El Grabado en la Casa Revista electrónica lovecraftiana de la Nueva Logia del Tentáculo - ESPECIAL nº 3 - Termidor 07 CONTENIDO Portada Ilustración de Ebenezer Holt . . . . . . . . .1 2 El grabado en la casa Relato de H. P. Lovecraft con notas de S. T. Joshi traducidas por Henry Armitage . . . . . . . . . . . . . . .3 E s inusual en la obra de Lovecraft la ausencia de elementos sobrenaturales o fantásticos que, sin embargo, caracteriza este breve y nutritivo relato que nos disponemos a homenajear. Las pinturas en la casa del señor Kempe Traducción de Dogon . . . . . . . . . . . . .11 El redescubrimiento de la frontera Artículo de Daniel J. Gall . . . . . . . . . .14 Nada de hechicería hoy, ni seres de otros lugares, tiempos o dimensiones, ni prehumanos entes malignos... ¿o sí? El grabado en la casa. Imágenes de complicidad Traducción de Dogon . . . . . . . . . . . . .19 Porque ¿no es cierto que nosotros mismos portamos la huella de los prehistóricos abismos?. El grabado en la casa. Influencias y adaptaciones en el cine lovecraftiano Artículo de Joseph Curwen . . . . . . . . .26 Las traducciones del Monólogo Artículo de Henry Armitage . . . . . . . .30 Comic; El grabado en la casa Adaptación de Ebenezer Holt . . . . . . .24 Recreación de la Lámina XII Ilustración de Cyrus Llanfer . . . . . . . .32 Contraportada. Recreación de la Lámina XII Ilustración de Ebenezer Holt . . . . . . . .32 Brauner, 1937 El grabado en la casa Editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2 La Estela de Luveh-Kerapt Número especial 03. Termidor 2007. Revista electrónica lovecraftiana de la Nueva Logia del Tentáculo (NLdT). Coordinación: Henry Armitage. Colaboradores Neologios: Henry Armitage (Eulogio Ga. Recalde), Joseph Curwen (José María Prósper), Dogón (Jorge Roberto Ogdón) Cyrus Llanfer (Miguel Ángel Morales) y Ebenezer Holt (Antonio Blázquez). Colaboración especial: Daniel J. Gall (Hug the Soggoth). Edición y diseño: Ebenezer Holt. web: dreamers.com/logia - foro: gritos.com/logia - correo-e: nuevalogia_lovecraft@hotmail.com Camuflado por las capas más evolucionadas del cerebro late el núcleo básico y ancestral, el reptiliano, el salvaje y depredador. Sin reglas ni remordimientos... ¿No es acaso suficiente monstruo? ¿No cumple los requisitos debidos? El grabado en la casa abre una tétrica puerta hacia lo más oscuro del interior humano, la que conduce al sótano tenebroso en el que se oculta lo que quizá fuimos en alguna oscura noche de los tiempos... ¡Buen provecho! el grabado en la casa El grabado en la casa H. P. Lovecraft "The Picture in the House" fue escrito el 12 de diciembre de 1920 y publicado en el número del verano de 1921 en la revista "Nacional Amateur". Es uno de los relatos de H.P. Lovecraft publicado con más frecuencia. Traducción de Aurelio Martínez Benito. En la Cripta. Alianza Editorial, 1980. Los amantes del terror frecuentan los lugares misteriosos y remotos. Para ellos son las catacumbas de Ptolomeo [1] y los labrados mausoleos de tantos y tantos mundos de pesadilla. A la luz de la luna escalan las torres de los ruinosos castillos del Rhin [2] , y tropiezan una y otra vez por las oscuras escalinatas cubiertas de telarañas bajo las desperdigadas piedras de olvidadas ciudades de Asia. El bosque encantado y la desolada montaña son sus santuarios, y merodean en torno a los siniestros monolitos que se erigen en despobladas islas [3]. Pero el verdadero epicúreo de lo terrible [4], aquel para quien un nuevo estremecimiento de inconmensurable horror representa el objetivo principal y la justificación de toda una existencia, aprecia por encima de todo las antiguas y solitarias granjas que se levantan entre los bosques de Nueva Inglaterra, pues es en esta región donde mejor se combinan los sombríos elementos de fuerza, soledad, fantasía e ignorancia, hasta constituir la máxima expresión de lo tenebroso. El paisaje más horrible es aquel en que pueden verse a gran distancia de los caminos transitados, casitas de madera sin pintar, generalmente agazapadas bajo alguna ladera húmeda y cubiertas de hierbas o recostadas en algún rocoso macizo de dimensiones gigantescas. Durante doscientos años, e incluso desde mucho antes, han estado recostadas o agaza- 3 padas en aquellos parajes mientras las enredaderas reptaban por el suelo y los árboles aumentaban de grosor y se multiplicaban por doquier. Hoy las casas están prácticamente ocultas entre incontenibles frondosidades de vegetación y veladoras mortajas de sombra, pero las ventanas de pequeña hoja [5] siguen observando fijamente, como si parpadearan en medio de un estupor letal que detuviera la locura a la vez que disipara el recuerdo de las cosas inexpresables. En tales casas han habitado generaciones de las más extrañas gentes que hayan podido poblar la tierra. Dominados por creencias lóbregas y fanáticas que les llevaron a alejarse de sus congéneres, sus antepasados buscaron la libertad en la soledad de los yermos. Allí, los vástagos de una raza conquistadora crecieron en libertad, sin ninguna de las limitaciones impuestas por los representantes de su especie, pero, en patético servilismo, se entregaron de lleno al culto de los siniestros fantasmas producto de su imaginación. Divorciados de los avances de la civilización, toda la fuerza de estos puritanos [6] se orientó por canales autóctonos; y en su aislamiento, morbosa autorrepresión y lucha por la vida en medio de una implacable naturaleza, acabaron adquiriendo sombríos y subrepticios rasgos de los prehistóricos abismos de su fría descendencia septentrional. Prácticas por necesidad y austeras por convicción, tales gentes no hallaban agrado en sus pecados. Cometiendo errores como cualquier otro mortal, se veían forzadas por su estricto código a tratar de encubrirlos por encima de todo, hasta el punto de discernir cada vez menos lo que encubrían. Sólo las silenciosas, somnolientas v conspicuas casas de apartadas y frondosas comarcas pueden revelar lo que desde tiempos remotos permanece oculto, pero, poco dispuestas como están a desperezarse del letargo que las ayuda a olvidar, raramente se muestran comunicativas. A veces uno piensa que lo más prudente sería demoler estas casas, pues dan la impresión de soñar con harta frecuencia. Fue precisamente a uno de estos edificios desvencijados por el paso de los años adonde me vi obligado a encaminarme una tarde de noviembre de 1896, como consecuencia de una lluvia tan copiosa y desapacible que hacía preferible cualquier refugio a tener que sufrir sus efectos. Llevaba viajando algún tiempo por la comarca del valle de Miskatonic [7] en busca de ciertos datos genealógicos, y dada la remota, descarriada y problemática naturaleza de mi recorrido, había juzgado oportuno servirme de una bicicleta a pesar de lo avanzado de la temporada. En cierto momento de mi periplo me encontré en un camino aparentemente abandonado que había tomado creyéndolo el atajo más corto para llegar a Arkham[8], cuando me vi sorprendido por la tormenta en un punto alejado de todo núcleo habitado, y enfrentado a la situación de que no me quedaba otro refugio que aquel destartalado y desapacible edificio de madera, cuyas empañadas ventanas parecían parpadear entre dos grandes olmos de hojas caídas que había casi al pie de una rocosa montaña. Aun cuando estaba un tanto lejos de lo que quedaba de una antigua carretera, no por ello la casa me impresionó menos favorablemente desde el momento mismo en que la divisé. Los cimientos que se conservan íntegros y en buen estado no se quedan mirando; con tan taimada y pertinaz expresión a los viajeros que aciertan a pasar delante suyo, y en mis investigaciones genealógicas había encontrado leyendas con un siglo de antigüedad que me predisponían de entrada contra lugares 4 como aquél. Pero la fuerza de los elementos era tal que tuve que dejar a un lado mis escrúpulos, y no dudé ni un instante en dirigir mi bicicleta hacia la pendiente cubierta de maleza hasta llegar a la cerrada puerta que, de pronto, me parecía tan sugestiva y encubridora. En seguida pensé que se trataba de una casa abandonada, pero a medida que me acercaba a ella perdía terreno mi suposición, pues aunque los senderos rebosaban de maleza, parecían conservar sus rasgos demasiado bien como para hacer pensar en un total abandono. Así que en lugar de intentar abrir sin más llamé a la puerta, al tiempo que se apoderaba de mí una ansiedad que resultaría difícil de explicar. Mientras aguardaba en la roca accidentada y cubierta de musgo que hacía las veces de escalón de entrada, eché una mirada a las ventanas y bastidores del montante que había encima de mí, y noté que aunque viejos, chirriantes y casi opacos por la arena que los cubría, no estaban rotos. El edificio, pues, debía estar habitado, a pesar del aislamiento y del estado general de abandono en que se encontraba. Con todo, mis golpes no evocaron la menor respuesta, así que tras repetir la llamada traté de abrir el herrumbroso picaporte y comprobé que la puerta estaba desatrancada. En el interior había un pequeño vestíbulo de cuyas paredes estaba cayendo el yeso. A través de la puerta se filtraba un olor ligero pero particularmente insoportable. Entré, sin soltar la bicicleta, y cerré la puerta tras de mí. Al frente mío había una estrecha escalera, flanqueada por una pequeña puerta que seguramente debía conducir al sótano, mientras que a la izquierda y a la derecha se veían sendas puertas cerradas que llevaban a otras tantas habitaciones de la planta baja. Tras apoyar mi bicicleta contra la pared, abrí la puerta situada a la izquierda y me adentré en una pequeña cámara de techo bajo en la que apenas entraba luz a través de sus dos polvorientas ventanas y estaba amueblada con la mayor desnudez y primitivismo imaginables. Daba la impresión de tratarse de una sala de estar, pues había una mesa, varias sillas y una inmensa chimenea sobre cuya repisa hacia tic-tac un antiguo reloj. Apenas había unos cuantos libros y papeles, y en la oscuridad reinante difícilmente podía distinguir los títulos. Lo que más me interesaba de aquel lugar era el aire arcaizante perceptible en cualquier detalle, por mínimo que fuese. En la mayoría de las casas de la comarca había encontrado abundantes reliquias del pasado, pero en ésta la antigüedad era sorprendente y total: en toda la habitación no conseguí localizar un solo artículo de fecha indudablemente post-revolucionaria [9]. Si el mobiliario no hubiese sido tan humilde, aquel lugar habría constituido el paraíso de un coleccionista. Mi aversión, suscitada en un principio por el desolado exterior de la casa, fue en aumento a medida que recorría con la mirada tan singular vivienda. No sabría decir qué era exactamente lo que me inspiraba temor o detestaba de aquella casa, pero había algo en aquella atmósfera que me recordaba una fragancia de épocas licenciosas, de ignominiosa brutalidad y de secretos que era mejor relegar al olvido. No tenía ganas de sentarme, así que me puse a dar vueltas y a examinar de cerca los objetos que había advertido al entrar. El primer objeto que atrajo mi curiosidad fue un libro de tamaño medio que había sobre la mesa y presentaba tan antediluviano aspecto que me sorprendí de verlo fuera de un museo o biblioteca. Estaba encuadernado en cuero con guarniciones de metal, y se encontraba en excelente estado de conservación. No resultaba nada corriente encontrar semejante volumen en tan humilde vivienda. Mi sorpresa aún fue mayor cuando lo abrí por la primera página, pues resultó ser nada menos que la descripción de Pigafetta de la región del Congo [10], escrita en latín a partir de las observaciones recogidas por el marinero Lope e impresa en Frankfurt en 1598. Había oído hablar en repetidas ocasiones de aquella obra, con sus curiosas ilustraciones obra de los hermanos de Bry [11], y por unos momentos me olvidé, mientras hojeaba las páginas, del malestar que sentía. Los grabados eran sumamente interesantes; inspirados en la imaginación y sin preocuparse por respetar la exactitud de las descripciones, en ellos se representaba a los negros con piel blanca y rasgos caucásicos. 