía una frase de Freud: “La enfermedad mental es inútil”. Fantaseaba que con el reconocimiento de su inutilidad tal vez me curaría. Como no podía leer, y encerrado, caminaba, incansablemente, caminaba. Tenía el mundo reducido a imágenes despedazadas metido dentro de los ojos. Para comprender algo hay que pensarlo todo, ¿pero cómo pensar algo cuando no se comprendía nada? Poco a poco. Tenía que “darme tiempo”. Ante todo, ¿qué era lo que había ocasionado la enfermedad? Eso estaba a la vista: la muerte de mi padre. Se lo podría decir así: cuando supe que él iba a morir, yo ya no pude vivir más. ¿Como dos amantes? Tal vez, pero nuestro amor había estado escondido (y no ironizo). Mi padre no tuvo una muerte dura: fue una muerte como la que él siempre había deseado. En esto fue un hombre con suerte: murió en su cama. Y además tuvo otra ventaja, puesto que siempre había temido a la muerte: no darse cuenta de que se moría. Estaba en la cama, conversando de cualquier cosa, enfermo de leucemia (pero él lo ignoraba) y sonriendo tal vez, cuando lo sorprendió la muerte. Sonriendo digo, puesto que cuando lo vi en el cajón y envuelto en sus mortajas, tenía un ricto de tranquilidad y de alegría en la boca. Para entonces yo ya había enfermado, y habría preferido no acercarme al cajón: pero mis parientes me arrastraron a él. No puedo olvidar la impresión que me causó su rostro: por detrás de la insobornable certeza de que yo amaba esa cara, una mezcla de indignación y repulsión… Ahora ya está, me decía, este hombre ha terminado y se ha llevado con él y de una buena vez al empleado bancario, sus “miedos de fin de mes” (como decía Arlt), los rasgos pusilánimes de su carácter, su ignorancia, su mala fe ideológica, su ceguera y su cobardía, su antisemitismo. Durante más de una interminable hora y media tuve que simular, ante la mirada vigilante de mis parientes, junto a la dura realidad de la carne muerta de mi padre. Yo no amo a los muertos, pero como me obligaban a simular respeto, sentí, además, recuerdo, que tampoco respetaba ese cadáver, ya que me acordaba del hombre, y lo execraba. Pero las cosas estaban así: mi padre había muerto y yo había “hecho” una enfermedad, en “ocasión” de esa muerte. Y desde el día que “caí” enfermo (fue de la noche a la mañana) me tuve que olvidar de golpe de Merleau-Ponty y de Sartre, de las ideas y de la política, del “compromiso” y de las ideas que 1956 - 1976 129 1956 - 1966 130 había forjado sobre mí mismo. Tuve entonces que buscarme un psicoanalista. Y me pasé un año discutiendo con él, sobre si mi enfermedad era una histeria o una esquizofrenia. Yo entonces confundía el aislamiento que padecía con el aislamiento como conducta de corte con lo real, y como no podía o no quería observarme desde afuera, afirmaba que estaba esquizofrénico. Al cabo acepté la opinión de mi analista. Aparté los índices somáticos, una sordera creciente, un horrible y continuo silbido que taladraba mis oídos desde el interior de mi cabeza, la perturbación de mi equilibrio: mi psicoanalista tenía razón. La tendencia a la seducción como rasgo constante de mi conducta, la representación, la teatralización del sufrimiento, la tendencia al chantaje. Yo aceptaba: era un pavo que debía tragarse todas las nueces. La discusión, sin embargo, no terminaba: se me ocurría que el analista observaba bien el lado representación de mis conductas, pero que extremaba el juicio sobre él. En el fondo yo sentía que me quería hacer creer lo que yo temía. Que yo no era más que un farsante. Pero entonces –en su presencia, o en la soledad– yo me rebelaba. Me decía entonces que no era del todo así, puesto que ahí estaba ese trabajo sobre Arlt, y que el trabajo no es farsa. Después comprendí que lo que pasaba era que mi analista usaba conmigo la técnica neoanalista de la frustración. Pero cuando me frustraba yo me ponía de pronto intransigente, y en cambio de responder con una reacción regresiva (según el esquema técnico que seguramente usaba) me ponía lúcido con respecto a él, no le perdonaba lo que mis ojos veían, su ceguera con respecto a las determinantes de clase, de trabajo y de dinero, que pesaban tanto sobre él como sobre mí. Cuando me frustraba, yo en cambio de regresar hacia mis estructuras arcaicas, progresaba, hacia el marxismo. La situación no tenía salida, y en medio de un análisis en el que había puesto las esperanzas de la cura, me aburría. Es cierto que no se podía culpar al psicoanalista ni al psicoanálisis de mi imposibilidad de salir adelante. Pero en mis choques con ese hombre todo se ponía en juego. De pronto me encontraba despreciándolo tanto como a mi padre. ¿Pero no revelaba tal cosa la constitución de un lazo de transferencia? No sabía nada. Recuerdo que una vez le pregunté por quién votaba. Me contestó que por los socialistas de Ghioldi. Por favor, no me diga más, le dije. Era suficiente y ridículo. ¿Y yo esperaba la cura de ese hombre? Estaba solo. Finalmente mandé vis-à-vis, como dicen los franceses, al psicoanálisis y al psicoanalista, a la historia y a mis discusiones de psiquiatría social con el analista. Iba aprendiendo y comenzaba a curarme. La enfermedad había puesto al descubierto la ligazón con mi padre, y la ligazón de esa ligazón con el dinero. El dinero existe y vale. Y esa prostituta, como le dice Marx, fue “el lugar” donde me hice adulto porque supe lo que era la vergüenza. Si uno no tiene dinero, o se muere de hambre o lo pide. Yo, como elegía vivir, a cada instante, lo pedía. Después no podía devolverlo. Tenía entonces que explicarme ante quienes me lo habían prestado. A veces me creían, a veces se reían un poco paternalmente de mí, a veces se enfurecían. En una oportunidad alguien a quien yo quería bastante llega a mi casa y con violencia me comunica que quería el dinero que MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 le debía, o se llevaría mi máquina de escribir: tuve que pagarle con libros. También tuve que pedir dinero al Fondo de las Artes: leyeron mis trabajos y me lo dieron. Era lamentable: yo sentía que era como pedir limosna. Entre mis amigos, algunos me juzgaban. Es que para pedir ese dinero, tenía que pedir antes “cartas de presentación”: una vez a Murena. Ese hombre, personalmente cortés y bueno, no me la niega, y yo uso entonces su prestigio, ideológicamente aceptable en los medios oficiales, para no morirme de hambre. Explico esto a mis amigos, pero ellos no dejan de juzgarme: la cortesía, y la bondad incluso, la bondad que significaba en Murena el dejarse usar ideológicamente, no son más que virtudes individuales. Las que ama la derecha. Tenían razón. Pero en esos momentos yo estaba más cerca del cálculo infinitesimal que de la razón, me parecía más a un personaje de Arlt que a mí mismo. O a mí mismo más que a ninguna otra cosa. ¿Pero quién era yo? Según el entonces rector de la Universidad de Buenos Aires, Risieri Frondizi, yo había muerto. Quiero decir: que había fallecido. Es que mientras se encontraba en sus funciones le pedí también a él una carta de presentación para el Fondo de las Artes. Cuando le hago llegar el pedido, a través de su secretaria, se niega, dice que jamás había leído nada mío. Pero además, extrañado, le pregunta que cómo era, que si yo no había muerto. Tenía razón: es que yo había intentado suicidarme dos veces, y habrían llegado seguramente a él algunos rumores sobre la cuestión (y les ruego a ustedes que me excusen nuevamente: me refiero al impudor con que nombro la palabra “suicidio” cuando ella se refiere a intentos reales míos). Ante el relato de la secretaria del Rector, me quedé impávido. Pensé entonces esa frase conocida: “El relato de mi fallecimiento es considerablemente exagerado”. Pero no pude pronunciarla. Pero no sé si se entiende: no estoy contando anécdotas. Sino mejor, contando algunas coordenadas reales de una situación concreta, la mía. La enfermedad, a raíz de la muerte de mi padre, la vergüenza, la vergüenza económica, la buena voluntad de mis intenciones intelectuales, mis influencias intelectuales, las mejores, Sartre, la relación de compromiso entre el sostenimiento de las ideas y la exigencia de coherencia con uno mismo cuando se trata de jugar los roles en el interior de la sociedad concreta, la relación personal al nivel más concreto cuando uno se relaciona con otros intelectuales. El desorden no es más que aparente. Hay aquí pocas vías hacia las cuales todo converge, y desde donde brota, seguramente, todo lo que nos determina. Y hay dos, fundamentales, que están en la base del hombre concreto: el sexo y la economía. O como decía Pavese: dinero, mujeres, prestigio. Yo no creo haber endurecido, ¿pero es que hay otras cosas? Los marxistas en general y los comunistas en particular suelen tomar con ligereza la noción de alienación. Pero la alienación no es una noción. Por lo mismo hay que comenzar ya a entender de una buena vez la realidad que comenta esta vieja idea: la idea de destino. Hay que arrancarles a los escritores de derecha el uso exclusivo que hacen de ella. Quien ha comenzado esa empresa es Pavese. La muerte, la violencia, la locura, el hambre, el suicidio, existen 1956 - 1976 131 1956 - 1966 132 en el mundo, y están presentes en todos lados, aun ahí donde aparentemente no. Por eso Rozitchner tiene razón cuando afirma con desprecio que hay más filosofía en su libro sobre los invasores de Playa Girón que en toda la filosofía universitaria. A mi vuelta de los infiernos, mientras de modo paulatino iba reintegrándome a la vida y a mi trabajo, a medios que pagan mi trabajo y me permiten seguir escribiendo y leyendo, volvía a encontrarme con mis amigos. Tuve entonces la alegría de comprobar qué cosa es poder mirar a la gente en los ojos. Cuando estaba enfermo, no podía hacerlo. Y cuando lo lograba, era sólo por esfuerzo: sostenía la mirada, que de por sí, tendía a bajar. ¿No se han fijado ustedes que la gente que adquiere una enfermedad mental adquiere al mismo tiempo una manera huidiza de mirar? A veces, cuando miro a ciertos ojos, me parece saber de qué se trata. Pero ya no es mi caso. Y dentro de poco mi caso no será más que un cuento al que cualquiera tendrá derecho a poner en duda. Me reencontraba con mis amigos: Correas, Sebreli, Lafforgue, Rozitchner, David Viñas, Ismael, Verón, Marín, León Sigal. Durante mi estadía en el infierno los había visto poco. Algunos, supe, me evitaban, tenían razón. Otros no pudieron acercarse a mí, aunque tal vez lo deseaban. Es que tenían miedo, no de mí, sino de la imagen de ellos mismos que tal vez podrían descubrir, como en espejo, en mí. También tenían razón. Otros respondían con la conducta inversa: se acercaban y con una mezcla de piedad y lucidez me decían lo que era cierto: que no había diferencia entre la enfermedad mía y la salud de ellos. También tenían razón. Cuando yo me puse tratable, pienso, todos respiramos, y fue bueno para todos volverse a tratar. Reaparecían entonces para mí las cuestiones fundamentales que ciñen la vida del intelectual contemporáneo: la política y el Saber. No hablaré de ellas aquí. Con respecto a la primera, diré que el problema de la militancia, al menos en la Argentina, aparece intocado. La cuestión fundamental está en pie. ¿Debe o no un intelectual marxista afiliarse al Partido Comunista? Yo no me he afiliado: primero, porque los cuadros culturales del partido no resistirán mis objetivos intelectuales, mis intereses teóricos. El psicoanálisis, por ejemplo. Y en segundo lugar porque hasta la fecha disiento con los análisis y las posiciones concretas del PC. Por esas razones no me he afiliado, y no sé si lo haré algún día. Pero respeto a quienes lo hacen o lo han hecho. Pero además, ¿dónde militar? ¿Con qué grupos trabajar? ¿Qué hacer? En lo que se refiere al Saber: en estos años he “descubierto” a Lévi-Strauss, a la lingüística estructural, a Jacques Lacan. Pienso que hay en estos autores una veta para plantear, en sus términos profundos, el problema de la filosofía marxista. Lo que significa que ya no estoy tan seguro sobre la utilidad de las posiciones filosóficas, teóricas, sartreanas, como lo estaba hace ocho años atrás. Es que en esos ocho años, al nivel del saber, han pasado algunas cosas: entre otras, un cierto naufragio de la fenomenología. Recién hoy comienzo a comprender que el marxismo no es, en absoluto, una filosofía de la conciencia; y que, por lo mismo, y de manera radical, excluye a la fenomenología. La filosofía del marxismo MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 debe ser reencontrada y precisada en las modernas doctrinas (o “ciencias”) de los lenguajes, de las estructuras y del inconsciente. En los modelos lingüísticos y en el inconsciente de los freudianos. A la alternativa “¿o conciencia o estructura?”, hay que contestar, pienso, optando por la estructura. Pero no es tan fácil, y es preciso al mismo tiempo no rescindir de la conciencia (esto es, del fundamento del acto moral y del compromiso histórico y político). Cuando Álvarez me invitó a que presentara mi libro, me fue difícil atinar en el primer momento a darme un tema que no fuera banal. Ante todo, porque lo que estoy estudiando en este momento es Freud, y no Arlt. Por otra parte, hace tiempo que no releo a Arlt. Además, lo que pienso sobre él lo he escrito en el libro. ¿De qué hablar? Creo que de alguna manera he disuelto el problema. Pero si he hablado de mí, es porque estoy seguro de que esta manera de hacerlo me acerca a Arlt, me coloca en su línea. Sólo que al principio había ideado hacerlo de otra manera. Pensé que muy bien podría aprovechar la ocasión para reordenar algunas notas de un trabajo autobiográfico que tal vez escriba. Tal vez, digo. Y les leeré a ustedes el comienzo de la redacción (y sólo el comienzo) de un libro que, de escribirse alguna vez, ustedes releerán, en algún sentido, puesto que habrán tenido una primera experiencia de su tono, de su estilo, y para hablar como Barthes, también de su “escritura”. Leo: ¿Violencia o comunicación? Con mayor o menor conciencia siempre supe que esa era la alternativa. Esos dos polos se hallan en todas partes, y si uno no los descubre a raíz de cada cuestión, corre el peligro de convertirse en un ángel. Pero yo quería ser histórico. O bien: sabía que lo era. ¿Pero cómo convertirse en eso que uno es? No había otra manera que esta: darse una vocación. Lo hice a los veintiún años: sería escritor. Salía del servicio militar, donde había perdido un año, como se dice, limpiando caballos; mientras leía en los momentos de descanso a Faulkner, a John Dos Passos, a Hemingway. Durante ese año rumiaba también una novela que al año siguiente escribí, y que resultó perfectamente mala. Mientras la escribía, recuerdo, pensaba en mi edad y me decía, fuertemente ansioso, que con un poco de suerte “publicaría antes de lo que lo habían hecho cualquiera de los norteamericanos” (Faulkner, Dos Passos, Hemingway). No imaginaba entonces que pasarían catorce años antes de poder publicar mi primer libro. Catorce años: durante ese entretiempo aprendí a rumiar otro tipo de libros. Autobiografías. ¿Es que me sentía tan interesante para mí mismo? En absoluto. Lo que ocurría era que mi fe en la literatura se iba deteriorando. Quiero decir: lo que se deterioraba era la aceptación de esa mala fe necesaria para creer en la palabra escrita, o para escribir ficción. Pero puesto que pensaba todavía en escribir una autobiografía, mi fe no se había terminado de quebrar. Es que me había salvado por la lectura. Si podía pensar en escribir no era a causa de la vida, sino de los libros. Dos ensayistas franceses me sugerían el camino: Maurice Blanchot y Michel Leiris. Sobre todo la lectura de un libro de este último: La edad del hombre. Aprendí de él que 1956 - 1976 133 1956 - 1966 134 para defenderse de la gratuidad del acto de escribir había que escribir sobre temas que lo pusieran a uno en situación de peligro, que lo descolocaran ante los demás. Y hay entre otras (puesto que si se redacta un panfleto político el peligro es bastante inminente, policial y real) una manera de hacerlo. Escribir sobre uno mismo. Para desnudarse o para confesarse. Pero quien se confiesa se confiesa de algo, y para hacerlo, es preciso un juicio retrospectivo, y negativo, sobre ese algo. Confesarse, así, es convertirse de alguna manera en un pasatista, y en un moralista. ¿Será este mi caso? Y por otra parte, es difícil sortear el peligro de la falta de peligro. Es necesario decidirse entonces a sumarse en todos esos peligros para intentar sortearlos. Habrá entonces que comenzar por el comienzo. Y si uno se quiere escritor el comienzo es su primer libro. “Todo” comienza entonces a los veintiún años. Yo llenaba entonces, y trabajosamente, las hojas de un grueso cuaderno Avón mientras que, manipulando palabras, hacía una cierta experiencia del mundo, a cuyo sentido, o contenido, llamaré de esta manera: lo siniestro. Esto significa: que quería ser escritor y que cuando intentaba hacerlo encontraba que no conocía el nombre de las cosas. Que no conocía ninguna palabra, por ejemplo, que sirviera para distinguir el estilo a que pertenecía un mueble. Y tampoco conocía el nombre de las partes de un edificio. Si el personaje de mi novela bajaba por la escalera, y apoyaba la mano mientras lo hacía, ¿dónde la apoyaba? ¿En la “baranda” o en la “barandilla”? Y si el personaje miraba a través de un balcón, ¿cómo nombrar a los “travesaños” del balcón? Travesaños, simplemente. O tal vez “barrotes”. Pero me perdía entonces en el sonido material de las palabras y me parecía grotesco y desmesurado llamar, por ejemplo, “barrotes” a esos “travesaños”. Y si me decidía por la palabra “travesaño” me parecía de pronto pobremente descriptiva para contentarme con ella. Si mi personaje debía caminar por la calle, y creía imprescindible envolverlo en la atmósfera propia de un determinado momento del día, había que decir “que caminaba bajo los árboles”. ¿Pero qué árboles? ¿“Pitas” o “cipreses”? ¿Se dan cuenta de la locura? Lo siniestro era el descubrimiento de aquel idiotismo. Yo, seguramente un idiota mental, pretendía escribir. Tenía miedo. Ese miedo nunca me ha abandonado. O mejor: el miedo nunca me ha abandonado. Es aquel, ese miedo, que se reflejaba en una más que sugestiva fotografía de la época. Se ve en ella una cara irregular y un poco mofletuda. La nariz levemente torcida. La frente, sin arrugas, pero con surcos, cae fláccidamente sobre las cejas, las que se juntan a la altura del comienzo de la nariz. La mirada, floja, como incapaz de penetrar nada. Y una mezcla de estupor y de disgusto (de disgusto concreto, como si estuviese frente a un plato de comida un poco repugnante) envuelve la zona de la boca, el labio inferior ancho y un poco caído, una comisura lateral empujando al labio superior hacia arriba. Y como todavía no había aprendido la ventaja que consiste en ocultar el tamaño de las orejas llenando de cabello los costados de la cabeza, las orejas aparecían en su tamaño natural, largas y un poco separadas. Cuando vi por primera vez la foto, me acuerdo, me asusté bastante. No era que temiese a mi fealdad: la MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 conocía. Lo que me inquietaba era como la presencia en la foto de algún germen congénito de anormalidad… Esa sensación me acompañó durante mucho tiempo. Aunque sospechaba que lo que temía congénito, no se originaba en la naturaleza ni en la biología, sino en la cultura y en la sociedad. Esa atmósfera vagamente mórbida de mi rostro de aquella fotografía tenía que ver conmigo y con el dinero, con el dinero y con el trabajo, con el trabajo y con el trabajo de mi padre, con el “status” de mi padre, con mi conciencia y con mis deseos. Me basta ahora mirar la parte inferior de la fotografía para cerciorarme de ciertos datos que tienen que ver con el origen de mis “rasgos de carácter” y también de mi temperamento. La ropa que llevaba: un traje cruzado, oscuro, de franela, a rayas blancas. Además, una camisa blanca y una corbata oscura; se dirá: un conjunto banal, en el cual es posible leer bastante poco. Pero si se mira la foto con cuidado se puede observar un cierto corte de las solapas, que el saco se estrechaba en el pecho, que “cruzaba” bastante más de lo normal. En verdad –como yo decía–: un saco de corte perfecto. Y lo era: lo había hecho Anselmo Spinelli. Pero ese sastre no lo había hecho para mí: habrían sido necesarios más de dos sueldos enteros de mi padre para pagarle la hechura. Ese traje, sobre mi cuerpo, era ya una locura sociológica, por decirlo así. Yo lo había comprado –después de rogarle para que me lo vendiera– a un compañero en el servicio militar. El hijo de un juez de la capital y de una familia dueña de algunos campos en la provincia de Buenos Aires. Pero yo sabía todo esto. Sin embargo, no podía dejar de despreciar a mi padre puesto que “carecía de gusto”. Y efectivamente: se vestía con el gusto mediocre de un bancario. Él me contestaba que era cuestión de dinero. Pero yo sabía que no era así, o que era una cuestión de dinero, pero no en el sentido que lo entendía mi padre: mi padre ignoraba los principios más generales de un dandismo a la inglesa que yo en cambio me sabía de memoria. Los había aprendido mirando, fascinado, la ropa de Marcelo Sánchez Sorondo (hijo), que había sido mi profesor de historia en la escuela secundaria. Yo no sabía entonces quién era en verdad mi profesor de historia. Mientras despreciaba a mi padre. En cuanto a la ropa inglesa, “clásica”, todavía hoy me fascina. Y en cuanto a la época de la foto, es seguro que todo eso no podía no desfigurarme, no enfermarme, a la larga, o en aquel momento, ya, de algún modo… Fuente: Oscar Masotta, “Roberto Arlt, yo mismo”, en Conciencia y estructura, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2010, pp. 224-243. 1956 - 1976 135 1956 - 1966 En tiempos en los que el ansia de modernización se hace evidente en la vida cotidiana, pero también en el arte y en las ciencias sociales, irrumpe Primera Plana, una revista que se hace cargo de la avidez del público lector por nuevas formas de lenguaje periodístico: Onganía, Freud, el Instituto Di Tella y el “boom” de la literatura latinoamericana son algunos de los ingredientes de esta propuesta emblemática de la época. Las columnas inaugurales sobre psicología llevan la firma de Enrique Pichon-Rivière, psiquiatra y psicoanalista, uno de los introductores del psicoanálisis en la Argentina y uno de los fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la que luego toma distancia para fundar la Escuela de Psicología Social. Es desde este último lugar que Pichon-Rivière participa como columnista regular en la revista Primera Plana desde mayo de 1966 hasta marzo de 1967. Biblioteca Nacional 136 Revista Primera Plana, Año V, Nº 218, Buenos Aires, 28 de febrero al 6 de marzo de 1967. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 En 1962, la editorial Sur publica en Buenos Aires Árbol de Diana, de Alejandra Pizarnik, un poemario escrito en París con el prólogo consagratorio de Octavio Paz. El verso 23 del poema ofrece una perspectiva alternativa a la estética del compromiso y una apuesta radical para inscribir la rebelión en el lenguaje. una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos Portada de la primera edición de Árbol de Diana, de Alejandra Pizarnik, Buenos Aires, Editorial Sur, 1962. 1956 - 1976 137 1956 - 1966 138 En septiembre de 1958, cuando Arturo Frondizi busca reglamentar el decreto 6403/55 promovido por el gobierno de facto del Gral. Pedro E. Aramburu, emerge un debate en torno a la enseñanza superior. El decreto, por un lado, otorga plena autonomía en su funcionamiento a las universidades nacionales, pero por otro, su artículo 28 desata la polémica en tanto autoriza la creación de universidades privadas con facultad para expedir títulos y diplomas habilitantes. A favor de esta posición se pronuncia un sector en el que se destaca la Iglesia Católica, partidaria de la enseñanza libre. En contra, se levantan diversas voces, entre las cuales se encuentra la del movimiento estudiantil organizado en la Federación Universitaria Argentina (FUA), que coordina un plan de movilizaciones con apoyo de los sindicatos, estudiantes secundarios y partidos políticos de oposición, bajo el lema de “laica o libre”, que se ubicarán entre las más grandes de la historia del movimiento estudiantil argentino. La aprobación de esta reforma conducirá, entre otras cuestiones, a que se les otorgue personería jurídica a nuevas universidades, como la Universidad Católica Argentina en 1959. Gentileza Roberto Baschetti Gentileza Roberto Baschetti Manifestación en defensa de la enseñanza libre. Risieri Frondizi (segundo a la izquierda) participa de la manifestación en defensa de la enseñanza laica. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS RECEPCIONES DE LA REVOLUCIÓN CUBANA Y NUEVO LATINOAMERICANISMO La Revolución cubana que triunfa en enero de 1959 supone un gran impacto en la política internacional, y muy especialmente en el continente americano. El significado de ese fenómeno irradia sobre la política argentina y obliga a nuevas definiciones, tanto sobre los destinos de nuestro país como también sobre Latinoamérica –en tanto que unidad política y cultural–, interpelando a un muy diverso abanico de militantes e intelectuales. Así, una de las figuras más destacadas del peronismo a comienzos de los 60, como John William Cooke, o un representante de la intelectualidad antiperonista como Ezequiel Martínez Estrada, además de reflexionar sobre los significados de esa revolución en el horizonte del contexto latinoamericano, pasan a colaborar en distintas instancias del proceso político cubano fijando residencia en su territorio. La hondura de las repercusiones de aquella revolución y la emergencia revitalizada de una mirada latinoamericanista en el amplio arco de las izquierdas de la Argentina tienen en la revista Che un emprendimiento paradigmático, no sólo por las distintas plumas que en sus páginas se reúnen y por su explícita reivindicación de la experiencia cubana; también porque puede ser ubicada como nudo emblemático del surgimiento de la “nueva izquierda”. Esta última, por lo demás, ya puede entreverse tanto en los debates y entrevistas que ofrecen figuras destacadas de la política y la intelectualidad de izquierda, en la formación de distintos colectivos de sesgo latinoamericanista, como también en agrupamientos artísticos en los cuales el cruce entre arte y política comenzará a ser redefinido teórica y prácticamente. 1956 - 1966 Cooke habla desde La Habana, Cuba SEPTIEMBRE DE 1961 Instalado en La Habana desde 1960, John William Cooke ofrece un reportaje donde enuncia algunas definiciones sobre la Revolución cubana y sus significaciones para el movimiento peronista. Desde una perspectiva antiimperialista, cercana al socialismo nacional, Cooke disputa con lo que entiende un “nacionalismo extraño” dentro de las filas peronistas, al que identifica como una “capa burocrática” que no comprende una premisa fundamental de la época: que la liberación de la Patria y la revolución social son una y la misma cosa. Pese a que desde 1959 ya no ocupa la función de delegado personal de Juan D. Perón, no duda en afirmar que sus ideas sobre el proceso cubano son también las del líder del movimiento: “La Revolución cubana tiene nuestro mismo signo”. De este modo, las posiciones de Cooke, pioneras en varios aspectos, traducen algunos lineamientos fundamentales de lo que luego se perfilará como un sector relevante de la izquierda peronista. John William Cooke y su esposa, Alicia Eguren, se encuentran en La Habana desde hace más de un año. Ambos forman parte de las milicias y colaboran –al mismo tiempo– en distintas publicaciones cubanas. Che ha entrevistado a Cooke en su residencia, el Hotel Riviera. Sus respuestas, sin duda, son de trascendencia por la influencia que ha tenido –y conserva aún– John William Cooke entre las filas peronistas. –En la Argentina, la Revolución cubana cuenta con apreciable apoyo popular y los esfuerzos de la propaganda reaccionaria –abrumadora y constante– son vanos por contrarrestarlo. ¿A qué razones atribuye esta perspicacia popular, pese a la prensa y agencias internacionales? Lo que eso demuestra, en primer lugar, es la madurez de nuestro pueblo, lo arraigado que está en el sentido de la soberanía nacional. Tengamos en cuenta que esta recolonización de la Argentina es doblemente anacrónica: por producirse en la época de los movimientos de liberación en todo el mundo y por serle impuesta a un país que se había librado de la dominación inglesa y tenía conciencia de lo que significa el ejercicio de la soberanía. La consecuencia es que no solamente la represión es singularmente violenta, sino también la propaganda proimperialista. El pensamiento colonial utiliza el monopolio de la difusión para derramar una 1956 - 1976 141 1956 - 1966 142 catarata de discursos, declaraciones, manifiestos, conferencias, editoriales, solicitadas, pastorales, etc., para confundir a la masa. En el caso de Cuba, sólo se difunden groseras tergiversaciones, embustes y planteos arbitrarios. Sin embargo, las clases populares disciernen lúcidamente y saben que la suerte de la Revolución cubana incide en su propia suerte. –Con respecto a Cuba, ¿cuál es la forma que adopta esa táctica de ocultamiento? Hay una sucesión de trampas. Todos los datos son falsos, al punto que la mentira de ayer es desmentida por la mentira de hoy. Después se hace una mezcla de los problemas concretos de la nación cubana con los problemas de la guerra fría y con las discusiones técnicas en torno al comunismo. Nuestra masa evita esos falseamientos porque va a la médula del problema, o sea, la agresión del imperialismo contra un país hermano que osó liberarse: así no hay forma de equivocarse. Con motivo de la reciente invasión de gusanos al servicio de los yanquis, se vio cómo se desvirtuaba el problema planteándolo maliciosamente: se afirmó que la Revolución es comunista, como si eso fuese lo que estaba en debate. Un cierto porcentaje de papanatas quedó atrapado en ese artificioso enigma –ya fuera para coincidir con la tesis o para discrepar con ella–, lo que implicaba que de ser concluyente la prueba sobre el carácter comunista del gobierno cubano, eso legitimaba que se agrediese a un país soberano. ¿Quién ha dicho que los Estados Unidos o los organismos internacionales tienen jurisdicción para hacer macartismo y determinar cuál régimen tiene derecho a ser respetado y cuál no? –Supongo que usted sabrá que hubo algunos dirigentes peronistas que se “empantanaron”. Eso demuestra que carecen de capacidad para dirigir nada y que invocan el nombre del peronismo en vano. Con el pretexto de que nuestro gobierno era nazi, se buscó que Estados Unidos hiciese lo mismo que ahora hace con Cuba: los cipayos pedían la intervención yanqui y de los organismos como la UN: un canciller uruguayo inventó la tesis de la “intervención multilateral”, que es la que ahora se quiere resucitar contra los cubanos; se pidió que los países rompiesen relaciones con nosotros, por no ser “democráticos”, etc. Eran los mismos procedimientos y las mismas personas de aquí y del extranjero los que se movían para destruir nuestra soberanía. ¡Y cómo ardíamos de indignación contra el bradenismo y sus servidores! ¡Cómo protestábamos contra los Jules Dubois, los Figueres, los Haya de la Torre, los Ravines, contra Braden, Nelson Rockefeller, la gran prensa norteamericana y continental! Pues bien: todos esos, y los miles de secuaces ahora hacen lo mismo contra Cuba, ayudados por los mismos aliados que entonces tuvieron en la Argentina, desde los políticos tradicionales hasta las fuerzas vivas, la intelectualidad cipaya, las damas patricias y demás escoria enemiga de los descamisados. ¿O es que la UPI, la AP, el Time, etc., son reptiles cuando nos atacan a nosotros y “objetivos” cuando atacan a Cuba? Sumarse, aunque sea pasivamente a esa campaña, MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 es dar razón retrospectivamente a los vendepatrias: es negarnos como movimiento nacional-liberador. –Hay algunos pequeños sectores peronistas influenciados por el “nacionalismo” que son activamente enemigos de la Revolución cubana. Supongo que en unos cuantos millones como somos, habrá de todo un poco. Hasta de quienes se dejen llevar por un extraño “nacionalismo” que ante algo concreto como el imperialismo que nos asfixia nos quieren hacer pelear contra los enemigos de ese imperialismo. El único nacionalismo auténtico es el que busque liberarnos de la servidumbre real: ese es el nacionalismo de la clase obrera y demás sectores populares, y por eso la liberación de la Patria y la revolución social son una misma cosa, de la misma manera que semicolonia y oligarquía son también lo mismo. Algunos sectores reaccionarios pudieron, en otras épocas, llamarse “nacionalistas” porque coincidían con el pueblo frente a los ataques a nuestra soberanía; ahora no, porque el antiimperialismo ha pasado a ser retórico en ellos, que vuelven a su raíz oligárquica y ante el caso de Cuba quedan al desnudo. Como ya quedaron cuando contribuyeron a la caída del gobierno popular en 1955. Hay que tener la cabeza muy hueca para creerse peronista y aceptar a esos teóricos del absurdo, que combinan las añoranzas del imperio de la hispanidad medieval con el apoyo práctico al imperio bárbaro norteamericano, y el culto a gauchos embalsamados con el paternalismo aristócrata frente al cabecita negra, para oponerse, nada menos, a Fidel Castro. Ocurre que Castro, a la cabeza de los hombres de la tierra, derrotó a puro coraje al ejército armado y entrenado por los yanquis para proteger a la satrapía batistiana; y que cuando los gringos quisieron llevárselo por delante, los echó de Cuba y les quitó hasta el último dólar, más de mil millones que tenían invertidos en centrales azucareras, fábricas, empresas, bancas, etc. ¡Qué manera de apagar faroles! Sin embargo, parece que Fidel no es “nacionalista”, porque nunca se dedicó a predicar el exterminio de estudiantes semitas ni a delatar herejes incursos en el crimen del marxismo. –¿Usted no cree, entonces, que esos defensores de “Occidente” tengan influencia en su movimiento? Solamente entre cierta capa burocrática, que, por otra parte, nunca sirvió para nada, ni en el gobierno ni fuera de él. Ahora hacen méritos para que los dejen participar en el festín político y administrativo del que están excluidos los revolucionarios consecuentes. No hacen más que confirmarle al pueblo lo que este siempre supo sobre ellos. Habrá siempre alguna confusión, por los que embarullan las cosas y por otros que, debiendo hablar, han callado. Pero el pueblo sabe que desde que Fidel Castro empezó a quitarles a los ricos para darles a los pobres fue la bestia negra (o roja) del continente. Claro que los gansos que creen que el peronismo es parte del dispositivo de la “civilización y de la democracia occidental” quedan identificados frente a Cuba con los socios de Aciel y de la Bolsa de Comercio, con los socialistas conservadores y los conservadores de la infamia, con los exquisitos del Jockey Club, el Círculo de 1956 - 1976 143 1956 - 1966 144 Armas, con Ascua, Sur y las demás agrupaciones de conciencias muertas, con las numerosas instituciones, frentes y agrupaciones gorilas que piden nuestra sangre, con Gainza Paz, el almirante Rojas, el Dr. Vicchi, el brioso Toranzo Montero. Todas esas fuerzas son virulentamente enemigas de la Revolución cubana, a la que odian tanto como al “régimen depuesto”, esas cosas no ocurren por casualidad, y nuestra masa no vive en la luna. ¿Hay algún personaje en la Argentina que logra, como Fidel Castro, que todas las cabezas del privilegio se unan para acusarlo de demagogo, comunista, totalitario, chusma, perjuro, punguista, motonetista, barba azul, asesino incendiario, anticristo, y otras lindezas semejantes, y contra el cual piden el cadalso, la bomba atómica o la muerte a manos de los “marines” yanquis? Creo recordar que sí. Y me resulta muy difícil entender cómo puede indignarnos la difamación contra la versión pampeana del monstruo y quedarnos mudos cuando la víctima es la versión tropical. –Hubo quien no repudió la reciente invasión a Cuba alegando que al no abrir juicio cumplía con la “tercera posición”. Con quien cumplió fue con su propia cobardía. A cambio de la riqueza que nos llevan los yanquis nos dejan su histeria anticomunista que contagia a ciertos “dirigentes”. En el país reina un clima de terrorismo ideológico: ya no basta con no ser comunista; hay que demostrarle a la reacción que se es anticomunista. Y se llega a emplear el mismo lenguaje de nuestros enemigos: en lugar de dar apoyo total, solidaridad sin retaceos a Cuba avasallada, se agregan condenas al “imperialismo soviético”, lo cual equivale a aceptar las premisas del imperialismo agresor, que califica de crimen la negación de sus ansias hegemónicas y el derecho a elegir las formas de gobierno y los amigos que a cada país americano le resultan más convenientes. La tercera posición es, precisamente, todo lo contrario. Significa no tener compromisos con los bloques mundiales, estar en libertad de tomar las decisiones más convenientes a los intereses nacionales. Significa tener criterio propio para apreciar cada hecho y cada actitud; no tenemos obligación de encontrar que cada cosa del señor Kruschev es perfecta o malvada; ni de estar de antemano en pro o en contra del bloque capitalista; en otras palabras, en cada momento y circunstancia nuestro tercerismo consiste en opinar libremente, no sumarnos al coro de los que ven en Estados Unidos la potencia rectora. A pesar de que nuestro gobierno tuvo que maniobrar solo, en un mundo hostil, en lo fundamental jamás se apartó de su independencia; no suscribimos el Pacto de Caracas que establecía el peligro del “comunismo internacional” para así consumar el crimen contra Guatemala orquestado por Foster Dulles y otras bestias de la “guerra fría”; no firmamos los Acuerdos de Bretton Woods (Fondo Monetario Internacional, Banco de Reconstrucción y Fomento); no nos atamos por pactos militares bilaterales, etc. Nada de eso subsistió; las primeras medidas de la dictadura militar fueron adherirse a Bretton Woods, y hoy el FMI dirige nuestra política económica, y revocan por decreto el voto de Caracas; siguieron los pactos militares, los acuerdos sobre el Atlántico Sur, etc. Hoy somos un apéndice del imperialismo, lo que requirió modificar totalmente la política internacional fijada por MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 el Peronismo. El tercerismo fue una forma de no ser absorbidos por el imperialismo yanqui: en ningún caso puede ser excusa para plegarnos a su estrategia de guerra fría y para gritar junto con los derviches de la guerra contra los pueblos que han adoptado el socialismo. Es lo que hacen los terceristas como India, Yugoslavia, Egipto, etc., que no han vacilado en apoyar fervorosamente a Cuba y que no ven al mundo como una división tajante donde los “buenos” son las potencias occidentales. Es una posición para encarar los problemas, no para eludirlos. En el caso de un país hermano sometido a persecuciones de toda índole por el Imperialismo, no ser terminantes, escatimar el apoyo, es renegar del tercerismo y apoyar al imperialismo. Así como hay farsantes que son antiimperialistas cuando las causas son lejanas, y cipayos en las cuestiones argentinas, igualmente hay farsantes que gritan contra el imperialismo aquí y se suman a sus consignas en el orden mundial; estos últimos son los más peligrosos. La posición consecuente de un antiimperialista es desprenderse de los falsos esquemas como “Occidente y Oriente”, “mundo libre y mundo comunista” y demás zonceras. Hay que estar con los argelinos, que son musulmanes, con los kenyanos, que son maumau, con los chinos, que son budistas, y con los cubanos, que son barbudos. Y decirlo claramente y ayudarlos todo lo que se pueda y tener la valentía de despreciar las voces que se alzaran para acusarnos de comunistas, trotskistas, cripto marxistas, camaradas de ruta, idiotas útiles, filo comunistas, infanto comunistas, etcétera. –¿Existe algún pronunciamiento de Perón con respecto a la Revolución cubana? ¿Cómo cree usted que Perón podía desentenderse de un problema fundamental? Cuando dijo que la Revolución cubana “tiene nuestro mismo signo”, enunció una fórmula exacta que indica la común raíz antiimperialista y de justicia social. Si Cuba ha elegido formas más radicales, ese es un derecho que ningún antiimperialista le puede negar; por otra parte, los procedimientos de 1945 tampoco sirven ahora para nosotros, y nuestro programa, según lo ha dicho repetidamente el propio Perón es de “revolución social”, que salvo para los que viven en el limbo sólo se puede cumplir socializando grandes porciones de la economía y buscando las formas de transformación profunda y total que correspondan a nuestra realidad nacional. En cuanto al apoyo de la Unión Soviética a Cuba, sólo quienes se plieguen al bando de la oligarquía pueden hablar de “entrega” y demás tonterías semejantes. Porque los cubanos no han delegado ningún atributo de su soberanía ni han entregado ningún resorte de su economía. ¿Que eso sirve a la URSS para hacerse propaganda? ¿Y a los cubanos qué les importa? Los quisieron matar de hambre, dejarlos sin petróleo, dejarlos sin vender el azúcar, que es su única fuente de divisas, atemorizarlos, agredirlos, quemarles los cañaverales, etc.: el cipayaje estaba feliz porque serían castigados los “desplantes”, la insolencia frente al coloso. El mundo socialista les permitió salir de esa ruina a que estaban condenados, y he aquí que ciertos “antiimperialistas” resuelven que Cuba debió dejarse morir de hambre, o llamar a los embajadores norteamericanos para que la vuelvan a gobernar, para que no sufra la “democracia” y 1956 - 1976 145 1956 - 1966 146 puedan seguir tranquilos Somoza, Ydígoras, Frondizi, Prado y demás paladines de la cruzada anticomunista. Todos regímenes democráticos que no podrán hacer lo que hace Fidel Castro: darle un fusil o una ametralladora a cada obrero, a cada campesino, a cada pobre. En un documento del año pasado el general Perón indicó que el Movimiento debía apoyar a todos los movimientos de liberación regional, como Egipto, Argelia, Cuba, etc. Eso se ha respetado siempre, aunque ciertos sordos no han cumplido estas instrucciones ni las han transmitido a la masa. Y en una carta dice: “Yo sé bien lo que son las sanciones económicas. En 1948 nos las aplicaron intensamente impidiendo la provisión de todo material petrolífero y dejando sin efecto la compra comprometida para nuestra producción de lino que, en ese momento, representaba más del sesenta por ciento de la producción mundial. Como en el caso de Cuba, fue la Unión Soviética la que nos sacó del apuro comprando el lino y ofreciéndonos material petrolífero”. Tal vez deberíamos haber dejado que se pudriera el lino. –¿Y no cree que también influyó la Iglesia? La creencia religiosa es una cuestión del fuero espiritual y como tal respetable. Pero cuando algunos sacerdotes opinan de política entonces no puede invocarse para ellos el privilegio de que se les respete como cuando desempeñan sus funciones espirituales: deben ser enjuiciados de acuerdo a sus actos y posiciones políticas. Si se les hiciese caso en materia política, América no se hubiese independizado de España; o, tomando otra etapa posterior, en México reinarían los descendientes del emperador Maximiliano, Cuba sería colonia española, etc. Si se les otorgase imperio en materia política, nosotros nos debíamos haber puesto en 1955 contra Perón, como ellos querían; entonces conspiraron con los enemigos del pueblo, como ahora lo hacen en Cuba. Durante seis años nuestros compañeros han ido a la cárcel, han sufrido torturas, han sido echados del trabajo, han sido fusilados, sin que los altos dignatarios de la Iglesia hiciesen más que algunos inocuos llamamientos a la paz general, uniendo a verdugos y victimados como si las culpas fuesen comunes; cuando discriminaron, fue para atacar al “régimen depuesto” y para condenar la rebeldía de nuestra masa. No he leído la pastoral que condene a los asesinos del heroico general Valle, que era un católico sincero. No he leído la pastoral que condene a los asesinos de la “Operación Masacre”. No he sabido de ninguna epístola incandescente denunciando a los sicarios uniformados que aplicaban suplicios a la gente trabajadora. Pero basta que el señor Frondizi justifique la represión como defensa de “los altos valores del espíritu”, para que entonces sí se conmuevan esos duros corazones episcopales. En cambio están muy preocupados y tristes porque en Cuba hay un gobierno revolucionario. ¿Por qué no dijeron nada cuando murieron 20.000 luchando contra el gobierno que mantenían los yanquis, cuando Nixon abrazaba a Batista y lo colmaba de elogios? ¿Por qué no se preocupan de Angola, donde las fuerzas “occidentales” mantienen la esclavitud aplicando la tortura? ¿O de Argelia, que ha movido la indignación de muchos católicos franceses por el sadismo de las tropas coloniales, MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 cuyas técnicas aprenden nuestros jefes militares? ¿Les parece que hay poco dolor en el mundo y en América, como para que se dediquen al único país donde el pueblo se siente libre? –¿Usted rechaza, por lo tanto, la tesis de que el peronismo es un freno contra el avance del comunismo? Una cosa es que nosotros tengamos una visión de las cosas argentinas que difiere de la del Partido Comunista y tratemos de mantener la adhesión de las masas trabajadoras; otra muy diversa es unirnos al fanatismo regimentado que ve a los comunistas como criminales y a los países socialistas como enemigos del género humano. Esto es renunciar a la facultad de raciocinio y aceptar que el bando imperialista piense por nosotros. No necesito ser comunista para considerar que el principal responsable de la guerra fría es el imperialismo occidental, ni para comprender que el enemigo más grande que hoy tiene el género humano es la brutal plutocracia norteamericana. En el orden nacional, la manera de mantener nuestro prestigio en la masa no es actuando como ayudantes de los pastores para que el rebaño no se ponga arisco, sino ofreciendo soluciones revolucionarias a los problemas reales. Los que están en la jugada de presentarnos como defensores del orden contra el comunismo desnaturalizan la esencia del peronismo. Y, además, cometen una estupidez. Salvo para los energúmenos que ven conspiraciones bolcheviques en cada lucha popular, el comunismo avanza porque hay razones económico-sociales que así lo determinan. Esas razones no desaparecerán y se trata de ver quiénes darán las soluciones. Los que piensan en “conciliaciones” entre las clases o en paternalismos equilibristas están al margen del tiempo, como los que hablan de corregir los “abusos” del capitalismo. Pero los que quieran dar soluciones, los que como nosotros aspiran a mantener su vigencia como movimiento de masas, tienen que ir al fondo de los problemas. No es posible enunciar aquí todas las cosas que debemos hacer, pero para terminar con el drama argentino hay algunas que son ineludibles, como ejemplo: dejar sin efecto convenios petrolíferos, eléctricos. etc.; denunciar tratados militares y compromisos belicistas; expropiar las instalaciones petrolíferas y demás bienes de los monopolios; expropiar a la oligarquía latifundista y a los grandes empresarios industriales; expropiar los bancos, puertos, servicios públicos; socializar grandes ramas de producción, hacer una reforma agraria que respete las características de nuestro agro pero que elimine muchas de las formas empresarias de explotación; planificar la economía en escala nacional; nacionalizar la gran industria pesada; controlar los sectores de la economía que deban mantenerse bajo el régimen de la propiedad privada, etc., etc. Eso significa terminar con la democracia capitalista y sustituirla por nuevas estructuras que reflejen el predominio de las fuerzas de progreso, dirigidas por el proletariado. Es decir, que estaremos vulnerando el “derecho” de la libre empresa, de la propiedad y otros valores igualmente sacros: en otras palabras, seremos “comunistas”. Los factores de poder y la oligarquía en su conjunto nos consideran, desde ya, comunistas, porque nuestro triunfo implica el advenimiento de las masas que exigirán soluciones y las impondrán. Como dijo Perón: “Las masas avanzarán con sus dirigentes a la cabeza o 1956 - 1976 147 1956 - 1966 148 con la cabeza de sus dirigentes”. Nosotros lo sabemos y la reacción también lo sabe, así que los que se hacen los “ranas” no engañan a nadie, y menos a la oligarquía, que tiene sensibilidad de sobra cuando se trata de que no le toquen sus privilegios. Los que quieren desempeñar el papel de “defensores del orden” harán el deleite de los monseñores y de los espadones de moda, sirviendo de preservativos por poco tiempo. O impulsamos el avance de las masas –y entonces somos peligrosos y nos llamarán comunistas– o tratamos de frenarlas y entonces ayudamos a sembrar la confusión durante un tiempo y luego nos barrerán como a la demás resaca del orden caduco ocupando el partido comunista o quien sea, la dirección que hemos desertado. –¿Qué piensa de la unidad de las fuerzas populares? La unidad es indispensable y será un paso previo al triunfo popular. Lo principal es para qué hacemos la unidad, cuáles son los objetivos cercanos (como por ejemplo las elecciones) y cuáles los grandes objetivos. Unidad para simple usufructo politiquero, no. Sí, en cambio, para dar las grandes batallas por la soberanía nacional y la revolución social. En la lucha contra el régimen es como llegaremos más pronto a la unidad, forjada en la acción: dentro del régimen nos esperan sólo frustraciones y derrotas, y pequeños triunfos que serán desastres. Fuente: Revista Che Nº 1, septiembre de 1961 y reproducido en Crisis, 1975, en Roberto Baschetti (comp.), Documentos de la resistencia peronista (1955-1970), Buenos Aires, Editorial de la Campana, 1997, pp. 186-194. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Uturuncos, los primeros soldados de Perón El 24 de diciembre de 1960 una treintena de guerrilleros –en su mayoría tucumanos y santiagueños– comandados por Félix Serravalle y Genaro Carabajal llevan adelante la “Operación Frías”. Esta consiste en la toma de la central policial de la ciudad santiagueña de Frías con el fin de hacerse de armamento y municiones. Con esa acción, el comando Uturuncos se constituye en la primera guerrilla argentina del siglo xx. Un mes después, sus autores conceden una entrevista a la revista Mayoría, donde reivindican la acción, explican los motivos y definen los objetivos a futuro, en cuyo centro se encuentran la vuelta al país del general Juan D. Perón, la devolución del cadáver de Evita –secuestrado por los militares golpistas en 1955– y la reivindicación de las históricas banderas del peronismo: “la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social”. “Nos consideramos soldados y como tales reclamamos el mismo trato que daremos a quienes tengan la desgracia de luchar contra nosotros” Los objetivos de la lucha –¿Por qué motivo se ha levantado Ud. en armas con sus hombres? Acicateados por nuestro orgullo de argentinos conscientes de que la Patria maniatada está siendo convertida en una colonia del imperialismo, hemos resuelto tomar las armas en su defensa. Hemos jurado ante Dios, fuente de toda razón y justicia, como así ante el Padre de la Patria, General José de San Martín, morir por ella antes de verla postrada y encadenada a la voluntad de potencias extranjeras. –¿Cuál es el objetivo final de la lucha? Nuestras banderas son la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social. Entendemos a la Soberanía Política como la unidad espiritual de la Nación y la real afirmación de la personalidad de la Patria en sus relaciones con el mundo, aspirando a la recuperación de los grandes valores morales sobre los que fue fundada. Entendemos que la Independencia Económica nos impone la recuperación de todos los resortes económicos y financieros de la Nación, vilmente entregados al extranjero por los mercaderes que la venden en criminal remate. Entendemos la Justicia 1956 - 1976 149 1956 - 1966 150 Social fundada en la promoción de los trabajadores a la dignidad que corresponde en una concepción cristiana de la persona humana; de la familia y del trabajo; reconocimiento del derecho y de la obligación de trabajar; a una retribución justa; a las condiciones dignas del trabajo; a la prevención de la salud; al bienestar; a la seguridad social; a la consolidación de la familia; al mejoramiento económico y a la defensa de los intereses profesionales. El programa concreto –¿Cuál es el programa concreto de su movimiento? Bajo la protección de esas banderas consustanciadas con la gloriosa enseña azul y blanca, que preside nuestros destinos, juramos vivir o morir por los siguientes objetivos: 1) Retorno a la Patria del general Juan Perón, y devolución del cadáver de la protectora de los humildes Eva Perón. 2) Rescisión de los contratos económicos financieros que afectan a la soberanía y dignidad nacional, especialmente los contratos petroleros, Cade, Ansec, Otto Bemberg, Dinie y todas las entregas efectuadas con el patrimonio del país al Fondo Monetario Internacional y demás instituciones del imperialismo. 3) La coexistencia armoniosa y próspera de una industria y comercio floreciente, una clase media y profesional progresista y una masa trabajadora dignificada y partícipe de la riqueza de la Nación. Para que ello pueda ser realidad se llevará a cabo como base principal una amplia y profunda reforma agraria, eliminando definitivamente en el país la gravitación de la funesta oligarquía terrateniente. 4) La promoción de una amplia política familiar que respetando su intimidad, fecundidad y espiritualidad, promueva su constitución y desenvolvimiento sin quebrar su unidad; un régimen de remuneraciones que contemple las asignaciones familiares; la adquisición en propiedad de viviendas dignas, el derecho de los padres a la educación de sus hijos y su efectivo ejercicio, cualquiera fuere su situación económica. Protección de la industria nacional 5) El establecimiento de un sistema económico financiero que proteja a la industria y al comercio nacional, al borde ya de la quiebra por los sistemas económicos liberales entronizados en nuestra Patria desde septiembre de 1955. 6) Conscientes del inmenso esfuerzo que deberá realizar la clase trabajadora para hacer reflotar el país del abismo a que ha sido precipitado, los que ofrendamos nuestras vidas al servicio de su liberación pediremos a nuestros hermanos trabajadores y asalariados que en homenaje a la Patria, ofrezcan al gobierno MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 revolucionario la suscripción de un Empréstito de Salvación Nacional, que integrarán con el valor de dos horas de trabajo diario suplementario, durante un período de tres años, y que será rescatado en veinte años. 7) La convivencia de todos los argentinos y extranjeros que habitan el suelo patrio, sin discriminación de colores y matices políticos e ideológicos. Ello significa que no nos anima un afán de secta ni la petulancia de poseer el monopolio exclusivo ni excluyente de la mejor razón. 8) Recuperar la Tercera Posición, pregonada y practicada por el general Juan Perón, que continuará siendo la bandera del pueblo para el pueblo en convivencia dinámica y constructiva con todas las naciones y regímenes políticos y sociales de la tierra. La guerra de guerrillas –¿Cree Ud. que la Argentina, por su topografía, permite una prolongada actividad de guerrillas, a pesar de los armamentos y métodos modernos de que puedan disponer las fuerzas de represión? La guerra de guerrillas es la guerra revolucionaria del pueblo en armas, contra la cual se estrellan los ejércitos que son utilizados para enajenar la soberanía de la Patria. Estamos seguros de que el Ejército Argentino no peleará en defensa de un Gobierno que traiciona la Nación y que ha cerrado al pueblo todos los caminos normales. Confiamos en que excepto los altos jerarcas militares entregados al oro extranjero, los oficiales, suboficiales y tropa con sentido de Patria no lucharán en contra de los hermanos que quieren liberarla para todos. En cuanto a la topografía, toda ella es buena, incluso las ciudades, si hay corazones argentinos dispuestos a cumplir con su deber. –¿Qué sanciones piensan adoptar contra los traidores al país o los que en la represión de su Movimiento violen las normas humanas? Los que traicionan nuestras propias filas, quienes repriman a sangre y fuego nuestra gesta de liberación, o los que torturen y cometan atrocidades con los integrantes de las guerrillas o sus simpatizantes en la retaguardia, serán considerados por nosotros como criminales de guerra y pasados por las armas. –¿La guerrilla cuenta con apoyo moral y material de la población de las zonas en las que opera? Estamos seguros de que millones de hombres y mujeres sumarán sus voluntades y la resolución de ofrendar sus vidas en los campos, pueblos y ciudades, antes que ver condenados a sus hijos a la miseria y esclavitud. Las pruebas que hemos recibido nos afirman en tal actitud. 1956 - 1976 151 1956 - 1966 152 Una advertencia a la opinión pública –¿Se consideran ustedes combatientes sujetos a las normas de la guerra? Nos consideramos soldados, y como tales reclamamos el mismo trato que daremos a quienes tengan la desgracia de luchar contra nosotros. Desde ya anticipamos que cuidaremos ajenos como los propios, y devolveremos a su hogar a todos los prisioneros que caigan en nuestras manos. Sólo retendremos y juzgaremos a los jefes que hayan cometido crímenes de guerra. Los hombres y mujeres que nos enrolamos en la lucha conocemos que el aparato propagandístico nacional y extranacional al servicio de la oligarquía nos hará objeto de las más atroces calumnias y calificaciones. Los epítetos de bandoleros, comunistas, nacionalistas, etc., adornarán seguramente los titulares de la prensa amarilla, y cuanto crimen sobre en los archivos de la República será cargado a nuestra cuenta. Ante esas perspectivas, deseamos advertir a la opinión que ello no agrede nuestro ánimo de luchar y vencer, como así también que no perdonaremos los crímenes que cometan con nuestros soldados, sus familiares y sus bienes. –¿No temen Uds. afrontar a las fuerzas de la represión infinitamente superiores? Creo haber contestado anteriormente a esta pregunta, pero en todo caso pueden ustedes decir que, cuando hemos resuelto afrontar esta lucha, no hemos tenido en cuenta nuestra vida física. Tenemos la mejor razón histórica, combatimos por la salvación del ochenta por ciento de los habitantes del país y ganaremos. No será la primera ni última vez que un puñado de hombres salva a una Nación. La “operación Frías” –¿Se cumplió la finalidad de la operación Frías? A la perfección y tal cual fue proyectada. Lo mismo sucederá con las próximas. Nadie espere de nosotros operaciones diarias ni golpes espectaculares, pues nuestra misión es liberar definitivamente a la Nación, y ello es una tarea larga y penosa. –¿Tiene algo que decir con respecto al tratamiento que se ha dado a los hombres capturados en Tucumán? Hasta ahora sólo sabemos de golpes y malos tratos cometidos contra algunos de los compañeros que cayeron. Si confirmamos tales malos tratos, los cobraremos oportunamente. –¿Cuándo terminará la lucha? Hasta que regrese a la Patria el general Perón y se cumpla el programa que enarbolamos. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 –¿Admiten Uds. combatientes de todas las ideologías? Nosotros no hacemos discriminaciones respecto de los que quieren ser combatientes por la Liberación de la Patria. Nuestras banderas alcanzan al ochenta por ciento de la población, que en su diferente condición social pueden y deben participar en la lucha. Centenares de Uturuncos –¿Es usted el único comandante Uturunco? Soy y no soy el único Uturungo. Dentro de poco habrá centenares de Uturungos en el país, incluso en los bosques de cemento armado como son las grandes ciudades, donde también nacerán los Uturungos. Gentileza Roberto Baschetti Fuente: Mayoría, enero de 1960, en Roberto Baschetti (comp.), Documentos de la resistencia peronista (1955-1970), Buenos Aires, Editorial de la Campana, 1997, pp. 171-176. Símbolo de Uturuncos, una “U” sobre una estrella de ocho puntas, la estrella federal. 1956 - 1976 153 1956 - 1966 154 Documentos del FRIP En julio de 1961 se conforma el Frente Indoamericanista Popular, agrupación que nuclea a intelectuales, sectores del movimiento estudiantil y campesinos, en su mayoría santiagueños. Francisco René y Mario Roberto Santucho, junto con Raúl “Peteco” Rizzo Patrón, son, entre otros, algunos de sus militantes más reconocidos. En diálogo con el aprismo de la década de 1920, sus dirigentes se reconocen como indoamericanistas y antiimperialistas, pero no como un grupo marxista, y es en estos términos que celebran la Revolución cubana. El FRIP es uno de los primeros movimientos en identificar al noroeste argentino como una zona capaz de encender la chispa revolucionaria en la Argentina y uno de los pocos que publica en quechua una síntesis de sus boletines. FRIP N° 1. Octubre de 1961 Boletín mensual del Frente Revolucionario Indoamericanista Popular Una nueva política Los días 8 y 9 de julio ppdo., fecha de la patria, se realizó en la ciudad de Santiago del Estero una asamblea política con la presencia de delegados de varias provincias del Norte Argentino, representantes obreros y estudiantes universitarios. En dicha asamblea se resolvió fundar un movimiento político revolucionario sobre la base de los principios doctrinarios que el grupo venía desarrollando. De acuerdo a esos mismos principios se acordó para el movimiento la siguiente denominación: Frente Revolucionario Indoamericanista Popular (FRIP). La primera medida de la nueva organización política fue fijar un pronunciamiento público a través de una declaración de puntos básicos, que a continuación se transcriben: a) Romper con los anacrónicos y falsos criterios adversos al hombre americano. Su inferioridad es consecuencia de la opresión económica que padece desde la colonia. b) El atraso de la región, a su vez, es consecuencia de la deformación estructural que sufre América, debido a la gravitación de los intereses imperiales e imperialistas. c) Lo mismo que en el resto de América Latina, en esta zona las castas explotadoras resultan cómplices conscientes o inconscientes del juego imperialista que mantiene distorsionado el continente. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 d) La libertad política, sin tener en cuenta la opresión económica, es sólo una legalización del sistema de explotación imperante. e) Los partidos políticos al prestarse a esta estafa se convierten en encubridores de las castas explotadoras. f ) Es un deber histórico de las nuevas promociones, el asumir la lucha por las transformaciones revolucionarias, aquí, como en el resto de América Latina. g) La Revolución cubana merece la solidaridad de los patriotas latinoamericanos y en ese sentido nos pronunciamos, desvirtuando la acusación de comunista que le atribuye el imperialismo. Ckari, huarmi masisniycu: Ama ckechuchina cuychischu; Sayacuychis. Nockai cuan sujllayaychis, sujlla callpa cananchispaj. Traducción: Hombres y mujeres, nuestros semejantes: no permitáis que se os quite, que se os despoje; paraos, resistid. Uníos a nosotros para que seamos una sola fuerza. FRIP N° 2. Noviembre de 1961 Boletín mensual del Frente Revolucionario Indoamericanista Popular Llajtaicu ckarecka, mana cananta, lamcaylla llamcan, mana paypaj inatapas ckaas. Tarpuy cachun, hacha cachun, caña cachun, quiquinllami tucuy: ckollcke imacka, sucunallapajmi atuchajcunallapaj; paypajcka, mana aicapas. Chay tucuytacka, sujyachinataj cachun. Nami tucucunampaj alli. Llajtaicu ckaricuna: nockaicuan cuscayachis, sujllayas sinchiyananchispas. Sujlla atun callpa sayacoj casajcu! Traducción: El hombre de nuestro suelo, en indebida forma, trabaja y trabaja, sin que de ello nada vea para sí. Sea la siembra, el hacha o la caña, todo resulta igual: el dinero y lo demás es siempre para otros, para los poderosos solamente: nunca para él. Propongámonos para que todo eso cambie. Ya es hora de que concluya. Hombres de nuestra tierra: uníos, incorporaos a nosotros, para que unificados nos fortifiquemos. ¡Seamos una sola gran fuerza que haga frente y que resista! 1956 - 1976 155 1956 - 1966 FRIP N° 3. Diciembre de 1961 Boletín mensual del Frente Revolucionario Indoamericanista Popular Chacka achca atejcunapa mana alli soncko caynincuna raycu, llajtaycucuna huajchalla cancu. Mana caymantacuna, tucuy imamanta paypachacuncu; chaypata huajchacunacka, huasincunata huijchus, rinancuna tian mayllamanpas llamcaj, mana yarckaymanta huañunayaspacka. Llajtamasicuna: cuscayananchis tian, sujllayas, yanapanacus, chaynacunamanta ckeshpinanchispaj. Traducción: Por la mala fe que abrigan aquellos que pueden mucho, nuestros coterráneos son siempre pobres. Los que no son de aquí, los de afuera, se adueñan de todo; de ahí que la gente pobre, abandonando sus hogares, tenga que ir hacia cualquier parte a trabajar, para no morirse de hambre. Paisanos: debemos agruparnos, para que unificados, ayudándonos los unos a los otros, podamos liberarnos de ello. Fuente: “Boletines del Frente Revolucionario Indoamericanista Popular, 1961”, en Daniel de Santis, A vencer o morir, PRT-ERP, Eudeba, Buenos Aires, 1998, pp. 22-23. Gentileza Roberto Baschetti 156 Certificado emitido por la Milicia Nacional Revolucionaria a John William Cooke para la defensa de Cuba contra la invasión norteamericana de Bahía de los Cochinos en abril de 1961. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 POR QUÉ ESTOY EN CUBA Y NO EN OTRA PARTE POR EZEQUIEL MARTÍNEZ ESTRADA Entre 1960 y 1962, Martínez Estrada se desempeña como director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Casa de las Américas, en La Habana, desde donde apoya los primeros pasos de la Revolución cubana L a Habana. – Gustavo Roca quiere llevar, de regreso a la Patria, algunas palabras mías, destinadas a los que extrañan mi ausencia. Gustavo ha presenciado lo que yo pudiera narrar, y su testimonio disipará cualquier duda acerca de la veracidad de lo que parece increíble. Él ha visto la realidad de lo que en Cuba se ha hecho en veinte meses y es lo que se está haciendo para organizar una vida común de paz y de progreso. Vio lo que puede un pueblo que se levanta de su postración y adquiere conciencia cabal de sus derechos y deberes. Les contará lo que es posible hacer cuando un pueblo entero se une para defender un ideal, y les dirá la integridad y capacidad extraordinarias de sus líderes, de los poderes insospechables de las fuerzas morales. Les dirá asimismo que me entristece infinitamente la brutalidad y la insolencia con que los caudillos de todo género sojuzgan a nuestro pueblo, lo esquilman, lo castigan y lo escarnecen. Les dirá que si sigo creyendo que tantos esfuerzos y sacrificios han sido estéri- y elabora un discurso sobre América que dista de los rasgos sombríos que le había atribuido al continente en obras como Radiografía de la pampa (1934). Este testimonio, publicado en la revista Che, da cuenta del amplio impacto de la Revolución cubana entre los intelectuales argentinos y resulta un indicio claro, junto con la polémica entre Victoria Ocampo y José Bianco, de la fractura al interior del grupo intelectual ligado a la revista Sur, fractura que, sin embargo, ya se había comenzado a evidenciar pocos meses después del golpe contra Juan D. Perón. les, ello se debe a que los usurpadores y embaucadores han gobernado casi siempre al país, y a que los llamados intelectuales están enrolados, voluntaria o complacidamente, en la causa de los enemigos del pueblo. Pero sobre este aspecto de la gran traición nacional de que pocos están exentos de culpa, prefiero no insistir. Estoy en Cuba para servir a la Revolución, que es también la causa humanitaria de los pueblos expoliados por los “raketers” de la banca internacional, amedrentados y escarnecidos por los esbirros de la policía militar interamericana, y torturados y perseguidos por los verdugos y delatores en sus propios países. ¿Qué se piensa de ese gran pueblo cubano en Argentina, manejada por camarillas estipendiadas y ofuscada la opinión pública por las informaciones insidiosas de la prensa asociada? ¿Qué esperan allí del mañana? En Cuba se espera lo que es correcto y lógico; se espera cosechar mañana lo que se siembra hoy, y no se esperan mercedes ni gratificaciones, menos de los cazadores con 1956 - 1976 157 1956 - 1966 158 halcón que de los de escopeta. Lo declaró Fidel Castro en la ONU con el lenguaje de los hombres libres y honrados: “El capitalismo es una ramera que no nos seduce”. Aquí cada día esperamos la llegada de los bombarderos norteamericanos apostados en Guatemala, y sin duda en otros lugares estratégicos, y no hay un ciudadano que no esté dispuesto a repelerlos hasta morir. Esperamos de un momento a otro a los bombarderos tripulados por criminales recolectados como desperdicios de los bajos fondos morales de toda América, adiestrados, equipados y asalariados por el Departamento de Estado, el Pentágono y el FBI para asesinar en masa a hombres, mujeres y niños que trabajan, estudian y miran con la cabeza alta al porvenir. Estoy en tierra conquistada por el pueblo a sus enemigos inmediatos, a los que estaban atrincherados aquí como ahora allá, convertidos los poderes públicos en casamatas. Destruidas fueron sus fortalezas y convertidas en escuelas, con solo la fuerza de los corazones ansiosos de justicia y de las manos cansadas de trabajar sin provecho. Esas son también las armas invencibles que posee el pueblo argentino para su liberación. Las otras las tienen los ejércitos de ocupación y sus servicios auxiliares. Yo no soy especialista en revoluciones, ni siquiera un agitador más. Debo dar mi parecer sobre lo que puede hacerse ahora. Hay en Argentina asociaciones sindicales y profesionales, cooperativas e institutos de defensa de la dignidad nacional, como la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, que sin intervención de los dirigentes políticos y sin asesoría de los abogados del diablo, pueden levantar un gran movimiento de liberación. Creo que las bases, la conciencia real de la situación del país, la localización de los focos de agresión y de espionaje y el conocimiento de los enmascarados traidores a la patria, están firmemente en todos los sectores de la ciudadanía. Únicamente falta, en este momento de quiebra fraudulenta declarada por los poderes públicos, un ente coordinador que concentre las fuerzas diseminadas, les infunda un sentido patriótico de solidaridad y encienda en ellas la fe en el triunfo. Cómo se puede hacer esto lo demuestra el ejemplo de Cuba. Y volverá a demostrarlo cuando lleguen los asaltantes mercenarios, aunque el resto de América la abandone a su suerte. ¿Pero acaso permanecerán impasibles ante el atropello que decidiría a la vez la suerte de todos los demás países víctimas del mismo agresor? La cooperación consiste, ahora mismo, en despertar en todas partes el repudio y el desprecio a los que sirven en las filas de los enemigos de la libertad y la justicia. La suerte está echada para los cazadores de esclavos y para los capataces de sus plantaciones. En América y en todo el mundo, a corto o largo plazo; por la razón o por la fuerza. Fuente: Ezequiel Martínez Estrada, “Por qué estoy en Cuba y no en otra parte”, Che, Nº 11, abril de 1961. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 CUBA NUESTRA POR ABEL ALEXIS LATENDORF H emos leído dos tipos de críticas a nuestro –a mi– apoyo a la Revolución cubana. La primera consiste en el ataque abierto al gobierno y a sus realizaciones, repitiendo monocordemente los cables y las insidias internacionales. La segunda es más sutil, tiene un muy ligero barniz de atracción patriótica. No entran a juzgarla, se encogen simplemente de hombros. Dicen: “Es un problema lejano, extraño. Ustedes –usted– se ocupan de él para eludir pronunciarse sobre los grandes temas nacionales”. Andanadas con municiones de los dos tipos recibimos quienes de Cuba hemos hecho desvelada milicia, y la propia revista que cobija estos afanes latinoamericanos. Quizá convenga entonces decir algo contestando más a la segunda posición que a la primera, ya que a esta última respondemos en cada artículo, en cada foto, en cada noticia que llega hasta nosotros traspasando aduaneros inquisitoriales, policía desbaratadora de coyunturas humanas y un miedo enervante que hinca su historia en la república. A principios de la década de 1960, Alexis Latendorf, una de las figuras de la emergente “nueva izquierda” argentina, escribe un artículo para la revista Che. En su texto, el dirigente socialista esgrime una defensa de la Revolución cubana como así también una argumentación histórica que subraya la dimensión latinoamericana que debería recuperar cualquier proceso de liberación nacional y social en la Argentina. Ambas cuestiones constituyen aspectos medulares de la experiencia de confluencia política que expresa la revista Che a comienzos de los años sesenta. 1. Nacimos con vocación continental Por más que rastreo en la historia argentina –y siempre que se parta de la base que Moreno la protagonizó mejor que Álzaga– no encuentro en los hombres de nuestra independencia uno solo que pretendiese circunscribirla a los puros límites del Virreinato del Río de la Plata; San Martín, Belgrano o Monteagudo tuvieron conciencia de que nuestra libertad sería precaria si no era acompañada por la del resto de los países de origen común. Nuestro Gran Capitán luchó en Maipú igual que en San Lorenzo –que en definitiva eran los mismos campos de batalla y el mismo enemigo– y entró en Lima con igual fe que en Mendoza. Bolívar entendió con meridiana claridad el problema y hendió su espada en el pecho godo desde el Caribe hasta el Altiplano. Y Bolívar promovió también el congreso de Panamá que después frustrara los primeros zarpazos del águila imperial norteamericana (a Panamá no asistió la Haití negra que derrotara a Napoleón y ayudara a Bolívar, porque 1956 - 1976 159 1956 - 1966 160 en Estados Unidos los negros eran esclavos y no libertadores). La independencia se ganó en Buenos Aires, en Quito, en México, en Caracas. ¿De dónde entonces la admonición de quienes se recuestan en la historia argentina como si ella fuese su concubina, sin infidelidad ni otros cariños? Nacimos con vocación latinoamericana. Nos la hicieron tragar los cipayos de la historia, de la banca, de la política, del comercio. Nos lo succionaron los ferrocarriles ingleses y la oligarquía porteña, afrancesada y tilinga. Nacimos con vocación latinoamericana. Nos la quiso birlar la élite liberal finisecular. Y ahora mismo la prostituyen quienes la disimulan en un interamericanismo que pretende embolsar amigos y enemigo. Enemigo, que es uno. 2. Una definición militante Pero esta vocación latinoamericana no era ni es un puro sentimiento abstracto o una entelequia aguda. Tenemos vocación latinoamericana por una necesidad histórica, objetiva, inmediata. Necesitamos del resto de los países latinoamericanos para nuestra y para su liberación. Definirse sobre Cuba es definirse sobre el futuro argentino. La consideramos la primera experiencia profunda, a fondo, de construcción socialista en tierras de nuestra América. Ellos pagan el derecho de piso, pero enseñan que son posibles la reforma agraria y las milicias armadas y la honda de David victoriosa sobre el furibundo Goliath. Es esa posibilidad de liberación, esa demostración de que nuestro pensamiento se hace carne y país y futuro, la que espanta a la derecha. Si alguna definición faltaba sobre la importancia de Cuba en el proceso revolucionario latinoamericano y, por ende, argentino (¿fueron extranjeros Túpac, o los comuneros, o las montoneras, o Zapata y sus indios, o Sandino, o Bolivia del 52, o Guatemala sacrificada en el 54?), ese espanto de la derecha demuestra que Cuba eligió en nuestro país a sus enemigos –que son los nuestros– y eligió bien, muy bien. Estamos –estoy– con Cuba, con esta Cuba de fusil, lápiz y arado, porque su éxito o fracaso serán definitivos para nuestra propia experiencia y liberación nacional. 3. La intercomunicación revolucionaria Quizá –sólo quizá– insistir preferentemente en la lucha en Laos o los problemas del Medio Oriente, pudiera merecer alguna –sólo alguna– crítica, si ello significa abandonar la consideración de nuestro propio drama nacional. Pero rodear a Cuba, exaltar a Cuba, cuidar de Cuba, es una obligación militante. Proclamar un absurdo aislamiento es en el fondo la más internacionalista de las posiciones en su peor sentido, en el de servir a una potencia imperial. Aislar a los movimientos populares significa servir en bandeja al imperialismo el bocado de una veintena de países. Gobernantes y movimientos de muy distinto origen, pero que de una manera u otra, parcial o totalmente, encarnaron en su momento aspiraciones multitudinarias, apelaron a este destino común. Lo hizo Haya de la Torre hace treinta años (con treinta kilos menos y sin treinta dineros), lo hicieron Gaitán y Chibás y Lázaro Cárdenas y Albizu Campos y Mariátegui. En la Argentina los conservadores se desentendieron de los países latinoamericanos, pero se entregaron con desenfadado alborozo a los ingleses. El pabellón argentino negándose a saludar a los ocupantes yanquis de un territorio latinoamericano durante el gobierno de Yrigoyen tenía, en cambio, un sentido embrionario de común destino. Si alguien que se supone a sí mismo como de pensamiento popular proclama, empero, la necesidad de encogerse de hombros frente a Cuba, repite una estrategia extranjera adoptada por la derecha oligárquica y es un –consciente o inconsciente– servidor de intereses coloniales. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 161 Fuente: Abel Alexis Latendorf, “Cuba Nuestra”, Che, año 1, N° 19, 27 de julio de 1961, pp. 8-9. CeDInCI Estamos –estoy– con Cuba y lo proclamamos desde Che porque no nos desentendemos de la historia argentina que está a nuestras espaldas y porque sabemos que constituimos así la más lógica y homogénea continuación de un proceso que se inició rompiendo lazos con España en un esfuerzo emancipador latinoamericano, y terminará con la construcción de una sociedad socialista en las indómitas tierras que van desde el río Bravo hasta las soledades patagónicas. Portada revista Che. Año 1, Nº 9, marzo de 1961. Una revista de la nueva izquierda. 1956 - 1976 1956 - 1966 162 CUBA: DETENERSE ES RETROCEDER JUAN CARLOS PORTANTIERO ENTREVISTA AL CHE Y A RAÚL CASTRO “Nos animaba una idea: hacer una revolución verdadera en Latinoamérica; no queríamos una media revolución.” Raúl Castro “En realidad, ahora hay sólo dos partidos: la revolución y la contrarrevolución. Nos resta darle el nombre al primero.” Ernesto “Che” Guevara S antiago de Cuba, capital de la provincia de Oriente, la provincia más grande de la isla y la más peleadora. Allí estuvo el cuartal Moncada (ahora es una ciudad escolar, como el de Columbia, en La Habana) y allí nació un 26 de julio de 1953 el fuego de la revolución. Por algún tiempo, Santiago de Cuba fue capital nacional en los días posteriores a la caída de Batista: era un premio a esa ciudad de mártires y héroes, a esa ciudad ejemplar que mira a la Sierra Maestra. En julio de 1961, tres meses después de la invasión norteamericana de Bahía de los Cochinos, en un viaje que realiza a la isla, Juan Carlos Portantiero realiza una entrevista a dos de los líderes máximos de la Revolución cubana. Allí, el intelectual argentino –que aún milita en el Partido Comunista, del cual será expulsado en 1963 junto con los cordobeses José Aricó, Oscar del Barco y Héctor Schmucler, entre otros, quienes habían iniciado la publicación de Pasado y Presente– dialoga con Raúl Castro y el Che Guevara sobre el complejo proceso que llevó a los revolucionarios a la toma del poder y sobre las perspectivas inmediatas de la revolución. Allí, en Santiago de Cuba, tiene su residencia habitual Raúl Castro. Además de ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias es el jefe militar de la zona. Este alejamiento de La Habana determina que Raúl (indudablemente el segundo de Fidel, en el fervor popular) sea el líder revolucionario menos conversado por periodistas y visitantes. Y sobre él se teje, entonces, toda una literatura susurrante y casi temerosa. Cada vez que los cables nombran a Raúl es para mentar su fama de despiadado: un frío, oculto y fanático iracundo que está dispuesto a hacer papilla, deleitosamente, a sus enemigos. Un muchacho menor de 30 años Pero Raúl Castro es todo lo contrario. Dentro del común aire amuchachado que tiene la Revolución cubana, Raúl es el escalón más joven. Es evidentemente (como Fidel) un apasionado; es, también como su hermano, una especie de máquina para hacer cosas, funcio- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 nando sin pausas. Pero sobre todo es un muchacho menor de 30 años que habla, bromea, sonríe, como un muchacho menor de 30 años. No es fácil verlo a Raúl. Salvo que se tenga la suerte que tuvimos nosotros de encontrarlo en un cine. Era una noche calurosa de Santiago, en una sala en que se proyectaba un documental chino. (Un documental chino: atención, “Correo de la tarde”.) Allí, como un espectador más, estaba Raúl con Vilma Espín, su esposa. En el hall, o lo salida, se arregló la entrevista: –Mañana a la noche los paso a buscar. Y es probable que los argentinos tengan una sorpresa… Una sorpresa llamada “Che” El “Ciudamar” Yacht Club de Santiago de Cuba, una maravilla al borde del mar, acaba de ser nacionalizado y transformado en un Círculo Social Obrero, como todos los clubes de las clases altas. Allí conversaremos con Raúl y con su sorpresa: una sorpresa llamada Ernesto “Che” Guevara. El ministro de Industrias (el “zar rojo de la economía” difundido por la UPI) ha llegado a Santiago en una de sus habituales giras por el interior. La conversación se anudará por horas (más de cuatro) girando alrededor de muchos temas. El “Che” es, finalmente, quien más habla, a pesar de ser más reservado, más callado que Raúl. Lo vemos y pensamos: temperamentalmente, de alguna manera, Ernesto Guevara sigue siendo un porteño, aunque ese ligero acento cubano ronde sus expresiones. Es difícil recomponer el diálogo, porque si bien fue ordenado por un cuestionario previo, no pudo librarse de la espontaneidad y la naturalidad que son rasgos de todo lo cubano. Interesa reproducirlo, sin embargo, aunque sea escuetamente, sobre todo porque las opiniones por ellos vertidas son opiniones compartidas por la enorme mayoría del pueblo. Son propiedad común ya de todos los cubanos en estos meses cruciales de su historia; en estos días de su tiempo, después de la invasión mercenaria y en plena construcción socialista. –Nos interesaría un ligero examen acerca de la participación de las fuerzas políticas cubanas en el proceso de la revolución subdividido en dos etapas: la toma del poder y la construcción social. “Che” Guevara: Ustedes conocen el origen del Movimiento 26 de Julio, como expresión de la lucha llevada a cabo por Fidel y un grupo de jóvenes, en el seno del partido Ortodoxo. En dos palabras, el 26 es la expresión de la lucha contra el quietismo de los partidos tradicionales. La derrota táctica, pero victoria estratégica, que fue el asalto al cuartel Moncada, significó el acta de bautismo del movimiento: a partir de ese suceso los hechos se fueron precipitando. Después de un tiempo de encierro, Fidel es liberado y marcha al exilio en México, donde se dedica a reorganizar las fuerzas dispersas. En la Cuba batistiana no había margen para la lucha legalista: sólo la insurrección popular podía destruir al régimen de terror de la tiranía. Eso pensaba Fidel e incluso muchos políticos tradicionales, derivados de sucesivas ramificaciones del viejo partido Auténtico. En 1956, cuando nosotros organizábamos la expedición del “Granma”, el partido Socialista Popular decía que ya la insurrección era el único método posible de lucha. Junto con nosotros era el único grupo político que, de manera compacta, defendía esa tesis. En México tuvimos los primeros contactos y nos pusimos de acuerdo en lo fundamental, aunque surgieron diferencias acerca del tiempo que podía demorar el proceso. Fidel pensaba que sería más corto: en el 56 seremos mártires o libres, había dicho antes de la expedición. La lucha, finalmente, duró un poco más que eso. Una vez actuando ya las guerrillas en territorio cubano, retomamos los contac- 1956 - 1976 163 1956 - 1966 164 tos con el partido Socialista Popular. Sus militantes actuaron en ese aspecto de la lucha, no sólo con nosotros en la Sierra Maestra sino con guerrillas propias en Yaguajay, Matanzas y Las Villas. Paralelamente combatían en la zona del Escambray los guerrilleros del llamado Segundo Frente, militantes casi todos del Directorio Revolucionario 13 de Marzo. Este era el panorama en la guerrilla campesina. En el llano hubo más problemas, sobre todo derivados de la actuación de grupos del 26 y del Directorio que hacían valer demasiado el terrorismo individual, sin una preparación de masas que lo acompañara. Esa tendencia “pustchista”, sumada a un anticomunismo preventivo, determinó el fracaso de la huelga de abril del 58, dirigida en La Habana por David Salvador. Salvador creía que bastaba anunciar por un micrófono que había comenzado la huelga, para que la gente se largara a la calle. Y no era así. Después del triunfo sólo quedan en pie tres fuerzas: el PSP, el Directorio y el 26 de Julio. Superadas pequeñas diferencias, especialmente con el Directorio, las tres fuerzas se hallan ahora integradas en la común tarea de la construcción socialista. La labor partidista ha concluido. En realidad, ahora hay sólo dos partidos: la revolución y la contrarrevolución. Nos resta darle el nombre al primero. Raúl Castro: Quiero opinar sobre algunas cosas que se suelen decir, habitualmente de mala fe. Las críticas que el partido Socialista Popular hizo al 26 de Julio durante la época insurreccional fueron correctas. Por ejemplo, la crítica a la quema indiscriminada de cañaverales. Es una infamia censar al PSP de oportunista, como lo hacen algunos enemigos disfrazados de la revolución. El PSP ha jugado un papel decisivo en nuestra revolución. Sus críticas nos ayudaron para desembarazarnos de los elementos reaccionarios, pequeñoburgueses del 26 de Julio, radicados especialmente en el llano. –¿Cuáles son las perspectivas inmediatas de la Revolución cubana? “Che” Guevara: Ahora que tenemos casi el 85 por ciento de la economía en manos del pueblo, el total de los bancos, la industria fundamental y el 50 por ciento del campo, podemos empezar a planificar. El único factor que puede paralizar momentáneamente a Cuba en este momento es el ataque norteamericano. El año próximo comienza nuestro plan cuatrienal de industrias, aunque ya en 1961 hemos comenzado a trabajar en algunos sectores. Calculamos con él, duplicar nuestro nivel de vida para el año 1965. Entre los planes está la producción de 700.000 toneladas anuales de acero, 1.200.000 kwh de electricidad, la creación de la industria automotriz (tractores, camiones y en 10 años motos y autos), para lo cual contamos con créditos checoslovacos y la puesta en funcionamiento de alrededor de 100 fábricas nuevas que van desde la química (soda cáustica, fertilizantes, plaguicidas, etc., fundamentalmente con créditos chinos y búlgaros) hasta la fabricación de máquinas de escribir y coser, barcos, etc., con créditos de la República Democrática Alemana y de Polonia, especialmente. A esto hay que sumar el desarrollo del agro. A fines del 65 queremos llegar a los 9 millones de toneladas de azúcar y, en general, a autoabastecernos de todos los productos comestibles susceptibles de ser producidos en Cuba. Todo esto, por supuesto, sin disminuir el nivel de vida del pueblo sino, por el contrario, aumentándolo incesantemente. Nuestro problema actual es darle bases institucionales a la revolución. En economía, por ejemplo, estamos ultimando los detalles de la planificación. Ella será socialista; es decir, que no nos parece aconsejable el sistema de la autogestión yugoslava, porque pensamos que ese tipo de planificación es sólo general. Los planes deben ir de arriba abajo y de abajo arriba. Si no hay una cabal comprensión del pueblo y una acep- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 tación no formal sino efectiva de los planes por parte de este, el desarrollo económico no puede llevarse a cabo. Raúl Castro: A veces pensamos cómo es que hemos avanzado tan rápido. El Rubicón lo cruzamos cuando aprobamos la Reforma Agraria. Cualquier país latinoamericano que emprenda una Reforma Agraria profunda como la nuestra, debe ir evolucionando como lo hicimos nosotros para poder subsistir frente a la presión de las clases desplazadas. Así pasó en Cuba: paradójicamente, a pesar de las agencias informativas, la influencia más grande para el aceleramiento de la Revolución cubana fueron los Estados Unidos, no la URSS. A cada golpe que nos propinó el imperialismo, le respondimos con un contragolpe más violento. Es que si nos deteníamos, retrocedíamos. Nos animaba una idea: hacer una revolución verdadera en Latinoamérica; no queríamos una media revolución. Lo que no calculábamos es que lo íbamos a hacer en tan poco tiempo. Dimos, tal vez, un salto en el vacío, pero ya estamos agarrados del otro trapecio. Si los yanquis no nos hubieran golpeado tanto, no hubiéramos avanzado tanto. Sabemos que las revoluciones no se exportan, pero nos sentimos hermanos de Latinoamérica. Cuando luchábamos aquí no pensábamos sólo en los seis millones de cubanos, sino en todos los hermanos de nuestro continente. Ahora nos dicen que hemos traicionado la Revolución. ¿Cuál? La única que hemos “traicionado” es la “revolución” al estilo de los Figueres y los Muñoz Marín, las “revoluciones” de mercurocromo, como dice Fidel. Tuvimos dificultades, pero un gran triunfo: destruimos, por primera vez en América, el brazo armado de las oligarquías, el aparato militar de la dictadura. ¡Ojalá pudiéramos ahora quitarnos los uniformes y meter los tanques en fundiciones! De todos modos, el Ejército Rebelde es una minoría al lado de la Milicia Nacional Revolucionaria. Nadie mejor que el propio pueblo para defenderse a sí mismo. Y nosotros le damos las armas al pueblo. Por ejemplo, en una cooperativa: nosotros entregamos los rifles y las metralletas y los campesinos eligen a quienes cuidarán el orden de entre ellos mismos. A una revolución así no la destruye nada ni nadie. Fuente: Juan Carlos Portantiero, “Cuba. Detenerse es retroceder”, en Che, Nº 19, pp. 10-11. De izquierda a derecha, Jorge Ricardo Masetti (fundador de Prensa Latina), el Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias y Rodolfo Walsh, en la agencia Prensa Latina. 