El movimiento de liberación contemporaneos en América Latina

Anuncio
El movimiento de liberación
contemporáneo en América Latina
Alberto Prieto Rozos
Índice
INTRODUCCIÓN. ................................................. 1
1. ANTECEDENTES. ............................................ 5
Proyecciones europeas. ........................................... 5
Inglaterra y el problema de la esclavitud. ............... 8
Expansión territorial de Estados Unidos............... 11
Resistencia chicana. .............................................. 15
Agresión francesa contra México. ........................ 19
2. LA ÉPOCA DEL IMPERIALISMO. ............... 23
Modalidades De La Penetración Europea............. 23
Intervencionismo yanqui y resistencia popular. ... 27
Balance de la penetración foránea en 1914. ......... 34
3. INICIO DE LA CRISIS GENERAL DEL
CAPITALISMO. .................................................. 37
La Gran Revolución Socialista de Octubre y sus
repercusiones en América Latina.......................... 37
Cambio en la correlación de fuerzas entre los
imperialistas. ......................................................... 43
La crisis de 1929 y sus consecuencias. ................. 45
4. RESPUESTAS POPULARES A LA DEPRESIÓN
DE 1929. ............................................................... 46
Sandino y su lucha contra la ocupación yanqui. ... 46
Sublevación popular de 1932 en El Salvador. ...... 49
La llamada República Socialista de Chile. ........... 51
El derrocamiento de Gerardo Machado en Cuba. . 52
Ascenso del patriotismo militar pequeñoburgués en
Bolivia y Paraguay................................................ 55
5. FRUSTRACIONES REVOLUCIONARIAS
DURANTE LA SEGUNDA ETAPA DE LA CRISIS
GENERAL DEL CAPITALISMO. ...................... 59
Segunda guerra mundial y soberbia yanqui. ......... 59
La violencia en Colombia. .................................... 62
Transformaciones y guerras civiles en Costa Rica y
Paraguay. .............................................................. 64
frente Popular y “ley maldita” en Chile. ............... 66
Claudicación de la cúspide del MNR en Bolivia. . 68
Derrota de la proyección demócrata-popular de
Jacobo Arbenz en Guatemala. .............................. 69
6. AMÉRICA LATINA BAJO EL INFLUJO DE LA
REVOLUCIÓN CUBANA. ................................. 71
Características de la tercera etapa de la crisis general
del capitalismo. ..................................................... 71
Posiciones económicas del imperialismo. ............ 73
El nacionalismo revolucionario. ........................... 75
Reveses progresistas en Chile y Argentina........... 80
Procesos revolucionarios en el Caribe y
Centroamérica....................................................... 83
Epílogo. ................................................................ 88
EL MOVIMIE"TO DE LIBERACIÓ" CO"TEMPORÁ"EO E" AMÉRICA LATI"A.
Introducción.
A partir de la conquista de América por los
españoles, nuestro continente ha tenido dos tareas
básicas: lograr su plena independencia y hacer la
revolución. Ninguna de las dos excluye ni sustituye a
la otra, aunque muchos pudieran entenderlo así.
Nuestra primera epopeya emancipadora cuya
síntesis es la figura de Simón Bolívar, eliminó la
dominación de las seculares metrópolis coloniales y
pareció insertar a nuestros pueblos en la vía del
progreso y del desarrollo autónomo; apenas faltaba
medio siglo para el surgimiento del tenebroso
imperialismo. Pero, en realidad, desde la
proclamación de su independencia, América Latina
se vio obligada a enfrentar los intentos
recolonizadores de España, las agresiones de Francia,
la dominación económica de Inglaterra y -sobre todola expansión territorial de Estados Unidos. Entonces
se hizo necesario emprender nuevas gestas, cuya
cima representan las luchas de los negros contra la
esclavitud, la resistencia de los chicanos a la anexión
norteamericana y el constante batallar de Benito
Juárez en defensa de la soberanía mexicana y en
favor de la revolución.
El movimiento de liberación contemporáneo en
América latina es un libro que parte del minucioso
recuento de la problemática mencionada, con el
propósito de brindar al lector el necesario
conocimiento de los antecedentes acaecidos antes de
la época imperialista. De esa forma se pretende
facilitar la comprensión de los mecanismos de
dominación empleados en contra nuestra por los
países capitalistas desarrollados, a mediados del siglo
XIX. Y explicar las causas materiales por las cuales
se engendró en América Latina contra el
imperialismo, ya a finales de la propia centuria, un
poderoso pensamiento demócrata-revolucionario
cuya figura cimera, sin duda, es José Martí.
El movimiento de liberación contemporáneo en
América Latina surgió en la época de la crisis general
del capitalismo, condicionado por el triunfo de la
Gran Revolución Socialista de Octubre; tiene como
pilar básico a los trabajadores. Por esta razón
podemos afirmar que este libro es continuación y
contrapartida, a la vez, de La burguesía
contemporánea en América Latina, cuyo propósito es
mostrar el ascenso y la decadencia de dicha clase
social en nuestro subcontinente. En contraposición
con la omnímoda hegemonía burguesa, y agobiadas
por las devastadoras consecuencias de la terrible
depresión de 1929, las masas populares se lanzaron
por primera vez en nuestra historia a tomar ellas
mismas el poder político y adelantar sus propias
respuestas a los problemas dé la sociedad. Nadie
representa mejor ese audaz esfuerzo que Augusto
César Sandino, verdadero padre del movimiento de
liberación latinoamericano contemporáneo, no
obstante al haber a su lado hombres de la talla de
Farabundo Martí, auténtico marxista-leninista y líder
del heroico proletariado salvadoreño.
Era la hora en la cual los más avanzados
intelectuales revolucionarios, como Mariátegui,
Mella y Martínez Villena, se unieron a los humildes
y explotados en las filas de los recién creados
partidos comunistas.
Sin embargo, aún era frecuente que las tácticas
trazadas por estas esforzadas organizaciones políticas
para lograr la revolución agraria y antiimperialista,
no atrajeran en un frente unido a los demás sectores
comprometidos con el progreso; con frecuencia
practicaba el desconocimiento de los dirigentes de
los otros partidos, con lo cual se descartaba la
posibilidad de constituir gobiernos nacionalrevolucionarios encabezados por figuras ajenas al
movimiento obrero. Esta verosimilitud sólo se
concretó en el México de Lázaro Cárdenas, que
rechazó al imperialismo y llevó a su culminación el
proceso democrático-burgués iniciado con la lucha
armada emprendida en 1910.
En lugar de esas transformaciones, en muchos de
los otros países de América Latina se instituyeron
regímenes
nacionalistas
burgueses
o
pequeñoburgueses -se diferenciaban por su actitud
respecto al mercado interno, debido a la existencia o
no de grupos industriales autóctonos-, que a su vez
trataban de incorporar a diferentes capas proletarias
ignorando a sus verdaderos representantes políticos.
Surgió así el llamado populismo, cuyas
implicaciones aún se manifiestan en algunas
repúblicas latinoamericanas; bajo la égida de
carismáticos caudillos encabezaron la inconformidad
con el imperialismo hasta finales de la segunda etapa
de la crisis general capitalista. Por eso, en general
consideramos a esas dos décadas, finalizadas con el
Alberto Prieto Rozos
2
desembarco del “Granma”, como un período de
frustraciones revolucionarias en nuestro continente.
El ascenso popular traído consigo por las victorias
soviéticas y demás fuerzas aliadas durante la
Segunda Guerra Mundial, provocó la caída de
algunas odiadas tiranías de América latina, pero no
logró estructurar un bloque de poder capaz de
realizar las dos imperiosas tareas que las necesidades
del progreso histórico planteaban ante nuestros
pueblos. Se debe incluso decir que, tras la derrota del
Eje fascista, el poderío del Imperialismo yanqui en
Latinoamérica alcanzó -luego del agotamiento del
nacionalismo burgués- su máximo esplendor;
Estados Unidos impuso el Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca (TIAR) y la Organización de
Estados Americanos (OEA), como evidencias
irrebatibles del alcance de su soberbia y dominación.
No pudieron la violencia en Colombia, ni la
insurrección minera en Bolivia, ni los forcejeos de
Guatemala durante la presidencia de Jacobo Arbenz muestras, en suma, de la creciente vitalidad y
persistente heterogeneidad del movimiento de
liberación-, alcanzar la ansiada meta de vencer al
imperialismo y construir una sociedad superior.
En Colombia, la barbarie entre los partidos liberal
y conservador y la visión localista de la lucha, no
permitió -no obstante los esfuerzos del Partido
Comunista- que los combates constituyeran un factor
decisivo para lograr la emancipación nacional. En
Bolivia el alzamiento armado de los mineros, fuerza
motriz de la revolución, pareció conceder un carácter
democrático-popular al proceso transformador. Sin
embargo, la inexperiencia de los obreros los condujo
a entregar el poder al llamado Movimiento
Nacionalista Revolucionario, organización carente de
una dirigencia política decidida, capaz y firme,
dispuesta a encauzar al país hacia su definitiva
liberación; los cambios efectuados por el gobierno
del MNR en las formas de propiedad y en las
relaciones de producción, no se desarrollaron en
concordancia con los verdaderos intereses de los
trabajadores, sino con el propósito de modernizar el
capitalismo en beneficio de unos pocos
aprovechados. En Guatemala, los empeños de Jacobo
Arbens y del grupo revolucionario que lo rodeaba,
por realizar la Reforma Agraria y enfrentar la
ofensiva imperialista, chocaron con la traición de un
ejército no depurado -a pesar de haber sido
decapitado el reaccionario generalato-, y con la
inercia de la mayoría de la población; al no haberse
abolido la opresión cultural sufrida por las tribus
mayas, sus miembros no se incorporaron a la
prometedora revolución.
En 1956, América Latina se hallaba en un punto
crucial de su historia. Se encontraban agotadas las
posibilidades del nacionalismo burgués en Argentina,
Brasil y México, a la vez que se habían frustrado los
procesos democráticos de Bolivia y Guatemala. En
consecuencia, el imperialismo norteamericano
estableció su hegemonía en el continente, y lo
demostró al convocar en aquel año una conferencia
en Panamá de todos los presidentes del hemisferio.
Pensaban los yanquis que su dominio sobre nuestras
repúblicas sería eterno. No contaban con un pequeño
grupo de revolucionarios que, el 2 de diciembre de
1956, desembarcó al sur de los territorios orientales
de la más grande de las Antillas. Traían el enorme
legado histórico de Simón Bolívar, Benito Juárez,
José Martí, Augusto César Sandino, Julio A. Mella,
Lázaro Cárdenas, y estaban nutridos también de las
fracasadas experiencias revolucionarias de Bolivia y,
sobre todo, como expresó Ernesto Guevara sobre
Guatemala: “la democracia que sucumbió, el ejemplo
que nos diera y la apreciación correcta de todas las
debilidades que no pudo superar aquel gobierno, para
ir nosotros a la faz de la cuestión y decapitar de un
solo tajo a los que tienen el poder.”1
Así, el movimiento de liberación latinoamericano,
más fogueado, con nuevas tácticas y bríos, e ideas
científicas se revitalizó; el primero de enero de 1959,
con fuerza indetenible, triunfa la Revolución Cubana
conducida por Fidel Castro Ruz.
La Revolución Cubana significó un gigantesco
paso en la historia del continente americano, y un
acontecimiento extraordinario en el desarrollo del
movimiento revolucionario mundial, pues inició una
fase nueva en las luchas de los oprimidos: la tercera
etapa de la crisis general del capitalismo. Cuba fue,
en la práctica, el primer país en demostrar el cambio
en la correlación de fuerzas en el orbe en favor del
socialismo. También evidenció los rasgos de la lucha
de clases en esta tercera fase, cuando se unen con los
humildes nuevos sectores sociales. Otra peculiaridad
de esta etapa es que en la misma no existe una
barrera infranqueable entre el período democráticopopular y el socialista; el elemento decisivo y
definitorio de dicho proceso es la cuestión de quiénes
lo dirigen, en manos de qué sector social se encuentra
el poder político. De esta manera, amplias
perspectivas de liberación nacional se abrieron a
millones de explotados de Asia, África y América
Latina, quienes inspirados en el ejemplo cubano
emprendieron renovados combates contra la opresión
colonial e imperialista.
El triunfo de la Revolución Cubana influyó en las
conciencias de los más audaces, y en el propio año
1959 hubo héroes que se lanzaron a la lucha armada
con el propósito de reproducir la victoria antillana: se
inició la resistencia activa frente al gobierno
oligárquico en Argentina; renació el combate
guerrillero (Tolima, Caldas, Valle) en Colombia; se
produjo un desembarco de patriotas en Panamá;
exiliados políticos invadieron Paraguay; y grupos
1
Ernesto Guevara: Al Primer Congreso latinoamericano
de Juventudes, en Obra Revolucionaria, Editorial ERA.
México D. F. 1967, p. 309.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
revolucionarios se introdujeron en República
Dominicana por las costas del país. En 1960 los
sandinistas -animados por Carlos Fonseca Amadoratacaron los cuarteles policiales de Jinotepe y
Diriamba; mientras, en Paraguay, los insurrectos se
lanzaron contra la importante base naval cercana a
Asunción.
Sin embargo, en esta nueva fase del batallar
revolucionario -tercera etapa de la crisis general del
capitalismo-, en los duros enfrentamientos frente a la
reacción y contra el imperialismo, se unen otras
capas sociales a los explotados. Como escribe Carlos
Rafael Rodríguez: “Hizo falta la prueba irrebatible de
la revolución cubana de Fidel Castro, para qué se
comprendiera el papel singular de la pequeña
burguesía latinoamericana.”2
En efecto, ya en el año 1960, contingentes de
militares progresistas se sumaron al combate iniciado
por los oprimidos; el 13 de noviembre, en
Guatemala, oficiales del ejército se sublevaron en la
base de Zacapa y ocuparon toda la región hasta
Puerto Barrios. Se destacaron en el alzamiento los
jóvenes revolucionarios Luis Augusto Turcios Lima
y Marco Antonio Yon Sosa. Semanas después, el 21
de diciembre, en Venezuela se produjo la
sublevación militar de La Guaira. A partir de
entonces en la historia latinoamericana se
entrelazaron los combates guerrilleros y los
pronunciamientos en el seno de las fuerzas armadas
regulares. Se pueden citar al respecto, por ejemplo:
en 1961, -en Haití, el desembarco revolucionario
dirigido por Jacques Stephan Alexis; en Venezuela,
dos sublevaciones de efectivos del ejército (Caracas,
20 de febrero; Barcelona, 26 de junio). En 1962, en
Ecuador, aparecieron guerrillas en Santo Domingo de
las Coloradas, a noventa kilómetros de la capital; en
Guatemala el movimiento guerrillero se hizo sentir
(marzo) en Izabal, Sierra de Minas y Baja Verapaz;
mientras, elementos de la fuerza aérea se sublevaban
(noviembre) en la capital; en Venezuela se rebelaron
dos bases navales (Carúpano y Puerto Cabello) y una
área (Boca del Río), a la vez que las guerrillas de las
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN)
surgían en Charal y Falcón.
En 1963, en Argentina aparecieron grupos
guerrilleros en las provincias de Córdoba, Jujuy y
Salta (dirigidas por Jorge Ricardo Masetti); en
Colombia se crearon las llamadas zonas de
autodefensa, en el norte de Tolima y en el sur de
Cundinamarca; en Guatemala se fortalecieron los
frentes guerrilleros de Izabal (Yon Sosa) y de la
Sierra de las Minas (Turcios Lima); en Perú surgió el
Ejército de Liberación Nacional, en cuyas filas murió
(15 de mayo) el poeta Javier Heraud; en República
Dominicana el Movimiento Revolucionario 14 de
2
Carlos Rafael Rodríguez: Cuba en tránsito al socialismo,
Editorial Siglo XXI, México, D. F., 1978, p. 232.
3
junio inició la lucha armada rural; en Uruguay, las
guerrillas urbanas realizaron sus primeras acciones,
en el departamento de Colonia, dirigidas por Raúl
Sendic; en Venezuela, Fabricio Ojeda se fugó de la
prisión y asumió el mando de un frente guerrillero, a
la vez que se constituía el órgano político del mando
revolucionario, llamado Frente de Liberación
Nacional (FLN)
En 1964, en Haití, se produjeron desembarcos
(junio y agosto) de jóvenes que iniciaron las
actividades combativas de las Forces Armées
Révolutionnaires d'Haiti; en Venezuela surgieron los
focos guerrilleros de El Bachiller y Los Andes. En
1965, en Brasil se produjo, a finales de año, un
levantamiento armado militar (en el sur); en
Colombia el Ejército de Liberación Nacional realizó
sus primeras acciones armadas y sumó a sus filas (en
diciembre) al sacerdote católico Camilo Torres,
mientras a los cuatro meses se constituían las Fuerzas
Armadas. Revolucionarias de Colombia (en Caquetá,
Hirila, Cauca, Tolima y Valle); en Perú, el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria inició en
junio su etapa de insurrección en la zona de la Sierra:
las guerrillas Pachacutec y Túpac Amaru, al mando
de Luis de la Puente Uceda y Guillermo Lobatón,
alcanzaron victorias en Valle de la Concepción y
Junín; en Uruguay surgió el Movimiento de
Liberación Nacional Tupamaros.
En República Dominicana, junto a sectores
populares se sublevaron (24 de abril) militares
progresistas, entre los cuales se destacaba el coronel
Francisco Caamaño Deñó. El alzamiento de estos
jóvenes oficiales dominicanos, que para mantener el
régimen constitucional y democrático tomaron la
revolucionaria decisión de distribuir armas a las
masas populares, significó un paso trascendental -en
el proceso de rebeldía latinoamericana inaugurado
seis años atrás; elegido Presidente de la República
por las dos Cámaras, Caamaño llamó a luchar contra
los yanquis e inició así un fenómeno político nuevo síntesis de las distintas tendencias progresistas en
puja-,
que
fue
denominado
nacionalismo
revolucionario. Aplastada la creadora y fugaz
experiencia por una invasión estadounidense, la
novedosa corriente auspiciada por inquietos oficiales
antiimperialistas no resurgió sino tres años después.
En la Habana (1967) tuvo lugar la Conferencia de
Solidaridad de América latina; la misma planteó que
en nuestro subcontinente existen condiciones
socioeconómicas y políticas para crear, con el
desarrollo de la guerra popular, situaciones
revolucionarias, en dependencia de las concepciones
ideológicas y capacidades organizativas de las
vanguardias. En la clausura de dicha actividad, el 10
de agosto de 1967, el Comandante en Jefe Fidel
Castro afirmó:
Este continente trae en su vientre una
revolución, tardará más o menos en nacer, tendrá
Alberto Prieto Rozos
4
un parto más o menos difícil pero inevitable.
Nosotros no tenemos la menor duda. Habrá
victorias, habrá reveses, habrá avances, habrá
retrocesos; pero el advenimiento de una nueva
era, la victoria de los pueblos frente a la injusticia,
frente a la explotación, frente al imperialismo,
cualesquiera que sean las concepciones
equivocadas que puedan tratar de entorpecer el
camino, es inevitable.3
El asesinato de Ernesto Che Guevara el 8 de
octubre de 1967, en Higueras (Bolivia), quien
combatía por la revolución al frente de una guerrilla
internacionalista, anunció, sin embargo, un relativo
reflujo de la lucha armada. Fue entonces que
resurgió, poderosa, la corriente nacionalista
revolucionaria de los militares progresistas; en el mes
de octubre de 1968, en Perú (Juan Velasco Alvarado)
y Panamá (Ornar Torrijos), las respectivas fuerzas
armadas tomaron el poder político con el propósito
de enfrentar al imperialismo y transformar las
estructuras socioeconómicas internas en cada uno de
los dos Estados. Se fortalecía, por vías inesperadas,
el movimiento de liberación en América latina.
El frente antiimperialista latinoamericano pronto
se vio engrosado con la victoria electoral de la
Unidad Popular en Chile (1970). De inmediato el
presidente Salvador Allende puso en práctica un
brillante programa de transformaciones económicas
que, no obstante, olvidó el problema político-militar
de la revolución; las tradicionales fuerzas armadas
permanecieron intactas, lo cual garantizó en 1973 a
los generales traidores una victoria bastante rápida y
fácil. Casi paralelamente, en Argentina, el candidato
peronista (Héctor Cámpora) triunfó en los comicios
con una progresista concepción económica; incluía
nacionalización de la banca y del comercio exterior,
así como una Reforma Agraria. La propia derecha
peronista, sin embargo, reaccionó con tal violencia a
la gestión del nuevo presidente, que éste renunció a
su alta dignidad. En las elecciones de septiembre
triunfó el binomio integrado por Juan Domingo
Perón y su tercera esposa, candidatura que había
recibido el apoyo del Partido Comunista. Pero el 1º
de julio de 1974 murió el hombre que logró la
hegemonía en la política argentina durante treinta
años. Y su viuda-vicepresidenta ocupó el Ejecutivo
atrapada por la corrupta derecha del Partido
Justicialista, lo cual facilitó que a los dos años el
reaccionario ejército la defenestrara del poder.
Entonces, como en Chile, el fascismo se adueñó de
Argentina.
La Revolución Cubana consolidada, el auge de la
lucha en América Latina, la incorporación de nuevos
sectores sociales al frente antiimperialista, fueron
elementos que indujeron a los partidos comunistas de
América Latina y del Caribe a celebrar una
conferencia en Cuba a mediados de 1975. En dicha
reunión se concluyó4 que el proceso económico
latinoamericano estaba caracterizado por una
vinculación tan estrecha de las altas burguesías
criollas con el imperialismo, que de hecho se
integraban a su mecanismo de dominación. No
obstante, en el cónclave se aclaró que dicha realidad
histórica no implicaba, la inexistencia de sectores de
la burguesía capaces de tener intereses
contradictorios con los imperialistas, y que pudieran
adoptar posiciones convergentes con las del
proletariado, los campesinos y demás grupos
explotados de la población en lucha por la conquista
de la independencia económica y la completa
soberanía nacional. Dichos sectores burgueses
pueden, por tanto, participar en la unidad de acción
democrática y antiimperialista junto con las fuerzas
populares. Sería erróneo sin embargo, ignorar los
límites y vacilaciones de estas capas burguesas en lo
concerniente a su participación en el proceso contra
el imperialismo.
En América Latina, la burguesía perdió hace
tiempo la posibilidad de desempeñar el papel
dirigente que ya pertenece al proletariado; los
opulentos no pueden conducir hasta el final la nueva
batalla independentista. La incorporación de fuerzas
y organizaciones representativas de dichos burgueses
al amplio frente de lucha antiimperialista y
antioligárquica posee una considerable importancia,
pero jamás se debe realizar a expensas de la alianza
esencial de obreros, campesinado trabajador y capas
medias, ni sacrificando la independencia de clase del
proletariado en beneficio de compromisos
coyunturales.
Es posible que en el contexto de las batallas que
libran los pueblos latinoamericanos en defensa de las
instituciones democráticas, los referidos sectores se
unan al frente progresista; la plena liberación
nacional, que entraña la derrota y eliminación de las
oligarquías dominantes, está vinculada de manera
indisoluble al esfuerzo por la conquista de una
democracia auténtica. La abolición de los derechos
democráticos de la clase obrera y del pueblo, el
empleo de las tropas contra el movimiento obrero, la
implantación de brutales tiranías, han sido
ingredientes consustánciales a la táctica seguida por
el imperialismo y las oligarquías en la lucha por
mantener su dominio en el subcontinente. En
consecuencia, no se puede ser indiferente ante la
suerte que corran situaciones relativamente
democráticas, aunque no se correspondan con esa,
verdadera y más profunda democracia que los
revolucionarios desean conquistar. Al mismo tiempo,
los combatientes por el progreso no deben aceptar
3
4
Fidel Castro Ruz: Discurso de clausura de la
Conferencia de Solidaridad de América Latina, en
periódico Granma, La Habana, 11 de agosto de 1967, p. 2.
Declaración de la Conferencia de los Partidos
Comunistas de América Latina y del Caribe, en Granma,
La Habana, 16 de junio de 1976, p. 4.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
que la defensa de la democracia burguesa frente a la
amenaza fascista implique la renuncia al avance
social, ni la aprobación de un injusto estado de cosas.
La unidad en la lucha democrática, más amplia en
sus marcos que la unidad revolucionaria
antiimperialista, se enlaza de manera dialéctica con la
misma. Por eso, el camino de las transformaciones
revolucionarias de América Latina supone una lucha
conjugada, constante, en que el combate al fascismo,
la defensa de la democracia y la lucha contra el
imperialismo y las oligarquías, así como por la
participación efectiva del pueblo en la definición de
la vida política, se desarrollan como partes de un
mismo proceso.
Las sagaces proyecciones analíticas expresadas en
el trascendental documento de los comunistas
latinoamericanos comenzaron a convertirse en
realidad en 1979, cuando en la isla de Granada, el 13
de marzo, el New Jewel Movement (fuerza política
dirigida por Maurice Bishop) efectuó un ataque a la
sede del ejército y en una hora lo capturó. Como
expresó el Comandante en Jefe: un Moncada exitoso
iniciaba una gran revolución en ese pequeño país.
Poco tiempo después, en Nicaragua, la lucha armada
sandinista de veinte años de duración derrocaba la
tiranía despótica de los Somoza, y situaba en el poder
a la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional,
que nacionalizó todos los bienes de los somocistas,
así como la banca, la minería, el comercio exterior y
las tierras ociosas. Desde el mismo victorioso 19 de
julio -que estimuló la lucha guerrillera en El Salvador
y Guatemala-, la Nicaragua orientada por el FSLN se
convirtió en el más importante partícipe del
movimiento de liberación latinoamericano, luego del
triunfo de la Revolución Cubana. Ese extraordinario
mérito le enfrentó en su contra al imperialismo y a la
reacción centroamericana. Incluso desde la lejana
Buenos Aires la Junta Militar fascista enviaba sus
agentes para tratar de desestabilizar al sandinismo.
No obstante, la movilización popular argentina y la
Guerra de las Malvinas provocaron el desplome del
criminal equipo entronizado en el Gobierno durante
siete años. A la vez, el decidido apoyo brindado
durante el conflicto por el imperialismo yanqui a su
aliado inglés, quebró la vigencia del TIAR y la OEA,
donde ocurrió el ionsólito hecho de que Estados
Unidos se encontrase en minoría. Un año después, el
desvergonzado ataque Imperialista a la minúscula
Granada volvía a evidenciar el aislamiento en
América latina del Gobierno de Washington. Como
señalara el Comandante en Jefe Fidel Castro, el 1º de
enero de 1984:
El sistema de dominio imperialista en América
Latina está en crisis. Las dictaduras militares de
derecha en Chile, Argentina, Uruguay y otros
países, último recurso del imperialismo y el
capitalismo, han fracasado estrepitosamente,
llevando a esas naciones a la ruina y el colapso
5
económico. Del “milagro brasileño” no queda
más que 100 mil millones de dólares de deuda
externa y las constantes noticias de calamidades
sociales: desempleo, hambre, inflación, descenso
del nivel general de vida, mortalidad infantil,
enfermedades y asaltos de mercados por el
pueblo. La llamada democracia representativa
burguesa está en crisis también, ahogada por la
ineficiencia, la corrupción, la impotencia social,
las deudas impagables y la ruina económica.
Crecen el desempleo, la inseguridad y el hambre
como una plaga. Atrás han quedado las ilusiones
reformistas y los desprestigiados y onerosos
remedios de las Inversiones transnacionales. Los
cambios estructurales y sociales son inevitables.
Más tarde o más temprano se producirán y serán
más profundos cuanto más honda e insalvable sea
la crisis, que no es simplemente coyuntural.5
Sin embargo, de ese apasionante problema nos
ocuparemos en otro libro; La burguesía
latinoamericana en crisis (1979-1984) será la
verdadera culminación de esta obra, iniciada al
publicarse en 1983 su primera parte bajo el título
de: La burguesía contemporánea en América
latina.
1. A"TECEDE"TES.
Proyecciones europeas.
Aún antes de la época imperialista, América
Latina vio amenazada su independencia por los
peligros provenientes del exterior. Se puede
mencionar, por ejemplo, que la España absolutista
incluso después de su derrota en Ayacucho, mantuvo
ilusiones sobre una reconquista americana. A tales
fines promovió en 1829 una expedición contra
México. Vencido con facilidad ese intento, y muerto
el reaccionario Fernando VII en 1833, el gobierno de
Madrid comprendió que marchaba contra la historia.
Por ello firmó con la República mexicana, en 1836,
un tratado para reconocer su independencia. Años
después, entre 1840 y 1847, acuerdos similares
fueron rubricados con Ecuador, Chile, Venezuela y
Bolivia; mientras, con algunos otros Estados que
habían sido colonias suyas, España estableció
limitadas relaciones comerciales.
En el lapso restante de la primera mitad del siglo
XIX la antigua metrópoli ibérica se abstuvo de
cualquier acción de importancia en sus vínculos con
América Latina independiente, excepto en el caso del
respaldo brindado al depuesto presidente Juan José
Flores. Este retrógrado general, opuesto al régimen
liberal ecuatoriano de Vicente Ramón Roca (18451849), pretendió regresar al poder por medio de una
famosa y fracasada expedición que gozó del apoyo
español; su objetivo final era entronizar en el país
5
Fidel Castro Ruz: Discurso conmemorativo del XXV
Aniversario del Triunfo de la Revolución, en Granma, la
Habana, 2 de enero de 1984, p. 3.
6
una monarquía hispanizante.
Durante la Guerra Civil de los Siete Años (18331840) los liberales “isabelinos” realizaron en España
una empresa transformadora; la misma significó el
triunfo de la revolución burguesa contra los
“carlistas”, los cuales defendían el absolutismo.
Expulsado de la Regencia el progresista general
Baldomero Espartero (1840-1843), los grupos menos
avanzados del liberalismo ocuparon el Gobierno. Así,
a partir de 1843, España vivió la “gran etapa
moderada”, que durante un cuarto de siglo vinculó la
plena libertad de las propiedades burguesas con los
principios de cierto autoritarismo estatal. Ese
régimen auspició las aventuras recolonizadoras de
Chile, Perú y Santo Domingo durante doce años
(1856-1868).
Francia, muy comprometida con Fernando VII
luego de la invasión de los Cien Mil Hijos de San
Luis en 1823, compartió la óptica de España en lo
referente a nuestra región6; esperaba recibir por su
posición algún tipo de recompensa. Además, por
cuenta propia, en 1825 efectuó en el Caribe dos
agresiones. Una, menos afortunada, se estrelló contra
la porción venezolana de la gran Colombia, de
Bolívar; la otra, exitosa, escogió al pequeño Haití
como objetivo; el cavernícola Borbón que reinara
bajo el título de Carlos X pretendía imponer a la
excolonia una cuantiosa indemnización por concepto
de las antiguas plantaciones francesas expropiadas.
Para lograr sus propósitos el gobierno de París envió
una poderosa escuadra para bloquear las costas
haitianas y amenazó con bombardear sus puertos.
Ante ese peligro, el tirano Boyer cedió; firmó el Acta
conocida como Ordenanzas de 1825 que concedía a
Francia aranceles aduaneros reducidos a la mitad, así
como la cláusula de “nación más favorecida”; se
reconoció también una deuda con la ex metrópoli
ascendente a 150.000.000 de francos cuyo primer
pago que representaba el 20 por ciento del total,
debió efectuarse de inmediato. Con el objetivo de
enfrentar dicha erogación, el Estado haitiano recurrió
a los banqueros franceses, quienes en noviembre de
ese mismo año le otorgaron un oneroso empréstito
ascendente a 24.000.000 de francos. La diferencia
entre esta suma y el desembolso a realizar se debió
sufragar con el envío a Francia de todo el oro y la
plata existentes en el país.
Otra aventura francesa, esta vez contra Brasil, que
salía de la Guerra Cisplatina, tuvo lugar en 1828; la
Corte de París juzgó apropiado ese momento para
exigir astronómicas reclamaciones por concepto de
daños causados a sus buques fondeados en la bahía
de Montevideo, durante el referido conflicto bélico.
A principios de julio, la flota del almirante Roussin
se presentó frente a Río de Janeiro y profirió
6
Pierre Renouvin: Historia de las relaciones
Internacionales. Ediciones Aguilar, S. A., Madrid, 1969, t.
II, vol. I (El Siglo XIX).
Alberto Prieto Rozos
múltiples amenazas. Pedro I, temeroso de verse
envuelto en otra conflagración satisfizo todas las
exigencias francesas no obstante las enormes
dificultades que sufrían las exhaustas finanzas
imperiales.
La revolución de 1830 en Francia introdujo
reorientaciones en la diplomacia de París; se inició el
reconocimiento de las repúblicas latinoamericanas.
Sin embargo, en 1838 Francia atacó a México. El 21
de marzo la flota agresora bloqueó el importante
puerto de Veracruz y bombardeó la fortaleza de San
Juan de Ulúa. Esta embestida tuvo como excusa el
rechazo gubernamental a satisfacer reclamaciones de
comerciantes franceses radicados en tierras
mexicanas, afectados durante conflictos armados
internos: el conjunto de los hipotéticos daños
resultaba demasiado abultado: 600.000 pesos. Pero el
Gobierno de México, que por cierto no disponía de la
referida suma, rechazó las inaceptables pretensiones.
Francia acometió la llamada Guerra de los Pasteles;
esta contienda preocupó a Inglaterra, pues México
tenía una considerable deuda con Albión. La
mediación británica logró la paz y el cese del
bloqueo francés; a cambio, el agredido debía
satisfacer con posterioridad las exigencias monetarias
del agresor.
De nuevo, en 1838, pero esta vez en el Río de la
Plata, Francia intervino con sus fuerzas militares. En
la guerra civil uruguaya que enfrentaba al equipo
gubernamental de los ganaderos -denominados
“blancos” en política- y a los comerciantes “colorados”-, el tirano argentino Juan Manuel de
Rosas brindó ayuda a los primeros, mientras la
monarquía francesa apoyaba a los rebeldes. Las
opuestas actitudes estaban motivadas por la
diferencia de intereses entre Buenos Aires y París en
lo relativo al comercio platense; Francia, no tenía
importantes establecimientos en la capital argentina,
pero se encontraba bien asentada en Montevideo.
Desde esta ciudad, en buques de cabotaje, los
mercaderes franceses reexportaban sus productos
hacia el vecino país con grandes beneficios.
Con el propósito de impedir esos negocios,
contrarios a las conveniencias de la burguesía
porteña del monopolista puerto bonaerense, Rosas
aumentó en un 25 por ciento los derechos
arancelarios de los artículos europeos procedentes de
la urbe rival. Esta disposición sólo afectaba a
Francia, pues los comerciantes de Inglaterra tenían
sólidas raíces en Buenos Aires. Por esa razón, una
escuadra francesa zarpó hacia Río de la plata con el
objetivo de abrir el Paraná y el Uruguay a la libre
navegación. La guerra desembocó en definitiva en un
equilibrio de fuerzas, debido al cual ambas partes se
vieron precisadas a ceder. Según el Tratado MackauArana, el 29 de octubre de 1840, los franceses
devolvieron a Argentina la isla de Martín García y
levantaron el bloqueo; Rosas les otorgó el
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
tratamiento de nación más favorecida. Era la típica
demanda del capitalismo de libre concurrencia
imperante en Europa, caracterizado por la
exportación de mercancías.
No obstante estos pequeños logros, a lo largo de
la primera mitad del siglo XIX, Francia mantuvo en
la América Latina una posición de segundo orden, no
acorde con sus fuerzas. Quizás ello se explique
debido a que los principales campos de acción de su
burguesía eran Europa, Asia y África. Su comercio
con nuestro subcontinente, al ser derrocada en 1848
la monarquía de Orléans, apenas totalizaba la cifra de
38 millones de dólares.
Cuando en 1823 Francia reimplantó el
absolutismo fernandino en España, Inglaterra envió a
Estados Unidos un memorándum donde planteaba su
posición sobre América Latina. La misiva,
enmarcada en el contexto de las amenazas proferidas
por la Santa Alianza contra la independencia
latinoamericana, perseguía en realidad otro objetivo;
el Gobierno de Londres quería impedir cualquier
ulterior expansión de los norteamericanos, semejante
a la ya realizada contra la Florida. Como se sabe, la
respuesta estadounidense a dicho sondeo de lord
Canning se expresó en la macabra Doctrina Monroe.
El fracaso del referido empeño no impidió a los
británicos establecer relaciones diplomáticas con los
nuevos Estados latinoamericanos; con algunos de los
cuales firmaron importantes acuerdos comerciales:
Buenos Aires (1825), Colombia (1825), México
(1826) y Brasil (1827); este acuerdo tuvo un
significado distinto, pues representaba una
ratificación del vigente desde el año 1810.
En 1825, del total de 80.000.000 de dólares
comerciados con la América latina, Inglaterra
negoció la cuarta parte con Brasil debido a los
tradicionales vínculos mercantiles anglo-brasileños;
este país constituía el tercer mercado de Gran
Bretaña en el mundo, superado sólo por Estados
Unidos y Alemania. Respecto a las características de
esa agresiva política mercantil inglesa, Engels
escribió:
La separación de las colonias sudamericanas
de sus metrópolis europeas, la conquista por
Inglaterra, de todas las colonias francesas y
holandesas de más valor y la dominación gradual
de la India, convirtieron a los pueblos de todos
estos territorios en consumidores de mercancías
inglesas.
Así,
Inglaterra
completó
el
proteccionismo que practicaba en su mercado
interior por el librecambio que impuso a sus
consumidores, donde pudo en el extranjero; y,
gracias a esta feliz combinación de los dos
sistemas, cuando se terminaron las guerras, en
1815, se encontró en posesión del monopolio real
del comercio mundial con relación a todas las
7
ramas importantes de la industria...7
Esa creciente penetración mercantil se efectuó en
América latina mediante eficientes mecanismos,
basados en numerosas sucursales de las más
importantes casas comerciales británicas; dichos
establecimientos abundaban, por ejemplo, en
Veracruz, Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires
y Valparaíso.
La superioridad económica de Inglaterra no se
reflejó sólo en el intercambio de mercancías; también
se evidenció en el temprano control alcanzado por los
bancos de esa nación sobre las finanzas
latinoamericanas8. Esta lamentable dependencia se
había originado en la necesidad de las burguesías
patrióticas de recibir suministros foráneos con vista a
combatir las metrópolis absolutistas. En dichos
tiempos sólo la Gran Bretaña prestaba dinero a los
independentistas para la adquisición de armas y
abastecimientos requeridos por su lucha. En
consecuencia, todos los nacientes Estados
latinoamericanos -excepto Paraguay y Haitírecurrieron a los banqueros de Londres, quienes les
prestaron cerca de 20.000.000 de libras esterlinas, es
decir, unos 100.000.000 de dólares. Después resultó
difícil escapar del ciclo infernal; el servicio de los
altos intereses de la deuda externa, así como el pago
de elevados sueldos a militares y demás funcionarios
estatales, exigieron nuevos empréstitos. Esa era una
de las consecuencias de la política antiabsolutista de
reducción de impuestos aplicada tras el logro de la
independencia. De esta manera, ya en 1825 -cuando
tuvo lugar el crack de la Bolsa de Londres- dichos
préstamos totalizaban alrededor de 25.000.000 de
libras esterlinas.
La llegada de capitales ingleses enfilados a
reactivar minas y adquirir tierras, junto con la
práctica de reinvertir parte de las ganancias logradas
por los negociantes británicos en nuestro
subcontinente, provocó el rápido ascenso de las
inversiones inglesas en América Latina. En 1830 esa
cifra se situaba en los 40.000.000 de libras esterlinas.
Al conceder un préstamo, la banca londinense exigía
garantías como rentas de aduanas, minas y tierras.
Una idea de la importancia alcanzada por el capital
inglés colocado en los Estados latinoamericanos se
observa cuando en 1833 el conjunto de las
inversiones realizadas en la industria textilera
británica ascendía a 34 millones de libras esterlinas.9
Las exportaciones de tela representaban, en esos
7
Federico Engels: El proteccionismo y el librecambio, en
Acerca del colonialismo, Editorial Progreso, Moscú. p.
272 (Fragmento del artículo).
8
Fred J. Rippy: Rivairy of the United States and Great
Britain over Latin America: 1808-1830, The John Hopkins
Press, Baltimore, 1929, pp. 303-304.
9
C. K. Webster: Britain and the independence of Latin
America. Editorial Guillermo Kraft, Buenos Aires 1944, t.
II (Acápite Joans).
8
momentos, prácticamente la mitad de todas las ventas
de Inglaterra al extranjero. Tales negocios explicaban
el carácter específico del interés bancario de Gran
Bretaña hacia América Latina, muy distinto de la
índole de los Estados Unidos e incluso Francia. Sin
embargo, a mediados de la década del treinta, la
coyuntura económica inglesa varió. Se iniciaron las
grandes inversiones en el desarrollo ferrocarrilero
británico, lo cual motivó una disminución notable de
la afluencia de capitales ingleses hacia América
latina. Dichas inversiones treinta años más tarde
regresaron con un contenido muy diferente: el
monopolista. Comenzaba así la época del
imperialismo.
Aunque Inglaterra centró sus intereses en el
comercio y las finanzas latinoamericanas, no pueden
obviarse sus operaciones militares contra Argentina y
Brasil10. El conflicto con aquella se inició cuando en
1843 los triunfos bélicos de Rosas pusieron en
peligro la supervivencia de la República Oriental del
Uruguay, así como la libre navegación existente de
hecho -no de jure- por el Plata y sus afluentes. El
Gobierno de Londres no estaba dispuesto a ver en
peligro las ventajas logradas desde hacía quince años
para su desarrollo mercantil. Gracias a las mismas,
los británicos eran propietarios de unas ochenta
estancias y cuarenta casas comerciales en la
provincia de Buenos Aires.
Inglaterra y Francia, de mutuo acuerdo,
bloquearon el puerto monopolista argentino; lograron
que el almirante inglés Brown, de la flota
bonaerense, les entregara los navíos bajo su mando y
ocuparon la estratégica isla de Martín García. No
obstante esos reveses, los argentinos resistieron y
llegaron a infligir a los agresores derrotas como la de
Quebracho.
En este relativo equilibrio de fuerzas se
encontraba la guerra cuando la oleada revolucionaria
de 1848 sacudió Europa. Británicos y franceses
arriaron pendones y desplegaron velas para retornar
al viejo continente, la paz se firmó mediante dos
tratados, los cuales reconocían la exclusiva
jurisdicción de Buenos Aires sobre los ríos interiores
del Plata.
La pugna con Brasil tuvo otro contenido. En 1842
los británicos enviaron a Río de Janeiro una misión
para rehacer el caduco e ineficaz Tratado de 1826,
según el cual se prohibía la Trata. Pero la misión no
prosperó, pues su aprobación afectaba la base
económica del Brasil, sustentada en la esclavitud.
Irritada, Gran Bretaña emitió el 8 de agosto de 1845,
el llamado Aberdeen Act, que ordenaba el
enjuiciamiento de los negreros por tribunales
10
En 1825, Brasil constituía, por sí solo, el tercer mercado
de Inglaterra, superado únicamente por Estados Unidos y
Alemania. Ver D. C. M. Platt: British diplomacy in Latin
America since the Emancipation. Separata de Inter
American Economic Afairs, 1962, vol. 15, No. 4, p. 21.
Alberto Prieto Rozos
británicos. Esta medida implicó un cambio notable,
pues hasta entonces a los traficantes de esclavos
atrapados les juzgaba una benévola comisión mixta
anglo-brasileña, la proclama, sin embargo, no surtió
efecto alguno. El tráfico de africanos hacia el Brasil
mantuvo su ritmo creciente; entre 1846 y 1849 al
imperio sudamericano entró un promedio de 50.000
esclavos anuales. La mofa a su edicto decidió a
Inglaterra a respaldarlo con la fuerza, pues era
evidente que por sí solo nada valía. Se despachó
(1850) una flota patrullera al Atlántico para apresar a
los buques negreros; mientras, otra navegaba hacia
Río de Janeiro con el propósito de inspeccionar in
situ los barcos que llegaban a dicho puerto. Las
convincentes medidas persuadieron al Gobierno
brasileño sobre la pertinencia de firmar el tratado
propuesto por los británicos. Terminó así este litigio
muy parecido al anglo-español surgido con respecto
a Cuba en la década del cuarenta, ya que la metrópoli
ibérica no cumplía los pactos entre ambas potencias
rubricados en 1817 y 1835 según los cuales se
prohibía la Trata.
Inglaterra y el problema de la esclavitud.
Al terminar las guerras napoleónicas, en todas las
Antillas -excepto Haití- subsistía la dominación
colonial europea. Dichas posesiones mantenían una
estructura económica similar, cosechaban productos
semejantes, utilizaban fuerza de trabajo esclava, y
dependían del comercio exterior. Después del
Tratado de Viena (1815), sin embargo, los territorios
caribeños de Inglaterra experimentaron un profundo
proceso de transformación; en la metrópoli los
intereses industriales se distanciaban de los
comerciales. Entre ambos la índole de los negocios
difería mucho, pues aquéllos vivían de la plusvalía y
éstos de su preponderancia en la esfera de la
circulación: los primeros, por lo tanto, deseaban
expandir sus mercados; mientras, los segundos sólo
querían mantener su control sobre determinadas
mercancías muy codiciadas como, por ejemplo, la
mano de obra africana.
Todo ello explica los motivos de la visión
diferente de la burguesía industrial inglesa con
respecto al comercio con la esclavitud; consideraba
la abolición como un medio para vender más
productos, lo cual le convertiría en ganancias
monetarias una parte mayor del plusproducto
arrebatado a los obreros en sus fábricas. Por eso, en
la capital austriaca, los industriales presionaron para
prohibir por medio de una cláusula el tráfico
Interoceánico de esclavos. Este tratado será más tarde
complementado por Inglaterra con acuerdos
bilaterales entre España y Brasil; en América sólo las
plantaciones esclavistas de Estados Unidos poseían
mayor importancia que las de Cuba, y el Imperio de
los Pedro. Al mismo tiempo, Gran Bretaña suprimió
hacia sus propias colonias el horrible tráfico de
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
africanos que antes tanto auspiciara. Luego, Londres
continuó la liberación de sus proyecciones al derogar
en 1822 el Acta de Navegación emitida por
Cronwell. Engels valoró la nueva práctica de la
siguiente manera:
La libertad de comercio significaba la
transformación de toda la política financiera y
comercial Interior y exterior de Inglaterra en
consonancia con los intereses de los capitalistas
industriales, clase que hablaba ahora en nombre
de la nación. Y esta clase puso seriamente manos
a la obra. Fueron eliminados sin piedad todos los
obstáculos que estorbaban la producción
industrial. Se reorganizaron totalmente las tarifas
aduaneras y todo el sistema de impuestos. Todo
quedó subordinado a un fin único, pero de la
mayor importancia para los capitalistas
industriales: reducción del precio de todas las
materias primas y, particularmente, de todos los
medios de subsistencia de la clase obrera,
reducción de los gastos en materias primas y
mantenimiento de los salarios a un nivel bajo, si
no descenso de los mismos. Inglaterra está
llamada a convertirse en “el taller del mundo”; los
otros países debían de ser para ella lo que era
Irlanda: mercado de venta para sus productos
industriales y fuentes de materias primas y
víveres. Inglaterra, gran centro industrial del
mundo agrícola, sol industrial, alrededor del que
girasen en número siempre creciente satélites
productores de trigo y algodón. ¡Qué magnífica
perspectiva!11
El Parlamento inglés liberó en 1834 a los esclavos
menores de edad y a los mayores los declaró
“emancipados”. Según dicho status los ex esclavos
debían trabajar sin sueldo y de forma obligatoria en
las mismas plantaciones de antaño durante cuatro
años; al cabo de ese período serían libres. En
compensación
los
parlamentarios
británicos
dispusieron la entrega de 20.000.000 de libras
esterlinas a los dueños de los 668.000 esclavos del
Caribe inglés; la mitad de los mismos se encontraba
en Jamaica.
Los pactos contra la Trata no fueron respetados
por los gobiernos de Madrid y Río de Janeiro; por
esta razón pronto en los dominios caribeños de
Inglaterra, los costos de producción azucarera fueron
mayores que en Cuba. En esta colonia española
algunos como José Antonio Saco en sus
meditaciones Sobre la diferencia entre el costo de la
mano de obra libre y la esclava, manifestaba al
respecto:
De cuantos motivos se alegan para continuar el
contrabando africano, éste es el único que tiene
alguna apariencia de verdad; y no vacilo en
11
Federico Engels: Acerca del colonialismo, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 1978, p. 271.
9
confesar francamente, que al bajo precio en que se
venden en Cuba los esclavos introducidos de
África, el hacendado saca más provecho del
trabajo de ellos que del de libres jornaleros (...).
¿Por qué son caros en Cuba los jornales de los
labradores? Porque hay pocos que se dedican al
cultivo de los campos en clase de jornaleros (...).
De que los jornaleros de brazos libres sean algo
más caros que el servicio de los esclavos, no se
infiere absolutamente que sin ellos ya no se puede
hacer azúcar. Para esto debería probarse, que los
jornales son tan crecidos, que necesariamente han
de arruinar al hacendado; y mientras no se
suministre esta prueba, la cuestión cambia de
naturaleza, viniendo a quedar reducida, no a la
ruina inevitable del hacendado, sino a la mayor o
menor utilidad pecuniaria que momentáneamente
sacaría según que emplee, ya esclavos, ya
jornaleros.12
En realidad, José Antonio Saco se acercó mucho a
la génesis del problema; la falta de fuerza de trabajo
disponible encarecía mucho su costo, pues su precio
en el sistema capitalista lo determina la correlación
entre la oferta y la demanda. En dicho sistema social,
la mano de obra se vuelve más barata al existir una
masa de desempleados que cumple las funciones de
una superpoblación relativa. Como expresó Carlos
Marx:
El exceso de trabajo de los obreros en activo
engrosa las filas de su reserva, al paso que la
presión reforzada que ésta ejerce sobre aquéllos,
por el peso de la concurrencia, obliga a los
obreros que trabajan a trabajar todavía más y
someterse a las imposiciones del capital. La
existencia de un sector de la clase obrera
condenado a ociosidad forzosa por el exceso de
trabajo impuesto a la otra parte, se convierte en
fuente de riqueza del capitalismo individual y
acelera al mismo tiempo la formación del ejército
industrial de reserva, en una escala proporcionada
a los progresos de la acumulación social (…). A
grandes rasgos, el movimiento general de los
salarios se regula exclusivamente por las
expansiones y contracciones del ejército industrial
de reserva, que corresponden a las alternativas
periódicas del ciclo industrial. No obedece, por
tanto, a las oscilaciones de la cifra absoluta de la
población obrera, sino a la proporción oscilante en
que la clase obrera se divide en ejército activo y
ejército de reserva, al crecimiento y descenso del
volumen relativo de la superpoblación.13
Es decir, la inexistencia del ejército laboral de
12
José Antonio Saco: Sobre la diferencia entre el costo de
la mano de obra libre y esclava, en El movimiento obrero
cubano. Documentos y Artículos, Editorial de Ciencias
Sociales, la Habana, 1975, p. 11 y ss.
13
Carlos Marx: El Capital, Ediciones Venceremos, La
Habana, 1962, pp. 580 y ss.
Alberto Prieto Rozos
10
reserva era la que motivaba altos jornales a los
trabajadores agrícolas. Saco tenía razón, pero sólo
parte de ella, pues faltaba a su análisis un elemento
introducido por Marx: la tierra.
La existencia de enormes territorios colonizables
impedía a la fuerza de trabajo esclava -aunque
abundase- poder convertirse, con el consentimiento
de los plantadores, en asalariada; los esclavos no
aceptarían la clásica o normal explotación burguesa,
al tener la posibilidad de vivir sobre la base de su
trabajo personal y libre en alguna tierra. Sobre ese
tema Carlos Marx explicó:
... en las colonias (…) no basta que una
persona posea dinero, medios de vida, máquinas y
otros medios de producción, para que se le pueda
considerar capitalista, si le falta el complemento:
el obrero asalariado, el otro hombre obligado a
venderse14.
Esta aclaración Marx la hacía porque: “la
economía política confunde fundamentalmente dos
clases harto distintas de propiedad privada: la que se
basa en el trabajo personal del productor y la que se
funda sobre la explotación del trabajo ajeno. Olvida
que la segunda no sólo es la antítesis directa de la
primera, sino que, además, florece siempre sobre su
tumba.”15
Y añadía:
En las colonias (...) el régimen capitalista
tropieza por todas partes con el obstáculo del
productor que, hallándose en posesión de sus
condiciones de trabajo, prefiere enriquecerse él
mismo con su trabajo a enriquecer al capitalista.
En las colonias, se revela prácticamente, en su
lucha, el antagonismo de estos dos sistemas
diametralmente opuestos16.
... mientras el obrero pueda acumular para sí,
como puede hacerla mientras conserva la
propiedad de sus medios de producción, la
acumulación capitalista y el régimen capitalista de
producción serán imposibles. Falta la clase de los
obreros asalariados indispensables para ello17.
¿Cómo resolverían los burgueses esta dificultad,
que entorpecería el desarrollo del capitalismo en caso
de ser liberados los esclavos? El propio Carlos Marx
responde:
No hay más que asignar a la tierra virgen, por
decreto del gobierno, un precio independiente de
la ley de la oferta y la demanda, un precio
artificial, que obligue a (...) trabajar a jornal
durante mayor espacio de tiempo, si quieren
14
Carlos Marx: El Capital,
Habana, 1962, pp. 702.
15
Carlos Marx: El Capital,
Habana, 1962, pp. 701.
16
Carlos Marx: El Capital,
Habana, 1962, pp. 701.
17
Carlos Marx: El Capital,
Habana, 1962, pp. 701.
Ediciones Venceremos, La
reunir el dinero necesario para comprar tierra y
convertirse en labradores independientes. El
fondo que se formaría con la venta de los terrenos
a un precio relativamente inasequible para los
obreros; es decir, el fondo de dinero que se
arrancaría a su salario, violando la sacrosanta ley
de la oferta y la demanda; podría ser invertido por
el gobierno, al mismo tiempo, a medida que se
incrementase, en exportar a las colonias a los
desarrapados de Europa, con lo cual los señores
capitalistas tendrán siempre abarrotado su
mercado de jornaleros18.
Resulta evidente, gracias a la explicación de
Marx, que los plantadores se opondrían a la abolición
de la esclavitud en caso de haber tierras libres y no
existir un ejército laboral de reserva. Mientras
perdurasen esas condiciones, la cuota de su ganancia
lograda con esclavos sería mayor que la susceptible
de obtener mediante el empleo de asalariados.
En Jamaica, los ex esclavos marcharon en masa
hacia las tierras desocupadas con el objetivo de
asentarse en las mismas. Luego, en pequeños lotes,
se dedicaron a cultivos de autoconsumo; se negaban
a vender su fuerza de trabajo a los antiguos amos.
Los plantadores, para atraerlos les ofrecían altos
salarios; incluso corrían el riesgo de afectar muy
seriamente cualquier posible ganancia. Esta situación
y las discusiones suscitadas a su alrededor, motivaron
el siguiente comentario de Carlos Marx:
En el Times, el propietario de una plantación
en las Indias Occidentales lanza un grito de rabia
enteramente encantador. Con la mayor
indignación moral, este abogado -que habla en
favor del retorno de los negros a la esclavitudexplica cómo los quashees (negros libres de
Jamaica) no producen más que lo estrictamente
necesario para su consumo; al lado de este “valor
de uso”, ellos consideran que el verdadero lujo es
la pereza, la vida fácil y ociosa; se burlan de la
caña de azúcar y del capital fijo invertido en las
plantaciones; expresan un placer travieso y ríen
bajo capa cuando los plantadores quiebran, y
llegan hasta a explotar el cristianismo que se les
ha enseñado para dar más color a su espíritu de
malicia y a su indolencia.
Han dejado de ser esclavos para convertirse no
en asalariados, sino en campesinos autosuficientes
y trabajan para su escaso consumo individual. El
capital como tal no existe respecto a ellos, porque
la riqueza autónoma supone el trabajo forzado
inmediato (esclavitud), o el trabajo forzado bajo
forma mediata (asalariada).19
El abolicionismo propugnado en el Caribe por los
Ediciones Venceremos, La
18
Ediciones Venceremos, La
Ediciones Venceremos, La
Carlos Marx: El Capital, Ediciones Venceremos, La
Habana, 1962, pp. 708.
19
Carlos Marx: Fundamentos de la crítica de la economía
política, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970,
t. 1, pp. 233-234.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
intereses que entonces primaban en Londres, condujo
a un grupo de plantadores de Jamaica a soñar con la
independencia política de la Isla, mientras otros se
inclinaban en favor de la anexión a Estados Unidos.
En contraste con estas dos reaccionarias tendencias,
los Free Colored eran los súbditos más fieles de
Inglaterra, lo cual sin lugar a dudas dificultaba el
ascenso de la propia nacionalidad; los sectores más
humildes creyeron la propaganda gubernamental de
que la metrópoli velaba por su felicidad. Incluso en
1848 se desarrolló un fuerte movimiento popular que
exigía la disolución de la Asamblea Local Autónoma,
controlada por los blancos.
El Parlamento londinense aprovechó la crítica
situación económica de los plantadores, para emitir el
West Indies Incumbered Estates Court Act.; la misma
propiciaba la penetración del capital británico en la
colonia. Mediante dicha ley los comerciantes
ingleses que de manera tradicional habían
refaccionado las cosechas a cambio de consignarlas,
recibían la prioridad de apropiarse de las
plantaciones en quiebra20. De esta manera, muchas
propiedades pasaron a manos de compañías
metropolitanas; éstas designaban a administradores
para dirigirlas. A la vez, las referidas entidades
londinenses se agruparon en un consorcio llamado
British West Indies Merchants; el mismo alcanzó la
potestad de trazar la política a seguir con respecto a
los productores independientes de la Isla. Así, las
materias primas de Jamaica vendidas en Gran
Bretaña mantenían siempre un precio fijo, más bien
reducido, no obstante las fluctuaciones alcistas de sus
cotizaciones en el mercado, la dependencia llegó al
extremo de que los propietarios no asociados al
monopolio, además de verse obligados a venderles
sus cosechas, debieron abandonar sus cultivos no
azucareros para sólo dedicarse a dicha gramínea.
Pero además, la entidad monopolista introdujo en la
isla inmigrantes asiáticos con el propósito de crear el
ejército laboral de reserva; al mismo tiempo se
dedicó a expulsar de sus lotes de autoconsumo a los
campesinos negros, con vistas a disponer de mayores
extensiones de tierras para sus siembras. Estas
prácticas fueron la causa de la miseria de múltiples
estratos humildes jamaicanos; ellos encontraron una
respuesta en la gran insurrección popular del 9 de
octubre de 1865, en Morant Bay, dirigida por Paul
Bogle y George Gordon. Sobre estos sucesos Carlos
Marx escribió el 20 de noviembre de 1865 a Federico
Engels:
La historia de Jamaica caracteriza bien la
ruindad de los “true Englishment” (...). Mas, dice
el bravo Times, “estos damned rogues enjoyed all
the liberties of Anglo-Saxon Constitution”. Es
decir, enjoyed the liberty, de pagar el impuesto de
sangre para procurar a los plantadores los medios
de importar culíes y de restringir así al mínimo su
propio mercado de trabajo.
Y estos delicados perros ingleses protestaron
contra el beast Butler por haber ahorcado a un
hombre y no haber permitido a las explantadoras
amarillas, cargadas de diamantes, escupir a la cara
a los Federal Soldiers. Para mostrar del todo la
Hyprocrisy inglesa no faltaba otra cosa, después
de la guerra americana, que el asunto de Irlanda y
las Jamaica butcheries.21
De inmediato Engels le respondió el 1º de
diciembre de 1865:
Cada correo nos trae noticias de las infamias
mayores de día en día, cometidas en Jamaica. Las
cartas de los oficiales ingleses sobre sus
heroicidades contra los negros inermes son
inapreciables. El espíritu del ejército inglés ha
aparecido aquí; al fin sin el menor reparo. The
soldiers enjoy it. Hasta el Manchester Guardian
se ha visto compelido esta vez a intervenir contra
las autoridades oficiales de Jamaica.22
¿Qué representaban los sucesos de Jamaica de
mediados del siglo XIX? Como la gran sublevación
popular de la Guayana Inglesa (Guyana) iniciada en
febrero de 1856 por John Oir, la rebeldía acaudillada
por Gordon reflejaba la existencia de una
colectividad social históricamente formada, con un
mismo idioma y una conciencia y ética propias diferentes de las metropolitanas- que se manifestaban
en expresiones culturales exclusivas del Caribe. Sin
embargo, a diferencia de Hispanoamérica, donde en
general la burguesía patriótica dirigió los conflictos
emancipadores de las ascendentes nacionalidades, en
las colonias caribeñas de Inglaterra dicho liderazgo
fue siempre tomado por los pequeñoburgueses que,
apoyados por las clases explotadas, iniciaron su larga
marcha hacia la Independencia.
Expansión territorial de Estados Unidos.
Desde principios del siglo XIX Estados Unidos
invadió con regularidad los territorios septentrionales
del Virreinato de Nueva España. Hasta 1810, las
autoridades colonialistas hispanas pudieron con
facilidad enfrentar dichas tropelías. La situación
cambió al iniciarse las guerras mexicanas de
independencia; las tropas metropolitanas se vieron
obligadas a abandonar las fronteras norteñas con el
propósito de combatir a los patriotas sublevados en el
Valle del Anáhuac. Entonces los estadounidenses
aprovecharon la coyuntura para tratar de alcanzar sus
geófagos objetivos. El más célebre de los nuevos
ataques contra México ocurrió en 1813, cuando los
norteamericanos capturaron la villa de San Antonio
de Texas, de la cual huyeron en agosto tras su derrota
21
20
Eric Williams: Capitalism and Slavery, André Dutsch,
London, 1967.
11
Carlos Marx: Acerca del colonialismo, ed. cit. p. 284.
Federico Engels: Acerca del colonialismo, ed. cit., p.
285.
22
Alberto Prieto Rozos
12
en el río Medina23. Luego, a pesar de que Estados
Unidos reconoció en 1819 la frontera sobre el Río
Sabina, las incursiones continuaron hasta que desde
Madrid se autorizó a cientos de aventureros
norteamericanos a establecerse en Texas. Ni siquiera
la sustitución de las autoridades coloniales por las
independentistas provocó un cambio de actitud en el
Gobierno de Washington; en 1823 Itúrbide se vio
impelido a ratificar la aquiescencia de la antigua
metrópoli. Por eso, más tarde, durante su presidencia
(1824-1829), Guadalupe Victoria insistió ante Simón
Bolívar para lograr que el Congreso de Panamá
(1826) estableciera una liga militar defensiva.
En el verano de 1825 el presidente John Quincy
Adams decidió extender las fronteras de Estados
Unidos hacia el Río Grande24. Con tales objetivos se
instruyó a los agentes norteamericanos en México
para adquirir cuanta tierra tejana fuera posible25.
Conscientes de esta situación, los inmigrantes
estadounidenses juzgaron oportuno rebelarse en
Nacogdoches con el objetivo de separar a Texas de
México. Sin embargo, la Freedonian Republlc Revolt
-como se llamó la intentona- fue demasiado
prematura; la correlación de fuerzas estaba aún
favorable a los mexicanos quienes la derrotaron en
febrero de 1827.
Las relaciones entre ambas partes se tornaron más
tensas en 1828, al caducar las exenciones tributarias
de los recién llegados; se hicieron muy difíciles
cuando en enero de 1829, Vicente Guerrero -nuevo
presidente de México- abolló la esclavitud. Esta
medida revolucionaria propinaba un golpe mortal a
los intereses de los inmigrantes, sobre todo los que
explotaban fuerza de trabajo esclava. Meses más
tarde, en abril de 1830, el Congreso mexicano
prohibió el asentamiento de inmigrantes en las zonas
fronterizas; decretó fuertes medidas a la introducción
de esclavos en el país, y dispuso que se exigiera
pasaporte a quien deseara entrar en la República. A
partir de aquel momento, los designios separatistas
auspiciados por Estados Unidos fueron muy fuertes;
para los norteamericanos resultaba demasiado
riesgoso que las tierras de Texas continuaran bajo la
soberanía de México.
