Factótum 11, 2014, pp. 44-51 ISSN 1989-9092 http://www.revistafactotum.com Cantan los animales Marco Antonio López Sánchez Investigador independiente (México) E-mail: arqmarco@prodigy.net.mx Resumen: El presente ensayo está basado en el capítulo primero de la obra de Marius Schneider El origen musical de los animales-símbolo en la mitología y la escultura antiguas. Habla acerca del acercamiento que el hombre primitivo gozaba con la naturaleza y el cosmos; de la participación y la experiencia que culturas precivilizatorias mantenían con los animales y con el entorno en general. Una visión sagrada, incluyente, integral, donde la imitación del animal realizada para acceder a sus poderes y esencia tenía más que ver con la hora del día, el lugar de encuentro, el clima y la disposición anímica, que con un reflejo superfluo de los movimientos corporales de la bestia. Una lección de vida a la que deberíamos volver con mayor frecuencia. Y como piedra fundamental de toda la visión cosmológica: la música. Palabras clave: filosofía, símbolo, hermenéutica, fenomenología, música, animales, ritmo, cultura. Abstract: The present essay is based on the first chapter of Marius Schneider's book El origen musical de los animales-símbolo en la mitología y la escultura antiguas. That work is about the approach enjoyed by primitive humans with nature as well as with the entire cosmos; about the participation and experience those human beings from the time previous to the formation of civilizations, kept with animals and the environment. A sacred, inclusive, comprehensive vision where the imitation of the animal (performed to achieve their powers and essence), had more to do with the time of day, meeting place, climate and psychic disposition than with a superfluous reflection of the beast movements. A lesson of life we should turn to more frequently. And as a cornerstone of all the cosmological vision: the music. Keywords: philosophy, symbol, hermeneutics, phenomenology, music, animals, rhythm, culture. El símbolo es la manifestación ideológica del ritmo místico de la creación y el grado de veracidad atribuido al símbolo es una expresión del respeto que el hombre es capaz de conceder a este ritmo místico. ‒Marius Schneider I “Cantan los animales” es el título del primer capítulo del libro El origen musical de los animales-símbolo en la mitología y la escultura antiguas. Ensayo histórico-etnográfico sobre la subestructura totemística y megalítica de las altas culturas y su supervivencia en el folklore español (Schneider, 1998) del etnomusicólogo alemán Marius Schneider (1903-1982), eximio texto que servirá de pretexto para la reflexión en torno a la relación mística que el hombre ha llevado con la Naturaleza (y en particular con los animales) desde las sociedades pre- RECIBIDO: 18-01-2014 ACEPTADO: 29-04-2014 totemísticas, pasando por las totemísticas 1 y llegando hasta nuestros días (cf. Schneider, 1998: 17) Para las culturas primitivas, el animal goza de una superioridad ante el hombre mismo; es un ser místico y una encarnación ya sea de dioses, antepasados o fuerzas sobrenaturales más allá de la comprensión humana. Es un ser unívoco, a diferencia del hombre que participa de una esencia equívoca, de dos o más formas de comportamiento. Además, el animal goza de otra característica importante: tiene voz, una voz silente que se expresa no por la palabra sino por el ritmo y sonido fundamental de la fuerza de vida que contiene. Y esta voz, este canto, este lenguaje particular, es escuchado con perfecta claridad por la consciencia primitiva del hombre; participa de este mismo canto, lo comprende bien y sabe imitarlo. 1 Se ha respetado el adjetivo “totemístico” por ser este el preciso vocablo ocupado por Schneider en su obra. El equivalente encontrado en otras fuentes es “totémico”. Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2014) 45 Marco Antonio López Sánchez Este es el secreto que mantiene unido al hombre con sus hermanas bestias. La relación mística se da por medio del sonido, del plano acústico, el más sublime portal que la Naturaleza puede alcanzar. Así, el hombre sostiene una relación absolutamente vivencial con los animales; se acompañan unos a otros, viven la misma historia, hablan el mismo lenguaje, cantan la misma melodía. Hoy, ese lenguaje místico ha quedado encomendado a guardianes celosos de la tradición milenaria; sacerdotes, chamanes o anacoretas autoexiliados que han sabido apartarse del ajetreo mundano y permanecer en la tranquilidad que brinda ese apego estricto a las leyes de la Naturaleza. Ellos aún pueden dar fe de la existencia de ese lenguaje de los pájaros tan codiciado por algunos místicos y filósofos de todos los tiempos, pues quien vive de ese modo se vuelve quizá incluso sin proponérselo, un verdadero iniciado en los pequeños y grandes misterios. Composición a partir de seis animales Bestiario Aberdeen, University of Aberdeen II Demos una mirada a lo que probablemente fue el inicio de las concepciones filosóficas. Ya en los albores humanos somos testigos de una primera cosmovisión sustentada principalmente en el carácter dual de la Naturaleza. La observación diaria de los blancos y negros, albas y ocasos, vida y muerte, luz y oscuridad, cielo y tierra, macho y hembra, dejaron sin duda profunda e indeleble huella en la consciencia de nuestros primeros padres. Sin embargo, esta dualidad que se manifiesta ante los ojos funciona por medio de tesis-antítesis que, por sí mismas, no alcanzan a generar una unidad. El sí depende del no y viceversa. Solo la unión de estos dos antagonismos forma un conjunto integral que merece el nombre de realidad. Esta visión primitiva, lejos de poner en conflicto y tensión extrema las dos partes fundamentales, permite entender los fenómenos como ciclos que se cierran y en los que esos opuestos aparentes, pueden reconciliarse. Este dualismo no hizo excepciones con los animales; unos y otros fueron poco a poco tomando parte en el orden cosmogónico. Si águila o león participaban de la fuerza diurna y masculina del sol, no tardaría en aparecer simbióticamente su contraparte asociada a la luna y sus aspectos femenino y nocturno, con animales como el cocodrilo, la vaca o el conejo. ¿Pero por qué razón león o águila participaban de la cualidad masculina, mientras que vaca o conejo lo hacían de la femenina? ¿Cuáles eran los criterios de “acomodo” de cada uno de los fenómenos naturales? La respuesta a estas inquietudes pondrá de manifiesto una de las más importantes diferencias en el pensar de las culturas primitivas frente a la “nueva visión” que adoptará el ser humano conforme avanza su paso por el devenir de la consciencia. Hemos dicho ya que para el hombre de antaño la realidad estaba concebida como una actividad de dos fuerzas en constante oposición. Lo que falta resaltar, que es de capital importancia, es el hecho de que estas fuerzas en lucha no eran entendidas sólo desde la razón, como un evento escindido e independiente, sino como un fenómeno integrado por múltiples circunstancias; la forma del animal sin duda jugará un papel importante, pero no único, se suman su peculiar modo de caminar, los sonidos que emite, los colores que le conforman, la hora del día, la sensación térmica, el viento en reposo o soplando enérgico, la lluvia o sequía, etc. Todos estos factores se conjugan para dar paso a un ritmo único e irrepetible para cada fenómeno. Un animal es eso; un fenómeno, aparición o entidad viva que se mueve y participa con el mundo que le rodea y se empapa del mismo para crear así su ritmoesencia. Yo veo siempre al león por las mañanas, a la salida del sol, y le escucho rugir cuando el astro celeste avisa que está por esconderse. Veo que la piel de la bestia imita el color solar, y su melena se mueve como el fuego de la fogata. Puedo entonces Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2014) Factótum 11, 2014, pp. 44-51 