La inmigración: un nuevo reto para la Iglesia católica española Paola García* Resumen: Este artículo tiene como propósito analizar la doctrina y las prácticas desarrolladas por la Iglesia católica española en relación a la inmigración latinoamericana llegada masivamente a finales del siglo XX. Si bien la Iglesia presta casi inmediatamente asistencia social y sanitaria a los inmigrantes, la problemática de su integración religiosa tardó en ser planteada. A través de un estudio histórico, que destaca la experiencia y las reflexiones de la Iglesia sobre el seguimiento de la emigración europea a finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, mostramos en qué medida su actuación con los inmigrantes latinoamericanos evidencia hoy en día dificultades y contradicciones múltiples. En lugar de desarrollar una pastoral específica con ellos, la Iglesia española pretende incorporarlos a sus propias prácticas pastorales sacramentales sin tener en cuenta sus características culturales y religiosas. Summary: Immigration: a new challenge for the Spanish catholic church The purpose of this article is to analyse the doctrine and practices of the Spanish Catholic Church regarding the massive immigration from Latin America in the late twentieth century. Although the Church supplies social and health support almost immediately, the problem of religious integration of the immigrants was slow in being raised. By means of a historical study which emphasises the Church‟s experience and reflexions on the adherence of European emigrants in the late nineteenth century and throughout the twentieth, we show the extent to which its treatment of Latin American immigrants bears witness to multiple difficulties and contradictions. Instead of developing a specific pastoral programme for them, the Spanish Church attempts to incorporate them into its own pastoral and sacramental practice without taking account of their cultural and religious characteristics. Palabras clave: Iglesia católica española. Inmigración. Emigración. Parroquias nacionales. Seguimiento espiritual. Keywords: Spanish Catholic Church. Immigration. Emigration. National Parishes. Spiritual Adherence. * Universidad Paris XII-Instituto Ortega y Gasset (paola.garcia@wanadoo.fr). 1 Nuestra intención en el presente artículo es situarnos en una primera fase de acercamiento a la doctrina y las prácticas desarrolladas por la Iglesia católica española frente a la inmigración. La problemática general consiste en preguntarse en qué medida esta institución se ha convertido en un espacio de acogida para la población inmigrante latinoamericana que, desde hace unos años, está llegando continua y masivamente a España. La investigación se desarrolló a partir de un trabajo de campo realizado en Madrid en los años 2004 y 2005. Participamos en numerosas actividades del culto católico y entrevistamos, tanto a actores eclesiáticos, como a inmigrantes latinoamericanos. A raíz de esta investigación pudimos constatar hasta qué punto la experiencia migratoria desarticula las prácticas religiosas del país de origen y cómo muchos inmigrantes buscan en España espacios donde expresar su religiosidad y reorganizar las actividades sociales y culturales que le están ligadas. Pero la Iglesia católica española no parece, a primera vista, ofrecer el espacio de acogida anhelado por los inmigrantes ya que son pocos los que participan en las actividades religiosas que proponen las iglesias locales. Esta constatación no sólo la hacen los propios inmigrantes sino, también algunos miembros de las comunidades parroquiales, quienes se interrogan sobre la reducida visibilidad del colectivo latinoamericano con quien comparten el idioma y, a menudo, una identidad católica. Frente a esta realidad, ciertos eclesiásticos ponen en tela de juicio el grado y la naturaleza de la religiosidad de los latinoamericanos y no se sorprenden de su escasa participación en la Iglesia española. Otros en cambio, cuestionan las prácticas de la Iglesia en su intento de integración de la población inmigrante: critican su carácter esencialmente asistencial y sacramental deplorando la ausencia de una pastoral que tenga en cuenta la especificidad del catolicismo latinoamericano. De cara a lo anterior pueden hacerse algunas observaciones. La llegada masiva de la inmigración a España proveniente de diferentes continentes y países toma desprevenidos a los actores sociales e institucionales. Entre ellos la Iglesia católica que, por razones históricas, ha adquirido una gran experiencia en el “seguimiento” de sus feligreses en el extranjero sin haber tenido necesidad de desarrollar una pastoral ni infraestructuras especiales para la acogida de inmigrantes, a diferencia de otras iglesias nacionales europeas. La Iglesia española reacciona adaptando y reorganizando las estructuras desarrolladas anteriormente para la emigración de sus propios compatriotas. No obstante, la maquinaria institucional tarda en ponerse en marcha y en agilizarse. Aparecen contradicciones internas que se evidencian en los documentos oficiales y en las prácticas pastorales de acogida de la inmigración. Estas observaciones nos llevan a plantear varias preguntas. ¿Cuál es precisamente el discurso oficial de las instituciones de la Iglesia española frente a la inmigración? ¿Cuáles son las prácticas en las parroquias? ¿A qué tipo de contradicciones dan lugar? ¿Cómo explicar las dificultades que se observan en la integración de los latinoamericanos católicos? Para contestar a estos interrogantes, nuestro análisis se organiza en tres partes partes. La primera propone destacar la experiencia que la Iglesia católica desarrolló con la emigración que se dirigió a finales del siglo XIX y principios del XX hacia América y posteriormente, hacia países europeos. La sociedad española, ya desde la época del descubrimiento de América, resolvió en gran medida, parte de sus problemas internos mediante la emigración, es decir, empujando a la población a buscar condiciones de existencia social e individual en otros territorios. En estos procesos migratorios, la Iglesia española se preocupó por “seguir a su pueblo” con el fin de garantizarle la permanencia en su identidad católica, “defenderle” de la contaminación posible de la secularización de los territorios de acogida y mediatizar la incidencia de los cambios que podía inducir en la sociedad española el potencial regreso de los emigrantes1. Otro nivel de experiencia para la Iglesia fue el seguimiento de la migración interna que se origina en el contexto de la modernización de España. La Iglesia desarrolla algunas infraestructuras de acogida, aunque con equipos pastorales reducidos, a través de iniciativas llevadas a cabo por sacerdotes relacionados frecuentemente con el lugar de origen rural de los 2 migrantes que llegan a los centros urbanos2. La segunda parte tiene como objetivo analizar la posición de la Iglesia española frente a la inmigración que llega a la península a partir de 1980. La práctica institucional desarrollada con la emigración permitió a la Iglesia acumular una verdadera experiencia en el campo de la ayuda asistencial, del seguimiento familiar, del apoyo jurídico, de la defensa de los derechos sociales del emigrante, etc. Así pues se convirtió posiblemente en la institución con mayor competencia en España para encarar, en un primer momento, el nuevo desafío que representa la inmigración. Adaptó y reorientó instituciones como Cáritas o el Consejo para el Emigrante, creó asociaciones de apoyo social y elaboró una doctrina basándose en gran medida en los documentos doctrinales del magisterio papal y en las instrucciones del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. La tercera parte pone en evidencia los problemas que la integración de los latinoamericanos plantea hoy en día a la Iglesia española. Numerosos actores individuales o institucionales3 están movilizándose a favor de una integración espiritual de la población inmigrante respetuosa de las prácticas y experiencias religiosas del país de origen. Teniendo en cuenta estas orientaciones, algunas iniciativas se están llevando a cabo en distintas parroquias madrileñas con el colectivo ecuatoriano. Los resultados son contrastados y revelan los interrogantes a los que la Iglesia española tiene que responder en el nuevo contexto de pluralización de las sociedades. LA IGLESIA CATÓLICA FRENTE A LA EMIGRACIÓN Desde el inicio de las grandes migraciones hacia América a mediados del siglo XIX, Roma insiste en enviar misioneros que, además de evangelizar a la población indígena, se encarguen también de los emigrantes europeos. Emigración a América: dispositivos de seguimiento de la Iglesia católica En aquella época, en América, los sacerdotes no eran muy numerosos y algunos inmigrantes, al estar instalados fuera de los centros urbanos, quedan necesitados de encuadramiento religioso4. Además, el Vaticano recibe solicitudes de los propios emigrantes, quienes alejados de la práctica sacramental de sus países de origen, piden que se les envíe a sacerdotes de su nacionalidad. Es significativo en este contexto que Pío IX5 insista en que los primeros salesianos instalados en Argentina6 se ocupen de los italianos, quienes ya a finales del siglo XIX forman una comunidad importante. Pero el tema de la migración toma verdaderamente forma durante el reinado de León XIII7, en pleno desarrollo de la sociedad industrial y de la desarticulación de las sociedades rurales. Este contexto da origen a políticas asistenciales sistemáticas de la Iglesia para con los migrantes, a la especialización de ciertas parroquias locales, a la creación de sociedades encargadas de ocuparse de los migrantes, etc. Un ejemplo de esta labor la lleva a cabo la sociedad de San Rafael8 que León XIII no duda en alabar el 9 de julio de 1878 (Exsul Familia, 1952). Esta sociedad erigida por los obispos alemanes para ayudar a sus compatriotas, había sido aprobada por su predecesor, el Papa, Pío IX, en 1871. Con la misma intención, los Redentoristas alemanes viajan a Argentina en 1883 para ocuparse de las comunidades católicas alemanas, tanto a nivel de las parroquias como de los colegios (Mignone, 1994: 344). En esa misma época, la Iglesia católica estadounidense empieza a preocuparse por la asistencia a los grupos de inmigrantes y envía, en 1883, una delegación a Roma para preparar el orden del día de su tercer Concilio que se llevará a cabo en Baltimore al año siguiente y en el que fueron establecidas normas