Con el objetivo de arrebatar Texas a la República
mexicana considerando que Estados Unidos había
renunciado a dichos territorios mediante el tratado de
1819, el presidente Andrew Jackson se reunió en
Washington con el aventurero Samuel Houston,
antiguo subordinado suyo durante la operación
militar anexionista de la Florida. En 1832, aquél,
23
Ramiro Guerra: La expansión territorial de Estados
Unidos contra América Latina, Ediciones Venceremos, La
Habana, 1964, p. 200.
24
Fred Rippy: Rivalry of the United States and Great
Britain over Latin America: 1808-1830. ed. cit., p. 91.
25
Fred Rippy: Rivalry of the United States and Great
Britain over Latin America: 1808-1830. ed. cit., p. 100.
después de haber instruido a éste sobre los planes a
realizar, le costeó el viaje a Texas. Antes de partir,
Houston le prometió: “Seré Presidente de una gran
República. Y habré de traerla a los Estados
Unidos.”26 Confiado en el futuro decurso de los
acontecimientos, Jackson cuidó mucho que su
Gobierno apareciera como ajeno a los sucesos
planificados. Todo se reducía ya a esperar el
momento apropiado para desatar la acción.
La coyuntura se presentó en 1836, cuando en
México existía un profundo malestar contra el
régimen conservador de Santa Anna. En efecto, un
año antes el venático Presidente había decretado la
centralización de las rentas percibida por los antiguos
gobiernos federales; meses después dictó las
llamadas Siete Leyes Constitucionales. Dicho Código
estipulaba -entre otras medidas- una rígida
administración centralizada, la obligatoriedad de ser
católico y un alto censo para ser congresista.
La dictadura conservadora de Santa Anna
enfrentó la resuelta oposición de las corrientes
progresistas de México. En Zacatecas -ubicada en el
centro del país-, por ejemplo, tuvo lugar una
poderosa insurrección. Pero el Gobierno la aplastó al
concentrar contra ella grandes efectivos militares. En
las regiones situadas al norte y sur de México, la
rebelión contra el régimen reaccionario adoptó otras
formas: dichos territorios decidieron separarse de
manera temporal de la República, mientras en ella no
se restableciera el sistema federalista liberal. Este
procedimiento evidenciaba una importante realidad:
no existían vínculos económicos indisolubles entre
todas las regiones mexicanas. Aún las mismas tenían
la facultad de separarse o unirse según el grupo que
ocupase el Gobierno; aún la República no había
alcanzado la unidad imprescindible, para unir en un
haz indestructible sus diversas partes. Cierto es que
en México existía ya una colectividad social
históricamente formada: ésta poseía comunidad de
idioma, territorio y psicología manifestada en valores
culturales propios, diferentes de los demás. Pero
debido a la carencia de una vida económica común,
rasgo muy difícil de alcanzar y primordial de la
nacionalidad, esta colectividad no había completado
su desarrollo. Esto permitió que en Yucatán, no
obstante las múltiples ofensivas militares de Santa
Anna, el circunstancial separatismo se mantuviera
hasta 1846, cuando el federalismo fue establecido.
En California, los sucesos se desarrollaron de
forma parecida; allí el gobernante conservador se vio
obligado a huir ante el avance del liberalismo en
armas. Se estableció entonces un gobierno
independiente con el respaldo de los fortalecidos
rancheros, en cuyas manos se encontraban casi todas
las tierras de las misiones religiosas secularizadas
que se mantuvo en el poder hasta 1840. En esa fecha,
26
Ramiro Guerra: La expansión territorial de Estados
Unidos contra América Latina, ed. cit., p. 201.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
la Alta California se reincorporó a la República a
cambio de ciertas concesiones. En Nuevo México, no
obstante ser mayor el equilibrio de fuerzas entre
conservadores y liberales que en California, el
Gobernador nombrado por Santa Anna pereció a
manos de los insurrectos federalistas.
La rebelión liberal de 1835 no pretendió
establecer un gobierno independiente; los nexos
económicos de la ascendente burguesía comerciantes y ganaderos- tenían solidez con el resto
de México y, en especial, con Chihuahua. Por eso, la
acción política de los simpatizantes con el
federalismo se orientó por cauces moderados; los
burgueses establecieron un pacto con sus enemigos
de clase neomexicanos -los terratenientes- y con
éxito buscaron el reconocimiento oficial de Santa
Anna. Esta mesurada gestión gubernamental obtuvo
también el respaldo de la pequeña inmigración
estadounidense, demasiado débil desde el punto de
vista numérico para actuar por sí sola en busca de
objetivos propios, diferentes de los de sus congéneres
liberales oriundos del país.
En Texas, los acontecimientos emprendieron
rumbos muy distintos, aunque tuvieron un inicio
semejante; el gobierno centralista y conservador
impuesto por Santa Anna fue también rechazado por
los liberales, que de manera similar a los de Yucatán
y California proclamaron, el 7 de noviembre de 1834,
su separación temporal de la República, en espera del
restablecimiento de la Constitución de 1824. Pero en
este caso los ingenuos federalistas de Texas no
vislumbraron que el respaldo de los inmigrantes
estadounidenses a su postura escondía una intención
aviesa: segregar de modo definitivo el territorio
tejano con el objetivo de incorporarlo a Estados
Unidos. Para cumplir estos fines un considerable
número de bien apertrechados norteamericanos en
busca de botín, atraídos por Sam Houston y sus
ofertas de rápido enriquecimiento, penetraban de
forma constante e ilegal en la provincia, donde las
tropas despachadas contra el rebelde liberalismo
local fueron derrotadas en 1835. Con el propósito de
lavar esa afrenta, el dictador marchó meses más tarde
hacia allá al mando de un nuevo ejército.
Los federalistas no perdían el tiempo; reagruparon
sus fuerzas y las colocaron bajo la jefatura de
Houston, por ser este individuo quien más hombres,
armas y recursos aportaba. La primera batalla se
inició a finales de febrero en la antigua misión
franciscana de El Álamo. En ese lugar un contingente
de recién llegados inmigrantes a las órdenes de
William Travis y un destacamento de oriundos de
Texas, comandado por el capitán Juan Seguín,
defendían el bastión donde ondeaba la bandera
mexicana. Este reinicio de los combates fue
aprovechado por los estadounidenses para forzar el
curso de los hechos. Se las arreglaron para proclamar
la independencia definitiva de Texas el 2 de marzo
13
de 1836 con uno de los suyos como Presidente
Provisional. Este gesto no impidió a las tropas del
gobierno conservador tomar San Antonio el 6 de
marzo, y que El Álamo cayera en manos de Santa
Anna al siguiente día.
La muerte de todos los defensores de la misión
propició que los estadounidenses lanzaran el lema
“Remember the Alamo”. A partir de ese grito de
guerra la leyenda se empezó a tejer; buscadores de
fortuna caídos en aquel combate, fueron
transformados en patriotas norteamericanos que
dieron sus vidas por Texas. Al mismo tiempo los
norteamericanos tuvieron buen cuidado de olvidar la
presencia de nativos de México en el bando de la
defensa, perjudicaba al mito lanzado, pues éstos
únicamente habían luchado por el federalismo
liberal. La ulterior captura (21 de abril) de Santa
Anna, y el trueque de su libertad personal a cambio
de la entrega de Texas, son conocidos.
El éxito aumentó la voracidad expansionista de
los norteamericanos; a partir de ese instante se
propusieron repetir la experiencia tejana en la Alta
California. A la vez, los esclavistas maniobraron para
incorporar a Texas como nuevo Estado Federal de la
Unión. Por fin, en 1845; las condiciones internas
estuvieron creadas: el 29 de diciembre, el Congreso
en Washington decretó la ilegal anexión. La medida
estuvo acompañada de despliegue de un poderoso
ejército; a los cuatro meses, el 25 de abril de 1846,
sin declaración previa de guerra, invadió México. Por
mar, la flota estadounidense capturó Veracruz no
obstante la heroica resistencia de los patriotas. Tras
la decisiva batalla de Cerro Gordo, el 18 de abril de
1847, en las inmediaciones del estratégico puerto, los
agresores vislumbraron la posibilidad de avanzar
hasta el Valle de México. No obstante, tendrían que
guerrear aún muy duro en Molino del Rey y en el
Castillo de Chapultepec, donde el 13 de septiembre,
jóvenes cadetes prefirieron inmolarse en holocausto
antes que rendirse al invasor.
Al día siguiente las tropas norteamericanas
ocuparon la capital mexicana. El vencedor impuso su
injusta legislación, plasmada en un tratado firmado el
2 de febrero de 1848 en la villa de GuadalupeHidalgo. Mediante dicho tratado aproximadamente la
mitad del territorio de México se la apropiaba
Estados Unidos27. El colmo del cinismo tuvo lugar
cuando el gobierno de James K. Polk entregó al de
México 15.000.000 de dólares a manera de
compensación. Como en el caso de la Florida,
intentaban convertir el robo de territorios en simple
operación comercial.
Durante la guerra contra México, seguro de su
victoria militar, Estados Unidos gestionó (1846) el
control de varias posibles vías interoceánicas en
27
Agustín Cué Cánovas: Historia social y económica de
México (1521-1854), Edición Revolucionaria, La Habana,
1963, p.215.
14
Centroamérica; guardaba el propósito de facilitar la
comunicación y el tráfico mercantil entre sus costas
del Atlántico y los puertos de la Alta California en el
océano Pacífico. Con este objetivo los
norteamericanos impusieron a Nicaragua (diciembre
de 1846) el Tratado El Hise-Squier; a Nueva Granada
(Colombia) el Mallarino-Bidlack.28 El primero
concedía a los estadounidenses el derecho exclusivo
de construir un canal entre ambos océanos; el
segundo, les otorgaba -bajo la cláusula de país más
favorecido- la facultad de transitar con libertad por
una zona del istmo de Panamá.
Luego de su victoria militar sobre México,
Estados Unidos presionó a Nicaragua para canalizar
el río San Juan; asimismo para que otorgara a la
Cornelius Vanderbiit Steamship and Freight
Company la exclusiva concesión de navegar a través
de dicha vía fluvial desde el mar Caribe hasta el lago
Nicaragua; las mercancías así transportadas sólo
tendrían que cruzar la estrecha, aunque abrupta faja
del terreno del istmo de Rivas, para llegar al
Pacífico29. Estos triunfos se complementaron en 1850
con un permiso de Nueva Granada; el mismo
autorizaba a la norteamericana Panamá Railroad
Company la construcción de un ferrocarril por la
franja de libre tránsito antes concedida, y cuyo
tendido debía comenzar en mayo del propio año. La
urgencia por iniciar dicho trabajo estaba motivada
por la constitución previa de dos compañías
estadounidenses de vapores; la del Pacífico cubría la
ruta de San Francisco (California) a Ciudad Panamá;
mientras, la del Atlántico navegaba entre Nueva
York y la desembocadura del río Chagres. Sólo
faltaba la apropiada vinculación ferrocarril era en
Panamá de ambos puertos, para completar el
ininterrumpido nexo entre las costas este y oeste de
Estados Unidos.
Los avances estadounidenses en la región
centroamericana fueron tomados por Inglaterra como
una amenaza para sus intereses comerciales y sus
propias posesiones en el Caribe; Londres decidió
presionar a Washington desde sus enclaves
coloniales en Belice, la Mosquitia y Jamaica. Fue
entonces que ambas partes, en virtud del equilibrio
de fuerzas alcanzado en el área, firmaron, el 19 de
abril de 1850, el Tratado Clayton-Bulwer. Ese
acuerdo suspendió cualquier actividad canalera
unilateral; estableció la coparticipación explicita en
los asuntos de Centroamérica. Sin embargo, los
pícaros norteamericanos no pensaban cumplir el
espíritu del pacto. Decidieron respetar la forma y
vulnerar el contenido. A tal fin recurrieron a los
28
Ver Manuel Medina Castro: Estados Unidos y América
latina, Casa de las Américas, La Habana, 1968.
29
Un buen análisis de este libro se encuentra en la
conocida obra de Gregario Selser: Sandino, general de
hombres libres, Imprenta Nacional de Cuba, La Habana.
1960, t. I.
Alberto Prieto Rozos
eficaces métodos de la operación anexionista de
Texas. Sólo que en vez de Houston emplearon a un
émulo suyo: William Walker. Aunque este
aventurero había fracasado en varios intentos de
rapiña contra México, como en Baja California
(1853) y Sonora (1854), seguía con el control de un
poderoso equipo filibustero llamado Falange
Americana. Movilizable por el mejor postor, dicha
fuerza terminó por convertirse en el factor decisivo
del poder en Nicaragua, vital para los intereses
canaleros de Estados Unidos.
Con el apoyo del embajador norteamericano,
Walker se autoproclamó “Presidente” de Nicaragua,
el 12 de julio de 1856. El apresurado reconocimiento
diplomático estadounidense fue seguido por un
torrente de medidas emitidas por el mercenario, que
preparaban el camino hacia la anexión; restableció la
esclavitud: oficializó el idioma inglés; repartió tierras
entre los miembros de su Falange; expulsó del país al
Cónsul británico llegó incluso a invadir la Mosquitia
con el objetivo de impedir desde allí cualquier réplica
del temible rival europeo. No obstante, la derrota de
los mercenarios no sería propinada por Inglaterra,
sino por los patriotas de Centroamérica; unidos los
vencieron en mayo de 1857. Después de haber sido
recogido por un buque norteamericano, el vapuleado
Walker rehízo su pandilla y volvió a las fechorías.
Sin embargo, de nuevo fracasó en otros dos intentos:
Punta Arenas, Nicaragua (1857) y Trujillo, Honduras
(1860). En ésta, su última estampida, fue apresado
por un navío de la armada británica; el mismo lo
entregó a las autoridades de Honduras, donde fue
fusilado el 12 de septiembre de 1860.
El presidente Polk auspició en 1848 la compra de
Cuba a España por 100.000.000 de dólares. Pero la
venta fue rechazada por el Gobierno de Madrid.
Entonces Estados Unidos acometió una operación
anexionista similar a la de Texas, cuya figura central
era Narciso López la fortuna de este aventurero
cambió al recibir el apoyo de políticos esclavistas
norteamericanos tan destacados como Jefferson
Davis y el general Quitman, futuro Presidente de los
escisionistas Estados Confederados de América y
Gobernador de Misisipi, respectivamente. Gracias a
ellos López reunió 600 estadounidenses y con éstos
desembarcó, el 19 de mayo de 1850, en Cárdenas,
donde el empeño fracasó debido a la abulia de los
lugareños. Un año más tarde, otra expedición,
semejante, secundada por cientos de norteamericanos
al mando del coronel William L. Crittenden, finalizó
en una debacle militar, tras la cual López fue
conducido al garrote vil.
Antes de su Guerra Civil, la última agresión de
Estados Unidos contra América Latina tuvo lugar en
Paraguay. Sin embargo, ésta se diferenció por su
contenido de todas las anteriores; fue promovida por
la burguesía yanqui (norteña); la misma pretendía
obligar al Gobierno de Asunción a abrir las puertas
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
del país a su comercio y capitales. El conflicto se
gestó cuando en el Paraguay, única república
rioplatense en escapar de la influencia británica, se le
permitió a los negociantes de Rhode Island -muy
vinculados al Secretario de Estado, James
Buchanam- realizar inversiones en esa nación. En
muy poco tiempo, no obstante, se evidenció el efecto
negativo de esa práctica; entonces el presidente
Carlos Antonio López expropió dichos intereses, la
decisión paraguaya no tuvo mayores consecuencias
hasta que Buchanam ocupó la presidencia (18571861), desde la cual ordenó un ataque naval contra
Asunción, la mayor flota de guerra organizada hasta
ese momento por Estados Unidos -20 buques con 200
cañones y 1.500 tripulantes- zarpó en 1859 contra el
Paraguay. Sólo la firme postura mediadora del
presidente de la Confederación Argentina, Urquiza,
evitó el estallido de las hostilidades.
Desde 1825 Estados Unidos se situó detrás de
Inglaterra en lo concerniente al intercambio mercantil
con América Latina. De los 20.000.000 de dólares de
su comercio (1830) con los latinoamericanos, los
estadounidenses realizaban 9.000.000 con Cuba pues
importaban mucha azúcar; 4.250.000 con Brasil; el
resto se dividía así: Río de la Plata, 2.000.000;
Colombia, 1.500.000; Perú, 500.000 y Chile, 250.000
dólares. Los negocios entre ambas regiones del
continente eran menores que los efectuados por Gran
Bretaña con América Latina, debido al mayor
potencial de la industria inglesa en relación con la
norteamericana, sobre todo en la entonces decisiva
rama textil.
Estos aspectos eran básicos pues a cambio de las
ventas de alimentos y materias primas latinoamericanas, se importaban telas y otros productos
manufacturados que los estadounidenses sólo
vendían al extranjero en pequeñas cantidades; y eso
gracias a la reexportación. Otro elemento que
disminuía las proyecciones de Estados Unidos hacia
el extranjero estaba dado por su violenta expansión
territorial hacia el Oeste; los agresores ampliaron su
mercado interno con tierras y poblaciones antes
situadas fuera de sus fronteras, lo cual les evitaba
verse obligados a comercializar sus mercancías en el
exterior.
Resistencia chicana.
El Tratado de Guadalupe-Hidalgo del 21 de
febrero de 1848, sentenció la separación de los
habitantes del norte de México -incluso lo de Texasde sus hermanos; aquéllos fueron así anexados a un
país racista y hostil, de cultura, tradiciones e idioma
diferentes, los chicanos -así denominados en lo
adelante- comenzaron de ese modo a ser extraños en
los territorios que siempre habían sido suyos; aunque
los representantes del Gobierno mexicano lograron
incluir en el acuerdo tres artículos para garantizar a
los anexados sus propiedades, religión y libertades
15
políticas, desde el primer momento se inició un
proceso de multifacético despojo, vejámenes y
desprecio.
La oposición a este proceso adquirió formas
distintas. Unos crearon y mantuvieron núcleos de
resistencia cultural, pasiva. Otros recurrieron a la
lucha armada. Tal vez haya sido en Texas donde la
virulencia del conflicto adquirió sus rasgos más
notables; allí, entre 1840 y 1859, todas las grandes
concesiones mexicanas de tierra (excepto una)
pasaron a manos estadounidenses, las formas de
adquisición de las tierras a sus tradicionales dueños
fueron diversas: con frecuencia se hacía
desconocimiento de los antiguos y títulos de
pertenencia; también se expulsaba o intimidaba a los
viejos poseedores; en algunas oportunidades
sencillamente se les asesinaba, los principales
beneficiarios fueron recién llegados como Charles
Stillman, Richard King, Mefflin Kennedy o la
familia de los Armstrong, que despojaron de sus
bienes a cuanto chicano se interpuso a sus intereses.
El primero -comerciante neoyorquino- auspició la
ciudad de Brownsville mediante todo tipo de
tropelías, abusos y expoliación contra los vecinos de
la zona. El segundo, más ladrón, socio de aquél, llegó
a poseer más de 600.000 acres de tierra; las
posesiones de la viuda superaron el millón. Tales
fueron los inicios del famoso King Ranch. El tercero,
ex capitán del segundo en un buque de vapor, sumó a
su control del negocio de navegación fluvial por el
río Grande, el del robo de tierra y ganado.
En otras ramas económicas como la
transportación terrestre, los recién llegados también
lograron la supremacía; recurrían a cualquier
procedimiento, pues su fuerza y ley los amparaban.
Ese fue el caso de la llamada Guerra de las Carretas
que estalló en el segundo semestre de 1857; los
norteamericanos, que no lograban superar la eficacia
de sus competidores chicanos en el servicio prestado
entre la ciudad de San Antonio y la zona costera;
formaron con la anuencia de las autoridades grupos
armados para terminar con sus rivales. Así, quedaron
dueños del negocio. Atrocidades como ésta y otras,
exacerbaron los ánimos de los autóctonos, que cada
vez con mayor frecuencia recurrieron a la lucha
armada para defender sus derechos.
Fue en Brownsville y sus cercanías donde brotó el
principal movimiento guerrillero chicano de Texas
contra las fuerzas de ocupación. El más destacado
adalid de aquella gesta fue Juan Nepomuceno,
Cheno, Cortina y Cavasos quien se alzó en la
propiedad de su madre -Rancho del Carmen- el 13 de
septiembre de 1859, al frente de cientos de hombres.
Dos semanas después, el 30 de octubre de 1859, tras
ocupar la mencionada ciudad, Cortina emitió una
proclama en la cual anunciaba la decisión de luchar
contra los que “se habían confabulado para formar,
por así decirlo, una inquisición pérfida para
Alberto Prieto Rozos
16
perseguirnos y robarnos sin motivo y sin que
hubiésemos cometido otro delito que tener origen
mexicano”. Su bastión fundamental se encontraba en
el territorio comprendido entre los ríos Bravo y
Nueces, donde contaba con el respaldo de casi toda la
población chicana en su inmensa mayoría. En dicha
zona venció los esfuerzos de los Rangers of Texas llamados popularmente “Rinches de la Kineña”,
porque en realidad seguían órdenes emanadas del
King Ranch- por atraparlo, por lo cual fueron
enviadas hacia la región en febrero de 1860 tropas
federales. Estas, al mando del general Robert E. Lee futuro jefe militar de los sureños Estados
Confederados de América- tampoco lo pudieron
capturar. Tan famoso llegó a ser Cortina, que en
ambos lados de la frontera múltiples corridos
cantaron su valentía.30
El estallido de la Guerra Civil o de Secesión
(1861-1865) cambió las proyecciones de la lucha de
resistencia chicana en Texas. Muchos comprendieron
que resultaba imposible continuar solos aquel
batallar. Por lo tanto, se sintieron inclinados hacia la
causa norteña; en definitiva, los yanquis también se
manifestaban contrarios al sistema esclavista
impuesto en el sur del país por los plantadores.
Entonces -mientras Cortina marchaba a Méxicoalgunos de los que habían combatido contra los
Rangers y las tropas federales se volvieron
guerrilleros unionistas. Quizás, entre éstos, el de
mayor relevancia haya sido Octaviano Zapata,
muerto en acción. Las ilusiones provocadas por el
triunfo de las tropas del norte pronto se
desvanecieron. Ya en 1870 resurgían las guerrillas
por las zonas aledañas al río Bravo, pero todas fueron
aplastadas. Es probable que uno de los últimos
combates de dicha epopeya fuese el famoso de Palo
Alto, en 1875, pues la llamada Guerra de la Sal -tres
años después-, en El Paso, tuvo orígenes diferentes;
fue motivada por la disputa sobre la propiedad de
unos yacimientos salinos explotados por chicanos
desde hacía dieciséis años. A pesar del usufructo
ejercido durante aquel considerable lapso, un grupo
de aventureros norteamericanos fue apoyado por las
autoridades estatales en su reclamo de posesión;
argüían que las minas no habían sido inscritas en los
registros legales de modo apropiado. Sin embargo,
también la rebelión popular que encabezara Chico
Barela para protestar contra este arrebato, fue pronto
aniquilada.
California fue el segundo territorio arrebatado a
México (1850) que se proclamó Estado Federal31;
una extraordinaria afluencia de recién llegados en
30
Matt S. Meier y Feliciano Rieviera: The Chicanos: a
History of Mexicans Americans, Hill and Wang, New
York, 1972
31
Ver Centro Chicano de Comunicaciones: 45 años del
pueblo chicano, Chicago Conmunications Center,
Alburquerque, 1976.
buscada oro, también había en este caso alterado el
balance
demográfico
entre
chicanos
y
estadounidenses. La evidente superioridad numérica
de los anglófonos hizo perder el temor de cualquier
posible influencia de los hispanoparlantes sobre las
nuevas estructuras de poder, en aquella región. Para
culminar la supremacía norteamericana, las flamantes
autoridades estaduales proclamaron una legislación
con el claro objetivo de perjudicar a los autóctonos
californianos. Así, en 1851, todos los chicanos fueron
excluidos del Senado estatal; se promulgó una Ley
Agraria que establecía los mecanismos para despojar
de sus tierras a los chicanos; se decretaron impuestos
especiales para los mineros hispanoparlantes,
calificados de “extranjeros”; dejaron de publicarse
las leyes en español, mientras los juicios se
celebraban en inglés; se prohibió la educación
escolar (1855) de los chicanos en su lengua materna;
se discriminó la cultura tradicional, que fue
estigmatizada.
El veloz proceso de expropiación se evidencia en
un dato; en 1870 los chicanos apenas conservaban la
quinta parte de las propiedades poseídas en el
momento de la anexión. Tampoco por aquella época
había funcionarios de habla hispana. Todo debía
norteamericanizarse, tarea facilitada por el vínculo
ferroviario (1869) entre San Francisco y el este del
país.
La resistencia chicana en California tuvo dos
vertientes: la armada y la cívica. La primera fue
dirigida por hombres como Joaquín Murrieta (18501853), y Tiburcio Vázquez (1852-1875); ambos
atacaban ranchos, tiendas, diligencias y repartían el
fruto de sus operaciones entre los campesinos pobres.
Vázquez, cuya base social de apoyo se encontraba en
el Valle de Salinas, había nacido en Monterrey; los
chicanos de California lo consideraban su héroe
popular; como Murrieta, fue asesinado por las
autoridades estatales norteamericanas. La oposición
cívica a los ocupantes puede sintetizarse en la figura
de Francisco P. Ramírez, joven californiano que
publicó El Clamor Público (1855-1859). Este
periódico chicano denunciaba las injusticias,
arbitrariedades y despojos auspiciados por los
funcionarios del nuevo Estado federal; llegó incluso
a criticar la aventura filibustera de William Walker
contra Nicaragua.
Nuevo México representó una situación por
completo distinta para los anexionistas. Por número y
enrizamiento, los hispanoamericanos presentaban allí
una estructura de poder mucho más difícil de
vulnerar, fuese en los aspectos demográfico y
económico o en el político32. Las pugnas entre ambos
grupos se originaron de inmediato después de la
ocupación, pues se depuso a las autoridades
neomexicanas; se designó en su lugar a miembros de
32
Ver Julián Nava: Mexicans Americana: Past, Present
and Future, American Book Company, New York, 1973.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
la minoría estadounidense residente en Santa Fe. El
nuevo Gobernador nombrado fue Charles Bent,
comerciante y propietario de tierras que vivía en
dicha ciudad. Entonces, los miembros más notables
de la sociedad neomexicana iniciaron una
conspiración encabezada por Diego Archuleta y
Antonio José Martínez, cura párroco de Tao.
Los
preparativos
insurreccionales
fueron
descubiertos, pocos días antes de la Navidad de 1846,
fecha escogida para el alzamiento. Este fracaso no
marcó el final de la resistencia contra los ocupantes;
sólo significó que su dirección pasara a manos de los
humildes. Dichos sectores organizaron una rebelión
cuyo inicio sería señalado por el ajusticiamiento del
gobernador Bent. Tras esta acción, ocurrida el 19 de
enero de 1847 y realizada, por los campesinos Pablo
Montoya y Tomasito Romero, tuvo lugar una
importante sublevación. Para liquidarla, los
estadounidenses asesinaron a varios cientos de
chicanos y ahorcaron a quince dirigentes capturados.
Aquel brote de rebeldía popular hizo que los
neomexicanos ricos se preocuparan por su status.
Temían, de una parte, que la movilización de las
masas pudiera desembocar en una lucha clasista
contra todos los explotadores, incluidos ellos
mismos; deseaban, por la otra, llegar a un
entendimiento con los norteamericanos para
compartir de alguna forma el poder. A su vez, los
inmigrantes estadounidenses -una minoría en aquella
región- necesitaban por el momento asociarse con los
tradicionales detentores de la autoridad en Nuevo
México. Debido a estas razones surgió el Círculo de
Santa Fe, poderosa agrupación que unía los intereses
de quienes se encontraban en la cúspide de la
sociedad neomexicana. Así, la supremacía
demográfica y económica chicana frente al dominio
militar y político norteamericano, se reflejó en una
situación de equilibrio en la superestructura. Por eso,
Nuevo México sería considerado territorio colonial “federal” se decía en términos oficiales- hasta 1912.
La referida denominación implicaba que a los
funcionarios de mayor importancia -gobernador,
secretarios (especie de ministros), jueces federalesse les designaba desde Washington, pues era la única
manera de mantener el control anglosajón en aquellas
tierras donde predominaban los hispanoamericanos;
en cambio, dada la importancia socioeconómica de
los neomexicanos, se les permitió tener una
Asamblea Territorial (1851), con una Constitución
propia; ésta prohibía la esclavitud; tenían un
“Delegado” que los representara en Washington,
capital de la República. Los chicanos mantuvieron el
dominio indiscutible de la legislatura neomexicana
hasta 1891, época en la cual el español aún se
utilizaba en las deliberaciones. También evitaron
hasta esa fecha la norteamericanización de las
escuelas de la región. Incluso durante los primeros
años de ocupación, en dicha Asamblea descollaron
17
hombres como Diego Archuleta y Antonio José
Martínez, aunque el control de la misma siempre
estuvo ejercido por políticos que respondían al
Círculo de Santa Fe.
Al estallar la Guerra Civil, las tropas confederadas
invadieron Nuevo México desde Texas. Era una
antigua ambición de los tejanos; en 1841 ya habían
intentado sin éxito una operación militar del mismo
cuño. Con su ofensiva de 1861, los efectivos sureños
sólo pudieron ocupar la mitad meridional de Nuevo
México; la resistencia chicana impidió entonces
cualquier avance ulterior. Un nuevo y mayor ejército
reinició el ataque en el primer trimestre del año
siguiente: logró ocupar las ciudades de Albuquerque
y Santa Fe. Sin embargo, en el Paso Glorieta, el
contingente neomexicano comandado por Manuel
Chávez destrozó a los invasores; los obligó a
refugiarse en Texas. Al finalizar el conflicto más de
cinco mil chicanos de Nuevo México servían en las
filas unionistas.
Después de la Guerra de Secesión, las relaciones
entre norteamericanos y neomexicanos no
experimentaron alteraciones de mayor envergadura a
lo largo de casi una década. El desplazamiento de
emigrantes sureños hacia las tierras de Nuevo
México acabó por provocar sangrientos choques, la
llegada de ganaderos estadounidenses a las llanuras
de Nuevo México generó violentas luchas por los
pastos. El origen de los conflictos se hallaba en las
ambiciones norteamericanas de cercar las tierras
comunales donde pacían las ovejas de los chicanos.
Esa pugna, así como las disputas entre las distintas
bandas norteamericanas, puede ser sintetizada en la
llamada Guerra del Condado de Lincoln (18761878). Dicha villa, antes conocida como la Placita,
fue asolada por los enfrentamientos entre facciones;
éstos contrataban pistoleros -como William Bonnie,
alias Billy the Kid- para asesinar a sus rivales. Las
tropelías duraron hasta que Juan Patrón, dirigente
chicano, organizó una milicia local; la misma
restableció el orden y liquidó a los malhechores,
como fue el caso del famoso Kid (julio de 1881).
El establecimiento del ferrocarril en la década de
los años ochenta, constituyó el elemento que, de
manera definitiva, empezó a socavar la
prepoderancia económica de los chicanos de Nuevo
México. Por esa vía arribaban miles de
estadounidenses cuyo principal interés
se
encaminaba hacia la minería (oro, plata, carbón,
cobre). En esta actividad pronto se desarrolló la
discriminación racial, antes desconocida en aquel
territorio; a los chicanos se les pagaba salarios
inferiores a los recibidos por los norteamericanos que
realizaban el mismo trabajo; por otra parte, se les
obligaba a vivir en áreas segregadas. Dichas prácticas
racistas cobraron auge, como escribió The Chicago
Alberto Prieto Rozos
18
Tribuna en 188933, porque “para los estadounidenses
la población de Nuevo México no era
¡norteamericana!, sino greaser -es decir, grasienta-,
ignorante de nuestras leyes, modos, costumbres,
idioma e instituciones”.
El despojo de los chicanos se aceleró a partir de
1891, cuando en el territorio se estableció un
Tribunal de Tierras (Court of Private Land Claims
for New Mexico, Colorado and Arizona), dedicado a
establecer una hipotética nueva legalidad sobre las
referidas propiedades. Como era de suponer los
neomexicanos, aglutinados en la Alianza Federal de
Mercedes para defender sus propiedades, perdieron
las cuatro quintas partes de los suelos que poseían.
Desde ese momento, infinidad de pequeños
campesinos y criadores de ovejas, se convirtieron en
jornaleros de los norteamericanos; estos últimos se
metamorfoseaban en importantes latifundistas.
Aventureros como Thomas B. Catron y Stephen
B. Elkins -para nombrar sólo dos- se transformaron
en gigantescos propietarios, dueños de millones de
acres cada uno. Se multiplicaron las organizaciones
secretas de resistencia; la más famosa fue Las Gorras
Blancas, que llegó a nuclear a cientos de chicanos.
Luchaban frente a los estadounidenses en general y
contra manifestaciones específicas de su presencia,
como los cercados y el ferrocarril; cortaban las
alambradas, que impedían el libre desplazamiento de
las ovejas, y levantaban los raíles para dificultar el
arribo de más norteamericanos.
En 1891, el Congreso Federal proclamó “bosques,
parques y reservas nacionales” a más del 50 por
ciento de todo Nuevo México; eran tierras comunales
casi siempre dedicadas al pastoreo ovino, en cuyas
superficies se prohibió pacer a estos rebaños. La
consecuente caída de la producción lanera arruinó a
numerosos dueños de ovejas y motivó un gran
desempleo entre los que la procesaban, en su mayoría
chicanos.
El deterioro de la economía y la proletarización de
enorme cantidad de neomexicanos hispanoparlantes,
auspició la aparición (1890) de dos fenómenos
supraestructurales nuevos. Entre los explotados
surgió en esa fecha un gremio o primitiva asociación
sindical, que bajo el nombre de Los Caballeros del
Trabajo encabezaba Juan José Herrera; también se
constituyó el Partido del Pueblo Unido; el mismo
pretendía aglutinar a los chicanos para la lucha
política legal. De uno de sus principales líderes,
Pablo Herrera, así como del otro Herrera (Juan José),
los estadounidenses presumían que había dirigido las
actividades subversivas de Las Gorras Blancas. Al
menos existían sospechosas coincidencias: las tres
organizaciones poseían fuertes bases de apoyo en el
condado de San Miguel, cuya capital era Las Vegas.
El área de La Mesilla, rica en yacimientos de
cobre y plata, fue incorporada a Estados Unidos en
1853, como consecuencia de la operación anexionista
conocida bajo el eufemístico nombre de Gadsden
Purchase. La ciudad de Tucson era su principal
centro
urbano;
allí
vivían
numerosos
neomexicanos34. Estos habían huido de sus tierras al
ocurrir la ocupación norteamericana, durante la
guerra de rapiña un lustro antes. A pesar de que la
nueva línea demarcatoria la separó de Sonora,
Tucson continuó orientando su comercio hacia dicha
región. Tan importantes eran esos vínculos que el
peso mexicano primó en su circulación monetaria
hasta principios de la década del ochenta, cuando se
estableció el ferrocarril estadounidense. Previo este
acontecimiento, los equipos y abastecimientos para
las minas de Nuevo México debían ser
desembarcados en el puerto sonorense de Guaymas,
para ser llevados con posterioridad en carretas -junto
con
ropas,
comida
y
otros
elementos
imprescindibles- hasta sus lugares de destino,
cruzando la frontera. Mexicanos -por ejemplo:
Esteban Ochoa, Jesús Carranza y José M. Castañedadominaban el negocio del transporte, aunque
empezaban
a
enfrentar
la
rivalidad
de
estadounidenses como Michael Goldwater.
La importancia mercantil de Sonora impulsó a
algunos aventureros norteamericanos a intentar en
dicho territorio una repetición de su exitosa
experiencia tejana. Henry Grabb y sus filibusteros,
por ejemplo, penetraron en Sonora en 1857. Pero
fueron hechos prisioneros y ejecutados. La actuación
mexicana fue calificada de brutal por el presidente de
Estados Unidos, James Buchanam, quien solicitó del
Congreso Federal que aprobara la ocupación de
Sonora y Chihuahua. Mientras tanto, entre sus
colegas, el ahora senador Sam Houston hacía
campaña para convertir a México en protectorado
estadounidense. Sin embargo, los tiempos habían
cambiado, y la poderosa fuerza naval que Buchanam
envió (1859) contra Guaymas se retiró sin lograr
triunfo alguno.
A finales de la década del cincuenta, chicanos de
California exploraron en busca de oro los terrenos
alrededor a la confluencia de los ríos Gila y
Colorado; allí descubrieron buenas vetas. Esta noticia
atrajo a muchos norteamericanos, que pretendieron
desplazar a los hispanoparlantes de las riquezas
encontradas; de este modo, las relaciones entre
ambos grupos sociales se hicieron muy tensas. Ante
semejante coyuntura, Washington temió que los
chicanos de Nuevo México desearan extender su
influencia económica hasta los referidos parajes. Por
eso se decidió crear en 1863 el territorio federal de
33
34
Ver Rodolfo Acuña: América ocupada: los chicanos y
su lucha de liberación, Ediciones ERA, México D. F.,
1976.
Ver Jean W. Moore y Alfredo Cuéllar: Los mexicanos
de los Estados Unidos y el movimiento chicano, Fondo de
Cultura Económica, Ciudad México, 1972.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
Arizona -que incluía la Mesilla-35, separado de
Nuevo México. No obstante esta medida, el
equilibrio demográfico y económico no fue roto de
inmediato en favor de los estadounidenses; los
chicanos con tesón defendían sus propiedades.
Entonces aquéllos recurrieron al fraude para invalidar
los títulos de estos, cuya discriminación opresiva se
completó con la construcción del ferrocarril y el
consecuente arribo de numerosos norteamericanos.
Agresión francesa contra México.
El triunfo de la rebeldía regida por el Plan de
Ayutia, derrocó de manera definitiva la tiranía
feudalizante de Santa Anna; abrió en México la
posibilidad de realizar una revolución. Pero el
Partido Liberal, que había surgido como principal
fuerza política del país, formó un gobierno en cuyo
seno había dos tendencias, la de los “puros”,
auspiciada por la pequeña burguesía que anhelaba
multiplicar las propiedades; comprendía a Juárez ministro de Justicia, Instrucción Pública y Asuntos
Eclesiásticos- y a Ponciano Arriaga e Ignacio
Ramírez. Estos dos últimos defendían un
“liberalismo social”, que exigía la participación de
los asalariados en las ganancias de las empresas, y
representaba una mezcla de preceptos liberales con el
Proudhonismo la corriente “moderada”, a su vez,
representaba a la burguesía y se encontraba dirigida
por el general Ignacio Comomfort. Este individuo,
Ministro de la Guerra estaba opuesto personalmente
a privar al clero del voto y a reformar el ejército
tradicional. Entre ambas posiciones surgió una puja
política cuyo frecuente resultado era neutralizarse
mutuamente; ello desilusionó a muchos. Así, por
ejemplo, Melchor Ocampo renunció al poco tiempo a
su cargo como Ministro de Gobernación. Juárez se
negó a seguir dicha conducta, y ofreció la siguiente
explicación: “Lo que más me decidió a seguir en el
Ministerio fue la esperanza que tenía de poder
aprovechar una oportunidad para iniciar alguna de
tantas reformas que necesitaba la sociedad para
mejorar su condición, utilizando así los sacrificios
que habían hecho los pueblos para destruir la tiranía
que los oprimía.”36
En efecto, él sabía que no son eternas las
coyunturas históricas en las cuales un triunfo militar
es susceptible de ser transformado en revolución.
En la lucha política entre las orientaciones “pura”
y “moderada”, Juárez tomó la iniciativa e hizo
aprobar, el 25 de diciembre de 1855, la ley que lleva
su nombre; según la misma se suprimían los fueros
eclesiásticos y militar; a partir de ese momento los
miembros de ambos grupos sociales estarían
35
Territorio arrebatado a México en 1853, bajo el
eufemístico nombre de “Gadsden Parchase”.
36
Ver Glenn W. Price: Los orígenes de la guerra con
México, Fondo de Cultura Económica, México D. F.,
1975.
19
sometidos a la misma legislación que los civiles de la
población. Luego, el radical Ministro propuso la
disolución de las fuerzas armadas profesionales,
como única garantía para evitar un retorno al pasado.
El choque de intereses adquirió entonces
dimensiones colosales. Los conservadores se
levantaron en armas al grito de “religión y fueros”.
Juan Álvarez renunció a la presidencia en favor de
Comomfort, y éste formó un nuevo gabinete sin
Juárez, pero cedió ante los “puros” al convocar una
Asamblea Constituyente. Mientras Juárez marchaba a
Oaxaca a devolver a los liberales el gobierno
usurpado por los reaccionarios, su ley se convirtió en
el Congreso en piedra angular de la futura
Constitución. Dicho estatuto pronto fue secundado
por el que auspiciaba Miguel Lerdo de Tejada; el
mismo decretaba la desamortización de los bienes del
clero y las colectividades -fueran eclesiásticas o
civiles tales como las comunidades agrícolas
indígenas (resguardos)- sin expropiar las tierras, pues
sólo obligaba a sus poseedores a venderlas;
solamente tenía por objetivo introducir dichos
dominios en la circulación mercantil. Después se
liquidaron las aduanas internas; se prohibieron los
gremios feudales; se abolieron los privilegios y
títulos nobiliarios; se suprimieron todos los
monopolios y estancos.
Aprobada la nueva Constitución, el 5 de febrero
de 1857, se realizaron elecciones para el cargo de
Presidente de la República, así como para el de
Presidente de la Suprema Corte de Justicia, que
implicaba también la Vicepresidencia del Estado.
Aquel puesto fue ocupado por Comomfort, y éste por
Juárez, quien a la vez recibió la cartera más
importante: el Ministerio de Gobernación. Sin
embargo, las pugnas entre los dos bandos simbolizaban ambas corrientes del liberalismo-,
fueron en ascenso en la medida que los “moderados”
se hacían más tolerantes respecto de los trajines
conspirativos de la Iglesia Católica y los
terratenientes feudales.
El general Zuloaga, hombre de confianza de
Comomfort, encabezaba un complot estructurado
según el reaccionario Plan de Tacubaya; éste
contemplaba el derogamiento de la recién emitida
Constitución. En la mañana del día 17 de diciembre
ocurrió el golpe militar, tras el cual Juárez fue
enviado a la cárcel. La adhesión del ingenuo
Presidente al movimiento no refrenó a los
conservadores, quienes lo desplazaron por completo
del poder al cabo de las dos semanas, el 11 de enero
de 1858. Avergonzado de sus errores, el depuesto
Comomfort decidió evidenciar su arrepentimiento
liberando a Juárez, quien se fugó de la capital para
establecer la sede del gobierno legal en Guanajuato.
Allí fue reconocido como Presidente de la República
por diez gobernadores liberales. Se inicio así una
guerra civil de tres años de duración en la cual Juárez
Alberto Prieto Rozos
20
dirigió las fuerzas de la revolución. A partir de ese
momento el desplazamiento físico de Juárez fue
constante, incluso al riesgo de la propia vida. En
Guadalajara, por ejemplo, la escolta presidencial se
rebeló al grito de “¡Muera la Constitución!"; Juárez
estuvo a punto de ser fusilado en compañía de los
principales miembros de su gobierno. Sólo la atinada
arenga pronunciada por Guillermo Prieto -Ministro
de Hacienda, parte del grupo que debía ser ejecutadoa los soldados que les apuntaban, impidió el
cumplimiento de la voz de fuego; los amotinados,
conmovidos, depusieron las armas, Y Juárez con su
Gabinete recobró la libertad. Transcurrido un tiempo,
y con el propósito de establecer la sede constitucional
en el punto más estratégico, el Gobierno se trasladó
hacia Veracruz, puerto que junto a los territorios
norteños representaba un bastión liberal. Fue en ese
momento cuando Juárez decidió profundizar el
proceso revolucionario; nacionalizó, el 12 de julio de
1859, sin indemnización los bienes del clero para
financiar la Guerra de la Reforma; separó la Iglesia
del Estado; exclaustró a monjas y frailes; extinguió
las corporaciones eclesiásticas; transformó el
matrimonio en acto contractual reversible y laico;
instituyó el registro civil; secularizó cementerios y
fiestas públicas, y dictó la libertad de cultos, en
diciembre de 1860. Gracias a estas disposiciones se
eliminó la base material del poderío clerical en
México; se estableció la soberanía estatal en todo lo
concerniente a la vida del país. También declaró nulo
el Tratado Mont-Almnte, mediante el cual los
conservadores aceptaban una cuantiosa deuda
monetaria con la ex metrópoli, a causa de los
supuestos daños que los insurgentes les infligieron
durante su lucha en favor de la independencia; a
cambio, el Gobierno de Madrid les entregaba navíos
de guerra, armas y pertrechos. Luego Juárez alcanzó
el triunfo.
En coche abierto, sin sombrero y vestido de
negro, Benito Juárez entró victorioso en Ciudad
México el 11 de enero de 1861. Apretaba en sus
manos un pliego donde poco antes había escrito: “A
cada cual, según su capacidad y a cada capacidad
según sus obras y educación. Así no habrá clases
privilegiadas ni preferencias injustas, (...). Socialismo
es la tendencia natural a mejorar la condición o el
libre desarrollo de las facultades físicas y morales.”37
Reinstalado en la capital el Gobierno
Constitucional, Juárez multiplicó las medidas
transformadoras; decretó la secularización de los
hospitales y demás establecimientos filantrópicos
administrados por el clero, junto con las fincas,
capitales y rentas a ellos adscriptos; convirtió en
escuelas trece conventos de la capital; permitió que
37
Sobre Benito Juárez existen muchas biografías. Pueden
consultarse Héctor Pérez Martínez: Juárez, Guaimas, la
Habana 1973; Rafael de Zayas Enríquez: Benito Juárez.
Su vida, su obra, SEP, México, 1972.
en otro los artesanos fundaran el centro cultural Gran
Familia Artística, transformado al cabo de unos
meses en gremio llamado Círculo Obrero.
Electo a la presidencia de la República -en
propiedad, por primera vez-, Juárez se ocupó de la
economía del país, destrozada por años de guerra
civil. En especial resultaba agobiante la situación de
la deuda externa, muy abultada a causa del
prolongado período de despilfarro gubernamental de
los conservadores; casas bancarias de París exigían el
pago de los enormes pasivos contraídos por Santa
Anna y sus émulos; compañías comerciales de
Londres insistían en recibir compensaciones por las
pérdidas sufridas durante el conflicto bélico interno;
Madrid reclamaba indemnizaciones para los súbditos
suyos, expropiados por colaborar con los golpistas.
Sin embargo, dada la objetiva incapacidad del erario
mexicano para enfrentar tales erogaciones, Juárez
ordenó, el 17 de julio de 1861, el receso por dos años
de cualquier pago por dichos conceptos.
La respuesta del capitalismo expansionista
europeo no se hizo esperar. Reunidos en la capital
británica, los representantes de Francia, Inglaterra y
España acordaron, el 31 de octubre de 1861, una
agresión tripartita contra México; la misma se inició
el 10 de diciembre mediante el bloqueo de
Veracruz38. Marx la enjuició así: "La propuesta
intervención en México de Inglaterra, Francia y
España es en mi concepto una de las empresas más
monstruosas que se hayan registrado en los anales de
la historia universal (...) se trata sencillamente de
crear una nueva Santa Alianza y de aplicar a los
Estados americanos el principio, según el cual la
Santa Alianza se consideraba llamada a intervenir en
los asuntos internos de los países.”39
Las nuevas amenazas provenientes del exterior
reavivaron la solidaridad entre los latinoamericanos;
una vez más se evidenció que éstos sólo podían
contar con su mutua ayuda. Esa realidad se había
puesto ya en relieve al tener lugar la aventura
filibustera de William Walker contra Nicaragua,
cuando los ejércitos centroamericanos vencieron al
invasor, coaligados y con el activo respaldo
económico de la República del Perú presidida por el
general Ramón Castilla. El peligro recolonizador se
convirtió en acicate para los proyectos de unidad
latinoamericana, que languidecían después de la
muerte de Simón Bolívar. Por ello, en el propio 1856.
Perú, Chile, y Ecuador firmaron un Tratado de Unión
Continental abierto a los demás Estados
hispanoamericanos, así como al Brasil; el mismo
estipulaba cláusulas comerciales, monetarias, y de
38
Ver Christian Schefer: Los orígenes de la intervención
francesa en México (1858-1862), Editorial Paraná,
México, 1963.
39
Carlos Marx: Apud: Belenki, A.: La intervención
extranjera en México (1861-1867), Ediciones de Cultura
Popular, México D. F., 1976, p. 56.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
colaboración militar en caso de producirse un ataque
armado desde el extranjero.
Consciente de la gravísima amenaza que pesaba
sobre México, el Perú invitó al gobierno de Juárez a
asociarse al referido pacto unitario, lo cual se realizó
el 11 de junio de 1862. En contraposición, Estados
Unidos se dispuso a obtener beneficios de las
dificultades mexicanas; se ofreció a sufragar durante
cinco años el interés anual del 3 por ciento sobre la
deuda: cuyo servicio estaba en temporal suspensión a
cambio de la ulterior devolución de dichas sumas,
pero mediante el pago de un interés del 6 por ciento y
mediando la garantía de todas las tierras públicas y
minas existentes en los territorios mexicanos de Baja
California, Chihuahua, Sonora y Sinalva. ¡Menudo
negocio! A la menor dificultad financiera que
México enfrentase al cabo de seis años, Estados
Unidos, se apropiaría de manera definitiva de dichas
incalculables riquezas.
Al comenzar el desembarco de los contingentes
enemigos, el Gobierno mexicano ordenó el repliegue
de sus efectivos hacia Córdoba con el objetivo de
ganar tiempo y entablar negociaciones. Estas fueron
bastante fructíferas, pues se logró que las tropas de
Inglaterra y España se retiraran; permanecieron a
partir del mes de abril de 1862 las fuerzas imperiales
de Francia como únicas agresoras. Luego se dictó
una movilización general de todos los hombres
comprendidos entre los veinte y sesenta años de
edad; se dispuso la creación de guerrillas en la
retaguardia del enemigo; se anunció la confiscación
de las propiedades de quienes colaboraran con los
invasores.
Aunque formalmente Napoleón III exigía
86.000.000 de francos para detener su acometida, en
realidad él deseaba establecer en México un Estado
vasallo desde el cual expandirse por América Latina.
El ejército francés decidió marchar sobre la
capital mexicana por la vía de Puebla, con la creencia
de que su avance sería un paseo militar. Pero la
complacencia colonialista se acabó el 5 de mayo en
esta ciudad, donde los patriotas le propinaron una
contundente derrota. El desequilibrio de fuerzas, sin
embargo, era enorme; los Invasores se veían de
continuo reforzados por el apoyo del clero y los
conservadores. Por eso, el 29 de mayo, Juárez debió
tomar una terrible decisión; anunció que los poderes
del Estado abandonaban la capital para trastadarse a
San Luis de Potosí. La vanguardia agresora hizo su
entrada en Ciudad México, el 7 de junio de 1862,
acompañada de los más connotados reaccionarios del
país. Una vez celebrado un Te Deum en la Catedral,
el jefe militar francés expidió un decreto; anunciaba
la creación de una Asamblea de Notables cuyas
funciones serían orientadas por una Regencia
integrada por tres hombres: Juan Nepomuceno
Almonte, Mariano Salas y el arzobispo Pelagio
Antonio Labastida. Estos publicaron de inmediato el
21
siguiente edicto:
La Nación mexicana adopta por forma de
gobierno la monarquía, hereditaria, con un
príncipe católico. El soberano tomará el título de
Emperador de México. La corona imperial de
México se ofrece a S.A.I. y R. el príncipe
Fernando Maximiliano, Archiduque de Austria,
para él y sus descendientes. En el caso de que por
circunstancias imposibles de prever, el
Archiduque Fernando Maximiliano no llegase a
tomar posesión del trono que se le ofrece, la
Nación mexicana se remite a la benevolencia de
S. M. Napoleón III, Emperador de los franceses,
para que le indique otro príncipe católico40.
Ante semejante entreguismo y desfachatez, Juárez
se dedicó a unir las filas de los liberales con el
propósito de brindar a sus fuerzas el mayor respaldo
posible; olvidó algunos agravios pasados, y decidió
atraer a su lado a la mayor cantidad posible de
“moderados”. Escogió, por eso, al general Ignacio
Comomfort como Ministro de la Guerra; el mismo le
sirvió con lealtad hasta su asesinato. Muchos de
dicha facción, desafortunadamente, no tendrían la
actitud de éste, y se dejarían seducir por la hábil
demagogia de los adictos al Imperio. En efecto, tras
recibir la bendición del Papa, Maximiliano -lejano
descendiente de Carlos I de España y V de
Alemania- desarrolló una intensa campaña de
requiebros encaminada a dividir el campo patriota y
neutralizar a los enemigos de la Corona. A tal efecto
le escribió incluso a Juárez, quien le respondió con la
siguiente carta:
A Maximiliano de Habsburgo, desde
Monterrey, el 28 de mayo de 1864.
Muy respetable señor:
Me dirige usted particularmente su carta del 22
del pasado, fechada a bordo de la fragata
“Novara”, y mi calidad de hombre cortés y
político me impone la obligación de contestarla,
aunque muy de prisa y sin una redacción
meditada, porque ya debe usted suponer que el
delicado e importante cargo de Presidente de la
República absorbe todo mi tiempo, sin dejarme
descansar de noche. Se trata de poner en peligro
nuestra nacionalidad, y yo, que por mis principios
y juramentos soy el llamado a sostener la
integridad nacional, la Soberanía y la
Independencia, tengo que trabajar activamente,
multiplicando mis esfuerzos, para corresponder al
depósito sagrado que la Nación, en el ejercicio de
sus facultades, me ha confiado; sin embargo, me
propongo, aunque ligeramente, contestar los
puntos más importantes de su citada carta. Me
dice usted que, abandonando la sucesión de un
trono de Europa, abandonando a su familia, sus
40
Carlos Marx: Apud: Belenki, A.: La intervención
extranjera en México (1861-1867), Ediciones de Cultura
Popular, México D. F., 1976, p. 56.
Alberto Prieto Rozos
22
amigos, sus bienes y, lo más caro para el hombre,
su patria, se han venido usted y su esposa doña
Carlota a tierras lejanas y desconocidas sólo por
corresponder al llamamiento espontáneo que le
hace un pueblo que cifra en usted la felicidad de
su porvenir. Admiro positivamente, por una parte,
toda su generosidad, y por otra parte, ha sido
verdaderamente grande mi sorpresa al encontrar
en su carta la frase: llamamiento espontáneo,
porque yo ya había visto antes que, cuando los
traidores de mi patria se presentaron en Comisión
por sí mismos en Miramar, ofreciendo a usted la
corona de México, con varias cartas de nueve o
diez poblaciones de la Nación, usted no vio en
todo eso más que una farsa ridícula, indigna de ser
considerada seriamente por un hombre honrado y
decente.
Contestó usted a todo eso exigiendo una
voluntad libremente manifestada por la Nación y
como resultado de sufragio universal: esto era
exigir una imposibilidad; pero era una exigencia
propia de un hombre honrado.
¿Cómo no he de admirarme ahora viéndole
venir al territorio mexicano, sin que se haya
adelantado nada respecto a las condiciones
impuestas; cómo no he de admirarme viéndole
aceptar ahora ofertas de los perjuros y aceptar su
lenguaje, condecorar y poner a su servicio a
hombres como Márquez y Herrán, y rodearse de
toda esa parte dañada de la sociedad mexicana?
Yo he sufrido, francamente, una decepción; yo
creía a usted una de esas organizaciones puras,
que la ambición no alcanza a corromper. Me
invita usted a que vaya a México, ciudad a donde
usted se dirige, a fin de que celebremos allí una
conferencia, en la que tendrían participación otros
jefes mexicanos que están en armas,
prometiéndonos a todos las fuerzas necesarias
para que nos escolten en el tránsito, y empeñando,
como seguridad, su fe pública, su palabra y honor.
Imposible me es, señor, atender a ese
llamamiento, mis ocupaciones nacionales no me
lo permiten; pero si en el ejercicio de mis
funciones públicas yo debiera aceptar tal
invitación, no sería suficiente la fe pública, la
palabra y el honor de un agente de Napoleón, de
un hombre que se apoya en esos afrancesados de
la nación mexicana, y del hombre que representa
hoy la causa de una de las partes que firmaron el
Tratado de La Soledad.
Me dice usted que de la conferencia que
tengamos, en el caso de que yo acepte, no duda
que resultaría la paz, y con ella la felicidad del
pueblo mexicano, y que el Imperio contará en
adelante colocándoseme en un puesto distinguido,
con el servicio de mis luces y el apoyo de mi
patriotismo. Es cierto, señor, que la historia
contemporánea registra el nombre de grandes
traidores que han violado sus juramento y sus
promesas; que han faltado a su propio partido, a
sus antecedentes y a todo lo que hay de sagrado
para el hombre honrado; que en esas traiciones el
traidor ha sido guiado por una torpe ambición de
mando y un vil deseo de satisfacer sus propias
pasiones y aun sus mismos vicios; pero el
encargado actualmente de la Presidencia de la
República, salido de las masas obscuras del
pueblo sucumbirá -si en los juicios de la
Providencia está determinado que sucumba-,
cumpliendo con su juramento, correspondiendo a
las esperanzas de la Nación que preside y
satisfaciendo las aspiraciones de su conciencia.
Tengo necesidad de concluir por falta de
tiempo, y agregaré sólo una observación. Es dado
al hombre, señor, atacar los derechos ajenos,
apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de
los que defienden su nacionalidad, hacer de sus
virtudes un crimen y de los vicios propios una
virtud; pero hay una cosa que está fuera del
alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo
de la Historia. Ella nos juzgará. Soy de usted
seguro servidor.
[Benito Juárez]
Maximiliano firmó, el 10 de abril de 1864, el
Tratado de Miramar con Francia, mediante el cual el
Imperio Mexicano reconocía una deuda de
34.6000.000 de francos con Napoleón III; se
comprometía a sufragar todos los gastos de las
fuerzas de ocupación; después, restableció el peonaje
abolido por Juárez; ello significó reimplantar la
servidumbre hereditaria por deudas, de una a otra
generación; volvió a implantar el centralismo
conservador.
Este empuje imperial al principio pareció
incontenible, las defecciones en el partido
republicano, así como la conjunción de franceses,
terratenientes y el clero, se combinaban para
arrinconar a Juárez sin cesar hacia los confines del
país. En más de una oportunidad el propio Presidente
estuvo a punto de perder la vida. Se desplazaba de
forma constante en medio de múltiples peligros.
Vivía, en la práctica, en un carruaje. Buena parte de
las vicisitudes de entonces las reflejó en la
correspondencia a su yerno, el cubano Pedro
Santacilia, casado con Manuela, el cual acompaña a
doña Margarita y a todas las hijas de Juárez, en el
exilio. A él, por ejemplo, el 6 de abril de 1865
escribió: “No hay más arbitrio, por lo visto, que
seguir la lucha con lo que tenemos, con lo que
podamos y hasta donde podamos. Este es nuestro
deber: el tiempo y la constancia nos ayudarán.”41
Otras veces, en su epistolario, Benito Juárez
analizó la evolución política del país:
La situación del Archiduque no puede ser más
41
Ralph Roeder: Juárez y su México, Fondo de Cultura
Económica, México D. F., 1972, p. 23.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
23
comprometida. Traicionó al clero, adoptando a
medias las leyes de Reforma, y no ha logrado
atraerse al partido liberal. Sólo está rodeado de la
facción moderada, que ha perdido a todos los
gobiernos y a todos los hombres notables que se
han sometido a su dirección. Márquez ha sido
separado del mando, lo mismo que Vicario. Esta
medida, y la parte activa que Maximiliano está
dando a la facción moderada en la política, tiene
muy disgustados a los clérigos y a los
conservadores, que sólo son empleados en
comisiones insignificantes. De los jefes de las
fuerzas auxiliares que Maximiliano ha mandado
disolver, unos se pasan a nuestras filas con su
gente, como Fragoso, Martínez y Valdéz, y otros
se retiran de la escena, como Vicario, de lo que
resulta que nuestras guerrillas se han aumentado
considerablemente y tienen en continuo jaque al
enemigo, principalmente, en los estados de
México, Puebla, Michoacán y Jalisco. En el
aislamiento en que se ha colocado austriaco sólo
el dinero podría aplazar su derrota; pero en este
respecto es más desesperada su situación.
El ejército francés y sus aliados locales, sin
embargo, pudieron por un tiempo adicional
mantenerse a la ofensiva. Y el 3 de agosto de 1865 el
Presidente se vio obligado a retirarse de Chihuahua
rumbo a El Paso, hoy Ciudad Juárez, a donde llegó
doce días más tarde. Sería su último repliegue, pues
la acumulación de fuerzas patrióticas era grande por
doquier; estaban muy fortalecidas por las
disposiciones de Juárez de fraccionar las haciendas y
repartirlas entre los peones con el propósito de
interesar a los indígenas en la lucha. A esta política
se sumaron las dificultades de Napoleón III en
Europa, que en conjunto produjeron un cambio en la
correlación de fuerzas. La retirada del vapuleado
contingente colonialista se precipitó debido a la
tensión que se gestaba entre los gobiernos de Berlín y
París. En aquellas circunstancias Carlos Marx
escribió: “Tengamos en cuenta que el Partido
Liberal, dirigido por Juárez, Presidente oficial de la
República, actualmente lleva la delantera en casi
todos los puntos del país; que el Partido Católico
encabezado por el general Márquez, sufre derrota tras
derrota y que las bandas de forajidos organizadas por
ellos han sido rechazadas hacia las montañas de
Querétaro.”42
El avance de Benito Juárez, de ese modo, se hizo
incontenible; de El Paso se trasladó a Chihuahua y
después más allá, siempre rumbo al sur. El 1º de
enero llegó a Durango; allí escribió: “Ya veremos si
Maximiliano es tan bueno que pueda hacer frente con
buen éxito al empuje de los republicanos teniendo a
su retaguardia a nuestro buen Porfirio.”43 El
2. LA ÉPOCA DEL IMPERIALISMO.
Modalidades de la penetración europea.
Una de las peculiaridades del capitalismo en los
países desarrollados, en los inicios de la segunda
mitad del siglo XIX, fue el colosal incremento de la
industria y el rapidísimo proceso de concentración de
la producción en empresas cada vez mayores. Esa
tendencia condujo a la aparición de los monopolios,
fenómeno que liquidó la libre concurrencia y dio
inicio a la época imperialista. Al respecto, en la obra
de Vladimir Ilich Lenin, El Imperialismo, fase
superior del capitalismo, se puede leer: “El
verdadero
comienzo
de
los
monopolios
contemporáneos lo hayamos, a lo sumo, en la década
de 1860. El primer gran período de desarrollo de los
monopolios empieza con la depresión internacional
de la industria en la década del setenta, y se prolonga
hasta principios, de la última década del siglo.”44
De regreso a la problemática monopolista se debe
advertir -como señaló Lenin- que una de sus
características es la de requerir enormes inversiones
de capital, para las cuales resultaba insuficiente
incluso el circulante de los grandes magnates. Esta
situación hizo necesario atraer el dinero ajeno
42
44
Carlos Marx: Apud: Belenki, A.: La intervención
extranjera en México (1861-1867), ed. cit., p. 41.
43
Ralph Roeder: Juárez y su México, ed. cit., p. 211.
emperador no pudo. Supo que el cuerpo
expedicionario francés se aprestaba a culminar su
evacuación en mayo de 1867; desesperado, se aprestó
a salir del país. Abandonó la capital del Imperio y
llegó hasta Orizaba; allí recibió una funesta noticia.
Su hermano, el Emperador de Austria, Francisco
José, le prohibía la entrada en sus dominios y había
ordenado que se le aprehendiera si osaba penetrar en
los territorios de la corona bicéfala. ¡Nada le quedaba
por hacer; en Europa se negaban a darle más ayuda, y
su consternada esposa allá enloquecía! Entonces,
Maximiliano se refugió en Querétaro junto con
Márquez, el general otomí Tomás Mejía y Miguel
Miramón. Poseían un ejército de diez mil hombres y
confiaban en que la plaza resultaría inexpugnable.
Pero no resultó así.
