AZAÑA, ORTEGA Y BESTEIRO: EL DESIGNIO DE LA II REPÚBLICA Con más pena que gloria ha languidecido la conmemoración del setenta aniversario de la II República Española. Todavía, hoy, resulta difícil hablar con cierta ecuanimidad de aquellos años. En plena transición no era correcto, por responsabilidad, reivindicar el legado de lo que el profesor Fontana ha llamado “la herencia de la II República española”1 y su programa reformista. Sus protagonistas han sido postergados, en el mejor de los casos, a estudios – más o menos eruditos – que intentan desactivar el mensaje originario y las políticas por ellos realizadas. A pesar de todo y de todos, los acontecimientos históricos son tozudos: La instauración de la II República española fue fruto de unas elecciones democráticas, su fin un golpe de Estado militar. Sigue justificando la derecha política el golpe militar de julio de 1936, ¡sesenta y cinco años más tarde!, como una acción contrarrevolucionaria, ya que la situación en la España del 36 era la de una revolución marxista alentada y dirigida por el comunismo internacional. No entiendo porqué este empecinamiento histórico. Si se acude a los artífices, a los maître penseurs del 18, de julio lo dicen muy claro: oigamos al General Mola: “Sería un error funesto plantear la batalla a la revolución en el terreno del sufragio y de la actuación legalista (...) Hay que evitar las elecciones, de las cuales sacarían algunos partidos de izquierda argumentos para intervenir en el Gobierno (...) Nada de turnos ni transacciones; un corte definitivo, un ataque contrarrevolucionario a fondo es lo que se impone..., la destrucción del régimen político actualmente imperante en España (...) En el porvenir, nunca debe volverse ! " # $ %& a fundamentar el estado ni sobre las bases del sufragio inorgánico, ni sobre el sistema de partidos ... ni sobre el parlamentarismo infecundo”2. Una solución final a la española. ¿Pero por qué planteamos estas cuestiones? Todo ello es fruto del revisionismo histórico que nos invade desde hace una década, orientados por algunos departamentos universitarios, verdaderas plataformas mediáticas, por revistas y fundaciones, por algún programa de apariencia cultural en TVE, con acompañamientos de palmeros y entusiastas varios: Muchos de ellos lo hacen desde instituciones dependientes del Gobierno conservador de Aznar, otros son simplemente voluntarios meritorios (los peores y más ineptos); sólo queda apuntar que todos ellos replantean y trazan la Historia de España a su conveniencia; cosa hoy admitida como algo natural. La gran tentación está ahí, y se llama reescribir la historia. Caer en ella es una manera de responder desdibujando y perfilando acontecimientos en función de su conveniencia y del presente. Y junto a ello, a la vez califican con desdeño y peyorativamente a historiadores como Vicens Vives, Jackson o Tuñón de Lara. El revisionismo historiográfico opera como complemento del político. Por arte de birlibirloque desaparece de nuestra historia del XIX: reaccionarios, integristas, “neos”, serviles, curas trabucaires, etc. Todo está homologado y homogeneizado, sin aristas... lo liberal puede con todo, a veces se acepta el adjetivo “conservador”. Falta de rigor intelectual e histórico que enmascara y falsea la compleja realidad, y por contra los partidos de izquierda acaban fatídicamente en anarquismo o bolchevismo. Todo se interpreta desde esta “paradisíaca” realidad española, desde Cánovas a Felipe II. Es la historia vista y adaptada a la situación actual. Algunos, en pleno delirio onírico, y bien correspondido encuentran el llamado Estado de '" 0 ( 1%2 3 ' !) * +, - . / 4 Bienestar en la España posterior al Plan de Estabilización de 1959 (Jiménez Losantos en el programa de Sanchez Dragó); el europeísmo en los tecnócratas opusdeistas, etc. Nadie quiere ser lo que fue y quieren parecer lo que nunca ha sido. La astucia de la razón en forma de indignidad e inautenticidad, el oropel de la historia que encuentra lo que busca. Cualquier tarea intelectual precisa de la ausencia de prejuicios y de un mínimo de honradez, sólo de este modo podremos abordar la