Educación de la competencia social en la familia 1.- Las relaciones de apego 2.- Prácticas de crianza y estilos de interacción 3.- La intervención directa de madres y padres en la competencia social 4.-Cómo estimular las relaciones interpersonales en la infancia 5.- Padres y madres competentes. Orientaciones para desarrollar la competencia social en la familia. La familia es el contexto básico donde se aprenden habilidades y formas competentes de actuación a lo largo de la infancia y adolescencia. Estas influencias confluyen con las de la escuela y el grupo de iguales que se interrelacionan entre sí, y su socialización se produce en el contexto de causalidades recíprocas entre estos 3 diferentes sistemas sociales. Siguiendo las investigaciones realizadas por la profesora Psicología de la Educación de la Universidad de Málaga Dª Mª Victoria Trianes Torres vamos a extraer las principales conclusiones de sus estudios sobre el desarrollo de la competencia social del capítulo ….. de libro …..……………recomendaciones y sugerencias sobre cómo puede la familia ayudar al desarrollo social e interpersonal de sus hijos e hijas. Madre y padre influyen directamente, como estimuladores y sancionadores de la conducta de los hijos e hijas, pero también indirectamente, actuando como modelos espontáneos mediante el afecto y el apoyo emocional. Otros miembros de la familia pueden tener un importante papel. Por ejemplo, los hermanos tienen un papel de guía y andamiaje de las competencias de los más pequeños, o los abuelos, que son considerados cada vez más como agentes socializadores cuya importancia sigue a la de la familia. Afecto familiar y competencia social en la infancia Desde las investigaciones realizadas en la Psicología del Desarrollo se tiende a pensar que la calidad de adaptación que muestra el niño o la niña en una fase del desarrollo predice la calidad que va a alcanzar en la fase siguiente. En todas ellas se piensa que ciertas características de la familia, como los procesos cognitivos y conductuales que se ponen en juego en las relaciones entre los miembros de la familia, tienen un importante papel en el desarrollo de habilidades sociales y competencia para la relación con los iguales. Vamos a resumir algunas de ellas. 1.- Las relaciones de apego Una de estas líneas de investigación, quizá la más conocida, es la perspectiva del estudio del apego. Argumenta que la calidad de las relaciones en la infancia con sus cuidadores es un primer índice de competencia que predice la calidad de las relaciones del niño/a con sus iguales en la siguiente fase. Aunque esta predicción se basa en estudios llevados a cabo con niños/as pequeños (1 a 3 años), existe evidencia de que los efectos potenciales del apego pueden generalizarse hasta la edad escolar e incluso más allá. Se apela a tres razones para explicar cómo unas relaciones tempranas de apego seguro promueven competencia para las relaciones con los iguales: El apego seguro (sentimiento de ser querido), basado en la disponibilidad y respuesta segura de las personas adultas, conduce a expectativas sociales positivas, a considerar a otras personas como valiosas y a desarrollar apetencia de estar con otros. Se aprenden los rudimentos de reciprocidad ya que, al recibir el cuidado incondicional de la persona adulta, aprende la verdadera naturaleza de la relación empática, que transpone sin dificultad a las relaciones con iguales, de naturaleza más simétrica (igualitaria). A través del apego percibido desarrolla un sentido de valía personal y autoeficacia. Digamos que se siente valioso porque es querido/a. Estos sentimientos básicos sustentan su autonomía, confianza en sí mismo, curiosidad, entusiasmo y afecto positivo, cualidades todas que le hacen atractivo para los iguales. Relación entre el tipo de apego y los logros en desarrollo social Fase del desarrollo Logro conseguido Tipo de cuidado Primera infancia Regulación fisiológica Establecimiento de apego seguro Sensible, predecible Disponibilidad de respuesta Niñez Exploración, dominio, individualización Apoyo firme y seguro Edad preescolar Manejo de la impulsividad, identificación, rol sexual relaciones con iguales Valores y roles claros, Educación flexible Edad escolar Autoconfianza, construcción del yo Relaciones con iguales. Amistades estrechas Comunicación abierta, aceptación, apoyo, guía 2.