47 - Archidiócesis de Madrid

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DOLENTIUM HOMINUM
N. 47 – año XVI – N. 2, 2001
REVISTA DEL PONTIFICIO CONSEJO
PARA L A PASTORAL DE LA SALUD
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Sumario
MAGISTERIO DE LA IGLESIA
5
Discursos del Santo Padre
IX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
SYDNEY, 11 FEBRERO 2001
12 Mensaje al presidente del Pontificio
Consejo para la Pastoral de la Salud
Juan Pablo II
13 Proclamar a los enfermos
el mensaje de esperanza
que entraña el Evangelio
Juan Pablo II
2
TESTIMONIOS
14 Si aceptáis dócilmente
la voluntad divina seréis para muchos
palabra de esperanza
Juan Pablo II
15 Unidos a Cristo los que sufren
se convierten en ministros
de la nueva evangelización
S.E. Card. Edward Bede Clancy
60 El Siervo de Dios
Manuel Lozano Garrido,
paralítico y ciego, periodista y escritor
Mons. Rafael Higueras Álamo
64 El hospital del Espíritu Santo
de Roma como ejemplo
del apostolado de la misericordia
Prof. Marian Surdacki
73 Departamento de Pastoral
Hospital Cardenal Tien, Taiwán
75 Archidiócesis de Filadelfia:
protocolo para evaluar las relaciones
de colaboración en el ámbito
de la sanidad católica
77 El acercamiento paulino
a la instrucción de enfermería:
una respuesta a la invitación
de la Iglesia en favor
de una asistencia humanitaria
Sor Rosamond Marie Abadesco
18 Celebración de la
IX Jornada Mundial del Enfermo
P. Krzysztof Nykiel
ARGUMENTOS
24 Dolor físico y sufrimiento moral del
Hombre-común y del Hombre-Cristo
Prof. Pierluigi Zucchi
P. Bonifacio Honings
34 Necesidades espirituales del niño
enfermo y su atención pastoral
S.E. Mons. José L. Redrado
45 Filosofía, construcción
de una profesión
Fr. Cecilio Eseverri Chaverri
52 Aspectos neurológicos de la muerte
Dra. Purificación de Castro
P. Miguel Angel Monge
55 La muerte: temores y esperanzas
P. Arnaldo Pangrazzi
Las ilustraciones de este número proceden del volumen:
“Pittura e scultura nella Chiesa di San Domenico
a San Miniato: studi e restauri”
Editor responsable Antonia D’Aniello
Pacini Editore - Ospedaletto (Pisa), 1998
Magisterio
de la Iglesia
Discursos
del Santo Padre
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
Ciertamente, la vida vencerá
DISCURSO DE JUAN PABLO II A LOS PARTICIPANTES
EN LA VII ASAMBLEA GENERAL DE LA ACADEMIA PONTIFICIA PARA LA VIDA,
RECIBIDOS EN LA MAÑANA DEL SÁBADO 3 DE MARZO, EN LA SALA CLEMENTINA
1. Me alegra siempre encontrarme con vosotros, ilustres miembros de la Academia pontificia para la vida. Hoy el motivo que me brinda
la ocasión es vuestra asamblea general anual,
por la que habéis acudido a Roma procedentes
de diversos países. Os dirijo mi más cordial saludo a cada uno de vosotros, beneméritos amigos que formáis la familia de esta Academia,
tan querida para mí. En particular, dirijo un saludo deferente a vuestro presidente, el profesor
Juan de Dios Vial Correa, a quien agradezco
las amables palabras con las que ha interpretado vuestros sentimientos. Extiendo mi saludo
al vicepresidente, monseñor Elio Sgreccia, a
los miembros del consejo de dirección, a los
colaboradores y a los bienhechores.
Regenerar el entramado
de la cultura contemporánea
2. Habéis elegido como tema para la reflexión de vuestra asamblea un asunto de gran
interés: La cultura de la vida: fundamentos y
dimensiones. Ya en su misma formulación el
tema manifiesta el propósito de prestar atención al aspecto positivo y constructivo de la
defensa de la vida humana. Durante estos días
os habéis preguntado de qué fundamentos es
preciso partir para promover o reactivar una
cultura de la vida y con qué contenidos hay
que proponerla a una sociedad caracterizada
– como recordé en la encíclica Evangelium vitae – por una cultura de la muerte cada vez
más difundida y alarmante (cf. nn. 7 y 17).
El mejor modo para superar y vencer la peligrosa cultura de la muerte consiste precisamente en dar sólidos fundamentos y luminosos contenidos a una cultura de la vida que se
contraponga a ella con vigor. No basta, aunque sea necesario y debido, limitarse a exponer y denunciar los efectos letales de la cultura de la muerte. Es preciso, más bien, regenerar continuamente el entramado interior de la
cultura contemporánea, entendida como mentalidad vivida, como convicciones y comportamientos, y como estructuras sociales que la
sostienen.
Esta reflexión resulta mucho más valiosa si
se tiene en cuenta que sobre la cultura no sólo
influye la conducta individual, sino también
las opciones legislativas y políticas, las cua-
les, a su vez, producen movimientos culturales que, por desgracia, a menudo obstaculizan
la auténtica renovación de la sociedad.
Por otra parte, una cultura orienta las estrategias de la investigación científica que, hoy
más que nunca, es capaz de ofrecer medios
potentes, desafortunadamente no siempre empleados para el verdadero bien del hombre.
Más aún, a veces se tiene la impresión de que
la investigación, en muchos campos, va contra el hombre.
5
Reafirmar el valor de la dignidad
de la persona
3. Por tanto, oportunamente habéis querido
precisar los fundamentos y las dimensiones de
la cultura de la vida. Desde esta perspectiva,
habéis puesto de relieve los grandes temas de
la creación, mostrando que la vida humana
debe percibirse como don de Dios. El hombre,
creado a imagen y semejanza de Dios, está
llamado a ser su colaborador libre y, al mismo
tiempo, responsable de la “gestión” de la creación.
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Asimismo, habéis querido reafirmar el valor inalienable de la dignidad de la persona,
que distingue a todo hombre, desde la concepción hasta la muerte natural; habéis examinado el tema de la corporeidad y su significado
personalista; y habéis prestado atención a la
familia como comunidad de amor y de vida.
Habéis considerado la importancia de los medios de comunicación para una mayor difusión de la cultura de la vida, y la necesidad de
comprometerse en el testimonio personal en
su favor. Habéis recordado, además, que en
este ámbito es preciso recorrer todos los caminos que favorezcan el diálogo, con la convicción de que la verdad plena sobre el hombre
apoya la vida. En este cometido, al creyente lo
sostiene el entusiasmo arraigado en la fe. La
vida vencerá: esta es para nosotros una esperanza segura. Sí, la vida vencerá, puesto que
la verdad, el bien, la alegría el verdadero progreso están de parte de la vida. Y de parte de
la vida está también Dios, que ama la vida y la
da con generosidad.
Acoger la palabra y el ejemplo de Jesús
4. Como sucede siempre en la relación entre
reflexión filosófica y meditación teológica,
también en este caso constituyen una ayuda
imprescindible la palabra y el ejemplo de Je-
sús, que dio su vida para vencer nuestra muerte y asociar al hombre a su resurrección. Cristo es la “resurrección y la vida” (Jn 11, 25).
Razonando desde esa perspectiva, escribí
en la encíclica Evangelium vitae: “El evangelio de la vida no es una mera reflexión, aunque original y profunda, sobre la vida humana; ni solo un mandamiento destinado a sensibilizar la conciencia y a causar cambios significativos en la sociedad; menos aún una promesa ilusoria de un futuro mejor. El evangelio
de la vida es una realidad concreta y personal,
porque consiste en el anuncio de la persona
misma de Jesús, el cual se presenta al apóstol
Tomás, y en él a todo hombre, con estas palabras: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”
(Jn 14, 6)” (n. 29).
Se trata de una verdad fundamental que la
comunidad de creyentes, hoy más que nunca,
está llamada a defender y propagar. El mensaje cristiano sobre la vida está “escrito de algún
modo en el corazón mismo de cada hombre y
mujer, resuena en cada conciencia desde el
principio, o sea, desde la misma creación, de
modo que, a pesar de los condicionamientos
negativos del pecado, también puede ser conocido por la razón humana en sus aspectos
esenciales” (ib.).
El concepto de creación no es sólo un anuncio espléndido de la Revelación, sino también
una especie de presentimiento profundo del
espíritu humano. De igual modo, la dignidad
de la persona no es sólo una noción deducible
de la afirmación bíblica según la cual el hombre es creado “a imagen y semejanza” del
Creador; es un concepto basado en su ser espiritual, gracias al cual se manifiesta como ser
trascendente con respecto al mundo que lo rodea. La reivindicación de la dignidad del cuerpo como “sujeto”, y no simplemente como
“objeto” material, constituye la consecuencia
lógica de la concepción bíblica de la persona.
Se trata de una concepción unitaria del ser humano, que han enseñado muchas corrientes de
pensamiento, desde la filosofía medieval hasta nuestro tiempo.
Fomentar el diálogo entre la fe y la razón
5. El compromiso en favor del diálogo entre
la fe y la razón no puede por menos de fortalecer la cultura de la vida, conjugando dignidad
y sacralidad, libertad y responsabilidad de toda persona, como componentes imprescindibles de su misma existencia. Junto con la defensa de la vida personal, se garantizará también la tutela del ambiente, ambos creados y
ordenados por Dios, como lo demuestra la
misma estructura natural del universo visible.
Las grandes cuestiones relativas al derecho
a la vida de todo ser humano desde la concepción hasta la muerte, el empeño en la promoción de la familia según el designio originario
de Dios y la necesidad urgente, que ya sienten
todos de tutelar el ambiente en el que vivimos
representan para la ética y el derecho un terreno de interés comun. Sobre todo en este campo, que concierne a los derechos fundamentales de la convivencia humana, vale cuanto escribí en la encíclica Fides et ratio: “La Iglesia
está profundamente convencida de que fe y
razón se ayudan mutuamente, ejerciendo recíprocamente una función tanto de examen crítico y purificador, como de estímulo para progresar en la búsqueda y en la profundización”
(n. 100).
El radicalismo de los desafíos que plantea
hoy a la humanidad, por una parte, el progreso
de la ciencia y de la tecnología y, por otra, los
procesos de laicización de la sociedad, exige
un esfuerzo intenso de profundización de la
reflexión sobre el hombre y sobre su ser en el
mundo y en la historia. Es necesario dar prueba de una gran capacidad de diálogo, de escucha y de propuesta, con vistas a la formación
de las conciencias. Sólo así se podrá fomentar
una cultura fundada en la esperanza y abierta
al progreso integral de cada persona en los diversos países, de modo justo y solidario. Sin
una cultura que mantenga firme el derecho a
la vida y promueva los valores fundamentales
de cada persona, no puede existir una sociedad sana ni la garantía de paz y justicia.
La Iglesia agradece el servicio a la vida
6. Ruego a Dios que ilumine las conciencias
y guíe a cuantos están comprometidos, en diferentes niveles, en la construcción de la sociedad del futuro. Ojalá que busquen siempre
como objetivo primario la tutela y la defensa
de la vida.
A vosotros, ilustres miembros de la Academia pontificia para la vida, que gastáis vuestras energías al servicio de un ideal tan noble y
exigente, os expreso mi más profunda estima y
gratitud. El Señor os sostenga en el trabajo
que estáis realizando y os ayude a cumplir la
misión que se os ha confiado. La Virgen santísima os conforte con su protección materna.
La Iglesia os agradece el alto servicio que
prestáis a la vida. Yo, por mi parte, deseo
acompañaros con mi constante aliento, confirmado con una bendición especial.
Renovad vuestra fe para ser misioneros
EL 2 DE ABRIL 2001 TREINTA MIL PERSONAS DEL MOVIMIENTO “FE Y LUZ”,
QUE DEDICA ESPECIAL ATENCIÓN A LOS DISCAPACITADOS,
SE REUNIERON EN LOURDES POR EL 30º ANIVERSARIO DE ESTE MOVIMIENTO.
EL PAPA ENVIÓ AL MOVIMIENTO EL SIGUIENTE MENSAJE.
A mis queridos hijos e hijas del movimiento “Fe y Luz”
1. En esta Semana santa del primer año del
nuevo milenio, sintiéndome cercano a vosotros con el afecto y la oración, os saludo cordialmente a cuantos habéis peregrinado a la
gruta de Massabielle con ocasión del trigésimo
aniversario de la fundación de este movimiento. Que María misma os acoja y reavive en vosotros el deseo de “ir a beber a la fuente”, y os
conduzca, como hizo con Bernadette, al encuentro de su Hijo. En Lourdes brilla con una
fuerza singular el amor de Jesús y de María
por los más débiles, invitándoos a la acción de
gracias por las maravillas que Dios ha hecho
en vosotros. Os animo a reavivar y reafirmar
vuestra fe, para ser misioneros todos los días.
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2. Vosotros, los discapacitados, sois el corazón de la gran familia del movimiento “Fe y
Luz”. Vuestra vida es un don de Dios y os
convierte en testigos de la vida verdadera,
pues si la discapacidad os lleva a veces a luchas difíciles en vuestra existencia, vosotros,
como dijo Claudel, vivís a menudo con “almas engrandecidas en cuerpos entorpecidos”.
Queridos amigos, sois un tesoro para la Iglesia, que es también vuestra familia, y tenéis
un puesto especial en el corazón de Jesús.
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3. Desde hace treinta años, “Fe y Luz” no
ha dejado de recordar con audacia, valentía y
perseverancia la eminente dignidad de toda
persona humana. Podemos dar gracias por la
esperanza y la confianza que tantas personas
y tantas familias han encontrado en el movimiento. Deseo agradecer cordialmente a las
personas que atienden a los discapacitados el
trabajo insustituible que realizan diariamente
al servicio de los olvidados de nuestras sociedades y, sobre todo, la alegría que les ofrecen.
Así dan testimonio de que la alegría de vivir
es una fuente oculta, que tiene su origen en la
confianza en Dios y en María, su Madre. Quisiera saludar de un modo particular a Jean Vanier y Marie-Helène Mathieu, que desde hace
mucho tiempo trabajan sin reservas en favor
de la vida y de la promoción de las personas
discapacitadas.
4. Vuestra presencia en Lourdes, queridos
hermanos y hermanas, es también una llamada dirigida a los cristianos y a los responsables de nuestra sociedad para que comprendan cada vez mejor que la discapacidad, aunque necesita ayuda, es ante todo una invitación a superar cualquier forma de egoísmo y
a comprometerse en nuevas modalidades de
fraternidad y de solidaridad. Como recordé en
Roma durante su jubileo, la personas discapacitadas cuestionan “la concepciones de la vida vinculadas únicamente a la satisfacción, la
apariencia, la prisa y la eficiencia” (Homilía,
3 de diciembre de 2000, n. 5: L’Osservatore
Romano, edición en lengua española, 8 de diciembre de 2000, p. 5). Estimulan a todos los
miembros de la sociedad a apoyar moral y
materialmente a los padres que tienen a su
cargo hijos discapacitados. Ahora que se tiende cada vez más a suprimir antes de su nacimiento al ser humano que puede ser discapacitado, la acción de “Fe y Luz” es un signo
profético en favor de la vida y de una atención prioritaria a los más débiles de la sociedad.
5. En vuestra gran diversidad, al provenir
de setenta y cinco países, vivís una verdadera
dimensión ecuménica. La presencia conjunta
en Lourdes de cristianos de diversas confesiones – católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes – testimonia, partiendo de una convicción fundada en la fe común en Cristo resucitado, que cada persona es un don de Dios,
dotada de dignidad y derechos inalienables, y
que, a pesar de la discapacidad, puede vivir
feliz.
6. Con gran afecto, invoco sobre vosotros,
así como, sobre los que os acompañan y sobre
los que no han podido ir, la fuerza del Señor
resucitado, a fin de que otorgue a cada uno la
fuerza y la alegría para continuar la misión de
testimoniar el amor de Dios en el mundo. Siguiendo el ejemplo de Bernadette, acoged y
haced fructificar cada vez más la buena nueva, que la humanidad tanto necesita. Encomendándoos a la ternura maternal de Nuestra
Señora de Lourdes, os imparto de corazón la
bendición apostólica.
Es preciso realizar en Italia una promoción
casa vez más activa de la pastoral de la salud
LA COMISIÓN EPISCOPAL DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA
PARA EL SERVICIO DE LA CARIDAD Y LA PASTORAL DE LA SALUD ORGANIZÓ
EN FIUGGI, DEL 10 AL 12 DE MAYO, UN ENCUENTRO QUE TUVO POR TEMA:
“LA IGLESIA ITALIANA EN EL MUNDO DE LA SALUD; IDENTIDAD Y NUEVOS
CAMINOS”. EL 12 DE MAYO, JUAN PABLO II RECIBIÓ A LOS PARTICIPANTES
DE ESTE CONGRESO, EN AUDIENCIA EN LA SALA PABLO VI.
SU SANTIDAD LES DIRIGIÓ EL DISCURSO QUE PUBLICAMOS.
1. Me alegra mucho daros la bienvenida a
todos vosotros que, durante estos días, estáis reflexionando sobre la presencia de la
Iglesia en el mundo de la salud, de la enfermedad y del sufrimiento. Saludo, ante todo,
al cardenal Camillo Ruini, presidente de la
Conferencia episcopal italiana, y a monseñor Javier Lozano Barragán, presidente del
Consejo pontificio para la pastoral de la salud, a los que agradezco sus cordiales palabras. Saludo a los demás prelados presentes,
especialmente a monseñor Alessandro Plotti, arzobispo de Pisa y vicepresidente de la
Conferencia episcopal italiana, y a monseñor Benito Cocchi, obispo de Módena y
presidente de la Comision episcopal de la
Conferencia episcopal italiana para el servicio de la caridad y la pastoral de la salud.
Extiendo asimismo mi saludo a todas las
personas enfermas y a las que sufren, a sus
familias y a cuantos las cuidan. Como escribí en el Mensaje de este año para la Jornada
mundial del enfermo, deseo ir espiritualmente cada día a visitar a los que sufren, para “detenerme al lado de los enfermos hospitalizados, de sus familiares y del personal
sanitario” (n. 3: L’Osservatore Romano,
edición en lengua española, 1 de septiembre
de 2000, p. 3).
Vuestro, congreso, tan significativo por
muchos motivos, se inserta en el camino
emprendido por la Iglesia italiana para realizar una promoción cada vez más activa de
la pastoral de la salud. Os animo a proseguir
por ese camino, para que se reconozca a la
pastoral de la salud toda su fuerza de testimonio evangélico, con plena fidelidad al
mandato de Cristo: “Id, proclamad el Reino
de Dios y curad a los enfermos” (cf. Lc 9, 12; Mt 10, 7-9; Mc 3, 13-19).
Un programa apostólico
centrado en Cristo
2. Os habéis reunido para profundizar en
el sentido y las modalidades con que conviene actualizar hoy este mandato de Cristo.
Ciertamente, un atento discernimiento de
las actuales realidades socioculturales proporciona indicaciones concretas sobre cómo
debe ser la presencia de la Iglesia en el campo del cuidado de la salud, mejorando su calidad y descubriendo nuevos caminos de penetración apostólica.
A este propósito, como escribí en la carta
apostólica Novo millennio ineunte, es útil
recordar que “no se trata de inventar un
nuevo programa. El programa ya existe. Es
el de siempre, recogido por el Evangelio y
la Tradición viva. Se centra, en definitiva,
en Cristo mismo” (n. 29).
En el Mensaje para la VIII Jornada mundial del enfermo, durante el gran jubileo del
año 2000, ecribí: “Jésus no sólo curó a los
enfermos, sino que también fue un incansable promotor de la salud a través de su presencia salvífica, su enseñanza y su acción.
(...) En él la condición humana mostraba el
rostro redimido, y las aspiraciones humanas
más profundas encontraban su realización.
Quiere comunicar esta plenitud armoniosa
de vida a los hombres de hoy” (n. 10: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de agosto de 1999, p. 5). Sí, Jesús
vino para que todos “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Y el ámbito
de la salud y del sufrimiento es el que más
necesita el anuncio, el testimonio y el servicio del evangelio de la vida.
La Iglesia, imitando a Cristo, que asumió
el rostro “sufriente” del hombre para hacerlo “glorioso”, está llamada a recorrer el camino del hombre, especialmente si sufre
(cf. Redemptoris hominis, 7, 14 y 21; Salvifici doloris, 3). Su acción se dirige a la persona enferma para escucharla, cuidarla, aliviar sus penas y ayudarle a comprender el
sentido y el valor salvífico del dolor.
Nunca se insistirá suficientemente, y vosotros lo habéis hecho durante el congreso,
en la necesidad de poner en el centro a la
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persona, tanto del enfermo como de los profesionales de la salud.
Es preciso promover una salud integral
10
3. La Iglesia aprecia cuanto hacen los demás en este campo, y ofrece a las instituciones públicas su aportación para responder a
las exigencias de un cuidado integral de la
persona.
Al dar esa contribución, se siente impulsada y sostenida por una visión de la salud
que no es simplemente ausencia de enfermedad, sino tensión hacia una armonía plena y un sano equilibrio a nivel psíquico, espiritual y social. Propone un modelo de salud que se inspira en la “salvación saludable” ofrecida por Cristo: un ofrecimiento de
salud “global”, “integral”, que sana el enfermo en su totalidad. Así, la experiencia humana de la enfermedad es iluminada por la
luz del misterio pascual. Jesús crucificado,
al experimentar la lejanía del Padre, implora
su ayuda, pero, con un acto de amor y confianza filial, se abandona en sus manos. En
el Mesías crucificado en el Gólgota la Iglesia contempla a la humanidad que, con confianza, tiende sus brazos doloridos hacia
Dios. Con compasión y solidaridad se acerca al que sufre, haciendo suyos los sentimientos de la misericordia divina. Este servicio al hombre probado por la enfermedad
postula la estrecha colaboración entre los
profesionales de la salud y los agentes pastorales, entre los asistentes espirituales y el
voluntariado sanitario. ¡Cuán valiosa es, al
respecto, la acción de las diversas asociaciones eclesiales de agentes sanitarios, no
sólo de tipo profesional – médicos, enfermeros y farmacéuticos –, sino también de
índole más marcadamente pastoral y espiritual!
El servizio indispensable de los religiosos
4. A este propósito, merecen mención especial las instituciones religiosas que, fieles
a su carisma, siguen desempeñando un papel importante en este sector. A la vez que
agradezco a esas instituciones, tanto masculinas como femeninas, el testimonio que
dan con generosidad y competencia, a pesar
de las numerosas dificultades, les pido que
conserven y hagan cada vez más reconocible su carisma en las situaciones actuales.
Prestan un servicio público, y deseo vivamente que no les falte jamás el justo reconocimiento por parte de las autoridades civiles. Ese servicio exige, además, una fuerte
y decidida inversión en el campo de la formación específica de los profesionales de la
salud. Se trata de “obras de Iglesia”, patrimonio y diaconía del evangelio de la caridad para cuantos necesitan cuidados médicos. A esas obras nunca debe faltarles el
apoyo de toda la comunidad eclesial.
Amadísimos hermanos y hermanas, en
este ámbito privilegiado la Iglesia está llamada a testimoniar la presencia del Señor
resucitado. Quisiera repetir a todos los que
trabajan en él cuanto escribí en la citada carta apostólica Novo millennio ineunte: “¡Caminemos con esperanza! Un nuevo milenio
se abre ante la Iglesia como un océano immenso en el cual hay que aventurarse contando con la ayuda de Cristo” (n. 58). Que
al comienzo de este siglo sea más ágil el paso de quienes, como el buen samaritano, están llamados a inclinarse para curar al hombre herido y sufriente. María, que desde el
cielo vela maternalmente sobre los que sufren la prueba del dolor, sea el apoyo constante de cuantos se dedican a aliviarlo.
Con estos sentimientos, imparto de buen
grado a todos una especial bendición apostólica.
IX Jornada Mundial
del Enfermo
Sydney
11 febrero 2001
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
Mensaje del Papa Juan Pablo II al Presidente
del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud
A mi venerado hermano
Arzobispo Javier Lozano Barragán
Presidente del Consejo pontificio para la
pastoral de la salud
12
En la paz que viene de Dios, lo saludo a usted y a todos los que están congregados en la
catedral de Santa María en Sydney para el sacrificio eucarístico, que es el verdadero corazón de la IX Jornada mundial del enfermo. Le
pido que transmita al cardenal Edward
Clancy y a la Iglesia que está en Sydney y en
toda Australia la seguridad de mi cercanía en
la oración, mientras estáis reunidos para reflexionar sobre cómo la nueva evangelización, necesaria al comienzo del tercer milenio
cristiano, debe responder a las numerosas y
complejas cuestiones que surgen en el campo
de la asistencia sanitaria, siempre a la luz de
la cruz de Cristo, en quien el sufrimiento humano encuentra «su supremo y más seguro
punto de referencia» (Salvifici doloris, 31).
Pocas áreas de la actividad humana están
tan sometidas a los profundos cambios sociales y culturales que afectan a la época contemporánea como la asistencia sanitaria. Esta
es una de las razones por las que en 1985
constituí el organismo que se ha transformado
en el Consejo Pontificio para la pastoral de la
salud, que usted diligentemente preside. A lo
largo de los años, el Consejo pontificio ha
prestado un inestimable servicio no sólo a las
personas implicadas directamente en la asistencia sanitaria católica; sino también a la comunidad más amplia que afronta las numerosas cuestiones que han llegado a ser más
apremiantes aún desde que se fundó el Consejo. Doy fervientemente gracias a Dios todopoderoso por este servicio.
En el alba del nuevo milenio, es más urgente que nunca que el Evangelio de Jesucristo
impregne todos los aspectos de la asistencia
sanitaria; por eso me complace la elección del
tema para esta Jornada mundial del enfermo:
«La nueva evangelización y la dignidad del
hombre que sufre». La evangelización debe
ser nueva – nueva en sus métodos y nueva en
su ardor –, porque muchas cosas han cambiado y están cambiando en la asistencia de los
enfermos. No sólo la asistencia sanitaria
afronta presiones económicas y complejidades legales sin precedentes; también existe al
mismo tiempo una incertidumbre ética que
tiende a oscurecer lo que siempre ha sido su
fundamento moral evidente. Esta incertidumbre puede desembocar en una confusión fatal,
manifestándose como una incapacidad de
comprender que el fin esencial de la asistencia sanitaria consiste en promover y salvaguardar el bienestar de quienes la necesitan,
que la investigación y la práctica de la medicina no deben separarse de los imperativos
éticos, que los débiles y los que pueden parecer improductivos a los ojos de una sociedad
consumista tienen una dignidad inviolable
que siempre ha de respetarse, y que la asistencia sanitaria debería ser siempre accesible,
como un derecho básico, a todas las personas,
sin excepción alguna. Por lo que respecta a
todo esto, desearía aplicar a la tarea del Consejo pontificio y a las discusiones de vuestra
Conferencia lo que afirmé en mi reciente carta apostólica Novo millennio ineunte al concluir el Año jubilar: resulta cada vez más importante “explicar adecuadamente los motivos de la posición de la Iglesia, subrayando
sobre todo que no se trata de imponer a los no
creyentes una perspectiva de fe, sino de interpretar y defender los valores arraigados en la
naturaleza misma del ser humano” (n. 51).
La Jornada mundial del enfermo tiene una
palabra vital que decir, y el Consejo pontificio tiene un papel indispensable que desempeñar en la misión de la Iglesia de proclamar
al mundo el evangelio de vida y amor.
Mientras estáis reunidos en este día dedicado a Nuestra Señora de Lourdes, en la catedral consagrada a María Auxilio de los cristianos, lo encomiendo a usted y al cardenal
Clancy, al Consejo pontificio para la pastoral
de la salud y a todos los que participan en la
Jornada mundial del enfermo, a la intercesión
amorosa de María santísima, la mujer a quien
la Iglesia invoca como “Salud de los enfermos”. Como prenda de alegría y paz en su Hijo, el Redentor del mundo, le imparto de buen
grado mi bendición apostólica.
Vaticano, 18 de enero de 2001
JUAN PABLO II
Proclamar a los enfermos el mensaje de esperanza
que entraña el Evangelio
EL DOMINGO 11 DE FEBRERO, JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO,
JUAN PABLO II ANTES DE LA PLEGARIA DEL ANGELUS
PRONUNCIÓ LA SIGUIENTE ALOCUCIÓN:
Amadisimos hermanos y hermanas:
1. Hoy, memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, se celebra la Jornada mundial del enfermo. Este año el lugar designado
para esta significativa celebración es Sydney
(Australia), adonde ha ido monseñor Javier
Lozano Barragán, presidente del Consejo
pontificio para la pastoral de la salud, con sus
colaboradores. Además, todas las comunidades diocesanas centran hoy su atención en la
personas enfermas y los agentes sanitarios.
También en la basílica de San Pedro se realizará esta tarde la tradicional celebración eucarística, que presidirá el cardenal Camillo
Ruini. Al final, bajaré yo mismo para encontrarme con los enfermos y los peregrinos presentes.
En el Mensaje para esta Jornada, publicado
el 22 de agosto del año pasado, reflexioné sobre el tema: La nueva evangelización y la
dignidad del hombre que sufre. Los hospitales, los centros para enfermos o ancianos y
todo hogar donde está presente el sufrimiento
humano constituyen ámbitos privilegiados en
los que debe proclamarse el mensaje del
Evangelio, portador de esperanza. Por eso, es
importante, al comienzo del tercer milenio,
dar nuevo impulso al secular compromiso de
la Iglesia en el mundo de la sanidad, auténtico laboratorio de la civilización del amor.
los pequeños centros sanitarios, junto con numerosos laicos, trabajan en los países más
pobres en medio de dificultades y conflictos,
incluso arriesgando la vida para salvar la de
sus hermanos. A todos animo a proseguir esta
benemérita labor, que en muchas naciones
está produciendo una vasta y providencial
sensibilización de las conciencias.
3. Dirijamos ahora la mirada a la Virgen
santísima. La catedral de Sydney, en la que
tiene lugar la solemne celebración eucarística, presidida en mi nombre por el cardenal
Edward Bede Clancy, arzobispo de esa ciudad, está dedicada a María santísima “Auxilium christianorum”, Auxilio de los cristianos. Desde hace nueve años, en diversas partes del mundo se renueva, con ocasión de la
fiesta de la Virgen de Lourdes, esta cita con
el sufrimiento y la esperanza. Encomendémosle a ella los enfermos del mundo entero y
cuantos ponen a su servicio su competencia
profesional y, a veces, su vida entera.
2. Al observar la actual situación mundial,
no puedo olvidar que muchos hermanos y
hermanas, demasiados, carecen aún de la
asistencia sanitaria indispensable. Se trata de
una grave injusticia, que exige con urgencia
el esfuerzo de todos, especialmente de los
que tienen mayores responsabilidades en el
ámbito político y económico.
En esta significativa circunstancia quisiera
felicitar a todas las personas, instituciones religiosas y organizaciones no gubernamentales que se dedican con admirable solicitud al
servicio de los enfermos y de los que sufren.
En particular, pienso en la multitud de religiosos y religiosas que, en los hospitales y en
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Si aceptáis dócilmente la voluntad divina
seréis para muchos palabra de esperanza
DISCURSO DEL SANTO PADRE CON OCASIÓN DE LA IX JORNADA MUNDIAL
DEL ENFERMO, EN LA BASÍLICA DE SAN PEDRO, DOMINGO 11 DE FEBRERO.
EN LA BASÍLICA FUERON CONGREGANDO DESDE LAS PRIMERAS HORAS
DE LA TARDE MILES DE PEREGRINOS, QUE SE PREPARARON
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA MISA. PRESIDIÓ LA EUCARISTIA,
EN NOMBRE DEL PAPA, EL CARDENAL CAMILLO RUINI.
Amadísimos hermanos y hermanas:
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1. Como todos los años nos volvemos a encontrar hoy, 11 de febrero, para una cita ya
tradicional en la basílica vaticana. El pensamiento va naturalmente a la gruta de Massabielle, donde tanta gente se congrega para
orar durante el año ante la imagen de la Inmaculada Concepción. Y, precisamente en
nombre de María, os saludo a todos vosotros,
que os habéis reunido aquí para la celebración eucarística y para una sugestiva procesión con antorchas, que hace revivir el ambiente típico de Lourdes. Saludo asimismo a
quienes han promovido y organizado concretamente esta manifestación mariana, siempre
conmovedora.
Saludo, en primer lugar, al cardenal vicario
y a los obispos presentes; saludo a los responsables de la Obra romana de peregrinaciones y a todos los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que participan en el congreso teológico-pastoral nacional sobre el tema:
“Iglesia local, peregrinación y traditio fidei”.
En particular, os saludo a vosotros, queridos enfermos, así como a los responsables y
a los voluntarios de la UNITALSI, asociación benemérita que os asiste, especialmente
durante las peregrinaciones.
Una gran lección de vida
2. Queridos enfermos y voluntarios, vuestra presencia cobra un significado singular,
puesto que celebramos la Jornada mundial
del enfermo, que ya ha llegado a su novena
edición. Recuerdo aún la que vivimos el año
pasado. Nos encontrábamos en el intenso clima espiritual del gran jubileo, y el testimonio
de fe que dieron los que participaron en ella
causó una gran impresión. La adhesión generosa de los enfermos a la voluntad del Señor
constituye siempre una gran lección de vida.
Como repetí en otra ocasión, la Iglesia cuenta
mucho con el apoyo de los que se hallan probados por la enfermedad: su sacrificio, a veces incluso poco comprendido, unido a su in-
tensa oración, resulta misteriosamente eficaz
para la difusión del Evangelio y para el bien
de todo el pueblo de Dios.
Queridos hermanos y hermanas, quisiera
repetiros mi más vivo agradecimiento por
vuestra silenciosa misión en la Iglesia. Estad
siempre profundamente persuadidos de que
da una fuerza extraordinaria al camino de la
entera comunidad eclesial.
La luz del Evangelio ilumina
el dolor humano
3. Esta tarde, en el marco sugestivo de este
encuentro, queremos sentirnos en comunión
con nuestros hermanos que se han dado cita
en Sydney (Australia), con ocasión de la Jornada mundial del enfermo. El tema que he
elegido este año para esta celebración es: “La
nueva evangelización y la dignidad del hombre que sufre”. Es importante considerar y
meditar este tema, porque el dolor físico y el
espiritual marcan, más o menos profundamente, la vida de todos, y es necesario que la
luz del Evangelio ilumine también este aspecto de la existencia humana.
En la carta apostólica Novo millennio
ineunte, que firmé el día de la clausura del jubileo, invité a todos los creyentes a contemplar el rostro de Jesús. En esa carta escribí:
“la contemplación del rostro de Cristo nos
lleva así a acercarnos al aspecto más paradójico de su misterio, como se ve en la hora extrema, la hora de la cruz” (n. 25).
Sobre todo vosotros, amigos enfermos,
comprendéis cuán paradójica es la cruz, porque se os ha concedido sentir el misterio del
dolor en vuestra misma carne. Cuando, a
causa de una enfermedad grave, fallan las
fuerzas, se alejan los proyectos, largamente
cultivados en el corazón. Al sufrimiento físico a menudo se añade el espiritual, debido a
un sentimiento de soledad que atenaza a la
persona. En la sociedad actual, cierta cultura
considera a la persona enferma como un obstáculo molesto, y no reconoce la aportación
valiosa que da, en el ámbito espiritual, a la
comunidad. Es necesario y urgente redescubrir el valor de la cruz compartida con Cristo.
Pensar en el Paraíso no es evasión
4. En Lourdes, el 18 de febrero de 1858, la
Virgen dijo a Bernardita: “Yo no te prometo
ser feliz en este mundo, sino en el otro”. Durante otra aparición la invitó a dirigir la mirada al cielo. Escuchemos esas exhortaciones
de la Madre celestial como si nos las dirigiera
también a nosotros: son una invitación a valorar correctamente las realidades terrenas,
sabiendo que estamos destinados a una existencia eterna. Son una ayuda para sufrir con
paciencia las contrariedades, los dolores y las
enfermedades, con la perspectiva del Paraíso.
A algunos les ha parecido a veces que pensar
en el Paraíso es una forma de evadirse de la
actividad diaria; al contrario, la luz de la fe
ayuda a comprender mejor y, por tanto, a
aceptar de modo más consciente la dura experiencia del sufrimiento. Santa Bernardita
misma, probada duramente por el mal físico,
exclamó un día: “Cruz de mi Salvador, cruz
santa, cruz adorable, solo en ti pongo mi
fuerza, mi esperanza y mi alegría. Tú eres el
árbol de la vida, la escalera misteriosa que
une la tierra al cielo y el altar sobre el cual
quiero sacrificarme, muriendo por Jesús” (M.
B. Soubirous, Carnet de notes intimes, p. 20).
Dios nunca os abandona
5. Este es el mensaje de Lourdes, que tantos peregrinos, sanos y enfermos, han acogido y hecho suyo. Que las palabras de la
Virgen os fortalezcan interiormente, hermanos y hermanas que sufrís, a quienes renuevo la expresión de mi solidaridad fraterna.
Con vuestra enfermedad, si aceptáis dócilmente la voluntad divina, podéis ser para
muchos palabra de esperanza e incluso de
alegría, porque decís al hombre de este
tiempo, a menudo inquieto e incapaz de dar
un sentido al dolor, que Dios no nos ha
abandonado. Al vivir con fe vuestra situación, testimoniáis que Dios está cerca. Proclamáis que esta cercanía tierna y amorosa
del Señor hace que no exista ninguna fase
de la vida que no valga la pena vivir. La enfermedad y la muerte no son realidades de
las que hay que escapar o que hay que criticar como inútiles; ambas son, más bien, etapas de un camino.
Me apremia, de igual manera, animar a
cuantos se dedican con celo al cuidado de
los enfermos, para que prosigan su valiosa
misión de amor y experimenten en ella la
consolación interior que el Señor dispensa a
quien se convierte en buen samaritano del
prójimo que sufre.
Con estos sentimientos, os abrazo a todos
en el Señor y os bendigo de corazón.
Unidos a Cristo los que sufren se convierten
en ministros de la nueva evangelización
HOMILÍA DEL CARDENAL EDWARD BEDE CLANCY,
ENVIADO ESPECIAL DEL SANTO PADRE, AL CONCLUIRSE
LAS CELEBRACIONES DE LA JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
Vivimos aún en la luz del gran Jubileo, pero ahora se mezcla con el alba del nuevo milenio. En su Carta Apostólica Novo Millennio
ineunte, el Papa Juan Pablo II nos hace notar
las bendiciones del año del gran Jubileo. En
esta carta recuerda el gran florecimiento de
ejercicios e iniciativas jubilares que se han realizado en las diócesis y en las parroquias de
todo el mundo, pero dedica sus reflexiones a
los acontecimientos que han tenido lugar en
Roma o en los que él ha participado de manera personal e inmediata. Como es natural, se
trata de hechos que han tenido un alcance
universal.
El Papa recuerda el pedido de perdón en
nombre de toda la Iglesia por las culpas cometidas por sus hijos y por sus hijas a lo largo
de los siglos – lo llama purificación de la memoria de la Iglesia –. Recuerda el testimonio
que nos han dado tantos mártires en nuestros
tiempos; la índole peregrinante del año jubilar
manifiestada por numerosas peregrinaciones,
a Roma y a las tumbas de los Apóstoles, especialmente de parte de los jóvenes; el Congreso Eucarístico; las citas y los encuentros ecuménicos y su memorable peregrinación a Tierra Santa. Ve en el Año Santo con todas sus
actividades en todo el mundo, una expresión
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viviente de la presencia, del misterio y del
rostro de Cristo. Recordando las palabras que
algunos peregrinos griegos dirigieron al apóstol Felipe: «Queremos ver a Cristo», el Santo
Padre pregunta: «¿No es quizás la tarea de la
Iglesia reflejar la luz de Cristo en todo período histórico, para hacer resplandecer su rostro
también a las generaciones del nuevo milenio?». Cristo es nuestro todo, El es «nuestro
camino, nuestra verdad y nuestra vida», todas
las cosas son recapituladas en El, nosotros estamos unidos con El y entre nosotros como
miembros del único cuerpo místico.
Esta total asimilación e incorporación en
Cristo por lo que El se convierte en nuestra
totalidad y en nuestro fin, nuestro alfa y omega, es el tema constante de las lecturas de
hoy. En la primera lectura el profeta Isaías
describe de modo lírico al salvador que vendrá: «El pueblo que andaba a oscuras vio una
luz intensa. Sobre todos los que vivían en tierra de sombras, brilló una luz... Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado...»
(Is 9, 1-6).
A las palabras de Isaías hacen eco las de
san Pablo que escribe a los Efesios: «Por
cuanto nos ha elegido en El antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor, eligiéndonos
de antemano para ser sus hijos adoptivos por
medio de Jesucristo, según el beneplácito de
su voluntad, para alabanza de la gloria de su
gracia, con la que nos agradó en el Amado»
(1, 1-6). En el Evangelio Cristo mismo toma
la ocasión para confirmar esta verdad cuando se habla de su madre y de sus parientes:
«El que cumpla la voluntad de Dios, ése es
mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc
3, 35).
Luego de habernos conducido, a través de
sus reflexiones sobre el Jubileo, cara a cara
con Cristo, el Papa Juan Pablo II nos invita
ahora para que con Cristo y en Cristo afrontemos el futuro y respondamos a las invitaciones y a los retos que éste pone ante nosotros.
Por esto cita las palabras de Cristo en el
Evangelio de san Mateo: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»
(Mt 28, 20). «Esta certeza, queridos hermanos
y hermanas – dice el Papa – ha acompañado a
la Iglesia a lo largo de dos mil años y ahora ha
sido renovada en nuestros corazones con la
celebración del Jubileo. De ella debemos sacar un nuevo ímpetu de vida cristiana, para
que sea la fuerza inspiradora de nuestro camino de fe. Conscientes de la presencia del Señor resucitado en medio de nosotros, nos ponemos, pues, la misma pregunta que dirigieran a Pedro en Jerusalén después del sermón
de pentecostés: ‘¿Qué hemos de hacer?’
(Hech 2, 37)».
El Santo Padre hace notar que no se trata de
inventar un nuevo proyecto, pues existe uno
solo: el del Evangelio y de la tradición de la
Iglesia, que tiene su centro en Cristo mismo.
«Es un proyecto – añade – que no cambia con
el cambio de los tiempos y de las culturas,
aunque es preciso tener en cuenta el tiempo y
la cultura para establecer con ella un verdadero diálogo y una comunicación eficaz. Este
proyecto para cada tiempo es nuestro proyecto para el Tercer Milenio». En cambio, lo que
nos espera «es una entusiasmante obra de revitalización; una obra que implica a todos».
Seguidamente, el Papa indica algunas prioridades, como la santidad, la oración, los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía, la gracia y la Palabra revelada por Dios.
Se pone particular énfasis en la caridad, especialmente en aquella koinomia o comunión y
en las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
Así como Cristo invitó a Pedro a echar la red
otra vez, no obstante hubiese trabajado toda
la noche sin éxito, así también el Santo Padre
nos invita a emprender con fe y valentía – sin
ser turbados por desilusiones del pasado – este trabajo de revitalización de la Iglesia del
nuevo Milenio: es el Cristo del grande Jubileo que nos guía.
El Papa subraya que todos los bautizados,
sin excepción, están llamados a participar con
celo en esta nueva y bendita iniciativa. De este modo hace un llamado a la enseñanza de
san Pablo acerca de la unidad y de la diversidad en la Iglesia ilustrada mediante la comparación con el cuerpo: una cabeza y muchos
miembros. «Por esto – afirma el Papa – la
Iglesia del Tercer Milenio debe animar a todos los bautizados y a los que han recibido la
confirmación para que sean conscientes de su
responsabilidad activa en la vida de la Iglesia».
