La diversidad sexual, un reto pendiente Gloria Careaga Pérez PUEG_UNAM A través de la historia, la expresión de la sexualidad ha tenido las más diversas manifestaciones, comportamientos que hoy resultan aberrantes, peligrosos, en otra época y en diferentes contextos han sido parte del proceso del desarrollo de las personas, e incluso han recibido una gran valoración social p. e. prácticas homosexuales, relaciones intergeneracionales. Esta condición, nos obliga a tratar de buscar la concepción misma sobre lo que hoy interpretamos como sexualidad, sus expresiones y prácticas sexuales, que nos posibilite identificar el sentido que hoy adquiere significado y la relación que guardamos con este tópico. Al mismo tiempo, podemos observar constantes interesantes que obligan a una mayor profundización: las relaciones erótico-afectivas entre las personas del mismo sexo, la discriminación de las mujeres, por ejemplo, que nos retan a mirar a la sexualidad también en un estrecho vínculo con la estructura social, sus fuerzas de poder y sus mecanismos de relación. No obstante, aunque los análisis por tratar de comprender sus expresiones han llevado a buscar en la historia de la sexualidad algunas respuestas, en muchas ocasiones, no se toma en cuenta un paradigma hoy ampliamente aceptado por quienes nos dedicamos a este campo: la sexualidad es un constructo social; Por lo que las interpretaciones sobre las expresiones de la sexualidad en los distintos contextos y etapas de la historia de la humanidad no pueden partir de referentes y concepciones contemporáneas. Es decir, nos exige el esfuerzo de comprender cabalmente el contexto histórico social en que se han dado las manifestaciones para tratar de elaborar algunas hipótesis. Una mejor comprensión del significado de estas prácticas en las diferentes etapas históricas, nos permitiría acercarnos a elucidar el por qué de la centralidad de la 451 sexualidad en los recientes siglos, así como del papel que han jugado los valores religiosos y morales para su estigmatización e incluso su negación. Incluso comprender cómo en los últimos dos siglos, en un afán de control de la sexualidad se intensificó su estudio y su normativización hasta reducirla a un limitado marco que impidiera reconocerla en su amplia expresividad. Introducción Las primeras interrogantes sobre la sexualidad de la era contemporánea –últimos tres siglos-, gracias a la sobrevaloración de la ciencia de esa época, se centraron en la investigación científica de su expresión, buscando las raíces fisiológicas para su comprensión, sin contemplar las bases morales que fundamentaban estas aproximaciones, dando lugar a un conjunto de falsas hipótesis que a partir de casos particulares, fueran ofreciendo elementos para su “comprobación”. Estos hallazgos dieron lugar a una fuerte afirmación de la sexualidad en el marco de las teorías esencialistas y de los instintos (que aun hoy día vertientes de la medicina y la psicología reproducen y en mucho se expresan en la visión tradicional pero predominante de la sexología) que impedían el reconocimiento del amplio abanico de la expresión sexual, o su condenación cuando eran reconocidas ciertas prácticas que se identificaban ajenas al objeto y fin sexual legítimos. Al mismo tiempo, fomentaron la creencia de la sexualidad como un aspecto ajeno, peligroso, que habría de controlar o descargar. Así mismo, con las nuevas formas de organización social de la sociedad privada y un nuevo concepto de matrimonio y de la familia, su objetivo se orientó definitivamente hacia la reproducción, condiciones que la delimitaron a un estrecho entorno, donde sus aspectos primordiales de erotismo y placer, estaban prácticamente denegados. Hoy día, aunque las aproximaciones al estudio de la sexualidad han mostrado que ésta es un resultado de un proceso sociocultural, donde se concatenan los diferentes aspectos y esferas de la vida humana, aún prevalecen ideas y creencias fundadas en estas concepciones morales y cientificistas, junto con aquellas que pretenden comprenderla desde una óptica multicultural, histórica y social, lo que ha incrementado el debate y el 452 interés por su investigación de una manera más sistemática, a partir del reconocimiento de la realidad social, incorporando a la vez nuevos conceptos de pareja, familia, y de relación. No obstante, la apuesta de las estructuras de poder para su negación a través del silenciamiento tiene aun plena vigencia. Es el silencio social sobre la sexualidad uno de los factores más poderosos para su negación y consecuentemente su incomprensión. Es a través del silencio que todavía hoy se mantienen los estigmas y la marginación de aquellas expresiones sexuales no legitimadas... Y mucho del trabajo que se ha realizado en torno a la sexualidad