Tercera semana - Diócesis de Barbastro

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Diócesis de Barbastro-Monzón
«Yo estoy en medio de vosotros
como el que sirve»
(Lc 22, 27)
Llamados a construir una Iglesia
solidaria y samaritana
«Anda y haz tú lo mismo»
(Lc 10, 37)
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Tercera Semana de Cuaresma
Llamados a construir...
Comenzamos cantando y rezando
Comenzamos hoy este tiempo de oración escuchando
una canción del conocido musical «El diluvio que viene», que
nos invita a ceder algo de nuestra comodidad para que
otros puedan encontrar acomodo entre nosotros. Es la que
comienza con la llamada: «Un nuevo sitio disponed para un
amigo más...».
El texto y la música pueden encontrarse fácilmente en
la red. Después de hacer la señal de la cruz, la
escuchamos o cantamos, y nos disponernos a acoger la
Palabra de Dios con corazón abierto. Luego pedimos a
Jesús, buen samaritano, que nos contagie su talante y fortaleza:
Señor Jesús, buen samaritano,
salido de las entrañas del Padre
a recorrer los caminos
del sufrimiento humano.
Amigo cercano, que amaste sin límites
y con tu amor irradiaste
vida y esperanza por doquier,
infunde en nosotros
tus sentimientos y actitudes,
para que también nosotros
salgamos a diario
al encuentro del que sufre,
sin pasar de largo.
Educa nuestros ojos,
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...Iglesia solidaria y samaritana
nuestra mente y corazón,
afina nuestra sensibilidad,
vuelve atento nuestro oído,
para que contagiemos
vida en la muerte,
aliento en la aflicción,
alivio en todo sufrimiento. Amén.
Cuando algo sale al revés de lo previsto y
además con perjuicio notorio, se piensa en aquello
de «ir por lana y salir trasquilado». Se dice que esto
es lo que le ocurre al que, para aprovecharse, introduce su carnero en rebaño ajeno, y cuando el
carnero regresa está trasquilado y sin ganancia
alguna para su dueño. En los relatos evangélicos
encontramos alguna situación a la que podría aplicarse este refrán.
Así le ocurrió, por ejemplo, a un maestro de la
ley que pretendía poner a prueba a Jesús. Con
aparente buena fe le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo
que hacer para heredar la vida eterna?» Jesús le hizo
recitar los dos mandamientos principales: amarás al
Señor, tu Dios, y amarás al prójimo como a ti
mismo. Pero el maestro de la ley quiso hilar más fino
y volvió a preguntar: «¿Y quién es mi prójimo?». Con
esta repregunta buscaba pasar por hombre justo y,
de paso, ver si Jesús conocía la ley de Moisés, que
mandaba a los israelitas que tuvieran como prójimo
a todo miembro del pueblo de Dios, pero nada decía
de los que no lo eran.
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Llamados a construir...
Entonces Jesús contó la parábola del buen
samaritano, que leemos en el evangelio de san Lucas
(10, 30-35): un pobre hombre fue asaltado por el
camino y quedó medio muerto; tres individuos
pasaron junto a él; dos eran servidores del templo de
Jerusalén, a los que había que suponer expertos en
la ley, que dieron un rodeo y pasaron de largo; el
otro, un samaritano, considerado como extranjero y
hereje por los judíos; éste sintió lástima y se comportó como verdadero prójimo de aquel necesitado.
Como en otras ocasiones, Jesús terminó el relato con una pregunta pedagógica: «¿Cuál de estos
tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en
manos de los bandidos?». Y aquí fue donde quedó
trasquilado el malintencionado maestro de la ley,
porque al responder: «El que practicó la misericordia
con él», Jesús le recomendó: «Anda y haz tú lo
mismo», invitándole a que se sintiera prójimo de todo
el que estuviera en necesidad, tanto si pertenecía al
pueblo de Dios como si no, aunque fuera un samaritano.
Las esperanzas y angustias de los que sufren
Cuando estaba a punto de comenzar el Concilio
Vaticano II, el papa Juan XXIII le asignó una tarea:
impulsar el diálogo y la solidaridad de la Iglesia con
el mundo. Luego, Pablo VI insistió en que es la caridad de Cristo la que mueve a la Iglesia a ‘ser para el
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...Iglesia solidaria y samaritana
mundo’, en «un acto de caridad intensa hacia Dios y
hacia el género humano». Estas buenas intenciones
quedaron grabadas en las primeras frases de uno de
los documentos del Concilio más conocidos:
«Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo,
sobre todo de los pobres y de cuantos sufren,
son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y
angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay
verdaderamente humano que no encuentre eco
en su corazón. La Iglesia, por ello, se siente
íntima y realmente solidaria del género
humano y de su historia» (Gaudium et spes, 1).
