Movimientos sociales en Bolivia: de la fuerza al

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& Oxford University Press and Community Development Journal. 2010
Todos los derechos reservados. Para permisos, enviar un e-mail a
journals.permissions@oxfordjournals.org
doi:10.1093/cdj/bsq028
Movimientos sociales en Bolivia:
de la fuerza al poder
Ann Chaplin *
Resumen Este artı́culo sigue de cerca el desarrollo de las organizaciones
sociales en Bolivia, y explora algunos de los factores clave que
llevaron a los indı́genas excluidos y a sus organizaciones de la
marginalidad a los corredores del poder. La autora identifica las
prácticas colectivas indı́genas, la experiencia del movimiento sindical
minero y la participación en el gobierno local como factores crı́ticos
en la transformación de los movimientos sociales bolivianos. Estos
factores favorecieron la resistencia coordinada en contra de las
reformas neoliberales introducidas a partir de 1985, y contribuyeron
con el nuevo papel polı́tico proactivo de las organizaciones sociales.
La autora hace un recuento de cómo esta resistencia llevó al
derrocamiento del presidente titular y al ascenso al poder de un lı́der
indı́gena. Finalmente, el artı́culo considera el papel que los
movimientos sociales desempeñan en el proceso de cambio que tiene
lugar hoy en Bolivia.
En octubre de 2003, el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, uno de los
principales autores de las reformas neoliberales en Bolivia, se vio forzado
a huir del paı́s en medio de una revuelta de organizaciones sociales que
exigı́an su renuncia. A partir de mediados de los años ochenta, los gobiernos neoliberales habı́an tratado de debilitar las organizaciones de la sociedad civil una tras otra. Sin embargo, frente a las injusticias y la exclusión
continuas, la gente apeló a sus organizaciones sociales para articular sus
demandas. En enero de 2006, Evo Morales Ayma se convirtió en el
primer presidente indı́gena de Bolivia, con el respaldo de los movimientos
sociales. En un paı́s en el que la mayorı́a de la población es de origen
*e-mail: achaplin@megalink.com
Community Development Journal
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Ann Chaplin
indı́gena, pero en el que ser indı́gena era sinónimo de pobreza y exclusión,
éste fue un momento histórico sin precedentes.
Este artı́culo considera los factores que se conjugaron para dar lugar a ese
cambio extraordinario y que llevaron a la población de origen indı́gena y
popular a los corredores del poder, reflexionando, en particular, sobre la
transformación del papel de los movimientos sociales bolivianos, de la presentación de demandas dispares ante el gobierno, a un papel polı́tico más
coordinado y proactivo. Finalmente, el artı́culo explora el papel que los
movimientos sociales desempeñan en el proceso de cambio que tiene
lugar en Bolivia en la actualidad.
Desarrollo de las organizaciones sociales en Bolivia
Por muchos siglos, Bolivia ha dependido de la exportación de materias
primas (primero plata, luego estaño, y ahora gas natural) para alimentar
el desarrollo industrial y financiero de otros paı́ses de Europa y Norteamérica. El escritor uruguayo Eduardo Galeano habla de un puente de plata
que pudo haberse construido sobre el Océano Atlántico con la plata que
se llevaron los españoles del pueblo minero de Potosı́ en Bolivia
(Galeano, 1997). Cuando la industria del estaño colapsó en los años
ochenta, la producción de coca adquirió un lugar prominente en la economı́a boliviana. Por siglos, la gran mayorı́a de los bolivianos habı́a vivido en
condiciones semifeudales; algunos trabajaban en las minas, otros en
grandes fincas, y los indı́genas vivı́an en las tierras más pobres. Sin
embargo, la revolución popular de 1952 que involucró a mineros, campesinos y ciertos sectores de la clase media, trajo consigo cambios importantes.
Llevó a la nacionalización de las minas, a la reforma agraria y al derecho al
voto para los campesinos y las mujeres.