5 Habría estado hojeando el libro durante un buen rato de no ser por una circunstancia absolutamente trivial que irritó mis exasperados nervios y reavivó la sensación de desasosiego que me invadía. Lo que me fastidiaba era simplemente que, quisiera o no, el volumen se abría siempre por la Lámina XII, que representaba con estremecedor detalle una carnecería en las caníbales Anziques [12]. Experimenté cierta vergüenza ante mi susceptibilidad por tan mínimo detalle, pero lo cierto es que no me agradaba nada ver aquel grabado, sobre todo en relación con ciertos pasajes adyacentes descriptivos de la gastronomía aziqueña. Me volví hacia un estante y me detuve a examinar su escaso contenido literario - una Biblia del siglo XVIII, un Pilgrim's Progress [13] de la misma época, ilustrado con grotescos grabados sobre madera e impreso por el autor de almanaques Isaiah Thomas [14], el detestable «Magnalia Christi Americana» de Cotton Mather [15]y unos cuantos libros más indudablemente del mismo período -, cuando de repente mi atención se vio atraída por el inconfundible sonido de unos pasos en la habitación de encima. Sorprendido y perplejo al principio, sobre todo tras la falta de respuesta a mis golpes en la puerta, no tardé en concluir que quienquiera que fuese quien andaba por allí acababa de despertarse de un profundo sueño, y menos sorpresa me causó oír pasos que descendían por la chirriante escalera. Las pisadas eran fuertes, pero parecían encerrar una singular nota de precaución, una nota que aún me gustó menos si cabe precisamente porque los pasos eran pesados. Al entrar en la habitación había cerrado la puerta detrás de mí. Al cabo de un rato, tras unos instantes de silencio en que el caminante debió de pararse a examinar la bicicleta que había dejado en el vestíbulo, oí un desmañado forcejeo en el picaporte y luego vi cómo se abría la artesonada puerta. En medio de la puerta había una persona de tan singular apariencia que si no proferí un grito se debió, sin duda, a lo que de buena crianza me quedaba. Anciano, con la barba canosa y con unos andrajos por toda ropa, mi anfitrión tenía un semblante y un físico que inspiraban admiración y a la vez respeto. No tendría menos de un metro noventa de estatura, y a pesar de su aspecto general de persona entrada en años y viviendo en la más absoluta miseria, era de complexión fuerte y vigorosa. Su cara, casi oculta por una larga y poblada barba que le cubría por completo las mejillas, tenía una tez extraordinariamente sonrosada y menos arrugada de lo que cabría esperar, mientras que por encima de una ancha frente le caían unas greñas de pelo canoso que escaseaba debido al paso de los años. Sus azules ojos, aunque un poco inyectados en sangre, parecían inexplicablemente vivos y lanzaban miradas abrasadoras. Si no hubiese sido por su estrafalaria apariencia, aquel hombre tendría un porte tan distinguido como imponente era su contextura. Ese aspecto desgreñado, no obstante, era lo que le hacía repulsivo a pesar de su físico y expresión. No sabría exactamente decir en qué consistía su vestimenta, pues me daba la impresión de que no era sino un mont6n de harapos sobre un par de gruesas botas de caña. La absoluta falta de limpieza que evidenciaba sobrepasaba toda posible descripción. La apariencia de aquel hombre y el miedo instintivo que inspiraba suscitaron en mí un sentimiento como de hostilidad, hasta el punto de casi estremecerme ante la sorpresa y sensación de siniestra incongruencia que me produjo al indicarme con la mano que tomara asiento y dirigirse a mi en una débil y modulada voz de lisonjero tono respetuoso y hospitalario. Su lenguaje era muy extraño: una variante extrema del dialecto yanqui que creía extinguida desde hacía tiempo, y tuve ocasión de estudiarla atentamente mientras sosteníamos una conversación sentados frente a frente. - Sorprendiole la lluvia ¿no? [16] - me dijo a modo de saludo -. Por fortuna hallábase cerca de la casa y orientose para llegar hasta aquí. Presúmome que estaba dormido, pues de lo contrario habríale oído... que ya no soy joven, y necesito dormir largas horas todos los días. ¿Viaja lejos? No transita mucha gente por este camino desde que suprimieron la diligencia de Arkham. 6 Le dije que me dirigía a Arkham y le presenté mis excusas por haber entrado tan bruscamente en su vivienda, tras de lo cual el anciano volvió a tomar la palabra. - Alégrame verle, caballero... apenas se ven caras nuevas por aquí y no tengo mucho con que solazarme estos días. Presumo que es de Boston [17], ¿no? Nunca he estado allí, pero puedo distinguir a un hombre de ciudad con sólo verle... tuvimos un maestro para todo el distrito allá por el 84, pero hubo de irse un buen día y nadie ha vuelto a oír hablar de él desde entonces... - Al llegar a este punto el anciano emitió una especie de risa sofocada, y no me dio explicación alguna al inquirirle el motivo de la misma. Daba la impresión de estar de muy buen humor, pero tenía las rarezas propias de un hombre de tan desastrada apariencia. Durante algún tiempo siguió hablando sin parar como si encontrase una febril complacencia en ello, hasta que me dio por preguntarle cómo había llegado a sus manos un libro tan raro como el Regnum Congo de Pigafetta. No me había repuesto de la sorpresa que me produjo ver allí aquel libro y me mostraba un tanto renuente a hablar de él, pero la curiosidad se impuso sobre todos los difusos temores que habían ido apoderándose de mí desde la primera mirada que lancé a aquella casa. Para alivio mío, la pregunta no resultó embarazosa pues mi anciano anfitrión respondió de modo espontáneo y con harta facundia. - ¡Oh! ¿El libro africano? Cambiómelo el capitán Ebenezer Holt [18] por algo mío allá por el año 68... antes que muriere en la guerra. - Algo había en el nombre de Ebenezer Holt que me hizo levantar la vista al instante. Había encontrado aquel nombre en mis trabajos genealógicos, pero no había logrado encontrar datos suyos desde los tiempos de la Revolución. Me pregunté sí aquel hombre podría ayudarme en la tarea en que estaba embarcado, pero decidí aplazar mi pregunta para más adelante. Entre tanto, el anciano prosiguió su relato. - Navegó Ebenezer por espacio de muchos años en un mercante de Salem, y no había puerto por el que pasare en el que no se encaprichara de alguna peregrina rareza. Creo que esto lo adquirió en Londres... Gustábale comprar cosas en las tiendas. Una vez fui a su casa, en las montañas, a vender caballos, y vi este libro. Gustáronme los grabados y lo intercambiamos. Es un libro muy raro... Veamos, he de ponerme los lentes... - El anciano escarbó entre sus harapos, y extrajo un par de gafas sucias e increíblemente antiguas con pequeñas lentes octogonales y patillas de acero. Una vez puestas, cogió el volumen que había sobre la mesa y pasó las páginas con sumo cuidado. - Ebenezer sabía leer algo del libro (está en latín, ¿sabe?), pero yo no puedo. Leyéronme partes dos o tres maestros, y también el reverendo Clark, del que se rumorea murió ahogado en la laguna... ¿acaso entiende usted algo de lo que dice? - Le que sí, y para demostrárselo le traduje un fragmento del principio. Si cometí errores, el anciano no era ningún docto latinista para corregirme; además, parecía puerilmente encantado de mi versión inglesa. Su proximidad se iba haciendo cada vez más insoportable, pero no veía la forma de desembarazarme de él sin ofenderle. Me causaba regocijo el pueril entusiasmo de aquel ignorante anciano por los grabados de un libro que no podía leer, y me preguntaba si podría siquiera leer los escasos libros en inglés que adornaban la habitación. Esa misma impresión de sencillez eliminó una gran parte de la difusa aprensión que hasta entonces había experimentado, y sonreí mientras mi anfitrión proseguía hablando. - Extraño cómo los grabados pueden hacerle a uno pensar. Tomemos, por ejemplo, éste que hay aquí al comienzo. ¿Viéronse alguna vez árboles como éstos, con tan grandes hojas colgando de las ramas? Y estos hombres... no pueden ser negros... ¡Pardiez! Más bien parecen indios, aun cuando estén en África. Algunas de estas criaturas que se ven aquí miran cuál si monos fueren, o medio monos medio hombres, pero jamás he oído que hubiere nada parecido a esto. - Y señaló con el dedo una fabulosa criatura obra del artista, que podría describirse como una especie de dragón con la cabeza de un lagarto. 7 - Pero ahora le mostraré el mejor de todos... veamos, aquí... hacia la mitad... - El habla del anciano se volvió algo más pastosa y sus ojos cobraron un brillo más resplandeciente, en tanto que sus desmayadas manos, aunque parecían cada vez más torpes, desempeñaban a la perfección su misión. El libro se abrió, en parte por decisión propia y en parte por ser consultada con frecuencia aquella página, por la repelente lámina XII en la que se veía una carnecería en un poblado caníbal de Anzique. La sensación de desasosiego volvió a apoderarse de mí, aunque mi rostro no la reflejó para nada. Lo realmente extraño de aquel grabado era que el artista había pintado a sus africanos como si de hombres blancos se tratase; los cuartos y piernas que colgaban de las paredes del establecimiento constituían un horrible espectáculo, y el carnicero con su hacha resultaba terriblemente incongruente. Pero a aquel anciano parecía gustarle tanto el grabado como a mí me horrorizaba. - ¿Qué le parece? A que nunca ha visto por esos mundos nada semejante, ¡eh! Apenas vilo dije a Eb Holt que le encendía a uno y le calentaba la sangre. Cuando leo en las Escrituras sobre matanzas - cómo murieron los medianitas [19], por ejemplo -, viénenseme a la cabeza ideas así, pero no tengo ningún grabado que mostrarle. Aquí uno puede ver todo lo que se precisa. Supongo que es pecado, pero ¿acaso no nacemos y vivimos todos en pecado? Cada vez que miro a ese hombre cortado en pedazos un hormigueo recórreme el cuerpo... no puedo quitar los ojos de encima suyo... ¿ve cómo el carnicero cortó los pies de un hachazo? Sobre el banco está la cabeza, y al lado suyo se ve un brazo; el otro está del lado opuesto del tajo. Mientras el anciano seguía mascullando en su lengua presa de un horrendo éxtasis, la expresión de su velluda cara con las lentes encima adquirió caracteres indescriptibles, su voz fue desvaneciéndose en lugar de subir de tono. Apenas puedo describir mis propias sensaciones. Todo el terror que difusamente había experimentado hasta entonces se apoderó de repente de mí, haciéndome detestar con todas mis fuerzas a aquella anciana y abominable criatura que tenía junto a mí. Su locura, o cuando menos su parcial perversión, parecía del todo punto incuestionable. Su voz se había ido apagando hasta casi no pasar de un susurro, y su tono ronco - más terrible que cualquier chillido - me hacía temblar de estremecimiento al oírla. - Como decía, es curioso cómo los grabados le hacen cavilar a uno. ¿Sabe, joven? Refiérome a éste que tenemos delante. Cuando Eb me dio el libro solía mirarlo muy a menudo, sobre todo después de oír al reverendo Clark despotricar los domingos tocado con su gran peluca [20]. Espero que no se asuste, joven, de lo que voy a decirle, pero una vez ocurrióseme una diablura: antes de sacrificar las ovejas para venderlas en el mercado miraba el grabado... matar ovejas era mucho más agradable después de mirarlo... - La voz del anciano bajó muchísimo de tono en adelante; a veces era tan débil que apenas podía oír sus palabras. Hasta mí llegaba el ruido de la lluvia y el batir de los empañados marcos de la ventana, y de repente perciba el estruendo de un trueno cercano, algo muy raro para aquella época del año. Un impresionante resplandor seguido de un fenomenal estruendo hizo estremecer hasta los cimientos de la endeble casa, pero el anciano, que no cesaba de susurrar, pareció no advertir nada. - Matar ovejas era mucho más agradable... pero, usted ya sabe, no era tan agradable. En verdad, es extraño cómo llega uno a prenderse de un grabado... Por lo más sagrado, joven, no se lo diga a nadie, pero júrole por Dios que el grabado empezaba a despertarme hambre de alimentos que no podía cultivar ni comprar... pero no se me altere, ¿le pasa algo?... a fin de cuentas no hice nada, preguntábame sencillamente qué habría sucedido de haberlo hecho... Dícese que la carne es buena para el cuerpo humano y que infunde a uno nueva vida, así que pregunteme si el hombre no viviría muchos más años si comiese una carne más igual a la suya... - Pero aquí el susurro del anciano se apagó del todo. La interrupción no fue debida al espanto en que me hallaba sumido, ni a la cada vez más fuerte tormenta, en medio de cuyo desa8 tado furor abrí de repente los ojos para verme ante una humeante soledad de ennegrecidas ruinas. La causa de todo ello fue un suceso harto simple aunque nada corriente. Ante nosotros se encontraba el libro abierto, con grabado mirando repulsivamente hacia arriba. Al musitar el anciano las palabras «más igual a la suya» se oyó un golpecito como de un chapoteo, y algo se dejó ver en el papel amarillento de aquel tomo abierto del revés. En un principio pensé si sería alguna gota de lluvia procedente de una grieta en el tejado, pero la lluvia no es roja. En la carnecería de los caníbales de Anzique relucía pintorescamente una pequeña salpicadura de color rojo, añadiendo intensidad al ya de por sí espantoso grabado. Al verlo, el anciano dejó de susurrar, incluso antes de que mi horrorizada expresión le forzase a hacerlo; al instante, echó una mirada al piso de la habitación de donde había salido una hora antes. Seguí la trayectoria de su mirada y vi justo encima de nosotros, en la escayola suelta del antiguo techo, una gran mancha irregular, como de carmesí húmedo, que