Durante los últimos cincuenta años, estas buenas intenciones han reforzado, en el corazón de los
hijos de la Iglesia y de sus comunidades, la vocación
de ser-para nuestros prójimos, recogiendo la enseñanza de Jesús que nos hace ver un prójimo en todo
el que se encuentra en necesidad, tanto en su cuerpo como en su espíritu.
Muchas son las mujeres y los hombres que
desde la Iglesia ofrecen lo mejor de sí mismos para
animar el servicio de la caridad en tantas iniciativas
nacidas de ese talante samaritano y solidario que
propone la parábola: conocemos lo que hacen
Cáritas, Manos Unidas, las Obras Misionales y una
multitud de iniciativas, que es imposible enumerar,
nacidas de la urgencia que la caridad de Cristo alimenta en el corazón de los fieles. Este modo de ser
samaritano forma parte del ADN del verdadero dis-
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Llamados a construir...
cípulo de Jesús y es tan importante como la
Eucaristía y la lectura orante de la Biblia: «La Iglesia
no puede descuidar el servicio de la caridad, como
no puede omitir los Sacramentos y la Palabra», nos
dijo el papa emérito Benedicto XVI en su primera
encíclica.
Somos cristianos porque nos hemos dado cuenta
de que «Dios ama tanto al hombre que, haciéndose
hombre él mismo, lo acompaña incluso en la muerte
y, de este modo, reconcilia la justicia y el amor»,
como dijo el mismo papa Benedicto. Lo verdaderamente original de nuestra fe es Jesucristo. En él,
«el propio Dios va tras la ‘oveja perdida’, la
humanidad doliente y extraviada. Cuando
Jesús habla en sus parábolas del pastor que va
tras la oveja descarriada, de la mujer que
busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo
de meras palabras, sino que es la explicación
de su propio ser y actuar. En su muerte en la
cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí
mismo, al entregarse para dar nueva vida al
hombre y salvarlo: esto es amor en su forma
más radical» (Deus cáritas est, 10).
Esta gran novedad de la fe cristiana aún nos
lleva más lejos. Reclama que nos sintamos unidos
también con todos los demás a los que Jesús se
entrega. Para el cristiano, el amor a Dios es inseparable del amor al prójimo, de manera que ambos
amores se apoyan y complementan mutuamente:
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...Iglesia solidaria y samaritana
«En Dios y con Dios, amo también a la persona
que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto
sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios. Entonces aprendo a mirar
a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y
sentimientos, sino desde la perspectiva de
Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Al verlo con
los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho
más que cosas externas necesarias: puedo
ofrecerle la mirada de amor que él necesita. Si
en mi vida falta completamente el contacto con
Dios, podré ver siempre en el prójimo solamente al otro, sin conseguir reconocer en él la
imagen divina. Por el contrario, si en mi vida
omito del todo la atención al otro, queriendo
ser sólo ‘piadoso’ y cumplir con mis ‘deberes
religiosos’, se marchita también la relación con
Dios. Será únicamente una relación ‘correcta’,
pero sin amor. Sólo mi disponibilidad para
ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me
hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace
por mí y a lo mucho que me ama» (Deus cáritas
est, 18).
La caridad va más allá de la justicia
Es verdad que lo primero que necesitan los
pobres es que seamos justos con ellos, y no podemos
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Llamados a construir...
sustituir las obligaciones que nos impone la justicia
social por unas obras caritativas. Es igualmente cierto que la principal tarea de la política es conseguir un
orden justo en la sociedad. San Agustín ya advertía
que un estado que no busque la justicia terminará
siendo una banda de ladrones. Desgraciadamente, las
situaciones de corrupción de nuestro tiempo siguen
dando la razón a la advertencia del santo Obispo de
Hipona. Pero el amor ―la caridad en su sentido
teológico y humano― siempre será necesario incluso
en la sociedad más justa. De nuevo la palabra de
Benedicto XVI señala cuál es el camino en la lucha
por la justicia:
«Quien intenta desentenderse del amor se
dispone a desentenderse del hombre en cuanto
hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad.
Siempre se darán también situaciones de
necesidad material en las que es indispensable
una ayuda que muestre un amor concreto al
prójimo» (Deus cáritas est, 28)
La caridad, pues, va más allá de la justicia,
porque la justicia lleva a dar al otro lo que es «suyo»,
lo que le corresponde, y el amor ofrece además al otro
de lo «mío», naturalmente, después de haberle dado lo
que en justicia le corresponde. Justicia y caridad no
son caminos alternativos o paralelos, sino complementarios. Como dijo el papa Pablo VI, la justicia es
la «medida mínima» de ese amor «con obras y según la
verdad», al que nos exhorta el apóstol Juan.
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...Iglesia solidaria y samaritana
Jesús vuelve a decir hoy: «Anda y haz tú lo mismo». Llama a cada uno y a nuestras comunidades
para no mirar hacia otro lado, para dejarnos
impactar por la compasión ante el dolor de los otros.