A este punto la Jornada Mundial del Enfermo nos obliga a interrogarnos sobre cuál sea
el lugar de los enfermos y de las personas que
los asisten en esta nueva iniciativa de revitali-
zación. Con la palabra «enfermos» y «afligidos» indicamos a todos los que sufren tanto
por razones de enfermedad – física o mental –
así como por las debilidades y los límites debidos a la edad que camina. Indicamos a los
que están afligidos de manera permanente; a
los que sufren de modo grave así como a
aquellos cuyos sufrimientos son quizás más
livianos.
Una cosa es cierta: en el ámbito providencial de las cosas los enfermos no son simplemente una desafortunada minoría, la herencia
del pecado original y algo que pesa a una
Iglesia que no obstante ello, se esfuerza por
construir el Reino de Dios. Es decir, no hay
necesidad de que pensemos en ellos como si
constituyeran un factor negativo en la misión
de la Iglesia. Esto lo podemos deducir incluso
si tenemos en cuenta el número de las personas implicadas: en el fondo ¿quién no es un
enfermo al menos en cierto momento de su
vida? Pero mucho más se puede deducir de la
importancia de los enfermos y de los afligidos en la misión terrena de Jesús: gran parte
de su tiempo lo pasó curando a los enfermos:
«Su fama llegó a toda Siria; y le traían todos
los pacientes aquejados de enfermedades y
sufrimientos diversos, endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los sanó» (Mt 4, 24).
La llave del significado de los enfermos en
la obra de la redención y de la salvación está
en el sufrimiento. En efecto, la obra de Cristo
para aliviar los sufrimientos era el simbolismo de su perdón de los pecados: «Y con todo
eran nuestras dolencias las que él llevaba» (Is
53, 4). Aún más, El elige el sufrimiento para
sí mismo como medio de nuestra redención.
Por esto los que sufren pacientemente están
unidos a Cristo nuestro salvador de modo
único y privilegiado. S. Pablo era muy consciente de ello: «Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la
Iglesia» (Col 1, 24). Hablando al que sufre,
en su mensaje para la presente Jornada, el
Santo Padre dice: «Los invito a contemplar el
misterio de Cristo crucificado y resucitado,
de modo que descubráis el amoroso plan de
Dios en su misma experiencia de dolor. En
efecto, sólo contemplando a Jesús, «varón de
dolores y sabedor de dolencias» (Is 53, 3), es
posile encontrar serenidad y confianza». Los
enfermos y los que sufren, unidos íntimamente a Cristo, a través de sus sufrimientos son
activos y, antes bien, son ministros clave de la
nueva evangelización. De este modo se santifica el sufrimiento vivido con fe.
Y si los que sufren se vuelven uno con
Cristo, lo mismo vale para los que se ocupan
de ellos. Continúan la misión de Cristo llevando consuelo, comprensión, alivio y animación a los enfermos y a veces hacen milagros humanos a través de sus conocimientos.
En esta era tecnológica, sin embargo, a ellos
les compete llevar ante todo ese calor personal y ese amor que abraza a todo ser humano
como hijo de Dios y heredero del Reino de
los cielos, y reconocer a Cristo mismo en el
enfermo. «Estuve enfermo – dice Jesús – y
me visitasteis» (Mt 25, 35).
El sufrimiento y el cuidado al que sufre son
dos apostolados paralelos e interdependientes. Obtienen su linfa directamente del Evangelio y, como pocos pueden hacer, logran que
Cristo esté presente en nuestro mundo. Ambos, pues, están destinados a jugar un papel
central para dar nueva vida a la Iglesia del
nuevo milenio.
La Iglesia australiana cuenta con un envidiable pasado en lo que se refiere al apostolado de la salud. Inmediatamente después de la
llegada de los europeos y desde que se eliminaron las restricciones a la Iglesia católica,
han surgido hospitales católicos en los mayores centros habitados, sobre todo gracias a las
congregaciones religiosas. La superioridad de
los hospitales y de los demás equipos de la
pastoral sanitaria de la Iglesia ha sido reconocida siempre por la comunidad civil y los
doctores y las enfermeras australianas han sido y son aún hoy entre los mejores del mundo. Sin embargo, en estos años las estructuras
de pastoral sanitaria de la Iglesia, así como
los hospitales de todo el mundo, han tenido
que afrontar problemas cada vez más crecientes. Ha habido un exorbitante aumento de
costos; un menor número de jóvenes asume la
profesión de enfermería como vocación religiosa; nuevas enfermedades amenazan la vida humana y van a pesar en los recursos disponibles; la misma profesión médica, en fin,
se encuentra diariamente frente a problemas
complejos de orden médico-moral. Estos son
los retos de los cuales hemos discutido en estos días.
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Con esta Misa, pues, dirigimos nuestra oración a Dios, agradeciéndole ante todo por la
divina asistencia que ha sido nuestra confianza en el pasado. Le pedimos también que nos
ilumine, que nos de fuerza y nos guíe mientras aceptamos los retos y captamos las oportunidades que se nos presentan. Debemos
orar en especial por las vocaciones religiosas
dedicadas a la pastoral de la salud, porque
ellas tendrán siempre un papel clave por desarrollar. El Santo Padre ha remarcado también
la importancia de una oración ferviente y de
una estrecha unión con Cristo mientras entramos decididamente en el nuevo milenio.
En la tradición católica María siempre ha
sido reconocida como amiga y patrona de los
enfermos y de los que sufren, en los que ella
ve de modo especial la clara imagen de su
Hijo divino. Madre de todos nosotros, María
tiene particular compasión por sus hijos enfermos. Por esto la invocamos como Salud
de los afligidos en las letanías de Loreto. Ma-
ría misma ha demostrado su especial atención por los enfermos y los afligidos en lugares como Lourdes y Fátima. Naturalmente,
de esto se desprende que también los que
asisten a los enfermos ocupen un lugar particular en su corazón. Por tanto, es realmente
apropiado que la Jornada Mundial del Enfermo esté asociada siempre a un santuario mariano, como sucede en la Misa de hoy que la
celebramos en la hermosa iglesia madre de
Australia, dedicada a Nuestra Señora auxilio
de los cristianos.
Recordando que esta jornada está dedicada
no sólo a los enfermos de Australia, sino a los
enfermos de todo el mundo, en esta festividad
de Nuestra Señora de Lourdes confiamos a su
corazón materno a todas las personas enfermas, lo mismo que a las personas que las asisten.
S.E.R. Card. EDWARD BEDE CLANCY
Arzobispo de Sydney
Celebración de la IX Jornada Mundial del Enfermo
“La nueva evangelización
y la dignidad del hombre que sufre”
SYDNEY, 11 FEBRERO 2001
Se ha celebrado solemnemente la IX Jornada Mundial
del Enfermo en la Catedral de
St. Mary en Sydney, Australia.
“La elección del continente
australiano con su riqueza cultural y étnica – como lo recordara el Santo Padre en su Mensaje para esta Jornada – pone
de relieve el estrecho vínculo
de la comunión eclesial: supera
las distancias y favorece el encuentro entre diversas identidades culturales, hechas fecundas
por el único anuncio de la salvación”. La nueva evangelización y la dignidad del hombre
que sufre ha sido el tema de esta IX Jornada Mundial del Enfermo, para poner también el
acento en la necesidad de
evangelizar con renovado empeño esta esfera de la experiencia humana y favorecer así la
orientación al bienestar integral de la persona y al progreso
de todas las personas en todas
partes del mundo.
Han formado parte de la Misión pontificia, guiada por Su
Eminencia el Cardenal Edward
Bede Clancy, Enviado Especial
del Santo Padre a la IX Jornada
Mundial del Enfermo, el Revdo. P. Krzysztof Nykiel, Oficial del Pontificio Consejo para
la Pastoral de la Salud, el Dr.
John Gallagher y el Juez John
Slattery.
El Arzobispo Javier Lozano
Barragán, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral
de la Salud, junto con el Obispo Secretario Mons. José L.
Redrado, O.H., han guiado la
Delegación de un grupo de dieciseis personas: oficiales del
Dicasterio, prelados, sacerdotes, religiosos y laicos que están comprometidos en la Pastoral de la salud.
La característica sobresalien-
te de la celebración de la IX
Jornada Mundial del Enfermo
ha sido el compromiso de parte
del Pontificio Consejo para la
Pastoral de la salud, de la Conferencia Episcopal Australiana
de los Obispos Católicos y de
la Comisión Episcopal de la
Pastoral sanitaria. Esta colaboración convergente ha hecho
posible no sólo una adecuada
preparación y la celebración de
la Jornada, sino también su particular fuerza sensibilizadora
hacia áreas cada vez más amplias tanto de fieles como de
instituciones religiosas y laicas
comprometidas en el campo de
la salud y del sufrimiento.
Preparación remota
de la Jornada
La celebración de la Jornada, anunciada y convocada con
el Mensaje del Santo Padre, ha
sido objeto de numerosas iniciativas de preparación. Es preciso recordar que este Pontifico
Consejo, a través de los Obispos Encargados para la Pastoral sanitaria y de los medios de
comunicación (Internet, prensa, entrevistas de los Superiores, etc.) se ha ocupado de la
capilar difusión en el ámbito
internacional del Mensaje del
Santo Padre, así como de la
preparación del cartel oficial de
la Jornada y de los varios subsidios. Asimismo, la Radio Vaticana ha transmitido en vivo las
principales iniciativas relacionadas con la celebración.
La celebración de la
IX Jornada Mundial
del Enfermo
Los momentos salientes de
la celebración que han caracterizado las jornadas del 8, 9 y
10 de febrero y han culminado
en la solemne celebración para
concluir la IX Jornada Mundial
del Enfermo del 11 de febrero,
han sido los siguientes: visitas
a algunos hospitales y clínicas
(8-9 de febrero), encuentro con
el Alcalde de Sydney y con las
autoridades civiles y eclesiásticas (9 de febrero), la Conferencia sobre la Nueva evangelización y la dignidad de la persona que sufre (10 de febrero) y
la solemne celebración del día
11 de febrero.
1) Las visitas a algunos hospitales y clínicas. Jueves 8 de
febrero: S.E. Mons. J. Lozano
Barragán, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral
de la Salud, junto con el Secretario del Dicasterio S.E. Mons.
José Redrado, O.H., y algunos
miembros de la Delegación vaticana, ha visitado el “Burwood Hospital”, el hospital católico de los Hermanos de San
Juan de Dios con 86 camas,
donde ha constatado como se
evangeliza hoy en Australia el
mundo de la salud y del sufrimiento. La Delegación ha sido
recibida por el Provincial y Director del hospital Peter Burke
que ha explicado su misión
desde hace más de 40 años en
el continente australiano. Seguidamente, se ha realizado un
encuentro con el personal hos-
pitalario y la visita a varios
sectores animando a los enfermos y llevando a todos la bendición del Santo Padre.
En la mañana del viernes 9,
la Delegación vaticana guiada
por el Arzobispo Presidente Javier Lozano Barragán, ha visitado el “St. Vicent Hospital”
dirigido por las Hermanas de la
Caridad de San Vicente de
Paúl. Causa impresión la inmensidad del complejo hospitalario. Funcionan al mismo
tiempo el hospital público y
aquel privado, la clínica y el
instituto de investigación sobre
el cáncer y los trasplantes. La
Delegación ha tenido un encuentro con el personal del
hospital y con los enfermos. En
esta visita se ha constatado que
el instituto de investigación sobre el cáncer y los trasplantes
realmente está a la vanguardia.
Jornada Mundial del Enfermo,
así como algunos prelados de
la Conferencia Episcopal Australiana y los representantes de
la Comisión episcopal de la
Pastoral sanitaria.
2) El encuentro con el Alcalde de Sydney y con algunas autoridades civiles y eclesiásticas
El día viernes 9 de febrero
por la tarde, el Presidente S.E.
3) Conferencia sobre la nueva evangelización y la dignidad de la persona que sufre. El
sábado 10 de febrero, se ha
desarrollado en el auditorium
del Mary Mackillop Place de
Sydney una Conferencia sobre
el tema: Nueva evangelización
y la dignidad de la persona
que sufre, cuyo moderador ha
sido Mr. Francis Sullivan, Director Ejecutivo del “Catholic
Health Australia”.
Han participado cerca de
500 personas provenientes de
toda Australia, Italia, España,
Filipinas y de otros países de
Asia y Oceanía, quienes han
seguido con mucho interés las
diferentes comunicaciones e
intervenciones. Además de la
Delegación vaticana guiada
por el Presidente del Dicasterio
S.E. Mons. Javier Lozano Ba-
Mons. J. Lozano junto con el
Secretario S.E. Mons. Redrado, y otros miembros de la Delegación llegada desde Roma,
ha encontrado en la “Sydney
Town Hall” al Alcalde de Sydney, Mr. Frank Sartor. Además
de las palabras de cordial saludo, ha habido un intercambio
de dones. En el encuentro han
participado también S.E.R. el
Cardenal Edward Bede Clancy,
Arzobispo de Sydney y Enviado Especial del Papa para la IX
rragán, estaban presentes
S.E.R. el Cardenal Edward Bede Clancy, Arzobispo de Sydney y Enviado Especial del Papa para la celebración de la IX
Jornada Mundial del Enfermo,
el Arzobispo de Canberra y
Goulburn, Mons. Francis Carroll, Presidente de los Obispos
Católicos de la Conferencia
Episcopal Australiana, S.E.
Mons. John Joseph Gerry, Auxiliar del Obispo de Brisbane,
Presidente de la Comisión
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Episcopal para la Pastoral sanitaria, los Presidentes y representantes de las Asociaciones y
Federaciones católicas Internacionales del mundo de la salud:
Médicos, Farmacéuticos y Enfermeros, Capellanes hospitalarios, Religiosos/as y Enfermeros/as y estudiantes de las
facultades de medicina. Ha sido significativa la presencia de
las personalidades del mundo
científico y cultural de la Nación.
Los participantes han sido
acogidos por el Enviado Especial del Papa Card. Edward B.
Clancy, S.E. Mons. Francis
Carroll, Arzobispo de Canberra
y Goulburn y Presidente de la
Conferencia Episcopal Australiana de los Obispos católicos y
Mr. Francis Sullivan, Director
Ejecutivo del “Catholic Health
Australia”.
El Presidente del Dicasterio
S.E. Mons. Lozano ha inaugurado los trabajos de la Conferencia con una ponencia acerca
de los Organismos episcopales, nacionales y parroquiales
para la pastoral de la salud,
uniendo así el tema de la Conferencia sobre la nueva evan-
gelización y la dignidad de la
persona que sufre, con el alcance evangelizador de estos
Organismos.
En su intervención el Presidente ha remarcado, entre
otros, el concepto de la salud
que “no es sólo ausencia de la
enfermedad, sino una tensión
armoniosa hacia el bienestar físico, psíquico, social y espiri-
tual que permite al hombre desarrollar la misión a la que
Dios lo ha destinado, según la
etapa de la vida en la que se encuentra”. En lo que se refiere al
origen de la vida, el principio
básico sigue siendo el de siempre: “La vida humana es un
don de Dios y debemos considerarlo como tal”. El modo con
el que Dios quiere que este don
sea transmitido, constituye la
forma más elevada de amor, es
decir, el amor matrimonial de
los cónyuges dentro de una familia. Todo lo que contradice
este principio, que vale también para la eutanasia – ha añadido el prelado – no puede ser
aceptado desde el punto de vista moral”.
Luego de la introducción del
Presidente del Dicasterio han
seguido varias intervenciones,
orientadas para dar un válido
aporte al tema de la Jornada.
Sor Annet Cunliffe RSG, Director de la Asociación Católica de la Sanidad en Australia, y
Fr. Gerlad A. Arbuckle SM,
Codirector del “Refounding
and Pastoral development” de
Sydney, han hablado de la Pastoral sanitaria como “Ministe-
rio que toca la esencia misma
de la Iglesia”. Al tratar el tema
“Evangelizing in the Health
System. Etical, legal, pastoral
questions”, los tres conferencistas: el Revdo. Dr. Gerald
Gleeson, del Catholic Institute
de Sydney, el Prof. Peter Dwyer de la Universidad del
“New South Wales” y Ms. Janine Wilson, Psicoterapeuta y
Docente de Teología pastoral
en el “Catholic Institute” de
Sydney, se han detenido sobre
el “modo” con el cual se debe
evangelizar hoy el sistema sanitario desde el punto de vista
ético, legal y pastoral.
Asimismo, el día 10 por la
tarde, se han realizado las
“Workshops” sobre como apoyar “La identidad católica en
el mundo de la salud”, es decir,
la del médico, del enfermero,
del capellán y del agente de
pastoral de la salud.
Al respecto, han intervenido
el Dr. Gian Luigi Gigli, Presidente de la Federación Internacional de Médicos Católicos
(FIAMC), Mme. Anne Verlinde, Secretaria General del Comité Internacional de Enfermeras y de Asistentes Médico-Sociales Católicos (CICIAMS) y
el P. David Ranson, Capellán
del Hospital St. Vincent de
Melbourne.
La Jornada de estudio y reflexión se ha concluido con algunas sugerencias y propuestas
para presentarlas a la Conferencia Episcopal, cuya finalidad es mejorar la presencia de
los Buenos Samaritanos de hoy
en el amplio campo de la salud
y del sufrimiento, que sigue
siendo el lugar privilegiado para una nueva evangelización.
4) La celebración del 11 de
febrero. Durante la mañana del
11 de febrero el Arzobispo Javier Lozano Barragán, Presidente del Dicasterio, acompañado por el Secretario del Dicasterio S.E. Mons. José L. Redrado, por los Revdos. P. Gianfranco Grieco de L’Osservatore Romano, el P. Antonio Soto
y el P. Krzysztof Nikiel, Oficiales del Dicasterio, ha inaugurado la Jornada visitando a
algunos enfermos del “St. Vincent’s Hospital”. El Presidente
y el Secretario han animado a
los enfermos llevándoles la
Bendición del Santo Padre y a
algunos dándoles la Santa Comunión y administrándoles el
sacramento de la Unción de los
Enfermos. También durante la
misma mañana el Presidente
del Dicasterio Arzobispo Javier Lozano ha presidido en el
“St. Vincent Hospital” una
Santa Misa para los enfermos y
los agentes sanitarios que no
podían ir a la Catedral, durante
la cual ha administrado a algunos enfermos el sacramento de
la Unción de los Enfermos.
El momento más significativo de la celebración ha sido la
solemne concelebración eucarística del Domingo 11 de febrero, festividad de la Beata
Virgen de Lourdes, presidida
por el Enviado Especial del
Santo Padre para esta Jornada,
el Card. Edward Bede Clancy,
Arzobispo de Sydney. Con él
han concelebrado 25 prelados,
entre los cuales arzobispos y
obispos del Continente de Oceanía con el Presidente de la
Conferencia Episcopal Australiana de Obispos Católicos,
S.E. Mons. Francis Carroll, el
Arzobispo de Canberra y
Goulburn, el Arzobispo Francisco Canalini, Nuncio Apostólico en Australia, el Arzobispo
Javier Lozano Barragán, Presidente del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud, el
Obispo Secretario Mons. José
L. Redrado, S.E. Mons. John
Joseph Gerry, Auxiliar del
Obispo de Brisbane, Presidente
de la Comisión Episcopal para
la Pastoral sanitaria, los Obispos que habían venido de Papua Nueva Guinea, de Nueva
Zelandia, de Malaysia y Ghana, así como algunos Oficiales
del Pontificio Consejo y cerca
de 100 sacerdotes de la Archidiócesis de Sydney.
Solemne y compasada ha
sido la concelebración eucarística en la que han participado 3600 peregrinos, entre los
cuales muchos enfermos y sus
acompañantes; estaban presentes también los Presidentes
y representantes de las Asociaciones y Federaciones Internacionales del mundo de la
salud: Médicos, Enfermeros,
Capellanes hospitalarios, Religiosos/as, estudiantes de las
facultades de medicina, así
como una representación de
las Religiosas de la FERS de
España.
Al comienzo de la solemne
concelebración eucarística, desde el altar de la Catedral de
Sydney, dedicada a la Virgen de
la Consolación, S.E. Mons. Javier Lozano Barragán, Presidente del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud ha
leído en inglés el mensaje que
el Santo Padre Juan Pablo II le
dirigiera con ocasión de esta
Jornada, acogido con un largo
aplauso de la asamblea recogida en oración. Una vez más, las
palabras del Santo Padre han
llegado al corazón proyectando
en el futuro esta Iglesia llamada
a defender el valor de la vida,
desde su concepción hasta su
natural atardecer.
El Card. Edward Bede
Clancy, Arzobispo de Sydney y
Enviado Especial del Papa para las celebraciones de la IX
Jornada Mundial del Enfermo,
ha resumido en su homilía todo
el mensaje jubilar del Santo
Padre contenido en la Carta
Apostólica Novo Millennio
ineunte, para remarcar la urgencia de partir de nuevo desde Cristo y con Cristo para
evangelizar todo ámbito de
apostolado y en particular el de
la salud y del sufrimiento. La
IX Jornada Mundial del Enfermo, recordaba el Card. Clancy,
“nos obliga a preguntarnos
cuál es el lugar de los enfermos
y de quien los asiste en esta
nueva iniciativa de revitalización post-jubilar...”; “El sufrimiento y el cuidado de quien
sufre – ha afirmado el purpurado – son dos apostolados paralelos e interdependientes. Sacan su linfa directamente del
Evangelio y hacen presente a
Cristo en el mundo como pocos otros lo hacen. Por tanto,
ambos están destinados a jugar
un papel determinante para dar
nueva vida a la Iglesia del tercer Milenio”.
También ha sido conmovedor el momento de la administración del sacramento de la
Unción de los Enfermos a 25
enfermos de parte del Card.
Clancy, Enviado Especial del
Papa, del Presidente del Dicasterio S.E. Mons. Javier Lozano
Barragán, y de los otros dos
Prelados de la Iglesia local.
La celebración de la Jornada
se ha concluido con la solemne
Bendición a todos los participantes y en particular a los enfermos.
El día 13 de febrero, durante
el viaje de regreso a Roma, por
invitación de la Comisión Episcopal de la Pastoral Sanitaria
Tailandesa, el Presidente S.E.
Mons. Javier Lozano Barragán,
acompañado por el Obispo Secretario Mons. Redrado y por
los demás miembros de la Delegación vaticana, se ha deteniDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
21
do en Bangkok, visitando luego
Rayong, ciudad que dista 200
Km. de Bangkok, un centro de
tratamiento para enfermos de
SIDA seguido por los Padres
Camilos, donde se ha realizado
un Encuentro con la Comisión
de la Pastoral Sanitaria de la
Iglesia local guiada por S.E.
Mons. Lawrence Khai SaenPhon-On, Arzobispo de Thare
y Nonseng, y con los responsables del Centro. Durante el encuentro se ha presentado la situación de la Pastoral sanitaria
en Tailandia, así como las actividades que se desarrollan en el
centro. El Arzobispo Presidente ha puesto en evidencia las líneas fundamentales para una
Pastoral sanitaria a nivel de
Conferencia Episcopal. En dicho Encuentro han participado
también S.E. Mons. Adriano
Bernardini, Nuncio Apostólico
en Tailandia, S.E. Mons. Lawrence Thienchai Samanchit,
Obispo de Chanthaburi, el P.
Gianfranco Grieco de L’Osservatore Romano, Mons. Jean
Marie Mpendawatu, el P. Antonio Soto y el P. Bernard Gras-
22
ser, M.I., Oficiales y colaborador del Dicasterio, respectivamente.
La visita se ha concluido con
una concelebración eucarística,
acompañada con cantos y oraciones y presidida en lengua
thai por el Arzobispo Lawrence Khai Saen-Phon.On, Responsable para la Pastoral Sanitaria en Tailandia, a la que han
participado, además de la Delegación vaticana, S.E. Mons.
Lawrence Thienchai Samanchai y algunos Padres Camilos
del centro. Ha sido una celebración muy gozosa que ha tenido como verdaderos protagonistas los enfermos, los niños y
los adultos.
Después de la celebración
eucarística la Delegación ha
compartido el almuerzo con
los dirigentes del centro y con
todos los enfermos.
La Delegación vaticana ha
regresado a Roma el 14 de febrero por la mañana.
Los servicios logísticos y de
transfer, organizados por el Vice Secretario del Dicasterio,
Revmo. P. Felice Ruffini, M.I.,
con la activa colaboración del
personal de la Secretaría general del Dicasterio, han hecho
confortable e impecable el desarrollo de los diferentes momentos de la articulada participación a la celebración de Sydney y al Encuentro de Rayong.
Conclusión
1. Es necesario subrayar la
buena preparación de la Jornada y el buen desarrollo de la
misma.
2. Al participar en las jornadas de estudio y de oración, se
ha podido constatar la apertura,
la hospitalidad y la acogida de
parte de la Iglesia australiana.
3. Se puede notar el desarrollo positivo de la Pastoral sanitaria en Australia.
4. La participación de los varios grupos con una inmediata
integración en el desarrollo de
las jornadas.
5. De la Jornada ciertamente
permanece el espíritu de la celebración que llevará a una mayor atención hacia los enfermos y los que sufren que son y
siguen siendo siempre el cami-
no de la Iglesia. En el alba del
nuevo milenio es sobremanera
urgente proclamar el Evangelio
de la vida y reafirmar la dignidad de la persona que sufre.
6. El Mensaje del Santo Padre, su amor por los enfermos
y los que sufren, son como una
invitación dirigida a todos, especialmente a los enfermos de
toda edad y condición, a abandonarse en los brazos paternos
de Dios; también es una invitación para seguir siendo custodios y Testigos del Evangelio
de la vida, haciendo el bien a
quien sufre y haciendo el bien
con el propio sufrimiento. Por
consiguiente, ha sido acogida
con nuevo entusiasmo el depósito jubilar del Santo Padre
contenido en la Carta Apostólica Novo Millennio ineunte, para partir de nuevo de Cristo y
evangelizar todo campo de
apostolado y en particular el de
la salud y del sufrimiento que
es auténtico laboratorio de la
civilización del amor.
P. KRZYSZTOF NYKIEL
Oficial del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud
Argumentos
Dolor físico y sufrimiento
moral del Hombre-común
y del Hombre-Cristo
Necesidades espirituales
del niño enfermo
y su antención pastoral
Filosofía,
construcción de una profesión
Aspectos neurológicos
de la muerte
La muerte:
temores y esperanzas
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
Dolor físico y sufrimiento moral
del Hombre-común y del Hombre-Cristo
INTERPRETACIÓN FISIOPATOLÓGICA Y TEOLÓGICA
EL FENÓMENO DE LA HEMATIDROSIS
CULPA - MAL
(pecado original)
ALGOS o
DOLOR FISICO
(percepción que indica
pura PASIVIDAD:
FASE BIOLOGICA)
PATHOS o
SUFRIMIENTO MORAL
+++
(libre y consciente RE-ACTIVIDAD
del hombre que implica
la voluntad: FASE ETICA)
Fig. 2 Representación esquemática de las principales
estaciones de la anti-nocipercepción.
núcleos talámicos
mediales e intralaminares
sistema
límbico
núcleo ventral
póstero-lateral
núcleos talámicos
posteriores
hipotálamo
formación
reticular
–––
AUMENTO
RESISTENCIA
FISICA Y PSIQUICA
+
+
+
–
24
Sabemos que de la fase biológica del dolor físico (o algos)
el hombre madura una fase ética de interiorización del propio
dolor físico, que es el dolor
moral, o sufrimiento (pathos)
que representa un momento de
libre y consciente reactividad
del propio Yo que implica la
voluntad. Ya sea en el Hombrecomún como en el HombreCristo, esta condición conduce
a un conocimiento de Dios más
profundo y, por tanto, a un aumento de la fe, momento fundamental que tiende a que se
acepte y se soporte incluso situaciones clínicas de dolor realmente muy intenso tanto en
las patologías clínicas que
afectan al hombre común
(Zucchi-Honings, 1996), como
en la situación agónica de la
crucifixión del Hombre-Cristo.
Fig. 1. Interpretación médico-teológica del dolor y del sufrimiento.
Gate Control: puerta de control de las aferencias nociperceptivas
Endorfine: substancias endógenas de naturaleza opiácea de acción analgésica
––
PRIMERA PARTE
Interpretación
fisiopatológica del dolor
y del sufrimiento
en el Hombre-común
s. gris periacueductal
CONOCIMIENTO
de DIOS
+++
gate
control
endorfinas
AUMENTO
DE FE
Fig. 3. Representación esquemática
de los receptores de la sensibilidad.
Corpúsculo
de Pacini
PRESION
Corpúsculo
de Meissner
TACTO
Corpúsculo
de Ruffini
CALOR
Corpúsculo
de Krause
FRIO
núcleo gigantocelular
medúla espinal
(Fig. 1)
Terminaciones
libres
DOLOR
El aumento del umbral del
dolor (= disminución de la percepción del dolor físico y del
sufrimiento moral) en el creyente se debe a un aumento de
las resistencias físicas y psíquicas que es capaz de realizar la
condición de Fe en el organismo de cada individuo que tenga como punto de referencia
una Entidad Superior (Fig. 1)
(Zucchi-Honings, 1996).
mún y en el Hombre-Cristo
trata de levantar el umbral del
dolor consiste: a) neurofisiológicamente en la activación de
las vías de la antinocipercepción (Fig. 2) representadas por
haces inhibores descendientes
que determinan el cierre de la
puerta al imput nociperceptivo,
causado por la noxa algógena,
que parte de los diferentes tipos de receptores (Fig. 3) y recorre los haces ascendentes de
la nocipercepción (Haz Neoespinotalámico y Haz Paleoespinotalámico) (Fig. 4) a nivel de
las diferentes estaciones (Fig.
5), como sostiene también la
«Teoría del Ingreso» de Melzack y Wall (1965, cf Fig. 6),
b) neurofarmacológicamente
Mecanismo fisiopatológico
del aumento del umbral
del dolor
El mecanismo fisiopatológico mediante el cual la condición de fe en el Hombre-co-
Fig. 4. Representación esquemática de la
sección neoespinotalámico y
paleoespinotalámico, vías que conducen y
modulan el dolor hasta los centros superiores.
en la liberación de encefalinas,
sustancias endógenas que produce el organismo, de naturaleza incluso opiácea (morfínica)
de acción analgésica, localizadas en varios niveles del Sistema Nervioso Central (Núcleos
Talámicos Mediales e Intralaminares, Sistema Límbico, Núcleo Ventral Póstero Lateral,
Núcleos Talámicos Posteriores, Hipotálamo, Formación
Reticular, Sustancia Gris Periacueductal, Núcleo Gigantocelular) (Fig. 2).
Sistemas del organismo
que interfieren con el dolor
El dolor constituye una enti-
Fig. 5. Representación esquemática de las estaciones
de la nocipercepción. (I neurón: receptor-médula;
II neurón: médula-tálamo; III neurón: tálamo-corteza).
CORTEZA
II neurona
TALAMO
MESENCÉFALO
Formación
reticular
Trecho
neoespinotalámico
PUENTE
Trecho
paleoespinotalámico
I neurona
BULBO
Trecho
espinotalámico
Ineurona
RECEPTORES
MÉDULA ESPINAL
CONTROL
CENTRAL
SISTEMA DE CONTROL
L
+
INGRESO
– +
T
SG
–
–
SISTEMA
DE
ACCION
+
S
DEL INGRESO
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
Fig. 6. Representación esquemática
de la «Teoría del control del
ingreso» (gate control theory)
según Melzack y Wall (1965).
L = Fibras aferentes de diámetro
grande; S = fibras aferentes de
diámetro pequeño;
SG = interneurón de la Sustancia
Gelatinosa que determina la
inhibición presináptica en las
fibras aferentes que convergen en
un mismo neurón T. La actividad
del interneurón (SG) es excitada
por los impulsos conducidos por las
fibras de diámetro grande e
inhibida por los conductos de las
fibras de diámetro pequeño.
25
Fig. 7. Sistemas del organismo que interfieren con el dolor.
Interpretación fisiopatológica del fenómeno de la hematidrosis.
Sistema simpático
(activación)
Sistema inmunitario
Anticorpopoiesis
Sistema opiáceo
(endorfinas)
(monokine, linfokine)
Sistema neuroendocrino
(citokine, hipotálano, hipófisis, ACTH, glucocorticoides)
26
DOLOR
Sistema inflamatorio
Hematidrosis
(síndrome hemorrágico
de hiperfibrinólisis)
Radicales libres
(Histamina,
bradiquinina, serotonina,
PGE, K+, catecolamina, sustancia P)
dad nosológica muy compleja
cuya génesis y tipología implican la intervención de varios
sistemas (Zucchi, 1995). Las
interacciones entre estos sistemas y el síntoma dolor a menudo son recíprocas
La figura 7 tiene como finalidad proporcionar una visión
esquemática de estas relaciones.
Dolor y sistema
neuroendocrino
Las relaciones entre sistema
endocrino y los demás sistemas
informativos del organismo, en
primer lugar el sistema nervioso y aquel inmunitario, actualmente son objeto de gran interés científico (Levi Montalcini,
1995; 1996). En particular, se
reconoce hoy la importancia de
los glucorticoides como hormonas que en forma ubiquitaria relacionan las funciones
nerviosas, metabólicas e inmunológicas.
Consideraciones
fisiopatológicas
de los glucorticoides
Secreción de los
glucorticoides
La corteza surrenal se subdivide en varias zonas:
1) la zona glomerular, que
segrega aldosterona;
2) la zona fasciculada, que
segrega glucorticoides;
3) la zona reticular, que segrega andrógenos.
De todos modos, esta distinción no es absoluta ya que la
zona fasciculada y la zona reticular constituyen una misma
unidad funcional. De hecho,
aunque por regla existe una
«especialización fisiológica»
por la que la zona fasciculada
produce cortisol y aquella reticular deidroepiandrosterona,
ambas tienen la capacidad de
producir los mismos esteroides
(Angeli et al. 1994).
La secreción endocrina de la
zona fasciculada está controla-
da sustancialmente por la angiotensina II.
Tanto la acción del ACTH
que de la angiotensina II en la
secreción suprarrenálica se explican a através de sitios receptoriales específicos que pertenencen al grupo GS (receptores asociados a G-proteínas estimulatorias) (Mountjoy et al.
1992). La acción de estímulo
ejercida por la ACTH en la secreción suprarrenálica de glucoroticoides tiene como mensajero intracelular fundamental el AMP cíclico (cAMP)
(Gill 1979). De todos modos,
junto con ACTH y agiotensina
II, otros factores ejercen una
actividad de control en la secreción suprarrenálica. En
efecto, si el control de la zona
fasciculada es fundamentalmente de competencia del
ACTH, (probablemente con
factores complementarios entre los cuales la misma angiotensina II), la secreción glomerular está regulada también,
junto con la angiotensina II,
por la concentración de sodio
y potasio, por péptido natriurético auricular, (ANP), por la
dopamina, por el mismo
ACTH y por otras sustancias.
La zona fasciculada, junto con
el estímulo principal del
ACTH, resiente de la acción
complementaria de otros factores, entre los cuales la angiotensina II. Se ha sugerido como moduladores de esta secreción péptidos de origen hipofisaria y sustancias que provienen de la medular subyacente
por difusión y por vía vascular
(encefalina, corticotropin realising factor, o CRH, opioides,
ACTH) (Angeli et al. 1994).
Secreción de ACTH
La secreción ipofisaria de
ACTH está regulada por varios
factores; en particular las dos
moléculas más importantes
son el CRH y la vasopresina
(AVP, argininvasopresina).
Además de la específica acción citada sobre la hipófisis,
el CRH presenta otras acciones: a nivel hopotalámico inhibe la actividad de las neuronas
que segregan otros realising
factors, estimula la actividad
simpática a nivel central, modula funciones endocrinas,
comportamentales y neurovegetativas. En este sentido, el
CRH reviste un importante papel en las reacciones de adaptación al estrés (Richard
1993). La secreción del CRH
tiene lugar en máxima parte a
nivel hipotalámico y a su vez
está bajo control de varias moléculas (acetilcolina, serotonina, catecolamina, GABA, neuropéptidos opioides, neuropéptidos Y). De todos modos,
se reconoce también una síntesis periférica de CRH.
El papel de la «vasopresina»
(AVP) como efectora del control hipotalámico, actualmente
aparece de no menor importancia de aquel del ACTH. Análogamente al ACTH, la secreción
de AVP de parte de las neuronas paraventriculares reconoce
varios moduladores (sistema
adrenérgico, neuropéptido Y,
GABA, sistema opioide). Los
glucocorticoides inhiben la secreción de AVP, así como la de
CRH (Uth 1988).
El eje hipotálamo-hipofisario
La actividad cotidiana del
eje hipotálamo-hipofisario presenta características importantes. Es intermitente o pulsante
ya que los episodios de secreción están intervalados por períodos de reposo funcional. Sigue un ritmo circadiario como
se evidencia por el hecho que
más del 70% de la producción
de ACTH y cortisol tiene lugar
en las 8 horas que siguen a la
medianoche. Posee una sincronización endógena propia ya
que las células, incluso in vitro,
por tanto sin los acostumbrados específicos, mantienen
cierta actividad rítmica. En fin,
resiente de una sincronización
exógena, ya que dicha regulación está modulada también
por factores externos que actúan como sincronizadores, como la alternancia luz-oscuridad, el ritmo de los alimentos,
el horario de trabajo. En términos finalísticos, la secreción
maximal que tiene lugar por la
mañana puede interpretarse como una tentativa para programar el organismo con el fin de
afrontar la jornada con plena
eficiencia; en cambio, la posibilidad de una modulación teniendo en cuenta los estímulos
externos sugiere capacidad de
integración y de adaptación al
ambiente (Angeli et al. 1992,
1994).
Dolor, estrés, citoquina
y ACTH
En lo que se refiere a la liberación de ACTH, junto al citado mecanismo que reconoce
como mediadores fundamentales CRH y AVP y al feed-back
negativo debido a los glucorticoides, es oportuno subrayar el
papel que desarrollan dos factores: el estrés y las citoquinas.
Es conocido que el estrés, no
es de por sí un fenómeno patológico, sino una reacción de
adaptación fisiológica y parafisiológica que prepara a una reacción de defensa. Asimismo,
se sabe que existe una variabilidad individual subjetiva, en el
sentido de que un mismo acontecimiento
desencadenante,
«stressor», puede determinar
respuestas variables en sujetos
diversos. De todos modos, es
muy importante el papel del estrés en la liberación de ACTH y
se explicita tanto a través de
una aumentada liberación hipotalámica de CRH y AVP, o mediante una aumentada respuesta
hipofisaria a estas dos sustancias (Gaillard et. Al. 1987; Donald, 1994). Además, teniendo
en cuenta el tipo de estrés que
actúa, el microambiente hipotalámico se modifica; así, por
ejemplo, estrés emocionales aumentan el tono opioide (Gaillard 1987), mientras el estrés
inducido por una hipoglicemia
induce una caída del tono inhibitorio opioide y una estimulación simpática.
Actualmente se sabe que algunas citokine Aumentan la secreción de ACTH (II-1, II-2, II6, tumor necrosis factor o TNF
alfa, interferongamma). El concepto abre perspectivas de absoluto interés en el estudio de
las complejas relaciones entre
sistema neuroendocrino, inmunidad y dolor. De hecho, la liberación de citokine puede ser
consiguiente a un daño tisular, a
una estimulación del sistema
inmunitario debido a factores
infectivos, a traumas (Imura y
Fukata 1994). En este sentido,
il circuito citoquina-hipotálamo-hipofisis-suprarrenal representa un factor fisiológico de limitación del daño en curso de
estímulos flogísticos. Obviamente, dicha respuesta endógena resiente del estado psico-físico del sujeto, por lo que, por
ejemplo, en condiciones psicoDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
físicas no buenas, el mecanismo mencionado puede dar respuestas inadecuadas.
Junto a la acción suprarrenálica, el ACTH ejerce su acción
incluso a nivel extrasurrenálico.
En efecto, posee una actividad
melanocitoestimulante y tiene
un papel, hasta ahora no claro,
en el control de la presión arteriosa. Además, el ACTH y algunos de sus fragmentos tienen
efectos importantes en el Sistema Nervioso Central (SNC), favoreciendo procesos perceptivos, mnemésicos y las performances psicofísicas (Angeli et
al. 1994).
Glucocorticoides:
efectos periféricos
Los receptores para los glucocorticoides en la práctica son
ubiquitarios y, por tanto, la acción de estas sustancias se da en
varios niveles. Una descripción
detallada de los efectos periféricos de los glucocorticoides va
más allá del obejtivo de esta
presentación. En síntesis, recordamos que ejercen efectos complejos en el metabolismo lipídico, glucídico, proteico y en el
balance hidroelectrolítico. Tienen una actividad a nivel cardiovascular (aumento del P.A.,
vasoconstricción, potenciación
del simpático), gastroentérico
(aumento de la secreción de
ácido clorhídrico, reducción de
la producción de mucosidad),
respiratorio (aumento de la interacción entre catecolamina y
receptores beta-2 bronquiales,
síntesis de surfactant), hematológico (eritrocitosis, leucocitosis, neutrofilia, eosinopenia).
Para una descripción más detallada de estos efectos remitimos
a otros textos (Angeli et al.
1994). Nos ocuparemos más
bien, aunque de modo sintético,
de algunas nociones fundamentales referentes a las relaciones
que vinculan los glucocorticoides a la sensación dolorosa, es
decir, los efectos que tiene en el
Sistema Nervioso Central, su
acción antiinflamatoria y las relaciones con el sistema inmunitario.
Glucocorticoides y Sistema
Nervioso Central
Se considera que los glucocorticoides tienen una acción
en el desarrollo cerebral en fa-
27
28
se prenatal y postnatal, hasta
la pubertad (Doupe et al.
1982), estabilizando una serie
de circuitos neuronales sobre
todo a nivel límbico y que los
principales blancos de estas
hormonas son la amígdala y el
hipocampo; además, se considera que los esteroides revisten un papel de modulación en
la neurotransmisión adrenérgica y serotoninérgica (Mason
1986). Teniendo en cuenta el
papel del sistema límbico y de
la serotonina en las reacciones
emotivas y comportamentales,
se comprende que el cortisol
aumenta el estado emotivo y
favorece impulsos reactivos;
dicha acción está comprendida
en la finalidad de preparar
adecuadas reacciones al stress
(Angelucci et al. 1991; Angeli
et al. 1994).
Otras acciones del cortisol a
nivel de SNC comprenden:
efectos psíquicos (Euforia, insomnia, pero también ansia,
depresión, psicosis), hipoanosmia (en el hipercorticalismo crónico), aumento del flujo hemático y estabilización
de la actividad neuronal dañada (después de la suministración aguda) neurotoxicidad
(por exceso crónico de corticoides) (Angeli et al. 1994).
como secundaria a la carga farmacológica, por consiguiente,
de dosajes elevados. La acción
de los glucocorticoides es moduladora en los linfocitos B (activación o inhibición dosis-dependiente de la respuesta anticorpal), mientras es inhibitoria
en los linfocitos T, en los macrófagos y monocitos, en las
células naturales killer (NK).
Los glucocorticoides ejercen
también una acción inhitoria en
la síntesis de citoquina y aumentan la expresión génica de
encimas y proteínas reguladoras.
En resumen, el estímulo doloroso, y en particular los
acontecimientos relacionados
con él (daño tisular, traumas,
factores infectivos) determinan
una liberación de citoquinas.
