VARONES Y MASCULINIDADES EN TRANSFORMACIÓN Gina Villagómez Valdés Elia María Escoffié Aguilar Ligia Vera Gamboa Coordinadoras VARONES Y MASCULINIDADES EN TRANSFORMACIÓN Aspectos socioculturales, psicológicos, biomédicos y sexuales de los hombres Colección Estudios sobre la Mujer y Relaciones de Género 2010 Consejo editorial de libros compilados de la Colección Estudios de la mujer y relaciones de genero Consejo Editorial María Teresa Castillo Burguete (Cinvestav) Gabriela Cervera Arce (Univ. Modelo) Rebelín Echeverría Echeverría (UADY) Pedro Sánchez Escobedo (UADY) José Antonio Lugo Pérez (UADY) Efraín Poot Capetillo (UADY) Celia Rosado Avilés (UADY) VARONES Y MASCULINIDADES EN TRANSFORMACIÓN. Gina Villagómez Valdés, Elia María Escoffié, Ligia Vera Gamboa. Coordinadoras. Primera edición, 2010 D. R. © Universidad Autónoma de Yucatán D. R. © Programa Integral de Fortalecimiento Institucional (PIFI) Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor. Esta edición consta de 1000 ejemplares. Impreso en México HQ Varones y masculinidades en transformación : aspectos -1090.7 socioculturales, psicológicos, biomèdicos y sexuales .M6 de los hombres/ Gina Villagómez Valdés, Elia María .V37 Escoffié Aguilar, Ligia Vera Gamboa [coordinadoras] 2009 Mérida, Yuc. : UADY 2010 313 p. (Estudios de la mujer y relaciones de género) ISBN: 978-607-7573-62-3 1.Masculinidad—Aspectos sociales--México 2. Masculinidad (Psicología)—México— 3. Hombres—Conducta sexual --México 4. Hombres —Yucatán— Identidad. I. Villagómez, Gina. II Escoffié Aguilar. III. Vera Gamboa Ligia. ÍNDICE ANTECEDENTES PRESENTACIÓN 9 11 13 I. ASPECTOS SOCIALES DE LAS MASCULINIDADES Masculinidades en transición en una comunidad maya de Yucatán Denise Fay Brown Owens Los niños y niñas de Yucatán. Masculinidades al descubierto Leticia Paredes Guerrero La violencia masculina en las parejas jóvenes Elva Rivera Gómez y Cirilo Rivera García Masculinidades y violencia en la relación de pareja Gina Villagómez Valdés 19 29 43 65 Abordaje de la violencia masculina en la política pública municipal: El programa hombres con problemas de violencia en la familia del municipio de Mérida Alicia Canto Alcocer y Rodrigo Cueva G. Cantón Conversando las masculinidades en Yucatán. Trabajo colectivo desde la sociedad civil. Sergio Andrés Moreno Cabrera 85 99 Hombres de papel. Representaciones de la masculinidad en los cómics eróticos mexicanos José Gamboa Cetina 125 II. ASPECTOS PSICOLÓGICOS DE LAS MASCULINIDADES El narcisismo: Una dificultad para la transformación masculina José de Jesús González Núñez La figura paterna en la construcción de la identidad de género Elia María Escoffié Aguilar 147 167 Las Masculinidades. Construcciones desde la educación Carlos David Carrillo Trujillo y Jorge Armando Revilla Fajardo 179 Pedro Sánchez Escobedo, Sandra Martín Tun y Paulina Carrillo Espadas 191 La psicología masculina III. ASPECTOS BIOMÉDICOS Y SEXUALES DE LAS MASCULINIDADES Los hombres y la salud reproductiva. La visión de un grupo de hombres rurales Ligia Vera Gamboa y Roger Mézquita Leana 211 Participación masculina en la Planificación Familiar en una comunidad rural Ana María Lucas Navarro, Yolanda Oliva Peña y Andrés Santana Carvajal 227 Las interacciones sociales en el saber masculino para el cuidado de la salud de la mujer embarazada. Una propuesta de cambio a través de la Educación. Elsa Rodríguez Angulo, William Manrique Vergara y Andrés Santana Carvajal Entre masculinidades te veas: HSH y la vuelta al clóset Roberto Ortiz Manzanilla Masculinidades diversas: Prácticas sexuales en jóvenes de Mérida, Yucatán Celmy Teresa Noh Poot Masculinidad desde la diversidad: Sexo anal no protegido y su significado en hombres que tienen sexo con hombres en Mérida, Yucatán, México. Jorge O. Toledo González, María Luisa Rojas Bolaños y Ligia Vera Gamboa AUTORES 245 257 271 289 305 PRESENTACIÓN Los estudios e investigaciones sociales con perspectiva de género se iniciaron en Yucatán a finales del siglo pasado cuando un grupo de investigadoras (es) de la Unidad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la Universidad Autónoma de Yucatán, comenzaron a realizar estudios sobre las condiciones de vida de la mujer yucateca abarcando diferentes temas históricos, étnicos, económicos, culturales y políticos entre otros. A principios de los noventa, los esfuerzos individuales dieron origen a la conformación de un grupo de trabajo que realizó proyectos de investigación colectiva y actividades académicas que dieron como resultado varios productos como publicaciones, seminarios y eventos que mostraron mayor profundidad en el análisis de la realidad estudiada. El primer esfuerzo colectivo propició que en 2002 se conformara el Cuerpo Académico de Estudios sobre la Mujer y Relaciones de Género en Yucatán, grupo disciplinar integrado por varias profesoras investigadoras y un profesor investigador. En 2003 fue reconocido por PROMEP como Cuerpo Académicoen consolidación. El objetivo principal de este grupo de trabajo ha sido contribuir teórica y metodológicamente a comprender la situación de las mujeres, los hombres y las relaciones de género en torno a cuatro ejes teóricos: poder, etnia, familia y masculinidad a través de la investigación, docencia y extensión universitarias. Uno de los objetivos particulares del Cuerpo Académico es difundir el conocimiento generado en las investigaciones con perspectiva de género y promover la discusión de distintos aspectos relacionados con este enfoque. En este tenor a finales de 2006, el Cuerpo Académico diseño un proyecto editorial que consistiría en publicar la Colección de Estudios sobre la Mujer y Relaciones de Género que contemplaría los resultados de investigación de las (os) integrantes del grupo así como de investigaciones de otros Cuerpos o Colectivos de Yucatán y del sureste mexicano. 9 Este proyecto editorial constituye para el Cuerpo Académico una gran satisfacción porque plasma el trabajo colectivo e individual de las y los integrantes del grupo, además de que pone en la palestra de la discusión diversos temas como sexualidad, familia, mujer y política, noviazgo, familia y mujer maya. Los libros que surgen de esta temática son: Género y sexualidad en contextos culturales; Mujer y congreso local: El camino hacia el poder legislativo; Familia y relaciones de género en Yucatán; Romper el silencio; Varones y masculinidades en transformación; Mujer y política; Mujer maya y El a, b, c de la violencia en el noviazgo. Presentar esta Colección es importante para el Cuerpo Académico porque permite abrigar la esperanza de que haya cada vez más personas que se interesen por estos temas, y quienes ya se encuentran involucrados (as) en ellos, continúen generando conocimiento útil para la sociedad. Este proyecto editorial fue posible gracias a la Universidad Autónoma de Yucatán y al Programa Integral de Fortalecimiento Institucional (PIFI) 2006 y 2007 que financió la publicación de la Colección. Cuerpo Académico de Estudios de la Mujer y Relaciones de Género en Yucatán 2009 10 ANTECEDENTES En el marco del Coloquio de Ciencias Sociales. El Sureste Mexicano: Visiones Históricas y Contemporáneas organizado en marzo de 2008 por la Unidad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la Universidad Autónoma de Yucatán, se presentó la mesa Violencia, masculinidades y cultura de género en la que se expusieron y discutieron múltiples temas relacionados con los varones y las nuevas masculinidades en Yucatán. A partir de esta experiencia y después de ver el interés despertado por la temática, las integrantes del Cuerpo Académico de Estudios sobre la Mujer y Relaciones de Género de la Unidad de Ciencias Sociales del CIR de la UADY, decidimos trabajar los textos para editar un libro colectivo que integrara algunos aspectos sociales, culturales, psicológicos, biomédicos y sexuales de las nuevas masculinidades en diversos contextos, mismas que reflejan formas heterogéneas de transformación de los paradigmas tradicionales y formas de ser varón en un contexto de cambio global. Por ello, decidimos convocar a integrantes de otros cuerpos académicos de la Universidad Autónoma de Yucatán para coordinar la elaboración de un proyecto editorial para invitar a un grupo de investigadoras/es que han trabajado directa o indirectamente estos temas y que pertenecen a diversas disciplinas e instituciones académicas, lo que dio por resultado un abanico de trabajos con una gama de enfoques teóricos y metodológicos que exponen diversas formas de ser varón en nuestra sociedad. La mayoría de los trabajos aquí presentados forman parte de investigaciones realizadas en cuerpos académicos de la Unidad Biomédica y de la Unidad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” y de las Facultades de Psicología, Educación y Antropología de la Universidad Autónoma de Yucatán. Asimismo, se presentan trabajos del Centro Regional INAH Yucatán, de la 11 Universidad de Calgary, del Centro Integral de Atención a la Violencia del Ayuntamiento de Mérida, de la Universidad Autónoma Metropolitana, de la Asociación Civil Kokay A.C., de la Facultad de Psicología de la UNAM, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, de la Universidad Autónoma Veracruzana y del Consejo Estatal de Población del Estado de Puebla. En total participaron 27 investigadores/as con reconocidas trayectorias académicas tal como lo muestran las síntesis curriculares incluidas en el apartado de Autores/as. Lo que pretendemos con este libro colectivo es abrir una brecha en los estudios sobre varones desde una perspectiva de género a través de diferentes disciplinas con el fin de analizar algunos fenómenos que abordan las transformaciones que atraviesan los hombres y que a la fecha no han sido analizados. Las colaboraciones de expertos/as en el tema de otras regiones del país, contribuyeron a enriquecer este propósito. 12 INTRODUCCION En el marco de la economía global, las crisis económicas generaron cambios importantes en el país como la contracción del empleo masculino y la feminización del empleo, especialmente en el sector terciario. Asimismo se observó un proceso de expansión de las ciudades, se generaron nuevos consumos culturales y, sobre todo, nuevas formas de organización familiar. Hombres y mujeres comenzaron a enfrentar transformaciones en la manera de construirse, identificarse y relacionarse. Los antiguos esquemas culturales de asignación de funciones de género en la vida pública y privada han tenido que adaptarse desde entonces a las transformaciones impuestas por este proceso macro estructural, colocando a los individuos frente a nuevas e inéditas formas de convivencia que provocaron y provocan aún cambios en la sociedad y los individuos dependiendo de su género, clase, etnia y ciclo de vida. En este contexto, es innegable que las mujeres han fortalecido su posición en todos los ámbitos, especialmente en la familia, provocando cambios vinculados con las funciones socialmente asignadas a su género. En este proceso, también los varones han tenido que modificar prácticas tradicionales de relación con la mujer y la familia. Han surgido comportamientos y respuestas agresivas contra las mujeres, pero simultáneamente, han surgido nuevas prácticas de atención a los hijos y el hogar por parte de los varones. Para dar respuesta a algunos de estos fenómenos, surgieron estudios académicos sobre los varones y las masculinidades en transformación. Estos estudios nacieron con el fin de abordar el fenómeno desde varias disciplinas con diversos enfoques teórico-metodológicos que tomaron como base la construcción social del género. Con este esquema ha sido posible analizar diferentes dimensiones de lo que social y culturalmente se espera de hombres y mujeres para identificar comportamientos, prácticas y actitudes que obstaculizan la igualdad de trato, de oportunidades, de acceso a los bienes, servicios y desarrollo en general. Frente a esta situación, también fue necesaria la creación de políticas 13 públicas con perspectiva de género1, acciones sustentadas en este tipo de estudios que surgieron para aminorar las brechas de desigualdad entre los géneros. Los estudios sobre varones surgieron básicamente para dar respuesta a las diversas formas de hacerse hombres en diferentes sociedades y contextos, pero más que nada, emergieron para entender por qué si el modelo tradicional de masculinidad ubica a los varones en una posición de poder y autoridad, desde hace algunas décadas se encuentran vulnerables a los vaivenes de la vida global y frente a las mujeres. El significado de “Ser hombre” es diferente para cada persona, situación que se explica a partir del proceso de socialización al que todos los seres humanos estamos expuestos desde la más temprana edad, ya que no es lo mismo ser hombre en Europa que en América latina, o ser un hombre rural que vivir en un ámbito urbano, y más allá de esto, no es lo mismo vivir siendo un hombre heterosexual que un hombre homosexual. Este proceso puede llevar a no disfrutar de la sexualidad y no buscar el cuidado de la salud; además de perpetuar estereotipos. El estudio de la masculinidad o masculinidades como señalan varios autores, reviste una gran importancia desde el punto de vista cultural abordado por la antropología y la sociología; pero también han sido trascendentes los estudios sobre varones desarrollados por la psicología y el análisis de las masculinidades abordado en el ámbito de la sexualidad y la salud reproductiva. Estas son algunas de las reflexiones que se exponen en este trabajo colectivo realizado con el fin de contribuir a un mejor conocimiento y comprensión de las transformaciones de la masculinidad entre las que observamos emociones y comportamientos de los hombres en diferentes ámbitos. En el campo de la psicología, por ejemplo, se ha examinado la influencia que la mujer, particularmente la madre, tiene en el desarrollo del ser humano. Sin embargo, en las últimas décadas se ha abordado la influencia que tiene el padre en la formación de la personalidad de los niños y niñas, resaltándose la influencia de esta figura en diferentes aspectos como los procesos de identificación e identidad de género. Hablar acerca de la masculinidad, es plantear una problemática de actualidad y de gran relevancia y trascendencia en el proceso de socialización temprana. La perspectiva de género es un marco de análisis teórico – conceptual que permite identificar las diferencias entre los géneros, las relaciones de poder al interior de cada uno de ellos (intragenéricas) y entre ellos (intergenéricas) así como su condición y posición ante las instituciones, con el propósito de establecer acciones tendientes a promover situaciones de equidad entre ambos, que privilegien el respeto de sus derechos humanos y contemplen estrategias para incluir a las mujeres en todos los procesos de desarrollo, en condiciones de equidad con los hombres. (PROEQUIDAD, 2001). 1 14 En este marco de formación, el ser humano en busca de identidad, estará siempre discutiendo y reflexionando temas trascendentes como la libertad, la igualdad, el respeto y la diversidad. Todos estos conceptos resultan irrefutables, pero la visión e interpretación de los mismos, de acuerdo a las diferentes culturas, sociedades y épocas, resulta siempre polémica. Es así que en la actualidad, lo relacionado con lo masculino puede enfrentarse ideológica y emocionalmente con lo femenino en una búsqueda de nuevos significados para hombres y mujeres. A la fecha son muchos los trabajos y análisis acerca de la equidad de género, pero cuando se utiliza este concepto, generalmente se hace más referencia a lo femenino y a los derechos de las mujeres. Desde esta perspectiva, se plantean elementos básicos para entender y explicar una forma de organización de la sociedad en la que las mujeres se ubican en una posición de desventaja en las relaciones de poder frente al varón. Sin duda, la cultura y el proceso de socialización temprana determinan en gran parte el comportamiento “Masculino o Femenino” sobre los cuales se desarrollan diferentes estrategias de poder, control y dominio entre géneros. Lo anterior se construye social y culturalmente, y el ser humano internamente va desarrollando, viviendo y experimentando a través de procesos de identificación el desarrollo de sí mismo. En la actualidad ser hombre o ser mujer significa enfrentar el mundo reproduciendo y a la vez tratando de cambiar estructuras establecidas e inculcadas desde la infancia. Esto significa romper y transformar costumbres para apropiarse de nuevas prácticas que no siempre concuerdan con las establecidas tradicionalmente para cada género. Se trata de nuevas formas de ser hombre y ser mujer en la sociedad. El “Ser masculino” particularmente, tiene implicaciones hoy en día diferentes a las que éste término tenía en décadas pasadas, y aunque “Saber” cognitivamente que hombres y mujeres como seres humanos son iguales en cuanto a derechos, y por ello merecedores por igual de respeto y dignidad, de hecho la realidad nos muestra que la sociedad aun ubica a los varones en una situación de poder frente a las mujeres. Sin embargo, el hombre actual ha tenido que enfrentar y adaptarse a un mundo en el que la mujer gana cada vez más terreno en todos los aspectos. Esta situación conduce a los hombres a sentir estos acontecimientos como una “Pérdida” de poder, control y dominio. Si bien es cierto que en lo general los cambios sociales y familiares que se están viviendo recaen más directamente sobre las mujeres, es importante considerar lo que está sucediendo en el “mundo interno” de los hombres y cómo éstos se adaptan a la nueva situación. Una nueva forma de mirar a los varones surgió pocos años después de las Conferencias de Cairo y Bejing, ya que se inició en algunos países de América Latina el debate sobre la participación masculina en la salud reproductiva, la paternidad y la sexualidad. Considerar “Na15 turales” los estereotipos tradicionales de género en los varones lleva a creencias, comportamientos y prácticas de riesgo, especialmente en el ámbito de lo sexual. Pero más allá del riesgo, lo que es preciso analizar es la forma en que se reproduce este tipo de prácticas mostrándolas como comportamientos y conductas “Inevitables” por el hecho de ser hombres. Lo anterior incrementa la vulnerabilidad de los varones sobre la salud sexual y reproductiva como puede ser: la violencia, las infecciones de transmisión sexual, incluyendo el VIH, entre otros. Como ejemplo podemos citar el hecho de que se espera que los jóvenes tengan experiencias sexuales como demostración de virilidad, ya que no hacerlo, puede llevar a la sociedad a dudar de su masculinidad. Esta situación lo enfrenta a un mayor riesgo si desconoce las estrategias de protección. Lo importante para la cultura masculina es la demostración de la virilidad. En pleno siglo XXI la cultura mexicana permite que los jóvenes sean poco expresivos y repriman sus emociones, pero, ¿Qué sucede y cómo construyen su masculinidad aquellos varones que se apartan de la heterosexualidad? ¿No será posible mirar a los hombres y las masculinidades como un factor protector para su salud, la de las mujeres y la de otros? Es seguro que sí, pero antes será necesario y urgente profundizar en el estudio de las masculinidades y considerar, que aunque se trate de situaciones de salud, el hombre es un ente biopsicosocial que recibe influencia de la cultura en la que vive incluyendo la vivencia de la salud sexual, la sexualidad y la masculinidad. Tomando en cuenta la diversidad de factores que es preciso analizar para entender las nuevas formas de ser varón en nuestra sociedad, en este trabajo abordamos distintos tipos de fenómenos relacionados con las transformaciones de las masculinidades existentes: los aspectos socioculturales, psicológicos, biomédicos y sexuales con el fin de proporcionar un amplio espectro de fenómenos en los que hombres han tenido que modificar antiguos y tradicionales esquemas de relación con las mujeres, la familia y la sociedad. 16 ASPECTOS SOCIALES DE LAS MASCULINIDADES MASCULINIDADES EN TRANSICIÓN EN UNA COMUNIDAD MAYA DE YUCATÁN Denise Fay Brown Introducción Los seres humanos estamos diseñados para reproducirnos biológicamente por medio de relaciones heterosexuales. Asimismo, la dicotomía sexual mujer-hombre está codificada en nuestros espacios y nuestras acciones. Las relaciones heterosexuales se “Naturalizan” con una asociación convencional de la mujer en el espacio doméstico de la casahogar y del hombre con los espacios más amplios y públicos en donde se organiza la protección del hogar. A su vez, en el ámbito rural, se asocia al hombre con la producción agrícola extensiva (producción de macro nutrientes para la dieta y de productos comerciales) y los espacios relacionados a tales actividades económicas. Pero, ¿en dónde se originan estas asociaciones socio-espaciales? La relación entre género, sexo y ruralidad se ha explorado ampliamente por Little, quien ha contribuido al entendimiento de la construcción de heterosexualidad y su expresión social y espacial (Little 2003, 2006, 2007, Little y Panelli 2003, Little y Leyshon 2003). Según Little (2003), es de suma importancia contemplar la construcción de género y sexo por medio del estudio de prácticas culturales, los performance de identidades sexuales y las materialidades de la reproducción y confrontación de género, especialmente en el contexto de las trasformaciones sociales, económicas y políticas del ámbito rural. Este capítulo contempla el impacto socio-espacial de cambios recientes en el ámbito masculino de una comunidad Maya de Yucatán, México que han llegado a retar las convenciones de género. 19 El contexto teórico La masculinidad se define como “Las expectativas sociales y culturales del comportamiento de los hombres” (Van Hoven y Hoschelmann, 2005). La preocupación por este fenómeno surgió parcialmente en reacción al creciente interés en cuestiones de género provocado por los feministas hace ya varias décadas. La mayor parte de los estudios de la masculinidad emerge de las disciplinas de psicología, sociología y antropología, los cuales reconocen que género es principalmente una construcción cultural que recae sobre relaciones sociales dentro de una sociedad. Desde el principio, los feministas se preocuparon por entender las estructuras de patriarcado, por desconstruirlas y retar las relaciones de poder implícitas en ellas. Inicialmente, entonces, se desarrolló una imagen bastante monolítica del “Hombre dominante” o hegemónico, sin problematizar las contradicciones que caracterizan cualquier designación. Trabajos más recientes reconocen que definiciones convencionales de masculinidad son “Legitimizados por medio de la marginación de otras formas de masculinidad, como las asociadas con otras clases sociales, etnias, sexualidades, edades o habilidades” (Ibid: 8). La masculinidad es negociada, es cambiable, es debatida (contested), y por lo mismo, es frágil. Es importante llegar a entender los criterios o características de la “Masculinidad” por medio de los procesos de su construcción, reproducción y trasformación, y las maneras por las cuales los cambios culturales pueden llegar a desestabilizar, o bien reconfirmar, ideas convencionales de masculinidad. Los cambios en la estructura del trabajo, tanto urbano como rural, pueden provocar transformaciones en la relación entre hombres y mujeres y crear nuevos espacios de negociación en la definición de género. Little y Panelli (2003:283) enfatizan la importancia de entender cómo el género está ubicado dentro de ámbitos tanto materiales como simbólicos que se caracterizan por desigualdades. Tanto Little como Cloke (2005) enfocan sus investigaciones sobre género y masculinidad al medio rural, en donde se ha asociado a la mujer con los trabajos domésticos y al hombre con el control (“Incluso la conquista”) de los paisajes naturales (Little y Panelli 2003: 284). En efecto, es el punto de contacto y de negociación (o lucha) entre los géneros en términos de poder y espacio que representa la oportunidad de entender “Como se practican la sexualidades de la vida cotidiana, y como se reproducen dentro de las prácticas materiales de las relaciones sociales en el ámbito rural” (Little 2003: 401). Little, entonces, promueve el estudio de “La construcción y performance de la heterosexualidad” como antecedente al estudio de masculinidad o feminidad como enfoque de estudio (Ibid: 401). 20 Como geógrafo, Little tiene un interés especial en la manera mediante la cual los espacios codifican género y sexo, y cómo las identidades de género y sexo se manifiestan en el paisaje. Estas manifestaciones se expresan por medio de prácticas y performance de las identidades y géneros. Little propone que existe un vínculo de retroalimentación fundamental entre género y sexo, que no deben de considerarse como aspectos separados ya que son “Mutuamente constituidos” (Ibid: 415). Por extensión, entonces, cambios en las prácticas y performance de género pueden llegar a provocar desequilibrios en la definición de sexualidad y viceversa. También, Little enfatiza la relación entre performance y la “Articulación de poder” en la sociedad. En suma, la masculinidad, como manifestación de relaciones de género, se expresa espacial y materialmente por medio de prácticas y performance y se codifica dentro de los espacios sociales. A su vez, es dinámica y sujeta a negociación, especialmente en situaciones en las cuales existen cambios en las estructuras y relaciones sociales y de poder. La masculinidad es negociada desde dentro (o sea, existen distintas masculinidades dentro de una sociedad) y se define en relación con lo “No-masculino”, por medio de la negociación de fronteras o límites de separación, mismas que se expresan espacialmente. Según Little, entonces, lo rural es un “espacio sexual” (sexed space) (Little 2007: 852). En resumen, la masculinidad se asocia con “Cuerpos, objetos, lugares y espacios mucho más allá de cuestiones biológicas y sexuales” (Van Hoven y Hoschelmann 2005: 10). Se define, se negocia y se trasforma por medio de prácticas culturales y performance, entonces tiene tanto una expresión material, como simbólica y metafórica. Smith y Winchester (1998) estudiaron el dualismo espacial entre el espacio de la casa y el del trabajo que caracteriza la experiencia de los hombres en un contexto urbano occidental. Según ellos, las “Estructuras de trabajo y casa perpetúan los desequilibrios de poder y género” que emergen de la división de labores asociada con la industrialización (Ibid: 328). Pero los resultados de su investigación muestran un elemento de fluidez dentro de esta división binaria debido a tensiones en la negociación constante de la frontera entre casa/trabajo. De acuerdo con esta propuesta, “La participación en el proceso de la negociación espacial ayuda a que los hombres se alejen de un modelo binario estricto de las diferencias (de género) culturales hacia una construcción más difusa, fluida y radical” (Ibid: 329). El espacio de negociación entre las dos categorías relativamente estables (mujer-casa: hombre-trabajo), entonces, se identifica como clave para la absorción de tensiones y resolución de conflictos. El incremento de la presencia de los hombres en el espacio de la casa se puede entender como un performance que reta el entendimiento convencional, y puede ocasionar cambios en la definición establecida dominante o “Hegemónica” de la masculinidad. 21 El contexto maya Los estudios arriba citados, y la gran mayoría de los trabajos sobre género y masculinidades, se han enfocado a contextos occidentales de los países industrializados. Little y Cloke han destacado la diferencia entre los ámbitos urbanos y rurales, pero ha habido poca investigación sobre este tema en contextos no occidentales. Una larga trayectoria de investigación antropológica en la región maya de Yucatán permite que esta investigadora observe cambios en el performance y negociación de masculinidad que ha creado tensiones dentro de la comunidad. A continuación se presenta un análisis inicial de los cambios recientes, partiendo de un modelo socio-espacial de género que se propuso hace ya una década (Brown 1999). Proponemos que los espacios de género se van modificando de tal forma que el performance de género, en términos tanto de los espacios físicos como de los espacios de negociación, re-posiciona a los hombres en relación a las mujeres, retando la masculinidad en la comunidad. El modelo que llamaremos “Convencional” de organización socioespacial de los mayas se desarrolló tomando como base los estudios antropológicos en una de las cahob o ciudades mayas más importantes de la actualidad en la península de Yucatán: Chemax. Los hombres de Chemax en la época de los años ochenta se autodefinieron como uinicolob, hombres de la milpa. Existía en aquel momento una gran consistencia entre los hombres mayas, e incluso aquellos que no se ganaban la vida de la agricultura frecuentemente se identificaban como uinicolob, una expresión compleja, que se refería a una actividad económica (milpero), el conocimiento profundo de la práctica agrícola (de roza, tumba y quema), el manejo del ambiente natural (bosque tropical sub-caducifolio), espacios politico-ecónomico-culturales (kax o bosque y col o milpa) y la masculinidad (uinic que significa hombre). La práctica agrícola en la zona requiere que los hombres (a menudo con sus familias) habiten en forma transitoria el bosque, estableciendo milpas en diferentes partes del bosque cada año. Tanto el bosque como la milpa se asocian con los hombres, en las prácticas culturales que se realizan en el bosque predominan los hombres, de forma que se puede entender uinicol como el performance de masculinidad. La estacionalidad de la agricultura no requiere que los hombres estén todo el tiempo en sus milpas, liberando tiempo para otras actividades y prácticas importantes para la definición de la comunidad, mismas que tienen lugar en el centro físico y simbólico del cah, que es el asentamiento principal. El modelo convencional ubica a los hombres como predominantes en el manejo de los asuntos comunitarios, como son la protección militar y ritual del cah, la administración de espacios y bienes públicos y la imposición de orden social. En esos asuntos los hombres forman una colectividad y se auto identifican como eetcahal, o miembros de la comunidad o cah. Eet22 cahal es una referencia compleja a un lugar céntrico tanto en términos geográficos como simbólicos (el cah), a un conjunto de instituciones sociales para el buen gobierno de la unidad social, a las expectativas de colaboración y cooperación entre los hombres, y a la masculinidad. Entonces, el performance de masculinidad en el modelo convencional de género desarrollado para Chemax en la segunda mitad del siglo XX, ubica a los hombres en dos espacios significativos y estratégicos (kax y cah), con actividades y prácticas económicas, sociales y políticas claves para la definición y reproducción de la comunidad y con el performance de una masculinidad dominante o hegemónica. Esto no significa que todos los hombres se apegaban al modelo predominante, que simplemente marca una “Norma” para la comunidad. Por su parte, el ámbito convencional de las mujeres comprendía el espacio doméstico, con la casa-cocina (koben) y el hogar (kak) como los puntos estratégicos femeninos (Ibid). A pesar de la separación analítica y conceptual de estos espacios, el modelo contempla espacios importantes de negociación, donde las actividades de las mujeres y de los hombres se traslapan. En Chemax, solamente en algunos momentos de suma importancia ritual existe una separación decisiva entre los espacios de mujeres y los de hombres. Normalmente existe colaboración y una cierta posibilidad de co-existencia de las mujeres y los hombres en todos los espacios, sin la amenaza de “Violencia exclusionaria” (Mitchell, 1996) provocada por violación de normas y expectativas de feminidad o masculinidad. Este espacio aparece en Figura 1 como el “Espacio compartido de negociación”. En la vida cotidiana de la comunidad, dentro del modelo convencional, tanto los hombres como las mujeres tienen acceso a los espacios del otro, de forma que las fronteras entre todos los espacios están permeables. El esquema convencional se aprecia en la Figura 1a “Modelo convencional, espacio por género y tiempo”. En los últimos 25 años, la zona maya del oriente del estado de Yucatán y Quintana Roo ha sido muy afectada por el desarrollo del turismo internacional en la zona costera del Caribe, una zona ahora conocida como “La Riviera Maya”. Hoy en día, el ingreso más importante a la economía de Chemax viene en forma de sueldos de los que trabajan en actividades asociadas con el turismo. La economía de Chemax se caracteriza por “Remesas” de los hombres que trabajan en turismo y quienes pasan la semana fuera de la comunidad, llegando, en su mayoría, a pasar sólo el domingo en casa con sus familias. El cambio de agricultura a ingresos monetarios como base de la economía, se acompaña por una trasformación socio-espacial que afecta la definición de masculinidad y su performance en la comunidad. Los aspectos más importantes de esta trasformación se relacionan con (1) la temporalidad, (2) la disminución de espacios de interacción y traslape entre mujeres y hombres, (3) la disminución de la presencia 23 de los hombres, tanto física como simbólicamente, dentro del cah, y, relacionado a esto, (4) el incremento en la presencia de las mujeres en el cah. Esto se puede apreciar esquemáticamente en la Figura 1b “Modelo Modificado, espacio por género y tiempo”. En contraste al calendario agrícola que permitía a los hombres estar dentro del cah durante una porción importante del año, ahora los trabajos asalariados requieren un compromiso temporal más rígido, y resulta en el hecho de que los hombres pasan la mayor parte del año fuera del cah y también fuera del kax; es decir, lejos de los espacios convencionales de la comunidad ya que están en la zona turística. A su vez, en respuesta a esta ausencia prolongada de los hombres de la comunidad, las mujeres se han visto en la necesidad y la posibilidad de entrar en los espacios del cah. En contraste a la situación observada hace dos décadas, ahora se destaca la presencia de mujeres en las calles de Chemax llevando a cabo actividades cotidianas. El nuevo patrón generalizado predice la inserción de un número importante de hombres en los espacios del cah, a partir de los sábados en la tarde, y terminando el lunes en la madrugada. Como resultado, el espacio compartido de “Negociación” se limita a este periodo de tiempo, y por ser tan restringido espacial y temporalmente, resulta ser más debatido (contested), ya que el espacio del cah anteriormente asociado con masculinidad, ahora está compartido o bien “invadido” por las mujeres. Las mujeres generalmente no comparten el espacio de “La Riviera Maya” y los hombres están ausentes de sus casas durante casi toda la semana, eliminando la posibilidad del traslape y de la negociación socio socio-espaciales durante la mayor parte del tiempo. Con los hombres de regreso a los espacios del cah solamente los domingos, generalmente para minimizar conflicto y “Violencia exclusionaria”, las mujeres tienden a regresar al espacio (refugio) del koben durante ese día, permitiendo un regreso temporal al performance convencional de masculinidades y feminidades. Queda poco tiempo y espacio para la reproducción de la identidad de eetcahal, mientras que el espacio de reproducción de la identidad de uinicol está prácticamente abandonado. La identidad masculina junto con el performance de masculinidad está trasformados. La (re)negociación de género Las relaciones de género se negocian, no son fijos. Aquí se ha demostrado un cambio evidente en los espacios y los tiempos de interacción entre mujeres y hombres y, por extensión, en los términos de esta negociación. Los códigos de género y sexo de los distintos espacios cotidianos de la comunidad han cambiado radicalmente. Con esto, la intersección de los géneros, las fronteras entre las identidades y los 24 contextos de traslape y de negociación, están profundamente modificados. Siguiendo el trabajo de Little (2003: 415), esto afectará las relaciones de poder y la construcción de heterosexualidad e identidad de género, porque son “Mutuamente constituidas”. Lógicamente, los cambios socio socio-espaciales implican nuevas formas de performance de masculinidad y feminidad. Como el performance de género implica articulación de poder (Little and Leyshon 2003: 259), el hecho de que las mujeres estén ocupando espacios de performance previamente masculinos significa una nueva lucha y negociación de poder. El incremento en la segregación por género significa que existe menos oportunidad de comunicación y co-performance de masculinidad con feminidad, ya que los hombres físicamente se ausentan de la comunidad durante la mayor parte del tiempo. Esto amenaza con crear un desfase entre lo que son las expectativas entre las dos categorías y una ruptura en la dualidad en las relaciones de género. Este hecho, junto con el incremento espacial para el performance de feminidad dentro de la comunidad significa una pérdida de poder masculino. Finalmente, el performance de masculinidad de los mayas de Chemax fuera de la región, en la Riviera Maya y lejos (social, cultural y geográficamente) del espacio cotidiano de performance de feminidad maya, llegará a una ruptura de comunicación, lo cual es consistente con lo descrito por Smith y Winchester (1998: 329) quienes identifican la frontera entre el ámbito masculino y el femenino como “Un punto clave para la identidad de los hombres”. Los nuevos espacios para la definición de las identidades de mujeres y hombres llevarán a cambios en la construcción de masculinidad, pero también pueden provocar “Ámbitos de conflicto” (Van Hoven y Hoschelmann, 2005). Conclusión Los cambios económicos en la zona maya relacionados con su inserción en el mercado de trabajo asociado con la activad turística representan sólo una óptica para entender la trasformación cultural que está evidente en la zona. Efectivamente, se observa el impacto de más ingresos monetarios y un cambio en la materialidad de la vida de la mayoría de la población de la región. Sin embargo, los cambios en la identidad son más profundos y difíciles de observar empíricamente. El hecho de contar con un estudio de la organización socio-espacial relacionada al género en un tiempo anterior al impacto fuerte de esta nueva actividad económica en la región, facilita trazar cambios recientes que han llegado a retar esquemas culturales para la negociación y construcción de género en la región. Uno de los impactos más notorios es el relacionado con la construcción de la masculinidad en relación 25 con la temporalidad y especialidad del nuevo trabajo masculino, que lleva a los hombres fuera de la zona maya. El presente estudio muestra cómo este cambio ha modificado el performance de feminidad y ha retado el performance de masculinidad en la comunidad maya de Chemax, provocando condiciones propicias para el incremento de tensiones y conflictos entre los géneros. 26 Referencias bibliográficas Brown, Denise Fay (1999) Espacios mayas de familia y comunidad: una relación de interdependencia, Mexican Studies/Estudios Mexicanos, Vol. 15(2): 323-342. Cloke, Paul (2005) “Masculinities in construction” in Von Hoven, Bettina y Kathrin Hoschelmann (eds.) Spaces of Masculinities, Routledge, New York. Little, Jo (2003) “’Riding the rural love train’: Heterosexuality and the rural community”, Sociologia Ruralis, 43(4): 401-417. Little, Jo (2006) “Embodiment and Rural Masculinity”. In: Campbell, Hugh, et al., Country Boys: Masculinity and Rural Life, Pennsylvania State University Press, Philadelphia. Little, Jo (2007) “Constructing nature in the performance of rural heterosexualities”, Environment and Planning D, Society and Space, Vol. 25: 851-866. Little, Jo y Michael Leyshon (2003) “Embodied rural geographies: Developing research agendas” Progress in Human Geography, Vol. 27(3): 257-272. Little, Jo y Ruth Panelli (2003) “Gender research in rural geography”, Gender, Place and Culture Vol. 10(3): 281-289. Mitchell, Don (1996) “Introduction: Public space and the city”. Urban Geography, 17(2): 127-131. Smith, Glendon y Hilary Winchester (1998) “Negotiating space: alternative masculinities at the work/home boundary”, Australian Geographer Vo. 29(3): 327-338. Von Hoven, Bettina y Kathrin Hoschelmann (eds.) (2005) Spaces of Masculinities, Routledge, New York. 27 LA CONDICIÓN DE SALUD Y MALTRATO DE LOS NIÑOS EN YUCATÁN Leticia Paredes Guerrero Introducción El comportamiento de los hombres se establece conformea la culturainstituidapor la sociedad en la que permanentementees necesario mostrar su virilidad. Esto significa que el hombre debe demostrar y comprobar constantemente que es fuerte y protector, que es capaz de controlar sus sentimientos, que ejerce el poder, pero sobre todo, que no es femenino. En este sentido, la virilidad, es un instrumento construido culturalmente cuyo propósito es la perpetuación social de la diferencia sexual. El planteamiento de Simón de Beauvoir respecto a que no se nace mujer, se hace mujer, puede aplicarse al género masculino y decir que no se nace hombre sino que se hacen hombres (Kimmel, Hearn y Connell, 2004; Kimmel, 1992 y Kaufman, 1994). Lozoya (1999) señala acertadamente que lo masculino no es ninguna esencia yque las características que se identifican como masculinas no son innatas, sino consecuencia de un proceso de socialización que pretende relaciones de dominación entre los sexos. Al respecto Connel (2003: 109) expone que para definir la masculinidad, es importante centrarse en los procesos y las relaciones a través de los cuales los hombres y las mujeres viven vidas ligadas al género. La masculinidad, agrega, es un lugar en las relaciones de género, en las prácticas a través de las cuales los hombres y las mujeres ocupan ese espacio en el género y los efectos de dichas prácticas en la experiencia corporal, la personalidad y la cultura. La identidad o mejor dicho, la condición masculina es, por tanto, un producto social, un resultado que podemos modificar en uso de nuestra libertad, si deseamos una sociedad en la que ningún sexo oprima 29 al otro. El género, es, entonces, una estructura en la práctica social. Con el modelo de la masculinidad existente se socializa al varón, fomentandodeterminados comportamientos, reprimiendo otros y transmitiendo ciertas convicciones de lo que significa ser hombre. Durante tal proceso de socialización, los varones son señalados como personas importantes y con poder. Este modelo de comportamiento muchas veces no corresponde con la realidad, ya que pueden existir varones que sin ser femeninos, tengan una forma de ser tan diferente al modelo masculino tradicional y tengan algunas variantes que cuestionan el modelo establecido, provocando que la asociación hombre-virilidad no sea el único modelo explicativo para el estudio de los varones y se comience a hacer referencia a la masculinidad como una construcción social que genera identidad, en tanto la virilidad es un comportamiento no femenino. En la construcción de la masculinidad de los varones intervienen momentos históricos concretos, así como una sociedad y una cultura determinada. En dicha construcción podemos señalar que existen fenómenos sociales, económicos, políticos y culturales que afectan tanto a hombres como a mujeres, pero lo interesante de esto es que a través de un estudio de la masculinidad se puede conocer la condición de los hombres en dichos fenómenos, es decir qué posición ocupan, si existe o no un ejercicio del poder, la colaboración o no hacia las mujeres. Desde el ámbito académico existe una prolífica producción que explica estos eventos y analizan claramente el proceso de asignación de la masculinidad desde etapas tempranas de la socialización infantil; en ellos se estudia cómo el modelo de masculinidad aprendido se vincula con el ejercicio del poder y las prácticas de la violencia (Corsi, 1995; Naifeh, et. al., 1990; Seidler, 1992 y 1998; Minello, 2002). Condiciones de salud y maltrato. Los niños de Yucatán En el contexto de la construcción de la masculinidad es interesante conocer la condición de los niños en fenómenos como la salud infantil a través de de los indicadores relativos alas muertes infantiles y el maltrato. Este tipo de análisis resulta relevante debido a que la infancia es la etapa primaria crítica para mantener la vida y para el proceso de socialización que contribuye a la construcción de la masculinidad. En Yucatán de acuerdo con el censo del 2000, la población infantil ascendía a 717, 719. Para el conteo poblacional de 2005 el 39.47% de la población era infantil es decir 718, 075 eran niños, niñas y adolescentes que se encuentran en el rango de edad entre 0 y 19 años2. Los datos de 2 INEGI, 2005, Conteo de población y vivienda. 30 estos documentos reflejan una disminución de la población infantil en un quinquenio en 3.81%. De esta población infantil es interesante analizar la situación de los varones de 0 a 17 años de edad. Para conocer la situación de la salud infantil un indicador base es el número de muertes infantiles de niños y niñas de 0 a 5 años de edad. Mientras menos niños mueran significa que funcionan las medidas de salud que se implementan para lograr la sobre vivencia de los seres humanos. Cabe señalar que aun cuando se establece un rango de edad para el indicador, en este trabajo incluimos a todos aquellos niños, niñas y adolescentes que se encuentran de 0 a 19 años de edad. En el caso de Yucatán el número de muertes infantiles no es alarmante ya que en el período que abarca de 2000 a 2005 murieron en el estado de Yucatán un total de 4,756 infantes; de los cuales 2,702 fueron niños y 2,054 niñas3. Si lo comparamos con la población infantil dada por el censo representa un porcentaje menor, pero en este caso lo interesante de rescatar, independientemente si son muchos o pocos los infantes que han muerto, es el hecho de que en el período de estudio murieron más varones que mujeres. Lo segundo que llama la atención son dos rangos de edad el de 0 a 1 año y los de 14 a 19 años; el primero por la cifra de muertes y el segundo por las causas. Si comparamos las cifras entre varones y mujeres en diversos rangos de edad entre 2000 y 2005, se aprecia claramente la muerte de más niños que niñas. Esta es una constante independientemente de la edad. En el rango de 0-1 año, las cifras muestran que en el caso de las niñas en 2000 fueron 245 y para el año siguiente se incrementaron a 266, en 2002 descendieron a 224 y en 2003 a 213. Para 2004 se incrementó a 216 y en 2005 decreció a 164. En el caso de los niños en el mismo rango de edad su tendencia es al decremento ya que en 2000 fueron 308 y fueron descendiendo levemente en los siguientes años hasta 235 en 2005 (Figura 1). Si comparamos las cifras entre niñas y niños se puede afirmar que aun cuando en las primeras las cifras tuvieron movimiento de incrementos y descensos, durante el quinquenio, estas siempre fueron menores a las de los varones quienes aun cuando la tendencia fue a una constante disminución, los números de los niños siempre fueron mayores a los de las niñas. En el rango de edad de 1-4 años, las niñas y los niños que murieron son menos que los del rango anterior, pero además es un rango que se caracterizó por gran movimiento en las cifras dando como resultado que en tres años sean más las niñas fallecidas y en otros tres sean varones. Así en el año 2000 el número de niñas en 2000 fue de 51 y 48 niños; durante 2001 hubo un incremento para ambos, las niñas fueron 3 Datos proporcionados por la Secretaría de Salud del Estado de Yucatán 2000-2005. 31 55 y los niños 62. Para el caso de las niñas durante 2002, 2003 y 2004 los números fueron 36; 50 y 47 respectivamente; en tanto que los niños durante este periodo descendieron a 56, 46, y 39, pero en 2005 los números para las niñas decrecieron a 45 y los niños se incrementaron a 60 (Figura 2). Figura 1 Número de muertes de niños menores de 1 año por sexo 350 308 300 250 245 200 296 266 284 224 270 213 262 235 216 150 164 100 50 0 2000 2001 2002 Niños 2003 2004 2005 Niñas Fuente: SIDI Figura 2 Número de muertes en niños de 1 a 4 años por sexo 80 60 62 51 48 40 55 60 50 56 46 36 47 39 45 20 0 2000 2001 2002 Niños Fuente: SIDI 32 2003 Niñas 2004 2005 El rango de edad de 5-9 años de edad en cuanto a mortalidad infantil, muestra una cifra baja ya que durante el período 2000-2005 fueron 595. En este rango los números para las niñas fue en el 2000 de 25, para 2001 descendió a 23 manteniéndose esta cifra en el años de 2002 y volviendo a descender en 2003 a 17 peroincrementándose a 21 durante 2004 y permaneciendo así al año siguientes. En cuanto a los niños podemos decir que las cifras fueron irregulares pero sin grandes sobresaltos ya que para 2000 su número fue de 32, cifra que se incrementóligeramente el año siguiente y descendió a 28 durante 2002. En los años que van de 2003 a 2005 las cifras fueron 25,29 y 31 respectivamente (Figura 3). Al comparar las cifras entre niñas y niños podemos decir que en este rango fallecieron más niños, aun cuando la diferencia promedio entre ambos fue de 8 infantes. El comportamiento de las cifras de los las niñas que murieron entre de 10 a 14 años de edad muestran que el número máximo de fallecimientos fue 27 tanto para 2002 como para 2003 y el menor de18 durante los años de 2001 y 2005 en tanto que 2000 y 2004 las niñas que murieron fueron 25 y 20 respectivamente. En cuanto a los niños, la tendencia fue sostenida, pues los números estuvieron ligeramente arriba de los 30 durante 2000 a 2005 y únicamente en 2003 hubo un descenso a 24 (Figura 4). Al comparar las cifras de los distintos años se observa que en 2003 los fallecimientos de niñas fueron mayores que de niños, además este año resultó para las primeras la cifra más alta registrada en todo el período estudiado y para los niños la más baja. Figura 3 Número de muertes en niños de 5 a 9 años por sexo 40 30 32 25 20 33 28 23 23 29 31 25 21 21 17 10 0 2000 Fuente: SIDI 2001 2002 Niños 33 2003 Niñas 2004 2005 Figura 4 Número de muertes en niños de 10 a 14 años por sexo 40 30 31 33 31 27 30 31 27 24 25 20 20 18 18 10 0 2000 2001 Fuente: SIDI 2002 Niños 2003 Niñas 2004 2005 Figura 5 Número de muertes en niños de 15 a 19 años por sexo 100 80 80 60 59 69 62 56 52 40 20 31 32 26 33 30 25 0 2000 Fuente: SIDI Yucatán 2001 2002 Niños 2003 Niñas 2004 2005 En cuanto al último rango de edad 15-19 las cifras muestran que para las mujeres adolescentes los números no se movieron de forma relevante ya que durante 2000, 2001, 2003 y 2004 la cifra máxima fue 33 y la mínima 30 en tanto 2002 y 2005 muestran las cifras más bajas del quinquenio con 26 y 25 respectivamente. En cuanto a varones adolescentes el comportamiento se muestra irregular pues hubieron 34 incrementos y decrementos de cifras, así los hombres registraron en 2000 59 casos, cifra que decreció en 2001 a 56 muertes, en 2002 se incrementóa 62, para 2002 se volvió a incrementar a 80, para 2006 se redujo a52 pero para 2005 volvió a crecer a 69 (Figura 5). En este rango de edad al comparar adolescentes hombres y mujeres se puede señalar que murieron más jóvenes varones que mujeres y la diferencia promedio entre ambos es de 33.5 adolescentes.Las cifras proporcionadas evidencian que en el primer rango de edad es cuando mueren más los niños varones. Es decir, la mayoría se encontraba en el rango de edad de 0 a 1 año es decir 2,983, seguidos por quienes tenían de 1 a 4 años que fueron 595 y el restante se encontraba entre 5 y 19 años de edad (Figura 6 y 7). Figura 6 Número de muertes de niños de 2000 a 2005 por rango de edad 10 a 14 años 7% 15 a 19 aós 14% 5 a 9 años 7% 1 a 4 años 11% Menor de 1 61% Figura 7 Número de muertes de niños de 2000 a 2005 por rango de edad 5a9 6% 10 a 14 6% 15 a 19 9% 1a4 14% Menor de 1 65% Fuente: SIDI Yucatán 35 Este hecho llama la atención. A manera de hipótesis planteamos que el fenómeno se encuentra vinculado a la creencia de la fortaleza que los varones “Traen de nacimiento”, es decir, debido a que socialmente se considera que los hombres son fuertes, ellos cuentan con las características para afrontar cualquier factor de riesgo de muerte, de ahí que en mayor medida sean víctimas de descuidos u omisiones como no vacunarlos, abandonos y hasta violencia física que muchas veces lleva a desenlaces fatales. En los rangos de edad de 10 a 14 y 15 a 19 es importante considerar que como causa de muerte se presenta el suicidio. Durante el periodo de estudio, para el primer rango de edad éste representó el 4.76% de los 315 menores muertos; mientras que para el segundo, el 17.83% de los 555 fallecidos. Esto significa que murieron 114 menores y adolescentes entre 10 y 19 años, siendo varones el 78.07% y mujeres el 21.93%. Asimismo, la causa de muerte por homicidio en adolescentes de 15 a 19 años también presenta cifras importantes. Los decesos por esta causa representaron el 5.04% (28) de los jóvenes muertos, siendo varones el 85.71% de los casos. Maltrato infantil Cuando se hace referencia al maltrato infantil generalmente nos referimos a las niñas, sin embargo las cifras arrojadas por la Procuraduría de la Defensa del Menor perteneciente al DIF (PRODEMEFA/DIF) para los años de 2000 a 2005 y los números de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) para ese mismo período, muestran que los niños varones son víctimas de maltrato casi en la misma proporción que las niñas. Al analizar la información que arrojan estas dos instituciones se puede percibir, que en la PRODEMEFA/DIF, para el 2000 el número de denuncias en las que comprobó maltrato fueron 672, a partir de este año las cifras fueron en aumento, así para 2001fueron 1,321 y en 2002, 1393. Para el año de 2003 las cifras casi se duplicaron ya que las denuncias fueron 3,319, el siguiente año (2004) fue de 3,282 y en 2005 de 3,140 (ver figura 8). La Procuraduría General de Justicia para el año de 2001 recibió 1,497 denuncias de maltrato infantil, durante 2002 y 2003 el número aumentó ligeramente a 1,940 y 1,957 respectivamente, en 2004 descendieron las denuncias a 1,878 pero en 2005 volvieron a cifras similares a años anteriores con 1,947 denuncias (figura 9). 36 Figura 8 Número de denuncias en las que se comprobó maltrato 3,319 3,282 3,140 1,393 1,321 672 Fuente: SIDI Yucatán 2000 2001 2002 2003 2004 2005 Figura 9 Número de denuncias ante la PGJY 1,940 1,957 1,878 1,947 1,497 2001 2002 2003 2004 2005 Fuente: SIDI: Yucatán Al comparar las cifras entre la PRODEMEFA y la PGJ, se puede observar que de 2000 a 2002 el número de denuncias recibidas por ambas instituciones fue similar. En cambio para el período de 2003 a 2005 las cifras fueron diferentes ya que para la PRODEMEFA la tendencia se modificó pues las denuncias aumentaron al doble y así se mantuvieron durante el trienio, en cambio para la PGJ, la tendencia se mantuvo ya que aun cuando las denuncias se incrementaron, las alteraciones no fueron significativas. 37 El número de denuncia no corresponde necesariamente al de infantes maltratados, ya que en una denuncia puede estar involucrado más de un niño. Al comparar por institución y por sexo el número de infantes maltratados, encontramos que en el año 2000 en la PRODEMEFA fueron 498 varones y 559 niñas, la diferencia entre ellos sólo fue de 61. Para 2001 los niños fueron un poco más que las niñas ya que los primeros fueron 937 niños y las segundas fueron 912, En 2002, aun cuando la tendencia se revirtió, la diferencia en las cifras entre niños y niñas maltratados fue de 105 infantes, para 2003 la diferencia se incremento a 294 pero para 2004 se redujo un poco a 250, sin embargo para 2005 se volvió a incrementar dicha diferencia a 322. Cabe señalar que aun cuando sólo en un año fueron más las niñas que los niños la diferencia en promedio de ambos fue poco significativa (figura 10). En cuanto a la PGJ en 2001 las niñas fueron 824 y los niños 726 siendo la diferencia entre ambos de 98, ésta cifra incrementó ligeramente para 2002 siendo las primeras 1,123 y los segundos 936 y la diferencia entre los dos fue de 187, para el año de 2003 las niñas fueron1,080 y los niños 1,012, éstos últimos su número fue mayor que el de las niñas en 68. En 2004 la diferencia entre ambos sexos fue de 135 ya que ellas fueron 1,053 y ellos 938. Para 2005 las mujeres fueron 1,152 y los varones 870 y la diferencia fue de 282, ésta diferencia es la más alta registrada del período de estudio (Figura 11). Figura 10 Número de niños que han sido maltratados por sexo 1,881 1,587 937 912 1,771 1,801 1,551 1,449 1,043 938 498 559 2000 Fuente: SIDI Yucatán 2001 2002 Niños 38 2003 Niñas 2004 2005 Figura 11 Número de menores maltratados (PGJ) 1,123 824 1,012 936 1,080 1,152 1,053 948 870 746 2001 Fuente: SIDI 2002 2003 Niños 2004 Niñas 2005 Al comparar ambas instituciones se puede señalar que la diferencia de niños y niñas registrados por maltratado en la PRODEMEFA es mayor que en la PGJ, sin embargo es en la primera institución en donde durante el año de 2001 fueron más los niños maltratados que las niñas. En cuanto a PGJ la diferencia que se presenta entre ambos sexos se debía más que al incremento en las cifras de las niñas maltratadas, a la disminución o aumento en el número de niños maltratados. Conocer el tipo de maltrato que han sufrido los infantes es importante ya que generalmente se podría pensar que el de tipo físico es el más frecuente, sin embargo cuando observamos las cifras encontramos que el 37.88% de los infantes que sufrieron maltrato fue por omisión de cuidados, es decir la desatención que sufren los niños por parte de los que son responsables de su cuidado. El segundo tipo de maltrato que padecen los infantes es emocional, con un 25.01%. Este comportamiento tiene que ver con la revaloración que se hace del infante y la permanente amenaza que éstos sienten de determinados adultos que no les proporcionan trato digno. El 21.94% de las denuncias fue de infantes con maltrato físico, es decir, por las agresiones que involucran golpes en alguna parte del cuerpo o con algún objeto. El abuso sexual denunciado registra 6.23% y hace referencia al hecho de que por ser menores de edad algún adulto obliga al menor a establecer relaciones sexuales con él. La negligencia también fue un tipo de maltrato que sufrieron el 4.26% de los niños agredidos, es decir, que por descuido o apatía de los padres, los niños no reciben atención recibiendo este tipo de maltrato. 39 El abandonoregistra 3.49% de los infantes sufrieron este tipo de violencia, ya que los adultos (padres) que debían cuidarlo y protegerlo se desentendieron de él. La explotación laboral y la explotación sexual fueron dos tipos de violencia también denunciada, registrando 123 y 5 casos respectivamente (Figura 12). Figura 12 Número de menores por tipo de maltrato 2000-2005 Abandono 3.49% Abuso Sexual 6.23% Emocional 25.01% Omisión de Cuidados 37.88% Fuente: SIDI Yucatán Negligencia 4.26% Físico 21.94% Explotación Sexual 0.36% Explotación Laboral 0.82% Reflexiones 1.- La hipótesis de que los varones mueren en mayor número que las niñas por la creencia de que son más fuertes tiene relación con la omisión de cuidados que es el maltrato más generalizado que sufren los infantes en Yucatán. 2.- La muerte de niños por suicidio puede vincularse al segundo tipo de maltrato, el emocional, que padecen los niños cuando existe omisión de cuidados, negligencia, se les coacciona o se les hace sentir como un ser inferior y devaluado. 3.- El maltrato, aun cuando está estrechamente relacionada con la situación de las mujeres, la realidad muestra que los varones también son víctimas de ello, sobre todo cuando existe la concepción de que los hombres por su fortaleza pueden resistir cualquier tipo de violencia. 4.- En la construcción de la masculinidad el maltrato en los varones en la infancia se tornan interesantes ya que son elementos que están presentes en los hombres cuando ellos llegan a ser adultos. 40 Referencias bibliográficas Beauvoir,Simón (1998) El segundo sexo, Madrid, Cátedra. 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Víctor Seidler, 2006 Introducción La violencia masculina es un tema reciente en los estudios sociales. La visibilización de este tema como objeto de estudio se debe sin duda a los estudios feministas en primer lugar, posteriormente la categoría de género contribuyó a conocer la construcción histórico-social y cultural de la diferencia sexual de las mujeres y los hombres, y con ello aparecieron nuevos temas el estudio de identidad y subjetividad femenina y masculina, surgiendo así nuevos conceptos: masculinidad/es, hombres, varones entre otros. En este trabajo nos proponemos en primer lugar analizar la historiografía y la construcción cultural de la masculinidad. En segundo lugar, abordamos las relaciones de noviazgo en las parejas jóvenes. En tercer lugar estudiamos la violencia en las relaciones de noviazgo en las y los jóvenes. Y por último presentamos las consecuencias de este tipo de relación y algunas aproximaciones a los jóvenes de la ciudad de Puebla. Por lo tanto este ensayo parte de la reflexión teórica para des43 pués describir las principales formas y manifestaciones de la violencia masculina que se ejerce en este sector de la población. La historiografía reciente En la última década los centros, programas de estudios de la mujer y de género de las instituciones académicas (Rivera, 2006) han reflexionado en seminarios, foros y congresos, las relaciones de poder y de género en relación a identidad y subjetividad masculina, sexualidad, paternidad, violencia masculina, las políticas públicas de salud reproductiva dirigida a los hombres, entre otros tópicos. Producto de éstas reuniones académicas se publicaron recientemente dos obras colectivas: Debates sobre masculinidades. Poder, desarrollo, políticas Públicas y ciudadanía (2006)y Sucede que me canso de ser hombre...Relatos y reflexiones sobre hombres y masculinidades en México (2007). La primera coordinada por Gloria Careaga y Salvador Cruz Sierra auspiciado por el Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM y la segunda coordinada por Ana Amuschástegui e Ivonne Szasz publicado por el Colegio de México. Obras que reúnen a investigadoras/es de instituciones académicas mexicanas y extranjeras, quienes reflexionan sobre aspectos teórico-metodológicos de los estudios de las masculinidades. La creación de redes académicas ha posibilitado el diálogo entre el mundo académico y las asociaciones civiles, cuyo resultado es la Red Internacional de Estudios sobre las Masculinidades creada en 2004, desde donde nace la Revista Digital Internacional La Manzana. Esta red a la fecha ha realizado dos Coloquios en Puebla (2004), algunos trabajos se publicaron en los números 1 y 2 de la Revista La Manzana (Rivera 2006 y Cruz 2006) y Guadalajara cuyas disertaciones se publicaron en las Memorias del II Coloquio Internacional de Estudios sobre Varones y Masculinidades y el I Congreso Nacional de la Academia Mexicana de Estudios del Género de los Hombres (AMEGH), coordinado por Juan Carlos Ramírez de la Universidad de Guadalajara (2000a). La AMEG encabezada por Guillermo Nuñez, a través de su portal ha recopilado tesis de posgrado y de grado, artículos y ensayos sobre tópicos dedicados a los estudios de las masculinidades. Sin embargo, aún son pocos los que han reflexionado en torno a los aspectos teórico-metodológicos y la epistemología de las masculinidades. Destacan los trabajos de Víctor Seidler, 2006; Juan Carlos Ramírez, 2006b; Daniel Cazés, 2006; Ana Amuchástegui, 2006; R. W. Connell, 2006; Guillermo Nuñez, 2007; Gary W. Dowsett, 2007; Rodrigo Parrini Roses, 2007 quienes han innovado este tema en nuestro país. Entre los grupos y edades que más se han estudiado son los adultos en relación a la salud reproductiva, a la sexualidad y a la violencia, sin 44 embargo un grupo de edad poco explorado en las ciencias sociales son los jóvenes y los niños en relación a la violencia masculina. Seidler señala que los hombres jóvenes están creciendo en un mundo diferente al de sus padres. Por eso apunta, que si queremos darnos cuenta de qué le ocurre a los jóvenes, tendremos que regresar a la intensidad y las pasiones de nuestros propios años adolescentes. Sin embargo, en la construcción de la masculinidad heredada de una generación a otra tradicionalmente el sentimiento de superioridad masculina ha operado para legitimar la violencia contra las mujeres (Seidler, 2007). En particular la violencia masculina ha ocupado diversos escenarios de debate no sólo académico sino también de la sociedad civil. Dentro de la academia, la Revista La Manzana publicó un número temático dedicado a la violencia masculina, coordinado por Juan Carlos Ramírez Rodríguez (Ramírez, 2007). Los estudios sobre la juventud poblana son escasos. El trabajo de Rodríguez, G. y Benno De Keizer (2003) dedicado al estudio del cortejo de jóvenes campesinos y campesinas de una comunidad de Puebla, muestra los efectos de los cambios culturales a partir de la migración de las nuevas generaciones. Desde la Psicología Social el trabajo de Gabriel Montes Sosa y Guité Hartog (2005), analiza el amor y la sexualidad de los jóvenes de la preparatoria. Afirman que la juventud es una construcción social en la medida que su aparición como grupo se da en el proceso de industrialización y con la aparición de la escuela. Siendo un fenómeno de las ciudades; es decir, en el ámbito de lo rural generalmente se pasa de ser niño a ser adulto (Montes y Hartog, 2005). Otro estudio social es el de Elva Rivera Gómez y Gabriel Montes (2005) intitulado “La concepción de cuerpo e identidad en jóvenes poblanos“, donde se analiza la identidad y sexualidad en los jóvenes desde la perspectiva Bourdiana y feminista. Las Conferencias de la Mujer (Beijing, 1995) y de Población (Cairo, 1994) llevaron a la discusión el tema de la violencia como un problema de salud pública. A partir de estas reuniones internacionales, se diseñaron políticas públicas dirigidas a erradicar la violencia hacia las mujeres y más tarde se trasladóesta perspectiva al discurso como la violencia de género. Un elemento central de la discusión teórica lo constituyó el tema de la violencia como una forma de ejercicio de poder en las relaciones de género. Se impulsaron y financiaron investigaciones con el objeto de conocer la situación de las mujeres respecto a la violencia que vivían en los espacios públicos y privados. Sin embargo el estudiar la violencia hacia las mujeres significó conocer a la otra parte involucrada, los hombres. Fue necesario entonces emprender estudios sobre la experiencia vivida por los hombres desde diversas aristas disciplinarias. Al revisar la historiografía dedicada a los jóvenes, identificamos desde los estudios sociales una gran ausencia sobre la violencia mascu45 lina, por esta razón indagamos a través de talleres de sensiblización de la perspectiva de género impartidos a jóvenes poblanos de secundaria y preparatoria, en donde el tópico central fue la violencia masculina con el fin de identificar las formas de violencia presentes en las relaciones de noviazgo de estas escuelas. Para abordar este tema es importante comprender los antecedentes de la construcción cultural de la masculinidad en relación a las diversas manifestaciones de la violencia. La construcción cultural de la masculinidad Para hablar de la construcción de la masculinidad, hay que partir de la categoría de género como la construcción cultural de la diferencia sexual (Lamas, 1996). El género se conforma de los valores, pensamientos, ideas, sentimientos, comportamientos y actitudes que una sociedad determina y dan lugar al significado y expresión de lo que es ser mujer u hombre. Teresita de Barbieri (Gomáriz, 1992) distingue que los sistemas de género son los conjuntos de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la diferencia anatómico- fisiológica y que dan sentido, en general, a las relaciones entre personas sexuadas. Desde de la diferencia sexual, el género se construye por: la asignación de género, la identidad de género y el papel de género. Las cuales se forman del conjunto de normas que dicta la sociedad y la cultura sobre el comportamiento masculino o femenino, que desde la temprana infancia se reproduce en el seno familiar, social, cultural y educativo. A los estudios de género le preceden los estudios de la mujer y los del feminismo. Estos ofrecen nuevas construcciones de sentidos para que hombres y mujeres perciban su masculinidad y su feminidad y reconstruyan los vínculos para establecer condiciones de vida más justas, democráticas y equitativas para ambos géneros. Los estudios de género, en sus inicios, aportaron el término de masculinidad que, entendida como categoría de análisis, es el conjunto de ideas, expectativas, creencias, atributos y prácticas que la sociedad espera que un hombre cumpla. En la actualidad, la clase, la raza, la orientación sexual se han convertido en factores de diferenciación masculina por ellos se habla de “masculinidades” (Burin, 2000). Las sociedades exigen a los varones pasar por pruebas para probar su masculinidad, la cual aparece como una cualidad muy deseada y al mismo tiempo, difícilmente alcanzable. Así, la condición masculina estará constantemente en duda, por lo que necesita su afirmación social y personal. Si los hombres, universalmente son sometidos a pasar pruebas para probar su masculinidad, es precisamente porque ésta no está determinada por la naturaleza. Por esta razón, las sociedades establecen pautas, rituales, pruebas, sistemas de premios y castigos que in46 centivan la conducta agresiva y activa, inhibiendo los comportamientos pasivos (Callirgos, 1996). Socializarse como varón bajo el modelo tradicional “Hegemónico” es un proceso difícil, de ahí que, requiere un beneficio simbólico y material. Ese beneficio consiste en la posibilidad de ejercer algún poder. La construcción de la masculinidad hegemónica está directamente vinculada con la adopción de prácticas temerarias y de graves riesgos. Esta masculinidad es sexista y sus formas más relevantes son: el machismo, la misoginia y la homofobia. Marcela Lagarde describe estas tres variables de la siguiente manera: “El androcentrismo se expresa en el machismo: se expresa en la virilidad masculina: abigarrada mezcla de agresión, fuerza dañina y depredadora, y dominación sexual”. El androcentrismo se entreteje y complementa con la misoginia, donde se subestima a las mujeres y a lo femenino. La dominación patriarcal pone en condiciones sociales de subordinación a las mujeres y las hace invisibles. La invisibilización de las mujeres es producto de un fenómeno cultural masivo: la negación y la anulación de aquello que la cultura patriarcal no incluye como atributo de las mujeres o de lo femenino, a pesar de que ellas lo poseen y que los hechos negados ocurran. La misoginia se produce cuando se cree que la inferioridad de las mujeres es natural. La misoginia está presente cuando se piensa y se actúa como si fuese natural que se dañe, se margine, se maltrate y se promuevan acciones y formas de comportamiento hostiles, agresivas y machistas hacia las mujeres y sus obras y hacia lo femenino. La misoginia es un recurso consensual de poder que hace a las mujeres ser oprimidas antes de actuar o manifestarse, aún antes de existir, sólo por su condición genérica. El sexismo también se refleja en la homofobia. La homofobia concentra actitudes y acciones hostiles hacia las personas homosexuales. La violencia hacia la homosexualidad se considera legítima, incuestionable y justificada. El sexismo es uno de los pilares más sólidos de la cultura patriarcal y de nuestras mentalidades. Los hombres son machistas cuando se posicionan como seres superiores o magníficos; son machistas cuando marginan, segregan, discriminan y cosifican, pero también cuando sobreprotegen a las mujeres, y lo son desde luego, cuando las hostilizan, maltratan, atemorizan, acosan y violentan” (Lagarde, 1997). El modelo hegemónico (o tradicional) de la masculinidad se construye en: a) No tener nada de femenino (restricción emocional, labores domésticas, etcétera); b) La homofobia; c) El uso de poder y control sobre los/as demás personas; d) La obsesión por logros y éxitos. La identidad masculina tiene que ver con el significado del modelos hegemónico, ya que los hombres se definen como tal por: 1. Los actos (lo que se hace); 2. La cultura (normas sociales, religión); 3. Lo que poseen; 4. La imagen corporal y 5. Su historia (personal, familiar y social). 47 La identidad masculina hegemónica, reforzada por las estructuras sociales, es cómplice y propagadora de la intolerancia, la discriminación y las desigualdades, y siembra sus reales en el ámbito de lo personal, familiar, comunitario y político (Cervantes, 2000). En la masculinidad tradicional, el poder se manifiesta con la violencia. Los hombres que llegan a ejercer la violencia en casa, sin darse cuenta que no sólo se destruye a la pareja, hijos e hijas, sino afecta a la familia completa y, desde luego, a sí mismos como integrante de la misma. El uso de la violencia ha sido utilizada para solucionar los conflictos y, en el hogar, como forma de someter a los/ as demás a normas que sólo benefician a muy pocos, en este caso a los hombres. La violencia hacia las mujeres, o también conocida como violencia de género, es entendida como cualquier acto de violencia que resulte, o pueda resultar en un daño físico, sexual o psicológico y sufrimiento para las mujeres, incluyendo amenazas de tales actos, coerción o privaciones arbitrarias de libertad que ocurran en público o privado. (Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer –Convención Belém do Pará-, 1994). Jorge Corsi (1994) menciona que la violencia siempre es una forma de ejercicio de poder, la violencia implica una búsqueda de eliminar obstáculos que se oponen al propio ejercicio de poder, mediante el control de la relación obtenido a través del uso de la fuerza. Por su parte, Kaufman (1997) expresa que la clave del concepto de género radica en que éste describe las verdaderas relaciones de poder entre hombres y mujeres y la interiorización de tales relaciones. Agrega que el patriarcado existe no sólo como un sistema de poder de los hombres sobre las mujeres, sino de jerarquías de poder entre distintos grupos y también entre diferentes masculinidades. De esta manera los hombres saben ejercer violencia contra quienes tiene menos poder que ellos, los objetivos son las y los niños, las personas adultas y las mujeres. Las únicas veces que se ejerce violencia contra otros hombres es para reafirmar la supremacía y dan por sentado que se merecen “Respeto”. Retomando a Kaufman (1989) quien menciona la construcción de la triada de violencia, destaca que ésta se presentaal ejercer violencia contra las mujeres y contra otros hombres, quienes también la ejercen hacia sí mismos al reprimir el dolor y sus emociones, expresándolas de forma violenta, incluido el silencio. La violencia es un proceso de aprendizaje que se inicia en el hogar y tiene como objetivo el sometimiento del otro/a y por lo tanto, al ser un proceso aprendido, también puede ser desaprendido. Con base en este marco conceptual, nos proponemos analizar la violencia masculina en las relaciones de pareja. 