DOLENTIUM HOMINUM N. 47 – año XVI – N. 2, 2001 REVISTA DEL PONTIFICIO CONSEJO PARA L A PASTORAL DE LA SALUD DIRECCION CORRESPONSALES S.E. MONS. JAVIER L OZANO B ARRAGÁN, Director S.E.MONS. JOSÉ L. R EDRADO, O.H., Redactor Jefe P. F ELICE R UFFINI, M.I., Secretario COMITE DE REDACCION B ENEDETTINI P. CIRO B OLIS DR A. LILIANA CUADRON S OR A URELIA D’ERCOLE P. GIOVANNI E L -HACHEM DR A. MAYA GRIECO P. GIANFRANCO HONINGS P. B ONIFACIO IRIGOYEN M ONS. JE S Ú S JOBLIN P. JOSEPH M AGNO P. V ITO NEROZZI- FRAJESE DR A. DINA PLACIDI ING. F RANCO S ANDRIN P. L UCIANO TADDEI M ONS. ITALO B AUTISTA P. M ATEO, Argentina CASSIDY M ONS. J. JAMES, U.S.A. DELGADO P. RUDE, España F ERRERO P. R AMON, Mozambique GOUDOTE P. B ENOIT, Costa de Marfil L EONE PROF. SA LVINO, Italia PALENCIA P. JORGE, México PEREIRA P. GEORGE, India V ERLINDE S R A. A N, Bélgica WALLEY PROF. R OBERT, Canadá TRADUCTORES CHALON DR A. COLETTE FARINA S R A. A NTONELLA F FORDE PROF. M ATTHEW GRASSER P. B ERNARD, M.I. QWISTGAARD S R . GUILLERMO Dirección, Redacción, Administración: PONTIFICIO CONSEJO PARA L A PASTORAL DE L A S ALUD CIUDAD DEL VATICANO; Tel. 06.698.83138, 06.698.84720, 06.698.84799; Fax: 06.698.83139 www.healthpastoral.org E-MAIL: opersanit@hlthwork.va Publicación cuatrimestral. Suscripción: 60.000 Liras (o el importe equivalente en moneda local), comprendidos los gastos de envío Impreso en la Editrice VELAR S.p.A., Gorle (BG) En la cubierta: vidriera de P. Costantino Ruggeri Spedizione in abbonamento postale - art. 2, comma 20/c, legge 662/96 - Roma Sumario MAGISTERIO DE LA IGLESIA 5 Discursos del Santo Padre IX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO SYDNEY, 11 FEBRERO 2001 12 Mensaje al presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud Juan Pablo II 13 Proclamar a los enfermos el mensaje de esperanza que entraña el Evangelio Juan Pablo II 2 TESTIMONIOS 14 Si aceptáis dócilmente la voluntad divina seréis para muchos palabra de esperanza Juan Pablo II 15 Unidos a Cristo los que sufren se convierten en ministros de la nueva evangelización S.E. Card. Edward Bede Clancy 60 El Siervo de Dios Manuel Lozano Garrido, paralítico y ciego, periodista y escritor Mons. Rafael Higueras Álamo 64 El hospital del Espíritu Santo de Roma como ejemplo del apostolado de la misericordia Prof. Marian Surdacki 73 Departamento de Pastoral Hospital Cardenal Tien, Taiwán 75 Archidiócesis de Filadelfia: protocolo para evaluar las relaciones de colaboración en el ámbito de la sanidad católica 77 El acercamiento paulino a la instrucción de enfermería: una respuesta a la invitación de la Iglesia en favor de una asistencia humanitaria Sor Rosamond Marie Abadesco 18 Celebración de la IX Jornada Mundial del Enfermo P. Krzysztof Nykiel ARGUMENTOS 24 Dolor físico y sufrimiento moral del Hombre-común y del Hombre-Cristo Prof. Pierluigi Zucchi P. Bonifacio Honings 34 Necesidades espirituales del niño enfermo y su atención pastoral S.E. Mons. José L. Redrado 45 Filosofía, construcción de una profesión Fr. Cecilio Eseverri Chaverri 52 Aspectos neurológicos de la muerte Dra. Purificación de Castro P. Miguel Angel Monge 55 La muerte: temores y esperanzas P. Arnaldo Pangrazzi Las ilustraciones de este número proceden del volumen: “Pittura e scultura nella Chiesa di San Domenico a San Miniato: studi e restauri” Editor responsable Antonia D’Aniello Pacini Editore - Ospedaletto (Pisa), 1998 Magisterio de la Iglesia Discursos del Santo Padre DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 Ciertamente, la vida vencerá DISCURSO DE JUAN PABLO II A LOS PARTICIPANTES EN LA VII ASAMBLEA GENERAL DE LA ACADEMIA PONTIFICIA PARA LA VIDA, RECIBIDOS EN LA MAÑANA DEL SÁBADO 3 DE MARZO, EN LA SALA CLEMENTINA 1. Me alegra siempre encontrarme con vosotros, ilustres miembros de la Academia pontificia para la vida. Hoy el motivo que me brinda la ocasión es vuestra asamblea general anual, por la que habéis acudido a Roma procedentes de diversos países. Os dirijo mi más cordial saludo a cada uno de vosotros, beneméritos amigos que formáis la familia de esta Academia, tan querida para mí. En particular, dirijo un saludo deferente a vuestro presidente, el profesor Juan de Dios Vial Correa, a quien agradezco las amables palabras con las que ha interpretado vuestros sentimientos. Extiendo mi saludo al vicepresidente, monseñor Elio Sgreccia, a los miembros del consejo de dirección, a los colaboradores y a los bienhechores. Regenerar el entramado de la cultura contemporánea 2. Habéis elegido como tema para la reflexión de vuestra asamblea un asunto de gran interés: La cultura de la vida: fundamentos y dimensiones. Ya en su misma formulación el tema manifiesta el propósito de prestar atención al aspecto positivo y constructivo de la defensa de la vida humana. Durante estos días os habéis preguntado de qué fundamentos es preciso partir para promover o reactivar una cultura de la vida y con qué contenidos hay que proponerla a una sociedad caracterizada – como recordé en la encíclica Evangelium vitae – por una cultura de la muerte cada vez más difundida y alarmante (cf. nn. 7 y 17). El mejor modo para superar y vencer la peligrosa cultura de la muerte consiste precisamente en dar sólidos fundamentos y luminosos contenidos a una cultura de la vida que se contraponga a ella con vigor. No basta, aunque sea necesario y debido, limitarse a exponer y denunciar los efectos letales de la cultura de la muerte. Es preciso, más bien, regenerar continuamente el entramado interior de la cultura contemporánea, entendida como mentalidad vivida, como convicciones y comportamientos, y como estructuras sociales que la sostienen. Esta reflexión resulta mucho más valiosa si se tiene en cuenta que sobre la cultura no sólo influye la conducta individual, sino también las opciones legislativas y políticas, las cua- les, a su vez, producen movimientos culturales que, por desgracia, a menudo obstaculizan la auténtica renovación de la sociedad. Por otra parte, una cultura orienta las estrategias de la investigación científica que, hoy más que nunca, es capaz de ofrecer medios potentes, desafortunadamente no siempre empleados para el verdadero bien del hombre. Más aún, a veces se tiene la impresión de que la investigación, en muchos campos, va contra el hombre. 5 Reafirmar el valor de la dignidad de la persona 3. Por tanto, oportunamente habéis querido precisar los fundamentos y las dimensiones de la cultura de la vida. Desde esta perspectiva, habéis puesto de relieve los grandes temas de la creación, mostrando que la vida humana debe percibirse como don de Dios. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, está llamado a ser su colaborador libre y, al mismo tiempo, responsable de la “gestión” de la creación. DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 6 Asimismo, habéis querido reafirmar el valor inalienable de la dignidad de la persona, que distingue a todo hombre, desde la concepción hasta la muerte natural; habéis examinado el tema de la corporeidad y su significado personalista; y habéis prestado atención a la familia como comunidad de amor y de vida. Habéis considerado la importancia de los medios de comunicación para una mayor difusión de la cultura de la vida, y la necesidad de comprometerse en el testimonio personal en su favor. Habéis recordado, además, que en este ámbito es preciso recorrer todos los caminos que favorezcan el diálogo, con la convicción de que la verdad plena sobre el hombre apoya la vida. En este cometido, al creyente lo sostiene el entusiasmo arraigado en la fe. La vida vencerá: esta es para nosotros una esperanza segura. Sí, la vida vencerá, puesto que la verdad, el bien, la alegría el verdadero progreso están de parte de la vida. Y de parte de la vida está también Dios, que ama la vida y la da con generosidad. Acoger la palabra y el ejemplo de Jesús 4. Como sucede siempre en la relación entre reflexión filosófica y meditación teológica, también en este caso constituyen una ayuda imprescindible la palabra y el ejemplo de Je- sús, que dio su vida para vencer nuestra muerte y asociar al hombre a su resurrección. Cristo es la “resurrección y la vida” (Jn 11, 25). Razonando desde esa perspectiva, escribí en la encíclica Evangelium vitae: “El evangelio de la vida no es una mera reflexión, aunque original y profunda, sobre la vida humana; ni solo un mandamiento destinado a sensibilizar la conciencia y a causar cambios significativos en la sociedad; menos aún una promesa ilusoria de un futuro mejor. El evangelio de la vida es una realidad concreta y personal, porque consiste en el anuncio de la persona misma de Jesús, el cual se presenta al apóstol Tomás, y en él a todo hombre, con estas palabras: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6)” (n. 29). Se trata de una verdad fundamental que la comunidad de creyentes, hoy más que nunca, está llamada a defender y propagar. El mensaje cristiano sobre la vida está “escrito de algún modo en el corazón mismo de cada hombre y mujer, resuena en cada conciencia desde el principio, o sea, desde la misma creación, de modo que, a pesar de los condicionamientos negativos del pecado, también puede ser conocido por la razón humana en sus aspectos esenciales” (ib.). El concepto de creación no es sólo un anuncio espléndido de la Revelación, sino también una especie de presentimiento profundo del espíritu humano. De igual modo, la dignidad de la persona no es sólo una noción deducible de la afirmación bíblica según la cual el hombre es creado “a imagen y semejanza” del Creador; es un concepto basado en su ser espiritual, gracias al cual se manifiesta como ser trascendente con respecto al mundo que lo rodea. La reivindicación de la dignidad del cuerpo como “sujeto”, y no simplemente como “objeto” material, constituye la consecuencia lógica de la concepción bíblica de la persona. Se trata de una concepción unitaria del ser humano, que han enseñado muchas corrientes de pensamiento, desde la filosofía medieval hasta nuestro tiempo. Fomentar el diálogo entre la fe y la razón 5. El compromiso en favor del diálogo entre la fe y la razón no puede por menos de fortalecer la cultura de la vida, conjugando dignidad y sacralidad, libertad y responsabilidad de toda persona, como componentes imprescindibles de su misma existencia. Junto con la defensa de la vida personal, se garantizará también la tutela del ambiente, ambos creados y ordenados por Dios, como lo demuestra la misma estructura natural del universo visible. Las grandes cuestiones relativas al derecho a la vida de todo ser humano desde la concepción hasta la muerte, el empeño en la promoción de la familia según el designio originario de Dios y la necesidad urgente, que ya sienten todos de tutelar el ambiente en el que vivimos representan para la ética y el derecho un terreno de interés comun. Sobre todo en este campo, que concierne a los derechos fundamentales de la convivencia humana, vale cuanto escribí en la encíclica Fides et ratio: “La Iglesia está profundamente convencida de que fe y razón se ayudan mutuamente, ejerciendo recíprocamente una función tanto de examen crítico y purificador, como de estímulo para progresar en la búsqueda y en la profundización” (n. 100). El radicalismo de los desafíos que plantea hoy a la humanidad, por una parte, el progreso de la ciencia y de la tecnología y, por otra, los procesos de laicización de la sociedad, exige un esfuerzo intenso de profundización de la reflexión sobre el hombre y sobre su ser en el mundo y en la historia. Es necesario dar prueba de una gran capacidad de diálogo, de escucha y de propuesta, con vistas a la formación de las conciencias. Sólo así se podrá fomentar una cultura fundada en la esperanza y abierta al progreso integral de cada persona en los diversos países, de modo justo y solidario. Sin una cultura que mantenga firme el derecho a la vida y promueva los valores fundamentales de cada persona, no puede existir una sociedad sana ni la garantía de paz y justicia. La Iglesia agradece el servicio a la vida 6. Ruego a Dios que ilumine las conciencias y guíe a cuantos están comprometidos, en diferentes niveles, en la construcción de la sociedad del futuro. Ojalá que busquen siempre como objetivo primario la tutela y la defensa de la vida. A vosotros, ilustres miembros de la Academia pontificia para la vida, que gastáis vuestras energías al servicio de un ideal tan noble y exigente, os expreso mi más profunda estima y gratitud. El Señor os sostenga en el trabajo que estáis realizando y os ayude a cumplir la misión que se os ha confiado. La Virgen santísima os conforte con su protección materna. La Iglesia os agradece el alto servicio que prestáis a la vida. Yo, por mi parte, deseo acompañaros con mi constante aliento, confirmado con una bendición especial. Renovad vuestra fe para ser misioneros EL 2 DE ABRIL 2001 TREINTA MIL PERSONAS DEL MOVIMIENTO “FE Y LUZ”, QUE DEDICA ESPECIAL ATENCIÓN A LOS DISCAPACITADOS, SE REUNIERON EN LOURDES POR EL 30º ANIVERSARIO DE ESTE MOVIMIENTO. EL PAPA ENVIÓ AL MOVIMIENTO EL SIGUIENTE MENSAJE. A mis queridos hijos e hijas del movimiento “Fe y Luz” 1. En esta Semana santa del primer año del nuevo milenio, sintiéndome cercano a vosotros con el afecto y la oración, os saludo cordialmente a cuantos habéis peregrinado a la gruta de Massabielle con ocasión del trigésimo aniversario de la fundación de este movimiento. Que María misma os acoja y reavive en vosotros el deseo de “ir a beber a la fuente”, y os conduzca, como hizo con Bernadette, al encuentro de su Hijo. En Lourdes brilla con una fuerza singular el amor de Jesús y de María por los más débiles, invitándoos a la acción de gracias por las maravillas que Dios ha hecho en vosotros. Os animo a reavivar y reafirmar vuestra fe, para ser misioneros todos los días. DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 7 2. Vosotros, los discapacitados, sois el corazón de la gran familia del movimiento “Fe y Luz”. Vuestra vida es un don de Dios y os convierte en testigos de la vida verdadera, pues si la discapacidad os lleva a veces a luchas difíciles en vuestra existencia, vosotros, como dijo Claudel, vivís a menudo con “almas engrandecidas en cuerpos entorpecidos”. Queridos amigos, sois un tesoro para la Iglesia, que es también vuestra familia, y tenéis un puesto especial en el corazón de Jesús. 8 3. Desde hace treinta años, “Fe y Luz” no ha dejado de recordar con audacia, valentía y perseverancia la eminente dignidad de toda persona humana. Podemos dar gracias por la esperanza y la confianza que tantas personas y tantas familias han encontrado en el movimiento. Deseo agradecer cordialmente a las personas que atienden a los discapacitados el trabajo insustituible que realizan diariamente al servicio de los olvidados de nuestras sociedades y, sobre todo, la alegría que les ofrecen. Así dan testimonio de que la alegría de vivir es una fuente oculta, que tiene su origen en la confianza en Dios y en María, su Madre. Quisiera saludar de un modo particular a Jean Vanier y Marie-Helène Mathieu, que desde hace mucho tiempo trabajan sin reservas en favor de la vida y de la promoción de las personas discapacitadas. 4. Vuestra presencia en Lourdes, queridos hermanos y hermanas, es también una llamada dirigida a los cristianos y a los responsables de nuestra sociedad para que comprendan cada vez mejor que la discapacidad, aunque necesita ayuda, es ante todo una invitación a superar cualquier forma de egoísmo y a comprometerse en nuevas modalidades de fraternidad y de solidaridad. Como recordé en Roma durante su jubileo, la personas discapacitadas cuestionan “la concepciones de la vida vinculadas únicamente a la satisfacción, la apariencia, la prisa y la eficiencia” (Homilía, 3 de diciembre de 2000, n. 5: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de diciembre de 2000, p. 5). Estimulan a todos los miembros de la sociedad a apoyar moral y materialmente a los padres que tienen a su cargo hijos discapacitados. Ahora que se tiende cada vez más a suprimir antes de su nacimiento al ser humano que puede ser discapacitado, la acción de “Fe y Luz” es un signo profético en favor de la vida y de una atención prioritaria a los más débiles de la sociedad. 5. En vuestra gran diversidad, al provenir de setenta y cinco países, vivís una verdadera dimensión ecuménica. La presencia conjunta en Lourdes de cristianos de diversas confesiones – católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes – testimonia, partiendo de una convicción fundada en la fe común en Cristo resucitado, que cada persona es un don de Dios, dotada de dignidad y derechos inalienables, y que, a pesar de la discapacidad, puede vivir feliz. 6. Con gran afecto, invoco sobre vosotros, así como, sobre los que os acompañan y sobre los que no han podido ir, la fuerza del Señor resucitado, a fin de que otorgue a cada uno la fuerza y la alegría para continuar la misión de testimoniar el amor de Dios en el mundo. Siguiendo el ejemplo de Bernadette, acoged y haced fructificar cada vez más la buena nueva, que la humanidad tanto necesita. Encomendándoos a la ternura maternal de Nuestra Señora de Lourdes, os imparto de corazón la bendición apostólica. Es preciso realizar en Italia una promoción casa vez más activa de la pastoral de la salud LA COMISIÓN EPISCOPAL DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA PARA EL SERVICIO DE LA CARIDAD Y LA PASTORAL DE LA SALUD ORGANIZÓ EN FIUGGI, DEL 10 AL 12 DE MAYO, UN ENCUENTRO QUE TUVO POR TEMA: “LA IGLESIA ITALIANA EN EL MUNDO DE LA SALUD; IDENTIDAD Y NUEVOS CAMINOS”. EL 12 DE MAYO, JUAN PABLO II RECIBIÓ A LOS PARTICIPANTES DE ESTE CONGRESO, EN AUDIENCIA EN LA SALA PABLO VI. SU SANTIDAD LES DIRIGIÓ EL DISCURSO QUE PUBLICAMOS. 1. Me alegra mucho daros la bienvenida a todos vosotros que, durante estos días, estáis reflexionando sobre la presencia de la Iglesia en el mundo de la salud, de la enfermedad y del sufrimiento. Saludo, ante todo, al cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia episcopal italiana, y a monseñor Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo pontificio para la pastoral de la salud, a los que agradezco sus cordiales palabras. Saludo a los demás prelados presentes, especialmente a monseñor Alessandro Plotti, arzobispo de Pisa y vicepresidente de la Conferencia episcopal italiana, y a monseñor Benito Cocchi, obispo de Módena y presidente de la Comision episcopal de la Conferencia episcopal italiana para el servicio de la caridad y la pastoral de la salud. Extiendo asimismo mi saludo a todas las personas enfermas y a las que sufren, a sus familias y a cuantos las cuidan. Como escribí en el Mensaje de este año para la Jornada mundial del enfermo, deseo ir espiritualmente cada día a visitar a los que sufren, para “detenerme al lado de los enfermos hospitalizados, de sus familiares y del personal sanitario” (n. 3: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de septiembre de 2000, p. 3). Vuestro, congreso, tan significativo por muchos motivos, se inserta en el camino emprendido por la Iglesia italiana para realizar una promoción cada vez más activa de la pastoral de la salud. Os animo a proseguir por ese camino, para que se reconozca a la pastoral de la salud toda su fuerza de testimonio evangélico, con plena fidelidad al mandato de Cristo: “Id, proclamad el Reino de Dios y curad a los enfermos” (cf. Lc 9, 12; Mt 10, 7-9; Mc 3, 13-19). Un programa apostólico centrado en Cristo 2. Os habéis reunido para profundizar en el sentido y las modalidades con que conviene actualizar hoy este mandato de Cristo. Ciertamente, un atento discernimiento de las actuales realidades socioculturales proporciona indicaciones concretas sobre cómo debe ser la presencia de la Iglesia en el campo del cuidado de la salud, mejorando su calidad y descubriendo nuevos caminos de penetración apostólica. A este propósito, como escribí en la carta apostólica Novo millennio ineunte, es útil recordar que “no se trata de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo” (n. 29). En el Mensaje para la VIII Jornada mundial del enfermo, durante el gran jubileo del año 2000, ecribí: “Jésus no sólo curó a los enfermos, sino que también fue un incansable promotor de la salud a través de su presencia salvífica, su enseñanza y su acción. (...) En él la condición humana mostraba el rostro redimido, y las aspiraciones humanas más profundas encontraban su realización. Quiere comunicar esta plenitud armoniosa de vida a los hombres de hoy” (n. 10: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de agosto de 1999, p. 5). Sí, Jesús vino para que todos “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Y el ámbito de la salud y del sufrimiento es el que más necesita el anuncio, el testimonio y el servicio del evangelio de la vida. La Iglesia, imitando a Cristo, que asumió el rostro “sufriente” del hombre para hacerlo “glorioso”, está llamada a recorrer el camino del hombre, especialmente si sufre (cf. Redemptoris hominis, 7, 14 y 21; Salvifici doloris, 3). Su acción se dirige a la persona enferma para escucharla, cuidarla, aliviar sus penas y ayudarle a comprender el sentido y el valor salvífico del dolor. Nunca se insistirá suficientemente, y vosotros lo habéis hecho durante el congreso, en la necesidad de poner en el centro a la DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 9 persona, tanto del enfermo como de los profesionales de la salud. Es preciso promover una salud integral 10 3. La Iglesia aprecia cuanto hacen los demás en este campo, y ofrece a las instituciones públicas su aportación para responder a las exigencias de un cuidado integral de la persona. Al dar esa contribución, se siente impulsada y sostenida por una visión de la salud que no es simplemente ausencia de enfermedad, sino tensión hacia una armonía plena y un sano equilibrio a nivel psíquico, espiritual y social. Propone un modelo de salud que se inspira en la “salvación saludable” ofrecida por Cristo: un ofrecimiento de salud “global”, “integral”, que sana el enfermo en su totalidad. Así, la experiencia humana de la enfermedad es iluminada por la luz del misterio pascual. Jesús crucificado, al experimentar la lejanía del Padre, implora su ayuda, pero, con un acto de amor y confianza filial, se abandona en sus manos. En el Mesías crucificado en el Gólgota la Iglesia contempla a la humanidad que, con confianza, tiende sus brazos doloridos hacia Dios. Con compasión y solidaridad se acerca al que sufre, haciendo suyos los sentimientos de la misericordia divina. Este servicio al hombre probado por la enfermedad postula la estrecha colaboración entre los profesionales de la salud y los agentes pastorales, entre los asistentes espirituales y el voluntariado sanitario. ¡Cuán valiosa es, al respecto, la acción de las diversas asociaciones eclesiales de agentes sanitarios, no sólo de tipo profesional – médicos, enfermeros y farmacéuticos –, sino también de índole más marcadamente pastoral y espiritual! El servizio indispensable de los religiosos 4. A este propósito, merecen mención especial las instituciones religiosas que, fieles a su carisma, siguen desempeñando un papel importante en este sector. A la vez que agradezco a esas instituciones, tanto masculinas como femeninas, el testimonio que dan con generosidad y competencia, a pesar de las numerosas dificultades, les pido que conserven y hagan cada vez más reconocible su carisma en las situaciones actuales. Prestan un servicio público, y deseo vivamente que no les falte jamás el justo reconocimiento por parte de las autoridades civiles. Ese servicio exige, además, una fuerte y decidida inversión en el campo de la formación específica de los profesionales de la salud. Se trata de “obras de Iglesia”, patrimonio y diaconía del evangelio de la caridad para cuantos necesitan cuidados médicos. A esas obras nunca debe faltarles el apoyo de toda la comunidad eclesial. Amadísimos hermanos y hermanas, en este ámbito privilegiado la Iglesia está llamada a testimoniar la presencia del Señor resucitado. Quisiera repetir a todos los que trabajan en él cuanto escribí en la citada carta apostólica Novo millennio ineunte: “¡Caminemos con esperanza! Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano immenso en el cual hay que aventurarse contando con la ayuda de Cristo” (n. 58). Que al comienzo de este siglo sea más ágil el paso de quienes, como el buen samaritano, están llamados a inclinarse para curar al hombre herido y sufriente. María, que desde el cielo vela maternalmente sobre los que sufren la prueba del dolor, sea el apoyo constante de cuantos se dedican a aliviarlo. Con estos sentimientos, imparto de buen grado a todos una especial bendición apostólica. IX Jornada Mundial del Enfermo Sydney 11 febrero 2001 DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 Mensaje del Papa Juan Pablo II al Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud A mi venerado hermano Arzobispo Javier Lozano Barragán Presidente del Consejo pontificio para la pastoral de la salud 12 En la paz que viene de Dios, lo saludo a usted y a todos los que están congregados en la catedral de Santa María en Sydney para el sacrificio eucarístico, que es el verdadero corazón de la IX Jornada mundial del enfermo. Le pido que transmita al cardenal Edward Clancy y a la Iglesia que está en Sydney y en toda Australia la seguridad de mi cercanía en la oración, mientras estáis reunidos para reflexionar sobre cómo la nueva evangelización, necesaria al comienzo del tercer milenio cristiano, debe responder a las numerosas y complejas cuestiones que surgen en el campo de la asistencia sanitaria, siempre a la luz de la cruz de Cristo, en quien el sufrimiento humano encuentra «su supremo y más seguro punto de referencia» (Salvifici doloris, 31). Pocas áreas de la actividad humana están tan sometidas a los profundos cambios sociales y culturales que afectan a la época contemporánea como la asistencia sanitaria. Esta es una de las razones por las que en 1985 constituí el organismo que se ha transformado en el Consejo Pontificio para la pastoral de la salud, que usted diligentemente preside. A lo largo de los años, el Consejo pontificio ha prestado un inestimable servicio no sólo a las personas implicadas directamente en la asistencia sanitaria católica; sino también a la comunidad más amplia que afronta las numerosas cuestiones que han llegado a ser más apremiantes aún desde que se fundó el Consejo. Doy fervientemente gracias a Dios todopoderoso por este servicio. En el alba del nuevo milenio, es más urgente que nunca que el Evangelio de Jesucristo impregne todos los aspectos de la asistencia sanitaria; por eso me complace la elección del tema para esta Jornada mundial del enfermo: «La nueva evangelización y la dignidad del hombre que sufre». La evangelización debe ser nueva – nueva en sus métodos y nueva en su ardor –, porque muchas cosas han cambiado y están cambiando en la asistencia de los enfermos. No sólo la asistencia sanitaria afronta presiones económicas y complejidades legales sin precedentes; también existe al mismo tiempo una incertidumbre ética que tiende a oscurecer lo que siempre ha sido su fundamento moral evidente. Esta incertidumbre puede desembocar en una confusión fatal, manifestándose como una incapacidad de comprender que el fin esencial de la asistencia sanitaria consiste en promover y salvaguardar el bienestar de quienes la necesitan, que la investigación y la práctica de la medicina no deben separarse de los imperativos éticos, que los débiles y los que pueden parecer improductivos a los ojos de una sociedad consumista tienen una dignidad inviolable que siempre ha de respetarse, y que la asistencia sanitaria debería ser siempre accesible, como un derecho básico, a todas las personas, sin excepción alguna. Por lo que respecta a todo esto, desearía aplicar a la tarea del Consejo pontificio y a las discusiones de vuestra Conferencia lo que afirmé en mi reciente carta apostólica Novo millennio ineunte al concluir el Año jubilar: resulta cada vez más importante “explicar adecuadamente los motivos de la posición de la Iglesia, subrayando sobre todo que no se trata de imponer a los no creyentes una perspectiva de fe, sino de interpretar y defender los valores arraigados en la naturaleza misma del ser humano” (n. 51). La Jornada mundial del enfermo tiene una palabra vital que decir, y el Consejo pontificio tiene un papel indispensable que desempeñar en la misión de la Iglesia de proclamar al mundo el evangelio de vida y amor. Mientras estáis reunidos en este día dedicado a Nuestra Señora de Lourdes, en la catedral consagrada a María Auxilio de los cristianos, lo encomiendo a usted y al cardenal Clancy, al Consejo pontificio para la pastoral de la salud y a todos los que participan en la Jornada mundial del enfermo, a la intercesión amorosa de María santísima, la mujer a quien la Iglesia invoca como “Salud de los enfermos”. Como prenda de alegría y paz en su Hijo, el Redentor del mundo, le imparto de buen grado mi bendición apostólica. Vaticano, 18 de enero de 2001 JUAN PABLO II Proclamar a los enfermos el mensaje de esperanza que entraña el Evangelio EL DOMINGO 11 DE FEBRERO, JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO, JUAN PABLO II ANTES DE LA PLEGARIA DEL ANGELUS PRONUNCIÓ LA SIGUIENTE ALOCUCIÓN: Amadisimos hermanos y hermanas: 1. Hoy, memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, se celebra la Jornada mundial del enfermo. Este año el lugar designado para esta significativa celebración es Sydney (Australia), adonde ha ido monseñor Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo pontificio para la pastoral de la salud, con sus colaboradores. Además, todas las comunidades diocesanas centran hoy su atención en la personas enfermas y los agentes sanitarios. También en la basílica de San Pedro se realizará esta tarde la tradicional celebración eucarística, que presidirá el cardenal Camillo Ruini. Al final, bajaré yo mismo para encontrarme con los enfermos y los peregrinos presentes. En el Mensaje para esta Jornada, publicado el 22 de agosto del año pasado, reflexioné sobre el tema: La nueva evangelización y la dignidad del hombre que sufre. Los hospitales, los centros para enfermos o ancianos y todo hogar donde está presente el sufrimiento humano constituyen ámbitos privilegiados en los que debe proclamarse el mensaje del Evangelio, portador de esperanza. Por eso, es importante, al comienzo del tercer milenio, dar nuevo impulso al secular compromiso de la Iglesia en el mundo de la sanidad, auténtico laboratorio de la civilización del amor. los pequeños centros sanitarios, junto con numerosos laicos, trabajan en los países más pobres en medio de dificultades y conflictos, incluso arriesgando la vida para salvar la de sus hermanos. A todos animo a proseguir esta benemérita labor, que en muchas naciones está produciendo una vasta y providencial sensibilización de las conciencias. 3. Dirijamos ahora la mirada a la Virgen santísima. La catedral de Sydney, en la que tiene lugar la solemne celebración eucarística, presidida en mi nombre por el cardenal Edward Bede Clancy, arzobispo de esa ciudad, está dedicada a María santísima “Auxilium christianorum”, Auxilio de los cristianos. Desde hace nueve años, en diversas partes del mundo se renueva, con ocasión de la fiesta de la Virgen de Lourdes, esta cita con el sufrimiento y la esperanza. Encomendémosle a ella los enfermos del mundo entero y cuantos ponen a su servicio su competencia profesional y, a veces, su vida entera. 2. Al observar la actual situación mundial, no puedo olvidar que muchos hermanos y hermanas, demasiados, carecen aún de la asistencia sanitaria indispensable. Se trata de una grave injusticia, que exige con urgencia el esfuerzo de todos, especialmente de los que tienen mayores responsabilidades en el ámbito político y económico. En esta significativa circunstancia quisiera felicitar a todas las personas, instituciones religiosas y organizaciones no gubernamentales que se dedican con admirable solicitud al servicio de los enfermos y de los que sufren. En particular, pienso en la multitud de religiosos y religiosas que, en los hospitales y en DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 13 Si aceptáis dócilmente la voluntad divina seréis para muchos palabra de esperanza DISCURSO DEL SANTO PADRE CON OCASIÓN DE LA IX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO, EN LA BASÍLICA DE SAN PEDRO, DOMINGO 11 DE FEBRERO. EN LA BASÍLICA FUERON CONGREGANDO DESDE LAS PRIMERAS HORAS DE LA TARDE MILES DE PEREGRINOS, QUE SE PREPARARON PARA LA CELEBRACIÓN DE LA MISA. PRESIDIÓ LA EUCARISTIA, EN NOMBRE DEL PAPA, EL CARDENAL CAMILLO RUINI. Amadísimos hermanos y hermanas: 14 1. Como todos los años nos volvemos a encontrar hoy, 11 de febrero, para una cita ya tradicional en la basílica vaticana. El pensamiento va naturalmente a la gruta de Massabielle, donde tanta gente se congrega para orar durante el año ante la imagen de la Inmaculada Concepción. Y, precisamente en nombre de María, os saludo a todos vosotros, que os habéis reunido aquí para la celebración eucarística y para una sugestiva procesión con antorchas, que hace revivir el ambiente típico de Lourdes. Saludo asimismo a quienes han promovido y organizado concretamente esta manifestación mariana, siempre conmovedora. Saludo, en primer lugar, al cardenal vicario y a los obispos presentes; saludo a los responsables de la Obra romana de peregrinaciones y a todos los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que participan en el congreso teológico-pastoral nacional sobre el tema: “Iglesia local, peregrinación y traditio fidei”. En particular, os saludo a vosotros, queridos enfermos, así como a los responsables y a los voluntarios de la UNITALSI, asociación benemérita que os asiste, especialmente durante las peregrinaciones. Una gran lección de vida 2. Queridos enfermos y voluntarios, vuestra presencia cobra un significado singular, puesto que celebramos la Jornada mundial del enfermo, que ya ha llegado a su novena edición. Recuerdo aún la que vivimos el año pasado. Nos encontrábamos en el intenso clima espiritual del gran jubileo, y el testimonio de fe que dieron los que participaron en ella causó una gran impresión. La adhesión generosa de los enfermos a la voluntad del Señor constituye siempre una gran lección de vida. Como repetí en otra ocasión, la Iglesia cuenta mucho con el apoyo de los que se hallan probados por la enfermedad: su sacrificio, a veces incluso poco comprendido, unido a su in- tensa oración, resulta misteriosamente eficaz para la difusión del Evangelio y para el bien de todo el pueblo de Dios. Queridos hermanos y hermanas, quisiera repetiros mi más vivo agradecimiento por vuestra silenciosa misión en la Iglesia. Estad siempre profundamente persuadidos de que da una fuerza extraordinaria al camino de la entera comunidad eclesial. La luz del Evangelio ilumina el dolor humano 3. Esta tarde, en el marco sugestivo de este encuentro, queremos sentirnos en comunión con nuestros hermanos que se han dado cita en Sydney (Australia), con ocasión de la Jornada mundial del enfermo. El tema que he elegido este año para esta celebración es: “La nueva evangelización y la dignidad del hombre que sufre”. Es importante considerar y meditar este tema, porque el dolor físico y el espiritual marcan, más o menos profundamente, la vida de todos, y es necesario que la luz del Evangelio ilumine también este aspecto de la existencia humana. En la carta apostólica Novo millennio ineunte, que firmé el día de la clausura del jubileo, invité a todos los creyentes a contemplar el rostro de Jesús. En esa carta escribí: “la contemplación del rostro de Cristo nos lleva así a acercarnos al aspecto más paradójico de su misterio, como se ve en la hora extrema, la hora de la cruz” (n. 25). Sobre todo vosotros, amigos enfermos, comprendéis cuán paradójica es la cruz, porque se os ha concedido sentir el misterio del dolor en vuestra misma carne. Cuando, a causa de una enfermedad grave, fallan las fuerzas, se alejan los proyectos, largamente cultivados en el corazón. Al sufrimiento físico a menudo se añade el espiritual, debido a un sentimiento de soledad que atenaza a la persona. En la sociedad actual, cierta cultura considera a la persona enferma como un obstáculo molesto, y no reconoce la aportación valiosa que da, en el ámbito espiritual, a la comunidad. Es necesario y urgente redescubrir el valor de la cruz compartida con Cristo. Pensar en el Paraíso no es evasión 4. En Lourdes, el 18 de febrero de 1858, la Virgen dijo a Bernardita: “Yo no te prometo ser feliz en este mundo, sino en el otro”. Durante otra aparición la invitó a dirigir la mirada al cielo. Escuchemos esas exhortaciones de la Madre celestial como si nos las dirigiera también a nosotros: son una invitación a valorar correctamente las realidades terrenas, sabiendo que estamos destinados a una existencia eterna. Son una ayuda para sufrir con paciencia las contrariedades, los dolores y las enfermedades, con la perspectiva del Paraíso. A algunos les ha parecido a veces que pensar en el Paraíso es una forma de evadirse de la actividad diaria; al contrario, la luz de la fe ayuda a comprender mejor y, por tanto, a aceptar de modo más consciente la dura experiencia del sufrimiento. Santa Bernardita misma, probada duramente por el mal físico, exclamó un día: “Cruz de mi Salvador, cruz santa, cruz adorable, solo en ti pongo mi fuerza, mi esperanza y mi alegría. Tú eres el árbol de la vida, la escalera misteriosa que une la tierra al cielo y el altar sobre el cual quiero sacrificarme, muriendo por Jesús” (M. B. Soubirous, Carnet de notes intimes, p. 20). Dios nunca os abandona 5. Este es el mensaje de Lourdes, que tantos peregrinos, sanos y enfermos, han acogido y hecho suyo. Que las palabras de la Virgen os fortalezcan interiormente, hermanos y hermanas que sufrís, a quienes renuevo la expresión de mi solidaridad fraterna. Con vuestra enfermedad, si aceptáis dócilmente la voluntad divina, podéis ser para muchos palabra de esperanza e incluso de alegría, porque decís al hombre de este tiempo, a menudo inquieto e incapaz de dar un sentido al dolor, que Dios no nos ha abandonado. Al vivir con fe vuestra situación, testimoniáis que Dios está cerca. Proclamáis que esta cercanía tierna y amorosa del Señor hace que no exista ninguna fase de la vida que no valga la pena vivir. La enfermedad y la muerte no son realidades de las que hay que escapar o que hay que criticar como inútiles; ambas son, más bien, etapas de un camino. Me apremia, de igual manera, animar a cuantos se dedican con celo al cuidado de los enfermos, para que prosigan su valiosa misión de amor y experimenten en ella la consolación interior que el Señor dispensa a quien se convierte en buen samaritano del prójimo que sufre. Con estos sentimientos, os abrazo a todos en el Señor y os bendigo de corazón. Unidos a Cristo los que sufren se convierten en ministros de la nueva evangelización HOMILÍA DEL CARDENAL EDWARD BEDE CLANCY, ENVIADO ESPECIAL DEL SANTO PADRE, AL CONCLUIRSE LAS CELEBRACIONES DE LA JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO Vivimos aún en la luz del gran Jubileo, pero ahora se mezcla con el alba del nuevo milenio. En su Carta Apostólica Novo Millennio ineunte, el Papa Juan Pablo II nos hace notar las bendiciones del año del gran Jubileo. En esta carta recuerda el gran florecimiento de ejercicios e iniciativas jubilares que se han realizado en las diócesis y en las parroquias de todo el mundo, pero dedica sus reflexiones a los acontecimientos que han tenido lugar en Roma o en los que él ha participado de manera personal e inmediata. Como es natural, se trata de hechos que han tenido un alcance universal. El Papa recuerda el pedido de perdón en nombre de toda la Iglesia por las culpas cometidas por sus hijos y por sus hijas a lo largo de los siglos – lo llama purificación de la memoria de la Iglesia –. Recuerda el testimonio que nos han dado tantos mártires en nuestros tiempos; la índole peregrinante del año jubilar manifiestada por numerosas peregrinaciones, a Roma y a las tumbas de los Apóstoles, especialmente de parte de los jóvenes; el Congreso Eucarístico; las citas y los encuentros ecuménicos y su memorable peregrinación a Tierra Santa. Ve en el Año Santo con todas sus actividades en todo el mundo, una expresión DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 15 16 viviente de la presencia, del misterio y del rostro de Cristo. Recordando las palabras que algunos peregrinos griegos dirigieron al apóstol Felipe: «Queremos ver a Cristo», el Santo Padre pregunta: «¿No es quizás la tarea de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en todo período histórico, para hacer resplandecer su rostro también a las generaciones del nuevo milenio?». Cristo es nuestro todo, El es «nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida», todas las cosas son recapituladas en El, nosotros estamos unidos con El y entre nosotros como miembros del único cuerpo místico. Esta total asimilación e incorporación en Cristo por lo que El se convierte en nuestra totalidad y en nuestro fin, nuestro alfa y omega, es el tema constante de las lecturas de hoy. En la primera lectura el profeta Isaías describe de modo lírico al salvador que vendrá: «El pueblo que andaba a oscuras vio una luz intensa. Sobre todos los que vivían en tierra de sombras, brilló una luz... Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado...» (Is 9, 1-6). A las palabras de Isaías hacen eco las de san Pablo que escribe a los Efesios: «Por cuanto nos ha elegido en El antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor, eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la que nos agradó en el Amado» (1, 1-6). En el Evangelio Cristo mismo toma la ocasión para confirmar esta verdad cuando se habla de su madre y de sus parientes: «El que cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3, 35). Luego de habernos conducido, a través de sus reflexiones sobre el Jubileo, cara a cara con Cristo, el Papa Juan Pablo II nos invita ahora para que con Cristo y en Cristo afrontemos el futuro y respondamos a las invitaciones y a los retos que éste pone ante nosotros. Por esto cita las palabras de Cristo en el Evangelio de san Mateo: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). «Esta certeza, queridos hermanos y hermanas – dice el Papa – ha acompañado a la Iglesia a lo largo de dos mil años y ahora ha sido renovada en nuestros corazones con la celebración del Jubileo. De ella debemos sacar un nuevo ímpetu de vida cristiana, para que sea la fuerza inspiradora de nuestro camino de fe. Conscientes de la presencia del Señor resucitado en medio de nosotros, nos ponemos, pues, la misma pregunta que dirigieran a Pedro en Jerusalén después del sermón de pentecostés: ‘¿Qué hemos de hacer?’ (Hech 2, 37)». El Santo Padre hace notar que no se trata de inventar un nuevo proyecto, pues existe uno solo: el del Evangelio y de la tradición de la Iglesia, que tiene su centro en Cristo mismo. «Es un proyecto – añade – que no cambia con el cambio de los tiempos y de las culturas, aunque es preciso tener en cuenta el tiempo y la cultura para establecer con ella un verdadero diálogo y una comunicación eficaz. Este proyecto para cada tiempo es nuestro proyecto para el Tercer Milenio». En cambio, lo que nos espera «es una entusiasmante obra de revitalización; una obra que implica a todos». Seguidamente, el Papa indica algunas prioridades, como la santidad, la oración, los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía, la gracia y la Palabra revelada por Dios. Se pone particular énfasis en la caridad, especialmente en aquella koinomia o comunión y en las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Así como Cristo invitó a Pedro a echar la red otra vez, no obstante hubiese trabajado toda la noche sin éxito, así también el Santo Padre nos invita a emprender con fe y valentía – sin ser turbados por desilusiones del pasado – este trabajo de revitalización de la Iglesia del nuevo Milenio: es el Cristo del grande Jubileo que nos guía. El Papa subraya que todos los bautizados, sin excepción, están llamados a participar con celo en esta nueva y bendita iniciativa. De este modo hace un llamado a la enseñanza de san Pablo acerca de la unidad y de la diversidad en la Iglesia ilustrada mediante la comparación con el cuerpo: una cabeza y muchos miembros. «Por esto – afirma el Papa – la Iglesia del Tercer Milenio debe animar a todos los bautizados y a los que han recibido la confirmación para que sean conscientes de su responsabilidad activa en la vida de la Iglesia». A este punto la Jornada Mundial del Enfermo nos obliga a interrogarnos sobre cuál sea el lugar de los enfermos y de las personas que los asisten en esta nueva iniciativa de revitali- zación. Con la palabra «enfermos» y «afligidos» indicamos a todos los que sufren tanto por razones de enfermedad – física o mental – así como por las debilidades y los límites debidos a la edad que camina. Indicamos a los que están afligidos de manera permanente; a los que sufren de modo grave así como a aquellos cuyos sufrimientos son quizás más livianos. Una cosa es cierta: en el ámbito providencial de las cosas los enfermos no son simplemente una desafortunada minoría, la herencia del pecado original y algo que pesa a una Iglesia que no obstante ello, se esfuerza por construir el Reino de Dios. Es decir, no hay necesidad de que pensemos en ellos como si constituyeran un factor negativo en la misión de la Iglesia. Esto lo podemos deducir incluso si tenemos en cuenta el número de las personas implicadas: en el fondo ¿quién no es un enfermo al menos en cierto momento de su vida? Pero mucho más se puede deducir de la importancia de los enfermos y de los afligidos en la misión terrena de Jesús: gran parte de su tiempo lo pasó curando a los enfermos: «Su fama llegó a toda Siria; y le traían todos los pacientes aquejados de enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los sanó» (Mt 4, 24). La llave del significado de los enfermos en la obra de la redención y de la salvación está en el sufrimiento. En efecto, la obra de Cristo para aliviar los sufrimientos era el simbolismo de su perdón de los pecados: «Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba» (Is 53, 4). Aún más, El elige el sufrimiento para sí mismo como medio de nuestra redención. Por esto los que sufren pacientemente están unidos a Cristo nuestro salvador de modo único y privilegiado. S. Pablo era muy consciente de ello: «Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1, 24). Hablando al que sufre, en su mensaje para la presente Jornada, el Santo Padre dice: «Los invito a contemplar el misterio de Cristo crucificado y resucitado, de modo que descubráis el amoroso plan de Dios en su misma experiencia de dolor. En efecto, sólo contemplando a Jesús, «varón de dolores y sabedor de dolencias» (Is 53, 3), es posile encontrar serenidad y confianza». Los enfermos y los que sufren, unidos íntimamente a Cristo, a través de sus sufrimientos son activos y, antes bien, son ministros clave de la nueva evangelización. De este modo se santifica el sufrimiento vivido con fe. Y si los que sufren se vuelven uno con Cristo, lo mismo vale para los que se ocupan de ellos. Continúan la misión de Cristo llevando consuelo, comprensión, alivio y animación a los enfermos y a veces hacen milagros humanos a través de sus conocimientos. En esta era tecnológica, sin embargo, a ellos les compete llevar ante todo ese calor personal y ese amor que abraza a todo ser humano como hijo de Dios y heredero del Reino de los cielos, y reconocer a Cristo mismo en el enfermo. «Estuve enfermo – dice Jesús – y me visitasteis» (Mt 25, 35). El sufrimiento y el cuidado al que sufre son dos apostolados paralelos e interdependientes. Obtienen su linfa directamente del Evangelio y, como pocos pueden hacer, logran que Cristo esté presente en nuestro mundo. Ambos, pues, están destinados a jugar un papel central para dar nueva vida a la Iglesia del nuevo milenio. La Iglesia australiana cuenta con un envidiable pasado en lo que se refiere al apostolado de la salud. Inmediatamente después de la llegada de los europeos y desde que se eliminaron las restricciones a la Iglesia católica, han surgido hospitales católicos en los mayores centros habitados, sobre todo gracias a las congregaciones religiosas. La superioridad de los hospitales y de los demás equipos de la pastoral sanitaria de la Iglesia ha sido reconocida siempre por la comunidad civil y los doctores y las enfermeras australianas han sido y son aún hoy entre los mejores del mundo. Sin embargo, en estos años las estructuras de pastoral sanitaria de la Iglesia, así como los hospitales de todo el mundo, han tenido que afrontar problemas cada vez más crecientes. Ha habido un exorbitante aumento de costos; un menor número de jóvenes asume la profesión de enfermería como vocación religiosa; nuevas enfermedades amenazan la vida humana y van a pesar en los recursos disponibles; la misma profesión médica, en fin, se encuentra diariamente frente a problemas complejos de orden médico-moral. Estos son los retos de los cuales hemos discutido en estos días. DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 17 18 Con esta Misa, pues, dirigimos nuestra oración a Dios, agradeciéndole ante todo por la divina asistencia que ha sido nuestra confianza en el pasado. Le pedimos también que nos ilumine, que nos de fuerza y nos guíe mientras aceptamos los retos y captamos las oportunidades que se nos presentan. Debemos orar en especial por las vocaciones religiosas dedicadas a la pastoral de la salud, porque ellas tendrán siempre un papel clave por desarrollar. El Santo Padre ha remarcado también la importancia de una oración ferviente y de una estrecha unión con Cristo mientras entramos decididamente en el nuevo milenio. En la tradición católica María siempre ha sido reconocida como amiga y patrona de los enfermos y de los que sufren, en los que ella ve de modo especial la clara imagen de su Hijo divino. Madre de todos nosotros, María tiene particular compasión por sus hijos enfermos. Por esto la invocamos como Salud de los afligidos en las letanías de Loreto. Ma- ría misma ha demostrado su especial atención por los enfermos y los afligidos en lugares como Lourdes y Fátima. Naturalmente, de esto se desprende que también los que asisten a los enfermos ocupen un lugar particular en su corazón. Por tanto, es realmente apropiado que la Jornada Mundial del Enfermo esté asociada siempre a un santuario mariano, como sucede en la Misa de hoy que la celebramos en la hermosa iglesia madre de Australia, dedicada a Nuestra Señora auxilio de los cristianos. Recordando que esta jornada está dedicada no sólo a los enfermos de Australia, sino a los enfermos de todo el mundo, en esta festividad de Nuestra Señora de Lourdes confiamos a su corazón materno a todas las personas enfermas, lo mismo que a las personas que las asisten. S.E.R. Card. EDWARD BEDE CLANCY Arzobispo de Sydney Celebración de la IX Jornada Mundial del Enfermo “La nueva evangelización y la dignidad del hombre que sufre” SYDNEY, 11 FEBRERO 2001 Se ha celebrado solemnemente la IX Jornada Mundial del Enfermo en la Catedral de St. Mary en Sydney, Australia. “La elección del continente australiano con su riqueza cultural y étnica – como lo recordara el Santo Padre en su Mensaje para esta Jornada – pone de relieve el estrecho vínculo de la comunión eclesial: supera las distancias y favorece el encuentro entre diversas identidades culturales, hechas fecundas por el único anuncio de la salvación”. La nueva evangelización y la dignidad del hombre que sufre ha sido el tema de esta IX Jornada Mundial del Enfermo, para poner también el acento en la necesidad de evangelizar con renovado empeño esta esfera de la experiencia humana y favorecer así la orientación al bienestar integral de la persona y al progreso de todas las personas en todas partes del mundo. Han formado parte de la Misión pontificia, guiada por Su Eminencia el Cardenal Edward Bede Clancy, Enviado Especial del Santo Padre a la IX Jornada Mundial del Enfermo, el Revdo. P. Krzysztof Nykiel, Oficial del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, el Dr. John Gallagher y el Juez John Slattery. El Arzobispo Javier Lozano Barragán, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, junto con el Obispo Secretario Mons. José L. Redrado, O.H., han guiado la Delegación de un grupo de dieciseis personas: oficiales del Dicasterio, prelados, sacerdotes, religiosos y laicos que están comprometidos en la Pastoral de la salud. La característica sobresalien- te de la celebración de la IX Jornada Mundial del Enfermo ha sido el compromiso de parte del Pontificio Consejo para la Pastoral de la salud, de la Conferencia Episcopal Australiana de los Obispos Católicos y de la Comisión Episcopal de la Pastoral sanitaria. Esta colaboración convergente ha hecho posible no sólo una adecuada preparación y la celebración de la Jornada, sino también su particular fuerza sensibilizadora hacia áreas cada vez más amplias tanto de fieles como de instituciones religiosas y laicas comprometidas en el campo de la salud y del sufrimiento. Preparación remota de la Jornada La celebración de la Jornada, anunciada y convocada con el Mensaje del Santo Padre, ha sido objeto de numerosas iniciativas de preparación. Es preciso recordar que este Pontifico Consejo, a través de los Obispos Encargados para la Pastoral sanitaria y de los medios de comunicación (Internet, prensa, entrevistas de los Superiores, etc.) se ha ocupado de la capilar difusión en el ámbito internacional del Mensaje del Santo Padre, así como de la preparación del cartel oficial de la Jornada y de los varios subsidios. Asimismo, la Radio Vaticana ha transmitido en vivo las principales iniciativas relacionadas con la celebración. La celebración de la IX Jornada Mundial del Enfermo Los momentos salientes de la celebración que han caracterizado las jornadas del 8, 9 y 10 de febrero y han culminado en la solemne celebración para concluir la IX Jornada Mundial del Enfermo del 11 de febrero, han sido los siguientes: visitas a algunos hospitales y clínicas (8-9 de febrero), encuentro con el Alcalde de Sydney y con las autoridades civiles y eclesiásticas (9 de febrero), la Conferencia sobre la Nueva evangelización y la dignidad de la persona que sufre (10 de febrero) y la solemne celebración del día 11 de febrero. 1) Las visitas a algunos hospitales y clínicas. Jueves 8 de febrero: S.E. Mons. J. Lozano Barragán, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, junto con el Secretario del Dicasterio S.E. Mons. José Redrado, O.H., y algunos miembros de la Delegación vaticana, ha visitado el “Burwood Hospital”, el hospital católico de los Hermanos de San Juan de Dios con 86 camas, donde ha constatado como se evangeliza hoy en Australia el mundo de la salud y del sufrimiento. La Delegación ha sido recibida por el Provincial y Director del hospital Peter Burke que ha explicado su misión desde hace más de 40 años en el continente australiano. Seguidamente, se ha realizado un encuentro con el personal hos- pitalario y la visita a varios sectores animando a los enfermos y llevando a todos la bendición del Santo Padre. En la mañana del viernes 9, la Delegación vaticana guiada por el Arzobispo Presidente Javier Lozano Barragán, ha visitado el “St. Vicent Hospital” dirigido por las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Causa impresión la inmensidad del complejo hospitalario. Funcionan al mismo tiempo el hospital público y aquel privado, la clínica y el instituto de investigación sobre el cáncer y los trasplantes. La Delegación ha tenido un encuentro con el personal del hospital y con los enfermos. En esta visita se ha constatado que el instituto de investigación sobre el cáncer y los trasplantes realmente está a la vanguardia. Jornada Mundial del Enfermo, así como algunos prelados de la Conferencia Episcopal Australiana y los representantes de la Comisión episcopal de la Pastoral sanitaria. 2) El encuentro con el Alcalde de Sydney y con algunas autoridades civiles y eclesiásticas El día viernes 9 de febrero por la tarde, el Presidente S.E. 3) Conferencia sobre la nueva evangelización y la dignidad de la persona que sufre. El sábado 10 de febrero, se ha desarrollado en el auditorium del Mary Mackillop Place de Sydney una Conferencia sobre el tema: Nueva evangelización y la dignidad de la persona que sufre, cuyo moderador ha sido Mr. Francis Sullivan, Director Ejecutivo del “Catholic Health Australia”. Han participado cerca de 500 personas provenientes de toda Australia, Italia, España, Filipinas y de otros países de Asia y Oceanía, quienes han seguido con mucho interés las diferentes comunicaciones e intervenciones. Además de la Delegación vaticana guiada por el Presidente del Dicasterio S.E. Mons. Javier Lozano Ba- Mons. J. Lozano junto con el Secretario S.E. Mons. Redrado, y otros miembros de la Delegación llegada desde Roma, ha encontrado en la “Sydney Town Hall” al Alcalde de Sydney, Mr. Frank Sartor. Además de las palabras de cordial saludo, ha habido un intercambio de dones. En el encuentro han participado también S.E.R. el Cardenal Edward Bede Clancy, Arzobispo de Sydney y Enviado Especial del Papa para la IX rragán, estaban presentes S.E.R. el Cardenal Edward Bede Clancy, Arzobispo de Sydney y Enviado Especial del Papa para la celebración de la IX Jornada Mundial del Enfermo, el Arzobispo de Canberra y Goulburn, Mons. Francis Carroll, Presidente de los Obispos Católicos de la Conferencia Episcopal Australiana, S.E. Mons. John Joseph Gerry, Auxiliar del Obispo de Brisbane, Presidente de la Comisión DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 19 20 Episcopal para la Pastoral sanitaria, los Presidentes y representantes de las Asociaciones y Federaciones católicas Internacionales del mundo de la salud: Médicos, Farmacéuticos y Enfermeros, Capellanes hospitalarios, Religiosos/as y Enfermeros/as y estudiantes de las facultades de medicina. Ha sido significativa la presencia de las personalidades del mundo científico y cultural de la Nación. Los participantes han sido acogidos por el Enviado Especial del Papa Card. Edward B. Clancy, S.E. Mons. Francis Carroll, Arzobispo de Canberra y Goulburn y Presidente de la Conferencia Episcopal Australiana de los Obispos católicos y Mr. Francis Sullivan, Director Ejecutivo del “Catholic Health Australia”. El Presidente del Dicasterio S.E. Mons. Lozano ha inaugurado los trabajos de la Conferencia con una ponencia acerca de los Organismos episcopales, nacionales y parroquiales para la pastoral de la salud, uniendo así el tema de la Conferencia sobre la nueva evan- gelización y la dignidad de la persona que sufre, con el alcance evangelizador de estos Organismos. En su intervención el Presidente ha remarcado, entre otros, el concepto de la salud que “no es sólo ausencia de la enfermedad, sino una tensión armoniosa hacia el bienestar físico, psíquico, social y espiri- tual que permite al hombre desarrollar la misión a la que Dios lo ha destinado, según la etapa de la vida en la que se encuentra”. En lo que se refiere al origen de la vida, el principio básico sigue siendo el de siempre: “La vida humana es un don de Dios y debemos considerarlo como tal”. El modo con el que Dios quiere que este don sea transmitido, constituye la forma más elevada de amor, es decir, el amor matrimonial de los cónyuges dentro de una familia. Todo lo que contradice este principio, que vale también para la eutanasia – ha añadido el prelado – no puede ser aceptado desde el punto de vista moral”. Luego de la introducción del Presidente del Dicasterio han seguido varias intervenciones, orientadas para dar un válido aporte al tema de la Jornada. Sor Annet Cunliffe RSG, Director de la Asociación Católica de la Sanidad en Australia, y Fr. Gerlad A. Arbuckle SM, Codirector del “Refounding and Pastoral development” de Sydney, han hablado de la Pastoral sanitaria como “Ministe- rio que toca la esencia misma de la Iglesia”. Al tratar el tema “Evangelizing in the Health System. Etical, legal, pastoral questions”, los tres conferencistas: el Revdo. Dr. Gerald Gleeson, del Catholic Institute de Sydney, el Prof. Peter Dwyer de la Universidad del “New South Wales” y Ms. Janine Wilson, Psicoterapeuta y Docente de Teología pastoral en el “Catholic Institute” de Sydney, se han detenido sobre el “modo” con el cual se debe evangelizar hoy el sistema sanitario desde el punto de vista ético, legal y pastoral. Asimismo, el día 10 por la tarde, se han realizado las “Workshops” sobre como apoyar “La identidad católica en el mundo de la salud”, es decir, la del médico, del enfermero, del capellán y del agente de pastoral de la salud. Al respecto, han intervenido el Dr. Gian Luigi Gigli, Presidente de la Federación Internacional de Médicos Católicos (FIAMC), Mme. Anne Verlinde, Secretaria General del Comité Internacional de Enfermeras y de Asistentes Médico-Sociales Católicos (CICIAMS) y el P. David Ranson, Capellán del Hospital St. Vincent de Melbourne. La Jornada de estudio y reflexión se ha concluido con algunas sugerencias y propuestas para presentarlas a la Conferencia Episcopal, cuya finalidad es mejorar la presencia de los Buenos Samaritanos de hoy en el amplio campo de la salud y del sufrimiento, que sigue siendo el lugar privilegiado para una nueva evangelización. 4) La celebración del 11 de febrero. Durante la mañana del 11 de febrero el Arzobispo Javier Lozano Barragán, Presidente del Dicasterio, acompañado por el Secretario del Dicasterio S.E. Mons. José L. Redrado, por los Revdos. P. Gianfranco Grieco de L’Osservatore Romano, el P. Antonio Soto y el P. Krzysztof Nikiel, Oficiales del Dicasterio, ha inaugurado la Jornada visitando a algunos enfermos del “St. Vincent’s Hospital”. El Presidente y el Secretario han animado a los enfermos llevándoles la Bendición del Santo Padre y a algunos dándoles la Santa Comunión y administrándoles el sacramento de la Unción de los Enfermos. También durante la misma mañana el Presidente del Dicasterio Arzobispo Javier Lozano ha presidido en el “St. Vincent Hospital” una Santa Misa para los enfermos y los agentes sanitarios que no podían ir a la Catedral, durante la cual ha administrado a algunos enfermos el sacramento de la Unción de los Enfermos. El momento más significativo de la celebración ha sido la solemne concelebración eucarística del Domingo 11 de febrero, festividad de la Beata Virgen de Lourdes, presidida por el Enviado Especial del Santo Padre para esta Jornada, el Card. Edward Bede Clancy, Arzobispo de Sydney. Con él han concelebrado 25 prelados, entre los cuales arzobispos y obispos del Continente de Oceanía con el Presidente de la Conferencia Episcopal Australiana de Obispos Católicos, S.E. Mons. Francis Carroll, el Arzobispo de Canberra y Goulburn, el Arzobispo Francisco Canalini, Nuncio Apostólico en Australia, el Arzobispo Javier Lozano Barragán, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, el Obispo Secretario Mons. José L. Redrado, S.E. Mons. John Joseph Gerry, Auxiliar del Obispo de Brisbane, Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral sanitaria, los Obispos que habían venido de Papua Nueva Guinea, de Nueva Zelandia, de Malaysia y Ghana, así como algunos Oficiales del Pontificio Consejo y cerca de 100 sacerdotes de la Archidiócesis de Sydney. Solemne y compasada ha sido la concelebración eucarística en la que han participado 3600 peregrinos, entre los cuales muchos enfermos y sus acompañantes; estaban presentes también los Presidentes y representantes de las Asociaciones y Federaciones Internacionales del mundo de la salud: Médicos, Enfermeros, Capellanes hospitalarios, Religiosos/as, estudiantes de las facultades de medicina, así como una representación de las Religiosas de la FERS de España. Al comienzo de la solemne concelebración eucarística, desde el altar de la Catedral de Sydney, dedicada a la Virgen de la Consolación, S.E. Mons. Javier Lozano Barragán, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud ha leído en inglés el mensaje que el Santo Padre Juan Pablo II le dirigiera con ocasión de esta Jornada, acogido con un largo aplauso de la asamblea recogida en oración. Una vez más, las palabras del Santo Padre han llegado al corazón proyectando en el futuro esta Iglesia llamada a defender el valor de la vida, desde su concepción hasta su natural atardecer. El Card. Edward Bede Clancy, Arzobispo de Sydney y Enviado Especial del Papa para las celebraciones de la IX Jornada Mundial del Enfermo, ha resumido en su homilía todo el mensaje jubilar del Santo Padre contenido en la Carta Apostólica Novo Millennio ineunte, para remarcar la urgencia de partir de nuevo desde Cristo y con Cristo para evangelizar todo ámbito de apostolado y en particular el de la salud y del sufrimiento. La IX Jornada Mundial del Enfermo, recordaba el Card. Clancy, “nos obliga a preguntarnos cuál es el lugar de los enfermos y de quien los asiste en esta nueva iniciativa de revitalización post-jubilar...”; “El sufrimiento y el cuidado de quien sufre – ha afirmado el purpurado – son dos apostolados paralelos e interdependientes. Sacan su linfa directamente del Evangelio y hacen presente a Cristo en el mundo como pocos otros lo hacen. Por tanto, ambos están destinados a jugar un papel determinante para dar nueva vida a la Iglesia del tercer Milenio”. También ha sido conmovedor el momento de la administración del sacramento de la Unción de los Enfermos a 25 enfermos de parte del Card. Clancy, Enviado Especial del Papa, del Presidente del Dicasterio S.E. Mons. Javier Lozano Barragán, y de los otros dos Prelados de la Iglesia local. La celebración de la Jornada se ha concluido con la solemne Bendición a todos los participantes y en particular a los enfermos. El día 13 de febrero, durante el viaje de regreso a Roma, por invitación de la Comisión Episcopal de la Pastoral Sanitaria Tailandesa, el Presidente S.E. Mons. Javier Lozano Barragán, acompañado por el Obispo Secretario Mons. Redrado y por los demás miembros de la Delegación vaticana, se ha deteniDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 21 do en Bangkok, visitando luego Rayong, ciudad que dista 200 Km. de Bangkok, un centro de tratamiento para enfermos de SIDA seguido por los Padres Camilos, donde se ha realizado un Encuentro con la Comisión de la Pastoral Sanitaria de la Iglesia local guiada por S.E. Mons. Lawrence Khai SaenPhon-On, Arzobispo de Thare y Nonseng, y con los responsables del Centro. Durante el encuentro se ha presentado la situación de la Pastoral sanitaria en Tailandia, así como las actividades que se desarrollan en el centro. El Arzobispo Presidente ha puesto en evidencia las líneas fundamentales para una Pastoral sanitaria a nivel de Conferencia Episcopal. En dicho Encuentro han participado también S.E. Mons. Adriano Bernardini, Nuncio Apostólico en Tailandia, S.E. Mons. Lawrence Thienchai Samanchit, Obispo de Chanthaburi, el P. Gianfranco Grieco de L’Osservatore Romano, Mons. Jean Marie Mpendawatu, el P. Antonio Soto y el P. Bernard Gras- 22 ser, M.I., Oficiales y colaborador del Dicasterio, respectivamente. La visita se ha concluido con una concelebración eucarística, acompañada con cantos y oraciones y presidida en lengua thai por el Arzobispo Lawrence Khai Saen-Phon.On, Responsable para la Pastoral Sanitaria en Tailandia, a la que han participado, además de la Delegación vaticana, S.E. Mons. Lawrence Thienchai Samanchai y algunos Padres Camilos del centro. Ha sido una celebración muy gozosa que ha tenido como verdaderos protagonistas los enfermos, los niños y los adultos. Después de la celebración eucarística la Delegación ha compartido el almuerzo con los dirigentes del centro y con todos los enfermos. La Delegación vaticana ha regresado a Roma el 14 de febrero por la mañana. Los servicios logísticos y de transfer, organizados por el Vice Secretario del Dicasterio, Revmo. P. Felice Ruffini, M.I., con la activa colaboración del personal de la Secretaría general del Dicasterio, han hecho confortable e impecable el desarrollo de los diferentes momentos de la articulada participación a la celebración de Sydney y al Encuentro de Rayong. Conclusión 1. Es necesario subrayar la buena preparación de la Jornada y el buen desarrollo de la misma. 2. Al participar en las jornadas de estudio y de oración, se ha podido constatar la apertura, la hospitalidad y la acogida de parte de la Iglesia australiana. 3. Se puede notar el desarrollo positivo de la Pastoral sanitaria en Australia. 4. La participación de los varios grupos con una inmediata integración en el desarrollo de las jornadas. 5. De la Jornada ciertamente permanece el espíritu de la celebración que llevará a una mayor atención hacia los enfermos y los que sufren que son y siguen siendo siempre el cami- no de la Iglesia. En el alba del nuevo milenio es sobremanera urgente proclamar el Evangelio de la vida y reafirmar la dignidad de la persona que sufre. 6. El Mensaje del Santo Padre, su amor por los enfermos y los que sufren, son como una invitación dirigida a todos, especialmente a los enfermos de toda edad y condición, a abandonarse en los brazos paternos de Dios; también es una invitación para seguir siendo custodios y Testigos del Evangelio de la vida, haciendo el bien a quien sufre y haciendo el bien con el propio sufrimiento. Por consiguiente, ha sido acogida con nuevo entusiasmo el depósito jubilar del Santo Padre contenido en la Carta Apostólica Novo Millennio ineunte, para partir de nuevo de Cristo y evangelizar todo campo de apostolado y en particular el de la salud y del sufrimiento que es auténtico laboratorio de la civilización del amor. P. KRZYSZTOF NYKIEL Oficial del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud Argumentos Dolor físico y sufrimiento moral del Hombre-común y del Hombre-Cristo Necesidades espirituales del niño enfermo y su antención pastoral Filosofía, construcción de una profesión Aspectos neurológicos de la muerte La muerte: temores y esperanzas DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 Dolor físico y sufrimiento moral del Hombre-común y del Hombre-Cristo INTERPRETACIÓN FISIOPATOLÓGICA Y TEOLÓGICA EL FENÓMENO DE LA HEMATIDROSIS CULPA - MAL (pecado original) ALGOS o DOLOR FISICO (percepción que indica pura PASIVIDAD: FASE BIOLOGICA) PATHOS o SUFRIMIENTO MORAL +++ (libre y consciente RE-ACTIVIDAD del hombre que implica la voluntad: FASE ETICA) Fig. 2 Representación esquemática de las principales estaciones de la anti-nocipercepción. núcleos talámicos mediales e intralaminares sistema límbico núcleo ventral póstero-lateral núcleos talámicos posteriores hipotálamo formación reticular ––– AUMENTO RESISTENCIA FISICA Y PSIQUICA + + + – 24 Sabemos que de la fase biológica del dolor físico (o algos) el hombre madura una fase ética de interiorización del propio dolor físico, que es el dolor moral, o sufrimiento (pathos) que representa un momento de libre y consciente reactividad del propio Yo que implica la voluntad. Ya sea en el Hombrecomún como en el HombreCristo, esta condición conduce a un conocimiento de Dios más profundo y, por tanto, a un aumento de la fe, momento fundamental que tiende a que se acepte y se soporte incluso situaciones clínicas de dolor realmente muy intenso tanto en las patologías clínicas que afectan al hombre común (Zucchi-Honings, 1996), como en la situación agónica de la crucifixión del Hombre-Cristo. Fig. 1. Interpretación médico-teológica del dolor y del sufrimiento. Gate Control: puerta de control de las aferencias nociperceptivas Endorfine: substancias endógenas de naturaleza opiácea de acción analgésica –– PRIMERA PARTE Interpretación fisiopatológica del dolor y del sufrimiento en el Hombre-común s. gris periacueductal CONOCIMIENTO de DIOS +++ gate control endorfinas AUMENTO DE FE Fig. 3. Representación esquemática de los receptores de la sensibilidad. Corpúsculo de Pacini PRESION Corpúsculo de Meissner TACTO Corpúsculo de Ruffini CALOR Corpúsculo de Krause FRIO núcleo gigantocelular medúla espinal (Fig. 1) Terminaciones libres DOLOR El aumento del umbral del dolor (= disminución de la percepción del dolor físico y del sufrimiento moral) en el creyente se debe a un aumento de las resistencias físicas y psíquicas que es capaz de realizar la condición de Fe en el organismo de cada individuo que tenga como punto de referencia una Entidad Superior (Fig. 1) (Zucchi-Honings, 1996). mún y en el Hombre-Cristo trata de levantar el umbral del dolor consiste: a) neurofisiológicamente en la activación de las vías de la antinocipercepción (Fig. 2) representadas por haces inhibores descendientes que determinan el cierre de la puerta al imput nociperceptivo, causado por la noxa algógena, que parte de los diferentes tipos de receptores (Fig. 3) y recorre los haces ascendentes de la nocipercepción (Haz Neoespinotalámico y Haz Paleoespinotalámico) (Fig. 4) a nivel de las diferentes estaciones (Fig. 5), como sostiene también la «Teoría del Ingreso» de Melzack y Wall (1965, cf Fig. 6), b) neurofarmacológicamente Mecanismo fisiopatológico del aumento del umbral del dolor El mecanismo fisiopatológico mediante el cual la condición de fe en el Hombre-co- Fig. 4. Representación esquemática de la sección neoespinotalámico y paleoespinotalámico, vías que conducen y modulan el dolor hasta los centros superiores. en la liberación de encefalinas, sustancias endógenas que produce el organismo, de naturaleza incluso opiácea (morfínica) de acción analgésica, localizadas en varios niveles del Sistema Nervioso Central (Núcleos Talámicos Mediales e Intralaminares, Sistema Límbico, Núcleo Ventral Póstero Lateral, Núcleos Talámicos Posteriores, Hipotálamo, Formación Reticular, Sustancia Gris Periacueductal, Núcleo Gigantocelular) (Fig. 2). Sistemas del organismo que interfieren con el dolor El dolor constituye una enti- Fig. 5. Representación esquemática de las estaciones de la nocipercepción. (I neurón: receptor-médula; II neurón: médula-tálamo; III neurón: tálamo-corteza). CORTEZA II neurona TALAMO MESENCÉFALO Formación reticular Trecho neoespinotalámico PUENTE Trecho paleoespinotalámico I neurona BULBO Trecho espinotalámico Ineurona RECEPTORES MÉDULA ESPINAL CONTROL CENTRAL SISTEMA DE CONTROL L + INGRESO – + T SG – – SISTEMA DE ACCION + S DEL INGRESO DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 Fig. 6. Representación esquemática de la «Teoría del control del ingreso» (gate control theory) según Melzack y Wall (1965). L = Fibras aferentes de diámetro grande; S = fibras aferentes de diámetro pequeño; SG = interneurón de la Sustancia Gelatinosa que determina la inhibición presináptica en las fibras aferentes que convergen en un mismo neurón T. La actividad del interneurón (SG) es excitada por los impulsos conducidos por las fibras de diámetro grande e inhibida por los conductos de las fibras de diámetro pequeño. 25 Fig. 7. Sistemas del organismo que interfieren con el dolor. Interpretación fisiopatológica del fenómeno de la hematidrosis. Sistema simpático (activación) Sistema inmunitario Anticorpopoiesis Sistema opiáceo (endorfinas) (monokine, linfokine) Sistema neuroendocrino (citokine, hipotálano, hipófisis, ACTH, glucocorticoides) 26 DOLOR Sistema inflamatorio Hematidrosis (síndrome hemorrágico de hiperfibrinólisis) Radicales libres (Histamina, bradiquinina, serotonina, PGE, K+, catecolamina, sustancia P) dad nosológica muy compleja cuya génesis y tipología implican la intervención de varios sistemas (Zucchi, 1995). Las interacciones entre estos sistemas y el síntoma dolor a menudo son recíprocas La figura 7 tiene como finalidad proporcionar una visión esquemática de estas relaciones. Dolor y sistema neuroendocrino Las relaciones entre sistema endocrino y los demás sistemas informativos del organismo, en primer lugar el sistema nervioso y aquel inmunitario, actualmente son objeto de gran interés científico (Levi Montalcini, 1995; 1996). En particular, se reconoce hoy la importancia de los glucorticoides como hormonas que en forma ubiquitaria relacionan las funciones nerviosas, metabólicas e inmunológicas. Consideraciones fisiopatológicas de los glucorticoides Secreción de los glucorticoides La corteza surrenal se subdivide en varias zonas: 1) la zona glomerular, que segrega aldosterona; 2) la zona fasciculada, que segrega glucorticoides; 3) la zona reticular, que segrega andrógenos. De todos modos, esta distinción no es absoluta ya que la zona fasciculada y la zona reticular constituyen una misma unidad funcional. De hecho, aunque por regla existe una «especialización fisiológica» por la que la zona fasciculada produce cortisol y aquella reticular deidroepiandrosterona, ambas tienen la capacidad de producir los mismos esteroides (Angeli et al. 1994). La secreción endocrina de la zona fasciculada está controla- da sustancialmente por la angiotensina II. Tanto la acción del ACTH que de la angiotensina II en la secreción suprarrenálica se explican a através de sitios receptoriales específicos que pertenencen al grupo GS (receptores asociados a G-proteínas estimulatorias) (Mountjoy et al. 1992). La acción de estímulo ejercida por la ACTH en la secreción suprarrenálica de glucoroticoides tiene como mensajero intracelular fundamental el AMP cíclico (cAMP) (Gill 1979). De todos modos, junto con ACTH y agiotensina II, otros factores ejercen una actividad de control en la secreción suprarrenálica. En efecto, si el control de la zona fasciculada es fundamentalmente de competencia del ACTH, (probablemente con factores complementarios entre los cuales la misma angiotensina II), la secreción glomerular está regulada también, junto con la angiotensina II, por la concentración de sodio y potasio, por péptido natriurético auricular, (ANP), por la dopamina, por el mismo ACTH y por otras sustancias. La zona fasciculada, junto con el estímulo principal del ACTH, resiente de la acción complementaria de otros factores, entre los cuales la angiotensina II. Se ha sugerido como moduladores de esta secreción péptidos de origen hipofisaria y sustancias que provienen de la medular subyacente por difusión y por vía vascular (encefalina, corticotropin realising factor, o CRH, opioides, ACTH) (Angeli et al. 1994). Secreción de ACTH La secreción ipofisaria de ACTH está regulada por varios factores; en particular las dos moléculas más importantes son el CRH y la vasopresina (AVP, argininvasopresina). Además de la específica acción citada sobre la hipófisis, el CRH presenta otras acciones: a nivel hopotalámico inhibe la actividad de las neuronas que segregan otros realising factors, estimula la actividad simpática a nivel central, modula funciones endocrinas, comportamentales y neurovegetativas. En este sentido, el CRH reviste un importante papel en las reacciones de adaptación al estrés (Richard 1993). La secreción del CRH tiene lugar en máxima parte a nivel hipotalámico y a su vez está bajo control de varias moléculas (acetilcolina, serotonina, catecolamina, GABA, neuropéptidos opioides, neuropéptidos Y). De todos modos, se reconoce también una síntesis periférica de CRH. El papel de la «vasopresina» (AVP) como efectora del control hipotalámico, actualmente aparece de no menor importancia de aquel del ACTH. Análogamente al ACTH, la secreción de AVP de parte de las neuronas paraventriculares reconoce varios moduladores (sistema adrenérgico, neuropéptido Y, GABA, sistema opioide). Los glucocorticoides inhiben la secreción de AVP, así como la de CRH (Uth 1988). El eje hipotálamo-hipofisario La actividad cotidiana del eje hipotálamo-hipofisario presenta características importantes. Es intermitente o pulsante ya que los episodios de secreción están intervalados por períodos de reposo funcional. Sigue un ritmo circadiario como se evidencia por el hecho que más del 70% de la producción de ACTH y cortisol tiene lugar en las 8 horas que siguen a la medianoche. Posee una sincronización endógena propia ya que las células, incluso in vitro, por tanto sin los acostumbrados específicos, mantienen cierta actividad rítmica. En fin, resiente de una sincronización exógena, ya que dicha regulación está modulada también por factores externos que actúan como sincronizadores, como la alternancia luz-oscuridad, el ritmo de los alimentos, el horario de trabajo. En términos finalísticos, la secreción maximal que tiene lugar por la mañana puede interpretarse como una tentativa para programar el organismo con el fin de afrontar la jornada con plena eficiencia; en cambio, la posibilidad de una modulación teniendo en cuenta los estímulos externos sugiere capacidad de integración y de adaptación al ambiente (Angeli et al. 1992, 1994). Dolor, estrés, citoquina y ACTH En lo que se refiere a la liberación de ACTH, junto al citado mecanismo que reconoce como mediadores fundamentales CRH y AVP y al feed-back negativo debido a los glucorticoides, es oportuno subrayar el papel que desarrollan dos factores: el estrés y las citoquinas. Es conocido que el estrés, no es de por sí un fenómeno patológico, sino una reacción de adaptación fisiológica y parafisiológica que prepara a una reacción de defensa. Asimismo, se sabe que existe una variabilidad individual subjetiva, en el sentido de que un mismo acontecimiento desencadenante, «stressor», puede determinar respuestas variables en sujetos diversos. De todos modos, es muy importante el papel del estrés en la liberación de ACTH y se explicita tanto a través de una aumentada liberación hipotalámica de CRH y AVP, o mediante una aumentada respuesta hipofisaria a estas dos sustancias (Gaillard et. Al. 1987; Donald, 1994). Además, teniendo en cuenta el tipo de estrés que actúa, el microambiente hipotalámico se modifica; así, por ejemplo, estrés emocionales aumentan el tono opioide (Gaillard 1987), mientras el estrés inducido por una hipoglicemia induce una caída del tono inhibitorio opioide y una estimulación simpática. Actualmente se sabe que algunas citokine Aumentan la secreción de ACTH (II-1, II-2, II6, tumor necrosis factor o TNF alfa, interferongamma). El concepto abre perspectivas de absoluto interés en el estudio de las complejas relaciones entre sistema neuroendocrino, inmunidad y dolor. De hecho, la liberación de citokine puede ser consiguiente a un daño tisular, a una estimulación del sistema inmunitario debido a factores infectivos, a traumas (Imura y Fukata 1994). En este sentido, il circuito citoquina-hipotálamo-hipofisis-suprarrenal representa un factor fisiológico de limitación del daño en curso de estímulos flogísticos. Obviamente, dicha respuesta endógena resiente del estado psico-físico del sujeto, por lo que, por ejemplo, en condiciones psicoDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 físicas no buenas, el mecanismo mencionado puede dar respuestas inadecuadas. Junto a la acción suprarrenálica, el ACTH ejerce su acción incluso a nivel extrasurrenálico. En efecto, posee una actividad melanocitoestimulante y tiene un papel, hasta ahora no claro, en el control de la presión arteriosa. Además, el ACTH y algunos de sus fragmentos tienen efectos importantes en el Sistema Nervioso Central (SNC), favoreciendo procesos perceptivos, mnemésicos y las performances psicofísicas (Angeli et al. 1994). Glucocorticoides: efectos periféricos Los receptores para los glucocorticoides en la práctica son ubiquitarios y, por tanto, la acción de estas sustancias se da en varios niveles. Una descripción detallada de los efectos periféricos de los glucocorticoides va más allá del obejtivo de esta presentación. En síntesis, recordamos que ejercen efectos complejos en el metabolismo lipídico, glucídico, proteico y en el balance hidroelectrolítico. Tienen una actividad a nivel cardiovascular (aumento del P.A., vasoconstricción, potenciación del simpático), gastroentérico (aumento de la secreción de ácido clorhídrico, reducción de la producción de mucosidad), respiratorio (aumento de la interacción entre catecolamina y receptores beta-2 bronquiales, síntesis de surfactant), hematológico (eritrocitosis, leucocitosis, neutrofilia, eosinopenia). Para una descripción más detallada de estos efectos remitimos a otros textos (Angeli et al. 1994). Nos ocuparemos más bien, aunque de modo sintético, de algunas nociones fundamentales referentes a las relaciones que vinculan los glucocorticoides a la sensación dolorosa, es decir, los efectos que tiene en el Sistema Nervioso Central, su acción antiinflamatoria y las relaciones con el sistema inmunitario. Glucocorticoides y Sistema Nervioso Central Se considera que los glucocorticoides tienen una acción en el desarrollo cerebral en fa- 27 28 se prenatal y postnatal, hasta la pubertad (Doupe et al. 1982), estabilizando una serie de circuitos neuronales sobre todo a nivel límbico y que los principales blancos de estas hormonas son la amígdala y el hipocampo; además, se considera que los esteroides revisten un papel de modulación en la neurotransmisión adrenérgica y serotoninérgica (Mason 1986). Teniendo en cuenta el papel del sistema límbico y de la serotonina en las reacciones emotivas y comportamentales, se comprende que el cortisol aumenta el estado emotivo y favorece impulsos reactivos; dicha acción está comprendida en la finalidad de preparar adecuadas reacciones al stress (Angelucci et al. 1991; Angeli et al. 1994). Otras acciones del cortisol a nivel de SNC comprenden: efectos psíquicos (Euforia, insomnia, pero también ansia, depresión, psicosis), hipoanosmia (en el hipercorticalismo crónico), aumento del flujo hemático y estabilización de la actividad neuronal dañada (después de la suministración aguda) neurotoxicidad (por exceso crónico de corticoides) (Angeli et al. 1994). como secundaria a la carga farmacológica, por consiguiente, de dosajes elevados. La acción de los glucocorticoides es moduladora en los linfocitos B (activación o inhibición dosis-dependiente de la respuesta anticorpal), mientras es inhibitoria en los linfocitos T, en los macrófagos y monocitos, en las células naturales killer (NK). Los glucocorticoides ejercen también una acción inhitoria en la síntesis de citoquina y aumentan la expresión génica de encimas y proteínas reguladoras. En resumen, el estímulo doloroso, y en particular los acontecimientos relacionados con él (daño tisular, traumas, factores infectivos) determinan una liberación de citoquinas. Estas sustancias, a su vez, aumentan la secreción de CRH y AVP a nivel hipotalámico y, por tanto, la consiguiente liberación hipofisaria de ACTH y suprarrenal de esteroides. La introducción del circuito citoquina-hipotálamo-hipófisis-suprarrenal en definitiva determina una respuesta antiflogística-analgésica endógena de parte del organismo. Dolor y sistema inmunitario Acción antiflogística de los glucocorticoides Los glucocorticoides reducen la permeabilidad vasal, la migración leucocitaria, la síntesis y la liberación en el espacio extracelular de los mediadores de la flogosis, la formación de tejido de granulación (Scheimer 1993). Es importante subrayar que la acción antiinflamatoria de los glucocorticoides se realiza según dos modelos diferentes: de hecho, algunos efectos necesitan elevadas concentraciones de cortisol (carga farmacológica), mientras el papel «fisiológico» de estas sustancias debe ser evaluado a la luz del circuito hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (ver arriba). Dolor, Glucocorticoides y Sistema Inmunitario También en este ámbito la acción de los glucocorticoides debe considerarse tanto como componente fisiológica, que Cuarenta años de investigación conducida por el grupo de Rita Levi Montalcini en el Nerve Growth Factor (NGF, 1995; 1996) han abierto nuevas perspectivas en las interacciones entre Sensibilidad dolorífica, Sistema endocrino y Sistema inmunitario. En particular, se ha demostrado que el NGF tiene la posibilidad de interactuar con muchas células del sistema nervioso, neuroendocrino e inmunitario, activando así sistemas homeostáticos que refuerzan los mecanismos de defensa fisiológicos del organismo. Por esta razón, con la intención de superar la rígida división en sistemas, Rita Levi Montalcini hipotiza un sistema homeostático neuro-endocrinoinmunitario. Según dicho sistema, el estímulo doloroso provoca la activación de reflejos antidrómicos asónicos, con la liberación de sustancia P, activación mastocitaria, liberación de histamina y de prostaglandina. El mismo estímulo, a través de impulsos ascendientes en los haces hipotalámicos, activa muchos núcleos encefálicos, sobre todo aquellos colinérgicos, que poseen receptores específicos para el NGF. Dicha activación se extiende a los núcleos de la base y a aquellos hipotalámicos, a la hipófisis, a las glándulas endocrinas y al sistema simpático. Sobre todo el papel desarrollado por el sistema simpático es uno de los elementos más originales e innovativos de esta teoría. En efecto, estimulando el sistema inmunitario en sus puntos clave (timo, linfoglándulas, bazo), representa sin duda la estructura de conexión esencial para el funcionamiento de este sistema homeostático integrado. Un importante trabajo de Besedowsky hacía notar un aumento de ACTH y de glucocorticoides después de una inyección endovenosa de interleuquina-1 (Besedowsky et al. 1986). Esta observación ha puesto las bases para comprender las conexiones entre dolor, aparato neuroendrocino e inmunidad. En síntesis, el acontecimiento doloroso provoca la activación de la respuesta neuroendocrina (ver arriba), mediante el sistema inmunitario. A su vez, es intuitivo que alteraciones del sistema inmunitario están conexas con una mayor susceptibilidad hacia estímulos dolorosos. Dolor y radicales libres Una lesión tisular, aguda o crónica, genera un proceso de flogosis que, a su vez, produce una serie de reacciones locales y generales del organismo. Dichas reacciones, que tienden a limitar el daño y a acelerar los procesos de regeneración, producen también una serie de efectos dañinos, como, precisamente, el dolor. En la génesis del dolor están implicados numerosos fenómenos (vasodilatación, exudación, emigración leucocitaria, aumento de la permeabilidad capilar) que a su vez se deben a varias reacciones de activación. Estas reacciones comprenden la activación del sistema del complemento, de la coagulación, emisión de prostaglandina, serotonina, histamina y otras. En estas reacciones de activación, hoy se atribuye un papel importante a los radicales libres del oxígeno. Estos radicales resultarían liberados luego del daño tisular y, en vía indirecta, a algunos fenómenos ligados con dicho daño tisular (activación del complemento, quimiotaxis leucocitaria). Los radicales libres del oxígeno serían, pues, los agentes principales de la sensación dolorosa. Las acciones de estas sustancias serían: vasocons- tricción y agregación de placas con isquemia local; estimulación nerviosa directa debido a edema; acción quinino y prostaglandino-mediata; acidosis; irritación por liberación de encimas líticos (Cuocolo, Novelli, Peduto, Ursini, 1986). dolor se debe a la excitación directa de los nocireceptores mecánicos. El resultado es una sensación álgica de tipo punción «pricking pain» (Galletti et al. 1980). De todos modos, también en estos casos junto a la estimulación mecánica directa, el trauma que desencadena puede activar el mecanismo flogosis-mediado. En lo que se refiere a la relación opuesta «dolor como origen de la flogosis», la relación es implícita ya que, como hemos visto, el hecho lesivo a menudo está constituido por una estimulación dolorosa. Además, de por sí la actividad de los nocireceptores genera modificaciones tisulares locales, con vasodilatación, edema, liberación de neuropéptidos como la sustancia P. Estas modificaciones subsisten más allá de la estimulación inicial y se extienden más allá de la zona en la que se ha aplicado dicha estimulación. De este modo la intensidad y la cualidad del dolor se modifican y amplían (Fields 1988). En fin, se debe recordar que el dolor, agudo o crónico, genera siempre una reacción psicológica desfavorable (a menudo ansia en el dolor agudo, depresión en aquel crónico), que pueden contribuir a la creación de un ambiente favorable para el mantenimiento del estado flogístico. Dolor y flogosis Las relaciones entre dolor y flogosis las hemos descrito en parte en el párrafo anterior. En síntesis, el acontecimiento determina la puesta en marcha de un proceso flogístico en cuya génesis participan varias reacciones y sistemas (ver arriba). El dolor no representa otra cosa sino uno de los múltiples efectos de estas reacciones. En la práctica, pues, se realizaría el siguiente esquema: a) evento lesivo; b) flogosis; c) dolor. De todos modos, se debe recordar que el dolor puede generarse, incluso fuera del mecanismo descrito, es decir, en ausencia de lesión y de la consiguiente flogosis. Este es el caso del dolor cutáneo por estimulación mecánica producido, por ejemplo, mediante la rápida introducción de una aguja en el cutis; en esta situación el síntoma Dolor y sistema nervioso simpático También en este caso las relaciones son complejas y recíprocas. Es reconocido y a menudo se pone de relieve en la literatura el papel del sistema nervioso simpático en la génesis del dolor. Baste pensar en la causalgia, entidad nosológica compleja, perteneciente al grupo de las distrofias simpáticas reflejas o algodistrofias reflejas. Este síndrome se caracteriza por dolor urente, desencadenado también por estimulaciones de modesta intensidad, localizado generalmente en una extremidad. Pueden coexistir alteraciones tróficas del cutis, como un característico esplendor (glossy skin), disturbios vasomotorios, desmineralización ósea (Galletti et al. 1980). El dolor es sostenido precisamente DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 por la actividad simpática, como lo demuestra el hecho que un bloque de las aferencias simpáticas a la región dolorida determina la aparición inmediata del síntoma (Fields, 1988). En lo que respecta la acción del dolor en el sistema nervioso simpatico, se ha demostrado que la acción de estimulaciones nocivas a nivel de las estructuras somáticas profundas puede determinar la excitación de los receptores sensitivos, poniendo en marcha la descarga eferente e induciendo una excitación refleja de vías eferentes somáticas y vegetativas. La activación de las fibras somáticas eferentes determina fenómenos de contractura muscular y, por consiguiente, una ulterior excitación de los receptores sensitivos. La activación de las eferentes simpáticas induce liberación directa de noradrenalina, fenómenos vasomotorios y variación de la permeabilidad capilar. El efecto es una modulación de los receptores (es decir una variación de su umbral y formas de respuesta). En fin, se crean modificaciones que perpetúan las condiciones algógenas (Maresca 1987; Procacci et al. 1963). Dolor y sistema opiáceo Las relaciones entre dolor y los derivados del opio tienen orígenes muy antiguos y el empleo de estas sustancias en los síndromes algógenos sigue siendo fundamental. En cambio, son relativamente recientes muchos logros referidos a los péptidos opioides endógenos. Estas sustancias son producidas directamente a nivel del sistema nervioso; hasta ahora se conocen tres grupos de moléculas, encefalina, endorfina y dinorfina. Las endorfinas poseen una acción morfino semejante, antagonizada por la naloxona. Están presentes en el sistema nervioso simpático, en el intestino, en las células cromafinas de la medular suprarreanal, y en el sistema nervioso central. Su máxima concentración aquí es a nivel de la sustancia gris periductal, en áreas ventrales bulbares y pontinas, en las láminas I, II, V y X de la médula espinal. La beta endorfina, en cambio, está concentrada de modo 29 elevado en el hipotálamo. Las dinorfinas se encuentran en las mismas sedes de las encefalinas, pero tienen una actividad analgésica menor. Actualmente se da un papel importante a los opioides endógenos; en efecto, se ha demostrado que numerosos estímulos, entre los cuales el estrés y la estimulación nociperceptiva, ponen en actividad estos sistemas (Zoppi 1991). Dolor y sistema fibrinolítico 30 Sabemos (Neri Serneri, Gordon) que en situaciones de estrés elevado y de dolor físico intenso se liberan de los tejidos de nuestro organismo cantidades abnormes de activador del plasminógeno que entran en circulación. En dichas situaciones de actividad proteolítica plasmática el principal defecto coagulativo se debe a la presencia de productos de la proteolisis. Estas sustancias que derivan del mismo fibrinógeno o de la fibrina circulan en la sangre y al actuar como antitrombinas producen una abnorme polimerizazión del fibrinógeno alterando contemporáneamente la función de la plaqueta. De todos modos, en las situaciones clínicas de intenso dolor físico es posible tanto la liberación local de sustancias tromboplásticas como aquella de sustancias fibrinolíticas. Fenómeno de la hematidrosis Uno de los aspectos bastante raros que se debe tomar en consideración en el dolor del Hombre-común es el fenómeno de la hematidrosis. En el Diccionario de términos técnicos de Medicina de M. Garnier-V. Delamare el sustantivo femenino hematidrosis, que deriva de la lengua griega aima = sangre, idros = sudor y que en la lengua italiana es sinónimo de sudor de sangre, es definido del modo siguiente: alteración de la secreción sudoral que se caracteriza por la coloración roja del sudor; la coloración se debe a la presencia de pigmentos hemáticos, sin glóbulos rojos. Dicho fenómeno se manifestó precisamente en la agonía de Jesús descrita por Lucas, evan- gelista y médico, del siguiente modo: «Y sumido en angustia, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas de sangre que caían en tierra». La etiología de la hematidrosis (Fig. 7) en el Hombre-común, puede ser causada por un intenso dolor físico que es capaz, a través de una activación por stress, de provocar un síndrome hemorrágico por hiperfibrinolisis, que causa el fenómeno de la hemólisis de los glóbulos rojos con posterior liberación de hemoglobina en el plasma y, por tanto, en el sudor. Dicho evento, raro en el Hombrecomún, se verificó en el Hombre-Cristo. varnos reconciliándonos con Dios: es Dios «que nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados» (1 Jn 4, 10). «El Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo» (1Jn 4, 14). «El se manifestó para quitar los pecados» (1Jn 3, 5)3. En la primera parte de este estudio, se ha afrontado la interpretación fisiopatológica del dolor físico, del sufrimiento moral y de la hematidrosis de Jesús en Getsemaní. En la segunda parte se ofrece una interpretación teológica de la agonía del Hombre-Cristo. La terminalidad clínica del Cristo agonizante la podemos comparar con la del Hombrecomún. Para explicarla, el estu- SEGUNDA PARTE Interpretación teológica del dolor en el Hombre-Cristo «En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una persona: la persona de Jesús de Nazareth, unigénito del Padre [...] que ha sufrido y ha muerto por nosotros y ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros [...] Catequizar [...] es pues revelar en la persona de Cristo todo el designio de Dios [...]. Es tratar de comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, de los signos realizados por El.1 Según lo mencionado en la primera parte, la agonía de Jesús en el Getsemaní puede representar la figura típica del enfermo terminal. De todos modos su terminalidad clínica, incluso siendo parecida en todo a la terminalidad clínica del Hombre común, para el teólogo tiene un significado de una finalidad misteriosa: la salvación de la humanidad pecadora. La Iglesia expresa este concepto en el himno transmitido por san Pablo: «Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz».2 Confirmando esto la Iglesia enseña que el Hijo de Dios se hizo hombre para sal- dioso Pierluigi Zucchi4 ha empleado precisamente – en la primera parte del presente trabajo – datos empíricos y teóricos (Zucchi-Honings, 1996)5. Pero el que desee ofrecer una interpretación teológica acerca del significado misterioso del mismo fenómeno clínicio, sabe que debe recurrir a fuentes propias y específicas. Por tanto, incluso en la introducción temática, la Persona de Jesús es presentada como enviado del Padre para la salvación de la toda la humanidad6. Entrando in medias res deseo recurrir a la presentación que hace san Gregorio Magno, papa, mucho más específica y pertinente, en el Comentario al libro de Job: «Cristo sufrió la pasión y soportó el tormento de la cruz para redimirnos, aunque no había cometido violencia con sus manos, ni pecó y ni siquiera hubo engaño en su boca. El solo de entre todos elevó su límpida oración a Dios diciendo: «Pa- dre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34)»7. Con esta presentación del Cristo sufriente, el gran pontífice indica que toda tentativa exegética del teólogo debe entrar de inmediato, precisamente porque nos encontramos frente a un gran misterio, en el ámbito de la fe. Está tan convencido de esto que prosigue su pensamiento interrogándose: «¿Qué podemos decir, que podemos imaginar de más puro que su misericordiosa intercesión en favor de los que nos hacen sufrir? Fue así que la sangre de nuestro Redentor, derramada con crueldad por los perseguidores, fue asumida luego por ellos con fe y anunciaron a Cristo como Hijo de Dios»8. Aquí se pone de relieve por qué sea aún más clara la intención del estudio de los Autores, que la explicación científica por un lado y la interpretación teológica, por otra, son dos momentos que se completan, antes bien, se integran, porque revelan tanto la verdad y la veracidad del misterio de la Encarnación del Verbo de Dios como su finalidad salvífica. El fenómeno de la hematidrosis proprociona, según la precedente explicación fisiopatológica, una sorprendente prueba científica de la corporeidad del hombre Cristo. La descripción de Lucas no admite dudas: «Y sumido en angustia, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra»9. Ahora bien, y es lo que trataremos de precisar con la presente interpretación teológica, es un dato de fe que todos hemos sido redimidos por medio de esta sangre, precisamente porque era la sangre del Hijo de Dios-Padre, la sangre de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Para evitar cualquier equivoco presentamos la enseñanza auténtica y autorizada del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC): «El Nombre de Dios Salvador era invocado una sola vez al año por el sumo sacerdote para la expiación de los pecados de Israel, cuando había asperjado el propiciatorio del Santo de los Santos con la sangre del sacrificio (cf. Lv 16, 1516; Si 50, 20; Hb 9, 7). Cuando san Pablo dice de Jesús que «Dios lo exhibió como instrumento de propiciación [...] por su sangre» (RM 3, 35), significa que en su humanidad «estaba Dios reconciliando al mundo consigo» (2Co 5, 19)10. De esto, es evidente que el que busca una interpretación teológica de la hematidrosis de Jesús en el Getsemaní sabe que debe entrar en el misterio de su sufrimiento «vicario o sustitutivo» en nuestro lugar. Nos damos cuenta de la gran complejidad de la exegesis de un fenómeno que desde el punto de vista científico, podemos encontrar también en patologías clínicas. Por tanto, nos dirigimos al autor de la carta a los Hebreos. Con la intención de captar el significado del misterio de la reparación de nuestros pecados, por medio del instrumento del sufrimiento y de la agonía de Jesús en el Getsemaní, el autor nos invita a contemplar a «Aquel que fue hecho inferior a los ángeles por un poco, a Jesús, le vemos coronado de gloria y honor por haber padecido la muerte, pues por la gracia de Dios gustó la muerte para bien de todos»11. Al proseguir, el mismo autor inspirado, pone de relieve a la luz de esta contemplación la extrema conveniencia de la pasión como camino elegido por el Padre para la redención de la humanidad: «Convenía, en verdad, que Aquel por quien es todo y para quien es todo, llevara muchos hijos a la gloria, perfeccionando mediante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación. Pues tanto el santificador como los santificados tienen todos el mismo origen. Por eso no se avergüenza de llamarles hermanos. Cuando dice: Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la asamblea te cantaré himnos. Y también: Pondré en él mi confianza. Y nuevamente: Henos aquí, a mí y a los hijos que Dios me dio»12. El significado etiológico del dolor físico y del sufrimiento moral en la agonía del Hombre-Cristo Hemos llegado al por qué el dolor físico, el sufrimiento moral de Jesús y su muerte en la cruz, culminados en el fenómeno de la hematidrosis, fueron DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 juzgados por Dios como instrumento muy eficaz a su misericordia y plenamente satisfactorio ante las exigencias de su justicia. A la luz de la divina Palabra escrita, el CIC nos ayuda a captar las razones que más convencen. «Como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos» (Rm 5, 19). Mediante su obediencia hasta la muerte, Jesús ha realizado la sustitución del Siervo doliente que se dio «a sí mismo en expiación», cuando llevó «el pecado de muchos» (todos, B. Honings) a quienes «justificará y cuyas culpas soportará» (cf. Is 53, 10-12). Jesús repara por nuestras faltas».13 Precisamente para dar más fuerza a la conveniencia del por qué «teológico» del significado misterioso del fenómeno de la hematidrosis se ponen de relieve dos aspectos fundamentales: 1. la plena conciencia humana de Jesús ante el horror de la muerte; 2. la plenitud del amor «sacrifical» del divino Agonizante en el Getsemaní. He aquí una precisación del magisterio: «El cáliz de la Nueva Alianza que Jesús anticipó en la Cena al ofrecerse a sí mismo (cf Lc 22, 20), lo acepta a continuación de manos del Padre en su agonía del Getsemaní (cf Mt 26, 42) haciéndose «obediente hasta la muerte» (Flp 2, 8; cf Hb 5, 78). Jesús ora: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz...» (Mt 26, 39). Expresa así el horror que representa la muerte para su naturaleza humana. Esta, en efecto, como la nuestra, está destinada a la vida eterna: además, a diferencia de la nuestra, está perfectamente exenta de pecado (cf Hb 4, 15) que es la causa de la muerte (cf Rm 5, 12); pero sobre todo está asumida por la persona divina del «Príncipe de la Vida» (Hch 3, 15), de «el que vive» (Ap 1, 18; cf Jn 1, 4; 5, 26). Al aceptar en su voluntad humana que se haga la voluntad del Padre (cf Mt 26, 42), acepta su muerte como redentora para «llevar nuestras faltas en su cuerpo sobre la cruz» (1 P 2, 24)»14. Lo que ha dado el significado misterioso, esto es, el valor de salvación universal al fenómeno humano de la hematidrosis 31 32 de Jesús en el Getsemaní ha sido su amor hasta el extremo. Sí, precisamente este amor confiere el valor de redención y de reparación, de expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo (cfJn 13, 1). «El – indica también el CIC – nos ha conocido y amado a todos en la ofrenda de su vida (cf Ga 2, 20; Ef 5, 2.25)».15 Considero, pues que sea luce clarius la interpretación teológica, que da un valor salvífico universal al fenómeno del dolor, del sufrimiento, del sudor de sangre de Jesús en el Getsemaní y de la muerte en la cruz, se funda en la existencia en Cristo de la Persona divina del Hijo. «Ningún hombre – nos enseña el CIC – aunque fuese el más santo estaba en condiciones de tomar sobre sí los pecados de todos los hombres y ofrecerse en sacrificio por todos. La existencia en Cristo de la persona divina del Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas las personas humanas, y que le constituye Cabeza de toda la humanidad, hace posible su sacrificio redentor por todos»16. La confirmación más válida de nuestro estudio la encontramos en las siguientes palabras: «En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir (cf Rm 5, 14), es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. [...] El que es «imagen del Dios invisible» (Col 1, 15; cf 2 Co 4, 4) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado».17 Esta es la finalidad misteriosa de la Encarnación, pero debemos tener en cuenta que el instrumento con el que el Verbo de Dios ha realizado esta finalidad ha sido nuestra naturaleza humana. «Porque – indica el magisterio – en su persona divina encarnada, «se ha unido en cierto modo con todo hombre»; en El la naturaleza humana ha sido asumida, sin que por ello sea anientada; por la misma razón ella ha sido elevada tam- bién en nosotros a una dignidad sublime»18. En la encíclica Fides et ratio, el Papa Wojtyla hace notar que Pablo, al hablar con el lenguaje de los filósofos de ese tiempo, «alcanza el cúlmen de su enseñanza y de la paradoja que quiere expresar: «Dios ha elegido en el mundo lo que es nada para convertir en nada las cosas que son» (1Co 1, 28). Para poner de relieve la naturaleza de la gratuidad del amor revelado en la Cruz de Cristo, el Apóstol no tiene miedo de usar el lenguaje más radical que los filósofos empleaban en sus reflexiones sobre Dios. La razón no puede vaciar el misterio de amor que la cruz representa, mientras que ésta puede dar a la Ciertamente, no como si El mismo hubiese pecado (cf Jn 8, 46). «Sino – como enseña el CIC – en el amor redentor que le unía siempre al Padre (cf Jn 8, 29), nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc 15, 34; Sal 22, 2). Al haberle hecho así solidario con nosotros, pecadores, «Dios no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien, le entregó por todos nosotros» (Rm 8, 32) para que fuéramos «reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo» (Rm 5, 10)»20. Conclusiones razón la respuesta última que busca. No es la sabiduría de las palabras, sino la Palabra de la Sabiduría lo que san Pablo pone como criterio de verdad, y a la vez, de salvación»19. De modo análogo, en este estudio los Autores han querido para el hombre de la ciencia y de la técnica de hoy, no sólo no vaciar el misterio del divino Agonizante sino más bien a lo más llenar este misterio de su amor «salvífico» universal, a través de una explicación científica y una interpretación teológica del dolor físico, del sufrimiento moral, de la hematidrosis y de la muerte en el madero de la Cruz. Los Autores han tenido siempre presente que son, como todos, algo parecidos a los discípulos de Emaús; sin embargo, cuando la discusión se refiere a Jesús conviene recordar sus palabras: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» (Lc 24, 25-26). Del presente estudio referente a la interpretación fisiopatológica y teológica del dolor físico, del sufrimiento moral y del fenómeno de la hematidrosis podemos obtener las siguientes conclusiones afirmando que: a) el hombre tiene siempre necesidad de una formación cultural que parta del significado salvífico de la pasión sufrida por el Hombre-Cristo en el Getsemaní; b) el hombre, en este mundo hedonista, pragmatista, utilitarista, si es creyente, debe fundar y afinar su formación ética en los momentos fundamentales de la vida representados por el dolor físico y por el sufrimiento moral para fortificarse no sólo bajo el perfíl ético sino también con relación a aquel físico, como se ha puesto de relieve en la interpretación médico-teológica del dolor y del sufrimiento representado en la Fig. 1 (ZucchiHonings, 1996); c) el hombre se debe acostumbrar a aceptar el sufrimiento e interpretar la muerte como dies natalis que representa la mediación, a través de la fe, a una nueva manifestación epifánica de Dios. Prof. PIERLUIGI ZUCCHI, S.O. Director del Instituto para el Estudio y la Terapia del Dolor Florencia P. BONIFACIO HONINGS, O.C.D. Profesor Emérito de Teología Moral en la Pontificia Universidad del Laterano, Urbaniana y Teresianum Roma Primera parte Bibliografía ANGELI A., GATTI G., MASERA R., Chronobiology of the hypothalamic-pituitary-adrenal and renin-angiotensin-aldosterone system. In: TOITOU Y., HAUS E. (Eds.), Biologic Rythms in clinical and laboratory medicine. Springer-Verlag, Berlin, Heidelberg, 1992. ANGELI A., MASERA R.G., ORLANDI F., TERZOLO M., Sindromi da eccesso di glicocorticoidi. In: Atti dei congressi della Società Italiana di Medicina Interna, 1, 1994. ANGELUCCI L., Sistema ipotalamo-ipofisi-surrene nell’invecchiamento. In: ANDREANI D., MOTTA M. (Eds.), Ghiandole endocrine e invecchiamento. Roma, 1991. BESEDOWSKY A., DEL REY A., SORKIN E., DINARELLO C.A., Immunoregulatory feed-back between interleukin I and glucocorticoid hormones. Science, 233 (1986) 652-654. 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Nota explicativa de algunos términos y siglas empleados en el texto • ACTH: (hormona) corticotropina • anticorpopoiésis: proceso de síntesis de los anticuerpos • anticuerpos: sustancias específicas que se forman en el organismo (sero) luego del contacto con agentes externos (antigenes); en muchos casos ejercen una acción de protección. • dolor: «el dolor es una experiencia sensorial y emotiva desagradable asociada a un daño actual o potencial del tejido y es descrita en términos que se refieren a dicho daño» (definición del Comité para la taxonomía de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor – I.A.S.P., 1979). • hematidrosis: transtorno de la secreción sudoral que se caracteriza por colo- DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 ración roja del sudor; la coloración se debe a la presencia de pigmentos hemáticos sin glóbulos rojos. • hemólisis: liberación de la hemoglobina contenida en el glóbulo rojo luego de la ruptura de la pared de éste. • endorfinas: sustancias endógenas de acción opiácea (análoga a la morfina) presentes en el organismo y que son liberadas después del estímulo algógeno. • fibrinolisis: s.f. (fibrina; λυ′ειν– disolver). Disolución de la fibrina y, por extensión, disolución de un coágulo sanguíneo (trombolisis). Es un fenómeno que generalmente se verifica algunos días o algunas semanas después de la formación del coágulo. Cuando se produce demasiado rápido, la f. puede causar hemorragias dramáticas (f. hemorrágica) intra o post-operatorias (sobre todo en la cirugía del tórax) o luego de un parto, de un aborto o/y de ciertos cánceres (de la próstata, páncreas, estómago), de cirrosis y/o de leucemias. Sin embargo, se debe tanto a la liberación de sustancias que activan la fibrinolisina, como a la producción de parte de los tejidos enfermos de un fermento proteolítico. A veces es primitiva, pero a menudo es secundaria, reactiva, en el curso de un síndrome de coagulación intravascular difundida (C.I.D.). • GABA: ácido gamaminobutírico. • Getsemaní: huerto de los olivos en donde Jesús consumió su agonía. • P.A.: presión arteriosa. • plasma: parte líquida de la sangre. • radicales libres: sustancias que se forman luego de varios estímulos y procesos (dolor, flogosis, necrosis, oxidación, envejecimiento); son responsables de daños del tejido. • sistema inflamatorio: está formado por sustancias (histamina, serotonina, prostaglandina) descargadas en el organismo después de un estímulo lesivo. • sistema neuroendrocrino: sistema que comprende varias glándulas que segregan sustancias activas endógenas (hormonas). • sistema opiáceo: sistema de modulación endógena del dolor que libera endorfinas. • SNC: Sistema Nervioso Central, • Sociedad Obrera (S.O.): grupo cultural de espiritualidad getsemánica fundada por el profesor Luigi Gedda en Roma en 1948. Segunda parte Notas 1 JUAN PABLO II. Exhortación apostólica Cathechesi tradendae, 5. 2 Flp 2, 5-8, citado en el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) n. 461. 3 CIC, n 457. 4 PIERLUIGI ZUCCHI, S.O., director del Instituto para el Estudio y la Terapia del Dolor. 5 B. HONINGS, O.C.D., profesor emérito de teología moral de la Pontificia Universidad del Laterano y Urbaniana 6 Ver arriba, p. 1. 7 SAN GREGORIO MAGNO, Comentario al libro de Job, Lib. 12, 21. PL 75, 1028. 8 Ibidem. 9 Lc 22, 44. 10 CIC n. 433. 11 Hb 2, 9. 12 Hb 2, 10-13. 13 CIC n. 615. 14 CIC n. 612. 15 CIC n. 616. 16 Ibidem. 17 GS n. 22. 18 Cf Ibidem y CIC n. 618. 19 Juan Pablo II, Carta encíclica Fides et ratio, n. 23. 20 CIC n. 603. 33 Necesidades espirituales del niño enfermo y su atención pastoral XXV JORNADAS NACIONALES DE LA SALUD, MADRID, SETIEMBRE 2000 “Los niños aman más al pastelero que al médico porque el primero procura placer mediante sus pasteles y el segundo dolor cortando y quemando” (Platón, Gorgias 464d-465a) 1. Evangelizar a los niños Tienen derecho 34 “Evangelizar a los niños. También tienen derecho a crecer en la fe. A nosotros nos toca transmitir. Ellos tienen derecho a recibir: Fe, Esperanza, Amor”. Estos y otros muchos slogans se repetían en la Jornada mundial misionera de los niños: 30 enero 1977. El niño está estrenando la vida y es sensible a todo lo que le rodea: familia, colegio, compañeros... Su mundo es imaginario, fantástico, ideal, bonito, cargado de afecto, pero muy quebradizo. De ahí que las leyes y los mayores debamos respetar los derechos de una vida que fácilmente se puede manipular. La ONU reconoció y proclamó para el niño estos diez principios básicos: Los derechos de la Declaración serán reconocidos a todos los niños sin discriminación alguna El niño gozará de la protección especial para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y a una nacionalidad El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados El niño impedido debe recibir el tratamiento, la educación y cuidados especiales que requiera su caso particular El niño, para el pleno desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión El niño tiene derecho a recibir educación que será gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales El niño, en todas circunstancias, ha de ser prioritario en todo lo que se refiere a protección y socorro El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación El niño debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal. 2. El niño, personaje importante en la Biblia El niño goza de un trato especial en los pasajes bíblicos: “corona de los ancianos” (Prov 17, 6); “brotes de olivo alrededor de la mesa” (Sal 128, 3). Porque su vida está por hacerse y es frágil, necesita de más apoyo y protección: “No dañarás al huérfano” (Ex 22, 21). “Cuando Israel era niño yo le amé...” (Os 11, 1). Sus niños de pecho serán llevados a la cacera y acariciados sobre sus rodillas...” (Is 66, 12). Con Jesús niño, nacido en Belén, presentado en el templo y obediente a sus padres (Lc 2, 12-51), la figura del niño queda exaltada y toda la humanidad recordará y gozará en la Navidad – no sólo el nacimiento del Emmanuel, sino nuestra propia niñez – porque todos en Navidad somos un poco más niños. En la predicación de la Buena Nueva, Jesús insistirá en que los niños están en disposición para recibir el Reino – “de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 19, 14) – y que había que volverse como niños (Mt 18, 3), que había que renacer y acoger el Reino como lo hace el niño (Jn 3, 5; Mc 10, 15). Como dice un autor: “...La figura del niño es considerada incluso como un ‘sacramento’ de la acogida de Jesús. ‘Quien acoge a uno solo de estos niños en mi nombre, me acoge a mí’ (Mt 18, 5); una acogida que hace referencia al Padre (Mc 9, 37). El niño representa la imagen de la criatura humana pequeña, indefensa o en situación de necesidad. ‘Cuanto hicísteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’ (Mt 25, 40). Jesús mismo quiere ser amado y acogido en la figura del niño...”. 1 Esta constante referencia de la predicación de Jesús al niño es para hacernos caer en la cuenta de lo cercano que está el Reino de las cualidades que los niños poseen: sencillez, limpieza de corazón, humildad, apertura, disponibilidad. 3. Vivencia religiosa del niño “Las cosas divinas duermen en el niño: el educador debe despertarlas” (Adrienne Necker de Saussure, pedagoga) Pierre Duval, cantautor francés, nos cuenta la siguiente experiencia, vivida entorno a su familia: “En mi casa, la religión no tenía ningún carácter solemne: nos limitábamos a recitar cada día las oraciones de la noche todos juntos. Se quedó impregnada en mi memoria la posición que tomaba mi padre. Regresaba cansado del trabajo en los campos, con gran tercio de leña en las espaldas. Después de la cena se arrodillaba en tierra, apoyaba los codos en una silla y tenía la cabeza entre sus manos, sin mirarnos, sin hacer movimiento alguno, ni dar el menor signo de impaciencia. Yo pensaba: ‘Mi padre que es tan fuerte, que gobierna la casa, que sabe guiar los bueyes, que no se inclina delante del alcalde... Mi padre delante de Dios se vuelve como un niño. Cómo cambia de aspecto cuando se pone a hablar con El. Dios debe ser muy grande si mi padre se arrodilla delante de El. Pero debe ser también muy bueno, ¡si es posible hablarle sin cambiarse vestido!’. Por el contrario, nunca ví arrodillarse a mi madre. Estaba demasiado cansada en la noche, para hacerlo. Se sentaba en medio de nosotros, teniendo en sus brazos al más pequeño. Nos miraba, pero no decía nada. No abría boca ni siquiera si los más pequeños le daban fastidio, ni siquiera si enfuriaba la tempestad sobre la casa o el gato hacía algún daño. Y yo pensaba: ‘Debe ser muy sencillo Dios, si se le puede hablar teniendo a un niño en brazos y vistiendo un mandil. Y debe ser también una persona muy importante, si mi madre cuando le habla no hace caso ni al gato ni al temporal’. Las manos de mi padre y los labios de mi madre me enseñaron, sobre Dios, mucho más que el catecismo”.2 San Juan Crisóstomo exhorta a los padres a educar a los hijos, a formarlos, a hacerlos atletas de Cristo. Cada uno de vosotros, dice, sois como pintores que trabajan con cuidado el retrato; del mismo modo debéis hacer con vuestros hijos. Al mismo tiempo, se lamenta con estas expresiones: “(...) Nadie piensa en los hijos, nadie habla de su virginidad, ninguno de la moderación, ninguno del desprecio de las rique- zas y de la gloria, ninguno de lo que anuncian las Escrituras. Entonces, cuando los hijos son privados de maestros desde la primera edad, ¿qué será de ellos? Ahora bien, cada uno hace todo lo posible para educar a sus hijos en las artes, en las letras y en la elocuencia, mientras ninguno tiene la mínima preocupación de lo principal: de formar su alma”. Los niños tienen derecho a conocer a Dios y sería lamentable que los padres y educadores se lo ocultaran. a. Influjo de los padres y educadores a la religiosidad a.1 La confianza del niño hacia los educadores El niño aprende de los padres y educadores a afrontar la vida, a contemplar, a maravillarse, a captar la riqueza de la naturaleza, a ser sensible. Aprende a pertenecer a un grupo, a una familia que se estimula, que crece en valores sociales, religiosos, culturales. Sintiéndose amado, acogido, el niño irá entrando en el proyecto familiar con sus victorias y sus fracasos, irá adquiriendo experiencia, asimilando valores y dando respuesta a la vida desde las “palabras” y, sobre todo, desde los “gestos” que percibe, por ejemplo, sobre temas vitales, como la salud, la muerte, el trabajo, la amistad, el compromiso social y religioso. La familia y la escuela son lugares importantes para el niño en su primera infancia, determinantes para su formación, para construir un sistema de valores, para crecer en sensibilidad. a.2 El sentido de las cosas El niño comienza a descubrirlo en la etapa que va de los 5 a los 11 años. Padres y educadores juegan aquí un papel insustituible, delicado; es el momento del desarrollo moral, de la interiorización y personalización de actos religiosos, educación de la fe. ¿Quién no ha sentido, por ejemplo, al final de esta etapa, como una especie de llamada a lo religioso? Y en un contexto familiar y escolar equilibrado y vivo en valores, ¿quién no ha visto nacer, como esDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 pontánea, una llamada vocacional? Esta fotografía que estoy mostrando se hace más viva, real, en una sociedad llamada “sacral”, a la que pertenece la infancia de casi todos los presentes a esta reunión nacional, a diferencia del contexto actual en el que el rol de la familia y escuela se difumina y pierde fuerza de referencia. Porque todo esto se presenta en los niños de forma inmadura, es por ello que se insiste tanto, pedagógicamente, para que padres y educadores asuman este rol de conducir progresivamente al niño hacia esta madurez – es un camino de crecimiento integral – aspectos físicos, psíquicos, sociales, religiosos. Por otra parte, la presencia de “modelos” ayuda a conseguir metas; si estos modelos son cercanos y vivos – padres, educadores, sacerdotes – la encarnación del modelo, aunque sea provisional, ayudará al niño a crecer y madurar. Una preparación religiosa ayuda, sin duda, al niño a crecer, porque le pone ante los problemas centrales, vitales, le exige confrontarlos, valorarlos... b. ¿Cómo hacerlo? Las respuestas seguro que entran aquí en una gran variedad. Nos mantendremos en los principios que son válidos para todos. b.1 La palabra ilumina La palabra descubre, explica, da razón, dice el por qué. Es importante que las palabras que anuncian el tema de Dios a los niños lo hagan de forma gozosa; sean palabras que digan cuánto nos ama Dios, cuánto podemos acercarnos a El; sean palabras que hablen de amistad con Dios; palabras que despierten el deseo de Dios, de buscarlo, quererlo, amarlo y también proclamarlo. Esta proclamación no es exclusiva de los mayores; también los niños pueden hacerlo. La Jornada de la Infancia Misionera de este Año Santo – Jubilar – tenía como lema: “Los niños, misioneros del tercer milenio”. A ella, a la infancia misione- 35 ra, aludía el Papa Juan Pablo II diciendo que “es una verdadera red de solidaridad humana y espiritual entre los niños de los antiguos y nuevos continentes”. 36 b.2 Pero el ejemplo, el gesto arrastra “El contemporáneo escucha con preferencia a los testigos, más que a los maestros; y si escucha a los maestros lo hace porque son testigos” (EN 41). Los ejemplos de vida son más eficaces que la palabra. Si esto es válido para todos, lo es preferentemente para los niños. El niño necesita modelos que imitar, va detrás de ellos, lo vemos en el deporte, en el cine, en la canción... Se quiere identificar con alguno de ellos, lo pone en su corazón, en sus labios; lo encuadra y preside un trozo de su habitación, viendo de cerca el modelo le ayuda a identificarse con él, incluso hará gestos, utilizará palabras propias del personaje con el que se identifica, hasta vestirá como el modelo. El Papa Pablo VI subrayaba la importancia del ejemplo cuando a propósito de la oración preguntaba a las madres: “Madres, ¿enseñáis a vuestros niños las oraciones del cristiano? ¿Los habituáis, cuando están enfermos, a pensar en Cristo que sufre? ¿a invocar la ayuda de María y de los santos? Vuestro ejemplo vale una lección de vida, vale un año de culto..., así lleváis paz a la familia..., así construís...”