- Material Sustraído de la Página del Espectador - Movimiento Tacurú: tres décadas “saliendo al encuentro de los más desfavorecidos” 24.05.2011 | 17.40 Hace 30 años, un grupo de religiosos se internaba en uno de los barrios más pobres de Montevideo para iniciar un trabajo social y pastoral con niños y jóvenes. Nacía de ese modo el Movimiento Tacurú, una obra que hoy atiende a más de 500 beneficiarios a quienes se les brinda alimentación, apoyo educativo, formación en oficios y posibilidades de trabajo. “Tacurú quiere dar una respuesta a la sociedad toda”, afirmó el director de la agrupación, padre Leonel Burone. Entrevistado por En Perspectiva, agregó: “En la medida en que toda la sociedad no busque la integración, seguiremos dando remedios pero manteniendo la fragmentación”. El sacerdote remarcó: “Nosotros, como salesianos, tenemos que tender nuestras manos y nuestro corazón y buscar ser fieles a aquello que don Bosco nos enseñó, que era salir al encuentro de los más desfavorecidos”. página 1 de 5 (Emitido a las 10.07 Hs.) EMILIANO COTELO: La vorágine de la información hace que en un programa como este muchas veces pongamos el foco en novedades relacionadas con problemas, conflictos, discusiones… En definitiva, es común que quedemos atrapados por las “malas noticias”. Por eso, cada tanto vale la pena hacer una pausa, levantar un poco la mirada y destacar otras cosas que están ocurriendo, casi en silencio, pero que nos permiten mirar la realidad con un poco más de esperanza. Esta mañana, les proponemos detenernos en el Movimiento Tacurú, que este año cumple 30 años de vida. Se trata de una organización de origen religioso, que trabaja en Montevideo con niños y jóvenes de asentamientos y barrios muy carenciados, como Marconi, Cuarenta Semanas, Unidad Casavalle, barrio Municipal y Comunidad Padre Cacho, entre otros, a quienes les brindan apoyo educativo, formación en oficios y posibilidades de trabajo. Este fin de semana, en la sede del Movimiento Tacurú tuvo lugar un acto de celebración, con una misa en la que se evocaron estas tres décadas de trayectoria. Para conocer más en detalle la obra que este Movimiento realiza, vamos a conversar con su director, el sacerdote salesiano Leonel Burone. ¿Leonel o Leo? ¿Cómo le dicen? LEONEL BURONE: De las dos maneras. EC - El padre Leonel Burone tiene 40 años y es director del Movimiento Tacurú desde este año 2011. ¿Cuánto tiempo lleva vinculado a la institución? LB - Cuatro años, desde setiembre, octubre de 2007, hasta la fecha. EC - Si tiene 40 años, quiere decir que cuando nacía el Movimiento Tacurú usted tenía 10. Mucho no debe de recordar. LB - No, de historias no más. EC - Ubiquemos ese origen. Esta obra, impulsada por los padres salesianos, se inició en 1981, y en aquel momento era distinta, era otra cosa, era un proyecto bastante menos ambicioso de lo que es hoy. ¿Cómo fue el arranque? LB - Hay una historia de la cronología, se podría llamar así, que nos va marcando más o menos las etapas. Desde ese punto de vista, Tacurú comienza sobre el año 1981 con un grupo de jóvenes salesianos, seminaristas, que en aquel momento estaban preparándose, haciendo la formación para ser religiosos, para ser sacerdotes, y se encontraron con la realidad de un grupo de gurises que andaban ahí en la calle, fundamentalmente haciendo cuestiones referentes a la moneda, como dicen ellos, a conseguir un pesito para llevar a la casa; en aquel entonces venta de caramelos, lustrabotas, cuando había, la famosa entrega de estampitas a voluntad, algunos también en la mendicidad. Esto fue en el Paso Molino, en zonas de Las Piedras y fundamentalmente, lo que despertó el ojo de esta gente, chiquilines que estaban en la puerta de Casa de Galicia, porque este seminario del cual hablamos está en Millán y Las Violetas. Muy cerquita de allí estaban estos chiquilines, que hablan de esa otra historia, que no es la cronológica y que me parece que es la que ha marcado la historia de Tacurú y sus movimientos, esa historia que comenzó en aquel momento y que habla de la escucha de un grito de la realidad de la vida de estos chiquilines más vulnerados, más desamparados, que estaban ahí en la calle, con todo lo que permanecer en la calle significa de desprotección, de desafío, etcétera. EC - ¿Cuál fue la iniciativa que se