El día 15 de mayo, las tropas de Juárez
irrumpieron en la ciudad. Fuera de sí, y acompañado
de Mejía y Miramón, el Emperador se dirigió al
galope hacia el cerro de Las Campanas, donde lo
atrapó la artillería republicana. Vencidos, los
fugitivos hicieron ondear un triste pendón blanco. Al
rendirse, Maximiliano aún ilusionado con salvar la
vida, solicitó para él y su séquito un permiso para
salir de México. No podía ser. Eran reos de
gravísimos delitos contra la Nación; en pocos días el
Consejo de Guerra dictó sentencia de muerte, debido
a los enormes cargos contra ellos acumulados. El 19
de junio de 1867 los tres fueron ejecutados. Así
terminó el Imperio.
Vladimir Ilich Lenin: El imperialismo, fase superior da
capitalismo, en Obras escogidas en doce tomos, Editorial
Progreso, Moscú, t. V, p. 387.
Alberto Prieto Rozos
24
mediante la creación de nuevas compañías anónimas.
Por dicha razón, el papel de los bancos, antes
bastante modesto, se incrementó de manera
extraordinaria; de entidades de depósitos, que
otorgaban créditos a largo plazo con la garantía de
bienes inmuebles, se trocaron en empresas de
gigantescos recursos; los mismos se invirtieron con
frecuencia en la industria. Surgió así el capital
financiero producto de la fusión del bancario con el
industrial.
A su vez esta omnipotencia monopolista engendró
el llamado excedente de capital; éste al no tener
posibilidades de inversión en su propio país, se
exportaba hacia el extranjero en búsqueda de nuevas
ganancias. Este novedoso fenómeno constituyó un
rasgo típico del recién surgido imperialismo. Una de
sus principales diferencias con la fase anterior fue la
siguiente: en el capitalismo de libre concurrencia se
exportaban, sobre todo, productos para realizar el
cambio de la forma mercantil por la monetaria en el
exterior; en la época imperialista se remiten capitales
para realizar la producción de plusvalía en el
extranjero. Vladimir Ilich Lenin sintetizó así la
metamorfosis: “Lo que caracterizaba al viejo
capitalismo, en el cual dominaba plenamente la libre
competencia, era la exportación de mercancías. Lo
que caracteriza al capitalismo moderno, en el que
impera el monopolio, es la exportación de
capitales”.45
Este proceso, según escribió el propio Lenin, se
puede efectuar de distintas maneras, tanto por la
forma material de concretarlo, como por el tipo de
inversión a que se destine. Al exportarse dinero se
puede efectuar la operación bajo características
empresariales -compra de tierras, minas, bancos,
comercios, transportes- o usureras -cuando se destina
a préstamos o empréstitos y se percibe un interés-. Al
enviarse capital en forma de mercancías, el objetivo
perseguido es organizar compañías de producción o
de transporte, propias, en el extranjero.
Inglaterra poseía en 1862 unos 800.000.000 de
dólares invertidos en el extranjero; una década más
tarde esa cifra se había cuadruplicado46. De esta
cantidad, el 20 por ciento se encontraba en América
Latina. Dichos capitales se desglosaban en dos
acápites. Empréstitos -más de 400.000.000concertados con los gobiernos latinoamericanos, e
inversiones directas cuyo total representaba un 36
por ciento del conjunto las tres cuartas partes de
aquéllos se concentraban en Perú (159.000.000),
Brasil y Argentina; mientras la mitad de éstas se
encontraban en Argentina y Brasil. En 1885, el total
45
Vladimir Ilich Lenin: El imperialismo, fase superior da
capitalismo, en Obras escogidas en doce tomos, Editorial
Progreso, Moscú, t. V, p. 431.
46
Vladimir Ilich Lenin: El imperialismo, fase superior da
capitalismo, en Obras escogidas en doce tomos, Editorial
Progreso, Moscú, t. V, p. 432.
de las remisiones de dinero británico a nuestro
subcontinente alcanzó los 835.000.000 de dólares, el
50 por ciento repartido entre Argentina, Brasil y el
México de Porfirio Díaz. Sin embargo, desde el
punto de vista del tipo de actividad, los ingleses
entonces preferían ya la inversión en la
infraestructura, seguida de la esfera productiva. En
síntesis: ferrocarriles, 91.500.000 dólares; empresas
de navegación, 35.000.000 de dólares; haciendas de
ganado ovino 15.000.000 de dólares; compañías
varias -agua, gas, electricidad-, 37.500.000 dólares.
Aunque el acápite de los bancos sólo absorbía
19.500.000 dólares, dicho sector cumplía importantes
funciones como inversionista: sus incipientes
homólogos de América Latina casi siempre aun sólo
fungían como cajas de depósitos y centros de crédito
o emisión de moneda.
Esta limitación permitió en poco tiempo a los
británicos expandir sus redes financieras por nuestras
repúblicas, donde en la década de 1880-1889 poseían
múltiples filiales de once instituciones bancarias de
primer orden: London and River Plata Bank; Maua
and Me Gregor Bank; London Bank of South
America; Oriental Banking Corporation of London;
Mexican Bank; London Bank of Mexlco and South
America; Cortes Commercial and Banking Company
Limited; Bank of Tarapaca; Anglo South America
Bank.47
El principal bastión del imperialismo inglés en
América Latina en 1875 fue Argentina; sus
inversiones directas allí ascendían a 70.500.000
dólares, distribuidos en los siguientes rubros:
ferrocarriles 33.000.000 de dólares; haciendas de
ganado ovino 12.500.000 dólares; bancos, 8.000.000
de dólares; empresas comerciales, 7.500.000 dólares;
servicios públicos, tranvías y telégrafos 5.500.000;
minas, 1.500.000; varios, 2.500.000. Además, los
británicos habían concertado con los gobiernos
argentinos nueve empréstitos; los mismos totalizaban
64.500.000 dólares. Nueve años más tarde, los
capitales Ingleses comenzaron a imponerse en el
negocio de los frigoríficos, como el River Plate Fresh
Meat and Company limitad y la James Nelson and
Sons limited. Entonces, en el año 1886, los británicos
poseían más de 6.000 kilómetros de vías férreas en
Argentina.
Brasil superaba, en 1875, a Argentina respecto al
volumen de los empréstitos ingleses recibidos:
96.400.000 dólares. A su vez, las inversiones directas
británicas en el imperio esclavista (60.400.000
dólares) se podían ordenar, según su importancia, del
modo siguiente: ferrocarriles, servicios públicos agua, gas, telégrafo-, empresas mineras, compañías
de navegación, compañías de seguros y bancos. No
obstante, en contraste con aquella República, esta
monarquía sudamericana sufría una creciente
47
David Joslin: La banca británica en América Latina,
Universidad de la República, Montevideo 1968, Nº 27.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
inestabilidad, que terminó por derrumbarla. Después
vino un tormentoso período; para los capitales
ingleses el mismo sólo terminó en 1898 cuando el
Gobierno brasileño firmó el llamado Funding Loan
con la London and River Plate Bank, mediante el
cual se consolidaban las deudas anteriores en un
nuevo empréstito ascendente a 50.000.000 de
dólares. En garantía, Brasil alienó navíos de guerra,
vías férreas estatales y otros bienes propiedad de la
nación48.
En Chile, hasta la Guerra del Pacífico, los
intereses imperialistas de Inglaterra fueron de tres
tipos, los comerciales, representados sobre todo por
la Pacific Steamship Navegation Company limited,
los usureros, bajo la forma de diez empréstitos -en
1879 ascendían a unos 60.000.000 de dólares-; los
productivos (7.500.000 dólares) invertidos en la
industria salitrera que en 1882 controlaban en el 70
por ciento. Además había ferrocarriles propiedad de
los británicos.49
Francia, a los dos años del fracaso de la aventura
de Napoleón III en México, efectuó su primera
operación financiera de envergadura en América
Latina. El 17 de agosto de 1869, una importante
entidad parisina firmó con Perú un contrato de
consignación referente alguno. La firma imperialista
en cuestión fue la casa Dreyfus Frères, constituida
específicamente para monopolizar dicho negocio;
contaba con el apoyo financiero de uno de los más
poderosos bancos del mundo; se trataba de la Société
Générale de París, que facilitó el capital necesario
para adquirir 2.000.000 de toneladas del fertilizante
al precio de 6 dólares cada una. A cambio, el llamado
Contrato Dreyfus destacaba la obligación de los
franceses de atender la considerable deuda externa
peruana, cuyo servicio anual alcanzaba la cifra de
5.000.000 de dólares. Similares intereses financieros,
agrupados esta vez en la Dreyfus Schelles et
Compagnie, otorgaron casi al mismo tiempo un
empréstito por 10.000.000 de dólares al Gobierno
conservador de Honduras.
Todo parecía indicar que la penetración del
imperialismo francés en nuestro subcontinente
seguiría su curso ascendente, cuando estalló en
Europa la Guerra franco-prusiana. Ésta colocó al
capital financiero de Francia en serios aprietos;
además debilitó su presencia en ultramar. Un ejemplo
de dichas consecuencias se puede apreciar en Perú,
donde el Gobierno canceló en 1872 la operación con
la Dreyfus, debido a la incapacidad de satisfacer sus
compromisos.50
Francia reinició sus actividades imperialistas en
48
David Joslin: La banca británica en América Latina,
Universidad de la República, Montevideo 1968, Nº 27.
49
Hernán Ramírez Necochea: Historia del imperialismo
en Chile, Edición Revolucionaria, La Habana, 1966.
50
Ernesto Yepes del Castillo: Perú 1820-1920, Instituto de
Estudios Peruanos, Lima, 1972.
25
América Latina durante el segundo lustro de la
propia octava década del siglo XIX, al constituirse en
París la Société Civile Internationale du Canal
interocéanique, presidida por Ferdinand de Lesseps,
el famoso realizador del Canal de Suez. Esa
compañía pudo trazarse el objetivo de construir una
vía a nivel -sin esclusas- entre el mar Caribe y el
océano Pacífico, porque los franceses no estaban
concernidos por el Tratado Clayton-Bulwer; el
mismo prohibía a británicos y estadounidenses
cualquier intento parecido sin el mutuo
consentimiento previo.
Aunque favorecida por este acuerdo entre ambos
rivales anglófonos, la operación financiera de
Lesseps se vio comprometida desde sus inicios por
turbios manejos; al poco tiempo los mismos hicieron
necesario reestructurar la entidad con nuevos
capitales. Así, en lugar de la anterior, surgió la
Compagnie Universelle du Canal lnterocéanique de
Panamá; ésta obtuvo en 1880 de Colombia la
concesión, compró el ferrocarril Panamá Railroad
Company, así como todas sus instalaciones a Estados
Unidos en 12.000.000 de dólares.
El imperialismo francés consideró prudente crear
de manera complementaria a su empeño canalero, un
área bajo su influencia en el Caribe51 A tal efecto,
entre 1875 y 1880, los financieros del Crédit Général
Français otorgaron un importante empréstito al
Gobierno de Port-au-Prince; luego fundaron en dicha
capital la Banque Nationale d'Haiti; la misma obtuvo
en esta República la administración del erario
público; en 1878, la Société Eslonges concedió un
trascendental préstamo a Costa Rica; en 1881, la
Conpagnie Universelle obtuvo del Ejecutivo
dominicano la autorización para utilizar una bahía
del país como base de aprovisionamiento; siete años
más tarde los inversionistas de París inauguraron la
pujante Banque Nationale de Santo Domingo.
Entonces, el poderío de Francia en la región no se
podía despreciar: además de las nuevas posiciones
ocupadas contaba con sus tradicionales colonias de
Guadalupe, Martinica y Guyana.
El espejismo francés en el Caribe empezó a
derrumbarse por su propio inicio: el Canal de
Panamá. En 1889, el proyecto de Lesseps entró en
crisis al evidenciarse como técnicamente imposible la
construcción de un canal sin esclusas; para éstas no
había dinero. De nuevo se decidió inyectar más
capitales mediante otra reorganización; surgió la
Nouvelle Compagnie du Canal de Panamá en el lugar
de su antecesora. Sin embargo, los despilfarros y la
mala administración condujeron a la quiebra de esta
empresa a principios de 1893.
A partir de ese momento, la política francesa
hacia América Latina varió; París relegó a un plano
51
Pierre Renouvin: Historia de las relaciones
internacionales, Ediciones Aguiar, S. A., Madrid, 1969, t.
II, vol. I (El Siglo XIX).
26
posterior sus esfuerzos en nuestras tierras para
concentrarse en otros continentes, donde pudiera
construirse un verdadero imperio colonial acorde con
los anhelos de sus hegemónicos círculos financieros.
Por esto Francia aceptó en América Latina el papel
de socio menor en los países controlados por el
imperialismo británico, excepto en Haití, pues allí
quería preponderar; en esa República, a finales de
siglo poseía casi todos los ferrocarriles, la mayor
parte de los servicios públicos y controlaba su exiguo
comercio exterior. En contraste, del otro lado de la
frontera, sus intereses empezaron a perder terreno; en
1899 vendieron a los yanquis la Banque Nationale de
Santo Domingo. El golpe de gracia a su influencia
caribeña se produjo a los tres años, cuando los
financieros de París negociaron con los
estadounidenses el traspaso de la vieja concesión de
Lesseps.
Entre los factores que impulsaron a Francia a
buscar tal entendimiento se encontraba su creciente
rivalidad con Alemania; las ambiciones germanas se
temían en París. La puja de ambas potencias se
evidenció en múltiples lugares, incluso en Haití; allí,
durante la guerra civil de 1902, Paris respaldó a los
plantadores y comerciantes mulatos del Sur;
mientras, Berlín apoyaba -incluso con sus buques de
guerra- a los terratenientes negros del Norte, quienes
en definitiva ocuparon el poder. Al variar el fiel de la
balanza y retomar el gobierno los burgueses
meridionales (1908), ya Francia no actuó más sola en
Haití; la Banque de l'Union Parisienne otorgó un
empréstito de 4.500.000 dólares a Port-au-Prince en
asociación con prestamistas de Wall Street.
Alemania, en 1872, envió una flota de guerra
contra Haití, con el pretexto de que sus comerciantes
habían sufrido pérdidas en esa República por valor de
15.000 dólares durante disturbios locales52. La
verdadera intención de ese despliegue de fuerzas era,
sin embargo, demostrar que los tiempos de la
superioridad francesa sobre dicha parte de la Isla
habían terminado. Después, el gobierno de Bismarck
trató (1873) de comprar a Dinamarca las Islas
Vírgenes, pero fracasó; un viejo acuerdo francodanés señalaba que para alterar el status de dicho
archipiélago, era necesario que París otorgara su
consentimiento.
Alemania dio su primer paso de importancia en
América Latina en 1880, cuando empezó a invertir
capitales en Guatemala; erigió una empresa eléctrica
en la capital; desarrolló numerosas plantaciones de
café en la zona de Cobán. Luego construyó una vía
férrea
y despachó hacia
esa
República
centroamericana un flujo de emigrantes. Casi al
mismo tiempo, la Guerra del Pacífico abrió a los
imperialistas alemanes insospechadas perspectivas en
52
Pierre Renouvin: Historia de las relaciones
internacionales, Ediciones Aguiar, S. A., Madrid, 1969, t.
II, vol. I (El Siglo XIX).
Alberto Prieto Rozos
el derrotado Perú; la arruinada Sociedad Agrícola
Casa Grande pasó a manos de la Gildemeister
Cornsbush, importante firma sucursal en Lima. En el
victorioso Chile, no obstante, esta penetración se
debió a la política antinglesa del presidente
Balmaceda (1886-1891), quien concertó (1889) un
empréstito por 7.500.000 dólares con el Deutsh
Bank, de Berlín. A partir de entonces, las inversiones
alemanas crecieron, al extremo de que en la década
siguiente dichos intereses controlaban ya el 16 por
ciento de la industria salitrera chilena.
La política de aprovechar las dificultades
latinoamericanas de las potencias imperialistas
rivales, volvió a dar frutos a Alemania con motivo
del litigio fronterizo entre Inglaterra y Venezuela
respecto a una amplia franja de Guayana británica
(Guyana); el Gobierno de Caracas, disgustado por el
respaldo dado por Estados Unidos a Londres en dicha
pugna, concertó (1896) con los banqueros de Berlín
un fuerte empréstito; los instó a construir una vía
férrea entre la capital y Valencia. La influencia
alemana en Venezuela llegó a ser notable debido al
triunfo de la insurrección financiada por el rico
cafetalero Juan Vicente Gómez, que había estallado
en marzo de 1889, en el Tachira, dirigida por
Cipriano Castro; los alemanes casi monopolizaban ya
las compras del café de Los Andes, que luego
vendían en Europa. Pero el ascenso económico
alemán sobre Venezuela duró poco; en 1902, el
presidente Castro suspendió el pago de la deuda
externa debido a la crisis del erario público. Por
supuesto, esa medida puso en crisis las relaciones
entre ambos países. Alemania buscó entonces la
concordia con Inglaterra, para presentar juntos, el 7
de diciembre de 1902, un ultimátum a Venezuela. Al
ser rechazado éste, buques de esos dos Estados
europeos -con algunos navíos italianos de refuerzobombardearon las costas de la septentrional
República sudamericana, la mediación interesada de
Estados Unidos sólo sirvió para obligar a Venezuela
a pagar las gruesas sumas exigidas por los acuerdos.
Obsesionada por el Caribe como todas las
potencias imperialistas, Alemania decidió imponer su
primacía en algún país del área. Pana ello escogió a
Haití. Hacia allí envió (1897), en alarde de fuerza,
una flota de guerra, con el propósito de desprestigiar
al Gobierno filo francés de Port-au-Prince. Esta
política se revirtió en apoyo directo a sus protegidos,
al sublevarse los terratenientes negros del Norte
(1902). Entonces la Marina alemana llegó incluso a
hundir buques haitianos con provisiones para los
ejércitos dirigidos por la burguesía mulata
meridional. El triunfo rebelde fue acompañado por la
irrupción de la banca y el comercio germanos en
Haití, donde preponderaron hasta 1908.
En Uruguay, Alemania alcanzó en 1903 la
influencia en el comercio mayorista, entre cuyos
establecimientos de importancia se encontraba la
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
hamburguesa Compañía Mercantil Staud. Esta
situación se debió a que los alemanes seleccionaron a
Montevideo como centro de sus negocios
sudamericanos; desde allí reexportaban sus
mercancías hacia Brasil, Paraguay, Bolivia y
Argentina. Poseían, además, parte de la amplia red
capitalina de tranvías; contaron en dicha ciudad con
el poderoso Banco Alemán Trasatlántico, filial del
Deutsch Reich Bank. Desde Uruguay, dicha entidad
financiera se extendió al Perú (1905); mientras, el
Disconto Beseilschaft respaldaba a la empresa
Theodor Wille en el otorgamiento de un importante
empréstito a Brasil.
Intervencionismo yanqui y resistencia popular.
En Estados Unidos, finalizada la Guerra de
Secesión, la burguesía industrial yanqui se lanzó a un
desenfrenado proceso de inversiones de capitales en
las regiones del Sur y el Oeste de la Unión. Una de
las más importantes obras de ese período -llamado de
la “Reconstrucción”- fue el primer ferrocarril
intercontinental: el
Union
Pacific
(1869);
representaba la vinculación del país “costa a costa.”53
Surgió entonces, en realidad, el mercado nacional
unificado. Por esa razón y durante algún tiempo, los
estadounidenses relegaron a un segundo plano la
comunicación interoceánica de Panamá. El auge
económico ocurrido a partir del proceso interno
señalado, implicó que los capitales y la producción se
concentraran y centralizaran a un ritmo vertiginoso;
empezó el surgimiento de los monopolios.
El énfasis de la burguesía industrial yanqui para
lograr el rápido dominio de los enormes territorios
colocados a su disposición en Estados Unidos,
provocó el veto de los representantes de dicho sector
social en el Congreso a los prematuros esfuerzos de
expansión política exterior llevados a cabo por los
presidentes Andrew Johnson (1865-1869) y Ulises
Grant (1869-1877). El primero, en 1865, había
intentado comprar a Dinamarca por 7.500.000
dólares las islas de Santo Tomás y San Juan,
pertenecientes al archipiélago de las Vírgenes. La
operación tenía doble propósito: estratégico y
comercial.
Con
dichas
posiciones
los
norteamericanos lograrían una importante base de
intervinculación entre el mar Caribe y el océano
Atlántico; al mismo tiempo se convertirían en los
abastecedores de productos para el notable
intercambio mercantil sostenido por las referidas
posesiones danesas con los circundantes territorios
caribeños.
Frustrado ese intento, Johnson trató en 1866 la
anexión de República Dominicana; para ello, su
secretario de Estado, William H. Seward, viajó hacia
allá el 15 de enero con el objetivo de formalizar el
acuerdo. Sin embargo, la insurrección del general
Gregorio Luperón puso en crisis las negociaciones, al
provocar la renuncia del presidente Buenaventura
Báez, aunque al retornar éste al poder los contactos
se reiniciaron; el 29 de noviembre de 1869, el
enviado del presidente Grant, general Orville E.
Babcok, firmó con Báez la anexión. De nuevo la
rebeldía de Luperón volvió a colocar en aprietos el
acuerdo rubricado, por lo cual la J. Cooke and
Company of New York se apresuro a otorgar un
empréstito al mandatario dominicano en apuros. ¡La
decepción en la Casa Blanca fue grande cuando en
julio de 1871, el Congreso rechazó el tratado en
Washington! Aunque la anexión había fracasado,
Grant logró, el 28 de diciembre de 1872, obtener por
99 años la estratégica bahía de Samaná para su
Marina de Guerra. No obstante, la lucha de Luperón
triunfó en 1873 y con ella se anuló la cesión.54
A pesar de que Estados Unidos comenzó a
rivalizar en 1880 con Inglaterra debido al volumen de
su producción industrial -cada uno totalizaba el 28
por ciento del conjunto mundial-, durante las décadas
finales del siglo XIX, aquel país aún recibía
considerable flujo de capitales extranjeros, pues
carecía de propios suficientes. Los trabajos de
preparación agrícola, las tareas de irrigar las tierras,
la metalurgia y los textiles recibieron parte de sus
inversiones foráneas; fue sobre todo el tendido de
ferrocarriles el cual absorbió la mayor porción (25
por ciento). Por esa causa, las proyecciones
norteamericanas hacia el exterior tuvieron durante un
tiempo carácter premonopolista; fueron realizadas
por ambiciosos capitalistas individuales; operaban
sobre todo en el área del Caribe, donde
incrementaron sus intereses en el transporte ferrocarril y líneas navieras-, plantaciones, comercio
y minas. Una incongruencia en la orientación
caribeña de estos yanquis fue la de Henry Meiggs y
su sobrino Minor Cooper Keith, quienes en 1871 se
lanzaron al Perú a construir la vía férrea entre Lima y
Oroya. No obstante, en poco tiempo esa anomalía
geográfica fue corregida; Meiggs se concentró en sus
intereses centroamericanos, iniciados también en
1871 por Costa Rica.55
En Guatemala, algo después, la U.S. Grant and
World obtuvo la concesión para conectar esa
República con la red ferrocarrilera meridional de
México, en parte construida también por
inversionistas estadounidenses; éstos aprovechaban
los favores de Porfirio Díaz hacia su vecino del
Norte. Después, en Costa Rica, Keith obtuvo
concesiones que le entregaban 324.000 hectáreas
sobre el Atlántico; extendió su control sobre otras
vías férreas, gracias a lo cual fundó la Costa Rica
54
53
Ver R. M. Robertson: Historia de la economía
norteamericana, Editorial Bibliográfica, Buenos Aires,
1955.
27
Manuel Medina Castro: Estados Unidos y América
Latina, Casa de las Américas, La Habana, 1968, p. 357.
55
Ver Watt Stewart: Keith y Costa Rica, Editorial Costa
Rica, San José, 1967.
Alberto Prieto Rozos
28
Railway Company. Estos éxitos indujeron a Meiggs a
deshacerse de sus intereses ferrocarrileros en Perú, y
a concentrarse con su sobrino en los negocios
centroamericanos. También, para operar en la región
caribeña, surgió la Boston Fruit Company, cuyos
lejanos antecedentes se remontaban a 1876, cuando
Lorenzo Row Barker -propietario de la Standard
Steam Navegation Company- controlaba el comercio
del banano en la zona.
En 1885, Row se asoció con otros capitalistas
agrupados en la Andrew Preston Seavern's and
Company, para crear aquella entidad, cuya esfera de
acción fue pronto Jamaica, Cuba y Santo Domingo.
La aparición de estos nuevos vínculos comerciales
estadounidenses se insertaron dentro de la realidad
económica yanqui, cuyos volúmenes de intercambio
con Latinoamérica durante aquellos años superaron
los de Inglaterra, sobre todo, en la región caribeña
que abarca México, Centroamérica y Cuba.56
La evaluación desacertada de las posibilidades
objetivas de Estados Unidos en América Latina llevó,
en 1881, al secretario de Relaciones Exteriores,
James Gillespie Blaine, a lanzarse en un azaroso
proyecto. Consistía en tratar de aprovechar la Guerra
del Pacífico -lanzada por Chile contra Bolivia y Perú
con el apoyo del imperialismo inglés- para obtener
beneficios unilaterales; con tal propósito, Estados
Unidos acometió negociaciones secretas con el
Presidente tolerado en el Perú por el ejército de
ocupación chileno, con vista a obtener de la
derrotada República el puerto de Chimbote e instalar
en el mismo una base naval. Esta contaría con el
estratégico carbón de minas cercanas, que se unían a
la importante rada por medio de un ferrocarril. No
obstante, todo el acuerdo se frustró, al enterarse los
ocupantes chilenos de dichos trajines. Semanas
después, Blaine abandonó la dirección de la
maltrecha cancillería yanqui.57 En su auxilio vinieron
a partir de 1885 propagandistas: John Fiske, Joslah
Strong, John Burgess, Alfred Mahan; reclamaban
extender la influencia yanqui por todo el mundo y, en
especial, sobre América Latina.
A dicha corriente respondió el Panamericanismo,
lanzado en 1889 cuando la pujanza militar y el
poderío económico exterior de Estados Unidos aún
eran pequeños; su flota sólo ocupaba el sexto lugar
en los océanos, y sus capitales invertidos en el
extranjero apenas superaban los 700.000.000 de
dólares; la mitad prácticamente se encontraba en el
Caribe, incluido México. Por eso, en Estados Unidos
surgió el criterio de que, por el momento, la rivalidad
interimperialista debería ser llevada adelante
mediante formas diplomáticas. Fue precisamente
Blaine, otra vez en la Secretaría de Estado, a quien se
56
Sobre este tema puede consultarse, Charles David
Kepner y Jey H. Soothil: El imperio del banano, Ediciones
Especiales. La Habana, 1961.
57
Manuel Medina Castro: ob. cit., p. 587.
encargó de poner en práctica la nueva política.
Convocada por los yanquis, la Primera Conferencia
Panamericana se inició el 2 de octubre de 1889 y se
extendió durante ocho meses. Sobre la misma José
Martí escribió:
Congreso que llaman aquí de Pan-América,
aunque ya no será de toda, porque Haití, como
que el gobierno de Washington exige que le den
en dominio la península estratégica de San
Nicolás, no muestra deseos de enviar sus negros
elocuentes a la conferencia de naciones; ni Santo
Domingo ha aceptado el convite, porque dice que
no puede venir a sentarse a la mesa de los que le
piden a mano armada su bahía de Samaná.58
Luego añadió:
Jamás hubo en América, de la independencia
acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue
más vigilancia, ni pida examen más claro y
minucioso, que el convite que los Estados Unidos
potentes, repletos de productos invendibles, y
determinados a extender sus dominios en América
hacen a las naciones americanas de menos poder
(...) ahora, después de ver con ojos judiciales los
antecedentes, causas y factores del convite, urge
decir, porque es la verdad, que ha llegado para la
América española la hora de declarar su segunda
independencia.59
Con motivo de la Conferencia Monetaria de las
Repúblicas de América, desprendimiento de la
primera reunión Panamericana, Martí concluyó:
Creen en la necesidad, en el derecho bárbaro,
como único derecho: “esto será nuestro porque lo
necesitamos”. Creen en la superioridad
incontrastable de “la raza anglosajona contra la
raza latina”. Creen en la bajeza de la raza negra,
que esclavizaron ayer y vejan hoy, y de la india
que exterminan (...). Mientras no sepan más de
Hispano América los Estados Unidos y la
respeten más (...), ¿pueden los Estados Unidos
convidar a Hispano América a una unión sincera y
útil para Hispano América? ¿Conviene a Hispano
América la unión política y económica con los
Estados Unidos?60
Los resultados de la Primera Conferencia
Panamericana -y sus secuelas-, en definitiva, fueron
modestos; sólo se acordó la creación de un Buró
Comercial que, entre otras cuestiones, debía recoger
información económica.61 Para alcanzar mayores
logros diplomáticos, los yanquis debían convertirse
en una gran potencia naval, por lo cual, en una
58
José Martí: Obras completas en dos tomos, Editorial
Lex, La Habana, 1953, t. II, p. 118.
59
José Martí: Obras completas en dos tomos, Editorial
Lex, La Habana, 1953, t. II, p. 130.
60
José Martí: Obras completas en dos tomos, Editorial
Lex, La Habana, 1953, t. II, p. 262.
61
Ver Alonso Aguilar Monteverde: El Panamericanismo,
Cuadernos Americanos, México D. F., 1968.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
década (1890-1899) pasaron del sexto al cuarto lugar.
Siete años después ocuparon ya el segundo escalón.
A pesar de no haber alcanzado sus objetivos con
el cónclave iniciado el 2 de octubre de 1889, Estados
Unidos se vio precisado aún a persistir durante algún
tiempo en su expansión por el área caribeña mediante
pacíficas formas económicas. Así, al iniciarse la
nueva década, ya habían convertido a Cuba en su
primer mercado exterior. Además, la industria
refinadora de azúcar, en proceso de monopolización,
comenzó a invertir capitales en esa colonia española.
Al cabo de un lustro (1895), los estadounidenses
habían colocado unos 50.000.000 de dólares en
centrales azucareros y minas cubanas. Esta cifra,
junto con las pequeñas cantidades situadas en Puerto
Rico, representaban el 7 por ciento de todo el capital
yanqui entonces exportado. Sin embargo, el país que
atraía las mayores inversiones de Estados Unidos era
México; absorbía alrededor de las dos quintas partes
de las referidas exportaciones monetarias. Dichos
intereses controlaban ferrocarriles, tierras, fábricas y
minas, entre las cuales se destacaban los importantes
yacimientos argentíferos de San Luis de Potosí. Por
su importancia, asimismo alcanzaban notoriedad los
intereses norteamericanos en Centro América. En
Costa Rica (1893), Keith implantó su Tropical
Trading and Transport Company, que poseía 27
plantaciones de banano, ferrocarriles y tranvías (en
San José y Heredia). Incluso los negocios del
agresivo empresario pasaron también en aquellos
momentos (1890) hacia Colombia, donde estableció
la Snyder Banana Company of Panama y la Santa
Martha Colombian Land Company ambas dedicadas
a la exportación de plátanos cosechados en sus
propiedades. Estos fueron los primeros capitales
yanquis de importancia invertidos en dicho país
norandino, en su región caribeña; con anterioridad,
los Estados Unidos apenas habían colocado 150.000
dólares, en la navegación fluvial de! Magdalena.
Sin embargo, las condiciones aún no estaban
maduras para que los norteamericanos realizaran su
esfuerzo principal en América del Sur. Sus mayores
empeños se concentraron aún en los países antes
señalados, así como en las débiles y aisladas
repúblicas de las Antillas, es decir, Haití y República
Dominicana. Contra la primera, en 1891, enviaron
una escuadra a exigir la entrega del Môle Saint
Nicolas, lugar donde pretendían instalar una
poderosa base naval. El esfuerzo, no obstante, resultó
infructuoso. El rechazo haitiano, respaldado por otras
potencias imperialistas, resultó imposible de vencer.
Gran éxito, en contraste, lograron los intereses
económicos yanquis en la vecina nación dominicana;
la compañía holandesa Westendorp and Company of
Amsterdam, que concertó empréstitos con el pequeño
país, y a cambio aún controlaba sus aduanas, quebró.
Entonces la entidad capitalista norteamericana Smith,
Weed, Brown and Welles -desde antes vinculada con
29
la Westendorp- adquirió la arruinada empresa y la
transformó en la Santo Domingo Improvement
Company que heredó todos los privilegios de su
predecesora.62
En la Sudamérica con costas caribeñas fue en
1894 cuando Estados Unidos llevó a cabo sus
primeros grandes empeños políticos; esa destacada
participación internacional tuvo lugar con motivo del
litigio fronterizo entre Venezuela y Guayana, colonia
de Inglaterra. Dicho conflicto surgió cuando en la
zona de Yurvari -Guayana venezolana apetecida por
Gran Bretaña- fueron descubiertos ricos yacimientos
de oro. La pugna se agravó, además, al reclamar los
ingleses la libre navegación por el Orinoco y la
posesión de su desembocadura. En esas
circunstancias, los yanquis creyeron ver la
oportunidad apropiada para convertirse en los
interlocutores de toda América ante Europa, razón
por la cual Richard Olney, secretario de Estado en
Washington, emitió el 20 de julio de 1895 su célebre
nota en la cual decía: “En la actualidad los Estados
Unidos son prácticamente soberanos en este
Continente, y su Fiat es la ley en los asuntos en que
intervienen.” Pura baladronada, los yanquis sólo
aspiraban a que los británicos los aceptaran como
principales dialogantes del hemisferio.63
El segundo paso de importancia en la Sudamérica
con costas al Caribe también lo dieron los
norteamericanos aquel mismo año, esta vez en
Colombia; en dicha República fracasaron los intentos
de llevar adelante el proyectado canal de Lesseps, al
quebrar, el 4 de abril de 1893, la Nouvelle
Compagnie. Entonces el Gobierno de Washington se
dirigió al de Bogotá con el propósito de que éste
aceptara la presencia de sus capitales en sustitución
de los franceses. No obstante, el equipo
gubernamental colombiano rechazó las condiciones
de la propuesta estadounidense. De nuevo los
yanquis se vieron obligados a esperar la llegada del
momento oportuno. Este se presentó con la victoria
de Estados Unidos sobre España, ratificada mediante
el Tratado de París (diciembre de 1898); el mismo
estableció la entrega a sus nuevos dueños de Cuba,
Puerto Rico, Filipinas, Guam e islas Ladrones.
En Cuba, el Gobierno interventor militar de
inmediato instituyó los mecanismos que permitieran
la ilimitada penetración imperialista en la isla,
aunque reconocieron a los cuatro años, la existencia
de una República neocolonial, limitada en su
soberanía por la espurrea Enmienda Platt.
En Puerto Rico, los yanquis derogaron la Carta
Autonómica vigente, entre cuyas facultades se
encontraba el derecho de ratificar tratados
comerciales y fijar aranceles. Después -como en
Cuba-, se produjo la violenta penetración de las
62
63
Manuel Medina Castro: ob. cit., p. 395.
Manuel Medina Castro: ob. cit., p. 395.
Alberto Prieto Rozos
30
compañías imperialistas en el agro puertorriqueño;
pretendían reorientarlo hacia el monocultivo de la
caña de azúcar. A partir de esas acciones, para todos
resultó evidente que la superioridad en el Caribe se
desplazaba del lado yanqui. El colofón a la nueva
correlación de fuerzas en la zona fue el surgimiento
en 1899 de la temible y agresiva United Fruit
Company. Este monopolio se gestó al entrar en
graves dificultades financieras The Hoadles and
Company of New Orleans, que comercializaba los
bananos de Keith en la región meridional de Estados
Unidos; entonces, este capitalista se asoció con la
Boston Fruit Company de Arthur-Preston; poseía
importantes plantaciones en el Caribe y emergió
como Presidente de la United Fruit Company. No
obstante Keith fungir como Vicepresidente de la
referida entidad, su poderío era creciente, pues antes
de finalizar el siglo XIX inauguró la Costa Rica
Electric Light and Traction Company, dueña también
de un banco, plantaciones de azúcar en Cartago, y
todos los ferrocarriles que desembocaban en la costa
caribeña de esa República. Estos se vinculaban allí
con la Flota Blanca -subsidiaria de la United Fruit
Company-, que había iniciado sus operaciones en la
región y ya era hegemónica en la comercialización
del banano producido en Jamaica.
La vecina isla de La Española escapaba, sin
embargo, a sus tentáculos; en Haití casi no había
intereses norteamericanos, sólo 1.100.000 dólares
concedidos en empréstitos en 1870. En República
Dominicana
otros
monopolios
yanquis
predominaban: la Clyde Steamship Company en la
transportación marítima; la Santo Domingo Railway
Company en los ferrocarriles, y la Santo Domingo
Improvement Company que poseía los mejores
centrales azucareros del Este, controlaba la deuda
exterior del país: 2.000.000 de dólares; había
comprado a los franceses la Banque Nationale de
Saint Domingue64.
Estados Unidos, preponderante ya sin lugar a
dudas en el Caribe, indujo a Gran Bretaña a
suprimirle el freno que significaba el Tratado
Clayton-Bulwer. El Gobierno de Londres accedió por
que en aquellos momentos mantenía fuertes pugnas
interimperialistas con Alemania; se veía en la
necesidad de dejarles libres las manos a los
norteamericanos en la región con el objetivo de
ganarlos como aliados en el conflicto que ya se
avizoraba con el Kaiser. El Tratado Hay-Pouncefote,
del 18 de noviembre de 1901, que derogaba el antes
citado, autorizaba a Estados Unidos a construir un
canal interoceánico, con sus fortificaciones
correspondientes, bajo su exclusivo control. Por eso,
el 28 de junio de 1902, el presidente Teodoro
Roosevelt (1901-1909) pudo autorizar la compra en
40.000.000 de dólares de la vieja concesión francesa
64
Manuel Medina Castro: ob. cit., p. 395.
de Lesseps.65 Desde ese momento, el principal
objetivo yanqui fue lograr la pacificación de la
provincia del istmo, donde el general cholo,
Victoriano Lorenzo, lideraba la lucha de la
ascendente nacionalidad panameña bajo el lema
“Tierra, Sal y Patria”. Fusilado el heroico
combatiente, el 15 de mayo de 1903, Estados Unidos
consideró eliminadas las dificultades para lograr su
canal. ¡Cuál no sería la desilusión sufrida cuando el
Congreso de Colombia se negó, el 12 de agosto de
1903, a ratificar el proyecto de tratado canalero
firmado por su Embajador en Washington!
El vejaminoso borrador preveía la concesión a
Estados Unidos de una zona canalera de 16
kilómetros de ancho, que disfrutarían durante 99
años, a cambio de 10.000.000 de dólares y
anualidades de 250.000 pesos. Además en uso de sus
atribuciones, el poder legislativo colombiano vetaba
la compra de la compañía francesa por Estados
Unidos. Roosevelt reaccionó con violencia. Se
dispuso a utilizar el creciente sentimiento nacional de
los panameños para arrebatar el Istmo a Colombia, y
entregar la nueva República a la burguesía local que
anhelaba las migajas de la zona del canal, pues sus
ventas dependían del negocio interoceánico. El 19 de
octubre de 1903, el Presidente norteamericano
despachó sus escuadras en ambos océanos hacia las
aguas de Panamá, única vía de acceso al istmo
debido a la existencia de impenetrables selvas en el
Tapón de Darién; el 4 de noviembre, al establecerse
en Ciudad Panamá una Junta de Gobierno organizada
por los comerciantes de la provincia, los marines
desembarcaron para impedir cualquier acción de las
fuerzas armadas colombianas.66 A los dos días,
Roosevelt reconoció a la nueva República; el 18 de
noviembre le impuso el Tratado Buneau-Varilla; era
la versión panamericana de la Enmienda Platt;
mediante dicho acuerdo, el ferrocarril interoceánico y
el canal formaban parte de una zona colonial
entregada a perpetuidad a Estados Unidos que,
además, podía intervenir militarmente en la nación
istmeña cuando lo estimara pertinente.
El indiscutible éxito de su política en Panamá,
sumado a los ya alcanzados en Cuba y Puerto Rico,
indujo al Gobierno de Estados Unidos a endurecer
sus posiciones en el Caribe frente a sus rivales
imperialistas de Europa. Poco antes, el propio
Roosevelt aún había actuado con timidez ante el
bombardeo (diciembre de 1902) a las costas de
Venezuela de la flota anglo-alemana-italiana. Los
agresores europeos reclamaban así el inmediato pago
de los intereses a sus empréstitos, cuyo servicio había
sido temporalmente suspendido por el presidente
65
Ramiro Guerra: La expansión territorial de Estados
Unidos contra América latina, Ediciones Venceremos, la
Habana, 1964, p. 174.
66
Ver Gregorio Ortega: Panamá, Ediciones Venceremos,
La Habana, 1964.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
Cipriano
Castro.
Entonces
al
Gobierno
estadounidense se limitó a ofrecer de nuevo su
mediación ante los belicosos acreedores; una vez
aceptada su propuesta, se inclinó del lado de ellos;
los Protocolos de Washington (febrero de 1903)
obligaban a Venezuela a pagar las reclamaciones que
se le exigían con la anuencia de Estados Unidos.
Sin embargo, en 1904 la situación ya era
diferente. Con el dominio de tres puntos estratégicos
en el Caribe y una flota casi considerada la segunda
del mundo, Roosevelt asumió una posición rígida:
durante su mensaje anual al Congreso formuló su
famoso Corolario67. Con este anuncio Roosevelt
esbozaba la “Política del Gran Garrote”, Big Stick,
según la cual Estados Unidos se atribuía el derecho
de intervenir en los países de América latina que
estimase pertinente, bajo el pretexto de depurar las
finanzas de las repúblicas con dificultades en sus
compromisos externos.68 El Colario fue expuesto
debido a la presencia frente a las costas dominicanas
de buques de guerra alemanes, franceses, italianos y
holandeses; los mismos fueron enviados a intimidar
al Gobierno de Santo Domingo por la preferencia que
la Santo Domingo Improvement Company daba al
pago de las deudas con los estadounidenses. Su
anuncio tuvo para Washington un carácter muy
oportuno; en aquellos mismos instantes el Gobierno
dominicano retiraba a dicha compañía el derecho a
recaudar los impuestos, a cambio del pago de
4.500.000 dólares y se aprestaba a establecer su
propio control sobre las finanzas. En virtud de la
nueva política del imperialismo yanqui, las aduanas
retornaron al dominio de Estados Unidos, el cual se
apropió del 55 por ciento de lo recaudado, y sólo
entregó el resto al fisco de la república antillana.
En Centroamérica, mientras tanto, la importancia
económica de Estados Unidos también iba en
ascenso. En Honduras, donde con anterioridad los
yanquis sólo poseían (desde 1878) los yacimientos de
plata de San Jacinto -entregados a la New York and
Rosario Mining Company-, lograron importantes
posiciones desde 1902. En dicho año, los hermanos
Vaccaro de New Orléans invirtieron en plantaciones
de banano, sobre todo en la región del puerto
caribeño de la Ceiba. Luego, el capitalista William F.
Streisch obtuvo una importante concesión en la zona
occidental de Cuyamel, que al poco tiempo vendió a
su coterráneo Samuel Zemurray; éste dio gran
impulso al cultivo del plátano con el objetivo de
exportarlo hacia Estados Unidos. Entonces, la cifra
total de intereses de Estados Unidos situados en
Honduras era aproximadamente de unos 2.000.000
de dólares.
31
En Guatemala (1904), la United Fruit Company
logró que el dictador Estrada Cabrera le entregara
gratis durante 99 años, los principales ferrocarriles en estado de quiebra- del Sur del país, así como el
muelle de Puerto Barrios y sus áreas circundantes.
Además, la United Fruit Company obtuvo, sin costo
alguno, 1.500 caballerías de la mejor tierra; en las
mismas surgieron las grandes plantaciones de
bananos de Quirigua y Virginia. Después, el avance
de la United Fruit Company siguió de manera
inexorable en Centroamérica. En Costa Rica, en 1905
-donde los yanquis habían invertido algo más de
4.000.000 de dólares-, la United Fruit Company se
apoderó de todos los ferrocarriles del país. Al poco
tiempo (1908), la misma empresa imperialista logró
unir su red ferroviaria en Guatemala con la existente
en El Salvador mediante la construcción de un ramal
que las conectara.69 Así las inversiones yanquis en
Guatemala se elevaron a la cifra de 10.000.000 de
dólares.
El presidente yanqui, William Taft (1909-1913),
introdujo en la política exterior de Estados Unidos
hacia las repúblicas caribeñas, una modalidad nueva
denominada la Diplomacia del Dólar.70 Consistía en
la promesa del Ejecutivo de ayudar a los monopolios
norteamericanos para que invirtieran en el Caribe, y
controlaran las finanzas de las naciones situadas en
esa región. Su primera puesta en práctica se efectuó
contra Nicaragua, a la cual en 1909 los
estadounidenses pretendieron imponerle un tratado
que implicaba aceptar un préstamo de 15.000.000 de
dólares para nivelar sus finanzas. A cambio, Estados
Unidos anhelaba obtener el derecho exclusivo para
construir por el río San Juan y el lago Nicaragua un
canal interoceánico; también exigían el paso a sus
manos del control de la hacienda pública y de las
aduanas.
La influencia del Gobierno estadounidense en
Nicaragua, sin embargo, era muy limitada; sus
intereses apenas totalizaban 1.000.000 de dólares; la
mayor parte se encontraba en manos de La luz y Los
Angeles Mining Company, dueña de minas de oro.
Al ver rechazado su proyecto por el presidente liberal
José Santos Zelaya, los yanquis auspiciaron una
sublevación de los conservadores; fondearon sus
buques de guerra en aguas nicaragüenses; rompieron
relaciones con el Gobierno de Managua, y enviaron a mediados de diciembre, por la Secretaría de
Estado- un ultimátum para que renunciara el
mencionado mandatario de la República. Éste, con el
objetivo de no convertirse en un obstáculo ante
cualquier posible arreglo, abandonó el Ejecutivo.
Pero ni siquiera dicho sacrificio político favoreció a
las débiles fuerzas pro estadounidenses acorraladas
67
Ver Gregorio Ortega: Panamá, Ediciones Venceremos,
La Habana, 1964.
68
Ver Pelegrín Torras: Colonialismo y subdesarrollo en
América Latina, Imprenta Universitaria, La Habana, 1967,
4 t.
69
Manuel Galich: Guatemala, Editorial Casa de las
Américas, La Habana. 1964.
70
Scott Nearing y Joseph Freeman: La diplomacia del
dólar, Librería Franco-Americana, México D. F. 1926.
Alberto Prieto Rozos
32
en Bluefield, próximas al descalabro final. Entonces
desembarcaron los marines norteamericanos, cuya
acción permitió el triunfo conservador en agosto de
1910.
En estas circunstancias Estados Unidos impuso a
Nicaragua el Acuerdo Dawson, de carácter secreto; el
mismo debía ser aceptado para obtener el
reconocimiento del Gobierno de Washington.71
Dicho tratado implicaba colocar en la Presidencia de
Nicaragua a hombres favorables a Estados Unidos;
establecía el compromiso de sólo negociar
empréstitos con los banqueros yanquis, cancelaba
cualquier concesión ya otorgada a empresas
europeas, eliminaba de los cargos públicos a todos
los partidarios de Zelaya. Aceptados los “acuerdos”,
en 1911, el nuevo presidente de la República -Adolfo
Díaz, hasta entonces contador de La luz y los
Angeles Mining Company-, firmó el Tratado KnoxCastillo; según el mismo se aceptaba de Estados
Unidos un empréstito; a cambio -en garantía- se les
entregaban los ferrocarriles y las aduanas del país.
¡Menudo negocio! Luego, en 1912, los banqueros
yanquis compraron en Londres la deuda externa de
Nicaragua; se convirtieron en los únicos acreedores
de esa expoliada nación centroamericana.
Esta oprobiosa dependencia condujo a una
insurrección popular entre cuyos líderes descollaba el
general Benjamín Zeledón. Con el objetivo de
derrotarla, Estados Unidos desembarcó entonces de
nuevo sus tropas en Nicaragua y a finales de agosto,
tras bombardear Masaya y Managua, las ocuparon.
Muerto Zeledón, el 4 de octubre de 1912, en desigual
combate, los efectivos militares norteamericanos
mantuvieron su ocupación de manera ininterrumpida
hasta 1925. Gracias a la presencia de sus soldados,
Estados Unidos impuso a Nicaragua el Tratado
Bryan-Chamorro; éste le otorgaba exclusivos
derechos de propiedad para la construcción de un
canal lnteroceánico; les arrendaba por 99 años
algunas islas del Caribe; los facultaba a instalar en el
Golfo de Fonseca -compartido con El Salvador y
Honduras- una base naval.
La segunda puesta en práctica de la política de la
Diplomacia del Dólar se puso en marcha contra
Honduras, en 1910, cuando Estados Unidos pretendió
imponer a dicha república el Acuerdo Knox-Paredes;
éste implicaba aceptar un empréstito de 10.000.000
de dólares de la banca Morgan; la intervención de las
aduanas nacionales en “cobranza compulsiva”;
renegociar la deuda hondureña con Inglaterra para
que Estados Unidos se convirtiera en su único
propietario. Mas el Congreso de Honduras rechazó
tan vejaminosas condiciones y no ratificó el referido
Tratado.72 Entonces el gobierno de Taft maniobró
71
Ver Gregorio Selser: Sandíno, general de hombres
libres. Imprenta Nacional de Cuba, La Habana. 1960, t. I.
72
Charles David Kepner y Jey H. Soothil: El imperio del
banano, ed. cit.
para que la Cuyamel Fruit Company de míster
Zemurray auspiciase una sublevación. Los
complotados recibieron el barco “Hornet”, recursos
bélicos y abastecimientos, con los mismos ocuparon
la Ceiba, Trujillo e islas de la Bahía; además, Estados
Unidos envió a los acorazados “Tacoma” y
“Marieta” hacia aguas hondureñas. Así, Manuel
Bonilla, asociado de los norteamericanos, ocupó la
Presidencia de la República, el 8 de enero de 1812, y,
en gratitud, permitió la penetración de mayores
intereses norteamericanos; la United Fruit Company
se estableció en Honduras; compró a la Cuyamel el
derecho a construir la red ferroviaria luego conocida
como Tela Railroad Company; invirtió en nuevas
plantaciones bananeras; obtuvo que el Puerto Herrera
fuese declarado “zona libre” durante diez años
(1915). Al final de esas concesiones, los capitales
yanquis invertidos en el país superaban la cifra de
10.000.000 de dólares.
En Costa Rica, mientras tanto, Estados Unidos
lograba en 1911 que la United Fruit Company
impusiera la consolidación de la deuda externa
republicana en su exclusivo beneficio; a cambio se
apoderaba de las aduanas. Los notables avances de
esta penetración imperialista permitieron unificar a la
United Fruit Company en un solo monopolio -el
international Railways of Central America (IRCA)la red ferroviaria que poseía en Honduras, Costa
Rica, El Salvador y Guatemala. En estos dos últimos
países la International Railways of Central America
era la única empresa ferrocarrilera existente. A partir
de entonces la IACA y la Flota Blanca, en
combinación, aplicaron la llamada “Política de
Rechazo”. La misma consistía en negarse a
transportar los productos de sus rivales y de quienes
no se sometieran a sus condiciones.73 Dicha práctica,
por supuesto, implicó la ruina de múltiples pequeños
y medianos propietarios nacionales, y permitió la
veloz ampliación de las plantaciones fruteras de la
United Fruit Company.
En los prolegómenos de la Primera Guerra
Mundial, aprovechando que las potencias
imperialistas europeas se encontraban enfrascadas en
los preparativos bélicos del conflicto, el presidente
yanqui Woodrow Wilson se dispuso a barrer con las
posiciones de los rivales de Estados Unidos en el
Caribe y zonas adyacentes. Por eso, los
norteamericanos lanzaron una agresiva operación
militar contra México; en aquellos momentos allí se
incrementaban las inversiones inglesas apoyadas por
un tirano gobierno filobritánico. Para alcanzar sus
objetivos, Estados Unidos ocupó el 21 de abril de
1914, el puerto de Veracruz, con el objetivo de
impedir que por mediación del mismo Inglaterra
continuara el envío de suministros a su aliado
gubernamental mexicano.
73
Ver Francisco Gamboa: Costa Rica, Monografía,
Enciclopedia Popular, La Habana, 1963.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
33
La victoria de las fuerzas revolucionarias de
Emiliano Zapata y Pancho Villa, que entraron en
Ciudad México el 24 de noviembre de 1914, no
significó la instalación de un gobierno simpatizante
con la ocupación de Veracruz por los
norteamericanos. Estos, por lo tanto, se vieron
obligados a desistir de su acción; abandonaron de
manera definitiva el estratégico puesto y sus
alrededores.
La segunda operación de envergadura del
presidente Wilson se realizó contra Haití, pequeña
República donde los franceses venían asociando a los
estadounidenses a sus negocios, ante las crecientes
presiones sufridas por parte de los alemanes. Esta
vinculación había aumentado en 1908, cuando
Francia incorporó a dos bancos norteamericanos -la
Speyer and Company y The National City Bank of
New York- a un gran empréstito, luego, la
penetración monopolista yanqui se hizo mayor
cuando lograron imponer el Contrato McDonald; el
mismo les entregaba la construcción del ferrocarril
de Port-au-Prince a Cap Haitien, así como el control
de los ya agrupados bajo la Haiti National Railroad
Company. Esta operación constituyó un gran éxito
para la United Fruit Company; así pudo extraer del
país con mayores facilidades los bananos que
compraba, y casi monopolizar su comercialización.
Sin embargo, incluso con dichos avances, los
norteamericanos no preponderaban aún con su
influencia sobre esta nación; carecían de un
importante aliado interno que defendiera sus
intereses. Por eso, al producirse una guerra civil en el
país a principios de 1914, Estados Unidos se
apresuró a ofrecer a las tropas sureñas su apoyo a
cambio de la entrega de las aduanas. Pero la situación
internacional respecto de este asunto se complicó al
exigir los alemanes una participación en cualquier
futuro control extranjero sobre las referidas aduanas,
las dificultades alcanzaron su cenit cuando los
franceses, poseedores de la Banque Nationale d'Haiti,
trazaron una política propia al respecto. Ante esa
coyuntura, los efectivos bélicos del Norte -llamados
“cacós”- ocuparon el poder en la capital, el 7 de
noviembre de 1914. Los norteamericanos entonces
comunicaron a esas fuerzas victoriosas, que sólo
establecerían relaciones con ellas, a cambio de la
entrega de las aduanas, la Banque Nationale y la
bahía de Saint Nicolas.
Al ver rechazadas sus pretensiones, los marines
desembarcaron, a mediados de diciembre; penetraron
en la Banque Nationale y sustrajeron todas las
reservas monetarias de la República; con ello se
paralizaron las operaciones internacionales del país y
se propinó un duro golpe al prestigio de su Gobierno,
el cual temporalmente perdió el poder.74 Sin
embargo, los “cacós” reaccionaron; volvieron a
ocupar la capital bajo la orientación de una dirigencia
pequeño-burguesa que había proclamado su
oposición al “Contrato McDonald” y demás
exigencias yanquis.
En vista de la nueva situación Estados Unidos
desembarcó un gran contingente militar, el 28 de
julio de 1915; ocupó Port-au-Prince; obligó a la
Asamblea Nacional a elegir presidente a un hombre
que los favorecía; impusieron al país una “versión
haitiana” de la Enmienda Platt; se apoderaron de las
aduanas y disolvieron las fuerzas armadas
nacionales. Después, los invasores establecieron su
control sobre los telégrafos, teléfonos; gravaron la
nación con un empréstito de 3.000.000 de dólares.
Con el objetivo de legalizar todos estos actos, el
subsecretario de Marina de Estados Unidos, Franklin
Delano Roosevelt, elaboró una nueva Constitución
(1917), de acuerdo con la cual se suprimió la
tradicional cláusula haitiana que prohibía a los
extranjeros poseer tierra en el país; se restableció la
corveé o trabajo obligatorio gratuito para el
mantenimiento de caminos o carreteras.
El Congreso de Haití manifestó su oposición al
espurio texto y se negó a ratificarlo. Entonces las
tropas de ocupación lo disolvieron, el 19 de junio de
1917; pero en breve lapso se vieron obligados a
enfrentar la lucha armada popular reiniciada por los
“cacós”, a cuyo frente se encontraba entonces el
heroico Charlemagne Peralté.75
La tercera acción de gran magnitud ordenada por
el presidente Wilson en la zona caribeña fue lanzada
contra Santo Domingo. Aunque esa nación se
encontraba bajo el creciente dominio financiero de
Estados Unidos -en 1907 la banca yanqui impuso a
República Dominicana un empréstito de 20.000.000
de dólares a cambio de los cuales se apropió de las
aduanas del país por cincuenta años-, los mecanismos
de poder, sobre todo el ejército, escapaban a su
influencia; por otra parte, el control alemán sobre
determinados sectores de la economía, era
importante. Debido a ello, en 1916, en plena Primera
Guerra Mundial, y en momentos en que su ocupación
de la vecina Haití avanzaba exitosa, Estados Unidos
decidió presentar al Gobierno dominicano un
ultimátum para cambiar en su favor la correlación de
fuerzas en esta República.
Este documento centraba sus exigencias en la
disolución de los efectivos armados de Santo
Domingo, para constituir otros estructurados y
dirigidos de manera directa por oficiales
norteamericanos. El Presidente dominicano de turno
aceptó las vejaminosas condiciones, razón por la cual
el ejército lo expulsó del cargo, el 7 de mayo de
1916. Como represalia, los marines yanquis
74
75
Ver el completo estudio de Susy Castor: La ocupación
norteamericana de Haití y sus consecuencias, 1915-1934,
Siglo XXI, México, 1971.
Ver el completo estudio de Susy Castor: La ocupación
norteamericana de Haití y sus consecuencias, 1915-1934,
Siglo XXI, México, 1971.
34
desembarcaron de inmediato por San Jerónimo y
avanzaron sobre la capital. Además, el 13 de mayo,
una flota de guerra estadounidense amenazó con
bombardear la ciudad de Santo Domingo si las tropas
nacionales estacionadas allí no se rendían en un plazo
de cuarenta y ocho horas. Para evitar una masacre,
las fuerzas patriotas abandonaron la plaza y se
internaron en el Cibao.76 Contra ellos, los invasores
enviaron importantes destacamentos; mientras, su
artillería cañoneaba Puerto Plata -que rechazaba la
rendición-, y la Infantería de Marina veía su avance
obstaculizado por una inesperada resistencia en
varios puntos, sobre todo, el Altamira. A la par,
Estados Unidos exigió del nuevo presidente Francisco Henríquez Carvajal-, electo por el
Congreso dominicano, la firma de un tratado
mediante el cual se aceptaran sus demandas.
Rechazados sus abominables planteamientos, las
fuerzas ocupantes depusieron al digno Mandatario, el
29 de noviembre de 1916; disolvieron el Congreso;
establecieron la ley marcial; decretaron la censura de
prensa; prohibieron los partidos políticos, e
implantaron su administración directa sobre al
desdichado país. Luego, el Gobernador Militar
yanqui declaró la guerra a Alemania y expropió sus
bienes en la pequeña República antillana; modificó
las tarifas arancelarias en beneficio de Estados
Unidos; inició la creación de una llamada Guardia
Nacional -a cuyo frente quedaría Rafael Leónidas
Trujillo-, destinada a combatir junto con los marines
contra las guerrillas populares que luchaban en el
oriente de la isla. Estas eran denominadas
“gavilleros” por los ocupantes y sus aliados.
Balance de la penetración foránea en 1914.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, aunque la
producción fabril de Inglaterra sólo representaba ya
el 14 por ciento de la del mundo, dicha nación seguía
ocupando el primer lugar entre los imperialistas; sus
exportaciones de capital ascendían a más de
900.000.000 de dólares al año; totalizaban unos
15.000.000 repartido por casi todo el mundo. La
distribución geográfica de estos intereses era la
siguiente: Europa, menos de 800.000.000 de dólares;
Asia-África-Oceanía 6.000.000.000 de dólares, es
decir, que en sus colonias invertía el 40 por ciento y
en toda la América la mitad de sus inversiones en el
extranjero, distribuidas de manera equitativa entre
Latinoamérica y los demás países del hemisferio. En
el mundo los tres países con mayor volumen de
capitales ingleses eran: India -que entonces incluía
Paquistán, Bangla-Desh y Ceilán-, 1.900.000.000
dólares; Sudáfrica, 1.850.000.000 dólares; Argentina,
1.555.000.000 dólares, pero con la peculiaridad de
ser el único de éstos en disfrutar de una aparente
independencia estatal.
76
Ver Melvin Knight: Los americanos en Santo Domingo,
Listín Diario. Santo Domingo.
Alberto Prieto Rozos
América Latina absorbía en 1914 más de
3.700.000.000 dólares invertidos por los británicos,
orientados -geográficamente- de la siguiente manera
según el orden de su importancia: Argentina, Brasil,
720.000.000 de dólares; México, Chile, 305.000.000
de dólares; Uruguay, 180.000.000 de dólares;
Venezuela, 40.000.000 de dólares; Bolivia,
16.000.000 de dólares. En Paraguay, los 16.000.000
de dólares ingleses tenían la peculiaridad de formar
parte de sesenta y ocho compañías anglo-argentinas,
que poseían 10.000.000 de hectáreas en el ChacoBoreal. En nuestro subcontinente, desde el punto de
vista sectorial, primaban los servicios públicos, en
primer lugar ferrocarriles -cuyas vías, por ejemplo en
Argentina, tenían 28.000 kilómetros de extensión- y
bonos gubernamentales con un 79,8 por ciento del
total; sólo el 6 por ciento se encontraba situado en las
industrias de transformación.
Aunque en 1914 la producción industrial de
Estados Unidos representaba el 38 por ciento de la de
todo el mundo, su importancia no era grande como
imperialismo; éste tenía en su territorio inversiones
europeas por valor de 5.500.000.000 dólares; en el
exterior apenas poseían unos 3.770.000.000 de
dólares, de los cuales el 49 por ciento estaba en el
Caribe -incluido México-, el 5 por ciento en
Sudamérica, y lo demás (2.000.000.000 de dólares)
repartido por el resto del planeta. En síntesis, las
inversiones de Estados Unidos fuera de sus fronteras
casi no representaba el 50 por ciento de las francesas
o de las alemanas; no ascendían a más de la cuarta
parte de las británicas.
En el Caribe, los yanquis ostentaban la
hegemonía; además de sus capitales poseían colonias
-Puerto Rico y la Zona del Canal-, semicolonias Cuba y Panamá-, protectorados -Nicaragua, Haití y
Santo Domingo-; controlaban casi todas las aduanas
y deudas externas de los países de la región. En
resumen, como alertó José Martí, al dominar a Cuba
Estados Unidos se extendió por el Caribe, con esa
fuerza más empezaban a abalanzarse sobre el resto de
América Latina.
En el Caribe, Estados Unidos contaba con
1.500.000.000 de dólares en inversiones, distribuidos
así: México, 880.000.000; Cuba, 515.000.000;
Centroamérica, 112.000.000 -Guatemala 69.000.000;
Costa Rica, 7.000.000; Nicaragua, 4.000.000-, y en la
Zona del Canal -bajo su control inauguraba, el 15 de
agosto de 1914, la multimillonaria vía interoceánica.
En Sudamérica, la influencia y poderío del
imperialismo yanqui no alcanza la misma notoriedad;
la preponderancia británica en el área dificultaba su
avance. En América del Sur, Estados Unidos apenas
había invertido unos 200.000.000 de dólares,
repartidos de manera desigual: en Chile, 100.000.000
-Braden Cooper Company (El Teniente), Chile
Exploration Company (Chuquicamata) Anaconda,
Kennecott Cooper Company-, sobre todo en minería;
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
en Perú tenía invertidos 80.000.000 de dólares International Petroleum Company (subsidiaria de la
Standard Oil) dueña de los yacimientos de La Brea y
Fariñas, Peruvian Mining Syndicate (luego Cerro de
Pasco Mining Corporation) poseedora asimismo de la
Peruvian Railway Company; la misma casi
monopolizaba los ferrocarriles; y Grace, antes
inglesa; en Bolivia, un empréstito de la Speyer and
Company. Del otro lado de Los Andes los intereses
norteamericanos tenían un carácter aún más
incipiente, aunque empezaban a poseer relevancia en
Argentina; al cesar las exportaciones de carne de
Estados Unidos -debido a la ampliación del mercado
interno-, la US Armour compró (1907) el famoso
frigorífico La Blanca, y la Compañía Swift, el La
Plata Cold Storage, con el propósito de mantener sus
ventas hacia la Gran Bretaña.