lectura de nuestro pasado sin caer en mitificaciones, mixtificaciones, falsas retóricas o interpretaciones apriorísticas y coloreadas. No son sueños de un arbitrista o de un doctrinario, y por ello, se quiera o no, el legado de la II República se ha ido incorporando a la vida española. Rodríguez-Piñero lo constataba en un lúcido artículo poniendo de manifiesto como “los principios que están detrás de nuestra democracia parlamentaria... son valores constitucionales cuyo precedente y modelo inmediato está en la Constitución de 1931 (...) el que la monarquía sea nuestra forma de gobierno ha hecho incómodo hablar de los <valores republicanos>, que son una serie de valores, que son una serie de valores y principios éticos que conforman el conjunto del sistema político... La consolidación y la pervivencia de nuestra democracia debe tener en cuenta esos viejos valores republicanos y los objetivos de renovación y modernización de la sociedad española, más justa e igualitaria, que el republicanismo histórico intentó pero no logró”3. LA II REPÚBLICA, EMBLEMAS Y SIGNIFICADOS En España, las peripecias de la República de Weimar pasaron desapercibidas, nadie ayudó a ese sistema político donde anidaba el huevo de la serpiente. El auge de los fascismos ya se ha llevado a cabo en toda Europa, y 4 5* -36 $ !0 , 3 7 ,* * )* 4 & España sufre la misma escisión que el resto de Europa, además de los efectos de la crisis del 29 que agravarían aún más la debilitada economía española4. La II República española, desde una perspectiva ya suficiente, representa el proyecto de modernización del Estado para afrontar la crisis donde la monarquía alfonsina y sus gobiernos habían demostrado su ineficacia y capacidad de corrupción. Sólo con el Estado como instrumento y la educación como objetivo se podrían llevar adelante las transformaciones sociales que España precisaba como nación moderna; son los ecos del lema costista “escuela y despensa”. La “nefanda democracia”, los derechos del hombre y la necesaria secularización de la vida pública española eran jalones necesarios para la modernización de España como Estado, y a ello se opusieron – según Jiménez de Asúa - “sus enemigos multiseculares, el militarismo, el clericalismo, el retardado feudalismo y el separatismo”. Las lecturas que las distintas fuerzas hicieron de la República apuntaba cual iba a ser su destino. Cada grupo político la interpretaba a su capricho: como democracia liberal, para otros, conservadora, como una etapa de transición hacia la revolución, etc. Durante los años del franquismo el hombre que encarnó en su persona la República fue el político más vilipendiado de la historia de España: Manuel Azaña (1880-1940). Desde hace poco hemos podido leer sus Memorias y sus Diarios sin ningún tipo de manipulación o censura. Y con ello, y un poco atónitos y perplejos asistimos a cómo el Presidente del Gobierno, Sr. Aznar, se declaraba lector impenitente de don Manuel y lo reconocía gran estadista. Otra muestra de camaleonismo histórico, no encontramos por mucho que escudriñemos una muestra del elan político de Azaña en las políticas del gobierno del Partido Popular y menos en el talante intelectual de su Presidente. & ! 5 ( 5 8 5 9 * ! 7) # 5 12 $ 4 34 & % En una famosa entrevista Azaña se define del siguiente modo: “Soy un intelectual, un liberal y un burgués” (John Gunther, 1933). Burgués como protagonista de la auténtica revolución burguesa, inexistente hasta ese momento histórico, la República, en el pasado de España. Azaña es un liberal radical, como apunta Ouimette. España precisa que la burguesía encuentre su mayoría de edad, y para ello se enfrentará al tradicionalismo en todos sus frentes: religioso, monárquico y militar. Es el punto de partida para la modernización de España: “Ser republicano era sólo una manera de entender el Estado y las reglas del juego político”, son las palabras en que Azaña resume el significado y función del sentimiento republicano en la España de los años treinta. La República asentada sobre bases democráticas era algo que en España nunca había existido, y como tal era necesaria para tratar de cambiar la