Estas sustancias, a su vez, aumentan la secreción de CRH y
AVP a nivel hipotalámico y, por
tanto, la consiguiente liberación hipofisaria de ACTH y suprarrenal de esteroides. La introducción del circuito citoquina-hipotálamo-hipófisis-suprarrenal en definitiva determina una respuesta antiflogística-analgésica endógena de
parte del organismo.
Dolor y sistema inmunitario
Acción antiflogística
de los glucocorticoides
Los glucocorticoides reducen la permeabilidad vasal, la
migración leucocitaria, la síntesis y la liberación en el espacio extracelular de los mediadores de la flogosis, la formación de tejido de granulación
(Scheimer 1993). Es importante subrayar que la acción antiinflamatoria de los glucocorticoides se realiza según dos
modelos diferentes: de hecho,
algunos efectos necesitan elevadas concentraciones de cortisol (carga farmacológica),
mientras el papel «fisiológico»
de estas sustancias debe ser
evaluado a la luz del circuito
hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (ver arriba).
Dolor, Glucocorticoides
y Sistema Inmunitario
También en este ámbito la
acción de los glucocorticoides
debe considerarse tanto como
componente fisiológica, que
Cuarenta años de investigación conducida por el grupo de
Rita Levi Montalcini en el Nerve Growth Factor (NGF, 1995;
1996) han abierto nuevas perspectivas en las interacciones
entre Sensibilidad dolorífica,
Sistema endocrino y Sistema
inmunitario. En particular, se ha
demostrado que el NGF tiene la
posibilidad de interactuar con
muchas células del sistema nervioso, neuroendocrino e inmunitario, activando así sistemas
homeostáticos que refuerzan
los mecanismos de defensa fisiológicos del organismo.
Por esta razón, con la intención de superar la rígida división en sistemas, Rita Levi
Montalcini hipotiza un sistema
homeostático neuro-endocrinoinmunitario.
Según dicho sistema, el estímulo doloroso provoca la activación de reflejos antidrómicos
asónicos, con la liberación de
sustancia P, activación mastocitaria, liberación de histamina y
de prostaglandina. El mismo
estímulo, a través de impulsos
ascendientes en los haces hipotalámicos, activa muchos núcleos encefálicos, sobre todo
aquellos colinérgicos, que poseen receptores específicos para
el NGF. Dicha activación se extiende a los núcleos de la base y
a aquellos hipotalámicos, a la
hipófisis, a las glándulas endocrinas y al sistema simpático.
Sobre todo el papel desarrollado por el sistema simpático es
uno de los elementos más originales e innovativos de esta teoría. En efecto, estimulando el
sistema inmunitario en sus puntos clave (timo, linfoglándulas,
bazo), representa sin duda la estructura de conexión esencial
para el funcionamiento de este
sistema homeostático integrado.
Un importante trabajo de Besedowsky hacía notar un aumento de ACTH y de glucocorticoides después de una inyección endovenosa de interleuquina-1 (Besedowsky et al. 1986).
Esta observación ha puesto las
bases para comprender las conexiones entre dolor, aparato
neuroendrocino e inmunidad.
En síntesis, el acontecimiento
doloroso provoca la activación
de la respuesta neuroendocrina
(ver arriba), mediante el sistema inmunitario. A su vez, es intuitivo que alteraciones del sistema inmunitario están conexas
con una mayor susceptibilidad
hacia estímulos dolorosos.
Dolor y radicales libres
Una lesión tisular, aguda o
crónica, genera un proceso de
flogosis que, a su vez, produce
una serie de reacciones locales
y generales del organismo. Dichas reacciones, que tienden a
limitar el daño y a acelerar los
procesos de regeneración, producen también una serie de
efectos dañinos, como, precisamente, el dolor. En la génesis
del dolor están implicados numerosos fenómenos (vasodilatación, exudación, emigración
leucocitaria, aumento de la permeabilidad capilar) que a su
vez se deben a varias reacciones de activación. Estas reacciones comprenden la activación del sistema del complemento, de la coagulación, emisión de prostaglandina, serotonina, histamina y otras. En estas
reacciones de activación, hoy
se atribuye un papel importante
a los radicales libres del oxígeno. Estos radicales resultarían
liberados luego del daño tisular
y, en vía indirecta, a algunos fenómenos ligados con dicho daño tisular (activación del complemento, quimiotaxis leucocitaria). Los radicales libres del
oxígeno serían, pues, los agentes principales de la sensación
dolorosa. Las acciones de estas
sustancias serían: vasocons-
tricción y agregación de placas
con isquemia local; estimulación nerviosa directa debido a
edema; acción quinino y prostaglandino-mediata; acidosis;
irritación por liberación de encimas líticos (Cuocolo, Novelli,
Peduto, Ursini, 1986).
dolor se debe a la excitación directa de los nocireceptores mecánicos. El resultado es una
sensación álgica de tipo punción «pricking pain» (Galletti
et al. 1980). De todos modos,
también en estos casos junto a
la estimulación mecánica directa, el trauma que desencadena
puede activar el mecanismo flogosis-mediado.
En lo que se refiere a la relación opuesta «dolor como origen de la flogosis», la relación
es implícita ya que, como hemos visto, el hecho lesivo a menudo está constituido por una
estimulación dolorosa. Además,
de por sí la actividad de los nocireceptores genera modificaciones tisulares locales, con vasodilatación, edema, liberación
de neuropéptidos como la sustancia P. Estas modificaciones
subsisten más allá de la estimulación inicial y se extienden
más allá de la zona en la que se
ha aplicado dicha estimulación.
De este modo la intensidad y la
cualidad del dolor se modifican
y amplían (Fields 1988). En fin,
se debe recordar que el dolor,
agudo o crónico, genera siempre una reacción psicológica
desfavorable (a menudo ansia
en el dolor agudo, depresión en
aquel crónico), que pueden
contribuir a la creación de un
ambiente favorable para el
mantenimiento del estado flogístico.
Dolor y flogosis
Las relaciones entre dolor y
flogosis las hemos descrito en
parte en el párrafo anterior. En
síntesis, el acontecimiento determina la puesta en marcha de
un proceso flogístico en cuya
génesis participan varias reacciones y sistemas (ver arriba).
El dolor no representa otra cosa
sino uno de los múltiples efectos de estas reacciones. En la
práctica, pues, se realizaría el
siguiente esquema: a) evento
lesivo; b) flogosis; c) dolor. De
todos modos, se debe recordar
que el dolor puede generarse,
incluso fuera del mecanismo
descrito, es decir, en ausencia
de lesión y de la consiguiente
flogosis. Este es el caso del dolor cutáneo por estimulación
mecánica producido, por ejemplo, mediante la rápida introducción de una aguja en el cutis; en esta situación el síntoma
Dolor y sistema nervioso
simpático
También en este caso las relaciones son complejas y recíprocas. Es reconocido y a menudo se pone de relieve en la literatura el papel del sistema
nervioso simpático en la génesis del dolor. Baste pensar en la
causalgia, entidad nosológica
compleja, perteneciente al grupo de las distrofias simpáticas
reflejas o algodistrofias reflejas. Este síndrome se caracteriza por dolor urente, desencadenado también por estimulaciones de modesta intensidad, localizado generalmente en una
extremidad. Pueden coexistir
alteraciones tróficas del cutis,
como un característico esplendor (glossy skin), disturbios vasomotorios, desmineralización
ósea (Galletti et al. 1980). El
dolor es sostenido precisamente
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
por la actividad simpática, como lo demuestra el hecho que
un bloque de las aferencias simpáticas a la región dolorida determina la aparición inmediata
del síntoma (Fields, 1988).
En lo que respecta la acción
del dolor en el sistema nervioso
simpatico, se ha demostrado
que la acción de estimulaciones
nocivas a nivel de las estructuras somáticas profundas puede
determinar la excitación de los
receptores sensitivos, poniendo
en marcha la descarga eferente
e induciendo una excitación refleja de vías eferentes somáticas y vegetativas. La activación
de las fibras somáticas eferentes determina fenómenos de
contractura muscular y, por
consiguiente, una ulterior excitación de los receptores sensitivos. La activación de las eferentes simpáticas induce liberación directa de noradrenalina,
fenómenos vasomotorios y variación de la permeabilidad capilar. El efecto es una modulación de los receptores (es decir
una variación de su umbral y
formas de respuesta). En fin, se
crean modificaciones que perpetúan las condiciones algógenas (Maresca 1987; Procacci et
al. 1963).
Dolor y sistema opiáceo
Las relaciones entre dolor y
los derivados del opio tienen
orígenes muy antiguos y el empleo de estas sustancias en los
síndromes algógenos sigue
siendo fundamental. En cambio, son relativamente recientes
muchos logros referidos a los
péptidos opioides endógenos.
Estas sustancias son producidas
directamente a nivel del sistema
nervioso; hasta ahora se conocen tres grupos de moléculas,
encefalina, endorfina y dinorfina. Las endorfinas poseen una
acción morfino semejante, antagonizada por la naloxona. Están presentes en el sistema nervioso simpático, en el intestino,
en las células cromafinas de la
medular suprarreanal, y en el
sistema nervioso central. Su
máxima concentración aquí es a
nivel de la sustancia gris periductal, en áreas ventrales bulbares y pontinas, en las láminas I,
II, V y X de la médula espinal.
La beta endorfina, en cambio, está concentrada de modo
29
elevado en el hipotálamo. Las
dinorfinas se encuentran en las
mismas sedes de las encefalinas, pero tienen una actividad
analgésica menor. Actualmente
se da un papel importante a los
opioides endógenos; en efecto,
se ha demostrado que numerosos estímulos, entre los cuales
el estrés y la estimulación nociperceptiva, ponen en actividad
estos sistemas (Zoppi 1991).
Dolor y sistema fibrinolítico
30
Sabemos (Neri Serneri, Gordon) que en situaciones de estrés elevado y de dolor físico
intenso se liberan de los tejidos
de nuestro organismo cantidades abnormes de activador del
plasminógeno que entran en
circulación. En dichas situaciones de actividad proteolítica
plasmática el principal defecto
coagulativo se debe a la presencia de productos de la proteolisis. Estas sustancias que derivan del mismo fibrinógeno o de
la fibrina circulan en la sangre y
al actuar como antitrombinas
producen una abnorme polimerizazión del fibrinógeno alterando contemporáneamente la
función de la plaqueta. De todos modos, en las situaciones
clínicas de intenso dolor físico
es posible tanto la liberación local de sustancias tromboplásticas como aquella de sustancias
fibrinolíticas.
Fenómeno de la hematidrosis
Uno de los aspectos bastante
raros que se debe tomar en consideración en el dolor del Hombre-común es el fenómeno de la
hematidrosis.
En el Diccionario de términos técnicos de Medicina de M.
Garnier-V. Delamare el sustantivo femenino hematidrosis,
que deriva de la lengua griega
aima = sangre, idros = sudor y
que en la lengua italiana es sinónimo de sudor de sangre, es
definido del modo siguiente: alteración de la secreción sudoral
que se caracteriza por la coloración roja del sudor; la coloración se debe a la presencia de
pigmentos hemáticos, sin glóbulos rojos.
Dicho fenómeno se manifestó precisamente en la agonía de
Jesús descrita por Lucas, evan-
gelista y médico, del siguiente
modo: «Y sumido en angustia,
insistía más en su oración. Su
sudor se hizo como gotas de
sangre que caían en tierra».
La etiología de la hematidrosis (Fig. 7) en el Hombre-común, puede ser causada por un
intenso dolor físico que es capaz, a través de una activación
por stress, de provocar un síndrome hemorrágico por hiperfibrinolisis, que causa el fenómeno de la hemólisis de los glóbulos rojos con posterior liberación de hemoglobina en el plasma y, por tanto, en el sudor. Dicho evento, raro en el Hombrecomún, se verificó en el Hombre-Cristo.
varnos reconciliándonos con
Dios: es Dios «que nos amó y
nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados»
(1 Jn 4, 10). «El Padre envió a
su Hijo para ser Salvador del
mundo» (1Jn 4, 14). «El se manifestó para quitar los pecados»
(1Jn 3, 5)3.
En la primera parte de este
estudio, se ha afrontado la interpretación fisiopatológica del
dolor físico, del sufrimiento
moral y de la hematidrosis de
Jesús en Getsemaní. En la segunda parte se ofrece una interpretación teológica de la agonía
del Hombre-Cristo.
La terminalidad clínica del
Cristo agonizante la podemos
comparar con la del Hombrecomún. Para explicarla, el estu-
SEGUNDA PARTE
Interpretación teológica del
dolor en el Hombre-Cristo
«En el centro de la catequesis
encontramos esencialmente una
persona: la persona de Jesús de
Nazareth, unigénito del Padre
[...] que ha sufrido y ha muerto
por nosotros y ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros [...] Catequizar [...] es pues
revelar en la persona de Cristo
todo el designio de Dios [...]. Es
tratar de comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, de los signos realizados por El.1
Según lo mencionado en la
primera parte, la agonía de Jesús en el Getsemaní puede representar la figura típica del enfermo terminal. De todos modos su terminalidad clínica, incluso siendo parecida en todo a
la terminalidad clínica del
Hombre común, para el teólogo
tiene un significado de una finalidad misteriosa: la salvación
de la humanidad pecadora. La
Iglesia expresa este concepto en
el himno transmitido por san
Pablo: «Tened entre vosotros
los mismos sentimientos que
tuvo Cristo: El cual, siendo de
condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo,
haciéndose semejante a los
hombres y apareciendo en su
porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo
hasta la muerte y muerte de
cruz».2 Confirmando esto la
Iglesia enseña que el Hijo de
Dios se hizo hombre para sal-
dioso Pierluigi Zucchi4 ha empleado precisamente – en la
primera parte del presente trabajo – datos empíricos y teóricos (Zucchi-Honings, 1996)5.
Pero el que desee ofrecer una
interpretación teológica acerca
del significado misterioso del
mismo fenómeno clínicio, sabe
que debe recurrir a fuentes propias y específicas. Por tanto, incluso en la introducción temática, la Persona de Jesús es presentada como enviado del Padre
para la salvación de la toda la
humanidad6. Entrando in medias res deseo recurrir a la presentación que hace san Gregorio Magno, papa, mucho más
específica y pertinente, en el
Comentario al libro de Job:
«Cristo sufrió la pasión y soportó el tormento de la cruz para
redimirnos, aunque no había cometido violencia con sus manos, ni pecó y ni siquiera hubo
engaño en su boca. El solo de
entre todos elevó su límpida
oración a Dios diciendo: «Pa-
dre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34)»7.
Con esta presentación del
Cristo sufriente, el gran pontífice indica que toda tentativa
exegética del teólogo debe entrar de inmediato, precisamente
porque nos encontramos frente
a un gran misterio, en el ámbito
de la fe. Está tan convencido de
esto que prosigue su pensamiento interrogándose: «¿Qué
podemos decir, que podemos
imaginar de más puro que su
misericordiosa intercesión en
favor de los que nos hacen sufrir? Fue así que la sangre de
nuestro Redentor, derramada
con crueldad por los perseguidores, fue asumida luego por
ellos con fe y anunciaron a
Cristo como Hijo de Dios»8.
Aquí se pone de relieve por
qué sea aún más clara la intención del estudio de los Autores,
que la explicación científica por
un lado y la interpretación teológica, por otra, son dos momentos que se completan, antes
bien, se integran, porque revelan tanto la verdad y la veracidad del misterio de la Encarnación del Verbo de Dios como su
finalidad salvífica. El fenómeno de la hematidrosis proprociona, según la precedente explicación fisiopatológica, una
sorprendente prueba científica
de la corporeidad del hombre
Cristo. La descripción de Lucas
no admite dudas: «Y sumido en
angustia, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían
en tierra»9.
Ahora bien, y es lo que trataremos de precisar con la presente interpretación teológica,
es un dato de fe que todos hemos sido redimidos por medio
de esta sangre, precisamente
porque era la sangre del Hijo de
Dios-Padre, la sangre de la Segunda Persona de la Santísima
Trinidad.
Para evitar cualquier equivoco presentamos la enseñanza
auténtica y autorizada del Catecismo de la Iglesia Católica
(CIC): «El Nombre de Dios
Salvador era invocado una sola
vez al año por el sumo sacerdote para la expiación de los pecados de Israel, cuando había asperjado el propiciatorio del
Santo de los Santos con la sangre del sacrificio (cf. Lv 16, 1516; Si 50, 20; Hb 9, 7). Cuando
san Pablo dice de Jesús que
«Dios lo exhibió como instrumento de propiciación [...] por
su sangre» (RM 3, 35), significa
que en su humanidad «estaba
Dios reconciliando al mundo
consigo» (2Co 5, 19)10.
De esto, es evidente que el
que busca una interpretación teológica de la hematidrosis de
Jesús en el Getsemaní sabe que
debe entrar en el misterio de su
sufrimiento «vicario o sustitutivo» en nuestro lugar. Nos damos cuenta de la gran complejidad de la exegesis de un fenómeno que desde el punto de vista científico, podemos encontrar también en patologías clínicas. Por tanto, nos dirigimos al
autor de la carta a los Hebreos.
Con la intención de captar el
significado del misterio de la
reparación de nuestros pecados,
por medio del instrumento del
sufrimiento y de la agonía de
Jesús en el Getsemaní, el autor
nos invita a contemplar a
«Aquel que fue hecho inferior a
los ángeles por un poco, a Jesús, le vemos coronado de gloria y honor por haber padecido
la muerte, pues por la gracia de
Dios gustó la muerte para bien
de todos»11. Al proseguir, el
mismo autor inspirado, pone de
relieve a la luz de esta contemplación la extrema conveniencia de la pasión como camino
elegido por el Padre para la redención de la humanidad:
«Convenía, en verdad, que
Aquel por quien es todo y para
quien es todo, llevara muchos
hijos a la gloria, perfeccionando
mediante el sufrimiento al que
iba a guiarlos a la salvación.
Pues tanto el santificador como
los santificados tienen todos el
mismo origen. Por eso no se
avergüenza de llamarles hermanos. Cuando dice: Anunciaré tu
nombre a mis hermanos; en
medio de la asamblea te cantaré himnos. Y también: Pondré
en él mi confianza. Y nuevamente: Henos aquí, a mí y a los
hijos que Dios me dio»12.
El significado etiológico del
dolor físico y del sufrimiento
moral en la agonía
del Hombre-Cristo
Hemos llegado al por qué el
dolor físico, el sufrimiento moral de Jesús y su muerte en la
cruz, culminados en el fenómeno de la hematidrosis, fueron
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
juzgados por Dios como instrumento muy eficaz a su misericordia y plenamente satisfactorio ante las exigencias de su
justicia. A la luz de la divina Palabra escrita, el CIC nos ayuda
a captar las razones que más
convencen. «Como por la desobediencia de un solo hombre,
todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán
constituidos justos» (Rm 5, 19).
Mediante su obediencia hasta
la muerte, Jesús ha realizado la
sustitución del Siervo doliente
que se dio «a sí mismo en expiación», cuando llevó «el pecado de muchos» (todos, B.
Honings) a quienes «justificará
y cuyas culpas soportará» (cf. Is
53, 10-12). Jesús repara por
nuestras faltas».13
Precisamente para dar más
fuerza a la conveniencia del por
qué «teológico» del significado
misterioso del fenómeno de la
hematidrosis se ponen de relieve dos aspectos fundamentales:
1. la plena conciencia humana
de Jesús ante el horror de la
muerte; 2. la plenitud del amor
«sacrifical» del divino Agonizante en el Getsemaní. He aquí
una precisación del magisterio:
«El cáliz de la Nueva Alianza
que Jesús anticipó en la Cena al
ofrecerse a sí mismo (cf Lc 22,
20), lo acepta a continuación de
manos del Padre en su agonía
del Getsemaní (cf Mt 26, 42)
haciéndose «obediente hasta la
muerte» (Flp 2, 8; cf Hb 5, 78). Jesús ora: «Padre mío, si es
posible, que pase de mí este cáliz...» (Mt 26, 39). Expresa así
el horror que representa la
muerte para su naturaleza humana. Esta, en efecto, como la
nuestra, está destinada a la vida
eterna: además, a diferencia de
la nuestra, está perfectamente
exenta de pecado (cf Hb 4, 15)
que es la causa de la muerte (cf
Rm 5, 12); pero sobre todo está
asumida por la persona divina
del «Príncipe de la Vida» (Hch
3, 15), de «el que vive» (Ap 1,
18; cf Jn 1, 4; 5, 26). Al aceptar
en su voluntad humana que se
haga la voluntad del Padre (cf
Mt 26, 42), acepta su muerte
como redentora para «llevar
nuestras faltas en su cuerpo sobre la cruz» (1 P 2, 24)»14.
Lo que ha dado el significado
misterioso, esto es, el valor de
salvación universal al fenómeno humano de la hematidrosis
31
32
de Jesús en el Getsemaní ha sido su amor hasta el extremo. Sí,
precisamente este amor confiere el valor de redención y de reparación, de expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo
(cfJn 13, 1). «El – indica también el CIC – nos ha conocido
y amado a todos en la ofrenda
de su vida (cf Ga 2, 20; Ef 5,
2.25)».15 Considero, pues que
sea luce clarius la interpretación teológica, que da un valor
salvífico universal al fenómeno del dolor, del sufrimiento,
del sudor de sangre de Jesús en
el Getsemaní y de la muerte en
la cruz, se funda en la existencia en Cristo de la Persona divina del Hijo. «Ningún hombre
– nos enseña el CIC – aunque
fuese el más santo estaba en
condiciones de tomar sobre sí
los pecados de todos los hombres y ofrecerse en sacrificio
por todos. La existencia en
Cristo de la persona divina del
Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas las
personas humanas, y que le
constituye Cabeza de toda la
humanidad, hace posible su sacrificio redentor por todos»16.
La confirmación más válida
de nuestro estudio la encontramos en las siguientes palabras:
«En realidad, el misterio del
hombre sólo se esclarece en el
misterio del Verbo encarnado.
Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de
venir (cf Rm 5, 14), es decir,
Cristo nuestro Señor. Cristo, el
nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y
de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio
hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. [...] El
que es «imagen del Dios invisible» (Col 1, 15; cf 2 Co 4, 4) es
también el hombre perfecto,
que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado».17 Esta es la finalidad
misteriosa de la Encarnación,
pero debemos tener en cuenta
que el instrumento con el que el
Verbo de Dios ha realizado esta
finalidad ha sido nuestra naturaleza humana. «Porque – indica el magisterio – en su persona
divina encarnada, «se ha unido
en cierto modo con todo hombre»; en El la naturaleza humana ha sido asumida, sin que por
ello sea anientada; por la misma
razón ella ha sido elevada tam-
bién en nosotros a una dignidad
sublime»18.
En la encíclica Fides et ratio,
el Papa Wojtyla hace notar que
Pablo, al hablar con el lenguaje
de los filósofos de ese tiempo,
«alcanza el cúlmen de su enseñanza y de la paradoja que
quiere expresar: «Dios ha elegido en el mundo lo que es nada
para convertir en nada las cosas
que son» (1Co 1, 28). Para poner de relieve la naturaleza de
la gratuidad del amor revelado
en la Cruz de Cristo, el Apóstol
no tiene miedo de usar el lenguaje más radical que los filósofos empleaban en sus reflexiones sobre Dios. La razón no
puede vaciar el misterio de
amor que la cruz representa,
mientras que ésta puede dar a la
Ciertamente, no como si El
mismo hubiese pecado (cf Jn 8,
46). «Sino – como enseña el
CIC – en el amor redentor que
le unía siempre al Padre (cf Jn
8, 29), nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios
por nuestro pecado hasta el
punto de poder decir en nuestro
nombre en la cruz: «Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?» (Mc 15, 34; Sal
22, 2). Al haberle hecho así solidario con nosotros, pecadores,
«Dios no perdonó ni a su propio
Hijo, antes bien, le entregó por
todos nosotros» (Rm 8, 32) para
que fuéramos «reconciliados
con Dios por la muerte de su
Hijo» (Rm 5, 10)»20.
Conclusiones
razón la respuesta última que
busca. No es la sabiduría de las
palabras, sino la Palabra de la
Sabiduría lo que san Pablo pone
como criterio de verdad, y a la
vez, de salvación»19.
De modo análogo, en este estudio los Autores han querido
para el hombre de la ciencia y
de la técnica de hoy, no sólo no
vaciar el misterio del divino
Agonizante sino más bien a lo
más llenar este misterio de su
amor «salvífico» universal, a
través de una explicación científica y una interpretación teológica del dolor físico, del sufrimiento moral, de la hematidrosis y de la muerte en el madero
de la Cruz.
Los Autores han tenido siempre presente que son, como todos, algo parecidos a los discípulos de Emaús; sin embargo,
cuando la discusión se refiere a
Jesús conviene recordar sus palabras: «¡Oh insensatos y tardos
de corazón para creer todo lo
que dijeron los profetas! ¿No
era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su
gloria?» (Lc 24, 25-26).
Del presente estudio referente a la interpretación fisiopatológica y teológica del dolor físico, del sufrimiento moral y del
fenómeno de la hematidrosis
podemos obtener las siguientes
conclusiones afirmando que:
a) el hombre tiene siempre
necesidad de una formación
cultural que parta del significado salvífico de la pasión sufrida
por el Hombre-Cristo en el Getsemaní;
b) el hombre, en este mundo
hedonista, pragmatista, utilitarista, si es creyente, debe fundar
y afinar su formación ética en
los momentos fundamentales
de la vida representados por el
dolor físico y por el sufrimiento
moral para fortificarse no sólo
bajo el perfíl ético sino también
con relación a aquel físico, como se ha puesto de relieve en la
interpretación médico-teológica
del dolor y del sufrimiento representado en la Fig. 1 (ZucchiHonings, 1996);
c) el hombre se debe acostumbrar a aceptar el sufrimiento
e interpretar la muerte como
dies natalis que representa la
mediación, a través de la fe, a
una nueva manifestación epifánica de Dios.
Prof. PIERLUIGI ZUCCHI, S.O.
Director del Instituto para
el Estudio y la Terapia del Dolor
Florencia
P. BONIFACIO HONINGS,
O.C.D.
Profesor Emérito de Teología Moral
en la Pontificia Universidad del
Laterano, Urbaniana y Teresianum
Roma
Primera parte
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Transcendent Element Facilitating Therapeutic Results in suffering Patients,
Dolentium Hominum, 3 (1996) 16-28.
Nota explicativa de algunos términos
y siglas empleados en el texto
• ACTH: (hormona) corticotropina
• anticorpopoiésis: proceso de síntesis de los anticuerpos
• anticuerpos: sustancias específicas
que se forman en el organismo (sero) luego del contacto con agentes externos (antigenes); en muchos casos ejercen una acción de protección.
• dolor: «el dolor es una experiencia
sensorial y emotiva desagradable asociada a un daño actual o potencial del tejido
y es descrita en términos que se refieren a
dicho daño» (definición del Comité para
la taxonomía de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor – I.A.S.P.,
1979).
• hematidrosis: transtorno de la secreción sudoral que se caracteriza por colo-
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
ración roja del sudor; la coloración se debe a la presencia de pigmentos hemáticos
sin glóbulos rojos.
• hemólisis: liberación de la hemoglobina contenida en el glóbulo rojo luego de la ruptura de la pared de éste.
• endorfinas: sustancias endógenas de
acción opiácea (análoga a la morfina) presentes en el organismo y que son liberadas después del estímulo algógeno.
• fibrinolisis: s.f. (fibrina; λυ′ειν– disolver). Disolución de la fibrina y, por
extensión, disolución de un coágulo sanguíneo (trombolisis). Es un fenómeno
que generalmente se verifica algunos días o algunas semanas después de la formación del coágulo. Cuando se produce
demasiado rápido, la f. puede causar hemorragias dramáticas (f. hemorrágica)
intra o post-operatorias (sobre todo en la
cirugía del tórax) o luego de un parto, de
un aborto o/y de ciertos cánceres (de la
próstata, páncreas, estómago), de cirrosis y/o de leucemias. Sin embargo, se
debe tanto a la liberación de sustancias
que activan la fibrinolisina, como a la
producción de parte de los tejidos enfermos de un fermento proteolítico. A veces es primitiva, pero a menudo es secundaria, reactiva, en el curso de un síndrome de coagulación intravascular difundida (C.I.D.).
• GABA: ácido gamaminobutírico.
• Getsemaní: huerto de los olivos en
donde Jesús consumió su agonía.
• P.A.: presión arteriosa.
• plasma: parte líquida de la sangre.
• radicales libres: sustancias que se
forman luego de varios estímulos y procesos (dolor, flogosis, necrosis, oxidación, envejecimiento); son responsables
de daños del tejido.
• sistema inflamatorio: está formado
por sustancias (histamina, serotonina,
prostaglandina) descargadas en el organismo después de un estímulo lesivo.
• sistema neuroendrocrino: sistema
que comprende varias glándulas que segregan sustancias activas endógenas (hormonas).
• sistema opiáceo: sistema de modulación endógena del dolor que libera endorfinas.
• SNC: Sistema Nervioso Central,
• Sociedad Obrera (S.O.): grupo cultural de espiritualidad getsemánica fundada por el profesor Luigi Gedda en Roma
en 1948.
Segunda parte
Notas
1
JUAN PABLO II. Exhortación apostólica Cathechesi tradendae, 5.
2
Flp 2, 5-8, citado en el Catecismo de
la Iglesia Católica (CIC) n. 461.
3
CIC, n 457.
4
PIERLUIGI ZUCCHI, S.O., director del
Instituto para el Estudio y la Terapia del
Dolor.
5
B. HONINGS, O.C.D., profesor emérito de teología moral de la Pontificia Universidad del Laterano y Urbaniana
6
Ver arriba, p. 1.
7
SAN GREGORIO MAGNO, Comentario
al libro de Job, Lib. 12, 21. PL 75, 1028.
8
Ibidem.
9
Lc 22, 44.
10
CIC n. 433.
11
Hb 2, 9.
12
Hb 2, 10-13.
13
CIC n. 615.
14
CIC n. 612.
15
CIC n. 616.
16
Ibidem.
17
GS n. 22.
18
Cf Ibidem y CIC n. 618.
19
Juan Pablo II, Carta encíclica Fides
et ratio, n. 23.
20
CIC n. 603.
33
Necesidades espirituales del niño enfermo
y su atención pastoral
XXV JORNADAS NACIONALES DE LA SALUD, MADRID, SETIEMBRE 2000
“Los niños aman más al
pastelero que al médico porque el primero procura placer
mediante sus pasteles y el segundo dolor cortando y quemando”
(Platón, Gorgias 464d-465a)
1. Evangelizar a los niños Tienen derecho
34
“Evangelizar a los niños.
También tienen derecho a crecer en la fe. A nosotros nos toca transmitir. Ellos tienen derecho a recibir: Fe, Esperanza,
Amor”.
Estos y otros muchos slogans se repetían en la Jornada
mundial misionera de los niños: 30 enero 1977. El niño está estrenando la vida y es sensible a todo lo que le rodea: familia, colegio, compañeros...
Su mundo es imaginario, fantástico, ideal, bonito, cargado
de afecto, pero muy quebradizo. De ahí que las leyes y los
mayores debamos respetar los
derechos de una vida que fácilmente se puede manipular.
La ONU reconoció y proclamó para el niño estos diez
principios básicos:
Los derechos de la Declaración serán reconocidos a todos
los niños sin discriminación
alguna
El niño gozará de la protección especial para que pueda
desarrollarse física, mental,
moral, espiritual y socialmente
en forma saludable y normal
El niño tiene derecho desde
su nacimiento a un nombre y a
una nacionalidad
El niño tendrá derecho a
disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados
El niño impedido debe recibir el tratamiento, la educación y cuidados especiales que
requiera su caso particular
El niño, para el pleno desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión
El niño tiene derecho a recibir educación que será gratuita y obligatoria por lo menos
en las etapas elementales
El niño, en todas circunstancias, ha de ser prioritario en
todo lo que se refiere a protección y socorro
El niño debe ser protegido
contra toda forma de abandono, crueldad y explotación
El niño debe ser educado en
un espíritu de comprensión,
tolerancia, amistad entre los
pueblos, paz y fraternidad universal.
2. El niño, personaje
importante en la Biblia
El niño goza de un trato especial en los pasajes bíblicos:
“corona de los ancianos”
(Prov 17, 6); “brotes de olivo
alrededor de la mesa” (Sal
128, 3). Porque su vida está
por hacerse y es frágil, necesita de más apoyo y protección:
“No dañarás al huérfano” (Ex
22, 21). “Cuando Israel era niño yo le amé...” (Os 11, 1).
Sus niños de pecho serán llevados a la cacera y acariciados sobre sus rodillas...” (Is
66, 12).
Con Jesús niño, nacido en
Belén, presentado en el templo
y obediente a sus padres (Lc 2,
12-51), la figura del niño queda exaltada y toda la humanidad recordará y gozará en la
Navidad – no sólo el nacimiento del Emmanuel, sino
nuestra propia niñez – porque
todos en Navidad somos un
poco más niños.
En la predicación de la Buena Nueva, Jesús insistirá en
que los niños están en disposición para recibir el Reino
– “de ellos es el Reino de los
cielos” (Mt 19, 14) – y que había que volverse como niños
(Mt 18, 3), que había que renacer y acoger el Reino como
lo hace el niño (Jn 3, 5; Mc
10, 15).
Como dice un autor: “...La
figura del niño es considerada
incluso como un ‘sacramento’
de la acogida de Jesús. ‘Quien
acoge a uno solo de estos niños en mi nombre, me acoge a
mí’ (Mt 18, 5); una acogida
que hace referencia al Padre
(Mc 9, 37). El niño representa
la imagen de la criatura humana pequeña, indefensa o en situación de necesidad. ‘Cuanto
hicísteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí
me lo hicisteis’ (Mt 25, 40). Jesús mismo quiere ser amado y
acogido en la figura del niño...”. 1
Esta constante referencia de
la predicación de Jesús al niño
es para hacernos caer en la
cuenta de lo cercano que está
el Reino de las cualidades que
los niños poseen: sencillez,
limpieza de corazón, humildad, apertura, disponibilidad.
3. Vivencia religiosa
del niño
“Las cosas divinas duermen
en el niño: el educador debe
despertarlas”
(Adrienne Necker de Saussure, pedagoga)
Pierre Duval, cantautor francés, nos cuenta la siguiente experiencia, vivida entorno a su
familia:
“En mi casa, la religión no
tenía ningún carácter solemne:
nos limitábamos a recitar cada
día las oraciones de la noche
todos juntos.
Se quedó impregnada en mi
memoria la posición que tomaba mi padre. Regresaba cansado del trabajo en los campos,
con gran tercio de leña en las
espaldas. Después de la cena
se arrodillaba en tierra, apoyaba los codos en una silla y tenía la cabeza entre sus manos,
sin mirarnos, sin hacer movimiento alguno, ni dar el menor
signo de impaciencia.
Yo pensaba: ‘Mi padre que
es tan fuerte, que gobierna la
casa, que sabe guiar los bueyes, que no se inclina delante
del alcalde... Mi padre delante
de Dios se vuelve como un niño. Cómo cambia de aspecto
cuando se pone a hablar con
El. Dios debe ser muy grande
si mi padre se arrodilla delante
de El. Pero debe ser también
muy bueno, ¡si es posible hablarle sin cambiarse vestido!’.
Por el contrario, nunca ví
arrodillarse a mi madre. Estaba
demasiado cansada en la noche, para hacerlo. Se sentaba
en medio de nosotros, teniendo
en sus brazos al más pequeño.
Nos miraba, pero no decía nada. No abría boca ni siquiera si
los más pequeños le daban fastidio, ni siquiera si enfuriaba la
tempestad sobre la casa o el
gato hacía algún daño.
Y yo pensaba: ‘Debe ser
muy sencillo Dios, si se le puede hablar teniendo a un niño
en brazos y vistiendo un mandil. Y debe ser también una
persona muy importante, si mi
madre cuando le habla no hace
caso ni al gato ni al temporal’.
Las manos de mi padre y los
labios de mi madre me enseñaron, sobre Dios, mucho más
que el catecismo”.2
San Juan Crisóstomo exhorta a los padres a educar a los
hijos, a formarlos, a hacerlos
atletas de Cristo. Cada uno de
vosotros, dice, sois como pintores que trabajan con cuidado
el retrato; del mismo modo debéis hacer con vuestros hijos.
Al mismo tiempo, se lamenta con estas expresiones: “(...)
Nadie piensa en los hijos, nadie habla de su virginidad, ninguno de la moderación, ninguno del desprecio de las rique-
zas y de la gloria, ninguno de
lo que anuncian las Escrituras.
Entonces, cuando los hijos son
privados de maestros desde la
primera edad, ¿qué será de
ellos? Ahora bien, cada uno
hace todo lo posible para educar a sus hijos en las artes, en
las letras y en la elocuencia,
mientras ninguno tiene la mínima preocupación de lo principal: de formar su alma”.
Los niños tienen derecho a
conocer a Dios y sería lamentable que los padres y educadores se lo ocultaran.
a. Influjo de los padres
y educadores
a la religiosidad
a.1 La confianza del niño
hacia los educadores
El niño aprende de los padres
y educadores a afrontar la vida,
a contemplar, a maravillarse, a
captar la riqueza de la naturaleza, a ser sensible. Aprende a
pertenecer a un grupo, a una familia que se estimula, que crece
en valores sociales, religiosos,
culturales. Sintiéndose amado,
acogido, el niño irá entrando en
el proyecto familiar con sus
victorias y sus fracasos, irá adquiriendo experiencia, asimilando valores y dando respuesta
a la vida desde las “palabras” y,
sobre todo, desde los “gestos”
que percibe, por ejemplo, sobre
temas vitales, como la salud, la
muerte, el trabajo, la amistad, el
compromiso social y religioso.
La familia y la escuela son
lugares importantes para el niño en su primera infancia, determinantes para su formación,
para construir un sistema de
valores, para crecer en sensibilidad.
a.2 El sentido de las cosas
El niño comienza a descubrirlo en la etapa que va de los
5 a los 11 años. Padres y educadores juegan aquí un papel
insustituible, delicado; es el
momento del desarrollo moral,
de la interiorización y personalización de actos religiosos,
educación de la fe.
¿Quién no ha sentido, por
ejemplo, al final de esta etapa,
como una especie de llamada
a lo religioso? Y en un contexto familiar y escolar equilibrado y vivo en valores, ¿quién
no ha visto nacer, como esDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
pontánea, una llamada vocacional?
Esta fotografía que estoy
mostrando se hace más viva,
real, en una sociedad llamada
“sacral”, a la que pertenece la
infancia de casi todos los presentes a esta reunión nacional,
a diferencia del contexto actual
en el que el rol de la familia y
escuela se difumina y pierde
fuerza de referencia.
Porque todo esto se presenta
en los niños de forma inmadura, es por ello que se insiste
tanto, pedagógicamente, para
que padres y educadores asuman este rol de conducir progresivamente al niño hacia esta madurez – es un camino de
crecimiento integral – aspectos
físicos, psíquicos, sociales, religiosos.
Por otra parte, la presencia
de “modelos” ayuda a conseguir metas; si estos modelos
son cercanos y vivos – padres,
educadores, sacerdotes – la encarnación del modelo, aunque
sea provisional, ayudará al niño a crecer y madurar.
Una preparación religiosa
ayuda, sin duda, al niño a crecer, porque le pone ante los
problemas centrales, vitales, le
exige confrontarlos, valorarlos...
b. ¿Cómo hacerlo?
Las respuestas seguro que
entran aquí en una gran variedad. Nos mantendremos en los
principios que son válidos para
todos.
b.1 La palabra ilumina
La palabra descubre, explica, da razón, dice el por qué.
Es importante que las palabras
que anuncian el tema de Dios a
los niños lo hagan de forma
gozosa; sean palabras que digan cuánto nos ama Dios,
cuánto podemos acercarnos a
El; sean palabras que hablen
de amistad con Dios; palabras
que despierten el deseo de
Dios, de buscarlo, quererlo,
amarlo y también proclamarlo.
Esta proclamación no es exclusiva de los mayores; también
los niños pueden hacerlo. La
Jornada de la Infancia Misionera de este Año Santo – Jubilar –
tenía como lema: “Los niños,
misioneros del tercer milenio”.
A ella, a la infancia misione-
35
ra, aludía el Papa Juan Pablo II
diciendo que “es una verdadera red de solidaridad humana y
espiritual entre los niños de los
antiguos y nuevos continentes”.
36
b.2 Pero el ejemplo,
el gesto arrastra
“El contemporáneo escucha
con preferencia a los testigos,
más que a los maestros; y si
escucha a los maestros lo hace
porque son testigos” (EN 41).
Los ejemplos de vida son
más eficaces que la palabra. Si
esto es válido para todos, lo es
preferentemente para los niños. El niño necesita modelos
que imitar, va detrás de ellos,
lo vemos en el deporte, en el
cine, en la canción... Se quiere
identificar con alguno de ellos,
lo pone en su corazón, en sus
labios; lo encuadra y preside
un trozo de su habitación,
viendo de cerca el modelo le
ayuda a identificarse con él,
incluso hará gestos, utilizará
palabras propias del personaje
con el que se identifica, hasta
vestirá como el modelo.
El Papa Pablo VI subrayaba
la importancia del ejemplo
cuando a propósito de la oración preguntaba a las madres:
“Madres, ¿enseñáis a vuestros
niños las oraciones del cristiano? ¿Los habituáis, cuando están enfermos, a pensar en Cristo que sufre? ¿a invocar la
ayuda de María y de los santos? Vuestro ejemplo vale una
lección de vida, vale un año de
culto..., así lleváis paz a la familia..., así construís...”.3
El niño tiene necesidad de
aprender las cosas de Dios; digámoselas con la palabra,
acompañémoslas con el ejemplo.
“Las cosas divinas duermen
en el profundo del niño y el
educador tiene el deber de despertarlas” (Adrienne Necker).
No todos los momentos y
circunstancias son iguales; el
educador debe discernir para
saber decir y acompañar estos
momentos, suscitando, iluminando, transmitiendo fuerza,
coraje, serenidad, grandeza,
bondad, amor; atributos de
Dios que se manifiestan en la
naturaleza y, fundamentalmente, en las criaturas. La verdad
que es Dios viene dicha, custodiada, transmitida.
b.3 El testimonio
de niños santos
Santos Inocentes.
Dieron su vida, en Belén, en
lugar del Niño Jesús, los niños
menores de dos años. Confesándolo no con la lengua, sino
con su sangre.
El poeta latino Prudencio dirá de ellos: “Jugáis, inocentes,
bajo el ara, con la corona y la
palma”. Su fiesta se celebra el
28 de diciembre.
Inés, la pura, la mártir a los
trece años. “¡Qué halagos empleó el perseguidor para seducirla!” exclama S. Ambrosio.
Su fiesta es el 21 de enero.
Lucía, nombre luminoso,
mártir en la persecución de
Dioclesiano, “luchó hasta la
muerte por la ley de Cristo”.
Su fiesta se celebra el 13 de diciembre.
Cecilia, el 22 de noviembre,
mártir de la fe.
Agueda, “la buena, martirizada en la persecución de Decio, año 251; su fiesta se celebra el 5 de febrero.
Eulalia, adolescente, en Mérida. “Aquella muchacha era
toda gracia y fascinación y a
pesar de sus doce inviernos y
trece primaveras, permanecía
extraña a esta tierra...”, así la
canta Prudencio en sus versos.
Su fiesta es el 10 de diciembre.
Adolescente, igualmente, Eulalia de Barcelona, su fiesta es
el 12 de febrero.
Justo y Pastor, de 7 y 9, respectivamente, martirizados en
la persecución de Dioclesiano,
el 6 de agosto del año 304.