a favor de los inmigrantes (Negrini, 2002). Como consecuencia de la creación, por parte de Monseñor J. B. Scalabrini9, obispo de 3 Piacenza, de una Congregación Misionera para la asistencia a los inmigrantes campesinos italianos en América, León XIII dirige a los Arzobispos y Obispos de América dos cartas (la primera, Libenter agnovimus, en 1887 y la segunda, Quam aerumnosa, en 1888). Ambas promueven la especialización de los sacerdotes con los migrantes y la constitución de parroquias nacionales, sociedades y patronados en su favor (Pastoral de las Migraciones en España, 1994). Así pues, a pedido del Papa y alentada por Monseñor J. B. Scalabrini, Francisca Javier Cabrini10, religiosa fundadora de las Misioneras del Sagrado Corazón, viaja, en 1889, a Estados Unidos para ocuparse de los inmigrantes italianos. Allí, como en otros países de América Latina11 y Europa, funda casas de su comunidad, escuelas, orfanatos y hospitales. Otras iniciativas toman cuerpo en toda Europa12 y en 1890, por ejemplo, es creada la “Liga asistencial a los inmigrantes interoceánicos”, a través de la cual las Iglesias europeas establecen una colaboración más estrecha para una respuesta más eficiente (Negrini, 2002). El sucesor del Papa León XIII, Pío X13, es quien verdaderamente organiza a nivel institucional el acompañamiento de los inmigrantes católicos tanto en América como en Europa y en Oriente. En 1908, preconiza la creación de comisiones episcopales o parroquiales encargadas del seguimiento de los emigrantes. En la reforma de la Curia Romana que lleva a cabo, crea en 1912, en la Congregación Consistorial, una Oficina Pontificia de Emigrantes. Son recogidas entonces las sugerencias de muchos obispos, entre las cuales las formuladas por Monseñor J. B. Scalabrini, para quien la emigración plantea a la Iglesia nuevos retos misioneros: ya no se trata sólo de evangelizar a los infieles en diferentes lugares del mundo, sino también de proporcionar una atención religiosa a los emigrantes. La ruptura con la cultura de origen, hecha de valores, tradiciones e idioma representa, según el obispo, un importante riesgo para la fe de los emigrantes. Por lo tanto, no es de extrañar su deseo de una pastoral específica que tome en cuenta las particularidades lingüísticas y culturales de cada grupo de emigrantes. Siguiendo estas recomendaciones, Pío X insiste en la necesidad de que las diócesis de origen se interesen en los emigrantes y creen, para ellos, estructuras de acogida propias. En 1914, impulsa la creación del Colegio Romano de sacerdotes con el fin de garantizar la formación de los religiosos encargados del seguimiento de los inmigrantes italianos (Exsul Familia, 1952). El acompañamiento religioso de la emigración europea a América ha sido en gran medida obra del Vaticano y la Iglesia italiana, que impulsaron el desarrollo de nuevas órdenes religiosas misioneras. La Iglesia española, en aquella época, centra sus esfuerzos en su reorganización interna y en la pastoral tradicional de evangelización (García-Villoslada, 1979). No obstante, cobrará gran protagonismo en el seguimiento de sus feligreses a mediados del siglo XX, como lo veremos a continuación. Emigración a Europa: las Misiones Católicas Españolas A mediados del siglo XX, los flujos migratorios europeos del sur cambian de rumbo: ya no se dirigen hacia América sino hacia países europeos del norte como Francia, Suiza, Alemania14, etc. Esta nueva emigración se inicia en el papado de Pío XII15 quien gobernó la Iglesia durante la segunda guerra mundial con las deportaciones masivas, los exilios y los destierros. En agosto de 1952 se publica la Constitución apostólica Exsus familia Nazarethana, documento orgánico, al que el arzobispo Agostino Marcheto 16 no duda en llamar “una auténtica Magna Charta” y que el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes considera como “la carta magna del pensamiento de la Iglesia sobre las migraciones”17. En la primera parte de este documento se esboza un recorrido histórico de las intervenciones de la Iglesia a favor de los emigrantes. En la segunda parte, se presenta la normativa sobre el tema como coordinada desde Roma, en donde se toma conciencia de que el fenómeno migratorio ya no es más coyuntural sino estructural. El documento confirma muchos de los desarrollos eclesiásticos anteriores sobre el tema: el derecho natural a emigrar, el destino universal de los bienes de la tierra, la necesidad de una 4 mejor distribución de los bienes y riquezas del mundo, etc. Además, intenta definir más pertinentemente las tareas de algunos responsables como el Delegado para las Obras de Emigración y el Director de los Misioneros de los Emigrantes. También insiste en que el inmigrante, por la especificidad de la situación en la que se encuentra, no está en capacidad de incorporarse a las estructuras de acción de la Iglesia, como son las parroquias y el personal que se encarga de las mismas. Además, el poco dominio que el emigrante tiene de la lengua no le permite interiorizar los mensajes y reconocerse en el universo de las prácticas y de las representaciones de la fe del país de acogida. Consecuencia de ello son las disposiciones que ordenan a los obispos la creación de parroquias o instituciones análogas a las “ordinarias” existentes en el país de acogida, para los emigrantes católicos. Esto culmina con la parroquia “personal” o “nacional”18 en donde se desarrolla una pastoral diferente de la “pastoral misionera” cuya finalidad era la conversión al catolicismo de los grupos sociales. La Iglesia española, sobre todo la jerarquía, desconfía de los procesos migratorios ya que teme que en los países europeos de acogida los españoles se “modernicen” y pierdan la moral y la religión. A su vez, estos emigrantes representan un peligro potencial de “contaminación” de las costumbres y la fe de los creyentes que nunca abandonaron España: la cercanía de los países receptores y las vacaciones pagadas permiten a los emigrantes regresar con frecuencia trayendo consigo nuevas experiencias, como lo testifican la Memoria de la Comisión Episcopal de Migraciones (1962): De la acción organizada de estas fuerzas del mal que no ignoran que la emigración es una coyuntura admirable para ganar adeptos y sembrar confusiones en sus espíritus. De todas partes nos llegan noticias de su acción entre nuestros emigrados: células comunistas, sacerdotes españoles renegados, pastores protestantes (nativos unos y sacados otros de entre los propios emigrantes) acechan en todas partes a nuestra emigración. La mayoría de los que emigran a Europa regresarán después de pasado el plazo más o menos largo en el extranjero. El impacto que recibirá y está ya recibiendo nuestra nación, será de dimensiones y consecuencias incalculables. Consignamos que estas fuerzas del mal cuentan con más personas y medios que nosotros y que tienen su mejor aliado en el desvalimiento y desorientación de sus presuntas víctimas. La toma de conciencia de que el fenómeno migratorio no podía ser controlado lleva a un cambio de perspectiva: en vez de considerarlo como “problema”, surge la idea de que es “una oportunidad” de extender la fe católica a nuevas regiones del planeta (como ocurrió –y ocurre- en los Estados Unidos). Partiendo de las disposiciones de la Constitución apostólica Exsus familia Nazarethana y teniendo en cuenta, más tarde, el conjunto de las orientaciones promovidas por el Concilio del Vaticano II19, la Iglesia española organiza el desarrollo de sus instituciones en los países de recepción de la emigración española. En un primer momento misioneros españoles participan en las iglesias locales prestando asistencia a grupos de emigrantes españoles20 y ya, a finales de los cincuenta, se generaliza la creación de las Misiones Católicas Españolas21. Estas parroquias nacionales, extraterritoriales, canalizan parte de la ayuda oficial que se presta a los emigrantes22 y su presencia se hace particularmente visible en los países de confesión protestante23, en donde la Iglesia española teme que sus fieles se conviertan. Desde un principio, las Misiones Católicas juegan un papel determinante en la creación de un espacio social y cultural homogéneo en el cual los emigrantes españoles pueden participar e identificarse. También contribuyen a su integración brindándoles asistencia social y laboral, a menudo con la ayuda de Cáritas locales. Sin embargo, no pocos sacerdotes constatan que la acción de la parroquia se limita muchas veces a esas actividades y lamentan la falta de implicación de los emigrantes españoles en las actividades religiosas. En este sentido, las palabras de un eclesiástico español quien trabajó en Suiza en los años sesenta son significativas (Fernández Poncini, 1965:27): No faltarán al sacerdote misionero de emigrantes, personas que vengan todos los días [...], buscando la solución de algún problema: un piso, una colocación, un contrato, una guardería para sus hijos, un lío con la policía o el patrón, etc., y meted aquí toda la gama de los problemas de asistencia social. Otros vendrán con problemas más específicos del sacerdote: unos esposos que están desavenidos, un hijo que se ha 5 marchado de casa, la joven que se encuentra en grave apuro, etc. Pero qué pocos, sin embargo, los que buscan al sacerdote para colaborar con él en la formación de la Comunidad cristiana litúrgica y apostólica, los que buscan su preparación o ingreso en los cuadros militantes de la parroquia! La diversidad de los orígenes sociales y geográficos de los emigrantes españoles supone una dificultad mayor para el sacerdote de la Misión quien se enfrenta con prácticas religiosas diversas. Por ejemplo, los españoles provenientes de zonas urbanas o suburbanas industriales suelen tener una actitud de desconfianza frente a la Iglesia española, lo cual implica para el sacerdote un acercamiento hacia ellos prudente y progresivo. La gente procedente de zonas rurales, que representa la mayoría de los emigrantes, trae a menudo consigo sus propias formas de religiosidad -santos y procesiones- y considera frecuentemente al cura de la Misión como la extensión del cura de su pueblo. Pero, a menudo ocurre que el individuo, al no reconocerse en las nuevas prácticas de la Misión, se aleje de la Iglesia. Quizás este proceso pueda de cierta forma relacionarse con el que vivieron los españoles que emigraron del campo a las ciudades durante la época del éxodo rural, a principios de los años cincuenta. Estos inmigrantes dejan las prácticas