EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868) INDICE 0.- INTRODUCCIÓN a) EL LIBERALISMO Y LA REVOLUCION BURGUESA 1- LA TRANSICION AL LIBERALISMO: LAS DOS REGENCIAS (1833-43) 1.1.-PRIMERA FASE. Absolutismo ilustrado (1833-36) a) El gobierno de Cea Bermúdez (1832-34). La división provincial (Javier de Burgos) b) Martínez de la Rosa. EL ESTATUTO REAL DE 1834 1.2. SEGUNDA FASE. Etapa progresista (36-43) a) Sublevaciones del 35 y 36 b) LA CONSTITUCION DE 1837 c) Las leyes progresistas d) La desamortización de Mendizábal e) El intermedio moderado. Pérez de Castro y la Ley de Ayuntamientos. f) LA REGENCIA DE ESPARTERO 1.3.-LA GUERRA CARLISTA (33-40) a) El carlismo. Aspectos generales b) Las guerras carlistas 2- TERCERA FASE (1844-54). LA DECADA MODERADA. 2.1.-Aspectos generales del Reinado de Isabel II a) Tendencias políticas b) El Papel del ejército. Pretorianismo y militarismo 2.2.-La Evolución Política a) Mayoría de edad. El gobierno Narváez b) LA CONSTITUCION DE 1845 c) Aspectos políticos de la década moderada • La creación de la Guardia Civil 1 • El concordato de 1851 • Reformas administrativas (Códigos...) • Reorganización de la Instrucción Pública • Reforma fiscal (Santillana) • Crisis y corrupción político-financiera 3- CUARTA FASE EL BIENIO PROGRESISTA (54-56) 3.1.-“La Vicalvarada” y e Manifiesto de Manzanares 3.2.-LA CONSTITUCION DE 1856 (La “Non nata”) 3.3.-Evolución político-económica 4-QUINTA FASE. LA ÚLTIMA ETAPA DEL REINADO DE ISABEL II (1856-68) 4.1.-La Unión Liberal y sus apoyos 4.2.-Los conflictos durante el periodo de la Unión Liberal 4.3.-El final de la Unión Liberal 2 REINADO DE ISABEL II (1833-68) 1-LA TRANSICION AL LIBERALISMO. LAS DOS REGENCIAS (Mª CRISTINA 1833-40 Y LA REGENCIA DE ESPARTERO 1840-43). 1.1.-PRIMERA FASE. ABSOLUTISMO ILUSTRADO (1833-36) a) El gobierno de Cea Bermúdez (1832-34) A la muerte de Fernando VII, Cea Bermúdez siguió gobernando hasta 1834. María Cristina lo mantuvo al tiempo que hacía una serie de concesiones a los liberales, muchos de ellos recién llegados del exilio, entre otras cosas, por mantener su apoyo en la guerra contra los carlistas. En su mandato se acometieron reformas muy importantes, como la creación del Ministerio de Fomento y la nueva división provincial, realizada en 1833 por Javier de Burgos, ministro de Fomento y que prácticamente perdura hasta nuestros días. El diseño provincial, siendo principalmente funcional, era también la expresión de la política uniformadora liberal, enemiga de todo fuero o privilegio que atentase contra el principio de igualdad de todos los ciudadanos ante las leyes. De ahí la reacción de algunos territorios de tradición foralista, que tendría su traducción más inmediata en la guerras carlistas. b) ESTATUTO REAL DE 1834: • Elaboración: Para sustituir a Cea Bermúdez se nombró al dramaturgo romántico Francisco Martínez de la Rosa que había sido jefe de Gobierno, moderado, durante el Trienio Liberal (1820-1823) .Debido a su elevado prestigio como antiguo político liberal y como hombre de letras, sirvió para dar realce y representación a la regencia de María Cristina. Junto a la guerra civil carlista el gobierno de Martínez de la Rosa tuvo que acometer el problema de convocar las "antiguas Cortes" que ya esperaban todos aquellos que no eran carlistas. Martínez de la Rosa, junto con Burgos y Garelly, redactaron un texto 3 constitucional denominado Estatuto Real que fue sancionado por la reina el 10 de abril de 1834. • Características El Estatuto no era jurídicamente una constitución ya que no había sido elaborado ni aprobado por representantes populares, sino una carta otorgada, a semejanza de la dada por Luis XVIII a los franceses, es decir, una concesión o dejación de determinados poderes y prerrogativas reales que el monarca trasladaba por su propia voluntad a otras instituciones ya fueran antiguas o creadas ex novo. Sus fuentes también se encuentran en la doctrina de la Iglesia, y en la teoría defendida por Jovellanos años antes, de que la ley fundamental de un país debe ser fruto de su historia y no producto de una asamblea constituyente. Por ello, como dice Adolfo Posada, "El estatuto es el decreto de un rey absoluto que convoca unas Cortes organizadas por él...". Al no ser el resultado de la voluntad expresa de la nación sino el efecto de un rasgo de la voluntad soberana, el Estatuto Real, lógicamente, fue contestado acerbamente desde su promulgación por la mayoría de las fuerzas liberales que lo tildaron despectivamente de "Pragmática Sanción". Además el Estatuto Real era un texto incompleto en cuanto que solamente convocaba la formación de un parlamento bicameral, Estamento de Próceres y Estamento de Procuradores, de tal forma que no contenía ningún título relativo al rey ni a la regencia ni a los ministros y, lo que en aquel momento se consideró un craso error político, no se hacía referencia a los derechos fundamentales del individuo. Esta carencia se convirtió en una bandera política para los liberales que, nada más constituirse el parlamento, prepararon una declaración de derechos (“Tabla de Derechos”), que no fue tenida en cuenta por el gobierno. El Rey conservaba casi todos los poderes anteriores: ambas cámaras podían ser convocadas, suspendidas ó disueltas por el rey, y además el número de Próceres era ilimitado lo que permitía al rey cambiar el sentido de cualquier votación nombrando próceres adictos a la regencia. 