Maria Goretti, muere martirizada, a los 12 años, el 6 de
julio de 1902. Canonizada por
el Papa Pío XII el 24 de junio
de 1950.
Francisco y Jacinta, videntes de Fátima. Francisco muere
a los doce años, Jacinta a los
nueve. Fueron beatificados por
el Papa Juan Pablo II el 13 de
mayo del año 2000.
La lista puede alargarse si
repasamos nuestros hospitales
pediátricos, si nos asomamos a
las familias que viven con coherencia la vida cristiana, dan
ejemplo y educan a la fe a sus
hijos. Os recuerdo dos ejemplos cercanos: Alexia González Barrós de 14 años de edad
y que realiza un verdadero camino de santidad desde el dolor. Muere en Pamplona en la
clínica universitaria el día 5 de
diciembre de 1985. Está en camino el proceso de beatificación.
Antonietta Meo (Mennolina). Nacida en Roma en 1930,
muere el 3 de julio de 1937; tenía sólo siete años. Nos ha dejado un diario y 150 cartas dirigidas a Jesús, a la Virgen y a
la Trinidad. Los estudiosos hablan de este caso, sorprendidos, porque ven en los escritos
de esta niña un bellísimo sistema teológico y al mismo tiempo revelan una vida de íntima
unión con Dios. Una vida de
santidad labrada también desde el sufrimiento. En curso el
proceso de beatificación y hay
quien habla de un nuevo doctor de la Iglesia. Después de
Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia a los 24 años,
¿tenemos otro Doctor a los 7
años?
Hemos querido señalar estas
figuras como testimonio de
que la santidad está presente
también en los niños.
Con motivo de la beatificación de Francisco y Jacinta, la
Conferencia episcopal portuguesa publicaba una Nota pastoral, proponiendo a los nuevos beatos como ejemplo a
imitar “por el brillo de su caridad y otras virtudes evangélicas”. “Los pastorcitos – sigue
diciendo la Nota – nos recuerdan que también los niños tienen una tarea que desempeñar
en la Iglesia y en la sociedad...
y que la santidad es vocación
común a todos y rasgo característico del pueblo de Dios”
(L’Osservatore Romano, edición española, 12 de mayo
2000).
La homilía del Papa en la
beatificación de Francisco y
Jacinta señala el talante espiritual de los Pastorcitos de Fátima (Cf Ecclesia, 27 mayo
2000). Y precisamente el Papa
en la celebración del Jubileo
de los niños – el 2 de enero pasado – los exhortaba con estas
palabras: “Comenzando por
vosotros, niños y adolescentes,
la serie de las solemnes celebraciones jubilares, la Iglesia
os pone en el centro de atención de los creyentes. Recibid
el don del Jubileo y volved a
casa transformados por el
amor de Jesús, que os ha dado
su amistad. Seguidlo con entu-
siasmo y ayudad a todos para
que se acerquen a El con toda
confianza. Jesús es la Puerta
santa que nos permite entrar en
el Reino de Dios». (Cf. L’Osservatore Romano, edición española, 7 enero 2000).
4. El niño enfermo
No es fácil estar ante una
persona enferma; no sabemos
estar, estamos incómodos, es
duro, difícil. Todos lo hemos
experimentado, particularmente el pastor se siente más incómodo, lleva “armas” de difícil
apoyo para sentirse seguro ante el enfermo; el personal sanitario tiene el apoyo técnico
que le hace de barrera muchas
veces, que le da autoridad,
prestigio... Son armas defensivas. Todos hemos vivido estas
o parecidas situaciones ante el
enfermo.
Si esto es verdad, cuando el
enfermo es un niño el problema se agraba. Es el misterio
del dolor que no tiene edad, no
tiene lugar, tampoco sexo. Sufrir al inicio de la vida, ¿por
qué? ¿por qué sufren, mueren
los niños, los inocentes?, es la
pregunta de Camus, es la pregunta de todos nosotros.
Yo mismo he hecho experiencia, nueve años como capellán de un hospital pediátrico
en Barcelona; 400 camas, un
gran consultorio, urgencias y
una maternidad – 50 camas –
unida al hospital.
Os podéis imaginar la actividad, la carga de dolor y esperanza, la destreza de los profesionales, la dureza de la jornada, la lucha por la vida, tantos
niños que estrenan vida sufriendo, tantas madres agarradas a la cruz, esperando “resurrecciones”, éxito de la medicina, hasta algún milagro. En
medio de todo eso la actividad
profesional, tanta, tan seria, y
todos los temas humanos y éticos que surjen diariamente.
Y en medio de todo eso el
equipo de pastoral – acompañando, animando, celebrando
la vida débil, enferma, pero
cargada de vida, de experiencia.
¡Cuántos viernes santos!,
pero ¡cuántos domingos de
pascua! ¡Cuántos recuerdos!
– Recuerdo la angustia de
un joven matrimonio por la enfermedad de su hijo que fallece a los tres meses: ¡Cuánto
tiempo pasaba en la capilla entre esperanzas y deseperanzas!
– Y la madre de Jordi ¡con
qué cariño e ilusión cuidaba a
su niño!
– ¡Cuántas familias esperan
que vayamos, que las visitemos!: ‘Les estábamos esperando’, nos dicen con frecuencia.
– Y aquel padre, Paco, desilusionado, desesperado por su
hijo con espina bífida y que no
cree en nada, que dice que ha
perdido la fe... Le animamos a
salir de la oscuridad, de la tristeza y, al cabo de los días, vimos más luz y tranquilidad en
esa habitación, en ese matrimonio junto al niño.
– ¿Y qué contar de Alicia,
de 12 años, de Juan de 8; de
Gemma, de 9 años, afectada de
leucemia, y de José Manuel,
de 6, y de María, de 3 años?
– Miguel Angel es un niño
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de 7 años, con un tumor canceroso. Es un caso desesperado.
El niño llora, está mal, lo siente, y con una conciencia de
persona mayor repite con cierta frecuencia entre sollozos:
‘¡Mamá, mátame, asesíname!’. Hablamos con los padres, intentamos estar muy
cerca, animar, pero no nos da
tiempo para una conversación
seguida. Todo es entrecortado.
¡Es tan difícil, hay tanta angustia!
– Esta es la reflexión de un
padre: ‘Yo en mi trabajo me
siento distante y desconfío de
mis compañeros... Siempre he
creído que en la gente había
mucha maldad, pero después
de tantos días en el hospital he
descubierto este valor humano
en el personal sanitario, en los
voluntarios, en el servicio religioso. Estoy contento, aunque
mi hijo sigue enfermo. El hospital es una sorpresa’.
– Y otro padre: ‘A nosotros,
los padres, sin moral y asustados por la enfermedad incurable de nuestra hija, sólo nos
consolaron las palabras del padre que nos atendió en el bautismo y defunción de nuestra
hija’.
– ‘Muchas gracias, Elvira,
me has ayudado mucho’; era la
expresión de una madre a la
visitadora, después del entierro
de su niña.
Permitidme que os cuente el
testimonio de una niña de 8
años que sufrió un accidente
junto con su prima, y a las cuales visitábamos con cierta frecuencia. Dada de alta, viene un
día al hospital a visitarnos y
trae varias cosas y esta carta
que dice así:
‘Querido San Juan de Dios:
Te obsequia mi abuela con este
ramo de flores por curarme a
mí y mi prima. Cura a todos
los niños de este hospital. Ayuda a Yolanda y al Gustavo, al
Rafa, etc., a que se curen como
tú has hecho con nosotras. Mi
abuela te manda este ramo de
flores para que cures a otros
niños. Quiero que les des una
lección a estos cocineros que
hacen una comida muy mala y
a los niños del hospital no les
gusta. Te dejo mis muletas
porque ya no me hacen falta,
gracias a que tú me has curado.
Te las dejo para que otro niño
si le hacen falta las use, pero te
37
38
pido que nadie tenga que usarlas en este mundo. Porque yo
creo que no hace falta que la
gente muera ni sufra, porque si
no hubiera esas cosas horribles
todo el mundo viviría feliz. Te
lo dice con todo cariño, Isabel
María”.4
Estas escenas se multiplican
en el hospital pediátrico; seguramente el pastor no tendrá
tiempo para analizar, como hace el psicólogo, vivencias, estadios, pensamientos y reacciones del niño ante “su enfermedad” o “su muerte”. Dejemos este análisis a los especialistas y pensemos globalmente
a la vida diaria del hospital en
las escenas múltiples de padres
e hijos que sufren; en muchos
casos la atención pastoral deberá recaer más en los padres
– en su dolor y angustia – que
en los hijos, ya que éstos son
de muy corta edad. Si el trabajo del hospital se realiza en
verdadero equipo, el servicio
pastoral se verá ayudado de los
otros profesionales, sobre todo
de los psicólogos, asistentes
sociales, etc. Bastará estar presente en el equipo para “beneficiarse” de la competencia de
dichos profesionales al servicio de la pastoral.
Creo que el servicio pastoral
debe “jugar” mucho en el binomio niño-padres y sobre todo niño-madre, para captar experiencias, necesidades, problemas; para captar la vida y
estar presente en ella. Por ello,
las atenciones pastorales se
orientarán mayormente hacia
una relación de ayuda, donde
nazca la confianza; a partir de
ahí se podrán ir reconstruyendo tantos problemas vitales
que afloran en los momentos
de dolor. La mejor pastoral será, pues, una presencia continua, discreta, no invadente;
una presencia organizada y coordinada, que acentúe los puntos fuertes de necesidades de
las personas en el hospital: al
centro el niño enfermo y alrededor de él sus padres y el personal sanitario.
No es este el lugar para describir cuáles deben ser las actitudes, formas, estilos de presencia de los componentes del
servicio pastoral, son formas
que se deben estudiar y enriquecer con la experiencia; creo
que saberse “situar”, es decir,
saber dónde uno está, cuáles
son las necesidades básicas, tener la garantía de poseer un
mínimo de cualidades para el
ministerio en aquel lugar, y tener organizado el servicio, todo esto es el bagaje imprescindible con el que deben contar
todos los componentes del servicio pastoral.
Todos estos criterios ayudarán a construir día a día la presencia, el diálogo, la ayuda, la
celebración sacramental y litúrgica; dará luz a nuestras palabras, sentido a nuestros gestos; sentiremos el gozo del
compartir esperanzas y desesperanzas, dolores, angustias y
alegrías por el éxito, la curación...; veremos nacer vidas
nuevas, resucitadas en medio
del dolor y la muerte. Basta
que no nos coma la rutina, la
improvisación, el no saber qué
hacer.
Hoy el Espíritu está presente, operante; hoy el Espíritu sigue escogiendo, seleccionando
anunciadores de novedad de
vida, de resurrrección, de
amor, de alegría, de fiesta. A
esta llamada del Espíritu debemos dar respuestas entusiastas,
inteligentes, que nazcan de la
fe, llenos de Espíritu. Los riesgos, la fatiga será tanta, pero
merece la pena gritar con la
fuerza del Espíritu: “Aquí estoy”.
Evangelizados para evangelizar. Convencidos de que
cuanto anunciamos no es patrimonio nuestro, nos viene
encomendado del Señor: “Id y
evangelizad”. Convencidos
también de que el designio de
Dios viene condicionado por
la libertad de los hombres que
rechazan, no acogen el mensaje.
Es ahora cuando debemos
seguir el ejemplo de Jesús, de
los Apóstoles, y de tantos
evangelizadores que no se
echaron atrás ante las dificultades, sino que se armaron de
coraje, de entusiasmo y de esperanza.
Os llamo, por eso, a no dejarse vencer por las “enfermedades del cuerpo” que pueden
frenar el entusiasmo evangelizador: la poca salud, la edad
avanzada, el cansancio...
Y menos aún, dejarse vencer
por las “enfermedades del espíritu: la apatía, la tristeza, la
falta de entusiasmo, las contradicciones, las infinitas dificultades...
Ejercitaos, más bien, en los
dones del Espíritu: “El amor,
el gozo, la paz, la bondad, el
dominio de sí” (Gal 5, 22), la
fortaleza, la esperanza, convencidos de que las grandes
obras son fruto de Dios, pero
que necesitan de nuestra colaboración.
Nacerá así la nueva evangelización: nueva por el ardor,
por los métodos, nueva en sus
expresiones.
Sobre estas bases y criterios
debemos organizar el servicio
pastoral en el hospital pediátrico que garantice la presencia
evangelizadora. A ello dedicaremos el siguiente capítulo.
5. El servicio de
evangelización
en el hospital pediátrico
a. Evangelizar, misión
específica de la Iglesia
La Iglesia existe para evangelizar, anunciar, comunicar la
Buena Noticia, como continuadora que es de la palabra y
gestos de Jesús (Mt 28; EN 13,
14).
“Evangelizar es la razón de
ser de la Iglesia y si ésta es su
misión específica, todos sus
miembros deben tener viva
conciencia de la propia responsabilidad en cuanto a la difusión del Evangelio”.
a.1 Conciencia de esta misión
A la Iglesia en cuanto comunidad de creyentes, a través del
mandato apostólico, le ha sido
confiada el “cuidado de los en-
fermos”. Este cuidado, curar a
los enfermos, es inseparable de
la “Evangelización”.
La misma tradición de la
Iglesia, a través de su Magisterio, nos enseña:
– que el servicio a los enfermos es parte integrante de su
misión (Dolentium hominum
1);
– la Iglesia busca el encuentro con el hombre, de modo
particular, por el camino del
sufrimiento. “El hombre es camino de la Iglesia” (Salvifici
doloris 3);
– curar a los enfermos es
“diaconía” de la Iglesia local y
universal. Este ministerio no
se limita a sus fieles, sino que
se abre – se debe abrir – por fidelidad al Evangelio, a todo
aquel que sufre (Lc 10, 25-37);
– el cuidado de los enfermos hace referencia al hombre
en su unidad somato-espiritual
(DH 2);
– será, por tanto, obligación
de la comunidad cristiana ayudar al enfermo a liberarse de
todo lo que impide que el sufrimiento sea, para él y para
los otros, “una fuerza de redención” (SD 19);
– el cuidado de los enfermos es una “diaconía” eclesial
que expresa de modo perfecto
su esencia de “sacramento universal de salvación” (LG 1).
Esta solicitud de la Iglesia
por los enfermos, y cuyo testimonio es no sólo grande en extensión, sino también grandioso por la calidad, como lo demuestra la historia, esta precoupación – repito – viene subrayada en el Magisterio de
estos últimos años: Pío XII iluminó la ciencia médica con innumerables discursos que hacen texto en el momento presente. El Concilio Vaticano II,
aparte del mensaje dirigido a
los enfermos, señala tanto al
obispo como a los sacerdotes,
que tengan la mayor solicitud
“por los enfermos y los moribundos, visitándolos y confortándolos en el Señor” (PO 6, 8;
LG 38). El mismo Derecho
Canónico (can. 529, párrafo 1)
recuerda a los párrocos el deber de asistir a los enfermos y
moribundos y el hacerlo con
generosa caridad.
Finalmente, los dos documentos del actual Papa, Juan
Pablo II, Salvifici doloris y
Dolentium hominum; el primero sobre el sentido cristiano del
sufrimiento y el segundo el
Motu Proprio institutivo del
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios,
han puesto en marcha un nuevo movimiento en el cuidado
pastoral hacia los enfermos.
Esta solicitud pastoral ha sido igualmente recordada de
manera particular por el Papa
en sus exhortaciones apostólicas Christifideles laici números 53 y 54 y Vita consecrata
nn 82 y 83.
Asimismo, la solicitud pastoral de la Iglesia a favor de los
enfermos se aprecia en todo el
Magisterio del actual Pontífice, tanto por sus numerosos
discursos en encuentros con
enfermos y profesionales de la
medicina,5 como en los documentos de gran relieve – legislación canónica, nuevo catecismo, cartas encíclicas y exhortaciones apostólicas – en
todos ellos encontramos diversos pasajes que, de forma directa o indirecta, hacen alusión
al campo de la pastoral sanitaria y que nosotros hemos tenido cuidado de recoger y comentar en nuestra revista “Dolentium hominum”, como esquemáticamente presentamos
a continuación.
La pastoral sanitaria en los
documentos de la Iglesia:
Comentarios publicados en
la revista Dolentium hominum
El cuidado de los enfermos
según la legislación canónica
(DH 11, pp. 5-8)
La Iglesia y los enfermos en
el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (DH 23, pp. 4447)
Cartas encíclicas y exhortaciones apostólicas:
– Spiritum vivificantem
(DH 5, pp. 18-20)
– Christifideles laici
(DH 12, pp. 8-10)
– Redemptoris missio
(DH 17, pp. 7-9)
– Centesimus annus
(DH 17, pp. 10-12)
– Pastores dabo vobis
(DH 21 pp. 8-10)
– Evangelium vitae
(DH 29, pp. 4-14)
– Vita consecrata
(DH 32, p. 7-10)
– Una esperanza nueva para
el Líbano (DH 36, pp. 10-11)
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
– Ecclesia in America
(DH 41, pp. 6-8)
– Fides et Ratio
(DH 41, pp. 9-16)
a.2 Una evangelización
nueva en el ardor,
en sus métodos,
en sus expresiones
El Papa Juan Pablo II, en la
Carta Encíclica “Veritatis
splendor” (6 agosto 1993) hace
alusión a este pensamiento suyo de “nueva evangelización”
lanzado hacía diez años en un
discurso a los obispos del CELAM (9 mayo 1983). Dice así
la Encíclica en el n. 106:
“La evangelización es el reto más fuerte y exaltante que la
Iglesia está llamada a afrontar
desde sus orígenes. En realidad este reto lo plantean no
tanto las situaciones sociales y
culturales que encuentra a lo
largo de la historia, cuanto el
mandato de Jesucristo resucitado, que define la razón misma de ser de la Iglesia: “Id por
todo el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura” (Mc
16, 1).
Sin embargo, el momento
que estamos viviendo – al menos en el seno de algunas poblaciones – arroja más bien el
signo de una gran provocación
a una “nueva evangelización”,
es decir, a anunciar el Evangelio, siempre nuevo y siempre
portador de novedad, una
evangelización que debe ser
“nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión”.
Cinco años más tarde del
discurso del Celam en Salto
(Uruguay), explicando el mismo Papa el significado de
aquellas expresiones, decía:
“La evangelización será nueva en el ardor, si en la medida
en que se actúa, reforzais cada
vez más la unión con Cristo,
primer evangelizador; ...será
nueva en los métodos, si cada
miembro de la Iglesia se hace
protagonista de la difusión del
mensaje de Cristo; ... para que
la evangelización sea nueva
también en su expresión, debéis estar con los oídos atentos
a lo que el Señor puede sugerir
en cualquier momento”.
Toda acción evangelizadora
debe comenzar siempre con
una acción hacia dentro; es decir, el evangelizador ha tenido
que evangelizarse antes a sí
39
40
mismo, haber pasado la experiencia del encuentro con Jesús
salvador (EN 24), ya que la
evangelización es sobre todo
comunicación de una experiencia; no se trata de una actividad profesional de una propaganda ideológica, ni de un
servicio filantrópico; es, sobre
todo, un testimonio de vida.
Para transmitir la doctrina de
forma convincente se necesitan testigos.
Hemos de evitar la inercia
apostólica, superar esquemas
pasados, ritmos repetitivos, incapaces de responder a las necesidades. Desde la inercia no
es posible evangelizar. “Una
vez más es necesario salir
siempre de la situación de una
Iglesia que ha perdido el primer amor, que tolera la idolatría, que ha cedido al compromiso; del torpor de una Iglesia
que duerme o que vive tibiamente en la mediocridad, para
ser Iglesia pobre, Iglesia que
escucha al Espíritu Santo,
Iglesia de comunión.
Transformar lo humano para
hacerlo divino: esto requiere
una metanoia, un cambio radical. Como aquel progresivo y
luego decisivo de los discípulos de Emaús que, convertidos
por la Palabra y por la presencia viva de Cristo, cambiaron
camino”.6
Es el Papa Juan Pablo II el
que sale al paso de estas dificultades; es significativo el nº
36 de la Encíclica Redemptoris
missio en el que alude a las dificultades dentro de la Iglesia:
“Las dificultades internas en
el pueblo de Dios no faltan, y
son incluso las más dolorosas.
Ya mi predecesor, Pablo VI,
indicaba en primer lugar ‘la
falta de fervor, tanto más grave
cuando nace desde dentro; se
manifiesta en el cansancio, en
la desilusión, en el acomodamiento, en el desinterés y, sobre todo, en la falta de gozo y
de esperanza” (EN 80). Las divisiones que han existido y
que existen entre los cristianos
son grandes obstáculos al sentido misionero de la Iglesia (cf
AG 6), de las vocaciones al
apostolado, los anti-testimonios de fieles y de comunidades cristianas que no siguen en
su vida el modelo de Cristo.
Pero una de las razones más
graves del escaso interés hacia
‘el compromiso misionero es
la mentalidad indiferentista,
ampliamente difundida, enraizada en visiones teológicas no
correctas y adheridas a un relativismo religioso que lleva a
considerar que ‘una religión
vale tanto como otra’. Podemos añadir, como decía el
Pontífice, que existen también
‘coartadas que pueden desvíar
de la evangelización. Las más
acechantes son ciertamente
aquellas que pretenden apoyarse en ciertas enseñanzas del
Concilio” (EN 80).
Es también el Papa quien
alienta a superar estas dificultades: “Las dificultades internas y externas no deben hacernos pesimistas o inactivos. Lo
que cuenta – aquí como en cada sector de la vida cristiana –
es la confianza que viene de la
fe, es decir, de la certeza de
que no somos nosotros los protagonistas de la misión, sino
Jesucristo, y su Espíritu. Nosotros somos solamente colaboradores”.
El próximo año 2001 celebraremos en Sydney (Australia) la IX Jornada Mundial del
Enfermo y la idea central para
esta celebración es: “La nueva
evangelización y la dignidad
del hombre que sufre”.
En el Mensaje que el Papa
ha enviado con motivo de esta
Jornada se subraya la necesidad de evangelizar este sector
sanitario de grande experiencia humana.
En el número tres del Mensaje el Papa nos dice que los
hospitales son santuarios en
los que se participa del misterio pascual de Cristo y que es
importante que no falte en estas estructuras una presencia
cualificada y significativa de
creyentes que aprendan de
Cristo a ser buenos samaritanos.
Los hospitales, los centros
sanitarios y de ancianos son
ámbitos privilegiados de la
nueva evangelización, dice el
Papa. Es importante que, al
inicio del Milenio se dé un renovado impulso a la evangelización en el mundo sanitario,
lugar indicado para llegar a ser
un precioso laboratorio de civilización del amor; son también palabras del Papa expresadas en dicho Mensaje.
“Si sois lo que tenéis que ser
prenderéis fuego al mundo entero” (Juan Pablo II a los jóvenes en la homilía de clausura
de la Jornada Mundial de la
Juventud, 20 agosto 2000).
Son palabras de Santa Catalina de Siena que el Papa hace
suyas y las lanza a los jóvenes.
Son palabras de una gran actualidad para la pastoral en los
centros sanitarios.
Es necesario meter fuego en
ellos, fuego apostólico, interior, espiritual, fuego que encienda la vida, que encienda
nuestro futuro, que encienda
nuestros pasos vacilantes, cansados. Fuego, es decir, poner
alma, vida, amor, servicio, solidaridad al “cuerpo técnico”, a
las estructuras sanitarias. El
servicio pastoral debe ser el alma del hospital, el alma de la
estructura sanitaria. debe ser
fuego que arde, que entusiasma; luz que ilumina, gozo que
suaviza el dolor, compañía en
la soledad, amor que cura y
salva.
a.3 Formación de los Agentes
de Pastoral Sanitaria
Es difícil realizar hoy una
nueva evangelización, según el
criterio que estamos indicando, si los agentes no poseen
una formación pastoral de base
y si ésta no se actualiza periódicamente. El Concilio Vaticano II ha insistido mucho en esta formación pastoral, e indica
que todos los otros aspectos de
la formación deben estar dirigidos a la finalidad pastoral
(OT 4). En el decreto Apostolicam actuositatem n 28, 29 se
dice que debe ser multiforme y
completa, y adaptada a las diversas formas de apostolado (n
16-19, 31).
“El objetivo clave será conseguir el suficiente discernimiento de los caminos que el
Espíritu va indicando a la Iglesia en medio de los cambios de
esta sociedad en transformación radicalizada y acelerada.
Se trata de educar en una seria
teología de la acción pastoral
que abarque todos sus campos:
moral, social, espiritual: formar en el conocimiento de una
adecuada metodología pastoral
y de una recta criteriología de
acción: precisar los términos
de la solidaridad responsable
de la Iglesia en su acción relacionada con la sociedad huma-
na; educar en el trabajo de base, en la iniciativa personal, en
el espíritu asociativo, en la labor de equipo, en la apertura a
solidaridades más amplias”
(Cf. Asamblea conjunta Obispos-sacerdotes, España, ponencia VII).
Los medios para esta formación hoy son muchos y variados; se forma desde la experiencia, desde la inserción en
actividades pastorales donde
existe una buena organización,
coordinación y evaluación; esta es una cátedra muy importante. Se forma uno asistiendo
a lecciones de buenos maestros, a cursos, cursillos, semanas de reflexión. Para la formación en Pastoral Sanitaria
con los grados académicos de
Licenciatura y Doctorado en
Teología Pastoral Sanitaria
existe en el mundo sólo un
Centro, el Camillianum, en
Roma, dirigido por los padres
Camilos. Enhorabuena porque
también están naciendo en muchas naciones escuelas y centros de Pastoral Sanitaria e
igualmente el que este tema
esté integrándose en los seminarios e institutos de pastoral.
Subrayamos la necesidad de
vía mucho camino por recorrer, pero los resultados son
enriquecedores.
Pero ¡atención! no caigamos
en la trampa de lo cuantificable: en pastoral hay cosas que
no caben en la medida.
“Las acciones pastorales
proceden de una comunidad de
personas y tienden a crear vida
comunitaria de fe, de caridad y
de participación. Por consiguiente:
1. El resultado de la acción
pastoral no es mensurable en
términos cuantitativos. No es
una acción que concluya en la
producción de las cosas.
2. Los caracteres propios de
la acción pastoral reclaman un
proceso de elaboración que no
puede expresarse sólo en conceptos jurídicos.
3. No son aplicables de manera unívoca a la acción pastoral los esquemas organizativos
de los entes políticos, de los
sindicatos, de la industria, etc.,
si bien deben ser tenidos en
cuenta todos los avances de las
ciencias humanas sobre la dinámica de grupos, la organización del trabajo, la planificación etc.
La acción pastoral requiere
que el agente de Pastoral incluya en su proyecto de vida
un espacio para la formación
permanente. No olvidar que
forma parte de esta formación
la lectura de libros, revistas,
etc. a fin de tener siempre viva
la mente y el ideal.
Alguien podrá preguntar:
¿Y el resultado? La respuesta
es siempre positiva, se ha
avanzado mucho, queda toda-
sus cauces que le den mayor
amplitud, mayor eficacia, mayor permanencia. A estos cauces los llamaremos estructuras
pastorales.
Las estructuras de la Iglesia
son funcionales e instrumentales para el cumplimiento de su
misión. Por ello son necesarias
– algunas tiene que haber – y
contingentes, porque todas son
recambiables.
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
A las estructuras pastorales
de la Iglesia les es consustancial el carácter instrumental
contingente, provisional: no
son nunca un fin en sí mismas: proceden de la vida, deben servir fielmente a la vida
y renovarse con ella (Cf.
Asamblea conjunta Obispossacerdotes, España, ponencia
III, 01 y 02).
b. El proyecto pastoral
Debe contemplar los siguientes capítulos: destinatarios del proyecto, el equipo
pastoral y el programa.
b.1 Destinatarios
del proyecto:
hospital pediátrico
Se trata de un proyecto que
tiene en cuenta el lugar: hospital, con sus múltiples facetas
técnicas, organizativas, económicas, sociales, éticas.
Hospital pediátrico: conocimiento, por tanto, de la realidad del niño, vivencias, necesidades, reacciones ante la situación de la enfermedad.
Ver también, de modo particular, el entorno familiar por el
contacto y rol que los padres y
sobre todo la madre van a desempeñar.
Conocimiento del personal
sanitario: vinculación, motivaciones, valores, necesidades.
La pertenencia – propiedad –
del hospital y su filosofía.
La dinámica y vida diaria
del hospital y particularmente
un conocimiento de la estancia
promedio del niño. Hoy la estancia es muy breve, dado que
condiciona proyectos “sólidos
y permanentes” y se deberá
programar con una mentalidad
nueva, llamémosla “pastoral
de urgencia”, tanto por la brevedad de la estancia, como por
las condiciones en que se está.
b.2 Equipo de pastoral
Es verdad que en muchos
casos será una sola persona la
vinculada y responsable de la
pastoral del centro; pero aún
en este caso esa persona responsable puede llamar a formar parte a “Personas voluntarias” con funciones específicas
de visita, distribución de la comunión, etc.
En otros muchos casos, será un verdadero equipo com-
41
42
puesto por el sacerdote(s), religiosas y laicos.
Todos ellos deben conocer
bien el ambiente hospitalario,
“inclinados” para realizar la
pastoral de este sector, ser idóneos.
Lo importante de la acción
pastoral son las personas, los
agentes. Uno no da lo que no
tiene.
La pastoral vale lo que el
pastor; la evangelización lo
que el evangelizador; el apostolado vale lo que vale el apóstol. No se trata de “funcionarios” sino de testigos que iluminan, estimulan, coordinan,
integran y transmiten esperanza, experiencia, vida.
Es importante llevar a cabo
esta pastoral en equipo, crearlo, animarlo, hacerlo crecer.
Todo equipo – todo grupo –
es siempre una realidad dinámica; tiene un proceso de maduración parecido al de la persona y pasa por las mismas fases: niñez, adolescencia, madurez, adultez.
Al inicio de la formación del
equipo de pastoral, hemos de
tener en cuenta los siguientes
factores:
– paciencia (la vida no crece
a tirones)
– capacidad de entusiasmo y
de esperanza
– cierta técnica (ya que no
basta la buena voluntad)
– tiempo material y psíquico
para dedicar a los miembros
del equipo
– elegir bien el coordinador
y procurar que en la primera
fase de la formación del grupo
no haya personas difíciles.
Si la animación y el animador deben ser factores de cambio, de transformación, el grupo realiza más abundantemente esta transformación; es más
fácil cambiar a una persona
integrada en un grupo que si
está aislada; el cambio realizado en equipo suele durar
más; también sabemos cómo
las decisiones son más fácilmente aceptadas si se toman
en grupo, que si se hace aisladamente.
b.3 El programa
“La programación pastoral
es el estudio, la elaboración, la
decisión de una serie de acciones pastorales apropiadas para
hacer que el hospital pase de
una determinada condición a
otra mejor”.
Definida la programación,
nos preguntamos ¿cómo programar? La respuesta: por medio de una pastoral por objetivos. Porque creemos que se
trata de un proceso más educativo y porque responde mejor
al fin que perseguimos; nos
obliga a definir bien las elecciones y a ser más serios en las
tareas; influye progresivamente en la renovación de los
Agentes de la pastoral y nos
obliga a una mayor animación
y coordinación.
Esta organización por obje-
equipo de pastoral que quiere
funcionar como tal: personas
preparadas, con entusiasmo y
ganas de trabajar; personas
con un programa que contemple actividades concretas, distribución de funciones y coordinación de las mismas.
En la programación no podemos olvidar dos criterios
fundamentales: el respeto que
debemos tener a los enfermos,
familiares y trabajadores por el
credo que profesan, y también
que el servicio pastoral esté integrado en el quehacer asistencial del hospital, de ningún
modo debe ser una isla en el
hospital.
tivos exige: describir el campo
de nuestro trabajo pastoral, según las necesidades y las posibilidades. Conocido el campo
de trabajo pastoral, será tiempo de proponer objetivos generales y específicos y acciones
concretas.
Las actividades que integran
la programación deben ser
bien estudiadas, con posibilidad de realización, unidas entre sí, teniendo en cuenta el
criterio de eficacia y que sean
convergentes; también se debe
tener presente el principio de
gradualidad y de globalidad.
En fin, en la programación
debemos tener presente: la situación actual en dónde estamos; qué deseamos; qué es posible hacer.
Por tanto, el programa contempla aquí que se trata de un
hospital pediátrico: hay que
ver el volumen, la dinámica,
las situaciones concretas... Esto es básico.
Se trata, igualmente, de un
Ahora surge la pregunta:
¿qué actividades pastorales
pueden llevarse a cabo en un
hospital pediátrico?
Creo que con todo lo dicho
sobre el equipo pastoral y el
lugar concreto donde se lleva a
cabo la pastoral, me atrevería a
señalar algunas áreas de atención pastoral:
1. Personal del hospital
Una relación continua con el
personal médico y de enfermería favorecerá fuertemente la
dinámica pastoral. Puntos
fuerte de esta relación pueden
ser:
Aprovechar la visita a plantas y otros servicios
Programar algunos actos para el personal; pueden ser cursillos, conferencias...
Integrar el servicio pastoral
en la dinámica docente del
hospital.
Aprovechar circunstancias
festivas, sociales, familiares...
Colaboración con los equipos interprofesionales en temas de estudio sobre ética, humanización, problemáticas que
surgen en la práctica profesional...
sos niveles, según un cronograma preciso.
Cuidar el contacto con la parroquia, zona pastoral y diócesis. Servirá para dar – ideas,
experiencias – y recibir.
2. Con los niños
Conclusiones
Debe tenerse muy presente:
la edad, las condiciones en que
están y la permanencia en el
hospital. Teniendo en cuenta
todo ello, se formulará una
presencia pastoral dirigida sobre todo:
A la visita programada y
constante.
A una presencia “catequética”, particularmente en los servicios de una larga estancia y
en unión a la “escuela” que
atiende desde el hospital el
curso escolástico del niño.
Dimensión
sacramental.
Aquí entran en juego varios
factores: cuántos niños del
hospital están en edad de recibir los sacramentos, cuál es la
práctica religiosa de los niños,
qué celebraciones sacramentales es posible programar, cómo, cuándo...
La familia. Todo cuanto hagamos al niño pasa por la familia: visitas, gestos religiosos, celebraciones, etc. deben
tener presente esta mediación
familiar de cara al niño y, al
mismo tiempo, la dimensión
evangelizadora de cara a la familia.
3. El equipo
La primera dimensión del
programa debe contemplar
también el equipo: sus necesidades, su responsabilidad. Puntos del programa de cara al
equipo podrían ser:
Prestar atención a las personas que forman el equipo pastoral: preparación, viviencias,
ritmo, integración, actividades...
Potenciar las áreas del equipo: dinámica de grupo, relación de ayuda, celebración de
la fe...
Integración “autorizada y
responsable” en ciertas dinámicas y áreas de reflexión a nivel del hospital: comité de ética, comité de acogida y humanización, docencia...
Evaluación periódica de las
actividades pastorales a diver-
Después de esta larga disertación, intentando describir y
plasmar un programa pastoral
en el hospital pediátrico, quiero concluir, sintetizando cuanto hemos dicho en estos cuatro
infinitivos: ser, aprender, decir, hacer.
1. Ser
Para obtener una buena música lo más importante es el
músico, no el instrumento.
Igualmente, en pastoral, lo importante no son los programas,
sino los pastores, lo que yo
soy, la vida y el espíritu que yo
pongo en los programas.
En pastoral, si no se cuenta
con el Espíritu, vamos al fracaso. El Espíritu Santo es fuerza,
luz, protagonista de la evangelización. No son nuestros métodos los que dan eficacia, sino
el Espíritu. La pastoral es un
problema de testimonio más
que de métodos. En pastoral
no es nuestra fatiga lo que
cuenta, la fuerza no está en el
hacer sino en el ser y “siendo”
ser capaces de hacer presente
el Resucitado; que la gente llegue a descubrir a Cristo y pueda decir: ¡Es el Señor! (Juan
21).
¿Qué tengo que ser para los
niños enfermos? Tengo que ser
testigo, presencia, silencio,
sonrisa, alegría, esperanza, felicidad, curación, salvación.
Este es el talante que debe vivir el equipo de pastoral y ser
capaz de infundir este espíritu
en toda la acción pastoral en el
hospital pediátrico.
2. Aprender
Del niño, de sus familiares,
del personal sanitario, aprendemos a entrar en contacto, a
confrontarnos; aprendemos a
contar con las personas; ellas
señalan – nos dice – ¡cuán frágiles somos! Y nos enseñan
que es desde ahí, desde nuestra
fragilidad, vulnerabilidad, coDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
mo se hace la pastoral. Sólo el
“herido”, el vulnerable, puede
curar y salvar.
3. Decir
Antes de decir, escuchar,
acoger. Crear ambiente de cercanía, de amistad que acompaña, que cura.
Decir, invitar, ofrecer, exhortar a “tomar la camilla, a alzarse” (Mc 2, 1-12) Entusiasmar, abrir espacios, dar vida a
las “parálisis”; iluminar la vida
para que se realice el encuentro; que el otro descubra su fe
sin que yo busque convencerlo. Jesús nos sirve de ejemplo.
Emaús (Lc 24). Zaqueo (Lc
19), Mateo (9, 9-13). Seguro
que descubriremos la presencia de Dios en el otro, como
María e Isabel (Lc 1, 39-47).
Digamos, sembremos, pero
dejemos espacio a Dios, El
siembra; dejemos crecer, la semilla necesita tiempo (Mt 13).
4. Hacer
Programar. Discernir necesidades, crear, celebrar, participar, coordinar, evaluar. ¿Qué
tengo que hacer en el hospital
pediátrico? ¿Dar soluciones?
¿Hacerlo todo? ¿Ser bombero
de Dios? ¿Jugar a ser médico,
enfermero? ¿Qué tenemos que
hacer, finalmente, en la pastoral?
Como el Samaritano (Lc 10,
30-35), pararse, acercarse, curar, pero ¡atención! Somos mediación, samaritanos que se
acercan al herido, lo curan, lo
cargan en el jumento, lo llevan
a la posada... Lo restante lo hará el Señor.
Decálogo de asistencia
integral niño enfermo
Cuando yo era capellán en el
hosptial pediátrico San Juan de
Dios de Barcelona, se escribió
un decálogo que abarca aspectos científicos, humanos, deontológicos y religiosos. Era
como el compromiso del hospital a realizar una asistencia
integral al niño enfermo.
Este es el decálogo:
1. La curación integral del
niño es nuestro primer y principal deber.
2. Declaramos someter y someter nuestra opinión y nues-
43
44
tro amor propio a la verdad
científica.
3. La práctica de la docencia
a través del niño nunca será lesiva para el mismo ni ofenderá
a su dignidad.
4. En el campo de la pedriatría, el médico y el personal de
enfermería actúan como delegados de los padres y por ello
en su quehacer asistencial debe guiarles el amor del niño
5. Toda duda que surja en el
tratamiento del niño será resuelta mediante consulta al nivel necesario.
6. Ante el niño enfermo no
existen condicionamientos derivados de raza, religión, nacionalidad, nivel social o amistad.
7. El niño incurable también
tiene derecho a vivir, a ser cuidado y amado.
8. Daremos al compañero o
institución que prosiga el tratamiento del niño, cuanta información precise y podamos
darle.
9. Promoveremos la pediatría social, la prevención de las
enfermedades y accidentes de
los niños mediante campañas
populares y reuniones científicas.
Nos declaramos solidarios y
partidarios de la Organización
Mundial de la salud y de la
UNICEF.
S.E.Mons. JOSÉ L. REDRADO,
O.H.
Secretario del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud
Santa Sede
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Notas
1
ROCCHETTA CARLO: Teologia della
tenerezza. Ed. EDB pp. 145.147.
2
PELLEGRINO PINO: Appunti di educazione religiosa. Elle DiCi, Torino 1994.
3
Ib., p. 12
4
REDRADO JOSÉ L.: El trabajo pastoral en un hospital infantil. Cf. Actas del
Congreso “Evangelización y hombre de
hoy”. Ed. Edice, Madrid 1986
5
JAGIELKA JAN: La pastorale degli
ammalati nell’azione e nell’insegnamento di Giovanni Paolo II (1978-1992). El
autor, en esta tesis doctoral, recoge 310
encuentros del Papa con los enfermos y
230 con los profesionales sanitarios, desde 1978 a 1992, encuentros habidos en
los centros sanitarios, parroquias, audiencias motivadas por grupos de estudio, congresos, etc.
6
NGUYEN VAN THUAN F.X.: Testimoni della speranza”. Città Nuova, Roma
2000
Filosofía, construcción de una profesión
Introducción
La profesión enfermera es
clave en el amplio campo de la
salud. Y no reconocerlo resultaría calamitoso para el bienestar de la sociedad, de los pueblos, de las familias, de los individuos.
Cierto es que la profesión
enfermera es muy conocida en
el campo de la salud pero, creemos, poco reconocida. Reconocer es volver a conocer, volver a leer y releer la historia.
Esto es lo que la enfermería
actual quiere, que se la reconozca. Quieren reconocimiento los profesionales y conviene
este reconocimiento a la sociedad.
En un mundo ya muy avanzado en muchas ciencias y en
muchas experiencias, en muchos conocimientos, la enfermería se ha visto, felizmente,
inmersa en este contexto:
Ciencia, Experiencia, Conocimientos.
Ha visto incrementarse las
responsabilidades y ha detectado y asumido sus consecuencias. Ha incorporado a su saber
hacer, el saber ser y el saber estar. Hoy la enfermería tiene
rango de ciencia, por lo tanto
aporta y exige contenidos empíricos y elementos epistemológicos (Epistemología, doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico).
Enfermería, desde su paso a
la universidad se ha enriquecido, no ya y en mucho con
aquellas actividades y tareas
propias sino, también, de otras
procedentes de los médicos,
farmaceúticos, etc. También
enriquece su «curriculum» mediante contenidos basados en
principios estadísticos, informáticos, de física, de gestión,
psicología, sociología, derecho
y otras ramas del saber como
filosofía, antropología, relaciones humanas y de ayuda, historia propia y de la salud, etc.
Habrá algunos, cada vez es
menor el número, que opinen
que no es necesario mayor nivel de conocimientos. Y es que
ignoran que cuidar, específica
acción de los profesionales de
la enfermería, es mucho más
serio y de más responsabilidad
que atender máquinas, ordenadores o números. Es asumir al
ser humano en toda su integridad psico-somática y socio-antropológica. ¡Cosa seria!
Enfermería hoy no se introduce en el campo de la curación, acción específica médica.
Más bien complementa y enriquece el servicio asistencial.
Tampoco encarece la sanidad.
Todo es cuestión de saber planificar, ciencia que hoy ya es
parte importante del curriculum académico enfermero. Enfermería necesita alcanzar todos los grados académicos, y la
sociedad precisa enfermeras y
enfermeros competentes, equilibrados, responsables y capaces de querer y conseguir un
trabajo en equipo participativo.
Principios y fines
de la enfermería
La profesión enfermera durante su larga trayectoria no se
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
ha planteado, o apenas se ha
planteado, preguntarse:
– qué es (qué soy)
– qué significo
– qué pretendo
– qué hago
– qué debo hacer, cómo debo hacerlo
– qué espera o qué me asigna la sociedad
– en qué fundamentos se ha
de apoyar,
para que resulte:
– provechosa,
– beneficiosa,
– atrayente,
– aceptable.