1956 - 1976 165 1956 - 1966 166 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO En 1959, Editorial Palestra publica un conjunto de entrevistas realizadas por Carlos Strasser a dirigentes políticos e intelectuales de un amplio abanico de la izquierda argentina. Pensadas bajo la forma del reportaje con propósitos de claridad comunicativa, las preguntas que estructuran el cuestionario tienen la pretensión de ofrecer al lector una suerte de mapa de las diferentes orientaciones que configuran el universo de las izquierdas en la Argentina, como así también una arquitectura de sus fundamentos políticos y una valoración de la situación particular de cada una de esas ramas en el contexto argentino y el escenario internacional. Al mismo tiempo, las preguntas proponen un acercamiento más detenido sobre dos aspectos clave de la política argentina de fines de los cincuenta y principios de los sesenta: las evaluaciones del peronismo y sus legados y las significaciones políticas, económicas e ideológicas del frondizismo. Sobre estas dos problemáticas puntuales, se recogen aquí extractos de las definiciones brindadas por Silvio Frondizi, Nahuel Moreno, Rodolfo Puiggrós y Jorge Abelardo Ramos. Otros invitados que participaron del volumen fueron Rodolfo Ghioldi, A. M. Hurtado de Mendoza, Abel Alexis Latendorf, Quebracho (Liborio Justo), Esteban Rey e Ismael Viñas. Reportaje - Cuestionario preparado b) ¿Cuál fue el significado de la Unión Demopor Carlos Strasser crática? 1. ¿Qué es la izquierda y cuándo se está en la izquierda? 2. En líneas generales, ¿cuál ha sido la posición de las izquierdas en el proceso político argentino, desde 1916? Una breve opinión sobre las presidencias de Yrigoyen. 3.Peronismo. a) ¿Cuáles son las razones económico-político-sociales de su origen? Su aparición, ¿obedece a algún factor, causa o fenómeno internacional? c) El triunfo de Perón en febrero de 1946, ¿cabía esperarlo como cosa lógica? En vez: ¿fue imprevisto? ¿A qué se debió? d) La política económico-social del peronismo, ¿puede llamarse de izquierda? ¿Fue fascismo? ¿Fue bonapartismo? ¿Fascismo y bonapartismo, según la época? ¿Puede ser identificada con la de Yrigoyen en una común línea popular? ¿Puede ser asimilada con la que observan los movimientos de liberación nacional de Asia y África? e) La industrialización que preconizó el peronismo, ¿fue correcta en su ejecución? ¿Tuvo simples defectos? ¿Fue mal ejecutada? MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 f) ¿Fue correcta –políticamente– la oposición casi absoluta de la mayoría de las izquierdas frente a Perón? g) El Estado policial, bajo el gobierno peronista, ¿qué explicación tiene? ¿Se justificaba? h) ¿Qué saldo positivo dejó, sintéticamente, el peronismo? ¿Fueron mayores sus aspectos negativos? i) ¿Qué hubiera ocurrido, en lo económico-político-social, de no haber caído Perón? j) ¿Cuáles fueron los motivos de la caída de Perón? ¿Puede vincularse al imperialismo inglés con ella? k) ¿Qué importancia y posibilidades tiene el peronismo en la hora actual? sía industrial argentinas en una revolución democrático-burguesa? j) ¿Coinciden los intereses de la burguesía industrial argentina con el plan económico de Frondizi? La coincidencia, ¿es absoluta, parcial o no existe? k) La política de Frondizi, ¿es representativa de la pequeña burguesía? l) ¿Retomó Frondizi el camino que habría emprendido Perón –negociar con el imperialismo yanqui– con su frustrado contrato con la California? m)¿Qué rol juega y qué importancia tiene en la política de Frondizi el famoso artículo 28, sobre Universidades particulares? 4.Frondizismo. a) ¿A qué se debió el apoyo de extrema derecha y extrema izquierda a la candidatura de Arturo Frondizi? b) ¿Qué era la integración nacional que postulaba Frondizi? c) Desde el punto de vista de nuestro desarrollo económico, ¿nos son igualmente inconvenientes el imperialismo británico y el yanqui? d) ¿Hasta dónde puede el imperialismo norteamericano ayudar al desarrollo industrial y económico general del país? e) ¿Qué resultados y consecuencias traerá, a corto y a largo plazo, el plan económico de Frondizi? f) Al asumir el mando Frondizi, ¿se hallaba la Argentina frente a una grave crisis económica, cercano el país a la cesación de pagos? g) De no haber sido así, ¿a qué otra razón se debió el giro de Frondizi-candidato a Frondizi-presidente? h)La política de Frondizi, ¿puede ligarse con un proceso de revolución democrático-burguesa? i) ¿Qué papel y posibilidades de contribución tienen la pequeña burguesía y la burgue- 5. ¿A qué se debe el carácter minoritario de los partidos de izquierda en nuestro país? ¿Qué perspectivas tienen en cuanto a crecimiento de su caudal de votos? 6. ¿Es necesaria la formación de un frente popular? ¿Sobre qué bases? ¿Es viable? 7. ¿Qué opina del movimiento estudiantil reformista y sus organizaciones? 8. ¿Qué opinión tiene acerca de la construcción socialista en la URSS? ¿Y en China? ¿Y en las democracias populares? ¿Y en Yugoslavia? 9. ¿Puede admitirse un camino nacional, particular, hacia el socialismo? 10.¿Qué opinión tiene de los movimientos nacionales de Asia y África? 11.¿Qué opinión tiene del partido laborista inglés, el social-demócrata y el socialista italianos y el socialista francés? 12.¿Considera usted que hay posibilidades de que estalle una nueva guerra? 1956 - 1976 167 1956 - 1966 168 Silvio Frondizi Respuesta a la pregunta 3 Peronismo Para nosotros, el peronismo ha sido la tentativa más importante y la última de realización de la revolución democrático-burguesa en la Argentina, cuyo fracaso se debe a la incapacidad de la burguesía nacional para cumplir con dicha tarea. A través de su desarrollo, el peronismo ha llegado a representar a la burguesía argentina en general, sin que pueda decirse que ha representado de manera exclusiva a uno de sus sectores (industriales o terratenientes). Dicha representación ha sido directa, pero ejercida a través de una acción burocrática que lo independizó parcial y momentáneamente de dicha burguesía. Ello le permitió canalizar en un sentido favorable a la supervivencia del sistema, la presión de las masas, mediante algunas concesiones determinadas por la propia imposición popular, la excepcional situación comercial y financiera del país, y las necesidades demagógicas del régimen. Precisamente, la floreciente situación económica que vivía el país al término de la segunda gran guerra, constituyó la base objetiva para la actuación del peronismo. Este contó, en su punto de partida, con cuantiosas reservas acumuladas de oro y divisas, y esperó confiadamente que la situación que las había creado mejorara constantemente, por la necesidad de los países afectados por la guerra y por un nuevo conflicto bélico que se creía inminente. Una circunstancia excepcional y transitoria más contribuyó a nutrir ilusiones sobre las posibilidades de progreso de la experiencia peronista. Nos referimos a la emergencia de una especie de interregno en el cual el imperialismo inglés vio disminuir su control de la Argentina, sin que se hubiera produ- cido todavía el dominio definitivo y concreto del imperialismo norteamericano sobre el mundo y sobre nuestro país. Ello posibilitó cierto bonapartismo internacional –correlativo al que se practicó en el orden nacional–, y engendró en casi todas las corrientes políticas del país grandes ilusiones sobre las posibilidades de independencia económica y de revolución nacional. La amplia base material de maniobra permitió al gobierno peronista, en primer lugar, planear y empezar a realizar una serie de tareas de desarrollo económico y de recuperación nacional, con todas las limitaciones inherentes a un intento de planificación en el ámbito capitalista. La estructura tradicional de la economía argentina no sufrió cambios esenciales; las raíces de su dependencia y de su deformación no fueron destruidas. Al agro no llegó la revolución, ni siquiera una tibia reforma. Fueron respetados los intereses imperialistas, a los cuales incluso se llamó a colaborar, a través de las empresas mixtas. Tampoco se hicieron costear las obras de desarrollo económico al Gran Capital nacional e imperialista. El Primer Plan Quinquenal, en la medida que se realizó, fue financiado, ante todo, con los beneficios del comercio exterior. Por otra parte, a consecuencia de una serie de factores, aquella fuente primordial de recursos pronto se tornó insuficiente, y debió ser complementada con las manipulaciones presupuestarias y el inflacionismo abierto. A través de la inflación, los costos de la planificación económica peronista no tardaron en recaer también sobre la pequeña burguesía y el proletariado de las ciudades. Pero durante su primer período de expansión y euforia, el peronismo tuvo también realizaciones en los distintos aspectos de la economía. En materia de transportes, se nacionalizaron los ferrocarriles y se incorporó nuevo material; la marina mercante argentina fue aumentada en sus efectivos y en el tone- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 laje total transportado. Hacia la misma época se fue dando gran impulso a la aviación, se completó la nacionalización de puertos, etc. Otra realización recuperadora del peronismo en su período de auge ha sido la repatriación de la deuda pública externa. Se pretendió solucionar el problema de la energía en general y del petróleo en particular, pero sin atacar las cuestiones de fondo. Se tomaron una serie de medidas favorables a la industria y se apoyaron los rudimentos de una industria pesada estatizada, heredados del gobierno precedente, aumentando la participación estatal en la industria. La intervención directa del Estado en la industria tuvo una doble finalidad: tomar a su cargo tareas económicas necesarias que la endeble burguesía nacional no era capaz de realizar por sí sola y proporcionar a la burocracia bonapartista un nuevo resorte de poder y una importante fuente adicional de beneficios. La generosidad del crédito estatal fue otra de las formas de favorecer al capitalismo nativo-extranjero. El mantenimiento de un grado apreciable de paz social ha sido una de las contribuciones más importantes del Estado peronista a la prosperidad de la burguesía agroindustrial argentina durante el primer período de expansión. La propia prosperidad general fue factor fundamental en la atenuación transitoria de las luchas clasistas argentinas. A ello se agregó la acción del Estado, que por un lado promovía una política de altos salarios, a la vez que subsidiaba a las grandes empresas para evitar que estas elevaran exageradamente sus precios, y por otra parte encerraba a los trabajadores en un flexible pero sólido y eficiente mecanismo de estatización sindical. Este balance realizado –que es nuestra posición desde hace varios años– nos ha evitado caer en los dos tipos de errores cometidos respecto al peronismo: la idealización de sus posibilidades progresistas, magnificando sus conquistas y disimulando sus fracasos, y, por el otro lado, la crítica negativa y reaccionaria de la “oposición democrática”, que, v.gr., tachó al peronismo de fascismo. El resultado de tal balance es la entrega del capitalismo nacional al imperialismo, a través de su personero gubernamental, el peronismo. En efecto: transcurridos los primeros años de prosperidad, entró a jugar con toda fuerza el factor crítico fundamental de los países semicoloniales: el imperialismo. Este logró por diversos medios (dumping, relación de los términos de intercambio, etc.) ir estrangulando paulatinamente a la burguesía nacional y su gobierno. Los diversos tratados celebrados con el imperialismo –verdaderamente lesivos para el país– culminaron el proceso de entrega. En fin, el balance de la experiencia nacional-burguesa del peronismo ha sido la crisis: estancamiento y retroceso de la industria, la caída de la ocupación industrial y de los salarios reales, el crónico déficit energético, la crisis de la economía agraria y del comercio exterior, la inflación, etc. Yendo ahora a su aspecto político, el rasgo fundamental del peronismo estuvo dado por su aspiración de desarrollar y canalizar simultáneamente la creciente presión del proletariado en beneficio del grupo dirigente primero y de las clases explotadoras luego. De aquí que nosotros hayamos calificado al peronismo como bonapartismo, esto es, una forma intermedia, especialísima de ordenamiento político, aplicable a un momento en que la tensión social no hace necesario aún el empleo de la violencia, que mediante el control del aparato estatal tiende a conciliar las clases antagónicas a través de un gobierno de aparente equidistancia, pero siempre en beneficio de una de ellas, en nuestro caso la burguesía. El capitalismo, frente a la irrupción de las masas populares en la vida política, y sin necesidad inmediata de barrer con la parodia democrática que lo sustenta, trata de cana- 1956 - 1976 169 1956 - 1966 170 lizar esas fuerzas populares. Para ello necesita favorecer, por lo menos al comienzo, a la clase obrera con medidas sociales, tales como aumento de salarios, disminución de la jornada de trabajo, etc. Pero como estas medidas son tomadas, por definición, en un período de tensión económica, el gran capital no está en condiciones materiales y psicológicas de soportar el peso de su propia política. Lógico es, entonces, que lo haga incidir sobre la clase media, la que rápidamente pierde poder, pauperizándose. Con ello se agrega un nuevo factor al proceso de polarización de las fuerzas sociales. La política de ayuda obrera referida se realiza, en realidad, en muy pequeña escala, si es que alguna vez se realiza, dándosele apariencia gigantesca por medio de supuestas medidas de todo orden. Las consecuencias de este demagogismo son fácilmente previsibles: dislocan aún más el sistema capitalista, anarquizándolo y por lo tanto, acelerando su proceso crítico. Además, la política demagógica relaja la capacidad de trabajo de los obreros, lo que explica que cuando el capitalismo necesita readaptarlos para el trabajo intenso, tenga que emplear métodos compulsivos. Esta es una nueva causa que explica el totalitarismo y una nueva demostración de que, en el actual período, el Estado Liberal carece tanto de posibilidad como de valor operativo. El proceso demagógico presenta algunos resultados beneficiosos, particularmente en el orden social y político. Al apoyarse en el pueblo, desarrolla la conciencia de clase política del obrero. Creemos que el aspecto positivo fundamental del peronismo está dado por la incorporación de la masa a la vida política activa; en esta forma la liberó psicológicamente. En este sentido Perón cumplió el papel que Yrigoyen en relación a la clase media. Hizo partícipe al obrero, aunque a distancia, en la vida pública, haciéndole escuchar a través de la palabra oficial el planteamiento de los problemas políticos de fondo, tanto nacionales como internacionales. Estos aspectos representados por el peronismo fueron los que lo volvieron peligroso a los ojos del Gran Capital. De aquí que nosotros hayamos dicho en el primer tomo de La realidad argentina, escrito en 1953, que Estados Unidos “necesita un gobierno de personalidades más formales” que las peronistas, permitiéndonos predecir “que llegado este momento (de profundas convulsiones sociales) el General Perón, instrumento del sistema capitalista en una etapa de su evolución, será desplazado”. La pérdida de la base material de maniobra del país y del peronismo restó a este la posibilidad de continuar con su política, y fue la que condujo, en última instancia, a su caída. La acusación de fascismo lanzada contra el régimen peronista carece de tanto fundamento como la posición que consideró a este un movimiento de liberación nacional. Para demostrar que el mismo fue bonapartista y no fascista, será suficiente con indicar que se apoyó en las clases extremas, gran capital y proletariado, mientras la pequeña burguesía y en general la clase media, sufrió el impacto económico-social de la acción gubernamental. Por el contrario, en el fascismo, la fuerza social de choque del gran capital está constituida por la pequeña burguesía. Esta circunstancia explica que las persecuciones contra el proletariado bajo el régimen fascista encierren tanta gravedad, ya que la acción represiva está a cargo de toda una clase. Es necesario distinguir entre dictadura clasista y dictadura policial. La torpe y reaccionaria acusación de fascismo partió de la Unión Democrática, de triste recordación. Las fuerzas más oscuras de la política argentina, coaligadas en la Unión Democrática, en la que no faltó el apéndice izquierdista, no quisieron o no supieron comprender en su hora toda la MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 importancia del nuevo fenómeno representado por el peronismo, y de su desprestigio e incapacidad cosechó este para conquistar el poder. Así, nosotros pudimos predecir el triunfo del Coronel Perón, en nuestro trabajo La crisis política argentina. El gran odio que le profesó la “oposición democrática” se debió a que su régimen destapó la olla podrida de la sociedad burguesa, mostrándola tal cual es. La juridicidad burguesa y la sacrosanta Constitución Nacional perdieron su virginidad, poniendo al descubierto su carácter de servidoras de una situación. Se destruyó la unidad del Ejército y se colaboró en la descomposición de los partidos políticos, etc. En efecto, no fueron los rasgos negativos del peronismo los que verdaderamente separaban a la “oposición democrática”, como se ha visto después: el aventurerismo y la corrupción política, administrativa, etc., la “pornocracia”; la estatización y burocratización del movimiento obrero; la legislación represiva, hoy en vigor con más fuerza que nunca, etc. Asimismo, con la caída de Perón no se trató de corregir esos defectos, sino terminar con los excesos de su demagogismo, demasiado peligroso ya en un período de contracción económica. El golpe de Estado de 1955 cumple ese objetivo del gran capital nativo-extranjero. Respuesta a la pregunta 4 Frondizismo Hace seis años concluimos el examen de la intransigencia radical, realizado en la primera parte de La realidad argentina, diciendo: “¿Está el radicalismo en condiciones doctrinarias, políticas y morales de dar una solución a la crisis que aqueja al país? La respuesta es obvia. Lo único que puede dar el radicalismo es un cada vez mayor entendimiento con la reacción”. Lo que está ocurriendo actualmente, por lo visto, no nos toma de sorpresa. A la UCR Intransigente, como partido pequeñoburgués, le alcanzan directamente las consecuencias de la descomposición de esta clase social: disminución de la clase media productiva, mayor gravitación de la no productiva y parasitaria: burócratas, dependientes del gran capital, intelectuales, profesionales, etc. La gran burguesía emplea en función de gobierno, sobre todo en el país, a las fuerzas centristas pequeñoburguesas, entre otras ventajas, por cuanto suelen confundir a las fuerzas de izquierda. En un momento dado de la evolución moderna, la clase media representó un papel sobresaliente, pero en la actualidad, por obra de factores objetivos inherentes al sistema, está perdiendo rápidamente su poderío. Lógico es, entonces, que las fuerzas políticas que la representan vayan perdiendo a su vez posiciones. No debemos olvidar que los partidos políticos son representantes de fuerzas sociales determinadas, y nacen, se desarrollan y mueren con ellas. Esta es la explicación lisa y llana del proceso sufrido por los partidos socialistas y moderados de todo el mundo, como representantes de la pequeña burguesía. Estos partidos –entre los cuales se contaba la UCRI– atacan las consecuencias inevitables del sistema capitalista, pero defienden a muerte la perpetuación del sistema mismo, origen primordial de todos los males que atacan. Los resultados de su acción, cuando alcanzan el gobierno, están a la vista. La UCRI soñó con el desarrollo del capitalismo nacional, porque creyó en la posibilidad de la independencia económica y política dentro de un mundo capitalista, sin ver el problema de la integración imperialista de este en manos de los Estados Unidos, que conduce al fracaso de las revoluciones nacional-burguesas. Además, el radicalismo, huérfano de apoyo popular, siempre lo ha buscado en los elementos de fuerza de la sociedad argenti- 1956 - 1976 171 1956 - 1966 172 na: el imperialismo, la burguesía nacional, las Fuerzas Armadas y la Iglesia. En relación con el primero, la UCRI, durante sus años de oposición, centraba su ataque en el imperialismo inglés, dejando de lado al imperialismo yanqui; en esta forma, hacía aparente antiimperialismo, atacando a un moribundo sin caer en desgracia frente a la fuerza internacional con cuyo apoyo contaba para tomar el poder. Por otra parte, como gobierno al servicio de la burguesía nacional, no tenía otro camino que entregarse al amo yanqui, hegemónico socio de aquella. En cuanto al aspecto político del problema, no tenemos más que repetir lo que decíamos en 1953: “La posición pequeñoburguesa comprende una extensa gama que abarca desde el auténtico liberal al fascista declarado. Podemos agregar aquí que, en lo que se refiere al político profesional, tiene de todo ello; por regla general va perdiendo su liberalismo a medida que se aproxima a la función pública, que le impone una posición concreta frente a la realidad capitalista. Entonces el centrista, que es un derechista vergonzante, debe mostrar la cara”. Por eso, no creemos que haya sido acertado el apoyo de “la extrema izquierda a la candidatura de Arturo Frondizi”. Por lo que hace al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (Praxis), fue el primero en alertar sobre el peligro que entrañaba este gobierno para el proletariado y para el país. Si algún partido de izquierda apoyó esa candidatura, lo hizo en abandono de las posiciones revolucionarias, cosa que bien caro le estará costando ahora. El problema planteado en el cuestionario referente a las diferencias entre el imperialismo inglés y el norteamericano y a la posibilidad de que este último pueda ayudar al desarrollo industrial y económico general del país, se resuelve claramente aplicando la teoría de la integración mundial capitalista formulada por nosotros en 1946. Las nuevas condiciones que explican la transformación de la política mundial del capitalismo son fundamentalmente las siguientes. Ante todo, el enorme desarrollo de las fuerzas productivas mundiales y la consiguiente interdependencia económica. Debemos agregar la enorme intensidad alcanzada por las contradicciones internas en los países capitalistas, especialmente en los Estados Unidos. Otra condición está dada por la franca ruptura del equilibrio entre las principales potencias capitalistas, equilibrio que era uno de los fundamentos del período anterior, y cuya ruptura es consecuencia de la ley del desarrollo desigual de las potencias que integran el sistema. Esta desigualdad en el desarrollo permite al capitalismo realizar su postrer avance por medio de la potencia directora, Estados Unidos, y en su propio beneficio. Así como la dinámica interna del sistema tendió en un momento dado a integrar la producción en el orden nacional, podríamos decir a socializarla, a través de la división del trabajo, hoy tiende por gravitación natural a realizar dicha integración en el plano internacional. Esta tentativa no es la primera, pues su objetivo siempre constituyó el sueño dorado de las potencias capitalistas. Lo único nuevo está dado por las condiciones históricas actuales, favorables para llevar a una potencia al dominio del mundo capitalista. Para ello es necesario someter a revisión el principio de soberanía y modificar la política seguida con las demás potencias. La realidad de la política internacional de los Estados Unidos se ha amoldado a esta nueva situación. Lo demuestra, entre otras cosas, la nueva orientación de los acuerdos internacionales, así como la política de tipo “progresista” iniciada por Roosevelt, tendiente a estimular cierto desarrollo industrial de las potencias menores. Por supuesto que este desarrollo tiene límites perfectamente claros, fijados por el interés del país director. De aquí que la industrializa- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 ción de los países coloniales y semicoloniales se produzca de acuerdo a un plan de división del trabajo impuesto, y se refiera a productos que no significan una competencia seria con la del país imperialista. Por ello, en casi todos los casos, se excluye la industria pesada. Esta nueva orientación, ajustada a las necesidades de la situación presente del capitalismo, exige la modificación del actual sistema colonial, es decir, la sustitución de un sistema colonial por otro sistema colonial, en el que el país dominante cede aparentemente en un aspecto –el político– para ganar en otro –el económico. La anterior política colonial, seguida en general por todas las potencias capitalistas y especialmente por Inglaterra, se basaba más que nada en su limitada capacidad económica y en la falta de desarrollo de los movimientos nacionales de las colonias. La situación actual se ha modificado; por un lado, Estados Unidos ha adquirido una capacidad financiera y técnica extraordinaria, y por el otro, el grado de madurez alcanzado por los países sojuzgados no permite continuar con la vieja política colonial y obliga a someterla a revisión para colocarla sobre nuevas bases. Íntimamente unida al problema de la política colonial seguida hasta el presente, se encuentra nuestra afirmación de que al integrar un frente mundial capitalista se atenúa la contradicción entre el capital imperialista y el capital nacional, por el dominio del primero sobre el segundo. En consecuencia, se atenúan las diferencias nacionales, se universaliza la situación política, y queda señalada cuál debe ser la posición de las fuerzas de izquierda: integrar un frente mundial y lanzarse a la batalla definitiva; y más particularmente para el caso argentino, queda invalidado el argumento de la necesidad de que nuestro país cumpla la llamada revolución democrático-burguesa. Los intentos frustrados del peronismo y el actual gobierno prueban esta última afirmación. Examinemos ahora otra fase de la nueva situación imperialista. Al iniciar el examen de la integración, partimos del carácter autocontradictorio del capitalismo. Pues bien, este carácter explica que las fuerzas integradoras actúen también como fuerzas desintegradoras, las que en última instancia habrán de prevalecer si perdura el sistema. Porque si bien el capitalismo tiene la virtud de tender siempre a la expansión económica destruyendo todas las barreras que se le oponen, todos los aislamientos, realiza esta tarea de acuerdo a su propia dinámica interna, es decir, desarrollando sus propias contradicciones y destruyendo en parte su tarea de avance. Esta característica puede ser explicada con una comparación de corte leninista. Así como los monopolios produjeron y producen, como consecuencia del carácter autocontradictorio del capitalismo, una acentuación de la anarquía de la producción, la integración actúa también al mismo tiempo como fuerza desintegradora y anarquizante. La característica del momento actual, dado el estado crítico del capitalismo mundial, el parasitismo de la potencia dominante, es una tremenda lucha por la supervivencia entre las potencias menores. Esta lucha queda al descubierto, por ejemplo, en la total dislocación del comercio mundial. En ese proceso de integración imperialista bajo comando de los Estados Unidos, tiene un papel importante el fenómeno que nosotros hemos caracterizado como pseudoindustrialización. La intervención del capital extranjero en la industria nacional se opera –simultánea o sucesivamente– en diversas formas y ramas: 1) Actividades extractivas, que operan sobre materias primas nacionales –frigoríficos, minería, fábricas de cemento, subproductos agropecuarios. 1956 - 1976 173 1956 - 1966 174 2) Industrias de montaje –automóviles, ascensores, aparatos radiotelefónicos–, con piezas total o parcialmente importadas, o bien producidas total o parcialmente en el país. 3) Industrias manufactureras y semimanufactureras, fraccionadoras y de envasamiento, que trabajan con materia prima e incluso productos semiterminados importados. Desde el punto de vista jurídico financiero, el capital extranjero ha intervenido en la industria nacional, sucesiva o simultáneamente, en diversas formas. Una, la primera históricamente, y que ha sido típica del capital británico, consiste en la financiación pura y simple, por capitales extranjeros, de empresas establecidas para operar en el país: talleres ferroviarios, usinas eléctricas, compañías petroleras. Otra modalidad, en la que los EE.UU. han tenido un destacadísimo papel, consiste en la exportación directa de industrias; grandes establecimientos industriales de las metrópolis imperialistas instalan en el interior de un mercado nacional dado –por diversos motivos– fábricas que son simples prolongaciones del establecimiento inversor. Podríamos decir que así como el capitalismo de libre competencia se caracterizó por la exportación de manufacturas, y el imperialismo en su primera etapa por la exportación de capital financiero, en la actual etapa de integración se caracteriza también por la exportación directa de industrias. Los mismos factores que estimularon la exportación de industrias a la Argentina, unidos al deseo de “camuflar” la penetración del capital foráneo y de controlar toda empresa puramente nacional que puede surgir en la industria, han producido otras formas de “naturalización” de aquel. V. gr., sociedades de capital extranjero se organizan bajo el régimen legal argentino, incluso admitiendo capital y personal nativos, pero sin que desaparezcan ni el control foráneo ni –en la medida posibilitada por el control de cambios– la exportación de dividendos; o bien, accionistas extranjeros de compañías argentinas bajo control foráneo venden o permutan sus acciones a gerentes o accionistas nativos residentes en el país; o finalmente, inversores nativos, inducidos por las favorables perspectivas abiertas a la industria, forman –por sí solos o con la participación foránea– compañías que establecen manufacturas domésticas. Esta participación directa, total o parcial, en las empresas, el manipuleo de la palanca crediticia, la concesión del uso de patentes, el dominio de los mercados internacionales, dan al capital imperialista un control decisivo de la industria nacional. Asimismo, creemos conveniente señalar brevemente las características principales y los rasgos diferenciales de las inversiones británicas y yanquis. En sus relaciones económicas con la Argentina, el capital británico empezó por intercambiar mercancías: materias primas contra manufacturas. Siguieron luego las inversiones en grandes obras y servicios públicos. Simultáneamente, se fueron desarrollando las inversiones agropecuarias, forestales, mineras, de colonización. Las inversiones en la banca y en el gran comercio exterior argentino fueron resultado lógico de este desarrollo general. Por ser gran exportadora de artículos industriales de consumo, y por el paulatino retraso que fue sufriendo en su capacidad técnica general –lo que le impidió conservar el monopolio mundial en la industria pesada y en la producción de maquinarias–, Gran Bretaña no desarrolló industrias coloniales competitivas, y sí solamente aquellas típicamente coloniales o complementarias de otras inversiones coloniales. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 En síntesis, las inversiones británicas han sido casi siempre indirectas –empréstitos, ferrocarriles–, o en industrias típicamente coloniales. Comparado con el capital norteamericano, fue escaso el papel británico en las migraciones de industrias. Lo expuesto se aplica plenamente en lo relativo a la Argentina. Las inversiones yanquis, sin dejar de explotar las ramas tradicionales, han manifestado una tendencia creciente a dirigirse hacia las industrias manufactureras, así como hacia actividades que, como el petróleo, las minas y la electricidad, de una u otra forma estimulan la propia producción norteamericana. A diferencia de Gran Bretaña, para quien un desarrollo industrial de la Argentina implicaba la disminución de la demanda de los bienes de consumo que ocupan un lugar primordial en sus exportaciones, el capital norteamericano poco o nada perdía, y mucho podía ganar, en un desarrollo industrial que controla, que le entrega mercados dificultosos, que aumenta la demanda de maquinarias, materiales de construcción, patentes y técnicos norteamericanos que permite incrementar la producción bajo control yanqui de materias primas importantes. La introducción de capital imperialista tiene como fundamento y presupuesto necesario el atraso del país, y lo agrava, puesto que está en su interés mantenerlo, pese a la existencia simultánea de formas enormemente tecnificadas, que es lo que se ha dado en llamar desarrollo combinado. Creemos con esto haber contestado la teoría del gobierno “nacional popular”, que, a falta de una burguesía nacional que industrialice el país, pretende que Estados Unidos le haga ese servicio gratuitamente. De acuerdo con lo visto, podemos afirmar que la burguesía nacional no está en condiciones de realizar la revolución democrático-burguesa, por su alianza con el imperialismo, con la oligarquía y por su profundo odio y temor a la clase obrera. Si de ella tenemos que depender, no sólo no avanzaremos un paso, sino que retrocederemos en el desarrollo alcanzado y caeremos en las peores formas de atraso y dictadura. Apenas un año de gobierno “nacional y popular” es un anticipo suficiente de lo que decimos. Tampoco la pequeña burguesía puede cumplir un papel dirigente en un proceso revolucionario debido a su posición intermedia y fluctuante, a su composición heterogénea, a su pérdida de posibilidades, y a su desintegración. La tarea de la izquierda es contribuir a rescatar los elementos y sectores de esa clase que puedan secundar la lucha del proletariado. Si ninguna de estas dos clases sociales –gran y pequeña burguesía– es capaz de cumplir con las tareas elementales de nuestro desarrollo, debemos dedicarnos entonces al proletariado. Respuesta a la pregunta 9 ¿Puede admitirse un camino nacional, particular, hacia el socialismo? El altísimo grado de interdependencia que han alcanzado las relaciones económicas, sociales, políticas e ideológicas dentro de los marcos generales del capitalismo, y la madurez de la economía mundial para el socialismo –aspectos a que me he referido más arriba–, suprimen de hecho toda posibilidad y perspectiva ciertas de “un camino nacional, particular, hacia el socialismo”. Pero ello no significa tampoco que la marcha argentina y latinoamericana hacia el socialismo deba comenzar fatalmente por el sometimiento inicial y sin condiciones a los intereses y exigencias de la Internacional stalinista, ni a las pretensiones al liderazgo de alguna de las dos ficciones trotskistas de Internacional. El camino debe partir de la construcción de un poderoso movimiento socialis- 1956 - 1976 175 1956 - 1966 176 ta revolucionario, con estructura y programa auténticamente marxistas, que revela su fuerza y eficacia en todos los aspectos –sindicales, políticos, ideológicos, etc.– de la lucha contra el sistema; que sea capaz de enraizarse en las masas y de influir realmente en sus experiencias concretas. Esta tarea debe ser planteada simultáneamente y desde el principio en coordinación con movimientos similares de Latinoamérica, para ir sentando –sin menosprecio de las particularidades nacionales y regionales– las bases de una especie de Internacional Latinoamericana, tarea ya posible y en la cual trabaja activamente el Movimiento Izquierda Revolucionaria (Praxis). La concreción de este primer objetivo contribuirá realmente a dar bases efectivas –no imaginadas o mistificadas para autoengañarse y/o dar satisfacción a determinados centros burocráticos europeos– al surgimiento de una nueva Internacional revolucionaria en escala mundial, sin la cual será problemático o imposible el triunfo definitivo de la Revolución Socialista Mundial. Nahuel Moreno Respuesta a la pregunta 3 Peronismo a) ¿Cuáles son las razones económico-político-sociales de su origen? Su aparición, ¿obedece a algún factor, causa o fenómeno internacional? El surgimiento del peronismo es producto de varias razones económico-político-sociales. Las que originaron el golpe del 4 de Junio fueron: la estructura capitalista del país, íntimamente ligada a los imperios europeos y tradicionalmente antiyanqui, fundamentalmente la burguesía ganadera; el predominio y la fuerza creciente del imperialismo yanqui y la debilidad de los imperios europeos, desaparición del alemán y debilitamiento del inglés; crisis total de la oligarquía argentina que servía como agente del pacto Roca-Runciman, que nos había transformado en semicolonia británica. Esta oligarquía estaba formada: por el consorcio financiero Bemberg Tornquist Robert-Len & Co.; en un segundo plano, los ferrocarriles, los grandes consorcios cerealistas, Sofina, el trust del tanino, los frigoríficos, los sectores más fuertes de la burguesía industrial y de los ganaderos (los invernadores), los grandes terratenientes industriales y laneros (los azucareros, viñateros, Menéndez Behety, etc). Todos estos sectores formaban una terrible rosca que controlaba completamente el país al servicio del imperialismo inglés. La crisis agraria y la guerra mundial provocaron una crisis total en ese frente único oligárquico. Varios de esos sectores oligárquicos consideraban que era mucho más productivo pasar al servicio del amo de América y futuro amo del mundo: Wall Street. Bemberg y las casas cerealistas comenzaron el éxodo. Los grandes bonetes de la burguesía industrial los siguieron y, tras ellos, los terratenientes-industriales. Tras Bemberg y las casas cerealistas se fueron Pinedo y el general Justo. Ortiz ya se había pasado con armas y bagajes poco antes. Pero, con los terratenientes-industriales, representados por Patrón Costas, se produjo la crisis del partido conservador, el partido de las oligarquías terratenientes provinciales. Para restablecer el equilibrio y la unidad rota de la oligarquía y la burguesía argentinas, salió a la calle el ejército el 4 de junio de 1943. Todos los intentos que este hizo para resistir al imperialismo yanqui, volviendo al statu quo oligárquico anterior, fracasaron. Es que la balanza cada día se desnivelaba más en favor del imperialismo yanqui. Ha- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 biendo fracasado todos los planes de volver al pasado para frenar la colonización yanqui del país (apoyarse en los ingleses y recomponer la oligarquía) le llegó el turno al sector del ejército, comandado por el general Perón, que había vislumbrado el futuro: la única fuerza que podría resistir la colonización yanqui y darle estabilidad al gobierno no podía ser otra que el movimiento obrero organizado en los sindicatos. De ahí el fenómeno nuevo en el país de un gobierno fundador, protector y feroz controlador de sindicatos. Por otra parte, la siniestra política proyanqui de los sindicatos comunistas posibilitaba esa fundación, protección y feroz contralor del movimiento obrero a través de nuevos sindicatos. Sumando a esa política el hecho fundamental de las nuevas camadas de obreros del campo venidos a la ciudad, podemos decir que esas razones económico-político-sociales provocaron el surgimiento del peronismo. b) ¿Cuál fue el significado de la Unión Democrática? La Unión Democrática fue esencialmente el movimiento político de la colonización yanqui del país. La fórmula Braden o Perón sintetizó magistralmente la situación. c) El triunfo de Perón, en febrero de 1946, ¿cabía esperarlo como cosa lógica? En vez: ¿fue imprevisto? ¿A qué se debió? A mí personalmente me sorprendió, principalmente en Buenos Aires, no así en la Provincia de Buenos Aires. No creía que el nuevo movimiento obrero argentino fuera tan fuerte, tan homogéneo, tan clarividente. d) La política económico-social del peronismo, ¿puede llamarse de izquierda? ¿Fue fascismo? ¿Fue bonapartismo? ¿Fascismo y bona- partismo, según la época? ¿Puede ser identificada con la de Yrigoyen en una común línea popular? ¿Puede ser asimilada con la que observan los movimientos de liberación nacional de Asia y África? Bonapartismo sui géneris, porque se apoyaba en el movimiento obrero, controlándolo férreamente, para defender al país y coquetear con el imperialismo. Puede ser comparado con el de Yrigoyen si recordamos que la estructura del pueblo ha cambiado esencialmente desde Yrigoyen a Perón (bajo este la clase obrera adquiere la primacía). Debe ser asimilado a los movimientos de liberación nacional de Asia y África si no olvidamos que en Asia y África se trata de conquistar la independencia nacional y que aquí es el imperialismo yanqui el que está a la ofensiva y que nuestro país se defiende. e) La industrialización que preconizó el peronismo, ¿fue correcta en su ejecución? ¿Tuvo simples defectos? ¿Fue mal ejecutada? Fue incorrecta, sin plan y sin revolucionar la economía nacional: no expropiando los grandes monopolios ni los grandes terratenientes y no nacionalizando el comercio exterior. Por eso fue una industrialización basada en una mayor utilización de la mano de obra y no en una mayor tecnificación. No olvidando para nada el chantaje imperialista, que fue el que obligó al peronismo a esa política industrial oportunista. f) ¿Fue correcta –políticamente– la oposición casi absoluta de la mayoría de las izquierdas frente a Perón? “Incorrecta” me parece un término inapropiado. Fue canallesca: al servicio de la colonización yanqui y de las peores fuerzas regresivas. 1956 - 1976 177 1956 - 1966 178 g) El Estado policial, bajo el gobierno peronista, ¿qué explicación tiene? ¿Se justificaba? Hay una explicación profunda: la resistencia a la colonización imperialista puede hacerse con el movimiento obrero en continua movilización, aprendizaje y superación, o desde el Estado capitalista apoyándose en el movimiento obrero. El primer camino es el único seguro pero tiene un inconveniente para los capitalistas nacionales: el movimiento obrero no sabe, ni puede distinguir, dónde empieza y dónde termina la explotación nacional y la extranjera. En su lucha contra el imperialismo, el movimiento obrero tiene que postular su derecho al poder, como la única clase antiimperialista y democrática hasta el fin. El Estado capitalista nacional, cuando se defiende del imperialismo, necesita controlar todo por dos razones: para impedir el libre juego de los agentes del imperialismo dentro del país y para evitar que el movimiento independiente, autónomo, de la clase obrera, haga peligrar a los explotadores nacionales. De ahí el carácter totalitario de sus gobiernos. El peronismo es el ejemplo más acabado de ese tipo de gobierno; Nasser es otro. No se justifica, aunque se explica. h) ¿Qué saldo positivo dejó, sintéticamente, el peronismo? ¿Fueron mayores sus aspectos negativos? Un enorme saldo positivo. El gobierno más importante y progresivo de la historia argentina, a pesar de su carácter formal totalitario. Profundizó la democracia al desarrollar la organización y los derechos sindicales. Unificó políticamente a toda la clase obrera del país. Inculcó un férreo sentimiento antiimperialista. Organizó uno de los más importantes movimientos obreros del mundo entero. Objetivamente, independizó al país del pacto Roca-Runciman, sin caer bajo las garras del imperialismo yanqui. Insistimos, todo esto hace al gobierno peronista el más progresivo y democrático de toda la historia argentina, a pesar de su forma totalitaria. i) ¿Qué hubiera ocurrido, en lo económico-político-social, de no haber caído Perón? Se hubiera planteado una lucha mortal entre los Teisaires, Olivieri, del gobierno peronista y el movimiento obrero peronista, con o sin la CGT, por ver quién conducía y hacia dónde, al gobierno y al país. j) ¿Cuáles fueron los motivos de la caída de Perón? ¿Puede vincularse al imperialismo inglés con ella? Perón cayó porque el imperialismo yanqui, apoyado por el inglés, cambió su política de conjunto en Latinoamérica. El imperialismo yanqui considera que la mejor forma de lograr que nuestros países entren en la carnicería mundial que prepara, es darnos una democracia formal que nos engañe. Cuenta para este plan con la colosal ayuda de la Iglesia católica, que se ha ubicado con armas y bagajes al lado del imperialismo yanqui. Los gobiernos “dictatoriales” que tienen roces con el imperialismo y que no se someten a este nuevo plan imperialista de hambre, miseria y democracia formal para los pueblos, están de más. Odría se sometió al plan yanqui y no cayó. Todos los otros “tiranos” ya han caído o seguirán cayendo si no se someten. La caída de Perón es la etapa más importante de ese plan pero es una etapa. A esto hay que agregar que toda la burguesía argentina apoyó la caída de Perón, especulando en un acuerdo económico con el imperialismo, contra las conquistas económico-político-sociales del movimiento obrero argentino. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 k) ¿Qué importancia y posibilidades tiene el peronismo en la hora actual? Todo depende del programa y de los cuadros de dirección. Si el peronismo se transforma definitivamente en un movimiento obrero revolucionario, su futuro está asegurado, por más vaivenes circunstanciales que tenga. Si no, sufrirá una o varias crisis. Respuesta a la pregunta 9 ¿Puede admitirse un camino nacional, particular, hacia el socialismo? La lucha de clases en todos los países responde a una serie de leyes generales; una de ellas, que son eslabones de una lucha mundial de conjunto total; otra, que no es posible llegar a triunfos de importancia por la colaboración de clase, sino solamente por la lucha intransigente de la clase obrera contra toda forma de explotación. Esto no impide que la aplicación de estos lineamientos generales varíe de país a país, de acuerdo a las características específicas de cada país y de cada etapa de la lucha de clases. Los “caminos nacionales” hacia el socialismo es el nombre que los stalinistas le han puesto a la vieja colaboración de clases practicada por la socialdemocracia internacional. Llenos de vergüenza por llamar a la colaboración de clases con Mendes France o con democristianos italianos de “izquierda”, colaboración de clases que han denominado “camino nacional” hacia el socialismo. Ese camino nacional llevó al poder a De Gaulle en Francia y llevará al ascenso de otros De Gaulle en otros países. Rodolfo Puiggrós* 5. El peronismo nació como antítesis de esa conjunción de todos los partidos que desembocó en la unión democrática. Fue la res- puesta a los intereses nacionales concretos y de las reivindicaciones vitales de las masas populares al intento de aplicar en la Argentina la estrategia imperialista de posguerra. Identificar el peronismo con el nazifascismo –y no falta quien lo asimila al comunismo– o con el bonapartismo francés de hace un siglo es la manera corriente de eludir el estudio analítico de las causas internas que lo originaron. No puede negarse la influencia de los acontecimientos mundiales en la aparición del peronismo, pero hacer de tal influencia su factor único determinante sólo cabe en mentalidades dogmáticas que examinan los procesos nacionales desde puntos de vista abstractos. En 1945-1946 estaba destruido el poder de Alemania y postrada Inglaterra por su desgaste bélico. La URSS y los Estados Unidos rivalizaban en extender sus respectivas esferas de influencia y en ocupar posiciones estratégicas en el mundo. Vastos movimientos de liberación nacional se desataban en las zonas coloniales y dependientes. Al ser aplastados el fascismo y el nazismo desaparecería el antagonismo entre los dos bloques mundiales y pasaba al primer plano el antagonismo entre el mundo capitalista y el mundo socialista, entre los países oprimidos y los países opresores. La cuestión nacional cobraba una importancia dominante. ¿Tiene el menor asomo de sensatez igualar con el nazifascismo que se quebraba en el orden mundial al profundo y extenso movimiento popular que en 1945 se levantó en la Argentina al margen y en oposición a los partidos políticos? Cuanta expresión de autodeterminación nacional aparecía, era tildada de nazifascista por los servidores conscientes e inconscientes de la estrategia imperialista de posguerra. Los mismos personajes que hasta poco tiempo antes negaban que en un país semicolonial pudiese darse el nazifascismo, acusaban de serlo al 1956 - 1976 179 1956 - 1966 180 despertar de las masas populares argentinas o a la movilización nacionalista de los obreros e indios de Bolivia. La mistificación dura hasta nuestros días. Políticos, economistas, filósofos y escritores de reblandecida mentalidad liberal y espíritu colonial siguen sosteniendo todavía que el movimiento nacional de masas que tomó el nombre de peronismo o justicialismo fue extraño a la evolución del país argentino, a la cual ellos sólo conciben dentro del esquema de la hipócrita legalidad democrático-burguesa-anglosajona. No admiten otra legalidad, como si las formas jurídicas, económicas y culturales de la democracia de la decadencia del capitalismo se hubiesen cristalizado para siempre en ella. Todos los partidos políticos argentinos son conservadores desde hace varios lustros. He ahí una de las razones de nuestra crisis política y por qué las masas populares no creen en dirigentes que con frases izquierdistas les ofrecen la continuidad del viejo orden social. El justicialismo se convirtió de la nada en el mayor movimiento nacional de masas de nuestra historia por ser el resultado de las contradicciones internas de la sociedad argentina en determinado grado de su desarrollo o, con otras palabras, por ser el espejo, la representación, de las tendencias reales a emanciparse de las fuerzas sociales oprimidas por una superestructura oligárquico-imperialista y encadenadas a un determinado tipo de legalidad que no corresponde a las cambiantes relaciones entre las clases. Obliga a reflexionar con la máxima seriedad una comprobación de tan inmensa importancia como la de que en el justicialismo reaparece, con mayor nitidez y vigor que en el yrigoyenismo, el movimiento político policlasista. No surge el justicialismo como nuevo partido o como un partido más en el juego de los partidos; surge como antítesis de todos los partidos, como oposición de un naciente nacionalismo popular a un artificial régimen de partidos que no representa al país real. También obliga a reflexionar el hecho de que en cada oportunidad el movimiento político clasista muestra una conciencia más firme y clara del interés nacional y una mayor participación en él de la clase obrera. No cabe duda que esta tuvo en el yrigoyenismo un papel protagónico mucho más débil que en el justicialismo. Si analizamos esa reiterada tendencia de las masas populares argentinas hacia la formación de un movimiento que parta de ellas mismas –tal vez sea más exacto decir: que cada vez parte más de ellas mismas, que cada vez posee mayor grado de autonomía y menor grado de patriarcalismo– tendremos necesariamente que convenir en que el proceso histórico nacional, en función del proceso histórico latinoamericano, se encamina hacia algo absolutamente nuevo, de lo cual el yrigoyenismo y el justicialismo sólo fueron anuncios, anticipaciones, experiencias iniciales. Los dirigentes de todos los partidos están hipotecados a un concepto y a una práctica de la política superados por las condiciones materiales del país y la conciencia social del pueblo. Por eso son incapaces de señalar perspectivas para el futuro y se atrincheran en sus dogmas y prejuicios para impedir que avance el movimiento de masas. 6. El carácter de la política que gobernó a la Argentina durante el decenio de 19451955 estuvo determinado por el propio origen del justicialismo en una serie de esporádicos movimientos de masas que tuvieron en el del 17 de octubre su más alta, genuina y espontánea expresión. No olvidemos que toda política que nace de un movimiento de masas y se inspira en él trata por impulso natural de crear economía y propiedad sociales. Es la inversa de esa democracia de minorías y para minorías que se da por obje- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 tivo el lucro individual, se resume en la llamada libre empresa y reemplaza el pronunciamiento directo de las masas por la opción obligatoria dentro de un régimen preestablecido de partidos. Como las causas generatrices del justicialismo están dentro del país y no en el exterior, como es expresión de la sociedad argentina a mediados del siglo xx, su política posee el realismo de que carece la política de los hombres prácticos, imbuidos de una suicida filosofía utilitarista contraria al interés nacional. No se trata de caer en la fácil apología, tan falaz y dañina como los de nuestros inconscientes opositores resentidos. El porvenir argentino exige una digna actitud objetiva para interpretar una concepción política que gobernó al país durante un decenio y que continúa siendo la bandera de las grandes masas. La angustia del espacio nos obliga a resumir la obra del gobierno peronista en los siguientes puntos: a) Primer intento de planificación social de la economía; b) Nacionalización de los comandos de la economía y las finanzas (bancos, transportes, comercio exterior) hasta entonces en manos del capital imperialista extranjero; c) Expropiación de empresas monopolistas (La Prensa, Bemberg); d Impulso a la siderurgia y a la metalurgia como empresas estatales y estímulo a la industria privada nacional; e) Acercamiento al gobierno de los sectores de la producción (patrones y obreros) e intentos de llegar a acuerdos permanentes entre ellos para elaborar y aplicar los planes económicos; f) Extensión del movimiento sindical hasta el último rincón del país y a todas las esferas de la economía; g)Primeros ensayos de incorporación de las fuerzas armadas a los procesos pro- ductivos, a través de su autoabastecimiento y de su participación en las empresas estatales; h)Política internacional de acuerdos bilaterales con todos los países sin tener en cuenta su régimen y su ideología y desarrollando la autodeterminación nacional; i) Extraordinario progreso de la legislación social, de la justicia del trabajo y de las obras sociales en beneficio de la clase obrera. Estos pasos hacia delante –por mínimos que parezcan a la mentalidad izquierdista que exige todo para que no se haga nada y sabotear lo que se hace– tenían necesariamente que provocar una intensa resistencia. No contaron con el apoyo coherente del elenco gubernamental y de las fuerzas armadas. No sólo la vieja oligarquía, los abogados y comerciantes asociados a los monopolios extranjeros y la prensa y la diplomacia imperialistas conspiraron durante un decenio para anular al justicialismo. Todos los partidos políticos, sin excepción, prepararon su derrocamiento por el único camino que les quedaba: el golpe de Estado. Pero esta operación de fuerza que los legalistas liberales proyectaron requería un ambiente social determinado, cierto grado de desarticulación del frente gubernamental. No bastaba con tener la generosa ayuda de la prensa, las finanzas y los servicios de información de las potencias imperialistas. La Nueva Argentina no había destruido a la Vieja Argentina. El país estaba desdoblado y lo componían dos planos cruzados de intereses. Es evidente que los partidos por sí mismos no hubieran logrado la caída del gobierno peronista. Tuvo que producirse la desarticulación del frente gubernamental, provocada, principalmente, por el conflicto con la Iglesia Católica, el convenio en trámite con la California y el temor a un levantamiento obrero. 1956 - 1976 181 1956 - 1966 182 Tres causas de distinto valor que dividieron ese frente desde distintos ángulos. Militares y civiles nacionalistas, en su mayoría antiguos adherentes del peronismo, fueron los que sacaron las castañas del fuego para que dos meses después, en noviembre de 1955, el liberalismo de diestra y siniestra volviera al poder y Gran Bretaña comprobara que no había perdido todo en la Argentina. 7. El interregno de marinos y militares liberales que se dieron por misión destruir lo que había en el país de economía y propiedad sociales y devolver a los monopolios privados las empresas nacionalizadas, además de atomizar al movimiento obrero, probó que no se puede navegar contra la corriente de la historia. Los argentinos hemos vivido más de dos años bajo un gobierno sostenido por la fuerza y el sistema de partidos, animado del único propósito de hacer tabla rasa de cuanto se había hecho desde 1945. Pero hay algo que permanece en pie, que lejos de debilitarse se fortalece con la persecución y la calumnia: la firmeza con que luchan las masas trabajadoras por una Argentina en la que impere plenamente la solidaridad nacional. Esa firmeza pasó por la amarga experiencia del 23 de febrero de 1958. Fue necesario el increíble camuflaje que precedió a los comicios, la mentira más escandalosa que se haya conocido entre nosotros, para que los “libertadores” encontraran salida legal a su delictuosa orfandad. Había que atraer a las masas con promesas que se abandonarían el mismo día de asumir el poder. Había que crear una integración nacional por arriba, pura fórmula, de la vereda de enfrente del pueblo. El frondizismo llegó al gobierno para ser la resurrección y muerte del izquierdismo, a la vez que la resurrección y muerte del derechismo. En él se unen las dos mitades de una agónica concepción del mundo y de los problemas argentinos. En él está representado todo el pasado de verbalismo antiimperialista y sometimiento práctico a los intereses antinacionales. Si Frondizi no hubiese triunfado, hoy lo tendríamos exhibiendo su libro sobre el petróleo como si fuese nuestro Corán. Si hubiesen triunfado los vencidos del 23 de febrero, hoy los tendríamos en el gobierno haciendo lo mismo que Frondizi. Cuando se arriba a tal comprobación hay que pensar que la solución de nuestra crisis está fuera del juego de los partidos: en un movimiento de masas que renueve las instituciones, reforme la estructura agropecuaria y cree una democracia directa de obreros y empresarios. El frondizismo nos promete para dentro de dos años el paraíso terrenal. Para alcanzarlo exige austeridad, es decir sacrificios a obreros y empresarios, y ofrece a los inversionistas extranjeros los mayores beneficios. Carece de plan de desarrollo integral del país desde el punto de vista de sus propias posibilidades y con vistas a la autocapitalización. Su plan de estabilización no es más que la consigna de “respeto absoluto de las situaciones creadas” del gobierno del general Justo. Después de haber enviado emisarios a Estados Unidos para vender al país parece haber comprendido que su estabilidad se conserva mejor bajo la protección inglesa. “La influencia estadounidense es una de las causas que determinan divisiones en los partidos políticos que ya dejan de tener la unidad ideológica que resultaba de la antigua preeminencia británica” (Petróleo y Política, XLIX). Las inversiones extranjeras pueden capitalizar a un país y pueden también descapitalizarlo. Lo capitalizan cuando son absorbidas por planes nacionales de desarrollo. Lo descapitalizan cuando se realizan a costa del desarrollo nacional. El gobierno frondizista no tiene ningún plan nacional de desarrollo, MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 a no ser que se entienda por tal la teoría económica de almacenero minorista que el señor Alsogaray predica en nombre de la libre empresa. La política de austeridad es una exigencia de los inversores y no una contribución que se pide para capitalizar al país. Por eso se impone con la violencia de la máquina impresora de papel moneda sin la más mínima adhesión voluntaria del pueblo. 8. Con el gobierno frondizista se marcha hacia el acabamiento de la vieja Argentina oligárquica y satélite de las potencias imperialistas. Cuanto más tiempo dejen los acontecimientos a las fuerzas del pueblo para concentrarse, prepararse y tener clara conciencia de los cambios históricos que necesitan la estructura y la superestructura de la sociedad argentina, más complejo y perfecto será el nuevo orden social, más estable la nueva legalidad. Nuestra crisis no se arregla con golpes de Estado, con fusilamientos en masa o con dar eternamente vuelta a la noria de los partidos. Hay que elaborar un programa de reconstrucción nacional que sea la bandera del gran movimiento de masas que se está gestando espontáneamente. Creemos que tal programa debe tener los siguientes fundamentos: a)No podemos transferir a ninguna potencia extranjera, monopolio o grupo de monopolios extranjeros, la responsabilidad de nuestro autodesarrollo integral sin anularlo, sin hundirnos en la miseria y el coloniaje. La teoría de la integración mundial del capitalismo bajo la égida de los Estados Unidos es tan falsa como la teoría de la integración mundial del socialismo bajo la égida de la Unión Soviética. Tenemos que incorporarnos plena y decididamente al despertar de los pueblos relegados, en quienes descansa el porvenir de la humanidad. b)Si se exceptúan pequeños núcleos que miran al país nada más que como fuente de enriquecimiento personal, todos los argentinos tenemos intereses solidarios que nos unen y se extienden al resto de América Latina. En consecuencia hay que planificar solidariamente la explotación, la circulación y el consumo de nuestras inmensas riquezas yacentes, con vistas a impulsar la economía y la propiedad sociales. c) Los partidos políticos han dejado de representar a la sociedad argentina. El movimiento de masas se orienta por caminos propios, pero necesita una conducción programática –teórica, práctica, organizativa–, que se desarrolle sobre la base de una honda asimilación autocrítica del justicialismo. d) Las fuerzas del trabajo y de la producción, las comunas y los organismos que el pueblo crea espontáneamente, tienen que estar representados en forma directa en todas las instancias del poder público, sin delegar en arcaicos y circunstanciales comités la lucha por sus derechos y reivindicaciones. e)El futuro gobierno debe ser el reflejo de las relaciones concretas que están en pleno desenvolvimiento en el campo de la producción, como resultado de los acuerdos, en el plano de los intereses nacionales o de determinados sectores de la comunidad, que se establecen entre empresarios y obreros. f) Hay que modernizar la organización de las fuerzas armadas. La consigna “los militares al cuartel”, que los políticos agitan siempre que no necesitan a los militares para un golpe de Estado o para que les entreguen el gobierno, no corresponde a la situación real de nuestro país. Las fuerzas armadas, incorporadas plenamente a la vida económica de la na- 1956 - 1976 183 1956 - 1966 184 ción, serán puntales de la economía y la propiedad sociales en la lucha contra el privilegio y la servidumbre. Frente a la política sin grandeza que estamos sufriendo, ha llegado el momento de proponernos, por encima de las miserias del presente, construir con nuestras propias manos una nación que sea ejemplo y estímulo para sus hermanas del continente. * En el original no figuran las preguntas como en las entrevistas restantes. Reproducimos las respuestas tal cual aparecen en el libro del que se extrajo el texto. Jorge Abelardo Ramos Respuesta a la pregunta 3 Peronismo a) ¿Cuáles son las razones económico-político-sociales de su origen? Su aparición, ¿obedece a algún factor, causa o fenómeno internacional? Esta pregunta ha sido contestada ya por el socialismo revolucionario nacional desde 1945: en el periódico Frente Obrero (septiembre de 1945); en la revista Octubre (noviembre de 1945 hasta abril de 1947); en mi libro América Latina: un país (noviembre de 1949); en el periódico Frente Obrero (1954); en la revista Izquierda (agosto y septiembre de 1955); en el semanario Lucha Obrera (octubre de 1955 hasta febrero de 1956); en el libro ya citado Revolución y contrarrevolución en la Argentina y, más recientemente, en la revista Política (octubre a diciembre de 1958). No necesitaré en consecuencia improvisar una respuesta, ni corregir el pasado. Se me excusará en cambio, que ofrezca una versión compendiada de ideas que, expresadas a lo largo de muchos años, han adquirido un vasto auditorio. Por uno de esos fenómenos tan comunes en la historia, estas ideas han ganado el pensamiento de antiguos adversarios; como la gratitud es un sentimiento desconocido en política, será obvio que indique que aquellos mismos que otrora nos atacaran como “peronistas” (usando esta denominación política como elemento de descalificación) hoy han efectuado un cambio de frente de 180 grados: de cualquiera podremos esperar comprensión, menos de estos neófitos, para quienes somos testigos molestos de su antiguo cipayismo de izquierda, así como espectadores irónicos de su actual conversión. El imperialismo europeo, sobre todo el británico, deformó el desarrollo económico de la Argentina; arrasó las antiguas economías precapitalistas, liquidó las industrias artesanales y abrió a sangre y fuego, por la mano de Mitre, el mercado interior para sus productos. Recién con Avellaneda se restaura una legislación protectora, suprimida a partir de Caseros, y se inicia una política de amparo a la industria. Poco hará Yrigoyen en este orden, pero la guerra mundial, lo mismo que la crisis de 1929 y la segunda hecatombe imperialista funcionarán a modo de propulsoras de la industrialización, por supuesto que en la esfera de los productos de consumo. Es esta corriente industrializadora, sobre todo a partir de 1930, la que atrae a los “cabecitas negras” del interior mediterráneo a los alrededores de la Capital Federal y los incorpora a la economía monetaria. Al mismo tiempo que la crisis mundial de 1929 restringía la capacidad de compra argentina y cerraba las importaciones, la sobresaturación europea de los productos agropecuarios argentinos llegaba a su punto máximo. Desde 1914 los ingleses cesan de expandir la red ferroviaria y la producción agraria detiene su rápido crecimiento anterior. Como lógica consecuencia, la oligarquía frenará en 1930 la afluencia inmigratoria, MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 tradicionalmente destinada a la producción rural. La economía comienza a independizarse lentamente del comercio exterior, empieza a funcionar hacia adentro. Cuando se abren las nuevas fábricas, la mano de obra ya no puede ser extranjera, como a principios de siglo, sino que será predominantemente criolla y los obreros industriales provendrán de La Rioja o Entre Ríos, de Santiago del Estero o de Corrientes. Esta tendencia se reforzará hacia 1942. Y el proceso se hará recién visible para todos el 17 de octubre de 1945. Hasta 1943, la política era asunto exclusivo del Círculo de Armas; la oligarquía se sobrevivía en el poder, con la complicidad del radicalismo encabezado por Alvear. Los partidos “obreros” participaban de este régimen bipartidario; trotaban a su costado; recibían migajas. Cuando el ejército asesta su golpe palaciego el 4 de junio, todo el país estaba preparado para un cambio profundo. El golpe no hace sino devolver la libertad a las fuerzas sociales reprimidas por el régimen político y sus verdaderas dimensiones a las tendencias económicas. La industria necesitaba urgentemente el apoyo del Estado y una remodelación de la estructura jurídica. Por su parte, la clase obrera criolla carecía de sindicatos y partidos representativos. En ese momento decisivo ni la burguesía nacional ni el proletariado contaban con el precioso instrumento del partido. Hemos examinado las causas y no podría sorprender que en tales circunstancias el ejército cumpliera la función de reemplazar al partido burgués, inexistente. Así lo indicó su política económica inmediata. La presencia de Perón se originó en ese gran vacío político de la clase trabajadora. Pero ese mismo hecho, como el surgimiento y la asombrosa victoria del peronismo, indicaron por sí mismos que los llamados “partidos obreros” habían traicionado por completo y para siempre su misión. La carrera política meteórica del coronel respondió esencialmente a la inexistencia de un gran partido obrero y popular en la Argentina. Este es el factor cardinal de su triunfo, pero no es el único. Perón encontró su verdadero partido en el Ejército, que desempeñó un notable papel no sólo en el estudio del Plan Savio para la industria pesada, en la Dirección de Fabricaciones Militares, sino también en la conducción de la política interior y exterior. La generación de los Sosa Molina, Lucero, Silva, etc., que lo acompañó desde 1930, fue la base de sustentación política del coronel, su verdadera cohorte de hierro. Ya se ha dicho muchas veces que el Ejército en un país semicolonial puede desempeñar tareas de enorme importancia en la resistencia nacional ante el imperialismo. Como este último domestica generalmente a los partidos tradicionales, y los coloca a su servicio, sólo quedan al margen de este proceso de subordinación las Fuerzas Armadas y en particular el Ejército de tierra, más ligado a las tradiciones nacionales, más metido en el país y de procedencia más plebeya. De ahí la tradición “antimilitarista” de los partidos seudodemocráticos, que ven siempre la política argentina con los ojos del concentrado capital extranjero y para el cual es muy difícil tratar con el Ejército, único factor concentrado en la indefensa semicolonia. Más fácil es por supuesto, negociar con el Dr. Alvear el convenio de la CADE, o cualquier otro abogado hábil (como el Dr. Frondizi) de esos que se encuentran a montones entre los políticos “natives”. Perón demostró su destreza política al lograr desembarazarse del cerco asfixiante que le habían tendido los ideólogos nacionalistas del 4 de junio, enquistados en el aparato del Estado y embebidos en los mitos reaccionarios europeos. La derrota de Hitler y Mussolini dejó al nacionalismo clerical sin base mundial. Los militares advirtieron que se les abría un abismo a sus pies. El almirante Storni envió una vergonzosa y humi- 1956 - 1976 185 1956 - 1966 186 llante carta a Cordel Hull, repudiada por todo el país y que demostró abiertamente que el Ejército, por sí mismo, ya no estaba en condiciones de sostener una política nacional. O creaba una base de masas, buscaba el apoyo popular a su política económica y a su política exterior, o caía. La carta de Storni resonó como el responso fúnebre del nacionalismo militar sin pueblo. En la confusión de esos días, Perón maniobró para unir en una fracción militar a los mejores y más resueltos elementos neutralistas del Ejército, la Aeronáutica y la Marina. El imperialismo norteamericano, ensoberbecido por su victoria europea, expresó a través de Braden su voluntad de aplastar al gobierno del 4 de junio. Ante la pasividad envidiosa del imperialismo inglés, Braden actuó enérgicamente, como en tierra conquistada, y movilizó a la FUBA, a los partidos obreros, a los viejos sindicatos socialistas y stalinistas que ya carecían de toda representatividad, a la Bolsa de Comercio y a la Unión Industrial, a las fuerzas vivas y muertas de la vieja Argentina, a los Borges y a los Mallea, a las Victoria Ocampo y a los Codovilla, a los magistrados venerables y a los varones consulares, a los patricios y plebeyos, a la izquierda y a la derecha de aquella sociedad oligárquica enraizada hasta 1943 en la gran factoría pampeana. Esta ofensiva oligárquica impregnó de odio hacia el gobierno militar y su jefe más notorio a grandes masas de la clase media, electrizadas por los triunfos europeos de las “democracias”. La ciudad-puerto fue levantada en vilo y su alma, conmovida por la campaña aplastante de la prensa, la radio y los oradores del frente “democrático”. El ataque desorientó a los núcleos militares que sostenían a Perón. El gobierno militar se creyó aislado ante las imponentes manifestaciones que exigían la renuncia de Farrell y la entrega del poder a la Suprema Corte. Un motín de palacio, instigado por la Marina, siempre sen- sible a las voces del extranjero, y apoyado por algunas fuerzas de Campo de Mayo, obligó a Perón a presentar su renuncia de ministro de Guerra; inmediatamente fue detenido y enviado a Martín García. La ciudad elegante vivió su hora de júbilo; la calle Santa Fe refulgía de risas y flores. Pero diez días más tarde una marea humana desbordó la Gran Buenos Aires y se volcó en una corriente irresistible hacia la Plaza de Mayo. Multitudes jamás vistas hasta entonces, formadas por trabajadores, llegaron, enfurecidas, hasta la Casa de Gobierno, exigiendo el retorno del coronel. ¿Qué había ocurrido? El tránsito del 4 de junio al 17 de octubre comenzó a percibirse cuando Perón organizó en 1944 la Secretaría de Trabajo y Previsión y se lanzó a estimular la iniciativa de los trabajadores, de esa clase obrera criolla, sin tradición sindical ni política, que pugnaba por mejorar sus condiciones de vida y deseaba luchar por ello. Los diarios no informaban de esa revolución sindical profunda que operaba en el diálogo constante entre Perón y los nuevos sindicatos industriales. Esa actividad de Perón era mirada con curiosidad y desconfianza por la oligarquía y los partidos “democráticos” pero estaban demasiado preocupados en conspirar con el Departamento de Estado para derribar el gobierno como para meditar sobre el significado de esa actividad “demagógica” del coronel. Lo cierto es que el 17 de octubre de 1945 la clase obrera argentina intervino abiertamente en la política del país y provocó un cambio radical en la situación. Fue apoyada en esa actitud por el sector más nacional del Ejército, por gran parte de la burocracia estatal y por el país rural, aquellos argentinos del interior integrantes de las peonadas, clase media culta, pequeños estancieros y productores cuyas voces se escuchan poco en la capital, pero cuyo peso se hace sentir en las grandes decisiones históricas. Así MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 fue como Perón demostró ante sus camaradas del Ejército que su política estaba lejos de ser insensata. Las fuerzas antagónicas convinieron en que toda la cuestión debía ser resuelta por medios electorales. Perón triunfó ampliamente contra Tamborini, candidato del embajador Braden, y en las listas de diputados que resultaron elegidos por la minoría sostenedora de Tamborini-Braden figuraban Frondizi, Del Mazo, Balbín, Santander y Sanmartino. Perón llegó al gobierno en brazos de una coalición. Se trataba en verdad de un Frente Único Antiimperialista: Ejército, Iglesia, burguesía industrial, sectores de la burocracia, clase media del interior, peonadas y clase obrera industrial. ¿Qué clases pesaban de manera más influyente en el primer período del gobierno peronista? Por supuesto que la orientación esencial estaba dada por una política de nacionalismo burgués, de desarrollo del capitalismo nativo, de nacionalizaciones, etc. En esta esfera, Perón realizó una enorme y positiva tarea de modernización del país. Pero la primera fase de su política no fue solamente industrial, sino de proteccionismo agrario: el IAPI enfrentó al comprador europeo, al mismo tiempo que se nacionalizaban los elevadores de granos, se creaba la flota mercante y se propulsaba la fabricación de tractores. Sin embargo, los chacareros enriquecidos derramaron lágrimas de cocodrilo porque el IAPI no les pagaba los precios mundiales, esa suculenta renta de la tierra inflada por la crisis agraria europea; las diferencias de precio quedaban en poder del IAPI, que las transfería al gobierno para que este llenase la cartera del Banco Industrial y financiase obras de interés general. El contenido histórico de esta política es burgués, en el mejor sentido de la palabra, y no en el malo, pero la burguesía industrial, representada en el gobierno al principio por Miranda, no apoyó en su gran mayoría al peronismo, cegada por su imbecilidad histórica y por la política social del régimen. El verdadero sostén del gobierno de Perón fue el Ejército, y en realidad, es bueno decirlo, Perón no deseó otro pilar. Para que la clase obrera interviniese como fuerza en la sustentación del gobierno habría debido organizarse independientemente como partido político; Perón se opuso resueltamente, y en todo momento, a esa salida. Ni aun permitió la formación de un genuino partido nacional, ya que el Partido Peronista no fue nunca más que una ficción burocrática. Cuando falló el Ejército, desmoralizado por la ausencia de una clarificación política de la situación, Perón cayó instantáneamente. De ahí que corresponda juzgar a su régimen como un típico régimen bonapartista, esto es, un gobierno fundado en el poder militar, en la burocracia y la policía. La política económica del régimen peronista puede dividirse en dos partes: la primera fue inspirada por Miranda, representante de los intereses de la industria liviana, y la segunda, la correcta aunque tardía, obedecía al pensamiento militar que deseaba crear ante todo la industria pesada. Perón se dejó llevar por la euforia de la posguerra y recién en 1952, cuando se hicieron visibles las señales de la crisis, modificó el rumbo y se lanzó resueltamente a resolver los dos problemas básicos para el desarrollo argentino: la industria pesada y la cuestión del petróleo. Ya se había perdido mucho tiempo; pero cuando rectificó la orientación económica, los mismos opositores del frente “democrático” no hicieron sino acentuar sus tareas conspirativas. ¡Bueno para imaginar que los Manrique y los Rojas estuvieran preocupados porque demoraban en erguirse en el horizonte los altos hornos! De esa tarea se encargaría más bien Frondizi, que cavilaba sobre la mejor manera de proteger YPF, de amparar la DINIE, de nacionalizar la CADE y de luchar contra el imperialismo. 1956 - 1976 187 1956 - 1966 188 Pero el régimen peronista debe ser interpretado asimismo bajo otra luz. Cuando se dice que se sostuvo con el Ejército, la policía y la burocracia, es necesario aclarar que la burocracia expresaba en parte los intereses nacionales derivados de una importante rama de capitalismo de Estado cuya creación y desarrollo es uno de los elementos capitales del peronismo, y uno de los elementos menos estudiados. Todo el mundo sabe que la venenosa campaña imperialista contra los “excesivos gastos de la burocracia estatal” (retintín sistemático de la canalla periodística antinacional como La Prensa y La Nación) es una de las exigencias favoritas del capital extranjero. Nadie ignora que el Fondo Monetario Internacional plantea como una de las condiciones esenciales de su “apoyo” la reducción de los gastos públicos, la liquidación de las industrias nacionalizadas y la entrega a la “iniciativa privada” de las empresas administradas por el Estado. Es menos sabido que Perón encaró también ese nuevo sector de economía nacionalizada –transportes, comunicaciones, industria, energía– que constituía un tremendo obstáculo objetivo a la penetración imperialista y un sólido respaldo a la política nacional de su gobierno. La burocracia creada alrededor de ese capitalismo de Estado sui géneris no podía menos que suscitar la hostilidad y el despecho de los abogados y agentes del imperialismo extranjero. d) La política económico-social del peronismo, ¿puede llamarse de izquierda? ¿Fue fascismo? ¿Fue bonapartismo? ¿Fascismo y bonapartismo, según la época? ¿Puede ser identificada con la de Yrigoyen en una común línea popular? ¿Puede ser asimilada con la que observan los movimientos de liberación nacional de Asia y África? La política económica de Perón fue, como ya se ha dicho, nacional, burguesa, capitalis- ta, y ese fue su mérito, si se tiene en cuenta que la política clásica anterior a su ingreso a la escena había sido oligárquica, semicolonial, propia de una factoría. Si se busca saber en qué medida la clase obrera era beneficiada por esta política, cabe responder que en tanto Perón representaba los intereses nacionales, también debía satisfacer ciertas demandas obreras, solucionar problemas obreros específicos, defender los salarios, las condiciones de vida, la expansión de los sindicatos, pues de otra manera no habría contado con el apoyo popular para enfrentar al imperialismo y garantizar todo el resto de su política burguesa. No será obvio indicar que si la clase obrera, en condiciones más favorables, hubiera controlado el gobierno argentino, habría realizado concesiones semejantes a las otras clases no proletarias, para buscar su apoyo o al menos su neutralidad, pues en un país semicolonial una política para ser popular debe ser nacional, y viceversa. En cuanto a si el régimen de Perón fue fascista, es preciso recordar que el fascismo fue la expresión política terrorista del capital financiero, y reposó en la lucha pequeñoburguesa estudiantil contra los sindicatos, mientras que Perón contó con el apoyo obrero contra los estudiantes influidos por la ideología imperialista. De los estudiantes antiperonistas de aquella época salieron los terroristas cipayos y los comandos civiles de la contrarrevolución de septiembre. Las masas populares nucleadas después de Rosas en el alsinismo bonaerense y luego en el autonomismo nacional roquista, se ensamblaron más tarde con el yrigoyenismo, síntesis de la inmigración y del criollaje, para transferirse luego al torrente peronista del 45. Discutir a esta altura de las circunstancias el carácter popular del peronismo y sus vinculaciones históricas con el yrigoyenismo es cosa que sólo puede ocurrírsele al charlatanismo radical. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Por otra parte, el peronismo no es solamente un fenómeno político argentino, sino más bien la expresión local del movimiento mundial de las revoluciones nacionales que se propagan al concluir la última guerra. f) ¿Fue correcta –políticamente– la oposición casi absoluta de la mayoría de las izquierdas frente a Perón? g) El Estado policial, bajo el gobierno peronista, ¿qué explicación tiene? ¿Se justificaba? La oposición de las “izquierdas” al gobierno de Perón no tenía otra significación que la de su completa ruina histórica; Perón existía porque los socialistas y stalinistas habían sido, como tales, inexistentes en el 45. Si la burguesía argentina hubiese tenido un verdadero partido nacional en 1945 (quizá el radicalismo) y la clase obrera hubiera contado asimismo con partidos representativos, Perón habría debido, a pesar del apoyo del Ejército, realizar concesiones democráticas, incluir en su gabinete a representantes del Frente Antiimperialista y gobernar democráticamente. No se vio obligado a esa solución, y no lo hizo. Su bonapartismo nació de ese vacío histórico, y los más tenaces opositores al régimen peronista serán precisamente los principales responsables de esa monstruosa centralización de poder. El Estado policial manifestó además de esa causa histórica profunda, la indiferencia o disgusto de Perón hacia toda crítica, aun proveniente de su propio movimiento, y su intolerancia realmente profesional hacia toda posición independiente. Este defecto político le costó el poder, en último análisis, como alcanzó a comprenderlo el mismo Perón cuando ya todo estaba perdido, después del bombardeo del 16 de Junio: no otro sentido tuvo su desesperada tentativa por democratizar el peronismo, desalojando a Tessaire, y reemplazándolo por Leloir y los hombres de FORJA, al mis- mo tiempo que intentaba débilmente tender un puente al radicalismo intransigente. Al no disponer de una ideología para ofrecer al país y para justificar ante las masas de la clase media su gran movimiento, y al desdeñar toda “teoría”, mecido en el sueño de una prosperidad ilimitada, Perón se encontró una tarde, insensiblemente, refugiado en una cañonera. Las características policiales del régimen surgían del hecho de que Perón no lo defendía con ideas políticas, pero debía defenderlo de todos modos; así, enviaba la policía a la Universidad, obteniendo como único resultado que los estudiantes opositores controlasen políticamente las aulas durante doce años. Esta indigencia ideológica del peronismo se nutría no sólo de las características personales de Perón –que, en otro plano, es un político extraordinariamente dotado y por supuesto muy por encima de los mediocres jefezuelos de la oposición “democrática”– sino de una causa mucho más trascendente. El país vivió una época excepcional en la posguerra. Miranda simbolizó esa edad de oro, período munífico que “engrasó” todas las contradicciones y abrazó todas las clases. La prosperidad mató toda inquietud, y la teoría quedó en manos de gentes como Raúl Mendé y Raúl Alejandro Apold. Una observación final con respecto al Estado policial: es útil destacar que la propia oposición “democrática” que añoraba los “tiempos de la República”, y que criticaba acerbamente la acción policial, pertenecía a un sistema oligárquico que no sólo empleaba la picana eléctrica, sino que además la había inventado. Este instrumento fue introducido por un ilustre jurista radical antipersonalista, el Dr. Leopoldo Melo, cuando se desempeñó como ministro del Interior en el gabinete del General Justo, en 1932; a esa época se remonta la organización de la Sección Especial. Por otra parte, durante todo el período de Perón no se fusiló a nadie, y se cerró el penal de 1956 - 1976 189 1956 - 1966 190 Ushuaia. Me permitiré recordar que los fusilamientos comenzaron después que los libertadores expulsaron al Tirano y que Ushuaia reabrió sus puertas con las manos de la democracia restaurada. La policía no dejó su oficio al caer Perón, si mal no recuerdo, sino que continuó, con la ayuda de diligentes comandos y nuevos torturadores. En el año transcurrido en el Estado de derecho del abogado Frondizi, las detenciones en masa continúan, así como los emigrados, los allanamientos nocturnos, la inexistencia del hábeas corpus. La única diferencia es que en tiempos de Perón, Victoria Ocampo debía conocer la crueldad de la cárcel, mientras que en los tiempos posteriores sufrieron esa experiencia miles de militantes obreros. Existe, en síntesis, una explicación de orden general para comprender el Estado policial a que alude la pregunta. En un país atrasado, el gobierno popular, de acuerdo a sus características, debe enfrentar a las más grandes potencias de la tierra, munidas de todos los recursos de la presión económica del espionaje organizado, del terrorismo ideológico, de la prensa mundial, de las provocaciones de las agencias noticiosas, de la acción de los partidos indígenas, de la movilización de las fuerzas vivas, de la adulterada tradición cultural de la semicolonia, de los estudiantes hipnotizados, etc., etc. La única posibilidad de un gobierno revolucionario –aun en el caso de que adolezca de graves taras burocráticas, aun en el caso de tratarse de un régimen bonapartista– es presentar un frente férreamente centralizado. Sabemos que Visca salió a la calle para clausurar diarios y cometer excesos. El que esto escribe lo sabe bien, pues ese individuo ordenó el secuestro de América Latina: un país, pero Visca también allanó firmas importadoras de papel, ligadas al monopolio internacional de papel de diario, e intervino agencias noticiosas imperialistas. Estas contradicciones eran habituales y sirven para que dibujemos a la distancia un retrato más o menos aproximado de un régimen que no puede ser simplificado con un simple aforismo, ya que expresa en último análisis la inmadurez histórica del país, sus debilidades, su osadía, su esperanza y su frustración. h) ¿Qué saldo positivo dejó, sintéticamente, el peronismo? ¿Fueron mayores sus aspectos negativos? i) ¿Qué hubiera ocurrido, en lo económico-político-social, de no haber caído Perón? j) ¿Cuáles fueron los motivos de la caída de Perón? ¿Puede vincularse al imperialismo inglés con ella? Desde el punto de vista de la clase obrera, el peronismo deja como herencia una formidable red de sindicatos industriales, una conciencia política de los intereses nacionales y un primitivismo –decreciente– en cuanto a la autoconciencia de sus fines históricos como clase. El peronismo incorporó pese a todo al proletariado y a las masas desposeídas a la vida política del país; despertó a la mujer del pueblo del idiotismo y del atraso de la vida doméstica y la alzó, aún imperfectamente, al nivel de los grandes problemas nacionales. El surgimiento de la mujer y su pasión por los asuntos públicos es uno de los méritos indiscutibles del peronismo, y uno de sus títulos para la historia. Ya decía el viejo Fourier, que el grado de evolución de una sociedad debía medirse por el grado de emancipación de la mujer. Antes del peronismo, la política argentina se resolvía entre la Embajada británica y el Círculo de Armas, entre los dirigentes valetudinarios de los antiguos partidos y su clientela romana. Después del peronismo, todo el país participará en la discusión de asuntos públicos; introduce a las grandes masas de todos los sectores en la dilucidación de los MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 problemas capitales de la Nación. Por eso el peronismo fue un movimiento nacional. Sus aspectos negativos ya los hemos señalado. Perón cayó porque su ciclo estaba concluido. La época de la prosperidad estaba atrás; en el horizonte sólo se veía la perspectiva de una lucha muy dura, e innumerables problemas económicos y políticos que sólo podían afrontarse con un criterio revolucionario, apelando al sacrificio y al coraje de todo el pueblo argentino. Perón hizo como Rosas, que se retiró sin combatir, y dejó el poder al ala traidora y capitulante de su propio movimiento, esto es, a Aramburu, su fiel discípulo y jefe del adoctrinamiento peronista en el Ejército. Aramburu y los demás traicionaron a Perón, pero es bueno no olvidar que eran peronistas hasta el día antes. El peronismo militar se desgarró en una lucha intestina y venció la tendencia cipaya del peronismo. Los Zavala Ortiz y los Ghioldi, los Santander y los Vicchi jamás habrían podido triunfar por sí mismos, pues nada representan. Los errores personalistas de Perón y la provocación clerical, a la cual respondió Perón con muy poca habilidad, concluyeron por minar su influencia en el Ejército. Pero el factor desencadenante de su derrota es Perón mismo, hastiado y fatigado, que se encontró solo en el momento decisivo. Era el fruto de sus propios errores políticos. Tenía la victoria al alcance de la mano, pero no se atrevió a asumir la responsabilidad de esa victoria, que era de índole política y que envolvía todo un replanteo y profundización de la revolución nacional agonizante. No lo derribaron, sino que se retiró. Por supuesto que el imperialismo inglés desempeñó un papel de primer orden en la campaña de ablandamiento preliminar al estallido. La Argentina no es el único país donde Gran Bretaña y el Vaticano luchan codo a codo. En España lo hacen desde hace treinta años y en Portugal desde hace cuatrocientos. Perón había comprendido en 1953 que se imponía reorientar la política económica argentina hacia la ruptura con Inglaterra: buscó un acuerdo con los norteamericanos para extraer el petróleo argentino y suprimir la importación de petróleo árabe comercializado por los ingleses a cambio de nuestras carnes. Como la Argentina no necesita petróleo para exportarlo, como Arabia Saudita, sino para consumirlo en su industria, el paralelo de esta política petrolera con la de países coloniales carecía de consistencia, salvo para los Silenzi de Stagni y otros aliados probritánicos. Un gobierno respaldado por el pueblo podía hacer cualquier negociación con el imperialismo, si así convenía a los intereses nacionales. Como era previsible, el imperialismo inglés aprovechó la ocasión para influir con sus agentes ante la Marina argentina, educada secularmente en el culto a los países anglosajones y cuyas instituciones democráticas admiraba sin comprender sus orígenes dictatoriales. La conspiración oligárquica-británica no triunfó en virtud de su propia fuerza, sino por la desintegración del frente de clases encarnado en el peronismo. Respuesta a la pregunta 4 Frondizismo El peronismo, como frente de clases, ha desaparecido, y la clase obrera ha quedado como su fuerza más importante. Esto crea una incógnita política que sólo los acontecimientos podrán descifrar. Mal asunto para los profetas impacientes. ¿Asistiremos a una creciente disgregación del “peronismo”? ¿O una redoblada lucha intestina de los elementos burocráticos por el control de la dirección, en un movimiento inorganizado, concluirá finalmente en la aparición de un partido nacional burgués estable? ¿Se decidirá Perón, al fin, a romper su alianza con Frondizi, y pasar a la oposición? En 1956 - 1976 191 1956 - 1966 192 este último caso, ¿admitirá la organización regular de un partido justicialista, tentativa hasta ahora por él obstaculizada? En definitiva, la clase obrera, ante la ausencia de línea política del peronismo, ¿emprenderá la tarea de formar su propio partido político? En otro orden de ideas, ¿Perón es ya una figura histórica o continúa siendo un caudillo? Su decisión de no enfrentar políticamente el Plan yanqui-frondizista, ¿significa que da definitivamente por concluido su rol político en la Argentina? El fracaso de la política frondizista, a pesar del apoyo de Perón, ¿amenaza en derivaciones sociales peligrosas que empujarían a la clase obrera a una salida revolucionaria? En ese caso, ¿habría llegado el momento de que las viejas fuerzas intentaran jugar el prestigio popular de Perón para “mantener el orden”, resignándose a su regreso y presentándolo como un “pacificador”? ¿Estará llegando el momento de que la Iglesia sea un nexo para reconciliar a Perón con el Ejército y la burguesía y enfrentar la crisis política insensata a que ha llevado la política de Frondizi? Todo puede ser y el mundo de la contingencia existe pese a todo dentro de un proceso histórico regido por leyes, pero nutrido por la acción de los hombres. No hay situación sin salida, y si la clase obrera y el pueblo no están todavía en condiciones de dictar su política al país, lo harán, de acuerdo a sus particulares intereses y fuerzas, las clases sociales más poderosas. Esta misma indeterminación de los interrogantes actuales impide una respuesta definida a una situación tan viva y fluyente como la que vivimos. De ahí que el frondizismo, caracterizado provisoriamente como un movimiento de la clase media, cambie vertiginosamente, a sólo un año de su triunfo, todo su programa, su elenco dirigente y hasta su ubicación social. Han bastado doce meses para que el frondi- zismo se haya hundido en el descrédito más completo y haya readquirido sus dimensiones reales, es decir, para que se revelara como un partido minoritario. Su triunfo del 23 de febrero se debió a dos factores esenciales: el ex peronista Aramburu hizo un frente con Frondizi para legalizar la candidatura intransigente a cambio de la preservación de los factores de poder legados por los libertadores, y la impunidad con respecto a los crímenes y atropellos. Aramburu se veía obligado a este acuerdo por la presión militar y el creciente aislamiento político del gobierno, derivado de sus divergencias con el ala abiertamente entreguista de Rojas. A este efecto, Frondizi, antes de subir al gobierno, ya tenía numerosos amigos en la burocracia, en la diplomacia y en las fuerzas armadas. Entonces llegó a un acuerdo con Perón, que accedió a “prestar” sus votos, a cambio de la legalidad de su movimiento, devolución de sus bienes, abrogación del decreto 4161 y otras exigencias. Así quedó constituido el frente Aramburu-Frondizi-Perón. El fin último de esta alianza residía en condicionar el comportamiento político de la clase obrera, e impedir un viraje proletario a una política independiente de todas las fuerzas burguesas (radicalismo, o peronismo) o abiertamente extranjeras: el socialismo probritánico o el comunismo prosoviético. Además, el Ejército estaba políticamente aniquilado. La generación militar que había sostenido el 4 de junio y el 17 de octubre, que había librado las grandes batallas por la soberanía económica y que había aceptado y apoyado las importantes conquistas económicas y políticas del proletariado durante los diversos episodios de la revolución nacional, había sido radiada de los cuadros activos. Aquellos oficiales que impulsaron la industria pesada, que se plantaron frente a Estados Unidos, que sostuvieron la neutralidad, esos oficiales que permanecieron leales al gobierno constitu- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 cional el 16 de septiembre, estaban retirados, o habían terminado sus días ante el pelotón de fusilamiento. Los otros, los oficiales lonardistas, los que cayeron el 13 de noviembre, que se habían especializado lo mismo que sus inspiradores nacionalistas en organizar revoluciones para que otros las disfrutaran, también habían sido expulsados de las filas del Ejército. Quedaban, aquí y allí, grupos aislados de oficiales patriotas, enmudecidos ante el desastre, y otros que como Aramburu, representaban el ala cipaya del peronismo militar, el ala entreguista o burocrática; hipnotizados por el escalafón, nada les importaba, fuera de mantener el orden, “su” orden. Claro está que al lado de los marinos de Rojas, que sólo deseaban la oficialización del contrabando por el Paralelo 42 y maniobras conjuntas con el Almirantazgo, esos militares del grupo burocrático de Aramburu parecían la honra y prez de las Fuerzas Armadas. En síntesis, los aramburistas representaron una salida moderada, burguesa. Aramburu garantizó el traspaso; Frondizi puso sobre la mesa la bandera desgarrada de Yrigoyen. Perón arrimó los votos. Han pasado doce meses. ¿Y ahora? Resulta grotesco recordar a esta altura de las circunstancias la campaña anterior y posterior a las elecciones del 23 de febrero realizada por los escribas del equipo Frigerio, y donde intentaban presentar a Frondizi como al “verdadero” nacionalista, al hombre que había luchado denodadamente durante la década infame para llevar al radicalismo de Alvear a la buena senda de los tiempos viejos. Los frigeristas, con esa desaprensión por las ideas, propias de comerciantes y stalinistas, se pusieron a la tarea de inventar un caudillo, un luchador, un “intransigente” en un abogado tan cauteloso como Frondizi; esto sólo podía ocurrírseles a plumas capaces de glorificar a Frigerio como “político”. En un libro no accidentalmente silenciado (¿Es Frondizi un nue- vo Perón?), Esteban Rey demostró el origen político alvearista y conciliador del actual Presidente, su actitud de desconfianza hacia FORJA y su estrecha vinculación con los stalinistas del Frente Popular, de la Liga por los Derechos del Hombre y de otras organizaciones “democráticas” de la década infame. Sobre este punto y sobre la personalidad política de Frondizi remitimos a nuestros lectores a la obra citada. Como las fuerzas nacionales han sufrido un descalabro el 16 de septiembre, cuyas razones generales ya hemos indicado, Frondizi apareció como un candidato aceptable precisamente por su condición de antiguo cipayo y diputado de Tamborini-Braden. Un candidato de este género, fubista, prostalinista y “democrático”, debía ser suficiente para inspirar confianza a la oligarquía, o por lo menos para no justificar un veto terminante del gorilismo castrense. Ante el fracaso del Ejército en orientar una política nacional, con la presencia de Aramburu en la presidencia en su calidad de gran moderador, los elementos de la burguesía nacional, antiguos forjistas y peronistas sin Perón planearon una maniobra de gran envergadura destinada a llevar a Frondizi a la Presidencia, a deshacerse una vez en el poder del núcleo cipayo de Rojas y a sentar las bases para un nuevo partido nacional que rebasara los marcos del peronismo y del radicalismo intransigente. Esta maniobra debía fracasar precisamente por la participación del grupo burgués stalinista de Frigerio. Este último, que antes de la guerra mundial perteneciera al Partido Comunista (era administrador de la revista Argumentos, órgano teórico del PC, dirigido por Puiggrós) había abandonado la militancia activa para consagrarse a los negocios. Pero conservó, al cambiar de situación social, un vivo interés por la política, como lo demostró cuando después de haber apoyado a la Unión Democrática en 1945, editó la revista Qué, di- 1956 - 1976 193 1956 - 1966 194 rigida por el antiguo stalinista Jaramillo. La revista Qué de la primera época conservaba todas las características del cipayismo del grupo, que era un doble cipayismo, prosoviético y pronorteamericano, simultáneamente, agrio fruto ideológico del Acuerdo de Yalta. Pero la segunda época de Qué presenciaría una intervención abierta de Frigerio, “teórico” del grupo, en la arena política. Frigerio ha sido blanco de numerosos ataques en los últimos tiempos, pero lo fundamental en ese núcleo es su tentativa, típicamente stalinista, de hacer una política puramente esquemática, de espaldas a las masas populares, abstrayendo todos los factores sociales y políticos en juego. Como Stalin aniquiló a diez millones de campesinos y sobre sus cadáveres construyó la industria pesada, Frigerio, educado en esa escuela, se proponía, mutatis mutandi, hacer algo parecido en la Argentina. En verdad, todo ese núcleo pareciera expresar una tentativa kruschevista de intervenir desde arriba en la política argentina y de influir en movimientos nacionales. Esa tendencia no podía sino concluir en un rotundo fracaso y su triste papel consistió en traspasar el poder a los representantes más o menos tradicionales de la oligarquía. Si Frigerio propiciaba una política pronorteamericana, era completamente natural que los realizadores de esa política no fueran ex sospechosos comunistas, sino caballeros bien probados del ancien régime. Ahora bien, si la base de Frondizi estaba constituida en el radicalismo intransigente por el verbalismo radical y por los elementos prostalinistas como Liceaga y compañía, con la ayuda de los integracionistas amalgamados por el dinero de Frigerio, de ex nacionalistas y del no desdeñable sector radical-peronista, además del apoyo circunstancial de Perón, a esta altura de las circunstancias, a seis meses del Plan Económico, ¿qué resta del heteróclito frente? El radicalismo intransigente ha entrado en el reino de las sombras. El triunfo del 23 de febrero ha sido una victoria a lo Pirro, una especie de estimulante ceremonia fúnebre. La historia ha conocido muchas resurrecciones, pero todos los datos parecerían indicar que el radicalismo de Yrigoyen, bajo cualquiera de sus manifestaciones actuales, se ha eclipsado para siempre. En cuanto a los nacionalistas del género de Amadeo, han escuchado las voces de la prudencia y sólo sirven para embajadores. Esa confortable trinchera les permite soñar con la Edad Media. El “frondizismo”, que nunca existió en tanto tendencia ideológica o política, se ha desintegrado rápidamente aun en su más superficial acepción, puesto que nadie, ni aun los subsecretarios de Estado, se llaman ya “frondizistas”, mala palabra para el pueblo argentino. Cuando Prebisch propuso su Plan, no se trataba sino de un juego de niños comparado con el que ha puesto en práctica el presidente “nacional” y “popular”. El triste héroe de la Reforma del 18 (junto a Gabriel del Mazo, vestal viva de la llama sagrada) la ha enterrado sin más trámites. El artículo 28 ha entregado a la “iniciativa privada” (clero católico, ICANA norteamericana, burguesía sionista y “tutti cuanti”) las garantías jurídicas para disociar la conciencia nacional de las nuevas generaciones. El implacable adversario de Perón, a cuya política se oponía no porque fuera “revolucionaria, sino por contrarrevolucionaria”, ha capitulado ante la CADE, Bemberg, Standard y Shell. La corriente nacional de la clase media, que había encontrado un cauce por donde expresarse en el frondizismo, se ha metido en un callejón sin salida. La debilidad personal de Frondizi, el raquitismo ideológico y la dispersión social de su clase, la presión del imperialismo y las tretas de la oligarquía han terminado por aplastar al trémulo triunfador del 23 de febrero. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 ¿Todo está perdido? ¿El país vuelve atrás? No lo creemos. En esta hora sombría se preparan las fuerzas nacionales para encontrar un nuevo eje alrededor del cual agruparse. Frondizi es un efímero accidente y no dejará rastros. La más interesante incógnita la ofrece Perón y su actitud de tolerancia frente a Frondizi. Pero los próximos acontecimientos obligarán a todos a pronunciarse, y también a Perón. La burguesía industrial argentina, integrada por una proporción de imbéciles políticos que humilla la estadística, esa burguesía que conspiró contra el que la enriquecía y apoyó a quien iba a arruinarla, esa burguesía de hojalateros y especuladores, de mafiosos traficantes de circulares del Banco Central, esa burguesía padece ahora de un curioso malestar: es que se ha golpeado la cabeza con el martillo de la congelación crediticia. ¡Qué rudo despertar! ¡Qué cruel incertidumbre! ¡Había soñado con la inmovilización de los salarios y con una lluvia de dólares de los Buenos Vecinos! ¡Había soñado con mantener un voraz mercado de consumo hambreando al mismo tiempo a los consumidores! ¡Había soñado con protección bancaria y aduanera, para continuar evadiendo réditos y exportando discretamente hacia Montevideo los dólares amasados por el pueblo argentino! De pronto, como si la escena fuera iluminada por un rayo en un cielo sereno, Frondizi se encuentra al fin solo. ¿Solo, realmente? La naturaleza aborrece el vacío, y los abogados de la oligarquía ocupan las sillas vacantes. Se acercan lentamente a Frondizi, observándolo con el leve tinte de desprecio con que se examina a todos los conversos, pero se acercan. ¿Y el Ejército? Con los ojos fijos en el escalafón, y un sano temor por los traslados y los retiros, un grupo de mandos controla la situación y apuntala la política antinacional. Pero como en las Fuerzas Armadas se refracta la sociedad entera, también en ellas el debate político hace su tarea y los militares con conciencia nacional meditan sobre el actual y trágico divorcio entre Ejército y pueblo. Fueron los obreros-soldados de San Martín quienes fundaron la industria metalúrgica y siderúrgica y quienes trocaron el martillo por la espada para dar la libertad política a medio continente. De aquellos paisanos armados a los actuales cuadros profesionales ha transcurrido mucho tiempo, pero no tanto como para sumir en el olvido las tradiciones más elocuentes que aluden al origen popular de nuestro Ejército. Las necesidades nacionales se abrirán paso irresistiblemente, también en las cabezas de los oficiales. El abismo que separaba hasta hace algunos años a los sectores más pobres y nacionales de la clase media y la clase obrera tiende a cerrarse. Los estudiantes de la FUBA que en 1945 luchaban contra los “cabecitas negras” han sido reemplazados por una nueva generación que mira hacia los obreros y hacia el país. Venciendo el cosmopolitismo de la ciudad-puerto, con su fofa ideología, ha surgido un programa para todos los argentinos y latinoamericanos, popular, proletario y socialista. Bajo su influencia se engendrará el gran partido de la juventud y de los trabajadores. Y ese partido será invencible, porque encarnará las más entrañables tradiciones nacionales y la todopoderosa ideología del siglo xx: el socialismo revolucionario. Fuente: Carlos Strasser, Las izquierdas en el proceso político argentino, Buenos Aires, Editorial Palestra, 1959, pp. 28-39, 51-52, 134-144, 157-164 y 195-212. 1956 - 1976 195 1956 - 1966 196 El Pan Duro (1955-1964) es una agrupación integrada por jóvenes poetas militantes de izquierda, entre ellos José Luis Mangieri, Héctor Negro, Juana Bignozzi y Juan Gelman, quienes se proponen una poesía comprometida y popular, sintetizando la tradición de Boedo, el compromiso sartreano, la renovación formal y el apoyo explícito a la Revolución cubana. El “Prólogo” de la Antología poética que editan en 1963 constituye una suerte de manifiesto “obstinado en esa batalla por la poesía en rebelión, batalla entroncada en otra más vasta por la formación de una cultura nacional”. “Prólogo”, Antología poética “El artista es, inevitablemente, un sujeto político. Su neutralidad, su carencia de sensibilidad política, probaría chatura espiritual, mediocridad humana, inferioridad estética.” César Vallejo “La poesía es todo, más el poeta.” Raúl González Tuñón 1963. Hace diez libros del primero; hace ocho años de la primera lectura de poemas; fue en el teatro “La Máscara” sin un propósito todavía definido, balbuceo de un puñado de jóvenes que “además escribían” y que ensayaban un acercamiento, un juntar fuerzas, un sentir a alguien cerca de uno, a alguien que también crea que la poesía es un artículo de primera necesidad como el pan y el fusil. Desde luego esta alianza no está signada por la casualidad; en el país están pasando cosas graves y ese 1955 se nos presenta como un punto de partida casi generacional, no por un determinismo biológico, ni por una constante que se repite fatalmente cada veinte años como pretenden quienes se sienten más tranquilos con una lucha de generaciones que con una lucha de clases, sino porque inicia una dolorosa experiencia que conformará la personalidad creadora de aquellos que en 1943 eran todavía demasiado jóvenes, que maduraron en la demagogia social del peronismo, quebrada por la oligarquía temerosa de las exigencias cada vez más apremiantes de las masas, urgiendo el cumplimiento de las promesas. Ese 1955, con pueblo ametrallado y flores y marineros en andas en las calles del barrio norte, con multitudes humilladas y la revancha de las minorías celebrada, en funciones de gala y recepciones de embajada, es también el año de nacimiento de El Pan Duro. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 La poesía cada vez más como actitud; la poesía en contradicción con un mundo –y son palabras de uno de nosotros, Juan Gelman– que por su propia esencia niega toda poesía, contribuyendo a anticipar el otro mundo, el mundo de la poesía en libertad. Desde luego no es El Pan Duro el único conjunto de poetas obstinado en esa batalla por la poesía en rebelión, batalla entroncada en otra más vasta por la formación de una cultura nacional; muchos, felizmente, son los grupos de la capital e interior del país que han recogido la rosa que blindara Raúl González Tuñón, y la unión real de todos ellos, no fusionándose ni absorbiéndose sino amalgamando un movimiento fraternal y combativo que evite la dispersión de esfuerzos, es una de nuestras urgencias. Y porque cada vez se hace más difícil afrontar la lucha individualmente, esos jóvenes que sólo planean un acto de lectura de poemas, continúan colaborando estrechamente. El balance fundamental indica un superávit de poesía, un haber millonario de materia prima. ¿Por qué no llega entonces a su destino natural, el pueblo? Porque a los dueños de la oscuridad no les interesa que llegue; porque un poeta, cuando lo es en serio, es un enemigo de la injusticia entronizada en el sistema, y por lo tanto resulta subversivo, revolucionario; porque la oligarquía terrateniente más poderosa de América tiene conciencia de que perjudica a sus intereses de clase que esto ocurra, y al intentar adulterar las manifestaciones nacionales y populares que caracterizan nuestra herencia cultural ha prohijado falsos representantes de la inteligencia argentina de mentalidad colonialista, usurpadores de un lugar que no les corresponde y dueños de todos los vehículos de difusión, la “élite” del pensamiento oficial, con la boca llena de falsas concepciones de la “universalidad”, del “cosmopolitismo” y el cerebro envuelto en la tela de araña del medievalismo; representan al país en las reuniones del Pen Club y los congresos por “la libertad de la cultura”; algunos hasta cumplen meteórica carrera política (Silvina Bullrich, por ejemplo) aunque la mayoría vive de la limosna, magra por lo general (no debemos ser injustos con ellos), de las grandes empresas y de sus colaboraciones en los suplementos dominicales de La Nación sobre “Acerca de la problemática de los puntos y comas en los pasajes de Tucídides sobre la guerra del Peloponeso” o “El realismo socialista, soga al cuello de Evtuchenko”, por ejemplo. ¿Cómo abrir una brecha?, ¿cómo trazar un lecho a la joven lírica de la protesta, del inconformismo? La aventura no sólo es necesaria sino impostergable: lo que para uno solo es imposible puede no serlo para un grupo claramente identificado en objetivos comunes, y El Pan Duro inicia su actividad, fijando metas inmediatas y mediatas que va cumpliendo en la medida de sus posibilidades. Al principio el fin unificador es la edición de libros. Todos trabajan para uno y es así como Violín y otras cuestiones, de Juan Gelman, es el primer testimonio en 1956. Desde luego no existe un aparato de distribución, pero el libro se agota prontamente, vendido ejemplar por ejemplar, por el autor, sus 1956 - 1976 197 1956 - 1966 198 compañeros de grupo y todos los amigos que se acercan a esta trinchera para poner el hombro. La empresa tiene mucho de heroica por sus circunstancias. La primera palabra ya está dicha, hermosa como el balbuceo del hijo; el pueblo ha ganado un poeta al que Raúl González Tuñón saluda en un hermoso prólogo. Después, ante el resultado alentador, se publica y difunde Bandoneón de papel, de Héctor Negro, en 1957, y en 1958 El tiempo es un barrio, de Julio César Silvain; todos con el sello casi mitológico de Manuel Gleizer, “el último romántico de los editores”, como lo definiera cabalmente Enrique González Tuñón. Pero el mismo hecho de que la gente que toma esta responsabilidad tiene algo más en común que una simple coincidencia de oficio y necesidad ensancha las perspectivas, y aquello entrevisto en un principio como mediato adquiere carácter de urgencia. Así El Pan Duro deja de ser exclusivamente un grupo editor, para convertirse en un grupo militante de poesía, con coincidencias éticas y estéticas y con una acción más ambiciosa de trabajo. Ya el contacto a través del libro no resulta suficiente. ¿Cuántos ejemplares de un libro de poesía pueden editarse hoy-aquí?: quinientos, mil, dos mil a lo sumo. Esta última tirada puede considerarse casi extraordinaria y sin embargo es insignificante, si se piensa en la enorme cantidad de público para el que el poeta canta, un público absolutamente virgen de poesía y sin embargo fuente de poesía, semántica de la voz del poeta, artífice de una realidad que nutre toda creación artística. Por eso es necesario salir a su encuentro, llevarle en obra de arte lo que nos ha entregado en vivencia. Los poetas de El Pan Duro acercan a sindicatos y bibliotecas populares, a clubes y teatros independientes, a facultades y patios de conventillo, a sociedades de fomento y a todo lugar donde se lo necesita, el pan duro pero luminoso de la nueva poesía, nueva porque es hija de una nueva cultura, es decir, portavoz de una esperanza donde ella sea posible. Claro que dentro de esa vocación de aurora caben todos los tonos del presente sombrío en que se gesta. La certeza de un camino seguro no impide al poeta desangrarse en su tránsito; entonces suele reprochársele falta de optimismo, como si la esperanza no estuviera también en el aullido de dolor. Además las puertas de la lucidez son difíciles de trasponer y están precedidas por inmensas antesalas de legítima angustia. Tanta sordidez invalida un optimismo demasiado fácil. “Lenguaje que canta –nos dirá Paul Eluard–, lenguaje cargado de esperanza, aunque sea desesperado, porque siempre es portador de inteligencia profunda, de razón fundada en el instinto, en la sensibilidad, en la necesidad de vivir, en el amor a la vida, en la verdad. Cuando un poeta invoca a la muerte digamos que lo hace por despecho. Si inventa un dios digamos que la tierra es responsable de ello. Y cuando un poeta se perturba, cuando llega a las puertas de la sinrazón y un inmenso cúmulo de ruinas se lo traga, tratemos de reconocer cuál pudo ser su valentía y el gusto inicial que sentía por la vida”. El elemento ideológico, cuando no es circunstancia personal en el poeta, no deviene en contenido. Para asimilar una realidad el creador deberá MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 integrarse en ella orgánicamente, y los que componemos El Pan Duro, al entablar el diálogo con los hombres que la construyen, sabemos que agilitamos en nosotros ese proceso. El objetivo principal es acercar la poesía, difundirla, pero haciéndolo nos nutrimos, agudizamos nuestra toma de conciencia. De esta reciprocidad, como de todos los contactos que intentemos con el mundo que nos rodea, dependerá que nuestro canto sea por fin un desbordamiento de lo que recibimos de los hombres, junto a los que soñamos y luchamos, y que contribuya a liberarlo; así de nuestra boca saldrá la voz de todos. Nosotros creemos que la poesía es ante todo una necesidad de la existencia, un sentimiento que condiciona todas las cosas y que el poeta rescata de su permanente mundo de asombro; este intento es en sí mismo un acto de amor. Los poetas de El Pan Duro, los que lo fueron definiendo y los que actualmente lo integran, coinciden en esta actitud. Su unidad es de tendencia, y se sienten fraternalmente al lado de todos aquellos que la sustentan; desde luego esto no significa unidad de expresión. El elemento esencial del poeta es su particular sensibilidad y cada cual debe ser respetado dentro de las esencialidades de su mundo sensible, sin perder su insoslayable identidad. Por eso El Pan Duro está abierto a muchas voces. No obstante, la variedad de interpretaciones y técnicas poéticas no excluye la general consideración de que el poeta debe ser ante todo un hombre de su tiempo, lo que es más, su vanguardia esclarecida y, como tal, revolucionario en la forma y en el fondo. Partiendo de la premisa de una poesía eminentemente popular, donde el tema como objetivo debe estar enraizado en la pasión, el dolor, las alegrías y las luchas del hombre común, es decir, la realidad histórica que la condiciona y que conforma también, por supuesto, la sensibilidad del poeta. En síntesis: la verdad del mundo más la verdad interior del creador, suma de la que obtendremos ni más ni menos que la verdad del mundo, sutilizada, enriquecida, profundizada. Para llegar a esta verdad, consideramos que no hay formas sagradas ni imperecederas; los caminos de la poesía son infinitos; eso sí, otra vez Eluard: “Todo poeta valeroso tiene el deber de abrir un camino tan amplio como sea posible a la exaltación humana”. No olvidamos ni dejamos de apreciar los aportes de las literaturas de calidad de cualquier parte del mundo; claro que rehusamos trasplantarlas mecánicamente; antes bien las aprehendemos e incorporamos en expresión propia, coherente con nuestras características nacionales. Aprovechando un razonamiento anterior podríamos afirmar que la arquitectura del poema, cuando no es circunstancia del contenido, no deviene en forma. Sabemos que después del surrealismo no se puede escribir como antes de él; pretenderlo sería ingenuo. Equivaldría a ignorar que este siglo ha sufrido dos guerras mundiales, que la placidez de la lógica euclidiana ha sido estremecida, 1956 - 1976 199 1956 - 1966 200 que el proletariado dirige el destino de gran parte del mundo, que la bomba atómica asesinó dos pueblos, que existieron Lenin, Einstein, Freud, Kafka, Joyce, Hitler, Picasso, Chaplin, Fidel Castro, Gagarín, que “átomo” no es sólo una palabra rara, que “guerra termonuclear” es algo más concreto que una fantasía de Wells. Por eso si hablamos de “vanguardia”, entendemos contemporaneidad, no decadencia, diálogo con nuestro tiempo, no “imposibilidad de toda comunicación”, aventura permanente del espíritu que abra nuevas posibilidades de libertad, no injertación de lo externo traducido de lo nuevo. Sartre, en la presentación de Les Temps modernes, advierte que “ya que el escritor no tiene modo de evadirse, queremos que se abrace estrechamente con su época; es su única oportunidad; su época está hecha para él y él está hecho para ella”. Los poetas de El Pan Duro se niegan a perder su única oportunidad. *** 1963. Hace diez libros del primero, hace mil lecturas de la primera. Ahora el encuentro fraternal con La Rosa Blindada, que lucha por lo que luchamos, nos permite entregarles a ustedes esta muestra de conjunto para que la juzguen. Esto no es una antología, es un conjunto de nuestros últimos poemas, es “poesía junta” de poetas que juntos sostienen su combate por el pan y las rosas. Algunos ya no pertenecen a El Pan Duro, pero siguen estando al lado nuestro, como están a nuestro lado muchos que nunca pertenecieron a El Pan Duro. Nos hermana una misma vocación de canto, un idéntico acento de poesía en armas. 1963, es decir, proscripciones, Fondo Monetario, desocupación, presos Conintes, peligro atómico; pero también: Cuba, despertar de los pueblos coloniales, ocupación de fábricas, huelgas generales. 1963, con poesía encarcelada. A Juan Gelman, a Luis Alberto Navalesi, a José Luis Mangieri, a José Pastafiglia, a Lázaro Kanonich, presos por enarbolar el poema y apretar el gatillo de la luna, dedicamos este libro. A todos los hombres y mujeres que llenan las cárceles del país, culpables de creer en la vida, nuestra solidaridad, nuestra fe, nuestra poesía. El Pan Duro Buenos Aires, julio de 1963 Fuente: “Prólogo”, en El pan duro, Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1963, pp. 6-9. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 El barrilete, o Barrilete, como se llamará a partir del número 6, es una revista que difunde la obra de un grupo de jóvenes poetas que se llaman a sí mismos “taller” y que retoman el surrealismo de los años cincuenta. A través de un lenguaje conversacional y muchas veces tanguero, codifican en la poesía una coyuntura política de lucha por la liberación. Una de sus actividades más conocidas son los Informes, especie de periodismo poético. Sobre un tema propuesto de actualidad, a veces casi periodístico, ocho o diez poetas lo hacen poesía. Estos temas son: “Lavorante, el boxeador que vuelve en coma de los Estados Unidos y muere sin recuperarse” (junio de 1963); “El desocupado” (agosto de 1963); “La esperanza” (octubre de 1963); “Discépolo” (abril de 1964); “Santo Domingo” (julio de 1965); “El país” (abril de 1966) y “Trelew” (1975). Estos “informes” son repartidos y vendidos por los propios editores en las calles, bares y plazas. Uno de los más vendidos (más de 25.000 ejemplares) es el “Informe sobre Santo Domingo”, una crónica poética sobre la invasión de la República Dominicana por parte de marines de los Estados Unidos. Informe sobre Santo Domingo (Selección de poemas) Homenaje póstumo Te han quemado la boca again otra vez y en cada puerta han dejado un muerto inmenso de negra piel. América está rota desde tu vientre hasta mis pies quién no habló de tus piedras de tu Caribe intenso otra vez te han dado paz infames generales de papel mientras hacías de cada esquina de cada nube de cada hombre un cuartel Santo Domingo coágulo de tierra y sol te han quemado la boca again otra vez. Daniel Desaloms 1956 - 1976 201 1956 - 1966 202 Yanquis hijos de puta En realidad sólo quería decir eso. En realidad, la vida es pongamos por ejemplo, una manzana. Entonces, uno la mira, la toca, le hace fiestas, la besa, le habla tal vez hasta dibuja manzanitas imitándola. La quiere así, manzana, rica, pulposa, viva, indescifrable, sabia. Si la quieren romper, si viene un bicho, por ejemplo, un yanqui hijo de puta, para ser más precisos, a matarla, ya no se puede hablar así nomás de la manzana. Hay que matar el bicho, es necesario odiarlo, destruirlo. Es casi obligatorio decirle hijo de puta decirle yanqui hijo de puta todos los días, religiosamente, y encontrar la manera de acabarlo. Por amor a la vida, simplemente. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS Grupo Barrilete, “Informe sobre Lavorante”, Buenos Aires, junio de 1963. 1956 - 1966 En realidad tal vez no me he explicado bien. Si uno tiene, pongamos por ejemplo, un amor, una cosa que le anda por la piel por todas partes. Digamos Buenos Aires. Digamos un octubre, un poema, una muchacha. O digamos la esquina de Nazca y Tequendama los domingos, a las seis de la tarde. (Estoy casi seguro que había una esquina así en Santo Domingo, que había un viejo, una silla, un cielo inverosímil, muchachos que volvían del fútbol, señoras apuradas, bocinas, qué sé yo y tal vez hasta un tipo solitario como yo que miraba). Si uno tiene un amor entonces, eso que le camina por la piel, decíamos, y pasa algo, ocurre que viene el mal, la peste, la desgracia o para no ir más lejos vienen los marines idiotas, los cretinos mascadores de chicle, odiadores de todo lo que crece y desembarcan. Entonces ya no se puede hablar así nomás, hay que matar la muerte de algún modo, hay que pelear con rabia, 1956 - 1976 203 Grupo Barrilete, “Informe sobre el desocupado”, Buenos Aires, agosto de 1963. 1956 - 1966 204 destruirlos, salirles al encuentro como sea y además decir, decir hijos de puta, decir marine yanqui hijo de puta, decirlo y masticarlo y enseñarlo a los chicos como un rezo. Por amor a la vida, simplemente, me parece. Humberto Costantini ________________________________ Réquiem por una isla UPI informa OEA asiente Marines desembarcan al ataque Rebeldes mueren Han visto qué tupé llamarse democráticos Los ayudan Fidel el Che Cuba Qué subversivos mátenlos escupan La historia es esta: Santo Domingo fue treinta años dios y trujillo vale decir trujillo y dios Un día el pueblo levantó rayos y gatillos cantó por una vez en castellano y despertó sin avisar Eso fue un tiempo Después UPI informó que Junta Militar Democrática levantose contra gobierno OEA asintió UN estuvo conforme Cancillerías dijeron sí Todo va mejor con coca cola La historia MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS Grupo Barrilete, “Informe sobre la esperanza”, Buenos Aires, octubre de 1963. 1956 - 1966 se escribió una vez más con uniformes Amistad eterna entre los dos países punto Washington yes Santo Domingo yes Hubo un pequeño sin embargo un no obstante molesto ver diarios marzo-abril Estos latinos cuándo sabrán lo que es la democracia Entonces los infantes de marina salieron de la noche con sus M-14 con sus cañones con su apoyo de fuego El american way of life está en peligro otros castro No thanks UPI informa OEA asiente UN conversa Cancillerías tartamudean Santo Domingo sigue latiendo qué tozudez qué lástima Juan José Folguera ________________________________ Oración Los que no quisieron entregar el horizonte. Los que amaban este idioma y a Max y a Pedro Henríquez Ureña, las calles llenas de sangre, ya murieron en Santo Domingo. Los que no quisieron entregar el horizonte los que defendieron tres veces su muerte han muerto por nosotros estos días. Se fueron: uno a uno fueron sucumbiendo doblado el codo arriba de su arma. Han muerto como Daniel aquí 1956 - 1976 205 Grupo Barrilete, “Informe sobre Discépolo”, Buenos Aires, abril de 1964. 1956 - 1966 206 con la calle roja sosteniendo una bandera los que buscaron su patria adentro de su patria ya no pueden vivir ahora tienen los ojos vacíos y se llaman Santo Domingo. Felipe Reisin ________________________________ Santo Domingo y la espera Bajaron desde el norte como con rabia como si nada fuera como si aquellos los de América hacia el sur como si nosotros de este lado de América al sur los de la patria dominicana como si nosotros los de abajo tuviéramos la culpa de estar en su escala productiva. Se nos bajaron en bandada y con infantería de marina… se nos corrieron hasta el plato hasta el cuento del pibe que soñaba en la cocina se nos vinieron dejándonos un coágulo de llanto en la mirada siguiente y en las manos ciegas una amenaza repetida. Enrique Courau MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS Grupo Barrilete, “Informe sobre Santo Domingo”, Buenos Aires, julio de 1965. 1956 - 1966 Vergüenza 207 Primero nos robaron la palabra. América era un nombre nuestro. De todos, pero nuestro. Quisieron achicarlo, darle el vasto tamaño de su solo país, abreviar porque a veces las palabras molestan sobran duelen o son innecesarias para la gente práctica. Norteamérica: América. Nadie les dijo sí, pero ellos nos robaron la palabra. Nos dejaron el Sur para entendernos, esta dispar América Latina fracturada en sus pueblos, dividida, con su memoria lenta y sus malas costumbres, con su memoria y su dolor. Con su memoria. Hoy nuestra total América está de un solo lado. Ellos se quedan solos con la fuerza y el odio, con el nombre vacío, con la certeza de que no han entendido nada. Tenemos la vergüenza, la voz, el sacudón del hombre traicionado. Santo Domingo, América. El horizonte alcanza para todos. Rafael Alberto Vásquez ________________________________ Oración Maldita seas llena eres de sangre y maldito sea el ruido de tus ametralladoras 1956 - 1976 Grupo Barrilete, “Informe sobre el país”, Buenos Aires, abril de 1966. 1956 - 1966 208 hundiendo nombres latinoamericanos bajo la playa azul y maldito sea el dólar más bajo en tu bolsillo hasta el último sello; sube dos puntos más la United Fruit sube dos puntos más la Standard Oil suben dos muertos más las ambulancias y maldito sea el fruto de tu vientre: la guerra. Carlos Patiño ________________________________ Informe Yo no lloro solamente por los muertos ni tampoco por los prisioneros o por los que quedaron solos. No es de lástima que lloro sino de impotencia. Por saberlos con vida, por saberlos jóvenes, luchando. Por saberme con vida, por saberme joven, llorando. Alberto Costa ________________________________ Santo Domingo Esta vez ya no es posible ya es más que el hermano y hace tiempo que el hermano hombre se destroza ahora ya no hay lástima de tanto odio macerado ya no tengo lástima del dominicano sino que quiero gritarle MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 quiero que sigan exigiéndose quiero que sigan para siempre que agiganten su dureza su dolor hasta acabar para siempre para siempre con esta historia. 209 Cristina Brignolo ________________________________ Grupo Barrilete, “Informe sobre Trelew”, Buenos Aires, 1975. Santo Domingo “Podréis vencer pero nunca convencer.” Miguel de Unamuno Ahora es el momento de saber el valor de las palabras. La libertad es el derecho de los fuertes y no hay hermanos, ni pueblos ni fronteras. Cada día por las dudas matan hombres. Ya no es posible callar la rebeldía y hay que salir del costado del camino. Inventar cada día una palabra nueva con gusto a sangre con calor de rabia porque el silencio es estéril, asesino cuando la cobardía aprieta, la garganta. Santo Domingo que América sea libre. Libertad vuelve a ser nuestra palabra. Alicia Dellepiane Rawson 1956 - 1976 Fuente: Grupo Barrilete, “Informe sobre Santo Domingo”, Buenos Aires, julio de 1965. REVISAR LA HISTORIA: COLONIALISMO Y NACIÓN La denuncia de una matriz de pensamiento liberal al servicio de los intereses de una minoría oligárquica, favorable al imperialismo británico en detrimento de la soberanía nacional, tiene en la Argentina una larga tradición. En el siglo xx, es el revisionismo histórico –ya sea desde un nacionalismo conservador como el de los hermanos Irazusta, o desde una perspectiva nacional-popular, como puede leerse en Scalabrini Ortiz o en Jauretche– el que privilegia un enfoque interpretativo en tensión con las versiones liberales de la historia argentina. Pero si ese primer revisionismo encuentra en las figuras de los caudillos federales del siglo xix un centro de atención privilegiado para construir una historiografía propia, a partir de la década de 1950, y con mayor énfasis en los años sesenta, nuevas relecturas de la historia argentina –ya desde el peronismo, ya desde enfoques marxistas heterodoxos– ponen su ojo en otros hitos y reivindicaciones para denunciar las marcas pasadas y presentes del colonialismo, convertido ya en imperialismo. Malvinas, por caso, es un nombre que sintetiza buena parte de esas marcas. Sin embargo, no se trata sólo de una clave interpretativa de la realidad histórica argentina; precisamente, es la dimensión americana la que redescubre buena parte de los nuevos discursos antiimperialistas presentes en las concepciones políticas y artístico-culturales de la época. Y así como Malvinas permite denunciar la pervivencia del colonialismo británico en territorio argentino, la Guerra contra el Paraguay hace posible la comprensión de los terribles efectos de ese colonialismo en el horizonte sudamericano. 1956 - 1966 Proclama Fitzgerald El 8 de septiembre de 1964, un día antes del “alegato Ruda”, y justo en su cumpleaños número cuarenta, Miguel Fitzgerald aterriza a las 13 horas en las Islas Malvinas. Va a bordo de un Cessna 185, un pequeño avión con un solo motor que hoy puede apreciarse en el Museo Malvinas. El aterrizaje demanda una maniobra de gran pericia, pues debe realizarse sobre la cancha de carreras cuadreras o lo que hacía las veces de “hipódromo” en las islas (recién en los años setenta la Fuerza Aérea argentina construiría la pista de aterrizaje en las Malvinas). En apenas cinco minutos, desciende del avión, ata una bandera argentina en los alambres que rodean la cancha y entrega esta proclama a un isleño que, sorprendido –no había vuelos a Malvinas en esa época–, intenta socorrerlo. La proclama reivindica la soberanía argentina en las islas en consonancia con la disputa diplomática que nuestro país lleva adelante ante las Naciones Unidas. Al representante del gobierno ocupante inglés: Yo, Miguel Fitzgerald, ciudadano argentino, único, necesario y suficiente título que exhibo en cumplimiento de una misión que está en el ánimo y la decisión de veintidós millones de argentinos, llego al territorio malvínico para comunicarle la irrevocable determinación de quienes –como yo– han dispuesto a poner término a la tercera invasión inglesa a territorio argentino. Han transcurrido casi ciento treinta y dos años del acto de piratería y avasallamiento de la soberanía argentina en las islas que hoy ocupo simbólicamente. El despojo perpetrado por los corsarios de la corbeta Clío conmovió en aquel entonces a la Patria, muy joven aún, a través de las generaciones. Se ha mantenido en los hechos una usurpación que nunca fue admitida por los argentinos, por los latinoamericanos y por todos aquellos que, en el mundo, ajustan su quehacer al respeto de los derechos inalienables de cada Nación. Hoy, en que también mi Patria, que despierta de un largo sueño, consciente de su grandeza moral y material está decidida a recuperar este, su territorio insular. De ahí, que yo constituyo la avanzada de este ideal patriótico y justo que crecerá, no lo dude usted, como formidable avalancha. Los argentinos estamos resueltos a no permitir que Inglaterra siga ocupando un archipiélago que, por razones geográficas, históricas, políticas y de derecho, pertenecen a la República Argentina. Pienso, como mi pueblo, que a la postre y ante el mundo sólo habrá un perjudicado moral en esta injusta situación, mantenida a través de tantos años: ese perjudicado es Inglaterra. Las Islas Malvinas tienen un significado para los argentinos que no se mide solamente por lo material –no obstante al sistemático saqueo a que han sido y son sometidas– ni tampoco aceptamos que sean motivo de negociaciones. Tienen, en cambio, el valor de la dignidad humana, porque son parte incuestionable del país, que como 1956 - 1976 213 1956 - 1966 214 argentino represento en este acto de voluntad y plena decisión. Argentina no hace del ejercicio de la libertad y el derecho una manifestación vacua, como si fuera una consigna o un lema comercial. Argentina ejercita el derecho y la libertad, respetando por igual a todos los pueblos de la tierra, y en consecuencia exige para sí igual tratamiento. Los veintiún cañonazos que en el siglo pasado señalaron la hora en que Argentina izó su pabellón en Puerto Soledad en acto de ejercicio de plena soberanía, resuenan nuevamente para anunciar al mundo que en esta hora ha comenzado otra reconquista, como en 1807. En consecuencia, como ciudadano, he podido, por mí y ante el mundo, descender en territorio nacional para ratificar la soberanía argentina en el archipiélago y reiterarle al representante del gobierno usurpador inglés que “no hemos sido ni seremos un país de conquistadores, pero tampoco aceptamos que se nos pretenda conquistar”, como bien lo ratificara el canciller de mi país, en agosto último. Con igual título acabo de enarbolar en esta isla Soledad, integrante del archipiélago, mi pabellón celeste y blanco. Esta actitud personal, que interpreta los sentimientos y la vocación del pueblo argentino, coincide con la decisión de la Organización de las Naciones Unidas, de considerar en el más alto tribunal internacional las legítimas reivindicaciones de mi patria sobre el territorio malvínico. En este primer minuto de la reconquista de Malvinas 8 de septiembre de 1964 Miguel Fitzgerald Fuente: José Luis Muñoz Aspiri, Historia completa de las islas Malvinas, tomo I, Buenos Aires, Editorial Oriente, 1966, p. 544. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Alegato Ruda (Selección) En 1964, la Argentina y Gran Bretaña presentan sus posiciones ante el III Subcomité de Naciones Unidas. Se discute en qué términos la disputa de soberanía de las Islas Malvinas será considerada un caso de “descolonización”. El 9 de septiembre de ese año, el representante argentino José María Ruda ofrece un discurso que será recordado como “alegato Ruda”, por su elocuencia para explicar la posición argentina y mostrar por qué la ocupación británica de las islas constituye una violación a la integridad territorial argentina. Discurso de José María Ruda Nueva York, 9 de septiembre de 1964 Señor Presidente: (…) A partir de 1955, las Naciones Unidas tomaron renovado vigor con el ingreso de nuevos miembros, particularmente de aquellos Estados que surgían del proceso de descolonización, impuesto a las potencias europeas por el nuevo panorama político del mundo. Surgió así un enfoque distinto a nuestra más que centenaria reivindicación sobre las Islas. En efecto, cuando en 1960 fue aprobada, con nuestro voto, la hoy histórica resolución 1514 (XV) “Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales”, se aceleró la descolonización en todo el mundo. Nuestro país apoyó y apoyará con actitud clara, serena y constructiva este proceso de descolonización que tiene lugar, en este momento histórico, con el apoyo de las Naciones Unidas. Producto nosotros mismos de un proceso similar de Independencia, que llevamos a cabo por nuestros propios medios, somos consecuentes con nuestra tradición histórica y decididos partidarios de la eliminación del sistema colonial. Así apoyamos calurosamente las resoluciones complementarias de la 1514 (XV), es decir, las Resoluciones 1654 (XVI), 1810 (XVII) y 1956 (XVIII). Hoy, este Subcomité III del Comité de los 24 se va a ocupar de la situación de las Islas Malvinas. Las Islas Malvinas se encuentran en situación particular diferente del caso colonial clásico. De hecho y de derecho pertenecían a la República Argentina en 1833 y estaban gobernadas por autoridades argentinas y ocupadas por pobladores argentinos. Estas autoridades y pobladores fueron desalojados por la violencia, no permitiéndose su permanencia en el territorio. Por el contrario, fueron suplantados, durante estos 131 años de usurpación, por una administración colonial y una población de origen británico. 1956 - 1976 215 1956 - 1966 216 La población asciende hoy en día a 2.172 habitantes, que se renueva en significativa proporción periódicamente, con un éxodo constante; así en 1962 se marcharon 411 personas y llegaron 268; en 1961, 326 y 244 y en 1960, 292 y 224, respectivamente. Esto demuestra que se trata de una población predominantemente temporaria, que no puede ser utilizada por la potencia colonial para pretender aplicar el principio de libre determinación. Entiende nuestro Gobierno, y así lo hemos venido afirmando en las últimas Asambleas Generales, que este principio de libre determinación de los pueblos, reconocido en el inciso 2°, Artículo 1 de la Carta, debe ser considerado en estos casos excepcionales a la luz de las circunstancias que lo condicionan en su ejercicio. En tal sentido, consideramos que el principio de libre determinación sería mal aplicado en situaciones en que parte del territorio de un Estado independiente ha sido separado contra la voluntad de sus habitantes en virtud de un acto de fuerza por un tercer Estado, como en el caso de las Malvinas, sin que exista ningún acuerdo internacional posterior que convalide esta situación de hecho y cuando, por el contrario, el Estado agraviado ha protestado permanentemente por esta situación. Estas consideraciones se ven agravadas muy en especial cuando la población originaria ha sido desalojada por este acto de fuerza y grupos fluctuantes de nacionales de la potencia ocupante la han reemplazado. Por otra parte, la aplicación indiscriminada del principio de libre determinación a territorios tan escasamente poblados por nacionales de la potencia colonial pondría el destino de dicho territorio en manos de la potencia que se ha instalado allí por la fuerza, en violación de las más elementales normas del derecho y de la moral internacional. El principio fundamental de la libre determinación no debe ser utilizado para transformar una posesión ilegítima en una soberanía plena, bajo el manto de protección que le darían las Naciones Unidas. Esta recta interpretación del principio de libre determinación se basa precisamente en la Resolución 1514 (XV), cuya finalidad principal, no debemos olvidar, es terminar con el colonialismo en todas sus formas. Dicha resolución, después de afirmar el principio de libre determinación, reconoce en su Preámbulo que los pueblos del mundo desean ardientemente “el fin del colonialismo en todas sus manifestaciones”. Y agrega en el mismo que “todos los pueblos tienen un derecho inalienable a la libertad absoluta, al ejercicio de su soberanía y a la integridad de su territorio nacional”. La Declaración, en su artículo 2°, reafirma el principio de que todos los pueblos tienen derecho de libre determinación y que en virtud de este derecho determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural. Pero este artículo segundo es condicionado por el artículo sexto, en forma clara. Dice: “Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de las Naciones Unidas”, y, agrega en el artículo séptimo, reafirmando lo anterior, que “todos los Estados soberanos deberán observar fiel y estrictamente las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la presente Declaración sobre la base de la igualdad, de la no intervención en los asuntos internos de los demás Estados y del respeto de los derechos soberanos de todos los pueblos y de su integridad territorial”. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 El propósito de la Resolución, tal como surge claramente de sus palabras, se ajusta en un todo a la recta interpretación del principio de la libre determinación al caso de las Islas Malvinas. Se debe terminar con el colonialismo en todas sus manifestaciones, se debe respetar la unidad nacional y la integridad territorial, en la aplicación de esta Declaración. Que no sirva ella para justificar los atropellos del pasado, contra países recién independizados. La Resolución 1654 (XVI), por la que se creó este Comité Especial, subraya esta idea cuando manifiesta en su Preámbulo “la profunda preocupación de la Asamblea porque contrariamente a lo dispuesto en el párrafo 6 de la Declaración, se siguen realizando actos encaminados a quebrar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial en algunos países donde se está verificando la liquidación del régimen colonial”. En América, la organización regional adoptó una resolución en la X Conferencia de Cancilleres, estableciendo “la necesidad de que los países extracontinentales que tienen colonias en el territorio de América no tarden en ultimar las medidas comprendidas en los términos de la Carta de las Naciones Unidas para permitir que los pueblos respectivos puedan ejercer plenamente su derecho de autodeterminación, a fin de que se elimine definitivamente el coloniaje en América”. Pero teniendo específicamente presente la situación de los Estados cuya unidad e integridad territorial es afectada por ocupaciones extranjeras, declaró en esa misma resolución que ella “no se refiere a territorios que son materia de litigio o reclamación entre países extracontinentales y algunas repúblicas americanas”. Esta resolución fue transmitida a las Naciones Unidas. El futuro de estas Islas, separadas de la República Argentina, está fuera de toda lógica y realidad. Geográficamente, se encuentran cerca de nuestras costas patagónicas, gozan de su mismo clima y tienen una economía similar a nuestro sur. Se encuentran enclavadas en plena plataforma continental, que por el Derecho Internacional, después de las Convenciones de Ginebra de 1958, pertenece al Estado costero de pleno derecho. Su desarrollo económico, sobre bases estables, está unido a la República Argentina, con quien actualmente no tiene ni comunicación, ni comercio marítimo directo, por la situación existente. Más aún, si analizamos con detención el mismo documento que nos presenta la Secretaría de las Naciones Unidas, sobre base de datos exclusivamente ingleses, se observará cómo se manifiesta en dichas Islas el sistema colonial en el aspecto económico. La propiedad de la tierra está prácticamente en manos de la Falkland Islands Company Limited, en cuyo directorio, en Londres, figuran miembros del Parlamento británico. Esta Compañía, que no dudamos en llamar monopolista, posee 1.230.000 acres de las mejores tierras, en dominio absoluto, en las que pastan trescientas mil ovejas. El propietario que le sigue es la Corona Británica con 56.500 acres. La compañía con sus subsidiarias controla todo el comercio de exportación e importación. El monopolio de la lana, principal riqueza, se encuentra en sus manos. La dominación británica en las Islas Malvinas no sólo es contraria a la Carta de las Naciones Unidas, sino que también crea una situación estéril en un territorio que podría gozar de un mayor auge económico unido a quien corresponde por la naturaleza 1956 - 1976 217 1956 - 1966 218 y derecho. Prueba de ello es que las estadísticas de 1912 demuestran que en las Islas Malvinas había 2.295 habitantes y que la población desde entonces se ha mantenido estancada. Según el censo levantado el 18 de marzo de 1962, viven en las islas 2.172 personas. Es la única familia humana de América que, en vez de crecer, disminuye. Señores, ni el Reino Unido tiene títulos para continuar en las Islas, ni el sentir de nuestro tiempo es base para ello. Al terminar esta exposición, permítaseme resumir el pensamiento del Gobierno argentino, que refleja el sentir unánime de su pueblo: 1°: La República Argentina reclama con firmeza el restablecimiento de su integridad territorial, mediante la devolución de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur, que fueron tomadas por Gran Bretaña en un acto de fuerza. Única solución que impone la justicia. La República Argentina, respetuosa de los derechos fundamentales del hombre y de las obligaciones emanadas de la Carta de las Naciones Unidas, tendrá especialmente en cuenta el bienestar y los intereses materiales de los actuales pobladores de las Islas Malvinas. En la misma forma como, al amparo de las garantías que otorga nuestra Constitución, los hombres de todas las razas y credos del mundo se han integrado a la vida de la Nación. 2°: La República Argentina no aceptará, sin embargo, que se desnaturalice el principio de libre determinación, aplicándolo para consolidar situaciones producto de un anacronismo colonial, en detrimento de sus legítimos derechos de soberanía sobre las Islas. El agravio de 1833 nos da derecho a exigir al Reino Unido que contemple este diferendo con realismo y con la perspectiva de futuro necesaria; de esta manera, Gran Bretaña habrá aplicado una vez más su indiscutible genio político. Churchill y Roosevelt declararon, el 14 de agosto de 1941, en la costa del Atlántico: “… y deseamos que se restituyan los derechos soberanos y la independencia a los pueblos que han sido despojados de dichos derechos por la fuerza”. Señores delegados: puedo asegurar que América Latina entera está firmemente unida en su decisión de eliminar los últimos vestigios del colonialismo que aún se mantienen enclavados en este hemisferio. Muchas gracias, señor Presidente. Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina, en Pensar Malvinas, Buenos Aires, Ministerio de Educación de la Nación, 2014, pp. 40-43. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Resolución 2065 (XX) En 1965, Naciones Unidas se expide sobre el caso Malvinas a través de la Resolución 2065, donde reconoce un conflicto de soberanía entre dos partes: la Argentina y el Reino Unido. La ONU descarta que el conflicto de soberanía deba dirimirse según el principio de libre determinación y en cambio, taxativamente, indica que debe resolverse por medio de la negociación entre ambos países. El pedido de la República Argentina de reanudar las negociaciones se basa justamente en esta Resolución, la misma que el Reino Unido, en la actualidad, no respeta. La Asamblea General, Habiendo examinado la cuestión de las Islas Malvinas (Falkland Islands), Teniendo en cuenta los capítulos de los informes del Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales concernientes a las Islas Malvinas (Falkland Islands) y en particular las conclusiones y recomendaciones aprobadas por el mismo relativas a dicho Territorio, Considerando que su resolución 1514 (XV), del 14 de diciembre de 1960, se inspiró en el anhelado propósito de poner fin al colonialismo en todas partes y en todas sus formas, en una de las cuales se encuadra el caso de las Islas Malvinas (Falkland Islands), Tomando nota de la existencia de una disputa entre los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte acerca de la soberanía sobre dichas Islas, 1. Invita a los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte a proseguir sin demora las negociaciones recomendadas por el Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales a fin de encontrar una solución pacífica al problema, teniendo debidamente en cuenta las disposiciones y los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y de la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General, así como los intereses de la población de las Islas Malvinas (Falkland Islands); 2. Pide a ambos Gobiernos que informen al Comité Especial y a la Asamblea General, en el vigésimo primer período de sesiones, sobre el resultado de las negociaciones. 1398a. sesión plenaria, 16 de diciembre de 1965 Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina, en Soberanía argentina en Malvinas. A 50 años del “alegato Ruda”, disponible en www.cancilleria.gov.ar 1956 - 1976 219 1956 - 1966 220 Los cóndores El 28 de septiembre de 1966, bajo la dictadura de Onganía, un grupo de civiles comandados por Dardo Cabo y Cristina Verrier secuestran un avión de Aerolíneas Argentinas que tenía como destino la ciudad santacruceña de Río Gallegos y obligan al piloto a aterrizar en las Islas Malvinas. Los “cóndores” justifican esta acción subrayando su pertenencia a una nueva generación política e invocando el ideario peronista de una patria justa, noble y soberana. El Operativo Cóndor Jefatura de la Operación Cóndor, Puerto Rivero, Islas Malvinas. A los argentinos: la responsabilidad de nuestra soberanía nacional siempre fue soportada por nuestras Fuerzas Armadas. Hoy consideramos les corresponde a los civiles en su condición de ex soldados de la Nación demostrar que lo aprendido en su paso por la vida militar ha calado hondo en sus espíritus. Así emprendimos la marcha hacia el Sur. Creemos en una Patria justa, noble y soberana. Somos cristianos, argentinos y jóvenes. Pertenecemos a una generación que, desde su hora misma, asume sin titubeos la responsabilidad de mantener bien alto el pabellón azul y blanco de los argentinos. Estamos aquí, porque hemos preferido los hechos a las palabras. Estamos solos ante Dios y con nuestra determinación. Sin banderías políticas. Provenimos de todos los sectores nacionales y pertenecemos a militancias políticas distintas, pero estamos unidos porque creemos que eludir un compromiso es cobardía. Porque estamos luchando y lucharemos para devolver a nuestros hijos la imagen de la Patria que nos legaron los hombres de Mayo. Nosotros, con orgullo, nos hacemos cargo de esta herencia, con humildad, pero sin vacilaciones. Por esa Patria que tiene su historia escrita en gloriosas páginas de sangre. Por esa Patria que se merece el sacrificio de sus hijos para que nuevamente pueda brillar como ejemplo de Hispanoamérica. Nosotros, como pueblo argentino, es decir, en nombre de cuantos habitan nuestro suelo y en especial de la juventud argentina a la que pertenecemos, ponemos hoy nuestros pies en las Islas Malvinas argentinas para reafirmar con nuestra presencia la soberanía nacional y quedar como celosos custodios de la Azul y Blanca que ha de flamear altiva mientras haya hijos que respondan por ella. Quiera Dios ayudarnos en nuestra empresa. A Él encomendamos nuestras almas y en su fe forjamos nuestro coraje. O concretamos nuestro futuro. O moriremos con el pasado. Dado en Puerto Rivero de las islas Malvinas Argentinas a los 28 días del mes de septiembre de 1966. Fuente: Revista Así, Buenos Aires, 8 de octubre de 1966. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 DEBATE SOBRE EL GAUCHO RIVERO En 1966, la Cancillería consulta a la Academia Nacional de Historia sobre un pedido de fondos que había recibido para construir un monumento a Antonio Rivero. La Academia dictamina que el gaucho Antonio Rivero no es un patriota y que la revuelta del 26 de agosto de 1833 en las Islas Malvinas debe considerarse un “atentado”. Distintos historiadores rechazan este dictamen, advirtiendo que los miembros de la Academia confieren un crédito injustificado a las fuentes británicas disponibles e incurren en incoherencias a la hora de reconstruir la sublevación encabezada por Rivero. La encendida defensa de los “cóndores” que toma a su cargo Arturo Jauretche forma parte de esta polémica sobre la historia y la política nacionales. Fueron los “cóndores”, justamente, quienes al aterrizar en las Islas Malvinas bautizan como “Puerto Rivero” lo que hoy se conoce como “Puerto Argentino”. Dictamen de la Academia Nacional de de pistola y a sablazos; Pasos, al intentar huir, y la Historia del día 19 de abril en torno Ventura, también alevosamente. El móvil, según se desprende de la prevende la figura del gaucho Antonio Rivero Los documentos conocidos sobre el atentado de Antonio Rivero y sus siete compañeros, el 26 de agosto de 1833, son de origen británico. Su lectura permite conocer con cierto detalle cómo ocurrieron los hechos, con la base de las declaraciones de cinco testigos. No se desprende que un móvil patriótico impulsara a esos hombres a dar muerte al delegado y gente enviada por Luis Vernet, luego de cometida la usurpación de las Islas Malvinas por la corbeta Clío. No eran las víctimas, por lo tanto, soldados o marinos británicos, sino empleados del ex comandante político o militar del gobierno de Buenos Aires, enviados para vigilar sus intereses y defender sus derechos ante el nuevo ocupante intruso. Esos hombres no fueron muertos con las armas en la mano, aprestados para dar una lucha franca, sino cuando estaban ocupados en tareas pacíficas o en el solaz del descanso: el capitán Simón, salando cueros; el delegado Brisbane, entregado a la lectura de su casa; Dickson, muerto fríamente con disparo ción sumaria abierta, elevada desde el buque Spartiate, de estación en Río de Janeiro, al Almirantazgo, el 23 de marzo de 1835, fue que Rivero y los suyos recibían como paga, no dinero británico, sino billetes-papel para uso en el establecimiento de las Malvinas, en vez de papel moneda. La documentación conocida es indudablemente auténtica y, no obstante su origen, nada hace presumir que los hechos relatados no se ajustan a la verdad (…). Si no se aportan pruebas de que el levantamiento obedeció al noble propósito patriótico de expulsar a los usurpadores de la soberanía nacional, no corresponde el homenaje proyectado. Ricardo Caillet-Bois / Humberto F. Burzio Fuente: José Luis Muñoz Azpiri, Historia completa de las Islas Malvinas, tomo II, Buenos Aires, Editorial Oriente, 1966, en Pensar Malvinas, Buenos Aires, Ministerio de Educación de la Nación Argentina, 2014, p. 79. 1956 - 1976 221 1956 - 1966 222 Los Cóndores según Arturo Jauretche Vamos a comprobar cómo, aún ahora, actúa subconscientemente el hábito de pensar según esta zoncera [en referencia a “el mal que aqueja a la nación es la extensión”]. Está usted en su propio confesionario y sólo ante usted mismo. Pregúntese cómo reaccionó cuando un grupo de muchachones, el “Comando Cóndor”, hizo su incursión a las Islas Malvinas o cuando voló hasta ella Miguel L. Fitzgerald: ¿se sintió solidario con la aventura o sólo simuló sentirlo de dientes para afuera? ¿O en realidad consideró molesto el hecho? Pero vamos a objetivizar el test utilizando a un tercero. El Almirante Guzmán, que ostenta con el título de Gobernador de la Tierra del Fuego, el de las Islas Malvinas, viajaba como pasajero del avión al que el “Comando Cóndor” obligó a desviar el rumbo. ¿Conoce la anécdota? María Cristina Verrier, integrante del “comando”, le preguntó al Almirante Guzmán: –Señor Gobernador de las Islas Malvinas, ¿le gustaría pisar en las mismas? –Sería mi sueño –contesta el Almirante. –Le advierto que dentro de poco usted podrá hacerlo, pues en este momento el avión pone rumbo a las Islas. El Gobernador sonrió galantemente, pero dejó de hacerlo cuando pudo comprobar que el avión se internaba mar adentro. Entonces se puso serio… muy serio. Según la información periodística, el Gobernador se desprendió del cargo y lo pasó al Comandante de la Nave. Lo positivo es que en ningún momento intentó un acto de posesión y jurisdicción; por el contrario, y sin ninguna protesta formal, ni acto de afirmación de su “imperium”, desembarcó en el territorio de su gobierno y tomó relación con las autoridades británicas, como si hubiera descendido en la Luna o en Trapalandia. No pretendo dictar normas, pero se me ocurre que pudo tomar el mando del grupo y hacer la afirmación que “los Cóndores” pretendían, o cualquier otra cosa, pero de ninguna manera ratificar con su posición pasiva la dominación británica. Y mucho menos quedar después en el cargo de Gobernador de las Islas Malvinas que había resignado de hecho al aceptar sin protesta los actos de poder del Gobernador británico. Es cierto que de hacerlo hubiera comprometido su posición oficial y tal vez su situación en la carrera. Tal vez también hubiera tenido que compartir la cárcel con “los muchachones” del “Comando Cóndor”. Pero la vida es así, y los hombres, muchas veces, sin comerla ni beberla, se encuentran frente a la responsabilidad de la historia. El Gobernador Guzmán era además Almirante y estaba obligado a jugarse en ella. Prefirió salvar su gobernación y su retiro. Allá él. Además, ningún colega le pidió el “famoso tribunal de honor”. Pero olvidemos la gobernación y el grado, circunstancia calificante. Considerémoslo como si se tratara de un simple ciudadano argentino. Entonces la única explicación que surge de su conducta es esa desaprensión inculcada en el argentino de que nuestra reivindicación de las Malvinas es sólo cosa formal, de dientes para afuera, porque se trata de un territorio más en un país al que le sobra territorio, tanto que su extensión es un mal. ¿Pesó la zoncera en su conducta? Fuente: Arturo Jauretche, Manual de zonceras argentinas, Buenos Aires, Peña Lillo, 1968, en Pensar Malvinas, Buenos Aires, Ministerio de Educación de la Nación Argentina, 2014, p. 83. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 AGN 223 Gentileza Panorama - Colección Archivo Nacional de la Memoria El 28 de septiembre de 1966 un grupo de argentinos conocidos como “cóndores” y el director del diario Crónica, Héctor García (que viaja como pasajero invitado por Dardo Cabo) aterrizan en un avión Douglas DC-4 de Aerolíneas Argentinas en las Islas Malvinas. Fotografía de los integrantes del Operativo Cóndor en el suplemento especial de la revista Panorama que aparece el 28 de septiembre de 1966. 1956 - 1976 1956 - 1966 224 En 1966, Raymundo Gleyzer, director de cine que en 1973 creará junto a sus compañeros militantes del PRT el “Cine de la Base”, grupo de cineastas que tendrá como lema usar la cámara como arma de combate, se convierte en el primer camarógrafo en viajar a las Islas Malvinas. Allí filma Nuestras Islas Malvinas dentro de una serie de informes periodísticos para el noticiero Telenoche, uno de los informativos más importantes de la televisión argentina. El 27 de mayo de 1976 Raymundo Gleyzer es secuestrado por la dictadura cívico-militar. Aún permanece desaparecido. Imágenes de la vida cotidiana en la ciudad de Port Stanley que Raymundo Gleyzer filma para el documental Nuestras Islas Malvinas. Unos años después, los “Cóndores” bautizarán Port Stanley como “Puerto Rivero”. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Manifiesto del Grupo Espartaco El Grupo Espartaco, un movimiento de artistas plásticos argentinos fundado en 1959 (y que se disolverá en 1968), cuenta entre sus principales miembros con Ricardo Carpani, Carlos Sessano, Raúl Lara, Esperilio Bute, Elena Diz, Mario Mollari, Juan Manuel Sánchez, Pascual Di Bianco y Franco Venturi. En abril de 1961, poco antes de que Carpani y Di Bianco se marchen, el grupo presenta su manifiesto “por un arte revolucionario”. Desde una perspectiva antiimperialista, que rechaza el “coloniaje cultural”, el movimiento reivindica la necesidad de colocar la cuestión del arte nacional en el horizonte de la gran “Nación latinoamericana” y recupera la tradición del muralismo mexicano. Para este grupo, “este arte latinoamericano, considerando las características sociales y políticas de nuestro continente”, no podrá más que presentar un carácter revolucionario. Por un arte revolucionario. Ubicación Latinoamericana Es evidente que en nuestro país, a excepción de algunos valores aislados, no ha surgido hasta el momento una expresión plástica trascendente, definitoria de nuestra personalidad como pueblo. Los artistas no podemos permanecer indiferentes ante este hecho, y se nos presenta con carácter imperativo la necesidad de llevar adelante un profundo estudio del origen de esta frustración. Si analizamos la obra de la mayor parte de los pintores argentinos, especialmente de aquellos que la crítica ha llevado a un primer plano, observaremos como característica común el total divorcio con nuestro medio, el plagio sistematizado, la repetición constante de viejas y nuevas fórmulas, que si en su versión original constituyeron auténticos hallazgos artísticos, al ser copiados sin un sentido creativo se convierten en huecos balbuceos de impotentes. Las causas determinantes de esta situación están en la base misma de nuestra vida económica y política, de la cual la cultura es su resultado y complemento. Una economía enajenada al capital imperialista extranjero no puede originar otra cosa que el coloniaje cultural y artístico que padecemos. La oligarquía, agente y aliada del imperialismo, controla directa o indirectamente los principales resortes de nuestra cultura, y, a través de ellos, enaltece o sume en el olvido a los artistas seleccionando únicamente a aquellos que la sirven. Constituye, además, por ser la clase más pudiente, el principal mercado comprador de obras artísticas. En virtud de los intereses que representa se caracteriza en el plano cultural por una mentalidad extranjerizante, despreciativa de todo lo genuinamente nacional y por lo tanto popular. El resultado de todo esto es que el artista no tiene otro camino para triunfar que el de la renuncia a la libertad creadora, acomodando su producción a los gustos y exigencias de aquella clase, lo que implica su divorcio de las mayorías populares que constituyen el elemento fundamental de nuestra realidad nacional. Es así como, al dar la espalda a las necesidades y luchas del hombre latinoamericano, vacía de contenido su obra, castrándola de toda significación, pues ya no tiene nada trascendente que decir. Se limita entonces a un mero 1956 - 1976 225 1956 - 1966 226 juego con los elementos plásticos, virtuosismo inexpresivo, en algunos casos de excelente técnica, pero de ninguna manera arte, ya que este sólo es posible cuando se produce una total identificación del artista con la realidad de su medio. No se piense que esta última sea una afirmación arbitraria: constituye un problema que hace a la esencia misma del arte. En efecto, un arte nacional es la única posibilidad que existe de hacer arte. A través de las mejores obras de los más grandes artistas de la historia, percibimos ante todo, el espíritu de la sociedad que las engendró. No puede ser de otra manera, ya que el artista es un hombre y todo hombre se conforma fundamentalmente según los elementos sociales que gravitan sobre él: productor de la sociedad, al expresarse artísticamente, si lo hace en un sentido profundo y con sinceridad, dará expresión, de un modo inevitable, al medio que lo rodea. El ritmo del crecimiento histórico es variable para cada sociedad y esa variación es el principal elemento incidente en el origen de las nacionalidades. En consecuencia toda obra artística, por el hecho de ser una expresión social, necesariamente ha de ser también una expresión nacional. Generalizando, podría decirse que el arte surge como el resultado de una necesidad de expresión individual, que al concretarse será una expresión nacional, pues el individuo fundamentalmente es producto de la nación, y culminará finalmente, en expresión universal, ya que los problemas trascendentes del hombre son universales. El problema del surgimiento de un arte nacional en nuestro país determina el verdadero alcance que debe tener para nosotros el término “nacional”. Unidad geográfica, idiomática y racial; historia común, problemas comunes y una solución de esos problemas que sólo será factible mediante una acción conjunta, hacen de Latinoamérica una unidad nacional perfectamente definida. La gran Nación Latinoamericana ya ha tenido en Orozco, Rivera, Tamayo, Guayasamín, Portinari, etc., fieles intérpretes que partiendo de las raíces mismas de su realidad han engendrado un arte de trascendencia universal. Este fenómeno no se ha dado en nuestro país salvo aisladas excepciones. El arte latinoamericano, considerando las características sociales y políticas de nuestro continente, ha de estar necesariamente imbuido de un contenido revolucionario, que será dado por el libre juego de los elementos plásticos en sí, prescindiendo de la anécdota desarrollada, si es que la hay. La anécdota podrá tener una importancia capital para el artista cuando aborda una temática que siente profundamente y en la cual encuentra inspiración; pero en última instancia no constituye el elemento que justifica y determina la validez intrínseca de la obra de arte, ni es de ella que emana el contenido de su trabajo. De ahí lo absurdo de cierto tipo de pintura pretendidamente revolucionaria que se limita a describir escenas de un revolucionarismo dudoso, utilizando un realismo caduco y superado. No es de extrañar entonces que por su misma inoperancia esta pintura sea tolerada, y hasta en cierto modo favorecida, por aquellos mismos que combaten toda expresión artística auténticamente nacional y revolucionaria. Es imprescindible dejar de lado todo tipo de dogmatismo en materia estética; cada cual debe crear utilizando los elementos plásticos en la forma más acorde con su temperamento, aprovechando los últimos descubrimientos y los nuevos caminos que se van abriendo en el panorama artístico mundial y que constituyen el resultado de la evolución de la Humanidad, pero eso sí, utilizando estos nuevos elementos con un sentido creativo personal y en función de un contenido trascendente. Todo intento de creación de un arte nacional es consecuentemente combatido por ciertos críticos al servicio de la prensa controlada por el capital imperialista. Se ha apelado a MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 todos los recursos, desde el ataque directo, en nombre de una universalidad abstracta, hasta la rumbosa presentación de algo que, como arte nacional, ni siquiera es arte. Se trata en verdad de refractar en el campo de la creación artística, el sometimiento económico y político de las mayorías, pero simultánea e indisociablemente, sus luchas por emanciparse. Porque en la medida en que el arte llama y despierta el inconsciente colectivo de la humanidad, pone en movimiento las más confusas aspiraciones y deseos, exalta y sublima todas las represiones a que se ve sometido el hombre moderno, es un poderoso e irresistible instrumento de liberación. El arte es el libertador por excelencia y las multitudes se reconocen en él, y su alma colectiva descarga en él sus más profundas tensiones para recobrar por su intermedio las energías y las esperanzas. De ahí que para nosotros el arte sea un insustituible arma de combate, el instrumento precioso por medio del cual el artista se integra con la sociedad y la refleja, no pasiva sino activamente, no como un espejo sino como un modelador. De las manos de la nueva generación de artistas latinoamericanos habrá de salir el arte de este continente, que aún no ha realizado su unidad; quizá le esté reservado por este arte revolucionario realizarla antes en la esfera creadora como síntoma de la inevitable unificación política. Pues no sería la primera vez en la historia que el arte se anticipa a los hechos económicos o políticos; y tal vez en ello reside su grandeza. Partiendo de la realidad, la prefigura y la renueva. Estos objetivos se cumplirán mediante una doble acción: el arte, no puede ni debe estar desligado de la acción política y de la difusión militante y educadora de las obras en realización. El arte revolucionario latinoamericano debe surgir, en síntesis, como expresión monumental y pública. El pueblo que lo nutre deberá verlo en su vida cotidiana. De la pintura de caballete, como lujoso vicio solitario, hay que pasar resueltamente al arte de masas, es decir, al arte. Grupo “Espartaco” Abril de 1961 Gentileza Juan Manuel Sánchez Fuente: Documento disponible en http://www.fba.unlp.edu.ar/muralismo/manifiesto_grupo_espartaco.html “Sin título”, de Juan Manuel Sánchez, óleo sobre lienzo, 1959. 