Recorridos a través de un país “tropical”: México en la imaginación del geógrafo Friedrich Ratzel por Guillermo Zermeño Padilla Abstract. – This article takes a closer look on the published accounts of the journey undertaken by the German geographer and traveller Friedrich Ratzel to Mexico in the years 1874–1875, after having travelled through the United States. His travelogue describes the country with an effort to bring together an educated view on the visited country with an aesthetic aspiration to capture the essence of observed things, an approach shared by the Mexican painter José María Velasco. Immersed in the geodeterministic and Darwinian bourgeois thinking of his time, Ratzel centers his narrative on explaining the differences between Mexico and Germany, Europe and the USA by picturing the physical and moral “nature” of Mexico, an essentially “tropical” country in the eyes of Ratzel. INTRODUCCIÓN Entre 1874 y 1875 el geógrafo alemán Friedrich Ratzel realizó un viaje por algunas regiones de México. De esa manera, nos interesa en este ensayo examinar su escritura de viaje. En particular, intentamos mostrar cómo funciona la mirada de un naturalista de la segunda mitad del siglo XIX. Partimos del presupuesto de que las imágenes producidas por los relatos y las descripciones etnográficas y geográficas sólo se comprenden si se les refiere a las prácticas y destrezas necesarias para producirlas. En ese sentido, el texto de Ratzel remite a una escritura en la que debe distinguirse entre la operación de mirar y la escritura, en la que la primera ha sido previamente conformada por un conjunto de prácticas relacionadas con su adiestramiento como “naturalista”. En dicha operación la contemplación de la naturaleza incluye también una dimensión estética. Por eso la relacionamos con la plástica y la fotografía. Se puede atisbar en la mirada de un cientíJahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 47 © Böhlau Verlag Köln/Weimar/Wien 2010 Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM 86 Guillermo Zermeño Padilla fico del siglo XIX un dejo romántico: la observación de lo observado engloba también una connotación moral. En sus relatos Ratzel ha procedido como si plasmara en un lienzo los paisajes contemplados y las escenas capturadas en su memoria. Expresión pictórica y narración en prosa están orientadas además por la ilusión del realismo, reforzado por la invención de la fotografía. Por ello, se reconocen pasajes que recuerdan la mirada de otro naturalista mexicano contemporáneo de Ratzel, el pintor José María Velasco (1840–1912). Tanto el pintor como el escritor comparten el mismo afán – estético y científico – de capturar el mundo social y natural de la época.1 Así, en este ensayo se intenta comprender ante todo la manera cómo está conformada esta mirada viajera, esperando que sea el mismo autor el que nos proporcione las claves. LA MIRADA: MARCO/CUADRO(S) Desde México. Apuntes de viaje de los años 1874 y 1875 de Friedrich Ratzel (1844–1904) está dividido en dos grandes secciones. La primera está organizada alrededor del viaje transcurrido entre San Francisco, California, donde se embarcó, su llegada a Acapulco, ascensión y cruce por el altiplano central desde Morelia, pasando por la Ciudad de México, hasta descender al puerto de Veracruz en el Golfo de México. Ratzel tomó un respiro para emprender luego una segunda jornada, esta vez dividida en dos partes: la primera a través del Istmo de Tehuantepec y la segunda por el valle de Oaxaca.2 Hasta aquí concluye la parte del 1 Véase Guillermo Zermeño, “La mirada de un naturalista”: Friedrich Ratzel, Desde México. Apuntes de viaje de los años 1875–1875, Lucía Luna (tr.) (México, D.F. 2009), pp. 15–17. Todas las referencias dentro del texto que indican sólo páginas están tomadas de esa edición del viaje de Ratzel. 2 La travesía: 1) Llega a Acapulco y de ahí bordea la costa rumbo a Morelia: Techan, Real de Guadalupe, Huetamo, Tacámbaro, valle del Mezcal, Toluca, valle de México. Inmediaciones de México: Chapultepec, Texcoco. Ciudad de México, close up de la capital (catedral, iglesias, culto a las imágenes, religiosidad, lugares de recreo, calles, mercados); la antigua Tenochtitlán. Puebla, Pico de Orizaba, Veracruz. 2) El Istmo de Tehuantepec: Minatitlán, Coatzacoalcos, Suchil, San Jerónimo, Tehuantepec, Mitla, Tula. 3) Valle de Oaxaca. A principios de octubre de 1874, se embarcó en San Francisco, California, término de su viaje a través de los Estados Unidos. Surcó la costa occidental americana hasta Manzanillo y Acapulco. De este puerto emprendió el viaje al interior hasta llegar a la capital a fines de noviembre. No siguió la ruta acostumbrada más directa: tomó Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM México en la imaginación del geógrafo Friedrich Ratzel 87 libro dedicada a relatar su viaje. Los recorridos son realizados a pie o a caballo, por la selva o por la montaña, por caminos de herradura, o en vapor y canoas, por mares y ríos, o en diligencia o carruajes tirados por caballos. Así el viaje es más lento o avanza más rápido. Eso depende de la condición de los caminos, que Ratzel, en general, encuentra en una situación deplorable3 y no permiten hacer un cálculo razonable sobre la duración al trasladarse de un lugar a otro. La segunda sección está organizada alrededor de cinco tópicos: sociología, educación, historia, colonización, naturaleza del trópico. Y es que Ratzel, después de viajar a través de los Estados Unidos de Norte, pretende descubrir el trópico en México. Por eso el libro se cierra con una consideración acerca del “carácter de la naturaleza del trópico”.4 ¿Cómo está estructurada la mirada viajera de Ratzel? Básicamente lo hace utilizando la perspectiva lineal. Las cosas vistas adquieren una valoración y coloración distinta según se les mire de cerca o de lejos. No es lo mismo una vista panorámica que otra tomada de cerca: primero el camino hacia Petatlán sobre la costa en dirección de Zihuatanejo, comenzó a ascender rumbo a Huetamo, pasó por Tacámbaro y llegó a Morelia. De ahí siguió hacia Acámbaro para tomar la ruta tradicional hacia México pasando por Toluca. De la capital, (como buen “alpinista”) hizo una excursión al Pico de Orizaba visitando Córdoba y Veracruz. En el puerto del Golfo se embarcó por la costa hasta Coatzacoalcos para transitar por el Istmo de Tehuantepec, pasando por Minatitlán y Suchil. Desde Tehuantepec se dirigió a Totolapan, Mitla, Tlacolula, Tula rumbo a Oaxaca. Desde ahí siguió hacia Cuicatlán, Tehuacán y Puebla, para regresar a la capital. Dado el recorrido, tenía interés especial en cruzar el Istmo de Tehuantepec y estar un tiempo más largo en la Ciudad de México. Morelia, los puertos de entrada y salida como Veracruz y Acapulco, y Puebla y Oaxaca aparecen como otros sitios de interés. No aparecen los enclaves mineros tradicionales. Su interés principal es descubrir y describir el trópico mexicano. Al término del viaje se embarcó en Veracruz hacia La Habana, permaneciendo en Cuba unas cuatro semanas, antes de regresar a Europa durante la primavera de 1875. 