Historias de una Guerra El 17 de julio se sublevan las guarniciones del África Española, dando comienzo a la Guerra Civil, España quedó dividida en dos zonas, una bajo autoridad del gobierno republicano y otra controlada por los sublevados, denominados “nacionales”. El 1 de octubre el general Franco es nombrado Jefe de Estado de la zona “nacional” y reconocido como tal por Alemania e Italia. Así es como empezó todo, la historia de la guerra que cambió el país, en la que los falangistas eran simples victimas de la crueldad de los rojos y su inminente avance hacia la conquista de España. Una historia común en aquellos tiempos, la cual pocos vivieron para contarla, una historia de un pueblo temeroso ante la muerte que les acecha. Un pequeño pueblo olvidado de la provincia de Granada llamado Padul. Diciembre de 1936 Cada día que pasa vivo con temeridad, corren rumores de que los rojos se acercan cada día más y más a las fronteras granadinas por el oeste, y vivimos a pocos kilómetros de la capital, la cual será, con toda certeza, el objetivo de éstos. El pueblo entero habla de los rojos, cada hora que pasa se oyen nuevos rumores, unos hablan de que están retirándose, otros de que nuestro ejército los está venciendo… Yo, personalmente, no sé que creer… Cada minuto lo vivo con miedo, cada hora con terror, y los días pasan lentamente con el temor del asalto, en el cual el silbido de las balas atravesando a seres queridos, a tus amigos de toda la vida se ara una cosa muy común. Situación de Padul Todos los días, desde que comenzó la guerra, se repiten éstas escenas diariamente en todas las partes de España, en unas mas que en otras, pero siempre con el mismo sentimiento, el de que termine de una vez ésta guerra que mata a nuestro país poco a poco. Por esto mismo, he decidido luchar, luchar por mi pueblo, por mis hijos y por todos mis vecinos. Es por eso que marcho ahora a luchar en los cielos, reclutado por los míos, a bordo de un Chato, un avión de fabricación rusa el cual han traído hace poco tiempo. Polikarpov I-15 Chato Al llegar al aeródromo, cerca de la zona oeste de Almería, me han presentado a mis camaradas de vuelo, de los cuales no conozco a ninguno. Mi escuadrilla, formada por 20 pilotos, éramos la mayoría de la zona sureste, aunque algunos otros lo eran de la zona este e incluso de las Islas Baleares. Enero de 1937 Día a día recuerdo a mis seres queridos de Padul, de los cuales no se nada de ellos desde mi partida antes de año nuevo, los cuales añoro y temo por sus vidas, cada momento me pregunto si aún estarán vivos y que les depara el futuro.Ante mi sorpresa, la hora de mi primer vuelo de combate ha llegado, tras un mes en el cual he aprendido a pilotar mi Chato, se nos ha informado de cazas enemigos, supuestamente una escuadrilla de He-51-a en la zona cercana a Granada, por la información que hemos recibido ya están Página 1 de 2 muy cerca de ésta, lo cual me induce a pensar que mi pueblo puede estar sufriendo la guerra entre sus calles. La hora para el despegue se fijó a las 17:30 horas. Tras la información dada, durante la comida se oían todo tipos de comentarios respecto a nuestra misión, desde pilotos ansiosos por entrar en batalla, a otros a los cuales la comida les era un simple descanso antes de la tempestad que se avecinaba. Yo me hallaba en una esquina del recinto, con un plato de lentejas aguado, sin ningún hambre, pensando únicamente en mi familia. La hora de la verdad ha llegado, montamos sobre nuestros respectivos aviones, hacemos una revisión previa antes del despegue y arrancamos motores. En las caras de mis compañeros veo una gran incertidumbre ante lo que pasará en pocas horas. De repente oímos la señal de salidas, marchamos hacia la batalla como halcones en busca de su presa. Durante el vuelo, se nos dio la orden de no hablar por radio, por lo que yacía incomunicado a la espera del combate, me encontré con un temor interno, no por que pudiese morir yo, sino por la muerte de mis compañeros, pero ante todo pasaba los minutos pensando en mi pueblo, ya que volaríamos próximo a él. Formación de Chatos A las 18:45 divisamos Sierra Nevada, y a lo lejos humo negro, en ese momento sentí un impulso de dejar a un lado la formación y bajar a buscar a los míos, pero, de repente, la radio sonó, era el líder de la escuadrilla: “Enemigos a las 12, son 6 cazas, preparaos para el momento decisivo, no dejéis ni uno, rompan formación”. La adrenalina empezó a propagarse dentro de mi ser, me preparé para lanzar la primera estocada sobre mi enemigo, el cual se acercaba a gran velocidad, al poco me vi disparando al líder de la formación enemiga el cual alcancé y comenzó a expulsar humo negro, realicé un giro brusco de 180º para colocarme a sus seis, el susodicho comenzó a girar y caer descontroladamente hasta alcanzar el suelo, en ese momento pude divisar a mis compañeros desperdigados por todo el cielo golpeando fieramente a los cazas enemigos, uno de los He-51-a consiguió colocarse a las seis de uno de mis compañeros, y no vacilé antes de ir a socorrerlo, pero en ese preciso instante el ala izquierda de mi compañero se partió por la raíz y cayó precipitadamente contra el suelo. No pude contener mi ira y me dirigí hacia aquel maldito, éste comenzó a huir hacia la montaña, pero logré alcanzarlo y dejarlo tocado antes de agotar mi munición. Localicé una concentración de personas en una de la ladera norte de la montaña y no dudé en bajar ante la incertidumbre de si eran o no los habitantes de mi pueblo natal aún arriesgándome a ser derribado. Realizando un vuelo rasante logré diferenciarlos, Allí se hallaban mis vecinos, familiares y amigos de toda la vida, allí, perdidos en la montaña. Dudo mucho de que éstos me reconociesen, pero al verlos a todos allí una gran calma reino dentro de mí. Me acerqué cuanto pude a ellos, veía sus rostros que reflejaban temor y cansancio al tiempo que realizaba círculos y reducía velocidad. Con dificultad, extendí la mano y les indiqué que me siguieran para indicarles el camino para salir de aquel infierno blanco. Aproximación a los habitantes de Padul En esos instantes, mientras m retiraba de la ladera de la montaña y me dirigía a reunirme con mis compañeros para terminar el combate, escuche por radio: “Misión cumplida caballeros, todos los enemigos han caído, es hora de volver a casa sin desperdiciar tiempo”. Volvía a la formación y mientras poníamos rumbo a la base. En el camino de vuelta no hubo un estallido de felicidad, mas bien hubo silencio en radio, a pesar de no estar obligados a ello. El dulce sabor que me suponía haber salvado a todos mis familiares y amigos de mi pueblo me lo arrebataba el haber perdido a uno de mis compañeros en aquel combate. Página 2 de 2