establecer un patrón rítmico que ligue estos fenómenos.2 Ahora bien, los ritmos que concibe el hombre primitivo fijan su atención de manera peculiar y por obvias razones en el tiempo más que en el espacio; es decir, en los movimientos más que en la forma.3 Poco a poco seremos testigos de cómo las altas culturas irán dando paso a una concepción paralítica de la realidad basada en el objeto, en la materia dura y estática, razonada, delimitada, separada del resto que la rodea como si se tratase de materia ajena y en contradicción con su entorno. [E]l primitivo concibe como esencial el movimiento en las formas […] las altas civilizaciones ponen en el primer plano el aspecto estático y el perfil geométrico de la forma […] Para un primitivo un león sentado es un triángulo ardiente, una llama cuya forma no tiene la menor rigidez […] Este triángulo ardiente es la imagen emocional del león y de la cualidad mística que éste simboliza. En las altas civilizaciones esta misma cualidad se encarna primeramente en un triángulo fijo, esto es, una forma geométrica estática […] la última verdad se verifica sólo en el reposo. (Schneider, 1998: 20) 46 Y habiendo el Señor Dios formado de la tierra todos los animales terrestres y todas las aves del cielo, se las llevó a Adán para ver qué nombre les ponía, porque todo ser viviente debería llevar el nombre que Adán le pusiera. Adán puso, pues, sus nombres a todos los ganados, a todas las aves del cielo y a todas las bestias salvajes. (Gen 2,19-20) Nombrar aquí es sinónimo de entonar o repetir ese ritmo esencial del que están hechos los seres y los fenómenos de la Naturaleza. Así, el pronunciamiento correcto del nombre o ritmo-esencial de cada individuo concluye en el dominio absoluto sobre el mismo. De ahí la precaución en un sin fin de tradiciones de guardar celosamente ese nombre-esencia o cambiarlo llegado el momento indicado, pues compartirlo ante los demás es sinónimo de entregarles control total sobre nuestra voluntad. Ahora bien, por el carácter equívoco de la conciencia humana, nos está concedido el poder imitar los ritmos esenciales de la Naturaleza. Pero imitar significa conocer; y conocer significa obtener poder. La capacidad imitativa del ser humano le permite entonces volverse amo de la Naturaleza, pues en la imitación de sus ritmos esenciales obtiene el poder sobre ella por el conocimiento de sus más profundos secretos. Así, el cazador detrás de su presa puede encantarla con su voz imitando el sonido de su enemigo para atraerla, y aquel que busca hacerse merecedor de la gracia de su ascendente místico (animal-tótem), debe aprender a imitar con magistral pulcritud sus sonidos y ritmos, a fin de poderle cantar, bailar y con ello conversar y participar de su presencia, favor y protección. Este ritmoesencial de cada fenómeno, este canto y lenguaje tan peculiar, es lo que Adán percibe en la Naturaleza; de ahí el privilegio y tarea de nombrarla: 2 Recordando quizá con ello la antropología estructural de Lévi-Strauss (1987). 3 A este respecto podemos citar la Filosofía de las formas simbólicas de Ernst Cassirer. En múltiples lenguas africanas se mantiene la peculiaridad de desgajar en sus partes temporales las actividades, Lo que para nosotros es “él se ahogó”, se expresa mediante las oraciones “él tragó agua, murió”; “amputar” equivale a “cortar, caer”, y “llevar” se traduce a “tomar, ir allá”. (Cassirer, 1998: 188-189). Nombramiento de los animales en el paraíso Bestiario Ashmole, Bodleian Library, Oxford Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2014) 47 Marco Antonio López Sánchez Estas concepciones permanecen vigentes en las grandes tradiciones místico-religiosas. Basta recordar por qué la usanza hebrea prohíbe tajantemente mencionar la palabra sagrada YHVH4 o por qué en varias escuelas herméticas se da tanta importancia a la palabra sagrada y su forma correcta de darla y pronunciarla. Claro está que no estamos hablando de una cuestión