3 “Creo no exagerar, si digo que la adaptación a este modo de ser afable y servicial [en referencia a los arrieros] debe ejercer una gran influencia sobre el carácter de los viajeros, sobre todo en países tan poco civilizados y pobres caminos como México” (p. 304). Las cursivas son mías. 4 Al respecto, al compararlo con su lugar propio (“Ante este tipo de escenas, el recuerdo aun de un pobre y sencillo bosque de abetos o de hayas nos eleva a alturas verdaderamente ideales”), Ratzel destaca las enormes dificultades que tiene para un “ojo europeo” la contemplación de esa “vegetación híperexuberante” que produce la sensación “de un jardín descuidado donde las ortigas y otras hierbas dañinas se han entreverado con las plantas más exquisitas y las flores más exóticas” (p. 436). Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM 88 Guillermo Zermeño Padilla “Desde la lejanía alguno de estos árboles [pirules] se ve completamente como un sauce llorón, pero de cerca, sus flores o sus frutos, que no escasean en ninguna época del año, revelan su carácter tropical” (p. 136). Las cosas cambian de forma según sea el acercamiento o la distancia. En ese sentido, la dimensión de la perspectiva está presente en la organización y composición “pictórica” del texto.5 En general, se puede ver a Ratzel otear primero el panorama que nos recuerda a algunas pinturas de Caspar David Friedrich (1774–1840), en particular aquella del “caminante sobre el mar de niebla” (1817–1818); un caballero con sus atuendos burgueses domina el panorama, y luego se acerca a ver los detalles y lo que estos le revelan. Así, puede mirar la costa del Pacífico desde el barandal del navío (perspectiva horizontal) o la Ciudad de México (perspectiva vertical) desde la ladera oeste al descender desde Toluca al valle. Cada lugar le suscita sentimientos diversos, aunque sobresalen aquellos relacionados con la naturaleza. Las reflexiones y los pensamientos, en cambio, afloran mejor al acercarse a los objetos. Ratzel lee la naturaleza como un objeto estético y no sólo científico. Lo hace como un lector informado. Así se explican las constantes comparaciones que traza al describirla. Pero la idea básica que lo orienta es la contemplación de un país tropical. Las primeras impresiones hablan de una bella escenografía que producen en él una “sensación placentera”. Los acercamientos del barco permiten apreciar “los contornos de las montañas” y advertir por el “tono del paisaje” si están arboladas o no. Se sorprende cuando lo visto no coincide con lo sabido. Por ejemplo, “la fosforescencia del mar” no era tanta como se esperaba al entrar en la región del “trópico”. A la altura de Baja California tampoco encuentra la “incandescencia generalizada del mar” esperada al compararla con la del Mediterráneo. Pero, finalmente, al dejar atrás “el Trópico de Cáncer”, a la altura de Mazatlán, apareció “[...] una costa tan montañosa como la de las dos Californias, pero que refulgía con un absoluto verdor bajo el vaho azulado que la rodeaba. Estos debían ser los magníficos bosques tropicales que, según las descripciones, cubrían espesamente la sierra costera del suroeste de México en sus vertientes orientadas hacia el mar. Las vi surgir con una alegría que hacía mucho no había experimentado frente a un cuadro de la naturaleza. Se aproximaba un nuevo y maravilloso capítulo de mi viaje, y yo intuía que me iba a aportar un inesperado tesoro de experiencias, que alcanzaba para enriquecer y alegrar 5 Para una historia de la perspectiva véase Hubert Damisch, El origen de la perspectiva (Madrid 1997); y Daniel Arasse, Histoires de peintures (París 2004). Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM México en la imaginación del geógrafo Friedrich Ratzel 89 toda una vida. ¡Cuán pocos han sido merecedores de esto! Un íntimo sentimiento de gratitud me sobrevino por anticipado” (p. 65).6 Ratzel recorta la naturaleza como si se tratara de un lienzo (cuadro); lo mismo hace con la panorámica que le ofrece el valle de México. “Precisamente porque las montañas circundantes todavía están cubiertas de un boscaje tan bello, sobre todo por los imponentes bosques de oyameles y abetos, que casi recuerdan a las reservas de coníferas californianas con sus pinos, encinos, hayas, álamos y sauces, en el primer descenso, la pobreza de árboles del árido y pedregoso altiplano da una impresión casi desértica. Con toda razón se alaba la encantadora vista que ofrece el Valle de México cuando se le contempla desde las pendientes de las montañas aledañas, pero no es tanto la belleza del color, sino de las formas y, en concreto, de la multiplicidad y grandiosidad de éstas, la que le confiere este encanto. Ya las dos montañas nevadas del Popocatépeltl e Iztaccíhuatl le aportarían a cualquier paisaje un trazo grandioso, pero tampoco es nada despreciable el que trazan frente al horizonte el Ajusco y otras cimas de la boscosa orilla montañosa, y el primero, inclusive, en una forma bella y sumamente original. A esto hay que agregar la amplia, y a pesar de ello no uniformemente plana, extensión de este valle alto, la cual permite abarcar de un solo vistazo todas sus cambiantes formas y contenidos; los grandes espejos de sus lagos, con sus islas y sus orillas llenas de ensenadas, sus numerosas villas, pueblos y haciendas dispersas, la capital misma, llena de casas y con múltiples torres – es un cuadro rico y altamente gratificante, original como pocos, inolvidable. Pero probablemente habría que verlo en verano o en otoño, en época de las fecundantes lluvias, para calificarlo, como Bayard Taylor, de único e incomparable. Entonces, un verde fresco podría haber recubierto suficientemente el polvo, la arena y los pedregales. A mí estos, cada vez que veía el paisaje, me introducían en él tonos demasiado acentuados de amarillo y café. Es cierto que el oscuro marco del entorno montañoso volvía a atenuarlos, pero no son colores precisamente paradisiacos aquellos que revelan de manera tan fuerte la existencia de piedras neovolcánicas, arena y aridez” (p. 126). Esta descripción de Ratzel es un complemento ideal del pintor de paisajes mexicano, José María Velasco.7 Veamos ahora la Ciudad de México de lejos y de cerca. Para ello Ratzel utiliza la distinción que hay entre el “marco” y el “cuadro” de una pintura, entre el exterior y el interior. Para “México”, dice, “es fácil Las cursivas son mías. María Elena Altamirano Piolle et al., Homenaje nacional. José María Velasco, 1840–1912, vol. 1 (México, D.F. 1993). Bayard Taylor, escritor y viajero norteamericano (1825–1878), como corresponsal del Tribune publicó con gran éxito editorial dos volúmenes sobre su recorrido a través de California y México: James Bayard Taylor, El Dorado, or Adventures in the Path of Empire Comprising a Voyage to California, via Panama; Life in San Francisco and Monterrey; Pictures of the Gold Region, and Experiences of Mexican Travel (Nueva York 1850). 