daba incluso la impresión de agrandarse cuanto más se miraba. No grité ni me moví un ápice de donde estaba, simplemente cerré los ojos. Un momento después descargó el más titánico rayo que imaginarse cabe, haciendo saltar por los aires aquella maldita casa de indescifrables secretos y relegando todo al olvido, con lo que mi mente se salvó. humano era pecador por naturaleza y debían conseguir la virtud a través del trabajo duro. En la imaginación popular su actitud severa y recia estaba estereotipada. Quizás el autor norteamericano más distinguido que da a los puritanos un tratamiento en la ficción literaria es Nathaniel Haethorne (1804-1864) y que influyó decididamente en Lovecraft. NOTAS (de S. T. Joshi, traducidas por Henry Armitage) [1] 9 catacumbas de Ptolomeo: Cementerios de los primeros cristianos, localizados en cualquiera de las ciudades de Oriente Medio o el Norte de África, llamadas así en honor del linaje de los reyes del Antiguo Egipto, desde Ptolomeo I (murió en el 284 antes de Cristo) a Ptolomeo XIV (47-30 a.C) [2] castillos del Rhin: Este río con sus paisajes espectaculares y su trasfondo de leyendas antiguas era el escenario habitual en las primeras novelas góticas. [3] siniestros monolitos que se erigen en despobladas islas: posiblemente se refiera a las misteriosas caras labradas en piedra volcánica, que se encuentran en la Isla de Pascua, situada en el Pacífico Sur y que pertenecen a Chile. [4] el verdadero epicúreo de lo terrible: Un epicúreo es una persona que aprecia las cosa más sutiles y elegantes de la vida. La palabra procede de Epicuro (341-270 a.C.) filósofo griego que creía que el placer es el fin de toda moralidad y que el placer real se conseguía llevando una vida de prudencia, honor y justicia. Una importante colección de ensayos sobre H.P. Lovecraft ha tomado esta frase como título, "Un Epicúreo de lo Terrible" [5] las ventanas de pequeña hoja: Las casas de la América colonial estaban típicamente construidas con ventanas divididas en múltiples secciones, porque el cristal era muy caro; así, cuando se rompían podían ser reemplazadas de manera cómoda y más barata que reponer un cristal en una hoja completa. [6] Puritanos: Fueron unos de los primeros asentamientos procedentes de Europa, llegaron a Plymouth en 1620. Eran muy estrictos en la religión, pues creían que el ser [7] la comarca del valle de Miskatonic: La primera mención del río Miskatonic, según el canon lovecraftiano de sus localizaciones ficticias. [8] Arkham: Esta ciudad tan emblemática en la obra de Lovecraft se cita aquí por primera vez. Más tarde se llegó a identificar con la población de Salem en Massachussets. Es posible que en este relato Lovecraft no tuviese tan clara esta identificación. Tanto Miskatonic como Arkham parecen derivar de partes de diferentes muestras topográficas características de Nueva Inglaterra. Arkham - Nombre de ciudad inventado por Lovecraft y que aparece en El grabado de la casa, Herbert West: reanimador, El horror de Dunwich y Los sueños en la casa de la bruja. Arkham está situada junto al río Miskatonic, en el Condado de Essex, Massachussets. Fundada a finales del siglo XVII por librepensadores que consideraban demasiado estrictas las comunidades religiosas de la zona. Se vio afectada por los sucesos ocurridos en Salem y una de las brujas locales más conocidas fue Keziah Mason (Los sueños en la casa de la bruja). En el siglo XVIII se convirtió en un próspero puerto de mar, pero el comercio fue decayendo poco a poco. En 1861 el Instituto de Artes Liberarles de Miskatonic pasó a ser la Universidad Miskatonic, que desde entonces se convirtió en la seña de identidad más famosa de la ciudad y la comarca. (Ver Especial "Lo Innombrable" en "La Estela de Luveh-Kerapt") [9] El autor se refiere a la fecha del levantamiento de los colonos americanos contra la metrópoli inglesa que culminaría con la independencia (1774-76). (N. del.T.) [10] descripción de Pigafetta de la región del Congo: Es un libro real escrito por Filippo Pigafetta (1533-1604), primero en italiano en 1591, luego en inglés y en alemán en 1597 y finalmente en latín en 1598. Su título en latín es el que utiliza Lovecraft y hay que decir que él conoce este libro - "Regnum Congo" - a través del ensayo de Thomas Henry Huxley "On the History of the Man-Like Apes". (Ver los artículo de Joseph Curwen y Dogon en este mismo Especial de "La Estela de Luveh-Kerapt") [11] Los hermanos Bry, Johann Theodor (1561-1623) y Johann Israel De Bry (1510-1611) ilustraron muchos libros de los siglos XVI y XVII. Lovecraft no vio las láminas en el libro de Pigafetta, sino alguna reproducción parcial y poco exacta en el ensayo de Huxley. [12] Anziques: Nativos del Reino de Anziku, estado africano histórico cerca del río Congo. [13] Pilgrim's Progress: Alegoría cristiana del inglés John Bunyan (1628-88). En su momento fue el libro que solía estar en los hogares de mucha gente, uno de los más populares después de la Biblia. [14] Isaiah Thomas (1749-1831): Impresor y periodista radical y anti-británico, fundador del "Massachussets Spy". [15] «Magnalia Christi Americana» de Cotton Mather: Cotton Mather (1663 -1728) fue un pastor protestante puritano de gran influencia social y política. Prolífero autor que 10 escribió gran cantidad de panfletos. Muy recordado por su implacable persecución de las brujas. Magnalia Christi Americana es un libro escrito en 1702 por Cotton Mather. Este título en latín suele traducirse por La Historia Eclesiástica de Nueva Inglaterra. (Nota en el Especial "Lo Innombrable") [16] - Sorprendiole la lluvia ¿no? [...] hallábase cerca de la casa y orientose [...] Presúmome que estaba dormido [...] habríale oído... Éstas y las demás formas verbales que aparecen en la traducción de Aurelio Martínez Benito es un intento de imitar el discurso anticuado y dieciochesco del personaje. [17] Boston. Esta referencia nos hace pensar que Arkham está situada cerca de Boston, la ciudad colonial más grande de Massachussets. [18] Ebenezer Holt: ¡Que sirva esta referencia de Lovecraft a nuestro insigne Editor, que adoptó el seudónimo de este personaje (N. del T.) [19] Midianitas: Pueblo nómada enemigo de los israelitas. El pasaje al que se refiere es "Jueces, 7:25" [20] gran peluca: que era parte del atuendo en las clases superiores durante el siglo XVIII, que acabó por decaer tras la Revolución Francesa (1789), cuando los nobles perdieron sus cabezas (junto con sus pelucas) en la guillotina. A Lovecraft se le solía representar como un hombre del siglo XVIII, como lo popularizó Virgil Finlay en su ilustración para la portada de "Amateur Correspondent" (1937) Traducción de Dogon LAS PINTURAS EN LA CASA DEL SEÑOR KEMPE Jorge R. Ogdón El grabado en la casa Comentario sobre H. P. Lovecraft y Walter De La Mare por JIM ROCKHILL * U n hombre viajando a través de una región que no es familiar para él llega a una casa habitada por un viejo excéntrico vestido a la antigua, cuya obsesión le ha conducido a tomar las vidas de sus visitantes. Cualquiera que crea que esto describe el relato breve de Lovecraft, "El grabado en la casa", escrito en diciembre de 1920, publicado poco después en la prensa amateur y publicado profesionalmente primero en el número de enero de 1924 de Weird Tales, está en lo correcto. Igualmente acertado está cualquiera que crea que esto describe el cuento de Walter De La Mare, "El señor Kempe" (Mr. Kempe), que primeramente apareció en los números de noviembre de 1925 del London Mercury y el Harper's Magazine. Aunque Lovecraft alaba a "El señor Kempe" en su ensayo Supernatural Horror in Literature, es claro que el cuento de De La Mare no pudo influenciar a Lovecraft, tanto como es dudoso de que Lovecrft le haya influído a De La Mare. Y, sin embargo, hay sorprendentes paralelos, así como muy sorprendentes parecidos entre ambos trabajos. El protagonista de Lovecraft, "a la búsqueda de ciertos datos genealógicos", termina "en un viejo edificio derruido" al intentar tomar un atajo por una ruta abandonada. El inclemente tiempo le obliga a buscar un no deseado refugio en la construcción. El maestro de De La Mare malinterpreta un mapa durante un paseo a pie y encuentra la casa del señor Kempe 11 mientras trata de corregir su ruta. Aún cuando la mujer que le da unas direcciones apunta que no todo parecería estar bien con el señor Kempe, actuando "casi como si creyera que el señor Kempe ha encontrado un método propio de zafar del embate de la Mortalidad", el maestro decide hacer un corto viaje para visitar la "vieja y antigua construcción" antes de seguir su camino. Esto prueba ir más lejos de lo que suponía, y, en un punto, se da cuenta que no tiene elección sino seguir hasta llegar a ella, a menos que corra el riesgo de caer y morir al intentar regresar o ser despedazado al resbalar por la falda de la colina. Pronto se da cuenta de que teme a más que a los daños físicos sugeridos por los elementos: "Lo que me aterrorizaba más allá de las palabras era alguna positiva presencia aquí, que estaba en una condición más desesperada que la mía. Estaba deprimido". Después de desembarazarse del peligro físico, este sentimiento se vuelve más agudo: "… la extraña sensación persistía de que, aunque a salvo, no estaba seguro. Era como si todavía estuviera enfrentando algún peligro de la mente… (como si) desde algún punto de esta vaciedad alrededor mío una firme y devoradora mirada estuviera fija sobre mí - como si fuera vigilado". El protagonista de Lovecraft también se siente vigilado, aunque tenga el dudoso privilegio de conocer a su vigilante: "Honestamente, los cimientos que se conservan íntegros y en buen estado no se quedan mirando con tan taimada y pertinaz expresión a los viajeros que aciertan a pasar delante suyo …" En tanto no puede alardear de tener una bien anterior fecha en el siglo IX, como lo hace el santuario del señor Kempe, esta estructura yanki está llena de antigüedades, todas las cuales anteceden a la revolución de 1776. Ambas construcciones enseñan obvios signos de deterioro. La estructura yanki huele a muerte, pero es el edificio del señor Kempe el que posee su propio cementerio. Símbolos cristianos en y alrededor de ambas construcciones están abandonados o son de dudosa eficacia, del grotescamente ilustrado Pilgrim's Progress, La Biblia del siglo XVIII y "el detestable Magnalia Christi Americana de Cotton Mather" en la vivienda yanki, hasta "la grotesca cruz, con uno de sus brazos rotos" al este de la del señor Kempe. Ambas estructuras y sus alrededores 12 tienen, como escribió De La Mare, su "aspecto siniestro. No es un lugar seguro cuando las lentas horas oscuras del día aparecen". Para Lovecraft, "A veces uno piensa que lo más prudente sería demoler estas casas, pues dan la impresión de soñar con harta frecuencia". Los habitantes de ambas casas están motivados por el hambre. El yanki describe cómo su satisfacción en matar ovejas se incrementó después de ver la descripción de la carnicería caníbal en el Regnum Congo de Pigafetta, y luego se vuelve totalmente explícito sobre su deseo de tener "vituallas que no puedo criar ni comprar". El señor Kempe parece ni comer ni beber. Cuando se le pide un vaso de agua, se queda pensando en una pausa, como si el pedido no tuviera sentido para él. Sin embargo, el narrador "nunca ha visto a un ser humano que estuviera tan desesperado de hambre. Pero, ¿por qué? Era inposible decirlo".Carece de la honesta "fisicalidad" del yanki, y su primera aparición apresura una comparación con el fantasma de Baquo en Macbeth, pero, tal como lo demuestran él y el maestro al revisar las fotografías, está presente f´sicamente. Son sus obsesiones, su necesidad de "pruebas y evidencias", las que son puramente espirituales. Ésa es su queja al maestro: "No debe pensar en dejar la casa esta noche. Necesito compañía, la necesito" es una tan aterradora expresión de hambre como la del yanki. Lovecraft escribe que los antepasados del yanki estaban "atrapados por una sombría y fanática creencia", pero si ambos hombres pueden ser mórbidamente fanáticos en sus fines, el rudamente barbado y glotón yanki no muestra rasgos de melancolía. Él es "gordo", "poderoso" y exhibe "un abundante buen humor". Reflexionando acerca de su comportamiento eufórico y sus hábitos alimenticios, uno hasta podría llamarlo "sanguíneo". Es el demacrado, ascético y rústicamente enfundado en botas señor Kempe el que muestra "esta terriblemente perruna desesperación". Flotando sobre la muerte de su esposa, fotografiando su cadáver para prueba del alma, deseando encontrar mayores evidencias de cualquier parte que se le presente y llorando agriamente ante el escape del maestro. El maestro de De La Mare puede llamarse afortunado de haber caído en las manos del señor Kempe y no del yanki, porque el último tiene un decidido apetito por los de su profesión. Su escape al forzar una ventana podrida y caer en un montón de vegetación