realidad de una España donde eran “la aristocracia y el clero dueños del país, y un pueblo pobre, un país desierto, un Estado sin prestigio, y, a la postre, una Corona sin gloria”5. Democracia y liberalismo son incompatibles con la monarquía, para lo que se necesita un cambio del sistema político que debe descansar en “un régimen acorde con el sentido humano de la vida: el liberalismo y las garantías de la democracia”. Esta nueva política se desarrolla en tres ejes: sufragio universal, parlamento y prensa libre. Tal es la idea del régimen republicano-liberal proyectado y anhelado por Manuel Azaña. “La República tiene que ser una escuela de civilidad moral y de abnegación pública, es decir de civismo” sentencia en su Discurso de Valladolid, 14 noviembre 1932. No es sólo un cambio en la forma de Estado, sino que es el instrumento y protagonista de la serie de reformas que se precisan: Laicización del Estado, supresión del poder de la Iglesia a través de la Constitución, Enseñanza, Reforma % +- $ " # "$ : ! 1 &; +* 11 < del ejército, Reforma agraria, Particularismos regionales... Una necesaria y auténtica puesta al día de España. Pero Azaña vislumbra lo que le viene encima y así lo escribe: “Yo sentía enormemente la enormidad de la aventura, y que se malograba un mañana más seguro. Nada me valió. No se había hecho con nadie lo que allí se hizo conmigo. Estaba disgustadísimo, de un humor negro desesperado. Lo que habíamos calculado tantas veces y pensado con prudencia y oportunidad, llegaba de improviso en las peores condiciones posibles; con un gobierno gastado y unos colaboradores que yo no he elegido, muchos de ellos fracasados. ¿Se pueden entrar así a gobernar?”6. Desde luego que no, la República se enfrentaba a todo tipo de resistencias, desde la CNT y la FAI que con el calificativo de burgués despachaban cualquier reforma, queriendo el todo y boicoteando cualquier intento mínimo de racionalización previa a su modificación. Otras fuerzas de izquierda como sectores del Partido Socialista y los comunistas quieren la revolución, hic et nunc nada de reformas. Y por la derecha, el reaccionarismo e integrismo político que no cesan en su intento de abortar el proyecto regenerador del gobierno de Azaña; la intentona del general Sanjurjo será el primer aviso de lo que iba a ser, porque podía ser. Los dos primeros años, el llamado bienio progresista o reformista, instauran una muestra de los cambios y reformas que se debían acometer en las estructuras económicas y sociales; en suma, se trataba de modernizar el país removiendo los grandes obstáculos e inercias que todavía están presentes. Y con ello, de este modo, devino la República en emblema, para pasar a adquirir caracteres taumatúrgicos, idealizándose y se pensó en ella como la panacea para los problemas que acuciaban a España; al igual que la Constitución de 1812 se convirtió en un ideal, en un sueño posible. < +- $ % :& 14 ; 8 = 0 2 Lamentablemente para la República, eran muchos los que la nombraban y pocos quienes la defendían. Se protegía más el orden republicano respetando la legalidad, que no con desmanes y excesos que sólo podían traer la peor respuesta. La radicalización de todas, absolutamente de todas, las fuerzas políticas, condujeron a una situación revolucionaria. La huelga general revolucionaria y la feroz represión, ahogaron cualquier tipo de modulación, y precipitaron a un enfrentamiento donde las posturas estaban desbocadas. En la derecha la oposición fue continua desde el primer día, de tal modo que cuando la CEDA se incorporó al gobierno se dio paso a una dura contrarreforma de los cambios introducidos por esos dos primeros años de gobierno republicano, el destino de la República estaba escrito. El propósito de Azaña se deslizaba irremediablemente por el plano inclinado de la historia hacia la catástrofe, al fin del régimen republicano como revolución liberal. Los maximalismos de izquierdas y derechas, las pugnas internas del socialismo, las actuaciones anarquistas, el golpismo de las fuerzas tradicionalistas y monárquicas lanzaban el mensaje de anarquía y desorden social como sinónimo de la república. La