Con fragilidad de cacto GOBIERNO DEL ESTADO DE BAJA CALIFORNIA SUR MARCOS ALBERTO COVARRUBIAS VILLASEÑOR Gobernador Constitucional ARMANDO MARTÍNEZ VEGA Secretario General de Gobierno INSTITUTO SUDCALIFORNIANO DE CULTURA Con fragilidad de cacto CHRISTOPHER AMADOR CERVANTES Director General Rafaela Vizcaíno JOSÉ GUADALUPE OJEDA AGUILAR Subdirector General SANDINO GÁMEZ VÁZQUEZ Coordinador de Fomento Editorial CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES Prólogo y compilación Edith Villavicencio RAFAEL TOVAR Y DE TERESA Presidente SAÚL JUÁREZ VEGA Secretario Cultural y Artístico MARCO ANTONIO CRESTANI Director General de Vinculación Cultural Instituto Sudcaliforniano de Cultura Gobierno del Estado de Baja California Sur Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Tengo mi cabeza llena de ideas queriendo salir, al escribirlas se atropellan, Primera edic ión, 2014 quieren ganar, mas al escribirlas, D.R. © 2014 Rafaela Vizcaíno Soto D.R. © 2014 Edith Villavicencio por la presentación y compilación D.R. © 2014 Instituto Sudcaliforniano de Cultura mis pobres manos escriben locuras que leerás aquí. Unidad Cultural Jesús Castro Agúndez Antonio Navarro y Héroes de Independencia s/n, La Paz, Baja California Sur, C.P. 23000, tel. +52 612 122 91 01 culturabcs.gob.mx Diseño de forros: Alejandra Barrera Diseño de páginas interiores: Marisol Zárate, Juan Ernesto Hernández Urusquieta ISBN: 978-607-9314-38-5 IMPRESO Y HECHO EN MÉXICO Rafaela Vizcaíno Prólogo Conversaciones con Rafaela Vizcaíno Por Edith Villavicencio Garayzar Algunas vidas por extraordinarias resultan inverosímiles, así que debiera escribirse de ellas como si fueran relatos fantásticos: “Había una vez una preciosa niña que nació en el mismo sitio donde La Pastora gusta pasear y, para quienes no saben quién es una ni otra, me refiero a Rafaela Vizcaíno y a una nube a la que siempre le fue fiel, ¡ah!, y el sitio, Zapotlán el Grande, en los Altos de Jalisco. Esta preciosa niña, montada en brioso corcel…” No obstante, Rafaela es tan real como su vida y su obra. En tierra sudcaliforniana, cuando conocemos a alguien que pertenece a la familia Vizcaíno, la imaginación retoza y surge la pregunta inevitable: ¿será descendiente del navegante, explorador y cartógrafo Sebastián Vizcaíno? En una forma poco ortodoxa, alejada de los cánones de la genealogía, si se traza una línea retrospectiva a partir de Rafaela Vizcaíno, nueve generaciones después se llega al nombre de 7 Sebastián Vizcaíno: Rafaela Vizcaíno; sus padres, Mariano Vizcaíno Flores y Rosa Soto. Luego, en línea descendente: Juan Vizcaíno, José Félix de Jesús Vizcaíno, Sixto Vizcaíno, Gregorio Manuel Vizcaíno, Nicolás Marcelino Vizcaíno Urrutia de Contreras, Nicolás Bravo Vizcaíno, Juan Vizcaíno, Sebastián Vizcaíno. Si a esta estirpe pertenece Rafaela, resulta natural que de donde nació se lanzara a la aventura y, en un arrebato romántico, decidiera vivir en la península que siglos atrás su antepasado recorrió. Después de largas conversaciones gozosas con Rafaela Vizcaíno, hay tanto que compartir de su vida que me pareció trivial hacerlo por medio de un texto biográfico cualquiera. Con la certeza de que su voz es la mejor manera de liberar y dar cauce al ritmo y la intensidad de sus recuerdos, que sea ella quien narre su historia. q Mi familia vivió en Zapotlán hasta que cumplí los 12 años, cuando terminé la primaria, porque en la única secundaria que ahí había sólo podían estudiar los hombres. Eran tantos mis deseos de aprender que le pedí a mi papá me per- 8 mitiera entrar de oyente, pero estuve sólo un año, mientras me arreglaban los documentos que ocupaba para ser aceptada en la secundaria de Guadalajara. Había estudiado los primeros cinco grados de primaria en el colegio América, de las hermanas del Sagrado Corazón de Jesús. Esos estudios no tenían validez, porque persistían los resabios de la 10 guerra cristera. En Guadalajara estudié la preparatoria e Cuando era joven, la mayoría de las familias de Zapo- inicié mis estudios universitarios en la facultad de Medi- tlán les prohibían a sus hijas que platicaran conmigo, sobre cina. Mi papá era muy estricto con nosotros: en la casa, el todo a las menores de edad, porque decían que yo sabía que no estudiaba, trabajaba. No había de otra: desde que demasiado de la vida, ya que ayudaba a mi hermano a aten- éramos pequeños lo escuchábamos decir que no iba a man- der los partos. En ese entonces estaba prohibido que las tener holgazanes. Creo que quise estudiar, porque tal vez no muchachas conocieran sobre esos temas. Lo que poco me me gustaba mucho el trabajo. A mi papá le hacía feliz que yo preocupaba, además siempre fui metiche y observadora, estudiara y que siempre tuviera buenas calificaciones. Eran así que pronto me daba cuenta del disgusto de los parientes otros tiempos, entonces a las mujeres nos cuidaban mucho, en las ocasiones que íbamos a visitarlos: si empezaba a pla- por eso me llevaban y traían a la escuela, sobre todo mi her- ticar con las muchachas de mi edad o menores, las mujeres mano mayor, Juan Soto Vizcaíno, que era el más méndigo. mayores tosían y con un gesto discreto les indicaban que se Dios lo tenga en su santa gloria. Él se cambió de orden los alejaran de mí o se fueran a otra habitación, porque luego apellidos con el argumento de que mi mamá lo había car- luego en cuanto veían que llegábamos me preguntaban si gado nueve meses en su vientre y amamantado durante tres era cierto que dolía al parir, por ejemplo. Les respondía que años y que mi papá no había puesto nada. Tal vez porque mi a veces algunas mujeres mordían un trapo con todas sus papá era un hombre muy duro Juan se fue de la casa cuando fuerzas para que no se escucharan sus gritos. Y si yo quería aún era muy joven. Años después regresó y le pidió que lo seguirlas, muy “educadamente”, una de las mujeres mayo- apoyara para estudiar. Como respuesta le dijo que debía apro- res me decía que me quedara con ellas. Y, como desde que vechar su apoyo y, cuando empezara a trabajar, esperaba que nacíamos a las mujeres nos enseñaban a obedecer, pues me le regresara el dinero que había invertido en sus estudios. quedaba con ellas. Creo que decidí estudiar Medicina desde Mi hermano aceptó la propuesta y años después, cuando mi niña, porque ya entonces curaba a los pollitos y a los pajaritos papá le recordó que ya era tiempo de que empezara a abo- de mi casa, los que les arrebataba a los gatos cuando descu- narle, porque así habían quedado, le dijo que podía pagarle bría que andaban cazando o cuando casi estaban a punto con una pintura de Murillo muy valiosa. A lo que mi papá le de comérselos. También a las plantas: si se les desgajaba respondió: “Esa virgen que según tú vale miles de pesos, me alguna rama, las amarraba con trapitos. Mientras curaba sirve para lo mismo que una de un centavo”. Por supuesto que animales o plantas les hablaba mucho, asegurándoles que nunca le pagó, pero ni falta le hizo: mi papá era muy trabaja- pronto se sentirían bien. Siempre quise estudiar lo mismo dor así que nunca necesitó del apoyo de sus hijos, ni siquiera que mi hermano Juan, quien desde que cumplí doce años en su vejez. me llevaba con él cuando debía atender un parto. Entonces 11 12 la mayoría de las mujeres parían en las casas y pocas en el escotadas y utilizaban zapatillas doradas de tacones altos y centro de salud, aunque Zapotlán (Ciudad Guzmán) era un correas hasta las rodillas, como las que se ponen ahora las pueblo grande. Esas experiencias me permitieron saber cómo muchachas, pero antes sólo ellas las usaban. Varias veces al ayudar a muchas parturientas del Valle de Santo Domingo, mes tocaban con urgencia en mi casa y se escuchaban desde más cuando mi marido estaba ocupado atendiendo a otros la calle los gritos: “¡Dicen en La Colorada que quieren a la pacientes. Todavía hoy me resulta difícil creer que mi con- niña Rafaela!”