- Prácticas de crianza y estilos de interacción Los estilos de crianza o a las formas de interacción familiar influyen en la competencia social con iguales. A pesar de las dificultades que existen hoy para que las familias pasen tiempo unidas, el hecho de que madres y padres inviertan parte de su tiempo en jugar, interactuando físicamente, con sus hijos e hijas pequeños tiene efecto sobre el desarrollo de competencia social. A través del juego se le ayuda a aprender regulación que luego le es útil en las interacciones con los iguales. Algunas de estas conductas: a) Evitar ser muy directivos, lo que puede dificultar el aprendizaje de cómo iniciar, controlar y mantener interacciones con los iguales. b) Esforzarse en mantener el juego y hacer que se divierta y muestre afecto positivo puede ayudar a que el hijo o hija aprenda cómo construir interacciones divertidas con otros niños/as. c) Estar atentos a los intercambios emocionales e intentar regularlos (por ejemplo, observando cuándo se enfada por algo y pidiéndole que explique por qué) enseña a interpretar las emociones de otros y a comprender el impacto de la expresión afectiva en el otro. Madres que permiten y estimulan autonomía tienden a tener hijos e hijas más asertivos y agradables con sus iguales que madres más controladoras. También la implicación no directiva en el juego de hermanos/as mayores tiene efectos estimulantes. Existen datos que ponen en relación la disponibilidad de implicarse en el juego de madres y padres y hermanos/as con unas relaciones positivas con iguales, mientras que unas relaciones más directivas, aun estimulantes, tienen efectos más complejos. La familia ayuda a desarrollar estas habilidades sobre todo en situaciones de juego buscando un punto óptimo, evitando la sobreexcitación (por ejemplo juego agresivo). También la manera en que responden a las explosiones emocionales negativas del hijo/a (una rabieta o berrinche) afecta a la socialización de la emoción. El propio clima familiar, es decir la manera en la que se manejan las muestras de emoción, puede determinar este aprendizaje (por ejemplo si la interacción familiar es violenta). Como conclusión, se pone de relieve que los niños/as pueden aprender formas específicas de manejo de la emoción en la interacción con sus madres y padres, que pueden utilizar luego en la interacción con iguales. 3.- La intervención directa de madres y padres en la competencia social Las personas adultas no sólo tienen influencia en el desarrollo de competencia social de sus hijos/as a través del estilo de interacción y de la calidad de sus prácticas de crianza, sino que tienen un papel de instructores directos de las formas de interactuar con el grupo de iguales En esta intervención directa pueden distinguirse cuatro tipos: a) Como diseñadores del entorno social pueden, por ejemplo, elegir que el sitio para residir tenga espacios protegidos para jugar, o que haya muchos niños en el vecindario, o apuntar al niño/a a actividades que le proporcionen contacto con iguales. b) Como mediadores pueden influir en las relaciones sociales de sus hijos/as organizando contactos informales, eligiendo las compañías de juego. Pueden proporcionar enseñanza que favorezca la socialización, como por ejemplo enseñar a presentarse a otros o a pedir que le dejen jugar. c) Como supervisores o instructores directos de las interacciones con iguales, pueden ofrecer apoyo, guía e incluso instrucciones. Los muy pequeños se benefician de recibir asistencia familiar y muestran, en consecuencia, mayor competencia en la interacción con los iguales. Por otra parte existen datos sobre la relación positiva que guarda la supervisión indirecta con la competencia social infantil, en el sentido de que madres y padres que se implican en las actividades de sus hijas e hijos con iguales, sin ejercer vigilancia directa, tienden a tener niñas y niños menos hostiles y mejor aceptados por los iguales. Al contrario, una supervisión directa tiene efectos menos positivos. d) Con niños y niñas mayores las personas adultas desempeñan papeles menos directivos. Se ha encontrado que en edades escolares las madres tienden a mostrar papeles de consejo y apoyo (por ejemplo hablando sobre los problemas del niño), organización (por ejemplo animando y ayudando a preparar un cumpleaños con el niño) y dirección (por ejemplo convenciendo de ponerse una determinada ropa). En definitiva, madres y padres regulan el acceso a los iguales, quienes contribuyen ampliamente al desarrollo de un repertorio sociocognitivo en el niño/a pequeño/a. Las madres ofrecen estilos diferentes a los padres; por ejemplo tienden a intervenir más cuando hay conflictos. 4.