México: Estructuras política, económica y social. “Origen y desarrollo del estado moderno y sus elementos”. M. DELGADO, GLORIA. pp. 34-39 Origen y Desarrollo del Estado Moderno. La unidad política que hoy se conoce como “Estado - Nación moderno” tuvo su origen en Europa de fines del siglo XV, como resultado de la decadencia de las instituciones medievales en que se había sostenido el orden feudal: la nobleza y el clero. Esa decadencia coincidió con el ascenso social de la burguesía, clase de artesanos comerciantes, en cuya riqueza y prestigio se apoyaron los monarcas de algunos territorios para restar fuerza a los señores feudales y a la iglesia católica y, una vez sometidos éstos, los monarcas centralizaron el poder e integraron varios reinos pequeños en una sola entidad política unificada. De esta manera, dentro de un territorio con fronteras políticas delimitadas y con el concepto de soberanía nacional, se creó una estructura política suficientemente sólida que, con el propósito de unificar las distintas fuerzas opuestas, fue necesario apoyar con un equipo administrativo, un ejército leal al monarca, un sistema financiero estable y un cuerpo diplomático capaz de lograr el reconocimiento de los estados vecinos y de mantener buenas relaciones con éstos. El nacimiento de los estados nacionales condujo más tarde al aumento progresivo de la autoridad de los reyes en el terreno político; mientras que en lo económico aplicaba la doctrina del mercantilismo, la cual establecía que la riqueza de un país residía en el abundante acopio de oro y plata; sin embargo, además de atesorar estos metales preciosos, tal doctrina señalaba la necesidad de desarrollar al máximo la producción nacional. El monarca, cuyo poder ilimitado lo hacía sentirse propietario de la nación entera, buscó engrandecerla económicamente. Con tal finalidad, los monarcas apoyaron a la burguesía mercantilista y fomentaron un desarrollo mediante subsidios y medidas fiscales que la protegieran de la competencia contra los productos extranjeros. Asimismo, los reyes de la Europa occidental emprendieron la búsqueda de nuevos recursos productivos, humanos y naturales, para lo cual patrocinaron las exploraciones geográficas que, entre los siglos XV y XVII, dieron como resultado el descubrimiento y la explotación de colonias que llegarían a ser fuentes importantes de materias primas y mano de obra cautiva, así como mercados de consumo para los bienes producidos en las metrópolis. El proceso de formación del Estado moderno no ocurrió de manera simultánea ni tuvo iguales características en todos los países europeos; la centralización del poder tuvo diferentes matices, de acuerdo con los aspectos histórico-culturales en cada uno y dando paso a versiones distintas de lo que se llamó absolutismo monárquico, cuya primera manifestación se dio en España. No obstante, en Francia se presentó el ejemplo más claro de este sistema de gobierno, sobre todo durante el reinado de Luis XIV; en tanto que en otros países, como Italia y Alemania, la integración como estados modernos sólo fue posible hasta el último tercio del siglo XIX. 2 Precisamente el hecho de que no se lograra la unificación de los varios Estados en que se dividía la península itálica, en momentos en que el orden feudal se estaba desmoronando, fue lo que motivó al florentino Niccolo Machiavelli (o Maquiavelo, según la versión castellana) (1469 – 1527) a elaborar una tesis política, expuesta en su obra el príncipe, que habría de convertirse en una obra trascendental de ciencia política, acerca de las características necesarias para el estado gobernante que pretendiera la unificación e integración de un Estado, en las circunstancias de inestabilidad y crisis por las que pasaban aquellos territorios. Contra la idea de que el poder se concentrara en una sola persona, el barón de Montesquieu elaboró la teoría de la división de poderes, esbozada antes por John Locke, que contemplaba al cuerpo legislativo como el de más alta jerarquía, seguido por los otros dos, el ejecutivo y el judicial. Montesquieu consideraba esta separación del poder como la fórmula óptima para garantizar la libertad de los ciudadanos y evitar el poder excesivo del Estado. Por su parte Rousseau fundó la ideología de la democracia moderna, al afirmar que el poder político emanaba del pueblo y sólo podía legitimarse mediante un contrato social, mediante el que cada individuo delegaría su voluntad en el estado. De esta manera, Rosseau propuso que la ley debería ser la expresión de la voluntad general del pueblo, que garantizara su libertad en el marco del estado. Así, la moderna perspectiva del Estado tiene sus bases más cercanas en el pensamiento ilustrado y en el liberalismo político, bases contrarias al absolutismo monárquico, cuyas últimas manifestaciones europeas se observaban todavía a finales del siglo XIX. A pesar de que las tendencias absolutistas se fueron diluyendo para dar paso a sistemas