también es menos traumático, si bien menos digno, que el del genealogista de Lovecraft. El último, empezando a darse cuenta de las intenciones canibalísticas de su anfitrión, de pronto ve "en la escayola suelta del antiguo techo, una gran mancha irregular, como de carmesí húmedo, que daba incluso la impresión de agrandarse cuanto más la miraba". Más bien que "el gran borrón" que tiene lugar "al aparecer el gran as de corazones" que anuncia el escape de Tess de los D'Urbervilles, nuestro héroe, la casa y el Pigafetófilo son igualmente mandados al olvido por un "titánico rayo". Uno debe asumir, leyendo el relato de lo que le aconteció, que el olvido del narrador fue de una más breve duración que el de su anfritión y que el último no guarda más sueños. El climax en ambos relatos depende de las reacciones ante las pinturas. Lo dicho por el yanki de Lovecraft: "Como decía, es curioso cómo los grabados le hacen cavilar a uno", puede ser replicado, si bien más elegantemente, por el genealogista, el señor Kempe y el maestro. El yanki de Lovecraft encuentra fascinantes a todas las ilustraciones del Regnum Congo, pero elige para emular a la carnicería caníbal representada en la lámina XII, prolongando así su vida antinaturalmente. El genealogista se equivoca al no atrapar la conclusión de que su anfitrión ha pasado de la teoría a la práctica hasta el último momento posible. Sin recurrir a un providencial rayo del cielo, la revelación de las actividades del señor Kempe le llega al maestro no a través de las implicancias completas de una pintura, sino a través de la vista de otro juego de fotos desconocidas para él: 13 "Retrocedí alelado - sus detalles fijos en mi mente como capturados por un flash de luz". Ya que los objetos de estas fotos están, a lo mejor, moribundos, y como ninguno de los que oyen el relato pareciera llamarse Eliot, el maestro no está en posición de decir si es que esas imágenes no son "una foto de la vida (real)". REFERENCIAS Walter De La Mare, Short Stories 1895-1926 (Giles De La Mare, 1996), pp. 215-246. Thomas Hardy, Tess of the Urbervilles (1891, Signet Classics, 1964), p. 403. H. P. Lovecraft, The Dunwich Horror and Others (Arkham House, 1963. Edición corregida, 1984), pp. 116- 124. Nota Bene: Para los extractos del cuento de H. P. Lovecraft se ha utilizado la versión en español H. P. Lovecraft, En la cripta; Biblioteca de Fantasía y Terror BT 8.151 (Madrid: Alianza Editorial, 3ª reimpresión, 2001), pp. 109-21. (*) Tomado de: The Weird Review On-Line. (c) 2001, Jim Rockhill. (URL: http/www.violetbooks.com/REVIEWS/listed.html). (**) Traducido por: (c) 2007, Jorge R. Ogdon (a) Dogon. Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 de Registro de la Propiedad Intelectual de la República Argentina. Derechos Reservados. Es propiedad. Especial para la Nueva Logia del Tentáculo, Valencia (España). El grabado en la casa el Redescubrimiento de la frontera por Daniel J. Gall (Hug the Shoggoth) De la Universidad de Bamberg (Alemania) http://hugtheshoggoth.wordpress.com/ Fue en 1935 cuando Howard P. Lovecraft viajó por primera vez más allá del Mississipi y hacia el oeste. Él llevaba un ominoso artefacto, que portaba los signos del gran y poderoso Cthulhu. En Texas visitó el hogar de su amigo y colega Robert E. Howard y juntos fueron a consultar a Clark Ashton Smith, otro prominente miembro del Círculo de Lovecraft para arrojar luz sobre la naturaleza del artefacto. Desgraciadamente, este peculiar viaje sucedió sólo en la ficción (1). El Lovecraft real nunca fue más allá del oeste de Nueva Orleans, que visitó en junio de 1932. Esta sería la mayor distancia que él haya puesto nunca entre él mismo y el pequeño círculo alrededor de su ciudad natal Providence, en la cual pasó la mayor parte de su vida. La vida de Lovecraft se desarrolló casi exclusivamente en Nueva Inglaterra y lo mismo ocurre en su obra de ficción. Otros escritores norteamericanos de los años 20 y 30 llevarían habitualmente sus personajes a Europa o los situarían en las calles en las metrópolis americanas (2) - Lovecraft, por el contrario, redescubre el lado oscuro de la Nueva Inglaterra más profunda y allí instala la nueva frontera de la civilización en la que localiza sus historias de mayor envergadura. En la época en que Lovecraft fue más productivo, oficialmente la frontera más o menos ya se había cerrado. Durante siglos ésta había sido el lugar más importante en la historia de los Estados Unidos. Al moverse adentrándose al oeste del 14 continente, cada generación de colonos extendería el concepto de frontera, llevando su noción de civilización aún más profundo hacia nuevas fronteras. En 1893, el historiador norteamericano Frederick Jackson Turner (3), en respuesta a un informe sobre el censo, señalaba que esto suponía "el final de un gran movimiento migratorio histórico". El continente fue explorado hasta sus confines, la frontera había desaparecido: A partir de este momento, si la civilización americana hubiera hecho algún progreso serio, tendría que haber sido al otro lado del océano. No fue así para Lovecraft. Por supuesto que él era consciente de las implicaciones problemáticas del progreso tecnológico y ocasionalmente se enfrentaba al terror en su prosa, por ejemplo cuando situaba la labor del científico demoníaco Herbert West en los sangrientos campos de batalla de la I Guerra Mundial. Con frecuencia, sin embargo, él situaba a sus personajes en áreas más tradicionales de la patria Americana para descubrir allí los horrores que todos los escritores de historia, que pecaban de demasiado optimistas, procurarían evitar. Dicho con pocas palabras, él reinventó el territorio fronterizo de Nueva Inglaterra, tal y como los puritanos lo habían conocido y restableció una experiencia del suelo norteamericano como algo frágil y plagado de peligros, mientras que los colonos puritanos, que practicaban la brujería, la magia y otras desviaciones diferentes de la cultura dominante, siempre parecían estar a la expectativa en mitad de la sociedad colonial. Sólo unas décadas después de que el Arbella había llegado con los colonos puritanos a Massachussets, en 1630, la sociedad colonial se encontraba en grave peligro y los colonos tenían que invertir su tiempo en el exilio donde surgían nuevos peligros. La herejía y la brujería tenían que ser expulsadas de la comunidad, de esta manera y para no confundir el grupo de creyentes puritanos. Imbuido de todas estas ideas, el famoso teólogo renegado Roger Williams abandonó Massachussets y llegó a la ciudad natal de Lovecraft, Providence. La brujería, por otro lado, había estado presente en este entorno desde 1630 y la reacciones contra ella desembocaron en los conocidos Juicios de las Brujas de Salem (1692): Un ejercicio del poder colonial que mataría docenas de personas. La vida puritana en la frontera sería una experiencia comunitaria, encerrando a esas gentes en una moral rígida y en un código ético para asegurar la supervivencia de la comunidad. Lovecraft reconoce los valores de esta frontera tradicional en los párrafos iniciales de su historia de 1920, El grabado de la casa (4), pero los convierte en elementos propios de la novela gótica y los transforma en un semillero de terror, desencadenando, como se dirá en la historia, en todo un exceso de canibalismo. Él retorna aquí a lugares góticos más tradicionales - como los Castillos del Rhin - y lanza al narra15 dor como un explorador a lo más profundo y apartado de los bosques. La frontera está muy cerca del corazón de la civilización - el narrador hace una excursión en bicicleta y no puede estar más que a unas pocas docenas de millas de distancia - pero de manera sistemática le impiden el paso las vallas de madera obligándole a tomar "caminos remotos, tortuosos y problemáticos" (pág. 35, Lovecraft, Howard Phillips. The Call of Cthulhu and other Weird Stories. New York: Penguin, 1999. 34-42) o caminos poco transitados. Llevaba viajando algún tiempo por la comarca del valle de Miskatonic en busca de ciertos datos genealógicos, y dada la remota, descarriada y problemática naturaleza de mi recorrido, había juzgado oportuno servirme de una bicicleta a pesar de lo avanzado de la temporada. Un sentido convencional del espacio y la geografía es algo inútil allí en un lugar agreste, donde las cosas llevan la impronta de la maldad, y no como "las honradas, saludables estructuras que nunca contemplan a los viajeros tan maliciosamente y de manera tan obsesionante" (pag. 35). A pesar de sus recelos contra el lugar, el narrador no puede resistir la fascinación del explorador por lo desconocido y dedica un extenso párrafo a la descripción del insalubre edificio donde vive el caníbal y donde ha tenido que refugiarse de la lluvia. En cierto momento de mi periplo me encontré en un camino aparentemente abandonado que había tomado creyéndolo el atajo más corto para llegar a Arkham, cuando me vi sorprendido por la tormenta en un punto alejado de todo núcleo habitado, y enfrentado a la situación de que no me quedaba otro refugio que aquel destartalado y desapacible edificio de madera, cuyas empañadas ventanas parecían parpadear entre dos grandes olmos de hojas caídas que había casi al pie de una rocosa montaña. Aun cuando estaba un tanto lejos de lo que quedaba de una antigua carretera, no por ello la casa me impresionó menos favorablemente desde el momento mismo en que la divisé. Los cimientos que se conservan íntegros y en buen estado no se quedan mirando; con tan taimada y pertinaz expresión a los viajeros que aciertan a pasar delante suyo, y en mis investigaciones genealógicas había encontrado leyendas con un siglo de antigüedad que me predisponían de entrada contra lugares como aquél. Pero la fuerza de los elementos era tal que tuve que dejar a un lado mis escrúpulos, y no dudé ni un instante en dirigir mi bicicleta hacia la pendiente cubierta de maleza hasta llegar a la cerrada puerta que, de pronto, me parecía tan sugestiva y encubridora. mente insoportable. Entré, sin soltar la bicicleta, y cerré la puerta tras de mí. Al frente mío había una estrecha escalera, flanqueada por una pequeña puerta que seguramente debía conducir al sótano, mientras que a la izquierda y a la derecha se veían sendas puertas cerradas que llevaban a otras tantas habitaciones de la planta baja. En seguida pensé que se trataba de una casa abandonada, pero a medida que me acercaba a ella perdía terreno mi suposición, pues aunque los senderos rebosaban de maleza, parecían conservar sus rasgos demasiado bien como para hacer pensar en un total abandono. Así que en lugar de intentar abrir sin más llamé a la puerta, al tiempo que se apoderaba de mí una ansiedad que resultaría difícil de explicar. Mientras aguardaba en la roca accidentada y cubierta de musgo que hacía las veces de escalón de entrada, eché una mirada a las ventanas y bastidores del montante que había encima de mí, y noté que aunque viejos, chirriantes y casi opacos por la arena que los cubría, no estaban rotos. El edificio, pues, debía estar habitado, a pesar del aislamiento y del estado general de abandono en que se encontraba. Con todo, mis golpes no evocaron la menor respuesta, así que tras repetir la llamada traté de abrir el herrumbroso picaporte y comprobé que la puerta estaba desatrancada. En el interior había un pequeño vestíbulo de cuyas paredes estaba cayendo el yeso. A través de la puerta se filtraba un olor ligero pero particular- Mujer caníbal de Leonhard Kern, 1650 16 De repente majestuoso y desarrapado, un anciano es el noble salvaje que el narrador-colonizador había estado buscando. Le parece interesante que se parezca a los nativos descritos en el ejemplar de Regnum Congo (El Reino del Congo) escrito por Filippo Pigafetta que hay sobre la mesa. Ambos comparten un extraño color blanco (el caníbal de Nueva Inglaterra lleva una barba blanca que cubre la mayor parte de la cara y unos ojos azules inyectados en sangre) y, por supuesto, su canibalismo. Durante un breve momento, el caníbal acepta al narrador como un colonizador y le oye dar una traducción ad hoc del latín de Pigafetta, entonces empieza a crecer en una posición de poder sobre el narrador. Apartándose de la palabra escrita y las ilustraciones del libro, el anciano explica su fascinación por el tema de la sangre y en especial por la ominosa ilustración número 12, un dibujo del artista belga Theodore de Bry que muestra una escena explícita de una batalla, así como también a un carnicero caníbal en plena acción. La fascinación por la escena sangrienta obviamente tiene para el viejo caníbal un fuerte componente sexual (5). Él parece jugar con un chocante éxtasis (pág. 41) y asume la narración de una manera intrusista. El ingenuo y pueril gozo del que el narrador se maravilla rápidamente se convierte en una lascivia caníbal con la que el narrador no podía contar. A partir de este momento será un oyente silencioso para un