1956 - 1976 227 1956 - 1966 228 Editorial de Pasado y Presente Nº 1 (Selección) POR JOSÉ ARICÓ La revista Pasado y Presente contribuye, a partir de los años sesenta, a la renovación teórica y cultural del marxismo argentino. En esta etapa, que se extiende entre 1963 y 1965 a través de nueve números, la publicación se produce y se sostiene desde la ciudad de Córdoba, desafiando la hegemonía porteña en este tipo de intervenciones editoriales. Este primer editorial, escrito por José Aricó, que termina de desencadenar la ruptura de este grupo con el Partido Comunista Argentino, presenta algunos de los temas de la revista: la cuestión generacional, el intento de pensar un socialismo a tono con las realidades nacional y sudamericana, el papel de los intelectuales en la construcción de la contrahegemonía y su vínculo con las clases trabajadoras. Además de Aricó, en la primera etapa de Pasado y Presente escribirán Oscar del Barco, Juan Carlos Portantiero, Juan Carlos Torre, Héctor Schmucler y Francisco Delich, entre otros. “Cómo y por qué el presente es una crítica del pasado además de su superación. ¿Pero el pasado debe por esto ser rechazado? ¿Es preciso rechazar aquello que el presente criticó en forma ‘intrínseca’ y aquella parte de nosotros que a él corresponde? ¿Qué significa esto? Que debemos tener conciencia exacta de esta crítica real y darle una expresión no sólo teórica sino política. Vale decir, debemos ser más adherentes al presente que hemos contribuido a crear, teniendo conciencia del pasado y de su continuarse (y revivir).” Antonio Gramsci I En la gestación de una revista de cultura siempre hay algo de designio histórico, de “astucia de la razón”. Algo así como una fuerza inmanente que nos impulsa a plasmar cosas que roen nuestro interior y que tenemos urgente necesidad de objetivar. No es por ello desacertado buscar en las revistas el desarrollo del espíritu público de un país, la formación, separación o unificación de sus capas de intelectuales. Puesto que al margen de lo anecdótico, toda revista es siempre la expresión de un grupo de hombres que tiende a manifestar una voluntad compartida, un proceso de maduración semejante, una posición común frente a la realidad. Expresa, en otras palabras, el vehemente deseo de elaborar en forma crítica lo que se es, lo que se ha llegado a ser, a través del largo y difícil proceso histórico que caracteriza la formación de todo intelectual. Es el conocimiento de uno mismo el que en un proceso singular torna a ser recorrido nuevamente, pero esta vez racionalizando MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 en un esquema coherente esa infinidad de experiencias que hemos recibido sin beneficio de inventario. Esas huellas que la vida ha impreso y que al permitirnos reconstruir nuestra biografía, dan también como resultado la reconstrucción de una parcela de la historia del país, vista desde un ángulo personal o de grupo. La crónica se transforma en historia. De allí entonces que no otra cosa que el oscuro y contradictorio cuadro de la realidad de las últimas décadas, sea el objeto del inventario de quienes hoy coincidimos en emprender la aventura que presupone editar en el país una revista. Pasado y Presente intenta iniciar la reconstrucción de la realidad que nos envuelve, partiendo de las exigencias planteadas por una nueva generación con la que nos sentimos identificados. Lo que no significa negar o desconocer lo hecho hasta el presente, sino incorporar al análisis esa urgente y poderosa instancia que nos impulsa en forma permanente a rehacer la experiencia de los otros, a construir nuestras propias perspectivas. Será por ello la expresión de un grupo de intelectuales con ciertos rasgos y perfiles propios, que esforzándose por aplicar el materialismo histórico e incorporando las motivaciones del presente, intentará soldarse con un pasado al que no repudia en su totalidad pero al que tampoco acepta en la forma en que se le ofrece. Nadie puede negar que asistimos hoy en la Argentina a la maduración de una generación de intelectuales que aporta consigo instancias y exigencias diferentes y que tiende a expresarse en la vida política con acentos particulares. No queremos hacer aquí el examen del conjunto de acontecimientos que condujeron a esa maduración. Será tema de futuras entregas elucidar cómo se fue abriendo un abismo cada vez más profundo entre la visión optimista y retórica de una Argentina ficticia, irreal, que la cultura “oficial” se esforzó por inculcarnos y la lucidez conceptual, la creciente aptitud para descubrir las causas reales de la crisis nacional que ha ido adquiriendo esta nueva generación. Sólo deseamos reivindicar la validez intrínseca del nuevo “tono” nacional, de la poderosa instancia que ella aporta a la acción transformadora. Comprendemos cuán importante es que sea valorada en sus justos términos por la conciencia política de la clase que aspira a reconstruir en un sentido socialista al país, si se quiere evitar la esterilización de tantos vivos fermentos renovadores y la interrupción de esa dialéctica unidad de pasado y presente que debe conformar toda historia en acto, vale decir toda política. Lo que aquí señalamos no significa de manera alguna caer en la visión interesada de quienes en el concepto de “generación” buscan un eficaz sustituto a aquel más peligroso de “clase social”. Sin embargo, depurado de todo rasgo biológico o de toda externa consideración de tiempo o edades e “historizado”, el concepto de generación se torna pleno de significado. Convertido en una categoría histórica-social, válida sólo en cuanto integrante de una totalidad que la comprenda y donde lo fundamental sea la mención al contenido de los procesos que se verifican en la sociedad, se transforma en una útil herramienta interpretativa. Desde esta perspectiva, ¿cuándo se puede hablar de la existencia de una nueva generación? Cuando en la orientación ideal y práctica de un grupo de seres humanos unidos más que por una igual condición de clase por una común experiencia vital, se presentan ciertos elementos homogéneos, frutos de la maduración de nuevos procesos antes ocultos y hoy evidentes por sí mismos. No siempre en la historia se perfila una nueva generación. Pero hay momentos en que un proceso histórico, caracterizado por una 1956 - 1976 229 1956 - 1966 230 pronunciada tendencia a la ruptura revolucionaria, adquiere una fuerza y una urgencia tal que es visto y sentido de la misma forma por una capa de hombres en los que sus diversos orígenes sociales no han logrado aún transformarse en concepciones de clases cristalizadas y contradictorias. ¿Se está produciendo este fenómeno en nuestro país? Creemos que sí. Basta observar con un mínimo de atención esa amplia escala de hombres que van de los 25 a los 35 años –reconociendo empero cuanto de aproximativo hay en la estimación– para comprender que tienen algo en común. Que los une un mismo deseo de hacer el inventario por su cuenta, que desean ver claro y que para ello apelan a la franqueza rechazando la demagogia, la grandilocuencia, las mentiras, el disfraz de una realidad que comienzan a desnudar y a comprender en toda su dialéctica complejidad. Que más que las palabras les interesan las esencias, los contenidos. Una generación que no reconoce maestros no por impulsos de simplista negatividad, sino por el hecho real de que en nuestro país las clases dominantes han perdido desde hace tiempo la capacidad de atraer culturalmente a sus jóvenes mientras el proletariado y su conciencia organizada no logran aún conquistar una hegemonía que se traduzca en una coherente dirección intelectual y moral. Es preciso partir de esta dolorosa realidad para comprenderla en su raíz y transformarla. Pues no se trata de lamentarnos de las cosas que hicieron o dejaron de hacer quienes nos precedieren. Se trata sí de comprender que la limitación apuntada más que estructural es circunstancial, transitoria, y que la maduración de una generación nueva que se caracteriza por su inconformismo y espíritu renovador es otro indicio, y muy importante, del lento y contradictorio proceso de conquista de una conciencia histórica de parte del proletariado y de sectores considerables de capas medias, en especial del que conforma nuestra intelectualidad en el más amplio sentido de la palabra. Si la insurgencia “generacional” argentina tiende a resolverse en la maduración de una conciencia revolucionaria, no debemos por ello olvidar que este proceso sigue vías aún demasiado internas, autónomas con respecto a la acción proletaria. Que el disconformismo de los nuevos grupos intelectuales no se encauza todavía con la suficiente energía hacia el plano de la acción revolucionaria, de su fusión concreta con la lucha de la clase que aspira a destruir toda forma de explotación humana. Y de allí el peligro que las clases dominantes puedan desviar esta tendencia mediante una acción transformista que diluya en la pura “insurgencia” impulsos que son profundamente renovadores. El transformismo conservador –tan habitual en nuestra historia– es siempre factible por la naturaleza del proceso que conduce al despegamiento de su clase de las nuevas capas de intelectuales provenientes de la burguesía. En su permanente aspiración a convertirse en los dirigentes de la sociedad y por ende de la clase que encarna el movimiento real de la negatividad histórica, se traduce “en forma inconsciente” el afán de realizar por su cuenta la hegemonía que su clase es incapaz de lograr. Pero en los momentos de crisis total de la sociedad tienden, como señala con agudeza Gramsci, a “volver al redil”. Sin embargo, no es “inevitable” que el proceso se produzca de la manera que destacamos. La historia no es el campo de acción de leyes inexorables, sino la resultante de la acción de los hombres en permanente lucha por la conquista de los fines que se plantean, aun cuando condicionados por las circunstancias con que se encuentran. Todo depende, en última instancia, del juego de las fuerzas en pugna, del equilibrio de poder entre MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 las clases en que se encuentra escindida la sociedad. De allí que pueda ocurrir –es más, que ocurra con frecuencia– que cuando el proletariado tiende a devenir históricamente capaz de asumir la dirección total del país, el proceso se invierta y las nuevas capas de intelectuales se transformen, a través de un desarrollo muy capilar y hasta doloroso, caracterizado por sucesivos desgarramientos, en intelectuales de la clase obrera. Un proceso que compromete toda la “persona” del intelectual y que exige como condición imprescindible para producirse un mayor empeño práctico, una mayor “obsesión política-económica” al decir de Gramsci. Sin ella, es difícil concebir que pueda desarrollarse con éxito la superación del individualismo, necesaria a los fines de la conquista de una unidad raigal y profunda del intelectual con el pueblo. La dualidad apuntada en el proceso de maduración demuestra que estas condiciones no se dan con la plenitud que es de desear. Es aún limitada la presencia hegemónica del proletariado, pues inciden sobre él demasiados residuos corporativos, prejuicios, incrustaciones de ideologías provenientes de otras clases, que le impiden comprender con la profundidad que exigen las circunstancias la tarea histórica que debe realizar como futura clase dirigente del país. Y este hecho dificulta a su vez su poder de captación de las nuevas promociones intelectuales. De esta limitación debe partir en su análisis el marxismo militante, pues sin su superación es inconcebible la estructuración del nuevo bloque histórico de fuerzas necesario para encarar la reconstrucción nacional. Partir de ella para comprenderla en toda su significación y poder así extraer su sentido y no engañarse con las exterioridades. Para poder actuar con profundidad y coherencia sobre una realidad que cada generación torna nueva, distinta de la precedente. Si el marxismo en cuanto historicismo absoluto puede ayudar a la izquierda a comprender la dinámica generacional, el permanente replanteo de la cuestión de los “viejos” y los “jóvenes”, es siempre a condición del esfuerzo por renovarse, por modernizarse, por superar lo envejecido, que debe estar en la base de la dinámica de toda organización revolucionaria. Cuando se parte del criterio de que somos los depositarios de la verdad y que en la testarudez o en la ignorancia de los demás reside la impotencia práctica de aquella; cuando concebimos a la organización revolucionaria como algo concluido, terminado, como una especie de edificio donde lo único que faltan colocar son los visillos de las ventanas, damos la base para que entre nosotros mismos se replantee, y esta vez en forma virulenta, un “conflicto” que no es esencial, estructural, en el proletariado y menos en su vanguardia organizada. Un conflicto que está vinculado a la existencia de clases dominantes y a las dificultades que ellas encuentran para dirigir a sus “jóvenes”. Recordemos las palabras con que Giancarlo Pajetta advertía sobre este peligro: “No habremos aprendido de nuestra experiencia y de nuestra doctrina si creyéramos que poseemos una verdad bella y terminada y exigiéramos a los demás hombres que vinieran a aprenderla, como un fácil catecismo. Entonces nuestro partido no estaría vivo, no vería afluir a los jóvenes con entusiasmo y con heroísmo, sería un museo o una galería de solemnes oleografías o simplemente un partido conservador en vez de revolucionario”. He aquí por qué para que la vanguardia política de la clase revolucionaria pueda facilitar el proceso de “enclasamiento” de las nuevas promociones intelectuales en los marcos del proletariado y en sus propias filas es preciso en primer lugar reconocer la validez de la instancia generacional, 1956 - 1976 231 1956 - 1966 232 no tener nunca miedo de la obsesión por ver claro, de la “irrespetuosidad” del lenguaje, del deseo permanente de revisión del pasado que la caracteriza. Y además comprender cómo se desarrolla y cambia la realidad, no permanecer nunca atado a viejos esquemas, a viejos lenguajes y posiciones. Comprender que la historia es cambio, transformación, renovación y que es siempre preciso estar dentro de ella. (…) III Cuando al iniciar estas notas señalábamos la conveniencia de estudiar a través de la historia de las revistas culturales el desarrollo del espíritu público en el país, el proceso de conformación de los intelectuales argentinos, indicábamos un camino de búsqueda no suficientemente utilizado. Nuestros investigadores se sienten más propensos a hacer reposar sobre la mayor o menor originalidad de singulares personalidades el análisis de problemas que sólo pueden ser resueltos en la medida en que se los ubica en el terreno de la formación de los intelectuales, vale decir, en el estudio de los procesos que conducen a la diferenciación dentro de una estructura social determinada de una categoría de hombres que desempeñan vitales funciones de organización y conexión. No podemos decir que alguna vez se haya intentado analizar integralmente nuestro desarrollo político-cultural partiendo de las diferenciaciones reales producidas en el cuerpo de la nación, de la formación y desarrollo de categorías especializadas en el ejercicio de la función intelectual. Uno de nuestros propósitos es poder ofrecer en una próxima entrega de Pasado y Presente un análisis de conjunto de los distintos nudos históricos de formación de los intelectuales argentinos, enfocados a través de una serie de ensayos monográficos. Aquí basta señalar cómo, a partir de la Organización Nacional, paralelamente a la estructuración y desarrollo del mercado nacional único y a la conformación de la Argentina como un país capitalista “moderno”, integrado en una posición subalterna en la división internacional del trabajo, se produce un considerable desarrollo de la categoría de los intelectuales, especialmente de la que ocupa los elevados escalones de la actividad científica, artística y literaria. En cuanto “funcionario” de la superestructura, los perfiles del intelectual y del papel que cumple en el seno de la sociedad aparecen cada vez más diferenciados en comparación con el siglo pasado, cuando la estructura social era más gelatinosa e indiferenciada. Pero la progresiva distinción de la actividad intelectual como labor en sí y las necesidades creadas por la nueva sociedad de masas que emerge de la industrialización capitalista, no podía dejar de estar acompañada por el surgimiento y expansión de nuevas instituciones culturales, algunas de las cuales como la organización escolar y el periodismo adquieren un desarrollo considerable. El florecimiento pleno de un periodismo “superior”, estructurado bajo las variadas formas de revistas de política cultural, que se produce desde comienzos de siglo, pero que se torna más evidente después de la Primera Guerra Mundial, está vinculado al proceso de modernización y complejización de nuestra sociedad. En cuanto centro de elaboración y difusión ideológica, y de vinculación orgánica de extensos núcleos de intelectuales, la revista constituye una “institución cultural” de primer orden y su importancia es cada vez mayor en la sociedad moderna. Todo movimiento cultural, todo proceso de modificación de estructuras culturales envejecidas, casi siempre estuvieron vinculados a órganos de expresión, a distintos tipos de revistas que por tal motivo se MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 constituían en verdaderos centros formadores de las más diversas instituciones culturales. Por su acción integradora de las funciones intelectuales, las revistas cumplen en la sociedad un papel semejante al del Estado o de los partidos políticos, aunque las diferencia de los partidos una permanente función elaboradora de “técnicas culturales”. Y no siempre esta distinción ha sido suficientemente tenida en cuenta por las publicaciones que mantienen una directa vinculación con las organizaciones políticas. Pero las revistas pueden cumplir con esta verdadera acción de organización de la cultura sólo en cuanto devienen centros de elaboración y homogeneización de la ideología de un bloque histórico en el que la vinculación entre élite y masa sea orgánica y raigal. Hubo períodos en la historia del país en que la necesidad impostergable de esclarecerse a sí mismos para tornar clara la acción, el deseo de desentrañar las raíces de nuestras desgracias nacionales, se expresó a través de la plena expansión de todo tipo de publicaciones literarias y culturales, algunas de ellas de indudable importancia histórica. Pero hubo momentos, como los actuales, en que el progresivo deterioro de los habituales centros de organización cultural y la ausencia de nuevos centros unitarios de aglutinamiento y homogeneización de los intelectuales, se expresó también en la labilidad de sus órganos de expresión. La actual dispersión y el fraccionamiento creciente de la intelectualidad argentina, la división en pequeñas élites incomunicadas entre sí y aisladas del cuerpo real de la nación no puede dejar de manifestarse en la dolorosa ausencia de revistas de envergadura nacional, en la absoluta pobreza de las páginas literarias de los grandes rotativos, en la falta de órganos de expresión que nos vinculen con nuevas problemáticas y conocimientos. Hoy si se quiere eludir el provincianismo creciente de nuestra cultura es preciso suscribirse a las revistas extranjeras. Muy pocas son las publicaciones que mantienen a través de su estructura, de su contenido y empeño una vinculación permanente, orgánica con la realidad nacional y mundial. La mayoría de las publicaciones actuales o son verdaderas empresas industriales en las que prima la búsqueda de beneficios, u “órganos” de reducidas élites sin homogeneidad de formación ni unidad de objetivos. De allí la permanente tendencia a la escisión, al fraccionamiento que impera en dichos grupos, y que limita en forma considerable su influencia y esteriliza su acción corrosiva de las viejas estructuras culturales. Ocurre con frecuencia que el afán por sobrevivir, por estar a la altura de los tiempos, impulsa algunas de ellas al “modernismo”, a la exaltación gratuita de la última moda europea, a no buscar con la suficiente seriedad crítica una correcta mediación entre las más valiosas conquistas del pensamiento extranjero y nuestra realidad, cayendo así en una suerte de “provincianismo” bastante anacrónico. Es claro que la superación de estos vicios presupone cambios sustanciales en el plano de conjunto de la realidad nacional, pero implica en primera instancia una transformación del concepto tradicional de cultura, la lucha contra toda espontaneidad y por un nuevo sentido de la organización cultural y también un empeño más unitario, un esfuerzo mayor de los intelectuales para superar el relativo aislamiento y estructurar nuevos centros de elaboración y difusión cultural. Nuestra historia registra la existencia de revistas que aun cuando desde planos diferentes contribuyeron poderosamente a compaginar una determinada estructura cultural. 1956 - 1976 233 1956 - 1966 234 Que por ser expresión de grupos unitarios de intelectuales incidieron en la vida nacional introduciendo nuevos gustos y sentidos de la cultura, nuevas tendencias del pensar. ¿Quién podría negar la importancia de revistas como Nosotros, Revista de Filosofía, Martín Fierro, Claridad, o aun más reciente, la misma Sur? ¿O quién podría desconocer la influencia que en Latinoamérica, pero también en nuestro país tuvo Amauta, la por tantos motivos precursora revista de Mariátegui? Sin embargo, no podríamos afirmar que dichas revistas hayan logrado modificar sustancialmente el permanente divorcio entre los intelectuales y el pueblo-nación que caracteriza a nuestros procesos culturales. Uno quizás de los intentos más serios por estructurar una nueva relación ideológica-moral con el conjunto de la realidad nacional en su complejo devenir histórico, haya sido el de Contorno… Ninguna como ella, entre sus contemporáneas, se caracterizó por un deseo igual de posesionarse de la realidad, por una búsqueda tan acuciante de las raíces de nuestros problemas. Ninguna logró como ella conformar un equipo tan homogéneo ni adquirir la importancia cultural que tuvo. Fue quizás la revista más “avanzada” de lo que ha dado en llamarse izquierda independiente argentina. Vale decir, del conjunto de intelectuales más jóvenes e inconformistas de nuestras capas medias que se sentían llamados a realizar la reconstrucción nacional, la conquista de la ansiada síntesis reparadora entre las masas dirigidas ideológicamente por el peronismo y la nueva clase dirigente en gestación que militaba en los rangos del frondizismo. Y todo ello logrado sin apelar a la izquierda marxista-leninista, que era de hecho marginada del proceso y considerada absolutamente ajena a nuestra realidad. Una vez más, la actitud paternalista de las viejas clases dirigentes se servía del inconformismo de sus “jóvenes” para revitalizar el intento de captación del proletariado. Y es esta la conclusión a la que arribó Ismael Viñas en el último número aparecido de Contorno, dedicado precisamente al análisis del frondizismo, cuando señalaba la necesidad de superar “la tendencia que tenemos los hijos de las clases medias a abdicar del privilegio económico en que nos encontramos, pero sólo a condición de intentar reemplazarlo por el acatamiento que presten las clases proletarias a nuestro liderazgo”. La experiencia de Contorno puede sernos bastante aleccionadora, pues aun cuando su desaparición en plena era frondizista expresa el naufragio de una esperanza, la quiebra de una ilusión imposible en la Argentina actual, es al mismo tiempo un claro índice de las limitaciones presentes de la “autonomía” política del proletariado y de la aún débil puesta en acción de la capacidad intrínseca de captación que posee la filosofía de la praxis. La experiencia de Contorno nos invita, por tanto, a la crítica de una ilusión, pero nos obliga también a la autocrítica asunción de nuestras responsabilidades. Puesto que la tarea que se planteaba Contorno queda aún por resolver. La creación de los puentes que permitan establecer un punto de pasaje entre el proletariado y los intelectuales, entre el proletariado y sus aliados naturales, la conquista de una corriente concreta que englobe clase obrera y capas medias, de una totalidad que no excluya a los otros sectores destinados a conformar el bloque histórico revolucionario, es aún un objetivo a alcanzar. Lo que sí ha quedado claro, hasta para los mismos ex redactores de Contorno, es que esto sólo puede ser factible si se cambia el punto de partida, si en lugar de ocultar o menospreciar al marxismo militante se lo coloca como punto de arranque de una verdadera política de unificación cultural destinada a otorgar al proletariado la plenitud de MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 su conciencia histórica. Y es esto lo que debe plantearse como tarea esencial toda revista que se considere de izquierda. Un órgano de cultura que se fije esos objetivos es hoy imprescindible. Una revista que sea la expresión de un grupo orgánico y hasta cierto punto homogéneo de intelectuales, conscientes del papel que deben jugar en el plano de la ideología y responsables del profundo sentido político en que hay que proyectar todo su trabajo de equipo. Que tienda a facilitar, tornándolo más claro y consciente, el proceso de “enclasamiento” de la intelectualidad pequeñoburguesa en los marcos de la clase portadora del futuro. Pero que a la vez, por no estar enrolada en organismo político alguno y por contar entre sus redactores hombres provenientes de diversas concepciones políticas, se convierta ella misma en un efectivo centro unitario de confrontación y elaboración ideológica de todas aquellas fuerzas que se plantean hoy la necesidad impostergable de una renovación total de la sociedad argentina. Y esta función espera cumplir Pasado y Presente. Claro está que una revista que aspira a convertirse en el instrumento de un nuevo sentido de la organización cultural no puede dejar de plantearse hacia dónde va dirigida, a qué masa de lectores pretende influir y organizar y qué obstáculos debe superar para la conquista de una unificación cultural verdaderamente nacional y popular. IV Esta es una cuestión esencial, ya que las clases dominantes del país también aplican una política de unificación cultural aunque concebida como medio para impedir al pueblo la adquisición de una conciencia plena de las contradicciones de la vida real, la búsqueda objetiva de la verdad, el conocimiento histórico y de clase que le permita al mismo tiempo el pleno desarrollo de la personalidad humana. Una política que en última instancia es la de la anticultura. Contra esto es preciso anteponer una acción en el plano ideal y práctico por una nueva cultura de masas que signifique una toma de conciencia más profunda, más dialéctica de la vida real y que sólo puede darse en la medida en que se dé una presencia autónoma, independiente en el plano ideológico y político de la clase obrera. La mención del papel decisivo que debe jugar el proletariado en esta acción, no deriva simplemente del punto de partida ideológico que adoptamos. Expresa, por el contrario, lo “nuevo” que caracteriza el desarrollo de las fuerzas productivas del país en las últimas décadas y que está dado por el crecimiento impetuoso de la clase obrera, su concentración en grandes empresas industriales y el correlativo aumento de su peso y conciencia política. Una revista que se edita en Córdoba no puede desconocer la profunda transformación que se está operando en la ciudad y que tiende a convertirla rápidamente en un moderno centro industrial de considerable peso económico. El proceso de crecimiento de la industria al disgregar la arcaica estructura “tradicional” sobre la que se asentaba la función burocrática-administrativa cumplida por la ciudad ha contribuido a transformar también el clásico distanciamiento ciudad-campo que caracteriza la historia de nuestra región. Sería interesante rastrear en el pasado cómo se configuró este distanciamiento. Retomar el discurso que con profunda sagacidad crítica iniciara Sarmiento en el Facundo. Sin embargo, podemos quizás afirmar que las transformaciones provocadas han abierto las 1956 - 1976 235 1956 - 1966 236 posibilidades para que esta ciudad, tradicionalmente vuelta de espaldas al campo, pueda cambiar de función y estructurar una unidad profunda con las fuerzas rurales innovadoras, vale decir, que la Córdoba monacal y conservadora comience a perfilarse como uno de los centros políticos y económicos de la lucha por la reconstrucción nacional. Ante esta realidad, en constante proceso de transformación, no siempre la izquierda logró ubicarse correctamente superando el dilema de una consideración puramente ideológica y por tanto abstracta y metafísica del nuevo contorno social o el empirismo sociológico al que tan afectos se muestran los “tecnócratas” desarrollistas frigerianos. Difícil es superar la permanente polaridad entre ideología y ciencia, conocimiento histórico y metodología científica, totalidad y empirismo (o más concretamente revolución y reforma). En esencia, tales polaridades no son más que expresiones cristalizadas de una peligrosa escisión entre teoría y práctica. Cuando consideramos a la teoría como “justificadora” de una práctica política determinada, o a esta última como “ejemplificación” de una concepción general “ya terminada”, no tenemos una conciencia plena de que ambas posiciones son manifestaciones ideológicas de un distanciamiento real producido en la unidad intelectuales-masa, ya que en toda organización revolucionaria la perfecta identidad de teoría y práctica siempre se plantea en el terreno de la coincidencia entre dirección y base, dirigentes y dirigidos, élites y masa, intelectuales y pueblo. Cuando el delicado sistema de relaciones comunicantes que constituye la estructura de un partido revolucionario se obtura, fundamentalmente a causa de las cristalizaciones dogmáticas, se escinde esa dialéctica unidad de base y dirección que permite al partido comportarse como un verdadero “intelectual colectivo”. La infatigable labor de muestreo sociológico que cotidianamente realizan sus militantes en el trabajo en las fábricas, escuelas o talleres, escuchando, conociendo, analizando, impulsando acciones, no logran ser unificadas en un todo único, “generalizadas” por así decir. Quedan reducidas al mero papel de “ejemplos” de una totalidad ya definida de antemano. Se produce así un cierto desapego de la organización con respecto a la realidad, una cierta dureza para seguir atentamente esa realidad en todo su desarrollo, para encontrar lo nuevo y rechazar el estereotipo, el lugar común, las posiciones preconstituidas. Una cierta incapacidad para compaginar la fidelidad a los principios revolucionarios y la firme voluntad de luchar por las transformaciones necesarias, con una consideración profundamente científica y por ello verdadera de la realidad. Sin embargo, lo que no siempre logran entender los sociólogos “puros” es que en esa cotidiana labor práctica de los militantes revolucionarios, en esa acción constante sobre la realidad reside la garantía de la superación de las circunstanciales dificultades históricas que pueda atravesar el marxismo que, en cuanto conciencia crítica de la acción transformadora, puede concebirse a sí mismo en forma absolutamente historicista y someterse por ello a una permanente y despiadada autocrítica. Más que de un prematuro “envejecimiento” del marxismo hoy convendría hablar, con mucha mayor precisión, de una verdadera crisis del pensamiento dogmático. La realidad exige hoy de parte de la izquierda una comprensión cabal de la complejidad de los cambios que acarrea en el cuerpo de la nación, o en nuestro caso de la ciudad, la transformación de una sociedad “tradicional” en una sociedad “industrial”. Pero ocurre a veces que por aferrarnos a un esquema predeterminado nos comportamos ante MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 esa realidad como si estuviésemos frente a simples cambios en el interior de una totalidad ya conocida. Partiendo de un correcto análisis global de la sociedad argentina y de la permanencia histórica de sus líneas estructurales más generales, no siempre tuvimos una noción exacta de cómo esos “islotes” de capitalismo moderno en el seno de una sociedad subdesarrollada fueron adquiriendo paulatinamente un peso considerable en la vida política y económica del país, entre otras cosas porque contienen en su interior las fuerzas destinadas a modificar radicalmente nuestra actual sociedad. Pero, además, porque la introducción en una sociedad tradicional de grandes complejos industriales como los de Fiat y Kaiser en Córdoba, significa no sólo una seria modificación en el dominio de la producción (y por ende, del consumo, transportes y comunicaciones), sino también una transformación en el dominio de la sensibilidad, de la psicología social, caracterizada ahora por la aparición y difusión de nuevos “tipos” humanos. Se trata en resumen del surgimiento de un mundo hasta cierto punto nuevo, diferente, que exige ser penetrado en sus particulares rasgos distintivos para poder actuar eficazmente sobre él. Este contorno es el que en última instancia condicionará el “tono” de Pasado y Presente, la orientación general de su problemática, el campo hacia el cual va dirigida. Lo que de ninguna manera significa “provincializar” su empeño, reducir su cuota de generalidad, ya que los fenómenos que observamos en la ciudad son parte de un proceso más vasto de modificaciones de la vida económica y social que comenzó a producirse en los preámbulos de la Segunda Guerra Mundial. Uno de los nuevos “tipos” humanos surgidos del proceso de transformación ciudadana está constituido por los obreros de las grandes empresas, cualitativamente diferentes del resto de la clase. Este es el sector que nos interesa analizar ahora y al que pretendemos llegar con una nueva problemática revolucionaria ya que en él encontramos los gérmenes del hombre nuevo, la fuerza dirigente del nuevo bloque histórico a formar. La función directiva que el marxismo atribuye al proletariado industrial en el proceso de conquista y creación de una nueva sociedad nos plantea también la necesidad de revalorizar la fábrica concebida como forma necesaria de la clase obrera, como un organismo político o al decir de Gramsci como el “territorio nacional del autogobierno obrero”. Es a partir de la lucha en el interior de la misma fábrica como la clase obrera adquiere la conciencia plena de sus responsabilidades, de su función hegemónica en la sociedad, esa conciencia de productor necesaria para conquistar la dirección moral e intelectual de las clases subalternas. Las modernas fábricas que merced al impulso de distintos grupos monopolistas se han instalado en la ciudad aportan no sólo la utilización de nuevos instrumentos de producción sino también y fundamentalmente la introducción de técnicas racionalizadoras elevadas orientadas más que a la sustitución de trabajo humano a la búsqueda de nuevas formas de explotación del trabajo. La mayor y más perfecta división del trabajo en el interior de la empresa y la introducción de técnicas “racionalizadoras” disminuye progresivamente el peso individual del trabajador, desnaturaliza el contenido humano del trabajo pero al mismo tiempo eleva en forma considerable la productividad social de la masa de hombres que trabajan en la empresa, los vuelve cada vez más dependientes uno de los otros, los homogeneíza tornándolos un verdadero trabajador colectivo. El acrecentamiento de la diferencia entre trabajo manual y contenido humano del trabajo si bien por un lado posibilita a las direcciones empresarias 1956 - 1976 237 1956 - 1966 238 la introducción de nuevas formas de alienación de la conciencia del trabajador, sobre la base de las técnicas mistificadoras de las “relaciones humanas”, por el otro lado, paradojalmente, crea al mismo tiempo condiciones favorables para la superación de la alienación misma en el terreno de la conciencia, si media una potente acción ideológica de la clase obrera. Y esta acción dual y contradictoria del maquinismo industrial debe ser perfectamente conocida por la vanguardia política de la clase obrera para que su iniciativa práctica no se convierta en una primitiva reacción contra todo progreso técnico, al estilo de los ludditas. La nueva relación entre esfuerzo muscular e intelectual establecida por los modernos procesos productivos, con la consiguiente reducción del contenido humano del trabajo, no significa de por sí la conversión del trabajador en un simple gorila amaestrado, la reducción del contenido humano del trabajador. Al obligar al obrero a realizar el propio trabajo en forma automática, sin la plena utilización de la conciencia, la racionalización deja libre al cerebro de pensar en lo que quiera y este hecho no deja de tener consecuencias interesantes. “Los industriales americanos –dice Gramsci en su escrito Americanismo y fordismo– comprendieron muy bien esta dialéctica ínsita en los nuevos métodos industriales. Comprendieron que ‘gorila amaestrado’ es una frase, que el obrero permanece siendo hombre y que durante el trabajo piensa más aún, o por lo menos tiene mayores posibilidades de pensar, al menos cuando superó la crisis de adaptación sin ser eliminado. Y no sólo piensa, sino que el hecho de que no encuentre satisfacciones inmediatas en el trabajo, o que comprenda que se lo quiere reducir a gorila amaestrado, puede conducirlo a pensamientos poco conformistas”. (El subrayado me pertenece. J. A.). Lo cual significa que el contenido humano del trabajador se reduce, su alienación crece sólo en la medida en que la liberación de energías psíquicas provocadas por la parcialización y mecanización del trabajo no es orientada por el proletariado hacia el análisis de su situación como trabajador en la sociedad de clases, sobre la imposibilidad de su integración social e individual en una comunidad alienada. En caso contrario se convierte en un factor estimulante para la adquisición de una nueva e integral concepción del mundo. He aquí por qué el progreso técnico en la sociedad capitalista siempre está acompañado de una intensa acción dirigida a la apropiación del trabajo pero también de la conciencia del trabajador. No sólo dentro de la fábrica sino fuera, durante lo que con singular eufemismo se ha dado en llamar tiempo libre del trabajador, la presencia del capitalismo monopolista tiende a manifestarse en todos los planos de la actividad humana. Ya no basta la alienación que surge del trabajo en la fábrica, es preciso sumarle la alienación total de la vida cotidiana, exagerando aún más la contradicción entre la esencia y la existencia del trabajador. Pero todo ello determina una nueva dimensión de la alienación que ya no expresa simplemente una relación subvertida entre el producto del trabajo humano y el propio hombre, sino también entre el trabajador y el conjunto de la sociedad. La superación de la alienación debe por ello comenzar allí donde surge, vale decir, en la propia fábrica, en la recomposición “subjetiva” de las relaciones humanas que la división del trabajo recompone “objetivamente” en la unidad total de un proceso de trabajo que da como producto objetos que no emanan simplemente de la labor de uno u otro de los trabajadores sino de todos en su conjunto. Son las organizaciones MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 propias del trabajador al nivel de las fábricas, las “comisiones internas”, las destinadas históricamente a cumplir esa función porque son ellas las únicas que pueden concebir en términos de futuro a las empresas, no como simples succionadoras de beneficios sino como centros de la actividad creadora del hombre. Aquí es donde el marxismo militante debe cumplir con rigurosidad científica e inteligente acción práctica una permanente acción desmitificadora; aunque lamentablemente debamos reconocer que es aquí donde su acción ha quedado más retrasada y más urgente es la necesidad de substituir viejos y rígidos esquemas conceptuales por una categorización más dúctil y flexible de la realidad. No siempre los continuadores de Marx supieron comprender la riqueza actual, el profundo valor cognoscitivo de trabajos como los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y otros escritos “juveniles”, durante mucho tiempo reducidos a la cómoda y no comprometedora categoría de obras “premarxistas” y por tanto hegelianizantes. Es hoy más necesario que nunca que el marxismo retome el discurso del genio de Tréveris y lo desarrolle en forma creadora profundizando el aspecto antropológico o humanista de una doctrina que nunca perdió en sus fundadores el sentido de una reflexión del hombre sobre el hombre. Cuando las condiciones maduran para grandes transformaciones sociales el aspecto de la subjetividad pasa a ocupar el primer plano de la reflexión filosófica y social; esto explica la actualidad concreta de toda la problemática marxista del 1844 y de las categorías de alienación, trabajo alienado, exteriorización, reificación, que tanto escozor provocan en algunos marxistas contemporáneos partidarios de la “vulgata”, y al mismo tiempo explica el creciente interés de los jóvenes estudiosos marxistas por los aspectos antropológicos y metodológicos de El Capital, hasta ahora estudiado unilateralmente sólo desde su aspecto económico. En este campo de la subjetividad, que la vida ha tornado tan actual, debemos trabajar seriamente para lograr una perfecta mediación entre una filosofía que se nos presenta como la más coherente, la más concretamente totalizadora, la que más posibilidades de conocimiento ofrece, y una realidad compleja, en permanente cambio, que demanda una constante “puesta al día” de la teoría misma. Una realidad en la que no existen solamente las clases sociales y sus luchas, sino también una multiplicidad de grupos humanos y organizaciones de diversos tipos que no pueden ser descartados en la investigación porque tienen un peso considerable en la historia de todos los días y porque es a través de ellos como se produce la inserción de lo individual en lo colectivo, el proceso de conformación ideológica de una clase social. Es preciso realizar la fusión entre una sociología que parta del reconocimiento del papel fundamental de las clases sociales en la historia y una microsociología racional dedicada al análisis profundo de las características y formas que asumen los diversos grupos y subgrupos en que se estructura nuestra sociedad. Pero esto exige no dejar de lado por consideraciones políticas del momento a diversos aspectos del conocimiento humano (psicología, sociopsicología, antropología social y cultural, sociología, psicoanálisis, etc.), abandonando a la ideología burguesa contemporánea campos que ya el marxismo en 1844 reclamaba como suyos. Es preciso comprender que toda esta temática de la subjetividad no surge simplemente del injerto de una problemática extraña a nuestra realidad, de una especie de “moda” filosófica, como piensan algunos marxistas “ortodoxos”. Surge de la vida cotidiana que 1956 - 1976 239 1956 - 1966 240 se muestra tan opaca y resistente cuando intentamos penetrarla con un instrumental dogmático, de esta realidad que no cambia con exorcismo sino que exige una acción inteligente y profunda, permanentemente abierta a lo nuevo. Surge del mundo donde se genera el hombre nuevo, del mundo de las fábricas, de los obreros. De aquí tenemos que partir para elaborar una acción cultural que tienda a unir a la intelectualidad avanzada con el proletariado en cuanto agente histórico de una nueva civilización. Para contribuir a edificar esta política nuestra revista se esforzará por trabajar en dos planos hoy contrapuestos: el de la intelectualidad que proviene fundamentalmente de las capas medias de la población y el de la propia clase obrera. Conviene en este sentido aclarar un equívoco bastante generalizado en algunos sectores de la izquierda argentina. El proceso de “enclasamiento” de la intelectualidad pequeñoburguesa en los rangos del proletariado no consiste simplemente en su conversión en élite de la nueva clase. Implica un proceso más estructural en el que la lucha por establecer una nueva relación ideológica y moral con la realidad debe conducir al intelectual “tradicional” a través de una transformación paulatina, a integrarse con las nuevas categorías intelectuales que la propia clase crea a lo largo de su devenir. Y ello presupone un laborioso esfuerzo de comprensión histórica cuyas dificultades las notamos a cada paso cuando observamos, por ejemplo, lo difícil que resulta para un escritor revolucionario proveniente de capas no proletarias representar narrativamente el mundo cotidiano de la clase a la que dedica todos sus afanes. No podemos decir que el conjunto de la clase obrera sea una masa indiferenciada, sin una cierta estructura que surge del interior del proceso productivo. La división del trabajo en el seno de la empresa, colocada ahora en un nuevo plano por la racionalización capitalista, crea necesariamente una capa técnica-productiva que cumple, en el interior de la fábrica y de allí se expande a toda la sociedad, esas tareas de organización y conexión social que caracterizan una función intelectual. Pero dicha función se convierte en base para la creación del nuevo tipo de intelectual sólo en la medida en que a partir de ella se elabora críticamente, se “racionaliza” el nuevo equilibrio logrado y se estructura una concepción del mundo que dé razón de este poder creciente del hombre. A partir de esa conciencia crítica puede sí configurarse una intelectualidad orgánica de la clase obrera cuya naturaleza expresa, en esencia, una ruptura con la vieja relación entre teoría y práctica establecida por las anteriores formaciones sociales. Al tipo clásico del intelectual, al escritor, el filósofo o el artista, le sucede otro tipo de hombre cuyo modo de ser consiste “en mezclarse activamente con la vida como constructor, organizador, ‘persuasor permanente’… De la técnica-trabajo llega a la técnica-ciencia y a la concepción humanista histórica, sin la cual se permanece ‘especialista’ y no se deviene ‘dirigente’” (Antonio Gramsci). A la acción totalizadora del capitalismo monopolista, ávido no sólo del trabajo del obrero sino también de su pensamiento, debemos oponer una acción consciente, firme e inteligente del marxismo militante. Ella es imprescindible para afianzar y acelerar el proceso de transformación en “intelectuales” de todos aquellos hombres que cumplen en la sociedad la función de racionalización, dominio y control de cualquier rama de la realidad con la que estén relacionados; para hacerlos devenir hombres que expresan en MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 su accionar la unidad total del proceso histórico-social, que en la sociedad escindida en clases aparece disgregada en una serie de actividades sin nexos mediadores. En cuanto “especialista” el hombre sigue siendo esclavo de la técnica y de las fuerzas sociales que la controlan. Convertido en “intelectual” logra posesionarse de la totalidad histórica, se transforma en un dirigente, vale decir, en un especialista más un organizador de voluntades, un “político” en el más moderno sentido de la palabra. Recién entonces puede dar su mayor contribución como intelectual, la que en el fondo consiste en una permanente labor de “desalienación” de los hombres, en una acción constante y tenaz por ayudarles a descubrir las raíces sociales de los mitos que deforman sus conciencias. En esta acción dual, dirigida a los intelectuales tradicionales en un esfuerzo por atraerlos hacia una concepción plenamente historicista del hombre y también al extenso núcleo de hombres que desde el mundo de la fábrica, el taller o la escuela profesional tiende a convertirse en la base de la nueva intelectualidad, se expresa la razón de ser de nuestra revista. Esta acción condicionará el criterio con que se dispondrá el material y la clientela hacia la que orientará su preferencia. Pasado y Presente, en consecuencia, se esforzará por llegar al numeroso núcleo de seres humanos que en la cotidiana innovación de la realidad física y social sobre la que actúan, van creándose a sí mismos las condiciones para la conquista de una nueva e integral concepción del mundo. (…) José Aricó CeDInCI Fuente: Editorial “Pasado y presente”, en Pasado y Presente, año I, Nº 1, abril-junio de 1963, pp. 1-17. Pasado y Presente, año I, Nº 1, abril-junio de 1963. 1956 - 1976 241 1956 - 1966 242 Reportaje a nosotros mismos POR ABELARDO CASTILLO La revista El Escarabajo de Oro presenta su primer número en mayo-junio de 1961 y se editará hasta el N°48 (julio-septiembre de 1974); el séptimo número aparece como décimotercero, pues se incorporan los seis anteriores publicados de El Grillo de Papel, proyecto editorial antecesor de los mismos directores: Abelardo Castillo y Arnoldo Liberman. En el N°15, de octubre de 1962, en sus páginas se publica un “reportaje a nosotros mismos”, donde Castillo presenta algunos lineamientos fundamentales de la revista sobre las cuestiones del “compromiso” del escritor y de las juventudes en la Argentina, bajo una perspectiva de fuerte raigambre sartreana. Más de una vez, en estos tres años, la realidad nos obligó a dar una respuesta o –con más frecuencia, quizá– a plantear desde aquí, nuestra propia duda. Lo que nos faltó en Dogma lo compensó generalmente el remordimiento: eso como una llamada premiosa, que también se apoda conciencia. Y que obliga a un hombre, a ciertos hombres, a sentirse culpables, cómplices, de todo aquello que, contra su voluntad, sucede en su mundo y en su historia. Porque de pronto estábamos aquí, inventando una revista, siendo inventados por ella; responsables ante otros hombres, no sólo de nuestros errores, sino hasta de nuestras limitaciones, y, cualquier mañana, llega la carta de un muchacho lejano, que está reclamando quizá más de lo que uno puede darle, o viene un chico de 14 años a nuestra casa, exigiendo, desde el hondón desgarrado de su pureza, que le sea revelado un secreto inconmensurable; el de la poesía, o el de la vida. Y nuestro primer impulso de sentirnos importantes, justificados porque El Grillo de Papel, aunque tenga otro nombre, existe y nos hace existir, se nos borra nomás de verle la cara al chico, que, como en los cuentos fantásticos –pero este está aquí, y reclama– tiene nuestra misma cara. La de andar preguntando. Tenemos una certeza: a lo sumo, dos. Y no tenemos, por suerte, ninguna Verdad grandiosa. Con esto, claro, no vamos a organizar un Sistema Filosófico, pero sí unas respuestas para contestarnos esas preguntas que, por la frecuencia con que nos han sido planteadas –en mesas redondas, en revistas orales, en charlas de café o entre nosotros mismos– configuran, en la juventud, una precisa constante. Respuestas, pues, para nosotros y a lo que salga, como podía Unamuno. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 –¿Debe, el escritor que se considera comprometido, militar en un partido político de izquierda? El escritor, ante todo, es un hombre como los demás. Se afilia o no a un partido por razones históricas y subjetivas, que, en su circunstancia, equivalen a las que explican la opción de un zapatero, de un maestro de escuela. Esto, claro, en principio. Porque siendo lúcido, debiendo serlo –digamos– por oficio, su responsabilidad es mayor. Hablamos, además, del escritor aquí, en la Argentina, determinado por su intransferible realidad, la cual, a diferencia de lo que puede ocurrir en otros países, lo enfrenta con este hecho: la limitada eficacia de los partidos de izquierda. Eficacia y limitación que se miden, aquí y en todas partes, por su influencia sobre las masas. Dicho esto, hay algo que se nos aparece muy claro: si el escritor está convencido de que militando en un partido político da, en su máxima potencia, cuanto la sociedad puede esperar de él; es decir, si cree que también su trabajo esencial –la literatura– se enriquece, gana en dimensión y –puesto que el arte literario es eso: un arte– lo acerca a la belleza, claro que debe hacerlo. Es más: nadie en el mundo podrá impedirle que lo haga. De esto no se sigue que un creador tenga, necesariamente, que optar por un partido para justificarse, como hombre, en su historia, o para escribir no ya libros bellos, sino, incluso, libros que pudieran ser utilizados para ejemplificar de qué modo se hace literatura revolucionaria. Como de pronto ocurre con las novelas de Tolstoi, Proust, Thomas Mann o Sartre. O con La comedia humana del “monárquico” Balzac, en cuyo prólogo él mismo afirma que escribía “a la luz de dos verdades eternas: el catolicismo y la monarquía”. Lo que no impidió a La comedia humana ser la crítica más despiadada, el más implacable testimonio de un país y de una época. Sin contar, de paso, que se la tomó como arquetipo del realismo socialista. –Pero todo escritor no es Balzac. Y a muchos, sobre todo a los jóvenes, pudiera hacerles falta encauzar sus intuiciones. Es probable, en efecto, que no siendo Balzac necesite una persona encauzar lo que borrosamente intuye: en tal sentido, organizar sus ocurrencias con la militancia enérgica puede disciplinar su actividad, y eso es útil, pero no garantiza que lo transforme en Sholojov. Y la literatura está hecha, desde siempre, por hombres de la intuición de Sholojov, o de Balzac. Hombres que eligen o no afiliarse a un partido. Pero no para encauzar nada, como no sea a los demás. Creemos, sí, que el escritor debe optar con firmeza, comprometerse lúcidamente, pero no tenemos por qué creer que, para dar testimonio de sí mismo y de su tiempo; para encauzar su pensamiento, sus actos, en la lucha junto a los humillados, deba optar por tal organización, o por aquella otra. Haber tomado partido no es, fatalmente, tener compromisos de partido. 1956 - 1976 243 1956 - 1966 244 –¿Cuál es, de acuerdo a la experiencia de la revista, el problema más serio que enfrenta la juventud argentina? La desorientación. La falta de valores más o menos visibles en los que pueda apoyarse. Vemos (se dirá) el problema desde adentro. Es cierto: quienes hacen esta revista, desde la dirección a los corresponsales, no pasan de los 27 años. Los más jóvenes aún no han cumplido 20. Pero justamente porque no especulamos en frío sobre un drama ajeno, creemos, al menos, conocer los efectos, los síntomas. Hay un período crítico –no sólo en la juventud argentina, claro, pero aquí pareciera más agudo– que muy pocos superan. Hombres que a los 18 años vienen como donjuanes llenos de ideas, de poesía, de proyectos, a que la vida se enamore de ellos, editan una publicación o se afilian a la Juventud de un partido de izquierda, participan en las luchas estudiantiles, escriben un libro de versos, o todas estas cosas juntas, y a los 30 años son conformistas, simulan una audacia que se les queda en gesto. “Formalizan”. Como esos matrimonios fracasados, de los que ellos mismos descienden, donde hasta las visitas se aburren. Por qué. Dónde está la falla, la carencia. Por supuesto que uno dice “la sociedad” y puede quedarse tranquilo. O dice “hay que hacer la revolución”, fórmula mágica, que –en bastante gente– sólo significa: “Qué sé yo lo que hay que hacer; pero, por lo menos, que no me digan reaccionario”. Sabemos, lógicamente, que la sociedad nos condiciona y que de transformarla depende, también, la modificación de tal estado de cosas: pero el hecho concreto –inmediato– es que estamos viviendo ahora, esta realidad. No tenemos otra ni podemos canjearla por el futuro. Tampoco podemos aceptar rótulos fatalistas (generación “quemada”, “vencida”, “golpeada”); payasadas que tienen tanto que ver con nosotros como el budismo, o el twist; la mescalina, o el arroz con palito. Rótulos que no sirven para otra cosa que no sea la autocomplacencia en el fracaso, en la frustración. Sin perder de vista el porvenir (para no perderlo) es aquí donde debemos justificarnos, lograrnos, completarnos y jugarnos hasta nuestro último límite. La falta de orgullo, de convicción en lo que se hace, de terquedad creadora –en cualquier plano– es, a mi juicio, uno de nuestros problemas fundamentales; el otro, profundamente vinculado a este, es la falta de Maestros. Conciencias lúcidas, e intachables, que sean para el argentino lo que para un joven francés o un muchacho alemán han sido (y son) inteligencias como la de Sartre, cabezas ejemplares como Thomas Mann. O aun, en determinado momento, espíritus contradictorios como Albert Camus. Exista o no un Generalísimo, cuando el pensamiento de un pueblo se polariza entre hombres como don Miguel de Unamuno y Ortega y Gasset, ese pueblo, la Juventud que lo forma, han de sentirse menos huérfanos, más inmortales que nosotros. No se trata de adorar prohombres, de creer con fe ciega en un Dogma y resolverse, así, el problema de pensar. Cada época exige, inapelablemente, la creación de sus propios valores: cada individuo, máxime si escribe, debe reinventarlos: de lo contrario, para qué hablar de hacer una cultura, de crear un arte, una nación: con limitarse a repetir de memoria cuatro o cinco libros geniales, bastaría. La necesidad de maestros y la de crear nuevos valores, necesidad esta, que implica una ruptura (podrá objetarse), están en contradicción. No hay eso. Nadie rompe con nada ni crea nada nuevo –nada MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 grande– si no tiene conciencia de la grandeza ajena, respeto por ella. A esto se le llama sentido de la justicia, y a la admiración, también. –Existe entre la juventud, sin embargo, una tendencia a no aceptar maestros: se desconfía de los mitos de los héroes. Y esto también es real, configura una mentalidad. Sí, pero una mentalidad lamentable. Para empezar, quiénes son los que confunden maestro con prejuicio, con héroe, con mito: qué valor se les da a estas palabras. Y por qué. Miedo a descubrir, comparándonos, nuestra propia pequeñez: de eso nomás se trata. Lo otro son adjetivos, marañas. Dónde están, quiénes son, y qué han hecho los que se niegan a admirar. Y no digo aquí, qué han hecho a lo largo de toda la historia de la humanidad. Ya estamos un poco hartos de Atilas grotescos que vienen a derrumbar Roma, jineteando, formidablemente, un monopatín. Estos muchachos han de creer que Schubert era un estúpido porque caminó 40 kilómetros para ver a Beethoven. Sin contar que, porque Beethoven estaba con una mujer, no se atrevió a hablarle. Siempre resultan tristemente despreciables, quienes, con la excusa de abolir mitos, héroes, reclaman un mundo según su propia medida, donde, para no resultar chocante, habría que ser enano. Un imprevisto autor, en una reunión del Escarabajo de Oro, nos dijo hace poco: “Hay que terminar con las estatuas; ¿quién era, al fin de cuentas, Dostoievski?”. Como cualquiera sabe (se le respondió), Dostoievski era un ex oficial zarista, que, aparte de epilepsia, tenía almorranas. En el libro de un septuagenario tenemos subrayado: “…Me llegaron los dos volúmenes de El juego de abalorios, de Hermann Hesse. Después de muchos años de trabajo, mi amigo había terminado, en la lejana Montagnola, su hermosa y difícil obra de la vejez. (…) Quedé casi espantado, cuando advertí su afinidad con lo que me absorbía en aquel momento, y las anotaciones de mi diario lo expresan sin ambages: ‘Siempre es desagradable que le recuerden a uno que no es único en el mundo’. (…) Confieso mi honesto desprecio por los mediocres, que no saben nada de los maestros supremos y que por ello llevan una vida ligera y tonta, y sostengo que hay demasiada gente que escribe, pero puedo definirme como un buen colega que no retrae temerosamente la mirada de lo grande y lo bueno que ocurre junto a sí, y que ama demasiado la admiración, cree demasiado en ella, para que quiera negar la propia a los otros”, escrito, decíamos, a los setenta años, por un hombre que estaba trabajando en el capítulo XIV de Doktor Faustus, por Thomas Mann. Lo malo no es crear “mitos”: todos los pueblos, los pequeños y los grandes, han rendido y rinden, de un modo u otro, veneración a sus héroes, a sus muertos. Lo malo está –por aquello del culto a los antepasados– en adorar monos. –En el Escarabajo se ha hablado, frecuentemente, de “literatura comprometida”, concepto que ha sido motivo de confusiones y polémicas. Aclarar su sentido y su alcance y si coincide o no con el que le da Sartre. No. Pero, ante todo: siempre –al referirnos a la obra de creación, de ficción– hemos preferido hablar de literatura como testimonio. Testimonio de un escritor, 1956 - 1976 245 1956 - 1966 246 comprometido o no. Que es otra cosa. Sartre considera el compromiso como un “atributo” de la literatura, de toda literatura. Del acto de escribir. Lo cierto, dice, es que el escritor siempre está comprometido. Cuando dice la verdad, cuando la dice a medias, cuando la calla (Jean-Paul Sartre; conversación con Alejo Carpentier, El Grillo de Papel, Aniversario, 1960). En el sentido que Sartre lo quiere, esto es irrefutable; pero no pasa de ser la descripción de un hecho. Equivale a decir: todos los escritores escriben. Existen, sin embargo, matices. Pues, aparte de que hay escritores más grandes, más profundos que otros, los hay que al escribir corren más riesgo. Matices, por lo menos, que abarcan algo así como todo un espectro desde la Estética a la Ética. Una respuesta personal a Viñas y una objeción que planteamos a Ernesto Sabato, en la conferencia que dio en el Centro de Humanidades, en La Plata, nos sirven para precisar los términos. Viñas (Che, N° 7) hablando de literatura comprometida, ejemplificó con La narración de una historia, de Carlos Correa. El ejemplo pese a los disparates que acaba de escribir Masotta en Hoy en la Cultura, fulminando a Arlt en favor de Correa (!), sigue pareciéndonos inadmisible. Viñas, aquella vez, respondió: “… Quizá no me lo admita, Castillo, pero verá que esa posibilidad tiene su miga. (…) Por cierto que tendríamos que ponernos de acuerdo, previamente, sobre qué entiendo yo que entiende usted sobre este asunto”. Le parece obvio, agrega, que yo entendería lo que nuestro “tan mentado” Sartre. Pues no, respondí también aquella vez. Y vamos a recordar aquel texto, porque –si bien creemos habernos puesto de acuerdo con Viñas, al menos en lo esencial– lo que nos importa ahora es que allí aclarábamos esta primera mitad de la cuestión: es imposible hablar de literatura comprometida –revolucionaria, testimonial, argentina, realista o cincuenta especialidades más–, si, primero, no hablamos de literatura, a secas. De buena literatura. Después volveremos sobre esto (1). En la citada charla del Centro de Humanidades, Sabato reiteró algo ya dicho por él en El Escarabajo: “Lo único que se le puede exigir a un escritor es que sea profundo, y eso no se le puede exigir; se es profundo o no, definitivamente. Como se tiene talento o no. Si es profundo, ipso facto, es nacional, es actual, es universal, etc.” (Escarabajo N° 5, página 5). Cierto. Pero (le preguntamos) cómo juzgaríamos ahora a un escritor que frente a ciertos hechos abominables, la invasión a Cuba, o el antisemitismo, negara un repudio que la realidad le exige, alegando, por ejemplo, que en ese momento se ha puesto a redactar una obra sumamente profunda. Sabato, por supuesto, recomendó cómo juzgarlo. Hay, por lo tanto, matices. Y no sólo matices. Como decíamos (ver nota) no podemos continuar con esto en el presente número; queremos, sin embargo, aun a riesgo de ser esquemáticos, sentar nuestra posición. Primero: hay, en efecto, escritores más grandes que otros, más profundos; pero hay los que, además, se arriesgan; asumen con lucidez su rebeldía. Se comprometen. Segundo: mientras hablemos de ficción, sin embargo, lo que un autor se propone importa menos que el resultado, que la obra como hecho literario. De ahí la paradoja de que escritores vitalmente comprometidos sean, en sus obras de creación, menos revolucionarios que otros, que no asumen explícitamente actitud alguna, o cuando la asumen (Balzac) son reaccionarios. Tercero. El verdadero compromiso se manifiesta, inequívocamente, no tanto en el plano creador, sino en ciertas tomas de posición –más inmediatas, más MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 circunstanciales–, donde, reclamado por un hecho que exige respuesta, el escritor debe definirse sin vuelta de hoja: en un editorial, en la firma de un manifiesto, en un ensayo. Entonces, sí: o se compromete, o se complica. Para nosotros, pues, el compromiso nace en el escritor de una actitud lúcida en la rebeldía. Pero la obra de creación, que, por supuesto, reflejará de algún modo ese compromiso, exige, fundamentalmente, ser bella: esto y la profundidad de su testimonio –que no tiene por qué ser social, pero que, repetimos, de alguna manera expresará la visión del mundo del hombre que escribe–, determinan, más que el compromiso, la grandeza de la literatura, del arte. Su revolucionaria utilidad. Abelardo Castillo (1) Nota: La imposibilidad material de publicar íntegro este “reportaje”, que (modificado para esta ocasión) pertenece, en lo fundamental, a un trabajo más vasto, El mito de Prometeo o el hombre revolucionario, que terminaremos algún día (o tal vez no), se agrava por el siguiente hecho: ya en prensa El Escarabajo nos llega un manuscrito de Marcos Ana, un artículo de Jaroslav Balik, el cuento de Roa Bastos. Motivo más que suficiente para postergar, hasta el próximo número, la mencionada aclaración y el resto de este apunte. CeDInCI Fuente: El Escarabajo de Oro, año 3, N° 15, Buenos Aires, octubre/noviembre de 1962, pp. 3-4 y 22. Portada de la revista El Escarabajo de Oro, año 3, N° 15, 1962. 1956 - 1976 247 1956 - 1966 248 Por qué nuestro homenaje POR LA ROSA BLINDADA En el editorial de su cuarto número, La Rosa Blindada explicita las razones del homenaje a Raúl González Tuñón, un reconocimiento que ya aparecía desde su primer número con la elección del título de la revista. A diferencia de Contorno en los años cincuenta, que se declaraba hecha por jóvenes pertenecientes a “una generación sin maestros” y de algunos argumentos iniciales con que la cordobesa Pasado y Presente legitima su existencia, los escritores que integran La Rosa Blindada (José Luis Mangieri, Carlos A. Brocato, Juan Gelman, Andrés Rivera, León Pomer, Roberto Cossa, entre otros) encuentran en González Tuñón –quien con “Las brigadas de choque” había concebido un poema que era al mismo tiempo un manifiesto político– una referencia para pensar qué significa escribir una poesía revolucionaria. A los sesenta años de su vida –que cumple cabalmente el 29 de marzo– Raúl González Tuñón tiene, entre otras cosas, tres libros inéditos: Poemas para el atril de una pianola, Nuevos caprichos de Juancito Caminador y otros testimonios y su esperado libro de ensayos La literatura resplandeciente. Y a los sesenta años también, su nombre es consigna de las nuevas promociones contra el conformismo de los simuladores de talento, que solapadamente pretenden sancionar esta oleada revalorativa de su vida y de su nombre. Él, como a tantos “hechos favorables”, lo previó cuando escribió la lúcida sentencia: “Todo poeta es un inconformista”, y recordó las sabias palabras con que el viejo Marx defendió al irreverente Heine de los acólitos del obediente y mal poeta Feiligrath. Nos hacemos presente ahora en este su nuevo aniversario (perdón por la solemnidad del término, Raúl) iluminando aspectos casi desconocidos de su largo trabajo creador: dos ensayos de su desaparecido libro 8 documentos (1936) –que nos hacen recordar con dulce ironía el reciente “congreso” de escritores de la SADE– y su sentenciado poema Las brigadas de choque, nunca más oportuno que en estas vísperas electorales tan argentinas. Con libros inéditos bajo el brazo como un muchacho, pobre como sus viejos amigos Baudelaire y Rimbaud, ingenuo descubridor de seres y de cosas como a los veinte años, los pintores y poetas que tienen la mitad de su edad lo tutean familiar y respetuosamente en la rueda de la guerrilla artística y social; muchos de su generación en cambio, “artífices” de la política de la cultura, andan por ahí quejosos de que “los jóvenes nos enfrentan”. Se entiende, claro, que el justo pago agravie al fatuo. Como dirá Ravoni más adelante, Tuñón es de la generación de los más jóvenes: a la que pertenecen Giambiagi con sus setenta y siete años y su cordial regaño “porque los jóvenes debemos ser más combativos”; el tenaz Pisarello en permanente asombro; el etéreo Juan L. Ortiz, que junto a escritores treintañeros salvó la dignidad del oficio en Paraná con su actitud insobornable ante el halago de la derecha corrompida; el muy MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 entrerriano Amaro Villanueva recuperando sombras del pasado argentino; el siempre renacido maestro Spilimbergo, puro como los ojos de sus mujeres, aconsejando a los jóvenes no entregarse. Estos hombres maduros probaron con la fresca amistad de sus palabras y de sus actos la falacia de los administradores de la cultura (así los fustigó Togliatti) que nos acusan de ultraizquierdistas y generacionales. Esos viejos están con lo nuevo así como con ellos estamos los que venimos detrás, ofreciéndoles nuestro auténtico y jamás retaceado respeto. Ni planteos generacionales, ni grupos ni fracciones. Eso queda atormentando la mente enferma de algún demorado macarthista con signo contrario que hoy volvería a fusilar a Babel. La dignidad del oficio del escritor y del artista se impone uniéndonos a pesar de la disparidad que marcan los años, de la muy individual personalidad creadora de cada uno y de las calidades logradas. Por supuesto que además somos revolucionarios, pero sin declamaciones ni retórica. Justamente por serlo Tuñón es pobre y quisieron arrinconar su nombre. Por serlo, jamás las editoriales burguesas que publicaron a Neruda o Alberti, por ejemplo, se animaron con sus libros, aun los de veta lírica. Por serlo, Demanda contra el olvido durmió durante años el polvo del archivo porque “tenía muchos muertos”, como si a los que eligen el camino revolucionario les asustara esa posibilidad final en que suele culminar la lucha. Por serlo lo editamos nosotros y por serlo levantamos, muy firmes, su alta condición de Poeta al servicio de la Revolución. No es por frívolo capricho que elegimos su nombre como destinatario de nuestra dirección de honor ni el que por uno de sus libros nos nombre para siempre en esta empresa cultural. Si él lo aceptó a pesar de su modestia es porque sabe que la cultura –como el proceso de la liberación– es un hilo ininterrumpido que cada generación va prologando con fervor militante imprimiéndole en cada etapa su inevitable matiz generacional. Hoy, muchos oscuros resentidos, enemigos de la poesía y de los poetas –porque lo son de la vida– hablan de un Tuñón “anárquico e indisciplinado”, pretendiendo olvidar que como un soldado este poeta trotamundos vivió en las trincheras de la guerra civil española y que en la Gran Patria de la Unión Soviética disparó cada día poemas como obuses contra el fascismo (de ahí nacieron Hilos de pólvora); olvidan que es nuestro cantor de la Revolución de Octubre y del Octavo ejército chino y que escribió uno de los mejores poemas a Lenín en lengua española. A los sesenta años de su vida, en cambio muchos otros no olvidan. No Fidel, por ejemplo, cuando lo invita a Cuba; no Diego el guerrillero cuando en su mochila llevó un ejemplar de La Rosa Blindada (es un hecho histórico); no nosotros que lo defendemos de los perros amarillos, de los jesuitas, de los dentistas y del policía. No nosotros que lo peleamos a la ingratitud. Por un sino casi histórico Tuñón pertenece a la generación de otros dos grandes poetas con los que el sectarismo se cebó con contumacia hasta la muerte: Maiacovski y Attila Jószef. Vladimiro, el de la blusa amarilla, se pegó un tiro; Attila se tiró bajo un tren. Como ellos, pero con más suerte porque la marea de la historia ya nos es favorable, Tuñón será dentro de poco reconocido poeta nacional. Pero vivo, sobreviviente de un tiempo que aquí también hemos de superar. Fuente: Editorial “Por qué nuestro homenaje”, en La Rosa Blindada, año 1, Nº 4, Buenos Aires, marzo de 1965, pp. 2-3. 1956 - 1976 249 1956 - 1966 250 INTRODUCCIÓN A LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA NACIONAL La formación de la conciencia nacional se publica en mayo de 1960 y en poco tiempo se convierte en un clásico del pensamiento político argentino. Dedicado a Scalabrini Ortiz y a “todos los jóvenes obreros y estudiantes caídos en la lucha de Liberación” (los jóvenes y los obreros, pero también aquellos sectores del Ejército capaces de retomar la senda de Perón, eran los principales destinatarios que Hernández Arregui imaginaba para este libro), este ensayo postula el fin del ciclo liberal en la Argentina y el inicio de un proceso histórico en el que la autoconciencia nacional guía el camino de la liberación. En esta nueva etapa histórica, el peronismo resulta la verdad del marxismo, y la izquierda nacional, la perspectiva privilegiada para desenmascarar las marcas del colonialismo en la política y la cultura nacionales. III. El liberalismo La crisis del liberalismo no es una cuestión de espíritu. En la disolución de un sistema económico de poder está su explicación. El misterio de la crisis del espíritu se llama imperialismo. Y tiene la prosaica virtud de ser un hecho histórico. Es decir, ningún misterio. Y no sólo un hecho. Sino un hecho sometido a la crítica práctica, no teórica, de la humanidad oprimida. A fines del siglo xix, el liberalismo mercantil se transforma en imperialismo. Ya en las postrimerías de la centuria, este fenómeno económico se presenta con todos sus atributos actuales. Los monopolios, formaciones económicas altamente concentradas del capital, desplazan al antiguo mercado autorregulador fundado en la libre competencia. Este proceso aglutinante que pone las economías nacionales, convertidas ahora en economía internacional, en pocas manos, encontró en el formidable desarrollo de la técnica –particularmente de los transportes– su impulso motor. La sociedad anónima sustituye a la libre empresa, la grande industria a la pequeña, con su consecuencia, la concentración monopólica de la producción en gran escala. El adelanto técnico, además, planteó la cuestión de la hegemonía mundial de los países de alto desarrollo industrial. Tres grandes potencias luchan por el dominio del mercado internacionalizado, hasta entonces controlado por Inglaterra, Alemania y EE.UU., y en menor grado Rusia, que en el siglo xix ha iniciado la industrialización y manifiesta en potencia, una enérgica fuerza expansiva pese a su atraso general. Este crecimiento de las grandes naciones industriales, la imposibilidad de una racionalización de la producción contrarrestada por la competencia, provocó perturba- (SELECCIÓN) POR JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ ARREGUI MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 ciones sin cuento con las llamadas crisis cíclicas de la producción, que en realidad, son de la producción incontrolada, agravadas por la falta de mercados consumidores compensatorios debido a los desniveles económicos entre las zonas avanzadas y las atrasadas del planeta. Estos fenómenos han sido desde entonces, crónicos y propios de la era imperialista. En el orden social, la contratapa de ese irracional sistema productivo ha sido el creciente peso histórico de las masas y su correlativo malestar revolucionario. Rasgos que definen a nuestro tiempo con caracteres únicos en la Historia Universal. Tal situación, particularmente grave en las colonias explotadas, se asocia a la inestabilidad de las guerras por el reparto del mundo que el siglo xx convirtió en mundiales desde el estallido de 1914, crisis y final de una época. La exportación de capitales, fenómeno típico de este proceso de concentración financiera, se asocia a la distribución territorial o política de las colonias entre las potencias dominantes. El monopolio, forma económica altamente racional dentro de la desorganización general de la producción, es en rigor el acuerdo entre empresas gigantescas, y ejerce su control regulador sobre alguna industria, o sobre varias colaterales ligadas a una determinada rama de la producción. El resultado es la imposición dictatorial de los precios, la liquidación de toda competencia, el dominio omnímodo de los mercados en su más alta expresión técnica, no sólo mediante el agrupamiento de empresas intercomplementadas, sino con la creación de redes comerciales subsidiarias, bancos, sistemas de seguros, transportes, etc. En el siglo xx el comercio exterior y en consecuencia, la economía interna de un país, están totalmente regidos por la organización monopólica, que es internacional, y que por su extrema condensación, puede llamarse con más propiedad, oligopólica. Pero los oligopolios no suprimen la lucha económica, fundamento residual de la economía capitalista basada en la ganancia. Al contrario, se hace más despiadada. La saturación de los mercados tanto como el afán ilimitado de lucro, sobre la base de los precios más bajos, siempre asociados al adelanto técnico, desata una lucha indetenible. Es esta una de las contradicciones constantes del sistema, pues la técnica, más allá de la voluntad de las empresas, va nivelando lentamente los márgenes de ganancia, socializando por anticipado la producción, y a la competencia se asocia una mayor concentración de la economía, que a su vez crea las condiciones materiales, históricas, para aquella socialización. El poder económico acopia su propio poder político y cultural. El Estado es la forma abstracta, también altamente concentrada, de ese poder material, pero en definitiva, impotente para modificar el sistema, en tanto el Estado mismo es ese sistema, su reflejo ideal, que se convierte en fuerza real en las guerras. La exportación de capitales es propia de los países con su economía interna sobresaturada. La onda expansiva se extiende a aquellas zonas geográficas donde la materia prima y la mano de obra son baratas y por tanto, favorables a una explotación intensiva con ganancias seguras a costa de la miseria de millones de seres. Pero junto con el saqueo colonial, el imperialismo introduce, sin proponérselo, por esa tendencia ilimitada de lucro de que se ha hablado, la revolución en las colonias. En su época, Treitschke definía bien al imperialismo inglés que penetraba en China con la pipa de opio en una mano y la Biblia en la otra. Y el historiador alemán, reaccionario y nacionalista, no mentía. En 1937, Lord Roberts lo confirmaba: “¿Cómo ha sido fundado el imperio británico? La guerra y la conquista. Somos los dueños de las dos terceras partes del globo por medio de la fuerza”. Hoy la fórmula agoniza. La rebelión mundial de las masas enjuicia a la civilización 1956 - 1976 251 1956 - 1966 252 opresora. Y la opresión se invierte en odio a los civilizadores. El hecho es inevitable. Los monopolios internacionales, al comprar las materias primas de las colonias, dictan los precios más bajos, y a su vez, con relación a los propios productos industriales fabricados con esas materias primas, los más elevados. De este modo las colonias, con sus sistemas de monocultivo, no pueden superar el nivel de miseria impuesto por el imperialismo. Además, el aislamiento nacional, dada la contracción espacial del planeta por la técnica y por la interdependencia de la economía mundial, se hace imposible. Las luchas nacionalistas liberales de la época del capitalismo mercantil son suplantadas, en la era imperialista, por las revoluciones coloniales. El levantamiento de los pueblos carece hoy de fronteras. La internacionalización de la economía internacionaliza las luchas nacionales. Y estas luchas, aunque formalmente sean nacionales en sus contenidos particulares, son mundiales por sus fines. Tal lucha se cumple en dos frentes, contra el imperialismo en general y contra las oligarquías nativas opresoras ligadas al imperialismo en particular. Clases nativas económicamente dependientes y culturalmente corrompidas por el colosal aparato ideológico de los monopolios mundiales. Esta política imperialista en los países coloniales se vale de las ganancias residuales del sistema para plegar a su órbita, no sólo a las oligarquías vernáculas, sino a determinados sectores de la clase media, especialmente la pequeña burguesía comercial e intelectual –periodistas, profesores, etc.– e incluso a las capas altas de la dirección obrera. La conciencia antinacional de estos grupos es alimentada con las migajas repartidas por el sistema mundial de poder. Así, los partidos de izquierda pasan a integrar el sistema, a través de sus intelectuales, y detrás de su algazara progresista son en realidad, brotes degenerados del liberalismo. Pero llega un momento en que el aparato invisible de la propaganda organizada en escala mundial no puede neutralizar la presión de las fuerzas internas que el sistema ha generado en las colonias. La penetración imperialista no sólo explota, sino que sincrónicamente, rompe las antiguas relaciones de producción de los países dependientes, al introducir su técnica, ferrocarriles, servicios públicos, etc. Esta situación no puede ser evitada por el imperialismo. Y es su talón de Aquiles. Las ganancias no sólo dependen del atraso y la miseria de las masas coloniales sino de sus inversiones industriales en esas zonas. Tales inversiones, aunque orientadas contra la evolución independiente de los países atrasados, al mismo tiempo crean la ineluctabilidad histórica, en tales países, de un desarrollo económico desordenado pero real, para cuya consumación el propio imperialismo les ha dado las armas técnicas básicas y la expansión relativa del mercado interno. Por eso, la lucha por la liberación nacional en las colonias se asocia siempre a la lucha por la industrialización. No comprender esto, es la insuficiencia, estrictamente condicionada por razones de clase, del nacionalismo aristocrático de las colonias. A su vez, este conjunto de causas y concausas interrelacionadas agudiza el antagonismo entre las oligarquías agrarias y la naciente burguesía industrial. El frente imperialista se resquebraja en el orden interno. Un sector de la burguesía industrial –aquel que ha crecido desligado del imperialismo pero condicionado por el crecimiento colateral del mercado que ha promovido el propio imperialismo– puede unirse, en determinado momento del desarrollo de la lucha, con carácter circunstancial, a la población nativa expoliada. En algunos países semicoloniales, como la Argentina y Brasil, concurren factores adventicios para su liberación. El desplazamiento en las metrópolis por presión competitiva ruinosa de las empresas más dé- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 biles –la Kayser por ejemplo en la Argentina– produce la radicación en países semicoloniales de esas compañías extranjeras vencidas, con sus maquinarias y elementos avanzados de producción. Esta radicación de maquinarias a su vez desata el interés imperialista en acecho por controlar los nuevos mercados coloniales en expansión relativa y la lucha por dominar las líneas de la industrialización en un doble sentido: mediante el abastecimiento del mercado interno con nuevas plantas industriales, manteniendo al mismo tiempo a esos países en las condiciones de zonas productoras de materias primas. Esta contradicción, en sí misma insoluble, acelera la lucha antiimperialista. Por eso, en el mundo colonial, la acción anárquica del imperialismo cumple una función altamente revolucionaria independiente de sus planes de dominio. En tales países se acentúan las presiones por la emancipación tanto como la resistencia, al servicio del imperialismo, de aquellas fuerzas que bregan por la supeditación al interés extranjero del cual dependen. La “democracia” se torna irrisoria pues al pasar la lucha a las masas populares, las oligarquías indígenas y los partidos pequeñoburgueses ligados al imperialismo se pasan al campo de la reacción. Por su parte, la lucha de las masas contra sus enemigos internos y externos, sólo puede resolverse mediante el establecimiento de regímenes autoritarios, con el control de las exportaciones y medios de propaganda, con el apoyo estatal al movimiento popular y la participación del Ejército en esta política nacional defensista. Tal el caso de Nasser en Egipto, con su antecedente el gobierno de Perón en la Argentina. El capitalismo nacional aún débil, en una etapa de la lucha por la liberación, debe ser apuntalado por el capitalismo de Estado, y la política de nacionalizaciones, único medio de protección para las todavía endebles estructuras económicas locales. Frente al capitalismo monopolista internacio- nal la sola valla es el monopolio estatal, que además contribuye al disloque del mercado capitalista mundial al sustraer zonas de influencia a la explotación internacional de las grandes potencias. El caso de Fidel Castro, en Cuba, no hace más que repetir en un país del Caribe las experiencias nacionales de este tipo representadas por Perón en la Argentina y Nasser en Egipto. La crisis del sistema colonial es, a un tiempo, la desintegración del imperialismo. India, China, Arabia son los hitos de esta desintegración. Iberoamérica ya está en esa etapa. Y el África negra, intermedia entre el avión supersónico y el ídolo de madera, pero hoy lanzada también a la lucha. La ilusión de que el imperialismo puede “humanizarse” y contribuir al progreso de determinadas colonias, la política del “buen vecino”, del “buen socio”, etc., creencia común a determinados sectores de la pequeña burguesía, es un embaucamiento controlado por la propaganda, pues como decía Marx: “Los límites del capitalismo están dados por el propio capitalismo”. Esta tendencia a idealizar al imperialismo, de entenderlo como filantropía, es propia de la intelectualidad pequeñoburguesa, particularmente universitaria, dependiente del sistema a través de las ligazones transversales de sus tareas burocráticas o profesionales, y que en un proceso bien estudiado de inversión ideológica, convierte la propia dependencia en fe en los “fines morales” o en el triunfo del “sentido común”, en la “sana democracia del norte”, en Roosevelt “el gran demócrata”, o mejor aún en el “ideal de vida americano”. En tal sentido es justa la observación de Lenin: “Mientras el capitalismo sea capitalismo, el excedente de capital no se consagra a la elevación del nivel de vida de las masas del país, ya que esto significaría la disminución de las ganancias de los capitalistas, sino al acrecentamiento de esos beneficios mediante la exportación de capitales extranjeros a 1956 - 1976 253 1956 - 1966 254 los países atrasados”. De este modo, el “ideal de vida americano” se trueca en la tesis formulada en 1895 por Cabot Lodge: “Los países pequeños no tienen razón de ser; carecen de porvenir”. Y por este rumbo, la “humanización del imperialismo” no va más allá de la “Big stick policy”, que en la traducción justa para nuestros idealistas coloniales quiere decir “política del garrote”. Tal la mitología “democrática” de la clase media engañada. Una democracia asentada sobre principios abstractos generales en la que las masas populares no aparecen por ninguna parte. Por eso, sus apologistas, incluidos los comunistas y socialistas, han acusado a esas masas de turbamultas, o como las ha llamado Américo Ghioldi, ese Dantón de plazoleta, “masas masificadas por el totalitarismo”. Es una fe en la democracia liberal parecida a aquella dama que reunía en su persona todas las perfecciones y el único inconveniente de estar muerta. Pero este autoengaño de la intelectualidad de izquierda rayano en la traición, esta deserción de la lucha nacional, no impedirá que la penetración imperialista en América Latina, tarde o temprano, contribuya a la abolición del sistema colonizador de las metrópolis. Tal el destino del imperialismo. Por eso, a esos intelectuales comprados pero siempre soñadores, la historia encarnada en las masas les contesta una vez más: “¡Adelante por encima de las tumbas!”