Los cristianos somos llamados a construir una
Iglesia samaritana y solidaria con los gozos y las
angustias de todos los que sufren, sin preguntar por
su carnet de identidad, por sus creencias, ni por su
parentesco con nosotros.
Esta llamada a sentir compasión del pobre hombre, que quedó expoliado y medio muerto al borde
del camino, hoy reclama de nosotros estas opciones:
♦ La opción de vivir con sencillez y austeridad, y de
modificar nuestros hábitos de consumo, a fin de
poder socorrer a los que no tienen trabajo, o no llegan a fin de mes, o no logran cubrir con un mínimo
de dignidad sus necesidades básicas. La meta de la
austeridad no es ahorrar más, sino compartir mejor.
♦ La opción de gestionar nuestro tiempo de forma
solidaria. Nuestro estilo de vida está marcado por
la prisa y el estrés. Nos falta tiempo para todo,
sobre todo, para el encuentro con Dios y con los
demás. El buen samaritano supo ‘perder su tiempo’ con aquel necesitado. Hacer como él nos
obliga a revisar qué uso hacemos de nuestro tiempo, cuánto consumimos en entretenimientos, viajes y diversiones, y cuánto dedicamos al servicio
desinteresado de los otros y a hablar con Dios.
♦ La opción de declarar la guerra al hambre. Hemos
de lamentar que «el hambre causa todavía
muchas víctimas entre tantos Lázaros a los que
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Llamados a construir...
no se les consiente sentarse a la mesa del rico
epulón. Dar de comer a los hambrientos es un
imperativo ético para la Iglesia universal. Además,
en la era de la globalización, eliminar el hambre
en el mundo se ha convertido en una meta para
salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta»
(Cáritas in veritate, 27). Esos millones de seres
humanos que mueren de hambre han de estar
presentes a la hora de organizar nuestra vida.
♦ La opción por el respeto y apertura a la vida.
«Cuando una sociedad se encamina hacia la
negación y la supresión de la vida, acaba por no
encontrar la motivación y la energía necesaria
para esforzarse en el servicio del verdadero bien
del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal
y social para acoger una nueva vida, también se
marchitan otras formas de acogida provechosas
para la vida social» (Cáritas in veritate, 28). Por
ello, la actitud samaritana reclama de nosotros el
empeño decidido de promover una auténtica cultura en favor de la vida.
Para la reflexión personal o en grupo
v ¿En mi vida, el amor al prójimo y el amor a
Dios se apoyan mutuamente?
v “Quien intenta desentenderse del amor se
dispone a desentenderse del hombre”. ¿He
observado si esto ocurre en mi vida y entre la
gente con la que convivo?
v ¿En cuál de las opciones señaladas pienso que
debo crecer?
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...Iglesia solidaria y samaritana
Oración y canto de despedida
Enséñame, Señor, tus caminos,
los caminos de la sencillez evangélica;
los caminos del abandono confiado
en tu providencia.
Enséñame tus caminos,
que van a contracorriente
de lo que la propaganda ofrece.
Llévame por tus cañadas de austeridad,
por tus sendas de pobreza,
por el camino de la compasión y la misericordia.
Y que, al llegar a la puerta de tu casa fraterna,
pueda oír tu voz que me llama,
y entrar para comer y beber contigo.
Enséñame, Señor, tus caminos,
Alrededor de tu mesa,
venimos a recordar (bis)
que tu palabra es camino,
tu cuerpo fraternidad. (bis)
Juntos y a veces sin vernos,
celebramos tu presencia sin sentir
que se interrumpe el camino,
si no vamos como hermanos hacia ti.
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Guía para orar durante la Cuaresma
Para la tercera semana
Del 23 al 29 de marzo
Lecturas para orar con el Evangelio:
Domingo, 23 de marzo:
Lunes, 24 de marzo:
Martes, 25 de marzo:
Miércoles, 26 de marzo:
Jueves, 27 de marzo:
Viernes, 28 de marzo:
Sábado, 29 de marzo:
Oración para esta semana:
Lucas
Lucas
Lucas
Lucas
Lucas
Lucas
Lucas
4, 14-21
5,1-11
5,27-39
6, 27-38
7, 1-10
9, 51-62
14,7-14
A veces, Señor, nos decimos cristianos
y actuamos en contra de los hermanos
y al contrario de lo que tú nos propones:
amar y compartir,
perdonar al enemigo,
comprender al diferente
y seguir tus sendas de paz y misericordia.
Conviértenos, Señor, a ti de todo corazón.
*
*
*
No permitas nunca, Señor,
que haga daño a ningún hermano.
Mantenme viviendo con amor,
con los ojos atentos a las necesidades,
con los oídos abiertos al grito del otro,
con las manos dispuestas
para construir fraternidad.
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