Nuevo pulso entre voluntad política y fractura económica

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Unión Europea
Nuevo pulso entre voluntad
política y fractura económica
economía y finanzas
El articulista intenta demostrar que, históricamente, el eje francoalemán ha cumplido un papel definitivo frente a las amenazas
separatistas de la Unión Europea. Y se pregunta si en esta coyuntura
de crisis los resultados de la voluntad política francoalemana
lograrán superar los retos que presenta la fractura económica y
financiera en el continente.
E
Rodolfo Molina Meza
Estudiante de VI semestre
Gobierno y Relaciones
Internacionales
Monitor de investigación del área
de Relaciones Internacionales
rodolfo.molina@uexternado.edu.co
l proceso de integración de la Unión Europea (UE) ha pasado por distintas crisis, algunas propias del proceso de unificación y otras ajenas.
Y pese a su desarrollo casi pendular, el proyecto unificador continúa,
gracias —entre otras razones— al liderazgo europeo conferido por los presidentes de las diferentes instituciones o de los estados miembros en sus
distintas generaciones.
Hoy, cuando la UE pasa por una de sus crisis más profundas, cabe preguntarse si este liderazgo político, característico en las coyunturas adversas,
conseguiría ser el resorte articulador de la actual recesión por la que ésta
atraviesa.
Aunque algunos medios de comunicación, como ciertas posiciones
euroescépticas1, ven en riesgo la permanencia del euro como moneda europea y hasta de la UE misma, es importante hacer un repaso histórico del
proceso integracionista, donde el eje francoalemán ha tenido la responsabilidad de actuar como motor de la Unión.
Esta visión retrospectiva muestra cómo en cada una de las crisis internas y externas a las que se ha enfrentado el proceso de integración ha sido
el liderazgo europeo, en manos del dueto estructurador de la formación de
la UE (Alemania y Francia), el encargado de formular la solución a éstas. A
partir de un breve repaso histórico de las crisis y sus respectivas salidas en
las distintas coyunturas, se puede evidenciar cómo los líderes de Europa han
conseguido mantener la cohesión de los estados y garantizar la continuidad
de la integración.
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Necesidad integracionista
La segunda guerra mundial significó para Europa la peor catástrofe humana, política y económica de la historia continental. A pesar de que el pasado
de los imperios europeos del siglo XIX estuvo marcado por constantes conflictos de distinta gravedad, nunca antes habían llegado al nivel de caos
alcanzado luego de 1945. Los cálculos de otro conflicto de tales magnitudes
eran inconcebibles, por lo que los estados de Europa estaban dispuestos a
reconstruir el continente y buscar la forma de garantizar la paz y el bienestar de manera definitiva.
Como lo afirman algunos conocedores, las teorías y los mecanismos
para la unificación de Europa han tenido su mayor impacto en los periodos
de posguerra, y los años siguientes al fin de la segunda guerra mundial no
fueron la excepción. Lo que marcó la diferencia con el inicio del proceso de
integración de la UE fue la forma como se acometió dicho fin: los estados
europeos decidieron cooperar en la búsqueda de la consecución de intereses comunes (la reconstrucción, la paz y el bienestar ciudadano), incluso
en favor de la cesión de soberanía nacional, y a partir de la reconciliación
y la colaboración entre las dos potencias históricamente rivales: Francia y
Alemania.
Los líderes que formularon la idea de paz para Europa en el periodo
de posguerra y que además señalaron el modo de conseguirla fueron
Jean Monnet, Robert Schuman y Konrad Adenauer. Los dos primeros,
franceses, concibieron el comienzo del proceso de integración, plasmado
en la Declaración Schuman, el 9 de mayo de 1950, fecha considerada el
nacimiento de la Unión Europea. Mientras Adenauer, canciller alemán
de aquel entonces, se sumó a la propuesta francesa convencido de la
necesidad de lograr la paz y de construir un sistema económico interdependiente que garantizara la estabilidad y la prosperidad del continente.