Ahora, cuando la profesión
tiene rango universitario, cuando exigimos que se desarrolle
con nosotros la ley universitaria respecto a la consecución
de todos los grados académicos, es lógico que comencemos
a dar señales de mayoría de
edad profesional. Que sepamos
y queramos formularnos preguntas conscientes e intentemos conseguir resultados satisfactorios. Que sepamos discernir qué es lo nuestro y que lo
nuestro esté ajustado a lo que
nos demanda la sociedad. Podríamos establecer una especie
de axioma: Nuestra profesión
debe ajustarse a lo que la sociedad nos demanda o nos
45
46
puede exigir. Y decimos la sociedad, no los presupuestos de
alguna parte interesada de la
sociedad.
La enfermería, ignorante u
olvidadiza de sus principios y
de sus fines, tendrá que construir o reconstruir su idiosincrasia, es decir, su carácter, su
individualidad, su particularidad, su modelo de ser, de estar,
de hacer o actuar.
Esto significa que ha de
plantearse, que ha de construir
su marco referencial para los
tiempos actuales, para el espacio geopolítico o geosocial sobre el que caminamos, nos movemos y somos.
El «corpus» doctrinal y operativo enfermero arranca de lo
más significativo y ancestral de
la conciencia de la humanidad1. Desde que apareció el
primer sentimiento de dolor, de
aflicción, de debilidad en la
tierra, en los seres humanos,
entonces apareció la profesión
enfermera. Siempre dispuesta a
poner la mano en la frente del
prójimo, del más próximo. Y
esta imposición de manos fue
siempre acompañada, intrínsecamente unida, con la palabra
de consuelo, la palabra terapéutica.
La mano en la frente, la imposición de las manos sobre
el dolor es el tema, precisamente, de la portada de una de
nuestras obras publicadas sobre enfermería2 y centrada en
el grafismo que aparece en el
fondo de un vaso griego del siglo IV a.d. Cristo. La palabra,
en su relación con la enfermedad, la palabra terapéutica, la
analiza Lain Entralgo apoyándose en Homero, Hipócrates,
Platón y Aristóteles.
Siguiendo con Lain Entralgo, y partiendo él desde Homero, cataloga la palabra terapéutica en:
– impetrativa
– mágica
– psicológica o natural.
Y precisa Lain Entralgo:
– la palabra impetrativa es la
plegaria, la oración
– la palabra mágica es el ensalmo, la sanación
– la palabra psicológica es
el decir placentero, sugestivo y
sugerente3.
Por todo esto podemos precisar que enfermería es aquella
profesión que utiliza la praxis
y el logos como terapéutica o
cuidado de los enfermos. La
profesión enfermera, apoyándonos en la filosofía de E.
KANT, se centra en tres principios:
– Crítica de la Razón Pura
– Crítica de la Razón Práctica
– Crítica del Juicio2.
La razón práctica, el grueso
de toda la operatividad profesional, no la tocaremos en este
trabajo. Resultaría un contenido complejo, aunque fundamental. La razón pura y la razón del juicio, de la estética, es
lo que consideraremos con mayor amplitud. Es lo que venimos conociendo como nuestra
propia filosofía.
La enfermería del s. XIX y
un debate, una discusión, una
contrastación de pareceres
constructiva, reforzada, realista
y en la medida de lo posible
positiva. Son nuestro «Logos»
y nuestra «Praxis».
la primera mitad del s. XX se
centró más, casi totalmente, en
los conceptos operativos o
prácticos. Incluso se la conoció
profesionalmente como «practicantes» o prácticos. Mano
ejecutiva de las indicaciones u
ordenaciones médicas, pero esto primariamente no fue así.
Hoy la profesión enfermera
universitaria nos obliga – de lo
contrario no sería carrera universitaria – a profundizar en la
filosofía. Nosotros asumimos
este concepto filosófico con un
sentido de amplio espectro:
– Filosofía, principios filosóficos
– Antropología
– Semiología
– Cultura
– Calidad
– Etica
– Historia...
Principios que no admiten
controversia o que requieren
cativo del hacer y de la abstracción, de la preocupación profesional. También preocupación
humana.
«Se cree vulgarmente que la
ciencia carece de problemas filosóficos y que no es más que
una máquina de buscar datos».
«La filosofía permite abarcar
todos los aspectos que puedan
presentarse en el examen de la
ciencia: el lógico, el gnoseológico y, eventualmente, el ontológico» (Gnoseología, teoría
del conocimiento. A veces, sinónimo de epistemología. Ontología, parte de la metafísica
que trata del ser en general y de
sus propiedades trascendentales). «Es necesario distinguir
los problemas metacientíficos
de los científicos, pero no hay
que inventar un abismo que los
separe. Acaso no exista problema científico que no suscite
problemas filosóficos, ni pro-
3. Filosofía enfermera
Cualquier profesión que se
considere universitaria debe
demostrar y apoyarse en bases
filosóficas. La filosofía no sólo
es el principio de toda reflexión superior, sino que se constituye en el elemento principal
de la actividad y del sentimiento humano. Filosofar es buscar
principios básicos para fundamentarse en algo sólido. Es cimentar lo más sólido y signifi-
blema filosófico que pueda
abordarse con esperanza de
éxito si no es adoptando una
actitud científica»4.
Cuando hablamos o tratamos desde enfermería cuestiones de filosofía, sobre filosofía,
muchos son los que consideran
el tema como algo que no nos
atañe: que la vida es realidad,
no filosofía.
La vida, dicen, ¿decimos?,
son hechos, no palabras; son
realidades, no fantasías; son resultados... ¡Algo tangible!
La filosofía es o resulta para
algunos, ¿para muchos?, un tema complicado, mal tratado ó
maltratado, impreciso, pedante
tal vez. Pero la filosofía es
cuestión de actitudes y también
de aptitudes. Porque si es verdad que la filosofía no aporta
muchas herramientas prácticas,
no aporta muchos descubrimientos técnicos, no aporta
muchas certezas empíricas, no
aporta verdades de ciencias
particulares, sí que es verdad
que investiga los principios
universales, la lógica vital, humana, los conceptos del sentido común, de la ciencia general, de la historia, del derecho,
de la ética, de la ontología...
Gracias a los Padres de la filosofía clásica sabemos que
por la filosofía, por la metafísica, por la sabiduría, se llega a
la bondad. La bondad, en la filosofía griega, se identifica con
el conocimiento. La filosofía,
la bondad, demanda teoría y
praxis. Por tanto, abnegación,
amabilidad, virtud: capacidad,
eficacia, estética, ética... fecundidad. Ciertamente, enfermería
por la filosofía llega a la fecundidad, a la abundancia, a la riqueza. Esto es, como apuntábamos al principio de este párrafo, a la bondad2.
4. Antropología enfermera
Por la filosofía se llega a la
antropología y a la psicología.
Bien podríamos considerar a
Platón y a Aristóteles como los
padres de estas ramas del saber. Por lo menos hasta bien
metidos en el s. XVII. Después
vendrán los antropólogos de la
modernidad.
La antropología que desde
enfermería hemos de considerar y a la que nos hemos de
ajustar es la que nos aporta conocimientos que, más ajustada
a nuestra realidad, se centran
en las ciencias humanas. La rama de la antropología que más
nos ha de interesar es la denominada antropología cultural.
Aunque otros opinan que la antropología ha de ser «asumida
en toda su plena pluridimensionalidad»5.
Esta pluridimensionalidad,
dentro del concepto cultural, la
define Edward BURNETT
TYLOR, padre de la antropología moderna, como «ese todo
complejo que comprende conocimientos, creencias, arte,
moral, derecho, costumbres y
cualquiera otras capacidades y
hábitos adquiridos por el hombre en tanto miembro de la sociedad»6. Con SAN MARTIN5
coincidimos en que en «el sentido de la filosofía del hombre,
la antropología filosófica es
una disciplina teórica, práctica
y epistemológica». Y, yo añadiría, una disciplina hermenéutica cultural (Hermeneútica,
arte de interpretar textos o contenidos) que pretenda interpretar discursos universales: comunicación, interpelación y
comprensión del ser humano,
apertura a los demás, relación
de ayuda.
La antropología del sufrimiento ha de inclinarnos a que
apliquemos todos los medios,
todos los recursos, todas las
voluntades, al ser humano en
estado de necesidad. El ser humano enfermo en el mundo en
que nos encontramos se ve inmerso en unas condiciones a
precario que deberemos asumir, que deberemos apoyar, para que encuentre sentido su vida
En todo esto, la antropología
de la esperanza resulta siempre determinante7. «Lo único
que a mi juicio sana verdaderamente es el amor incondicional»8.
5. Semiología enfermera
La semiótica está engarzada
en el tronco de la filosofía clásica griega. Nosotros nos centraremos en la semiótica pragmática que se relaciona con los
sujetos que la usan, esto es, con
los profesionales de la enfermería. Creemos que los signos
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
más destacados de enfermería
se centran en el campo semántico de los cuidados. Por nuestros cuidados se nos conocerá,
podría ser el marco referencial
determinante.
Enfermería, agentes de humanización, de la salud. Enfermería, en asuntos de salud, cuida de las personas y, como
consecuencia y resultados de
estos servicios, las mantiene en
su estado de salud o las recupera de su mal estado general. Algo que las sustenta, las potencia en su estado vital optimista
y gratificante.
Desde este contenido que social y académicamente se le reconoce a enfermería, le podemos aplicar el sentido, apelativo o signo de agente: esto es,
en estos casos, un profesional
que hace algo para otros. Y que
este hacer algo, este signo positivo profesional, resulta bueno, agradable y saludable.
Ser agentes, alguien que hace algo, semiótica enfermera,
nos constituye en constructores, creadores, maestros de
obras: de buenas obras. Obras
humanizadoras, que producen
salud. Actos, signos, en concreto, que ya para Aristóteles
se configuraban como actualidad y potencia:
Actualidad, cierto movimiento, cambio hacia realidades necesarias. Paso hacia
principios, filosofía, técnicas,
modelos, resultados positivos,
satisfactorios.
Potencia, que siempre es algo, se transforma en algo. Interesa que este algo resulte positivo, bueno, gratificante, placentero.
Esta visión de la semiótica
enfermera, esta concepción
profesional que la actualiza y
la potencia, la humaniza también. Y esto, en la actuación
como agentes de salud, nos
ayuda a resultar más amables,
benevolentes,
bondadosos,
comprensivos, sin abandonar
lo profesional: lo científico, lo
técnico, lo epistemológico. En
este proceder asistencial, de
planificación de cuidados, de
diagnósticos y de actuaciones
o actividades es donde aparecen o no aparecen los signos de
nuestra seriedad operativa profesional9.
El estado y forma, lo significativo de la profesión enferme-
47
ra, ha de apoyarse y nos exige:
Aptitudes, centradas en la
formación general y específica,
formación teórica y práctica,
formación continuada como
una nueva e imprescindible herramienta de trabajo.
Actitudes, que requieren colaboración con el medio, con el
equipo terapeútico, iniciativa,
interés, disciplina, buenas relaciones humanas y disposición
a dispensar una equilibrada relación de ayuda. También, trabajo en equipo debidamente
equilibrado.
6. Cultura enfermera
48
Aquí distinguiremos entre
cultura subjetiva, educación,
instrucción, «curriculum» académico, y cultura objetiva,
conjunto de obras y realizaciones de las personas, de los pueblos, tradiciones socialmente
adquiridas, estilo de vida total,
modos pautados y recurrentes
de pensar, sentir y actuar. Ontología.
En enfermería, desde enfermería, los dos conceptos los
consideramos imprescindibles.
Más aún, creemos que una cultura dependa de la otra. Al ser
enfermería una profesión académica, universitaria, se constituye en determinante la cultura subjetiva. Esta enriquece intensamente la prestación de los
servicios. Se conocen más profundamente los principios, los
contenidos, los valores que
acompañan, o han de acompañar, toda ayuda al necesitado.
Sin cultura profesional subjetiva resulta o es imposible
estar al nivel, a la altura, que
requiere un trabajo prestado
en un equipo integrado. Desentonaríamos ostensiblemente, vergonzosamente. Y no sólo ponderamos o preconizamos la necesidad de intensificarla mediante la conocida y
necesaria formación permanente o continuada. Formarse
continuamente, permanentemente, es ir añadiendo brillo,
valores, atractivo, calidad, significación, a la oferta y dispensación de los servicios, de
la ayuda, de los cuidados propios e indeclinables de la profesión.
La cultura objetiva, «en su
sentido etnográfico amplio (Et-
nografía, ciencia que tiene por
objeto el estudio y descripción
de las razas o de los pueblos),
es ese todo complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualesquiera otra capacidad o hábito adquiridos
por el hombre en tanto miembro de la sociedad»6.
Este marco referencial que
hemos apuntado ha de ser un
campo de reflexión y de práctica en nuestro obrar profesional. Y nos obliga a conocer y
conseguir en nuestro trabajo
los conceptos sobre la enculturación. La cultura que transmiten unas generaciones a otras,
unos pueblos, regiones, etc., a
sus nuevas generaciones. Es
cierto que este etnocentrismo
algunos lo están modificando
con su relativismo cultural, pero tendremos que tratar el tema
con cuidado, con respeto, a veces con admiración y siempre
con prudencia. Porque en estos
temas no existen patrones conductuales universales. Sin embargo, tendremos que prestar
gran atención a puntos de vista
alternativos. ¡Cuidado!
La cultura, tanto subjetiva
como objetiva, ha de conducirnos, profesionalmente hablando, a la investigación, a la innovación, a la creatividad metodológica enfermera. Podemos decir que quien busca con
fe, con esperanza, encontrará
siempre un tesoro. La salud es
siempre una búsqueda, un gran
tesoro. Las personas demandantes de prestaciones, de ayudas, de apoyos, son, por antonomasia, el gran tesoro de la
humanidad2. Los profesionales
de enfermería cara a los necesitados de cuidados hemos de aspirar a que consigan la felicidad, «un imposible necesario»10.
7. Calidad enfermera
Plantearse, cuestionarse, trabajar, desarrollar, llegar a conseguir una filosofía, dinamizar
una praxis sobre el control de
calidad en el mundo sanitario,
en el campo de la enfermería,
es pretender, por lo menos, algo ciertamente utópico o algo
sumamente dificultoso.
Enfermería tiene que ofertar
calidad, tiene que dar calidad,
tiene que valorar y ver el nivel
de su calidad. Porque todo
cuanto hacemos, si no se le da
un peso específico, un valor
ajustado a su realidad, carecerá
de valor, no tendrá una valoración justa. Sabemos que la calidad es medible, es demostrable. Y si no se consiguen estos
principios no hay calidad.
La calidad tendremos que
buscarla siempre en cada una
de nuestras obras emprendidas.
La sociedad no puede permitirse conseguir productos o actividades mal acabadas, resultados sospechosos de contener
baja calidad. Aunque la calidad
estará siempre sujeta, no supeditada, al juego y equilibrio de
otros elementos. Bien sean presupuestos muy ajustados, instrumentalidad poco adecuada,
conocimientos actualizados,
formación constante, etc.
A veces hablamos de calidad, de su medida, y parece
que tratamos de algo que no
existe. Que no llega ni a la categoría de idea tal como se la
cuestionaba Platón. Sería triste,
imaginamos, tener que decir de
los sanitarios, de los enfermeros y enfermeras, respecto a la
calidad de su trabajo aquello de
Heráclito: «Los hombres no
han llegado al conocimiento de
este LOGOS que ha existido
desde siempre, ni antes de haber oído hablar de él ni tampoco después»11.
Si hemos enmarcado un tanto el concepto calidad veamos
qué entendemos, someramente, por control. Un control es
una contrastación entre lo propuesto y lo conseguido. Control, contrastación, se relaciona con verificación, confirmación, corroboración, falsabilidad, grado de probabilidad y
mantenimiento entre dos límites previamente concertados.
Resultando, así, una cuestión
paradigmática, analógica (Paradigma, relaciones que existen entre dos elementos. Analogía, relación de semejanza
entre cosas o elementos distintos).
La verdad surge de la contrastación adecuada entre lo
hecho, su calidad y la conveniente aplicación de un ajustado control. Para los griegos la
verdad, la justicia, estaba muy
relacionada con el orden y con
la medida. Platón se erige en
maestro y defensor de la justicia. Su libro LA REPUBLICA
es una continua argumentación
sobre la misma12.
La calidad y su control se relacionan con la estética, la ética y la metaética.
Sirven para establecer orden
y análisis en la vida y en las acciones de los individuos, de los
profesionales. Aristóteles no
sólo fundó ó reconstruyó la ética como disciplina filosófica,
sino que, además, planteó la
mayor parte de los problemas
que luego ocuparon la atención
de los filósofos morales: relación entre las normas y los bienes; relación entre la ética individual y la social; clasificación
de las virtudes; examen de la
relación entre la vida teórica y
la vida práctica, etc13. El tema
ético lo estudiaremos más adelante.
La estética, la justicia, la
verdad, el bien y la calidad, su
control, deberán formularnos a
los profesionales de enfermería
muchos interrogantes. Y esto
porque tocan lo más profundo
del ser humano, del ser humano y necesitado de cuidados,
de asistencia, de ayuda. El pensar y el interrogarse es determinante para los individuos, para
las personas. Porque, calidad y
control, ¿qué son, qué pretenden sino hacer las cosas bien,
sin errores, con justicia, con
verdad, con estética? Estos y
muchos interrogantes más deberíamos formularnos. En este
campo creemos que deberíamos cuestionarnos muchas meditaciones metafísicas14.
8. Etica enfermera
Desde la ética tendremos
que tener presente la filosofía
de E. KANT y en especial su
tesis sobre los imperativos categóricos: aspectos necesarios
universales, inapelables, encaminados a la conducta ética, y
los imperativos hipotéticos:
técnicos, pragmáticos, encaminados a la vida práctica. Condensando a este respecto los
imperativos kantianos precisa
el mismo autor: Obra de tal
manera que trates siempre a la
Humanidad, sea en tu persona
o en la de otro, como un fin, y
que no te sirvas jamás de ella
como de un medio. La ética
kantiana reclama o exige para
que se cumpla con nuestros deberes:
– la libertad
– la inmortalidad
– la existencia de Dios.
Esto supone una ética formal, que nos dice cómo actuar.
Autonomía, compromiso de
los mismos sujetos. Un proceder desinteresado, lejos de todo
egoísmo. Requiere un equilibrado conocimiento centrado
en la recta razón. La razón, algo que obsesionaba a Kant.
los enfermos que están en alto
riesgo de perder la vida.
Respetar la opción del moribundo, quien debe tomar su
propia decisión frente a la culminación y estilo de vida y de
manera de morir. Y esto, bien
por sí mismo o mediante sus
familiares o representantes
acreditados o legales.
Todo esto nos acerca e induce a conocer lo más profundo
del significado THANATOS.
Y con esto la EUTANASIA, el
alcance de la misma y, tam-
49
El catecismo de la Iglesia
Católica precisa que la moralidad de los actos humanos depende:
– del objeto elegido
– del fin que se busca, de la
intención
– de las circunstancias de la
acción15.
En esta conjunción de objetos, de intenciones y de circunstancias puede o está la virtud, el equilibrio que preconizaban los filósofos clásicos, especialmente Aristóteles. Es el
término medio entre lo bueno o
no bueno, entre lo correcto o
incorrecto. Pero, ciertamente,
«el acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias».
Esto puede responder al recto obrar de los clásicos.
Los profesionales que atienden a los enfermos centran su
ética profesional, de acuerdo
con sus respectivos Códigos
Deontológicos, en los siguientes puntos, principalmente:
Alargar la vida, salvar las vidas humanas.
Humanizar la situación de
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
bién, su responsabilidad y trascendencia. Y se nos ocurre preguntar, preguntarnos: ¿Por qué
educamos para EROS y no
educamos para THANATOS?
Con todo esto, no obstante,
tendremos que distinguir algunos estilos, modos o significados de este vocablo:
Eutanasia activa, adelantamiento artificial del fin de la
vida.
Eutanasia pasiva, atención
del enfermo moribundo y no
aplicarle recursos artificiales
que distorsionen una muerte de
calidad.
Ortotanasia, muerte a su
tiempo.
Cacotanasia, eutanasia activa sin contar con el enfermo o
sus familiares o representantes
legales.
Distanasia, deformación del
proceso de la muerte, utilización desmesurada de recursos
para lograr una prolongación
de la vida con muy poca calidad humana16.
En este apartado relacionado
con la ETICA el equipo interdisciplinar resulta imprescindible. Con estos temas hay que
actuar siempre de manera
mancomunada. Hay que aunar
ideas, criterios, pensamientos,
programas y técnicas, objetivos, recursos, análisis de resultados.
El secreto profesional tiene
mucho que ver con la ética y
viceversa. Se centra en el jura-
«El pasado que estudia el historiador no es un pasado muerto, sino un pasado que en cierto
modo vive aún en el presente».
«El deber de respeto a los hechos que recae sobre el historiador no termina en la obligación de verificar su exactitud.
Tiene que intentar que no falte
mento de Hipócrates. También
en el Derecho romano: «Deben respetarse las pautas, deben callarse los secretos». La
cultura cristiana nos habla del
sigillum. Más modernamente
disponemos de la Carta de los
Derechos del enfermo y el Código Deontológico de Enfermería. En Europa trabajamos
en base a las interpretaciones
del estilo:
Francés: Guardar siempre el
secreto.
Inglés: Guardar el secreto
mientras no afecte al bien común, que es superior.
Al trabajar actualmente en
equipo, estas concepciones adquieren otra dimensión: Es el
secreto compartido.
El Consentimiento Informado es otro asunto ético que hoy
enfermería tiene que asumir
con el máximo rigor, respeto a
las personas y prevención de
problemas legales que su no
cumplimiento nos pueden sobrevenir17.
en su cuadro ninguno de los
datos conocidos o susceptibles
de serlo que sean relevantes en
un sentido u otro para el tema
que le ocupa o para la interpretación propuesta». «Lo importante en la historia es el carácter y el comportamiento de los
individuos que tiene un rancio
abolengo»18.
Enfermería no siempre ha tenido presente la necesidad de
conocer su historia con datos
empíricos y de ahí que haya en
nuestros anaqueles materiales
bibliográficos que resultan más
documentos novelados o de divulgación que auténticos documentos contrastados. Se trata
de materiales informativos más
que de documentación contrastada. Son material más de rango universal que de temática
concreta, precisa y empírica. Y
es que lo universal resulta generalista, menos preciso. Tal
podría ser la obra de M. Patricia DONAHUE19. Esto puede
ocurrir también con otros autores que siguen por estos caminos20.
En España, desde los años
1.980, han aparecido monografías históricas como la de Francisco VENTOSA o la propia
nuestra, del año 1.98421; la de
Carmen DOMINGUEZ-ALCON, 1.98622 e, incluso, la de
Juana HERNANDEZ CONE-
50
9. Historia enfermera
La historia es el patrimonio
más rico de los pueblos, de las
personas, de las instituciones y
de las profesiones. Podríamos
decir que una profesión sin historia parece menos profesión:
SA, 1.99523. Este mismo año
1.995 aparecía nuestra obra en
su segunda edición24. Son trabajos mucho más ricos y contrastados. Hoy no se si todos
los países pueden ofrecer al
respecto una tan rica documentación. España en este campo
de la historia de la enfermería
creemos que ha encontrado su
mejor camino. Es un sendero
que puede servir de base a
otras inquietudes históricas
bien documentadas de la enfermería hispanoamericana, posiblemente. ¡Porque las cosas,
los medios, la historia no
arrancan de la nada! ¡Todo tiene sus interrelaciones! La historia enfermera hispánica nos
ofrece una larga cadena de documentación verdaderamente
envidiable y, desde luego, científicamente contrastada.
Con estos datos precedentes
podemos hacer nuestras aquellas sugerencias de GAARDER: «Estoy haciendo lo posible para que te des cuenta de
tus raíces históricas. Solamente
así, serás un ser humano. Solamente así serás más que un
mono desnudo. Solamente así
evitarás flotar en el vacío»25.
O por citar un autor actual
español decimos que «en tiempos de orfandad, cuando tantos
canallas están interesados en
que sigamos siendo huérfanos,
el pasado es lo único que nos
salva y nos da aplomo para
oponernos. La historia es memoria de lo que fuimos»26.
Y esto es lo que hasta estas
fechas recientes ocurría en
nuestra enfermería, que estábamos, que nos parecía que éramos huérfanos. No teníamos,
nos parecía que no teníamos
padres, ni hermanos, ni un hogar de referencia. Por eso acudíamos a otras fuentes, para
identificarnos con hermanos
que no eran de nuestro pueblo,
de nuestra sangre, de nuestra
cultura. Las escuelas de enfermería, muchos de sus profesores, están aún acudiendo a beber en fuentes extrañas teniendo tan ricos, abundantes y frescos regueros en la propia casa.
No es malo fijarnos en lo de
otros, pero es mejor conocer y
degustar lo propio. Sobre todo
si lo nuestro es y nos resulta
muy bueno.
Y estas son algunas de las
causas de que no nos hayamos
fijado en profesionales enfermeros de alto nivel y doctrina
como, por no remontarnos al
medievo, la figura y la doctrina
enfermera de Juan de Dios,
1539-155024; o el caso de Andrés FERNANDEZ, 162527; o
José BUENO GONZALEZ,
cuya obra apareció recientemente en facsímil, y que veía la
luz 26 años antes que la primera obra de Florence NIGHTINGALE y que BUENO GONZALEZ ni desmerece, ni le va
a la zaga, sino todo lo contrario, en aportes profesionales28.
Toda esta situación de nuestra
enfermería, toda esta documentación que hemos aportado, ha
resultado como un olvido continuado, como una ignorancia
vencible. ¡Pero siempre hemos
de intentar ser profesionales en
busca de sentido!
Conclusiones
Concluir es cerrar definitivamente el discurso enfermero
que nos ha ocupado. Reconocemos que ha resultado una exposición un tanto teórica pero
que se ha intentado presentarla,
también, con documentación
empírica. Visto así se nos ocurre y proponemos sacar algunas conclusiones prácticas:
Ser conscientes de que nuestra profesión enfermera ha de
apoyarse y demostrar que tiene
principios y bases filosóficas,
además de contenidos empíricos.
La antropología que desde
enfermería hemos de considerar como nuestra es la rama
cultural, centrada en el conocimiento, creencias, moral, arte,
derecho y costumbres. Principios filosóficos.
La semiótica enfermera está
centrada en los cuidados, servicios, atenciones a las personas
en estado de minusvalía y necesidad. Han de resultar signos
positivos de nuestro hacer profesional: filosofía y praxis.
Enfermería ha de profundizar en los contenidos que aporta la cultura subjetiva y la objetiva. Esto nos conducirá a acrecentar la investigación, la innovación, la creatividad y la metodología asistencial y de los
cuidados.
La calidad y sus métodos de
control resultan elementos ne-
cesarios para asegurarnos que
realizamos unas obras con estética y con ética. Con principios filosóficos.
Nuestro patrimonio profesional se encuentra en la acumulación de experiencias,
aprendizajes y vivencias a través de la historia.
Las escuelas de enfermería,
sus direcciones y profesores
han de conocer e impartir la
asignatura de historia con conocimientos documentales generales y profundización en los
elementos nuestros. Sólo así
seremos unos profesionales informados y dejaremos de considerarnos unos huérfanos. Hagamos de nuestra historia un
campo de investigación metodológica, empírica.
Con este trabajo presentado
«sencillamente tratamos de
abrir las ventanas; en este dichoso país nuestro no se abrían
las ventanas desde el día primero de su historia, convéncete»29.
Fr. CECILIO ESEVERRI
CHAVERRI, O.H.
Notas
1
ESEVERRI CHAVERRI, C., Un hospital
un mundo, Ed. Editorial 29. Barcelona,
1989.
2
ESEVERRI CHAVERRI, C., Enfermería
hoy. Filosofía y antropología de una profesión, Ed. Díaz de Santos, S.A. Madrid,
1992.
3
LAIN ETRALGO, P., La curación por
la palabra en la antigüedad clásica, Ed.
Anthropos, Madra. 1987.
4
BUNGE, MARIO, La ciencia, su método y su filosofía, Ediciones Siglo Veinte.
Buenos Aires, 1988.
5
SAN MARTIN, J., El sentido de la filosofía del hombre. El lugar de la antropología filosófica en la filosofía y en la
ciencia, Ed. Anthropos. Barcelona, 1988.
6
HARRIS, MARVIN, Introducción a la
antropología general, Ed. Alianza Universidad. Madrid, 1984.
7
LAIN ETRALGO, P., Antropología de
la esperanza, Ed. Guadarrama-Labor,
S.A. Barcelona, 1978; LAIN ETRALGO, P.,
Ser y conducta del hombre, Ed. Espasa
Calpe, S.A. Madrid, 1996.
8
KÜBLER-ROSS, ELISABETH, La rueda
de la vida, Ediciones B. Grupo Zeta. Barcelona Madrid México, D.F. 1997.
9
MARILYRM E. DOENGES-MARY F.
MOORHOUSE, Guía de bolsillo de DIAGNOSTICOS Y ACTUACIONES DE ENFERMERIA, Ed. Doyma-Enfermería.
Barcelona, 1992.
10
MARIAS, J., Antropología metafísica, Ed. Alianza Universidad. Madrid,
1987; MARIAS, J., Persona, Alianza Editorial, S.A. Madrid, 1996.
11
VERNEAUX, R., Textos de los grandes filósofos. Edad Antigua, Ed. Herder,
S.A. Barcelona, 1982.
12
PLATON, La República. Tres tomos,
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
bilingüe griego-español, Edición del Instituto de Estudios Políticos. Madrid,
1969.
13
FERRATER MORA, J., Diccionario de
Filosofía. Cuatro tomos, Ed. Alianza.
Madrid, 1986; GRACIA GUILLEN, D., Ética de la calidad de vida, Ed. Fundación
Santa María. Madrid, 1984.
14
DESCARTES, R., Discurso del método. Meditaciones metafísicas, Ed. Espasa-Calpe, S.A. Madrid, 1984.
15
KANT, M., Fundamento de la metafísica de las costumbres, Ed. Aguilar,
S.A. Madrid, 1973; Catecismo de la Iglesia Católica, Ed. Asociación de Editores
del Catecismo. Madrid, 1992.
16
KÜBLER-ROSS, E., Sobre la muerte y
los moribundos, Ed. Grijalvo. Barcelona,
1980; GAFO, J., Etica y legislación en Enfermería, Ed. Universitas, S.A. Madrid,
1995.
17
ARECHEDERRA, J.J. ET. AL, Bioética,
Psiquiatría y Derechos Humanos, Ed. International Marketing and Comunications, S.A. Madrid, 1988; SPAEMANN, R.,
Etica: Cuestiones fundamentales, Ed.
Eunsa. Pamplona, 1988.
18
CARR E.H., ¿Qué es la historia?
Ed. Ariel, S.A. Barcelona, 1983.
19
M. PATRICIA DONAHUE, Historia de
la enfermería, Ed. Doyma. Madrid-Barcelona-México, 1988.
20
TERESA MARÍA MOLINA, Historia de
Ia enfermería, Ed. Interamericana. Buenos Aires, 1973.
21
VENTOSA ESQUINALDO, F., Historia
de la enfermería española, Ed. Ciencia.
Madrid, 1984; ESEVERRI CHAVERRI, C.,
Historia de la enfermería española e hispano-americana, Ed. Salvat Editores.
Barcelona, 1984.
22
CARMEN DOMINGUEZ-ALCON, Los
cuidados y la profesión enfermera en España, Ed. Pirámide, S.A. Madrid, 1986.
23
JUANA HERNANDEZ CONESA, Historia de la enfermería, Ed. Interamericana
McGraw-Hill. Madrid, 1995.
24
ESEVERRI CHAVERRI, C., Historia de
la enfermería española e hispanoamericana. Segunda edición, muy aumentada,
Ed. Universitas, S.A. Madrid, 1995
25
GAARDER, J., El mundo de Sofia.
Edición 15a., Ed. Siruela. Madrid, 1995.
26
PEREZ-REVERTE, A. ABC CULTURAL, del 12 de enero de 1996, N° 219.
Pág. 19. Madrid.
27
FERNANDEZ, A., Instrucción de Enfermeros. Año 1625, Editado en facsímil.
Consejo General de Enfermería. Madrid,
1993.
28
BUENO GONZALES, J., El arte de la
enfermería, Ed. Hermanos de San Juan
de Dios. Madrid, 1833; Editado en facsímil. Consejo Autónomo de Enfermería
de Aragón, Zaragoza, 1997.
29
DELIBES, M., Cinco horas con Mario, Ed. Destino. Barcelona, 1981.
51
Aspectos neurológicos de la muerte
52
El hombre tiene una vida genéticamente limitada. La expectativa media se estima en
los 80 años para la mujer y en
los 76 para el hombre. La máxima duración de la vida no ha
aumentado, si bien cada vez
son más las personas que alcanzan las edades referidas. Es obvio que con la edad se envejece, es decir se produce una declinación de las capacidades intelectuales y físicas, aún en situación de salud. Por otro lado
existen enfermedades, como el
Parkinson y el Alzheimer, incuestionablemente ligadas a la
edad. Se estima que si las personas alcanzasen los 110 años
de vida, tendrían todas la enfermedad de Alzheimer. Además
el hombre está expuesto a enfermedades y accidentes, – vivir supone un gran riesgo – que
puede ocasionar graves limitaciones y por supuesto la muerte
a cualquier edad.
La muerte, como suceso
biológico, es común al hombre
y al animal. Pero en el hombre
tiene un aspecto biográfico,
una perspectiva específicamente humana. A diferencia del
animal, el hombre sabe que va
a morir y en consecuencia, tiene que adoptar una actitud y
desarrollar una conducta ante
su propia muerte. El animal no
sabe, no puede reflexionar sobre su muerte; si presiente la
muerte no es un hecho individual, sino un acto instintivo de
la especie (el toro que se arrima
a tablas, los cementerios de elefantes, etc.). Se es más humano, cuando más consciente se
es de que la vida tiene una cita
terminal.
Como sucede con las grandes cuestiones, resulta difícil
definir la muerte. Empecemos,
pues, por describirla. La muerte
«sobreviene cuando el principio espiritual que preside la
unidad de la persona no puede
ejercitar más sus funciones sobre el organismo y en el organismo cuyos elementos, dejados a sí mismos, se disocian.
Ciertamente, esta destrucción
no golpea el ser humano ente-
ro. La fe cristiana – y no sólo
ella – afirma la persistencia,
más allá de la muerte, del principio espiritual del hombre. La
fe alimenta en el cristiano la esperanza de reencontrar su integridad personal ‘transfigurada
y definitivamente poseída en
Cristo’ (cfr. 1 Cor 15,22)»1.
En otros tiempos, la ciencia
médica indicaba como momento de la muerte la detención de
la respiración y del latido cardíaco; la Teología y la acción
pastoral de la Iglesia Católica
se atenían, por ejemplo en la
administración de los Sacramentos, a esas condiciones.
Más tarde, con el progresivo
desarrollo de los medios técnicos, se va modificando el diagnóstico de la muerte y a ello se
acomoda la Teología, puesto
que es consciente de que corresponde a la ciencia médica
determinar el momento en el
cual ésta se produce, como ya
señaló el papa Pío XII2. Esta
decisión se basa, obviamente,
no en los criterios subjetivos sino en una estricta verificación
de los criterios establecidos. En
octubre de 1985, la Academia
Pontificia de las Ciencias publicó un documento sobre el tema, cuya conclusión es que «la
muerte cerebral es el verdadero
criterio de muerte»3. Un escrito
posterior de la misma Academia ha precisado más exactamente que «el establecimiento
de la pérdida total e irreversible
de todas las funciones encefálicas es el verdadero criterio médico de muerte habitualmente
aceptado»4.
Aspectos médicos:
irreversibilidad y
descomposición
La muerte tiene dos características definitorias, una es la
irreversibilidad: no es posible
volver de la muerte a la vida y
otra la descomposición del
cuerpo humano que se inicia
una vez que la persona ha fallecido, en algunos tejidos a los
pocos minutos, y que progresa
hasta llegar a la total desintegración en unos meses, permaneciendo unicamente restos
óseos.
Para la verificación de la
muerte pueden darse dos supuestos:
a) Parada cardiorrespiratoria
Una parada cardiorrespiratoria de más de 10 minutos de
duración es suficiente para ocasionar la pérdida irreversible de
todas las funciones encefálicas
y, por tanto, en condiciones ordinarias la comprobación de
que ha ocurrido esa parada lleva a determinar que la persona
ha fallecido. Sin embargo con
maniobras de reanimación se
puede, en algunos casos, revertir la situación (en general paradas detectadas en el instante
que se producen: enfermos monitorizados, asfixias neonatales
entre las más frecuentes)
La reanimación o resucitación cardiopulmonar es el conjunto de maniobras encaminadas a restablecer la respiración
y/o circulación cuando éstas
han cesado por una causa potencialmente reversible. La
causa más frecuente de parada
cardíaca en los adultos es la fibrilación ventricular (un tipo de
arritmia) en el contexto de una
cardiopatía isquémica (angina
o infarto de miocardio). Cada
año en Estados Unidos (donde
disponen de estadísticas fiables) unas 500.000 personas
sufren un episodio de parada
cardíaca, sólo 100.000 serían
reversibles, pero menos de un
3% (15.000 personas) responden a las maniobras de reanimación volviendo a una vida
productiva. El objetivo de la reanimación es sustituir primero
y restablecer a continuación
una circulación espontánea, para proporcionar un flujo sanguíneo adecuado al corazón y
al cerebro. Para ello se utilizan
un conjunto de maniobras y
técnicas diversas (apertura de
la boca, ventilación artificial,
masaje cardíaco, desfibrilación
eléctrica, administración de fár-
macos vasoactivos y/o antiarrítmicos, etc.) que pretenden
evitar el daño cerebral que se
produce con la ausencia de un
adecuado flujo de sangre oxigenada
En circunstancias ordinarias,
cuando es conocido que el paciente ha sido desahuciado, se
conoce que padece una enfermedad avanzada en fase necesariamente mortal y tiene lugar
el fallo cardiorrespiratorio, no
tiene objeto pretender una reanimación cardíaca. Muchas veces aunque se pretendiera y se
dispusiera de todos los medios
técnicos no se conseguiría que
el corazón volviese a latir de
modo autónomo y en otras,
aunque sí se consiguiese y se
conectase al paciente a un respirador habría tenido ya lugar
la parada circulatoria cerebral y
el cese completo de las funciones encefálicas con lo cual solo
se estaría conectando un respirador a un cadáver. Para evitar
estos dos últimos supuestos que
atentan contra la dignidad de
las personas, es práctica habitual en muchos hospitales dejar
indicada la advertencia de que
si una persona, ya desahuciada,
fallece no se realicen este tipo
de maniobras.
En otras circunstancias: traumatismos, paradas cardíacas en
personas no desahuciadas, intoxicaciones medicamentosas,
niños muy pequeños y especialmente en accidentes por inmersión, deben hacerse todos
los esfuerzos por lograr la reanimación cardio-pulmonar.
Una vez que se consigue recuperar el latido cardiaco y restablecer la respiración (espon-
tanea o mecánicamente), la situación de secuelas neurológicas en que finalmente va a quedar la persona a la que se ha reanimado puede ser muy variable: recuperación completa, limitaciones intelectuales y conductuales en grado variable, severo daño cortical con funciones preservadas de tallo encefálico que le van a permitir una
respiración autónoma (estado
vegetativo y situaciones clínicas cercanas), daño tanto cortical como subcortical y de tallo
encefálico con compromiso de
nivel de conciencia y dependencia del respirador (estados
de coma en todos sus grados).
En ocasiones la muerte sobrevendrá inexorable después de
un tiempo aunque la persona
esté conectada a un respirador
y se mantenga el latido cardiaco y la circulación de los distintos órganos mediante la utilización de múltiples fármacos de
acción periférica, porque habrán cesado irreversiblemente
todas las funciones encefálicas.
b. Sujeto muerto, aunque late
su corazón (Criterios
neurológicos de muerte)
El corazón tiene capacidad
de latir de un modo autónomo,
aún desconectado por completo
del resto del organismo. Esta
capacidad permite que, en ausencia completa de funcionamiento encefálico, pueda conectarse a un respirador y mantenerse la circulación del resto
de órganos de ese individuo. Se
puede así conservar los órganos
en buen estado y proceder a su
extracción para trasplante. En
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
este supuesto, el individuo está
muerto aunque su corazón sigue latiendo.
La verificación de que han
cesado las funciones encefálicas de modo irreversible tiene
que realizarse de ordinario en
las unidades de cuidados intensivos, en algún caso excepcional en un quirófano, porque ya
se habrá dado una de las condiciones de muerte: la parada respiratoria irreversible y la persona estará por tanto conectada a
un respirador. Para comprobar
sí la persona cumple criterios
neurológicos de muerte, se retiran todas las medicaciones que
pueden tener un efecto depresor sobre el sistema nervioso,
en casos de intoxicación hay
que esperar el tiempo necesario
para que toda la sustancia tóxica haya sido eliminada. En primer lugar se comprueba la ausencia de funciones corticales,
perceptividad, y subcorticales,
reactividad inespecífica y al
dolor. Se procede a ventilar a la
persona con oxígeno al 100%,
durante 20 minutos, pasado ese
tiempo se desconecta el respirador y se introduce oxígeno a
6 litros/m, mediante un cateter
endotraqueal y se comprueba
tras 10 minutos, que no hay
función respiratoria. Hecha esta comprobación se vuelve a
conectar el respirador.
A continuación se exploran
otros reflejos de integración en
tronco cerebral comprobándose
su ausencia: las pupilas no responden a la luz ni a maniobras
que provocan dolor, tampoco
hay cambios en la frecuencia
cardiaca con la provocación de
dolor, no se obtienen movimientos oculares con la irrigación de agua helada en los oídos, no hay reflejo tusígeno a la
introducción de una sonda en
traquea, no se modifica la frecuencia cardiaca tras la inyección de atropina, se comprueba
también hipotermia. Si se dan
estas circunstancias que están
evidenciando la ausencia total
de respuestas corticales, subcorticales y de reflejos integrados en el tallo encefálico, se
puede hacer el diagnóstico de
muerte. Se retira el respirador y
en poco tiempo, de ordinario en
pocos minutos, rara vez más de
media hora, cesa también el latido cardiaco.
Los datos clínicos que per-
53
miten verificar la muerte en las
circunstancias referidas, pueden corroborarse mediante varias técnica exploratorias, entre
ellas el electroencefalograma
que en ese supuesto es siempre
plano, evidenciando la ausencia de actividad cortical cerebral y la arteriografia y el ecodoppler que ponen de manifiesto la ausencia de flujo a nivel
encefálico que es otro hecho fisiopatológico propio de esa situación.
Exigencias legales en el caso
de trasplantes de órganos
54
Si está previsto que la persona en las que se comprueban
los criterios neurológicos de
muerte se convierta en donante
de órganos, la ley exige que se
verifique que ha muerto según
los criterios neurológicos comentados, en dos exploraciones realizadas por un especialista en neurología, en un plazo
de seis horas. Además el EEG,
ha de ser plano en el momento
de esas dos exploraciones. Se
trata de una medida jurídica de
prudencia que no es en absoluto necesaria desde el punto de
vista médico y que puede tener
consecuencias en la práctica
que lleven a no poder utilizarse
los órganos después de las seis
horas de espera. Por este motivo hay intentos de reducir ese
tiempo o de sustituir el requisito del EEG, por el de la ausencia de flujo, medida con EcoDoppler. En España, en1999,
hay un proyecto de Ley donde
desaparece la necesidad del segundo E.E.G. a las seis horas,
que es sustituido por las pruebas anteriormente citadas.