48 Las relaciones de noviazgo en parejas jóvenes El inicio en la relación de pareja se da muchas veces con la atracción física. Posteriormente inicia el cortejo; en la conquista amorosa va implícitamente la capacidad de controlar y dominar la relación, ya que cada acción implica ganar terreno en la pareja para originar el enamoramiento o el amor romántico como fase del vínculo amoroso. En esta etapa cuando “El amor es ciego”, la cultura ha fomentado este “Amor verdadero” a través de canciones, telenovelas, películas mostrando las formas de comportarse de hombres y mujeres. A las mujeres se les ha enseñado a expresar los sentimientos de amor con ternura, lágrimas y sufrimiento, comprometerse a la relación siendo de exclusividad emocional y sexual para la pareja masculina, sometiéndose a los caprichos de este “Amor verdadero” y, por lo tanto, poner a su pareja en primer lugar en su vida, ser para él y dejar de ser para ella. Mientras que a los hombres se les ha inculcado a mantener el control de las emociones débiles “Propias de las mujeres”, esta etapa es donde el machismo es disfrazado mostrando una personalidad diferente. Durante el galanteo “Enamoramiento” se vive “Dando” muchas concesiones, probando que se es un hombre diferente, que se preocupa por la relación; sin embargo, el proceso de noviazgo va destapando la identidad masculina basada en el poder y el uso de la violencia, poniendo los privilegios de ser para sí mismo y done el lugar que ocupa su pareja es indistinto. La violencia en las relaciones de noviazgo en las/los jóvenes La violencia en las parejas puede iniciar cuando los hombres no aceptan los cambios sociales que han dado las mujeres, al romper los esquemas tradicionales y proponer relaciones igualitarias y equitativas; los varones interpretan erróneamente los conceptos de equidad e igualdad buscando sus propios beneficios. Hay que entender por equidad a la situación de justicia entre los géneros en que se dan los derechos, los deberes, oportunidades y acceso a los recursos, sin que exista discriminación con base en las diferencias de género. La equidad va más allá de la igualdad de género porque no pide simplemente iguales derechos y oportunidades para mujeres y hombres sino también que exista justicia en las relaciones de género (CANTERA, 1998). Bajo esta concepción de equidad e igualdad es en la que se debería sustentar las relaciones. Sin embargo, los jóvenes observan y pueden aprender las conductas violentas dentro del hogar; un ejemplo son las discusiones del padre hacia la madre, sometiendo a ésta para que cumpla sus papeles tradicionales, sin importarle si se siente a gusto o no, simplemente que cumpla con “Sus obligaciones de mujer-esposa”. La 49 educación en casa a base de golpes para corregir conductas inadecuadas es otra posibilidad para aprender a ejercer la violencia. Fuera de casa, la violencia se trasmite y legitima con los compañeros amigos y en el deporte como una forma de resolver los problemas. Al aprender estas formas de resolver conflictos en pareja se está expuesto a reproducir el modelo masculino tradicional que se ha adquirido, y esto se refleja en los esquemas de superioridad hacia la pareja, como portador de la razón absoluta por el hecho de ser hombres y si se llega a ser corregidos por la pareja, es percibida como una forma de dejar al hombre en ridículo ante los demás. También se ha adquirido la identidad de superioridad hacia las mujeres validada por la cultura androcéntrica, ya que se considera como natural del hombre la supremacía. Otro esquema de superioridad es el espacio físico comparando la fuerza física con las mujeres. El esquema emocional se basa en expresar el dolor, coraje, miedo a través de las conductas violentas. En el esquema social se muestra la superioridad compitiendo contra otros hombres por alcanzar logros y que se es “Muy hombre”, reafirmando así la identidad de poder (Ramírez, 2000). Los hombres cuando creen tener el poder y el control sobre la pareja, y crean esta identidad de autoridad, dan por hecho que cada cosa que piden debe llevarse a cabo sin explicaciones, ya que se considera una “Obligación” de las mujeres por formar parte de la relación. En cada acción de pedir se está controlando de alguna manera la relación y así se reafirma la superioridad. Sin embargo, a cada respuesta negada por las mujeres existe una experiencia de perder el poder en los hombres y, por lo tanto, se ejerce la violencia. Al haber una negación a la petición o servicio solicitado, los hombres sienten experiencias de dolor, vulnerabilidad, enojo y rabia; lo cual significa estar en riesgo fatal. Éste también se produce cuando los esquemas tradicionales de la masculinidad son cuestionados por la pareja, pidiendo o exigiendo relaciones iguales y equitativas compartiendo responsabilidades; se dice, entonces, que al entrar en sensaciones de riesgo fatal, el hombre cree que está a punto de morir la identidad masculina de superioridad y poder, y por lo tanto, ésta deja de existir (Ramírez, 2000). Se puede concluir que a cada NO (respuesta negativa) por parte de la pareja, las sensaciones del riesgo fatal se le ubican en la acumulación de tensión dentro del ciclo de violencia. El ciclo y los tipos de violencia Corsi (1994) considera que para entender la dinámica de la violencia en la pareja es necesario considerar dos factores: el ciclo de la violencia y su intensidad creciente. El ciclo de la violencia conyugal, propuesto por Leonore Walker (1980), está constituido por tres fases: 50 Primera fase: denominada “Fase de acumulación de tensión” en la cual se produce una sensación de pequeños episodios que lleva roces permanentes entre los miembros de la pareja, con un incremento constante de la ansiedad y hostilidad. A esta etapa se le puede considerar como: las cuentas por cobrar, frase que indica que, el reto a mi autoridad masculina, será saldada tarde o temprano. Segunda fase: denominada “Episodio agudo”, en la cual toda la tensión que se venía acumulando da lugar a una explosión de violencia, puede variar en gravedad, desde un empujón hasta el homicidio. Tercera fase: denominada “Luna de miel”, en la que se produce el arrepentimiento, a veces instantáneo, por parte del hombre, sobreviniendo disculpas y la promesa que jamás volverá a ocurrir. Al tiempo vuelven a recomenzar los episodios de acumulación de tensión, y a cumplirse el ciclo. En lo que se refiere a la intensidad de la violencia puede iniciar con los diferentes tipos de violencia: psicológica, económica, física y sexual. Violencia psicológica Este tipo de violencia es la más difícil de afrontar en el maltrato de la pareja. Al referir que la violencia tiene como objetivo someter y controlar a la pareja, este daño que se ocasiona en la relación daña a la compañera en su esfera emocional; además, este tipo de violencia puede ser sutilmente usada por los varones. Existen varias formas de violencia psicológica: a) Asedio Se denomina asedio a lo que hace una persona para controlar a otra: llamarla por teléfono para saber dónde está, interrogarla sobre sus actividades, acusarla de infiel. (Torres, 2001). Durante la relación de noviazgo, hay hombres interrogan a la pareja acerca de sus actividades diarias disfrazando estas conductas expresándolas: “No te quiero controlar sólo que me interesa saber de ti y qué es lo que te gusta hacer”. Algunos hombres con posibilidades económicas regalan un teléfono celular a su pareja con el fin de “Poderla localizar de emergencia”, cuando en esta conducta puede ir implícito el control. 51 En algunas conversaciones con jóvenes, algunas chicas señalan que, después de haber tenido un episodio de violencia con su novio, han tenido que apagar el celular pues su pareja les está llamando de forma recurrente, suceden casos en algunas de ellas de tener treinta hasta ochenta llamadas perdidas o no contestadas en menos de una hora. También los varones suelen ir por ella al trabajo o a la escuela para que “No se vaya a fijar en alguien más”, mostrando así una conducta de exclusividad de la pareja hacia él. b) Amenazas Las amenazas son los avisos con que los hombres anuncian a su pareja que le provocarán algún daño. Cuando se amenaza, independientemente que se lleve a cabo la acción avisada, los hombres sienten dolor y, éste, se manifiesta por ejemplo con expresiones en una discusión: “Ya contrólate porque no respondo de mi reacción”, “Ya sabes cómo me pongo cuando me haces enojar”, “Es tu bronca, ya te avisé”. Los varones asumen una conducta violenta a la que consideran incontrolable ya que se cree que es natural sentirla y que no está en sus manos reaccionar sin violencia, responsabilizando a la mujer de su conducta. Además, se pone en duda una vez más la identidad masculinidad tradicional de los hombres que no reaccionan violentamente. En las relaciones de noviazgo, los hombres a menudo amenazan con el control a la pareja diciéndole: “Si te veo platicando con tu ex no respondo ¿Eh?”. Le dan instrucciones de con quién se puede relacionar y con quién no, estableciendo así las reglas de la relación con dominio de los varones.Los celos aparecen como la mejor forma de justificación de la violencia, en los jóvenes, no celar a la novia se llega a relacionar erróneamente con la poca importancia que se le tiene. Otra forma de violencia psicológica es cuando los hombres no le permiten a la pareja tener amigos/as o se le seleccionan. Esta es una manera de mantener el control ya que se encontrará aislada por gente de su edad. c) Intimidación Intimidar consiste en hacer ademanes agresivos (como conatos de golpes), infundirle miedo utilizando cualquier instrumento, hacerle sentir que está loca, incrementar la dependencia (económica o emocional). Cuando existe un conflicto en las relaciones de noviazgo, los hombres maniobran para que la pareja incremente el vínculo afectivo y el compromiso hacia ellos, usan el control hacia ella con intentos de golpes en lo cual se reacciona diciendo: “No me digas lo que debo de hacer”, esa reacción va acompañada con azotar la mesa, golpear la pared, levantando la mano con el intento de golpearla o golpear otros objetos. 52 d) El silencio Mantenerse en silencio u omitir el conflicto es una de las formas más sutiles para ejercer la violencia. Muchos hombres creen que con no decir nada es la mejor forma de no ejercer violencia, sin embargo, esta conducta va de la mano con: “No pelar a su novia” o“Hacer como que no pasó nada”. Muchos jóvenes cuando se mantienen en silencio acumulan más tensión y por lo tanto, su violencia podrían ejercerla con mayor intensidad. e) Uso de privilegios masculinos La libertad es un privilegio con el que cuentan los varones en la cultura patriarcal. Se le puede pedir a la novia una invitación al cine, que pague los pasajes o la gasolina de auto, “Que ahora ella sea la que se interese por mi”, entendiendo erróneamente el término de equidad: “¿Qué no quieres igualdad en nuestra relación?”. La doble moral sexual de la cultura patriarcal permite a los hombres tener otras relaciones de pareja, al mismo tiempo de la que ya se tiene. Las expresión es: “A ti es a quien amo en realidad; lo otro, sólo fue un juego” entrando posteriormente en la fase de la luna de miel. También se puede dar la justificación de: “Lo hago porque soy hombre, no soy el único ni el último, además no me pude controlar y la culpa fue de ella, yo no quería pero insistió tanto que no podía quedar mal y pues no soy de palo”, “No pierdes nada”, “Así son las mujeres”. f) Violencia verbal: Humillación o burla. La violencia verbal es el uso de palabras que un hombre usa para afectar y dañar a su pareja. En el noviazgo, los varones llegan a expresar frases que dañan a la pareja. Algunas expresiones son: “Todas las mujeres son iguales, son tontas, no son inteligentes”, “A las mujeres no hay que entenderlas sólo hay que amarlas”. “Sin mí no serías nada”, “Yo sí te trato bien”, “A las mujeres, nada les gusta”. Estos comentarios por ser muy repetitivos pueden crear profecías autocumplidoras en las mujeres, ya que cada cosa que hagan equivocadamente, ellas lo asumirán como verdad de lo que se dice tradicionalmente de ellas. Esta forma de violencia en ocasiones es tan sutil que genera más culpa en las mujeres, reforzado por los estereotipos de género de las series y telenovelas. Cuando las mujeres cuestionan sobre temas de los que no se tiene dominio o simplemente no se quiere compartir, suelen decir: “Para qué te lo explico si no lo vas a entender”. También, para no validar sus acciones se expresan frases tales como: “Sigue esforzándote, sé que no eres muy buena pero quizá aprendas algo”. Los procesos de atribu53 ción que hacen los hombres son externos cuando las mujeres ejecutan la acción; e internos si la acción es hecha por ellos mismos, por ejemplo: “En la escuela pasaste porque te llevas bien con los maestros, yo lo hice por mi propio esfuerzo”, “No aguantas nada, mírame a mí”. Otra forma de violencia psicológica es burlándose de sus capacidades y habilidades, haciéndole “Bromas” que minimizan sus logros, hablar mal de sus amigos y amigas, cuando se le crítica a sus familiares, su forma de vestir, hablar o tratar a la gente. Violencia física La violencia física es la invasión del espacio físico de la otra persona con el fin de causarle daño. La intensidad en que se puede presentar es desde un empujón, pellizcos, jalar del cabello, golpes que dejen huella y pueden llegar al homicidio. En las relaciones de noviazgo, la violencia física puede iniciarse con un empujón durante las discusiones; otra manera de mantener el control es jaloneándola o sacudiéndola expresando así desesperación por “No poderla hacer entender o detenerla para explicarle la situación”. Las frases que acompañan las conductas violentas son “Quiero que me escuches”, a ella se le puede sostener el rostro y apretarle con la mano. Otra variante de la violencia física es cuando el maltrato se da al golpearla con objetos o aventárselos. Acoso y violencia sexual Para los jóvenes, y el resto de varones, la actividad sexual es motivo para sentirse más hombres por lo que se busca la “Prueba del amor” por parte de la pareja. La violencia sexual se ejerce al imponerle ideas y/o actos sexuales a la pareja. Esto se da con piropos, obligarla a ver películas pornográficas, acariciar su cuerpo en contra de su voluntad y forzarla a tener relaciones sexuales, o sea, la violación en el noviazgo. También, compararla con otras chavas, criticar su cuerpo, amenazarla con buscar a otra chica para tener sexo, obligarla a tener prácticas sexuales sin condón, vía anal u oral. En los noviazgos, los hombres hacen creer a la pareja que se asumirá el compromiso cuando ambos tengan relaciones sexuales. Debido a la información tergiversada que tienen algunos jóvenes acerca de la sexualidad, llegan a pensar que la pareja es un objeto sexual y que la virilidad es algo que se debe comprobar para reafirmar la identidad masculina, la famosa prueba del amor es un disfraz del acoso y violación por confianza en la cual, para algunos jóvenes, la prueba consiste en relaciones sexuales sin condón. 54 La justificación de los hombres hacia la violencia Los hombres violentos en las relaciones de pareja no aceptan las conductas violentas como tal y las atribuyen a factores externos. En la medida que la gente les cuestiona estas conductas, justifican, por lo tanto, desean hacer válida la condición masculina de superioridad. Antonio Ramírez (2000), distingue que los varones tienen cuatro formas de justificar y no hacerse responsables de sus conductas violentas: culpar a otros, negar, minimizar y coludirse. Culpar a otros Los hombres culpan de su violencia a las acciones o pensamientos de la pareja. También responsabilizan al clima, al jefe en el trabajo, al perro que ladra mucho, etcétera; desplazando su malestar y generando conductas agresivas. Cuando las mujeres son reforzadas con los mensajes de culpabilidad, les crea confusión y hacen muchas cosas por cambiar y poder así hacerlos sentirse bien; estas conductas refuerzan la autoridad en los varones originando pensamientos de estar en lo correcto y que quienes deben cambiar son los demás o las otras cosas que los rodean. Negación de los hechos Los hombres niegan la violencia que ejercen; al no aceptar la otra parte de la realidad que son sus actitudes y conductas. Se cree también que éstas no son formas violentas sino maneras de ponerse de acuerdo para que la pareja entienda, emplear estas conductas para llamar la atención o como forma de amar. Hay una frase popular que expresa: “Quien te pega te quiere”, en la cual se justifica que es amor y no violencia lo que hay entre las parejas. Minimizar las conductas violentas En las relaciones de pareja, los hombres ocultan la violencia con bromas, juegos y algunas discusiones que ocasionen daños físicos. Cuando se minimizan las conductas violentas se esquiva la responsabilidad de los hechos. Minimizar es que el acto violento parezca menos que la realidad y tratar de comparar estos actos con los de otros hombres más violentos con sus parejas. Ejemplo: “Mi amor yo no soy violento, violento los que matan a sus parejas o les dejan marcas en sus cuerpos, yo sólo te tome de los brazos para que me pusieras atención”. 55 Coludirse con otras personas La colusión es un mecanismo al que los varones recurren para que otras personas apoyen y justifiquen su violencia. La palabra colusión se deriva de coludir que significa pactar daño en terceros. Los varones desde muy temprana edad entran en colusión de diferentes formas: burlándose de otros y otras, dando consejos de cómo defenderse, etcétera. Ya jóvenes inician la colusión para hablar mal de las mujeres, las ridiculizan, se mofan de las formas violentas que otros ejercen y las consideran dignas de ser aplaudidas, y se realizan consensos de cuáles son las mejores formas para tener el control sobre ellas y de cómo llevarlas a la cama. Antonio Ramírez (2000) menciona que otra forma de colusión es cuando se le pregunta a las mujeres por qué no abandonan a su pareja, depositando en ella toda la responsabilidad considerar algunas variables como dependencia económica, los hijos e hijas, etcétera. En el noviazgo, estas variables de por qué las mujeres no dejan a su pareja tiene que ver de alguna manera por la baja autoestima en ellas; en algunos casos ya no saben distinguir los mensajes duales y contradictorios que los varones envían y existe la incapacidad de meta comunicarse; a esto se le denomina doble vínculo: el cual consiste en que haga lo que haga una persona no puede “Ganar”. Entenderemos por ganar, a la capacidad para resolver el problema o conflicto en donde ambas partes lleguen a un acuerdo sin violencia. Finalmente se hará un acercamiento al perfil del hombre violento que propone Mónica Dohmen (Corsi, 1995). Este perfil comparte algunos elementos que se han analizado en este trabajo. Aspectos comportamentales Existen diferentes aspectos del comportamiento masculino entre los más frecuentes se encuentran: a) Doble fachada. Discrepancias entre el comportamiento en el ámbito público y el comportamiento en el ámbito privado; b) Antecedentes de violencia con otras parejas. Repetición de la violencia con nuevas parejas; c) Resistencia al cambio y d) Abuso de sustancias. Aspectos cognitivos a) Generalizan su accionar para justificar su conducta violenta, b) Uso de condicionante “si...” (si a usted le pasara); c) Minimización (casi no le paso nada); d) Negación. (No soy un hombre violento) y e) Adjudicación de la violencia de la mujer (Afirmación de la existencia cruzada, ella empezó). 56 Aspectos emocionales a) Baja autoestima, b) Restricción emocional, c) Racionalización de los sentimientos y d) Dependencia. Todas estas formas violentas de interacción por lo general inician en el hogar, y son el resultado del modelo social del patriarcado donde su eje central es el poder. Los hombres violentos suelen ser individuos con numerosas distorsiones cognitivas relacionados a las creencias de los papeles de género y la violencia. Las distorsiones cognitivas son errores sistemáticos del razonamiento, son evidentes durante la angustia psicológica. Mencionaremos las distorsiones cognitivas descritos por A. Beck retomadas por Corsi (1995) en relación a las conductas violentas y son: 1. Conclusión arbitraria (sin evidencia suficiente): “Como ella llegó más tarde que lo habitual, supuse que se había encontrado con otro”. 2. Generalización excesiva (cuando se establecen leyes generales a partir de incidentes aislados): “En tu casa y escuela, todos están siempre en mi contra, nadie me entiende”. 3. Abstracción selectiva (cuando se consideran sólo los elementos de la situación que apoyan la propia hipótesis, ignorando los que la contradicen): “Yo estaba mirando la T. V. tranquilamente y ella empezó a insultarme. ¿Cómo no quieren que me ponga como loco?”. Contamos las cosas que nos conviene. 4. Maximización (exagerar la magnitud de un suceso): “Con esta denuncia, lo único que quiere es destruirme, verme visto en nada, realmente esto me mató”. 5.Minimización (restar importancia o magnitud del suceso): “Es una exagerada, si en realidad lo único que hice fue tomarla de los brazos para que le bajara a su neurosis”. 6. Pensamiento dicotómico (moverse entre los extremos polarizados todo o nada) “Al final, siempre yo soy el culpable de todo. Lo que voy a hacer es nunca decir nada, me guardo todo y listo”. 7. Personalización (interpretar los sucesos como referidos a sí mismo): “Seguro que se puso esa ropa sólo para molestarme a mí y darme celos” 57 Los varones violentos suelen reaccionar y justificar, a partir de este tipo de razonamientos se desmitifica la violencia como algo natural de los hombres. La violencia masculina hacia las mujeres durante el noviazgo es una problemática que todas y todos debemos atender. Muchas mujeres que han sido víctimas de violencia por sus parejas pueden desarrollar síntomas como depresión, trastornos de la conducta alimenticia como anorexia o bulimia, bajo rendimiento y/o deserción escolar, aislamiento social, inadecuada expresión afectiva, entre otros. En tanto que los hombres pueden experimentar sentimientos de inseguridad, aislamiento emocional lo cual puede provocar hipertensión, trastornos cardiovasculares y accidentes de otra índole. Se puede generar más violencia entre las familias donde alguien puede perder la vida. Experiencias con jóvenes en la ciudad de Puebla Cuando se establecen relaciones de noviazgo, los jóvenes se encuentran con una serie de expectativas y, por lo tanto, van construyendo una serie de ilusiones y realidades sobre el actuar, lo emocional y lo erótico de la pareja. Las expectativas que tienen hombres y mujeres sobre la pareja, se relaciona con lo que se espera que un hombre o una mujer cumpla, en la familia y en la sociedad en general; es por ello, que el análisis de las crisis y enamoramiento de las parejas debe analizarse desde la perspectiva de género, pues de no hacerlo así, seguiremos con estudios o investigaciones con una visión conservadora o un mínimo cuestionamiento sobre la construcción cultural de lo femenino y masculino. En este sentido, nos hemos dado a la tarea de indagar sobre lo que esperan y temen las y los jóvenes en las relaciones de pareja; asimismo, pretendemos conocer de qué compromiso se habla en estas relaciones de género. Este trabajo representa un primer acercamiento acerca de lo que la cultura de género sigue transmitiendo. Cabe resaltar que se trata de una prueba exploratoria que se llevó a cabo dentro de los talleres sobre Masculinidad y Génerodesarrollados en las siguientes instituciones educativas: la Escuela Secundaria Federal 5 de Coatepec; el Instituto Tecnológico de Tepexi de Rodríguez y el Instituto Central México. Con los estudiantes se trabajó lo siguiente: Definir qué significa el noviazgo para las mujeres y hombres. Las respuestas de las mujeres fueron muy comunes: “Es la relación entre dos personas que comparten emociones, tiempo, respeto, amor mutuo”; mientras que para los hombres sus respuestas fueron: “Es la unión sentimental”, “Es sentir cariño”, “Pérdida de hígado o dinero”, “Es sexo”. A la pregunta: ¿Qué es lo que les gusta y qué no les gusta del noviazgo? En este ejercicio los/as jóvenes revelaron las formas que per58 ciben una relación de pareja en esta etapa; exploramos lo que les gusta y comparamos las respuestas de las mujeres con las de los hombres. Posteriormente analizamos lo que no les gusta. Aquí les preguntamos a las mujeres ¿Cómo se sienten?, y las respuestas más comunes fueron: “Me siento mal cuando me presionan; cuando me celan; cuando se enoja porque le hablo a mis amigos”. Lo que no les gusta por lo regular a los hombres es la infidelidad de la pareja, “Que las chavas sean celosas”,“Que sean fresas o apretadas, o sea, que primero me den entrada y después no me pelen”. Una vez identificadas las situaciones de malestar, definimos la violencia como el uso de la fuerza física, psicológica, emocional, sexual y económica que tienen por objeto someter a otra persona y así buscar un beneficio propio. Posteriormente comparamos las respuestas de malestar y las relacionamos con la definición antes descrita, a partir de esto, las y los jóvenes discutieron sus repuestas para identificar el tipo de violencia que se ejerce y viven en el noviazgo, identificando la violencia psicológica como la más frecuente. Cuando se les preguntó a los jóvenes: ¿Qué esperan los hombres de las mujeres en las relaciones de pareja? Las respuestas frecuentes fueron: “Comprensión, cariño y respeto”. Por otro lado, la pregunta para las jóvenes es: ¿Qué esperan las mujeres en las relaciones de pareja? Sus respuestas fueron: “Cariño, confianza y comprensión”. Las respuestas de ambos grupos son similares, sin embargo cuando profundizamos en las experiencias de las y los chavos, muchos de ellos, en especial los varones, consideran que una mujer:“Debe comprender muy bien a su pareja yrespetar sus decisiones porque eso construye una verdadera relación”. ¿De dónde vienen estas exigencias masculinas? La construcción de la masculinidad tiene que ver con este tipo de expectativas sobre las mujeres; es lo que vieron del padre con la madre, con los amigos sobre sus parejas, lo que vieron en los medios de comunicación y lo que heredaron de la cultura y de su genealogía familiar de lo que significa “Ser un hombre”. Las jóvenes cuestionan el actuar de los varones, incluso el suyo propio. Ellas ya no quieren: “Un hombre fuerte ni controlador”, esperan hombres“Que confíen en ellas”, “Que les brinden afecto, ternura y sean participativos”. Para ellas, el respeto implica que sus parejas “Tomen en cuenta mis puntos de vista y decisiones”. Los hombres consideran el respeto como la imposición de su voluntad, como decía uno de ellos:“OigaLic., ¿Pues cuándo la mujer le gana al hombre? Otras preguntas fueron: ¿Qué temen los hombres de las mujeres en las relaciones de pareja? La respuesta de los jóvenes fue: la infidelidad, las mentiras y los celos. ¿Qué temen las mujeres de los hombres en las relaciones de pareja? Las jóvenes respondieron: la infidelidad, la violencia y la mentira. El temor de los hombres jóvenes y las mujeres parecieran ser los mismos, pues ambos temen a la infidelidad, sin embargo cuando se les 59 preguntó a los hombres ¿Qué pasaría si ellos fueran los que tuvieran una aventura con otra joven o que tengan otras parejas? Esta pregunta causa inquietud, pues evidenciaron una doble moral, porque mientras ellos piden fidelidad por parte de las mujeres, legitiman su infidelidad e incluso lo ven como algo que:“No pasa a mayores mientras ellas no se enteren”; o como dijo uno de los jóvenes: “Para eso hay que ser bueno, de que ella no se entere, uno cuando quiere a su novia es padre, pero si hay quien me dé un entre, pues ni modo de hacerle el feo”. La doble moral masculina es una de las estrategias por excelencia de muchos hombres, para cosificar el cuerpo y la vida emocional de las mujeres; es una forma de justificar su masculinidad y mantener un orden de poder a través de la violencia. Es por ello que para las jóvenes, la infidelidad es un temor constante porque violan la confianza que le tienen a su novio, y no porque ellas no puedan hacerlo, sino que, para ellas, el compromiso en las relaciones de pareja es importante. Decían en los talleres, que si bien es cierto que hay mujeres que son infieles, no todas lo hacen con toda la libertad ni mucho menos por placer como los hombres, pues de entrada muchas son mal vistas e incluso por las propias mujeres. Ellas comentaban: “No es lo mismo cuando una mujer es infiel, que cuando un hombre lo hace”;el argumento es el siguiente: “Ellos lo hacen en el plano sexual, mientras nosotras necesitamos ser escuchadas, comprendidas y valoradas, a veces lo encontramos con otro chavo y no necesariamente buscamos acostarnos, nos sentimos reconocidas y nos gana el sentimiento, pero sí llega a generarnos culpa”. Otra situación que es importante resaltar, es que las jóvenes no quieren vivir en relaciones violentas, seguir siendo lastimadas y no tomadas en cuenta. Lamentablemente a las mujeres se les sigue exigiendo ser “Femeninas” y se les considera las responsables de la vida emocional y sexual de los hombres; y muchos varones siguen sin comprometerse en otras formas de relacionarse con las mujeres. Conclusiones A partir de este análisis podemos concluir que en la última década los estudios interdisciplinarios realizados desde la perspectiva de género han innovado en los estudios de sobre la identidad y subjetividad femenina y masculina. La emergencia de los estudios sobre las masculinidades y sus categorías de análisis han contribuido a visibilizar lo complejo de la construcción socio-cultural de las relaciones tradicionales y han buscado a través de la teoría y de los estudios etnográficos proponer como alternativa de las relaciones de género la construcción de relaciones más democráticas y equitativas en cuanto al ejercicio de poder entre mujeres y hombres tanto en el espacio privado como público. 60 Los cambios sociales y culturales en los últimos años han conllevado a una crisis de la identidad masculina pues han abierto la posibilidad de cuestionar la violencia que se origina en el hogar y se reproduce en las relaciones noviazgo. Los jóvenes que aprenden estos estilos de ser hombres “Tradicionales” tienden a reproducir modelos masculinos hegemónicos, a través de los cuales buscan el control de la pareja para así sacar el mayor provecho de sus propias necesidades. Algunas jóvenes que se sensibilizan, toman conciencia y se empoderan exigen de sus relaciones de pareja respeto. Mientras los hombres no analizan su condición; éstos presentan crisis de poder y por consiguiente pueden manifestarla y entrar en sensaciones de riesgo fatal. La dinámica de la violencia en las parejas jóvenes, inicia cuando los varones no aceptan los cambios sociales que la pareja tiene por su estilo de vida diferente a la tradicional. Las actitudes habituales respecto a los roles de género, no sólo ayuda a perpetuar las desigualdades sociales entre ellas, sino también pueden intensificar y justificar la violencia. De seguir reproduciéndose este tipo de relaciones violentas en el noviazgo no podrán mejorar la calidad de vida en las parejas y de las futuras familias. Las relaciones violentas desde el noviazgo no garantizan que los hombres cambien en la siguiente etapa del ciclo vital: el matrimonio o la vida en pareja y de la familia, por eso, es necesario crear estrategias que incorporen a los jóvenes en la prevención de la misma. 61 Referencias bibliográficas Amuchástegui, Ana (2006) “¿Masculinidad(es)?: los riesgos de una categoría en construcción. En: Debates sobre masculinidades. Poder, desarrollo, políticas Públicas y ciudadanía, PUEGUNAM, México. Amuchástegui, Ana e Ivonne Szasz, Coords. (2007) Sucede que me canso de ser hombre... Relatos y reflexiones sobre hombres y masculinidades en México, COLMEX, México. Burin, Mabel (2000) “La construcción de la subjetividad masculina. En: Burin, M. y Meler, I. Varones, Género y Subjetividad Masculina, Paidós, Buenos Aires. 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Planteamiento Hasta hace cuatro décadas, los hombres y las identidades masculinas estaban directamente vinculadas con el poder patriarcal como jefes de familia a cargo de la manutención del hogar y del soporte social y emocional de la familia. En este esquema, la reafirmación de la virilidad, los obligaba a mantener el statu quo a cualquier costo, manifestando su autoridad frente a la pareja y los hijos. La violencia como estrategia 65 de dominio era parte de la convivencia familiar, pero se encontraba enmascarada detrás de las costumbres, prácticas y formas de socialización cotidianas. Las mujeres hacían lo propio, generalmente sin cuestionar tal autoridad, en un esquema de desigualdad de género aprendido desde la infancia, completando con ello el ideal familiar de la época. Pero con el impacto de la economía global y otros fenómenos nacionales relacionados con el empleo producto de las crisis de los ochenta principalmente, se limitó el acceso y/o mantenimiento de las fuentes de trabajo para los varones, por lo que las mujeres se vieron presionadas a integrarse paulatinamente al mercado de trabajo para “Ayudar” al sustento familiar. Al principio lo hicieron por la necesidad de mantenimiento del nivel de vida de la familia y desde en una posición subalterna por considerarse una ayuda complementaria y sujeta a la aprobación y control del varón. Pero con el tiempo, esta ayuda representó una proporción importante del ingreso familiar y más que nada una vía de fortalecimiento frente a los hombres y la sociedad (Villagómez, 2004, cap. III). Sin haberlo planeado como estrategia de defensa contra al varón, las mujeres experimentaron nuevos fenómenos que modificaron sustancialmente su posición en la sociedad. Entre ellos destacan el incremento de su escolaridad, el control de su fertilidad y su incorporación a la sociedad como sujetos de política pública y legislativa producto de los acuerdos internacionales para mejorar sus condiciones de vida. Estos eventos, fueron algunos de los factores que paulatinamente transformaron la vida e imaginario de la población femenina respecto a su posición en la sociedad (Villagómez, 2005). Por otra parte, como señala Tarrés (1992: 12-13), la mayor participación de mujeres en espacios públicos, los movimientos urbano-populares encabezados por mujeres y la creación de organizaciones de la sociedad civil, ayudaron en este proceso. Al mismo tiempo, los movimientos feministas contribuyeron a sensibilizar a parte de la población visibilizando fenómenos sociales como la violencia en la familia y la pareja. En este contexto de avance femenino, los hombres se vieron obligados a redoblar esfuerzos para la manutención y protección del hogar, pero también se vieron obligados a cuestionar las causas de la transformación del modelo de masculinidad socialmente aprendido. En el trayecto, mujeres y hombres comenzaron a pensar y actuar de forma diferente, cuestionando el modelo anterior y provocando con ello la redefinición de las formas de percibir y dirigir sus vidas. La evolución de la identidad de los géneros, redefinió las relaciones de poder entre hombres y mujeres y entre generaciones. La violencia familiar y de género, tomaron nuevas dimensiones. El trabajo femenino fuera del hogar principalmente, ha repercutido en las percepciones que mujeres y hombres tienen de sí mismos porque se han integrado a nuevos 66 modelos y esquemas de vida que no corresponden precisamente con las funciones para las que fueron socializados en la infancia y por las instituciones de educación formal e informal (Vid. Rosado y Villagómez, 1994). La violencia en el hogar y particularmente en la pareja, viene a representar una forma de enfrentar estos cambios. No significa que antes no existiera, el problema es que a partir de los nuevos fenómenos vinculados con las transformaciones de la dinámica familiar, cobró un nuevo giro. La violencia como expresión de la masculinidad salió a flote con una nueva cara por lo que fue preciso visibilizarla, cuestionarla y combatirla desde el espacio público a través de acciones afirmativas de la sociedad civil principalmente, pero también a través de la política pública con equidad de género. Simultáneamente, la violencia también se convirtió en México en tema de reflexión de los propios varones, por lo que surgieron programas de gobierno, académicos y principalmente de la sociedad civil para abordar el problema de la violencia y la masculinidad. Al comenzar el siglo, Yucatán no tenía experiencias de intervención en el campo de la violencia familiar con enfoque de género, y es a partir de 2001, que se crean y aplican nuevos programas de atención a la mujer y la familia con esta perspectiva. Asimismo, se reestructuran programas y modelos de intervención existentes para incidir en la población de sectores más vulnerables al problema. Estas acciones fueron el reflejo de la política pública nacional. A partir de este trabajo, el imaginario colectivo sobre la violencia de género ha comenzado a identificarla como un fenómeno que se debe combatir fortaleciendo la sensibilización, prevención, atención y rehabilitación. En este proceso, quedó claro que es importante construir relaciones más equitativas en la pareja, fortalecer la cultura de la denuncia, pero también es imperativo, integrar nuevas acciones que involucren a hombres para modificar las conductas aprendidas desde la infancia. Para ello, en Yucatán se lleva a cabo un programa de intervención gubernamental en el que se analiza y cuestiona el impacto de la masculinidad aprendida en las relaciones de pareja donde existe violencia. De ello hablaremos en este capítulo, de hombres que han decidido o tenido que integrarse a un grupo de apoyo para trabajar por la transformación de su violencia y con ello evolucionar la masculinidad socialmente interiorizada en la familia de origen o en otros espacios sociales a lo largo de su vida. Masculinidades En el marco internacional de los estudios sobre varones destacan los trabajos pioneros de Connell (2003), Kimmel (1992), Bourdieu (2000), 67 Gilmore (1994), Seidler (1989), Clare (2000:53-67) y Kaufman (1985), entre otros, quienes exploraron diversas explicaciones sobre la masculinidad analizándola a través del poder, la etnicidad, el feminismo, la salud reproductiva y hasta la homofobia. Todos los autores abordaron a los varones desde diferentes disciplinas en diversas partes del mundo, y en medio de debates, se cuestionaba la construcción de la masculinidad y su impacto en las identidades de los hombres. Estos autores generaron explicaciones teóricas sobre algunas instituciones sociales ligadas con la masculinidad y el poder como los gobiernos, la milicia, los deportes de riesgo y los movimientos sociales masculinos (Brod and Kaufman, 1994). La masculinidad es un modelo cultural socialmente aprendido desde la infancia a través del proceso de socialización temprana mediante el cual se interioriza la forma de ser hombre en la sociedad a la que se pertenece. Este modelo está determinado por el conjunto de características, valores, prácticas y comportamientos que se imponen como “Deber ser” a un varón. En este modelo cultural, los hombres aprenden a comportarse como tales de acuerdo con la raza, etnia, religión, ciclo de vida, lugar y momento histórico en el que viven. La masculinidad, dice Minello (2002 y 2002a), es un concepto en construcción. Tomando los argumentos de otros autores, agrega que se trata de una categoría aun borrosa (Coltrane, 1994 y Segak 1990). De acuerdo con su explicación sobre el concepto, la masculinidad debe pensarse como una categoría del sistema de género que construye a un sujeto social en posición de control y autoridad en las relaciones y prácticas sociales. Señala que la masculinidad es un producto histórico de sociedades que ven a las mujeres y a los hombres polarizados, con prácticas y cosmovisiones distintas y no intercambiables. Y aunque aparece como “Natural”, existe desde siempre, legítima por sí misma. Agrega que no basta estudiar solo a los hombres sino que es necesario también analizar la estructura de género de la sociedad en cuestión para entender la dominación masculina. De acuerdo con su propuesta, la masculinidad debe ser construida desde la perspectiva de género y se la debe ver como una herramienta analítica. Varios autores han señalado que no existe una sola masculinidad, sino una diversidad heterogénea de identidades masculinas o formas de ser hombres dependiendo de la sociedad de que se trate (Connell, 2003:61). Para estos especialistas, dice Kaufman (1994), era muy importante ver cómo se construyen la masculinidad en diferentes culturas, pero también era importante conocer y analizar las masculinidades predominantes en Occidente y la forma en que han sido normalizadas. Una vez que éstas fueron normalizadas, a otras formas de masculinidades se les consideró perversas, desviadas o anormales. En este debate, se denomina hegemónica a la masculinidad dominante y culturalmente aceptada que incluye las formas exitosas de “Ser 68 hombre” en cada sociedad (Connell, 2003:61). Los requisitos de los ideales dominantes de la masculinidad incluye atributos como: poder, inteligencia, fortaleza, racionalidad, estabilidad, éxito, seguridad en sí mismo, rudeza, competencia, triunfo y heterosexualidad. Luis Bonino (2002) asegura que la masculinidad hegemónica, tradicionalmente representada por el hombre blanco heterosexual, sigue siendo el pilar ideológico de las sociedades del mundo occidental. Este modelo, dice, establece desigualdades jerárquicas que discriminan en función del género, la raza, la clase social, la sexualidad, la edad, la nacionalidad, y es responsable, en gran medida, de la persistencia del sexismo, del racismo y la homofobia en nuestras sociedades. Esta manera de definir la masculinidad perfila otros estilos masculinos como inadecuados o inferiores. Carrigan, Connell y Lee (1987) señalan que estas serían las “Variantes subordinadas”. Un ejemplo de masculinidad subordinada que puede existir junto pero diferente a la masculinidad hegemónica es la homosexualidad, misma que existe como una forma de ser hombre pero en situación de minoría marginada y discriminada. Connell (2003) amplía este análisis y argumenta que los hombres son explotados a través de la creación de una masculinidad estándar considerada la “Normal”. En este esquema, los heterosexuales masculinos son los dominantes en tanto que los gay se convierten en marginales. Masculinidad y violencia Teubal (2001: 46) refiere que las desigualdades de género basadas en un sistema de representaciones sociales que determinan culturalmente lo masculino y lo femenino y su relación con el poder, autoridad y jerarquía, son la base de la violencia en la familia. En un sistema donde se presentan relaciones inequitativas como sucede en el ámbito familiar, las relaciones desiguales de poder entre hombres, mujeres, niños y ancianos, generan una serie de eventos y prácticas de relación y convivencia en las que el conflicto es inevitablemente multidireccional tal como hemos observado en los registros de diversas instituciones de atención a la violencia en Mérida (Villgómez, 2005). En el esquema sexo biológico y construcción social del género, el poder social pertenece a los hombres, pero, como dice Kaufman (1994:62), la forma en que es asumido dicho poder es compleja ya que los hombres individuales también desarrollan relaciones armoniosas y no armoniosas con otras masculinidades. La importancia entre la distinción entre sexo y género en este contexto, agrega, es una herramienta conceptual básica que sugiere cómo partes integrales de nuestra identidad, comportamiento, actividades y creencias individuales pueden ser un producto social que varía de un grupo a otro, a menudo en contradicción con otras necesidades y posibilidades humanas. 69 El mismo Kaufman (1994:62) señala que: La equiparación de la masculinidad con el poder es un concepto que ha evolucionado a través de los siglos, y ha conformado y ha justificado a su vez la dominación de los hombres sobre las mujeres en la vida real y su mayor valoración sobre éstas. Los hombres como individuos interiorizan estas concepciones en el proceso de desarrollo de sus personalidades ya que, nacidos en este contexto, aprendemos a experimentar nuestro poder como la capacidad de ejercer el control. Los hombres aprenden a aceptar y a ejercer el poder de esta manera porque les otorga privilegios y ventajas que ni los niños ni las mujeres disfrutan en general. La fuente de tal poder está en la sociedad que nos rodea, pero aprendemos a ejercerlo como propio. Este es un discurso de poder social, pero el poder colectivo de los hombres no sólo radica en instituciones y estructuras abstractas sino también en las formas de interiorizar, individualizar, encarnar y reproducir estas instituciones, estructuras y conceptualizaciones del poder masculino. La violencia como fenómeno de carácter sociocultural genera relaciones de poder inequitativas en la pareja, pero también las genera en otros ámbitos como el trabajo, la política y el sistema legislativo. Dentro del hogar, el conflicto entre géneros y generaciones se materializa en diversas prácticas agresivas. El maltrato entre cónyuges y entre padres de ambos sexos e hijos y otros miembros de la familia que comparten residencia, se observa en diversas prácticas individuales y colectivas que impactan diferencialmente a los miembros del hogar dependiendo de las características, posición y función de cada miembro. La posición de mayor autoridad suele tenerla el hombre, miembro de la familia quien siente más derecho a intimidar y controlar debido a su función social como proveedor y protector del hogar, razón por la cual se afianza sin cuestionamientos su posición de poder (Villagómez, 2005). De acuerdo con los datos proporcionados por INEGI4, la violencia contra las mujeres en México es un fenómeno social de alto impacto. Los datos indican que a nivel nacional la violencia emocional asciende a 32%, la económica a 22.9%, la física a 10.2 y la sexual a 6%. Yucatán registró en 2006, 37% mujeres que viven en pareja con eventos de violencia, predominando la emocional con 31,8%, la económica con 21.4, la física con 18,3%5 y la sexual con 7.8% (Ver cuadro 1) 4 INEGI/INMUJERES, 2006. 5 Incluye violencia física al menos una vez a lo largo de su vida 70 Yucatán Tipo de violencia de pareja contra mujeres INEGI – ENDIREH, 2006. Encuesta nacional sobre la dinámica de las relaciones en los hogares 20066 La mayor parte de los episodios de violencia hacia las mujeres proviene de los hombres. En el Centro Integral de Atención a la Violencia Intrafamiliar del Ayuntamiento de Mérida de las 13,049 personas atendidas en todas las áreas de 2001 a 2004, 11,365 fueron mujeres y 1,684, hombres, lo que representa 87%. Si tomamos en cuenta solo la población adulta, este porcentaje asciende a 93% (Villagómez, 2005, cap. V). Los matices e intensidades de violencia pueden tener muchas aristas, pero de acuerdo con los datos de instituciones de atención a las mujeres y las familias y considerando los resultados de las encuestas realizadas en todo el mundo, la mayoría de las mujeres son maltratadas por hombres, principalmente sus parejas, y la mayoría de los niños y niñas que viven violencia son víctimas primordialmente de sus padres. La violencia vista desde el enfoque de género resalta que la violencia masculina en el hogar es producto de un proceso histórico y cultural de asignación de poder al varón. Es una lucha de poder producto de una sociedad patriarcal que socializa a los varones con roles y estereotipos masculinos que se encuentran en una escala de poder superior a las mujeres. El ejercicio de autoridad masculina generalmente es producto y reproducción de familias de origen con experiencia de violenNOTA: La suma de los tipos de violencia no coincide con el total de mujeres violentadas, pues cada mujer puede padecer uno o más. El total de mujeres solteras se refiere a aquellas que declararon haber tenido o tener una relación de pareja, dato que difiere del total de las solteras de capítulos distintos al de violencia de pareja. 6 71 cia. A través de la socialización temprana, se determina el comienzo de diversas prácticas de género en las que se reproduce la creencia generalizada de que los varones tienen derecho a tomar decisiones o a expresar exigencias a las que las mujeres se sienten obligadas, disminuyendo con ello su valor social. Al referirse a la violencia como estrategia de comprobación de la masculinidad, Kaufman señala lo siguiente: … he explorado los motivos de la violencia masculina, centrándome en la relación que existe entre dos conjuntos de factores: por un lado, el poder y los privilegios sociales de los hombres en las sociedades de dominio masculino y la permisividad social ante la violencia hacia las mujeres, y por otro, las experiencias contradictorias de los hombres en situaciones infantiles y de poder, como testigos o receptores de la violencia y las exigencias emocionales imposibles que el patriarcado aplica a los jóvenes y a los hombres para que encajen en los apretados pantalones de la masculinidad. Este segundo conjunto de factores, obviamente, no debe ser considerado una excusa para la violencia, sino una parte de su cadena causal (Kaufman, 2000). Kimmel (1992:130) por su parte establece que, al igualar la hombría con la fuerza, el éxito, la capacidad, la confiabilidad y el control de sí mismo, se mantiene el poder que algunos hombres ejercen sobre otros hombres y sobre las mujeres. Aquí vale la pena detenerse a reflexionar sobre el “Acceso diferenciado” que distintos tipos de hombres tienen a esos recursos culturales que confieren masculinidad y acerca de cómo cada uno de esos grupos construye sus propias modificaciones para preservar y reclamar su masculinidad. Por otra parte, Víctor Seidler señala las dificultades que presionan a los hombres a demostrar la virilidad asignada socialmente y las repercusiones que esto implica para la relación de pareja y la familia. En una entrevista señaló que cuando los hombres golpean a sus niños o niñas es porque piensan que actúan correctamente. Al respecto dice que se trata de una violencia cultural que se vuelve cada vez más destructiva en una época como la actual donde el papel de jefe proveedor se ve vulnerado por la situación económica. Esta situación atenta contra la identidad masculina que se ve amenazada provocando inseguridad en los varones, especialmente los de clases menos favorecidas. La base de la masculinidad se ve así amenazada, los hombres se sienten inseguros, sobre todo en las clases más desfavorecidas, por la necesidad de que sus esposas trabajen y aún más por la posibilidad de que pudieran depender de los 72 salarios de sus esposas, cuando preferirían tenerlas en casa. Se sienten un tanto atrapados en esa contradicción. Y esto a menudo alimenta un tipo de cultura en la que los hombres que se sienten amenazados recurren a la violencia. En esa cultura de la violencia, los hombres que no tienen trabajo deben afirmar su masculinidad de otras maneras. Y en Latinoamérica no queda claro de qué maneras puede la masculinidad validarse fuera del contexto laboral. Los hombres no están acostumbrados a negociar. El índice de divorcios en aumento en la clase media, se da en parte por las dificultades de negociación masculina. En México es particularmente fuerte la noción de ligar la masculinidad con la idea de ser activo. Hay un sentido muy fuerte de la actividad. Los hombres aprenden a hablar, pero les cuesta mucho trabajo escuchar. Escuchar te coloca en una situación de pasividad: tienes que recibir. Y si eres pasivo eso te hace sentirte vulnerable, y si te sientes vulnerable percibes también que tu identidad masculina está amenazada7. Hombres renunciando a la violencia El Ayuntamiento de Mérida tiene el Centro Integral de Atención a la Violencia Intrafamiliar denominado CIAVI o Casa de la Mujer. Inaugurado hace más de siete años. Cuenta con profesionales capacitados con perspectiva de género que atienden los problemas de familias y particularmente de las mujeres. Tiene cinco áreas de atención: Asesoría jurídica, atención psicológica, trabajo social, centro de documentación y equidad de género. Dentro de esta última área se ubicó el Programa de atención a los hombres que desean trabajar para identificar y renunciar a la violencia. Recientemente se creó el Centro de Atención a la Violencia Masculina en un local propio. El propósito es reeducar a los hombres violentos. Este proyecto surgió con la capacitación y metodología del Programa CORIAC, que promovió una serie de programas y proyectos a nivel nacional para sensibilizar a los varones sobre su propia violencia, además de que promovió un concienzudo análisis de la situación de los varones en la sociedad y particularmente su relación con las mujeres y consigo mismos. Actualmente, el programa en Mérida atiende un grupo de alrededor de 15 varones que trabajan una vez a la semana para analizar su situación y sus propios avances. 7 Entrevista con Víctor Seidler. Vid. Zozaya y Buenfil, 2000. 73 El Centro de Atención a la Violencia masculina promueve este servicio de la siguiente manera: Grupo de Hombres con problemas de violencia intrafamiliar. Los hombres somos principalmente quienes ejercemos la violencia en nuestros hogares. Esto se debe a que hemos aprendido a utilizar la violencia como una forma de resolver los conflictos que se presentan en la familia. Es necesario que los hombres detengamos la violencia que ejercemos y aprendamos formas equitativas de relacionarnos. En este grupo se crea un espacio de reflexión para hombres que buscan eliminar la violencia que ejercen en sus hogares, generando alternativas para su prevención y manejo. El problema es que no sabemos MANEJAR nuestro enojo. Cuando nos sentimos molestos o irritados, ejercemos violencia contra las personas a las que más queremos: nuestra familia. En este capítulo, mostraremos parte del trabajo de este grupo de varones, quienes han declarado que pretenden eliminar la violencia que ejercen en sus hogares generando alternativas para su prevención y manejo. Las causas que los orillaron a tomar la decisión de integrarse en el grupo fue porque sus esposas o parejas agredidas interpusieron una queja o denuncia o lo decidieron por convicción personal. En caso de que la mujer maltratada quiera intentar mejorar la situación familiar, acepta la intervención de la institución para establecer con su pareja nuevas reglas en la convivencia doméstica. Es aquí donde se ofrecen los servicios del programa a los agresores. En menor cantidad llegan varones que por sí mismos solicitan apoyo para manejar su violencia.Entre altas y bajas al menos el último año han circulado por el grupo 120 hombres. Al respecto la directora del CIAVI declaró: En los últimos seis años y medio unos 250 hombres se acercaron al Ayuntamiento para exponer su problema y recibir apoyo profesional. Sus edades van de 16 a 68 años, viven en el oriente, poniente y sur de la ciudad. Hay quienes solamente tienen secundaria y otros que egresaron de universidades. Unos son albañiles, choferes de autobús, comerciantes ambulantes o “Multiusos”; otros tienen negocios establecidos, son abogados, jubilados, etcétera. En unos casos ejercían la violencia contra la novia o la madre, la mayoría agredía a su cónyuge. Sus principales formas de agresión eran psicológicas y físicas, insultaban, humillaban, amenazaban y chantajeaban a sus parejas, o bien las golpeaban8 8 Diario de Yucatán, secc. Local. 25 de Mayo de 2008 74 El personal a cargo del Centro señaló que alrededor de la tercera parte solo llegan a la junta informativa y no se quedan, aproximadamente 50% duran cuatro sesiones en promedio. Estos datos posiblemente se deban a que quieren recuperar a su esposa o desean detener un proceso jurídico, no porque realmente estén convencidos de renunciar a la violencia. Uno de ellos comentó: “No pues quiero ver si con el grupo puedo recuperar a mi familia”, uno más en su última visita expresó lo siguiente: “Nada más les informo que esta es mi última sesión porque ya me dejó mi esposa y ya no tiene caso que siga viniendo al grupo”. Finalmente hay hombres que realmente quieren modificar su comportamiento para mejorar la convivencia en el hogar y mantener unida a la familia. Al ser entrevistado el psicólogo a cargo del grupo señaló lo siguiente: También se dan los casos de los hombres que llegan diciendo que no son violentos o que no ejercen violencia: “Yo vengo porque mi esposa me mandó, porque tenemos problemas y ella viene a su terapia y yo vengo a la mía a ver si mejora la relación”. Vienen para mejorar su situación pero no para trabajar realmente la violencia que ejercen. También existen casos, no lo podemos negar, de hombres que ejercen violencia, pero que también son víctimas de ella. De hecho en las cifras arrojadas entre 2001 y 2004 por el área de documentación del mismo Centro de Atención a la Violencia, 7% de la población adulta atendida por violencia, son hombres (Villagómez, 2005). Finalmente hay casos que después de la primera sesión declaran no regresar porque “Yo no soy violento y no cometo ningún tipo de violencia”. Algunos casos han señalado que preferirían una atención individual para hablar de sus problemas. Los casos Al trabajar las causas que originan la violencia contra los hijos, las respuestas más comunes y que forman parte del discurso masculino son las siguientes: “Yo pensaba que era lo correcto”. “No lo veía mal”, “Así estaba acostumbrado”. “Yo no sabía que era violencia”. “Así me enseñaron”. En entrevista se inquirió a un hombre sobre las causas de su violencia. Se le preguntó: ¿Y a qué crees que se debió esa violencia hacia tus hijos? su respuesta fue: R. Umm. Primero que nada no tuve el control, ni la cordura para actuar en una forma adecuada. No supe resolver el problema de una forma racional, lo que hice fue imponer mi au75 toridad porque yo pensaba que era lo correcto porque como dije antes algunos justificamos nuestra violencia pensando o creyendo realmente de que esta violencia va a ser que las cosas se vuelvan a poner en orden. A veces pensamos que hay un cierto desorden en nuestro hogar, en nuestra familia y que la forma de corregir ese desorden es por medio de la violencia, ése es un error muy grave de muchos de nosotros, bueno yo me incluyo. La imagen de sí mismo frente a los hijos/as es muy importante para muchos padres de hoy. Para minimizar los efectos de la violencia ejercida contra ellos/as, un caso nos demuestra cómo se proyecta el deseo de cambio por la incomodidad que causa el daño que se ejerce sobre sus hijas. Al cuestionar: ¿Entonces qué es lo que usted desearía para sus hijas en el futuro? R. Para el futuro, que no tengan un esposo o una pareja como yo. Me gustaría que tengan una pareja, un esposo, lo que ellas decidan que sea una persona que no ejerza violencia y que logre identificar además lo que es violencia para evitar ejercerla. Que sea una persona que las apoye mucho, que les pueda dar el cariño y la atención que yo no lograba darles. El Programa de atención a hombres violentos desarrolla una metodología que cuestiona los paradigmas del poder masculino. Los hombres del grupo señalan que es importante reconocer que el problema no es responsabilidad de otros, sino de uno mismo, y que éste es un proceso que lleva tiempo. También es preciso entender, dicen, que la violencia no está determinada biológicamente y que la ira, aunque difícil, es un sentimiento que es necesario controlar. A uno de los entrevistados se le preguntó lo siguiente: ¿Me podría comentar qué tipo de problemas ha tenido con su pareja? R. No es tanto con mi pareja sino con mi persona, con mi carácter. Soy muy temperamental. No sé si sea la palabra adecuada pero me altero con mucha facilidad y si a eso le agregamos que se va acumulando en la semana, al mes, llega un momento en que me desespero y chispas, exploto. Por ejemplo, siempre mi esposa me prepara mi comida para llevarme al trabajo, en dos o tres ocasiones me mandó comida en un “Toper” que no se cerraba bien y se escurría la comida en el camino dentro de mi mochila. Ese tipo de cosas me alteran y estallo. Una vez no me salía un trabajo que me habían pedido de costura. Me fui a comer y la tacita con café no embonaba. Debo entender que la comida no tiene la culpa. 76 Eso me provoca ira, sé que está mal pero me da coraje y la agredí a ella… La violencia emocional es una de las formas de convivencia en la pareja más difíciles de vencer. Es el tipo de violencia más frecuente y la que lleva más horas de reflexión en el grupo de hombres. Este tipo de violencia se manifiesta muchas veces con periodos de silencio, aislando a la pareja o condicionando el cumplimiento de responsabilidades como el gasto familiar como estrategias de control. Se trata de estrategias empleadas por los varones para ejercer el poder en la relación de pareja. Este tipo de agresiones son las más comunes, y a decir de los propios varones, sus parejas no se quedan atrás, especialmente cuando les reclaman su incapacidad para proporcionar la protección y fortaleza que se espera de un jefe de familia. Al entrevistar a otro hombre del grupo comentó lo siguiente: Hasta cierto punto si me considero violento. Porque a veces el estrés, las contrariedades, a veces los reproches también, a veces quizá justificados de ella, los reproches, las amenazas, no amenazas físicas sino en el sentido de que yo me largue. Ella me dice que solo las estoy perjudicando, que yo no hago lo suficiente. Me dice que nos estamos hundiendo, que estoy indiferente, que no trato de que mejoremos, que soy el causante de que estemos pasando esta situación. Me dice que en realidad esto es muy, muy humillante para ella. Y yo la verdad soy de las personas que con los aplausos hago mejor las cosas y con los abucheos hago peor las cosas o no las hago. Entonces cuando yo recibo reproches, insultos, ofensas y humillaciones pues la verdad prácticamente como que mi estado de ánimo se va hasta el piso. Y ahí es cuando soy violento, violento verbalmente… Las discusiones forman parte de la violencia emocional y este es uno de los argumentos más frecuentes de los varones para explicar y/o hasta justificar su comportamiento agresivo, tal como expresa uno de los entrevistados: A veces, por ejemplo, a mí me molesta mucho que ella me grite, eso hace que yo pierda mucho el control. A veces me hago el propósito de no contestarle nada. Si me dice algo le digo: “Está bien, está bien,” pero a veces ella también se molesta, lo toma a mal, como que no le estoy poniendo atención, como que nada más se lo digo para que me deje en paz y se calle y realmente la estoy escuchando y le digo que está bien como para tratar de decirle que tiene razón pero ella lo en77 tiende como sí yo me estuviera burlando de ella. Yo he cambiado porque antes yo le contestaba de una manera parecida, le decía “Ajá, ajá, ajá” y eso la enojaba mucho, se enojaba más y me decía más cosas. La tradición indica que el patrón de masculinidad aprendido implica garantizar el sustento familiar. En este discurso, el varón que no proporciona los recursos económicos suficientes, es una persona que no protege y con ello pierde poder, credibilidad y control sobre los demás. La falta de dinero se traduce en ausencia masculina. Existen problemas en la relación de pareja que son detonantes de la violencia dentro del esquema de masculinidad aprendido. Uno de ellos es el desempleo o subempleo mal remunerados. Bien decían las abuelas que “Cuando la pobreza entra por la puerta de la casa, el amor sale por la ventana”. Y efectivamente, un común denominador en las pláticas entre varones, es la falta de dinero como causa que origina el conflicto en la pareja y desemboca en violencia contra la mujer. Es particularmente interesante notar que los hombres reconocen en diferentes grados su propia violencia, pero en el discurso frente al grupo, se justifica con el argumento que la mujer es violenta y agresiva también. Pues yo creo que fue un poco a raíz de problemas económicos por la cuestión de tener mucho menos de lo que yo tenía. Por ejemplo, si se gasta el gas y a veces no tengo el dinero, ella tiene que acudir a alguno de sus hermanos o alguien de su familia para que le hagan el favor de llevarle el dinero y después ella enviarlo. Entonces ella se molesta mucho y dice que le mortifica. Tener que pedir favores a otras personas le pesa, porque dice que a veces hay gente que le dice: “Oye, ¿tú marido no trabaja? Eso realmente es de mortificar. También he pasado situaciones de falta de dinero para la escuela de mis hijos. Uno está en segundo año de preparatoria. La otra está en carrera y a veces por cuestión de libros, por las inscripciones, yo no tengo dinero para darles. Nos estaban cobrando 920 o 950, algo así de inscripción y la verdad yo no tenía dinero. Mi esposa tuvo que pedirlo a su familia. Eso fue lo que le molestó… Un hombre del grupo expresa sus sentimientos al referirse a su falta de capacidad para lograr lo que se espera de él. Ante la situación señala, se ve presionado a tomar decisiones que no quiere. El subempleo y bajos ingresos en su caso, es una situación que le genera estrés y conflicto con la pareja. Por otra parte, si toma la decisión de aceptar la ayuda de la familia política como sugiere su esposa para mejorar la situación económica, es posible que se introduzca un potencial conflicto más entre ellos. 78 Ella me dice que tengo que tratar de mejorar, de impulsarme para que yo no me sienta desganado, apático. A veces me siento hasta sin la ilusión de querer mejorar, de tratar. Ella me insiste mucho en que yo me vaya a ciudad del Carmen porque ahí su familia puede ayudarme a tratar de encontrar un mejor empleo. Pero la verdad, quizá inconscientemente y no es tanto por orgullo, lo que no quiero es dejarla sola aunque ella dice que prácticamente están solas porque no estoy, porque no le doy dinero suficiente. Me dice que allá cuando menos estarían solas pero que estarían en una situación económica mucho mejor, más desahogada y más cómoda. Por eso ahorita estoy viendo sacar unos papeles que me hacen falta para solicitar un empleo acá porque me hablaron y económicamente es mucho mejor que el que tengo. Si no mejoro, sé que tengo que irme a ciudad del Carmen para pues para tratar de mejorar la situación. Sé que tengo que hacer el esfuerzo. Tratar de mejorar para todos y hasta para mí, porque la verdad es que muchas veces se siente muy incómodo, muy deprimente el hecho de que ver por ejemplo los zapatos rotos de las niñas y no tener ni dinero y la ropa ya también deteriorada y muchas cosas que necesitan, muchas veces no las puedo ayudar y a veces trato de ponerme en su lugar y digo: “Ella tiene razón”. Nada más que el problema es la forma en que ella me lo dice, siento que no es la adecuada y ya se lo he comentado. Lo que pasa es que se me gasta la paciencia, creo que se le olvida, no creo que a propósito me diga las cosas para que me dañe o me lastime y a pesar de eso se le olvida como a mí se me olvida no ejercer violencia y también lo acepto, a veces de una forma verbal en que discutimos, que peleamos. En otra entrevista un hombre dijo lo siguiente: El problema es precisamente la situación económica y esto ha influido, un deterioro en la relación familiar porque ella ve más bien, no solo que yo le causo muchos pero siempre como que yo no trato, cómo si no le importara los problemas que hay en la casa y que yo prácticamente de todo he dejado de que resuelva todo el problema que conlleva la situación económica que estamos pasando, que a veces no hay suficiente dinero. Por ejemplo, mis hijos deben llevar un poco de dinero a la escuela y no solamente para los pasajes, porque a veces les piden copias para las tareas o les piden alguna cosa y a veces yo no tengo el dinero y ella tiene que ver de dónde saca para los gastos. Yo siento que la verdad es una situación muy, muy incómoda, muy difícil para ella. 79 Masculinidades en transformación A partir del trabajo en el grupo, varios de los entrevistados señalan que han incorporado nuevos comportamientos para manejar el enojo y controlar la violencia. A veces con éxito y otras con reveses. El proceso es lento y en el camino, varios hombres desertan. Otros, insisten en mejorar la relación de pareja. Ahora, trato de decirle que le estoy poniendo de mi parte, pero al mismo tiempo estoy tratando de que al recibir sus reclamos, sus gritos y a veces su agresión, trato de no perder el control para no agredirla en forma verbal y mucho menos física. Antes de la terapia, el lunes pues llego y tengo una paciencia muy alta, digamos una gran paciencia y me dice: “Tienes razón” y dialogo más con ella. El martes, pues más o menos la situación parecida. El miércoles a veces con los problemas de trabajo ya no tengo más paciencia para dialogar y solamente le digo que sí. También tiene razón, ya no hay un interés o un diálogo más positivo, más constructivo. A veces no tengo las palabras tan claras para poder expresar lo que quiero decir y a ella le pasa lo mismo, y si a veces repito mucho alguna palabra ella se enoja, piensa que me burlo de ella y volvemos a pelear. La transformación de la masculinidad interiorizada implica un gran esfuerzo personal y colectivo como se comentó líneas arriba, las respuestas de los varones del grupo de atención a la violencia así lo muestran en sus testimonios: Siento que me ha ayudado mucho el acudir aquí y por eso estoy muy interesado de que los compañeros actuales y a futuro pues puedan identificar con mayor claridad y con mayor rapidez los beneficios que pueden obtener de estar aquí porque yo siento que me tardé mucho en identificar esos beneficios. Me tarde mucho, mucho realmente. Yo siento que hay personas, habemos algunas personas que si estamos dos meses, tres meses, en algo que realmente no le vemos el provecho, quizá nos desanimamos y lo dejamos y optamos por otra cosa. Como en realidad si se pueden obtener muchos beneficios, vale la pena. Como yo digo: identificarlo claramente, es difícil, pero la dirección que debemos de seguir para poder obtener ese beneficio aquí te la dan, te dirigen para beneficio de nosotros principalmente y para nuestra familia. 80 La identificación del problema es parte de la metodología de introspección para transformar las prácticas destructivas. Un testimonio señala lo siguiente: El beneficio es primero que nada, identificar claramente de que sí ejercemos violencia. Algunos la minimizamos, algunos la negamos, algunos quizá, la tratamos de justificar. Ya sea por medio de nuestra pareja, de nuestros hijos, de trabajo, de donde sea, siempre tratamos de justificar la violencia. O sea que nosotros somos violentos porque recibimos esa violencia o porque tenemos que ejercer esa violencia para tener un control de las cosas. Conclusión Es inobjetable la transformación de los roles asignados a cada género y la manera en que actualmente hombres y mujeres los interiorizan, en un proceso donde la subjetividad genera respuestas que contradicen los esquemas asignados desde la infancia a través de la socialización temprana de niños y niñas en la familia. Ser hombre y ser mujer, adquiere nuevos significados, nuevos referentes que influyen en las relaciones de pareja, de familia y de comunidad. El encuentro/desencuentro entre géneros potencia relaciones en las que la violencia es el reflejo de la tensión provocada por los cambios en las diversas formas de ser hombre o mujer tal como hemos visto en los casos presentados. Las frecuentes discusiones matrimoniales se centran en las expectativas que cada género tiene sobre la pareja, cuestionando el cumplimiento de “Lo que se espera” de ella o de él. Este proceso tiene diversas causas y múltiples manifestaciones. El impacto de la vida global en un contexto regional puede verse reflejado en las nuevas dinámicas del empleo y la vida familiar. Este es el caso de los hombres que se enfrentan a un modelo de masculinidad tradicional que exige el cumplimiento de “Lo que un hombre debe ser” en un contexto de desempleo, subempleo o empleo mal remunerado en el que se encuentra en una posición de vulnerabilidad social. Simultáneamente, se encuentra inmerso en un contexto donde la fuerza laboral urbana está representada por las mujeres en más del 40%, lo que ha venido a redimensionar las relaciones de poder en la pareja al proporcionar herramientas para el fortalecimiento y empoderamiento femenino y recursos económicos, sociales y simbólicos para las mujeres, quienes cuestionan su posición de vulnerabilidad de género pero que exigen hombres fuertes, proveedores y protectores en la familia y la sociedad. El tránsito es difícil, pero nunca ha sido diferente. Lo importante es no perder de vista la relevancia que reviste en este tipo de fenómenos 81 el análisis que la perspectiva de género puede proporcionar al permitir vislumbrar cuáles son los mecanismos a través de los cuales se constituyen y transforman los géneros en un contexto de transformación económica, social y cultural. La violencia de género vista desde la mirada masculina, es una nueva forma de enfrentar los cambios. Es cuestionarla y cuestionarse a sí mismo como sujeto que ejerce o es víctima de violencia. Las metodologías empleadas para enfrentar este proceso muestran ya una gran versatilidad desde la política pública y la acción de la sociedad civil. Por ello, es preciso dar un seguimiento al fenómeno con ojo crítico y sin apasionamientos que sesguen la percepción de la realidad. Para ello es necesario no tomar en cuenta solo una versión del conflicto. No se trata de juzgar culpables, sino de entender cómo surge y se desarrolla un fenómeno social de esta magnitud y con estas características. Debemos abordar la violencia de género desde una nueva perspectiva para generar conocimiento productivo que contribuya a fortalecer las relaciones democráticas en la pareja, la familia y la sociedad. 82 Referencias bibliográficas Bonino Méndez, Luis (2002) “Develando los micromachismos en la vida conyugal”. En: J. Corsi, Violencia masculina en la pareja. Una aproximación al diagnóstico y modelos de intervención, Paidós, México, pp. 191-208. Bourdieu, Pierre (2000) La dominación masculina, Ed. Anagrama, Barcelona. Brod, Harry and Michael Kaufman (1994) Theorizing Masculinities, Sage Publications Inc. Clare, Anthony (2002) Hombres. La masculinidad en crisis, Ed. Taurus, México. Primera edición en inglés (2000) Connell, R. W. (2003) Masculinidades, México, PUEG—UNAM [Primera ed., en inglés, 1995] Gilmore, David (1994) Hacerse hombre. 