Orígenes de la lengua castellana Necesariamente hay que ubicarnos en la península Ibérica para descubrir el origen de nuestra lengua castellana. En el siglo II a.c. vivían allí celtas e íberos (hoy territorio de España y Portugal). No hay casi vestigios de un idioma íbero pero sí está identificado el celta, que es el mismo euskera hablado en el sur de Francia y norte de España, este idioma es la lengua oficial del país Vasco, junto con el castellano. Hace 2.200 años en la península Ibérica los burros y los perros paseaban por el solórzano, lejos del barranco y sin salirse del amaya para no meterse en el barro ni perderse en los charcos. Mientras tanto, sus amos, abrigados con chamarras, preparaban algún alimento con manteca. Unos vivían en chabolas y otros ya habían construido su javier rodeado de abedules y conejos. Desde esta época se vislumbraba la vocación metalúrgica de esta raza pues trabajaban la chatarra. Los pescadores usaban chisteras. La boina formaba parte de la indumentaria cotidiana. Y no podían faltar los aquelarres. Las palabras resaltadas son propias del lenguaje celta; busque su significado si lo ignora. Reescriba el texto en el cuaderno con palabras de hoy. Estos ancestros peninsulares eran grandes, fuertes y barbados, para divertirse o cuando estaban estresados le torcían el pescuezo a un enorme toro pero esta fortaleza de nada les sirvió cuando llegaron unos guerreros modernos y estilizados: los romanos. Ellos los invadieron y dominaron sin remedio. Los invasores eran leguleyos, exageradamente cuadriculados pues empezaron a construir ciudades en cuadrículas estrictamente iguales alrededor de una plaza, además eran obsesivos de la limpieza: baños y acueductos no podían faltar en la nueva estructura. En dos siglos de dominación su Ibérica pasó a ser Hispania, provincia del imperio romano y como todo imperio impuso su lengua: el latín, llamada así porque era originaria de Lacio (Norte de Italia). El latín fue como el inglés de la época, las palabras dizque imprecisas de los celtas eran acomodadas en uno o dos vocablos exactos y breves del latín. Así le tocó al burdo celta atender al magíster romano, que le exige pronunciar la sofisticada efe de: foja, farina y facer. El bárbaro, musculoso y gigante acostumbrado a la erre de pizarra, echeverri y verraco lo intenta y lo logra en ocasiones pero finalmente ya no se oye foja, farina y facer sino hoja, harina y hacer. Pero no todo era milicia, derecho y obras públicas, también había campo para el amor así que con los romanos llegaron los conceptos de novio, novia, matrimonio, ágape. Hubo tiempo para el corpus y para el vinum, la lingua, las manus. Así todo fue bonus como el aqua y el romance se volvió longus, mollis, plenus y rotundus. Así que el latín es el idioma de donde sale el castellano. El castellano es como un latín mal hablado o un latín evolucionado. Pero el castellano también tiene influencia del griego por eso encontramos palabras cuyas raíces nos remiten a dicho idioma: acrópolis, filosofía, ortografía, hemorragia… En el siglo V d.c. el imperio romano cayó en decadencia y las provincias quedaron al garete, con este hecho el latín de cada provincia tomó su propio camino, sus propios cambios y aparecieron nuevos idiomas. Algunas palabras variaron poco: amare del latín siguió siendo amare en italiano, en castellano, portugués, provenzal y catalán perdió la e final y quedó amar; en francés fue primero amer y luego aimer. Otras palabras sufrieron mayores cambios. Bonus quedó bom en portugués, bon en gallego, provenzal y francés, bon y bo en catalán, valenciano y mallorquí; buono en italiano y bueno en castellano. La lenguas derivada así del latín se llaman lenguas romances y son: el rumano, el francés, el italiano, el portugués y los diversos idiomas españoles: castellano, gallego, valenciano, catalán… Adaptado de: ÁVILA, Fernando. Español correcto, serie para dummies. Editorial norma. Bogotá, Colombia, 1997. Pp 9-12