ha surgido a partir de las encuestas sobre algunas de sus prácticas y en el análisis de aquellas expresiones consideradas disidentes, desde su organización política hasta la búsqueda de explicaciones de estos comportamientos, como una forma de calificarlos y mantener el estigma. Sin embargo poco se ha hecho para entender la así considerada sexualidad hegemónica. Aún así, la resistencia al control de la sexualidad, a la imposición de una forma de ejercer la sexualidad igualmente cobra vigencia cada día, lo que hoy es más evidente es que hay muchas dudas con respecto a esa supuesta hegemonía, lo que nos plantea también muchas más interrogantes. La sexología, si bien se ha orientado de manera importante a investigar la respuesta sexual humana principalmente desde una óptica biológica, -Master y Johnson, Ellis- algunos, como Kinsey, han ampliado notablemente su perspectiva y actualmente resultan pioneros en el estudio de la sexualidad de una manera amplia; así la perspectiva contemporánea le ha incorporado otra dimensión para su análisis, que es la social y que nos permite ver la influencia de la historia y de la cultura en la definición de las prácticas. Asimismo, los análisis literarios y de las diversas expresiones artísticas han constituido aportes importantes para escudriñar las manifestaciones del erotismo, el placer, el sexo en diferentes épocas y hacia diferentes objetos sexuales, que han posibilitado identificar los predominios en las diferentes etapas y las relaciones de dominio en torno a la sexualidad. 453 Antecedentes Una de las principales aportaciones al reconocimiento de una sexualidad múltiple se le reconoce al polémico Freud (05), quien, si bien mantuvo una posición que podría considerarse ambivalente, sembró la semilla de una visión moderna de una variedad sexual infinita. Señaló que la sexualidad tiene evidentes manifestaciones a través de las distintas etapas de la vida y que éstas son polimorfas. Si bien Freud denominó a algunos comportamientos sexuales como perversos, su connotación no era la misma que actualmente le asignamos al concepto (Weeks, 98), sino que le llamó así, buscando transformar las opiniones convencionales respecto de lo que constituía el sexo, -desde esa analogía que hasta el siglo XVI se utilizó de la perversión como diversidad- y expresada claramente al denominar al infante como un perverso polimorfo. No podemos dejar de lado la aportación de la ética a la reflexión sobre las manifestaciones diversas, que ha permitido llevar la discusión sobre la sexualidad humana más allá de lo moral, para poderla enmarcar en los derechos de las personas, desde el respeto y la libertad. Y es precisamente este marco desde donde la perspectiva feminista y los estudios lésbico gays han impulsado su análisis. Así, el interés por develar las diferentes expresiones de la sexualidad se ha manifestado principalmente en la lucha de dos movimientos sociales: el feminista y el lésbico gay; aunque su mayor reconocimiento se ha dado a través de la lucha social, no han sido ajenos al desarrollo del conocimiento por la sexología y algunas teorías psicológicas, y recientemente, han ocupado áreas multidisciplinarias de estudio ya importantes en algunas instituciones de investigación y de educación superior. El feminismo contemporáneo identificó a las prácticas sexuales predominantes como uno de los elementos centrales que mantenían la inequidad entre mujeres y hombres, como un instrumento más para la subordinación de las mujeres, e impulsó una fuerte lucha para que se reconociera la sexualidad femenina que consideraban negada. Para el feminismo contemporáneo, la lucha por la autonomía del cuerpo constituyó el eje principal de sus demandas, no sólo por la intensa discusión que generaba el papel de la maternidad y la lucha por la legalización de los métodos anticonceptivos, sino también, y 454 de manera importante, por la necesidad de contar con herramientas para enfrentar la dura violencia sexual e identificar los mecanismos para el reconocimiento de la propia sexualidad (Careaga, 2001). Podríamos considerar que la discusión que se daba en América Latina en los años setenta se desarrolló simultáneamente en Estados Unidos y lo podemos ver reflejado en la publicación de “Placer y peligro” (Vance, 1984), donde se destaca el papel que la sociedad atribuía a la mujer respecto de la sexualidad, en este posicionamiento de doble moral social y de suma responsabilidad hacia las mujeres en el control de la sexualidad. La aportación feminista, además de destacar la disparidad de género en el ejercicio sexual se pronunció a favor del reconocimiento de las diversas expresiones de la sexualidad de las mujeres, contra la heterosexualidad impuesta y contra las diferentes formas de violencia sexual. No