6 7 Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM 90 Guillermo Zermeño Padilla ser bella” porque “el marco es magnífico”; tan bonitos son los alrededores que casi no se aprecia el “cuadro”. “Pero cuando el cuadro está hecho de tal manera que, aunque en menor grado, también impresiona sin el marco, entonces la belleza mayor se refleja sobre la menor y, si la mirada puede desplazarse de una a otra, entonces, aquí y allá, uno se siente gratamente motivado. Hasta cierto punto, México tiene esta ventaja. A decir verdad, al principio el interior de la ciudad no acaba de gustar del todo, porque la mugre, el desorden y la pobreza asoman por demasiadas partes; porque las calles son muy estrechas; porque falta la imponente arteria vital, la rica, ancha y animada avenida principal que en ninguna ciudad nos gusta que falte, aquella que reivindica su importancia” (p. 139). Si México es bella de lejos, de cerca la primera impresión es que no lo es tanto. Pero si se toma su tiempo, las impresiones pueden variar. En ese cambio de óptica lo que parece feo o descuidado adquiere otra conotación debido a “lo pintoresco”, el “colorido” de sus calles. Así, de lejos, gracias al marco, el cuadro es muy bello. Pero de cerca, eso bello pasa a ser “bonito” asociado al pintoresquismo de sus habitantes y calles y habitaciones, sumado a lo funcional de éstas. “Con el tiempo, uno supera algunas de estas primeras impresiones negativas y aprende a apreciar sobre todo el cúmulo de elementos pintorescos en la vida de esta capital. Aunque a uno no le guste el exterior de las casas, no dejar de admitir que su interior es práctico, agradable y con frecuencia inclusive bonito, con sus frescos patios y jardines rodeados por altos muros, y su espaciosidad que permite entrar aire y luz más que suficientes. A algunas construcciones monumentales tampoco se les puede negar un carácter majestuoso e imponente” (p. 139). Estas consideraciones estéticas se aplican también a la figura humana. “La belleza de la figura humana, sobre todo en muchas mujeres de los estratos altos, se manifiesta en toda su armonía y plenitud. ¿Cuántas cosas más no se podría ennumerar? Habría que ser un hipocondriaco, o estar dotado de un olfato de enfermiza sensibilidad, para al final, pese a todos sus lados oscuros, no reconocer a esta ciudad como una manifestación sumamente atractiva e interesante” (pp. 139–140). Las reflexiones se hacen extensivas a la arquitectura que domina en el trazo urbano, para el gusto de Ratzel un poco masiva y monótona, sin tener la grandeza y belleza que debería prevalecer “en las verdaderas obras de arte”. “Las torres y las puertas de la gran catedral, el patio rodeado de columnas del Palacio, el frontispicio de Minería, entre otros, son sumamente alabados. Pero esto no significa mucho frente a la impresión general de estrechez que producen las calles angostas, y las construcciones bajas y de gruesos muros; frente al exterior prosaico, pobre y a medio caer de la gran mayoría de las casas habitación y de los edificios públicos; frente, en fin, al aire de descuido y primitiva uniformidad que en general Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM México en la imaginación del geógrafo Friedrich Ratzel 91 flota sobre la impresión externa que da la ciudad. Pero, en todo caso, esto no debe impedirnos el disfrute de las bellezas individuales, sobre todo porque siempre tenemos el colorido y la animación de la vida” (p. 143). Lo que más le gustó del Palacio fue su patio interior. “Al palacio rodea un jardín que, en todo el inmueble, fue el sitio que más me gustó. Actualmente no está bien cuidado, pero en su reducido espacio flota todo el encanto de un quieto jardín conventual. Altos muros alrededor, cantidad de plantas y flores adecuada para sus dimensiones y, en el centro, una fuente bajo árboles umbrosos. En esta gozosa soledad el mundo permanece alejado; al cerrarse la puerta todo es quietud, que invita al sosiego y a la reflexión. Maximiliano gustaba mucho de este sitio encantador, pero sus actuales dueños lo han dejado decaer” (pp. 144–145). Lo macro y lo micro no escapan a la observación de Ratzel. Pero las impresiones cambian si se mira de lejos o de cerca, y también “antes” o “después”. En cuanto a la ciudad, “marco” y “cuadro” quedan en armonía. Cuando se contempla un paisaje o una ciudad los juicios son de naturaleza estética: bello/feo; magnífico/ramplón. En ese sentido la formación de Ratzel presupone información pero también formación de la sensibilidad. Sin embargo, dentro de los “cuadros” se encuentran otros cuadros, en especial en aquellos recintos dedicados a la conmemoración de la patria y a la exaltación de los héroes y figuras políticas. Además de la contemplación de las ruinas inertes del pasado – tema también recurrente en la pintura romántica alemana de principios del siglo XIX – existen objetos antiguos en uso semiabandonados: “La gran sala de recepciones, que antes podía ser llamada sala del trono, se ve como cualquiera de los salones de los viejos castillos principescos, que nunca más han vuelto a ser habitados, pero que tampoco son abandonados del todo a la ruina. Rasgaduras, polvo, decoloración por todas partes” (p. 144). Lo nuevo empalmado en lo viejo. O también lo contrario: lo prístino envuelto en los ropajes de lo nuevo.8 Dentro de esos recintos la galería de los héroes de la patria mexicana exhibe una larga serie que extrañamente se inicia con Washington. Está el rostro viejo enardecido de Hidalgo, la oscura y enérgica cara del cura Morelos, que miran con elocuencia desde sus marcos. Benito Juárez, quien cierra y culmina la serie de retratos, Casi se podría decir que la constitución del discurso histórico que da marco a la nación está fundado en un anacronismo constante. 