. Y una de esas tumbas es la Universidad que los formó. IV. Progreso y antiprogreso liberal Tal la crisis del capitalismo, raíz material de la decadencia del espíritu liberal. Pero la descomposición del liberalismo –ya se ha dicho– no debe confundirse con el progreso histórico que cumplió. El liberalismo ha significado un positivo avance para la humanidad. Su racionalismo de los comienzos, el libre examen, la rebelión contra el universo dogmático, fue su mérito, no su pecado. Al liberalismo hay que juzgarlo en sus luces y sombras, en sus acuerdos y discordias. Y no sólo en su decadencia. Sino en su muerto apogeo. Únicamente así será posible comprender, en una visión totalizadora, el ocaso del presente. Y al mismo tiempo justipreciar su herencia. Nuestra herencia. Toda catástrofe histórica –y el liberalismo ya ha entrado en ella– volatiliza fuerzas encontradas, pues el pasado y el futuro se anudan todavía, aunque se enfrentan, en un momento perturbado por el tránsito y la oposición entre un orden caduco y el futuro entrevisto como ideal. En este momento de la contradicción los opuestos tienden a fundirse en una imagen deformada del presente que se vive. Ahora se ve clara la antinomia que separa la conciencia revolucionaria de la conservadora frente a la marcha de la historia. Los puntos de partida y de llegada son diametralmente opuestos. El siglo xix asistió, junto con el desarrollo de la técnica –en sí misma la más grande conquista humana– a la subversión cultural de un mundo. Fue la concepción religiosa la que más sufrió y la que con más acrimonia habría de enfrentar a la conciencia moderna, negándola desde el doble ángulo del odio a la ciencia y del conservatismo político. La definición antimodernista de la Iglesia tuvo partidarios, por eso, aun entre los que aceptaban el progreso, tal vez por aquello que Croce ha señalado: “No hay hombre, por libre que se vea de las creencias religiosas en un tiempo profesadas, que no conserve en su espíritu algún temor hacia los ídolos caídos”. El sentimiento de un viraje es común a todos los espíritus. Aun los reaccionarios que lanzan la idea de una decadencia, la vinculan menos con la viabilidad práctica de una vuelta hacia atrás, salvo en el orden estético –Verlaine por ejemplo– que con un porvenir incierto en que la imaginación atesora todas las fantasías tornasoladas del miedo, poética o filosóficamente embellecidas con esos vagos sentimientos MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 éticos y nostalgias del pasado con que las clases declinantes recubren sus intereses materiales en peligro. Todo avance que quiebra las antiguas creencias se presenta como un desastre espiritual a quienes buscan, de algún modo, conservar los privilegios del pasado, el juicio histórico se anubla y las oposiciones vivas, traspasadas a las cabezas de los hombres, atenúan la grandiosa significación del proceso, la interdependencia de las épocas, la realización del espíritu humano en los grados sucesivos y más altos de su desarrollo en la Historia. El siglo xix fue el más revolucionario de todos los tiempos: “Cuando se piensa en la expansión total de la revolución industrial –escribe Hans Freyer– está justificado decir que en alguna época de la historia mundial que alumbra nuestra vida, no se ha cambiado tan profundamente como en el siglo xix, no solamente en las regiones especiales donde la industria se estableció, sino por todas partes, pues la técnica moderna no se detenía ante los valles más alejados, ni ante las altas montañas, ni ante el desierto, ni ante el océano. Y no revolucionó solamente el paisaje, sino la estructura misma de los pueblos, no solamente la forma exterior de la vida sino toda la existencia social del hombre. Todas las profesiones sufrieron transformaciones profundas, aun la de los campesinos. Ningún escondite permaneció inviolado, aun la intimidad doméstica privada. Allí donde la máquina, la usina, el asfalto, la producción en masa, determina la vida, comienza una cosa absolutamente nueva, y lo que hasta entonces valía se convierte en cosa vieja”. No sólo es el mundo europeo el que se transforma. Es el planeta entero. Culturas adormecidas por siglos o milenios son descuajadas, soliviantadas en su sopor, lanzadas al torbellino de la vida universal. Violentos desequilibrios políticos signan este señorío de la técnica humana. Sus consecuencias inmediatas podrán pare- cer desproporcionadas e inhumanas –de hecho lo son– pero su significación va más allá del presente, para anunciar en su potencia histórica, la liberación del hombre. Este mundo paréceles a muchos el desorden y el fin. Y es un comienzo. Es la imposibilidad de concebir apaciblemente el presente individual lo que se muda en pesimismo histórico. Pero como decía Lenin: “La desesperación es propia de las clases que perecen”. Este mundo ha creado las premisas de la transformación del hombre mismo, que no sólo es individuo solitario, sino género humano, con objetivos más vastos que la vida personal sin coraje, con fines más distantes que la imagen de un mundo clausurado en la pura interioridad de la existencia. La execración del progreso en las clases conservadoras, al que la Iglesia ha apuntalado con el dogma judeocristiano de la caída, es puro miedo al destino que les reserva la historia. Frente a ellas, otras clases, para las que el pasado no cuenta, en tanto hijas del siglo xix que las lanzó a la fábrica, se sienten depositarias de esa historia en la medida en que son su fruto y nada le deben. Cristina de Suecia –una reina– lo vio con tembloroso realismo: “Hay que temerles a los que nada tienen que perder si tienen corazón”. Lo que todo conservatismo teme es la energía moral que la revolución técnica ha transferido a las masas. Es esta, por eso, una época de añoranzas y profecías fúnebres. Esta peculiar situación es lo que se percibe como crisis. Y así la historia aterra a millones de conciencias indecisas entre lo muerto y lo vivo, expresiones fantasmales, ellas mismas, de una realidad yerta –las tradiciones inútiles, las valoraciones inservibles, las instituciones decrépitas– que perduran como una costra en el espíritu humano. Como la contrahistoria. Y sin embargo, esta actitud también es histórica, un instante del encaje del hombre moderno con el destino, pese a todo, racional de la humanidad. Pero el destino es la política. Spengler y Marx 1956 - 1976 255 1956 - 1966 256 son encarnaciones de esta emergencia cultural. Ambos tocan el tema central de nuestro tiempo: la Técnica. Spengler, fondeado en la visión conservadora del mundo, ve en la máquina el invierno del espíritu, en tanto Marx, la degradación del espíritu del hombre no frente a la máquina, sino frente a sus hermanos. Si es la máquina creación del hombre, podrá en determinado momento del desarrollo histórico del trabajo humano esclavizar su espíritu. Pero ningún amor más grande por la libertad que el de los esclavos. Y la conquista de esa libertad, en última instancia, es la esclavitud de la máquina al espíritu. Esto lo intuyen todos. Mas la esclavitud de la máquina es también la liquidación de un mundo. Y así, el pesimismo cultural se une en las clases que perecen al terrorismo policial. Lo terrible del progreso, para el liberalismo, consiste en que la voluntad humana puede acelerarlo. La razón histórica del presente, a la que la burguesía dio su más rotunda fórmula política, se vuelve contra ella, que en su momento probó que la historia no era independiente de la voluntad humana. Aplicó, la burguesía, la idea del progreso evolutivo a la naturaleza y a la historia, concibió la sociedad como un proceso en movimiento, como un mejoramiento de la humanidad por la ciencia. Y era verdad. Hasta que ella misma se convirtió en obstáculo de ese progreso. Toda la cultura actual está impregnada por este sentimiento de que hay potencias activas más poderosas que la voluntad de las clases dominantes. De ahí ese fondo de incerteza y de angustia, que anega a la filosofía, la literatura, el teatro, el cine. Todo parece insoluble y enigmático. En el orden moral, este sentimiento se presenta como escepticismo frente a los antiguos mitos culturales. Tal aflojamiento de los lazos con el pasado es propio de las épocas agonales, de los tiempos cumbres, desde cuyas alturas el pasado y el porvenir aparecen como separados por un cráter cultural. Y es que jamás el hombre, en tanto forma vital, se ha podido ver en las épocas inseguras con serenidad de botánico. Pero detrás de todo esto, el factor condicionante de esta inmensa falsificación del espíritu, es bien racional: el enfrentamiento entre EE.UU., Rusia y China. V. La Argentina actual Todas las ideologías se han revuelto por la violencia ofensiva que a raíz de la caída de Perón en 1955 ha sufrido la Argentina de parte de la oligarquía y el imperialismo, por la crisis de los partidos políticos demoliberales, por la exclusión de la mayoría del pueblo argentino de la vida ciudadana. Jamás el país ha sufrido una época de tal temperatura política. El caso argentino es único en la historia del siglo xx. Un país que había alcanzado la categoría de Nación, a través de este retorno de la oligarquía y del imperialismo angloyanqui, ha retrogradado al coloniaje en medio de la resistencia de un pueblo, cuya grandiosa lucha mide su conciencia histórica. Tal situación, en los diversos sectores del pensamiento nacional, ha replanteado los problemas centrales de nuestro tiempo pero en relación viva con el país. Esta agitación en el campo de las ideologías no es casual. Es la consecuencia de una lucha que culminó después de treinta años en la formación de la conciencia histórica de los argentinos. Si temas como “nacionalismo”, “comunismo”, “liberalismo”, “izquierda nacional”, etc., están presentes en la Argentina actual, la cuestión no es descalificar los temas sino explicarlos. Es el ocaso del liberalismo, la descomposición del imperialismo y el empuje mundial del proletariado lo que está en la base de esta actitud histórica de la Argentina avasallada. Es la historia misma. No hay ideologías que se entiendan sin su previa inserción en los estados económicos, políticos y sociales del período en que proliferan. Podrán creer sus partidarios, de izquierda o derecha, que las han sacado armadas como Minerva MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 de sus cabezas. Pero esto es un espejismo. Si nos interesa la historia, si nos angustia a todos, es porque tenemos la certidumbre de que en ella se juega nuestro destino individual y colectivo. Esta conciencia nacional vigilante tiene estadios antecedentes. Toda la vida histórica está articulada a la manera de las fases sucesivas de la vida orgánica. Que aquí se tome un período que va desde 1930 a 1960 es una abstracción y nada más. Las periodificaciones son convencionales. Pero hay períodos perfilados con tal nitidez en el curso del desarrollo que hacen legítima su configuración, no independiente, pero sí resaltante dentro de la unidad de la historia nacional. El rasgo cardinal de este período de treinta años, es que la Argentina, en posición crítica frente al liberalismo colonial que gobernó al país casi sin interrupción desde 1853 a 1943 –un siglo– comenzó a verse a sí misma en relación a otros pueblos, en particular con Inglaterra. La formación de la conciencia nacional está estrechamente vinculada a esta evidencia posterior a 1930. En esa década nace la conciencia histórica de los argentinos. Cuando un país no ha logrado aún su autodeterminación nacional, pero es ya consciente de su necesidad, asiste al despliegue conjunto de sus fuerzas espirituales. Este hecho es la resultante de una realidad material: la opresión imperialista, con su reverso, la lucha por la liberación nacional. En estos períodos oscuros y luminosos los pueblos con destino asisten a la eclosión de la conciencia nacional, en los estudios históricos, en el arte, en la cultura. Niebuhr, el gran historiador alemán, lo sabía: “La triste época de la humillación prusiana influyó en parte, en la producción de mi historia”. Tal estímulo impulsó, asimismo, el Discurso a la nación alemana de Fichte. Treitschke lo dijo en el mismo sentido: “Lo más grande que le puede acontecer al hombre es sin duda defender en su propia causa la causa general. Entonces se engrandece la existencia personal convirtiéndose en un momento de la historia universal”. Es verdad que el historiador alemán pensaba en el sino imperial de Alemania con estrechez prusiana. Pero tal era la situación de Alemania, cuyo destino primero fue conciencia histórica y después expansión colonial. Ya antes lo había hecho Inglaterra, del mismo modo que durante el siglo xix lo haría EE.UU. Hay sin embargo, entre ellos y nosotros, una diferencia. La conciencia nacional de los pueblos jóvenes no es colonizadora sino reflejo defensivo provocado por el imperialismo. Es en estos períodos cuando aparece una historia escrita inspirada en una profunda fe en la patria y en las generaciones jóvenes a quienes esta fe está encauzada. Toda historia del pasado se escribe en función de los intereses del presente. Comprender el pasado es tomar conciencia del porvenir. La vocación por los estudios históricos es la primera en presentarse en los pueblos que luchan por su libertad. Prioridad que no es casual, pues las naciones beben en la propia historia los fundamentos de su derrotero. “La historia es una noble instructora –ha escrito Savigny– y sólo a través de ella puede mantenerse vivo el contacto con la vida primitiva del pueblo. La pérdida de esta conexión despojaría al país de la mejor parte de su vida espiritual”. Este patriotismo de los grandes períodos emancipadores –tal el caso actual de la Argentina– no nace de conciencias aisladas, sino que es el fruto de toda una generación, aunque sus miembros se ignoren, y cuya obra, a su vez, es el efecto de un estado multitudinario de la conciencia misma de la colectividad. El estudio sistemático y crítico de la Historia no es más que uno de los síntomas de este esclarecimiento y unificación de la vida nacional, consciente de sí misma, que aventa en los estratos profundos y anónimos del pueblo. En períodos de ascenso de este tipo, la vaga historia universal es sustituida por la 1956 - 1976 257 1956 - 1966 258 historia nacional. Lo concreto se antepone a lo abstracto, la patria al mundo. O en todo caso, el mundo es vivido desde ángulos propios, desde la perspectiva de la propia nacionalidad concebida, no como un circuito cerrado, pero sí independiente, aunque se tenga conciencia del todo, es decir, de la inserción de esa vida nacional en la historia universal. La idea que toda historia pertenece al mundo pero que al mismo tiempo es nacional, orienta estas etapas ascensionales. De ahí que en tales etapas de potente vitalidad se apele al símbolo de las grandes individualidades que concentran en su persona la densidad de la época y las tendencias de las clases sociales. Se llamen Rosas, Yrigoyen o Perón. El hecho tampoco es fortuito. El gran caudillo representa el carácter nacional dominante. Y su obra política, las aspiraciones mismas de la colectividad en un momento particular de la historia. El caudillo marca con su sello toda una época, pues esta lo crea. Y ni los odios ni las difamaciones pueden separar al individuo histórico genial de su tiempo, al que representó, no sólo en su libertad nacional colectiva sino en sus contradicciones. En tal sentido, el peronismo o el antiperonismo en la Argentina existían antes de Perón. Y es por eso que tales personajes son símbolos colectivos, antítesis sociales, programas de la acción comunitaria, pues “las personalidades más destacadas –como ha dicho Franz Eulenburg– tienen por sí, algo de impersonal”. Toda lucha nacional apela a estos símbolos de los hombres prominentes, en rigor, representaciones objetivas de la lucha de las masas que de este modo se realizan a sí mismas en la historia. El personaje histórico no es más que la tendencia resaltante de su época. Y en tal orden son símbolos de clases. Por eso la reacción contra ellos es proporcional a la veneración popular. En todos estos símbolos hay una base real. En Juan Manuel de Rosas, una clase dirigente que en un momento del siglo xix aún concilia las necesidades de la población na- tiva con el viejo país. En Yrigoyen, esa población ya pauperizada y aliada a la inmigración más reciente contra el régimen. En Perón, ese mismo pueblo nativo que convertido en proletariado nacional hace su gran experiencia histórica. El saladero dio una sociedad de hacendados y gauchos, la chacra una sociedad agraria e industrial incipiente, la industria moderna una Argentina revolucionaria, consciente de sus fines, pese a los parciales eclipses provocados por las fuerzas que resisten al desarrollo nacional. La conciencia nacional es la lucha del pueblo argentino por su liberación. En este sentido, el interés por la historia es la conciencia de la libertad como necesidad. Esta conciencia es colectiva pese a que sus formulaciones conscientes surjan de mentes individuales. A esta conciencia histórica han resistido y resisten otras fuerzas. La falta de unidad nacional estimulada durante más de un siglo por el imperialismo y la clase terrateniente, ha contado y cuenta con aliados: el carácter plurirracial y la división en clases de la población argentina, factores que han ejercido una efectiva influencia a través del sistema educativo de la oligarquía en la visión cultural apócrifa de vastos sectores sociales sobre el país argentino. En este sentido, el problema de la inmigración exige un ahondamiento, sobre todo, con relación al pensamiento de las tituladas izquierdas en la Argentina. Esa inmigración, junto a su significado de progreso, ha resistido a la verdadera cultura nacional. Una cultura nacional, base espiritual de la unificación del país, es sin que se anulen en su seno las oposiciones de clase, participación común en la misma lengua, en los usos y costumbres, organización económica, territorio, clima, composición étnica, vestidos, utensilios, sistemas artísticos, tradiciones arraigadas en el tiempo y repetidas por las generaciones; bailes, representaciones folklóricas primordiales, etc., que por ser MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 creaciones colectivas, nacidas en un paisaje y en una asociación de símbolos históricos, condensan las características espirituales de la comunidad entera, sus creencias morales, sistemas de la familia, etc. La cultura de un pueblo deriva de un conjunto de factores materiales y espirituales, más o menos estables y permanentes, aunque en estado de lenta movilidad, íntimamente conexos y en sí mismos indivisibles, o mejor aún, configurados de un modo único por el genio creador de la colectividad nacional. Un arte creador como el mejicano, por eso, lleva a la monumentalidad del fresco los rasgos étnicos de la comunidad junto a sus costumbres, su geografía, su color y su contenido histórico americano intransferible a otros continentes en tanto voluntad cultural propia y revolucionaria. En el arte verdadero late la comunidad de la cultura cuyo vigor abreva en la tierra mucho más que en las grandes ciudades, simples laboratorios en donde se plasman, cuando más, a través de los grupos artísticos e intelectuales, las peculiaridades de esa cultura nacional. Una cultura nacional es aceptación común de esas creaciones populares. La cultura es la identificación emocional con estos valores colectivos, tanto con los tradicionales y fijos, como con los correspondientes al presente. Pues la cultura, junto a su lado estático, es creación, resistencia y asimilación. Sólo hay verdadera nación cuando se sienten y se piensan en comunión determinadas valoraciones que no eliminan –ya se ha dicho– las oposiciones de clase. La ligazón cultural es por un lado sentimental, pero sus categorías colectivas están estereotipadas y al mismo tiempo vivas en la memoria de las masas. El filósofo o el artista no hacen más que darle cuño objetivo a esa personalidad que desborda al individuo y lo envuelve con el poder modelador del grupo nacional. En este orden, la ciudad puerto, Buenos Aires, ha sido durante largos períodos históricos, resisten- cia a la vigencia de una cultura nacional. Es el interior del país, su población autóctona, los factores que han preservado nuestra idiosincrasia nacional. Toda cultura se inspira en el pueblo y en su ámbito geográfico y espiritual. Invertir el proceso genético, como lo ha hecho durante los últimos treinta años la intelectualidad más visible de Buenos Aires, es adulterar el país. Y de tal adulteración sólo puede derivar una expresión cultural harapienta. La unidad vital del hombre y su medio, es lo característico de toda cultura que, por eso mismo, cuando adquiere conciencia de sí misma es universal en la medida en que lo colectivo desborda y nacionaliza lo universal. Parte de esa búsqueda de nuestra expresión cultural es consecuencia también de la repulsa al extranjerismo cultural de una oligarquía apátrida. En estas épocas de plétora no sólo se investiga la historia, sino que se tiende a la integración unitaria y total de la cultura. Todos los temas directa o indirectamente enhebrados a esta voluntad de destino, aparecen en el pensamiento nacional de hoy, en estado de búsqueda y retorno hacia las formas expresivas del pueblo. Por eso las obras de estos períodos de autoconciencia nacional son siempre críticas. Y la aparente injusticia contra lo consagrado es desenmascaramiento de una visión enferma del país, recusación de los falsos maestros, de los trotapapeles sin personalidad, de los repetidores y amanuenses aporcelanados de la historia y la cultura oficiales. La crítica histórica, literaria, cultural, se convierte en un instrumento de la educación nacional. La generación intelectual que surge en 1930 tiene el mérito, más allá de sus prejuicios y vacilaciones de clase, de haber amado al país. A diferencia de la “intelligentzia” liberal y de izquierda que se apartó de él incapaz de analizar y despojarse de su propia servidumbre cultural. Un poderoso sentimiento acusa esa generación. Este sentir tuvo, antes que nada, por escenario, la 1956 - 1976 259 1956 - 1966 260 calle, el tumulto, el escándalo frente a un país con sus mitos liberales en falencia. Acercarse al aliento vital de esa época es comprender la formación desolada a ratos, abnegada siempre, de la conciencia nacional. Por eso, cuando el ensayista comunista Héctor P. Agosti habla de esta actitud altiva de la nacionalidad que se vuelve, tal vez inclemente, contra los que deformaron la inteligencia argentina y asume como intelectual de izquierda su defensa virtual, acusando a esa crítica, libre de compromisos podridos, de “canibalismo crítico”, olvida que la crítica al canibalismo crítico es el vasallaje y la hipocresía de la crítica. Que es lo peor que le puede pasar a un escritor que al mismo tiempo se titula marxista. “El hombre dotado de espíritu crítico –ha dicho Th. Mann– no sólo tiene el derecho, sino el deber de usarlo, y de usarlo hasta el fin de sus días, aunque le sea necesario reconocer que este ejercicio no se acomoda con la búsqueda del placer”. El rasgo predominante de la lucha generacional de la que se habla en este libro es la construcción de una imagen del país opuesta a la visión europeísta de la cultura. Entiéndase bien, europeísta, no europea. La crisis de la Argentina liberal no puede desconectarse de la labor de esa generación nacional precursora que habría de desembocar en el violento insurgir de las masas populares el 17 de octubre de 1945. “A las grandes revoluciones que saltan a la vista –ha escrito Hegel– tiene que preceder necesariamente una revolución callada y oculta operada en el espíritu de la época y que no todo ojo percibe… Y es la ignorancia de estas revoluciones producidas en el mundo de los espíritus lo que nos hace asombrarnos luego ante el resultado”. Fuente: Juan José Hernández Arregui, “Introducción”, La formación de la conciencia nacional (1ª edición, 1960), Buenos Aires, Plus Ultra, 3ª edición 1973, pp. 34-50. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 INTRODUCCIÓN A AMÉRICA PROFUNDA Uno de los rasgos de la cultura argentina de los años sesenta es una nueva relectura de América, y la obra de Kusch es un ejemplo de este proceso. Si desde las culturas de izquierda de aquella década estos textos eran acusados de “telurismo”, en la actualidad resultan reivindicados por distintos sectores del movimiento campesino de nuestro continente. De este modo, la “fagocitación”, es decir, la “reintegración de lo humano en estas tierras”, se revela como una dimensión central de una nueva comprensión americana vista desde el altiplano antes que desde las grandes ciudades. Introducción a América Cuando se sube a la iglesia de Santa Ana del Cuzco –que está en lo alto de Carmenga, cerca de donde en otros tiempos había un adoratorio dedicado a Ticci Viracocha– se experimenta la fatiga de un largo peregrinaje. Es como si se remontaran varios siglos a lo largo de esa calle Melo, bordeada de antiguas chicherías. Ahí se suceden las calles malolientes con todo ese viejo compromiso con verdades desconocidas, que se pegotean a las caras duras y pardas con sus inveterados chancros y sus largos silencios, o se oye el lamento de algún indio, el grito de algún chiquillo andrajoso o ese constante mirar que nos acusa no sabemos de qué, mientras todos atisban, impasibles, la fugacidad de nuestro penoso andar hacia la cumbre. Todo parece hacerse más tortuoso, porque no se trata sólo del cansancio físico, sino del temor por nuestras buenas cosas que hemos dejado atrás, allá, entre la buena gente de nuestra gran ciudad. Falta aire y espacio para arribar a la meta y es como si nos moviéramos en medio del magma de antiguas verdades. Más aún, se siente resbalar por la piel la mirada pesada de indios y mestizos con ese su afán de segregarnos, como defendiendo su impermeabilidad. De pronto se ve rezar a un indio ante el puesto de una chola, por ver si consigue algún mendrugo, o un borracho que danza y vocifera su chicha o un niño que aúlla, poseso, ante nosotros, junto a un muro. Entonces comprendemos que todo eso es irremediablemente adverso y antagónico y que adentro traemos otra cosa –no sabemos si peor o mejor– que difícilmente ensamblará con aquella. Y aunque entremos en la iglesia de Santa Ana, como quien se refugia en ella, siempre nos queda la sensación de que afuera ha quedado lo otro, casi siempre tomando la forma de algún mendigo que nos vino persiguiendo por la calle. Ahí está parado y nos contempla desde abajo, con esa quietud de páramo y una sonrisa lejana con su miseria largamente llevada, y quizá le demos una limosna, aunque sepamos que ella no cumple ya ninguna finalidad. Y nos acosa cierta inseguridad que nos molesta. No sabemos si esa limosna es un remedio para una situación o es sólo una manera de obligarnos a realizar un gesto. POR RODOLFO KUSCH 1956 - 1976 261 1956 - 1966 262 La misma inseguridad como cuando nos hablaba una vieja india y no alcanzábamos a entenderle y estábamos ahí como si nada oyéramos y nos sentíamos recelosos y acobardados, porque todo eso no es lo que acostumbramos a tolerar. Nos hallamos como sumergidos en otro mundo que es misterioso e insoportable y que está afuera y nos hace sentir incómodos. ¿Serán los cerros inmensos, los paisajes desolados, las punas heladas, las chicherías? ¿Serán las caras hostiles y recelosas que nos contemplan de lejos como si no existiéramos y que nos tornan tan fatigoso este trajín y este ascenso hasta Santa Ana y nos sumergen en este lento proceso de sentirnos paulatina e infinitamente prisioneros, en medio de una exterioridad que nos acosa y nos angustia? En ningún lado como en el Cuzco se advierte esa rara condición de un mundo adverso, con esa lamentable y sorda hostilidad que nos sumerge en un mundo adverso. Sin embargo, le encontramos el remedio. Es el remedio natural del que se siente desplazado, un remedio exterior que se concreta en el fácil mito de la pulcritud, como primer síntoma de una negativa conexión con el ambiente. Porque es cierto que las calles hieden, que hiede el mendigo y la india vieja, que nos habla sin que entendamos nada, como es cierto, también, nuestra extrema pulcritud. Y no hay otra diferencia, ni tampoco queremos verla, porque la verdad es que tenemos miedo, el miedo de no saber cómo llamar a todo eso que nos acosa y que está afuera y que nos hace sentir indefensos y atrapados. Es más. Hay cierta satisfacción de pensar que efectivamente estamos limpios y que las calles no lo están, ni el mendigo aquel, ni tampoco la vieja quichua. Y lo pensamos aunque sea gratuito, porque, si no, perderíamos la poca seguridad que tenemos, aunque sea una seguridad exterior, manifestada con inso- lencia y agresión, hasta el punto de hablar de hedor con el único afán de avergonzar a los otros, los que nos miran con recelo. Además es importante sentirse seguro, aunque presintamos que somos poca cosa y que tenemos escasa resistencia cuando el mundo exterior nos es adverso. De ahí el axioma: el vaho hediento es un signo que flota a través de todo el altiplano, como una de sus características primordiales. Y no es sólo el hedor, sino que es, en general, la molestia, la incomodidad de todo ese ambiente. Por eso se incluye la tormenta imprevista, la medida de aduana, el rostro antipático de algún militar impertinente o el silencio que responde a nuestra pregunta ansiosa, cuando pedimos agua a algún indio. La tormenta, el militar y el indio son también el hedor. El hedor es un signo que no logramos entender, pero que expresa, de nuestra parte, un sentimiento especial, un estado emocional de aversión irremediable, que en vano tratamos de disimular. Más aún, se trata de una emoción que sentimos no sólo en el Cuzco, sino frente a América, hasta el punto de que nos atrevemos a hablar de un hedor de América. Y el hedor de América es todo lo que se da más allá de nuestra populosa y cómoda ciudad natal. Es el camión lleno de indios, que debemos tomar para ir a cualquier parte del altiplano y lo es la segunda clase de algún tren y lo son las villas miserias, pobladas por correntinos, que circundan a Buenos Aires. Se trata de una aversión irremediable que crea marcadamente la diferencia entre una supuesta pulcritud de parte nuestra y un hedor tácito de todo lo americano. Más aún, diríamos que el hedor entra como categoría en todos nuestros juicios sobre América, de tal modo que siempre vemos a América con un rostro sucio que debe ser lavado para afirmar nuestra convicción y nuestra seguridad. Un juicio de pulcritud se da en Ezequiel MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Martínez Estrada cuando expresa que, todo lo que se da al norte de la pampa, es algo así como los Balcanes. Y lo mismo pasaba con nuestros próceres, también ellos levantaban el mito de la pulcritud y del hedor de América, cuando creaban políticas puras y teóricas, economías impecables, una educación abundosa y variada, ciudades espaciosas y blancas y ese mosaico de republiquetas prósperas que cubren el continente. La categoría básica de nuestros buenos ciudadanos consiste en pensar que lo que no es ciudad, ni prócer, ni pulcritud no es más que un simple hedor susceptible de ser exterminado. Si el hedor de América es el niño lobo, el borracho de chicha, el indio rezador o el mendigo hediento, será cosa de internarlos, limpiar la calle e instalar baños públicos. La primera solución para los problemas de América apunta siempre a remediar la suciedad e implantar la pulcritud. La oposición entre pulcritud y hedor se hace de esta manera irremediable, de tal modo que si se quisiera rehabilitar al hedor, habría que revalidar cosas tan lejanas como el diablo, Dios o los santos. Y mover la fe desde la pulcritud al hedor, constituye casi un problema de índole religiosa. Porque para mostrar en qué consiste y cuál es el mecanismo y los supuestos del hedor, habrá que emprender con la mentalidad de nuestros prácticos ciudadanos americanos una labor como de cirugía, para extraer la verdad de sus cerebros a manera de un tumor. Y eso ya es como una revelación, porque habrá que romper el caparazón de progresismo de nuestro ciudadano, su mito inveterado de la pulcritud y ese fácil montaje de la vida sobre cosas exteriores como ciudad, policía y próceres. Pero, claro está, que se nos pasó el siglo de las revelaciones. Sería desusada e incómoda una revelación hoy en día y menos cuando ella ocurre en el plano individual. Quedan, sin embargo, las revelaciones co- lectivas como lo fue la Revolución Francesa. En este caso los iniciados –que eran los burgueses de nuestro siglo– ejecutaron a Luis XVI porque sabían que estaban en la verdad. Y para retomar nuestra terminología, diríamos que la burguesía de entonces constituía algo así como la solución hedienta para la aristocracia francesa. Como la historia europea se encauzó luego por la senda de aquellos y no de estos, la muerte del rey no fue un crimen, sino un acto de fe. La destrucción del rey y de las cosas de la aristocracia puso en vigencia la revelación que habían sufrido los revolucionarios. Claro que en América ese tipo de revelación no pasó nunca a mayores, porque siempre careció posteriormente de vigencia. En todos los casos se trataba del hedor que ejercía su ofensiva contra la pulcritud y siempre desde abajo hacia arriba. Arriba estaban las pandillas de mestizos que esquilmaban a pueblos como los de Bolivia, Perú o Chile. En la Argentina eran los hijos de inmigrantes que desbocaban las aspiraciones frustradas de sus padres. Contra ellos luchaban los de abajo, siempre en esa oposición irremediable de hedientos contra pulcros, sin encontrar nunca el término medio. Así se sucedieron Túpac Amaru, Pumacahua, Rozas, Peñaloza, Perón como signos salvajes. Todos ellos fueron la destrucción y la anarquía, porque eran la revelación en su versión maldita y hedienta: eran en suma el hedor de América. Esta es la dimensión política del hedor, que pone a este en evidencia y lo convierte en un antagonista inquietante. Quizá sea la única dimensión que se le conozca. Pero ¿qué pasaría si se tomase en cuenta su realidad, el tipo humano que lo respalda, su economía o su cultura propias? Hacer eso sería revivir un mundo aparentemente superado, algo así como si se despertara el miedo al desamparo, como si se nos desalojara del hogar para exponernos a la lluvia y al viento o como si 1956 - 1976 263 1956 - 1966 264 se nos diera la vida de aquel mendigo que nos esperaba a la puerta de la iglesia, y en adelante tuviésemos que recorrer la puna, expuestos al rayo, al trueno y al relámpago. Es un miedo antiguo como la especie, que el mito de la pulcritud remedió con el progreso y la técnica, pero que repentinamente se aparece en una iglesia del Cuzco, provocado, entre otras cosas, por un mendigo que nos pide una limosna para humillarnos. Y es que el hedor tiene algo de ese miedo original que el hombre creyó dejar atrás después de crear su pulcra ciudad. En el Cuzco nos sentimos desenmascarados, no sólo porque advertimos ese miedo en el mismo indio, sino porque llevamos adentro, muy escondido, eso mismo que lleva el indio. Es el miedo que está antes de la división entre pulcritud y hedor, en ese punto en donde se da el hedor original, o sea, esa condición de estar sumergido en el mundo y tener miedo de perder las pocas cosas que tenemos, ya se llamen ciudad, policía o próceres. Pero este miedo de ser primitivos en lo más íntimo, un poco hedientos, no obstante nuestra firme pulcritud que nos asalta en el Cuzco, comprende también el temor de que se nos aparezca el diablo, los santos, dios o los demonios. Tenemos miedo, en el fondo, de que se nos tire encima el muladar de la antigua fe, que hemos enterrado, pero que ahora se nos reaparece en el hediento indio y en la hedienta aldea. En ese plano, el planteo del hedor y la pulcritud se ensambla con ciertos residuos cosmogónicos, algo así como el miedo a una antigua ira de dios desatada en la piedra, en los valles, en los torrentes y en el cielo con sus relámpagos y sus truenos. Y sentimos desamparo porque nuestra extrema pulcritud carece de signos para expresar ese miedo. En cierto modo es un problema de psicología profunda, porque se trata de llevar a la conciencia un estado emocional reprimido, para el cual sólo tenemos antiguas denominaciones que creemos superadas. El miedo actúa desde nuestro inconsciente, en la misma manera como cuando los antiguos hablaban de la ira de dios, esa misma que Lutero creyó haber superado con su postura religiosa, en la misma medida como también lo había hecho San Pablo con la ira de Jehová. Y en nuestro caso el temor ante la ira de dios es el temor de quedarnos atrapados por lo americano. Es el miedo al exterminio de un Jehová iracundo, quien en el Antiguo Testamento, exigía el sacrificio de un hijo para afirmar la fe del creyente. Es el miedo a la ira de dios desatada como pestilencia y desorden, que en América se nos muestra a nuestras espaldas con toda su violencia y que nos engendra el miedo de perder la vida por un simple azar. Por eso nos sentimos pequeños y, en cierto modo, mezquinos pese a nuestras grandes ciudades. Es como si nos sorprendieran jugando al hombre civilizado, cuando en verdad estamos inmersos en todo el hedor que no es el hombre y que se llama piedra, enfermedad, torrente, trueno. Y esa vivencia, ya profundizada, no puede tener otra expresión que la que tuvo cuando Jehová descendió sobre el Sinaí y “vinieron truenos y relámpagos, y grave nube sobre el monte… porque Jehová había descendido sobre él en fuego: y el humo de él subía, como el humo de un horno, y todo el monte se estremeció en gran manera”. La ira de Jehová se mostraba a Moisés para dictar una ley a un pueblo miserable y humilde que quería salvarse en medio de un desierto. Pero este pueblo utilizó la ira para encontrar un camino interior y para toparse en su confín con una ley moral que lo sostuviera para llegar a la tierra prometida. El milagro consistió en convertir la violencia exterior en un camino interior. La visión de una ira divina descendiendo sobre un monte responde a un momento auténtico. Es algo así como una emoción mesiá- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 nica, que nos coloca, de pronto, en el margen que separa al hombre de la naturaleza, a fin de que el hombre encuentre una moral controlada por la ira divina que yace en la naturaleza. Y esto es auténtico porque surge en esa alternativa que se da en el equilibrio entre la vida, de un lado, y la muerte, del otro. Y es un momento creador porque ahí brota la gran mística que confiere sentido al hecho de vivir. Y en el juicio aquel sobre el hedor de América y sobre la afanosa pulcritud se halla implícito el afán de encubrir una ira que nadie quiere ver. Está en juego un planteo primario que el hombre siempre ha necesitado, pero que el caparazón de progresismo de nuestros ciudadanos e intelectuales –progresismo alimentado casi exclusivamente en la Europa burguesa del siglo xix– trata de mantener a raya, porque, si no, ellos perderían salud y bienestar. En verdad esta actitud mesiánica se encuentra sólo hacia el interior de América, remontando su pasado o bajando hacia las capas más profundas de su pueblo. Arriba, en cambio, aquella actitud se halla encubierta y reprimida. De ahí entonces la necesidad de delimitar a cada uno de los dos grupos como si fueran antagónicos. Por una parte, los estratos profundos de América con su raíz mesiánica y su ira divina a flor de piel y, por la otra, los progresistas y occidentalizados ciudadanos. Ambos son como los dos extremos de una antigua experiencia del ser humano. Uno está comprometido con el hedor y lleva encima el miedo al exterminio y el otro, en cambio, es triunfante y pulcro, y apunta hacia un triunfo ilimitado aunque imposible. Pero esta misma oposición, en vez de parecer trágica, tiene una salida y es la que posibilita una interacción dramática, como una especie de dialéctica, que llamaremos más adelante fagocitación. Se trata de la absorción de las pulcras cosas de Occidente por las cosas de América, como a modo de equilibrio o reintegración de lo humano en estas tierras. La fagocitación se da por el hecho mismo de haber calificado como hedientas a las cosas de América. Y eso se debe a una especie de verdad universal que expresa que todo lo que se da en estado puro es falso y debe ser contaminado por su opuesto. Es la razón por la cual la vida termina en muerte, lo blanco en lo negro y el día en la noche. Y eso ya es sabiduría y, más aún, sabiduría de América. Fuente: Rodolfo Kusch, “Introducción a América”, en América profunda, Buenos Aires, Hachette, 1962, pp. 5-18. 1956 - 1976 265 1956 - 1966 266 ROSAS, ROMANTICISMO Y LITERATURA NACIONAL En 1964, David Viñas publica un libro fundamental para la crítica literaria moderna: Literatura argentina y realidad política. La obra, que analiza críticamente el desarrollo de las élites argentinas en su intento –necesariamente fallido– por realizar una “voluntad nacional”, lleva la impronta de ese singular marxismo mediado por Sartre que signaba a buena parte de los intelectuales de la revista Contorno. En el capítulo “Rosas, romanticismo y literatura nacional”, que inicia el libro, además de fijar la premisa de que la literatura argentina surge con Rosas, Viñas comienza a presentar la idea –luego célebre– de la “mirada estrábica” del romanticismo rioplatense; ese estrabismo, que con un ojo mira la patria y con otro a Europa, será una de las marcas profundas de aquellas élites tanto en sus concepciones políticas como en sus imaginarios culturales. La mirada a Europa: del viaje colonial al viaje estético “Conocía que estaba en el centro del mundo.” Eduardo Mallea, Nocturno europeo, 1935 “Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, propiedad…” Manuel Belgrano, Autobiografía “La élite intelectual pretende superar este subdesarrollo del país que se cuela en la intimidad, superando la imagen que la cultura desarrollada nos devuelve de nosotros mismos, por medio de un acceso al universo universitario o artístico o ingresando al orbe de las ciencias, como si sólo con ello desapareciera esa maldición que sufrimos de ser un resultado del subdesarrollo en el plano personal. Pero, querámoslo o no, estamos amasados por el subdesarrollo, la dependencia y las modalidades impuestas por él.” León Rozitchner, Persona, cultura y subdesarrollo POR DAVID VIÑAS “En las impresiones de viaje en Italia que sucesivamente daré a luz por el folletín de El Mercurio, se notará que sobresale, como asunto dominante, la jurisprudencia. Tal ha sido, en efecto, el asunto que con especialidad me propuse examinar al visitar aquel país.” J. B. Alberdi, Veinte días en Génova, 1845 “Lo que no impide que Pablo se creyera transportado a un cuento de hadas.” Eugenio Cambaceres, Música sentimental, 1884 Rosas, romanticismo y literatura nacional La literatura argentina es la historia de la voluntad nacional; es decir, es el proceso que puede rastrearse a lo largo de un circuito pero MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 que sólo se verifica en los momentos culminantes caracterizados por la densificación de un dato fundamental. ¿Pero cómo se reconocen esas emergencias? Por varios datos indudables: por el pasaje de la cultura entendida como eternidad a la convicción de que es historia, por el tránsito de los escritores que interpretan a la literatura como tautología y la realizan como conducta mágica a los que se sienten sujetos a la historia, por la diferencia entre los que se prefieren erigiendo su opacidad como una garantía y los que eligen, por las coyunturas en que se acentúa lo dado al inscribirse en una nomenclatura a las que se lanzan a acrecentar lo puesto arriesgando las palabras. En forma similar, los mayores logros se definen por el desplazamiento del miedo hacia la responsabilidad cuando los escritores dejan de ser literatos para convertirse en autores. A partir de ahí puede agregarse que la literatura argentina comenta a través de sus voceros la historia de los sucesivos intentos de una comunidad por convertirse en nación; entiendo ese peculiar nacionalismo como realismo en tanto nación totalizadora, como elección y continuidad en un élan inicial y como estilo en tanto autonomía y autenticidad de los diversos grupos sociales de acuerdo a las coyunturas a las que se ven abocados. Dentro de esta perspectiva la literatura argentina empieza con Rosas. De ahí que las respuestas que se nuclean en torno a lo puramente testimonial (frente a las invasiones inglesas en 1810), alrededor de una tradición libresca impregnada de elementos retóricos (como en la poesía de la guerra contra España y en el período rivadaviano) al llegar a 1837, 38, 45 caracterizadas ya por una nítida voluntad de estilo, marquen un salto cualitativo e impliquen una revolución cultural. Bien visto, toda revolución es un salto cualitativo. Lo que separa la poesía de Rivarola, López y Planes o Juan Cruz Varela de la de Echeverría reside en eso; es el espacio que se abre entre las memo- rias de Martín Rodríguez o Saavedra y las de Paz. Análogamente puede decirse que Gorriti y Sarmiento se ocuparon de lo mismo: tanto las Reflexiones sobre las causas morales de las convulsiones interiores en los nuevos estados americanos y examen de los medios eficaces para reprimirlos como Facundo, presuponen una descripción analítica y un programa, pero mientras el segundo se inscribe en la literatura al logar el nivel de especificidad de lo literario, el primero no traspone ese umbral y su autor se queda en la melancólica categoría de precursor. El Deán Funes y Vicente Fidel López, en dos coyunturas diversas enfrentan la misma temática con la diferencia que va de lo que se resigna a crónica en la zona de lo preliterario a lo que se articula en la trascendencia de lo histórico. El salto, de hecho, en todos estos casos, es brusco, pero los ingredientes que lo condicionan armando el entramado cultural subyacente se han ido desplegando con un ritmo lento y contradictorio. Son varias las coordenadas que se entrecruzan y superponen en el período rosista y que inciden en la aparición de una literatura con perfiles propios. Son conocidos: en primer lugar, la presencia, unidad y desarrollo de una constelación de figuras de cronología, nivel social y aprendizaje homogéneos; con una implicancia decisiva: se trata de la primera generación argentina que se forma luego del proceso de 1810. En segundo lugar, su inserción en las tensiones que provoca el momento rosista que los crispa, motiva y moviliza alejándolos del país y otorgándoles distancia para verlo en perspectiva y desearlo, interpretarlo, magnificándolo y descubriéndolo como condición sine qua non hasta poetizarlo en una permanente oscilación entre carencia y regreso. El destierro los prestigia como excentricidad y los enfervoriza como aventura e infinitud pero desgarrándolos como separación; el país se les aparece virgen y contaminado a la vez; es que la Argentina para los románticos de 1837 1956 - 1976 267 1956 - 1966 268 se identifica con La cautiva. Son los términos espaciales y significativos con los que operan: el desierto rústico, amenazador y desnudo que acecha, provoca la evasión como cabalgata y lirismo, y llama para poseerlo, parcelarlo y transformarlo; es vacío que provoca vértigo a la vez que urgencia por llenarlo condicionando una debilidad regresiva entremezclada con avideces e imperativos de acción. El otro término es el matadero con sus dos connotaciones clave, lo pintoresco y lo pringoso; es decir, el matadero es la estancia impura. Como tercer elemento se juega la abundancia de tiempo para escribir en el exilio y la necesidad de hacerlo a los efectos de sobrevivir a la vez que paralelamente se crean y difunden numerosos canales periodísticos, voceros de intereses mercantiles en algunos casos como El Comercio del Plata. En cuarta instancia –estrechamente correlacionada con la anterior– el sistema voraz y cotidiano del folletín que exige una continuidad obligando a cierta adecuación en cortes, síntesis, suspenso y extensión, pero que compensa con la apoyatura inmediata y concreta de la difusión. En quinto lugar, la convicción de contar con un público reducido pero fervoroso y en crecimiento, esparcido en los distintos centros de la emigración en Chile, Montevideo, Río de Janeiro, Lima y La Paz. Más aún, la posibilidad de un público europeo y el esfuerzo por lograrlo de acuerdo a la pauta señalada por Fenimore Cooper que se convierte en precedente, paradigma y estímulo. En este aspecto –sobre todo en poesía– se presiente y verifica la presencia de un público femenino, muy al día, liberalizado y hasta rebelde, al que se apela mediante títulos más o menos ambiguos como La Moda. Sexto concomitante causal es el impacto de la figura de Rosas, fenómeno totalitario, mucho más intenso, próximo y prolongado que el de las invasiones inglesas o el del proceso de 1810, que rechaza y fascina a los hombres de la generación de 1837, enfrentándolos al dilema de la mar- ginalidad o la integración, la huida o la penetración en y por la realidad, la abdicación, la crítica o la abstracción, al proponerles una figura cargada de referencias románticas por su origen popular, desmesura, connotaciones irracionalistas y hasta por sus violentos contrastes. Rosas es un titán pero filisteo, a la vez enemigo que enardece, pero gran propietario al que se desdeña. En séptimo lugar, el impacto, difusión y predominio del romanticismo de escuela con su énfasis sobre el color local y sus explícitas postulaciones a favor de una literatura nacional. La referencia europea está allí, dramática y análoga; en 1830, en el 48, en los países sometidos como Polonia, Hungría, Italia y Grecia, el romanticismo es sinónimo de nacionalismo y las figuras que lo encarnan –un Mazzini o un Byron– son homologados a través de la literatura con héroes de la liberación frente a los centros de autoritarismo político como el imperio Hausburgo o el otomano. A partir de ahí nada tienen de extraño los paralelismos que se confeccionan entre carretas y camellos, caudillos y bajáes; y en esta perspectiva Rosas adquiere ademanes de sultán (v. Ricardo Orta Nadal, Presencia de Oriente en el “Facundo”). El exotismo aquí no se exalta sino que se identifica con la regresión. El aspecto siguiente, octavo, estriba en la proclamada necesidad de lograr una independencia cultural asimilada al corolario y complementación del proceso inaugurado a nivel político en 1810. Por cierto, a partir de aquí surge otra contradicción en la que se balancean y no resuelven los hombres del 37, pero que carga de tensiones internas a sus obras: su americanismo literario y su antiamericanismo político, su fervor ante el desierto o su enternecimiento y lucidez frente al payador en conflicto con su denuncia y rechazo de Rosas y de las connotaciones que le adjudican. En el dilema progresismo-tradicionalismo optarán por el primer término; las contradicciones sólo se les aparecerán con los resultados de esa elec- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 ción. Es decir, las resultantes de su progresismo –a los que sobrevivan para verlas– los tornarán reaccionarios. Un noveno aspecto: el paulatino pasaje desde lo típico, primero y luego lo regional hasta alcanzar lo patriótico y finalmente lo nacional; es el circuito que va desde la Oda al Paraná, se recorta en nuevos valores éticos e idiomáticos después de 1810 como en los caballos ágiles y sudados o en las cargas incoativas de Juan Ramón Rojas y se sublima y sistematiza en Fisonomía del saber español: cual deba ser entre nosotros de 1837 (v. Tulio Halperín Donghi, Tradición política española e ideología revolucionaria de mayo). Este componente se interrelaciona con las manifestaciones de hispanofobia, la acentuación de escenografías propias y el manejo del idioma con libertad, comodidad, desenfado y hasta arbitrariedad: en una proporción cuantitativamente significante recién con los hombres del 37 las palabras coaguladas en la inmovilidad de la colonia empiezan a vibrar, crujen, giran sobre sí mismas impregnándose de un humus renovado y adquiriendo otra trasparencia, peso y densidad, o se resquebrajan y parecen licuarse desplazándose ágiles, con nuevas aristas, en insólitas alianzas o a través de prolongadas y maduras cariocinesis. Dice Gutiérrez: “Nula, pues, la ciencia y la literatura españolas, debemos nosotros divorciarnos completamente con ellas, y emanciparnos a este respecto de las tradiciones peninsulares, como supimos hacerlo en política, cuando nos proclamamos libres”. Alberdi es más categórico: “Otro carácter del español neto está en el uso de las voces no usadas y anticuadas: porque ya se sabe, el españolismo es lo anticuado, lo desusado, lo exhumado, lo que está muerto para todo el mundo. Así, no se ha de decir: esto me toca sino esto me tañe; me gusta sino me peta; una vez que otra sino de vez en cuando; fijar la atención sino parar mientes”. Y Sarmiento subraya y cierra: “Escribid con amor, con corazón, lo que os alcance, lo que se os antoje. Que eso será bueno en el fondo, aunque la forma sea incorrecta; será apasionado, aunque a veces sea inexacto; agradará al lector, aunque rabie Garcilaso; no se parecerá a lo de nadie; pero, bueno o malo, será vuestro, nadie os lo disputará; entonces habrá prosa, habrá poesía, habrá defectos, habrá belleza”. Son los planteos fundamentales del romanticismo: impugnación y programa que se corresponden con la etapa más genuina y potente del liberalismo cargada de negatividad; el momento en que se meten sin consulta ni titubeo rodeo, manguera, toldo, bagual, baqueano o se inventan despotizar, federalizado, vandalaje, montonerizado; o se echa mano hacia atrás y se recrean ganapanes, patán, vocingleras (v. Emilio Carilla, Lengua y estilo en el “Facundo”). Todas estas coordenadas se yuxtaponen hasta alcanzar la fuerza y el espesor de un núcleo causal. El décimo concomitante también: se trata del progresivo abandono de las pautas escolásticas identificadas como apego a lo tradicional y genérico dentro del aprendizaje realizado en el neoclasicismo rioplatense que no posee la densidad cultural de otras regiones coloniales. La retórica presupone en este orden de cosas reiteración de fórmulas, circularidad, debilitamiento, enfermedad diría, fijada en un lenguaje hierático que se mecaniza y apoya en amaneramiento a través de una relación de dependencia. De eso había que prescindir. El proyecto consistía en una separación, diferenciación y asunción de lo propio con los desgarramientos, vacilaciones, fracasos y deslumbramientos que eso presupone. Es lo que se comprueba en el último Juan Cruz Varela que empieza a “nacionalizarse” al final de su vida como en los comienzos de Echeverría penetrados de un neoclasicismo que le urge mutilar. Fuente: David Viñas, Literatura argentina y realidad política, Buenos Aires, Jorge Álvarez Editor, 1964, pp. 3-10. 1956 - 1976 269 1956 - 1966 270 INDUSTRIALIZACIÓN, BURGUESÍA INDUSTRIAL Y MARXISMO (SELECCIÓN) POR MILCÍADES PEÑA La revista Fichas de Investigación Económica y Social, al igual que su antecesora, Revista de la Liberación (de frecuencia trimestral, publicada entre 1963 y 1964) es coordinada por el intelectual trotskista Milcíades Peña, y se edita en Buenos Aires desde abril de 1964 (Nº 1) hasta julio (Una crítica a “Fichas” y una respuesta con fines educativos) Milcíades Peña / Gustavo Polit / Víctor Testa Las investigaciones publicadas en el número 1 de Fichas –dedicado a la evolución industrial y la clase empresaria argentina– han sido objeto de crítica en un libro de reciente aparición, cuyo autor polemiza con “la revista Fichas”. En realidad la revista Fichas no sostiene posición alguna pues la responsabilidad de las ideas expresadas en los artículos corre exclusivamente por cuenta de quienes lo firman. En el presente trabajo, los autores de los artículos criticados responden al crítico –para quien quedan abiertas las páginas– de la revista. El número 1 de la revista Fichas, dedicado a estudiar la evolución industrial y la clase empresaria argentina, ha sido objeto de exal- de 1966 (N° 10). En la cuarta entrega, Peña publica un extenso texto donde polemiza con el artículo “La cuestión nacional y el marxismo”, que Jorge A. Ramos había publicado poco tiempo antes discutiendo la perspectiva sobre la evolución industrial y la clase empresaria argentina esbozada en Fichas en su número inicial. En palabras del autor de este artículo, “esta respuesta nos permite reiterar con fines educativos algunas ideas sustanciales del marxismo acerca del problema nacional en los países atrasados y semicoloniales; y de paso, para beneficio de quienes en 1955 eran menores de edad, ubicar en el tiempo y en su rol social la trayectoria del impostor crítico de Fichas”. tada crítica en un artículo sorprendentemente titulado “La cuestión nacional y el marxismo”, que firma Jorge A. Ramos. El singular talento de este escritor consiste en escribir con especial desembarazo sobre cosas de que no sabe nada. Además, como podrá comprobarse enseguida, es un hombre totalmente incapacitado para hacer, aunque sólo sea por excepción, una cita ajustada a la verdad. A todo lo cual viene a agregarse la circunstancia públicamente notoria de que el crítico de Fichas es un impostor político, que obviamente no cree ni una palabra de lo que escribe. Él contempla las falsedades que publica y exclama como aquel personaje de Pirandello: “¡Qué verdad ni verdad, hágame el favor! ¡Aquí estamos en un teatro!”. Así pues, polemizar con este escritor que parece haberse fijado en la vida el propósito de mentir siempre, constituye una tarea enfadosa y MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 desagradable, y pudiera pensarse con alguna justificación que es algo así como arrojar margaritas ante porcos. Dos circunstancias hay sin embargo que pueden excusar el uso de las páginas de Fichas para responder a la crítica de un hablista intelectualmente tan insignificante. Una es que esta respuesta nos brinda la ocasión para desarrollar de un modo positivo ideas anteriormente expuestas en Fichas acerca de problemas cruciales de la sociedad argentina. La otra circunstancia a que aludimos es la siguiente: esta respuesta nos permite reiterar con fines educativos algunas ideas sustanciales del marxismo acerca del problema nacional en los países atrasados y semicoloniales; y de paso, para beneficio de quienes en 1955 eran menores de edad, ubicar en el tiempo y en su rol social la trayectoria del impostor crítico de Fichas. 1. Cómo polemiza un impostor “Sibilot. –¿Qué haces ahí? Jorge. –Mis ensayos. Sibilot. –¿Qué ensayos? Jorge. –Me miento a mí mismo. Sibilot. –¿A ti también? Jorge. –A mí en primer lugar. Tengo demasiada inclinación por el cinismo; es indispensable que yo sea mi primer engañado.” (Nekrasof, de J. P. Sartre). A fin de medir la deshonestidad intelectual del impostor político Jorge Abelardo Ramos, vale la pena detenerse a observar las artes de que se vale en la polémica, pues “para conocer a un cojo lo mejor es verlo andar”, según decía Martín Fierro. 1.1 Cómo tergiversa un impostor lo que se dice en Fichas sobre el carácter atrasado y semicolonial del país “La revista Fichas desconoce el carácter semicolonial de la Argentina. El imperialismo y la propia burguesía nacional, al emplear el púdico vocablo cepalino de ‘país subdesarrollado’ convienen en aceptar el carácter semicolonial de la Argentina, notorio para todo el mundo, excepto para el ‘investigador’ de Fichas”. En verdad, es perfectamente notorio que la revista Fichas, lejos de “desconocer” el carácter atrasado y semicolonial del país, dedicó su primer número a exponer esa situación y analizar las fuerzas que la conservan. “La Argentina no puede salir del estancamiento sin una rigurosa planificación socialista. Pero, por supuesto, sólo un Estado Obrero puede sentar las bases sociales de la planificación. De modo que la toma del poder político por la clase obrera viene a resultar una exigencia imperiosa del desarrollo nacional. No hay otra alternativa, excepto seguir vegetando como país atrasado y semicolonial”. (El hecho de que este párrafo se encuentre en la misma página expresamente citada por el crítico de Fichas, revela no sólo que este es un impostor, sino también el desprecio que siente por sus lectores). En otra página de Fichas se lee: “Ni en la Argentina ni en ningún país atrasado hay industrialización posible sin liquidar las fuentes mismas de las superganancias imperialistas. Sin embargo, eso no significa que mientras no se libre de la explotación imperialista la Argentina permanezca estacionaria, en un atraso siempre igual a sí mismo. Evidentemente, aunque sigue siendo un país atrasado, aunque continúa sujeta a la explotación imperialista, la Argentina no está igual hoy que hace cincuenta años”. Y aun en otra página: “En verdad, tanto la conducta de los terratenientes como la de los industriales (argentinos), está regulada y se ajusta a las normas habituales de conducta del empresario en el sistema capitalista de los países atrasados y semicoloniales”. 1956 - 1976 271 1956 - 1966 272 Resumen El impostor dice: que la revista Fichas desconoce el carácter atrasado y semicolonial del país. Los hechos son: que Fichas caracteriza expresa y textualmente a la Argentina como país atrasado y semicolonial. 1.1.1 ¿Qué significa que la Argentina es una nación atrasada y semicolonial? Acabamos de ver que la revista Fichas caracteriza al país como atrasado y semicolonial. Esta caracterización se basa fundamentalmente en los siguientes hechos: primero, la Argentina no ha pasado por un proceso de revolución industrial. En consecuencia, la productividad del trabajo es baja o, lo que es lo mismo, hay una baja intensidad de capital en todos los niveles de la producción; segundo, la Argentina es un país deudor, dependiente de las metrópolis del mundo capitalista; tercero, en el mercado mundial desempeña exclusivamente el papel de proveedor de alimentos y materias primas; cuarto, por el Tratado de Río de Janeiro, la Carta de la Organización de Estados Americanos y otros compromisos semejantes, ha delegado atributos esenciales de la soberanía, en particular el declarar la guerra, en un superestado continental controlado por Estados Unidos. El impostor crítico de Fichas, en cambio, sostiene que la Argentina es un país atrasado y semicolonial por ósmosis, vale decir, por hallarse en un continente que en su conjunto es atrasado y semicolonial. “Pues el carácter semicolonial de nuestro país –dice– reside precisamente en su aislamiento, similar en esto a los otros Estados hermanos que forman las provincias de la gran nación latinoamericana que habrá de constituirse”. De donde desprende la conclusión de que “sólo seremos nación si nos unimos a los 19 Estados latinoamericanos”… lo cual no le impide afirmar también que “la industria pesada es la clave de la soberanía”. Así, pues, para este elástico impostor, “la soberanía” depende ora de la unificación de América latina en un solo Estado, ora de la construcción de la industria pesada… La descalabrante definición según la cual nuestro país es atrasado y semicolonial por ósmosis, está destinada precisamente a permitir esos juegos malabares sobre la nación y la soberanía… los cuales a su turno cumplen funciones políticas muy concretas. Así, por ejemplo, si “sólo seremos nación si nos unimos a los 19 Estados latinoamericanos” resulta necesario condenar cualquier intento de establecer un gobierno obrero en una “provincia” latinoamericana aislada y, a la vez, se impone aclamar a todo gobierno burgués que desarrolle la industria pesada… con capital norteamericano. Volveremos sobre el tema más adelante, cuando veamos cómo el impostor crítico de Fichas es en los hechos, bajo sus estentóreas frases nacionales y antiimperialistas, un sutil apologista del atraso argentino y del capital extranjero. 1.2 Cómo tergiversa un impostor lo que se dice en Fichas acerca del proletariado y la liberación nacional “La revista Fichas… afirma en la página 80 que fuera del proletariado ‘no hay ninguna otra clase’ interesada en la independencia nacional. En la Argentina, que es nuestra patria… existen otras clases interesadas en el crecimiento económico y en la independencia nacional: existen el proletariado rural, la pequeña burguesía urbana y rural, los pequeños comerciantes y los pequeños industriales. La inmensa mayoría del país está interesada en la liberación nacional”. Se trata por supuesto de una cita falseada con la impávida mala fe que caracteriza a nuestro impostor. En efecto, Fichas afirma MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 en la página 80, no que el proletariado es la única clase interesada en la independencia nacional, como pretende el impostor, sino la única clase capaz de lograr la independencia nacional, que es algo muy distinto. El texto completo de Fichas dice así: “Aguardar que la burguesía nacional saque al país del atraso para recién después llamar a la clase obrera a la conquista del Poder no es apoyar el desarrollo nacional sino renunciar a él, ya que aparte del proletariado no hay ninguna otra clase capaz de realizar esa tarea”. (Arturo Frondizi también habla de “la urgencia y la profundidad de la política que hay que seguir para liberar a nuestro país del atraso y la dependencia”, para lo cual propone esta solución: “Estimular el ingreso de capital internacional, público y privado”). Desde luego, en la Argentina la inmensa mayoría del país –proletariado y pequeña burguesía, urbanos y rurales– está interesada en la liberación nacional y en el crecimiento económico. Pero sólo el proletariado es capaz de conducir a la Nación hasta el logro de esos objetivos, mediante la planificación socialista de la economía. ¿Pruebas? Sería ocioso ofrecerlas de tipo teórico, cuando la realidad misma del siglo xx las presenta en vivo, frescas y concretas. En toda la extensión de este siglo que ya entró en su sexta década los países atrasados y semicoloniales han sido gobernados por coaliciones de la más diversa índole; imperialismo extranjero más oligarquías locales, imperialismo extranjero más oligarquías y burguesías locales, oligarquías y burguesías nacionales, burguesías y pequeñas burguesías nativas, etc., etc. La mayoría de esas combinaciones políticas, en particular las de tipo nacional relativamente antiimperialista, intentaron o dijeron intentar sacar a sus países del atraso y la dependencia. Ninguna lo logró. Los únicos países semicoloniales que han logrado dejar de serlo son los países que, como Rusia y China, se convirtieron en Estados Obreros e iniciaron la planificación socialista de la economía. Por ello, aunque moleste al deshonesto crítico, y casualmente también a la burguesía criolla, toda la historia del siglo xx suscribe la tesis de la revista Fichas: sólo el proletariado es capaz de sacar a la Argentina del atraso y la subordinación al imperialismo, pese a que la vasta mayoría del país está interesada en que el país crezca y se independice. Y como el impostor crítico de Fichas dice ser “trotskista”, vale la pena recordar a Trotsky: “Ni una sola de las tareas de la revolución ‘burguesa’ puede ser resuelta en estos países atrasados bajo la dirección de la burguesía ‘nacional’, pues esta última emerge desde el comienzo con apoyo extranjero como una clase ajena u hostil al pueblo. Cada estadio en su desarrollo la liga más estrechamente al capital financiero extranjero del cual es en esencia el agente… La tarea de conducción recae por la naturaleza de las cosas sobre el proletariado, el cual, desde sus primeros pasos, se opone no sólo a la burguesía extranjera sino a su limpia burguesía nacional… Sólo esa clase que no tiene nada que perder sino sus cadenas puede conducir hasta sus últimas consecuencias la lucha contra el imperialismo por la emancipación nacional”. Antes de abandonar este punto veamos otra hazaña muy característica de nuestro impostor. Hemos visto que finge indignarse contra la revista Fichas porque esta afirma que el proletariado es la única clase capaz de resolver los problemas básicos de la nación. Pues bien: pocas páginas antes el impostor ha escrito: “Estamos en condiciones de afirmar categóricamente que sólo la clase obrera y su pensamiento político constituyen la fuerza capaz de resolver por métodos revolucionarios todos los problemas que aquejan a la República”. ¿Es que el crítico de Fichas está de acuerdo con Fichas? ¿O es que ha perdido el equilibrio y afirma inadvertidamente en una 1956 - 1976 273 1956 - 1966 274 página lo que niega en la página siguiente? Ni lo uno ni lo otro. Nuestro impostor, como todos estos personajes que escriben pane lucrando, está profesionalmente adiestrado para escribir a medianoche lo contrario de lo que escribió al mediodía, y siempre sin creer ni una sola palabra de lo que afirma. Resumen El impostor dice: que la revista Fichas afirma que sólo el proletariado está interesado en la emancipación nacional. Los hechos son: la revista Fichas dice que, aunque la mayoría del país está “interesada” en la emancipación nacional, sólo el proletariado es “capaz” de realizar esa tarea. 1.3 Cómo tergiversa un impostor lo que se dice en Fichas a propósito de revolución nacional, revolución socialista y revolución permanente “Afirman que la revolución socialista es la única tarea concebible en un país atrasado. Al exponer semejante tesis, sustituyen la ‘etapa democrática’ por la ‘etapa socialista’ en lugar de entender de una vez que el proceso de la revolución permanente en los países atrasados significa simplemente que la lucha por la liberación nacional sólo puede emprenderla el proletariado siempre y cuando… incluya en su programa consignas no solamente socialistas, sino nacionales”. Naturalmente, el impostor miente. Atribuye a la revista Fichas lo que esta no dice, y le contrapone como fruto de su sabiduría… precisamente lo que la revista afirma. Textualmente Fichas dice: “Desde el momento en que objetivos democráticos o nacionales (tales como la expropiación de los terratenientes y del capital extranjero) sólo pueden ser realizados por la clase obrera apoderada del Poder, la re- volución, si ha de triunfar, debe ser obrera. Y sus métodos, tales como la planificación de la economía y el armamento de los trabajadores, serán métodos socialistas. Democrática y nacional por sus objetivos inmediatos, obrera y socialista por sus métodos y por la clase que la realiza, la revolución argentina, como la de todos los países atrasados, tendrá un carácter permanente. Su propósito inicial será expropiar a los terratenientes y al capital imperialista, colocar las grandes empresas en manos del Estado Obrero y comenzar la planificación de la economía, con lo cual se iniciará también –a un ritmo que las circunstancias nacionales e internacionales indicarán– la edificación del socialismo”. Como puede advertir sin dificultad cualquier lector honesto, la revista Fichas no afirma que la revolución socialista “es la única tarea concebible en un país atrasado” según le atribuye mendazmente nuestro angelical impostor. Ni tampoco se dedica a deshojar la margarita metafísica de la “etapa democrática” pura versus la “etapa socialista” pura. Simplemente, la revista Fichas demuestra que la esencia de la cuestión reside en esto: la independencia nacional y la superación del atraso, que constituyen las tareas de la “revolución nacional” o “revolución democrática”, no pueden ser resueltas bajo el predominio de la burguesía. El Gobierno Obrero, el ascenso del proletariado al poder, entra en escena no después de superado el atraso y obtenida la independencia nacional, o sea después de realizada la “etapa democrática”, sino como condición previa necesaria para la realización de esas tareas. Pero esto no es otra cosa que la teoría de la revolución permanente. “Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de las colonias y semicolonias –explicaba Trotsky–, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando este el poder como caudillo de la nación oprimida”. Tal es lo que sostiene Fichas. Resumen El impostor dice: que según la revista Fichas la revolución socialista es la única tarea concebible en los países atrasados; la revista ignora que en un país como la Argentina la revolución tiene carácter permanente. Los hechos son: que Fichas expone de modo expreso y textual cómo la revolución argentina tendrá un carácter permanente, pues será democrática y nacional por sus objetivos inmediatos, obrera y socialista por sus métodos y por la clase que la realiza. 1.4 Cómo tergiversa un impostor lo que se dice en Fichas sobre la burguesía nacional “… La burguesía nacional… la revista Fichas estima que es contrarrevolucionaria por considerarla mero oyente del capital extranjero”. Lo cierto es que la revista Fichas no considera que la burguesía nacional sea “mero agente del capital extranjero”. La burguesía nacional es contrarrevolucionaria, demuestra Fichas, desde el punto de vista de la misión histórica revolucionaria de la nación, porque no está dispuesta, porque sus intereses no permiten que esté dispuesta, a realizar esa misión. Textualmente Fichas dice: “¿Es la burguesía argentina una clase absolutamente contrarrevolucionaria? Tal es la pregunta que atormenta a Puiggrós, quien la contesta negativamente. Pero la historia contesta que sí, que es, y no puede dejar de ser una clase contrarrevolucionaria. A partir de la revolución alemana de 1848 la historia comprueba en todo el mundo que allí donde aparece una clase obrera moderna, que sale a la calle a defender sus intereses de clase, la burguesía abandona cualquier reivindicación revolucionaria que pudiera abrigar y se pasa al campo de la contrarrevolución monárquica, zarista o imperialista. Comentando la revolución española de 1856, Marx la explicaba así: ‘De una parte está la industria y el comercio modernos, cuyos jefes naturales sienten aversión por el despotismo militar; por otra parte, cuando empieza la lucha contra este mismo despotismo, entran en combate los obreros, que reclaman su parte del resultado de la victoria. Atemorizada de las consecuencias de una alianza así impuesta en contra de sus deseos, la burguesía se repliega nuevamente bajo las baterías del despotismo’. ”Aquí, en la Argentina, es la propia burguesía nacional quien se encarga de demostrar que desde el punto de vista de su posición ante la misión histórica revolucionaria de la nación, o sea expulsar al imperialismo y liquidar a los terratenientes, ella es una clase contrarrevolucionaria y antinacional, ya que está en contra de esas tareas. ¿Acaso los intereses de la burguesía industrial la impulsan a realizar, o le permiten tolerar, la expropiación de los terratenientes y del imperialismo? No, y por eso es una clase contrarrevolucionaria y antinacional. Sus capitales están demasiado vinculados al latifundio y al capital extranjero. Y, además, la burguesía industrial es bastante realista para comprender que una lucha seria contra el imperialismo exige una acción tan vigorosa de las masas revolucionarias que ella sería la primera amenazada. Los escarceos de Perón contra Braden le costaron a la burguesía industrial 10 años de prepotencia de la burocracia sindical en las fábricas. Una lucha efectiva contra el imperialismo desembocaría en la dictadura obrera, y basta esta perspectiva, por si no hubiera otros motivos, para colocar a la burguesía en el campo imperialista. ”Por supuesto, que la burguesía nacional sea una clase contrarrevolucionaria 1956 - 1976 275 1956 - 1966 276 desde el punto de vista de la realización de las grandes tareas de la nación, no significa que no tenga roces y encontronazos con el imperialismo, llegando incluso a buscar el apoyo de las masas trabajadoras. Pero en estos casos la burguesía no se propone liquidar al imperialismo, sino llegar a un acuerdo más provechoso con él. De modo que la lucha antiimperialista de la burguesía nacional tiene un carácter ficticio y es en esencia la lucha del competidor más débil contra el gran trust de quien necesita”. Resumen El impostor dice: que según la revista Fichas la burguesía argentina es contrarrevolucionaria por ser un mero agente del capital imperialista. Los hechos son: la revista Fichas demuestra que –pese a sus roces y encontronazos con el imperialismo– la burguesía argentina es una clase contrarrevolucionaria porque sus intereses la llevan a colocarse contra la realización de todas las tareas en que consiste la revolución en la Argentina. 1.5 Cómo tergiversa un impostor lo que se dice en Fichas sobre el nacionalismo de la burguesía industrial “Negar en consecuencia todo nacionalismo a la burguesía industrial o al movimiento nacional burgués”. El impostor sigue mintiendo y falsificando de un modo sorprendente. Fichas no niega “todo” nacionalismo a la burguesía industrial argentina. Se limita a demostrar que se trata de un nacionalismo de trocha angosta, el cual de ningún modo se propone terminar con el dominio imperialista –acto que implica destruir las bases mismas del ordenamiento capitalista de la sociedad argentina– sino tan sólo regatear los términos en que el imperia- lismo, en cuanto socio mayor, participa con la burguesía nacional en la explotación del país. He aquí lo que realmente manifiesta el artículo de Fichas acerca del nacionalismo de los industriales: “En resumen, la burguesía industrial argentina se halla unida al capital internacional por mil lazos de interés económico, y sobre todo por la solidaridad que une a todos los capitalistas contra la clase obrera, cuyas movilizaciones amenazan la propiedad privada de las fábricas, tanto nacionales como extranjeras. Sin embargo, unidad no significa identidad de intereses, y por cierto que entre la burguesía industrial y el imperialismo existen roces y choques. Pero la fuente de estos conflictos no es el deseo de la burguesía industrial de liquidar el control imperialista sobre la economía argentina, sino su empeño en levantar murallas aduaneras contra la competencia extranjera. Es decir, la burguesía argentina, junto con los consorcios internacionales que han invertido capital en la industria argentina, enfrenta a los industriales imperialistas que insisten en exportar no capitales, sino mercancías que compiten con la industria local. Su lucha antiimperialista jamás pasó de ahí. ”¿Qué proponían los industriales a lo largo de la historia argentina desde 1890 hasta hoy? La respuesta de Rodolfo Puiggrós, historiador seducido por la burguesía industrial, es extremadamente reveladora. ‘Los industriales proponían –dice– el aumento de los aforos aduaneros’. O sea que, como Juan B. Justo, aunque en sentido inverso, eran revolucionarios de la tarifa de avalúos. Lo sorprendente es que el mismo Puiggrós habla del ‘fuego revolucionario’ de la burguesía argentina. Lo único que semejante fuego podía quemar eran las cuentas de los importadores y de los contrabandistas, que fueron siempre y son todavía los enemigos jurados de la industria local. Pero las arremetidas de la burguesía industrial contra la ley de aduanas revelan MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 justamente su absoluta carencia de impulsos revolucionarios. Porque en un país aplastado por el latifundio y el capital imperialista una clase que limita su actividad a presionar en pro de mayor protección aduanera revela no ser otra cosa que una asociada de los latifundistas y del imperialismo. ”Por supuesto, que la burguesía nacional sea una clase contrarrevolucionaria desde el punto de vista de la realización de las grandes tareas de la nación, no significa que no tenga roces y encontronazos con el imperialismo, llegando incluso a buscar el apoyo de las masas trabajadoras. Pero en estos casos la burguesía no se propone liquidar al imperialismo, sino llegar a un acuerdo más provechoso con él. De modo que la lucha antiimperialista de la burguesía nacional tiene un carácter ficticio y es en esencia la lucha del competidor más débil contra el gran trust de quien necesita”. Resumen El impostor dice: que Fichas niega a los industriales todo nacionalismo. Los hechos son: la revista Fichas muestra las limitaciones del nacionalismo de la burguesía industrial, clase que no intenta eliminar al imperialismo sino obtener mejores términos en sus relaciones con las metrópolis. 1.6 Cómo tergiversa un impostor lo que se dice en Fichas acerca de las relaciones entre la clase terrateniente y la burguesía industrial “Negar, además, toda divergencia entre terratenientes e industriales”. Tedioso es repetirlo, pero no queda otra alternativa: el impostor miente. Lo que en verdad se dice en Fichas es esto: “La burguesía industrial argentina no ha nacido desde abajo, siguiendo el largo desarrollo que va del artesanado a la gran indus- tria, creciendo autónoma, como la burguesía inglesa, francesa o yanqui. La burguesía industrial argentina ha nacido estrechamente ligada a los terratenientes, como diferenciación en su seno. Ambos sectores, industrial y terrateniente, se entrelazan continuamente, borrando los imprecisos límites que los separan, mediante la capitalización de la renta agraria y la territorialización de la ganancia industrial, que convierte a los terratenientes en industriales y a los industriales en terratenientes. ”Sin embargo, sobre esa unidad general de intereses, se produjeron muchas veces roces en torno al problema del proteccionismo reclamado siempre por los industriales y el librecambio, exigido a veces por los terratenientes. Digo a veces, porque es totalmente falso que en la Argentina los terratenientes hayan sido siempre librecambistas. ”Sin embargo, sobre la unidad general de intereses se producían hasta 1933 algunos roces provenientes de que los terratenientes que vendían tranquilamente sus productos en el mercado mundial, no vacilaban en sacrificar la industria argentina a la competencia extranjera. Los industriales en cambio demandaban protección para la industria, pidiendo que se restringiera la importación de mercancías, atrayendo así al país capitales extranjeros que las producirían aquí. En eso consistía todo su nacionalismo. ”Todo lo anterior quiere decir que si de liquidar a la oligarquía terrateniente se trata, es preciso no contar con la burguesía industrial. Mucho es lo que une a estas clases, social y económicamente, como para que sus roces vayan mucho más allá del intercambio de solicitadas a favor o en contra de la importación de tractores”. Resumen El impostor dice: que la revista Fichas niega la existencia de divergencias entre industriales y terratenientes argentinos. 1956 - 1976 277 1956 - 1966 278 Los hechos son: en los artículos de Fichas se demuestra que los múltiples roces y conflictos ocurridos entre la burguesía industrial y la clase terrateniente transcurren dentro del marco y sobre la base del entrelazamiento de sus intereses económicos –que llega a ser fusión en la cúspide de ambas clases– y de la solidaridad de sus intereses sociales, de clases propietarias. 1.7 Cómo un impostor ignora todas las investigaciones sobre los vínculos entre terratenientes e industriales, y cómo tergiversa la única investigación de que oyó hablar “La investigación realizada por el Prof. José Luis de Imaz con el título de La clase alta de Buenos Aires demuestra que en la llamada oligarquía porteña ‘el 56% percibía intereses provenientes de la renta de la tierra y el 12,8% de la actividad industrial’. La separación económica, social y psicológica entre ambos sectores no es menos evidente…”. La mala fe y la torpeza alcanzan aquí un armonioso equilibrio. Diversos articulistas han demostrado en la revista Fichas la unidad general y el entrelazamiento de intereses entre la burguesía industrial y la clase terrateniente argentina, manejando una abundante documentación que comprende: Primero: las investigaciones de Adolfo Dorfman sobre el origen y evolución de la industria argentina, cuyos resultados pueden sintetizarse así: “La clase industrial argentina no ha nacido libre. Depende estrechamente de la tierra y se siente ligada con sus usufructuarios por más de un lazo de consanguinidad y semejanza. Apenas está saliendo del cascarón, el cordón umbilical que la une a los terratenientes es fuerte y potente”. Segundo: el análisis biográfico de los más importantes industriales y dirigentes indus- triales, revelador de la elevada proporción de industriales significativos que pertenecen a la clase terrateniente, y en particular a la Sociedad Rural Argentina. Entre muchos otros hechos se señala la sintomática presencia en el acta de fundación de la Unión Industrial Argentina de personajes próceres de la tradicional clase dirigente criolla como Ayerza, Biedma, Bullrich, Badaraco, Cambaceres, Carlos Casares, Duhalde, Huergo, Iraola, Nogués, Leonardo Pereira, Máximo Paz, Picabea, Quirno Costa, Santa Coloma, Sáenz Peña, Senillosa, Sansinena, Terry, Unzué, Ugarte, Urien, Uriburu… Tercero: el análisis de la abundante participación de intereses terratenientes en la propiedad y el control del núcleo de firmas industriales que ocupan la mayoría de los obreros y arrojan la mayor parte de la producción industrial del país. También se constata la elevada participación de intereses industriales en empresas agropecuarias. Cuarto: el análisis de contenido de las publicaciones industriales y estancieriles a lo largo de 90 años. El material obtenido puede resumirse en las declaraciones del muy peronista presidente de la Confederación Económica Argentina (nombre primitivo de la CGE) quien declaraba en 1949 celebrando el día de la industria: “Son inciertas las descripciones que frecuentemente se han hecho y se hacen sobre oposición de ganaderos de un lado y los industriales de otro. Por el contrario, son los primeros el fundamento de la riqueza de los segundos”. De modo que las conclusiones de Fichas acerca de la unidad entre terratenientes e industriales se asientan en el análisis de cuatro clases distintas de hechos y documentos. A todas estas investigaciones, desde luego, el impostor crítico prefiere ignorarlas. Entre los materiales analizados en Fichas figura una encuesta que sobre La clase alta de Buenos Aires llevó a cabo el profesor Imaz. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 El material fáctico obtenido por esta encuesta indica, como puede leerse en Fichas, que 1) ante una pregunta relativa a las perspectivas deseadas para la economía argentina, las respuestas indicativas de una actitud netamente industrialista quintuplicaban a las respuestas reveladores de una actitud netamente agropecuaria. Más aún –dice el profesor Imaz– entre los entrevistados que son miembros de la Sociedad Rural, “7 manifiestan opiniones exclusivamente industrialistas”; 2) sobre los 106 integrantes de la muestra tomada por el profesor Imaz, 32 eran productores agropecuarios pertenecientes a la Sociedad Rural y 31 poseían intereses industriales. Por otra parte, de los 15 encuestados que poseen empresas donde trabajan más de 100 personas, el 50% son industriales, o industriales y estancieros a la vez. Y algo más: entre los parientes y amigos de los encuestados los industriales constituyen, a escasa distancia de los estancieros, el núcleo más numeroso entre quienes se dedican a actividades productivas. Todo lo cual prueba que, en exacta oposición a lo que afirma inescrupulosamente el crítico de Fichas, es evidente la proximidad económica, social y psicológica entre terratenientes e industriales. Según lo hemos visto, toda la documentación publicada por Fichas pertenece al universo de las cosas que nuestro impostor ignora a sabiendas, universo inmensamente grande aunque sin duda más pequeño que el de las cosas que ignora sin percatarse de ello. En vez de rebatir esa documentación –hazaña imposible, porque los hechos son duros de roer– el tramoyista intenta mostrarse erudito trascribiendo aspectos parciales de un trabajo citado por la propia revista Fichas y, lo que es más, criticado fundadamente por la revista, en una crítica a la cual desde luego el impostor no hace mención. Resumen El impostor dice: que una encuesta realizada por el profesor Imaz entre la “clase alta” de Buenos Aires –contra lo sostenido por Fichas– que los terratenientes se hallan económica, social y sicológicamente separados de la burguesía industrial. Los hechos son: que el entrelazamiento económico y social entre terratenientes e industriales ha sido probado por la revista Fichas empleando una documentación empírica e histórica que no ofrece lugar a dudas y que el impostor no osa rebatir. En cuanto a la encuesta mencionada por el crítico, analizada y criticada también por Fichas, confirma la proximidad y aun la fusión entre terratenientes e industriales. 1.8 Cómo un impostor tergiversa lo que se dice en la revista Fichas respecto a la movilidad social en la industria “(La revista Fichas) niega toda movilidad social en la industria… (Afirma) que la inmensa mayoría de los directivos industriales son los mismos que dirigían la industria antes de 1946… Con la ayuda inapreciable de la Guía de Sociedades Anónimas ofrecen las pruebas. Es conocido el hecho de que dicha Guía no persigue un propósito científico, sino que está destinada a las agencias de publicidad… Pero los números empleados por estas manos indiestras demuestran sin dejar lugar a dudas que la ‘movilidad social’ de ese período constituyó una realidad aplastante”. La Guía de Sociedades Anónimas –publicación benemérita para todos los investigadores y en particular para los marxistas, pues permite develar muchos secretos de la sociedad y la política argentinas– está destinada a todos aquellos que necesiten informaciones sobre las sociedades anónimas existentes en el país. Como la Guía Telefónica, esta guía 1956 - 1976 279 1956 - 1966 280 no persigue un propósito “científico” sino un propósito informativo que cumple adecuadamente. Resulta pues un instrumento imprescindible para la investigación científica de las clases dominantes argentinas. Un investigador que publicó su trabajo en Fichas realizó la siguiente tarea: revisó la Guía de 1946 y contó los directores allí existentes: eran 7.000; luego tomó la Guía de 1960 y contó los directores: eran 43.000. Después cotejó ambas listas y observó que la totalidad de los directores de sociedades existentes en 1946 permanecen en sus puestos en 1960 –es decir, agregamos nosotros, no fueron afectados por la llamada “revolución peronista”. Por otra parte, investigando una muestra de 100 directores de sociedades anónimas, el colaborador de Fichas demostró lo siguiente: “Las grandes sociedades anónimas, las situadas estratégicamente en la economía argentina, tienen en 1960 prácticamente los mismos directorios integrados por las mismas personas que 15 años antes. En este sentido, es sumamente significativa la proporción de un director advenedizo por cada director clásico en las empresas que cuentan con un capital de más de 20 millones de pesos. Máxime si se considera que 15 años es tiempo suficiente para que se lleve a cabo una apreciable renovación generacional… Se puede afirmar entonces que del estudio de los directores de las sociedades anónimas en el período 1946-1960 no surge la evidencia, ni indicios, de que haya existido movilidad social ascendente hacia y/o dentro de la clase empresaria”. Obsérvese que el articulista de Fichas pone límites precisos a sus conclusiones destacando que sólo son válidas en lo relativo al sector empresario abarcado por la Guía de Sociedades Anónimas. Sin embargo, pese a que nuestro increíble crítico finge ignorarlo, no es solamente del estudio de la Guía de Sociedades Anónimas de donde surge que existió escasa o nula movilidad social ascendente dentro de la clase empresaria. Una encuesta sobre “El empresario industrial en la Argentina”, realizada por el Centro de Investigaciones Económicas del Instituto Torcuato Di Tella y analizada también en Fichas indica que no existe evidencia de que los actuales grandes empresarios hayan ascendido desde un tramo más bajo de la pirámide social. Otro investigador que colabora en la revista Fichas, analizando los censos industriales de 1937 en adelante demuestra que “los establecimientos más pequeños –ocupan entre 10 y 25 obreros– duplican las cifras de obreros entre 1937 y 1946, y aumentan sólo un 11% entre 1946 y 1954. El grupo de establecimientos que ocupa de 26 a 50 obreros señala el mismo fenómeno: crecimiento entre 1937 y 1946, estancamiento entre 1946 y 1954. Por su parte, el sector que agrupa establecimientos con 50 a 100 obreros es el único donde se advierte una disminución absoluta del número de establecimientos tanto como del número de obreros ocupados. Las cifras prueban que es casi imperceptible el número de establecimientos pequeños que pueden llegar a ser grandes y siguen creciendo. Por supuesto, algunos talleristas lograron convertirse en grandes industriales, pero se trata de casos aislados, carentes de significación estadística”. En efecto, los censos industriales revelan que: “No se ajusta a los hechos la afirmación de que la burguesía industrial argentina es el producto de un aluvión de pequeños talleres nacidos durante la Segunda Guerra Mundial. Los establecimientos fundados antes de 1935 aportan el 54% de la producción total”. Resumen El impostor dice: que en la República Argentina “la burguesía industrial se desarrollaba caóticamente, un operario se asociaba con otro, montaba un pequeño taller, se expandía, se hacía burgués”. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Los hechos son: que según los censos industriales preperonistas, peronistas y posperonistas, y según la evidencia concurrente de todas las investigaciones realizadas, es falsa la afirmación según la cual los grandes industriales argentinos son ex pequeños talleristas enriquecidos. La multitud de pequeños talleres que evolucionaron hasta convertirse en grandes fábricas no pasa de ser un mito. 1.9 Cómo tergiversa un impostor lo que se dice en Fichas acerca de la significación de las sociedades anónimas en la industria argentina “La revista Fichas finge considerar que la industria argentina sólo puede concebirse bajo la forma de Sociedad Anónima. ¡Qué honestidad científica! Dejan a un lado sigilosamente… (a) la pequeña y mediana empresa”. “Honestidad científica”. En la pluma de nuestro crítico impostor estas palabras suenan como invocaciones a la castidad en labios de una cortesana. Desde luego, al investigar a las sociedades anónimas los colaboradores de Fichas comienzan por puntualizar que “Sociedad Anónima es la forma jurídica que adoptan casi sin excepción las grandes empresas industriales argentinas. Este hecho permite considerarlas –dentro de ciertos límites– como una buena muestra de los sectores decisivos de la industria. ¿Es esta una consideración arbitraria? El Censo Industrial peronista de 1954 da la respuesta: las sociedades anónimas ocupan el 34% de la producción industrial argentina. En cuanto a la pequeña y mediana empresa, Fichas no la “deja de lado sigilosamente” como pretende nuestro sigiloso impostor; se limita a señalar que esas empresas, propietarias de 94 de cada 100 establecimientos industriales, en conjunto, pese a ser decenas de miles, producen menos que los 234 establecimientos que ocupan al 32% de la clase obrera. Resumen El impostor dice: que los colaboradores de Fichas proceden con deshonestidad identificando toda la industria argentina con las empresas organizadas en forma de Sociedad Anónima. Los hechos son: en Fichas se dice textualmente que las S.A. son –dentro de ciertos límites– una muestra representativa. No de toda la industria, sino de los sectores decisivos de la industria. 1.10 Cómo tergiversa un impostor lo que se dice en Fichas acerca de la dependencia de la industria argentina respecto al capital imperialista “Atribuir a la industria argentina una dependencia completa del capital imperialista”. Como el lector ya habrá imaginado, el impostor miente. La revista Fichas en lugar alguno atribuye a la industria argentina una “dependencia completa del capital imperialista”. La revista Fichas demuestra algo distinto pero palpablemente cierto: el capital extranjero es el principal capitalista industrial de la soberana República Argentina “nuestra patria”; en consecuencia, el sector más poderoso del capitalismo industrial argentino está compuesto por extranjeros que viven fuera del país y sólo se interesan en el desarrollo nacional para explotarlo. El lector hallará en Fichas los siguientes conceptos: “El número de empresas industriales que producen para el mercado interno argentino y a las cuales en la actualidad (es decir, sin revisar los archivos de todas las empresas) es posible descubrirles conexiones con el capital internacional oscila alrededor del medio millar. Cantidad insignificante si se la compara con las decenas de miles de establecimientos industriales que hay en el país. Los profesores adocenados por la bur- 1956 - 1976 281 1956 - 1966 282 guesía imperialista o nacional utilizan precisamente esta comparación para demostrar que la importancia del capital extranjero en la industria argentina es insignificante. Pero mienten, puesto que ignoran de intento la ley de concentración y centralización del capital, que actúa con fuerza particular en la industria argentina y origina una situación en la cual el capital financiero internacional posee o controla sólo un pequeñísimo número de establecimientos, que son los que ocupan la mayoría aplastante de los obreros y arrojan la mayoría aplastante de la producción. ”Y estas son las empresas que controla el capital internacional, quien no controla el mayor número de empresas industriales en general, pero posee la mayor parte de las grandes empresas, que marcan el ritmo de cada industria, que cuentan miles de obreros y producen el grueso de la producción industrial del país. ”Para ilustrar lo que significa la concentración y centralización del capital, observaremos que, por ejemplo, un solo consorcio internacional (Fabril Financiera) emplea tantos obreros como 12.000 establecimientos nacionales y su capital asciende a tanto como tres veces el producto anual de 28 mil establecimientos nacionales. En su conjunto, la industria argentina presenta una situación similar en rasgos generales a la descripta recientemente en la industria minera por la Unión Minera Argentina. Existe la gran empresa, en su mayoría con capital extranjero, que posee gran desarrollo técnico y está altamente mecanizada; existe la mediana empresa constituida por capital argentino con desarrollo técnico; pero existe también la pequeña empresa, con precarios medios económicos y sin ninguna mecanización. Corresponden al primer tipo el 77% de la producción, al segundo el 20% y al tercero un mezquino 3% (La Nación, enero 3, 1956). ”Su concentración en grandes empresas otorga al capital internacional un peso específico aplastante en el conjunto de la industria. ‘La influencia de una gran compañía –afirma la obra clásica sobre el tema de la concentración y centralización del capital– se extiende mucho más allá de las inversiones bajo su control. Las pequeñas empresas que compran o venden a las grandes compañías son influenciadas por ellas en mucho mayor grado que por las restantes pequeñas empresas. En muchos casos la sostenida prosperidad de las compañías pequeñas depende del favor de las grandes y casi inevitablemente los intereses de las últimas se convierten en los intereses de las primeras’ (Berle y Means, The Modern Corporation, Nueva York, 1934, p. 33)”. Resumen El impostor dice: que según la revista Fichas la industria argentina depende “completamente” del capital extranjero. Los hechos son: en Fichas se demuestra que el capital financiero internacional posee o controla sólo un reducido número de empresas industriales, pero esas empresas son las decisivas en cada rama de la industria por el monto de su capital, el volumen de su producción y el número de obreros que ocupan. 