LITERATURA Walt Whitman El poeta de todos ANTONIO LUCAS 22/12/2014 http://www.elmundo.es/cultura/2014/12/22/54977d8322601dcf148b4589.html http://www.rtve.es/alacarta/videos/pagina-2/pagina2-20150104-1930-ilustrador/2953491/ El poeta norteamericano cuenta con una nueva traducción al español de su monu- mental obra, 'Hojas de hierba', a cargo de Eduardo Moga y editado por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Un volumen de 1.500 páginas que incluye una selección de prosas del autor del gran himno lírico a la democracia. Walt Whitman era aquel que ayer no más decía: "Creo que una brizna de hierba no es menos que el camino que recorren las estrellas". El hombre ambulante, el anciano portátil, el profeta que anduvo en comunión material con el mundo, el poeta feliz que alumbró al triste y joven Borges cuando Borges fue joven y fue triste. Pero antes de todo aquello, en el origen de esa galaxia a la que Whitman dio sitio y forma, está la sustancia de todo lo demás. En los días difíciles de una infancia de escasez, en el centro de una familia desastrosa con ramalazos de locura y alcoholismo, en el desamparo de vivir muy solo desde pronto saltando de trabajo en fracaso... Este hombre de biografía escasamente triunfal fue confeccionándose un ánimo lírico que lo instaló en el centro mismo del espíritu americano desde la poesía. Walt Whitman es el más grande de los padres fundadores de una escritura que es la conciencia colectiva de América. De aquella América en construcción donde predicaba la democracia con alegría. Y en esa aventura plural que es su obra se confeccionó su propio personaje. Dos individuos distintos: el ciudadano de vida abrupta y el poeta hímnico que exalta el cuerpo, el amor a los semejantes y el gozo de estar vivo. Es el hombre incalculable que cree en el amor y en la Naturaleza. Y de todo ello hizo vida y labor propias. Su poesía está reunida en un único libro, 'Hojas de hierba', cuya primera edición (costeada por él mismo) salió de imprenta en 1855 e incluía 12 poemas sin título. Un proyecto que fue aumentando sucesivamente hasta 1892 (ya con 389 composiciones) sumando al final nueve ediciones. Este crecimiento orgánico sólo quedó interrumpido por la muerte de Whitman, en ese mismo año de la última entrega. Tenía 73 años y era ya algo así como un dios pagano con modales de multitud en sí mismo. Hojas de hierba es uno de los monumentos poéticos más potentes de la modernidad. La geografía de un mundo épico que el poeta y filólogo Eduardo Moga traduce con pulso nuevo en un volumen bilingüe de más de 1.500 páginas, editado por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, antecedidas por un riguroso estudio donde se cruza la biografía de Whitman con el alcance y la recepción crítica de su obra. Pero también aparece aquí una selección de sus textos en prosa y de sus diarios de guerra, dando aún más alcance al proyecto lírico de un hombre que quiso ser asumido como un dios pagano que edificase poemas donde pudiera habitar el hombre. Canto a sí mismo La primera edición pasó casi sin eco, lo que desalentó al entonces joven poeta. Pero no lo hizo desfallecer. Su empeño tendría que cruzar la vida, darle sentido, armarla mejor para vivir. Y la suya no fue ni noble, ni buena, ni sagrada. Nació en Long Island en 1819. Se ocupó a los 15 años en un despacho de abogados, después como aprendiz de tipógrafo, más tarde de periodista, luego fundó su propio periódico ('The Long Islander'). En este último de sus muchos empleos fue editor, director, periodista, corrector de pruebas y repartidor. Y, entre tanto, iba poniendo en pie las sucesivas piezas de ese atlas que es Hojas de hierba. Un conjunto que cuenta desde su primera entrega con una de las composiciones más icónicas de la obra de Whitman, 'Canto a mí mismo'. "Aunque la escritura al completo de Whitman constituye una totalidad indivisible si se la quiere entender como el poeta la concibió, dinámica, globalmente, y no sólo en algunas de sus fases o aspectos", sostiene Moga. "Yo me celebro y me canto,/ y cuanto hago mío será tuyo también,/ porque no hay átomo en mí que no te pertenezca". Walt Whitman es en sí mismo un acontecimiento celebratorio. Un tipo que hace de las ondulaciones de la emoción un fuego que prende hasta el último átomo de la sangre. Aquel que envejece al modo contrario de los vivos, convirtiendo cada aspecto de la existencia en una admiración, en un órgano oratorio. No pertenece a un sólo tiempo, sino que es de esos creadores que está lejos de cualquier literatura formulable. Whitman encarna una de las manifestaciones del discurso humano desde lo hondo de un humanismo expansivo. Lo suyo es un evangelio donde los hombres están reinventando su mundo, chocando sus voces, mezclando sus cuerpos, levantando territorios nuevos que