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Tal situación pone el acento en la necesidad inaplazable de diseñar mecanismos que permitan un abordaje integral de esta problemática, en un contexto que privilegie la equidad entre los géneros y promueva la resolución pacífica de los conflictos. El primer paso para contrarrestar esta situación es la visibilización del fenómeno, para lo cual, la perspectiva de género se impone como la herramienta teórico- metodológica que por excelencia permitirá una mirada amplia, con el enfoque propuesto por Garda (2004) y Corsi (1999), quienes toman en cuenta aspectos sociales y culturales, incorporando al análisis, los conceptos de patriarcado y sexismo, así como 85 su expresión más cercana: la masculinidad.Un segundo paso para abordar la violencia hacia la mujer es, sin lugar a dudas, la construcción de estrategias innovadoras que coadyuven en primera instancia a la desnaturalización del problema y permitan a las y los ciudadanos sentirse parte importante de la solución. En un mundo globalizado y de grandes tensiones sociales, la apuesta se erige frente al reto de incidir en las propuestas transformadoras de la cultura y en ese punto, la evolución del Estado, como generador de bienestar, impuso la necesidad de incluir acciones que favorecieran el desarrollo social y humano de los pueblos, con énfasis en la posición y situación de las mujeres. Lo anterior, fue adoptado a partir de 1995 como plataforma de acción de la comunidad internacional, lo que obligó al estado mexicano iniciar la puesta en marcha de las políticas públicas para ese fin. En este marco fue que en 2001, las autoridades encargadas del municipio de Mérida, sentaron un importante precedente en la historia de las políticas públicas dirigidas a la población femenina al crear el Centro de Desarrollo Integral y Atención a la Violencia Intrafamiliar, espacio en el que se ofrecieron servicios de atención integral y con perspectiva de género. Desde aquel entonces, el trabajo con varones agresores a través del “Programa de Atención a Hombres con Problemas de Violencia en la Familia” fue una de las prioridades de la oferta institucional con la formación y acompañamiento terapéutico de varones reunidos en torno a grupos reflexivos. Las sesiones semanales han sido hasta ahora parte de una dinámica ininterrumpida. Sin embargo, son los propios beneficiarios, quienes identificaron y solicitaron reiteradamente la ampliación de los servicios, incorporando el acompañamiento y asesoría individual, así como las acciones de sensibilización. Estas últimas, se realizan a través de talleres y pláticas relacionadas con temas como la Salud Masculina, Construcción de Nuevas Masculinidades, Sexualidad, Prevención de Violencia, Paternidad y Adicciones. Cabe resaltar que parte importante de este proyecto, tiene entre sus ejes la transversalidad de las acciones y la vinculación con los distintos actores sociales relacionados con la temática, sin los cuales, esta tarea de gran magnitud, no nos sería posible. Para responder a las nuevas necesidades de atención a la población, en marzo de 2008 el Ayuntamiento de Mérida puso en marcha el Centro de Atención y Prevención de la Violencia Masculina, con ello dio cumplimiento al mandato de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia del Estado de Yucatán, que otorga a los municipios la atribución de crear espacios de reeducación para varones agresores. Es importante subrayar que con esta acción, desde lo local, se fortalece el cambio y la transformación social. A siete años de la creación de la reconocida en el ámbito nacional y estatal como la “Casa de la Mujer” o CIAVI, el Ayuntamiento de Mé86 rida puso al servicio de la población masculina un espacio propio para la reflexión y la adquisición de herramientas que faciliten la construcción de nuevas prácticas no violentas. Ahora con el nuevo Centro de Atención para varones, el equipo que encabezamos esta nueva aventura, con orgullo y confianza asumimos como nuestros los conceptos de apertura, inclusión, justicia y equidad, seguros de obtener resultados positivos a favor de la comunidad. La violencia masculina Frente a los retos del mundo actual, las tensiones sociales se agudizan y pareciera que los grandes problemas estructurales tocan fondo y con fiereza implacable aparece la violencia en todos los ámbitos. La vulnerabilidad de las mujeres se evidencia sobremanera, pues los patrones de convivencia se tornan peligrosos en el entorno familiar, espacio que se supone ideal para el desarrollo de lazos afectivos. En contradicción, es ahí donde mujeres, niñas y niños, sufren las expresiones más descarnadas de la inclemencia masculina, recibiendo de manos del progenitor, esposo y padre, las más crueles demostraciones de poder, un poder que castiga y lastima sin piedad. Esta aseveración, hace un par de décadas, hubiera sido tomada como salida del oscuro libreto de una malísima película de terror. Sin embargo, en estos momentos es suficiente leer los periódicos para encontrar notas como esta y desafortunadamente, cada día la saña de las expresiones va en aumento. Lo que parece algo nuevo, una rara especie de epidemia peligrosa, es únicamente la expresión de un antiguo problema, que apenas ahora emerge de la oscuridad del ámbito privado, deja atrás la vergüenza y se planta ante nuestras miradas atónitas e incrédulas. Autoridades y ciudadanía, rebasados por esta ola incesante nos preguntamos: ¿Cómo podemos detener la escalada de violencia? ¿Cómo podemos proteger a las víctimas inocentes? ¿A qué nos enfrentamos? En respuesta han surgido movimientos ciudadanos, instituciones públicas e incluso leyes que pretenden atajar, combatir y erradicar la violencia hacia las mujeres. Pese a ello, los objetivos no se cumplen, tal vez porque el esfuerzo desplegado no contempla la complejidad del problema. Se habla de víctimas y agresores. La mirada es en blanco y negro, una vez más, las instituciones nos erigimos en jueces calificadores de conductas, lo socialmente aceptable versus lo “Perverso”. En ese camino, hemos llegado tan lejos, que la violencia hacia las mujeres la hemos elevado al rango de delito. El discurso social, atrapado en la idea de castigar a los hombres “Malos” y “Enfermos”, ignora que en la realidad, éstos, en su gran 87 mayoría, son ciudadanos comunes y corrientes cuya socialización les implantó el mandato del uso de la violencia como recurso para la sobrevivencia. Pero tal generalización, como apunta Garda (2000) “Se convierte en una cortina de humo, pues no resuelve el problema social de fondo de la dominación masculina. Y es así que nada sucede, la mujeres siguen siendo impunemente violentadas y los recursos públicos fluyen hacia un río cuyo cause los aleja sistemáticamente de la otra orilla, aquel espacio ideal, limpio y claro, al que tal vez algún día arribemos, como ciudadanas y ciudadanos libres y plenos de derechos. Lo verdaderamente grave, es que son escasas las voces que se levantan para argumentar que la ineficacia de las acciones es consecuencia de la mirada parcial desde la cual se pretende entender la problemática en cuestión. Unas cuantas personas, nos preocupamos por definir que este asunto de la violencia en la familia no es un asunto de “Buenos y malos”, sino la consecuencia fatal de la convivencia de hombres y mujeres en una sociedad en la cual el sexismo y sus más comunes expresiones: el machismo, la misoginia y la homofobia están presentes en todos y cada uno de los actos humanos, haciéndose presente, como dice Daniel Cazéz (1998) en todas las relaciones y en todos los espacios de la vida (doméstico, comunitario, laboral e institucional) más allá de la conciencia, el sexismo se apodera del inconsciente como elemento definitorio del sentir, pensar y actuar de las personas. Entonces, es imprescindible entender en primera instancia, que las expresiones de violencia hacia las mujeres se gestan en una ideología y praxis machista, la cual sostiene que las mujeres son inferiores a los hombres, y por ello están obligadas por la naturaleza a dar servicio doméstico y sexual. “El machismo estructura la opresión de género de las mujeres mediante mecanismos destinados a marginarlas, segregarlas, discriminarlas, cosificarlas, maltratarlas, hostilizarlas, acosarlas y violentarlas de muchas otras formas”. El machismo también se expresa en el paternalismo que, por una parte, ubica a las mujeres como seres incapaces de inteligencia, dependientes, sumisas, débiles, obedientes, agradables, dedicadas a la asistencia y el consuelo, y necesitadas de sobreprotección y de alabanza, exaltación, bellas, abnegadas, compasivas y perspicaces (Ibid.). A la luz de esta caracterización, identificamos que en contrapartida los hombres en este imaginario, resultan ser la antítesis de esta patética figura femenina y por ende, ellos se erigen en los absolutos dominadores y ellas en receptoras pasivas de esta dominación. Y es en este campo, que surge la disputa, el uso del poder como instrumento de control. El antagonismo entre lo femenino y lo masculino. El asiento del conflicto, sin duda abonado por el pensamiento patriarcal hegemónico que reproduce como única opción la dominación femenina y para ello, la reproducción de conductas violentas. Conductas de dominación 88 que utilizan la violencia como medio para arrebatar al otro/a la libertad, la paz y en algunas ocasiones hasta la vida. En este rejuego encontramos que el motor de arranque, el sexismo, es reproducido por conductas machistas que son compartidas por hombres y mujeres, contribuyendo a la reproducción generacional e indiscriminada de la violencia. Pero hay que decir que la violencia no siempre se expresa a través de la agresión frontal, sino también a través de la manipulación y la omisión, como instrumentos de control cuyos resultados son iguales o más eficaces que los otros, puesto que paralizan y sofocan a la víctima hasta su extenuación. En este sentido, Bonino se refiere a la violencia masculina de la siguiente forma: Forjada en un contexto social que le permite, es ejercida como una estrategia en forma de proceso de abuso y avasallamiento paulatino, de menos a más donde pueden combinarse formas leves, moderadas o graves de ejecución (maltrato, degradación y tortura), con el resultado de la creación, cuando es sistemática, de una víctima que al final ya no puede defenderse (Bonino, 2003) Ahora bien, desde nuestra perspectiva, esta conducta, tan propia de la masculinidad, tan claramente dirigida hacia un objetivo concreto que es el ejercicio del poder, no es el resultado de una casual apropiación de los recursos característicos de un género. La violencia que los hombres ejercen hacia las mujeres se inscribe a partir de un desencuentro permanente con el mundo femenino, a la par de una necesidad aprendida de controlar el entorno, sus propias emociones y las reacciones del otro/a. Lo verdaderamente grave, es que esto sucede con una simpleza impresionante, ya que aparece una y otra vez en medio de una relación familiar y muchas veces, esta forma de convivencia, pareciera lindar en la cotidianeidad de las relaciones. Sin embargo, la constante fricción agrava y potencializa el peligro de entrar a una espiral de agresiones y conflictos que se tornan cada vez más insoportables. Sobre esto, Bonino, nos explica que “La discriminación, la ignorancia, desposesión, quebrantamiento, anulación y congelamiento de la identidad de las mujeres son los resultados comunes de esta estrategia, que puede terminar en su destrucción cuando el varón perdió la posibilidad de someterla”. Es decir, en un caso extremo, la pérdida de la vida es el precio que muchas mujeres han tenido que pagar (Bonino, 2003). El peligro estriba en la cotidianeidad y aparente simpleza del problema. Porque es en la vida diaria que las relaciones sufren sus peores embates, la coexistencia se hace imposible y los hijos/as padecen las consecuencias ya bien de la constante guerrilla familiar o de la necesaria pero devastadora desintegración. 89 Es a partir de estas reflexiones, que consideramos inaplazable el abordaje de la violencia masculina como parte de las acciones encaminadas a mejorar las condiciones de vida de la población. Los resultados de una intervención integral, son garantía de un desarrollo social y humano en condiciones de equidad, mismo que, a nuestro entender, contribuiría bastante en la desarticulación de la violencia hacia la mujer. Programa municipal “Hombres con problemas de violencia en la familia” (GHPVF). Antecedentes y metodología de trabajo A finales de 2001, el municipio de Mérida implementó como parte de la oferta institucional del Centro Integral de Desarrollo y Atención de la Violencia Intrafamiliar (CIAVI) el programa de “Hombres con Problemas de Violencia en la Familia”. Desde su creación y hasta la fecha, el CIAVI se constituyó en la única instancia municipal en el estado de Yucatán que ofrece atención jurídica y psicológica con perspectiva de género a mujeres víctimas de violencia. Su carácter de institución gubernamental del orden municipal no ha sido limitante para conformar un equipo comprometido y especializado que de manara ejemplar mantiene un estándar de calidad en la atención que brinda. A través del tiempo transcurrido y hasta la fecha, el programa de “Hombres con Problemas de Violencia en la Familia” se constituyó en un espacio vital para el trabajo con hombres agresores, en el cual la reflexión y acompañamiento grupal permite la interacción con aquellos que se acercan con la intención de eliminar la violencia que ejercen en sus hogares así como la generación de alternativas para su prevención y manejo. Los objetivos específicos de las sesiones grupales y los acompañamientos son: -Contribuir a que los hombres construyan un compromiso permanente con la no violencia -Brindar explicaciones sobre las causas de la violencia -Brindar herramientas y técnicas que contribuyan a revisar y transformar el papel de los hombres en la problemática de la violencia. Estos objetivos se cumplen a través de la realización de por lo menos una sesión a la semana con una duración promedio de dos horas. Para su ingreso, los varones no deben de llenar ningún requisito, aunque es recomendable su participación en una reunión informativa de 60 minutos en la que se pretende: 90 -Identificar los problemas y expectativas que tienen los hombres que asisten a la sesión. -Brindar información oral, visual y escrita sobre el GHPVF -Canalizar hacia otro tipo de servicio que se considere conveniente. Las sesiones de trabajo manejan técnicas de taller y reflexión que abordan diversas temáticas que propician que los participantes identifiquen, a través de la narrativa de “Los otros”, una historia personal que en la mayoría de las ocasiones es un retrato hablado de su propia construcción de la masculinidad aprendida y en esa medida se facilita el proceso de “Autodescubrimiento” a partir del conocimiento de los demás. Asimismo el trabajo en los talleres invita a la participación reflexiva del grupo y permite el aprendizaje común al estilo propuesto por Ander Egg (1991), quien define esta metodología como “Aprender haciendo”. Si bien el modelo en sus inicios estuvo basado en la estructura del modelo de “Hombres Renunciando a su Violencia” de Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias A.C (CORIAC)9, en su aplicación, registró variaciones de acuerdo a las temáticas abordadas, las dinámicas y reflexiones que en éstas se entretejen, así como las necesidades propias de los usuarios. En general, las sesiones persiguen la siguiente estructura: -Bienvenida y presentación del plan de trabajo para la sesión -Momento libre para compartir comentarios o experiencias de la semana -Técnica participativa -Reflexión -Cierre El trabajo del GHPVF descansa bajo dos posturas teóricas principalmente: la perspectiva de género y el humanismo. La perspectiva de género es un marco de análisis teórico–conceptual que permite identificar las diferencias entre los géneros, las relaciones de poder al interior de cada uno de ellos (intragenéricas) y entre ellos (intergenéricas) así como su condición y posición ante las instituciones, con el propósito de establecer acciones tendientes a promover situaciones de 9 El Programa de Hombres Renunciando a su Violencia (PHRSV) es el modelo sistematizado de Coriac que atiende a los hombres que reconocen que tienen problemas de violencia con la pareja. En el modelo se ofrecen 3 niveles de atención donde los hombres aprenden en grupo de reflexión técnicas que les permiten construir un compromiso con la no violencia en el hogar. Este modelo es una experiencia sistematizada que genera información cuantitativa y cualitativa sobre las creencias y prácticas de la violencia masculina hacia la mujer. 91 equidad entre ambos, que privilegien el respeto de sus derechos humanos y contemplen estrategias para incluir a las mujeres en todos los procesos de desarrollo, en condiciones de equidad con los hombres (PROEQUIDAD, 2001-2007)10. En cuanto al humanismo, se tomaron las ideas propuestas por Rogers (2000) para el establecimiento de relaciones que promuevan el crecimiento: autenticidad, empatía y un interés positivo incondicional. Así, con esta estrategia, se ha trabajado con el personal profesional a cargo de estos grupos para insistir en la autenticidad, es decir, que el facilitador asuma realmente el papel que le corresponde, de manera que sea capaz de tener conciencia de sus sentimientos, vivir en ellos y, de ser necesario, comunicarlos. La empatía se ha manejado como el esfuerzo del facilitador por entender realmente el mundo privado del usuario, su experiencia y sus significados. Una de las características que más se ha promovido en los facilitadores es el interés positivo incondicional en el usuario. Este último punto no se opone a la idea de confrontar a los usuarios cuando manifiestan haber ejercido algún tipo de violencia; dicha confrontación se establece con relación a los hechos violentos, evitando hacer juicios hacia la persona del usuario. La confrontación, es parte fundamental para el logro de los objetivos del grupo, pues a través de la confrontación con el hecho, no con el perpetrador, se propone que éste asuma la responsabilidad de su violencia y reconozca los propios sentimientos ante determinados conflictos. Esta práctica resulta imprescindible pues tal como Garda (2004) lo menciona, los hombres “Se pueden ver como agentes de la violencia, pero ellos, no se ven como responsables de la misma”, asumiendo que es la pareja la que hizo algo para provocarlos. El reconocimiento de la violencia ejercida, es una de las metas del trabajo realizado con el GHPVF. Actualmente, algunos usuarios pueden visibilizar los episodios de violencia que ejercen y asumir total responsabilidad de éstos, cuando en un principio muchos depositan esa responsabilidad en la persona agredida. Públicamente, David manifestó lo siguiente: Antes pensaba que los problemas en la casa provocaban que yo ejerciera violencia, que así tenía que ser; ahora me doy 10 En el PROEQUIDAD 2001 – 2006 se define la perspectiva de género como “La metodología y los mecanismos que permiten identificar, cuestionar y valorar la discriminación, desigualdad y exclusión de las mujeres, que se pretende justificar con base en las diferencias biológicas entre mujeres y hombres, así como las acciones que deben emprenderse para actuar sobre los factores de género y crear las condiciones de cambio que permitan avanzar en la construcción de la equidad de género. 92 cuenta que no, que yo tenía que trabajar mis propios problemas y no ejercer violencia… Culpabilizar a la pareja es una práctica generalizada y un paso importante en el proceso de un hombre que desea cambiar, es reconocer que tal pensamiento es un mito. Para ello, encontramos que la aplicación de la perspectiva de género como parte de la reflexión grupal, nos permite reconocer cómo a través de su vida, los hombres aprendieron a significar de manera distinta de las mujeres. Durante su socialización, los hombres aprendieron de manera individual a reconocer determinados símbolos, pero también hay un aprendizaje cultural y compartido por la masculinidad. La combinación de ambos, es el punto de partida para reacciones similares ante determinadas situaciones (Garda, 2000). Es la perspectiva de género la que facilita un abordaje incluyente y participativo al problema de violencia masculina, ingrediente importante y necesario para lograr un desarrollo humano y equitativo. Con la perspectiva de género, se mejoran las condiciones de vida de mujeres y hombres. A través de este enfoque, se guía nuestro trabajo en pos del desmontaje de los estereotipos de la masculinidad tradicional que fomentan la violencia. Para ello, recurrentemente tomamos distancia del “Canto de las sirenas” que podría hacernos creer, como bien dice Garda, que atender la violencia de los hombres, es un paso hacia el cambio cultural (Garda, 2000). Por el contrario, en gran medida, entendemos la violencia masculina, según la propuesta de Corsi como un complejo entramado de factores macro, micro y exosistémicos que caracterizan a la masculinidad hegemónica (Corsi, 1999). Ahora bien, es en el entorno político y social imperante, que nos corresponde desde lo local, abordar el problema, sin despegarnos de nuestro objetivo, utilizando las herramientas propuestas por estudiosos de la materia. Un primer paso, será convencer a la sociedad que más allá de las dicotomías, es necesario trabajar en la prevención y atención del problema de la violencia hacia las mujeres, otorgando a los hombres un lugar protagónico: el que les corresponde como pieza inseparable de esta composición. Los tiempos cortos del devenir político, desafortunadamente impactan negativamente en las acciones gubernamentales, pues antes de lograr la consolidación de una política pública, los embates del cambio se ciernen con oscuros presagios de una imposible continuidad. Lo anterior no influyó en la elección de un modelo de intervención de corte reeducativo centrada en dos puntos principalmente: a) El desarrollo humano de Rogers y su propuesta acerca de la intervención centrada en el usuario y su aprendizaje significativo, y 93 b) La idea de que las relaciones y los actos violentos son manifestación de aprendizajes sociales y que, por tal motivo, pueden ser desaprendidos y re aprendidos en relaciones que promuevan la equidad y el respeto a la persona sin el uso de algún tipo de violencia. En cuanto al primer punto, al igual que CORIAC, trabajamos en torno a situaciones y aprendizajes que pueden ser significativas para los usuarios y con respecto a la idea de la violencia como algo aprendido, conjuntamente, facilitadores y usuarios, generamos alternativas no violentas de relación que permitan una mejor convivencia entre ellos y sus familiares. A lo largo de siete años de trabajo, se han acercado a pedir información acerca del GHPVF alrededor de 500 hombres. De éstos, el 25% asistieron a las juntas informativas y decidieron no participar en las sesiones de trabajo. Lo anterior, fue consecuencia de la escasa difusión que existió en torno al programa. Nuestro trabajo, era casi underground y su difusión estaba sostenida más que nada en el “Boca en boca” y no en la formalidad de un trabajo institucional. La razón de la invisibilización del trabajo con varones, se fundamenta en la idea compartida por un gran sector de la ciudadanía de que trabajar con “Agresores” tiene mucho de transgresión. Incluso actualmente, no han faltado las voces que se alzan para reclamar presupuestos y esfuerzos que según se dice, deberían estar apoyando la causa de las mujeres y no la de los hombres. Una vez, la mirada dicotómica, pervierte la intencionalidad. La poca difusión y el halo misterioso en torno a nuestro trabajo, atrajo a toda clase de varones que se acercaron sin saber realmente qué hacíamos: hubo quienes manifestaron necesitar un grupo de autoestima o de alcohólicos anónimos, y aquellos que negaron insistentemente ejercer o haber ejercido violencia, argumentando que su acercamiento estuvo motivado por la insistencia de la esposa a quien suponían le demostraría su aceptación a “Cambiar” mediante su acreditación al ingreso de uno de nuestros grupos de trabajo. En cuanto a la cantidad de sesiones de trabajo en las que participan los usuarios, se observa que, en general, asisten aocho sesiones. Cabe señalar que es un promedio, es decir se toma en cuenta desde quienes acuden solamente en una ocasión hasta quienes acumulan, hasta el día de hoy, alrededor de 50 ó 60 asistencias. Asimismo, es importante considerar que, en su modalidad de grupo abierto, las sesiones a las que acuden no necesariamente hacen referencia a semanas consecutivas, sino que hay quienes se presentan en dos ocasiones y dos meses después regresan. En cuanto al personal con que se ha contado en el GHPVF, son siete las personas que han trabajado como facilitadores, algunos de los 94 cuales han tenido que dejar de hacerlo por motivos personales. Para la impartición de las sesiones grupales, se ha procurado siempre tener un mínimo de dos facilitadores por sesión para un mejor manejo de las técnicas realizadas y para tener una visión más completa a la hora de evaluar la intervención. El Centro de Atención y Prevención de la Violencia Masculina Durante los años de experiencia en el trabajo con hombres agresores hemos acumulado historias de éxito y también profundas interrogantes, que nos dejan con la esperanza de un futuro distinto. Son los propios hombres quienes nos señalaron el camino a seguir, planteando demandas sensibles sobre su necesidad de recibir un acompañamiento individual, así como explorar actividades de sensibilización en temas de interés e intrínsecamente ligados “Ser hombres”. Es así como surge el Centro de Atención y Prevención de la Violencia Masculina dentro de la oferta institucional del Ayuntamiento de Mérida en el ámbito de la política dirigida a combatir la violencia hacia la mujer y en la familia. Varios factores confluyeron en la puesta en marcha de este ambicioso proyecto, entre los que destacan la voluntad política de las autoridades municipales, aunada al financiamiento recibido por parte del gobierno federal a través del Programa Limpiemos México. Rescate de Espacios Públicos. Asimismo, las recién publicadas Leyes General y Estatal de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que establecen la necesidad de impulsar espacios reeducativos para “Agresores”, mismos que son atribución de los ayuntamientos, entre otros actores sociales. El Centro de Atención y Prevención de la Violencia Masculina es un espacio a través del cual ampliamos nuestra cobertura de atención, brindando a los hombres un espacio de reflexión y acompañamiento que les permita adquirir herramientas para una mejor comprensión de las diferentes expresiones de la masculinidad y su relación con la violencia de género a través de talleres y pláticas relacionadas con temas como la Salud Masculina, Construcción de Nuevas Masculinidades, Sexualidad, Prevención de Violencia, Paternidad y Adicciones. Cabe resaltar que parte importante de este nuevo proyecto, tiene entre sus ejes la transversalidad de las acciones y la vinculación con los distintos actores sociales relacionados con la temática, sin los cuales, esta tarea, de gran magnitud, no nos sería posible. Difícilmente se puede combatir lo que no se comprende, lo que únicamente se tipifica por la forma, ignorando el fondo. Actualmente, el equipo del Ayuntamiento de Mérida encargado de trabajar con hombres que ejercen violencia sostenemos y adoptamos una posición honesta e incluyente, respetuosa del comportamiento humano y fuertemente influenciado 95 por aquellos que nos antecedieron y cuyas enseñanzas nos ilustran y estimulan ante las dificultades. No es fácil innovar en el campo de la política pública, mucho más difícil aun, atraer recursos y credibilidad para el trabajo de las causas que muchos consideran perdidas. Sin embargo, iniciamos la marcha y esperamos que muy pronto, otros actores sociales se sumen al proyecto. 96 Referencias bibliográficas Ander Egg, E. (1991) Metodología y práctica del desarrollo de la comunidad, Editorial Gernika, Argentina. Bonino, Luis (2003) “Obstáculos a la comprensión y a las intervenciones sobre la violencia (masculina) contra las mujeres en la pareja”. Artículo ampliado y actualizado del publicado en: C. Ruiz Jarabe, y Blanco P. (Editores) La prevención y detección de la violencia contra las mujeres desde la atención primaria de la salud. Madrid: ADSP, 2002. Cazéz, Daniel (1998) La perspectiva de Género. México, Consejo Nacional de Población, México. Cervantes, F.; Garda R., y Liendro E. (2002) Manual del Facilitador del PHRSV. Primer nivel, CORIAC, México. Coria, Clara (2002) “Los Grupos de Reflexión, Dependencia Económica y Salud Mental de las Mujeres”, En: Mabel Burin, (Comp.) Estudios sobre la Subjetividad Femenina, Buenos Aires. Corsi, Jorge (Comp.) (1999) Violencia Familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema social, Paidós, Argentina. Corsi, Jorge et. al., (1999) Violencia Masculina en la pareja. Una aproximación al diagnóstico y los modelos de intervención, Ed. Paidós, Argentina. Garda, Roberto (2004) “Complejidad e Intimidad en la Violencia de los Hombres. Reflexiones en torno al poder, el habla y la violencia hacia las mujeres”. En: T. Fernández (Coord): Violencia contra la Mujer en México. Comisión Nacional de Derechos Humanos, México. PROEQUIDAD 2001 – 2006, Programa Nacional de Equidad de Género, Instituto Nacional de las Mujeres, Gobierno Federal, México. Rogers, C. (2000) El Proceso de Convertirse en Persona, Editorial Paidós Ibérica, España. 97 CONVERSANDO LAS MASCULINIDADES TRABAJO COLECTIVO DESDE LA SOCIEDAD CIVIL Sergio A. Moreno Cabrera Resumen El presente trabajo tiene como fin compartir experiencias, reflexiones y nuevas inquietudes respecto al trabajo con varones y las masculinidades. El recorrido que en el mismo se hace, es de poco más de tres años, donde se muestra la inquietud e interés sobre comprender más acerca de la construcción social del género y su impacto en las relaciones humanas. Esta comprensión ha sido desde sus inicios un proceso, cuyo inicio tuvo que ver con investigar los significados y experiencias de algunos hombres yucatecos sobre violencia intrafamiliar. Las conclusiones y reflexiones que se gestaron de esta investigación dieron pie a pensar más desde las masculinidades y no sólo desde la violencia. El ser y hacerse hombre puede ser lo más obvio y automático en una sociedad, pero al mismo tiempo y en la experiencia de muchos, ser contradictorio y riesgoso. El proceso y andar sigue su curso, con el interés de seguir comprendiendo, investigando y documentando las masculinidades, pero incluyendo en esto las voces, creencias y reflexiones de varios hombres; se trata de conversar sobre el ser y hacerse hombres desde la cotidianeidad. Introducción: preguntas que generan más preguntas Compartir experiencias y aprendizajes, sentimientos e ideas, frustraciones, búsquedas y logros, así como dudas, miedos, incertidumbres, 99 bromas y sonrisas, en otra palabra, la vida. Esto es parte de lo que ha significado y significa para mí este proceso de reflexión y comprensión de las masculinidades. No ha sido algo sencillo y considero que este apenas es el albor de muchas reflexiones e interrogantes que se construirán con el caminar, pero al mismo tiempo ha sido un proceso de crecimiento y enriquecimiento personal. Hablar y pensar junto con otros sobre el ser y el hacerse hombre, ha implicado también pensarme y mirarme como hombre, de una forma diferente a como lo había hecho en el pasado. Ha sido y es mirarme desde mis creencias, vivencias, prejuicios, sueños y expectativas. De tal forma que la presente experiencia es un esfuerzo por compartir lo vivido y pensado en el proceso de conversar las masculinidades con otros hombres, y también con algunas mujeres. Estas líneas son un pretexto, insisto, para compartir y generar reflexiones e inquietudes en otros y otras, que sean cada vez más útiles en el trabajo desde el género, y específicamente, en las masculinidades. Como hombre y académico/ estudiante, incursiono en esta temática con la investigación desarrollada en la licenciatura “Significados y experiencias de hombres yucatecos sobre violencia intrafamiliar” (Morenoy Vega, 2006). Estas experiencias, trabajos e investigaciones, forman parte de un interés personal/ profesional e institucional. Mi interés personal/profesional inició tras conocer a algunas personas y textos, sobre el movimiento feminista, los derechos humanos, la violencia de género e intrafamiliar, etcétera. Fue entonces que me pregunté ¿Y los hombres qué estamos haciendo, además de nada? Más allá de una pregunta hecha desde la competitividad, fue y ha sido una pregunta orientadora que me lleva a pensar que la construcción de una vida más plena y satisfactoria es posible, y que en estas posibilidades podemos participar hombres y mujeres. A nivel institucional, desde hace dos años y medio participo y colaboro en Ciencia Social Alternativa, A. C. (Kóokay, luciérnaga en lengua maya), en donde, las personas que ahí laboramos tenemos la posibilidad y reto de desarrollar proyectos, tanto personales, como de interés común. Nuestro objetivo como organización busca “Promover la construcción de una vida digna con las personas y colectivos de la zona maya, a través de procesos de empoderamiento y equidad, con el fin de lograr el acceso a sus derechos de educación, salud, vivienda, trabajo, tierra, etcétera, revalorando su identidad cultural y en armonía con la naturaleza”. En este sentido, en la organización facilitamos procesos de concientización y empoderamiento con mujeres a través de la promoción de una vida libre de violencia. Este trabajo lo han encabezado y desarrollado compañeras que forman parte de Kóokay. En este trabajo, todos y todas hemos asumido una posición crítica, tanto personal como dentro de la organización, frente a cualquier modelo, esquema o estructura en donde las relaciones humanas sean desiguales e injustas, 100 en donde el poder sea un poder que destruye y somete, y no un poder que construye y potencializa; hemos alzado la voz y dado pasos solidarios cuando se ha requerido denunciar, vigilar o acompañar casos de violencia o abuso hacia cualquier persona, sobre todo mujeres, niños y niñas. Por lo anterior, hablar de las masculinidades desde Kóokay, significa la posibilidad de fortalecer el trabajo que hacemos en la promoción de una vida libre de violencia entre hombres y mujeres. Conversar las masculinidades, ha sido algo que he hecho y hago desde lo personal, profesional y laboral. Hablar de masculinidades implica hablar de contextos relacionales, sociales, culturales e históricos, de creencias y prejuicios, por lo que las posibilidades de entendimiento y definición de la masculinidad son en realidad indefinibles desde un solo punto de partida o de una sola “Tajada”. En este sentido, la propuesta que planteo sobre conversar las masculinidades, consiste en escuchar y reflexionar junto con los varones, lo que pensamos y creemos respecto a cómo se viven y entienden aspectos como el machismo, la sexualidad, las relaciones de pareja, relaciones entre padres e hijos, los sentimientos... en el ser y hacerse varón desde la cotidianeidad de la vida. Conversando las masculinidades es parte de este proceso, experiencias y reflexiones teóricas que en este momento desarrollamos en Kóokay; nuestro interés es compartir lo que hemos hecho y hacemos para que esto pueda generar nuevas ideas y posibilidades de acción. Hace poco más de dos años escribía en las conclusiones de la investigación antes mencionada: “(...) nos dimos cuenta de lo necesario que es explorar con una actitud abierta, sin prejuicios y sin etiquetar (...). En nuestro caso, fue importante el mirar de esta manera a los participantes, pues nos permitió conocer discursos y realidades alternativos sobre sí mismos y sobre la violencia; diferentes y al mismo tiempo complementarios de lo que comúnmente se dice sobre los hombres que ejercen algún tipo de violencia” (Moreno y Vega, 2006:119). Creo que en ese momento no alcanzaba a tener toda la claridad de lo que estas palabras continuarían diciéndome. Hoy entiendo mejor qué quería expresar cuando hablaba de flexibilidad y apertura. No se trata sólo de mirar sin prejuicios a una persona, sino que, en el caso específico de mi experiencia en trabajo con varones, se trata de mirar más allá de lo que comúnmente se define como la experiencia masculina, ya que existen otras cosas, no sólo la violencia. Son más las experiencias y creencias que no se hablan, ya sea porque no se sabe que existen o por suponer que no son tan urgentes o importantes como la violencia, pero que sin lugar a duda para mí, al hablarlas se pueden generar nuevas posibilidades en las relaciones entre hombres y mujeres. Esta última conclusión y reflexión ha sido fundamental para mí en el actual trabajo que realizo con los varones, pues se ha convertido en una de las principales herramientas que invitan a la participación y a compartir lo que comúnmente se calla. 101 A continuación comparto lo que ha significado este proceso de conversar las masculinidades en dos momentos: el primero, trata sobre mi propio camino para conocer y entender las experiencias y significados de la violencia, y el segundo, se refiere a las reflexiones propias y las de otros hombres en relación a las masculinidades. Mi “tránsito” por la violencia Las experiencias de trabajo e investigaciones en relación con los varones, tienen poco más de 30 años desarrollándose en países como Francia, Estados Unidos, Noruega, y poco menos en Latinoamérica. En México, el esfuerzo se ha caracterizado por el desarrollo de programas y modelos de atención a hombres que ejercen violencia o que son agresores, así como también, en investigaciones que han descrito el trabajo que esos programas llevan a cabo (Daniel Ramírez, 2005). En nuestro país, hablar de violencia familiar, implica hablar de un problema de salud pública (Informe de Salud México, 2003). Aun cuando las estadísticas no siempre se aproximan a las vivencias cotidianas y particulares, sí nos muestran los elevados porcentajes de violencia por parte de los hombres hacia las mujeres. Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica y Relaciones en el Hogar 2006, (INEGI, 2006, en red) más del 47% de las mujeres de 15 años y más, con pareja residente, han vivido algún episodio de violencia (INEGI, 2007, en red). No es entonces casual que ante esta problemática se haya desplegado (y se siga haciendo) todo un trabajo y proceso de concientización y empoderamiento de las mujeres frente a estos temas. Luján, Vadillo y Vera (2004) llevaron a cabo una investigación de corte cualitativo con mujeres sobre sus significados y experiencias sobre la violencia intrafamiliar. Las autoras señalan que para futuras investigaciones sería importante que así como se ha explorado los significados de las mujeres, se haga lo mismo con los significados que los hombres le atribuyen a la violencia en la familia, ya que de esta forma se tendría una visión más amplia del fenómeno al identificar las creencias que tienen alrededor de la temática.Estos son datos y algunas de las recomendaciones que hemos tomado como base para continuar trabajando sobre esta línea, y para comenzar a apostarle al trabajo desde las masculinidades. A continuación me gustaría compartir algunas de las ideas, conclusiones y reflexiones surgidas de esta investigación. Se mostrará lo que los entrevistados11 dijeron sobre el significado de la violencia, sus causas y tipos. También se hablará de experiencias pasadas y actuales 11 Los nombres de las personas citadas en este texto, han sido cambiados por efectos de confidencialidad. 102 de violencia; las emociones y sentimientos relacionados con los actos o episodios violentos, así como lo que implica ser hombre y ser mujer. Aunque no retomaré toda la investigación, sí algunas puntos que me han servido de guía en el proceso de investigar y conversar las masculinidades. Voces, significados y experiencias: violencia, género y poder Comenzaremos con los significados y experiencias de estos hombres con la violencia intrafamiliar, así como las ideas y creencias sobre ser y hacerse hombre y mujer. Al referirse a los significados, encontramos respuestas que incluyen cómo la definen, así como también lo que significa en términos de su causalidad y tipología. Algunos la definen como una forma de reacción frente un estímulo que es percibido como amenazante, donde la agresión es utilizada como el medio para dominar una situación o a una o varias personas. Algunos autores plantearían que la agresión efectivamente va orientada a herir o lastimar a otros cuando se percibe una situación de peligro, como un modo de defensa, mientras que la violencia es una construcción social que va orientada a someter o controlar situaciones o a personas (Berkowitz, 1996; Corsi, 1994; Dutton y Golant, 1997). De igual modo, hablan de una reacción sobre la que tienen poco control o conciencia de ésta. No todos hacen una clara distinción entre lo que para ellos es violencia y agresión. Pepe: Reinaldo: Gregorio: … el hombre tiende a ser agresivo cuando se encuentra bajo amenaza, pero la violencia no creo que sea lo mismo… cuando se trata de algún tipo de reacción por la supervivencia… en cambio cuando uno es dominante y quiere subyugar como en el caso de los padres, o cuando el esposo quiere subyugar o dominar como el perro viejo de la manada… …pues a mí la violencia me ha servido mucho para defenderme porque alguna persona me ha dañado, me ha agredido… Es una explosión, es una respuesta de una persona ante un estímulo, en mi opinión, también no es consciente que tanto daño puede hacer… 103 Jaime: Reinaldo: Es la actitud digamos irracional del humano, que explota su lado primitivo, pierde toda… todo principio y busca someter, busca agredir, busca lesionar... Es algo que se siente, uno se molesta, agredes a la persona, a veces sin querer… Entre las causas que para ellos explican la violencia, hubo cierta diversidad, pues algunos señalan la herencia y la genética, otros dicen que es parte del ser hombre y de la impulsividad, otros que es una enfermedad. Todos mencionan que es algo que aprendieron en casa. La causa principal a través de la cual explican los actos de violencia es el aprendizaje, como un resultado de haber presenciado la forma en cómo se relacionaban sus padres y la manera como los trataban en su infancia; de esta manera, fueron interiorizando valores, creencias y formas de relación que aprendieron en el seno familiar y que son aprobados culturalmente, y que posiblemente les sirvió como marco de referencia para sus futuras relaciones (Bandura, en Ramírez, 2005; Del Castillo Falcón, 2002 ). Todos los autores antes mencionados han hecho planteamientos y analizado desde distintas posturas, si la violencia es aprendida o no, si es algo innato, natural, una enfermedad, etcétera. Sin embargo, y aun cuando los entrevistados hablan de conductas aparentemente naturales, donde quizás influyen las hormonas masculinas, ninguno de ellos afirma que la principal causa de la violencia sea natural, sino que cuestionan y señalan el papel del aprendizaje y de lo observado (Moreno y Vega, 2006): Rodrigo: Rodrigo: … yo creo en dos cosas: yo siento que… este temperamento viene… en primer lugar sí siento que se hereda, siento que sí están involucrados los genes aquí en el comportamiento… ciertas sustancias de tu cuerpo, hormonales, entran en acción… Es un instinto de tener violencia, de golpear a alguien, cualquier tipo de contacto… no te tomas el tiempo de decir: “no, no lo voy a hacer porque está mal, voy a lastimar a alguien, me voy a meter en problemas”… y la otra parte a la que le atribuyo, es la forma en que te educaron, a la forma en que te educaron tus papás, tu familia… 104 Pepe: Reinaldo: Yo creo que la violencia es algo aprendido… creo que es una actitud aprendida de los padres, principalmente de la figura paterna sin excluir a la materna. Porque esto pasa de una generación a otra y cuando creces también lo va aprender otro, pues sí, como mi hijo…yo he llegado a lo que yo soy porque mi papá era muy violento… En este sentido, la propuesta teórica que nos permitió una mayor comprensión de los resultados fue la perspectiva de género. El género es entendido como un complejo de determinaciones y características económicas, sociales, jurídico-políticas y psicológicas, que van construyendo y creando lo que en cada época, sociedad y cultura forman los contenidos específicos de ser mujer o ser hombre (Lagarde, 1997). En relación a esto, Martha Lamas (1996:330) señala que el género “Facilita un modo de decodificar el significado que las culturas otorgan a la diferencia de sexos y de comprender las complejas conexiones entre varias formas de interacción humana”. Plantea que lo que define al género es la acción simbólica colectiva, ya que a través del proceso de constitución del orden simbólico en una sociedad, se construyen las ideas de lo que deben ser los hombres y las mujeres. Puntualiza que la categoría género permite delimitar con más claridad y precisión cómo la diferencia sexual, se convierte en desigualdad. En cuanto a las diferencias construidas sobre el ser y hacerse hombre y mujer, los entrevistados comparten sus creencias. En ambas investigaciones (Luján, Vadillo y Vera, 2004; Moreno y Vega, 2006) se observan coincidencias entre lo que los hombres y las mujeres creen de cómo son y debieran ser los sexos, sus comportamientos y actitudes. Reinaldo: … el hombre debe de ser responsable, debe de hacer bien las cosas y cuidar a su familia. Al hombre le toca lo más duro, trabajar y trabajar, además de pasar tiempo con los niños para que no tengan pleitos o malos tratos en la calle, que sean diferentes, que sean mejores… Jaime: (sobre ser hombre) …tienes en la mente que eres el rector de las cosas, el jefe de familia, tienes que ver que si salen mal las cosas hay que corregir... 105 Gregorio: (sobre la mujer) Que le guste servir, que está pendiente de las necesidades de su casa y de las necesidades de la misma… Lucas: (sobre la mujer) …que sea hogareña, que quiera a sus hijos, que no sea materialista… preocuparse por el hogar y por el esposo también. Rodrigo: Soy el tipo de hombre que prefiere y está completamente convencido de que la esposa, pareja, es preferible que esté en su casa… mi novia, ella trabaja, ella sale y sé que va a trabajar … en eso estoy de acuerdo, pero yo prefiero… si yo fuera millonario, para nada, que no trabaje; si puse la opción, porque puede trabajar es porque ahorita las condiciones han cambiado económicamente para sostener un hogar, pero fuera de eso, debe estar en su casa, atendiendo mientras no está su esposo, mientras su esposo está trabajando puede estar atendiendo a sus hijos… siempre la familia. Algunas de las creencias al respecto, compartidas por las mujeres entrevistadas en Luján, Vadillo y Vera (2004): Virginia:(La mujer) Tiene que atender a sus hijos, arreglar la casa, hacer la comida. Si tienes marido atender a tu marido… Ligia: … pues cuando llegan sus amigos y lo atiendo, él me lo ha dicho, que soy una buena mujer, que los he soportado mucho… yo me desvivo por atenderlo lo mejor que yo pueda (al marido). Manuela:(A los niños) … los llevo a la escuela, me levanto y les doy de comer, voy por los niños, le vuelvo a dar de comer, cumplo con mi papel de mamá. Estos hombres y estas mujeres hablan de las atribuciones que han hecho de ciertas características observadas en hombres y en mujeres, determinando así lo que para ellos y ellas implica ser de uno u otro sexo, es decir, sus estereotipos de género (Rodríguez, 1976). De igual manera, también comparten lo que ellos y ellas entienden como roles de género, al describir cuáles son o deberían ser las funciones, actitudes, capacidades, de uno u otro sexo (del Campo, 2004). 106 En este sentido, no dista mucho de los planteamientos teóricos, como el de Gilmore (1994:217) quien señala que,para ser un hombre, uno debe preñar a la mujer, proteger a los que dependen de él y mantener a los familiares: “El varón preñador-protector-proveedor”. El mismo autor postula que en la mayoría de las sociedades, las mujeres se responsabilizan de la reproducción y los hombres de la producción (y defensa); en general estos papeles consisten en reproducir estructuras sociales en lugar de buscar formas de autorrealización personal. En cuanto a los estereotipos de género, Barrios (2003) habla de un ideal mexicano de ser varón que implicaría ser un hombre casado y con hijos, con varias parejas, rural o citadino, católico, heterosexual y con poder económico o de otra índole. Kimmel (Barrios, 2003) plantea que existe una especie de modelo hegemónico de la masculinidad que tiene como principales postulados que un hombre: a) no sea maricón, es decir nada femenino; b) que sea importante, en base a su posición económica, política o social; c) que sea fuerte, resistiendo los embates de la vida sin quejarse y d) que sea violento, ya que esto significa valentía y decisión. Vemos de esta forma que las mujeres son confinadas a desenvolverse en los espacios privados, mientras que a los hombres se les otorga los espacios públicos. Con esto pareciera entonces, que en verdad los hombres son de “Un planeta” y las mujeres “De otro”. Desde mi punto de vista, esta construcción de diferencias permite pensar y reflexionar en el aspecto relacional de la violencia y en sí, en las relaciones entre los hombres y las demás personas (hombres-mujeres, hombres-hombres, hombresniños/as, hombres-personas mayores, etcétera). La perspectiva de género, marca la diferencia al introducir un análisis relacional del género. El estudio del género, como categoría relacional, no es hablar sólo y exclusivamente de las mujeres, ni tampoco es sinónimo de estudios de la mujer. Como categoría de análisis relacional, permite comprender las diversas configuraciones entre lo femenino y lo masculino, en donde hablar y pensar a uno implica hablar y pensar al otro o la otra (Badinter, 1993; Lamas, 1996). De igual modo, cuando se habla de relaciones desde el género, se habla también de relaciones de poder. En este sentido, el poder ha quedado inscrito dentro de un modelo patriarcal en donde las relaciones son desiguales, ya sea por género, edad, posición socioeconómica, creencias y nivel educativo. Pensando en lo masculino y femenino, estas construcciones desiguales de relación, ha implicado que lo masculino sea el referente hegemónico para tener y ejercer el poder (Lagarde, 1997). Por lo anterior, la violencia vendría a mantiene estas relaciones desiguales de poder, como producto del modelo patriarcal (Lagarde, en Ramírez, 2000). Este es y ha sido el discurso recurrente cuando se habla del poder, especialmente por que las experiencias de muchos, y especialmente de 107 muchas, lo evidencian. Si bien es cierto que esto explica la dinámica social y familiar del problema de la violencia, también es cierto que ampliar las explicaciones y discursos sobre el mismo, pudiera comenzar a ser entonces, parte de las soluciones. Las siguientes líneas, podrían mostrar nuevas posibilidades de entendimiento y de construcción de nuevas relaciones. El sistema patriarcal, de relaciones desiguales de poder, no es mantenido ni reproducido única y exclusivamente por los hombres, sino que ambos géneros comparten importantes creencias acerca de lo que a cada uno le corresponde y en este sentido de cómo se viven las relaciones entre ambos. Martha Ramírez (2002) plantea que el poder, pensado en términos de la existencia de intereses y posiciones que animan la búsqueda del dominio de un género sobre otro, no es unidireccional (del hombre hacia la mujer) sino que varía conforme a la posición social, económica, política, ideológica, etcétera, que ocupe el sujeto en relación con los demás. El poder está en las relaciones inter e intragenéricas y generacionales; la posibilidad de ejercerlo está asociado a las diferencias en la posición de la jerarquía social que pueden variar en el tiempo, según las condiciones específicas en que se dan la relaciones entre las personas y por la situación específica que la persona tenga en determinado momento de su vida. La violencia intrafamiliar va más allá de culpabilizar a los hombres y victimizar a las mujeres, pues es necesario entender estas dinámicas desde su dimensión relacional; incluso podría hablarse de una “Responsabilidad compartida”. No refiriéndose a la conducta o al acto violento, pues queda claro que eso es responsabilidad de quien la ejerce. Se trata del sistema de creencias que mantienen y reproducen estilos de relación desiguales, estereotipos y roles de género que contribuyen al ejercicio de la violencia; de los contextos relacionales, en donde hombres y mujeres mantienen y reproducen las creencias, valores y roles que promueven estas relaciones asimétricas y desiguales (Moreno y Vega, 2006:107). En relación a ampliar los planteamientos y discursos respecto al poder y las relaciones, Epston y White (1993: 35) señalan que el poder ha sido enmarcado como un fenómeno represivo específicamente vinculado a la diferencia entre los sexos, por lo que “Es importante también considerar el espectro más general del poder, no sólo sus aspectos represivos sino al mismo tiempo sus aspectos constitutivos”. Foucault (en Epston y White, 1993) sostiene que las personas también experimentamos los efectos positivos y no sólo los negativos que descalifican o limitan. Entiende el poder bajo una óptica relacional como un conjunto de acciones sobre otras acciones; siempre es una manera de actuar sobre un sujeto a su vez actuante, en tanto que actúan o son susceptibles de actuar (en Ramírez, 2002). En este sentido es oportuno puntualizar algo importante. No se trata de minimizar la difícil situación que muchas mujeres viven en 108 nuestro país y en nuestro estado; sabemos de los casos de feminicidio, abusos, violaciones y otras vejaciones de las que son víctimas muchas mujeres. Entonces, ¿Son o no son víctimas? Coincido en que hay casos en donde el hombre ejerce la violencia de una forma sistemática, sin siquiera considerar que lo que está haciendo es un delito y sin preocuparse por la otra persona. Pero también creo que hay muchos otros hombres que al escuchar todos los discursos referentes al patriarcado, al machismo, a la dominación masculina y demás, piensan y pensamos: “¿Yo también soy de esos?” “¿Yo no quiero dominar a nadie?” “¿Cómo hacerle para tener una buena relación, sana y plena?” A estos hombres me refiero... y en verdad que los hay. No pretendo hacer de esto una discusión vicentina sobre quién tiene la razón: hombres o mujeres, o quién ha sufrido más, unos u otras, o quién es en verdad el culpable de todo esto. Hay que seguir trabajando en la concientización de la violencia, en el empoderamiento de las mujeres y en el cuestionamiento del sistema patriarcal dominante. Creo que aún hay mucho por decirse en los casos de violencia, pero también pienso que en términos de relaciones sanas entre hombres y mujeres, éstas son posibles, y hay muchas pruebas de ello. Este trabajo y reflexiones buscan ser una metodología más en la construcción de estas nuevas formas de relación. Decido creer que estas formas cada vez más sanas de relación son tan reales, como real es el poder del que hablamos, un poder que construye y permite nuevas alternativas. Ese poder está en hombres y mujeres... ¿Qué es lo que tiene que pasar para que éste poder ocupe el lugar del otro? “Los hombres no sienten...” De todos los resultados de la investigación compartida hasta ahora (Moreno y Vega, 2006), los que más impacto han tenido en mí, son los relacionados a las emociones y sentimientos que los entrevistados compartieron respecto a sus experiencias con la violencia, fuera como receptores (en su infancia) o como ejecutores de la misma (con sus parejas). Hablan de miedo, ira, frustración, culpa, coraje y confusión en relación a los actos violentos. Jaime: Max: Luego viene el arrepentimiento y sobre todo si, en este caso, mi hija la más pequeña se dio cuenta ¿no?, y siempre me lo comenta y me lo dice… Le aviento la nalgada y me duele mi mano no sabes cuánto, o sea, lo lloro después, pero ya se la di… 109 Rodrigo: Las veces que he tenido una confrontación violenta, en ninguna, te puedo asegurar, ninguna, en ninguna me he quitado con la sensación de: ‘me desahogué’ o ‘gané’, o ‘lo vencí’, en ninguna… me siento peor, más enojado… pero cuando termina te sientes re mal, muy mal, no venciste a nadie… te arrepientes. Reinaldo: … yo quiero cambiar mi sistema de vivir ¿porque? Por mi hijo, mi hijo ve en mí, que soy una persona violenta y que no tengo respeto a nada y como que siente como que yo vivo mal. Me siento mal, porque a mí no me gustaría que mi hijo sea como yo, a parte no le puedo pedir que no se pelee con los demás, si yo lo hago, porque me lo echa en cara. Marta Ramírez (2002) plantea a partir de su investigación con hombres que ejercían violencia, que si bien el ejercicio de la violencia puede representar momentos de gratificación para el hombre (en el caso particular) que la ejerce, por sentir o creer que tienen el control de la relación, los varones también experimentan malestar y sentimientos como: miedo al rechazo o abandono femenino, culpa por el daño causado, arrepentimiento, tristeza y frustración por la imposibilidad de establecer relaciones afectivas (Ramírez, 2002). No podría asegurar si en verdad el ejercicio de la violencia causa momentos de gratificación o no; lo que sí creo es que a partir de ésta se pueden conseguir muchas cosas, a partir del control, pero esto no exenta los sentimientos que estas decisiones generan. Siguiendo con estas ideas, las reflexiones que estas experiencias me han generado, me llevan a ver a los hombres, incluyéndome en esta mirada, como personas, más allá de ver a un hombre (o a una mujer); veo a una persona, a un ser en relación. No es fácil hablar de lo que se siente... y menos si se es hombre, puedo hablar desde la teoría pero principalmente desde la experiencia. No es fácil hablar de algo de lo que nunca se habla y de lo que no se sabe cómo hablarlo, aun cuando muchas veces se necesite o quiera hacerlo. ¿Cómo podrían hablarse y abordarse los sentimientos al trabajar con los hombres? ¿Cómo podríamos hablar de lo que sentimos, sin sentirnos incómodos o amenazados? ¿Qué tan útil puede resultar para un hombre, hablar de lo que siente? ¿Qué sienten los hombres? Los hombres, al igual que las mujeres, son producto de un proceso social y han mantenido posiciones subalternas y han padecido formas de subordinación, especialmente en sus relaciones primarias. Sobre estas relaciones primarias Ramírez (2002)señala que bajo estas consideraciones, cabe introducir el término “Padecer” como una instancia 110 que permite acceder a la trayectoria social de los hombres desde su proceso de socialización temprano, en el que en su condición de niños, padecieron formas de abuso de poder. Así, el “Padecer” es una dimensión que nos acerca a un mosaico de emociones y sentimientos desde el punto de vista de la persona y desde su situación social particular. Ayuda a conocer hasta qué punto estuvo presente la violencia en la vida de los sujetos, qué significaciones implican y cómo influyó en su formación como hombres, lo que posteriormente se manifestó cuando ejercieron acciones violentas en contra de su pareja. Pareciera que la autora comprendió o captó precisamente lo que significa, desde el padecer, la experiencia de estos varones. Algunos entrevistados (Moreno y Vega, 2006) también compartieron recuerdos en donde se evidencian experiencias cuando fueron receptores de un poder desigual y opresor, y cuando finalmente formaron parte de lo que para ellos en la actualidad significa la violencia: Lucas: Reinaldo: Pepe: Reinaldo: Lucas: En mi infancia, pues mi papá o sea… si, si vivimos la violencia familiar… vivimos una situación difícil y yo lo presencié y vivimos mucho tiempo así por la violencia y es horrible… hubo maltrato físico y lo veíamos… …mi papá era muy violento, una persona muy irresponsable, muy gritona… por momentos nos trataba bien, por momentos nos trataba mal… Sí recuerdo haber recibido golpes y todo eso (refiriéndose al papá)… siempre decía alguna frase inteligente que me hiciera quedar mal, de una forma que se hiciera notar que él era el que estaba a cargo… Siempre quería manejarme a su antojo, nos llevaba a las cantinas, trabajábamos y trabajábamos y por cualquier cosita nos pegaba, y nos sacaba de la casa y gritaba cosas… llegó al grado de decir que yo no era su hijo, que era hijo de otra persona, le llegué a perder el respeto… Nos salíamos en la tarde de la casa: ‘ya va a venir mi papá, va a venir tomado, va a empezar a gritar, va a decir groserías y todo… vamos a salirnos’. (...) 111 llegó el momento de sentir un odio, un rencor a, a mi padre… uno admira a su padre… no sentir el cariño del padre... eso sí lo siento… que tu papá no confía en ti, que te diga, que estás más con tu mamá: ‘anda con tu mamá’, ‘a salir con tu mamá’… se siente… Gregorio: Jaime: Tengo relaciones distantes con mi mamá… quiere que yo la mantenga contenta y que la atienda toda su vida… (refiriéndose a chantajes). Mi madre realmente tenía un carácter fuerte... en algún momento, hubo algo de violencia… Es preciso puntualizar que al hablar del padecer masculino, no se trata de una justificación a los actos violentos, ni mucho menos a una forma de “Victimizar” o condonar a los hombres que en algún momento han ejercido violencia. Ya se ha mencionado antes. Hablar de estos sentimientos y experiencias del “Padecer”, permite comprender mucho más lo que hay detrás de un acto violento. Al menos para mí, hay una persona, que es responsable de sus actos, pero que también en sus diferentes relaciones ha construido una idea de quién es y de cómo se dan los encuentros con las demás personas, basadas muchas veces en estas experiencias de violencia y maltrato. Estas reflexiones las he podido compartir en conversaciones con otros hombres y lo que se ha generado de todo esto abre muchas posibilidades. De la violencia a las masculinidades ¿Qué otras cosas se pueden decir y se pueden hablar de lo que somos y hacemos los hombres, y que no sea sólo de violencia? ¡Muchas más!, ¿O no? Retomo lo que al inicio comentaba respecto de mirar sin prejuicios a una persona. Pensando en el trabajo con varones, pienso en mirar más allá de lo que comúnmente se ha definido como la experiencia masculina desde la violencia. Estoy convencido que son más las experiencias y creencias que no se hablan, y al hacerlo, pueden generarse nuevas posibilidades en las relaciones entre hombres y mujeres. Tomando en cuenta a algunos autores, la masculinidad podría definirse como la forma aprobada de ser un hombre adulto en una determinada sociedad concreta (Gilmore, 1994). Al respecto Gutman (1997) señala que la masculinidad puede entenderse hasta de cuatro formas distintas, y en todas ellas está presente 112 este carácter de expresión o manifestación de lo que es ser hombre en cada cultura. Estas generalidades de entender la masculinidad son: a) cualquier cosa que los hombres piensen y hagan, noción relativa a la identidad masculina; b) todo lo que los hombres piensen y hagan para ser hombres, noción relativa a la hombría; c) lo que inherentemente o por adscripción implicaría “Ser más hombres” que otros hombres, noción de que se entendería por virilidad y d) cualquier cosa que no sean las mujeres, noción que responde más a lo que se entiende por roles masculinos. En esta sentido, la masculinidad no se limita o circunscribe a una sola definición de la identidad del varón. De hecho, existen muchas aportaciones desde diversas disciplinas, como la sociología y la antropología que plantean otros aspectos de la masculinidad. Partiendo de esto, se debiera hablar no tanto de masculinidad sino de masculinidades, pues de esta forma se hace referencia a todas las posibles y variadas formas que existen de ser hombre. Como comenté líneas atrás, en Kóokay nos interesa y ocupa de manera importante la promoción de una vida libre de violencia, por lo que desarrollamos proyectos de sensibilización, empoderamiento y capacitación a mujeres de comunidades rurales. Aparentemente, lo más lógico era que al trabajar con los varones, continuáramos esta línea de trabajo en torno a la concientización y responsabilización de sus actos violentos, de las relaciones de poder y del sistema patriarcal. Sin embargo, mi apuesta no fue empezar a trabajar con los hombres desde el tema de la violencia, pues considero que partir de esto tiene como base la idea de un hombre que por encima de todo, es un ser agresivo, que aunque no sea causado por su naturaleza, sí forma parte de su vivencia como varón. Pareciera que como hombre se está circunscrito a una estructura de la que es difícil escapar. Como que por el hecho de nacer hombre (pene, testículos) se viene dotado de los celos, la impulsividad, el ser práctico, de un fuerte interés por lo sexual, etcétera. Es justo lo que ha sucedido con las creencias respecto a lo femenino, donde por el hecho de nacer mujer (vagina, útero, ovarios) se corre peligro frente a los hombres. Uno de los principales aspectos que se mencionan cuando se habla de los hombres, especialmente de los hombres mexicanos, es el machismo. Hablar de machismo implica hablar de que ya no sólo se trata de ser hombre de acuerdo a dichos elementos socioculturales y psicológicos, sino que, en términos de Castañeda (2002:33) la enredada esencia del machismo se encuentra en el supuesto de que no es suficiente pertenecer al género masculino, se trata de “Ese extra que deben poseer los verdaderos hombres”. Diferentes autores (Connell, en Castañeda, 2002; Bourdieu, 1998) se refieren al machismo como un ideal de lo que es el hombre verdadero o auténtico, y hablan de características tales como la dominación sobre las mujeres, competencia entre 113 los mismos hombres, la exhibición de agresividad, la promiscuidad y peligrosidad de conductas sexuales irresponsables, así como también la aptitud para el combate y el ejercicio de la violencia. Es por lo antes mencionado, que muchas mujeres (y algunos hombres) construyen una imagen de los hombres con la que es difícil convivir. Hombres que someten, dominan, controlan y se imponen, que quieren competir y ganar. Para este trabajo y experiencia en donde conversamos acerca de las masculinidades y lo que creemos de ello, es útil retomar las siguientes reflexiones, algunas de los mismos autores respecto a lo que no siempre se dijo o se dice de los hombres. Bourdieu (1998) considera que así como las mujeres ejercen actitudes como la sumisión, la abnegación, el silencio y la resignación, todas estas aprendidas tras un proceso de socialización, también los hombres están prisioneros o atrapados y son víctimas de la representación dominante; una imagen de hombre que debe someter y controlar.Ramírez (en Montesinos, 2002:95) indica que el machismo “Es una categoría que nos presenta (a los hombres), como seres agresivos, opresores, narcisistas, inseguros, fanfarrones, mujeriegos, grandes bebedores, poseedores de un sexualidad incontrolable”. Sin embargo, Bourdieu (1998), Gomensoro y cols. (1998) y Kaufman (1997) han reconocido que este ideal de virilidad o de hombre auténtico implica no sólo los privilegios de la dominación y sumisión de las mujeres, o el mayor reconocimiento de los hombres en espacios laborales y públicos, sino también una carga para los hombres, ya que debido a esta imperiosa necesidad de revalidar su pertenencia al grupo de hombres verdaderos, experimentan sentimientos de frustración cuando no se alcanzan, ejecutan conductas de alto riesgo (físico y emocional) a fin de demostrar su combatividad y agresividad; como consecuencia existe un miedo al estigma que los produciría no cumplir con estos parámetros. A la par, Gilmore (1994) plantea que los cultos a la virilidad están directamente relacionaos con el grado de dureza y autodisciplina requerida para desempeñar el papel del varón, lo cual demuestra que la vida es dura y agotadora en casi todas partes y a los varones les suelen tocar los trabajos “Peligrosos” en razón de su anatomía y que hay que presionarlos para que actúen. Las ideologías de la virilidad obligan a los hombres a prepararse para la lucha bajo pena de verse despojados de su identidad. Castañeda (2002) lo plantea de la siguiente forma, al referirse a ciertos ritos de iniciación masculina: “El verdadero hombre oculta su miedo, su dolor y resiste estoicamente las duras pruebas de la virilidad” (p. 35). Lo anterior se relaciona con la dimensión del padecer masculino del que hablaba Martha Ramírez en el que los hombres han vivido el ejercicio del poder masculino con ambivalencias. Ahora compartiré lo que ha sido la construcción e historia del proyecto que actualmente desarrollamos en Kóokay, en relación a conversar las masculinidades. 114 “Lo que callamos los hombres”: de los talleres y los grupos de conversación En Kóokay, participamos y acompañamos procesos de promoción comunitaria de diferentes comunidades rurales (comisarías) con distintos grupos de personas: niños y niñas de las escuelas, docentes, padres y madres de familia, grupos religiosos de cualquier credo, grupos de mujeres, etcétera. Yo tenía la inquietud e interés de trabajar esto mismo con grupos de varones de las comunidades. Sin embargo y a pesar de la experiencia, no sabía cuál podría ser la mejor manera de aproximarme a los varones y trabajar en las masculinidades. Para empezar ¿Cómo convocaría a un grupo de masculinidades? ¿Cómo iba a explicarles qué era esto, si ni siquiera los autores y teóricos se han puesto de acuerdo sobre qué es esto? Simplemente llegué a la conclusión de que la información recaba (y la que aún está por recabar) era demasiada y muchas veces muy compleja como para dar un taller de esto, o exponerlo siquiera. Vino pues a mi mente una idea: ¿Qué pasaría si en vez de exponer o dar información, platicamos de lo que ellos piensan sobre todo eso que se dice de los hombres? ¿Qué pasaría si platicáramos de cómo somos los hombres, de cómo dicen que somos, de lo que callamos, de cómo nos sentimos...? Más que una relación de tallerista y participantes, pensé en una relación de grupo, en donde todos podíamos y teníamos algo que aportar, algo que decir. Después de todas estas ideas, reflexiones, resultados y en consecuencia, gran entusiasmo, decidí que era momento de comenzar a trabajar con los varones y de de promover la construcción de nuevas formas de ser hombre, de promover relaciones sanas y plenas entre ambos sexos. Sólo me quedaba una duda: ¿Cómo hacerlo? Casi al mismo tiempo que pensaba en esto, surgió la oportunidad de trabajar con dos grupos que solicitaron apoyo y manifestaron su interés por aprender acerca de las masculinidades y de la violencia. Opté por diseñar un taller con toda la información que había generado tratando de tener las mejores explicaciones y exposiciones que hicieran un cambio en su modo de ser o que pudieran generar finalmente cualquier cambio o replanteamiento de sus masculinidades. En general los talleres fueron eso: talleres en los que, si bien se trabajó desde una metodología participativa, partía de dar y proporcionar información e intercambiar ideas. Sin embargo, los momentos en los que el espacio adquiría mayor interés y reflexiones, era cuando alguno o algunos compartíamos experiencias o situaciones en las que hubiéramos vivido algo de lo que se estaba discutiendo. ¿Qué es lo que se discutía en los talleres? La temática general fue la masculinidad, pero en ambos, realizamos un ejercicio para conocer qué cosas les gustaría platicar respecto al ser y hacer como hombres. 115 Lanzaba la pregunta: “¿Qué es lo que callamos los hombres?”. Sus respuestas fueron los temas que se acordaron para las sesiones: “Sexualidad” (todos, en ambos talleres señalaron este), “Manejo de la afectividad y expresión de los sentimientos”, “Control de emociones”, “Manejo del carácter”, “Conocimiento de sí mismo”, “Relaciones con la familia”, “Cómo me comunico y cómo dejo de comunicarme con los demás”, “Agresividad y violencia”, “Expresión del amor tanto hacia mujeres como hacia hombres” y “Homofobia”. Pensando y reflexionando sobre estos temas, me preguntaba: esto que callan los hombres ¿Es exclusivo de ellos?, es decir, ¿Sólo ellos callan estas cosas? He participado como facilitador en diversos talleres con diferentes grupos de personas, de diversas edades, y muchas veces, cuando definimos los temas de interés y de las cosas sobre las que quieren hablar, estos temas también aparecen, al menos pienso en la sexualidad, la familia, la comunicación y las relaciones con las demás personas. ¿Qué es lo particular en que un hombre pida hablar de esto? Creo que la pregunta en sí hace esta diferencia: “Lo que ellos callan”, lo que muchos callamos y damos por obvio. Es mucho más común escuchar que una mujer, niños y niñas, e incluso los adolescentes, hablen de estos temas y los conversen, a que escuchemos que un hombre lo haga. Por los mismo recuerdo que durante las sesiones se daba la oportunidad de compartir sobre las propias experiencias, las reflexiones se potencializaban... ¿Cómo lo sé? Porque lo pregunté, porque lo dijeron y porque lo viví. Retomando las reflexiones de uno de los talleres, puede observarse de nuevo lo referente a cómo se construye la masculinidad, al padecer masculino, pero sobretodo, al recuerdo de unos hombres adultos y jóvenes, que se acuerdan a su principal modelo de “Masculinidad” de una forma prácticamente invisible o desagradable. A continuación se transcriben parte de las relatorías del taller12 con un grupo de varones jóvenes: La mayoría escribió que lo que más calla es lo que siente; uno de los compañeros dijo que su papá estuvo poco con ellos por motivos de trabajo y que esto le hace pensar en él ahora que es padre, ya que a veces no les dice mucho a sus hijos/as que los quiere y eso le llama la atención. Dos participantes son hijos de padres ex-militares, dijeron que sus papás siempre fueron muy fríos y distantes, nunca les decían ‘te quiero’ o ‘te amo’, por lo que ellos tampoco se habituaron a esto. La mayoría habló y se refirió a sus papás como hombres ‘tradicionales’ en cuanto que no expresaban lo que sentían, la mayoría vivía para el trabajo. Otro compañero compartió lo difícil que fue la convi12 Relatorías internas de los talleres con los grupos de varones, de poblaciones del interior del estado. 116 vencia con su padre: “Me di cuenta de la gran distancia que había entre nosotros cuando un día mi mamá no estaba para la comida y yo no me quise sentar en la mesa a comer con él… mi hermanito sí, era su héroe mi papá… entonces mi papá me dijo, ‘ven aquí a comer, soy tu papá’… fue cuando me di cuenta...”. Tras la pregunta ¿Creen que lo hacen o son así deliberadamente? Dijeron todos que no: uno comentó que entendió tras algunos años que aunque su papá a veces quería demostrar ese afecto tenía sus propios límites, límites puestos desde hacía tiempo. Algunos dijeron que aunque con sus papás esto sea así, han intentado hacer ciertos cambios en relación a sus hermanos, al grado de que les dan besos a sus propios hermanos varones… “Al principio como que no le gustaba o era incómodo, pero ya no”. El sentir general es que ninguno de ellos fue o es así por gusto; muchos hablaron de entender a sus papás tras conocer parte de sus vidas, tras saber cómo les había ido a ellos en su pasado, su infancia, su adolescencia. Uno de los participantes de la investigación “Significados y experiencias de hombres yucatecos sobre violencia intrafamiliar” (Moreno y Vega, 2006) decía respecto a la entrevista y conversación: Rodrigo: El tema estuvo bien, me gusta porque lo van retomando bien… que la violencia… pero platicamos de otras cosas, me gusta de esto, que en que estás platicando, como te dije hace un rato, te das cuenta de muchas cosas, hace rato me dijiste ¿De qué te diste cuenta?, no pues me di cuenta de que esta persona me ha ayudado en esto, me di cuenta de que cada vez… ¿No?, es bueno… no sé cómo llamarle, esta plática, esta forma de entrevista, porque de alguna manera sí crea una especie de conciencia en la otra persona; yo no sé si sea recíproco, si a la otra la hagan pensar, pero en mi caso, de este lado, vinieron respuestas que no tenía, por la misma plática, eso me gustó mucho… Frente a la pregunta: ¿qué pasaría si no fueran a trabajar un mes, pero siguieran recibiendo su sueldo? Lo que se comentó fue que no lo soportarían, no sabrían que hacer con tanto tiempo. Muchos del grupo tienen o han tenido trabajos de más de 10 años, y a pesar de tanto tiempo no es cansado ni monótono, dicen que por que le han encontrado el sentido, por ya saben cómo hacerle, porque tienen curiosidad por las cosas que son nuevas. Haciendo una similitud con la familia, cómo sería si esa curiosidad la pasaran a la familia, sus hijos y pareja, que aunque lleven 10 o 27 años de casados y con la misma familia, siempre encontraran cosas nuevas en la familia. 