Las organizaciones sociales en Bolivia, como en muchas regiones de los
Andes, se basan principalmente en valores y prácticas indı́genas y campesinas. El individuo y la comunidad tienen una relación muy cercana: los
individuos contribuyen con el bien colectivo mientras que se benefician
de la colaboración con los demás. Una familia o un individuo normalmente
ayuda a otros a arar la tierra o a recoger la cosecha. A veces, comunidades
enteras trabajan en conjunto para despejar rutas de acceso, excavar canales
de agua o transportar la cosecha o para ayudar a otras comunidades, y el
favor se devuelve a la postre, en ciertos casos hasta décadas después. Las
decisiones importantes de la comunidad se toman de manera colectiva,
incluso en temas relacionados con el candidato por quién votar en las elecciones.
Sin embargo, fue la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de
Bolivia (FSTMB), establecida en 1944, la que por décadas formara la
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columna vertebral de las organizaciones populares bolivianas y brindara
liderazgo a la Central Obrera Boliviana (COB), la confederación sindical
de trabajadores establecida tras la revolución de 1952. La COB ha sido
única en América Latina, ya que representa un espectro de organizaciones
sociales de varias clases sociales, y abarca una amplia variedad de posiciones polı́ticas, no sólo la de un partido. Los mineros solı́an reunirse con
campesinos, trabajadores de fábricas, profesores, trabajadores del sector
de la salud y el transporte, vendedores callejeros, estudiantes universitarios
y grupos culturales. Sus demandas tenı́an que ver a menudo con el mejoramiento de las condiciones laborales básicas y los derechos de sus miembros, pero eran consistentes en las medidas que tomaban para defender sus
derechos polı́ticos; en repetidas ocasiones la COB y la Federación de
Mineros se enfrentaron con los gobiernos dictatoriales.
En las últimas décadas, también se han dado cambios demográficos significativos. La mayorı́a de la población es de origen indı́gena (un 62% se identificaron como tal según el censo de 2001) y vive tradicionalmente en zonas
rurales (un 38% según el mismo censo), aunque un número cada vez mayor
ha abandonado el campo. Los indı́genas que migraron a las ciudades se llevaron consigo valores y tradiciones firmes, propios de las comunidades
rurales. Las comunidades indı́genas tienen tradiciones organizativas
fuertes que difieren entre las zonas altiplánicas y los llanos. Los grupos indı́genas de las zonas montañosas se han organizado principalmente de dos
modos. Por un lado, la Revolución de 1952 provocó reformas agrarias mediante las que los campesinos recibieron pequeños terrenos, en muchos
casos recobrados de manos de los grandes hacendados. Los campesinos
entonces adoptaron una forma de organización basada en la de los sindicatos de trabajadores: el sindicato agrario. Este último se organiza desde el
nivel comunitario hacia arriba, donde eligen los miembros que participarán
en las federaciones locales y regionales. En 1979, con el respaldo de la COB,
se creó la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de
Bolivia (CSUTCB), reunió el movimiento campesino bajo el liderazgo de
Genaro Flores (quien quedó discapacitado como resultado de un disparo
después del golpe militar de 1980). Esta organización nacional puso fin a
los muchos años de manipulación que a partir de 1952 sufrieran los
lı́deres y las organizaciones campesinas por parte del principal partido
gobernante -el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)- y de los
dictadores que rigieron el paı́s en los años sesenta y setenta.
Los sindicatos agrarios suplieron una forma de organización rural que
data de la época precolonial. El ayllu reúne familias de un grupo de comunidades en una organización que ha sido tradicionalmente responsable por la
defensa de las fronteras territoriales y los recursos, la producción agrı́cola, y
la justicia comunitaria. Bajo el dominio colonial español, los lı́deres de los
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ayllus eran los responsables regionales de la ley y el orden y del pago de los
tributos a la corona española. El aniversario 500 de la invasión española en
1992 provocó el resurgimiento del orgullo indı́gena, impulsando a los
ayllus que todavı́a existı́an a reorganizarse y reafirmarse. En 1997, se estableció una organización nacional de ayllus para representar sus intereses.