1.11 Cómo tergiversa un impostor lo que se dice en Fichas acerca de la política imperialista frente a la industrialización del país “La revista citada juzga que las grandes empresas imperialistas ‘ven complacidas la pseudoindustrialización porque ella origina una creciente demanda de esos productos’… Todo el país conoce los resultados de la ‘complacencia’ imperialista por nuestra industrialización, a la luz del millón de desocupados que la política imperialista ha producido en los últimos años”. (Mayúsculas nuestras, MP.) MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Resulta molesto seguir desmenuzando y poniendo en evidencia las imposturas del crítico, pero ¿qué remedio queda, si su capacidad y su disposición para falsificar los hechos ante las narices mismas del lector no reconocen límite alguno? Si el lector coteja las dos palabras destacadas en mayúscula, advertirá sin dificultad que mientras la revista Fichas, en el párrafo imprudentemente transcripto por el impostor, dice que las empresas imperialistas ven complacidas la pseudoindustrialización, el crítico pasa con absoluta impavidez a polemizar angelicalmente con Fichas, como si esta afirmase que el imperialismo ve complacido la industrialización del país. ¿Es que acaso “pseudoindustrialización” es lo mismo que “industrialización”? La mayor parte del primer número de la revista Fichas está dedicada precisamente a plantear y demostrar la diferencia sustancial entre “industrialización” o revolución industrial y la “pseudoindustrialización” o injerto de fábricas y talleres en un país atrasado, y a demostrar cómo la estructura del imperialismo permite la pseudoindustrialización pero impide la industrialización. He aquí, textualmente, lo que la revista Fichas manifiesta al respecto en el artículo titulado “Imperialismo e industrialización de los países atrasados”: “Las metrópolis cierran el paso a la industrialización del país. ”Sin una política monopolista, el capital financiero no puede contrarrestar el descenso de la cuota de ganancia. Consecuencia y causa de ello es el esfuerzo del capital financiero por mantener y acrecentar la desigualdad de desarrollo de las diversas ramas de la economía dentro de la nación y, en escala internacional, entre las distintas economías nacionales. Un trust obtiene su superganancia impidiendo la difusión a toda la economía de los adelantos tecnológicos; la industria pesada logra sus superganancias trabando el de- sarrollo de la industria mediana. La industria en su conjunto esquilma a la agricultura. En escala internacional, las metrópolis estrangulan el desarrollo de los países atrasados, los esquilman, y obtienen así una superganancia. La esencia misma del imperialismo implica la utilización de las diferencias de nivel que existen en el desarrollo de las fuerzas productivas de los distintos sectores de la economía mundial, con el fin de asegurar la totalidad de la ganancia monopolizada. Diferencias de nivel que se mantienen aunque en los países atrasados surja una industria, si esta es incapaz de elevar la productividad de la economía nacional en su conjunto. ”La pseudoindustrialización deja en pie la explotación imperialista. ”Evidentemente, el imperialismo tiene interés en mantener nuestro atraso. Tiene interés en perpetuar las relaciones de propiedad que perpetúan el atraso. Y siendo la industrialización inseparable de la subversión de esas relaciones de propiedad, el imperialismo se opone inexorablemente a la industrialización del país. Esto no es un silogismo: es toda la historia del siglo xx. Ni en la Argentina ni en ningún país atrasado hay industrialización posible sin liquidar las fuentes mismas de las superganancias imperialistas. ”Sin embargo, eso no significa que mientras no se libre de la explotación imperialista la Argentina permanezca estacionaria, en un atraso siempre igual a sí mismo. Evidentemente, aunque sigue siendo un país atrasado, aunque continúa sujeta a la explotación imperialista, la Argentina no está igual hoy que hace cincuenta años. Y la mayor diferencia entre la realidad actual de nuestro país y la de comienzos de siglo estriba, precisamente, en la aparición de una industria fabril, en ese proceso que hemos denominado pseudoindustrialización. ¿Qué repercusiones tiene este fenómeno sobre el imperialismo? ¿Acaso significa ‘el fin del imperialismo’? 1956 - 1976 283 1956 - 1966 284 ”En realidad, la pseudoindustrialización del país no perjudica al imperialismo, porque deja en pie el atraso, que es la fuente de las superganancias imperialistas. La pseudoindustrialización perpetúa constantemente, eleva a nuevos planos y recrea sin cesar el atraso del país. Al hacerlo, perpetúa los desniveles de la economía mundial de donde brotan los superbeneficios monopolistas del imperialismo. Por ello, en lo fundamental, nada tiene que temer el imperialismo de la pseudoindustrialización”. El impostor crítico de Fichas ha expuesto reiteradamente la teoría según la cual el crecimiento industrial de los países atrasados “expresa el fin del imperialismo” pues el “desarrollo industrial restringe el mercado” para las exportaciones imperialistas y “en una sociedad dominada por el imperialismo y cuyo mercado mundial solvente es cada vez más restringido, la industrialización de los países coloniales y semicoloniales es un ataque directo a los superbeneficios de las metrópolis explotadoras”. Todas estas inexactitudes se desmentían así en Fichas: “¿Pérdida de mercados? ”En esencia toda la teoría sobre el ‘fin’ del imperialismo a consecuencia del desarrollo industrial de los países atrasados consiste en esa trasnochada vulgaridad de tendero según la cual el surgimiento de fábricas en los países atrasados perjudica al imperialismo porque le resta mercados. Es decir, si la Argentina fabrica telas no importará telas de Inglaterra, si fabrica heladeras no comprará heladeras en Estados Unidos, etc. Esta es sólo una verdad a medias, o sea una falsedad completa. Algunos sectores imperialistas se ven perjudicados por la aparición de una competencia en la Argentina. La industria textil inglesa, por ejemplo, perdió su mercado a consecuencia de la expansión de la industria textil en la Argentina, y se opuso a ella hasta último mo- mento. Sin embargo, el crecimiento industrial del país expande el mercado para otros sectores imperialistas, que son justamente los más poderosos, y los que cada vez imprimen más el sello de su propia política a la política general del imperialismo. Las industrias imperialistas que producen medios de producción, y las industrias imperialistas que producen bienes de consumo durables (aparatos eléctricos y automóviles, por ejemplo) ven complacidas la pseudoindustrialización, porque ella origina una creciente demanda de esos productos. Así lo han confirmado infinidad de investigaciones acerca de los efectos que ejerce sobre la industria imperialista la aparición de industrias en los países atrasados. Y eso surge a simple vista al observar cómo las compras de los países atrasados en las metrópolis imperialistas crecen paralelamente al avance de su pseudoindustrialización”. Pero para el torpe crítico de Fichas no existe diferencia entre industrialización y pseudoindustrialización. Según él, el crecimiento de la industria manufacturera ocurrido en la Argentina es una verdadera revolución industrial, una “genuina” industrialización. Y ante este proceso –dice– el imperialismo no muestra complacencia alguna, como lo prueba el “millón de desocupados que la política imperialista ha producido en los últimos años”. ¡Un verdadero argumento científico! Abstengámonos por ahora de desinflar la imaginación del impostor y aceptemos la cifra de un millón de desocupados. La apelación emocional a la tragedia de esa masa sufriente es apenas un barato coup de théatre. Como decía Lenin, “interrumpir una discusión teórica sobre una cuestión teórica con gritos de agitador es una manera de proceder que ya hemos observado, pero es una mala manera”. En verdad, la actitud de las grandes empresas imperialistas ante la industria argentina es en efecto de complacencia, tal cual afirma y demuestra la revista Fichas. ¿Pruebas? MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 Las hay por millones de contantes dólares y libras. Concretamente, la política imperialista en “los últimos años” a que alude el crítico con su precisión característica se traduce en: 1) 270 millones de dólares invertidos en el país entre julio de 1958 y mayo de 1960. ¿Destino? 47% a la industria química –fundamentalmente petroquímica–, 26% a la fabricación de automóviles y camiones, 10% a derivados del petróleo; 2) 186 millones de dólares de maquinarias importadas en 1963-64 por inversiones directas. ¿Destinos principales? Industria automotriz (70 millones), producción de acero (45 millones); 3) 345 millones de dólares de maquinaria a importarse mediante préstamos acordados por AID (Agency for International Development), BID (Banco Interamericano de Desarrollo), BIRF (Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento), CFI (Corporación Financiera Internacional) y Eximbank (Banco de Importación y Exportación). Destinos principales: energía eléctrica, petroquímica, acero. Los nombres de los prestatarios lucen como un catálogo de lo más distinguido de la industria argentina, grande, mediana y pequeña: Celulosa Argentina, Cristalerías Rigolleau, La Papelera del Plata, General Electric, John Deere Argentina, Industrias Petroquímicas Koppers, Acinfer, Siat, Talleres San Justo, Cía. General Papelera de Buenos Aires, La Papelera Argentina, Neumáticos GoodYear, Cía. Sudamericana de Cemento Portland, RYCSA, Acindar, Duranor, Dálmine Safta, Industrias Kaiser, Atma, Schcolnick, Noel y Cía., Cía. Argentina de Maderas Industriales, Hazan, Pitchon y Cía., Siam di Tella Automotores, Fábrica Argentina de Alpargatas, S.A. Industrias Algodoneras, Manufacturera Forti, Papelera Hurlingham, Molinos Río de la Plata, Metalúrgica Tandil, Fábrica Argentina de Telas Engomadas, Metalúrgica Bahía Blanca, Industrias Plásticas y Electrónicas de Córdoba, La Bernalesa, Fibrolin S.A., Cía. Metalúrgica Argenti- na, Virgilio Fossati, La Emilia, Establecimiento Textil Oeste, Textil del Plata, Cristalería Maioboglas, Industrias Colchones y Anexos, Campomar S.A., Fábrica Argentina de Tejidos La Unión, Fábrica de Manteca Sancor, Productex. Alpesa, Halifax Argentina, The American Rubber, Buxton Ltda., Iggam, Establecimientos Metalúrgicos Santa Rosa… y sería tedioso continuar la enumeración. En síntesis, pues, sin investigar en profundidad, ateniéndonos solamente a las inversiones públicas y notorias, que “todo el país conoce” pues han sido declaradas en publicaciones al alcance de todo el mundo, tenemos que la “política imperialista en los últimos años” ha consistido en colocar 615 millones de dólares en la industria argentina. Pero si se investiga un poco más a fondo, y se toma en cuenta la información de que dispone el Banco Central, las cifras son aún más reveladoras: en “los últimos años” los capitalistas extranjeros prestaron a la industria argentina 1.155 millones de dólares. Estos préstamos imperialistas, sumados a las inversiones imperialistas en la industria petrolera, permitieron que en 1961 la industria importara maquinaria por 661 millones de dólares, la cifra más elevada de la historia. ¡Extraño modo de desmantelar una industria! Si la política imperialista no es complaciente hacia la industria argentina sino que consiste en desmantelarla y llenar al país de desocupados –tal el delirar de nuestro impostor– cabe preguntarse a qué se parecerá una política imperialista complaciente. Por lo demás, siempre ateniéndonos a la información que “todo el país conoce” –excepto el impostor que nos critica–, la complacencia de las grandes empresas imperialistas por la instalación de fábricas en la Argentina –es decir, por la pseudoindustrialización– se advierte con sólo anotar los nombres de las empresas decisivas en las ramas decisivas de la industria argentina. Automotores: Kaiser, 1956 - 1976 285 1956 - 1966 286 General Motors, Ford (45,6% de las ventas de la industria), Fiat, Peugeot, Di Tella, British Motors, Citröen, DKW, Isard (44,7% de las ventas), Mercedes Benz. Siderurgia: Acindar, Tamet, Santa Rosa, Cantábrica, Siderca –todas fusionadas con el capital imperialista– y Somisa, controlada desde el directorio por las anteriores y financiada por el Eximbank. Petroquímica: Cabot, Ipako, Monsanto, PASA (US.Rubber, Continental Oil, Cities Service, Witco Chemical, Fish International), Duperial, Atanor, Duranor (Atanor-Hooker Chemical), Govanor (Atanor-BF Goodrich-RT Vanderbilt), Casco (Borden Belchetz), Petrosur (American and Foreign Power Co., Shell, Koppers). Industria pesada: Materfer (Fiat Concord, Grandes Motores Diesel (Fiat-Concord), MAN, Koerting, Stork, A.V.D., Perkins, Dálmine, Siat… Y remitimos al lector al número 1 de Fichas para completar el cuadro. En cuanto al “millón de desocupados” que nuestro impostor atribuye al “desmantelamiento” de industrias, digamos tan sólo que en 1954 –último censo industrial peronista– había en el país 1.055.496 obreros. Así pues, si aceptamos las cifras del impostor crítico de Fichas, arribamos a este resultado: prácticamente todos los obreros argentinos están sin trabajo y todas las fábricas se hallan cerradas. Resumen El impostor dice: que es falsa la tesis de la revista Fichas según la cual las grandes empresas imperialistas ven complacidas la instalación de fábricas en la Argentina. Según él, la política imperialista consiste en desmantelar la industria argentina. Los hechos son: la política imperialista consiste en invertir capital en la industria argentina ya existente y en levantar nuevas fábricas, hechos estos documentados por la revista Fichas y notorios para todos los habitantes del país capaces de leer los diarios. 1.12 Cómo un impostor manosea el pensamiento de Lenin. Opinión de Lenin sobre los Jorges Abelardos Ramos “Redactan la revista Fichas y agobian al lector con especiosas estadísticas… La recomposición de estadísticas sobre bases de diversas fuentes, de años distintos, de pesos de valor diferente, ha dado nacimiento a un arte que más se vincula con la ficción literaria que con la investigación responsable. Sus resultados están a la vista…, la pura enunciación de estadísticas nada evidencia, puesto que la política es la ‘expresión concentrada de la economía’, según Lenin”. A la vista está la ejemplar desfachatez del impostor. Los investigadores que publican en Fichas comienzan sus artículos con un título que dice: “La carencia de información estadística dificulta el estudio de la industria argentina”; señalan que se ciñen al uso de aquellas estadísticas que pueden manejarse con cierta seguridad; subrayan que, dado sus múltiples limitaciones, las estadísticas empleadas tienen un valor indicativo, para marcar tendencias y efectuar comparaciones globales entre períodos; controlan, verifican y confirman la realidad de las tendencias indicadas por la estadística mediante una sustanciosa masa de información cualitativa –en su mayor parte consistente en testimonios directos aportados por la burguesía industrial– que compensada y resumida al máximo abarca 6 páginas de la revista en apretado cuerpo ocho. Y –¿hace falta mencionarlo?– desde luego los investigadores de Fichas han tomado las providencias numéricas necesarias para “convertir los valores de producción indicados en los censos a pesos de valor constante”. En fin, el conocimiento de las limitaciones de toda estadística en general, y de las argentinas en particular –conocimiento que no es más que la otra cara de su respeto por la ciencia de la estadística– es tal dentro de los investigadores de Fichas que en el segundo MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 número de la revista, a raíz de algunas cifras del Consejo Nacional del Desarrollo, se apresuraron a publicar un medular trabajo de Oskar Morgenstern titulado “Quien comienza a contar comienza a errar”. Pese a todo esto, o mejor dicho, por todo esto, el impostor crítico no es capaz de apuntar específicamente ni un solo error, ni un solo tratamiento incorrecto de los datos, ni un solo dato falso, en los 39 cuadros y gráficos estadísticos, y las 80 páginas de información estadística que contiene la revista Fichas. En cambio, con señorial mala fe, afirma que las estadísticas de Fichas son “especiosas”. Como acabamos de ver, miente también en eso. No satisfecho por sus anteriores imposturas, el impostor manosea con insolente ramplonería el pensamiento de Lenin, y procura utilizar la sustanciosa fórmula leninista según la cual “la política es la expresión concentrada de la economía” para respaldar esa circense tontería de que “la pura enunciación de estadísticas nada evidencia”. Desde luego se –usemos un eufemismo– “equivoca”. Incluso la pura enunciación de estadísticas puede revelar mucho. Por ejemplo: una estadística revela que entre 1946 y 1954 –censos peronistas– la ocupación obrera creció sólo 11% y la producción industrial apenas 17%; en cambio entre 1937 y 1946 la ocupación creció 75% y la producción 62%. Esta estadística desnuda demuestra de modo puro que es pura fantasía la afirmación de nuestro purísimo impostor según la cual “la década peronista vuelca hacia la industrialización todos los recursos del país”. En cuanto a Lenin, toda su obra acredita una fuerte predilección por ese hábito de investigación científica que el crítico de Fichas denomina “agobiar al lector con estadísticas”. A Lenin pertenecen estas palabras, que dedicamos piadosamente a los impostores que se sienten demolidos por “la estadística revista Fichas”: “Es muy común la introducción de cualquier contrabando bajo la bandera de frases comunes. Creemos por lo tanto que un poco de estadística no estará de más… Hechos exactos, hechos indiscutibles: he aquí lo particularmente insoportable para esta clase de escritores (¡Hola! También en tiempos de Lenin había jorges abelardos ramos. MP) y lo verdaderamente necesario, si uno desea orientarse con seriedad en el complejo y difícil problema, a menudo enredado con toda premeditación… Partiendo de estas premisas, hemos resuelto comenzar con estadísticas, conscientes de la gran antipatía que suelen provocar en algunos lectores y escritores, quienes prefieren la ‘noble mentira’ a las ‘bajas verdades’; por su afición a pasar, bajo la bandera de meditaciones ‘generales’, contrabando político sobre internacionalismo, cosmopolitismo, nacionalismo, patriotismo, etc.”. El crítico de Fichas puede enorgullecerse: ha sido retratado por Lenin. El retrato se halla en un trabajo titulado “Estadística y sociología”. (Lo sabemos y no podemos evitarlo. Ese título de fuertes matices anglosajones, y el británico The Statesman’s Year-Book empleado por Lenin como fuente de información, disgustan intensamente al crítico de Fichas. Pero le pedimos que sea clemente con Lenin, quien no tuvo la suerte de ser instruido por Arturo Jauretche acerca del veneno imperialista que se esconde en el idioma inglés…). Resumen El impostor dice: que los colaboradores de Fichas manejan con falsedad estadísticas falsas. Dice, además, que las estadísticas en sí mismas nada evidencian –y cita en su apoyo a Lenin. Los hechos son: el impostor no indica específicamente ni un solo dato –estadístico, ni de otra índole– que sea incorrecto, ni un solo tratamiento estadístico falso, en los 39 cuadros y 80 páginas de Fichas. Y no podría hacerlo. En cuanto a Lenin, afirma textualmente que a los escritores embusteros hay que sepultarlos bajo estadísticas y hechos exactos. (…) 1956 - 1976 287 1956 - 1966 288 Divulga una filosofía de la historia según la cual la Argentina es –gracias a Rosas, Roca, Yrigoyen y Perón– una gran nación moderna de la cual hay sobrados motivos para estar satisfechos. ¿Sabe usted quién es este escritor? Entérese leyendo la continuación del presente artículo en el próximo número de Fichas. Fuente: Milcíades Peña, Víctor Testa, Gustavo Polit, “Industrialización, burguesía industrial y marxismo (una crítica a ‘Fichas’ y una respuesta con fines educativos)”, en Fichas de Investigación Económica y Social, año 1, N°4, diciembre de 1964, pp. 58-81. Gentileza Archivo Fundación Augusto y León Ferrari - Arte y Acervo Adivinanza con fines educativos Existe en la Argentina un escritor político que: En septiembre de 1955 aclamó al Ejército como defensor “hasta el fin” del Estado peronista y afirmó que sólo en la fantasía de los opositores era concebible una insurrección de la Marina. En el período 1958-62 apoyó la política petrolera del Dr. Frondizi por ser una política “de emancipación nacional”. En 1960 aclamó al General Eisenhower, presidente de los Estados Unidos, como aliado de la “emancipación nacional” argentina. En sus diversas obras sostiene que Industrias Kaiser y las compañías petroleras norteamericanas son puntales de la independencia económica argentina. Civilización occidental y cristiana, de León Ferrari, 1965, yeso, madera y óleo, 200 x 120 x 60 cm. Colección Alicia y León Ferrari, Buenos Aires. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 INSÓLITO PARAGUAY POR LEÓN POMER Este artículo constituye una de las primeras intervenciones de León Pomer sobre un asunto que luego recorrerá toda su obra: la guerra contra un Paraguay que desarrollaba un proyecto económico, social y político con márgenes de autonomía hacia mediados del siglo xix. Entre los textos poéticos de La Rosa Blindada, Pomer escribe una serie de notas históricas sobre dicha contienda y sus consecuencias, lo que muestra la apuesta de la revista por intervenir no sólo dentro del campo poético y literario, sino también del político. 10) La fuerza del Paraguay Ya se va viendo cuál es. Algunos que no se empeñaron en cerrar los ojos también la vieron en su momento. En 1825 la vio Correa da Cámara, enviado brasileño ante el Dictador; sus palabras afirmaron que el Paraguay es, “sin contradicción”, la primera potencia de América del Sur con exclusión del Brasil. También ya lo iban advirtiendo los ingleses, excelentes sabuesos tratándose de detectar riquezas. En el mismo 1825 el representante diplomático de los Estados Unidos en Buenos Aires, John Murray Forbes, escribe a su superior en Washington que al señor Parish, representante de la Gran Bretaña en Buenos Aires, “se le ha ofrecido concertar un tratado comercial con el tirano Francia y asegurar a los comerciantes ingleses los primeros y más ricos frutos de un excelente comercio”. Ya es la tierra guaraní un bocado apetecible. ¡Cómo sería cuarenta años después, al estallar la guerra! Y si bocado apetecible ya entonces, agregaré que también lo era indigesto para algunos. El mismo Forbes informa en nota del 22 de mayo de 1824 dirigida a Washington, que “un respetable número de ingleses que se aventuraron a ir, no han podido abandonarlo…”. Lo que no implica afirmar que Gaspar Rodríguez de Francia fuera enemigo del comercio con Inglaterra; sí, en cambio, de que cayera en manos de comerciantes particulares: o monopolio estatal del comercio exterior o nada, era su pensamiento. Sabía que alentar el engorde de una burguesía comercial vernácula asociada a intereses británicos, permitiendo que estos últimos asentaran sus reales en el Paraguay era cavar la fosa de la independencia nacional. Este pecado, imperdonable para los liberales a ultranza, no le sería perdonado jamás. Sencillamente, Francia supo que en las condiciones del Paraguay de su tiempo no había lugar para que una burguesía comercial –que forzosamente haría sus ganancias comerciando con las grandes potencias europeas y los Estados Unidos– actuara con sentido nacional. Pretendía que el Estado sustituyera esa ausencia. Esa es la formidable singularidad de su política. Que haya prescindido de un poder legislativo refleja seguramente el carácter embrionario de la burguesía rural que se iba gestando lentamente en un país atrasado y mediterráneo. Y (SELECCIÓN) 1956 - 1976 289 1956 - 1966 290 si eso le reprochan sus críticos liberales, será porque prefieren ignorar que otras legislaturas –como sin duda la del Brasil esclavista– eran fruto de elecciones fraudulentas donde el pueblo jugaba papel alguno. Se le importó a Francia tres rábanos la hueca formalidad de un congreso digitado, que bien lo pudo tener. Y si con esa ausencia se pretende explicar algún achaque de melomanía o algún ejercicio de violencia puede que no gratuito, explíquese por qué tal cual legislatura argentina o uruguaya o brasileña no evitó la guerra civil, la violencia contra el pueblo o la explotación más ruin de millones de esclavos. De él han dicho de todo. Ya vimos que Mitre le colgó el supremo sambenito de tirano más cruel y sangriento que los de la antigüedad. Alguien dice por ahí que fue un solterón neurótico y solitario. Los de más allá fueron a hurgar en su tumba: sus huesos se han perdido, o acaso arrojados al azar por la mano vengadora y vinieron a fecundar la noble tierra paraguaya. Pero es obvio que en López padre e hijo Francia cobró una nueva vida. De él puede decirse que siguió viviendo. 11) El sucesor Se llama Carlos Antonio López, es abogado y reputado latinista. Seguirá la política de su predecesor. El sector estatal de la economía es reforzado: habrá más “estancias de la patria”. Los arbustos de yerba mate son nacionalizados; con ellos los árboles que producen maderas para la construcción. En 1854 salen del país 80.000 yardas superficiales de madera; el gobierno exporta 50.000. Pero los particulares que han actuado como exportadores lo hacen únicamente con permiso oficial. Entretanto, un decreto del mismo año prohíbe a los extranjeros comprar tierras. En 1842 Carlos Antonio introduce reformas al régimen agrario de los pueblos de indios; seis años después la tierra comunal es declarada propiedad del Estado. Continúan las facilidades para que las gentes de pocos recursos accedan a la tierra. Una parte de los indios deviene campesinos libres y otra, proletarios obligados a vender su fuerza de trabajo. Las antiguas comunidades indígenas se disuelven. El caballero Henderson, cónsul de Su Majestad Británica, le notificará a su superior en Londres, en 1855: “La mayor parte de la propiedad rural es propiedad del Estado. Las mejores casas de la ciudad pertenecen al gobierno, y este posee valiosas granjas de cría y agrícolas en todo el país”. Sin duda, absolutamente desconsolador. Y encima contradictorio, para la mentalidad libre empresista de Henderson y algunos colegas suyos. Acaso para míster Edward August Hopkins, cónsul de los Estados Unidos, que ya en 1846 le escribe a Rosas que el Paraguay es “la nación más poderosa del nuevo mundo, después de los EE.UU.”, aseverando a continuación “que su pueblo es el más unido, y que el gobierno es el más rico que el de cualquiera de los Estados de este continente”. Los hechos están ahí y deben ser aceptados. Aunque desconsuelen y desconcierten a quien los observa. En el “Mensaje” que López lee ante el Congreso en 1857, anuncia: “Se está preparando la construcción de otros vapores para que el Arsenal esté siempre ocupado. Al efecto, se ha mandado comprar en Europa y ya se halla en este puerto, el número de máquinas que por ahora se considera bastante para facilitar la navegación de nuestros ríos con vapores”. El 2 de julio es botado el vapor Iporá de 226 toneladas, íntegramente construido en los astilleros de Asunción. La flota fluvial y de ultramar alcanza a 11 buques de vapor y unos 50 veleros. Paraguay construye ferrocarriles, telégrafos, astilleros, fábricas de pólvora; la fundición de hierro de Ibicuy, instalada en 1850, provee de armas al ejército y de implementos agrícolas a los campesinos. Se establecen fábricas de papel, loza, azufre y tintas. En su “Mensaje” de 1857 alude López al Chaco; menciona que allí MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 se extrae el salitre y se explotan caleras; en el Chaco hay obrajes de madera y de artículos de loza. López contrata técnicos extranjeros. Pero el capital es paraguayo. En todos los casos. El ingeniero inglés James Parkinson recibe el encargo de construir la vía férrea entre Asunción y Paraguarí: 72 kilómetros. El camino de hierro a Trinidad es planeado y dirigido por el ingeniero inglés Pablo Thompson; se inaugura en 1861. Un técnico alemán instala el telégrafo y otro inglés, Whitehead, levanta un arsenal para construcciones y reparaciones navales. Entretanto, a la muerte de Carlos Antonio López el poder va a manos de su hijo Francisco Solano. Continúa la obra progresista. En 1862 dice en su “Memoria” al Congreso Extraordinario, que la vía férrea a Villa Rica es construida con dinero del tesoro nacional: las empresas mercantiles, “las más de las veces entran en estas especulaciones sobre la base de un agiotaje poco ordenado” (8-428). López hijo desconfía del capital privado no menos que su padre y que Francia. Pero el Paraguay avanza y se coloca a la cabeza de las naciones de esta parte de Sud América. La materia prima nacional es explotada cada vez más. Con algodón y caraguatá (ananá silvestre) fabrican papel; con este último hacen tejidos para camisas y ropa interior. Confeccionan ropas en general y tejen lanas para ponchos. Raspando los cueros obtienen un pergamino tan bueno como el europeo. La tinta se hace de un haba negra, de que se extrae la sustancia o principio colorante por medio de cenizas. Hacen sal y jabón por medio de sustitutos que proporcionan los arbustos silvestres y las cenizas vegetales. La pólvora se elabora extrayendo el azufre de la pirita de hierro. En Ibicuy forjan cañones. El Paraguay no es el país barbarizado de que hablan sus detractores; goza de larga paz y el pueblo vive mucho mejor de lo que viven los argentinos en la misma época. Que el pueblo del Brasil ni qué hablar. Y eso es fruto de una política que nace con Francia a la caída del poder hispa- no y se prolonga hasta la devastación del país guaraní, por obra y gracia de la Triple Alianza. Los sucesivos gobiernos aplican un riguroso proteccionismo a la producción nacional. Los derechos de importación que establece López alcanzan hasta el 25 por ciento para las bebidas y artículos suntuarios, pero no gravan la introducción de máquinas agrícolas, herramientas, etc. Hay altas barreras para ingresar al país productos no esenciales o competitivos con la producción nacional. Aquí por ese entonces pasa lo opuesto: es la Argentina de Mitre. En 1865 importamos por 30 millones de pesos oro, de los cuales 3.141.184 (algo más del 10%) corresponden a bebidas y 5.374.427 (aproximadamente un 18%) a comestibles finos de origen europeo. Los artículos navales, de ferretería y pinturería apenas suman algo más de un 10%: 3.283.209 pesos oro. El gobierno argentino dilapidaba el dinero en tonteras. Pero eso sí: ¡con libre comercio! Que ello no sucediera en el Paraguay hacía perder la flema a los ingleses. Por lo menos a Edward Thornton. El 6 de septiembre de 1864, el representante de Londres en Buenos Aires escribe un memorial al conde Russell, ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra: clama contra los altos impuestos paraguayos. Los derechos de importación sobre casi todos los artículos son del 20 al 25% “ad valorem”; los derechos de exportación fluctúan entre el 10 y el 20%. Por añadidura impónese un diezmo en especie sobre todo producto agrícola o animal y todo comerciante, traficante o manufacturero debe pagar una pesada patente. Todo esto va en el quejoso memorial de Thornton: insufrible país el Paraguay. Y para colmo, Francisco Solano López toma iniciativas para el comercio exterior prescindiendo en absoluto de los comerciantes particulares. Al rey de Prusia le envía 6.000 libras de yerba mate; quiere imponer su uso en el ejército prusiano. Al cónsul en París, Ludovico Tenré, le despacha 1.500 libras de algodón. Ocurre en 1863. Es una muestra. El 1956 - 1976 291 1956 - 1966 292 mismo año envía a John Alfred Blyth de Gran Bretaña 13 fardos de algodón. Otros 14 van a Antuerpia consignados a Alfredo du Gratty. Por primera vez llega algodón paraguayo a Londres, Liverpool y El Havre. Las partidas aún son pequeñas, muestras apenas. Pero señalan un camino. No le sería perdonado al Paraguay. Francisco Solano busca mejorar los métodos para la explotación del algodón. Desde Nueva York se hace mandar máquinas; con ellas, simientes de alta calidad. El 3 de febrero de 1864 son embarcados en el “Candacc” una prensa y dos desmotadoras. El mismo año llegan de Londres dos máquinas enviadas por la Cotton Supply Association de Manchester. En el ínterin, el cónsul en Francia, bien impresionado por las muestras de la fibra, propone el trueque de algodón por tejidos franceses. Pide además muestras de maderas y tabaco. A mediados de 1864 el algodón paraguayo se cotiza en El Havre. Francisco Solano López es hombre de ojo largo y vista aguda. Ve lejos. Trabaja por una patria próspera y fuerte. En cierto modo trabaja para el mañana. En Europa contrata expertos y hombres de ciencia; a los mejores estudiantes los beca y los manda al viejo mundo. Trae a Charles Twite de la Royal school of mines of Great Britain; le encarga levantar un mapa mineralógico de la república. En orden a instrucción pública no marcha el país a la zaga de la Argentina. Incluso puede que la aventaje. En el “Mensaje” de 1857 Carlos Antonio informa que funcionan 408 escuelas con 16.755 alumnos. Cinco años más tarde hay 435 escuelas con 25.000 alumnos. Aquí, bajo el gobierno de Mitre, el ministro del ramo informa que 25.000 niños reciben educación primaria. Los jefes y oficiales de la Triple Alianza comprueban con extrañeza que el soldado paraguayo sabe leer y escribir. ¡Insólito país el Paraguay! Menos bárbaro de lo que quisieran sus enemigos. El propio Bartolomé Mitre lo atestigua. En 1864 le escribe a Francisco Solano López; son sus pa- labras: “V. E. se halla bajo muchos aspectos en condiciones más favorables que las nuestras, a la cabeza de un pueblo tranquilo y laborioso que se va engrandeciendo por la paz, y llamando en este sentido la atención del mundo; con medios poderosos de gobierno, que saca de esa misma situación pacífica; respetado y estimado por todos los vecinos que cultivan con él relaciones proficuas de comercio; su política está trazada de antemano y su tarea es tal vez más fácil que la nuestra en estas regiones tempestuosas, pues como lo ha dicho muy bien un periódico inglés de esta ciudad, V. E. es el Leopoldo de estas regiones, cuyos vapores suben y bajan los ríos superiores enarbolando la bandera pacífica del comercio y cuya posición será tanto más alta y respetable cuando se normalice ese modo de ser en estos países”. Panegírico más encendido no hubiera sido fácil discurrir. Pero este López será un año más tarde el peor tirano abortado por Satán. Esta contradicción en las opiniones de Mitre no debe llamar a confusión ni a engaño: Francia y ambos López fueron para él gobernantes execrables. Lo fueron siempre, por más que una consideración del momento le llevara a firmar lo que acabamos de transcribir. Una política que prescindiera del capital extranjero y de las formalidades constitucionales no era para don Bartolo política civilizada. La palabra barbarie estaba en su boca. Que esa política había asegurado la paz durante décadas y el desarrollo de las fuerzas productivas parecía secundario. Más secundario aún que hubiera permitido el acceso a la tierra a las masas de la población. Paraguay era un mal ejemplo. Había que destruirlo. El Paraguay fue destruido. Fuente: León Pomer, “Insólito Paraguay”, en La Rosa Blindada, año I, Nº 7, Buenos Aires, noviembre/diciembre de 1965, pp. 17-24. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 El Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) será una de las primeras guerrillas de los años sesenta. Comandado por Jorge Masetti (creador de Prensa Latina junto con Rodolfo Walsh y Roberto García Lupo), el EGP hace base entre 1963 y 1964 en la provincia de Salta. Su principal objetivo es preparar el avance del Che Guevara hacia la Argentina desde Bolivia. Sin embargo, la célula es detectada y duramente reprimida por la Gendarmería Nacional. En su cuarto número, La Rosa Blindada homenajea a los guerrilleros asesinados a través de una serie de poemas, lo que representa apenas un ejemplo del impacto de esta experiencia en las nuevas generaciones políticas e intelectuales de los años sesenta. Este homenaje no será el único modo de aludir a la experiencia del EGP. En nuestros días, esa experiencia revivió a propósito de la polémica generada alrededor de la publicación del “No matarás” (2004) de Oscar del Barco. Poemas a los guerrilleros Pequeña elegía a los guerrilleros de Salta A Diego, masacrado. Su sangre inadvertida sea terca paloma para todos; paloma sin sosiego, suelta el ala en esta oscura historia, quebrada la pupila vuela; seca retina castigada, no encoge ahora su impaciencia sino la muerte y el sermón del filisteo; de la tierra –donde guarda la hermosa furia, duro dolor, tanta miseria, la juventud de la esperanza, crispadas manos de fiereza, ellos– su sangre sale terca, terca sale su sangre y vuela. Carlos Alberto Brocato 1956 - 1976 293 1956 - 1966 294 masacre de guerrilleros persíganlos como a bestias mátenlos con esa amistad particular que el perro siente por la presa acábenlos en los montes de Salta de Jujuy en el vientre de hijos que no vivirán cayendo entre plantas violentas consejos otras víboras y todavía así gendarmes de la noche, nadie se ha terminado de morir, nada dejará de alentar hasta el día del triunfo final por fin hay muertos por la patria hechos yo quisiera saber qué hago aquí bajo este techo a salvo del frío del calor quiero decir qué hago mientras el Comandante Segundo otros hombres son acosados a morir son devueltos al aire al tiempo que vendrá y la tristeza y el dolor tienen nombres y hay tiros en la noche y no se puede dormir restos de guerrilleros hallados y finalmente lo encontraron diseminado casi o sembrándose en la tierra que amó ¿qué hará ella con él o él sin ella? no hubo esplendor sino piedras al fondo del barranco donde cayó sumiéndose en la patria Juan Gelman MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 increíble para fusilar el olvido tus gusanos diego ya talaron tu sonrisa tus ojos se cerraron la traición sigue lloviendo escondan esa sangre en nombre de la ley entierren esos ojos apaguen esas uñas oculten las vísceras los besos casi vírgenes tapen sus cuencas rellenen sus agujeros con palomas pongan las lenguas cortadas bajo las alfombras barran los huesos inclínense y soplen las cenizas carne joven inoportuna borracha perdida aprenda por la eternidad a convivir en peace sangre loca furiosa aventurera sangre bandida no sabe usted que hay que cumplir diez siglos ser muy viejo muy frío muy muerto muy ruin para escribir con moho la palabra libertad sangre malvada insurgente sorpresiva sin corsé qué es eso de irrumpir en mitad del paraíso qué es eso de salpicar a la gente de bien forajida asaltante de la leche y la luz alucinada entrometida desnuda ala viva no ves que los esclavos sin pan votamos a Dios gracias sangre hereje maldita todavía tus pupilas desde el fondo de la patria siguen apuntando Julio Huasi ________________________________ Diego I ¿Cuál habrá sido su palabra vital? ¿mamá - no importa - revolución? (En ella está la clave) ¿Cuál habrá sido la última de diego el guerrillero cuando una bota azul lo sembró para siempre y la sudada mano del gendarme lo degolló muy diestramente? 1956 - 1976 295 1956 - 1966 296 Diego II Praga, Sofía, París, nunca lo podrán ver a Diego el guerrillero dorándose bajo su sol tan especial. Europa está tan lejos ahora mi diego santo Dios si te falta una pierna camarada para poder llegar es tu cabeza rueda atormentada por la ausencia del tronco mutilado. Diego insistente, Diego caprichoso, que en el café del Coto hablabas de revolución mientras bebías tu helada coca-cola con gran serenidad. Diego III ¿Cómo sería su pelo, sus uñas, su nariz? ¿Quién recibió su primer beso de amor? ¿Dónde está esa muchacha? ¿Sus apuntes de clase? ¿Qué fumaba? ¿Quizás usaba anteojos? Nada recuerdo. Cosa dura el olvido, Camaradas… José Luis Mangieri ________________________________ Morir en Madrid a tantos años sólo despojos del madrid del 38 y las brigadas y la traición y el amor y también ciertos interiores de una revolución que no fue que pudo (como mi padre) tener su casa tal vez un manantial un nuevo incendio españa MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 los milicianos fusilados de madrid se sublevarán sin duda tantas veces otros desaparecen enferman porque morir en buenos aires no es glorioso por eso tal vez viajaron los fusilados a salta no temblaron manifiestan que alguien los vendió los regaló del todo y hoy pasan de tucumán abajo con la misma fe pero sin armas y menos como los derrotados del madrid del 38 marta recuerda que antes de morir escribían o gritaban “triunfaremos” yo nací (qué sacudida) y franco estaba (tamaña fe) puedo morir hoy (tan muerte ciega) y franco seguirá no vale solicitar favores la historia es tan pobre tan (ay) que guernica es un acontecimiento pictórico y no siete mil asesinados comprender a la bella es más sencilla más ilustre un soplo de agua para arriba y en su cúspide las consecuencias del amor por la rejilla ser argentino no es del todo indoloro pero es extenso no tiene gracia ser tan liso tan país por algo la vaca es símbolo y el pulgar y el índice forman en la mano la mujer sus culminantes contorsiones cuando la mujer se nos acaba queremos empezar por otras cosas salvo los estupendos estudiantes que aman la révolte y reparten volantes como tarjetas de visita después nos queda poco tiempo morir como en madrid haber nacido antes 1956 - 1976 297 1956 - 1966 298 tener nostalgia ser muy argentino tal vez latinoamericano ser muy hijo de polen no mugir porque entonces vienen los azules pero habrá que juntar coraje como en madrid Ramón Plaza ________________________________ Guerrillero muerto Para H. y J. Cuidando las espaldas de los miedos y la soledad entristecido hasta la pena irremediable de estar muerto miro las rayas de la lluvia. Floreceré en la primavera. Gustavo Roldán ________________________________ egepé Abajo aquí sus huesos sus fusiles este atadito de hombre no sé la tierra cómo hace que se aguanta los que avanzan sobre ella son las mejores noticias que nos llegan de ustedes delen, muertos de amor, sostengan que nacemos. Orán Ellos dieron con los huesos en la muerte y ahora ya somos un país cualquiera agregamos leña al fuego papel a la máquina guerrilleros a la historia huracanes a la locomotora desde las ventanillas veo pasar lentamente las estaciones de los pueblos y el amor que hace bárbaro parece que salimos che, tristeza, y ustedes ¿no era que subían? MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1956 - 1966 299 los ejecutores Qué quieren les quemaba se vive todos los días todas las noches hace rato que goulart caía pero en la habana estarán prontos las últimas noticias dicen caracas vietnam las disidencias y las noticias más cercanas confirmaban además somos hombres fidel subió a la sierra cuando bajó antes después cosas del pueblo y dejaron todo llevaron todo antes después lo imprescindible plantaron el monte levantaron las montañas se apostaron y ahora dale, corazón, tocate los graves de este tiempo. Alberto Szpunberg Gentileza Crónica - Archivo Nacional de la Memoria Fuente: “Poemas a los guerrilleros”, en La Rosa Blindada, año I, Nº 4, marzo de 1965, pp. 21-22. En abril de 1958 Jorge R. Masetti entrevista a Ernesto “Che” Guevara en Sierra Maestra para la agencia Prensa Latina. 1956 - 1976 1956 - 1966 300 El Eternauta es una historieta argentina de ciencia ficción creada por el guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López que aparece semanalmente en el suplemento Hora Cero Semanal entre 1957 y 1959. Cuenta la historia de Juan Salvo, su familia y amigos, quienes sobreviven en una casa herméticamente cerrada a una misteriosa nevada mortal, que luego se revela preludio de una invasión extraterrestre, y de los avatares de la lucha que se desencadena contra el invasor hasta el desenlace, abierto y circular a la vez, que convierte a Juan Salvo en eterno viajero del tiempo. Un año después de su exitosa reedición, en 1976, Oesterheld realiza junto con Solano López El Eternauta II, una continuación de la primera historieta, pero con una trama y lenguaje políticos más explícitos y radicalizados. Con el inicio de la dictadura cívico-militar, la historieta será censurada y, poco tiempo después, un 27 de abril de 1977, Oesterheld, militante de la organización Montoneros, será secuestrado. Aún hoy permanece desaparecido. El Eternauta, en la portada de la revista Hora Cero Semanal del 20 de noviembre de 1957. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 DE LA REVOLUCIÓN ARGENTINA AL GAN El golpe de Estado de junio de 1966 que da comienzo a la autoproclamada “Revolución Argentina”, si bien muestra a las fuerzas militares nuevamente en su rol “salvífico” de los intereses profundos de la patria, lo hace ahora bajo un nuevo rostro: ya no desde una intervención acotada y transicional sino asumiendo la tarea de llevar adelante una refundación integral de las instituciones de la nación. Esta tarea, anunciada programáticamente en los discursos del dictador Juan Carlos Onganía, es apoyada y fundamentada tanto por influyentes sectores del empresariado (de orientación liberal) como por miembros del espectro político conservador, como se puede leer en la pluma del intelectual orgánico Mariano Grondona. Sin embargo, un lustro después, el GAN (Gran Acuerdo Nacional), propuesto por el nuevo presidente de facto Alejandro Lanusse, muestra el punto de declive de aquel proyecto refundacional, al tiempo que indica las dificultades de las clases dominantes para encauzar las fuerzas políticas y sociales que habían emergido de las grandes movilizaciones de masas de tipo contestatario durante aquellos años. El fracaso para producir ese encauzamiento institucional y el nuevo triunfo del peronismo en marzo de 1973, a su vez, pueden ser pensados –como lo hace José Luis Romero– como expresión de una crisis más profunda de las clases dominantes de la Argentina, que desde 1930 no lograrían desempeñar con eficacia sus funciones “dirigentes”. 1966 - 1976 Mensaje de las Fuerzas Armadas luego del golpe de Estado contra el gobierno de Arturo Illia El 28 de junio de 1966, horas después de derrocar al presidente constitucional Arturo U. Illia, los jefes de las tres armas dirigen un mensaje al pueblo. En él, los militares explican los motivos de la autoproclamada “Revolución Argentina”, donde se combinan rasgos de autoritarismo político –denuncian prácticas “electoralistas” y falta de “autoridad auténtica”– y liberalismo económico –acusan al “estatismo insaciable” de los males que aquejan a la economía–, y señalan la “modernización del país” como una necesidad impostergable. El discurso comunica, por último, que la Junta de Gobierno disuelve el Congreso de la Nación y los partidos políticos, cambia los miembros de la Corte Suprema y la Procuración General, y nombra al teniente general Juan Carlos Onganía como nuevo presidente de la Nación. Nos dirigimos al pueblo de la República en nombre del Ejército, la Armada Nacional y la Fuerza Aérea, con el objeto de informar sobre las causas de la Revolución Argentina. El Gobierno que acaba de ser sustituido contó con el anhelo de éxito más fervoroso y con un crédito de confianza ilimitado por parte de todos los sectores de la vida nacional. Un pueblo se elevaba generosamente por encima de las diferencias de partidos, abrumado por la angustia, los desaciertos y frustraciones del pasado, alentando la gran esperanza de que se iniciara de una vez para siempre la marcha hacia la conquista de un destino de grandeza. Sin embargo, la falta de una política auténtica que incorporara al quehacer nacional a todos los sectores representativos, se tradujo en un electoralismo que estableció la opción como sistema. Este recurso vulneró la libertad de elección, instituyendo en los hechos, una práctica que estaba en abierta contradicción con la misma libertad que se proclamaba. La autoridad, cuyo fin último es la protección de la libertad, no puede sostenerse sobre una política que acomoda a su arbitrio el albedrío de los ciudadanos. Sin autoridad auténtica, elemento esencial de una convivencia armoniosa y fecunda, sólo puede existir un remedo de sociedad civilizada, cuya excelencia no puede ser proclamada sin agravio de la inteligencia, la seriedad y el buen sentido. Nuestro país se transformó en un escenario de anarquía caracterizado por la colisión de sectores con intereses antagónicos, situación agravada por la inexistencia de un orden social elemental. 1956 - 1976 305 1966 - 1976 306 En este ámbito descompuesto, viciado además de electoralismo, la sana economía no puede subsistir como un proceso racional, y los servicios públicos, convertidos en verdaderos objetivos electorales, gravaron al país con una carga insoportable. La inflación monetaria que soportaba la Nación fue agravada por un estatismo insaciable e incorporada como sistema y, con ello, el más terrible flagelo que puede castigar a una sociedad, especialmente a los sectores de menores ingresos, haciendo del salario una estafa y del ahorro una ilusión. Este cuadro penoso sólo podía revertir al exterior una imagen lamentable, sin vigor ni personalidad. Nuestra dignidad internacional ha sido gravemente comprometida por la vacilación y la indiferencia en conocidos episodios. Las Fuerzas Armadas observaron con creciente preocupación este permanente y firme deterioro. No obstante, no sólo no entorpecieron la acción del gobierno, sino por el contrario buscaron todas las formas posibles de colaboración, por la sugerencia, la opinión seria y desinteresada, el asesoramiento profesional, todo ello como intento sincero de mantener la vigencia de las instituciones y evitar nuevos males a nuestro sufrido Pueblo Argentino. Debe verse en este acto revolucionario el único y auténtico fin de salvar a la República y encauzarla definitivamente por el camino de su grandeza. A las generaciones de hoy nos ha correspondido la angustia de sobrellevar la amarga experiencia brevemente señalada. Inútil resultaría su análisis si no reconociéramos las causas profundas que han precipitado al país al borde de su desintegración. La división de los argentinos y la existencia de rígidas estructuras políticas y económicas anacrónicas que aniquilan y obstruyen el esfuerzo de la comunidad. Hoy, como en todas las etapas decisivas de nuestra historia, las Fuerzas Armadas, interpretando el más alto interés común, asumen la responsabilidad irrenunciable de asegurar la unión nacional y posibilitar el bienestar general, incorporando al país los modernos elementos de la cultura, la ciencia y la técnica, que al operar una transformación sustancial lo sitúen donde le corresponde por la inteligencia y el valor humano de sus habitantes y las riquezas que la Providencia depositó en su territorio. Tal, en apretada síntesis, el objetivo fundamental de la Revolución. La transformación nacional es un imperativo histórico que no puede demorarse, si queremos conservar nuestra fisonomía de sociedad civilizada y libre y los valores esenciales de nuestro estilo de vida. La modernización del país es impostergable y constituye un desafío a la imaginación, la energía y el orgullo de los argentinos. La transformación y modernización son los términos concretos de una fórmula de bienestar que reconoce como presupuesto básico y primero, la unidad de los argentinos. Para ello era indispensable eliminar la falacia de una legalidad formal y estéril, bajo cuyo amparo se ejecutó una política de división y enfrentamiento que hizo ilusoria la posibilidad del esfuerzo conjunto y renunció a la autoridad de tal suerte que las Fuerzas Armadas, más que sustituir un poder, vienen a ocupar un vacío de tal autoridad y conducción, antes de que decaiga para siempre la dignidad argentina. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 Por todo ello, en este trascendental e histórico acto, la Junta Revolucionaria constituida por los Comandantes en Jefe de las tres Fuerzas Armadas de la Patria, ha resuelto: 1º. Destituir de sus cargos al actual Presidente y Vicepresidente de la República, y a los Gobernadores y Vicegobernadores de todas las provincias. 2º. Disolver el Congreso Nacional y las Legislaturas provinciales. 3º.Separar de sus cargos a los miembros de la Suprema Corte de Justicia y al Procurador General de la Nación. 4º. Designar de inmediato a los nuevos miembros de la Suprema Corte de Justicia y al Procurador General de la Nación. 5º. Disolver todos los partidos políticos del país. 6º. Poner en vigencia el Estatuto de la Revolución. 7º. Fijar los objetivos políticos de la Nación (Fines Revolucionarios). Asimismo, en nombre de las Fuerzas Armadas de la Nación, anunciamos que ejercerá el cargo de Presidente de la República Argentina, el señor Teniente General D. Juan Carlos Onganía, quien prestará el juramento de práctica en cuanto se adopten los recaudos necesarios para organizar tan trascendental ceremonia. Nadie más que la Nación entera es la destinataria de este hecho histórico que ampara a todos los ciudadanos por igual, sin otras exclusiones que cualquier clase de extremismos, siempre repugnantes a nuestra acendrada vocación de libertad. Hace ya mucho tiempo que los habitantes de esta tierra bendita no nos reconocemos por nuestro propio nombre: argentinos. Unámonos alrededor de los grandes principios de nuestra tradición occidental y cristiana, que no hace muchos años hizo de nuestra patria el orgullo de América, e invocando la protección de Dios, iniciemos todos juntos la marcha hacia el encuentro del gran destino argentino. Que así sea. Pascual Ángel Pistarini Benigno Ignacio Marcelino Varela Adolfo Teodoro Álvarez Fuente: Osiris G. Villegas, Políticas y estrategias para el desarrollo y la seguridad nacional, Biblioteca del Oficial del Círculo Militar, Buenos Aires, 1969, pp. 313-317, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Biblioteca del Pensamiento Argentino, tomo VI, Buenos Aires, Emecé, 2007, pp. 331-333. 1956 - 1976 307 1966 - 1976 308 Declaración de ACIEL a favor del golpe de Estado y del gobierno de Onganía Hacia 1958 la Bolsa de Comercio, la Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial Argentina conforman la Acción Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres (ACIEL), una agrupación intersectorial de orientación fuertemente liberal, a favor de la “libre empresa” y contra los sectores empresariales más proclives al intervencionismo estatal, los cuales desde 1953 se habían agrupado en la Confederación General Económica (CGE) fundada por José Ber Gelbard. El 6 de junio de 1966, pocos días después del golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Arturo Illia, ACIEL, al igual que otras entidades empresariales –como la propia CGE, Cooperativas Farmacéuticas y C.E.R.E.A. (Comisión Especial de Representantes de Entidades Agropecuarias para las relaciones laborales), entre otras–, publica en el diario La Nación una solicitada de apoyo al nuevo gobierno de facto de Juan Carlos Onganía. Colaboración de entidades empresarias Expresan que la unión es indispensable para el éxito Diversas entidades relacionadas con el quehacer económico han emitido declaraciones sobre el especial momento que vive el país. Coinciden todas ellas en expresar su esperanzada creencia en un futuro mejor, anuncian algunas consideraciones acerca de los grandes lineamientos de la política por seguir en esta materia y manifiestan su pensamiento en el sentido de que las realizaciones previstas tendrán feliz coronamiento si cuentan con la cooperación del conjunto de los argentinos. De ACIEL La declaración de Acción Coordinadora de Instituciones Empresariales Libres se abre señalando analogías del actual momento del país con el que determinó la reunión del Congreso de Tucumán, y recordando las palabras de Fray Cayetano José Rodríguez: “…Conducidos los pueblos por unos senderos extraños pero análogos por tan funestos principios a una espantosa anarquía, mal, el más digno de temerse en el curso de una revolución iniciada por meditados planes, sin cálculo en el progreso y sin una prudente división de sus fines. ¿Qué dique más poderoso podía oponerse a este torrente de males MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 políticos, que amenazaban absorber la patria y sepultarla en sus ruinas, que la instalación de un gobierno que salvase la unidad de las provincias, conciliara su voluntad y reuniera sus votos concentrando el poder? ”La situación que las fuerzas armadas se han visto imperiosamente obligadas a quebrar –agrega– es la consecuencia inevitable de largos años de ficción constitucional, tanto en el orden político como en el económico. ”Se afirmó la vigencia efectiva de la Constitución, la república y la democracia. Pero la Constitución no rige si las leyes, decretos, reglamentos y aun hechos punibles que las autoridades no podían prevenir o sancionar violan la ley fundamental. No rige tampoco la república fundada en poderes limitados por el derecho y la moral si una organización viciada los anula y la elección de funcionarios tiene menos en cuenta el mérito que los motivos partidistas. No rige tampoco la democracia si por encima de la voluntad de los ciudadanos se erige una maquinaria que pretende identificar la Constitución con mecanismos electorales y en lugar de cumplir funciones de equilibrio frente a los representados y conciliar la libertad con el orden exacerba los impulsos de la demagogia”. Añade ACIEL que “las excelencias del país argentino, en su tierra como en sus hombres, no se ven cabalmente traducidas en sus expresiones políticas por mediar una distancia poco menos que insalvable entre las exigencias de las altas funciones públicas y la actuación de quienes tuvieron a su cargo la misión de conducirlo como estadistas”. “Una nueva esperanza –dice– se abre hoy al progreso de la Nación y, por lo tanto, los argentinos debemos sentirnos obligados a crear un clima de paz y trabajo, sin mirar hacia el pasado, pero aprovechando sus enseñanzas. Confiamos en que quienes han asumido la gran responsabilidad de gobernar el país harán honor a su palabra, actuando con abnegación y espíritu de justicia”. Finalmente reitera la voluntad de contribuir en la tarea de reconstrucción nacional y formula sus mejores votos porque sea más estrecha la unión de los argentinos, más solidario su esfuerzo y altos sus ideales. El ejemplo de los próceres de 1816 avivará el fuego inextinguible del espíritu nacional frente a las dificultades de esta hora. Fuente: La Nación, Buenos Aires, 6 de julio de 1966, pp. 1 y 18. 1956 - 1976 309 1966 - 1976 310 Discurso de Onganía sobre los objetivos de la Revolución Argentina El 30 de diciembre de 1966 el presidente de facto Juan Carlos Onganía ofrece un discurso con motivo de cumplirse los primeros seis meses de gobierno. En la alocución, Onganía refuerza la crítica –presente ya en los primeros discursos de los militares golpistas– a los partidos políticos, puesto que según él habían cumplido su ciclo como organizaciones representativas y debían ser cesados. Apelando a tópicos organicistas y espiritualistas, el presidente de facto llama a revitalizar las instituciones fundamentales de la comunidad, para lo cual es preciso que las fuerzas armadas, “que nacieron con la patria” y son su “reserva moral”, se involucren en la vida social del país. Los objetivos de la Revolución Argentina no se reducen entonces a medidas económicas o políticas puntuales, sino a la refundación misma de la patria para conducirla hacia su “destino de grandeza nacional”, motivo por el cual la “Revolución” iniciada por los militares se presenta como un proceso abierto, sin plazos ni condicionamientos. La Revolución ha cumplido los primeros seis meses de un proceso que será largo, que pondrá a prueba a hombres e instituciones y exigirá templanza y fortaleza, valor y persistencia para llegar a buen puerto. La tarea ha sido intensa. Hemos debido echar los cimientos para el reordenamiento de la estructura de gobiernos, mientras buscábamos soluciones a problemas económicos, sociales y humanos. El desgaste natural y a veces inevitable en la tarea de gobierno ha provocado el cambio de hombres que han cumplido, con alto sentido patriótico y desinterés, una tarea que no era fácil. La Revolución no los olvida y el país algún día reconocerá la entereza con que enfrentaron momentos difíciles de un acontecer que ya es histórico. Este año el país ha roto definitivamente su inercia, para emprender el camino hacia sus objetivos nacionales. El hecho militar del 28 de junio no fue solamente la respuesta a una conducción económica, social o política determinada. Se produjo ante la clara conciencia de que el sistema de vida político, después de atravesar décadas de vaivenes y ajetreos, había dado cuanto podía. Existía una Constitución que no se cumplía, un régimen federal que los hechos desmentían y un sistema representativo que estaba falseado en sus propias bases. Aun cuando las causas de la Revolución han sido expresadas y, por otra parte, incorporadas a la experiencia colectiva e individual de la ciudadanía, resulta conveniente MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 señalarlas para que, proyectadas contra el pasado, se destaquen con su mayor nitidez las grandes líneas de acción que se ha propuesto la Revolución. La República vivía más del mito que de la realidad; del mito de sus inacabables recursos que no explotaba; del mito de su democracia que no aplicaba; del mito de una justicia social que toleraba que las ciudades se poblaran de villas miseria, que los jubilados repitieran sin respuestas sus reclamos y que los ciudadanos recurrieran, en proporción cada vez mayor, al doble empleo, para hacer frente a condiciones de vida francamente adversas. Todos fuimos testigos del drama de la democracia argentina, cuyas virtudes se proclamaban con énfasis religioso y absoluto, mientras la realidad revelaba una práctica viciosa de fraude y engaño. Su consecuencia fue el descreimiento, el más terrible enemigo del alma nacional. La falta de fe en las instituciones, alejadas cada vez más del cumplimiento de su misión, ganó por igual a todos, y los instrumentos políticos no pudieron sustraerse a la perversión resultante de esa circunstancia. Las grandes corrientes de opinión enraizadas en la vida cívica argentina pagaron duro tributo a este estado de cosas. No hubo una sola de ellas que, sometida a las presiones de la realidad, no se dividiera en fracciones irreconciliables. La Nación, sin fe, sin esperanza, sin ideales, se refugió en el espejismo del adelanto material, que, paradójicamente sólo se logra sobre bases espirituales sanas. Los argentinos nacimos a la independencia movidos por ideales y sentimientos. Los antepasados de la Nación –me refiero tanto a los que figuran en nuestras galerías de próceres y en nuestro panteón de honor, como a aquellos que por hacer verdad su ideal cayeron en los campos de batalla de media América, en la adversidad y en el destierro– renunciaron a la comodidad, a la fortuna, al hogar y hasta a la vida para hacer la Argentina que entrevieron entre sueños y desdichas, entre embates contra la naturaleza y el medio, acosados por los enemigos del exterior, y viviendo el drama de las luchas sangrientas entre compatriotas. Quisieron una Argentina grande, echaron sus cimientos, la declararon abierta a todos los hombres del mundo que quisieron gozar de los beneficios de la libertad en la justicia, y nos la entregaron. Pero nosotros –todos nosotros– no hemos sabido proyectar esta Argentina hacia su destino magnífico, un destino que no está predeterminado; un destino que hay que construir. Nuestra Revolución no triunfará porque logre un país próspero, sin problemas de balanza comercial o de pagos, con industrias modernas, un ahorro intenso, el déficit de vivienda cubierto, la justicia social y el derecho asegurados. La Revolución triunfará si puede plantar al país de cara a su grandeza. Las esperanzas de los argentinos no se cifran en el número de sus fábricas ni en el tonelaje de sus exportaciones. Esta Argentina nuestra nació a la vida para algo más que para producir, exportar y consumir con holgura. La patria no es un conjunto de apetencias; no es una mera expresión geográfica ni es la suma de sus índices económicos y sociales. La patria es una empresa en la historia y una empresa en lo universal. La patria es una síntesis trascendente que tiene fines propios que cumplir. 1956 - 1976 311 1966 - 1976 312 Es, ante todo, el deseo vehemente de vivir en justicia y libertad; es el sentido de crear, de proyectarse, de marcar una huella profunda, para que las generaciones que vienen se encaminen con rumbo cierto. Lograr la grandeza de la Nación impone más deberes que los derechos que confiere: impone más renunciamientos que los halagos que comporta. Significa asumir las responsabilidades de hoy con proyecciones al mañana. El pueblo quiere vivir la verdad; quiere la definición de los objetivos nacionales y está dispuesto a cualquier esfuerzo para alcanzarlos. Quienes crean que para aunar voluntades la Revolución debe ofrecer soluciones tibias y transaccionales u ocultar todo lo que pueda demostrar una devoción o señale una actitud enérgica, se equivocan. Después de tantos tropiezos, después de tanto fracaso y frustración, después de ensayar tantos caminos sin salida, después de haber errado la senda en un mar de promesas fáciles, la Revolución viene a llamar las cosas por su nombre, a calificar los duros trances de la vida argentina con el término exacto de vocación, de sacrificio y de servicio. Hasta hoy, los intentos por definir y alcanzar los objetivos nacionales estaban condenados de antemano al fracaso. Los odios y las rencillas dividieron a la Nación, enfrentando a sus hijos, a nosotros, en fin, contra nosotros mismos. Esto es la crisis. El patriotismo, el sacrifico y el esfuerzo de muchos ciudadanos honorables nada podían, anulados por las trabas internas del sistema. La situación política y social que determinó la Revolución Argentina y hace posible la redefinición de los objetivos nacionales, es el deseo unánime que tiene el pueblo argentino de acabar con los odios, con los enfrentamientos estériles, para trabajar unido por la grandes [sic] de la Nación. La Revolución cierra el ciclo en el que un régimen, desgastado por sus contradicciones y su impotencia, cede paso al futuro. La Revolución acepta el pasado con sus glorias y sus desdichas, se eleva por encima de las mezquinas rencillas entre hermanos y apunta a un porvenir querido por todos. Por eso la Revolución se llamó Argentina, porque es de todos y para todos. La historia de estas últimas décadas señala que a la unidad nacional no se podía llegar sobre la base de ideologías combativas y contrapuestas y de organizaciones políticas que no lograban, en el fragor del proceso, conservar siquiera la unidad propia. La Revolución cumplió un fallo que estaba dado por la gran mayoría del pueblo al disolver los partidos políticos, que habían cumplido un ciclo largo y proficuo en el proceso nacional. La historia de estos últimos cien años es en gran parte la historia de nuestros partidos políticos. Circunstancias conjugadas determinaron su fracaso frente a los problemas de la hora. Nacidos al amparo de la libertad, para asegurar un régimen que fuese representativo a la vez que federal, segaron luego las bases de su sustento convirtiéndose en organizaciones cerradas, en las cuales sus hombres fueron subordinados a las exigencias circunstanciales de la lucha por el poder. Cuando un sistema no puede corregir sus propios defectos va camino al caos. Entonces la solución debe serle impuesta desde afuera. Que fue lo que ocurrió. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 No abjuramos de los sistemas, que no son intrínsecamente malos, ni renunciamos a la política. La Revolución hace política cuando decreta la licitación del Chocón-Cerros Colorados, ordena las universidades, pone los puertos al servicio del país y subordina la empresa ferroviaria a las necesidades de la República. El gobierno de la Revolución tiene una razonable limitación en lo referente a la política partidaria, pero es de su esencia el ejercicio de la gran política nacional, de la cual la Nación prescindió durante tanto tiempo. La Revolución es en sí misma solución política para la gran encrucijada histórica en que sectores mayoritarios de la ciudadanía argentina se vieron enfrentados a un sistema distorsionado. No es intención de la Revolución fundar una tecnocracia impermeable a toda idea o a todo sentimiento. Los partidos algún día tendrán que ser reemplazados por otras organizaciones, igualmente políticas, basadas en el ideal antes que en el prejuicio, con lealtad primaria y viva a la Nación, antes que al grupo, y que miren más a la Argentina que hemos de construir, que a la Argentina que hemos dejado atrás. El ciclo político de la Argentina actual avanza y no retrocede. El pueblo no quiere volver a las circunstancias que lo llevaron a la actual coyuntura. Abrir el proceso político hoy, o en el futuro inmediato, significaría retroceder a otro callejón sin salida; a los mismos vicios, las mismas mezquindades, la misma incoherencia y la misma falta de visión que desembocó en la Revolución Argentina. Los hombres con visión de patria, que han dedicado su vida y su esfuerzo a la Nación y a sus conciudadanos, son merecedores del respeto del país, cualesquiera fueran las circunstancias en las cuales actuaron y cualquiera fuera el resultado de su tarea. Nadie está excluido del proceso activo que la Revolución ha iniciado. Más, la Revolución precisa del concurso de todos los argentinos. No es tarea del gobierno elaborar ni aplicar las doctrinas políticas determinadas. El gobierno no va a producir nuevas divisiones entre argentinos con especulaciones teóricas. No existe el pretendido corporativismo más que en la imaginación de quienes lo agitan. El gobernante del país es un católico que practica su religión. Precisamente porque lo es, no impone sus convicciones a ningún ciudadano. Porque esta Revolución tiene contenido cristiano, es amplia y puede ser compartida por el pueblo entero, sin distinción de religión ni raza. Hace más de ciento cincuenta años en nuestro país se han extirpado las prerrogativas de sangre y de nacimiento, y todos los habitantes son iguales ante la ley. La desaparición de los partidos, del Congreso Nacional y de las legislaturas provinciales no implica que el país haya renunciado a la democracia. Por el contrario, significa que quiere libertades efectivas y un régimen que funcione. Significa que el país no tolera las formas vacías de contenido y que ha sacrificado las apariencias formales de normalidad institucional para recuperar la verdad íntima con sujeción a la cual aspira vivir. Están en receso algunas instituciones básicas, incapacitadas para el cumplimento de su misión. El país tiene conciencia de que habían cesado de funcionar antes de ser disueltas. Las instituciones políticas no pueden ser improvisadas. La república tiene una larga y dolorosa experiencia al respecto. 1956 - 1976 313 1966 - 1976 314 Por ello ha sido primera preocupación del gobierno de la Revolución echar las bases de una sana comunidad. La comunidad tiene su célula, en lo que al régimen político atañe, en la municipalidad, que debió constituir siempre la piedra angular de la democracia argentina, no de la democracia hueca, sino la que nosotros queremos, rica en contenido, construida de abajo hacia arriba. Para que esta democracia sea auténtica, el país tiene que revitalizar la comunidad. No lo será mientras no sean representativos sus órganos básicos. La innovación de la Revolución es que promueve la comunidad con un sentido orgánico, lo que estaba más allá del alcance y de las posibilidades de los hombres que, con clara visión del destino de la patria y de los vicios de nuestras prácticas políticas, tuvieron idéntica preocupación en el pasado. El impulso dado a la comunidad con un sentido exclusivamente político implicaría desatender las instituciones que la fundamentan y los aspectos espirituales, culturales, sociales y económicos que la animan y le otorgan cohesión. El camino que hemos elegido no logrará contentar a los impacientes. Es con toda seguridad el más penoso, pero es lo único seguro para evitar que la democracia sea construida sobre bases endebles. Esta Revolución no tiene plazos dados; tiene objetivos que cumplirá en el tiempo, entre ellos, fijar las bases sobre las cuales una auténtica comunidad nacional puede elaborar un programa de vida para alcanzar sus objetivos sin violencias físicas ni morales para nadie. Las Fuerzas Armadas, que nacieron con la patria, afianzaron la paz interior, aseguraron las fronteras y allanaron el camino del progreso en toda la extensión de nuestro vasto territorio, se encontraban marginadas del proceso institucional argentino. Estaban sin misión definida y concreta en la actividad diaria del Estado como lo exige el concepto moderno de su existencia. Había una vaga referencia a su misión específica que jamás era detallada ni determinada por la autoridad nacional. La ley de defensa recientemente sancionada define y encuadra las actividades de las Fuerzas Armadas en la vida Argentina, sobre la base de su acatamiento total al gobierno. Su contribución es indispensable no sólo para asegurar la defensa de la Nación y la inviolabilidad de sus fronteras sino también para determinar el progreso en todos los órdenes, inclusive en el espiritual. (…) El país se encamina resueltamente a su grandeza. No permitamos que problemas materiales inmediatos ofusquen una vez más nuestra visión. La crisis del país es de carácter espiritual. Se relaciona con el descreimiento y la falta de fe en las instituciones de gobierno. Resuelta esta crisis de confianza todo lo demás nos será dado por añadidura. Hemos bebido muchas veces el cáliz amargo de la frustración y el desengaño, pero las vicisitudes que hemos atravesado reafirman nuestra fe en los destinos de la patria. La impaciencia y el atajo al fin han esterilizado más de un esfuerzo por hacerlos verdad. El olvido de la tradición histórica y de la fuerza espiritual que necesita toda gran empresa ha frustrado otros intentos. No basta con el ideal, hay que poner la vida al servicio del mismo. Si mañana resolviéramos todos y cada uno de nuestros problemas económicos, el país continuaría en la encrucijada, carente del hálito vivificante del ideal, sin el cual no se hace patria. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 La Revolución Argentina ha elegido un proceso para resolver la crisis y alcanzar las condiciones que nuestro ideal de grandeza nacional exige. Los objetivos fijados se cumplen a un ritmo dado, en libertad y con justicia. La Revolución no dudaría en cambiar el proceso elegido por otro, si los objetivos que se han impuesto se vieran amenazados. Cumpliremos lo prometido. El Año Nuevo abre una nueva etapa en el proceso revolucionario que exigirá fortaleza de espíritu y templanza de ánimo en todos para que sea venturoso. Señores: que así sea. Biblioteca Nacional Fuente: Luis Alberto Romero y Luciano de Privitellio, Grandes discursos de la historia argentina, Buenos Aires, Aguilar, 2000. Revista Panorama de octubre de 1965 y diario Crónica del 28 de junio de 1966. Los medios de comunicación argentinos jugaron un papel destacado en la desestabilización del gobierno de Arturo Illia. 1956 - 1976 315 1966 - 1976 316 Detenido en prisión preventiva en la Alcaidía de la Escuela de Comunicaciones de Campo de Mayo por órdenes de la dictadura encabezada por el general Jorge Rafael Videla, el ex presidente de facto Alejandro A. Lanusse concluye la primera de sus tres obras testimoniales, la cual se publica precisamente con el nombre de Mi testimonio en 1977. Se ofrecen aquí una serie de fragmentos que dan cuenta de su evaluación de la crisis del proyecto de la llamada Revolución Argentina y de la necesidad de encontrar una solución política para el encauzamiento de las fuerzas políticas y sociales emergentes con las grandes movilizaciones de masas de tipo contestatario y revolucionario, salida que durante su gobierno se perfilara en la estrategia del Gran Acuerdo Nacional (GAN). Mi testimonio (Selección) por Alejandro A. Lanusse (…) En todo el movimiento de 1966 nos faltó imaginación creadora. Los esfuerzos oficiales estaban centrados en ordenar la administración pública y lanzar obras de infraestructura, pero la Argentina está lejos de ser un Mecano: es la expresión de un pueblo que quiere construir decidiendo su destino. La pasividad transitoria de los pueblos suele cebar a los gobiernos. En 1970, Onganía no podía seguir administrando como en 1968. Debía lanzar al país una propuesta levantada, una razón para luchar. Pero no pudo adaptarse a una situación que no esperaba y que le parecía injusta, absurda. Su conferencia ante los generales, el 27 de mayo, coronó la etapa más desafortunada de su administración, iniciada más de un año antes. Ese día, yo temí verdaderamente que fuera el fin. Y terminó siéndolo. Unos minutos antes de la hora prevista para la reunión, en la residencia presidencial de Olivos, fui a verificar si ya habían llegado los generales citados, que debían congregarse en algo parecido a un galpón prolijo, ubicado bastante cerca del chalet que ocupa el Jefe de Estado. Una vez que estuvieron todos reunidos, fui a informar al Presidente que podía hacerse presente en el lugar. Me miró casi con extrañeza, como si debiera iniciar un rito imprevisible, y, sorpresivamente, me lanzó una pregunta: –¿De qué vamos a hablarles a esos señores? Me sobresalté. Contesté que, en mi opinión, debía referirse a las inquietudes que yo había sintetizado en el documento del 28 de abril. “Tiene razón. Por acá lo tengo”, dijo, y tomó un papel del escritorio para ponérselo en el bolsillo. Fuimos, entonces, caminando juntos. “¿Vamos a grabar la conversación?”, le pregunté al general Onganía. Así se había hecho siempre. “No, prefiero que no”, contestó. Yo debí, entonces, ordenar MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 a dos generales que tomaran nota de la exposición presidencial y de los diálogos que se produjeran. Cuando terminó la reunión me trasladé, con el Jefe del Estado Mayor General del Ejército, a la sede del Comando en Jefe. Allí comenzamos a cambiar impresiones con algunos generales. Pero muchos debían ya estar viajando al interior y podían disponerse a transmitir directamente sus impresiones personales sobre la conferencia, impresiones que podrían ser francamente negativas, de acuerdo a los indicios que habíamos alcanzado a recoger y, muchas veces, a intuir. Hice cursar entonces un radiograma a los diferentes comandos del Ejército, indicándoles que se abstuvieran de informar ante los mandos que dependían de ellos, hasta tanto el Comando en Jefe no les hiciera llegar una versión oficial de las palabras presidenciales. Unas horas después tenía en mi poder la reconstrucción de los apuntes tomados. Ordené un estudio de Estado Mayor y encargué una versión que omitiera los aspectos más negativos, de modo de no echar más leña al fuego. Yo trataba al mismo tiempo de evitar que la marea, ya previsible, del descontento militar me empujara porque, aun en caso de ser necesaria una decisión drástica, esa debía ser suficientemente meditada y serena como para no llevar a la República a un nuevo atolladero. Por eso, en una nota que hice remitir a cada uno de los generales, agregué un último párrafo diciendo: “Oportunamente, S.E. el señor Comandante en Jefe del Ejército tratará de obtener mayor información, solicitando al Excelentísimo señor Presidente de la Nación el texto de su exposición, para estar en mejores condiciones de realizar una evaluación”. El 28 de mayo, los generales ya tenían esa nota en su poder. Una frase del comunicado 150 del Ejército en Operaciones, difundido en septiembre de 1962 –casi ocho años antes– comenzó a ser subrayada por varios jefes significativos. Las Fuerzas Armadas no deben gobernar –dice el texto– pero “ello no quiere decir que no deban gravitar en la vida institucional. Su papel es, a la vez, silencioso y fundamental. Ellas garantizan el pacto constitucional que nos legaron nuestros antecesores y tienen el sagrado deber de contener cualquier empresa totalitaria que surja en el país, sea desde el gobierno o desde la oposición”. Es curioso, pero el 26 de mayo –horas antes de la fatídica conferencia– yo estaba casi convencido de que, pese a mi creencia en la rigidez de Onganía, el Presidente se disponía a reaccionar. El entonces subsecretario de Defensa Nacional, Enrique Gilardi Novaro, me había dicho que, según su versión, el general Onganía había ordenado la presentación de ideas a los efectos de elaborar un plan político. Esa orden, para mí, era un buen augurio sobre lo que diría el 27 pero, sin duda, me equivoqué de medio a medio. El 29, como se sabe, tuve que hablar nuevamente en ocasión del Día del Ejército. Los acontecimientos presionaban en forma tremenda sobre mí. No quería ni podía, ciertamente, estimular el descontento. Pero tampoco quería ni podía dirigir a la Fuerza un mensaje que pareciera oficialista, ya que, en las 1956 - 1976 317 1966 - 1976 318 circunstancias que se vivían, eso podía llevar directamente a la desesperanza de los cuadros. Y nada bueno nacería de allí. Yo debía, cuidadosa pero claramente, diferenciar a la Fuerza del gobierno. El Ejército tenía que constituirse en una instancia de reserva en el proceso. Comencé, entonces, hablando de los días de 1810 en que los cuerpos militares, junto a los civiles, marcaron su presencia solidaria en la revolución emancipadora. Introduje enseguida, con valor parabólico, la imagen de Manuel Belgrano. “A casi ciento cincuenta años de su muerte –dije– no podemos menos que evocar con profunda emoción a ese arquetipo de ciudadano y soldado, cuya vida simboliza la tradición cívico-militar de la cual nos sentimos herederos y custodios”. Era imposible, sin embargo, soslayar una referencia al movimiento del 28 de junio de 1966. Yo sabía que esa referencia iba a ser inoportuna ante la opinión civil, pero era ineludible por diversas y convergentes razones: a) Porque hubiera sido inauténtico excluir ese tema. b) Porque el frente interno militar hubiera notado desfavorablemente esa exclusión. c) Porque hubiera perdido la oportunidad de reformular el problema. Muchos, por supuesto, consideraban agotada la Revolución Argentina y, visto la situación a que habíamos llegado, pensaban que nuestro más grave error fue salir de los cuarteles en 1966. No estábamos dando justamente sensación de eficacia, ni se había demostrado que la estrategia antisubversiva que preconizábamos era la mejor posible. Además, yo creía sinceramente que el país debía ser reconstruido, también por los ponderables sectores de opinión que habían sido desplazados el 28 de junio de 1966 y a los cuales debíamos tenderles la mano. Mantener una especie de guerra entre el Ejército y los radicales era, en las circunstancias que se vivían, francamente insensato: yo, con toda discreción, había dado, en verdad, algunos pasos para hacer la paz. (…) Sin que tuvieran, pienso, la determinación de hacerlo, algunos medios de difusión publicaron luego del 8 de junio [de 1970], versiones que constituían casi un agravio a los tres Comandantes en Jefe. La revista Panorama, para mencionar un ejemplo, dijo el 16 de ese mes: “¿Por qué los comandantes desalojaron a Onganía del poder el lunes 8, si el viernes 5 habían aceptado su explicación, más la promesa de iniciar el camino democrático? En efecto, aquella tarde, en la reunión del Conase, merced a las instancias de Lanusse, quedaron aprobadas las políticas nacionales. La que lleva el número 53 dice así: Estructurar un sistema político democrático, estable y eficiente, bajo la forma de gobierno republicana, representativa y federal, que asegure la libertad, el respeto y la protección de la persona humana, en procura del bien común. Esa noche, un alto jefe de las Fuerzas Armadas confiaba a Panorama que no había lugar a golpe puesto que Onganía se allanó en todo a las exigencias de los comandantes”. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 Pensar que el problema se limitaba a reafirmar la democracia en abstracto, sin hablar de Congreso Nacional ni de partidos políticos, era dejar de lado el meollo del problema. El centro de la cuestión, como ya expliqué, no consistía en una cita más o menos alegórica de los objetivos, que ya se habían establecido cuatro años antes sino en el tipo de sistema democrático que se implantaría y en la cuestión de los plazos. (…) Para el Presidente Onganía, consultar a los sectores políticos constituía una aberración; consideraba que él, solamente, debía determinar el ritmo de los acontecimientos de acuerdo a pautas pragmáticas que eran, indiscutiblemente, subjetivas. Podíamos sospechar, en última instancia, que el Jefe de Estado esperaba la oportunidad para deshacerse de nosotros y poner en marcha, luego, una interpretación personal –así lo insinuó, por lo demás– de todo lo que se discutiera. Quería, en fin, que le otorgáramos un nuevo cheque en blanco. (…) La forma en que Onganía se refería al tema, la adopción, por su parte, de una verdadera “estrategia sin tiempo”, la voluntad de marginar a las Fuerzas Armadas considerándose como único responsable de la situación, dejaban subsistentes los datos fundamentales de la crisis. La noche del 6 de junio yo pensaba, lógicamente, que estábamos ya ante una muy grave crisis de gobierno; no quedaba tiempo para proseguir con reuniones casi divagatorias o, al menos, de dudosos resultados prácticos. Conversé sobre todo eso con el almirante Gnavi y, juntos, esbozamos un plan de acción inmediato que ya no podíamos soslayar por cuanto al lunes siguiente, 8 de junio, los comandantes estaban citados por el general Onganía. (…) A las 14.55 los tres Comandantes en Jefe (los otros dos no habían intentado ser relevados por Onganía) fuimos categóricos y definitivos: “La Junta de Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas resolvió reasumir de inmediato el poder político de la República. En consecuencia, invita al señor teniente general Onganía a presentar su renuncia al cargo que hasta la fecha ha desempeñado por mandato de esta Junta”. Firmamos el almirante Gnavi, el brigadier Rey y yo. (…) A la caída del general Levingston, el nombramiento del nuevo ministro del Interior pasó a ser, naturalmente, la clave del proyecto político que presentaríamos al país para cumplir el objetivo de instaurar una democracia moderna, estable y eficaz. Por un lado, existía en la República un nucleamiento inter­partidario –“La Hora del Pueblo”– que, si bien no incluía absolutamente a todas las corrientes de opinión, tenía la “ben­dición” de las más significativas y de sus jefes: estaban allí el peronismo y la Unión Cívica Radical, con Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín. El Gran Acuerdo Nacional que proponíamos debía ser más ancho y más profundo que eso, por cierto: debía ser, como se dijo entonces, “la 1956 - 1976 319 1966 - 1976 320 hora de todos”. Pero en política no se puede desconocer la realidad y “La Hora del Pueblo” se presentaba como un aceptable punto de partida. Era importante, y hacía a los fines de nuestra estrategia, que el nuevo ministro político tuviera el aval de “La Hora del Pueblo”. Eso implicaría, por lo demás, un sincero esfuerzo para reconciliar a las Fuerzas Armadas de la Nación con las grandes corrientes políticas, desplazadas en 1966, pero que seguían representando, sin duda alguna, a la mayoría de los argentinos. (…) El general Levingston fue derrocado el 23 de marzo de 1971, a las dos y diez de la madrugada. La Junta de Coman­dantes en Jefe reasumió entonces el poder político y cubrió las principales designaciones entre las cuales estuvo la mía, como Presidente de la Nación, y las de Arturo Mor Roig y Francisco Manrique como ministros del Interior y de Bienestar Social, respectivamente. Los comandantes coincidimos en ofrecer a Mor Roig el Ministerio del Interior, el miércoles 24 de marzo y el viernes 26 juramos los tres, además de cinco secretarios de Estado. La personalidad de Mor Roig era sumamente interesante desde el punto de vista de nuestro proyecto, destinado a lograr la unión nacional. Con 56 años de edad, tenía 35 de militancia en la Unión Cívica Radical, donde había alcanzado importantes posiciones. Había sido, por otra parte, presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, entre 1963 y 1966, cumpliendo sus tareas con un estilo político de unión, pese a que la fragmenta­ción política de entonces había hecho muy difícil la labor parlamentaria. Desde el punto de vista ideológico, la personalidad de Mor Roig parecía destinada a representar tanto la aceptación de la realidad política como la necesidad de innovaciones que sentía el país. Si bien Arturo Mor Roig era radical “de nacimiento” no fue desde el punto de vista de su estilo político, un radical típico. (…) Arturo Mor Roig, por su parte, estaba embebido del pensamiento político de la Iglesia; era doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Católica Argentina, amigo de politicólogos al estilo de Francisco Arias Pellerano, Carlos Floria, Natalio Bota­na, el Padre Rafael Braun Cantilo y, como él mismo reconocía en público, se había nutrido doctrinariamente en la filosofía neotomista. (…) Con respecto a las Fuerzas Armadas, los puntos de vista de Mor Roig pueden sintetizarse en uno de los conceptos que expresó a su antiguo correligionario, Ricardo Balbín, a los pocos días de asumir el ministerio del Interior: “Las Fuerzas Armadas proponen, como obra de artesanía política y de imaginación creadora, un Acuerdo Nacional como alternativa a la situación que estamos viviendo los argentinos. En apariencia, la opción que se presenta es, así, Acuerdo Nacional o dictadura. Yo debo confesar que no comparto totalmente esa apreciación en lo inmediato. Pienso que, en estos momentos, las posibilidades de implantar una dictadura son exiguas, dado el desgaste externo e interno que han experi­mentado las Fuerzas durante los últimos MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 cuatro años. Si los partidos no quisieran acordar una solución a lo grande, patrióti­ca y profunda, pienso –desde un punto de vista muy personal mío– que habría elecciones de todos modos, porque no van a seguir en el poder. Pero sin acuerdo no habrá solución en el país, y sin acuerdo no se clausurará el ciclo de golpes de Estado en la Argentina. Con un nuevo gobierno faccioso o excluyente, aunque surgido formalmente de comicios limpios, que pretenda prescindir de la existencia de las Fuerzas Arma­das, de la Iglesia, de las grandes organizaciones gremiales empre­sariales y de trabajadores, se incubará, desde el principio, una nueva crisis, más terrible que todas las precedentes, y no podrá subsistir la democracia en la Argentina”. De todo su razonamiento, es posible que algunos solamente hayan retenido una parte (“habría elecciones de todos modos”) y hayan pretendido echar en saco roto a todo el resto. Las consecuencias están ahora a la vista pero antes, costaron la vida, en manos de una banda terrorista, al mismo Arturo Mor Roig. (…) Mor Roig no pudo llevar a la práctica la mayoría de sus ideas, agobiado por una gestión casi imposible en un clima signado por la creciente presencia de la subversión. Conviene, sin embargo, tener en cuenta los principios que constituían su marco de referencia en lo ideológico y doctrinario: • Uno de los presupuestos fundamentales de la reorga­nización de la vida republicana debía ser, necesariamente, la limitación del número de partidos políticos, porque solamente así se podría ordenar una vida cívica caotizada durante años. El país debía canalizarse –mediante mecanismos tales como las exigencias en cuanto al porcentaje de afiliados que necesitaría cada partido con un tope de cuatro o cinco agrupaciones: el peronismo, el radicalismo, el liberalismo conservador y centris­ta, el federalismo y, quizá, una forma moderada de izquierda legalista. Esos cuatro o cinco partidos podrían participar en las elecciones. Más allá de eso existía un segundo nivel, que él destinaba a los “movimientos cívicos”. “No le puedo descono­cer a nadie –decía– el derecho de asociarse y formar un grupo que estudie la problemática política y participe en el debate nacional. Los socialistas democráticos, por ejemplo, podrían tener sus centros y participar en los grandes debates políticos. Pero es capítulo aparte de la participación electoral en los procesos nacionales. Allí es donde creo que debemos procurar que el estatuto encauce las grandes corrientes de opinión” (declaraciones del 19 de agosto de 1970). (…) • Apreciaba que el fenómeno de la violencia, en sí tan antiguo como el mundo, nacía, en su actual acepción, en las barricadas francesas de 1968. No ofrecía, en su concepto, ni siquiera una utopía. Y debían tenerse presentes las condiciones en que había nacido, antes de hablarse conjeturalmente sobre sus causas. Había nacido en el corazón de un país desarrollado: en París, Francia. Había nacido en el momento culminante de la grandeur de De Gaulle, cuando la gran mayoría de los franceses reconocían a un fuerte liderazgo nacional ubicado por encima 1956 - 1976 321 1966 - 1976 322 de los partidos. Había nacido en un medio próspero (universitarios y obreros calificados) de un país próspero, cuan­do Francia atesoraba seis mil millones de dólares como reserva, en el momento en que el franco francés hacía vacilar al dólar, mientras De Gaulle era casi el árbitro del mundo; cuando el orgullo patriótico estaba exaltado y la situación política interna era francamente favorable. La desorientación rebelde de la juventud opulenta, acompañada por algunos sectores obreros muy especiales que rebasaron la actitud de la izquierda oficial, estaba alimentada por ingredientes de diverso tipo, incluyendo la crisis espiritual contemporánea, pero no podía apuntarse como causa única a la presunta o real “violencia de arriba”. Sin embargo, la carencia de una “estrategia de arriba” en condicio­nes de hacer frente a un hecho nuevo realimentaba, sin duda, las expresiones de disconformidad. Y tampoco se las podía neutralizar fácilmente cuando muchos sectores de arriba, con algo de facilismo demagógico, se apresuraban a señalar que las estructuras políticas estaban caducas, y no solamente los hom­bres: “Peligrosísima teoría. Peligrosísima. Peligrosísima no sola­mente a nivel político. Porque entonces, frente al fracaso de los militares ¿están caducas las instituciones militares? y, frente a la crisis de la Iglesia ¿está caduca la institución Iglesia? Cuidado con eso, cuidado con eso”, advertía. Esas eran, pienso, las ideas esenciales de Mor Roig. E interesa rescatarlas para comprender profundamente la esencia de una filosofía que, en gran parte, reflejaba los puntos de vista de la Junta de Comandantes y míos. La apetencia de renova­ción pero, al mismo tiempo, el rechazo de los formalismos renovadores eran parte en un documento de aquella época, de lo que Mor Roig llamó “hechos convocantes”. ¿Cuál era el objetivo común? En el error o en el acierto –y Mor Roig creía, ciertamente, que era en el error– las Fuerzas Armadas habían producido el episodio del 28 de junio con la finalidad de crear las condiciones propicias para la unidad nacional, para asegurar una mayor eficiencia institucio­nal en el marco de la democracia, para actualizar la dinámica política del país, para alcanzar la estabilidad económica como base de un desarrollo independiente y para conformar un orden social justo. Ese era, al menos, el meollo doctrinario de los documentos originarios y, pienso, lo que la mayoría de los altos mandos deseaba concretar. En cambio, no fueron objeti­vos del 28 de junio la creación de nuevos enfrentamientos que se sumaran a los viejos (corporativistas versus partidarios de la democracia representativa, por ejemplo), ni el impulso a una política económica que comprometiera la soberanía nacional, ni nuevas injusticias sociales. El relevo de Onganía debía entenderse como el cierre defi­nitivo de un capítulo donde predominó el vacío político, con una incomprensible concepción aséptica del poder. Mor Roig proponía, como hechos convocantes, una definición clara y precisa sobre los objetivos del gobierno militar, así como la concreción de un plazo razonable para su cumplimiento; el llamado a toda la ciudadanía; la rehabilitación inmediata de la actividad política; la elaboración MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 de un nuevo estatuto de los partidos políticos; el análisis sobre la Constitución Nacional y la ley electoral; una política económica capaz de reactivar la capacidad productiva del país; una política social que centrara su interés en los sectores más postergados; una intensificación, en lo posible, de las obras públicas de infraestructura que fueron el capítulo más rescatable del movimiento de 1966; la restauración de la autonomía en la Universidad; la adopción de medidas para establecer auténticas representatividades empresaria y sindical; una actitud de diálogo frente a todos los sectores del país. (…) No había sido fácil concretar el nombramiento de Mor Roig en el Ministerio del Interior. Mi colaborador, el coronel Francisco Cornicelli, cumplió, sin embargo, un eficaz trabajo de persua­sión, demostrando tanto a Mor Roig como a los políticos representativos de “La Hora del Pueblo”, que la aceptación de la cartera era la forma más lógica de evitar la repetición de graves males en el país. (…) Yo hice aclarar a los radicales que de ninguna manera quería hacer un frente con ellos y que esa no era, por cierto, la intención de ninguno de los comandantes en Jefe, por lo que no debían temer que los comprometiéramos frente a los otros partidos. Pero, en cambio, señalé –por intermedio de un emisa­rio– que ansiábamos comprometer a los políticos, junto a todos los sectores, en la idea de la unidad nacional. Los otros dirigentes de “La Hora del Pueblo” recibieron la misma infor­mación y, a partir de allí, comenzaron a presionar en sentido positivo sobre Balbín, para que facilitase la aceptación de Mor Roig. Jorge Daniel Paladino se convirtió en el más entusiasta partidario de una respuesta afirmativa quizá, sobre todo, por­que era fundamental que él fuera, justamente, el más entusias­ta. (…) El lunes 29 me reuní, sucesivamente, con los brigadieres y con los almirantes en actividad. Expliqué los puntos de vista adoptados por la Junta y todos los altos mandos de las dos fuerzas hermanas que expresaron opiniones lo hicieron para marcar su coincidencia con las líneas generales que habíamos trazado. Destaqué ante el Almirantazgo, por ejemplo, la necesi­dad de implantar una democracia estable y eficiente, basada en el funcionamiento pleno de los partidos políticos. Uno de los papeles de trabajo que encontré, y que me sirvió de guía o machete en esas conversaciones, dice lo siguiente: “El Gran Acuerdo Nacional no incluye solamente a los partidos: también es una convocatoria a los sectores empresa­rios, financieros, laborales, para que, con una acción común y concertada, dentro de un justo equilibrio de intereses y esfuer­zos, se pueda estructurar una política equitativa, como garantía de un mejor nivel de vida para la comunidad. El Gran Acuerdo Nacional también significa crear el clima de paz social necesario para desarrollar las posibilidades potenciales de nuestro país. Y significa, a la vez, el generoso aporte de todos los sectores interesados en el proceso. El Gran Acuerdo Nacional, en lo que tiene que ver con la política exterior, configura una nueva dinámica, con el abandono del concepto de fronteras ideológi­cas y el ejercicio de una efectiva iniciativa, 1956 - 1976 323 1966 - 1976 324 acorde con nuestro irrenunciable rol protagónico, en el marco del respeto a la autodeterminación de los pueblos”. (…) Hubo doce preguntas. Ante una de ellas aclaré que no se trataba tanto de hablar sobre la salida política como de buscar una solución política. Lo fundamental –dije– es instrumentar los hechos en for­ma flexible y práctica, sin caer en planificaciones presuntuosas previas. Cada paso que vayamos dando –agregué– alimentará los pasos siguientes, en la misma forma en que la victoria, en un combate, determina los métodos a emplear en el siguiente y así hasta lograr el éxito de la batalla y, ulteriormente, de la guerra. (…) En ese discurso del 24 [de agosto de 1972] reiteré, también, que el próximo período constitucional debía ser de transición y consolidación. Exhorté entonces a dejar de lado la ilusión “de que puede ser factible, de la noche a la mañana, abandonar muchas décadas de ejercicio limitado o desvirtuado de la Constitución para pasar al ideal configurado por un régimen de plenitud democrática, representativa y republicana, tal cual está escrito en la ley de 1853”. Anuncié las incorporaciones de normas provisionales a la Carta Magna y formulé una enérgica advertencia que se dirigía no solamente a los terroristas sino también a los sectores políticos aliados al terrorismo: “El Gobierno está dispuesto –dije– al diálogo, pero con todos aquellos que entienden y que creen en la fuerza de sus ideas expresadas con la palabra. Los otros, los que, por el contrario, estiman que el diálogo es imponer su voluntad con un arma, o con el miserable y cobarde acto de colocar bombas, tendrán una respuesta que no será precisamente la de la palabra sino la del peso máximo de la ley y también –no quepan dudas– la fuerza de nuestras armas”. Mi permanencia en el cargo –explicité– hacía clara mi decisión de no ser candidato. En cambio, había quienes se marginaban al no retornar al país en término, sea “porque no tienen interés en la normalización constitucional del país o porque no creen en la democracia”. Entre las normas provisionales estaba la introducción del ballottage o doble vuelta, una consecuencia bastante clara de la elección directa para Presidente y Vicepresidente, que ya había enunciado el 7 de julio. En realidad, pocos recordaron entonces que la doble vuelta figuraba en la Constitución Nacional argentina un siglo y cinco años antes que en la Carta francesa de 1958. El artículo 84 de nuestra Ley Suprema dice: “La elección se hará a pluralidad absoluta de sufragios y por votación nominal. Si verificada la primera votación no resultare mayoría absoluta, se hará por segunda vez, contrayéndose la votación a las dos personas que en la primera hubiesen obtenido mayor número de sufragios”. Por supuesto, la Constitución se refería a la elección por electores, de acuerdo al sistema indirecto que originariamente imponía. Pero resultaba indiscutible que al adoptar el método directo, la única forma de preservar su espíritu y hasta su letra –la intención marcada en el artículo 84 de que el Presidente tuviera el 51% de votos de quienes lo elegían– era la introducción del llamado ballottage que estaba previsto para los colegios electorales. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 Todo eso se vio, sin embargo, como un intento de trampa: una forma de perjudicar al peronismo. No entiendo qué trampa había en generar los mecanismos para que la mitad más uno de los ciudadanos decidiera quién debía gobernar, en forma directa y en una o en dos vueltas, según el caso. La experiencia demuestra la inexistencia de trampa, ya que me anticipé a reconocer el triunfo justicialista –interpretando en forma flexible las disposiciones legales– cuando el Frejuli obtuvo el 49,6% de los votos. Pero, claro está, hubo una intención: provocar una actitud reflexiva del electorado, dando tiempo a que, entre una y otra vez, pudieran decidir quienes habían votado por partidos menores siempre y cuando los comicios no quedaran definidos en el escrutinio inicial. (…) El último trimestre de 1972 resultó decisivo en la configuración final del proceso de institucionalización: en ese lapso se produjo el retorno al país de Juan Domingo Perón y, también, su regreso a Europa; se eligieron los candidatos de las principales fuerzas políticas –incluyendo a Héctor J. Cámpora, por el Frejuli, y Ricardo Balbín, por el radicalismo– y se intentó marcar la presencia política de la Revolución Argentina a través del esfuerzo realizado por el brigadier Ezequiel Martínez. Apenas transcurrido el 25 de agosto de 1972, todo el aparato publicitario peronista puso en movimiento la idea de que, entonces sí, Perón iba a retornar al país. Héctor J. Cámpora aseguró que lo haría antes de fin de 1972 y luego precisó que el día elegido era el de noviembre: no sin alternativas, se llegó a esa fecha en que el ex Presidente, luego de una ausencia de diecisiete años, volvió por poco tiempo a la Argentina. A fines del primer semestre de 1972, Perón había roto con el gobierno de las Fuerzas Armadas presentando esa ruptura con suma habilidad, como un problema vinculado a mi propia candidatura presidencial: la primera frase tajante contra la administración militar, así, no se refirió a los hechos producidos por esa administración militar sino a un hipotético apoyo suyo a una fantasiosa candidatura mía. En declaraciones a una publicación extranjera, el dirigente justicialista afirmó –no sin cierto gracejo que le reconozco– que me resultaría más fácil ser Rey de Inglaterra que Presidente constitucional de la Argentina. Era una forma contundente de indicar que no apoyaría una postulación de mi nombre, algo que, por cierto, no le había pedido que hiciera. Pero era, sobre todo, una forma de plantear la ruptura de relaciones –por así llamarla– con el gobierno en el terreno más conveniente para él y con el ostensible propósito de generar una fisura entre las Fuerzas Armadas y el Presidente de la Nación. El mismo leitmotiv se manifestaría luego a través de sus reiteraciones en el sentido de que podría tratar con la Junta de Comandantes en Jefe, pero no conmigo. La técnica de Perón consistió, por supuesto, en mover diversas piezas a un mismo tiempo e ir tentando resultados: en ese contexto, hasta su enfrentamiento personal conmigo podía pasar a ser, o no, un elemento de negociación. Pero diversos errores de mi gobierno favorecieron el juego de Perón: un error ciertamente muy importante, durante todo ese período y comienzos de 1973, 1956 - 1976 325 1966 - 1976 326 fue que, a pesar de haber definido que el peronismo podría ir a elecciones, fracasamos en precisar cuáles serían los límites reales de nuestra decisión en forma tal que, hasta último momento casi, el país no terminaba de saber si la fórmula del Frejuli –en cuyo apoyo se había volcado casi todo el aparato subversivo– podría llegar o no al 11 de marzo. Fue la peor variante posible y, aunque todo puede explicarse, debo admitir que nuestro error táctico fue grave. ¿Qué pasó en esos últimos seis meses de proceso preelectoral? Los otros partidos políticos tampoco sabían, a ciencia cierta, si el peronismo concurriría o no a elecciones y tenían muy en cuenta la experiencia del 7 de julio de 1963, cuando un frente encabezado por los justicialistas resultó finalmente proscripto. Si el peronismo hubiese resultado proscripto, en forma directa o indirecta, tanto el radicalismo de Ricardo Balbín como la Alianza Popular Federalista de Francisco Manrique hubiesen aspirado sensatamente a buscar capitalizar en forma total o parcial al electorado que habría quedado vacante e, inclusive, hubiesen quizá buscado de contar con la buena voluntad de Perón. Eso es humano, es político, y no me rasgo las vestiduras al verificarlo. Como la situación era indecisa, los candidatos no-peronistas –y especialmente Ricardo Balbín– buscaban de evitar toda crítica al peronismo, que quizá terminaría votándolos (y eso les insinuaba el mismo Perón, a través de mil zalamerías). La táctica del Frejuli, al mismo tiempo, consistía en evitar la menor crítica a los radicales, hasta el punto de que sus candidatos estuvieron virtualmente ausentes de todas las mesas redondas de la televisión argentina (pero no de los noticieros, donde contaron con entusiastas panegiristas). El peronismo, en esa forma, no censuró nada del radicalismo y los radicales supusieron que eso podía deberse a que era una actitud preparatoria de la orden de votar por Balbín. Para esa eventualidad, la U.C.R. tampoco consideró oportuno censurar al peronismo, ya que no sabía si habría o no habría proscripciones, ni sabía si habría o no habría abstención del Frejuli. En ese juego, Perón tenía un enemigo claro enfrente (que era yo) y los otros partidos con posibilidades no tenían enemigo a la vista, ya que ni enfrentaban ni apoyaban al gobierno ni enfrentaban ni apoyaban a Perón. La única forma de entusiasmar, movilizar y polarizar que se conoce en política consiste en hacerlo contra un enemigo, real o imaginario. Nosotros creamos las condiciones para que Perón pudiera desplegar su juego (“ningún partido es enemigo”; “el enemigo es la dictadura militar”). Y ese error resultó tener gran importancia, sin servir como atenuante que, en el juego de Perón, también estuvieran incluidos los amagos de realizar una paz “por separado” con el gobierno de las Fuerzas Armadas. El error, por lo demás, marcó el abandono, gradual pero cierto, de un principio que nos habíamos fijado: las elecciones no serían el todo, sino una parte de un acuerdo entre los sectores civiles y el gobierno de las Fuerzas Armadas; el gobierno constitucional futuro debía ser un poder de transición. Fuente: Alejandro A. Lanusse, Mi testimonio, Buenos Aires, Laserre Editores, 1977, pp. 98-101, 117-119, 122, 217-226, 296-302. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 POR LA NACIÓN POR MARIANO GRONDONA E n las jornadas de septiembre de 1962 surgió algo más que un programa, una situa­ción militar o una intención política: surgió un caudillo. Fenómeno es este, de tanta im­portancia, que no se repite en la misma generación. A partir de entonces, el problema del país fue uno solo: cómo homologar el mando profundo, la autoridad secreta y sutil del nuevo protagonista. Se intentó primero la vía electoral. Pero cuando quedó bloquea­ da, el proceso político siguió una vida ficticia y sin sentido: exactamente como la lega­lidad que se edificó sobre su derrumbe. Al jurar la presidencia en octubre de 1963, Ar­ turo Illia no comprendió el hondo fenómeno que acompañaba a su encumbramiento: que las Fuerzas Armadas, dándole el Gobierno, retenían el poder. El poder seguía allí, en torno de un hombre solitario y silencioso. Ese era un hecho que estaba más allá de las formas institucionales y de las ideas de los doctrinarios: un hecho mudo e irracio­nal, inexplicable y milagroso. Siempre ha ocurrido así: con el poder de Urquiza o de Roca, de Justo o de Perón. Alguien, por alguna razón que escapa a los observadores, queda a cargo del destino nacional. Y hasta que el sistema político no se reconcilia con esa primacía, no encuen- El 30 de junio de 1966, dos días después de consumado el golpe militar que derroca al presidente Arturo Illia, Mariano Grondona publica un editorial en la revista Primera Plana. Se trata de un texto que culmina la campaña golpista que sostuviera la revista y en el cual el abogado y periodista liberal-conservador intenta fundamentar el liderazgo del general Onganía en el supuesto reencuentro de la Nación con su nuevo caudillo. tra sosiego. La Nación y el caudillo se buscan entre mil crisis, hasta que, para bien o para mal, celebran su misterioso matrimonio. En el camino que­dan los que no comprendieron: los Derqui y los Juárez Celman, los Castillo y los Illia. No queremos comparar aquí a Juan Carlos Onganía con nuestros caudillos de ayer: sea cual fuere el juicio que ellos merezcan, su destino está cristalizado, es inmutable. Onganía, en cambio, es pura esperanza, arco inconcluso y abierto a la gloria o a la derrota. Queremos, en cambio, comparar su situación con la de sus antecesores. Y esa situación es idéntica y definida: el advenimiento del caudillo es la apertura de una nueva etapa, la apuesta vital de una nación en dirección de su horizonte. El gran error radical fue, entonces, producto de su óptica partidaria. Illia no com­ prendió que su misión era, en definitiva, viabilizar el encuentro del caudillo con la Na­ción. Lo pudo hacer si hubiera puesto el ideal de la Nación por encima del ideal del par­tido. Pero el radicalismo identificó su propia suerte con la del país. Illia, dueño del Gobierno, se creyó poseedor, también, del poder. Y de este equívoco fundamental sur­gió todo lo demás. 1956 - 1976 327 1966 - 1976 328 Comenzó la anécdota. La polarización y las pequeñas ofensivas an­te militares. El retiro del Comandante en Jefe. Y, con él, la pérdida de la “pax” militar de septiembre y, paradójicamente, la puesta en evidencia de la necesidad de autoridad. El absurdo de un Gobierno sin poder quedó, por así decirlo, manifiesto y demostrado. Y, con la revolución, todo volvió a su quicio. Es que hoy muere un caudillo y nace su sucesor. Estas son las cosas profundas, que están más allá de las formas legales o retóricas. La Argentina se encuentra consigo misma a través del principio de autoridad. El Go­bierno y el poder se reconcilian, y la Nación recobra su destino. Quiere decir, entonces, que los tres poderes de Alberdi –el civil, el militar y el bonaerense– están de nuevo reunidos en una sola mano. A partir de aquí, se puede errar o acertar. Pero lo que importa señalar en esta hora, en que la revolución es pura conje­tura y posibilidad, es que hay una mano, una plena autoridad. Sin ella, con el poder glo­bal quebrado y sin dueño, no había ninguna posibilidad de progreso; porque la comu­ nidad sin mando es la algarabía de millones de voluntades divergentes. Con ella, en cambio, hay otra vez Nación. Para ganar el futuro o para perderlo. Pero, al menos, pa­ra dar la batalla. Las naciones se miden por su impaciencia. Francia, así, demostró su magnitud cuan­ do no resistió la navegación a la deriva de la Cuarta República. España, cuando recha­zó el desquicio de las postrimerías de su propia República. Inglaterra, cuando no sopor­tó la idea de una Europa alemana. La Argentina, en estos años cruciales, tenía que poner a prueba su vocación de grandeza. El mantenimiento de la situación establecida tenía sus ventajas: la vida apacible, las garantías institucionales, un cierto bienestar. Era la agonía a muy largo plazo: la vida para nosotros, la muerte para nuestros hijos. La Ar­gentina te- nía una tremenda capacidad para optar por la mediocridad: alimentos, buen nivel de vida en comparación con otros pueblos, facilidad de los recursos naturales. To­do la llevaba, aparentemente, a la holganza y a la lenta declinación. Era la tentación de una Argentina victoriana, que, usufructuaria de la grandeza del fin de siglo, se prepara­ba para bien morir, huérfana del desafío, del reto histórico que a otras naciones lanzan la guerra o la geografía. La Argentina tenía, en su lentísima desaparición, un solo ele­mento de reacción: su propio orgullo. La etapa que se cierra era segura y sin riesgos: la vida tranquila y declinante de una Nación en retiro. La etapa que comienza está abierta al peligro y a la esperanza: es la vida de una gran Nación cuya vacación termina. Fuente: Mariano Grondona, “Por la Nación”, Primera Plana, 30 de junio de 1966, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Biblioteca del Pensamiento Argentino, tomo VI, Emecé, 2007, pp. 336-337. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 EL CARISMA DE PERÓN POR JOSÉ LUIS ROMERO G anó Perón: este es el análisis de las elecciones. Ni el Frente, ni el Justicialismo, ni el candidato presidencial, ni los gobernadores, ni los diputados. Pura y simplemente, Perón. Este es el fenómeno que es necesario estudiar para saber qué pasa con la sociedad argentina. Ahora y desde hace bastante tiempo. Dos preguntas van a guiar este análisis. La primera se refiere a Perón. ¿Qué es Perón? No quién es Perón, pregunta válida pero anecdótica. Porque el Perón que ha ganado las elecciones es mucho más que Juan Perón. La segunda se refiere a quiénes son los derrotados. Porque hay derrotados visibles –los partidos políticos perdedores– y derrotados invisibles que son los que más interesa descubrir. De cualquier manera, la primera es la más importante porque esconde los términos de la segunda. La oposición a Perón no se ha fundado, básicamente, en lo que hizo o en lo que dejó de hacer, sino en los caracteres que su personalidad imprimió a su gobierno. Esa Tras el triunfo de la fórmula Perón-Perón en las elecciones de septiembre de 1973, José Luis Romero emprende un análisis que le permite inscribir el resultado de la contienda en una crisis de larga duración. El “carisma de Perón”, de este modo, expresa la confianza de los marginados en el líder popular y revela el fracaso de las élites de la “Argentina aluvial” para diseñar mecanismos de integración social y política para las masas. Por esta razón, en la mirada de Romero, el triunfo del peronismo es signo de que las clases dominantes, al menos desde 1930, no han sabido cumplir funciones “dirigentes”. personalidad ha sido, por el contrario, el foco de atracción de muchos, verdaderamente seducidos por ella. La personalidad de Perón constituye, pues, un problema. Pero en mi opinión es un problema anecdótico. Lo importante es ahora saber qué significa. Hay consenso general en que Perón tiene carisma y que en esto consiste su fuerza. Para muchos la explicación es suficiente. El carisma personal aglutina las masas, las dinamiza. Pero se trata de un simplismo, y a poco que se rastree la historia argentina de los últimos cuarenta años se descubre que el problema de las masas argentinas es complejo y enmarañado. En rigor, se trata de una formulación correcta e incorrecta a un tiempo, según lo que se entienda por carisma. Allí está la punta del hilo. Para muchos, el carisma es algo privativo del individuo, una peculiaridad de su personalidad o, acaso, un don otorgado por una potestad divina: tal es el arrastre que esta noción sociológica trae de la teología, de donde la extrajo Max Weber. Pero en términos de historia 1956 - 1976 329 1966 - 1976 330 social la personalidad individual de quien se dice que tiene carisma no es sino el núcleo de su personalidad social. Quien tiene carisma en cierto grado puede carecer de trascendencia social si la sociedad no lo transforma en el soporte de algo que ella proyecta sobre él. En ese caso el carisma cambia de escala y el que lo detenta adquiere una influencia social multiplicada. Así entendido, aquella explicación es válida. Perón tiene carisma: el de su personalidad, sin duda; pero, sobre todo, el que resulta de la proyección que un vasto sector de la sociedad argentina ha depositado en él. No es distinto al caso de Rosas o de Yrigoyen en cuanto a fenómeno personal, y tampoco es distinto en cuanto a la proyección social que se agrega a las tres personalidades. Sí lo es con respecto al uso que cada una de ellas ha hecho del poder que esa proyección les otorgó. Parece evidente que, para rastrear el significado profundo de la decisión de la mitad del electorado a favor de Perón, lo más importante es establecer el contenido de aquella proyección. Esto es, establecer la significación del Perón simbólico. La respuesta no parece difícil. Perón simboliza una rebelión primaria y sentimental contra el privilegio. Y Eva Perón más que él. Pero ahora es sólo él, purificado y hecho espíritu por la lejanía. Esta es la fuerza de su nombre. Y esto es lo que tiene de grande la decisión de quienes han preferido seguir manteniendo tal opción, porque más allá de sus implicaciones socioeconómicas, y más allá de las esperanzas concretas de cambio, supone una condenación del privilegio. La protesta de los marginados Conviene detenerse en el examen de este sentimiento contra el privilegio. Con textos y con argumentos formales podría argüirse que no hay privilegios en Argentina: es lo que se desprende de la Constitución. La realidad social, sin embargo, es otra. La democracia liberal no desterró, en los hechos, el privilegio en ninguna parte; pero, además, la composición peculiar de la sociedad argentina contribuyó a que se acentuara. Nadie puede negar que la población indígena y mestiza haya estado –y esté– en una situación de marginalidad. Esa herencia de la conquista ha perdurado y perdura, no sólo en cuanto a la condición económica y social de esos grupos, sino –confesémoslo– bajo la forma de una opinión muy generalizada acerca de sus valores humanos: tal era el contexto de la expresión “cabecitas negras”, que no sólo usaron las clases altas sino también vastos sectores de las clases medias y populares. Pero la situación se hizo más compleja aún. La inmigración masiva desencadenada en la segunda mitad del siglo xix transformó radicalmente la estructura de la sociedad tradicional y creó un nuevo sector marginal: el de los inmigrantes y sus descendientes. “Gayego” o “gringo” significaban en los labios de los grupos tradicionales lo mismo que “cabecitas negras”. Esto es, una calificación sobre el lugar que ocupaban en la estructura socioeconómica y, además, un juicio sobre sus valores humanos. Todos estos grupos, en conjunto mayoritarios en la sociedad argentina, o buena parte de ellos, han tenido y tienen el sentimiento profundo y firme de que viven en una sociedad en la que no están totalmente integrados porque subsisten grupos que monopolizan el privilegio. Como atrás de Yrigoyen, ahora irrumpen detrás de Perón para gritar una protesta. Una protesta, nada más. No para exigir el sistema de cambios que podrá poner fin al primado del privilegio. Una pregunta cabe hacer: ¿quiénes detentan en Argentina el privilegio? Este es el punto más complejo de la cuestión, el más sutil y en consecuencia el más difícil de dilucidar brevemente. Para el indígena del siglo xvii la MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 respuesta era simple: el conquistador español y blanco. Eran dos castas. A partir de la Independencia la respuesta se hizo cada vez más confusa. Los privilegiados eran los poseedores y los que pertenecían a grupos de poseedores, entre los cuales podía haber algún mestizo. Pero lo fundamental fue que los poseedores, cualquiera fuese su origen, se identificaron rápidamente con la concepción señorial de los conquistadores, supuestamente hidalgos. A veces eran descendientes de conquistadores, a veces mestizos encumbrados por las guerras civiles, a veces almaceneros enriquecidos trasmutados en estancieros. Y el modelo de identificación seguía funcionando mientras se procuraban ansiosamente unos blasones de emergencia que justificaran la creciente soberbia y los crecientes privilegios. Esta situación fue análoga a la que se produjo en otros países latinoamericanos; pero en la Argentina tuvo una variante fundamental con la inmigración masiva del siglo xix. Entonces empieza la Argentina de hoy, la Argentina aluvial. De aristocracia a oligarquía Las masas inmigrantes fueron convocadas por las clases poseedoras, pero fueron recibidas con reticencia. No hubo una política de colonización, no se procuró el arraigo de los recién llegados y se promovió indirectamente un falso desarrollo urbano. Pero la reticencia fue más lejos aún, porque las clases tradicionales consideraron a los inmigrantes no sólo como intrusos sino también como inferiores y a veces como despreciables. Del país nuevo que se constituía, las clases tradicionales perdieron el control social, obsesionadas por mantener el control económico. Por eso se puede decir que la que se había comportado como una aristocracia –en el sentido aristotélico de la palabra– se convirtió después del 80 en una oligarquía. Fue esa oligarquía la que se expresó políticamente en el “régimen”, y contra ella se levantó la “causa”, un movimiento sin un modelo de cambio profundo pero que estaba animado por un sentimiento vehemente contra el privilegio, contra la pretensión cada vez más insostenible y menos justificable de ciertos grupos que se consideraban los propietarios del país por el solo hecho de ser los propietarios de la tierra y los beneficiarios de los negocios, grandes y chicos. Triunfó la “causa” con Yrigoyen, y parecieron ceder en sus pretensiones los que detentaban los privilegios; pero la “causa” no dio un paso para modificar la estructura básica del país, y fue inevitable que en la primera coyuntura favorable –1930– volvieran a aparecer los desalojados de 1916. Entonces se observó un curioso proceso social: la antigua oligarquía, reducida en número, reforzó sus filas con el aporte de sectores de clase media cuyos miembros se identificaron con su actitud social. Todos quisieron ser privilegiados por adopción y comenzaron a comportarse como tales. Todos apelaron al modelo hidalgo, al modelo del caballero cristiano del Greco. Y todos se engañaban entre ellos pujando sórdidamente por el ascenso social, por las posiciones públicas, por el dinero, revelando una innoble sordidez. Esa clase argentina privilegiada y decidida a extremar los beneficios que otorga el privilegio es la que Jauretche ha identificado como el “medio pelo”, y es, sin duda, una élite ilegítima e ineficaz. Contra ella comenzó a acumularse un oscuro resentimiento de las clases populares, con independencia de partidos e ideologías. Esto fue lo más difícil de descubrir en 1945, precisamente porque era un sentimiento más profundo e impreciso que las ideologías. No podría negarse que otros componentes hayan obrado en la decisión mayoritaria. Pero cualquiera de ellos supone un nivel de concep- 1956 - 1976 331 1966 - 1976 332 tualización que no alcanza a la totalidad de los que optaron por el Perón simbólico. Sólo la reacción contra el privilegio constituye un denominador común en esa masa de votos. Del mismo modo podría afirmarse que muchos que han votado por otros partidos se han manifestado también contra el privilegio; pero esos votos tienen componentes programáticos que limitaban el consentimiento. Sólo Perón significaba eso y fundamentalmente eso. Como el plebiscito de 1928 en favor de Yrigoyen, el voto mayoritario ha tenido más que nada un contenido social y ha sido, en rigor, un grito. Y como hecho social –y no estrictamente político– hay que analizarlo. La crisis de la élite Si, como creo, esta interpretación es justa, no hay que buscar los derrotados en los partidos políticos que tuvieron menos votos: por una u otra razón no lograron –o no quisieron– dar la imagen de que enfrentaban resueltamente el privilegio como el Perón simbólico la dio. Pero es un accidente en la historia de las formaciones políticas, porque es inevitable que el país busque sistemas de soluciones para los grandes problemas, y el propio justicialismo tendrá que optar por uno de ellos. La gran derrotada es, en bloque, la élite argentina que ha delineado su fisonomía desde 1930 y que ejerce ineficazmente la dirección del país sin acertar el rumbo en una época de cambio acelerado en el mundo y más acelerado –socialmente al menos– en el país. Sin duda en todo el mundo están en crisis las élites, precisamente porque ha entrado en una crisis profunda la idea de privilegio. Las élites no pueden sobrevivir sin el consenso, porque el consenso proviene de la experiencia inmediata que tiene el grupo social de su legitimidad y su eficacia. Sin estas dos condiciones, la élite carece de sustento propio y necesita de la fuerza para sostenerse: la de las armas, o quizá la de una sutil intoxicación de las masas para la que se prestan sociedades que, como la argentina de hoy, han desarrollado un alud de expectativas para cada uno de sus grupos, generalmente superiores a las posibilidades de la estructura económica en que se insertan. No es escaso el servicio que prestan a esos designios los medios masivos de comunicación. Sin consenso, la élite es ilegítima. Es el caso argentino desde hace cuarenta años. El problema es de adecuación al cambio. Pero también es un problema moral. Una élite se torna ilegítima cuando hace prevalecer sus intereses de grupo sobre los intereses generales, y esta es la situación argentina desde hace cuarenta años. ¿Cabe extrañarse entonces que remonte poco a poco el grito de protesta, se haga clamor, y se exprese un día a través de un símbolo que sepa asumir su papel? Algo podrido hay en Argentina. Quien asume la responsabilidad de representar la reacción, asume al mismo tiempo la de encontrar las vías de salida. El grito ha sido proferido. Nada puede preverse acerca de si quienes han recibido la delegación del carisma resistirán a la venenosa tentación de sumarse a las viejas élites del privilegio como ya ocurrió alguna vez. Fuente: José Luis Romero, La experiencia argentina y otros ensayos, Buenos Aires, Taurus, 2004, pp. 500-505. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 CeDInCI 333 Gentileza Crónica - Colección Archivo Nacional de la Memoria Ilustración “Al fin un gobierno como Dios manda”, de Juan Carlos Colombres (Landrú), para la tapa del 17 de julio de 1966 de la revista de humor político Tía Vicenta, que funda en 1957. En esta edición, Landrú caracteriza al general Juan Carlos Onganía como una morsa (un sobrenombre con el que sus camaradas militares se referían a Onganía debido a sus grandes bigotes). Días después el gobierno dictatorial clausura la revista. La Noche de los Bastones Largos, 29 de julio de 1966. La Dirección General de Orden Urbano de la Policía Federal Argentina desaloja cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA) ocupadas por estudiantes, profesores y graduados que se oponen a la decisión del gobierno militar de intervenir las universidades y anular el régimen de autogobierno. 1956 - 1976 LA DEPENDENCIA EN CUESTIÓN Si buena parte de las élites políticas y culturales –ya democráticas, ya autoritarias– de la década de 1960 toman las figuras del desarrollo y la modernización como estandartes para guiar los intentos de una profunda transformación de la sociedad y el Estado argentinos, otros grupos políticos e intelectuales sabrán oponer a ellas la cuestión de la dependencia. Así, la dependencia será discutida en su faceta política y económica pero también, y no en menor medida, en su dimensión cultural y artística. Contra esta matriz dependiente y colonizante se despliegan entonces las consignas de la emancipación y de la liberación nacional, en cuyo horizonte la revolución se configura como el significante cada vez más nítido y pregnante, como puede leerse en los ya clásicos manifiestos de “Tucumán Arde” y del Grupo Cine Liberación, pero también en la entrevista al prestigioso científico Oscar Varsavsky sobre ciencia, política e ideología. Al mismo tiempo, otras líneas de impugnación al orden social dominante se expresan desde un espectro ideológico diferente del que en nuestro país se extiende entre el arco nacional-popular y las izquierdas socialistas y marxistas, como las vanguardias artísticas que tienen lugar en el Instituto Di Tella o la recepción de la cultura beat y de los movimientos por los derechos civiles en los Estados Unidos, que se expresan en diversas publicaciones y manifestaciones contraculturales. Finalmente, estas apuestas contestatarias muestran como dos de sus núcleos fundamentales los debates en torno de la violencia (como medio necesario para la transformación) y del lugar del intelectual (en su vínculo con las organizaciones políticas), en una época cuyos conflictos parecen agudizarse en relación proporcional con la aceleración de los tiempos. 1966 - 1976 Tucumán Arde POR NICOLÁS ROSA Y MARÍA TERESA GRAMUGLIO A poco menos de dos meses de asumir, el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía lanza una batería de medidas, en el marco del llamado “Operativo Tucumán”, para hacer de esa provincia del norte un “moderno polo de desarrollo industrial”. Estas medidas, que buscan superar los efectos de la crisis de la industria azucarera, disponen el cierre de casi una decena de ingenios azucareros y la eliminación de subsidios y ayudas a pequeños productores. El crecimiento de la desocupación y el descontento social generan diversas acciones de protesta por parte de la FOTIA (Federación Obrera de Trabajadores de la Industria del Azúcar), el gremio combativo de los azucareros, que son violentamente reprimidas por el gobierno militar. Hacia 1968, la situación social y política en Tucumán es crítica, y los crecientes reclamos de los trabajadores son apoyados por diversos actores sociales, como el movimiento estudiantil. En el mes de noviembre, un grupo de artistas e intelectuales lleva adelante “Tucumán Arde”, una obra colectiva y multidisciplinaria, montada en las sedes de la “CGT de los Argentinos” de Rosario y Buenos Aires, con el trabajo de diversos materiales (como testimonios de los habitantes tucumanos) y múltiples acciones e intervenciones. Como indica el manifiesto de presentación, esta realización artística implica una práctica propagandística y de denuncia de la política colonizante y represiva de los sectores dominantes y aspira, a la vez, a la “creación de una cultura alternativa que forme parte del proceso revolucionario”. Frente a los acontecimientos políticos y culturales que tienen lugar en el país, un grupo de plásticos argentinos de vanguardia se ha propuesto la realización de una obra colectiva que, empleando nuevos canales de comunicación y de expresión, posibilite la creación de una cultura alternativa que forme parte del proceso revolucionario. La política del actual gobierno militar argentino, de clara procedencia burguesa y reaccionaria, ha intentado y conseguido anular en parte la combatividad de la clase obre­ra mediante una violenta represión que ha alcanzado, como es notorio, los centros de cultura universitarios. El aparato represivo montado por el gobierno ejerce una estricta censura sobre los medios de difusión, publicaciones y centros editoriales, instituciones culturales y movimientos artísticos de vanguardia. Este marco ambiental agrava la situación en que los artistas revolucionarios desa­ rrollan su labor. Los movimientos plásticos de verdadero sentido revolucionario siguen siendo despojados de su significación real al ser absorbidos por los centros culturales que detenta la clase burguesa. 1956 - 1976 337 1966 - 1976 338 Estos procesos de represión y absorción han creado la necesidad para los artistas de elaborar una nueva estética efectivamente revolucionaria que, generando las armas adecuadas para la lucha de liberación, tenga su base en una acción creadora cuya materia sea la realidad social y esté dirigida a modificarla en su totalidad. La toma de conciencia de estos problemas a nivel político y estético determinó la realización de una serie de actos de agresión voluntaria contra instituciones y representantes de la cultura burguesa, como por ejemplo la no participación y el boicot al Pre­mio Braque instituido por el Servicio Cultural de Francia que culminó con la detención de varios artistas que concretaron violentamente el rechazo. La obra colectiva propuesta se apoya en la actual situación argentina radicalizada en una de sus provincias más pobres, Tucumán, sometida a una larga tradición de subdesarrollo y opresión económica. El actual gobierno argentino, empeñado en una nefasta po­lítica colonizante, ha procedido al cierre de la mayoría de los ingenios azucareros tucumanos, resorte vital de la economía de la provincia, esparciendo el hambre y la desocupación, con todas las consecuencias sociales que esta acarrea. Un “Operativo Tucumán”, elaborado por los economistas del gobierno, intenta enmascarar esta desembo­zada agresión a la clase obrera con un falso desarrollo económico basado en la creación de nuevas e hipotéticas industrias financiadas por capitales norteamericanos. La verdad que se oculta detrás de este “Operativo” es la siguiente: se intenta la destrucción de un real y explosivo gremialismo que abarca el noroeste argentino mediante la disolución de los grupos obreros, atomizados en pequeñas explotaciones industriales u obligados a emi­grar a otras zonas en busca de ocupación temporaria, mal remunerada y sin estabilidad. Una de las graves consecuencias que este hecho acarrea es la disolución del núcleo fa­miliar obrero, librado a la improvisación y al azar para poder subsistir. La política eco­nómica seguida por el gobierno en la provincia de Tucumán tiene el carácter de expe­riencia piloto con lo que se intenta comprobar el grado de resistencia de la clase obrera para que, subsecuentemente a una neutralización de la oposición gremial, pueda ser tras­ladada a otras provincias que presentan características económicas y sociales similares. Este “Operativo Tucumán” se ve reforzado por un “Operativo Silencio” organiza­ do por las instituciones del gobierno para confundir, tergiversar y silenciar la grave si­ tuación tucumana al cual se ha plegado la llamada “prensa libre” por razones de comu­ nes intereses de clase. Sobre esta situación, y asumiendo su responsabilidad de artistas comprometidos con la realidad social que los incluye, los artistas de vanguardia responden a este “Ope­rativo Silencio” con la realización de la primera bienal de arte de vanguardia “Tucumán Arde”, que implica: • Asumir el papel de propagandistas y activistas de la lucha social en Tucumán. • Crear una cultura alternativa que, propuesta como una instrumentación de la violencia y de la subversión, desgaste el aparato oficial de la cultura burguesa. • Apoyar la acción política de las entidades gremiales que encabezan la lucha: Confederación General del Trabajo, Federación de Obreros Tucumanos de la Industria Azucarera. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 La primera bienal de arte de vanguardia “Tucumán Arde” con­sigue, por primera vez en la historia de los movimientos plásticos argentinos, una ver­dadera y real unión de motivación e intereses entre artistas e integrantes de la clase obre­ra; y comprende: • Una exploración exhaustiva de la realidad tucumana a todos los niveles, recogiendo la información en el lugar en que los conflictos se producen; para el logro de es­ta etapa los artistas viajarán a Tucumán acompañados de equipos de filmación, grabación, fotografía y materiales para entrevistas, encuestas y reportajes. • La mostración del material gráfico y audiovisual recogido por los artistas, en los locales de la CGT central (Buenos Aires), y las regionales de Rosario, Santa Fe y Córdoba, como una manera de incorporar el hecho a las entidades obreras. • La utilización de los medios de comunicación para crear un fenómeno sobreinformacional que abarcará la información recogida por los artistas en Tucumán, la infor­mación formalizada en la muestra en la CGT y la posterior difusión que los medios ela­borarán, como última etapa sobre la totalidad del proceso. La obra se realizará entre el 9 y el 13 de noviembre de 1968. Participantes. Rosario: Noemí Escandell, Graciela Carnevale, María Teresa Gramuglio, Martha Greiner, María Elvira de Arechavala, Estela Pomerantz, Nicolás Rosa, Al­do Bortolotti, Norberto Puzzolo, Eduardo Favario, Emilio Ghilioni, Juan Pablo Renzi, Carlos A. Shork, David de Nully Brown, Roberto Zara, Oscar Coniglio. Buenos Aires: Margarita Paksa, León Ferrari, Roberto Jacoby, Pablo Suárez. Santa Fe: Graciela Borthwick, Jorge Cohen, Jorge Conti. Fuente: Nicolás Rosa y María Teresa Gramuglio, Tucumán arde, recopilado por la investigadora Ana Longoni, en Beatriz Sarlo, La batalla de las ideas, Biblioteca del Pensamiento Argentino, tomo VII, Buenos Aires, Emecé, 2007, pp. 394-396. 1956 - 1976 339 Archivo Graciela Carnevale. Fotografía: Carlos Militello Tucumán Arde, campaña publicitaria, Oblea, Rosario, Argentina, 1968. Archivo Graciela Carnevale. Fotografía: Carlos Militello Tucumán Arde, campaña publicitaria, Rosario, Argentina,1968. Tucumán Arde, muestra en la CGT, Rosario, Argentina, 1968. Gentileza Roberto Baschetti 340 Archivo Graciela Carnevale Diseño: Juan Pablo Renzi 1966 - 1976 Fábrica tomada por obreros y empleados de un ingenio azucarero en Tucumán. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 Elogio de la marginalidad POR ECO CONTEMPORÁNEO (1967) La revista Eco Contemporáneo, que se publica entre 1961 y 1969, constituye un importante referente de las prácticas contraculturales emergentes en la Argentina de los sesenta. Editada por Miguel Grinberg, cuenta con las colaboraciones de Antonio Dal Masetto, Juan Carlos Kreimer, Jorge R. Vilela, Carlos De Brasi, Miguel Brascó, Jorge Di Paola, Rómulo Mació, entre muchos otros. En el cruce de distintas disciplinas artísticas de carácter contestatario, la revista se dirige contra la cultura dominante pero también se distancia de las tradiciones de la izquierda, indagando en las relaciones entre creación y emancipación, entre lo personal y lo colectivo, a partir de un tipo de involucramiento propio de la cultura beat y de los movimientos por los derechos civiles en Estados Unidos. Ese posicionamiento “al margen”, en una época que consideran transicional, propone un nuevo léxico o nuevas derivas semánticas para términos claves del universo político y cultural contrahegemónico. Se presenta aquí uno de los pocos textos referidos a la coyuntura política aparecidos en sus páginas: el rechazo del golpe de 1966 en la pluma de Miguel Grinberg. En su reciente discurso a las Fuerzas Armadas, el Teniente General anunció pomposamente que “el futuro ha comenzado”. Y seguidamente copió el “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada” de Fidel Castro, para decir con deplorable tono amenazador: “En la empresa no hay cabida para desertores ni remisos”. La R. A. del Sr. Presidente (que supimos conseguir) no puede arrogarse el monopolio del futuro, pues eso equivale a asumir una de las más funestas formas del mesianismo. Ellos dicen anhelar el cambio de estructuras, nosotros trabajamos por el cambio de contenidos. La Siconáutica es la preciencia de la exploración del espacio interior, etc. Nuestro combustible fundamental es el Poder Joven: crearemos nuestros propios organismos culturales, sociales, educacionales y económicos. Los siconautas son una tribu universal que tomará del cristianismo algunos valores inmutables pero que los enriquecerá incesantemente en pos del socialismo cósmico. El primer paso será levantar un inventario de nuestros recursos y el siguiente iniciar la gran aventura hacia la aurora. “La vida es como un río, su atractivo reside en que nunca deja de correr”. Mientras desarrollamos el proyecto DELTA (Dinamización existencial liminar trasmutable asistemática) recaudamos fondos para crear un Instituto que actúe simultáneamente como Banco de Ideas y como centro formativo de una primera promoción de instructores siconáuticos. Cuando una sociedad ha perdido su potencia germinadora y su capacidad de renovación, cuando la corrupción se hace casi total, los desertores y los remisos son la sangre del futuro. Vivimos rodeados por muchedumbres de resentidos domesticados: conversadores de una “derecha” que protesta y de una “izquierda” que apesta. Nuestra 1956 - 1976 341 1966 - 1976 342 inmadurez no es una sumisión a lo pueril, sino un modo de preservar el fuego de la adolescencia, la imaginación creadora y el dinamismo existencial. La adultez que la sociedad convencional predica es una manera del conformismo, la codicia y la tergiversación. Madurar es humano, florecer es divino. El Teniente General habla de cambiar las estructuras pero hace persistir los mecanismos de la explotación, del privilegio y de la sumisión a los intereses foráneos. Su “cambiar las estructuras” es hacer que todo siga igual pero que no se note, para que todos obedezcan a la voz del amo y nadie disienta, para que todos sean mediocres contribuyentes al fisco en vez de “hermosos girasoles dorados creciendo en el atardecer”. Así aumenta patéticamente la deserción escolar y la delincuencia juvenil, así se crucifica al pueblo tucumano o se desmantelan carreras universitarias capitales como Sicología (prohibiendo que sus egresados ejerzan la sicoterapia y autorizando monstruosamente a los médicos clínicos para que lo hagan sin exigirles capacitación). En vez de diseminar las semillas de una nación potente, evolutiva y soberana, se siembra el veneno de la prepotencia, el retroceso y el imperialismo, llagando a los argentinos con opciones falsas y promesas incumplibles. Nuestros siconautas se marginalizan, optan. Y en cierta medida son hermanos de otros hombres y mujeres menos capacitados que son marginados, que no optan y son empujados al abismo del hambre, la ignorancia y la desesperación. Se produce ahora el lanzamiento de una Ley anticomunista. Ya sabemos (remember McCarthy) y acaba de recordarlo el historiador norteamericano Arthur Schlesinger Jr., a qué abusos lleva el dar poder a los mediocres para determinar qué es comunismo en la sociedad actual. Más que nada, esas legislaciones sirven para que los burócratas anulen el derecho de disentir y para que los gendarmes persigan a los no domesticados. La marginalidad no es placentera, duele a menudo, y mucho. En nuestro primer editorial anotamos: “Sin ayuda podemos destetarnos y acabar con los dictadores de un golpe certero. Y en el plano general, guiarnos sin el amor de otras naciones”. No aspiramos a ser epígonos de algo o de alguien. Apuntamos hacia metas que van más allá de los manoseados “valores” individualistas y burgueses. Evocamos la imagen de John McHale: El futuro del pasado está en el futuro. El futuro del presente está en el pasado. El futuro del futuro está en el presente. Somos leales a todo lo que posibilite el futuro. Paz es potencia: no la potencia del oro y de los cañones, sino la potencia de la sabiduría y el crecimiento. Hacia el futuro avanzamos con todos nuestros recursos y con todos quienes anhelen confluir en la gran aventura de la aurora. Dejaremos a muchos en el camino, no por impiedad, sino porque será el único modo de no traicionarlos. Y muchos de nosotros quedarán en ese mismo sendero, para señalar a los que vienen algunos de los peligros que acechan. Los profetas de la Tecnocracia rivalizan con los paladines de la Timocracia y los adalides de la Mesocracia para conquistar un puesto en la traición. Nosotros seguiremos, indómitos y marginales, aun contra aquellos que traten de detenernos simplemente porque no se animan a entender el significado profundo de MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 la libertad. “Y al romper la aurora, armados de ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades”. No hemos olvidado el idioma de la ternura. Y las computadoras pueden convertirse en valiosas aliadas. La vida es como un río, busquemos el país del río. Ese reino como una fuente de cristales en el jardín que crece a gran distancia de la roca y dentro de la roca. Como un viento huracanado que brama en el silencio del monte mientras el monte determina la dimensión del bramido y el viento suprime las dimensiones. Como una garúa flotando sobre la calle con arbustos, cuando los arbustos flotan sobre la luz y la calle es una pirámide de gotas. Como una hoguera al principio de las imágenes, ardiendo con colores formados al final de la memoria porque el color no tiene olvido y las llamas son el lenguaje del poema que invalida la sombra. Allí, el ojo es un verso sin palabras y los cuerpos generan como ciclotrones la arquitectura del amanecer. Biblioteca Nacional Fuente: Eco Contemporáneo. Revista y ediciones de exploración humana para la creación de una alternativa, vol. 10, Buenos Aires, invierno de 1967, pp. 63-64. Portada revista Primera Plana, Año VII, Nº 333, mayo de 1969, que registra el fenómeno del Instituto Di Tella, un centro de investigación cultural situado en la calle Florida 936 –La Manzana Loca– que albergará a las vanguardias del teatro, la música y la pintura. Conoce su mayor auge entre 1965-1970 aunque será duramente combatido por el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, que lo clausura en 1970. 1956 - 1976 343 1966 - 1976 344 Primera declaración del Grupo Cine Liberación El Grupo Cine Liberación (1968-1972) debe su origen a Fernando “Pino” Solanas, Octavio Getino y Gerardo Vallejo. Este grupo, vinculado al peronismo de izquierda, se forja alrededor de la producción de dos obras claves que exponen su perspectiva cinematográfica: La hora de los hornos (1968), de Getino y Solanas, y El camino hacia la muerte del viejo Reales (realizada entre 1968 y 1971 por Vallejo, y escrita en colaboración con Getino y Solanas), la cual narra, a partir de la historia del viejo Reales y sus hijos, la dura situación y la lucha de los trabajadores en los ingenios azucareros tucumanos. El Grupo Cine Liberación formará parte del Cine Tercer Mundo, constituido por el Cine de la Base de Raymundo Gleyzer, el Cinema Novo brasileño y el Cine Revolucionario cubano, los que, a pesar de sus particularidades, comparten una perspectiva antiimperialista y anticolonial. Desde esa concepción, el Grupo Cine Liberación realiza clandestinamente el documental La hora de los hornos, sobre el neocolonialismo y la violencia en el país y América Latina, cuyo estreno y difusión es acompañado por una primera declaración que aquí se incluye. El pueblo de un país recolonizado como el nuestro, no es el dueño de la tierra que pisa ni de las ideas que lo envuelven; no es suya la cultura dominante, al contrario, la padece. Sólo posee su conciencia nacional, su capacidad de subversión. La rebelión es su mayor manifestación de cultura. El único papel válido que cabe al intelectual, al artista, es su incorporación a esa rebelión testimoniándola y profundizándola. No hay en América Latina espacio ni para la expectación ni para la inocencia. Una y otra son sólo formas de complicidad con el imperialismo. Toda actividad intelectual que no sirve a la lucha de liberación nacional es fácilmente digerida por el opresor y absorbida por el gran pozo séptico que es la cultura del sistema. Nuestro compromiso como hombres de cine y como individuos de un país dependiente, no es ni con la cultura universal, ni con el arte ni con el hombre en abstracto; es ante todo con la liberación de nuestra patria, con la liberación del hombre argentino y latinoamericano. A diferencia de las grandes naciones, en nuestros países la información no existe. Vegeta una seudoinformación que el neocolonialismo maneja hábilmente para ocultar a los pueblos su propia realidad y negar así su existencia. Provocar información, desatar testimonios que hagan al descubrimiento de nuestra realidad, asume objetivamente en Latinoamérica, una importancia revolucionaria. Un cine que surge y sirva a las luchas antiimperialistas no está destinado a espectadores de cine, sino, ante todo, a los formidables actores de esta gran revolución continental. No pretende más que ser útil en el combate contra el opresor. Será por lo tanto, MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 como la verdad nacional, subversivo. Llegará a núcleos de activistas y combatientes, y sólo a través de ellos y desde ellos podrá trascender sobre capas mayores. Su estética deviene de las necesidades de este combate y también de las inagotables posibilidades que este combate le brinda. La hora de los hornos, antes que un film, es un acto. Un acto para la liberación. Una obra inconclusa, abierta para incorporar el diálogo y para el encuentro de voluntades revolucionarias. Obra marcada por las limitaciones propias de nuestra sociedad y de nosotros, pero llena también de las posibilidades de nuestra realidad y de nosotros mismos. Fue realizada para acompañar la presentación de La hora de los hornos. Buenos Aires, mayo 1968 INCAA Fuente: Fernando E. Solanas y Octavio Getino, Cine, cultura y descolonización, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1973, pp. 9-10. Afiche de la película La hora de los hornos, de Fernando “Pino” Solanas y Octavio Getino. 1956 - 1976 345 1966 - 1976 346 PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE AMÉRICA LATINA POR TULIO HALPERÍN DONGHI U na historia de Latinoamérica independiente: he aquí un tema problemático. Problema es ya la unidad del objeto mismo; el extremo abigarramiento de las realidades latinoamericanas suele ser lo primero que descubre el observador extraño; con cautela acaso recomendable, Lucien Febvre titulaba el volumen que los Annales dedicaron al subcontinente A travers les Amériques latines. ¿Las Américas latinas, entonces, tantas como las naciones que la fragmentación post-revolucionaria ha creado? He aquí una solución que tiene sobre todo el encanto de la facilidad: son muchos los manuales que la prefieren, y alinean diligentemente una veintena de historias paralelas. ¿Pero la nación Editado por primera vez en Italia en 1967, y un año después en Madrid, Historia contemporánea de América Latina, de Tulio Halperín Donghi, se convertiría en un clásico de la historiografía del continente. El prólogo a la primera edición del libro deja testimonio del modo en que la problemática del neocolonialismo alcanza la conciencia historiográfica de quien no duda, sin embargo, en confesarse deudor de los aportes de la Historia de los Annales, una perspectiva preocupada por los “procesos de larga duración” antes que por la dinámica política presente. Entre el homenaje a Fernand Braudel y Lucien Febvre, y la advertencia de los rasgos perdurables de un pacto neocolonial, Halperín Donghi escribe un prólogo que es a la vez un documento histórico de su época. ofrece ella misma un seguro marco unitario? Cuando Simpson quiso recoger en un libro el fruto de decenios de exploración admirablemente sagaz de la historia mexicana le puso por título Many Mexicos; estos muchos Méxicos no eran tan sólo los que van desde el esplendor indígena hasta la revolución del siglo xx; también son los que una geografía atormentada y una historia compleja hacen subsistir lado a lado sobre el suelo mexicano. La geografía antes que la historia opone entonces a la meseta mexicana, de sombría vegetación, el desierto y la costa tropical; la que en otras naciones está en el punto de partida de diferenciaciones no menos profundas: así como ocurría con las Américas latinas, el MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 plural parece imponerse también, contra toda gramática, para reflejar los desconcertantes contrastes aun de países relativamente pequeños, como el Ecuador o Guatemala… Problema es también la posibilidad de una consideración propiamente histórica del tema: aun sin seguir el ejemplo de quienes buscando (por caminos acaso demasiado fáciles) subrayar la originalidad latinoamericana, niegan que Latinoamérica tenga en rigor historia, es preciso admitir que, en cuanto a ciertos planos de la realidad social, la historia se mueve acaso más despacio aquí que en otras partes. De allí el avance de los exámenes ahistóricos de la realidad hispanoamericana pasada o presente; ese avance, a ratos excesivo y prepotente, si por una parte complementa las perspectivas de una histoire événementielle que en América latina no suele ser menos intelectualmente perezosa que en otras comarcas, no está tampoco exento de aspectos negativos; el geógrafo, el sociólogo, el antropólogo social, al ignorar la dimensión histórica de los problemas que les interesan, corren riesgo de entenderlos muy mal… No reduzcamos, sin embargo, el problema a una querella de especialistas sensibles a las limitaciones ajenas más que a las propias: la gravitación de esas ciencias del hombre que se diferencian de la historia en cuanto ponen el acento en el estudio y descripción de complejas estructuras –examinadas al margen del proceso temporal al que deben su existencia– no se debe tan sólo al contexto cultural en el cual se dan hoy los estudios latinoamericanos; es en parte requerida por el objeto mismo. Si hoy Fernand Braudel puede reivindicar como la conquista acaso más valiosa de la historiografía última el haber descubierto que la historia no es sólo ciencia de lo que cambia, sino también de lo que permanece, ese descubrimiento es para el estudioso de la América latina incomparablemente más fácil; quizá por eso mismo puede también ser a menudo menos fructífero. Descubrir que la historia es también ciencia de lo cambiante, que tras las anécdotas coloridas o monótonas en que suelen perderse con delicia tantos historiadores latinoamericanos, junto con tantos de otras latitudes, existen procesos que puede ser interesante rastrear, es en cambio menos fácil; entre los relatos políticos y patrióticos y las constantes a cuyo examen se consagran otras ciencias humanas, la historia halla difícil en Latinoamérica encontrar su terreno propio. A esa empresa difícil, orientada hacia un objeto problemático, está consagrado este libro. En él se ha querido, a pesar de todo, ofrecer una historia de la América latina moderna, a partir de la crisis de independencia que la creó. Una historia que procure no ignorar qué servidumbre imponen realidades que se presentan inmóviles no sólo en la perspectiva limitada que ofrece el trayecto temporal de una vida humana, sino también en la más amplia que proporcionan los siglos. Pero que no por eso renuncie a ser historia; es decir, examen de lo que en ese marco se transforma y a la vez lo transforma. Una historia de América latina que pretende hallar la garantía de su unidad y a la vez de su carácter efectivamente histórico al centrarse en el rasgo que domina la historia latinoamericana desde su incorporación a una unidad mundial, cuyo centro está en Europa: la situación colonial. Son las vicisitudes de esa situación, desde el primer pacto colonial cuyo agotamiento está en el punto de partida de la emancipación, hasta el establecimiento de un nuevo pacto, más adecuado, sin duda, para las nuevas metrópolis, ahora industriales y financieras a la vez que mercantiles, pero más adecuado también para una nueva Latinoamérica más dominada que antes de la Independencia por los señores de la tierra, y una vez abierta la crisis de ese segundo pacto colonial, la búsqueda y el fracaso de nuevas soluciones de equilibrio menos renovadoras 1956 - 1976 347 1966 - 1976 348 de lo que suponían a la vez sus partidarios y sus adversarios; menos renovadoras, sobre todo, de lo que las transformaciones del orden mundial exigen de los países marginales que no quieren sufrir las consecuencias de un deterioro cada vez más rápido. Y finalmente, el desequilibrio y las tensiones de la hora actual, que confluyen en conflictos planteados a escala planetaria. Dentro de esta perspectiva se ha intentado aquí ordenar una realidad cuya riqueza no quisiera traicionarse. A pesar de todo, las limitaciones son necesarias, y este libro no pretende ser una historia total de la América latina: se buscarán en vano en él los cuadros –frecuentemente demasiado rápidos– que suelen ofrecer, paralelamente a la historia sin adjetivos, la historia literaria e ideológica a través de un puñado de nombres y fechas, y de caracterizaciones escasamente evocadoras para quienes no conocen por experiencias más directas la realidad en ellas aludida. No es esa la única carencia que el autor se ha resignado a aceptar para su obra; muchas otras que no advierte las descubrirá sin duda el lector, cruelmente evidentes. Aun así este libro, que no se propone ser un comentario de actualidad, pero tampoco rehúye acompañar hasta hoy el avance a menudo atormentado de América latina, no ha de carecer de alguna utilidad si logra ayudar –con la perspectiva que precisamente sólo la historia podría ofrecer– a la comprensión de esta hora latinoamericana, en que los crueles dilemas que tan largamente han venido siendo eludidos se presentan con urgencia bastante como para ganar para este subcontinente, demasiado tiempo contemplado por el resto del mundo con mirada distraída, una atención por primera vez alerta, y a ratos alarmada. Fuente: Tulio Halperín Donghi, “Prólogo”, en Historia contemporánea de América Latina (1ª ed. 1967), Buenos Aires/Madrid, Alianza Editorial, 7ª ed., 2011, pp. 10-13. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 PRÓLOGO A ISIDRO VELÁZQUEZ POR ROBERTO CARRI En diciembre de 1968, justo un año después del fusilamiento de Isidro Velázquez por parte de la policía chaqueña que lo tildaba de “bandolero rural”, Roberto Carri recupera su historia en un ensayo que plantea preguntas novedosas aun para su época: ¿es el bandolerismo una forma espontánea de violencia popular frente al D esde hace algo más de un año comencé a preocuparme seriamente en el “caso de Isidro Velázquez”. Era la época del Operativo “Fracaso”, cuando más de 800 policías salieron derrotados en la mayor movilización para darles caza. Velázquez y Gauna eran más populares que nadie en la provincia del Chaco, su fama traspasaba las fronteras provinciales y se hablaba de ellos en todo el norte chaqueño hasta el Paraguay. Las razones de la supervivencia estaban –ya en ese momento no tenía ninguna duda– en el apoyo general de las masas rurales. La muerte de ambos el 1° de diciembre de 1967 es el cierre aparente de un proceso, pero su leyenda sigue extendiéndose en la región y están a punto de convertirse en el símbolo de la rebeldía y el descontento popular. No es casual la reciente prohibición del chamamé de Oscar Valles “El último sapucay”, que cantaba el dolor del pueblo frente a su muerte. Es que para la oligarquía lugareña y para sus imperialismo? ¿Existe un hiato insalvable o una relación de continuidad entre esta violencia y la violencia revolucionaria? ¿Y entre el bandolerismo rural y el proletariado? ¿Qué forma política podría expresar de manera superadora esta violencia “prerrevolucionaria”? De este modo, Carri polemiza con el Rebeldes primitivos de Hobsbawm y con las “sociologías funcionalistas” de la “modernización”, pero también plantea en el plano de las ciencias sociales un problema político que sería central para las organizaciones revolucionarias de los setenta: el vínculo entre espontaneidad y organización política de las masas. servidores, la fecha en que Velázquez y Gauna mueren físicamente se debe convertir en una festividad oficial. Como en tantas otras oportunidades, algunas muy recientes, la oligarquía festeja y homenajea los aniversarios de la entrega del país, de sus entregadores y también las derrotas y las fechas que componen el luto del pueblo argentino. Una pequeña investigación sobre el terreno, conversaciones con pobladores del lugar, lectura de diarios y otras publicaciones periódicas que se ocuparon del caso, intercambio de correspondencia con amigos que viven por la zona, componen la base “empírica” de este trabajo. Evidentemente, el material utilizado puede ser cuestionado por los investigadores serios, pero no tengo ningún inconveniente en declarar que eso me importa muy poco. Lo real en este problema, no es siempre lo que Velázquez y Gauna hicieron durante el largo período de sus andanzas por el monte, sino aquello que la inmensa mayoría entendía que 1956 - 1976 349 1966 - 1976 350 significaba Velázquez para ellos. Por otra parte, hechos recientes confirman la evidencia de que la policía atribuyó en repetidas oportunidades a Velázquez y a Gauna hechos delictivos, sin ningún sentido social, que no podía resolver. Para la policía Velázquez sirvió de chivo emisario: un delito sin resolver, hay que echar la culpa a alguien, Velázquez lo hizo. Finalmente, en repetidas oportunidades se me hizo llegar material “secreto” del proceso a Velázquez que confirma la mayoría de las conclusiones empíricas de este trabajo. La confirmación de las conclusiones políticas ya llegará el tiempo de hacerla. Como es obvio, la coincidencia en la fecha de aparición de este libro y el primer aniversario de la muerte de Isidro Velázquez y Vicente Gauna no es casual. Se sacrificaron posiblemente algunos refinamientos formales para que coincida con los festejos del “Día de la Policía de la Provincia del Chaco”. En general este trabajo está orientado hacia el planteamiento de un problema poco estudiado de la política nacional: las rebeliones espontáneas de sectores del pueblo, formas violentas de protesta que no adoptan manifiestamente un contenido político pero que indudablemente lo tienen. El subtítulo del libro tiene muchas pretensiones, Formas prerrevolucionarias de la violencia, en él se resume el problema que comienzo a tratar en este pequeño trabajo. La proximidad del “caso” Velázquez, la repercusión actual de su nombre en el norte argentino le confiere una importancia especial, y con ese espíritu es que he tratado el estudio de los sucesos en que él y el pueblo chaqueño fueron protagonistas. Tengo que señalar también que la aparición reciente en castellano del libro de Eric Hobsbawm, Rebeldes primitivos, pese a ciertas diferencias de enfoque, me sirvió de mucho para resolver algunos interrogantes que se me presentaron. Quiero dejar aclarado que, no obstante diferencias que señalo en distintos lugares del libro, la seriedad y honestidad intelectual de este autor para mí están fuera de toda duda. No puedo decir lo mismo de otros “científicos” a los que dedico el último capítulo. Otro libro de reciente aparición, escrito por Juan Díaz del Moral en 1923 y publicado por primera vez en España en 1928, me dio pistas importantísimas para encarar el problema de la violencia en las comunidades rurales. Refiriéndose a una insurrección campesina de la “prehistoria” de las agitaciones obreras, Díaz del Moral resume las causas que la provocaron y que podrían aplicarse sin cambios a las distintas explosiones de rebeldía de las áreas de capitalismo colonial: “Aquello fue un movimiento popular espontáneo, una explosión de rencor de pobres contra ricos, preparada y alimentada por largas y enconadas luchas políticas en que no se escatimaron las vejaciones, las violencias y los procedimientos expeditivos, tan en uso entonces en toda España”. Estas luchas de la “prehistoria” son “las que espontáneamente surgen del seno de las masas, a las que por su origen o sus caracteres o por los sentimientos e ideas que las engendran, anticipan ya lo que han de ser las luchas obreras de nuestros días”. Desde la perspectiva de este libro, anticipan las luchas de liberación de los pueblos colonizados y dependientes contra el imperialismo, son la forma inicial de resistencia del proletariado total de las áreas del capitalismo colonial. Finalmente y sin con eso poner punto final a los reconocimientos teóricos, deseo señalar que es en la obra de Frantz Fanon donde se replantea radicalmente el problema de la violencia y de la espontaneidad, obra que fue la “guía” teórico-política de este trabajo. Esta aproximación al tema de la violencia popular no agota el problema, ni siquiera en la concreta manifestación de Isidro Velázquez. Más importante que la crónica de los sucesos es la significación actual de los mismos. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 Este estudio de la rebeldía popular debería conectarse con el estudio de las formas políticas que la expresan. Toda política tiene una ideología, Velázquez es una forma política de rebeldía y el sentimiento popular es en cierto modo la ideología. Aquí hay que escapar del formalismo “civilizado” de considerar formas políticas exclusivamente a los “partidos” e ideologías a sus programas. Esta concepción falla cuando se quiere analizar el problema en el presente y desde la perspectiva de la liberación nacional. El formalismo positivista se basa en los hechos; la resistencia popular, en todas sus etapas desde la más incipiente, los niega. Al resistir la opresión niega los hechos que la producen. Con esto, siguiendo a Fanon, quiero decir que la certeza es adecuación a los hechos, pero la verdad para el pueblo es aquello que perjudica al enemigo. Por otra parte, al considerar a la cultura popular la matriz de la que surge una política nacionalista y revolucionaria, en ella y sólo en ella se encuentran las enseñanzas que guiarán la acción. Y Velázquez hoy ya es parte de la cultura de nuestro pueblo, el sentimiento que despertó su acción, su práctica concreta, son patrimonio de los oprimidos de las áreas rurales del Chaco. Esta es una de las razones más importantes del libro. Cuando se analiza a un “delincuente” como Velázquez, desde el inicio del trabajo me vi obligado a replantear una serie de preconceptos acerca de la legitimidad de la barrera que divide a los honestos de los deshonestos. Esta división trasciende aparentemente el campo de la política y todos, los defensores y los críticos del sistema, están de acuerdo con ella. Los más instruidos señalan, a veces, que la delincuencia tiene causas sociales que deben ser eliminadas; sería el caso de la “prevención” del delito antes que su castigo. Pero tanto los que plantean prevenir el delito eliminando sus causas como aquellos que están lisa y llanamente por el castigo, coin- ciden al definir el delincuente: es aquel que viola la ley estatuida. Existe cierto consenso acerca de las formas no políticas del derecho, la controversia se considera legítima respecto de la constitución, pero un ladrón es un ladrón para todos. Esa antigua división ideológica entre sociedad civil y sociedad política permite considerar a los “delincuentes” en el plano de la sociedad civil, mientras los críticos actúan en el otro “sector” de la sociedad. Es cierto que no se pueden identificar todas las formas de delito: los contrabandistas grandes y los traficantes de drogas, por ejemplo, son manifestaciones ilícitas, pero no mucho, de hacer buenos negocios. Esta es una cuestión que todavía no tengo totalmente aclarada, pero no me cabe ninguna duda de que, si deseo analizar procesos sociales desde una perspectiva integralmente negadora del sistema, debo por lo menos poner entre paréntesis a aquellos que el sistema niega o persigue. Todo lo que es negado por el sistema debe ser visto con una óptica opuesta por sus enemigos. ¿Los enemigos del orden establecido presentan un frente? Este es un interrogante que no puede resolverse hasta no aclarar cuándo los delincuentes son enemigos del orden y cuándo no lo son. Volviendo al caso Velázquez, que por suerte es mucho más claro, vemos que el sistema produce a Velázquez de la misma forma que produce clases oprimidas. Velázquez expresa, y de una manera bastante radical, el rechazo del orden vigente por esas clases. Además, las clases en que surgen los Velázquez generalmente son consideradas rémoras del pasado destinadas a desaparecer, a ser reemplazadas por la moderna clase obrera que sí adquirirá conciencia política de la contradicción y se organizará para resolverla. A los Velázquez, igual que a los que en la historia fueron derrotados por la oligarquía, se los observa con simpatía pero se los subestima en cuanto a su capacidad real. Son el pasado y la 1956 - 1976 351 1966 - 1976 352 revolución no pasa por ellos, ni por ellas (refiriéndose a las clases). Creo que ese planteo es fundamentalmente equivocado, más bien creo que no sólo pasa por allí, sino que los modernos no “entran” hasta que no se produzca la crisis que liquide a la integración de la clase obrera industrial. Quizás sin darse cuenta, los modernistas de la revolución coinciden con el reformismo. Como es un caso perdido, lo único que se les ocurre es humanizar las condiciones de opresión, disminuir los aspectos excesivos del dominio oligárquico, eliminar las causas secundarias que producen la rebeldía espontánea de las masas rurales, que producen a Velázquez y Gauna. El bandolerismo pertenece al pasado, el hecho que lo produzca intensamente el imperialismo moderno no cambia el problema, no es político sino “prepolítico”. Es bandolerismo y no resistencia o rebeldía de la comunidad rural, en la palabra “bandolero” está todo dicho. Pienso que el error proviene de no partir de una perspectiva totalmente crítica sobre la realidad, de allí que no se cuestione la división antes señalada entre honestos y delincuentes (o bandoleros, que es una forma de la delincuencia). Y por otro lado de mantenerse apegados al evolucionismo histórico calcado de Europa y los Estados Unidos, que hace aparecer como primitivas o prepolíticas a las clases que justamente por ser las más explotadas por el neoimperialismo son –desde una perspectiva revolucionaria– las más modernas, las más avanzadas, las únicas para las cuales la superación del sistema imperialista es un problema vital. Fuente: Roberto Carri, Isidro Velázquez. Formas prerrevolucionarias de la violencia, Buenos Aires, Colihue, 2001, pp. 29-35. Roberto Carri Septiembre de 1968 MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 OSCAR VARSAVSKY: CIENCIA Y POLÍTICA Doctor en Química por la Universidad de Buenos Aires (UBA), docente e investigador en matemáticas y miembro de CONICET, Oscar Varsavsky se desempeña como profesor del Departamento de Matemáticas de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA hasta poco tiempo antes del golpe de Estado de junio P: ¿El científico debe asumir algún papel político especial, además del que le corresponde como ciudadano? R: Sí; además de tomar actitudes frente a los hechos políticos de todos los días y de apoyar a los movimientos políticos afines a su ideología, de la manera más organizada y participante posible, el científico tiene una responsabilidad extra. Pero no es el único en tenerla, pues lo mismo ocurre con todo trabajador, y muy especialmente con todo intelectual, por gozar estos de mayor libertad en su trabajo. P: ¿Cuál sería ese papel? R: Muy claro y muy difícil: tiene que pensar si su trabajo –por su contenido o por su manera de realizarlo– ayuda o estorba en la construcción de la sociedad que él desea. Y de 1966, cuando viaja y se radica en Caracas, Venezuela. Hacia 1968 regresa a la Argentina, y al año siguiente publica un libro fundamental sobre las relaciones entre ciencia y política que alentará diversas polémicas: Ciencia, política y cientificismo. Su tesis –contraria al neutralismo científico alentado por las posiciones “cientificistas”– sobre las orientaciones ideológicas que subyacen a todas las instancias de investigación, producción y aplicación científicas, como así también su defensa de un “científico revolucionario” comprometido con las transformaciones sociales de su época, son retomadas en esta entrevista que le realiza la revista Nuevo Hombre en septiembre de 1972. en consecuencia, debe pensar cómo adaptarlo mejor a esa tarea histórica, en cada una de sus etapas: prédica, preparación, toma del poder, transición, afianzamiento, evolución. Cada sociedad requiere una ciencia, una tecnología, un arte diferentes, y cada etapa del paso de una sociedad a otra también. Este problema ha sido planteado hasta ahora sólo en el terreno más discutible y dudoso: el arte, y de una manera demasiado abstracta. Oímos hablar mucho –y con resultados escasos– sobre “arte revolucionario”, “realismo socialista”, “libertad de creación” y demás problemas de los poetas, músicos y pintores de izquierda, pero se oye muy poco acerca de las relaciones concretas entre el tipo de sistema social y las actividades que los sostienen: producción, técnica, ciencia. Mejor dicho, en una dirección estas relaciones son tan evidentes que ni se discuten: los 1956 - 1976 353 1966 - 1976 354 avances de la ciencia y la técnica físicas influyen de mil maneras sobre la sociedad –para los desarrollistas son el principal instrumento del progreso social–, las más profundas de las cuales ya fueron descritas por Marx hace más de un siglo. P: ¿Y cuál sería la otra dirección? R: La influencia que todo sistema social ejerce sobre su tecnología, su ciencia y toda su “superestructura cultural”. Se ejercen todo tipo de presiones –y represiones cuando hace falta– para que la cultura defienda al sistema, o por lo menos no lo ataque a fondo y limite sus críticas al nivel reformista. Esta influencia también fue señalada desde antiguo –Marx lo dijo con claridad– pero nunca se estudió en forma concreta. Es que antes ocurría en forma gradual y espontánea, mientras que ahora está dirigida y estimulada por los grupos dominantes. En el campo de la ciencia, esta fidelidad al sistema se describe con un nombre que se ha hecho ya popular: “cientificismo”. “democrático”, y para no confundirse con los charlatanes, los científicos aceptan ese sistema institucional que les da legitimidad además de fondos y prestigio. El objetivo final es lograr la mayor homogeneidad cultural posible en el mundo: que el peso de la inmensa mayoría –apoyada por instituciones, revistas, congresos, etc.