117 Platicando sobre las amistades de nuestros hijos e hijas. Dijeron que les tienen demasiada confianza, a veces más a que los propios papás. Una duda que surgió es ¿qué tanto se puede ser amigo de un hijo o una hija? Algunos dijeron que sí se puede, ya que se podría tener una relación cercana y con buena comunicación con ellos y ellas. Igual dijeron que en ocasiones es algo difícil ser amigo de sus hijos e hijas sobre todo cuando van creciendo, por que también tiene que ser papás y mostrarles la disciplina y corregirlos, o cuando se requiere poner castigos, pero a veces da trabajo por el cariño que se les tiene. Entonces, platicamos sobre ¿Qué tipo de relación les gustaría tener con sus hijos e hijas? Y sobre qué cosas del ser “Papá”, ser “Mamá” y ser “Amigo” les gustaría y ayudarían en la relación con sus hijos e hijas. Se comentó lo siguiente: del “Ser papá”, conservarían el respeto que se les tiene por el hecho de ser su padre. Sobre el “Ser amigo”, rescatarían la confianza y la comunicación propias de este tipo de relación. Finalmente del “Ser mamá”, rescatarían que ellas suelen pasar más tiempo con los hijos además de que establecen relaciones de mayor confianza porque tienden a hablar más, a ser más amables, cariñosas y comprensivas. Respecto a cómo se sienten de estar yendo al grupo han dicho lo siguiente: La convivencia con la familia es un reto, cada familia es única y ayuda platicar de estas cosas... En estas reuniones no sólo das (tu experiencia) también recibes. Esto de hablar y compartir da energía, como el pensar en cosas nuevas, cosas que no había pensado antes. Ayuda a desahogarse... como distensión. En este momento no puedo hablar de un modelo o de cómo “Se debe” de trabajar con los varones. Lo que sí puedo compartir es mi experiencia y la metodología que se ha empleado. He sido el “Moderador” de estas reflexiones. He sido quien convoca, quien interviene en ocasiones, pero sobretodo, quien hace preguntas. Todo lo que en estas sesiones se ha compartido son las voces, los sentimientos y las esperanzas de hombres que, aun cuando reconocen y se saben a veces machistas y duros de carácter, creen que las cosas pueden ser diferentes. Son hombre que quieren sentirse mejor, que han encontrado a través del compartir, una válvula de escape a la presión generada tras años (generaciones y generaciones) de silencios. Han encontrado y construido un espacio de respeto, confianza y seguridad en el que pueden hablar de lo que necesitan y quieren hablar. Pareciera que estas crisis de la masculinidad de la que hablan los autores, no sólo generan angustia e incertidumbre en muchos hom118 bres, cuyas identidades han sido cuestionadas o “destruidas”, sino que, desde su parte propositiva, está generando la oportunidad de hablar de cosas de las nunca se hablaron. Y sólo para dar un último ejemplo de esto, comparto parte de una de las sesiones en las que el grupo eligió hablar (espontáneamente) sobre las personas de preferencia homosexual. En ningún momento ofendieron o juzgaron a las personas con esta preferencia, por el contrario comentaron lo siguiente: Casi toda la sesión se dio en torno a este tema. Las opiniones versaban entre que estaban de acuerdo con apoyar y aceptar a estas personas. Casi todos han convivido o tienen a un conocido o amigo cercano (varón) que es homosexual, y decían que son muy buenas personas. Resaltaron mucho el que “no se sobrepasaran conmigo”, por lo que se han logrado llevar muy bien. Uno de los comentarios más significativos, lo dijo un compañero, quien señaló que lo ha pensado mucho, porque no sabe si su hijo cuando crezca pudiera ser así, por lo que le queda es aprender de esto que oye y saber querer siempre a su hijo (a sus hijos). Es claro que no se pueden generalizar estos comentarios, ni mucho menos pensar que como un hombre ya piensa esto, todos lo harán. La apertura y flexibilidad masculinas puede lograrse, pero aun estamos en ese camino. Sin embargo, escuchar esto de un señor de 35 años, de una comisaría, que creció y vivió en un contexto machista, y que además es católico y practicante, da mucha esperanza de cambios que no son sólo una utopía. Conclusiones: preguntas... Y más reflexiones Es posible que después de todas estas líneas, experiencias y voces, regrese a las preguntas que me hacía al inicio: ¿Cuál es o sería (entonces) la mejor estrategia para trabajar con varones? ¿Qué otras cosas serían útiles cuando se trabaja con varones? ¿Qué otras cosas ayudarían a la promoción de una vida digna, libre de violencia, de relaciones sanas, plenas y satisfactorias entre los sexos? ¿Qué cosas estoy dejando de contemplar? ¿Qué implicaciones tiene seguir trabajando con varones en la forma en cómo lo estoy haciendo? Preguntas que una vez más me llevan a más preguntas, pero también a nuevas reflexiones. De nuevo reafirmo que no tengo una respuesta sobre la que pueda firmar garantía de éxito o presumir que es la mejor. Sin embargo, cada vez me siento mucho más seguro de que nunca tendré la seguridad de que las cosas se harán de uno u otro modo y nada más. Hoy más que antes pienso que dentro del trabajo con varones, se pueden hacer muchas cosas e intervenir desde muchas posibilidades y posturas. ¿Cuál es la mejor? ¿Necesariamente una tiene que ser mejor que otra? ¿Qué pasaría si dejáramos que esto lo decidie119 ra cada hombre, según sus necesidades, posibilidades y propia historia de vida? Por mi parte, elijo continuar explorando y aprendiendo sobre las masculinidades, al mismo tiempo que converso, intercambio experiencias y reflexiono junto con otros varones. Sobre esto, y en este momento, las preguntas que me surgen como resultado de las anteriores son: ¿Cómo continuar estas conversaciones? ¿Qué otras cosas podrían decirse sobre la violencia, la sexualidad, la relación de pareja y los sentimientos? ¿Qué otras voces y opiniones podrían incluirse en este proceso y ser de utilidad en estas conversaciones? ¿Qué pasaría si incluimos la voz y sentir de las esposas, de los hijos, de otras personas significativas para los varones? ¿Cómo podríamos incluir estas voces, estas opiniones? Las nuevas oportunidades que encuentro en esta etapa de la experiencia de trabajo con varones es que varios han dicho tener el interés y necesidad de conocer qué es lo que sus esposas piensan de su relación, saber ¿Qué dirían ellas?, ¿Qué dirían sus hijos e hijas?; quieren y están interesados en encontrar alternativas para mejorar sus relaciones. Estas inquietudes comienzan a responderse y las invitaciones comienzan a hacerse. Las experiencias y reflexiones que de todo esto se genere, sin lugar a dudas me gustará compartirlas más adelante, a través de un proyecto de investigación que me permita explorar con más detenimiento el impacto que este tipo de trabajo tiene con los varones, en su cotidianeidad y en sus relaciones. Ahora es que empiezo a pensar en esto y es resultado de las conversaciones que he tenido con estos varones, así como de su sentir. Cuando se habla de violencia, salud, sexualidad y relaciones de pareja, sentimientos y emociones, educación y relación con los hijos, ser hombre, ser mujer, etcétera, me parece que una de los aspectos que los une son las relaciones humanas. Yendo más allá del concepto “Individuo” o “Individuos”, aparece una de las experiencias, que a mi parecer, tiene el mayor impacto en la vida de una persona: el encuentro con el otro/a. Considero que en muchas ocasiones nuestras vidas pueden llegar a estar marcadas, enriquecidas o limitadas por estos encuentros y relaciones. Entonces, ¿Qué implicaciones (limitantes y posibilidades) tiene pensar, reflexionar y tratar de replantearse las relaciones humanas, desde un trabajo que incluya sólo a los varones? Cuando se elije trabajar sólo con varones, ¿Qué aspectos, qué preguntas y qué reflexiones se quedan fuera la puerta? Mucho se habla de construir nuevas formas de relacionarnos entre hombres y mujeres, así como entre hombres y otros hombres. Como hemos comentado, los esfuerzos han sido y son muchos, y seguramente continuarán. Desde Kóokay, y en lo personal, me sumo a estos esfuerzos, y partiendo de todas estas experiencias, creo que en esta aventura y esperanza de las nuevas relaciones humanas, participamos todos y todas. En este sentido ¿Por qué no podemos conversar hombres y muje120 res acerca de esto? ¿Qué preguntas y reflexiones se generarían si los hombres pudieran escuchar con atención e interés lo que sus parejas quieren decir? ¿Y si las mujeres escucharan de igual forma lo que hombres quieren decir? ¿Cómo tendrían que ser estos diálogos para que fuesen útiles a todos y todas? Al pensar en esto, también pasan por mi mente otras voces que han opinado respecto a la idea de trabajar con hombres y mujeres al mismo tiempo que dicen que “Nunca se debe poner en el mismo espacio a hombres y mujeres cuando se habla de violencia”, que “Los hombres siempre tienden a controlar las pláticas y las opiniones”, que “Las mujeres se sienten intimidadas y no hablan, y por lo mismo no pasa nada”. Creo que tienen mucha razón pensando en lo que les ha tocado observar y en las posibles experiencias que han tenido bajo estas circunstancias. Mi idea no es retar o desmentir estas opiniones, sino lo contrario, tomarla como referente. Pero al mismo tiempo, parto de mi experiencia con estos grupos de varones que quieren escuchar y conocer lo que sus parejas tienen para decir. Respeto y entiendo la creencia de que en ocasiones trabajar con ambos sexos, cuando las parejas ha vivido situaciones de violencia, puede resultar difícil. Sin embargo deseo aprovechar la oportunidad que estos varones me dan al mostrar este interés y necesidad de escuchar y de aprender de sus relaciones. Pienso en ¿Qué cosas podrían ser o hacerse de diferente forma, para que hombres y mujeres podamos tener diálogos directos y que construyan relaciones plenas? ¿Qué otras cosas podrían intentarse, dejando a un lado por un momento, los temores y discursos de la “Mujer dominada y controlada” y del “Hombre dominador y controlador” cuando están uno frente al otro? Vuelvo a señalar que no niego que estas configuraciones de relación se dan y existen, tanto que las estadísticas lo muestran. Pero también creo que una mujer puede ser y es más que sólo una “Mujer dominada y controlada”, y al mismo tiempo, creo firmemente que un hombre puede ser y es mucho más que sólo un “Hombre dominador y controlador”. Muchos y muchas quieren ser más que sólo esas identidades. Pienso en las palabras de Elizabeth Badinter (1993:25): “El macho es un aspecto de la humanidad y la masculinidad, un concepto relacional, puesto que ya no se define más que en relación con la feminidad. (...) masculinidad y feminidad son construcciones relacionales... aunque el ‘macho’ y la ‘hembra’ puedan tener características universales, nadie puede comprender la construcción social de la masculinidad o de la feminidad sin que la una haga referencia a la otra”. Es entonces que regreso a esta pregunta ¿Cómo dialogar hombres y mujeres sobre nuestras relaciones? ¿Cómo podríamos deconstruir y replantear nuestras identidades masculinas y femeninas en la relación con el otro/a? Se trata de hablar y repensar nuestras relaciones, a partir de nuestras identidades cotidianas, que finalmente se van construyendo en nuestras relaciones cotidianas ¿cómo excluir a una u otra? Montesinos (2002:86) sugiere que la conformación de nuevas identidades de géne121 ro responde a cambios registrados en todos los ámbitos de la cultura: “Así, la identidad genérica será producto de la transformación social que impulsa nuevos patrones de cultura, propiciando la emergencia de nuevas identidades genéricas”. Y el mismo autor define el efecto que estos cambios sociales y culturales producen, como crisis de las masculinidades. Si bien, estas reflexiones contemplan una dimensión más de tipo sociológica, resulta de mucha utilidad pensar que “la masculinidad tiene como referente constante las relaciones entre los géneros que se reproducen, primero, en el espacio privado, y luego, en el público” (Montesinos, 2002:133). O también en palabras de Agnes Heller (en Montesinos, 2002) la reproducción del individuo depende, de manera general, de la reproducción cotidiana de su identidad de género. Tanto la identidad de lo que es ser hombre como del ser mujer, tienen su referencia inmediata y permanente en el espacio familiar, en el espacio privado de la vida. La sociedad es un delicado mecanismo de movimiento permanente que depende de la reproducción de sus estructuras primarias, la familia en concreto (o familias, agregaría yo), espacio en el que se enseñan las relaciones sociales a los niños y se perpetua así la cultura (Gilmore, 2004). Así, puede verse a las familias como una síntesis del sistema social, donde cada una construye y reproduce culturalmente a la sociedad; pero al mismo tiempo toma de ésta, lo que considera mejor para sí, a partir de la experiencia de cada uno y una de sus miembros (Montesinos, 2002). Como he dicho antes, no podría hablar de cambios estructurales ni mucho menos de todo un sistema de creencias culturales; pero sí puedo pensar en la posibilidad de generar cambios y construir posibilidades en las relaciones cotidianas. En el trabajo con estos varones y con otras personas, he observado que varios hombres y familias, se cuestionan las formas “Convencionales” de ser hombre y mujer, así como de sus relaciones. Han encontrado limitantes en estos roles y estereotipos que “Mamaron” de sus padres y madres. Y ahora que les toca vivir y construir al interior de sus propias familias, muchas experiencias “Les han hecho pensar en cosas que antes no se pensaban”, como ellos mismos dicen; ven y creen que las cosas pueden ser diferentes. Lo prometido... fue deuda y realidad: preguntas, reflexiones y más preguntas. En todo esto, me guía el interés de querer comprender y generar alternativas. Pero sobretodo, me guía la curiosidad de saber que no todo está dicho y que nunca se dirá. Es una curiosidad que me da la oportunidad de acercarme y encontrarme con el otro desde esta mirada y posición abierta y flexible, desde una posición donde pueda conocer quién es el otro, lo que cree y sus relaciones. Todas las preguntas y reflexiones que sigan surgiendo de estas líneas, continuarán alimentando esta curiosidad y posibilidad de seguir construyendo nuevas relaciones, sanas y plenas. 122 Referencias bibliográficas Badinter, E. (1993) XY La identidad masculina. Alianza Editorial, Madrid. Barrios, D. 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Introducción Nunca como en nuestro mundo contemporáneo los medios de comunicación masiva tuvieron una penetración tan grande. Cada medio en particular tiene su propio campo de composición organizacional y discursiva que mostrar, sin embargo, uno que no es tomado en cuenta por los investigadores, es el cómic erótico, a pesar de ser el medio de comunicación impreso más leído. De acuerdo a varios autores, el tiraje de los cómics eróticos mexicanos rebasa los treinta millones de ejemplares mensuales15. Si a ello agregamos que en promedio cada comic erótico 13 En este trabajo se utilizarán como sinónimos cómics e historietas El corpus de investigación estuvo integrado por cien cómics eróticos mexicanos y para su análisis se siguió el modelo de Ana Fernández (2002) y de Eco (1990). Asimismo, para conocer la representación social que las mujeres tienen de los hombres de los CEM realicé entrevistas a 100 mujeres, 14 15 Este es un cálculo conservador, ya que según Priego (2001: 27), algunas de estas publicaciones tienen un tiraje semanal de 500,000 ejemplares. 125 es leído por cinco personas, estamos hablando de ciento cincuenta millones de lecturas mensuales16. Los vínculos entre el cómic y la sociedad son muy complejos. La historieta es un vehículo de conexión entre el mundo de las ideas y el ámbito de los cambios sociales. Asimismo, el cómic es un poderoso canal de educación informal (Monsiváis, 1980:25). Las representaciones sociales En los últimos años las investigaciones sobre representación social han cobrado gran importancia. Partiendo de que la masculinidad es una construcción social, la teoría de las representaciones sociales resulta útil para su comprensión, si tomamos en cuenta que dichas representaciones son construcciones de la realidad socialmente significativas y compartidas, formadas a partir de un fondo cultural común compuesto por el conocimiento del sentido común y el conocimiento científico. El antecedente más lejano de la teoría de las representaciones lo tenemos en Emile Durkheim, quien hace una distinción entre las representaciones colectivas de las individuales. Según este autor, las representaciones colectivas tienen por función preservar los lazos entre los miembros de una comunidad, prepararlos para obrar y pensar de manera semejante, por lo que entre sus características tenemos el ejercicio de presión sobre los individuos y su durabilidad (Durkheim, 1968:447-448). Estas ideas inspiran al psicólogo social Serge Moscovici para construir el concepto de representaciones sociales. Pero además señala que es más importante su carácter dinámico que su carácter colectivo (Jodelet, 1988:470). Para Moscovici, una diferencia fundamental entre los conceptos de representaciones sociales y colectivas es que ésta últimas se refieren a una clase de creencias o ideas, mientras que las representaciones sociales se ocupan de fenómenos más específicos que requieren ser explicados o descritos y se relacionan con el entender y comunicar. Es por esto que utiliza el adjetivo de social, en lugar de colectivo. “Así social es una palabra usada para indicar el carácter dinámico de las representaciones, dado el constante diálogo entre los individuos que las complementa y modifica continuamente” (Banchs, 1990:184-185). Y en nuestro país se publican 81 cómics eróticos diferentes. Asimismo, Robles (2003: 36-39), plantea que muchos de estos cómics tienen un tiraje de 800,000 ejemplares a la semana. 16 Por lo tanto, puede decirse que el cómic o historieta mantiene leyendo a millones de mexicanos y mexicanas, que hacen de ella su única relación con la letra impresa (Aurrecochea y Bartra, 1993: 3-10). 126 Este mismo autor señala que las representaciones sociales son sistemas sociales de valores, ideas y prácticas que tienen por funciones: a) establecer un orden que posibilite a las personas orientarse frente a si, a la sociedad, al medio ambiente y dominarlo, adaptarse a ella, a estar conforme; y b) posibilita la comunicación entre los miembros de una comunidad al proveerles los códigos que permiten el intercambio social, capacitándolos para clasificar y nombrar (Moscovici, citado por Vergara, 2001:37). Por su parte Denise Jodelet define las representaciones sociales como “una forma de conocimiento socialmente elaborada y compartida, que tiene un lado práctico y concurre a la construcción de una realidad comunal de un conjunto social (Jodelet, citado por Vergara, op. cit., p.38). Tanto Moscovici como Jodelet coinciden en que las representaciones sociales tienen por función atribuir sentido a la realidad, definir y orientar los comportamientos, aunque ellas se nos presenten como un mundo instituido y producen en la interacción un efecto de realidad inmediata. Estoy de acuerdo con Jodelet, en el sentido de que las representaciones sociales son “conocimientos que se constituyen a partir de la experiencia articulada con las informaciones, conocimientos y modelos de pensamiento transmitidos por la tradición y la educación, así como por los medios de comunicación”17. Por su parte Wagner y Elejabarrieta plantean que una representación social es “Una construcción mental, cognitiva, simbólica, icónica, que posee carga afectiva y con una estructura propia, que es compartida por miembros de grupos sociales definidos” (Wagner, Wolfan y Elejabarrieta, 1994:815). Esto significa que las representaciones sociales “son las creencias, imágenes, opiniones, metáforas, evaluaciones, organización de valores supuestos, explicaciones y conocimientos que los grupos sociales tienen de los distintos aspectos del mundo y se presentan con forma y de una manera estructurada al conectar todos estos aspectos entre sí. Siempre hacen referencia a un objeto social permitiendo que tenga sentido, que se comprenda y que resulte familiar dentro de la vida cotidiana, de modo que los individuos puedan orientarse en su entorno social y controlarlo” (Pepitone, citado por Castillo, 2002:40). Un aspecto importante a considerar es que las representaciones sociales no son universales y no pueden generalizarse a otras sociedades o momentos históricos; se generan y transforman en las actividades de la vida social cotidiana. Las representaciones sociales son pensamiento constituido y constituyente, son estructuradas e irreductibles a otras formas de pensamiento social. Su constitución, basada en los procesos de anclaje y objetivación, influyen en las posibilidades de los sujetos de comportarse ante un fenómeno, en este caso, la sexualidad. 17 Subrayado mío. 127 Las representaciones sociales son significativas en la medida en que movilizan emociones. La formación o el uso de representaciones sociales les permite a los individuos enfrentar la incomodidad que produce lo desconocido de la realidad; en este sentido las representaciones sociales son procesos cognitivo-emocionales. Esto implica que no se crean representaciones sociales de cualquier objeto. “Por ejemplo, los grupos sociales manejan el concepto de piedra, pero quizás no existe una representación social de las piedras. No podemos decir lo mismo de aspectos de la realidad como las relaciones de pareja, la enfermedad, la vejez, la sexualidad, entre tantos, ya que estos aspectos tienen una significación social (León, 2002:369). Las representaciones sociales son construidas en los procesos de interacción y comunicación social. Por ser significativas para los grupos sociales, las representaciones sociales circulan en los medios masivos de comunicación18. Las representaciones sociales también son construcciones simbólicas de la realidad, es decir, implican un significado común de objetos o eventos sociales para miembros de una comunidad. Estos significados comunes dependerían de las normas sociales y valores de esa comunidad y de su historia común. Un objeto es inmediata y simultáneamente percibido y conceptualizado en términos de su simbólica y significativa realidad. El objeto no es visto primero y luego interpretado, sino que la imagen y el concepto están cargados de significado (León, 2002:372). Del conjunto de representaciones sociales, me interesa la representación social de la masculinidad. El papel de los medios masivos de comunicación en la representación social del género En las sociedades contemporáneas los medios masivos de comunicación desempeñan un papel fundamental en la circulación de ideas y en el desarrollo de nuevas representaciones sociales (Morant, 1998:1120). Por su parte Farr plantea que numerosas representaciones son sociales porque son transmitidas por los medios masivos de comunicación. Esta relación ilustra la importancia que tiene el análisis del contenido de los medios masivos de comunicación para el estudio de las representaciones sociales (Farr, 1988:495-506). Las representaciones en los medios masivos de comunicación pueden actuar no sólo privilegiando ciertos valores y significados, sino también excluyendo o negando otros. Por ejemplo, las imágenes de mujeres jóvenes, esbeltas y con atuendos de marca, que son la norma en las portadas de revistas femeninas, funcionan definiendo qué formas de ser mujer son socialmente aceptables y deseables. 18 Subrayado mío. 128 Sin embargo, no se debe esperar encontrar una única representación social dominante de la mujer o el hombre en los medios masivos de comunicación. Tiene más sentido hablar de feminidades y masculinidades19 que reflejan la diversidad de la sociedad contemporánea, más que plantear un único constructo de género. Uno de los temas más consistentes que emergen de la investigación sobre el género son los múltiples y frecuentemente paradójicos significados y mensajes que coexisten en las representaciones de género. Los hombres y mujeres contemporáneos no sólo se enfrentan con un rango de formas de ser masculino o femenino, sino que también tienen que enfrentarse con las contradicciones inherentes a un complejo abanico de representaciones de los medios masivos de comunicación. Aunque no debemos asumir que los lectores/as de los cómics no pueden resistir o reformular estos mensajes mixtos, debemos ser conscientes de que probablemente nos encontraremos con un amplio rango de representaciones de género coexistiendo simultáneamente (Morant, op. cit., p.15). Algunos investigadores al estudiar la cultura contemporánea sugieren que en las sociedades actuales las representaciones tanto de la masculinidad como de la feminidad se han diversificado y se han convertido en algo mucho más fluido y confuso. Han argumentado que las dualidades entre hombres y mujeres pueden estar convirtiéndose en algo menos fijo. Todavía existen las antiguas representaciones, pero en paralelo con las nuevas que sugieren una redefinición de la relación entre los sexos (Pearson, Turner y Todd-Mancillas, 1993:33). Sin embargo, no podemos soslayar que los medios masivos de comunicación actúan como agentes que refuerzan y divulgan determinadas creencias y valores tradicionales, como reflejo de las normas sociales imperantes. Esto nos lleva al concepto de estereotipo. Para Zarate estereotipo es el conjunto de creencias populares o suposiciones sobre los atributos que caracterizan a un grupo social (Zárate, 2002:421). De acuerdo con Tajfel una de las funciones más importantes que cumplen los estereotipos es su valor funcional y adaptativo. De esta manera tienden a categorizar, a través de generalizaciones que facilitan el conocimiento del mundo y una comprensión más coherente del mismo (Tajfel, 1984:15). Los estereotipos de género son un subtipo de los estereotipos en general, definidos como “creencias consensuadas sobre “En los últimos 20 años la investigación sobre la masculinidad y la conducta dependiente del género de los hombres ha tenido un gran auge. Entre las conclusiones principales podemos mencionar lo que plantea Connel: “Que existen múltiples formas de masculinidad. En muchas situaciones un modelo de masculinidad dominante, es el hegemónico sobre otros. Sin embargo, esto no hace que los demás se desvanezcan. Las masculinidades son colectivas, además de individuales. A menudo están divididas y son contradictorias; además, cambian con el transcurso del tiempo” (Connel, 2003: 7). 19 129 las diferentes características de los hombres y las mujeres en nuestra sociedad (Loscertales, 1999:21). El género produce una serie de representaciones sociales con una eficacia simbólica concluyente y, al dar lugar a concepciones culturales y sociales sobre la masculinidad y feminidad, es usada para justificar la discriminación por sexo (sexismo). Al sostenimiento del orden simbólico contribuyen hombres y mujeres al reproducirse y reproducirlo. Los papeles, cambian según el tiempo y el espacio, pero mujeres y hombres por igual son los soportes de un sistema de reglamentaciones, prohibiciones y opresiones reciprocas (Lamas, 2002:135). Las representaciones sociales de género actúan sobre la vida de las personas y también sobre el comportamiento que van desarrollando. Desde la infancia mujeres y hombres van siendo influidos por mensajes que modelan muchos rasgos de su personalidad y también sus creencias, opiniones y modos de comportamiento (Corsi, 1994:64) Cómic y masculinidad Los cómics de superhéroes como Superman, Batman, Spiderman, Iron man, Kaliman, entre muchos otros, representan tal vez el estereotipo de la masculinidad clásica: hombres musculosos, muy fuertes, dispuestos a arriesgar la vida a cada momento. Sin embargo, desde hace varias décadas surgieron otros personajes de cómics (como Mafalda), y una serie de dibujos animados donde la masculinidad clásica se resquebrajaba. Puede decirse que la llamada “crisis de la masculinidad” comenzó a reflejarse en los cómics y dibujos animados de la década de 1960. Recuérdese a personajes tan famosos como Pedro Picapiedra, Sónico (de la serie los supersónicos), Lorenzo (de la tira cómicaPepita), Felipito (de Mafalda), hasta el contemporáneo Homero Simpson. Todos ellos se caracterizan por ser hombres torpes, tontos, inseguros, entre otras cosas, que dependen para casi todo de sus esposas o compañeras. La representación de los hombres en los cómics eróticos mexicanos Aunque en este trabajo hablamos de masculinidad, es preciso tener en cuenta que lo femenino y lo masculino son elementos imposibles de pensar por separado ya que no son independientes el uno del otro. Para definir lo que es la masculinidad es necesario hacer referencia a lo femenino y lo mismo ocurre en el caso contrario (Jiménez, 2003:25). En las sociedades lo que hace distintos a hombres y mujeres, desde la realidad anatómica hasta los estereotipos imaginados, es el centro de todo discurso que se da en torno al tema de la sexualidad, y estos discursos nos proyectan a su vez un cierto orden social (Godelier, 1982:152). Los 130 hombres son representados en los cómics eróticos mexicanos de las siguientes maneras: Hombres como objetos sexuales En el 35% de la muestra de este estudio (100 comics), los hombres son utilizados por las mujeres como objetos sexuales, es decir, las mujeres se satisfacen con ellos y luego los dejan, como sucede en el siguiente ejemplo. En este número 321 del cómic Mujeres inmorales, Apolonia es una mujer que alquilaba un departamento junto con una amiga para llevar a sus amantes ocasionales. Estas mujeres tenían una regla, no pasar más de una semana con el mismo hombre. Ver viñeta 1 131 En otro ejemplo se puede ver que el hombre reclama a la mujer que se retire inmediatamente después del acto sexual, a lo que Apolonia reacciona de manera violenta y lo empuja bruscamente.Como puede observarse, se da un mecanismo de inversión, ya que en estas historias el hombre pasa a ser un objeto sexual de la mujer. Se muestra al hombre como un pelele al servicio de la mujer que parece no saciarse nunca. Considero que algunas de estas historias constituyen resistencias efectivas que ciertos grupos de personas oponen a los discursos dominantes, que señalan que la mujer debe estar al servicio del hombre y que la sexualidad tiene como función básica la procreación. Ver viñeta 2 Hombres maltratados Un tema recurrente en los CEM es que el hombre es maltratado por la esposa o por la suegra como en los siguientes ejemplos.En esta historia del cómic Almas Perversas número 281, se presenta el caso de Laura, una mujer que hostigaba y humillaba a su esposo cotidianamente. Ella tenía múltiples amantes, sin embargo era extremadamente celosa y dominante, y a pesar de que el marido le era completamente fiel, ella 132 constantemente lo agredía. Bastaba que pasara una mujer atractiva cerca de él para que la mujer le pegara. El marido vivía con miedo a que Laura se enojara, por lo que siempre buscaba complacerla en todo. Ver viñeta 3. En el cómic Las Chambeadoras, número 330, se presenta el caso de Arturo, un hombre que tiene que soportar los gritos, golpes y humillaciones tanto de la esposa como de la suegra. Que llega al extremo de sacar al marido de la recamara matrimonial, para que ella duerma con su hija. El hombre se muestra como un ser pusilánime, incapaz de enfrentarse a las dos mujeres, por lo que su vida se vuelve insoportable. Ver viñeta 4. Hombres mandilones Otro tema frecuente en los cómics son los hombres mandilones. Aunque hay que aclarar que no siempre son así desde el principio, sino que son las circunstancias las que los llevan a comportarse así. El siguiente ejemplo lo ilustra muy bien: En el comic Las Chambeadoras, número 320, se presenta la historia de un investigador privado llamado Tatiano, que se sentía frustrado, pues tenía una competencia justo frente a él. Una investigadora llamada Enedina. Esta era tan eficiente, que siempre tenía mucho trabajo, a diferencia de Tatiano, 133 que siempre estaba desempleado. Tatiano decide jugar sucio y le pone una serie de trampas a Enedina, para desprestigiarla e incluso intenta matarla, pero siempre fracasa. Al final, derrotado le solicita trabajo de afanador e incluso le besa los pies, como se puede apreciar en las viñetas de arriba. Ver viñeta 5. Hombres cornudos Un estereotipo frecuente, es la imagen de los cornudos, hombres que son objeto de burla y ridiculizados tanto por otros hombres como por las mujeres, pues se trata de individuos engañados por sus propias esposas. En este ejemplo, Mario es un hombre que adora a su mujer, Sofía. Mario para poder mantener el ritmo de vida de su esposa tiene que trabajar en una tienda de abarrotes de de 6 de la mañana a 10 de la noche, incluyendo los domingos. Sofía es una mujer muy dura, autoritaria y ambiciosa. Que aprovecha la ausencia del marido, para tener toda la libertad que desea. Ella no pierde oportunidad de tener relaciones sexuales con cuanto hombre llegue a su casa, sea un repartidor, un trabajador (plomero, albañil, electricista, entre otros). Los hombres aceptan gustosos, sin embargo 134 era tan insaciable, que todos, después de cinco coitos huyen despavoridos, como en las viñetas de arriba. Ver viñeta 6. Hombres mañosos El hombre en muchos casos es considerado como una persona mañosa, tramposa, que se vale de mentiras para conseguir relaciones con mujeres que de otra manera no los tomaría en cuenta. En esta historia del cómic Los Maistros, se presenta la historia de Poncho Claveles, un jardinero, quien aprovechando los viajes de sus patrones, utiliza su ropa y auto para hacerse pasar por un junior millonario, con lo que seduce a todas las mujeres que se cruzan en su camino. Ver viñeta 7. 135 Hombres dominantes y violentos En la muestra analizada, solamente encontré un caso, es decir, solamente el 1% presenta a hombres que golpean a la mujer, sin embargo, debido a la importancia que tiene la violencia de género, consideré importante presentar el siguiente caso: En esta portada podemos ver que el hombre con el puño cerrado indica que está golpeando a la mujer. Esto Se refuerza con el título del cómic. El hecho de que la mujer este masturbándose, al mismo tiempo que su rostro muestra un gesto de placer, significa que ante la agresión física de que es objeto, la mujer en lugar de intentar defenderse, se excita sexualmente y goza con el sufrimiento. Por otra parte, la ubicación espacial de los personajes no es casual. El hecho de que el hombre este erguido y la mujer a sus pies, indica una posición de dominio y control del personaje masculino respecto al femenino. Es decir, el modelo de distribución espacial expresa una jerarquía. El nombre del cómic está escrito en colores rojo, amarillo y negro, pero no es casual que la palabra sexual esté inscrita en color rojo. Lo mismo se aplica al título que está escrito en amarillo con fondo rojo. Nótese la redundancia entre el texto visual y el escrito. Ver viñeta 8. 136 Las representaciones sociales de los hombres de los cómics eróticos mexicanos según las lectoras Como ya se ha mencionado, los cómics eróticos tienen amplia aceptación entre hombres y mujeres, sin embargo, las motivaciones son diferentes20. Como señalé al principio del texto, se realizaron entrevistas a 100 mujeres para conocer qué piensan de los hombres de los comics. Algunos de los resultados fueron los siguientes: El 51% de las mujeres señalaron que los leían porque les permitían vivir en su imaginación encuentros con hombres diferentes a los que conoce y experimentar cosas que tal vez nunca podrían o se atreverían a vivir. Es decir, que las historias estimulan fantasías sexuales, lo que tal vez sea un mecanismo de evasión a su vida cotidiana imaginando historias que les agradaría vivir. Los siguientes casos ejemplifican lo anterior: A mí me gustan porque las mujeres utilizan a los hombres a su antojo, son como objetos para satisfacer sus deseos sexuales. Además cuando hacen el amor duran horas y lo hacen en muchas posiciones, no como los de la vida real (Mujer, obrera, 34 años) Me gustan porque me imagino que yo soy la de la novela, y me imagino con ese cuerpazo, y que todos los hombres me admiran, me desean y me doy el gusto de escoger con quien quiero (Mujer, obrera, 37 años) Un 33% de las mujeres manifestaron que las leían por el erotismo. Es decir, que los hombres seducen a las mujeres y les hacen el amor de una manera imaginativa: Yo las leo porque me gusta todo lo que un hombre hace y cómo se las ingenia para conquistar a una mujer. También por la manera en que hacen el amor, con imaginación, utilizando muchos recursos. Los hombres de las novelitas disfrutan besando todo el cuerpo de la mujer, desde los pies, hasta su cosita. A mí ningún hombre me ha besado los pies y a mi marido le da asco besarme allá abajo. (Mujer, empleada de comercio, 36 años) De acuerdo a una investigación reciente, la mayoría de las mujeres leen los cómics por las historias que les permiten fantasear, mientras que la mayoría de los hombres leen estas publicaciones para disfrutar del cuerpo de las mujeres (Gamboa, 2007: 289). 20 137 Es interesante ver que las dos motivaciones anteriores juntas representan el 84%, es decir, más de tres cuartas partes de las entrevistadas refirió que su principal motivación es la evasión mediante las fantasías. Al imaginarse hombres muy diferentes de los que conocen en su vida cotidiana, en la vida real. Esto refleja una insatisfacción en su vida sexual-amorosa, que compensan a través de estas lecturas. Hace veinticinco años o más, esta función la cumplían las novelas de Caridad Bravo Adams y Corín Tellado, sin embargo, las circunstancias cambian, y tal vez en la actualidad esos relatos se vean sumamente conservadores o faltos de emoción21. El 10% de las mujeres respondió que les agradaba el cuerpo de los hombres de las historietas: A mí me da por leerlas porque me gusta el cuerpo de los hombres que aparecen. Casi todos se ven musculosos, fuertes, sin llantas ni panzas y además son guapos y altos (Mujer, secretaria, 33 años) El 4% de las entrevistadas manifestó que las leían para comprender mejor como piensan los hombres: Yo las compro y las leo porque creo que me permite saber lo que piensan la mayoría de los hombres (Mujer, estudiante, 17 años) Reflexiones finales La información y el análisis presentado me permiten plantear las siguientes reflexiones.Antes que nada hay que señalar que no existe un solo discurso de los cómics, pues las representaciones de los hombres en los CEM están cargadas de contradicciones. En este sentido se puede decir que el cómic es mucho más que una serie de imágenes: muestra un campo de tensión que se expresa con un lenguaje propio, el de la cultura y el que se vive en cada sociedad. Conocer las formas en que el CEM representa a los varones nos acerca a un aspecto fundamental de la mentalidad y de la ideología, el que atañe a la construcción de los géneros sexuales. Como se ha mostrado, estas representaciones influyen en la conformación de las ideas de los hombres y de las mujeres acerca de lo que son y/o lo que deben ser las relaciones sexuales. Es evidente que la construcción social del género se realiza, de una manera fundamental, en el terreno del imaginario y el cómic tiene una fuerza enorme en ese ámbito. Desde mi pun- 21 Además estas novelas estaban enfocadas a mujeres de clase media. 138 to de vista, el cómic erótico mexicano, tanto en sus contenidos como en sus formas refleja, más que nunca, las mutaciones que se están produciendo en las representaciones sociales. Los guionistas del CEM se dan cuenta de que a los hombres no se les puede tratar como un bloque homogéneo y los representan en roles22 y papeles que asumen comportamientos, actitudes y opiniones cada vez más diversificadas y en algunos casos contradictorias23. A continuación señalo los más importantes: Hombre dominante/hombre dominado: En la mayoría de los CEM la mujer es la protagonista principal, y por lo tanto, casi siempre juega el rol dominante, pero aún existen historias donde la mujer es dominada por algún hombre mediante coerción económica o emocional, entre otras. Hombre objeto/hombre sujeto: En el CEM, frecuentemente se presentan muchas historias en donde las mujeres asumen actitudes tradicionalmente asignadas al género masculino y son ellas las que utilizan a los hombres como objetos sexuales, mostrando cómo urden estrategias para seducirlos o entramparlos, sin embargo, aún existen historias donde la mujer es el objeto sexual. El CEM refuerza el estereotipo de que un hombre es más viril, o más “hombre” en función del número de mujeres que haya poseído. Sin embargo, para que este hecho sea significativo no basta con hacerlo sino que es necesario hacerlo público. Es decir, sólo reafirma la masculinidad en el momento en que lo hace saber a otros hombres. Algo importante en el análisis del CEM es que no sólo la mujer es cosificada. El hombre también es visto como un objeto sexual, que siempre tiene que estar dispuesto a mantener relaciones sexuales, sin importar si la mujer en cuestión le guste o no. En caso contrario, se hace sospechoso de ser homosexual. 22 La idea de que la masculinidad es la internalización del rol sexual masculino permite el cambio social. Como las normas del rol son hechos sociales, pueden transformarse también a través de procesos sociales. “Esto ocurrirá siempre que los agentes (los medios) de la socialización -los medios de comunicación masiva, la familia, la escuela- transmitan nuevas expectativas (Connel, op. cit., p.42 En la medida en que las sociedades se vuelven más pluralistas e incluyentes y menos dominadas por estructuras tradicionales rígidas, van surgiendo más y más formas de ser hombres. Luego entonces cabría decir que ya no podemos hablar de una masculinidad sino de muchas masculinidades, muchas formas de construir y expresar una identidad masculina (Weeks, 1998) 23 139 Los hombres de los CEM tienen algunas características en común: casi siempre son atléticos, guapos, bien “Dotados”, y están siempre disponibles para el coito. En el análisis realizado encontré que existen dos grandes tendencias en la concepción de la sexualidad humana: 1) la sexualidad como una práctica lúdica tanto para hombres como para mujeres, y 2) la sexualidad como algo pecaminoso cuando se realiza fuera de matrimonio. Aquí se adopta una postura religiosa, mirando la sexualidad como un pecado: la lujuria, y como todo pecado lleva consigo un castigo divino. Se presenta, también, un caso de inversión de la realidad, pues en los CEM, las mujeres casi siempre son infieles, lo que a su vez ocasiona el sufrimiento masculino por la mujer idealizada. Es decir, se distorsiona la realidad enmarcándolo en un complejo simulacro de cambio de roles de género. Existe una genitalización de la sexualidad, otorgándole demasiada importancia al tamaño del pene en el caso de los hombres y al número de coitos que se pueden tener. Por otra parte, en algunos cómics se presenta la sexualidad como una práctica lúdica que no tiene consecuencias. Pero lo interesante es que se aplica tanto a hombres como a mujeres. 140 Referencias bibliográficas Aurrecoechea, Juan Manuel y Armando Bartra (1993) Puros cuentos, CONACULTA- Grijalbo, México. Banchs, María (1990) “Representaciones sociales: sugerencias sobre una alternativa teórica y un rol posible para los psicólogos sociales en Latinoamérica”. En: Jiménez Domínguez (coord.) Aportes críticos a la psicología en Latinoamérica, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, pp.183-221. Briggs, Asa y meter Burke (2006) De Gutenberg a Internet, Taurus, México. Brown, John and Paul Duguid (2001) La vida social de la información, Pearson Education, Buenos Aires. Castañeda, Marina (2000) La experiencia homosexual.Para comprender la homosexualidad desde dentro y desde fuera, Paidós, México. Carrizo, Héctor y Esther Corona (1982) La educación de la sexualidad humana, Plaza & Valdés, México. Cirese, Alberto (1979) “Ensayo sobre las culturas subalternas”. 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Es la unión de dos compañeros, con miras a vivir una vida en común y duradera que está aprobada por el matrimonio o cualquier otro medio. Es también una unión monógama que implica las obligaciones de fidelidad, ayuda y asistencia, y su destino es la educación, protección y cuidado de los hijos que puedan nacer de esta unión. Asimismo, la relación de pareja es un recurso importante para la persona adulta, ya que facilita el diario vivir, proporcionando la motivación necesaria para desarrollar funciones parentales, académicas, profesionales, de diversión, religiosas, sociales, estéticas, y enriquece las demás relaciones interpersonales; es un proceso de maduración a pesar de las dificultades que se presentan al vivir en pareja durante un largo período. Por lo tanto, una persona que está satisfecha interna y externamente, es debido a que su rendimiento, su capacidad para disfrutar de la vida, su capacidad de amar y su equilibrio emocional no están trastornados (Martínez, 1992). Así la pareja llega a constituir un grupo original con características vinculares únicas y que funciona según su propia organización (Torjam, 1989). Una vez estabilizada, la pareja procura la armonía sexual y un equilibrio con su entorno, para poder adaptarse dentro de la sociedad a la que pertenece (Gauquelin, citado en Padilla, 1989). En este proceso influyen una serie de factores psicológicos, sexuales y psico-sociales, que enmarcados en un continuo histórico, nos hablan de la vida de 147 dos seres humanos a lo largo del tiempo; son dos seres humanos que iniciaron un camino en un momento de la vida, ya que en su encuentro decidieron continuar por la misma ruta hasta el final de sus vidas. La pareja desde el punto de vista psicoanalítico, se considera como una relación en la que se repiten relaciones anteriores, significativas para las personas. Estas personas, en las primeras etapas del desarrollo son externas, y mediante el proceso de evolución se internalizan. La pareja es en este sentido una nueva persona incorporada a la constelación intrapsíquica del sujeto. El mundo interno del sujeto está lleno de afectos y personas significativas de toda su vida y la primera de todas es la madre, internalizada en varios aspectos y situaciones emocionales (González Núñez, 1989). Asimismo, la relación de pareja se presenta ante los que la conforman como una nueva relación y esperando que esa unión se logre para satisfacer necesidades internas y necesidades externas. El proceso de elección de pareja se lleva a cabo por distintos tipos de motivaciones desde el punto de vista topográfico, los cuales pueden ser de tres tipos: 1).- Motivos Conscientes 2).- Motivos Preconscientes y 3).- Motivos Inconscientes, mismos por los que una persona decide llevar a cabo una relación permanente de pareja o decide casarse.A continuación se describen los tres tipos de motivos en la elección de pareja: 1.-Motivos conscientes.- Por amor, por compañía o para satisfacer alguna expectativa personal previa al matrimonio. 2.- Motivos preconscientes. Se busca satisfacer deseos, fantasías, creencias o planes que muchas veces no comunicamos y que en el momento de casarse no se reconocen, pero mediante un esfuerzo de memoria se traen a la conciencia 3.- Motivos inconscientes. Hay deseos y necesidades irracionales contradictorias, que se convierten en los verdaderos cimientos de una relación amorosa. En nuestra cultura (Padilla, 1993), el concepto legal del matrimonio es un contrato, con la facilidad de permitir la unión de hombre y la mujer, para la integración de la familia y alcanzar el placer a lo largo de la vida.Así podemos hablar de dos tipos de matrimonio en la sociedad: 1) El tradicional- Postula que una persona se casa una vez y vive con su pareja hasta el final de su vida. 2) El contemporáneo.- Que postula que una persona se casa una vez, con el propósito de que la relación matrimonial dure 148 hasta el final de su vida, con la salvedad de que se acepta el divorcio como medida de corrección, si es que hubo alguna equivocación por parte de uno o de los dos miembros de la pareja al momento de elegirla. Podemos decir que en este tipo de matrimonio es en el que existe mayor flexibilidad emocional. En la cultura mexicana existe un mito común que se sigue creyendo y que consiste en que la pareja al casarse ya resolvió el problema de la intimidad, pero sin embargo, el tener derecho a la intimidad no le da la capacidad de vivirla. Se observa que la mayor parte de los jóvenes que se casan, confunden la cercanía física con la verdadera intimidad. Más aún, confunden el amor maduro con el amor inmaduro. Se conceptualiza al amor maduro como un estado existencial en el que la satisfacción o seguridad de la otra persona, llega a ser tan importante como la propia. Es una verdadera expresión de intimidad, ternura y relación de colaboración con otro ser humano. El amor reconoce y preserva la integridad individual de cada participante, su autonomía y su independencia. Favorece una relación de confianza y respeto mutuo. Cada integrante puede manifestar su potencial máximo, ya que en la relación de pareja es en donde ambos dan y reciben simultáneamente, similar al comportamiento sexual maduro. Para que la pareja llegue con plenitud al encuentro conyugal, recorre un largo proceso que se inicia con la independencia e individuación personales, y que es un proceso que da inicio en el noviazgo y madura con la unión, donde la pareja va haciendo a un lado su postura infantil narcisista para adquirir una actitud de crecimiento y desarrollo que le permita aceptar a las personas tal como son, dentro de un verdadero proceso de dar y recibir. En el amor, la persona busca su equilibrio como persona, como ser humano en crecimiento, así como su autorrealización personal. Aunado a esto, se da el enamoramiento pero no como un hecho aislado sino como parte de un largo proceso por el que la naturaleza prepara a la persona para que pueda comunicarse con sus semejantes y en participar para la relación del amor conyugal. Unos de los aspectos más importantes a considerar en la relación de pareja son las crisis por las que se atraviesa. Las crisis se derivan de un conjunto de circunstancias normales, en las cuales se presenta un alto grado de insatisfacción pero la pareja que logra manejar y dar una adecuada solución a las crisis que se les presentan, es porque lo que predomina en dichas parejas es el amor y el gozo de estar juntos. Así, el matrimonio requiere de una continua renegociación yoica, de aspectos personales e interpersonales que cada uno de los miembros de la pareja y de la familia tiene definidos para sí mismos en forma diferente. Para que una pareja viva en armonía, depende de varios factores, muchos de los cuales se conocen desde el noviazgo y existen otros que se pueden conocer y que sólo se arreglan después de la boda. 149 Etapas del noviazgo González Núñez y Nahoul Serio (2006) elaboraron el siguiente esquema que describe las etapas del noviazgo. Primera etapa: La búsqueda. El adulto tiene la necesidad de formar una pareja, ya que se ha ido independizando de los lazos familiares y ahora desea tener novio o novia. Segunda etapa: La elección. Se elige pareja en base a la relación consigo mismo o bien por la capacidad real o imaginaria de satisfacer las necesidades. Elección narcisista. Tercera etapa: El encuentro. Se lleva a cabo dentro su ambiente sociocultural e involucra una resonancia interna con el prototipo de pareja deseado y la disponibilidad emocional en la que se encuentre. Cuarta etapa: El enamoramiento. Implica encontrar a una persona que es vista como un ser especial maravilloso y que tiene todas las cualidades que siempre se ha soñado. La idealización: El otro y la vida amorosa es vista (o) como alguien digno de ser amado y se excluyen todos los elementos agresivos de él (ella). Quinta etapa: El acomodo. La persona puede conocer sus propios rasgos de personalidad y el otro conocer los suyos permitiendo una mejor aceptación de la relación. Sexta etapa: Gratificación continua de necesidades.Los novios deben conformarse y aceptar lo que cada uno aporta positiva o negativamente a la relación y las necesidades que puede satisfacer a corto o largo plazo. Séptima etapa: La consolidación del noviazgo. Se forma en la pareja un alianza afectiva que le ayuda resistir las dificultades que se le vayan presentando (Padilla, 1993). Octava etapa: La comunicación en la pareja de novios. Los novios logran establecer un nivel de comunicación en el que hay congruencia entre lo que se dice y lo que el otro escucha y a su vez responde. Cuando hay algún desfase en los niveles anteriores la pareja puede decidir romper. El matrimonio comienza por la unión de un hombre 150 y una mujer que se casan y congenian bien, ya que ésta unión exige de ambos una serie de adaptaciones para que puedan vivir y trabajar unidos y cuando una pareja es compatible desde el principio de su relación, los ajustes se harán con facilidad ante las crisis por las que atraviesen en la convivencia cotidiana.A continuación se describen algunos factores de compatibilidad, para que una pareja se sienta satisfecha. 1. Madurez 2. Intereses y actitudes semejantes en cuanto a: a) Creencias religiosas. b) Antecedentes educativos y culturales. c) Ritmo de vida semejante. d) Actitudes semejantes hacia lo sexual. e) Relaciones con los padres de cada uno. f) Actitudes semejantes hacia el dinero. 1. Madurez Cabe señalar que el factor más importante en el individuo, es la madurez y se adquiere por la combinación de diversos factores, como la edad cronológica, edad física, edad mental, lo social y lo emocional. Hace 30 años se pensaba que la mejor edad para casarse, fluctuaba alrededor de los veinticinco años en el hombre y los veintidós años en la mujer. Cuando el hombre terminaba su carrera se aseguraba de tener un empleo; mientras que la mujer por su parte, terminaba una carrera mientras se casaba Actualmente el hombre se casa alrededor de los 30 años, asegurando un buen empleo, con un decoroso salario, debido a los cambios de la mujer actual. Mientras tanto, las mujeres se casan alrededor de los 27 años, después de terminar una carrera, pues desean trabajar y desarrollarse laboralmente. A estas edades, el individuo ha alcanzado un nivel de desarrollo que le permite conocer sus intereses y actitudes y a la vez tiene elasticidad suficiente para los necesarios ajustes de la vida marital. También se debe mencionar que existen muchos casos de matrimonios felices entre individuos más jóvenes o más viejos. Por lo que observamos, hay un porcentaje muy alto de mujeres inteligentes que se quedan solteras. Se ha visto que si la mujer es mucho más inteligente que el hombre, aunque ambos puedan tener éxito, no deja de existir el riesgo considerable de ruptura en la pareja. Las funciones parentales son otro aspecto a considerar, como son: madurez social, que va íntimamente relacionada con lo emocional. Una persona que tiene una madurez social, es aquella que se sabe relacionar con sus semejantes y que puede adaptarse a su pareja y posteriormente 151 a sus hijos, El individuo también aprende a saber lo que la sociedad espera de él, encontrándose listo para responsabilizarse de su pareja, y socialmente es capaz de ofrecer confianza. Podemos pensar que la madurez emocional es el factor más importante en una persona, es decir, que una persona puede llegar a cumplir 27 ó 29 años de edad tanto física como mental y poseer sin embargo, un control tan escaso sobre sus emociones que su vida de casado le resulte llena de insatisfacciones y conflictos. Señalamos a la vez que una persona madura en lo emocional, es aquella que tiene un mayor y mejor razonamiento objetivo respecto de sí misma, de su pareja y de los problemas que se le presenten en la vida cotidiana. 2. Intereses y actitudes semejantes a.- Creencias religiosas Los valores religiosos contribuyen al desarrollo armónico del grupo familiar y de cada uno de los miembros, además generan justicia y amor. Otros de los valores son la honradez y la sinceridad, mismas que aumentan la seguridad y la confianza en la persona. Si cada miembro de la pareja acepta las doctrinas de su religión y las vive seriamente y comparte con su cónyuge el mismo credo, el matrimonio tendrá mayores posibilidades de realizarse y ellos, por lo tanto, se sentirán más satisfechos. Es bueno que la pareja medite la situación antes de tomar la decisión definitiva porque en una relación en donde cada integrante tenga creencias diferentes, siempre habrá algún desacuerdo. b.- Antecedentes educativos y culturales La armonía marital requiere semejanzas en muchos pequeños detalles, pero que son muy significativos en la convivencia cotidiana de una pareja, por ejemplo, las costumbres personales, es decir, la forma como fueron educados los miembros de la pareja y el medio social donde se les enseñó el cuidado de su cuerpo, sus modales en la mesa y otros convencionalismos sociales. Resulta lógico pensar que una persona educada tendrá pleitos constantes con un hombre que coma con la boca abierta, que no se rasure, etcétera. A este hombre a su vez, lo sacará de quicio el que se dé tal importancia a esas cosas, sintiéndose por lo tanto, agredido. La diferencia notoria en estos fundamentos educativos, es causa frecuente de opiniones también diferentes. La semejanza en el nivel mental, se considera más importante que el disentir sobre la educación. El grado de educación suele asociarse con el nivel socioeconómico del individuo. Por consiguiente la armonía en la pareja también se favorece cuando ambos cónyuges tienen más o menos el mismo grado 152 de estudios, evitándose una relación de inferioridad o de superioridad cuando uno de los dos estudió mucho más que el otro. Los fundamentos educativos comunes, especialmente, si concurre una capacidad intelectual semejante, contribuyen a la satisfacción marital. Es posible que una relación de pareja pueda funcionar con diferencias educativas, pero mientras más tengan en común los cónyuges, mayores son las probabilidades de gozo en su matrimonio c. - Ritmo de vida La semejanza en el ritmo de la vida es un factor significativo para la armonía conyugal. El tiempo que cada cónyuge le dedica a sus tareas diarias, es determinado por factores tanto fisiológicos como psicológicos. Es deseable que los ritmos sean bastante similares, sin la intención de sugerir una dicotomía con respecto al ritmo de vida: no seria razonable, que una tortuga conviviese con una liebre durante 5 ó 6 horas y mucho menos 30 o 40 años o más. Entre menos diferencias de tiempo, mayor enriquecimiento en las diferentes fases de la vida en común, en sus relaciones sociales, en la conversación de sobremesa, en las tareas en familia y en un alto grado en las relaciones sexuales. d. - Actitudes semejantes hacia lo sexual Las relaciones sexuales son esenciales para gozar con la pareja y para sentirse seguros. Los tres factores más importantes de unas relaciones sexuales satisfactorias son: 1. Conocimiento, 2. Ausencia de inhibiciones, y 3. Semejanza en la intensidad de la pulsión sexual. e. - Relaciones con los padres de cada uno Una indicación excelente de madurez social y emocional, se revela en el grado de emancipación del joven con respecto de sus padres. El auténtico adulto ha desplazado sus más hondos afectos de los padres hacia su pareja. Ya no depende emocionalmente de sus padres. Como persona madura mira a sus padres como amigos. Si las relaciones familiares han sido satisfactorias, es probable que repitan algo parecido con los familiares de su pareja. Si se sintieron contentos y fueron felices con su propia familia, también lo serán con la familia de su pareja. Es recomendable que cada uno de los cónyuges tenga atenciones con la familia del otro. La armonía y goce conyugal pueden articularse tanto alrededor de afinidades como de necesidades de complementariedad, se pide al otro 153 que nos aporte lo que nos falta, nuestro complemento y se le pide también que sea una parte de nosotros mismos, que sea nuestra extensión narcisista de lo que hemos sido, de lo que somos o de lo que quisiéramos ser. En 1914, Freud describe la elección del objeto narcisista, basado en la relación del sujeto en sí mismo, en el cuál describe que se ama a lo que es uno mismo, a lo que uno mismo fue, a lo que uno querría ser y a la persona que fue una parte del sí mismo propio, de la propia persona. A lo que agrega la cualidad que se querría tener y según el tipo elegido, a la mujer nutritiva y al hombre protector. f. – Actitudes semejantes hacia el dinero El dinero es un componente real y con él se satisfacen muchas necesidades pero también es simbólico, si no hay un acuerdo en la distribución del dinero, habrá desacuerdos en todas las demás áreas de la vida. Según la cultura de los cónyuges, ellos estarán de acuerdo en la forma de aportar dinero a la casa y en la forma de administrarlo. Sí es el hombre el encargado de aportar el dinero y si existe falla, tiene efecto el dicho que dice: “cuando el dinero no entra por la puerta el amor sale por la ventana” y se podría agregar que no sólo el amor sino también el sexo están interactuando para el mejoramiento de la pareja o para su degradación. Por otro lado, en nuestra civilización la familia mexicana descansa sobre el matrimonio monógamo (Padilla, 1989). Si la familia ha de proporcionar al niño la clase de medio que necesita para su mejor desarrollo debe comenzar por la unión de un hombre y una mujer que se casen y congenien bien. Ahora, cuando una pareja permanece junta, durante varios años y ambos han cubierto sus necesidades prioritarias, uno apoyándose en el otro, uno complementando al otro, podríamos decir que ambos han cumplido sus metas, que ambos han cubierto sus expectativas. Por lo tanto, no existe problema entre ellos y su vida amorosa, continúa llena de satisfacción y de éxito. Pero, qué pasa cuando los dos no han podido subir a la cima juntos, cuando no han podido ir de la mano al cumplimiento de metas o que él se ha desarrollado en algún aspecto más que ella, no porque ella no pueda estar a su lado y ascender sino que él ha encontrado una forma más rápida de hacerlo. El tener más éxito ya sea económico, académico, laboral o de prestigio tiene que corresponder con la historia de vida y con la personalidad. Por ejemplo, si hay antecedentes narcisistas que no afloraban todavía sino hasta que llegó el éxito, se despierta la personalidad narcisista, florece esplendorosamente, inflando su autoestima y sobrevalorándolo, porque si bien su éxito es externo, su vida interna es la de una persona como la que era antes pero ahora trasformada por el éxito. Lo lógico sería que así como habían ido de la mano hasta entonces él la 154 jalara a su nivel para continuar así la vida pero lo que sucede es que ese inflamiento del Yo, conduce a una devaluación del otro, es decir la pareja y eso genera muchos problemas y sufrimientos para ambos y puede producir un rompimiento, ya sea abrupto o suave, pero rompimiento. Él narcisista, con una hipervaloración de sí mismo, reforzado por el éxito externo; ella devaluada por él, hipovalorada. Él centrado en sí mismo y con un descuido de parte de ella, él aparentemente ofendido; ella angustiada, enojada y rencorosa y que en un esfuerzo de valoración y de conservación de la pareja ella se torna resentida, permanentemente oposicionista e irónica, lo cual recrudece la situación y no permite la reconciliación amorosa tan deseada en el inconsciente y muchas veces en el preconsciente y consciente de ellos. El término narcisismo fue tomado de la mitología griega del bien conocido mito de Narciso, ese joven bello, hermoso por fuera pero feo por dentro, porque teniéndolo todo nada quiso dar y menos a las ninfas del Olimpo. Cuando la ninfa Eco lo quiso conquistar, él no la pudo amar. Este hecho fue tomado por ella como un desprecio, como un rechazo, que la ofendió y pidió que fuera castigado y así fue. El castigo que se le aplicó fue que se enamorara de sí mismo y fue tanto su amor por sí mismo que hasta se le olvidó tomar agua al verse tan hermoso; reflejado en el riachuelo, murió de sed. Los Dioses generosos para premiar su gran amor a sí mismo hicieron que en ese lugar apareciera la flor del narciso, para honrar su amor a sí mismo por siempre. Dios, ¿Cuál?, en el que cada uno crea, o la naturaleza, si ésa es su creencia, puso en el corazón del hombre en primer lugar el amor a sí mismo, ya que este amor representa el instinto de conservación y sin él no podría vivir, ni desarrollar las numerosas potencialidades y dones que hay en él al nacer. Este amor a sí mismo, que le da sentido a la vida, es plenitud, es autorrealización, también es plenitud exuberante, que por su abundancia engendra el amor a los otros. Así nos lo enseña la Biblia en su nuevo testamento, que haciendo de la necesidad una virtud, nos dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” y cuando se comprende el significado profundo de este mandamiento, se ve que no sólo es una prescripción religiosa, que conduce a la salud mental y a la autorrealización, que produce transformaciones personales y en los demás. Por ser plenitud de vida, este amor a sí mismo, tiene como consecuencia la expansión de la energía amorosa, la realización de la propia persona, la confianza en sí mismo y el gozo de la perfección conseguida. Emana de las profundidades más íntimas de su ser y precisamente, porque emana de las fuentes mismas de la vida, puede irradiar a su alrededor y establecer relaciones de intercambio con los seres que nos rodean. Y así ese narcisismo secundario, que no primario, se trasforma en Ideal del Yo. Aquello que es aprendido e internalizado por las 155 consignas familiares, sociales y culturales, ya no está afuera, ya se internalizó y es propio y con el Ideal del Yo se actúa en consecuencia.El comportamiento de los narcisistas se caracteriza así: 1. Son egocéntricos, hay un tipo de narcisistas que concentran su vida afectiva en sí mismos y hay otros que muestran poco interés sentimental en los otros. Por lo tanto, ambos tienen dificultades en sus relaciones interpersonales: son distantes, socialmente tímidos aunque aparentan otra cosa, se callan o, si hablan, sólo hablan de sí mismos. A los primeros les gusta la soledad y no quieren depender de nadie, les parece agresiva toda aquella persona que intente ayudarles en alguna forma. Los segundos constantemente buscan restablecer sus relaciones rotas con anterioridad. Con frecuencia se quejan de que no se les quiere. Algunas veces se adhieren a un sustituto materno del que dependen en forma pasiva con el único fin de recibir gratificaciones de él. 2. Quieren ser amados sin dar nada a cambio. Quieren ser amados incondicionalmente, sin establecer ningún intercambio afectivo. Son exigentes y demandantes, y el otro debe estar a su disposición sin protesta alguna y sin exigencia alguna. 3. Quieren que se les admire y se les alabe e interpretan la menor crítica como señal de que no se les quiere. 4. En las relaciones de los narcisistas con sus parejas amorosas, familiares, laborales y amistosas, son relaciones difíciles porque es evidente que una persona real, nunca puede representar a la persona ideal que él busca, ya que esa persona real tiene sus gustos personales, su propia manera de ver las cosas, que hay que aceptar, si se quiere tener con ella relaciones auténticas de sujeto a sujeto, de persona a persona. Pero el narcisista no piensa más que en sí mismo y quiere que su pareja narcisista, cual fuere, se comporte exactamente según sus deseos. Igualmente es necesario que esa pareja esté entregada totalmente a él y a nadie más que a él; si mantiene por ejemplo relaciones afectivas con otros, el narcisista no lo soporta y le hace escenas de celos. 5. Los narcisistas hacen uso de la proyección, mucho más que las gentes normales o más o menos neuróticas. Por esto proyectan sobre los otros sus propios deseos, sus propias opiniones, llegan a ver en ellos, no a personas auténticas en su plena realidad, sino simples reflejos, como Narciso en el riachuelo, de su 156 propia personalidad. Así las elecciones de pareja narcisistas no es al otro a quien aman, sino a sí mismos a través del otro. En ese sentido ya sea normal o patológicamente la pareja es una extensión narcisista ya que el otro es él mismo. 6. Son muy susceptibles. No aceptan las críticas y exageran las culpas en las que los demás puedan incurrir con respecto a ellos. Son hipersensibles a la frustración por mínima que sea. 7. Son agresivos y como proyectan su agresión, se vuelven paranoicos acusando a los demás de ser agresivos con ellos. 8. Dado el aislamiento afectivo en el que se encuentran, algunos son depresivos, colabora con el aislamiento afectivo la hipersensibilidad y también su gran debilidad ante la crítica. Así es que por cualquier cosa se deprimen. 9. Como defensa frecuentemente recurren a la huida de las relaciones afectuosas. La huida es un comportamiento que tienen muy a la mano ante la mínima frustración, ante la mínima crítica o ante la mínima insatisfacción pulsional. Ahora veamos que es el éxito en la pareja y en especial en el hombre. El éxito es obtener un buen resultado en cualquiera de las metas que el individuo y luego la pareja se plantearon. Para la persona como tal, el éxito puede ser el hecho de casarse, de tener un coche, obtener un empleo, tener un título; para la pareja, éxito puede ser tener un hijo, lograr comprar un departamento o casa, hacer un viaje, tener una relación cordial durante mucho tiempo, tener suficiente dinero para poder pagar los gastos necesarios del mes y ahorrar. Existen éxitos, productos de logros internos como: tener más control sobre sí mimo, estar tranquilo, poderse llevar bien con papá o con mamá como meta personal. A diferencia de los éxitos producto del logro de metas externas como los que ya se mencionaron antes. Sin embargo hay éxitos que más bien son falsos éxitos, como equiparar el éxito en la vida con el tener dinero: la meta es acumular riquezas como señal de éxito. Aunque la riqueza si aumenta la autoestima no siempre es una señal de logro interno, es simplemente el cumplimiento de un logro externo que puede crear falsos sentimientos del Ser. El valor en estas personas consiste en que tiene más valor tener que ser y más pronto que tarde descubren el vacío que existe en sus afectos, en sus mentes y en sus corazones. Quien ama la riqueza nunca tiene suficiente. No existe la satisfacción de ser rico siempre se ambicionará más. Otra idea del éxito es pensar que se es exitoso cuando la persona se siente feliz. Aunque tratar de sentirse feliz es más difícil que tratar 157 de hacerse rico. Porque la felicidad es muy subjetiva, el éxito que hace feliz a unos hace infelices a otros. El triunfo de un partido político hace felices a muchos pero a otros los hace infelices, igual que en el deporte el triunfo de un equipo hace felices a muchos y a otros los hace infelices. Podríamos argumentar que todos son felices cuando su equipo gana. La obtención del poder es para muchos el éxito absoluto. Para el político de vocación el poder es su valor absoluto, siempre y cuando no conlleve la idea de: riqueza, sexo, dominio, control sino el poder puesto a beneficio de otros. Una de las ideas más seguras del éxito es: tiene éxito la persona que está en constante crecimiento individual, por lo tanto como pareja también tiene éxito. Todos somos, lo fuimos y seremos por lo que estamos siendo ahora, todos sino lo hemos hecho todavía podemos en lo individual o como pareja empezar a crecer hoy. Entonces, si un logro individual y de pareja es el casarse, si casarse es un éxito, ¿Por qué muy pronto la vida de pareja se vuelve un fracaso? ¿Ya no tienen los miembros de la pareja el mismo concepto de lo que es el éxito? No es que haya perdido valor el matrimonio o la pareja, sino que la pareja se ha desfasado. Él dedicado al trabajo, él está teniendo éxito o lo está buscando en forma obsesiva y con ello ha descuidado la vida amorosa y sentimental. Ésta es la degradación del amor. Ese amor con el que se comprometieron en el noviazgo y al inicio de la formalización como pareja. Ese amor no se hereda, ese amor nos toca construirlo, ese amor se atrae, se invita a nuestras vidas, se diseña, se modela, pero cada miembro de la pareja es responsable de crearlo y de realimentarlo permanentemente. El amar es día a día, momento a momento, no es algo teórico, es vivencial. Se experimenta practicándolo, actuándolo y perfeccionándolo. Pues el hombre exitoso en lo económico, al ascender laboralmente o en ascender en la obtención del poder y ya con una predisposición narcisística ésta se refuerza y se fortalece. Debido a las actitudes narcisistas se tiene como consecuencia una degradación del amor de la pareja, de tal forma que se olvidan los vínculos emotivos o de plano se inhiben. Pero es real que la mujer dejó de desarrollarse, de evolucionar con su pareja. Se sabe que todas las parejas evolucionan positivamente, se estancan o evolucionan negativamente. Cuando se estancan puede no pasar nada, así permanecen estancadas pero estables, las que evolucionan negativamente ya sea como pareja o como individuo uno o el otro, tienden a separarse o divorciarse y cuando la pareja evoluciona como pareja positivamente, la pareja progresa, si hay hijos que generalmente los hay, también se desarrollan y tienen muchos éxitos. En realidad aquí nos estamos refiriendo a esas parejas en las cuales él se desarrolla en el tener y no en el ser y ella evoluciona, gracias a la crianza de los hijos y su educación y a sus múltiples roles femeninos como lo son ser esposa, ser amante, ser madre, ser administradora de 158 la casa, ser pedagoga de sus hijos, ser psicóloga de sus hijos y más, esa multiplicidad de roles por necesidad y por práctica de ellos la obligan espontáneamente a evolucionar y ahora más que las mujeres están al pendiente de cursos, pláticas de superación personal y a las cuales asisten. El hombre se capacita en forma unívoca para su trabajo, y con esa sensación egoísta, devalúa y degrada el amor de la pareja. Ella, resentida por ser devaluada, actúa de aquí en adelante en forma de un resentimiento crónico, con un enojo permanente que la obliga también a no estar de acuerdo con su pareja y siempre estar en su contra y mediante la ironía estar en una constante denuncia del descuido de él, queriendo hacerle entender que su éxito y su dinero no es lo más importante, que le gustaría tener menos dinero pero más tiempo y amor no degradado por parte de él. Ella desea que cambie, pero la actuación de él hace que se desilusione y pierda la esperanza de que esto suceda y su propia desconfianza y falta de fe en el cambio de su pareja condiciona que menos cambie. Las mujeres se casan o hacen pareja esperando que el hombre cambie, el hombre hace pareja o se casa, esperando que la mujer no cambie pero lo que realmente sucede es que la mujer sí cambia si no existe alguna psicopatología en ella que se desencadene durante el tiempo de convivencia. Ella cambia para bien. Sin embargo, el hombre aunque sea exitoso en el exterior, que gane el dinero que se imaginó ganar, que tenga el puesto que se imaginó tener, que posea el poder que quería como se dijo, lo vuelve más egocéntrico; alguien que desea recibir y no reciprocitar nada, que se fijen nada más en él, lo cual reafirma sus características narcisistas: que él caminó, que él escaló, que aparentemente se superó, pero no alcanza a darse cuenta que sacrificó su amor y no sólo lo sacrificó sino que lo degradó; y así ofendió a sus seres queridos, en especial a su pareja, provocando en esta forma su resentimiento y enojo permanentes. Y como el Narciso del mito, será condenado a morir solo y vacío, sin amor. El amor lo tuvo, era de él y con su narcisismo lo destruyó. Presentación de un caso Jordi es un hombre de 1.75 metros de estatura, bien vestido, sus trajes se los hace un sastre; de caminar seguro, de hablar asertivo, con un ligero gesto permanente de preocupación, se peina hacia atrás y su apariencia general es la de un hombre guapo. Procede de una familia integrada, sus dos padres aún viven. Su papá es Licenciado en Derecho y su mamá es ama de casa. El padre es un hombre serio, exitoso, quien les pudo dar a él y a su hermana una educación privada y satisfacer ampliamente sus necesidades y gustos económicos: vestidos, aparatos eléctricos y viajes. Es de comportamiento pedante y un tanto clasista. Su madre, mujer abnegada, quien a pesar de la actitud autoritaria de su esposo, es sensible, nunca ha sido sometida, es alegre, tiene sus 159 valores bien puestos y los ejerce sin mucha preocupación; ella los respeta, aun cuando es un tanto criticona en cuanto a gustos estéticos. Su hermana es dietista de profesión, mujer amable, afectuosa, celosa y acaparadora, sobre todo de la mamá. Jordi es casado. Su esposa dos años menor que él, es una mujer bien educada. Procede también de familia integrada, con costumbres menos clasistas y con menos posibilidades económicas. Su carácter es sencillo aunque es demasiado celosa y muy dependiente. Ejerce su profesión en un hospital, pero cualquier cosa la preocupa y se vuelve demandante con Jordi, lo cual lo irrita y, sabiendo que es una mujer inteligente, a él le parece tonta, pues sabe que sus preocupaciones no son intelectuales sino emocionales; así es que diario se levanta haciéndole un reproche a su esposo, referido a esas preocupaciones cotidianas emocionales y se acuesta haciéndole otro reproche. Tienen 3 hijos, un varón de 13 años, una mujercita de 10 y un hombre de 7. Todos buenos hijos, no les dan problemas en calificaciones pero sí muestran una sutil insistencia en que el papá esté más tiempo con ellos. Jordi, herido emocionalmente porque su jefe lo criticó por tratar con cierto despotismo a una secretaria, se fue a un bar con un amigo y por así decirlo, se quejó con su jefe; luego, esa queja se desplazó a la esposa y a los hijos, pues a pesar de que les ha dado todo no los tiene satisfechos y lo hacen sentir un mal esposo, ella, y un mal padre, ellos. Ante esta situación, el amigo le recomendó que iniciara un tratamiento psicológico para que se aclarara y pusiera en orden sus pensamientos y sus sentimientos. Como un mes después de esa plática con su amigo, su matrimonio entró en crisis, porque su esposa prácticamente le planteó el divorcio, argumentando que si no tenía tiempo para ella y sus hijos, lo mejor era que se separaran, así él podría dedicar todo su tiempo al trabajo y a quién sabe quién más, insinuando que ella suponía que tenía otra mujer. Por eso decidió hacerle caso a su amigo e iniciar un tratamiento. Llegó preocupado, confuso, adolorido. Sabía en el preconsciente que su esposa tenía razón. Cuando se casaron eran una buena pareja los dos estaban contentos porque según ella habían escogido bien: los dos de buena familia, habían estudiado más o menos en las mismas escuelas, los dos eran católicos, les gustaba ir a misa los domingos, lo disfrutaban y cuando nacieron sus hijos, a sus hijos también les gustaba ir. A los dos les divertía el cine y el teatro. Con los amigos de ambos había reuniones sociales al igual que con sus propias familias, celebraban santos, cumpleaños y también los no cumpleaños, sexualmente se entendían, podían decirse perfectamente el uno al otro que deseaban hacer el amor, generalmente el uno accedía a la petición del otro. El trato sexual de ella era delicado y era más brusco por parte de él hasta que él aprendió a complacerla en el estilo que a ella le gustaba y con ese estilo hasta él disfrutaba más las relaciones sexuales. Les salía mejor 160 cuando los dos después de una reunión social se habían tomado dos o tres copas y habían bailado. A los dos les gustaba el baile. Se complementaban muy bien en la solución de problemas cotidianos, demostrando así su mismo nivel de inteligencia. Él, economista de profesión, había empezado a trabajar como empleado en una institución bancaria de desarrollo y fue subiendo de niveles hasta ocupar un puesto de segundo nivel. Su éxito en el trabajo siempre fue en aumento y hace cinco años, sin dejar la banca de desarrollo, puso un despacho de asesoría donde les va muy bien. Realiza proyectos económicos por los que le pagan muy bien. Su preocupación son los impuestos, con los que prefiere estar al día, para evitar tener dificultades en cualquier momento. Por eso, para sostener su puesto en esa institución financiera y para sostener su despacho, tiene que trabajar mucho, pues eso lo hace sentir muy exitoso y así le da a su familia todo lo que desean. Él y su pareja se eligieron en forma inconsciente, porque ella era parecida en algunos aspectos a su hermana y en otros a su mamá y como él había sido muy bien atendido por ellas en su infancia y adolescencia, su esposa también le dio muy buen trato. Con esos antecedentes él había desarrollado características egocéntricas, pues siempre era privilegiado por los padres y por su hermana. En el aspecto pre-consciente, también había sido buena elección: le gustaba que lo atendieran, que lo mimaran, que siempre le dieran la razón; y en el aspecto consciente sabía que ella no sería una carga económica, si él llegara a faltar, ella sabría cómo salir adelante con sus hijos. Tenían el mismo criterio en cuanto a la educación de los hijos, querían hacer niños exitosos y adultos felices, como ellos lo habían sido hasta ese entonces. Tenían los mismos criterios para divertirse: el cine, el teatro, viajar, convivir, leer, poco, pero leer. Entre otras cosas leían a Jaime Sabines en su poesía. Ella estaba enamorada de él y se acuerda que le leía la siguiente poesía: Digo que no puede decirse el amor El amor se come como un pan, Se muerde como un labio, se bebe como un manantial. El amor se llora como a un muerto, Se goza como un disfraz. El amor duele como un callo, aturde como un panal, y es sabroso como la uva de cera y como la vida es mortal. El amor no se dice con nada, 161 Ni con palabras ni con callar. Trata de decirlo el aire y lo está ensayando el mar. Pero el amante lo tiene prendido, untado en la sangre lunar, y el amor es igual que una brasa y una espiga de sal. La mano de un manco lo puede tocar, La lengua de un mudo, los ojos de un ciego, decir y mirar. El amor no tiene remedio y sólo quiere jugar. (Sabines, 1991, p. 315) Después de que ella le leyó esta poesía, él soñó: “Me veo volando en forma vertical; es decir que me elevo y luego me desplazo hacia adelante”. Además de ser un sueño típico, el sueño nos dice que él siente que es un hombre que ha logrado sus propósitos, que es un triunfador, como diciéndose que si trata de ser recto en su actuación personal y en los negocios, no llegará el fracaso. Como sueño típico, él se sentía prisionero de su éxito y de su familia volaba para ser libre. Todo marchaba muy bien hasta hace 9 años, un poco antes de que ella se embarazara de su tercer hijo. Se acuerda porque coincidió con un gran aumento en su economía, lo ascendieron de puesto y a la vez en su despacho obtuvo un contrato muy, pero muy bien pagado. Él sintió el placer inmenso de tener mucho dinero, lo cual reforzó su narcisismo, y empezó a faltar a comer, a llegar tarde porque se quedaba a trabajar. Como contrastando la poesía de Sabines, y ahora como si él contestara, poco a poco desde hace 9 años, el dinero pasó a ser éxito, que aunque señalamos que es un falso éxito, en estos casos, sí lo es. Cómo no considerar un éxito el ganar dinero, pero es un falso éxito en la medida que le está costando su matrimonio y la relación con los hijos, relaciones que le dan sentido a su vida, Para qué le sirve el dinero si pierde la esencia de su desarrollo de pareja y de familia. En la poesía de Sabines (1991, p. 339) se dice: Cantemos al dinero Con el espíritu de la navidad cristiana. No hay nada más limpio que el dinero, ni más generoso, ni más fuerte. El dinero abre todas las puertas; es la llave de la vida jocunda, 162 la vara del milagro, el instrumento de la resurrección. Te da lo necesario y lo innecesario, el pan y la alegría. Si tu mujer está enferma puedes curarla, si es una bestia puedes pagar para que la maten. El dinero te lava las manos de la injusticia y el crimen, te aparta del trabajo, te absuelve de vivir. Puedes ser como eres con el dinero en la bolsa, el dinero es la libertad. Si quieres una mujer y otra y otra, cómpralas, si quieres una isla cómprala. (Es el verbo más limpio de la lengua: comprar.) Yo tengo dinero quiere decir me tengo. Soy mío y soy tuyo en este maravilloso mundo sin resistencias. dar dinero es dar amor. Como leímos, esta poesía es digna de ser dicha por los amorosos, hombres narcisistas, que ya sabemos son egocéntricos, no dan nada y sí quieren recibir todo, se deprimen, su pareja no es su pareja, la aman como si se amaran a sí mismos, así fue como Jordi se instaló en ese contexto del éxito. Jordi necesitó cambiar mucho ese concepto, para poder conservar el amor de su esposa e hijos. ¿Ganó dinero? No, ganó más afecto de quienes quería tenerlo. Necesitó amar con el corazón y no con el dinero; necesitó dar afecto con el alma y no con el dinero; necesitó dar afecto con el alma y no con su sueldo. Y haciendo uso de una gran transformación personal, evitando con voluntad la infidelidad convenció a su esposa de lo que era, no andaba con ninguna otra. La devaluación que había hecho de ella era en lo sexual, sentía que no progresaba a su ritmo y por lo tanto, tenía que reconocerlo, quedaba degradada para él. Ella, entonces, utilizó el coraje y el resentimiento como respuesta. Más tarde, también ingresó a un tratamiento psicoanalítico, y ambos volvieron, porque así lo decidieron, a caminar de la mano para continuar siendo una pareja triunfadora. Como se ve, cualquier psicoanalista es exitoso cuando se logran vencer las resistencias al cambio y las personas que se psicoanalizan también están dispuestas a la transformación. El amor degradado, se restauró, no al cien por ciento, porque ella se quedó con el temor de que él podría volver a repetir la historia. El éxito en el dinero, cuando es un verdadero éxito, no deja de ser un falso éxito, porque con él se sacrifica el tiempo, el afecto y la atención a la pareja y a la familia. El éxito económico desenmascara rasgos 163 narcisistas o los crea. Los rasgos narcisistas y el éxito económico degradan la relación amorosa y la vida sexual, aumentando la omnipotencia de él y devaluando la disposición sexual de ella, estableciéndose así un círculo vicioso en el que, al sentirse ella devaluada, se torna resentida, rencorosa y enojada, provocando esto rasgos paranoides que conforman un estilo irónico y oposicionista por parte de ella y un estilo despreciativo y devaluatorio de parte de él. Los hombres narcisistas con éxito económico tienen posibilidades de cambio si saben reconocer que es más importante Ser que Tener; que es más importante la vida afectiva, sexual y familiar, que el dinero. 