tradicionales de sus iglesias rurales y se incorporan a las iglesias de las ciudades cuyos planteamientos, fuertemente marcados por problemáticas urbanas, hacen que se sientan marginados. Esta realidad, supone entonces un riesgo de disolución religiosa para el inmigrante, sobre todo porque en aquella época no existen, en el interior de España, estructuras24 de seguimiento religioso equivalentes a las Misiones, que permitan crear espacios de encuentro, de sociabilidad y de espiritualidad. La segunda fase de acción de las Misiones Católicas Españolas se ubica en el periodo de reagrupamiento familiar, momento en el cual los inmigrantes traen a sus familias. Se plantea entonces un nuevo desafío: ya no sólo acoger al trabajador emigrante sino a la familia migrante. Se crean escuelas e instituciones educativas cuya meta es mantener el lazo lingüístico y cultural de los hijos con España. Para ello la Misión Católica Española instalada en París y, dirigida desde 1913 por la orden de los Misioneros Claretianos25, propone, a partir de los años setenta clases de Lengua y Cultura españolas a los hijos de emigrantes. Además, en 1974, acoge en sus locales el EGB, actual Colegio Federico García Lorca, creado por el gobierno español (Carrasco Molina: 2002). Los años 70 marcan en definitiva el asentamiento y la consolidación de las Misiones26. Se multiplican las comunidades españolas en las parroquias locales: en 1971, por ejemplo, son ya 84 los misioneros encargados de los españoles en Francia y en 1975 llegan a ser 90 (Magaña, 2005). La tercera fase de la labor de las Misiones Católicas Españolas corresponde al impulso de las asociaciones de padres de familia quienes, conscientes de sus derechos, se organizan a lo largo de los años setenta. Entre estas asociaciones se destaca, por ejemplo, la Asociación de Padres de Familia de Españoles en Remscheid, fundada en 1976 con el fin de fomentar la educación escolar y no escolar de los niños y mayores españoles que allí viven. Se promueve la cultura, el deporte, la lengua, la música, el folklore y la cocina de la colonia española. Hoy en día estas asociaciones de padres siguen existiendo y están integradas en federaciones 27 en diferentes países. A lo largo de los años ochenta, el protagonismo de las Misiones Católicas Españolas disminuye: muchos emigrantes han regresado a su país de origen mientras que los que se quedan están cada vez más integrados en las sociedades de acogida. La entrada de España en la Unión Europea en 1986, acelera el proceso al permitir que el emigrante español goce de nuevos derechos y de estatuto privilegiado, en tanto que ciudadano europeo. Pero a la vez, esta nueva realidad tiene, entre otras consecuencias, la llegada de españoles, si bien en menor cantidad, con perfiles más diversificados que los anteriores (técnicos, estudiantes, empresarios, eurofuncionarios, etc.). Ellos plantean, junto con la segunda generación de los anteriores emigrantes, nuevos retos de adaptación para las Misiones, las cuales en 2002 contaban todavía con 105 capellanes, cuarenta comunidades religiosas y 20 agentes de pastoral en el extranjero (Magaña Romera, 2002). 6 Sin embargo, el mayor desafío al que tienen que responder en la actualidad las Misiones Católicas, que parecían haber llegado a su etapa final en el acompañamiento de los emigrantes españoles, es el de acoger a los latinoamericanos que están llegando a los países europeos. Estos inmigrantes acuden a las iglesias de habla española para recibir ante todo ayuda social y laboral. Para atenderlos, se reactivaron los servicios socio-caritativos, creados inicialmente para los españoles. Consciente de la oportunidad de integrar y mantener integrados en la comunidad católica a los latinoamericanos, la Comisión Episcopal Española de Migraciones, desde el Departamento de Exterior (plan 1997-2001), insiste en la necesidad de “apoyar y animar a las Misiones Españolas en el Extranjero en su labor pastoral” y “estudiar su estructuración o revitalización de acuerdo a la nueva realidad”. Esta revitalización supone un cambio de apelación: las Misiones Católicas Españolas pasaron a denominarse “Misiones Católicas de lengua española” para acrecentar su potencial integrador y convertirse en un espacio de acogida privilegiado para las poblaciones latinoamericanas. Sin embargo, esta acogida plantea nuevos retos pastorales, aún irresueltos, como lo señala un documento de la Misión Española de París (Misioneros Claretianos, Parroquia de Lengua Española, 2004: 27): Ya desde hace varios años, la Misión con sus agentes de pastoral, se viene cuestionando el cómo dar respuesta a la problemática de estas nuevas personas, con cultura, idiosincrasia y manera de ver la vida y la religión de forma totalmente diferente a los europeos incluso a los españoles. Lo único que nos une es la lengua y... a veces con dificultades, dadas las diferencias. Aunque todavía, desde el punto de vista pastoral, no se haya logrado una respuesta totalmente adecuada, sin embargo la Misión no se ha desentendido ni se desentiende de ellos. Las Misiones, en tanto que instituciones extraterritoriales, tienen que repensarse ahora, no tanto a partir de un espacio binacional (España-país de recepción) y de un grupo culturalmente homogéneo (los inmigrados españoles) sino a partir de un espacio intercontinental (España-América Latina-país de recepción) y de grupos culturalmente diversos (los inmigrantes latinoamericanos y los españoles) aunque ligados lingüística e históricamente. Consecuencia de ello, es la necesidad de una acción concertada entre las autoridades eclesiales españolas y las de los distintos países de origen de los inmigrantes latinoamericanos. Con este fin, se han establecido, desde la Comisión Episcopal Española de Migraciones, contactos con responsables del CELAM (Conferencia Episcopal Latinoamericana) y de la Conferencia Episcopal de Perú y Ecuador 28 (Magaña Romera, 2002). Ahora bien, teniendo en cuenta la experiencia acumulada, sobre todo a lo largo del siglo XX, por la Iglesia española en el acompañamiento de sus feligreses, cabe preguntarse ¿Cómo reacciona frente a la llegada masiva de inmigrantes a España? ¿Qué lógicas de integración pone en marcha? ¿Qué instituciones tienen protagonismo? Y ¿Cómo se piensa la pastoral con inmigrantes? A continuación evocamos brevemente la reorientación de algunas instituciones religiosas tradicionalmente activas en el campo de la emigración y el nuevo protagonismo de otras. También analizamos las orientaciones y directivas generales de la Conferencia Episcopal Española para la acción pastoral con los inmigrantes. LA IGLESIA CATÓLICA ESPAÑOLA Y LA INMIGRACIÓN La Iglesia católica española se enfrenta hoy en día con la otra vertiente del fenómeno migratorio: la inmigración. A finales de los ochenta y principios de los noventa, cuando los flujos migratorios empiezan a llegar masivamente a la península, la Iglesia interviene directamente en la acogida de los nuevos inmigrantes. Transformación de las instituciones 7 Desde 1966, la Iglesia española dispone de una Comisión Episcopal de Migraciones 29 que si bien en aquella época atendía problemas ligados a la emigración, a partir de los años 80, empieza progresivamente a preocuparse por la inmigración. En este contexto de transformación, las Comisiones diocesanas de emigración se convierten en Delegaciones diocesanas de Migraciones y centran sus esfuerzos en la acogida de los inmigrantes. Otras estructuras diocesanas, como Cáritas, reorientan también su acción a favor del inmigrante. Se reorganizan las infraestructuras30 desarrolladas para la acogida de la migración interna española en la época del éxodo rural y luego para el seguimiento en el exterior de los emigrantes españoles. Ya a finales de los años ochenta y principios de los noventa, Cáritas españolas presta ayuda social y sanitaria a los inmigrantes31, se integra a grupos internacionales de trabajo ligados a la problemática de la inmigración 32, se moviliza a favor de las regularizaciones33 y fomenta el conocimiento del fenómeno inmigratorio a través de estudios y difusión de información34. Conjuntamente a la reorganización interna de sus estructuras, la Iglesia española promociona, para el trabajo con inmigrantes, asociaciones civiles que por su personalidad jurídica propia pueden tener acceso a determinados financiamientos públicos y privados. Estas asociaciones compiten entonces con las ONG‟s que aparecen en los años ochenta y noventa. En 1985, se crea, desde la Delegación Diocesana de Migraciones de Madrid, la asociación ASTI que tiene como meta principal garantizar los derechos de los trabajadores/as inmigrantes. Esta asociación desempeñó en varias ocasiones un papel de mediador en los procesos de regularización. En 1985, también surge, apoyada por el responsable del área de migraciones interiores de la Comisión Episcopal de Migraciones35, la primera asociación en Sevilla de la red Acoge Andalucía36. Luego, se crean, dentro de esta red, otras asociaciones en Almería, Málaga, Granada, Córdoba, Jerez, etc., que terminan constituyéndose en federación en 1991. La asociación ACCEM37, especializada en la atención de los asilados y refugiados políticos, nace precisamente en ese momento. En realidad sus orígenes se remontan a 1951, cuando ACCEM surge como departamento de Migración de la Conferencia Episcopal para atender a la emigración española hacia los países europeos. Su actividad fue cambiando y al convertirse España en un posible país de asilo para refugiados, dirigió su atención hacia ellos. La Iglesia también apoya asociaciones laicas administradas por las parroquias y voluntarios. Por ser centros de acogida y asistencia, estas organizaciones nacen exclusivamente en las parroquias de barrios con fuerte población inmigrante. Mencionaremos aquí dos ejemplos: el centro “Entre Culturas”38 de la Parroquia de Santa María, ubicada en la ciudad de Majadahonda39 y el centro “Pueblos Unidos” creado en 1996 en la Parroquia San Francisco Javier y San Luís Gonzaga situada un barrio madrileño de la Ventilla. Ambos centros tienen como objetivo la integración laboral, social y religiosa del inmigrante. Para ello, ofrecen una gama de servicios sociales muy diversos: clases de español para los no hispanohablantes, asesoría jurídica, cursos de formación, bolsa de trabajo, atención psicológica, etc. Al acelerarse, estos últimos años, el proceso de reagrupación familiar, el centro “Pueblos Unidos”, por ejemplo, se propuso