Tema Corto - Algo de Historia

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Colegio Los Olivos
Historia de España
Tema 9.- Absolutismo frente a liberalismo. Evolución política en la época de
Fernando VII
Como introducción, hay que decir que La aprobación de la Constitución de 1812 no
significa que España fuera un país de mayoría liberal, pues esta se había aprobado
sin el respaldo popular, como prueba el hecho del entusiasmo con que el pueblo
acogió a Fernando VII aclamado como "el Deseado". Este será liberado por el tratado
de Valençay, por el cual Napoleón le devuelve los derechos al trono. Se produce así
la restauración en el trono español de Fernando VII tras la guerra de independencia
contra Francia. El desarrollo de esta época se inicia con un absolutismo monárquico:
el rey repudia totalmente el régimen nacido en Cádiz, y restablece casi todas las
estructuras y usos del antiguo régimen como la censura, la Inquisición, la derogación
de la desamortización, la devolución a la nobleza de su poder privilegiado, etc. Las
Cortes quieren hacerle jurar la constitución, pero él se negará. Además, contaba con
el apoyo de 69 diputados "serviles" que redactan y le entregan en Valencia el
"Manifiesto de los Persas", que comparaba las Juntas provinciales con las Asambleas
francesas, y pide la recuperación del absolutismo como forma de gobierno en
España. Mediante un golpe de estado, en 1814 abole la Constitución de Cádiz.
Mientras, el pueblo acoge con indiferencia esta medida.
El reinado de Fernando VII lo podemos dividir en tres etapas. Esta primera etapa
absolutista, estuvo presida por los continuos vaivenes de los ministerios (cada
ministro permanece de media 6 meses en su cargo), por la grave situación financiera,
y la pérdida irreversible de las colonias españolas. La crisis demográfica y económica
originada por la guerra y la pérdida de los mercados americanos explican la
inestabilidad y debilidad de los gobiernos absolutistas más todavía que las intrigas de
la llamada "camarilla" fernandina. El único intento de solucionar la crisis fue propuesto
por Garay en 1817 con un sistema de contribución proporcional a los ingresos y
universal, al que los privilegiados se opondrán.
Fernando VII promovió una represión que alcanza a liberales y afrancesados,
teniendo que emigrar o pasar a la clandestinidad. Los liberales saben que su
debilidad es no tener base popular, por lo que su única salida será contar con el
apoyo de los militares. La conexión de los grupos civiles, agrupados en logias
masónicas, y los militares descontentos, se traduce en los sucesivos
pronunciamientos militares: Espoz y Mina (antiguo guerrillero, descontento con la
disolución de las guerrillas), Porlier (1815), Lay (1817), entre otros. Todos fracasan
por ser facciones minoritarias del ejército.
No sucederá lo mismo en 1820: el indisciplinado ejército acantonado en la Isla de
San León y San Fernando (Cádiz) a la espera de ir a Buenos Aires a aplastar a los
insurrectos americanos se subleva. Esta sublevación de Cabezas de San Juan,
será dirigida por Riego y se extenderá por Andalucía y otras ciudades españolas (el
propio O'Donnell, enviado a reprimirle se suma a la revuelta). Riego proclama la
constitución de Cádiz, y cuando parecía fracasar el pronunciamiento camino a
Madrid, se le unirán las guarniciones de La Coruña, Zaragoza, Barcelona y
Pamplona, dándole finalmente el triunfo. Fernando VII es obligado a jurar la
constitución de 1812: "Marchemos todos francamente, y yo el primero, por la senda
constitucional". Se inicia así el Trienio Constitucional o el trienio liberal, que
abarca desde el 1820 al 1823, y su primer objetivo es la reimplantación del marco
constitucional, pero con algunos cambios que ofrezcan seguridad a los sectores
conservadores. La burguesía se mostrará mucho más moderada y temerosa de la
revolución popular. Se trató de un intento de modernizar el Estado, pero "cojo" por las
divisiones del liberalismo. Primero, encontramos a los liberales "moderados”, como
Martínez de la Rosa, que desean alcanzar un compromiso con las antiguas clases
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dominantes y el rey, para que sean aceptadas para siempre las reformas. Son
partidarios de admitir un Senado aristocrático, dar mayor poder al rey, y controlar la
prensa exaltada. Después están los liberales "exaltados" que pretenden la vuelta a
la Constitución de 1812 sin más. Con todo esto, los problemas con los que se
enfrenta el Trienio son varios:
El primero es el problema de la "confianza regia". La Constitución de 1812 prevé la
necesidad de confianza entre el gobierno y el Rey, que puede poner vetos, y no hay
que ahora copan el gobierno excondenados por el rey el año 1815, a los que llama
“mis presidiarios”. Tras la crisis de gobierno, entra Martínez de la Rosa, moderado,
una opción que no desean ni los liberales exaltados ni los realistas (o absolutistas)
contrarrevolucionarios. Todos piden su dimisión.