. Antes de cruzar la puerta de los burdeles, mi ducta fuera diferente al resto de las muchachas de mi edad, mamá me tapaba los ojos con su mano para que no viera a las como para que la sociedad jalisciense de entonces se escanda- mujeres bailar con los hombres. No me dejaba ver ni cuando lizara, pero así fue, porque viví en una época y una sociedad subíamos las escaleras, por donde me guiaba escalón tras en que hasta decir la palabra “amante” era tabú, como si se escalón. A pesar de sus esfuerzos por cuidarme, yo me daba estuviera cometiendo pecado capital. Mi hermano me enseñó cuenta más o menos cómo eran esos lugares por los susurros a inyectar cuando cumplí los nueve años y a los 16 empezó que escuchaba a mi paso. De esa medida eran los prejuicios a llevarme a los hospitales para que inyectara a los niños de la sociedad en que me tocó vivir, por eso no me sorprende prematuros en la vena, porque él y sus compañeros de tra- que en mi generación sólo cuatro mujeres nos hubiéramos bajo decían que mi mano era muy suave y certera. No había inscrito en la Facultad de Medicina. No más. Como estaban mucha gente que inyectara, por eso iba o me llevaban a todos reconstruyendo el edificio en Tlaquepaque, estudiábamos lados. Hasta a los burdeles que había en el barrio La Colorada, en un hospital pequeño y antiguo que durante la Colonia de Zapotlán, cuando las mujeres que ahí vivían agarraban había sido un convento. De esa época aún se conservaban los alguna infección de chancros, sífilis o gonorrea. A ellas les reclinatorios en cada cuarto, donde teníamos las prácticas. inyectaba cada tres horas penicilina G potásica cristalizada. A pesar de los prejuicios sociales que menciono, no recuerdo A veces inyectaba a varias de un jalón. Era menor de edad, que los compañeros de la facultad o los maestros nos hubie- así que mi mamá y un policía me acompañaban desde la casa ran tratado mal por ser mujeres, o a la mejor yo era medio hasta el burdel y de regreso. Al principio, si nos veían a mi simple y no me daba cuenta de que hubiera un trato distinto. mamá y a mí caminar con prisa por la calle, y acompañadas Y qué bueno. Empecé mis estudios en 1950 y los suspendí en por un policía, con sorpresa preguntaban: “¿Adónde llevan 1952, cuando me casé. a la niña?” “A La Colorada”, les respondía mi mamá, como si Cuando recién llegaron al Valle de Santo Domingo llevarme a la zona de prostíbulos del lugar donde vivíamos mi hermano José y su esposa tenían un rancho (que aún fuera lo más natural y sin advertir las miradas escandali- sigue en pie) en la colonia Teotlán (Tierra de Dios), por el zadas de los vecinos. Las mujeres del burdel andaban muy rumbo de Matancitas, entre Benito Juárez y Villa Hidalgo. 13 14 Los dos eran tan tesoneros, por no decirles tercos, que no para la jornada. En aquellos tiempos, los colonos se asigna- pararon hasta concluir la construcción de un pozo a cielo ban tareas para el día, para la semana, para el mes, para el abierto con el que por fin tuvieron agua buena. Es curioso año. Si no, ¿cómo podrían progresar y hacerse más lleva- cómo algunas parejas se entienden, que ni hablar necesitan dera la vida? Imposible. Una de las tareas más importantes para ponerse de acuerdo y llevar la fiesta en paz: mientras era aprovechar la época en que el monte estaba seco para mi hermano cavaba, su mujer estaba en la parte de arriba, cortarlo y quemarlo, sobre todo, porque la mayor parte de jalando sin quejarse los baldes con la tierra que él sacaba. la vegetación que había (y sigue habiendo) es muy pesada. Así que él, para que ella no se desesperara por el calor que Sacar un cardón era una tarea muy difícil, porque además hacía, orinaba sobre la tierra recién removida para que no había con qué; si acaso, picos, machetes, palas, hachas, viera humedad en el fondo: “¿Ves, vieja?, ¡ya merito lle- barras, azadones. Los hombres se valían hasta de las uñas gamos al agua! Unas paladas más y ¡listo!” Eso hubiera para hacer palanca en las raíces, porque los instrumen- querido mi hermano, que con unas cuantas paladas más tos de labranza eran de mano; después trajeron tractores llegaran al agua y por fin terminar ese trabajo tan ingrato para empujar los cardones y matorrales. Eran como bul- pero necesario. También, porque el pozo se les derrum- dózer. No más. Los cardones son pesadísimos: toneladas, baba a cada rato. Creo que así hubieran estado hasta ahora, tienen las raíces muy largas y, por si fuera poco, son espi- si no es que uno de los vecinos le dice que debía echarle nosos, lo que dificultaba aún más la tarea de cargarlos y agua para que se fuera compactando. Le faltaba ademar el arrastrarlos al sitio donde los “enchorizaban”, es decir, los pozo, pues. En ese entonces eran tan escasos los materiales amontonaban en un solo lado, donde a todos les diera el de construcción y las herramientas, por lo que el pozo les sol y se secaran más rápido para luego quemarlos. A esta quedó rudimentario, compuesto por apenas unos horco- actividad le decían enchorizar porque colocaban los car- nes, un palo atravesado y un carrillo para jalar agua. Pero dones como si fueran trozos gigantescos de chorizo, hasta eran tantos los beneficios que daba, así que ni verlo feo. que formaban una fila interminable de cardones puestos al Para qué. Era hondo, como diez metros, según recuerdo, sol. Vieran qué feo se escuchaban los diferentes sonidos de pero no como los de ahora, porque el agua en el Valle se ha los cardones, como si lloraran y gimieran al mismo tiempo. ido bajando casi otros diez metros, tanto, que en la actua- Soy loca, tal vez, pero el sonido que producían los cactos lidad se requieren de equipos sofisticados de perforación, cuando se quemaban era tan triste, que de sólo recordarlo tuberías y bombas para llegarle. Mi hermano construyó el me vuelvo a entristecer. Desde las llamaradas se escucha- pozo de su rancho de a poquito, todos los días, después de ban unos silbidos largos y entre el humo brincaban yescas que hubieran terminado las labores que se habían asignado y chispas de colores: rojas, azules, violetas, ámbar, como si 15 fueran gemas preciosas. Este poema, “Quema de monte”, lo ¡vuelan! Pronto seré como ellos: escribí en 1953, cuando recién llegamos al Valle. me convertiré en cenizas. El monte se está quemando: 16 Cuando Guillermo advertía la tristeza que yo sentía con rumores y con gritos, por la quema del monte, me decía: “Sufres porque quieres”. el humo se va llevando Un día decidí llevarme un cardón para el jacal que teníamos chispas de lentejuela. en Teotlán: quería uno cerca de mí y de mi familia, así que Convertidos en teas, sin decirle nada a nadie tomé una pala y me fui al monte los cardones se levantan, a buscar el cardón más bonito, creyendo que sería fácil pero vuelven a caer arrancarlo de raíz, quizás porque nunca lo había hecho. Al con un grito de protesta, hacer palanca con la pala, ésta se me zafó, perdí el equili- luego un rezo o no sé qué. brio y sólo estaba el cardón para apoyarme. Las manos me Después, Dios, escuché quedaron espinadas: durante varios días hice tortillas con las melodías del dolor. una tablita y los codos, sin tiempo para lamentaciones, ni Yo que los observaba, personas que las escucharan. Ni modo, había que comer. En sentada en un paredón, fin, volviendo al pozo de mi hermano, en cuanto él termi- grité pidiendo perdón. naba sus actividades del día continuaba con la perforación, Se fue cansando la lumbre justo donde se había quedado el día anterior. Cuando por de aventar su pedrería: fin hubo agua, la tarea más importante fue construir diamantes, zafiros, canales de tierra, mismos que años después serían cambia- rubíes y amatistas. dos por estructuras de aluminio. Quién diría que en unas El resonar de mil flautas, décadas en los ranchos del Valle se instalarían modernos luego un violín solista: sistemas de riego por goteo, no que antes toda la noche se esto oyeron mis oídos, debía regar y vigilar el flujo de agua por los canales: si se esto miraron mis ojos, rompía un tramo, el tiradero de agua llegaba hasta no sé luego pensé que la vida dónde y, si ahora es un recurso valioso, para nosotros en se consume a cada paso, esos días lo era más, así que no había de otra más que cui- horas, días y años vuelan, darla. Sin embargo, no era tarea de una sola persona; entre 17 18 los habitantes de un rancho se dividían el terreno, hombres, Cuando mi papá, Mariano Vizcaíno Flores, vino por mujeres y hasta niños, porque había que sembrar, además primera vez a esta tierra, ya había agua en el rancho de de dar de beber y alimentar a los animales que criaban. Este José. Antes de partir de Guadalajara fue al mercado de flo- pozo fue tan importante para nosotros hasta para realizar res para comprarnos un costal de camotes de nardos, las la más pequeña e insignificante de las actividades cotidia- flores que más le gustaban a él. Es más, a mí me decía su nas, porque hasta entonces habíamos recurrido al agua “varita de nardo”, por lo delgada que era [de esa cosecha de de los pocos pozos de María Auxiliadora, donde vivían los flores son los nardos que rodean a Rafaela en la fotografía sinarquistas que llegaron a esta tierra más o menos en el que abre este libro]. Mi papá viajó en uno de los barcos de 48. El agua era distribuida en unos tanques sin galvanizar Ruffo, pero no recuerdo si fue en el Araguán o en el Viosca. que envió el gobierno como apoyo. Tal vez por eso estaba Cuando los nardos florecieron, después de tres años de tan mala. Al principio la bebíamos como llegaba, porque no espera, llevábamos los más bonitos desde Teotlán al tem- teníamos otra opción, incluso al hervirla se ponía amarilla plo de la virgen de María Auxiliadora, el único que había y sabía aún más mala. La necesidad nos hizo más cuerudos en la zona. Éramos muy devotos a la virgen María, porque de lo que en realidad éramos antes de llegar al Valle: nunca sólo hay una virgen, la madre de Cristo. Creo que los pri- nos enfermábamos, quizás porque era más fuerte la sed. En