desarrollar un “programa de apoyo integral a la familia de Tetúan” que se sustituyó al “Proyecto de atención a la persona inmigrante” como explica Sánchez Arjona (2004: 266), sacerdote encargado del Centro: Aproximadamente hace dos años, estando el fenómeno de la reagrupación familiar en pleno movimiento, y viendo el enorme cambio psico-social que experimentaba la inmigración, nuestro foco de intervención pasó a ser la familia inmigrante. Con la llegada de la segunda generación de inmigrantes, había que dar respuesta a las necesidades de las nuevas de estas familias. Al igual que en la segunda fase de la emigración española de los años 60, la Iglesia empieza a preocuparse no tanto por la integración del trabajador inmigrante sino la de su familia, dando particular importancia a los hijos. Sin embargo, a diferencia de las Misiones, que por ser parroquias nacionales contribuyeron fuertemente en conservar la cultura de origen, los centros de acogida de las parroquias españolas orientan más bien sus actividades hacia el apoyo psicológico y escolar40 de los hijos para facilitar su integración en el sistema educativo 8 español. Así, pues, no se pone, en general, énfasis en mantener el lazo cultural y afectivo con el país de origen. Los centros de acogida, además de ofrecer una asistencia social al inmigrante, también le garantizan una atención espiritual. No obstante, como lo señala el padre Miguel Ángel Sánchez Arjona, la labor en ese ámbito es más ardua y son demasiado pocos los agentes pastorales que se dedican a ella. La cantidad de inmigrantes que participa en las actividades religiosas de las parroquias es mucho menor que la que solicita la ayuda social. Esto no es de extrañar puesto que el beneficio de la ayuda social católica no implica la conversión del individuo: “Nosotros pensamos que la ayuda social siempre es independiente de la fe religiosa del inmigrante. Es una persona que necesita, es una persona que nos visita y nosotros tenemos que ayudarle.”41 Naturalmente, el trabajo de estos centros en el ámbito religioso se enmarca en las directivas generales de la Conferencia Episcopal Española. Veamos ahora precisamente cuáles son sus características. Doctrina de la Iglesia Católica Española Si bien la respuesta asistencial fue casi simultánea a la llegada de los inmigrantes, la respuesta de la Iglesia española a la dimensión religiosa tardó en plantearse, como lo subraya la propia Comisión Episcopal Española de Migraciones: La pastoral de inmigración ha tenido, hasta el momento, un carácter asistencial y de promoción social, trabajándose en la defensa de los derechos y la integración social. Las tareas para el futuro se centran en poner en marcha un plan pastoral de migraciones, haciendo una oferta clara del Evangelio, coordinar los esfuerzos en un verdadero plan pastoral y ubicar a la Iglesia en una sociedad que vive el reto de la pluriculturalidad42. La Iglesia católica ha producido, a través del magisterio43 y del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes44, una reflexión reciente y sistemática sobre el fenómeno de la “movilidad humana” que actualiza la pastoral migratoria. Ante todo, se plantea la necesidad de que las Iglesias de los países receptores se movilicen a favor de los inmigrantes, proporcionándoles una acogida solidaria y cristiana, dando a conocer las injusticias y los problemas con los que se enfrentan, denunciando toda forma de racismo, exclusión o xenofobia hacia ellos y trabajando por su aceptación en el seno de la sociedad de acogida. Para responder a estas exigencias y, consciente de la nueva realidad migratoria de su país, la Conferencia Episcopal Española, a través de la Comisión Episcopal de Migraciones, elaboró, a partir de mediados de los años noventa, algunos documentos que determinan responsabilidades y orientaciones generales para una pastoral de la “movilidad”45. Los documentos pontificios, al igual que los de la Conferencia Episcopal Española, señalan que la atención de la Iglesia debe dirigirse hacia tres grupos identificados como inmigrantes católicos, inmigrantes cristianos de otras confesiones e inmigrantes de otras religiones. Se preconiza desarrollar con los inmigrantes católicos una pastoral específica que tome en cuenta las particularidades étnicas, culturales, lingüísticas, etc. de los diferentes grupos, porque: “A los muchos desarraigos (de la tierra de origen, de la familia, de la lengua, etc.), a los que expone forzosamente la expatriación, no se debería agregar el del rito o de la identidad religiosa del emigrante” (Consejo Pontifico para la Pastoral de los emigrantes e itinerantes, 2004: 46). Con el fin integrador, se insiste en que aquellas parroquias que reciban a grupos de inmigrantes particularmente numerosos y homogéneos, les den representación proporcional en el Consejo Parroquial, pongan a disposición locales para su acogida y les garanticen servicios religiosos especiales, o adapten los ya existentes, en donde se privilegie la expresión de su estilo propio. Se recomienda que la asistencia religiosa sea organizada con sacerdotes de su mismo idioma, cultura y rito. Los textos oficiales reivindican, por lo tanto, una Iglesia integradora y respetuosa de las diferencias culturales y lingüísticas de los inmigrantes y 9 rechazan todo principio de aculturación. Con los inmigrantes pertenecientes a otras Iglesias y comunidades eclesiales, la Iglesia Católica favorece el diálogo ecuménico46 y propone prestar, en caso de necesidad, locales para la celebración de los cultos. Para con los inmigrantes de otras religiones, la Iglesia les garantiza ayuda social para facilitar su integración y socialización en la nueva sociedad. A su vez, invita a los agentes eclesiásticos y laicos a privilegiar el diálogo interreligioso, desde una identidad cristiana. Para ello, se insiste en la necesidad de ahondar el conocimiento mutuo: “El Concilio Vaticano II indica, al respecto, la actitud evangélica que se ha de asumir e invita a purificar la memoria de las incomprensiones del pasado, a cultivar los valores comunes, y a definir y respetar las diversidades sin renunciar a los principios cristianos” (Consejo Pontificio para la Pastoral de los emigrantes e itinerantes, 2004: 55). Debido a la pluralización del espacio religioso español que se inicia con la llegada de la inmigración y, más particularmente con la creciente presencia de inmigrantes musulmanes a partir de los años 1990, ese diálogo se convierte en una necesidad para la Iglesia española. Ahora bien, el conjunto de estas orientaciones debe ser plasmado en las acciones pastorales explicitadas y desarrolladas a partir de las Delegaciones o Secretariados Diocesanos. A estas instituciones les corresponde asistir social y espiritualmente a los inmigrantes desarrollando un Plan Pastoral Diocesano de Migración, tomando a cargo la formación de agentes de pastoral de migración47 y sensibilizando constantemente a la comunidad cristiana. Sin embargo, la actuación de las Delegaciones o Secretariados diocesanos en el área de las migraciones varía en función de cada diócesis. Veamos, por ejemplo, la labor de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara y la de Orihuela-Alicante, particularmente activas en ese ámbito. La diócesis de Sigüenza-Guadalajara, estableció objetivos48 claros en su pastoral de las Migraciones que retoman las recomendaciones de la Conferencia Episcopal Española. En sus conclusiones fechadas el 21 de octubre de 2004, insiste en que la inmigración representa “una riqueza para la Iglesia y la sociedad”, “una oportunidad para la evangelización con carácter misionero y para la construcción de la comunión de los diferentes grupos humanos” y “una ocasión para el ejercicio de la denuncia profética, en las causas y consecuencias de la migración”. Para alentar el desarrollo de la pastoral para inmigrantes, el obispo José Sánchez González, quien también es presidente de la Comisión Espiscopal Española de Migraciones, no dudó en invitar a la Congregación de las Hermanas Misioneras de San Carlos Borromeoscalibrinianas a participar en el apoyo asistencial y religioso de los inmigrantes de su diócesis49. Este obispo, altamente sensibilizado a la problemática de la migración por haber sido capellán de inmigrantes en Alemania en los años setenta, es consciente de la necesidad de aprovechar las experiencias que la Iglesia desarrolla desde hace siglos, entre las cuales la de esta congregación50. La diócesis de Orihuela-Alicante, por su parte, reflexiona y actúa en el ámbito migratorio desde hace varios años: en 1990 se crea el Secretariado de Migración encargado de proporcionar una atención pastoral a los inmigrantes que entonces comienzan a llegar, en el 2001 se aprueba el Plan Pastoral Diocesano de Migración y en el 2003 surge la asociación ASTI-Alicante para atender a los inmigrantes. El obispo, Victorio Oliver Domingo 51, impulsa iniciativas que revelan una voluntad clara de organizar y aumentar la eficacia de la acogida y la integración social y espiritual del inmigrante sensibilizando y formando a sus agentes pastorales. Con este fin, en 2004, fueron publicados tres fascículos (Diócesis de OrihuelaAlicante, 2004a, b, c), todos dedicados a la problemática de la inmigración. El primero presenta la planificación diocesana oficial sobre la pastoral de Migración, vigente en la diócesis desde 2001. Con una gran preocupación pedagógica, el segundo fascículo propone el Proyecto Marco Parroquial de Pastoral de Migración cuya meta es “configurar a la parroquia como un espacio de acogida y enriquecimiento mutuo capaz de generar procesos de integración eclesial y social” y “ser signos de unidad en medio de la pluralidad y la diversidad étnica, cultural y religiosa de nuestras sociedades”. Por último, el tercero, se centra en las justificaciones teológicas de la acogida de inmigrantes. 