semántica u ortográfica sino simbólica. El correcto pronunciamiento de la palabra sagrada tiene mucho más que ver con la entonación, el ritmo, el timbre, el tiempo y demás circunstancias que con el significado literal de la misma. Ese significado es letra muerta, vacía; el significado verdadero de la palabra sagrada es aquel que, una vez que se conoce, nos pone en contacto directo con esa esencia nombrada y nos hace partícipes de su fuerza y poderes místicos, pues somos ahora “uno mismo” con esa fuerza con la cual nos identificamos. III Entonces, el hombre tiene la facultad de imitar, pero para hacer uso de esa facultad es requisito previo ejercitarla y fortalecerla. Los ritmos-esenciales no van a descubrirse ante nosotros sin entablar una lucha sin cuartel. El nombre verdadero se guarda en lo más hondo de cada individuo. De querer obtener la piedra oculta es necesaria e indispensable la introspección profunda y cuanto mayor el insondable viaje, más portentoso será el tesoro que nos aguarde. Toda cuestión superficial es fácil de comprender y por consiguiente, de imitar o controlar. La imitación exterior se reduce a una investigación somera de la forma en cuestión. La imitación interior requiere de manera inabrogable de una comunión, una simpatía, una identificación con las cualidades internas del sujeto. Así, la esencia interior se vuelve aquello que nos define y nos lleva a la acción; lo que nos mueve a actuar y ser de una determinada forma; única e irrepetible. Esta esencia interior o ritmo-esencial de cada individuo no se reduce a ideas intangibles o cualidades morales, sino a situaciones precisas que, por su misma manifestación, van moldeando la personalidad de cada sujeto dándole así su ritmo específico. Llevando esto a la problemática actual que sufrimos en nuestra sociedad “posmoderna” nos detenemos ante una paradoja: Por un lado, se adora al individuo 4 Yod, Heh, Vav, Heh. El tetragramaton (lit. “cuatro letras”) es el nombre sagrado de Dios en la Biblia. como máxima existencial; por el otro, se niega esa individualidad seduciendo a las masas con fórmulas que convienen a todos por igual. Ante el implacable frenesí de la moda y el consumismo desenfrenado, llegamos a un estado límite que implora atención inmediata. ¿Es el individuo posmoderno un ente realmente único e irrepetible? ¿O somos todos productos inanimados (sin alma) que responden como máquinas a estímulos grupales que se nos venden con la idea de hacernos “originales” ante los demás, pero que en el fondo no hacen sino enfrascarnos más y más en el vicioso círculo del derroche descarriado de productos que lejos de vibrar con nuestro ritmo-esencial, no hacen sino mimetizarnos con un mismo espejo en el que todos los reflejos se ven identificados? En palabras de Schneider: Claro es que un ser humano con poca individualidad será sometido más fácilmente a los efectos de la magia imitativa que un individuo con personalidad propia. Siendo su manera de ser casi totalmente formada por el ritmo de la colectividad, la parte estrictamente individual e inasequible a la imitación será tan exigua que la imitación de un ritmo general ya puede bastar para sujetarlo… La humanidad moderna, cuya mayoría es una gran masa uniforme de seres no individualizados, sufre esta sujeción con una intensidad extraordinaria. (Schneider, 1998: 31) Así, el diablo con su máxima “Lo que ves es lo que es” parece pasar los días con plena sonrisa en el rostro, pues a los hombres con almas superficiales es fácil imitarlos y por lo tanto, dominarlos y gobernarlos. IV Volvamos al hombre primitivo. Retomemos la atención en esa voz mística que identifica al hombre con su hermano animal y con ese plano acústico que desde tiempos inmemoriales ha sido el más sublime umbral que acariciar. La manifestación más clara del ritmo-esencial de un individuo se logra por su voz; su más intrínseca cualidad. El carácter de un hombre es puesto a la luz por su voz natural; esto