8 Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM 92 Guillermo Zermeño Padilla “está retratado en traje oficial de frack, bien peinado y con zapatos de charol, se ve como un chino con su curtida tez de indio y su pequeña y delicada figura, sobre la que la huesuda cabeza resalta en forma poco armónica” (p. 144). El comentario de Ratzel es elocuente al respecto: “Estos cuadros me causaban la impresión de estatuas sin pedestal. Todos estos hombres sin duda son importantes, pero a su grandeza le faltan el trasfondo y el cimiento sólidos de la grandeza de un pueblo” (ibidem). DE LOS DETALLES EMERGEN “CUADROS COSTUMBRISTAS” Hay muchos pasajes en la escritura de Ratzel que evocan al fenómeno de la aparición y difusión de las tarjetas postales, dejando ver un acuerdo implícito en las dos formas de exhibir la realidad física y moral de un país y sus pobladores. El rescate de la fotografía y su inclusión como ilustración en muchos libros de historia permiten asociar también la escritura de Ratzel a las imágenes fotográficas diseminadas en forma de postcards.9 Impresores alemanes, franceses y estadounidenses aprovecharon su ventaja tecnológica para reproducir litografías en color. Las nuevas postales presentaban vistas de diferentes ciudades y paisajes del mundo. Con el perfeccionamiento del fotograbado las tarjetas se consolidaron como objeto útil y apreciado por los consumidores: bajo costo y recuerdo del lugar visitado. Los temas de las tarjeras tendieron a multiplicarse: acabaron por recrear temas ya 9 Como se sabe la aparición de las tarjetas postales en 1869 se popularizó rápidamente entre los viajeros y turistas como una forma de intercambiar mensajes breves, pero también como una forma de coleccionismo. Mediante estas tarjetas se coleccionaban las imágenes de países lejanos, y con ellas germinaban estereotipos y tipificaciones de paisajes y poblaciones. En 1865 Heinrich von Stephan (1831–1897), consejero de Estado de Prusia, propuso oficializar la circulación de esta clase de tarjetas de cartón. Poco después, en 1869, el Dr. Emmanuel Hermann, catedrático de Economía en la Academia Militar de Wiener Neustadt en Austria, interesó al director de Correos y Telégrafos de Viena, barón Adolf Maly. La propuesta fue aprobada, y se imprimió la primera postal con el retrato del emperador Francisco José I. En el primer mes se vendieron 1.401.522 ejemplares. Al año siguiente, al inicio de la guerra franco-prusiana, el canciller Bismarck dispuso que sirviera a los soldados para enviar mensajes y de paso facilitar la censura militar. Ante la demanda creciente de tarjetas los impresores privados lograron liberalizar su actividad en la década de 1870, y así nació esta industria, que en México tiene al fotógrafo norteamericano Charles B. Waite (1861–1929) como el divulgador de las tarjetas postales. Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM México en la imaginación del geógrafo Friedrich Ratzel 93 vistos, tipos nacionales, vistas costumbristas, paisajes, momentos solemnes, mercados, episodios históricos. Generalmente, por encargo de científicos e inversionistas, llegaron a retratar las haciendas del sureste mexicano, la fauna y la flora del territorio, sus habitantes y condiciones de vida. En la relación de Ratzel aparecen por ejemplo la recreación de las mujeres y lavanderas de Tehuantepec.10 A Ratzel le parece que los tipos y rasgos de la población son más llamativos que la arquitectura de sus pueblos y ciudades. Relacionado con el paseo de la Viga, otro escenario predilecto de los fotógrafos y grabadores de la época, Ratzel nos proporciona una bella y animada descripción.11 También es interesante advertir la descrip10 “A la mañana siguiente, muy temprano, bajé al río para lavarme antes de partir hacia Tehuantepec, lo que tomando en cuenta el calor y el polvo de los últimos días de viaje, sin duda era procedente. Mujeres y muchachas ya estaban ahí lavando ropa y bañándose, o llegaban con sus grandes cántaros de barro rojo para sacar agua. Observé que la fama que tienen las mujeres de esta región por su belleza no era exagerada, porque no obstante el color nogal de su piel y una reminiscencia en sus rasgos de los pómulos anchos del tipo indígena, que no falta en ninguna, hay que decir que por lo menos la mitad de ellas tiene formas agradables y que, en proporción, muchas son definitivamente hermosas. Aún las que son menos bonitas se esfuerzan por tener un porte gracioso y el traje regional, colorido y ligero, les queda bien a casi todas aquellas que no están demasiado viejas y decrépitas” (p. 255). 11 “Los paseos no son otra cosa que caminos anchos, casi sin sombra, con veredas peatonales al lado. Habitualmente es uno solo el que se visita y al que directamente se llama El Paseo. Pero entre el martes de Carnaval y Pentecostés, éste está totalmente abandonado los domingos y días festivos, porque entonces todo mundo acude en masa al Paseo de la Viga, que corre al lado de uno de esos canales que tanto abundan en el altiplano. Aquí, un curioso fragmento de la vida popular se suma a ese espectáculo más tranquilo que significa ir de paseo. Y es que el canal que pasa por aquí lleva hacia S. Anita, que es uno de los lugares de diversión más gustados por el pueblo bajo y, al mismo tiempo, el jardín de flores de México. En S. Anita se cultiva la mayor parte de las flores que cada día son ofrecidas en grandes cantidades en las calles y mercados de la Ciudad de México. Los domingos llegan a este paseo canoas completas de flores, las cuales son atadas en coronas y ramos. Y luego, casi todas las muchachas morenas del pueblo portan sobre su cabellera negro azabache tupidas coronas de amapolas, espuelas, centaureas y rosas. Anchas y planas, todas cargadas de gente alegre, una canoa tras otra parte hacia S. Anita, y casi en cada una de ellas los muchachos bailan con las chicas coronadas, mientras que la música y el canto no faltan por ningún lado. En la misma dirección, a la orilla del canal se agita un mar de gente, y ahí hay un sinnúmero de cocinas y puestos ambulantes que ofrecen al pueblo sus alimentos y bebidas favoritos: pulque, atole, tortillas, tamales y otras esquisiteces. Pero el que trae aquí el brillo y la animación de una verdadera fiesta popular es el Viernes de Dolores (el viernes previo al Domingo de Ramos); ese día las veredas peatonales de una parte del paseo son transfor- Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM 94 Guillermo Zermeño Padilla ción del caballero en traje nacional o “charro mexicano” enmarcado por el ritual del cortejo entre miembros de la “alta sociedad”, que siguen, según Ratzel, formas españolas a la vieja usanza. “Carros y tiros de caballo particularmente bonitos y originales, como los que en Viena, por ejemplo, le dan ese encanto especial a los paseos por el Prater, aquí no existen. Lo que se ve son carruajes cerrados de cuatro asientos, considerablemente pesados, a los que están enganchados dos caballos o dos mulas. Por el contrario, los que llegan a caballo lucen un traje de montar totalmente mexicano, con un colorido y un diseño tan ferozmente originales, que ni siquiera en Hungría se pueden encontrar. Ya tan sólo las sillas de