Las organizaciones indı́genas de los llanos, por su parte, tienen una historia
bastante diferente. La región de los llanos orientales que hace 60 años parecı́a
estar vacı́a (a excepción de algunos colonos que vinieron de las tierras montañosas e inmigrantes extranjeros que llegaron atraı́dos por las vastas extensiones
de tierra cultivable), son el hogar de más de 30 naciones indı́genas. Estos
grupos son muy variados, desde tribus amazónicas con poco contacto con el
mundo exterior, hasta los Guaranı́es que fueran “protegidos” por muchos
años de las influencias externas por las misiones jesuitas en la región. A
partir de los años setenta, las ONG empezaron a trabajar con grupos indı́genas,
en particular en Santa Cruz, en temas de derechos y empoderamiento. En 1982,
cuatro organizaciones indı́genas establecieron la Confederación de Pueblos
Indı́genas de Bolivia (CIDOB). En 1990, los grupos indı́genas de los llanos llevaron a cabo la primera de varias marchas para presentar sus demandas en La
Paz, en especial aquellas relacionadas con la propiedad de las tierras. Desde
entonces, se han convertido en actores polı́ticos bien organizados, pero diferentes a sus equivalentes en el Altiplano y valles andinos.
Las reformas neoliberales socavan las organizaciones
sociales
El año 1985 trajo un cambio de gobierno volviendo el MNR, partido promotor de la revolución nacionalista y estadista de 1952, al poder con intenciones neoliberales. Las medidas extremas de ajuste de ese año, seguidas
por el colapso del precio del estaño, resultaron en un éxodo de las minas.
El cierre de la mayorı́a de las minas administradas por el Estado obligó a
27.000 mineros y a sus familias a dejar sus trabajos y sus hogares para buscarse una nueva vida en otra parte. Algunos fueron a las principales ciudades a buscar trabajo, mientras que otros volvieron a trabajar la tierra.
Muchos migraron a los trópicos (Chapare) en donde el cultivo de coca
ofrecı́a una forma alternativa de sustento.
El efecto en las organizaciones populares fue desastroso. Con la reducción
de mineros a unos pocos, que quedaron a cargo de mantener algunas de las
minas, la influencia del FSTMB colapsó. Además, dado el peso del sindicato
de mineros en la COB, ésta se vio bastante debilitada. Las organizaciones
sociales no fueron capaces de contener las reformas económicas y polı́ticas
que siguieron y que tenı́an el objetivo de reducir la participación del Estado
en la economı́a y en los beneficios de bienestar social, privatizando y ven-
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diendo industrias nacionales estratégicas y abriendo el paı́s al mercado libre.
Bolivia terminó importando comestibles baratos: los huevos venı́an de Chile
y hasta las papas se traı́an de Argentina y Perú. Los productores bolivianos
se vieron obligados a rebajar considerablemente sus precios. El precio que se
pagó a nivel social fue muy alto y los niveles de pobreza aumentaron. El
censo de 2001 muestra que sólo un 16% de la población tiene sus necesidades
básicas satisfechas. Gran parte de la población apeló a actividades informales
para sobrevivir, y las organizaciones basadas en las relaciones laborales
dejaron de ser el catalizador principal de las organizaciones sociales.
Las reformas abren la puerta a nuevas formas de
organización
Como parte de su programa de reformas estructurales de mediados de los años
noventa, Sánchez de Lozada introdujo en 1994 la ley de “Participación
Popular” que buscaba la descentralización de un 20% del presupuesto nacional en más de 300 municipios. Las organizaciones sociales locales participarı́an
en las decisiones de planeación del uso de los recursos y en la fiscalización de
su uso por las autoridades. La descentralización de las responsabilidades
estatales tenı́a el objetivo de atender las necesidades a nivel local, pero
también buscaba socavar las fuertes organizaciones sociales establecidas a
nivel nacional. No obstante, tuvo el efecto contrario pues fue un estı́mulo
para aquellos movimientos que ya estaban organizados en base a lo territorial,
como las organizaciones campesinas e indı́genas y las juntas vecinales.