tomó entonces? ¿Con qué tipo de actividades se “inauguró” Tacurú? LB - Esto no es menor, porque la primera actividad fue salir al encuentro. Tacurú es una historia de encuentros, hasta el día de hoy las respuestas cambian, al principio de repente fue menos ambicioso o más sencillo, hoy día hay toda una gran infraestructura de propuestas, un montón de cosas. Lo que no podemos perder es esto, que Tacurú es una historia de encuentros de vida, que más allá de que sean más grandes, más chicos, muchos, pocos, esta es la clave, la característica, encontrarse, salir al encuentro de estos chiquilines en su lugar, porque así empieza Tacurú, el salesiano, el educador, va al encuentro del chiquilín allí donde está. EC - Pero después, según ustedes mismos han contado, comenzaron a reunirlos una vez por semana, o eventualmente más, básicamente a jugar, a darles catequesis o para tener algún momento de formación y merienda. LB - Ahí está. Empieza con el encuentro en la calle, charlando, y evidentemente llega un momento que pide algo más, que pide ofrecerles alguna cosita un poco más completa, que tiene que ver con la recreación, con un momento distinto, con acompañarlos. Así como el educador, el salesiano fue hasta allí hasta donde él estaba para conocer su realidad, llega un momento en que lo invita: vení, vamos a encontrarnos, a juntarnos con otros gurises que están en tu misma situación, y vamos a generar actividades. Se empezó en ese mismo lugar, que nosotros conocemos como seminario de Millán, que tiene un parque enorme en el fondo, a reunir a estos chiquilines para eso, para pasar una tarde divertida, un día divertido, jugar, jugar al fútbol, hacer alguna actividad, compartir la merienda, quizás alguna cuestión de conversar algunos valores, y a fin de año un campamento. Parece que ese fue el gran desafío, según cuentan los que estuvieron en aquel primer momento: todos estos chiquilines con todas sus dificultades, con sus historias de vida, porque una cosa es reunirse un rato en la tarde y otra es ir determinada cantidad de días todos juntos a la laguna Negra. Por lo que uno intenta leer de los relatos de los mayores que siempre están ahí presentes, ese fue un momento significativo de decir: esto tiene que ir a más, la realidad nos está diciendo que aquí hay que dar respuestas y que nosotros como salesianos tenemos que tender nuestras manos y nuestro corazón y buscar ser fieles a aquello que don Bosco nos enseñó, que era salir al encuentro de los más desfavorecidos. EC - ¿Cómo fue ese salto? ¿Qué papel jugó el padre Mateo Méndez en esa nueva etapa? LB - Entre el 81 y el 86 hay cinco años durante los cuales se va constituyendo, desde este inicio, que recién contamos, después dio algunos pasitos, en algún momento se fue al Buceo, estuvo vinculado a un hogar. Después se estableció como un oratorio de fin de semana, con todas estas acciones entre semana también. En el año 86 está lo que se llama el capítulo de los salesianos, todas las congregaciones tienen una reunión de toda una comunidad, donde se plantean cosas, proyectos, se evalúa. En el año 88 se cumplían los 100 años de la muerte de don Bosco, y allí los salesianos se dijeron: tenemos que hacer algo significativo, algo que marque un nuevo rumbo o una nueva presencia entre los más necesitados, entre los más pobres, entre los de don Bosco, entre los originales de don Bosco. Ahí se tomó esta experiencia, que venía todavía naciente y bastante incipiente, y se decidió para el año 88 constituir una comunidad religiosa, o sea que tres sacerdotes fueran a vivir al barrio, que fueran a vivir con la comunidad, y que comenzara algo que pasaba a ser de un oratorio, una experiencia de fines de semana, a una experiencia diaria. EC - Para muchos de nuestros oyentes, Tacurú tal vez es solo un nombre que aparece en los uniformes de muchachas y muchachos que trabajan en tareas de limpieza, por ejemplo, en calles y plazas, contratados por la Intendencia, eventualmente por otros organismos públicos. ¿Qué es en general? ¿Cómo describimos hoy al Movimiento Tacurú? LB - Tacurú es un movimiento, a nosotros nos gusta hablar de movimiento más que de obra, porque la obra nos habla de algo un poco más estricto, más estructurado. Hablamos de movimiento porque la propia dinámica, la propia naturaleza