4 • Significado La introducción del bicameralismo, que ha perdurado hasta hoy (a excepción del régimen franquista), fue sin duda la novedad más importante que aportó el Estatuto Real. La cámara alta, llamada Estamento de Próceres, estaba formada por todos los grandes de España y por aquellas personas, designadas por la corona, que ostentasen una preeminencia eclesiástica, nobiliaria, administrativa o profesional. Sin embargo la naturaleza de estas Cortes estaba a mitad de camino entre las cámaras consultivas y las legislativas. El Estatuto establece como principal función contestar a las consultas del rey sobre temas importantes, prohíbe que deliberen sobre problemas que no les haya planteado la Corona. Las reuniones de las Cortes eran, en cambio, públicas y esto concedió a sus debates una importancia que el texto no había previsto. Un decreto del 20 de mayo reguló el sufragio censatario y en las primeras elecciones participó el 0,15% de la población. En el Estamento de Procuradores, que no tuvo una composición aristocrática ya que sólo hubo 21 nobles entre 188 diputados, se dibujaron dos tendencias políticas: la moderada con más de noventa "ministeriales" y la progresista u "oposición" con cerca de sesenta diputados. El Estatuto Real tiene como valor principal el haber sido la puerta de entrada del liberalismo al trasladar, como expresó el marqués de Miraflores, "la nación desde un gobierno absoluto a otro representativo". Con el Estatuto Real se afianzaron en España instituciones y modos parlamentarios como la responsabilidad ministerial, los mecanismos de control del gobierno, el derecho de petición a las elecciones. Quizás el principal mérito del Estatuto fue el de provocar una cierta liberalización de la vida política española tras el absolutismo anterior. Pero la recuperación de la prensa, de la actividad parlamentaria y los primeros embriones de partidos se realiza en una atmósfera de relativa tolerancia y de precariedad, de lucha por la supervivencia del liberalismo. El gobierno suspende o censura periódicos y desoye la declaración de derechos, como hemos visto, 5 redactada por los procuradores, y se obstina en impedir el desarrollo liberal del régimen. El gobierno de Martínez de la Rosa se enfrentó con continuas alteraciones del orden público y político a las que no supo responder con decisión. Esta falta de ejercicio del poder tuvo también su reflejo en el Estamento de Procuradores, reunido por primera vez el 24 de julio, donde la oposición, en un clima de elevado apasionamiento solicitaba vehementemente el ejercicio del poder mediante la presentación de reiteradas peticiones. La aprobación por solamente 4 votos de diferencia de una moción en la que se afirmaba que la crítica al gobierno entraba en las atribuciones de los Procuradores, causó el hundimiento de Martínez de la Rosa que después de cerrar las sesiones del Estamento de Procuradores presentó la dimisión a mediados de junio de 1835. 1.2.-SEGUNDA FASE. ETAPA PROGRESISTA (1836-43) a) SUBLEVACIONES DEL 1835 Y 1836 (Véase en el libro de texto) b) LA CONSTITUCION DE 1837 • Convocatoria y asamblea constituyente La función de las Constituyentes de 1836 era la reforma del texto de 1812, pero su resultado fue, en realidad, una Constitución diferente. Las elecciones se realizaron según el sufragio universal indirecto previsto por la Constitución de Cádiz y dieron una mayoría claramente progresista. El proyecto fue elaborado por una comisión presidida por el viejo líder de Cádiz, Argüelles, que tuvo como secretario e inspirador esencial a Olózaga. La idea directriz de las Cortes Constituyentes fue la de encontrar un término medio entre la Cortes de Cádiz y el Estatuto Real del 34, de forma que fuera aceptado por progresistas y moderados. Con esta intención la comisión mantenía la declaración de la soberanía nacional y de derechos ciudadanos del texto gaditano, así como la naturaleza misma de la Constitución escrita y la división de poderes; pero corregía el sistema institucional, quitándole radicalismo con la introducción de 6 una segunda cámara, mayores poderes al rey y el cambio del sistema electoral que se excluía de la Constitución. • Características: La Constitución fue aprobada por las Cortes en el uso de su soberanía nacional como expresamente dice el preámbulo y fue aceptada por la Regente en nombre de la Reina, menor, el 17 de julio de 1837. La declaración de derechos es más amplia y sistemática que la constitución de 1812, seguramente por influencia del positivismo, por ejemplo esto se comprueba en la regulación del tema religioso: frente a las declaraciones teológicas de la constitución de 1812 en está (1837) se recoge simplemente que “la nación se obliga a mantener el culto y los ministros de la religión católica que profesan los españoles”, por lo que no prohíbe expresamente otros cultos. El poder legislativo es compartido por las cortes y el rey. La iniciativa corresponde a ambos aunque el rey posee veto absoluto en vez del suspensivo que tenía en Cádiz. Al rey competen por tanto la convocatoria, suspensión y disolución de las Cortes. La mayor innovación de las Cortes, con respecto a la de 1812, consiste en la introducción de una segunda cámara, el Senado (impuesta por los moderados para frenar la radicalidad de una sola cámara y basado en cierto modo en el estamento de próceres del Estatuto real de 1834) que tenía los mismos poderes que el Congreso, salvo la prioridad de éste para discutir las leyes sobre contribuciones y crédito público. Este Congreso estaba integrado por representantes elegidos a nivel provincial por sufragio directo, aunque con un sistema censitario que establecería una ley posterior (las leyes posteriores ampliaban sensiblemente el cuerpo electoral, restablecían el sufragio directo y rebajaban las condiciones económicas para ser elector, llegando al 2,2% en 1837 y al 4,3% en 1843) .Los miembros del Senado debían tener mayor edad y fortuna que los exigidos a los del Congreso y eran nombrados por el Rey a propuesta en terna de los electores de cada provincia. También su mandato era de mayor duración. Por tanto era 7 una cámara conservadora (punto intermedio entre el antiguo estamento de próceres y el Congreso). En cuanto al rey se configura en esta Constitución un poder menos limitado que en la de 1812. Es inviolable, siendo los ministros quienes responden de sus decisiones y está facultado para nombrar o cesar libremente a los ministros (que a diferencia de Cádiz si pueden formar parte de las Cortes) Del resto de la Constitución debe destacarse que por primera vez alude en su articulado al “poder judicial” garantizando la independencia de los jueces. La aprobación del presupuesto debe ser anual y para la organización de ayuntamientos y diputaciones se reenvía a una ley posterior, aunque se preconiza su elección popular. • Significación: La importancia de este texto en nuestra historia constitucional radica en que consolida definitivamente el régimen constitucional en España. A partir de él, las distintas fuerzas políticas (una vez acabada la guerra carlista) establecerán regímenes distintos, pero siempre dentro del sistema constitucional. El texto supone la aceptación por parte de los progresistas de la tesis doctrinaria