En Uruguay, los yanquis habían iniciado sus
operaciones, pero con mayor retraso (1911): la
Standard Oil Company, el National City Bank of
New York, y la Lone Star Cemenent Corporation. En
otras repúblicas sudamericanas, los capitales
estadounidenses eran minúsculos; Paraguay,
Colombia y Venezuela contaban con 3.000.000 de
dólares cada uno. Sólo en Ecuador las inversiones
norteamericanas alcanzaban una importancia
superior, ascendente a 10.000.000 de dólares; la
mitad del capital de la Guayaquil and Quito Railway
Company les pertenecía; mientras el resto era
propiedad de ese Estado norandino. Por esto, en la
obra de Vladimir Ilich Lenin, El imperialismo, fase
superior del capitalismo, se puede leer:
Los capitalistas norteamericanos envidian a su
vez a los ingleses y alemanes: “En América del
Sur -se lamentaban en 1915- cinco bancos
alemanes tienen 40 sucursales; cinco ingleses, 70
sucursales (…) Inglaterra y Alemania, en el
transcurso de los últimos veinticinco años, han
invertido en Argentina, el Brasil y Uruguay cuatro
mil millones de dólares aproximadamente; como
resultado de ello disfrutan del 46 % de todo el
comercio de esos tres países.”77
El imperialismo alemán tenía invertido en Europa
-Rusia, Italia, Austria-Hungría, Rumania, Serbiaaproximadamente el 50 por ciento de sus casi
7.000.000.000 de dólares exportados en capital, al
iniciarse la Primera Guerra Mundial. Asia, África y
Oceanía -en especial Turquía- habían recibido un 20
por ciento y aunque el interés por América Latina
crecía con rapidez, aún sólo captaba el 13 por ciento
de dichas cifras. En Argentina y Brasil, Alemania
contaba -en cada uno- con 250.000.000 de dólares,
situados en una diversidad de industrias y negocios;
en México, poseía unos 80.000.000 (1910); en
Uruguay, 37.000.000; en Chile dominaba una parte
77
Vladimir Ilich Lenin: El imperialismo, fase superior del
capitalismo, ed. cit., t. V, p. 426.
35
de la industria salitrera.
En contraste, en Perú, Ecuador y las naciones del
Caribe, dichos capitales habían sido invertidos con
preferencia en plantaciones y en el comercio
derivado de ellas. Así, en Guatemala, poseían bienes
por un total de 80.000.000 en diversos servicios;
preponderaba en el comercio y la banca monopolizados por ella en sus tres cuartas partes-, y
sobre todo, en las plantaciones de café, de cuyas
producciones era dueña en un 60 por ciento,
También, en la vecina Honduras el poderío alemán
impresionaba: 170 latifundios cafetaleros asentados
en la región de Amapa; los mismos producían el 40
por ciento del total de las exportaciones del país. En
dicho puerto del Pacífico, los germanos eran
propietarios de importantes entidades de comercios,
líneas navieras, de transportes locales y bancos. En
Costa Rica tenían algunas compañías de servicios; en
República Dominicana el 25 por ciento del
intercambio total se efectuaba con Alemania, cuyas
casas de Hamburgo, además, monopolizaban el
comercio de tabaco; en Venezuela y Colombia -por
sus inversiones- ocupaba el segundo lugar con unos
22.000.000 y 15.000.000 respectivamente, ubicados
en empresas de servicios y comercio. En Ecuador, los
alemanes casi disfrutaban del monopolio exterior,
gracias a una hábil política financiera que brindaba
créditos a los comerciantes y plantadores de
Guayaquil; ellos facilitaban dinero a menor interés
que el tradicionalmente cobrado en este país
norandino. Además, los súbditos de Alemania
adquirieron plantaciones en las cuales cultivaban el
cacao en gran escala y con alta productividad. En
resumen, el comercio germano-latinoamericano se
incrementaba con celeridad; debido a su volumen
ocupaba el tercer lugar -después de Estados Unidos e
Inglaterra- al controlar el 16,4 por ciento de nuestras
exportaciones y el 12 por ciento de todas las
importaciones del subcontinente.
Hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, al
importantísimo mercado financiero de París afluían,
cada año, unos 1.000.000.000 de dólares -fruto del
ahorro de los pequeños propietarios, centralizado en
la banca- cuyo 26 por ciento marchaba al extranjero,
sobre todo, casi dos tercios, hacia Europa; en el
imperio del Zar, los inversionistas franceses tenían
2.300.000.000, y en el Imperio Austro-húngaro,
440.000.000. De los 1.600.000.000 de dólares
exportados hacia África-Asia-Oceanía (que absorbía
el 20 por ciento del total), sólo en Turquía había
500.000.000.
En América Latina se encontraban 1.200.000.000,
apenas el 17 por ciento de los más de 7 mil millones
en capitales franceses en el mundo. Por todo lo antes
expuesto se comprende que, en los intereses
imperialistas de Francia, primaba la banca; sus
prácticas usureras se vinculaban de manera muy
estrecha con las orientaciones gubernamentales; las
36
mismas dirigían dicho dinero hacia los empréstitos
de Estado para después utilizarlos como arma
política. Esta costumbre reflejaba la creciente
debilidad de la industria francesa, cuya producción
(1913) sólo representaba ya el 6 por ciento de la de
todo el planeta. En nuestro subcontinente, los
principales países con inversiones francesas eran,
Brasil, 675.000.000 -donde tenían algunos
ferrocarriles-;
México
(1910),
421.000.000;
Argentina, 386.000.000; Uruguay, 37.000.000;
Venezuela, 20.000.000. Bolivia y Costa Rica también
habían concertado préstamos con bancos parisinos
como el Crédit Mobilier Français. Por último, es
interesante destacar que únicamente en México
preponderaban los capitales franceses ubicados en
industrias y bancos, aunque en Chile la situación se
asemejaba, pero con intereses nucleados alrededor
del salitre que dominaban en un 15 por ciento.
En América Latina las inversiones de los cuatro
principales imperialismos, junto con los capitales de
algunos otros como Italia -famosa, por ejemplo, por
sus intentos de presionar militarmente el cobro del
empréstito Cerrusti, a Colombia en 1898- y Japón,
ascendían a unos 8.800.000.000 de dólares en las
naciones formalmente soberanas de Latinoamérica.
Aunque sin constituir colonias ni tampoco llegar a
ser protectorados -salvo determinados casos en el
Caribe-, ese monto reflejaba una completa
dependencia, caracterizada por Vladimir Ilich Lenin
de la siguiente manera:
Puestos a hablar de la política colonial de la
época del imperialismo capitalista, es necesario
hacer notar que el capital financiero y la política
internacional correspondiente (...), originan
abundantes formas transitorias de dependencia
estatal. Para esta época son típicos no sólo los dos
grupos fundamentales de países -los que poseen
colonias y las colonias-, sino también las formas
variadas de países dependientes que desde un
punto de vista formal gozan de independencia
política, pero que en realidad se hallan envueltos
en las redes de la dependencia financiera y
diplomática. Una de estas formas, la semicolonia,
la hemos indicado ya antes. Modelo de otra forma
es, por ejemplo, la Argentina.
La selección es magnífica; ningún Estado en
aquellos tiempos podía ejemplificar tan bien como
Argentina la dependencia de un país, formalmente
soberano, con el imperialismo. No es difícil imaginar
los fuertes vínculos establecidos entre el capital
financiero de Inglaterra y la burguesía agroexportadora de Argentina, círculo dirigente de su
vida económica y política. Por el cúmulo de las
inversiones imperialistas en su territorio, Argentina
ocupaba en 1914 el primer lugar en América Latina.
La cifra de unos 2.400.000.000 de dólares, de los
cuales cerca de 1.555.000.000 pertenecían al
imperialismo inglés; luego se situaba Francia con
Alberto Prieto Rozos
386.000.000 y Alemania con 250.000.000. En
Buenos Aires, seis grandes bancos extranjeros cuatro ingleses, uno alemán y otro italiano eran los
más notorios agentes imperialistas; el más antiguo,
The London and River Plate Bank distribuyó a sus
accionistas, en el período de 1910-1913, un
dividendo medio del 20 por ciento. En lo
concerniente a los empréstitos de la República
Argentina, la parte de los capitales ingleses llegaba,
aproximadamente, al 50 por ciento. También, los
ferrocarriles, explotados en su inmensa mayoría por
sociedades particulares, eran propiedad de compañías
inglesas en sus cinco sextas partes; dichas empresas
importaban de Gran Bretaña el material y el carbón;
empleaban como cuadros superiores a técnicos
ingleses, y lograban importantes ganancias.
El dudoso privilegio de ocupar el segundo lugar
por el monto de los capitales extranjeros invertidos
dentro de sus fronteras, se lo disputaban Brasil y
México. En este último país, las inversiones yanquis
ascendían
a
880.000.000
en
ferrocarriles,
explotaciones mineras o petrolíferas, e incluso en
empresas agrícolas. Una aguda pugna había
enfrentado en las tierras mexicanas al imperialismo
norteamericano con el inglés; su trasfondo específico
era el problema del petróleo. México ocupaba en
aquella época el tercer lugar en la producción
mundial; con una parte de esas exportaciones, Gran
Bretaña aseguraba el abastecimiento de sus navíos de
guerra. Al respecto, en julio de 1913, Winston
Churchill, primer lord del Almirantazgo se manifestó
con ferocidad en la Cámara de los Comunes; debido
a la rivalidad entre las grandes compañías
petrolíferas, cada imperialismo apoyaba a uno u otro
gobernante mexicano, según éstos se manifestaran
respecto a sus correspondientes proyecciones en
política económica.
Sin embargo, cuando la diplomacia yanqui
protestó por el respaldo brindado por los británicos al
gobierno de Huerta, Inglaterra reflexionó y terminó
por ceder (en noviembre de 1913); como decía un
importante periódico londinense adepto al Gobierno
británico: “todo el capital inglés en México no podría
compensar ni siquiera el solo riesgo de perder la
amistad americana”. A cambio del gesto inglés,
Estados Unidos prometió revisar en beneficio de los
intereses británicos la tarifa concerniente a los
derechos de paso por el Canal de Panamá. El trato
fue sellado mediante la ocupación yanqui de
Veracruz (abril de 1914); la misma proclamó una vez
más al mundo la supremacía estadounidense en el
área caribeña. A manera de comparación se puede
señalar que, en aquellos mismos tiempos, las
inversiones de Francia y Alemania sólo
representaban el 20,6 por ciento y 3,5 por ciento
respectivamente, de los capitales extranjeros
colocados en México.
En Brasil, la magnitud de la penetración
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
imperialista, en vísperas de la Primera Guerra
Mundial, se expresa en las siguientes cifras: cerca de
2.000.000.000 de dólares invertidos en el país, en su
mayor parte en valores, títulos del Estado. Se estima
que de esa cantidad 720.000.000 correspondían a
Inglaterra; 675.000.000 a Francia -que poseía en
Brasil sus mayores intereses en la región-;
250.000.000 a Alemania -invertidos sobre todo en las
áreas sureñas, de gran inmigración germana-,
50.000.000 a Estados Unidos, y el resto, a otras
naciones. De esta manera, Brasil constituía, después
de Argentina y México, el centro del interés
imperialista en América Latina.
Desde el punto de vista de las inversiones directas
se debe señalar que los capitales foráneos se
concentraban en primer lugar en los ferrocarriles; en
Brasil, el Estado había concedido a sociedades
particulares la mayoría de dichas vías. Así, las
grandes líneas convergentes hacia Río de Janeiro
eran inglesas; una compañía belga explotaba las de
Río Grande do Sul; una empresa francesa las de
Bahía. Por aquella época, además, los recursos
brasileños en manganeso y en hierro comenzaban a
ser descubiertos; fueron los ingleses quienes, en
Minas Geraes -cuyas reservas eran considerables-,
invirtieron capitales y explotaron los yacimientos. La
principal propietaria de dichas inversiones fue la
British Itabira Iron. En lo concerniente al comercio
exterior del café, ingleses y alemanes mantenían una
notable ascendencia; a veces la misma se tornaba en
aguda rivalidad.
El cuarto y quinto lugares en lo relacionado con la
penetración imperialista, los ocupaban Cuba -Estados
Unidos 515.000.000; Gran Bretaña 216.000.000- y
Chile. En esta última nación, los ingleses tenían
305.000.000 y los estadounidenses 110.000.000; pero
el Estado poseía la mayoría de los ferrocarriles, salvo
tres de innegable importancia: la línea que comunica
Taena con Arica, la que enlaza con la costa los
yacimientos de nitratos; y la que cruzaba con destino
a Argentina la cordillera de Los Andes. Además, los
propios yacimientos de nitratos, que constituían el
más importante producto de exportación y el
principal ingreso presupuestario, en un 60 por ciento
se encontraban en manos de sociedades extranjeras:
32 inglesas, 3 alemanas, 1 americana; por su parte,
los franceses controlaban intereses equivalentes al 15
por ciento de la industria.
Perú con capitales extranjeros bastante menores
que los existentes en Chile, totalizaba, sin embargo,
poco más de 300.000.000 de dólares, distribuidos de
la siguiente manera: Inglaterra, 166.000.000; Estados
Unidos, 80.000.000; seguidos a cierta distancia por
Alemania y Holanda. Después se situaba el pequeño
Uruguay, escasamente poblado; acaparaba unos
274.000.000 -quizás por poseer la mayor densidad
ferrocarrilera en América Latina-, en su mayor parte
de Gran Bretaña (180.000.000), seguida por Francia
37
y Alemania, cada uno con 37.000.000; Estados
Unidos poseía menos de 20.000.000. Guatemala era
la única República latinoamericana donde
predominaban las inversiones alemanas; del total de
150.000.000 invertidos por los extranjeros, las
mismas representaban más de la mitad, con
80.000.000; Estados Unidos, su más cercano rival,
sólo poseía 69.000.000.
Ninguno de los otros Estados del subcontinente
alcanzaba el centenar de millones en inversiones
extranjeras en su territorio; por orden de importancia
eran Venezuela, que empezaba a sufrir el saqueo de
su petróleo, con 85.000.000 -desglosados en
40.000.000, Gran Bretaña; 22.000.000, Alemania;
20.000.000, Francia; 3.000.000, Estados Unidos-;
Colombia, poseedora de pocos ferrocarriles:
55.000.000 -cuyo monto correspondía sobre todo a
Gran Bretaña con 34.000.000; Alemania con
15000.000; Estados Unidos, 3.000.000-; Ecuador,
30.000.000 -también predominaba Inglaterra con
15.000.000, seguida de Estados Unidos 10.000.000 y
Alemania, 5.000.000-; Costa Rica, con 22.000.000 en la práctica sólo tenía inversiones directas yanquis. En Bolivia -también con pocos ferrocarriles- la
situación se invertía, pues de 20.000.000, los ingleses
poseían 16.000.000. Una idéntica correlación de
fuerza entre imperialistas existía en Paraguay;
16.000.000 de los 20.000.000 habían sido invertidos
por británicos; Estados Unidos sólo contaban con
3.000.000. Pero, en Honduras (10.000.000), El
Salvador (7.000.000) y Nicaragua (4.000.000) los
únicos capitales foráneos pertenecían a los yanquis.
Quedaban Haití y Santo Domingo; los mismos
sufrían las consecuencias de agudas pugnas
interimperialistas. No obstante, la hegemonía sobre
dichas repúblicas se definió al estallar la Primera
Guerra Mundial, ésta fue aprovechada por los
estadounidenses para imponer sobre aquéllas su
“protectorado”.
3. I"ICIO DE LA CRISIS GE"ERAL DEL
CAPITALISMO.
La gran Revolución Socialista de Octubre y sus
repercusiones en América Latina.
Los trabajadores, pilar básico del movimiento de
liberación nacional contemporáneo, crearon sus
primeras organizaciones en América Latina a
mediados del siglo XIX. Fueron los artesanos
quienes las hicieron surgir, con el objetivo de
enfrentar la difícil situación creada por la creciente
penetración de las manufacturas foráneas. No
transcurrió mucho tiempo hasta que las asociaciones
artesanas atrajeran a sus filas a los más aguerridos
obreros del incipiente proletariado latinoamericano.
La estructuración de esta clase adquirió
importancia con el masivo empleo de fuerza laboral
asalariada en los saladeros, salitreras, el tendido y
funcionamiento de vías férreas, así como otros
38
sistemas
de
comunicación
y
transportes,
explotaciones mineras, frigoríficos, instalaciones
portuarias, y gracias al crecimiento de las industrias
textiles y alimentaría. Dicho proceso tomó Impulso
después, cuando en la economía agropecuaria en
proceso de expansión se abolió la esclavitud; una
parte de esa mano de obra integró las filas de los
obreros agrícolas. Sin embargo, esos elementos no se
caracterizaban por el desarrollo de su conciencia
proletaria; por ello el aporte político e ideológico de
los
trabajadores
europeos
inmigrantes
a
Latinoamérica fue trascendental; éstos llegaban a
nuestra región con relevante experiencia de la lucha
de clases, adquirida en las oleadas revolucionarias
que sacudieron al Viejo Mundo. La derrota de la
Comuna de París, en especial, provocó la
expatriación de miles de franceses, muchos de los
cuales encontraron refugio en diferentes países de
América Latina.
En su origen, la mayoría de las sociedades de
artesanos y obreros adoptaron la forma de
organizaciones mutualistas, partidarias del seguro
social basado en una colaboración voluntaria entre
sus miembros. Así se agrupaban los trabajadores con
el propósito de ayudarse, mediante cajas de socorros
mutuos, con fondos para accidentes y enfermedades,
o destinados a proteger viudas y huérfanos. Algunas
llegaban incluso a establecer cooperativas de
producción y consumo; a la vez se esforzaban por
superar culturalmente a sus integrantes. Quienes
defendían estas prácticas con frecuencia pensaban
transformar la sociedad al dotar a los proletarios de
capitales propios; creían haber encontrado un medio
para evitar la explotación de la burguesía. Pero el
cooperativismo constituyó un fracaso total; los
asalariados carecían de suficientes recursos para
estructurar sus propias empresas; la competencia
burguesa terminó por liquidarlo. El mutualismo, en
cambio, obtuvo éxitos en lo concerniente a la ayuda a
los necesitados; durante años representó la principal
forma de organizarse el naciente proletariado.
Los sindicatos primero surgieron en las regiones
de América Latina donde el capitalismo crecía con
mayor rapidez: Argentina, México, Chile, Uruguay;
su finalidad era preparar las huelgas y defender las
distintas reivindicaciones de la clase obrera. En
algunos casos nacieron con la apariencia de
sociedades de resistencia, Influidas en alguna medida
por las ideas anarquistas sembradas en las
asociaciones mutualistas. De esa manera, además de
sus tradicionales funciones, éstas comenzaron a
dirigir paros laborales, emitir protestas por los
atropellos, y elaborar pliegos de demandas.
El anarcosindicalismo, manifestación anarquista
en la época del imperialismo, se convirtió a finales
del siglo XIX en la corriente más importante del
movimiento obrero latinoamericano; se apoyaba en
los sindicatos, a los que tildaba de ser la principal y
Alberto Prieto Rozos
superior organización proletaria; rechazaba la
necesidad de un partido político para realizar la
transformación socialista de la sociedad. Otra
limitación de esa tendencia era el mentís que hacía de
la nacionalidad, fenómeno objetivo al cual no
otorgaban relevancia alguna. A pesar de estas
insuficiencias, el anarcosindicalismo desempeñó un
papel positivo en América Latina, al incentivar la
lucha huelguística, impulsar la propaganda
anticapitalista, y constituir centrales sindicales como
la Federación Obrera Regional Argentina (FORA),
en 1904; la Federación Obrera Regional Uruguaya
(FORU), en 1905; la Federación Obrera Regional
Brasileña (FORB), en 1906; la Casa del Obrera
Mundial en México (1912), y la Federación Obrera
Regional. Peruana (FORP), en 1913.
La difusión de las ideas de Carlos Marx y
Federico Engels, así como la fundación de
organizaciones políticas proletarias, se inició en la
octava década del siglo XIX; ambas prácticas
estuvieran relacionadas o de manera directa con las
actividades de la Asociación Internacional de
Trabajadores, más conocida como Primera
Internacional; la misma existió desde 1864 hasta
1876, y contó con secciones suyas en diversos países
latinoamericanos. Un nuevo ascenso del movimiento
obrero se produjo cuando, con la participación de
Federico Engels, se constituyó en 1889 la Segunda
Internacional. Pronto en América Latina surgieron
los dos primeros y duraderos partidos socialistas, el
de Argentina (1896); el de Chile (1906), que
fundaron la Unión General de Trabajadores (1903), y
la
Federación
Obrera de
Chile
(1909),
respectivamente. Entonces, en todos los órdenes, el
dirigente proletario más destacado del Cono Sur fue
el chileno internacionalista Luis Emilio Recabarren.
La mayoría de los partidos socialistas
latinoamericanos pronto manifestaron las mismas
debilidades y oportunismo que la Segunda
Internacional; sus cabecillas se despreocuparon de
los problemas del campesinado y el proletariado
agrícola. Pocas de dichas organizaciones fueron tan
lejos como el Partido Socialista Argentino; éste llegó
a aplaudir las intervenciones norteamericanas en el
Caribe. Por eso no podía extrañar que casi todas estas
agrupaciones políticas carecieran de una sólida base
social; además sufrían la ausencia de una verdadera
aristocracia obrera en América Latina. Esto, unido al
desprecio que la socialdemocracia europea
manifestaba por los trabajadores de las colonias y
protectorados, determinó la declinación de esa
corriente.
Antes de su ocaso, no obstante, se puso en
dramática evidencia la falta de un verdadero partido
marxista; tal vez como nunca, la Revolución
Mexicana padeció la insatisfecha necesidad de un
movimiento proletario capaz, decidido y firme, que
al menos impidiese a la ascendente burguesía
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
nacional lanzar a los obreros contra sus naturales
aliados de clase: los campesinos. En el proletariado
mundial existía y actuaba también otra tendencia,
verdaderamente revolucionaria, cuyo portador más
consecuente era el bolchevismo; éste surgió en Rusia
bajo la dirección de Vladímir Ilich Lenin. Debido a
estos auspicios, en América Latina -como reflejo de
la lucha obrera contra el oportunismo en todas parteslos militantes más avanzados de los partidos
claudicantes, crearon los Centros de Estudios
Sociales, germen de los futuros núcleos políticos
leninistas.78
El triunfo de la Gran Revolución Socialista de
Octubre abrió una nueva etapa para toda la
humanidad. A partir de ese momento cambió de
manera radical el desarrollo mundial; se inició la
sustitución de la formación capitalista por la
comunista; se inició la primera etapa de la crisis
general
del
capitalismo.
El
trascendental
acontecimiento ocurrido en Rusia, en 1917,
conmovió de modo profundo a la clase obrera y en
general a las masas populares latinoamericanas;
irradió la luz del marxismo-leninismo hasta los más
recónditos rincones del continente.
En muchos países de América latina, la
revolución bolchevique impulsó la diferenciación,
que ya se venía produciendo, de ciertos sectores de
izquierda en el seno de los partidos socialistas y en
las organizaciones sindicales existentes, llegó la hora
cuando en el movimiento obrero hacían crisis las
ideologías reformista y anarquista junto con la
bancarrota de la Segunda Internacional. Así, la
repercusión de la Gran Revolución Socialista de
Octubre en nuestro continente se vinculó con los
procesos internos, que en cierta manera se venían
gestando en el movimiento obrero latinoamericano.
La Gran Revolución Socialista de Octubre ejerció
una notable influencia en todos los sectores
progresistas de América Latina, desde la clase obrera
hasta otros grupos sociales como los integrados por
intelectuales y estudiantes. La magnitud de ese
impacto se reflejó ante todo en un despertar
democrático y nacional; en una intensificación de las
luchas de reivindicación de los trabajadores. Por
primera vez en la historia de este continente, la clase
obrera irrumpía de forma activa en la arena política,
ya no sólo para exigir mejoras de sus condiciones de
vida y trabajo, sino para algo mucho más importante:
luchar por el establecimiento de libertades
democráticas, por la eliminación de los latifundios y
de la gran propiedad terrateniente y en pro de la
liberación económica nacional frente a la dominación
del capital extranjero.
Los obreros de América Latina manifestaron de
78
Ver Sergio Guerra y Alberto Prieto: Cronología del
movimiento obrero y de las luchas por la revolución
socialista (1850-1916), Casa de las Américas, La Habana,
1975.
39
diversas formas su simpatía, apoyo y solidaridad
hacia la Patria de Lenin, a partir del mismo momento
en que se conocieron los acontecimientos de Rusia.
Durante los años subsiguientes a la Primera Guerra
Mundial, el movimiento de respaldo a la revolución
bolchevique movilizó a miles de trabajadores; se
convirtió en una de las formas más importantes de
lucha del proletariado latinoamericano para
contribuir así a afianzar la conciencia clasista de los
obreros.
La Revolución de Octubre encontró fervientes
partidarios y entusiastas propagandistas en los
periódicos y revistas socialistas e incluso en la prensa
anarquista -a veces por ignorancia del verdadero
carácter de la revolución bolchevique y, en otras, por
un espontáneo proceso de admiración hacia el
proletariado ruso-, con la publicación de decretos y
documentos soviéticos y artículos de Vladímir Ilich
Lenin
y
otros
dirigentes
bolcheviques.
Personalidades, intelectuales como el brasileño Lima
Barreto, líderes campesinos como Emiliano Zapata
en México, o pensadores anarquistas de la talla de
Ricardo Flores Magón, saludaron entusiasmados los
acontecimientos de Rusia.
La activa propaganda revolucionaria desarrollada
en toda América Latina desde 1917, sobre la base de
los éxitos del Estado soviético, incidió de manera
considerable
en
el
fortalecimiento
del
internacionalismo y la conciencia clasista entre los
trabajadores, y sobre todo, en la creación de las
premisas para la formación de los partidos obreros
marxista-leninistas.
Bajo la influencia directa de la Gran Revolución
Socialista de Octubre y de las enseñanzas de su
genial conductor Vladímir Ilich Lenin, se produjo en
América Latina el gran salto cualitativo en la lucha
de clases entre el proletariado y la burguesía, como
resultado de la conjugación del movimiento obrero
con su teoría revolucionaria: el marxismo. La
expresión más acabada de ese proceso fue de manera
indudable la fundación de los partidos comunistas.
En los países latinoamericanos donde existían
organizaciones socialistas -tal es el caso del Cono
Sur y en cierta forma de México-, éstas se dividieron
o radicalizaron entre 1918 y 1920; de los sectores
leninistas surgieron partidos de nuevo tipo; con
rapidez se afiliaron a la Tercera Internacional. Una
segunda etapa se desarrolló en forma más o menos
semejante entre 1928 y 1930 en Colombia, Perú y
Ecuador. En otros países del continente como Brasil,
Paraguay y varios de América Central, gran número
de obreros revolucionarios abandonaron de forma
definitiva las filas del anarquismo y del sindicalismo;
abrazaron las banderas del comunismo científico.
Formas hasta cierto punto peculiares adoptó la
fundación de partidos obreros marxistas, en Cuba
(1925); Bolivia (1928); Panamá (1930); Venezuela
(1931); Puerto Rico (1933) y Haití (1934) países
40
donde los obreros radicalizadose intelectuales
revolucionarios se fusionaron en el Partido
Comunista, en general con la ayuda solidaria de
organizaciones hermanas dotadas ya de una mayor
experiencia. Personalidades descollantes en todo este
proceso fueron, en el Cono Sur, Luis Emilio
Recabarren; José Carlos Mariátegui en Perú y Julio
Antonio Mella, en Cuba y México.
La fundación de los partidos comunistas en
América Latina respondió a necesidades objetivas de
la clase obrera; constituyó al mismo tiempo, la
expresión más alta de la madurez y del desarrollo
político e ideológico alcanzado por la vanguardia del
proletariado latinoamericano.
Desde su fundación, los partidos comunistas
latinoamericanos se afiliaron a la Tercera
Internacional, fundada por Vladímir Ilich Lenin, en
marzo de 1919; como es conocido, el Comintern nombre con el cual se conoció a la Internacional
Comunista- surgió como un gran partido mundial; en
el mismo, cada organización nacional constituía
propiamente una sección. Todas las decisiones de los
órganos centrales de la Tercera Internacional aplicando los principios del centralismo democrático, eran de obligatorio cumplimiento para los partidos
miembros. Este y otros requisitos de admisión se
recogieron en las famosas “21 Condiciones”,
elaboradas por Vladímir Ilich Lenin y aprobadas en
el Segundo Congreso de la Internacional Comunista,
celebrado en Moscú, en 1920.
La Tercera Internacional se enfrascó en una tenaz
batalla contra los partidos y organizaciones
oportunistas y reformistas socialdemócratas y contra
las corrientes anarquistas; activó en cada país la
formación de partidos obreros, revolucionarios, como
paso imprescindible para marchar a los combates de
clase del proletariado y la toma del poder político.
Esa tarea histórica no podía realizarse de otra
manera; abarcó también a los primeros partidos
comunistas de América latina.
Ya durante sus primeros años de existencia los
partidos comunistas latinoamericanos, siguiendo las
orientaciones emanadas de la Tercera Internacional,
utilizaron las más diversas formas de lucha. Por
entonces, el movimiento comunista internacional
hacía énfasis en la necesidad de desplegar una
intensa labor entre las masas populares, con el
objetivo de conquistar una sólida influencia en las
más amplias capas trabajadoras. Como Vladímir Ilich
Lenin había expuesto en La enfermedad infantil del
izquierdismo en el comunismo (1920), la actuación
de los comunistas en los sindicatos reformistas y en
los parlamentos burgueses -incluso el reconocimiento
de la posibilidad de acuerdos con otras fuerzas- no
era en modo alguno síntoma de oportunismo político;
por al contrario, una faceta más del trabajo
revolucionario, siempre y cuando no se convirtiera en
un fin por sí mismo y estuviera supeditada a los
Alberto Prieto Rozos
objetivos fundamentales de lucha de la clase obrera.
Esta línea fue desarrollada con amplitud en los
congresos Tercero (1921) y Cuarto (1922) de la
Internacional Comunista y aplicada de manera
consecuente por los partidos marxista-leninistas de
América Latina. Era la táctica conocida como del
“frente único obrero”, fórmula principal del trabajo
proletario para atraer a las masas y luchar por la toma
del poder para el proletariado.
Fue a partir del Sexto Congreso de la
Internacional Comunista, celebrado en 1928, que la
anterior línea política varió, en consonancia con los
cambios ocurridos en la situación mundial. Eran los
años de la estabilización parcial del capitalismo, que
colocó al movimiento comunista internacional ante
dificultades hasta entonces no previstas. La
cooperación con organizaciones socialistas había
provocado
en
muchos
países
que
los
socialdemócratas de derecha desarmaran al
proletariado con su política colaboracionista con la
burguesía; ahondaban la división y creaban en los
trabajadores falsas ilusiones con respecto a la lucha
parlamentaria y a las posibilidades de utilización de
las instituciones burguesas. Las campanas contra los
comunistas y las concesiones a la reacción realizadas
por estas fuerzas, en gran medida condujeron al
ascenso experimentado por el fascismo; facilitaron la
preparación de su ofensiva contra el movimiento
obrero.
En estas circunstancias históricas se enmarca el
cambio de táctica del movimiento comunista
internacional; reaccionó contra la política de
colaboración de clases de la socialdemocracia y las
desviaciones oportunistas de derecha detectadas en
algunos partidos comunistas. El viejo lema de
“gobierno obrero y campesino” se convirtió en
sinónimo de dictadura del proletariado. La consigna
“clase contra clase”, adoptada en un ambiente de
agudización de la lucha entre el proletariado y la
burguesía, fue enarbolada por la Internacional con el
objetivo de oponerse a la coalición de la
socialdemocracia con los partidos burgueses:
apartaba a los obreros de la política conciliadora de
los reformistas, aunque en algunas partes dio por
resultado cierto menosprecio hacia las capas
trabajadoras no proletarias. La indignación por la
traición de los líderes reformistas de derecha llevó al
criterio erróneo de caracterizar a toda la
socialdemocracia como socialfascistas, ello impidió
la posibilidad de concretar el anhelado frente único
proletario, ahora denominado Bloque Obrero
Campesino.
Era la época en que se desarrollaba la política de
“bolchevización” de los partidos comunistas: la
misma desempeñó en sentido general un importante
papel en la superación del oportunismo de derecha y
en la lucha contra el trotskismo -iniciada en el Quinto
Congreso de la Tercera Internacional efectuado en
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
1924-, así como en la formación de auténticos
cuadros revolucionarios de la clase obrera. Esa
táctica se mantuvo hasta el Séptimo Congreso de la
Internacional Comunista, realizado en el verano de
1935.
La aplicación de estos métodos de lucha
revolucionaria, no obstante las limitaciones
apuntadas, impulsó el desarrollo del movimiento
obrero y comunista en América Latina; produjo
importantes progresos a finales de los años veinte. Se
aceleró la crisis de la vieja dirección reformista y
anarcosindicalista en las organizaciones obreras y
federaciones nacionales; este proceso estuvo
acompañado por la creación de sindicatos
revolucionarios. Gracias a ellos se dieron pasos
firmes para establecer la unidad de acción entre los
sindicatos clasistas en muchos países de América
Latina.
En la misma medida en que crean las
organizaciones sindicales clasistas en los países de
América Latina, surgía la necesidad de lograr la
unión subcontinental del movimiento obrero
revolucionario. La idea de la unidad en el sindicato
de industria y en la federación local y finalmente en
la central nacional, se coronaba en el proyecto de la
integración
proletaria
latinoamericana
e
internacional. A escala mundial, este esfuerzo había
dado frutos con la formación de una gran sindical
clasista -creada en Moscú en 1921 con el nombre de
Internacional Sindical Roja-; la misma luchaba
contra las organizaciones auspiciadas separadamente
por la socialdemocracia, la Iglesia Católica y los
anarquistas. En el plano continental, estas corrientes
diversionistas no habían logrado muchos éxitos en
sus intentos por organizar una asociación sindical
que abarcara a toda América Latina.
En diciembre de 1918, auspiciada por la central
reformista norteamericana American Federation of
Labor (AFL) y la Confederación Regional Obrera de
México (CROM), se había formado en Laredo.
Texas, la Confederación Obrera Panamericana
(COPA). La COPA estaba destinada por sus
fundadores a intentar convencer a las masas del
supuesto papel progresista desempeñado por el
capital extranjero en América Latina; sembraba en el
movimiento obrero, el reformismo al servicio de las
patronales y de las entidades y consorcios
imperialistas. En su fundación habían participado 72
delegados, de los cuales 45 eran de Estados Unidos,
21 de México y 5 de Guatemala, El Salvador, Costa
Rica y Colombia. Más tarde se integraron algunas
sindicales reformistas de Cuba, Honduras, Puerto
Rico, Nicaragua y Bolivia: En realidad, la COPA
nunca llegó a obtener respaldo en América Latina salvo cierta influencia en el Caribe y Centroaméricay sólo llegó a incluir dos centrales nacionales, la
CROM y la AFL; desapareció finalmente sin
mayores glorias, en 1934.
41
La socialdemocracia también intentó extender su
influencia
sobre
el
movimiento
obrero
latinoamericano; se aprovechaban los nexos
históricos existentes entre este continente y España.
En 1928 la Federación Sindical Internacional de
Ámsterdam (socialdemócrata), realizó en Buenos
Aires un cónclave -ya en 1919 se había celebrado un
Congreso Continental Socialista en la misma ciudaden el cual se fundó la efímera Confederación Obrera
Ibero-Americana, con la participación de cuatro
delegados pro gubernamentales de Venezuela, Cuba,
Uruguay, España y la Confederación Obrera
Argentina.
Con vista a lograr la unidad del movimiento
obrero latinoamericano, y para enfrentar la
penetración de los sindicatos amarillos de origen
europeo o norteamericano, las organizaciones
clasistas de nuestro continente, empezaron a
coordinar sus acciones al final de los años veinte. En
una reunión efectuada en Moscú, después de
terminada la conmemoración del 7 de noviembre de
1927, representantes obreros de Argentina,
Colombia, Cuba, México, Uruguay, Chile y Ecuador,
acordaron aunar sus esfuerzos en favor de la unidad
de los trabajadores. En abril de 1928 los sindicatos de
América Latina, que ya se orientaban por los
principios
del
sindicalismo
revolucionario
sustentados por la Internacional Roja, crearon un
Comité Pro Confederación Sindical Latinoamericana;
en septiembre lanzó la convocatoria a un Congreso
subcontinental. Antes de llegar la fecha de
celebración de dicha asamblea obrera, el Comité Pro
Confederación Sindical Latinoamericana, recogiendo
un llamado de la Unión Obrera del Paraguay,
convocó a una Conferencia Sindical contra los
peligros de guerra en El Chaco, al agravarse el
conflicto entre los gobiernos de Paraguay y Bolivia,
encendido por las rivalidades interimperialistas.
La Conferencia inaugurada el 25 de febrero de
1929, denunció a los provocadores imperialistas del
diferendo de El Chaco y la culpabilidad de los
gobiernos oligárquicos de ambos países; condenó la
propaganda chovinista para azuzar la guerra; llamó a
la clase obrera y a las masas populares a oponerse a
las pretensiones imperialistas. En el período entre la
convocatoria del Congreso y su celebración, se
aceleró en América Latina la lucha en favor de la
unidad sindical y la formación de centrales
nacionales
orientadas
por
los
principios
revolucionarios. Así, se crearon entre otras la
Confederación General del Trabajo del Uruguay
(CGTU), la Confederación General del Trabajo
(CGT) en Brasil; la Confederación Sindical Unitaria
de México (CSUM).
Por fin, en mayo de 1929, se constituyó en
Montevideo la Primera Conferencia Sindical
Latinoamericana. Fue un acontecimiento sin
precedentes en la historia del proletariado
42
latinoamericano; dio Inicio a una era de solidaridad y
de coordinación efectiva de las relaciones entre las
organizaciones obreras del continente. La comunidad
de intereses y problemas de las masas trabajadoras de
América Latina permitió sentar las bases para la
asociación de sus sindicatos nacionales sobre la base
de un programa revolucionario; éste adoptó el
nombre de Confederación Sindical Latinoamericana
(CSLA). Se convirtió así en la primera organización
continental de la clase obrera con una definida
orientación clasista, acorde con los principios del
sindicalismo revolucionario; alzó la bandera de la
lucha por el marxismo-leninismo, contra la
dominación
imperialista.
En
el
Congreso
Constituyente de la CSLA estuvieron presentes
representantes de 10 sindicatos nacionales, 2
federaciones regionales y 3 federaciones locales de
México, Colombia, Cuba, Uruguay, Bolivia,
Ecuador, Perú Guatemala, Venezuela, El Salvador,
Panamá, Brasil, Argentina, Costa Rica y Paraguay.
Las organizaciones y centrales sindicales
adheridas a la esta dirigieron, durante el período
comprendido hasta 1935-1936, importantes luchas
obreras que captaron al movimiento revolucionario,
la
simpatía
de
miles
de
trabajadores
latinoamericanos, apartándolos de las funestas
influencias del reformismo y el anarquismo.
Finalizado el cónclave sindical, se efectuó en
Buenos Aires (1º al 12 de junio de 1929), la Primera
Conferencia de los Partidos Comunistas de América
Latina; la misma contó con la asistencia de 38
delegados. Allí se tomó el acuerdo de solidaridad con
la Unión Soviética; se analizó el carácter del proceso
revolucionario en nuestro continente. Se llegó a la
conclusión de que la revolución en América Latina
tendría un carácter antiimperialista, agrario y
democrático. En la reunión se encontraban
representantes de las organizaciones marxistaleninistas de Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia,
Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México,
Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. De
los partidos comunistas existentes en América Latina
sólo el de Chile no pudo participar en la actividad;
sus delegados fueron víctimas de la represión policial
del régimen de Ibáñez.
Unos meses después de concluida la Conferencia
de los Partidos Comunistas de América Latina,
comenzaron a manifestarse los primeros síntomas de
la crisis económica de 1929-1933. La depresión se
desarrolló teniendo como trasfondo la crisis general
del sistema capitalista. Al calor de los efectos de la
depresión proliferaron en América Latina una serie
de movimientos nacionalistas, sublevaciones
populares, revueltas campesinas y fallidos intentos
revolucionarios que estremecieron el continente de
un extremo a otro. Entre ellos pueden mencionarse la
sublevación de los trabajadores salvadoreños en
1932; los experimentos seudosocialistas en Chile,
Alberto Prieto Rozos
bajo la égida de Marmaduke Grove, que condujeron
a la implantación de la efímera "República
Socialista" (1932); la huelga general obrera que
derribó a la dictadura de Gerardo Machado en Cuba,
en 1933; las victorias del movimiento liberador de
Nicaragua en contra de la ocupación norteamericana,
que se desarrollaron hasta la muerte de Sandino
(1934) y la revuelta popular de la Alianza Nacional
Liberadora de Brasil (1935), dirigida por Luis Carlos
Prestes. La reacción y el imperialismo trataron de
frenar el incremento de las luchas populares
mediante la intensificación de los más sangrientos
métodos de represión.
En el campo internacional se vivían los días
amargos de la consolidación del fascismo en Italia y
el ascenso al poder de Adolfo Hitler en Alemania. En
medio de una nueva depresión económica que
conmovió al sistema capitalista, a finales de los años
treinta, el eje nazi-fascista amenazaba con una nueva
conflagración mundial; las grandes potencias
occidentales trataban de desviarla contra la Unión
Soviética.
Estas
circunstancias
condujeron
objetivamente a las fuerzas progresistas y
democráticas a tratar de lograr la unidad del
movimiento obrero, con vista a conjurar los peligros
que se cernían sobre la humanidad. Como parte de
una vasta campaña internacional, en América Latina
se desplegó, encabezado en primera fila por los
partidos comunistas, un gran movimiento de masas
encaminado a evitar la guerra y detener el avance del
fascismo. En la labor de unir a todas las fuerzas
patrióticas y democráticas del continente tuvo
importante significado la Segunda Conferencia de los
Partidos Comunistas de América latina, efectuada en
Montevideo en octubre de 1934; particularmente
también, el Séptimo Congreso de la Tercera
Internacional, que se reunió en Moscú, en julio de
1935.
En la Segunda Conferencia de los Partidos
Comunistas de América Latina, los representantes de
las diferentes organizaciones marxista-leninistas
llegaron a la conclusión de que la revolución social
en nuestro continente se hallaba íntimamente
vinculada a la lucha de liberación nacional. Allí se
acordó luchar por la consecución de un amplio frente
popular antiimperialista, destinado a combatir la
opresión extranjera y lograr reivindicaciones
antifeudales y democráticas.
Los acuerdos del Séptimo Congreso de la
Internacional Comunista alcanzaron una importancia
decisiva con vista a detener la ofensiva de la reacción
y el fascismo. Partiendo de los intereses nacionales y
democráticos, y teniendo en cuenta la experiencia
acumulada por el movimiento revolucionario, los
comunistas acordaron exhortar a todas las fuerzas
patrióticas a constituir frentes populares con la
finalidad de impedir el avance fascista y servir de
catalizador en las luchas por la realización de
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
profundas transformaciones económicas y sociales
junto con el desarrollo de un avanzado programa
antiimperialista.
A raíz de iniciarse la sublevación falangista de
España en 1936 -apoyada por la Italia fascista y la
Alemania hitleriana, con la complicidad de potencias
occidentales-, los trabajadores de América Latina se
pronunciaron de manera revuelta en favor de
defender la República Española. Con este objetivo
recaudaron fondos; enviaron medicinas y alimentos;
sobre todo, organizaron brigadas de voluntarios que
marcharon hacia España a defender, con las armas en
las manos, al pueblo español de las garras del
fascismo, en el marco de una potente ola de
solidaridad mundial encabezada por la Unión
Soviética y el movimiento comunista internacional.
Los resultados de los combates de clase y la lucha
contra el fascismo y el imperialismo, mostraron al
proletariado latinoamericano la importancia de las
acciones conjuntas con las organizaciones sindicales
progresistas y otras fuerzas democráticas y
antiimperialistas; fortalecieron con ello los esfuerzos
en pro de la idea de unificar el movimiento obrero.
En varios países de América latina se lograron firmes
avances en este sentido; surgieron centrales
sindicales nacionales; las mismas incorporaron en un
solo torrente a la inmensa mayoría de la clase obrera.
Este proceso fue preparando las condiciones para
integrar el movimiento sindical de toda América
latina sobre bases unitarias y democráticas. Como
compartía estas tesis, el Comité Ejecutivo de la
Confederación Sindical latinoamericana (CSLA)
acordó disolverse en 1936, para dar paso a una
organización sindical mucho más amplia, destinada a
ocupar un lugar cimero en el enfrentamiento con la
reacción fascista, en la lucha contra el imperialismo y
en el combate contra las amenazas de una nueva
conflagración mundial.
Con ese objetivo se reunieron en septiembre de
1938, en México, los representantes de las
organizaciones sindicales más importantes de 13
países latinoamericanos, entre ellos, socialistas,
comunistas, sindicalistas y católicos. En la reunión se
creó la Confederación de Trabajadores de América
Latina (CTAL), con la participación como
fundadores de las centrales sindicales de Argentina,
Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile,
Ecuador, México, Nicaragua, Paraguay, Perú,
Uruguay y Venezuela. Entre los acuerdos aprobados
en el Congreso Constituyente de la CTAL
proclamaba: “la principal tarea de la clase
trabajadora consiste en lograr la plena autonomía
económica
y
política
de
las
naciones
latinoamericanas y en liquidar las supervivencias
semifeudales…”79
79
Ver Sergio Guerra y Alberto Prieto: Cronología del
movimiento obrero y de las luchas por la revolución
43
Al combinar la lucha de la clase obrera por sus
reivindicaciones con los objetivos generales de la
liberación nacional de América latina, muy pronto la
CTAL conquistó un gran prestigio entre los
trabajadores del continente; aumentó de manera
extraordinaria
su
fuerza
y
combatividad.
innegabremente, la CTAL desarrolló un gran papel
en la lucha contra el fascismo, la guerra y la reacción.
Cambio en la correlación de fuerzas entre los
imperialistas.
En 1917, América Latina se encontraba
completamente dominada por los imperialistas,
fuesen yanquis o europeos. Entre ellos, la correlación
de fuerzas varió a finales de la Primera Guerra
Mundial y en los años de reconstrucción posbélica.
Influyó mucho en ese fenómeno, que los países del
Viejo Continente no recuperasen por completo los
niveles productivos existentes antes del gran
conflicto, hasta 1925. Salvo en lo concerniente a
Alemania, cuyo caso resultó el más dramático, la
referida cima de producción sólo se alcanzó en 1927,
poco antes del famoso crack. Mientras, la economía
estadounidense creció de manera desenfrenada,
debido a las inmensas ganancias obtenidas por los
monopolios yanquis durante la guerra de 1914-1918,
la capacidad productiva de los consorcios
norteamericanos en nada se afectó por la
conflagración. Al contrario, aquélla se desarrolló
gracias a las dificultades y destrucciones
experimentadas por los rivales europeos. Con su
fuerza incrementada, los monopolios de Estados
Unidos se lanzaron a la conquista de las regiones
latinoamericanas donde los capitales ingleses aún
eran fuertes, sobre todo, en el Cono Sur y Brasil; los
intereses de los otros dos imperialismos europeos
casi habían desaparecido en nuestro subcontinente.
Alemanes y franceses vieron sus posiciones
económicas muy debilitadas durante la gran
contienda y años inmediatos posteriores. En el primer
caso, esto se debió a que muchos países de América
Latina declararon la guerra al Káiser; confiscaron los
bienes alemanes durante las hostilidades; luego,
dispusieron de ellos en virtud de las cláusulas del
tratado de paz firmado en Versalles; -este
procedimiento facilitó, como sucedió en Uruguay,
que los yanquis se apoderaran de las antiguas
inversiones de Alemania. Incluso, en muchos países
latinoamericanos que permanecieron neutrales México, Venezuela, Colombia, Argentina y Chile-,
los alemanes debieron rematar algunos de sus
negocios para hacer frente al pago de las deudas,
impuestas tras su capitulación...
Francia, por su parte, aunque resultó vencedora,
sufrió durante la contienda dificultades parecidas a
socialista en América Latina (1917-1939), Casa de las
Américas, La Habana, 1977.
44
las de su enemiga; carente de divisas o exportaciones
para mantener sus compras en América Latina,
entregó algunos de sus intereses a las burguesías
locales a cambio de las materias primas que ellas
tradicionalmente le vendían. Sin embargo, fue a los
yanquis a quienes los franceses, traspasaron la
mayoría de sus bonos y empréstitos concertados con
las naciones latinoamericanas: con dichos recursos
sufragaban los insumos bélicos adquiridos en Estados
Unidos. Además, finalizada la guerra, Francia sufrió
serias crisis monetarias -como la de 1925-1926,
cuando se devaluó el franco- que provocaron masivas
repatriaciones de capital e incrementaron la tendencia
a liquidar sus inversiones en Latinoamérica.
Los imperialistas yanquis resultaron ser, en
definitiva los grandes vencedores de la Primera
Guerra Mundial: la aprovecharon hasta sus últimas
consecuencias. Durante el quinquenio 1914-1919,
sus intereses aumentaron en un 50 por ciento en
América Latina; allí al mismo tiempo erigieron una
vasta red de filiales bancarias, con el objetivo de
enfrentar con éxito la tejida por los británicos durante
el siglo XIX. De esa manera, en 1920, y sólo con
referencia al National City Bank of New York, dicha
entidad había inaugurado sucursales en Río de
Janeiro, Sao Paulo, Santos, Montevideo, Buenos
Aires, Santiago de Chile, Caracas y La Habana. Si
deseáramos tener un panorama completo, tendríamos
que mencionar las profusas dependencias del
International Banking Corporation, de la Banca
Morgan, el Chase Manhattan Bank (de Rockefeller),
y otras conocidas instituciones financieras más. Esa
extraordinaria difusión bancaria estadounidense
permitió que, en 1925, más del 70 por ciento de las
transacciones comerciales latinoamericanas se
efectuaran en dólares y tuvieran sus centros de
liquidación (clearing), en Walt Street, Nueva York.
Así también se reflejaba el ascenso del intercambio
comercial de Estados Unidos con América Latina; en
1920, el comercio mutuo ascendió a 5.300.000.000
de dólares. En comparación, el sostenido con
Inglaterra apenas totalizaba los 2.025.000.000 de
dólares. Por supuesto, los volúmenes de las
transacciones realizadas con Alemania y Francia
resultaban irrisorios. Como si toda esa penetración
fuese poca, los yanquis establecieron un complejo
sistema de cables, teléfonos, líneas navieras y aéreas;
en breve tiempo vincularon los principales centros
latinoamericanos con los estadounidenses.
Pero los casos más dramáticos de dominación del
imperialismo yanqui tuvieron lugar en las naciones
latinoamericanas ocupadas por las fuerzas armadas
de Estados Unidos. En Haití, por ejemplo, los
norteamericanos expulsaron de sus predios a miles de
campesinos; por esa vía las compañías imperialistas
se apropiaron de unas 100.000 hectáreas de tierra,
tras suprimir la tradicional y patriótica disposición
que prohibía a los extranjeros poseer suelo cultivable
Alberto Prieto Rozos
haitiano. Después, para dotar a sus recién adquiridas
plantaciones de los indispensables caminos, las
autoridades militares yanquis restablecieron la
corveé; esa práctica feudal obligaba a los
desposeídos a trabajar gratis, varias semanas del año,
en la construcción y mantenimiento de carreteras.
Sólo mediante el pago de gruesas sumas se excluía a
los ricos de esas arduas tareas. En la vecina
República
Dominicana,
los
ocupantes
norteamericanos crearon asimismo, en 1920, un
Tribunal de Tierras; el mismo dictó nuevos
deslindes; los consorcios azucareros estadounidenses
necesitaban apoderarse de las tierras de miles de
pequeños campesinos. Así, más de 500.000 acres
pasaron a manos de los intervencionistas; también se
hicieron dueños de la más importante empresa
agrícola local: el central “La Romana”. En Puerto
Rico, paralelamente, el azúcar de los trusts yanquis
empleaban en 1929 el 44 por ciento del área en la
Isla con posibilidades de ser cultivada. En Nicaragua,
mientras tanto, el régimen títere instaurado por los
invasores norteamericanos acometió la tarea de
vender grandes extensiones de tierra fiscales a
latifundistas criollos y entidades financieras
extranjeras. En Guatemala, en 1924, se entregó a la
United Frult Company (UFCO) las márgenes del río
Mataguá; se expulsó de sus predios a los pequeños
campesinos de Izabal.
El secretario de Estado norteamericano, Hughes,
expuso, en agosto de 1923, la política imperialista de
Washington hacia América Latina de la siguiente
manera: “todos los problemas deben resolverse con
inversiones de Wall Street”. Dicho funcionario sólo
emitió dos precisiones. No se otorgarían préstamos
públicos; los capitales exportados desde Estados
Unidos deberían ser privados. Las inversiones
norteamericanas disfrutarían de garantías oficiales,
así como de ganancias apropiadas. Esta práctica
produjo a Estados Unidos tantos éxitos que hacia
1929 dicho imperialismo alcanzó al británico en el
monto de sus intereses en América Latina. Los
capitales yanquis se elevaron a 5.587.000.000 de
dólares; sus banqueros se convirtieron en nuestros
principales acreedores; controlaban empréstitos por
un total de 2.175.000.000, mientras los ingleses no
excedían los 650.000.000 de dólares. Esa puja
inversionista reflejaba la tensa rivalidad existente por
lograr la supremacía imperialista sobre América del
Sur. En aquélla, los monopolios de Estados Unidos
conquistaban fuertes posiciones económicas en
Venezuela, Colombia y Bolivia; en cambio, Gran
Bretaña preponderaba aún en Argentina, Brasil,
Paraguay y Uruguay.
Entre los aspectos que facilitaron el auge
norteamericano se debe mencionar la terminación de
la llamada “Era del Ferrocarril”; la ventaja tomada en
la construcción de sedanes y camiones por Detroit,
despojó a Inglaterra de su tradicional supremacía en
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
la esfera del transporte. El nuevo sistema de
transporte de personas y carga exigía invertir menos
capitales en la infraestructura; el costo de
construcción de carreteras y compra de vehículos
automotores era mucho más bajo, que el exigido por
las vías férreas y locomotoras o vagones. Además, el
procedimiento norteamericano mostraba mayor
ductilidad en su empleo diario; al mismo tiempo
aparecía como una modalidad del progreso.
Al recuperar la industria europea sus volúmenes
productivos prebélicos, a finales de la tercera década
del siglo XX, se generó en el mundo capitalista una
crisis de superproducción de una magnitud antes
nunca vista. Se evidenció entonces la diferencia
existente entre las posibilidades de la agricultura e
industria yanquis de producir, y la de consumir
dichas mercancías en Estados Unidos y territorios
dependientes de esa nación. Ese pronunciado
desequilibrio condujo al violento colapso cuya
primera manifestación externa fue, la increíble caída
de precios en la Bolsa de Nueva York, en octubre de
1929. Dicho estremecimiento era la expresión
financiera de un fenómeno mucho más profundo: la
progresiva parálisis del aparato productivo, no sólo
en Estados Unidos, sino también en los demás países
desarrollados del capitalismo. En síntesis; el único
país no afectado en el mundo por la crisis de 1929,
era la Unión Soviética.
La crisis de 1929 y sus consecuencias.
La caída en octubre de 1929 de los precios de las
acciones y de los bonos en la Bolsa de Nueva York,
es decir, el derrumbe del más importante mercado de
valores en Estados Unidos, dio Inicio a la mayor
crisis periódica en la historia del capitalismo. Sus
manifestaciones más agudas se produjeron a finales
de 1932 y principios de 1933; en tres o cuatro años,
la producción industrial del mundo capitalista
disminuyó entre el 30 o 40 por ciento. A la vez, las
inversiones imperialistas en los países colonizados y
dependientes mermaron; Estados Unidos., Gran
Bretaña y Francia, que hasta entonces enviaban sumados los tres- cerca de unos 3.300.000.000 de
dólares al año, durante la gran depresión cesaron sus
exportaciones de capital; hicieron regresar a sus
bancos alrededor de la mitad de dicho monto, como
media anual. Además, la tradicional división
internacional capitalista del trabajo sufrió un rudo
golpe; la demanda de productos primarios perdió su
dinamismo como reflejo del estancamiento
económico de las metrópolis industrializadas. En
consecuencia, entre 1929 y 1933 las exportaciones
mundiales disminuyeron en una cuarta parte por su
volumen físico, y en un 30 por ciento en lo
concerniente a los precios de los productos
comerciados. En total, el valor del tráfico mercantil
internacional cayó en más del 50 por ciento. Como
resultado de esta profundísima crisis originada por
45
los países capitalistas desarrollados, los territorios
coloniales y dependientes la conmoción llegó por
mediación del comercio exterior; no poseía un
carácter interno.
En América Latina, los resultados de la crisis
desatada en octubre de 1929 fueron devastadores; en
tres años, las exportaciones de nuestras mercancías se
redujeron en las dos terceras partes. En virtud de esta
caída, y teniendo en cuenta el aumento de la
población, la merma experimentada en la capacidad
de importar -durante el mismo período- fue del 37
por ciento. Sin embargo, con el cese formal de la
depresión, el intercambio latinoamericano con el
exterior no recuperó las cimas conocidas antes del
inicio de la crisis; en el lustro comenzado en 1934,
nuestras importaciones fueron un 27 por ciento más
bajas que durante el quinquenio transcurrido hasta la
gran quiebra de la Bolsa.
Las secuelas del famoso descalabro cíclico
capitalista golpearon de inmediato a los sectores
populares; el salario de los indefensos obreros
agrícolas disminuyó un 70 por ciento, mientras que el
del proletariado industrial -gracias a la activa
resistencia sindical- sólo se redujo a la mitad. En
contraste, en los países donde la mayoría de los
habitantes aún no habían alcanzado el capitalismo como en Bolivia, Perú y Ecuador-, la sacudida
económica no tuvo repercusiones tan fuertes; los
campesinos aún sumidos en una primitiva
autosuficiencia agraria, no conocieron el desempleo
ni las miserias de quienes se encontraban de una u
otra manera vinculados al mercado burgués. Pero en
las naciones dependientes, caracterizadas por las
grandes empresas exportadoras de materias primas
agrícolas o mineras, la contracción del comercio
exterior implicó el paro laboral de millones de
personas, sin que la parálisis de la economía
estuviese motivada por causas internas. Se hizo
entonces más evidente para todos que, al vender
menos al extranjero, disminuían las posibilidades de
importar, con lo cual se afectaba el ya precario nivel
de vida de las masas.
A pesar de la toma de conciencia popular: sobre el
origen de sus males, las burguesías agro y minero
exportadoras no encontraron otra solución de su
dependencia que estrechar alianzas con las
metrópolis imperialistas; no se tomaron medidas para
controlar las importaciones; tampoco se dictaron
leyes contra la fuga de divisas; se mantuvieron
estables las monedas. De esta manera, la
desocupación se hacía mayor y las estructuras
económicas no se transformaban; si acaso lo hacían
en una medida menor que sus posibilidades; esos
gobiernos aducían lo no viable de cualquier defensa
contra la crisis; afirmaban que el remedio de ésta
sólo podían encontrarlos las propias metrópolis
imperialistas. Dichas dirigencias sólo soñaban con
recuperar los mercados perdidos una vez que la
Alberto Prieto Rozos
46
depresión finalizara; pensaban retornar al esplendor
perdido cuando pudiesen otorgar mayores facilidades
al capital foráneo. En medio de semejante fatalismo e
indolencia, la miseria popular se multiplicaba; en
Chile -la nación más afectada después de Cuba- el
comercio exterior mermó un 85 por ciento; el
producto per cápita descendió a la mitad; en El
Salvador las ventas de café al extranjero apenas
sumaban el 25 por ciento de sus valores
tradicionales. En ausencia de una respuesta burguesa
al hambre popular, en esas trajinadas repúblicas las
capas humildes tomaron la iniciativa; mediante una
serie de violentas explosiones sociales marcaron
hitos en la historia de América Latina.
Hubo,
sin
embargo,
algunos
países
latinoamericanos -donde los sectores manufactureros
de la burguesía nacional alcanzaban cierto desarrollo, en los cuales grupos de industriales aliados con
otras fuerzas, sobre todo pequeño-burguesas, se
lanzaron a tomar el poder; deseaban desplazar del
gobierno a quienes se vinculaban con el maltrecho
imperialismo, para erigir regímenes capitalistas
autónomos basados en el nacionalismo. Por eso, en la
década del treinta, a partir de sus conocidas prácticas
reformistas, la burguesía nacional evolucionó hasta
las posiciones de un activo nacionalismo. Aunque esa
transformación no alcanzó la trascendencia del
proceso ideológico experimentado por los sectores de
avanzada de la clase obrera, el nacionalismo burgués
añadió al frente antimperialista las fuerzas de un
estrato que hasta entonces no había luchado, en
verdad, contra los monopolios foráneos. Esto no
quiere decir, por supuesto, que toda la burguesía
asumiera las posiciones de sus más audaces núcleos
industriales, cuyos más notables representantes
fueron -sin lugar a dudas- Getulio Vargas, Lázaro
Cárdenas, y Juan Domingo Perón; los comerciantes
vinculados al comercio exterior, los dueños de minas
y latifundios ganaderos o plantaciones, continuaron
interesados en vincularse al mercado internacional.
Dicha dependencia les impedía incorporarse a la
corriente que propugnaba el logro de la auténtica
independencia mediante un genuino movimiento de
liberación nacional.
4. RESPUESTAS POPULARES A LA
DEPRESIÓ" DE 1929.
Sandino y su lucha contra la ocupación yanqui.
En Nicaragua, tras décadas de gobierno
conservador, el Partido Liberal encabezado por José
Santos Zelaya tomó el poder, el 25 de julio de 1893,
mediante una insurrección mal vista por Estados
Unidos. A partir de entonces, en el país se
proscribieron los rezagos feudales en la base
económica; se impuso una legislación burguesa en la
superestructura; se pretendía dar paso al “capitalismo
agrícola nicaragüense”, cuyos principales impulsores
eran los dueños de las plantaciones de azúcar y café
en la costa del Pacífico. Pero quizá el factor que más
prestigio dio al nuevo Presidente fue la exitosa
reincorporación a la República de la Costa de los
Mosquitos, ocupada desde tiempos de la colonia por
Inglaterra. En 1903, Zelaya inauguró una política
antiyanqui; Se puede resumir en tres puntos: rechazo
de las concesiones financieras antes otorgadas a
capitalistas
estadounidenses;
suscripción
de
empréstitos con bancos ingleses; intentos por
construir un canal interoceánico con la ayuda de
Japón y Alemania que poseía muchos intereses
cafetaleros en Nicaragua.
Esas proyecciones no tenían perspectivas en el
Caribe, donde los norteamericanos habían logrado la
hegemonía. Esto se evidenció con la sublevación
conservadora -apoyada por algunos liberales
disidentes- de octubre del año 1909, subvencionada
por las compañías yanquis. Después tuvo lugar el
colofón, con la ruptura de las relaciones de
Washington con Managua, y la exigencia
estadounidense de que Zelaya renunciara. Aunque el
Presidente aceptó sacrificarse,80 los norteamericanos
se alarmaron con las inminentes perspectivas de que
sus protegidos perdiesen la guerra civil; se hallaban
acorralados
en
Bluefields;
las
tropas
gubernamentales preparaban la ofensiva final.
Entonces los marines desembarcaron para defender a
sus agentes locales y empujarles hasta la capital. Allí,
conservadores y estadounidenses firmaron los
espurios Acuerdos Dawson.
Un levantamiento popular en reclamo de
elecciones ocurrió a mediados de 1912; entre los más
célebres dirigentes se encontraban Benjamín
Zeledón, caudillo de diversos grupos progresistas.