nos habla de que hoy estamos aquí, mañana por allá, en este momento respondemos a tantos proyectos, hay proyectos que comienzan, proyectos que terminan. Siempre intentando responder a esto que es el origen, tratando de responder a la voz de la realidad, a la necesidad de la realidad. Nos entendemos como un movimiento muy amplio, con mucha gente involucrada, una comunidad educativa sumamente grande en la que nos entendemos todos, educadores, cada uno de los que trabajamos aquí, y que queremos dar una respuesta a la sociedad, a toda la sociedad, desde un lugar propio que es el lugar donde se enclava y donde trabaja, que son todas estas zonas que tú mencionabas, lo que llamamos cuenca del Casavalle, barrios Lavalleja, Marconi, Ellauri, etcétera. Pero Tacurú quiere dar una respuesta a la sociedad toda. EC - ¿Qué significa eso? LB - Significa que muchas veces estamos marcados por la fragmentación, y hay bolsones de pobreza, como se los suele conocer, que quedan en los márgenes y que parecen ser otra sociedad, como que acá hay dos sociedades, la sociedad de aquí y la sociedad de allá. Muchas veces lo que se les pide a las ONG o a las organizaciones que trabajan en estos barrios es que sean analgésicos, que calmen determinados dolores, que respondan a determinadas situaciones, pero que queden ahí, no me cambien mucho, que no se me vengan, o que no me agredan. EC - No es la idea de ustedes. LB - No es la idea de nosotros. Nuestra idea es que Tacurú tiene que entenderse junto con todos aquellos que buscamos una sociedad mejor, un mundo mejor. A algunos les tocará trabajar en Carrasco, a algunos les tocará trabajar en un colegio de gente con buenos recursos económicos, a nosotros nos toca trabajar allí. Pero en la medida en que toda la sociedad no busque la integración, la circulación, en la medida en que toda la sociedad no busque sanar la sociedad toda, seguiremos dando remedios pero manteniendo la fragmentación. Los barrios se estigmatizan, en algún momento fue el Borro, en otro momento fue Los Palomares, en otro momento fue Cuarenta Semanas, ahora parece ser el Marconi. EC - Se los suele llamar zonas rojas. LB - Las zonas rojas. Y parece que lo que se pide es que me defiendan de eso. Y en definitiva tenemos que defendernos de todo, porque todos somos parte. Hay una comparación que se hace a menudo, una analogía con el cuerpo humano; yo creo que la sociedad tiene algo de esto: si yo me ataco del hígado no puedo decir “hígado, manejate como puedas”, porque en verdad soy yo la persona que está enferma, y parte del ataque al hígado tiene que ver con la decisión que yo tomé de comer determinada cosa, tiene que ver con la boca, con todo el aparato digestivo. Entonces si el hígado está enfermo no debe de ser porque él solo en sí mismo tuvo determinada situación, sino que hay una complejidad mucho más grande. La sociedad es una realidad sumamente compleja. EC - Tacurú trabaja con niños, adolescentes y jóvenes. Veamos esto en números, en datos. ¿A cuántos atiende en total hoy? LB - Hay una atención directa a la gente que está inscrita, que anda alrededor de los 1.400. Pero hay otro círculo más amplio, que son las familias de los que están allí, con el que también se trata de trabajar, atender y acompañar. EC - ¿Con qué tipo de programas? ¿Cómo podemos resumir o esquematizar esa variedad enorme? Porque basta ir al Movimiento Tacurú o simplemente entrar en el sitio web para enterarse de que ustedes han diversificado mucho los planes. Pero si hacemos un esquema, ¿por dónde va lo principal? LB - Lo principal es que nuestro eje es lo educativo, nuestro eje es el crecimiento de la persona, acompañar el crecimiento de una persona que vive con los demás, que vive en sociedad. Trabajamos en cuatro sectores, nos organizamos en cuatro sectores. El primer sector es la Escuela de Oficios Don Bosco, que está aún locativamente enclavada en el barrio Marconi, en la zona de Aparicio Saravia y Trápani, no funciona en la sede de la Casa Tacurú. Allí se atiende a más de 200 chiquilines con la propuesta de formación en oficios: carpintería, electricidad, diseño, corte y confección, panadería, cocina. EC - Algo parecido a UTU en el sector privado. Es una obra salesiana gratuita. LB - Exactamente, es en convenio con el INAU, que acompaña en lo educativo y