merecen ser cantados como un milagro. "El único genio de la tradición americana es Walt Whitman". Habla Harold Bloom, el autor de 'El canon occidental'. Aquel que señaló la herencia del poeta estadounidense en algunos de los mejores ejemplares de la tradición lírica del siglo XX: de Vallejo a Neruda, de Huidobro a Borges. Y así hasta Lorca. De cómo Whitman llegó por vía de la expansión a colapsar la poesía con tal carga de relevancia simbólica es cuestión que tiene más que ver con su vocación hercúlea que con su biografía. Todo es menos espectacular en su vida, pero todo es abundante en su certeza de ser el portador de un mandato sucesivo y absoluto donde lo ideal quiere concretar a lo real. "Mi voz persigue lo que mis ojos no pueden alcanzar./ Con un movimiento de la lengua abarco mundos y conjuntos de mundos". Denuncia social Pero no sólo hay celebración en Walt Whitman. También denuncia ante los desajustes y atropellos sociales. "El carácter colectivo de la epopeya de Whitman se manifiesta asimismo en el marco físico: no canta a un espacio privilegiado, ni mucho menos legendario, sino a una realidad al alcance de la mano, heterogénea, contradictoria, informe a veces, sucia otras. No le interesa evocar épocas pretéritas, sino ahincarse en un presente que reclama atención, en constante hervor", sostiene Moga. De ahí también ese otro costado de su escritura, donde el conflicto ante una realidad descompensada impone otra conciencia en la poesía: "Brotan de mí muchas voces largamente acalladas:/ voces de las interminables generaciones de prisioneros y esclavos;/ voces de los enfermos y desesperados, de los ladrones y enanos;/ (...) y de los derechos de aquellos a los que otros oprimen,/ y de los deformes, los triviales, los simples, los necios y los despreciados". La Guerra de Secesión estadounidense (1861-65) marcó a un maduro Whitman, que se ofreció voluntario como enfermero. Allí documentó la fealdad, el dolor, la violencia. No tomó partido por ninguno de los dos bandos, pero tampoco aceptó el escepticismo como proteína. Los textos reunidos en la sección Días ejemplares de América dejan asomar a un observador que se niega a salir derrotado del espectáculo mayor de la derrota. "Multiplicad lo anterior por veinte, o por cien; verificadlo en cualquier circunstancia posible, en lugares y entre individuos distintos; iluminadlo con las pasiones más espeluznantes y con el resplandor de las granjas incendiadas y sus brasas negras, y los escombros humeantes, y tendréis una idea de lo que es esta guerra". El ser de uno y el ser de todos, esa combinación y ese riesgo, fue la aleta caudal de su escritura. En 1873 era ya un icono de la cultura en América. El trashumante que iba con su canción lañando tierras. Pero en ese mismo año, cuando empezaba a tomar la postura a la gloria, un accidente cerebrovascular le restó vida. Se podía ver al trasluz de la barba larga una luz definitiva. En 1891 preparó la edición definitiva de su poesía: "'Hojas de hierba' al fin completo, luego de 33 años de mutilaciones, en todos los tiempos y humores de mi vida, en clima pobre y completo, en todas partes de la tierra, en paz y en guerra, joven y anciano". Murió en marzo de 1892. Aquel mismo que escribió: "Si no das conmigo al principio, no te desanimes./ Si no me encuentras en un lugar, busca en otro./ En algún sitio te estaré esperando". Y lo está. Carpe diem—Walt Whitman Aprovecha el día. No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho de expresarte, que es casi un deber. No abandones tus ansias de hacer de tu vida algo extraordinario... No dejes de creer que las palabras y la poesía, sí pueden cambiar al mundo; porque, pase lo que pase, nuestra esencia está intacta. Somos seres humanos llenos de pasión, la vida es desierto y es oasis. Nos derriba, nos lastima, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa. Y tú puedes aportar una estrofa... No dejes nunca de soñar, porque sólo en sueños puede ser libre el hombre. No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso. No te resignes, huye... "Yo emito mi alarido por los tejados de este mundo", dice el poeta; valora la belleza de las cosas simples, se puede hacer poesía sobre las pequeñas cosas. No traiciones tus creencias, todos merecemos ser aceptados. No podemos remar en contra de nosotros mismos, eso transforma la vida en un infierno. Disfruta del pánico que provoca tener la vida por delante. Vívela intensamente, sin mediocridades. Piensa que en ti está el futuro, y asume la tarea con orgullo y sin miedo. Aprende de quienes pueden enseñarte. Las experiencias de quienes se alimentaron de nuestros "Poetas Muertos", te ayudarán a caminar por la vida. La sociedad de hoy somos nosotros, los "Poetas Vivos". No permitas que la vida te pase a ti, sin que tú la vivas...