obstante, el trabajo de análisis sobre la sexualidad desde el feminismo no ha tenido la continuidad que lograron en otras áreas, dejando de lado la concepción de la sexualidad como elemento central en el mantenimiento de relaciones de dominación. Así, a pesar de que las feministas de hoy reconocen a la sexualidad como un elemento central en la estructura de relaciones de poder, no se han desarrollado contenidos que ofrezcan elementos para impulsar las propuestas planteadas. Podríamos incluso decir que aunque se apoya la lucha a favor de las expresiones sexuales diversas, se ha naturalizado la visión masculina de la sexualidad –genital, fálica, y posesiva -. Si bien la sexología, la psicología y la antropología no han cesado en su búsqueda de dar explicaciones al comportamiento sexual humano y han contribuido de manera importante a la elaboración de un marco teórico para reconocer la diversidad, el impulso político proviene de un origen diferente: los movimientos por la libertad sexual. La mayor parte de las sociedades han presenciado ya un esfuerzo sostenido de lesbianas y gays por articular y desarrollar identidades diferenciadas en el contexto de subculturas y comunidades sociales más amplias. A medida que los modos de vida homosexual se han hecho más públicos y tienen más confianza en sí mismos, han surgido otras afirmaciones de identidad y han 455 proporcionado un repertorio de estrategias políticas y organizativas para la movilización de otros grupos eróticos, exigiendo su derecho a la expresión y la legitimidad. Es decir, cada día más han dejado de ser del interés clínico para entrar en el escenario de la historia y de la cotidianidad, como pruebas vivas de la diversidad sexual. De una diversidad sexual para la que difícilmente tenemos nombres. Los estudios lésbico gays han sido entonces otro aporte importante. Intentan establecer la centralidad analítica del sexo y la sexualidad dentro de diferentes campos de investigación y promover los intereses de lesbianas, bisexuales y gays; Intentan descifrar los significados sexuales inscritos en diferentes formas de expresión cultural y de descifrar los significados culturales de los discursos y prácticas del sexo (Abelove, 93). No están definidos por sus sujetos, sus profesionales, sus métodos o sus temas, ni intentan ser agregados disciplinarios o de problemáticas. Los estudios lésbico gays Introducen al sexo y la sexualidad como una categoría a tomar en cuenta en el análisis de la realidad social. Los estudios sobre las expresiones sexuales diversas han creado entonces un espacio propio, donde el feminismo ha intervenido poco. Así, han pasado de los estudios lésbico gays, a los estudios queer –como una forma de reivindicar el uso peyorativo de este término -, y a los de la diversidad sexual, con el objeto de abrir un espacio para la reflexión sobre las amplias manifestaciones de la sexualidad. Podríamos afirmar que para los estudios lésbico gay la sexualidad se constituye en el eje de análisis de la estructura social, como es el género, para las feministas. Afortunadamente, cada vez más se reconoce a la sexualidad como una categoría tan importante como la de género y que habría que contemplarla en los análisis de diferentes fenómenos; desde la globalización y el mercado, las políticas públicas, los procesos de desarrollo como la migración, por mencionar algunos. La sexualidad se constituye igualmente en elemento central para el análisis de las relaciones de poder. Los estudios lésbico-gay, como los estudios de las mujeres, se ubican entre la academia y la política, al constituirse en campo de investigación académica y de exploración crítica. No obstante, aunque muchos de los estudios lésbico gay retoman la 456 propuesta feminista para el análisis, no es sino hasta recientemente, que algunas feministas retoman la aportación de estos estudios para el análisis de la sexualidad. El concepto de diversidad sexual La posición ante la diversidad sexual ha ido variando, hoy en día, pocos sexólogos se sentirían cómodos al usar el término “perversión” o sustentar las explicaciones sólo desde lo biológico que sustente su naturalización, en la descripción de las variedades de expresiones sexuales. Los estudios sobre la diversidad sexual no se constituyen más en proyectos de investigación desarrollados por algunas personas interesadas, cada vez más impactan los espacios universitarios y algunas currículas para abordar esta perspectiva (Careaga y Cruz, 2001). El tema de la sexualidad empieza a salir del clóset y poco a poco se va constituyendo en un tema cotidiano de reflexión. El aproximarnos al estudio de la diversidad sexual implica retos importantes. Nosotros, como producto de un contexto social, histórico, político, somos el resultado de un