en la financiación de esta experiencia. Y desde este año, luego de casi dos años de caminar y de búsquedas compartidas junto con la gente de UTU, que se ha mostrado muy abierta, se ha logrado una primera experiencia de carpintería que haga un cuarto año de nivelación para que estos chiquilines que hicieron antes la experiencia de carpintería en la Escuela de Oficios tengan la acreditación del título de UTU. EC - Sigamos recorriendo el esquema. LB - Segundo sector, lo que nosotros llamamos proyectos educativos asociativos, la experiencia de lo asociativo. Son distintos proyectos, también en convenio con el INAU, que atienden a niños y a adolescentes, incluso a adolescentes en distintas situaciones, de distintas edades, a los que se les brinda acompañamiento para la permanencia en el sistema educativo formal. EC - ¿Qué quiere decir eso? Apoyo en el estudio, por ejemplo. LB - Apoyo escolar, apoyo liceal, estudio. Y después todo lo que tiene que ver con la socialización y el fortalecimiento de la persona, con toda la dinámica salesiana del encuentro, del patio, de formar un determinado ambiente que sea educativo, y con propuestas de taller, artesanías, computación, cocina, campeonato de fútbol, paseos, campamentos y la diaria personal. Este es un sector para menores de 18 años. Tercero, tenemos lo que es quizás la cara más visible, porque es la que a veces está en la calle: los proyectos educativos de acompañamiento laboral. Materialmente, para que la gente que está escuchando pueda comprender un poquito más, funciona como una empresa de servicios. Tacurú es llamado a brindar un determinado servicio, por ejemplo el barrido de la zona del Prado, entonces llama a un determinado número de jóvenes mayores de 18 años para que tengan una primera experiencia laboral. Por este servicio van a tener que cumplir tareas, cumplir determinado tipo de reglamento, cumplir con un uniforme, etcétera, y van a cobrar a fin de mes. La clave de esto es que con esta experiencia –ahí pasamos de lo material a lo trascendente y al eje de la propuesta– queremos acompañar a estos jóvenes para que se fortalezcan en primer lugar como personas, ahí viene el tema de lo grupal, de la socialización, del trabajar determinados temas que pueden estar afectando su vida –familia, comunidad, consumo problemático–, y que esta persona se fortalezca como trabajadora, en la medida en que no solo son educativas las distintas propuestas del trabajo, que hay muchas –espacios grupales, capacitación en oficios–, sino que sobre todo es educativo el trabajo mismo. Cuando yo tengo que cumplir una tarea, tengo que convivir, respetar a los vecinos, respetar un determinado criterio de normas, respetar a alguien que me va a decir lo que tengo que hacer, tengo que trabajar en quipo, no puedo andar por la calle a los gritos, no puedo sentarme en el cordón de la vereda. EC - ¿Cuánto tiempo está el joven trabajando estrictamente en uno de esos contratos? LB - Es variable; en el eje del año, año y medio, depende de los convenios. EC - Y antes y después hay otra vinculación. LB - En el antes hay todo el proceso de ingreso, el chico llega personalmente o mandado por otras organizaciones o porque pasó por otros proyectos de Tacurú, y se hace con él un camino en el que se le va explicando qué es esto. Porque muchos vienen a trabajar, y si bien es verdad que van a tener su trabajo y un salario, queremos dejarles claro que el eje de esto no es el trabajo sino que queremos acompañarlos en un camino de vida. Después de este proceso se integra, se lo llama cuando hay algo, depende de que haya lugares o de que haya salido un convenio, y al finalizar siempre les decimos a los chiquilines que como en cualquier trabajo que se termina hay una liquidación. Una cuestión que siempre conversamos en el ingreso es que la liquidación, si trabajaste bien, no faltaste, cumpliste, va a ser muy buena y te va a decir un poquito cómo funcionaste en este proceso de trabajo. Pero se te va a acabar, se te va a terminar, te comprarás alguna cosa, la invertirás en tus hijos, pero se te va a acabar. La liquidación que no se termina, que se multiplica, es aquella de lo que fuiste capaz de sembrar de vida, lo que aprovechaste este momento, las amistades que te llevás de acá, los nuevos compañeros, las experiencias. Esa