Los grupos campesinos e indı́genas y las juntas vecinales lentamente
empezaron a desempeñar un papel cada vez más importante en el planeamiento del uso de los recursos locales, reuniéndose a decidir qué comunidades o barrios debı́an beneficiarse de los proyectos municipales. En
áreas en las que la población era predominantemente indı́gena y/o rural,
también comenzaron a lanzar sus propios candidatos a las elecciones. En
un principio, buscaron el apoyo de los partidos polı́ticos existentes para
que les incluyeran en las listas de candidatos locales, y luego empezaron
a organizar sus propios partidos como el Movimiento al Socialismo
(MAS) y el Movimiento Indı́gena Pachacuti (MIP), liderados por Evo
Morales y Felipe Quispe respectivamente.
Su participación en las iniciativas de planificación local, su experiencia
como candidatos en las elecciones y en la dirección de los gobiernos municipales han sido factores crı́ticos para el desarrollo polı́tico de muchos lı́deres
indı́genas y populares. Mientras antes habı́an sido excluidos de participar en
el gobierno, ahora tenı́an la oportunidad tanto de aprender cómo se dirige el
gobierno local, como de ganar confianza en sus propias habilidades para
enfrentar esas responsabilidades. Un buen ejemplo de esto es René Joaquino,
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un sastre cuyo éxito como alcalde de Potosı́ garantizó su reelección en tres
ocasiones y además fue candidato a la presidencia en 2009.
Sin embargo, aunque el desarrollo polı́tico de los lı́deres indı́genas masculinos ha aumentado, todavı́a existen obstáculos para la participación de
las mujeres. En las comunidades indı́genas de la sierra las mujeres tradicionalmente desempeñan papeles representativos en sociedad con sus
maridos. Esta tradición se mantiene en las comunidades indı́genas y a
menudo en zonas en las que los inmigrantes se han trasladado a las ciudades. Desde cuando se casan, las parejas pueden ocupar cargos con crecientes niveles de complejidad y responsabilidad. Sin embargo, en la
práctica esto significa que es generalmente el hombre el que realiza las
tareas de representación por fuera de la comunidad, y las mujeres indı́genas
poco se involucran en la polı́tica.
La innovación electoral de la alternancia introducida por el gobierno de
Evo Morales, fortalece la norma electoral ya existente bajo la cual el 30%
de los candidatos deben ser mujeres. Estipula que si un hombre ocupa el
primer lugar en una lista de candidatos, el segundo lugar lo debe ocupar
una mujer o viceversa. Al principio, a las mujeres elegidas como concejales
municipales les fue difı́cil participar y hablaban poco en las sesiones. Sin
embargo, la situación está cambiando lentamente, y ahora son varias las
mujeres que son modelos de conducta para las jovencitas que crecen en las
comunidades. Rosa Choque Muruchi fue la primera alcaldesa de Uncı́a.
Su caso es inusual pues no está casada y viene del ayllu Aimaya del Norte
Potosı́. Este empoderamiento de las mujeres jóvenes se debe en parte a los
esfuerzos de algunas ONG como el Centro de Investigación y Promoción
Educativo, CIPE, en la región del Norte Potosı́, que respalda la producción
agrı́cola, trabajando con grupos de familias en los ayllus y respetando sus
conocimientos y prácticas culturales. El CIPE trabaja con familias indı́genas
tanto en sus comunidades como en las organizaciones del ayllu, e incluye
como parte integral de su programa, formación para mujeres en alfabetización, autoestima, y gobierno e instituciones locales. Estos son primeros
pasos trascendentales en el empoderamiento de las mujeres para enfrentar
cargos representativos en sus comunidades, aunque aún queda mucho
camino por recorrer antes de que se extiendan a la mayorı́a de las mujeres.
