El secreto del verdadero éxito Los que buscan la paz en el dinero, cuando lo tienen, se dan cuenta que ahí no estaba la paz, los que buscan la paz en una pareja, cuando la tienen, se dan cuenta que ahí no estaba la paz, los que buscan la paz en tener más tiempo libre cuando lo tienen se dan cuenta que ahí no estaba la paz. ¿Dónde está la paz? ¿Estará en el dejar de buscar? Generalmente al éxito se lo relaciona con llenar un vacío, con alcanzar algo, con obtener algo externo, un objeto, un reconocimiento…Existe un principio espiritual que dice que si deseamos algo lo suficiente en algún momento lo vamos a lograr. Pero la “satisfacción” con el logro alcanzado no implica un “verdadero” éxito porque al poco tiempo esa sensación se desvanece y aquello que era tan “deseable” se transforma en algo sin vida, y rápidamente ese deseo es reemplazado por otro en una cadena incesante de acciones detrás de una satisfacción imaginaria que cuando llega no era lo esperado. Porque todo lo que anticipadamente imaginábamos que sucedería en el momento del logro se enfrenta con la realidad que nunca coincide con aquello que ilusionábamos de antemano. Una frase que se le atribuía a Sai Baba decía: “La idea de búsqueda es falsa” ¿Entonces? El discípulo explicaba que lo que verdaderamente anhelamos “ya” forma parte de nosotros, si no formara parte de nosotros no lo anhelaríamos. Entonces no se trata de “abrir” una brecha y tratar de ir desde la carencia hacia algo externo para completarnos, sino de recuperarlo de algún lugar desde dentro de nosotros. Al mismo tiempo y desde otro ambiente bien diferente, Otto Sharmer profesor del MIT y autor del libro Abordando el punto ciego de nuestro tiempo afirmaba que cuando vemos alguna persona exitosa desconocemos lo más importante: “el lugar interno desde el cual opera”. Fue así que postuló una ley hoy conocida como ley Sharmer que dice: “El éxito de nuestras acciones como gestores de cambio no depende de qué hacemos ni de cómo lo hacemos sino del lugar interno desde el cual operamos.” Desde dos ambientes bien diferentes se relacionaba al éxito con algo “interior”, en vez de que con algo “exterior”. Observando los procesos de las personas en la búsqueda de iniciar proyectos con mayor sentido para sus vidas, sucedía que esa “voz interior”, ese “lugar interno” no se identificaba bien o si se identificaba se terminaba perdiendo en la multiplicidad de temas que involucra lo cotidiano y rápidamente todo era ocupado por los detalles del proyecto en sí mismo. Esa claridad inicial, esa imagen, esa percepción, esa intuición o esa voz interior, se desvanecía…También empecé a ver el “costo interno” que tenía el “triunfar” en algo que no era lo que “verdaderamente” una persona “tenía” que hacer en el sentido más profundo. Y siempre volvía esta confirmación: que el secreto del verdadero éxito no estaba en nada de lo que sucediera en el mundo material sino lo que sucediera en el mundo interior. Entonces la condición sería un cambio de “foco”, de la consecución de un resultado externo hacia la “afinación” de la escucha interior. El resultado en vez de ser algo lejano que alcanzar sería una consecuencia. Una “reorientación” desde el mundo fenoménico de experiencias al mundo interno de significado y sentido. El secreto del verdadero éxito se transforma entonces en ver en qué medida mis acciones son una fiel representación de esa verdad interior. El éxito deja de vivirse como un remolino emocional para percibirse como quietud. La quietud que surge de la certeza de estar respondiendo responsablemente a algo valioso, haciendo lo que nuestro ser interior percibe como correcto. Ciertas veces esa intuición no indica inicialmente un “hacer”, sino un “dejar” de hacer para “afinar” esa escucha y estar más cerca del “ser”. Edgar Cayce la llamaba la “vocecita suave” porque la voz puede escucharse cuando el ruido para. Y siempre esta quietud expectante permite que lo nuevo surja, que se nos muestren los pasos y nos pone más cerca de la paz tan anhelada. Alexis G.Ansaldo (Almamater, el alma importa)