es la liquidación que no se termina sino que se multiplica. EC - ¿Siguen asistiendo a Tacurú? LB - Muchos siguen asistiendo a Tacurú. Hay una oficina de intermediación laboral que intenta vincular a estos jóvenes que terminan a otros proyectos. Es una especie de bolsa de trabajo, de red tendida donde hay organizaciones, empresas que nos llaman, nos piden gente, y nosotros buscamos quién entra en el perfil y mandamos. Pero lo que me parece más interesante, o lo más diferente, si bien conseguir el trabajo es sumamente importante, lo trascendente es que muchos de ellos siguen vinculados, vinculados al ambiente, a la visita o a experiencias de servicio, en las que ellos, que muchas veces han estado tan marcados por que vengan a darles una mano, se integran para servir a otro. Tenemos dos experiencias que hacemos semanalmente. Muchos de ellos terminan como animadores del oratorio los sábados, y van a comunidades a compartir con otros niños. Hay una familia que quedó en la calle, que está en un asentamiento detrás del Complejo América, que se vinculó con nosotros, y estos chicos, que muchos están, muchos han pasado, hoy martes van a hacer una especie de movilización y van a construirle la casa a esta gente. Esto es un proyecto que se llama Sal y Luz, que va tratando de responder, hace una campaña de ropa, junta boletos para una silla de ruedas para alguien que necesita, son campañas porque queremos que en esa experiencia de servicio también hagan su reflexión. EC - Falta mencionar una cuarta línea de trabajo. LB - Antes te menciono lo de la noche, porque tiene que ver con estos niños. Todos los martes a las seis de la tarde nos juntamos a cocinar grandes ollas de guiso o de ensopado, que a las ocho y media, nueve de la noche, subimos a camiones y camionetas, y con unos 30, 35 jóvenes, muchos de los que pasaron por los proyectos, salimos a compartir vidas con gente que está en situación de calle. Hasta las doce, doce y media de la noche, hacemos distintos recorridos, llevamos un plato de comida, pero decimos que llevamos la vida, vamos a compartir vida. Esta liquidación es la que no se termina. *** EC - La cuarta línea de trabajo. LB - La cuarta línea de trabajo son lo que llamamos los proyectos educativos recreativos, lo que está marcado por un oxígeno mayor, que es el oratorio, que es tradicional de los salesianos, que no funciona en Tacurú mismo sino que salimos a los barrios; actualmente estamos trabajando en un barrio cercano camino a la gruta de Lourdes. Y la escuela de deportes. La escuela de deportes es maravillosa, es un proyecto que no tiene una financiación fija, con mucho voluntariado de gente del barrio. Tiene distintas alas, en algún momento estuvo el boxeo, vinculado al Knock Out a las Drogas; actualmente está el atletismo, Tacurú está federado en la Federación Nacional de Atletismo, concursa, participa, etcétera. Y después está la parte de fútbol. Participamos, tenemos una escuela de fútbol donde los chiquilines hacen el babyfútbol tradicional, compiten en la Asociación Uruguaya de Fútbol Infantil, y en esa experiencia de ser un equipo de babyfútbol tratamos de hacer ese camino educativo. Los técnicos, los directores técnicos, los ayudantes técnicos, los dirigentes, son todos gente del barrio, gente de ahí mismo, que viene con todas sus ganas de colaborar y hacer crecer. Y ahí está, antes hablábamos de a cuántos atiende, cuánta gente tiene Tacurú; están todos los que no están en listas, que son los padres, las madres. Ir a una tarde de práctica es una fiesta, al partido de fútbol del domingo va la familia de los chiquilines: mate, se hace la torta y van todos, de repente sale una bañadera, porque a veces jugamos de locales y a veces de visitantes. La gente tiene el domingo reservado para ir a ver a los chiquilines y acompañar a ese Tacurú que sale a encontrarse con otros grupos. EC - “¿Cómo se colabora con Tacurú?”, pregunta un oyente. “Me gustaría saber cómo sigue Tacurú después de los 30 años, cuáles son los nuevos rumbos”. *** EC - Tengo varios mensajes de los oyentes. Por ejemplo, Jorge recuerda que “en la etapa inicial fue muy importante el papel que jugaron Daniel Sturla, Martín Lasarte, Marcelo Fontona, Sergio Sacomani, Miguel Padilla. ¡Viva Tacurú!”