Misterios Gozosos y Dolorosos para imitar lo que ellos contienen

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Tiempo para rezar:
Misterios Gozosos y Dolorosos
para imitar lo que ellos contienen
por David Allen White, Ph.D.
Nota: El siguiente texto es un extracto de una alocución hecha el 6 de junio de 2009 en
Cleveland, en la Conferencia de dos días sobre Fátima promovida por el Fatima Center.
El hombre moderno es como una ardilla corriendo en una rueda giratoria. No
hacemos más que correr, corriendo, corriendo. Mal tenemos tiempo para hacer el
trabajo que debemos hacer. Las obligaciones proliferan. Fue el gran Aleksandr
Solzhenitsyn quien dijo que debemos saltar fuera de esta rueda si queremos volver a la
sanidad de vida. Y me da mucho gusto decir que yo salté fuera de la rueda.
Yo me jubilé el 2 de enero, y aquello que descubrí desde entonces me fascina.
Vivo en un lugar hermoso. No lo sabía. Ahora soy capaz de pasear y conseguir
distinguir los arboles y los pasaros. Dios nos dio la naturaleza para deleitarnos, y la
naturaleza es regeneradora. Pero si no tenemos tiempo para mirar la naturaleza, ella no
puede regenerarnos.
Paso más tiempo escuchando buena música. Encontré un libro escrito por un
antiguo musicólogo en 1948, el año en que yo nací. Es un análisis de los conciertos de
piano de Mozart para el oyente común. Estoy conociéndolos uno por uno. Hay 27
conciertos. Me imagino que van a ocuparme durante la mayor parte del resto de mi vida.
Y hay la pura alegría de, finalmente, tener tiempo para rezar. En la mayoría,
nosotros tenemos que encajar nuestra vida de oración entre esas actividades sin fin, o
rezar mientras andamos apresurados de aquí y de allá, o cuando de mañana nos
levantamos antes de salir corriendo para cualquier lugar, o a la noche, tarde, cuando
estamos cansados en el medio de nuestra oración, no porque queríamos insultar a Dios
Nuestro Señor, sino porque estamos exhaustos. Y me doy cuenta ahora que debería
haber gastado más tiempo de mi vida alejando esta o aquella actividad, o no
preocupándome con ciertas cosas.
Por lo tanto este viejo ardilla les da un consejo: salten fuera de esa rueda. Es una
locura. Y nunca se va a ningún lado. La rueda sólo anda y, cuanto más rápidamente
corremos, más rápidamente la rueda gira, y más rápidamente se llega a ningún lado.
Tiempo para rezar
Tal vez la mayor alegría que he tenido desde mi jubilación sea el hecho de, en la
mayor parte de los días, hay tiempo para rezar todos los quince Misterios del Rosario en
un lugar tranquilo y silencioso. Observamos que esta hermosa imagen muestra Nuestra
Señora con el Rosario en las manos y el Escapulario. Y Nuestra Señora nos dijo hace
mucho tiempo – recibimos el mensaje por medio de San Luís María Grignion de
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Montfort – que vendrá un tiempo en que los fieles tendrán sólo el Rosario y el
Escapulario.
¿Adónde irá todo lo demás? Estamos comenzando a ver como ciertos aspectos
de la Fe, que los católicos a lo largo de la vida tomamos como ciertos, están
desapareciendo y haciéndose difíciles de encontrar. Pero, al mismo tiempo, Nuestra
Señora dijo que un día ayudaría a salvar el mundo por medio del Rosario y del
Escapulario. Eses serán los medios por los cuales Su Inmaculado Corazón triunfará.
Esto es un gran consuelo. Sabemos que ese día de triunfo llegará.
¿Pero cómo llegaremos a ese día? Una manera es ser fieles al Rosario y
comprender las promesas del Rosario. Sabemos bien que el Rosario es una gran ayuda
para la salvación. Aquellos que rezan su Rosario regularmente, como la Señora pidió,
aumentan sus posibilidades de ir al Cielo.
Sin embargo, nunca podemos presumir. La presunción es un pecado. Y los
Santos nunca anunciaron que irían al Cielo. En total humildad, estaban prontos a decir
que esperaban el Cielo, que es también la esperanza que todos nosotros debamos tener.
Fue mostrada a Santa Teresa de Ávila una visión del lugar que le estaba
reservado en el infierno. Todos nosotros tenemos un rincón que nos está reservado allá
en las profundidades. Si vamos allá o no, es elección nuestra. Por eso, no debamos
presumir que vayamos al Cielo. No debamos desesperar en cómo vamos al infierno. Lo
que debemos hacer es tener esperanza y rezar el Rosario.