164 Referencias bibliográficas Corman, L. (1997). Narcisismo y frustración de amor. Barcelona, España: Herder. Freud S. (1914/1981). “Introducción al narcisismo”. En: Obras Completas, Tomo III. Madrid, España: Biblioteca Nueva. 4ª edición. González Núñez, J.J. y Nahoul, V. (2006). “Punto de vista psicoanalítico sobre el noviazgo en la adolescencia”. En: Revista Alêtheia # 25. México: Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social. González Núñez, J.J. (1989). En la sexualidad masculina el afecto es primero. México: Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social. Martínez, G. (1992). Satisfacción marital de los padres. Tesis para obtener el grado de Licenciatura en Psicología. México, D.F.: Universidad del Valle de México. Padilla, M.T. (1993). “Pareja, amor y dependencia”. En: Revista Alêtheia, No. 12. México: Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social. Pp. 30-36. Padilla, M.T., Gómez, A. y Espejel, E. (1989). Pareja y sexualidad. En: González Núñez, J.J. (Comp.) En: La sexualidad masculina el afecto es primero. México: Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social. Sabines, J. (1991). Jaime Sabines.Otro recuento de poemas 1950-1991. México: Ed. Joaquín Mortiz. Torjan, G. (1989). La pareja: realidades, problemas y perspectivas de la vida en común. México: Editorial Grijalbo. 165 LA FIGURA PATERNA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO Elia María Escoffié Aguilar Resumen En este trabajo se enfatiza la importancia que tiene la figura del padre en el desarrollo del niño(a) y particularmente en la formación y desarrollo de la identidad de género. Se revisan algunos de los conceptos teóricos más importantes que van desde el punto de vista clásico como el de Freud, hasta concepciones actuales del desarrollo infantil. Uno de los puntos más relevantes es que aprendemos a ser hombre o mujer, entre otras variables, por el establecimiento de semejanzas y diferencias que nuestras figuras parentales nos proporcionan, y es en este sentido, que la figura del padre cobra gran importancia. En este contexto se revisan las funciones de la figura paterna en el desarrollo infantil y se destaca la forma en que se establece. Finalmente, se hace una comparación de los aspectos revisados en familias completas y familias monoparentales. Introducción Investigaciones basadas en la teoría del afecto, han demostrado que la calidad del afecto materno y paterno, son importantes predictores de la autoestima en los hijos adolescentes y en otras se ha observado que el afecto paterno juega un papel primordial en el desarrollo de la autoestima, sobre todo en el caso de los adolescentes varones (Berenzon, Gonzalez-Fortaleza, 1997). Según estos autores ser afectuoso y ser 167 percibido como tal no es fácil, es parte de un proceso dinámico que involucra tanto a ambos padres como a sus hijos adolescentes, donde el resultado de la relación, es producto de todos los que la construyen y participan en ella. Los resultados obtenidos indican que se requiere de nuevos planteamientos que posibiliten que los roles de género sean más flexibles en la dinámica familiar, rompiendo con rígidosestereotipos para propiciar que “Lo femenino” incursione en la llamada esfera pública, y “Lo masculino” se involucre más en la esfera doméstica. La figura del padre contribuye, tal vez con mayor frecuencia que la de la madre, a que los hijos e hijas se identifiquen o que su ausencia provoque ciertos cambios en el desarrollo del niño, moldeando los hábitos, costumbres y comportamiento de la vida futura. El hombre cuando es niño desarrolla su autoimagen a partir de las figuras parentales (Freud, 1908). Los padres son la directriz y la guía educativa, de acuerdo a sus costumbres, modos de sentir, de pensar, de actuar, etc. Erick Fromm (1978) señala que el carácter del niño es modelado por el de sus padres, en respuesta al cual se desarrolla. Los padres y sus métodos de disciplina son determinados, a su vez, por la estructura social de la cultura. En este sentido, Fromm, Hortkheimer, Linton, Parsons y cols, (1978), mencionan que a pesar de los cambios en la familia y en la aparición de instituciones como escuela, guardería, en la educación de los hijos es indudable que la familia sigue siendo el mejor organismo para el cuidado, y sobre todo para la socialización del niño. Nolasco (1978) menciona que dado que la familia es la instancia mediadora entre el individuo y la sociedad, lo ayuda a participar en el total social como un individuo mas proporcionándole un nicho social de protección, de identificación propia, intimidad y autoevaluación. Identidad de género De acuerdo a Papalia, Wendkos (2002) se entiende por Identidad de género la conciencia de ser hombre o mujer, que se desarrolla desde la infancia temprana; mientras que la Identificación es el proceso mediante el cual un niño (a) adopta características, creencias, actitudes valores y conductas del padre del mismo género. En opinión de Hernández de Tubert, la identidad de género abarca diversos aspectos que se relacionan íntimamente entre sí y son: el sexo determinado genéticamente, la elección del objeto sexual, la experiencia subjetiva relativa a ambos géneros, el rol social determinado por el género de acuerdo a la cultura a la que se pertenece y la subcultura (grupo étnico, clase social, familia) así como los valores propios de la ideología predominante. La posibilidad de construir el género radica tanto en lo biológico como en la influencia del medio ambiente, la dinámica familiar y el 168 período de la infancia en el que el sujeto es relativamente dependiente. El sentimiento de identidad surge de la confluencia de dos factores, por un lado el profundo e íntimo sentimiento de existir y por otra parte la adquisición a partir de nuestro ambiente inmediato, del conocimiento del lugar que hemos de ocupar en esta compleja red de intersubjetividad, la cual determina gran parte de nuestra estructura interior. Por lo tanto esta incorporación de factores externos en la esencia fundamental de nuestro ser se concreta a través del proceso de identificación (Hernández de Tubert, 1995; Tubert-Oklander, 1995). El proceso de identificación no es un mero acto de observación, incluye acciones exploratorias por medio de las cuales nos ponemos en el lugar de otro ser vivo. Es así que la niña que se pinta los labios o se pone los zapatos de mamá, o el niño que juega a afeitarse como papá están haciendo mucho más que imitarlos a manera de juego. Realmente están investigando como se siente ser mamá o ser papá y esto estructura su personalidad. En lo referente a la identidad de género, su construcción involucra a los estereotipos y valores que la sociedad asigna a los roles “masculino” y “femenino”. La estructuración y la dinámica del psiquismo no dependen sólo de sucesos ocurridos en el curso de la vida personal, sino que también se organizan a partir de eventos y experiencias “traumáticas” vividas pero no elaboradas por generaciones previas. González Núñez (1985) señala que las identificaciones son importantes en todo el funcionamiento organizado de la personalidad, ya que rigen y dirigen la conducta del individuo. Afirma que el mecanismo de identificación forma parte en el proceso de proveer al superyó de energía, mismo que se lleva a cabo a través de la interacción del niño con sus progenitores. Las necesidades del niño hacen aconsejable que un padre comparta con la madre parte del cuidado del hijo, pero con frecuencia problemas de rivalidades y celos en la pareja, hacen que la posesión del hijo se transforme en un campo de batalla, más que en un campo de unión. Una buena relación del hijo con la madre favorece la vinculación futura con el padre, y a su vez, la relación con éste puede ser una experiencia correctora con la madre. Construcción y evolución de la identidad de género Para lograr una identidad de género el ser humano debe pasar por un proceso que da inicio desde edades tempranas, aproximadamente a los dos años, y se consolida en la adolescencia. Habrá de tenerse presente que con la edad cambian los intereses por la propia diferenciación sexual, por la pertenencia a un grupo, la procreación y nacimiento, así como el interés por los juegos sexuales consigo mismo o con otra persona, y el interés por el sexo contrario. 169 Investigaciones acerca del desarrollo de categorización de género indican que los niños (as) discriminan entre niños y niñas, alrededor del año de edad. Sin embargo Fast (citado por Ajuriaguerra, 1983) describe que a esta edad el género es relativamente indiferenciado, por lo tanto los juegos y las conductas de los niños y niñas no están determinados por el mismo. Slaby y Frey (citado en Solís Pontón, 2006) demostraron que la categorización de conducta verbal relacionada con el género, surge a los dos años de edad. Los niños (as) alrededor de los dos años y medio ya se asignan a sí mismos y a los demás con el género correcto. Alrededor de los cuatro o cinco años precisamente cuando se atraviesa por la etapa edípica, el papel del padre se fortalece en la niña, para determinar la diferenciación psicosexual y en el varón para dar identidad. He aquí la parte medular del proceso de construcción de la identidad de género. Figura paterna Desde hace ya algunas décadas se ha venido investigando acerca de la importancia de la figura paterna y el rol activo del padre en la organización de la familia así como sus efectos en las interrelaciones con los hijos y en la formación de la personalidad del individuo. Los roles sociales de las figuras parentales están cambiando puesto que la sociedad en sí está evolucionando, y la figura paterna está y debe de estar inmersa en este cambio. En las familias, la figura del padre solía ser en el pasado, una figura entre “Sombras”, era únicamente la de la madre la figura casi exclusiva durante los primeros años de vida del niño siendo, tradicionalmente, el padre el proveedor así como una figura ausente y temida (Díaz-Guerrero, 1994 y 2003). Estos estereotipos probablemente fueron adecuados en épocas pasadas, en las sociedades en las que la mujer se dedicaba prácticamente a la crianza y educación de los hijos y el padre se dedicaba a proveer el hogar, y en momentos en los que el estado de la investigación psicológica y social resaltaba el papel de la figura de la madre como elemento clave y definitorio para el desarrollo de la personalidad del ser humano. Autores como Winnicott (1980) han mencionado que cada individuo necesita recorrer un largo camino que va desde estar fusionado con la madre hasta convertirse en una persona distinta, relacionada con la madre y con la madre y el padre como pareja. Este tránsito se da en el territorio que conocemos como familia, en el que las figuras padre, madre constituyen los principales factores estructurales. La familia tiene su propio crecimiento, y el niño (a) experimenta los cambios inherentes a la expansión gradual de la familia y las dificultades que ello acarrea. La familia protege al niño (a) del mundo, pero gradualmente el mundo comienza a infiltrarse. 170 Para comprender la actitud de los padres, de acuerdo al punto de vista de Winnicott, habrá que considerar lo que significa cada uno de los hijos en términos de la fantasía consciente e inconsciente de los progenitores con respecto al acto que dio lugar a la concepción. Los padres tienen sentimientos y actitudes muy distintas con respecto a cada uno de los hijos, y esto obedece, en gran medida, a la relación que existía entre los padres en el momento de la concepción, durante el embarazo de la madre, en el momento del parto y posteriormente. En esto interviene también el efecto que el embarazo de la mujer ejerce sobre la pareja: en algunos casos extremos el marido se aparta de su mujer al quedar ésta embarazada, en otras ocasiones, este mismo hecho lo liga mucho más a ella; pero es una realidad que en todos los casos la relación entre los padres experimenta una alteración, que en el mejor de los casos consiste en un gran enriquecimiento y en un mayor sentido de la responsabilidad mutua. Considerando los cambios en la estructura de la familia actual, y los diferentes tipos de familia existentes resulta importante recalcar que los padres pueden guiar a los hijos hacia una independencia adulta satisfactoria a pesar de que ellos mismos se hayan visto en la necesidad de romper su vínculo de pareja o matrimonial o quizá de volverse a casar con otra persona, pues es un hecho que aunque no vivan juntos no dejan de ser sus padres (Escoffié Aguilar, 2004). Es así que la figura del padre ocupa un lugar en la teoría freudiana del desarrollo, pero solo en un ulterior período de la infancia. Sin embargo, el mismo Freud afirma que “El tótem es en primer lugar el antepasado de la estirpe, pero además su espíritu guardián y auxiliador que le envía oráculos; aún cuando sea peligroso, conoce a sus hijos y es benévolo con ellos” (Freud, 1955) tal vez como un buen padre es benévolo con sus hijos, los cuida y los protege. De igual forma cuando Freud habla del tabú, está claro que es una prohibición impuesta desde afuera, por alguna autoridad, tal por la que emana la figura paterna. El tótem mismo no es otra cosa que un sustituto del padre, y el Dios una forma posterior en la que el padre recuperaba su figura humana. Semejante creación, brotada de la raíz de toda creencia religiosa, la añoranza del padre, acaso fue posible cuando a través del tiempo el vínculo del padre, y quizá también con el animal, cambio esencialmente. En opinión de autores como González- Núñez (1996), la función del padre es importante dentro de la familia desde el momento mismo en que un hombre y una mujer se unen para establecer una familia. Conforme el niño se va desarrollando va entrando en un estrecho y continuo contacto con su mundo externo y es obvio que una de las figuras más importantes en ese su mundo es la figura del padre, quien ejerce un importantísimo papel sobre el desarrollo de sus hijos, pero es un hecho que los hijos no son objetos pasivos de la influencia paterna. La relación padre- hijo es un proceso bilateral, ejerciendo los hijos una 171 influencia sobre el padre tanto como éste lo hace sobe el desarrollo de aquellos. Por lo tanto esta interacción recíproca entre padre-hijo determina la forma en que los hijos son socializados. Dentro del contexto familiar, el padre influye de forma indirecta sobre los hijos al afectar el comportamiento de la madre y las relaciones padre-hijos; madre-hijos se ven afectadas por la relación de pareja y la calidad de la misma. Para poder comprender la función del padre, habrá de considerarse la influencia de los vínculos entre las familias, por una parte y de otros sistemas sociales exteriores, pero relacionados a la familia. La paternidad puede cambiar los modos de pensar de los hombres acerca de sí mismos, y con frecuencia la paternidad puede ayudar a revelar sus propios valores y a establecer prioridades, puede asimismo, acentuar la autoestima, si se sabe abordar bien las exigencias y responsabilidades que la propia paternidad plantea, el padre puede aprender de sus hijos y madurar mediante ese aprendizaje. Ser padre puede resultar algo tan excelente para el hombre como para los hijos El adecuado desempeño de la imagen paterna trae como consecuencia una mejor estructura de la familia, y por tanto, un grado mayor de salud mental en cada uno de sus miembros. A su vez una familia más saludable conlleva a una sociedad también saludable y una sociedad saludable influye positivamente, como efecto retroalimentador, en la salud mental de la familia y del individuo (González-Núñez, Cortés y Padilla, 1996). El niño (a) desarrolla la imagen del padre principalmente por tres mecanismos: a) Los mensajes conscientes o inconscientes de la propia madre Es una realidad que sigue siendo válido que la primera persona con la que el niño (a) tiene contacto en su vida es la madre, y durante los primeros meses, de ella va a recibir prácticamente todo. De ella percibe los estados emocionales. Las emociones y fantasías inconscientes de la madre, captadas por el hijo, se realizan fundamentalmente a través del lenguaje pre-verbal de inconsciente a inconsciente. Es así como el niño (a) tiene noticias de su padre, a través de los mensajes pre-verbales ya sean conscientes o inconscientes de la propia madre. Estos mensajes pueden pertenecer a la imagen introyectada de su propio padre. b) Las fantasías del propio niño (a): Crear fantasías es una función natural y sana que fortalece al “Yo” y el niño (a) las desarrolla desde muy pequeño tanto ante situaciones de frustración como también en torno a su padre. 172 c) Contacto real con el propio padre: Este aspecto es de particular importancia pues hace que tanto los mensajes transmitidos por la madre, como la propia fantasía que el niño se ha formado, se modifiquen, dando lugar a rectificaciones o ratificaciones. Tanto las fantasías propias, como los mensajes maternos se dan fundamentalmente durante los primeros tres años de vida y cobran una fuerte importancia a partir del tercer año. El padre también envía sus mensajes, conscientes unos e inconscientes otros; los segundos son captados con mucha precisión desde el nacimiento, pero no es sino hasta la etapa edípica cuando lafunción del padre se robustece, en la niña para enmarcar y remarcar la diferenciación psicosexual y en el varón para dar identidad. He aquíla esencia del proceso de construcción de la identidad de género. Recordemos que de acuerdo a lo mencionado anteriormente y citado por Papalia y Wendkos (2002) la Identidad de género es la conciencia de ser hombre o mujer, que se desarrolla desde la infancia temprana; por lo tanto resulta perfectamente comprensible la importancia de la figura del padre como determinante en su construcción siendo esto verdadero tanto para el niño como para la niña. El papel del padre es importante en el establecimiento de vínculos emocionales así como en el desarrollo social, sexual, cognoscitivo y lingüístico, tanto a corto como a largo plazo. El padre modela la personalidad de sus hijos e hijas y es un elemento activo en su desarrollo psicológico. Es un objeto de amor, admiración e identificación. Otros factores que influyen en este proceso son el grado de conflicto en la familia y la presencia de figuras parentales sustitutas. El padre necesita desempeñar funciones propias de la figura paterna, funciones que varían de acuerdo al tipo de familia y al tipo de sociedad en la que se viva. Según, González-Núñez, Cortés y Padilla (1996), las funciones operativas básicas del padre en la sociedad occidental serían: • • • • • • Determinar biológicamente el sexo del hijo Aportar dinero para la manutención Recatar a la madre e hijos, al asimilar cargas agresivas de ambos Absorber las cargas eróticas de la esposa, para que éstas no sean desplazadas a los hijos Brindar protección emocional a los hijos Ayudar al hijo en el control de los impulsos y establecer 173 la capacidad de demora, estableciendo límites a su comportamiento. Es importante recalcar que la función del padre está relacionada de manera importante con el control de impulsos, y con la función de ofrecerse y actuar ante los demás como un objeto con características para ser internalizado, con el cual identificarse. Al dar protección, el padre se ofrece como un objeto que se internaliza y por tanto protege desde adentro, relevando a la madre en esta función. Dar protección al hijo permite a éste sentirse querido y apreciado por el padre desarrollando en esta forma su autoestima y el sentido de identidad personal. De igual forma el padre posee una función importante en ayudar al hijo en el control de los impulsos, dándole la sensación de que no es un ser malo y monstruoso, siendo éstos más fuertes que él, pero el padre, en sus fantasías resulta más fuerte que sus impulsos (González- Núñez, Cortés y Padilla, 1996) Desde el punto de vista social, el padre es ese ser que pone límites, desde afuera da reglas y exige su cumplimiento. Las reglas son como el toque final en el control de impulsos y en el establecimiento de la capacidad de demora. Ninguna razón es suficiente para desligarse de la responsabilidad paterna en la ayuda del control del impulso (Escoffié Aguilar, 2004) A pesar de que podemos afirmar que la familia en México ha cambiado y con ello la imagen de la figura paterna, podemos decir que en términos generales aún se percibe una tendencia, en diferentes grados, hacia una supremacía del padre y un auto-sacrificio de la madre (DíazGuerrero 2003). Es así que lo característico del padre mexicano es que generalmente representa una figura temida, ausente tanto física como emocionalmente; sin embargo, por ser temido y estar casi siempre ausente, curiosamente es anhelado. En su actuar cotidiano hace alarde de hombría y espera y condiciona que la mujer sea recatada, poco expresiva de su sexualidad, muy trabajadora, abnegada y muy maternal; incluso como su madre le permitía de adolescente, andar con muchas mujeres y halagar su hombría por este hecho. Pero resulta que la esposa no es su madre, cualquier muestra de desacuerdo puede percibirla como ofensiva y arremete para ocultar su debilidad, consiguiendo así que sus hijos se identifiquen masculinamente con él al adoptar sus rasgos agresores, lo que en el fondo es una debilidad (Díaz-Guerrero, 1984 y 2003; Ramírez, 1977). De acuerdo a esta estructura familiar mexicana el hombre es el que decide, él es la autoridad. Su intervención y cooperación con la esposa sólo se da en una tercera parte de las parejas. Por todo lo anterior podemos ver que los hijos perciben, a través de la madre, la sensación de un padre temido, anhelado y odiado, como suprema autoridad formal. A su vez experimentan la sensación directa 174 de una madre abnegada, poco expresiva sexualmente y muy trabajadora. Es este esquema confuso, no propiciador de un esquema externo que limite y permita ser internalizado; sino al contrario, crea anarquía y confusión en la identificación, sobre todo en lo que respecta a la identificación masculina. Paternidades en Mérida En un estudio realizado en la ciudad de Mérida, Yucatán con niños (as) de familias completas y niños (as) de familias monoparentales encontramos que los sujetos de familias completas de la muestra estudiada, otorgan puntuaciones más altas a la figura paterna de lo que otorgan los sujetos de familias mono-parentales, y estas puntuaciones positivas son ligeramente superiores a las otorgadas a la figura de la madre. Sin embargo este aspecto se invierte en el caso de las familias mono-parentales en las que la figura de la madre obtiene puntuaciones positivas más elevadas que la figura del padre. Por otra parte encontramos que en el caso de las familias mono-parentales, los varones presentan una pobre autoimagen o auto-concepto más frecuentemente que las niñas del mismo tipo de familia. Una explicación posible a este hecho pudiera deberse a alteraciones en los procesos de identificación ya que en el 100% de los casos estudiados era el padre el ausente, mientras que las niñas tenían a la figura materna en casa. En este mismo sentido tenemos que es en el grupo de familias mono-parentales en el que se presenta un mayor grado de rigidez, dificultad en el control de impulsos una actitud agresiva generalizada, siendo esto mayor en el caso de los sujetos varones y una mayor frecuencia de temor a ataque sexual en el caso de las niñas. Lo anterior concuerda con los hallazgos obtenidos por Díaz Fuentes (1981) en relación a la existencia de una baja autoestima, menor satisfacción como miembro de la familia y menor identidad en jóvenes de familias monoparentales de la que presentan jóvenes de hogares completos; y Papalia y Wendkos, (2002) en el sentido de la presencia de mayor comportamiento agresivo en niños que en niñas, esto como un efecto de la propia socialización. Es así que como decía Lebovici (1983), los padres intercambian más contactos táctiles y vocalizaciones con los bebés de sexo masculino, mostrándose más estimuladores con los hijos varones que con las hijas, por su parte las madres hablan más con las niñas y tienen más contactos táctiles con ellas. Esto puede explicar las diferencias en cuanto a género se refiere ya que en el caso de la conducta agresiva y el control de los impulsos, las diferencias pueden deberse a factores culturales (Díaz-Guerrero, 1994 y 2003) Como ya se mencionó anteriormente, una de las funciones del padre, es precisamente el ayudar al niño en el control de los impulsos 175 (González-Núñez, 1996), es por eso que al estar presente el padre, por proceso de identificación se favorece esta función. La mayor presencia de temor a ataque sexual en niñas de familias mono-parentales, puede deberse al hecho de no contar con la figura de un padre protector que viva en casa y que garantice la seguridad e integridad física (GonzálezNúñez, 1996). Otro hallazgo importante en este estudio es que los sujetos de familias mono-parentales presentan con mayor frecuencia que los de familias completas, una identificación sexual inadecuada y que los sujetos de familias mono-parentales perciben al padre con un mayor grado de inseguridad, retraimiento o depresión. Por todo lo anterior es fundamental en las familias mexicanas, que entre las tareas que el padre tendrá que realizar esté la de suministrar nuevos modelos, más maduros y realistas. Una imagen paterna más favorable, afectiva, presente, cooperadora y menos temida por la mujer contribuirá sin lugar a dudas, a una mejor adaptación y salud mental de las familias independientemente del tipo de familia de que se trate. 176 Referencias bibliográficas Ajuriaguerra, J (1983) Manual de Psiquiatría Infantil, 4ª. Ed. Barcelona-México: Toray Masson. 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CONSTRUCCIONES DESDE LA EDUCACIÓN Carlos David Carrillo Trujillo Jorge Armando Revilla Fajardo Resumen La construcción de la masculinidad es en la actualidad un tema de relevancia para las ciencias sociales en general y la psicología en particular. Desde esta perspectiva resulta importante analizar como se construye la masculinidad y la significación social de la misma, no sólo en términos del poder, sino de los contextos en donde se ejerce éste. La familia y la educación son instituciones donde lo masculino se construye, se analiza y actúa. El presente trabajo tiene como objetivo discutir sobre cómo la institución educativa contribuye, en diferentes niveles, a la construcción y mantenimiento de lo que se relaciona con lo masculino, favoreciendo relaciones inequitativas entre hombres y mujeres; así como proponer líneas de acción tanto en un nivel macro (formación docente, diseño de recursos didácticos, etcétera), como en niveles micro (intervención en el aula, participación de madres y padres) que contribuyan a la construcción de masculinidades menos rígidas y más dinámicas. Introducción Los estudios sobre las masculinidades, en los últimos años, han puesto sobre discusión dos elementos importantes. Por un lado el asunto del poder y por otro, el de las formas de construcción que les permiten a los hombres ejercer ese poder (Cruz Sierra, 2007) desde diferentes 179 esferas. No hay que perder de vista que hablar solo del poder sería una postura bastante reduccionista sobre el problema. Las masculinidades no son únicamente maneras diferentes de ejercer poder, sino una serie de ideas, conocimientos, creencias y actitudes sobre la significación de lo que es (y no es) un hombre. Si bien el ser varón se relaciona con ser poderoso, esta no es una característica única y vital para ser identificado como varón. Elementos psicológicos como la expresión de emociones, la confirmación de la masculinidad y la negación de lo femenino también son elementos que contribuyen a configurar lo que identifica y define a un varón. Por otro lado el poder se ejerce desde diferentes esferas, y es allí, en donde la significación de lo que es masculino, o femenino, tiene especial importancia. La configuración de un hombre no se encuentra dentro de un vacío, como seres sociales transitamos dentro de diferentes roles y estatus que de una, u otra forma, afectan nuestra conducta. Así, ser masculino afecta nuestro comportamiento como hijo, padre, empleado, ciudadano, etc. Mucho se habla de conformar nuevas masculinidades más acordes a una sociedad plural, global, incluyente y tolerante, pero esto carece de sentido si no entendemos que la reconfiguración de la masculinidad debe ser un proceso que parta desde el interior del constructo, pero que permeé hasta el exterior, a lo social, y no lo meramente constitutivo y filosófico. Las masculinidades no se crean en laboratorios académicos, se actúan. La construcción de la masculinidad es, desde esta perspectiva, fuente de control social y como tal, tiene de manera explícita una serie de reglas o normas, que de no contemplarse remarca la ausencia de lo que define el ser masculino. Identificar tales normas dentro de las premisas socioculturales resulta entonces primordial para que los varones puedan identificarse con el ser masculino. Las premisas de lo masculino Una de las principales premisas ciertamente está relacionada con el poder. El hombre tiene que ser importante. El éxito en cualquier ámbito (exceptuando los relacionados con la expresión de las emociones, como el arte) es sinónimo de masculinidad. Los estereotipos del deportista, gerente y/o millonario son ejemplo de hombres rodeados de dinero, mujeres y poder. Cuanto más éxito, más masculino. Billetera mata carita. Aunque el éxito puede no ser económico, aquí lo importante es tener poder. Tener gente bajo supervisión, servidumbre o tomar decisiones que afecten a otros son conductas que denotan ser masculino. Una segunda premisa se relaciona con la confirmación de la masculinidad. Los hombres son arriesgados. Desde pequeños a hombres 180 y mujeres se les cuentan historias de príncipes que salvan a sus princesas. Los verdaderos hombres son aquellos que son arrojados, valientes, toman riesgos, viven al filo de la muerte y el peligro es su amigo. Ser bombero o médico son clásicas respuestas de los niños varones a la pregunta ¿qué quieres ser de grande? Ellos quieren ser hombres. Confirmar la masculinidad a través de ritos o de conductas riesgosas se vuelven formas naturales y propias de los varones en la adolescencia y muchas veces, ya entrada la adultez. No es casualidad que los deportes extremos tengan cada vez más adeptos, sobre todo después de la revolución femenina. O que cada vez sean más lo varones que aprendan a usar armas desde temprana edad, que violenten a otros niños para demostrar su hombría, o que incluso abran fuego a compañeros y maestros dentro de su salón de clases o escuela. Desde esta perspectiva, estas son consecuencia de una falta de claridad de formas alternas de ser varón. De tener ideas poco flexibles para expresar el ser masculino. Algunas premisas más serían aquellas que se relacionan con la expresión de las emociones. Los hombres no lloran, Los hombres son duros como los robles, Los varones no se dejan llevar por sus emociones, etc. La idea general es la nulificación de la expresividad, propia y característica de las mujeres y por lo tanto, de lo femenino. Ser masculino significa ser racional. La emoción es subvalorada sino que desvalorizada. Como consecuencia tenemos padres de familia poco involucrados con los afectos de sus hijos, varones con pocas habilidades emocionales para amar y cuidar a otras personas (hijos, parejas, padres, madres), estilos de liderazgo en varones poco favorecedores para el desarrollo de sus trabajadores, etc. Por último, y muy en relación con la anterior, se encuentran aquellas premisas que se relacionan con la negación de lo femenino. Los hombres no son maricones, ser maricón es denigrante, etc. En este sentido ser masculino se relaciona con ser y hacer todas las premisas anteriores con el objetivo de no ser femenino. Así, las premisas funcionan como teoremas de si y sólo si. Es decir, se es masculino si y solo si se cumple con las premisas. Porque todo aquello que esta fuera de ellas, implica un mundo desconocido donde los varones prefieren no explorar. Todo aquello que esta fuera de las premisas se convierte en territorio femenino, en área fértil de lo desconocido y no propio del varón. Familia y escuela. Instituyentes de lo masculino. Como consecuencia del ejercicio de las premisas anteriores se construyen relaciones asimétricas entre hombres y mujeres. Si bien algunas investigaciones señalan que nos encontramos en un proceso de cambio, también es claro que este proceso no es ni generalizado, ni uni181 versal. Algunos autores (De la Peña, 2001; Rojas, 2000) coinciden en que los cambios operados en los varones suceden de manera particular en sectores urbanos, escolarizados y de jóvenes. Es decir, son cambios que responden a complejos procesos psicosociales que involucran estructuras institucionales y condiciones personales que hacen posible la emergencia de nuevos referentes sociales de lo que significa ser masculino, nuevas prácticas y formas de relación (Guevara Ruiseñor, 2008). Así, las instituciones proporcionan a los individuos un marco tanto cognitivo como normativo que organizan las actividades ordinarias y cotidianas de mujeres y hombres. Cada institución provee tanto una base material como simbólica para la construcción de la identidad, de cómo ser hombre o cómo ser mujer (Guevara Ruiseñor, 2008). Desde este sentido la familia y la educación son instituciones que facilitan el proceso del conocimiento del mundo, en donde la construcción de lo masculino, de lo no masculino y de todo lo referente a lo que significa ser varón toma sentido y práctica. Ambas instituciones tienen y proveen sistemas normativos y discursos bien definidos. Sirven como estructuras de reproducción y mantenimiento de las posiciones de mujeres y hombres, son universos simbólicos que desarrollan diversos compromisos con el género y asumen posturas políticas que favorecen al poder. Escuela y familia contribuyen a la construcción de la masculinidad mediante la creación de escenarios sociales donde las capacidades y actividades masculinas se significan en función del estatus y el poder que otorgan (Guevara Ruiseñor, 2008), estos escenarios sociales establecen límites y posibilidades para los individuos en la medida que les ofrecen mundos de significado con los cuales configuran determinadas visiones de su realidad, orientan sus conductas cotidianas y colaboran en sus interacciones con otras personas e instituciones (Goffman, 1979). Tomar conciencia de la aportación de ambas instituciones representa un primer paso para lograr cambios no solo más próximos sino también más reales sobre la problemática. La familia, como institución primaria colabora en la socialización de los roles de género apropiados según el sexo. Mediante sus prácticas cotidianas se consolidan visiones del mundo, identidades y modelos de cómo deben ser los hombres (Guevara Ruiseñor, 2008). Se ha descubierto que los padres reaccionan de forma más favorable cuando su hijo realiza alguna conducta acorde con lo que se espera de su sexo y negativamente cuando realiza alguna conducta no apropiada al sexo al cual pertenece; de tal modo que tanto niños como niñas a los tres años ya han aprendido algunas conductas específicas que se esperan según su sexo (Carrillo Trujillo y Revilla Fajardo, 2006). Sin embargo la familia no es la única, y quizá ni la más importante institución que colabora en la socialización de lo que significa ser varón – o mujer-. Como señala Carrillo Trujillo (2008), la familia resulta menos importante de lo que se cree respecto a la institución de lo que significa ser masculino y femenino; la correlación entre la mas182 culinidad de los padres varones y la masculinidad de los hijos varones resulta poco significativa. De tal manera que la institución educativa, con todos sus actores sociales: profesores, autoridades, compañeros y padres de familia, toman importancia en este proceso tan complejo de construcción de la masculinidad, y como tal debería ser analizado más profunda y concienzudamente. La escuela de lo masculino Un primer punto a tratar sería el entender que más allá de los grandes propósitos y del contenido formal de aprendizaje que se pretende alcanzar con la educación, es en la vida cotidiana de las escuelas y particularmente en las aulas donde se establecen relaciones que promueven reglas, normas, valores y formas de comportamiento al prescribir y reforzar de manera estigmatizada y sexista los estereotipos de género (Valenzuela y Gómez Gallardo, 2002). Tal y como señalan Epstein y Johnson (2000), es dentro de las escuelas donde se producen prohibiciones, exclusiones, rechazos y señalizaciones de todo aquello que no es heteronormativo. La idea general que subyace dentro de las escuelas es la de intentar reproducir, en el mundo ideal, un conjunto de varones y mujeres también ideales. Donde los varones son adaptados al estereotipo de lo masculino y heterosexual. A pesar del establecimiento de políticas educativas que no permiten la discriminación y la exclusión, en las aulas, y de manera cotidiana, aún existe bastante discriminación sobre aquellos alumnos, y alumnas, que no consiguen adaptarse a tales normas de lo que se establece como masculino y/o femenino. Pese a su aparente neutralidad, las instituciones educativas de todos los niveles transmiten mensajes cifrados respecto a la masculinidad; legitimando ciertas prácticas y discursos (Connell, 2003) a favor de lo masculino y desvalorización de lo femenino. Algunas de estas prácticas son las señaladas por Valenzuela y Gómez Gallardo (2002): Formas particulares de atención a niños y niñas en las escuelas. Donde a las niñas se les exige con mayor severidad que sean “bien portadas”, recibiendo más observaciones y reprobación por parte del o la docente. Las conductas de violencia e intolerancia si bien son sancionadas, en los niños son más aceptadas que en las niñas. El uso discriminatorio del lenguaje e incluso la exclusión de nombrar a las niñas, maestras y madres de familia en documentos, discursos y/o textos. 183 La ausencia y poca valorización de figuras y personalidades históricas femeninas. Predominio de la presencia de alumnos varones en las actividades cívicas. Las expectativas de los y las docentes acerca de lo que desean que sus alumnos y alumnas sean más adelante. Otras pautas de comportamiento que promueven las diferencias entre niños y niñas dentro de la escuela son: Los libros de texto perpetúan actividades y roles tradicionalmente relacionados con lo masculino o lo femenino. Se visibiliza lo masculino con lo relacionado al poder y lo femenino es desvalorizado o subordinado. Prevalencia de varones en cargos con autoridad (director) y de mujeres en cargos subordinados (maestras, secretaria, etc). Los contenidos curriculares y el curriculum oculto ponen en evidencia las prácticas habituales de interacción en la escuela: lenguaje diferenciado empleado por los profesores para varones y mujeres, la utilización de los espacios escolares, tiempos diferenciales en la atención a varones y mujeres, el tipo de orientación – profesional o amorosa- ofrecida a los jóvenes, canalización de los profesores a las ciencias duras a los varones y a las blandas a las mujeres, etc. De manera inconsciente, o poco consciente, profesoras y profesores considera a los varones como más inteligentes, capaces y eficientes a los varones que a las mujeres. Los y las docentes orientan a los varones a desempeñarse en la política, comercio, manejo de capital, maquinas y tecnología y a las mujeres a la docencia, medicina y enfermería. Así, mediante procesos educativos explícitos y políticas formales se establecen pautas de comportamiento y actitudes que favorecen a las masculinidades poco flexibles y dinámicas. En tal caso, las formas de discriminación se tornan más sutiles y menos evidentes. Reconocer dentro del sistema educativo el funcionamiento de tales mecanismos será un primer paso para lograr un cambio en él. 184 Redefinir lo masculino, construyendo una nueva educación. Desde este sentido, no hay que olvidar que la escuela ofrece oportunidades para compartir actividades, intereses y proyectos cotidianos mediante los cuales se crean alianzas, complicidades, rivalidades y vínculos afectivos entre varones. La escuela puede así convertirse en un espacio de redefinición social donde no sólo impere el consenso o la coacción, sino donde tengan lugar distintas formas de resistencia, negociación y solidaridad que permitan a los estudiantes reproducir o modificar patrones de masculinidad establecidos cultural y biográficamente (Guevara Ruiseñor, 2008). De tal manera que los sistemas educativos pueden ser claustros de las masculinidades, o instituciones que generen nuevas concepciones de las mismas. En relación a lo anterior han surgido varias propuestas que colaboran a formar y socializar nuevas formas de relación entre profesores, alumnos, padres de familia y comunidad en general. Una de las más interesantes es la propuesta del Grupo de Educación Popular con Mujeres, A.C. (GEM). El proyecto considera cuatro componentes básicos: Formación docente. Diseño de recursos didácticos. Intervención en el aula. Participación de madres y padres. Uno de los actores sociales más importantes dentro del aula es el docente. En el mundo globalizado de hoy ya no es suficiente enseñar a los y las profesoras a enseñar. Las y los docentes deben ser formados tanto teórica como metodológicamente con las herramientas suficientes para analizar y criticar su propia práctica educativa. Si los y las docentes contaran con los recursos suficientes para elaborar y probar nuevas estrategias pedagógicas y didácticas seguramente existiría mayor flexibilidad en las construcciones de la masculinidad de los niños varones. Grandes avances se han logrado en algunos países donde las y los docentes de cualquier nivel educativo tienen que obtener posgrados, licencias anuales y/o exámenes periódicos para poder continuar dentro del ámbito educativo. Así, un elemento que habría que contemplar dentro de nuestro país, sería una reforma sobre el nivel, estructura y tipo de estudios que las y los docentes deben de cubrir. Los recursos didácticos son otra herramienta que puede facilitar la construcción de nuevas alternativas de cómo ser varón. De acuerdo con la Dirección General de Relaciones Internacionales, La Dirección de Materiales y Métodos Educativos, la Dirección General de Normatividad y la Dirección General de Actualización y Capacitación para Maestros de Educación Básica en Servicio (2004) se establece que uno de los propósitos actuales de la educación básica es desarrollar, en ni185 ños, niñas y adolescentes, valores y principios que garanticen y hagan viable su convivencia con otras personas, considerando y respetando las diferencias. En este sentido, la Secretaría de Educación Pública, directamente relacionada con la promoción del derecho a la educación, ha desarrollado acciones para la promoción de los derechos de las niñas y niños, incluyendo el abordaje de temáticas como la violencia intrafamiliar, equidad de género y la sexualidad integral, entre otros (Echeverría Echeverría, Castillo León y Cortés Ayala, 2008). Una de estas acciones, realizada en Yucatán es la elaboración de nuevas estrategias que permitan una mayor y sana convivencia entre niños y niñas, desde una perspectiva de género. En el proyecto llevado a cabo por Echeverría Echeverría, Castillo León y Cortés Ayala (2008) se diseño un juego de mesa educativo con la finalidad de promover en niñas y niños el ejercicio positivo de los derechos humanos y la equidad de género a través de la vivencia de una sexualidad sana e integral así como ausente de violencia. Como se ha mencionado anteriormente, no es suficiente contar con políticas públicas que favorezcan la construcción de nuevas masculinidades si estas no se llevan a cabo en la vida real y cotidiana. Desde este sentido tampoco es suficiente contar con docentes mejor preparados y con recursos didácticos que faciliten dicha labor si estos no son usados de manera regular y correcta. La intervención en las aulas será un elemento crucial para lograr avances en la problemática. En algunas escuelas secundarias los talleres de tecnológicos, como carpintería o electricidad, son exclusivos para los varones y los de artesanías o manualidades para las mujeres; mientras no exista una intervención clara y coherente las políticas estarán carentes de valor práctico. Es por ello que las y los docentes deberán estar capacitados para llevar a cabo tareas, actividades, acciones y propuestas que favorezcan nuevas formas de estructurar lo que significa ser varón. De tal manera que tanto los alumnos como las alumnas encuentren sentido a tales prácticas y las incorporen a su repertorio de conductas y actitudes. La incorporación de diversas asignaturas en los diversos nivel educativos sería un elemento importante a introducir. Por último tenemos la colaboración de madres y padres. Cualquier avance que se logre en un solo ámbito (familia o escuela) será de poca utilidad. Un varón dentro de una familia flexible sólo será un niño discriminado en el salón de clase y escuela. Un varón en una escuela plural sólo será el raro de la familia, en el mejor de los casos. La colaboración de ambas instituciones será de gran ayuda para integrar las nuevas masculinidades a la sociedad. La sensibilización de la sociedad, a través de cada familia, resulta una labor que será necesaria para construir e interpretar nuevas conceptualizaciones de lo que significa ser hombre. 186 Docentes diversos, masculinidades diversas. Un punto más que sería importante mencionar es el problema de aquellos y aquellas docentes que no pertenecen a los estereotipos esperados de lo que un docente o una docente deben ser. Es decir aquellos docentes varones que son señalados por sus mismos compañeros o padres de familia como “Raritos” por no mostrar actitudes y conductas propias de un varón. Como señalan Revilla Fajardo y Carrillo Trujillo (2006) ser docente con diversidad sexual implica un trabajo emocional muy fuerte para mantener oculta la identidad y orientación; las condiciones de las aulas, las escuelas y las condiciones de la educación en general, no posibilitan en la mayoría de los casos la presencia de un docente con una masculinidad diferente a la heteronormativa. Desde esta perspectiva, muchos individuos tienen que utilizar mecanismos, estrategias y tecnologías del yo que presentan una imagen falsa de si mismos, con las consecuencias en la salud mental y psicológica que esto conlleva. Estudiar las masculinidades no sólo tiene relevancia social y política, sino es un asunto de salud pública; hombres y mujeres sólo serán saludables y felices desde su plenitud (Carrillo Trujillo, 2008); desde la construcción de una masculinidad que implique flexibilidad, equidad, tolerancia y respeto. Ser varón no debe significar ponerse un traje rígido, pegado al cuerpo, sin movilidad ni capacidad de acción y expresión. Ser hombre o ser mujer debe signficar simplemente SER (Gómez Pech, Carrillo Trujillo y Madariaga Osorno, 2007). Conclusiones Las masculinidades son configuraciones de prácticas estructuradas por las relaciones de género. Son inherentemente históricas, y se hacen y rehacen como un proceso político que afecta el equilibrio de los intereses de la sociedad y la dirección del cambio social (Connell, 2003). La masculinidad varía con el contexto social, la sociedad, la economía, la ideología, las costumbres, las creencias y la conveniencia histórica que lo define dentro de un grupo social determinado. Desde este sentido las diversas instituciones de la sociedad colaboran para instituir lo que significa ser masculino o varón. Dos de las más importantes instituciones son la familia y la educación. Donde la familia colabora desde lo privado a construir la masculinidad de los varones y la educación desde lo público y compartido por una sociedad heteronormativo y heterosexista. La familia, por su parte, instaura una serie de conocimientos y creencias desde temprana edad en los varones de cómo deben de comportarse y actuar, pero estas creencias y actitudes adquieren un mayor 187 significado cuando se interpretan, actúan y ejecutan en un contexto público, como son en las escuelas. Los y las docentes se convierten así en agentes socializadores que confirman la estructura de lo que significa ser masculino. Sin un cambio a fondo desde la estructura al interior de la educación, las políticas públicas educativas que promuevan una equidad de género carecerán de significado. Para ello se proponen un cambio en la formación de los docentes, creación de nuevas tecnologías y recursos didácticos que favorezcan esta visión, intervención real dentro de las aulas y participación activa de los padres y madres de familia en colaboración con la escuela. Sin estos elementos cualquier estrategia que quiera ser administrada tendrá poca relevancia práctica. Por último la importancia que tiene la sensibilización de la sociedad sobre aquellos docentes varones que no se adaptan a los estereotipos masculinos es importante como un problema de salud pública. Hay que entender la diversidad como una oportunidad de potenciar una educación más inclusiva, incluyente, diversa y participativa. Sin el trabajo conjunto de todos los actores sociales que participamos en la formación de alumnos y alumnas nuestra colaboración no sólo carecerá de sentido sino de coherencia e integración. Colaborar desde las aulas, en todos los niveles educativos, es una tarea de docentes, compañeros, padres, madres, alumnos y alumnas. 188 Referencias bibliográficas Carrillo Trujillo, C. y Revilla Fajardo J. (2006) “Masculinidad entre padres (madre y padre) e hijos”. Revista de estudios de género La ventana. Pág. 95-126. Núm. 23 vol. 3. Carrillo Trujillo. C. (2008) Masculinidad-Feminidad entre padres e hijos. La influencia del sexo y el lugar de residencia. Tesis de maestría no publicada UADY. Carrillo Trujillo, C. (2008) “Masculinidad-feminidad: buscando una identidad”. Castillo León, T. y Cortés Ayala L. Eds. Psicología social en Yucatán. Avances y prospectivas. Universidad Autónoma de Yucatán. Connelll, R. (2003) Masculinidades. Programa Universitario de Estudios de Género. UNAM. Cruz Sierra, S. (2008) Masculinidad y diversidad sexual. Recuperado el 12 de mayo de 2008 en http://www.estudiosmasculinidades.buap.mx/paginas/ reportesalvadorcruz.htm. De la Peña, R. 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Una alternativa educativa para la equidad entre las niñas y los niños de educación inicial y preescolar. Experiencias Exitosas en la incorporación de la perspectiva de género. Instituto Nacional de las Mujeres. México. 190 LA PSICOLOGÍA MASCULINA Pedro Sánchez Escobedo Sandra Martín Tun Paulina Carrillo Espadas Introduccion La comprensión de la psicología masculina desde el punto de vista académico es insuficiente, quizá porque mucha de la literatura respecto a la masculinidad es de carácter popular y muchos autores de las psicologías masculinas no son escolares. Por ejemplo, Gray (1992), en su famoso libro ‘Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus’, intenta describir lo que se piensa del varón desde la perspectiva del sexo contrario y Brown en su libro ‘¡Chicas, esto es la jungla! Guía para entender a los hombres’ justifica el comportamiento de los hombres con la teoría de la selva. Ante la aparente escasez de tratados escolásticos al respecto de la psicología masculina, el presente capítulo intenta identificar algunos de los discursos, evidencias y tendencias en cuanto a la psicología de la masculinidad -como contraposición al movimiento feminista de las últimas cuatro décadas- y como un estudio comparativo que pretende revisar las diferencias etológicas, neurobiológicas, desarrollistas y psicosociales que explican las particularidades de la psicología del hombre. Se pretende un ejercicio comparativo, por lo que se revisan algunos de los supuestos que diferencian y homogenizan a hombres y mujeres, teniendo como base al sexo (el par cromosomas XY para los hombres y XX para las mujeres), intentando discernir los aspectos biológicos epigenéticos de la construcción social de lo masculino, dejando en segundo término lo femenino y lo gay -dimensiones tratadas a profundidad en publicaciones especializadas-. 191 En este capítulo se hace énfasis en los determinantes conductuales, afectivos y cognitivos de la masculinidad. Entre las temáticas relevantes se incluyen las visiones evolucionistas y desarrollistas de la masculinidad, los estereotipos masculinos y la identidad de género y las diferencias en salud y educación entre hombres y mujeres, así como sus implicaciones para la psicología masculina en México. Visión evolucionista Para indagar características de lo masculino es indispensable acudir a la teoría evolucionista que explica los cambios biológicos en función del contexto y viceversa. Sin duda, el antropólogo inglés Morris (2003), diserta con absoluta brillantez diferencias conductuales basadas en principios evolutivos y etológicos que explican las diferencias de género, en función de la evolución biológica siguiendo las teorías Darwin y advierte que muchas de las diferencias de sexo son ancestrales y debidas a efectos evolutivos. La madurez sexual llega en las hembras a los diez años normalmente, mientras que a los machos a los doce o trece años, en las hembras aparece vello en el pubis, ensanchamiento de las caderas, aumento del tamaño de los senos y capacidad de ovular. Mientras que los machos empiezan a crecer pelo en el cuerpo, especialmente en el pubis y en la cara; ensanchamiento de los hombros y la voz se hace más grave. Para el hombre, lo masculino como responsabilidad tribal tiene un espíritu de supervivencia comunitaria. Está a cargo de la protección, alimentación, aseo y deberes paternales; lo que comprende el proceso de instrucción. El pequeño aprende por lo que dice la madre, pero principalmente al ver el comportamiento de los adultos; entonces empieza a explorar, a darse cuenta de lo que es el bien y así la especie perpetua entre genes y enseñanzas, las habilidades necesarias para la supervivencia de la especie. En lo psicológico, el carácter seductor masculino, puede referirse desde la perspectiva evolucionista a los viejos hábitos de caza en los inicios del sedentarismo; quienes sobrevivían en el paleolítico al tener un sitio fijo a donde volver y en el que le esperaba una hembra para procrear, que exigen cambios considerables tanto en el macho como en la hembra: aumento de pecho en la hembra en un 20 por ciento, enrojecimiento de la piel, así como aumento de los órganos y el rubor sexual en ambos. El significado del coito es una de las grandes diferencias en cuanto al sexo, mientras que el hombre, garante de la preservación de la especie y heredero de los hábitos mamíferos del macho alfa, no presenta dificultades para separar el sexo del amor; muchas mujeres consideran al sexo como una manifestación de amor. Nuevamente, las teorías biológicas que argumentan diferencias en la distribución de zonas eró192 genas (concentradas en el varón alrededor del pene) y a la riqueza de zonas erógenas en la mujer hace que la demanda de abrazos, caricias y besos sea mayor. Esta configuración orgánica es responsable de diferencias psicológicas, lo masculino se centra en el hedonismo y la cópula. Por esto, para atraer al hombre, las mujeres utilizan todos sus sentidos como señuelos: el tacto, como caricias y contactos suaves que estimulan a la pareja; el olfato, se sabe que la hembra emite unos olores durante la copulación que hacen que el macho se excite y el sabor con la degustación de una comida exótica el apetito sexual se vuelve mayor. A través del oído, se emiten sonidos y jadeos que implican a los dos una excitación sexual; por la vista, las hembras con sus protuberantes pechos atraen al hombre. Aunque persiste el mito simplista en cuanto al valor de la erección y el tamaño del pene como símbolos de masculinidad y virilidad, la sexualidad del varón se complica con el desarrollo social y la evolución de las prácticas de género, por lo que desde la perspectiva psicológica es importante abordar las diferencias en la sexualidad humana consecuentes a la diferencias de sexo y estudiar la ideología masculina en torno al significado del falo. Sin embargo, aun las prácticas sexuales cotidianas y su significado para la masculinidad, están poco documentadas en México y es difícil establecer diferencias conductuales con la información existente; por ejemplo, Negrete, Sánchez y Robles (2005), reportan en estudiantes de la UNAM que la edad de inicio de las relaciones sexuales fue menor en los varones (16.87) que en las mujeres (17.75), resultando significativa esta diferencia (t=5.99, p<00.1). Por otro lado, el 54.2% de la muestra evaluada planearon su primera relación sexual, sin embargo, al hacer la comparación entre hombres y mujeres, fue mayor el porcentaje de mujeres que planearon el primer encuentro sexual (62.5%) en comparación con los hombres (41.3 %). También reportaron que la mayoría tuvo su primer encuentro sexual, pero más mujeres reportaron su primer contacto en un hotel. Los hombres resultaron tener en promedio un mayor número de parejas sexuales en toda su vida (4), que las mujeres (2) y la mayoría de estos participantes con nivel licenciatura usaban condón. En suma, el estudio de la conducta sexual masculina heterosexual y su impacto en la socialización, desarrollo de identidad y autoestima, necesitan de mejor estudio, considerando las peculiaridades biológicas y evolutivas del hombre, pero también necesitan considerar aspectos del desarrollo psicosocial como se apunta en la siguiente sección. Visión desarrollista La visión desarrollista difiere de la evolucionista en función del tiempo, la primera se refiere al desarrollo ipsativo del individuo durante su pe193 riodo de vida, mientras que la segunda a los cambios de la especie entre generaciones. En una perspectiva desarrollista, el individuo se concibe como un organismo genéticamente pre programado, que crece, cambia y se transforma con el tiempo hasta alcanzar marcadores de madurez diferenciales, por lo que su enfoque singular reside en el estudio de las influencias ambientales en este proceso. Desde la perspectiva del desarrollo, hombres y mujeres crecen de forma cualitativamente desigual. Para empezar, la mujer alcanza la madurez sexual más rápido que el hombre. Existe acuerdo en cuanto a que el desarrollo emocional de niños y niñas difiere en aspectos importantes y ello podría contribuir a las distintas formas de manifestaciones psicopatológicas. En la edad escolar, se observa que los niños expresan menos que las niñas emociones como la tristeza, miedo y dolor, y temen más a los resultados negativos de la expresión de sentimientos como la tristeza. Levit (1991) reportó que los niños aparecen más neutralizadores de la expresión de sentimientos y con mayor empleo de mecanismos de defensa externalizadores, y las niñas con mayor tendencia a inhibir sus afectos negativos y a volcarlos contra sí mismas. La combinación XY, produce hormonas masculinas que dan al varón una mayor masa muscular, un apetito sexual más alto, una mayor agresividad, y las características fisiológicas masculinas, lo cual influye más de lo que podría parecer sobre la conducta futura del sujeto. La agresividad se traduce en una conducta donde la competitividad desempeña un papel principal. La testosterona, subraya Talbert (2007), consejero del Lubbock Independent School District, también imparte en los varones tres pautas distintivas de conducta: la primera es la búsqueda de una satisfacción instantánea o rápida, la segunda es una tendencia a pasar con rapidez a intentar resolver los problemas que se presentan y la tercera es una tendencia a preferir actividades que permiten la expresión física. En la perspectiva desarrollista, los estudios de cohorte y otras aproximaciones longitudinales son esenciales para entender el proceso complejo de cambio y la interacción de factores genéticos, ambientales y de los efectos de la interacción reciproca del medio y del individuo. Por ejemplo, el estudio longitudinal de Dunedin, Moffitt, Caspi, Rutter y Silva (1970-2001), demuestra uno de los más relevantes esfuerzos por estudiar diversos factores predictores de riesgo de conductas antisociales y el sexo. Sus resultados muestran el carácter regulador del ambiente en los efectos predeterminados del sexo, genéticamente el varón es más agresivo y tiene más tendencias antisociales que la mujer (10 presos varones por 1 mujer en el mundo); sin embargo, los hombres mostraron una leve mayor vulnerabilidad que fueron la disciplina inconsistente, conflicto familiar, cambios de cuidador, vivir con un solo padre, bajo estatus socioeconómico y malas relaciones con los padres como factores de riesgo de conducta antisocial. En los factores 194 físicos y personales como el déficit intelectual, temperamento difícil e hiperactividad, también mostraron una levemente mayor vulnerabilidad al presentar comportamientos disociales. La visión evolutiva y desarrollista también arrojan argumentos contra-puestos, mientras que desde la visión evolutiva y etológica, el macho tiene el poder del coito, en la configuración organizativa del macho alfa, la mujer desarrolla a edad más temprana, por lo que tiene superioridad y dominio sobre los varones de su edad. Mas aún, variables contextuales de carácter social tiene gran influencia en cómo las diferencias de sexo, se transforman en diferencias de género. En esta visión, la educación tiene una fuerte influencia en la psicología masculina, para Rocha y Díaz (2005), el hombre se educaba para la vida pública, los trabajos de las armas y las leyes, siendo éste quien debía ganar el pan del hogar. Es cierto, los valores trasmitidos al varón de proveedor del hogar y de seguidor o líder son fundamentales en la configuración de la identidad de género en algunas sociedades. Mas que entender los orígenes de ciertos rasgos psicológicos de la masculinidad, los nuevos estudios hablan no solamente de la conformación de la psicología masculina, si no de cómo el tiempo afecta ésta. Por ejemplo, Astraín, Martínez y Artiles (1999), afirman que después de la década de los 40’s se concluye su etapa reproductiva que producen cambios en la dinámica individual y familiar cuando varían las responsabilidades dentro y fuera del hogar, lo cual exige un tratamiento individual y quizás más demandante en cuanto a diferencias de género. Identidad masculina Cada varón, desarrolla consciente o inconscientemente, abierta o tácitamente su identidad masculina y existe gran varianza en este proceso. Por lo que hablar de lo masculino en México, resulta tan absurdo como hablar de la psicología del mexicano y de otras corrientes que pretenden simplificar en estereotipos (o en heurísticos académicos) ciertas tendencias en el varón heterosexual o en el hombre gay. Lo anterior, resulta simplista y fatuo. Lejos de un patrón homogéneo de ser hombre, existen múltiples identidades masculinas influidas por diversos factores como: el nivel educativo, la preferencia sexual, el tipo de orientación religiosa, el estado civil y las costumbres familiares. La identidad ha sido uno de los conceptos más estudiados en cuanto a la masculinidad y vista con frecuencia como el resultado de la maduración y crecimiento, el colorario de la pregunta ¿Quién soy? El describirse como hombre, como gay, el construirse lo masculino, implica las más profundas reflexiones que conllevan a la identidad de la persona y a la forma cómo otorga significado a eventos, símbolos y procesos sociales. 195 Para múltiples disciplinas en los últimos años ha resurgido el interés por entender la masculinidad como una reconstrucción social, influida por la cultura, la educación, el cambio social, el poder y el mismísimo movimiento feminista, que en México ha traído como consecuencias nuevas formas masculinas de participación social, no solo andróginas, sino hasta inversas. Muchos hombres son mantenidos por sus mujeres y permanecen en el hogar al cuidado de los hijos, otros participan en el trabajo doméstico y se involucran en el cuidado de los niños y aceptan expresar sus sentimientos (Jiménez, 2003). En México, la masculinidad se ha transformado, de acuerdo a De la Peña (2001), principalmente en sectores urbanos, relativamente educados y en parejas en donde ambos trabajan. Se trata de cambios que responden a complejos procesos psicológicos, económicos y socials, lo que configura una nueva concepción de lo masculino. Por ejemplo, Cervantes (2006), reporta en un estudio cualitativo con familias de Hidalgo, que la identidad masculina ha tenido una transformación aparente en México en los últimos años, los hombres jóvenes siguen pensando en ser jefes de familia, proveedores y sustentadores primarios de ella, han heredado pautas generacionales de lo que significa ser hombre de su propio padre, abuelo o de las figuras masculinas significativas y presentan temor de asumir un compromiso como esposo, está decidiendo no casarse. Se menciona que 9 de cada 10 hombres permanecen solteros y sólo algunos están decidiendo tener hijos más tardíamente. También se encontró mayor reconocimiento a la capacidad e independencia femenina. Los procesos actuales de convivencia y socialización, la interacción entre géneros y la abierta aceptación de la homosexualidad como una preferencia sexual socialmente viable y aceptada han reconfigurado los roles sexuales, las dinámicas de relación y de poder y desde luego el concepto de lo masculino, como una dimensión independiente de lo gay. En contraposición con muchos estudios feministas en las próximas secciones se argumentan las desventajas de ser hombre en la visión de salud y educación, analizando las implicaciones de estas desventajas en la psicología de la masculinidad. Los estereotipos masculinos Más allá de influencias evolutivas y desarrollistas, la investigación sobre la masculinidad debe enfocarse a comprender aspectos sociales y de significado que moldean el concepto de masculinidad, por ejemplo, los estereotipos del hombre, en particular los conceptos alrededor del macho mexicano tradicional. ¿Cuáles conceptos están vigentes?, ¿Cuáles se mantienen? y ¿Cuáles han cambiado y bajo qué circunstancias? Un estereotipo, tiene que ver con generalizaciones relativas a un grupo de personas, que las convierte en distintas de los demás (Myers, 196 1991). Son heurísticos que ayudan a simplificar la compleja realidad que nos rodea y por tanto, no es extraño que ante el tortuoso y complicado constructo de masculinidad, se utilicen múltiples estereotipos para delimitarlo. Por ejemplo, Lamb y Roopmarine en 1979 (citado en Gorostegui y Dörr, 2005), enlista los estereotipos más comunes observados en los varones como más grandes, fuertes y duros que las niñas, en el juego, los niños construyen o destruyen e intentan arreglar las cosas. En la conducta, el niño es más agresivo, competitivo y valiente; en cambio las niñas son más condescendientes y no les gusta pelear. En México, durante años, los estereotipos masculinos estuvieron asociados a la independencia, estoicismo, fuerza física, poder de conquista y espíritu deportivo y en las mujeres a la sensibilidad, vanidad, poder de seducción y afición por la belleza y lucimiento personal. Los estereotipos describen a los varones mexicanos, por lo general, como, ególatras, injustos y misóginos en su generalidad. Sin embargo, estos adjetivos asociados al machismo se desvanecen en los hombres con altos niveles de educación, de zonas urbanas y de clase media alta. Es decir, la instrucción y globalización de conductas familiares de corresponsabilidad y apoyo mutuo, cambian las expectativas y percepciones hacia el varón heterosexual y por tanto sus conductas y roles. Arciniega y Anderson (2008), revisaron de manera magistral las concepciones del machismo en los mexicanos y latinos y desarrollaron una escala para medir este constructo. En general, este término se asocia a características negativas de socialización masculina como el chauvinismo, el sexismo y a la seducción e intimidación de la mujer. Pero de forma interesante, descubre un lado positivo de este término, denominado caballerosidad, que es la capacidad del hombre latino de conectarse emocionalmente, de seguridad en cuanto al origen étnico y a la capacidad de solucionar problemas. De manera interesante estos dos aspectos estaban relacionados al nivel educativo, que se correlaciona positivamente con la caballerosidad y negativamente con el machismo. Se argumenta que la educación es el principal antídoto para el machismo, por ejemplo, hay evidencia de que los hombres menos educados y de zonas rurales tienden a comportamientos que presuponen una posición privilegiada de los varones respecto a las mujeres en todos los espacios sociales y asumen; por tanto, menores responsabilidades en el ámbito doméstico, gozan de mayores libertades que su pareja y pasan más tiempo en actividades recreativas y de diversión. Es desde las escuelas, donde más fácilmente se puede influir el desarrollo de estereotipos masculinos más andróginos, justos y equitativos. Sin lugar a duda, la tarea de cualquier estereotipo es la de fundamentar y mantener una serie de ideas, creencias y valores, que justifiquen las acciones e incluso que permitan diferenciar a un grupo de otro (Rocha y Díaz, 2005). 