Agrupación al servicio de la República fundada por Ortega y Gasset (1883-1955) tiene dos propósitos exclusivos: “combatir el régimen monárquico y procurar el advenimiento de la República en unas Cortes constituyentes”7. Ortega, como Giner de los Ríos y tantos otros, es accidentalista en cuanto a las formas de gobierno, pero la monarquía es el último vestigio de la restauración. El advenimiento de la República es el “resultado ineludible de un profundo pasado”8, y la República encarna para Ortega ese proyecto de pedagogía social, regeneracionista que anhela desde su vuelta de Alemania con las influencias de Natorp y Cohen, tal como la define en la conferencia de la Sociedad El Sitio de Bilbao, 1910, es un “ansia de orden nuevo” por los sucesivos desórdenes que ha 2 > ' ? > ' ? % < %44 2 ido representando la monarquía: “primero , el desorden pícaro de los viejos partidos sin fe en el futuro de España; luego, el desorden petulante y sin unción de la dictadura”9. Frente a este desorden de los resabios de la vieja política, nos dice, la República representa “la democracia de la juventud”. El régimen monárquico había perdido “todos sus prestigios y su eficiencia histórica”. “La monarquía era una sociedad de socorros mutuos que habían formado unos cuantos grupos para usar del Poder público, es decir, de lo decisivo en España. Esos grupos representaban una porción mínima de la nación; eran los grandes capitales, la alta jerarquía del Ejército, la aristocracia de sangre, la Iglesia”10. Estos nunca se sentían “supeditados a la nación... era la nación quien en la hora decisiva tenía que concluir por supeditarse a sus intereses particulares.”11 Los enemigos de la República son los de siempre, esas fuerzas que “acostumbradas a mandar sobre España, tascan el freno de su soberbia derrocada”; aquí tendrá Ortega unos enemigos tan implacables como lo fueron sus críticas: “El monarca gerente de la sociedad”; la monarquía encarnaba “el poder público desnacionalizado” y la Iglesia ayudaba a perdurar-apuntalar el régimen. En La redención de las provincias y la decencia nacional12, escribe “Hacia la gran reforma” que es precisa para sacar a España de esa época retardataria en la que se encuentra, convertida en “un tardígrafo de la historia”; esa es la opción para no seguir taponando la historia de España. Y esa es la responsabilidad que demanda el filósofo español de aquellos políticos que por negligencia, falta de honradez o generosidad no la llevaron a cabo amparándose en que “el resto de la nación no percibía su urgencia”. Por eso es perentorio “demostrar que se entiende 1 > ' ? & > * !8 > ' ? & 2 > * > ' ? , > & # 434 2 14 "$ >' ? 5 & , 5 1 ! 14 1 y se quiere la gran reforma nacional. Todo lo demás –como dice un personaje de Baroja – es carrocería”13. La siguiente cuestión es ¿Reforma del Estado o reforma de la sociedad? De ambas, una conllevará a la otra, “los usos y el carácter de la vida española” es lo que es preciso transformar. Para reformar las formas de vida hay que partir “de los vicios y defectos nacionales... lo demás es utopía”. Es el cuerpo social, la vida nacional lo que hay que acometer sin tener el vértigo, el miedo a lo nuevo como algo desconocido. (“El español es el hombre más cauteloso que existe –en lo político como en lo privado-”)14. No somos emprendedores, no arriesgamos a la hora de iniciar proyectos , negocios o ideas; toda “reforma es peligrosa”. Recordemos que estamos en 1927, Ortega afirma: “La República es por sí misma una institución inquieta. La Monarquía, por el contrario, es una instituciónfreno”15. España es el país de Europa más “cargado de frenos”, “España es un pueblo morbosamente inerte en vida pública. Es el único europeo que no ha hecho nunca una auténtica revolución”(...) La revolución es el síntoma de la gran capacidad de inquietud”16. Esa solución necesaria no es un parche más. No es un arreglo circunstancial. Precisa delinear de antemano qué es lo que queremos hacer, ¿hacia dónde dirigir el país? Hacia “la iniciación de una época”, a planear un porvenir; no es un mero cambio de costumbres, para esta misión, empresa o aventura, hay