meros colonos decidieron dedicarle el templo, pensando esa época procuraba tomar poca agua. Afortunadamente, que auxilio era lo que más necesitaban. Era gente de mucha mi hermano y su esposa pronto tuvieron su pozo, a donde fe. Si para nosotros fueron pesados los primeros años en el empezamos a ir con un burro para sacar agua. Ésa no la Valle, para ellos lo fue mucho más. Nosotros seguimos su hervíamos de tan pura que era, no estaba contaminada. No ejemplo, el camino que ya nos habían trazado. Para llegar cabe duda que quienes más sufrieron fueron los primeros hasta allá viajábamos por brechas de difícil acceso, apenas colonos. Los agricultores que llegaron con hijos no tenían dibujadas y en ocasiones casi imposibles de encontrar entre que contratar trabajadores, porque entonces los hijos tra- la vegetación, en un pick up más viejo que el atole blanco. bajaban día y noche. Si hicieron dinero fue producto de su En la cajuela colocábamos una sabanita blanca para acomo- trabajo. Cuando el algodón trababa sus ramas, llenas de dar las flores. Nos íbamos desde muy tempranito. Isidro, el fruto o de bolas, ya no debía entrar un tractor, porque rom- papá de mi compadre José fue de los primeros colonos que pía las plantas, entonces se cultivaba con bestias y arado, llegaron con los sinarquistas liderados por Salvador Abascal y muchas mujeres, atrás de esas bestias, las sujetaban con que venían de Michoacán, Guanajuato y el bajío de Jalisco. una cuerda. Yo recuerdo haber visto trabajar así a mujeres Cuando menos recuerdo que de ahí eran, porque hablaban como Licha Polanco. como los de allá: eran muchas las palabras y las frases que 19 20 no entendía. Los sinarquistas fueron gente católica muy Mi marido y yo éramos tan pobres que ni cámara tenía- valiente que se atrevió a salir a las calles de Guanajuato mos, por lo que pocas fotografías tengo para recordar esos para protestar contra el gobierno. El nombre de Teresita tiempos, pero hay recuerdos que nunca se me olvidarán Bustos se me grabó mucho. Ella iba al frente de la manifes- porque los tengo bien grabados en mí, como un hachazo tación y fue una de las primeras personas que murió en la en el pie derecho que me hice partiendo leña para cocinar. lucha. Estaba muy chamaca entonces, pero recuerdo bien su En la casa del rancho construimos un agujero por donde muerte porque, poco después de la cristiada, en mi casa se metíamos la leña para que la neblina no la mojara. De ahí la platicaba mucho sobre los sucesos más importantes de esa llevábamos hasta la cuna en que finalmente se depositaban época en que por temor al gobierno debían esconderse para las cacerolas. Cociné durante 19 años con leña, por eso en la realizar las juntas. El templo se erigió gracias al esfuerzo parte de arriba de los pulmones tengo enfisema. Los médi- de los sinarquistas que llegaron en 1948, más o menos. Mi cos me han dicho que se debe al humo de leña. Porque no marido Guillermo y yo llegamos cuatro años después. Mis creo que haya sido por fumar: cuando vivía en Jalisco fumé vecinos me contaban que los mismos sinarquistas, hombres a partir de los 16, pero sólo cuando iba de vacaciones con mi y mujeres, fabricaron los ladrillos de barro que se utilizaron familia al rancho “Los Pitillos” cerca de la costa. Fumábamos en los cimientos. A cada uno de esos ladrillos le resacaron para ahuyentar los enjambres de mosquitos que parecían una cruz como bajorrelieve, para que los protegiera a ellos y nos iban a devorar de un solo bocado, de tanto animalero al templo. También construyeron hornos donde quemar los que había. No sé bien si se llamaban jejenes o mosquitos, ladrillos. No sé de qué lugar traían el barro, pero imagino pero bien que fregaban. Fue mi papá quien me enseñó a que hacían mezclas de diferentes tierras y luego la quema- fumar a los 16, pero en cuanto regresábamos a Guadalajara ban. Por ejemplo, en Jalisco a la arcilla le revuelven zacate, me prohibía fumar. ocochal, hoja de pino, paja y xal (piedra pómez) triturada. El sinarquismo tomó fuerza en otros estados, como Al quemarlo se vuelve poroso y muy liviano. Aunque no Jalisco, donde también había mucha gente que creía en ellos. sé exactamente en el Valle con qué mezcla amasaban los Mi mamá se sentía orgullosa de ser sinarquista. Y cómo no, ladrillos para que pudieran quemarse. También yo sé hacer si ella y nosotros le teníamos pavor al gobierno por lo que le ladrillos. Cuando construyeron los cimientos del colegio de habían hecho cuando la aprehendieron y estuvo encarcelada las monjas del Sagrado Corazón de Jesús, “Sor Juana Inés durante meses con amenaza de fusilarla. de la Cruz”, enterraron una lista con los nombres de todas Recuerdo todos los cantos sinarquistas que se canta- las personas que ayudaron y de los primeros alumnos. ban en las juntas de Zapotlán, que se realizaban en el patio Quién sabe si todos aún vivamos. de mi casa, donde se hablaba mucho del grupo que se había 21 ido a colonizar la península. Mi mamá colocaba una sábana en los puestos de lucha siempre están blanca en la pared más grande de la casa y en un carrusel Nuestras almas, presentes… nos proyectaban las transparencias que trajo el licenciado Abascal para que los simpatizadores del sinarquismo vié- Los sinarquistas eran tan combativos que el gobierno ramos cómo vivía la gente de María Auxiliadora: imágenes federal los echó para estos rumbos, dizque con la enco- de las mujeres con vestidos largos y la cabeza tapada; de los mienda de colonizar. Esto lo escuchaba desde que era niña: campesinos labrando la tierra; del momento que sacaron el como la península estaba en grave peligro de que los grin- primer chorro de agua, de ocho pulgadas; de las calabazas y gos se adueñaran de las tierras deshabitadas, invitaron a las sandías que ahí cultivaban; de los jacales de varas tren- mexicanos de otros estados para que la colonizaran. No sé zadas. Aplaudíamos con alegría cuando veíamos a hombres, si los obligaron o no pero de que se vinieron se vinieron. No mujeres y niños salir del charco donde se metían a bañar o recuerdo quién era el presidente entonces, pero sí que fue de donde sacaban agua. Uno de los cantos que más me gus- antes de Ávila Camacho. En ese tiempo ya habían terminado taba era el “Himno de los sinarquistas”: las matazones, pero la idea de salvar a México quedaba. Creo que por eso prácticamente regalaron los terrenos, de tan Grande, firme, violenta, baratos que eran, además de las facilidades de pago que nos nuestra fe nos alienta, dieron, con la única consigna de que los pagáramos cuando mil pasos adelante, pudiéramos. No recuerdo cuánto costó el terreno de nuestro ni uno atrás, rancho. Como esos asuntos los atendía Guillermo, tampoco el cielo lo ha dictado, sé si lo pagó o no. Espero que sí lo haya hecho. y ya lo hemos jurado, 22 Las reuniones en Jalisco se organizaban para invi- la Patria victoriosa surgirá, tar a los asistentes a que se animaran a participar en la los caídos presentes… colonización del territorio de Baja California. Se rezaba el Viva, México, viva, rosario y se encomendaban mucho a Dios. A lo mejor, más por Dios y por la Patria surgirá. que nuestras oraciones, lo que ocupaban eran nuestros cen- Patria, por tus honores cayeron los mejores. tavos, aunque quién sabe, porque tampoco había mucho Su sangre preciosa fue de libertad, qué comprar en estas soledades. Lo que sí es cierto es que sin despojos yacentes, debían esconderse de las autoridades por el temor a las per- mas sus almas presentes secuciones y se avisaban en secreto del lugar, la fecha y la hora de las reuniones. La propiedad de mis papás ocupaba 23 una cuadra completa, por lo que era muy conveniente para alcanzamos a saber si era rancho, pueblo o ciudad, por- que nadie viera entrar ni salir a los asistentes, además de que nunca fuimos, ni de visita. El papá de Guillermo había que la casa estaba casi pegada a la calle y en la parte de atrás muerto, por lo que me pidió el sacerdote Cruz, a quien yo había corrales, caballerizas y daba a un arroyo. Los invita- también conocía, y muy bien: durante varios años hice dos celebraban el principio y el final de la reunión cantando trabajo social para el templo de Lourdes, en la colonia El el corrido del sinarquismo: Fresno de Guadalajara donde él oficiaba (en recuerdo de ese tiempo, apoyé la construcción del templo de Lourdes en Al sur de California se lanza el sinarquismo Ciudad Constitución, que inició en 1962). En 1952, cuando a una gran aventura de colonización nos casamos, de regalo de bodas le pedí a Guillermo que con nuestro jefe al frente antes de ir a Veracruz visitáramos a mi hermano, que para que lucha por su patria en bien de la nación entonces ya vivía en el valle de Santo Domingo. Estaba nosotros no buscamos riquezas en los balcones segura de que si me iba a vivir al otro lado del país jamás ni cueva de ladrones en la administración lo volvería a ver. Tenía muchos años sin verlo. Cuando deci- buscamos tierra