El “Juicio Final” de Miguel Ángel, esa gran pintura detrás del altar en la Capilla
Sixtina, es tan lleno de movimiento y de vida que es difícil abarcar todo de una vez. Una
de mis partes favoritas de esta enorme pintura es un gran ángel que está en una nube
pequeña. El ángel tiene un Rosario, y hay dos almas aferradas al Rosario que este ángel
enorme levanta en dirección al Cielo.
Es hermoso: dos almas siendo levantadas al Cielo aferradas al Rosario. Cuando
yo ahora rezo el Rosario, intento mantener en mi imaginación esa escena. Voy a
aferrarme a aquel Rosario y tener la esperanza de que, por la gracia de Dios, por Sus
ángeles, y por nuestra Bienaventurada Madre, estaré levantado allá, a pesar del peso de
los pecados de toda mi vida, para no mencionar mi carne, que me empuja siempre a lo
que está abajo.
Les voy a hablar de los Misterios del Rosario, y voy a dividirlos del siguiente
modo: hoy voy a hablar sobre los Misterios Gozosos y Dolorosos, en un contexto
particular, y mañana hablaré sobre los Misterios Gloriosos.
¿Por qué estoy dividiendo así los Misterios? Por la simple razón de que, cuando
rezamos al fin del Rosario, pedimos que nos sea dado imitar lo que los Misterios
contienen y obtener lo que ellos prometen. Si vamos a imitar lo que contienen, debemos
ciertamente imitar lo que se contienen en los Misterios Gozosos y Dolorosos. Porque,
como almas que somos, viviendo en cuerpos en este mundo, lo que conocemos son
alegrías y tristezas. Esperamos obtener lo que es prometido por los Misterios Gloriosos.
Esperamos obtener lo que se sigue a la muerte, con la resurrección de nuestros cuerpos.
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(Nota del editor: Trataremos aquí directa y solamente de los Misterios Dolorosos)
Traición y flagelación
El primero de los Misterios Dolorosos es la Agonía en el Huerto de las Oliveras.
Nosotros estamos allá. Si vamos a imitar lo que ellos contienen, necesitamos imitar
ahora la Agonía de Nuestro Señor en el Huerto, porque Él sabe lo que seguirá.
¿Y qué sabía Él? Sabía que el gran sacrificio que Le era pedido se llevaría a
cabo. Y pidió: “Que este cáliz pase de Mis labios. Pero en todas las cosas, sea hecha Tu
voluntad y no la mía”. Era Su naturaleza humana hablando. Y como seres humanos,
como los que creen en Él y Le son dedicados, cuando meditamos en aquel misterio de la
Agonía en el Huerto, podemos decir la misma cosa a Dios: “No nos hagas pasar por
esto. Va a ser terrible y doloroso, y yo no quiero”. Pero después debemos añadir estas
palabras: “no se haga mi voluntad, sino la Tuya”.
¿Por qué es que Él sufre esta agonía en el Huerto? Porque fue traído. Uno de
Sus discípulos lo atraicionó. Y en su Agonía, cuando se viró a los otros, estaban
durmiendo profundamente. ¿“No podéis vigilar conmigo durante una hora”? Que
significa que los suyos Lo atraicionaron, y hasta los que querían estar con Él no tenían
energía para mantenerse despertados y vigilar con Él. Es la agonía.
Si vamos a meditar en lo que está contenido aquí, imitar el contenido, debemos
prepararnos para una agonía solitaria cuando seamos atraicionados por aquellos en que
confiamos. Y cuando aquellos que esperábamos que ayudasen, se duermen – vamos a
quedarnos solos.
Cada uno de nosotros tiene su historia de traición de familia. ¿Qué es que hizo el
mundo moderno? Las familias han sido destruidas, reduciéndolas a pedazos. Estoy
cierto de que todos Ustedes están rezando por personas de familia. Decepción, división,
traición, disgustos, dolores – es aquí que llegamos. No es algo que viene en el futuro, es
donde ya estamos.
Les estoy hoy hablando, en el 65º aniversario del Día D. Mi padre combatió en
aquella guerra. Tuve un tío que participó en este desembarque. Y estoy aquí para
decirles que eses hombres fueron traídos. Combatieron. Su Patria los llamó, y ellos
fueron, y lucharon, y volvieron a casa, a un país que estaba cada vez más socialista, que
permitía el aborto, que ahora permite aquello a que llaman “casamiento gay”. Tal cosa
no existe. Es una locura.
Y mi padre, que descanse en paz, se convirtió dos meses antes de morir. Se sentó
en una silla y dijo: “Nunca soñé que llegaríamos a esto. Nunca pensé”. Fue una traición.
El mayor escritor católico moderno es Evelyn Waugh, y su último romance
importante fue una obra en tres volúmenes sobre la 2ª Guerra Mundial llamado Espada
de honor. Es reconocido ahora por casi toda la gente, por críticos, como la gran novela
sobre la 2ª Guerra Mundial. Nadie la conoce. Hay una razón para que no sea conocida.