que atraer a muchos españoles que permanecen alejados de la política, porque ésta ofrece muy poco; pero la crisis interior de España y la de Europa “imponen la necesidad de movilizarnos”, “y ser de la derecha o de la izquierda no puede servir de pretexto > ' ? > ' ? % > ' ? < > ' ? # $ * " * 4 & ' 24 21 1 1 +$ 9 = ( , " 7@ "= A , C , B! ( * / , * ??3 C D 5 / # , $ F A A E " = C " G+ 5 , , / para desconocer la urgencia de esa tarea, primer capítulo, postulado de nuestro porvenir histórico”; la necesidad de “hacer una Constitución para España es, y debe ser, preformar todo el futuro de España. Si no es esto, no es nada”17. En su conferencia Rectificación de la República18 aborda como su finalidad es clara: organizar una nación; por eso alerta sobre el “falso apasionamiento atropellado y pueblerino”, e incita a no tolerar “el triunfo de la chabacanería”. La República es “agria y triste”, los responsables son “las clases representantes del antiguo régimen, que ahora tan enconadamente combaten a esos hombres”19. Frente a la alternativa que se plantea: ¿República conservadora o burguesa? Son falsas estas expresiones nada felices puesto que “La República, durante su primera etapa, debía ser sólo República, radical cambio en la forma del Estado, una liberación del Poder público detentado por unos cuantos grupos, en suma, que el triunfo de la República no podía ser el triunfo de ningún determinado partido o combinación de ellos, sino la entrega del Poder público a la totalidad cordial de los españoles.”20 Es aquí donde se muestra el nacionalismo español de Ortega y Gasset, como han estudiado Andrés de Blas21 y Pedro Cerezo destacando su proyecto de nacionalización de la política22. Es la oportunidad de construir España desde la nueva política, “Nación es la obra común que hay que hacer... es el afán de los que conviven en un destino histórico; es, pues, el sistema de posibilidad que hay en el presente para construir el porvenir, Y es, al mismo tiempo, el compendio y la cifra de las condiciones sin las cuales ese porvenir, esa vida de mañana, será imposible. Esto es en todos los órdenes. La nación, pues, no es de los ricos ni de los pobres”23 . Por eso negaba la >' ? > '3 ? 1 > ' ? > ' ? 9 0 8 %13 %H ' - 6 & 4 > ' ? 2 14 4443&% & & < + ( ( 7 -/ , && "' # ! ' " > * !8 # ' " ' )*+,-.*/012 . 3 11 11 121 2< 41 ! dicotomía entre república burguesa o conservadora, lejos estaba Ortega de España como república burguesas o de trabajadores. Sigamos con su análisis. “La República significa nada menos que la posibilidad de nacionalizar el Poder público, de fundirlo con la nación, de que nuestro pueblo vague libremente a su destino, de dejarle fare da se, que se organice a su gusto, que elija su camino sobre el área imprevisible del futuro, que viva en su modo y según su interna inspiración.”24 La nacionalización de la república la entiende como “un instrumento de todos y de nadie para forjar la nueva nación”; frente a los particularismos (regionalismos, nacionalismo catalán en ese momento, especialmente fuerte) “urge suscitar un partido de amplitud nacional”25. ¿Qué entiende por nación?, las siguientes notas clarifican su concepción: La nación es el punto de vista en el cual queda integrada la vida colectiva, por encima de cualquier tipo de interés (de clase, grupo o individual); Afirmación del Estado nacionalizado, La nación como algo que está más allá de los grupos particulares, La unidad de nuestro destino y nuestro porvenir, El Estado “tiene que ser rigurosamente laico”, donde laico “no significa ateo sino simplemente nacional”26; nación significa entender la República como “nación y trabajo”27. Si en Vieja y nueva política, así como en las Meditaciones del Quijote se recrea con el pesado fardo de la historia, en España invertebrada deja atrás ese mitificador pasado que todo lo paraliza. Hay que liberarse de él, a España le sobra pasado y le falta presente. La misión de la República es “elevar el nivel moral de nuestra vida pública”, de “darle a España aquello que más le falta: moral”, “La República es el destino que hoy se abre ante los españoles para hacer o rehacer una nación”28. Un rearme moral cada día más necesario frente a los embates que el & > ' > ' < > ' >' 2F4 % ? ? ? ? & 1 & 4 &4 !