-Cómo estimular las relaciones interpersonales en la infancia: Actuaciones concretas De lo que hemos abordado hasta aquí podemos extraer recomendaciones indirectas y orientaciones sobre cómo actuar para promover el desarrollo social y afectivo en la infancia. Pero en este apartado vamos a formular recomendaciones concretas para la educación de las relaciones interpersonales. No son técnicas concretas sino modos de actuar, en términos generales. Vamos a plantear tres formas de intervención parental dirigidas directamente a influir en las interacciones sociales en estas edades: Influencia sobre las interacciones con los iguales de sus hijos/as fuera del contexto en que se produce, discutiendo o razonando con ellos, dándole explicaciones, etc. Esta actuación puede darse antes de que ocurra la interacción concreta, preparándole, discutiendo o razonando sobre situaciones hipotéticas que puedan ocurrir. Reflexionar sobre las posibles consecuencias de una actuación, apelando a situaciones pasadas en las que haya habido una experiencia. También, cuando esta discusión se produce a posteriori de la situación, hay que buscar el momento oportuno para que pueda abordarse desapasionadamente. Una segunda vía es la intervención directiva. por la que pueden ayudar la constituyen las advertencias y consejos mientras la interacción está ocurriendo. Estas advertencias o consejos en el propio contexto de la interacción suelen ocurrir en presencia de otros. Es más probable que provoquen reacción, en este caso. Muchas veces el objetivo es que obedezca, por lo que se dan los consejos sin explicación y en tono emocional. En todo caso, puede ser mejor las explicaciones fuera del contexto de los iguales (antes o después). El tercer tipo es la llamada intervención interactiva, que supone influir sobre los intercambios con otros, facilitando el camino y modelando inadvertidamente interacciones apropiadas y amistosas, como, por ejemplo, cuando madre o padre son parte de la actividad, organizan las interacciones y prolongan la diversión. Otro ejemplo, el padre o la madre se presentan al nuevo vecino de la edad del hijo/a y contribuyen a romper el hielo entre ambos. Estas intervenciones proporcionan el andamiaje que le sirve de ayuda gradual. Se han identificado consistentemente cinco objetivos sobre la socialización proporcionada por madre y padre en edades iniciales: a) Dar apoyo emocional en sus interacciones, haciéndole sentirse bien y con seguridad. b) Transmitir principios básicos de la interacción interpersonal, reglas básicas de conducta en tales situaciones (por ejemplo, no se debe pelear con el amiguito/a invitado, hay que prestar los juguetes, etc.). c) Estructurar la interacción señalando roles definidos y llamando la atención sobre las características de la interacción. Por ejemplo, señalar la obligación de atender al niño/a invitado o el papel del anfitrión. d) Desanimar las conductas que no ayudan a progresar en las relaciones. Por ejemplo, llamar al orden si el anfitrión/ona se pone a jugar solo. e) Distribuir la propiedad y el poder entre los niños/as implicado en una interacción. Por ejemplo, establecer turnos. Para conseguir estos objetivos, se identifican algunas estrategias: Proporcionar orientaciones no verbales y físicas para guiarles. Razonar, por ejemplo, utilizando términos como «porque...; si... entonces», etc. Sugerir alternativas de la conducta. Ejercer autoridad en conflictos. Intervenir indirectamente (por ejemplo llamarle la atención de hacia algo). Evaluar la calidad de su conducta. Negociar, para desanimar conductas negativas o para potenciar la relación. Madre y padre parecen utilizar más frecuentemente intervenciones interactivas cuando sus hijos/as son más pequeños y utilizan más intervenciones directivas a medida que son mayores. Igualmente emplean intervenciones no verbales más con los pequeños y clarifican y razonan más con los mayores. A medida que se desarrolla desde la edad escolar a la adolescencia, los padres y madres toman progresivamente un papel menos inmediato respecto a las relaciones con sus iguales e intervienen de una manera más descontextualizada. También existen diferencias debidas al género; por ejemplo se ha encontrado que las madres responden a las transgresiones morales de sus hijas centrándose en las consecuencias del acto en relación a los derechos y el bienestar de otros, mientras que responden a las de sus hijos empleando control social (por ejemplo apelando a las consecuencias en relación a la justicia). En resumen El contexto familiar influye poderosamente en el