democráticos de gobierno, ya sea en estados republicanos o en monarquías constitucionales, en el siglo XX surgieron (fundamentadas por ideologías diferentes opuestas) formas totalitarias de Estados (Fascistas o Comunistas) que en la práctica anularon la soberanía popular y sometieron a la población, con el supuesto objetivo de un bien común que, sin embargo, luego resultaría en abundantes bienes y privilegios para la élite en el poder. Estado: Generalidades y Elementos. La palabra “Estado” proviene del latín status, lo que simplemente quiere decir una condición, es decir, una situación o un estado en que se encuentre una cosa, un individuo o una sociedad (como en la expresión actual de status social); además, implica permanencia frente al cambio, lo cual concuerda con la definición que le da la teoría política. De acuerdo con la evolución histórica del término, Maquiavelo fue el primero en utilizar la palabra “Estado” en el sentido político moderno, aunque de forma circunstancial y fragmentaria. En la época de este autor, todavía se designaban de manera general las formas políticas con las designaciones latinas de regnum (reino), o civitas (en el caso de las repúblicas). A partir del siglo XVII, el “Estado” ganó aceptación como término político y, con el tiempo, dejó de equipararse con res publica (la sociedad organizada políticamente como un 3 todo), y se identificó cada vez más con las estructuras de mando (autoridad, poder, coacción) que inciden sobre la sociedad. Esa relación entre el Estado y el gobierno como quien detenta el poder puede explicar la razón por la cual ambos términos suelen utilizarse como sinónimos. Sin embargo, en su expresión como res publica (frase latina que significa “cosa pública”), el término se refiere a la organización suprema de un pueblo, asentado en un territorio determinado. Al respecto, el primer elemento del Estado es el que se refiere al pueblo, a una sociedad humana, entendida como una unidad de relación de muchos hombres y mujeres, que se constituye sobre la interacción recíproca con la intención común de lograr un bien ordenado para todos los miembros”. El segundo elemento del Estado es el territorio, que es el sitio geográfico donde se encuentra establecida de manera permanente esa sociedad humana, a la que sirve de base y proporciona, además, los recursos materiales para la satisfacción de sus necesidades. Se considera como elemento indispensable del Estado, pues sin el territorio una comunidad política no se concibe como tal. Un tercer elemento lo constituye el poder o autoridad, pues la comunidad política es una sociedad jerarquizada, donde los seres humanos no están en un plano de igualdad –en cuanto a su relación con la autoridad, no en lo que respecta a sus derechos individuales-, sino que unos se encuentran en un nivel superior y mandan; en tanto que otros, situados en niveles inferiores, obedecen. Así el estado es una sociedad humana, asentada de manera permanente en el territorio que le corresponde, sujeta a un poder soberano que crea, define y aplica un orden jurídico que estructura la sociedad estatal para obtener el bien público de sus componentes. Los Elementos formales del bien público conforman tres categorías: 1.- Necesidad de orden y paz, tanto en lo interno como en las relaciones con otros Estados. Con base en la idea de que los seres humanos son por naturaleza egoístas y, por ello, se mantienen en una lucha de unos contra otros, ante el riesgo de caer en la anarquía, esa lucha debe de ser moderada y encauzada por el Estado, encargado de mantener el orden y la paz dentro del marco de la ley. Esos dos elementos tienen un doble aspecto, interno e internacional, puesto que además de obtener orden y la paz interiores, se buscará la convivencia armónica con los otros estados. 2.- Necesidad de coordinar las actividades de sus integrantes. Como elemento del bien público, la actividad del Estado debe coordinar, también mediante el orden jurídico, la acción de los particulares buscando que ésta se realice en forma armónica. 3.- Necesidad de ayuda, estímulo y, eventualmente, de que el Estado realice algunas de las actividades que usualmente están en manos privadas. En muchos casos, los particulares por sí solos no pueden realizar ciertas funciones de interés general, ya 4 sean económicas, culturales, de beneficencia, etcétera, y para ello, se necesita del concurso del Estado, cuya ayuda es indispensable y forma parte del bien público. En resumen, de acuerdo con sus características esenciales el Estado es: 1. Una sociedad humana. 2. Establecida permanentemente en un territorio. 3. Regida por un poder supremo. 4. Sometida a un orden jurídico. 5. Dedicada a atender el bien público, entendido como la realización de los valores individuales y sociales del bien público. Bibliografía Delgado de Cantú, Gloria M. México: Estructuras política, económica y social. Tercera Edición Pearson Educación, México, 2009. Pp. 34 -39 5