Controversia sobre
los criterios de verificación
de la muerte
Los criterios neurológicos de
muerte, gozan de un gran consenso en la comunidad científica desde su explicitación en los
Criterios del Comité ad hoc de
Harvard del año 1968. Permanece un punto de controversia
referente al tiempo máximo de
conservación del latido cardíaco, ya que han sido referidos
casos sobre todo de gente joven, adolescentes, en los que se
ha documentado la persistencia
de latido cardíaco durante varios meses, sin más soporte que
el mantenimiento de la ventilación y la alimentación. En cualquier caso sigue cumpliéndose
el criterio de irreversibilidad y
para los neurólogos no pasan
de ser descripciones anecdóticas. Lo esperado y lo que ocurre, según la experiencia acumulada día a día en las unidades de cuidados intensivos,
después de verificarse los criterios neurológicos de muerte,
aún con todas las posibilidades
terapéuticas para mantener la
función cardíaca, es que esta
cese en corto plazo, de ahí la
necesidad de reducir el periodo
legal de espera para los trasplantes.
Otro punto de la controversia
es que una situación tan prolongada hasta el fallo cardíaco, se
quiera asemejar al estado vegetativo prolongado. Aún aceptando que socialmente ambas
situaciones pudieran plantear
una problemática con ciertas
analogías, científicamente son
situaciones inequívocas ya que
en el estado vegetativo el paciente está respirando de modo
autónomo. También podría
querer equipararse a situaciones de coma profundo consideradas irreversibles en las que es
preciso apoyar con ventilación
asistida a la respiración que el
paciente mantiene todavía pero
de modo muy precario, ya que
haría una parada cardio-respiratoria si se retira el soporte. En
estos casos se puede retirar el
respirador si se le considera
una medida desproporcionada,
el paciente fallecería sin respirador en poco tiempo, pero no
podrían ser extraídos sus órganos ya que habría tenido lugar
la parada cardiaca.
Por último otro motivo de
discusión viene dado por el hecho de que los distintos tejidos
tienen diferente sensibilidad a
la hipoxia, de tal manera que
las células mueren escalonadamente y el funcionamiento de
algún órgano se mantiene también, cuando otros ya están
irreversiblemente dañados. La
muerte significa irreversibilidad del funcionamiento biológico integrado de la persona
como una unidad, y comienzo
del proceso de desintegración
tisular y estos supuestos se dan
una vez que ha ocurrido la parada circulatoria cerebral y solamente cuando ha ocurrido. Se
puede hablar de que la muerte
es un proceso desde el punto de
vista clínico, por ejemplo el periodo considerado terminal en
un paciente desahuciado, o las
horas de vida que le quedan a
un paciente con un cuadro irreductible de hipertensión endocraneal con herniación craneocaudal, o la agonía, decimos
con propiedad «se está muriendo». Pero es equívoco plantear
que una persona no ha muerto
hasta que no mueren todas sus
células. Como afirma Martínez
Lage5 «la muerte o la cesación
de la vida no admite adjetivos».
Se está muerto o no se está
muerto. Se desaconsejan los
términos «muerte clínica» o
«muerte cerebral» que pueden
confundir sobre grados o tipos
de muerte, la cual es única y
unívoca. Es mejor referirse
simplemente a «muerte». El
diagnóstico neurológico de
muerte ha de ser (y de hecho
es) total e independiente de
cualquier factor o cualquier circunstancia concerniente a la
persona fallecida, a los deseos
o creencias de su familia y a
una eventual donación de órganos para trasplante.
Dra. PURIFICACIÓN
DE CASTRO,
Especialista en Neurología
P. MIGUEL ANGEL MONGE,
Capellán. Lic. en Medicina
Clínica Universitaria de Navarra,
España
Notas
1
Consejo Pont. de la Pastoral para los
Agentes Sanitarios, Carta de los Agentes
de la Salud, Palabra, Madrid 1995, nº 128.
2
Aloc. 1957
3
La prolongación artificial de la vida
y la determinación exacta cardíaca del
momento de la muerte, en «L’Osservatore
Romano», 31-X-1985, p. 5.
4
Cfr. WHITE, R. J.; CARRASCO DE PAULA, I.; ANGSTWURM, The determination of
brain death and its relationshop to human death, Ciudad del Vaticano 1992,
pp. 207 ss.
5
Diagnóstico de muerte. Criterios
neurológicos. Doc. Oficial de la Soc. Española de Neurología, aprobado por el V
Congreso Nacional, 12-IX-1982; cfr.
MARTINEZ VILA, E., Y MARTINEZ-LAGE,
M., Diagnóstico de la muerte. Criterios
neurológicos, en HERREROS, J.; ARCAS,
R.; AZANZA, J.R. Y ERRASTI, P., Trasplante cardíaco, Ed. Científico-Médica, Barcelona 1986, pp. 65-79.
La muerte: temores y esperanzas
El filósofo Platón acostumbraba dar esta lección de vida
a sus discípulos: «Practicad el
morir»; la psiquiatra E. Kübler-Ross ha repetido muchas
veces: «El que no ha visto de
frente la muerte no es realmente libre de vivir».
La muerte es una cita para
todos, tanto para el que la toma en cuenta como para
quien la rechaza.
Cada día construimos nuestra vida y cada día experimentamos la muerte; estas
dos dimensiones de la existencia se relacionan constantemente.
Si es verdad que, por un lado, la sociedad occidental ha
tenido un progreso enorme en
el ámbito de la medicina y en
la producción de la ilusión de
salud y de bienestar, por el
otro, se nota un retroceso en
la capacidad del hombre moderno para administrar el
acontecimiento muerte. Fun-
damentalmente, ha tomado la
delantera el temor.
Ante situaciones que nos
hablan de la mortalidad, la sociedad se envuelve de temor y
se trata de un vestido que muchos llevan durante numerosas
estaciones.
No se trata ante todo del temor que revela nuestra humanidad, que nos hace reflexivos
y solidarios, sino de un temor
que paraliza, sofoca la libertad
y quita espacio a la esperanza.
Es un temor que hace que algunas palabras (p.e. «estoy
por morir») no se profieran sin
ser reprendidos en el sentido
de que algunos temas no deben tratar sin aparecer abandonistas o pesimistas, que no es
lícito hacer ciertos adioses sin
desenmascarar la verdad, que
se quiere esconder.
Como consecuencia, el predominio del temor comporta
la renuncia a la apertura y a la
creatividad, hijas del verdade-
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
ro amor, para dar hospitalidad
a la angustia y a la futilidad,
hijas del paternalismo y del
egoísmo.
Las raíces del temor:
el condicionamiento
cultural
El peso del temor frente a la
muerte tiene ante todo raíces
culturales. Somos esclavos de
un modelo para considerar la
muerte que nos deja desprovistos para administrar este acontecimiento de manera abierta y
madura.
Las manifestaciones cotidianas de esta dificultad son,
por un lado la tendencia a recurrir – frente a diagnosis infaustas – a subterfugios, al engaño benévolo o a la denominada «conjura del silencio»
con la ilusión de proteger a los
propios seres queridos de la
verdad o, por otra, la costumbre de emplear cierto lenguaje
para ablandar o suavizar el impacto con el dolor.
Por ejemplo, se habla de
«neoplasma», de «un problema oncológico» o de un «mal
feo», porque decir «cáncer»
parecería tratarse de algo demasiado cruel e irreverente.
A veces, incluso frente a
quien invoca insistentemente
el derecho de conocer su propia condición, los familiares,
condicionados por el temor,
juegan hasta el fondo la comedia del paternalismo, que no es
otra cosa sino un modo falso
de interpretar la caridad.
De este modo se quita al
moribundo el derecho de concluir su vida, de saludar a sus
seres queridos dando voz a sus
pensamientos y a sus afectos y
expresar así sus últimos deseos o sus voluntades.
Se sacrifica así la oportunidad de amarse profundamente
y en el modo más auténtico, se
priva de la experiencia irrepetible de prepararse a la separa-
55
56
ción compartiendo lágrimas y
sonrisas, los recuerdos y las
esperanzas, los sentimientos y
los mensajes sin confiarlos a
la tumba o a un sentimiento de
un posterior pesar.
El modelo de comunicación
que se aprende es retransmitido, por lo que los padres transmiten a su hijos la herencia de
sus temores no resueltos. Los
niños son protegidos ante el
dolor; en vez de visitar al
abuelo moribundo en el hospital deben recordarlo como era
cuando estaba sano, en lugar
de participar en el entierro de
un ser querido son enviados
por algunos días a la casa de
los tíos cerca del mar.
No nos damos cuenta que al
protegerlos del dolor los protegemos de la vida perpetuando en ellos la incapacidad de
afrontar con realismo y serenidad los acontecimientos inevitables de la existencia.
La muerte no la podemos ni
eliminar ni evitar. El reto es
afrontarla, tanto de parte de
quien muere como de quien se
queda, poniendo en acción los
recursos interiores presentes
en cada persona.
Conforme se nos educa a
romper la esclavitud del temor
para inaugurar la estación de la
esperanza, a través de una sana
confrontación con la realidad,
se crean modelos culturales
más constructivos para administrar el morir y la muerte.
La difusión de estos nuevos
modelos depende de un cambio de mentalidad gracias a
cursos sobre el tema, mediante
la lectura de artículos y libros
que suscitan nuevas sensibilidades, a través de la propuesta
de diferentes modos de morir
propuestos por los mass-media y, sobre todo, por una experiencia a nivel familiar o
profesional vivida de manera
innovativa, humana y humanizante.
Los diferentes rostros
del temor
El condicionamiento del
modelo cultural en sus diferentes articulaciones (remoción, negación, institucionalización y medicalización de la
muerte) se traduce en una experiencia personal cuando la
muerte toca a la puerta de la
propia vida.
La amenaza a la propia seguridad y proyectualidad desencadena un abanico de temores según la identidad, la
experiencia, los valores y los
papeles de los protagonistas.
El temor no tiene un solo
nombre, sino diversos rostros
y matices.
Poniendo en primer lugar la
atención a los enfermos terminales, podemos identificar varios temores, cada uno de los
cuales puede constituir la preocupación central de la persona. Entre los temores más comunes citamos los siguientes:
– el dolor físico
– lo desconocido
– el juicio (de Dios o de los
demás, sobre nuestra persona)
– la separación de nuestros
seres queridos
– la dependencia de los demás (de la familia, del personal sanitario)
– el sentirse un peso para los
demás
– la desfiguración o el decaimiento físico
– la pérdida de control
(mental o la incontinencia)
– la pérdida de dignidad
– la soledad
– el sentido de inutilidad (la
pérdida de significado o del
deseo de luchar)
– el temor de ser olvidado
(de no dejar rastro del propio
pasado)
– el temor de la anulación
total con la muerte.
De todas estas expresiones
del temor, la más corriente es
la de morir solos.
El temor es hijo de nuestra
humanidad y nace de la experiencia de vulnerabilidad, impotencia y mortalidad. No
existen fórmulas mágicas para
disolverlo: algunos lo calman
con la oración y la fe, otros
con la respiración y la meditación, otros incluso con la comparticipación y la aceptación.
A menudo, manifestar los
propios temores hace que
crezcan y se transformen en
abandono y confianza en Alguien que ha dicho: «No temais, yo estaré siempre con
vosotros».
En general, el temor se redimensiona conforme es contrabalanceado con el dinamismo
de la esperanza.
Los diferentes rostros
de la esperanza
El hombre está orientado
instintivamente a la esperanza,
que se pone en acto ante todo
cuando la salud o la vida están
en peligro. Al igual que el temor, también la esperanza presenta un mosaico de rostros.
Frente a una enfermedad
grave o al aproximarse la
muerte el hombre dibuja el horizonte de sus experiencias a
lo largo de estos tres recorridos:
1. Las esperanzas médicas
En la mayoría de los casos
este es el terreno privilegiado
en el que juega el destino del
propio futuro.
El abanico de las esperanzas
unidas a la ciencia y a la curación física incluyen:
– la confianza en los médicos y en sus conocimientos
– la presencia de nuevos
medicamentos y terapias
– los viajes de esperanza hacia centros especializados
– las medicinas alternativas.
Esta comprensible pero a
veces exagerada e irrealística
atención a la curación del
cuerpo, nos hace ver el papel
preponderante que tiene la dimensión biológica a costo de
una visión global de la salud.
Para muchos, la esperanza no
tiene otros nombres sino el de
la sanación física.
2. Las esperanzas humanas
Son un terreno favorable para construir espacios de salud;
la salud entendida en sentido
lato, es decir, no limitada a la
esfera biológica sino que comprende la salud biográfica, que
abraza el ámbito emotivo, social, cognitivo y espiritual de
la persona.
Las esperanzas humanas
frente a la muerte incluyen:
– la necesidad de comunicar
los propios pensamientos y
sentimientos a las personas
queridas
– el deseo de vivir y hacer
pequeños proyectos
– el deseo de compartir el
archivo de los propios recuerdos, borroneados o nítidos
– dar voz a los propios sueños y proyectos no realizados
– la necesidad de aliviar el
dolor o la soledad
– el deseo de morir en casa
– la exigencia de arreglar las
cosas más urgentes antes de
morir
– perdonar o recibir el perdón
– decir adiós a los propios
seres queridos.
La presencia de buenos
oyentes que dan espacio al
moribundo, que se ponen en
una actitud de acogida y humildad confirmando y honrando sus elecciones, facilitan su
tránsito a la otra orilla.
Es claro que la competencia
humana no se improvisa: es un
aprendizaje que requiere la capacidad de convivir positivamente con la propia humanidad
e impotencia, de saber dejar al
otro el protagonismo de su morir, de ser presencia cercana y
discreta en el último viaje.
He aquí como Clarise, una
maestra que falleció hace algunos años en EE.UU., trató
de preparar a su esposo a la separación:
¿PUEDO PARTIR?
¿Puedo irme?
¿No crees que ha llegado el
momento?
Estoy lista para decir adiós a
los días cargados de dolor,
a las noches empapadas de
soledad.
He vivido mi vida y he hecho
lo mejor que he podido.
Ahora, déjame dar este paso
y permíteme liberar mi
espíritu.
Al comienzo no quería irme;
he luchado con todas mis
fuerzas.
Pero ahora hay algo que me
atrae
hacia una luz que me da paz y
calor.
¡Quiero partir! ¡Lo deseo
deveras!
Me es difícil quedarme.
Trataré de vivir lo mejor
posible un día más
para darte tiempo para que te
ocupes de mí,
para compartir tu amor y tus
temores.
Sé que estás triste y
angustiado,
lo leo en tus lágrimas.
Te prometo que no estaré lejos
de tí:
con mi espíritu estáre a tu
lado.
Dondequiera tu estés...
Gracias por haberme amado,
¡Tu sabes cómo te he querido
también yo!
Por esto es tan difícil decirte
ADIOS
y separarme de tí.
Abrázame una vez más
y dime que HOY me dejas
partir,
porque me quieres mucho.
(Clarise H. 1993)
3. La esperanzas espirituales
El tercer horizonte de la esperanza va más allá de lo biológico y de lo humano para
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
abrazar lo trascendente, es decir, lo que da sentido a la vida,
al sufrir y al morir, lo que va
más allá de la muerte.
El horizonte espiritual comprende, ante todo, la aceptación y la reconciliación con el
propio pasado lleno de heridas, errores, pecados y oportunidades perdidas.
El proceso de la reconciliación puede ser facilitado por el
sacramento de la confesión,
por compartir con alguien la
experiencia de culpa o de
aflicción, del diálogo silencioso del moribundo con Dios,
que lee en lo secreto de cada
corazón.
Vivir la reconciliación significa lograr que no tome la
delantera el remordimiento o
el tormento interior por errores cometidos o proyectos no
terminados, sino permitir que
la misericordia de Dios ilumine el camino, vivir en paz con
los propios límites, lograr la
serenidad interior.
En segundo lugar, el horizonte espiritual abraza el presente e incluye la capacidad de
honrar la dignidad humana incluso en medio del dolor físico, que prostra y mortifica y
ante los límites de la naturaleza humana, hace experimentar
la «noche oscura» del alma
con el sentimiento de turbación o desconcierto.
Ante la conciencia de la vida que poco a poco se apaga
se puede encender una nueva
espiritualidad que valora las
cosas pequeñas, a menudo dadas por descontadas, y alcanza
los recursos de la oración, de
la reflexión, de la fe en Dios,
del alivio sacramental para
transformar la espera en esperanza, la muerte en resurrección.
Vivir espiritualmente el presente significa encontrar espacios luminosos en la oscuridad
de la agonía, pronunciar y recibir palabras y gestos sanantes ante los propios seres queridos o de quienes se ocupan
de nosotros.
En fin, el horizonte espiritual se proyecta en el futuro:
va más allá de la mortalidad y
de la caducidad de la carne. Se
basa en la convicción de que
el destino del hombre es el encuentro pleno con Dios, es
creer que la existencia prosi-
57
gue en un misterioso más allá
que nos espera donde será posible reencontrar a nuestros
seres queridos y gozar la plenitud de la vida.
El seguimiento de los moribundos requiere respeto por
los diferentes credos y religiosidades profesados. Incluso
allí donde la persona manifestase no creer en el más allá es
importante no obstinarse para
convencerla de lo contrario,
sino ayudarla a revivir el pasado para afirmar valores, realizaciones y significados que
han caracterizado su historia.
El misterio por descubrir
58
La muerte constituye para
todos una llegada y un misterio: un pasaje inevitable y un
misterio ineludible.
Que la muerte ponga fin al
proyecto humano, produce
turbación y desconsuelo en
muchos. El objetivo es tratar
que el temor no supere el
amor, la creatividad, la esperanza.
El reto, cultural y personal,
es asumir la muerte como parte de la vida, crear experiencias y modelos positivos de
qué modo se puede morir,
educar a los familiares y a los
agentes sanitarios para que sean instrumentos de consuelo y
cercanía junto a quien fallece.
La esperanza cristiana no es
alternativa, sino complementaria con respecto a las otras
esperanzas; al mismo tiempo,
es histórica y trascendente, es
un continuar a vivir el misterio
iniciado con el nacimiento, interpretado de modo muy eficaz en la siguiente parábola.
La parabola de los mellizos1
Mientras crecían en el seno
materno, dos mellizos hablaban entre sí; estaban llenos de
gozo y decían: «Escucha, ¿no
es increíble la experiencia de
la vida? ¿No es hermoso estar
aquí, juntos?
Días tras día iban descubriendo su mundo. Un día se
dieron cuenta del cordón umbilical que los unía a la madre,
a través del cual eran alimentados y exclamaban con sorpresa: «¡Mira cómo nos quiere
nuestra madre, comparte su vida con nosotros!».
Pasaron así las semanas y
los meses hasta que, de repente, se dieron cuenta cómo habían crecido.
«¿Qué quiere decir todo esto?» Preguntó el primero.
«Quiere decir que dentro de
poco ya no estaremos más
aquí – respondió el otro –. No
podemos permanecer aquí para siempre; naceremos».
«De ningún modo quiero
salir de aquí – objetó el primero – ¡yo quiero permanecer
aquí para siempre!». «Razona
– le respondió el hermano – no
tenemos otras soluciones; además, quizás haya otra vida
cuando salgamos de aquí».
«Esto no es posible – sentenció el primero – ¡sin el cordón umbilical no se puede vivir! Además, antes que nosotros otros han dejado el seno
materno, pero ninguno ha regresado a decirnos si hay otra
vida después del nacimiento.
Escúchame, una vez que salgamos de aquí, todo ha terminado».
De modo que entre un tema
y otro, transcurrieron sus últimos días en el útero hasta que
llegó el momento del nacimiento. Cuando vinieron a la
luz abrieron los ojos y emitieron un fuerte grito.
Lo que vieron estaba muy
por encima de sus expectativas.
P. ARNALDO PANGRAZZI
Profesor en el Instituto Internacional
de Teología Pastoral Sanitaria
«Camillianum» – Roma
Nota
1
Labensangste – Lebenstraume, en
Kranteubrief (1999), 1 p. 3.
Testimonios
El Siervo de Dios
Manuel Lozano Garrido,
paralítico y ciego,
periodista y escritor
El hospital del Espíritu Santo
de Roma como ejemplo del
apostolado de la misericordia
Departamento de Pastoral
Hospital Cardenal Tien,
Taiwán
Archidiócesis de Filadelfia:
protocolo para evaluar
las relaciones de colaboración
en el ámbito
de la sanidad católica
El acercamiento paulino a la
instrucción de enfermería:
una respuesta a la invitación
de la Iglesia en favor de
una asistencia humanitaria
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
El Siervo de Dios, Manuel Lozano Garrido,
paralítico y ciego, periodista y escritor
60
El día 5 de noviembre de
1994 se celebraba en la Diócesis de Jaén la apertura del Proceso de canonización del Siervo
de Dios, Manuel Lozano Garrido. Presidía la ceremonia solemne el Obispo del Santo Reino, Excmo. y Rvdmo. Sr. D.
Santiago García Aracil.
El 20 de febrero de 1998 se
firmaba en Roma, en la Congregación para las Causas de
Santos, el decreto de validez de
todas las actuaciones procesales
diocesanas. Ahora ya está impresa la POSITIO sobre virtudes heroicas de este enfermo, y
sometida al estudio de los Rvdmos. Consultores.
¿Quién es Manuel
Lozano Garrido?
Manuel Lozano Garrido es
un seglar formado en la juventud de Acción Católica, inválido y ciego, periodista y escritor;
hombre sencillo que vivió la
alegría cristiana, nacida de su fe
profunda, en el dolor prolongado durante más de veinticinco
años, totalmente inmóvil en “el
sillón de ruedas”.
Su vida de oración continua
quedó plasmada en sus nueve
libros, de finísima literatura religiosa, y en cientos de artículos
de prensa en que exponía la
doctrina social de la Iglesia o
hablaba del pequeño suceso de
cada día enfocado desde su
compromiso cristiano.
Lolo, como familiarmente
era conocido, se caracteriza
también por su profunda devoción eucarística y su tierna piedad mariana.
Su vida fue un continuo
apostolado entre los enfermos
incurables a los que asocia en
una pía unión, llamada “Sinaí”,
que ofrece su oración y sus dolores por la prensa católica. Al
mismo tiempo su casa y su vida
se convierten en faro que ilumina y orienta apostólicamente
con sus consejos prudentes a
cientos de jóvenes y adultos,
que se llegan a él como amigo,
confidente y consejero.
Seglar que vive enamorado
de la Iglesia, por la que siente
verdadera pasión y a la que intenta servir desde su aparente
inutilidad, es un paradigma y
ejemplo “de hoy para hoy”, con
un perfil espiritual, sencillo y a
la vez heroico.
La llamada universal a la
santidad y la función del seglar
en la Iglesia, que subrayaba el
Concilio Vaticano II – cuyo discurrir fue apasionadamente seguido por el Siervo de Dios
desde su sillón de ruedas –, en
Lolo tuvo un eco profundo. Ya
desde sus años adolescentes y
de joven de Acción Católica él
escribe en sus notas espirituales
su afán de seguir a Cristo, como
joven seglar, arriesgando su vida en época de guerra y persecución religiosa por profesar
abiertamente su fe y por su devoción eucarística; ello le lleva
incluso a sufrir prisión y le hace
desear el martirio.
La sencillez de la vida de este
muchacho, que en plena juventud quedó paralítico total, le hace vivir de modo “natural” y
alegre las circunstancias extraordinarias en que se desenvuelve su larguísima vida de enfermo incurable.
Estas líneas que anteceden
son un compendio de su vida.
Excedería los límites de este
artículo, comentar cada uno de
los matices de ese perfil espiritual trazado más arriba. Pero la
riqueza de la vida cristiana de
este joven de Acción Católica,
inválido y sin embargo escritor
y consejero de jóvenes, tiene
un aspecto en el que necesariamente hay que entretenerse en
este artículo destinado a ser publicado en Dolentium hominum: La dimensión apostólica
que da el Siervo de Dios, Manuel Lozano Garrido, a su enfermedad.
Rasgos biográficos
Manuel Lozano Garrido,
Siervo de Dios, nació en la ciudad industrial y minera de Li-
nares (Jaén, España), el 9 de
agosto de 1920. Fue miembro
de la Juventud de Acción Católica desde su fundación en esta
ciudad, en 1931, primero como
aspirante y luego desempeñó
cargos directivos en ella.
A los 23 años aparece un
reumatismo, mientras hacía el
servicio militar, que le deja inválido y totalmente paralítico,
quedando en un sillón de ruedas y los últimos años de su vida, también ciego. Falleció en
Linares el 3 de noviembre de
1971.
Sus años de adolescente y joven coinciden con la guerra civil española (1936-1939), siendo encarcelado por su fe durante varios meses. Antes de ser
encarcelado, como otro “Tarsicio” del siglo XX, repartía la
Sagrada Comunión clandestinamente por encargo de D. Rafael Álvarez Lara, entonces párroco en Linares y después
Obispo de Guadix y de Mallorca.
Después de la guerra española milita activamente en la Juventud de Acción Católica forjando su espíritu apostólico y
profundizando en su formación
humana y espiritual, que luego
derrocharía a manos llenas en
sus más de 25 años de invalidez.
En esos mismos años (19391941) estudia la carrera de Magisterio y comienza el peritaje
en minería.
Una vez declarada su invalidez su vida toma un rumbo totalmente distinto: desde su inmovilidad total se convierte en
periodista y escritor, consejero
de cientos de jóvenes y de quienes se acercaban hasta su casa.
Su vida, aparentemente inútil, se hace maravillosamente
fructífera: cuando no puede escribir con la derecha, lo hace
con la izquierda; cuando pierde
la vista dicta a un magnetófono.
Son varios cientos de artículos los que publica en prensa de
temas sociales, científicos, literarios pero sobre todo de tema
religioso.
La fortaleza le viene de su
intensa vida de oración, de su
honda piedad eucarística y de
su tierna devoción mariana.
Ello puede verse en sus profundos “DIARIOS” espirituales que forman parte de sus
nueve libros publicados.
Cuando – ya enfermo – se
le concedió el permiso para
que en su casa se celebrara la
Santa Misa, en la primera ocasión pide que debajo de la mesa del altar pongan la máquina
de escribir “para que así el
tronco de la Cruz se clave en
el teclado y eche allí mismo
sus raíces”.
A la Virgen, a la que dedica
páginas bellísimas en sus escritos la llama “Santa María
de las cosas sin brillo; Reina
de las horas Gemelas; Elegida
para las misiones con sordina;
Maestra con un abecedario de
silencios; Dama de honor de
los inútiles; Madre de la Cruz
sin tiempo...”.
Estos son los títulos de sus
obras:
1. El sillón de ruedas (1961).
(Prólogo de José María Pérez
Lozano y Antonio Castro).
2. Dios habla todos los días
(1962). (Prólogo de Antonio
Navarrete).
3. Mesa redonda con Dios
(1963). (Prólogo de Francisco
Javier Martín Abril).
4. Las golondrinas nunca
saben la hora (1967). (Prólogo
de José María Pemán).
5. Cartas con la señal de la
cruz (1967). (Prólogo de P. Félix García).
6. Reportajes desde la cumbre (1969). (Prólogo de P. J. M.
Llanos).
7. Bien venido amor (1969).
Prólogo de la 2ª edición Rafael
Higueras).
8. El árbol desnudo (1970).
(Prólogo de varios autores de
prensa católica).
9. Las estrellas se ven de noche (Póstumo). (Prólogo de
Francisco Javier Martín Abril).
10. Todos somos elegidos
(Cuaderno vocacional). (1968).
Su obra literaria, fundamentalmente de tema religioso, está llena de poesía, de belleza,
de ternura.
Son muchos los premios literarios que obtiene y que recibe con sencillez franciscana. El
Ayuntamiento de Linares le
nombra hijo predilecto de la
ciudad en 1969.
El Siervo de Dios enfermo
(inválido y ciego)
da a su vida una dimensión
apostólica
Uno de los censores de las
obras de Lolo recoge en el capítulo Con la señal de la cruz el
pensamiento del Siervo de
Dios sobre el dolor: la aceptación gozosa de la cruz, el valor
redentor del dolor asociado a la
pasión de Cristo, la fuerza purificadora que surge de esa aceptación.
Lolo lo escribe de este modo:
en una sociedad que ofrece el
placer fácil, y hace que el hombre medio de nuestro tiempo
haya perdido el sentido del dolor.
Es oportuno citar en este capítulo la obra Reflexiones clínicas y antropológicas acerca de
un paciente ejemplar Manuel
Lozano Garrido, escrita por el
Dr. Fermín Palma2.
Transcribe el Dr. Palma este
texto del Siervo de Dios: ¿Tú
tienes dolores siempre, siempre? Pues sí, siempre, siempre,
siempre3.
61
Tres actitudes ante la presencia
del dolor:
La de aquél que aún no ha
ido más allá del escozor de su
herida: “Dios me ha quitado....”
La del que acepta, sin entrar
en su espíritu de actividad santificante: “Dios me ha pedido...”
Y la de aquél que, comprendiendo el valor comunitario del
sufrimiento, se da de lleno al
ideal de redención: “Señor, te
ofrezco...”1.
La figura de este Siervo de
Dios, que hace de su sillón de
ruedas un calvario redentor, sin
duda que tiene mucho que decir al hombre de hoy, educado
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
El Dr. Palma comenta: Siempre, como siempre “la golondrina tiene vuelo” y el río su
rumor, según poemas de Lolo
que recopila espléndidamente
Guillermo Sena, en “Surtidor
del alma”4.
Siempre y perpetuamente dolor, como lo han referido, todos
los autores, periodistas y amigos de aquí y de fuera, desde
Robert de Taizé, que lo aclamará “Sacramento del dolor”
hasta sus biógrafos Juan Sánchez Caballero y Juan Rubio
Fernández y tantos otros, cautivados, al caer en la cuenta, de
que tanto el dolor como el
amor “parten de una misma
herida”, que se transforma en
62
fuente de pensamiento, vigor
espiritual y vida.
Los dolores los siente; no están “adormecidos” ante él. Por
eso en una de sus páginas escribe, hablando con el Señor: Qué
dura es la angustia, aunque, ¡si
sabrás Tú de agonías para que
yo te lo diga!5.
Sin duda que lo más característico del Siervo de Dios es el
larguísimo tiempo de su dolorosa enfermedad. Él es un inválido y, los últimos años de su
vida, también está ciego. Toda
esa enfermedad estaba acompañada de un cuadro de secuelas permanentes que le tenían
siempre a punto de muerte.
El Siervo de Dios es un trabajador dolorido o un enfermo
que trabaja. En su vida se mezcla año tras año, en una única
trenza, el trabajo arduo y la enfermedad aguda; pero en su vida está la honda devoción eucarística que le hace vivir unido
al sacrificio de Cristo. Su trabajo y su dolor de cada día – como el pan y el vino – se unen al
sacrificio eucarístico de Jesucristo, en la recepción diaria de
la Eucaristía por el Siervo de
Dios.
El Concilio Vaticano II habla
de los enfermos, incluyéndolos
también en la llamada universal
a la santidad: Sepan también
que están unidos de manera especial con Cristo en sus dolores por la salvación del mundo...6. La inmensa fuerza del
dolor humano no puede ser
inútil. La acción redentora tiene su expresión suprema en la
Cruz de Cristo... Por eso hay
que lograr en la vida cristiana
el encuentro del dolor y el
amor, comulgando en la Cruz
de Cristo. Todo ese dolor hay
que aceptarlo amorosamente
para que así sea redentor y lleve a la plenitud de la vida7.
Quizá por esto la producción
escrita más abundante salida de
la pluma del Siervo de Dios es
la que trata de reflexionar cristianamente sobre el dolor. No
otra cosa intenta en su primer
libro El sillón de ruedas. Pero
también otro libro, Cartas con
la señal de la Cruz, está indicando esto mismo. En esta publicación escribe un Via-crucis,
comentando las distintas estaciones y añade otras catorce
cartas a enfermos8.
La revista Sinai 9 tenía este
fin: unir el dolor de todos los
enfermos que pertenecían a esta obra apostólica para ofrecer
sus sufrimientos por la prensa
católica. Por ello, en todos los
números de tal revista, hay escritos del Siervo de Dios sobre
el valor del dolor, lo mismo que
en la serie de veintitrés artículos que publica en Enfermos
Misioneros10.
El tema del dolor se va entremezclando en sus libros-diarios
Dios habla todos los días, Las
golondrinas nunca saben la
hora y Las estrellas se ven de
noche.
La vivencia del dolor
desde la fe
Sin embargo más que lo que
escribió el Siervo de Dios sobre
el dolor está la vivencia del dolor: cómo vivió el Siervo de
Dios su “identidad” de enfermo.
Los testigos del Proceso hablan de la habitación donde estaba, en la que había medicamentos y era frecuente que tuviésemos que dejar el trabajo
porque se había agudizado su
enfermedad11.
El Siervo de Dios ve el dolor
como camino redentor; considera su enfermedad como un
regalo de Dios: Al fin, caigo de
rodillas y doy rienda suelta a la
gratitud... No quiero la queja;
traedme, en cambio la sonrisa
y dejad que la alegría me cuelgue guirnaldas y rosas del corazón porque ya está aquí la
fragancia del corazón apuntalando la arquitectura del sufrimiento. Y entonces él se pone a
hacer recuento de beneficios: el
acoso de Dios que lo cerca, la
fe, la Providencia, la inquietud
espiritual, el cariño, la vocación personal..., porque si un
camino se cierra ofrece el recurso de otras sendas laterales
que le sustituyen12.
El Siervo de Dios titula uno
de los capítulos de El sillón de
ruedas de este modo: El dolor
se arrodilla13. Lo que él allí escribe es su propia vida: vive de
tal modo la aceptación del dolor que un día publica su Credo
del sufrimiento.
La exultante alegría
del Siervo de Dios
en medio de su dolor
¿Qué es eso de la alegría?,
se pregunta el Siervo de Dios
en un artículo publicado en Vida Nueva14. Y él mismo responde: La alegría es una manifestación vital del hombre y, por
tanto, de esencial importancia
en su evolución. Y en seguida
cita a Bernanos: Hay una alegría en Dios y una alegría más
pobre. Con razón en el tarjetónrecordatorio de su fallecimiento
se recogían ideas dispersas en
sus escritos: Sigo vuestro y os
renuevo mi cita en la Alegría.
Alegría, así con mayúscula; la
Alegría que es Cristo y el encuentro con el Padre.
Todos los testigos del Proceso hablan de la alegría, de la
sonrisa, del buen humor, de la
jovialidad del Siervo de Dios.
Escribe él: Por encima de los
hombres avinagrados o dulzones, más allá de los silencios o
de los labios con fandanguillo,
hemos de creer que el júbilo le
danza a un hombre como producto de una tensión y una ascesis: la alegría es el fruto de
una conquista...; y añade: El
cristianismo es, ante todo, una
operación de alegría15.
El Siervo de Dios manifiesta
y transmite esa alegría continuamente.
En una metáfora que retrata
su vida escribe: Con la vida que
apenas luce más que una vela
muy corta, creo en ti primavera... Ahora, mañana y siempre,
creo en el Dios que nos regaló
la primavera y que nos hizo posibles primaveras16. Así escribía
el Siervo de Dios cuando ya notaba acabarse su vida. Tal texto
queda escrito en el libro póstumo cuyas pruebas de imprenta
le subían a su vivienda desde el
taller, minutos después de haber
fallecido, cuando él ya estaba
en la eterna primavera del encuentro con Dios.
La “naturalidad
sobrenatural”
No será inasequible a nadie
la santidad cuando para todos la
impone el mismo Dios... No a
todos pedirá Dios una santidad
con formas extraordinarias de
profecías y milagros, pero sí la
santidad de hacer extraordinariamente bien las cosas vulgares y corrientes de cada día, dice J. Urteaga17. Pero este modo
de hacer extraordinariamente
bien lo ordinario, no quita el
que las circunstancias y el am-
biente te traten con dureza18.
Este matiz de naturalidad, en
la vida del Siervo de Dios, haciendo lo ordinario, lo confiesa
el propio Siervo de Dios como
la tónica dominante de sus días:
Mi inutilidad la vivo con una
característica de normalidad,
como nos puede haber nacido
el pelo rubio o notamos una vocación de fresadores19.
El Siervo de Dios, consciente
como era de que su enfermedad
era regalo de Dios, como tal la
tomaba y la agradecía. Transmitía una impresión de naturalidad que hacía parecer como
normal lo que en él era una
prueba muy dura que llevó con
garbo, con la gracia de Dios...;
lo admirable de Lolo es que su
vida, igual día tras día, le hacía
vivir de modo extraordinario lo
ordinario de cada día. Y lo extraordinario que era su dolor,
su invalidez, lo vivía de modo
ordinario, sin darle importancia20.
Para concluir, quizá sea bueno recoger otros dos textos de
él mismo.
El primero de sus libros-diarios concluye con unas páginas
en coloquio con el Señor, hablando sobre la fe y la esperanza. He de soñar con verte, me
moriré de no verte y Tú seguirás amurallado por siete velos,
siempre escondido e inasequible... Mas te digo que no, ... que
cada lágrima vale por una carcajada; un dolor, por un consuelo; la noche, por un mediodía. Así es la fe que mendigo.
Como también la esperanza...
Así me muerde el hambre de la
fe, la ardiente y apurada fe21.
En este texto, como en tantos
otros, se puede apreciar su oración de contemplativo, que busca y desea a Dios a quien ha saboreado.
Doce años antes de su muerte, el 3 de noviembre de 1959,
en el mismo día en que luego
morirá, escribió otro de sus muchos episodios de agravamiento
en la enfermedad: Después de
dos meses de silencio ahora,
Señor, el diario ante Ti. Te has
abierto de pronto, jubilosamente, como estalla la flor inicial
de la primavera en los tiestos
de mi balcón. Hoy el día sabe a
andén de ferrocarril, cuando
llega el tren y se baja el amigo
a quien hace mucho tiempo no
veíamos. Ya tú estás aquí, sentado junto a mi sillón, y yo te
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echo el brazo efusivamente por
los hombros...22.
Aún, desde que el Siervo de
Dios escribió esas palabras,
quedaban doce años para que
por fin este ciego llegara a ver
la primavera tantas veces deseada del encuentro definitivo
con el Señor; quedaban todavía
doce años recorriendo “de prisa” un camino de quietud de paralítico, andando junto al Amigo que había llegado y se había
quedado allí, sentado junto a su
sillón de ruedas. Al final de
esos doce años, por fin llegó el
encuentro con Dios tantas veces
deseado.
Mons. RAFAEL HIGUERAS
ÁLAMO
Canónigo Magistral de Jaén
(España)
63
Notas
1
MANUEL LOZANO GARRIDO, Las estrellas se ven de noche, Bilbao 1973, p.
102.
2
F. PALMA, Reflexiones clínicas y antropológicas acerca de un paciente ejemplar Manuel Lozano Garrido, Zamora
1998, p. 18.
3
MANUEL LOZANO GARRIDO, Dios habla todos los días, Bilbao 1967, pp. 146.
4
M. LOZANO GARRIDO, poemas: Surtidor del alma, La Carolina 1997, p. 36.
5
MANUEL LOZANO GARRIDO, Las golondrinas nunca saben la hora, Bilbao
1967, p. 152.
6
Concilio Vaticano II, LG. n. 41.
7
B. JIMÉNEZ DUQUE, Universal vocación a santidad, en Comentarios a la
Constitución L.C., Madrid, BAC, 1966,
p. 775.
8
MANUEL LOZANO GARRIDO, Cartas
con la señal de la Cruz, Bilbao 1967, pp.
149-196 e 29-103.
9
Summ., Pars altera, V, pp. 249-258.
10
Cfr. C.P., Proc. Supl., Vol. V., pp.
28-30 e 88-135.
11
Cfr. Summ., Proc. Ord., XI testigo,
María Dolores Muñoz, p. 70, n° 217; cfr.
Proc. Ord., VII testigo, José González, p.
51, n° 163; Proc. Supl., VII testigo, Antonio Maldonado Trigueros, p. 152, n°
477.
12
MANUEL LOZANO GARRIDO, El sillón
de ruedas, pp. 7, 19, 72 e 88.
13
MANUEL LOZANO GARRIDO, El sillón
de ruedas, p. 267.
14
Revista Vida Nueva, 1-XII-1957.
15
MANUEL LOZANO GARRIDO, El sillón
de ruedas, pp. 203 e 205.
16
MANUEL LOZANO GARRIDO, Las estrellas se ven de noche, Bilbao 1973, p.
309.
17
J. URTEAGA, El valor divino de lo
humano, Edic. Rialp, Madrid 1959, p. 49.
18
J. URTEAGA, o.c. p. 72.
19
MANUEL LOZANO GARRIDO, Dios habla todos los días, Bilbao 1967, p. 20.
20
Summ., Proc. supl., V testigo, Carmen Troyano, p. 136, n° 429 y p. 138, n°
436; cfr. XI testigo, Esperanza Fortes, p.
174, n° 538.
21
MANUEL LOZANO GARRIDO, Dios habla todos los días, Bilbao 1967, p. 238240.
22
MANUEL LOZANO GARRIDO, op.cit.,
p. 167.
El hospital del Espíritu Santo de Roma como ejemplo del apostolado de la misericordia1
1. Breves noticias acerca
de la orden y del hospital
del Espíritu Santo
64
En la historia del desarrollo
de las diferentes formas de actividad e iniciativas de obras caritativas, que se inspiraron de
modo esencial, durante casi
dieciocho siglos hasta el Iluminismo, en la doctrina cristiana
acerca de la msiericordia, tuvo
una importancia fundamental la
fundación hacia el siglo XII de
la orden hospitalaria del Espíritu Santo. Fue fundada en Provenza por Guidone de Montpellier, como Ordo Fratrum Canonicorum Regularium Sancti
Spiritus. Aunque se tratase sólo
de una de las numerosas órdenes caritativas y cavallerescohospitalarias que surgieran en
los siglos XI-XIII, sin embargo
con su rápido desarrollo, con la
amplitud de la organización de
las intervenciones y la variedad
de sus formas, durante el Medioevo sobresalió de manera
evidente sobre las demás órdenes que también tenían como
objetivo misiones parecidas. La
actividad de la orden del Espíritu Santo, ha representado una
época de por sí ya concluida, no
sólo en la historia de la misericordia y de las obras pías, sino
también en toda la civilización
cristiana y cultural del Medioevo.
El símbolo indiscutible del
poder y del papel pujante de esta orden en el campo de las
obras pías en la Europa medieval, fue el hospital del Espíritu
Santo, fundado en Roma por el
Papa Inocencio III entre el 1198
y el 1201, en reemplazo de la
precedente Escuela de los Sasones y fue confiado a los religiosos del Espíritu Santo. Desde el
inicio de su existencia, este hospital fue el centro caritativo
más grande y célebre de Europa
y sirvió como modelo y ejemplo para los hospitales que se
desarrollaron velozmente en
esos tiempos, guiados tanto por
los religiosos del Espíritu Santo
como por otras órdenes y otros
centros fundados por institucio-
nes laicas y eclesiales, como
confradías, ciudades, artes. La
asistencia social y la actividad
caritativa, que tuvieron lugar
ante todo con las fundaciones
hospitalarias, constituyeron una
tarea fundamental de la Iglesia
durante el Medioevo. Las obras
pías eclesiásticas, junto con la
fundación de órdenes, escuelas,
universidades, han representado una de las tendencias características fundamentales de la
cultura de ese tiempo. El desarrollo de la actividad hospitalaria recogía la inspiración de la
filosofía ascética y de la mentalidad medieval, según las cuales los pauperes, y por consiguiente todas las personas necesitadas, gozaban de una acogida
general e incluso de la glorificación de parte de la Iglesia y
de la sociedad.
