Inclusión y diversidad versus igualdad de oportunidades en educación. Análisis de los nuevos principios del sistema educativo chileno y su implementación a partir del estudio de la ley 20.845 Cristóbal Ramos Guerrero Universidad de Chile En la presente exposición critico algunos aspectos de la concepción de justicia social (principalmente en lo que respecta a la equitativa igualdad de oportunidades) que estructuran la reforma educacional. Presentaré una objeción desde la izquierda ya que estimo que esta reforma solo considerara una concepción de la igualdad de oportunidades, a saber, la concepción neoliberal. Para lograr dicho objetivo revisaré en primer lugar la justificación de las políticas educativas impulsadas por el actual gobierno, ofreciendo una interpretación contraria a aquella que caracteriza la reforma educacional como una obstrucción al adecuado ejercicio de la libertad de enseñanza. Pondré en duda la principal objeción de derecha (que tanto liberales como conservadores opusieron a la reforma), a saber, que la normativa promulgada lesiona el derecho a la libertad de enseñanza y que autores como Cristián Larroulet y Jacinto Gorosabel1 incluso estiman que constituye un retorno hacia el estado docente. Asimismo, descartaré la anterior interpretación a partir de la revisión de algunos de los principios más relevantes de la ley. La razón de lo anterior es que estos no consiguen dañar severamente el núcleo neoliberal del ordenamiento constitucional vigente (así como tampoco lo hacen sus procedimientos, por ejemplo, el que establece la admisión aleatoria en caso de un mayor número de vacantes). Termino mi exposición exponiendo que los avances de la ley de inclusión son insuficientes, porque al tomar posición en favor de ciertas formas de organizar los colegios, mantiene desregulada conscientemente la oferta proveniente de los establecimientos particulares por motivos de eficiencia y, al mismo tiempo, no fija ningún obstáculo a la transmisión de ventajas intergeneracionales. Todo lo anterior lleva finalmente al entorpecimiento del acceso a los mejores puestos en la sociedad. Podemos encontrarnos con la noción de justicia social en el diseño de la política pública cuando nos encontramos, por ejemplo, cuando es aludida persistentemente la idea de igualdad de oportunidades, situación en la que siempre está presente la pregunta acerca del trato equitativo que deben dar las instituciones hacia quienes que conformamos la sociedad. Sin duda, uno de los documentos políticos que es un buen representante de lo anterior es el programa de gobierno de Michelle Bachelet 2014-2018, donde repetidamente se señalan las variadas desigualdades producidas por las disposiciones legales en distintos asuntos (como por ejemplo, en las materias laborales, productivas, tributarias y sanitarias), las que conjuntamente con la falta y el abuso de las oportunidades, constituyen “una traba para que las personas crezcan y se desarrollen, y también para que el país aproveche todo su potencial y talento”. En materia educativa, la relación se aprecia de forma más explícita, debido a que "la educación tiene un valor público innegable y está a la base de una sociedad más justa, democrática y participativa"2. En esta línea, en el programa de gobierno se plantea a propósito de una necesaria reforma al sistema educativo que ésta debe impulsar: Larroulet, Cristián y Gorosabel, Jacinto. (2015). La Educación en la Encrucijada: ¿Estado Docente o Sociedad Docente? Santiago: RIL Editores. 2 Nueva Mayoría. (Octubre de 2013). Programa de Gobierno. Michelle Bachelet 2014-2018. Recuperado el 31 de 08 de 2016, de www.michellebachelet.cl/programa/, p. 17 1 "La generación de igualdad de oportunidades educativas desde la cuna, con acciones compensatorias para estudiantes que, producto de las desigualdades pasadas, hoy estén en desventaja. Las brechas educativas se manifiestan desde antes que las niñas y niños ingresen al colegio. Las políticas públicas, tanto en magnitud de los recursos invertidos como en el diseño de instrumentos, deben contribuir a reducir y eliminar las brechas sociales."3 La idea anterior fue una de las intuiciones que sirvieron de base para argumentar en favor de la regulación de los procesos de selección de estudiantes, la eliminación del copago y la prohibición del lucro en establecimientos subvencionados. Así, en el mensaje del proyecto de ley enviado al Congreso Nacional en mayo de 2014 se arguyó la necesidad de contar con nuevas reglas a propósito del copago, del lucro y la selección de estudiantes. Expresamente, el proyecto nombraba tres fundamentos para terminar con los mecanismos de discriminación escolar, buscando: 1) fortalecer la calidad, "al desafiar a los establecimientos a mejorar sus procesos educativos y hacerse cargo de entregar educación de calidad para todos y todas"; 2) garantizar la libertad radicada en los padres para elegir escuelas, y 3) avanzar hacia el término de la segregación escolar. De lo anterior, al menos los dos primeros fundamentos recurren a un manojo de conceptos típicamente usados por los autores que identificamos tradicionalmente como “neoliberales”, por cuanto se pone como central el valor de la competencia en 1), y se asigna un valor privilegiado a la libertad de elegir en 2) (más adelante me referiré a 3)). Estos usos se replican especialmente en los principios de diversidad, flexibilidad, integración e inclusión. Es el principio de diversidad es una de las normas cuya misión es conciliar