desarrollo infantil pero, a su vez, es influido por factores socioeconómicos y culturales. La calidad de las relaciones de apego en la infancia así como los estilos de crianza y las pautas educativas familiares influirán en gran medida en el desarrollo social y emocional del niño y la niña. Pero además madres y padres tienen funciones diversas que se relacionan con la promoción de la competencia social, entre ellas su responsabilidad en el diseño del entorno, su papel de mediadores, de supervisores, de elementos de apoyo afectivo, de modelos de comportamiento, etc. Por ello podemos plantearnos cómo podemos contribuir desde la familia a la educación de la competencia social, es decir qué tipo de intervención podemos realizar en aras a lograr este objetivo. Esperamos que estas orientaciones os puedan servir de ayuda para ello. Mª Victoria Trianes Torres Profesora de Psicología de la Educación. Universidad de Málaga (resumen realizado por Francisca Olías) PADRES Y MADRES COMPETENTES DESARROLLANDO LA COMPETENCIA SOCIAL EN SU FAMILIA: ORIENTACIONES En el desarrollo infantil, muy pronto, el niño o niña debe enfrentarse al mundo social, y especialmente a las relaciones con otros niños y niñas. En los primeros momentos, madres y padres suelen interesarse por su adaptación al centro escolar, en términos generales, pero luego, se preocupan por cómo son las relaciones tempranas con los otros compañeros de clase. Las familias quieren que sus hijos e hijas se lleven bien con los demás, que disfruten en su compañía, que no muestren conductas agresivas, que sepan compartir y cooperar en los juegos. Pronto surge en tema de cómo relacionarse con otros más mandones o agresivos, o sea como afrontar un insulto o una provocación. En este afrontamiento, un niño/a demuestra su habilidad social manejando hábilmente esta situación, o bien se comporta agresivamente en respuesta a la provocación, o bien, sucumbe y llora y se siente incapaz de responder buscando solo el desahogo emocional lo cual no es una actuación hábil y puede convertirle en objeto de provocaciones, insultos o burlas. La investigación actual arroja numerosas “pistas” acerca de cómo pueden ayudar a las familias para que sus hijas e hijos desarrollen un comportamiento socialmente competente. Señala que los padres y madres pueden, con su estilo de educación, ayudarle al desarrollo de habilidades sociales y de competencia en las relaciones con otros niños y niñas. Son padres competentes aquellos que logran que sus hijos sean competentes socialmente y queridos por sus amigos/as y compañeros/as de juegos, y los que les enseñan y promueven habilidades para enfrentarse a la provocación y a la agresión con conductas no agresivas. Algunas sugerencias y directrices para que puedan las madres y padres mejorar sus propias estrategias para educar habilidades y competencia social en sus hijos e hijas. Una actuación parental competente puede ser de tres tipos: Educativa, planteada para alcanzar objetivos educativos ordinarios, como promover competencias y habilidades que optimicen el desarrollo y salud de sus niños/as. Preventiva, cuando se plantea sobre los que tienen riesgos de desarrollar problemas de conducta, inadaptación o psicopatología. En este caso, la enseñanza de habilidades y competencias tiene por objeto reducir ese riesgo y disminuir la vulnerabilidad. Por ejemplo, es el caso de familias con hijo o hija con trastorno de Hiperactividad/ Impulsividad. En este caso un niño con TDAH está en riesgo de desarrollar problemas con los iguales y ser considerado agresivo, o ser aislado por los otros, debido a su comportamiento molesto y que rompe juegos o actividades e impide llevarlas a cabo. Correctivo, tiene por objeto conseguir objetivos de cambio y mejora de la conducta, disminuyendo la magnitud o frecuencia del problema y desarrollando competencias y habilidades incompatibles con la manifestación del problema. Es el caso de familias de niño/a agresivo, que ha sido diagnosticado en el colegio como de conducta agresiva no socializada. O al contrario, familias de niño/a muy inhibido, insociable o excesivamente tímido. Es preciso un acercamiento más sistemático que garantice el logro de los objetivos y suele ser preciso recabar ayuda profesional. Para una actuación sistemática y fundamentada puede: Establecer los objetivos que se persigue conseguir, pocos y bien formulados, de fácil comprensión para el niño o la niña. Lo ideal es “negociarlos” o al menos, informarle de que se van a trabajar esos objetivos. Siempre se