. ¿Eran todos ellos seminaristas en aquel momento? LB - Es el grupo que mencionamos al inicio, el grupo que en ese momento estaba estudiando, preparándose, discerniendo si su vida iba por ahí, por la vía salesiana, por la vida sacerdotal. Esos son los nombres de este grupo de salesianos educadores de que hablábamos al principio. EC - Después estuvo el padre Mateo Méndez como gran cara visible durante un período importante. LB - Exacto, hay una comunidad que es el padre Mateo, el padre José Tejero, muy vinculada a la imagen de Mateo, que es la que marca el cambio de etapa, de la etapa inicial, más incipiente, de la salida a la calle, a la instalación y el crecimiento de la obra en el barrio. Es la cara visible de un momento de despegue de Tacurú a nivel de producción de proyectos, etcétera. EC - Alberto, de Rocha, dice: “Con ejemplos como este, por ahí se puede planificar la erradicación de la delincuencia juvenil. Estoy seguro de que si existieran dos Movimiento Tacurú en cada barrio conflictivo la seguridad sería otra”. ¿Cómo se plantan frente a esta parte de la realidad? Usted decía que barrios como los que abarca la acción del Movimiento Tacurú están mal vistos, categorizados como zonas rojas, suelen ser objeto de preocupación, de inquietud de mucha gente. ¿Cómo manejan ustedes esa parte del problema, que tiene además un componente extra bien delicado, la droga, por ejemplo, la pasta base? LB - Lo primero que tenemos que dejar claro es aquello del hígado. El hígado está dolido porque hay algo que es mucho más sistémico, un sistema global, un sistema país, un sistema histórico que ha colaborado en la generación de la pobreza, la marginación. La delincuencia, la inseguridad, las adicciones son síntomas de proyectos, de instalaciones de sistemas, es sumamente complejo. Eso es lo primero, esto no es algo que nace y crece como un hongo en determinada población por casualidad, esto es consecuencia de algo que fue instalado por determinadas políticas, por determinados hechos históricos. Segundo, así como mucha gente, la mayoría del barrio Marconi a las cinco, seis de la mañana está en la parada del ómnibus para ir a trabajar y ganarse la vida, que es lo que muchas veces no aparece, no se dice, es verdad que también hay grandes flagelos, grandes dolores que para nosotros son centrales y no reconocerlos sería no reconocer incluso la perversidad del sistema o de cuestiones históricas. EC - Federico, que dice que trabaja en el SEMM, cuenta: “Hace 15 años o más atendí al padre Mateo por una herida de bala que había padecido por resistir un asalto en el Movimiento Tacurú. Todo un ejemplo de heroísmo, dignidad”. Hasta ese punto el barrio es complicado. LB - Sin duda, es un barrio complicado. Nosotros por suerte o por sentido de agradecimiento, no tenemos dificultades internas grandes con este tema desde hace muchos años. Eso está bueno, más allá de algún pequeño robo, alguna cosa que puede darse generalmente por la necesidad de alguna persona que desea consumir y se prende a lo primero que encuentra. Para nosotros uno de los nombres del dolor hoy es pasta base, pero no porque lo veamos en un informe del diario, sino porque lo vemos en vidas, en vidas que tienen nombre y apellido, en chiquilines que vienen haciendo un proceso, que conocemos de chicos, que conocemos, que queremos, nos queremos. Un día te encontrás con que este tipo no pudo, cayó en la adicción a la pasta base y está –una palabra que ellos usan mucho, que de repente no es del todo feliz, pero que significa– “arruinado”, desde lo físico hasta la vulneración de su propia capacidad, de su propia libertad. EC - ¿Ustedes sienten que son efectivos con la obra que hacen? ¿Sienten que los botijas, los adolescentes, los jóvenes que pasan por Tacurú, a partir de los programas en los que participan, de educación, de empleo, de socialización, de discusión sobre valores, zafan, se encaminan, salen del riesgo o de la práctica de la delincuencia, de la drogadicción? LB - Hay niveles. Primero, Tacurú no se puede entender sin verse a sí mismo como una más de múltiples organizaciones públicas y privadas que estamos en lo mismo. EC - Allí mismo en la zona de la cuenca del Casavalle hay una red. LB - Hay una red en Lavalleja y una red en Casavalle. Redes: conjuntos de organizaciones con la misma mirada, públicas y privadas, que intentamos