Pero las derrotas conservadoras allanaron el camino
para una nueva intervención yanqui; sus tropas
ocuparon a finales de agosto las ciudades de Masaya
y Managua. Frente a la reeditada ocupación foránea
se alzó la figura de Zeledón quien pereció en el
combate de El Arroyo, el 4 de octubre de 1912,
contra los invasores.
El Partido Conservador mantuvo el control del
Estado nicaragüense gracias a la constante presencia
militar norteamericana; a cambio de su respaldo,
Estados Unidos impuso la firma, el 5 de agosto de
1914, del Tratado Bryan-Chamoro. Este concedía a
Estados Unidos derechos de propiedad sobre una
futura vía canalera; les entregaba algunas islas del
Caribe -por 99 años-; las facultaba para construir una
base naval en el Golfo de Fonseca. La inesperada
muerte (1923) del presidente Diego M. Chamorro,
sin embargo, entregó el poder al sustituto legal
(Bartolomé Martínez), el cual rompió con la política
entreguista de su predecesor; canceló las deudas de
Nicaragua con los banqueros estadounidenses;
80
Ver del propio José Santos Zelaya: Refutación de las
afirmaciones del presidente Taft, en Revista Casa de las
Américas, La Habana, 1975, No. 88, p. 106.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
recuperó los ferrocarriles entregados en garantía de
préstamos; adquirió de manos foráneas el Banco
Nacional; realizó una apertura democrática al
convocar a elecciones presidenciales. En dichos
comicios triunfó la candidatura “transaccionista”
liberal, que venció la de Emiliano Chamorro y
obtuvo la retirada, el 3 de octubre de 1925, del país
de las fuerzas armadas yanquis. Al mes, no obstante,
el disgustado y ambicioso Chamorro se levantó en
armas; se autoproclamó Presidente. La mediación
norteamericana a bordo de un acorazado puso fin al
conflicto entre ambos bandos; entregó interinamente
la presidencia al siempre fiel agente imperialista
Adolfo Díaz.81 Pero no todos los liberales aceptaron
el resultado dispuesto desde Washington; Juan
Bautista Sacasa organizó en el extranjero una
expedición; entregó el mando militar a José María
Moncada;
desató
la
llamada
Guerra
Constitucionalista.
Augusto César Sandino nació en Nicaragua en
1895; desde niño trabajó como obrero agrícola en las
plantaciones de café. Después marchó a México; allí
se politizó en contacto con el proletariado de la
Huasteca Petroleum Company, en Veracruz. Al tener
noticias de la rebeldía liberal, Sandino regresó a
Nicaragua (junio de 1926); se dirigió a la mina de
San Albino, propiedad de La Luz y Los Angeles
Mining Company, donde esperaba formar una
vanguardia que lo respaldara en la lucha por la
soberanía
nacional.82
Así,
dentro
del
83
constitucionalismo surgieron dos tendencias: la
encabezada por Sacasa y Moncada; sólo tenían por
objetivos ocupar el poder y enriquecerse, y la
democrática popular. Integraban esta corriente,
campesinos, pequeños productores expropiados,
trabajadores de las plantaciones de banano y de los
aserríos del litoral caribeño, así como obreros de las
minas, representantes del núcleo más coherente y
concienciado
del
incipiente
proletariado
nicaragüense. Augusto César Sandino, dirigente
demócrata-revolucionario, llegó a ser el verdadero
líder de esa aguerrida masa social.
Estados Unidos, al ver en peligro la subsistencia
del Gobierno títere conservador, desembarcó sus
tropas otra vez en Nicaragua, el 24 de diciembre de
1926. Después, para simular neutralidad, los yanquis
decretaron el desarme generalizado de los
contendientes. Los caudillos liberales acataron la
orden de los invasores mediante el Tratado de
Tipitapa, firmado el 4 de mayo de 1927. Pero
Sandino rechazó el vergonzoso pacto; exigió la
inmediata retirada de los norteamericanos; declaró:
“los dirigentes políticos, conservadores y liberales,
son una bola de canallas, cobardes y traidores,
incapaces de poder dirigir a un pueblo patriota y
valeroso. Hemos abandonado a esos directores y
entre nosotros mismos, obreros y campesinos, hemos
improvisado a nuestros jefes”84
Luego, dicho aserto fue completado por su
Manifiesto Político del primero de julio de 1927, en
el cual proclamó:
Soy nicaragüense y me siento orgulloso de que
en mis venas circule, más que cualquiera, la
sangre india americana, que por atavismo encierra
el misterio de un patriota leal y sincero; el vínculo
de la nacionalidad me da derecho a asumir la
responsabilidad de mis actos en las cuestiones de
Nicaragua, y, por ende, de la América Central y
de todo el Continente de nuestra habla (…) mi
mayor honra es surgir del seno de los oprimidos,
que son el alma y el nervio de la raza, los que
hemos vivido postergados y a merced de los
desvergonzados sicarios que ayudaron a incubar
el delito de alta traición.85
El proceso sandinista de organización autónoma
de las fuerzas populares, logró un triunfo al
estructurarse, el 2 de septiembre de 1927, el Ejército
Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua; al
mismo se incorporó el 22 de junio de 1928, el
destacado revolucionario salvadoreño Farabundo
Martí -dirigente desde 1925 de la Federación
Regional de Trabajadores de El Salvador-; pronto
Farabundo Martí se convirtió en secretario de
Sandino. En el propio año de 1928 se constituyó el
Partido de los Trabajadores de Nicaragua; junto al
Laborista -agrupaba a la pequeña burguesía-86 y otras
agrupaciones más, y, por invitación de Sandino,
unificaron sus acciones con las del Ejército Defensor;
formaban parte -al decir de aquél- “de las
organizaciones que hacen oposición a la política
intervencionista y a cuanto venga en detrimento de la
soberanía nacional”.87 En salvaguarda de ésta,
Sandino anunció, el 4 de agosto de 1928:
...es con los pueblos de la América Hispana
con quienes hablo. Cuando un gobierno no
corresponde a las aspiraciones de sus
connacionales, éstos, que le dieron el poder,
tienen el derecho de hacerse representar por
hombres viriles y con ideas de efectiva
84
81
Sergio Ramírez: Breve historia contemporánea de
Ficaragua, en Revista Casa de las Américas, La Habana.
1979, No. 117, p. 22.
82
Humberto Ortega: 50 años de lucha sandinista,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1980, p. 76.
83
Wheelock Román, Jaime: Imperialismo y dictadura,
crisis de una formación social, México D. F., Editorial
Siglo XXI, 1975.
47
Augusto César Sandino: El pensamiento vivo de
Sandino, Casa de las Américas, La Habana, 1980, p. 44.
85
Augusto César Sandino: El pensamiento vivo de
Sandino, Casa de las Américas, La Habana, 1980, p. 75 y
ss.
86
Augusto César Sandino: El pensamiento vivo de
Sandino, Casa de las Américas, La Habana, 1980, p. 312.
87
Augusto César Sandino: El pensamiento vivo de
Sandino, Casa de las Américas, La Habana, 1980, p. 133.
Alberto Prieto Rozos
48
democracia, y no por mandones inútiles, faltos de
valor moral y de patriotismo que avergüenzan el
orgullo de una raza. Somos noventa millones de
hispanoamericanos y sólo debemos pensar en
nuestra unificación y comprender que el
imperialismo yankee es el más brutal enemigo
que nos amenaza y el único que está propuesto a
terminar por medio de la conquista con nuestro
honor racial y con la libertad de nuestros pueblos.
Los tiranos no representan a las naciones y a la
libertad no se le conquista con flores. Por eso es
que, para formar un Frente Único y contener el
avance del conquistador sobre nuestras patrias,
debemos principiar por damos a respetar en
nuestra propia casa (…). Los hombres dignos de
la América Latina debemos imitar a Bolívar,
Hidalgo, San Martín, y a los niños mexicanos que
el 13 de septiembre de 1847 cayeron acribillados
por las balas yankees en Chapultepec, y
sucumbieron en defensa de la Patria y de la Raza,
antes que aceptar sumisos una vida llena de
oprobios y vergüenza en que nos quiere sumir el
imperialismo yankee.88
En julio de 1929, en compañía de algunos
miembros de su Estado Mayor,89 Sandino llegó a
Mérida, México. Su objetivo era mejorar el apoyo del
Comité “Manos fuera de Nicaragua”, fundado en
México desde 1927; el mismo funcionaba en
coordinación con el Comité Continental Organizador
de la Liga Comunista de las Américas y con el
Partido Comunista Mexicano; entre sus miembros
figuraban el dirigente cubano Julio Antonio Mella y
el destacado muralista mexicano Diego Rivera, quien
dirigía el periódico El Libertador. En contraste con la
ayuda popular recibida, el circunstancial presidente
de México, Emilio Portes Gil, se negó a recibir a
Sandino. Este a su vez le escribió:
Me encuentro muy pensativo desde que he
comprendido que se me niega disimuladamente
una entrevista con usted.
No desconozco las consecuencias que le
88
Augusto César Sandino: El pensamiento vivo de
Sandino, Casa de las Américas, La Habana, 1980, p. 125 y
ss.
89
El Estado Mayor de Sandino era internacionalista;
además de Farabundo Martí, en él participaba, por
ejemplo, el venezolano Carlos Aponte, quien años más
tarde diera su vida en Cuba junto a Antonio Guiteras. No
es de extrañar esa composición latinoamericana del
máximo órgano revolucionario, pues reflejaba el
pensamiento de Sandino, que decía: “Soy hijo de Bolívar”
(Augusto César Sandino: El pensamiento vivo de Sandino,
ed. cit., p. 122); “Mi ideal campea en un amplio horizonte
de internacionalismo” (Ibíd., p. 75); “No será extraño que
a mí y a mi ejército se nos encuentre en cualquier país de
América latina donde el invasor fije sus plantas en actitud
de conquista” (lección de Formación Política: Biografía y
pensamiento político de Sandino, Ejército Popular
Sandinista, 1980, p. 9).
sobrevendrían de los Estados Unidos de
Norteamérica a México con motivo de mi
entrevista con usted; pero tampoco desconozco
hasta dónde México ha sabido y sabrá mantenerse
ante las insolentes pretensiones de los Estados
Unidos de Norteamérica, principalmente en el
cumplimiento de un deber, como es el que
México tiene de no permitir que la piratería
yanqui colonice Centro América.90
La nueva coyuntura creada por la profundísima
crisis cíclica del capitalismo -iniciada en octubre de
1929- coadyuvó a radicalizar la lucha sandinista;
ésta, además de antiimperialista, adquirió un carácter
antioligárquico e incluso antiburgués. Esa realidad se
evidenció en el Manifiesto del 26 de febrero de 1930
publicado por Sandino en México, poco antes de su
retorno a Nicaragua:
Hasta el presente nuestro Ejército reconoce el
apoyo que los sinceros revolucionarios le han
prestado en su ardua lucha; pero con la
agudización de la lucha, con la creciente presión
por parte de los banqueros yanquis, los vacilantes,
los tímidos, por el carácter que toda la lucha, nos
abandonan, porque sólo los obreros y campesinos
irán hasta el fin, sólo su fuerza organizada logrará
el triunfo.91
El regreso de Augusto César Sandino a Nicaragua
revitalizó la lucha armada. Hacia noviembre de 1930,
las columnas rebeldes avanzaban sobre el
departamento de León, vecino de Managua; ello
provocó el pánico del Gobierno. El 31 de diciembre,
todo un destacamento invasor yanqui resultó muerto
en combate con los sandinistas; este hecho sacudió la
opinión pública estadounidense. El Secretario de
Estado norteamericano declaró entonces que las
tropas intervencionistas serían retiradas, luego de las
elecciones presidenciales de 1932 en Nicaragua.
Claro, los ocupantes pensaban dejar en su puesto a la
Guardia Nacional títere; en su oficialidad descollaba
Anastasio Somoza.
Antes de llegar ese momento, la ofensiva
sandinista rumbo Norte, en dirección a la costa
atlántica, puso en crisis la ocupación; fueron
liquidadas las propiedades de algunas compañías
norteamericanas; se derogaron las odiadas leyes de
medición que habían permitido el desalojo
campesino; fueron devueltas las tierras usurpadas a
los pequeños propietarios. Se inició de esa forma el
proceso gradual de reconstitución de una capa de
productores -campesinos minifundistas- dedicados en
su mayoría a los cultivos de subsistencia.92 El
creciente peligro de un triunfo revolucionario indujo
90
Augusto César Sandino: El pensamiento vivo de
Sandino, ed. cit. p. 171.
91
Augusto César Sandino: El pensamiento vivo de
Sandino, ed. cit. p. 186.
92
Agustín Cueva: El desarrollo del capitalismo en
América Latina. Siglo XXI, México D. F., 1977, p. 151.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
a los ocupantes a desconocer al incapaz detentor del
Poder Ejecutivo que representaba al protectorado, y
entregar el verdadero Gobierno a un oficial suyo: el
comandante de la Marina, Calvin B. Matthews. Al
mismo tiempo, Estados Unidos se dedicó a fortalecer
la oligarquía hondureña con el propósito de que se
lanzara al combate contra Sandino a través de la
frontera, quien replicó, el 30 de marzo de 1931, con
la siguiente advertencia:
1º Si el Gobierno hondureño envía sus
ejércitos a combatirnos para provecho del yanqui
en las Segovias, proclamaremos la Unión
Centroamericana, regida la acción por obreros y
campesinos de Centro América podremos
defender... (roto) ...americanos.
2º Tomaremos como campo de operaciones
todo el territorio Centroamericano, para combatir
a los ejércitos yanquis y a los aliados de ellos en
Centro América. También nosotros contaremos
con todos los obreros y campesinos para combatir
la política yanqui en Centro América.
3º
Nuestro
movimiento
de
Unión
Centroamericana quedaría desligado de los
elementos burgueses, quienes en todos los
tiempos nos han querido obligar a que aceptemos
las humillaciones del yanqui, por resultarles más
favorables a sus intereses burgueses.93
La guerra sandinista de liberación nacional
adquirió
en
1931
y
1932
dimensiones
extraordinarias: sólo el departamento capitalino
permanecía fuera del radio de acción directa de las
columnas rebeldes; las mismas amenazaban la propia
supervivencia del sistema impuesto por los
estadounidenses y sus cómplices locales. Con esas
perspectivas, el 27 de agosto de 1932, Sandino emitió
esta circular: “Nuestro Ejército se prepara a tomar las
riendas de nuestro poder nacional, para entonces
proceder a la organización de grandes cooperativas
de obreros y campesinos nicaragüenses, quienes
explotarán nuestras propias riquezas, en provecho de
la familia nicaragüense en general.”94
El inminente peligro del triunfo de una revolución
social condujo a los norteamericanos a realizar
concesiones. Decidieron entonces recurrir a una
figura poco mancillada con los compromisos y
politiquería de las décadas de intervención: Juan
Bautista Sacasa. Tras las elecciones -organizadas por
las fuerzas invasoras en las áreas ocupadasefectuadas en noviembre de 1932, los yanquis
entregaron la Presidencia al viejo liberal; en enero de
1933 retiraron su último contingente militar de
Nicaragua; detrás quedaba la Guardia Nacional al
mando de Somoza. De inmediato, el nuevo Gobierno
designó una “misión de paz”; la misma invitó a
93
Augusto César Sandino: El pensamiento vivo de
Sandino, ed. cit., p. 204.
94
Carlos Fonseca: Sandino, guerrillero proletario.
Editorial Educa, San José, 1974, p. 24.
49
Sandino a la capital para discutir los términos de un
acuerdo nacional, pues desde el 5 de enero de 1929,
éste había anunciado sus condiciones para cesar la
lucha armada: retiro de las tropas yanquis de
ocupación, nulidad de los empréstitos leoninos
impuestos por la banca de Wall Street; revocación
del Tratado Bryan-Chamorro y de los derivados de
él; rechazo de cualquier intromisión de Estados
Unidos en los asuntos internos de Nicaragua.95 La
llegada de Sandino a Managua, el 2 de febrero, fue
apoteósica; las multitudes lo aclamaron desde el
aeropuerto hasta la Casa Presidencial.
Pocas horas después se firmaba el convenio
pacificador; además, el mismo establecía el desarme
total del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional;
este error arrebató la vida a la mayoría de sus
miembros. Así, mientras Sandino emprendía el
regreso a sus montañas, por doquier empezaron a
llegar las interminables columnas de hombres
disciplinados, cubiertos de polvo, sin zapatos,
sudorosos, con la bandera roja y negra a su frente;
entregaban sus armas para cumplir el pacto acordado.
Los constantes atropellos y represiones sufridas
por los antiguos combatientes rebeldes indujeron a
Sandino a denunciar ante el Presidente dichas
actividades, y exigir su cese. Por eso, junto con sus
más cercanos compañeros, marchó hacia la capital.
Antes de partir, el Héroe Nacional de Nicaragua
declaró: “Yo de un momento a otro muero. No
cumplieron los compromisos del arreglo de paz. Nos
están asesinando a nuestros hermanos en todas
partes. Voy a Managua: o arreglo la situación o
muero, pero esto no es de quedarse con los brazos
cruzados.”96
Sandino tenía razón. El 21 de de febrero de 1934,
Somoza declaró en una reunión de altos oficiales de
la Guardia Nacional: “Vengo de la Embajada
americana, donde acabo de sostener una
conversación con el embajador A. B. Line, quien me
ha asegurado que el Gobierno de Washington
respalda y recomienda la eliminación de Augusto
César Sandino, por considerarlo un perturbador de la
paz del país.”97
Ese mismo día, después de haberse entrevistado
con el Presidente, Sandino fue asesinado. Cientos de
sus hombres en las colonias agrícolas del río Coco le
siguieron en el martirologio.
Sublevación popular de 1932 en El Salvador.
Durante tres lustros, El Salvador padeció la
“dinastía de los Meléndez”; ésta representaba la
cúspide de la burguesía agroexportadora de café.
95
Gregario Selser: Sandino, general de hombres libres, t.
II, p. 182.
96
Humberto Ortega: 50 años de lucha sandinista, ed. cit.,
p. 115.
97
Gregario Selser: Sandino, el guerrillero, en Revista
Casa de las Américas, la Habana, 1968, No. 49. p. 24.
50
Pero, en 1927, una vez electo presidente, Pío Romero
Bosque se negó a cumplir las órdenes de quienes lo
auspiciaron al Gobierno; levantó el estado de sitio;
propició la vigencia formal de las libertades y
derechos democráticos; propugnó algunas medidas
de carácter social, aunque reprimió el ascendente
proletariado, cuyas características pueden ser
resumidas así:
En la década del 20 y principios del 30, el
desarrollo de la clase obrera era sumamente débil
en el país, tanto en cantidad como en calidad. En
la composición orgánica de la clase obrera, el
sector obrero industrial representaba un
porcentaje ínfimo. Predominaba de manera
aplastante el sector de los operarios de pequeños
talleres semiartesanales y, en segundo lugar, los
operarios concentrados en grandes talleres
manufactureros (de zapatería, carpintería,
panadería, etc.) sin maquinaria industrial pero con
división de las operaciones laborales que, como se
sabe, es propio de la fase de transición entre el
taller artesanal y la fábrica industrial. Y, en el
campo, en el sector de los jornaleros agrícolas
predominaba el semiproletariado (campesinado
pobre que vende su fuerza de trabajo durante una
parte del año).98
Bajo el clima de apertura política creado por el
gobierno de Romero Bosque, en El Salvador surgió
una agrupación opositora con arrastre entre las
masas. Era el Partido laborista creado por el
carismático líder de la pequeña burguesía, Arturo
Araújo; éste adelantaba superficiales proposiciones
de reforma social, atractivas para muchos sectores
urbanos debido al contexto en que se emitían. Esas
capas le brindaron su irrestricto apoyo después que la
terrible crisis de 1929 golpeó al país. Con ese
respaldo, Araújo ganó los comicios presidenciales;
ocupó el Ejecutivo salvadoreño el 1º de marzo de
1931. Paro las tímidas reformas dirigidas a los
habitantes de las ciudades en nada aliviaban las
penurias de los pobladores rurales; los mismos
sufrían el peso mayor de la gran depresión; la
estrepitosa caída de los precios del café implicó el
multitudinario despido de jornaleros; sus salarios en
los esporádicos momentos de trabajo no volvieron a
superar la cota de 1 centavo de dólar la hora
laborada.99 Por su parte, los pequeños y medianos
campesinos se endeudaron; luego empezaron a
perder sus tierras a manos de los prestamistas, que las
embargaban cuando aquellos no pagaban los plazos
estipulados. Este desespero fluyó entonces como un
torrente hacia la única fuerza revolucionaria en El
Salvador: el Partido Comunista.
98
Benedicto Juárez: Debilidades del movimiento
revolucionario, de 1932 en El Salvador (Mimero), p. 2.
99
Siman Jacir, Ana Evelyn: El Salvador, acumulación de
capital y proceso revolucionario (1932-1981), La Habana,
Palacio de las Convenciones, 1981.
Alberto Prieto Rozos
Fundado el 28 de marzo de 1930, entre sus
principales dirigentes se encontraban Farabundo
Martí, Luis Díaz y Miguel Mármol; desde el inicio
éstos supieron imprimirle una actitud combativa que
le granjeó el sólido respaldo de las masas
trabajadoras urbanas y rurales, cuyos rasgos
marcaron su fisonomía. No obstante encontrarse en
su primera fase de desarrollo, sin núcleos o células
organizadas con solidez, el Partido se puso al frente
de los humildes para tratar de orientarlos en su
ascenso hacia las batallas por el poder estatal. Pero a
la vez que se esforzaba por crecer y consolidar su
estructura interna, la incorporación torrencial de
nuevos militantes, sobre todo en el campo,
dificultaba los esforzados empeños disciplinadores
de los cuadros.
La desconfianza oligárquica hacia el gobierno de
Araújo, que aislado languidecía en medio de la
terrible crisis y creciente malestar social, condujo al
golpe de Estado militar del 2 de diciembre de 1931;
tras el mismo asumió la presidencia el general
Maximiliano Hernández Martínez. Este brutal
defensor de los Intereses de la alta burguesía no
pudo, sin embargo, afirmar de inmediato su garra
sobre el país; el clima electoral había prendido en los
salvadoreños; nadie se atrevía a suprimir los
comicios municipales convocados para el 10 de
diciembre. En las urnas, las fuerzas reaccionarias
recibieron el rechazo popular; mientras, las
progresistas experimentaron un avance general;
incluso, en la capital, los votos recibidos por el
Partido Comunista disputaron hasta el último instante
el segundo lugar. Pero dondequiera que los
resultados favorecieron a esta organización
revolucionaria, el Gobierno anuló las elecciones. De
esta forma, la ira de los pobres llegó hasta la
vehemencia. El Partido Comunista comprendió que
no podía abandonar al pueblo en su espontáneo
propósito de llevar a cabo la insurrección armada; no
obstante su propia incipiente estructura decidió
abordar una de las tareas históricas más grandes y
complejas; preparar y dirigir la rebelión de las masas
hacia la toma del poder político.
La dirección del Partido Comunista de El
Salvador, encabezada por Farabundo Martí, se reunió
en secreto el 7 de enero de 1932 para confeccionar
los planes de la sublevación. Primero se fijó como
fecha del levantamiento el 16 del propio mes; luego,
éste se difirió 72 horas; por último, se acordó que
tuviera lugar el 22 de enero. Esta postergación de los
acontecimientos parece que dio tiempo al Gobierno
para enterarse de los sucesos que se avecinaban; los
cuerpos represivos o militares tomaron la delantera:
desataron una ofensiva que, permitió la captura de
muchos dirigentes, incluido Farabundo Martí.
Sin amedrentarse por los fuertes golpes recibidos,
los revolucionarios se alzaron en el momento
acordado en la región occidental del país. Gobiernos
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
de obreros y campesinos se instalaron durante varios
días en los poblados de Tacuba, Sonsonate, Juayúa,
Zonzacate, Izalco, Nahuizalco y otros más. Pero
armados por el imperialismo yanqui, el ejército y la
aviación masacraron a los casi inermes rebeldes. La
cárcel no salvó a Farabundo Martí de la muerte; fue
fusilado el 7 de febrero de 1932. Como él 30.000
personas fueron asesinadas en la inhumana
represión.100
La llamada República Socialista de Chile.
Chile fue uno de los países latinoamericanos más
afectados por la gran crisis cíclica del capitalismo en
1929.101 La caída vertical de sus exportaciones que
disminuyeron en un 85 por ciento, afectó la balanza
de pagos y casi anuló sus compras al exterior. Desde
entonces, el desempleo creció; se multiplicaron las
quiebras de comercios; se paralizaron las obras
públicas. En esa coyuntura el presidente de la
República, Carlos Ibáñez, disolvió el Parlamento; en
su lugar designó un dócil Congreso, con individuos
que le ofrecían alguna simpatía o seguridad. A la vez,
el hombre fuerte de Chile se apartó del imperialismo
inglés para acercarse al norteamericano. Pero estas
maniobras nada resolvieron; en 1931 el descontento
social se convirtió en incontenible movimiento de
repulsa al régimen personalista.
En dichas circunstancias, Ibáñez tuvo que
renunciar al poder, el 26 de julio de 1931, que
entregó a un ministro de su último gabinete: Juan
Esteban Montero. Legalizado -en unas rápidas
elecciones, el nuevo Presidente creyó que podría
detener la oleada de exigencias y reivindicaciones
populares gracias a un retorno al tradicional orden
constitucional burgués, y mediante el regreso de los
exiliados. Su ingenuidad desapareció el 23 de agosto
de 1931, cuando empezó una huelga general
convocada por la FOCH, organización sindical
entonces dirigida por el esforzado luchador
comunista Elías Lafferté.102 Unos días más tarde, una
nueva sacudida estremecía la nación: la Marina de
Guerra se había sublevado.
La escuadra chilena fondeada en el puerto de
Coquimbo se rebeló el 1º de septiembre; el
movimiento sedicioso pronto se extendió al resto de
la flota, anclada en las bahías de Talcahuano y
Valparaíso. Pero la insurrección naval no prosperó;
los bombardeos indiscriminados de la aviación la
derrotaron. Este desbalance de los enfrentamientos
entre distintas ramas de las Fuerzas Armadas no
100
Roque Dalton: Las historias prohibidas de Pulgarcito.
Editorial Siglo XXI, México, 1979.
101
Sergio Guerra y otros: Crónicas latinoamericanas, ed.
cit.
102
Sergio Guerra y Alberto Prieto: Cronología del
movimiento obrero y de las luchas por la revolución
socialista en América Latina y el Caribe (1917-1939),
Casa de las Américas, la Habana, 1980.
51
eliminó, por supuesto, la intranquilidad social; en el
mes de diciembre se produjeron en Copiapó y
Vallenar, graves choques entre los desempleados y
los cuerpos represivos. Después continuó la
proliferación de huelgas obreras y motines o
conspiraciones militares. Al mismo tiempo
alcanzaron gran importancia las ocupaciones de
latifundios y tierras ociosas, protagonizadas en las
regiones meridionales por el campesinado
desposeído y los jornaleros sin trabajo.
A mediados de 1932, en el seno de las Fuerzas
Armadas cobró vigor un complot encabezado por el
coronel Marmaduke Grove, llamado Comodoro del
Aire, luego de los sucesos de Coquimbo. El objetivo
del jefe de la aviación era instaurar un sistema de
gobierno que permitiera al Estado dirigir la caótica
economía nacional; mejorar la terrible situación de
los trabajadores. Para alcanzar este objetivo
Marmaduke estableció contactos con grupos
socialistas; entre los mismos sobresalía el
denominado Nueva Acción Política, dirigido por
Eugenio Matte Hurtado. Pero al enterarse de la
conspiración, el Gobierno destituyó de su alto cargo
a Grove; éste a su vez encontró un baluarte
revolucionario en la Escuela de Aviación; desde allí
se puso en contacto con sus simpatizantes en los
distintos campamentos o guarniciones. De esa forma
logró que bastantes efectivos del ejército pasaran a su
bando; tras esta situación el presidente Montero se
vio obligado a renunciar. En su lugar se estructuró
una Junta integrada por Eugenio Matte Hurtado,
Carlos Dávila y el general Arturo Puga, cuyo
ministro de Defensa fue el propio Marmaduke.
Enseguida, el nuevo órgano de poder decretó la
“República Socialista de Chile”.
A las pocas horas de instalarse en el Ejecutivo, la
Junta dictó sus primeras medidas; al 5 de junio
prohibió el desalojo de los inquilinos con escasos
ingresos; ordenó la devolución a sus legítimos
dueños de los utensilios de trabajo y objetos
indispensables para la vida empeñados en las Cajas
de Créditos. También se repuso a los maestros
cesanteados; se amnistió a los marinos encarcelados
por la referida sublevación de la Armada. Después se
empezó a perfilar una legislación en extremo
peligrosa para la oligarquía y el imperialismo; se
emitieron decretos que otorgaban poderes al
Gobierno para hacer caducar las concesiones mineras
y transformar el Banco Central (privado) en estatal.
A la vez se comenzó a hablar de extender el control
del Estado a los sectores claves de la economía
interna y al comercio exterior; asimismo imponer
altos gravámenes a las grandes fortunas. Por su parte,
los militantes comunistas convirtieron el local de la
casa universitaria en sede del Consejo de obreros y
Campesinos.
El embrionario proceso transformador tenía, sin
embargo, puntos muy débiles; en su propio seno, en
Alberto Prieto Rozos
52
la cúspide misma, operaba la contrarrevolución. En
efecto, Carlos Dávila, jurista de largo historial
panamericana, conspiraba desde el Ejecutivo con el
propósito de impedir la radicalización; mientras el
Partido Conservador pedía a Estados Unidos que
invadiera Chile, el taimado tránsfuga juntista
conspiraba con los altos mandos de las fuerzas
armadas, para frustrar los anhelos de las mayorías.
Así, el 16 de junio de 1932, a sólo 11 días de
proclamada la “República Socialista”, un golpe de
Estado militar detuvo el avance del país. En un
desesperado intento por unir a las masas, desde el
Palacio Presidencial (La Moneda), Marmaduke
Grove se dirigió por radio a los trabajadores; al final
de su emotivo llamado fue apresado por los golpistas
y enviado junto con Matte Hurtado a un campo de
concentración en la isla de Pascua. Luego, el
reaccionario gobierno de Dávila persiguió con saña a
los dirigentes populares; tomó crueles medidas
represivas contra la población; se implantó el toque
de queda y Santiago fue puesta bajo la ley marcial; se
dictó una férrea censura de prensa; quedaron abolidas
las libertades sindicales y políticas. De esa forma, el
terror blanco se apoderó de la nación.
El derrocamiento de Gerardo Machado en
Cuba.
En el contexto de la gran depresión de 1929, la
crisis económica de Cuba quizás haya sido una de las
más profundas del mundo, y con seguridad, la mayor
de América Latina;103 ya antes de la referida
conmoción financiera, en el país caribeño se sentían
los efectos de la superproducción azucarera; el crack
bursátil encontró a la República sin defensas. La
realidad material cubana se agravó cuando en 1930
Estados Unidos impuso una tarifa proteccionista al
dulce producto exportado por la isla.104 Pero dado
que el capital yanqui poseía el 60 por ciento de las
capacidades productoras del dulce cubano -que en
más de sus tres cuartas partes se vendía al mercado
norteamericano-, se creó una comisión mixta para
analizar la paralización de esta industria azucarera.
En las reuniones, el representante del Chase National
Bank of the City of New York -del grupo
Rockefeller- propuso el siguiente proyecto de
medidas:105
1º Segregar un millón y medio de toneladas al
producto cubano para venderlas a lo largo de un
lustro fuera de Estados Unidos.
2º Limitar las exportaciones azucareras de
Cuba hacia Estados Unidos hasta 1934, y
participar después en los aumentos de consumo
103
Lionel Soto: La revolución del 33, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1977.
104
Julio Le Riverend: Historia económica de Cuba,
Edición Revolucionaria, La Habana, 1971.
105
Lionel Soto: La revolución del 33, ed. cit., t. II, p. 273 y
ss.
que tuviesen lugar en este país.
3º Las áreas azucareras de Estados Unidos y
sus colonias -Puerto Rico, Filipinas y Hawaimantendrían hasta 1933 el nivel de sus
producciones en la cima alcanzada tres años antes,
con derecho a incrementarlas más tarde sin
superar el 56 por ciento del abastecimiento del
mercado yanqui.
El Plan Chadbourne -nombrado así por el apellido
de su progenitor- fue prohijado sin el menor titubeo
por el gobierno de Gerardo Machado. De esta forma,
la burguesía azucarera cubana contribuyó a
comunicarle a la crisis económica una pavorosa
agudeza; acercó el estallido revolucionario que se
gestaba contra el tirano, instalado en la Presidencia
desde 1925.
A medida que la depresión avanzaba en Cuba, los
esfuerzos del Partido Comunista por llevar el aliento
de la lucha a las masas laboriosas, y organizarlas para
esos fines, se abrían paso. A la vez, bajo su dirección,
en diciembre de 1932, se constituyó el Sindicato
Nacional de Obreros de la Industria Azucarera; éste
aglutinó al mayor contingente proletario de la isla.
Con esta fuerza estructurada, al comenzar la zafra de
1933, se desató un importante movimiento
huelguístico cuyas repercusiones más intensas se
produjeron en la provincia de Las Villas y también
las hubo en la zona oriental de Manzanilla donde se
hallaban los centrales “Mabay”, “Niquero”, “Isabel”
(“Media Luna”), “Romelia” y “Esperanza”;106 se
llegaron a sostener, incluso, encuentros armados con
la Guardia Rural en la zona villaclareña de
Nazábal107. Estos éxitos permitieron que al final de la
zafra de 1933 el Partido Comunista planteara: “La
victoria de la Revolución Agraria y antiimperialista,
será lograda mediante la alianza de la clase obrera y
del campesinado, arrastrando a las capas pobres de la
pequeña burguesía urbana, bajo la hegemonía del
proletariado.”108
Después se establecía que habría de constituirse
“un gobierno soviético (de Consejos Obreros,
Campesinos y Soldados) como prerrequisito para la
transformación de esta revolución en la revolución
proletaria”.109 Al respecto, el destacado historiador
cubano Lionel Soto explica:
Las tácticas esbozadas para conseguir la
revolución agraria y antiimperialista -que no eran
de exclusivo pequeño nacional, sino que se
atenían, en general, a las tácticas trazadas por la
Internacional Comunista- llevaban un sello que,
difícilmente, atrajera a un frente unido con la
clase obrera y el PC a los sectores de la pequeña
burguesía urbana y rural, es decir, a la masa de
colonos, estudiantes, pequeños comerciantes e
106
Lionel Soto: La revolución del 33, ed. cit., t. II, p. 157.
Lionel Soto: La revolución del 33, ed. cit., t. II, p. 160.
108
Lionel Soto: La revolución del 33, ed. cit., t. II, p. 164.
109
Lionel Soto: La revolución del 33, ed. cit., t. II, p. 164.
107
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
industriales, etc. El PC proponía el “frente único
por la base” y, prácticamente, desconocía a los
dirigentes -buenos o malos- de todos los demás
organismos que no estuvieran dirigidos por los
comunistas y sus aliados. Su concepto de
“arrastrar” a las capas pobres de la pequeña
burguesía, no cuadraba muy bien con las
realidades (...). En una palabra, el PC sólo
concebía dos momentos de poder: el de la
oligarquía y el de clase obrera en alianza con los
campesinos, etc., bajo la dirección del PC. En
consecuencia, no entraba en sus cálculos la
posibilidad de un Gobierno de la pequeña
burguesía; un Gobierno del nacional reformismo
con incrustaciones antiimperialistas.110
Lionel Soto concluye:
Por otra parte, la tesis de la formación de
“soviets de obreros, campesinos y soldados” y del
“gobierno soviético”, desde el mismo instante de
tomar el poder para llevar a cabo la revolución de
liberación nacional, empavorecía a la pequeña
burguesía urbana y a no pocos campesinos,
incluso, pobres. A más, que la propia palabra
“soviet” constituía una desventaja semántica y
traía el perfume de algo extraño y tremendo. La
tesis de la insurrección armada sostenida por el
PC, igualmente, adolecía de todos los defectos
anteriores, pues se basaba esencialmente en el
armamento de los obreros en sus fábricas aisladas
unas de otras y en el posible levantamiento en su
favor de sectores de soldados y marinos -en
reminiscencia de la Revolución rusa- y no en la
creación de grupos armados que obedecieran a sus
leyes militares autónomas y que constituyeran un
verdadero ejército popular.111
Mientras se gestaba y estallaba el movimiento del
proletariado azucarero y de otros sectores del trabajo,
los organismos políticos de la oposición burguesa y
pequeñoburguesa se acercaban. A finales de marzo
de 1933, después de estremecedoras huelgas,
manifestaciones y “marchas de hambre”, en Miami
(Estados Unidos) dichos elementos -aglutinados en la
Junta Cubana de Oposición- dieron a conocer un
manifiesto que, entre otras cuestiones, decía:
...sólo anhelamos propender al establecimiento
de un gobierno provisional que propicie campo de
derecho a todos los ciudadanos, sin distinción de
sus anteriores opiniones, a fin de que Cuba elija,
en comicios intachables, sus legítimos
representantes, y éstos decidan, como apoderados
inexpugnables, la marcha futura de la República
bajo los principios consagrados por el esfuerzo de
heroicas
generaciones,
de
soberanía
y
democracia.112
110
Lionel Soto: La revolución del 33, ed. cit., t. II, p. 169.
Lionel Soto: La revolución del 33, ed. cit., t. II, p. 170.
112
Citado por Lionel Soto: La revolución del 33, ed. cit.,
p. 172.
111
53
El manifiesto de la Junta no podía ser más
conservador; nada en él traducía el menor espíritu
transformador. En esa coyuntura, Antonio Guiteras
precipitó la realización de planes insurrecciónales en
Oriente en conexión con el Directorio Estudiantil
Universitario, que nucleaba a la porción más radical
y revolucionaria de la pequeña burguesía urbana;
organizó grupos de acción en San Luis, El Caney,
Santiago de Cuba, Holguín, Victoria de Las Tunas,
Bayamo, Manzanillo y otras ciudades. Pero el
alzamiento del 29 de abril de 1933, fracasó. Fue
entonces cuando los trabajadores de los ómnibus
urbanos tomaron la iniciativa en la lucha
antimachadista, al declararse en huelga el 5 de julio.
Después vino la avalancha. A los doce días cerró el
comercio de La Habana, Santiago de Cuba y demás
ciudades; los comerciantes, unidos a grupos
industriales, efectuaron una concentración en la
capital para esgrimir un pedido de amnistía fiscal
junto con otras reivindicaciones. El 19, los maestros
se manifestaron en todo el país contra la rebaja de
sueldos y el atraso en sus pagos. Siguieron protestas
de empleados públicos y huelgas locales, así como
demostraciones de obreros, estudiantes y hasta
veteranos de la Guerra de Independencia.
En fin, se avizoraba una situación revolucionaria
cuya posibilidad objetiva radicaba en la explosiva
conjunción de la violenta crisis económica con la
prolongada opresión política. Las potencialidades
subjetivas se desprendían del alto grado de
politización de las clases populares, especialmente
urbanas -proletariado y pequeña burguesía- en las
cuales
los
sentimientos
antinjerencistas,
antiimperialistas y nacional liberadores, habían
cobrado enorme fuerza junto a la creciente
conciencia de que la fuente de sus miserias
materiales provenían, sobre todo, de la explotación
sufrida a manos de los monopolios yanquis. De ese
modo, la sociedad cubana se encontraba madura para
la explosión revolucionaria.
La huelga general política de todo el pueblo,
encabezada por la clase obrera bajo la conducción del
luchador comunista Rubén Martínez Villena, paralizó
el país a partir del domingo 6 de agosto de 1933. Al
día siguiente tuvo lugar la más grande masacre del
machadato; las masas se habían adueñado de las
calles y se dirigían al Congreso -a menos de ocho
cuadras del Palacio Presidencial- cuando la policía
atacó de manera salvaje a la muchedumbre. Hubo
dieciocho muertos y casi cien heridos. Pero la
matanza enardeció los ánimos en vez de amilanarlos;
repercutió hasta en los más recónditos lugares de la
república.
Al mismo tiempo, el Gobierno de México
comunicó al de Estados Unidos que una intervención
unilateral en Cuba no sería aprobada por América
Latina. El día 11 de agosto algunos batallones del
ejército se rebelaron; dicho gesto sólo tenía por
Alberto Prieto Rozos
54
objetivo distanciar del Presidente al más firme apoyo
del régimen, cuya autoridad se desmoronaba debido a
la huelga general. Por fin, el 12 de agosto de 1933,
Gerardo Machado renunció; se dio a la fuga hacia el
extranjero. En impresionante movilización las masas
se lanzaron entonces por toda la isla a hacer justicia
por su cuenta. Tres días duró la incontrolable
situación.
El derrocamiento de Machado obligó a la nueva
jefatura militar a destituir mandos, rebajar de
servicio, retirar o expulsar, e incluso detener y
enjuiciar a decenas de oficiales notorios por sus
faenas criminales durante la tiranía. Por supuesto,
dicha depuración quebrantó la disciplina y autoridad
antes existente en las Fuerzas Armadas; a partir de
ese momento afloraron múltiples contradicciones
entre la oficialidad y la tropa acaudillada por los
sargentos. Por esto, en Cuba se debilitaron el Estado
oligárquico y el poder político del imperialismo.
Sobrevino entonces un período de dispersión de las
fuerzas más reaccionarias, y un dominio de la escena
pública por parte de las clases populares; el efímero
gobierno presidido por Carlos Manuel de Céspedes y
Quesada, hechura grotesca de los imperialistas
yanquis -mediante la obra de su agente diplomático,
míster Summer Wells-, era la estampa absoluta del
desprestigio. Las características de esa interinatura
fueron descritas de esta manera por la Central
Sindical cubana:
... bajo la dirección revolucionaria de la
Confederación Nacional Obrera de Cuba, y del
Partido Comunista, han arrancado las masas en los
sectores más importantes de la lucha sus demandas
inmediatas, que deben mantenerse firmes ante el
Gobierno Provisional, que sustituye al régimen
criminal de Machado como representante también
de los intereses de nuestros verdugos y
explotadores113.
En dichas circunstancias el Directorio Estudiantil
Universitario era el movimiento político capaz de
nuclear a los sectores de la población ajenos a la
oligarquía y al Partido Comunista; en su dirigencia se
producía una evolución hacia posiciones de
izquierda, cuyo “Programa Estudiantil” también
correspondía al mínimo exigido por las fuerzas
proclives al nacionalismo. En síntesis, esa
organización esgrimía un moderado proyecto
transformador democrático-burgués con matices
antiimperialistas; el mismo podía representar una
apertura apoyable por los revolucionarios
consecuentes siempre que explicaran al pueblo sus
limitaciones
La crisis política originada en el machadato tuvo
un desfogue a medias en los sucesos del 12 de agosto
y días inmediatos posteriores; nadie estaba
satisfecho, y mucho menos la clase obrera y las
masas pequeñoburguesas de las ciudades; constituían
las fuerzas sociales más despiertas, politizadas y
dispuestas a la acción. A esta realidad se debe añadir
que el desajuste económico era espantoso; los
campesinos pobres y medios -e incluso no pocos
ricos- se debatían en la miseria o en la ruina; la débil
e irrelevante burguesía nacional vivía al borde de la
bancarrota; inclusive los sectores menos enriquecidos
de la burguesía agroexportadora habían perdido parte
de sus propiedades o pendía sobre ellos el azote de
las hipotecas vencidas.
Por supuesto, dicho caos originaba convulsiones
permanentes que el gobierno de Céspedes no podía
siquiera mitigar; se requerían medidas profundas que
beneficiaran a las clases trabajadoras para ver la
efervescencia declinar. Pero aquéllas no podían ser
tomadas sin que elementos populares tomasen las
riendas del Estado; se había creado una situación
revolucionaria. En este contexto la insubordinación
(4 de septiembre de 1933) de los alistados -expresión
neta del movimiento de masas que profundizaba su
influjo y se hacía cuerpo en las filas del Ejército y de
la Marina de Guerra- se convirtió en acto
revolucionario al abrazar el programa del Directorio
Estudiantil Universitario. Uno de los actores de
dichos sucesos, Ramón Grau San Martín, los
describió de la siguiente manera:
Todos los sectores netamente revolucionarios
protestaban de la nueva violencia que se hacía
sobre la voluntad popular. Nadie hubiera podido
predecir que aquel descontento profundo hijo de
la frustración de los objetivos revolucionarios, iba
a culminar en un verdadero golpe de Estado. Y
fue así, sin embargo. La más asombrosa peripecia
se produjo el 4 de septiembre, a los veinte días de
constituido el gobierno mediacionista. Los
sargentos conspiraban en las muy desunidas y
desorientadas filas del Ejército. El momento era
propicio, y ellos, hablando a los soldados de
reivindicaciones baladíes, los estaban haciendo
conspirar. Así fueron eliminados los oficiales del
Ejército y sustituidos por los sargentos. Temían
éstos, sin embargo, la gran repercusión civil que
podía tener su gesto. Por eso fueron a buscarnos y
a solicitar que formáramos un gobierno. Así se
constituyó el gobierno provisional, colegiado, la
Pentarquía, del cual formé yo parte, que trató de
llevar a cabo la implantación de los principios
revolucionarios.114
La insubordinación de la tropa descubrió un
desacato general a todas las autoridades constituidas,
en un acto carente de miras de fondo propias. Por
eso, los gestores de la rebeldía castrense se acogieron
al ideario estudiantil, cuyos dirigentes sin éxito
habían buscado por otras vías la forma de dotarse de
una fuerza armada. El inopinado encuentro selló el
113
Citado por Lionel Soto: La revolución del 33, ed. cit.,
p. 396.
114
Lionel Soto: La revolución del 33, ad. Cit. t. 3, p. 70.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
pacto que dio vida a un Gobierno revolucionario
pequeñoburgués; el Partido Comunista, que había
esgrimido la consigna de “Soviets de obreros,
campesinos y soldados”, era una fuerza aislada de las
organizaciones de la pequeña burguesía. Además,
aunque la oligarquía no podía ya gobernar, el
proletariado no poseía aún la fuerza suficiente para
asaltar el poder estatal.
El gobierno colegiado de la Pentarquía -a pesar de
sus inconsecuencias- era pequeñoburgués; se había
instaurado en contra de la voluntad del imperialismo
y de la oligarquía115. Pero la Pentarquía, debido a su
heterogeneidad, llevaba en su seno los gérmenes de
su disolución. Junto a esto, la flagrante amenaza de
intervención yanqui -cuya escuadra rodeó la isla-, las
conspiraciones de la desplazada oficialidad, y las
vacilaciones o temores de algunos pentarcas, llevaron
al Gobierno colegiado a su final. Sólo Ramón Grau
San Martín se dispuso a jugarse el todo por el todo;
aceptó, el 10 de septiembre de 1933, la proposición
del Directorio Estudiantil Universitario de ocupar la
Presidencia. Su Gobierno representó un escalón más
elevado del avance revolucionario pequeñoburgués.
La posición más espinosa y comprometedora del
Gabinete (Secretario de Gobernación) la ocupó
Antonio Guiteras Holmes, el dirigente más definido y
audaz de la extrema izquierda pequeñoburguesa, o
sea, la parte nacional revolucionaria de esta clase. El
primer acto gubernamental fue trascendente: repudio
a los preceptos de la Enmienda Platt, como muestra
de la voluntad antiimperialista que respondía a las
más profundas aspiraciones de la nación cubana.
Pero el ala derechista de la pequeña burguesía
existía; representaba el capitulacionismo, así como la
entrega a la oligarquía y al imperialismo; la dirigía
Fulgencio Batista, quien había ganado el liderazgo
del movimiento militar del 4 de septiembre tras
arrebatarlo
al
honesto
y
revolucionario
antiimperialistaa Pablo Rodríguez. El triunfo de
aquel sargento-mayor se debió a que expresaba mejor
la voluntad de la masa de alistados; tenía todos los
defectos y deformaciones de una Institución
concebida para reprimir, así como todos sus vicios
tradicionales de latrocinio y depravación. Luego,
Batista alió al ejército con los pequeñoburgueses del
ABC -organización de ideología facistoide- que en
razón de malversaciones y negocios sucios
cambiaron de clase y se metamorfosearon en parte
del bloque encabezado por la burguesía dependiente
del imperialismo.
En la puja por el poder, las fuerzas con rapidez se
polarizaron alrededor de las dos tendencias extremas,
capitaneadas por Batista y Guiteras; Grau quedó en el
medio -a veces equidistante-, aunque en la mayoría
de las oportunidades se dejó arrastrar por la
izquierda116. De este modo se emitieron los decretos
más avanzados y resueltos del Gobierno: leyes sobre
el trabajo -jornada de ocho horas, retiros y seguros
por accidentes-, contra la usura, así como acerca de
la rebaja de las tarifas del fluido eléctrico. Después se
extendieron las funciones y el carácter constitucional
de los Tribunales de Sanciones, para propender la
expropiación de los bienes malversados por los
machadistas. Por último, el 14 de enero, por orden de
Guiteras, se intervino la “Compañía Cubana de
Electricidad”,
subsidiaria
del
monopolio
norteamericano Electric Bond and Share Company.
Sin embargo, el Secretario de Gobernación -que
además tenía plena conciencia de la necesidad de
constituir una fuerza armada verdaderamente
revolucionaria y confiable para quienes perseguían
objetivos nacional-liberadores- no tuvo ya tiempo
para alcanzar sus propósitos; en esos momentos
Batista conminaba a Grau para que dimitiera. Y a las
4:30 de la tarde del 15 de enero de 1934, el ingeniero
Carlos Hevia asumió la Presidencia de la República.
¡En esencia se había producido un golpe de Estado
contrarrevolucionario sui géneris! De tal modo se
estrenó el batistato, caracterizado por la entrega total
al imperialismo yanqui y por el más crudo terror
antipopular, así como por los robos y
malversaciones.
Ascenso
del
patriotismo
militar
pequeñoburgués en Bolivia y Paraguay.
Los antecedentes de la Guerra del Chaco
conducen hacia los intereses petroleros del
imperialismo yanqui. Estos se habían asentado en la
meridional zona trasandina en 1922, al poco tiempo
de haberse descubierto el codiciado oro negro en los
departamentos bolivianos de Santa Cruz, Tarija y
Chuquisaca. Cinco años más tarde, la Standard Oil
Company of New Jersey controlaba en ese país
diecinueve áreas petrolíferas; las más importantes
eran las de Bermejo, Catamandi y, sobre todo,
Sanandita y Camiri, cuyos ricos yacimientos
animaron a los monopolios norteamericanos a
construir sendas refinerías. Existía, sin embargo, un
gran obstáculo para la masiva exportación del
petróleo ubicado en los límites del Chaco: la
mediterraneidad de Bolivia. El desarrollo técnico de
entonces no permitía aún constituir un oleoducto a
través de Los Andes y que desembocara en las costas
del Pacífico. Por eso, la Standard urgió al Gobierno
boliviano a solicitar a Argentina permiso para
construir uno, hasta cualquier puerto profundo en el
río Paraná. Pero el imperialismo inglés no deseaba
facilitar los progresos de su poderoso rival;
aprovechó la influencia que había recobrado en
Buenos Aires tras la presidencia de Irigoyen para
116
115
Lionel Soto: La revolución del 33, ad. Cit. t. 3, p. 83.
55
ss.
Lionel Soto: La revolución del 33, ad. Cit. t. 3, p. 97 y
56
oponerse a la referida petición. Con estas
instrucciones, Yacimientos Petrolíferos Fiscales
rechazó la demanda. Además, dicho organismo
estatal -rector de esa actividad económica-, aumentó
los impuestos sobre el petróleo boliviano con el
propósito de hacer incosteable su venta en Argentina.
La negativa sólo dejaba como solución, que la
Standard exportase el oro negro a través de las aguas
del río Paraguay. Estas llegaban a Bolivia sin el
caudal y profundidad suficientes, que permitieran su
empleo por petroleros o chalanas remolcadoras. Por
lo tanto, la Standard necesitaba la autorización de
Asunción para colocar los tubos de su oleoducto
hasta un apropiado puerto fluvial paraguayo. A la vez
anhelaba que este Gobierno le otorgara el derecho de
prospección sobre El Chaco, donde se presumía la
existencia de grandes mantos petrolíferos. Pero el
Gabinete gubernamental asunceño, también sometido
a la tutela de los imperialistas británicos denegó
asimismo cualquier entendimiento con los consorcios
norteamericanos.
La crisis de 1929 sacudió con vigor la economía
de Paraguay; estallaron grandes huelgas e
imponentes
manifestaciones
de obreros
y
desempleados; los mismos protestaban por la
indolencia oficial ante la miseria sufrida por las
masas. En represalia, el presidente de ocasión, José
P. Guggiari, ametralló a los estibadores de Puerto
Pinasio; disolvió los sindicatos; el 23 de octubre de
1931 ordenó una matanza de estudiantes. En ese
clima de represión y violencia se efectuaron comicios
generales; su resultado en nada ayudó a resolver las
cuestiones materiales ni a calmar la inquietud social.
Por el contrario, el nuevo presidente, Eusebio Ayala,
cada vez se inclinó más por desviar la atención
popular de sus verdaderos problemas y hacia el
sensible tema de límites en la indefinida frontera con
Bolivia; esperaba de esa forma evitar el estallido
revolucionario de los estratos humildes y clases
explotadas.
En Bolivia,117 mientras tanto, la gran depresión
cíclica del capitalismo afectó mucho los ingresos del
Estado, así como el nivel de vida del proletariado
minero y de los empleados urbanos; sus actividades
se vinculaban con las exportaciones hacia el mercado
mundial. En estas circunstancias los obreros y la
pequeña burguesía citadina exigieron una política de
protección a sus intereses. En cambio, la gran
burguesía minera -conocida como “La Rosca”-, cuyo
núcleo principal lo componían los “tres barones del
estaño” -Carlos V. Aramayo, Mauricio Hoschild y
Simón Patiño-, deseaba descargar sobre los pobres el
peso de la terrible crisis. Ante esta disyuntiva, el
presidente Hernán Siles preparó una legislación fiscal
para elevar los impuestos a las ganancias de las
117
Ver Sergio Guerra y Alberto Prieto: Crónicas
latinoamericanas, Casa de las Américas, La Habana,
1975.
Alberto Prieto Rozos
compañías mineras. La cúspide oligárquica preparó
entonces un golpe de Estado; el mismo entregó el
Gobierno a una Junta Militar. Esta celebró unas
rápidas elecciones basadas -como siempre- en el
elitista voto censitario; devolvió el 5 de marzo de
1931, el mando a dos políticos tradicionales: Daniel,
Salamanca, presidente; Luis Tejada Sorzano,
vicepresidente. Pero, como en el Paraguay, nada
cambió en Bolivia tras los comicios. Entonces, frente
a la creciente ira de asalariados y pequeños
propietarios, las nuevas instancias de poder agitaron
de manera demagógica las consignas de reclamar un
beneficioso trazado de la imprecisa frontera con la
vecina república rioplatense; pensaba eludir, de esa
manera, cualquier explosión social.
La creciente rivalidad entre los gobiernos de
Bolivia y Paraguay encontró el interesado apoyo de
los imperialismos yanqui e inglés, respectivamente;
este último se manifestaba mediante sus agentes en el
equipo gubernamental de Argentina; en julio de
1932, el ministro argentino de la Marina, Pablo
Casal, expresó el respaldo de su país al Paraguay en
la cruel guerra iniciada en El Chaco. Dicho conflicto
había estallado un mes antes alrededor del fortín
Pitiantusa en el área de 160.000 kilómetros
cuadrados que conforma El Chaco.
En éste, salvo unas pocas colinas, no existe una
simple altura superior a los 50 pies. Por su parte, el
subsuelo a 1,5 metros de la superficie de arena y
marga, es un lecho de arcilla que parece ser
absolutamente impermeable; durante la estación
lluviosa, una vez saturado de agua el suelo, se
forman extensos lagos temporales de dos a cuatro
pies de profundidad. En tiempos de seca, en
contraste, el precioso líquido es muy es caso; su
aprovisionamiento se convierte en un problema muy
serio. Esto motivó que los combates por los oasis se
convirtieran en luchas muy sangrientas; cuando un
contendiente se vea obligado a ceder ante el otro,
previo su abandono del lugar, envenenaba los pozos
con ácidos tóxicos. En esas condiciones combatían
ambos ejércitos; pronto los mismos recurrieron a un
sistema de profundas trincheras cuyo más alto
exponente fue la línea Nanawa-Gondra-ArceHerrera-Toledo.
En enero de 1934, las tropas paraguayas habían
avanzado casi hasta Ballivián -en la margen
septentrional del río Pilcomayo- a 400 kilómetros del
frente original de guerra. Dicho baluarte para la
fortaleza más poderosa de El Chaco; protegía el
principal punto de abastecimiento de las fuerzas
bolivianas; Villa Montes, situada a unos 320
kilómetros hacia el norte, se encontraba en las
primeras estribaciones de los Andes, la pérdida de
esa estratégica posición implicaría la pérdida de El
Chaco por Bolivia; vería amenazados sus
yacimientos en manos de la Standard, la toma de
Ballivián en noviembre por los paraguayos les abrió
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
el camino hasta el río Parapití, cerca de cuyas
márgenes se encontraba Camiri, con sus pozos y
refinería de petróleo. Entonces, el imperialismo
yanqui trocó su abundante ayuda militar -camiones,
aviones “Curtiss-Wright”, cañones- en frenéticas
gestiones diplomáticas, que abocó a los
contendientes al armisticio del 12 de julio de 1935.
El combate entre monopolios petroleros
estadounidenses y británicos se desplazó después a la
mesa de negociaciones; en la Conferencia de Paz
celebrada en Buenos Aires, cada parte esgrimía sus
reivindicaciones para delimitar las futuras fronteras.
Esa era la situación cuando en junio de 1936, Spruille
Braden, representante de Washington en dicho
cónclave, informó que según las últimas
investigaciones geológicas de la Standard, en la zona
de El Chaco, ocupada por Paraguay, no había
petróleo. Añadió que, en caso de existir, estaría a tal
profundidad, que su extracción no resultaría
beneficiosa para los consorcios. Desde ese momento,
los norteamericanos moderaron su respaldo a las
exigencias bolivianas; en conclusión, dos tercios del
territorio en disputa pasó al Paraguay; mientras, los
campos petrolíferos y el anhelado Puerto Suárez
quedaron al servicio de la Standard establecida en
Bolivia. ¿El costo de la pugna? ¡Ciento veinte mil
muertos latinoamericanos!
Las derrotas de Bolivia durante la guerra crearon
una temprana efervescencia política en el seno de sus
fuerzas armadas. Esa inquietud se manifestó el 27 de
noviembre de 1934 al ser derrocado el presidente
Salamanca por la oficialidad joven. Una vez
terminado el conflicto, dicha intranquilidad se
multiplicó por las noticias que informaban acerca del
papel desempeñado por la Standard en el
desencadenamiento de las hostilidades. En
consecuencia se ordenó una amplia investigación al
efecto; la misma puso al desnudo la podredumbre de
las altas esferas gubernamentales y su connivencia
con el conocido monopolio yanqui. Pero el
descontento no se manifestaba sólo en el ejército; las
masas pequeñoburguesas llevaban a cabo una serie
de manifestaciones que, junto a las huelgas obreras,
culminaron en el gran paro general del 10 de mayo
de 1936.
Los jóvenes oficiales bolivianos, en gran parte de
extracción pequeñoburguesa, se dispusieron a
convertir en fuerza su disgusto; para alcanzar ese
objetivo, se estructuraron en logias militares; la más
importante fue la “Mariscal Santa Cruz”. Encabezada
por el coronel Germán Busch, quien dirigió la
rebeldía militar que el 17 de mayo de 1936 depuso al
presidente Tejada Sorzano y entregó el poder al
también coronel David Toro. De esta manera, en el
país terminó la llamada “República liberal”. No
obstante, al frente del Ejecutivo, Toro no dispuso las
avanzadas medidas que de él se esperaban; se enredó
en los litigios que oponían a los distintos grupos
57
burgueses; sólo efectuó algunos cambios en la
superestructura. Así, creó la Secretaría de Trabajo para ocuparse de los asuntos laborales-; prohibió las
organizaciones políticas de la oligarquía; auspició el
surgimiento del gubernamental Partido Socialista.
También permitió (agosto) la organización de
asociaciones campesinas y sindicatos proletarios, que
luego se aglutinaron en la Confederación Sindical de
Trabajadores de Bolivia.
Sin embargo, el empuje progresista reclamaba
mayor audacia; Toro entonces fue animado a dar vida
a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos; ello,
por otra parte, no implicaba la monopolización de esa
trascendente actividad económica. Dicha institución
estatal sólo fue encargada de hacer cumplir el decreto
del 20 de junio de 1921; el mismo estipulaba que
ninguna concesión petrolera podía abarcar más de
100.000 hectáreas, ni otorgarse por un plazo mayor
de 55 años. Al poco tiempo se evidenció, no
obstante, que llevar a la práctica la referida ley
conducía en realidad a despojar a la Standard de casi
todas sus propiedades en la república. Por esto se
emitió, el 13 de marzo de 1937, la “Resolución
Suprema”; ésta declaraba caducas todas las
concesiones de ese monopolio; revertía sus bienes al
Estado. ¡Era una típica medida nacionalista que
afectaba al imperialismo; la Standard perdió 31
pozos de petróleo, 2 refinerías, y 7.000.000 de
hectáreas!
El nacionalismo pequeñoburgués del coronel
David
Toro
no
implicó,
sin
embargo,
transformaciones
democrático-burguesas
ni
preocupación alguna por el mercado interno y su
ampliación; tampoco existía en Bolivia ni siquiera
una potencial burguesía nacional que auspiciara
dichos cambios. A pesar de ello, los sectores más
avanzados de la pequeña burguesía eran conscientes
de que no saldría de su estancamiento y atraso social
si no afectaba la obsoleta base económica; las
medidas supraestructurales no eran suficientes para
garantizar el éxito de esa compleja tarea. Esta
comprensión condujo al coronel Busch a separar a
Toro de su alto cargo, que personalmente ocupó. Una
vez proclamado Presidente (1938), Busch dictó una
Constitución que reivindicaba la propiedad estatal
sobre las riquezas naturales; mencionaba funciones
sociales para las propiedades privadas; reconocía el
derecho de los campesinos a sus ancestrales tierras
comunales. También se promulgó el primer Código
de Trabajo; se creó el Banco Minero -dirigido por
Víctor Paz Estenssoro- con el propósito de proteger y
fomentar la pequeña minería; se disolvió el
reaccionario Congreso; se estableció el monopolio
estatal sobre las divisas extranjeras como medio de
controlar el comercio exterior. ¡Comenzaba el
importante proceso de transformación social cuando misteriosamente- en el Palacio Presidencial, apareció
muerto de un balazo, el 23 de agosto de 1939,
Alberto Prieto Rozos
58
Germán Busch! Entonces se evidenciaron con toda
su fuerza las debilidades de un movimiento
progresista apoyado sobre todo en la preeminencia
del ejército tradicional; mediante la disciplina
cuartelaria los mandos superiores recuperaron su
dominio sobre la tropa; clausuraron las hermosas
perspectivas que se abrían paso para los humildes.
El renovado dominio político de La Rosca sobre
Bolivia fue puesto en peligro por la aparición de
nuevas fuerzas populares. La primera (julio de 1940)
fue el Partido de Izquierda Revolucionario,
autoproclamado marxista-leninista; llegó a controlar
un sector considerable del movimiento obrero
boliviano a pesar del rumbo pequeñoburgués de sus
dirigentes y de sus errores tácticos. La segunda, el 10
de mayo de 1942, fue el Movimiento Nacionalista
Revolucionario, partido de la pequeña burguesía
influida por el Aprismo; dirigido por Víctor Paz
Estenssoro no proyectaba grandes transformaciones
sociales como el PIR; su programa proponía
supeditar la gran minería al Estado en vez de
nacionalizarla; reglamentar el trabajo de los
aparceros en lugar de realizar una Reforma Agraria.
La tercera fue la logia militar Razón de Patria
(RADEPA), heredera de la creada por Busch;
funcionaba con importantes núcleos opositores sobre
la base de una plataforma común: control estatal de
la minería.