que confiere a la Corona el papel moderador La Constitución de 1837 intentaba implantar en España un sistema parlamentario semejante al francés (Constitución de 1830) o al belga en los que se inspira ampliamente (también en la brasileña o en la norteamericana).El rey tenía el poder de disolver las Cortes y de nombrar gobierno, “a cambio de admitir la censura del gobierno por el parlamento, con lo que, en teoría debería nombrar gobiernos con amplia mayoría en las Cortes. Sin embargo tanto María Cristina como Espartero no supieron, o no quisieron desempeñar el papel de árbitros y conceder la formación de gobierno al grupo mayoritario sino que optaron por entregar la dirección a sus políticos favoritos para que formaran falsas mayorías parlamentarias. Y es que, además, la Constitución de 1837, pese al deseo de que sirviese para unir a las distintas tendencias liberales, nació débil 8 por la escasa participación que tuvieron los moderados en su elaboración y la persistencia de la guerra civil c) Las leyes progresistas(Libro) d) La desamortización de Mendizábal • PRECEDENTES Ya en el reinado de Carlos III apareció la crítica a la amortización de bienes raíces, tanto eclesiásticos como vinculados de la nobleza o comunales de los ayuntamientos. Los ilustrados la consideraban como la principal causa del estancamiento agrario, y proponían detener la amortización e incluso suprimirla. Pero la Corona se opuso con los mismos argumentos políticos y religiosos que utilizaban la nobleza y la Iglesia. Fue a partir de 1795, con Godoy, cuando la política belicista del gobierno y el consiguiente crecimiento brutal de la deuda pública obligaron al ministro a iniciar la desamortización. En 1798 el gobierno declaró en venta, como ya vimos, los bienes de una serie de institutos eclesiásticos, y destinó los fondos obtenidos a amortizar la deuda e indemnizar a la Iglesia con el 3% anual del producto de las ventas. Entre 1798 y 1805 se vendieron tierras por valor de 1.600 millones de reales, en total la sexta parte del patrimonio de la Iglesia, pero en vez de destinar el dinero a su fin inicial, se gastó en nuevas campañas militares. El resultado es que en 1808 la deuda ascendía a 7.000 millones, mientras que se había eliminado la asistencia social a enfermos, ancianos y marginados sociales, asistencia que la Iglesia financiaba con las rentas de esas tierras y que el Estado no cubría, lo que condenó a esos colectivos a la miseria. Durante la Guerra de la Independencia tanto el gobierno bonapartista como las Cortes de Cádiz realizaron una legislación paralela de supresión de conventos y órdenes religiosas y de puesta en venta de sus propiedades, destinando el producto a amortizar la deuda del Estado. La restauración del absolutismo en 1814 significó la anulación de las exclaustraciones y la devolución de los bienes vendidos a los frailes. 9 En el Trienio volvieron a entrar en vigor las decisiones de las Cortes de Cádiz: se aprobó el Decreto de supresión de monacales de octubre de 1820 y se emprendió la desamortización de bienes de propios y baldíos. Una buena parte de los bienes de los conventos fue vendida, principalmente, a inversores burgueses. Pero en 1823 retornó el régimen absolutista, y Fernando VII obligó a restituir los bienes vendidos, lo que provocó la indignación de los compradores, que desde entonces pasaron a apoyar al liberalismo y a enfrentarse al Rey. • LA DESAMORTIZACION DE MENDIZABAL A partir de 1833 el proceso de desamortización se precipitó por varias causas. 1. En primer lugar, la guerra obligaba al Estado a obtener recursos, en un momento en que las arcas estaban vacías y el crédito exterior se había hundido. 2. En segundo lugar, se difundió en el país un clima anticlerical, a causa del apoyo del clero al bando carlista: los asaltos a conventos, los incendios, profanaciones y matanzas fueron frecuentes en los años 1834 a 1836. El Cura y el fraile reaccionario se convirtieron en los chivos expiatorios de las protestas populares provocadas por la escasez, debida a la guerra, y por las epidemias. 3. En tercer lugar, los antiguos compradores de bienes desamortizados en el Trienio, expropiados en 1823, presionaban al gobierno para que les devolviera sus bienes. Hombres ricos, formaban un grupo poderoso e influyente, esencial para el bando cristino. Por eso no es extraño que los gobiernos liberales fueran poco a poco avanzando hacia la desamortización: confiscación de bienes de los conventos destruidos (1834), reintegro de sus bienes a los compradores del Trienio (1835) y decreto de exclaustración general (1836), que no hizo sino legaliza lo que ya se había producido: el abandono masivo de los conventos, ante el miedo de los 10 frailes a los asaltos populares. El resultado es que sólo subsistieron 300 de los 2000 conventos existentes. En esta situación se publicó la primera de las dos grandes leyes de desamortización de la revolución liberal, la de Mendizábal, la desamortización del clero: en febrero de 1836 se declaraban en venta todos los bienes pertenecientes al clero regular, y se destinaban los fondos obtenidos a la amortización de la deuda pública. El Decreto formaba parte de un programa que perseguía ganar la guerra allegando fondos y tropas, restaurar la confianza en el crédito del Estado y, a largo plazo, permitir una reforma de la Hacienda. Mendizábal, en el preámbulo, exponía otros objetivos básicos de la desamortización: sanear la Hacienda reduciendo la deuda, conseguir el acceso a la propiedad de sectores burgueses, que mejorarían la producción y la revalorizarían, y crear un sector social de nuevos propietarios vinculados al régimen y al bando cristino. Aunque el gobierno cayó en mayo, en octubre Mendizábal se convirtió en ministro de Hacienda bajo el gobierno progresista de Calatrava. y a partir de ahí las subastas se reanudaron. En 1838 se aceleraron, y sobre todo desde 1840, cuando la victoria cristina hizo irreversibles las ventas. Además, desde agosto de 1841, bajo la regencia de Espartero, se desamortizaron también los bienes del clero secular. Fue finalmente con la vuelta de los moderados, en 1844, cuando se suspendieron las subastas, aunque el gobierno del general Narváez garantizó las ventas ya realizadas. En total, entre 1836 y 1844 se había desamortizado el 62% de las propiedades de la Iglesia. Las