10 Si bien las Delegaciones o Secretariados diocesanos se encargan de desarrollar la Pastoral de Migraciones en las diferentes diócesis, son las iglesias locales las que verdaderamente tienen la responsabilidad directa de la acción pastoral con los inmigrantes que viven dentro de sus límites geográficos. En la tercera parte de este estudio, analizamos cómo se aplican en la práctica las recomendaciones de las autoridades eclesiales para la acogida espiritual de inmigrantes católicos. La Iglesia Católica Española y la inmigración latinoamericana Nos detendremos en algunas iniciativas llevadas a cabo en tres parroquias madrileñas con inmigrantes latinoamericanos y, más precisamente, con ecuatorianos52. Posición de la Iglesia frente a los inmigrantes latinoamericanos católicos El análisis de las prácticas de la Iglesia con los inmigrantes latinoamericanos católicos nos lleva a una primera constatación de suma importancia: pocas han sido las reflexiones institucionales que se han llevado a cabo acerca de su integración social cristiana y no faltan quienes piensen que: Al provenir de países mayoritariamente cristianos y fundamentalmente católicos, aquellos grupos de creyentes hispanos, creyentes y practicantes, se han integrado en las diversas instituciones religiosas como un ciudadano más. Si sufren algún tipo de discriminación, ésta toca más a reacciones de carácter xenófobo o claramente racista53 No obstante, esta afirmación es puesta en tela de juicio, hoy en día, por algunas voces disonantes de la institución eclesial como José Segura (2004: 58), Delegado de la Pastoral Social de la Diócesis de Bilbao, quien considera que: No es fácil que los latinos se sientan a gusto en algunas de nuestras celebraciones: su estilo para ellos frío, la edad avanzada de muchos asistentes, hacen que les resulte difícil reconocer en ellas, modos distintos de expresar una fe. Algunos apuntarán que el idioma común facilita la integración cultural. Sin duda la facilita pero en mi opinión, sería un error considerar que esa ventaja, resuelve la cuestión de fondo. Si bien muchos inmigrantes latinoamericanos comparten con los españoles un idioma y una identidad católica, no se integran sistemáticamente en la comunidad social cristiana española al ser diferentes su sensibilidad, lenguaje54 y expresiones culturales. Por una parte, la experiencia migratoria produce cambios en las condiciones de existencia (representación del espacio-tiempo, muchas horas de trabajo, la responsabilidad de tener que garantizar los medios de subsistencia de sus familiares en el país de origen, la soledad, etc.) que pueden favorecer el alejamiento del individuo con el compromiso religioso. Por otra, la migración provoca la desarticulación de los "marcos sociales" de las prácticas. Al estar la creencia marcada por los sistemas culturales y formar parte de los mismos, el cambio de contexto cultural y social conlleva una recomposición de las representaciones y de las prácticas. Si no existe un seguimiento y un encuadramiento adecuado en el nuevo contexto, la confrontación de las prácticas religiosas del propio inmigrante con las de los autóctonos, a menudo diferentes por haberse desarrollado en contextos culturales distintos, hace correr el riesgo de que éstas desaparezcan o se reduzcan a su mínima expresión, es decir a prácticas sociales (sacramentos, fiestas, etc.). El trabajo de campo que realizamos con los inmigrantes ecuatorianos evidencia indiscutiblemente este desfase: estos inmigrantes, al igual que muchos otros latinoamericanos, son portadores de prácticas de un “catolicismo social barroco” que se ha diluido en la península. Esta religiosidad se caracteriza por una devoción altamente piadosa, expresiva, emotiva, y por estar íntimamente ligada a al pueblo y sus instituciones locales (Cofradías, etc.). Estas prácticas de devoción, barrocas, descalificadas por sectores de la Iglesia española como “populares”, “primitivas” o “supersticiosas”, son consideradas como peligrosas para la fe. Voces provenientes de la Conferencia Episcopal Española llegan hasta declarar que: “La religiosidad latina está basada en la religiosidad popular. La religión necesita limpiarse de las 11 supersticiones y de la magia. Tiene que purificarse y adaptarse a los tiempos. Este reto se complica con los latinoamericanos por el sincretismo que les caracteriza”55. Estas consideraciones revelan que se establecen, dentro de la Iglesia española, jerarquías en las prácticas católicas siendo más “respetables” aquellas que se desarrollan en España. De hecho, algunos sacerdotes se atreven a afirmar: “A nuestras iglesias no les gusta esa devoción latinoamericana, piensan que hemos pasado a una religión superior”56. Esta mirada despectiva contribuye a que:“Mucha gente sienta un distanciamiento de la Iglesia [...] se sienta mal acogida en nuestras iglesias que no están abiertas al corazón, a la sensibilidad”57. La Conferencia Episcopal Española decidió integrar a los latinoamericanos a la vida cristiana española en vez de desarrollar una pastoral específica para ellos. Por lo tanto, pretende que se incorporen a las parroquias de los barrios donde viven y se opone a la creación de parroquias nacionales o “paralelas” en su territorio. Justifica esta orientación al argumentar que estas instituciones extraterritoriales favorecen la constitución de guetos y comprometen la integración cristiana de los inmigrantes. Queda claro que con esta posición, la Iglesia española está en total contradicción con sus declaraciones de principio y, aún más, con su propia práctica histórica. Como vimos anteriormente, las Misiones Católicas Españolas constituyeron el pilar del dispositivo de seguimiento de los feligreses españoles en el extranjero. Fueron sacerdotes españoles quienes respondieron a sus necesidades sociales y pastorales. En la actualidad, no existen parroquias nacionales de latinoamericanos58 y los curas oriundos de aquellos países son aún muy pocos, como lo admite el Presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones quien afirma que: “tendrán que empezar a venir” (El país, 25/04/2005). Tampoco sobran los sacerdotes vocacionales formados para garantizar el encuadramiento espiritual de los inmigrantes, formación que supondría entre otras cosas estar familiarizado con las prácticas religiosas y culturales de los grupos de inmigrantes a cargo59. Estas contradicciones y carencias de la Iglesia española son denunciadas por algunos miembros de las comunidades parroquiales y por los propios inmigrantes. Los primeros condenan su actitud demasiado conservadora, sacramental e intolerante. Le reprochan el exigir de los inmigrantes que se adapten a su manera de expresar y practicar la fe. Así pues: “A la Iglesia española le cuesta darse cuenta de que hay una cantidad de personas que están llegando, católicos que tienen otra percepción de la fe y que se tiene que respetar” 60. Los segundos critican la ausencia de consideración de sus especificidades culturales y étnicas y reivindican reciprocidad en el reconocimiento: “Nosotros nos hemos hecho a la manera de aquí, tenemos derecho a la reciprocidad”61. En el fondo, la argumentación de la Iglesia con respeto al gueto aparece como un artificio retórico ya que según, Vladimir Paspuel62, inmigrante ecuatoriano: Cuando estuvieron en el exterior los españoles, ¿por qué no se integraron a las parroquias locales? Cada uno busca un lugar donde sentirse con los suyos, en donde uno pueda no sentirse diferente. Porque si uno va a un grupo en donde cada uno es diferente, existe el riesgo que uno se cohíba. A uno le da miedo, le da recelo. Yo creo que en realidad, hay que ver toda la problemática de la acogida a través de etapas. Primero llegas a un salón donde estás solo. Luego pasas a otro salón donde estás acompañado por los tuyos y después otro salón donde están los tuyos y la gente de aquí. El último salón sería en donde ya te relacionas con todo el entorno. O sea que tienen que darse pasos para una integración que le permita a uno no perder su identidad cultural. El rechazar la creación de parroquias extraterritoriales, como estructuras transitorias, obstaculiza la integración respetuosa del inmigrante privándole de su identidad cultural. La Iglesia española afirma una suerte de “colonialismo” religioso para con sus inmigrantes o lo que, en su declaración del 2000, los obispos estadounidenses identifican como formas de “nativismo”63. Apresurar los procesos de asimilación cultural en nombre de la unidad de la Iglesia conlleva el peligro de que el inmigrante no se reconozca en ella ni se sienta como en “su” iglesia. Conscientes de este peligro y, respondiendo a los pedidos de los propios inmigrantes que buscan el reconocimiento de sus prácticas de origen, miembros de las comunidades parroquiales64 han desarrollado algunas iniciativas de acogida que, si bien no pretenden dirigirse a grupos de inmigrantes específicos, de hecho sólo atraen a ciertos colectivos. 12 Experiencias parroquiales de acogida religiosa con el colectivo ecuatoriano Nuestro trabajo se centra en tres iniciativas desarrolladas en Madrid en la parroquia de San Luis Gonzaga65, en la de San Andrés y en la de Nuestra Señora de Guadalupe. Estas tres parroquias se encuentran en barrios con alto porcentaje de población inmigrante y pertenecen todas a tres órdenes misioneras: la orden de los Jesuitas, la de los Franciscanos y la del Espíritu Santo66. Estas iniciativas se desarrollaron con el apoyo y la colaboración de ciertos miembros de la Asociación Ecuatoriana Rumiñahui67, quienes al haber trabajado en la acción social en Ecuador y, en algunos casos, en la formación de comunidades eclesiales de base68, quisieron crear una dinámica integradora en el marco de la Iglesia católica española. Allí encontraron un espacio de reivindicación social privilegiado en donde los sacerdotes se unieron a la defensa de los derechos de los inmigrantes69. Destacamos en primer lugar las iniciativas llevadas a cabo por el padre Miguel Ángel Sánchez Arjona de la parroquia de San Luis Gonzaga y el padre Ángel Rabanal de la parroquia de San Andrés. Ambos tienen una sensibilidad misionera70 fuerte, están familiarizados con la teología de la liberación y se plantean la necesidad de “hacer una cosa integrada pero llevada desde la sensibilidad del que llega más que de la parroquia, de la sensibilidad de los de aquí”71. Acogen mayoritariamente a ecuatorianos quienes, hace unos años, se acercaron a ellos para pedirles que celebraran alguna misa para el santo de su pueblo, para sus difuntos, etc. o que les facilitaran un local para reunirse. En la parroquia de Luis Gonzaga todo empezó hace siete años cuando: “Sonia Espinoza, una ecuatoriana, nos propuso que tuviéramos una misa para la Virgen del Quinche y entonces la tuvimos”72. En San Antonio fueron unas mujeres ecuatorianas quienes hace cuatro años “vinieron a ver si se les podía facilitar un lugar donde estar los domingos a la tarde porque, al trabajar de internas, no tenían dónde ir los días de descanso. Les ofrecimos el salón para estar allí, para encontrarse”73. Las respuestas positivas de los