Es una obra maestra. El primer volumen es Hombres de armas; el segundo, Oficiales y
caballeros; y el tercero, Rendición incondicional. Pero no dejaron que lo imprimiesen
en América con ese título. Le llamaron El fin del combate.
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En este romance, el autor dice la verdad sobre aquella guerra de una perspectiva
católica, que es ésta: el mundo occidental perdió. América perdió. Europa perdió. ¿Y
quién ganó? Fueron los comunistas. Y en el comienzo del romance, el héroe, Guy
Crouchback, reza al lado de la sepultura de uno de sus antepasados, que combatió en las
Cruzadas, esperando ser un Cruzado por Cristo, al combatir el mal en esta nueva guerra.
Y en el decurso del libro comprende lo que se estaba pasando. ¿Con quién estamos
aliándonos para combatir el mal?
Como Solzhenitsyn dijo en El Archipiélago Gulag sobre el Occidente, nuestro
error fue que, para combatir el mal, nos aliamos con el mal. Y no se puede vencer el mal
comprometiéndose con el mal. En el tercer volumen de la trilogía de Evelyn Waugh, la
espada de Estalín es ofrecida al pueblo inglés como un agradecimiento de Estalín por
todo lo que el pueblo inglés hizo para ayudar los comunistas a alcanzar y entregar
Europa oriental a los comunistas, que llevaron dolores y sufrimientos terribles a eses
pueblos durante décadas.
Y después el Muro de Berlín cayó, y ¿dónde estamos ahora? No fue el fin del
comunismo. La única cosa que se puede decir a favor de los comunistas es que aún no
han permitido esta tontería de la falsedad, “casamiento gay”. No lo permiten. ¡Nosotros
descendemos aún más bajo! Traición.
Y después, que el Cielo no permita, el periódico oficial del Vaticano dice que el
Presidente Obama es un moderado y alaba los primeros cien días de su administración.
¡Traición!
Pero sabemos que la traición ya ha sucedido desde hace mucho. No voy a hablar
del Vaticano II; no puedo hablar de este asunto, porque me pone muy perturbado. Pero
déjenme decir sólo esto: ¿habría sido una coincidencia al acaso el hecho que una
explosión del aborto hubiese sucedido inmediatamente después que se introdujese la
Nueva Misa? Cuando el Sacrificio del Altar se hizo la comida de la comunidad
alrededor de la mesa de cena, cuando el sacrificio incruento se transformó en la
fraternidad de los creyentes cantando Kumbaya de manos juntados, el aborto explotó
por toda parte. Y el demonio tuvo su momento. Y si el sacrificio incruento fuese a
acabar, él entró y comenzó a masacrar los inocentes mientras el mundo regresaba a la
adoración de Moloch. ¡Legalmente! Y todos se dejaron quedar. Porque somos bien
educados, escribimos cartas a los periódicos y firmamos peticiones.
Nuestro Señor dijo: ¡“Mirad! He aquí que Yo no vengo a traer la paz, antes la
espada”. Dios bendijo los cruzados. Dios los bendiga. Que tuviésemos nosotros
semejante corazón. No lo tenemos y ahora ya está. Vamos a experimentar nuestra
agonía, pero ¿qué vendrá después? La Flagelación en la Columna. Bien podemos
prepararnos para el sufrimiento físico. ¿De qué trata la Flagelación en la Columna?
Nuestro Señor, en Persona, que era Dios, fue flagelado atado a una columna. Y esto
provocó dolor física. Una extraordinaria Pasión. Estén preparados para esto.
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¡Ave María!
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Todos estamos conscientes de la crisis económica. No voy a hablar ahora de ella,
pero déjenme sólo decir esto. Vivimos en un mundo que piensa que la comida viene de
los supermercados. Y no viene. Cuando el sistema se desorganice y los camiones no
circulen, las estanterías se harán vacías y vendrá entonces el hambre. Vendrá así. No
vamos a tener comida.
De la coronación hasta el
Calvario
¿Y después qué hay? Es la Coronación con Espinos. Cristo, el Rey escarnecido.
¡Escarnecido! ¿Si ellos burlan de Dios mismo, qué se hará de nosotros si profesamos
nuestra Fe como católicos creyentes? A pesar de nuestro amor por Nuestro Señor y por
Nuestra Señora, aún tenemos orgullo en nuestros corazones. No podemos librarnos del
orgullo.