trabajar juntas. Esto es lo primero, Tacurú no se entiende, no puede entenderse sin otra cantidad de organizaciones y otra cantidad de gente que en su casa también, en su familia, busca promover esto. Si somos efectivos… la palabra efectivo no me gusta. EC - La puse con toda intención. LB - Hay una efectividad, si podemos hablar en estos términos. A muchos chiquilines creo que sí, que el mensaje de Tacurú –y me gustaría que la gente cuando digo Tacurú piense más allá de Tacurú en toda esta red– les llega, y en concreto llega a muchas vidas. Creo que esta propuesta, que el estar metido en esto, el compartir la vida diariamente con educadores, con compañeros, con chiquilines, los va sosteniendo, los va manteniendo y los va ayudando a hacer opciones que los favorecen. No hablamos de opciones buenas y opciones malas, hay opciones que te ayudan a crecer y opciones que no te ayudan a crecer. Hay un montón de jóvenes, de chiquilines que sí, y qué alegría, qué bueno que unos cuantos sí, capaz que no gracias a Tacurú, gracias a que ellos están haciendo la experiencia de Tacurú. Y hay otros a los que quizás no podemos llegar, no somos los indicados. Tenemos que ser humildes y reconocer que hay vidas a las que nuestra propuesta lamentablemente no es capaz de llegarles, ojalá podamos, ojalá pueda alguien, ojalá esta vida, que es lo importante y lo central, la vida de la persona, pueda encontrar su lugar. Y después está la semilla sembrada. Pienso en este momento en un muchacho con el cual remamos mucho, remamos mucho, remamos mucho, pasó por la experiencia de salir a hacer tareas de servicio, de compartir la vida con gente que está peor que él, se comprometió con cosas, pero en este momento está consumiendo, volvió a caer. Lo estamos acompañando para que pueda insertarse en alguna organización más específica que lo ayude en esto. En este momento, si lo miráramos como producto, capaz que con él fracasamos. Pero ahí están la esperanza, la confianza, está esta otra dimensión que es la dimensión religiosa. Está la trascendencia humana –dejemos de lado por este momento a Dios–, hay una trascendencia humana, hay una semilla que plantamos en la vida de este gurí que estoy seguro de que en algún momento él va a recoger. En esa trascendencia, en esa profundidad de la vida humana, en esa fe humana nosotros entendemos que está la huella de Dios en su corazón, y que este mismo Dios misteriosamente está actuando en su vida. Es el punto de partida y de llegada de nuestra mirada religiosa, aunque no la nombremos, nosotros no hablamos de Dios todo el tiempo. Esta es la imagen de la significación de la fe, que algunos viven hasta desde el punto de vista antropológico, humano, y otros la entendemos desde el punto de vista también cristiano. *** EC - “¿Cómo se colabora con Tacurú?” preguntan varios oyentes. LB - ¿Cómo se colabora con Tacurú…? EC - Cómo se colabora, por ejemplo, con dinero. LB - La primera colaboración con Tacurú es vivir la vida con optimismo, con esperanza, con el sentido de que somos todos parte de una gran familia y de tratar de hacer lo posible cada uno en su lugar. Esa es la gran forma de colaborar con Tacurú. Colaboraciones con dinero, todas las que quieran, siempre hay proyectos, siempre hay gente que necesita. No tenemos un formato oficial. Hay gente que tiene un colchón que no usa más y de repente hay una persona que está durmiendo en el piso. No tenemos una estructura, es más bien vía teléfono, vía mail, vía página web. La gran forma de colaborar con Tacurú es caminar en este sentido de la vida. EC - Nos quedan muchos puntos para charlar, y sobre todo para mostrar más concretamente el resultado de la obra del Movimiento Tacurú. La próxima nos encontramos ahí; combinamos, y dentro de algunas semanas hacemos el programa en el Movimiento Tacurú. Ya hemos estado otras veces, pero vamos a instalarnos toda una mañana en la sede. ¿De acuerdo? LB - Me parece muy bueno. Además está muy bueno escuchar otras voces, escuchar las voces de la gente que está todos los días ahí metiendo mano. Muchas gracias. *** Transcripción: María Lila Ltaif http://espectador.com/1v4_contenido.php?m=&id=212943&ipag=1 Espectador 24.05.2011 | 17.40 Gracias al Espectador, Emiliano Cotelo y Equipo por estar Presentes con el Movimiento. Movimiento Tacurú