es, su voz no trabajada, no maquillada, no enmascarada por artilugios de retórica o espejismos de palabras mecánicamente adoptadas. Si queremos hablar de fenomenología de lo sagrado, citemos nuevamente a Schneider: Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2014) Factótum 11, 2014, pp. 44-51 [L]as verdaderas substancias de los fenómenos son los ritmos sonoros… el espacio y los objetos visibles en él tienen poca monta en cuanto a la identificación de la naturaleza verdadera de los fenómenos. Los objetos en el espacio tan sólo son recipientes- sin duda con significación, pero de orden secundario. (Schneider, 1998: 33) Es la voz entonces, heraldo del alma; valdrá la pena adiestrarnos a escucharle con atención a partir de ahora. Así, no es de extrañar que para el hombre primitivo en cuya consciencia los objetos carecen de importancia, la realidad última fije sus cimientos en ritmos y experiencias mucho más ligadas al acontecer temporal, en contraparte del geométricoespacial. Y no se vuelve insólito que el hombre-mago primitivo, iniciado en esta sabiduría, pueda concebir la posibilidad de transformar su ser, no atado a leyes físicasespaciales, en un jaguar o espíritu inmaterial para el que la forma exterior tiene sólo un valor de segundo peso.5 La construcción del objeto como “ultima realidad”; la asfixiante carga que la modernidad impone con la racionalización de los fenómenos, ha exiliado a los más profundos niveles del inconsciente esa concepción de unidad de la que participaba nuestra psique hace algunos miles de años, y con ello nos ha vuelto seres huraños y apartados por completo de la comunión con los ritmos-esenciales del Cosmos.6 Este cambio en la concepción de la realidad, llevado a sus últimas consecuencias, va a dar origen a uno de los fenómenos artísticos más importantes del mundo medieval y de muchas regiones del 5 Esto recuerda también las palabras de Eliade respecto a la ontología arcaica y el indispensable conocimiento de la misma para poder entender, sin menosprecio, el comportamiento primitivo. “Poco importa si las fórmulas y las imágenes a través de las cuales el “primitivo” expresa la realidad, nos puedan parecer infantiles e incluso ridículas. Lo que es revelador es el sentido profundo del comportamiento primitivo: este comportamiento está dominado por la creencia en una realidad absoluta que se opone al mundo profano de las “irrealidades”… Tenemos, pues, derecho a hablar de una ontología arcaica, y sólo teniendo en cuenta esa ontología se llega a comprender –y, por tanto, a no despreciar- el comportamiento, incluso el más extravagante, del “mundo primitivo”. (Eliade, 1972: 88) 6 Vale la pena hacer memoria sobre las ideas de autores como Gilbert Durand o Claude Lévi-Strauss respecto al origen de la conciencia simbólica y el metalenguaje mítico (Lévi-Strauss, 1987). Durand habla de un primer lenguaje como acción y expresión corporal; idea sutilmente identificada con la visión primitiva de realidad entendida como algo desde la acción, el movimiento y el tiempo. “La mímica, la danza, el gesto-lo que Husserl llama lo prereflexivo- están antes que la palabra, y con mayor motivo antes que la escritura” (Durand, 1993). Esta mímica, danza y gesto toman de la mano a la visión primitiva de la que aquí hablamos. 48 Oriente: el nacimiento de los bestiarios y la amplia simbólica zoológica que irá a extenderse en el arte y las concepciones filosóficas de muchas corrientes de pensamiento mágico-religiosas a lo largo de todo el planeta. Quedamos ya que para la mente primitiva, la forma de captar la esencia de un ser, y por consiguiente la forma de obtener la gracia, protección y poder de la misma, era por imitación. Ésta se logra luego de una detallada experiencia vivencial en la que se consuma una simbiosis de todos aquellos factores que “vibran” al unísono para generar un ritmo-esencial, que define al ser en cuestión. Este ritmo-esencial se traduce en imitar el sonido, la