& 1 &42 "$ 5? %4& fascismo y el nacionalsocialismo realizan: una política de “halago a las masas, a cualquier masa, está terminando el mundo”. Es el mismo Ortega el que critica y defiende a la República en sus discursos parlamentarios, donde apoya la reforma del ejército impulsada por Azaña, que, por otro lado, denuncia que España entera no es republicana sino antimonárquica, “Por consiguiente: no se es, se anti-es.”29 Desde su conferencia Rectificación de la República (6-XII-1931) al debate sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña (13.V-1932), es el mismo hombre que se va alejando de “una República triste y agria”, el que no acepta los planteamientos de problema catalán “en términos de soberanía, porque entonces no nos entenderemos. Presentadlo, planteadlo en términos de autonomía”. Y conste que autonomía significa, en la terminología jurídico-política, la cesión de poderes”30. No andaba desencaminado nuestro filósofo, aquí están recogidas sus caracterizaciones sobre el nacionalismo particularista. Ortega no se calla: “No es esto, no es esto. La República es una cosa. El radicalismo es otra”; esta frase resume el profundo desencuentro con las fuerzas políticas republicanas y por ello “no aceptaba solidaridad ni responsabilidad respecto a lo hecho por los republicanos gobernantes hasta la fecha, los cuales, por su parte, no han contado para nada con quienes no eran sus amigos y contertulios”31. Pero sigue postulando y defendiendo el régimen de la República, incluso cuando las derechas están en él, la monarquía era un “régimen añejo que se había gastado contra las esquinas de la historia”, pero “un Régimen naciente no se puede entregar, no tiene derecho a rendirse. Sobre todo, un régimen que no ha sido <traído> por nadie, nadie tiene derecho a entregarlo. ¡Amor fati! ¡España, por una vez agárrate bien a tu sino!”32. 1 4 4 4 7 6 6 7 " # " # > ' ? & 2 '7> ' ? "$ 7> ' ? > ' ? %41 &<& &1 4 A finales de agosto del 32, abandona la política, disuelve la Agrupación al servicio de la República. Son los efectos de su devastador choque con Azaña en el debate sobre el Estatuto de Cataluña. El Estado integral quería ser “desde la perspectiva de los constituyentes republicanos, una alternativa tanto al Estado unitario como al Estado federal”33. Hoy contemplaríamos la organización nacional (Título Primero) como una estructuración del Estado donde éste mantiene la gran mayoría de los resortes políticos y dónde las regiones autónomas acceden a la adquisición de competencias por un sistema muy gradual. Recogía la tradición del liberalismo español, dando protagonismo a los municipios y no a la comarca o a las regiones. Fusi apostilla: “hacer del municipio escuela de soberanía, recuperar la vieja tradición castellana –comunera- de las libertades municipales”. El llamamiento de Ortega y Gasset en La redención de las provincias. El desdén y la ironía amarga serán su respuesta. Pero poco a poco, su proyecto reformador, encarnado en la República languidece ante la realidad y el radicalismo de la II República, que Laín Entralgo ha acentuado como “ni es lícito, ni es posible poner en tela de juicio la adscripción mental y moral de Ortega a la realidad y las posibilidades de la República de 1931, aunque discrepe de la gestión política de sus gobernantes”34. El Ortega de ¡Viva la República! y En nombre de la nación, claridad (diciembre 1933) confirma lo dicho por el desaparecido Pedro Laín, ve el cambio que en la vida española se ha producido. También ve como la estructuración del Estado conduce a que España se deslice por el plano inclinado de la historia. Los esfuerzos y desvelos iban encaminados a la reforma agraria, afrontar la “sanjurjada” (episodio premonitorio) de la acción facciosa y, junto a ello, los jirones que dejó el debate sobre el Estatuto de Cataluña revelan el acoso y la 44 "' 6 , 4& 9 5 # # E 6 , * 6 7 # 12 # C $ 2 J > 14 * . C 6( -) I ! & # "' 4 3&% &1 ) * */0* # ! , & fragilidad de la República. La revolución y la represión de la revolución del 