.3 El niño tiene necesidad de aprender las cosas de Dios; digámoselas con la palabra, acompañémoslas con el ejemplo. “Las cosas divinas duermen en el profundo del niño y el educador tiene el deber de despertarlas” (Adrienne Necker). No todos los momentos y circunstancias son iguales; el educador debe discernir para saber decir y acompañar estos momentos, suscitando, iluminando, transmitiendo fuerza, coraje, serenidad, grandeza, bondad, amor; atributos de Dios que se manifiestan en la naturaleza y, fundamentalmente, en las criaturas. La verdad que es Dios viene dicha, custodiada, transmitida. b.3 El testimonio de niños santos Santos Inocentes. Dieron su vida, en Belén, en lugar del Niño Jesús, los niños menores de dos años. Confesándolo no con la lengua, sino con su sangre. El poeta latino Prudencio dirá de ellos: “Jugáis, inocentes, bajo el ara, con la corona y la palma”. Su fiesta se celebra el 28 de diciembre. Inés, la pura, la mártir a los trece años. “¡Qué halagos empleó el perseguidor para seducirla!” exclama S. Ambrosio. Su fiesta es el 21 de enero. Lucía, nombre luminoso, mártir en la persecución de Dioclesiano, “luchó hasta la muerte por la ley de Cristo”. Su fiesta se celebra el 13 de diciembre. Cecilia, el 22 de noviembre, mártir de la fe. Agueda, “la buena, martirizada en la persecución de Decio, año 251; su fiesta se celebra el 5 de febrero. Eulalia, adolescente, en Mérida. “Aquella muchacha era toda gracia y fascinación y a pesar de sus doce inviernos y trece primaveras, permanecía extraña a esta tierra...”, así la canta Prudencio en sus versos. Su fiesta es el 10 de diciembre. Adolescente, igualmente, Eulalia de Barcelona, su fiesta es el 12 de febrero. Justo y Pastor, de 7 y 9, respectivamente, martirizados en la persecución de Dioclesiano, el 6 de agosto del año 304. Maria Goretti, muere martirizada, a los 12 años, el 6 de julio de 1902. Canonizada por el Papa Pío XII el 24 de junio de 1950. Francisco y Jacinta, videntes de Fátima. Francisco muere a los doce años, Jacinta a los nueve. Fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II el 13 de mayo del año 2000. La lista puede alargarse si repasamos nuestros hospitales pediátricos, si nos asomamos a las familias que viven con coherencia la vida cristiana, dan ejemplo y educan a la fe a sus hijos. Os recuerdo dos ejemplos cercanos: Alexia González Barrós de 14 años de edad y que realiza un verdadero camino de santidad desde el dolor. Muere en Pamplona en la clínica universitaria el día 5 de diciembre de 1985. Está en camino el proceso de beatificación. Antonietta Meo (Mennolina). Nacida en Roma en 1930, muere el 3 de julio de 1937; tenía sólo siete años. Nos ha dejado un diario y 150 cartas dirigidas a Jesús, a la Virgen y a la Trinidad. Los estudiosos hablan de este caso, sorprendidos, porque ven en los escritos de esta niña un bellísimo sistema teológico y al mismo tiempo revelan una vida de íntima unión con Dios. Una vida de santidad labrada también desde el sufrimiento. En curso el proceso de beatificación y hay quien habla de un nuevo doctor de la Iglesia. Después de Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia a los 24 años, ¿tenemos otro Doctor a los 7 años? Hemos querido señalar estas figuras como testimonio de que la santidad está presente también en los niños. Con motivo de la beatificación de Francisco y Jacinta, la Conferencia episcopal portuguesa publicaba una Nota pastoral, proponiendo a los nuevos beatos como ejemplo a imitar “por el brillo de su caridad y otras virtudes evangélicas”. “Los pastorcitos – sigue diciendo la Nota – nos recuerdan que también los niños tienen una tarea que desempeñar en la Iglesia y en la sociedad... y que la santidad es vocación común a todos y rasgo característico del pueblo de Dios” (L’Osservatore Romano, edición española, 12 de mayo 2000). La homilía del Papa en la beatificación de Francisco y Jacinta señala el talante espiritual de los Pastorcitos de Fátima (Cf Ecclesia, 27 mayo 2000). Y precisamente el Papa en la celebración del Jubileo de los niños – el 2 de enero pasado – los exhortaba con estas palabras: “Comenzando por vosotros, niños y adolescentes, la serie de las solemnes celebraciones jubilares, la Iglesia os pone en el centro de atención de los creyentes. Recibid el don del Jubileo y volved a casa transformados por el amor de Jesús, que os ha dado su amistad. Seguidlo con entu- siasmo y ayudad a todos para que se acerquen a El con toda confianza. Jesús es la Puerta santa que nos permite entrar en el Reino de Dios». (Cf. L’Osservatore Romano, edición española, 7 enero 2000). 4. El niño enfermo No es fácil estar ante una persona enferma; no sabemos estar, estamos incómodos, es duro, difícil. Todos lo hemos experimentado, particularmente el pastor se siente más incómodo, lleva “armas” de difícil apoyo para sentirse seguro ante el enfermo; el personal sanitario tiene el apoyo técnico que le hace de barrera muchas veces, que le da autoridad, prestigio... Son armas defensivas. Todos hemos vivido estas o parecidas situaciones ante el enfermo. Si esto es verdad, cuando el enfermo es un niño el problema se agraba. Es el misterio del dolor que no tiene edad, no tiene lugar, tampoco sexo. Sufrir al inicio de la vida, ¿por qué? ¿por qué sufren, mueren los niños, los inocentes?, es la pregunta de Camus, es la pregunta de todos nosotros. Yo mismo he hecho experiencia, nueve años como capellán de un hospital pediátrico en Barcelona; 400 camas, un gran consultorio, urgencias y una maternidad – 50 camas – unida al hospital. Os podéis imaginar la actividad, la carga de dolor y esperanza, la destreza de los profesionales, la dureza de la jornada, la lucha por la vida, tantos niños que estrenan vida sufriendo, tantas madres agarradas a la cruz, esperando “resurrecciones”, éxito de la medicina, hasta algún milagro. En medio de todo eso la actividad profesional, tanta, tan seria, y todos los temas humanos y éticos que surjen diariamente. Y en medio de todo eso el equipo de pastoral – acompañando, animando, celebrando la vida débil, enferma, pero cargada de vida, de experiencia. ¡Cuántos viernes santos!, pero ¡cuántos domingos de pascua! ¡Cuántos recuerdos! – Recuerdo la angustia de un joven matrimonio por la enfermedad de su hijo que fallece a los tres meses: ¡Cuánto tiempo pasaba en la capilla entre esperanzas y deseperanzas! – Y la madre de Jordi ¡con qué cariño e ilusión cuidaba a su niño! – ¡Cuántas familias esperan que vayamos, que las visitemos!: ‘Les estábamos esperando’, nos dicen con frecuencia. – Y aquel padre, Paco, desilusionado, desesperado por su hijo con espina bífida y que no cree en nada, que dice que ha perdido la fe... Le animamos a salir de la oscuridad, de la tristeza y, al cabo de los días, vimos más luz y tranquilidad en esa habitación, en ese matrimonio junto al niño. – ¿Y qué contar de Alicia, de 12 años, de Juan de 8; de Gemma, de 9 años, afectada de leucemia, y de José Manuel, de 6, y de María, de 3 años? – Miguel Angel es un niño DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 de 7 años, con un tumor canceroso. Es un caso desesperado. El niño llora, está mal, lo siente, y con una conciencia de persona mayor repite con cierta frecuencia entre sollozos: ‘¡Mamá, mátame, asesíname!’. Hablamos con los padres, intentamos estar muy cerca, animar, pero no nos da tiempo para una conversación seguida. Todo es entrecortado. ¡Es tan difícil, hay tanta angustia! – Esta es la reflexión de un padre: ‘Yo en mi trabajo me siento distante y desconfío de mis compañeros... Siempre he creído que en la gente había mucha maldad, pero después de tantos días en el hospital he descubierto este valor humano en el personal sanitario, en los voluntarios, en el servicio religioso. Estoy contento, aunque mi hijo sigue enfermo. El hospital es una sorpresa’. – Y otro padre: ‘A nosotros, los padres, sin moral y asustados por la enfermedad incurable de nuestra hija, sólo nos consolaron las palabras del padre que nos atendió en el bautismo y defunción de nuestra hija’. – ‘Muchas gracias, Elvira, me has ayudado mucho’; era la expresión de una madre a la visitadora, después del entierro de su niña. Permitidme que os cuente el testimonio de una niña de 8 años que sufrió un accidente junto con su prima, y a las cuales visitábamos con cierta frecuencia. Dada de alta, viene un día al hospital a visitarnos y trae varias cosas y esta carta que dice así: ‘Querido San Juan de Dios: Te obsequia mi abuela con este ramo de flores por curarme a mí y mi prima. Cura a todos los niños de este hospital. Ayuda a Yolanda y al Gustavo, al Rafa, etc., a que se curen como tú has hecho con nosotras. Mi abuela te manda este ramo de flores para que cures a otros niños. Quiero que les des una lección a estos cocineros que hacen una comida muy mala y a los niños del hospital no les gusta. Te dejo mis muletas porque ya no me hacen falta, gracias a que tú me has curado. Te las dejo para que otro niño si le hacen falta las use, pero te 37 38 pido que nadie tenga que usarlas en este mundo. Porque yo creo que no hace falta que la gente muera ni sufra, porque si no hubiera esas cosas horribles todo el mundo viviría feliz. Te lo dice con todo cariño, Isabel María”.4 Estas escenas se multiplican en el hospital pediátrico; seguramente el pastor no tendrá tiempo para analizar, como hace el psicólogo, vivencias, estadios, pensamientos y reacciones del niño ante “su enfermedad” o “su muerte”. Dejemos este análisis a los especialistas y pensemos globalmente a la vida diaria del hospital en las escenas múltiples de padres e hijos que sufren; en muchos casos la atención pastoral deberá recaer más en los padres – en su dolor y angustia – que en los hijos, ya que éstos son de muy corta edad. Si el trabajo del hospital se realiza en verdadero equipo, el servicio pastoral se verá ayudado de los otros profesionales, sobre todo de los psicólogos, asistentes sociales, etc. Bastará estar presente en el equipo para “beneficiarse” de la competencia de dichos profesionales al servicio de la pastoral. Creo que el servicio pastoral debe “jugar” mucho en el binomio niño-padres y sobre todo niño-madre, para captar experiencias, necesidades, problemas; para captar la vida y estar presente en ella. Por ello, las atenciones pastorales se orientarán mayormente hacia una relación de ayuda, donde nazca la confianza; a partir de ahí se podrán ir reconstruyendo tantos problemas vitales que afloran en los momentos de dolor. La mejor pastoral será, pues, una presencia continua, discreta, no invadente; una presencia organizada y coordinada, que acentúe los puntos fuertes de necesidades de las personas en el hospital: al centro el niño enfermo y alrededor de él sus padres y el personal sanitario. No es este el lugar para describir cuáles deben ser las actitudes, formas, estilos de presencia de los componentes del servicio pastoral, son formas que se deben estudiar y enriquecer con la experiencia; creo que saberse “situar”, es decir, saber dónde uno está, cuáles son las necesidades básicas, tener la garantía de poseer un mínimo de cualidades para el ministerio en aquel lugar, y tener organizado el servicio, todo esto es el bagaje imprescindible con el que deben contar todos los componentes del servicio pastoral. Todos estos criterios ayudarán a construir día a día la presencia, el diálogo, la ayuda, la celebración sacramental y litúrgica; dará luz a nuestras palabras, sentido a nuestros gestos; sentiremos el gozo del compartir esperanzas y desesperanzas, dolores, angustias y alegrías por el éxito, la curación...; veremos nacer vidas nuevas, resucitadas en medio del dolor y la muerte. Basta que no nos coma la rutina, la improvisación, el no saber qué hacer. Hoy el Espíritu está presente, operante; hoy el Espíritu sigue escogiendo, seleccionando anunciadores de novedad de vida, de resurrrección, de amor, de alegría, de fiesta. A esta llamada del Espíritu debemos dar respuestas entusiastas, inteligentes, que nazcan de la fe, llenos de Espíritu. Los riesgos, la fatiga será tanta, pero merece la pena gritar con la fuerza del Espíritu: “Aquí estoy”. Evangelizados para evangelizar. Convencidos de que cuanto anunciamos no es patrimonio nuestro, nos viene encomendado del Señor: “Id y evangelizad”. Convencidos también de que el designio de Dios viene condicionado por la libertad de los hombres que rechazan, no acogen el mensaje. Es ahora cuando debemos seguir el ejemplo de Jesús, de los Apóstoles, y de tantos evangelizadores que no se echaron atrás ante las dificultades, sino que se armaron de coraje, de entusiasmo y de esperanza. Os llamo, por eso, a no dejarse vencer por las “enfermedades del cuerpo” que pueden frenar el entusiasmo evangelizador: la poca salud, la edad avanzada, el cansancio... Y menos aún, dejarse vencer por las “enfermedades del espíritu: la apatía, la tristeza, la falta de entusiasmo, las contradicciones, las infinitas dificultades... Ejercitaos, más bien, en los dones del Espíritu: “El amor, el gozo, la paz, la bondad, el dominio de sí” (Gal 5, 22), la fortaleza, la esperanza, convencidos de que las grandes obras son fruto de Dios, pero que necesitan de nuestra colaboración. Nacerá así la nueva evangelización: nueva por el ardor, por los métodos, nueva en sus expresiones. Sobre estas bases y criterios debemos organizar el servicio pastoral en el hospital pediátrico que garantice la presencia evangelizadora. A ello dedicaremos el siguiente capítulo. 5. El servicio de evangelización en el hospital pediátrico a. Evangelizar, misión específica de la Iglesia La Iglesia existe para evangelizar, anunciar, comunicar la Buena Noticia, como continuadora que es de la palabra y gestos de Jesús (Mt 28; EN 13, 14). “Evangelizar es la razón de ser de la Iglesia y si ésta es su misión específica, todos sus miembros deben tener viva conciencia de la propia responsabilidad en cuanto a la difusión del Evangelio”. a.1 Conciencia de esta misión A la Iglesia en cuanto comunidad de creyentes, a través del mandato apostólico, le ha sido confiada el “cuidado de los en- fermos”. Este cuidado, curar a los enfermos, es inseparable de la “Evangelización”. La misma tradición de la Iglesia, a través de su Magisterio, nos enseña: – que el servicio a los enfermos es parte integrante de su misión (Dolentium hominum 1); – la Iglesia busca el encuentro con el hombre, de modo particular, por el camino del sufrimiento. “El hombre es camino de la Iglesia” (Salvifici doloris 3); – curar a los enfermos es “diaconía” de la Iglesia local y universal. Este ministerio no se limita a sus fieles, sino que se abre – se debe abrir – por fidelidad al Evangelio, a todo aquel que sufre (Lc 10, 25-37); – el cuidado de los enfermos hace referencia al hombre en su unidad somato-espiritual (DH 2); – será, por tanto, obligación de la comunidad cristiana ayudar al enfermo a liberarse de todo lo que impide que el sufrimiento sea, para él y para los otros, “una fuerza de redención” (SD 19); – el cuidado de los enfermos es una “diaconía” eclesial que expresa de modo perfecto su esencia de “sacramento universal de salvación” (LG 1). Esta solicitud de la Iglesia por los enfermos, y cuyo testimonio es no sólo grande en extensión, sino también grandioso por la calidad, como lo demuestra la historia, esta precoupación – repito – viene subrayada en el Magisterio de estos últimos años: Pío XII iluminó la ciencia médica con innumerables discursos que hacen texto en el momento presente. El Concilio Vaticano II, aparte del mensaje dirigido a los enfermos, señala tanto al obispo como a los sacerdotes, que tengan la mayor solicitud “por los enfermos y los moribundos, visitándolos y confortándolos en el Señor” (PO 6, 8; LG 38). El mismo Derecho Canónico (can. 529, párrafo 1) recuerda a los párrocos el deber de asistir a los enfermos y moribundos y el hacerlo con generosa caridad. Finalmente, los dos documentos del actual Papa, Juan Pablo II, Salvifici doloris y Dolentium hominum; el primero sobre el sentido cristiano del sufrimiento y el segundo el Motu Proprio institutivo del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, han puesto en marcha un nuevo movimiento en el cuidado pastoral hacia los enfermos. Esta solicitud pastoral ha sido igualmente recordada de manera particular por el Papa en sus exhortaciones apostólicas Christifideles laici números 53 y 54 y Vita consecrata nn 82 y 83. Asimismo, la solicitud pastoral de la Iglesia a favor de los enfermos se aprecia en todo el Magisterio del actual Pontífice, tanto por sus numerosos discursos en encuentros con enfermos y profesionales de la medicina,5 como en los documentos de gran relieve – legislación canónica, nuevo catecismo, cartas encíclicas y exhortaciones apostólicas – en todos ellos encontramos diversos pasajes que, de forma directa o indirecta, hacen alusión al campo de la pastoral sanitaria y que nosotros hemos tenido cuidado de recoger y comentar en nuestra revista “Dolentium hominum”, como esquemáticamente presentamos a continuación. La pastoral sanitaria en los documentos de la Iglesia: Comentarios publicados en la revista Dolentium hominum El cuidado de los enfermos según la legislación canónica (DH 11, pp. 5-8) La Iglesia y los enfermos en el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (DH 23, pp. 4447) Cartas encíclicas y exhortaciones apostólicas: – Spiritum vivificantem (DH 5, pp. 18-20) – Christifideles laici (DH 12, pp. 8-10) – Redemptoris missio (DH 17, pp. 7-9) – Centesimus annus (DH 17, pp. 10-12) – Pastores dabo vobis (DH 21 pp. 8-10) – Evangelium vitae (DH 29, pp. 4-14) – Vita consecrata (DH 32, p. 7-10) – Una esperanza nueva para el Líbano (DH 36, pp. 10-11) DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 – Ecclesia in America (DH 41, pp. 6-8) – Fides et Ratio (DH 41, pp. 9-16) a.2 Una evangelización nueva en el ardor, en sus métodos, en sus expresiones El Papa Juan Pablo II, en la Carta Encíclica “Veritatis splendor” (6 agosto 1993) hace alusión a este pensamiento suyo de “nueva evangelización” lanzado hacía diez años en un discurso a los obispos del CELAM (9 mayo 1983). Dice así la Encíclica en el n. 106: “La evangelización es el reto más fuerte y exaltante que la Iglesia está llamada a afrontar desde sus orígenes. En realidad este reto lo plantean no tanto las situaciones sociales y culturales que encuentra a lo largo de la historia, cuanto el mandato de Jesucristo resucitado, que define la razón misma de ser de la Iglesia: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mc 16, 1). Sin embargo, el momento que estamos viviendo – al menos en el seno de algunas poblaciones – arroja más bien el signo de una gran provocación a una “nueva evangelización”, es decir, a anunciar el Evangelio, siempre nuevo y siempre portador de novedad, una evangelización que debe ser “nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión”. Cinco años más tarde del discurso del Celam en Salto (Uruguay), explicando el mismo Papa el significado de aquellas expresiones, decía: “La evangelización será nueva en el ardor, si en la medida en que se actúa, reforzais cada vez más la unión con Cristo, primer evangelizador; ...será nueva en los métodos, si cada miembro de la Iglesia se hace protagonista de la difusión del mensaje de Cristo; ... para que la evangelización sea nueva también en su expresión, debéis estar con los oídos atentos a lo que el Señor puede sugerir en cualquier momento”. Toda acción evangelizadora debe comenzar siempre con una acción hacia dentro; es decir, el evangelizador ha tenido que evangelizarse antes a sí 39 40 mismo, haber pasado la experiencia del encuentro con Jesús salvador (EN 24), ya que la evangelización es sobre todo comunicación de una experiencia; no se trata de una actividad profesional de una propaganda ideológica, ni de un servicio filantrópico; es, sobre todo, un testimonio de vida. Para transmitir la doctrina de forma convincente se necesitan testigos. Hemos de evitar la inercia apostólica, superar esquemas pasados, ritmos repetitivos, incapaces de responder a las necesidades. Desde la inercia no es posible evangelizar. “Una vez más es necesario salir siempre de la situación de una Iglesia que ha perdido el primer amor, que tolera la idolatría, que ha cedido al compromiso; del torpor de una Iglesia que duerme o que vive tibiamente en la mediocridad, para ser Iglesia pobre, Iglesia que escucha al Espíritu Santo, Iglesia de comunión. Transformar lo humano para hacerlo divino: esto requiere una metanoia, un cambio radical. Como aquel progresivo y luego decisivo de los discípulos de Emaús que, convertidos por la Palabra y por la presencia viva de Cristo, cambiaron camino”.6 Es el Papa Juan Pablo II el que sale al paso de estas dificultades; es significativo el nº 36 de la Encíclica Redemptoris missio en el que alude a las dificultades dentro de la Iglesia: “Las dificultades internas en el pueblo de Dios no faltan, y son incluso las más dolorosas. Ya mi predecesor, Pablo VI, indicaba en primer lugar ‘la falta de fervor, tanto más grave cuando nace desde dentro; se manifiesta en el cansancio, en la desilusión, en el acomodamiento, en el desinterés y, sobre todo, en la falta de gozo y de esperanza” (EN 80). Las divisiones que han existido y que existen entre los cristianos son grandes obstáculos al sentido misionero de la Iglesia (cf AG 6), de las vocaciones al apostolado, los anti-testimonios de fieles y de comunidades cristianas que no siguen en su vida el modelo de Cristo. Pero una de las razones más graves del escaso interés hacia ‘el compromiso misionero es la mentalidad indiferentista, ampliamente difundida, enraizada en visiones teológicas no correctas y adheridas a un relativismo religioso que lleva a considerar que ‘una religión vale tanto como otra’. Podemos añadir, como decía el Pontífice, que existen también ‘coartadas que pueden desvíar de la evangelización. Las más acechantes son ciertamente aquellas que pretenden apoyarse en ciertas enseñanzas del Concilio” (EN 80). Es también el Papa quien alienta a superar estas dificultades: “Las dificultades internas y externas no deben hacernos pesimistas o inactivos. Lo que cuenta – aquí como en cada sector de la vida cristiana – es la confianza que viene de la fe, es decir, de la certeza de que no somos nosotros los protagonistas de la misión, sino Jesucristo, y su Espíritu. Nosotros somos solamente colaboradores”. El próximo año 2001 celebraremos en Sydney (Australia) la IX Jornada Mundial del Enfermo y la idea central para esta celebración es: “La nueva evangelización y la dignidad del hombre que sufre”. En el Mensaje que el Papa ha enviado con motivo de esta Jornada se subraya la necesidad de evangelizar este sector sanitario de grande experiencia humana. En el número tres del Mensaje el Papa nos dice que los hospitales son santuarios en los que se participa del misterio pascual de Cristo y que es importante que no falte en estas estructuras una presencia cualificada y significativa de creyentes que aprendan de Cristo a ser buenos samaritanos. Los hospitales, los centros sanitarios y de ancianos son ámbitos privilegiados de la nueva evangelización, dice el Papa. Es importante que, al inicio del Milenio se dé un renovado impulso a la evangelización en el mundo sanitario, lugar indicado para llegar a ser un precioso laboratorio de civilización del amor; son también palabras del Papa expresadas en dicho Mensaje. “Si sois lo que tenéis que ser prenderéis fuego al mundo entero” (Juan Pablo II a los jóvenes en la homilía de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud, 20 agosto 2000). Son palabras de Santa Catalina de Siena que el Papa hace suyas y las lanza a los jóvenes. Son palabras de una gran actualidad para la pastoral en los centros sanitarios. Es necesario meter fuego en ellos, fuego apostólico, interior, espiritual, fuego que encienda la vida, que encienda nuestro futuro, que encienda nuestros pasos vacilantes, cansados. Fuego, es decir, poner alma, vida, amor, servicio, solidaridad al “cuerpo técnico”, a las estructuras sanitarias. El servicio pastoral debe ser el alma del hospital, el alma de la estructura sanitaria. debe ser fuego que arde, que entusiasma; luz que ilumina, gozo que suaviza el dolor, compañía en la soledad, amor que cura y salva. a.3 Formación de los Agentes de Pastoral Sanitaria Es difícil realizar hoy una nueva evangelización, según el criterio que estamos indicando, si los agentes no poseen una formación pastoral de base y si ésta no se actualiza periódicamente. El Concilio Vaticano II ha insistido mucho en esta formación pastoral, e indica que todos los otros aspectos de la formación deben estar dirigidos a la finalidad pastoral (OT 4). En el decreto Apostolicam actuositatem n 28, 29 se dice que debe ser multiforme y completa, y adaptada a las diversas formas de apostolado (n 16-19, 31). “El objetivo clave será conseguir el suficiente discernimiento de los caminos que el Espíritu va indicando a la Iglesia en medio de los cambios de esta sociedad en transformación radicalizada y acelerada. Se trata de educar en una seria teología de la acción pastoral que abarque todos sus campos: moral, social, espiritual: formar en el conocimiento de una adecuada metodología pastoral y de una recta criteriología de acción: precisar los términos de la solidaridad responsable de la Iglesia en su acción relacionada con la sociedad huma- na; educar en el trabajo de base, en la iniciativa personal, en el espíritu asociativo, en la labor de equipo, en la apertura a solidaridades más amplias” (Cf. Asamblea conjunta Obispos-sacerdotes, España, ponencia VII). Los medios para esta formación hoy son muchos y variados; se forma desde la experiencia, desde la inserción en actividades pastorales donde existe una buena organización, coordinación y evaluación; esta es una cátedra muy importante. Se forma uno asistiendo a lecciones de buenos maestros, a cursos, cursillos, semanas de reflexión. Para la formación en Pastoral Sanitaria con los grados académicos de Licenciatura y Doctorado en Teología Pastoral Sanitaria existe en el mundo sólo un Centro, el Camillianum, en Roma, dirigido por los padres Camilos. Enhorabuena porque también están naciendo en muchas naciones escuelas y centros de Pastoral Sanitaria e igualmente el que este tema esté integrándose en los seminarios e institutos de pastoral. Subrayamos la necesidad de vía mucho camino por recorrer, pero los resultados son enriquecedores. Pero ¡atención! no caigamos en la trampa de lo cuantificable: en pastoral hay cosas que no caben en la medida. “Las acciones pastorales proceden de una comunidad de personas y tienden a crear vida comunitaria de fe, de caridad y de participación. Por consiguiente: 1. El resultado de la acción pastoral no es mensurable en términos cuantitativos. No es una acción que concluya en la producción de las cosas. 2. Los caracteres propios de la acción pastoral reclaman un proceso de elaboración que no puede expresarse sólo en conceptos jurídicos. 3. No son aplicables de manera unívoca a la acción pastoral los esquemas organizativos de los entes políticos, de los sindicatos, de la industria, etc., si bien deben ser tenidos en cuenta todos los avances de las ciencias humanas sobre la dinámica de grupos, la organización del trabajo, la planificación etc. La acción pastoral requiere que el agente de Pastoral incluya en su proyecto de vida un espacio para la formación permanente. No olvidar que forma parte de esta formación la lectura de libros, revistas, etc. a fin de tener siempre viva la mente y el ideal. Alguien podrá preguntar: ¿Y el resultado? La respuesta es siempre positiva, se ha avanzado mucho, queda toda- sus cauces que le den mayor amplitud, mayor eficacia, mayor permanencia. A estos cauces los llamaremos estructuras pastorales. Las estructuras de la Iglesia son funcionales e instrumentales para el cumplimiento de su misión. Por ello son necesarias – algunas tiene que haber – y contingentes, porque todas son recambiables. DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 A las estructuras pastorales de la Iglesia les es consustancial el carácter instrumental contingente, provisional: no son nunca un fin en sí mismas: proceden de la vida, deben servir fielmente a la vida y renovarse con ella (Cf. Asamblea conjunta Obispossacerdotes, España, ponencia III, 01 y 02). b. El proyecto pastoral Debe contemplar los siguientes capítulos: destinatarios del proyecto, el equipo pastoral y el programa. b.1 Destinatarios del proyecto: hospital pediátrico Se trata de un proyecto que tiene en cuenta el lugar: hospital, con sus múltiples facetas técnicas, organizativas, económicas, sociales, éticas. Hospital pediátrico: conocimiento, por tanto, de la realidad del niño, vivencias, necesidades, reacciones ante la situación de la enfermedad. Ver también, de modo particular, el entorno familiar por el contacto y rol que los padres y sobre todo la madre van a desempeñar. Conocimiento del personal sanitario: vinculación, motivaciones, valores, necesidades. La pertenencia – propiedad – del hospital y su filosofía. La dinámica y vida diaria del hospital y particularmente un conocimiento de la estancia promedio del niño. Hoy la estancia es muy breve, dado que condiciona proyectos “sólidos y permanentes” y se deberá programar con una mentalidad nueva, llamémosla “pastoral de urgencia”, tanto por la brevedad de la estancia, como por las condiciones en que se está. b.2 Equipo de pastoral Es verdad que en muchos casos será una sola persona la vinculada y responsable de la pastoral del centro; pero aún en este caso esa persona responsable puede llamar a formar parte a “Personas voluntarias” con funciones específicas de visita, distribución de la comunión, etc. En otros muchos casos, será un verdadero equipo com- 41 42 puesto por el sacerdote(s), religiosas y laicos. Todos ellos deben conocer bien el ambiente hospitalario, “inclinados” para realizar la pastoral de este sector, ser idóneos. Lo importante de la acción pastoral son las personas, los agentes. Uno no da lo que no tiene. La pastoral vale lo que el pastor; la evangelización lo que el evangelizador; el apostolado vale lo que vale el apóstol. No se trata de “funcionarios” sino de testigos que iluminan, estimulan, coordinan, integran y transmiten esperanza, experiencia, vida. Es importante llevar a cabo esta pastoral en equipo, crearlo, animarlo, hacerlo crecer. Todo equipo – todo grupo – es siempre una realidad dinámica; tiene un proceso de maduración parecido al de la persona y pasa por las mismas fases: niñez, adolescencia, madurez, adultez. Al inicio de la formación del equipo de pastoral, hemos de tener en cuenta los siguientes factores: – paciencia (la vida no crece a tirones) – capacidad de entusiasmo y de esperanza – cierta técnica (ya que no basta la buena voluntad) – tiempo material y psíquico para dedicar a los miembros del equipo – elegir bien el coordinador y procurar que en la primera fase de la formación del grupo no haya personas difíciles. Si la animación y el animador deben ser factores de cambio, de transformación, el grupo realiza más abundantemente esta transformación; es más fácil cambiar a una persona integrada en un grupo que si está aislada; el cambio realizado en equipo suele durar más; también sabemos cómo las decisiones son más fácilmente aceptadas si se toman en grupo, que si se hace aisladamente. b.3 El programa “La programación pastoral es el estudio, la elaboración, la decisión de una serie de acciones pastorales apropiadas para hacer que el hospital pase de una determinada condición a otra mejor”. Definida la programación, nos preguntamos ¿cómo programar? La respuesta: por medio de una pastoral por objetivos. Porque creemos que se trata de un proceso más educativo y porque responde mejor al fin que perseguimos; nos obliga a definir bien las elecciones y a ser más serios en las tareas; influye progresivamente en la renovación de los Agentes de la pastoral y nos obliga a una mayor animación y coordinación. Esta organización por obje- equipo de pastoral que quiere funcionar como tal: personas preparadas, con entusiasmo y ganas de trabajar; personas con un programa que contemple actividades concretas, distribución de funciones y coordinación de las mismas. En la programación no podemos olvidar dos criterios fundamentales: el respeto que debemos tener a los enfermos, familiares y trabajadores por el credo que profesan, y también que el servicio pastoral esté integrado en el quehacer asistencial del hospital, de ningún modo debe ser una isla en el hospital. tivos exige: describir el campo de nuestro trabajo pastoral, según las necesidades y las posibilidades. Conocido el campo de trabajo pastoral, será tiempo de proponer objetivos generales y específicos y acciones concretas. Las actividades que integran la programación deben ser bien estudiadas, con posibilidad de realización, unidas entre sí, teniendo en cuenta el criterio de eficacia y que sean convergentes; también se debe tener presente el principio de gradualidad y de globalidad. En fin, en la programación debemos tener presente: la situación actual en dónde estamos; qué deseamos; qué es posible hacer. Por tanto, el programa contempla aquí que se trata de un hospital pediátrico: hay que ver el volumen, la dinámica, las situaciones concretas... Esto es básico. Se trata, igualmente, de un Ahora surge la pregunta: ¿qué actividades pastorales pueden llevarse a cabo en un hospital pediátrico? Creo que con todo lo dicho sobre el equipo pastoral y el lugar concreto donde se lleva a cabo la pastoral, me atrevería a señalar algunas áreas de atención pastoral: 1. Personal del hospital Una relación continua con el personal médico y de enfermería favorecerá fuertemente la dinámica pastoral. Puntos fuerte de esta relación pueden ser: Aprovechar la visita a plantas y otros servicios Programar algunos actos para el personal; pueden ser cursillos, conferencias... Integrar el servicio pastoral en la dinámica docente del hospital. Aprovechar circunstancias festivas, sociales, familiares... Colaboración con los equipos interprofesionales en temas de estudio sobre ética, humanización, problemáticas que surgen en la práctica profesional... sos niveles, según un cronograma preciso. Cuidar el contacto con la parroquia, zona pastoral y diócesis. Servirá para dar – ideas, experiencias – y recibir. 2. Con los niños Conclusiones Debe tenerse muy presente: la edad, las condiciones en que están y la permanencia en el hospital. Teniendo en cuenta todo ello, se formulará una presencia pastoral dirigida sobre todo: A la visita programada y constante. A una presencia “catequética”, particularmente en los servicios de una larga estancia y en unión a la “escuela” que atiende desde el hospital el curso escolástico del niño. Dimensión sacramental. Aquí entran en juego varios factores: cuántos niños del hospital están en edad de recibir los sacramentos, cuál es la práctica religiosa de los niños, qué celebraciones sacramentales es posible programar, cómo, cuándo... La familia. Todo cuanto hagamos al niño pasa por la familia: visitas, gestos religiosos, celebraciones, etc. deben tener presente esta mediación familiar de cara al niño y, al mismo tiempo, la dimensión evangelizadora de cara a la familia. 3. El equipo La primera dimensión del programa debe contemplar también el equipo: sus necesidades, su responsabilidad. Puntos del programa de cara al equipo podrían ser: Prestar atención a las personas que forman el equipo pastoral: preparación, viviencias, ritmo, integración, actividades... Potenciar las áreas del equipo: dinámica de grupo, relación de ayuda, celebración de la fe... Integración “autorizada y responsable” en ciertas dinámicas y áreas de reflexión a nivel del hospital: comité de ética, comité de acogida y humanización, docencia... Evaluación periódica de las actividades pastorales a diver- Después de esta larga disertación, intentando describir y plasmar un programa pastoral en el hospital pediátrico, quiero concluir, sintetizando cuanto hemos dicho en estos cuatro infinitivos: ser, aprender, decir, hacer. 1. Ser Para obtener una buena música lo más importante es el músico, no el instrumento. Igualmente, en pastoral, lo importante no son los programas, sino los pastores, lo que yo soy, la vida y el espíritu que yo pongo en los programas. En pastoral, si no se cuenta con el Espíritu, vamos al fracaso. El Espíritu Santo es fuerza, luz, protagonista de la evangelización. No son nuestros métodos los que dan eficacia, sino el Espíritu. La pastoral es un problema de testimonio más que de métodos. En pastoral no es nuestra fatiga lo que cuenta, la fuerza no está en el hacer sino en el ser y “siendo” ser capaces de hacer presente el Resucitado; que la gente llegue a descubrir a Cristo y pueda decir: ¡Es el Señor! (Juan 21). ¿Qué tengo que ser para los niños enfermos? Tengo que ser testigo, presencia, silencio, sonrisa, alegría, esperanza, felicidad, curación, salvación. Este es el talante que debe vivir el equipo de pastoral y ser capaz de infundir este espíritu en toda la acción pastoral en el hospital pediátrico. 2. Aprender Del niño, de sus familiares, del personal sanitario, aprendemos a entrar en contacto, a confrontarnos; aprendemos a contar con las personas; ellas señalan – nos dice – ¡cuán frágiles somos! Y nos enseñan que es desde ahí, desde nuestra fragilidad, vulnerabilidad, coDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 mo se hace la pastoral. Sólo el “herido”, el vulnerable, puede curar y salvar. 3. Decir Antes de decir, escuchar, acoger. Crear ambiente de cercanía, de amistad que acompaña, que cura. Decir, invitar, ofrecer, exhortar a “tomar la camilla, a alzarse” (Mc 2, 1-12) Entusiasmar, abrir espacios, dar vida a las “parálisis”; iluminar la vida para que se realice el encuentro; que el otro descubra su fe sin que yo busque convencerlo. Jesús nos sirve de ejemplo. Emaús (Lc 24). Zaqueo (Lc 19), Mateo (9, 9-13). Seguro que descubriremos la presencia de Dios en el otro, como María e Isabel (Lc 1, 39-47). Digamos, sembremos, pero dejemos espacio a Dios, El siembra; dejemos crecer, la semilla necesita tiempo (Mt 13). 4. Hacer Programar. Discernir necesidades, crear, celebrar, participar, coordinar, evaluar. ¿Qué tengo que hacer en el hospital pediátrico? ¿Dar soluciones? ¿Hacerlo todo? ¿Ser bombero de Dios? ¿Jugar a ser médico, enfermero? ¿Qué tenemos que hacer, finalmente, en la pastoral? Como el Samaritano (Lc 10, 30-35), pararse, acercarse, curar, pero ¡atención! Somos mediación, samaritanos que se acercan al herido, lo curan, lo cargan en el jumento, lo llevan a la posada... Lo restante lo hará el Señor. Decálogo de asistencia integral niño enfermo Cuando yo era capellán en el hosptial pediátrico San Juan de Dios de Barcelona, se escribió un decálogo que abarca aspectos científicos, humanos, deontológicos y religiosos. Era como el compromiso del hospital a realizar una asistencia integral al niño enfermo. Este es el decálogo: 1. La curación integral del niño es nuestro primer y principal deber. 2. Declaramos someter y someter nuestra opinión y nues- 43 44 tro amor propio a la verdad científica. 3. La práctica de la docencia a través del niño nunca será lesiva para el mismo ni ofenderá a su dignidad. 4. En el campo de la pedriatría, el médico y el personal de enfermería actúan como delegados de los padres y por ello en su quehacer asistencial debe guiarles el amor del niño 5. Toda duda que surja en el tratamiento del niño será resuelta mediante consulta al nivel necesario. 6. Ante el niño enfermo no existen condicionamientos derivados de raza, religión, nacionalidad, nivel social o amistad. 7. El niño incurable también tiene derecho a vivir, a ser cuidado y amado. 8. Daremos al compañero o institución que prosiga el tratamiento del niño, cuanta información precise y podamos darle. 9. Promoveremos la pediatría social, la prevención de las enfermedades y accidentes de los niños mediante campañas populares y reuniones científicas. Nos declaramos solidarios y partidarios de la Organización Mundial de la salud y de la UNICEF. S.E.Mons. JOSÉ L. REDRADO, O.H. Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud Santa Sede Bibliografía JUAN PABLO II: Lettera ai bambini nell’anno della famiglia. Ed. Vaticana, 1994. Messaggio per la Giornata mondiale della pace 1996, «Diamo ai bambini un futuro di pace!». 