voz, la frecuencia vibratoria acústica, que viene acompañada de muchos detalles temporales y gestuales (más que geométricos o espaciales). A su vez, este ritmo-esencial, sonoro, es un símbolo en toda la extensión de la palabra; está ahí para evocar la esencia que trata de imitar. El grito-símbolo que reúne al primitivo con la Naturaleza irá desvaneciéndose y petrificándose poco a poco gracias al uso cada vez más frecuente de objetos. No olvidemos que la cultura, conforme va madurando, empieza a generar diversas necesidades y oficios, y estos a su vez ampliarán el espectro de posibilidades en la concepción de utensilios; desde los más prácticos hasta las primeras muestras de arte plástico y objetos mágico-religiosos. El trayecto antropológico de Durand, en el peor de los casos, constituirá una auténtica prisión de la libertad; transformando en cultura la naturaleza reflexológica, pasando en términos nietzscheanos de lo dionisíaco a lo apolíneo, se abre la puerta a una nueva forma de comunión con el mundo, sus criaturas y sus fenómenos. Para Schneider, este vuelco en la percepción fenomenológica traerá graves consecuencias, pues será el inicio de una visión mucho más teórica y objetiva, alejada de la Naturaleza, que conllevará a lo que fue quizá la primer catástrofe espiritual en la psique humana: El desviarse de la imitación realista produce una de las crisis espirituales más graves de la historia humana, porque en lugar de seguir conociendo su ambiente merced a la imitación de los ritmos naturales, el ser humano, por medio de ritmos artificiales, se encamina hacia el pensamiento especulativo. (Schneider, 1998: 51) Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2014) 49 El contacto íntimo hombre-naturaleza va en picada. La misma música sufre cambios importantes pues lo que antes la melodía ofrecía, irá cediendo plaza para letras con cada vez mayor peso en la composición integral. Antaño, el oído prestaba atención al ritmo y tono para esclarecer lo que escuchaba. Con la letra al mando, la atención pasa a la forma, a la palabra, al lenguaje estructurado, dejando en segundo plano la esencia acústica que habita en la obra y ensalzando en vez la reflexión y comprensión analítica de la misma. El lenguaje de los pájaros, que conectaba místicamente al hombre con su entorno depositando el mensaje cifrado en ritmos que no en palabras, va quedando atrás; letra y melodía en breve lucharan por hegemonía; Euterpe se separa de sus hermanas. Y habrán de decirme por qué una fiel mascota o un niño de cuna permanecen en el más estricto silencio ante el significar de las palabras y reaccionan en cambio identificando, reconociendo y resonando con nuestro lenguaje al prestar atención al tono en el cual emitimos esas palabras y el lenguaje corporal, gestual, que las acompaña. Ante esto me pregunto: ¿Cuál de los dos lenguajes es más universal, mayormente comprendido, o comunica en todo caso un mayor “contenido” en el mensaje? Esta nueva situación de contacto entre el hombre y su entorno va formulando una epistemología “de vitrina”; el hombre no tiene necesidad de acercarse y vivir experiencias compartidas con la Naturaleza. Con esta nueva concepción de la realidad a través de los objetos, se puede ver y obtener el beneficio y la protección del animal con la posesión de objetos-símbolo que funcionan como sustituto presencial. El conocimiento de la naturaleza no es ya de primera fuente, sino que se recurre al fetiche como elemento contenedor de la esencia misma de la entidad sagrada. El hombre conoce las cualidades del pájaro, pero ya no recuerda como “hablar” con él, pues en su relación se ha entrometido un cristal transparente que le permite ver, pero no tocar… y si eso no fuera poco, suficiente es ahora conseguir tan solo una parte del cuerpo de ese animal para ser dueño también de la fuerza y esencia mágica que representa y contiene. Estamos sólo a un paso del nacimiento del universo mágico-bestial, y