fértil donde cultive el indio dimos quedarnos aquí sólo teníamos el equipaje para el que lucha por su patria en bien de la nación. que creíamos sería un viaje rápido. El menaje (los libros, los muebles y los regalos de boda, de los cuales ni siquiera 24 Mi hermano llegó con los segundos colonizadores recuerdo qué eran porque iban envueltos) se quedó en en 1950. Se había robado en Guadalajara a la que sería su Veracruz. Mi marido había hecho el envío por correo una mujer, María Luisa León. Los hermanos de ella lo quisieron semana antes de partir a la península. De Guadalajara via- matar en cuanto se enteraron de que el novio de su her- jamos en autobús hasta Mazatlán, desde donde habíamos mana menor era casado. No sólo era la menor de la familia, planeado tomar el avión hacia La Paz, pero no contábamos sino también menor de edad. Él fue parte del grupo de colo- que en Mazatlán nos robarían todo el dinero que traíamos nizadores que acompañaban a Salvador González, gracias a para el viaje al valle de Santo Domingo y luego a Iyescas. la invitación del general Agustín Olachea Avilés. Guillermo acostumbraba colocar su cartera en el bolsillo Tenía 21 años cuando llegué a La Paz y cuatro sin ver interior del saco y yo por precaución le puse un alfiler, que a mi hermano. En 1951, Guillermo Orendain y yo éramos él se quitó. Cuando le reclamé por qué lo había hecho, me novios. Nos conocimos en la facultad de Medicina de la dijo que le resultaba muy incómodo y, despistado como Universidad de Occidente. En cuanto egresó lo destinaron era, se quitó el saco para refrescarse. Unas horas antes en a trabajar en un lugar de Veracruz llamado Iyescas, que ni el hotel habíamos encontrado un grupo de amigos que nos 25 26 invitó a tomar una copa en el bar, y estos amigos a su vez Desde el cielo miré una tierra seca y, por más que bus- se encontraron con el capitán de un barco italiano, quien caba algo de verde, sólo vi pocas parcelas salpicadas aquí y nos invitó a todos a dar un recorrido por la bahía. Hasta allá entre cerros pelones. A lo lejos se veía el mar. Cuando hubo un divertido baile con el grupo musical del barco. El alcancé a ver la primera población, le dije a mi marido: “Es saco siempre estuvo en el respaldo de su silla o colgado en un pueblito, Memo, ¿falta mucho para llegar a La Paz?”. Me su hombro. Hasta el día siguiente se dio cuenta que ya no avergonzó que un pasajero me sacara del error. En cuanto tenía el dinero, cuando quiso pagar nuestro desayuno en el llegamos a La Paz, el ingeniero Gallo, quien dirigía la topo- restaurante del hotel. Para tranquilizar a mi marido, en ese grafía sobre el valle para trazar las calles de lo que sería momento le dije que mi papá me había regalado 800 pesos Ciudad Constitución, llevó a Guillermo con el general para que avitualláramos nuestra casa en Iyescas y le recordé Olachea y de inmediato lo contrató para que atendiera el que estaban pagados nuestros boletos de avión de la aerolí- dispensario de Loreto, al norte del Territorio. Nosotros no nea Transmar de Cortés (Mazatlán-La Paz). La disyuntiva conocíamos al ingeniero Gallo, pero mi papá sí. Creo que él en ese momento fue decidir entre regresar al barco o tomar le envió un telegrama desde Guadalajara para avisarle que el avión, porque si íbamos al barco a buscar el dinero, pro- estábamos por llegar a la península, y a nosotros su direc- bablemente no lo encontraríamos con tantos marineros que ción y teléfono, con la recomendación de que lo buscáramos, había, además de que no alcanzaríamos a regresar a tiempo porque no sabíamos cómo encontrar a José. Por la situación para tomar el avión. Por eso decidimos tomar el avión y aco- en que llegamos a La Paz, sentí gusto que mi marido hubiera gernos a la voluntad de Dios. Como mi ilusión era ver a mi encontrado trabajo tan pronto. Tres meses en Loreto, seis hermano, estábamos seguros que con él no nos faltarían más en Mulegé, luego al Valle. Viajamos de La Paz a Loreto casa y comida. Fue así que llegamos a La Paz sólo con las en una avioneta que ya ni recuerdo si era del gobierno o maletas y los 800 pesos de mi regalo. Después mi papá me no, por eso no llegué a visitar a mi hermano como quería. envió una vajilla de barro, a la que en mi tierra llaman de Ni modo de pedirle al piloto que aterrizara en el llano por petatillo, con dibujos de rayitas y venados en blanco y café. un momento. Después de casi una hora de incertidumbre, Eran tantas piezas que no sabía ni dónde colocarlas: pla- aterrizamos en la pista de Loreto. Ahí nos esperaba Juan tos, tazas, vasos y jarras de todos tamaños y formas. Hasta Garayzar, el dueño de la casa de huéspedes donde nos hos- tarros de cerveza tenía. Pero, entre tanto ir de aquí para pedarían. En ese entonces el dispensario estaba en la planta allá, con el paso de los años sólo me quedan una sopera, baja del palacio de Gobierno y arriba se encontraban los cinco platos planos, tres tarros de cerveza y cuatro platitos cuartos que hacían de cárcel. Por falta de instalaciones ade- que son mi tesoro más grande. cuadas o inadecuadas, atendíamos los partos en las casas 27 28 donde vivían las parturientas. Además, pronto empecé a dar federal, mejor que el de mi marido, a quien le pagaba el clases de danza a los soldados y a las muchachas del lugar en Gobierno del Territorio; mientras Guillermo recibía seis- uno de los corredores que daban al palco frente a la plaza de cientos pesos, yo recibía poco más de mil doscientos. Loreto. Para mí fue una bendición que me hubieran contra- Entre los compañeros de trabajo en Mulegé que mejor tado las Misiones Culturales. Aunque debo confesar que debí recuerdo se encuentran el señor Green, que daba clases de hacer un esfuerzo sobrehumano para convivir con los sol- Agricultura, y Amadito Leyva, violinista encargado de las dados que eran mis alumnos. Les tenía horror de tanto que clases de música, quien para sorpresa mía poseía un Stradi- habíamos sufrido por causa de la aprehensión de mi mamá varius. Era su orgullo; lo cuidaba mucho y sólo en ocasiones en el tiempo que la tuvieron encarcelada. Ni qué decir de la especiales lo tocaba, además de que no dejaba que nadie se amenaza de fusilamiento que pesó sobre ella durante ese le acercara, ni siquiera su familia o sus amigos más cerca- terrible tiempo de la cristiada. nos. Años después me enteré que cuando Amadito murió Fue bueno para nosotros que pronto nos relacionára- sus familiares vendieron este violín en cinco mil pesos a un mos con las personas de Loreto. Recién llegada, algunas de profesor del colegio de monjas de Ciudad Constitución; si las muchachas que eran mis alumnas de danza me invita- hubiera sabido, yo se lo compro, pero nunca más volví a verlo. ron para que las acompañara a arreglar a Zoila Salorio, que Fue hasta después de siete meses de haber llegado a la se casaría con Enoch Arias Gudiño, el médico que tenía a su península que me reencontré con mi hermano, cuando ya cargo el dispensario de Mulegé. Ahí comí por primera vez la estaba embarazada de Guadalupe, mi hija mayor. En el Valle sopa fresca, cocida en caldo de gallina. Deliciosa. Cómo será no había telégrafo y mi papá le había pedido al ingeniero extraña la vida: en Loreto estuvimos apenas tres meses, Gallo que en cuanto llegara a La Paz me enviara un tele- menos de lo que habíamos esperado. Enoch se peleó con los grama, tan extenso que parecía carta: de ese tamaño era muleginos al decirles que eran descendientes de piratas y su preocupación por la gravedad de mi hermano José, que éstos se enojaron tanto con él que en respuesta lo quisieron estaba engarrotado de tanto trabajar en el rancho. Con sólo apedrear y prácticamente lo corrieron. No le quedó de otra el telegrama que recibí, Guillermo lo diagnosticó y me dio más que pedir su cambio. Fue entonces que el general Ola- unas inyecciones que debía aplicarle en la vena (mi marido chea lo transfirió a Loreto, y Guillermo debió trasladarse a era tan acertado en sus diagnósticos que al día siguiente Mulegé para sustituirlo. Ahí también trabajé en las Misio- mi hermano ya estaba moviendo las piernas y a la semana nes Culturales, pero ahora dando clases de enfermería a caminaba). Con sus indicaciones me dispuse a viajar para todos los que querían, hombres y mujeres. Sin embargo, reunirme con José, pero como el viaje por carretera era muy estaba muy contenta por el buen salario de mi trabajo largo, mi marido le pidió a “El Gringo” que en su siguiente 29 30 vuelo a La Paz me dejara en el Valle. Nunca supe el nom- había sido por el viaje. Astorga me llevó con mi hermano en bre del piloto y creo que nadie en Mulegé lo sabía. Todos le una pick up. Aunque no me conocía, fue muy amable, como decían “El Gringo” y entre los pobladores circulaba el rumor generalmente lo era la gente que vivía en estas soledades. Si de que había sido piloto en la Segunda Guerra Mundial, él no me hubiera ayudado, pensaba contratar a la primera motivo suficiente para