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Cierto es que la profesión enfermera es muy conocida en el campo de la salud pero, creemos, poco reconocida. Reconocer es volver a conocer, volver a leer y releer la historia. Esto es lo que la enfermería actual quiere, que se la reconozca. Quieren reconocimiento los profesionales y conviene este reconocimiento a la sociedad. En un mundo ya muy avanzado en muchas ciencias y en muchas experiencias, en muchos conocimientos, la enfermería se ha visto, felizmente, inmersa en este contexto: Ciencia, Experiencia, Conocimientos. Ha visto incrementarse las responsabilidades y ha detectado y asumido sus consecuencias. Ha incorporado a su saber hacer, el saber ser y el saber estar. Hoy la enfermería tiene rango de ciencia, por lo tanto aporta y exige contenidos empíricos y elementos epistemológicos (Epistemología, doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico). Enfermería, desde su paso a la universidad se ha enriquecido, no ya y en mucho con aquellas actividades y tareas propias sino, también, de otras procedentes de los médicos, farmaceúticos, etc. También enriquece su «curriculum» mediante contenidos basados en principios estadísticos, informáticos, de física, de gestión, psicología, sociología, derecho y otras ramas del saber como filosofía, antropología, relaciones humanas y de ayuda, historia propia y de la salud, etc. Habrá algunos, cada vez es menor el número, que opinen que no es necesario mayor nivel de conocimientos. Y es que ignoran que cuidar, específica acción de los profesionales de la enfermería, es mucho más serio y de más responsabilidad que atender máquinas, ordenadores o números. Es asumir al ser humano en toda su integridad psico-somática y socio-antropológica. ¡Cosa seria! Enfermería hoy no se introduce en el campo de la curación, acción específica médica. Más bien complementa y enriquece el servicio asistencial. Tampoco encarece la sanidad. Todo es cuestión de saber planificar, ciencia que hoy ya es parte importante del curriculum académico enfermero. Enfermería necesita alcanzar todos los grados académicos, y la sociedad precisa enfermeras y enfermeros competentes, equilibrados, responsables y capaces de querer y conseguir un trabajo en equipo participativo. Principios y fines de la enfermería La profesión enfermera durante su larga trayectoria no se DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 ha planteado, o apenas se ha planteado, preguntarse: – qué es (qué soy) – qué significo – qué pretendo – qué hago – qué debo hacer, cómo debo hacerlo – qué espera o qué me asigna la sociedad – en qué fundamentos se ha de apoyar, para que resulte: – provechosa, – beneficiosa, – atrayente, – aceptable. Ahora, cuando la profesión tiene rango universitario, cuando exigimos que se desarrolle con nosotros la ley universitaria respecto a la consecución de todos los grados académicos, es lógico que comencemos a dar señales de mayoría de edad profesional. Que sepamos y queramos formularnos preguntas conscientes e intentemos conseguir resultados satisfactorios. Que sepamos discernir qué es lo nuestro y que lo nuestro esté ajustado a lo que nos demanda la sociedad. Podríamos establecer una especie de axioma: Nuestra profesión debe ajustarse a lo que la sociedad nos demanda o nos 45 46 puede exigir. Y decimos la sociedad, no los presupuestos de alguna parte interesada de la sociedad. La enfermería, ignorante u olvidadiza de sus principios y de sus fines, tendrá que construir o reconstruir su idiosincrasia, es decir, su carácter, su individualidad, su particularidad, su modelo de ser, de estar, de hacer o actuar. Esto significa que ha de plantearse, que ha de construir su marco referencial para los tiempos actuales, para el espacio geopolítico o geosocial sobre el que caminamos, nos movemos y somos. El «corpus» doctrinal y operativo enfermero arranca de lo más significativo y ancestral de la conciencia de la humanidad1. Desde que apareció el primer sentimiento de dolor, de aflicción, de debilidad en la tierra, en los seres humanos, entonces apareció la profesión enfermera. Siempre dispuesta a poner la mano en la frente del prójimo, del más próximo. Y esta imposición de manos fue siempre acompañada, intrínsecamente unida, con la palabra de consuelo, la palabra terapéutica. La mano en la frente, la imposición de las manos sobre el dolor es el tema, precisamente, de la portada de una de nuestras obras publicadas sobre enfermería2 y centrada en el grafismo que aparece en el fondo de un vaso griego del siglo IV a.d. Cristo. La palabra, en su relación con la enfermedad, la palabra terapéutica, la analiza Lain Entralgo apoyándose en Homero, Hipócrates, Platón y Aristóteles. Siguiendo con Lain Entralgo, y partiendo él desde Homero, cataloga la palabra terapéutica en: – impetrativa – mágica – psicológica o natural. Y precisa Lain Entralgo: – la palabra impetrativa es la plegaria, la oración – la palabra mágica es el ensalmo, la sanación – la palabra psicológica es el decir placentero, sugestivo y sugerente3. Por todo esto podemos precisar que enfermería es aquella profesión que utiliza la praxis y el logos como terapéutica o cuidado de los enfermos. La profesión enfermera, apoyándonos en la filosofía de E. KANT, se centra en tres principios: – Crítica de la Razón Pura – Crítica de la Razón Práctica – Crítica del Juicio2. La razón práctica, el grueso de toda la operatividad profesional, no la tocaremos en este trabajo. Resultaría un contenido complejo, aunque fundamental. La razón pura y la razón del juicio, de la estética, es lo que consideraremos con mayor amplitud. Es lo que venimos conociendo como nuestra propia filosofía. La enfermería del s. XIX y un debate, una discusión, una contrastación de pareceres constructiva, reforzada, realista y en la medida de lo posible positiva. Son nuestro «Logos» y nuestra «Praxis». la primera mitad del s. XX se centró más, casi totalmente, en los conceptos operativos o prácticos. Incluso se la conoció profesionalmente como «practicantes» o prácticos. Mano ejecutiva de las indicaciones u ordenaciones médicas, pero esto primariamente no fue así. Hoy la profesión enfermera universitaria nos obliga – de lo contrario no sería carrera universitaria – a profundizar en la filosofía. Nosotros asumimos este concepto filosófico con un sentido de amplio espectro: – Filosofía, principios filosóficos – Antropología – Semiología – Cultura – Calidad – Etica – Historia... Principios que no admiten controversia o que requieren cativo del hacer y de la abstracción, de la preocupación profesional. También preocupación humana. «Se cree vulgarmente que la ciencia carece de problemas filosóficos y que no es más que una máquina de buscar datos». «La filosofía permite abarcar todos los aspectos que puedan presentarse en el examen de la ciencia: el lógico, el gnoseológico y, eventualmente, el ontológico» (Gnoseología, teoría del conocimiento. A veces, sinónimo de epistemología. Ontología, parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales). «Es necesario distinguir los problemas metacientíficos de los científicos, pero no hay que inventar un abismo que los separe. Acaso no exista problema científico que no suscite problemas filosóficos, ni pro- 3. Filosofía enfermera Cualquier profesión que se considere universitaria debe demostrar y apoyarse en bases filosóficas. La filosofía no sólo es el principio de toda reflexión superior, sino que se constituye en el elemento principal de la actividad y del sentimiento humano. Filosofar es buscar principios básicos para fundamentarse en algo sólido. Es cimentar lo más sólido y signifi- blema filosófico que pueda abordarse con esperanza de éxito si no es adoptando una actitud científica»4. Cuando hablamos o tratamos desde enfermería cuestiones de filosofía, sobre filosofía, muchos son los que consideran el tema como algo que no nos atañe: que la vida es realidad, no filosofía. La vida, dicen, ¿decimos?, son hechos, no palabras; son realidades, no fantasías; son resultados... ¡Algo tangible! La filosofía es o resulta para algunos, ¿para muchos?, un tema complicado, mal tratado ó maltratado, impreciso, pedante tal vez. Pero la filosofía es cuestión de actitudes y también de aptitudes. Porque si es verdad que la filosofía no aporta muchas herramientas prácticas, no aporta muchos descubrimientos técnicos, no aporta muchas certezas empíricas, no aporta verdades de ciencias particulares, sí que es verdad que investiga los principios universales, la lógica vital, humana, los conceptos del sentido común, de la ciencia general, de la historia, del derecho, de la ética, de la ontología... Gracias a los Padres de la filosofía clásica sabemos que por la filosofía, por la metafísica, por la sabiduría, se llega a la bondad. La bondad, en la filosofía griega, se identifica con el conocimiento. La filosofía, la bondad, demanda teoría y praxis. Por tanto, abnegación, amabilidad, virtud: capacidad, eficacia, estética, ética... fecundidad. Ciertamente, enfermería por la filosofía llega a la fecundidad, a la abundancia, a la riqueza. Esto es, como apuntábamos al principio de este párrafo, a la bondad2. 4. Antropología enfermera Por la filosofía se llega a la antropología y a la psicología. Bien podríamos considerar a Platón y a Aristóteles como los padres de estas ramas del saber. Por lo menos hasta bien metidos en el s. XVII. Después vendrán los antropólogos de la modernidad. La antropología que desde enfermería hemos de considerar y a la que nos hemos de ajustar es la que nos aporta conocimientos que, más ajustada a nuestra realidad, se centran en las ciencias humanas. La rama de la antropología que más nos ha de interesar es la denominada antropología cultural. Aunque otros opinan que la antropología ha de ser «asumida en toda su plena pluridimensionalidad»5. Esta pluridimensionalidad, dentro del concepto cultural, la define Edward BURNETT TYLOR, padre de la antropología moderna, como «ese todo complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualquiera otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre en tanto miembro de la sociedad»6. Con SAN MARTIN5 coincidimos en que en «el sentido de la filosofía del hombre, la antropología filosófica es una disciplina teórica, práctica y epistemológica». Y, yo añadiría, una disciplina hermenéutica cultural (Hermeneútica, arte de interpretar textos o contenidos) que pretenda interpretar discursos universales: comunicación, interpelación y comprensión del ser humano, apertura a los demás, relación de ayuda. La antropología del sufrimiento ha de inclinarnos a que apliquemos todos los medios, todos los recursos, todas las voluntades, al ser humano en estado de necesidad. El ser humano enfermo en el mundo en que nos encontramos se ve inmerso en unas condiciones a precario que deberemos asumir, que deberemos apoyar, para que encuentre sentido su vida En todo esto, la antropología de la esperanza resulta siempre determinante7. «Lo único que a mi juicio sana verdaderamente es el amor incondicional»8. 5. Semiología enfermera La semiótica está engarzada en el tronco de la filosofía clásica griega. Nosotros nos centraremos en la semiótica pragmática que se relaciona con los sujetos que la usan, esto es, con los profesionales de la enfermería. Creemos que los signos DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 más destacados de enfermería se centran en el campo semántico de los cuidados. Por nuestros cuidados se nos conocerá, podría ser el marco referencial determinante. Enfermería, agentes de humanización, de la salud. Enfermería, en asuntos de salud, cuida de las personas y, como consecuencia y resultados de estos servicios, las mantiene en su estado de salud o las recupera de su mal estado general. Algo que las sustenta, las potencia en su estado vital optimista y gratificante. Desde este contenido que social y académicamente se le reconoce a enfermería, le podemos aplicar el sentido, apelativo o signo de agente: esto es, en estos casos, un profesional que hace algo para otros. Y que este hacer algo, este signo positivo profesional, resulta bueno, agradable y saludable. Ser agentes, alguien que hace algo, semiótica enfermera, nos constituye en constructores, creadores, maestros de obras: de buenas obras. Obras humanizadoras, que producen salud. Actos, signos, en concreto, que ya para Aristóteles se configuraban como actualidad y potencia: Actualidad, cierto movimiento, cambio hacia realidades necesarias. Paso hacia principios, filosofía, técnicas, modelos, resultados positivos, satisfactorios. Potencia, que siempre es algo, se transforma en algo. Interesa que este algo resulte positivo, bueno, gratificante, placentero. Esta visión de la semiótica enfermera, esta concepción profesional que la actualiza y la potencia, la humaniza también. Y esto, en la actuación como agentes de salud, nos ayuda a resultar más amables, benevolentes, bondadosos, comprensivos, sin abandonar lo profesional: lo científico, lo técnico, lo epistemológico. En este proceder asistencial, de planificación de cuidados, de diagnósticos y de actuaciones o actividades es donde aparecen o no aparecen los signos de nuestra seriedad operativa profesional9. El estado y forma, lo significativo de la profesión enferme- 47 ra, ha de apoyarse y nos exige: Aptitudes, centradas en la formación general y específica, formación teórica y práctica, formación continuada como una nueva e imprescindible herramienta de trabajo. Actitudes, que requieren colaboración con el medio, con el equipo terapeútico, iniciativa, interés, disciplina, buenas relaciones humanas y disposición a dispensar una equilibrada relación de ayuda. También, trabajo en equipo debidamente equilibrado. 6. Cultura enfermera 48 Aquí distinguiremos entre cultura subjetiva, educación, instrucción, «curriculum» académico, y cultura objetiva, conjunto de obras y realizaciones de las personas, de los pueblos, tradiciones socialmente adquiridas, estilo de vida total, modos pautados y recurrentes de pensar, sentir y actuar. Ontología. En enfermería, desde enfermería, los dos conceptos los consideramos imprescindibles. Más aún, creemos que una cultura dependa de la otra. Al ser enfermería una profesión académica, universitaria, se constituye en determinante la cultura subjetiva. Esta enriquece intensamente la prestación de los servicios. Se conocen más profundamente los principios, los contenidos, los valores que acompañan, o han de acompañar, toda ayuda al necesitado. Sin cultura profesional subjetiva resulta o es imposible estar al nivel, a la altura, que requiere un trabajo prestado en un equipo integrado. Desentonaríamos ostensiblemente, vergonzosamente. Y no sólo ponderamos o preconizamos la necesidad de intensificarla mediante la conocida y necesaria formación permanente o continuada. Formarse continuamente, permanentemente, es ir añadiendo brillo, valores, atractivo, calidad, significación, a la oferta y dispensación de los servicios, de la ayuda, de los cuidados propios e indeclinables de la profesión. La cultura objetiva, «en su sentido etnográfico amplio (Et- nografía, ciencia que tiene por objeto el estudio y descripción de las razas o de los pueblos), es ese todo complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualesquiera otra capacidad o hábito adquiridos por el hombre en tanto miembro de la sociedad»6. Este marco referencial que hemos apuntado ha de ser un campo de reflexión y de práctica en nuestro obrar profesional. Y nos obliga a conocer y conseguir en nuestro trabajo los conceptos sobre la enculturación. La cultura que transmiten unas generaciones a otras, unos pueblos, regiones, etc., a sus nuevas generaciones. Es cierto que este etnocentrismo algunos lo están modificando con su relativismo cultural, pero tendremos que tratar el tema con cuidado, con respeto, a veces con admiración y siempre con prudencia. Porque en estos temas no existen patrones conductuales universales. Sin embargo, tendremos que prestar gran atención a puntos de vista alternativos. ¡Cuidado! La cultura, tanto subjetiva como objetiva, ha de conducirnos, profesionalmente hablando, a la investigación, a la innovación, a la creatividad metodológica enfermera. Podemos decir que quien busca con fe, con esperanza, encontrará siempre un tesoro. La salud es siempre una búsqueda, un gran tesoro. Las personas demandantes de prestaciones, de ayudas, de apoyos, son, por antonomasia, el gran tesoro de la humanidad2. Los profesionales de enfermería cara a los necesitados de cuidados hemos de aspirar a que consigan la felicidad, «un imposible necesario»10. 7. Calidad enfermera Plantearse, cuestionarse, trabajar, desarrollar, llegar a conseguir una filosofía, dinamizar una praxis sobre el control de calidad en el mundo sanitario, en el campo de la enfermería, es pretender, por lo menos, algo ciertamente utópico o algo sumamente dificultoso. Enfermería tiene que ofertar calidad, tiene que dar calidad, tiene que valorar y ver el nivel de su calidad. Porque todo cuanto hacemos, si no se le da un peso específico, un valor ajustado a su realidad, carecerá de valor, no tendrá una valoración justa. Sabemos que la calidad es medible, es demostrable. Y si no se consiguen estos principios no hay calidad. La calidad tendremos que buscarla siempre en cada una de nuestras obras emprendidas. La sociedad no puede permitirse conseguir productos o actividades mal acabadas, resultados sospechosos de contener baja calidad. Aunque la calidad estará siempre sujeta, no supeditada, al juego y equilibrio de otros elementos. Bien sean presupuestos muy ajustados, instrumentalidad poco adecuada, conocimientos actualizados, formación constante, etc. A veces hablamos de calidad, de su medida, y parece que tratamos de algo que no existe. Que no llega ni a la categoría de idea tal como se la cuestionaba Platón. Sería triste, imaginamos, tener que decir de los sanitarios, de los enfermeros y enfermeras, respecto a la calidad de su trabajo aquello de Heráclito: «Los hombres no han llegado al conocimiento de este LOGOS que ha existido desde siempre, ni antes de haber oído hablar de él ni tampoco después»11. Si hemos enmarcado un tanto el concepto calidad veamos qué entendemos, someramente, por control. Un control es una contrastación entre lo propuesto y lo conseguido. Control, contrastación, se relaciona con verificación, confirmación, corroboración, falsabilidad, grado de probabilidad y mantenimiento entre dos límites previamente concertados. Resultando, así, una cuestión paradigmática, analógica (Paradigma, relaciones que existen entre dos elementos. Analogía, relación de semejanza entre cosas o elementos distintos). La verdad surge de la contrastación adecuada entre lo hecho, su calidad y la conveniente aplicación de un ajustado control. Para los griegos la verdad, la justicia, estaba muy relacionada con el orden y con la medida. Platón se erige en maestro y defensor de la justicia. Su libro LA REPUBLICA es una continua argumentación sobre la misma12. La calidad y su control se relacionan con la estética, la ética y la metaética. Sirven para establecer orden y análisis en la vida y en las acciones de los individuos, de los profesionales. Aristóteles no sólo fundó ó reconstruyó la ética como disciplina filosófica, sino que, además, planteó la mayor parte de los problemas que luego ocuparon la atención de los filósofos morales: relación entre las normas y los bienes; relación entre la ética individual y la social; clasificación de las virtudes; examen de la relación entre la vida teórica y la vida práctica, etc13. El tema ético lo estudiaremos más adelante. La estética, la justicia, la verdad, el bien y la calidad, su control, deberán formularnos a los profesionales de enfermería muchos interrogantes. Y esto porque tocan lo más profundo del ser humano, del ser humano y necesitado de cuidados, de asistencia, de ayuda. El pensar y el interrogarse es determinante para los individuos, para las personas. Porque, calidad y control, ¿qué son, qué pretenden sino hacer las cosas bien, sin errores, con justicia, con verdad, con estética? Estos y muchos interrogantes más deberíamos formularnos. En este campo creemos que deberíamos cuestionarnos muchas meditaciones metafísicas14. 8. Etica enfermera Desde la ética tendremos que tener presente la filosofía de E. KANT y en especial su tesis sobre los imperativos categóricos: aspectos necesarios universales, inapelables, encaminados a la conducta ética, y los imperativos hipotéticos: técnicos, pragmáticos, encaminados a la vida práctica. Condensando a este respecto los imperativos kantianos precisa el mismo autor: Obra de tal manera que trates siempre a la Humanidad, sea en tu persona o en la de otro, como un fin, y que no te sirvas jamás de ella como de un medio. La ética kantiana reclama o exige para que se cumpla con nuestros deberes: – la libertad – la inmortalidad – la existencia de Dios. Esto supone una ética formal, que nos dice cómo actuar. Autonomía, compromiso de los mismos sujetos. Un proceder desinteresado, lejos de todo egoísmo. Requiere un equilibrado conocimiento centrado en la recta razón. La razón, algo que obsesionaba a Kant. los enfermos que están en alto riesgo de perder la vida. Respetar la opción del moribundo, quien debe tomar su propia decisión frente a la culminación y estilo de vida y de manera de morir. Y esto, bien por sí mismo o mediante sus familiares o representantes acreditados o legales. Todo esto nos acerca e induce a conocer lo más profundo del significado THANATOS. Y con esto la EUTANASIA, el alcance de la misma y, tam- 49 El catecismo de la Iglesia Católica precisa que la moralidad de los actos humanos depende: – del objeto elegido – del fin que se busca, de la intención – de las circunstancias de la acción15. En esta conjunción de objetos, de intenciones y de circunstancias puede o está la virtud, el equilibrio que preconizaban los filósofos clásicos, especialmente Aristóteles. Es el término medio entre lo bueno o no bueno, entre lo correcto o incorrecto. Pero, ciertamente, «el acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias». Esto puede responder al recto obrar de los clásicos. Los profesionales que atienden a los enfermos centran su ética profesional, de acuerdo con sus respectivos Códigos Deontológicos, en los siguientes puntos, principalmente: Alargar la vida, salvar las vidas humanas. Humanizar la situación de DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 bién, su responsabilidad y trascendencia. Y se nos ocurre preguntar, preguntarnos: ¿Por qué educamos para EROS y no educamos para THANATOS? Con todo esto, no obstante, tendremos que distinguir algunos estilos, modos o significados de este vocablo: Eutanasia activa, adelantamiento artificial del fin de la vida. Eutanasia pasiva, atención del enfermo moribundo y no aplicarle recursos artificiales que distorsionen una muerte de calidad. Ortotanasia, muerte a su tiempo. Cacotanasia, eutanasia activa sin contar con el enfermo o sus familiares o representantes legales. Distanasia, deformación del proceso de la muerte, utilización desmesurada de recursos para lograr una prolongación de la vida con muy poca calidad humana16. En este apartado relacionado con la ETICA el equipo interdisciplinar resulta imprescindible. Con estos temas hay que actuar siempre de manera mancomunada. Hay que aunar ideas, criterios, pensamientos, programas y técnicas, objetivos, recursos, análisis de resultados. El secreto profesional tiene mucho que ver con la ética y viceversa. Se centra en el jura- «El pasado que estudia el historiador no es un pasado muerto, sino un pasado que en cierto modo vive aún en el presente». «El deber de respeto a los hechos que recae sobre el historiador no termina en la obligación de verificar su exactitud. Tiene que intentar que no falte mento de Hipócrates. También en el Derecho romano: «Deben respetarse las pautas, deben callarse los secretos». La cultura cristiana nos habla del sigillum. Más modernamente disponemos de la Carta de los Derechos del enfermo y el Código Deontológico de Enfermería. En Europa trabajamos en base a las interpretaciones del estilo: Francés: Guardar siempre el secreto. Inglés: Guardar el secreto mientras no afecte al bien común, que es superior. Al trabajar actualmente en equipo, estas concepciones adquieren otra dimensión: Es el secreto compartido. El Consentimiento Informado es otro asunto ético que hoy enfermería tiene que asumir con el máximo rigor, respeto a las personas y prevención de problemas legales que su no cumplimiento nos pueden sobrevenir17. en su cuadro ninguno de los datos conocidos o susceptibles de serlo que sean relevantes en un sentido u otro para el tema que le ocupa o para la interpretación propuesta». «Lo importante en la historia es el carácter y el comportamiento de los individuos que tiene un rancio abolengo»18. Enfermería no siempre ha tenido presente la necesidad de conocer su historia con datos empíricos y de ahí que haya en nuestros anaqueles materiales bibliográficos que resultan más documentos novelados o de divulgación que auténticos documentos contrastados. Se trata de materiales informativos más que de documentación contrastada. Son material más de rango universal que de temática concreta, precisa y empírica. Y es que lo universal resulta generalista, menos preciso. Tal podría ser la obra de M. Patricia DONAHUE19. Esto puede ocurrir también con otros autores que siguen por estos caminos20. En España, desde los años 1.980, han aparecido monografías históricas como la de Francisco VENTOSA o la propia nuestra, del año 1.98421; la de Carmen DOMINGUEZ-ALCON, 1.98622 e, incluso, la de Juana HERNANDEZ CONE- 50 9. Historia enfermera La historia es el patrimonio más rico de los pueblos, de las personas, de las instituciones y de las profesiones. Podríamos decir que una profesión sin historia parece menos profesión: SA, 1.99523. Este mismo año 1.995 aparecía nuestra obra en su segunda edición24. Son trabajos mucho más ricos y contrastados. Hoy no se si todos los países pueden ofrecer al respecto una tan rica documentación. España en este campo de la historia de la enfermería creemos que ha encontrado su mejor camino. Es un sendero que puede servir de base a otras inquietudes históricas bien documentadas de la enfermería hispanoamericana, posiblemente. ¡Porque las cosas, los medios, la historia no arrancan de la nada! ¡Todo tiene sus interrelaciones! La historia enfermera hispánica nos ofrece una larga cadena de documentación verdaderamente envidiable y, desde luego, científicamente contrastada. Con estos datos precedentes podemos hacer nuestras aquellas sugerencias de GAARDER: «Estoy haciendo lo posible para que te des cuenta de tus raíces históricas. Solamente así, serás un ser humano. Solamente así serás más que un mono desnudo. Solamente así evitarás flotar en el vacío»25. O por citar un autor actual español decimos que «en tiempos de orfandad, cuando tantos canallas están interesados en que sigamos siendo huérfanos, el pasado es lo único que nos salva y nos da aplomo para oponernos. La historia es memoria de lo que fuimos»26. Y esto es lo que hasta estas fechas recientes ocurría en nuestra enfermería, que estábamos, que nos parecía que éramos huérfanos. No teníamos, nos parecía que no teníamos padres, ni hermanos, ni un hogar de referencia. Por eso acudíamos a otras fuentes, para identificarnos con hermanos que no eran de nuestro pueblo, de nuestra sangre, de nuestra cultura. Las escuelas de enfermería, muchos de sus profesores, están aún acudiendo a beber en fuentes extrañas teniendo tan ricos, abundantes y frescos regueros en la propia casa. No es malo fijarnos en lo de otros, pero es mejor conocer y degustar lo propio. Sobre todo si lo nuestro es y nos resulta muy bueno. Y estas son algunas de las causas de que no nos hayamos fijado en profesionales enfermeros de alto nivel y doctrina como, por no remontarnos al medievo, la figura y la doctrina enfermera de Juan de Dios, 1539-155024; o el caso de Andrés FERNANDEZ, 162527; o José BUENO GONZALEZ, cuya obra apareció recientemente en facsímil, y que veía la luz 26 años antes que la primera obra de Florence NIGHTINGALE y que BUENO GONZALEZ ni desmerece, ni le va a la zaga, sino todo lo contrario, en aportes profesionales28. Toda esta situación de nuestra enfermería, toda esta documentación que hemos aportado, ha resultado como un olvido continuado, como una ignorancia vencible. ¡Pero siempre hemos de intentar ser profesionales en busca de sentido! Conclusiones Concluir es cerrar definitivamente el discurso enfermero que nos ha ocupado. Reconocemos que ha resultado una exposición un tanto teórica pero que se ha intentado presentarla, también, con documentación empírica. Visto así se nos ocurre y proponemos sacar algunas conclusiones prácticas: Ser conscientes de que nuestra profesión enfermera ha de apoyarse y demostrar que tiene principios y bases filosóficas, además de contenidos empíricos. La antropología que desde enfermería hemos de considerar como nuestra es la rama cultural, centrada en el conocimiento, creencias, moral, arte, derecho y costumbres. Principios filosóficos. La semiótica enfermera está centrada en los cuidados, servicios, atenciones a las personas en estado de minusvalía y necesidad. Han de resultar signos positivos de nuestro hacer profesional: filosofía y praxis. Enfermería ha de profundizar en los contenidos que aporta la cultura subjetiva y la objetiva. Esto nos conducirá a acrecentar la investigación, la innovación, la creatividad y la metodología asistencial y de los cuidados. La calidad y sus métodos de control resultan elementos ne- cesarios para asegurarnos que realizamos unas obras con estética y con ética. Con principios filosóficos. Nuestro patrimonio profesional se encuentra en la acumulación de experiencias, aprendizajes y vivencias a través de la historia. Las escuelas de enfermería, sus direcciones y profesores han de conocer e impartir la asignatura de historia con conocimientos documentales generales y profundización en los elementos nuestros. Sólo así seremos unos profesionales informados y dejaremos de considerarnos unos huérfanos. Hagamos de nuestra historia un campo de investigación metodológica, empírica. Con este trabajo presentado «sencillamente tratamos de abrir las ventanas; en este dichoso país nuestro no se abrían las ventanas desde el día primero de su historia, convéncete»29. Fr. CECILIO ESEVERRI CHAVERRI, O.H. Notas 1 ESEVERRI CHAVERRI, C., Un hospital un mundo, Ed. Editorial 29. Barcelona, 1989. 2 ESEVERRI CHAVERRI, C., Enfermería hoy. Filosofía y antropología de una profesión, Ed. Díaz de Santos, S.A. Madrid, 1992. 3 LAIN ETRALGO, P., La curación por la palabra en la antigüedad clásica, Ed. Anthropos, Madra. 1987. 4 BUNGE, MARIO, La ciencia, su método y su filosofía, Ediciones Siglo Veinte. Buenos Aires, 1988. 5 SAN MARTIN, J., El sentido de la filosofía del hombre. El lugar de la antropología filosófica en la filosofía y en la ciencia, Ed. Anthropos. Barcelona, 1988. 6 HARRIS, MARVIN, Introducción a la antropología general, Ed. Alianza Universidad. Madrid, 1984. 7 LAIN ETRALGO, P., Antropología de la esperanza, Ed. Guadarrama-Labor, S.A. Barcelona, 1978; LAIN ETRALGO, P., Ser y conducta del hombre, Ed. Espasa Calpe, S.A. Madrid, 1996. 8 KÜBLER-ROSS, ELISABETH, La rueda de la vida, Ediciones B. Grupo Zeta. Barcelona Madrid México, D.F. 1997. 9 MARILYRM E. DOENGES-MARY F. MOORHOUSE, Guía de bolsillo de DIAGNOSTICOS Y ACTUACIONES DE ENFERMERIA, Ed. Doyma-Enfermería. Barcelona, 1992. 10 MARIAS, J., Antropología metafísica, Ed. Alianza Universidad. Madrid, 1987; MARIAS, J., Persona, Alianza Editorial, S.A. Madrid, 1996. 11 VERNEAUX, R., Textos de los grandes filósofos. Edad Antigua, Ed. Herder, S.A. Barcelona, 1982. 12 PLATON, La República. Tres tomos, DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 bilingüe griego-español, Edición del Instituto de Estudios Políticos. Madrid, 1969. 13 FERRATER MORA, J., Diccionario de Filosofía. Cuatro tomos, Ed. Alianza. Madrid, 1986; GRACIA GUILLEN, D., Ética de la calidad de vida, Ed. Fundación Santa María. Madrid, 1984. 14 DESCARTES, R., Discurso del método. Meditaciones metafísicas, Ed. Espasa-Calpe, S.A. Madrid, 1984. 15 KANT, M., Fundamento de la metafísica de las costumbres, Ed. Aguilar, S.A. Madrid, 1973; Catecismo de la Iglesia Católica, Ed. Asociación de Editores del Catecismo. Madrid, 1992. 16 KÜBLER-ROSS, E., Sobre la muerte y los moribundos, Ed. Grijalvo. Barcelona, 1980; GAFO, J., Etica y legislación en Enfermería, Ed. Universitas, S.A. Madrid, 1995. 17 ARECHEDERRA, J.J. ET. AL, Bioética, Psiquiatría y Derechos Humanos, Ed. International Marketing and Comunications, S.A. Madrid, 1988; SPAEMANN, R., Etica: Cuestiones fundamentales, Ed. Eunsa. Pamplona, 1988. 18 CARR E.H., ¿Qué es la historia? Ed. Ariel, S.A. Barcelona, 1983. 19 M. PATRICIA DONAHUE, Historia de la enfermería, Ed. Doyma. Madrid-Barcelona-México, 1988. 20 TERESA MARÍA MOLINA, Historia de Ia enfermería, Ed. Interamericana. Buenos Aires, 1973. 21 VENTOSA ESQUINALDO, F., Historia de la enfermería española, Ed. Ciencia. Madrid, 1984; ESEVERRI CHAVERRI, C., Historia de la enfermería española e hispano-americana, Ed. Salvat Editores. Barcelona, 1984. 22 CARMEN DOMINGUEZ-ALCON, Los cuidados y la profesión enfermera en España, Ed. Pirámide, S.A. Madrid, 1986. 23 JUANA HERNANDEZ CONESA, Historia de la enfermería, Ed. Interamericana McGraw-Hill. Madrid, 1995. 24 ESEVERRI CHAVERRI, C., Historia de la enfermería española e hispanoamericana. Segunda edición, muy aumentada, Ed. Universitas, S.A. Madrid, 1995 25 GAARDER, J., El mundo de Sofia. Edición 15a., Ed. Siruela. Madrid, 1995. 26 PEREZ-REVERTE, A. ABC CULTURAL, del 12 de enero de 1996, N° 219. Pág. 19. Madrid. 27 FERNANDEZ, A., Instrucción de Enfermeros. Año 1625, Editado en facsímil. Consejo General de Enfermería. Madrid, 1993. 28 BUENO GONZALES, J., El arte de la enfermería, Ed. Hermanos de San Juan de Dios. Madrid, 1833; Editado en facsímil. Consejo Autónomo de Enfermería de Aragón, Zaragoza, 1997. 29 DELIBES, M., Cinco horas con Mario, Ed. Destino. Barcelona, 1981. 51 Aspectos neurológicos de la muerte 52 El hombre tiene una vida genéticamente limitada. La expectativa media se estima en los 80 años para la mujer y en los 76 para el hombre. La máxima duración de la vida no ha aumentado, si bien cada vez son más las personas que alcanzan las edades referidas. Es obvio que con la edad se envejece, es decir se produce una declinación de las capacidades intelectuales y físicas, aún en situación de salud. Por otro lado existen enfermedades, como el Parkinson y el Alzheimer, incuestionablemente ligadas a la edad. Se estima que si las personas alcanzasen los 110 años de vida, tendrían todas la enfermedad de Alzheimer. Además el hombre está expuesto a enfermedades y accidentes, – vivir supone un gran riesgo – que puede ocasionar graves limitaciones y por supuesto la muerte a cualquier edad. La muerte, como suceso biológico, es común al hombre y al animal. Pero en el hombre tiene un aspecto biográfico, una perspectiva específicamente humana. A diferencia del animal, el hombre sabe que va a morir y en consecuencia, tiene que adoptar una actitud y desarrollar una conducta ante su propia muerte. El animal no sabe, no puede reflexionar sobre su muerte; si presiente la muerte no es un hecho individual, sino un acto instintivo de la especie (el toro que se arrima a tablas, los cementerios de elefantes, etc.). Se es más humano, cuando más consciente se es de que la vida tiene una cita terminal. Como sucede con las grandes cuestiones, resulta difícil definir la muerte. Empecemos, pues, por describirla. La muerte «sobreviene cuando el principio espiritual que preside la unidad de la persona no puede ejercitar más sus funciones sobre el organismo y en el organismo cuyos elementos, dejados a sí mismos, se disocian. Ciertamente, esta destrucción no golpea el ser humano ente- ro. La fe cristiana – y no sólo ella – afirma la persistencia, más allá de la muerte, del principio espiritual del hombre. La fe alimenta en el cristiano la esperanza de reencontrar su integridad personal ‘transfigurada y definitivamente poseída en Cristo’ (cfr. 1 Cor 15,22)»1. En otros tiempos, la ciencia médica indicaba como momento de la muerte la detención de la respiración y del latido cardíaco; la Teología y la acción pastoral de la Iglesia Católica se atenían, por ejemplo en la administración de los Sacramentos, a esas condiciones. Más tarde, con el progresivo desarrollo de los medios técnicos, se va modificando el diagnóstico de la muerte y a ello se acomoda la Teología, puesto que es consciente de que corresponde a la ciencia médica determinar el momento en el cual ésta se produce, como ya señaló el papa Pío XII2. Esta decisión se basa, obviamente, no en los criterios subjetivos sino en una estricta verificación de los criterios establecidos. En octubre de 1985, la Academia Pontificia de las Ciencias publicó un documento sobre el tema, cuya conclusión es que «la muerte cerebral es el verdadero criterio de muerte»3. Un escrito posterior de la misma Academia ha precisado más exactamente que «el establecimiento de la pérdida total e irreversible de todas las funciones encefálicas es el verdadero criterio médico de muerte habitualmente aceptado»4. Aspectos médicos: irreversibilidad y descomposición La muerte tiene dos características definitorias, una es la irreversibilidad: no es posible volver de la muerte a la vida y otra la descomposición del cuerpo humano que se inicia una vez que la persona ha fallecido, en algunos tejidos a los pocos minutos, y que progresa hasta llegar a la total desintegración en unos meses, permaneciendo unicamente restos óseos. Para la verificación de la muerte pueden darse dos supuestos: a) Parada cardiorrespiratoria Una parada cardiorrespiratoria de más de 10 minutos de duración es suficiente para ocasionar la pérdida irreversible de todas las funciones encefálicas y, por tanto, en condiciones ordinarias la comprobación de que ha ocurrido esa parada lleva a determinar que la persona ha fallecido. Sin embargo con maniobras de reanimación se puede, en algunos casos, revertir la situación (en general paradas detectadas en el instante que se producen: enfermos monitorizados, asfixias neonatales entre las más frecuentes) La reanimación o resucitación cardiopulmonar es el conjunto de maniobras encaminadas a restablecer la respiración y/o circulación cuando éstas han cesado por una causa potencialmente reversible. La causa más frecuente de parada cardíaca en los adultos es la fibrilación ventricular (un tipo de arritmia) en el contexto de una cardiopatía isquémica (angina o infarto de miocardio). Cada año en Estados Unidos (donde disponen de estadísticas fiables) unas 500.000 personas sufren un episodio de parada cardíaca, sólo 100.000 serían reversibles, pero menos de un 3% (15.000 personas) responden a las maniobras de reanimación volviendo a una vida productiva. El objetivo de la reanimación es sustituir primero y restablecer a continuación una circulación espontánea, para proporcionar un flujo sanguíneo adecuado al corazón y al cerebro. Para ello se utilizan un conjunto de maniobras y técnicas diversas (apertura de la boca, ventilación artificial, masaje cardíaco, desfibrilación eléctrica, administración de fár- macos vasoactivos y/o antiarrítmicos, etc.) que pretenden evitar el daño cerebral que se produce con la ausencia de un adecuado flujo de sangre oxigenada En circunstancias ordinarias, cuando es conocido que el paciente ha sido desahuciado, se conoce que padece una enfermedad avanzada en fase necesariamente mortal y tiene lugar el fallo cardiorrespiratorio, no tiene objeto pretender una reanimación cardíaca. Muchas veces aunque se pretendiera y se dispusiera de todos los medios técnicos no se conseguiría que el corazón volviese a latir de modo autónomo y en otras, aunque sí se consiguiese y se conectase al paciente a un respirador habría tenido ya lugar la parada circulatoria cerebral y el cese completo de las funciones encefálicas con lo cual solo se estaría conectando un respirador a un cadáver. Para evitar estos dos últimos supuestos que atentan contra la dignidad de las personas, es práctica habitual en muchos hospitales dejar indicada la advertencia de que si una persona, ya desahuciada, fallece no se realicen este tipo de maniobras. En otras circunstancias: traumatismos, paradas cardíacas en personas no desahuciadas, intoxicaciones medicamentosas, niños muy pequeños y especialmente en accidentes por inmersión, deben hacerse todos los esfuerzos por lograr la reanimación cardio-pulmonar. Una vez que se consigue recuperar el latido cardiaco y restablecer la respiración (espon- tanea o mecánicamente), la situación de secuelas neurológicas en que finalmente va a quedar la persona a la que se ha reanimado puede ser muy variable: recuperación completa, limitaciones intelectuales y conductuales en grado variable, severo daño cortical con funciones preservadas de tallo encefálico que le van a permitir una respiración autónoma (estado vegetativo y situaciones clínicas cercanas), daño tanto cortical como subcortical y de tallo encefálico con compromiso de nivel de conciencia y dependencia del respirador (estados de coma en todos sus grados). En ocasiones la muerte sobrevendrá inexorable después de un tiempo aunque la persona esté conectada a un respirador y se mantenga el latido cardiaco y la circulación de los distintos órganos mediante la utilización de múltiples fármacos de acción periférica, porque habrán cesado irreversiblemente todas las funciones encefálicas. b. Sujeto muerto, aunque late su corazón (Criterios neurológicos de muerte) El corazón tiene capacidad de latir de un modo autónomo, aún desconectado por completo del resto del organismo. Esta capacidad permite que, en ausencia completa de funcionamiento encefálico, pueda conectarse a un respirador y mantenerse la circulación del resto de órganos de ese individuo. Se puede así conservar los órganos en buen estado y proceder a su extracción para trasplante. En DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 este supuesto, el individuo está muerto aunque su corazón sigue latiendo. La verificación de que han cesado las funciones encefálicas de modo irreversible tiene que realizarse de ordinario en las unidades de cuidados intensivos, en algún caso excepcional en un quirófano, porque ya se habrá dado una de las condiciones de muerte: la parada respiratoria irreversible y la persona estará por tanto conectada a un respirador. Para comprobar sí la persona cumple criterios neurológicos de muerte, se retiran todas las medicaciones que pueden tener un efecto depresor sobre el sistema nervioso, en casos de intoxicación hay que esperar el tiempo necesario para que toda la sustancia tóxica haya sido eliminada. En primer lugar se comprueba la ausencia de funciones corticales, perceptividad, y subcorticales, reactividad inespecífica y al dolor. Se procede a ventilar a la persona con oxígeno al 100%, durante 20 minutos, pasado ese tiempo se desconecta el respirador y se introduce oxígeno a 6 litros/m, mediante un cateter endotraqueal y se comprueba tras 10 minutos, que no hay función respiratoria. Hecha esta comprobación se vuelve a conectar el respirador. A continuación se exploran otros reflejos de integración en tronco cerebral comprobándose su ausencia: las pupilas no responden a la luz ni a maniobras que provocan dolor, tampoco hay cambios en la frecuencia cardiaca con la provocación de dolor, no se obtienen movimientos oculares con la irrigación de agua helada en los oídos, no hay reflejo tusígeno a la introducción de una sonda en traquea, no se modifica la frecuencia cardiaca tras la inyección de atropina, se comprueba también hipotermia. Si se dan estas circunstancias que están evidenciando la ausencia total de respuestas corticales, subcorticales y de reflejos integrados en el tallo encefálico, se puede hacer el diagnóstico de muerte. Se retira el respirador y en poco tiempo, de ordinario en pocos minutos, rara vez más de media hora, cesa también el latido cardiaco. Los datos clínicos que per- 53 miten verificar la muerte en las circunstancias referidas, pueden corroborarse mediante varias técnica exploratorias, entre ellas el electroencefalograma que en ese supuesto es siempre plano, evidenciando la ausencia de actividad cortical cerebral y la arteriografia y el ecodoppler que ponen de manifiesto la ausencia de flujo a nivel encefálico que es otro hecho fisiopatológico propio de esa situación. Exigencias legales en el caso de trasplantes de órganos 54 Si está previsto que la persona en las que se comprueban los criterios neurológicos de muerte se convierta en donante de órganos, la ley exige que se verifique que ha muerto según los criterios neurológicos comentados, en dos exploraciones realizadas por un especialista en neurología, en un plazo de seis horas. Además el EEG, ha de ser plano en el momento de esas dos exploraciones. Se trata de una medida jurídica de prudencia que no es en absoluto necesaria desde el punto de vista médico y que puede tener consecuencias en la práctica que lleven a no poder utilizarse los órganos después de las seis horas de espera. Por este motivo hay intentos de reducir ese tiempo o de sustituir el requisito del EEG, por el de la ausencia de flujo, medida con EcoDoppler. En España, en1999, hay un proyecto de Ley donde desaparece la necesidad del segundo E.E.G. a las seis horas, que es sustituido por las pruebas anteriormente citadas. Controversia sobre los criterios de verificación de la muerte Los criterios neurológicos de muerte, gozan de un gran consenso en la comunidad científica desde su explicitación en los Criterios del Comité ad hoc de Harvard del año 1968. Permanece un punto de controversia referente al tiempo máximo de conservación del latido cardíaco, ya que han sido referidos casos sobre todo de gente joven, adolescentes, en los que se ha documentado la persistencia de latido cardíaco durante varios meses, sin más soporte que el mantenimiento de la ventilación y la alimentación. En cualquier caso sigue cumpliéndose el criterio de irreversibilidad y para los neurólogos no pasan de ser descripciones anecdóticas. Lo esperado y lo que ocurre, según la experiencia acumulada día a día en las unidades de cuidados intensivos, después de verificarse los criterios neurológicos de muerte, aún con todas las posibilidades terapéuticas para mantener la función cardíaca, es que esta cese en corto plazo, de ahí la necesidad de reducir el periodo legal de espera para los trasplantes. Otro punto de la controversia es que una situación tan prolongada hasta el fallo cardíaco, se quiera asemejar al estado vegetativo prolongado. Aún aceptando que socialmente ambas situaciones pudieran plantear una problemática con ciertas analogías, científicamente son situaciones inequívocas ya que en el estado vegetativo el paciente está respirando de modo autónomo. También podría querer equipararse a situaciones de coma profundo consideradas irreversibles en las que es preciso apoyar con ventilación asistida a la respiración que el paciente mantiene todavía pero de modo muy precario, ya que haría una parada cardio-respiratoria si se retira el soporte. En estos casos se puede retirar el respirador si se le considera una medida desproporcionada, el paciente fallecería sin respirador en poco tiempo, pero no podrían ser extraídos sus órganos ya que habría tenido lugar la parada cardiaca. Por último otro motivo de discusión viene dado por el hecho de que los distintos tejidos tienen diferente sensibilidad a la hipoxia, de tal manera que las células mueren escalonadamente y el funcionamiento de algún órgano se mantiene también, cuando otros ya están irreversiblemente dañados. La muerte significa irreversibilidad del funcionamiento biológico integrado de la persona como una unidad, y comienzo del proceso de desintegración tisular y estos supuestos se dan una vez que ha ocurrido la parada circulatoria cerebral y solamente cuando ha ocurrido. Se puede hablar de que la muerte es un proceso desde el punto de vista clínico, por ejemplo el periodo considerado terminal en un paciente desahuciado, o las horas de vida que le quedan a un paciente con un cuadro irreductible de hipertensión endocraneal con herniación craneocaudal, o la agonía, decimos con propiedad «se está muriendo». Pero es equívoco plantear que una persona no ha muerto hasta que no mueren todas sus células. Como afirma Martínez Lage5 «la muerte o la cesación de la vida no admite adjetivos». Se está muerto o no se está muerto. Se desaconsejan los términos «muerte clínica» o «muerte cerebral» que pueden confundir sobre grados o tipos de muerte, la cual es única y unívoca. Es mejor referirse simplemente a «muerte». El diagnóstico neurológico de muerte ha de ser (y de hecho es) total e independiente de cualquier factor o cualquier circunstancia concerniente a la persona fallecida, a los deseos o creencias de su familia y a una eventual donación de órganos para trasplante. Dra. PURIFICACIÓN DE CASTRO, Especialista en Neurología P. MIGUEL ANGEL MONGE, Capellán. Lic. en Medicina Clínica Universitaria de Navarra, España Notas 1 Consejo Pont. de la Pastoral para los Agentes Sanitarios, Carta de los Agentes de la Salud, Palabra, Madrid 1995, nº 128. 