no es difícil adivinarlo: si el objeto me permite adueñarme de los atributos de un animal o entidad en particular, ¿por qué no habría de permitírmelo de varios? Así, la fantasía Marco Antonio López Sánchez artística y mitológica se da vuelo y comienzan a aparecer en el imaginario de la humanidad ya en la era de las grandes civilizaciones leones alados, toros con cabezas humanas, pájaros con escamas o piel de reptiles, andróginos y todo tipo de mezclas y creaciones maravillosas de seres que guardan en sí mismos, el ritmo-esencia que antaño el hombre imitaba y representaba en sus rituales con sus danzas y gritos místicos. La escultura y los objetos materiales se vuelven el hogar, el receptor, y por lo tanto también el guardián de esos ritmos y esas esencias. La piedra será depositaria de los poderes de la naturaleza; la encargada de manifestar lo que años atrás salía a la luz por medio del canto y el plano acústico. Centinelas y guardianes de mármol, granito y cantera, de nombres diversos como gárgolas, golems o esfinges, guardarán a partir de ahora las puertas de templos y palacios, prohibirán la entrada de todo profano al lugar sagrado y poblaran las páginas de bestiarios y textos míticos y legendarios como los grandes protagonistas. 7 Grifo con su presa Bestiario Ashmole, Bodleian Library, Oxford 7 Resuenan con estas ideas las líneas del maravilloso texto de Francesco Zambon El alfabeto simbólico de los animales al que recomiendo dirigirse a quienes deseen indagar más a fondo respecto al universo que pide gimiendo ser redimido del pecado y restituido con ello su ritmo-esencial (Zambon, 2010). Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2014) Factótum 11, 2014, pp. 44-51 50 V VI Poner orden en este caudal de imaginería no fue tarea fácil. Hubo que adecuar y relacionar uno a uno todos los elementos que participaban en el carnaval. Nace una teoría místico-simbólica; un sistema razonado, metódico, matemático y preciso que da nombre y lugar a cada fenómeno. Logra el hombre con ello introducir en un baúl mágico a toda la Naturaleza, cual caja de Pandora. Animales, plantas, minerales, instrumentos musicales, objetos, proporciones geométricas, fases temporales, astros, sonidos fundamentales… Hay que dar cabida a Todo. La mañana es el momento de encuentro con el león; sus cabellos encarnados evocan fuego, luz, energía masculina. Los instrumentos de cuerdas y las varas o cetros serán su emisario musical. Es el momento del canto con la voz de pecho. El mediodía nos pone en contacto con el águila, sus plumas, el aire y los instrumentos afines, la voz proyectada desde la garganta. La noche y el azul profundo irán a asociarse con la luna y el agua, las conchas de mar, cocodrilos y copas que guarden esta esencia en su matriz. La voz que da cuenta de esta esencia es la que sale de la cabeza. Y la tierra con sus reptiles, cascabeles, tambores y pieles, que en el canto místico generan la voz desde el estómago. Todo esto ira tomando forma en el nuevo orden de ideas que dejarán ir viendo el paso de los pueblos primitivos a las altas culturas y civilizaciones. Importante será para este nuevo sistema el concentrar en un solo elemento características antagónicas para triunfar sobre la dualidad natural que requiere de la síntesis de sus contrarios para transformarse en realidad. Quizá el mejor ejemplo lo encontramos en dos instrumentos de antiquísima edad: flautas y tambores. El primero de ellos, por su forma elemental esencialmente fálica se muestra como un instrumento masculino, pero al hacerlo sonar se manifiesta su voz femenina. El tambor en contraparte siendo en esencia un hoyo cavado en la tierra (instrumento pot tanto de clara simbología femenina) se cubre con una piel o tabla que deberá de ser golpeada con varas o colas de animales que despierten su espíritu y voz masculina. En combinación, uno y otro instrumentos son andróginos portentosos que darán al hombre primitivo la posibilidad