montar, con los pesados herrajes de plata, los estribos cerrados, los flecos y las borlas, y las alforjas de piel de cabra negra que cuelgan a los lados dan una impresión decididamente pintoresca. Y a esto todavía hay que agregar el traje del jinete, que casi siempre consiste en un pantalón de cuero café, bordado y cubierto por todas partes de botones, grandes espuelas, chaqueta corta y un ancho sombrero ricamente rebordado en plata. Los caballos son generalmente animales altivos y vivaces, más esbeltos que robustos, con la melena y la cola largas tal como les crece en forma natural. A los mexicanos les gusta que se muevan de manera un poco bronca y muchas veces, por ejemplo, están adiestrados para dar un rápido salto a un lado cuando se encuentran con otro caballo. Por eso, de un caballo un tanto indómito que se para de manos, se dice que “es un auténtico caballo de paseo”. Si detrás de un hábil jinete así, todavía galopa un siviente totalmente vestido de gamuza café y envuelto en un poncho de colores chillantes, el cuadro pintoresco no deja más que desear. De esta manera, mediante los jinetes todo el paseo adquiere un carácter animado, porque sin ellos, las tediosas filas de carruajes más bien recordarían un cortejo fúnebre. En este contraste se reconocen sin dificultad los dos grandes mundos opuestos que dominan a la sociedad mexicana: la vida apática, encerrada, casi oriental de las mujeres y el desenfreno semisalvaje de los hombres. La asimilación de tan agudos contrastes en las madas en pabellones verdes, bajo los cuales otra vez vendedores de flores, y esos cocineros y cantineros ambulantes, ofrecen su variada mercancía a una multitud variopinta, en la que están representadas todas las clases sociales, pero las más altas son las más numerosas. Ya desde las 6 de la mañana se amontona la gente, y las canoas llenas de flores atracan a lo largo del paseo, a la orilla del canal. Todo mundo compra flores para adornar la imagen de María en el altar de la casa. Otra vez son principalmente las amapolas, las rosas, las centaureas, las grandes alverjas y las espuelas las que son puestas a la venta. Tampoco faltan flores ficticias que, ahí mismo, son cortadas y coloreadas con gran arte a partir de zanahorias o rábanos largos. También se pueden comprar palmas, que luego se hacen bendecir el Domingo de Ramos para colocarlas en los balcones con el fin de que protejan la casa. En diferentes puntos tocan algunas bandas de música, hay sillas y bancas disponibles para los que se cansan, y carruajes y jinetes llenan el camino de acceso. Las muchachas y las señoras llegan totalmente vestidas de domingo. Y además, aquí en esta época, las mañanas son tan claras y calurosas como con nosotros las más bonitas mañanas de mayo. Debo decir que muy rara vez he visto una fiesta como ésta que, en todo sentido, tenga un carácter tan espontáneamente bello y natural, tan auténticamente festivo” (pp. 153–154). Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM México en la imaginación del geógrafo Friedrich Ratzel 95 costumbres sociales también tiene una parte de herencia medieval, como algunas que todavía se conservan en España y sus dependencias” (pp. 152–153). Desde la mirada de Ratzel, sin embargo, nada le parece que describe mejor las peculiaridades del pueblo mexicano que las fiestas religiosas. Todas se caracterizan por su colorido y su esencia “popular”. Pero al provenir de una cultura luterana centra su atención particularmente en el culto de las imágenes o “interpretación material de los objetos religiosos” (p. 154). Así, explica que mientras que “ellos” (los alemanes) han separado las formas de los contenidos de la religión, “estas criaturas” (los mexicanos) se quedan satisfechos y se quedan satisfechos y disfrutan de las formas, como si se tratara del “[...] primer día y las entretejen con una miope pero serena filosofía de la vida, en la que éstas sólo constituyen un elemento de consuelo, pero no exhortativo o que invite a la reflexión. Tampoco deja de ser significativo que estas fiestas populares religiosas no hayan perdido prácticamente nada de su popularidad, a pesar de que por parte del Estado se haya hecho todo lo posible para desacreditarlas y, en su lugar, instaurar ‘fiestas políticas’ como el Día de la Independencia, el Natalicio de Juárez y otras semejantes. Por supuesto que en la capital las masas también aprovechan con alegría la oportunidad que les brindan estas nuevas fiestas para holgazanear con un motivo justificado, para mirar y disfrutar, porque hay muchos espectáculos militares, desfiles y cosas parecidas” (pp. 154–155). Entre las fiestas religiosas enumeradas aparecen especialmente las de Semana Santa y Navidad.12 Estos tópicos, mediados por el liberalismo 12 En relación con la fiesta de Navidad: “En comparación con estas frías mascaradas, hasta el mercado navideño en la plaza es una fiesta absoluta. En torno de la catedral y del pequeño parque del Zócalo se instala puesto tras puesto, y todos están llenos de las cosas más inimaginables. Ni en las tiendas de juguetes más baratas de Nuremberg la pobreza alcanza una inventiva tan alta como en estos borregos y perros de algodón, en estas damas y soldados de cartón, en estas minas relucientes y en estos pesebres llenos de musgo con pequeños bueyes y asnos, pastores, los Reyes Magos y el Niño Dios. Uno contempla con gusto todo este cúmulo de baratijas insignificantes, porque entre ellas es fácil encontrar un regalo de Navidad hasta para el niño más pobre. También se venden numerosas ramas de pino con las que se adornan los pesebres y los altares. Y tampoco faltan los árboles de Navidad. Golosinas hay de todo tipo y en abundancia, porque los mexicanos de ambos sexos, jóvenes y viejos, gustan mucho de los “dulces”. Este mercado dura toda la semana previa a la Navidad. Si uno camina al anochecer por las calles, puede escuchar un intercambio de cánticos que sale de los pasillos y ver brillar, aun dentro de las viviendas más pobres, altares ricamente adornados, en torno de los cuales, en semicírculo, se arrodillan niños y niñas. Unos tocan a la puerta por fuera y solicitan entrar. Representan a José y María que van de camino hacia Belén. Desde dentro les contestan y, después de algunos cánticos de intercambio, los dejan pasar. Si se hace a la Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM 96 Guillermo Zermeño Padilla político, permitieron a otros muchos recordar escenas de su infancia en términos muy similares.13 Por esa razón, quisiera pensar que las fotografías rescatadas por Ricardo Rendón se aproximan a lo que Ratzel pudo ver con sus ojos del México de 1874–1875.14 Caminos polvosos, construcciones de adobe, campesinos y jornaleros vestidos de manta blanca, arrieros con