34 en Asturias marcan el inicio del fin; todo se precipitará y la dialéctica amigo/enemigo sustituye al juego parlamentario, y los esfuerzos de aquellos que pretendan mediar serán inútiles. La guerra civil ha prendido entre los españoles; a los pocos meses de su inicio y tras la muerte de Unamuno, Ortega sentencia amargamente: “Han muerto en estos meses tantos compatriotas que los supervivientes sentimos como una extraña vergüenza de no habernos muerto”. Es el desolado vivir de quien ve fracasadas – de nuevo – sus proyectos de regeneración, europeización y modernización. Julián Besteiro (1870-1940) milita en la Unión Republicana de Salmerón, entre los partidos de Castelar y Ruiz Zorrilla. “No es de extrañar que Besteiro, republicano ya, anticlerical e intelectualmente positivista, pasara a formar parte de aquel grupo”35; más tarde ingresó en el Partido Republicano Radical de Lerroux, junto a Ortega, Baroja, Pérez de Ayala, Alvarez del Vayo, Albornoz, y con ellos serán muchos los intelectuales que se incorporan a este partido. El esteticismo y la ausencia de un ideario inconsistente hará que Besteiro critique su paso por el partido del llamado “Emperador del Paralelo”, juzgándolo como “una calaverada de juventud”, cuando veinte años más tarde lo evoque. Desde sus artículos en El Radical y en la época de la conjunción republicano-socialista (1909) se había apercibido de dónde desembocaba la República, por ello advertía que para “ser revolucionario no basta con ser romántico, sino que era necesario ser constructivo” y arremetía contra aquellos que afirman que “la política no merece atención”, contra el apoliticísmo preconizado por ¡Maura!; y alertaba: ”Contra lo que creen los anarquistas, los males de una 4% # # !' & & 8 9 ) 11 < % nación no son resultado de la política, sino al revés: es la política la que responde a los males de la nación”36. Por eso “Hace falta la República si se quiere evitar mayores males... Y mientras no estemos de acuerdo todos los que soñamos con una España republicana, todo esfuerzo ha de ser inútil (...) Sabemos muy bien que no podemos aspirar a una República perfecta, sino perfectible, y por lo mismo que nosotros hacemos todas las concesiones que podemos hacer, exigimos y esperamos que los demás, todos los que sientan plenamente la responsabilidad del momento y ansíen de veras la salvación de España, las harán también”37. La lectura que Besteiro hace del significado y función del periodo republicano es singular – respecto de la tradición del socialismo español – e, incluso, para aquellas posturas influidas por el llamado “socialismo de cátedra, Lamo de Espinosa lo cifra en que “existe en él una tradición antiestatista constante, casi spenceriana, que le aleja de toda la tradición de la socialdemocracia alemana y le asemeja, sin embargo, mucho al reformismo español”38. Ya en 1918 repudia el socialismo estatista por ser “instintivo y nada más que para una mejora económica”, tres años más tarde propone la autogestión de tipo guildista frente al estatismo; éste se opone a la socialización de servicios y al municipalismo. Está claro que el socialismo de Estado no es el ideal socialista. Esa fobia hacia el estatismo tiene su génesis en la huella de la Institución Libre de Enseñanza, Adolfo Posada lo expresó castizamente (“¿Qué es el Estado? Lo que todos sufrimos”); también están los efectos de la revolución bolchevique... y sus lecturas de Bernstein. Besteiro diferencia entre dos tipos de estado: autocracia y democracia, ambas se contraponen tanto por su estructura como por su base social, esta 4< 0 # 4 42 0 / > ' %< 3% 4 ' * $ ! * # ' # % 3% 4 # # !' " 2 ' ! 