viejo que es cada vez más explícito en las confesiones sexualizadas de su canibalismo. - ¿Qué le parece? A que nunca ha visto por esos mundos nada semejante, ¡eh! Apenas vilo dije a Eb Holt que le encendía a uno y le calentaba la sangre. Cuando leo en las Escrituras sobre matanzas - cómo murieron los medianitas , por ejemplo -, viénenseme a la cabeza ideas así, pero no tengo ningún grabado que mostrarle. Aquí uno puede ver todo lo que se precisa. Supongo que es pecado, pero ¿acaso no nacemos y vivimos todos en pecado? Cada vez que miro a ese hombre cortado en pedazos un hormigueo recórreme el cuerpo... no puedo quitar los ojos de encima suyo... ¿ve cómo el carnicero cortó los pies de un hachazo? Sobre el banco está la cabeza, y al lado suyo se ve un brazo; el otro está del lado opuesto del tajo. (pág. 40) La creencia de los puritanos en el pecado original com- 17 partido por cada ser humano todavía se hace eco en las palabras del anciano, pero él ya no busca redención de ese pecado: las Escrituras (o la escritura, como Lovecraft menciona en este pasaje en un falso acento yanqui) no le satisfará como tampoco les satisfizo a otros clásicos puritanos que él tiene, obviamente sin leer, en el estante de su biblioteca, The Pilgrim's Progress de John Bunyan 1678) y Magnalia Christi Americana de Cotton Mather (1702). Fuera en las profundidades de los bosques, en la primera frontera los colonos puritanos donde se encontraban originalmente, su proyecto de colonizar el suelo americano y convertirlo en un ejemplo moral para el mundo entero fue un fracaso rotundo y es aquí donde se acabó convirtiendo en un sangriento ejercicio de sexualidad necrofílica. Casi como respuesta a la moralidad réproba, la escena se resuelve, de modo sorprendente, no por ninguna intervención del narrador, sino por la intervención divina. Algún ejemplo - quizás el Dios cristiano frustrado con la perversión de los ideales puritanos - finalmente ha sido suficiente y destruye la casa con una "titánica tormenta de truenos y rayos" (pag. 42) Un momento después descargó el más titánico rayo que imaginarse cabe, haciendo saltar por los aires aquella maldita casa de indescifrables secretos y relegando todo al olvido, con lo que mi mente se salvó. No queda claro cómo y por qué el narrador pudo escapar de la explosión. Él originariamente viajaba por una región en la frontera como genealogista, luego se convirtió en colonizador y se encontró fatigado en extremo por la tarea encomendada: El salvaje caníbal puritano prevalece y solamente consigue su extinción las fuerzas que vienen desde arriba. Al contrario de la tradición norteamericana, la frontera en el mundo de Lovecraft es sin dudas la frontera final. Esto es cierto en sentido geográfico. Sitios como Dunwich, Innsmouth, o la residencia del caníbal en The Picture in the House, se encuentran al final de todos los caminos, aislados de las infraestructuras modernas, nunca aparecen en los mapas, ni siquiera en las señales de las calles: Están apenas fuera de la vida de la ciudad, el terreno se convierte más inaccesible como habría sido para los colonos del Siglo XVII. También es cierto en el sentido social. La lujuria pornográfica del caníbal por los desnudos y desmembrados cuerpos en el libro de Pigafetta está muy lejos del el sistema de valores del narrador. El caníbal está de esta manera erigiendo sus propia frontera - una de las perversiones necrofílicas - y arrastra tanto al narrador como al lector hacia ella, incapaces de resistirse a sus sangrientas excursiones. La frontera en la historia de Norteamérica tradicionalmente vio a los predicadores cristianos llevar el evangelio a los lugares más apartados. En la versión de Lovecraft de la frontera, el evangelio es uno de los excesos caníbales: el progreso ya no es una posibilidad y la humanidad se devora a sí misma o si no fuera así, una fuerza desde arriba intervendría con una tormenta de rayos en el último momento. Después de todo, uno al menos tiene que sobrevivir para contar el relato del declive de la civilización. *** 18 NOTAS (1) Barbour, David, y Richard Raleigh. Shadows Bend: A Novel of the Fantastic and Unspeakable. Nueva York: Ace Books, 2000. (2) Ver, por ejemplo, Ernest Hemingway's A Farewell to Arms [Adiós a las armas] (1929) o Manhattan Transfer de John Dos Passos (1925). (3) Turner, Frederick Jackson. The Frontier in American History. Tucson: The University of Arizona Press, 1986. 1-2. (4) Lovecraft, Howard Phillips. The Call of Cthulhu and other Weird Stories. Nueva York: Penguin, 1999. 34-42. Todas las referencias a la historiapertenecen a esta edición (5) Namias, June. White Captives. Gender and Ethnicity on the American Frontier. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 1993. 88-89 EL GRABADO EN LA CASA: IMÁGENES DE COMPLICIDAD Traducción de Dogon El grabado en la casa Jorge R. Ogdón 19 Por Robert H. Waugh (*) (Lovecraft Studies n° 32) VVarias personas que han leído mi ensayo sobre los diferentes seres de Lovecraft en el Volumen del Centenario "Un epicúreo de lo terrible", hallaron sus argumentos indudablemente algo abstracto; cuatro tipos de "egos", de paisajes y de dioses, parecen más bien mucho. A fin de corregir esta impresión y desarrollar algunos de los reclamos de este ensayo, deseo aplicar los conceptos del mismo a su cuento El grabado en la casa, un corto trabajo escrito en 1920, antes de desarrollar la mayoría del material de su mundo. En breve, el ensayo discute cuatro modos de percepción: el personal, el ideal, la sombra y el doble. El personal está identificado con el acostumbrado, insignificante e incuestionable mundo en el que vivimos, ni más ni menos, lo que nos parece; el personal es un modo neutral. El ideal es aquel mundo que, de pronto, parece más que lo que es lo usual, expansivo y prometedor. La sombra es el mundo que parece menos de lo usual, sin significado; pero la nada que parece proyectar es poderosamente agresiva. La doble percepción funde el mundo ideal y el de la sombra; es una visión del mundo personal como sería lleno de sentidos ambiguos a través del modo ideal y el de la sombra, que, de otra manera, parecen fragmentos del mundo personal en el que se iniciaron. Diferentes tipos de imágenes son representativas de los diferentes modos, especialmente, del ideal y del de la sombra: la imaginería del mundo personal es sin acento, un lugar común, para Lovecraft es el hecho de Nueva Inglaterra; la ima- ginería del ideal comprende cosas como ventanas, puertas, espejos, piletas, juegos de luces; la imaginería de la sombra es el Inframundo, siempre al otro lado del ideal, y una distorsión de él, y, aunque rechazado, siempre lleno de energía; la imaginería de la sombra recurre a la del mundo personal a la luz del ideal y de la sombra, sutilmente sintética del mundo como lo conocemos (Waugh, 221-26). En el primer párrafo de El grabado en la casa (DH 116-24), el protagonista ofrece su relato a lectores ideales, como si él y ellos se entendieran uno al otro, a los "buscadores del horror", y "el verdadero epicúreo de lo terrible", que busca un "nuevo estremecimiento". Pero hace su oferta con cierta ironía, como si esos lectores ideales no fueran todo lo que parecen, no habiendo entendido nunca el mundo que buscan; como Stefan Dziemianowickz señala, no es imposible que Lovecraft se complaciera en una auto-parodia crítica (167). Dos tipos de lectores están implicados en esta oferta: el primer tipo incluye a los buscadores de "extraños y lejanos lugares"; el segundo, a los lectores de Weird Tales, que suspenden su modo personal de existencia a través de la lectura de la revista en beneficio del "estremecimiento" vicario y del viaje vicario, ambos de los cuales son modos ideales, porque ofrecen "el principal fin y objeto de la existencia". A estos lectores, el narrador ofrece un nuevo "estremecimiento" que es cercano a ellos; ofrece reinterpretar un paisaje personal tanto como ideal, a causa de que es un "estreme- 20 cimiento ", y como sombra, a causa de su amenaza. Podría parecer que este narrador anunciaba que tomaría a sus lectores a un recorrido de al menos tres de estos modos, quizá para dejarlos dentro de la fusión con el doble. Como un conocedor lleno de sabiduría, sin embargo, él es previo a la sombra, aparentemente sin verse afectado, y, por lo tanto, un narrador ideal; él es intocado por la incerditumbre que es inherente al doble modo. Él es "a la vez, el racionalista y el romántico" (Cannon, 38), pero estos aspectos no están coordinados. Él está un poco demasiado seguro de sí mismo, siendo demasiado el crítico literario. Detalles tardíos, sin embargo, sugieren que el narrador es un mero ser, un pedante buscando "datos genealógicos", que ha tomado un atajo a Arkham en su bicicleta, y se ha extraviado al ser sorprendido por una tormenta. Luego del portentoso inicio, su presencia se hace accidental por un tiempo. Y, aunque el viejo lo llama "joven señor", la impresión de ser un pedante se refuerza cuando su mirada le recuerda al anciano de un maestro que tuvo años atrás. Pero, un detalle de este material acerca del narrador requiere más detalle: la bicicleta que monta. Lovecraft manejó su propia bicicleta entre 1900 y 1913, "quizá formando de esta manera este conocimiento con la Nueva Inglaterra rural que me ha convertido en un anticuario local" (SL III, 369). La bicicleta le dio "un íntimo contacto con el campo" (SL I, 109). Está también conectado con su descubrimiento de la astronomía, ya que viajaba al Ladd Observatory en 1903 (SL I, 38). Biográficamente, la bicicleta tiene reverberaciones personales e ideales. Más tarde, Lovecraft recordaba viajar en bicicleta en 1904, y contemplar la idea del suicidio después del fallecimiento de su abuelo materno, Whipple Phillips: "Aquel verano siempre estaba sobre mi bicicleta, deseando estar lo más lejos de casa que fuera posible, ya que mi vivienda me hacía recordar el hogar que había perdido" (SL IV, 358). Incapaz de imaginar cómo un "anciano de 14 años" podía ajustar su vida, consideraba cómo ahogarse en "el tibio, tranquilo y de crecidas cañas río Barrington, en la costa este de la bahía" (SL I, 358). Fue su abuelo "quien observando mi gusto por la lectura, usaba todos los recursos para fomentarla … Era la única persona que conocía - joven o vieja - que se preocupaba por lo macabro y la ficción de horror" (SL IV, 354). ¡Qué pena debió causar la muerte de semejante abuelo! Seguramente un endemoniado abuelo Phillips, cuya biblioteca tuvo tanta influen- cia sobre un joven Lovecraft, acecha en el preternatural viejo del cuento, tanto como Lovecraft acecha en el joven, más viejo que sus años, que construyó el relato: una reliquia de los libros a los cuales el abuelo Phillips le introdujo, un emblema de la pena por la muerte de su abuelo, ofrece un escape que sólo conduce en el cuento a una amenaza de muerte. Personal, ideal y sombra, la bicicleta es también un doble potencial que el resto del relato activa. Este hombre anciano, sin embargo, no es el único viejo que Lovecraft trata en este tiempo; ya que en enero de 90 escribió "El anciano terrible", con la poderosa dicción contradictoria que Donald Burleson ha descrito tan hábilmente: "¿Es el anciano reservado, retraído, poco amistoso, débil, vulnerable, desamparado? O, ¿está poseído por reservas, es fuerte, capaz, poderosamente aliado, potencialmente peligroso?" (pp. 29-30). Contradicciones de este tipo rodean al viejo de El grabado en la casa. Aunque "de barba blanca", con "una delgada, débil voz llena de respeto adulador", es "alto y poderoso", y "anormalmente rudo", y "sus ojos azules, aunque algo rojizos, parecen inexplicablemente astutos y fogosos". La contradicción implícita en este último detalle es bastante rara, inexplicable como subraya Lovecraft, porque los ojos azules difícilmente queman. Si el detalle es reminiscente del ojo en The Tell-Tale Heart, el opaco "pálido ojo azul, con una película sobre él", el ojo "de un buitre" (792), "todo azul borroso, con un odioso velo" (795), un "mal de ojo" (793) que persigue potentemente al asesino antes de que encienda el rayo oscuro de la linterna sobre él, Lovecraft ha tomado la imagen que Poe racionaliza para su argumento y la ha condensado según sus propósitos; y esta altamente gran manipulación de una imagen para sus fines es sintomática de mucho más en este cuento. La impotencia que envuelve al viejo del cuento de Lovecraft apenas cubre la intensa sombra que está debajo; ésta vívidamente reinterpreta el pasado en sus comentarios oblicuos sobre el maestro de escuela, el capitán, y el cura; figuras del sistema puritano. Aunque el narrador le considera un "viejo ignorante" que sólo puede mirar los grabados en su libro, este anciano es capaz de poner el pasado bajo una nueva luz. Su amor por el pasado es más vital que la tradición folclórica que el pedante joven investiga; y contando tales cuentos llenos de rumores, pero también con una suerte de afecto (el afecto que un buen "degustador" tendría por la comida), historias de hombres que de otro modo vivirían sólo en la página de una crónica, los hace ambiguamente estar vivos. Poca relación existe hasta entonces con el ser personal del narrador y la sombra del viejo; cada uno, sin embargo, combina opuestos en una forma original, que tiene que ver con la edad y la juventud. Paralela a esta confrontación, una crecientemente significativa serie de detalles se construye, que indica una profunda mediación en varias imágenes ideales. Esta serie empieza con la convencional imagen del montículo, "catacumbas", "mausoleos" y "torres", desplegados por las ventanas de las antiguas casas y la casa del viejo, tan "fatigadas" y "opacas", que "miran al viajero indolentemente"; más intensamente, "ellas miran conmocionadas, como cegando a través de un estupor que rechaza la locura, nublando la memoria de cosas innombrables". Las características de los ojos del viejo, opacos pero penetrantes, son anticipadas por el paisaje, que comparte con su comunidad puritana. Las ventanas sirven a la función, como frecuentemente lo hacen las ventanas, de ocultar y medio revelar. Este estupor terrible, halla su correlación en las del viejo, el narrador supone, despertando de "un profundo sueño", como confirma el viejo cuando dice: "necesito una visión poderosa de siestas hoy en día": ¡que extraña frase que combina visión y sueño! No digamos nunca que Lovecraft no podía conseguir efectos especiales con su uso del dialecto. 