sombreros extraños, calles empedradas transitadas por burros y caballos enjaezados, carruajes tirados por caballos, gente vestida a la usanza de las futuras tropas zapatistas, construcciones en su mayoría de una sola planta uniformadas a lo largo de las calles, o de dos pisos que albergan los palacios de gobierno de las poblaciones, con sus terrazas heredados del virreinato y remodeladas en los tiempos de bonanza económica. De algunas de las “mejoras” materiales observadas por las cámaras seguramente Ratzel no fue testigo, pero pudo vislumbrarlas al emerger Porfirio Díaz como el “bismarck mexicano” y adalid del “progreso”. Al tomar las fotografías seguramente el fotógrafo paraba la circulación y al sacar su atril (como puede suceder actualmente en la filmación de escenas callejeras para la televisión), los curiosos se acercaban, miraban a la cámara y eran retratados. Generalmente se trata de gente humilde, mujeres envueltas en sus rebozos con el producto para su venta en el mercado u hombres con el canasto sobre la cabeza; casi todos visten de la misma manera: pantalón ajustado como de charro, camisa ajustada en la cintura y casi nunca falta el sombrero en los hombres y el rebozo en las mujeres. Las casas principales están tanto en las ciudades como en las haciendas. La gentry mexicana señala la gran proximidad que existe entonces entre el campo y la ciudad. Y en usanza antigua, entonces se reza una oración y, si no, se pasa directamente a la mesa ricamente servida y después al baile, que pretende ser moderno y elegante. En cualquier caso, la diversión cierra esta ingeniosa fiesta, a la que llaman Posada” (pp. 155–156). 13 Véase, por ejemplo, el caso de Toribio Esquivel Obregón, Recordatorios públicos y privados: León, 1864–1908, Guillermo Zermeño Padilla (ed.) (México, D.F. 1992), pp. 106–116. Para la difusión de las postales en México véanse Francisco Montellano, Charles B. Waite, La época de oro de las postales en México (México, D.F. 1998), pp. 7–32; y Francisco Montellano, C.B. Waite, fotógrafo. Una mirada diversa sobre el México de principios del siglo XX (México, D.F. 1994). Una interesante colección de estas imágenes que podría haber inspirado la “escritura icónica” de Ratzel se encuentra en Elías Trabulse et al., Viajeros europeos del siglo XIX en México (México, D.F. 1996). 14 Ricardo Rendón, El Prosperato. Tlaxcala de 1885 a 1911 (México, D.F. 1993). Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM México en la imaginación del geógrafo Friedrich Ratzel 97 las plazas citadinas o pueblerinas aparecen los de a caballo seguramente vestidos y puestos para salir en la fotografía. De otra manera no se entienden las composiciones de los cuadros tan estáticas, tan ordenadas dentro de paisajes y escenas costumbristas, que invitan a Ratzel al señalamiento constante de las paradojas del “pueblo mexicano” (o cuestiones de difícil explicación)15 y al recurso constante a la metáfora para describir lo que sus ojos contemplan. Un ejemplo se encuentra en su recorrido a Tehuantepec al describir el carácter y significado ornamental de las plantas trepadoras del trópico: “[... ] y, al atardecer, el resplandor del sol poniente siempre encuentra caminos suficientes para que su luz atraviese el bosque y haga brillar el oro oculto en el mar de hojas verdes. Las plantas trepadoras que se enredan en estas copas ligeras, para verter sus pesadas masas de hojas y flores como coloridas cascadas sobre el ramaje y el follaje, sin duda se esfuerzan porque el carácter ligero y ralo de los árboles de esta región se vea más espeso, pero como no son tan comunes para poder lograrlo en gran escala, al final sólo aportan a las formas del bosque ribereño mayor variedad de la que habría sin ellas. En mi diario encuentro la siguiente nota, etc.” (pp. 231–232). Así, casi no hay imagen tomada o descrita que no haya sido realizada sin un cierto cálculo. Lo que aparece en forma de “ paisaje agreste” o rústico contiene también la voluntad de estar al día con la moda, el gusto o la estética dominante, como construir la casa principal de una hacienda imitando algunos rasgos de arquitecturas pasadas, o los trabajadores retratados con el jumento cargador al lado, todo en una cierta pose teatralizada. Tanto el fotógrafo como el escritor están para retratar los lugares emblemáticos del progreso y del atraso, y la educación o la creación de institutos científicos y literarios fungen como palancas del progreso. 15 Un ejemplo de ello es el siguiente: “El pueblo es menos atractivo que su población. Sus alrededores ya se ven tan secos y quemados como la mayoría de los paisajes de la costa del Pacífico. Desde California hasta Perú, el carácter predominante de la zona costera es la aridez. En el pueblo, casi todas las chozas están construidas con ramas secas y cañas recubiertas de arcilla y en él se ven pocos árboles y huertos verdes. ¡Qué extraño, que en esta región rica por naturaleza, casi la única flor que se ve plantada con frecuencia sea la adelfa europea!” (p. 256). Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM 98 Guillermo Zermeño Padilla EL TIEMPO DE LAS HISTORIAS Ratzel no siempre escribe inmediatamente después de los recorridos. Seguramente ha hecho esbozos, ha tomado notas, que luego da forma final antes de enviarlas a su corresponsal en Alemania, a la Kölnische Zeitung de Wilhelm Schulze desde 1869. Este diario se distingue entonces por haber iniciado en el periodismo una sección dedicada a la “cultura”, y dentro de esta, a los reportajes de viajes científicos. Antes de estar en México, Ratzel ya ha trabajado en el sur de Francia e Italia y otras regiones orientales de Europa. También, Ratzel ha trabado contactos con Karl Andrée (1808–1875), historiador y economista, interesado en la geografía y editor de Globus. Después de interesarse fervientemente en Darwin a través de su recepción alemana por Ernst Haeckel (1834–1919), se encontró también en Berlín con Adolf Bastian (1826–1905), fundador de la etnología alemana y director del Museo de Etnografía de Berlín.16 La etnología es vista como una “teoría de la especie humana en sus relaciones con la naturaleza y la historia”. Después de la guerra franco-prusiana en la que participó, Ratzel entró en contacto con Moritz Wagner (1813–1887), fundador de la teoría de la migración a partir de la teoría de la adaptación de los organismos vivos a los diferentes entornos geográficos y ambientales. Precisamente Wagner invitó a Ratzel a viajar al sur de Italia, antes de hacerlo por los Estados Unidos y México en 1874–1875.17 Así, Ratzel escribe en primer lugar como un viajero interesado en observar las interacciones de una sociedad como la mexicana con su entorno natural. En ese sentido, al mirar, Ratzel está equipado “teóricamente”. Esto se refleja en el constante juego de analogías y comparaciones utilizadas, por lo cual el escrito no mantiene una secuencia cronológica lineal. Al recapitular sus impresiones sobre el valle de México lo compara, por ejemplo, con lo visto anteriormente en los valles de Oaxaca o de Puebla. De ahí se infiere que escribe al final del viaje, en Alemania o en la Ciudad de México antes de regresar a su país de origen. “En conjunto, el Valle de México no da la impresión de una agricultura intensiva como la de otras partes que tienen una ubicación similar. Por ejemplo, no se le puede 16 Véase Hermann Bausinger, Volkskunde ou l’ethnologie allemande (París 1993), p. 48. 