44 : ;< 14 = 3 " # 124 4 , / ! . / < distinción es heredera del positivismo jurídico de Kelsen, el cual en su Teoría general del derecho y del Estado (1925) establece que “Si el criterio clasificador consiste en la forma en que, de acuerdo con la Constitución, el orden jurídico es creado, entonces es más correcto distinguir en vez de tres (Monarquía, aristocracia y democracia), dos tipos de constituciones: democracia y autocracia”. En la primera “la voluntad representada en el orden legal del Estado es idéntica a las voluntades de los súbditos”, mientras que “la oposición a la democracia está constituida por la servidumbre implícita de la autocracia”39. La identificación entre monarquía y autocracia, así como entre democracia y república es evidente en Besteiro, el análisis de lo sucedido en el siglo XIX le reafirma esta distinción social y material. “La lucha entre la monarquía aristocrática tradicional, aliada siempre a las grandes oligarquías de la Iglesia, de la nobleza, de la administración y del ejército, y la nueva burguesía liberal; pero, pese a la máscara constitucional... su verdadero rostro... ha sido el absolutismo monárquico”40. La llegada de la República coincide con el inicio del declive político (por voluntad propia y sus críticas a los socialistas por participar en el gobierno de la República) de Julián Besteiro, sucesivamente abandona la Presidencia del PSOE (febrero 1931) hasta su dimisión de la UGT en 1934. Este socialista errante, en sus propias palabras “un socialista sin Socialismo”, sólo le queda su prestigio personal... pero ni un ápice de poder e influencia en el seno de su partido y del sindicato. Después de 1934 se retirará silenciosamente de la primera línea política, eso sí, defenderá su concepción del socialismo “constructivo o reformista” en la conocida polémica con Luis Araquistain y Largo Caballero. El socialismo radical había ganado la batalla. 41 & K % I ( & = 3 < >?( @ 3 4 &! AA "$ B = ! # DJ+ " 0 :4 * = ' (L & 1<1 1 1; , * 44 " * ) ' /* 12 Todavía en su conferencia “El rumbo de la República”41, pronunciada en la Sociedad El Sitio de Bilbao, el 23 de mayo de 1936, manifiesta: “La República no hay que inventarla; nació con un rumbo y tiene un rumbo”. Besteiro argumenta el doble ideal (político y social) de la República, cuya fórmula ha de ser el siguiente: “en la sociedad se debe demandar el esfuerzo de todos y de cada uno según sus aptitudes, y las ventajas, los beneficios y la riqueza se deben repartir a todos y a cada uno según sus necesidades”42. La guerra civil rompe a un hombre bueno, honrado, uno de los “santos laicos” del socialismo español. Obsesionado en su oposición a los comunistas y por poner fin a la contienda le llevan a intentar negociaciones con el bando insurrecto, no será otra cosa lo que le lleve a la Junta del general Casado. Le ofrecen la Embajada de Buenos Aires, tampoco acepta. Piensa un imposible: la reconciliación. Habla al pueblo de Madrid, “cuando se pierde, es cuando hay que demostrar, individuos y nacionalidades, el valor moral que se posee”. Huyen a Valencia todos los miembros de la Junta, salvo Besteiro, y los ataques llueven sobre él: le acusan de traidor. Sereno, como un héroe griego que sabe su destino, contesta a sus detractores: “Me han llamado traidor nuestros rivales y me quedo en Madrid para contestarles con mi condena... correré la misma suerte que este pueblo sin igual, tan grande en el sacrificio”. Su prisión y muerte, en 1940, en el penal de Carmona quedan ahí como escarnio y vergüenza de la ruindad humana. Azaña, Ortega y Besteiro, tres hombres que coincidieron en defender la República Española como un elemento decisivo de modernización y puesta al día de España. Cada uno desde sus ideas y su credo, con sus esfuerzos y fracasos, con sus desencuentros y concepciones diferentes acerca de cual era el camino a seguir, & & > ' > ' 4<%3424 4<< 2 son una muestra de este período que debemos afrontar sin tapujos, ni oropeles ni vergüenzas. Sencillamente porque ya es parte de nuestra historia, de la Historia. Una República de la cual podíamos decir, para terminar, las palabras de Chaves Nogales en su novela (hoy reeditada) A sangre y fuego: “Murió batiéndose heroicamente por una causa que no era la suya. Su causa, la de la libertad, no había en España quien la defendiese”. De nuevo, la estupidez y la crueldad, el fanatismo y los maximalismos eran ahora los protagonistas de la historia, sólo cabía la derrota, el exilio, el sacrificio o esa larga escalera de horas lentas hacia la reconstrucción de la razón y de la vida democrática: El legado de la II República española. #3 = , M