Las organizaciones sociales empiezan a reagruparse
En parte como consecuencia de los espacios abiertos mediante la Ley de
Participación Popular, y en parte estimuladas por los efectos de las polı́ticas
neoliberales, las organizaciones sociales empezaron a tener una voz más
fuerte, que se vio amplificada por los crecientes niveles de organización y
movilización para hacer que se escucharan sus demandas. En todo el paı́s
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surgieron nuevas alianzas y formas coordinadas de resistencia a partir de
fines de los años noventa.
Los productores de coca se organizaron para defenderse de las polı́ticas
gubernamentales de erradicación de la planta de coca que respondı́an a las
demandas de los Estados Unidos, lo que llevó a choques frecuentes entre
los cocaleros y el ejército y la policı́a antinarcóticos. El liderazgo de Evo
Morales en la Coordinadora de las Seis Federaciones en el Chapare lo puso
en primer plano a nivel nacional. Al mismo tiempo, las organizaciones campesinas bloqueaban carreteras, con frecuencia paralizando el tráfico por
varias semanas y llamando la atención sobre los bajos precios que recibı́an
por sus productos. Las polı́ticas de privatización del gobierno, introducidas
como parte de las reformas neoliberales, provocaron la agrupación de un
espectro de actores sociales para llevar a cabo actos coordinados de resistencia.
En Cochabamba en 2000, una alianza de grupos cı́vicos se congregó para
prevenir que la empresa de agua privatizada subiera las tarifas e impusiera
precios demasiado altos para la mayorı́a de la población por la conexión del
servicio. Los pequeños productores agrı́colas que vivı́an en las afueras de
los pueblos, los pobladores de los distritos más pobres, los trabajadores
de fábricas y los productores de coca paralizaron la ciudad en varias ocasiones en lo que se conoció como "la guerra del agua". Al final, a la
empresa internacional involucrada, Bechtel, se le pidió abandonar el paı́s,
y el suministro de agua regresó a manos de la administración local.
Después de varios años de negociaciones, Bechtel acordó retirar su
demanda y recibió una compensación nominal.
Otra experiencia de organización popular es El Alto, una ciudad de cerca de
un millón de habitantes ubicada en la planicie arriba de La Paz. La mayorı́a de
sus residentes son de origen campesino y retienen una fuerte tradición comunitaria. Después del cierre de las minas, llegó allı́ una oleada de mineros con
sus familias, quienes trajeron consigo su disciplina y su experiencia en organizaciones sindicales. Esta experiencia fue acogida en las juntas vecinales de
la ciudad, que venı́an trabajando en temas organizativos durante ya algún
tiempo. En agosto de 2003, cuando el alcalde intentó introducir un aumento
en los impuestos catastrales, las juntas vecinales se activaron y la gente se
tomó las calles para protestar. Dos meses después, El Alto fue el epicentro
del enfrentamiento con el presidente Sánchez de Lozada.
De una protesta localizada a una a nivel nacional
Estas expresiones localizadas de la disconformidad de indı́genas y campesinos principalmente adquirieron carácter nacional en 2003 con lo que se
conoció como la “guerra del gas”. El gobierno introdujo una propuesta
para vender parte del gas natural de Bolivia a los Estados Unidos, exportán-
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dolo por Chile (paı́s con el que Bolivia tiene disputas territoriales de larga
data). La propuesta resultó ser extremadamente impopular, y un bloqueo
de una carretera por parte de los campesinos fue dispersado violentamente
por el Ministerio del Interior con la ayuda del ejército. Seis manifestantes
fallecieron en el pequeño pueblo de Warisata al norte de La Paz.