fincas fueron tasadas por peritos de Hacienda y subastadas después, alcanzando una puja media del 220% sobre el precio de salida. Dado el distinto tamaño de los lotes, eran en teoría asequibles para grupos sociales de bajos ingresos, pero en la práctica los propietarios y los inversores burgueses acapararon las compras, puesto que eran los únicos que tenían liquidez, sabían pujar y podían controlar fácilmente las subastas. Además, 11 comprar era un excelente negocio: sólo se abonaba el 20% al contado, el resto se pagaba aplazado, y se admitían para el pago los títulos de deuda por su valor nominal. Como estaban muy desvalorizados en el mercado, adquirirlos en bolsa y pagar con ellos era una ganga para el comprador. Un proceso tan perjudicial para los intereses del Estado no era consecuencia de un error de cálculo. Mendizábal sabía que la admisión para el pago de títulos por su valor nominal produciría esa situación. Es cierto que podría haberse llevado adelante la desamortización con más rendimiento para el Estado, e incluso que podría haberse aprovechado para repartir la tierra entre los campesinos, iniciando así un proceso de reforma agraria. Así lo sugirió, en parte, el diputado Flórez Estrada en un artículo de prensa editado a los pocos días de publicarse el decreto. En él proponía que el Estado arrendara las tierras a los campesinos y dedicara la renta a pagar la Deuda, lo que garantizaría los pagos, satisfaría las peticiones campesinas y serviría para crear la masa adicta a Isabel II que propugnaba Mendizábal. Lo que ocurre es que el ministro no buscaba ni un reparto de las tierras ni una reforma agraria, sino beneficiar a quienes, como él mismo, pertenecían a la elite financiera y comercial y buscaban consolidar su prosperidad económica con la compra de bienes inmuebles. El resultado es que, sumando lo vendido en el Trienio y en el periodo 1836-1851 (año en que aún se cobraron plazos), el Estado recaudó unos 4.500 millones de reales, de los que sólo 500 lo fueron en dinero, cuando la deuda ascendía ya por entonces a unos 14.000 millones. Las consecuencias de la desamortización de Mendizábal fueron muy variadas. 1. El desmantelamiento casi completo de la propiedad de la Iglesia y de sus fuentes de riqueza, toda vez que el diezmo, su otra alternativa, fue igualmente suprimido en 1837. Sólo en 1845 se establecería una Contribución de culto y clero. Para entonces la Iglesia había dejado de ser 12 el estamento privilegiado, aunque conservaba su enorme influencia en las mentalidades y en la educación, que casi monopolizaba. 2. La desamortización no resolvió el problema de la deuda, pero sí contribuyó a atenuarlo. Se consiguió rescatar 5.000 millones de reales de los 14.000 acumulados y se pusieron a tributar una enorme cantidad de propiedades que hasta entonces habían permanecido exentas, aumentando así los ingresos de la Hacienda. Sólo desde los años cincuenta, con la segunda desamortización y el desarrollo económico, se disminuiría de forma drástica la deuda del Estado, aunque siempre quedará una parte de ella consolidada hasta el siglo XX. 3. La desamortización no produjo un aumento de la producción agraria, contra lo que pretendían sus promotores. Los nuevos propietarios, en general, no emprendieron mejoras, sino que se limitaron a seguir cobrando las rentas y las incrementaron, al sustituir el pago de los derechos señoriales y diezmos por nuevos contratos de arrendamiento. Además, las nuevas tierras que se pusieron en cultivo eran marginales, de baja calidad, por lo que la productividad media descendió. Muchos de los nuevos propietarios vivían en las ciudades, completamente ajenos a los problemas agrícolas. 4. Hay que señalar que la desamortización trajo consigo un proceso de deforestación, pese a las prohibiciones del gobierno en ese sentido. 5. La desamortización provocó un reforzamiento de la estructura de la propiedad de la tierra: acentuó el latifundismo en Andalucía y Extremadura y el minifundismo en el Norte. Las tierras y las fincas urbanas fueron a parar a los antiguos terratenientes locales, a nuevos inversores de la burguesía financiera, industrial o profesional (sobre todo abogados), a especuladores e intermediarios, que traficaron con las tierras o con los títulos de deuda que suministraban a los compradores. Unos y otros, amigos de políticos, caciques o viejos señores, constituirán la nueva 13 elite terrateniente que detentará el poder durante el reinado de Isabel II ya sea en el partido moderado o en el progresista, y por tanto plenamente identificados con el régimen liberal, tal y como había previsto Mendizábal. 6. Los que desde luego no compraron, en general, fueron los campesinos: o no recibían información de las subastas, o no sabían pujar, o no tenían dinero para hacerlo. Cuando lo intentaron se encontraron con lotes demasiado grandes, pujas muy altas o subastas amañadas por los potentados locales, frecuentemente en connivencia con quienes presidían las subastas 7. En las ciudades ocurrió lo mismo. Como la mayoría de los inmuebles estaba en el centro urbano, la desamortización contribuyó a un urbanismo discriminador, la alta burguesía acaparó los mejores edificios del centro, excluyendo a las clases medias, confinadas en las viejas viviendas, y dejando para los obreros los arrabales de la periferia d) El intermedio moderado. Pérez de Castro y la Ley de Ayuntamientos (libro) e) LA REGENCIA DE ESPARTERO(1840-43)(Libro) 1.3.