largo proceso a través del cual se definen nuestras expresiones y acciones. Así, si intentar comprender la sexualidad, en el trayecto de la humanidad resulta un objetivo demasiado complejo, para comprender la expresión actual de la sexualidad, el reconocimiento de las múltiples expresiones se constituye en un reto importante que posibilitaría su aceptación y que necesariamente nos plantea las dificultades para comprender y aceptar la de los demás. La diversidad sexual es un concepto que surge a partir del reconocimiento de las diferentes expresiones de la sexualidad, lejos de la concepción tradicional “en la noche, en la cama, dentro del vínculo conyugal y para la reproducción”, y de las implicaciones de esta concepción –monogámica, heterosexual, entre un hombre y una mujer, lejos del deseo, las fantasías y del placer-. Que además, nos lleva a mirarla desde su expresividad en las distintas formas de organización social, Aproximarnos a la diversidad sexual necesariamente nos hace revisar el concepto que sobre la sexualidad tenemos. Es decir, afirmar que concebimos a la sexualidad como un producto de un proceso sociocultural que se refiere a los aspectos erótico-amorosos de 457 nuestras vivencias, mucho más allá de la genitalidad. Implica también el reconocimiento del significado y relacionamiento con el cuerpo desde las tradiciones y valoraciones culturales y religiosas. Es decir, no es posible comprender la diversidad sexual sin contemplar la diversidad cultural. Hoy podemos afirmar que la diversidad sexual individual es un conjunto de expresiones de la sexualidad que involucra tres dimensiones para su análisis y definición: la orientación sexual, de acuerdo a la dirección erótico-afectiva del objeto amoroso; La identidad sexual, según la definición sexual que adopta la personas; Y la expresión sexual, en relación con las preferencias y comportamientos sexuales que adopta la persona. Pero que además, esta diversidad se expresa en el tiempo (Weeks, 1996), es decir a través de las diferentes etapas del desarrollo de las personas y en las culturas, es decir a partir de las formas de relación, valores y significados prevalecientes en un momento y contexto particular. Fácilmente podemos reconocer nuestra variabilidad en las expresiones del deseo, pero el reconocer nuestras transiciones en la orientación sexual, en las identidades sexuales, es otra cosa. Éstas mantienen todavía un estigma que impide un acercamiento sano con la posibilidad. Y sin embargo así es. Podemos tal vez reconocer algunas curiosidades por utilizar aditamentos y prendas del otro sexo, pero como un juego. Y tal vez hasta recordar alguna escena de celos a nuestra amiga, a nuestro amigo más querido, pero de ahí a la erotización de la relación, de la situación… es más difícil, al mismo tiempo que la realidad social nos empuja al reconocimiento de su variabilidad. Aún así, la tendencia a formar y defender categorías para ordenar esta diversidad se ha constituido en una ardua tarea que puede llevarnos al absurdo. Como Kinsey señaló, sólo la mente humana busca inventar categorías y se esfuerza para que los hechos quepan en casilleros separados, a pesar de que los hechos se subvierten constantemente. Y en este afán, han surgido nuevas categorías y minorías eróticas y las más antiguas han vivido un proceso de subdivisión a medida que gustos especializados y necesidades y aptitudes específicas se convierten en la base de otras identidades sexuales que proliferan. La lista es potencialmente interminable ya que cada deseo específico se 458 convierte en un centro de afirmación política y posible identidad social, que resulta imposible enumerar y no pocas veces, incluso denominar. Basta con observar un poco y mirar cómo se presentan formas de expresión en movimiento constante, cada una con sus expresiones específicas para reconocer que la amplitud y definición de categorías no es la vía que nos permitirá abordar la expresividad de la sexualidad. El estudio de la diversidad sexual Buscar estudiar la diversidad sexual, nos ha implicado posicionarnos frente a las concepciones y determinaciones que han guiado nuestro quehacer en los últimos años. La sexualidad, esa práctica incierta que derrumba categorías y concepciones y que nos exige volver frecuentemente al punto de partida. Sin embargo, la instalación del área de Estudios de la Diversidad Sexual en el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la UNAM en 1998, nos obligó a enfrentar el reto. Si bien originalmente pretendíamos continuar con la línea trazada por los estudios lésbico gay y la teoría queer, las concepciones que buscábamos impulsar no podían circunscribirse a estos marcos. Así, decidimos explorar el concepto de diversidad sexual que al parecer daba mejor cuenta de las