197 Rocha y Díaz (2005) comparten la opinión que en México los estereotipos culturales se sustentan en dos premisas básicas: el autoritarismo y supremacía del padre; y el autosacrificio y sumisión por parte de la madre. El rol femenino se puede definir como la maternidad, el cuidado de los hijos, el servicio doméstico, la responsable de atender el aspecto afectivo familiar y de ser el complemento del hombre. Por el contrario, el rol masculino, es el sostén económico, por lo que las relaciones de trabajo, las actividades extrafamiliares, es decir, el mundo público, es lo que le corresponde. De hecho, los roles observados en la familia de origen, también permiten pre establecer estereotipos sexuales. Por ejemplo, en hogares tradicionales, los hijos están subordinados a los adultos, incluso les hablan de “usted”. Y con frecuencia enfrentaban una figura paterna ausente, autoritaria y distante. Pero como varones, contaban con mayores libertades que las niñas, quienes debían enfrentar un ambiente familiar y escolar más sexista y restringido en la medida en que eran excluidas de las actividades de los niños y menospreciadas sus capacidades. Por otra parte, Valdez y González (1999), detectó que entre niños y niñas de 11 años no existen grandes diferencias, sin embargo, ellas se perciben más cariñosas. En el caso de jóvenes de 15 años, las mujeres se consideran más honestas, estudiosas, respetuosas, obedientes, románticas, detallistas, sentimentales, cariñosas y responsables que los hombres, quienes en contraste, se perciben más traviesos y agresivos. A los 18 años, ellas son más cariñosas y sentimentales, ellos más mentirosos e inteligentes. En fin, los estereotipos aunque inevitables, como heurísticos de los procesos cognitivos, deben cambiar hacia una visión más andrógina del mundo. Por ejemplo, en una plataforma de equidad, es necesario enseñar a las mujeres a fundamentar su valor en algo distinto a su apariencia, a ser más asertivas y seguras de sí, a tomar iniciativa, a ser independientes y a elegir al compañero(s) que desea; igualmente debe enseñarse al hombre a cuidar su salud y su apariencia, a prestar más atención al dolor, a ser sensibles y expresar sus sentimientos (Van Wersch, 1986). Sin embargo, la investigación psicológica ha sido insuficiente para documentar los cambios en los estereotipos masculinos. Actualmente ha aparecido un nuevo estereotipo de hombre preocupado por su arreglo personal, vanidoso y sensual: el metrosexual; término acuñado por el escritor británico Mark Simpson (1994). Según la revista ‘The Economist’, cerca de un tercio de los hombres estadounidenses jóvenes tienen este perfil. Los roles y los estereotipos de género se influyen uno a otro en ambas direcciones. Si bien los estereotipos ayudan a establecer las expectativas acerca de la tarea de los roles que deben realizar los hombres y las mujeres, ver todos los días a las personas en esas ocupaciones 198 tradicionales refuerza la creencia de que los estereotipos de géneros siguen siendo válidos. De acuerdo a Norfleet y Richards (2003) para transformar los estereotipos tradicionales hay que cambiar los paradigmas de socialización entre géneros que las costumbres y tradiciones han impuesto, a través de la manipulación, canalización, tratamiento verbal y exposición a nuevas actividades más andróginas. Los estereotipos juegan un papel fundamental en el desarrollo de la identidad masculina, por tanto su estudio y manejo es fundamental para lograr patrones mas consistentes de equidad de género. Masculinidad y salud En el estudio de la masculinidad, resulta importante una visión de la salud pública ya que hay importantes diferencias en los patrones de morbilidad y mortalidad en función del sexo. Por ejemplo, los varones tienen mayores tasas de mortalidad que las mujeres en distintas etapas de la vida y por distintas causas. La evidencia disponible sustenta que desde el punto de vista biológico, la mujer constituye el sexo fuerte. Es decir, las mujeres son organismos más resistentes que los hombres biológicamente hablando. Un primer argumento irreductible es la configuración cromosómica del hombre, quien al poseer un sólo cromosoma X, debe usarlo para la transcripción de muchas funciones corporales; a diferencia de la mujer que utiliza el cromosoma X menos defectuoso. Por ejemplo, se conciben 120 fetos masculinos por cada 100 femeninos; sin embargo, sólo nacen 106 bebés varones por cada 100 hembras, y en muchos casos los hombres presentan con mucho más frecuencia enfermedades como la hemofilia, o sólo sufren ciertas enfermedades, como la parálisis muscular progresiva de Duchenne que la mujer sólo trasmite, pero no la sufre (Hyde, 1995). Las conductas masculinas típicas como la toma de riesgos, la agresividad y las tendencias antisociales, explican también los altos riesgos de los hombres de sufrir cáncer de pulmón, los ataques cardiacos, la cirrosis hepática y los accidentes automovilísticos o con armas de fuego. Mas aún, quizá por influencias orgánicas, en casi todos los trastornos de la infancia reportados en el DSM-IV, los varones superan a las mujeres en incidencia en proporción de 4 a 1. Curiosamente, la influencia contextual muestra efectos en estos aspectos primariamente biológicos, conductas de fumar, beber, agresividad verbal y física y actitudes competitivas se incrementan en las mujeres inmiscuidas en ambientes masculinos (Hyde, 1995). Pese a esta evidencia, la discusión sobre el sexo fuerte persiste, por ejemplo, Rodríguez y Frías (2005), afirman que las mujeres parecen ser más propensas al abuso de sustancias tranquilizantes, a los trastornos 199 alimentarios y hay sub registro de abuso de substancias porque tienden a hacerlo en la privacidad del hogar. Y aunque las mujeres viven más que los hombres, experimentan más problemas de salud mientras viven y son más propensas a sufrir de artritis, diabetes, reumatismo e hipertensión y enfermedades mentales en general (Paludi, 1998). En relación a la edad, por ejemplo, las mujeres manifiestan tener peor salud que los hombres conforme cumplen más años, aunque a partir de los 65 años las proporciones son similares. Las mujeres también muestran un consumo de medicamentos superior al de los hombres; asimismo, muestran mayor tendencia a estar en cama por problemas de salud, e incluso a limitar sus actividades de tiempo libre por alguna dolencia (Castaño, Menéndez y Palacios, 1996). En resumen, los hombres tienen mayores índices de mortalidad y viven menos, pero las mujeres tienen mayores tasas de morbilidad, pero hay más estudios que ayudan a entender la problemática femenina más que la masculina. La salud desde la perspectiva de la masculinidad continúa siendo una asignatura pendiente. La verdad en las diferencias de género quizás esté en el entendimiento de los efectos diferenciales de los riesgos de ser hembra o varón, por ejemplo en los países pobres, de muerte violenta si se es varón o de muerte asociada al puerperio si se es hembra. En los países ricos es cuestión de enfoque, Dancey, Hutton-Young, Moye y Devins (2002) realizaron una encuesta con pacientes con colon irritable y calidad de vida, reportando que este padecimiento afecta más la calidad de vida de las mujeres que la de los hombres, pero que el estigma que la enfermedad posee afecta más a los hombres que a las mujeres. Astraín, Martínez y Artiles (1999), en un estudio realizado en Cuba, en apariencia la sociedad más equitativa en cuanto al género, reportaron que las mujeres gozan de menos días de descanso, mayor carga de trabajo en el hogar y que pese a los altos niveles culturales y técnicos, mantienen limitaciones en cuanto a promoción a puestos de dirección o posiciones de mayor importancia en relación con los hombres. Por lo anterior, desde la perspectiva de salud, se necesita clarificar cuáles diferencias son relevantes, de género o de sexo, lo que postula que ésta última es más importante en función del efecto de las características anátomo-funcionales entre los sexos; el reconstruir visiones de significado para la incidencia mayor de cáncer de próstata en el hombre o argumentar justicia o injusticia en la mortalidad de cáncer cérvico-uterino en mujeres es insostenible ante una comparación dispar. Sin embargo, dada la significancia de la enfermedad y la muerte para el ser humano, estas diferencias resultan significativas para explicar diferencias psicológicas y conductuales entre sexos. 200 La masculinidad como desventaja Los tratados de la psicología masculina no han ensayado vislumbrar, en la perspectiva de género, las desventajas y limitaciones de lo masculino. En este apartado, se argumenta la superioridad de la mujer en dos esferas trascendentales de la sociedad moderna. La competencia intelectual y la adaptación social; y se evidencia la necesidad de realizar estudios que permitan entender las implicaciones psicológicas de los mismos. En cuanto a la competencia intelectual, la evidencia de las últimas décadas empieza a ser contundente: más mujeres en educación superior, mejores puntajes en pruebas estandarizadas: CENEVAL, ENLACE etc.; mayores niveles de eficiencia terminal, capacidad verbal y un incremento en el ingreso profesional considerable. Sin embargo, otros estudios señalan más diferencias que superioridad. En el Informe del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes 2006 (PISA), se demuestra que las mujeres son mejores en competencia lectora, mientras que los varones tienen mejor rendimiento en matemáticas. Según el estudio de González (2003) con base al EXANI I, obtuvo que los varones tienen mejor rendimiento en matemáticas, física y química; en tanto las mujeres poseen mayores puntajes en habilidades verbales y español. Cano (2000), establece que las alumnas muestran mejor desempeño académico gracias a su actitud hacia el estudio, poseen mayor motivación, manejan mejor su tiempo, poseen un mayor grado de concentración y el factor que muestra mayor diferencia significativa, es el miedo al fracaso. Las mujeres muchas veces son académicamente más sistemáticas y ordenada, con deseos de destacar; sin embargo, no hay estudios que fundamenten lo contrario en los hombres. Según datos del INEGI (2006) en el bachillerato y en el nivel normal o licenciatura, se encuentran matriculadas más mujeres, en éste último año el 79.4% de la matrícula está conformada por mujeres. En los demás niveles educativos la matrícula femenina es menor a la masculina, lo que demuestra la supervivencia y avance de las mujeres en la escalera educativa; por ejemplo, en la deserción de secundaria el 9.6% fueron varones contra 6% mujeres. En resumen, a pesar de que la matrícula de mujeres es menor, comparada con los varones, ellas poseen menores índices de deserción y tienen mayor eficiencia terminal. Cabe señalar, que estos avances de la mujer en México, no corresponden a la situación de discriminación y desventaja reportada para otros países en desarrollo. La Organización de los Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) en 2006 sostuvo que el 70% de la población no escolarizada del mundo son niñas; dos tercios de los analfabetos son mujeres; y tres quintos de las personas más pobres son mujeres y niñas. Por el contrario, en 2007, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), reporta que la matrícula de mujeres fue 201 en aumento a diferencia de la de los hombres que disminuyó levemente. Aunque ningún estudio demuestra la superioridad intelectual de las mujeres sobre los hombres, se admite la existencia de diferentes factores o causas del mejor rendimiento de las mujeres de manera consistente; pero sin estudiar los posibles efectos en la autoestima, autoeficacia, expectativas y seguridad en los hombres. La otra dimensión a considerar, es la adaptación social y la convivencia, aspecto fundamental del bienestar humano y en cuyo ámbito la mujer se ha mostrado superior, por su capacidad de empatía, su solidaridad con otros y sus tendencias a la resolución de conflictos de formas menos violentas. La desventaja en el ajuste social, se evidencia por la agresividad en el varón que ha sido causa de conflictos familiares, comunitarios y de guerras globales que han llevado al absurdo de que el ser humano, sea la única especie en la tierra con la capacidad de autodestruirse, de aniquilarse en su totalidad. En la psicología masculina, la agresividad y sus consecuencias en la convivencia social necesitan ser mejor estudiadas. Desde el punto de vista psicológico, el término agresividad hace referencia a un conjunto de patrones de actividad que pueden manifestarse con intensidad variable, incluyendo desde la pelea física hasta los gestos o expansiones verbales que aparecen en el curso de cualquier negociación. Se puede presentar en el nivel físico, como lucha con manifestaciones corporales explícitas. En el nivel emocional puede presentarse como rabia o cólera, manifestándose a través de la expresión facial y los gestos o el cambio del tono y volumen en el lenguaje. Desde un nivel cognitivo puede estar presente como fantasías destructivas, elaboración de planes agresivos o ideas de persecución propia o ajena. El nivel social es el marco en el cual de una manera o de otra, toma forma concreta la agresividad. Moya y Mesenguer (2005) reportaron que sólo existen diferencias de género para la agresión física directa a favor de los hombres; por otra parte no existen diferencias significativas en las conductas indirectas de agresión. La agresión es un comportamiento que se explica por múltiples factores, tanto ambientales como genéticos. Por ejemplo, la mayoría de los textos vincula a conductas psicopáticas y la agresividad al sexo masculino. Se ha mencionado antes que la masculinidad, como un estereotipo, va siempre unida a determinadas cualidades, sobre todo asociadas con la fuerza, la violencia, la agresividad y con tendencias a conductas disruptivas y antisociales (Hernández, 1996); pero hay evidencia de que los genes también influyen en esto, ante ello Manuck (2005), reportó que la agresión de los hombres puede ser resultado de variaciones de uno de los dos genes involucrados en la actividad del neurotransmisor serotonina. Sin embargo, aclaró que los hombres con la variante genética no necesariamente son violentos. En este sentido, Ferrer (2006), 202 sugiere que la genética parece ser predictiva sólo si los hombres tienen actitudes hostiles, si recibieron poco afecto cuando eran niños y si sus padres no llegaron a completar la escuela secundaria. Gracias a este estereotipo generalmente se aborda al hombre con un sujeto agresivo. También es claro, que ante el ambiente socialmente determinado, los varones juegan a ver quién es el más fuerte y audaz, quién es el más valiente y quién es el que desafiará las normas establecidas para salirse con la suya. Es decir, como menciona Kaiser (2004) y Callirgos (2004), los niños aprenden a jugar a ser hombres y se supone que todo ello afianza la masculinidad tal y como la sociedad la percibe, un ejemplo es la idea de que el niño tiende a probar su virilidad, desafiando las normas y poniéndose en riesgo. Por último, en el plano psicológico los varones parecen ser más sensibles a las influencias de los medios de comunicación, como lo evidencia el artículo de Medical Pediatrics (2007), al reportar un estudio longitudinal de 40 años, con niños expuestos a programas televisivos violentos y quienes mostraban tendían a ser más desobedientes y agresivos. Además de la agresividad, se reporta consistentemente un déficit y una insuficiencia afectiva en el varón; los varones están configurados para suprimir o retardar ciertas reacciones, luchan por días o semanas con un problema antes de permitir a alguien ayudarles a resolverlo. En las palabras de Talbert (2007), “los chicos no procesan los sentimientos tan deprisa como las chicas. Ellos pueden tardar hasta siete horas más que ellas para procesar en el cerebro datos emotivos fuertes” (p.6) Más aún, las deficiencias en el manejo del afecto, se asocian a limitaciones en cuanto al modo directo y frío de comunicación del hombre, caracterizado por frases directas y simples, que se confunden con órdenes. En esta lógica, la discapacidad afectiva, las limitaciones en las capacidades de socializar. La investigación apoya la idea que en comparación con las mujeres, el hombre es deficitario en cuanto a relaciones interpersonales: es menos prono a develar sentimientos personales (Stapley & Haviland, 1989). En las relaciones matrimoniales las mujeres confrontan los problemas con mayor frecuencia, mientras que los hombres evaden y se vuelven defensivos (Gottman, 1994). En fin, sea por la agresividad genética o por influencias culturales, familiares o de otro tipo, resulta necesario hacer más investigación de las desventajas del varón para la convivencia social, la intimidad, la adaptación familiar y otros aspectos del ajuste social que son psicológicamente importantes. Conclusiones Resulta evidente que la masculinidad, desde el punto de vista psicológico ha sido pobremente estudiada en México y persiste una superio203 ridad significativa de estudios de la mujer y de lo femenino. La comprensión de las diversas avenidas de análisis disciplinar, nos permitirá desarrollar el estudio sistemático de la masculinidad desde la perspectiva psicológica, considerando aspectos evolutivos, biológicos, del desarrollo, etológicos, psicosociales entre muchos otros. La evidencia muestra que desde la perspectiva psicológica, las diferencias por sexo son innegables y relativamente generalizables, pese a cultura y raza. Por ejemplo, la masculinidad en la mayoría de las culturas se describe al hombre como pragmático, agresivo, cerebral y cognitivo. Sin embargo, en la masculinidad, se abordan las relaciones entre aspectos biológicos o sociablemente determinados y las situaciones de ventaja o desventaja a las que se adscriben y se argumenta que, como línea de investigación futura, aspectos de la masculinidad que se asocian a desventaja y vulnerabilidad psicológica deben ser mas profundamente estudiados. Muchos de los aspectos masculinos, resultarán una carga, una desventaja comparativa a la luz de la evidencia; sobre todo en aspectos académicos y sociales. En la literatura psicológica, parece que la constante es reconocer las limitaciones de los hombres para manejar sensiblemente sus emociones, por lo que necesitan de empatía y consideración del género fuerte. La masculinidad, parece conllevar un grito de ayuda y orientación para manejar los sentimientos del hombre. La conformación de la psicología masculina parece ser multicausal, el debate entre el origen genético, biológico o contextual de estos determinantes continúa en debate. Por un lado, sociólogos, antropólogos e historiadores afirman que es la socialización y construcción del rol masculino lo que demerita las competencias afectivas del varón; por otro, evidencia clínica de condiciones que afectan la estabilidad afectiva en el síndrome premenstrual y estudios asociados a niveles hormonales y afectos señalan una base física de estas diferencias. Salomónicamente ambas perspectivas pudieran aportar al entendimiento de las diferencias afectivas, en palabras de Pleck (1995), el paradigma del rol sexual otorga un encuadre para entender la disfuncionalidad tradicional del varón en las relaciones interpersonales que se puede explicar con base a su concepto de ‘fortaleza emocional’, sus conductas asociadas a su concepto de éxito y posiciones concordantes con el antifeminismo. De hecho, la escritora que vigorizó el movimiento feminista de los 70’s, Carol Gilligan se sorprendería 30 años después de su manuscrito seminal “In a different voice”’, de leer un artículo enfocado a la masculinidad que pretende reivindicar las formas de sentir y de reconstruir el mundo de los hombres con ciertas desventajas en función de su sexo y de su género. Finalmente, la reflexión en torno de lo masculino no puede perder la contra-parte y el hecho de que social y etológicamente hablando, la 204 especie humana esta constituida por dos sexos, pero por un complejo constructo de género que admite escenarios de análisis de tipo moral, social y político. El derecho a la androginia, que es la posibilidad que debe tener todo ser humano de poder manifestar un rico y extenso repertorio de conductas, pensamientos y sentimientos independientes de su sexo; es decir, mediante la adopción de prácticas educativas y de crianza de repertorios masculinos y femeninos que promueven adaptación y ajuste. Independiente de su sexo, un individuo andrógino mostraría un mayor ajuste psicológico ante las diversas situaciones que se le presenten, ya que se caracteriza por poseer un amplio espectro de conductas y rasgos que indistintamente provienen de lo masculino y lo femenino, de manera que puede ser asertivo, enérgico y con don de mando en ciertas ocasiones, o sensible y expresivo en otras. Entonces, la androginia es deseable, porque dota a la persona de un arsenal más amplio de conductas y rasgos, y al mismo tiempo con una mayor libertad de elección en los distintos contextos, y facilita la adaptación en un marco de flexibilidad (Oliveira, 2000). La masculinidad, en suma, se muestra como un campo promisorio y necesario de investigación en México, la comprensión de los cambios en los roles, estereotipos, identidades y expectativa de lo masculino resulta necesaria ante la urgencia de promover la equidad de género por un lado, y por otra parte el promover la salud mental y el ajuste psicológico ante los cambios sociales complejos. 205 Referencias bibliográficas Arciniega, M. & Anderson, T. (2008).Toward a Fuller Conception of Machismo: Development of a Traditional Machismo and Caballerismo Scale. Journal of Counseling Psychology, American Psychological Association, 55, 1, 19–33. Astraín, E., Martínez, V. y Artiles L. (junio, 1999). Indicador sintético para medir diferencias de género. Revista Cubana Salud Pública, 25, 1, 54-63. Callirgos, J. (2004). Sobre héroes y batallas: Los caminos de la identidad masculina. Lima: Universidad Pontificia del Perú. Cano, G. (2000). Diferencias de género en estrategias y estilos de aprendizaje. 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En este grupo de hombres, a mayor edad menor importancia hacia la planificación familiar. Persiste el concepto de “Grupos de riesgo” para las ITS. La construcción social de la masculinidad hegemónica y condiciones socioculturales, parecen seguir influyendo en los hombres de esta comunidad, lo que dificulta la integración de los mismos a los programas de salud reproductiva, a pesar de lo cual, el método más usado es el condón en especial cuando se trata de relaciones extramaritales lo que podría interpretarse como el reforzamiento cultural del “Ser hombre”. Es importante realizar esfuerzos que permiten a los hombres integrarse a los programas de salud reproductiva en la búsqueda de un mejor cuidado de la salud de los varones y mujeres, para lo cual deberá ser profundizarse en el tema de las masculinidades. 211 Introducción En los últimos años el estudio de las masculinidades se ha vuelto obligado en los temas de salud reproductiva, lo que ha llevado a realizar esfuerzos para incorporar a los hombres a los programas de salud reproductiva. Sin embargo, los resultados aún no son los esperados, es por ello que la idea del presente trabajo surgió durante la convivencia con esta comunidad durante el servicio social de uno de los autores, y nos llevó a la tarea de explorar las opiniones y creencias que sobre salud reproductiva, infecciones de transmisión sexual (ITS), usos de métodos de planificación familiar entre otros aspectos tienen los hombres de la comunidad de Xoy, Yucatán, México. Por otra parte, no es posible hablar de derechos sexuales y reproductivos sin tocar el tema de la masculinidad, ya que de acuerdo con Amuschástegui y Szass (2002) el tema de las masculinidades ha surgido de las inequidades, injusticias y exclusión que el género produce en quienes lo sufren, de donde surgieron los estudios gays y queer. Sin embargo, la reflexión sobre los hombres y la heterosexualidad son más recientes y han sido impulsadas principalmente por los movimientos feministas. En los años 70’s, iniciaron los primeros estudios sobre masculinidad, como una respuesta a la preocupación por las problemáticas relacionadas con los hombres y la masculinidad partiendo de una visión multidisciplinaria; de acuerdo con esto, Kimmel citado por Parrini (1998) distingue tres metodologías y perspectivas: la reflexión histórica y antropológica, los estudios sobre la relación entre la masculinidad y la teoría social y finalmente la corriente mito-poética. Las dos primeras surgieron más como respuesta a intereses académicos y la tercera estaba más acorde al desarrollo y auto-conocimiento de los hombres. Este mismo autor, comenta que diversas investigaciones realizadas en Latinoamérica sobre la construcción social de la masculinidad, plantearon la existencia de un modelo hegemónico de la masculinidad como elemento estructural de las identidades individuales y colectivas en este continente. De acuerdo con esto, este modelo opera a nivel subjetivo, lo que lleva a los sujetos a pautas identitarias, afectivas y de comportamiento difíciles de soslayar, ya que hacerlo significaría caer en la marginalización o incluso el estigma. El término masculinidad hegemónica fue acuñado inicialmente por autores anglosajones entre los que destacan Connell, Kimmel, y Kaufman. A decir de Parrini (2002), Connell explica este concepto como la dinámica cultural por la cual un grupo exige y sostiene una posición de liderazgo en la vida social. En cualquier tiempo dado se exalta culturalmente una forma de masculinidad en lugar de otras. En otras palabras, la masculinidad hegemónica es el elemento a través del cual se legitima el patriarcado, y que garantiza la posición dominante de 212 los hombres y la subordinación de las mujeres. Señala también, que el poder ha sido postulado como un elemento central en los estudios de masculinidad y que sin embargo, es necesario ver este vínculo entre poder y masculinidad como desde dos miradas distintas: la hegemonía y la dominación. Dice: la hegemonía apuesta por una especificidad histórica para la masculinidad y una comprensión de la apertura de lo social [….]; así como por un posicionamiento contextual y variable de cualquier relación social, incluidas las de género. En tanto la dominación postula un dominio transhistórico y transcultural de los hombres sobre las mujeres, y de lo masculino sobre lo femenino, […]… Señala también que su eje central es la heterosexualidad, ya que el cumplimiento de este mandato hegemónico conlleva el ser heterosexual. Por otra parte, Kiejzer (1997) en su trabajo titulado “El varón como factor de riesgo”, profundiza en la forma como muchos hombres se convierten en un factor de riesgo para la salud (sexual, reproductiva y general) no sólo de otras y otros, sino también para sí mismos. Asimismo señala, que si bien el ser hombre tiende a dotar como género de más derechos en lo sexual y reproductivo a los hombres que a las mujeres, si bien, esto podría suponer ventajas, también implica costos muy serios, sobre todo respecto a la salud. Esta situación también ha sido señalada por Kim (1998). Finger (2000), reporta que en México, las tasas de mortalidad de hombres y mujeres son casi idénticas hasta la edad de 14 años, momento en que la mortalidad masculina empieza a incrementarse. Así, la mortalidad de los varones es dos veces mayor que la de las mujeres en el rango de edad de 15 a 24 años, siendo las principales causas de defunción entre los jóvenes mexicanos, los accidentes y los homicidios. Una investigación de la Organización Mundial de la Salud (2000) realizada en adolescentes varones, concluyó que en los países latinoamericanos, México incluido, el estrés que genera el no poder vivir de acuerdo a las normas esperadas de masculinidad, conduce a patrones marcados por diferencias sexuales en cuanto al consumo de drogas y tasas de suicidios. Sin duda, las expectativas de lo que significa ser hombre o mujer, es parte del proceso de socialización, y deja a muchos adultos, poco aptos para disfrutar la sexualidad. Estereotipos de género, como son el de mujeres sumisas y hombres poderosos pueden ser obstáculos para acceder a información, provocar comunicación inadecuada y promover los comportamientos de riesgo, especialmente en los hombres. Es esperado que los hombres tengan actividad sexual a edad temprana y se sienten presionados a cumplir dichas expectativas (Henry, 2002). Todo lo anterior conduce a la necesidad de considerar el concepto del varón y su visión como un factor de riesgo como el eje de trabajo en torno a la masculinidad, su construcción social y la manera en que 213 afecta a las mujeres en relación a la salud reproductiva. Esta situación también es retomada por Ayala (2004), quien refiere que a pesar de los avances logrados, aún se está lejos de las condiciones de equidad ente hombres y mujeres. Como sugiere Núñez (2004) hay que Comprender las inestabilidades, ambigüedades y contradicciones para la identidad masculina de esta construcción social, permitiría entender, asimismo, las posibilidades socio cognitivas referentes al estudio de los varones como sujetos genéricos y debe considerarse para ser utilizado en la promoción para la salud Los varones y la salud reproductiva Sin duda alguna, desde siempre ha existido la tendencia a considerar que la mujer es la única responsable de la reproducción y que el varón queda fuera de esta experiencia (Barnett B, 1998), lo que ha ido definiendo las diferentes expectativas alrededor de la reproducción, teniendo como consecuencia la construcción de entidades genéricas distintas con derechos y obligaciones diferentes, lo que sin duda ha dado como resultado inequidades entre los géneros, misma que se manifiesta de manera importante en la reproducción humana. Como una primera premisa, se tiende a pensar, en que la presencia del varón en la toma de decisiones, se da de manera indirecta y en no pocas ocasiones se considera un obstáculo para la mujer. La referencia a la presencia de los varones en términos de corresponsabilidad, equidad en la salud reproductiva es incipiente aún, entre otras cosas, los varones tienen menos oportunidades que las mujeres de recibir orientación sobre su atención a la salud, ya que la planificación familiar se ofrece como parte de los programas de salud maternoinfantil y los métodos anticonceptivos se han dirigido principalmente a las mujeres (Robey, 1998). Uno de los principales obstáculos que se ha señalado para la integración de los hombres a los programas de salud reproductiva, parece ser la renuencia de los mismos hombres a usar este tipo de servicios. Sin embargo, los hombres saben poco sobre su sexualidad o la sexualidad de las mujeres; existe poca comunicación respecto a la sexualidad y con no poca frecuencia la presencia de mitos sexuales. La participación masculina durante el embarazo y después (paternidad) es limitada en la gran mayoría de los hombres. A esto habría que añadir la desconfianza de los varones hacia los programas de Planificación familiar, ya que los consideran como una forma de debilitar su “Poder” (Ndong, 1998). 214 En México, en el Simposio sobre “Participación masculina en salud sexual y reproductiva; nuevos paradigmas” (1998), realizado como respuesta a las conferencias internacionales del Cairo y Bejing para evaluar las necesidades, identificar obstáculos y desarrollar programas de trabajo con los hombres. Se reconoció la necesidad de integrar al hombre en los esfuerzos para reducir la incidencia de ITS/VIH (virus de inmunodeficiencia humana), eliminar la violencia de género y defender el derecho de todas las personas a determinar el número y espaciamiento de los hijos. Entre los temas sobresalieron: género y masculinidad; masculinidades; sexualidad masculina entre otros. En Yucatán, existen escasas investigaciones sobre la temática y sobre las masculinidades, motivos por los cuales se realizó este trabajo. La comisaría de Xoy pertenece al municipio de Peto, Yucatán. Al momento del estudio, contaba con 706 habitantes de los cuales 206 eran varones de entre 18 a 60 años. Es una comunidad con un sistema social patriarcal típico, donde el hombre es el encargado de la toma de decisiones incluyendo las reproductivas. Asimismo, pudimos percatamos que existe un bajo índice de planificación familiar y una muy escasa participación masculina en los programas relacionados a pesar de que la mayoría de las consultas de adultos son mujeres. Ante esta situación surgieron cuestionamientos tales como: ¿Los varones influyen en las mujeres para el uso de métodos de planificación familiar? ¿Qué opinan los varones de esta comunidad acerca de los programas de salud reproductiva? ¿Qué saben sobre las infecciones de transmisión sexual? entre otras interrogantes. Por otra parte, también es cierto que las inquietudes de los hombres no son homogéneas, así por ejemplo, aquellos que han tenido familiares cercanos con familias numerosas , especialmente cuando las consecuencias han sido negativas, o en el caso de aquellas mujeres que no son candidatas al uso de hormonales, es más fácil acepten estos programas. Con las consideraciones anteriores, planteamos el siguiente trabajo para explorar las opiniones, y creencias relacionadas a la planificación familiar, infecciones de transmisión sexual, uso de métodos anticonceptivos, opinión sobre el condón en un grupo de varones de esta comunidad rural. Metodología Se recurrió al paradigma cualitativo, y de acuerdo con Álvarez-Gayou (2003) con un marco interpretativo y enfoque fenomenológico a través de la técnica de grupos focales, elemento que permite ver a los actores sociales en interacción teniendo como base el problema de estudio. Se realizó una guía de entrevista con base en tres ejes temáticos: a) Salud reproductiva, b) Planificación familiar y c) Infecciones de transmisión sexual. 215 Se convocó a los estudiantes del bachillerato de la comunidad, ya que ellos acuden de manera regular a la Clínica para recibir pláticas. Igualmente se invitó a los jóvenes solteros que por una u otra razón tenían afinidad con la Clínica en cuestión y que a diferencia de los estudiantes acuden por propia decisión a dichos servicios. Un grupo más lo conformaron jefes de familia que acudieron de manera voluntaria a la convocatoria emitida a través del Centro de salud. La edad de los hombres se encontró en un rango de 18 a 60 años. Los hombres fueron divididos en grupos pequeños (entre 4-6) y en el horario que ellos definieron. Las preguntas guía fueron realizadas en un ambiente cómodo y relajado con una duración no mayor de 2 horas. No hubo más de dos reuniones por grupo. Se contó con la presencia de un asistente bilingüe maya-español ya que la población es igualmente bilingüe, Esto permitió una mejor aproximación a la interpretación de lo expresado por los varones. A continuación se describen los resultados de nuestra investigación. Resultados De Enero a Junio 2005, se realizó el presente trabajo y se incluyeron 50 varones divididos en 10 grupos focales. Los resultados se presentan a continuación. Salud reproductiva ¿Qué es para ti (o usted según el grupo con el que se trabajó) salud reproductiva? A este cuestionamiento, la mayoría de los hombres, especialmente los de mayor edad, no tenían un concepto definido de este concepto, a pesar de que las pláticas que se imparten en el centro de salud de la comunidad ponen mayor énfasis en este aspecto. Pocos varones, aunque es de señalar que de éstos mayormente fueron adultos jóvenes, mencionaron la relación entre el sexo y la salud así como la responsabilidad que involucra a la pareja. Algunos de sus comentarios fueron: • • • • Es cuidarse, no teniendo sexo ni enfermedades Es la responsabilidad de ambos (hombre y mujer) de cuántos hijos se deben tener Es cuidarme y cuidar a mi esposa del Sida Es ponerte condón para que cuides a tu esposa de la enfermedad de otra mujer... Igualmente en este apartado se habló de las prácticas de sexo seguro y/o protegido encontrando que no hay claridad en este grupo de 216 hombres acerca de estos conceptos. Así por ejemplo algunos se refirieron al “Sexo seguro” o “Tener sexo de manera responsable” de la siguiente manera: • • • • • Es usar condón… no tener muchos hijos… Que tengas sexo solo con tu mujer… que planifiques tu familia… Yo creo que es cuidar a tu pareja para que no se embarace… Está bien, hacerlo seguro, porque me cuido y cuido a mi mujer… Yo digo que se debe hacer porque así no te contagias cuando andas con mujeres… Acerca de que opinaban que los hombres usarán condónlas respuestas fueron en el siguiente tenor: El condón, está bien que lo usen los hombres porque así se protegen de enfermedades… Pos, yo digo que está bien... porque así ayuda para que no se embarace mi mujer… Los hombres más jóvenes mostraban preocupación y temor más que nada ante un embarazo no deseado: Si, debe usarse, porque te protege de un embarazo que no quieres… Ante estas opiniones, dos adultos jóvenes expresaron la importancia del condón como método de planificación familiar y expresaron: • • Está bien que lo usemos para no tener más hijos, si lo debemos usar… Yo creo que los hombres debemos usarlo porque no hay que dejarle toda la carga a la mujer en eso de la planificación familiar… A pesar de estas opiniones, se identificaron hombres que manifestaron su rechazo al condón pero refirieron usarlo únicamente cuando tenían relaciones sexuales con una pareja distinta a la propia. • • Yo no estoy de acuerdo… a mi no me gusta usarlo, solo nos cuidamos con eso para que mi mujer no se embarace o cuando voy a otro lugar… Pues yo la verdad… a mi no me gusta usarlo, solo lo uso cuando engaño a mi mujer… 217 Planificación familiar Aunque la mayoría de los hombres no conocen el concepto teórico de planificación familiar, sus respuestas fueron más fluidas al tocar este tema, la mayoría de los hombres sabía que tenía relación con el número de hijos y del espaciamiento entre ellos. Hubo muchos que respondieron de manera correcta, aunque en su mayoría fueron los adultos jóvenes. Algunas respuestas fueron: • • Yo lo que se, es que es saber cuántos hijos se van a tener… Es saber cuándo y cómo vas a tener a tus hijos… No faltó quien mencionara que el intervalo entre un hijo y otro y que debe ser platicado con la pareja: • • Es platicar con tu pareja cuanto tiempo vamos a esperar para tener otro hijo, 2 o 3 años... Ver con tu pareja cada cuando vas a tener un hijo… Es de señalar, que fueron los más jóvenes (estudiantes en su mayoría) quienes mencionaron la palabra responsabilidad e hicieron énfasis en que se debía platicar con la pareja, sus comentarios fueron en el siguiente orden: • • Es la decisión de una pareja de cuantos y cuando van a tener a sus hijos Es tener la responsabilidad de que los hijos que vas a tener Acerca de que opinaban respecto de la Planificación Familiar la mayoría coincidió en que es útil para no tener más hijos. Ninguno opinó en contrario e incluso hubo quienes hicieron hincapié en su relación con la economía familiar, esto fue mencionado por un padre de familia con 8 hijos: • Ayuda a solventar gastos porque tienes pocos hijos… Los métodos más conocidos usados por este grupo de varones fueron el condón, seguido por las pastillas (anticonceptivos orales) y la ligadura de trompas en la mujer. Respecto a la utilidad de los métodos anticonceptivos, hubo confusión en el hecho de considerar que los métodos anticonceptivos en general protegen del embarazo y las infecciones de transmisión sexual, lo cual les fue aclarado al final. Algunos 218 varones de mayor edad fincaron la responsabilidad de uso de métodos antifecundativos en la mujer: • • Esos métodos, sirven para que las mujeres no se embaracen si no quieren… Yo no uso ninguno porque mi mujer es la que se cuida, yo no… Respecto de que métodos usaban ellos se encontró lo siguiente: Los hombres jóvenes tanto solteros con actividad sexual así como casados refirieron el uso del condón aduciendo diversas razones, algunas de ellas se trascriben a continuación. • • • Pues para que no se embarace la mujer con la que estás… Además es fácil de usar… Yo lo uso cuando estoy con otra mujer… Uno de los jóvenes dijo que no usa condón porque no sabe cómo se usa y en contraste otro dijo usarlo siempre para cuidarse a sí mismo. Al preguntarles si se practicarían la vasectomía ninguno dijo que aceptaría hacérsela. • • NO, yo no me la haría, me daría miedo de que me operen… Yo tampoco me la haría porque me van a cortar allá abajo…. Las parejas de estos varones usan principalmente inyecciones, al preguntarles porque, algunos opinaron: • • Porque yo NO quiero usar condón, pues no se siente lo mismo. Es cosa de mujeres, ellas son las que se embarazan…. Los entrevistados casados, independientemente de la edad opinaron que en el hogar, era la mujer la que se cuidaba y en la calle eran ellos los que se protegían. • Eso es en la casa, en la calle es diferente, uno se cuida para no contagiar a su mujer… Ante el cuestionamiento de si los hombres deben usar algún método anticonceptivo, aquellos que no les gusta usar el condón dijeron que lo usarían porque disminuye la posibilidad de contagios de enfer219 medades y de embarazos pero como razones separadas y solo si sus parejas no pudieran usar otro método. • Si ellas no pueden pues ni modo usaría condón… Los más jóvenes mencionaron, que la elección de método debe ser tomada por los miembros de la pareja. Cuando se preguntó porque en la comunidad son pocos los hombres que se acercan a pedir métodos de planificación, la mayoría opinó que era por vergüenza. • A mí me da pena, porque si vas al Centro de Salud a buscarlos (preservativos) la gente te mira y cree que vas a usarlo con prostitutas… Los menos dijeron que era por “Machismo” de sus compañeros y otros que porque ya era costumbre. • • Yo también creo que es un poco la costumbre de las mujeres igual… Pos, porque mayormente son las mujeres las que van ahí… Infecciones de transmisión sexual El concepto de que las infecciones de transmisión sexual son aquellas que se adquieren por relaciones sexuales fue claro para todos los hombres. • • Son enfermedades que se tienen por tener sexo con muchas personas… Estas enfermedades se adquieren después del sexo Saben cómo se pueden adquirir. • • Pos te contagias cuando estás con prostitutas… Te dan porque no usas condón… Aunque hubo también algunas ideas erróneas como: las transmiten los mosquitos. Las ITS más conocidas fueron el Sida, la gonorrea y la sífilis. Al preguntar quienes pueden adquirirlas encontramos que los mayores consideran a grupos específicos, aunque nuevamente los más jóvenes mencionaron que a cualquier persona le pueden dar si no se cuida cuando tienen relaciones sexuales. 220 -Les dan a los que les gustan los hombres… -Pos, a los que se meten con prostitutas… En cuanto a la manera de prevenirlas, la mayoría respondió de manera correcta al opinar. Usando condón… No teniendo relaciones sexuales… Discusión Después de que por mucho tiempo, en que todo lo relacionado a la salud reproductiva desde una perspectiva de género estuvo centrado en las mujeres, abordar las vivencias de los hombres, señala la importancia que el varón y la masculinidad tienen en la problemática actual como es el caso del presente trabajo. A pesar de las limitaciones del presente trabajo como son el rechazo del hombre rural a estos temas, más aún a tratarlos en público y las dificultades del idioma (mayaespañol) fue posible observar las diferentes percepciones de los varones de esta comunidad a los temas tratados así como la calidad de la información que poseen. Por ejemplo, conciben el condón como una manera de protección y de planificación familiar, pero no por eso lo perciben como el único método de planificación familiar que protege contra ambos eventos. En relación a la Planificación Familiar, aún cuando reconocen su utilidad permanece la creencia de que eso es “Cosa de mujeres” aunque ya las generaciones más jóvenes de varones empiezan a tener la visión de que debe de ser una responsabilidad compartida por la pareja. La vasectomía, como método que se relaciona con los órganos sexuales no es algo que estos hombres consideran, lo que interpretamos “Como un temor a la pérdida de la hombría si te tocan ahí abajo” situación que al parecer muestra en parte, como han interiorizado estos hombres la construcción de la masculinidad a lo largo de su vida. Situación similar ocurrió con el uso del condón, ya que si bien fue el método más usado por los varones, no lo fue como método de planificación familiar sino que su uso estaba más en función de protegerse cuando tenían relaciones fuera de la pareja. La responsabilidad del espaciamiento de los hijos, de acuerdo a lo expresado por la mayoría de los hombres se sigue descansando en la mujer ya que finalmente es ella “La que se embaraza”. El uso del condón quedó restringido a si las esposas no podían usar otro método, remarcando que ellos lo usan cuando tienen relaciones fuera de casa. Solo los más jóvenes opinaron que esa debe ser una decisión compartida por la pareja, lo que podría estar sugiriendo una tendencia al cambio en las nuevas generaciones de varones en esta comunidad. 221 Los motivos de los hombres para no acercarse al centro de salud a pedir métodos fue la “Vergüenza” y pena de que la gente piense que es porque tendrá relaciones con prostitutas, situación contradictoria cuando muchos de ellos expresaron que usan el condón cuando tienen relaciones con otras mujeres o fuera de casa. Sin embargo y nuevamente fueron los más jóvenes los que opinaron esto, es que no se acercan por “Machismo” ya que los servicios de planificación familiar por tradición y costumbre se han dirigido en su mayoría a las mujeres. Con respecto a las infecciones de transmisión sexual la mayoría de los hombres entrevistados independientemente de la edad, perciben de manera clara lo que es una infección de transmisión sexual (ITS), sus formas de transmisión, aunque cabe señalar que la influencia del tema del Sida en la información que poseen se generaliza a las demás ITS. De manera general, a excepción de los más jóvenes, la mayoría de hombres de este grupo mencionó a grupos específicos como de riesgo para las ITS (homosexuales, trabajadoras sexuales) como aquellos que pueden contraerlas, situación a considerar en las campañas de prevención del Sida centrándose en las prácticas de riesgo y no en grupos de riesgo como ocurrió en el inicio de la epidemia. Fue posible observar cambios en las opiniones de este grupo de varones, resaltando que los más jóvenes poseen más información en cantidad y calidad lo que se traduce en una diversidad de creencias de acuerdo con esta información. Sin duda, no todos los hombres tienen las mismas creencias y en consecuencia pueden presentar actitudes y comportamientos diferentes, por ello, el tema de las masculinidades y la construcción social del “Ser hombre” es un tema que no puede seguir soslayándose ni por los hombres ni por los programas de salud reproductiva. Esto cobra vigencia con el resultado de las pruebas que indican que la participación de los hombres aumentaría si éstos tuviesen más oportunidades de hacerlo (Korran, 1997; Barnet, 1999). Conclusiones En este grupo de varones, el conocimiento sobre salud reproductiva y lo que éste involucra, es muy limitado, lo que consideramos se debe a que el embarazo y la anticoncepción “Es cosa de mujeres” como ellos señalaron, matizado por el hecho de que los programas de planificación familiar y salud reproductiva tradicionalmente han sido dirigidos a las mujeres. El concepto de Planificación familiar aunque resultó un poco más claro para ellos, el intervalo ínter genésico de sus hijos es corto. Ninguno se practicaría la vasectomía, por miedo. La información sobre las ITS está íntimamente relacionada al Sida y generalizan la información sobre esta última a todas las demás ITS. La edad es un elemento que matiza las creencias de los hombres, ya que por un 222 lado encontramos que a mayor edad menor importancia otorgada a la planificación familiar. Por otra parte, en cuanto a las ITS, persiste la creencia de que éstas solo se presentan en grupos específicos de la población como son los hombres homosexuales y las trabajadoras sexuales, esto es, se sigue pensando en grupos y no en prácticas de riesgo. Los hombres de esta comunidad no solicitan condones en el Centro de salud de su comunidad por vergüenza de que se piense que es para usar con “Prostitutas”, aunque en el discurso eso fue lo expresado por ellos, al decir que usan el condón solo en relaciones extra-pareja. La comprensión de las necesidades y opiniones de los hombres es necesaria para los programas de salud reproductiva para después diseñar mensajes dirigidos a los hombres. Finalmente, es necesario considerar que aunque se trate de situaciones de salud, el hombre es un ente biospicosocial que recibe influencia de la cultura en la que vive así como de sus raíces incluyendo la vivencia de la salud sexual, la sexualidad y la masculinidad. 223 Referencias bibliográficas Álvarez Gayou J. (2003) Cómo hacer investigación cualitativa: fundamentos y metodología. Edit. Paidós. México. Amuchástegui A., Sasz I. (2002) “El pensamiento sobre masculinidades y la diversidad de experiencias de ser hombre en México”. 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Revisado Mayo 2008. Disponible en: http://www.reproline.jhu.edu/spanish/6read/6issues/network/v21-4/ns2142.html 224 Khorram S. y Wells E., (1997) Involucrando a los hombres en salud reproductiva. Out Look.Program for Appropriate Technology in Health. 14:1-8. Ndong I., Finger W., (1998) Responsabilidad respecto a la salud de la reproducción. Network en español. Revisado en Enero de 2005. Disponible en: http://www.FHI.org/sp/RH/Pubs/Network/v18_3/NW183ch1.htm Núñez-Noriega G,; Ramírez-Rodríguez J,; Monsiváis C. (2004) Los “hombres” y el conocimiento. Desacatos. México. Parrini R. (1998) Apuntes acerca de los estudios de masculinidad. De la hegemonía a la pluralidad. Red de Masculinidad. Revisado Abril 2008. Disponible en: http://www.eurosur.org/FLACSO/ apuntes.masc.htm Parrini R. (2002) “Un espejo invertido. Los usos del poder en los estudios de masculinidad: ente la dominación y la hegemonía”. En: Sucede que me canso de ser hombre. 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Se entrevistaron a todos los hombres de 15 a 65 años de edad con vida sexual activa, residentes de la comisaría de Mucel, Chemax, Yucatán; participando 105 de 116 hombres.Se aplicó un instrumento de recolección de información y una guía de entrevista semiestructurada con 44 preguntas, previamente validada, lo cual permitió obtener información detallada, mediante la combinación de recursos metodológicos cuantitativos y cualitativos, sobre la participación masculina y los factores que influyen en su toma de decisiones en planificación familiar. Los resultados obtenidos muestran que existe un modelo hegemónico de masculinidad que describe al hombre como fuerte y duro, controlado y poco expresivo de sus sentimientos, exitoso proveedor de la familia, racional y capaz. Este concepto incluye creencias de superioridad ante las mujeres y otros hombres considerados como inferiores. Este modelo motiva al hombre a sentirse con derecho a tener el poder, y cualquier amenaza o situación que lo lleve a perder este poder que le pertenece, lo hará luchar por no cambiar su estatus. De esta manera 227 continúa siendo el que toma las decisiones en el ámbito de la planificación familiar, sin tomar en cuenta las expectativas de su pareja. Antecedentes Tener los hijos: derecho, decisión o política La planificación familiar (PF) es el conjunto de acciones que una persona lleva a cabo para determinar el tamaño y la estructura de su familia, el conjunto de decisiones que toma y las prácticas que realiza en torno a su reproducción; contribuye a salvar vidas de mujeres y niños y mejora la calidad de vida de todos. Esta práctica es un derecho humano fundamental (Naciones Unidas, 1983); en México, de acuerdo con el artículo cuarto constitucional, es el derecho que toda persona tiene a decidir, de manera libre, responsable e informada el número y espaciamiento de sus hijos. Los programas tradicionales de planificación familiar se han concentrado casi exclusivamente en las mujeres, frecuentemente dejando a los hombres de lado por los estereotipos negativos sobre las actitudes y conductas masculinas respecto al embarazo y a la crianza de los hijos. Diversos estudios han demostrado que no sólo la mujer, para quien están dirigidos los objetivos de las campañas de planificación familiar, es quien decide, y uno de los principales factores para el rechazo de los métodos anticonceptivos es la oposición de la pareja masculina; observándose mayor prevalencia de esta situación en el ámbito rural. Aunque la mayoría de los hombres aprueban los métodos anticonceptivos y se manifiestan a favor, sólo una minoría los utiliza y algunos los rechazan por diversos motivos. Una razón de la evidente divergencia entre las actitudes de los hombres y el comportamiento de éstos, es que, aún se desconoce cómo perciben la planificación familiar y qué elementos consideran en la toma de decisiones en planificación familiar. Como se puede advertir, es necesario conocer estos aspectos para ajustar programas e impulsar esfuerzos de educación sexual, brindar servicios adecuados en materia de salud sexual y fomentar una verdadera cultura de la equidad entre hombres y mujeres; lo cual contribuirá a una vida sexual, reproductiva y pos-reproductiva satisfactoria, saludable y sin riesgos. Para lograr buenos resultados, los programas de salud deben reconocer la necesidad de considerar y combatir los papeles y relaciones de género que obstaculizan sus objetivos de promover la salud, factores como la forma de relacionarse, la imagen que la persona tiene de sí, y cuestiones de poder, subordinación, comunicación y control en la toma de decisiones. En el estado de Yucatán existen opiniones documentadas en estudios realizados acerca de por qué las mujeres no recurren a los servi228 cios de planificación familiar, y se afirma entre ellas, que por oposición de la pareja, siendo ésta la principal causa de rechazo, por desconocimiento de los métodos anticonceptivos, por temor a que les enfermen o simplemente porque no les gustan. Como se puede ver en los estudios, el género ejerce una poderosa influencia en la adopción de decisiones y el comportamiento relacionado con la reproducción. El propósito del estudio es describir como acontece la participación masculina en la planificación familiar en una localidad rural del estado de Yucatán donde existe mayor influencia de tradicionalidad. Material y métodos Se realizó un estudio socio-médico tanto cuantitativo como cualitativo. El grupo de hombres en edad reproductiva se encontraba en 116 hombres (15 a 65 años de edad con vida sexual activa), los hombres residían en la comisaría de Mucel, Chemax, Yucatán. Los que colaboraron finalmente fueron 105 hombres, que aceptaron participar en el estudio. En la realización del estudio se desarrolló un instrumento de recolección de información, y una guía de entrevista semiestructurada con 44 preguntas, previa selección de los sujetos de investigación, mediante la identificación de los varones que se ubicaban en el rango de edad, a través del Censo Nominal de la población que se solicitó al centro de salud. Una vez identificados los sujetos, se acudió a los domicilios, para aplicar los criterios de inclusión y en caso de cumplirlos se les solicitó su participación voluntaria en el estudio aplicando el consentimiento informado. Asimismo, se concertó una cita para la entrevista. En caso de mostrar renuencia o negativa se anotó en el diario de campo para señalar los argumentos y las observaciones de la primera entrevista. Se elaboró un calendario de citas programadas y se procedió a realizarlas. Si las circunstancias para la realización de la entrevista no fueron las adecuadas, se reprogramó y se llevó a cabo una segunda entrevista. Posteriormente se capturaron los datos en el programa SPSS Versión 14 y MAXQDA 2, previa codificación de las respuestas por análisis de textos y conformando categorías. Se realizó la integración y análisis de la información con base a las variables en estudio. I. Aspectos sociodemográficos La muestra definitiva fue de 105 varones, que representan el 90.5% del total de hombres con vida sexual activa de la comunidad. Se distribuyó en 3 grupos etarios, de 15 a 30 años, de 31 a 45 años y de 46 a 65 años, cada uno constituido por 37, 48 y 20 personas respectivamente. La edad media de los entrevistados fue de 36 años, siendo la edad mí229 nima de 18 años y la edad máxima de 65 años, todos ellos casados. Su escolaridad predominante fue de primaria incompleta con el 43%. Un 80% eran campesinos, y el 20% se dedicaban a otras actividades; en cuanto a la actividad económica que realizan, el 95 % es local y el 5% es foráneo. Por lo que respecta a las parejas, su edad media es de 34 años, siendo la edad mínima de 17 años y la edad máxima de 63 años. La media del tiempo de relación de pareja es de 14 años, con un mínimo de 1 año de relación y un máximo de 47 años. Según el tipo de familia, el 54% son de tipo nuclear, el 33% son de tipo compuesta y el 13% son extensas. De acuerdo a la religión, el 71% son católicos, 26% profesan otra religión distinta a la católica y 4% no profesaban alguna religión. Se registró que la edad media de inicio de vida sexual activa fue a los 20 años (±2.7), la edad mínima 15 años y la máxima 33 años. Se observaron también frecuencias importantes entre los 18 y 22 años. En cuanto al número de hijos la media es de 5 hijos, con un mínimo de 0 hijos por pareja y un máximo de 14 hijos por pareja, observándose frecuencias importantes entre los 2 (11%), 3 (19%) y 7 (14%) hijos por pareja. II. La masculinidad y la reproducción En cuanto a los resultados más importantes obtenidos acerca de las formas de entender y ejercer la masculinidad según lo que los entrevistados expresaron sobre el significado de “Ser hombre”, se observa que “Responsabilidad y proveedor” son términos recurrentes al hablar de la hombría y paternidad. La responsabilidad se relaciona con el trabajo, que es uno de los objetivos de la vida de un hombre, una manera adecuada de ser hombre y padre. Este significado es compartido por los hombres entrevistados independientemente de su edad. Debe darse a respetar entre los demás hombres mostrándoles que es responsable, sabe trabajar, debe saber cuidar a su mujer y a sus hijos Otro rasgo representativo de su masculinidad Los hombres son los que dicen lo que sus esposas deben hacer, cómo comportarse, dónde vivir, deciden si los hijos van a la escuela o no, deciden cuántos hijos tener y si van a ser atendidas por parteras o médicos, deciden cuándo tener relaciones con su mujer La edad a la que un hombre puede formar una familia está determinada por la obtención de la responsabilidad suficiente para formar 230 una familia, lo cual se manifiesta con la capacidad de trabajar y tomar decisiones, esto según el 51% de los entrevistados, sucede alrededor de los 20 años. No se observó diferencia según grupo de edad. Así lo refieren algunos de los entrevistados: 20 años, porque ya es fuerte y maduro para poder mantener un trabajo y sacar adelante a su familia…Ya paso su tiempo de muchacho, de andar en los bailes, ya vienen más responsabilidades Al preguntarles sobre la edad a la que creen que una mujer puede embarazarse, refieren que ésta se encuentra determinada por el inicio de la menstruación. Desde los 14 años, porque ya regla y eso significa que si tiene relaciones ya se puede embarazar, aunque está chica para tener hijos, porque su sangre no está madura y su hijo nace enfermizo y ella luego se enferma seguido por debilidad del parto. Así mismo refirieron que la edad ideal para que una mujer se embarace es cuando su cuerpo ya ha madurado completamente y ella ya ha adquirido los conocimientos necesarios para cuidar de una familia, mencionando 18 años como edad media, con una mínima de 15 y una máxima de 25 años. Algunas respuestas fueron: 18 años, ya tiene la madurez suficiente para entender todas las obligaciones que tiene como madre y esposa y además te evitas problemas con los padres porque ya es mayor de edad y toma sus propias decisiones. En cuanto al final de la etapa reproductiva de los hombres, los tres grupos de edad coincidieron en que ésta es a los 50 años, con 49%, 42% y 45% de los entrevistados respectivamente. Mencionando 38 y 65 años como edades mínima y máxima respectivamente. El principal motivo que identifican es el cese de las relaciones sexuales con su pareja por cansancio ocasionado por los trabajos del campo lo que dificulta las erecciones, así como por cambios en su proyecto de vida. Un hombre puede tener hijos hasta los 50 años, después ya está viejo y no tiene la misma fuerza para tener relaciones con su mujer (ya no se le para), se dedica más al campo. 231 Con respecto a las mujeres, el final de la etapa reproductiva se relaciona con la desaparición de la menstruación que identifican como desgaste del cuerpo, lo cual sucede según el 50% y el 30% del primer y tercer grupo de edad, a los 45 años, en tanto el 32% del segundo grupo menciono que a los 50 años. Siendo 35 años la edad mínima mencionada y 70 años la máxima. Hasta los 45, después su matriz se seca, ya no le llega sangre y ya no se puede embarazar porque los bebes no pueden crecer o salen deformes o retrasados III.El proceso de la toma de decisiones sobre planificación familiar En lo referente a la toma de decisiones, el 82% refiere que el hombre es el responsable de la toma de las decisiones en la familia, otro rasgo representativo de su masculinidad. Los entrevistados lo mencionaron de la siguiente manera: Hombre de 20 años: Los hombres son los que dicen lo que sus esposas deben hacer, cómo comportarse, dónde vivir, deciden si los hijos van a la escuela o no, deciden cuántos hijos tener y si van a ser atendidas por parteras o médicos, deciden cuándo tener relaciones con su mujer. Al cuestionar sobre la persona que toma la decisión final al momento de aceptar o rechazar el uso de un método anticonceptivo, 48% dijeron que el hombre, 46% mencionaron que ambos, 3% refirieron que la mujer y 3% dijo no saber. Observándose diferencias según el rango de edad. De los que utilizan un método femenino, 49% lo decidió el hombre, 3% la mujer y 17% ambos, en cuanto a los que utilizan uno masculino, 60% lo decidió el hombre, 4% la mujer y 36% ambos. Respecto a si se platica de planificación familiar con la pareja, el 67% (70 personas) lo hace, observándose esta conducta. Al preguntarles si entre hombres se platica de planificación familiar, el 71% respondió que sí y el 29% que no. En general platican de las ventajas y desventajas de usar métodos de planificación y sobre los riesgos que corren las mujeres por usarlos. Los motivos de los que no platican, en general es por considerarlo tema exclusivo de las mujeres, por ser temas privados y por miedo a ser juzgados. 232 V. Las actitudes masculinas ante la planificación familiar Respecto a la opinión que tienen sobre la planificación familiar el 73% (77) la acepta, aún cuando no la emplee, el 21% (22) la rechaza y el 6% (6) son indiferentes. El mayor porcentaje de aceptación se observó en el grupo de 31 a 45 años con un 90% y el mayor porcentaje de rechazo en el grupo de 15 a 30 años con un 32%. Al preguntarles sobre la opinión que sus esposas tienen sobre la planificación familiar, el 57% (60) mencionan que la acepta, el 15% (16) que la rechaza, el 3% (3) que es indiferente y el 25% (26) que no saben. En cuanto al tipo de actitud que predominó en la población estudiada, según la presencia de los componentes de cada tipo, como son la presencia de conocimientos, la utilización de métodos anticonceptivos y la asistencia a consultas de planificación familiar, se observó que sólo un 30% presenta una actitud activa ante la planificación familiar en tanto un 70% presenta una actitud pasiva. Respecto a la utilización de algún método de planificación, 61% (64 personas) dijeron estar utilizando actualmente algún método, de éstos, el 61% son de uso femenino y el 39% de uso masculino. Los métodos más usados fueron los inyectables con 45% (29 personas) y los menos utilizados fueron el condón y los hormonales orales con un 3% (2 personas) respectivamente. No se registraron usuarios de DIU, parches y vasectomía. Si bien la abstinencia periódica y el coito interrumpido son utilizados por un 36%, lo hacen sin considerarlo como método anticonceptivo, ya que solo el 10% lo identifican como tal y el resto lo refiere como “Cuidar a la esposa”. Hombre de 35 años: Las pastillas, las inyecciones y el condón son malos… por eso no uso planificación familiar, mejor yo cuido a mi esposa de manera natural, no tengo relaciones con ella hasta una semana después que termine su sangrado, ya que esté bien limpia, para que no se vaya a enfermar si utiliza drogas. El rango de 31 a 45 años es el que presenta mayor uso de algún método anticonceptivo con un 75% (36 personas), seguido del grupo de 15 a 30 años con un 62% (23 personas) y el que menor porcentaje de uso registra es el de 46 a 65 años con 25% (5 personas). Del total de entrevistados ninguno tiene completo conocimiento sobre lo que significa la planificación familiar, aunque la mayoría sabe que tiene relación con el número de hijos y como principal concepto manejan que planificar es utilizar un método anticonceptivo (45%). El 5% (2 personas) y el 15% (3 personas) del primer y tercer grupo etario respectivamente niegan 233 saber acerca de planificación familiar, así lo menciona un joven de 22 años, “No sé, no me interesa” y un señor de 49 años “No lo he escuchado”. En cuanto al conocimiento de los métodos de planificación familiar el 94% dijo conocer algún método, en tanto el 6% dijo no conocerlos, todos ellos de religión católica y campesinos de la localidad; el mayor porcentaje de desconocimiento (67%) se mostró en el grupo de 46 a 65 años. En relación con la escolaridad del 6% que no contaban con el conocimiento, 67% son analfabetas y 33% cuentan con primaria incompleta. La principal fuente de donde han obtenido la información acerca de los métodos de planificación familiar ha sido el centro de salud de la comunidad, referido por un 42%, seguido por los amigos con un 33%, 6% refirió que nadie les ha proporcionado esta información. En relación a la asistencia a la consulta de planificación familiar, 30% (32 personas) ha asistido cuando menos una vez y 70% nunca lo ha hecho. Observándose la misma proporción por rango de edad. Las principales razones por las que asisten son para pedir información sobre el método que va a usar su mujer, porque les causó molestias a su mujer y porque las esposas no hablan español; los motivos por los que no asisten dependen de cada rango de edad, refiriendo en el primer grupo como principal motivo que es algo que le corresponde a la mujer, ya que los hombres tienen otras ocupaciones, en el segundo grupo es porque no desean utilizar métodos porque quieren tener más hijos y en el tercer grupo refirieron que es algo que no les interesa. De los que asisten a la consulta (32 personas), el 81% refiere que su esposa utiliza algún método y 2% que ellos usan algún método. Entre los que no asisten solo 18% refiere que su esposa utiliza algún método y 31% utiliza un método masculino. Se cuestionó a los 105 pacientes sobre lo que consideran que debería contener un programa de planificación para varones, 59% dijo que se deben dar pláticas en las que se explique lo que es la planificación familiar y sus ventajas y se informe de cada uno de los métodos anticonceptivos, incluyendo a los naturales, su uso, sus ventajas y desventajas, 10% expresó que esos temas se tratan con las mujeres y que las pláticas deben de estar dirigidas a ellas, 12% dijo que nada y que no se debe presionar a los hombres para que asistan al centro de salud y 19% dijo no saber. III. La anticoncepción Del total de entrevistados ninguno tiene completo conocimiento sobre lo que significa la planificación familiar, aunque la mayoría sabe que tiene relación con el número de hijos y como principal concepto manejan que planificar es utilizar un método anticonceptivo (45%). El 234 5% (2 personas) y el 15% (3 personas) del primer y tercer grupo etario respectivamente niegan saber acerca de planificación familiar, así lo menciona un joven de 22 años, “No sé, no me interesa” y un señor de 49 años “No lo he escuchado”. De cada grupo etario el 30% (11), el 35.5% (17) y el 35% (7) respectivamente, refirieron que es tener pocos hijos, así lo mencionaron tres entrevistados, “No tener muchos hijos”, de 30, 45 y 53 años cada uno y el 30% (11), el 12.5% (6) el 5% (1) de cada grupo respectivamente tuvo un concepto más integral, mencionando número de hijos, intervalo entre ellos, toma de decisión y bienestar familiar, como se observa en los discursos de entrevistados de 19, 20, 23, 36 y 46 años: • • Es para no tener hijos pronto, esperar entre uno y otro para no tenerlos muy seguido Es tener pocos hijos para poder darles lo necesario para que crezcan sanos y fuertes Platicar con la pareja cuántos hijos tener y cuando Al preguntar sobre quien le ha explicado acerca de planificación familiar, mencionaron como la principal fuente de información al doctor, representando el 44% (46 personas) de la totalidad de la muestra y el 11% (12 personas) dijo que nadie les ha proporcionado información. Respecto a la opinión que tienen sobre la planificación familiar el 73% (77) la acepta aún cuando no la emplee, el 21% (22) la rechaza y el 6% (6) son indiferentes. Observándose el mayor porcentaje de aceptación en el grupo de 31 a 45 años con un 90% y el mayor porcentaje de rechazo en el grupo de 15 a 30 años con un 32%. Hombre de 22: Está mal, la mujer está para tener hijos, si no, no son mujeres Otro de 18 años refiere: Me conviene, porque si tengo hijos muy seguido van a salir enfermos y mi mujer también se puede enfermar No se observaron coincidencias en torno al concepto de planificación entre los grupos de edad. Al relacionar la aceptación con el grado escolar, se observó que de los que cuenta con estudios mínimos de primaria completa hasta bachiller el 93% aceptan la planificación familiar, en tanto solo el 65% de los analfabetas o con primaria incompleta lo hacen. En relación con la religión, se encontró que entre los católicos 235 el 70% la acepta, en comparación con el 88% que lo hace profesando otra religión. Al preguntarles sobre la opinión que sus esposas tienen, el 57% (60) mencionan que la acepta, el 15% (16) que la rechaza, el 3% (3) que es indiferente y el 25% (26) que no saben. Al preguntarles qué métodos conocen, como mínimo mencionaron un método (11%) y como máximo seis (2%), la mayoría (35%) mencionó 2 métodos. El método más referido fue los hormonales orales (88%) y el menos nombrado los parches (2%). De los que mencionaron conocer al menos un método (99 personas), 74% (73 personas) dijeron saber cómo se utilizan y de estos, 69% (51 personas) tuvieron un conocimiento correcto. Registrándose el mayor porcentaje de desconocimiento de uso en el grupo de 46 a 65 años con un 75%. Se observo que la abstinencia periódica es el método menos conocido ya que el 100% lo describió incorrectamente, no existiendo diferencias por edad: No me gusta que mi esposa use métodos, mejor yo la cuido. Solo tengo relaciones con ella después de 15 días de que termino su regla. La principal fuente de donde han obtenido la información acerca de los métodos de planificación familiar ha sido el centro de salud de la comunidad, referido por un 42%, seguido por los amigos con un 33%. Respecto a la utilización de algún método de planificación, 61% (64 personas) dijeron estar utilizando actualmente algún método, siendo 61% de uso femenino y 39% de uso masculino. El método más usado fueron los inyectables con 45% (29 personas) y los menos utilizados fueron el condón y los hormonales orales con un 3% (2 personas) respectivamente. No se registraron usuarios de DIU, parches y vasectomía. Si bien la abstinencia periódica y el coito interrumpido son utilizados por un 36%, lo hacen sin considerarlo como método anticonceptivo, ya que solo el 10% lo identifican como tal y el resto lo refiere como “Cuidar a la esposa”. Así lo refiriere esposo de 22 años: Cuido a mi esposa no dejando que salga mi líquido, cuando siento que va a salir, me aguanto, me despego de ella y sale fuera Los principales motivos por los que utilizan algún método anticonceptivo fueron “Porque es natural” y “Porque es seguro, no falla”, haciendo alusión a la abstinencia periódica y al coito interrumpido y a los inyectables, que son los métodos más utilizados. Al preguntarles sobre lo que una pareja debe tomar en cuenta para elegir un método de planificación, la principal respuesta fue que no dañe a la mujer, con un 41% de los entrevistados; 16% dijo no saber. Relacionando la utilización de un método con el grado escolar, se obtuvo que de los que cuenta con 236 estudios mínimos de primaria completa hasta bachiller, el 74% utiliza algún método de planificación familiar, y de este porcentaje el 57% usan un método de empleo masculino, a diferencia de los analfabetas o con primaria incompleta de quienes 50% si utilizan un método y de estos el 33% emplean un método de uso masculino. En relación con la religión, se encontró que de los católicos el 57% utiliza un método, de estos 37% son de empleo masculino y de los que profesan otra religión distinta a la católica o ninguna, 72% utiliza un método de planificación familiar, 43% de empleo masculino. Se observó mayor utilización de métodos anticonceptivos en las familias de tipo nuclear con un 53%, seguidas por las de tipo extenso con un 50% y finalmente por las de tipo compuesto con un 43%. Con respecto a la ocupación se encontró que de los campesinos el 56% utiliza los métodos de planificación familiar mientras que de los que desempeñan otra ocupación lo hacen 81%. Al interrogarles sobre qué método recomendarían utilizar, 37% refirió que los inyectables, 25% que ninguno y 10% dijo no saber. El principal motivo fue por la sencillez de su uso. En relación a la asistencia a la consulta de planificación familiar, 30% (32 personas) ha asistido cuando menos una vez y 70% nunca lo ha hecho. Observándose la misma proporción por rango de edad. Las principales razones por las que asisten son para pedir información sobre el método que va a usar su mujer, porque les causo molestias a su mujer y porque las esposas no hablan español; los motivos por los que no asisten dependen de cada rango de edad. De los que asisten a la consulta (32 personas), el 81% refiere que su esposa utiliza algún método y 2% que ellos usan algún método. Entre los que no asisten solo 18% refiere que su esposa utiliza algún método y 31% utiliza un método masculino. En cuanto a si los comentarios de otras personas influyen para su aceptación de algún método, 64% dijo que no, 30% que si y 6% no sabe. Así lo refieren señores de 24, 30, años respectivamente: Si, los mayores nos guían y ellos tienen más experiencia y dicen que debemos tener muchos hijos, que usar métodos es malo, es contra la naturaleza. Si, dicen que los que usan métodos no son hombres. Son flojos que no quieren mantener a su familia. Respecto a la plática de planificación familiar con la pareja, el 67% (70 personas) sí platica con su esposa. De los que platican con su esposa, el 54% refiere que su esposa utiliza un método y 20% que ellos lo hacen. De los que no platican con la esposa, 31% utilizan un método masculino y ninguno refiere que su esposa lo haga. Al cuestionar sobre la persona que toma la decisión final al momento de aceptar o recha237 zar el uso de un método anticonceptivo, 48% dijeron que el hombre, 46% mencionaron que ambos, 3% refirieron que la mujer y 3% dijo no saber. De los que utilizan un método femenino, 49% lo decidió el hombre, 3% la mujer y 17% ambos, en cuanto a los que utilizan uno masculino, 60% lo decidió el hombre, 4% la mujer y 36% ambos. Al preguntarles si entre hombres se platica de planificación familiar, el 71% respondió que sí. En general platican de las ventajas y desventajas de usar métodos de planificación y sobre los riesgos que corren las mujeres por usarlos. Los motivos de los que no platican en general es por considerarlo tema exclusivo de las mujeres, por ser temas privados y por miedo de ser juzgados. A continuación se ponen ejemplos de entrevistados: No, por machismo. Para los del pueblo mientras más hijos tenga tu mujer, más macho eres y si les hablas de planificación dicen que eres poco hombre No, no hablamos de esas cosas, nos dedicamos a platicar del trabajo del campo, de la milpa, de las cosechas, eso solo lo platicas con tu mujer En cuanto a su opinión de la vasectomía, 76% dijo no conocerla. Del 24% que la conocen, 38% del grupo de 15 a 30 años, 15% del grupo de 31 a 45 años y 20% del grupo de 46 a 65 años, ninguno se la realizaría. El principal argumento que expresaron es por miedo a quedar impotentes: Que cortan al hombre para que ya no pueda tener hijos, pero eso los deja impotentes, además les da mucho dolor y no pueden trabajar Al preguntarles sobre qué actividades exclusivas para varones ha organizado el centro de salud, refirieron que ninguna o no estar enterados de ello, ya que solo acuden a sus citas de oportunidades o a realizar los trabajos de limpieza. En cuanto a si la unidad de salud tiene los servicios de planificación familiar que ellos necesitan, 63% refirió que si, 5% dijo que no y 32% dijo que no sabe. Al referirnos a la resolución de dudas por el personal del centro de salud, 60% dijo que si se las resuelven, 25% que no por lo que ellos recurren a sus amigos para aclarar sus dudas y 15% dijo que no sabe ya que no acuden al centro de salud. Se cuestionó a los 105 pacientes sobre lo que consideran que debería contener un programa de planificación para varones, 59% dijo que se deben dar platicas en las que se explique lo que es la planificación familiar y sus ventajas y se informe de cada uno de los métodos anticonceptivos, incluyendo a los naturales, su uso, sus ventajas y desventajas, 10% expresó que esos temas se tratan con las mujeres y que las 238 platicas deben de estar dirigidas a ellas, 12% dijo que nada y que no se debe presionar a los hombres para que asistan al centro de salud y 19% dijo no saber. Discusión Los programas tradicionales de planificación familiar se han concentrado casi exclusivamente en las mujeres, de esta manera, no se abordaba totalmente la realidad de la forma en que se toman decisiones sobre las relaciones sexuales y la procreación, puesto que esas decisiones no las toman solamente las mujeres, sino la pareja, y en ocasiones se ven afectadas por otras personas. Recientemente hay una mayor conciencia de la necesidad de que los hombres participen activamente en los programas de salud reproductiva, como los que proporcionan servicios de planificación familiar. Lograr un estudio con hombres del medio rural, es una tarea y reto de sumo interés, dada la dificultad para acercarse a las comunidades para explorar aspectos matizados de la subjetividad implícita al indagar las motivaciones personales para aceptar o no un método anticonceptivo, que conlleva la necesidad de romper con ideas o paradigmas basados en estereotipos de género, familiares y sociales ligados a cierto tipo de construcción y ejercicio de la masculinidad. La población estudiada corresponde a una pequeña comunidad rural maya tradicional de la zona milpera del estado de Yucatán, donde se continúa con características culturales estrechamente ligadas con las de sus ancestros, que se reflejan en su modo de producción, principalmente agrícola, su organización familiar de tipo nuclear modificada, su alimentación con base a los productos del campo, su lengua maya, su vivienda, entre otros. Pertenece a una de las regiones más atrasadas del estado de Yucatán, con bajos niveles de ingresos, educación y salud. Lo que se corrobora con la baja escolaridad de los entrevistados y el elevado analfabetismo. Los resultados de la investigación nos muestran que existe una concepción dominante de la masculinidad (proveedor, responsable, fuerte, que trabaja) y la paternidad es considerada como constitutiva de la masculinidad, esto los lleva a concebirse como proveedores y en pocos casos dan a la figura paterna otras funciones, es decir, existe un modelo patriarcal “Hegemónico” de la masculinidad. Este es un modelo ideal central que ejerce sobre todos los hombres un efecto controlador, mediante la incorporación, la ritualización de las prácticas de la sociabilidad cotidiana y un discurso que excluye todo un campo emocional que se considera como femenino. La planificación familiar es uno de los pilares de la salud reproductiva y debe responder a las necesidades de cada individuo y pareja, pro239 moviendo la participación activa del varón y tomando en consideración las actitudes hacia la anticoncepción, así como la diversidad cultural de las poblaciones. Diversas investigaciones han identificado factores que influyen en la adopción de las prácticas anticonceptivas. Por lo general, los niveles de educación formal, el lugar de residencia y el nivel socioeconómico han sido factores empleados para identificar las poblaciones menos proclives al uso de métodos anticonceptivos. Hombres y mujeres con mayor escolaridad, mejor nivel ocupacional, mejor nivel socioeconómico y residentes de áreas urbanas, muestran una mayor aceptación hacia el uso de métodos anticonceptivos. En la comunidad de estudio, los mayores niveles de uso se concentran en los hombres con edades entre los 31 a 45 años, con educación primaria completa o superior, de ocupación distinta a la agrícola, con familias tipo nuclear, de religión diferente a la católica, que han asistido a la consulta de planificación familiar, en quienes no influyen los comentarios de otras personas para la toma de decisiones en este aspecto y que suelen platicar con su pareja acerca de planificación familiar. Sin embargo, la decisión sigue siendo unilateral, ya que de igual manera que como se ha documentado en diversos estudios, el hombre continúa ejerciendo influencia, tanto en la decisión de usar métodos anticonceptivos, como en la decisión sobre el número de hijos que desea tener y en qué momento. En diversos contextos, los varones se oponen a que sus esposas practiquen la planificación familiar por temor a ser sancionados socialmente, en su posición de varón y en cuanto a sus ideas religiosas y creencias erróneas sobre los efectos secundarios de los métodos anticonceptivos y por temor a la infidelidad de sus parejas. En general el significado asociado a anticoncepción es daño. De igual forma a otros estudios de quienes han analizado la relación de los estereotipos de género con las prácticas sexuales y las conductas anticonceptivas, se observa que cuando los hombres expresan expectativas y actitudes negativas hacia la planificación familiar, siguen con mayor apego los roles estereotipados de su género, que se apoyan en valores que atribuyen la responsabilidad del cuidado de los hijos y de la anticoncepción a la mujer. En cuanto a la calidad de la información sobre planificación familiar y métodos anticonceptivos y a las fuentes a las que recurren, se observó que muchos de los hombres tienen información errónea, porque sus fuentes generalmente son sus pares, varones tan desinformados como ellos, que reproducen “Saberes” y prácticas erróneas; a pesar que refieren que confían en el consejo de médicos al obtener información sobre planificación familiar. En general se perciben los servicios de planificación familiar como exclusivos de las mujeres lo que coincide con diversas investigaciones que concuerdan en que los servicios de planificación familiar no están 240 dirigidos a los hombres y que parte del rechazo o indiferencia que sienten éstos ante los servicios puede ser debido a que no perciben que están dirigidos también a ellos. Esto se puede deber a que muchos servicios de planificación familiar han sido diseñados para ofertar métodos anticonceptivos femeninos debido a la pobre asistencia de los hombres hacia esos servicios; sin embargo existe interés en la planificación familiar, siempre y cuando no se les cuestione, no se les imponga y se utilicen sus propias formas de cuidado. Conclusiones Aunque los hombres, tradicionalmente, han tenido más poder social, económico y político que las mujeres, muchos de ellos no dejan de buscar maneras para aumentar o afirmar este poder y ejercer control sobre el comportamiento de las mujeres, incluyendo su fecundidad, es decir, no hay cambio cultural en términos del deber ser y significado de masculinidad. Si bien los cambios de los conocimientos, las actitudes y el comportamiento de hombres y mujeres constituyen una condición necesaria para el logro de una colaboración armoniosa entre hombres y mujeres, no se contempla por parte de los hombres, otra forma de masculinidad que no sea la que ellos tienen planteada, en la que el hombre es el que tiene que decidir. Continúan con una actitud negativa hacia la planificación familiar y las decisiones se siguen tomando de manera unilateral. Por lo tanto, es fundamental mejorar la comunicación entre hombres y mujeres en lo que respecta a las cuestiones relativas a la sexualidad y a la salud reproductiva y la comprensión de sus responsabilidades conjuntas. Promover la participación de los hombres en programas de salud reproductiva supone cimentar en ellos nuevas formas de ser y pensar, es decir, una mentalidad equitativa y democrática en torno a lo masculino y femenino. Uno de los requisitos indispensables para que las personas puedan ejercer su derecho a decidir cuántos hijos tener y cuándo tenerlos es que conozcan los medios de regulación de la fecundidad; que dispongan de información suficiente acerca de cómo y dónde obtener los métodos anticonceptivos, de cuáles son los más convenientes de acuerdo con sus preferencias y condiciones personales, y su modo de operación para emplearlos de forma segura y efectiva. Los resultados resaltan la importancia de concebir intervenciones que se sustenten en la especificidad de la situación en que se socializan los varones de cada comunidad y que tomen seriamente en consideración su subjetividad, su manera de percibir y de sentir el mundo en que viven. 