-LA GUERRA CARLISTA (1833-40) a) ¿QUÉ ES EL CARLISMO? El carlismo es un fenómeno político y social que arranca de la crisis del Antiguo Régimen y que se prolonga con intermitencias hasta el asentamiento definitivo de la democracia postfranquista en 1978. El carlismo arraigará entre una parte del clero, las capas bajas y medias del campesinado y el artesanado urbano, junto con antiguos combatientes inadaptados de la Guerra de la Independencia. El carlismo tenía por tanto unas raíces populares indiscutibles, siendo el marco donde se expresaban las reivindicaciones es de los estratos sociales más bajos, a quienes la construcción del régimen liberal-capitalista 14 condenaba a una proletarización irremediable. Pero, además, es también un fenómeno dinástico, religioso, social, político y hasta sociológico, lo que quiere decir que no puede explicarse su naturaleza atendiendo exclusivamente a cualquiera de estas características por separado. El carácter social es el menos conocido y probablemente el más importante. Desde este punto de vista, el carlismo es esencialmente una nueva edición de la lucha del campo contra la ciudad, un levantamiento campesino contra los liberales. Téngase en cuenta que los beneficiarios de la revolución burguesa fueron las antiguas oligarquías terratenientes unificadas con las nuevas burguesías liberales, enriquecidas estas a expensas de los bienes desamortizados de la Iglesia y de los municipios. De hecho, los diferentes procesos de la revolución liberal-burguesa se tradujeron en un drástico empeoramiento de las condiciones de vida del campesinado que labraba tierras municipales o eclesiásticas, de las cuales había sido arrojado sin permitírsele el acceso a la propiedad de las mismas. Hablamos naturalmente de un proceso de proletarización de las masas campesinas, conducidas irremediablemente al circuito de la explotación liberal-capitalista. El carácter religioso del carlismo es, junto con el dinástico, 'el más visible; o tal vez el que le imprime un barniz más claro e inconfundible, aunque tal circunstancia venga dada, en parte por las causas que se han explicado en el punto anterior. Téngase en cuenta que la Iglesia era la primera perjudicada, junto con el campesinado, por las expropiaciones que preconizaba la revolución liberal-burguesa. De ahí la convergencia del campesinado y una parte del clero, independientemente de los factores doctrinales, en un medio, el rural, donde la influencia del clero era muy grande. El carácter dinástico es perfectamente constatable durante los últimos años de Fernando VII. Este era el componente más inmediato y el que ha dado lugar a la interpretación más simplista, dado que la Primera Guerra Carlista se manifestó externamente como guerra dinástica. Sin negarle este carácter, 15 conviene, no obstante, no otorgarle carácter exclusivo: la crisis sucesoria fue la ocasión, más que la causa del conflicto; con lo que se quiere afirmar que de no haber surgido en esta ocasión lo hubiera hecho probablemente en otra distinta y en un plazo más o menos breve. El inicial lema del carlismo “Dios, patria y rey”, pronto fue ampliado con “y fueros”, ya que el carlismo asumió las reivindicaciones foralistas como parte de su ideología absolutista conservadora de las tradiciones. b) Las guerras carlistas (Libro) 2- TERCERA FASE (1844-54) LA DECADA MODERADA. 2.1.-Aspectos generales del Reinado de Isabel II Bajo una evolución en apariencia agitada y cambiante, el reinado de Isabel II presenta unos rasgos que se mantienen invariables a lo largo de 25 años: En primer lugar la pervivencia de un régimen de monarquía liberal de tendencia conservadora, cuya plasmación es la Constitución moderada de 1845, en vigor durante todo el periodo a pesar de los vaivenes políticos, salvo algunos meses de 1856 en que fue muy parcialmente modificada. La Constitución establecía un régimen basado en la participación política exclusiva de una oligarquía de propietarios, miembros de la vieja aristocracia, burguesía agraria, mercantil, industrial y financiera, además de los sectores más pudientes de las profesiones liberales, altos mandos del ejército y funcionarios de alto nivel. El sufragio restringido excluía al resto del país. Además, era un régimen de gobiernos autoritarios, defensores del orden y de una monarquía también fuerte, con un sistema bicameral que limitaba la tendencia a las reformas profundas y que restringía las libertades individuales y colectivas. En segundo lugar, la reina Isabel apoyó invariablemente a los sectores más conservadores, y se alineó claramente con el moderantismo. Desde 1863 ese 16 alineamiento y la incapacidad de la Reina para conectar con el país real provocaron el alejamiento progresivo respecto de su pueblo y la caída de la monarquía en 1868. En tercer lugar, una constante del reinado fue la presencia permanente de militares entre los gobernantes del país: Una cuarta característica del sistema isabelino es la presencia exclusiva en la vida parlamentaria de partidos burgueses: hasta 1854, los moderados y los progresistas, y desde entonces otros grupos, como la Unión Liberal grupo de centro, formado por políticos moderados y progresistas) o el partido demócrata (progresista radical). Al margen de la vida parlamentaria quedaban los republicanos, ilegales. Pero, en la práctica, sólo los moderados y progresistas contaban, y entre ellos se repartieron los gobiernos a lo largo de todo el reinado. a) Tendencias políticas: • MODERADOS Y PROGRESISTAS Substancialmente ambos grupos políticos están dentro del liberalismo doctrinario y les une también el deseo de mantener la unidad de la familia liberal frente al carlismo. Los dos son partidos dinásticos. No obstante hay diferencias: Los moderados, esencialmente, se manifiestan ideológicamente dentro de las líneas del Estatuto .Los progresistas son más europeístas y más radicales y su ataque a la Iglesia es más decidido y ello se manifiesta en la constitución de 1837 en donde se elude la confesionalidad del Estado. Ambos defienden el sufragio censitario, aunque. Los progresistas son menos rígidos, más generosos, al exigir una menor renta para poder acceder a los derechos políticos, tiene pues una base social más amplia, incorporando parte de la burguesía provinciana comercial y artesana. El partido moderado representaba básicamente los intereses de los grandes propietarios, y especialmente de los terratenientes. Era partidario de los principios de lo que se llamó el liberalismo doctrinario. Rechazaba la soberanía nacional ante la que postulaba la soberanía compartida: el poder legislativo 17 debía residir conjuntamente en las Cortes con el Rey. Los moderados propugnaban una monarquía y un gobierno con amplios poderes; unas Cortes bicamerales, con un Senado elitista elegido por la Corona para frenar los posibles impulsos reformistas del Congreso; y unos poderes locales también controlados por el Rey, quien debería elegir a los alcaldes. Defendían también un sufragio muy restringido, que permitiera a la oligarquía monopolizar el régimen. Por tanto, limitaron los derechos individuales y, sobre todo, los colectivos: prensa, opinión, reunión y asociación. En realidad, el partido lo formaba un grupo muy limitado