múltiples expresiones de la sexualidad que hoy nos retan y no podemos más ignorar. La búsqueda de las causas de la conducta sexual humana ha ido perdiendo importancia, para dar lugar al interés por conocer las formas y la presencia frecuente de la diversidad sexual. El trabajo desarrollado en torno a la investigación en este campo se ha dirigido hacia las identidades, las expresiones culturales, literarias, las formas de resistencia y de organización y a los estilos de vida. El trabajo de investigación que hoy realizamos, nos permite ofrecer elementos para comprender el arraigo a las identidades sexuales y su expresión, pero al estar basado en las categorías reconocidas necesita mirar por los intersticios para reconocer y documentar los movimientos que entre las categorías dadas el comportamiento sexual humano se expresa. Los retos a enfrentar aun son grandes. El reconocimiento mismo de la sexualidad como una esfera de la vida independiente de la reproducción está aun pendiente. 459 El reconocimiento de la presencia de otras expresiones de la sexualidad tampoco ha sido suficiente para reconocer los derechos involucrados en estas diferencias, la discriminación de que son objeto, incluso desde la propia condición, es aún un elemento pendiente para asumir un compromiso para la transformación. Afirmar la existencia de la diversidad no responde a las preguntas levantadas a través de la historia de la sexualidad (Focault, 79), sólo plantea preguntas nuevas. Son importantes porque nos desafían a reconsiderar los criterios con los que podemos decidir entre una conducta apropiada e inapropiada, a reconocer expresiones y comportamientos propios que no habíamos identificado y a reflexionar más sobre nuestra propia moral para comprender otras. La defensa de la diversidad sexual Hoy en día se habla abierta y públicamente sobre la vida y prácticas sexuales de hombres y mujeres que se alejan de la heterosexualidad convencional, y que anteriormente correspondían al ámbito privado e íntimo, como se reconoce que la sexualidad y sus prácticas son muy diversas o se significan de manera diferente dependiendo de las concepciones mismas que tenemos de las distintas culturas. Lo anterior tiene su explicación en sucesos y condiciones socioculturales que se han gestado y construido históricamente. Indiscutiblemente la forma de organización social, los intereses económicos y políticos, los movimientos sociales, los nuevos discursos sobre derechos humanos y la democratización, el rápido y fácil acceso e intercambio de información en el ámbito mundial, el reconocimiento de la variabilidad cultural, el cambio de valores intergeneracionales, los cambios en las relaciones entre hombres y mujeres, todo en conjunto, entre otros aspectos ha formado parte de ello. Asimismo, los nuevos discursos científicos, la investigación y la elaboración teórica en torno a la sexualidad han dado pauta para la visibilidad de la coexistencia de una gran diversidad de relaciones y formas de expresar y vivir la sexualidad humana, lo que en forma incipiente ha permitido hacer visibles prácticas ocultas, persecutorias, marginalizadas y constantemente reprimidas por ser consideradas como inmorales, 460 antinaturales, patológicas y por lo tanto ilegales. Al mismo tiempo, el reconocimiento de estas dimensiones a través de nuestras interpretaciones culturales de la sexualidad resulta un reto insalvable para desmitificar las relaciones que establecemos de la sexualidad con concepciones que tenemos sobre las distintas culturas para estereotipadamente sobredimensionar algunas como la árabe, oriental o negra, al mismo tiempo que podemos degradarlas al deshumanizarlas, como de valorar otras como las indígenas al desconocerlas. Implica entonces un reto para identificar plenamente la expresión sexual de las personas y en las culturas y contribuir al mismo tiempo al derrumbamiento de manifestaciones de racismo y discriminación que mantenemos. La lucha por el respeto de la diversidad sexual se constituye hoy en un reto de colectividades, en el que el reconocimiento de la variabilidad sexual y cultural es central. El concepto mismo de diversidad sexual ha representado un debate intenso respecto de la visibilidad de las identidades y categorías establecidas, frente a una categoría de análisis que pretende dar cuenta de procesos. Es decir, si bien el desarrollo teórico plantea la necesidad del reconocimiento de la variabilidad sexual y cultural para comprender mejor su amplia expresividad, su planteamiento no da cuenta de las particularidades que cada una ofrece, mucho menos de los derechos involucrados. Así podríamos considerar que el concepto de diversidad sexual, constituye un elemento central para la construcción teórica, como un principio que orienta la lucha social, como el de libertad sexual. En ese sentido, los movimientos sociales particulares por el respeto de los derechos de las personas exigen todavía hoy del reconocimiento de las particularidades de los diferentes grupos. Luchas por el respeto de la diversidad sexual, implicaría entonces de la amplia alianza de los movimientos por el respeto de la libertad sexual de cada uno de los grupos involucrados: feminista, lésbico, transgénero, gay, bisexual, desde cada una de las distintas organizaciones sociales y culturales. 