2 Aloc. 1957 3 La prolongación artificial de la vida y la determinación exacta cardíaca del momento de la muerte, en «L’Osservatore Romano», 31-X-1985, p. 5. 4 Cfr. WHITE, R. J.; CARRASCO DE PAULA, I.; ANGSTWURM, The determination of brain death and its relationshop to human death, Ciudad del Vaticano 1992, pp. 207 ss. 5 Diagnóstico de muerte. Criterios neurológicos. Doc. Oficial de la Soc. Española de Neurología, aprobado por el V Congreso Nacional, 12-IX-1982; cfr. MARTINEZ VILA, E., Y MARTINEZ-LAGE, M., Diagnóstico de la muerte. Criterios neurológicos, en HERREROS, J.; ARCAS, R.; AZANZA, J.R. Y ERRASTI, P., Trasplante cardíaco, Ed. Científico-Médica, Barcelona 1986, pp. 65-79. La muerte: temores y esperanzas El filósofo Platón acostumbraba dar esta lección de vida a sus discípulos: «Practicad el morir»; la psiquiatra E. Kübler-Ross ha repetido muchas veces: «El que no ha visto de frente la muerte no es realmente libre de vivir». La muerte es una cita para todos, tanto para el que la toma en cuenta como para quien la rechaza. Cada día construimos nuestra vida y cada día experimentamos la muerte; estas dos dimensiones de la existencia se relacionan constantemente. Si es verdad que, por un lado, la sociedad occidental ha tenido un progreso enorme en el ámbito de la medicina y en la producción de la ilusión de salud y de bienestar, por el otro, se nota un retroceso en la capacidad del hombre moderno para administrar el acontecimiento muerte. Fun- damentalmente, ha tomado la delantera el temor. Ante situaciones que nos hablan de la mortalidad, la sociedad se envuelve de temor y se trata de un vestido que muchos llevan durante numerosas estaciones. No se trata ante todo del temor que revela nuestra humanidad, que nos hace reflexivos y solidarios, sino de un temor que paraliza, sofoca la libertad y quita espacio a la esperanza. Es un temor que hace que algunas palabras (p.e. «estoy por morir») no se profieran sin ser reprendidos en el sentido de que algunos temas no deben tratar sin aparecer abandonistas o pesimistas, que no es lícito hacer ciertos adioses sin desenmascarar la verdad, que se quiere esconder. Como consecuencia, el predominio del temor comporta la renuncia a la apertura y a la creatividad, hijas del verdade- DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 ro amor, para dar hospitalidad a la angustia y a la futilidad, hijas del paternalismo y del egoísmo. Las raíces del temor: el condicionamiento cultural El peso del temor frente a la muerte tiene ante todo raíces culturales. Somos esclavos de un modelo para considerar la muerte que nos deja desprovistos para administrar este acontecimiento de manera abierta y madura. Las manifestaciones cotidianas de esta dificultad son, por un lado la tendencia a recurrir – frente a diagnosis infaustas – a subterfugios, al engaño benévolo o a la denominada «conjura del silencio» con la ilusión de proteger a los propios seres queridos de la verdad o, por otra, la costumbre de emplear cierto lenguaje para ablandar o suavizar el impacto con el dolor. Por ejemplo, se habla de «neoplasma», de «un problema oncológico» o de un «mal feo», porque decir «cáncer» parecería tratarse de algo demasiado cruel e irreverente. A veces, incluso frente a quien invoca insistentemente el derecho de conocer su propia condición, los familiares, condicionados por el temor, juegan hasta el fondo la comedia del paternalismo, que no es otra cosa sino un modo falso de interpretar la caridad. De este modo se quita al moribundo el derecho de concluir su vida, de saludar a sus seres queridos dando voz a sus pensamientos y a sus afectos y expresar así sus últimos deseos o sus voluntades. Se sacrifica así la oportunidad de amarse profundamente y en el modo más auténtico, se priva de la experiencia irrepetible de prepararse a la separa- 55 56 ción compartiendo lágrimas y sonrisas, los recuerdos y las esperanzas, los sentimientos y los mensajes sin confiarlos a la tumba o a un sentimiento de un posterior pesar. El modelo de comunicación que se aprende es retransmitido, por lo que los padres transmiten a su hijos la herencia de sus temores no resueltos. Los niños son protegidos ante el dolor; en vez de visitar al abuelo moribundo en el hospital deben recordarlo como era cuando estaba sano, en lugar de participar en el entierro de un ser querido son enviados por algunos días a la casa de los tíos cerca del mar. No nos damos cuenta que al protegerlos del dolor los protegemos de la vida perpetuando en ellos la incapacidad de afrontar con realismo y serenidad los acontecimientos inevitables de la existencia. La muerte no la podemos ni eliminar ni evitar. El reto es afrontarla, tanto de parte de quien muere como de quien se queda, poniendo en acción los recursos interiores presentes en cada persona. Conforme se nos educa a romper la esclavitud del temor para inaugurar la estación de la esperanza, a través de una sana confrontación con la realidad, se crean modelos culturales más constructivos para administrar el morir y la muerte. La difusión de estos nuevos modelos depende de un cambio de mentalidad gracias a cursos sobre el tema, mediante la lectura de artículos y libros que suscitan nuevas sensibilidades, a través de la propuesta de diferentes modos de morir propuestos por los mass-media y, sobre todo, por una experiencia a nivel familiar o profesional vivida de manera innovativa, humana y humanizante. Los diferentes rostros del temor El condicionamiento del modelo cultural en sus diferentes articulaciones (remoción, negación, institucionalización y medicalización de la muerte) se traduce en una experiencia personal cuando la muerte toca a la puerta de la propia vida. La amenaza a la propia seguridad y proyectualidad desencadena un abanico de temores según la identidad, la experiencia, los valores y los papeles de los protagonistas. El temor no tiene un solo nombre, sino diversos rostros y matices. Poniendo en primer lugar la atención a los enfermos terminales, podemos identificar varios temores, cada uno de los cuales puede constituir la preocupación central de la persona. Entre los temores más comunes citamos los siguientes: – el dolor físico – lo desconocido – el juicio (de Dios o de los demás, sobre nuestra persona) – la separación de nuestros seres queridos – la dependencia de los demás (de la familia, del personal sanitario) – el sentirse un peso para los demás – la desfiguración o el decaimiento físico – la pérdida de control (mental o la incontinencia) – la pérdida de dignidad – la soledad – el sentido de inutilidad (la pérdida de significado o del deseo de luchar) – el temor de ser olvidado (de no dejar rastro del propio pasado) – el temor de la anulación total con la muerte. De todas estas expresiones del temor, la más corriente es la de morir solos. El temor es hijo de nuestra humanidad y nace de la experiencia de vulnerabilidad, impotencia y mortalidad. No existen fórmulas mágicas para disolverlo: algunos lo calman con la oración y la fe, otros con la respiración y la meditación, otros incluso con la comparticipación y la aceptación. A menudo, manifestar los propios temores hace que crezcan y se transformen en abandono y confianza en Alguien que ha dicho: «No temais, yo estaré siempre con vosotros». En general, el temor se redimensiona conforme es contrabalanceado con el dinamismo de la esperanza. Los diferentes rostros de la esperanza El hombre está orientado instintivamente a la esperanza, que se pone en acto ante todo cuando la salud o la vida están en peligro. Al igual que el temor, también la esperanza presenta un mosaico de rostros. Frente a una enfermedad grave o al aproximarse la muerte el hombre dibuja el horizonte de sus experiencias a lo largo de estos tres recorridos: 1. Las esperanzas médicas En la mayoría de los casos este es el terreno privilegiado en el que juega el destino del propio futuro. El abanico de las esperanzas unidas a la ciencia y a la curación física incluyen: – la confianza en los médicos y en sus conocimientos – la presencia de nuevos medicamentos y terapias – los viajes de esperanza hacia centros especializados – las medicinas alternativas. Esta comprensible pero a veces exagerada e irrealística atención a la curación del cuerpo, nos hace ver el papel preponderante que tiene la dimensión biológica a costo de una visión global de la salud. Para muchos, la esperanza no tiene otros nombres sino el de la sanación física. 2. Las esperanzas humanas Son un terreno favorable para construir espacios de salud; la salud entendida en sentido lato, es decir, no limitada a la esfera biológica sino que comprende la salud biográfica, que abraza el ámbito emotivo, social, cognitivo y espiritual de la persona. Las esperanzas humanas frente a la muerte incluyen: – la necesidad de comunicar los propios pensamientos y sentimientos a las personas queridas – el deseo de vivir y hacer pequeños proyectos – el deseo de compartir el archivo de los propios recuerdos, borroneados o nítidos – dar voz a los propios sueños y proyectos no realizados – la necesidad de aliviar el dolor o la soledad – el deseo de morir en casa – la exigencia de arreglar las cosas más urgentes antes de morir – perdonar o recibir el perdón – decir adiós a los propios seres queridos. La presencia de buenos oyentes que dan espacio al moribundo, que se ponen en una actitud de acogida y humildad confirmando y honrando sus elecciones, facilitan su tránsito a la otra orilla. Es claro que la competencia humana no se improvisa: es un aprendizaje que requiere la capacidad de convivir positivamente con la propia humanidad e impotencia, de saber dejar al otro el protagonismo de su morir, de ser presencia cercana y discreta en el último viaje. He aquí como Clarise, una maestra que falleció hace algunos años en EE.UU., trató de preparar a su esposo a la separación: ¿PUEDO PARTIR? ¿Puedo irme? ¿No crees que ha llegado el momento? Estoy lista para decir adiós a los días cargados de dolor, a las noches empapadas de soledad. He vivido mi vida y he hecho lo mejor que he podido. Ahora, déjame dar este paso y permíteme liberar mi espíritu. Al comienzo no quería irme; he luchado con todas mis fuerzas. Pero ahora hay algo que me atrae hacia una luz que me da paz y calor. ¡Quiero partir! ¡Lo deseo deveras! Me es difícil quedarme. Trataré de vivir lo mejor posible un día más para darte tiempo para que te ocupes de mí, para compartir tu amor y tus temores. Sé que estás triste y angustiado, lo leo en tus lágrimas. Te prometo que no estaré lejos de tí: con mi espíritu estáre a tu lado. Dondequiera tu estés... Gracias por haberme amado, ¡Tu sabes cómo te he querido también yo! Por esto es tan difícil decirte ADIOS y separarme de tí. Abrázame una vez más y dime que HOY me dejas partir, porque me quieres mucho. (Clarise H. 1993) 3. La esperanzas espirituales El tercer horizonte de la esperanza va más allá de lo biológico y de lo humano para DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 abrazar lo trascendente, es decir, lo que da sentido a la vida, al sufrir y al morir, lo que va más allá de la muerte. El horizonte espiritual comprende, ante todo, la aceptación y la reconciliación con el propio pasado lleno de heridas, errores, pecados y oportunidades perdidas. El proceso de la reconciliación puede ser facilitado por el sacramento de la confesión, por compartir con alguien la experiencia de culpa o de aflicción, del diálogo silencioso del moribundo con Dios, que lee en lo secreto de cada corazón. Vivir la reconciliación significa lograr que no tome la delantera el remordimiento o el tormento interior por errores cometidos o proyectos no terminados, sino permitir que la misericordia de Dios ilumine el camino, vivir en paz con los propios límites, lograr la serenidad interior. En segundo lugar, el horizonte espiritual abraza el presente e incluye la capacidad de honrar la dignidad humana incluso en medio del dolor físico, que prostra y mortifica y ante los límites de la naturaleza humana, hace experimentar la «noche oscura» del alma con el sentimiento de turbación o desconcierto. Ante la conciencia de la vida que poco a poco se apaga se puede encender una nueva espiritualidad que valora las cosas pequeñas, a menudo dadas por descontadas, y alcanza los recursos de la oración, de la reflexión, de la fe en Dios, del alivio sacramental para transformar la espera en esperanza, la muerte en resurrección. Vivir espiritualmente el presente significa encontrar espacios luminosos en la oscuridad de la agonía, pronunciar y recibir palabras y gestos sanantes ante los propios seres queridos o de quienes se ocupan de nosotros. En fin, el horizonte espiritual se proyecta en el futuro: va más allá de la mortalidad y de la caducidad de la carne. Se basa en la convicción de que el destino del hombre es el encuentro pleno con Dios, es creer que la existencia prosi- 57 gue en un misterioso más allá que nos espera donde será posible reencontrar a nuestros seres queridos y gozar la plenitud de la vida. El seguimiento de los moribundos requiere respeto por los diferentes credos y religiosidades profesados. Incluso allí donde la persona manifestase no creer en el más allá es importante no obstinarse para convencerla de lo contrario, sino ayudarla a revivir el pasado para afirmar valores, realizaciones y significados que han caracterizado su historia. El misterio por descubrir 58 La muerte constituye para todos una llegada y un misterio: un pasaje inevitable y un misterio ineludible. Que la muerte ponga fin al proyecto humano, produce turbación y desconsuelo en muchos. El objetivo es tratar que el temor no supere el amor, la creatividad, la esperanza. El reto, cultural y personal, es asumir la muerte como parte de la vida, crear experiencias y modelos positivos de qué modo se puede morir, educar a los familiares y a los agentes sanitarios para que sean instrumentos de consuelo y cercanía junto a quien fallece. La esperanza cristiana no es alternativa, sino complementaria con respecto a las otras esperanzas; al mismo tiempo, es histórica y trascendente, es un continuar a vivir el misterio iniciado con el nacimiento, interpretado de modo muy eficaz en la siguiente parábola. La parabola de los mellizos1 Mientras crecían en el seno materno, dos mellizos hablaban entre sí; estaban llenos de gozo y decían: «Escucha, ¿no es increíble la experiencia de la vida? ¿No es hermoso estar aquí, juntos? Días tras día iban descubriendo su mundo. Un día se dieron cuenta del cordón umbilical que los unía a la madre, a través del cual eran alimentados y exclamaban con sorpresa: «¡Mira cómo nos quiere nuestra madre, comparte su vida con nosotros!». Pasaron así las semanas y los meses hasta que, de repente, se dieron cuenta cómo habían crecido. «¿Qué quiere decir todo esto?» Preguntó el primero. «Quiere decir que dentro de poco ya no estaremos más aquí – respondió el otro –. No podemos permanecer aquí para siempre; naceremos». «De ningún modo quiero salir de aquí – objetó el primero – ¡yo quiero permanecer aquí para siempre!». «Razona – le respondió el hermano – no tenemos otras soluciones; además, quizás haya otra vida cuando salgamos de aquí». «Esto no es posible – sentenció el primero – ¡sin el cordón umbilical no se puede vivir! Además, antes que nosotros otros han dejado el seno materno, pero ninguno ha regresado a decirnos si hay otra vida después del nacimiento. Escúchame, una vez que salgamos de aquí, todo ha terminado». De modo que entre un tema y otro, transcurrieron sus últimos días en el útero hasta que llegó el momento del nacimiento. Cuando vinieron a la luz abrieron los ojos y emitieron un fuerte grito. Lo que vieron estaba muy por encima de sus expectativas. P. ARNALDO PANGRAZZI Profesor en el Instituto Internacional de Teología Pastoral Sanitaria «Camillianum» – Roma Nota 1 Labensangste – Lebenstraume, en Kranteubrief (1999), 1 p. 3. Testimonios El Siervo de Dios Manuel Lozano Garrido, paralítico y ciego, periodista y escritor El hospital del Espíritu Santo de Roma como ejemplo del apostolado de la misericordia Departamento de Pastoral Hospital Cardenal Tien, Taiwán Archidiócesis de Filadelfia: protocolo para evaluar las relaciones de colaboración en el ámbito de la sanidad católica El acercamiento paulino a la instrucción de enfermería: una respuesta a la invitación de la Iglesia en favor de una asistencia humanitaria DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 El Siervo de Dios, Manuel Lozano Garrido, paralítico y ciego, periodista y escritor 60 El día 5 de noviembre de 1994 se celebraba en la Diócesis de Jaén la apertura del Proceso de canonización del Siervo de Dios, Manuel Lozano Garrido. Presidía la ceremonia solemne el Obispo del Santo Reino, Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Santiago García Aracil. El 20 de febrero de 1998 se firmaba en Roma, en la Congregación para las Causas de Santos, el decreto de validez de todas las actuaciones procesales diocesanas. Ahora ya está impresa la POSITIO sobre virtudes heroicas de este enfermo, y sometida al estudio de los Rvdmos. Consultores. ¿Quién es Manuel Lozano Garrido? Manuel Lozano Garrido es un seglar formado en la juventud de Acción Católica, inválido y ciego, periodista y escritor; hombre sencillo que vivió la alegría cristiana, nacida de su fe profunda, en el dolor prolongado durante más de veinticinco años, totalmente inmóvil en “el sillón de ruedas”. Su vida de oración continua quedó plasmada en sus nueve libros, de finísima literatura religiosa, y en cientos de artículos de prensa en que exponía la doctrina social de la Iglesia o hablaba del pequeño suceso de cada día enfocado desde su compromiso cristiano. Lolo, como familiarmente era conocido, se caracteriza también por su profunda devoción eucarística y su tierna piedad mariana. Su vida fue un continuo apostolado entre los enfermos incurables a los que asocia en una pía unión, llamada “Sinaí”, que ofrece su oración y sus dolores por la prensa católica. Al mismo tiempo su casa y su vida se convierten en faro que ilumina y orienta apostólicamente con sus consejos prudentes a cientos de jóvenes y adultos, que se llegan a él como amigo, confidente y consejero. Seglar que vive enamorado de la Iglesia, por la que siente verdadera pasión y a la que intenta servir desde su aparente inutilidad, es un paradigma y ejemplo “de hoy para hoy”, con un perfil espiritual, sencillo y a la vez heroico. La llamada universal a la santidad y la función del seglar en la Iglesia, que subrayaba el Concilio Vaticano II – cuyo discurrir fue apasionadamente seguido por el Siervo de Dios desde su sillón de ruedas –, en Lolo tuvo un eco profundo. Ya desde sus años adolescentes y de joven de Acción Católica él escribe en sus notas espirituales su afán de seguir a Cristo, como joven seglar, arriesgando su vida en época de guerra y persecución religiosa por profesar abiertamente su fe y por su devoción eucarística; ello le lleva incluso a sufrir prisión y le hace desear el martirio. La sencillez de la vida de este muchacho, que en plena juventud quedó paralítico total, le hace vivir de modo “natural” y alegre las circunstancias extraordinarias en que se desenvuelve su larguísima vida de enfermo incurable. Estas líneas que anteceden son un compendio de su vida. Excedería los límites de este artículo, comentar cada uno de los matices de ese perfil espiritual trazado más arriba. Pero la riqueza de la vida cristiana de este joven de Acción Católica, inválido y sin embargo escritor y consejero de jóvenes, tiene un aspecto en el que necesariamente hay que entretenerse en este artículo destinado a ser publicado en Dolentium hominum: La dimensión apostólica que da el Siervo de Dios, Manuel Lozano Garrido, a su enfermedad. Rasgos biográficos Manuel Lozano Garrido, Siervo de Dios, nació en la ciudad industrial y minera de Li- nares (Jaén, España), el 9 de agosto de 1920. Fue miembro de la Juventud de Acción Católica desde su fundación en esta ciudad, en 1931, primero como aspirante y luego desempeñó cargos directivos en ella. A los 23 años aparece un reumatismo, mientras hacía el servicio militar, que le deja inválido y totalmente paralítico, quedando en un sillón de ruedas y los últimos años de su vida, también ciego. Falleció en Linares el 3 de noviembre de 1971. Sus años de adolescente y joven coinciden con la guerra civil española (1936-1939), siendo encarcelado por su fe durante varios meses. Antes de ser encarcelado, como otro “Tarsicio” del siglo XX, repartía la Sagrada Comunión clandestinamente por encargo de D. Rafael Álvarez Lara, entonces párroco en Linares y después Obispo de Guadix y de Mallorca. Después de la guerra española milita activamente en la Juventud de Acción Católica forjando su espíritu apostólico y profundizando en su formación humana y espiritual, que luego derrocharía a manos llenas en sus más de 25 años de invalidez. En esos mismos años (19391941) estudia la carrera de Magisterio y comienza el peritaje en minería. Una vez declarada su invalidez su vida toma un rumbo totalmente distinto: desde su inmovilidad total se convierte en periodista y escritor, consejero de cientos de jóvenes y de quienes se acercaban hasta su casa. Su vida, aparentemente inútil, se hace maravillosamente fructífera: cuando no puede escribir con la derecha, lo hace con la izquierda; cuando pierde la vista dicta a un magnetófono. Son varios cientos de artículos los que publica en prensa de temas sociales, científicos, literarios pero sobre todo de tema religioso. La fortaleza le viene de su intensa vida de oración, de su honda piedad eucarística y de su tierna devoción mariana. Ello puede verse en sus profundos “DIARIOS” espirituales que forman parte de sus nueve libros publicados. Cuando – ya enfermo – se le concedió el permiso para que en su casa se celebrara la Santa Misa, en la primera ocasión pide que debajo de la mesa del altar pongan la máquina de escribir “para que así el tronco de la Cruz se clave en el teclado y eche allí mismo sus raíces”. A la Virgen, a la que dedica páginas bellísimas en sus escritos la llama “Santa María de las cosas sin brillo; Reina de las horas Gemelas; Elegida para las misiones con sordina; Maestra con un abecedario de silencios; Dama de honor de los inútiles; Madre de la Cruz sin tiempo...”. Estos son los títulos de sus obras: 1. El sillón de ruedas (1961). (Prólogo de José María Pérez Lozano y Antonio Castro). 2. Dios habla todos los días (1962). (Prólogo de Antonio Navarrete). 3. Mesa redonda con Dios (1963). (Prólogo de Francisco Javier Martín Abril). 4. Las golondrinas nunca saben la hora (1967). (Prólogo de José María Pemán). 5. Cartas con la señal de la cruz (1967). (Prólogo de P. Félix García). 6. Reportajes desde la cumbre (1969). (Prólogo de P. J. M. Llanos). 7. Bien venido amor (1969). Prólogo de la 2ª edición Rafael Higueras). 8. El árbol desnudo (1970). (Prólogo de varios autores de prensa católica). 9. Las estrellas se ven de noche (Póstumo). (Prólogo de Francisco Javier Martín Abril). 10. Todos somos elegidos (Cuaderno vocacional). (1968). Su obra literaria, fundamentalmente de tema religioso, está llena de poesía, de belleza, de ternura. Son muchos los premios literarios que obtiene y que recibe con sencillez franciscana. El Ayuntamiento de Linares le nombra hijo predilecto de la ciudad en 1969. El Siervo de Dios enfermo (inválido y ciego) da a su vida una dimensión apostólica Uno de los censores de las obras de Lolo recoge en el capítulo Con la señal de la cruz el pensamiento del Siervo de Dios sobre el dolor: la aceptación gozosa de la cruz, el valor redentor del dolor asociado a la pasión de Cristo, la fuerza purificadora que surge de esa aceptación. Lolo lo escribe de este modo: en una sociedad que ofrece el placer fácil, y hace que el hombre medio de nuestro tiempo haya perdido el sentido del dolor. Es oportuno citar en este capítulo la obra Reflexiones clínicas y antropológicas acerca de un paciente ejemplar Manuel Lozano Garrido, escrita por el Dr. Fermín Palma2. Transcribe el Dr. Palma este texto del Siervo de Dios: ¿Tú tienes dolores siempre, siempre? Pues sí, siempre, siempre, siempre3. 61 Tres actitudes ante la presencia del dolor: La de aquél que aún no ha ido más allá del escozor de su herida: “Dios me ha quitado....” La del que acepta, sin entrar en su espíritu de actividad santificante: “Dios me ha pedido...” Y la de aquél que, comprendiendo el valor comunitario del sufrimiento, se da de lleno al ideal de redención: “Señor, te ofrezco...”1. La figura de este Siervo de Dios, que hace de su sillón de ruedas un calvario redentor, sin duda que tiene mucho que decir al hombre de hoy, educado DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 El Dr. Palma comenta: Siempre, como siempre “la golondrina tiene vuelo” y el río su rumor, según poemas de Lolo que recopila espléndidamente Guillermo Sena, en “Surtidor del alma”4. Siempre y perpetuamente dolor, como lo han referido, todos los autores, periodistas y amigos de aquí y de fuera, desde Robert de Taizé, que lo aclamará “Sacramento del dolor” hasta sus biógrafos Juan Sánchez Caballero y Juan Rubio Fernández y tantos otros, cautivados, al caer en la cuenta, de que tanto el dolor como el amor “parten de una misma herida”, que se transforma en 62 fuente de pensamiento, vigor espiritual y vida. Los dolores los siente; no están “adormecidos” ante él. Por eso en una de sus páginas escribe, hablando con el Señor: Qué dura es la angustia, aunque, ¡si sabrás Tú de agonías para que yo te lo diga!5. Sin duda que lo más característico del Siervo de Dios es el larguísimo tiempo de su dolorosa enfermedad. Él es un inválido y, los últimos años de su vida, también está ciego. Toda esa enfermedad estaba acompañada de un cuadro de secuelas permanentes que le tenían siempre a punto de muerte. El Siervo de Dios es un trabajador dolorido o un enfermo que trabaja. En su vida se mezcla año tras año, en una única trenza, el trabajo arduo y la enfermedad aguda; pero en su vida está la honda devoción eucarística que le hace vivir unido al sacrificio de Cristo. Su trabajo y su dolor de cada día – como el pan y el vino – se unen al sacrificio eucarístico de Jesucristo, en la recepción diaria de la Eucaristía por el Siervo de Dios. El Concilio Vaticano II habla de los enfermos, incluyéndolos también en la llamada universal a la santidad: Sepan también que están unidos de manera especial con Cristo en sus dolores por la salvación del mundo...6. La inmensa fuerza del dolor humano no puede ser inútil. La acción redentora tiene su expresión suprema en la Cruz de Cristo... Por eso hay que lograr en la vida cristiana el encuentro del dolor y el amor, comulgando en la Cruz de Cristo. Todo ese dolor hay que aceptarlo amorosamente para que así sea redentor y lleve a la plenitud de la vida7. Quizá por esto la producción escrita más abundante salida de la pluma del Siervo de Dios es la que trata de reflexionar cristianamente sobre el dolor. No otra cosa intenta en su primer libro El sillón de ruedas. Pero también otro libro, Cartas con la señal de la Cruz, está indicando esto mismo. En esta publicación escribe un Via-crucis, comentando las distintas estaciones y añade otras catorce cartas a enfermos8. La revista Sinai 9 tenía este fin: unir el dolor de todos los enfermos que pertenecían a esta obra apostólica para ofrecer sus sufrimientos por la prensa católica. Por ello, en todos los números de tal revista, hay escritos del Siervo de Dios sobre el valor del dolor, lo mismo que en la serie de veintitrés artículos que publica en Enfermos Misioneros10. El tema del dolor se va entremezclando en sus libros-diarios Dios habla todos los días, Las golondrinas nunca saben la hora y Las estrellas se ven de noche. La vivencia del dolor desde la fe Sin embargo más que lo que escribió el Siervo de Dios sobre el dolor está la vivencia del dolor: cómo vivió el Siervo de Dios su “identidad” de enfermo. Los testigos del Proceso hablan de la habitación donde estaba, en la que había medicamentos y era frecuente que tuviésemos que dejar el trabajo porque se había agudizado su enfermedad11. El Siervo de Dios ve el dolor como camino redentor; considera su enfermedad como un regalo de Dios: Al fin, caigo de rodillas y doy rienda suelta a la gratitud... No quiero la queja; traedme, en cambio la sonrisa y dejad que la alegría me cuelgue guirnaldas y rosas del corazón porque ya está aquí la fragancia del corazón apuntalando la arquitectura del sufrimiento. Y entonces él se pone a hacer recuento de beneficios: el acoso de Dios que lo cerca, la fe, la Providencia, la inquietud espiritual, el cariño, la vocación personal..., porque si un camino se cierra ofrece el recurso de otras sendas laterales que le sustituyen12. El Siervo de Dios titula uno de los capítulos de El sillón de ruedas de este modo: El dolor se arrodilla13. Lo que él allí escribe es su propia vida: vive de tal modo la aceptación del dolor que un día publica su Credo del sufrimiento. La exultante alegría del Siervo de Dios en medio de su dolor ¿Qué es eso de la alegría?, se pregunta el Siervo de Dios en un artículo publicado en Vida Nueva14. Y él mismo responde: La alegría es una manifestación vital del hombre y, por tanto, de esencial importancia en su evolución. Y en seguida cita a Bernanos: Hay una alegría en Dios y una alegría más pobre. Con razón en el tarjetónrecordatorio de su fallecimiento se recogían ideas dispersas en sus escritos: Sigo vuestro y os renuevo mi cita en la Alegría. Alegría, así con mayúscula; la Alegría que es Cristo y el encuentro con el Padre. Todos los testigos del Proceso hablan de la alegría, de la sonrisa, del buen humor, de la jovialidad del Siervo de Dios. Escribe él: Por encima de los hombres avinagrados o dulzones, más allá de los silencios o de los labios con fandanguillo, hemos de creer que el júbilo le danza a un hombre como producto de una tensión y una ascesis: la alegría es el fruto de una conquista...; y añade: El cristianismo es, ante todo, una operación de alegría15. El Siervo de Dios manifiesta y transmite esa alegría continuamente. En una metáfora que retrata su vida escribe: Con la vida que apenas luce más que una vela muy corta, creo en ti primavera... Ahora, mañana y siempre, creo en el Dios que nos regaló la primavera y que nos hizo posibles primaveras16. Así escribía el Siervo de Dios cuando ya notaba acabarse su vida. Tal texto queda escrito en el libro póstumo cuyas pruebas de imprenta le subían a su vivienda desde el taller, minutos después de haber fallecido, cuando él ya estaba en la eterna primavera del encuentro con Dios. La “naturalidad sobrenatural” No será inasequible a nadie la santidad cuando para todos la impone el mismo Dios... No a todos pedirá Dios una santidad con formas extraordinarias de profecías y milagros, pero sí la santidad de hacer extraordinariamente bien las cosas vulgares y corrientes de cada día, dice J. Urteaga17. Pero este modo de hacer extraordinariamente bien lo ordinario, no quita el que las circunstancias y el am- biente te traten con dureza18. Este matiz de naturalidad, en la vida del Siervo de Dios, haciendo lo ordinario, lo confiesa el propio Siervo de Dios como la tónica dominante de sus días: Mi inutilidad la vivo con una característica de normalidad, como nos puede haber nacido el pelo rubio o notamos una vocación de fresadores19. El Siervo de Dios, consciente como era de que su enfermedad era regalo de Dios, como tal la tomaba y la agradecía. Transmitía una impresión de naturalidad que hacía parecer como normal lo que en él era una prueba muy dura que llevó con garbo, con la gracia de Dios...; lo admirable de Lolo es que su vida, igual día tras día, le hacía vivir de modo extraordinario lo ordinario de cada día. Y lo extraordinario que era su dolor, su invalidez, lo vivía de modo ordinario, sin darle importancia20. Para concluir, quizá sea bueno recoger otros dos textos de él mismo. El primero de sus libros-diarios concluye con unas páginas en coloquio con el Señor, hablando sobre la fe y la esperanza. He de soñar con verte, me moriré de no verte y Tú seguirás amurallado por siete velos, siempre escondido e inasequible... Mas te digo que no, ... que cada lágrima vale por una carcajada; un dolor, por un consuelo; la noche, por un mediodía. Así es la fe que mendigo. Como también la esperanza... Así me muerde el hambre de la fe, la ardiente y apurada fe21. En este texto, como en tantos otros, se puede apreciar su oración de contemplativo, que busca y desea a Dios a quien ha saboreado. Doce años antes de su muerte, el 3 de noviembre de 1959, en el mismo día en que luego morirá, escribió otro de sus muchos episodios de agravamiento en la enfermedad: Después de dos meses de silencio ahora, Señor, el diario ante Ti. Te has abierto de pronto, jubilosamente, como estalla la flor inicial de la primavera en los tiestos de mi balcón. Hoy el día sabe a andén de ferrocarril, cuando llega el tren y se baja el amigo a quien hace mucho tiempo no veíamos. Ya tú estás aquí, sentado junto a mi sillón, y yo te DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 echo el brazo efusivamente por los hombros...22. Aún, desde que el Siervo de Dios escribió esas palabras, quedaban doce años para que por fin este ciego llegara a ver la primavera tantas veces deseada del encuentro definitivo con el Señor; quedaban todavía doce años recorriendo “de prisa” un camino de quietud de paralítico, andando junto al Amigo que había llegado y se había quedado allí, sentado junto a su sillón de ruedas. Al final de esos doce años, por fin llegó el encuentro con Dios tantas veces deseado. Mons. RAFAEL HIGUERAS ÁLAMO Canónigo Magistral de Jaén (España) 63 Notas 1 MANUEL LOZANO GARRIDO, Las estrellas se ven de noche, Bilbao 1973, p. 102. 2 F. PALMA, Reflexiones clínicas y antropológicas acerca de un paciente ejemplar Manuel Lozano Garrido, Zamora 1998, p. 18. 3 MANUEL LOZANO GARRIDO, Dios habla todos los días, Bilbao 1967, pp. 146. 4 M. LOZANO GARRIDO, poemas: Surtidor del alma, La Carolina 1997, p. 36. 5 MANUEL LOZANO GARRIDO, Las golondrinas nunca saben la hora, Bilbao 1967, p. 152. 6 Concilio Vaticano II, LG. n. 41. 7 B. JIMÉNEZ DUQUE, Universal vocación a santidad, en Comentarios a la Constitución L.C., Madrid, BAC, 1966, p. 775. 8 MANUEL LOZANO GARRIDO, Cartas con la señal de la Cruz, Bilbao 1967, pp. 149-196 e 29-103. 9 Summ., Pars altera, V, pp. 249-258. 10 Cfr. C.P., Proc. Supl., Vol. V., pp. 28-30 e 88-135. 11 Cfr. Summ., Proc. Ord., XI testigo, María Dolores Muñoz, p. 70, n° 217; cfr. Proc. Ord., VII testigo, José González, p. 51, n° 163; Proc. Supl., VII testigo, Antonio Maldonado Trigueros, p. 152, n° 477. 12 MANUEL LOZANO GARRIDO, El sillón de ruedas, pp. 7, 19, 72 e 88. 13 MANUEL LOZANO GARRIDO, El sillón de ruedas, p. 267. 14 Revista Vida Nueva, 1-XII-1957. 15 MANUEL LOZANO GARRIDO, El sillón de ruedas, pp. 203 e 205. 16 MANUEL LOZANO GARRIDO, Las estrellas se ven de noche, Bilbao 1973, p. 309. 17 J. URTEAGA, El valor divino de lo humano, Edic. Rialp, Madrid 1959, p. 49. 18 J. URTEAGA, o.c. p. 72. 19 MANUEL LOZANO GARRIDO, Dios habla todos los días, Bilbao 1967, p. 20. 20 Summ., Proc. supl., V testigo, Carmen Troyano, p. 136, n° 429 y p. 138, n° 436; cfr. XI testigo, Esperanza Fortes, p. 174, n° 538. 21 MANUEL LOZANO GARRIDO, Dios habla todos los días, Bilbao 1967, p. 238240. 