Estos eventos fortalecieron un sentido de propósito común entre los diferentes movimientos sociales. Los campesinos de las zonas del Altiplano
contaron con el respaldo de cocaleros del subtrópico, mineros sindicalizados y aquellos que trabajan en cooperativas, juntas vecinales en El Alto y
La Paz, y hasta de gente de clase media. Las demandas iniciales de los
movimientos (aumentar la renta del gas natural y convocar a una asamblea
constituyente para redactar una nueva constitución) pronto cambiaron de
enfoque cuando 65 personas fueron asesinadas por el ejército. En respuesta,
las demandas de la movilización cambiaron para exigir el derrocamiento
del presidente. Las ciudades de El Alto y La Paz se paralizaron completamente durante casi diez dı́as. Todos los dı́as La Paz se convertı́a en un
mar de diversas organizaciones marchando en todas las direcciones pero
con un propósito similar. No habı́a un solo lı́der sino varios.
En diciembre de 2005, Evo Morales, un indı́gena, fue elegido presidente.
Éste fue un evento sin precedentes que desplazó a las élites tradicionales del
poder polı́tico. Su gobierno pronto aumentó los impuestos que pagan las
empresas de combustible, gas y mineras. Estos ingresos se distribuyeron
entre los sectores pobres de la población en forma de pagos y subvenciones
para niños y niñas, ancianos y ancianas, y mujeres embarazadas y con bebés
y también se canalizaron hacia los gobiernos regionales y municipales y las
universidades estatales. En 2006, se eligió una nueva Asamblea Constituyente que reescribió la constitución para, entre otras cosas, reconocer los
derechos de los indı́genas.
La presencia de un indı́gena cultivador de coca en la presidencia, sin
embargo, no es muy popular entre las élites, que han sido desplazadas
de sus posiciones de poder y toma de decisiones. El nuevo gobierno ha
enfrentado una oposición enérgica y a veces hasta violenta. No obstante,
la participación de indı́genas en los más altos niveles del gobierno,
incluyendo algunas mujeres, ha generado un sentido enorme de empoderamiento. Hace 50 años, los indı́genas no tenı́an permitido caminar por
las plazas principales de los pueblos mientras que hoy se pasean por los
pasillos del palacio presidencial.
Este cambio en el gobierno no solamente ha significado el reconocimiento
y la influencia polı́tica de los indı́genas y campesinos bolivianos, sino que
también ha introducido valores culturales indı́genas a sus polı́ticas. La polı́tica social del gobierno se basa en el concepto de “vivir bien”. Ésta es una
idea arraigada en la cultura indı́gena local, que pretende garantizar el
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acceso a los recursos necesarios para vivir y que insiste en la solidaridad
con los demás y la armonı́a con la naturaleza, en lugar de la competencia
con el prójimo por la acumulación económica. Se asemeja a la noción de
“calidad de vida”; "vivir bien" implica que las necesidades materiales
estén cubiertas, pero también involucra el crecimiento personal y el empoderamiento. En el contexto mundial actual en el que se están cuestionando
los valores capitalistas y el consumo excesivo, esta idea resuena más allá de
las fronteras bolivianas y ofrece las bases para la participación del paı́s en
las reuniones internacionales sobre cambio climático.
Conclusión
Este artı́culo ha postulado que los movimientos sociales que llevaron a Evo
Morales al poder están arraigados en la fuerte tradición organizativa que
aún persiste en los Andes, y en particular en Bolivia. A pesar de vivir en condiciones difı́ciles, la gente se ha unido para formar sistemas de ayuda mutua
a nivel local. Aunque la migración a las ciudades ha afectado estas estructuras y prácticas, también les ha permitido diseminarse en las áreas urbanas.