Los planes empezaron a cumplirse cuando el 20
de diciembre de 1943 el Gobierno oligarca fue
derrocado; en el Ejecutivo se asentó el mayor
Gualberto Villarroel. Ese militar enseguida enfrentó
la hostilidad del imperialismo norteamericano; éste lo
tildó de totalitario; suspendió las relaciones
comerciales con Bolivia y canceló cualquier
negociación futura concerniente a las ventas de
estaño a Estados Unidos, el principal comprador de
dicho mineral. Con el propósito de evitar las
consecuencias del tácito bloqueo económico,
Villarroel convocó a elecciones parlamentarias el 2
de julio de 1944; fueron ganadas por el MNR.
Entonces el nuevo Congreso eligió a Villaroel como
presidente de la República; éste integró su gabinete
con muchos miembros de ese partido. De inmediato
se fundaron el Ministerio de Trabajo y Previsión
Social y la Federación Sindical de Trabajadores
Mineros de Bolivia, encabezada por un ex perforista
de Catavi: Juan Lechín. Luego se reconoció a la
Unión Soviética; además, casi se estableció el
monopolio del Ministerio de Hacienda sobre las
divisas del país. Más tarde se expropiaron todos los
yacimientos auríferos de Carlos V. Aramayo,
principal burgués de la República junto a Mauricio
Rochshild y Simón Patiño. Por último, tras efectuarse
(abril de 1945) el Primer Congreso indígena,
Viilarroel suprimió las relaciones feudales de
producción sufridas por el campesinado mediante
servicios personales o renta en trabajo. ¡Al fin se
atacaba en Bolivia la base económica medieval! En
el propio mes se anunció la acometida de una
Reforma Agraria por la zona de Tarbuco. El conjunto
de esas transformaciones democrático-burguesas puesto que en algunos acápites afectaban a la cúspide
capitalista-, nutrieron la nueva y progresista
Constitución boliviana de 1945. Pero las buenas
intenciones
gubernamentales
no
estaban
acompañadas del efectivo control de los principales
recursos económicos de la nación; la alta burguesía y
los terratenientes no fueron afectados de manera
sensible en sus ingresos, por ello pudieron acometer
gestiones
desestabllizadoras.
También,
la
incomprensión de algunos movimientos de avanzada,
aún poco acostumbrados a presenciar el
florecimiento de insospechadas tendencias patrióticas
en el seno de las tradicionales fuerzas represivas,
ayudaron a debilitar la gestión de Villarroel. Así la
oposición oligarca se unió al descontento de la alta
oficialidad; junto con una huelga de maestros convocada por el PIR-, puso al Gobierno al borde del
desplome.
La derecha, acaudillada por Aramayo, pasó a la
ofensiva con asaltos armados, el 13 de junio de 1946,
al cuartel de Calama y la base aérea de El Alto;
aunque fracasados, dichos ataques lograron
galvanizar a los heterogéneos opositores. La
conducción del proceso transformador comenzó a
escaparse de las manos de Villarroel, cuando
alocados oficiales jóvenes atacaron a balazos, el 19
de julio de 1946, a unos manifestantes del
aristocrático barrio de Sopocachi. Aunque eran de
ricos, el efecto producido por los cadáveres regados
en las calles aledañas a la Plaza Murillo fue terrible;
las discrepancias en el seno de las Fuerzas Armadas
se agigantaron; el rechazo a las insensatas muertes
devolvió el dominio de la tropa a la vieja oficialidad
conservadora. Después se obligó a Villarroel a
renunciar. Pero cuando éste redactaba su dimisión,
una iracunda turba sedienta de venganza asaltó el
palacio del Ejecutivo; asesinó al Presidente; lo lanzó
por un balcón, y por el pavimento arrastró su
cadáver, cuyos restos luego fueron colgados de una
farola. A partir de entonces el terror oligarca se
adueñó de Bolivia.
En Paraguay,118 durante la Guerra de El Chaco, el
Gobierno liberal recurrió al reclutamiento de
amplísimos sectores de la población con el objetivo
de sustituir las bajas provocadas por el conflicto. Ese
procedimiento abarcó incluso -como en Boliviadeterminados estratos de la oficialidad, repuesta con
jóvenes procedentes de la pequeña burguesía. Estos
pronto se sintieron émulos o herederos de la gesta
encabezada por el mariscal Francisco Solano López;
generaron sentimientos contrarios al “legionarismo
118
José Félix Estigarribia: The Epic of the Chaco War
(1932-1935), Marshal Estigarribia's Memories, The
University of Texas Press, Austin, 1937.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
traidor y entreguista”, como denominaron a quienes
gobernaron respaldados por los intereses extranjeros,
después de la epopéyica Guerra de la Triple Alianza.
Por eso, una vez firmada la paz, el presidente Ayala
comenzó a desmovilizar a todos los participantes de
dicha tendencia. Entre esos ex combatientes se
encontraba el coronel Rafael Franco,119 el más
destacado, eficaz y temerario jefe de división
paraguayo; éste dirigía una asociación de veteranos.
La repulsa de los militares a la política de
licenciamientos condujo a la “Revolución de
Febrero” (17 de febrero de 1936), como los efectivos
sublevados denominaron a la insurrección
acaudillada por los jóvenes oficiales. Derrotados los
cuerpos que ofrecieron resistencia, el Presidente y los
máximos jefes del ejército fueron expulsados del
país; se constituyó una Junta Provisional dirigida por
Franco. Desde el poder, éste trató de aglutinar a las
masas en la Unión Nacional Revolucionaria; disolvió
el Congreso; ilegalizó al Partido Liberal; derogó la
Constitución de 1870; en el centro de la capital erigió
un monumento a los beneméritos del Paraguay, al
que trasladó las cenizas de Solano López junto con
los restos del Soldado Desconocido de la Guerra de
El Chaco.
Al mismo tiempo se emitió una ley de Reforma
Agraria destinada a liquidar los latifundios con sus
inmensas extensiones Improductivas, casi siempre en
manos de compañías extranjeras; se pensaba entregar
a los veteranos y a los campesinos sin tierras,
pequeñas fincas, cuyas producciones recibirían
precios decorosos fijos y el respaldo del recién
organizado Crédito Agrícola Estatal. Después,
Franco creó el Ministerio de Salud Pública; dispuso
la asistencia médica obligatoria en los centros
fabriles; inauguró 400 escuelas primarias; instituyó el
Departamento Nacional del Trabajo -el cual atendía
los conflictos con los patronos-; implantó el máximo
de 8 horas diarias de labor para todos los asalariados;
aumentó los sueldos en un 50 por ciento; auspició los
sindicatos, que celebraron, el 15 de abril de 1936, un
Congreso unitario en la capital, donde participaron de
manera muy activa dirigentes obreros comunistas;
forjaron la Confederación de Trabajadores del
Paraguay. Después se anunció la nacionalización de
los recursos naturales del país. Pero el incipiente
proceso transformador democrático-burgués fue
frustrado por la sublevación (13 de agosto de 1937)
del sector aún controlado por la reaccionaria
oficialidad liberal; al triunfar, los oligarcas
establecieron el estado de sitio; persiguieron a los
militares “febreristas”, y proscribieron todas las
organizaciones populares.
119
Rafael Franco: El vencedor del Chaco, coronel R.
Franco, escribe para Marcha, en Hugo Alfaro: Antología
de Marcha (1939). Montevideo, 1970, pp. 165-173.
59
5. FRUSTRACIO"ES REVOLUCIO"ARIAS
DURA"TE LA SEGU"DA ETAPA DE LA
CRISIS GE"ERAL DEL CAPITALISMO.
Segunda guerra mundial y soberbia yanqui.
En 1939 comenzó otra Guerra Mundial que dio
inicio a la segunda etapa de la crisis general del
capitalismo. Seis años después, tras cruentas batallas
en las cuales la Unión Soviética llevó el peso
fundamental de la lucha, las potencias fascistas
fueron derrotadas. Se crearon entonces las
condiciones para que numerosos países se
desprendieran de la cadena de explotación
imperialista. El logro más trascendental de la
humanidad en este proceso fue el surgimiento de la
comunidad socialista mundial, que redujo de manera
considerable las zonas dominadas por el capitalismo.
Hitos que culminaron dicha etapa fueron las
históricas victorias de los pueblos de Corea (1953) y
Viet-Nam (1954) frente a los intentos imperialistas
por hacer refluir el sistema del socialismo. Todos
estos hechos propiciaron la desintegración del
régimen colonial, e hicieron más inestable la
economía capitalista. Tres importantes crisis cíclicas
golpearon a las puertas de los norteamericanos; el
país se había convertido en el principal bastión del
imperialismo, en la cabeza de la reacción mundial.
En 1948, una recesión de 11 meses provocó un
descenso del 10 por ciento en la producción
industrial yanqui; el mismo implicó una tasa de
desempleo ascendente al 8 por ciento. Cinco años
más tarde otro reflujo -de trece meses de duraciónasoló con una intensidad similar a la economía
estadounidense. En 1958, aunque breve tiempo, una
nueva crisis capitalista impuso un descenso del 13
por ciento en el volumen de los productos
industriales fabricados; estuvo acompañada del
creciente desempleo; el cual alcanzó al 7,5 por ciento
de toda la fuerza de trabajo. Con el propósito de
enfrentar las devastadoras consecuencias de esas
catástrofes sociales, los imperialistas recurrieron a la
llamada Guerra Fría, a la militarización de la
economía, al fortalecimiento del capitalismo
monopolista de Estado. ¡Era un vano empeño por
alterar el inevitable ciclo del modo de producción
capitalista!
En América Latina, la Segunda Guerra Mundial y
sus secuelas provocaron cambios considerables en la
influencia de los distintos imperialismos. El alemán,
desde el inicio de la contienda, fue el más
perjudicado. Esta realidad se evidenció con particular
pujanza en el caso de Brasil; a pesar de los estrechos
vínculos desarrollados con el Reich, se pronunció en
1941 en favor de los aliados; entró en la guerra. Al
contravenir su anterior política externa, el régimen de
Vargas autorizó a Estados Unidos a construir bases
aéreas en las costas brasileñas; desde las mismas se
ampliaba el radio de acción contra los submarinos
alemanes. A cambio, los yanquis pagaron gruesas
60
sumas, utilizadas en gran parte en la compra de
medios de producción destinados a la acería de Volta
Redonda. Como se sabe, a partir de 1943, un cuerpo
expedicionario brasileño participó en los combates
antifascistas de Italia.
México declaró la guerra a las potencias del Eje
en mayo de 1942. A diferencia de Brasil, en territorio
azteca existían inversiones directas alemanas; la
República no había roto sus relaciones con el Káiser
durante la Primera Guerra Mundial. Como era de
esperar, los 35.000.000 de dólares que representaban
la totalidad de los capitales germanos en suelo
mexicano, fueron de inmediato secuestrados. México
también participó con sus Fuerzas Armadas -la
aviación- en los combates del conflicto bélico
mundial; lo hizo en el frente del Pacífico, contra el
Japón.120
Después del estallido de la guerra, ninguna
república latinoamericana persistió tanto en mantener
sus vínculos con Alemania como Argentina. El
Gobierno de esta burguesía agroexportadora se
oponía al establecimiento de bases yanquis en las
costas de Uruguay; entonces Washington negociaba
con Montevideo. Dicha orientación se acentuó tras la
muerte del presidente Roberto Ortiz. Al respecto dice
el destacado historiador latinoamericanista de la
República Democrática Alemana, Klaus Kannapin:
“Con el archirreaccionario Castillo se situó a la
cabeza del gobierno argentino un hombre que
favorecía notoriamente a los nazis y que les brindó la
posibilidad de utilizar a Argentina como punto de
apoyo para toda una política en le América
Latina.”121
El ya activo comercio germano-argentino
continuó su dinámico intercambio, aunque en gran
parte fue realizado por terceros países, en especial
España. Ni siquiera el rompimiento de relaciones con
Alemania en enero de 1943, del tradicionalmente
neutral Chile -y el secuestro de los 85.000.000 de
dólares allí colocados en inversiones directas- alteró
“la política pro fascista de neutralidad de Castillo”122.
Por el contrario, el Presidente pensaba imponer como
sucesor suyo al desconocido político conservador de
Salta, Robustiano Patrón Costas. Este magnate
azucarero del noroeste argentino estaba muy
vinculado con el capital financiero alemán, en
especial, con el consorcio Thyseen y la Compañía
Staudt.123 Ello garantizaba la permanencia de una
misma orientación política. Pero la oligarquía
120
En Guardia, Nueva York, diciembre de 1945, No. 4.
Klaus Kannapin: Sobre la política de los nazis en
Argentina de 1933 a 1943, en Hitler sobre América Latina,
Fondo de Cultura Popular, México D. F., 1968, p. 152.
122
Klaus Kannapin: Sobre la política de los nazis en
Argentina de 1933 a 1943, en Hitler sobre América Latina,
Fondo de Cultura Popular, México D. F., 1968, p. 157.
123
Luis V. Sommi: Los capitales alemanes en Argentina,
Editorial Claridad, Buenos Aires, 1945, p. 12.
121
Alberto Prieto Rozos
agroexportadora argentina fue desplazada del poder
mediante el golpe militar del 4 de junio de 1943,
auspiciado por la burguesía nacional. A partir de
entonces comenzó un complejo proceso de pugnas en
el gabinete castrense; las mismas se agudizaron
cuando bajo presión yanqui el Gobierno bónaerense
se vio obligado a romper (enero de 1944) relaciones
con las potencias del Eje. Un año más tarde,
Argentina declaraba la guerra al Reich; secuestraba
los 540.000.000 de dólares en inversiones alemanas
directas colocados en el país. Dichas propiedades
pasaron al DINIE que, junto con YPF, formaron un
poderoso sector industrial de capitalismo de Estado.
Así, antes de finalizar la guerra, los intereses
germanos quedaban liquidados por completo en
América latina.
El imperialismo inglés fue golpeado con dureza
por la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas. En
Latinoamérica, aunque ya desde la década del treinta
muchas inversiones británicas habían sido
expropiadas -mediante compensación-, como fue el
caso de los ferrocarriles en México y en Brasil, a
partir del final de la conflagración ese proceso se
aceleró. Los Estados latinoamericanos poseedores de
cientos de millones de libras esterlinas entregadas
por Inglaterra durante el conflicto -a cambio de
alimentos y estratégicas materias primas- enfrentaban
en la posguerra la negativa británica de aceptar su
propia moneda como medio de pago internacional.
Finalmente, el Gobierno laborista inglés se vio
obligado a llegar a un acuerdo. Gran Bretaña traspasó
sus intereses -los ferrocarriles representaban un 40
por ciento del total; los bonos casi el 30 por ciento-, a
manos de estas repúblicas; aceptó en compensación
el dinero bloqueado en las arcas fiscales de América
latina la medida tuvo especial connotación en países
como Argentina y Uruguay; allí hasta entonces, los
capitalistas de Londres mantenían decisiva
importancia. Después, a cambio de exportaciones
imprescindibles para Inglaterra -trigo y carne-,
compañías eléctricas, de agua, gas y otras, pasaron a
fortalecer los ya poderosos sectores de capitalismo de
Estado nacional. De esta manera, las inversiones
directas británicas en Latinoamérica, en 1940,
totalizaban 774.000.000 de libras esterlinas -el total
de capitales ingleses en nuestro subcontinente
representaba entonces unos 1.000.000.000 de dólares
menos que once años atrás- ascendieron en 1950,
escasamente, a 270.000.000; además se trataba de
libras muy depreciadas en relación con el dólar.
Nueve años más tarde, las referidas inversiones
habían disminuido un 20 por ciento adicional. En
resumen, el imperialismo inglés en América latina,
como sus congéneres europeos, estaba liquidado.
Estados Unidos, apenas iniciada la Segunda
Guerra Mundial, logró que en Panamá se efectuara la
Primera Reunión de Consulta de los Ministros de
Relaciones Exteriores de las Américas. Su principal
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
consecuencia fue el compromiso arrebatado a los
gobiernos latinoamericanos, de contribuir a la
economía de guerra yanqui con el suministro de
abundantes materias primas a precios estables y
bajos. Se crearon, de esa manera, enormes reservas
federales estadounidenses; una vez terminado el
conflicto servirían de mecanismo, de chantaje contra
los países agro y minero exportadores del continente.
En junio de 1944, al acercarse el final de la
guerra, Estados Unidos logró la firma en New
Hampshire de los acuerdos de Bretton Woods; los
mismos transformaron a su moneda en la divisa
capitalista por excelencia; aquélla se situó, como
equivalente del oro, que se hizo convertible a razón
de 35 dólares la onza. Aunque en función del
precioso metal se apoyaba la validez del papel
fiduciario norteamericano, en realidad se concedía a
éste el privilegio de servir de patrón para establecer
el precio de los productos en los mercados
internacionales, así como los tipos de cambio.
Después una vez celebrada la Reunión de Crimea, los
yanquis convocaron a una nueva Conferencia
Panamericana en la Ciudad de México; la misma
duró desde el 21 de febrero hasta el 8 de marzo de
1945. En ella míster Clayton, secretario de Estado
adjunto del Gobierno de Washington, presentó un
proyecto de Carta Económica para las repúblicas
americanas basado en tres puntos cruciales; un plan
de estabilización fiduciaria dirigido por el Fondo
Monetario Internacional; liberalización de las
barreras arancelarias impuestas al comercio
internacional por las altas tarifas aduaneras; adopción
de medidas destinadas a favorecer las inversiones de
capital yanqui en América Latina. Estas
proposiciones fueron calificadas por el Primer
Congreso
Nacional
de
las
Industrias
Transformadoras de México, de la siguiente manera:
“El Plan Clayton (...) no es más que un plan de
establecimiento del dominio mundial y de abolición
de la competencia y de la libertad. En él se atribuye a
los Estados Unidos el papel de metrópoli, en tanto
que los demás Estados quedan en la posición de
satélites. Sólo los Estados Unidos defienden este
neoliberalismo.”124
En definitiva dicho proyecto fue rechazado por
los latinoamericanos; los estadounidenses se vieron
obligados a conformarse con lo acordado en el Acta
de Chapultepec. Esta comprometía a los firmantes,
tanto para el período bélico en curso como para la
posguerra, a instituir un Estado Mayor General
Interamericano unificado: continuar el suministro de
recursos, insumos, y materias primas estratégicomilitares, para los yanquis; la acción conjunta de
todos los países del continente en cualquier
contienda.125 Las consecuencias de aquella reunión
fueron ampliadas por la Conferencia de Río de
Janeiro inaugurada el 15 de agosto de 1947; tenía por
finalidad la firma de un tratado de “asistencia
recíproca” con el objetivo de enfrentar cualquier
amenaza exterior. Tras vencer la oposición argentina,
los participantes acordaron que una agresión contra
cualquier territorio bajo soberanía de una república
americana constituía un ataque contra todas las
demás. Dicho acápite representaba una terrible
trampa; Estados Unidos contaba con múltiples
enclaves militares y coloniales fuera del ámbito
continental. Pero fue aprobado así.
Los yanquis completaron sus sistemas de
dominación hemisférica en la Novena Conferencia
Panamericana, efectuada en Bogotá del 30 de marzo
al 2 de mayo de 1948. En ella se institucionalizó la
hegemonía estadounidense no obstante las
combativas
protestas
del
estudiantado
latinoamericano, cuyos representantes -entre los
cuales descollaba Fidel Castro- se personaron en la
capital colombiana para censurar la espuria reunión.
Al final de las claudicantes sesiones quedó
oficialmente constituida la Organización de Estados
Americanos (OEA), con sede en Washington. Un año
más tarde, en el discurso inaugural de su segundo
período de gobierno, el presidente Truman anunció el
programa del llamado Punto IV. Su contenido
político se reducía a proclamar la posibilidad de
alcanzar algún progreso por parte de los países sin
industrializar, mediante el otorgamiento de
privilegios y garantías a las inversiones yanquis. El
objetivo económico imperialista residía en explotar la
barata fuerza de trabajo latinoamericana, para
incrementar las ganancias de sus monopolios. Fue un
propio estadounidense, el profesor Carl MacGuire,
quien hizo la siguiente síntesis, una de las más
acertadas hechas a dicho proyecto: “la política
norteamericana
de
asistencia
al
mundo
subdesarrollado, conocida bajo el nombre de Punto
IV es, principalmente, un plan tendente a reforzar el
poder de los Estados Unidos en la lucha mundial
contra el comunismo”.126
A partir de entonces, un inusitado auge fue
conocido por los capitales norteamericanos en
nuestro subcontinente. Si las inversiones directas
yanquis ascendían en 1943 en América Latina a
2.800.000.000 de dólares -en total colocado por los
estadounidenses superaba los 6.100.000.000-, en
1950 oscilaban alrededor de los 4.400.000.000 y
nueve años después la cifra era de unos
8.200.000.000. Al mismo tiempo, el desbalance
comercial entre Estados Unidos y Latinoamérica
125
124
Richard F. Behrendt: Inter-Americ8n Economic
Relations. Problems and Prospects, New York (s. e.),
1948, p. 54.
61
G. Deborin: La Segunda Guerra Mundial, Editorial
Progreso. Moscú, 1977, p. 442.
126
Carl Mac Guire: Point and the national Power of the
U.S., en American Journal of economic and social
Sciences, April, 1952.
Alberto Prieto Rozos
62
alcanzó magnitudes alarmantes; el saldo favorable a
los norteamericanos ascendió a 35.000.000.000 de
dólares entre los años de 1951-1957. Difícil sería
encontrar una situación de mayor dependencia.
Durante la Segunda Guerra Mundial la
producción de las industrias en América Latina
creció en un 40-50 por ciento;127 la renta nacional del
conjunto de estos países ascendió de 9.000 millones
de dólares, hasta 17.000.000.000128. Como es lógico,
este desarrollo económico vino acompañado del
fortalecimiento de las posiciones de la burguesía
nacional; implicó la multiplicación de la clase obrera,
de los asalariados en general. Finalizado el
sangriento conflicto, el nacionalismo burgués
latinoamericano continuó su cosecha de triunfos
durante un lustro, hasta que las producciones de las
industrias locales en Argentina, Brasil y México,
satisficieron las respectivas demandas solventes de
sus mercados internos.
Como entonces el capitalismo en dichos países se
encontraba en la fase de la libre competencia, el
ulterior crecimiento de las empresas individuales
estaba vinculado de manera directa con el descenso
en los costos de producción. Estos tenían que ser
inferiores a la media de la rama para garantizar a los
propietarios
la
obtención
de
ganancias
extraordinarias. El afán de obtener cuotas y masas de
plusvalía cada vez mayores, incrementó la
competencia entre los capitalistas de cada república.
Numerosos pequeños y medianos productores
quebraron; se aceleró el proceso de concentración de
la producción. Con el fin de retrasar la ruina de los
más débiles fabricantes, algunos regímenes
nacionalistas promovieron tratados de unión
económica con Estados vecinos. Pensaban retardar
las consecuencias de las inexorables leyes
económicas del capitalismo, al ampliar las fronteras a
sus producciones. Brasil firmó un acuerdo con Perú;
la Argentina varios, que comprendieron a Chile,
Paraguay, Bolivia y Uruguay. México, en contraste,
se esforzó por aprovechar las consecuencias de la
Reforma Agraria que había incorporado a nuevos
sectores sociales al consumo. Aquellos dos
gobiernos, que respondían a la burguesía nacional,
descubrieron, sin embargo, que ir más allá del
territorio propio en la época del imperialismo
resultaba una tarea muy difícil. Los capitalistas
latinoamericanos no pudieron competir con los
consorcios imperialistas yanquis; los mismos hacía
tiempo que dominaban los otros mercados del
continente.129
Los cambios estructurales en la producción
condicionaron la creciente importancia de las grandes
empresas; éstas a su vez empezaron a obtener
superganancias; ello enfatizó la concentración del
capital. Al mismo tiempo, los proyectos de ampliar
las industrias requirieron tales magnitudes de
inversiones que, frecuentemente, ni los más
poderosos burgueses alcanzaron a obtener tan
considerables sumas; resultaba imprescindible
centralizar mayores capitales. La necesidad de atraer
recursos ajenos motivó la fundación de compañías
anónimas, y que se recurriera al sistema crediticio
dominado por unos cuantos bancos. Además, la venta
de acciones, el carácter sistemático y permanente de
los vínculos con determinadas firmas bancarias,
proporcionó sensibles ventajas a los grandes
industriales; les garantizó amplio financiamiento a
largo plazo. Los bancos, a cambio, enviaron a sus
representantes a los órganos de dirección de las
entidades industriales con las cuales se relacionaban.
La fusión del capital bancario con el industrial
provocó el control de unas pocas compañías sobre
gran parte de las inversiones en las principales ramas,
con lo cual se destruyó la libre competencia.
En los países latinoamericanos de mayor avance
capitalista empezaron así a surgir los monopolios
criollos130 debido a la pujanza de los más poderosos
integrantes de la antigua burguesía nacional, que
desaparecía al transformarse en monopolista. Sin
embargo, en América Latina, a diferencia de lo
ocurrido en las naciones imperialistas, el crecimiento
de la industria se produjo de manera preponderante
en el Sector II, dedicado a los bienes de consumo; los
distintos empeños por hacer surgir fábricas de
medios de producción lograron éxitos muy limitados.
Los problemas de tecnología y financiamiento
representaron valladares casi insuperables; la
industria pesada exige enormes inversiones -la parte
de las materias primas y el papel de las instalaciones
y equipos de alto precio son muy importantes-, y le
es inherente una rotación de capital más lenta. Para
continuar su proceso de crecimiento capitalista, los
monopolios criollos requerían asociarse con los
grandes trusts del imperialismo y obtener de esa
manera financiamiento, medios de producción con
tecnología moderna, y posibilidades de vender en
otros mercados; los nacionales resultaban ya
demasiado limitados.131 Los monopolios criollos
retiraron entonces su respaldo a los gobiernos
nacionalistas burgueses, que periclitaron.
127
130
Anatoli Glinkin: ob. Cit., p. 131.
Anatoli Glinkin: ob. Cit., p. 131.
129
Nlkolai Zaitsev: ALALC, paso por dificultades y
contradicciones, en América Latina, Instituto de América
Latina, Moscú, 1976.
128
La violencia en Colombia.
Frustrada la plausible tentativa transformadora de
Enrique Galois Mendoza: Los monopolios bajo las
condiciones del capitalismo dependiente, en América
Latina, Instituto de América Latina, Moscú, 1976.
131
Boris Koval: La revolución científico-técnica y
América Latina, en América Latina, Moscú. 1977.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
López Pumarejo,132 debido a la debilidad de la
burguesía nacional y su reticencia a recurrir a las
masas, el Partido Liberal enrumbado por los grandes
comerciantes y burgueses del agro osciló hacia la
derecha. Esto se patentizó en la candidatura de
Eduardo Santos, hombre cuya misión residía en
deshacer desde la Presidencia toda veleidad
reformista; estaba autorizado a impulsar el desarrollo
de la infraestructura e industria nacionales. Esa
tendencia fue beneficiada por el estallido de la
Segunda Guerra Mundial; la misma propició el auge
manufacturero mediante la práctica de sustituir
importaciones. También durante su cuatrienio Santos
se caracterizó por realizar una política obrera
divisionista, cuya culminación se alcanzó al
escindirse la unitaria Confederación Sindical de
Colombia, creada (1936) durante el mandato de su
predecesor. Ese tipo de maniobra provocó una
reagrupación de fuerzas en el liberalismo; de nuevo
la izquierda dirigida por Gaitán apoyó los deseos de
López Pumarejo de retornar a la Presidencia, que
volvió a ocupar en 1942 gracias a una campaña
electoral nacionalista, llena de promesas sobre
inmediatos cambios sociales.
La derecha del partido, aliada con los
conservadores, se le opuso; esto facilitó un golpe de
Estado militar, el 10 de julio del año 1944. No
obstante, la movilización popular provocó el fracaso
de la asonada castrense; López regresó al Ejecutivo;
sin embargo, allí descubrió que no podría gobernar;
los tradicionales mecanismos de poder se
manifestaban en su contra; él no estaba decidido a
recurrir al pueblo para llevar a Colombia hacia la
renovación. Por eso, en 1945, renunció a su alto
cargo; el mismo fue ocupado por el conciliador
Alberto Lleras, quien obtuvo el jubiloso respaldo del
archirreaccionario cabecilla del Partido Conservador:
Laureano Gómez. Desde entonces, la Asociación
Nacional de Industria ganó en importancia
suprapartidista; empezó a nuclear a los principales
dueños de fábricas sin prestar miras a cuál
organización política pertenecían. Así se llegó a las
elecciones de 1946; en las mismas los conservadores
presentaron la Candidatura de Mariano Ospina y
Pérez, gerente de la Federación Nacional de
Cafeteros. Frente a él, los liberales acudieron a los
comicios divididos; la derecha propuso la figura de
Gabriel Turbay; mientras, la izquierda esgrimía al
popularísimo Jorge Eliecer Gaitán. Este se había
convertido en el terror de la oligarquía con un
avanzado programa transformador democráticoburgués; el cual planteaba Reforma Agraria,
capitalismo de Estado y mejoras para los sectores
urbanos humildes; como empezara a comentar el
132
Antonio Gaitán: Gaitán y el camino de la revolución
colombiana; responsabilidad de las clases, las
generaciones y los partidos, Ediciones Camilo, Bogotá,
1974.
63
pueblo durante la campaña presidencial: “El hambre,
la miseria, la desnutrición, el paludismo, la anemia,
la ignorancia, no son liberales ni conservadores, sino
producto de la oligárquica opresión.”133
Al ocupar la Presidencia, Ospina Pérez estaba
encargado de hacer refluir el ascenso de las masas. A
tal efecto durante sus dos primeros años de gobierno,
las fuerzas represivas asesinaron a unas 15.000
personas; a la vez, se multiplicaba el desalojo
campesino y se tornaba habitual la intervención de
los sindicatos orientados por el Partido Comunista.
La cima de este proceso se alcanzó en abril de 1948,
cuando en Bogotá tenía lugar la Conferencia
Panamericana encargada de constituir la neocolonial
Organización de Estados Americanos (OEA); de
manera paralela, los dirigentes estudiantiles llegados
de toda América Latina -entre los cuales descollaba
Fidel Castro- protestaban por dicho evento. ¡En ese
tenso contexto el 9 de abril Gaitán fue asesinado!134
La autodefensa campesina generada desde 1946
para resistir los atropellos conservadores, se
convirtió en lucha indiscriminada a lo largo de todo
el país a partir de la muerte del progresista caudillo
liberal. En Colombia, ante el horrible crimen hubo
una espontánea y violentísima135 respuesta popular
cuya máxima expresión se produjo en la capital de la
República: ¡El “bogotazo” entró en la historia como
símbolo de la furia ciega y desesperación de las
masas no conducidas hacia la revolución por una
vanguardia política! Durante las heroicas jornadas
de revuelta, el pueblo, no obstante estar
desorganizado, tomó el poder en la mayoría de los
municipios y formó juntas locales de gobierno. Pero
al carecer la desconcertada avalancha de rebeldía
liberal de una conducción decidida a transformar la
estructura socioeconómica -que disfrutaban por igual
los oligarcas de ambos partidos tradicionales- los
choques con frecuencia se convirtieron en feroces
enfrentamientos por simples cuestiones de rótulos,
sin poner en peligro la esencia de los intereses de los
ricos y poderosos explotadores.
Con el propósito de recuperar las posiciones
perdidas, la represión conservadora fue en extremo
brutal en amplias zonas; ello condujo al
fortalecimiento y proliferación de las hasta entonces
incipientes guerrillas rurales. Muchos se alzaron con
los liberales, porque era la única manera de
sobrevivir la violencia gubernamental; combatían la
misma con altas dosis de iguales procedimientos. La
barbarie fue sobre todo devastadora en Tolima,
Huila, Boyacá, Meta, Casanare, San Martín,
Ouindio, Risaralda, norte de Chocó y sur de
133
Diego Montaña Cuéllar: Colombia, país formal y país
real, Ediciones Pueblo Unido, Bogotá, p. 158.
134
Gilberto Vieira: 9 de abril: experiencia del pueblo, Eds.
Sudamérica, Bogotá, 1973.
135
Germán Guzmán Campos: La violencia en Colombia,
Eds. Progreso, Cali, 1968.
64
Córdoba así como parte de Bolívar. Es decir, la zona
andina ocupada desde el Cauca hasta la parte
septentrional de Santander y el territorio de los
Llanos orientales; sólo escaparon la mayoría de las
áreas de la Costa Atlántica y Nariño. Los
combatientes se encuadraban dentro de la guerrilla;
comandaban quienes habían establecido las acciones
de armas; designaban jefes; otorgaban grados;
castigaban; distribuían el botín; juzgaban;
adoctrinaban; pactaban. En fin, dichas jefaturas
constituían los órganos dirigentes fundamentales de
las guerrillas colombianas, de las cuales en la
primera etapa de la lucha (1948-1953) hubo trece;
había departamentos -como Tolima, por ejemplodonde
existían
tres
comandos
diferentes
simultáneos.
El Partido Comunista se esforzó mucho por
lograr que las guerrillas abandonaran su visión
localista de la lucha, y la elevaran a niveles
cualitativos superiores para llegar a representar un
factor decisivo en la emancipación del pueblo
colombiano. A tal efecto, los destacamentos del
movimiento de autodefensa animado por dicha
militancia en la región meridional de Tolima -así
como en Viotá, donde gracias a su influjo se
organizó un amplio frente de masas contra la
represión y el bandolerismo-, colaboraron con
eficacia en la realización de la Conferencia Nacional
de guerrilleros efectuada en Boyacá (1952). A ella
asistieron representantes de la mayoría de los
grupos; éstos emitieron una plataforma destinada a
vincular la lucha armada con la Reforma Agraria y
con la formación de gobiernos populares en las
zonas controladas por las guerrillas. Pero estos
acuerdos, en definitiva sólo fueron aplicados por los
núcleos alzados más progresistas; los otros
mantuvieron sus conocidos rasgos habituales.
Aquéllos sostuvieron el Segundo Congreso de
guerrilleros, el 18 de junio de 1953; nombraron a
José Guadalupe Salcedo Uda, comandante supremo
de las fuerzas revolucionarias del llano;136
reorganizaron los comandos de zonas, así como los
propios núcleos armados y el servicio de estafetas.
Luego se emitió una reglamentación jurídica; la
misma abarcaba aspectos militares, civiles, penales,
y otros muy variados.
La violencia puso en crisis al tradicional sistema
oligárquico en Colombia; las inauditas bestialidades
gubernamentales provocaron grandes migraciones
hacia las ciudades -Bogotá, Cali, Ibagué, Medellín,
Pereira, Armenia, Cartago, Palmira, Chaparral,
Neiva, Líbano, y Girardot-, cuyo crecimiento fue
descomunal y súbito, con todos los graves
problemas sociales que de esto se desprenden.
También, dicha corriente humana motivó la
136
Eduardo Franco Iraza: Las guerrillas del llano;
testimonio de una lucha de cuatro años por la libertad,
Bogotá D. E., (s. e.), 1959.
Alberto Prieto Rozos
colonización espontánea de áreas como El Pato y
Guayabero, en Meta, o Marquetalia en Tolima, así
como fuertes desplazamientos humanos hacia la
vecina república de Venezuela.
El sistema capitalista, puesto al borde de la
catástrofe en Colombia por el salvajismo del
gobierno conservador de Laureano Gómez y
Roberto Urdaneta, fue revitalizado gracias al golpe
de Estado militar del 13 de junio de 1953; el general
Gustavo Rojas Pinillas, quien impuso su dictadura
personal anunció ,el propósito de poner término final
a la violencia con los lemas: "¡No más Sangre!”;
“¡No más Depredaciones!”; “Paz, Justicia y Libertad
para Todos!” Así, bajo el manto del apartidismo,
salvaba al régimen social; sus consignas resultaban
atractivas para las agobiadas masas, que no veían
perspectivas mejores en la insensata lucha entre
liberales y conservadores. Por eso, la hábil prédica
pacifista condujo a la desmovilización de muchos
grupos alzados; mientras, otros degeneraban hacia el
más característico bandidismo. Se puede decir que
las muy concienciadas guerrillas del sur de Tolima
fueron en la práctica las únicas en continuar el
combate con claros objetivos políticos; éstos
correspondían a los principios de la lucha de clases y
de la emancipación nacional; esta vez ellas debieron
enfrentar no sólo las furiosas embestidas del ejército,
sino también las de sus recién encontrados socios,
provenientes de los claudicantes destacamentos
liberales. Por ello, mientras Rojas Pinillas se
satisfizo con detener la pugna entre los partidos
Liberal y Conservador -que en 1954 concurrieron a
un gran “debate nacional”-, persiguió con saña al
ilegalizado Partido Comunista cuya militancia sólo
representaba a los sectores oprimidos de la sociedad
colombiana.
A la vez, la ambición personal del
autoproclamado presidente se extralimitó, al tratar
de formar con sus acólitos y allegados un nuevo
partido burgués para romper el monopolio político
de los otros dos. Este fenómeno supraestructural se
unió con la parálisis económica provocada por la
caída, en 1955, de los precios del café exportado;
decidió a las cúpulas liberal y conservadora a
entenderse; a principios de 1957, una y otra lanzaron
el manifiesto conjunto denominado “Pacto de
Marzo”; en el mismo se mostraban inconformes con
Rojas Pinillas y sus proyectos. Ese rechazo facilitó
que poco después, el 10 de mayo de 1957, diera al
traste con su gobierno personalista. Luego, el 4 de
octubre del propio año, ambos partidos oligárquicos
estructuraron un “Frente Nacional”; éste implicaba
un duradero acuerdo político entre los grandes
explotadores de la nación.
Transformaciones y guerras civiles en Costa
Rica y Paraguay.
La crisis de 1929, que provocó el desplome de
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
los precios internacionales del café, se inició durante
el gobierno de Cleto González (1928-1932).
Entonces, mientras muchos pequeños propietarios de
la Meseta reconvertían sus cultivos hacia el
autoabastecimianto, el Estado duplicó el impuesto
pagado por las exportaciones de bananos, que no
decayeron -como se sabe- durante la gran depresión.
Esta aún se mantenía cuando Ricardo Jiménez
retornó a la Presidencia con su tradicional gestión
democrática; durante su cuatrienio, si Partido
Comunista llegó a tener dos diputados (Manuel
Mora Valverde y Efraín Jiménez); dirigió la exitosa
huelga (1934) de Puerto Limón contra la United
Fruit Company, la cual se vio forzada a establecer
un salario mínimo y a reducir la jornada laboral en
sus plantaciones. También, Jiménez se destacó por
su oposición (1935) a la implantación del poderoso
monopolio yanqui en el litoral del Pacífico cuando
éste adujo que sus tierras caribeñas se encontraban
agotadas. A la vez su gobierno concertó, en 1936, un
importante acuerdo con Alemania. Ésta vendió a
Costa Rica medios de producción industrial a
cambio da café mediante el trueque compensado.
Así se auspició el ascenso de la burguesía nacional
en el país.
El presidente León Cortés mantuvo una
orientación gubernamental semejante a la de su
predecesor hasta 1938, cuando los prolegómenos de
la Segunda Guerra Mundial provocaron el cese de
los notables nexos comerciales con el Reich.137
Entonces, toda la política se reestructuró; Cortés
permitió a la United Fruit Company extenderse a la
costa del Pacífico; reprimió al movimiento obrero;
introdujo el fraude en las urnas en perjuicio del
Partido Comunista. Con el propósito de detener esa
ofensiva conservadora, esta fuerza política adelantó
un programa electoral mínimo y de alianza con todas
las organizaciones democráticas; el mismo, en
principio fue aceptado por Ricardo Jiménez, quien
anhelaba regresar a la primera magistratura. Pero, en
definitiva, el anciano ex presidente retiró su
candidatura ante las amenazas proferidas por León
Cortés y la reacción.
Rafael Calderón Guardia, que dirigía la tendencia
socialcristiana auspiciada por la burguesía nacional
en el seno del Partido Republicano Nacional (PAN),
resultó triunfador en los comicios de 1940. Durante
los dos primeros años de su mandato, este hábil
político congeló los arrendamientos y alquileres;
practicó la intervención estatal en la economía
mediante la regulación que algunos precios; impulsó
obras públicas; realizó cambios en el sistema
impositivo; organizó el Crédito Rural, así como la
Seguridad Social; creó la Universidad de Costa Rica;
65
prometió viviendas para las masas citadinas.
En ese favorable contexto, el Partido Comunista
sugirió un ambicioso programa transformador en
1942 que comprendía: Consejo de Producción para
fijar todos los precios, almacenes estatales con
funciones de intermediarios entre productores y
consumidores, cooperativas agrícolas, créditos a las
industrias, aranceles proteccionistas, ley sobre las
rentas,
sistema
de
tratados
comerciales
centroamericanos, nacionalizar los servicios
públicos y las tierras abandonadas por la United
Fruit Company, moratoria de la deuda externa,
seguridad social generalizada, ley sobre el
inquilinato, Reforma Agraria, y secuestro -debido al
estado de guerra- de las inversiones alemanas. Esta
propuesta mínima, que se acercaba al máximo de la
posible práctica gubernamental, facilitó el
entendimiento entre el Partido Comunista y el
Partido Republicano Nacional. Ambas fuerzas
políticas, juntas, propiciaron una reforma
constitucional que en el propio año 1942 aprobó los
principios siguientes: garantías sociales, control
estatal sobre la economía, derecho de todos al
trabajo,
cooperativas,
salarios
mínimos,
sindicalización generalizada.
En 1943, los cambios democrático-burgueses se
profundizaron, al constituirse la Caja de Seguro
Social y emitirse un Código de Trabajo; el mismo
implicaba la existencia de tribunales laborales, una
ley de protección a inquilinos y, sobre todo, la
llamada “Ley de Parásitos”; esta regulación agraria
autorizaba al Estado -mediante una indemnización a
los antiguos dueños- a ocupar las tierras incultas
para luego distribuirlas; a la vez, permitía a quienes
sin títulos de posesión cultivaban parcelas, a
convertirse en propietarios. En el propio año, esa
medida fue respaldada con la creación de un banco
de créditos para los pequeños propietarios.
Dentro del Partido Republicano Nacional la
reacción contra el “calderonismo” la dirigió el ex
presidente León Cortés; junto a sus simpatizantes
creó el Partido Democrático, que retornó las viejas
banderas liberales. A la vez, fuera de esas
agrupaciones políticas, se desarrollaba otro tipo de
oposición, terrorista, encabezada por el caudillo de
una burguesía agraria exportadora de nuevo tipo,
anticomunista y pro norteamericana, que se
fomentaba al sur de la capital: José Figueres.138 Pero
en las elecciones de 1944 triunfó el Bloque de la
Victoria, integrado por el Partido Republicano
Nacional y el Comunista, redenominado Vanguardia
Popular; obtuvieron dos tercios de los votos. El
nuevo presidente, Teodoro Picado, entonces
estableció la Tesorería Nacional, una Junta de
Control sobre el Comercio, para supervisar los
137
Theodore S. Greedman: The political development of
Costa Rica (1936-1944); politics of an emergin welfare
state in a patriarcal society, University of Maryland.
Annapolis. 1971.
138
Hugo Navarro Bolondi: José Figueres en la evolución
de Costa Rica, Imprenta Quirós, México D. F., 1963.
Alberto Prieto Rozos
66
precios durante la guerra, impuestos sobre la renta, y
Juntas Rurales de Crédito con el propósito de
beneficiar a la pequeña burguesía; también auspició
el desarrollo de cooperativas agrícolas e industriales,
dirigidas a aglutinar a campesinos y artesanos,
respectivamente.
En febrero de 1947, los partidos Republicano
Nacional y Vanguardia Popular propusieron el
retorno a la Presidencia, al siguiente año, de Rafael
Calderón Guardia; éste prometía realizar la Reforma
Agraria. Frente a su candidatura, la oposición legal
adelantó la figura de Otilio Ulate, perteneciente al
derechista Partido Unión Nacional, respaldado por el
Democrático -cuyo líder, León Cortés, acababa de
morir- y el recién constituido Social-Demócrata.
Pero las fuerzas acaudilladas por José Figueres no
deseaban la realización de comicios; temían una
victoria progresista. Por eso exacerbaban los
choques callejeros -sobre todo en Cartago-;
promovían lock-outs patronales; desataban actos
vandálicos por doquier. En medio de ese clima de
terror blanco, el exceso de celo democrático de
Picado le hizo ceder ante las inadmisibles exigencias
de los partidarios de Ulate; en desafortunado gesto
conciliador accedió a crear un Tribunal Electoral
controlado por la oposición. También el Presidente
les concedió a sus enemigos el derecho a que la
fuerza pública de inmediato fuese controlada por el
candidato proclamado vencedor por dicha instancia.
Como era de suponer, desde el inicio el referido
tribunal actuó con alevosía; impidió que 20.000
ciudadanos obtuvieran sus cédulas. Después, la
propia noche de los comicios se proclamó vencedor
a Ulate; al día siguiente, el 9 de febrero de 1948, un
gigantesco y misterioso incendio devoró buena parte
de los documentos acumulados en la mencionada
sede electoral.139 Calderón clamó que había fraude;
estableció un recurso ante el propio tribunal, que se
dividió y fue incapaz de llegar a decisión alguna;
mientras, las calles de San José se estremecían al
paso de miles de manifestantes que gritaban
“¡Queremos votar!” El caso se trasladó entonces al
Congreso Nacional, que el primero de marzo anuló
las elecciones. Esa era la excusa esperada por
Figueres, quien había estructurado un diversionista y
autotiitulado Movimiento de Liberación Nacional,
que el 12 de marzo de 1948 se sublevó en las
montañas sureñas de San José y Cartago. La guerra
civil duró cuarenta días y provocó dos mil muertes.
Después se ilegalizó a Vanguardia Popular; se
reprimieron los sindicatos revolucionarios; se
proscribieron las verdaderas organizaciones de
masas; había triunfado José Figueres.
En Paraguay, la dictadura militar implantada por
el general Higinio Moríñigo en 1940, reprimió a las
organizaciones sindicales y estudiantiles; proscribió
las agrupaciones políticas de la pequeña burguesía,
así como las de la burguesía liberal.140 Pero a los
cuatro años, cuando el tirano creía consolidado su
despótico régimen, las demandas universitarias para
que se convocara a una Asamblea Constituyente
conmocionaron al país. La violencia gubernamental
no logró acallar las reivindicaciones progresistas; las
mismas desembocaron en la huelga obrera general
de 1944. Aunque la vigorosa acción dio muestras de
la combatividad proletaria, el paro no logró socavar
las bases que sustentaban a Moríñigo; sólo el peligro
de fraccionamiento del ejército, debido a las
exigencias en junio de 1946 de la joven oficialidad
“institucionalista”, obligó al Presidente a que
relegara sus prácticas personalistas. Se constituyó
entonces un gabinete ministerial en el cual
participaron algunos de estos oficiales, así como
miembros de los partidos “colorado” y “febrerista”.
A la vez, se autorizó el regreso de los exiliados,
entre los cuales había numerosos dirigentes
comunistas. A partir de ese momento marcharon en
ascenso los movimientos obreros y estudiantil,
orientados por un Consejo de Trabajadores y la
Federación Universitaria. Los sentimientos de que la
República avanzaba hacia rumbo democrático
parecieron afirmarse con la convocatoria a la
anhelada Asamblea Constituyente. Ese luminoso
porvenir quedó, sin embargo, trunco cuando el 13 de
enero de 1947 el Presidente expulsó a los
“febreristas” de su equipo de gobierno; impuso el
estado de sitio; desató una indiscriminada represión.
Lo que ese día no imaginaba Moríñigo era que la
oficialidad “institucionalista” respondería a su
arbitrario acto con una sublevación; el 7 de marzo, el
campamento ubicado en Concepción se rebeló bajo
el mando del teniente coronel Fabián Saldívar
Villagra. También se alzaron los marinos
estacionados en el puerto fluvial de Asunción; allí
obreros, estudiantes y miembros de la pequeña
burguesía, dirigidos por militantes comunistas,
febreristas, e incluso algunos liberales, se
incorporaron a las filas insurrectas. Se inició así una
sangrienta guerra civil; el comando supremo
antigubernamental recayó sobre el ex coronel Rafael
Franco,
símbolo
de
las
transformaciones
democrático-burguesas. Sin embargo, la correlación
de fuerzas, a pesar del amplio apoyo popular al
bando progresista, cada vez se tornó más favorable
al tirano gracias a la ilimitada ayuda externa que éste
recibió. De esta forma la reacción triunfó
militarmente en agosto.
139
140
John Patrick Bell: Crisis en Costa Rica; the 1948
revolution, Institute of Texas Press, Austin, 1971.
Frente Popular y “ley maldita” en Chile.
En Chile, a finales de la primera mitad de la
década del treinta avanzaba el complejo proceso de
reestructurar las fuerzas populares, enriquecidas con
Hugo Campos: Panorama de Paraguay, (s. 1), ALAS,
1970.
67
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
el surgimiento del Partido Socialista, el 19 de abril
de 1933, dirigidas por Marmaduke Grove y Eugenio
Matte.141 La difícil tarea reorganizativa experimentó
un brusco empuje con la gran huelga ferrocarrilera
desatada en febrero de 1936; a su alrededor se
generó un importante movimiento unitario de
solidaridad; luego, su potencia creció al extremo de
obligar al régimen oligarca a suprimir la
antidemocrática legislación vigente desde el
derrocamiento de la efímera “República Socialista”.
Esos logros de la clase obrera se consolidaron al
constituirse la Confederación de Trabajadores de
Chile, el 24 de diciembre de 1936; la misma aglutinó
los
efectivos
de las
antiguas
centrales
anarcosindicalista, comunista y socialista.
El inconmensurable éxito unificador fue seguido
del reagrupamiento partidista en la nación: la otra
vez ascendente burguesía nacional junto con la
pequeña burguesía comprendieron que el sólido
respaldo proletario era el elemento político capaz de
impulsar la definitiva expulsión del poder de la vieja
burguesía minera, aliada con los grandes
propietarios de tierra y los comerciantes portuarios.
Surgió así, en 1937, el Frente Popular integrado por
los partidos Radical, Socialista y Comunista; bajo la
candidatura de Pedro Aguírre Cerdá prometía
realizar importantes transformaciones democráticoburguesas. En los comicios de 1938, el bloque
progresista obtuvo más de la mitad de los votos; de
esa manera abrió el camino a los anhelados cambios
socioeconómicos.
El presidente Cerdá formó un gabinete con
radicales y socialistas -entre los cuales sobresalía el
Ministro de Salubridad doctor Salvador Allende-,
que propició el florecimiento de las libertades
públicas, así como de la asistencia social; desarrolló
el capitalismo de Estado; en 1939, se creó la
Corporación de Fomento (CORFO), entidad
autónoma encargada de respaldar la práctica de
sustituir muchas importaciones por productos
nacionales. De esa forma surgieron fábricas privadas
de neumáticos, manufacturas de cobre, industrias
textiles, alimentarías y otras; a la vez, aparecieron
empresas estatales de petróleo, metalurgia,
electricidad y varias más, en sectores que exigían
grandes inversiones, como por ejemplo la industria
pesada. El brillante resultado industrializador se
puede reflejar en cifras: entre 1941 y 1946, la
economía chilena creció al respetable ritmo del 11
por ciento anual. Además, el Gobierno del Frente
Popular procuró eliminar la aparcería y demás
formas semifeudales de explotación aún existentes
en distintas áreas rurales; dio impulso a la
modernización del agro; se implantaron sistemas de
irrigación; se fomentaron nuevos cultivos -como el
de la remolacha-; se importaron 12.000 tractores; se
ofrecieron créditos a los campesinos. El programa
“frentista” se cumplía de manera satisfactoria
cuando de manera súbita e inesperada el presidente
Aguirre Cerdá enfermó; el 25 de noviembre de 1941
murió.
En la nueva campaña electoral para elegir al
sustituto del fallecido mandatario, la burguesía
nacional y una parte de la pequeña burguesía
cambiaron de actitud hacia el proletariado;
controlaban ya el poder político; su concordato con
los obreros, que mantenían el impulso transformador
de la sociedad, se les hacía cada vez más
insoportable. Por eso, los sectores más moderados
dentro de los partidos Socialista y Radical
promovieron la ruptura del Frente Popular, al
defender la formación de una llamada Alianza
Democrática; ésta se alejaba de la izquierda representada por el Partido Comunista- para
acercarse al centro-derecha; a la nueva coalición,
también se integraron grupos liberales y miembros
de Falange Nacional -desprendimiento de la
juventud del Partido Conservador, muy influida por
las doctrinas reformistas del catolicismo, dirigida
por Eduardo Frei y Bernardo Leighton-, cuyo
candidato, Juan Antonio Ríos, obtuvo la victoria y
ocupó el Ejecutivo en abril de 1942.
El nuevo Presidente sólo tuvo tiempo de crear la
Controlaría General de la República (1943); víctima
de un mal incurable debió entregar la primera
magistratura de la nación a Alfredo Duhalde. Este
destacado representante del ala derecha del
radicalismo se distinguió por perseguir las
organizaciones revolucionarias; logró dividir la
Confederación de Trabajadores de Chile. Duhalde
con éxito llevaba a cabo su política antiobrera,
cuando también falleció. Entonces, el Partido
Comunista apoyó las aspiraciones presidenciales de
Gabriel González Videla -miembro del radicalismo-;
éste prometía desenterrar la política del Frente
Popular. Así, aquél pudo ganar los comicios en
contra de las candidaturas independientes lanzadas
por los partidos Conservador -con el respaldo de
Falange Nacional-, Liberal y Socialista. Aunque en
un principio González Videla incluyó en su gabinete
a tres comunistas, desde el inicio de su mandato se
esforzó por sustituirlos con liberales; con los mismos
logró al fin un pacto; a los seis meses de su
gobierno, el 16 de abril de 1947, el Presidente
expulsó a los ministros comunistas; ordenó la
represión de las organizaciones obreras y el asalto de
sus locales; dispuso que en la noche del 21 de
octubre de 1947 más de un millar de dirigentes
proletarios fueran lanzados al campo de
concentración de Pisagua142. Después, se legalizó la
141
142
Sergio Guerra y
latinoamericanas, ed. cit.
Alberto
Prieto:
Crónicas
Sergio Guerra y
latinoamericanas, ed. cit.
Alberto
Prieto:
Crónicas
Alberto Prieto Rozos
68
feroz represión al emitirse, el 3 de abril de 1948, una
“Ley de Defensa de la Democracia”. Ésta redujo las
libertades constitucionales; proscribió el Partido
Comunista; anuló el derecho a la huelga; rompió
relaciones con la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas y otros países socialistas. ¡Se frustró así el
progresista proceso transformador!
Claudicación de la cúspide del M"R en
Bolivia.
Tras el asesinato de Gualberto Villarroel, los
oligarcas depuraron al ejército y reprimieron al
único partido que le había brindado su apoyo: el
MNR143. Ante las masas entonces creció el prestigio
de esa organización política, convertida en heredera
visible de la progresista gestión del despedazado
mayor. Entusiasmada por ese respaldo popular, la
militancia del MNR se sublevó el 27 de agosto de
1949; llegó a controlar las ciudades de Cochabamba,
Potosí, Vallegrande, Camirí, así como la de Santa
Cruz; allí estableció una Junta de Gobierno que se
sostuvo durante veinte días. Pero la rebeldía no se
adueñó de las minas ni de la capital, razón por la
cual dicho intento pudo ser vencido. Fue en ese
contexto que el inconsecuente Partido de Izquierda
Revolucionario, entró en definitiva crisis; un grupo
de jóvenes -entre los cuales se destacaban Sergio
Almaraz, Jorge Ovando e Inti Peredo- se apartó del
PIR y fundó el Partido Comunista de Bolivia.
Con el propósito de separar al MNR de la línea
insurreccional, el Gobierno boliviano autorizó la
participación de esa fuerza política en los comicios
de 1951; confiaba que los principios vigentes de
voto censitario y alfabeto garantizarían el triunfo de
los divididos partidos tradicionalistas. ¡Cuál no sería
su sorpresa al constatar que, a pesar de todo, las
urnas arrebataban a éstos la victoria! Ante la
inesperada debacle, el Presidente en funciones,
Mamerto Urriolagoitía, se negó a aceptar los
resultados electorales; entregó el poder a una Junta
Militar. Ésta, sin embargo, no resultó homogénea;
sus integrantes se dividieron en tendencias; algunos
incluso plantearon formar un Gobierno cívicomilitar en el que interviniera el MNR.
En medio de la parálisis gubernamental sucedió
lo imprevisible. ¡Se produjo la insurrección de los
mineros! Era el 9 de abril de 1952144. Enseguida los
carabineros se unieron a los obreros organizados en
milicias armadas; entablaron combate con el ejército
profesional. Los efectivos de éste fueron barridos en
Papel Pampa y San José de Oruco; mientras, los
regimientos que avanzaban desde el sur fueron
detenidos y dispersados. Después de tres días de
encarnizadas batallas por la capital, el jefe de los
143
Sergio Guerra y
latinoamericanas, ed. cit.
144
Sergio Guerra y
latinoamericanas, ed. cit.
Alberto
Prieto:
Crónicas
Alberto
Prieto:
Crónicas
efectivos oficialistas se vio obligado a capitular, en
Laja, cerca de La Paz. ¡Comenzaba la revolución!
La primera medida del Gobierno asumido por el
MNR fue la de disolver el derrotado ejército
nacional para sustituirlo por uno propio, integrado
por las milicias obreras y campesinas, así como por
los militares que se sumaron a las filas populares.
Luego se dictaron leyes de beneficio social como un
aumento salarial del 40 por ciento, precios máximos
para los productos de primera necesidad, y
congelación de alquileres. También et triunfo
popular permitió alcanzar la ansiada unidad sindical;
se creó un solo sindicato por fábrica o mina, una
federación proletaria en cada industria, y una central
única de trabajadores: la Confederación Obrera de
Bolivia. Esta poderosa organización clasista exigió
la nacionalización de la gran minería; por ello el
MNR decretó, el 2 de junio de 1952, el monopolio
estatal sobre las exportaciones de minerales; fundó
el 2 de octubre de 1952 la Corporación Minera de
Bolivia; expropió el 31 de octubre de 1952, dieciséis
grandes empresas mineras, en las que estaban
asociados los “barones del estaño” con los
monopolios yanquis, dueños del 30 por ciento de las
acciones. Las restantes explotaciones quedaron en
manos privadas; eran treinta y seis calificadas da
medianas y quinientas pequeñas; en total producían
el 20 por ciento del estaño boliviano. Luego, la
agitación revolucionaria se extendió a las zonas
rurales; allí los campesinos que sufrían la aparcería y
servidumbre comenzaron a ocupar las haciendas.
La incontrolable efervescencia sólo logró ser
calmada el 2 de agosto de 1953, al emitirse la ley de
Reforma Agraria. Aunque se formaron algunas
cooperativas sobre la base de las antiguas
comunidades agrícolas, el proyecto distribuidor de
tierras era típicamente minifundista; tampoco
afectaba las grandes propiedades cuyos dueños
hubieran invertido capitales. De esta forma se creó
un amplio sector de la población que tendió al
autoconsumo, pues poco producía para el mercado;
menos aún compraba en él.
La transformación de la sociedad encabezada por
el MNR no tuvo un carácter democrático-popular; el
área de propiedad estatal surgida no se creó en
interés de los trabajadores ni para contrarrestar el
desarrollo del capitalismo. La administración de los
yacimientos mineros nacionalizados tuvo un claro
carácter diversionista y pequeñoburgués; el
Presidente de la República seleccionaba a su criterio
siete miembros del Ejecutivo de la Comibol -y otros
organismos semejantes-; sólo escogía dos de una
lista presentada por el sindicato minero. A esta
ficción se llamaba “cogobierno obrero”, destinado a
ilusionar al proletariado con un poder que no poseía.
El mismo propósito cumplía la designación de tres
ministros de extracción obrera para las carteras de
Minas, Obras Públicas y Trabajo. En realidad la
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
cúspide pequeñoburguesa del MNR, enquistada en el
aparato estatal (ministerios) o en las dependencias
económicas
autónomas
-Comibol,
VPFB,
ferrocarriles, Corporación de Fomento y otros
servicios públicos administrados por el sistema de
“cogobierno”-, una vez que eliminó las
reminiscencias feudales, expropió a la cúpula
burguesa de la minería; estableció el voto universal;
reconoció la existencia legal de los idiomas quechua
y aymará; consideró terminada la revolución.
Por delante sólo quedaba contener la rebeldía
obrera; mantener la alianza con el vasto y dócil
campesinado minifundista; enriquecerse aunque
fuera mediante malversaciones, negocios sucios o
peculado; anhelaban transformarse en burguesía
propiamente dicha. ¡Una de las peculiaridades del
proceso
transformador
democrático-burgués
boliviano fue, el no estar dirigido por la burguesía
nacional; ésta en la República del Altiplano, nunca
ha existido! Por eso tampoco alcanzaron
profundidad los aspectos nacionalistas, de esa
atemperada revolución; como la referida pequeñaburguesía no pugnaba con los imperialistas por el
mercado interno, pronto hubo una confluencia entre
ambos intereses.
La visita de Milton Eisenhower -hermano del
Presidente norteamericano- a Bolivia en 1953 inició
el entendimiento entre la dirigencia del MNR y el
imperialismo yanqui; el 6 de noviembre se firmó en
Washington un llamado Convenio de Asistencia
Económica, gracias a cuyos subsidios se llegó a
sufragar el 40 por ciento de los gastos del
presupuesto boliviano. ¡Como ironía, en esas
condiciones Víctor Paz Esrenssoro firmó una
pomposa “Acta de Independencia Económica”! Ese
mismo año (1953) se rompió el monopolio petrolero
estatal de VPFB al entregar el Gobierno del MNR
una concesión a la Glenn McCarthy. Luego, el MNR
votó contra la Guatemala de Arbenz en la OEA; al
año, el 26 de octubre de 1955, aprobó el denominado
Código Daverport; éste derogaba la conocida Ley
del 21 de junio de 1921; dividía al país en cuatro
zonas petrolíferas: una para YPFB y el resto para los
consorcios imperialistas.
El claudicante proceso se aceleró durante la
presidencia (1956-1960) de Hernán Siles Suazo; se
aceptaron las entreguistas condiciones crediticias del
Fondo Monetario Internacional; las mismas
implicaban prácticas económicas neoliberales como
autorizar inversiones extranjeras; devaluar la
moneda; cesar el control estatal sobre el comercio
exterior; congelar los salarios obreros. No podía
sorprender, por lo tanto, que la Central Obrera
Boliviana abandonara sus ilusiones respecto al
“cogobierno” y pasara a la oposición; desde ésta
desató (1959) las primeras grandes huelgas
proletarias a partir del triunfo de la insurrección siete
años atrás. Para enfrentar la renovada virulencia de
69
los trabajadores, el MNR auspició la enemistad
hacia éstos de los campesinos minifundistas -que
mantuvieron sus milicias armadas-; mientras,
planeaba el despojo a los mineros de sus viejos
fusiles; se apresuraba a reconstituir el ejército
profesional susceptible de aplicar violentas medidas
contra las masas populares. Después, la historia es
conocida; Paz Estenssoro retornó a la Presidencia
(1960-1964); rompió relaciones diplomáticas con la
Revolución Cubana; rechazó una oferta soviética de
ayuda; integró la “Alianza para el Progreso”;
reprimió con crueldad las manifestaciones de los
obreros. ¡La claudicación era total!
Derrota de la proyección demócrata-popular
de Jacobo Arbenz en Guatemala.
La profunda crisis cíclica del capitalismo iniciada
en 1929 provocó el desplome de los precios del café
exportado por Guatemala; ello implicó la
paralización de su economía, el desempleo, y el auge
del movimiento popular de protesta. Con el objetivo
de contener la movilización de las masas, la
burguesía
agroexportadora
aliada
con
el
imperialismo yanqui situó en el poder, en febrero de
1931, al general Jorge Ubico; éste desató una feroz
persecución contra los obreros y demás estratos
humildes o democráticos de la sociedad. Al estallar
la Segunda Guerra Mundial, el tirano se asoció aún
de manera más estrecha con Estado Unidos; le
permitió implantar bases militares en territorio
guatemalteco.