241 Referencias bibliográficas Bojórquez, G. (1999) Causas de rechazo de los métodos anticonceptivos en la población masculina de la comunidad de Opichén, Yucatán. Tesis. Médico Cirujano. Mérida, Yucatán, México. UADY. 28 p. Caamal, B. 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Esas interacciones están dadas por los servicios de salud, la atención de las parteras de la comunidad, el uso de remedios caseros y la práctica de la medicina tradicional. Los cuidados a la salud materna combinan la medicina tradicional y la medicina alopática. Conclusión: Las diferentes interacciones sociales en el municipio de Chemax en las que los hombres se encuentran involucrados determinan la forma como ellos participan en el cuidado de las mujeres durante el embarazo, parto y posparto. 245 Introducción El comportamiento social cotidiano del hombre, es pocas veces tomado en cuenta al momento de diseñar estudios en el área de la salud. El proceso salud-enfermedad-atención de las personas está influenciado por interacciones sociales cotidianas, es decir, situaciones que se desarrollan rutinariamente sin necesidad de estar consciente de ellas (Guiddens, 1995). Sin embargo, en estas interacciones sociales relacionadas con el proceso, el saber que los hombres en una comunidad tienen sobre los cuidados y prácticas hacia la salud de sus esposas cuando están embarazadas, durante el parto y en la etapa de cuarentena, es un área que ha sido poco abordada y que requiere más intervenciones. Desde hace ya varios años, algunos autores han plasmado en sus escritos la necesidad de tomar en cuenta el punto de vista de los diversos actores sociales involucrados en el proceso salud-enfermedadatención, no por un simple capricho, sino porque en los problemas médico sociales, la interacción de todos los grupos poblacionales influyen en la construcción individual del conocimiento sobre los cuidados de la salud (Menéndez, 1992). En México, el cuidado de la salud se basa en la mezcla de tres modelos: el de la medicina alópata, el de la medicina tradicional y el de la medicina casera (Zolla, 1998). El modelo de los cuidados que se practican en el hogar ha sido explorado principalmente por la antropología médica y refiere que la mujer es el centro primario de atención para el autocuidado de las familias (Menéndez, 1992). Estas pertenecen al sistema real de salud que existe en México, pero el papel que representa el varón dentro de este modelo ha sido poco estudiado. Para ubicar los resultados de esta investigación debemos explorar el cuidado de la salud que proporcionan los hombres a sus esposas embarazadas. El embarazo, aunque es una etapa fisiológica de la mujer durante su etapa reproductiva, puede llevar a riesgos tanto a la madre como al hijo. Frecuentemente, estos riesgos son poco conocidos por la mujeres y casi nulos por los esposos (Rodríguez; Andueza; Kú, 2006). Aunque en el discurso de los hombres se visibiliza la mayor influencia que ha tenido en ellos la medicina alópata, no se involucran en el acompañamiento de la mujer al momento de ir a la consulta prenatal, privilegiando todos sus esfuerzos al momento del parto, en el que participan pidiendo ayuda a la partera, comprando medicinas o trasladando a la mujer a otro servicio de atención cuando el parto se complica. De esta manera, el cuidado a la salud materna es entendido como una simple lucha contra la enfermedad y no como un concepto más amplio, en el que no solo se estimule y facilite el pensar materno (Cunneen, 1991; Ruddic, 1989), sino que involucre al varón en un ambiente sostenedor que aporte a los que están bajo su cuidado la protección para su vida y un crecimiento integral. El saber masculino es construi246 do socialmente, es decir, que todos sus conocimientos son productos sociales, construidos en el camino de la socialización, al aceptar ciertos valores y normas de conducta. Estos conocimientos son dependientes de las situaciones socioculturales en los cuales ellos ocurren y constantemente son renegociados. El argumento que respalda la perspectiva teórica de la construcción social es que los conocimientos vistos como verdad, deberían ser considerados como productos de relaciones de poder (Lupton, 1994). Parte del saber masculino en salud, sobre todo el medicalizado, es el que ha tenido más influencia en los hombres, como consecuencia del proceso de profesionalización avalado por un poder político, que en su momento fue fundamental, para desconocer otros saberes del cuidado-curación a la salud. Sin embargo, el saber femenino mezcla el saber médico, el tradicional y el casero, porque es la mujer quien desde pequeña, es enseñada por su mamá, abuelas y suegra sobre cómo cuidarse durante el embarazo y cómo cuidar a su familia, es decir, en ella recae la responsabilidad de los cuidados a la salud. El análisis de los contextos particulares asume un papel trascendental en el ordenamiento de los géneros, de las atribuciones de los mismos basados en los significados que socialmente se les asignan. Llevar la comprensión de los géneros a un terreno que supone como parte del mismo la variabilidad, es situarlos en posiciones de cambio. De hecho, los límites que se establecen entre los géneros no son nítidos, sus fronteras están en una constante negociación (Ramírez, 2006). El lugar de género en geografía rural es una forma de abordar la perspectiva de lo masculino y lo femenino. La geografía de género es la geografía que examina las formas en que los procesos socioeconómicos, políticos y ambientales crean reproducen y transforman no solo los lugares donde vivimos sino también las interacciones sociales entre los hombres y las mujeres, y a su vez, estudia cómo las relaciones de género tienen un impacto en dichos procesos y en sus manifestaciones en el espacio y en el entorno (Little et. al., 1988:2). En la medida que existen variaciones enormes en materia de subordinación y autonomía relativa de las mujeres a distintas escalas (país, región, localidad) podemos hablar de una geografía de las relaciones de género; y a la vez, también existe una multiplicidad en la creación social del género, en sus divisiones y en los significados simbólicos asociado a lo femenino y lo masculino (McDowell, 2000). Por lo tanto, género y lugar se constituyen mutuamente y, a pesar de la movilidad que caracteriza la vida cotidiana de la sociedad actual y de los patrones homogenizadores que conlleva la globalización, los lugares siguen siendo importantes. Es en ellos donde se crean distintas relaciones de género, y afectan tanto a la naturaleza de este espacio como a las ideas comunes sobre las formas aceptadas de lo masculino y lo femenino. El género como categoría de análisis fundamental en 247 geografía y en geografía rural, como lo es la clase, edad, origen cultural y otras variables con las que se constituye en mutua relación. Las interacciones y prácticas sociales (en las que se incluyen las de género) en el tiempo y en el espacio y los significados asociados a las mismas constituyen el lugar. En los últimos años, se insiste en que la geografía de género va más allá de la geografía de las mujeres (como objeto de estudio y estudiosas) y aboga por el estudio de los hombres, por la construcción social del género y del sexo, por la comparación entre roles de género asignados a hombres y a mujeres, por la consideración a los hombres como investigadores, y se insiste en que los estudios de geografía y género, incluyan también otros ejes de discriminación. En la geografía rural del género, interesa no solo estudiar a las mujeres, sino también la vida de los hombres, por ellos mismos y por su posición relativa a las mujeres en las relaciones de género. No conocemos sus expectativas y cómo experimentan los cambios en las identidades y roles de ambos géneros. Aunque no existe un concepto claro de qué es masculinidad, diferentes autores (Connel, 1997, 2003; Kimmel, 1998; Bourdieu, 2000; Ramírez Solórzano 2002; Ramírez Rodríguez, 2006) mencionan que la masculinidad es entendida a través de la feminidad en tanto que ambas existen en contraste, se define una en función de la otra. La masculinidad se construye socialmente, varía de una cultura a otra, se transforma con el tiempo, cambia en relación a otras variables y otros sitios potenciales de identidad y se transforma en el transcurso de la vida de cualquier hombre (Kimmel, 1998) según sus características de clase, etnia y edad (Ramírez, 2002) por lo que no hablamos de un tipo de masculinidad sino de masculinidades. Los nuevos análisis sobre los hombres como sujetos con género que otorgan género constituyen actualmente la antropología de la masculinidad. Gutmann (1996) se apoya en Lewis (1963) y otros para examinar el patrón histórico en el México rural por medio del cual los hombres desempeñan un papel más significativo en la crianza de los hijos varones de lo que puede ser el caso entre los proletarios urbanos. Pero concluye que para muchos hombres y mujeres de las comunidades de invasión en México, el ser un padre activo, consistente y a largo plazo, es un elemento crucial en lo que significa ser hombre y en lo que hacen los hombres. En este trabajo la masculinidad se aborda desde el enfoque de roles del hombre hacia la atención y cuidados de la mujer durante el embarazo, parto y posparto (Gutmann, 1999). El objetivo de este estudio es explorar el saber masculino en relación al cuidado de la salud de la mujer embarazada, visto como proceso social dinámico de carácter colectivo, consecuencia de las interacciones sociales. 248 Métodos Se analizó la información relacionada con la morbilidad y mortalidad materna en la comunidad de Chemax, Yucatán, México. Esta información fue proporcionada por Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y por los servicios Estatales de Salud Pública en Yucatán. Además, por estudios realizados en esa comunidad se sabe que las mujeres residentes de ese municipio tienen tres veces más riesgo de fallecer por una causa materna, comparado con las mujeres que viven en áreas urbanas (Rodríguez; Ordóñez, 2006). En el proceso de cuidado y atención a la embarazada están involucrados varios grupos de población, como son los familiares, el personal de salud, las parteras comunitarias y los mismos esposos de las mujeres. Este fue el motivo que nos llevó a explorar el papel que desempeñan los hombres de la comunidad de Chemax, en el proceso de cuidado y atención de la salud de la mujer durante el embarazo, parto y posparto. En cuanto a la metodología, las discusiones en grupo ofrecen la oportunidad para que los individuos intercambien ideas y convaliden experiencias personales. Esta interacción es uno de los objetivos metodológicos de esas discusiones, pero también puede beneficiar a los participantes a quienes se brinda la posibilidad de ser escuchados y valorados. Un componente fundamental del taller participativo fue la inclusión de un estudio cualitativo sobre el papel que desempeñan los esposos en el cuidado y ayuda de la esposa embarazada, a la hora del parto y durante la cuarentena, orientado a explorar los patrones de utilización de los servicios de salud y las razones y causas asociadas a esos patrones. La estrategia metodológica que se desarrolló fue la siguiente: restringir el estudio cualitativo a los hombres residentes de la cabecera y comisarías de Chemax, cuando éstos se reunieron para la Junta Ejidal. La información se recabó en tres ejes temáticos: 1.- Decisiones para el cuidado de la salud; 2.- Atención de la mujer embarazada; y 3.- Percepción de los servicios de salud. Con la ayuda de un traductor de lengua maya, se obtuvo la información a través de preguntas dirigidas a los asistentes en forma oral. Se preguntó si sabían qué estaba pasando con las mujeres embarazadas de Chemax, que se complican a la hora del parto o después de dar a luz. También se preguntó sobre cuáles son las causas por las cuales las mujeres se complican a la hora del parto o después de éste, cuáles son los síntomas que avisan que es una complicación y cómo se pueden prevenir. Además se preguntó cómo puede el esposo ayudar a la esposa, hija o madre en estos casos. En total fueron 40 los hombres que asistieron al taller participativo, quienes tuvieron un rango de edad entre 20 y 55 años. La información fue procesada a mano por un redactor quien además grabó las respuestas de los asistentes. Para llevar a cabo el análisis se fueron ubi249 cando las respuestas según se relacionaban con cada uno de los ejes temáticos. Resultados Los hallazgos del estudio exploran el saber masculino en relación al cuidado de la salud de la mujer embarazada de Chemax, visto como un proceso social dinámico, de carácter colectivo, consecuencia de las interacciones sociales. Asimismo, se describen algunas pautas de comportamiento de los hombres de Chemax para el cuidado de la salud de sus esposas embarazadas. El saber masculino sobre el cuidado de la salud de la mujer embarazada se refleja en los patrones de cuidado y curación que se realizan a nivel doméstico, a través de la medicina tradicional y con la utilización de los servicios de salud públicos y privados. Como producto de las interacciones sociales con diversos grupos de la comunidad, los valores y las normas sociales van influyendo en el pensar y actuar para decidir sobre lo que se debe pensar y hacer o dejar de hacer sobre los cuidados de la salud de la mujer embarazada. Estos conocimientos no necesariamente llevan a ejecutar una acción, porque no basta saber qué hacer a la hora de la complicación materna, sino que también desempeña un papel importante la decisión del esposo para que la mujer busque ayuda. Para que la mujer decida si acude o no al médico depende de la presencia del hombre, quien es al fin y al cabo el que toma la decisión final para que la acción se ejecute. Los esposos refirieron, que en ocasiones, aún cuando la mujer está enferma, ésta no sabe qué hacer o tiene miedo de salir sin el permiso de ellos. La falta de atención de la mujer embarazada por parte de los servicios de salud y la lejanía para acudir al Centro de Salud también fueron mencionados: “Sabemos que si la mujer está enferma debe ir al doctor, pero a veces no hay el servicio”, “A veces vivimos muy lejos de la clínica y por eso no vamos al doctor”, “Como estamos jóvenes a veces no sabemos lo que le pasa a la mujer y nos gustaría que alguien nos diga para que sepamos qué hacer para ir al doctor”. “A veces la mujer aunque sienta dolor o esté enferma no va al doctor, porque no está el marido, o porque en la casa les dan algo para que se sientan mejor, sobre todo si la clínica está muy lejos del lugar donde ellas viven”. La información que se les da a los hombres de Chemax sobre el cuidado de la mujer embarazada es muy limitada. En el Programa Oportunidades, las pláticas informativas son para las mujeres pero no para los hombres. Esta siempre ha sido una limitante para que la información sobre los cuidados maternos llegue también al varón. La mayoría de los hombres de ese municipio trabajan en Quintana Roo, estado fronterizo donde permanecen toda la semana trabajando como albañiles, plomeros o deshierbadores. El fin de semana retornan a sus 250 domicilios y gran parte de su ganancia que es en sí escasa, la destinan al consumo de alcohol. El domingo lo dedican a asistir a la iglesia, a realizar trabajos en la comunidad o a visitar a familiares. Esta es la rutina como transcurre la vida de los hombres y sus familias en Chemax. Con la influencia del paradigma médico dominante, la figura del médico especialista (ginecobstetra) es tomada muy en cuenta y como necesaria su presencia por los hombres de Chemax, quienes no confían mucho en las parteras y demandan que es necesario el especialista para que atienda a la mujer embarazada y a la hora del parto: A veces no hay un médico especialista para tratar a la mujer embarazada, y si la llevan pues no saben qué hacer (personal de salud no especializado) y la mandan a Valladolid Queremos que exista un médico especialista, porque había antes pero con el cambio de autoridades todo esto se acabó Sería bueno contar con el médico especialista Si es necesario vamos a recolectar hasta mil firmas para que haya especialista en la clínica y nos pueda ayudar en caso de emergencia El Centro de Salud de Chemax no cuenta con ginecobstetra y está normado que las consultas de las embarazadas las proporcionen los médicos generales. Cuando alguna mujer presenta un embarazo de alto riesgo es canalizada al especialista del Hospital de Valladolid para su control del embarazo. Cuando llega la hora del parto, las mujeres solicitan ayuda a las parteras, pero si el parto se complica, las parteras llevan a la mujer al Centro de Salud, donde también las derivan al hospital de Valladolid. El esposo desempeña un papel importante durante esta etapa, porque es él quien lleva a la mujer a la partera o al médico, o es el que va a buscar a la partera para que acuda a su domicilio para que atienda el parto. En este momento, el factor económico es una limitante muy importante en la atención oportuna de la mujer: Si no tengo dinero no voy a Valladolid, sobre todo si no hay cómo llevarla, a veces no hay quien nos ayude a llevarla, por eso no vamos al doctor. Sobre el trato que reciben los hombres de Chemax cuando llevan a sus esposas a consultar es percibido en relación a que no les cuesta la consulta y por eso los tratan mal: 251 A veces no nos tratan bien cuando vamos a la clínica porque no nos cobran, por eso algunos preferimos ir con el doctor particular aunque nos cobren Lo que los hombres de Chemax saben sobre el cuidado de la mujer embarazada es el resultado de interacciones sociales con otros hombres y desconocen cuáles son los signos que indican una complicación. La información que se da en el plano familiar, sobre los cuidados de la mujer embarazada no llega al varón, sino que las madres, suegras, abuelas, tías o hermanas, son las encargadas de transmitir los conocimientos a la mujer embarazada, pero no al esposo. Si la mujer se queja de algún mal, entonces el esposo puede solicitar ayuda al hierbatero o al médico, pero aquí empieza a jugar un papel importante el recurso económico disponible, si es que lo hay, para pagar estos servicios; por eso en muchas ocasiones los paliativos son caseros. Lo que muestra los resultados hasta aquí descritos es que en los hombres de Chemax, persisten prácticas tradicionales de conducta, muchos de ellos no dejan que sus esposas decidan ir al médico cuando se sienten mal, privilegian la figura del especialista a la hora de la atención del parto y desconocen los signos de alarma para las complicaciones maternas. Discusión La interacción social en la vida cotidiana de los hombres para cuidar la salud de las mujeres embarazadas se encuentra limitada, porque solo comparte su realidad con otros hombres con los que generalmente conviven durante el trabajo y otras actividades extra domésticas. En la vida cotidiana, se acumula el conocimiento que de generación en generación es transmitido al individuo y por lo cual se forma un acopio social del conocimiento (Berger, 1996). Como a la mujer se le ha dado la responsabilidad de mantener y preservar la salud familiar, el hombre se ha desligado de saber y averiguar de qué manera puede ayudar en los cuidados de la mujer embarazada. La forma como los hombres construyen el qué y cómo cuidar la salud de su esposa embarazada, resulta de la interacción social que la mujer realiza con los servicios de salud, a través de la consulta prenatal, a la que pocas veces asiste acompañada del esposo; ellas son las que trasmiten los conocimientos al esposo; además, por la influencia de los medios masivos de comunicación, en especial la televisión, uso de la farmacia, por sus contactos con médicos tradicionales, por otros hombres de la comunidad y finalmente por su propia experiencia. Los patrones de conducta de los hombres de Chemax para el cuidado de la salud de su esposa embarazada son actos individuales reflejo 252 de una colectividad dada principalmente por las instituciones de salud pública y privada, que representan el paradigma dominante, y por los cuidados a nivel doméstico que representan el paradigma dominado. Al interaccionar con estos grupos, aprenden normas culturales, valores, códigos para construir así su propio sistema de representaciones e imágenes de lo social que constituirán el componente básico de su identidad social y uno de los determinantes fundamentales de sus pautas de comportamiento. El hombre desempeña un papel primordial en los logros de una maternidad segura. En la mayoría de los casos, la decisión de quién atiende a la embarazada en la consulta y al momento del parto está a cargo del esposo. También es él quien tiene la responsabilidad de proveer el recurso económico para su atención. Estas son dos principales razones por la que los programas diseñados para procurar una maternidad segura deben incluir estrategias que involucren al hombre activamente en el cuidado de la salud de la mujer embarazada. En la práctica doméstica obstétrica rural, la responsabilidad de la reproducción ha sido siempre responsabilidad de la mujer, lo que evidencia una desigualdad entre el papel de hombres y mujeres en una misma ocupación (Bessa, 1999). En la actualidad, gran parte de la identidad social de los hombres en el cuidado de la salud de las mujeres es la medicalización de la misma, resultado de una relación de poder de un paradigma de atención dominante frente a un paradigma dominado. Resulta también, en esta vertiente de poder, que lo que aprende de los demás hombres y de su propia experiencia es privilegiado a favor del paradigma dominante, que en general, es conocimiento masculino; en este sentido los hombres pueden comportarse como sujetos activos y no como sujetos pasivos en el universo del cuidado de la salud de la mujer embarazada, en el cual deberían compartir la centralidad con las mujeres. La automedicación es una práctica común entre la gente de Chemax. Los estudios sobre automedicación demuestran que entre la población que consume algún tipo de medicamento el 53% de los consumidores lo hizo mediante automedicación (Angeles, Medina y Medina, 1992). Los que han fomentado estas prácticas son por un lado, el mismo sistema de salud, por los altos costos de los medicamentos que hace inaccesible adquirirlos por las familias de escasos recursos; y por otro lado, a través de los mensajes por televisión de medicamentos que otrora solo se adquirían bajo receta médica. Sin embargo, los cuidados a la salud en los hogares, viene a solventar la demanda de atención de los servicios de salud, porque sin ellos no se darían abasto los que atienden estas demandas en las instituciones. 253 Conclusiones Las diferentes interacciones sociales en el municipio de Chemax en las que los hombres se encuentran inmersos determinan la forma como ellos participan en el cuidado de las mujeres durante el embarazo, parto y posparto. Involucrar al varón en la responsabilidad de los cuidados de la mujer embarazada es fundamental, pues sus cuidados forman parte del proceso de atención integral que debe tener la embarazada para conservar y preservar su vida y la del futuro ser. Los estudios sobre las interacciones sociales que construyen el saber masculino sobre los cuidados de la salud de la mujer embarazada son primordiales. 254 Referencias bibliográficas Angeles P, Medina ML, Medina J.F. (1992) Automedicación en población urbana de Cuernavaca, Morelos. Salud Pública Mex; 34:554-61. Bessa, L.F. (1999) Working conditions of tradicional Barth attendants: some characteristics of rural home situations. Rev Esc Enferm USP.; 33:250-4 Berger, P. y Luckmann T. (1996) La construcción social de la realidad. México: Herder. Bourdieu, P. (2000) La dominación masculina. Editorial Anagrama. Barcelona, España. pp. 189. Connel, R.W. (1997) La organización social de la masculinidad. Ediciones de las mujeres, No. 24. 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Introducción La nueva brecha de estudios acerca de las masculinidades crea la posibilidad de hacer proliferar identidades con respecto a la perspectiva de género, por consiguiente, pareciera haber una necesidad de orden para la avalancha de configuraciones que nos presentan. Entonces, lograr este ordenamiento implica uno de dos procesos, ya sea por la vía de entender a éstas -las identidades- mediante complejos mecanismos de inclusión/ exclusión o, como habitualmente sucede, optar por un “Aparente” polimorfismo en su constitución. Sin embargo, la situación se vuelve más compleja cuando el estudio o identificación de éstas configuraciones intenta ser vertida sobre el género a manera de correspondencia con cierta genitalidad, pues esto no es más que la resulta de un sistema opresor que funciona derivado 257 de ciertos procesos, incluidos hasta en el lenguaje. Este sistema opresor ha sido, la mayor de las veces, expresado y/o entendido como un aparato monopolizador, un poder aparente y no situado aún, pero registrado como masculino –o perteneciente a éste rubro; será entonces óptimo ponerlo en perspectiva, es decir, tratar de entender ¿Por qué lo masculino se nos ha presentado hasta el momento como una identidad desbaratadora de las “Otredades”?, ¿En qué consiste la identificación de los individuos para con ésta identidad? y, finalmente, habrá que repensarse ¿Qué es y qué conforma lo masculino? Connell afirmará al respecto que, las masculinidades son la nueva vertiente en los estudios con perspectiva de género, que éstas son “Colectivas además de individuales. A menudo están divididas y son contradictorias; además cambian con el transcurso del tiempo” (Connell, 2003:7). Lo que pone de manifiesto como una identidad subjetiva se vincula al lenguaje de acuerdo a su capacidad de mutar; entonces, antes de desarrollar una discusión acerca del concepto de masculinidades, será conveniente hacer hincapié en la importancia del lenguaje en la acepción de estas configuraciones de género. 1. El lenguaje y su capacidad (re)productora de identidades El lenguaje ha sido entendido como la expresión de la necesidad humana de/ para transmitir información; por consiguiente se vuelve un agente necesario para visualizar las distribuciones que los estudios con perspectiva de género hacen en su interior, pues por este medio pudiéramos “Abrir” posibilidades de lectura. Comenzar a entender al género como un consumo cultural mediante el cual se exacerban ciertas necesidades tales como, identificaciones y entendimientos de sus performativos24, es decir, de esas prácticas realizativas y reiterativas mediante las cuales de manera constante, nos encontramos identificando/ incluyendo/ haciendo inteligible, ciertas características de lo considerado femenino y masculino; y en otras ocasiones, rompiendo con una linealidad al no insertarnos en éstas polarizaciones por medio de frases peyorativas o términos despectivos re-significados que desvinculan al sujeto de estos binarismos y lo autoproclaman. Es decir que: Las conflictivas formas del conocimiento sobre el género traicionan la presencia de diferentes prácticas relacionadas con el mismo. Para comprender 24 Al respecto de los performativos de género puede verse en Butler (2001) y Lamas (2002). Otras categorías que se han utilizado con respecto a este eje simbólico que hace del cuerpo ocasión y objeto, son las que cifra Moreno (2004). 258 tanto las explicaciones cotidianas, como las científicas de la masculinidad no podemos mantenernos en el nivel de las meras ideas, sino que debemos prestar atención a sus bases prácticas. (Connell, 2003: 18- 19) Y una de esas “Bases prácticas” podría ser la de la capacidad del lenguaje para producir un sentido, es decir, retomar a éste –el lenguaje- como un ejercicio capaz de generar una posibilidad de expresión de universos tanto particulares, como sociales. Esto hace converger al lenguaje como: “Aquella práctica social [que] tiene significados que surgen del código que usan, por lo cual, todo en nuestra vida social tiene potencial para identificar” (Rosado y Ortega, 2004: 22). Esto será alusivo al término del cual se esté tratando ya que, no es lo mismo hablar de masculinidad –que podría hacernos caer en un vórtice reificatorio de diversa índole: heterosexista, androcéntrico, misógino, homofóbico, y machista-, que hablar de masculinidades, derivadas éstas de una “Noción” o ideal adecuado en ciertos espacios. Entonces –parafraseando a Gayle Rubin- lo importante es desarrollar conceptos para describir adecuadamente la organización social de la sexualidad y la reproducción de convenciones de sexo y género (Rubin, 1986: 105). La urgencia con respecto a trabajar la terminología en estos estudios radica en intentar construir, desde unas primeras aproximaciones, conceptos y términos óptimos de ser trabajados, en la teoría y praxis, de los estudios acerca de la(s)masculinidad(es). Esto dará cabida a indagar lo que Judith Butler menciona con respecto a la capacidad que el lenguaje tiene de crear identidades, producirlas y/ o reproducirlas. Lo que podría verterse en el lenguaje como una forma de materializar a los sujetos –reales y políticos-, reconsiderado lo dicho en Cuerpos que importan: “La reformulación de la materia de los cuerpos como el efecto de la dinámica de poder…, como ese poder reiterativo del discurso para producir fenómenos que regula e impone” (Butler, 2002:19). De esta manera, trabajar solo con la idea de lo masculino nos podría (re)presentar un hermetismo social bajo el cual se crea una asunción fantasmática (Butler, 2002:143-178) y universal en el que pareciera existir un único orden y, esta caracterización de género se nos mostraría mas como un deber ser, que como una experiencia vivida, cotidiana y (re)negociada constantemente. 2. Lo masculino y su hermetismo social. Núñez (1999), Connell (2003) y demás estudiosos convergen en que habitualmente se visualiza la idea generalizada de lo masculino como 259 “Lo hegemónico e inherente al cuerpo del hombre, esto parte por obviedad del poder de la representación [que] vive entre nosotros, organiza nuestras prácticas más insignificantes, orienta nuestros deseos, habita nuestra intimidad” (Núñez, 1999:29). Todo esto realizado y reificado, dentro de un sistema de valores apoyado en la des-identificación� con la “Otredad”, cimentadora la mayor de las veces, de los binarismos de género. Es momento entonces de utilizar esta nueva brecha en los estudios de las masculinidades, ‘abrir’ posibilidades de lecturas sobre cuerpos de hombres con usos no ortodoxos de su sexualidad, sexo y género, pero sin caer en falsos esencialismos y caracterizaciones de índole funcional, puesto que, derivado de la idea de visualizar a las características del género como performativas nos ayudaría a trabajar el cuerpo como ocasión y objeto, partiríamos entonces del propósito y objetivo de hacer de él, el cuerpo, un tema o sustancia para resignificar y no como una oblación binaria en pos de la heterosexualidad obligatoria como institución simbólica. Romper con el hermetismo social sobre lo construido/ entendido como lo masculino, abrir la cloaca a visualizar las masculinidades como vivencias, apoya la intromisión –tanto negativa como positivade nuevos entendimientos y (re)apropiaciones que connotan aquellos discursos que Foucault reseñaba en su Historia de la sexualidad como esas técnicas polimórficas del poder, mediante las cuales se ejercía el control de la conciencia y voluntad del sujeto (doblemente sujeto: entendido como individuo y como una sujeción a una estructura) social: …sería un error ver en esa proliferación de discursos un simple fenómeno cuantitativo, algo como un puro conocimiento, como si fuera indiferente lo que se dice en tales discursos, como si el hecho de hablar fuera en sí más importante que las formas de imperativos que se imponen al sexo al hablar de él (Foucault, 1984:48). Y justo bajo este espectro se vuelve óptimo retomar lo que Baudrillard, en sus Figuras de alteridad, enuncia como lo diferenciado entre una espectralidad fantasmal y una prismática, el autor nombra como esa primera identidad parecería doblarse en la realidad y encontrarse detrás de todo –como el entender lo masculino cual esencia ontológica-, y la espectralidad prismática juega en la multiplicación del personaje en diferentes roles y facetas, en el cual el individuo (ya no sujeto) no está más “Habitado por nada, se halla completamente en extrapolación, en exterioridad. Hay que considerarlo en términos de conexiones múltiples… en un ser lleno de protuberancias en todos los sentidos” (Baudrillard, 2000:42). Estos desplazamientos vendrían 260 analógicamente a vincularse con las ideas expuestas anteriormente entre lo masculino y las masculinidades, donde los sujetos proliferarían la apreciación y rotulación de un constructo. Con esto notamos como el problema se desplaza de un ámbito socio-cultural a lo que ahora se trabaja como un producto derivado del entendimiento académico, que rige el espacio simbólico- objetual bajo el cual se abstraerá la realidad. Este espacio que, sin lugar a dudas, tampoco está libre de normativizaciones interiorizadas –lo que nos concierne ahora- e identidades subjetivas estandarizadas, que se encuentran acondicionándose en la academia como constructos legitimadores de un sistema opresor mucho más amplio que el patriarcal, o la hegemonía heterosexista. 3. Noción(es) de sexopolítica(s) y la puesta en escena de la comedia heterosexual Con respecto a la aplicación de la perspectiva de género, el trabajo con las masculinidades y sus espectros, asumidos o no, nos encontramos ante la necesidad imperante de hablar de todo tipo de configuraciones. Con esto pretendo dejar en claro que, la escritura, por parte del investigador@ tiene que comprometer sus ideas por medio de un trabajo que no centre su sujeto político en lineamientos heterocentrados mediante los cuales el espectro de masculino se (en)cierra al de hombre y su consabida noción androcéntrica. La sexopolítica toma lugar en la academia por medio de discursos que proscriben a ciertos individuos que inclusive se les cataloga, en el mejor de los casos, y cuando no se les ignora; al respecto ya dirá Lizarraga (2003:168) que “La Historia se engolosina con un filón de sucesos y anécdotas, decires y numerosas experiencias, que a su juicio resultan irrelevantes: de ahí que haya historias silenciadas, historias que ofenden la elegancia moral de los sistemas, que desordenan los rituales de un deber”. Lo que intento indicar con la noción de sexo política(s) es, demandar esa (re)producción de conocimientos en serie que ha reinscrito una idea de “Normalidad” bajo un aparente discurso de carácter científico; en éste se intenta validar la idea –entre otras, de ahí el paréntesis en sexo política(s) de inclinación natural de la subjetividad en correspondencia con la genitalidad. Bajo esta máxima se esconde una constricción de la sexualidad como concepto teórico, e incluso como práxis. Los individuos nacemos, crecemos y nos desarrollamos mediante un conjunto de relaciones que nos aproximan hacia una realidad (hetero)normada. La visión de una estructura patriarcal analizada bajo el auspicio de la teoría feminista ha llegado al momento de su debacle en pos de trabajar a la hetero261 sexualidad obligatoria como una institución que se propone acabar con la autoproclamación de los sujetos bajo la negación de nuestros cuerpos y su(s) capacidad(es) de entablar una relación de identificación a través de ellos. Es decir, la economía heterosexista coloca camisas de fuerzas en los sujetos que intenta “Regularizar”, entiéndase entre estos a los transexuales, transgéneros, travestis, seropositivos, lesbianas, gays, mujeres, etcétera; incluso, hombres con una orientación de carácter heterosexual. Notamos que, lo entendido hasta el momento como masculino, y la visión hegemónica de esto, es también una identidad conformada por ciertas restricciones, exclusiones y parámetros fijados en la realidad local del sujeto. Esto en palabras de Butler, significa que: …El carácter construido de la sexualidad ha sido invocado para contrarrestar la afirmación de que la sexualidad tiene una configuración y un movimiento naturales y normativos, es decir, una forma que se asemeja al fantasma normativo de una heterosexualidad obligatoria. (Butler, 2002:144). Habrá entonces que poner en perspectiva “Eso” que marca las limitantes, que centran la atención en las tecnologías del género y, su vínculo con el sexo y la sexualidad de carácter heteronormativo. Beatriz Preciado en su Manifiesto Contra-sexual deja entrever como “Durante los últimos dos siglos, la identidad homosexual se ha construido gracias a los desplazamientos, las interrupciones y las perversiones de los ejes mecánicos performativos de repetición que producen la identidad heterosexual” (Preciado, 2001:26). Estos performativos de la identidad heteronormada se afianzan mediante ciertas pedagogías tales como la pornografía y, la desaparición de “Otras” prácticas sexuales no reproductivas. Es decir, instituir una idea de naturaleza sexual conformada a través de un estado “Ideal” , situado antes de la asimilación cultural del individuo, hace parecer que las identidades llamadas “Disidentes” estarían dando de arañazos contra una inevitabilidad ontogénica. Es por ello que, los estudios de las masculinidades se vuelven necesarios y urgentes para tratar de desenmarañar ese poderío irresoluto, es decir, poner en escena esa comedia hetero que legitima ciertas identidades y abyecta otras. Pero, también habrá que poner banderillas que nos dejen entrever que las masculinidades no son referentes, ni necesariamente correspondientes, a un componente hetero, y que existe una multiplicidad –retomando a Baudrillard- de espectralidad prismática. No estamos estudiando a nuestro padre, a nuestro abuelo o a nuestra pareja, estamos trabajando, tratando de entender la sumisión y asunción que este concepto tiene en ellos, nosotros y muchos “Otros” más. 262 Vinculando la noción restrictiva de sexo política(s) trato de brindar un revés a lo considerado hasta ahora irregular y, connotar como, inclusive lo masculino es susceptible de serlo. Será pertinente preguntarnos ¿Qué podemos esperar de un concepto como sexualidad, si ésta es constreñida desde su seno?, ¿Podríamos hablar de una “Situación” que connote/ de forma, a un colectivo vinculado a las masculinidades aun que éste se encuentre fuera de “Lo estipulado”? Esto pareciera ser el caso de lo que las siglas HSH –utilizada en este ensayo como una muestra de sexo política restrictiva- que pretende validar a un colectivo que aunque tiene prácticas homoeróticas, no se encuentra identificado por el movimiento gay, ni siquiera por el término homosexual. 4. HSH y/o la vuelta al clóset El término Hombres que tienen Sexo con Hombres (HSH) ha sido trabajado como una categoría epidemiológica –citando a Armando Díaz- la cual se utiliza en el trabajo en VIH/ SIDA incluyendo hombres bisexuales y otros que aunque tienen sexo con otros hombres no asumen una identidad gay (Díaz, 2006:19). El autor alude a ejemplos tales como “Los hombres en condiciones de reclusión, espacios militares, migrantes que viven el sexo entre varones desde un contexto de soledad, transgéneros, hombres que se dedican al sexo comercial, etcétera” (Idem). El antropólogo Jesús Rivas Lugo25, activista de Buenas Intenciones A.C., en entrevista personal afirma al respecto de la factibilidad de utilizar el término, no sólo al interior de las campañas de prevención del VIH/ SIDA, sino de su inmersión en la academia para “conocer a fondo prácticas sexuales donde, al menos una de las personas no se identifica como homosexual”. Sin embargo, ¿No será esto muestra latente de homofobia interiorizada?, en cierta manera ¿No podría ser esto un impedimento para el empoderamiento necesario del sujeto hombres? La inmersión o posibilidad de utilizar este término en las ciencias sociales me lleva a cuestionamientos tales como: • • ¿No será ésta la ocasión para fundamentar una falsa “Legitimación” con respecto a las masculinidades y su vínculo con las diversas identidades sexuales? ¿Será este concepto la resulta de una estructura opreso- 25 Entrevista realizada el día 17 de Mayo de 2008 a las 20:40 horas en la ciudad de Mérida, Yucatán, México; en el marco de La 1era. Marcha en contra de la Homofobia. 263 ra que se encuentra repitiendo el esquema de poder que –justamente y con objetivos emancipatorios- buscaba “Quebrantar” y con ello “Abrir” posibilidades de otras/ nuevas configuraciones? Y en caso de que esto resulte afirmativo: • ¿Cuáles serán los mecanismos que lo (re)producen? Más importante aún: • ¿En qué radica dicha identidad que supone representar? Rivas Lugo asegura que la inmersión del término HSH a la academia “Para que se conozca a fondo las prácticas sexuales en dónde al menos una de las personas no se identifica como homosexual…de alguna manera, hasta los gays que participan en marchas, etcétera, son HSH, por que describe la actividad”. Entonces, de primer momento, el sujeto que pretende “Incorporar” bajo este rubro se encuentra demarcado y desinsertado –supuestamente- de una identidad gay. Para esto, y retomando el texto de Armando Díaz, existe una bifurcación en lo que enuncia bajo el entendimiento del término –hasta antes esperanzador- GAY anexándole cual corolario las siglas HSH, pues el presente autor maneja esta identidad como una orientación que: “…va más allá de reconocerla y estar de acuerdo con ella, implica permitirnos vivir plenamente…trabajar contra las formas de opresión… como la discriminación, la invisibilidad social… la difusión de ideologías que consideran que nuestra homosexualidad es una enfermedad, problema, pecado o condición nociva” (Ibid:63. Las cursivas son mías). 5. ¿Término pragmático, signo estético o enclosetamiento? “Se trata de un concepto pragmático… no identificatorio”, afirma Rivas Lugo, para explicar como HSH nos remonta directamente hacia la práctica y, más específicamente: a una situación. “¿Qué pasaría si una noche al tomar mucho te acuestas con tu compadre?...allá lo que se está tratando de hacer es que haya una identificación con la práctica más que con la identidad”. Sin embargo, la homofobia que representa este término/ acrónimo, borra toda capacidad de potencializar lo que Javier Sáez en su libro Teoría queer y psicoanálisis entiende como: “Los usos alternativos del cuerpo y de los placeres, todas esas aportaciones sociales y sus desarrollos teóricos” (Sáez, 2004:14). HSH y su uso, acaba con la po264 sibilidad de resignificar, podemos notar como esa pragmática se está refiriendo al cuerpo, dejando de lado lo que Hortensia Moreno afirma como: “La sexualidad no se agota en el cuerpo” (Moreno, 2002: 303). Así, la hilera de pensamiento heterocentrado se consolida por medio de la bifurcación activo/ pasivo en el ámbito sexual. En otros apartados del texto encontramos que vincula a la sexualidad de los HSH diferente, pero no por el hecho de tratarse de una homoerotización, sino porque la inscribe en los parámetros de lo – burdamente- presentado como “Perverso”, habla de diversos tipos de prácticas sexuales, pero enuncia en un apartado titulado “LAS PRÁCTICAS SEXUALES DE LOS HSH” y las vincula con ejercicios tales como el fistfucking, beso negro u otros; como si estos fueran exclusivos –y fundamentales- del homoerotismo. De esta manera tal vez se concurre en “naturalizar” aspectos, características y adiestramientos como propios y ajenos, lo que nos sitúa en un monolito homo/ hetero, perdiendo así la capacidad polimórfica de la identidad y cerrándola a la sexualidad. Las siglas HSH se tornan gélidas, protésicas, efímeras y pierden la resonancia e irrupción que el movimiento en pro de los derechos de la diversidad sexual debe lograr. “Parece una enfermedad” asegura Jorge Cerón, estudiante de un posgrado en Biología y Recursos Renovables26; “Desarticula y oculta lo que supuestamente el movimiento gay pretende abanderar, si apenas va haciéndose visible para los que no estamos tan vinculados a él”. Metafóricamente, esta serie de signos lingüísticos parecieran enviarnos de vuelta al clóset, negando la inclinación homoerótica de los individuos y priorizando a la sexualidad como la expresión determinante. Miss Shangay Lilly, pionera de revistas e identidades Dragqueen en España afirma en su libro Mary: ¿me pasas el poppers?. La homosexualidad masculina de la A a la Z que: Yo, una marica ociosa como pocas –y evidentemente como ninguna- voy a tomarme la molestia de desgranar tan sádica forma de control para ellos [los marirreprimidos], para vosotros (…) Uno NO se convierte en homosexual por follar con hombres, uno se convierte en homosexual –maricón- por sentir/ demostrar/ permitir cualquier retazo de ternura/ afecto/ emociones –todo ese universo tan arbitrariamente asignado a lo femenino- por un hombre: MARICONADAS (Miss Shangay Lily, 32) 26 Entrevista realizada el día 17 de Mayo a las 18:30 hrs, durante la Marcha contra la Homofobia en Mérida, Yucatán, México 265 Sin embargo, con esto tampoco pretendo enarbolar la figura de la “Loca” como el sujeto teórico ideal, sino mas bien, demandar esta heteronormatividad en la cual están inscribiendo este concepto, y sobre todo, al volverlo absurdamente sexual. Esta caracterización ha llevado a discusiones tales como la que se puede encontrar en el texto de Richard Parker, Luis Felipe Ríos y Veranio Terto Jr., dónde desarrollan una revisión de la investigación y prácticas preventivas del VIH/ SIDA en América Latina, y en el apartado dedicado a “El estado del arte actual: Forum 2000”, narran una discusión en la cual una persona del auditorio arguyó que “Esta expresión despotencializa las identidades construidas” y los autores afirmaban ver a este término como “Una solución intermedia para alcanzar la gama de diversidad sexual, especialmente la bisexualidad” (Parker, et. al., 2003:173) Entonces, si el objeto es darle lugar a la bisexualidad, ¿existe la necesidad de un nuevo término para llamar a ésta dentro de la academia? 6. La producción discursiva de la bisexualidad. En medio de esta deriva de identidades y, cual producción estigmatizada y discursiva, la bisexualidad es borrada nuevamente del mapa de la diversidad sexual y sus prácticas eróticas. Silvia López Penedo al hablar al respecto de cómo la resignificación de queer ha derivado en una teoría que “Trata de un gesto de rebelión contra la presión de ser invisible o anormal” (López, 2003:105); deberá vincularse –la bisexualidad y la teoría queer- a través de una política de disensión y desviación, para situar los márgenes de lo socialmente aceptado e irrumpir en ellos. Para lo queer –afirma López Penedo- hombre, mujer, heterosexual y homosexual son igualmente categorías políticas que responden a “Ese <<instrumento>> que es la sexualidad, que nos categoriza, codifica y controla” (Ibid: 108); funcionando bajo ideales regulatorios. Y, es justo aquí donde la bisexualidad, marginada aún dentro del colectivo gay, puede cobrar importancia y presentársenos a través de ciertos mecanismos que irrumpan en espacios y entendimientos “Diferentes”. Mecanismos tales como, supresión, incorporación, marginación y deslegitimación, son narrados en el texto anteriormente citado de López Penedo, como beligerantes al interior de las políticas a ejercer. No hace falta un término que devuelva al clóset a esta orientación sexual sino mas bien, una serie de políticas definitorias que le otorguen validez y, por medio de ellas constituir espacios conformados de identidades múltiples, masculinidades, homosexualidades, feminidades, etcétera, que permitan derrocar a la sexopolítica, que impide calcular técnicamente la vida y su fundamentación como biopoder expresado en la exclusión de cuerpo e identidades que puedan servir como po266 tencias políticas al regular la masa hetero. Sin embargo, todo esto se vendría abajo si anexáramos el término HSH a la academia pues estaríamos heterosexualizando la provechosa indeterminación que estos sujetos pudieran tener dentro de las reapropiaciones, y caeríamos nuevamente en una segregación del espacio político, volviéndose así, un margen. Si bien, todos los lectores de este ensayo somos seres sexuales, no es lo que en primera instancia nos identifica. Ya que, no hay diferencia sexual sino, una multitud de diferencias, una diversidad que podría apoyarse a base de indeterminaciones no reduccionistas, y por consiguiente, apoyar la perspectiva de que la masculinidad es sólo un modelo, en la práctica lo que convergen son masculinidades. 267 Bibliografía Baudrillard, Gilles y Marc Guillaume (2000) Figuras de alteridad, 1ª ed., Edit. Taurus, México, D.F., 126 p. Butler, Judith (2002) Cuerpos que importan. Sobre los límites discursivos y materiales del “sexo”. Paidos, 1ª ed., Edit. 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Sáez, Javier (2004) Teoría queer y psicoanálisis, Edit. Síntesis, 1ª ed., Madrid, España, 211 p. 269 MASCULINIDADES DIVERSAS: PRÁCTICAS SEXUALES EN JÓVENES DE MÉRIDA, YUCATÁN Celmy Teresa Noh Poot El temor a la diferencia marca la forma como se asume al otro, al extraño. Este miedo es constitutivo a las prácticas de exclusión: el racismo, el sexismo, la homofobia, la intolerancia política y el fundamentalismo religioso. Es crucial desentrañar la forma como opera el discurso social para construir a un ‘diferente’ –mujer, indio, negro, judío, comunista, hereje, homosexual- que sirva de blanco y de chivo expiatorio Marta Lamas, 1995: 78-79. Resumen En este trabajo expongo algunos de los resultados obtenidos del trabajo de campo realizado con distintos varones meridanos desde julio 2004 hasta Agosto 2006 para mi tesis de maestría Homosexualidades entre varones de Mérida, Yucatán: una sexualidad estigmatizada. Parto desde las guías teóricas de la antropología de género, las masculinidades y el constructivismo social. El objetivo de esta discusión es mostrar brevemente una de las posibles respuestas a la cuestión de ¿Qué pasa cuando los varones contradicen la norma hombre-masculino-heterosexual? Se muestra lo que sucede cuando se contradice la norma cuerpo-orientación sexual-identidad genérica como constante en la construcción del sujeto, pues en este caso los cuerpos de hombre 271 no conducen su deseo hacia los cuerpos de mujeresy no todos continúan construyendo su masculinidad desde los ejes dominantes de la misma. Introducción En nuestra sociedad el orden de género posiciona a mujeres y hombres en un sistema de significación y diferenciación social (praxis-discursos) basado en la interpretación sobre los cuerpos que a su vez sustenta las desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales (lógica de poder) que experimentan l@s sujet@s. No es la diferencia anatómica y sexual que provoca la desigualdad social entre mujeres y hombres sino que, parafraseando a Pierre Bourdieu, son las estructuras objetivas y las formas cognitivas de una sociedad específica las que elaboran tal diferenciación (2000:17). La construcción social de los cuerpos se inscribe en un sistema de diferencias naturalizadas por el discurso dominante que funcionan como esquemas de percepciones cognitivas y prácticas opuestas El mundo social construye nuestro cuerpo como realidad sexuada y como depositario de principios de visión y de división sexuantes. El programa social de percepción incorporado se aplica a todas las cosas del mundo, y en primer lugar al cuerpo en sí, en su realidad biológica: es el que construye la diferencia entre los sexos biológicos de acuerdo con los principios de una visión mítica del mundo arraigada en la relación arbitraria de dominación de los hombres sobre las mujeres, inscrita a su vez, junto con la división del trabajo, en la realidad del orden social. (Bourdieu, 2000: 23-24) En este sentido, los cuerpos están determinados por el programa social de percepción y práctica que los diferencian jerárquicamente en el orden social. En este caso, los cuerpos masculinos serán los principales ejes de análisis pues la masculinidad es una construcción que posiciona a los machos en ventajas sociales, económicas, políticas y culturales con respecto a las hembras. Dicha configuración histórica no solo determina sino que también depende de las experiencias de los hombres, pues éstos no están restringidos a tal construcción y manifiestan resistencias (Amuchástegui, 2002; Connell, 2003). En este sentido, la masculinidad dominante es un constructo sociocultural que posiciona a los cuerpos de hombre en ventaja con respecto a los cuerpos de mujer. Sin embargo, también involucra los 272 preceptos sobre los cuales gira la acción y valoración de los hombres como categoría genérica. La masculinidad hegemónica es la forma de masculinidad dominante y culturalmente autorizada y autorizante en un orden social determinado (Connell, 2003). Así, podemos observar los costos sociales que experimentan aquellos varones que no cumplen con los preceptos socioculturales de ser hombres. Aquí me centraré en aquellos que tienen prácticas sociosexuales con su mismo género. Hablando de masculinidades Hablar de mujeres y género ha sido trabajo arduo de feministas, activistas y académicas, sin embargo, los hombres como grupo directamente involucrado en el orden de género había sido ignorado por los trabajos académicos, sin embargo, a finales de los noventa la antropología mexicana empezó a voltear hacia las relaciones intergenéricas. Los hombres empezaron a ser ubicados en ese orden social que subordina a las mujeres y que a ellos les da un lugar de privilegio. En este sentido, es que emergieron los trabajos sobre las diversas maneras que asume la construcción social de masculinidad imperante en nuestra sociedad. Observaron que los hombres son más que aquellos dominantes, fuertes y testarudos machos. Mostraron las contradicciones de vivir en cuerpos de hombre y los costos sociales que tanto mujeres como varones experimentan en este orden de género vigente. De manera general los estudios sobre las masculinidades como disciplina han transitado por variedad de antecedentes,27 pero solo algunos tienen relevancia a decir del antropólogo Robert Connell: A lo largo del siglo del siglo XX han existido tres proyectos importantes para una ciencia de la masculinidad. El primero se basó en el conocimiento clínico adquirido por terapeutas y sus conceptos conductores se derivaron de la teoría de Freud. El segundo se basó en la psicología social y se centró en la enormemente popular idea del “Rol o papel sexual”. El tercero incluye las nuevas tendencias de la antropología, la historia y la sociología (Connell, 2003:21). Para Connell el primer intento sistemático para crear una ciencia social de la masculinidad se basó en el análisis del concepto de rol o papel sexual masculino –cuyos antecedentes son las discusiones 27 También los movimientos feministas y lésbicos- gays han repercutido en los estudios sobre la masculinidad, promoviendo nuevos sujetos de estudio. 273 del siglo XIX sobre la diferencia sexual- aplicado de dos maneras: 1) “Los roles se consideran específicos para situaciones definidas” y 2) “Supone que ser un hombre o una mujer significa poner a funcionar una serie general de expectativas asignadas a cada sexo” (Connell, 2003:41). Estas primeras aproximaciones fomentaron la dicotomía masculino/ femenino a través de referir a las actividades y funciones que desempeñaban los sujetos en la estructura social, pero pusieron poco énfasis en la autodeterminación de los individuos así como en la diversidad de masculinidades según la raza, edad, orientación sexual, religión, entre otras.28 En los trabajos antropológicos sobre la masculinidad, el género como categoría analítica es parte esencial para situarla en el contexto de las relaciones sociales derivadas de la interpretación sobre el cuerpo de hombrey de mujer(Connell, 2003). Pues los discursos, representaciones y sistemas de significación y diferenciación –que a su vez implican desigualdad– están arraigados en cuerpos humanos y en el entramado social (Connell, 1987). Estos cuerpos, en nuestro caso, son de varones que tienen prácticas sexuales con otros hombres y que a su vez experimentan el descrédito por no cumplir con el ideal de la masculinidad dominante. Para los objetivos de esta investigación la masculinidad será definida como una construcción cultural y no como una esencia inmutable y derivada de los hombres. Utilizo el concepto “[…] para designar una serie de discursos sociales que pretenden definir al término masculino del género dentro de configuraciones históricas particulares y diferenciarlo de las propias experiencias de los hombres, que no están restringidos inevitablemente a someterse a tal construcción y que manifiestan innumerables formas de resistencia” (Amuchástegui, 2002:4; Cfr. Connell, 2003 y Gutmann, 1998). Sin embargo, la masculinidad no es exclusivamente discurso, sino también involucra prácticas, valores, normas e instituciones encaminadas a la consecución del imaginario dominante de lo masculino según un tiempo y lugar determinados, a su vez implica las discontinuidades del imaginario como serían: los homosexuales o la masculinidad étnica (Connell, 2003). 28 Ver Robert Connell, 2003 para conocer las principales investigaciones sobre la masculinidad en la antropología, desde las más conservadoras hasta las que proponen una ciencia positivista de la masculinidad, pasando por aquellas que mostraron la inestabilidad de la masculinidad y las contradicciones. Asimismo, hay investigaciones que han señalado que en el mismo contexto cultural o institucional hay maneras diversas de vivirla. Lo que permitió observar la existencia de una masculinidad dominante así como sus fracturas que no corresponden a la causalidad unidireccional del modelo de socialización sino más bien a las autodeterminaciones de los actores sociales (Cfr. Gilmore, 1994). 274 “[…] Las masculinidades son configuraciones de las prácticas estructuradas por las relaciones de género.” (Connell, 2003:72). Y éstas últimas son relaciones de poder, así que las masculinidades involucran jerarquización. Primero porque la simbolización de la diferencia físicocorporal posiciona a los hombres en ventaja con respecto a las mujeres, y después porque tiene que ver con la convención social sobre las representaciones dominantes de la masculinidad donde la disidencia sexual varonil es infravalorada ya que “La cultura patriarcal interpreta de una forma muy simple a los hombres gay: son hombres a los que les falta masculinidad” (Connell, 2003:199). El término masculinidades vino a señalar que existen diversas vivencias de los cuerpos de hombre pero a la vez cae en problema si se aplica de manera esencialista porque “[…] implicaría la existencia de una o más entidades discretas que agrupan una serie de características (sean estas actitudes, comportamientos o ideas) observables en ciertas personas o grupos. Sin embargo, para identificar tal entidad es necesario abstraerla de un grupo de individuos que presenten tales ideas, comportamientos o actitudes […]” (Amuchástegui, 2002: 2). En este sentido, retomo el término masculinidad como una representación de lo que es nacer, crecer y vivir en cuerpo de hombre, lo que se complementa con las circunstancias de cada varón, pues no todos tienen las mismas posiciones, a pesar de ser el género con ventajas. Pero también es visto como un proceso social que posiciona en sistemas de significación históricos y contextuales a los cuerpos dehombre. Para Ana Amuchástegui(2002) sería más adecuado hablar “De la <construcción social de la masculinidad> para designar una serie de discursos sociales que pretenden definir al término masculino del género dentro de configuraciones históricas particulares y diferenciarlo de las propias experiencias de los hombres, que no están restringidos inevitablemente a someterse a tal construcción y que manifiestan innumerables formas de resistencia.” En esta investigación situamos a los hombres en el orden de género prevaleciente para identificar las configuraciones históricas que los atraviesan. En este sentido, no definimos la masculinidad como cuestión ya dada que los sujetos sólo reproducen, sino que intentamos mostrar las condiciones particulares del contexto donde interactúan los hombres, con la finalidad de comprender sus prácticas, valores y vivencias en el marco del orden de género y de las prácticas eróticoafectivas estigmatizadas. En este sentido, se retoman las propuestas de Susana Narotzky (1995) y de Teresita De Barbieri (1996) cuando hablan de incorporar el uso de género en el análisis de la praxis social y de la construcción simbólica del mismo. Que hace necesario usar un enfoque dialéctico que resalte la importancia de la agencia humana para observar los momentos de resistencia ante la dominación social. 275 Homosexualidad(es) La incorporación de la construcción social de género en los estudios sobre las masculinidades permite abordar nuevas temáticas: “La construcción de la masculinidad en la vida cotidiana, la importancia de las estructuras económicas e institucionales entre ellas el significado de las diferencias entre las masculinidades y el carácter contradictorio y dinámico del género” (Connell, 2003:58). La palabra homosexual es una construcción discursiva decimonónica que ha servido para ubicar a quienes osan transgredir las asignaciones de género con respecto a las prácticas sexo afectivas y de conducción del deseo. En nuestro país, los estudios sobre la homosexualidad realizados por mexicanos inician en la década de los noventa (Ortiz Hernández, 2004), así como la incorporación de dicha temática en los estudios sobre masculinidades (Coltrane, 1998). Sin embargo, en la antropología desde los setenta inicia una sistematización de información sobre el “Ser hombre” en diferentes culturas (VéaseGilmore, 1994) y en pleno siglo XXI en nuestro país se habla de la subdisciplina antropología de la(s) sexualidad(es) (Vendrell, 2001a). Sin embargo, aún constituyen temas poco explorados por antropólogos locales. Para explicar la opresión que experimentan los varones gays hace falta resaltar las formas particulares del discurso para desacreditar a un Otro disidente sexual. El término heterosexualidad obligatoria ilustra dicha normatividad. Esta regulación recae sobre las prácticas erótico-afectivas de los cuerpos de mujeres y hombres. Aquí abordamos una masculinidad diferente porque es construida desde el rechazo, la homofobia y el androcentrismo pero estructurada por las relaciones de poder vigentes sobre el género. En especial, me centro en las prácticas de varones homosexuales, que al tener cuerpo dehombre reciben una carga social al nacer que implica la masculinidad dominante: heterosexualidad, un rol sexual activo y papeles sociales, económicos y políticos con significados diversos a los femeninos. La heterosexualidad es una construcción social que regula los encuentros erótico-afectivos entre los géneros, “Es decir, que tanto <hombres> como <mujeres> tienen, por su condición biológica, una serie de atributos culturales que se manejan bajo el supuesto de ser otorgados por la <naturaleza>” (González Pérez, 2001: 98), aunque la realidad nos muestra que las normas sociales pueden ser contradichas. Pero el heterosexismo sigue presente en nuestra sociedad, pues aunque el cuerpo no determine la orientación sexual, el sistema de género sí y valida una por encima de otras. La idea de complementariedad sexual, el androcentrismo (valoración de lo femenino como subalterno de lo masculino) y la homofobia coadyuvan a la opresión de la disidencia sexual (Ortiz Hernández, 2004). 