21 El tercer párrafo usa idénticos términos ideales para describir a los puritanos, en un pasaje destacable en este temprano cuento por su complejidad, en tanto y en cuanto mezcla elementos visuales y cinéticos con la amenaza de imaginería oral: "divorciados de la iluminación de la civilización, la fuerza de estos puritanos se volvió a canales singulares; y en su soledad, autorepresión mórbida, y lucha por la supervivencia con la incansable Naturaleza, vinieron a ellos oscuros rasgos furtivos de las profundidades prehistóricas de su fría herencia norteña". Este destacable aroma a Darwin y Freud contrasta las urgencias internas de auto-soledad y represión, con las urgencias externas de apetito, que también están representadas por los "oscuros rasgos furtivos" tan oscuramente aludidos. Estas sugerencias de canibalismo Lovecraft puede haberlas asociado a la brujería, siguiendo el ejemplo de Sir Walter Scott (231-232). El pasaje sigue a la persona, más que a los rasgos, hacia abajo: "Equivocándose como todos los mortales deben hacerlo, estuvieron forzados a ello; su rígido código de buscar esconderse sobre todo, así que cada vez tuvieron menos gusto en lo que escondían". Aquí, también, aparece la imaginería oral básica del cuento y lo escondido que afirma, dando lugar rápidamente al material visual: "sólo las silentes y mironas casas del bosque pueden decir todo lo que ha estado yaciendo escondido desde los días tempranos; y no son comunicativas, siendo pesado sacudir la pesadumbre que las ayuda a olvidar". Pero si el discurso no ayuda, se hace espacio a la función oral para reaparecer. El pasaje es un nudo de aproximación y alejamiento. Los sombríos destellos de hambre son hambrientos. La amenaza del cuerpo accidental, material e irracional es atemperada. Pero el cuerpo y el hambre reaparecerán ha medida que el cuento avance. El otro componente de este pasaje es su uso ligero de la imaginería personal de la Madre, que Lovecraft asocia con el origen histórico de Nueva Inglaterra. Cuando escribió el cuento, en diciembre, su madre tendría seis meses más de vida, la madre a quien la muerte del padre ha causado tanto trauma en la vida temprana de Lovecraft. El narrador pone la escena de esta manera: "La más terrible visión [en Nueva Inglaterra] son las pequeñas casas de madera sin pintar, que se encuentran alejadas de las vías transitadas, usualmente puestas contra un basural o pastizal o descansando contra alguna gigantesca saliente de piedra. Doscientos años o más; ellas han estado apoyadas o sentadas allí, en tanto las viñas se han arrastrado y los árboles se han esparcido.” Este es el lenguaje que más tarde Lovecraft asociaría al Caos Reptante, Nyarlathotep - de quien tuvo el sueño en el que se originó su figura, en el mismo mes que escribió este cuento , y con varias divinidades-sapo - sobre todo el Tsathoggua de Clark Ashton Smith , que Lovecraft encontraba tan acorde con su imaginería. Pero la Madre no sólo está presente en el paisaje, también está presente en esos "oscuros rasgos furtivos" de canibalismo que Scott descubre en la brujería. Esta envolvente y personal imaginería cristalizará luego como amenaza, como la imaginería oral. 22 Finalmente, con respecto a este tan rico tercer párrafo, debemos prestar atención a su estilo ensayístico; por un momento, podemos creer que no estamos leyendo una narrativa, sino un análisis y síntesis de varios relatos de los bosques de Massachusetts y su cultura. Lovecraft escribe de esta manera al comienzo de varios cuentos, más obviamente al principio de "El llamado de Cthulhu", y nos alienta a descubrir la doble naturaleza de tal predicamento, en tanto intenta, futílmente, de copar la compleja naturaleza de la historia que está por contar. Déjesenos retomar la serie de imágenes que estamos examinando, que aún parecen subrayar la imagen maternal que recién vimos. La "sugestiva y secreta puerta" de la casa revela un cuarto "rico en reliquias", un "paraíso de coleccionista", incluyendo el más grande tesoro, un libro que pertenece a un museo o biblioteca y que hace crecer el deslumbramiento del narrador, así como el aspecto ideal crece. En el libro, en el último párrafo del cuento, un "grabado mirando repulsivamente hacia arriba" al protagonista, el ser personal u otro ideal, y a la sombra, recuerda las ventanas mironas del principio. Así, nos movemos a través de una secuencia de tumbas, ventanas, horizonte puritano (con su atada imaginería visual, oral, kinética y maternal), puerta, libro y grabado (o ventana), los sucios vasos del viejo y la implicancia de los ojos mirones del protagonista y el antagonista, una secuencia que promete más y más significación. La imagen climática, sin embargo, es el rayo en la lluvia y el "pequeño salpicado rojo", que da una vivacidad pintoresca, una realidad, al grabado; en el cielorraso, la gota da paso a "una gran mancha de humedad rojiza que parecía expandirse", la única imagen que representa el segundo fogonazo que el narrador no ve porque "tenía los ojos cerrados" - o porque este fogonazo y la revelación que muestra está más allá de la comprensión humana y destruye "la casa de secretos indecibles… trayendo el olvido que sólo ha salvado mi mente". A través de esta serie de imágenes el narrador deviene idéntico con el estupor de aquellas ventanas "que rechazan la locura al obnubilar la memoria de cosas inenarrables, y, por implicación, con el viejo, cuya comunidad representan dichas ventanas. Las últimas palabras del viejo "más de lo mismo", toman un sentido solipsístico a más de un nivel, sin ser menos el que tanto él, como el narrador y el lector, son más de lo mismo que necesita para vivir por incorporación. Estas consideraciones, por supuesto, hacen surgir el tema del final del cuento, que puede sacudir a los lectores como "enteramente gratuito" (Schweitzer, 12), por su falacia al manejar el argumento en su desarrollo. Pero no puede haber duda sobre la necesidad imaginaria del último párrafo del cuento dada la manera en que cumple con los distintos pasajes que conducen a él: ventanas y ojos, luz y sangre, habla y olvido, joven y viejo, todo converge allí. Paralelamente a esta serie de imágenes ideales, varias oposiciones ocurren que implican el proceso por el cual el mundo ideal y el mundo de la sombra se convierte en el doble mundo a través de la serie de cajas chinas. Lovecraft implícitamente contrasta la fertilidad del paisaje con sus "lujurias sin ley de verde y cubiertas guardianas de sombra", su "lluvia de crispante copiosidad", a los "olmos sin hojas", a la "rocosa colina" y a la sucia, polvorienta y desnuda casa, con su "herrumbroso picaporte", por un lado, y la anormal energía en el cuarto superior, por otro. Difíciles de ser diferenciados, en este sentido, los puritanos "ciertamente florecieron libres de las restricciones de sus vecinos pero, en patético servilismo, se entregaron de lleno al culto de los siniestros fantasmas de sus propias mentes". Este doble paisaje es, claramente, más que ideal o sombrío, y modula sus simples particularidades. La casa misma está dividida. El joven elige entre puertas cerradas "que conducen a habitaciones a derecha e izquierda. Aunque, por supuesto, tiene sentido que elija la siniestra puerta a la izquierda, en donde el fatídico Regnum Congo yace sobre la mesa, no puedo sino sentir una irracional ansiedad causada por la trama que hemos "notado que el mismo libro yace sobre la misma mesa en el mismo cuarto a la derecha; su imagen de espejo, "más de lo mismo". Dentro de este modo del doble, el narrador siente la inquietante complicidad con el viejo, un "deseo de dar vuelta a la página" y una vergonzosa sensación "en mi susceptibilidad por lo más insignificante", es decir, la espantosa pintura, que se siente compelido a minimizar porque le mueve a ello, y se pregunta "si 23 mi huésped podría ayudarme en mi labor", tan rico en el pasado se ha vuelto el viejo al alimentarse con ello. Ambos el narrador y el viejo parecen compelidos; el "antojo" del viejo, su esclavitud y traspaso que su "nueva vida", aunque exitosa, meramente racionaliza, se corresponde con los deseos del narrador. En este punto el narrador no es más accidental a su historia, sino parte integrante de ella. Es inimaginable que el viejo hable tan confidentemente a una persona que no mostrara un signo de estar interesado en las mismas cosas curiosas que él; el narrador debe estar auto-revelado para que el viejo sea auto-revelador. De otro modo, una simple rotura sobre la cabeza terminaría con el joven y la posibilidad de relatar su historia, que ahora es su historia como siempre fue, así como es la nuestra, leyéndola como lo hacemos. Es a través de nuestra existencia y naturaleza porque deseamos volver las páginas, y porque nos ruboriza algo tan ligero como estas pinturas, y nuestra debilidad al leer tan controvertido cuento como este, que el libro y el relato cobran su existencia. Las palabras de Bacon resultan muy a propósito: "Algunos libros son para ser deleitados, otros para ser devorados, y pocos para ser masticados y digeridos" ("Of Studies", 130). El Regnum Congo y los sabores de la manzana de Eva. Como ha demostrado S. T. Joshi, el volumen de masa antigua eleva interesantes preguntas de autenticidad e imitación, dado el hecho de que Lovecraft sólo conocía sobre ella por la fuente secundaria de la colección de Thomas Henry Huxley, Man's Place in Nature and Other Anthropological Essays (13), un trabajo cuya insistencia sobre la continuidad entre el mono y el hombre vuelve dudosa la pregunta acerca de cualquier falta de continuidad entre caucásicos y africanos, aunque tanto Lovecraft como Huxley desecharían tal conexión. Pero toda evidencia es difícil de entrever. El ensayo de Huxley sobre los monos humanizados que abre y cierra sobre el material Pigafetta concluye también con las descripciones de gorilas de Paul Belloni Du Chaillu, en donde es poco claro si las bestias hacen el sonido Kooloo o "de acuerdo a este eminente y atento observador, el Dr. Savage,… un sonido como Whoo-whoo" (71). Huxley decide que "en tanto y en cuanto su narrativa (la de Du Chaillu) permanezca en su presente estado de falta de explicación y, aparentemente, inexplicable confusión, no tiene reclamo de autoridad original alguna" (72), una opinión que debemos mantener en mente cuando consideramos cómo pronunciar el nombre de esta entidad anómala llamada Cthulhu. "Tulu" es la aproximación en el cuento de Lovecraft como escritor fantasma del cuento The Mound. En 1934 escribió que "Klul'hloo" sería tan correcto como la lengua humana lo permite expresar (SL V.11). Ahora creo que nuestra pronunciación debe tener un acento francés. Pero darse cuenta de la posibilidad de que la narrativa "no tiene reclamo de autoridad original" es también darse cuenta de una mayor significación de las pinturas que el narrador y el viejo examinan con tanto cuidado: su significación iconográfica. Los caníbales representados en el volumen de Pigafetta son los dioses de la historia, a quienes estamos tentados a adscribir tales significados como Lovecraft desarrolla en su ficción última. Estos dioses están explicados por el libro, el mediador ideal, que contiene importantes dibujos de "medio monos y medio hombres", "una suerte de dragón con la cabeza de un cocodrilo" y "negros de piel blanca y rasgos caucásicos", un detalle lo