estar tan loco. Muestra de que sí lo persona que encontrara. Ni siquiera sabía dónde quedaba estaba: cerca del ranchito que se encontraba por la salida la colonia Teotlán, nomás que estaba en el valle de Santo norte de Mulegé, bajaba la avioneta casi al ras del techo que Domingo. Cuando por fin llegué al rancho de mi hermano, parecía lo arrollaría y, desde esa altura, aventaba un hati- lo primero que hice fue inyectarlo. Lloró mucho cuando des- llo con su ropa para que una de las mujeres que ahí vivían pués de unas horas pudo estirar las piernas. Estaba tan feliz se la lavara. Nadie sabía cómo ni por qué llegó a Mulegé, de verlo que permanecí quince días en el rancho; luego viajé probablemente por la tranquilidad del lugar. Hablaba mal a La Paz para que de ahí me llevaran a Mulegé. Jamás se me el español y poco se le entendía, gesticulaba y hacía rui- habría ocurrido volver a viajar con “El Gringo”. dos extraños para darse a entender. Vaya que fue aventón Poco después de ese viaje al Valle me enfermé de el que me dio “El Gringo”, no sólo por el viento que hubo paludismo, a pesar de que días antes de mi regreso habían durante el vuelo sino por las cabriolas que hizo durante echado petróleo a la presa de Mulegé, lo que hacían cada todo el viaje, sólo para diversión suya. En ese entonces verano o cuando llovía. Por mi embarazo no pude tomar estaba embarazada de Lupita y, como me había comido quinina, sustancia altamente abortiva. Ese fue el motivo de unas pitahayas, casi al salir de Mulegé empecé a vomitar. que le pidiéramos al general Olachea, en uno de sus viajes a “El Gringo” quiso tranquilizarme y de vez en cuando vol- Mulegé (poco antes habían ido a La Paz el ingeniero Gallo teaba y se inclinaba hacia mí para darme golpecitos en la y mi marido para presentarle al gobernador un proyecto espalda. En Santo Domingo aterrizó en una laguneta seca, con el que se pretendía modificar El Mogote y convertirlo de tierra tan suelta que la avioneta se quedó atascada. en lo que sería una Venecia sudcaliforniana, de tan her- Varias personas acudieron a ayudarnos, entre ellas Cesáreo moso que iba a quedar, hasta canales para la navegación Astorga. Mientras unos la empujaban otros la levantaban, de embarcaciones de calado pequeño pensaban construir), sólo así pudieron llevarla a lo más durito. Me bajé trasta- que cambiara a mi marido a donde fuera, para no estar en el billando y apenas pude mascullarle un rápido gracias por ambiente insalubre de Mulegé. Me puse como una hebrita, el aventón. Por supuesto no me disculpé de pringarle todo nomás la panza se me miraba. El general nos mandó al el avión, quién le manda andar jugando. Después recorda- Valle. Afortunadamente, con los sinarquistas de María ría con pena que debido al malestar no le pregunté cuánto Auxiliadora había llegado la señorita Nava, una partera que 31 32 estudió en la Escuela de Medicina de la Universidad de Gua- muerta. A mi mamá se le habían antojado los champiñones najuato. Ella me atendió el parto de mi hijo José. Cuando de la sierra y sólo con la compañía de nuestro viejo perro se faltaba una semana para dar a luz, se vino a vivir a nues- fue a buscarlos. Entre los encinos cercanos al rancho donde tra casa en Allende, que estaba muy retirado de donde ella vivíamos crecen unos hongos grandes como tortillas grue- vivía. Le colocamos un catre en el campito que había entre sas de colores diferentes: naranja, café, rojo, gris, blancos. las jaulas de las gallinas. Los más hermosos son los rojos con lunares negros, pero no En esta tierra nacieron mis hijos. A los 22 me emba- se comen, son venenosos. Mi mamá empezó su trabajo de racé de Guadalupe en Loreto. En 1952 de José, en la colonia parto sin que hubiera quien la ayudara, sola. Las contraccio- Allende. A los 27 años nació en Teotlán mi tercer hijo, Ale- nes y el dolor no la dejaron regresar al rancho. Cuando mi jandro, al igual que Aurora, en 1958. Flor de Sol nació el papá llegó al rancho se encontró con el perro, que le ladraba día de san Rafael de 1961, por eso le decimos Rafi, aunque y jalaba del pantalón, sin dejarlo hacer nada. Intrigado, lo no se llama Rafaela. Nunca me gustó mi nombre y, para mi siguió. Después me contó que cada tantos metros el perro mala suerte, nació el mero día de mi santo. Aún recuerdo se detenía y volteaba para atrás, como si quisiera asegurarse cuando mi papá me dijo que dejaría de hablarme si no la de que era seguido por mi papá, así hasta que llegaron al llamaba Rafaela y por “contreras”, cuando me preguntó qué lugar donde nos encontrábamos mi mamá y yo, que ya había nombre iba a tener su nieta, le dije lo primero que se me nacido. Desinfectó su navaja con el fuego de cerillos, arrancó vino a la cabeza: Flor de Sol. Ese día me sorprendió ver en el una tira a su camisa y la amarró en dos partes para cortar campo una flor de calabaza enorme, la más grande que había el cordón umbilical. Estaba muy triste porque creía que yo visto en mi vida y, como siempre he sido una loca que ima- había muerto y le suplicó a san Rafael: si me salvaba me iba gina cosas, pensé que estaba así de grande porque se había a llamar como él. Me colocó entre su chamarra de mezclilla comido al sol. En ese momento llegó mi papá y recordé su abrochada y se colgó las mangas amarradas en el hombro, advertencia. Por la iglesia se llama Rafaela, pero cuando la como si fuera una cuna. También cargó a mi mamá, que era llevé a Santo Domingo para que el delegado Santos Castro muy pequeña. No me revivieron, reviví sola. Cuando llega- la registrara, no dudé en decirle que su nombre sería Flor de mos al rancho mi papá llamó al que iba a ser su compadre, Sol. “Estás más loca que una cabra”, dijo mi papá al enterarse mi padrino Melesio (al que por cierto colgaron en la cris- cuál era el nombre de su nieta. Pero mi papá no sólo dijo tiada), para que hiciera una cajita de madera. No quería que que estaba loca, sino que era muy malagradecida, porque él me enterraran como a un perro. Entonces, cuando me iban había decidido que me llamara Rafaela cuando san Rafael a meter en la cajita, mi papá abrió la chamarra y vio que escuchó sus plegarias de que me permitiera vivir. Nací estaba con los ojos abiertos y mamándome un dedo. Desco- 33 34 nozco si no lloré al nacer o por la tristeza no me escucharon pagaran por un parto o una curación que hubiera hecho. o, como para mi papá estaba muerta, me dejaron arrumbada Muchas veces ni podíamos entrar a los ranchos en la pick up, en un rincón y se dedicó a atender a mi mamá. Me llamó de tan malos que estaban los caminos, llenos de pedrajos y Guadalupe Rafaela porque ese año fue el aniversario cuatro- hoyancos, así que trepaba a mis hijos en el tractor con tal cientos de la virgen de Guadalupe y toda la gente que naciera de no dejarlos solos en el rancho; para eso sí fui miedosa. en México se iba a llamar como ella, hombre o mujer. Los Más, porque en ocasiones iban a buscarme en la madru- dos nombres son muy fuertes. Tuve una hija que nació el día gada a pie o a caballo, cuando a las mujeres les comenzaban de san Rafael, el 24 de octubre, pero como ahora juntaron a las primeras contracciones. Aunque era una odisea llegar todos los ángeles, ni sé cuándo se festeja a san Rafael. hasta donde estaban las mujeres, me siento muy orgullosa Regresé a Jalisco hasta 16 años después de haber de que nunca se me hubiera muerto una parturienta. Tuve llegado a la península, cuando a mi hija Aurora le diagnos- pocos casos de presentación podálica y de cara, que son el ticaron un granuloma en el oído y los médicos de La Paz me “coco” de los médicos. También debo decir que sólo nos lla- dijeron que no tenían el equipo ni los medicamentos que maban cuando la partera ya no podía hacer nada y pensaba se necesitaban para curarla. Tampoco lo pudieron hacer en que estaba en peligro la vida de la mujer o del producto o de Guadalajara, así que de ahí nos fuimos a México para que la ambos. El equipo era rudimentario; por ejemplo, hervíamos atendieran en el Hospital Infantil, donde por fin la curaron. trapos viejos para que hubiera asepsia durante los partos. A Cuando estudiaba en Guadalajara caminaba en veces, en los primeros años de la colonización, las mujeres pavimentos negros y después, en el Valle, era raro que parían en el suelo, incluso a cielo abierto o en un cobertizo; no anduviera con las piernas enterradas en el polvo o en muchas personas ni muebles tenían. Fueron tiempos difí- el lodo hasta las rodillas. A pesar de que mi más grande ciles que me hicieron agradecer con el corazón las cátedras anhelo desde niña era ser médico como mi hermano mayor, del maestro Duriet, quien nos enseñó a hacer versiones o sólo alcancé a concluir el cuarto semestre de mis estudios modificaciones de la posición del recién nacido a la hora del de Medicina, porque acepté la propuesta de matrimonio parto, ya que si no se modificaba la postura, era inminente de Guillermo, por supuesto, con el firme propósito