Pánico en la Bolsa El ‘crack’ del 29 sumió a los Estados Unidos en la peor crisis económica de su historia y tardaría años en superar sus secuelas, que fueron muy marcadas entre muchas capas de la población. Enamorado de España El escritor norteamericano estuvo en la plaza de toros de A Coruña gozando de una de sus pasiones N HISTÓRICA cida Plaza de Santa Margarita, en la esquina entre la Avenida de Finisterre y Médico Rodríguez. En esa primavera de 1929, la corrida del Niño de la Palma, Chicuelo y Domingo Ortega tuvo un “sabor especial” al contar con el entonces joven escritor Ernest Hemingway entre los espectadores. Era la segunda ocasión en la que el autor de “Adiós a las armas” visitaba la “ciudad cristal” y de la que habría de confesarse enamorado. Pero también fue un año para la aeronáutica en una ciudad que se había mostrado pionera en el desarrollo de tan temeraria práctica: en la tarde del 13 de agosto aterrizó en la playa de Santa Cristina la primera aviadora española, la madrileña de origen asturiano, María Luisa Bernaldo de Quirós, hija del conde de Canilleros. Tomó tierra con su avioneta y fue recibida por gran número de personas que quisieron darle la bienvenida. Entre ellas se encontraba toda la junta directiva del recién inaugurado Auto Aéreo Club de Galicia, con su presidente Pedro Barrié de la Maza a la cabeza. La aviadora se alojó durante una semana en el Hotel Atlántico aunque aprovechó la estancia para obsequiar a la población con varias exhibiciones de verdadera destreza, en una de los cuáles la avioneta evolucionó magníficamente alrededor del trasatlántico Reina María Cristina, que por entonces entraba en puerto. Pero no todo era esparcimiento en esta sociedad aburguesada de la época. En las tertulias políticas de los cafés Oriental y Unión comenzaba a hablarse de Miguel Primo de Rivera como gobernante sin apoyos, de cómo el hundimiento de la bolsa de Nueva York –el “crack del 29”- amenazaba con desequilibrar la economía española y de todas las conspiraciones militares que apuntaban ya a la ruptura en el Ejército. Ante este panorama poco alentador, parecía difícil que el para algunos “licencioso” Alfonso XIII, fuese capaz de sostener su Monarquía.