suficientemente importante como para que el narrador lo repita: "La cosa especialmente bizarra era que el artista 'hizo que sus africanos lucieran como hombres blancos'". Esta descripción es puramente de Lovecraft, no de Huxley, en cuyo relato la única base en todo el ensayo es el informe de que la cara del mandril "está cubierta con piel blanca" y la réplica de un africano a su atormentador blanco: "No, ésta no es mi esposa, ésta es una mujer blanca, una esposa apropiada para usted" (17). Es poco claro si el no expresado y ambivalente horror de este detalle consiste en la posibilidad de que el caníbal africano pase por ser blanco, que el blanco pueda ser imitado fácilmente de que la diferencia esté en verdad en un mundo ideal no existente, o que el blanco pueda no retrotraer al canibalismo, como el viejo lo hace. Estas pinturas existen en el doble modo en donde los opuestos están ligados a intercambiar cualidades, a combinarse, a confundirse y a fusionarse, para demostrar la dificultad de líneas en que son delineados el modo ideal y el de la sombra. Pero debemos admitir, junto con el narrador y el viejo, aquello latente en las varias ambivalencias de este pasaje, que hace que lo masculino se pase a lo femenino, lo nativo a lo colonial, lo animal a lo humano, lo negro al blanco; tal ambivalencia se vuelve el dominio de Nyarlathotep en la ficción tardía. Estos dioses están embebidos en un panteón en este relato para el cual podemos escribir una genealogía. Por un lado, el abuelo Phillips engendra a Howard Phillips Lovecraft, quien engendra al viejo y al narrador, quien da nacimiento, en su narrativa, al viejo (es difícil no pensar en la parodia de Buck Mulligan de la teoría de Dédalo en Hamlet: "Él probó por el álgebra que el nieto de Hamlet es el nieto de Shakespeare y que él mismo es el fantasma de su padre"; Joyce, 1.555-71). Lovecraft también concibe a Cthulhu y Nyarlathotep, a quienes encontramos presente por analogía en este cuento; Lovecraft se encuentra en un trabajo de parto aquí. Pero también debemos considerar a Huxley como uno de los concebidos por Lovecraft; y, en cuanto a esta historia, Huxley, por una parte, debe su nacimiento a Pigafetta, él debe el suyo a Eduardo López, quien debe el de él a los Anziques - por el otro lado, Huxley debe su nacimiento a Du Chaillu, quien debe el suyo al Mono (ya sea Kooloo o Wooloo, lo que es difícil de decir). En adición al nacimiento de Huxley, Pigafetta da nacimiento a la imaginación del viejo por intermedio de los diarios del Capitán Ebenezer Holt y los hermanos De Bry con sus ilustraciones, aunque debemos recordar que el "escrito sobre masacre" tiene una parte en darle nacimiento a él; y pasando al viejo, los hermanos De Bry tienen un efecto inmediato sobre el narrador. Finalmente, debemos admitir que el viejo engendra a Parson Clark y al maestro que se parece al joven; el gul da una vida narrativa a la gente que devora. El autor mismo, en relación a todos estos ancestros, es un limpia-casas de divinidad. Ya hemos visto que para dar vuelta la página a tales relatos uno tiene que tener un cierto gusto por ello, "ser - como dijo el narrador en su prólogo - un epicúreo". Sólo ese enérgico envolvimiento hace que el relato viva. 24 Un problema con esta genealogía es que es una mera filiación: las madres, esposas e hijas aparentemente son excluidas como personajes humanos en el drama. Pero no están ausentes. En el ensayo de Huxley ellas aparecen como el mandril - "apropiada esposa para usted". En el cuento de Lovecraft aparecen como los bosques, casas, cuartos, bibliotecas, libros, barcos e incluso las lenguas, los variados lenguajes-madre de italiano, francés (en Du Chaillu), Kooloo y el dialecto pre-revolucionaro del viejo; también aparecen como la pileta de Parson Clark, la lluvia y la meditación de que "el tono de voz del viejo se puso bajo" inmediatamente antes de la revelación final. Creo que podemos caracterizar a los dioses en el relato algo más. El intento del viejo de volverse como el caníbal ciertamente sugiere sus identificaciones. Y la complicidad de la reacción del joven, su deseo y vergüenza, apunta a la posibilidad de que cualquiera que maneje tales asuntos puede sufrir una regresión. ¿Qué hay entonces para el autor de segunda mano, ya que el libro es "per Philippum Pigafettam, olim ex Edoardo Lopez acroamatis lingua Italica excerpta, num Latio sermone donata" (Huxley 2). ¿Fue por el trivial accidente del nombre, Phillips, el abuelo de Lovecraft, a quien ya reconocimos involucrado con el viejo? ¿Y fue el abuelo Phillips quien devoró la autonomía del joven niño cuando murió? ¿Qué entendemos por canibalismo en este cuento? La costumbre de los Anziques es destacable por mantener una carnicería. ¿Son los caníbales gules o miserables yanquis? ¿Qué está pasando en el segundo piso de la casa del viejo? ¿Es esto un desastre, o mejor, un sistema ordenado de exsanguinación? La reticencia de Lovecraft nos invita a imaginar varias narrativas para los dioses de nivel superior. Es el poder de estos dioses para fusionar al narrador y al viejo, el timorato genealogista y el gul caníbal en una serie de imágenes de expansión. El narrador ha descubierto un significante preservando el paisaje, no todavía brujeril, pero ciertamente así por implicación, antes siquiera de haber llegado a Arkham, mientras va en bicicleta hacia Arkham, por un atajo, en esta casa fuera de camino, con un arrastrar de pies en el piso de arriba y su despliegue de libros en el piso inferior. Lovecraft, podríamos decir, también ha llegado a su Arkham real al no llegar al hambre. Arkham, que el joven ha aprendido a temer, yace detrás de su búsqueda genealógica. Pero el joven no estaba equivocado, porque ha llegado a muchos más de los que tenía derecho a esperar; hasta ahora, este relato anticipa los cuentos de Lovecraft en los cuales el protagonista confronta a sus poderosos y devoradores ancestros. Pero decir tanto es decir mucho más que de lo que el blanco de luz permite, mucho más de lo que "más de lo mismo" permite. Pero no podemos tener refugio en la iluminación sin examinar las cenizas. El joven abre sus ojos "en una humareda solitaria de ruinas ennegrecidas", todo lo que queda del "viejo y arruinado edificio" al que ha entrado. La luz arrojada por Júpiter, "el titánico relámpago de relámpagos", tan frecuentemente asociado en la tradición con la Justicia y la retribución, porta más de una relación en este cuento con la imagen de los ojos ardientes del viejo. Júpiter se encuentra en conflicto con Saturno, su padre, como quizá debía estarlo, siendo que es el único de sus descendientes que escapa al hambre de su padre y asume el trono del viejo Titán. Cuando Lovecraft se refiere a la pintura de Goya en El Modelo de Pickman, el contexto hace probable que el trabajo sea Saturno devorando a uno de sus hijos (DH 14), Los ardientes ojos del viejo devoran su casa y a sí mismo - en su soledad se ha vuelto un caníbal de "su propio corazón" (Bacon, Of Friendship, 72). Pero el narrador sobrevive para dar nacimiento y devorar al lector. **** TRABAJOS CITADOS Bacon Francis, The Complete Essays. Introducción de Henry LeRoy Finch. Nueva York: Washington Square Press, 1963. Burleson Donald R., Lovecraft: Disturbing the Universe. Lexington: University Press of Kentucky, 1990. Cannon Peter, H. P. Lovecraft. Boston: Twayne, 1989. Dziemanowicz Stefan, "Outsiders and Alliens: The Uses of Isolation in Lovecraft". Schultz and Joshi 159-87. Huxley Thomas Henry, Man's Place in Nature and Other Anthropological Essays. Nueva York: Appleton, 1996. Joshi S. T., "Lovecraft and the Regnum Congo", en Crypt of Cthulhu 28 (Yuletide 1984), 13-7. Joyce James, Ulysses. Ed. Walter Gabler. Nueva York: Random House, 1986. Poe Edgar Allan, Collected Works. 3 vols. Ed. Thomas Ollive Mabbott. Cambridge, MA.: Harvard University Press, 1969-78. Schultz David E. y S. T. Joshi, ed. An Epicure in the Terrible: A Centennial Anthology of Essays in Honour of H. P. Lovecraft. Rutherford, NJ: Fairleigh Dickinson University Press, 1991. Schweitzer Darrel, "Abnormal Longevity in 'The Picture in the House'", en Crypt of Cthulhu 28 (Yuletide 1984), 10-2. Scott Sir Walter, Letters on Demonology and Witchcraft. 2ª ed. Introducción de Henry Morley. Londres: Routledge, 1895. Waugh Robert H., "Landscapes, Selves and Others in Lovecraft". Schultz-Joshi, 220-43. 25 (*) Traducción (c) 2007, Jorge R. Ogdon (a) Dogon. Agradezco la asistencia del Dr. Henry Armitage con algunas palabras inglesas y su traducción al español. Especial para Nueva Logia del Tentáculo (Valencia, España). "EL GRABADO EN LA CASA": por Joseph Curwen El grabado en la casa José María Prósper 26 INFLUENCIAS Y ADAPTACIONES EN EL CELULOIDE LOVECRAFTIANO. […los cuartos y piernas que colgaban de las paredes del establecimiento constituían un horrible espectáculo…] Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) escribe el relato breve titulado "The Picture in the House" ("El grabado en la casa") en diciembre del año 1919, a la edad de 29 años. Esta obra fue publicada en julio de 1920 en The National Amateur, volumen 41, nº 6, páginas 246-49. The National Amateur era la revista oficial de la UAPA (United Amateur Press Association), asociación de escritores amateurs de todo el país donde estos escribían y publicaban sus propios trabajos. La primera edición en castellano de "El grabado en la casa" tuvo lugar en el año 1973 (con el título "La casa de la imágenes") en una recopilación titulada "El color surgido del espacio" perteneciente a la colección Erus de la editorial Veron. La traducción del original fue realizada por Antonio Ribera Jordá (1920-2001), escritor, traductor e importante investigador considerado como uno de los padres de la ufología española. En la mencionada recopila- ción aparecían los siguientes relatos: "El color surgido del espacio", "La llamada de Cthulhu", "El terrible viejo", "Aire frío", "El que susurraba en las tinieblas", "La casa de las imágenes" y "La sombra surgida del tiempo". "El grabado de la casa" es una obra corta de gran intensidad narrativa en la que el argumento gira entorno a un antiguo libro africano, el "Regnum Congo", escrito en latín y estampado con una serie de macabras y repulsivas láminas. Libro conseguido por el capitán Ebenezer Holt en uno de sus viajes alrededor del mundo pero, actualmente, perteneciente a un extraño y misterioso anciano que reside en una solitaria y abandonada casa ubicada en un apartado camino que llega hasta Arkham. Este excelente trabajo narrativo no pertenece a ese grupo de relatos más conocidos y reconocidos del escritor americano; esta falta de conocimiento se refleja incluso en la cinematografía del género siempre tan ocupa- da en adaptar y referenciar únicamente una pequeña parte (la mayoría de las ocasiones insistiendo reiteradamente en las mismas obras) de la extensa bibliografía del autor. Centrándonos en cuestiones cinematográficas, existe en la filmografía del género una importante y reconocida producción americana del año 1974 titulada La matanza de Texas [The Texas Chainsaw Massacre], dirigida por Tobe Hooper, uno de los grandes nombres del género; director, guionista, productor, actor e incluso compositor y eventual fotógrafo que ya forma parte de esos indispensables personajes del cine más terrorífico del panorama del denominado Séptimo Arte. Quizás sea este título el más notorio y representativo de su filmografía y, quizás también, sea esta producción la que le encumbró como director imprescindible en la temática cinematográfica que nos ocupa. Esta película de bajo presupuesto está coguionizada por el propio Tobe Hooper junto a Kim Henkel, también productor, director, actor, guionista… de este tipo de producciones del género. Ambos guionistas se inspiran para ambientar el argumento de este producción en el referenciado relato "El grabado de la casa" del escritor de Providence. De esta manera logran recrear excepcionalmente ese terror rural y ese ambiente absolutamente demencial, insano, asfixiante y degenerado que Lovecraft describe en el texto: [Sólo las silenciosas, somnolientas y conspicuas casas de apartadas y frondosas comarcas pueden revelar lo que desde tiempos remotos permanece oculto…]. La verdadera intensidad del título de Hooper, más que en las imágenes de terror, se centra en su propia ambientación absolutamente tensa, densa e insana, así como en aquellos aspectos que H.P. Lovecraft llamaba "el más anti27 guo y más fuerte tipo de miedo: miedo a lo desconocido". La película retrata a una familia formada por una serie de miembros psicópatas, caníbales, fetichistas, sádicos e incluso necrófilos que muestran un comportamiento completamente pervertido: [En tales casas han habitado generaciones de las más extrañas gentes que hayan podido poblar la tierra]. Continuando con el tema de la cinematografía es muy importante mencionar la gran importancia que el cortometraje