sacerdotes animaron a los inmigrantes a proponer otras actividades que favorecieran su integración eclesial. Así Sonia Espinoza le sugirió al padre Miguel Ángel la posibilidad de celebrar cada año la fiesta de la Virgen del Quinche y organizar misas en su honor regularmente. Desde entonces se da una vez al mes “una eucaristía con los inmigrantes y españoles que quieran” en presencia de la Virgen. Se propusieron también actividades en torno a estudios bíblicos, a la preparación al matrimonio, a la comunión, etc. La primera celebración de la fiesta de la Virgen se llevó a cabo con una pequeña imagen del culto doméstico que les trajeron de Ecuador a Sonia Espinoza y a su marido74: “Llegamos a España en 1992. Mi abuelita, como sabía que éramos muy devotos de la Virgen, nos mandó el bulto que allí tenemos”. Hace dos años, esta imagen fue sustituida por una grande, enviada desde Ecuador por la Compañía de Jesús de Quito. Este envío se inscribe en una voluntad clara de colaboración e intercambio entre jesuitas para hacer más eficientes los ministerios con emigrantes. Teniendo en cuenta la realidad de los flujos migratorios, tres redes regionales han sido creadas -entre las cuales el Servicio a Emigrantes de España y América Latina- que tienen como meta favorece “el conocimiento y la información entre los jesuitas y sus colegas sobre las realidades que los emigrantes tienen que enfrentar” y facilitar “las visitas de los jesuitas a ese “otro mundo” de los emigrantes, sea en el país de origen o en aquel que los recibe” (Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina, 2004). Al inicio, sólo se ofrecía una misa en honor a la Virgen el día de su festividad, el 21 de noviembre. Luego se empezó, hace cuatro años, a organizar una procesión en el barrio de la Ventilla. El primer año, no fueron más de quince o veinte devotos ecuatorianos en salir con la Virgen y recorrer la calle Mártires de la Ventilla que separa la parroquia Luis Gonzaga de la de San Javier. El “boca a boca” y el anuncio del evento en varios medios de comunicación latinoamericanos de Madrid, hicieron que cada vez llegara más gente. En la última celebración de 2004, se reunieron entre 2000 y 3000 personas75 provenientes, no sólo de Madrid sino 13 también de Toledo, Guadalajara, Murcia y otras ciudades. El recorrido tuvo que ser ampliado y, al ser tan numerosos, todos los participantes no cupieron en la iglesia de San Javier para la celebración de la eucaristía. Los festejos se prolongaron con una gran fiesta organizada en el patio del Colegio Padre Piquer en donde tocaron música y protagonizaron bailes tradicionales. Con el deseo de ampliar la devoción de la Virgen a otros colectivos y no constituir “una parroquia paralela”, el padre Miguel Ángel Sánchez Arjona no dudó en llamarla “La Virgen de los sin papeles” y así expresar la dimensión reivindicativa de defensa de los inmigrantes. Si bien los ecuatorianos están muy agradecidos con el padre Miguel Ángel y ven en él a un sacerdote “abierto”, sienten esa voluntad de no crear una “parroquia paralela”. Las prácticas religiosas ecuatorianas son respetadas pero encuadradas por españoles quienes son los que verdaderamente organizan la vida de la comunidad. La falta de integración de los miembros del colectivo inmigrante en la esfera dirigente eclesial conlleva el no tomar en cuenta verdaderamente la sensibilidad religiosa de los participantes, quienes sienten que los autóctonos no quieren ceder el espacio y crear una verdadera dinámica de intercambio. Se evidencian entonces los límites de las iniciativas que pretende adaptarse a las prácticas de origen de los ecuatorianos sin plegarse completamente a ellas. Aparecen tensiones e incomprensiones por ambas partes, como lo indican las palabras de una emigrante ecuatoriana: [...] Los segundos domingos de cada mes hay una misa para la Virgen. El padre la saca al frente para que escuche la misa. Pero cuando pasa la misa, no la nombra. Hace como si fuera una misa cualquiera. El padre no cede mucho. [...] Por otra parte, la gente está acostumbrada a que se la nombre para agradecer su donación pero el padre no lo hace siempre. Otras veces, la gente ha venido para pasar misa y no quiere. La gente se molesta y le pide a otro cura, que les nombra a ellos, nombra a la Virgen y les deja el patio para bailar. [...] Al principio el padre quería poner a la Virgen en la Iglesia grande pero siempre está cerrada. Luego la puso aquí pero siempre después de la misa cierra la cortina y ya la gente no ve más a la Virgen. Dice que cierra porque hay otras actividades pero la gente no puede venir a visitarla así nomás como en Ecuador. (....) Antes de la misa había una reunión con el padre y nos mantenía informados. Pero últimamente quiere que entremos directamente a la misa. Allí todos son españoles, los que ayudan, etc. El padre tendría que implicarnos más en la comunidad. En la parroquia de San Antonio, a raíz de los encuentros iniciales, los inmigrantes ecuatorianos iniciaron algunas actividades como lo señala el padre Ángel Rabanal76: Todo lo que ha surgido los domingos ha salido de ellos. Había uno que tocaba muy bien la guitarra entonces dijo: „yo puedo enseñar guitarra‟. Había también una monja que está aquí, una religiosa que propuso „Pues hombre, para los que tengan interés, doy inglés, una hora o dos‟. Y también como muchos trabajan con ancianas y ancianos pidieron a que se buscara a una persona que enseñara un poco cómo atender y cuidar a los ancianos. Después también unas tenían interés en conocer la Biblia y se ha estado dando una hora los domingos [...]. Hace tres años, a pedido de un ecuatoriano oriundo de la ciudad de San Antonio de Ibarra, don Hugo, que había traído consigo desde Ecuador una estampa de San Antonio de Ibarra, se empezó a celebrar, el 13 de junio, la fiesta del santo patrón. Al principio llegaron unas doce personas y luego fue aumentando el número de participantes, en mayoría oriundos del pueblo. Después de la misa, siempre se celebra una fiesta donde se toca música y se presentan bailes tradicionales de diferentes regiones de Ecuador. También, por primera vez, se celebró el 2 de febrero de 2004, la fiesta de la Virgen de la Purificación o la llamada “Purita”. Vladimir Paspuel, quien lleva ya cinco años viviendo en Madrid, aprovechó un viaje a Ecuador para regresar al pueblo donde había vivido parte de su infancia antes de que su familia migrara a Quito. Allí contactó a la gente que tenía familiares en Madrid, tomó sus datos y al regresar a España les propuso organizar la celebración tradicional de su pueblo, la de la “Purita”: “Mi pueblo no cuenta con más de 1000 o 1200 personas y en la misa éramos como 70. (....) Yo no tenía estampa de la Virgen, entonces le pedí una a mi padre y me la envió por Internet. La imprimí, la puse en un cuadrito e imprimí unas estampas para repartir”77. 14 Estas celebraciones se enmarcan todas dentro de la tradición de las cofradías o hermandades, aunque en los casos mencionados, no estén formalmente constituidas78. Así pues, una familia queda encargada del cuidado de la imagen o de sus accesorios y se compromete a organizar la fiesta al año siguiente con las donaciones y la colaboración de los devotos. La cofradía, institución europea alrededor de la cual se organiza la religiosidad barroca, se impuso paulatinamente en América durante la época colonial. Los santos se convirtieron en objeto de devoción central de la religiosidad autóctona ecuatoriana y se afirmaron como elementos identificadores. Más allá de su valor religioso, el santo(a), en tanto que santo(a) patrón(a), vehiculiza una identidad comunitaria y territorial. Por lo tanto las celebraciones que los inmigrantes ecuatorianos protagonizan en España les permiten reafirmar los lazos sociales que los unen a la gente de su pueblo y así su pertenencia identitaria. San Antonio de Ibarra y la Purita afirman identidades locales mientras que la Virgen del Quinche remite ya a una identidad más amplia: se trata de una de las advocaciones marianas más veneradas en Ecuador; su devoción es muy popular y su templo, situado en la ciudad del Quinche, fue declarado Santuario Nacional, por ser un lugar de peregrinación. Las celebraciones en torno al santo(a) patrono(a) transplantadas a España se han convertido en elementos unificadores dentro del contexto de ruptura y de fragmentación que suponen los procesos migratorios. La tercera y última experiencia que queremos destacar es la que se llevó a cabo en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe. A finales del año 2001, se creó el grupo Interguadalupe a raíz de un “encierro” a iniciativa de la Asociación Rumiñahui. Este “encierro” tuvo como propósito denunciar las condiciones de existencia de los inmigrantes clandestinos que el evento de Lorca79 puso en evidencia. Al solidarizarse con sus denuncias, la Parroquia aceptó ser entonces un espacio de reivindicación de los derechos de los inmigrantes. Finalizado el “encierro”, se impulsó, en colaboración con miembros de Rumiñahui, la creación de un espacio para inmigrantes, en su mayoría ecuatorianos, que entonces era “un lugar de expresión de la fe, de expresión de su cultura, de expresión de su manera de vivir de su país”80. Sin embargo, el grupo Interguadalupe dejó de ser un espacio de expresión de la cultura propia del inmigrante y se fueron reorientando sus objetivos poniendo énfasis en la espiritualidad: “Ahora nos reunimos diez personas, sobre todo mujeres ecuatorianas, con quienes hemos iniciado un proceso más definido en su crecimiento de fe, en su crecimiento espiritual y en su crecimiento humano”81. Consecuencia inmediata de ello fue la disminución de los participantes, quienes no se identificaron con estas nuevas prácticas y el final de una colaboración fructífera con la asociación Rumiñahui: A nuestra gente le cuesta, no está preparada para las dinámicas de aquí, hablar de un Dios más amplio, del diálogo entre Iglesias, etc. Nosotros íbamos con una dinámica específica, que era la de crear un grupo donde la gente pudiera conocerse, dialogar, compartir las penas, los problemas de la semana e ir luego a tomar algo. Desapareció ese ambiente que habíamos creado 82. Estos cambios de perspectiva en los objetivos del grupo Interguadalupe están naturalmente ligados con quienes están al frente del grupo. Si bien, al principio se les dejaba protagonismo a algunos actores inmigrantes, como los miembros de la Asociación Rumiñahui, poco a poco, éstos se vieron