de notables procedentes de la oligarquía terrateniente, nobles y burgueses, así como altas jerarquías del Ejército y de la Administración. Ni mucho menos gozaban del apoyo popular: era un grupo de poder que sólo actuaba como partido en época de elecciones. Su acción cotidiana se concentraba en la vida parlamentaria, en el gobierno, en la Administración y en la prensa, cuyo control se convirtió en esencial para dominar la opinión pública. El partido progresista representaba, dentro de la defensa de la monarquía liberal, la tendencia reformista y los intereses de la alta burguesía financiera e industrial, más que de la terrateniente. Sus principios eran los del liberalismo progresista. Sus miembros defendían la soberanía nacional, con un poder legislativo que debía corresponder exclusivamente a las Cortes, y un poder ejecutivo fuerte, entregado a la Corona y a un gobierno que debía estar sometido al control de las Cámaras. Eran partidarios de Cortes bicamerales, pero con un Senado electivo y renovable, más acorde con el principio de soberanía nacional. Defendían que los poderes locales fueran de elección popular, y un sufragio más amplio, que aumentara la base política del régimen, aunque manteniéndose partidarios del sufragio censitario. El partido progresista se apoyaba en las clases medias urbanas: comerciantes, pequeños fabricantes, empleados públicos, profesionales liberales, oficiales del Ejército. Estos sectores se consideraban «gente de orden», rechazaban los cambios revolucionarios y 18 querían evitar verse mezclados con los trabajadores manuales y los campesinos. Pero también reclamaban un gobierno eficaz y un Estado moderno, y estaban por tanto a favor de los cambios. Eran partidarios de la libertad entendida en un sentido burgués: defendían el desarrollo de los derechos individuales: opinión, expresión, Habeas corpus, residencia, propiedad. Pero no eran tan favorables a los derechos colectivos: reunión, asociación o huelga, que les atemorizaban, al relacionarlos con la clase trabajadora. La reina Isabel apoyó invariablemente a los sectores más conservadores, y se alineó claramente con el moderantismo. Desde 1863 ese alineamiento y la incapacidad de la Reina para conectar con el país real provocaron el alejamiento progresivo respecto de su pueblo y la caída de la monarquía en 1868. TEMAS ACCESO AL PODER MODERADOS Vía parlamentaria ó nombramiento de la corona PROGRESISTAS Vía conspirativa (excepto en las elecciones del 36) SOBERANIA NACIONAL Compartida (REY-CORTES) Compartida (CORTESREY) PODERES DEL REY Amplios Menos amplios CORTES Bicamerales Senado intermedio (electoresrey) Bicamerales Senado electivo DERECHOS INDIVIDUALES Limitados Menos limitados SUFRAGIO Censitario muy restrictivo Censitario menos restrictivo CUESTION TELIGIOSA Estado confesional No libertad de cultos Estado Aconfesional Libertad de cultos AYUNTAMIENTOS Centralismo Descentralización (elección popular) MILICIA NACIONAL Supresión Institucionalización BASES SOCIALES Aristocracia, jerarquías eclesiásticas, alta burguesía.. Clases medias (profesiones liberales,pequeña burguesía...) El juego de los partidos políticos permanecía igual que durante las regencias; la única novedad significativa fue la aparición, en la década de los años cincuenta, de una nueva formación ecléctica o de centro: la Unión Liberal. Y es que en el esquema político isabelino sólo cabían los partidos estrictamente burgueses, los moderados, los progresistas, la Unión Liberal (desde 1854) e 19 incluso los demócratas, mientras los republicanos quedaban fuera del juego político. Este hecho va a prefigurar desde este momento el esquema de la Restauración a partir de 1875, y que consistirá en esencia en el diseño de un nuevo marco político en el que se integran algunos partidos políticos y se excluye a otros. Esto representa, en definitiva, la expresión institucional, cuando no la causa, del divorcio entre la España oficial y la España real. b) El Papel del ejército. Pretorianismo y militarismo La intervención del ejército en la política fue una constante durante el reinado de Isabel II, aunque conviene recordar que durante el reinado de Fernando VII ya se habían producido algunos intentos para cambiar el signo de la situación política. Lo que diferencia al período isabelino del fernandino no es el intervencionismo militar, que se produjo en ambos reinados, sino la presencia de militares en los gobiernos de Isabel II: Espartero, Narváez, O'Donnell, Prim, Serrano, Concha, etc., cosa que no ocurrió en el reinado anterior. El porqué de la intervención militar en el período isabelino viene explicado por varias causas: • La experiencia del Trienio Liberal hizo que, aun partiendo de unos comienzos progresistas o exaltados, el ejército derivara hacia posturas moderadas; todo ello a pesar de haber sido un progresista, Riego, quien propició el cambio. • La inseguridad reinante durante el período de cambio. Esta tenía dos causas: la amenaza permanente del carlismo en armas y el peligro de que se produjera la revolución popular. • La debilidad del poder civil y de los partidos políticos, que hacía necesaria la presencia de un militar de prestigio para sostener un gobierno fuerte, que garantizase para el mantenimiento del orden. El intervencionismo militar marcaría profundamente la vida española del XIX. En el siglo XX tendría dos nuevas ediciones: la dictadura militar de Primo de Rivera y el levantamiento militar del general Franco contra la Segunda República. 20 • Pretorianismo y militarismo Con el término pretorianismo se quiere significar la forma que adoptó la intervención de los militares en la política española del siglo XIX. El militarismo es la hipertrofia de las instituciones militares, en términos de fuerza, presupuesto económico y potencial militar, para orientar las energías nacionales hacia las actividades específicamente militares. y entre ellas la guerra. Lo más característico del militarismo es la impregnación de la vida civil con una cierta mística cuartelera, traducida en hábitos, actitudes y hasta en la estética. El pretorianismo por el contrario, consiste esencialmente en la intervención a título individual de militares en la vida política, (con fines civiles y no militares) y no del ejército como tal. Por eso puede hablarse de pretorianismo en la España de Isabel II y no de militarismo. De hecho cuando el gobernante militar inflexiona hacia el militarismo “stricto sen-su” en el periodo isabelino se produce inmediatamente su destitución como ocurrió con el general Espartero. 