de que la cirugía. Y en el Valle, pues cómo. los continuaría en cuanto llegáramos a Veracruz. La vida Desde que llegué aquí se me agudizaron todos los es extraña: no logré lo que más quería, ser médica, sin sentidos para defenderme y defender a mi familia de la embargo estaba feliz de vivir en el Valle y de que mis estu- naturaleza, sobre todo de los animales ponzoñosos que dios en la facultad de Medicina me hubieran sido útiles para había en el monte. También me hice experta en cazar para ayudar a mi familia y a los colonos. Nunca acepté que me comer, ni los pájaros carpinteros se me iban vivos, aunque 35 36 ahora no se me ocurriría volver a comer uno, de tan dura llevaron un radio que siempre creí que había sido enviado que tienen la carne. Si se les antoja comer una liebre, deben por el tractorista para pagar la apuesta que perdió, aunque remojarla en agua con sal y vinagre durante toda una noche después mi hermano José dijo que él era quien lo envió para que a la carne se le quite el olor tan fuerte que tiene. Y como regalo para mí. Quién sabe, era tan hablador a veces. si se animan a matar chachuacas o codornices del campo, También aprendí herbolaria para suplir los medi- siempre y cuando no se compadezcan de una familia que camentos que casi siempre escaseaban en la región: la marcha junta, como si fueran soldados, háganlo, son muy gobernadora hervida, en cataplasmas o en alcohol, para ricas. Ni modo, el hambre nos obligaba a ser insensibles. curar las heridas; el cardón de cinco puntas o garambullo, Mi marido sembró unas vides. Para evitar que los pájaros cocido, como agua de uso, para la gastritis y las infecciones carpinteros se comieran los retoños, mi marido compró un gastrointestinales, dicen que hasta el cáncer cura; la borraja rifle sin horqueta en la mirilla que le salió barato. Me hice para mitigar la tos y bajar la temperatura; la golondrina tan buena para tirar con ese rifle que ya sabía cómo calcu- hervida y tomada como agua de uso o en cataplasma para larle para no fallar los tiros, casi a una cuarta de mano de hacer brotar las pústulas infecciosas de las enfermedades la boca. Un día llegó un tractorista a la casa, presumiendo contagiosas, como el sarampión y la viruela; la tuna de la de ser buen tirador. Mi marido le propuso para bajarle los choya en agua de uso, para aliviar las náuseas y el vómito humos: “Le apuesto a que mi vieja le gana con eso de la de las mujeres embarazadas. Cuando no estaba Guillermo buena puntería”. La apuesta fue un radio. Me gusta mucho lo esperaban en la casa, incluso se quedaban a dormir la música y para escuchar el que entonces tenía le robaba hasta que él llegaba. Por ejemplo, cuando hubo la epidemia carga a la batería del tractor, luego al día siguiente estaba del “abrazo chino”, que era una gripa que se complicaba por tan baja que no podía arrancar y mi marido se enojaba. El temperaturas muy altas, les dábamos mucha raíz de choya recién llegado se creía muy fregón y aceptó pensando que para bajarles la temperatura. me iba a ganar fácilmente. Dicho y hecho, nos preparamos Cada día en el Valle era de aprendizaje, de tantos retos para tirar. Mi marido, riéndose para sí, puso unas latas que había. Fui la más chica de mi casa y muy consentida, ni sobre una piedra. En actitud caballerosa, mi contrincante siquiera lavaba mi ropa, lo único que sabía hacer era cocinar me cedió el primer turno, dizque por ser mujer. Un solo tiro, y jugar y jugar. Siempre fui una niña muy inquieta: tomaba la lata salió volando y aguantando una carcajada le pasé clases de pintura y jugaba volibol, también escribía obras de el rifle. Vaya que se enojó cuando descubrió que no tenía teatro que luego representábamos mis amigos y yo. En una mirilla y nos dijo que le habíamos hecho trampa. Como ocasión, cuando era pequeña, mis amigas y yo cocinamos esperábamos mi marido y yo, falló. Meses después, a la casa enchiladas. Preparamos unas tortillitas de masa y fui a la 37 38 tienda a comprar dos centavos de crema. El tendero me pre- porque en Tapalpa, la tierra de mis padres, cuando no llo- guntó: “¿De la cara?” Le respondí: “Pues yo no sé si es barata vizna llueve; es un frío que se te mete hasta los huesos o cara, pero quiero crema para mis enchiladas.” Cuando despacito, despacito. En mi tierra hay mucha humedad y tuve que lavar por primera vez los pantalones de mi marido, por lo mismo crecen hongos de diferentes tipos. Es enton- lavaba una pierna y luego la otra. No sabía lavar, pero bien ces cuando La Pastora se coloca en la cima del volcán el que dormía con un machete en la mano para defenderme de Nevado de Colima, como si fuera un elegante sombrero de los coyotes. Sólo así me sentía segura para proteger a mis charro, lo que indica que hará mucho frío. Son casi cien hijos en caso de que se metiera alguno a la ramada de palma vueltas hacia lo más alto de la sierra. A lo largo del camino en que vivíamos. Ni siquiera puedo decir que era de vara ves a los borregos asándose sobre horquetas. En verano los trenzada, porque en el rumbo no había quién la hiciera. Las árboles se tupen de orquídeas, tantas que ni en Chiapas. paredes eran unos petates de carrizo que hacían en La Purí- Cuando cumplí sesenta años mi hermano Juan me envió un sima. Después colocamos unas divisiones para separar a los libro sobre la historia y las tradiciones de Ciudad Guzmán, trabajadores. En los primeros años que vivimos en el Valle donde una fotografía de la nube que llamamos La Pastora era tanto el trabajo que en pocas ocasiones pensaba en mi aparece en la portada y, como epígrafe del libro, se encuen- familia. Afortunadamente pronto llegaron mis padres. tra uno de los primeros poemas que escribí. Aún con las dificultades y la pobreza en que vivimos En medio de todo el sufrimiento, nos alegrábamos durante los primeros años, mis hijos siempre andaban muy cuando veíamos venir la polvareda del Jeep del gobernador. arreglados gracias a Flora Peralta de Villavicencio, vecina Al bajarse, hagan de cuenta que le habían echado un costal de los Comondú, quien nos vendía ropa a crédito para pagar de harina, que hasta las pestañas traía blancas. Nuestra en seis meses, es decir, de cosecha a cosecha. Por ejemplo, alegría en parte se debía a que siempre teníamos la espe- si nos quedábamos con ropa para el invierno, ella regresaba ranza de que en cualquier momento podría haber algo que cuando estaba por iniciar el verano, le pagábamos la deuda mejorara nuestra situación, sobre todo porque él era muy y nos dejaba ropa para esa temporada, la que pagaríamos bondadoso con los colonos, aunque otros decían que era un hasta el invierno siguiente. Las familias que vivimos en hijo de la chingada. Eso no nos constaba, a pesar de que no Teotlán estamos muy agradecidas con ella, porque si no quisiera a mi marido: cuando todavía vivíamos en Mulegé, quién sabe cómo nos habríamos vestido. el general le preguntó al ingeniero Gallo por nosotros y él le Hacía tanto frío en el invierno en Teotlán que mi dijo que yo estaba celosa. “¿Así que el doctor Orendain anda marido y yo nos peleábamos por el único gato que tenía- de picos pardos?”, quiso saber. Quién sabe de dónde sacó el mos, para que nos calentara los pies. Y eso que sé de fríos ingeniero el nombre de una muchacha (no diré el nombre 39 40 porque pertenece a una familia conocida y respetada de llegar con cara de malos amigos les dije que no estaba mi Mulegé) y Olachea, atrabancado como era, se enojó mucho marido, así que no podían llevársela. Ellos me respondie- porque era la mujer que tenía en ese lugar. Desde ahí le ron que debía respetar la orden del gobierno. Entonces, les cambió el panorama a nuestra familia. Cuando mi marido, pedí le dijeran al gobernador que si los tenía bien puestos, ya viejo, le preguntó a Gallo cómo se le había ocurrido, le él personalmente viniera por la tubería. Ignorando lo que respondió que fue una mera puntada. Pero la mera pun- les había dicho, insistieron en llevársela, por lo que agarré tada tuvo como consecuencia que el gobernador le pusiera el rifle y los amenacé diciéndole que al primero que agarrara cruz negra a Guillermo, tan negra que hasta quiso sacarlo un tubo le sorrajaría un plomazo. Dos de ellos se quedaron del Territorio. Por eso, en cuanto llegamos a Teotlán, le a un lado de la tubería y uno se acercó a mí para darme el quitó el trabajo de médico para que se fuera. Pero no con- recado de los otros, que sin esperar mi respuesta tomaron taba con que Guillermo era tanto o más terco y orgulloso un tubo de cada punta. Ni siquiera lo pensé y le disparé que él: “¡Aquí también es México y nadie va a correrme!” al tubo. Se oyó refeo. No se imaginaban que yo era buena A lo mejor eso sirvió para que nos quedáramos. A partir para la bala. Se asustaron tanto que salieron corriendo, de ahí mi marido trabajó por su cuenta, pero como todos ni voltearon a verme. Menos mal que no sabían que en el estábamos tan pobres, no había forma de que pudiéramos