La existencia de una activa oposición a la
dictadura personalista de Ubico se hizo evidente en
1940; las fuerzas represivas descubrieron una
conspiración dirigida por el profesor universitario
Carlos Marín y el coronel Pedro Montenegro. La
alarma gubernamental por este descubrimiento se
comprende al saber que ambas personalidades
fueron fusiladas. A partir de ese momento se creó un
abismo entre la pequeña burguesía urbana y el
entreguista régimen. La aparición, a los dos años, de
las primeras organizaciones estudiantiles reflejó el
ascenso del nuevo núcleo impulsor de la rebeldía; la
Juventud Médica y la de Derecho -dirigidas por
Julio César Méndez Montenegro, José Fortuny,
Manuel Galich y Alfonso Marroquín- gestaron la
forja de la Asociación Estudiantil Universitaria; la
misma encabezaría la parte más efervescente de la
lucha antigubernamental.
En la quinta década del siglo XX, Guatemala era
un país de economía agraria; el 60 por ciento de los
habitantes vivía en los campos; las nueve décimas
partes de esa población rural aún se agrupaba en
distintas tribus -por ejemplo, achí, ixil, mam,
kanjobal, quiché, kekchies, chuj, cackchiquel- de
origen maya; el resto se componía de “ladinos”
(mestizos). La mitad del campesinado no poseía
tierra alguna; el 76 por ciento de los propietarios
Alberto Prieto Rozos
70
rurales sólo ocupaba el 10 por ciento del suelo
cultivable; el 2,2 por ciento de los dueños
dominaban el 70 por ciento de la superficie total del
país. Ninguno de ellos tenía la importancia de la
United Fruit Company; por sí sola controlaba el 15
por ciento de los fértiles campos guatemaltecos;
apenas tenía la mitad de sus extensos medios en
producción.
Los estertores acometieron al régimen de Ubico,
el 25 de junio de 1944, cuando grandes
manifestaciones se efectuaron en las principales
ciudades de la República; al día siguiente se inició
una huelga general; la misma duró hasta el 1º de
julio. En esa fecha, el tirano renunció en favor de
una Junta Militar presidida por el general Federico
Ponce; el mismo convocó a elecciones generales.
Para los comicios se inscribieron el oficialista
Partido Liberal con el propio Ponce como candidato,
y el Frente Popular Libertador -auspiciado por los
estudiantes- que respaldaban a Juan José Arévalo.
Pero al constatarse el apoyo masivo recibido por el
aspirante progresista, Ponce retornó a los crueles
métodos represivos del “ubiquismo”. ¡De nuevo
entonces se decretó, el 16 de octubre de 1944, una
huelga general seguida a los cuatro días de una
sublevación militar encabezada por el honesto
capitán Jacobo Arbenz y el oportunista mayor
Francisco Javier Arana! Esta confluencia de factores
derrocó al reaccionario Ponce; tras ello se creó una
junta Revolucionaria compuesta por Arbenz y Arana
junto al civil Jorge Toriello;145 ésta celebró en
noviembre las anheladas elecciones.
El período presidencial de Juan José Arévalo
(1945-1951)146 se caracterizó por la vigencia de la
legalidad constitucional, la emisión de reglamentos
laborales progresistas, el respeto a las
organizaciones proletarias recién surgidas; durante
su mandato se permitió la creación de la Central de
Trabajadores de Guatemala; se reconoció a la Unión
Soviética; se aprobó un Código de Trabajo para los
obreros no agrícolas; se dictaron leyes de seguridad
social. Con el propósito de facilitar el desarrollo de
la casi inexistente burguesía nacional, se constituyó
un Instituto Nacional de Fomento a la Producción,
así como un Banco Nacional que otorgaba créditos a
la pequeña burguesía urbana. También se publicó el
famoso Decreto 469; el mismo implantaba un
control sobre las concesiones de petróleo a empresas
extranjeras. La observancia de la legislación en
vigor permitió que durante la democrática
presidencia de Arévalo, un grave conflicto laboral
explotara entre la United Fruit Company -que se
negaba a cumplir las nuevas leyes sociales-, y la
145
Guillermo Torrielo Garrido: Guatemala, más de 20
años de traición, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1981.
146
Juan José Arévalo: Escritos políticos y discursos, Ed.
Cultural, la Habana, 1953.
CTG en alianza con la no legalizada Confederación
Nacional Campesina. El respaldo de Arévalo a la
Constitución provocó el disgusto del poderoso
monopolio imperialista; en secreto financiaba un
retrógrado complot dirigido por el coronel Francisco
Javier Arana; el mismo se sublevó el18 de julio de
1949, pero fue derrotado y muerto.
Guatemala debía efectuar comicios para escoger
al nuevo Presidente de la República en un caldeado
contexto político; el panorama se caracterizaba por
el fraccionamiento electoral. En 1950, la CTG se
manifestó en favor de Jacobo Arbenz, candidato del
recién fundado Partido Acción Revolucionaria en
cuyo seno existían núcleos marxista-leninistas. A su
vez, el Frente Popular Libertador estaba dividido en
dos tendencias; la de izquierda era dirigida por el
secretario general de dicha organización, Manuel
Galich; la moderada, respaldaba las aspiraciones de
Víctor Giordani. Como ninguno de los tres
representaba a la reacción, la oligarquía y el
imperialismo recurrieron a un émulo de Arana: el
también aventurero y coronel Carlos Castillo Armas.
Este se sublevó el 5 de noviembre de 1950, poco
antes del día de la votación; fue derrotado como su
predecesor; únicamente salvó la vida para futuras
fechorías. Luego, la derecha sufrió otro golpe;
Galich147 renunció a su candidatura; urgió a sus
simpatizantes a votar en favor de Arbenz. La
izquierda unida arrasó el 10 de noviembre en las
urnas; obtuvo el respaldo de dos tercios de todos los
electores.
El coronel Jacobo Arbenz ocupó la Presidencia el
15 de marzo de 1951; desde ese día hizo patente su
convicción sobre la necesidad de que el país
marchase hacia proyecciones demócrata-populares;
en dicho año, el 4 de abril de 1951, se organizó el
Partido Comunista -después conocido como Partido
Guatemalteco del Trabajo-; se rechazó junto con
Argentina y México la exigencia formulada por los
yanquis en la Cuarta Reunión de Consulta de la
Organización de Estados Americanos de que las
repúblicas latinoamericanas enviasen tropas a la
Guerra de Corea.
Se construyó una carretera hasta el Atlántico para
evitar el monopolio del transporte a manos de la
IRCA. El año siguiente fue catastrófico para la
oligarquía y el imperialismo; el 17 de junio de 1952,
se emitió la Ley de Reforma Agraria; la misma
contemplaba la expropiación -mediante el pago en
bonos a largo plazo- de todas las tierras no
cultivadas y las arrendadas bajo principios no
capitalistas por los terratenientes; se eliminaba de
esta forma el acaparamiento de suelos; éste forzaba
al campesinado desposeído a vender muy barata su
fuerza de trabajo, así como cualquier manifestación
147
Manuel Galich López: ¿Por qué lucha Guatemala?
Arévalo y Arbenz: dos hombres contra un imperio, Ed.
Elmer, Buenos Aires, 1956.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
semifeudal que subsistiese por ejemplo, la aparcería
con o sin la obligatoriedad de prestar servicios
personales. Al mismo tiempo se creaba un Banco
Agrario Nacional encargado de conceder créditos a
los campesinos que fuesen beneficiados por el
otorgamiento de parcelas. Por eso, la United Fruit
Company, casi todos los terratenientes y los grandes
burgueses del agro -que también poseían muchos
predios ociosos- se alarmaron en extremo y llamaron
a derrocar al régimen, tildado de ser comunista.
Entonces, el imperialismo yanqui bramó; los
poderosos hermanos Allen y John Foster Dulles aquél, Director de la CIA; éste, Secretario de
Estado- eran muy importantes accionistas del
monopolio afectado. También, en 1953, fue un año
de logros revolucionarios; se expropiaron a la
UFCO, 1.859 caballerías (92.386 hectáreas); se
inauguró el puerto de Santo Tomás para escapar al
monopolio portuario de la United Fruit Company; se
construyó la hidroeléctrica de Marinalá con el
propósito de eludir el dominio monopolista sobre la
generación de energía, disfrutado por la Electric
Bond and Share Company. Al producirse en ésta y la
IRCA graves conflictos laborales con sus
respectivos trabajadores, el Gobierno intervino
ambos consorcios imperialistas. La réplica
reaccionaria no se hizo esperar; el 29 de marzo de
1953 se produjo un levantamiento derechista; la
precipitada acción del cuartel de Sololá, fue
derrotada.
Los acontecimientos de 1954 se iniciaron de
manera dramática; en enero, el régimen de Jacobo
Arbenz presentó al mundo las irrebatibles pruebas de
la conjura de la Agencia Central de Inteligencia
contra Guatemala; de acuerdo con el tirano de
Nicaragua (Somoza) y el Gobierno de turno en
Honduras, el imperialismo yanqui entregaba al
mercenario Carlos Castillo Armas 250.000 dólares
mensuales, en dinero, armas y abastecimientos, con
el propósito de organizar un autotitulado “Ejército
de Liberación”; con el mismo, detener las
transformaciones progresistas. En respuesta a esas
maquinaciones,
el
proceso
revolucionario
guatemalteco se radicalizó, al expropiar a la United
Fruit Company otras 1.558 caballerías (65.560
hectáreas) de tierra ociosa. A su vez, Estados Unidos
logró en marzo, que la Décima Conferencia
Interamericana
emitiera
una
resolución
anticomunista,148 con los votos adversos de
71
Argentina y México; en realidad, la misma
sentenciaba a muerte al régimen de Jacobo Arbenz.
Después, sólo se debió esperar hasta el 18 de junio
para empezar la invasión acaudillada por Castillo
Armas; una semana después, los aviones
suministrados por la Agencia Central de Inteligencia
bombardearon la capital y otras ciudades.
El Presidente deseó armar al pueblo; gran parte
de la oficialidad se opuso, además exigió que los
elementos revolucionarios fuesen expulsados del
Gobierno. Se pagaba así el trágico precio de no
haber depurado las Fuerzas Armadas, aprovechando
el apoyo popular generado por los cambios sociales
y la política nacionalista. También, en ese momento,
se manifestaron las nefastas consecuencias de no
haber incorporado a la mayoría de la población al
prometedor proceso iniciado en el país; no se abolió
la opresión cultural sufrida por los miembros de las
tribus mayas, no integradas de manera equitativa a la
sociedad tras las reformas liberales. En esas aciagas
circunstancias, el 29 de junio, Jacobo Arbenz no
encontró más solución que renunciar a la Presidencia
y exiliarse en la Embajada de México. Después se
desencadenó sobre Guatemala una desenfrenada
represión.149
6. AMÉRICA LATI"A BAJO EL I"FLUJO
DE LA REVOLUCIÓ" CUBA"A.
Características de la tercera etapa de la crisis
general del capitalismo.
La Revolución Cubana significó un gigantesco
paso en la historia del continente americano; fue un
acontecimiento extraordinario en el desarrollo del
movimiento revolucionario mundial,150 pues inició
una nueva fase en el batallar de los oprimidos: la
tercera etapa de la crisis general del capitalismo.
Cuba fue, en la práctica, el primer país en demostrar
el cambio en la correlación de fuerzas en el orbe en
favor del socialismo. También evidenció los rasgos
de la lucha de clases en esta tercera fase, cuando se
juntan con los humildes nuevos sectores sociales. Al
respecto, el doctor Carlos Rafael Rodríguez señaló:
“Hizo falta la prueba irrebatible de la revolución
cubana de Fidel Castro, para que se comprendiera el
papel sin guiar de la pequeña burguesía
latinoamericana.”151 Otra peculiaridad de esta etapa,
es que en ella no existe una barrera infranqueable
entre el período democrático-popular, y el socialista;
el elemento decisivo y definitivo de dicho proceso es
la cuestión de quiénes lo dirigen; en manos de qué
148
El texto en cuestión decía: “La dominación o control da
las instituciones políticas de cualquier Estado americano
por el movimiento comunista internacional, extendiendo a
este hemisferio el sistema político de una potencia
extracontinental, constituiría una amenaza a la soberanía e
independencia política de los Estados americanos,
haciendo peligrar la paz en América y suscitaría un
encuentro de consulta para considerar la adopción de una
política apropiada en acuerdo con los convenios vigentes.”
149
Luis Cardoza y Aragón: La revolución guatemalteca,
Ed. Cuadernos Americanos. México, 1955.
150
Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en la sesión
solemne de la Asamblea Facional del Poder Popular por
el XX Aniversario de la victoria de la Revolución, en
Granma, La Habana, 2 de enero de 1979.
151
Carlos Rafael Rodríguez: Cuba en tránsito al
socialismo, Siglo XXI, México, 1978, p. 232.
Alberto Prieto Rozos
72
sector social se encuentra el poder político.
Así, amplias perspectivas de liberación nacional
se abrieron a millones de explotados de Asia, África
y América Latina; inspirados en el ejemplo cubano
emprendieron renovados combates contra la
opresión colonial e imperialista. Estos éxitos se
explican, en el plano internacional, por la potencia
militar y económica alcanzada por la comunidad
socialista mundial, sobre todo, la Unión Soviética; el
poderío de la patria de Lenin -como se demostró en
la Crisis de Octubre-, arrebató la iniciativa al
imperialismo. A partir del triunfo de enero de 1959,
los imperialistas yanquis se lanzaron contra la
Revolución Cubana, que había realizado la Reforma
Agraria. Sobre ella, el Comandante en Jefe Fidel
Castro dijo:
La Ley de Reforma Agraria (…) constituyó
un paso que consolidaba definitivamente esa
alianza de obreros y campesinos. Aquella Ley
liberaba por igual al aparcero, al arrendataria, al
precarista; los liberaba del pago de la renta, de la
entrega obligatoria de una parte considerable del
fruto de su sudor, gratuitamente a un señor
propietario que nunca iba por allí. Liberaba al
campesino de la explotación directa de los
terratenientes, pero liberaba al obrero agrícola
también de la explotación directa de los
capitalistas. No hay que olvidarse de que la Ley
Agraria no sólo fue una ley para los campesinos:
fue también una ley para los obreros agrícolas.
Porque los obreros agrícolas eran explotados
miserablemente en las plantaciones arroceras, en
las plantaciones cañeras.152
Después se nacionalizaron los principales bancos
y compañías extranjeras; se estatizaron unas 400
empresas propiedad de ciudadanos del país. Para
defender dichas medidas -que en la segunda mitad
de 1960 adquirieron carácter socialista-,153 se
constituyeron Comités de Defensa de la Revolución
y milicias populares. En síntesis,se marchaba hacia
la dictadura del proletariado, que Vladimir Ilich
Lenin definió así:
152
Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en la Plata
con motivo del XX Aniversario de la Reforma Agraria.
Ediciones DOR, la Habana, 1979.
153
La propiedad social dominante en el socialismo parece
reproducir la propiedad comunal de la sociedad primitiva
pero apoyada en una riqueza material y espiritual
completamente nueva e infinitamente superior. Vladimir
Ilich Lenin recalcó este Importante rasgo de la dialéctica al
escribir; “Es un desarrollo que parece repetir las etapas ya
recorridas, pero de otro modo, sobre una base más alta (la
¡negación de la negación!); un desarrollo que no discurre
en línea recta, sino en espiral”. (Vladimir Ilich Lenin:
Marx, Engels y el marxismo, Editora Política. La Habana.
1963, p. 18). Así, al rechazar a la sociedad dividida en
clases, la humanidad culmina la evolución de las sucesivas
formaciones socioeconómicas, y avanza hacia el
comunismo.
la dictadura del proletariado es una forma
especial de alianza de clases entre el proletariado,
vanguardia del pueblo trabajador, y las
numerosas capas no proletarias del pueblo
trabajador: la pequeña burguesía, los pequeños
propietarios, el campesinado, la intelectualidad,
con la mayoría de todas estas capas no
proletarias; una alianza entre clases que difieren
económica, política, social e ideológicamente.154
En sus intentos por derrocar el poder
revolucionario, Estados Unidos eliminó el
suministro de combustible a Cuba; suprimió la cuota
azucarera de la Isla en el mercado norteamericano;
impuso un bloqueo económico absoluto contra la
pequeña República; alentó la organización de
atentados y sabotajes; y equipó bandas de alzados
contrarrevolucionarios. El fracaso de estos empeños,
debido a la actitud decidida y firme del pueblo
cubano y de su dirección revolucionaria, así como
por la pronta, decisiva y fraternal ayuda de la Unión
Soviética y de otros países socialistas, indujo al
imperialismo yanqui a preparar la Invasión
mercenaria de abril de 1961.
Sin embargo, Playa Girón se convirtió en una
gran victoria para la Revolución. Rabioso por su
derrota, el Gobierno de Estados Unidos llegó a
considerar con mucha seriedad el recurso de la
agresión directa; los pasos siguientes lo condujeron a
la Crisis de Octubre de 1962, cuyos resultados -en
definitiva- fueron un éxito de las fuerzas del
socialismo.155
Desde los meses siguientes al triunfo de la
Revolución Cubana, el imperialismo yanqui
comenzó la búsqueda de una alternativa burguesa
para América Latina. En la Conferencia de Bogotá
(septiembre de 1960) Estados Unidos definió la
colaboración entre el capital imperialista y las
burguesías criollas. Éstas pondrían el 51 por ciento
de las inversiones -en edificios, infraestructura y
otros recursos obtenibles localmente- y en teoría
controlarían las empresas. El resto -medios de
producción importantes tecnología- sería aportado
por las transnacionales. Dichos proyectos tomaron
cuerpo un año más tarde cuando, en la Conferencia
de Punta del Este (agosto de 1961), Estados Unidos
auspició la Alianza para el Progreso.
154
Vladímir Ilich Lenin citado por Carlos Rafael
Rodríguez: Vigencia del leninismo, en El Caimán
Barbudo, la Habana, No. 159, p. 18. En la primera parte de
dicha conferencia el doctor Carlos Rafael Rodríguez
también recordó la trascendente frase de Lenin “el
marxismo no es un dogma, el marxismo es una guía para
la acción”. Ver El Caimán Barbudo, La Habana, No. 158,
p. 18.
155
Plataforma programática del Partido Comunista de
Cuba, DOR, La Habana, 1976.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
El programa, de carácter liberal reformista,156
apuntaba sus dardos contra las tradicionales
dictaduras personalistas del continente; los teóricos
norteamericanos achacaban a esas tiranías las causas
del avance revolucionario latinoamericano; no
comprendían la esencia de la lucha de clases. El
mencionado programa contemplaba, igualmente, una
serie de cambios socioeconómicos con el objetivo de
modernizar el capitalismo. Pero la práctica demostró
en poco tiempo, que la Alianza para el Progreso
estaba llamada a fracasar debido a la enconada
resistencia de los tradicionales grupos de poder en
América Latina, así como por la oposición de los
más agresivos consorcios monopolistas yanquis. El
nuevo esquema de dominio imperialista para nuestro
subcontinente fue mucho más tenebroso; Estados
Unidos de nuevo recurrió a su vieja política de
intervenciones militares -como en República
Dominicana, en 1965-; mientras los monopolios
criollos asociados con las transnacionales
esgrimieron el supremo recurso burgués: el
fascismo.
Posiciones económicas del imperialismo.
En contraste con los avances del movimiento
revolucionario mundial, tres grandes crisis
económicas -sin contar la iniciada a finales de 1980sacudieron en esta etapa al capitalismo. Una, de
1960 a 1961; otra, entre 1969 y 1970. La más
extensa y profunda ocurrió de 1972 a 1975; ello
implicó una merma del 14 por ciento en la
producción industrial y tasas de desempleo
superiores al 8 por ciento. Pero, además, el
comportamiento de ésta difirió mucho de las
precedentes; mostró las vicisitudes productivas del
capitalismo; al revés de lo ocurrido siempre, lejos de
caer, los precios aumentaron. Comenzaba la
estanflación.
Por otra parte, los efectos de dicha crisis
trascendieron los marcos de las economías
nacionales; todo el sistema de relaciones económicas
entre los países capitalistas se afectó; la inflación
galopante revelaba el altísimo grado de
monopolización alcanzado en ellos; ponía al
desnudo la política de “crédito barato” a la cual
recurrió el capitalismo monopolista de Estado en las
naciones imperialistas para estimular el crecimiento
industrial. Por eso, dichas prácticas reflejaban el
fortalecimiento de las transnacionales en relación
con los demás consorcios; ellas controlan un tercio
del producto bruto y casi tres quintas partes del
comercio en el área capitalista. Esta información no
sorprenda cuando se sabe que a las cerca de
seiscientas cincuenta existentes corresponde el 90
por ciento de las inversiones en el exterior, y casi los
156
L. Klochkovski y otros: Economía de los países
latinoamericanos, Editorial Progreso, Moscú, 1978, p.
138.
73
cuatro quintos de los desembolsos privados en
investigaciones científicas. Por esto, en decenas de
Estados, cada transnacional posee filiales con
importante potencial productivo; las mismas se
articulan y dirigen desde un centro único que decide
la política a seguir de acuerdo a sus egoístas
intereses, sin tomar en cuenta las necesidades de país
alguno; esta práctica proporciona a las
transnacionales considerables ventajas competitivas
en la lucha contra los demás monopolios.
A principios de la tercera etapa de la crisis
general del capitalismo, -en 1961, de los
18.000.000.000 de dólares en todo tipo de
inversiones extranjeras situadas en América Latina,
más del 75 por ciento pertenecían a Estados Unidos.
Inglaterra poseía unos 2.500.000.000 y la República
Federal de Alemania, así como Francia, escasamente
400 cada una. Entre el referido año y 1972, las
transnacionales
yanquis
invirtieron
en
el
subcontinente 4.200.000 de dólares adicionales; les
significaron en el mismo lapso remesas hacia sus
casas matrices ascendentes a 13.000.000.000 de
dólares. Pero tener una visión de la importancia de
las repúblicas latinoamericanas para el imperialismo
estadounidense implica, en esta época, realizar un
esbozo mundial. Con este objetivo es conveniente
señalar que entre 1966 y 1975 Estados Unidos
exportó 44.245.000.000 de dólares a las naciones
capitalistas. De esta cifra, el 35 por ciento se dirigió
hacia los países subdesarrollados; de dicha parte, la
mitad correspondió a América Latina. Como
contrapartida, los norteamericanos obtuvieron en
nuestro subcontinente, el 16 por ciento de sus
ganancias, es decir, poco más de la mitad de los
beneficios alcanzados en Estados con bajo desarrollo
económico. Desde el punto de vista sectorial, y en
relación con el resto del llamado Tercer Mundo, las
transnacionales estadounidenses tenían situado en
Latinoamérica el 82 por ciento de sus capitales en
manufacturas, el 68 por ciento el colocado en
minería y el 30 por ciento de sus inversiones
petroleras. En definitiva, en 1975, las inversiones
yanquis en América Latina representaban el 64 por
ciento del total situado por Estados Unidos en los
países subdesarrollados.
Aunque desde el punto de vista geográfico, las
inversiones yanquis en América Latina sólo
representaban en 1975 el 17 por ciento de sus
capitales exportados -en 1950 era el 39 por ciento-,
en volúmenes globales habían ascendido; más del 80
por ciento de todos los montos foráneos ubicados en
las repúblicas latinoamericanas les pertenecían. Los
61.000.000.000 de dólares en inversiones yanquis se
encontraban, entonces, muy por delante de los
3.000.000.000 japoneses -dos tercios colocados en
Brasil-, de los 2.000.000.000 alemanes (RFA), o de
los ingleses, reducidos a 1.500.000.000 por la
nacionalización petrolera en Venezuela. Un rasgo
Alberto Prieto Rozos
74
interesante de la exportación de capital
norteamericano en esta etapa, fue la creciente
participación del Estado imperialista; sus dineros
representaban a finales del citado año poco menos
de la mitad de las inversiones directas yanquis en
América Latina.
Otras
manifestaciones
nuevas
en
las
exportaciones de capitales fueron el incremento de
las llamadas inversiones de cartera, así como el de
los créditos a las ventas hacia el exterior. El aumento
de las primeras está ligado sobre todo al auge de las
compañías anónimas latinoamericanas asociadas con
las transnacionales. El crecimiento de la segunda
forma está vinculado con la exportación de
mercancías a plazo diferido a cambio de altas tasas
de interés; ello suscita el rápido incremento de las
deudas de América Latina; empeora su situación
monetario-financiera. Debido a ambas modalidades,
sólo el 36 por ciento del total de capitales
estadounidenses colocados en nuestro subcontinente
correspondía, en 1975, a inversiones directas.
También con el objetivo de imponer a las repúblicas
del hemisferio su control, los norteamericanos
utilizaron
a
organizaciones
supranacionales
controladas por ellos como el Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario
Internacional. Este se empeñó en imponer programas
llamados de estabilización económica y fiscal -en
realidad implican la abolición de los controles
aduaneros y monetarios-, antes de otorgar los
préstamos solicitados; obligó a implantar la libre
cotización de las monedas nacionales; se efectuase la
liquidación de las empresas estatales no rentables; se
redujeran los gastos fiscales de fomento económico;
se congelaran los salarios; se dirimiera en favor de
los monopolios cualquier litigio.
A partir de 1959, el acelerado incremento de los
capitales imperialistas colocados en América Latina,
estuvo condicionado por varios factores. El avance
de la revolución científico-técnica, el progreso de la
concentración del capital y de la producción en los
países capitalistas desarrollados, la mayor
internacionalización de los vínculos económicos
mundiales, constituyeron elementos que reforzaron
el afán de expansión exterior propio del
imperialismo. La apertura de nuevos sectores
económicos latinoamericanos a los capitales
yanquis, amplió las posibilidades de invertir; el alto
grado de monopolización de los recursos naturales y
de las fuentes de materias primas significaban
dificultades para que en estas ramas se incrementase
la penetración imperialista. Esta se desplazó en el
período estudiado, hacia las manufacturas; en las
mismas la inversión estadounidense creció al 11,5
por ciento anual. Por eso, en 1975, el 44 por ciento
de los capitales yanquis, y el 73 por ciento de los
situados en las manufacturas, se encontraban
invertidos en los tres países de la región con mayor
desarrollo industrial; Brasil, México y Argentina
fabricaban en el mencionado año el 78 por ciento de
toda
la
producción
de
las
industrias
latinoamericanas157.
La gigantesca penetración imperialista en
América Latina provocó que buena parte de las
repúblicas del subcontinente apoyaran, en
septiembre de 1974, en la Asamblea General de
Naciones Unidas, la creación de la Carta de los
Derechos y Deberes Económicos de los Estados; la
deseaban utilizar como instrumento efectivo hacia el
establecimiento de un nuevo orden económico
internacional. Los eslabones fundamentales serían
un Programa de Acción para la Cooperación
Económica; otro, llamado Programa Integrado para
los Productos Básicos, y un Fondo Común. El
primero consistiría en proyectos de colaboración en
la esfera de la economía entre los países
subdesarrollados. El segundo perseguiría regular y
reestructurar el mercado de productos básicos;
eliminar el deterioro de las relaciones de intercambio
cada vez más injustas existentes entre las
exportaciones de los países capitalistas altamente
industrializados, y las de los que poseen un menor
desarrollo. El tercero, sin cuya existencia sería
imposible llevar a cabo el anterior, representaría el
respaldo monetario y jurídico para establecer un
índice a los precios movibles de los productos
comerciados internacionalmente; los financiaría en
caso de alguna fluctuación en las cotizaciones; se
planteó que, en un inicio, el Fondo contara con
600.000.000 de dólares para quintuplicar esta cifra
después.
Quizá sea posible que, de alcanzarse estos
objetivos, se facilite al denominado Tercer Mundo la
diversificación de sus rubros exportables; amplíe sus
mercados foráneos; incremente sus ingresos
provenientes de las ventas al exterior; renegocie su
deuda externa; obtenga una adecuada transferencia
tecnológica; control de las actividades de las
transnacionales; vea instituir un nuevo sistema
monetario entre las naciones. Quizá dicho orden
económico permita avanzar hacia la auténtica
emancipación basada en la justicia, la igualdad, el
interés común y el intercambio en términos
equivalentes.158 Tal empeño representaría, en ese
caso un peldaño más en los esfuerzos por alcanzar el
bienestar de los pueblos latinoamericanos; para
continuar su marcha hacia el desarrollo, los mismos
deben poner fin a la dominación imperialista y a la
expoliación de sus riquezas por los monopolios
extranjeros; implantar la coexistencia pacífica entre
157
L. Klochkovski y otros: Economía de los países
latinoamericanos, Editorial Progreso, Moscú, 1978, p.
175.
158
Luis Manuel Arce: Los Fo Alineados y el Fuevo Orden
Económico Internacional, en Granma, la Habana, 17 de
marzo de 1979. p. 5.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
Estados, el respeto mutuo, y la paridad de derechos.
Sólo así lograrán la verdadera independencia,
importante avance en el camino de la revolución.
El nacionalismo revolucionario.
En República Dominicana la horrible tiranía de
Rafael Leonidas Trujillo, con tres décadas de
existencia, se estremeció al triunfo de la Revolución
Cubana; las contradicciones internas del régimen se
agravaban debido a la colusión de un sector de la
burguesía con las demás fuerzas opositoras. Esta
realidad se unió con las proyecciones liberales
reformistas auspiciadas por la llamada Alianza para
el Progreso, que reflejaban el nuevo enfoque del
imperialismo norteamericano hacia las tradicionales
dictaduras personalistas del continente. Ante el
peligro de que un movimiento popular semejante al
cubano eliminase al tirano, sectores derechistas de la
burguesía asesorados por la Agencia Central de
Inteligencia dieron muerte a Trujillo, el 30 de mayo
de 1961; creyeron así poder mantener su dominio
sobre el país. Pero la movilización de los sectores
explotados, humildes y democráticos en la
República hizo que los oligarcas desataran de nuevo
la represión. Entonces, en contra de lo pensado por
el imperialismo y sus aliados locales, el ímpetu
renovador de la sociedad creció; no dejó otra
alternativa a la familia de Trujillo que huir hacia
Estados Unidos. A partir de entonces las masas se
apoderaron de las calles; destruyeron todos los
símbolos de la tétrica “Era del Benefactor”. Aunque
el experimentado imperialismo yanqui rodeó las
costas de la república con sus amenazadores buques
de guerra, el combativo ascenso popular no se
detuvo; el 28 de noviembre estalló una huelga
general que puso fin al gobierno del presidente
trujillista Joaquín Balaguer.
El año de 1961 finalizó con buenos presagios; se
fundó el Frente Obrero Unido Pro Sindicalistas
Autónomos; tras 20 años de exilio regresó al país
Juan Bosch.159 Y el 1º de enero asumió el poder un
Consejo de Estado; el cual confiscó todas las
propiedades de la familia Trujillo. Ese fue un paso
trascendental para el surgimiento de un Estado
democrático; sólo en la industria, el tirano y su
parentela poseían el 51 por ciento de todo el capital
invertido; el 42 por ciento pertenecía a los
imperialistas yanquis; el resto a la débil burguesía
nacional. Pero este proceso progresista fue de pronto
cortado por la insurrección del general Rodríguez
Echavarría; el mismo apresó al Gobierno; derogó las
disposiciones antitrujillistas. Entonces las hasta ese
momento monolíticas Fuerzas Armadas se
dividieron; una parte se opuso al golpe de Estado y
arrestó al cabecilla; mientras, Joaquín Balaguer se
asilaba para ir al exilio. Después se convocó a
elecciones en las cuales triunfó -gracias al apoyo de
la pequeña burguesía y el proletariado- (el 20 de
diciembre de 1962), el candidato del Partido
Revolucionario Dominicano, Juan Bosch; éste
derrotó al de la burguesía nacional (Viriato Fiallo),
aglutinada en la Unión Cívica. Aquél ocupó la
Presidencia el 27 de febrero y en abril publicó la
nueva y democrática Constitución del país; su
vigencia por desgracia fue corta; un golpe militar lo
derrocó, el 25 de septiembre de 1963; entregó el
poder a un reaccionario triunvirato. Contra éste se
desataron en octubre violentas manifestaciones
estudiantiles; en noviembre, el Movimiento
Revolucionario 14 de junio inició la guerra de
guerrillas.160 Pero fue en mayo del año siguiente
cuando la mayoría de los habitantes pasó a la
oposición activa; la Central Sindical de Trabajadores
Dominicanos (FOUPSACESITRADO) declaró una
serie de huelgas contra el régimen, la réplica de éste
consistió en decretar el estado de sitio y
desencadenar la más cruel represión. De nuevo, en
esas adversas circunstancias, se hizo sentir la
existencia de un sector progresista en el ejército.
Jóvenes oficiales encabezados por el coronel
Francisco Caamaño Deñó se sublevaron el 24 de
abril de 1965; se unieron a las masas populares en
defensa de la Constitución democrática. A la vez, en
su contra, se produjo el levantamiento del general
Elías Wessin y Wessin; éste se propuso restablecer
el Triunvirato.
El coronel Caamaño y sus compañeros tomaron
una decisión revolucionaria para mantener el
régimen constitucional; entregaron armas a las
masas populares. Con estas fuerzas se ganó el 28 de
abril la batalla decisiva frente a Wessin y la
reacción, cercada en la base militar de San Isidro. El
imperialismo yanqui, sin embargo, no estaba
dispuesto a permitir otro triunfo revolucionario en
América latina; en la propia noche de la
trascendental jornada del 28, el presidente
norteamericano Lyndon Johnson, anunció el envío
de grandes fuerzas de ocupación hacia República
Dominicana; mientras, Wessin nombraba en su
refugio un Gobierno títere con el propósito de
abrogar todo vestigio de verdadera legalidad y
bendecir el arribo de los invasores.161 El día 29, en
contraste, Caamaño llamó a luchar contra los
yanquis en los momentos en que desembarcaban los
primeros miles de marines.
El 5 de mayo, las dos cámaras del Congreso
eligieron al indomable coronel, Presidente
constitucional del país. Pero la correlación de
fuerzas se tornó adversa al nacionalismo
160
159
Juan Bosch: De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El
Caribe, frontera imperial, Alfaguera, Madrid, 1970.
75
Franklin J. Franco: República Dominicana, clases,
crisis, comandos, Casa de las Américas, La Habana, 1966.
161
Gregario Ortega: Santo Domingo, 1965, Ediciones
Venceremos, La Habana, 1965.
Alberto Prieto Rozos
76
revolucionario dominicano, cuando el 5 de mayo de
1965, la espúrea Organización de Estados
Americanos bendijo la intervención de los 42.000
soldados estadounidenses. A partir de ese momento,
la resistencia patriota se tornó desesperada; no
encontró otra alternativa que aceptar un alto al fuego
el 20 de mayo. A los tres meses (31 de agosto) un
“Acta de Reconciliación” se firmó entre ambas
partes; se entregó la Presidencia provisional a Héctor
García Godoy. Después, los invasores desarmaron a
las milicias constitucionalistas; quedó el camino
abierto para que los reaccionarios desataran contra
los demócratas una cruel represión.
En Perú, las tensiones sociales se agudizaron
durante el año de 1963; manifestaciones
estudiantiles, huelgas obreras y -sobre todo- las
“invasiones” de haciendas por campesinos -en buena
parte pertenecientes al pueblo quechua- sacudieron
al país. Se considera que sólo en el mes de octubre
no menos de 300.000 campesinos -comuneros y
aparceros- así como trabajadores sin tierra,
participaron en dichas “ocupaciones”.162 Este fue el
contexto en el cual se abordó la lucha armada
revolucionaria (mayo de 1963), al iniciar el Ejército
de Liberación Nacional sus acciones combativas.
Más tarde, a mediados de 1965, el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria fundó la guerrilla
Pachacútec, encabezada por Luis de la Puente
Uceda.
A finales de este año se creó un Comando
Nacional de Coordinación entre el MIR y el ELN,
guiado por Héctor Béjar. La represión de las fuerzas
armadas fue eficaz; se anotó logros extraordinarios;
el 23 de octubre cayó en combate Luis de la Puente;
al año siguiente (1966), Béjar fue hecho prisionero.
Pero, al mismo tiempo, en el ejército, cuya
oficialidad en parte era de extracción popular debido a la restringida cantidad de oligarcas
disponible-, a causa de las luchas se produjo una
interesante evolución; quienes tenían una
procedencia humilde, “cholos”, tomaron una óptica
apropiada de los males del país; valoraron la
verdadera opinión de las masas sobre el estado de la
República; comprendieron la acción depredadora de
la oligarquía y el imperialismo. Al mismo tiempo, el
ambiente político peruano se enrarecía; para
satisfacer las exigencias del Fondo Monetario
Internacional, el Gobierno devaluó la moneda en un
40 por ciento; de continuo, gentes de avanzada
denunciaban, los escándalos administrativos y la
corrupción de los funcionarios del presidente
Fernando Belaúnde Terry. La situación se hizo
insostenible al hacerse pública una monumental
estafa, fraguada en contubernio con la International
Petroleum Company; se había acordado que la
República indemnizara a dicho monopolio
162
Sergio Guerra: Crónicas latinoamericanas. ed. cit.
imperialista, porque devolvía al Estado los pozos de
petróleo de la Brea y Pariñas ilegalmente explotados
desde 1923.
En 1968, las fértiles tierras costeñas del Perú
estaban acaparadas por las plantaciones de algodón y
caña de azúcar. También en esta zona se encuentra
toda la industria fabril del país -concentrada en un
80 por ciento en Lima-, así como las principales
ciudades; en total, en dicha área vivían unos
4.000.000 de personas. La región de cordilleras conocida como La Sierra-, en contraste, es un
laberinto montañoso con cumbres nevadas y valles
profundos e inmensos altiplanos conocidos por
jalcas; mientras, en las partes elevadas la vegetación
es mínima, en las profundas hondonadas la floresta
resulta impenetrable. Estas serranías constituyen la
zona más extensa y poblada de la República; unos
7.000.000 de personas trabajaban en la agricultura,
fuese en las atrasadas comunidades agrícolas
quechuas (ayllús), o en las tradicionales haciendas
de los terratenientes feudalizantes, cuyas prácticas
gamonalistas las contraponían a aquéllas. Al mismo
tiempo, los mayores centros mineros se ubican en la
Cordillera; allí los monopolios extranjeros
explotaban a unos 200.000 trabajadores -muchos
eventuales- procedentes de las vecinas áreas rurales.
La Selva, por último, es una extensa región
despoblada -unos 300.000 seres humanos- en la cual
las ríos surgen como vías de acceso; su vegetación
es muy abundante; diversos poblados han surgido en
las confluencias de los ríos; en ellas, gentes se
dedican al comercio de maderas, plantas
medicinales, pieles y animales salvajes.
La Fuerza Armada de Perú, dirigida por el
general Juan Velasco Alvarado, depuso a Belaúnde
Terry, el 3 de octubre de 1968. Desde el primer
instante demostró que su acción no reflejaba la
aspiración de realizar un golpe de tipo tradicional;
no se invocó el “peligro comunista”; se hicieron
llamados a rescatar la dignidad nacional violada por
el imperialismo yanqui. Esta postura se confirmó a
los seis días, cuando tropas del ejército ocuparon los
yacimientos de La Brea y Pariñas; sin pago alguno
los revertieron al patrimonio estatal. Se iniciaba así
la gestión del gobierno nacionalista revolucionario
de los “generales cholos”.
Un paso trascendental que definió el profundo
proyecto transformador (el Plan Inca), del equipo
gubernamental encabezado por Velasco Alvarado, se
dio el 24 de junio de 1969 al emitirse una
radicalísima ley de Reforma Agraria: De ella, el
propio Presidente peruano dijo:
Hoy en el Día del Indio, día del campesino, el
Gobierno Revolucionario le rinde el mejor de
todos los tributos al entregar a la Nación entera
una Ley que pondrá fin para siempre a un injusto
ordenamiento social que ha mantenido en la
pobreza y en la iniquidad, a los que labran una
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
77
tierra siempre ajena, y siempre negada a millones
de campesinos. Lejos, pues, de las palabras de
vanos homenajes, el Gobierno Revolucionario
concreta en un instrumento de inapelable acción
jurídica por el que tanto se ha luchado en nuestra
Patria. De hoy en adelante, el campesino del Perú
no será más el paria ni el desheredado que vivió
en la pobreza, de la cuna a la tumba, y que miró
impotente un porvenir igualmente, sombrío parar
sus hijos. A partir de este venturoso 24 de junio,
el campesino del Perú será en verdad un
ciudadano libre, a quien la Patria, al fin le
reconoce el derecho a los frutos de la tierra que
trabaja, y un lugar de justicia dentro de una
sociedad de la cual ya nunca más será, como
hasta hoy, ciudadano disminuido, hombre para
ser explotado por otro hombre.163
La revolucionaria ley agraria no se limitó a
finalizar con el injusto sistema de tenencia de la
tierra y llevar a cabo una equitativa distribución en
favor de quienes la trabajaban; además, se pronunció
por preservar la integridad de las grandes unidades
productivas, muchas de las cuales poseían carácter
agroindustrial, así como estimular la organización de
cooperativas en las antiguas comunidades agrícolas
y entre los campesinos que recibieron parcelas. Este
proceso estuvo además acompañado (1974), por el
surgimiento de la Confederación Nacional Agraria, y
por la oficialización de la lengua del pueblo quechua
como segundo idioma oficial de Perú; lo habla la
tercera parte de las personas; en muchas zonas
andinas es el único utilizado.
El nacionalismo revolucionario de los militares
peruanos no limitó sus medidas antiimperialistas a la
conocida confiscación petrolera; se expropiaron los
complejos azucareros de propiedad yanqui, así como
la International Telegraph and Telephone Company
(lTT), en 1970. A los tres años, el 31 de diciembre
de 1973, llegaba también a su final la presencia de
siete
décadas
del
poderoso
monopolio
norteamericano Cerro de Pasco Minino Corporation;
el mismo explotaba a 16.000 trabajadores; producía
el 32 por ciento del mineral exportado; tenía
utilidades anuales superiores a los 22.000.000 de
dólares. Fue entonces que en Perú el capitalismo de
Estado adquirió una importancia extraordinaria; las
inversiones públicas superaron a partir de este año,
el 50 por ciento de todas las realizadas en el país.
Aparecieron desde ese momento empresas estatales
como
PETROPERÚ;
MINEROPERÚ;
HIERROPERÚ; ELECTROPERÚ; SIDEROPERÚ;
PESCAPERÚ; ENAFERROPERÚ; ENTELPERÚ;
AEROPERÚ y otra más que totalizaban el número
de cincuenta. Si se toma en cuenta las que poseían
más de la mitad de su capital en manos estatales, la
cifra alcanza 145, sin contar cualquiera que
mantuviera un porcentaje inferior. El Estado también
controló en la banca una gran proporción, al
incorporar a su propiedad el Banco Popular del Perú
-antes perteneciente al grupo financiero Prado- así
como otras pequeñas entidades más.
Las transformaciones de la sociedad peruana
superaron su carácter democrático-burgués, en el
transcurso del año 1974, cuando las leyes sobre
propiedad social y la prensa fueron emitidas; dada la
índole de dichas medidas, el proceso revolucionario
comenzó a adquirir rasgos democrático-populares.
La primera ley fue revelada el primero de mayo en
una concentración por el día de tos trabajadores; en
ella se estableció el avance sui generis hacia la
desaparición de las compañías privadas en Perú; el
Gobierno concebía la actividad económica como
inherente -en primer lugar- al sector social; luego se
situaba el área estatal -industrias y servicios básicos; la tercera prioridad se otorgaba a las empresas
capitalistas, cuya esencia se deseaba transformar
mediante la creciente participación de sus
trabajadores en la propiedad; sólo se dejaban
incólumes, los intereses de la pequeña burguesía.
Casi es innecesario recordar que esta ley fue
calificada como “muy positiva”164 por la
Confederación General de Trabajadores del Perú y la
Central de Trabajadores de la Revolución Peruana.
Poco después, el 27 de julio de 1974, se publicó el
segundo trascendental decreto; el mismo dispuso la
entrega a diversos sectores laborales de los diez
principales periódicos burgueses del país. Como es
lógico, mientras las agrupaciones de periodistas
peruanos respaldaban la revolucionaria medida, la
pro imperialista Sociedad Interamericana de Prensa
(SIP), la atacaba con ferocidad. A partir de estas
audaces disposiciones revolucionarias, la burguesía
nacional se incorporó al campo de la
contrarrevolución, auspiciado por la CIA; en tanto
los industriales creyeron que los cambios sólo se
dirigirían contra los rezagos feudales o la burguesía
exportadora, apoyó las transformaciones. Al
comprender que el núcleo gobernante encabezado
por Velasco Alvarado deseaba trasgredir estos
límites, se sumó a la oposición. Así, en 1975, la
escalada contrarrevolucionaria se multiplicó, al
punto de organizar y ejecutar acciones tales como la
huelga de la Guardia Civil en Lima, atentados contra
dirigentes gubernamentales, y el gran incendio del
Centro Cívico de la capital.
Era evidente que la lucha de clases se agudizaba;
para consolidarse, la revolución debía abocar a un
régimen de fuerte participación popular. Sin
embargo, la organización SINAMOS, no obstante
las buenas intenciones de su orientador general
163
164
Juan Velasco Alvarado: Perú, un ejemplo para América
Latina, Perú Graph Editores S. A., Lima, 1969, p. 8.
Confederación General de Trabajadores del Perú,
Folleto Testimonio, Lima, 1978, p. 4.
Alberto Prieto Rozos
78
Leónidas Rodríguez, no fue capaz de canalizar la
efectiva estructuración de las masas con las diversas
instancias del poder. Fue el propio Leónidas
Rodríguez -más tarde fundador y Presidente del
Partido Socialista Revolucionario- quien al respecto
trazó la siguiente síntesis valorativa:
Durante el período del general Velasco
Alvarado, de 1968 a 1975, se dieron cambios
económicos y sociales muy importantes. La
reforma agraria acabó con los latifundios
existentes desde la independencia; se estimuló el
desarrollo de empresas colectivas en el campo y
se nacionalizó el cobre, el hierro, y el petróleo. El
comercio exterior pasó a manos del Estado, hubo
una reforma empresarial y se nacionalizaron los
grandes servicios de comunicación y transporte,
como los ferrocarriles. Igualmente se creó un
importante sector de propiedad social (...). Las
grandes masas, antes marginadas, se movilizaron
entonces y tuvieron un papel destacado en los
proceso de cambio social (…). Surgieron las
cooperativas
campesinas,
las
sociedades
agrícolas de interés social y las comunidades
industriales. Era un país en asamblea permanente.
Evidentemente, hubo una elevación de la
politización de las masas, aunque quizás no la
deseable y, suficiente.165
En 1975, enfermó de gravedad el general Juan
Velazco Alvarado. Este infortunado hecho casual
debilitó el control ejercido por los “generales
cholos” sobre las Fuerzas Armadas peruanas; debido
a la heterogénea composición de las mismas, grupos
armados de la oficialidad menos avanzada
efectuaron un sutil golpe de Estado, el 29 de agosto
de 1975. Desde ese momento, los militares de
izquierda fueron marginados; se subordinó el país a
los dictados del Fondo Monetario Internacional; se
incentivó la participación del gran capital en las
industrias y la economía de exportación. El nuevo
equipo gubernamental, presidido por el general
Francisco Morales Bermúdez, retornó a las prácticas
represivas contra los obreros en huelga; clausuró
locales sindicales; frenó el desarrollo de la Reforma
Agraria -en menos de seis años se habían adjudicado
casi 7.000.000 de hectáreas de tierras a cientos de
miles de campesinos- y disolvió la Confederación
Nacional Agraria; muchas empresas volvieron a la
esfera privada; se limitó el control del Estado sobre
el comercio exterior; se derogó el Estatuto sobre la
prensa. Entonces surgió el descontento generalizado
en el país, provocado por la pérdida de las más
trascendentales conquistas revolucionarias, el alto
costo de la vida y la ofensiva patronal. Esa triste
situación de paulatino retroceso al pasado provocó,
el 27 de febrero de 1978, la primera huelga general
en casi diez años; a pesar de la dura represión la
misma duró cuarenta y ocho horas. También, debido
al disgusto oficial ante esa combativa actitud de los
trabajadores, se permitió una agresiva política a los
sectores más reaccionarios contra la Revolución
Cubana. Sus prácticas suscitaron el siguiente
comentario del Comandante en Jefe Fidel Castro:
No podemos olvidar que en el Perú fue la
Marina de ese país -la Marina de ese país y lo
sabemos, creo que no se atrevan a discutirlo- la
Marina de ese país, agentes a sus órdenes, los que
hundieron nuestros dos barcos pesqueros, Río
Jobabo y Río Damují, una increíble provocación.
Pero, además, tampoco debemos olvidar cómo el
convenio de pesca existente entre Cuba y Perú
que llevaba tiempo, funcionaba perfectamente
bien, que era útil, muy útil para los peruanos,
pues ayudaba a producir alimentos para los
peruanos y ayudaba también a producir alimentos
para nosotros, fue cancelado unilateralmente,
también en virtud de las imposiciones de la
Marina, y para fraguar convenios particulares en
virtud de los cuales un individuo, sin poner nada,
nada más que con poner el nombre, se convertía
en millonario. No podemos olvidar cómo el
gobierno del Perú incumplió el contrato de la
construcción de veinte atuneros que concertamos
con ellos, en relación con lo cual nuestro país se
gastó por otro lado decenas de millones de
dólares en una planta de procesar pescado y sin
embargo, ni siquiera fue cumplido el contrato, no
fueron construidos los atuneros, y nos quedamos
nosotros con la planta procesadora y sin los
atuneros.
Todo esto va teniendo su historia y sus
antecedentes, lógicamente que estas cosas fueron
enfriando las relaciones que en un tiempo fueron
cálidas y estrechas con el Gobierno
Revolucionario de Velasco Alvarado, relaciones
que se abrieron en aquellos días difíciles del
Perú, a raíz del terremoto cuando nuestro pueblo
a un llamado de la Revolución, a pesar de que no
existían relaciones diplomáticas, realizó cien mil
donaciones de sangre en diez días, se ofrecieron
nuestros médicos y nuestras enfermeras, y se
ofrecieron nuestros obreros de la construcción y
se ofreció nuestra pueblo para ayudar al pueblo
hermano de Perú.166
En Panamá, las protestas contra la presencia
norteamericana en la llamada Zona del Canal se
incrementaron después del triunfo de la Revolución
Cubana; en 1962, los estudiantes realizaron grandes
demostraciones contra dicho enclave colonial. Al
cabo de un año, las masas populares organizaron la
Marcha del Hambre; en la misma miles de
manifestantes provenientes de Colón cruzaron el
166
165
Leónidas Rodríguez Figueroa: Entrevista, en tabloide
semanal, En Rojo, Lima, 18 de enero de 1980, p. 2.
Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado con motive del
1º de mayo de 1980, en Granma, La Habana, 2 de mayo de
1980.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
istmo a pie con el propósito de plantear sus
demandas económicas al gobierno de turno;
reclamar la soberanía panameña sobre la importante
vía interoceánica. En este agitado panorama de
crecientes luchas por lograr la plena independencia
del país, el 9 de enero de 1964, los “zonians” residentes estadounidenses en la usurpada franja
canalera- realizaron una infame provocación; izaron
la bandera yanqui en una escuela secundaria, sin que
a su lado ondeara -como se estipulaba según los
acuerdos vigentes- la panameña. Grupos de
ofendidos jóvenes penetraron entonces en la zona
para hacer efectivos sus derechos en lo concerniente
a la enseña nacional. Al día siguiente, las tropas
imperialistas agredieron de manera salvaje a los
indignados manifestantes, con el horrendo saldo de
veintiún muertos y quinientos heridos.
Los panameños no podían continuar siendo los
mismos después del monstruoso crimen. El propio
Gobierno lacayo de la República así lo comprendió;
para cubrir las formalidades, se rompieron relaciones
diplomáticas con Washington; se pidieron
modificaciones básicas al espúreo tratado canalera
de 1903. Estas tímidas medidas no calmaron el
descontento de las masas; incluso, algunos sectores
de vanguardia emprendieron la heroica tarea de
iniciar la lucha guerrillera en la montañosa región de
Ciri Grande. En represalia, la burguesía comercial y
bancaria gobernante ordenó a la Guardia Nacional
perseguir con ferocidad a los elementos progresistas;
a la vez, llegaba a un rápido entendimiento con
Estados Unidos y de nuevo se intercambiaban
embajadores.
En 1968 Panamá soportaba cuatro tipos de
dominación foránea.167 La Zona del Canal era un
enclave de tipo colonial clásico; en la misma el
imperialismo yanqui controlaba todas las instancias
económicas y supraestructurales; poseía importancia
vital para la economía del país; generaba alrededor
del 20 por ciento del producto interno bruto; daba
empleo a unos 20.000 panameños; constituía, por lo
tanto, la principal fuente de trabajo de istmo.
La República, en segundo lugar, se había
convertido en paraíso fiscal y plataforma de
servicios para las transnacionales, las cuales utilizan
a Panamá como base de sus “Paper Companies” compañías inscritas por razones legales, fiscales, y
de costos, pero sin actividad productiva alguna en la
nación- de forma semejante a la práctica de los
armadores con la “bandera de conveniencia” para
sus flotas; no existen impuestos a las
reexportaciones, ni sobre los beneficios realizados
en el exterior de las fronteras nacionales. De esta
manera, la siguiente fuente laboral en Panamá era la
Zona Libre de Colón, constituida en 1948 a
167
Xavier Gorostiaga: Panamá no es solamente un canal,
en Tareas Nº 42, Panamá, abril-agosto de 1978, p. 11.
79
sugerencia del Departamento de Comercio de
Estados Unidos; en ella tienen empleo 15.000
ciudadanos. Así, en solo 34 hectáreas de superficie
funciona para las transnacionales un lugar de
almacenamiento y ensamblaje; entre los sitios
similares del mundo sólo es superado por Hong
Kong; tiene 600 firmas registradas, éstas realizan
cerca de 1.000.000.000 de dólares al año, de
intercambio mercantil. A este segundo enclave se
añade el Centro Financiero Internacional; el mismo
funcionaba con 74 bancos internacionales dedicados
a seguros, inversiones y actividades semejantes; el
80 por ciento de las operaciones se dirigían al
exterior; nueve décimas partes de los depósitos
provenían del extranjero; mientras, la República no
contaba con banco central ni moneda nacional
verdadera -el Balboa no se imprime- para su millón
y medio de habitantes.
Desde el punto de vista productivo, en el país
sólo tenían relevancia la Compañía de Fuerza y Luz
-subsidiaria del monopolio Boise Cascade- y la
United Brands; ésta engloba a la United Fruit
Company, que alcanzaba especial pujanza en las
apartadas provincias de Chiriquí y Boca del Toro;
allí poseía latifundios, ferrocarriles, muelles,
bosques y tierras baldías en condiciones
excepcionalmente privilegiadas, en un enclave no
articulado con el resto de la economía panameña.
Por esta razón, el fuerte y combativo proletariado de
dichas plantaciones bananeras se veía alejado del
resto de la clase obrera istmeña.
La Guardia Nacional de Panamá adquirió mayor
nivel de conciencia en la contradicción a que fue
lanzada por el Gobierno con las masas populares; las
mismas exigían el respeto a la soberanía del país;
dirigida por Omar Torrijos, derrocó al presidente de
turno el 11 de octubre de 1968; disolvió el nada
representativo Congreso de la República. El teniente
coronel Manuel A. Noriega, jefe de inteligencia del
ejército panameño, definió así dicha acción:
Torrijos concibió que el golpe de 1968 dado
por los militares no debía ser para el usufructo de
los comandantes y jefes (...). Por consiguiente los
militares deberían dirigir una administración
pública honesta, que produjera dividendos al
pueblo (...). y con estos esquemas mentales, con
esta concepción positiva trazó el nuevo azimut de
la Guardia Nacional (...). La Guardia Nacional en
todos sus escalones, desde el guardia raso hasta el
Teniente Coronel pasa por los laboratorios de la
concienciación revolucionaria, de la sensibilidad
social, de la familiarización con el problema
nacional, por la aceptación del pluralismo
ideológico (...). Al servicio de inteligencia le cabe
también un papel importante en el proceso de
cambio de pensamiento y la actitud de la
oficialidad desde la época de los cazadores de
brujas con la bandera del anticomunismo y la hoy
Alberto Prieto Rozos
80
equilibrada mentalidad de la aceptación del
pluralismo ideológico.168
A su vez, sobre la Guardia Nacional, Omar
Torrijos expresó: “La oligarquización de un solo
Teniente Coronel pone en peligro el proceso de
cambios iniciado en 1968. La oligarquización de
varios, lo liquida.”169
El Gobierno revolucionario de los militares
nacionalistas comenzó por suprimir, el 3 de marzo
de 1969, todos los partidos políticos burgueses;
decretó una amplia amnistía para los presos
políticos. Esto provocó un intento de golpe militar
derechista, que Torrijos derrotó gracias a su control
sobre los cuerpos armados del país. También, en el
propio 1969, se dictó una ley de Reforma Agraria
destinada a expropiar las tierras baldías; organizar en
ellas
especies
de
cooperativas
llamadas
Asentamientos Campesinos, con el propósito de
liberar de su marginamiento económico, social y
político, a un sector mayoritario de la población
rural del país; a la vez, mejorar el abastecimiento por ejemplo de arroz- del mercado nacional. Según
estos criterios, unas 7.000 familias habían sido
beneficiadas.
Al mismo tiempo, el Gobierno creó diversas
instituciones crediticias -MIDA, BDA, IMA,
COAGRO y otras más- para ayudar a los
asentamientos, así como a los pequeños y medianos
productores. Junto a este progresista empeño el
Estado también auspició otros, como el desarrollo de
las ramas del cobre, pesquería, turismo e industrias
agrícolas. Incluso, en 1972, el gobierno de Ornar
Torrijos logró adquirir la Compañía Fuerza y Luz,
para colocarla al servicio de la nación. Pero avance
alguno pudo compararse a la vigorosa campaña
acometida en todos los sentidos en favor de
establecer la soberanía panameña sobre la Zona del
Canal. Sin embargo, Omar Torrijos no concebía una
simple reversión de la estratégica vía interoceánica a
la República; siempre precisaba: “Si recuperamos
nuestro territorio denominado Zona del Canal y nos
limitamos a cambiar los letreros que dicen "no
traspase" y que indican el dominio norteamericano,
por otros letreros que digan "No entre, perro bravo",
y que indican el dominio de unos cuantos
propietarios; estaríamos adulterando el verdadero
concepto de liberación nacional y desviando los
verdaderos objetivos de las luchas que ha librado
nuestro pueblo.”170
168
Manuel A. Noriega: Discurso del 25/X1/1977, en la
reunión de Jefes de Inteligencia del Continente
Americano, en Tareas No. 42, p. 3.
169
Omar Torrijos: Discurso sobre jubilaciones, retiros,
ascensos y promociones en la Guardia Facional en Tareas
No. 42, p. 2.
170
Omar Torrijos: Discurso sobre jubilaciones, retiros,
ascensos y promociones en la Guardia Facional en Tareas
No. 42, p. 2.
En la conocida situación de dependencia ante
Estados Unidos, el Partido del Pueblo (comunista)
llamó a todas las fuerzas del país a comprender que
la contradicción fundamental de la nación panameña
era con el imperialismo yanqui; explicaba que el
principal lazo de sujeción habrá entrado en crisis: el
colonialismo de la Zona del Canal. Argumentaba
que en las condiciones específicas existentes, la
forma más apropiada de eliminarlo eran las
negociaciones; de responder éstas a las exigencias
del pueblo panameño, se reforzaría la soberanía
nacional; se facilitaría el combate por una liberación
total.
Siete años duraron las pujas diplomáticas entre
los gobiernos de Panamá y Estados Unidos; al final
culminaron en el Tratado Torrijos-Carter (1977).
Según éste, se abrogaba el de 1903; se estipulaba
que en el plazo de 23 años -es decir, paulatinamentetodos los derechos jurisdiccionales pasarían a las
autoridades istmeñas. No era el camino deseado,
pero si el mejor posible; significaba el principio del
fin de la ocupación imperialista en la Zona del
Canal. Como dijeron los comunistas panameños:
“La conquista de la descolonización es un triunfo
legítimo del pueblo panameño, de las fuerzas
antiimperialistas de Panamá, de las fuerzas
progresistas del mundo y amantes de la paz y en lo
personal, es el triunfo de la firmeza patriótica del
General Torrijos, que ha sabido interpretar correcta
y lealmente los deseos legítimos de su pueblo.”171
En Panamá, las masas populares aprobaron el
referido tratado en votación efectuada el 23 de
octubre de 1977. Luego, el país marchó hacia una
original forma de institucionalización: la Asamblea
de Corregimiento y la elección del nuevo presidente
(Arístides Royo). Cuando parecía que el horizonte
político istmeño se despejaba, se impuso en Estados
Unidos un equipo gubernamental de concepciones
fascistas presidido por Ronald Reagan; éste,
acérrimo enemigo del acuerdo firmado entre ambos
países, de inmediato comenzó a sabotearlo. Después
(1981), tuvo lugar la misteriosa muerte del general
Omar Torrijos, en un sospechoso accidente de
aviación. Así, de manera imprevista, surgió otro
inesperado peligro a la tarea de eliminar la “quinta
frontera” del seno de esta sufrida nación.
Reveses progresistas en Chile y Argentina.
Salvador Allende ocupó la Presidencia el 4 de
noviembre de 1970; comenzó a dar cumplimiento al
programa revolucionario de la Unidad Popular. Se
restablecieron relaciones diplomáticas con Cuba; se
expropiaron 350 latifundios; se amplió el área de
propiedad social; se nacionalizó el cobre -que
producía el 10 por ciento del PNB y ofrecía las tres
171
Rubén Darío Sousa: El principio del fin de la
ocupación imperialista, Litografía Universal, Panamá,
1917, p. 38.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
cuartas partes de las divisas, con una productividad
por hombre tres veces y media superior al promedio
nacional-; se incrementó la producción Industrial.
Este sector aumentó en el primer año de Gobierno
popular al ritmo de 12,1 por ciento, tasa no conocida
en el sexenio anterior.
En la agricultura se afectaron 3.500.000 hectáreas
en los dieciséis meses iniciales de la Presidencia de
Allende. Los extraordinarios avances alcanzados se
reflejaron en el espectacular éxito logrado en las
elecciones de abril de 1971, cuando la Unidad
Popular obtuvo el 51 por ciento de los votos. Pero la
reacción se recuperaba orientada por el imperialismo
yanqui; éste redujo los créditos al Gobierno popular
a sólo el 10 por ciento de los otorgados a su
predecesor. Se iniciaba el bloqueo silencioso.
Después, en el Congreso, la derecha acometió todo
tipo de maniobras para dificultar las gestiones del
Gobierno; lo acusaban de sobrepasar la legalidad.
Empezaron después las manifestaciones de la
aristocracia y el terror oligarca. Aunque la clase
obrera se mantenía firme, las campañas mencionadas
y la propaganda acerca del desabastecimiento
hicieron mella en otras clases sociales. Esto se, unió
al hecho de que la ley concerniente a las áreas de la
economía, no logró ser aprobada en el Congreso. De
esa forma, se facilitó a la reacción el asustar a las
capas medias chilenas y preparar su paso al campo
de los enemigos de la revolución.172 El cambio de
simpatías se evidenció, en las elecciones de marzo
de 1973; la Unidad Popular obtuvo el 44 por ciento
de los sufragios. Al respecto, escribió el
latinoamericanista soviético Yu. Krasin:
Una de las enseñanzas fundamentales de la
revolución chilena consiste en que puso de
manifiesto lo importante que es promover y
realizar en la revolución programas concretos de
transición con reformas que expresen las
necesidades y los anhelos de las capas medias de
la población. La no existencia en la Unidad
Popular de posiciones comunes en torno a este
problema, las acciones y consignas de los
extremistas, el hábil aprovechamiento que la
reacción hizo de las contradicciones que surjan
en este terreno, son factores que hicieron en el
momento decisivo apartar a gran parte de la
pequeña burguesía urbana de la revolución y que
aquélla se colocara al otro lado de las barricadas.
Y, esto, a su vez, propició condiciones políticas
para la realización del cuartelazo fascista.173
Las propias elecciones mencionadas también
reflejaron, sin embargo, que la reacción sería
incapaz de revertir el avance del proceso sin la
172
M. Kudachkin: La experiencia de la lucha por la
unidad de las fuerzas de izquierda y las transformaciones
revolucionarias, Ed. Progreso, Moscú, 1978, p. 225.