cumplirá mejor una meta consensuada que impuesta por la autoridad del adulto. Seleccionar una o varias actividades que permitan aprender, recordar, o modificar la conducta a la que se refiere el objetivo. Fijar recompensas o premios para la conducta que se ajuste a lo esperado y sanciones para cuando la conducta no se atenga a lo que se pide. Evaluar la conducta, ver si han cambiado fruto del objetivo y las actividades desarrolladas. Un programa de enseñanza de competencia social A continuación se va a desarrollar un programa de enseñanza de competencias sociales en niños y niñas de 3 a 6 años a partir de las prácticas educativas. Aunque puede proporcionar también pistas para trabajar en niños y niñas mayores (7 a 10 años). Este programa es netamente educativo, aunque puede tener también efectos preventivos si se trabaja con niños/as vulnerables o que no poseen las habilidades que se persiguen. El objetivo general es este: promover sus habilidades y competencias sociales a partir de mejorar las prácticas educativas de los educadores. Existen tres categorías de estilos educativos que son aceptadas hoy por la mayoría de los investigadores, que conllevan diferentes estrategias educativas y resultados. Estos estilos están definidos en base a dos dimensiones: el afecto y el control. Son los siguientes: Estilo autoritario: se caracteriza por escaso afecto, baja sensibilidad y empatía hacia las necesidades de los hijos, centrado en la perspectiva del adulto. Utiliza estrategias coercitivas, imposición, control alto, intimidación e incluso agresión. Las expresiones de afecto o de comprensión y aceptación del hijo son escasas. Las exigencias son altas, inflexibles. En cuanto a resultados, este estilo impide una buena vinculación con la hija o hijo, lo cual ha sido visto como negativo para el desarrollo infantil. Como estas familias no suelen utilizar métodos persuasivos, basados en el cariño y el elogio, modelan modos agresivos de resolución de conflictos y prestan menos atención al modelado de comportamientos cariñosos y afectivos en la interacción con sus hijos. Estilo equilibrado democrático: se caracteriza por frecuentes expresiones de afecto, atención a las necesidades de los hijos, trasmite seguridad en el afecto y dedicación a los hijos. El afecto en crianza del niño o niña le predispone a corresponder con afecto y a complacerlos y no defraudarles. Niñas y niños se identifican más fácilmente con una madre o padre cariñoso, en cuyo caso, tienden a incorporar en su vida valores de consideración y justicia en las relaciones interpersonales y a hacerse más hábiles en la resolución de conflictos no agresiva. En cuanto al control, las familias de estilo equilibrado utilizan normas flexibles y que atienden a las demandas de la situación. El adulto/a controla pero también guía para conseguir las conductas deseables. La disciplina es inductiva, con explicaciones, razonamientos, diálogo y comunicación con el hijo o hija. No se emplean castigos severos, ridiculizaciones ni comparaciones negativas. Se explica porqué la conducta no se acepta y se le pide reparación o restitución de lo que ha hecho. Este estilo obtiene los mejores resultados, promoviendo en los hijos competencia social, mejor autoconcepto, más autorregulación, entre otros beneficios, así como evita sentimientos de resentimiento y hostilidad que pueden manifestarse como consecuencia de castigos severos, físicos o inadecuados. Estilo permisivo: Este estilo incluye expresión de afectos y buena comunicación, atención a las necesidades del hijo pero bajo control, sin imponer normas consistentemente, es voluble en sus exigencias, dejando pasar la conducta incompetente por comodidad, por no enfrentarse, por debilidad. Son menos propensos a vigilar la conducta del hijo o hija. Aunque sus hijos tienden a ser amistosos y sociables, en comparación con otros niños de su edad les falta conocimiento para comportarse de modo apropiado en situaciones sociales básicas y demuestran poca responsabilidad en su conducta. Cómo mejorar el estilo educativo Si se plantea como objetivo mejorar el estilo educativo en la familia, debe evaluarse éste de manera sistemática y rigurosa. Existen diferentes instrumentos en nuestro país, pero recomendamos las escalas PEF (Alonso y Román, 2003). Parten de una concepción bidireccional de las relaciones familiares, suponiendo que hay influencia recíproca en aspectos como expresión de afectos, resolución de conflictos, solicitudes de cambio de conducta a otros, etc. por lo que presentan instrumentos