22 MANUEL LOZANO GARRIDO, op.cit., p. 167. El hospital del Espíritu Santo de Roma como ejemplo del apostolado de la misericordia1 1. Breves noticias acerca de la orden y del hospital del Espíritu Santo 64 En la historia del desarrollo de las diferentes formas de actividad e iniciativas de obras caritativas, que se inspiraron de modo esencial, durante casi dieciocho siglos hasta el Iluminismo, en la doctrina cristiana acerca de la msiericordia, tuvo una importancia fundamental la fundación hacia el siglo XII de la orden hospitalaria del Espíritu Santo. Fue fundada en Provenza por Guidone de Montpellier, como Ordo Fratrum Canonicorum Regularium Sancti Spiritus. Aunque se tratase sólo de una de las numerosas órdenes caritativas y cavallerescohospitalarias que surgieran en los siglos XI-XIII, sin embargo con su rápido desarrollo, con la amplitud de la organización de las intervenciones y la variedad de sus formas, durante el Medioevo sobresalió de manera evidente sobre las demás órdenes que también tenían como objetivo misiones parecidas. La actividad de la orden del Espíritu Santo, ha representado una época de por sí ya concluida, no sólo en la historia de la misericordia y de las obras pías, sino también en toda la civilización cristiana y cultural del Medioevo. El símbolo indiscutible del poder y del papel pujante de esta orden en el campo de las obras pías en la Europa medieval, fue el hospital del Espíritu Santo, fundado en Roma por el Papa Inocencio III entre el 1198 y el 1201, en reemplazo de la precedente Escuela de los Sasones y fue confiado a los religiosos del Espíritu Santo. Desde el inicio de su existencia, este hospital fue el centro caritativo más grande y célebre de Europa y sirvió como modelo y ejemplo para los hospitales que se desarrollaron velozmente en esos tiempos, guiados tanto por los religiosos del Espíritu Santo como por otras órdenes y otros centros fundados por institucio- nes laicas y eclesiales, como confradías, ciudades, artes. La asistencia social y la actividad caritativa, que tuvieron lugar ante todo con las fundaciones hospitalarias, constituyeron una tarea fundamental de la Iglesia durante el Medioevo. Las obras pías eclesiásticas, junto con la fundación de órdenes, escuelas, universidades, han representado una de las tendencias características fundamentales de la cultura de ese tiempo. El desarrollo de la actividad hospitalaria recogía la inspiración de la filosofía ascética y de la mentalidad medieval, según las cuales los pauperes, y por consiguiente todas las personas necesitadas, gozaban de una acogida general e incluso de la glorificación de parte de la Iglesia y de la sociedad. La grandeza y el rango del hospital romano del Espíritu Santo se podían apreciar no sólo a través del aspecto monumental y las dimensiones de los edificios sino también porque era la casa madre de los religiosos del Espíritu Santo y la sede de su superior general. Durante casi todo el tiempo de su existencia, es decir hasta la unificación italiana de 1870, permaneció bajo el cuidado y la protección del Papa, de aquí que era llamado “achihospital pontificio”. No había nada semejante al hospital del Espíritu Santo de Roma, ni durante el Medioevo ni en los tiempos modernos, cuando, después de las remodelaciones de fines del siglo XV y las posteriores inversiones realizadas en el siglo XVI, tuvo su período de máximo esplendor. No obstante lo cambios radicales, relacionados con las formas de su administración, ha conservado su rango hasta nuestros tiempos, y constituye uno de los institutos de sanación más importantes y más grandes de la Roma actual. En los primeros tres siglos de su existencia (XII-XVI) el hospital acudía sobre todo a los enfermos y a los pobres; sin embargo, en su funcionamiento ocupaba un lugar importante la atención a los niños abandonados: mas esta función no se encuentra directamente documentada en las fuentes. Después de su refundación y la ampliación realizadas por Sixto IV en el siglo XV, en el ámbito del hospital funcionaban dos instituciones, unidas integralmente entre sí, pero con diferentes funciones: el verdadero hospital para los enfermos y el hospicio para los niños abandonados. El hospital del Espíritu Santo, se ocupaba en calidad de hospital no sólo del cuidado de los enfermos, sino que constituía también un gran centro médico y de estudios de medicina, que contaba con la célebre Biblioteca Lancisiana y con una academia médica. Asimismo, existía una cofradía de la caridad y un banco con el mismo nombre del hospital. En períodos particulares, incluso otros hospitales menores de Roma dependieron de la administración del hospital del Espíritu Santo; entre otros, se agregó a él el hospital para los chicos afectados por enfermedades mentales. La actividad de la parte del hospital con funciones de curación casi no ha sido estudiada hasta ahora y tampoco será el objeto de nuestro artículo. En cambio, nos ocuparemos en este estudio del hospicio de los niños abandonados (orfelinato), que funcionaba dentro del hospital del Espíritu Santo de Roma. 2. El abandono de los niños En las investigaciones referentes a la historia de la asistencia social ocupa un lugar fundamental el problema de los niños no deseados, generalmente recién nacidos, llamados “expósitos” o “arrojados”, presentes sobre todo en las grandes ciudades europeas. Se trataba de una particular categoría de personas necesitadas, especialmente débiles, que si no recibían una ayuda inmediata, no tenían nin- guna posibilidad de sobrevivir. Por esto, salvar a los niños abandonados y asistirlos constituía una de las más importantes misiones de la beneficencia y de la caridad cristiana. El abandono de los niños ha sido practicado en gran escala desde tiempos anteriores al cristianismo. Los recién nacidos eran abandonados secretamente; siendo su destino marcado en el misterio, fácil de mitificar, en el expósito se aplicaba la fuerte creencia popular que, en el colmo de la desventura, existe siempre la posibilidad de cambiar el propio destino. Así por ejemplo, Rómulo y Remo, fundadores de una civilización, y Moisés, fueron abandonados y han estimulado nuestra fantasía2. En la cultura romana (siglos II y III) el recién nacido era colocado en tierra y si el padre, o el padrón de la esclava-madre, lo levantaba, era nutrido y cuidado; de lo contrario, era colocado delante de la puerta y de hecho era abandonado3. Los decretos de Constantino del 331 y de Honorio y Teodosio del 412 atribuían los abandonados a quienes los recogían, otorgándoles la facultad de considerarlos libres o esclavos; pero muchos eran recogidos y educados por la Iglesia, que generalmente se comprometía a encaminar a los niños a un oficio, tal como se hacía con los huérfanos, con el fin de que más tarde pudieran mantenerse por cuenta propia; en cuanto a las niñas, además de mantenerlas, se les proporcionaba la dote para casarse y de este modo se les preservaba de la prostitución4. Durante el Medioevo la asistencia a los niños abandonados no estaba formulada en el sistema organiza- tivo e institucionalizado. Generalmente los niños indeseados eran abandonados en las iglesias, en los monasterios, o eran vendidos o confiados a los cuidados de personas y familias extrañas. Hasta fines del siglo XII la asistencia de los expósitos tenía un carácter casual, y estaba sobre todo en manos de personas privadas5. Un vuelco radical se produce a comienzos del siglo XIII cuando en las grandes y pequeñas ciudades europeas comienzan a surgir y se difunden rápidamente los hospitales, los hospicios y los orfelinatos destinados exclusivamente a los expósitos, o se llega a practicar la asistencia a estos niños como una las misiones principales.6 La mayoría de las instituciones de este tipo estaba constituida por los hospitales administrados por la más grande e importante orden religiosa caritativa del Medioevo, la orden del Espíritu Santo. El número de los recién nacidos abandonados fue aumentando cada vez más en los siglos modernos. Este fenómeno tuvo lugar sobre todo en Francia, España e Italia. Precisamente en el Setecientos el fenómeno del abandono de los niños explosiona con un crecimiento numérico impresionante; se habla del Setecientos como del “siglo de los expósitos”7. El orfelinato fue una de las fundaciones típicas de ese siglo; toda ciudad grande construyó su instituto, hasta el punto que a mitad del Ochocientos existían en Europa 356 institutos con más de 460,000 asistidos.8 Entre las instituciones que se crearon para que se ocuparan de los expósitos tuvo particular importancia el hospital del Espíritu Santo de Roma. El modelo y sistema elaborados por este hospital sirvieron como inspiración durante muchos años todos los centros administrados por la orden del Espíritu Santo, así como también otras instituciones que ejercían la tutela de esta categoría de necesitados. Este sistema puede considerarse como completo, porque garantizaba la asistencia a los expósitos durante toda su vida. El trabajo se refiere en línea de máxima al siglo XVIII, que en una perspectiva europea puede ser definido como el siDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 glo “del Iluminismo”. La elección ha sido dictada solamente en parte por criterios puramente prácticos: sobre todo en vista que la documentación conservada es mucho más rica en lo que concierne al siglo XVIII y no los siglos anteriores. Como terminus ante quem se ha tomado, en cambio, el final del siglo XVIII, que coincide con el nacimiento de la República Romana y la ocupación del Estado Pontificio de parte de Napoleón; además, los años entre los siglos XVIII y XIX marcan una neta división entre el desarrollo hospitalario y la asistencia social en toda Europa. Desde ese momento inicia un rápido proceso de estatalización de los hospitales y la administración de los mismos por un gobierno formado por personal municipal y autónomo. Precisamente de aquí en adelante, casi todos los precedentes hospitales, ante todo los hospicios, comenzaron a ser transformados en centros de sanación. El material documentario referente al hospital y que comprende más de tres mil volúmenes y grandes cartillas se encuentra en el Archivo Estatal de Roma9. 3. La acogida de los expósitos en el hospital Según la idea original de Inocencio III, el hospital-hospicio del Espíritu Santo fue instituido para los hijos ilegítimos. En la práctica, sin embargo, gran parte de los niños abandonados estaba formada por hijos legítimos. Graves motivos para liberarse de los niños de parte de las madres y de sus familias eran la pobreza así como las enfermedades y los defectos físicos de los recién nacidos10. En el siglo XVII llegaron al hospital del Espíritu Santo de Roma cerca de 1000 niños por año; en el siglo XVIII, en cambio, el número disminuyó (500-700). Los niños expósitos provenían especialmente de las ciudadelas y de los pueblos colocados en un rayo de 100 Km. cerca de Roma11. El edificio y la estructura interna del hospital-hospicio estaban planificados de manera que se garantizara una discreción absoluta a las personas que 65 66 abandonaban a los niños. Generalmente los niños eran abandonados al anochecer o durante la noche, lo que hacía más fácil el anonimato. Los pequeños eran abandonados en una construcción de madera, grande, redonda, parecida a un tonel, llamada torno, insertada en las paredes externas del hospital. La persona que llevaba al niño lo colocaba dentro de la torno a través de una abertura, luego la giraba y con una campanilla daba una señal a la persona de turno, que estaba de guardia de noche y de día dentro del hospital12. Para que se garantizara a las mujeres que abandonaban a los niños la seguridad y la discreción y de este modo se sustrajeran al deshonor, las autoridades papales las tomaban bajo su protección y prohibían, por ejemplo, a los representantes de los servicios públicos, el empleo de cualquier sanción contra ellas13. Después que se abría con la llave la puerta de la torno y que se extraía al niño, la persona de turno, con la ayuda de una lanceta incidía en su pie derecho una cruz doble, como señal del hospital y al mismo tiempo de la orden del S. Espíritu. Cuando el corte era aún fresco, se pasaba una tinta negra que lo hacía más evidente y que de este modo le daba un carácter de tatuaje y también de marca. Los niños abandonados en el hospital, eran amamantados por nodrizas que venían al hospital con este fin, las llamadas “nodrizas de casa”. Después de una breve permanencia en el hospital, los niños eran confiados a personas que vivían fuera del hospital, para que les dieran de mamar y los hicieran crecer, la llamadas “nodrizas de fuera”. Por el cuidado de los niños, el hospital proporcionaba a las nodrizas una ayuda mensual en dinero y vestidos. A las mujeres que se dedicaban totalmente al papel de nodrizas en sus propias casas, el hospital imponía condiciones rigurosas referentes a la salud, la calidad del alimento, la moralidad, la religiosidad de la vida, así como a la situación material. Como consecuencia de las mejores condiciones climáticas y de costumbres, se preferían nodrizas provenientes de lugares fuera de Roma. Después de un período de permanencia con las nodrizas, los niños abandonados tenían que ser incondicionalmente devueltos al hospicio, las niñas hasta los 11 años, los niños por un año más. A su regreso al hospital, las niñas (llamadas “solteras”) eran colocadas en el Conservatorio, los niños, en cambio, en la Escuela de los “amorcillos”. Los chicos no permanecían por mucho tiempo en dicha escuela. En efecto, a menudo se les confiaba a artesanos para que aprendiesen un oficio. En la escuela de los amorcillos existía por lo general cerca de 30-50 chicos. Era diferente para las chicas que, raramente terminaban al servicio de extraños, razón por la cual en el Conservatorio habían siempre entre 400 y 700 chicas13. Tanto los chicos como las chicas podían ser adoptados. 4. El Conservatorio Si se desea presentar la vida cotidiana de las solteras y reconstruir la estructura interna y la dirección del hospicio, no se puede dejar de hablar del papel desarrollado desde este punto de vista por las religiosas de la Congregación del Espíritu Santo. Durante los primeros cinco siglos de existencia del hospital, las religiosas estaban fuertemente integradas con el funcionamiento del Conservatorio y con la vida de las educandas. Las religiosas residentes en el hospital fundado en el 1198 por el Papa Inocencio III, que vivían bajo la regla de S. Agustín, tenían que asistir a los enfermos y a los expósitos16. Todas las religiosas que estaban en el convento constituían la autoridad superior para las educandas que se les confiaba. En particular, su tarea consistía en enseñar a las educandas varios tipos de oficios, vigilarlas durante el ejercicio de los mismos y controlar su realización. Hasta fines de los años sesenta del siglo XVII, las religiosas mantuvieron un poder total y absoluto sobre las educandas. Eran sus administradoras, educadoras, tutoras, maestras, catequistas e incluso enfermeras y superioras que controlaban las diferentes actividades. Después de las reformas realizadas en el 1666 por el comendador F.M. Fabei, las religiosas dejaron el gobierno del Conservatorio después de algunos siglos. Al ser trasladadas a un lugar apartado y ser sometidas a una rígida clausura con el fin de evitar otras admisiones a la religión, fueron destinadas a su natural extinción17. Desde finales de los años sesenta del siglo XVII el gobierno del Conservatorio estuvo totalmente en manos de laicas, a menudo ex educandas del conservatorio18. La vida de las pensionadas era regulaba con mucho rigor por las autoridades superiores del hospital y de la Iglesia. Desde el momento en que entraban en el ámbito del hospital y durante todo el tiempo que permanecían en esta institución, las expósitas estaban obligadas a observar los reglamentos y cumplir con las diferentes tareas que establecían los superiores y las autoridades hospitalarias. En particular, en el hospital se trataba de crear buenas costumbres y poner particular atención en la moralidad de las residentes. En vista de los grandes peligros morales que podían encontrar las educandas ante una excesiva libertad o una desenvoltura en los contactos y en las conversaciones con personas externas, así como con el personal interno masculino, laico y religioso, se decidió poner en práctica una clausura muy severa para las habitantes del Conservatorio.19 Desde un comienzo se mantuvo la estrecha clausura para las internas del Conservatorio y no se atenuó después que las internadas fueran aisladas de las religiosas y ni siquiera después que cesara la entrada de las religiosas en la congregación. El principio de la vida claustral de las súbditas tenía que ponerse en práctica no sólo con la prohibición de que entraran en el hospicio personas extrañas, sino también la rigurosa prohibición de entablar cualquier contacto con el mundo externo de parte de las mismas internadas. Durante el siglo XVIII, muchas veces se dispuso que las residentes no podían acercarse bajo ninguna razón al portón del Conservatorio, sin el permiso de la superiora o del comisario del hospital20. De los análisis hechos se deduce que las solteras del Con- servatorio vivían en clausura total, aisladas del mundo externo. A las que no se casaban o no decidían trabajar al servicio de familias, se les quitaba cualquier contacto con el resto de la sociedad y, por lo tanto, vivían toda su vida en el Conservatorio totalmente separadas. Las internadas tenían la única posibilidad de salir oficialmente de las paredes del Conservatorio tres veces por año, con ocasión de las solemnes procesiones en la basílica de San Pedro: se realizaban el día después de Pentecostés, en el día de S. Marcos y en el domingo precedente a la solemnidad de S. Antonio21. Tal como sucediera en el Medioevo, también durante el período después del Concilio de Trento, los hospitales y otras instituciones generalmente bajo la dirección y la administración eclesiástica, constituían lugares en donde se cuidaba no sólo la enfermedad del internado, sino también su vida religiosa. Siendo esta la norma general que se seguía en los hospitales dirigidos o administrados por las órdenes religiosas, merece particular atención el hospital del Espíritu Santo de Roma, vinculado totalmente con las instituciones de la orden del Espíritu Santo, cuyo estilo de vida religiosa y espiritual provenía de los monjes y de las monjas22. El 25 de diciembre de 1623, fray Domingo Borgarucci, secretario y archivista de la orden del Espíritu Santo, formula el reglamento que sugiere a los religiosos del Espíritu Santo cómo deben ejercer el gobierno del hospital, y se expresa como sigue: “Por consiguiente los enfermos y los expósitos, que vienen diariamente a curarse en este archihospital apostólico del Espíritu Santo, sean gobernados y ayudados ya sea en el servicio del alma como en el del cuerpo...”23. El hospital del Espíritu Santo estaba formado por dos instituciones diferentes, pero con una sola administración: el hospital para los enfermos y el hospicio para los niños abandonados. Según el citado reglamento de 1623, apenas llegaba al hospital e inmediatamente después que fuera sometido a los exámenes médicos preliminares, el enfermo tenía que confesarse con uno de los cuatro confesores de turno y al día siguiente recibía la santa comunión24. En el caso de los enfermos, la autoridad del hospital se limitaba a pedirles la obligación de comulgar sólo durante el período de su hospitalización, mientras que era diferente para los expósitos. Desde el momento en que el niño era abandonado “en la torno”, el hospital se asumía la responsabilidad para su educación y en particular para su formación religiosa y espiritual25. Este interés de la autoridad hospitalaria por la vida religiosa de sus alumnos proseguía incluso durante el período de tenencia de las nodrizas, cuando eran concedidos ad artem, a tempo nubile, e incluso cuando se relizaba el matrimonio. Concretamente, este interés se debía al hecho que el hospital quería que todas las nodrizas, que todos los artistas, artesanos, potenciales esposos DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 y familias que adoptaban, se distinguieran por una correcta moralidad, buenas costumbres y una celante profesión de la fe católica26. Los niños expósitos eran acogidos en la comunidad católica mediante el bautismo, que recibían luego de que eran acogidos en el hospital27. Con pocas excepciones, casi todos los expósitos, después de una breve permanencia en el orfelinato, encontraban asistencia en las nodrizas “de fuera”, donde pasaban cerca de diez años de su vida. En sus casas se impartían a los expósitos los principios de la fe. Después de aproximadamente diez años de permanencia con las nodrizas, los expósitos regresaban nuevamente al hospital. Desde este momento hasta su definitiva salida del hospital (adopciones, concesiones a tempo nubile, concesiones ad artem, matrimonios), la educación estaba exclusivamente en manos de los superiores inmediatos, sobre todo de eclesiásticos y religiosos. Tal como ocurría para todos los católicos, también para los internados del hospital del Espíritu Santo, uno de los acontecimientos importantes en el proceso de formación era la primera comunión. Esto es confirmado por la orden del comendador Virgilio Spada del 1660, según la cual todas las niñas que se acercaban a los doce años de edad, durante la Cuaresma estaban obligadas a prepararse para la primera comunión que tenía lugar en el día de Pascua28. La frecuente y regular participación en los sacramentos de la confesión y de la eucaristía constituía el compromiso religioso más importante de parte de los habitantes del Conservatorio, estaba disciplinada rigurosamente a través de los reglamentos y dependía sobre todo de la edad de las internadas. Según el ordenamiento de 1660, las solteras que vivían con las religiosas en el convento, consideraban la confesión como bien superior, como garantía para la salvación del alma29. La participación en los sacramentos, particularmente en aquellos de la penitencia y de la comunión, era sólo uno de los modos de educación y de la vida religiosa de las “solteras del 67 68 conservatorio”. El registro de las prácticas religiosas y espirituales obligatorias en el hospital, era sobremanera rico y completo. Viviendo con la monjas del Espíritu Santo, las solteras se comportaban casi como religiosas, modelando su estilo de vida según el espíritu monástico. Procedían del mismo modo sus compromisos cotidianos, como el trabajo y las prácticas religiosas. De manera que tanto la vida religiosa de las solteras, como la clausura obligatoria y su modo de vestir, hacían que su existencia se pareciera a la vida monacal. Desde este punto de vista, la situación no cambió ni siquiera cuando las solteras fueron separadas de las monjas. Al comienzo del siglo XVIII, el Papa Clemente XI impuso un reglamento que establecía el horario de los compromisos cotidianos de las solteras y especificaba el ámbito de las prácticas religiosas previstas. En general, la intensidad y las horas dedicadas a estas prácticas dependían de la edad de las internadas. Las ancianas y las de edad intermedia, excluyendo a las enfermas e inhábiles al trabajo, se despertaban por la mañana con el repique de la campana del “Ave María”, se dirigían a la iglesia para participar en la misa, realizaban las devociones y el “oficio Divino en el Coro”; después de haber realizado estas prácticas, se dirigían al refectorio para el desayuno y luego se ocupaban de los acostumbrados trabajos manuales. Durante el trabajo, cantaban las alabanzas a la Beata Virgen María. La pausa entre el trabajo antimeridiano y aquel pomeridiano estaba dedicado al almuerzo. Después del trabajo pomeridiano, las solteras mayores y de edad mediana cenaban, y luego se dirigían a la capilla para recitar las mismas oraciones de la mañana. Al parecer, precisamente a las solteras no se les reservaba ningún espacio libre durante la jornada: todo estaba programado, prescrito minuciosa y escupulosamente. El mencionado reglamento indicaba brevemente incluso las incumbencias religiosas de las solteras más jóvenes, pero, resultaba directamente del reglamento, que las chicas más jóvenes realizaban sus devociones nocturnas en sus dormitorios30. Una parte muy importante del cuidado de las almas, era la organización de vez en cuando de “retiros espirituales”. Por ejemplo, los “ejercicios espirituales” en el hospital del Espíritu Santo se desarrollaron del 16 al 29 de mayo de 176031. Dado el papel de gran importancia de la vida espiritual en el hospital, con el fin de que las prácticas religiosas fueran más solemnes, se pidió que se creara un coro litúrgico para que acompañase la mayoría de las ceremonias religiosas que se desarrollaban en el Conservatorio y en el hospital. Dicho coro intervenía incluso durante las oraciones y los oficios. Su tarea principal era recitar y cantar las diferentes oraciones (por ejemplo los salmos) durante las funciones ordinarias y los oficios32. De lo anterior se deduce, pues, que al hospital del Espíritu Santo no sólo se le asignaba la función de la tutela sanitaria, sino también aquella educativa y pastoral. La vida de los habitantes del hospital debía mantenerse dentro del espíritu de una celosa religiosidad y devoción, que regulara cada acto y momento de la jornada. La formación de las educandas del Conservatorio debía realizarse a través del desarrollo de la vida espiritual y religiosa, así como a través de su trabajo cotidiano. En el 1679 el cardenal Acciajoli, teniendo en cuenta los decretos de los papas Urbano VIII y Alejandro VI, ordenó que todas las habitantes del conservatorio, según su edad y sus capacidades, dedicasen todo su tiempo, a varios tipos de trabajo en favor del hospital, a la realización de obras de misericordia cristiana y a la oración y los ejercicios espirituales33. La obligación de trabajar cada día se refería a todas las internadas del hospital, con excepción de las enfermas y de las mujeres muy ancianas. El trabajo era considerado sobre todo por su valor educativo, social y también de utilidad. Empleando a las internadas en tareas de diferente tipo, se buscaba educarlas a la laboriosidad, a la honestidad y a la disciplina, a enseñarles varios oficios de artesanía y de trabajos para mantener la casa, que les habrían servido cuando se habrían casado o habrían tenido que ocuparse de una casa. Su trabajo tenía también un verdadero valor económico y material. Una de las listas más detalladas de las actividades desarrolladas por los habitantes del hospicio se encuentra en una documentación del 1660. Se deduce que las internadas cocinaban, lavaban la ropa, almidonaban, planchaban, arreglaban túnicas, amitos, sobrepellices, manutergios, purificadores y vestimentas litúrgicas de la iglesia del hospital y también la ropa de los enfermos hospitalizados. Asimismo, hacían sába- nas, servilletas, manteles y otras cosas necesarias para algunas dependencias del hospital, camisas, fajas y pañales para todos los expósitos, para los que vivían en el hospicio y también para los que estaban con las nodrizas. Cortaban y cocían también vestidos, camisas, mangas y medias para sí mismas y para las religiosas que vivían en el convento34. Además de los trabajos de producción que hemos recordado, desde el inicio de los años sesenta del siglo XVII, las solteras servían y limpiaban el hospital. Seis de ellas trabajaban una semana en la cocina, para preparar los alimentos para todas las compañeras del Conservatorio, mientras que en la semana siguiente se dedicaban a lavar la ropa de todas. Cada siete días se cambiaba el campo de trabajo. Cuatro o seis mujeres ayudaban también a las religiosas en las funciones directivas35. La actividad profesional de las educandas era una de las ta- reas principales del colegio: cada una tenía que realizar determinadas funciones, tenía que ser útil según sus capacidades, su edad y su condición física. El carácter de clausura de la existencia cotidiana de las internadas se manifestaba también porque llevaban el vestido prescrito por las reglas, parecido al de las religiosas. La característica principal del vestido de las habitantes del pensionado eran la uniformidad, así como la sencillez y la modestia. Según el reglamento y las recomendaciones a menudo renovadas, la uniformidad del vestido era obligatorio para todas las pensionadas, sin ninguna diferencia de edad, estado físico, dentro o fuera del pensionado, durante los raros paseos fuera el hospital, las salidas y las procesiones36. La obligación de llevar el uniforme se refería a los vestidos, los zapatos, los gorros y también los peinados. En casos particulares y justificados, la dirección hospitalaria podía permitir que algunas solteras llevaran hábitos no uniformes. Esto se refería sobre todo a las internas encargadas de trabajos pesados y menesteres complicados, en los que el uniforme no era oportuno37. El vestido igual y modesto era adecuado al estilo monástico de la vida de las internadas así como al carácter religioso-sagrado del lugar en el que vivían. Viviendo por algunos siglos junto con las religiosas en un convento común, habían tomado de ellas, no sólo costumbres claustrales, modos de comportarse y estilos de vida, sino también la conformidad, la sencillez y la severidad en el vestirse. Llevar un hábito uniforme, según los fundadores tenía un objetivo formativo: debía enseñar a las colegialas la modestia y la moderación, virtudes que habrían sido útiles en su futura vida adulta, y servía también para prevenir la vanidad y la mezquinidad. El elemento esencial del vestido de todos los días de las internadas era un hábito azul oscuro, que recordaba un hábito religioso. Así tenían que estar en el ámbito del pensionado, y durante las procesiones que se realizaban tres veces al año por las calles de la ciudad38. 5. La escuela de los hombres En la Escuela de los amorcillos vivían los chicos que tenían al menos 7 años. Los más pequeños, en cambio, que habían regresado de las familias sustitutivas, hasta que alcanzaban dicha edad permanecían confiados a las nodrizas del hospital. Según las disposiciones de 1759, los niños abandonados podían ser mantenidos y cuidados en la escuela a cargo del hospital, hasta los 12 años de vida y luego eran concedidos ad artem o en adopción. Sólo para aquellos pocos que no se había logrado encontrar a tiempo personas a quienes confiarlos fuera del hospital, tenían derecho de permanecer por más tiempo en el hospital, hasta el momento en que se les encontrara tutores adecuados o familias que quisieran adoptarlos. El hospital del Espíritu Santo ofrecía los primeros auxilios y asilo a todos los abandonados, sin tener en cuenta su sexo; sin embargo, era más específico para el cuidado de las chicas o de las mujeres adultas. En las fuentes no se encuentran alusiones a internados hombres adultos, de ex abandonados que vivieran en el ámbito del pensionado hospitalario. Por lo demás el mismo nombre: Escuela de los amorcillos, indica claramente que allí se encontraban sólo niños pequeños. La morada en el hospital, que generalmente duraba unos meses o algunos años, constituía un breve episodio en su vida. Desde el momento de la adopción o de la tenencia para que aprendiesen un oficio, se interrumpían definitivamente sus vínculos con el hospital que, ni desde el punto de vista de los locales ni de aquel de la organización preveía servicios de larga duración para asegurarles lugar, trabajo, educación y rentas vitalicias hasta que llegaran a hombres adultos. Diferente era la disponibilidad para con las mujeres cuya presencia numerosa y estable en el internado había sido prevista desde el inicio y era una condición indispensable para el correcto funcionamiento de toda la institución. La guía y el control directo de la escuela de los niños abandonados, estaba en manos de DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 un sacerdote de edad adelantada, que tenía el título de educador o maestro de escuela. Además del cuidado de mantener el orden general y la disciplina, tenía el deber de enseñar a los chicos dos veces al día, por la mañana y por la tarde, para que aprendieran a leer, a escribir, la gramática, el catecismo, la misericordia y la piedad cristianas, así como proporcionarles buenas costumbres y los fundamentos de una sana educación. Asimismo, tenía como tarea subdividir los trabajos y las labores cotidianas, de orden y de servicio, para el bien del hospital, de la escuela y de la iglesia en la que servían como monaguillos. Asimismo, el sacerdote se ocupaba de la salud de los chicos y, en caso de enfermedad, disponía para que fueran curados39. Al contrario de las chicas, que aprendían las artes práticas que las preparaban para la vida adulta dentro del Conservatorio, los chicos recibían su formación profesional fuera del hospital. Esto no significa que todos los educandos, sin excepción, lograsen de la escuela para los abandonados su formación completa en el arte de leer, escribir, preparación catequética, y en un futuro más lejano, el aprendizaje práctico de un oficio. Algunos de ellos, los más inteligentes, así como los alumnos de los demás centros caritativos de Roma, eran encaminados a estudios superiores o al sacerdocio. Para ello, abandonaban las paredes del hospital del Espíritu Santo y eran enviados en adecuados institutos para que siguieran formándose40. La disposición dada en el 1587 por el comendador G.B. Ruini es una prueba de que los superiores del hospital hacían de todo para que los chicos más dotados adquirieran una cultura más amplia para que en el futuro asumieran funciones más elevadas en la sociedad41. 6. La suerte posterior de los abandonados Durante todo el período de permanencia en la casa de la nodriza, los niños expósitos permanecían bajo el control ininterrupido de parte del hospital del Espíritu Santo. Por lo 69 70 general, las nodrizas no tenían ningún derecho sobre ellos, pues el vínculo entre los niños y las familias tutoras tenía un carácter temporáneo o nacía por necesidades económicas. Con el pasar del tiempo, estas relaciones tomarán un carácter familiar y emotivo; entre los protectores y sus confiados se creaba una relación de amor, de cordialidad y de afecto42. Esto tenía como consecuencia que muchas nodrizas querían seguir ocupándose de los niños que se les había encomendado. Según las propuestas de los potenciales protectores existían tres posibilidades para ejercer el seguimiento de los expósitos: la primera era la adopción, por la cual los niños quedaban unidos de modo fuerte y estable a los futuros tutores; luego de la adopción los expósitos obtenían todos los derechos que tenían los niños nacidos y criados en su familia natural. Otra forma de tutela ejercida en favor de las niñas era concederlas a tempo nubile, al servicio de una familia donde habrían permanecido mientras no se casaban o se volvían independientes. Las personas que ofrecían este tipo de tutela, se comprometían a garantizar a las chicas, hasta el momento del matrimonio, vivienda, educación, alimentación y mantenimiento; pero desde el punto de vista formal, ellas seguían permaneciendo bajo la tutela del hospital y tenían la posibilidad de regresar en cualquier momento. Parecido a la concesión de la solteras a tempo nubile era la tenencia ad artem en favor de los hombres, concedida sobre todo a los artesanos43. La edad más conveniente y más aconsejada por las autoridades del hospital para comenzar a aprender una profesión era de “13 años aproximadamente”44. Era una antigua costumbre que las mujeres y sus familias, que habían criado a un expósito durante 11 o 12 años, si deseaban tomarlo nuevamente bajo una de las formas de tutela, tenían que restituir primero el niño al hospital45. Tanto la tenencia por adopción como ad artem y a tempo nubile, se volvían legales mediante un contrato entre el hospital y los protectores o los padres adoptivos. En el caso de las chicas entregadas a tempo nubile y de los chicos concedidos ad artem una vez más se ponían en claro todos los deberes de los tutores para con los niños que se les confiaba: estaban obligados a mantenerlos en sus casas, vestirlos, nutrirlos en la mesa de la familia, darles un buen tratamiento, enseñarles y hacerles practicar los principios de la fe católica, habituarlos a las buenas costumbres, a la honestidad y a los principios morales, e incluso, en caso de enfermedad, asegurarles las medicinas y la asistencia; no debían ni maltratarlos, ni alejarlos de la casa, ni crear situaciones que pudieran provocar la huída fue considerablemente más bajo durante el primer decenio del siglo XVIII: en ese período raramente se daban al servicio a más de 10 chicas por año. Se nota una clara tendencia de incremento en los decenios posteriores. El número más elevado de solteras dadas por el hospital a tempo nubile tuvo lugar en el 1739: 99 chicas47. Las adopciones de las colegialas del hospital eran muy raras. En el lapso de veintinco años, 1711-1736, es enorme la desproporción entre el número de las chicas que habían ido a servir (664) y el de las adoptadas (73). Desde el 1737 hasta el 1790, los casos de adopción de del chico de la casa que lo acogía. Si el chico abandonaba la casa arbitrariamente, sin culpa de nadie, los tutores tenían que encontrarlo y conducirlo a casa, informando del hecho al comisario hospitalario. En las concesiones a tempo nubile el contrato requería de parte de los tutores la garantía que habrían dado a la chica, ahora adolescente, una dote en el momento del matrimonio si es que tenía lugar. En el acuerdo estipulado, el hospital se reservaba también el derecho de decidir sobre la futura suerte de las chicas adultas que seguían viviendo en las casas que las acogían: antes de que decidieran si casarse o ser monjas, tenían que contar con el consentimiento y la aprobación de parte del comisario del hospital46. El número de las chicas confiadas a tempo nubile cada año las niñas constituyen un fenómeno esporádico: en este período los documentos muestran apenas 20 casos de adopción, mientras el número de las que habían sido concedidas a tempo nubile alcanza a 1200. Durante todo el siglo las chicas adoptadas son algo más del 7% de todas las solteras confiadas a los cuidados de las familias que viven fuera de las paredes del hospicio. Durante cien años se concedieron a tempo nubile globalmente a casi 2050 chicas, mientras 164 fueron adoptadas. Si analizamos la suerte de los chicos, la mayoría de ellos era concedida a los artesanos para que aprendiesen un oficio y no precisamente para que fueran adoptados. Las proporciones mayores en este campo se observan en el período de la visita al hospital hecha en los años 1737-1740: el número de los hombres adoptados en ese período (44) es cuatro veces más bajo de aquel de los concedidos ad artem (183)48. Pero generalmente la diferencia entre las dos soluciones diversas de vida de los chicos no es muy grande como la de las dos soluciones posibles para las chicas. Durante todo el siglo XVIII el número de las chicas adoptadas y concedidas a tempo nubile y de los hombres entregados ad artem alcanza a 2.291 y a 6.17849, respectivamente: en el período de cien años un total de 8,469 expósitos encuentran fuera del hospital padres adoptivos, cuidados y trabajo. Hay que hacer presente que durante todo el siglo XVIII, en ningún año el número de las chicas concedidas en servicio y adoptadas logra superar el número de los chicos concedidos ad artem y en adopción. La aspiración de las autoridades del hospital era que el mayor número posible de educandas se integrase positivamente en la sociedad a través del matrimonio; pero si las autoridades dejaban a los chicos mucha autonomía y libertad en la elección de su futuro, por otro lado se dedicaban con particular cuidado y prudencia a la vida futura de las chicas adolescentes. Las preocupaciones de la dirección del hospital con respecto al futuro de las chicas se expresaban con pedidos y condiciones muy severas a los hombres que aspiraban casarse con ellas: todos los que querían ser esposos de las educandas hospitalarias eran examinados escrupulosamente50. En el siglo XVIII, cada año se casaban entre 30 y 190 solteras, mientras durante todo el siglo se casaron más de 7000 chicas del Conservatorio. Se casaban en edad muy joven, 14 o 15 años. Generalmente se casaban con jóvenes del campo o con artesanos que vivían en pequeños centros. En el momento del matrimonio el hospital proporcionaba como dote a sus educandas la cantidad de 100 escudos51. 7. Conclusión Desde sus orígenes, el hospital del Espíritu Santo de Roma fue la institución caritativa más importante del mundo cristiano. En calidad de hospital pontificio, durante siglos fue un punto central de las preocupaciones de la Sede Apostólica, gozó de protección y de ayuda ininterrumpidas, que le permitieron desarrollar su trabajo incluso durante el período de la Reforma, que fue trágico en el contexto europeo para los hospitales administrados por la orden. Resucitado y ampliado en siglos XV y XVI, gracias a las ayudas pontificias, el hospital romano tuvo su apogeo precisamente en los siglos XVII y XVIII. Del modelo y sistema de intervenciones en favor de los expósitos, que se elaboraron aquí, durante siglos sacaron provecho todos los demás centros de la orden, así como también las demás instituciones que se ocupaban de la misma categoría de necesitados. Se trataba de un sistema completo, para esos tiempos totalmente moderno, que garantizaba ayuda, protección y educación durante toda su vida a los niños abandonados. Aunque los expósitos pasaban generalmente en el hospicio cierta parte de su existencia, sin embargo permanecían por toda la vida bajo el control y la protección de éste. El hospital abría esa especie de paraguas de tutela y de defensa de sus ex habitantes incluso después que se habían vuelto independientes y habían fundado sus propias familias. Cerca de diez mil abandonados, pequeños y grandes, habitantes del hospicio, adoptados, que vivían en casa de las nodrizas, en servicio para otras personas, aprendiendo un oficio o incluso que vivían con su propia familia después de haberse casado, gozaban contemporáneamente, en las diferentes etapas de su vida, de la ayuda y de la protección del hospital bajo diferentes formas. En general, los expósitos, provenientes del hospital del Espíritu Santo de Roma, al formar parte de un grupo social de cierto género, especial y cerrado, constituían un elemento habitativo de los pueblos y de las ciudadelas de los alrededores de la capital del Estado Pontificio. Sin duda el hospital romano cumplía su misión cuyo alcance no encontraba igual en ninguna otra parte. A lo largo de DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 los siglos XVII y XVIII salvó la vida a cerca de cien mil niños no deseados. Es verdad que muchos de ellos en los meses y en los años sucesivos morían, pero debemos recordar también que en esos tiempos la muerte diezmaba la población infantil no sólo en el ambiente hospitalario. Podemos afirmar que el sistema de protección de los abandonados introducido y praticado en el hospital del Espíritu Santo de Roma fuese para esos tiempos la mejor de la soluciones, muy práctica, que no constituía un peso para nadie sino que era útil para todas las partes en causa y sobre todo para los mismos abandonados. Gracias a esto, los niños, sin sus padres naturales, podían ser cuidados de manera casi normal en familias sustitutivas. Al mismo tiempo, también para los habitantes de Roma y de sus alrededores las diferentes formas de protección de estos niños eran, desde el punto de vista material, una ocupación muy provechosa. El problema de los niños indeseados siempre presente desde los tiempos más antiguos, es de actualidad también en nuestros días. Entonces podemos hacer una reflexión, esto es, que para resolver este problema podría ser muy útil tomar algunos modelos y experiencias elaboradas en el hospital del Espíritu Santo a lo largo de los siglos pasados, naturalmente con cierta modificación y después de haberlos adaptado a las exigencias y a las realidades sociales contemporáneas. De este modo los niños abandonados no correrían el riesgo ser abandonados en los contenidores de la basura sino en una moderna cuna “incubadora”. Prof. MARIAN SURDACKI Profesor de la Cátedra de Historia de la Asistencia Social Katolicki Uniwersytet Lubelski Lublin – Polonia Notas 1 Informaciones más profundas acerca del hospital Santo Spirito y sobre la actividad que desarrolló en la asistencia de la infancia abandonada, las encontramos tratadas con amplitud en el libro: M. SURDACKI, Dzieci porzucone w Szpitalu ¶wiÍtego Ducha w Rzymie w XVIII 71 72 wieku, Lublin 1998. (Los expósitos en el Hospital del Espíritu Santo de Roma en el siglo XVIII, Lublin 1998) y en otras obras del mismo autor: Dzieci porzucone w Rzymie i okolicach w XVIII wieku, “Roczniki Nauk Spo≥ ecznych”, 22, 1994, n. 2, pp. 84-108; idem, “Figli legittimi” w Rzymie i PaÒ stwie Koúcielnym w XVIII wieku, “Roczniki Nauk Spo≥ ecznych”, 23, 1995, n. 2, pp. 87100; idem, Ma≥ øeÒ stwa wychowanek Szpitala ¶wiÍtego Ducha w Rzymie w XVII-XVIII wieku, “Kwartalnik Historii Kultury Materialnej”, 44, 1996, n. 2, pp. 137-156; idem, Marriages of wards of Rome’s Holy Spirit Hospital in the 17th and 18th centuries, “Acta Poloniae Historica”, 79, 1999, pp. 99-122; idem, Ø ycie religijne podopiecznych Szpitala ¶wiÍtego Ducha w Rzymie w XVII i XVIII wieku, “Roczniki Nauk Spo≥ ecznych”, 24, 1996, n. 2, pp. 315-333; idem, La vita religiosa nel “Conservatorio” dell’ospedale di Santo Spirito in Roma nei secoli XVII-XVIII, “Ricerche di storia sociale religiosa di Roma”, 27, 1998, 54, pp. 149-165; idem, “Bambini esposti” w Rzymie i w PaÒ stwie Koúcilenym w XVII i XVIII wieku, en: Christianitas et Cultura Europae. KsiÍga Jubileuszowa Profesora Jerzego K≥ oczowskiego, vol. I, Lublin 1998, pp. 148-157; idem, Kondycja zdrowotna podopiecznych Szpitala ¶wiÍtego Ducha w Rzymie w XVII i XVIII wieku, “Roczniki Nauk Humanistycznych”, 46, 1998, n.. 2, pp. 117148; idem, Losy wychowankÚw Szpitala ¶wiÍtego Ducha w Rzymie w XVIII wieku, “Roczniki Nauk Spo≥ ecznych”, 25, 1997, n. 2, pp. 137-164. Idem, Dzieci porzucone w rodzinach zastÍpczych w Rzymie i okolicach w XVII i XVIII wieku, “Roczniki Humanistyczne”, 47, 1999, n. 2, pp. 125-148. 2 G. DA MOLIN, Nati e abbandonati. Aspetti demografici e sociali dell’infanzia abbandonata in Italia nell’età moderna, Bari 1993, p. 5. 3 G. PAGLIANO, Il motivo dell’ infante abbandonato in letteratura: Considerazioni su alcuni testi italiani, en: Enfance abandonnée et société en Europe XVI –XX siècle, Rome 1991, p. 879. 4 V. MONACHINO, L’antichità e l’alto medioevo, en: La carità cristiana in Roma, a cura di V. Monachino, Bologna 1968, p. 78. Ver también: J. BOSWELL, L’abbandono dei bambini in Europa occidentale, Milano 1991, p. 265. 5 J. BOSWELL, op. cit., pp. 25, 150, 256; G. De Rosa, L’emarginazione sociale in Calabria nell XVIII secolo: Il problema degli esposti, “Ricerche di storia sociale e religiosa”, 13, 1978, pp. 5-19 6 L. CALZOLA, Caratteristiche demografiche di abbandono degli esposti dell’Ospedale di S. Maria della Misericordia di Perugia nei secoli XVI e XVII, en: Trovatelli e balie in Italia. Secc. XVIXIX, a cura di G. Da Molin, Bari 1994, p. 13; J. BOSWELL, op. cit., p. 256. 7 V. HUNECKE, I trovatelli di Milano. Bambini esposti e famiglie espositrici dal XVIII al XIX secolo, Bologna 1989, p. 15; idem, Die Findelkinder von Mailand. Kinderaussetzung und aussehende Eltem vom 17. bis zum 19. Jahrhunderts, Stuttgart 1987; V. PAGLIA, Storia dei poveri in occidente, Milano 1994, p. 327. 