173
Yu. Krasin: Revolución y reforma, en Socialismo,
Teoría y Práctica, Moscú, febrero de 1978, p. 39.
81
ayuda de los generales traidores, dominantes en las
Fuerzas Armadas. El proletariado respaldaba
decidido las transformaciones acometidas. Tal vez
su realización completa, como expresó Vladímir
Ilich Lenin: “no sería el socialismo, pero ya no sería
el capitalismo. Representaría un paso gigantesco
hacia el socialismo, un paso después del cual sería
imposible, siempre y cuando se mantuviese una
democracia plena, tornar al capitalismo sin recurrir a
una violencia inaudita sobre las masas.”.174
El inicio de los trágicos acontecimientos
golpistas tuvo lugar el 29 de junio de 1973; unidades
blindadas promovieron el “tancazo” contra el
Gobierno constitucional. Aunque derrotado, el
ejército chileno quedó incólume en sus mandos y
estructura. Sobre este aspecto, el latinoamericanista
soviético M. Kudachkin dijo: “no puede dejarse de
tener en cuenta que el carácter de las instituciones
heredadas del viejo régimen es clasista y que el
desarrollo de la democracia está indisolublemente
ligado a la lucha por el cambio de carácter de clase
del Estado”.175
Al permanecer intactas las tradicionales Fuerzas
Armadas, la reacción, al sentirse segura, se
desbordó. Asesinaron al Edecán presidencial;
obligaron a renunciar a la jefatura del ejército al
general Prats cuya trayectoria constitucionalista se
conocía; se produjeron allanamientos, ultrajes y
crímenes. Todo culminó con el ataque al Palacio de
la Moneda; allí el presidente Salvador Allende murió
combatiendo con las armas en las manos. Las causas
profundas de aquellos acontecimientos también son
analizadas por Kudachkin, quien escribió:
el imperialismo y la reacción chilena no
pudieron derrotar a la revolución chilena ni por
medio de las elecciones parlamentarias en marzo
de 1973 ni por medio del sabotaje económico, la
subversión y otros medios “pacíficos”. Ellos la
derrotaron militarmente. Y precisamente, la
Unidad Popular no estaba preparada para resistir
en este terreno a la reacción (...)
Los partidos de la Unidad Popular ni siquiera
tenían algún plan de lucha, de movilización de la
clase obrera, de las masas populares contra la
intervención armada de la reacción, lo que
garantizó a los generales traidores una victoria
bastante rápida y fácil.176
La historia de Chile no había conocido nunca tan
sangrienta represión. Desde los primeros momentos
174
Vladimir Ilich Lenin: La catástrofe que nos amenaza y
cómo combatirla, en Obras completas, Editora Política, La
Habana, 1963, t. 25 p. 350.
175
M. Kudanchkin: La experiencia de la lucha por la
unidad de las fuerzas de izquierda y las transformaciones
revolucionarias, ed. cit., pp. 220-221.
176
M. Kudanchkin: La experiencia de la lucha por la
unidad de las fuerzas de izquierda y las transformaciones
revolucionarias, ed. cit., pp. 222-225.
Alberto Prieto Rozos
82
en que la Junta Fascista dirigida por el general
traidor Augusto Pinochet ocupó el poder, quedó
demostrado que ante nada se detendría para
mantenerlo. “Que nadie se engañe -dijo el Partido
Comunista de Chile-: se ha instaurado un régimen
fascista, y el fascismo es la antidemocracia, es la
dictadura terrorista contra la clase obrera, es la
intolerancia y la persecución a todas las ideas
progresistas.”177
En Argentina, a mediados de 1969, el rechazo a
la represiva militarización del régimen castrense se
manifestaba de dos formas: guerrillas urbanas y
huelgas obreras. El descontento popular llegó a su
clímax en Córdoba; allí proletarios y estudiantes
ocuparon los barrios céntricos de la ciudad. Onganía
respondió con medidas drásticas; decretó el estado
de sitio; intervino la CGT; clausuró órganos de
prensa. Pero el auge de la lucha armada y de masas
provocó su dimisión. El sustituto pretendió
distanciarse del predecesor, mediante la anunciada
reargentinización de la economía y la reorientación
de la industria hacia el mercado interno. Dicho
objetivo debía ser alcanzado mediante el estímulo a
la demanda provocada por aumentos salariales, así
como por el otorgamiento de mayores posibilidades
crediticias a las constituidas con capital autóctono.
No obstante, estas ventajas fueron bien
aprovechadas por las compañías extranjeras
asociadas con las nativas; habían pasado los tiempos
en que podía auspiciarse contra el extranjero a la
burguesía nacional. Esta no existía ya, pues
transformado su sector más poderoso en
monopolista, se encontraba aliado con las
transnacionales. Sólo posiciones antimonopolistas y,
por ende, antiimperialistas, podían sacar de la crisis
a la nación.
La práctica de crédito barato y el alza de los
precios internos de la carne -para limitar su consumo
nacional y aumentar las exportaciones- desataron
una vertiginosa espiral inflacionaria; la misma
provocó la caída del poder adquisitivo popular.
Hechos añicos los utópicos planes, el Presidente
militar fue depuesto en 1971 por el jefe del Ejército;
éste anunció la convocatoria a elecciones;
comprendía que el recrudecimiento de la represión
sólo conducía al auge de la lucha armada y a la
radicalización de las fuerzas opositoras. Se
levantaron entonces las prohibiciones que pesaban
sobre los partidos políticos; se suprimió el
Ministerio de Economía; se eliminaron los topes
salariales para amortiguar el descontento de los
trabajadores.
A principios de la década del setenta, en
Argentina, donde ni siquiera representaban el 2,5 por
ciento de las compañías fabriles del país los
monopolios -nacionales y extranjeros- controlaban el
32 por ciento de la producción industrial. El 60 por
ciento de dicho sector se encontraba dominado por
las inversiones imperialistas. Como rasgo particular
de esta República se debe subrayar, que el capital
europeo era mayoritario (32 por ciento) frente al
norteamericano (28 por ciento). Del total
monopolista argentino, el 22 por ciento correspondía
a intereses privados; mientras, el Estado poseía el 18
por ciento. Éste contaba con importante
participación en las fábricas; tenía un alto control del
suministro energético, del agua, transporte y
comunicaciones. En la industria media -unos 10.000
empresarios, que empleaban entre 30 y 500 obreros
cada uno-, a pesar de predominar los capitales
autóctonos, se dependía en gran parte de los
monopolios, debido al financiamiento y la
tecnología; éstos controlaban las ramas más
dinámicas y estratégicas de la economía; la pequeña
burguesía industrial formaba, por su parte, un
volumen
importante
de
la
producción
manufacturera. Otra característica del desarrollo
argentino es la conversión de algunos grupos de
burgueses agropecuarios exportadores en núcleos
financieros.178
En las elecciones de marzo de 1973 triunfó el
candidato peronista Héctor Cámpora; éste había
esbozado una progresista concepción económica, la
misma contemplaba la nacionalización de la banca,
el comercio exterior, y una Reforma Agraria; la
estructura social del campo era la siguiente: 3.900
latifundistas grandes detentaban el 36 por ciento de
la tierra laborable; 226.000 haciendas ocupaban el
46 por ciento del suelo susceptible de ser utilizado;
coexistían con 200.000 minifundistas propietarios
del 3 por ciento de la superficie apta para cultivar.
También había 152.000 familias de obreros agrícolas
permanentes y 111.000 más que vivían del trabajo
jornalero esporádico en los campos. Asimismo,
Héctor Cámpora planteó la reimplantación del
Artículo 40 de la Constitución de 1949; el cual
estipulaba que todos los recursos naturales eran
propiedad inalienable de la nación.
Al asumir el poder, el nuevo Presidente derogó la
disposición anticomunista de ilegalizar las
actividades de ese Partido; envió al Congreso
importantes leyes concernientes a la economía. Entre
las más importantes se encontraban las referidas a
las inversiones extranjeras -las yanquis ascendían a
1.148.000.000 de dólares-, a la nacionalización de la
banca, la reargentinización de la industria. Otra
proponía la formación de monopolios estatales para
exportar los granos y la carne, ventas al extranjero
realizadas hasta entonces por compañías nativas y
foráneas. Después, Argentina restableció relaciones
177
178
Declaración del Partido Comunista de Chile,
septiembre de 1976, en Tiempos Fuevos, Moscú,
noviembre de 1976, No. 48, p. 29.
Konstantin Tarasov: Peculiaridades del desarrollo del
capitalismo monopolista en América latina, en Ciencias
Sociales, Moscú, Nº. 3, p. 238.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
con Cuba socialista.
La derecha peronista reaccionó con gran
violencia a la gestión de Cámpora; éste renunció a la
Presidencia. En las elecciones de septiembre, triunfó
el binomio compuesto por Perón y su tercera esposa,
candidatura que había recibido el apoyo de múltiples
organizaciones populares, entre las cuales se hallaba
el Partido Comunista. Pero antes de cumplir un año
de mandato, la precaria salud del Presidente se
quebró; el 1º de julio de 1974 murió el hombre que
había mantenido la hegemonía en la política
argentina durante treinta años.
La viuda-vicepresidenta ocupó el Poder
Ejecutivo en medio de una aguda pugna entre la
corrupta derecha peronista -que representaba a los
monopolios criollos aliados a las transnacionales
europeas-, en el poder, y la izquierda partidaria del
extinto mandatario. Esta división facilitó una nueva
asonada castrense, en relación con la cual Schafik
Jorge Handal escribió:
El golpe militar en Argentina, inicialmente
dirigido, al menos en apariencia, contra la
derecha peronista, no tardó en virar también
contra la izquierda peronista y se ha ocupado,
sobre todo, de bloquear y someter a control el
movimiento obrero, de inmovilizar a los partidos
políticos y ha iniciado el desmantelamiento de las
organizaciones juveniles y organismos para la
solidaridad internacional, al tiempo que el
gobierno de Videla adopta más y más el
programa económico brasileño y las bandas
asesinas procreadas por la CIA incrementan
impunemente su dantesca cosecha sangrienta,
golpeando no sólo a la izquierda argentina, sino
también a toda la emigración de la izquierda del
Cono Sur concentrada en Buenos Aires en los
últimos años. Toda esta derechización progresiva
se adopta bajo el pretexto de la lucha contra las
guerrillas (...), a las cuales se ha asestado golpes
mortales, y no pensamos que, una vez terminada
esa tarea, retornará fácilmente la nave del
gobierno argentino a un puerto democrático, sino
que continuará su marcha hacia el fascismo.179
Procesos revolucionarios en el Caribe y
Centroamérica.
Granada, que experimentaba el abandono del
imperialismo en el Caribe inglés, fue tomada en
consideración por la metrópoli británica al estallar la
Primera Guerra Mundial; el Gobierno de Londres se
dispuso a extraer de esta pequeña isla hombres y
materias primas para el enfrentamiento con sus
rivales. Nadie imaginaba que el contacto de esta
tropa con los demás contingentes movilizados en
otros confines sujetos al dominio de Inglaterra,
179
Schafik Jorge Handal: El fascismo en América, en
América latina, Moscú, 1976, No. 4, p. 139.
83
empezaría a despertar a sus integrantes del letargo
colonialista una vez que triunfara la Gran
Revolución Socialista de Octubre. Al regresar de los
campos de muerte europeos, los sobrevivientes
encontraron pocos cambios en su tierra natal:
hambre, miseria, falta de trabajo, ignorancia e
insalubridad. Entonces, los veteranos, en buena parte
de origen obrero, comenzaron a trabajar en aras de
su propia organización. Ese ascendente movimiento
proletario avanzó dirigido por T. A. Marryshow; el
mismo estructuró la Grenada Workingmen's
Association (Asociación de Trabajadores de
Granada); impulsó la idea de crear una federación en
el Caribe anglófono.
Las crisis cíclicas del capitalismo en 1929-1933 y
1937-1938, estremecieron el dominio colonial en
Granada: incorporaron nuevos sectores y capas
sociales a los combates por el progreso y la libertad.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la
población masculina de la isla se vio otra vez
succionada por los intereses militares del
imperialismo británico; desde 1939, nuevos
contingentes de jóvenes fueron enviados a morir a
lejanos campos de batalla. En estas circunstancias, el
gobierno conservador de Churchlll se vio obligado a
ceder; emitió el Trade Unions and Trade Disputes
Ordinance (1943), legislación sindical mediante la
cual se reconocía a las organizaciones obreras de las
colonias los mismos derechos que a las de la
metrópoli. Así pudieron surgir, con plena legalidad,
la General Workers Union (Unión General de
Trabajadores); y la Saint George's Workers Union,
más tarde redenominada Grenada Workers Union; a
las mismas se añadió en 1950 la Grenada Trade
Union Congress.
Todos esos sindicatos, sin embargo, sólo
aglutinaban a obreros urbanos; los rurales ninguno
poseían. Fue en esas circunstancias que, en la sexta
década del siglo, Eric Matthew Gairy movilizó a los
efectivos del agro y ocupó su liderazgo; en julio de
1950 organizó su Grenada Manual and Mental
Workers Union; desató exitosas huelgas en la
industria azucarera. De ahí, este aventurero se
desplazó hacia la política; fundó su Grenada
People's Party (Partido del Pueblo de Granadal, más
tarde convertido en el Grenada United Labour Party.
Por su parte, la burguesía plantadora y comercial,
dio vida al Grenada National Party; el mismo
aprovechó el desprestigio del gobierno autonomista
de Galry -debido a la corrupción que instituyó-, y, en
1961, lo desplazó del poder. Sin embargo, el GNP
nada hizo por las masas populares; un lustro más
tarde, el GULP reocupó los predios perdidos. Pero
desde 1967 en adelante, Gairy se apartó de los
humildes; se vinculó a los administradores y
propietarios; gracias a la malversación y el peculado
se convirtió en dueño de importantes bienes. Incluso
llegó a ser miembro prominente de la Cámara de
Alberto Prieto Rozos
84
Comercio. Después convertido en tirano, sólo pensó
en mantener sus funciones por medio de la más
despiadada represión; sus bandas terroristas -Green
Beasts y Mongoose Gang- ventajosamente emulaban
con la asesina Tonton Macoutes de los Duvalier de
Haití. De esa forma, Gairy se enemistó con los
sindicatos, la juventud, la Iglesia e incluso con una
parte de la burguesía.
A mediados del siglo XX, en Granada había
19.736 asalariados -de los cuales 12.432 eran
rurales-; unas 7.200 personas eran dueñas de sus
medios de producción -pequeños comerciantes,
artesanos, profesionales pobres-, y 625 grandes
patrones. La principal actividad económica del país
era la agricultura, cuyas tierras cultivables
controlaban en el 45,6 por ciento propietarios
poderosos -criollos y extranjeros-; el resto se dividía
entre 1.200 pequeñoburgueses; 18.456 campesinos
poseían -cada uno- menos de 10 acres.
Durante los gobiernos del GNP y de Gairy, los
principales cambios socioeconómicos fueron la ruina
de la industria azucarera y la concentración de la
tierra aún en menos manos -50 propietarios
dominaban el 43 por ciento de los predios-, y en
1972 sólo 8.000 personas trabajaban como
asalariados en la agricultura, cuya participación en el
PNB había descendido a sólo el 30 por ciento;
mientras, casi 11.000 granadinos laboraban en el
turismo, el comercio y las manufacturas.
El New Jewel Movement -Movimiento de la
Nueva Joya- emergió como una realidad coherente
en marzo de 1973, cuando lanzó un manifiesto con
los siguientes puntos básicos: controlar los precios
de la ropa, alimentos y otros artículos esenciales
para la vida; desarrollar un programa concreto para
mejorar las viviendas y la educación; así como la
salud de las masas; redistribuir la tierra en la isla por
medio de cooperativas con más de 45 acres de
superficie; fomentar los cultivos alimenticios;
implantar la educación gratuita y un sistema
nacional de salud; crear un sistema de seguros y
retiros para los asalariados; establecer sueldos
mínimos; democratizar la estructura de la sociedad;
sanear la administración pública; nacionalizar los
bancos e instituciones conexas; crear un Consejo
Nacional de Comercio Exterior.
Las raíces de la Nueva Joya se encuentran en el
Black Power Movement -Movimiento del Poder
Negro-, concebido en su origen -durante los años
veinte- por el jamaicano Marcus Garvey y
reactivado a finales de la séptima década del siglo
por las prédicas del guyanés Walter Rodney; sus
adeptos se manifestaron con fuerza en Granada en
mayo de 1970. Después, en junio, Maurice Bishop y
un grupo de revolucionarios urbanos de la isla,
crearon un núcleo llamado FORUM, cuyo objetivo
era divulgar la necesidad de realizar profundas
transformaciones en la sociedad. Y en diciembre,
muchos de sus integrantes fueron arrestados por
participar en protestas contra las prácticas represivas
del régimen.
Maurice Bishop fue liberado a finales de 1971 y
decidió auspiciar una organización con claros
perfiles políticos: el Movement for the Advancement
of Community Effort; más tarde -octubre de 1972se transformó en el Movement for the Assembly of
Peoples con el definido propósito de tomar el poder.
Poco antes, en marzo de 1972, Unison Whiteman quien también fue a la cárcel en diciembre de 1970había constituido el Joint Effort for Welfare
Educatlon and liberation (JEWEL) entre el
campesinado y los obreros agrícolas, para arrebatar a
Gairy su base social. La confluencia de objetivos
entre ambos movimientos facilitó que en marzo de
1973 ellos se fundieran en el New Jewel Movement
(NJM); el mismo se dedicó a ampliar de manera
unitaria la oposición a la tiranía, sobre todo entre las
filas del proletariado. Así, se elevó la conciencia de
los trabajadores, campesinos y jóvenes; a la par, se
sumaba a la pequeña burguesía; se ayudaba a
escindir a la burguesía en partidarios y enemigos del
personalista dictador.
El trágico “Domingo Sangriento”, el 18 de
noviembre de 1973, marcó un giro en la historia de
Granada; ese día estaba señalado por el NJM para
comenzar una huelga general contra el régimen; las
fuerzas represivas lograron antes capturar a Bishop,
Whiteman y otros líderes del movimiento, que
fueron torturados, la opinión pública entonces llevó
a cabo una campaña de protesta cuya magnitud
nunca se había conocido. A partir de estos
acontecimientos, la demagogia política no sirvió más
a Gairy, quien se apoyó de manera creciente en sus
brutales bandas terroristas, armadas desde 1977 por
Pinochet; impidió la participación de figuras
opositoras, como Bishop y Whiteman, en el
Parlamento de esta nación ya independiente (1974).
En esas circunstancias, el NJM orientó preparar a
sus más aguerridos militantes para la lucha armada;
esperar la coyuntura apropiada para derrocar al
tirano. Esta situación se presentó el 12 de marzo de
1979, cuando Gairy acompañado de sus principales
ministros, marchó al extranjero en uno de sus
acostumbrados viajes de placer; el Consejo
Coordinador del NJM decidió realizar una
insurrección a las 4 de la mañana del día siguiente.
Así, en la madrugada del 13 de marzo, decenas de
combatientes se lanzaron al ataque de la sede del
ejército en True Blue; en una hora lo capturaron.
Como el Comandante en Jefe Fidel Castro dijo: “un
Moncada exitoso iniciaba una gran revolución en
este pequeño país”.180
180
Al respecto se debe ver el excelente y exhaustivo
ensayo de Richard Jacobs y Ian Jacobs: Grenada. The
Route to Revolution, Cuadernos Casa, La Habana, 1980,
No. 22.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
Una vez en el poder, el movimiento de la Nueva
Joya acometió el proceso transformador; se
constituyeron las Milicias Populares y el Peaple's
Revolutionary Army (Ejército Revolucionario); se
establecieron estrechas relaciones con Cuba
socialista; se nacionalizaron las propiedades de
Galry. En virtud de ésas y otras medidas
progresistas, el Estado ya poseía el 40 por ciento de
la tierra cultivable, tres hoteles y diversas pequeñas
empresas tales como restaurantes; además,
monopolizaba la importación de insumos vitales
como el azúcar y el arroz cuyos precios de venta
habían sido disminuidos entre el 8 por ciento y el 20
por ciento. Al mismo tiempo se saneó y democratizó
la administración pública; se había lanzado una vasta
campaña contra el analfabetismo y en favor de
mejores niveles en la educación; estudiaban en el
nivel universitario 221 alumnos -antes del 13 de
marzo de 1979 sólo había 3-; se abrieron escuelas de
pesca y turismo. También, en el sector de la salud,
fueron puestos en funcionamiento servicios gratuitos
-con la ayuda internacionalista de médicos cubanosen la capital (Saint George's) y el interior. En la
economía se inauguraron fábricas para convertir
productos del agro en mermeladas y conservas. El
conjunto de esas medidas redujo el desempleo en un
20 por ciento (3.000) personas; hubiera disminuido
mucho más con las voluminosas inversiones
gubernamentales; éstas duplicaban la cifra de las
realizadas por el depuesto tirano. Entre todos los
nuevos proyectos el principal era el concerniente al
aeropuerto Internacional de Point Salines,
imprescindible para el ulterior progreso de este
pequeño país.
Nicaragua sufrió tras la muerte de Augusto César
Sandino más de veinte años de descenso
revolucionario. Durante la primera década de dicho
período, hegemonizado por el asesino Anastasio
Somoza García, tuvo lugar una pronunciada
reestructuración de la economía; en las
exportaciones se redujo la importancia del café;
creció la de los minerales como el oro y la plata.
Además, se incrementó la dependencia en las
compras estadounidenses; pasaron del 67 por ciento
de todas las ventas nicaragüenses al extranjero en
1938, al 91 por ciento, seis años más tarde.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, tomó auge el
cultivo del algodón; sus exportaciones aumentaron
en 120 veces entre 1949 y 1955. A partir de ese
momento, sin embargo, los precios mundiales de
esta materia prima declinaron; la economía se
estancó y luego cayó en crisis.
Rigoberto López Pérez ajustició a Somoza García
en 1956, convencido de que su acción significaba "el
principio del fin de la tiranía".181 Y así fue; al cabo
181
Rigoberto López Pérez: Carta-testamento, Sobretiro de
la Revista Casa de las Américas, La Habana, septiembreoctubre de 1972, No. 74.
85
de un año se inició una frustrada conspiración contra
el régimen por parte de oficiales de la Fuerza Aérea
de la Guardia Nacional, uno de cuyos integrantes,
Carlos Ulloa, murió en Cuba combatiendo contra la
invasión mercenaria en Playa Girón. En 1958, el
veterano sandinista Ramón Raudales reinició la
lucha armada en una gesta en la que ya participaba
Carlos Fonseca Amador. La brutal represión
somocista de la guerrilla del Chaparral, originó
manifestaciones estudiantiles de protesta, como la
muy conocida del 23 de Julio de 1959, enfrentada a
balazos por la Guardia Nacional.
La radicalización ideológica de los hombres de
vanguardia nicaragüense condujo en Julio de 1961 a
la creación por Carlos Fonseca, Tomás Borge y
Silvio Mayorga, del Frente Sandinista de Liberación
Nacional, cuyo nacimiento rompió la hegemonía
político-militar del régimen. Poco después, varias
decenas de revolucionarios acometieron su
preparación guerrillera gracias a la experiencia que
le trasmitieron viejos sandinistas como Santos
López. En 1963, esa militancia incursionó por las
márgenes de los ríos Coco y Bocay; allí se combatió
sin fortuna contra efectivos de la Guardia Nacional;
era sólo un primer tanteo sobre las futuras tácticas a
seguir. Se comprendió entonces que era necesario
desarrollar primero estrechos vínculos con el
campesinado, para conocer bien sus problemas y
politizarlo después. Aunque dicha tarea no se
practicó al acelerado ritmo que se proyectaba,
durante dos años esa fue la principal labor realizada
por los revolucionarios. Luego, en 1966, se
volvieron a dar los pasos imprescindibles para
reanudar la lucha armada; se preparó la base
guerrillera de Pancasán, debido a cuya existencia el
FSLN logró proyectarse hacia las amplias masas
populares como la verdadera organización de
vanguardia nicaragüense.
El auge de la rebeldía popular contra el régimen
estimuló a la dirigencia de la burguesía desligada de
Somoza -Pedro J, Chamorro, Ramiro Sacasa,
Fernando Agüero-, a acudir a los comicios de 1967
como fuerza opositora del gubernamental Partido
Liberal Nacionalista, para presentarse ante la nación
como alternativa frente a la tiranía. Pero la
culminación sangrienta de ese fraudulento proceso,
el 22 de enero, motivó que la mayoría de los
nicaragüenses no volviera a confiar en la posibilidad
de una salida electoral; a partir de esa fecha, también
Somoza y sus colaboradores optaron por subsistir en
el poder sobre todo mediante prácticas militaristas.
La relativa derrota de la guerrilla de Pacasán
provocó la reorganización en 1969 del FSLN; se
nombró a Carlos Fonseca, secretario general; se
publicó el programa político, así como los Estatutos
del movimiento. Entonces fue cuando Fonseca
Amador en la Hora Cero escribió:
La fuerza que representan los partidos
Alberto Prieto Rozos
86
capitalistas por la influencia que todavía ejercen
en la oposición, es necesario que se tenga en
cuenta para trazar la estrategia del movimiento
revolucionario. Hay que estar alerta contra el
peligro de que la insurrección revolucionaria
sirva de escalera a la fuerza reaccionaria de la
oposición al régimen somocista...
Los planteamientos anteriores no están en
contradicción con la posibilidad de desarrollar
cierta unidad del sector antisomocista en general.
Pero se trata de una unidad por la base, con los
sectores más honestos de las diversas tendencias
antisomocistas. Esto se posibilita aún más en
razón del aumento de prestigio del FSLN y del
creciente desprestigio que se suma al
fraccionamiento de la dirección de los partidos
capitalistas y similares. 182
El devastador terremoto que asoló Managua en
1972 propició el ulterior fortalecimiento del grupo
económico presidido por Anastasio Somoza
Debayle; como Director del Comité de Emergencia y por lo tanto administrador de préstamos y ayuda
internacional, planificador urbano, demoledor de
edificios, gestor de bienes nacionales- reestructuró
sus diversas empresas conexas al sector de la
construcción; mientras, se dedicaba a organizar un
poderoso conglomerado capaz de absorber todo el
ciclo reconstructor; desde luego se trataba de la
apropiación de centenares de millones de dólares
que para dichos trabajos comenzaron afluir desde el
exterior.
Así, la familia Somoza acumuló una fortuna
superior a los 40.0000.000 de dólares; fundó su
propia entidad financiera: el Banco de
Centroamérica. Gracias a este potencial, la camarilla
en el poder asociada con el multimillonario yanqui
Howard Hughes rebasó en mucho las posibilidades
económicas de los otros dos importantes grupos
burgueses en Nicaragua; Somoza monopolizaba los
transportes aéreos y marítimos; poseía las
principales compañías de pesca, agroindustriales vinculadas con la siembra de arroz y la cría de
cerdos-, así como 51 ranchos de ganado, 46 fincas
cafetaleras, 1 gran complejo azucarero basado en 8
plantaciones, e innumerables inversiones en
industrias que producían para el Mercado Común
Centroamericano. Como si esto fuera poco, las
décadas de dominio gubernamental ponían en
función del somocismo los recursos del Estado y sus
entes autónomos, tales como el Banco Nacional, la
Empresa de Luz y Fuerza, la Lotería, el Instituto de
Seguridad Social, y otros más.
El más poderoso grupo burgués rival de Somoza
se nucleaba alrededor del Banco Nicaragüense
(BANIC), fundado en 1953 por los algodoneros y
comerciantes de occidente -León y Chinandega- en
alianza con los industriales de Managua. Sus
principales representantes eran Ramiro Sacasa,
Pedro J. Chamorro y Rogar Lacayo, vinculados de
una u otra forma con el tradicional Partido Liberal.
Aunque al principio, durante el auge de los precios
algodoneros, prevalecieron en su seno los intereses
agrícolas, a partir de la década del sesenta, el grupo
se orientó de manera preferente hacia los bienes
raíces, la construcción de viviendas y, sobre todo, la
industria manufacturera, con el propósito de
aprovechar la existencia del Mercado Común
Centroamericano;
proliferaron
entonces
-en
asociación con el Chase Manhattan Bank y el
Morgan Guaranty Trust- sus inversiones en
comercio y almacenes, fábricas procesadoras de
alimento y bebidas, plásticos, pinturas, y medios de
comunicación. Al mismo tiempo, el BANIC tuvo la
habilidad de organizar un conjunto de instituciones
de promoción social, bajo cuya fachada demagógica
pretendía atenuar los efectos de su agresiva política
de lucro.183
El Banco de América (BANAMÉRICA) constituido en 1952- nucleaba al otro grupo burgués
desligado de Somoza; representaba a la burguesía
oriental -sobre todo de Granada-, ganadera,
comercial, así como productora de azúcar y bebidas
alcohólicas. Su riqueza se remontaba al siglo XIX;
por eso se le podía vincular al Partido Conservador
muy afectado por el somocismo durante la cuarta y
quinta décadas del siglo; sus más conocidas figuras
eran Alfredo P. Chamorro, Ignacio Lacayo, Ernesto
Fernández Hollman, y Carlos Gómez. Aunque al
principio este banco surgió bajo los tradicionales
preceptos de captar recursos para invertir en las
actividades agropecuarias, pronto se asoció con el
Wells Fargo Bank y el First National Bank of
Boston; iniciaron, juntos, negocios de seguros y en
la construcción.
A pesar de la división agrupacional realizada, no
se debe pensar que dichos intereses constituían
compartimentos estancados de la burguesía; existían
nexos que los relacionaban, como la Compañía
Azucarera Nacional, Sociedad Anónima -donde se
hallaban asociados para exportar Somoza y
BANAMÉRICA-, o Hacendados Unidos, Sociedad
Anónima -compañía mixta Somoza y BANIC-, e
incluso
negocios
conjuntos
BANICBANAMÉRICA, cuyo más notorio vocero es el
diario La Prensa. Este medio de difusión burgués
transmisor de ideas, publicidad, promociones
comerciales, e instrumento inductor del mercado
capitalista, en sus comienzos hizo las veces de
vocero ideológico y político de los intereses
conservadores
(BANAMÉRICA).
Pero
gradualmente, sus tradicionales propietarios -la
183
182
Carlos Fonseca Amador: Hora Cero, en Escritos, p. 72.
Jaime Wheelock Roman: Ficaragua: imperialismo y
dictadura, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
1980.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
familia Chamorro Cardenal- se insertaron también
en varios eslabones importantísimos del BANIC,
tales como INDESA, FIRSA y NICAMAR. Por eso,
en definitiva, y con el objetivo de minimizar los
conflictos dentro de la propia clase, la burguesía
nicaragüense estableció una serie de mecanismos
federativos para regular los parámetros de
explotación de los humildes; normaba precios; fijaba
acuerdos productivos; distribuía mercados. De todas
las asociaciones de ese tipo existentes en el país,
ninguna podía compararse con el Consejo Superior
de la Iniciativa Privada (COSIP), verdadero órgano
central de los capitalistas.
El año 1974 fue adverso para la tiranía; empezó
con la creación del UDEL por la burguesía
oposicionista -disgustada por la monopolización que
Somoza hacía del multimillonario negocio gestado
alrededor de las consecuencias del pavoroso
terremoto-; terminó con la toma, el 27 de diciembre
de 1974, de la mansión fortaleza del importante
ministro somocista José María Castillo. De esta
forma se impulsó de nuevo la guerra revolucionaria;
la misma adquirió más vida no obstante la división
interna del FSLN (1974) y de la muerte en combate
de Carlos Fonseca Amador, en noviembre de 1976.
En el mes de octubre de 1977 dieron frutos los
esfuerzos del sandinismo para acelerar el
derrocamiento revolucionario de la tiranía, y
conducir a las masas populares en tanto que
aguerrida vanguardia a la lucha frontal; las heroicas
acciones de San Carlos, Cárdenas, Ocotal y Masaya
fueron el inicio de una ofensiva militar
ininterrumpida, que, enmarcada en la estrategia
insurreccional, conduciría a la victoria. En ese mes
de octubre, el combate de las columnas guerrilleras
en las montañas del Norte -Estelí, Matagalpa,
Waslala- recibió la fraterna compañía de la guerra en
las ciudades. Al respecto el comandante Humberto
Ortega dijo:
Con la experiencia desde octubre hasta
Monimbó nosotros confirmamos que hay una
voluntad de las masas para ir a la insurrección
militar, pero que hace falta más organización
militar, más organización de masas. Hace falta
que maduren más las condiciones políticas, hace
falta más agitación, hace falta más elementos de
agitación superior, como es una radio
clandestina. Hacía falta más que organizar las
masas, movilizarlas para la guerra.184
El asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, el 10 de
enero de 1978, dividió de manera definitiva a la
burguesía; su sector comerciante efectuó en febrero
un paro nacional de dos semanas; preparó las
condiciones para que a UDEL se añadieran otras
fuerzas tradicionalistas, y todas se aglutinaran en el
Frente Amplio Opositor. A la vez, surgió el llamado
“Grupo de los Doce”; en la práctica sirvió de
contacto entre aquél y el FSLN, cuyos ataques
militares en los departamentos de Granada y Rivas,
así como su toma del Palacio Nacional el 22 de
agosto, alcanzaron amplísima repercusión. La
insurrección popular de septiembre en León, Estelí,
Masaya y Chinandega demostró que el somocismo
no podía combatir en tantos frentes a la vez; por tal
razón, recurrió al indiscriminado bombardeo de las
cuatro ciudades.
Un paso trascendental fue dado por el FSLN; el 9
de diciembre de 1978, publicó su comunicado a los
nicaragüenses; informaba la decisión de unificar las
tres corrientes -Guerra Popular Prolongada,
Proletaria, e Insurreccional o Tercera Fuerza- del
sandinismo, para impulsar la lucha armada
revolucionaria hasta derrocar la tiranía. En marzo de
1979 quedó instituida la Dirección Nacional
Conjunta, con estructuras únicas desde la base hasta
el máximo nivel rector. Luego, se emitió un Plan
General de la Insurrección; el mismo estableció seis
frentes de combate -norte, nororiental, oriental, sur,
interno y occidental-, cuya lucha debía estar
acompañada por levantamientos populares en las
ciudades.
A partir de junio, cuando las masas encabezadas
por el FSLN denotaban mayor madurez y dominio
de la situación político-militar, el imperialismo
yanqui incrementó sus gestiones para mediatizar el
triunfo de la revolución; se intentó primero en el
seno de la OEA constituir una fuerza armada
interventora; el surgimiento de un amplio frente
latinoamericano
frustró
la
antinjerencista185
maniobra. Después, el Gobierno de Washington
pretendió adelantársele al FSLN en el empeño de
expulsar a Somoza del poder, mediante acuerdos con
el Partido Liberal Nacionalista y la Guardia
Nacional; éstos permitirían preservar a ambos como
salvaguarda futura del capitalismo.
Sin embargo, la ofensiva generalizada de los
sandinistas en todos los órdenes, así como la
terquedad de Somoza y su dominio sobre los
instrumentos político y militar, hicieron trizas los
nuevos proyectos imperialistas. Al final, derrotado
por la lucha armada, Somoza decidió ceder y entregó
la presidencia a Francisco Urcuyo Mallaños. Pero ya
era demasiado tarde; las tropas del FSLN golpeaban
los últimos reductos de la tiranía; los restos de la
Guardia Nacional huían en desbandada. Así, el 19 de
julio de 1979, los sandinistas tomaron la capital; en
ella establecieron la Junta de Gobierno de
Reconstrucción Nacional, que inició el proceso
revolucionario
democrático
popular;186
la
185
184
Humberto Ortega: 50 años de lucha sandinista, ed. cit.
p. 31.
87
Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado el 26 de julio
de 1979, en Granma, la Habana, 27 de julio de 1979.
186
Antes del triunfo de la Revolución, por ejemplo, a la
mitad de los dueños rurales sólo les pertenecía el 2 por
88
nacionalización de todos los bienes de los
somocistas -así como la banca, la minería, el
comercio exterior y las tierras ociosas-; la existencia
del Ejército Sandinista, de las milicias populares y
los Comités de Defensa Sandinistas, así como la
campaña de alfabetización -en la cual dos maestros
del contingente internacionalista cubano fueron
asesinados
(1981)
por
las
bandas
contrarrevolucionarias-, la recuperación económica,
son eslabones sólidos en la tarea de erigir la nueva
sociedad. Al respecto, el Comandante en Jefe Fidel
Castro afirmó:
No hay dos revoluciones iguales. No puede
haberlas. Hay muchas similitudes en el espíritu,
en el heroísmo, en el combate; pero los
problemas nuestros no son exactamente los
problemas de ellos; las condiciones en que se
produce nuestra revolución no son exactamente
las condiciones en las que se produce la
revolución de ellos (...) Son condiciones
diferentes las características en que se gesta esa
lucha, la unidad de todo el pueblo que fue
condición indispensable del triunfo, la
participación de todas las capas sociales, la
organización
de
diferentes
movimientos
populares que se unieron y que establece ciertos
compromisos,
que
establece
ciertas
circunstancias. Es decir, que no van a ser
exactamente iguales ni mucho menos, las cosas
en Nicaragua y las de Cuba (...).
La Revolución Nicaragüense ha sido la más
radical de las que se han producido después de la
Revolución Cubana, revolución popular que
contó con la activa participación de las masas
agrupadas alrededor de su vanguardia el Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que
retornando las banderas de Sandino puso fin al
régimen de opresión que vivía el país bajo la
férrea dictadura genocida de la Dinastía de los
Somoza (...). Fueron sabios también los
sandinistas porque supieron unirse estrechamente
en el momento decisivo, sólidamente, y la
victoria está ahí, como fruto de toda la sabiduría
con que han actuado.187
El triunfo revolucionario del 19 de julio de 1979
en Nicaragua conmovió al imperialismo yanqui; éste
se dedicó a sacar conclusiones de su nueva y
ciento de la tierra laborable. En la actualidad, al sector
estatal y a los pequeños propietarios les corresponden el
21 por ciento y el 14 por ciento, respectivamente. Además,
debido a las referidas nacionalizaciones, en las empresas
estatales labora cerca del 60 por ciento de los obreros
industriales. Ver al respecto, Karen Jatchakerov: Un nuevo
día de Ficaragua, en Socialismo, Teoría y Práctica,
Agencia de Prensa Novosti, Moscú, noviembre de 1981,
pp. 103 y ss.
187
Fidel Castro Ruz: “Discurso pronunciado el 26 de julio
de 1979”, ed. cit.
Alberto Prieto Rozos
monumental derrota. Por eso, Washington decidió
variar la fachada de la feroz tiranía militar que,
dominada por los generales, sojuzgaba El Salvador;
propició el establecimiento de una Junta de
Gobierno el 14 de octubre (1979) en la cual
participaran elementos del Partido Demócrata
Cristiano -presidido por Napoleón Duarte- al lado de
oficiales de menor graduación (coroneles). Pensaba
de esa manera confundir a las masas y detener la
creciente lucha popular. Pero los efectivos armados
revolucionarios salvadoreños comprendieron la
estratagema urdida por los imperialistas y las catorce
familias oligárquicas opresoras de la nación;
respondieron con la unificación en el Frente
Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN),
en
alianza
con
el
Frente
Democrático
Revolucionario (FDR); a la vez, extendían los
combates por todas las comarcas de la República.
En la vecina Guatemala, la masiva incorporación
del campesinado de origen maya a las filas
guerrilleras, y la progresiva marcha de las
organizaciones
político-militares
-Ejército
Guerrillero
de
los
Pobres;
Organización
Revolucionaria del Pueblo en Armas; Fuerzas
Armadas Rebeldes; y Partido Guatemalteco del
Trabajo (Dirección Revolucionaria)- hacia la forja
de un frente único contra la tiranía, avisoraban para
Centroamérica, un futuro de victorias y liberación.
Epílogo.
En El Salvador la Junta entró en crisis al año de
haberse constituido; el asesinato, el 24 de marzo de
1980, del Arzobispo de la capital monseñor Arnulfo
Romero y Galdamez, por orden de los grupos
ultraderechistas dirigidos por el mayor Roberto
D'Abuisson, señaló el rompimiento de las
comunidades cristianas de base con el gobierno
presidido por Duarte. A partir de esa ruptura la
acción guerrillera se incrementó; logró importantes
éxitos durante 1981. En esas circunstancias, Estados
Unidos urdió una estrategia nueva; concibieron un
amañado proceso electoral para sustituir a la
desprestigiada
Junta;
propiciaron
la
latinoamericanización de la guerra mediante la
activa participación en ella de militares argentinos.
Así, mientras el 28 de marzo de 198238 efectuaban
las fraudulentas elecciones salvadoreñas, el
comandante de la Revolución sandinista Daniel
Ortega denunciaba ante el Consejo de Seguridad de
la Organización de Naciones Unidas, las prácticas
desestabilizadoras llevadas a cabo en Centroamérica
por la Junta Militar entronizada en Buenos Aires.
El equipo gubernamental fascista argentino
compartía el criterio del imperialismo yanqui
respecto a que un nuevo conflicto mundial estaba ya
en curso, sobre el eje de fronteras ideológicas,
sintetizadas en el lema “Contraposición Este-Oeste”.
Dentro de esas concepciones se inscribía también,
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
por supuesto, la sucia guerra contra la “subversión
interna”. Pero en Argentina, el propio pueblo ponía
en jaque a los sucesivos generales que ocupaban la
Presidencia; a finales de 1981, el país se encontraba
sumergido en la crisis socioeconómica y política
más profunda de su historia. Lejos de haber sido
aplastada, la movilización popular lograba niveles
superiores de unitaria combatividad; alcanzaba
barrios, fábricas, iglesias, grupos juveniles,
universidades; incorporaba hasta algunos sectores de
la burguesía.
En ese contexto, a principios de noviembre, la
ilegalizada CGT llamó a los asalariados a
manifestarse bajo la consigna “Paz, Pan y Trabajo”.
Entonces se produjo, el 7 de noviembre de 1981, en
Buenos Aires una impresionante marcha de decenas
de miles de personas; significó el mayor desafío
contra las Fuerzas Armadas en los siete años y
medio transcurridos desde el golpe militar. La
magnitud de la protesta obligó al presidente de turno
(general Viola) a entregar el mando a su homólogo
Leopoldo F. Galtieri, quien de inmediato anunció el
congelamiento de todos los salarios; la entrega al
capital imperialista de las riquezas del subsuelo; la
entrega al sector privado de empresas estatales como
las
de
petróleo
(YPF),
ferrocarriles,
telecomunicaciones, agua y energía, u organismos
del Estado tales como la Banca Nacional, la Junta
Nacional de Granos y Carnes, el Instituto Nacional
de Reaseguro. Para protestar contra el incremento
del entreguismo gubernamental, al grito de “se va a
acabar la dictadura militar”, las masas convocadas
por la CGT fueron a la huelga; se lanzaron a las
calles del país el 30 de marzo de 1982. En Buenos
Aires, por ejemplo, las manifestantes se enfrentaron
durante cinco horas con la brutal represión; la misma
dejó un saldo de 2.000 detenidas y decenas de
heridos graves. Se evidenciaba un abismo entre el
pueblo y el Gobierno, tal vez ni siquiera salvable
mediante algún suceso que produjese una
conmoción nacional.
El 2 de abril de 1982, 8.000 infantes de marina
argentinos desembarcaron en el enclave colonial
británico formado por las islas Malvinas y sus
dependencias, en
maniobra
verdaderamente
destinada a desviar la atención popular de la crisis
interna hacia los asuntos exteriores; se estimaba que
si la ocupación se realizaba con un mínimo de
violencia y contaba al menos con la neutralidad de
Estadas Unidos, la aventura podría tener éxito y dar
prestigio al régimen por haber satisfecho un
justificado e histórico anhelo del país.
La creencia de que el gobierno de Reagan
mantendría una actitud equidistante entre las partes
en conflicto por el disputado archipiélago, se basaba
en la ascendente cooperación yanqui-argentina en
Centroamérica, y en la promesa de la Casa Rosada
de apoyar la política norteamericana de “contención
89
del comunismo” en cualquier parte de América
Latina. La Junta Militar argentina entendía que, para
Estados Unidos, su colaboración en el subcontinente
resultaba insustituible; confiaba, además, en la
comprensión de la Casa Blanca; ésta debería darse
cuenta de la efervescencia anticolonialista del
pueblo argentino. Desde el principio, sin embargo, la
posición del imperialismo estadounidense fue
adversa para la justa causa argentina. Al decir del
secretario de Defensa norteamericano, Caspar
Weinberger, uno de los más cercanos colaboradores
de Ronald Reagan:
...el conflicto británico-argentino podía tener
una influencia negativa sobre el papel de Estados
Unidos como líder de las potencias de la OTAN
y estábamos bien conscientes de ello. Desde este
punto de vista yo sostuve que debía darse a
nuestro aliado británico toda nuestra ayuda
militar y otros apoyos. Frente a la posibilidad de
un fracaso de la política de Mrs. Thatcher en las
Malvinas, para Washington era previsible una
consecuencia: un futuro gobierno laborista en
Gran Bretaña. De acuerdo con nuestro reciente
análisis sobre Gran Bretaña llegamos a la
conclusión de que el Partido Laborista es
contrario al rearmamentismo nuclear en Europa
que comenzará en 1983.
Nosotros nos oponemos vigorosamente al
poder del Laborismo en Gran Bretaña. Para
nuestra política es mucho más importante
fortalecer nuestra influencia en Europa
Occidental que el estar totalmente supeditados al
Tratado de Río de 1947. Cualquier político
norteamericano antepone la unidad de los aliados
de la OTAN a la disputa de segundo grado
iniciada por el gobierno argentino.188
El enfrentamiento bélico, en definitiva, fue un
desastre para Argentina, aunque sus pilotos
hundieron buques de guerra británicos como el
“Sheffield” y el “Ardent”, o averiaran otros tales
como el “Argonaut”, el “Antrime”, el “Brilllant” y el
“Broadword”; una comisión investigadora militar
argentina realizó a posteriori el llamado Informe
Rattenbach,
éste
planteaba
una
total
irresponsabilidad y negligencia en la conducción del
conflicto por parte de las Fuerzas Armadas. Ese
documento probó que el Ejército no tenía un plan
concreto para la defensa de las islas; los soldados
fueron enviados al archipiélago mal equipados y
deficientemente entrenados; la infantería sólo llevo
víveres para cinco días y sus morteros no tenían
proyectiles; la oficialidad se mostró reacia a
abandonar sus comodidades y enfrentar los
sacrificios propios del combate; la aviación a pesar
188
Caspar E. Weimberger: Conments of Secretary of
Defense on support to Great Britain, New Release Office
of Assistant Secretary of Defense (Public Affairs) ,
Washington D. C., May 5 1982, No. 217-282.
Alberto Prieto Rozos
90
de sus éxitos, no estaba preparada para actuar en ese
tipo de teatro y el 60 por ciento de sus bombas no
estalló; la Armada se retiró del campo de batalla; se
refugió en aguas seguras. Por último el informe
demostró que los tres cuerpos armados se
desempeñaron de acuerdo con concepciones
totalmente distintas, sin la menor voluntad de mutua
cooperación.
La decisión del imperialismo yanqui de ayudar a
su aliado británico, obligó a la Junta Militar
argentina a reorientar su política exterior y aceptar el
apoyo de los Estados latinoamericanos y sus
organizaciones -por ejemplo, SELA y ALADI-, el
Movimiento de Países No Alineados -presidido en
ese momento por Cuba-, y la comunidad de naciones
socialistas. Inclusive en la OEA, por primera vez,
Estados Unidos fue puesto en minoría; se aprobó
una resolución la que respaldaba el reclamo
argentino de soberanía sobre las islas; se apremió al
Gobierno de Washington a levantar sus medidas
coercitivas y cesar su colaboración militar con
Inglaterra. Estos llamados no detuvieron a Estados
Unidos; tampoco lograron poner en marcha las
medidas defensivas previstas por el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Se
evidenciaba una vez más la certeza de las palabras
pronunciadas varios años atrás por el Comandante
en Jefe Fidel Castro, cuando dijo:
Estados Unidos es ya una gran comunidad; los
pueblos de América Latina y el Caribe tienen por
delante la tarea histórica de formar la suya, como
condición inexcusable de libertad, desarrollo y
supervivencia. Y eso no podría lograrse jamás en
indigna promiscuidad y mescolanza con Estados
Unidos.
Juntos nuestros pueblos, tendremos la fuerza
suficiente para darnos la seguridad y la garantía
que no han ofrecido jamás ningún TIAR y
ninguna OEA frente al dominio, las agresiones e
injerencias.189
La nueva realidad internacional condujo a la
Junta Militar argentina a enviar un delegado a la
Reunión del Buró de Coordinación de los No
Alineados -dedicado a América Latina-, cuyas
sesiones se iniciaron en Managua el 10 de enero de
1983. En ese cónclave el Gobierno de Buenos Aires
contravino su política anterior, al adherirse al
comunicado final; desvinculó el problema
centroamericano del enfrentamiento Este-Oeste;
condenó el injerencismo de Israel en el área; criticó
las amenazas y agresiones contra Nicaragua; exhortó
al imperialismo a cesar su inmiscusión en los
asuntos internos de El Salvador.
El giro de la nueva política exterior argentina -y
latinoamericana en general- fue explicado por Fidel
Castro en su condición de Presidente del
Movimiento de Países No Alineados en su discurso
del 7 de marzo de 1983, ante la Séptima Conferencia
Cumbre del Movimiento, efectuada en Nueva Delhi,
cuando planteó:
…los sucesos de las Malvinas constituyeron
un momento relevante en el desarrollo de una
conciencia
latinoamericana,
en
la
fundamentación de la unidad de aquello que
Martí llamó “Nuestra América”, como
contraposición a “la otra América”, como él
denominara “al Norte revuelto y brutal que nos
desprecia”.
La guerra colonial del Atlántico sur ha
constituido una lección imborrable para todos los
latinoamericanos. Hizo evidente, como nunca
antes, la verdadera cara del imperialismo de los
Estados Unidos, su desprecio por los intereses de
la América Latina y el contenido neocolonial que
le atribuye al Tratado hipócritamente llamado de
“Asistencia Recíproca” en que se sustenta la
supuesta seguridad del hemisferio. Ese Tratado
obligaba a los Estados Unidos a asociarse a los
países de la América latina en defensa de los
derechos
soberanos
de
la
Argentina.
Desconociéndolo, Washington se unió a los
agresores europeos de Latinoamérica. Como
respuesta a esa identificación de los
colonizadores, el episodio de las Malvinas sirvió
para unir entre sí a los pueblos latinoamericanos.
La creciente conciencia con que los gobiernos
y fuerzas políticas de la región se agrupan en
defensa de sus intereses económicos comunes, la
búsqueda de soluciones latinoamericanas para los
problemas de la América latina y la creciente
tendencia entre los países de la región a
incorporarse al Movimiento de Países No
Alineados, saliendo de la órbita imperial que
antes los retenía, constituyen una esperanza para
los combates futuros.190
Pocos meses después, en mayo de 1983, el
representante argentino ante la Organización de
Naciones Unidas apoyó en el Consejo de Seguridad
la iniciativa del Grupo de Contadora, tendente a
encontrar una solución negociada al conflicto
centroamericano. El surgimiento de ese conjunto de
países, en noviembre de 1982, había sido precedido
por la Declaración de México y Francia sobre El
Salvador; la misma contó con el respaldo de la 68
Conferencia Interparlamentaria Mundial, efectuada
en la Habana; significaba una importante ayuda en la
búsqueda de una solución política justa al conflicto
en esa pequeña nación de América Central; estaba
de acuerdo con las posiciones que al respecto
siempre había mantenido FMLN-FDR. También el
189
190
Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado con motivo del
XIX Aniversario del asalto al Moncada, en Granma, la
Habana, julio de 1972.
Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado ante la VII
Conferencia Cumbre del Movimiento de Países Fo
Alineados, en Granma, La Habana, 8 de marzo de 1983.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
91
entonces presidente de Panamá, Arístides Royo,
planteó en el Período de Sesiones de la Asamblea de
la ONU, efectuado en junio de 1982, la necesidad de
crear una Conferencia de Cooperación de
Centroamérica, para sentar las bases de una
verdadera seguridad colectiva en la región. Incluso
el gobierno demócrata-cristiano de Venezuela, hasta
ese momento proclive a la política centroamericana
de Washington, declaró, el 10 de julio de 1982, por
mediación de su representante en la OEA, que la
guerra de las Malvinas había puesto en evidencia
que América Latina “no tiene fuerza para arrastrar a
Estados Unidos mientras que Washington sí tiene
fuerzas para involucrarnos en los conflictos EsteOeste”. El Grupo de Contadora surgió así, de la
nueva conciencia latinoamericana, dispuesto a evitar
que Estados Unidos sustituyera su fracasada política
de latinoamericanizar el conflicto de El Salvador;
desestabilizar la Nicaragua sandinista, según la
práctica de centroamericanizar el problema con
ayuda de algunos regímenes títeres del área, en
especial el de Honduras.
Al respecto el Comandante en Jefe Fidel Castro
expresó:
Yo estoy de acuerdo con los planteamientos
de Contadora de que se busque una solución
política sobre la base del respeto a la soberanía
de los países. Esto Implica que cada país tenga el
régimen político que prefiera: si quiere ser
capitalista, que sea capitalista; si quiere ser
socialista, que sea socialista; si quiere un régimen
mixto, un régimen mixto, si fuera posible un
régimen mixto. Es decir, yo creo que el principio
de la autodeterminación es esencial, el principio
de la no intervención es esencial. Y creo que
todos podríamos atenemos a ese principio;
nosotros, Estados Unidos, todos los países de
Centroamérica.191
El imperialismo yanqui insiste en mantenerse
ajeno al respeto del principio de la no intervención;
ello se demostró de manera brutal en los trágicos
sucesos de Granada. En ese pequeño país caribeño, a
mediados de octubre de 1983., estallaron las
contradicciones que desde varias semanas atrás y
quizá durante meses surgían en el seno del
Movimiento de la Nueva Joya.
En la tarde del día 12 de octubre los adversarios
del primer ministro Maurice Bishop, quienes
conspiraban en contra suya en el seno del Partido,
alcanzaron una mayoría entre los integrantes del
Comité Central; destituyeron a Bishop como
dirigente principal de esa fuerza política gobernante;
fue sometido a arresto domiciliario; parecía un
conflicto entre personalidades e ideas respecto a
métodos de dirección; sin embargo, estaban
presentes otros factores subjetivos. Pero una
solución honrosa e inteligente al problema no se
obtenía.
Mientras,
la
población
pedía
impetuosamente la presencia de Bishop. Al término
de una semana, los trabajadores declararon la
huelga; se lanzaron a la calle en favor del líder
arrestado. Desde ese instante, se precipitaron los
dramáticos acontecimientos.
Una masiva manifestación puso en libertad a
Bishop; tras él marchó hacia la principal instalación
militar del país; sus jefes ordenaron masacrar al
pueblo. Murieron junto con mártires anónimos,
Maurice Bishop, Unison Whiteman y los mejores
dirigentes de Granada.
No obstante sus estrechos vínculos con Bishop, la
Revolución Cubana mantuvo una rigurosa política
de abstención por completo de cualquier forma de
injerencia en los asuntos internos del hermano país;
se precisó, inclusive, que ningún paso precipitado
sería dado con los numerosos médicos, maestros,
técnicos de diversas especialidades y cientos de
constructores internacionalistas, cuya colaboración
en servicios e intereses económicos resultara vital
para el pueblo granadino. Pero un comunicado del
20 de octubre de 1983 del Partido Comunista de
Cuba, emitido al tenerse noticias del sangriento
desenlace de la actividad divisionista en el seno del
Partido de la Nueva Joya, alertaba: “Ahora el
imperialismo tratará de utilizar esta tragedia y los
graves errores cometidos por los revolucionarios
granadinos para barrer el proceso revolucionario en
Granada y someterla de nuevo al dominio imperial y
neocolonialista.”192
Esta previsora aseveración resultó enteramente
cierta; la administración de Reagan, que despreciaba
a Granada y odiaba a Bishop, encontró en su muerte
el pretexto buscado desde hacía dos años para
destruir el hermoso proceso revolucionario en la
pequeña isla, símbolo de independencia y progreso
en el Caribe.
Ante la inminencia de un ataque imperialista, el
sábado 22 de octubre, en horas de la tarde, el
Comandante en Jefe Fidel Castro envió el siguiente
Mensaje a la representación cubana en Granada:
Considero que organizar una evacuación
inmediata de nuestro personal en momentos en
que se acercan los barcos de guerra
norteamericanos podría resultar altamente
desmoralizador y deshonroso para nuestro país
ante la opinión mundial.
Una agresión yanqui en gran escala contra
nosotros se puede producir en cualquier momento
en Granada contra nuestros colaboradores; en
Nicaragua contra nuestros médicos, maestros,
técnicos, constructores, etcétera; en Angola
191
192
Fidel Castro Ruz: Apud: Antonio Pérez Herrero, en
Granma, La Habana, 19 de octubre de 1983.
Partido Comunista de Cuba: Comunicado, en Granma,
La Habana, 21 de octubre de 1983.
Alberto Prieto Rozos
92
contra nuestras tropas y personal civil, en la
propia Cuba. Debemos estar siempre preparados
y mantener la moral más alta frente a estas
dolorosas posibilidades.
Comprendo lo amargo que es para ustedes,
tanto como para nosotros aquí, arriesgar
compatriotas en Granada después de los groseros
errores del Partido granadino y los trágicos
hechos a que dieron lugar. Pero nuestra posición
ha sido diáfana y dignamente esclarecida de
forma tal que fue acogida con gran respeto en
todas partes. No es ahora en el nuevo gobierno de
Granada en lo que debemos pensar, sino en Cuba,
en su honor, en su pueblo y en su moral
combativa.
Creo que ante la nueva situación debemos
fortalecer nuestra defensa tomando en cuenta
cualquier ataque sorpresivo yanqui. El peligro
creado nos da una completa justificación para
hacerlo. Si Estados Unidos interviene debemos
defendernos enérgicamente, cual si estuviésemos
en Cuba, en la zona de nuestros campamentos y
áreas de trabajo más próximas; sólo si somos
directamente atacados. Repito: sólo si somos
directamente atacados. Así nos estaríamos
defendiendo nosotros, no al gobierno y sus
hechos. Si los yanquis desembarcan en la zona de
la pista próxima a la Universidad y en los
alrededores de la misma para evacuar sus
ciudadanos, no interferirlos en lo absoluto.193
Con las primeras luces del amanecer del martes
25 de octubre comenzó la invasión imperialista. Tres
horas después, sin previo aviso, tropas élites yanquis
iniciaron el ataque contra el personal cubano. Este
sólo contaba con las armas ligeras de infantería que
desde hacía tiempo les habían sido asignadas por
Bishop y la Dirección del Partido y el Gobierno de
Granada, para poder defenderse en caso de una
agresión estadounidense. A pesar de la absoluta
desventaja numérica, técnica y militar, los
colaboradores civiles internacionalistas lucharon con
fervor y mantuvieron la moral alta; libraron una
batalla por los pueblos pequeños y demás países de
América Latina y del “Tercer Mundo”, y por su
propia Patria, como si pelearan en una primera
trinchera por la soberanía y la integridad de Cuba.
La tenaz resistencia encontrada hizo lento el
avance de los norteamericanos; se vieron obligados a
asaltar cada una de las posiciones defendidas. Contra
el último reducto, donde al amanecer del 26 de
octubre combatían menos de cincuenta cubanos,
lanzaron
efectivos
de
la
82
División
Aerotransportada, traída de refuerzo con urgencia.
¡Y tardaron más de veinticuatro horas en reducir a
ese pequeño grupo de héroes!
Al finalizar la desigual contienda, decenas de
cubanos y un número indeterminado de granadinos
habían entregado sus vidas por la libertad. Estados
Unidos tejió un rosario de mentiras con el propósito
de ocultar el número real de personas perecidas en
los combates y en los criminales bombardeos contra
objetivos civiles. Semejante empeño se explica por
el deseo de presentar la invasión a Granada como un
éxito inobjetable, pero también por la humillación
que para ellos significó haber sufrido un crecido
número de bajas en una operación calculada para ser
realizada en cuatro horas y con una cantidad
insignificante de pérdidas.
Al contrario de lo que pensara el imperialismo
yanqui, y como dijo el Comandante en Jefe Fidel
Castro:
Granada ha multiplicado ya la convicción
patriótica y el espíritu combativo de los
revolucionarios
salvadoreños,
de
los
nicaragüenses, de los cubanos. ¡Está demostrado
que se puede combatir contra sus mejores tropas
y que no se les teme! No debe ser ignorado por
los imperialistas que encontrarán feroz
resistencia donde quiera que agredan a un pueblo
revolucionario. Ojalá que la pírrica victoria de
Granada y la atmósfera triunfalista que los
embriaga no los conduzca a graves e irreversibles
errores.
Las peculiares circunstancias de división entre
los revolucionarios y el divorcio con el pueblo
que encontraron en la pequeña Granada, no las
encontrarán en El Salvador, en Nicaragua ni en
Cuba.
Los revolucionarios salvadoreños, en más de
tres años de heroica lucha, se han convertido en
combatientes
experimentados,
temibles,
invencibles. Son miles de hombres que conocen
el terreno palmo a palmo, veteranos de decenas
de combates victoriosos, acostumbrados a luchar
y vencer en proporción de uno a diez contra
tropas élites entrenadas, armadas y asesoradas
por Estados Unidos. Su unidad es más sólida e
indestructible que nunca.194
La ofensiva del FMLN a finales de diciembre de
1983, probó la certeza de este análisis; el penúltimo
día del año fueron ocupadas las instalaciones de la
Cuarta Brigada de Infantería -la más importante del
norte de El Salvador- en El Paraíso (Departamento
de Chalatenango) luego de dos horas de intenso
cañoneo guerrillero, y tras haber aniquilado
veinticinco posiciones periféricas del cuartel. Las
fuerzas gubernamentales sufrieron trescientas bajas
entre muertos y heridos, así como doscientos
prisioneros de guerra. El resto de la tropa, con sus
oficiales, huyó en vergonzosa desbandada.
Esta elevada moral y capacidad combativa
194
193
Fidel Castro Ruz: Mensaje, en Granma, 23 de octubre
de 1983.
Fidel Castro Ruz: Discurso de despedida del duelo a
los héroes caídos en Granada, en Granma, La Habana. 16
de noviembre de 1983.
El movimiento de liberación contemporáneo en América Latina
revolucionaria, son fieles ejemplos de la creciente
disposición de los pueblos latinoamericanos de
combatir por un futuro mejor. Por eso, el
Comandante en Jefe Fidel Castro afirmó el 1º de
enero de 1984, en el XXV aniversario del triunfo de
la Revolución Cubana:
Hoy Estados Unidos puede darse el lujo de
invadir Granada, bloquear económicamente y
amenazar a dos naciones pequeñas como Cuba y
Nicaragua, y mostrar las garras y los dientes en
El Salvador y Centroamérica, pero el sistema de
dominio imperialista en América latina está en
crisis, las dictaduras militares de derecha en
Chile, Argentina, Uruguay y otros países, último
recurso del imperialismo y el capitalismo, han
fracasado estrepitosamente, llevando a esas
naciones a la ruina y el colapso económico. Del
“milagro brasileño” no queda más que 100 mil
millones de dólares de deuda externa y las
constantes noticias de calamidades sociales:
desempleo, hambre, inflación, descenso del nivel
general
de
vida,
mortalidad
infantil,
enfermedades y asaltos de mercados por el
pueblo, la llamada democracia representativa
burguesa está también en crisis, ahogada por la
ineficiencia, la corrupción, la impotencia social,
las deudas impagables y la ruina económica.
Crecen el desempleo, la inseguridad y el hambre
como una plaga. Atrás han quedado las ilusiones
reformistas y los desprestigiados y onerosos
remedios de las inversiones transnacionales, los
cambios estructurales y sociales son inevitables.
Más tarde o más temprano se producirán y serán
más profundos cuanto más hondo e insalvable
sea la crisis, que no es simplemente coyuntural.
Ni Cuba puede exportar la Revolución, ni
Estados Unidas puede impedirla.195
195
Fidel Castro Ruz: Discurso con motivo del XXV
Aniversario del Triunfo de la Revolución, en Granma, La
Habana, 2 de enero de 1984.
93
Descargar