rifle me quedaba un solo tiro, si no, se ríen de mí y se lle- tener lo necesario. Menos mal que los trámites para obte- van toda la tubería con ellos. Enseguida, ese mismo día, ner un terreno en el Valle no se hacían en La Paz, sino en apenas pasado el altercado con los agricultores y todavía México. Sin embargo, cuando fuimos a verlo no tuvo repa- con las corvas temblándome por el miedo, llegó el ingeniero ros en darnos toda la información que necesitábamos para Francisco Carbalho (tenía rancho en el Valle así que iba y hacer el trámite. También nos apoyó cuando el gobierno venía a La Paz) y le platiqué lo que había pasado. Él me dijo: nos dio el crédito para la compra y el envío de la tubería “Súbase, comadre, con todo y sus hijos. Esto urge, les debe- para nuestro pozo, pero en cuanto ésta llegó nos dimos mos ganar a llegar a La Paz.” Preparé desayuno al ingeniero cuenta que estaba sin ranurar, lo que entonces se hacía con y a mis hijos, luego pasamos por el rancho de mi hermano fuego soplete y costaba 700 pesos, mucho dinero y difícil y les dejamos a mis hijos menores, sólo llevé conmigo a de conseguir en esos tiempos, por lo que quedó sin instalar Lupita, la mayor. Mi marido andaba en uno de los ranchos, durante un buen tiempo. El gobernador sabía que nosotros ni cómo ni con quién avisarle, así que esa misma mañana la teníamos y le dio una orden escrita a tres agriculto- salimos. Llegamos en la noche a la casa de mis compadres, res hermanos para que la recogieran. A ellos ya les habían cansados por tanto rebotar en la brecha. Antes de dormir perforado el pozo y a nosotros todavía no. En cuanto los vi me dijeron que muy temprano debíamos estar en palacio 41 42 de gobierno, porque el gobernador era muy madrugador. pedazo de vidrio a los luceros, así era la cuna de Alejandro, un Dicho y hecho, a las 7:30 había llegado el gobernador y los carapacho que recibió el nombre de “Violín de Yanco”. Pero agricultores lo estaban esperando en la sala, pero les gané más bonita que una cuna de caoba o de cedro, porque fue la tirada. Conocía al secretario, suegro del general Valdivia, un animal que matamos para que nos diera alimento y que quien me saludó muy amable y aproveché la oportunidad puse en movimiento después de limpiar el carapacho por para decirle que tenía una urgencia. Me pasó de inmediato dentro y por fuera con agua hirviendo y jabón Fab, el único al despacho del gobernador y le conté lo que había pasado, que había en la región, para según yo quitarle la peste, pero tal cual, hasta con el recado que le había enviado. Se justi- fue inútil. Tuve que forrarlo con una colchoneta gruesa ficó diciéndome que los tres hermanos lo tenían harto con para que Alejandro no apestara a caguama. Hasta holanes sus peticiones y, como no tenía tubería disponible, se le de encaje le puse, como si con eso pudiera alejar la peste. hizo fácil entregarles la mía. “¡Total, qué bueno que no se la En una ocasión, cuando ya vivía en Ciudad Constitución, diste!”, me dijo y de paso me preguntó qué más necesitaba. frente a la plaza, en 1969 (año que recuerdo bien: empezaba Le respondí: “Alambre para cercar el lote, no quiero que se a trabajar para que hubiera Cruz Roja en Ciudad Constitu- meta cualquier gente”. Olachea entre risa y risa me dijo: ción), mi marido llegó a la casa cargando una caguama que “No, si estas méndigas viejas tapatías son bien güevonas.” traía bocarriba y así la dejó en el suelo. Parecía que el ani- Ese mismo día nos regresamos al Valle y llevábamos con mal se esforzaba por enderezar el cuello y un perro con el nosotros el alambre. hocico le arrimaba lodo, como si quisiera hacerle una almo- Alejandro era el único de mis hijos que tenía cabello hada donde descansar la cabeza. Me dio tanta lástima que cuando nació, por lo que debía abrazarlo para que no se le la volteé. Al día siguiente, me di cuenta que la caguama mojara con la neblina, que entraba de lleno entre los miles no había amanecido en la casa y la busqué por las calles, de agujeros del jacal. Un carapacho de caguama enorme siguiendo las huellas en el polvo que se perdían al subir el fue su cuna. En el día lo sentaba sobre dos leños para que pavimento de la gasolinera. Le pregunté a uno de los despa- no se moviera, pero en la noche le quitaba el leño cercano a chadores si había visto una caguama y me respondió: “Uta la cama y con un mecate amarrado a mi pierna y al carapa- mano, se la llevó un compañero que dijo cuando la vio: qué cho lo mecía para dormirlo. Como en el poema “El violín de temprano me socorrió Dios”. Yanco”, había que echar mano de la inventiva para sobrevi- Extrañaba a mi familia, pero también las tiendas vir. Yanco escuchaba un violín y quiso aprender a tocarlo, de abarrotes que había en mi tierra, porque en esos días por lo que fabricó uno con las ramas de un limón y las cri- hasta para conseguir un huevo, fruta o verdura se sudaba: nes de un caballo. Violín tan semejante a los violines, como un teníamos que ir de rancho en rancho para conseguir los ali- 43 mentos, sobre todo cuando un coyote se comió todas mis leoninos y los intereses se transformaban en capital cuando gallinas. Mi papá ya vivía en ese entonces cerca de noso- las cosechas se perdían, por lo que no podíamos pagarlos tros y le había comprado una vaca a Panchuela. A nosotros nunca, más quienes no éramos amigos del gobernador, a los nos prestó otra vaca, que se echó en cuanto la dejó en el que favorecía y hasta invitaba a Las Vegas. Pero a los agricul- rancho y ni Dios Padre la hacía levantarse de tan flaca y des- tores que nos jodíamos trabajando, ni quién nos apoyara. Por nutrida que estaba: debí alimentarla con atole crudo para eso, con un guardaespaldas del Estado Mayor le envié una que se parara. También me resultó difícil entender el len- carta al presidente Zedillo, cuando éste visitó Ciudad Cons- guaje del lugar, por tantos modismos que había y porque se titución. Me valí del poema “Calafia”, de Fernando Jordán, comían algunas letras o juntaban las palabras. Por ejemplo, para solicitarle su apoyo. cuando Guillermo empezó a trabajar en Loreto ya había una 44 enfermera en el dispensario. Y como el gobernador había En este amanecer habló la tierra misma. anunciado que habría médico, los enfermos lo estaban Ya no hay guaycura que tome la palabra esperando. El primer día de trabajo de mi marido llegué al (pues murió en la espera). dispensario poco después que él y, al no verlo, le pregunté Por ello habló la tierra. a la enfermera si estaba atendiendo a un paciente. Ella me Y dijo: respondió: “¡Sí, murió!” “¿Cómo que se murió?”, le grité y, yo sufro, hombre de México. antes de que pudiera responder me acerqué a mi marido que Sufro del abandono y la pobreza, cruzaba la puerta. Preocupada de que se hubiera muerto de un triste olvido secular, su primer paciente, le pregunté por la causa. Él se río y en de estar tan sola y lejos. voz baja, para que no escuchara la enfermera, me dijo: “No Hace mucho llegó el conquistador se murió, así hablan aquí, el señor se apellida Murillo”. O y más tarde la fe. cuando Luis Lonjas, carnicero de Mulegé, decía lo “millo”, y Uno me legó el nombre yo creía que era el lomillo de la vaca. O “lojos”. Pero se les y el hombre de la cruz, la tradición... regresó, porque pronto empecé a hablar igual. De todas mas luego solitaria me dejaron. las palabras nuevas que escuché, la que más me gustó fue “puchi”, porque según yo disimulaban su intención de decir “puta”, lo que me parecía una picardía. Como respuesta, Zedillo le envió una carta a Banrural, a la que anexó mi carta, para ordenarles que me dieran Las dificultades para los agricultores del Valle no cesa- el crédito flexible que necesitaba y no acepté porque había ron con los años, sobre todo por las deudas: los créditos eran hecho la petición en nombre de todos los agricultores, no 45 para beneficio personal. Jaime López Villaseñor era el presidente de la asociación que los agricultores formamos para pedir ayuda aparte del banco cuando nos amenazaron con cárcel si vendíamos el algodón en forma independiente, fuera de sus disposiciones, lo que en ocasiones de emergencia nos veíamos obligados a hacer, como me sucedió cuando mi hija Aurora enfermó y debíamos llevarla al Hospital Infantil. Nos habían dado la cita pero no teníamos dinero suficiente para trasladarnos a México. En esa época yo atendía el rancho porque mi marido trabajaba como médico en la Pesquera Matancitas. Cuando le dije que iba a vender un camión de algodón en greña se enojó y me prohibió que lo hiciera, porque Banrural no se tentaría el corazón para cumplir su amenaza. Como respuesta le dije: “Ya sabía yo, que te conozco, cuánto te ibas a enojar, así que ya vendí un camión completo de algodón”. Pero me fue muy mal, porque el algodón que nosotros cultivábamos era calidad string miller, de fibra larga, la mejor, y me pagaron todo el cargamento como si fuera del algodón más barato; borra, pues. Pero tuve que