276 La diversidad sexual vigente en nuestra sociedad actual nos obliga a contemplar la variedad de sujetos sociales emanados de prácticas sociosexuales diferentes, con la finalidad de evidenciar y rechazar la discriminación.29Como línea de interés científico la diversidad sexual es un “[…] área de investigación académica que intenta entender los significados sociales asignados a las identidades y prácticas sexuales en contextos socioculturales específicos, y el carácter diverso de las mismas […]” (Hernández Cabrera, 2001:21)30 La jerarquía de género establece para las conductas sexuales “[…] la correlación del binomio <masculino / femenino> con el de <activo / pasivo>, controlando la figura del varón homosexual, desvinculándola de la masculinidad y relegándola a la parte desfavorecida de estas categorías de conocimiento binario” (Andrés, 2000:124 Cfr. Lumsden, 1999). La homosexualidad es desligada de la masculinidad en el imaginario social, pero en esta tesis se concibe como una forma de vivir en cuerpo de hombre. Como Rodrigo Andrés (2000) señala para el caso de América Latina las estructuras objetivas y las formas cognitivas relacionan homosexual con “Afeminado” y lo macho con el papel sexual activo –penetrador- lo que también Guillermo Núñez (2001) menciona cuando habla de la trilogía estigmatizada “Tercer género-homosexualafeminado” como opuesta a la trilogía prestigiosa “Hombre-heterosexual-masculino”. Por ello, se advierte que “En una sociedad que ha instaurado las <preferencias> o la orientación sexual como forma privilegiada de identificación de sus miembros, de etiquetarlos y por tanto de normalización y control social” (Vendrell, 2001a:47; Cfr. Connell, 2003) los investigadores debemos cuestionar y desconstruir las categorías clasificatorias mediante el análisis de los significados que para los sujetos estigmatizados tienen sus prácticas sociosexuales. La homosexualidad es entendida en esta investigación como aquella construcción discursiva, normativa, jerárquica y praxis que clasifica y define las relaciones sociosexuales entre varones –a pesar que puede aplicarse también a las relaciones entre mujeres-, cuya historia está 29 La antropología no escapa a esta necesidad, pues como disciplina interesada en el estudio de la cultura y de la participación de mujeres y hombres en la misma ha tomado la sexualidad como uno de sus objetos de estudio. También hay otros enfoques, como el queer que es el más aplicado en Estados Unidos, por ser considerado como forma de resistencia ante la represión y clasificación de las personas con las palabras homosexuales, lesbianas, travestis, entre otras (Gardner Honeychurch, 1997). Sin embargo, Porfirio Hernández Cabrera señala que en México las categorías sexuales modernas – gay y lesbiana- son consideradas disidentes (2001b: 26). Pero también queer se ha generalizado a los estudios sobre otros grupos estigmatizados como los indígenas y los pobres (Halperin, 2004:17) 30 277 ligada a los intereses por definir, taxonomizar y regular el sexo, ya sea a través de la iglesia, la medicina, la ciencia o los movimientos sociales. Las homosexualidades son concepciones históricas, dinámicas y cambiantes, pues las prácticas sexuales con el mismo género toman matices diversos dependiendo del contexto donde se ubiquen y de los sistemas de significación que les dé sentido (Weeks, 2000a y 2000b). Esta regulación sobre el cuerpo es una manifestación del control social que delimita el actuar de las personas a ciertas prácticas sexuales legítimas y condena a quienes se atreven a contradecir los preceptos sociales. En este sentido, la forma en que se ha conceptualizado la sexualidad, en especial, las sexualidades no ortodoxas (Guasch, 2000) está vinculada con las relaciones de poder inmersas en el surgimiento y permanencia del discurso sobre la homosexualidad, en el que la heterosexualidad continúa gozando el estatus de normalidad, salud, bienestar e ideal. Los términos homosexualidad(es)/ homosexual(es) refieren a un reduccionismo, a “[…] la idea de que existen identidades más o menos fijas o la tipologización de sujetos sexuales concebidos en términos estables, como poseedores de características diferenciales propias por el hecho de ser <homosexuales>, <heterosexuales> o <bisexuales> […]” (Vendrell, 2001b:58). Es decir, se debe tener en cuenta que si la anatomía no es destino, tampoco lo es la práctica sexual (Careaga Pérez, 2001:129). Así el constructivismo como teoría establece la homosexualidad como adjetivo para designar ciertos actos o prácticas y no como sustantivo para designar a personas (Lamas, 2001). En este sentido es usado en el presente trabajo. Algunos jóvenes gays de Mérida31 La información empírica se recabó mediante entrevistas a profundidad a ocho varones con prácticas homosexuales y un informante clave mayor de 45 años. Los cuales se contactaron mediante la técnica bola de nieve, su edad y la disposición a participar en la investigación 31 En este trabajo uso las palabras homosexuales o gays para referirme a los sujetos de la investigación con relación a sus prácticas no para hacer referencia a una identidad ya dada. A pesar de ser términos diferentes considero que ambos sugieren personas con prácticas erótico–afectivas con su mismo sexo, independientemente de si la primera es una palabra del discurso médico, mientras la segunda fue acuñada por el movimiento homosexual para enfrentar los estigmas (González Pérez, 2001). Asimismo, son palabras que el convenio social ha establecido para ubicar a quienes no son heterosexuales, por tanto, la sociedad etiqueta a su vez a estos sujetos y algunos de ellos se nombran con dichas palabras pero desde fundamentos reivindicativos. 278 y contar su historia. También se utilizó el método etnográfico para la aproximación a los significados, pues los sujetos fueron nuestros informantes. Esta investigación etnográfica se basa en la descripción densa “Una jerarquía estratificada de estructuras significativas atendiendo a las cuales se producen, se perciben y se interpretan [los significados]” (Geertz, 2001:22). Es decir, realizo la interpretación de los datos obtenidos mediante el uso de las herramientas teóricas, en mi caso, de género y la masculinidad como construcción social y las homosexualidades enmarcadas en una lógica de poder que estigmatiza. Retomo así la idea de la antropología simbólica cuando refiere que el antropólogo realiza un acto de interpretación, observando el quehacer de los sujetos como un texto mediado por la acción simbólica. Es decir, “Lo que busca es la explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie” (Geertz, 2001:20). Para aproximarme a esto, consideré importante centrarme en cinco aspectos de la vida de los varones entrevistados, estos elementos son contrastados con el imaginario social sobre la homosexualidad que está vigente en Mérida tanto institucional como cotidianamente: 1) 2) 3) 4) 5) Características sociodemográficas Historia familiar Historia escolar Historia laboral Historia afectiva Realicé entrevistas individuales a profundidad y semiestructuradas, esta plática intencional me permitió acceder a los significados de las homosexualidades para los sujetos. Me centré en un “Núcleo de intensa experiencia”: la orientación sexual y sus repercusiones en las relaciones sociales de los mismos. Pero relacionando dicha experiencia con el contexto más amplio de interacción del sujeto, es decir, intento encontrar el sentido compartido (de grupo) y el sentido único (individual). Son ocho varones entre los 18 y 29 años de edad que nacieron y viven en la ciudad de Mérida, todos tienen apariencia masculina lo que significa que no son travestis y no muestran alguna actitud considerada femenina o socialmente identificada como homosexual, como la forma de caminar, hablar o moverse corporalmente. Todos viven con algún familiar o con sus padres. Son de estrato socioeconómico medio, cuatro tienen licenciatura concluida y dos están por finalizar la carrera, uno está incorporándose al primer año de preparatoria (pues prefirió trabajar un tiempo y ahora combina ambos) y uno concluyó sus estudios de bachillerato pero desde hace 14 años trabaja como contador. 279 Los entrevistados y sus principales características Nombre 1 Elías Edad 18 años Ocupación Situación clóset Estudia/ trabaja C.M. 2 Manuel 20 Pasante/trabaja Fuera 3 José 21 Enfermero C.M. 4 Crisipo 22 Estudiante Fuera 5 Oscar 23 Profesor Fuera 6 Layo 24 Programador C.M. 7 Salvador 25 Contador Fuera 8 Iván 29 Contador Fuera Fuente: elaboración propia a partir de las entrevistas realizadas durante el trabajo de campo 2004-2006. * C.M: Clóset medio Cinco de los entrevistados son empleados en distintas empresas realizan actividades de contabilidad, administrativas, de programación, de docencia y enfermería. Dos solo estudian. Y uno trabaja y estudia la preparatoria. Dos dijeron ser de clóset pero los ubico en el llamado clóset medio (Polanco Angulo, 2004) porque solo en ciertos contextos “Ocultan” su orientación sexual mientras que en otros son “Abiertamente” gays, es decir, tal vez su familia, algunos amigos y en la escuela y/o trabajo no saben sobre su homosexualidad, pero sí conviven con personas con su misma orientación e incluso tienen amigos heterosexuales que lo saben. Es decir, no están totalmente encerrados, salen del clóset de manera selectiva. Uno de ellos dijo estar fuera del clóset pero no en todos los contextos muestra y dice que es gay así que también lo incluí en el clóset medio. Los entrevistados son jóvenes, a diferencia del sujeto clave, lo cual nos permitió diferenciar sus experiencias comparadas con las de otros años y situaciones sociales. Aunque la edad no los unifica, por el contrario, se encuentra atravesada por el proceso de aceptación y por cuestiones familiares, laborales y personales, por tratarse de jóvenes comparten cierto contexto con respecto a la homosexualidad, lo cual me 280 permite aproximarme a las nuevas experiencias de éstos con respecto a su orientación sexual y la importancia de la misma para su vida. El proceso de aceptación de las personas mayores de 45 años suele estar atravesado por el contexto de represión que experimentaron durante los años ochenta y parte de los noventa. Los jóvenes gozan de ciertas ventajas, pues ahora las homosexualidades son más conocidas y los medios de comunicación han propiciado el acceso a la información sobre otras realidades, lo que permite a los sujetos conocer cómo viven otros gays y cómo exigen sus derechos. Esto les facilita establecer alianzas y modificar sus formas de vivir su orientación hasta el grado de aceptarse y salir del clóset antes de cumplir los 25 años. A diferencia de los adultos o ancianos. Los jóvenes entrevistados distan de ser como alguno de los íconos, pues en pleno siglo XXI el discurso sobre los derechos humanos, la diversidad sexual y la homofobia han permitido crear un contexto másrespetuoso de la disidencia sexual, hay más simpatizantes del movimiento y la colectividad demanda su ciudadanía, son más los famosos que se asumen gays, la homosexualidad es conocida y menos señalada que antes cuando apenas empezaban a salir a las calles, a las escuelas, a las manifestaciones, a la Marcha. En el mismo sentido, el informante clave señala que los actuales discursos sobre derechos humanos proveen de armas a los varones estigmatizados para señalar la discriminación que sufren y quejarse de la misma, como en el caso de dos travestís que han levantado una acusación en la Comisión de Derechos Humanos de Yucatán (CODHEY) porque no les permiten la entrada a un bar del centro y menos que estén caminando por la plaza, pues su forma de vestir es llamativa y exhiben las transgresiones de género. Son jóvenes que viven la reciente apertura institucional de Mérida para la diversidad sexual, en especial, con la realización de la marcha del orgullo LGBT.32 No conocieron las razzias de los ochenta porque en esos tiempos apenas eran unos niños, algunos estaban saliendo de la primaria, y otros trataban de evitar que su orientación se conociera públicamente. Tampoco fueron a las primeras discos, ellos no supieron sobre estos hechos porque en su contexto lo más relevante era el descubrimiento de su deseo por los varones, las experiencias con ellos y/o el ocultamiento de las mismas. En pocas palabras, estos sujetos empezaron a relacionarse con el ambiente gay a mediados de los noventa y unos a partir del 2000, pues antes eran adolescentes que estaban más preocupados por aparentar la heterosexualidad obligatoria.33 32 Movimiento Lésbico, Gay, Bisexual y Trans (trasvesti, transexual y transgénero) A diferencia del informante clave que durante esos tiempos era parte de los asistentes a las discos y al menos una vez se lo llevaron durante las razzias. 33 281 Estos hechos podemos interpretarlos como un desconocimiento sobre las cuestiones históricas y de la indiferencia que los sujetos manifiestan ante las causas del movimiento LGBT a pesar de asumir las reivindicaciones pero no así el compromiso de lucha política. Pues como veremos más adelante, pocos son los que se vinculan con las causas del movimiento, más bien se trata de personas con luchas personales contra los estigmas pero inspirados en las demandas del movimiento gay. En este trabajo intento reunir algunos de los puntos principales que constituyen los significados sobre las homosexualidades, enfatizando la diversidad de expresiones de las mismas, y la confluencia de los discursos dominantes con las expresiones discursivas de grupos estigmatizados y violentados simbólica y físicamente como son: los gays meridanos. Los ocho entrevistados relataron parte de su vida escolar y familiar durante sus años de infancia y adolescencia, pero ninguno mencionó haber escuchado sobre las razzias y menos sobre las discos, sino que posteriormente conocieron estos hechos, pues mientras más involucrados están en el ambiente gay más información les llega de otros tiempos y otras generaciones. Y de esta manera se apropian de dichos acontecimientos para enfatizar la homofobia y represión contra los homosexuales, pero no como algo importante en su vida pues muestran distancia de tales hechos, ya que no conviven en un contexto abiertamente represivo.34 Es decir, pueden asistir a distintos espacios sin temer a las razzias, a menos que sean sitios donde están los sexoservidores, pero en los demás no sufren el acoso directo de la fuerza pública. Por estas razones ellos no se nombraron o identificaron como activistas o militantes solo Salvador está directamente vinculado con la militancia, en especial a Buenas Intenciones Asociación Civil (BIAC). El orden de género posiciona a los sujetos en el entramado social según el significado que da la sociedad a sus cuerpos. Las expectativas sociales que recaen sobre el cuerpo de hombre están relacionadas con la masculinidad dominante, esta serie de configuraciones históricas y particulares que construyen expectativas sobre aquellas personas que sonhombres, están presentes en los significados sobre la homosexualidad. En este sentido, podemos observar cómo las experiencias de los informantes están marcadas por otras cuestiones a comparación de los sujetos mayores de 45 años que tenían la edad de los entrevistados durante los ochenta y pudieron estar más conscientes de dicha realidad y convertirla en parte de sus vivencias con respecto a su práctica sexual. Aunque en el segundo semestre de 2006 las razzias en el centro de la ciudad volvieron y persiguieron a l@s sexoservidor@s y travestis. Pero las denuncias las hicieron los directamente afectados no así otros homosexuales meridanos. 34 282 En Mérida la homosexualidad es interpretada con base en la ideología dominante de género y los gays son tratados de acuerdo con la trilogía estigmatizada de tercer género-homosexual-afeminado. Se piensa que todos son femeninos, que son una especie distinta y que sólo hay una forma de vivir como tal. En este sentido, los imaginarios sobre los homosexuales acarrean descrédito y desprestigio para quien se ubique en dicha denominación social. En Mérida esto se refleja en los discursos de los periódicos “Amarillistas” que usan los prejuicios dominantes en la ciudad, utilizan las palabras para designar despectivamente a los gays y se mofan de ellos, se muestra a los travestís, se publican los delitos que cometen y resaltan su condición de pervertidos. Lo que fomenta la idea de que todos son afeminados, delincuentes y anormales. La manera de interpretar las relaciones erótico-afectivas entre hombres son diversas, como nombrarlas inmoralespor contrariar las creencias religiosas y tradicionales. Sin embargo, con el advenimiento de la ciencia, a finales del siglo XIX, la sexualidad fue destino y la palabra homosexual se creó para denominar a los que son anormales, se delimitó a ciertas prácticas sexuales así como a un determinado estilo de vida y formas de comportamiento. La sociedad establece la orientación sexual como una forma privilegiada de identificación, etiquetamiento, normalización y control social sobre los individuos. Pues los gaysson nombrados con el fin de mostrar la validez de la heterosexualidad, pero también para ubicar a los anormalesy distanciarlos de la vida cotidiana. Es decir, la palabravalida la existencia de los raros, son reconocidos aunque “Pervertidos”, pero enunciados, es así como el control social opera sobre aquellos desestabilizadores del orden social y regula la disidencia sexual al clasificarla y etiquetar a las personas en función de ésta. Sin embargo, las discontinuidades están presentes y los gays muestran que las cosas no son lo que parecen, pues los ocho informantes son homosexuales pero también hombres que fueron y continúan siendo socializados como tales y las ventajas que tienen sobre las mujeres son bien aprovechadas. Aunque en sus discursos racionalicen su vida como diferente, como desventajosa pero en sus historias vemos cómo su imagen de hombre-masculino les “Ayuda” a estar dentro y fuera de la normalidad pues a pesar de que cinco hayan salido en todos sus espacios de relaciones nadie puede saber si realmente son gays hasta que dicen algo al respecto, los ven con sus parejas o en algún lugar de ambiente. Los entrevistados mantienen una relación ambigua con la disidencia sexual pues lejos de romper con el orden de género sólo manifiestan su derecho a ser respetados en su diferencia pero discriminan tanto o más como aquellos que los señalan, los estigmatizan y rechazan por ser gays. Esto acontece en un escenario en el que la diversidad sexual exige derecho a la libertad y respeto, donde las sociedades de convivencia son jurídicamente válidas y constituyen la victoria para algunos LGBT 283 y para otros solamente es aceptar el control del Estado en los aspectos privados e íntimos de los ciudadanos. La movilización en torno a la sexualidad conlleva una serie de complicaciones y callejones sin salida, pues no basta con asumir que los estigmatizados luchan por entrar a la sociedad que los castiga por ser diferentes, sino que debemos contemplar la búsqueda de ciudadanías diferenciadas y opuestas a la definición liberal de la misma. La homosexualidad vivida por los informantes es cómplice de la masculinidad dominante, pues lejos de cuestionarla la refuerza, aunque los sujetos asuman una designación social estigmatizada. Pero no desafían los esquemas de género, no dejan los privilegios sobre la feminidad, tampoco cuestionan los estereotipos sobre la pareja heterosexual, por el contrario, los reproducen y lo masculino es el eje de su identificación. Ya sea para no sufrir los costos de la trilogía estigmatizada, tercer génerohomosexual-afeminado o simplemente porque no existe otra referencia desde la cual construyan una nueva masculinidad. No cuestionar los convencionalismos de género y la masculinidad es una estrategia de los estigmatizados con la finalidad de contrarrestar los costos sociales de salir de la norma, esto a su vez, les permite ser aceptados por la sociedad y no ser vistos como completamente disidentes, por el contrario, se enarbola su actitud de querer ser personas y desear lo que cualquier normal tiene. Por eso tienen como objetivo formar una pareja duradera con algún varón, ya sea de manera inmediata o en el futuro, pero su ideal de relación sigue siendo el mismo: monógama. La fidelidad es altamente apreciada por ellos, así como los heterosexuales, no subvierten las expectativas sociales sobre la exclusividad sexual por el contrario la añoran al hablar de una relación sentimental duradera. La promiscuidad es rechazada y desvalorada, especialmente el sexoservicio, pues al referirse a los mayates cuestionaron su actividad y los motivos de la misma, discutieron la validez de dichas conductas calificándolas de irrespetuosas, de querer la vida fácil y de no buscar la monogamia. Sin embargo, la discriminación entre gays está presente, hay quienes tienen más aceptación que otros, por ejemplo, aquellos que fueron entrevistados no son rechazados de manera directa, pues tienen apariencia masculina, manifiestan poco o ningún amaneramiento –actitudes consideradas femeninas, como la forma de caminar, la voz aguda, el movimiento de caderas, de manos y la manera de gesticular- pasan como parte de los normales, salvo si andan con su pareja o con amigos del ambiente y los demás pueden identificar su diferencia indeseable. Sólo así sufren la discriminación y homofobia directa, sin embargo, en lo individual el estigma les pesa desde el momento en que saben que se ubican en una denominación distinta a los heterosexuales, por eso se habla de la homofobia interiorizada que es el temor y rechazo a ser homosexual. 284 Los travestís y afeminados son rechazados por la mayoría de los informantes, a pesar de proclamar respeto por ellos, pero en su discurso refirieron a la imposibilidad que tienen los travestis de lograr ser algo que nunca podrán, en especial, convertir el cuerpo de hombre en cuerpo de mujer, cosa que consideraron imposible pues siempre se notará que no son mujeres. Así que no ven el caso de hacer el ridículo frente a los demás. Podemos observar cómo los mismos estigmatizados refuerzan el orden social imperante, sin embargo, admiten que quienes rompen con más esquemas de la sociedad son los que no tienen la imagen de varones normales sino que muestran su diferencia de la manera más evidente pero se distanciaron de éstos. Son indiferentes al orden de género prevaleciente salvo lo relacionado con la orientación sexual pero no cuestionan su lugar de privilegio según dicho orden, pues el resto del tiempo experimentan ventajas con respecto a las mujeres. Es decir, a pesar de ser estigmatizados por sus prácticas sexuales, los varones no cuestionan las relaciones de género prevalecientes, algunos señalaron la discriminación y desigualdad que viven las mujeres pero no profundizaron porque lejos de estar conscientes de la misoginia la reproducen de manera sutil en sus relaciones con las mismas. Llamarse homosexuales o gays implica aceptar una serie de supuestos sobre el comportamiento, la forma de ser y las relaciones que establecen. Básicamente son expectativas sociales negativas sobre las personas que aceptan o son ubicadas en tal denominación, especialmente se cuestiona la carencia de valores, de salud mental, de moral y de educación. Sin embargo, se practica la apropiación creativa y resignificación (Halperin, 2004; cfr. Foucault, 2003) de todos aquellos calificativos asociados a la homosexualidad, especialmente, loca, jota, puto, puñal, cangrejo, entre otras. Palabras descalificadoras para aquellos que son catalogados como homosexuales o gays, pero en la interacción los sujetos estigmatizados retoman dichos calificativos y los usan para mofarse de sí mismos y de los demás, les dan el significado de estar fuera de la norma y de aguantar la desigualdad social, pero no pasivamente sino alterando el orden social mediante su presencia y mostrando a los Otros –mediante las marchas- que cada día más personas se adhieren a las filas de los estigmatizados. Los contra argumentos intentan romper con los prejuicios sobre las homosexualidades, a la vez que dichos prejuicios se usan para evidenciar la discriminación y homofobia. Asimismo, en las fiestas los descalificativos son usados para hacer bromas, para reírse de los heterosexuales, demostrar que esas palabras no les afectan, por el contrario, les hace sentirse orgullosos de ser homosexuales y soportar todos aquellos señalamientos sin temor. En el ambiente la heterosexualidad está cargada de prejuicios, los sujetos que la ostentan son dignos de 285 reproches y señalamientos, pues forman parte de los desacreditadores, por tanto son tratados con recelo y distanciamiento en los contactos iniciales y solo después de mostrar su respeto e indiferencia hacia la homosexualidad pueden formar parte del ambiente. Podemos hablar de una situación espejo, que consiste en que los estigmatizados son tan excluyentes como los heterosexuales, discriminan, odian, señalan y se burlan de la heterosexualidad, unas veces con el afán de mostrar lo que ellos deben soportar pero también como reflejo de la opresión que experimentan, buscan culpables y se cobran cada vez que algún heterosexual entra en sus ámbitos. Sin embargo, los informantes están cambiando el significado ofensivo e infravalorado de ser homosexual por medio de la revaloración, de exigir un lugar en la sociedad y de visibilizar su diferencia en las marchas, en los espacios que han ganado y en la calle. Pero por otra parte, por tratarse de varones con apariencia masculina, con aspecto normal están legitimando el modelo dominante de ser hombre, rechazan lo femenino, a los afeminados, a pesar de que en su discurso redundaron el respeto que les tienen, así como a las mujeres, pero pudimos ver que en sus prácticas las cosas son distintas, varios admitieron que tuvieron prácticas misóginas, continúan considerando a las mujeres como oprimidas, distintas a ellos por ser románticas, tontas, frívolas, mojigatas, dependientes y objetos sexuales. Ellos están legitimando la misoginia, los valores heterosexuales de pareja, la estabilidad emocional, la decencia, la idea occidental de belleza, la exclusión por clase, por etnia, el rechazo al sexo servicio, el ideal de monogamia y los privilegios de ser masculinos y en apariencia normales. Pero también pudimos observar que intentan subvertir el estigma de la homosexualidad, la homofobia de los heterosexuales, intentan tener mayor seguridad, más grupos de apoyo, ser más visibles y más organizados. 286 Bibliografía Amuchástegui, Ana (2002). “Masculinidad: una categoría en problemas”. En: http://www.memoria.com.mx/155/Amuchastegui. htm. Andrés, Rodrigo (2000). “La homosexualidad masculina, el espacio cultural entre masculinidad y feminidad, y preguntas ante una <crisis>”. En: Marta Segarra y Ángeles Carabí (eds.), Nuevas masculinidades, Barcelona, Icaria- Instituto de la Mujer, pp. 121-131. Bourdieu, Pierre (2000). La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, segunda edición. 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La homofobia –discriminación y estigma hacia los hombres con prácticas homosexuales-el estigma interno de los HSH, el riesgo inherente a las prácticas sexuales anales, el rechazo al condón, las múltiples parejas sexuales, la inequidad jurídica conforman entre otros, la vulnerabilidad de los HSH, situación que coloca a esta población a infectarse con el virus del Sida con mayor probabilidad. Estudios cuantitativos en poblaciones de hombres homosexuales, fundamentalmente encuestas de conocimientos, actitudes y prácticas relacionados con la transmisión del VIH y el Sida (encuestas CAP) reportan que algunos conviven en parejas estables y realizan prácticas sexuales no protegidas. Sin embargo la información concerniente a las motivaciones y significados relacionados con esta práctica de riesgo no se ha explorado; dejando un vacío informativo cuyo conocimiento sería útil en la planificación de estrategias de prevención de la transmisión del VIH e ITS en este subgrupo de la población de hombres homosexuales. La interpretación del significado de la conducta sexual no protegida dentro de las relaciones de pareja estables a través de las motivaciones de la misma fue el objetivo de este 289 estudio dirigido a hombres homosexuales de la ciudad de Mérida, en el otoño del 2006. Antecedentes. El VIH / Sida en México: epidemiología e investigación. En la tercera década de la epidemia del VIH/Sida en México, ésta se caracteriza por la rápida diseminación del virus en subgrupos de la población más vulnerables: las mujeres, los hombres que tienen sexo con hombres –HSH–, las poblaciones rurales y marginadas, verbigracia; distribución similar a la observada en los países industrializados de América Latina. En Junio de 2005, CENSIDA reportó un ascenso notable de los casos nuevos hasta alcanzar la cifra de 96,513 casos acumulados de infección por VIH/Sida; de los cuales, el 82% (78,322 casos) corresponde a hombres adultos. Un año más tarde, en noviembre de 2006, CONASIDA reportó 107,625 casos acumulados de infección por el VIH, y 5,102 casos nuevos reportados oportunamente durante el mismo año La transmisión sexual continúa siendo la principal vía de infección correspondiendo al 92.3% del total de los casos registrados, la mitad (46.7%) corresponden a población de los HSH y entre ellos, el 60% corresponde a hombres homosexuales (CONASIDA 2006). En Yucatán, para el año 2003 se sabía de 1,818 casos acumulados de VIH/Sida, con una tasa acumulada de 103.2535. En el primer semestre del 2005, se reportaron 45 casos nuevos de infección por el VIH, sumando un total de 1,035 casos durante ese año y para noviembre del 2006, un total de 2,589 casos acumulados de Sida (CENSIDA 2003); con una tasa de mortalidad por el Sida de 5.3 x 100,000 habitantes; arriba de la tasa media nacional de 4.79, situando a Yucatán en 8º lugar en muertes por Sida, y en el 14º por casos nuevos –reciente diagnóstico– de infección por el VIH (CONASIDA 2004]. Hasta noviembre del 2002, el 65% de los casos correspondían a hombres con VIH/Sida en Yucatán y la principal vía de infección correspondió a la transmisión sexual con prácticas de riesgo, principalmente el coito anal entre hombres homosexuales (Servicios de Salud de Yucatán, 2002). De acuerdo con Amuchástegui (2006), la mayoría de los estudios epidemiológicos en materia de VIH/Sida se han enfocado a: la medición de prevalencia e incidencia de la infección, la identificación de factores de riesgo para la transmisión y la cuantificación de la prevalencia de conocimientos, actitudes y prácticas relacionadas con la sexualidad y el riesgo de infección por VIH (encuestas CAP); básicamente estudios 35 Tasa calculada por 100 000 habitantes. 290 cuantitativos, que han sido de gran utilidad al describir la situación de la pandemia en la población en general y en subgrupos sujetos a vulnerabilidad y las distintas variables asociadas. Sin embargo, tras la ejecución de dichos estudios se revelaron vacíos informativos como el comportamiento social y cultural involucrados en la vulnerabilidad de algunos grupos humanos. El reconocimiento de estos vacíos, logró que la comunidad científica dirigiera sus esfuerzos hacia la más trascendente problemática sociocultural de la epidemia del Sida: la sexualidad humana. En este contexto, la metodología de los estudios cualitativos aporta diseños e instrumentos de investigación que facilitan la exploración y la resolución de incógnitas relacionadas al componente social de los grupos humanos afectados. La construcción social de la sexualidad. La sexualidad, percibida bajo los paradigmas del construccionismo social, se conforma de variables sociales y culturales. Es decir, que la elección sexual, el deseo, las fantasías y los significados por encima de su componente biológico (anatómico – bioquímico - fisiológico) son construidos y reconstruidos, creados y recreados socialmente. Demostrando que los procesos sociales y culturales moldean, originan y encauzan la biología de la sexualidad (Rivas, 1997). De manera que la sexualidad de los HSH en Yucatán se encuentra bajo la influencia de patrones sociales y culturales y de la transición de los mismos, efecto de la globalización cultural producto del intercambio comercial, laboral, educativo y a través de los medios de comunicación. Este constructo supone que los roles socio culturales no se heredan biológicamente, sino que se adquieren en el proceso de interacción – aprendizaje con el grupo social. Se resuelve entonces que, el cambio sujeto al tiempo es la constante del comportamiento social y por tanto de la sexualidad (Rivas, 1997). Género, masculinidad y homofobia: vulnerabilidad social. El género es una condición sine qua non al mencionar temas de la sexualidad (Rubio, 1994). Hablar de género no es hablar únicamente de hombres y mujeres, significa encaminarnos a abordar las relaciones entre ellos y la construcción social de dichas relaciones. El Género es un principio fundamental de la organización de la sociedad, susceptible a la modificación en función del tiempo, la cultura y el estrato socio económico (Hastigan, 2001). En cuanto a la masculinidad, en la cultura mexicana, la construcción genérica de lo masculino y lo femenino sitúa 291 a los hombres en una situación desigual de poder respecto a las mujeres, en una posición que le favorece, le privilegia en el ámbito social, legal, religioso, político, económico e incluso en el acceso a la atención de la salud; lo que deriva en el detrimento social de lo femenino. Esta situación inequitativa entre hombres y mujeres regularmente se traslada a las relaciones de pareja en el modelo heterosexual, dónde el hombre ejerce una situación de dominio sobre la mujer –la mujer mariana, obediente, sumisa (Amuchástegui, 1996). La hegemonía de lo masculino claudica cuando los hombres, presos de un sin número de políticas supuestamente “Propias a su género”, les impone comportamientos estereotipados del rol “Masculino” – emocionales, psicológicos, políticos y sociales– difíciles de conllevar en la práctica; lo que conduce a los hombres a vivir situaciones peligrosas que generan ansiedad y angustia extremos para demostrar su masculinidad, como la realización de diversas prácticas de riesgo y a la disociación de la personalidad; que se expresa en un perfil de morbilidad, discapacidad y muerte diferente al femenino que no es explicado por las diferencias biológicas entre hombres y mujeres. La homofobia es un fenómeno inexorable en la sociedad y se entiende por ella como el miedo irracional a los homosexuales y las lesbianas que en algunos casos ha llegado hasta el odio y la muerte36 dando como resultado, situaciones de discriminación y estigma generalizados. En la sociedad mexicana la moral está indiscutiblemente influenciada por la religión, la cual promueve el modelo heterosexual en las relaciones de pareja y se opone y sanciona el modelo homosexual –es pecado–. Por tanto, el control social de la heterosexualidad hegemónica se realiza ejerciendo la estigmatización y discriminación hacia los hombres y las mujeres con preferencias homosexuales y condenando sus prácticas; esto los y las conduce a ocultarse “Enel closet”, a vivir una doble moral, a la realización furtiva de sus prácticas sexuales y sobre todo, a interiorizar el estigma –estigma percibido o manifestaciones internas de un estigma aceptado o de percepciones sociales negativas transformadas en miedo, ansiedad o daño37(Dorig, 1994; Greig, 2000; Vera, 2003; Sánchez, 2006; Mino, 2006) . Las políticas “Masculinas” sitúan a los HSH y a las mujeres, en una situación de “Vulnerabilidad”. La Global AIDS Policy Coalition define a la vulnerabilidad como la suma de factores socioculturales, económicos y políticos que limitan las opciones individuales de reducción de riesgo 36 Definición de homofobia de la Global AIDS Policy Coalition en Diaz A. Enfrentar al Sida, confrontando la masculinidad. Taller de incidencia política en el ámbito de VIH/SIDA y Mujeres. Marzo 2004. 37 Instituto Nacional de Salud Pública. Mo Kexteya: Reducción del Estigma y la discriminación relacionados con VIH en México. Informe Final de Fase Diagnóstica. Diciembre de 2004. [en prensa]. 292 en general y la divide en categorías: económica, epidemiológica, sociocultural y político gubernamental. Vera (2003) la interpreta como un indicador de inequidad e incluye a la discriminación, estigmatización y la marginación de ciertos grupos sociales. La vulnerabilidad en los HSH se traduce en un aumento en el riesgo de infección por VIH e ITS. Estudios en poblaciones de hombres homosexuales. ¿Hasta dónde…? La situación de la epidemia del Sida en Yucatán, de acuerdo a un meta análisis de Góngora (2000) evidencia que la mayoría de los casos de infección se localizan en las zonas urbanas, predominantemente en Mérida, y los HSH representan la población con mayor incidencia. Ante esta situación Cerón (2004) realiza un estudio CAP en una muestra de HSH jóvenes de Mérida Yucatán, de los cuales el 70% correspondió a homosexuales, encontrando que no hay asociación entre los conocimientos y actitudes sobre Sida y las habilidades de prevención de la infección por el VIH. Más de la mitad (54%) realizan prácticas mixtas insertivo/receptiva. Las creencias relacionadas con el mecanismo de transmisión y las estrategias de prevención son erróneas (picadura de mosco y el screening cada 6 meses, respectivamente.) Concluye que los HSH de Mérida presentan incongruencia entre los mecanismos de infección y los métodos de prevención de la epidemia y que carecen de autoconcepción de riesgo. Destaca que ninguno de los participantes respondió utilizar “Siempre” el preservativo en sus prácticas sexuales, señalando que el uso o la negociación del mismo la realizarían “Si lo considerasen necesario”, ante desconfianza o “Sensación” de riesgo con la pareja sexual y el 26% respondió que nunca lo usaría. Tales conductas sitúan a los HSH de Mérida, a un riesgo aumentado de infección por VIH. Investigaciones en hombres homosexuales y factores de riesgo para infección por VIH, en Londres, Suiza, Canadá y Norteamérica afirman que la regularidad o frecuencia con que se realiza penetración anal no protegida –insertiva o receptiva– está en aumento, pero los resultados no han sido concluyentes para apoyar esta hipótesis (Glass, 2004; Herbst, 2005; Gorbach, 2006; Xia, 2006; George, 2006). Algunos más asocian el aumento de las prácticas sexuales de riesgo con el optimismo social producto del avance y mejoramiento en las terapias antirretrovirales –TAR– pero dicha asociación no es significativa (Elford, 2000; Stolte, 2004; MacKeller, 2005; Guzmán, 2005). Basado en lo anterior, tenemos de frente una realidad preocupante: existen hombres con preferencias homosexuales y bisexuales quienes practican sexo no protegido (SAN) tanto con sus parejas estables –long term partners– como con los compañeros sexuales casuales –casual partners– lo que incrementa el riesgo para infección por el VIH u otras infecciones de transmisión sexual. 293 Algunos estudios recientes afirman disminución de esta práctica, en las relaciones sexuales con compañeros casuales, en contraste con los long term partners, entre quienes el patrón conductual del sexo no protegido se presenta la mayor frecuencia. Motivación y conducta: el significado del sexo no protegido en las parejas de hombres homosexuales. ¿Qué conduce a los hombres homosexuales a practicar el sexo no protegido dentro de las relaciones de pareja estable?De acuerdo a investigaciones de Piasecza (2001), Herbst, MacKeller y Guzmán en el 2005, las prácticas de alto riesgo entre las “Parejas estables” se relacionan con la convivencia en pareja durante largo plazo y con los acuerdos de pareja, como el Negotiated safety38, principalmente. Esta afirmación parte de resultados obtenidos a partir de investigaciones cuantitativas cuyo enfoque no está dirigido a la exploración psico-social de las conductas de riesgo (Piasecza, 2001; Herbst, 2005; MacKeller, 2005; Guzmán, 2005). Davidoff (1993) propone que las razones de las conductas humanas están en relación con las motivaciones, y define a éstas como a un estado interno resultado de una necesidad y cuya característica es activar o excitar conducta(s) que satisfaga(n) el requerimiento instigador. Propone dos modelos de motivación, de los cuales elmodelo incentival resulta ser el más adecuado para la explicación de las conductas humanas dirigidas a satisfacer las necesidades que trascienden el orden de lo fisiológico: como hambre, sed, incluso la reproducción. Los objetivos de trabajo fueron: interpretar el significado del sexo no protegido en el contexto de las relaciones estables de pareja en una muestra no aleatoria de hombres homosexuales jóvenes de la Ciudad de Mérida, Yucatán, México en el otoño del año 2006 a partir de las palabras definitorias relacionadas con el significado del sexo no protegido en el contexto de las parejas estables. Metodología Investigación cualitativa y de acuerdo a Alvarez-Gayou (2003) con un marco interpretativo y enfoque fenomenológico. El diseño de la investigación se configuró a partir del modelo incentival de motivaciones Negotiated safety: expresión anglosajona que hace referencia a un acuerdo entre dos compañeros sexuales y/o afectivos sero concordantes a VIH para vivir una relación donde el sexo anal no protegido es permisible exclusivamente entre ambos. 38 294 de la conducta (Davidoff, 1993), cuyas aportaciones obtenidas enriquecieron la interpretación de las palabras definitorias del conjunto SAM –redes semánticas naturales de Valdez–. Dentro del modelo de Davidoff, el significado de la conducta se ubica dentro de las cogniciones, las emociones y las motivaciones. Para establecer el contexto se aplicaron técnicas cuantitativas. El universo correspondió a hombres homosexuales con experiencias de pareja estable habitantes de la ciudad de Mérida;al desconocer el total de esta población, carecer de un marco muestral y sobre todo por ser un estudio exploratorio, la muestra se configuró con 11 participantes de la comunidad gay de Mérida, a los cuáles se accedió a través del muestreo no aleatorio en bola de nieve39. La variable en estudio correspondió al significado del sexo no protegido en las relaciones estables de parejas de hombres homosexuales, la cual se construyó con las palabras definitorias del conjunto SAM y las motivaciones. De las palabras aportadas con las redes semánticas naturales se calculó, de acuerdo a Valdez (2005), el valor J (total de palabras definidoras del estímulo), valor M o VMT (peso semántico obtenido por cada palabra definidora), el conjunto SAM (10 palabras definidoras con el mayor valor VMT) y el valor FMG (distancia semántica entre las palabras definidoras que conforman el conjunto SAM). Los valores se ordenaron y se presentan en forma de tablas. Los resultados de las redes semánticas aportan palabras relacionadas con el significado del fenómeno, dónde se entremezclan las cogniciones y las emociones relacionadas con éste. Elresultado de las entrevistas con los participantes, fue transcrito realizando una decodificación hasta integrar códigos clave que orientaron hacia la obtención de las motivaciones relacionadas con la conducta en estudio. Resultados La edad media de los participantes fue 24 años –rango de 20 a 31 años–, más del 60% con estudios universitarios concluidos –media 16 años de escolaridad–, y cerca del 20% cursando alguna licenciatura. Los 11 participantes se auto reconocen con preferencia homosexual exclusiva, refirieron estar “Fuera delcloset”, todos desempeñan papeles Muestro en bola de nieve: Técnica de muestreo no aleatorio en dónde se localiza a algunos individuos, los cuales conducen a otros, y estos a otros, hasta conseguir una muestra suficiente. Empleado con utilidad en poblaciones clasificadas como “Marginales”: delincuentes, sectas, determinados tipos de enfermos 39 295 mixtos en las relaciones sexuales pero en cuatro de ellos predominaba el papel receptivo (36%) y siete (64%) con papel preferentemente insertivo. Siete de ellos estaban viviendo una relación de pareja estable monógama al momento del estudio y dos participantes practicaron el sexo no protegido con todas sus parejas estables, ambos con papel sexual preferentemente receptivo (Tabla 1.1). Tabla 1.1 Algunas características sociodemográficas de los hombres homosexuales en Mérida, Yucatán, 2006. EDAD Escolaridad (años) 31 27 26 25 25 24 24 23 23 22 20 12 16 19 17 19 17 15 16 14 13 12 Papel en la relación sexual Insertivo Receptivo Insertivo Receptivo Receptivo Insertivo Insertivo Insertivo Receptivo Receptivo Insertivo Pareja Tipo de relación Sin pareja Con pareja Sin pareja Sin pareja Sin pareja Con pareja Con pareja Con pareja Con pareja Con pareja Sin pareja monógama monógama monógama monógama monógama monógama monógama Práctica del SAN* 1 3 1 1 3 1 1 1 1 1 1 *SAN corresponde al número total de parejas con quienes se ha practicado el sexo anal no protegido. Las redes semánticas aportaron 31 palabras definidoras -Valor Jel peso semántico –VMT– del valor J configuró un conjunto SAM con 11 palabras definidoras cuyo valor FMG entre la confianza y el temor al rechazo tuvo un rango de 34 puntos porcentuales. [Tabla 1.2] La confianza, el amor, el placer, el apego y la pasión (Conjunto SAM) fueron las palabras definitorias con mayor peso semántico con respecto al estimulo “Sexo anal no protegido en las parejas estables de hombres homosexuales” y la fidelidad fue retomada en las motivaciones Al explorar la confianza se observó que ésta tiene un significado, en el contexto de la relación de pareja, con una importancia equiparable al amor e incluso superior. Las relaciones sexuales no protegidas pueden suceder a razón de sentir confianza, aún en ausencia del sentimiento de amor por la pareja. Sin embargo, el concepto de confianza carece de claridad: en ocasiones se le concibe como un sustrato perteneciente al 296 amor, en otras como sinónimo de fidelidad, seguridad e inefablemente como una relación de poder –dominación sobre el amado. Tabla 1.2 Conjunto SAM del estímulo: sexo anal no protegido con la pareja estable. PALABRA DEFINIDORA Confianza Amor Placer Pasión Apego Cariño Comodidad Fidelidad Irresponsabilidad Comprobación de sentimiento VMT 75 69 69 60 58 54 54 54 51 50 FMG (%) 100 92 92 80 77 72 72 72 68 66 Temor al rechazo 50 66 Estas concepciones de Confianza invitan a pensar en el uso indiferenciado de ésta como vehículo para el enmascaramiento de una deficiente percepción de riesgo de infección por VIH/ ITS. Yo confío mucho en él porque sé que él me ama. Yo soy quien manda en la relación y pues como quiera, él me tiene mucho respeto. Kelly, 24 años. La gente no se infecta así [cuando el sexo sin condón es con la pareja estable) porque pues hay confianza. Johan, 25 años. El amor es organizado como el conjunto e interacción entre la confianza (intimidad40), la comunicación y el apego. Reconocen al amor como un conjunto de sentimientos recíprocos, desinteresados y que 40 Teoría triangular del amor de Sternberg. Sostiene que el amor se integra de tres componentes que interactúan entre sí: la intimidad, la pasión y el compromiso-decisión. 297 siempre desenlaza en la formación de una pareja estable. Comentan la existencia de “Pruebas de amor”: como el “Salir del closet”, la cohabitación y el coito anal sin preservativo, verbigracia. La presencia de estas “Pruebas de amor” en el argot de los hombres homosexuales presenta una magnitud tal que la ejecución de las mismas con la pareja “Amada” se percibe como algo normal y el desuso de esta normatividad pondría en duda el amor entre ellos y consolidación de la relación de pareja, interna y externamente (sociedad). Eso [el sexo anal no protegido] es algo que pasa en todas las relaciones, chavo. ¡No te asustes! Mike, 26 años. Nosotros lo vemos como algo normal en nuestra relación. Ya no podría ser de otra manera. Alexander, 31 años. La fidelidad, condición necesaria de la subsistencia de la pareja monógama, se manifiesta repetitivamente, a través del sexo anal no protegido. Si él me dijera que quiere usarlo [el preservativo] sabría que algo está mal (silencio). Sabría que me está poniendo el cuerno. Romeron, 20 años El placer es percibido como un motivador intrínseco de la conducta y como creencia: “Hacerlo sin condón pues te da más placer”. Profundizando acerca de él, los participantes describen que el placer obtenido de la experiencia sexual no protegida está en función de hacer una variación en el estilo – variedad y el placer asociado. […] es como variar, ya sabes. Sentirlo piel con piel es como que más rico y pues cambia a hacerlo siempre con condón y condón Kelly, 24 años El apego al que pudieran referirse los participantes tendría que ser analizado en el contexto de la dinámica entre ambos miembros de la pareja, situación que no fue considerada en la planeación de este estudio, por lo cual la profundización en este aspecto fue limitada, lo que motivó a ser eliminado del análisis. Las necesidades de placer, amor y de estima (Maslow) son las motivaciones identificadas para la conducta del sexo anal no protegido, en este grupo. 298 Discusión El significado que los hombres homosexuales atribuyen a sus prácticas sexuales anales no protegidas –sin usar preservativo– en el contexto de la relación de pareja estable demandaba de una aproximación a las variables sociales, como las motivaciones y las percepciones del fenómeno en estudio. El éxito de la investigación cualitativa al resolver incógnitas de ordenanza socio cultural, como ha sido demostrado por Amuchástegui (1996) reforzó la planeación a priori de realizar el presente estudio bajo los modelos cualitativos. El análisis de los resultados proyectó un conjunto de significados relacionados con la conducta sexual de riesgo, dotados de valor positivo que se traduce en una visión positiva en la ejecución de la conducta sexual de riesgo. Sin embargo, recordando la complejidad de la conducta humana, donde las motivaciones o necesidades son excitadoras de la conducta, la ejecución de la última está condicionada a otros componentes psicológicos, entre los cuales residen las actitudes individuales hacia las necesidades y la conducta. Estos hallazgos nos conducen a otras interrogantes. Si dentro del argot gay el sexo anal no protegido (SAN) se percibe con un valor positivo en el contexto de las relaciones estables de pareja, ¿por qué algunas parejas estables de hombres homosexuales se protegen en sus relaciones sexuales anales transgrediendo esta corriente hegemónica? No obstante, en la aproximación hacia la conducta, se identificó un conjunto de significados relacionados con la concepción del amor en los hombres gay, las redes sociales –formación de pareja– y el modelo de pareja predominante monogámica. Se observó la existencia de situaciones de poder genéricas –dominación que ejerce un miembro sobre otro– similares a las que se presentan cotidianamente entre hombre y mujer en el modelo de pareja heterosexual. En el argot gay se percibe al SAN asociado a lo que se podría describir como una norma social la cual concibe a esta conducta sexual de riesgo, en un discurso dotado de valores sociales positivos, que teóricamente excitan a su práctica en el contexto señalado. De esta manera se integró la posible existencia de dos ecuaciones sociales Pareja estable = amor (confianza) = sexo no protegido. Los resultados obtenidos, incorporan al conocimiento científico, información inherente a las prácticas sexuales de riesgo en este pequeño grupo sujeto a vulnerabilidad. Los hallazgos desmitifican la visión hasta ahora predominante donde todas las conductas sexuales de riesgo son asociadas con la desinformación y la baja percepción de riesgo de infección por VIH. Añade elementos sociales tales como la concepción del amor, de la pareja, y de género, como las relaciones de poder entre los miembros de la pareja. Esta incorporación de lo social fortalece la perspectiva de la vulnerabilidad social, es decir que las conductas 299 sexuales de riesgo involucran al componente biomédico, tanto como el social; lo que exige comprender a todos los seres humanos como seres dotados de tres componentes básicos: biológico, psicológico y social, Los estudios consultados respecto a homosexualidad y VIH/Sida se desarrollaron bajo un diseño de investigación cuantitativo epidemiológico, por lo que, sus resultados no son equiparables con los de este trabajo cuyo enfoque fue cualitativo. El fenómeno “Sexo no Protegido” en las parejas estables de este grupo de hombres homosexuales yucatecos, presenta un significado distinto al Negociated safety descrito por Guzmán y Colfax (2005), que representa un convenio, producto del diálogo entre los compañeros y se presenta incluso dentro de las relaciones abiertas –amor lúdico–. En contraste, la práctica del SAN en el grupo de hombres estudiado, se realiza sin un acuerdo dialogado, sin el conocimiento del estatus serológico para VIH y su significado social se relaciona con el amor y con la consolidación de la pareja monógama. La preocupación de resolver el problema de la infección en este subgrupo de hombres motivo a tomar como tarea la investigación social del SAN en el contexto mencionado. Esto nos conduce a reforzar la necesidad de la integración de la esfera psicosocial a la biológica en la comprensión de las enfermedades en las personas; en este caso particular de la epidemia del Sida. Se identificaron las siguientes áreas clave en las que habría que trabajar, una corresponde a la construcción y deconstrucción de la concepción y percepción del amor, de las relaciones de pareja y de las dinámicas inherentes a la misma entre los hombres gay participantes. Conclusiones El significado del sexo anal no protegido (sin condón) en el contexto de las relaciones de pareja estables y monogámicas de hombres homosexuales, habitantes de la ciudad de Mérida, Yucatán, se encuentra relacionada con las concepciones y representaciones del amor, la confianza, la pasión, el apego y el placer, lo que se asemeja a lo reportado por Vera (2003 y 2005) en mujeres, parejas de hombres heterosexuales. Se le interpreta como un parámetro social, en el argot de este grupo de hombres homosexuales, de la consolidación de la pareja. La conducta tiene un valor social positivo que se traduce en una actitud positiva hacia la conducta y su consiguiente ejecución, favoreciendo la infección por el VIH entre los miembros de la pareja. 300 Bibliografía Álvarez-Gayou J. (2003) Cómo hacer investigación cualitativa: fundamentos y metodología. Edit. Paidós. México. Amuchástegui A. (1996) “El significado de la virginidad y la iniciación sexual: Un relato de Investigación”. 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México. Noviembre de 2006. Disponible en: http://www.salud.gob.mx/conaSida Davidoff L. (1993) “Motivación”. En: Davidoff L. Introducción a la psicología. McGraw Hill. 2ª edición. México, pp.329-68 Döring M. (1994) El Mexicano ante la sexualidad. Fontamara. México, Cap. 5:71-85. Elford J., Bulding G., Maguire M., Sherr L. (2000) “Combination therapies for HIV and sexual risk behavior among young gay men”.JAIDS.; 23:266-71. George C., Alary M., Otis J., Demers E., Masee B., Lavoie R., et. al. (2006) “Nonnegligible increasing temporal trends in unprotected anal intercourse among men who have sexual relations with other men in Montreal”.JAIDS, 41:3;365-70. Glass T., Young J., Vernazza P., Rickenbach M., Weber R., Cavassino M., et. al. (2004) “Is unsafe sexual behavior increasing among HIV infected individuals? AIDS”;18: 1707. Góngora R. (2000) “La infección del VIH y el SIDA en Yucatán: un análisis situacional basado en la investigación”. Enf.Infec. Microbiol. 20:207-13. 301 Greig A., Kimmel M., Lang J. (2000) Men, Masculinities & Development: Broadering our work towards gender equality. May 2000. Monograph Series No. 10. Guzman R., Colfax G., Wheeler S., et al. (2005) “Negotiated safety relationships and sexual behavior among a diverse sample of HIV-negative men who have sex with men”.JAIDS. 38:82-6. Herbst J., Sherba T., Crepaz N., DeLuca N., Zohrabyan Lev., Stall R., et. at. (2005) A meta-analytic review of HIV behavioral interventions for reducing sexual risk behavior of men who have sex with men. JAIDS. 39: 228-41 Hostigan Pamela. (2001) Enfermedades transmisibles, género y equidad en la salud. Publicaciones temporales de la OPS, OMS. No. 7. Kimble C., Hirt E., Díaz-Loving R Hosch H., Lucker G., et. Al (2002). “Atracción interpersonal: amigos y amantes”. En: Kimble C., Hirt E., Díaz-Loving R Hosch H., Lucker G., et. al. Psicología Social de las Américas. Edit. Prentice Hall. 1ª Edición, pp.291334. MacKeller D., Valleroy L., Secura G., Behel S., Bingham T., Celestano D, et al. (2005) “Unrecognized HIV infection, risk behaviors and perceptions of risk among young men who have sex with men”.JAIDS. 38:603-14 Mino F. (2006) “Las formas diversas de ser hombre”. Letra S. (120) Piasecza M., Craib K., Li K., Chan K., Weber A., Strathdee S., et al. (2001) “Longitudinal Patterns of sexual behavior and condom use in a cohort og HIV- negative gay and bisexual men in Vancouver British Columbia, Canada”. JAIDS. 28:187-93. Rivas M., Amuchastegui A. (1997) “Hacia una construcción histórica de la sexualidad”. Letra S. Enero. Rubio E. (1994) “Introducción al estudio de la sexualidad humana”. En: Rubio E. Antología de la Sexualidad Humana, Tomo 1. CONAPO y Editorial Porrúa. México, D.F., pp. 27-40. Sánchez R. (2006) “El que se abre pierde”. Letra S. La Jornada. (120). Servicios de Salud de Yucatán (2002) Programa de Control y prevención del VIH/SIDA. Departamento de Vigilancia Epidemiológica. Noviembre de 2002. Stolte I., Dukers N., Geskus R., Coutinho A., B.F. de Wit J.(2004) “Homosexual men change to risky sex when perceiving less threat of HIV/ AIDS since availability of highly active antiretroviral therapy: a longitudinal study”. AIDS. 18:303-9. Valdez J., González N., Sánchez P. (2005) “Elección de pareja en Universitarios Mexicanos”. Enseñanza e investigación en Psicología. REDALYC. 10:355-67. Vera L. (2003) “Género, violencia y la epidemia del VIH/ SIDA en Yucatán”, México. Rev. Biomédica. 14:269-78. 302 Vera L, Velázquez M (2005) “Percepción de riesgo para la infección por VIH en mujeres mayas de Yucatán, México”. Archivos Hispanoamericanos de Sexología, XI: 219:231. Xia Q., Osmond D., Tholandi M., Pollack L., Zhou W., Ruiz J., et. al. (2006) “HIV prevalence and sexual risk behaviors among men who have sex with men” JAIDS.41:238-45. 303 AUTORES/AS Denise Fay Brown Owens Doctora en Antropología Social por la Universidad de Calgary, Canadá. Es Profesora del Departamento de Geografía de la Facultad de Geografía y Coordinadora del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Calgary desde 2000. De 1991 a 1997 fue miembro del Programa de Antropología Social y Ecología Cultural en la Universidad Iberomericana en la ciudad de México. De 1980 a 1990, fue colaboradora con la Universidad de Calgary de la Latin American Studies Field Schools en Mexico para llevar a cabo intercambio de estudiantes para la realización de trabajo de campo en México. Por más de dos décadas ha realizado estudios en la zona maya de Yucatán y ha presentado y publicado sus resultados de investigación en diversos foros y revistas académicas internacionales. Leticia Paredes Guerrero Antropóloga Social egresada de la licenciatura de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán y de la Maestría de El Colegio de Michoacán. Candidata a Doctora en Antropología Social por la UNAM. Investigadora Titular y Presidenta del Cuerpo Académico Estudios sobre Mujeres y Relaciones de Género de la Unidad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Regionales Dr. Hideyo Noguchi de la Universidad Autónoma de Yucatán. Autora de diversos trabajos sobre Mujeres, política y poder. Docente de cursos sobre Genero y Feminismo en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY. Profesora con Perfil PROMEP 2006-2009. Miembro de la Red de Estudios de Género de la Región Sur-Sureste de la ANUIES. Elva Rivera Gómez Es Candidata a Doctora en Historia por la Universidad Veracruzana, Maestra en Ciencias Históricas por la Universidad Amistad de los Pueblos, Moscú, Rusia. Es profesorainvestigadora e integrante del CAEC Estudios Históricos y colaboradora del Centro de Estudios Históricos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Integrante del Comité Editorial de la Revista La Manzana. Es coautora de los libros: Estudios Iberoaméricanos 305 de Género en Ciencia, Tecnología y salud. Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008; Estudios sociales sobre la infancia en México, 2007; Miradas en la noche. Estudios sobre la prostitución en Puebla, 2007; Las mujeres en la Ley de la Selva, 2007; Estudios históricos sobre las mujeres en México, 2006; Ciencia, tecnología y género en Iberoamérica, 2005; Historia de las mujeres en América Latina, Murcia, España 2003. Cirilo Rivera García Es Psicólogo por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Es analista del Departamento de Educación en Población del Consejo Estatal de Población del Estado de Puebla. Ha cursado diplomados en Violencia Familiar, Violencia de Género, y Género y Políticas Públicas. Especialista en Masculinidad, violencia familiar, violencia en el noviazgo y violencia masculina. Actualmente ha creado un espacio particular de atención psicológica para hombres, desde la perspectiva de género, en la ciudad de Puebla. Es Miembro de la Red Internacional y Estatal de Investigadores sobre Masculinidades. Imparte Cursos de capacitación y sensibilización en perspectiva de género, masculinidades, violencia familiar, género y relaciones de pareja, entre otros. Integrante del Comité Editorial de la Revista La Manzana. Articulista de la revista “Temas de Población”, órgano de difusión del COESPO-Puebla. Gina Villagómez Valdés Doctora en Antropología Social por la Universidad Iberoamericana. Profesora Investigadora Titular “C” de la Unidad de Ciencias Sociales, Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi”, Universidad Autónoma de Yucatán. Miembro del Cuerpo Académico de Estudios sobre la Mujer y Relaciones de Género. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I, Miembro de la Red de Estudios de Género de la ANUIES Región Sur-sureste. Autora de los libros Mujer maya y Desarrollo Rural en Yucatán (1998); Mujeres que mandan (2004) y Familia y Violencia (2005). Ha presentado sus resultados de investigación en más de 60 foros académicos y de divulgación local, nacional e internacional. Alicia Canto Alcocer Es egresada de la Licenciatura en Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán. Actualmente es titular del Centro Integral de Desarrollo y Atención de la Violencia 306 Intrafamiliar del Ayuntamiento de Mérida y Secretaria Técnica del Consejo Municipal de la Mujer del Municipio de Mérida. En el año 2000 se desempeñó como coordinadora de investigación y evaluación del Instituto de la Mujer en Yucatán y a partir del 2002 y hasta 2007 tomó a su cargo el Departamento de Planeación y Control de Gestión del Instituto para la Equidad de Género en Yucatán y fungió como Secretaría Técnica del Subcomité Especial de la Mujer del COPLADE, coordinando la elaboración, implementación y seguimiento del Programa Estatal para la Equidad de Género 2001-2007. Rodrigo Cueva G. Cantón Es egresado de la Licenciatura en Psicología por la Universidad Marista de Mérida. Cuenta con un Diplomado en Derechos y Necesidades de la Infancia y un Diplomado en Atención y Prevención de Violencia Familiar. Actualmente cursa la Maestría en Desarrollo Humano por la Universidad Marista de Mérida. Desde 2003 se desempeñó como facilitador en el área de Equidad Social del Centro de Desarrollo Integral y de Atención a la Violencia Intrafamiliar del Ayuntamiento de Mérida (CIAVI). En este centro ha desempeñado tareas de facilitador de talleres dirigidos a mujeres y hombres en diferentes colonias y comisarías acerca de prevención de violencia familiar. Asimismo ha facilitado sesiones del Grupo de Hombres con Problemas de Violencia que, desde 2001, se ofrece en el CIAVI. Actualmente es coordinador del área de Equidad Social y representante ante el Consejo Municipal de la Mujer del Ayuntamiento meridano para el período 2007-2010. Sergio A. Moreno Cabrera Hijo, hermano, amigo; uno más de los y las que trabajan y creen en la posibilidad de una vida digna, justa, diversa y de colaboración entre las personas. Licenciado en Psicología por la Universidad Marista de Mérida, candidato a Maestro en Psicoterapia por el Instituto Kanankil, A. C., miembro de Ciencia Social Alternativa, A. C. (Kóokay), docente de la Universidad Marista de MéridaJosé Marcial Gamboa Cetina Maestro en Ciencias Antropológicas y candidato a Doctor en Ciencias de la Comunicación. Es Profesor-Investigador Titular “C” en el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Desde hace veinte años desarrolla proyectos de investigación sobre género, sexualidad y medios de comunicación. Ha publicado los resultados de sus investigaciones en las siguientes institu307 ciones académicas: El Colegio de México, la UNAM, El Colegio de Michoacán, la UAM- Iztapalapa; la Universidad de Gainsville, Florida; el INAH, la Universidad Autónoma de Yucatán y la Universidad Autónoma de Campeche. Entre sus últimas publicaciones destaca: “El cómic erótico mexicano: su consumo en Mérida, Yucatán” en: Igor Ayora Díaz (editor) Globalización y consumo de la cultura en Yucatán, Mérida, UADY, 2007 José de Jesús González Núñez Doctor en Psicología egresado de la UNAM. Es Psicoterapeuta Psicoanalítico Individual por la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica, Psicoterapeuta Psicoanalítico de Grupo por el Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social y Psicoanalista por la Society for Psycoanalytic Training de Nueva York. Es también profesor de tiempo completo de licenciatura y posgrado de la Facultad de Psicología de la UNAM. Entre sus múltiples y destacadas actividades es primer autor y compilador de 19 libros, autor de más de 80 artículos y ha impartido más de 250 conferencias académicas y de divulgación sobre la salud mental. Autor del libro Conflictos Masculinos editado por Plaza y Valdés en 2004. Elia María Escoffié Aguilar Licenciatura en Psicología (UADY, 1979), Especialidad en Psicología Clínica Infantil (UADY, 1995) Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica Infantil (IIPCS, 2004). Profesora de la Licenciatura en Psicología en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Yucatán, desde 1979 a la fecha. Profesora del Posgrado en el programa de Especialización en Psicología Clínica Infantil (1995-2003) Profesora en el programa de Maestría en Psicología Aplicada con salida en Clínica Infantil (2005 – a la fecha) Responsable del Proyecto: “Terapia de juego con padres e hijos como medio para favorecer estilos de crianza positivos” (PRIORI 2006-2008) Directora de la Facultad de Psicología (UADY) hasta 2004. Miembro del Colegio de Psicólogos del Estado de Yucatán de 1980 a la fecha y de la Sociedad Interamericana de Psicología (SIP) 2005 a la fecha. Perfil PROMEP (2005-2008). Carlos David Carrillo Trujillo Egresado de la Licenciatura en Psicología por la Universidad Autónoma de Yucatán y del programa de Maestría en Psicología por la misma universidad. Actualmente cursa el programa de Doctorado de Análisis Psicológico de Problemas Sociales. Profesor en la Facultad de Psicología de la UADY. Ha impar308 tido las asignaturas: procesos psicosociales, psicología social, psicología experimental, desarrollo psicológico, entre otras. Miembro del Cuerpo Académico de Psicología Social y del Cuerpo Colegiado del Programa de Educación Continua de la facultad de Psicología de la UADY. Miembro colaborador en el Cuerpo Académico Educación y Sociedad de la Facultad de Pedagogía del Sistema de Enseñanza Abierta de la Universidad Veracruzana. Área temática: género, sexualidad y diversidad sexual. Ha publicado en revistas especializadas artículos sobre masculinidad-feminidad y género. Jorge Armando Revilla Fajardo Catedrático de la Universidad Veracruzana desde 1973. Candidato a Doctor en Filosofía por el Instituto de Psicología y Educación de la Universidad Veracruzana. Responsable del Cuerpo Académico “Educación y Sociedad”. Diploma de reconocimiento a relevantes méritos académicos otorgado por la Universidad Veracruzana.Autor de numerosas ponencias y artículos de investigación en revistas científicas de psicología. Área de investigación: estudios de género, sexualidad, diversidad sexual, innovaciones educativas, tecnología de información y educación a distancia. Ha realizado estancias en la facultad de Educación de la Universidad de Salamanca, España; la Universidad Estatal a Distancia UNED-Costa Rica en San José, Costa Rica y la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Pedro Sánchez Escobedo Es Profesor Investigador Titular “C” de tiempo completo de la Universidad Autónoma de Yucatán. Obtuvo el grado de Médico Cirujano en la Universidad Autónoma de Yucatán; Maestría en Educativa en la Universidad de Bristol, Inglaterra y Doctorado en Psicología en la Universidad de Iowa, Estados Unidos. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores desde 1996. Ha sido responsable de diversos proyectos de investigación, por los que ha recibido apoyo estatal, federal e internacional. A la fecha ha publicado 3 libros, más de 70 artículos originales de investigación y ha sido invitado como profesor en las Universidades de Iowa, la Universidad Pacífica Luterana y la Universidad de Ohio. Sandra Martín Tun La Mtra. Sandra Martín Tun es asistente de investigación en la Unidad de Posgrado e Investigación de la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Yucatán. Obtuvo el grado 309 de Licenciatura en Educación y Maestra en Innovación Educativa en la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Yucatán. Se ha desempeñado como docente y ha participado en diversos proyectos de investigación en Yucatán. Paulina Carrillo Espadas La Lic. Paulina Carrillo Espadas es asistente de investigación en la Unidad de Posgrado e Investigación de la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Yucatán. El Lic. Carrillo obtuvo el grado de Licenciatura en Educación en la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Yucatán. Ligia del Carmen Vera Gamboa Médica egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yucatán 1974-1980. Especialista en Docencia por la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), en el período 1985-1987. Sexóloga egresada del Instituto Mexicano de Sexología A.C. Labora como profesora investigadora titular en el Centro de Investigaciones Regionales Dr. Hideyo Noguchi de la Universidad Autónoma de Yucatán con una antigüedad de 27 años, y como profesora en la Facultad de Medicina de la UADY Ha presentado trabajos en congresos nacionales e internacionales en las áreas de medicina, VIH/ Sida, sexualidad y educación de la sexualidad en así como conferencias. Activista en la lucha contra el Sida como secretaria Técnica del Grupo Multisectorial Ciudadano en VIH/Sida en Yucatán desde 1998. Roger E. Mézquita Leana Médico Cirujano Egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Yucatán. Actualmente es tesista del Laboratorio de Apoyo al Diagnóstico Clínico del Centro de Investigaciones Regionales Dr. Hideyo Noguchi de la Universidad Autónoma de Yucatán. Elsa Rodríguez Angulo Médico Cirujano por la Universidad Autónoma de Yucatán. Maestra en Salud Pública, egresada del Instituto Nacional de Salud Pública de México. Profesora Investigadora titular del Departamento de Medicina Social y Salud Pública. Docente de la Facultad de Medicina a nivel licenciatura y posgrado. Miembro del Comité de Bioética del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi”, Unidad Biomédicas. Des310 de 2001. Miembro de la Red de Género Región Sur-Sureste, ANUIES. Publicaciones en revistas nacionales e internacionales, así como capítulos de libro. Presentación de resultados de investigación en Foros y Congresos nacionales e internacionales. Miembro del Comité Interinstitucional de la Vigilancia de la Mortalidad Materna en Yucatán. Desde 2003. Reconocimiento de perfil PROMEP desde el año 2000. William Manrique Vergara Es Profesor Investigador Asociado del Departamento de Medicina Social y Salud Publica del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi”, Unidad Biomédica. Medico Cirujano, egresado del instituto Nacional de la Nutrición, México, D. F. Fue responsable del Departamento de Bioquímica y Radioisótopos del CIR, UADY, miembro de varios cuerpos colegiado y sociedades nacionales de medicina. Experiencia en el campo de la docencia en la formación de recursos humanos, alumnos del Programa PRIORI y del verano científico, trabajo comunitario y en. Actualmente colabora en proyectos de investigación sobre mortalidad materna en el municipio de Chemax, Yucatán así como en proyectos de género, nutrición y cáncer. Ana María Lucas Navarro Médica Cirujano por la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Yucatán. Actualmente es tesista del laboratorio de Medicina Social y Salud Pública del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la Universidad Autónoma de Yucatán. Yolanda Oliva Peña Licenciada en Sociología por la UAM, Maestra en Ciencias Antropológicas con Especialidad en Antropología Social en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY. Integrante del Departamento de Medicina Social y Salud Pública del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la Universidad Autónoma de Yucatán. Docente de la licenciatura en Nutrición, se ha impartido las asignaturas Sociología Latinoamericana y Teoría de grupos. Ponente en eventos académicos locales, regionales, nacionales, e internacionales. Asesora de tesis de licenciatura y Maestría. Con diversas Publicaciones: Relacionados con Salud Reproductiva, sexualidad y Salud Pública. Sinodal de diversas tesis de licenciatura y de Maestría. Participación Técnica en Investigación: colaboración en diversos proyectos de investigación en el laboratorio de Medicina 311 Social en temáticas sobre Salud Pública, Salud Reproductiva Y Sexualidad, Nutrición, Desarrollo Social. Andrés Martín Santana Carvajal Médico Cirujano por la Universidad Autónoma de Yucatán. Especialista en Salud Pública por la Universidad Veracruzana y Especialista en Sexología Educativa por el Instituto Mexicano de Sexología. Maestro en Ciencias Antropológicas con Especialidad en Antropología Social por la UADY. Profesor Investigador Titular “A” del departamento de Medicina Social y Salud Pública del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la UADY; Docente la Facultad de Medicina de la UADY. Ponente en eventos académicos locales, regionales, nacionales, e internacionales. Coordinador eventos académicos locales y uno regional. Asesor: 36 tesis de licenciatura. Cuatro tesis de la especialidad en Psiquiatría. Una en Maestría. Diversas Publicaciones: Relacionados con Salud Reproductiva, sexualidad y Salud Pública. Sinodal de diversas tesis de licenciatura de Medicina, Nutrición y Antropología. Roberto Ortiz Manzanilla Licenciado en Ciencias Antropológicas en la especialidad de Literatura y Linguística por la Facultad de Ciencias Antropológicas, ha impartido cursos a la Licenciatura de Literatura Latinoamericana sobre ‘Género y performance en la literatura’ y ‘Perspectivas de género’, ha publicado en la revista Narrativa Puertorriqueña -revista web- y en la revista Nota´n Queer perteneciente a la asociación civil Investigaciones Queer. También ha participado en encuentros académicos tales como el ‘Primer Coloquio de Ciencias Sociales. El sureste mexicano: visiones históricas y contemporáneas’ del centro de Investigaciones Regionales Dr. Hideyo Noguchi de la Universidad Autónoma de Yucatán, así como en el ‘Seminario Permanente de Género, Sexualidad y Performance’. Celmy Teresa Noh Poot Licenciada en Ciencias Antropológicas con Especialidad en Antropología Social por la Universidad Autónoma de Yucatán. Especialista en Estudios de la mujer por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM-X) y Maestra en estudios de la mujer por la UAM-X. Líneas de investigación. Género, masculinidades, homosexualidades, diversidad, ciudadanías múltiples y mujeres. Jorge Oswald Toledo González 312 Medico Cirujano por la Universidad Autónoma de Yucatán. Tesis de examen de grado: “Significado acerca del sexo anal no protegido en parejas estables de hombres homosexuales de Mérida, 2006”. Internado Rotatorio de Pregrado en el Hosp. Gral. Agustín O’Horán, Mérida. Participación en el Estudio: “Determinación del Nivel de Autoestima y sus implicaciones para la epidemia del VIH/ SIDA en un grupo de sexoservidoras de Yucatán, México” presentado en el 3er Congreso de Investigación en Sexología en Guadalajara, Jalisco y en la XXII Asamblea Nacional de Médicos Generales de Acapulco, Guerrero. Curso modular sobre disfunciones sexuales. S.E.C.M.G. y M..F. Diplomado en Sexualidad Humana. S.E.C.M.G. y M.F. María Luisa Rojas Bolaños Médica Cirujana egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México 1968-1973. Especialista en Pediatría Médica por el Instituto Mexicano del Seguro Social y la Unidad de Postgrado e Investigación de la UNAM 1975-1978. Maestría en Antropología Social por la Universidad Autónoma de Yucatán 1998-2000. Con diversos diplomados y cursos de actualización relacionados con el área de desempeño. Docente de tiempo completo en la Facultad de Medicina de la UADY desde 1978. En la actualidad Profesora de carrera titular A ocupa el cargo de Coordinadora del Área Científica de la carrera de medicina desde el 2004, pertenece al Cuerpo Académico de Educación en Salud con proyectos de investigación educativa e investigación operativa. 313 Esta obra fue realizada en los talleres de Compañía Editorial de la Península, S.A. de C.V. calle 38 No. 444-C x 23 y 25 Colonia Jesús Carranza Mérida, Yucatán, México. (999) 926-6133, 926-6143 cepsa98@prodigy.net.mx La edición consta de 500 ejemplares y se terminó de imprimir en septiembre de 2010 316