de invocar las fuerzas esenciales de la Naturaleza. Surge con toda esta transformación ideológica una pregunta fundamental: ¿La migración del mensaje simbólico en su paso de un grito y una danza ritual, ejercicio dinámico-temporal y acústico, a un objeto quieto y geometrizado, piedra estática e inerte,8 hace que pierda fuerza ese símbolo? ¿El hecho que la experiencia y el acercamiento con la Naturaleza se vuelvan más teóricos y menos prácticos, limita en algo el poder del símbolo? Me atrevería a decir que sí, recordando el espíritu de la cita de Schneider con la que da inicio este ensayo. Símbolo es ritmo, es acción, es acontecimiento en el espacio y el tiempo. Símbolo es una obra sinfónica completa, en su extensión diacrónica, de principio a fin, con todo y los silencios entre cada movimiento; por eso la música se hermana tan bien con este lenguaje, están compuestos ambos de la misma materia sutil. Hay que entender al símbolo de ese modo y no caer en el error que llevó durante muchos años a la idea casi absurda de hablar de él en términos de signo y de objeto comunicador de un significado unívoco. El peligro de migrar a una relación teórica provoca que el hombre deba recorrer dos caminos. O quizá mejor, deberá recorrer un solo camino pero tendrá que aprehender toda una serie de conocimientos previos, supuestos, que le hablarán del fenómeno pero no le permitirán jamás llegar a él de primera fuente. La epistemología “de vitrina” de la que hablamos con anterioridad marcará la escisión del hombre con su contraparte natural. Saber cuál es el camino que nos lleva a la unión y comunión con la esencia no es lo mismo que recorrer ese camino y experimentar sus profundos recovecos, misterios y enseñanzas. Gana el intelecto; gana la razón, gana la erudición y la práctica discursiva, pero se marcha a lejanos horizontes la comunión mística con el fenómeno y el conocimiento directo del mismo. La hermenéutica primitiva acerca al símbolo con su ritmo-esencia (hoy traducido a objeto-significado) de una manera sorprendente, dándole un carácter de elemento vivo y real; el método discursivo pone en jaque esta vitalidad simbólica y dependerá del sujeto que interpreta y recibe 8 Luego se verá que la piedra es todo menos un elemento estático e inerte. Ella vibra, se contrae o se expande cual si respirara. Participa como el hombre de la posibilidad de repetir, imitar y por consiguiente ser receptora viva y activa de la esencia que guarda. La piedra, como el hombre, los animales y el resto de la Naturaleza, también canta… Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2014) 51 Marco Antonio López Sánchez ese objeto si le rechaza cual entidad extraña o le abraza y vibra con él como dos cuerdas afinadas bajo la misma tensión vital. Ya lo dice Schneider con las palabras que concluyen la introducción de su obra: concepto que tenga el lector de la noción símbolo. Si lo acepta como una realidad, la vía está libre; de lo contrario, siempre quedará superficial la verdadera comprensión de estas ideas. (Schneider, 1998: 15) Las antiquísimas ideas expuestas en este libro quedarán comprendidas de verdad o solamente “explicadas” según el Que quede en cada quién decidir la vía a recorrer. Referencias Cassirer, E. (1998) Filosofía de las formas simbólicas. I: El lenguaje. México: FCE. Durand, G. (1993) De la mitocrítica al mitoanálisis. Barcelona: Anthropos. Eliade, M. (1972) El mito del eterno retorno. Madrid: Alianza. Lévi-Strauss, C. (1987) Antropología estructural. Barcelona: Paidós ibérica. Schneider, M. (1998) El origen musical de los animales-símbolo en la mitología y la escultura antiguas. Ensayo histórico-etnográfico sobre la subestructura totemística y megalítica de las altas culturas y su supervivencia en el folklore español. Madrid: Siruela. Zambon, F. (2010) El alfabeto simbólico de los animales. Los bestiarios de la Edad Media. Madrid: Siruela. Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2014)