la mayor intervención estatal (la cual estimula el temor al monopolio de la enseñanza estatal) con la provisión privada de educación que es garantía de la heterogeneidad del sistema. La letra f) del artículo 3° del DFL-2 de 2010 dispone que “El sistema debe promover y respetar la diversidad de procesos y proyectos educativos institucionales, así como la diversidad cultural, religiosa y social de las familias que han elegido un proyecto diverso y determinado, y que son atendidas por él, en conformidad a la Constitución y las leyes.” “En los establecimientos educacionales de propiedad o administración del Estado se promoverá la formación laica, esto es, respetuosa de toda expresión religiosa, y la formación ciudadana de los estudiantes, a fin de fomentar su participación en la sociedad.”4 La diversidad, consagrada como un principio rector del proceso educativo, en términos prácticos viene a reemplazar a la igualdad, la cual propende a la homogeneidad y en última instancia (como lo entiende la objeción de derecha) como el control de las mentes por parte del aparato estatal, al que teme, sobre todo, la derecha liberal. Esta salvaguarda es completada por el principio de flexibilidad, el cual establece que: “el sistema debe permitir la adecuación del proceso a la diversidad de realidades, asegurando la libertad de enseñanza y la posibilidad de existencia de proyectos educativos institucionales diversos.” La ley de inclusión también fortalece la autonomía de los establecimientos, los cuales deben constituir un sistema plural, sin distinguir entre los establecimientos privados y públicos, lo cual satisface el miedo de la derecha conservadora, la cual permite seguir reproduciendo sus valores y prácticas dentro de los colegios. Por otra parte, relacionado con el tercer fundamento para terminar con la selección en los establecimientos (el fin de la segregación) encontramos el principio de integración e inclusión, que los define conjuntamente disponiendo que: "el sistema propenderá a eliminar todas las formas de discriminación arbitraria que impidan el aprendizaje y la participación de los y las estudiantes". La 3 4 Idem, p. 18 Ley 20.845, artículo primero definición es escueta, condensa dos nociones distintas y es inadecuada porque no se condice con ninguna idea de comunidad o sociedad que podría impulsar alguna política igualitaria. Se extraña alguna referencia más clara a la eliminación de los impedimentos generados por el ambiente exterior a la escuela y a la posibilidad de que los educandos puedan acceder a un medio mucho más amplio que el de su grupo social. En definitiva, a lo largo de toda la ley encontramos como objetivo fundamental el reformar la escuela incorporando nuevas pautas de comportamiento para que los métodos utilizados tanto dentro como fuera de la sala de clases se correspondan de mejor manera con las exigencias de las evaluaciones externas, tanto nacionales como internacionales. Todo esto, sin cuestionar el derecho a la educación como un deber y derecho preferente de los padres a elegir las escuelas de sus hijos, ni tampoco la libertad de enseñanza, como la facultad de abrir, organizar y mantener colegios para reproducir los valores que inculcan esos mismos padres. Esto se vuelve más evidente cuando estudiamos el campo de aplicación de la reforma: las principales disposiciones según la estadística que maneja el gobierno sólo aplican al 93% de los colegios (los municipales y los particulares subvencionados), manteniendo desregulada la oferta del 7% de los establecimientos particulares, los cuales pueden por ejemplo, seguir seleccionando estudiantes. Una de las razones es que, hasta la dictación de la ley 20.845, los colegios particulares eran capaces de demostrar de mejor manera sus resultados efectivos, cuestión que en el caso de los colegios particulares subvencionados y los municipales era distorsionada, entre otras causas, por los procesos de selección como lo explica el mensaje de la ley5. Así, la reforma legal reconoce implícitamente que los establecimientos privados son más eficientes y que no requieren mayores constricciones para ejercer su derecho a la libertad de enseñanza. A fin de cuentas esto resulta una fuerte amenaza para una equitativa igualdad de oportunidades por cuanto no busca resolver el problema del acceso a los mejores puestos de la sociedad, sin intervenir el circuito colegio particular – universidad tradicional – puesto de élite, lo que no ofrece mayores dificultades a la transmisión de ventajas intergeneracionales elitarias, incluso entorpeciendo la movilidad social en base al mérito, debido a que el acceso a, por ejemplo, puestos gerenciales no es tan influido por la suma entre talentos y esfuerzo, sino que depende sobre todo de la procedencia de algún colegio que establece estrictos requisitos para entrar y un costo elevado de matrícula o una suerte de error estadístico, como incluso ya lo han mostrado algunos estudios empíricos6. Mensaje de la ley 20845, p.16 Por ejemplo, Seth Zimmerman concluyó en un estudio que dos estudiantes de colegios particulares de elite, que son compañeros en una universidad tradicional , tienen en Chile 1,9 veces más posibilidades de ocupar puestos importantes en empresas, que dos compañeros egresados de la misma carrera en distintos años. Veáse Zimmerman, Seth. Making Top Managers: The Role of Elite. Universities and Elite Peers. Documento de trabajo, disponible en: http://faculty.chicagobooth.edu/workshops/micro/pdf/ZimmermanJMP.pdf 5 6