excluidos. Actualmente, aunque el Padre mexicano Gilberto coordine el grupo, lo hace conjuntamente con cuatro españoles quienes, según él, son los que, en realidad, “dirigen la reunión, dan una pequeña catequesis y evangelización”. Además, al no haber desarrollado una acción social que promoviera la integración laboral y social del inmigrante (bolsa de trabajo, formación, etc.), el grupo Interguadalupe se volvió aún menos atractivo para los que al principio acudían. ALGUNAS ANOTACIONES FINALES La actuación de la Iglesia católica española, a lo largo de estos últimos años, en el ámbito de la inmigración evidencia dificultades y contradicciones múltiples. Cuando, en los años 15 ochenta, empiezan a llegar inmigrantes a España, la Iglesia goza de una experiencia indiscutible en el campo de la ayuda asistencial, por haber asistido en el extranjero, veinte años atrás, a sus propios feligreses emigrantes. Sin embargo, carece de práctica en el acercamiento a las sociedades plurales y multiculturales y, por consiguiente, en la gestión de una pastoral de la diversidad. Algunas comunidades parroquiales iniciaron una verdadera reflexión en torno a las modalidades de acogida espiritual de la población católica inmigrante y, siguiendo las orientaciones oficiales del Vaticano y de la Conferencia Episcopal Española, llevaron a cabo iniciativas que tomaran en cuenta las particularidades étnicas, culturales y lingüísticas de los inmigrantes. Presentamos en este estudio tres de ellas realizadas con el colectivo ecuatoriano y cuyo resultado parece variar en función del grado de aceptación de la práctica religiosa del país de origen por parte del sacerdote. A mayor aceptación, mayor implicación de los inmigrantes en las actividades religiosas de la parroquia. Sin embargo, estas iniciativas son aún poco frecuentes y la mayoría de las iglesias locales exigen que los inmigrantes católicos, en particular los latinoamericanos, se incorporen a las prácticas españolas. Aunque, en los años sesenta, las Misiones Católicas hayan sido el dispositivo privilegiado de seguimiento espiritual de los emigrantes españoles, las autoridades eclesiásticas españolas no parecen estar dispuestas a instaurar aquellas parroquias nacionales dentro de su territorio ni favorecer la creación de espacios de acogida espiritual particulares para los latinoamericanos. Esta reticencia plantea varios problemas. Por una parte, el inmigrante se integra difícilmente en las parroquias territoriales de su barrio ya que su situación laboral y habitacional es a menudo inestable y supone cierta movilidad. Las personas marginadas y carentes de estructura familiar que las mantenga arraigadas a un espacio geográfico específico, quedan entonces excluidas de todo apoyo religioso. Por otra parte, al resistirse a la creación de un dispositivo que valore las prácticas religiosas del país de origen, cuestiona la igualdad de trato e integración de todos los cristianos. Al exigir del inmigrante latinoamericano que se incorpore a las prácticas religiosas españolas, la comunidad parroquial descalifica la identidad religiosa y cultural del inmigrante y establece católicos de primera y de segunda categoría. Por lo demás, como lo señalan algunos religiosos, esta actitud pone en tela de juicio todo el trabajo que los misioneros españoles hicieron durante siglos en América. Algunos religiosos o laicos piden una mayor flexibilidad y apertura de las parroquias, así como una mayor colaboración entre estas instituciones en la acogida espiritual de los inmigrantes. Para ellos, al igual que para los obispos de los Estados Unidos, la integración de los hispanos, constituye una oportunidad de reforzar la Iglesia católica, cuyos miembros en España están en constante disminución, y así hacer surgir nuevas vocaciones sacerdotales. El desafío para la Iglesia católica española es mantener a los inmigrantes católicos latinoamericanos implicados en la comunidad social católica y evitar que migren hacia otras iglesias, que “cambien” de fe y de institución. BIBLIOGRAFÍA Abumalham, Montserrat: “Inmigración y conflicto religioso”, in Inmigración y Cristianismo, XVII Congreso de Teología, 10 al 14 de septiembre de 1997, Madrid, Centro Evangelio y Liberación, 1998, pp.63-76. Carrasco Molina, Juan: “Breve recorrido histórico del Colegio Español Federico García Lorca”, Ágora, n°8, París, Consejería de Educación, 2002. 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NOTAS 1 Particular seguimiento se les dio a los emigrantes de los años 1960-70, quienes al emigrar a países europeos, tenían mayores posibilidades de regresar a España que los emigrantes transatlánticos. 2 Del Olmo, 1971. 3 Se trata por ejemplo del Obispado de Orihuela y de ciertas parroquias como la de San Antonio o San Francisco Javier de Madrid. 18 4 La Independencia, que supuso la organización de los Estados-nación latinoamericanos, y el pasaje, en aquellos estados, de la Iglesia del Patronato regio a Iglesias nacionales tuvieron como consecuencia para la Iglesia la perdida de numerosos actores y privilegios de la época colonial (Tonda, 1965). 5 El Papa Pío IX dirige la Iglesia católica entre 1846 y 1878. 6 Durante este período se desarrollan numerosas instituciones religiosas de origen italiano: las Hermanas del Huerto fundadas en 1828 en Italia por Antonio María Gianelli; las Hijas de la Misericordia (1875); las Hijas de María Auxiliadora fundadas a partir de la espiritualidad salesiana por María Mazzarello en 1879; las Dominicas de Santa Catalina de Sena (1876); etc. Llegan también, para ocuparse de los inmigrantes irlandeses, los padres pasionistas (1881) y palotinos (1885). Ya en 1844, la colonia irlandesa, por ejemplo, entró en contacto con el obispo de Dublín, pidiéndole que les enviase sacerdotes. El padre Antonio Fahy, fue el guía de los irlandeses establecidos en la Pampa y en la Patagonia. Permitió que vinieran otros sacerdotes, estableció capellanías e instituciones. Fue él quien hizo venir a Argentina a las Hermanas de la Misericordia o de la Merced irlandesas (1856). Además cumplió funciones de consultor del episcopado y del mismo Vaticano (Mignone, 1994: 340). 7 El Papa León XIII dirige la Iglesia católica entre 1878 y 1903. 8 Se trata de una organización que había sido fundada en Alemania en 1871 por el diputado católico P. P. Cahensl para que se ocuparse de los emigrantes alemanes. Esta organización se extiende posteriormente a otros países. En Italia surgen también otras instituciones con la misma finalidad, impulsadas por el Vaticano. La década de 1880 a 1890 es particularmente activa en lo que se refiere a la preocupación de la Iglesia por la “movilidad humana”. 9 J. B. Scalabrini es nombrado obispo de Piacenza en 1876 por Pío IX. Sus 30 años de episcopado (1876-1905) coincidieron con el período de mayor migración. Parte importante de la población de su diócesis se ve obligada a migrar temporalmente a Lombardía y al Piemont mientras que otra migra definitivamente a América. Para asistirles funda en 1887 la Congregación de Misioneros de San Carlos-Scalabrinianos (rama masculina) y en 1895 la Congregación de las Hermanas Misioneras de San Carlos Borromeo-Scalabrinianas (rama femenina). Con el fin de visitar a los emigrantes italianos, el obispo J.B Scalabrini organiza en 1901, un viaje a Estados Unidos y, en 1904, a Brasil. Su extraordinaria labor en favor de los emigrantes llevó a la Iglesia a proclamarlo “Padre de los Inmigrantes” y “El apóstol de los Emigrantes”. Para más información consúltese http://www. Scalabrini.org. 10 Francisca Javier Cabrini funda, en 1887, la Comunidad de Misioneras del Sagrado Corazón. Por su labor y dedicación en favor de los emigrantes a lo largo de su vida, fue proclamada por la Iglesia: “Patrona de los emigrantes” y “Madre de los Emigrantes”. 11 En Nicaragua, Estados Unidos, Brasil y Argentina. 12 La atención a la inmigración también se daba en Europa. Se organizó un seguimiento de los inmigrantes italianos a países europeos. El obispo Bonomelli creó la Obra de ayuda a los obreros de Italia. En 1900 existían « Misiones » en Suiza, Austria, Alemania y Francia (Exsul Familia, 1952). 13 Pío X dirige la Iglesia Católica de 1903 hasta 1914. 14 Entre 1959 y 1973 emigraron 1. 066 440 españoles (Instituto Español de Emigración, IEE). 15 Pío XII dirige la Iglesia Católica a partir de 1939 hasta 1958. 16 El arzobispo Agostino Marcheto es el Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. Declaración hecha en “La evolución de la Pastoral de la Movilidad humana y sus perspectivas para el futuro”, comunicación presentada en el Consejo Nacional sobre la Pastoral de la Movilidad Humana, 10-14 de marzo de 2003, Veracruz, México. 17 Véase Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, 2004: 26. 18 Las parroquias nacionales son aquellas parroquias con jurisdicción de la misma lengua o nación. Administran los sacramentos a los que la lengua y cultura impiden una incorporación a las parroquias locales y permiten, sobre todo, el desarrollo de una catequesis adaptada a los niños y adultos de un grupo particular. Presentes desde los inicios de la migración masiva, en particular en los Estados Unidos, las parroquias nacionales son definidas y reglamentadas de forma más clara y solemne en la Constitución apostólica Exsus familia Nazarethana (1952) de Pío XII. 19 Tras el Concilio Vaticano II, la constitución dogmática Lumen Gentium (1964) y posteriormente la Instrucción Pastoralis Migratorum Cura (1969) reestructuran y actualizan la pastoral migratoria. 20 En 1959, por ejemplo, el coadjutor de la parroquia alemana del Espíritu Santo, Kaplan Dreher, entra en contacto con Javier Lacarra, un sacerdote español que vive en Munich, y le encarga la asistencia religiosa de un grupo de españoles de Augsburg. Fue en 1963, cuando el obispo de Augburg, nombra al padre Rafael Muñoz Luque párroco personal de la Misión Católica en la diócesis de Augsburg. Para más información consúltese http://members.surfeu.de/jo.ker/es/historia.htm 21 Algunas Misiones Españolas fueron creadas anteriormente como fue el caso de la Misión Católica Española de París que surge en 1913 (Carrasco Molina: 2002). 22 En este sentido, las Misiones resultan, de alguna forma, ser un apoyo más en el dispositivo de control de la población española en el extranjero. 