8 V. PAGLIA, op. cit., p. 327, J. Sandrin, Enfants trouvés. Enfants oubliès. XVIII-XIX siècle, Paris 1968. 9 Casi todos los documentos citados de ahora en adelante en el libro están conservados en el Archivo Estatal di Roma (“Archivio dell’Ospedale di Santo Spirito di Roma”). Los números de las indicaciones marcadas en las notas se refieren a los sobres en los que se encuentran los documentos citados. 10 Ver M. SURDACKI, ”Figli legittimi”, pp. 87-100. 11 M. SURDACKI, Dzieci porzucone w Szpitalu, pp. 106-118; idem, Dzieci porzucone w Rzymie, pp. 84-108. 12 N. 1414B, Stato dell’officij, provisioni, e salariati del Ven. Archiospedale di S. Spirito, tanto di Roma quanto di Campagna, p. 9; n. 1305, Regolamenti che si praticano nell’Archiospedale di Santo Spirito in Sassia di Roma per il buon servizio di tutti gli esposti 1754; n. 1305, Visita de Proietti ed utili 1740. Ver también el n. 1296, Intorno a quello spetta Monsignore Commendatore; n.1305, Regolamento per Baliatico. Regolamenti del Baliatico di S. Spirito. 13 C. SCHIAVONI, Gli infanti ”esposti” (o ”proietti”) alla ”ruota” dell’archiospedale di Santo Spirito in Saxia di Roma dal 1700 al 1824, en: La Demografia Storica delle Città Italiane, S.I.DE.S., Bologna 1982, p. 1028. 14 Ibidem., p. 1028. 15 M. SURDACKI, Dzieci porzucone w Szpitalu, pp. 232-241, 335-350. 16 N. 30, Notizie diverse di Casa in tempo di Monsignor Racagni, p. 5. 17 C. SCHIAVONI, Gli infanti, p. 1040. 18 N. 1305, Decreti di Visita dell’Eminentissimo Cardinal Acciajoli 15 giugno 1679, en: Notificazione sopra varie providenze riguardanti il regolamento e buon’ordine del Conservatorio di S. Spirito. In Roma MDCCCVI (en adelante cit. NSVP), p. 73. 19 Ibidem. 20 N. 1305, Edictum pro Conservatorio Puellarum S. Spiritus 1716; n. 1305, Antonio Maria Pallavicini Arcivescovo di Lepanto e Commendatore del Sacro Apostolico Archiospedale di S. Spirito in Sassia 1739. 21 N. 1305, Stato della Casa... di Monsignor Spada, 1661, p. 6. 22 Acerca de la vida religiosa en el Conservatorio ver M. SURDACKI, La vita religiosa, pp. 149-165. 23 Biblioteca Apostólica Vaticana, Barberino Latino 10683 (ff. 2-29v), cap. 2. Relatione del modo, che si tiene da Religiosi di Santo Spirito in Sassia di Roma nel governo dell’archiospedale apostolico di Santo Spirito, e dell’ordine, che si osserva nella cura degl’infirmi, et esposti, scritta da fra Domenico Borgarucci religioso, et secretario del medesimo Ordine. 24 Ibidem., cap. 3. 25 Consideraciones más particulares acerca del procedimiento de abandono de los niños en la “Torno” del hospital del Espíritu Santo de Roma y acerca de la asistencia a estos niños las encontramos en el artículo: M. SURDACKI, Dzieci porzucone w Rzymie, “Roczniki Humanistyczne”, 22, 1994, z. 2, pp. 84-108. 26 Sobre las nodrizas que criaban a los “niños expósitos” ver C. SCHIAVONI, Le balie del brefotrofio dell’ospedale di Santo Spirito in Saxia di Roma ’500 e ’800, ”Archivi e Cultura”, Nuova Serie, XXV-XXVI, pp. 177-242. Ver también M. SURDACKI, Dzieci porzucone w Rzymie, pp. 98-104. 27 Ver M. SURDACKI, Dzieci porzucone w Rzymie, pp. 98-99. 28 N. 1305, Ordini per dentro il Monastero 1660, in: NSVP, p. 4. Ver también n. 1414B, Stato dell’officij..., pp. 4142; n. 1305, Regolamento delle Zitelle del Conservatorio del Monsig. Pallavicini Commendatore 1748. Regole che devono osservarsi nel Conservatorio del Sagro Apostolico Archiospedale di S. Spirito in Sassia di Roma. 29 N. 1305, Ordini per dentro il Monastero 1660. 30 N. 1305, Manuscrito titulado “Clemens XI. P.O.M.”. 31 N. 61, Giornale. Memorie delle cose più notabili accadute circa gli affari del Ven. Archiospedale di S. Spirito da 28 luglio 1758, sino a 28 dicembre 1758, p. 15. 32 N. 1305, Manoscritto intitolato “Clemens XI. P.O.M.”. 33 N. 1305, Decreti di Visita...1679, p. 73. 34 N. 1305, Questo è il modo del vivere, e governare, che fanno le Monache, e le Zitelle sue di S. Spirito in Sassia di Roma indigentissime Serve e Suddite etc. 1660, pp. 21-22. 35 N. 1305, Editto a tutti i Ministri del Conservatorio Nuovo 1662, en: NSVP, p. 45; n. 1305, Officio della Priora del Conservatorio 1661. 36 N. 1305, Ordini della Sagra Visita di non entrare nel Coservatorio, di non lavare, e sopra il vestire, inferme, medico, portinare, ascoltatrici, confessore ed altro 1808, p. 217; n. 1305, Ordini per il Conservatorio di S. Spirito. Giovanni Battista Spinola Commendatore 1688, in: NSVP., p. 78. 37 N. 1305, Manuscrito titulado “Clemens XI. P.O.M.”. 38 N. 1305, Stato della Casa... di Monsignor Spada, 1661, pp. 6-7. 39 N. 1305, Regolamenti che si praticano...1754. 40 C. SCHIAVONI, Gli infanti, pp. 10391040. 41 N. 12bis, Ordini di Monsig. Gio. Btta. Ruini Commendatore dell’Apostolico Hospitale di Santo Spirito di Roma pubblicati sotto il di 1587. 42 N. 1305, Stato della Casa... di Monsignor Spada, 1661, p. 6; n. 1305, Visita de Proietti ed utili 1740 (“...por el gran afecto que tienen hacia ellas por haberlas criado”); n. 1414B, Stato dell’officij..., p. 13 (“por caridad y afecto, que tienen hacia estos pobres arrojados, los consideran como hijos adoptivos”). 42 N. 1305, Stato della Casa... di Monsignor Spada, 1661, pp. 8-9. 43 N. 1305, Visita de Proietti ed utili 1740. 44 N. 1305, Regolamenti che si praticano...1754. 45 N. 1305, Concessione a tempo nubile delle Proiette fatta dall’Archiospedale e Pia casa di Santo Spirito in Sassia. Questo è il modulo che si compilava al momento della concessione. 46 M. SURDACKI, Dzieci porzucone w Szpitalu, pp. 358-360. 47 Ibidem, pp. 360-362. 48 Los datos han sido tomados de las tablas 8 y 9 que se encuentran en el libro: M. Surdacki, Dzieci porzucone w Szpitalu, pp. 360, 364. 49 N. 1305, Decreti di Visita...1679, p. 79. 50 M. SURDACKI, Dzieci porzucone w Szpitalu, pp. 373-396, idem, Mariagges, pp. 99-122. Departamento de pastoral Hospital Cardenal Tien – Taiwán 1. Creación del departamento Como es tradicional, cuando la Iglesia católica desea construir un hospital, generalmente tiene en cuenta las zonas más pobres de la ciudad donde existe la falta de buenos servicios. No se preocupa sólo de curar el cuerpo sino también de las necesidades de la mente (corazón) y del alma (espíritu). Por tanto, se asigna un capellán para administrar los sacramentos a los enfermos. Los demás sacerdotes, religiosas y laicos que forman parte del staff prestan sus servicios a los pacientes según sus varias competencias así como también desde el punto de vista pastoral. Al comienzo de 1990, según como el Hospital Cardenal Tien iba creciendo, Sor Mary Ann Lou SHSD, Director del nosocomio, quiso dar una respuesta a las necesidades del momento. Fue así que abrió una unidad de asistencia pastoral como departamento independiente. Oficialmente, el ministerio pastoral inició con un staff a tiempo completo creado con este objetivo. Al inicio había un capellán y un agente de pastoral, ahora se cuenta con un capellán a disposición las veinticuatro horas, un supervisor, 6 agentes de pastoral a tiempo completo, 2 a tiempo parcial y un clérigo. tar la confianza recíproca con los pacientes y sus familias y procurar una atmosfera amigable para evaluar sus necesidades espirituales, emotivas o temporales; 2. proporciona servicios religiosos y espirituales a los católicos y asistencia espiritual a los que pratican una fe diferente de la nuestra; 3. actúa como puente de comunicación entre: a. los pacientes y los miembros de sus familias b. los pacientes y los miembros del staff c. los miembros del staff. 4. Responsablidades de los agentes de pastoral 1. Servicios para el personal del hospital: A. Asistencia psico-espiritual: apoyar al personal en su trabajo a través de una atenta escucha, de consejos y la aceptación de las quejas B. Educación: participar en la programación y en la ejecución de la: a. orientación del personal en la misión hospitalaria de caridad y servicio b. introducción al Departamento de Pastoral como parte del programa de formación de los nuevos empleados c. seminarios espirituales para los que desean profundi- 2. Misión y objetivos Transmitir el amor cristiano de la buena nueva a todos los pacientes, a los miembros de sus familias y a todo el personal del hospital a través de un ministerio pastoral bajo forma de solicitud, presencia, escucha y guía. 3. Papel y funciones El agente de pastoral 1. hace lo posible para susciDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 zar el conocimiento del catolicismo d. catecismo para los empleados y sus familiares con ritos para la iniciación cristiana de los adultos y preparación a la primera comunión. e. cursos para conocer mejor a sí mismos y el logro de una mayor comunicación entre los miembros de la familia dirigido al personal del hospital f. consejos al personal que tiene necesidad para afrontar el dolor. C. Liturgia – Promover la evangelización a. oraciones (mañana y mediodía) con calendario semanal y encuentros de grupo en los diferentes departamentos del hospital b. adoración cada viernes del Santísimo Sacramento en la capilla c. durante los días de Adviento y de Cuaresma, convocación para los católicos y para los miembros del staff interesados. d. Celebraciones de las jornadas festivas: Navidad: 1) procesión, Misa, alimentos en común (ágape). 2) Clases de canto coral para animar a aprender los cantos de navidad. 3. Decoraciones navideñas en todos los sectores de enfermería para promover el conocimiento y el amor hacia la Navidad. Pascua y Pentecostés: liturgia especial para el personal, p.e. ágape hebreo, decoración de huevos, exposiciones. Nuevo año chino: expresión ceremonial del culto a Dios, honor a los antepasados, buena voluntad de unos con otros, como puente entre cristianos y las costumbres locales. e. programación y realización de ceremonias litúrgicas para bendecir las nuevas áreas o servicios del hospital en las inauguraciones formales. D. Actividades: a. asistir a las reuniones semanales de los empleados «Christian life community» 73 para promover un mejor sentido de pertenencia y crecimiento espiritual b. organizar la asamblea anual de los profesionales sanitarios católicos (administradores del hospital, médicos, enfermeros, etc.) c. crear una atmosfera religiosa en el hospital a través del arte y la música, de manera que los pacientes y el personal sientan el calor del ambiente cristiano. 74 2. Los servicios a los pacientes incluyen los siguientes campos de atención: a. visita a los nuevos pacientes: escucharlos y confortarlos con empatía teniendo en cuenta a las personas relacionadas con ellos. Hay que proporcionar particular atención a los pacientes enfermos de cáncer, a los que tienen que someterse inmediatamente a operaciones importantes, a los que han intentado suicidarse, etc., a los que presentan grandes problemas emocionales. b. Servicios espirituales como: Misa, Eucaristía, Bautismo, Reconciliación y Unción de los enfermos. c. Sostén y consolación a los pacientes de hospitalización prolongada así como a los miembros de sus familias que tengan necesidad. Ocasionalmente, se trata de examinar juntos el significado de la vida y del sufrimiento, compartiendo la Buena Nueva del Evangelio. d. Para los familiares de los pacientes terminales o que han sido víctimas de accidentes fatales, es muy importante la presencia del agente de pastoral para consolarlos y asistirlos en un servicio fúnebre cristiano. Si es necesario, se proporciona una pastoral para sostenerlos después de la muerte del pariente. e. Si un paciente tuviera dificultades financieras, este particular debe ser referido al departamento de asistencia social para una adecuada asignación de fondos. El Departamento de Pastoral ofrece una pequeña suma destinada al consumo corriente de los pacientes como vestidos, alimentos, subsidios de breve plazo para la familia, de manera que los pacientes tengan una permanencia relativamente tranquila en el hospital durante el período de crisis. f. Distribuir libros, artículos y folletos de naturaleza espiritual a los pacientes y a sus familiares. g. Asistir a los sacerdotes y a los religiosos en los trámites de admisión y/o de dimisión. h. Programar las celebraciones litúrgicas de la Jornada Mundial del Enfermo para los pacientes y sus familiares. i. Participar en las conferencias en los sectores hospitalarios. j. Preparar programas de formación de base para los voluntarios que visitan a los pacientes. k. También nos ocupamos de los trabajadores extranjeros que llegan al hospital Cardenal Tien para sus exámenes físicos necesarios para ser asumidos. Se prepara para ellos artículos religiosos, libros espirituales, direcciones de las iglesias cercanas a sus puestos de trabajo, etc. l. Contacto con los agentes de pastoral de otras instituciones sanitarias católicas y protestantes, para intercambios de ideas, apoyo recíproco, mejora de la calidad de los servicios. 5. Otros a. Atender las necesidades de los programas «Community Health», p. e. Evergreen Senior Citizen Group, en lo que se refiere a su bienestar espiritual. b. Contribuir con regularidad en la publicación mensual del boletín del hospital con artículos espirituales y narraciones de vivencias que sean fuente de enriquecimiento. 6. Iniciativas futuras a. Reforzar el crecimiento y la renovación espiritual del personal hospitalario. b. Reforzar y hacer lo posible para realizar un trabajo de grupo cada vez más armonioso entre el personal médico y paramédico, con el fin de manifestar con mayor fuerza el espíritu cristiano. c. Mejorar la calidad profesional de nuestros agentes de pastoral: preparar a los profesores y promover un centro de formación para los futuros agentes de pastoral de los hospitales. Archidiócesis de Filadelfia Protocolo para evaluar la relaciones de colaboración en el ámbito de la sanidad católica Ante la compleja naturaleza de la sanidad, algunas entidades católicas que dispensan cuidados sanitarios han establecido que, para preservar su ministerio, es necesario establecer «joint ventures», es decir partnership u otros tipos de relaciones de colaboración, que son importantes porque permiten unir los medios financieros y ofrecer servicios conjuntos de cuidados sanitarios (que en adelante denominaremos «relaciones de colaboración»). Se sobreentiende que en estas relaciones de colaboración, las entidades católicas que proporcionan cuidados sanitarios en la Archidiócesis de Filadelfia, darán prioridad a las relaciones con otras instituciones y entidades sanitarias católicas, de manera que la presencia católica en ámbito sanitario siga siendo fuerte e importante, ofreciendo un testimonio colectivo de su ministerio. Si se determinase que la relación de colaboración no debe realizarse exclusivamente entre entidades católicas, y se propusiera una relación con una entidad no católica, es necesario que, a la luz de lo que sigue, la institución católica evalúe bien la relación de colaboración que le proponen: 1. La necesidad de reforzar el apostolado católico en ámbito sanitario dentro de la Archidiócesis. 2. La futura vitalidad de la institución católica sanitaria así como el posible daño que derivaría para ella si no entrase en esta relación de colaboración. 3. La necesidad de una defensa de los principios católicos éticos y morales. 4. La necesidad de evitar la cooperación formal en el mal. 5. La necesidad de evitar el escándalo público; y 6. La necesidad de informar a la comunidad acerca de la relación de cooperación Las instituciones católicas que proporcionan cuidados sanitarios no podrán establecer «alianza» o acuerdo de afiliación de cierta importancia con entidades sanitarias no católicas sin el «nulla osta» del Arzobispo de Filadelfia. Para futuras relaciones de colaboración que tuvieran que surgir de una alianza o de un acuerdo de filiación importante, se debe solicitar el nulla osta sólo cuando el Secretario para los Servicios Humanos Católicos esté razonablemente preocupado de que dicha relación de colaboración puede tener un efecto negativo en la misión o en la identidad ética de la institución sanitaria católica. El Arzobispo establecerá un procedimiento para examinar dichas «joint ventures», consultando a las partes en causa. En vista de la necesidad de que la Archidiócesis sea informada desde el inicio, dicha relación de colaboración debe hacerse por escrito a la Archidiócesis de Filadelfia antes de que comience cualquier negociación sustancial con los presuntos partner. La relación de colaboración será evaluada a la luz de la enseñanza o de la legislación canónica de la Iglesia, de la legislación propia de los sponsor, de la necesidad de esta relación y también a la luz de los efectos que tendrán lugar en otros apostolados en el ámbito de la Archidiócesis. El Arzobispo, o su delegado, emplearán entre otros los siguientes criterios para evaluar la relación de colaboración: 1. La relación de colaboración intensificará el apostolado sanitario católico local: a) ayudando a implementar la enseñanza moral y social de la Iglesia b) favoreciendo el ministerio sanitario a la comunidad c) mostrando con una gestión responsable que los recursos sanitarios son limitados d) permitiendo a los pobres o DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 a los más débiles un acceso equitativo a los cuidados sanitarios esenciales. 2. Todas las actividades que derivan de la relación de colaboración se conformarán con las «Directrices Eticas y Religiosas para los Servicios Sanitarios Católicos». 3. Las instituciones católicas que dispensan cuidados sanita- 75 rios solamente mantendrán una relación de colaboración que no viole los principios de cooperación en lo que concierne los procedimientos considerados como inmorales por la Iglesia Católica, por ejemplo lo enunciado en las «Directivas Eticas y Religiosas para los Servicios Sanitarios Católicos» cuando existen o se rectificarán en el futuro. 4. Un dispensador católico de cuidados sanitarios no puede poseer o administrar una institución que esté comprometida políticamente o que pratique actividades intrínsecamente inmorales. 5. No se concederá el nulla osta en favor de una relación de colaboración si tendrá como resultado que el dispensador católico de cuidados sanitarios sea vendido públicamente, se convierta en propiedad de inversionistas o de entidades forprofit, perdiendo su status de entidad no-profit. Procedimiento para evaluar la relación de colaboración para instituciones sanitarias católicas Finalidades 76 1. Preservar la identidad católica y asegurar la continuación de la misión del apostolado de la salud dentro de la Archidiócesis de Filadelfia 2. Promover la cooperación de todas las partes implicadas en el apostolado católico de la salud en el ámbito de la Archidiócesis de Filadelfia; y 3. Favorecer el ministerio sanante que personifica el mensaje evangélico de Jesucristo como reflejo en los valores y en las enseñanzas de la Iglesia Católica y en las «Directrices Eticas y Religiosas para los Servicios Sanitarios Católicos». Alcance De conformidad con la ley de la Archidiócesis de Filadelfia, promulgada el 25 de febrero de 1999 y en vigencia a partir del 25 de marzo de ese año, todas las instituciones católicas que dispensan cuidados sanitarios en la Archidiócesis de Filadelfia, están obligadas a seguir estos procedimientos. Directivas 1. El Arzobispo de Filadelfia instituirá un Comité de Revisión de la Sanidad Católica («Comité») 2. Este Comité examinará todas las relaciones de colaboración propuestas con entidades no católicas, que podrían tener como resultado una alianza o una importante afiliación y, por tanto, solicitarán el nulla osta del Arzobispo de Filadelfia. Por consiguiente, las relaciones de colaboración que derivarían del acuerdo de alianza o de afiliación, o de otras relaciones de colaboración de naturaleza menos sustancial y examinadas por el Comité, se realizarán únicamente por indicación del Secretario para los Servicios Humanos Católicos. 3. El Comité proporcionará su parecer al Arzobispo de Filadelfia con respecto a la conveniencia de dichas relaciones de colaboración, teniendo en cuenta los criterios establecidos por la ley. 4. Formarán parte del Comité el Secretario para los Servicios Humanos Católicos de la Archidiócesis de Filadelfia (que estará a cargo de la presidencia), no más de tres sacerdotes, un miembro de la congregación católica y un experto de derecho canónico: todos deben tener cierta experiencia en el campo de la sanidad católica. 5. Los miembros del Comité permanecerán en su cargo durante un período de tres años con la posibilidad de ser reelegidos. 6. El Arzobispo nombrará a todos los miembros del Comité. 7. El Comité tendrá la oportunidad de consultarse con personas o con grupos de personas expertas en la ley civil, la ley canónica, la teología moral y la sanidad. Procedimiento El procedimiento para evaluar una relación de colaboración referente a la misión o a la identidad religiosa y ética de un dispensador católico de cuidados sanitarios, es la siguiente: 1. En vista de la necesidad para la Archidiócesis de ser informada inmediatamente, antes de suscribir cualquier negociación con el partner el dispensador de cuidados sanitarios notificará por escrito al Secretario para los Servicios Humanos Católicos acerca del alcance de dicha relación de colaboración. En la consultación con el dispensador católico de cuidados sanitarios, el Secretario exami- nará la propuesta y, al mismo tiempo, solicitará mayores informaciones o referirá la propuesta al Comité. Antes de que cualquier propuesta sea sometida al Comité, el Secretario trabajará conjuntamente con el dispensador católico de cuidados sanitarios de manera que la primera redacción del acuerdo, que será revisada, refleje todos los cambios que han sido aconsejados por los asesores competentes. 2. En colaboración con el dispensador católico de cuidados sanitarios que ha propuesto la relación de colaboración, el Comité determinará la tabla de marcha para someterla al parecer del Arzobispo. Mientras se sobreentiende que el Comité estará siempre atento a respetar los límites de tiempo del dispensador católico de cuidados sanitarios, es necesario tener en cuenta también que el mismo Comité requerirá un lapso de tiempo necesario para leer y evaluar los documentos presentados. 3. El Comité determinará la extensión de la revisión conforme a la importancia y a la naturaleza del tema. 4. Una vez que se complete la revisión, el Comité someterá su informe y una nota al Arzobispo para que exprese su parecer. 5. Todas las discusiones del Comité, los encuentros, la correspondencia y las notas al Arzobispo tienen un carácter reservado. 6. El procedimiento será revisado cada tres años. Iniciará dicha revisión el Secretario para los Servicios Humanos Católicos. El acercamiento paulino a la instrucción de enfermería: una respuesta a la invitación de la Iglesia en favor de una asistencia humanitaria Introducción A la luz de la condición social actual que considera que la profesión de enfermería está amenazada por la deshumanización de la asistencia sanitaria, tiene importancia vital la instrucción que refuerza e intensifica el aspecto terapéutico de la asistencia en el ámbito de la enfermería. Fundamentalmente, la formación es tarea de la enseñanza que, para ser auténtica y holista, debe tener como objetivo la persona en su globalidad. Este documento, que fuera iniciado por quienes están comprometidos en la formación de las enfermeras paulinas, ha ayudado al autor para reforzar con bases científicas la eficacia del procedimiento empleado en la capacitación paulina y para evaluar y observar la parte del método de la Instrucción de Enfermería Paulina que influye en la vida y en la preparación profesional de estudiantes y diplomadas. Asimismo, el documento nos ha permitido corregir algunos puntos débiles, aclarar ambigüedades, reforzar los aspectos positivos, modificar/enriquecer el programa de estudios y adoptar medidas adecuadas con el fin de valorar aún más la calidad y el nivel asistencial de nuestra instrucción de enfermería. El St. College de Iloilo La formación de quienes ofrecen asistencia, sobre todo de las enfermeras católicas, siempre ha estado en la vanguardia en la obra apostólica de las Hermanas de St. Paul de Chartres. Formalmente, esta actividad de evangelización inició en Filipinas en 1946, cuando en Iloilo se fundó la Escuela para Enfermeras de St. Paul. La razón principal de la apertura de esta escuela fue dar una respuesta a la exigencia de tener enfermeras católicas calificadas que asistieran a los pacientes del St. Paul’s Hospital, el único hospital católico de la región. En cierto sentido, este gesto fue también una respuesta de la Iglesia al reto planteado por la floreciente Protestant Mission School of Nursing de la Universidad de las Filipinas Centrales. Los tiempos requerían la capacitación de enfermeras católicas laicas para desarrollar el ministerio asistencial de la Iglesia. Desde su inicio, la orientación de la escuela ha sido de tipo holista; su centro, Cristo. La finalidad era capacitar a enfermeras para que se ocuparan no sólo de modo exclusivo de las necesidades físicas y terapéuticas de los pacientes, sino también de los aspectos morales y espirituales – enfermeras que llevaran a Cristo a los enfermos. Para alcanzar este objetivo, la escuela siempre ha empleado un programa de estudio adecuado para promover ya sea la valoración y el desarrollo de los valores asistenciales que contiene el Evangelio, así como la cualidad académica y la competencia profesional. A lo largo de toda su existencia, la escuela siempre ha tenido en debida cuenta las exigencias del momento, la aparición de estrategias didácticas innovativas y el progreso tecnológico, con el fin de adecuarse constantemente, pero el método básico del programa y los valores esenciales han permanecido siempre los mismos durante los últimos 50 años. Tanto en la facultad como en las estudiantes, el modelo conceptual del programa es conocido con el nombre de STREAM OF THE PROFESSIONAL PAULINIAN NURSE VOCATION (Curso de la Vocación de Enfermeras Profesionales Paulinas). DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 La estructura de la instrucción de enfermería paulina La estructura didáctica de la aproximación paulina a la instrucción de enfermería es cristocéntrica. Tal ha sido desde su fundación. La presentación gráfica del modelo se llama STREAM OF THE PROFESSIONAL PAULINIAN NURSE VOCATION (SPPNV). Se llama CURSO porque, así como llamamos «curso» el tranquilo movimiento de una masa de agua, la vocación de las enfermeras paulinas encuentra sus fundamentos y tiene su manantial en Cristo y fluye a partir de El. Es activa, vivificante y dinámica...brota de Cristo, es ofrecida a la iglesia, compartida por la Congregación de las Hermanas de St. Paul de Chartres, delegada al Instituto de St. Paul, y hecha real en el programa de asistencia de enfermería del curso de doctorado en disciplinas científicas. Es PROFESIONAL porque se trata de una disciplina sistemática, integrada y organizada, con objetivos propios, finalidades, reglas, standard, prácticas y actividades cuya aplicación permite más adelante que la persona reciba una adecuada retribución. El procedimiento es comprendido y apreciado de modo evidente por todos los interesados y ha sido transmitido de una generación a otra, no sólo en las clases, sino también mediante el testimonio y el ejemplo de sus diplomadas. El término PAULINA es la piedra fundamental de la formación. Identifica a la enfermera como miembro de una familia o de un grupo particular, formada según un método específico, que progugna una tradición particular que en su vida personal, cree en el mismo ideal. El término ENFERMERA define y pone en claro la disciplina del programa didáctico. Las alum- 77 nas son capacitadas para ser enfermeras – no matronas, ni médicos, ni terapeutas, ni farmacéuticos, ni fisioterapeutas, ni ningún otro tipo de profesional sanitario, sino enfermeras. Finalmente, no se trata sólo de una profesión, de una ocupación que será fuente de ganancia para ellas, sino que es sobre todo una VOCACION, LA RESPUESTA A UNA LLAMADA, la vocación para seguir a Cristo – Profeta, Rey y Sacerdote, el Auxiliador por excelencia de los enfermos. Todo esto es claro para todos los Paulinos y está profundamente radicado en sus corazones, especialmente en las diplomadas cerdote (amante). Inspirándose y siguiendo los pasos de Jesús, las enfermeras paulinas se han convertido en maestras-alumnas, servidoras-guías y amantes; asistentes preparadas, competentes, compasivas. Estas cualidades, estos valores que deben lograrse, se radican y se desarrollan en la mente, en la mano y en el corazón de la alumna a través de tres aspectos o componentes de la enseñanza-proceso de aprendizaje: los aspectos comportamentales cognitivo, psico-motorio y afectivo. En el contexto del Paulinian Nursing Programa of Study (Programa de Estudio de Enfermería Paulino), estos titucional que concede gran importancia al escrupuloso logro de un conocimiento que sea virtuoso, bello y verídico. Las materias de Cultura General, que comprenden cursos de Ciencias Sociales, Naturales, Prácticas, Filosóficas, Lingüísticas, Artísticas y Humanistas, amplían el horizonte de las estudiantes. Las materias profesionales proporcionan el aprendizaje de conceptos, principios, teoría y práctica de la asistencia de enfermería. Las estudiantes están en contacto con varias filosofías y creencias, con argumentos y orientaciones mundanos, pero se pone siempre de relieve el mensaje y el punto de CURSO DE LA VOCACION DE LAS ENFERMERAS PAULINAS JESUCRISTO 78 IGLESIA ST. PAUL COLLEGE ST. PAUL COLLEGE DE ILOILO PROGRAMA BSN PROFETA Maestro – Alumno (Conocimiento) REY Servidor – Guía (Habilidad) SACERDOTE Amante (Comportamiento) Búsqueda sincera del conocimiento bueno y verdadero Formar y servir a la comunidad y a la familia paulina Respeto que nace del amor a Dios, a la persona al creado y al país DEBER CLINICO CURSO DE EDUCACION GENERAL CONCEPTOS DE ASISTENCIA DE ENFERMERIA NIVEL I EAC SERVICIO A LA COMUNIDAD ORACION/LITURGIA CURSO DE TEOLOGIA VIVIR EN LA GRACIA DE DIOS B.E.C. NIVEL II IMPLICACION PARROQUIAL SACRAMENTOS NIVEL III NIVEL IV más ancianas, que han tenido la suerte de tener a las religiosas como maestras. ¿Qué es este CURSO, este acercamiento, esta estructura teórica de la Instrucción de Enfermería Paulina? La enfermera paulina radicada en Cristo La enfermera paulina tiene su fundamento en Cristo – Cristo profeta (maestro), Cristo Rey (servidor, guía), Cristo Sa- ENFERMERA PROFESIONAL PAULINA CRISTIANA componentes son vistos en términos de Conocimiento (Maestro – Alumno), Habilidad (Servidor – Guía) y Comportamiento (amante). Maestro – Alumno (conocimiento). El objetivo de la parte cognitiva es el desarrollo de la mente o del intelecto de la enfermera paulina. Este componente, que tiene su origen en las materias de estudio Cultural General y Asistencia de Enfermería Profesional, es cultivado en el ámbito de una cultura ins- vista cristianos. En otras palabras, se educa a las alumnas a descubrir aquellos valores del Evangelio que constituyen el fundamento de todas las culturas y de la ciencia y a enriquecer su propio aprendizaje secular con las verdades y los valores del Evangelio, que el Santo Padre resume en la frase: «Unificar fe, cultura y Evangelio con la vida». Esta integración entre conocimiento científico y fe es aún más explícita cuando se trata de las materias de la Asistencia de Enfermería Pro- fesional. Aquí el acercamiento holista se demuestra con el símbolo de la Eucaristía, en el que cada nivel anual de las materias del curso de asistencia de enfermería representa una partícula de la Hostia consagrada. Servidor – Guía (Habilidad). El segundo elemento del programa se refiere al sector de las habilidades o del desarrollo psicomotorio del Curso. Este aspecto tiene como centro la aplicación de los conocimientos logrados en la parte teórica, consiguiendo la competencia prevista para ese nivel y haciendo concreto el concepto cristiano de guía como servicio. En esta fase es muy importante que las estudiantes sean capaces de emplear la ética operativa que han aprendido durante los estudios, de modo que den testimonio en las actividades cotidianas de su compromiso cristiano de servir como lo hizo Cristo. Todo esto se pone en acto tanto en las actividades de las Related Learning Experience (Experiencias de Aprendizaje Ampliado), en el área clínica y en la comunidad, así como en el ámbito de su implicación en las actividades parroquiales a través del Campus Ministry Program. Para que este valor permanezca grabado en su mente, las alumnas son sumergidas en una cultura institucional que promueve «la construcción y los servicios a la comunidad y a la familia cristiana». El cambio actual de los servicios asistenciales sanitarios de la institución a la comunidad que se está verificando en todo el mundo, coincide de manera muy real con la aproximación paulina a los servicios comunitarios. En efecto, en los años ochenta, el College of Nursing fue elegido por el Departamento de Educación de Asistencia de Enfermería como escuela piloto para el nuevo programa de estudios que pedía a la estudiante una intensa implicación en la comunidad. Una vez más, en la actualidad los College Paulinos están en la delantera del nuevo Health Resource Development Program (HRDP) (Programa de Desarrollo de Recursos Sanitarios) en el ámbito de la Community Organising Participatory Action Research (CO- PAR) (Investigación de Acción Participativa para la Organización Comunitaria), un acercamiento a la Asistencia Sanitaria Primaria. Amante (Comportamiento/afectivo). El tercer aspecto se refiere explícitamente al corazón y toca de modo muy directo el perno de la instrucción paulina. Sin quitarle importancia a los aspectos conocimiento y habilidad, las estudiantes están convencidas de la supremacía de esta dimensión de su instrucción. Se inculca el valor cristiano de la formación y de la transformación como elemento gracias al cual su adiestramiento es diverso, lo que las caracteriza ante las demás enfermeras. Cuando se les explica el Curso por primera vez, las alumnas se llenan de gozo al escuchar que se convertirán en Amantes – compasivas, caritativas, sencillas, afectuosas – tiernas amantes como Cristo. De los tres aspectos del aprendizaje, es necesario que pongamos en evidencia hoy esta dimensión del proceso educativo. En efecto, las estudiantes que llegan a nosotros en este período son «hijas de los media» y sus valores casi siempre están formados por estos «potentísimos maestros». No es necesario explicarlos detalladamente en que sentido los valores del «mundo» son diametralmente opuestos al valor de la amorosa y altruista asistencia del Evangelio. Por tanto, con el fin de provocar en la estudiante el cambio deseado, la escuela promueve un dinámico Programa de Formación Cristiana que consiste en un curso integrado de educación religiosa y de vida en la gracia de Dios, de regular celebración de la liturgia y de los sacramentos, de la organización de retiros, guía y asistencia espirituales y de momentos de oración; y consiste también en permitir con paciencia a las alumnas que expresen a sí mismas y «entren» en una experiencia de vida existencial. Todo esto se realiza en un ambiente de respeto que nace ya sea por el amor a Dios, a las personas, al creado, al país, así como por un profundo amor a sí mismas. DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001 El presente Como es obvio, el método paulino para la instrucción de enfermería es emprendido en el ámbito de las tareas del apostolado de las Hermanas de St. Paul de Chartres. Siendo nuestro país cristiano y el 95% de nuestras estudiantes son católicas, esto representa el factor sobresaliente que nos permite centrar perfectamente nuestro programa de estudios en los principios cristianos de reconocer, servir y amar a Dios en los enfermos; ver a Cristo en los asistidos y ser Cristo para ellos. Brevemente, la instrucción de enfermería de las paulinas espera y hace todo lo posible para formar profesionales católicas, enfermeras competentes que, tomando como modelo la santa Madre e inspiradas en san Pablo, su patrón, piensen con la mente de Cristo, sirvan con la mano de Cristo y amen con el corazón de Cristo. Ciertamente, se trata de un objetivo muy ambicioso, pero se confía siempre en la proverbial «semilla» del Evangelio y en los diferentes tipos de «terreno» y con esta confianza puesta en Dios, las paulinas prosiguen adelante con su lema «Caritas Christi urget nos». «Por su fruto conocerás el árbol». Generalmente, la eficacia de un método didáctico se evalúa según los servicios que prestan sus diplomados. En el plano académico, una confirmación alentadora de la eficacia del método paulino lo representa la documentación referente a los resultados que obtienen nuestras diplomadas en los exámenes nacionales para enfermeros. Desde 1948, la escuela siempre se ha colocado entre las diez escuelas y/o colegios para enfermeros más válidos del país, reconocida por la Professional Regulation Commission for Higher Education Nursing (Comisión Ministerial para el Control Profesional de Enfermeros) y por la Commission for Higher Education (Comisión para Estudios Superiores) del Gobierno filipino. Se encuentra también entre los pocos Colleges of Nursing encargados por esta Comisión para poner en marcha su Expanded Tertiary Education Accredita- 79 80 tion Program (Programa de Acreditación para Instrucción Superior Ampliada). En los últimos 50 años el St. Paul College ha otorgado el diploma a miles de enfermeras profesionales que ahora se encuentran esparcidas en muchos países. Muchas han dejado su huella en el lugar de trabajo, conocidas no sólo por su competencia sino también por sus valores cristianos. Algunas han recibido reconocimientos prestigiosos, como la Legión de Honor francesa y el Premio Póstumo de Reconocimiento por la Entrega al Deber. En su mayoría, trabajan como misioneras, educadoras, profesionales, clínicas, asistentes sanitarias en comunidades, voluntarias, emprendedoras de asistencia de enfermería, o simplemente se ocupan de sus hijos, difundiendo silenciosamente la Buena Nueva de Cristo a través de su misión asistencial. La pequeña escuela para enfermeras que ofrecía el Graduate Nurse Certificate Program (Programa para el Grado de Enfermero Diplomado) es hoy un college que otorga no sólo la Nursing Baccalaureate Degree (Título de Asistencia en Enfermería) y un Graduate School Nursing Program (Programa de Escuela de Especialidad para Enfermeros), sino también otros cursos. Asimismo, en Filipinas contamos hoy con cuatro Paulinian Colleges of Nursing. Una confirmación más de la validez de este método es el apoyo que la escuela recibe de parte de padres que reconocen y creen en la calidad de la instrucción que ofrece la escuela y que por lo mismo siguen confiando la formación de sus hijos al college. Pero quizás las afirmaciones más satisfactorias son los testimonios de las mismas diplomadas, cuya vida está marcada por Cristo, su lema «¡Caritas Christi urget nos! ¡Una vez paulina, para siempre paulina!». El futuro ¿Cuáles son los retos, los obstáculos que debe afrontar el college en el tercer milenio? Ante todo, el hecho de que los jóvenes ya no aprecian más las profesiones de servicio que no impliquen ganancia y, por otro lado, los elevados costos de la instrucción de enfermería. En Filipinas esto es evidente. Como se ha dicho antes, la juventud actual recibe la influencia de los mass media que exaltan el materialismo y el consumismo como estilo de vida. El éxito es identificado con el poseer cada vez más, con la idea de que grande es bello. Asimismo, ante la barrera del mercado al trabajo extranjero por un lado, y las dificultades económicas presentes en el país, por otra, se ha producido una disminución de inscripciones al curso. Esto da lugar a serias repercusiones; muchas escuelas han tenido que reducir los gastos; otras, han cerrado. Las oportunidades de trabajo para las enfermeras han recibido la influencia de esta situación; la facultad ha tenido que ser reducida o ha tenido que interrumpir su trabajo. Otro reto al que debemos responder, al menos en nuestro país, es la pasividad política de nuestras enfermeras. Históricamente, la enfermeras filipinas eran adiestradas y convencidas para ser las sirvientas de los médicos, muchas han permanecido en una mayoría silenciosa. Siendo poco informadas e indiferentes a muchos problemas sociales y/o políticos, ni siquiera se dan cuenta cuando se convierte en ley una legislación que es dañina para ellas. Un ejemplo lo tenemos en la norma de la ley filipina para la asistencia de enfermería que limita la elegibilidad para acceder a la Nursing School al primer 40% de los diplomados a la escuela superior. Mientras la intención de la ley es buena, su aplicación perjudica tanto a las aspirantes estudiantes como a los Colleges of Nursing. Por tanto, la instrucción de enfermería debe proporcionar las oportunidades para desarrollar la convicción cristiana entre las estudiantes de manera que apoyen una causa justa con serenidad y valentía. El tercero y más emocionante reto lo representa la globalización del tercer milenio. La asistencia de enfermería debe dar un gran paso hacia adelante o desaparecerá como profesión. Considerando el ritmo de los cambios sociales, la asistencia de enfermería no se puede permitir detenerse viviendo en la gloria de su pasado. Debe adecuarse, adaptarse y cambiar, estar al paso con los progresos de la ciencia y de la tecnología. Como han dicho algunos psicólogos modernos, debería ser como los delfines que son capaces de cabalgar con gracia las ondas del cambio. Sin embargo, en su búsqueda de evolución y en medio de la arrolladora rapidez de las mutaciones sociales y culturales, la asistencia de enfermería nunca debe olvidar su esencia de altruismo y de atento servicio. Conservar este equilibrio es el reto que comparten hoy todos los educadores del sector de enfermería. Sor ROSAMOND MARIE ABADESCO, SPC Coordinadora del programa BSN Saint Paul College Iloilo, Filipinas Bibliografía 1 «This is Our Story» SPCI, Caritas, Iloilo City 1996. 2 LAURENTE, CECILIA M. (ed), «Enrichment of the Nursing Courses, A. Guideline», Manila 1992. 3 ROCHE, P. JOSEPH, S.J., «Integration in the National Catechetical Directory», Docete 8, Manila 1993. 4 PAPA JUAN PABLO II, «Born from the Hearth of Church», Catholic International, USA 1990. 5 ANGELINI, FIORENZO CARDENAL, «Servir a los enfermos es servir a la vida», Dolentium Hominum, Ciudad del Vaticano, 1992. 6 Lucas 6, 44. 7 AQUINO, GAUDENCIO E RAZON, Perpetua «Educational Psychology», Manila 1993. 8 MAYNARD, HERMAN BRYANT, JR. «Fourth Wave: Business in the 21 Century», San Francisco, USA, 1993. 9 TAYCO, PILAR, «Discovering the Dolphin in you», Actas del Congreso SPC, Manila 1992.