La grandeza y el rango del
hospital romano del Espíritu
Santo se podían apreciar no sólo a través del aspecto monumental y las dimensiones de los
edificios sino también porque
era la casa madre de los religiosos del Espíritu Santo y la sede
de su superior general. Durante
casi todo el tiempo de su existencia, es decir hasta la unificación italiana de 1870, permaneció bajo el cuidado y la protección del Papa, de aquí que era
llamado “achihospital pontificio”. No había nada semejante
al hospital del Espíritu Santo de
Roma, ni durante el Medioevo
ni en los tiempos modernos,
cuando, después de las remodelaciones de fines del siglo XV y
las posteriores inversiones realizadas en el siglo XVI, tuvo su
período de máximo esplendor.
No obstante lo cambios radicales, relacionados con las formas
de su administración, ha conservado su rango hasta nuestros
tiempos, y constituye uno de
los institutos de sanación más
importantes y más grandes de la
Roma actual.
En los primeros tres siglos de
su existencia (XII-XVI) el hospital acudía sobre todo a los enfermos y a los pobres; sin embargo, en su funcionamiento
ocupaba un lugar importante la
atención a los niños abandonados: mas esta función no se encuentra directamente documentada en las fuentes. Después de
su refundación y la ampliación
realizadas por Sixto IV en el siglo XV, en el ámbito del hospital funcionaban dos instituciones, unidas integralmente entre
sí, pero con diferentes funciones: el verdadero hospital para
los enfermos y el hospicio para
los niños abandonados. El hospital del Espíritu Santo, se ocupaba en calidad de hospital no
sólo del cuidado de los enfermos, sino que constituía también un gran centro médico y de
estudios de medicina, que contaba con la célebre Biblioteca
Lancisiana y con una academia
médica. Asimismo, existía una
cofradía de la caridad y un banco con el mismo nombre del
hospital. En períodos particulares, incluso otros hospitales menores de Roma dependieron de
la administración del hospital
del Espíritu Santo; entre otros,
se agregó a él el hospital para
los chicos afectados por enfermedades mentales.
La actividad de la parte del
hospital con funciones de curación casi no ha sido estudiada
hasta ahora y tampoco será el
objeto de nuestro artículo. En
cambio, nos ocuparemos en este estudio del hospicio de los
niños abandonados (orfelinato),
que funcionaba dentro del hospital del Espíritu Santo de Roma.
2. El abandono de los niños
En las investigaciones referentes a la historia de la asistencia social ocupa un lugar fundamental el problema de los niños
no deseados, generalmente recién nacidos, llamados “expósitos” o “arrojados”, presentes
sobre todo en las grandes ciudades europeas. Se trataba de una
particular categoría de personas
necesitadas, especialmente débiles, que si no recibían una
ayuda inmediata, no tenían nin-
guna posibilidad de sobrevivir.
Por esto, salvar a los niños
abandonados y asistirlos constituía una de las más importantes
misiones de la beneficencia y
de la caridad cristiana.
El abandono de los niños ha
sido practicado en gran escala
desde tiempos anteriores al
cristianismo. Los recién nacidos eran abandonados secretamente; siendo su destino marcado en el misterio, fácil de mitificar, en el expósito se aplicaba la fuerte creencia popular
que, en el colmo de la desventura, existe siempre la posibilidad de cambiar el propio destino. Así por ejemplo, Rómulo y
Remo, fundadores de una civilización, y Moisés, fueron
abandonados y han estimulado
nuestra fantasía2.
En la cultura romana (siglos
II y III) el recién nacido era colocado en tierra y si el padre, o
el padrón de la esclava-madre,
lo levantaba, era nutrido y cuidado; de lo contrario, era colocado delante de la puerta y de
hecho era abandonado3. Los decretos de Constantino del 331 y
de Honorio y Teodosio del 412
atribuían los abandonados a
quienes los recogían, otorgándoles la facultad de considerarlos libres o esclavos; pero muchos eran recogidos y educados
por la Iglesia, que generalmente
se comprometía a encaminar a
los niños a un oficio, tal como
se hacía con los huérfanos, con
el fin de que más tarde pudieran
mantenerse por cuenta propia;
en cuanto a las niñas, además
de mantenerlas, se les proporcionaba la dote para casarse y
de este modo se les preservaba
de la prostitución4. Durante el
Medioevo la asistencia a los niños abandonados no estaba formulada en el sistema organiza-
tivo e institucionalizado. Generalmente los niños indeseados
eran abandonados en las iglesias, en los monasterios, o eran
vendidos o confiados a los cuidados de personas y familias
extrañas. Hasta fines del siglo
XII la asistencia de los expósitos tenía un carácter casual, y
estaba sobre todo en manos de
personas privadas5. Un vuelco
radical se produce a comienzos
del siglo XIII cuando en las
grandes y pequeñas ciudades
europeas comienzan a surgir y
se difunden rápidamente los
hospitales, los hospicios y los
orfelinatos destinados exclusivamente a los expósitos, o se
llega a practicar la asistencia a
estos niños como una las misiones principales.6 La mayoría de
las instituciones de este tipo estaba constituida por los hospitales administrados por la más
grande e importante orden religiosa caritativa del Medioevo,
la orden del Espíritu Santo.
El número de los recién nacidos abandonados fue aumentando cada vez más en los siglos modernos. Este fenómeno
tuvo lugar sobre todo en Francia, España e Italia. Precisamente en el Setecientos el fenómeno del abandono de los niños explosiona con un crecimiento numérico impresionante; se habla del Setecientos como del “siglo de los expósitos”7. El orfelinato fue una de
las fundaciones típicas de ese
siglo; toda ciudad grande construyó su instituto, hasta el punto
que a mitad del Ochocientos
existían en Europa 356 institutos con más de 460,000 asistidos.8
Entre las instituciones que se
crearon para que se ocuparan de
los expósitos tuvo particular
importancia el hospital del Espíritu Santo de Roma. El modelo y sistema elaborados por este
hospital sirvieron como inspiración durante muchos años todos los centros administrados
por la orden del Espíritu Santo,
así como también otras instituciones que ejercían la tutela de
esta categoría de necesitados.
Este sistema puede considerarse como completo, porque garantizaba la asistencia a los expósitos durante toda su vida.
El trabajo se refiere en línea
de máxima al siglo XVIII, que
en una perspectiva europea
puede ser definido como el siDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
glo “del Iluminismo”. La elección ha sido dictada solamente
en parte por criterios puramente
prácticos: sobre todo en vista
que la documentación conservada es mucho más rica en lo
que concierne al siglo XVIII y
no los siglos anteriores. Como
terminus ante quem se ha tomado, en cambio, el final del siglo
XVIII, que coincide con el nacimiento de la República Romana y la ocupación del Estado
Pontificio de parte de Napoleón; además, los años entre los
siglos XVIII y XIX marcan una
neta división entre el desarrollo
hospitalario y la asistencia social en toda Europa. Desde ese
momento inicia un rápido proceso de estatalización de los
hospitales y la administración
de los mismos por un gobierno
formado por personal municipal y autónomo. Precisamente
de aquí en adelante, casi todos
los precedentes hospitales, ante
todo los hospicios, comenzaron
a ser transformados en centros
de sanación.
El material documentario referente al hospital y que comprende más de tres mil volúmenes y grandes cartillas se encuentra en el Archivo Estatal de
Roma9.
3. La acogida de los
expósitos en el hospital
Según la idea original de Inocencio III, el hospital-hospicio
del Espíritu Santo fue instituido
para los hijos ilegítimos. En la
práctica, sin embargo, gran parte de los niños abandonados estaba formada por hijos legítimos. Graves motivos para liberarse de los niños de parte de
las madres y de sus familias
eran la pobreza así como las enfermedades y los defectos físicos de los recién nacidos10. En
el siglo XVII llegaron al hospital del Espíritu Santo de Roma
cerca de 1000 niños por año; en
el siglo XVIII, en cambio, el
número disminuyó (500-700).
Los niños expósitos provenían
especialmente de las ciudadelas
y de los pueblos colocados en
un rayo de 100 Km. cerca de
Roma11.
El edificio y la estructura interna del hospital-hospicio estaban planificados de manera que
se garantizara una discreción
absoluta a las personas que
65
66
abandonaban a los niños. Generalmente los niños eran abandonados al anochecer o durante la
noche, lo que hacía más fácil el
anonimato. Los pequeños eran
abandonados en una construcción de madera, grande, redonda, parecida a un tonel, llamada
torno, insertada en las paredes
externas del hospital. La persona que llevaba al niño lo colocaba dentro de la torno a través
de una abertura, luego la giraba
y con una campanilla daba una
señal a la persona de turno, que
estaba de guardia de noche y de
día dentro del hospital12. Para
que se garantizara a las mujeres
que abandonaban a los niños la
seguridad y la discreción y de
este modo se sustrajeran al deshonor, las autoridades papales
las tomaban bajo su protección
y prohibían, por ejemplo, a los
representantes de los servicios
públicos, el empleo de cualquier sanción contra ellas13.
Después que se abría con la llave la puerta de la torno y que se
extraía al niño, la persona de
turno, con la ayuda de una lanceta incidía en su pie derecho
una cruz doble, como señal del
hospital y al mismo tiempo de
la orden del S. Espíritu. Cuando
el corte era aún fresco, se pasaba una tinta negra que lo hacía
más evidente y que de este modo le daba un carácter de tatuaje
y también de marca.
Los niños abandonados en el
hospital, eran amamantados por
nodrizas que venían al hospital
con este fin, las llamadas “nodrizas de casa”. Después de una
breve permanencia en el hospital, los niños eran confiados a
personas que vivían fuera del
hospital, para que les dieran de
mamar y los hicieran crecer, la
llamadas “nodrizas de fuera”.
Por el cuidado de los niños, el
hospital proporcionaba a las nodrizas una ayuda mensual en dinero y vestidos. A las mujeres
que se dedicaban totalmente al
papel de nodrizas en sus propias casas, el hospital imponía
condiciones rigurosas referentes a la salud, la calidad del alimento, la moralidad, la religiosidad de la vida, así como a la
situación material. Como consecuencia de las mejores condiciones climáticas y de costumbres, se preferían nodrizas provenientes de lugares fuera de
Roma.
Después de un período de
permanencia con las nodrizas,
los niños abandonados tenían
que ser incondicionalmente devueltos al hospicio, las niñas
hasta los 11 años, los niños por
un año más. A su regreso al
hospital, las niñas (llamadas
“solteras”) eran colocadas en el
Conservatorio, los niños, en
cambio, en la Escuela de los
“amorcillos”. Los chicos no
permanecían por mucho tiempo en dicha escuela. En efecto,
a menudo se les confiaba a artesanos para que aprendiesen
un oficio. En la escuela de los
amorcillos existía por lo general cerca de 30-50 chicos. Era
diferente para las chicas que,
raramente terminaban al servicio de extraños, razón por la
cual en el Conservatorio habían
siempre entre 400 y 700 chicas13. Tanto los chicos como las
chicas podían ser adoptados.
4. El Conservatorio
Si se desea presentar la vida
cotidiana de las solteras y reconstruir la estructura interna y
la dirección del hospicio, no se
puede dejar de hablar del papel
desarrollado desde este punto
de vista por las religiosas de la
Congregación del Espíritu Santo. Durante los primeros cinco
siglos de existencia del hospital, las religiosas estaban fuertemente integradas con el funcionamiento del Conservatorio
y con la vida de las educandas.
Las religiosas residentes en el
hospital fundado en el 1198 por
el Papa Inocencio III, que vivían bajo la regla de S. Agustín,
tenían que asistir a los enfermos y a los expósitos16. Todas
las religiosas que estaban en el
convento constituían la autoridad superior para las educandas
que se les confiaba. En particular, su tarea consistía en enseñar a las educandas varios tipos
de oficios, vigilarlas durante el
ejercicio de los mismos y controlar su realización. Hasta fines de los años sesenta del siglo XVII, las religiosas mantuvieron un poder total y absoluto
sobre las educandas. Eran sus
administradoras, educadoras,
tutoras, maestras, catequistas e
incluso enfermeras y superioras
que controlaban las diferentes
actividades. Después de las reformas realizadas en el 1666
por el comendador F.M. Fabei,
las religiosas dejaron el gobierno del Conservatorio después
de algunos siglos. Al ser trasladadas a un lugar apartado y ser
sometidas a una rígida clausura
con el fin de evitar otras admisiones a la religión, fueron destinadas a su natural extinción17.
Desde finales de los años sesenta del siglo XVII el gobierno del Conservatorio estuvo totalmente en manos de laicas, a
menudo ex educandas del conservatorio18.
La vida de las pensionadas
era regulaba con mucho rigor
por las autoridades superiores
del hospital y de la Iglesia.
Desde el momento en que entraban en el ámbito del hospital
y durante todo el tiempo que
permanecían en esta institución, las expósitas estaban obligadas a observar los reglamentos y cumplir con las diferentes
tareas que establecían los superiores y las autoridades hospitalarias. En particular, en el hospital se trataba de crear buenas
costumbres y poner particular
atención en la moralidad de las
residentes. En vista de los grandes peligros morales que podían encontrar las educandas ante
una excesiva libertad o una desenvoltura en los contactos y en
las conversaciones con personas externas, así como con el
personal interno masculino, laico y religioso, se decidió poner
en práctica una clausura muy
severa para las habitantes del
Conservatorio.19 Desde un comienzo se mantuvo la estrecha
clausura para las internas del
Conservatorio y no se atenuó
después que las internadas fueran aisladas de las religiosas y
ni siquiera después que cesara
la entrada de las religiosas en la
congregación.
El principio de la vida claustral de las súbditas tenía que
ponerse en práctica no sólo con
la prohibición de que entraran
en el hospicio personas extrañas, sino también la rigurosa
prohibición de entablar cualquier contacto con el mundo
externo de parte de las mismas
internadas. Durante el siglo
XVIII, muchas veces se dispuso que las residentes no podían
acercarse bajo ninguna razón al
portón del Conservatorio, sin el
permiso de la superiora o del
comisario del hospital20.
De los análisis hechos se deduce que las solteras del Con-
servatorio vivían en clausura
total, aisladas del mundo externo. A las que no se casaban o
no decidían trabajar al servicio
de familias, se les quitaba cualquier contacto con el resto de la
sociedad y, por lo tanto, vivían
toda su vida en el Conservatorio totalmente separadas. Las
internadas tenían la única posibilidad de salir oficialmente de
las paredes del Conservatorio
tres veces por año, con ocasión
de las solemnes procesiones en
la basílica de San Pedro: se realizaban el día después de Pentecostés, en el día de S. Marcos y
en el domingo precedente a la
solemnidad de S. Antonio21.
Tal como sucediera en el
Medioevo, también durante el
período después del Concilio
de Trento, los hospitales y otras
instituciones generalmente bajo
la dirección y la administración
eclesiástica, constituían lugares
en donde se cuidaba no sólo la
enfermedad del internado, sino
también su vida religiosa. Siendo esta la norma general que se
seguía en los hospitales dirigidos o administrados por las órdenes religiosas, merece particular atención el hospital del
Espíritu Santo de Roma, vinculado totalmente con las instituciones de la orden del Espíritu
Santo, cuyo estilo de vida religiosa y espiritual provenía de
los monjes y de las monjas22.
El 25 de diciembre de 1623,
fray Domingo Borgarucci, secretario y archivista de la orden
del Espíritu Santo, formula el
reglamento que sugiere a los
religiosos del Espíritu Santo
cómo deben ejercer el gobierno
del hospital, y se expresa como
sigue: “Por consiguiente los enfermos y los expósitos, que vienen diariamente a curarse en
este archihospital apostólico
del Espíritu Santo, sean gobernados y ayudados ya sea en el
servicio del alma como en el
del cuerpo...”23. El hospital del
Espíritu Santo estaba formado
por dos instituciones diferentes, pero con una sola administración: el hospital para los enfermos y el hospicio para los
niños abandonados. Según el
citado reglamento de 1623,
apenas llegaba al hospital e inmediatamente después que fuera sometido a los exámenes
médicos preliminares, el enfermo tenía que confesarse con
uno de los cuatro confesores de
turno y al día siguiente recibía
la santa comunión24.
En el caso de los enfermos,
la autoridad del hospital se limitaba a pedirles la obligación
de comulgar sólo durante el período de su hospitalización,
mientras que era diferente para
los expósitos. Desde el momento en que el niño era abandonado “en la torno”, el hospital se asumía la responsabilidad
para su educación y en particular para su formación religiosa
y espiritual25. Este interés de la
autoridad hospitalaria por la vida religiosa de sus alumnos
proseguía incluso durante el
período de tenencia de las nodrizas, cuando eran concedidos
ad artem, a tempo nubile, e incluso cuando se relizaba el matrimonio. Concretamente, este
interés se debía al hecho que el
hospital quería que todas las
nodrizas, que todos los artistas,
artesanos, potenciales esposos
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y familias que adoptaban, se
distinguieran por una correcta
moralidad, buenas costumbres
y una celante profesión de la fe
católica26. Los niños expósitos
eran acogidos en la comunidad
católica mediante el bautismo,
que recibían luego de que eran
acogidos en el hospital27. Con
pocas excepciones, casi todos
los expósitos, después de una
breve permanencia en el orfelinato, encontraban asistencia en
las nodrizas “de fuera”, donde
pasaban cerca de diez años de
su vida. En sus casas se impartían a los expósitos los principios de la fe.
Después de aproximadamente diez años de permanencia
con las nodrizas, los expósitos
regresaban nuevamente al hospital. Desde este momento hasta su definitiva salida del hospital (adopciones, concesiones a
tempo nubile, concesiones ad
artem, matrimonios), la educación estaba exclusivamente en
manos de los superiores inmediatos, sobre todo de eclesiásticos y religiosos.
Tal como ocurría para todos
los católicos, también para los
internados del hospital del Espíritu Santo, uno de los acontecimientos importantes en el
proceso de formación era la
primera comunión. Esto es
confirmado por la orden del comendador Virgilio Spada del
1660, según la cual todas las
niñas que se acercaban a los
doce años de edad, durante la
Cuaresma estaban obligadas a
prepararse para la primera comunión que tenía lugar en el
día de Pascua28. La frecuente y
regular participación en los sacramentos de la confesión y de
la eucaristía constituía el compromiso religioso más importante de parte de los habitantes
del Conservatorio, estaba disciplinada rigurosamente a través
de los reglamentos y dependía
sobre todo de la edad de las internadas. Según el ordenamiento de 1660, las solteras que vivían con las religiosas en el
convento, consideraban la confesión como bien superior, como garantía para la salvación
del alma29.
La participación en los sacramentos, particularmente en
aquellos de la penitencia y de la
comunión, era sólo uno de los
modos de educación y de la vida religiosa de las “solteras del
67
68
conservatorio”. El registro de
las prácticas religiosas y espirituales obligatorias en el hospital, era sobremanera rico y
completo. Viviendo con la
monjas del Espíritu Santo, las
solteras se comportaban casi
como religiosas, modelando su
estilo de vida según el espíritu
monástico. Procedían del mismo modo sus compromisos cotidianos, como el trabajo y las
prácticas religiosas. De manera
que tanto la vida religiosa de
las solteras, como la clausura
obligatoria y su modo de vestir,
hacían que su existencia se pareciera a la vida monacal. Desde este punto de vista, la situación no cambió ni siquiera
cuando las solteras fueron separadas de las monjas.
Al comienzo del siglo XVIII,
el Papa Clemente XI impuso un
reglamento que establecía el
horario de los compromisos cotidianos de las solteras y especificaba el ámbito de las prácticas
religiosas previstas. En general,
la intensidad y las horas dedicadas a estas prácticas dependían
de la edad de las internadas.
Las ancianas y las de edad intermedia, excluyendo a las enfermas e inhábiles al trabajo, se
despertaban por la mañana con
el repique de la campana del
“Ave María”, se dirigían a la
iglesia para participar en la misa, realizaban las devociones y
el “oficio Divino en el Coro”;
después de haber realizado estas prácticas, se dirigían al refectorio para el desayuno y luego se ocupaban de los acostumbrados trabajos manuales. Durante el trabajo, cantaban las
alabanzas a la Beata Virgen
María. La pausa entre el trabajo
antimeridiano y aquel pomeridiano estaba dedicado al almuerzo. Después del trabajo
pomeridiano, las solteras mayores y de edad mediana cenaban,
y luego se dirigían a la capilla
para recitar las mismas oraciones de la mañana. Al parecer,
precisamente a las solteras no
se les reservaba ningún espacio
libre durante la jornada: todo
estaba programado, prescrito
minuciosa y escupulosamente.
El mencionado reglamento indicaba brevemente incluso las
incumbencias religiosas de las
solteras más jóvenes, pero, resultaba directamente del reglamento, que las chicas más jóvenes realizaban sus devociones
nocturnas en sus dormitorios30.
Una parte muy importante
del cuidado de las almas, era la
organización de vez en cuando
de “retiros espirituales”. Por
ejemplo, los “ejercicios espirituales” en el hospital del Espíritu Santo se desarrollaron del 16
al 29 de mayo de 176031. Dado
el papel de gran importancia de
la vida espiritual en el hospital,
con el fin de que las prácticas
religiosas fueran más solemnes,
se pidió que se creara un coro
litúrgico para que acompañase
la mayoría de las ceremonias
religiosas que se desarrollaban
en el Conservatorio y en el hospital. Dicho coro intervenía incluso durante las oraciones y
los oficios. Su tarea principal
era recitar y cantar las diferentes oraciones (por ejemplo los
salmos) durante las funciones
ordinarias y los oficios32.
De lo anterior se deduce,
pues, que al hospital del Espíritu Santo no sólo se le asignaba
la función de la tutela sanitaria,
sino también aquella educativa
y pastoral. La vida de los habitantes del hospital debía mantenerse dentro del espíritu de una
celosa religiosidad y devoción,
que regulara cada acto y momento de la jornada.
La formación de las educandas del Conservatorio debía realizarse a través del desarrollo
de la vida espiritual y religiosa,
así como a través de su trabajo
cotidiano. En el 1679 el cardenal Acciajoli, teniendo en cuenta los decretos de los papas Urbano VIII y Alejandro VI, ordenó que todas las habitantes del
conservatorio, según su edad y
sus capacidades, dedicasen todo su tiempo, a varios tipos de
trabajo en favor del hospital, a
la realización de obras de misericordia cristiana y a la oración
y los ejercicios espirituales33.
La obligación de trabajar cada día se refería a todas las internadas del hospital, con excepción de las enfermas y de
las mujeres muy ancianas. El
trabajo era considerado sobre
todo por su valor educativo, social y también de utilidad. Empleando a las internadas en tareas de diferente tipo, se buscaba educarlas a la laboriosidad,
a la honestidad y a la disciplina, a enseñarles varios oficios
de artesanía y de trabajos para
mantener la casa, que les habrían servido cuando se habrían
casado o habrían tenido que
ocuparse de una casa. Su trabajo tenía también un verdadero
valor económico y material.
Una de las listas más detalladas de las actividades desarrolladas por los habitantes del
hospicio se encuentra en una
documentación del 1660. Se
deduce que las internadas cocinaban, lavaban la ropa, almidonaban, planchaban, arreglaban
túnicas, amitos, sobrepellices,
manutergios, purificadores y
vestimentas litúrgicas de la
iglesia del hospital y también la
ropa de los enfermos hospitalizados. Asimismo, hacían sába-
nas, servilletas, manteles y
otras cosas necesarias para algunas dependencias del hospital, camisas, fajas y pañales para todos los expósitos, para los
que vivían en el hospicio y
también para los que estaban
con las nodrizas. Cortaban y
cocían también vestidos, camisas, mangas y medias para sí
mismas y para las religiosas
que vivían en el convento34.
Además de los trabajos de
producción que hemos recordado, desde el inicio de los años
sesenta del siglo XVII, las solteras servían y limpiaban el
hospital. Seis de ellas trabajaban una semana en la cocina,
para preparar los alimentos para todas las compañeras del
Conservatorio, mientras que en
la semana siguiente se dedicaban a lavar la ropa de todas.
Cada siete días se cambiaba el
campo de trabajo. Cuatro o seis
mujeres ayudaban también a
las religiosas en las funciones
directivas35.
La actividad profesional de
las educandas era una de las ta-
reas principales del colegio: cada una tenía que realizar determinadas funciones, tenía que
ser útil según sus capacidades,
su edad y su condición física.
El carácter de clausura de la
existencia cotidiana de las internadas se manifestaba también porque llevaban el vestido
prescrito por las reglas, parecido al de las religiosas. La característica principal del vestido de las habitantes del pensionado eran la uniformidad, así
como la sencillez y la modestia. Según el reglamento y las
recomendaciones a menudo renovadas, la uniformidad del
vestido era obligatorio para todas las pensionadas, sin ninguna diferencia de edad, estado
físico, dentro o fuera del pensionado, durante los raros paseos fuera el hospital, las salidas
y las procesiones36.
La obligación de llevar el
uniforme se refería a los vestidos, los zapatos, los gorros y
también los peinados. En casos
particulares y justificados, la
dirección hospitalaria podía
permitir que algunas solteras
llevaran hábitos no uniformes.
Esto se refería sobre todo a las
internas encargadas de trabajos
pesados y menesteres complicados, en los que el uniforme
no era oportuno37. El vestido
igual y modesto era adecuado
al estilo monástico de la vida
de las internadas así como al
carácter religioso-sagrado del
lugar en el que vivían. Viviendo por algunos siglos junto con
las religiosas en un convento
común, habían tomado de ellas,
no sólo costumbres claustrales,
modos de comportarse y estilos
de vida, sino también la conformidad, la sencillez y la severidad en el vestirse. Llevar un
hábito uniforme, según los fundadores tenía un objetivo formativo: debía enseñar a las colegialas la modestia y la moderación, virtudes que habrían sido útiles en su futura vida adulta, y servía también para prevenir la vanidad y la mezquinidad.
El elemento esencial del vestido de todos los días de las internadas era un hábito azul oscuro, que recordaba un hábito
religioso. Así tenían que estar
en el ámbito del pensionado, y
durante las procesiones que se
realizaban tres veces al año por
las calles de la ciudad38.
5. La escuela de los hombres
En la Escuela de los amorcillos vivían los chicos que tenían al menos 7 años. Los más
pequeños, en cambio, que habían regresado de las familias
sustitutivas, hasta que alcanzaban dicha edad permanecían
confiados a las nodrizas del
hospital. Según las disposiciones de 1759, los niños abandonados podían ser mantenidos y
cuidados en la escuela a cargo
del hospital, hasta los 12 años
de vida y luego eran concedidos ad artem o en adopción.
Sólo para aquellos pocos que
no se había logrado encontrar a
tiempo personas a quienes confiarlos fuera del hospital, tenían
derecho de permanecer por
más tiempo en el hospital, hasta el momento en que se les encontrara tutores adecuados o
familias que quisieran adoptarlos.
El hospital del Espíritu Santo
ofrecía los primeros auxilios y
asilo a todos los abandonados,
sin tener en cuenta su sexo; sin
embargo, era más específico
para el cuidado de las chicas o
de las mujeres adultas. En las
fuentes no se encuentran alusiones a internados hombres
adultos, de ex abandonados que
vivieran en el ámbito del pensionado hospitalario. Por lo demás el mismo nombre: Escuela
de los amorcillos, indica claramente que allí se encontraban
sólo niños pequeños. La morada en el hospital, que generalmente duraba unos meses o algunos años, constituía un breve
episodio en su vida. Desde el
momento de la adopción o de
la tenencia para que aprendiesen un oficio, se interrumpían
definitivamente sus vínculos
con el hospital que, ni desde el
punto de vista de los locales ni
de aquel de la organización
preveía servicios de larga duración para asegurarles lugar, trabajo, educación y rentas vitalicias hasta que llegaran a hombres adultos. Diferente era la
disponibilidad para con las mujeres cuya presencia numerosa
y estable en el internado había
sido prevista desde el inicio y
era una condición indispensable para el correcto funcionamiento de toda la institución.
La guía y el control directo
de la escuela de los niños abandonados, estaba en manos de
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
un sacerdote de edad adelantada, que tenía el título de educador o maestro de escuela. Además del cuidado de mantener el
orden general y la disciplina,
tenía el deber de enseñar a los
chicos dos veces al día, por la
mañana y por la tarde, para que
aprendieran a leer, a escribir, la
gramática, el catecismo, la misericordia y la piedad cristianas, así como proporcionarles
buenas costumbres y los fundamentos de una sana educación.
Asimismo, tenía como tarea
subdividir los trabajos y las labores cotidianas, de orden y de
servicio, para el bien del hospital, de la escuela y de la iglesia
en la que servían como monaguillos. Asimismo, el sacerdote
se ocupaba de la salud de los
chicos y, en caso de enfermedad, disponía para que fueran
curados39.
Al contrario de las chicas,
que aprendían las artes práticas
que las preparaban para la vida
adulta dentro del Conservatorio, los chicos recibían su formación profesional fuera del
hospital. Esto no significa que
todos los educandos, sin excepción, lograsen de la escuela para los abandonados su formación completa en el arte de leer,
escribir, preparación catequética, y en un futuro más lejano, el
aprendizaje práctico de un oficio. Algunos de ellos, los más
inteligentes,
así como los
alumnos de los demás centros
caritativos de Roma, eran encaminados a estudios superiores o
al sacerdocio. Para ello, abandonaban las paredes del hospital del Espíritu Santo y eran enviados en adecuados institutos
para que siguieran formándose40. La disposición dada en el
1587 por el comendador G.B.
Ruini es una prueba de que los
superiores del hospital hacían
de todo para que los chicos más
dotados adquirieran una cultura
más amplia para que en el futuro asumieran funciones más
elevadas en la sociedad41.
6. La suerte posterior
de los abandonados
Durante todo el período de
permanencia en la casa de la
nodriza, los niños expósitos
permanecían bajo el control
ininterrupido de parte del hospital del Espíritu Santo. Por lo
69
70
general, las nodrizas no tenían
ningún derecho sobre ellos,
pues el vínculo entre los niños
y las familias tutoras tenía un
carácter temporáneo o nacía
por necesidades económicas.
Con el pasar del tiempo, estas
relaciones tomarán un carácter
familiar y emotivo; entre los
protectores y sus confiados se
creaba una relación de amor, de
cordialidad y de afecto42. Esto
tenía como consecuencia que
muchas nodrizas querían seguir
ocupándose de los niños que se
les había encomendado.
Según las propuestas de los
potenciales protectores existían
tres posibilidades para ejercer
el seguimiento de los expósitos: la primera era la adopción,
por la cual los niños quedaban
unidos de modo fuerte y estable a los futuros tutores; luego
de la adopción los expósitos
obtenían todos los derechos
que tenían los niños nacidos y
criados en su familia natural.
Otra forma de tutela ejercida en
favor de las niñas era concederlas a tempo nubile, al servicio
de una familia donde habrían
permanecido mientras no se casaban o se volvían independientes. Las personas que ofrecían este tipo de tutela, se comprometían a garantizar a las
chicas, hasta el momento del
matrimonio, vivienda, educación, alimentación y mantenimiento; pero desde el punto de
vista formal, ellas seguían permaneciendo bajo la tutela del
hospital y tenían la posibilidad
de regresar en cualquier momento. Parecido a la concesión
de la solteras a tempo nubile
era la tenencia ad artem en favor de los hombres, concedida
sobre todo a los artesanos43. La
edad más conveniente y más
aconsejada por las autoridades
del hospital para comenzar a
aprender una profesión era de
“13 años aproximadamente”44.
Era una antigua costumbre
que las mujeres y sus familias,
que habían criado a un expósito
durante 11 o 12 años, si deseaban tomarlo nuevamente bajo
una de las formas de tutela, tenían que restituir primero el niño al hospital45.
Tanto la tenencia por adopción como ad artem y a tempo
nubile, se volvían legales mediante un contrato entre el hospital y los protectores o los padres adoptivos. En el caso de
las chicas entregadas a tempo
nubile y de los chicos concedidos ad artem una vez más se
ponían en claro todos los deberes de los tutores para con los
niños que se les confiaba: estaban obligados a mantenerlos en
sus casas, vestirlos, nutrirlos en
la mesa de la familia, darles un
buen tratamiento, enseñarles y
hacerles practicar los principios
de la fe católica, habituarlos a
las buenas costumbres, a la honestidad y a los principios morales, e incluso, en caso de enfermedad, asegurarles las medicinas y la asistencia; no debían ni maltratarlos, ni alejarlos
de la casa, ni crear situaciones
que pudieran provocar la huída
fue considerablemente más bajo durante el primer decenio del
siglo XVIII: en ese período raramente se daban al servicio a
más de 10 chicas por año. Se
nota una clara tendencia de incremento en los decenios posteriores. El número más elevado de solteras dadas por el hospital a tempo nubile tuvo lugar
en el 1739: 99 chicas47.
Las adopciones de las colegialas del hospital eran muy raras. En el lapso de veintinco
años, 1711-1736, es enorme la
desproporción entre el número
de las chicas que habían ido a
servir (664) y el de las adoptadas (73). Desde el 1737 hasta el
1790, los casos de adopción de
del chico de la casa que lo acogía. Si el chico abandonaba la
casa arbitrariamente, sin culpa
de nadie, los tutores tenían que
encontrarlo y conducirlo a casa, informando del hecho al comisario hospitalario. En las
concesiones a tempo nubile el
contrato requería de parte de
los tutores la garantía que habrían dado a la chica, ahora
adolescente, una dote en el momento del matrimonio si es que
tenía lugar. En el acuerdo estipulado, el hospital se reservaba
también el derecho de decidir
sobre la futura suerte de las chicas adultas que seguían viviendo en las casas que las acogían:
antes de que decidieran si casarse o ser monjas, tenían que
contar con el consentimiento y
la aprobación de parte del comisario del hospital46.
El número de las chicas confiadas a tempo nubile cada año
las niñas constituyen un fenómeno esporádico: en este período los documentos muestran
apenas 20 casos de adopción,
mientras el número de las que
habían sido concedidas a tempo nubile alcanza a 1200. Durante todo el siglo las chicas
adoptadas son algo más del 7%
de todas las solteras confiadas a
los cuidados de las familias que
viven fuera de las paredes del
hospicio. Durante cien años se
concedieron a tempo nubile
globalmente a casi 2050 chicas,
mientras 164 fueron adoptadas.
Si analizamos la suerte de los
chicos, la mayoría de ellos era
concedida a los artesanos para
que aprendiesen un oficio y no
precisamente para que fueran
adoptados. Las proporciones
mayores en este campo se observan en el período de la visita
al hospital hecha en los años
1737-1740: el número de los
hombres adoptados en ese período (44) es cuatro veces más
bajo de aquel de los concedidos
ad artem (183)48. Pero generalmente la diferencia entre las
dos soluciones diversas de vida
de los chicos no es muy grande
como la de las dos soluciones
posibles para las chicas.
Durante todo el siglo XVIII
el número de las chicas adoptadas y concedidas a tempo nubile y de los hombres entregados ad artem alcanza a 2.291 y
a 6.17849, respectivamente: en
el período de cien años un total
de 8,469 expósitos encuentran
fuera del hospital padres adoptivos, cuidados y trabajo. Hay
que hacer presente que durante
todo el siglo XVIII, en ningún
año el número de las chicas
concedidas en servicio y adoptadas logra superar el número
de los chicos concedidos ad artem y en adopción.
La aspiración de las autoridades del hospital era que el
mayor número posible de educandas se integrase positivamente en la sociedad a través
del matrimonio; pero si las autoridades dejaban a los chicos
mucha autonomía y libertad en
la elección de su futuro, por
otro lado se dedicaban con particular cuidado y prudencia a la
vida futura de las chicas adolescentes. Las preocupaciones
de la dirección del hospital con
respecto al futuro de las chicas
se expresaban con pedidos y
condiciones muy severas a los
hombres que aspiraban casarse
con ellas: todos los que querían
ser esposos de las educandas
hospitalarias eran examinados
escrupulosamente50.
En el siglo XVIII, cada año
se casaban entre 30 y 190 solteras, mientras durante todo el siglo se casaron más de 7000
chicas del Conservatorio. Se
casaban en edad muy joven, 14
o 15 años. Generalmente se casaban con jóvenes del campo o
con artesanos que vivían en pequeños centros. En el momento
del matrimonio el hospital proporcionaba como dote a sus
educandas la cantidad de 100
escudos51.
7. Conclusión
Desde sus orígenes, el hospital del Espíritu Santo de Roma
fue la institución caritativa más
importante del mundo cristiano. En calidad de hospital pontificio, durante siglos fue un
punto central de las preocupaciones de la Sede Apostólica,
gozó de protección y de ayuda
ininterrumpidas, que le permitieron desarrollar su trabajo incluso durante el período de la
Reforma, que fue trágico en el
contexto europeo para los hospitales administrados por la orden. Resucitado y ampliado en
siglos XV y XVI, gracias a las
ayudas pontificias, el hospital
romano tuvo su apogeo precisamente en los siglos XVII y
XVIII. Del modelo y sistema
de intervenciones en favor de
los expósitos, que se elaboraron aquí, durante siglos sacaron
provecho todos los demás centros de la orden, así como también las demás instituciones
que se ocupaban de la misma
categoría de necesitados. Se
trataba de un sistema completo,
para esos tiempos totalmente
moderno, que garantizaba ayuda, protección y educación durante toda su vida a los niños
abandonados. Aunque los expósitos pasaban generalmente
en el hospicio cierta parte de su
existencia, sin embargo permanecían por toda la vida bajo el
control y la protección de éste.
El hospital abría esa especie de
paraguas de tutela y de defensa
de sus ex habitantes incluso
después que se habían vuelto
independientes y habían fundado sus propias familias. Cerca
de diez mil abandonados, pequeños y grandes, habitantes
del hospicio, adoptados, que vivían en casa de las nodrizas, en
servicio para otras personas,
aprendiendo un oficio o incluso
que vivían con su propia familia después de haberse casado,
gozaban contemporáneamente,
en las diferentes etapas de su
vida, de la ayuda y de la protección del hospital bajo diferentes formas. En general, los expósitos, provenientes del hospital del Espíritu Santo de Roma,
al formar parte de un grupo social de cierto género, especial y
cerrado, constituían un elemento habitativo de los pueblos y
de las ciudadelas de los alrededores de la capital del Estado
Pontificio.
Sin duda el hospital romano
cumplía su misión cuyo alcance no encontraba igual en ninguna otra parte. A lo largo de
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
los siglos XVII y XVIII salvó
la vida a cerca de cien mil niños no deseados. Es verdad que
muchos de ellos en los meses y
en los años sucesivos morían,
pero debemos recordar también
que en esos tiempos la muerte
diezmaba la población infantil
no sólo en el ambiente hospitalario. Podemos afirmar que el
sistema de protección de los
abandonados introducido y
praticado en el hospital del Espíritu Santo de Roma fuese para esos tiempos la mejor de la
soluciones, muy práctica, que
no constituía un peso para nadie sino que era útil para todas
las partes en causa y sobre todo
para los mismos abandonados.
Gracias a esto, los niños, sin
sus padres naturales, podían ser
cuidados de manera casi normal en familias sustitutivas. Al
mismo tiempo, también para
los habitantes de Roma y de
sus alrededores las diferentes
formas de protección de estos
niños eran, desde el punto de
vista material, una ocupación
muy provechosa.
El problema de los niños indeseados siempre presente desde los tiempos más antiguos, es
de actualidad también en nuestros días. Entonces podemos
hacer una reflexión, esto es,
que para resolver este problema
podría ser muy útil tomar algunos modelos y experiencias
elaboradas en el hospital del
Espíritu Santo a lo largo de los
siglos pasados, naturalmente
con cierta modificación y después de haberlos adaptado a las
exigencias y a las realidades
sociales contemporáneas. De
este modo los niños abandonados no correrían el riesgo ser
abandonados en los contenidores de la basura sino en una
moderna cuna “incubadora”.
Prof. MARIAN SURDACKI
Profesor de la Cátedra de Historia
de la Asistencia Social
Katolicki Uniwersytet Lubelski
Lublin – Polonia
Notas
1
Informaciones más profundas acerca
del hospital Santo Spirito y sobre la actividad que desarrolló en la asistencia de la
infancia abandonada, las encontramos
tratadas con amplitud en el libro: M.
SURDACKI, Dzieci porzucone w Szpitalu
¶wiÍtego Ducha w Rzymie w XVIII
71
72
wieku, Lublin 1998. (Los expósitos en el
Hospital del Espíritu Santo de Roma en
el siglo XVIII, Lublin 1998) y en otras
obras del mismo autor: Dzieci porzucone
w Rzymie i okolicach w XVIII wieku,
“Roczniki Nauk Spo≥ ecznych”, 22,
1994, n. 2, pp. 84-108; idem, “Figli legittimi” w Rzymie i PaÒ stwie Koúcielnym
w XVIII wieku, “Roczniki Nauk
Spo≥ ecznych”, 23, 1995, n. 2, pp. 87100; idem, Ma≥ øeÒ stwa wychowanek
Szpitala ¶wiÍtego Ducha w Rzymie w
XVII-XVIII wieku, “Kwartalnik Historii
Kultury Materialnej”, 44, 1996, n. 2, pp.
137-156; idem, Marriages of wards of
Rome’s Holy Spirit Hospital in the 17th
and 18th centuries, “Acta Poloniae Historica”, 79, 1999, pp. 99-122; idem, Ø ycie
religijne podopiecznych Szpitala ¶wiÍtego Ducha w Rzymie w XVII i XVIII wieku, “Roczniki Nauk Spo≥ ecznych”, 24,
1996, n. 2, pp. 315-333; idem, La vita religiosa nel “Conservatorio” dell’ospedale di Santo Spirito in Roma nei secoli
XVII-XVIII, “Ricerche di storia sociale
religiosa di Roma”, 27, 1998, 54, pp.
149-165; idem, “Bambini esposti” w
Rzymie i w PaÒ stwie Koúcilenym w XVII
i XVIII wieku, en: Christianitas et Cultura Europae. KsiÍga Jubileuszowa Profesora Jerzego K≥ oczowskiego, vol. I, Lublin 1998, pp. 148-157; idem, Kondycja
zdrowotna podopiecznych Szpitala
¶wiÍtego Ducha w Rzymie w XVII i XVIII
wieku,
“Roczniki
Nauk
Humanistycznych”, 46, 1998, n.. 2, pp. 117148; idem, Losy wychowankÚw Szpitala
¶wiÍtego Ducha w Rzymie w XVIII
wieku, “Roczniki Nauk Spo≥ ecznych”,
25, 1997, n. 2, pp. 137-164. Idem, Dzieci
porzucone w rodzinach zastÍpczych w
Rzymie i okolicach w XVII i XVIII wieku,
“Roczniki Humanistyczne”, 47, 1999, n.
2, pp. 125-148.
2
G. DA MOLIN, Nati e abbandonati.
Aspetti demografici e sociali dell’infanzia abbandonata in Italia nell’età moderna, Bari 1993, p. 5.
3
G. PAGLIANO, Il motivo dell’ infante
abbandonato in letteratura: Considerazioni su alcuni testi italiani, en: Enfance
abandonnée et société en Europe XVI
–XX siècle, Rome 1991, p. 879.
4
V. MONACHINO, L’antichità e l’alto
medioevo, en: La carità cristiana in Roma, a cura di V. Monachino, Bologna
1968, p. 78. Ver también: J. BOSWELL,
L’abbandono dei bambini in Europa occidentale, Milano 1991, p. 265.
5
J. BOSWELL, op. cit., pp. 25, 150,
256; G. De Rosa, L’emarginazione sociale in Calabria nell XVIII secolo: Il
problema degli esposti, “Ricerche di storia sociale e religiosa”, 13, 1978, pp. 5-19
6
L. CALZOLA, Caratteristiche demografiche di abbandono degli esposti
dell’Ospedale di S. Maria della Misericordia di Perugia nei secoli XVI e XVII,
en: Trovatelli e balie in Italia. Secc. XVIXIX, a cura di G. Da Molin, Bari 1994, p.