461 Implica también el considerar la expresividad sexual en los distintos espacios de la vida social, sus necesidades y consecuencias: la migración, el espacio laboral, el mercado, la organización sindical, entre otros. Los esfuerzos de la lucha política por la libertad sexual, principalmente del movimiento lésbico gay, han llevado a alcanzar una gran visibilidad y reconocimiento social que se evidencia en que las fuerzas conservadoras cada vez requieran de mayor beligerancia para ser escuchadas, mientras cada día la presencia de otras formas de expresión de la sexualidad va no sólo ganando terreno sino conquistando derechos. Sin embargo, la prevalencia de una visión masculina de la sexualidad, como de los estereotipos étnicos raciales, tienen aun vigencia plena, incluso entre las organizaciones más progresistas, lo que implica la necesidad de impulsar un amplio cambio cultural. Conclusiones Introducirse al estudio de la sexualidad nos exige entonces revisar el papel que tuvo el desarrollo del pensamiento filosófico y los estilos de vida en las diferentes épocas de la historia de la humanidad, el lugar que ha tenido la religión y los preceptos morales, así como el desarrollo del conocimiento a partir de los privilegios de las diferentes concepciones científicas en cada etapa. Asumir la diversidad sexual nos plantea la revisión de las categorías que sobre la sexualidad hemos construido y reconocer su insuficiencia. Es más, reconocer que éstas no son inamovibles, ni definitivas, sino que están en constante movimiento y que se traslapan aún sin darnos cuenta. Más aún, nos reta a mirar un mundo sin categorías, donde las expresiones de la sexualidad, todas, tengan cabida y sean plenamente disfrutadas. No podemos olvidar que la sexualidad ha sido objeto de múltiples usos para servir a intereses particulares, principalmente de control social y de mantenimiento de la supremacía en el poder, sin embargo nunca se ha logrado reprimir y controlar hasta la concepción donde se le quiere circunscribir. Es más, las expresiones múltiples de la sexualidad, han cobrado cada día mayor vigencia y nos obligan a impulsar una reflexión 462 en torno a nuestros propios deseos, fantasías y prácticas que hagan posible una mayor comprensión de la propia sexualidad y de la de los demás. La sexualidad es una parte importante del desarrollo humano. No la más importante como se ha tratado de imponer, pero si fundamental para el establecimiento de relaciones de respeto y amor entre las personas. Replantear la discusión en torno a la sexualidad, nos exige ponernos al día, retomar las propuestas de diferentes campos, feministas, sobre la diversidad sexual y sobre masculinidad, para desde el análisis del marco social, con sus fuertes contradicciones sociales y la dominación religiosa, reconocer la diversidad sexual y cultural que posibilite comprender mejor los estigmas, estereotipos y las limitantes que habremos de enfrentar para la elaboración de nuevos abordajes. La reflexión en torno a la propia sexualidad es una vía que podría ofrecernos alternativas para el rompimiento de estereotipos y estigmas impuestos a ciertas prácticas sexuales y para el ejercicio pleno de la sexualidad en una marco de libertad y respeto, valores base y fundamentales de los derechos humanos para el sustento de las sociedades democráticas. Referencias Abelove, Henry y otros (1993) The Lesbian and Gay Studies Reader. Routledge, New York/London. Careaga, Gloria (2001) Las sexualidades, el reto pendiente del movimiento feminista”. En Beijing+5 Avances y Retos. International Lesbian and Gay Association Women’s Secretariat. México. Careaga, Gloria y Cruz, Salvador (2001) Sexualidades diversas: aproximaciones para su análisis. Fundación Arcoíris por el respeto a la diversidad sexual, AC y Programa Universitario de Estudios de Género. México Focault, Michelle (1979) Historia de la Sexualidad, Fondo de Cultura Económica, México. 463 Freud, Sigmund (1905) Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad. Amorrortu, Barcelona. Vance, Carole (1984) Placer y Peligro. Explorando la Sexualidad Femenina, Routledge. Boston y Londres. Weeks, Jeffrey (1998) Sexualidad. Paidós, Programa Universitario de Estudios de Género, UNAM, México. 464