Otro problema será la supresión de órdenes monacales y regulares, exclaustración,
desamortización eclesiástica, etc. provocan conflictos con Roma, desgobierno en las
diócesis, y desórdenes religiosos. Y por último, el problema de la Hacienda, por lo
escaso de las recaudaciones, recurre a préstamos exteriores, y el endeudamiento
exterior aumenta, lo que lleva a que la moneda se devalúe. Sigue el problema de la
conversión de la Deuda. Otras medidas tomadas son la aprobación del primer
reglamento de Instrucción Pública, el Informe Quintana, se elabora el primer Código
Penal, se crea la Milicia Nacional (ejército popular, para ganar adeptos al liberalismo y
defender al gobierno de la Guardia del Rey), supresión definitiva de la Inquisición y
los jesuitas, y la abolición del régimen señorial, entre otros. En el interior, las malas
cosechas de 1822 originan un profundo malestar en el campesinado, ya agobiado
de por sí por los impuestos. Todo este malestar, lleva a que en el mismo corazón de
los liberales se produzcan separaciones y enfrentamientos ideológicos, lo que lleva
a la desunión. Mientras, en el exterior, la Santa Alianza reunida en el congreso de
Verona en 1822, deciden restablecer el absolutismo en España. Francia será la
cabeza de esa revuelta, y en 1823 invaden la península para reponer los poderes
absolutistas al monarca. Este ejército, comandado por el Duque de Angulema se
llamará “Los cien mil hijos de San Luis”. Tras estos acontecimientos, comienza la
última etapa del reinado de Fernando VII, su segundo periodo absolutista o
década ominiosa, que abarca desde 1823 a 1833. Tras los acontecimientos de
1820, y para que no se repitiesen, se persigue y apresa a los liberales más
exaltados, juzgándolos y ajusticiándolos, en un momento de represión liberal, pero
sin poder acabar con la ideología, que llevará a cabo acciones aisladas y sin
repercusiones. Tras la ejecución de Riego en Madrid, el rey derogará la mayor parte
de los actos del gobierno constitucional. Pero a partir de 1826, el monarca tomará
un ligero cambio de rumbo, que se contempla en actuaciones como en adoptar en
la administración un talante más moderado con la institución del consejo de
ministros. Obviamente se encontrará con la oposición de las partes más radicales
del absolutismo, ya que se consideran marginados de las principales tomas de
decisiones del estado. A estos acontecimientos se le suman dos problemas grabes
en su reinado. Por un lado, los problemas de la hacienda no terminan. La economía
del país sigue su arduo camino hacia la banca rota, sin que las últimas reformas
hayan aportado nada de luz y solvencia a las arcas del estado. El segundo
problema, será el sucesorio, que sentará las bases de las futuras guerras carlistas.
En diciembre de 1829, Fernando VII había contraído matrimonio con María Cristina
de Nápoles. De este matrimonio, nacieron dos niñas, Luisa Fernanda, y su
primogénita Isabel, la que estaría destinada a heredar la corona del padre. La
existencia de la ley sálica, desde la época de Felipe V, y ratificada por Carlos IV,
impedía que las mujeres adquirieran la corona en España. El monarca, para paliar
esto, redacta la pragmática sanción en abril de 1830, que le permite a Isabel
heredar el trono a la muerte de su padre. Este hecho hará que los absolutistas se
terminen decantando por el infante Carlos María Isidro, cuestionando la validez del
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proceso. Aún así, un año antes de la muerte del monarca, en 1832, los carlistas,
aprovechando la enfermedad del monarca, consiguen anular la pragmática sanción,
hecho que dura poco, pues tras reponerse el monarca, la restablecerá
definitivamente. De esta forma, tras su muerte el 29 de septiembre de 1833, las
estructuras del estado quedarán bajo el control de la reina regente María Cristina, al
tener la futura reina Isabel tan solo 3 años.
Como conclusión, vemos una España que da un paso atrás tras lo obtenido en las
cortes de Cádiz, con las nuevas ideas liberales. El monarca Fernando VII gobernará
de manera absolutista durante todo su reinado, exceptuando el paréntesis que
supuso el trienio liberal, pero sin olvidar su leve posicionamiento final, de una
manera no tan oficial, pero inclinando la balanza hacia el lado más moderado del
liberalismo, lo que terminará siendo clave para épocas posteriores.
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