La naturaleza de las organizaciones sociales en Bolivia también ha tomado
forma debido al comportamiento excluyente del gobierno. Como sus demandas eran constantemente ignoradas, las personas se acostumbraron a recurrir a
la protesta para hacer oı́r sus voces. El rechazo del gobierno a la negociación
provocó las movilizaciones masivas. A partir del retorno de la democracia a
principios de los años ochenta, los partidos polı́ticos sólo representaron los
intereses de una elite pequeña. No se realizaron esfuerzos para establecer vı́nculos con la mayorı́a excluida, excepto a la hora de las elecciones. Los partidos
se turnaban en el poder en una variedad de coaliciones. La mayorı́a silenciosa
observaba cómo se desarrollaba la situación, esperando el momento oportuno.
Por consiguiente, los partidos polı́ticos perdieron todo vestigio de respeto, y
fueron reemplazados por los movimientos sociales como interlocutores
entre la población y el gobierno. El “movimiento de movimientos sociales”,
que forma el sostén del “instrumento polı́tico” del MAS, se constituye en
una base polı́tica sólida para el gobierno. Irónicamente, parte de su fortaleza
radica en su falta de una estructura formal.
Como hemos visto, las organizaciones sociales bolivianas que se han
formado en momentos neurálgicos de los últimos 50 años representan diversos
intereses. Algunas organizaciones representan gremios o asociaciones; los
campesinos, trabajadores de fábricas y mineros se organizan alrededor de
temas de producción. Para algunos, el objetivo es mejorar los precios mientras
que para otros lo importante son las relaciones laborales. Los grupos indı́genas,
las juntas vecinales y los grupos que tratan problemas regionales se basan más
en los temas que tienen que ver con sus regiones, como la propiedad de la tierra
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y el acceso a los servicios básicos. Lo esencial es que éstas son organizaciones
democráticas que representan y responden a sus miembros en general, y,
como tales, no han sido controlados por los partidos polı́ticos. Este reconocimiento es una de las fortalezas clave de los movimientos sociales en Bolivia.
Las organizaciones sociales (los campesinos e indı́genas, los mineros que trabajan para las cooperativas y los pensionados) respaldan al gobierno de Evo
Morales y al MAS, pero no son funcionales al gobierno. El gobierno está conciente de que la gente le puede retirar el respaldo en cualquier momento, y
esto mantiene las puertas del gobierno permanentemente abiertas.
Por eso, desde una situación en que el movimiento sindical estaba desorganizado y no era capaz de cuestionar la introducción de las reformas neoliberales, las organizaciones sociales han sido capaces de reconstruirse, cada
una desde su propia perspectiva y atendiendo a sus necesidades y demandas propias. A medida que se desarrollaron áreas de interés y demandas
comunes, empezaron a tomar impulso polı́tico, y el ámbito y la relevancia
de las demandas pasaron de ser locales para convertirse en nacionales y
globales. Cuando se derrocó al presidente Sánchez de Lozada en octubre
de 2003, las demandas de los movimientos tenı́an que ver con el aumento
de la renta del petróleo y el gas y la redacción de una nueva constitución.
Evo Morales adoptó estas demandas que se convirtieron en factores centrales de sus polı́ticas de gobierno.
La participación activa de las organizaciones sociales en el proceso de
cambio en Bolivia garantiza la continuidad de este proyecto polı́tico en
los próximos años. Los desafı́os para el gobierno serán cumplir las promesas de redistribución, creación de empleo, construcción de un Estado más
democrático, y, especialmente, la industrialización de los recursos naturales
del paı́s. En el ámbito internacional, mucho dependerá de qué tanta acogida
tenga la idea de "vivir bien" en un mundo preocupado por la amenaza
global del cambio climático.
Ann Chaplin trabaja en asistencia social y como facilitadora de procesos de desarrollo, y ha
vivido y trabajado en los Andes durante los últimos 30 aþos, la mayorı́a del tiempo en
Bolivia. Estudió idiomas y después gobierno y sociologı́a en la Universidad de Essex. Recientemente estudió fotografı́a documental en Newport, Gales.
Referencias
Galeano, E. (1997) The Open Veins of Latin America, Monthly Review Press, New York.
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