– desaliente a los “rebeldes” y estimule el conformismo y la autocensura. P: ¿Qué tiene que ver esto con las tareas políticas del científico? R: El científico debe comprender que todo ese control no se busca por puro gusto, sino porque el cientificismo ayuda realmente a mantener este sistema, de dos maneras: da armas para disimular sus peores lacras, y no deja surgir otra ciencia que dé armas para combatirlo. Debe comprender que es irracional declararse socialista, firmar manifiestos y protestas, y trabajar al mismo tiempo en lo que interesa al régimen o no trabajar en lo que no le conviene al régimen. P: ¿Por qué medios cree usted que se ejerce esa influencia? P: ¿Habría entonces dos tipos de ciencia, o dos maneras de trabajar en ella? R: Hay dos instrumentos directos: la asignación de fondos para ciertos temas y no para otros, y la asignación de prestigio. Para organizar esto se combate la “anarquía”, metiendo a los científicos en instituciones de toda clase pero cada vez más burocráticas, a través de las cuales es muy fácil controlar la distribución de dinero. Ninguna Fundación ni Consejo de Investigaciones da fondos a científicos “sueltos”: tienen que estar respaldados por instituciones locales, o mejor, internacionales. Tienen una excusa para esto, y es que los éxitos de la ciencia física han dado origen a toda una piratería comercial en este campo. Hoy, el adjetivo “científico” es tan mal usado como R: En efecto, hay una guerra ideológica también en ciencia, aunque hasta ahora sólo se la percibe en algunos aspectos dramáticos: ciencia militar –en especial el caso de los científicos “atómicos” que se negaron a seguir trabajando en armas nucleares–, espionaje sociológico –como en el famoso caso Camelot– o proyectos escapistas como el control de natalidad o del ambiente. La mayoría de los científicos cree que esos son casos aislados y que su propia tarea es neutra, o incluso de gran utilidad a la nueva sociedad. ¿Serían los mismos esos temas si ellos estuvieran trabajando en la “División Investigaciones” de un movimiento revolucionario muy MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 bien organizado? En absoluto. Allí se verían con toda nitidez los problemas prácticos de las distintas etapas que mencionamos (prédica, preparación, toma del poder, transición, etc.). Ellos abarcan todas las ciencias pero son diferentes de los problemas cientificistas, y requieren métodos y conocimientos teóricos diferentes, sobre todo en lo que respecta a las ciencias sociales. Aunque ese movimiento no exista organizadamente, es deber político del científico imaginar cuál sería su papel en él o en sus posibles sustitutos, ir adaptando su actitud y sus conocimientos para desempeñarlo lo mejor posible, y empezar ya a desempeñarlo, de la manera menos individual posible. P: Usted señaló que los temas de que se ocuparía un científico revolucionario son diferentes de los que estudia un cientificista. Pero también habló de actitudes y métodos diferentes. ¿Podría aclarar eso? R: Lo haré primero con ejemplos de otras actividades, porque como dije al comienzo, este no es sólo un problema de los científicos. Un hombre de izquierda que trabaje en publicidad tiene el mismo problema, aún más visible. Su trabajo ayuda a afianzar el sistema, a implantar una mentalidad consumista, conformista, y unos valores éticos repugnantes. Tal vez debería abandonar ese trabajo, porque –aparte de la policía– no creo que haya otra actividad que más ayude a esta sociedad y que mejor exprese sus aspectos más corrompidos. Pero la prédica revolucionaria, la movilización de masas, la motivación de los trabajadores en la nueva sociedad y muchos otros problemas de cada etapa de cambio, necesitan también de la propaganda, y ese movimiento político ideal que usamos antes tendrá sin duda una División dedicada a ella. Pero, ¿podemos creer que los “creativos” publicitarios de hoy servirían de algo en ese movimiento? No es lo mismo “promover” cigarrillos que conciencia social. Hay que cambiar de actitud y métodos. De actitud, porque ya no se trata de engañar con discreción y de estirar al máximo una ética ya muy deformada, sino de respetar en primer lugar al público, de sentirse solidario, parte de él; los que escuchan no son consumidores sino compañeros; son uno mismo. Eso cambia todos los enfoques usuales de trabajo. De métodos, porque ya no se puede comercializar los mejores sentimientos humanos, y ni siquiera ser superficial. Hay que educar, no “vender”, y eso requiere una técnica propagandista muy distinta. Las condiciones de trabajo además son totalmente distintas: un movimiento revolucionario no tiene acceso a los medios de difusión masivos hasta que toma el poder. ¿Cómo se hace propaganda mientras tanto? ¿Pintando paredes? Algo les toca decir a esos “creativos” de izquierda, además de dar plata para los presos políticos. Algo análogo sucede con los escritores de izquierda, con los cuales este sistema social se ha anotado uno de sus mayores éxitos. Con el pretexto de no hacer literatura populachera, de segunda categoría, escriben sólo para intelectuales o gente con un grado apreciable de instrucción. A García Márquez no lo lee el pueblo y aun si lo leyera, ¿en qué le ayudaría políticamente? ¿No se podría usar el mismo talento para mostrar –con literatura no refinada, pero sí de primera categoría– los puntos malos y los puntos débiles de esta sociedad, para dar esperanza y guía para cambiarla? Lo políticamente útil no es tener éxito en Francia, ni contarles a los obreros las sordideces que ellos conocen mejor que nadie. La carencia principal es la falta de visibilidad de los problemas: el pueblo ni se imagina todo el alcance y grado de injusticia e irracionalidad de esta sociedad; presiente pero no ve lo que puede significar 1956 - 1976 355 1966 - 1976 356 no ser pobre, más allá de algunas comodidades materiales. Presiente pero no ve cómo lo manejan para que se quede tranquilo. La actitud del escritor politizado surge de ponerse en los zapatos del oprimido para sentir cuáles son las cosas que este quiere comprender, y cuáles las que debe ver y no ve. Esto es difícil en sí, y mucho más difícil todavía porque los escritores tampoco conocen a fondo esta sociedad ni son capaces de imaginar la nueva. Y tendrá que cambiar su método, su estilo. Respetar al pueblo no es creer que sabe lo que esta sociedad le impide aprender, sino enseñárselo. Y para enseñar hay que hacerse oír. Otro ejemplo: un ingeniero de izquierda debe hacer política analizando su trabajo en función de la sociedad que quiere construir. Lo que fabrica y cómo se fabrica puede ser más o menos deseable en ella: artículos suntuarios, equipos difíciles de reemplazar o reparar, insumos especiales que deben importarse, demasiado énfasis en la terminación y envase, etc., etc. Es sencillamente idiota suponer que cualquier tipo de industrialización sirve por igual a un país capitalista o socialista, a un país satélite o autónomo, grande o pequeño, estable o en conflicto. Tiene que pensar si esas máquinas pueden servir para otra cosa en caso necesario, cómo mantenerlas en funcionamiento si faltan repuestos extranjeros, cómo defenderlas del sabotaje de enemigos políticos o cómo sabotearlas. Debe replantear sus relaciones con los obreros, hoy y después. Tiene que saber cómo coordinar esa empresa con el resto de la economía, cómo participar en la planificación, cómo cambiar los criterios de rentabilidad monetaria por los de rentabilidad social, etc., etc. No puede esperar a la revolución para cambiar su actitud y su metodología. Sería entonces demasiado tarde, porque en medio de las urgencias y el desorden de una transformación profunda, en medio de conflictos políticos, no hay tiempo para planteos generales, y se cae en el empirismo puro, con el costo social que ya hemos visto muchas veces en el mundo. P: ¿Y el científico? R: Lo mismo. Su actitud hacia la ciencia debe cambiar. Por el momento la ciencia deja de ser un fin en sí misma y debe verse como un instrumento de cambio, utilitariamente, como la ven los ejércitos y las empresas capitalistas. Por lo tanto aparecen nuevos criterios de prioridad y eficiencia, e incluso nuevas actitudes éticas; por ejemplo, la no divulgación de resultados que pueden ser útiles al enemigo. Aparecen de inmediato importantes insuficiencias prácticas, sobre todo de las ciencias sociales, que deben subsanarse. No daré detalles porque sería largo y ya lo he hecho en otras partes. Los métodos van a cambiar fundamentalmente, aunque sólo sea porque la falta de apoyo institucional obligará a desarrollar una “ciencia pobre”, sin presupuestos frondosos, y en parte clandestina. Son problemas difíciles, pero creo que no dejan de ser estimulantes para cualquiera con espíritu científico. Fuente: “Oscar Varsavsky: ciencia y política”, en Nuevo Hombre, N° 7, 1 al 7 de septiembre de 1971, pp. 6 y 7. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 FEUDALISMO Y CAPITALISMO EN AMÉRICA LATINA (SELECCIÓN) POR ERNESTO LACLAU El debate sobre “los modos de producción en América Latina” es motivado por la obra de André Gunder Frank, Capitalismo y subdesarrollo en América Latina (1965), y su inmediata polémica con Rodolfo Puiggrós en las páginas de la revista mexicana El Gallo Ilustrado ese mismo año. La querella E l debate acerca de los orígenes y naturaleza actual de las sociedades latinoamericanas ha girado a lo largo de la última década, en el campo de la izquierda, en torno a la determinación alternativa de su carácter feudal o capitalista. Se ha desarrollado así una larga y compleja discusión cuya importancia no es disminuida por la confusión conceptual que a menudo la ha dominado. Y esta importancia no se limita al plano teórico, dadas las diferentes conclusiones políticas que ambas partes intervinientes en el debate han derivado de sus premisas. En efecto, aquellos que sostienen que las sociedades latinoamericanas han tenido un carácter feudal desde sus mismos orígenes, entienden por tal una sociedad cerrada, tradicional, resistente al cambio y no integrada a la economía de mercado. En tal caso, estas sociedades no se continúa en numerosas intervenciones de distintos intelectuales e historiadores en los años siguientes, no sólo por el valor que revisten las preocupaciones teóricas e históricas en el campo de las izquierdas latinoamericanas, sino porque de la caracterización de la situación latinoamericana se derivan inmediatamente posiciones y estrategias políticas. Una estación importante de dicho debate la constituye la edición del número 40 de los Cuadernos de Pasado y Presente, en 1973, en el que se reúnen las intervenciones de Carlos Sempat Assadourian, Ciro Flamarión Santana Cardoso, Horacio Ciafardini, Juan Carlos Garavaglia y Ernesto Laclau. A continuación, se ofrecen los pasajes más importantes de este último trabajo. han alcanzado aún su etapa capitalista y están en vísperas de una revolución democrático burguesa que estimulará el desarrollo capitalista y romperá con el estancamiento feudal. Los socialistas deben, en consecuencia, buscar una alianza con la burguesía nacional y formar con ella un frente unido contra la oligarquía y el imperialismo. Los defensores de la tesis opuesta sostienen, en cambio, que América Latina ha sido siempre capitalista, ya que desde el período colonial estuvo plenamente incorporada al mercado mundial. El presente atraso de las sociedades latinoamericanas sería, precisamente, la consecuencia del carácter dependiente de esta incorporación. Puesto que ellas ya son, en consecuencia, plenamente capitalistas, no tiene sentido postular una futura etapa de desarrollo capitalista. Es necesario, por el contrario, luchar 1956 - 1976 357 1966 - 1976 358 directamente por el socialismo, en oposición a una burguesía que, definitivamente integrada al imperialismo, forma con él un frente común contra las clases populares. En este artículo quisiera contribuir a clarificar los términos básicos de esta polémica con la siguiente reflexión: pese a su mutua oposición, ambas tesis coinciden en un aspecto fundamental, ya que designan por “capitalismo” y “feudalismo” fenómenos relativos a la esfera del cambio de mercancías y no a la esfera de la producción, por lo que la presencia o ausencia de un vínculo con el mercado se transforma en el criterio decisivo para distinguir entre ambos tipos de sociedad. Y tal concepción es claramente opuesta a la teoría marxista según la cual capitalismo y feudalismo son, ante todo, modos de producción. Andrew Gunder Frank es uno de los más conocidos defensores de la tesis de que América Latina es y ha sido siempre capitalista. Por esta razón centraremos el presente examen en el análisis de su obra, ya que los problemas teóricos involucrados en este debate se plantean en ella en su forma más clara y explícita. El esquema teórico de Frank La perspectiva teórica de Frank puede resumirse en las siguientes tesis: 1. Es falso suponer que el desarrollo económico transcurre a través de una misma sucesión de etapas en todos los países o que los países subdesarrollados de la actualidad están en una etapa hace mucho superada por las naciones desarrolladas. Por el contrario, los países desarrollados en la actualidad no fueron nunca subdesarrollados aunque hayan sido, en sus comienzos, no desarrollados. 2. Es incorrecto considerar al subdesarrollo contemporáneo como el mero reflejo de las estructuras económica, política, social y cultural del propio país subdesarrollado. Por el contrario, el subdesarrollo es en gran medida el producto histórico de las relaciones entre el satélite subdesarrollado y los actuales países desarrollados. Estas relaciones fueron, por lo demás, una parte esencial de la estructura y evolución del sistema capitalista en escala mundial. (…) 3. Las convencionales interpretaciones “dualistas” de las sociedades latinoamericanas deben ser rechazadas. El análisis dualista sostiene que las sociedades subdesarrolladas tienen una estructura dual, cada uno de cuyos sectores posee una dinámica propia, ampliamente independiente del otro. Así concluyen que el sector que ha experimentado el impacto del mundo capitalista ha llegado a ser moderno y relativamente desarrollado, mientras que el otro sector se ve reducido a una aislada, feudal o precapitalista economía de subsistencia. Según Frank, esta tesis es totalmente errónea; la estructura dual es una pura ilusión, ya que la expansión que el sistema capitalista experimentó durante los últimos siglos ha penetrado efectiva y totalmente aun en los sectores aparentemente más aislados del mundo subdesarrollado. 4. Las relaciones metrópoli-satélite no están limitadas al nivel imperial o internacional, sino que penetran y estructuran la vida económica, social y política de los países dependientes latinoamericanos, creando dentro de ellos submetrópolis respecto de las cuales las regiones interiores ofician de satélites. 5.De las proposiciones anteriores, Frank deriva el siguiente conjunto de hipótesis: a) en contraste con los centros metropolitanos mundiales, que no son satélites de nadie, el desarrollo de las metrópolis subordinadas está limitado por su estatus de satélite; b) los satélites experimentan su mayor desarrollo económico, incluso MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 su clásico crecimiento capitalista industrial solamente cuando sus lazos con los centros metropolitanos se debilitan: tal fue el caso durante la depresión española del siglo xvii, las guerras napoleónicas a comienzos del siglo xix, la depresión de los años treinta y las dos guerras mundiales durante el siglo xx; por el contrario, estos impulsos hacia el desarrollo se extinguieron cada vez que los centros metropolitanos se recobraron económicamente; c) aquellas regiones que son en la actualidad las más subdesarrolladas, fueron en el pasado las más estrechamente ligadas a las metrópolis; d) los latifundios, ya sea bajo la forma de plantaciones o de haciendas, fueron en su origen típicas empresas comerciales capitalistas que crearon aquellas instituciones que les permitieron responder a la creciente demanda en los mercados nacional o internacional, expandiendo su capital, tierra y trabajo a los efectos de incrementar la oferta de sus productos; e) los latifundios que en la actualidad se muestran aislados, dedicados a una agricultura de subsistencia y con apariencia semifeudal, no fueron siempre así; son unidades productivas que declinaron debido a una caída en la demanda de sus productos o en su capacidad productiva. 6. El dualismo es introducido en el análisis marxista mediante la suposición de que el feudalismo predomina en el sector estancado, en un extremo de la estructura social, y el capitalismo en el sector dinámico al otro extremo de la misma. Las consecuencias estratégicas resultan claras: Tanto en la versión burguesa como en la supuestamente marxista de la tesis de la sociedad dual, un sector de la economía nacional del cual se afirma que ha sido también en un tiempo feudal, arcaico, y subdesarrollado, supera esta condición y llega a ser el actual sector capitalista avanzado relativamente desarrollado, mientras la mayoría de la población permanece en otro sector que, supuestamente, continúa en condiciones tradicionalmente arcaicas, feudales, subdesarrolladas. La estrategia política usualmente asociada a estas interpretaciones actual y teóricamente erróneas del desarrollo y del subdesarrollo es, para el burgués, la conveniencia de extender el modernismo al sector arcaico e incorporarlo también a los mercados mundial y nacional, y, para los marxistas, la conveniencia de completar la penetración capitalista del campo feudal y la finalización de la revolución democrático-burguesa. Frente a esto, Frank sostiene que América Latina ha sido capitalista desde su misma colonización, en el siglo xvi, por las potencias europeas. Para probarlo intenta mostrar, mediante numerosos ejemplos, que aun las más remotas y aparentemente aisladas regiones de América Latina participaron en el proceso general de cambio de mercancías y que este cambio se realizó en beneficio de las potencias imperialistas dominantes. Solamente podría hablarse de feudalismo, según Frank, si pudiera probarse que las regiones económicamente más atrasadas de América Latina constituyeron un universo cerrado en el que predominaba la economía natural. Dado que, por el contrario, estas participaban en un proceso cuya fuerza motriz era la sed de riquezas de las clases y potencias dominantes, es necesario concluir que estamos en presencia de una estructura económica capitalista. Y si, desde el período colonial, el capitalismo ha sido la base de la sociedad latinoamericana y la fuente del subdesarrollo, resulta absurdo proponer como alternativa a este un desarrollo capitalista dinámico. La burguesía nacio- 1956 - 1976 359 1966 - 1976 360 nal, en los casos en que existe, está tan inextricablemente ligada al sistema imperialista y a la relación explotativa metrópoli-satélite, que las políticas basadas en una alianza con ella sólo pueden conducir a prolongar y acentuar el subdesarrollo. La etapa nacional-burguesa, en los países subdesarrollados, debe ser en consecuencia eliminada o al menos abreviada, antes que extendida en nombre de la existencia de una sociedad dual. Como se ve, el esquema teórico de Frank envuelve tres tipos de afirmaciones: 1) América Latina ha estado dominada desde sus orígenes por una economía de mercado; 2) América Latina ha sido capitalista desde sus orígenes; 3) el carácter dependiente de su inserción en el mercado capitalista mundial es la causa de su subdesarrollo. Y estas tres afirmaciones pretenden referirse a un único proceso que es idéntico, en sus aspectos esenciales, desde el siglo xvi hasta el siglo xx. Analizaremos cada uno de estos aspectos sucesivamente. La crítica a las concepciones dualistas La crítica de Frank a la tesis dualista y su consiguiente insistencia en que las sociedades latinoamericanas han constituido siempre un complejo internamente estructurado y plenamente incorporado a la economía de mercado son, sin duda, convincentes y correctas. Por lo demás, Frank no hace aquí sino desarrollar la reiterada crítica a la concepción dualista, la cual recibiera su más conocida formulación de la obra de W.A. Lewis. Según Lewis, que expresaba un punto de vista contenido en numerosos estudios parciales de científicos sociales durante la década anterior, era necesario distinguir claramente entre los sectores “capitalista” y de “subsistencia” de la economía. A este último se lo presenta como completamente estancado e inferior al primero en capital, ingreso y tasa de crecimiento. Las relaciones entre los dos se reducen a la provisión, al sector avanzado, de una ilimitada oferta de mano de obra por parte del sector atrasado. Como se ha señalado repetidamente, este modelo subestima el grado de comercialización alcanzable en las áreas rurales, así como el grado de acumulación de las empresas campesinas. Simplifica y distorsiona, en definitiva, las relaciones existentes entre los dos supuestos segmentos de la economía. Un conocimiento más riguroso de las interconexiones existentes entre los diferentes sectores de las economías latinoamericanas ha hecho que las tesis dualistas no puedan ser sostenidas por más tiempo en su formulación inicial. Por lo demás, en el caso concreto de América Latina, la evidencia acumulada a lo largo de los últimos años ha restado todo apoyo a la idea de que una economía natural pura predominara en las áreas rurales del continente. (…) Frank pisa, pues, terreno firme cuando critica a las teorías dualistas y afirma el predominio de la economía de mercado en América Latina. ¿Qué pensar, en cambio, de su segunda afirmación, según la cual estas economías eran capitalistas? Los errores teóricos en la concepción de Frank No resulta fácil responder a esta pregunta, ya que, pese a que sus dos libros están dedicados al análisis del capitalismo, en ningún momento Frank explica con exactitud lo que entiende por tal. Lo más aproximado a una caracterización conceptual que puede encontrarse en su obra son expresiones como la siguiente: “La contradicción interna esencial del capitalismo entre explotadores y explotados, aparece tanto dentro de las naciones como entre ellas”. (…) Si intentamos, no obstante, inferir lo que Frank entiende por capitalismo, creo que podemos concluir que es aproximadamente lo siguiente: a) un sistema de producción para el MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 mercado en el que b) la ganancia constituye el incentivo para la producción, y c) la ganancia es realizada en beneficio de alguien distinto del productor directo que es, en consecuencia, desposeído de ella. Por feudalismo deberíamos entender, por el contrario, una economía cerrada o de subsistencia. La existencia del mercado constituye, en consecuencia, la diferencia decisiva entre ambos. Lo primero que sorprende es que Frank prescinde totalmente de las relaciones de producción en sus definiciones de capitalismo y feudalismo. A la luz de este hecho no resulta tan sorprendente su anterior caracterización de la relación entre explotadores y explotados como la contradicción fundamental del capitalismo. Porque, en efecto, su perspectiva ideológica obliga a Frank a prescindir deliberadamente de las relaciones de producción en su definición del capitalismo: sólo haciendo abstracción de estas puede llegar a una noción lo suficientemente amplia del capitalismo como para incluir las diferentes situaciones explotativas sufridas por el campesino indígena peruano, el inquilino chileno, el huasipunguero ecuatoriano, un esclavo de las plantaciones azucareras antillanas o un obrero textil de Manchester. Todos estos productores directos destinan su producto al mercado, trabajan en beneficio de otros y son privados del excedente económico que contribuyen a crear. En todos los casos la contradicción económica fundamental es la que opone a explotadores y explotados. Sólo que la lista es demasiado corta, ya que podría haber incluido también a los esclavos de los latifundia romanos o a los siervos de la gleba en la Edad Media europea, al menos en aquellos casos –la abrumadora mayoría– en que el señor destinara a la venta parte del excedente económico extraído al siervo. Deberíamos concluir, en consecuencia, que desde la revolución neolítica en adelante solamente ha existido capitalismo. Desde luego, Frank es libre para extraer una masa de hechos históricos y construir, sobre esa base, un modelo. Puede, incluso, si así lo desea, dar a la entidad resultante el nombre de capitalismo –aunque no se ve la utilidad de emplear, para designar un conjunto de relaciones, palabras normalmente empleadas con otra acepción. Pero lo que resulta totalmente inaceptable es que Frank sostenga que la suya es la concepción marxista del capitalismo. Porque para Marx –como resulta evidente para quien tenga un contacto siquiera superficial con su obra– el capitalismo era un modo de producción. La relación económica fundamental del capitalismo se constituye a través de la venta de su fuerza de trabajo por parte del trabajador libre, para lo cual la precondición necesaria es la pérdida, por parte del productor directo, de la propiedad de los medios de producción. En sociedades anteriores las clases dominantes explotaban a los productores directos –esto es, expropiaban el excedente económico creado por ellos– y aun comercializaban parte de este excedente hasta el punto de permitir la acumulación de grandes capitales por parte de una clase comercial, pero no se trataba de capitalismo en el sentido marxista del término, puesto que no existía un mercado de trabajo libre. La siguiente cita de El capital pone esto en claro: No acontece así con el capital. Las condiciones históricas de existencia de este no se dan, ni mucho menos, con la circulación de mercancías y de dinero. El capital sólo surge allí donde el poseedor de medios de producción y de vida encuentra en el mercado al obrero libre como vendedor de su fuerza de trabajo y esta condición histórica envuelve toda una historia universal. Por eso el capital marca, desde su aparición, una época en el proceso de la producción social. 1956 - 1976 361 1966 - 1976 362 Para Marx, la acumulación de capital comercial es perfectamente compatible con los más variados modos de producción y desde ningún punto de vista presupone la existencia de un modo de producción capitalista: Hasta aquí, hemos venido examinando el capital comercial desde el punto de vista del régimen capitalista y dentro de los límites de este. Pero el comercio e incluso el capital comercial son anteriores al régimen de producción capitalista y constituyen en realidad la modalidad libre del capital más antigua de que nos habla la historia. La metamorfosis de las mercancías, su movimiento, consiste: 1°) materialmente, en el cambio de distintas mercancías entre sí; 2°) formalmente, en la transformación del dinero en mercancías, compra. A estas funciones, cambio de mercancías mediante la compra y la venta, se reduce la función del capital comercial. Este capital se limita, pues, a servir de vehículo al tránsito de mercancías, el cual, sin embargo, no debe concebirse de antemano simplemente como un cambio de mercancías entre los productores directos. Bajo la esclavitud, bajo la servidumbre, en el régimen tributario (para referirnos a sociedades de tipo primitivo), es el esclavista, el señor feudal, el Estado que percibe el tributo quien aparece como apropiador y, por tanto, como vendedor del producto. El comerciante compra y vende para muchos. En sus manos se concentran las compras y las ventas, con lo que estas dejan de hallarse vinculadas a las necesidades directas del comprador como comerciante. La pretensión de Frank de que su concepción del capitalismo es la marxista no pare- ce reposar, pues, en nada más sólido que el deseo de Frank de que así sea. Pero antes de dejar este punto debemos volver nuevamente a los textos ya que, en una polémica sostenida en México e inserta en su segundo volumen al ser acusado precisamente de ignorar el modo de producción en su noción del capitalismo, Frank respondió con dos citas de Marx que, según él, demostraban la coincidencia de esta con su concepción. La primera cita procede de la Historia de las doctrinas económicas y afirma: En la segunda clase de colonias –las plantaciones, que fueron desde el momento de su nacimiento, especulación comercial, centros de producción para el mercado mundial– existe un modo de producción capitalista si bien sólo de manera formal, dado que la esclavitud entre los negros excluye al asalariado libre, que es la base en que la producción capitalista reposa. Sin embargo, aquellos que se dedican al comercio de esclavos, son capitalistas. El sistema de producción introducido por ellos no se origina en la esclavitud, sino que es introducido dentro de ella. En este caso el capitalista y el amo son la misma persona. Según Frank, este párrafo prueba que para Marx no son las relaciones de producción lo que define la naturaleza de una economía (al menos es lo que deduzco, ya que esta es su respuesta a la pregunta de Rodolfo Puiggrós acerca de “qué ocurre en el interior de colonias como el Brasil y las del Caribe, esto es, donde el modo de producción esclavista prevalece”). En realidad, la cita prueba exactamente lo opuesto de lo que Frank pretende, ya que lo que Marx dice es que en las economías de plantación el modo de producción dominante es sólo formalmente capitalista. Y si es formalmente capitalista lo es porque sus MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 beneficiarios participan en un mercado mundial en el que los sectores productivos dominantes son ya capitalistas. Esto permite a los terratenientes en la economía de plantación participar del movimiento general del sistema capitalista, sin que su modo de producción sea, sin embargo, capitalista. Creo que esto queda suficientemente claro si comparamos el párrafo citado por Frank con este otro, también de Marx, procedente de las Formen. Pero este error no es, por cierto, más grande que, por ejemplo, el de todos los filólogos que hablan de la existencia de capital en la Antigüedad clásica, y de los capitalistas griegos o romanos. Esta no es más que otra manera de decir que en Roma y en Grecia el trabajo era “libre”, afirmación que difícilmente formularían estos caballeros. Si hablamos ahora de los propietarios de plantaciones como capitalistas, si son capitalistas, ello se debe a que existen como anomalías dentro de un mercado mundial basado en el trabajo libre. ¿Existían las condiciones estructurales del capitalismo en la Europa del siglo xvi, cuando, según Frank, se inició el proceso de dominación capitalista de América Latina? ¿Podemos considerar que el trabajo libre fuera entonces la regla? En modo alguno. La dependencia feudal y el artesanado urbano constituían las formas básicas de la actividad productiva. La existencia de una poderosa clase comercial que amasó grandes capitales a través del comercio ultramarino no modificó en absoluto el hecho decisivo de que este capital fue acumulado por la absorción de un excedente económico producido mediante relaciones de trabajo muy diferentes del trabajo libre. (…) Pero Frank ha confundido nuevamente los términos del problema. Porque cuando los marxistas hablan de una revolución democrática que barra los vestigios del feudalismo, entienden por feudalismo algo muy distinto que Frank. Para ellos el feudalismo no es un sistema cerrado, no penetrado por las fuerzas del mercado, sino un conjunto de coacciones extraeconómicas que pesan sobre el campesinado absorbiendo una buena parte de su excedente económico y, en consecuencia, retardando el proceso de diferenciación interna de las clases rurales y la expansión del capitalismo agrícola. Esto es también lo que los revolucionarios franceses de 1789 entendían por feudalismo cuando pensaban que lo estaban suprimiendo mediante la abolición de las gabelas y privilegios señoriales. Cuando Lenin, en El desarrollo del capitalismo en Rusia, habla del creciente peso del capitalismo en la estructura agraria rusa, intenta demostrar la existencia de un progresivo proceso de diferenciación de clases que estaba gradualmente generando una clase de ricos campesinos, por un lado, y un proletariado agrícola por el otro. Lo que a Lenin nunca se le hubiera ocurrido es basar su demostración en la progresiva expansión de la producción para el mercado, ya que era esta producción, precisamente, la que había constituido, algunos siglos antes, la fuente del surgimiento del feudalismo en Rusia, cuando las crecientes oportunidades de comercializar la producción triguera habían conducido a los terratenientes a acrecentar –y, en realidad, a establecer– la opresión servil. Cuando los bolcheviques sostenían que las tareas de la revolución rusa eran democrático-burguesas, entendían por ello que consistían en eliminar los vestigios del feudalismo y en abrir la puerta a la expansión capitalista (en 1905 sólo Trotski y Parvus comprendieron que era posible la transición directa hacia el socialismo a partir de las condiciones rusas). Dadas la incapacidad de la burguesía para llevar a cabo sus propias tareas democráticas y la debilidad numérica 1956 - 1976 363 1966 - 1976 364 del proletariado, sostuvieron que el campesinado había de desempeñar un papel clave en la alianza que tomara el poder. Para esta estrategia resultaba crucial que el problema campesino no pudiera ser solucionado por el régimen existente, ya que de otro modo el zarismo habría creado su propio camino hacia el capitalismo y la revolución habría tenido que postergarse sine die. (…) La negación de Frank de la posibilidad de una revolución democrático-burguesa en América Latina se reduce, pues, a lo siguiente: parte de un esquema político basado en el análisis de relaciones sociales a las que se designa respectivamente feudalismo y capitalismo, modifica el contenido de estos conceptos en mitad del razonamiento y concluye que el esquema político es falso porque no se corresponde con los datos de la realidad. No es necesario insistir acerca de la validez de este tipo de razonamiento. (Desde luego, en lo anterior no hay ninguna opinión por parte mía acerca de la posibilidad o imposibilidad de una etapa democrático-burguesa en los diversos países de América Latina. Me he limitado a señalar la imposibilidad de formular ningún pronóstico al respecto sobre la base analítica de Frank). (…) Si confrontamos ahora la afirmación de Frank de que los complejos socio-económicos latinoamericanos han sido capitalistas desde tiempos de la Conquista –pero teniendo presente que feudalismo y capitalismo son modos de producción, en el sentido marxista del término– con la evidencia empírica existente, debemos concluir que la tesis “capitalista” es indefendible. En regiones con densas poblaciones indígenas –México, Perú, Bolivia o Guatemala– los productores directos no fueron despojados de la propiedad de los medios de producción, en tanto que la coerción extraeconómica para maximizar los varios sistemas de prestación de servicios –en los que es imposible no ver el equivalente de la corvée europea– fue progresivamente intensificada. En las plantaciones antillanas la economía se basó en un modo de producción constituido por el trabajo esclavo, mientras que en las áreas mineras se desarrollaban formas de esclavitud disfrazada y otros tipos de trabajo forzado que, en todo caso, no podían en ningún sentido ser considerados como tendientes a la formación de un proletariado capitalista. Solamente en las pampas de Argentina, en Uruguay y en otras zonas similares más pequeñas donde no había existido población indígena previa –o donde había sido muy escasa y rápidamente destruida– el poblamiento asumió formas capitalistas desde sus comienzos, los cuales fueron acentuados por la inmigración masiva del siglo xix. Pero estas regiones estaban muy alejadas del patrón dominante en América Latina y se asemejaban más a las zonas templadas de nuevo poblamiento como Australia y Nueva Zelanda. Ahora bien, este carácter precapitalista de las relaciones de producción dominantes en América Latina no sólo no fue incompatible con la producción para el mercado mundial, sino que, por el contrario, fue intensificado por la expansión de este último. El régimen feudal de las haciendas tendió a incrementar las exacciones serviles sobre el campesinado a medida que las crecientes demandas del mercado mundial impulsaron a maximizar el excedente. De tal modo, lejos de constituir el mercado externo una fuerza desintegradora del feudalismo, tendió a acentuarlo y consolidarlo. Tomemos uno de los ejemplos mencionados por Frank: la evolución del inquilinaje en Chile. Durante el siglo xvii, el ocupante obtenía la posesión de sus tierras a cambio del pago de un canon simbólico, pero este pago comenzó a adquirir significación económica y a gravitar cada vez más pesadamente sobre el inquilino a medida que se fueron incremen- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 tando las exportaciones de trigo a Perú con posterioridad al terremoto de 1688. El siglo xix asistió a un agravamiento de este proceso, determinado, nuevamente, por las crecientes exportaciones de cereales; el trabajo exigido fue a menudo equivalente al de un trabajador permanente, al par que se reducían los derechos tradicionales del campesino, especialmente los de pasturaje o talaje. El salario que recibía en dinero era inferior al de un bracero o jornalero. Es preciso advertir que sería un error ver en este proceso la emergencia de un proletariado rural; de haber sido así, el salario hubiera pasado a ser la parte sustancial de los medios de subsistencia del inquilino. Pero todos los signos muestran que, por el contrario, el salario era meramente un elemento subordinado en una economía de subsistencia basada en la tenencia de la tierra. Es decir, que nos enfrentamos con un campesino sujeto a obligaciones serviles y no con un asalariado agrícola que completa su ingreso con regalías de consumo y un trozo de tierra. Esta situación –con diversas variaciones– se repite monótonamente a lo largo de todo el continente. América Latina no fue, pues, una excepción al proceso por el que regiones marginales densamente pobladas experimentaron un reforzamiento de las relaciones serviles a los efectos de incrementar la producción para los mercados externos. Es el proceso vivido por Europa oriental a partir del siglo xvi, al abrirse las posibilidades de exportar materias primas a los mercados del oeste. Esta fue la base para la refeudalización de estas áreas periféricas, la “segunda servidumbre” a la que se refería Engels. Sin duda estas condiciones se fueron gradualmente modificando en América Latina desde fines del siglo xix, con el progresivo surgimiento de un proletariado rural. Es difícil saber hasta qué punto ha avanzado este proceso en la actualidad ya que carecemos de estudios suficientes al respecto pero, en todo caso, está muy lejos de haber concluido, y las condiciones feudales son aún predominantes, en gran medida, en las áreas rurales de América Latina. Y no es necesario extraer conclusiones dualistas de esta posición ya que, como hemos visto, la base del moderno sector expansivo estaba dada por el incremento de la explotación servil en el sector atrasado. Con esto llegamos al punto en el que ha residido el malentendido fundamental de esta polémica: afirmar el carácter feudal de las relaciones de producción en el sector agrario no implica necesariamente mantener una tesis dualista. El dualismo implica que no existen conexiones entre el sector “moderno” o “progresivo” y el “cerrado” o “tradicional”. Por el contrario, de acuerdo a nuestro razonamiento anterior, la explotación servil fue acentuada y consolidada por la tendencia de los mismos empresarios –presumiblemente “modernos”– a maximizar el beneficio, con lo cual la aparente falta de comunicación entre ambos sectores desaparece. Podemos afirmar que, en tales casos, la modernidad de un sector es función del atraso del otro y que, por consiguiente, no es revolucionaria una política que se postule como el “ala izquierda” del sector “modernizante”. Lo correcto, por el contrario, es enfrentar al sistema en su conjunto y mostrar la indisoluble unidad existente entre el mantenimiento del atraso feudal en un extremo y el dinamismo burgués aparentemente progresivo en el otro. Creo que por este camino podría llegar efectivamente a demostrarse, en coincidencia con Frank, que el desarrollo genera el subdesarrollo, sólo que el razonamiento estaría basado en el análisis de las relaciones de producción y no sólo en las de mercado. Frank podría, no obstante, argüir que los defensores de la tesis “feudal” –notoriamente los partidos comunistas latinoamericanos– han sostenido posiciones dualistas. Y en esto, indudablemente, no le faltaría razón, ya que en su interpretación de la naturaleza de las economías latinoamericanas los “feudalis- 1956 - 1976 365 1966 - 1976 366 tas” han empleado definiciones de feudalismo y capitalismo similares a las de Frank. (…) Y el dualismo era un elemento esencial en este sistema de categorías. De aquí se derivó la constante tendencia a identificar feudalismo con estancamiento y economía cerrada, y capitalismo con dinamismo y progreso. Esta típica deformación del marxismo generó más tarde su complemento dialéctico en la posición opuesta, desarrollada a lo largo de la última década. Puesto que el conocimiento de la realidad histórica y actual hacía cada vez más evidente que las economías latinoamericanas habían sido siempre economías de mercado y puesto que el fracaso en América Latina de las élites reformistas y presuntamente progresistas revelaba cada vez con mayor claridad las íntimas interconexiones entre los sectores “moderno” y “tradicional”, una nueva escuela concluyó que América Latina había sido siempre capitalista. Frank y aquellos que piensan como él –y son muchos– aceptan los términos del dilema tal como fueron planteados por los partidos comunistas latinoamericanos y los liberales del siglo xix, pero se ubican en el extremo opuesto. Así rompen indudablemente con el dualismo –y su punto de vista es, en consecuencia, relativamente más correcto– pero al intentar situar la contradicción fundamental en el campo de la circulación y no en el de la producción, no pueden sino quedarse a medio camino en la explicación de por qué el desarrollo genera subdesarrollo. Esto resulta claro al considerar el tercer tipo de afirmación de Frank al que antes hicimos referencia: aquel según el cual los orígenes del subdesarrollo descansan en el carácter dependiente de la inserción económica de América Latina en el mercado mundial. Pero antes de tratar este punto, es necesario introducir un mayor grado de precisión en las categorías analíticas que emplearemos, distinguiendo, en particular, entre modos de producción y sistemas económicos. Modos de producción y sistemas económicos (…) Por modo de producción designamos, en consecuencia, la articulación lógica y mutuamente condicionada entre: 1. un determinado tipo de propiedad de los medios de producción; 2. una determinada forma de apropiación del excedente económico; 3. un determinado grado de desarrollo de la división del trabajo; 4. un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Y esta no es una enumeración meramente descriptiva de “factores” aislados, sino una totalidad definida por sus mutuas interconexiones. Dentro de esta totalidad, la propiedad de los medios de producción constituye el elemento decisivo. “Sistema económico”, en cambio, designa las relaciones entre los diferentes sectores de la economía, o entre diversas unidades productivas, ya sea a nivel regional, nacional o mundial. Cuando en el primer volumen de El capital Marx analiza los procesos de producción de la plusvalía y de acumulación de capital, describe el modo de producción capitalista. Por el contrario, cuando analiza el intercambio entre Rama I y Rama II e introduce problemas tales como el de la renta o el del origen de la ganancia comercial, está describiendo un sistema económico. Un sistema económico puede incluir, como elementos constitutivos, modos de producción diversos, siempre que se lo defina como una totalidad, esto es, a partir de un elemento o ley de movimiento que establezca la unidad entre sus diversas manifestaciones. (…) Pienso que es posible, dentro de este marco teórico, situar el problema de la dependencia al nivel de las relaciones de producción. Las etapas de la dependencia Frank se refiere en sus obras a la relación de dependencia entre el satélite y la metrópoli; este es en realidad el eje alrededor del cual se organiza todo su esquema teó- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 rico. Sin embargo, a lo largo de sus obras no hay el menor intento de definir la naturaleza de esta relación de dependencia, esto es, de establecer las contradicciones económicas específicas en las que la relación de dependencia se funda. Frank nos describe una situación en la que el país subdesarrollado está totalmente integrado al proceso expansivo de las grandes metrópolis; nos muestra luego cómo los países avanzados explotan a los países periféricos; lo que en ningún momento explica es por qué ciertas naciones necesitaron del subdesarrollo de otras para su propio proceso de expansión. Lo más que proporciona en este punto es una vaga referencia general a La economía política del crecimiento, de Paul Baran. Pero, como sabemos, Baran trata una situación muy específica de subdesarrollo que no podemos prolongar hacia el pasado y que está resultando cada vez menos aplicable a América Latina contemporánea. ¿O es que Frank cree que el modelo de Baran es aplicable a países tales como Argentina, Brasil o México, las tres áreas de inversión más importantes en el continente, después de Venezuela, para el imperialismo norteamericano? No es demasiado difícil encontrar las razones de este notable hiato en el esquema teórico de Frank. Porque su noción del capitalismo es tan amplia que no puede establecer, dado el nivel de abstracción en que se mueve, ninguna contradicción económica específica del mismo. Si son lo mismo Cortés, Pizarro, Clive y Cecil Rhodes, no hay forma de rastrear la naturaleza y orígenes de la dependencia económica en las relaciones de producción. Si, por el contrario, cesamos de mirar al capitalismo como un deus ex machina cuya omnipresencia nos libera de todas las explicaciones e intentamos, en cambio, buscar los orígenes de la dependencia en los modos de producción, lo primero que debemos hacer es renunciar a hablar de una contradicción única. Porque relaciones de dependencia ha habido siempre, al margen de la existencia del capitalismo. En la Edad Media, por ejemplo, recientes avances en los estudios históricos han puesto de manifiesto la existencia de un intercambio desigual entre Europa occidental y el Este del Mediterráneo. Los trabajos de Ashtor acerca de los precios en Siria medieval, en particular, muestran que estos últimos eran estacionarios, en tanto los de Europa occidental eran oscilantes y con tendencia al ascenso en el largo plazo. Este desajuste proporcionaba un canal por el que las burguesías de Occidente absorbían el excedente económico de su periferia oriental. Si entendemos por dependencia económica la absorción estructural y permanente del excedente económico de una región por parte de otra, podemos considerar al comercio medieval entre Oriente y Occidente como una relación de dependencia, ya que la disparidad en los niveles de precios –la base de toda actividad comercial– se realizaba siempre en beneficio de una de las dos áreas. Pero esta actividad, que estimuló inmensamente la acumulación de capital comercial en las grandes ciudades europeas, no implicó en absoluto la generalización de las relaciones salariales en la esfera de la producción. Se trataba, por el contrario, de una expansión feudal, en la que los lazos serviles eran con frecuencia reforzados a los efectos de maximizar el excedente. ¿No fue, quizás, la expansión europea del período mercantilista una ampliación a escala mundial de este proceso? A través de sus posiciones monopólicas las potencias europeas fijaban el precio de las mercancías en sus imperios de ultramar –a los fines de asegurar una permanente disparidad en su favor– al par que, mediante coacciones extraeconómicas, explotaban la fuerza de trabajo en minas y plantaciones. Romano se plantea: 1956 - 1976 367 1966 - 1976 368 Puede el problema de la disparidad de precios, observado entre diferentes regiones del Cercano Oriente, encontrar una explicación, un intento de explicación, a la luz del ejemplo de Hispanoamérica. ¿No podrían estas zonas de precios más bajos cumplir el papel de subcolonias, como tan a menudo ocurre en Hispanoamérica: por ejemplo, Chile y Perú, ambas subcolonias de España, y sin embargo la primera subcolonia de la segunda? Vemos así cómo el desarrollo de la estructura económica dominante en los países metropolitanos en la época mercantilista podía generar el subdesarrollo: reduciendo el excedente económico de los países periféricos y fijando sus relaciones de producción en un arcaico tipo de coacción extraeconómica que retardaba todo proceso de diferenciación social y disminuía la amplitud de los mercados internos. Este tipo de relación de dependencia es, no obstante, muy diferente del que predominaría en la etapa específicamente capitalista de la expansión europea. Y aquí es donde surge el problema central. Porque si queremos mostrar que también en esta época el desarrollo genera el subdesarrollo lo que debemos probar es que el mantenimiento de relaciones de producción precapitalistas en las áreas periféricas es una condición inherente al proceso de acumulación en los países centrales. En este punto entramos en un campo en el que, infortunadamente, la investigación empírica es demasiado inadecuada para permitir llegar a ninguna conclusión definitiva; no obstante, creo que es legítimo formular un modelo teórico que establezca las variables en juego y la articulación de las mismas a la que la evidencia que poseemos parece apuntar. Este modelo teórico puede ser resumido en los siguientes términos. El proceso de acumulación de capital –que es el motor fundamental del conjunto del sistema capitalista– depende de la tasa de ganancia. Ahora bien, la tasa de ganancia está a su vez determinada por la tasa de plusvalía y la composición orgánica del capital. El ascenso en la composición orgánica del capital es una condición de la expansión capitalista, ya que es el progreso tecnológico lo que permite reconstituir el ejército de reserva y, en consecuencia, el mantenimiento de un bajo nivel de salarios. Pero, a menos que el aumento en la composición orgánica del capital esté ligado a un incremento más que proporcional en la tasa de plusvalía, se producirá una declinación en la tasa de ganancia. Esta tendencia es parcialmente compensada por movimientos del capital, de industrias con una alta composición orgánica a otras con una baja composición orgánica; de aquí surge una tasa media de ganancia que es siempre más alta que la que correspondería, en términos de valor, a las industrias tecnológicamente más avanzadas. No obstante, como un creciente aumento en la composición orgánica del capital total es inherente a la expansión capitalista, en el largo plazo sólo puede existir una permanente tendencia declinante en la tasa de ganancia. Estos son, desde luego, los términos en los que Marx formulaba su célebre ley. Como se ve, en este esquema que describe con bastante precisión las tendencias dominantes en un capitalismo de libre competencia resulta clave, para un sostenido proceso de acumulación, la existencia, en algún sector del sistema, de unidades productivas en las que la baja tecnología o la superexplotación del trabajo permitan contrapesar el efecto depresivo de la creciente composición orgánica sobre la tasa de ganancia, en las industrias dinámicas o de avanzada. Ahora bien, las empresas de las áreas periféricas están en condiciones ideales para representar este pa- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 pel. Tomemos el ejemplo de las plantaciones o de las haciendas. En ellas la composición orgánica del capital es baja –como acontece siempre en la producción primaria por comparación a la industrial–; la fuerza de trabajo está en general sujeta a formas de coerción extraeconómica características de los modos de producción feudal o esclavista; finalmente, en la medida en que existe el trabajo libre, es generalmente superabundante y, por consiguiente, barato. Si se probara, en consecuencia, que la inversión de estos sectores ha jugado un importante papel en la determinación de la tasa de ganancia, podría concluirse que la expansión del capitalismo industrial en los países metropolitanos ha dependido del mantenimiento de modos de producción precapitalistas en las áreas periféricas. Es en este punto, sin embargo, en el que la evidencia de que hasta ahora disponemos resulta sugestiva pero no concluyente. Si esta tesis resultara, en definitiva, probada, sería posible partiendo estrictamente de las relaciones de producción mostrar que el desarrollo genera el subdesarrollo y refutar, desde una perspectiva marxista, el tradicional esquema dualista. Volviendo, pues, a nuestra anterior terminología, podemos afirmar que el sistema capitalista mundial –que encuentra su principio regulador en la tasa media de ganancia producida por la interacción entre varias empresas– incluye, al nivel de su definición, modos de producción diversos. Porque, si nuestra argumentación anterior es correcta, el crecimiento del sistema depende de la acumulación de capital, el ritmo de esta acumulación depende de la tasa media de la ganancia y el nivel de esta tasa depende, a su vez, de la consolidación y expansión de las relaciones precapitalistas en las áreas periféricas. La gran insuficiencia en las teorías puramente subconsumistas es que interpretan la expansión externa exclusivamente como una respuesta a la necesidad de mercados y eluden, así, el hecho decisivo de que la explotación colonial, al contribuir a elevar la tasa media de ganancia, asegura la capacidad expansiva del sistema en el momento de la inversión y no sólo en el de la realización. Hasta aquí es hasta donde puede llegar un razonamiento puramente teórico. Las afirmaciones anteriores están sujetas a dos tipos de verificaciones empíricas. Sería necesario demostrar: 1) que durante el siglo xix el crecimiento en la composición orgánica del capital fue más rápido que el crecimiento en la productividad del trabajo; 2) que el capital invertido en los países periféricos jugó un importante papel en el mantenimiento de una adecuada tasa de beneficio en los países metropolitanos. Sólo la investigación empírica puede verificar si ambas condiciones existieron en la realidad. Por otro lado, si estas condiciones existieron en el pasado, sin duda que no se dan en el presente. El enorme incremento en la productividad del trabajo en la presente etapa del capitalismo monopolista –a consecuencia del cambio tecnológico– ha tendido a hacer antieconómica la superexplotación precapitalista de la fuerza de trabajo y a concentrar la inversión en los países centrales. Al mismo tiempo –y América Latina es un claro ejemplo de esto– la inversión imperialista ha tendido a desplazarse de sus tradicionales rubros hacia la producción de materiales estratégicos –el caso típico es el petróleo– o bien hacia la producción industrial. La naturaleza de las relaciones entre metrópolis y satélites –para usar la terminología de Frank– no es menos dependiente, pero se trata en todo caso de un tipo muy distinto de dependencia. Me parece más útil subrayar estas diferencias y discontinuidades que intentar mostrar la continuidad e identidad del proceso, desde Hernán Cortés hasta la General Motors. Volviendo, pues, al debate “feudalismo versus capitalismo”, creo que resulta claro 1956 - 1976 369 1966 - 1976 370 que sus protagonistas han confundido constantemente, a lo largo del mismo, los conceptos de modo de producción capitalista y de participación en el sistema capitalista mundial. Considero que la distinción entre estos dos conceptos no es una cuestión puramente académica ya que, si la argumentación anterior es correcta, permite aclarar importantes aspectos del conjunto de relaciones entre metrópoli y satélites. Por el contrario, equiparar a ambos sólo puede perpetuar el constante quid pro quo en el que se ha movido Frank. El comentario final sobre esta polémica puede, quizás, ser dejado al mismo Marx. En un célebre pasaje acerca de los economistas de su tiempo, hacía la siguiente reflexión que no ha perdido su relevancia: El primer estudio teórico del moderno régimen de producción –el sistema mercantil– partía necesariamente de los fenómenos superficiales del proceso de circulación tal como aparece sustantivado en el movimiento del capital comercial, razón por la cual sólo captaba las apariencias. En parte, porque el capital comercial es la primera modalidad libre del capital en general. En parte, por razón de la influencia predominante que este tipo de capital tiene en el primer período de transformación revolucionaria de la producción feudal, en el período de los orígenes de la moderna producción. La verdadera ciencia de la economía política comienza allí donde el estudio teórico se desplaza del proceso de circulación al proceso de producción. Fuente: Ernesto Laclau, “Feudalismo y capitalismo en América Latina”, en Carlos Sempat Assadourian et al., Modos de producción en América Latina, Cuadernos de Pasado y Presente, Nº 40, Buenos Aires, 1973, pp. 23-44. MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 INTELECTUALES Y REVOLUCIÓN. EL DEBATE EN NUEVOS AIRES Hacia fines de 1971 la revista Nuevos Aires reúne a un grupo de escritores e intelectuales de diversas corrientes del antiimperialismo revolucionario para discutir sobre un problema clásico de la tradición de las izquierdas, reactualizado en Latinoamérica por el “caso Padilla”: las relaciones entre los intelectuales y los movimientos revolucionarios. El debate será publicado por la revista con un título extraído de un dilema planteado por León Rozitchner en el desarrollo de la propia conversación: “Intelectuales y revolución: ¿conciencia crítica o conciencia culpable?”. Allí, Rozitchner, junto con Noé Jitrik, Ricardo Piglia, Marcos Kaplan, Mauricio Meinares y José Vazeilles debatirán sobre diversos aspectos de la cuestión, en un contexto nacional marcado por los efectos del Cordobazo y el crecimiento de distintas organizaciones políticas y revolucionarias. Nuevos Aires: Entendíamos en el Editorial del número 5 de la revista que a partir del episodio Padilla se había producido la actualización y “latinoamericanización” de un viejo e irresuelto problema: el de las relaciones entre los intelectuales y los poderes socialistas o los movimientos revolucionarios. Las dos posturas antagónicas más enfáticas asumidas frente a la cuestión nos suscitaban varias preocupaciones que podrían englobarse en una mayor: ¿existen en la teoría o en la práctica histórica, fuentes a las que podamos acudir para rescatar una posición revolucionaria justa frente a esos fenómenos? ¿Cabe una respuesta de los intelectuales revolucionarios que, sin ser extraterrenalmente crítica de los déficits del proceso de cambios, tampoco caiga en actitudes autodenigratorias o culpables? El interrogante que les planteamos, o el primero de ellos, sería entonces: Intelectuales y revolución: ¿conciencia crítica o concien- cia culpable?, aclarando desde ya dos cosas. La primera: que estos términos provienen del propio anecdotario de las discusiones más que de la suposición de que el problema se engendre únicamente en la conciencia individual de los intelectuales y fuera de la práctica social. Pues es precisamente en esta última adonde pretendemos que se exploren hoy las causas de esos desencuentros. La segunda aclaración: que la antinomia no es, claro está, disyuntiva, sino simplemente dirigida, como decíamos, al intento de desplazar con igual fuerza ambas posiciones en la búsqueda de un más riguroso y equilibrado ángulo de enfoque. Frente a casos como el de Padilla se asumen, casi siempre, dos tipos de actitudes. O una fácilmente condenatoria y totalizadora, que todo lo reduce a la creencia de que la deformación stalinista es ley del desarrollo en los países socialistas (punto que también proponemos para debatir), o una pos- 1956 - 1976 371 1966 - 1976 372 tura sumisa, acrítica, complaciente a todo lo que venga de la revolución, tal vez por provenir de una revolución a la que se cree no estar contribuyendo suficientemente como intelectuales revolucionarios (otro punto de discusión que sugerimos). Pensamos que ni la una –por su fatalismo, por su falta de especificidad, por su idealización de “la fiesta revolucionaria”–, ni la otra –por su minimización y olvido del papel que ha jugado el pensamiento crítico en el nacimiento y desarrollo del socialismo científico– ayudan a la revolución a corregir errores o a profundizar y difundir sus aciertos y logros. Sobre ambas hemos intentado elaborar una crítica, por supuesto inicial, por supuesto incompleta, en notas como la del número 4 (“Verdad y límites de ‘La segunda muerte de Ramón Mercader’”) o como el ya mencionado Editorial de nuestro último número. Pensamos también que el problema es nuestro, argentino. Y este es un tema que, de modo especial, quisiéramos que consideraran aquí. Aunque hasta ahora los episodios y la mayor parte de los debates hayan tenido lugar fuera del país, y aunque aparentemente en esta etapa política argentina ellos aparezcan lejanos, entendemos que nos son muy próximos. Por lo entrañable que es para la izquierda argentina la experiencia revolucionaria de otros pueblos, y particularmente del cubano; por la intencionada publicidad dada a los conocidos episodios; por la influencia que los enfrentamientos tienen sobre nuestra propia acción. Porque la “crítica sin alternativa” lleva a apagar la capacidad de rebelión de mucha gente al inducirla a pensar que cualquier poder revolucionario, por libertario que sea en sus comienzos, conduce de modo ineluctable a formas de burocratización, de represión, a violaciones del legalismo socialista, a deformaciones que se incubarían en la raíz misma del nuevo poder. Y se trata nada menos de un tema, el del nuevo poder, que hoy está en el orden del día de todas las organizaciones revolucionarias argentinas. Pero también la otra, la que llamamos “conciencia culpable” de los intelectuales, pone en tela de juicio las cualidades de ese nuevo poder al afincar en la sola esencia de la clase y no en su ideología su capacidad de derrumbar antiguos órdenes. Al reducir a un puro fetichismo y a un puro espontaneísmo lo que no puede ser otra cosa que rol consciente y orgánico de la clase o de las vanguardias. La disconformidad que establecemos con ambas posturas reconoce, sin embargo, un punto de partida que muchas veces queda oscurecido en la polémica: para nosotros se trata de diferencias entre revolucionarios con distintos puntos de vista en torno a esta y otras cuestiones, lo que no invalida para nada el hecho de que, por múltiples y difíciles caminos, se estén buscando desde esos sectores soluciones socialistas para nuestros países dependientes y también, en muchos casos, para los mismos países en tránsito al socialismo. Todos estos cuestionamientos y los que ustedes entiendan que de ellos derivan quedan en discusión. La revista intervendrá lo menos posible en ella, ya que lo que queremos es que la polémica se abra y circule, y no que se fijen o se subrayen posiciones, por otra parte, conocidas o verificables en nuestros distintos números. Además es justamente esa la intención que hemos satisfecho al invitarlos: la de que en conjunto contribuyamos a descongelar el debate de ciertos temas en la izquierda argentina, y pensamos que ustedes son suficientemente representativos de distintas corrientes antiimperialistas y revolucionarias de la intelectualidad como para que los bloques empiecen a moverse. Y el grabador si fuera posible, también. (…) MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 León Rozitchner: Partí de elaborar la conciencia culpable que no es devuelta no sólo por el sistema sino aun desde la izquierda misma. Te digo que el término “conciencia crítica” no basta como tampoco vale la oposición planteada entre incentivos materiales y morales: ambos quedan planteados dentro del dualismo que separa cuerpo y conciencia. Yo podría decirte: “cuerpo crítico” y no “conciencia crítica”. Porque en lo que sigo poniendo el énfasis aquí sería en eso. Creo que conciencia crítica solamente no basta, hasta que no pongamos de relieve la densidad de lo que tiene que ser criticado y que no es meramente a nivel de la crítica-crítica (por decirlo así), a nivel de la crítica especulativa. Es decir, encontrar el fundamento en el cual la relación con los otros aparece determinándonos una actividad. Creo que eso, a nivel de una izquierda represiva, es jodido. Es decir, no pueden aparecer todos los contenidos que forman parte de nuestra realidad a transformar. Por eso cuando Piglia señalaba la distancia en el intelectual como meramente burguesa, como dándose sólo en la burguesía, donde el individuo es considerado fuera del sistema, loco o niño, creo que hay que reivindicar esa distancia como también posible –si querés– dentro del campo de la izquierda. Creo que la distancia, a veces, es necesaria dentro del proceso que se está dando para reivindicar una capacidad de integración y elaboración de contenidos que la izquierda no puede contener todavía, y que tal vez, entra a formar parte de ella a pesar de que ella no lo quiera. Por lo tanto, la mera definición que se me asigna a mí por el hecho de participar de un partido político como constituyéndome en revolucionario, no basta para definir el papel de un intelectual revolucionario. Pero tampoco la inversa es verdadera. Marcos Kaplan: Estoy de acuerdo con vos, pero lo enfatizaría más en una cosa que estoy tratando de decir todo el tiempo. No hay una izquierda, hay varias izquierdas porque además no hay una clase homogénea. Tenés varias clases y ninguna de ellas es homogénea. Todas ellas tienen una conciencia parcializada de la realidad. De manera que lo que empieza a emerger son concepciones parciales que en el mejor de los casos podés llegar a integrar en un campo de lo más abierto y de lo más flexible posible, a partir del cual se puede elaborar lo que va a ser la racionalidad última en una etapa determinada, pero que no está predeterminada por nadie. Ricardo Piglia: Me parece buena la diferencia entre cuerpo y conciencia, lo que digo es que la única manera de resolver esa contradicción es ligarse a las organizaciones revolucionarias. Kaplan: Vos estás descartando lo que él insiste mucho y que yo comparto plenamente. Es decir, en la medida en que lo que se atribuye el rol de vanguardia revolucionaria lo es realmente. Piglia: Esa es una discusión posterior. Kaplan: No es posterior. Piglia: Hay una cuestión previa. Es si el intelectual se tiene que ligar o no a las organizaciones revolucionarias para realizarse como intelectual revolucionario. Kaplan: Pero, cuando decís las organizaciones revolucionarias estás enfatizando un aspecto y dejás otros de lado. Hay una serie de componentes críticos y de elaboración de modelos de acción que están limitados o suprimidos. Rozitchner: Quiero enfatizar claramente esto: lo que estoy diciendo no excluye la experiencia y la necesidad del acercamiento: antes bien, la presupone. Lo que hace es incluir dentro de esa necesidad la otra posibilidad como formando parte también de ese proceso, puesto que es real. Si vos lo preestablecés como una forma de ida, yo te lo acepto: es necesario integrar 1956 - 1976 373 1966 - 1976 374 un organismo revolucionario. Pero siguiendo la forma de la vuelta, yo entonces te lo rechazo. Si vos decís que el tipo que va tiene que permanecer sin poder salir, entonces no te lo puedo aceptar. Vos lo podés dar como un eslogan: hay que entrar, pero eso también es acrítico porque no tiene presente las condiciones en las cuales el proceso se da: ¿dónde entrar? ¿Cómo entrar? Piglia: La única manera de romper con eso que vos llamás el cuerpo de derecha, la única manera de romper con la ideología de la separación es ligarse al movimiento político revolucionario. Rozitchner: De acuerdo. Ese es el punto de partida, pero, ¿cuál es el ligamen del militante con el movimiento político? Estamos hablando de las dificultades para hacer posible tu afirmación, que es también mía. Kaplan: ¿Cuál es el movimiento político revolucionario? Rozitchner: Es como el internacionalismo. Vos tenés que elegir entre cierto internacionalismo, yo elijo el internacionalismo chino o elijo el soviético. Piglia: Yo te hablo de lo que pasa acá después del Cordobazo, la situación que se da, las organizaciones revolucionarias que surgen. Rozitchner: Veamos esa situación concreta, porque Kaplan dice: ¿cuáles son las organizaciones revolucionarias? Veo detrás de eso una postura escéptica. Kaplan: Veo una reivindicación de la pluralidad, se está dando pluralmente el asunto. Piglia: ¿Vos qué proponés para ligarte como intelectual? Esa es la pregunta que estuve haciendo durante toda la discusión. ¿Qué propuestas tenés aparte de la crítica? Kaplan: Yo digo que hay niveles múltiples, y ninguno puede asumir la totalidad porque ninguno es omnipotente. José Vazeilles: Creo que en este momento se ve una cosa clara. A mí la receta de Piglia me parece unilateral y en cambio me parece que lo que dice Rozitchner responde mucho más a la realidad. Hablo desde mi perspectiva personal, y no estoy dispuesto a integrar ningún grupo político. Y, creo que además, como yo hay no centenares sino miles de tipos en el país, entonces, creo que este problema no lo podemos discutir en términos abstractos. Es decir, planteado en términos abstractos como está, lo que dice Rozitchner responde mucho más a la realidad argentina, a la realidad actual, de 1971. Y a cómo está planteado el problema del movimiento revolucionario en el país. Creo que si nos disponemos a avanzar en este plano, tenemos que referirnos a eso concretamente. Rozitchner: Yo diría lo siguiente: entre lo que propone Piglia y lo mío hay un camino a recorrer para que el que no está militando en una organización política, pueda hacerlo. Entonces, creo que la organización política tiene que poder hacer surgir (si vos querés) y movilizar todos los contenidos como para que quien está fuera de la organización encuentre un lugar donde militar. Es decir, que si estamos tratando de elaborar un camino, es decir, estamos haciendo un tránsito, ese tránsito lo doy por acabado, cuando me niego a reconocer sus dificultades. Entonces no es tránsito, es salto. Pienso que el tránsito es bastante complejo. Y que hacer el tránsito como muchos lo hacen, a nivel de meras definiciones ideológicas, no me garantiza a mí la verdadera movilización de ese tipo en el proceso revolucionario. El hecho es que ves entrar al tipo y salir. Algunos grupos revolucionarios de izquierda son tubos. (…) Piglia: Hay un problema teórico que acá se está discutiendo. O, por lo menos, es el que yo quiero discutir: de qué manera se liga un intelectual a la revolución. Un intelectual se liga a la revolución ligándose con las organizaciones revolucionarias. Esa es la posición MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 que tengo. Este me parece el núcleo teórico. Después podemos discutir si existen o no existen. Vazeilles: Creo que aquí no podemos reducir tampoco el problema a los intelectuales. Yo por lo menos digo que el problema de los intelectuales no se reduce al problema de los intelectuales, sino a la participación de mucha gente más. Rozitchner: Yo quisiera plantear esto. Hagamos una comparación entre un intelectual que está en una organización revolucionaria produciendo intelectualmente y otro que no está. Y si vos me podés decir que a ese tipo que está lo podés comprender como más productivo del que no está… Piglia: Yo te digo que Rodolfo Walsh trabajando en la CGTA, es un ejemplo de un intelectual que se liga al movimiento político. O David Viñas es otro ejemplo de intelectual que se liga con un trabajo político. Y me parece que son dos de los intelectuales que más están haciendo por la cultura argentina en este momento. Rozitchner: Si habláramos realmente de lo que David podría hacer, sumergiéndose en la problemática que lo liga a la realidad más allá de los esquemas en los cuales puede encontrar también ubicación política, yo digo que a veces, hay una radicalidad que también se abandona cuando se pasa a una organización política. Yo te matizo todo esto. Piglia: Yo en cambio no matizo. Rozitchner: Yo lo matizo y te digo, generalizando, que la posibilidad se da, y también se da como excusa y se da como intento de justificar algo. Piglia: Lo que pasa es que vos me leés esquemáticamente. Rozitchner: Lo que pasa es que vos estás leyendo esquemáticamente lo que yo digo. Piglia: Lo único que he hecho es proponer un modelo de relación y me has pedido quién y te contesté. Rozitchner: Como modelo en el cielo de los modelos lo ponemos. Porque encuentro intelectuales que están trabajando en el proceso… Piglia: Vos leíste ¿Quién mató a Rosendo? Es una obra que nace de la práctica política de Walsh, y es una de las obras más importantes (a mi juicio) de la última literatura argentina. Abre perspectivas teóricas, es a la vez literatura de testimonio y se puede leer como una novela, como un panfleto, como un análisis político y está ligada directamente a su trabajo en la CGTA, y fue publicada originariamente en el periódico de esa organización Noé Jitrik: Habría que ver hasta qué punto esta obra cumple con los requisitos que dice Piglia. Como documento es por cierto de una utilidad sensacional, es una apertura muy grande. Piglia: Es uno de los mejores libros de narrativa que leí en ese año. Jitrik: Cómo ese año. ¿Este es un club de libros? Rozitchner: Yo no quiero hablar de los demás. Yo acá estoy exponiendo mi posición frente a un problema real. Lo poco que he podido hacer en función del conocimiento, de críticas en la izquierda, ha nacido justamente participando de un partido político. Pero estando atento a lo que pasaba en la política, hay otros canales para percibir la realidad que no tienen por qué ser específicamente un grupo político. Estoy partiendo de lo dado para llegar a otra cosa: la participación en el proceso revolucionario. Si te ponés en esto y tratás de comprender el fenómeno que se da, yo entonces entiendo: perfecto, vamos a lo otro. Pero, al mismo tiempo, es cierto que entre la conciencia culpable y la conciencia crítica hay algo para rescatar, sin lo cual yo perdería la conciencia crítica. Piglia: Creo que no se entiende la cuestión en los términos en que yo la quiero plantear. Estoy diciendo que a mi juicio para resolver el 1956 - 1976 375 1966 - 1976 376 problema entre los intelectuales y la revolución, el intelectual se tiene que ligar con una organización revolucionaria. Y se tiene que ligar con una organización revolucionaria de acuerdo a una serie de prácticas específicas que se articularán con las prácticas de esa organización. Rozitchner: De acuerdo, lo comparto plenamente. Pero ahora se trata de prácticas que llevan al fracaso o al éxito. Entonces, suponé que esa práctica nos lleva al retiro momentáneo, pasajero, de un grupo político. Piglia: Lo que pasa es que acá se hace una lectura esquemática de lo que estoy diciendo. De todos modos lo que quiero es dejar clara esta posición. Kaplan: ¿Por qué no analizás la posibilidad de que tu pensamiento sea esquemático? Porque los demás hacen una lectura esquemática de un tratamiento que es muy rico, pero vos tenés una lectura rica de un pensamiento que es esquemático. Piglia: Seguramente que es esquemático, no defiendo la flexibilidad de mi pensamiento para nada. Lo que quiero que quede claro, lo que quiero esquematizar es esto: a mi juicio la resolución del problema de los intelectuales y la revolución se plantea a nivel político, en las relaciones de ese intelectual con las organizaciones revolucionarias. Lo contrario de eso es lo que yo llamaba “el aislamiento y la separación”. Es el independentismo, el francotirador, la resolución moralista, individual. Kaplan: Marx, por ejemplo. Piglia: Marx estaba ligado a la Liga de los Comunistas. Kaplan: Yo te doy un ejemplo, Marx tiene una carta a Engels donde reivindica el derecho a separarse de las organizaciones, a recuperar la independencia crítica mientras los otros pierden el tiempo. Mauricio Meinares: Pienso que es el elemento fundamental de la constitución de la incorporación al Manifiesto Comunista: es una organización de hombres libres que tienen el derecho a incorporarse y salir de esa organización. Piglia: ¿Quién puede negar ese derecho? Meinares: Lo que pasa es que es suficientemente dúctil pensar que no solamente vinculado a un organismo político concreto un hombre puede realizar el encuentro del intelectual con la revolución, sino que aparte hay otros tránsitos en los cuales también el intelectual sin estar vinculado concretamente a un partido político, a una vanguardia política, puede contribuir al proceso de la revolución. No es excluyente. Kaplan: En lo que dice Piglia hay un supuesto: organización revolucionaria es a la que yo me incorporo porque considero que es revolucionaria, es una autodefinición. Piglia: No. Cuando empecé hice una especie de despliegue de posiciones políticas que iban desde los grupos armados, hasta los grupos que trabajaban en el peronismo revolucionario, hasta la izquierda que trabaja en el proletariado sin hacer en ningún momento ningún tipo de distinción, ni de elección. Lo que planteé aquí es el problema teórico de la relación de la práctica específica del intelectual, la práctica en la cultura y la resolución de la lucha de clases en ese campo. Rozitchner: Claro, que si ese es el planteo teórico tiene que contener necesariamente la realidad, que se expresa como teoría. Es decir, que lo que estoy planteando yo también tiene que estar contenido en la expresión teórica, porque si no… Piglia: Acá, lo que hay es una discusión que se plantea en términos que yo no termino de entender. (…) Vazeilles: Yo creo que para mí queda claro que continuás funcionando en un esquematismo que no se hace cargo de la realidad concreta. Porque este problema no se puede MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 discutir en términos exclusivamente teóricos, sino en términos de la realidad concreta que se está moviendo en este momento del movimiento revolucionario en la Argentina y dónde se pueden insertar los intelectuales. Porque si no tenemos ese movimiento concreto, la discusión es totalmente abstracta. En este sentido creo que hay una reivindicación de carácter político que debe signar todo tipo de planteo que hagamos con relación a los intelectuales y partido y muchos otros problemas: partir del reconocimiento del pluralismo necesario y evidente en este momento del desarrollo revolucionario en el país. Y hacer, desde el puesto en que uno esté, un combate cerrado contra todo sectarismo. ¿Qué significa? No negar ninguno de los esfuerzos que se están haciendo, y por eso me parece muy bien lo que dice Rozitchner sobre Viñas a lo cual después se le podrían adosar críticas. Y a lo cual tiene derecho todo el mundo en este momento, porque no hay vanguardia constituida absolutamente para nada. Por ejemplo, el nivel en que está hecha tu referencia al Cordobazo, supongamos, a mí también me resulta esquemática. Porque hay que ver lo que bulle adentro del Cordobazo. Y qué es lo que está pasando. Voy a citar dos cosas: el drama que tienen los dirigentes de izquierda de los sindicatos más radicalizados de Córdoba; una línea política teóricamente revolucionaria en el plano de la revolución en general, un reconocimiento concreto de hecho de su acción como delegado frente al conjunto de los compañeros, y una falta de táctica sindical para unir las dos cosas. Primer y gravísimo problema. Ese es el hecho del Cordobazo que tenemos que ver. No es que las masas se levanten o no. Yo estoy de acuerdo con todo lo que se dijo de que se produjo un cambio cualitativo en la situación argentina y que entre otras cosas lo voltearon a Onganía. Realmente ha sido un hecho capital en nuestra historia, pero a partir de ese hecho hay un montón de vacíos a llenar. Y segundo, recuerdo la discusión que el año pasado tuvo Ongaro con los curas del Tercer Mundo en Córdoba, son personas que no hay que despreciar para nada: movilizan masas. El planteo estaba hecho en términos bastante similares a lo que es esta discusión. Porque Ongaro les planteaba por qué no se constituían rápidamente en direcciones como la de los grupos de izquierda y hacían rápidamente por arriba una coordinación y se fundaba una vanguardia en la Argentina. Ongaro continuamente tiene muchos planteos superestructuralistas en materia organizativa. Y los curas le contestaron con una precisión absoluta acerca de cuál era el estado real de los grupos que se pretenden revolucionarios en la Argentina y por qué ellos no podían constituir una dirección nacional y juntarse con él, porque no iba a ser vanguardia un pito. Porque ellos están en la real praxis de las parroquias, trabajando con los obreros, y Ongaro se ha movido constantemente en un planteo superestructural, sin negar todos los valores que puede haber tenido (entre ellos el de ser un excelente propagandista del socialismo, a nivel de hacerle comprender a los obreros de base el significado del socialismo). Creo que están en un planteo muy correcto: negarse a constituirse en vanguardia e ir concientizando desde atrás. Después, los desarrollos ulteriores que pueden ser objeto de crítica. Es un problema político real y a partir del cual tendría que ubicarse a los intelectuales, porque existe la otra experiencia, que es la de la frustración tremenda que ocasiona a un montón de militantes la pertenencia a los grupos. Piglia: Por un lado creo que el error era de Ongaro y no de los curas. Por otro lado los curas del Tercer Mundo me parecen un buen ejemplo de intelectuales ligados a lo que yo llamo “movimiento político”. ¿Creés que los 1956 - 1976 377 1966 - 1976 378 curas del Tercer Mundo no están ligados a las organizaciones políticas como intelectuales? Vazeilles: Pero, lo que hacen muy bien es negarse a adherir a una determinada posición estratégica, cosa que aún no puede hacer mucha gente. Aparte de eso creo que puede hacerse una crítica al significado y a los límites que tiene la adhesión al peronismo de los intelectuales y de gruesas capas estudiantiles, que va a provocar una explosión a corto plazo y que es sumamente criticable; porque, justo en el momento en que el peronismo está yendo a la conciliación con el sistema, se agudiza la mística peronista y va perdiendo en muchos grupos todos los contenidos racionales que tenía el esquema peronista. Eso hay que verlo muy bien porque el fenómeno del peronismo es el paralelo, en el plano de la izquierda, de vestirse con camisetas extranjeras. Poner algún tipo de camiseta justificatoria que está por fuera de la efectividad real, como grupo político, en un pedazo de historia argentina. Hacen exactamente lo mismo. Cuando uno analiza las discusiones que existen entre los peronistas y los grupos de izquierda ve discusiones de rivalidad burguesa, a ver quién se legitima más por elementos extraños a la propia praxis que están desarrollando continuamente. Pero sin negar que en cada uno hay elementos válidos de praxis. (…) Jitrik: Creo que el tema de los intelectuales que tienen que estar en una organización revolucionaria me da la impresión de que retoma algo más de fondo, a saber, la situación de los intelectuales a partir de todo el proceso que se ha dado en el socialismo, pero situación internalizada, más o menos según esta traducción muy esquemática que propongo, los intelectuales que comprenden su ineficacia por el hecho de estar fuera de los organismos políticos, tienen que reivindicarse, de una vez por todas, y entrar en los organis- mos políticos. Es decir, deben asumir el papel que yo sostengo que les ha sido impuesto a partir de un cambio de situación política en la URSS, en el año 1924 con la muerte de Lenin. Pareciera que ese papel se ha consustanciado con el ser del intelectual cuya única forma de reivindicarse ahora, es justamente aceptarlo plenamente y entrar en esa relación de dependencia. El problema de entrar en las organizaciones políticas no es sólo un problema de los intelectuales, sino de eficacia, ineficacia e inmadurez o de desgaste; en fin, de todas las cosas que se puedan o no se puedan hacer, limitaciones todas que no hay por qué achacar sólo a los intelectuales, sino también a toda la izquierda, pero más aún a la situación que vive la izquierda en un país que vive como la Argentina, con sus contradicciones y sus imposibilidades; que habría que estudiar más históricamente y no sólo en relación con lo que está pasando ahora y a partir del Cordobazo; si bien es cierto que el Cordobazo cambió muchas cosas en el país no pocos conflictos que marcan manifestaciones producidas en todos los campos vienen de la época de Rivadavia. Son esquemas que se van reproduciendo y que no terminan de ser elaborados, pero que adquieren algo así como ropajes, o cosas por el estilo que los disfrazan. Creo entonces que si la izquierda tiene genéricamente una “situación” deficitaria, no se puede pretender sino que las organizaciones revolucionarias puedan ser múltiples experiencias válidas todas de revolución. Hay que admitir ese pluralismo como una necesidad correlativa de las posibilidades de concretar organizaciones por parte de los sectores más esclarecidos. Pero el problema es para todo el mundo, es decir, para todo aquel que tenga una conciencia de algo y no sólo para el intelectual. Si se lo plantea y se lo especifica en el intelectual se está recuperando una escisión que ha sido muy consagrada y que ha dado ya resul- MANIFIESTOS POLÍTICOS ARGENTINOS 1966 - 1976 tados muy nefastos; volver a aceptarla sólo sirve, me parece, para recuperar una ausente buena conciencia, gesto que caracteriza o define al compañero de ruta. En ese sentido yo comparto lo que decía Vazeilles acerca del desnudamiento, concepto aplicable no sólo a los intelectuales sino para todos los que habían hecho una experiencia política. Creo que es algo que uno tiene que terminar por asumir francamente de modo que si en determinado momento, en tanto intelectual no tiene demasiadas respuestas que ofrecer, pues que pueda no ofrecerlas sin sentirse el más inepto de los impotentes, envidioso y enceguecido frente a los que parecen tener respuestas sin descanso. Pero que no busque caminos indirectos por los cuales parezca ofrecer respuestas que no serán más que repeticiones del esquema burgués en el que se sigue dando buena conciencia. Rozitchner: Y que por lo tanto implican el ocultamiento de aquello que no puede mostrar. Jitrik: Es decir, yo soy intelectual y eso ¿qué ventaja me da frente a un dirigente exclusivamente político lúcido? Ninguna ventaja, yo no tengo ningún privilegio en tanto revolucionario, en tanto intelectual trabajo como puedo con los elementos que la realidad me propone y esto hace que de pronto pueda tener una determinada opinión sobre las cosas y de pronto pueda llevar esa opinión a una militancia mucho más definida y mucho más clara en tanto político. Pero, si volvemos a plantear la cuestión de la responsabilidad de los intelectuales, creo que volvemos a los términos viejos y un poco cristalizados del problema, que es lo que a mí me crea esta sensación de cosa compulsiva que viene de afuera y en la que uno no termina de integrarse. Porque no es la integración real que puede producirse para que realmente la revolución progrese. En cambio, como tipo que anda suelto (cosa que no reivindico, no es una ventaja ni un privilegio), pienso que se trata de una situación global en virtud de la cual no se puede realizar ese pasaje con la facilidad y la fluidez que sería de desear. En tanto tipo suelto, por ahí puede ser capaz de articular una hipótesis que sea válida para los otros. Mientras que metiéndose compulsivamente en algo que no surge de un proceso por ambas partes, puedo estar simplemente forzando estridentemente la marcha y diciendo cosas que no le sirven a nadie y que por empezar no me sirven a mí. Esto es un esquema de lo que siento yo. Ante todo, la necesidad de volver a situar las cosas a partir de uno mismo es como uno puede plantearse este tipo de cosas. Rozitchner: Además, hay que tener presente esto, Piglia: que a pesar de todo, nosotros tenemos de alguna manera una participación y una adhesión a los objetivos de la revolución desde hace muchos años. De modo tal que frente a gente que ha entrado y salido de los partidos políticos uno puede de alguna manera afirmar una consecuencia en el proceso que no viene avalado sólo por el hecho de estar continuamente en una organización: se entró, se salió, se debe volver a entrar. Yo creo que ese fenómeno tiene que reivindicarse como formando parte del proceso de convergencia hacia el partido revolucionario. Piglia: Quería poner el énfasis en lo que yo llamaba la “nueva situación” que se produce en la Argentina a partir del Cordobazo, con la profundización de la lucha de clases, se empiezan a ver nuevos problemas, la problemática teórica de la estrategia de la revolución y el problema de los intelectuales, y el problema de la cultura, pegan un viraje. Las respuestas a esa nueva problemática deben ser nuevas, me parece que hay que empezar a producir respuestas nuevas para esta nueva situación. En este sentido las hipótesis que propongo están ligadas al problema que la revista planteó, intelectuales-revolución, 1956 - 1976 379 1966 - 1976 380 porque yo tengo un gran respeto por los intelectuales que no van a estar entre las organizaciones revolucionarias, los intelectuales, digamos así, “progresistas”, antiimperialistas, que no se plantean como eje el problema de la revolución y la política del proletariado. Del mismo modo que no incluía en el análisis el problema de práctica específica, la posibilidad que desde una práctica específica se pongan en tela de juicio los modos de producción burgueses, y que es una cuestión distinta. Yo, lo que digo es, ¿cómo planteó la discusión la revista Nuevos Aires?: relación intelectual-revolución. Yo, digo, primera situación: con el Cordobazo en la Argentina se ha producido un salto cualitativo; para considerar el problema de la cultura, de los intelectuales es necesario tener también en cuenta el problema de Sitrac-Sitram, el problema de los grupos armados, el peronismo de base, la izquierda revolucionaria que trabaja en la clase obrera. De allí que, a mi juicio, sea únicamente a partir de esta nueva situación como vamos a poder realizar nuestra práctica específica articulada con otras prácticas como una instancia concreta de la lucha política. Desplazaría el problema de la conciencia y lo pondría en términos de práctica. No me preguntaría el problema de la conciencia, me preguntaría el problema de la práctica social. Es decir, no me parece que el problema de la conciencia sea el eje sobre el cual tengamos que poner la discusión. Yo diría que esa pregunta está mal planteada. (…) Kaplan: Hay cosas que me parecen curiosas. Algunas cosas que vos decís me hacen acordar a Althusser con la ruptura epistemológica. Un poco la