Los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II Alberto Ramírez Zuluaga, Pbro.1 E l 11 de octubre del presente año se cumplieron los cincuenta años de la inauguración del Concilio Ecuménico Vaticano II, cuya primera Sesión tuvo lugar en el otoño de 1962. Esta fecha tiene una importancia imponderable para la Iglesia católica: ninguno otro es comparable con él en la historia de los últimos siglos. De la alegría que se vivió en ese día de su inauguración pueden dar testimonio todavía muchas personas. El Papa Juan XXIII pronunció en la Basílica de San Pedro una conmovedora alocución, cuyo original había redactado de puño y letra en sus vacaciones de verano en Castelgandolfo, la que conocemos con el título de Gaudet Mater Ecclesia. Ese sólo título nos permite imaginar la emoción del Papa, pero en ella se puede percibir también el espíritu de apertura que lo a la Curia Romana que los había preparado: el cardenal francés, arzobispo de Lille, Aquiles Liénart: y el cardenal alemán, arzobispo de Colonia quien se había hecho acompañar por un joven teólogo que llegaría a ser el Papa Benedicto XVI, Josef Frings. El Papa los apoyó y hubo necesidad de emprender una ardua tarea para poder continuar. En la primera Sesión del Concilio no se aprobó ningún documento, ni se tomaron decisiones definitivas. Sólo se progresó en el estudio del documento que llegaría a ser en la segunda Sesión la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, conocido como la Sacrosanctum Concilium. Todavía en el transcurso de la primera Sesión, el Papa se enteró de que tenía una enfermedad terminal. Con el espíritu de fe que lo animaba puso todo en las manos de Dios y lo confió todo a quien llegara a ser su sucesor, mientras continuaba incansable con su actividad hasta prácticamente las vísperas de su muerte que tuvo lugar en el mes de junio de 1963. Es ciertamente inolvidable el Papa Juan XXIII: a él se le debe toda la inspiración del Concilio, pero él no pudo ni siquiera imaginar adónde llegaría esa empresa de renovación de la Iglesia que había puesto en marcha. ▲ animaba, su esperanza. Esa misma emoción se prolongó hasta la noche de ese día cuando, de manera improvisada, se dirigió a una multitud inmensa de personas que colmó la Plaza de San Pedro con luces en sus manos para manifestar su alegría. La luna llena de esa noche quería presenciar, según el Papa, ese admirable espectáculo de tal manera que a esa alocución se le designó siempre como el “discurso de la luna”. Y, al dirigirse a los padres de familia, les encomendó llevar a sus niños, al llegar a sus hogares, las “caricias del Papa”. Juan XXIII se empeñó con todas sus energías desde ese día en las tareas de preparación del Concilio, la cual duró aproximadamente tres años y medio. Poco a poco comenzó a precisar los propósitos que lo habían motivado: ante todo, el propósito de la renovación (aggiornamento) de la Iglesia por el retorno a las fuentes; luego, el propósito de despertar en ella una actitud de diálogo sin limitaciones para entrar en contacto con todo tipo de interlocutores: con las Iglesias y comunidades cristianas no católicas, con las religiones no cristianas, con la modernidad, es decir, con el hombre real de los tiempos actuales y de los tiempos por venir. Su optimismo contagió el mundo en el sentido de lo que había afirmado ya en la época en la que había sido Patriarca de Venecia, cuando había convocado un Sínodo con propósitos semejantes: “No estamos en la tierra para cuidar un museo, sino para cultivar un jardín lleno de vida”. El intenso trabajo de los años de preparación hizo posible que las comisiones nombradas por él elaboraran un gran número de proyectos, setenta y uno, sobre temas que habían sido propuestos a partir de las consultas. El trabajo de preparación había sido tan eficaz que el Papa creía que se podía terminar todo en una sola Sesión. Sin embargo, no sucedió así. Por una parte, los documentos propuestos, especialmente los más importantes que debían ser el fundamento de los demás, no dejaban percibir el progreso de la teología moderna, ni reflejaban la inspiración y la apertura del Papa. Dos cardenales, en particular, lo hicieron notar enfrentándose en la misma Aula conciliar 1 Doctor en Teología, Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana y en el Instituto Bíblico de la Universidad de Antioquia. Medellín (Colombia). 6 ODN Anuario 2012 ODN Anuario 2012 7