para que evalúen madres y padres y también los hijos e hijas; 2) parten de un modelo que supone que el empleo de una u otra estrategia está determinado, en parte, por las demandas de la situación, por lo que analizan las estrategias en cinco situaciones hipotéticas propias de la convivencia cotidiana en la familia: 3) precisamente el tercer aspecto a comentar es que estas escalas pueden aplicarse a niños pequeños, de 3-6 años, mientras que otras existentes se aplican en la adolescencia. En ellas se analizan cinco situaciones: 1. Cuando inician algo nuevo 2. Ruptura de rutinas 3. Cuando se van a la cama 4. Cuando cuentan o muestran algo, y 5. Cuando juegan. En cada una de estas situaciones se analizan tres tipos de conflictos: Conflicto externo, como por ejemplo, debe vestirse con ropa nueva más difícil de abrochar y se queja y pide ayuda. Conflicto interno, por ejemplo, debe ir a pasar una noche con familiares que no conoce mucho, y protesta y llora porque no quiere ir Transgresión de normas, por ejemplo, come fuera de casa y como le cuesta hacerlo con los cubiertos se pone a comer con las manos. Alonso, J y Romás J.M. 2003. Escalas de identificación de prácticas educativas familiares. Madrid : CEPE Propuestas de actividades o juegos a realizar Como responder a una burla. Los niños pequeños deben enfrentarse a burlas en el colegio, recreo, autobús escolar o en otras muchas situaciones. Padres y madres no pueden proteger a sus hijos/as de estas situaciones dolorosas pero si pueden enseñarles estrategias para manejar estas situaciones. Los que, de pequeños aprenden estas estrategias, están mejor equipados para afrontar retos sociales y conflictos más importantes durante la adolescencia. Tratamos aquí de burlas que causan daño y pueden provocar que el niño/a se sienta triste, herido o agresivo. No tratamos de burlas con humor o juego, que no constituyen ningún problema, ni tampoco de burlas continuas que constituyen acoso y que pueden requerir la intervención de personas adultas para afrontarlas. 1. Estrategias para madres y padres (Freedman, 2000): Cuando el niño/a es objeto de burlas lo primero es conocer el problema desde su punto de vista. Para ello, conviene sentarse y pedirle que describa como lo molestan y quien lo molesta, y donde ocurre. En esta conversación es necesario que comiencen a desarrollar estrategias como: no reaccionar exageradamente, hacerle ver que puede manejar el mismo el problema, sugerirle que busque estar con niños que le hagan sentir bien y se aleje de los que le hacen sentir mal, y enseñarle estrategias de afrontamiento de la situación, practicarlas simulando la situación, en casa, y revisar como lo ha hecho cuando vuelva del colegio. Además, deben premiar informes positivos y señalar que la estrategia aprendida puede servir para otras muchas situaciones de la vida. Estrategias que pueden enseñarse a los hijos/as para afrontar una burla intencionada son las siguientes: Ignorar, no prestar atención al niño/a que está molestando. Se supone que el comportamiento de molestar tiene como objetivo atraer la atención, por lo que hacer como si esa persona fuera “invisible” ni mirarlo ni hablarle y alejarse, puede tener un efecto disuasorio importante. Responder asertivamente: a) mediante mensajes “yo”. Este tipo de mensajes es una forma de que expresen sus sentimientos de modo que sean tenidos en cuenta. Por ejemplo, decir:”me molesta mucho que me digas llorica así que me gustaría que no volvieras a hacerlo”. Este tipo de estrategia funciona mejor en situaciones con personas adultas que si solo hay niños/as. Implica aprender a mantener contacto visual, tono de voz firme al mismo tiempo que cortés; b) respondiendo a la burla con “Y..?” al mismo tiempo que muestra indiferencia hacia la burla, le resta importancia. Es una estrategia simple y al mismo tiempo efectiva; c) reenfoque, es decir cambia el significado de la burla convirtiéndola en un elogio, por ejemplo, respondiendo: “gracias por darte cuenta, yo lloro mucho, me gusta hacerlo.” Esto puede desconcertar al agresor, y deshacer sus ganas de intimidar y sentirse superior. 2.