aguantarme, porque ni pelear podía, ya que lo estaba vendiendo en forma ilegal. La salud de mi hija valía el riesgo de cárcel y hasta más. Hace unos años, reunida con las mujeres catrinas de Ciudad Constitución, 46 llenas de joyas valiosas y con vestidos finos, pobrecitas, presumiendo quién tenía más dinero, me hicieron enojar tanto sus ínfulas, que les dije a mí no podían engañarme, porque bien conocía la forma en que se habían hecho esos capitales. Después de haberlas visto que llegaron al Valle con una mano atrás y otra adelante y que debieron trabajar de sol a sol para malcomer, igual que yo, me pregunté cómo se atre- me importa, para mí es una gran felicidad ver que mi fami- vían a presumir sus riquezas cuando eran obtenidas por lia se come todo. Navidad es una fecha que a todos nos comprar a los agricultores su producción a precios misera- reúne, por lo que aprovechamos para tomar una fotografía bles, misma que luego revendían con grandes ganancias. a la familia completa. Antes era con mi marido y conmigo, Desde hace muchos años, que ni recuerdo cuándo, el Día de Muertos me visto de catrina para visitar las escuelas, la plaza o la Casa Amarilla. Donde haya gente, ahí me bajo. Siempre me ha gustado declamar en público, sobre todo ahora sólo es conmigo. Que no venga Guillermo a retratarse porque le corro. q para alegrar las fiestas de la comunidad. Me siento orgullosa de ser mexicana, así que celebro todos los días del año. Rafaela Vizcaíno es una conversadora de aristas inespera- Si es Día de Muertos, pongo altar en mi casa, donde está el das que me ha llevado de la mano por un recorrido que va espejo, con caña, limas, naranjas, comida en cazuela, chiles más allá de la recreación cronológica de los sucesos de su secos, agua, sal, un camino de flor de cempasúchil para que vida: me acercó a ellos en un acto gentil que da cuenta de lo mis muertos lleguen, una cruz de ceniza, veladoras. A mi que hicieron en lo colectivo y en lo individual los hombres y papá le gustaban mucho los tacos de camarón seco y a mi las mujeres que vivieron en esta tierra. Le agradezco al Ins- marido todo: mole, pipián, calabaza en tacha (cuando está tituto Sudcaliforniano de Cultura la oportunidad que me entera la calabaza le hago un hoyo y ahí le pongo el pilon- dio en 2008 para que nuestros caminos coincidieran en el cillo antes de meterla al horno, aunque luego es muy difícil Taller Narrativa Joven. Desde entonces iniciamos una larga de comerla), tequila, cerveza. En todas las fechas patrias conversación que confío nunca termine. Que el caleidos- preparo comidas mexicanas: mole hecho en casa, nunca copio de esta vida extraordinaria valga como presentación comprado. Y, para celebrar cuando Iturbide llegó triunfante para Con fragilidad de cacto. Rafaela Vizcaíno. a Puebla, además del mole preparo los deliciosos chiles en nogada. Hasta el Día de las Madres celebro con una gran 48 comilona. En Semana Santa, durante la vigilia sólo comemos pescado y no puede faltar la capirotada los viernes de Cuaresma. Mi sobrina Cande me manda el bolillo desde Guadalajara y, si un año por alguna circunstancia no puede, entonces desde días antes empiezo a hornear. A veces se enojan en mi casa porque a todos los pongo a trabajar. No 49 Cabalgata al horizonte de arcilla y sal La luna y el desierto Abro mi ventana y salta como un gato la luz de la luna que inunda mi cuarto. En mi mente, mágica luz, luna del desierto nos cuenta Sabina desde Veracruz. Luz de luna a cucharadas a los niños dar, pintar con gotas de luna los ojos de ancianos para bien morir. ¿Será que en su selva sólo hay rayos de luna al amanecer? En el desierto, lleno de magia lunar, 53 neblinas y cactos, arenas y mar. Cómplice de la luna, pienso que el sol por ella sufre de amor. Luceros, embrujos y ensueños 54 Aquí estoy, bahía. Tiendo mis redes para pescar paisajes. Soy pescadora de luceros, de embrujos, de ensueños. Rafaela Vizcaíno Soto nació en Jalisco, alegre, dicharachera y franca. En Zapotlán el Grande, sus ojos de niña se llenaron de bellos paisajes y verdor, de volcanes majestuosos, nieve y fuego. ¿Sería el impulso para colonizar desiertos? El paisaje agreste, de espesa neblina y candente sol. 55 Fue así que llegó a la tierra mágica, rara y singular en la que fundió sentimiento y mente. A la que ama con profundidad, a la que canta y escribe con gratitud y amor. Así nos lo dice: “Pitahaya de mi tierra, como ella, agreste y tierna, iluminando la sobriedad del cardón, el sol de verano te hincha de gozo. Revientas y tu grito es ¡rojo!” 56 Canto al desierto Con pétalos tan blancos como nieve, doblados por el peso de neblinas, un sol con sed no teme a las espinas, se prende de la flor y la bebe. El sol fue bebiendo rocíos, a reclamar la flor del cacto se atreve. ¡Que regrese ya!, el agua que se bebe. Llora el sol, ¡en el desierto llueve! Y llueve tanto, pero tanto, tanto, que crecen y corren los arroyos, el desierto de tanto verde teje un manto, retoña el orégano en macollos, el canto del desierto es un arrullo, que la lluvia llena de murmullos. 57 El desierto es así, de mágicos paisajes. El rocío, diamantes engarzados en espinas, son al rayar el sol luces divinas, y beben las pupilas los paisajes. En mi mente grabé instantes bellos, regalarte deseo tanta belleza mas… ¿cómo atrapar esos destellos? Plasmo en un verso con destreza lo que diera por lograr en mis minutos de vida, amar entre amarillas mariposas. 58 Primer canto al Valle de Santo Domingo Triste venía por el camino, meditando mi futuro incierto. Salté del mar y estoy contigo. Inhóspita y rebelde dicen eres, crees que con amor pueden vencerte un puñado de hombres y mujeres. El sol quema mi piel, el polvo reseca mis pulmones y la luz contrae mis pupilas. Por tu luz te veo como Goliat, gigante de oro. Yo, David sin piedras ni honda, sólo mis brazos, mi espíritu, mi aliento. Si bebiéndose mi sangre y mi sudor has de aceptarme como hija, tuya soy, toma mi cuerpo y mi alma, marca con espinas el hierro de tu forja, 59 con tus soles mi alma funde y, como Moisés, si es necesario, te legaré mis hijos en sacrificio, tierra de promisión. No temo cansancios, mis fuerzas tuyas son. Mi espíritu rebelde domaré, porque en ti mi mente toma ritmo seguro. Deja que mi fuerza penetre tus entrañas para extraer vida que palpita y cuando brote el líquido de plata arañaremos nuestra piel. Tú me verás como enjuto cardón, yo te veré como bello vergel. Nos fundiremos en fuerte abrazo: tierra y hombre un solo ser. 60 Sacrificio Bello atardecer al salir el sol en mi Baja California Sur. Transparente y tibio, el Mar de Cortés, que sus aguas tiñen de lila y de rosa. Al amanecer, todos los azules gotean del cielo, matizan el mar, transparencia azul que me hace soñar. Se escucha en el monte rojo grito agreste: del viejo cardón, fruto de sangre es su corazón, que en sacrificio ofrece a su dios, el sol. 61 Bello atardecer al salir el sol en mi Baja California Sur. Pescadora de la bahía de La Paz 62 ¡Aquí estoy, bahía! Tiendo mis redes para pescar paisajes. Soy pescadora de atardeceres, de embrujos y de ensueños. Con mis redes atrapo luceros que tornan tus aguas espejo. Luceros que en mis redes se transforman en peces. Peces de plata surcando las olas tiemblan al compás del arrullo del viento. Las flores del cacto roban a la brisa su aliento. ¡Dame una flor, desierto!, para alegrar los ojos de mi madre. Y tú, bahía, un lucero hecho pez para su mesa. 63 Ciudad Constitución 64 Te miro pasar en la madrugada, mantilla y peinetas lucías elegante. ¿Ibas a la misa, a ver algún mozo, en ajuar de coqueta? Peinetón de espigas, ¡mantilla de brisa! Mira que miré que llevabas prisa. Las campanas sonaron y entre los trigales te miré embelesada. ¿Qué gitana, dime, te dio ese salero? Porque entre tus faldas de retacería se ven mil parcelas, en las que hay barajas de gitanerías, y entre los revuelos de tu verde falda, ¿quién pintó el caserío de cardón labrado, y quién entretejió techos de palma, donde quedó enredada mi alma? Coqueta y femenina miras a San Carlos, que con bruma marina su sentir te envía. Y tú, ¿recados le envías con las palomitas? Extiende tus brazos, no puede alcanzarte, sufre por celos de verte tan guapa, que sólo neblinas se acercan a ti, ciudad de etérea ilusión. Su rocío te baña, joven laboriosa, comundeña hermosa, mi Constitución. 65 Agua 66 Cae el agua repitiendo un lánguido poema. Adivino ondas eléctricas, magnéticas. Mis oídos captan vibraciones subterráneas, otras vidas, que viven y mueren en oscuras cavernas, pulidas por el eterno paso del agua. El agua canta. Aun en la más terrible oscuridad, sabe que un día conocerá el sol, otra vegetación, ¡al cielo! Con sus soles lejanos, mirará los árboles, ¡las flores y el lucero! Y, si hay suerte, jugará con los pies de niños descalzos, cantará con ellos, se dará completa, aunque quizá no sepa que sin ella no hay vida. Un día subirá tan alto, en tenue neblina, como la profundidad que conoció. 67