23 Se crea por ejemplo, la Misión Católica Española de Köln Bonn, la Misión Católica Española de Augsburg, la Misión Católica Española en Ginebra, la Misión Católica Española en Lausane, la Misión Católica Española de Frankfurt, la Misión Católica Española en Weiesbaden, la Misión Católica Española en Kloten, la Misión Católica Española en Bielefeld, la Misión Católica Española en Heilbronn y Ludwigsburg, etc. 19 24 No existía entonces un equivalente de la Oficina de Emigración o de la Comisión Episcopal de Emigración que dispusiera de oficinas en las diferentes diócesis, o de las capillanías religiosas nacionales que se instalaron en los diferentes países de acogida (Olmo 1971: 491/27-495/31). 25 Antonio María Claret funda en 1849 la Congregación de los Misioneros hijos del Inmaculado Corazón de María-Misioneros Claretianos y en 1855 la Comunidad de Religiosas de María para la Enseñanza - Misioneras Claretianas. En 1943, siguiendo su línea espiritual, se crea el Instituto Secular Corfimariana y en 1979 el movimiento laical Seglar Claretianos. 26 Este periodo corresponde con la puesta en práctica de las orientaciones del Concilio Vaticano II. 27 Varias federaciones se han constituido, entre ellas la Federación de Asociaciones y Centros de Emigrantes Españoles en Francia, la Federación de Asociaciones de Emigrantes Españoles en Holanda, la Coordinadora Federal del Movimiento Asociativo en la RFA y la Coordinadora Europea de Asociaciones de Emigrantes Españoles. 28 De esta colaboración surgió una declaración de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana: “Nuestros hermanos migrantes en España” fechada el 31 de octubre de 2003, Quito, Ecuador. 29 Esta Comisión se substituye a la Comisión Católica Española de Migraciones creada en 1951 que pertenecía a la Comisión Católica Internacional de Migraciones. Las Delegaciones nacionales se integran en las Comisiones Episcopales de Migraciones o Comisiones Episcopales para la Movilidad Humana (diferencia terminológica según el país). El trabajo de las Comisiones Episcopales de Migraciones se realiza en conexión y coordinación con el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes. 30 En la actualidad, Cáritas dispone de una densa infraestructura que se extiende por ejemplo al 80% de las 464 parroquias que componen la diócesis de Madrid (Dorangricchia & al, 2004). 31 En 1992, el obispado decide incorporar el Programa de Inmigración a la macroestructura de Cáritas Españolas. 32 Participa desde 1983 en la construcción de un grupo sobre trabajo-movilidad de Cáritas Europeas. 33 En 1985, participa a la elaboración de la primera Ley de Extranjería. 34 A partir de 1992, Cáritas publica el Boletín bimestral del Programa de Inmigración « Entre Culturas ». 35 Jesús Ansó, responsable del área de migraciones interiores de la Comisión Episcopal de Migraciones, apoyó la iniciativa de Reyes García de Castro, fundadora de la primera asociación de la red “Acoge Andalucía”, en Sevilla (Lahib, 1998). 36 Para más información, véase Lahib, 1998. 37 ACCEM (Asociación Comisión Católica Española de Migraciones). Consúltese la página Web de la organización http://www.accem.es 38 El centro “Entre Culturas” forma parte de los Centros de Promoción y Encuentro que se desarrollan en el marco del Plan Global de la Delegación Diocesana -ASTI. 39 La ciudad de Majadahonda pertenece a la Comunidad de Madrid. 40 El centro “Pueblos Unidos” ofrece, por ejemplo, aulas de estudios, ludoteca y escuelas de verano. 41 Entrevista del padre Miguel Ángel Sánchez Arjona realizada en diciembre de 2004. 42 Texto sacado de la página Web de la Conferencia Episcopal Española, en la sección de la Comisión de Migraciones. 43 Carta encíclica de Juan Pablo II, Redemptoris missio, n°55. 44 Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, 2004. 45 De particular importancia son dos documentos: Pastoral de las Migraciones en España (1994) y La inmigración en España: desafío a la sociedad y a la Iglesia (1995). 46 Momentos privilegiados del diálogo ecuménico pueden ser las grandes fiestas litúrgicas de las distintas Confesiones, las Jornadas Mundiales de la Paz, del Emigrante, del Refugiado y la Semana Anual por la Unidad de los Cristianos (Consejo Pontificio para la Pastoral de los emigrantes e itinerantes, 2004: 51). 47 Los agentes de pastoral de migración son seleccionados por las parroquias y reciben una formación específica. Sirven de puente entre la parroquia y el Secretariado Diocesano de Migración para evaluar y coordinar las iniciativas locales. 48 Se insiste en la necesidad de ampliar el conocimiento del fenómeno migratorio, de instaurar un diálogo entre el lugar de acogida y el país de origen donde estén instalados sus misioneros, formar a los agentes pastorales y facilitar a la inmigración latinoamericana la celebración de la liturgia y la religiosidad popular en su propio idioma (consúltense las conclusiones de la Asamblea del Consejo Presbiteral sobre “La pastoral de las Migraciones”, 2004). 49 Véase la experiencia relatada en Kleinubing (2004). 50 Como vimos anteriormente, esta Congregación fue fundada a finales del siglo XIX para garantizar el acompañamiento de los campesinos italianos en América. 51 El obispo Victorio Oliver Domingo dirigió a todas las comunidades una carta pastoral sobre las Migraciones. Véase El Camino es la Acogida, Carta Pastoral del Obispo de Orihuela-Alicante sobre las migraciones, España: Obispado de Orihuela-Alicante, 2000. 52 Algunas iniciativas han sido llevadas a cabo con inmigrantes peruanos en los años noventa. Para más información consúltese Merino Hernando, 2002. 53 Abumalham, 1998: 66. 54 Aunque los inmigrantes latinoamericanos hablen español, cada grupo se distingue por sus particularidades 20 lingüísticas y conceptuales. Consciente de esta realidad, el padre Ángel Rabana de la Parroquia de San Antonio de Madrid, adapta el material pedagógico de enseñanza de la catequesis a la forma de expresión de los niños latinoamericanos que atiende, en mayoría ecuatorianos. 55 Entrevista hecha en junio de 2005 a Juan Antonio Rivera Moreno, coordinador del Departamento de Interior de la Comisión Episcopal de Migraciones. 56 Entrevista hecha al padre jesuita Miguel Ángel Sánchez Arjona de la parroquia de San Luis Gonzaga de Madrid en diciembre de 2004. 57 Ibíd. 58 Por el momento, existen pocas capellanías en España. Hemos identificado cuatro capellanías en la diócesis de Madrid: la Capellanía Comunidad Católica Filipina, Capellanía de la Comunidad Católica Africana, la Capellanía de la Comunidad Católica Portuguesa y la Capellanía de la Comunidad Católica Polaca. Información recogida en la página Web http://www.archimadrid.es 59 Este problema se planteaba ya en la época de la inmigración interna española cuando se trataba de integrar en las iglesias urbanas a los inmigrantes oriundos de zonas rurales (Olmo, 1971). 60 Padre Miguel Ángel Sánchez Arjona, entrevistado en junio de 2005. 61 Palabras de Sonia Espinoza, inmigrante ecuatoriana entrevistada en junio de 2005. 62 Vladimir Paspuel, inmigrante ecuatoriano, entrevistado en junio de 2005. 63 “El „nativismo‟ asume que sólo hay una imagen del „verdadero estadounidense‟ y que lo inmigrantes no están a la altura de ésta o que niegan intencionalmente estarlo”. (Declaración de los obispos católicos de Estados Unidos, 2000: 31). Los obispos denuncian esta actitud que fue la que tuvieron los “americanizados católicos” al oponerse en el siglo XIX al establecimiento de parroquias nacionales. 64 Unos pocos son latinoamericanos, entre ellos el padre boliviano Gregorio Rodríguez Alvarado, quien llegó a Madrid en 1995 y trabaja en la parroquia de Santo Domingo en Aluche. El sacerdote colombiano Javier Palacio, quien dejó Colombia hace 25 años, es el párroco de la Iglesia de San Miguel en Fuencarral. El Padre ecuatoriano Guillermo Orbe vive en España desde hace doce años. Trabaja como Vicario de la Parroquia San Jaime en Villaverde (Villamil, 2005). Otros, en cambio, son españoles como el padre Miguel Ángel Sánchez Arjona de la Parroquia Gonzaga, el Padre Daniel Guerra de la Parroquia de Santa Teresa y San José y el Padre Ángel Rabanal de la Parroquia de San Antonio en Madrid. 65 Esta misma parroquia es la que acoge a la Asociación Pueblos Unidos. 66 La orden del Espíritu Santo, es una orden creada en México en 1914. A nivel mundial son unos 400 miembros. Tienen presencia en México, en los Estados Unidos, en España (tenían parroquias en Zaragoza y en Córdoba, pero tuvieron que cerrar para concentrar los sacerdotes en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, en Madrid), en Italia, en Colombia, en Costa Rica y en Chile. La rama femenina religiosa corresponde a las Religiosas de la Cruz que es una orden contemplativa. 67 La Asociación Hispano-Ecuatoriana Rumiñahui fue creada en 1997 para responder a las necesidades del colectivo ecuatoriano en España. Consúltese la página Web de la asociación www.eurosur.org/ruminahui 68 Vladimir Paspuel, vicepresidente de la asociación Rumiñahui, es quien verdaderamente favorece el contacto de la asociación con la Iglesia Católica Española. Se formó en la Universidad Pontificia Católica del Ecuador en donde desarrolló un trabajo social importante. 69 La Iglesia católica se ubica como grupo de presión político al defender los derechos de los inmigrantes. Véase Dorangricchia & al. (2004). 70 El padre Miguel Ángel Sánchez Arjona estuvo de misionero en África y realizó una renovación teológica en la UCA en Salvador. Por su parte, el padre Ángel Rabanal desde hace siete años suple, tres meses en verano, a los misioneros de su orden que se encuentran en Venezuela. 71 Padre Miguel Ángel Sánchez Arjona entrevistado en junio de 2005. 72 Padre Miguel Ángel Sánchez Arjona, entrevista realizada en diciembre de 2004. 73 Padre Ángel Rabanal, entrevista realizada en diciembre de 2004. 74 Entrevista hecha a Sonia Espinoza y a su esposo en junio de 2005. 75 Cifra difícil de establecer con certeza. 76 Entrevistado en diciembre de 2005. 77 Vladimir Paspuel, entrevistado en junio de 2005. 78 Contrariamente al colectivo peruano que cuenta con la cofradía de “El señor de los Milagros”, reconocida institucionalmente (Merino Hernández, 2002). 79 En enero de 2001, fallecieron en Lorca doce ecuatorianos al ser arrollada por un tren de cercanía la furgoneta en la que viajaban. El accidente puso de manifiesto las condiciones precarias en las que viven los inmigrantes ilegales. 80 Palabras del Padre Gilberto Suárez, misionero mexicano del Espíritu Santo que lleva seis años en España. Entrevistado en junio de 2005. 81 Ibíd. 82 Palabras de Vladimir Paspuel, entrevistado en junio de 2005. 21