- Cómo conversar con el niño o niña Adquirir habilidades para conversar es un requisito previo para ser competente socialmente en la edad escolar y en la adolescencia. Por tanto, cuando sus niños y niñas pequeños se muestren deseosos de contar algo que les ha pasado, la norma general es estimularles, nunca cortarles con expresiones como “ahora no puedo,” “eso son tonterías” o similares. Existen varias cuestiones a tener en cuenta: No dejar sin contestar ninguna pregunta ni utilizar evasiones como “eso son cosas de mayores,” o “no puedes entenderlo pues eres pequeño” por ejemplos. Estimularles a que cuenten, preguntándole, por ejemplo, “¿qué has hecho hoy en el colegio,” “¿te has divertido en casa de los abuelos?” Estos informes de actividades, les ayudan a pensar sobre lo que han hecho, estimulando la memoria y el recuerdo, pero también les ayudan a verbalizar la acción, desarrollando el vocabulario y la competencia lingüística. Saber escuchar sus razones sin prejuzgar lo dicen. Esto fomenta que exprese sus propias ideas sintiéndose seguro y aceptado, sin sentirse juzgado. Atender especialmente cuando se expresen sentimientos, para: a) compartir el sentimiento si es por alguna pérdida o situación que le afecta; b) reforzar el empleo de términos emocionales adecuados a la narración, explicando sus significados, si no se conocen, proponiendo sinónimos…c) marcar, para el niño/a, la adecuación de la emoción, aprobando con sonrisas cuando el empleo de un término relativo a la emoción sea adecuado a lo que se está hablando. El empleo de sentimientos en la conversación le ayuda a considerar este elemento en las relaciones interpersonales lo cual es muy positivo debido al importante papel que juegan las emociones en las relaciones interpersonales. Atender cuando en la charla se muestren contenidos del autoconcepto, como autopercepciones negativas, o incompetencias. No deben nunca tomarse estas manifestaciones a broma o minimizarlas, pues aunque se traten con humor, es preciso que el niño o niña se sientan comprendidos y queridos, en esos momentos. En estos casos se puede: a) hacer notar las habilidades personales que muestren los niños/as, preferentemente en relación con la desvalorización efectuada; b) compensar con valoraciones positivas de otros (madre, padre, familiares, profesorado, etc.); c) relativizar la importancia que pueda tener esa incompetencia; y d) aceptarla pero poniéndola en relación con otras competencias que se poseen (ej. “bueno, tu no sabrás hacer eso, pero saber hacer otras muchas cosas valiosas.”). 3.- Como estimular la competencia social con juegos. En general, cualquier actividad compartida con el niño/a pequeño puede ser una ocasión para incrementar la competencia social. Estos juegos o actividades incluyen una interacción afectuosa y amistosa con el niño o niña, un interés por sus deseos o preferencias, sin imponer las del adulto, un respeto por sus puntos de vista, la consideración de sus sentimientos, la manifestación de orgullo y refuerzos de sus logros, así como prestar apoyo al niño cuando se enfrente a fracaso o autopercepción de incompetencias. En particular, son educativas socialmente actividades que impliquen: Trabajar e incrementar el conocimiento de papeles sociales (una madre, un profesor, una profesión, etc), de relaciones establecidas o de transacciones como vender o comprar. Por ejemplo, juegos de representación de papeles, dramatizaciones o representación de cuentos o historias pueden servir de contexto para aprender que papel hacen distintos personajes o aprender relaciones como de padre o madre a hijo/a, de profesorado a alumnado, etc. Trabajar por incrementar la preocupación por los demás, la toma de conciencia de las consecuencias de las acciones nuestras o de otros sobre otras personas. Por ejemplo, en el cuento de Dumbo, preguntar: ¿Cómo se sentiría la mamá de Dumbo cuando se metieron con él los niños en el circo? ¿Cómo se sentirían cuando la mamá los asustó? ¿Qué haría la mamá de los niños cuando estos se metieron con Dumbo? Trabajar la búsqueda de soluciones no agresivas en la resolución de conflictos interpersonales. Ello puede hacerse llevándole a reflexionar después de haber pegado o de haberse comportado agresivamente, ¿por qué lo ha hecho? ¿qué querías conseguir? Y qué otra solución podría haber buscado mejor que la respuesta agresiva. Por supuesto estas preguntas hay que hacerlas muy contextualizada en la búsqueda de relax tras la excitación de la pelea o de la conducta agresiva, mientras que se le tranquiliza. Y si acaso tiene frecuentemente conductas agresivas con otras personas, puede definirse un rincón de la calma, en una esquina de su cuarto, con un cojín cómodo, y enseñarle a irse allí cuando esté “furioso” antes de cualquier otra acción, y levantarse cuando se sienta “calmado.” También pueden trabajarse estas preguntas a partir de cuentos donde el protagonista deba resolver conflictos interpersonales.