2.2.-La Evolución Política (libro) a) Mayoría de edad. El gobierno Narváez (Libro) b) LA CONSTITUCION DE 1845 • CONVOCATORIA Y ASAMBLEA CONSTITUYENTE Tras la caída de Espartero el marco constitucional volvió a cambiar de rumbo. Había tres tendencias: la de los “puritanos”, que pretendían seguir con la Constitución de 1837; la “derechista”, que intentaba volver al Estatuto Real del 34 y La “central”, liderada por Narváez, que triunfó al transformar la Constitución de 1837 en una nueva, la de 1845 • CARACTERÍSTICAS: La soberanía compartida entre el Rey y las Cortes bascula hacia el primero. Martínez de la Rosa llegó a decir que “El Estatuto Real lo había otorgado la Corona; la Constitución del 37 lo formó por sí sola una asamblea popular; la de 1845, presentó felizmente hermanados la augusta voluntad del monarca y el libre asentimiento de las Cortes” 21 La Corona, se alza con el primado de la soberanía, y por su derecho a nombrar senadores en número ilimitado, dispone de mayoría en esta Cámara, equiparada en facultades al Congreso. Posteriormente, en 1857, una ley de reforma del Senado reforzaría su carácter conservador, al dar entrada a senadores por derecho propio, unos con carácter hereditario y nobiliario, y otros por razón de su función pública en la Iglesia o en el Ejército. Además se limitaba la convocatoria de Cortes exclusivamente al monarca. Por otro lado, desaparece la preeminencia del Congreso sobre el Senado en legislación financiera Proclamación expresa de la catolicidad del reino. Restricción electoral. La ley de marzo del 46 restringió el número de electores a sólo unos 100.000, lo que suponía un 0,8%). Igualmente se redujo el número de los elegibles al cargo de diputado, elevando a 12000 reales procedentes de bienes raíces, o a 1000 reales de contribución directa, la renta necesaria. Esta insuficiencia del cuerpo electoral fue la causa del reiterado retraimiento de los progresistas y de los demócratas en las posteriores convocatorias electorales (de nada serviría que en 1865 se ampliase al 2,7%) Recortes a las libertades de reunión y expresión. La libertad de expresión estaba regulada por un decreto de abril de 1844 y era aún relativamente tolerante. El real Decreto de julio del 45 tiene un carácter más restrictivo: el jurado queda sustituido por un tribunal especial de 5 jueces de primera instancia, y otro decreto de 1853 lo suprime. Posteriormente otros decretos ampliarían el número de acciones tipificadas como delitos, por ejemplo “propagar doctrinas contra la organización de la familia o contra el derecho de propiedad. En cuanto a la libertad de imprenta el decreto de marzo de 1846 contemplaba por primera vez la posibilidad de una suspensión temporal o definitiva de los periódicos. El derecho de reunión, que no fue regulado hasta una ley de junio de 1864 exigía permiso de la autoridad para reuniones de más de 20 personas y al año siguiente una Real Orden mandaba la disolución de 22 “todos los casinos, tertulias, reuniones o sociedades” en las que se debatieran temas políticos. Las sociedades obreras también vieron recortadas sus competencias a través de una serie de decretos que posibilitaban a los gobernadores civiles su disolución en caso de que se introdujesen por caminos políticos. Por último la primera ley que regulaba propiamente las manifestaciones, identificadas en el Código penal de 1848 con la sedición, es la de marzo de 1863 y en ella se sistematizaba la distinción entre estado normal, estado de alarma y estado de guerra, quedando tipificadas como delictivas las manifestaciones convocadas contra la religión o la monarquía. Se confirma la Ley de Ayuntamientos de enero de 1845, por la que la Corona designaba a alcaldes y tenientes de alcaldes no sólo en las capitales, sino también en las cabezas de partido con población superior a 2000 vecinos, y el gobernador civil nombraba a los restantes. Los concejales elegidos por votación popular eran sólo la mitad más uno, y los restantes los designaba la Corona. Con esta ley, el gobierno moderado se propuso el control de toda la actividad política del país. La ley Narváez de 1866 reforzaba aun más este control, y se facultaba a la Corona para nombrar alcaldes en las poblaciones que lo estimase conveniente, y se le concedía el derecho de prorrogar el mandato de alcaldes y tenientes de alcalde. Con Bravo Murillo el régimen moderado se endureció, reforzándose al máximo el poder de la corona, y se limitaron aún más los derechos y garantías individuales en aras de un mayor control por parte de las autoridades centrales. Incluso llegó a idear un proyecto de Constitución (la “Constitución de 1852” que se publicó en la Gaceta de Madrid, prohibiendo que fuese discutido por la prensa) c) Aspectos políticos de la década moderada (Libro) • La creación de la Guardia Civil(44) • El concordato de 1851 • Reformas administrativas (Códigos...) 23 • Reorganización de la Instrucción Pública • Reforma fiscal (Santillana) • Crisis y corrupción político-financiera 3- CUARTA FASE EL BIENIO PROGRESISTA (1854-1856) (libro de texto) 3.1.-“La Vicalvarada” y e Manifiesto de Manzanares (Texto) 3.2.-LA CONSTITUCION DE 1856(La “Non nata”) e) 3.3.-Evolución político-económica (Véase en el libro de texto) 4-QUINTA FASE. LA ÚLTIMA ETAPA DEL REINADO DE ISABEL II (1856-68) 4.1.-LA UNION LIBERAL (1856-1868) El período de la Unión Liberal es el último del reinado de Isabel n; y también, junto con la década de Narváez, el de más larga duración y el de mayor estabilidad política, cuya clave principal reside en el exclusivismo que detentó la Unión Liberal durante todo el período. 4.2.