17 Para más detalles véase Guillermo Zermeño, “Génesis y trasfondo filosófico de la obra un naturalista alemán: Friedrich Ratzel en México, 1874–1875” (en prensa). Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM México en la imaginación del geógrafo Friedrich Ratzel 99 comparar con el valle de Oaxaca o el de Puebla. Su suelo es demasiado irregular, está demasiado lleno de rocas, pedregales, pantanos, páramos y campos salinos como para permitir una agricultura tan uniformemente buena como la de los mencionados valles altos ” (p. 125). Ratzel escribe equipado “teóricamente” en el sentido de que se puede observar el impacto intelectual de Darwin; pero también de naturalistas y geógrafos como Alexander Humboldt y Carl Ritter, deudores a su vez de los naturalistas del siglo XVIII al intentar de establecer la analogía entre la evolución de las especies naturales y las humanas. Ahí aparece un término del gusto de Ratzel (“degeneración”) como posibilidad que subyace a la evolución y transformación de las especies o razas. Este término le permite trazar una zona de frontera entre los países del norte y los del sur, los de los “bosques alemanes” y los de los “bosques tropicales” americanos. El clima y el entorno influyen en la configuración moral (cultural) de las razas. Más complicado en la descripción mexicana de Ratzel es asumir el papel que juega la península ibérica (una región no tropical) en el proceso degenerativo de las culturas iberoamericanas. En la recapitulación elaborada como “prólogo” del libro escribió que dentro de las naciones no europeas, las “hispanoamericanas”18 ocupaban un lugar preponderante. Debido a su clima tropical y subtropical su naturaleza era rica y variada. Su riqueza sólo era comparable con las islas de los mares del sur. Su población variada y colorida era un reflejo de la diversidad de climas y ecosistemas. Por otro lado era visible el impacto de la cultura europea que enorgullecía a los criollos. Pero este dato no era sino un signo de la degeneración sufrida por los europeos crecidos en ese clima, en ese lugar que los situaba a medio camino entre la civilización y la barbarie por haberse trasplantado a un entorno natural poco favorable, pero además por pertenecer a una de las ramas de la cultura europea menos desarrolladas.19 Así, el veredicto final 18 Un neologismo de la segunda mitad del siglo XIX. Véase Guillermo Zermeño, “Los usos políticos de América/Americanos: México, 1750–1850”: Revista de Estudios Políticos 134 (2006), pp. 71–95. 19 “En ninguna otra parte se pueden observar tantas variedades del linaje humano en un espacio tan reducido; en ninguna otra parte tiene uno tanta oportunidad de estudiar los resultados de su interacción corporal (mezcla) y espiritual. Por todas partes se encuentra arraigada la cultura europea, y los habitantes de aquellos países se precian de ser sus más destacados representantes. En realidad, sin embargo, se trata de una degeneración bárbara de ésta, la cual se ha desarrollado aquí bajo condiciones que son pobres Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM 100 Guillermo Zermeño Padilla sobre el país visitado era poco favorable, comparado con la pujanza y energía de los pueblos germánicos-americanos. Ratzel publicó Desde México. Apuntes de viaje de los años 1874 y 1875 en 1878, cuando ya había recibido la invitación para integrarse a la Universidad Técnica de Munich. Desde ahí, seguramente, Ratzel revisó y reorganizó sus notas y ofreció un diagnóstico general sobre la situación política y social de México. Las remisiones de Ratzel al diario de Colonia comprenden un intervalo que va del 16 de octubre de 1874, cuando Ratzel desembarcó en el puerto de Acapulco, hasta el mes de abril de 1875, cuando se embarcó en Veracruz rumbo a Cuba, donde permaneció cuatro semanas, antes de regresar a su tierra natal en junio de 1875; en total estuvo en México alrededor de cinco meses. Y su recorrido coincide con la instalación constitucional de la presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada el 26 de octubre de 1874. Como se sabe, Lerdo sucedió a Benito Juárez como presidente interino el 18 de julio de 1872, un día después de su muerte. Asumió la presidencia constitucional el primero de diciembre de ese año y se distinguió por dar forma constitucional a las Leyes de Reforma el 25 de septiembre de 1873. De tal modo que la publicación de los reportajes de Ratzel en forma de libro en 1878 sucede cuando Juárez y Lerdo ya han desaparecido de la política, y su lugar ha sido ocupado por un “mestizo”, Porfirio Díaz.20 Así, parece como si Ratzel con el libro le estuviera entregando también a Porfirio Díaz (llegado al poder en 1877) algunos lineamientos para sacar del atraso a México. México debía establecer un régimen político férreo para crecer económicamente, debía salir finalmente del letargo del pasado. La cuestión no resuelta por Ratzel era saber si eso era posible en un “país tropical” como México. Debido a lo anterior, el relato histórico nacional no le conmueve. “En los últimos días repasé nuevamente la historia de la joven república, desde aquel romántico levantamiento del estandarte de Hidalgo, y mi corazón no lograba conmoverse al ver estos héroes que sin duda realizaron grandes hazañas, pero no lograron alcanzar una meta que diera alivio a su pueblo. [...] ¡Qué diferencia con Washington, en el estímulo al trabajo y ricas en fuerzas que alimentan las bajas pasiones carnales. Surgido por una parte de la decadencia de una de las ramas no precisamente más saludables de la cultura europea, la española, y transplantado, por otro, en suelo poco propicio, como semicultura, este complejo de procesos estancados o deformados es único en su género, y merecería, ya sólo por su interés histórico-filosófico y etnológico, una mayor atención de la que hasta ahora se le ha prestado en Europa” (p. 44). 20 En alusión a la denominación racial Mestize utilizada por Ratzel. Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM México en la imaginación del geógrafo Friedrich Ratzel 101 que sólo tuvo que abrirle el camino a un pueblo con espíritu y carácter, el cual sin mucho vacilar después lo recorrió en forma independiente para alcanzar la grandeza y la prosperidad! Por el contrario, las convulsiones a las que estos hombres arrojaron a su pueblo, no le trajo ninguna prosperidad; desde entonces, desafortunadamente, éste tan sólo ha sido el yunque sobre el que los partidos han buscado forjar su fortuna” (p. 144). De esa manera, a la mirada estético-naturalista se suman las consideraciones históricas, a veces como un lastre, a veces como algo digno de conservar. “Su trazo no permitiría suponer que México es una de las ciudades más antiguas fundadas por los europeos en América porque, con mínimas excepciones, sus calles son absolutamente rectas y casi todas las casas tienen forma cuadrada o rectangular. Únicamente el hecho de que la mayoría de las calles sea más estrecha de lo que requiere el tránsito actual, y también el buen gusto y las precauciones sobre la salud, recuerdan que tres y medio siglos han pasado por ella. Y es que ya en aquella época los españoles procedieron con principios más sanos que los europeos del norte. No permitieron que faltaran espacios públicos y cuidaron de que en sus casas hubiera aire y luz, en tanto que construían en forma amplia y espaciosa, con la misma predilección con que nosotros entonces, y todavía mucho tiempo después, nos afanábamos en construir hacia arriba de manera estrecha y angulosa. Claro que el clima templado les facilitaba mucho esta opción. Así que México también tiene su bonita plaza, su parque citadino y sus paseos, y los patios que rara vez faltan en el interior de las casas ofrecen cierta compensación a la estrechez de sus calles” (p. 140). CONSIDERACIONES FINALES Técnicamente Ratzel se ha guiado por el rigor de una mirada educada próxima a la fotografía y la pintura: escribe como si pintara cuadros y los enmarcara. Expresión pictórica y narración en prosa están orientadas por la ilusión del realismo. Comparte con el pintor mexicano José María Velasco el afán estético y científico de capturar la naturaleza de las cosas, uno por medio de la plástica, el otro por medio de la escritura. Al recortarlas y encuadrarlas da una determinada visibilidad a la naturaleza física y moral de los mexicanos. Charles Darwin sabía de qué hablaba cuando escribió el Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo en el navío de S: M: ‘Beagle’. Ahí reconoció el legado del viajero y explorador que le antecedió, Alexander von Humboldt. “Como la viveza de las impresiones depende mucho de las ideas preconcebidas, debo añadir que tomé las mías de las vívidas descripciones de Humboldt, de su personal narrative, superiores en mérito a todo lo que he leído”. Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM 102 Guillermo Zermeño Padilla Después recomendó a los aspirantes a naturalistas que viajaran a países remotos para formarse.21 Friedrich Ratzel sigue sin duda estos consejos, sólo que construye sus imágenes a partir de la diferencia que existe entre México y Alemania. Contemplado como un organismo vivo aparece la constante contraposición entre una cultura anglosajona, nórdica, industriosa y emprendedora, y una cultura hispánica, sureña, indolente, inmersa en la fatalidad.22 Desde la escala de la evolución midió el grado de desarrollo alcanzado por México. Lo hace en el contexto postcolonial de los procesos de independencias iberoamericanas al reorganizarse las antiguas fronteras territoriales y políticas, generando un nuevo interés en el mundo americano. La peculiaridad de Ratzel radica, a mi parecer, en profundizar su mirada en el encuadre del proceso civilizatorio descrito por Norbert Elias. En este reordenamiento del mundo humano y social dos factores juegan un papel central: el control y dominio humano sobre la naturaleza externa, por un lado, y el control de sí mismo, por el otro.23 Con este doble rasero se mide el grado de transformación del mundo natural y el grado de autodisciplina del yo, en el cual está inscrita la misma mirada del observador. Solamente a partir de este doble eje se puede comprender la descripción de México como un pueblo semibárbaro. En modo alguno Ratzel es el único que mira de esa manera. Responde a los reflejos de una nueva clase que construye su identidad oscilando entre las formas cortesanas y las de una burguesía liberal en ascenso. Uno de los factores definitorios de esta nueva identidad de clase es la relación con la temporalidad. Ésta se traduce en la capacidad de usufructuar y rentabilizar los bienes de la naturaleza en el menor tiempo posible. Esta nueva relación con el uso del tiempo dividirá al 21 Charles Darwin, Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo en el navío de S: M: ‘Beagle’, 2 vols., Juan Mateos (trad.) (Madrid 1921, original de 1839), II, pp. 355 y 358. 22 En su paso por los Estados Unidos, y teniendo a la vista la prolongación de su viaje a México, Ratzel seguramente fue lector de la obra del historiador norteamericano William H. Prescott, quien trabajaba la historia a partir de un encuadre similar. Véase Iván Jaksic, “Los anales de la barbarie: William H. Prescott y la conquista del nuevo mundo”: idem, Ven conmigo a la España lejana: los intelectuales norteamericanos ante el mundo hispano, 1820–1880 (México, D.F. 2007), pp. 311–394. 23 En el sentido de los estudios desarrollados por Norbert Elias en la década de 1930. Norbert Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas (México, D.F. 1987). Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM México en la imaginación del geógrafo Friedrich Ratzel 103 mundo en dos partes: pueblos que se rigen por los ciclos de la naturaleza y pueblos que se han emancipado de dicha “naturalidad” (cultura como civilización). Por eso, movimiento, aceleración, energía, fuerza de voluntad y autodisciplina se van constituyendo en valores supremos de este ímpetu civilizatorio. En esa transición se ubica el texto examinado de Ratzel. Sin ocultar su simpatía y admiración por la expansión de la frontera norteamericana,24 destaca en México el lastre hispano-indígena frente a los imperativos del tiempo de convertirse en una potencia mundial. 24 La estela del paso de Ratzel por los Estados Unidos deja ver la extensión de un cierto pangermanismo. La obra de Ratzel deja su huella en autores como Frederick Jackson Turner. A partir de la década de 1880 unos 2.000 norteamericanos pasaron a formarse en las universidades alemanas. David Blackbourn, “The Mystique of the Frontier and the ‘Wild East’”: idem, The Conquest of Nature, Water, Landscape and the Making of Modern Germany (Londres 2006), pp. 281–282. Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM Unauthenticated Download Date | 12/1/16 11:00 AM