13; J. BOSWELL, op. cit., p. 256.
7
V. HUNECKE, I trovatelli di Milano.
Bambini esposti e famiglie espositrici dal
XVIII al XIX secolo, Bologna 1989, p.
15; idem, Die Findelkinder von Mailand.
Kinderaussetzung und aussehende Eltem
vom 17. bis zum 19. Jahrhunderts, Stuttgart 1987; V. PAGLIA, Storia dei poveri in
occidente, Milano 1994, p. 327.
8
V. PAGLIA, op. cit., p. 327, J. Sandrin, Enfants trouvés. Enfants oubliès.
XVIII-XIX siècle, Paris 1968.
9
Casi todos los documentos citados de
ahora en adelante en el libro están conservados en el Archivo Estatal di Roma
(“Archivio dell’Ospedale di Santo Spirito
di Roma”). Los números de las indicaciones marcadas en las notas se refieren a
los sobres en los que se encuentran los
documentos citados.
10
Ver M. SURDACKI, ”Figli legittimi”,
pp. 87-100.
11
M. SURDACKI, Dzieci porzucone w
Szpitalu, pp. 106-118; idem, Dzieci porzucone w Rzymie, pp. 84-108.
12
N. 1414B, Stato dell’officij, provisioni, e salariati del Ven. Archiospedale
di S. Spirito, tanto di Roma quanto di
Campagna, p. 9; n. 1305, Regolamenti
che si praticano nell’Archiospedale di
Santo Spirito in Sassia di Roma per il
buon servizio di tutti gli esposti 1754; n.
1305, Visita de Proietti ed utili 1740. Ver
también el n. 1296, Intorno a quello spetta Monsignore Commendatore; n.1305,
Regolamento per Baliatico. Regolamenti
del Baliatico di S. Spirito.
13
C. SCHIAVONI, Gli infanti ”esposti”
(o ”proietti”) alla ”ruota” dell’archiospedale di Santo Spirito in Saxia di Roma
dal 1700 al 1824, en: La Demografia
Storica delle Città Italiane, S.I.DE.S.,
Bologna 1982, p. 1028.
14
Ibidem., p. 1028.
15
M. SURDACKI, Dzieci porzucone w
Szpitalu, pp. 232-241, 335-350.
16
N. 30, Notizie diverse di Casa in
tempo di Monsignor Racagni, p. 5.
17
C. SCHIAVONI, Gli infanti, p. 1040.
18
N. 1305, Decreti di Visita dell’Eminentissimo Cardinal Acciajoli 15 giugno
1679, en: Notificazione sopra varie providenze riguardanti il regolamento e
buon’ordine del Conservatorio di S. Spirito. In Roma MDCCCVI (en adelante
cit. NSVP), p. 73.
19
Ibidem.
20
N. 1305, Edictum pro Conservatorio Puellarum S. Spiritus 1716; n. 1305,
Antonio Maria Pallavicini Arcivescovo
di Lepanto e Commendatore del Sacro
Apostolico Archiospedale di S. Spirito in
Sassia 1739.
21
N. 1305, Stato della Casa... di Monsignor Spada, 1661, p. 6.
22
Acerca de la vida religiosa en el
Conservatorio ver M. SURDACKI, La vita
religiosa, pp. 149-165.
23
Biblioteca Apostólica Vaticana,
Barberino Latino 10683 (ff. 2-29v), cap.
2. Relatione del modo, che si tiene da Religiosi di Santo Spirito in Sassia di Roma
nel governo dell’archiospedale apostolico di Santo Spirito, e dell’ordine, che si
osserva nella cura degl’infirmi, et esposti, scritta da fra Domenico Borgarucci
religioso, et secretario del medesimo Ordine.
24
Ibidem., cap. 3.
25
Consideraciones más particulares
acerca del procedimiento de abandono de
los niños en la “Torno” del hospital del
Espíritu Santo de Roma y acerca de la
asistencia a estos niños las encontramos
en el artículo: M. SURDACKI, Dzieci porzucone w Rzymie, “Roczniki Humanistyczne”, 22, 1994, z. 2, pp. 84-108.
26
Sobre las nodrizas que criaban a los
“niños expósitos” ver C. SCHIAVONI, Le
balie del brefotrofio dell’ospedale di
Santo Spirito in Saxia di Roma ’500 e
’800, ”Archivi e Cultura”, Nuova Serie,
XXV-XXVI, pp. 177-242. Ver también
M. SURDACKI, Dzieci porzucone w Rzymie, pp. 98-104.
27
Ver M. SURDACKI, Dzieci porzucone
w Rzymie, pp. 98-99.
28
N. 1305, Ordini per dentro il Monastero 1660, in: NSVP, p. 4. Ver también n. 1414B, Stato dell’officij..., pp. 4142; n. 1305, Regolamento delle Zitelle
del Conservatorio del Monsig. Pallavicini Commendatore 1748. Regole che devono osservarsi nel Conservatorio del
Sagro Apostolico Archiospedale di S.
Spirito in Sassia di Roma.
29
N. 1305, Ordini per dentro il Monastero 1660.
30
N. 1305, Manuscrito titulado “Clemens XI. P.O.M.”.
31
N. 61, Giornale. Memorie delle cose
più notabili accadute circa gli affari del
Ven. Archiospedale di S. Spirito da 28 luglio 1758, sino a 28 dicembre 1758, p.
15.
32
N. 1305, Manoscritto intitolato
“Clemens XI. P.O.M.”.
33
N. 1305, Decreti di Visita...1679, p.
73.
34
N. 1305, Questo è il modo del vivere, e governare, che fanno le Monache, e
le Zitelle sue di S. Spirito in Sassia di Roma indigentissime Serve e Suddite etc.
1660, pp. 21-22.
35
N. 1305, Editto a tutti i Ministri del
Conservatorio Nuovo 1662, en: NSVP,
p. 45; n. 1305, Officio della Priora del
Conservatorio 1661.
36
N. 1305, Ordini della Sagra Visita
di non entrare nel Coservatorio, di non
lavare, e sopra il vestire, inferme, medico, portinare, ascoltatrici, confessore ed
altro 1808, p. 217; n. 1305, Ordini per il
Conservatorio di S. Spirito. Giovanni
Battista Spinola Commendatore 1688, in:
NSVP., p. 78.
37
N. 1305, Manuscrito titulado “Clemens XI. P.O.M.”.
38
N. 1305, Stato della Casa... di Monsignor Spada, 1661, pp. 6-7.
39
N. 1305, Regolamenti che si praticano...1754.
40
C. SCHIAVONI, Gli infanti, pp. 10391040.
41
N. 12bis, Ordini di Monsig. Gio. Btta. Ruini Commendatore dell’Apostolico
Hospitale di Santo Spirito di Roma pubblicati sotto il di 1587.
42
N. 1305, Stato della Casa... di Monsignor Spada, 1661, p. 6; n. 1305, Visita
de Proietti ed utili 1740 (“...por el gran
afecto que tienen hacia ellas por haberlas
criado”); n. 1414B, Stato dell’officij..., p.
13 (“por caridad y afecto, que tienen hacia estos pobres arrojados, los consideran
como hijos adoptivos”).
42
N. 1305, Stato della Casa... di Monsignor Spada, 1661, pp. 8-9.
43
N. 1305, Visita de Proietti ed utili
1740.
44
N. 1305, Regolamenti che si praticano...1754.
45
N. 1305, Concessione a tempo nubile delle Proiette fatta dall’Archiospedale
e Pia casa di Santo Spirito in Sassia.
Questo è il modulo che si compilava al
momento della concessione.
46
M. SURDACKI, Dzieci porzucone w
Szpitalu, pp. 358-360.
47
Ibidem, pp. 360-362.
48
Los datos han sido tomados de las
tablas 8 y 9 que se encuentran en el libro:
M. Surdacki, Dzieci porzucone w Szpitalu, pp. 360, 364.
49
N. 1305, Decreti di Visita...1679, p.
79.
50
M. SURDACKI, Dzieci porzucone w
Szpitalu, pp. 373-396, idem, Mariagges,
pp. 99-122.
Departamento de pastoral
Hospital Cardenal Tien – Taiwán
1. Creación
del departamento
Como es tradicional, cuando
la Iglesia católica desea construir un hospital, generalmente
tiene en cuenta las zonas más
pobres de la ciudad donde
existe la falta de buenos servicios. No se preocupa sólo de
curar el cuerpo sino también de
las necesidades de la mente
(corazón) y del alma (espíritu).
Por tanto, se asigna un capellán
para administrar los sacramentos a los enfermos. Los demás
sacerdotes, religiosas y laicos
que forman parte del staff prestan sus servicios a los pacientes
según sus varias competencias
así como también desde el
punto de vista pastoral.
Al comienzo de 1990, según
como el Hospital Cardenal
Tien iba creciendo, Sor Mary
Ann Lou SHSD, Director del
nosocomio, quiso dar una respuesta a las necesidades del
momento. Fue así que abrió
una unidad de asistencia pastoral como departamento independiente. Oficialmente, el ministerio pastoral inició con un
staff a tiempo completo creado
con este objetivo. Al inicio había un capellán y un agente de
pastoral, ahora se cuenta con
un capellán a disposición las
veinticuatro horas, un supervisor, 6 agentes de pastoral a
tiempo completo, 2 a tiempo
parcial y un clérigo.
tar la confianza recíproca con
los pacientes y sus familias y
procurar una atmosfera amigable para evaluar sus necesidades espirituales, emotivas o
temporales;
2. proporciona servicios religiosos y espirituales a los católicos y asistencia espiritual a
los que pratican una fe diferente de la nuestra;
3. actúa como puente de comunicación entre:
a. los pacientes y los miembros de sus familias
b. los pacientes y los miembros del staff
c. los miembros del staff.
4. Responsablidades
de los agentes de pastoral
1. Servicios para
el personal del hospital:
A. Asistencia psico-espiritual: apoyar al personal en su
trabajo a través de una atenta
escucha, de consejos y la aceptación de las quejas
B. Educación: participar en
la programación y en la ejecución de la:
a. orientación del personal
en la misión hospitalaria de caridad y servicio
b. introducción al Departamento de Pastoral como parte
del programa de formación de
los nuevos empleados
c. seminarios espirituales
para los que desean profundi-
2. Misión y objetivos
Transmitir el amor cristiano
de la buena nueva a todos los
pacientes, a los miembros de
sus familias y a todo el personal del hospital a través de un
ministerio pastoral bajo forma
de solicitud, presencia, escucha
y guía.
3. Papel y funciones
El agente de pastoral
1. hace lo posible para susciDOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
zar el conocimiento del catolicismo
d. catecismo para los empleados y sus familiares con ritos
para la iniciación cristiana de
los adultos y preparación a la
primera comunión.
e. cursos para conocer mejor
a sí mismos y el logro de una
mayor comunicación entre los
miembros de la familia dirigido al personal del hospital
f. consejos al personal que
tiene necesidad para afrontar el
dolor.
C. Liturgia – Promover la
evangelización
a. oraciones (mañana y mediodía) con calendario semanal y encuentros de grupo en
los diferentes departamentos
del hospital
b. adoración cada viernes
del Santísimo Sacramento en
la capilla
c. durante los días de Adviento y de Cuaresma, convocación para los católicos y para los miembros del staff interesados.
d. Celebraciones de las jornadas festivas:
Navidad: 1) procesión, Misa, alimentos en común (ágape). 2) Clases de canto coral
para animar a aprender los
cantos de navidad. 3. Decoraciones navideñas en todos los
sectores de enfermería para
promover el conocimiento y el
amor hacia la Navidad.
Pascua y Pentecostés: liturgia especial para el personal,
p.e. ágape hebreo, decoración
de huevos, exposiciones.
Nuevo año chino: expresión
ceremonial del culto a Dios,
honor a los antepasados, buena
voluntad de unos con otros,
como puente entre cristianos y
las costumbres locales.
e. programación y realización de ceremonias litúrgicas
para bendecir las nuevas áreas
o servicios del hospital en las
inauguraciones formales.
D. Actividades:
a. asistir a las reuniones semanales de los empleados
«Christian life community»
73
para promover un mejor sentido de pertenencia y crecimiento espiritual
b. organizar la asamblea
anual de los profesionales sanitarios católicos (administradores del hospital, médicos,
enfermeros, etc.)
c. crear una atmosfera religiosa en el hospital a través del
arte y la música, de manera
que los pacientes y el personal
sientan el calor del ambiente
cristiano.
74
2. Los servicios a los pacientes
incluyen los siguientes
campos de atención:
a. visita a los nuevos pacientes: escucharlos y confortarlos
con empatía teniendo en cuenta a las personas relacionadas
con ellos. Hay que proporcionar particular atención a los
pacientes enfermos de cáncer,
a los que tienen que someterse
inmediatamente a operaciones
importantes, a los que han intentado suicidarse, etc., a los
que presentan grandes problemas emocionales.
b. Servicios espirituales como: Misa, Eucaristía, Bautismo, Reconciliación y Unción
de los enfermos.
c. Sostén y consolación a los
pacientes de hospitalización
prolongada así como a los
miembros de sus familias que
tengan necesidad. Ocasionalmente, se trata de examinar
juntos el significado de la vida
y del sufrimiento, compartiendo la Buena Nueva del Evangelio.
d. Para los familiares de los
pacientes terminales o que han
sido víctimas de accidentes fatales, es muy importante la
presencia del agente de pastoral para consolarlos y asistirlos
en un servicio fúnebre cristiano. Si es necesario, se proporciona una pastoral para sostenerlos después de la muerte
del pariente.
e. Si un paciente tuviera dificultades financieras, este particular debe ser referido al departamento de asistencia social
para una adecuada asignación
de fondos. El Departamento de
Pastoral ofrece una pequeña
suma destinada al consumo
corriente de los pacientes como vestidos, alimentos, subsidios de breve plazo para la familia, de manera que los pacientes tengan una permanencia relativamente tranquila en
el hospital durante el período
de crisis.
f. Distribuir libros, artículos
y folletos de naturaleza espiritual a los pacientes y a sus familiares.
g. Asistir a los sacerdotes y
a los religiosos en los trámites
de admisión y/o de dimisión.
h. Programar las celebraciones litúrgicas de la Jornada
Mundial del Enfermo para los
pacientes y sus familiares.
i. Participar en las conferencias en los sectores hospitalarios.
j. Preparar programas de
formación de base para los
voluntarios que visitan a los
pacientes.
k. También nos ocupamos
de los trabajadores extranjeros
que llegan al hospital Cardenal Tien para sus exámenes físicos necesarios para ser asumidos. Se prepara para ellos
artículos religiosos, libros espirituales, direcciones de las
iglesias cercanas a sus puestos
de trabajo, etc.
l. Contacto con los agentes
de pastoral de otras instituciones sanitarias católicas y protestantes, para intercambios
de ideas, apoyo recíproco,
mejora de la calidad de los
servicios.
5. Otros
a. Atender las necesidades
de los programas «Community Health», p. e. Evergreen
Senior Citizen Group, en lo
que se refiere a su bienestar
espiritual.
b. Contribuir con regularidad en la publicación mensual
del boletín del hospital con artículos espirituales y narraciones de vivencias que sean
fuente de enriquecimiento.
6. Iniciativas futuras
a. Reforzar el crecimiento y
la renovación espiritual del
personal hospitalario.
b. Reforzar y hacer lo posible para realizar un trabajo de
grupo cada vez más armonioso entre el personal médico y
paramédico, con el fin de manifestar con mayor fuerza el
espíritu cristiano.
c. Mejorar la calidad profesional de nuestros agentes de
pastoral: preparar a los profesores y promover un centro de
formación para los futuros
agentes de pastoral de los hospitales.
Archidiócesis de Filadelfia
Protocolo para evaluar la relaciones
de colaboración en el ámbito de la sanidad católica
Ante la compleja naturaleza
de la sanidad, algunas entidades católicas que dispensan
cuidados sanitarios han establecido que, para preservar su ministerio, es necesario establecer
«joint ventures», es decir partnership u otros tipos de relaciones de colaboración, que son
importantes porque permiten
unir los medios financieros y
ofrecer servicios conjuntos de
cuidados sanitarios (que en
adelante denominaremos «relaciones de colaboración»). Se
sobreentiende que en estas relaciones de colaboración, las entidades católicas que proporcionan cuidados sanitarios en la
Archidiócesis de Filadelfia, darán prioridad a las relaciones
con otras instituciones y entidades sanitarias católicas, de manera que la presencia católica
en ámbito sanitario siga siendo
fuerte e importante, ofreciendo
un testimonio colectivo de su
ministerio.
Si se determinase que la relación de colaboración no debe
realizarse exclusivamente entre
entidades católicas, y se propusiera una relación con una entidad no católica, es necesario
que, a la luz de lo que sigue, la
institución católica evalúe bien
la relación de colaboración que
le proponen:
1. La necesidad de reforzar
el apostolado católico en ámbito sanitario dentro de la Archidiócesis.
2. La futura vitalidad de la
institución católica sanitaria así
como el posible daño que derivaría para ella si no entrase en
esta relación de colaboración.
3. La necesidad de una defensa de los principios católicos éticos y morales.
4. La necesidad de evitar la
cooperación formal en el mal.
5. La necesidad de evitar el
escándalo público; y
6. La necesidad de informar
a la comunidad acerca de la relación de cooperación
Las instituciones católicas
que proporcionan cuidados sanitarios no podrán establecer
«alianza» o acuerdo de afiliación de cierta importancia con
entidades sanitarias no católicas sin el «nulla osta» del Arzobispo de Filadelfia. Para futuras relaciones de colaboración
que tuvieran que surgir de una
alianza o de un acuerdo de filiación importante, se debe solicitar el nulla osta sólo cuando
el Secretario para los Servicios
Humanos Católicos esté razonablemente preocupado de que
dicha relación de colaboración
puede tener un efecto negativo
en la misión o en la identidad
ética de la institución sanitaria
católica.
El Arzobispo establecerá un
procedimiento para examinar
dichas «joint ventures», consultando a las partes en causa.
En vista de la necesidad de que
la Archidiócesis sea informada
desde el inicio, dicha relación
de colaboración debe hacerse
por escrito a la Archidiócesis
de Filadelfia antes de que comience cualquier negociación
sustancial con los presuntos
partner. La relación de colaboración será evaluada a la luz de
la enseñanza o de la legislación
canónica de la Iglesia, de la legislación propia de los sponsor,
de la necesidad de esta relación
y también a la luz de los efectos
que tendrán lugar en otros
apostolados en el ámbito de la
Archidiócesis.
El Arzobispo, o su delegado,
emplearán entre otros los siguientes criterios para evaluar
la relación de colaboración:
1. La relación de colaboración intensificará el apostolado
sanitario católico local:
a) ayudando a implementar
la enseñanza moral y social de
la Iglesia
b) favoreciendo el ministerio
sanitario a la comunidad
c) mostrando con una gestión
responsable que los recursos
sanitarios son limitados
d) permitiendo a los pobres o
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
a los más débiles un acceso
equitativo a los cuidados sanitarios esenciales.
2. Todas las actividades que
derivan de la relación de colaboración se conformarán con
las «Directrices Eticas y Religiosas para los Servicios Sanitarios Católicos».
3. Las instituciones católicas
que dispensan cuidados sanita-
75
rios solamente mantendrán una
relación de colaboración que
no viole los principios de cooperación en lo que concierne
los procedimientos considerados como inmorales por la Iglesia Católica, por ejemplo lo
enunciado en las «Directivas
Eticas y Religiosas para los
Servicios Sanitarios Católicos»
cuando existen o se rectificarán
en el futuro.
4. Un dispensador católico
de cuidados sanitarios no puede
poseer o administrar una institución que esté comprometida
políticamente o que pratique
actividades intrínsecamente inmorales.
5. No se concederá el nulla
osta en favor de una relación de
colaboración si tendrá como resultado que el dispensador católico de cuidados sanitarios
sea vendido públicamente, se
convierta en propiedad de inversionistas o de entidades forprofit, perdiendo su status de
entidad no-profit.
Procedimiento para evaluar
la relación de colaboración
para instituciones sanitarias
católicas
Finalidades
76
1. Preservar la identidad católica y asegurar la continuación de la misión del apostolado de la salud dentro de la Archidiócesis de Filadelfia
2. Promover la cooperación
de todas las partes implicadas
en el apostolado católico de la
salud en el ámbito de la Archidiócesis de Filadelfia; y
3. Favorecer el ministerio sanante que personifica el mensaje evangélico de Jesucristo como reflejo en los valores y en
las enseñanzas de la Iglesia Católica y en las «Directrices Eticas y Religiosas para los Servicios Sanitarios Católicos».
Alcance
De conformidad con la ley
de la Archidiócesis de Filadelfia, promulgada el 25 de febrero de 1999 y en vigencia a partir del 25 de marzo de ese año,
todas las instituciones católicas
que dispensan cuidados sanitarios en la Archidiócesis de Filadelfia, están obligadas a seguir
estos procedimientos.
Directivas
1. El Arzobispo de Filadelfia
instituirá un Comité de Revisión de la Sanidad Católica
(«Comité»)
2. Este Comité examinará
todas las relaciones de colaboración propuestas con entidades no católicas, que podrían
tener como resultado una
alianza o una importante afiliación y, por tanto, solicitarán el
nulla osta del Arzobispo de Filadelfia. Por consiguiente, las
relaciones de colaboración que
derivarían del acuerdo de
alianza o de afiliación, o de
otras relaciones de colaboración de naturaleza menos sustancial y examinadas por el
Comité, se realizarán únicamente por indicación del Secretario para los Servicios Humanos Católicos.
3. El Comité proporcionará
su parecer al Arzobispo de Filadelfia con respecto a la conveniencia de dichas relaciones de
colaboración, teniendo en
cuenta los criterios establecidos
por la ley.
4. Formarán parte del Comité el Secretario para los Servicios Humanos Católicos de la
Archidiócesis de Filadelfia
(que estará a cargo de la presidencia), no más de tres sacerdotes, un miembro de la congregación católica y un experto
de derecho canónico: todos deben tener cierta experiencia en
el campo de la sanidad católica.
5. Los miembros del Comité
permanecerán en su cargo durante un período de tres años
con la posibilidad de ser reelegidos.
6. El Arzobispo nombrará a
todos los miembros del Comité.
7. El Comité tendrá la oportunidad de consultarse con personas o con grupos de personas
expertas en la ley civil, la ley
canónica, la teología moral y la
sanidad.
Procedimiento
El procedimiento para evaluar una relación de colaboración referente a la misión o a la
identidad religiosa y ética de un
dispensador católico de cuidados sanitarios, es la siguiente:
1. En vista de la necesidad
para la Archidiócesis de ser informada inmediatamente, antes
de suscribir cualquier negociación con el partner el dispensador de cuidados sanitarios notificará por escrito al Secretario
para los Servicios Humanos
Católicos acerca del alcance de
dicha relación de colaboración.
En la consultación con el dispensador católico de cuidados
sanitarios, el Secretario exami-
nará la propuesta y, al mismo
tiempo, solicitará mayores informaciones o referirá la propuesta al Comité. Antes de que
cualquier propuesta sea sometida al Comité, el Secretario trabajará conjuntamente con el
dispensador católico de cuidados sanitarios de manera que la
primera redacción del acuerdo,
que será revisada, refleje todos
los cambios que han sido aconsejados por los asesores competentes.
2. En colaboración con el
dispensador católico de cuidados sanitarios que ha propuesto
la relación de colaboración, el
Comité determinará la tabla de
marcha para someterla al parecer del Arzobispo. Mientras se
sobreentiende que el Comité
estará siempre atento a respetar
los límites de tiempo del dispensador católico de cuidados
sanitarios, es necesario tener en
cuenta también que el mismo
Comité requerirá un lapso de
tiempo necesario para leer y
evaluar los documentos presentados.
3. El Comité determinará la
extensión de la revisión conforme a la importancia y a la naturaleza del tema.
4. Una vez que se complete
la revisión, el Comité someterá
su informe y una nota al Arzobispo para que exprese su parecer.
5. Todas las discusiones del
Comité, los encuentros, la correspondencia y las notas al Arzobispo tienen un carácter reservado.
6. El procedimiento será revisado cada tres años. Iniciará
dicha revisión el Secretario para los Servicios Humanos Católicos.
El acercamiento paulino a la instrucción
de enfermería: una respuesta a la invitación
de la Iglesia en favor de una asistencia humanitaria
Introducción
A la luz de la condición social actual que considera que
la profesión de enfermería está
amenazada por la deshumanización de la asistencia sanitaria, tiene importancia vital la
instrucción que refuerza e intensifica el aspecto terapéutico
de la asistencia en el ámbito de
la enfermería. Fundamentalmente, la formación es tarea de
la enseñanza que, para ser auténtica y holista, debe tener como objetivo la persona en su
globalidad.
Este documento, que fuera
iniciado por quienes están
comprometidos en la formación de las enfermeras paulinas, ha ayudado al autor para
reforzar con bases científicas
la eficacia del procedimiento
empleado en la capacitación
paulina y para evaluar y observar la parte del método de la
Instrucción de Enfermería
Paulina que influye en la vida
y en la preparación profesional
de estudiantes y diplomadas.
Asimismo, el documento nos
ha permitido corregir algunos
puntos débiles, aclarar ambigüedades, reforzar los aspectos
positivos, modificar/enriquecer el programa de estudios y
adoptar medidas adecuadas
con el fin de valorar aún más
la calidad y el nivel asistencial
de nuestra instrucción de enfermería.
El St. College de Iloilo
La formación de quienes
ofrecen asistencia, sobre todo
de las enfermeras católicas,
siempre ha estado en la vanguardia en la obra apostólica
de las Hermanas de St. Paul de
Chartres. Formalmente, esta
actividad de evangelización
inició en Filipinas en 1946,
cuando en Iloilo se fundó la
Escuela para Enfermeras de St.
Paul. La razón principal de la
apertura de esta escuela fue dar
una respuesta a la exigencia de
tener enfermeras católicas calificadas que asistieran a los pacientes del St. Paul’s Hospital,
el único hospital católico de la
región. En cierto sentido, este
gesto fue también una respuesta de la Iglesia al reto planteado por la floreciente Protestant
Mission School of Nursing de
la Universidad de las Filipinas
Centrales. Los tiempos requerían la capacitación de enfermeras católicas laicas para desarrollar el ministerio asistencial de la Iglesia.
Desde su inicio, la orientación de la escuela ha sido de tipo holista; su centro, Cristo.
La finalidad era capacitar a enfermeras para que se ocuparan
no sólo de modo exclusivo de
las necesidades físicas y terapéuticas de los pacientes, sino
también de los aspectos morales y espirituales – enfermeras
que llevaran a Cristo a los enfermos. Para alcanzar este objetivo, la escuela siempre ha
empleado un programa de estudio adecuado para promover
ya sea la valoración y el desarrollo de los valores asistenciales que contiene el Evangelio,
así como la cualidad académica y la competencia profesional. A lo largo de toda su existencia, la escuela siempre ha
tenido en debida cuenta las
exigencias del momento, la
aparición de estrategias didácticas innovativas y el progreso
tecnológico, con el fin de adecuarse constantemente, pero el
método básico del programa y
los valores esenciales han permanecido siempre los mismos
durante los últimos 50 años.
Tanto en la facultad como en
las estudiantes, el modelo conceptual del programa es conocido con el nombre de STREAM OF THE PROFESSIONAL PAULINIAN NURSE VOCATION (Curso de la Vocación de Enfermeras Profesionales Paulinas).
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
La estructura
de la instrucción
de enfermería paulina
La estructura didáctica de la
aproximación paulina a la instrucción de enfermería es cristocéntrica. Tal ha sido desde su
fundación. La presentación
gráfica del modelo se llama
STREAM OF THE PROFESSIONAL PAULINIAN NURSE
VOCATION (SPPNV). Se llama CURSO porque, así como
llamamos «curso» el tranquilo
movimiento de una masa de
agua, la vocación de las enfermeras paulinas encuentra sus
fundamentos y tiene su manantial en Cristo y fluye a partir de
El. Es activa, vivificante y dinámica...brota de Cristo, es
ofrecida a la iglesia, compartida por la Congregación de las
Hermanas de St. Paul de Chartres, delegada al Instituto de St.
Paul, y hecha real en el programa de asistencia de enfermería
del curso de doctorado en disciplinas científicas. Es PROFESIONAL porque se trata de una
disciplina sistemática, integrada y organizada, con objetivos
propios, finalidades, reglas,
standard, prácticas y actividades cuya aplicación permite
más adelante que la persona
reciba una adecuada retribución. El procedimiento es comprendido y apreciado de modo
evidente por todos los interesados y ha sido transmitido de
una generación a otra, no sólo
en las clases, sino también mediante el testimonio y el ejemplo de sus diplomadas. El término PAULINA es la piedra
fundamental de la formación.
Identifica a la enfermera como
miembro de una familia o de
un grupo particular, formada
según un método específico,
que progugna una tradición
particular que en su vida personal, cree en el mismo ideal. El
término ENFERMERA define
y pone en claro la disciplina del
programa didáctico. Las alum-
77
nas son capacitadas para ser enfermeras – no matronas, ni médicos, ni terapeutas, ni farmacéuticos, ni fisioterapeutas, ni
ningún otro tipo de profesional
sanitario, sino enfermeras. Finalmente, no se trata sólo de
una profesión, de una ocupación que será fuente de ganancia para ellas, sino que es sobre
todo una VOCACION, LA
RESPUESTA A UNA LLAMADA, la vocación para seguir a Cristo – Profeta, Rey y
Sacerdote, el Auxiliador por
excelencia de los enfermos. Todo esto es claro para todos los
Paulinos y está profundamente
radicado en sus corazones, especialmente en las diplomadas
cerdote (amante). Inspirándose
y siguiendo los pasos de Jesús,
las enfermeras paulinas se han
convertido en maestras-alumnas, servidoras-guías y amantes; asistentes preparadas, competentes, compasivas. Estas
cualidades, estos valores que
deben lograrse, se radican y se
desarrollan en la mente, en la
mano y en el corazón de la
alumna a través de tres aspectos o componentes de la enseñanza-proceso de aprendizaje:
los aspectos comportamentales
cognitivo, psico-motorio y
afectivo. En el contexto del
Paulinian Nursing Programa
of Study (Programa de Estudio
de Enfermería Paulino), estos
titucional que concede gran importancia al escrupuloso logro
de un conocimiento que sea
virtuoso, bello y verídico. Las
materias de Cultura General,
que comprenden cursos de
Ciencias Sociales, Naturales,
Prácticas, Filosóficas, Lingüísticas, Artísticas y Humanistas,
amplían el horizonte de las estudiantes. Las materias profesionales proporcionan el aprendizaje de conceptos, principios,
teoría y práctica de la asistencia
de enfermería. Las estudiantes
están en contacto con varias filosofías y creencias, con argumentos y orientaciones mundanos, pero se pone siempre de
relieve el mensaje y el punto de
CURSO DE LA VOCACION DE LAS ENFERMERAS PAULINAS
JESUCRISTO
78
IGLESIA
ST. PAUL COLLEGE
ST. PAUL COLLEGE DE ILOILO
PROGRAMA BSN
PROFETA
Maestro – Alumno
(Conocimiento)
REY
Servidor – Guía
(Habilidad)
SACERDOTE
Amante
(Comportamiento)
Búsqueda sincera del
conocimiento bueno y verdadero
Formar y servir a la comunidad
y a la familia paulina
Respeto que nace del amor a
Dios, a la persona al creado y al
país
DEBER CLINICO
CURSO DE EDUCACION GENERAL
CONCEPTOS DE ASISTENCIA DE ENFERMERIA
NIVEL I
EAC
SERVICIO A LA
COMUNIDAD
ORACION/LITURGIA
CURSO DE TEOLOGIA
VIVIR EN LA GRACIA DE DIOS
B.E.C.
NIVEL II
IMPLICACION PARROQUIAL
SACRAMENTOS
NIVEL III
NIVEL IV
más ancianas, que han tenido la
suerte de tener a las religiosas
como maestras.
¿Qué es este CURSO, este
acercamiento, esta estructura
teórica de la Instrucción de Enfermería Paulina?
La enfermera paulina
radicada en Cristo
La enfermera paulina tiene
su fundamento en Cristo –
Cristo profeta (maestro), Cristo
Rey (servidor, guía), Cristo Sa-
ENFERMERA
PROFESIONAL
PAULINA
CRISTIANA
componentes son vistos en términos de Conocimiento (Maestro – Alumno), Habilidad (Servidor – Guía) y Comportamiento (amante).
Maestro – Alumno (conocimiento). El objetivo de la parte
cognitiva es el desarrollo de la
mente o del intelecto de la enfermera paulina. Este componente, que tiene su origen en
las materias de estudio Cultural
General y Asistencia de Enfermería Profesional, es cultivado
en el ámbito de una cultura ins-
vista cristianos. En otras palabras, se educa a las alumnas a
descubrir aquellos valores del
Evangelio que constituyen el
fundamento de todas las culturas y de la ciencia y a enriquecer su propio aprendizaje secular con las verdades y los valores del Evangelio, que el Santo
Padre resume en la frase: «Unificar fe, cultura y Evangelio
con la vida». Esta integración
entre conocimiento científico y
fe es aún más explícita cuando
se trata de las materias de la
Asistencia de Enfermería Pro-
fesional. Aquí el acercamiento
holista se demuestra con el
símbolo de la Eucaristía, en el
que cada nivel anual de las materias del curso de asistencia de
enfermería representa una partícula de la Hostia consagrada.
Servidor – Guía (Habilidad). El segundo elemento del
programa se refiere al sector de
las habilidades o del desarrollo
psicomotorio del Curso. Este
aspecto tiene como centro la
aplicación de los conocimientos
logrados en la parte teórica,
consiguiendo la competencia
prevista para ese nivel y haciendo concreto el concepto cristiano de guía como servicio. En
esta fase es muy importante que
las estudiantes sean capaces de
emplear la ética operativa que
han aprendido durante los estudios, de modo que den testimonio en las actividades cotidianas de su compromiso cristiano
de servir como lo hizo Cristo.
Todo esto se pone en acto tanto
en las actividades de las Related Learning Experience (Experiencias de Aprendizaje Ampliado), en el área clínica y en
la comunidad, así como en el
ámbito de su implicación en las
actividades parroquiales a través del Campus Ministry Program. Para que este valor permanezca grabado en su mente,
las alumnas son sumergidas en
una cultura institucional que
promueve «la construcción y
los servicios a la comunidad y a
la familia cristiana». El cambio
actual de los servicios asistenciales sanitarios de la institución a la comunidad que se está
verificando en todo el mundo,
coincide de manera muy real
con la aproximación paulina a
los servicios comunitarios. En
efecto, en los años ochenta, el
College of Nursing fue elegido
por el Departamento de Educación de Asistencia de Enfermería como escuela piloto para el
nuevo programa de estudios
que pedía a la estudiante una intensa implicación en la comunidad. Una vez más, en la actualidad los College Paulinos están
en la delantera del nuevo Health Resource Development
Program (HRDP) (Programa
de Desarrollo de Recursos Sanitarios) en el ámbito de la
Community Organising Participatory Action Research (CO-
PAR) (Investigación de Acción
Participativa para la Organización Comunitaria), un acercamiento a la Asistencia Sanitaria
Primaria.
Amante (Comportamiento/afectivo). El tercer aspecto
se refiere explícitamente al corazón y toca de modo muy directo el perno de la instrucción
paulina. Sin quitarle importancia a los aspectos conocimiento
y habilidad, las estudiantes están convencidas de la supremacía de esta dimensión de su instrucción. Se inculca el valor
cristiano de la formación y de
la transformación como elemento gracias al cual su adiestramiento es diverso, lo que las
caracteriza ante las demás enfermeras. Cuando se les explica
el Curso por primera vez, las
alumnas se llenan de gozo al
escuchar que se convertirán en
Amantes – compasivas, caritativas, sencillas, afectuosas –
tiernas amantes como Cristo.
De los tres aspectos del
aprendizaje, es necesario que
pongamos en evidencia hoy esta dimensión del proceso educativo. En efecto, las estudiantes que llegan a nosotros en este período son «hijas de los media» y sus valores casi siempre
están formados por estos «potentísimos maestros». No es
necesario explicarlos detalladamente en que sentido los valores del «mundo» son diametralmente opuestos al valor de la
amorosa y altruista asistencia
del Evangelio. Por tanto, con el
fin de provocar en la estudiante
el cambio deseado, la escuela
promueve un dinámico Programa de Formación Cristiana que
consiste en un curso integrado
de educación religiosa y de vida en la gracia de Dios, de regular celebración de la liturgia
y de los sacramentos, de la organización de retiros, guía y
asistencia espirituales y de momentos de oración; y consiste
también en permitir con paciencia a las alumnas que expresen a sí mismas y «entren»
en una experiencia de vida
existencial. Todo esto se realiza
en un ambiente de respeto que
nace ya sea por el amor a Dios,
a las personas, al creado, al país, así como por un profundo
amor a sí mismas.
DOLENTIUM HOMINUM N. 47-2001
El presente
Como es obvio, el método
paulino para la instrucción de
enfermería es emprendido en el
ámbito de las tareas del apostolado de las Hermanas de St.
Paul de Chartres. Siendo nuestro país cristiano y el 95% de
nuestras estudiantes son católicas, esto representa el factor sobresaliente que nos permite
centrar perfectamente nuestro
programa de estudios en los
principios cristianos de reconocer, servir y amar a Dios en los
enfermos; ver a Cristo en los
asistidos y ser Cristo para ellos.
Brevemente, la instrucción de
enfermería de las paulinas espera y hace todo lo posible para
formar profesionales católicas,
enfermeras competentes que,
tomando como modelo la santa
Madre e inspiradas en san Pablo, su patrón, piensen con la
mente de Cristo, sirvan con la
mano de Cristo y amen con el
corazón de Cristo. Ciertamente,
se trata de un objetivo muy ambicioso, pero se confía siempre
en la proverbial «semilla» del
Evangelio y en los diferentes tipos de «terreno» y con esta
confianza puesta en Dios, las
paulinas prosiguen adelante
con su lema «Caritas Christi
urget nos».
«Por su fruto conocerás el árbol». Generalmente, la eficacia
de un método didáctico se evalúa según los servicios que
prestan sus diplomados. En el
plano académico, una confirmación alentadora de la eficacia del método paulino lo representa la documentación referente a los resultados que obtienen nuestras diplomadas en
los exámenes nacionales para
enfermeros. Desde 1948, la escuela siempre se ha colocado
entre las diez escuelas y/o colegios para enfermeros más válidos del país, reconocida por la
Professional Regulation Commission for Higher Education
Nursing (Comisión Ministerial
para el Control Profesional de
Enfermeros) y por la Commission for Higher Education (Comisión para Estudios Superiores) del Gobierno filipino. Se
encuentra también entre los pocos Colleges of Nursing encargados por esta Comisión para
poner en marcha su Expanded
Tertiary Education Accredita-
79
80
tion Program (Programa de
Acreditación para Instrucción
Superior Ampliada).
En los últimos 50 años el St.
Paul College ha otorgado el diploma a miles de enfermeras
profesionales que ahora se encuentran esparcidas en muchos
países. Muchas han dejado su
huella en el lugar de trabajo,
conocidas no sólo por su competencia sino también por sus
valores cristianos. Algunas han
recibido reconocimientos prestigiosos, como la Legión de
Honor francesa y el Premio
Póstumo de Reconocimiento
por la Entrega al Deber. En su
mayoría, trabajan como misioneras, educadoras, profesionales, clínicas, asistentes sanitarias en comunidades, voluntarias, emprendedoras de asistencia de enfermería, o simplemente se ocupan de sus hijos,
difundiendo silenciosamente la
Buena Nueva de Cristo a través
de su misión asistencial.
La pequeña escuela para enfermeras que ofrecía el Graduate Nurse Certificate Program (Programa para el Grado
de Enfermero Diplomado) es
hoy un college que otorga no
sólo la Nursing Baccalaureate
Degree (Título de Asistencia en
Enfermería) y un Graduate
School Nursing Program (Programa de Escuela de Especialidad para Enfermeros), sino
también otros cursos. Asimismo, en Filipinas contamos hoy
con cuatro Paulinian Colleges
of Nursing.
Una confirmación más de la
validez de este método es el
apoyo que la escuela recibe de
parte de padres que reconocen
y creen en la calidad de la instrucción que ofrece la escuela y
que por lo mismo siguen confiando la formación de sus hijos al college. Pero quizás las
afirmaciones más satisfactorias
son los testimonios de las mismas diplomadas, cuya vida está
marcada por Cristo, su lema
«¡Caritas Christi urget nos!
¡Una vez paulina, para siempre
paulina!».
El futuro
¿Cuáles son los retos, los
obstáculos que debe afrontar el
college en el tercer milenio?
Ante todo, el hecho de que los
jóvenes ya no aprecian más las
profesiones de servicio que no
impliquen ganancia y, por otro
lado, los elevados costos de la
instrucción de enfermería. En
Filipinas esto es evidente. Como se ha dicho antes, la juventud actual recibe la influencia
de los mass media que exaltan
el materialismo y el consumismo como estilo de vida. El éxito es identificado con el poseer
cada vez más, con la idea de
que grande es bello. Asimismo,
ante la barrera del mercado al
trabajo extranjero por un lado,
y las dificultades económicas
presentes en el país, por otra, se
ha producido una disminución
de inscripciones al curso. Esto
da lugar a serias repercusiones;
muchas escuelas han tenido
que reducir los gastos; otras,
han cerrado. Las oportunidades
de trabajo para las enfermeras
han recibido la influencia de
esta situación; la facultad ha tenido que ser reducida o ha tenido que interrumpir su trabajo.
Otro reto al que debemos
responder, al menos en nuestro
país, es la pasividad política de
nuestras enfermeras. Históricamente, la enfermeras filipinas
eran adiestradas y convencidas
para ser las sirvientas de los
médicos, muchas han permanecido en una mayoría silenciosa.
Siendo poco informadas e indiferentes a muchos problemas
sociales y/o políticos, ni siquiera se dan cuenta cuando se convierte en ley una legislación
que es dañina para ellas. Un
ejemplo lo tenemos en la norma de la ley filipina para la
asistencia de enfermería que limita la elegibilidad para acceder a la Nursing School al primer 40% de los diplomados a
la escuela superior. Mientras la
intención de la ley es buena, su
aplicación perjudica tanto a las
aspirantes estudiantes como a
los Colleges of Nursing. Por
tanto, la instrucción de enfermería debe proporcionar las
oportunidades para desarrollar
la convicción cristiana entre las
estudiantes de manera que apoyen una causa justa con serenidad y valentía.
El tercero y más emocionante
reto lo representa la globalización del tercer milenio. La asistencia de enfermería debe dar
un gran paso hacia adelante o
desaparecerá como profesión.
Considerando el ritmo de los
cambios sociales, la asistencia
de enfermería no se puede permitir detenerse viviendo en la
gloria de su pasado. Debe adecuarse, adaptarse y cambiar, estar al paso con los progresos de
la ciencia y de la tecnología.
Como han dicho algunos psicólogos modernos, debería ser como los delfines que son capaces
de cabalgar con gracia las ondas del cambio. Sin embargo,
en su búsqueda de evolución y
en medio de la arrolladora rapidez de las mutaciones sociales
y culturales, la asistencia de enfermería nunca debe olvidar su
esencia de altruismo y de atento
servicio. Conservar este equilibrio es el reto que comparten
hoy todos los educadores del
sector de enfermería.
Sor ROSAMOND MARIE
ABADESCO, SPC
Coordinadora del programa BSN
Saint Paul College
Iloilo, Filipinas
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