independiente, bien de adaptación bien de clara inspiración o referencia lovecraftiana, tiene en la filmografía del autor americano; este tipo de producciones está continuamente presente entre los títulos del género. Con referencia al relato que nos ocupa, existe un corto de quince minutos de duración del año 2003 que tiene el mismo título que la obra en cuestión [The Picture in the House] dirigido por Gant Haverstick. En esta ocasión el argumento nos cuenta la historia de un ladrón que es herido al escapar de una galería de arte, la Galería Pickman, e intenta ocultarse entre las profundidades del bosque hasta que en su huida llega a una aislada casa en la que habita un veterano del Vietnam. Esta adaptación cinematográfica hace mucho hincapié en el diseño del libro que aparece descrito en la obra de Lovecraft, el "Regnum Congo" del escritor y explorador italiano Filippo Pigafetta (1491-1525), obra ilustrada con impresionantes láminas de los grabadores y cartógrafos alemanes, además de hermanos, Johann Theodor de Bry (15611623) y Johann Israel de Bry (1570-1611). Este volumen de Pigafetta sobre la región africana del Congo es completamente real, aunque algunos de los detalles que describe Lovecraft son un tanto imprecisos. "Relatione del reame di Congo" (nombre original de este ejemplar) fue publicado por primera vez en 1561 en italiano; posteriormente se traduciría al inglés (1597), al alemán (1597) y finalmente al latín (1591) con el nombre de "Regnum Congo", que es el utilizado por el escritor de Providence en su relato "El grabado en la casa". Lovecraft nunca vio las láminas de los hermanos De Bry, ni tan siquiera el libro, sino que toda la información sobre éste la obtuvo del ensayo del biólogo inglés Thomas Henry Huxley (18251895) titulado "On the Natural History of Man-Like Apes" publicado en 1863. Este libro es el verdadero y más importante protagonista de la historia que Lovecraft nos cuenta en su narración: [El primer objeto que atrajo mi curiosidad fue un libro de tamaño medio que había sobre la mesa…], [Estaba encuadernado en cuero con guarniciones de metal, y se encontraba en excelente estado de conservación]. Sobre esta cuestión, y teniendo en cuenta que el cortometraje dura únicamente quince minutos, destacaría el importante y destacado trabajo de diseño del libro que aparece en el filme por parte de Jaime Follis, diseñador de la producción; éste realizó una magnífico trabajo de investigación y diseño con la finalidad de ofrecer al espectador un buen espectáculo lovecraftiano. Follis realmente creó una espe- 28 cie de duplicado del original escrito por Pigafetta. Se dirigió al archivo de colecciones de la Universidad de Indiana (EE. UU.) donde se encuentra el libro original; una vez lo tuvo delante y con máximo detalle lo analizó, estudió, midió y fotografío. Solicitó un permiso a la propia Universidad para poder escanear algunas páginas del texto, de manera que el libro que aparece en la película dirigida por Gant Haverstick ofrece realmente copias digitales del original. Una vez finalizadas estas arduas labores, se encargó una cubierta grande, un cierre metálico y se sometió a un proceso de envejecimiento, dando como resultado una imagen del "Regnum Congo" verdaderamente excepcional. […el volumen se abría siempre por la Lámina XII, que representaba una carnicería en las caníbales Anziques]. Únicamente afirmar a modo de conclusión que con seguridad, y teniendo en cuenta la cinematografía más vanguardista, cada día un mayor número de los trabajos de Pfigafetta; el autor de Regnum Congo. De Bry; su ilustrador, la terrible lámina XII y Huxley; la fuente de Lovecraft. H.P. Lovecraft se verá proyectado en la gran pantalla. Progresivamente el cine va descubriendo a un Lovecraft con más y más posibilidades; quizás gracias a estos jóvenes realizadores y al denominado "cine independiente" que, no sujeto a los modos y maneras más comercial-convencionales, se permite y atreve a representar a un Lovecraft más puro, más auténtico, más profundo, más literario. Considero que, hoy por hoy, precisamente ahí radica la base más interesante del llamado "cine lovecraftiano", en esa indispensable cantera de atrevidos jóvenes realizadores que apuestan muy fuerte por grabar en celuloide, a modo del "Regnum Congo", las más impresionantes imágenes extraídas de los monstruos bibliográficos de H.P. Lovecraft. Nota: Ver anotaciones del S.T. Joshi y P. Cannon incluidas en el relato "El grabado en la casa" publicado en este mismo número. [No grité ni me moví un ápice de donde estaba, simplemente cerré los ojos]. Bibliografía consultada: - Lovecraft H.P.: "El grabado en la casa". En la Cripta (Traducción A. Martínez Benito). Ed. Alianza: Madrid (España), 1980. - Migliore A., Strysik J.: "The Lurker in the Lobby: A Guide to the Cinema of H.P. Lovecraft". Ed. Night Shade Books: Portland, Oregon (USA), 2006 - H.P. Lovecraft, Annotated by S.T. Joshi and Cannon P.: "More Annotated H.P. Lovecraft". Dell Publishing , New York USA), 1999 - Joshi S.T.: H.P. "Lovecraft: A Life". Necronomicon Press. West Warwick, RI 1996 - Weltbild-Kartenbild: Geographie und Kartographie in der früen Neuzeit. Ausstellung aus den Beständen der Niedersächsischen Staats-und Universitätsbibliothek. Göttingen 2002. -Otros: - 29 La Nueva Logia del Tentáculo (www.dreamers.com/logia) The Internet Movie Database (IMDB) Cthulhu Coffee (www.cthulhucoffee.com) Biblioteca de la Tercera Fundación (www.tercerafundacion.net) - Unfilmable.com: H.P. Lovecraft cinema (www.unfilmable.com) - The Top Ten Disturbing Images in the Chapin Library (www.williams.edu) por Henry Armitage El grabado en la casa Eulogio Gª Recalde LAS TRADUCCIONES DEL MONÓLOGO EN "EL GRABADO EN LA CASA" En el relato "The Picture in the House" , H.P. Lovecraft - como es habitual en sus obras narrativas - apenas utiliza el diálogo, quizás porque sentía que no tenía aptitudes para ello, como apuntan S.T. Joshi y Meter Cannon (1). En esta historia incluye un largo monólogo del anciano caníbal y tiene como interlocutor mudo, tal vez paralizado por el terror de sus truculentas palabras, al narrador y protagonista pasivo en las escasas acciones que compone el relato. Lovecraft caracteriza el habla de este personaje con el uso del arcaico dialecto de Nueva Inglaterra y pretende reflejar la forma de hablar que siempre procuró imitar y que procedía de sus lecturas de los autores del siglo XVIII. En la actualidad, los lectores británicos y norteamericanos apenas pueden seguir esta representación fonética dialectal, puesto que les parece básicamente ininteligible; por este motivo, los autores modernos procuran evitar o al menos reducir al mínimo su utilización. El gran reto de los traductores de Lovecraft se encuentra en la adaptación de estas caracterizaciones arcaicas tan idiomáticas y específicas; en definitiva, tal difíciles de trasvasar de una lengua a otra. *** 30 - Le ha pillado la lluvia, ¿eh? - empezó - . Me alegro de que le pillara cerca de casa y que decidiera refugiarse en ella. Supongo que me pilló dormido, ya que de no ser así le hubiera oído llegar... Ya no soy joven como era, y mis sentidos se van debilitando. ¿Viene de muy lejos? No había pasar a muchas personas por este camino desde que suprimieron la diligencia de Arkham [...] Me alegro mucho de verle, joven... El ver un rostro nuevo siempre es motivo de alegría para mí. Es usted de Boston, ¿no es cierto? Nunca he estado allí, pero conozco a un hombre de ciudad cuando lo veo. (2) Esta traducción no caracteriza de ninguna manera especial el habla del personaje. Lo único destacable es la repetición de la palabra coloquial "pillar" que se repite tres veces en la traducción y que no corresponde a ninguna repetición del texto original. La cacofónica reiteración se podría haber evitado utilizando los convenientes sinónimos, como por ejemplo: "Le ha sorprendido la lluvia" ... "Me alegro de que se encontrara cerca de casa..." "Supongo que me pilló dormido" *** - Sorprendiole la lluvia ¿no? - me dijo a modo de saludo -. Por fortuna hallábase cerca de la casa y orien- tose para llegar hasta aquí. Presúmome que estaba dormido, pues de lo contrario habríale oído... que ya no soy joven, y necesito dormir largas horas todos los días. ¿Viaja lejos? No transita mucha gente por este camino desde que suprimieron la diligencia de Arkham [...] Alégrame verle, caballero... apenas se ven caras nuevas por aquí y no tengo mucho con que solazarme estos días. Presumo que es de Boston, ¿no? Nunca he estado allí, pero puedo distinguir a un hombre de ciudad con sólo verle... (3) En este caso, el traductor intenta recoger alguna característica del español del siglo XVIII para caracterizar la manera arcaica de hablar del personaje. Se trata de la posposición del pronombre afijo. El efecto arcaizante se refuerza con algunos vocablos muy significativos como "solazarme", "presumo", "transita" y "diligencia", que es un vehículo que evoca épocas pretéritas. *** - ¿Lo sorprendió la lluvia? - inició la conversación -. Afortunadamente se hallaba cerca de la casa. Supongo que debí haber estado dormido... de lo contrario, lo habría escuchado... No soy joven y necesito dormir muchas horas todos los días. ¿Va muy lejos? No es mucha la gente que pasa por este camino desde que suprimieron la diligencia de Arkham [...] Me alegra verlo, caballero. Son muy pocas las caras nuevas que suelen verse por aquí y no hay mucho con qué entretenerse. Supongo que es usted de Boston. Nunca estuve allí, pero soy capaz de distinguir a alguien de esa ciudad con sólo verle. (4) Esta traducción es totalmente neutra, sin añadir ningún matiz arcaizante que nos pudiera recordar el carácter extemporáneo del personaje. 31 *** - Alcanzao po la lluvia, ¿eh? - dijo a modo de saludo - suerte qu'estaba a la vera de la casa y se l'ocurrió allegarse. Creo que dormía, o l'habría escuchao... yo no soy mozo y necesito mis buenas cabezás estos días. ¿Y s'encamina pa lejos? No se ve a mucho por esta vereda desde que nos privaron del coche d'Arkham [...] Merced que m'hace, señorito... se ven pocas caras nuevas po aquí, y no hay demasiao pa entretenerse estos días. Me da qu'es usté bostoniano, ¿eh? Nunca estuve acullá, pero sé decí quién es de ciudá na más echarle l'ojo encima. (5) Sin lugar a dudas es la versión más arriesgada, la más extrema y la que pretende adaptar todas y cada una de las palabras dialectales del texto original. Los recursos quizás no sean muy acertados, pues en ocasiones el personaje parece adoptar formas dialectales del español meridional y algunos rasgos que tienden a ser coloquiales e incluso del habla vulgar. Tal vez se podría considerar un logro parcial la expresión "Merced que..." que se acerca más a los cánones clásicos, más de los Siglos de Oro que del XVIII. *** - Le ha cogido la lluvia, ¿eh? - dijo a modo de saludo -. Me alegro que estuviera cerca de la casa y que haya tenido la sensatez de venir. Yo estaba dormido; si no, le habría oído... No soy tan joven como antes, y necesito descabezar más de un sueño al día. ¿Va muy lejos? Hace mucho que no veo gente por este camino, desde que quitaron la diligencia de Arkham. [...] Me alegro de verle, señor; escasean las caras nuevas por aquí, y estos días no he tenido mucho de qué alegrarme. Imagino que viene de Boston, ¿no? Yo nunca he estado allí, pero enseguida calo al que es de ciudad cuando lo tengo delante. (6) 32 La traducción de Francisco Torres Oliver es sencillamente correcta, sin demasiadas complicaciones. El lector puede seguir sin dificultades el monólogo del personaje, aunque se pierde los registros que H.P. Lovecraft pretendió al reproducir la forma de hablar de este peculiar personaje de "The Picture in the House". Lo que sí habría que destacar es la traducción tan precisa que hace del título del relato: "La lámina de la casa" Bibliografía Las conclusiones las debe sacar el propio lector y el lector riguroso debería manejar ediciones bilingües, que les servirán para comprender aún mejor las intenciones literarias del autor. (1) More Annotated H.P. Lovecraft, S.T. Joshi and Peter Cannon. Dell Trade Paperback. Dell Publishing. USA, 1999. (2) El grabado en la casa. Traducido por José Mª Aroca. Editorial Acervo. Barcelona, 1974 (3) El grabado en la casa. El Traducido por Aurelio Martínez Benito. En la Cripta. Alianza Editorial, 1980. (4) El grabado en la casa. Traducido por Jon Wakeman. Andrómeda. Buenos Aires, 1991 (5) El grabado en la casa. Traducido por José A. Álvaro Garrido. Editorial Edaf. Madrid, 1995 (6) La lámina de la casa. Traducido por Francisco Torres Oliver. Valdemar, 2005 Lámina XII, recreación. Ebenezer Holt. 33 El grabado en la casa 34 35 36 37 38 39 40 El grabado en la casa La Lámina XII (recreación) por Cyrus Llanfer. 41 iana lovecraft trónica c le e ta Revis de la EL OGIA D NUEVA L O L T ENTÁCU web: dreamers.com/logia foro: gritos.com/logia correo-e: nuevalogia_lovecraft@hotmail.com