Ficha XI.- CAMINO DE PERFECCIÓN- I Camino 30-31: Oración de quietud: “santificado sea tu nombre, venga en nosotros tu reino”. Pistas de lectura. Tras la invocación inicial al Padre del cielo, la santa comenta juntas las dos primeras peticiones del Padrenuestro: ¿por qué juntas, en qué basa esta inseparable correlación? Además, ¿por qué pedir particularmente; no bastaría con “decir: dadnos, Padre, lo que nos conviene…”? Por otro lado y como anuncian los títulos de los capítulos, estas peticiones bien rezadas desembocan en la oración de quietud (¿en qué consiste?), para la que da consejos, avisos (¿cuáles?). Además, hablar de contemplación mística (quietud) es sin duda un plato fuerte para las lectoras; por eso, precisamente, va bordando la exposición del tema con todos los recursos de su pedagogía: a) experiencias de conocidos y propias; b) ejemplos bíblicos; c) comparaciones, imágenes y símbolos1; por tanto, atender a toda esta gama de recursos. Para reflexionar, revisar la vida, interceder, agradecer, contemplar… 1. Parece claro que somos nosotros, y no el Padre, los que necesitamos pedir “cosa señalada”, es decir, hacer peticiones particulares, para concienciarnos de lo que pedimos y necesitamos (30,13), para ensanchar el deseo (Carta de S. Agustín a Proba: Oficio Lectura, Domingo XXIX; cf. también Ficha Vida 39-40, pregunta 3). 2. “Entendamos, hijas, esto que pedimos y lo que nos importa importunar por ello y hacer cuanto pudiéremos…” (30,4). ¿Tienes bien presente que ni siquiera podrías empezar a orar sin su gracia (cf. 1Cor 12,3)? ¿Lo importunas para ello?... 3. ¿Conoces experiencias como las referidas en 30,5-7? Además, ¿qué te parece que la iniciación a la oración contemplativa, sobre la base del humilde rezo del Padrenuestro (PN), quede enmarcada entre esos dos modelos extremos: la alabanza de los que ya están en el cielo y ese aparentemente pobre ejemplo de oración vocal2? ¿Y eso de que pueda ser introducido en la oración contemplativa incluso quien se considera enemigo de ella (final de 30,7)? 1 2 Cf. T. ÁLVAREZ, Paso a paso. Leyendo a Teresa con su Camino de Perfección, pp. 212-215. Ibid. pg. 204. Ficha XI.- CAMINO DE PERFECCIÓN- II 4. Lo que realiza el empalme entre las palabras rezadas (las dos peticiones) y los “sorbos” de contemplación es el recurso a “la compañía del Maestro” que nos enseñó esta oración. Compañía orante, es decir, solicitada pronunciando y repitiendo las palabras del PN en comunión con los sentimientos del Maestro. De suerte que “aprender” a rezar contemplativamente la oración dominical no consista en apropiarnos las palabras y su contenido, para reproducirlas ante el Padre, sino más bien en una secreta ósmosis: entrar en comunión con las palabras y los sentimientos de Jesús (…) Por eso Teresa irá aplicando a cada una de las peticiones del PN esta clave secreta: un sencillo anhelo de explorar cuál fue el sentido, cuáles los sentimientos que afloraron en el alma de Jesús cuando dijo “Padre” o “hágase tu voluntad” o incluso “líbranos del mal”. Acercarse a esa maravillosa sinfonía de sentimientos filiales de la oración del Señor, es el gran portón de entrada en la oración contemplativa, profundamente cristiana. Hacia ahí apunta la pedagogía de la santa cuando habla del puente tendido desde el rezar al contemplar3. 5. Aunque la primera descripción de la oración de quietud parece requerir poco discernimiento (31,2-3), en seguida se corrige (31,8). Repara en ello con la ayuda además de Ficha Vida 14-15 y: Al principio sentimos que hay algo embarazoso en esta nueva relación. Estamos tan acostumbrados a hacer algo que nos incomoda cuando lo único que hacemos es estar tranquilos. La gente me ha dicho a menudo: “No estoy seguro de lo que pasó. Mi oración está llena de paz, pero la mayor parte del tiempo parece estar vacía”. Yo les pregunto: “¿Sentías impaciencia?” Ellos me responden: “¡No!, mientras rezo soy feliz y me siento satisfecho. Parece como si estuviera haciendo algo. A veces me sorprende estar simplemente sin hacer nada; otras no estoy siquiera seguro de si me quedé dormido”. Llegados aquí suelo preguntar si esas dudas suceden mientras oran o después, cuando examinan la oración; esto segundo es una buena señal para saber que lo ocurrido es auténtica oración. No obstante, conviene que esto nos lo confirme un buen director y, además, pedir luz constantemente al Señor tanto para el director como para uno mismo4. 6 ¿Conoces experiencias así: 31,4-5? 7. Se habrán captado con facilidad los avisos que da la santa cara a la quietud, por tanto, detente en cada uno (31,6-13; cf. V 15,6-9) y revisa, agradece, suplica… 8. Al final, se insiste en dos posibles errores (ya conocidos, cf. V 14-15): uno existencial, tornarse a la tierra, poner la voluntad en cosas bajas (31,11-12a)5; otro oracional, impedir la quietud por cumplir sus devociones (31,12-13); por tanto, reflexiona, ora… 3 Ibid. pp. 204-205. T. H. GREEN, Cuando el pozo se seca. La oración más allá de sus comienzos, Sal Terrae, Santander 1999, pp. 56-57. 5 No obstante, repárese: “aunque no del todo quita lo dado [el Señor], cuando se vive con limpia conciencia” (31,12). 4 Ficha XI.- CAMINO DE PERFECCIÓN- III 9. El desfile de figuras que emplea la santa en estos capítulos culmina en la del niño y la madre (31,9). Todas ellas convergen, como un haz de luz, en un motivo doctrinal. Tanto en la oración como en la vida del hombre espiritual, hay una componente que necesita especial cuidado. Es la componente de la gratuidad. En proporción muy elevada, la vida es algo que el hombre recibe, no que él produce o se da a sí mismo. Y la oración es, también en proporción muy elevada, amistad que le regala el otro Amigo, no amistad que uno va conquistando palmo a palmo. De ahí la importancia que reviste ese saber adoptar –en vida y oración– la postura del niño regalado por la madre: “que sin trabajo del entendimiento” (mínimo de tarea), “está amando la voluntad” (sumo de recibo) […] Al cristiano de hoy, tan creído de su poder de acción, le viene bien recordar esa lección teresiana6. 6 Conclusión del artículo: T. ÁLVAREZ, “Está el alma como un niño…” Glosa al pasaje teresiano de Camino 31,9: Monte Carmelo 93 (1985) 148-153.