- LA UNIÓN LIBERAL Y SUS APOYOS La Unión Liberal era una formación política que se posicionaba entre moderados y progresistas y se había formado con los sectores menos extremistas de unos y otros. No tenía ninguna ideología específica que le diferenciara del resto de los partidos liberales. Su estrategia de gobierno se orientó hacia el mantenimiento del orden y en dinamizar la vida parlamentaria, recuperando el prestigio de esta y otras instituciones, gravemente dañadas por los personalismos y extremismos, tanto de los moderados como de los progresistas. La Unión Liberal contó con el apoyo de la burguesía y de los terratenientes, de cuanto se deduce que nos encontramos ante una formación específicamente burguesa garante de la ley y del orden, condición necesaria para la expansión económica de mediados de siglo, la construcción del tendido ferroviario hizo posible la formación de grandes fortunas en¬tre los varones más emprendedores de la burguesía. Uno, de entre ellos, merece especial mención: 24 el marqués de Salamanca; versión hispana del “self made man” (el hombre que se hace a sí mismo), el estereotipo del capitalista emprendedor, del hombre de negocios hábil y arriesgado del mundo anglosajón, artífice y gestor de su propia prosperidad o ruina. 4.3.- LOS CONFLICTOS DURANTE EL PERIODO DE LA UNIÓN LIBERAL El carácter burgués de la Unión Liberal fueron tomando tintes cada vez más conservadores, hasta el punto de que su verdadera oposición la representaban fuera del parlamento los demócratas y los republicanos, que no tenían cabida dentro del esquema constitucional. La prosperidad que se generó durante el período unionista no logró evitar la conflictividad interna, que llegó desde los diversos frentes. Los conflictos revistieron en algunos casos considerable gravedad, toda vez que se trataba de levantamientos armados, especialmente en Andalucía, a los que hay que sumar el desembarco del nuevo pretendiente carlista, el conde de Montemolín, junto con el general Ortega en San Carlos de la Rápita (Tarragona). El levantamiento campesino de Andalucía tenía su origen en el descontento que produjeron las desamortizaciones de Pascual Madoz, sumado al que provocaba el sistema de quintas para los reemplazos del servicio militar y los impuestos al consumo. La desamortización de Pascual Madoz había liquidado los bienes comunales, que pasaron a ser de propiedad privada. Con esta operación, el antiguo aprovechamiento colectivo daba paso a la explotación capitalista de la tierra. El daño conferido a la población rural fue muy importante, teniendo en cuenta que en el mejor de los casos el aprovechamiento comunal contribuía al mantenimiento de las débiles economías campesinas; y en el peor a que las familias más pobres de los municipios no murieran literalmente de hambre. La protesta se inició ante la resistencia que opusieron los campesinos al cercamiento de las tierras comunales, actitud que se incrementó y radicalizó en la misma medida en que esta era reprimida violentamente por la Guardia Civil, 25 hasta provocar los sucesos de 1861 en Utrera y El Arrabal (Sevilla) y el más grave de todos: la insurrección armada de Loja (Granada). El conflicto carlista pareció revivir de nuevo durante el período de la Unión Liberal tras el desembarco en San Carlos de la Rápita del conde de Montemolín, nuevo pretendiente carlista al trono de España, junto con el general Ortega. Se intentaba con esta operación provocar un levantamiento general carlista, pero la rápida reacción del Gobierno lo impidió. El pretendiente carlista fue obligado a firmar la renuncia al trono a cambio de su puesta en libertad, compromiso del que se desdijo nada más traspasar la frontera española. 5.- LA CRISIS DEL MODERANTISMO. CAUSAS DE LA REVOLUCION DEL 68 El final de la Unión Liberal vino precedido de un escoramiento de esta formación hacia posturas políticas netamente conservadoras, con lo cual se retornaba precisamente a la situación que había motivado su creación. Además de esto, hacia finales de la década de los sesenta el sistema ya manifestaba signos de agotamiento, tanto biológico como económico y político. Y este agotamiento se presenta en la base de las causas de la revolución de 1868 que terminó con el reinado de Isabel II y dio paso al sexenio democrático: • El agotamiento biológico se produjo con el envejecimiento, fallecimiento o retiro de los principales líderes unionistas, principalmente de O'Donnell y Narváez.( muertos en el 67 y 68 respectivamente) • El agotamiento económico era evidente sobre todo a raíz de la crisis económica y financiera internacional de 1866. La anterior prosperidad económica se había edificado sobre una base efímera y poco sólida, fundamentada a su vez en la construcción del tendido ferroviario como locomotora de la economía nacional. Al final de este período pudo comprobarse la debilidad de este planteamiento cuando finalizó la primera fase de la construcción 26 de la red ferroviaria, que ya había alcanzado a mediados del siglo XIX la mitad de la extensión con la que llegaría hasta bien entrado el siglo XX. Al frenazo económico que representaba la conclusión del tendido ferroviario hay que sumar la práctica paralización de la industria textil catalana, al interrumpirse el suministro de una materia prima fundamental, el algodón, como consecuencia de la Guerra de Secesión norteamericana. La escasez de algodón hizo caer en picado la industria textil en aquella región, uno de los puntales más sólidos de la economía española. • El agotamiento político del sistema se tradujo en la escisión de la Unión Liberal al separarse de ella los progresistas. Esta fractura, que tenía por causa el excesivo escoramiento del unionismo hacia los moderados contribuyó, todavía más, a su derechización, hasta desembocar en la sustitución de O'Donnell por Narváez. El final de la Unión Liberal vino de la mano de su propia descomposición interna. Los progresistas, convencidos de que el sistema electoral y la actitud de la Reina les impedía acceder al poder, se fueron retrayendo de la vida parlamentaria, al mismo tiempo que los moderados se escoraban progresivamente hacia derecha; incluso el propio O'Donnell. La brecha, pues, se agrandaba entre los grupos unionistas. El deterioro de la situación llevó a los demócratas y a los progresistas al Pacto de Ostende, en agosto de 1866, donde se acordó el destronamiento de Isabel II, a la que personalmente consideraban responsable de los males del país. Sólo faltaba que la monarquía isabelina diera un paso más en el camino de su desprestigio y que la crisis económica se precipitara, para tener todos los ingredientes de la situación que llevaría a la Gloriosa, alzamiento militar que acabó de consuno con el período de la Unión Liberal con el predominio del liberalismo doctrinario moderado y con el reinado de Isabel II. 27