«Europa no se hará de golpe ni en una construcción de conjunto: se hará
mediante realizaciones concretas, creando primero una solidaridad de
hecho. La reunión de las naciones europeas exige que la oposición entre
Francia y Alemania sea eliminada (…). La puesta en común de las producciones de carbón y acero asegurará inmediatamente el establecimiento
de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea…»2.
A partir del cumplimiento de este acuerdo, Europa superó con éxito
la crisis que significó la segunda guerra mundial, gracias al idealismo y el
pragmatismo de sus líderes, quienes transformaron el devenir de la historia
en las bases de un futuro próspero y seguro.
Petróleo y transición
La crisis del petróleo a principios de los años setenta constituyó el primer
obstáculo exógeno al proceso de integración que Europa tuvo que enfrentar.
El embargo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep)
truncó la integración económica e hizo imposible la consecución del principal objetivo de la Cumbre de La Haya de 19693: la creación de la unión
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económica y monetaria, que implicaba la consolidación de la integración
económica en la ruta hacia la unión política.
En el entendimiento de lo importante que era conseguir la continuación de la integración económica para el futuro de la Unión Europea, la
segunda generación de líderes europeos en la década de los años ochenta,
entre los que se destacan Jacques Delors, Helmut Köhl, François Mitterrand
y Felipe González, actuó de acuerdo con las circunstancias y lograron superar la difícil situación. Con la firma del Acta Única Europea, en 1986, se
pudo alcanzar la meta de 1957: la creación del mercado único europeo,
sin el cual no habría sido posible el relanzamiento de la unión económica
y monetaria, en el marco del Plan Delors de 1989. Sólo así los europeos
consiguieron el grado de integración económica necesario para luego, en
1992, retomar materialmente la unión política con la firma del Tratado de
Maastricht.
Así mismo, cabe destacar el trabajo del canciller alemán Helmut Köhl,
quien tuvo que sortear la caída del muro de Berlín, en 1989, y que, pese a
la magnitud de la adversidad, pudo reunificar Alemania sin tener que renunciar a la integración con Europa, así como la labor de Felipe González,
actual presidente del Grupo de Sabios para el Futuro de Europa, quien fue
el abanderado de la propuesta española sobre la «ciudadanía europea», que
hoy día es una realidad.
¿La historia se repite?
Los problemas que desencadenó la crisis financiera del 2008 no cesaron con
las medidas de política monetaria expansiva que tomaron los estados europeos; por el contrario, salieron a relucir las dificultades fiscales en que se
encuentran varios de los miembros de la eurozona, principalmente Grecia,
Portugal, Irlanda, Italia y España, cuyas deudas soberanas corresponden a
montos considerables respecto de sus PIB anuales4. La Unión Europea, en
acuerdo con el FMI, rescató a Grecia, a Irlanda y a Portugal; sin embargo, se
conserva la esperanza de que las otras economías no se contagien y de que
no haya necesidad de más rescates.
No obstante, ante tanto pesimismo acerca de la crisis del euro, Nicolás
Sarkozy y Ángela Merkel, las máximas autoridades de Francia y Alemania,
respectivamente, han asumido la misión que les deviene de la historia
Ahora son
misma de la integración europea y han decidido actuar. La primera
Merkel y Sarkozy
disposición de los mandatarios fue dar un no rotundo a la emisión de
los que llevan la histórica
los eurobonos, y por el contrario se planteó la necesidad de fortalebandera del liderazgo en la
cer la gobernanza europea. En este contexto, se propuso la creación
búsqueda permanente de la paz
de un «verdadero gobierno económico» al amparo del edicto del
y de la prosperidad de los pueblos
presidente
del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, con el que
de Europa, el objetivo rector del
se
pretende
devolverle el crecimiento económico a todos los países
proceso de integración en
que
comparten
el euro como moneda nacional.
cada una de sus etapas.