El gran escritor T. S. Eliot dijo en un de sus últimos poemas: “y la única
sabiduría que nos podemos esperar adquirir es la sabiduría de la humildad; la humildad
es sin fin”. Nosotros no podemos nunca ser demasiado humildes a la faz de Dios, el
Dios único en Tres Personas distintas, y de Nuestra Señora. Estén preparados para ser
escarnecidos. Estén preparados para ser humillados. Estén preparados para todo esto.
¿Y después, qué hay? Es llevar la Cruz a cuestas. Ahora sabemos, desde el
tiempo en que éramos pequeños, que Dios envía Sus cruces. Es una marca de Su amor
por nosotros. Shakespeare, en una de sus últimas piezas, Cymbeline, puso el dios Júpiter
– porque no podría mencionar el Dios verdadero, que era prohibido en el teatro; la
revolución ya había llegado allí hace cuatrocientos años – a decir al héroe: “Castigo a
quien más amo, para que mis dones sean, cuanto más retrasados, más apreciados”. La
oferta vendrá. El premio vendrá, pero está retrasado. Vendrá. Debamos cargar la cruz.
¿Y adónde la vamos a cargar? Hasta el Calvario. Por lo tanto, nosotros debemos
estar preparados para imitar aquello que los Misterios Dolorosos contienen; para
agonizar, sufrir dolores físicas, ser humillado, escupido, maldecido; debemos cargar
aquella cruz hasta que pensemos que no podemos cargarla más, y después ser
crucificados en ella.
Solzhenitsyn, en las páginas de El Archipiélago Gulag, dice y repite que, cuando
vienen buscándonos, cuando llaman a nuestra puerta, aún así nada aprenderéis. El libro
fue un aviso. Poca gente en el Occidente lo leyó. Estábamos ocupados leyendo Tom
Clancy y Stephen King.
Uno de mis comentadores económicos favoritos – hablando del pueblo
americano viendo el Gobierno imprimir 14,1 trillones de dólares de dinero nuevo, lo
que significa que estamos caminando a una hiper-inflación, con una deflación
simultánea, y que uno de estos días vamos a necesitar una carretilla para llevar el dinero
necesario para comprar un pan, si por acaso haya algún pan para comprar – dijo al fin de
su último artículo: “Los americanos son tan estúpidos como una caja llena de piedras”.
Es verdad, pero prepárense para ver Ustedes arremetidos por esas piedras lanzadas
contra sí mientras cargan la cruz, para ser apedreados mientras estén clavados a ella.
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Los dos ladrones
Ahora sabemos también, si meditamos en la Crucifixión, que había dos ladrones,
dos pecadores, uno de cada lado de Nuestro Señor. San Agustín, en uno de sus
comentarios más famosos – hace muchos años que lo conservo en mi corazón – dice:
“No desesperáis, uno de los ladrones fue salvado. No presumáis, uno de los ladrones fue
condenado”. Cuando llega al momento y Ustedes son puestos allá, ¿qué sucederá?
¿Apedreado, como San Esteban? ¿Traspasado de flechas, como San Sebastián?
¿Quemado en una parrilla, literalmente hablando, como San Lorenzo? ¿Clavado tal vez
en una cruz, como Nuestro Señor? O tal vez como aquellos grandes mártires que
murieron en el Gulag, en campos de concentración, católicos que fueron antes de
nosotros. Debemos recordarnos de que muchos católicos allí murieron.
Debemos recordarnos que el sufrimiento hace parte de nuestra condición, si
vamos a imitar lo que está contenido en los Misterios Dolorosos. La cuestión, para
nosotros, es ésta: ¿pararemos en cualquier momento, por ser incapaces de pasar por los
Misterios Dolorosos? ¿No queríamos nosotros imitar Nuestro Señor desde el huerto
hasta el Calvario? Pues lo que debemos hacer es continuar hasta el fin, y aun entonces,
allí clavados, ¿vamos a ser el pobre ladrón que dice: “Recuérdate de mí, Señor, cuando
entras en Tu Reino”? ¿O el otro ladrón que burla de Él? No desesperemos, uno de los
ladrones fue salvado. No presumamos, uno de los ladrones fue condenado.
Nuestra Señora nos dice que es el momento, el tiempo de Su Rosario. Prepárense
Ustedes para imitar lo que aquellos Misterios contienen. Y tal vez, al atravesarnos
aquellos disgustos, aquellos dolores, aquellos sufrimientos, aquella miseria, podamos
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recordar la alegría de la inocencia, y ofrecer nuestros sufrimientos por los cincuenta
millones de bebés americanos muertos, abortados, que nunca llegaron a vivir. Y
cualquier sufrimiento que atravesemos será pequeño, comparado con lo de ellos y con lo
que Nuestro Señor y Salvador aguantó, y debemos alegrarnos en nuestros corazones por
ser permitido imitar Su sufrimiento. Que Dios nos conserve fuertes, y que Dios nos
bendiga.
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