Merkel, por su parte, decidió ir más lejos y anunció que su gobierno se apropiaría de la misión de sacar a Europa de la actual crisis, y
que está dispuesta a promover las modificaciones al Tratado de Lisboa que
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se requieran para cumplir su cometido. «Somos de nuevo la locomotora
del crecimiento en la UE (…) El euro es mucho más que una moneda, es
el garante de la vida en paz de este continente (…) Prometí que Alemania
saldría más fuerte que antes de la crisis económica y lo he cumplido. Ahora
les digo que Europa puede salir más fuerte que antes de esta crisis (…) Mi
misión central es ayudar a Europa a salir de la crisis financiera con el mismo
éxito con el que lo ha conseguido Alemania»5.
La historia se repite para la Unión Europea, y conforme a lo inmediatamente expuesto, vuelve a ser el eje francoalemán el que se dispone a
cooperar para empujar al continente fuera de los apuros y los problemas
en los que se encuentra inmerso. Ahora son Merkel y Sarkozy los que llevan
la histórica bandera del liderazgo europeo en la búsqueda permanente de
la paz y de la prosperidad de los pueblos de Europa, el objetivo rector del
proceso de integración en cada una de sus etapas.
Se ha demostrado que las principales herramientas para superar los obstáculos que se han interpuesto en la ruta de la construcción de una Europa
pacífica y próspera han sido la fortaleza, el idealismo y el pragmatismo de sus
líderes en cada generación. Primero estuvieron Jean Monnet, Robert Schuman y Konrad Adenauer para idear una Europa en paz e inventar los mecanismos para conseguirla, en los años siguientes al fin de la segunda guerra
mundial. Luego, en la década de los ochenta, la histórica misión del liderazgo
europeo estuvo en manos de Jacques Delors, Helmut Köhl, François Mitterrand y Felipe González, quienes lograron sobreponerse a los retos externos
que supuso la crisis del petróleo en los años setenta, para concretar así la significativa etapa de la integración económica de Europa. Hoy, los problemas
cambiaron de cara, pero en esencia son los mismos, y sólo se requirió que el
eje francoalemán, el corazón mismo de la integración, se dispusiera a actuar
para que comenzara a vislumbrarse la salida a un crisis económica que ha
afectado profundamente a la Unión Europea, no sólo en términos materiales,
sino también en cuanto a la credibilidad y la confianza en el proceso de integración, un proceso en permanente construcción. Únicamente queda esperar,
entonces, que las palabras de Ángela Merkel se conviertan en realidad y que
Europa salga fortalecida de la crisis.
Notas
1. Ver «La crisis desnuda la fragilidad del euro», El Universal, Venezuela; «The euro crisis: how much worse can
it get», Time Magazine, USA; «Stocks markets slides over euro debt crisis fear», The Times, UK; «Eurozone debt
crisis: is a new phase imminent?», The Guardian, U.K.
2. Declaración de Robert Schuman, ministro de Asuntos Exteriores de Francia, 9 de mayo de 1950.
3. En la Cumbre de La Haya de 1969 se establecieron tres objetivos para el proceso de integración: completar (la
política agrícola común y la política financiera, en especial), ampliar (como referencia al eventual ingreso a las comunidades europeas del Reino Unido, Irlanda y Dinamarca) y profundizar (lograr la unión económica y monetaria).
Aun con grandes dificultades, para los años setenta los dos primeros objetivos se pudieron consolidar, en especial
el de la ampliación, luego de que Georges Pompidou sucediera a Charles de Gaulle en la presidencia gala.
4. La deuda soberana de Italia se aproxima al 120% de su PIB anual, mientras que la deuda española es equivalente al 64% del PIB. Para la corroboración del dato sobre Italia, ver «Italia sería el próximo en necesitar un rescate»,
artículo publicado online el 8 de agosto de 2011 en www.larepublica.com, y para el dato sobre España ver «La
deuda de las comunidades marca un récord al subir al 11,4% del PIB», artículo publicado online el 17 de junio
de 2011 en www.elpais.com.
5. Discurso de la canciller alemana, Ángela Merkel, frente al Bundestag (el Parlamento de Berlín), el 7 de septiembre de 2011.
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