1 BORRACHO EN PARRANDA SANTA ALEJO VALLEJO B. 2 3 Borracho en parranda santa 4 5 “Todos los vientos juntan aquí sus pétalos como en el ombligo rosado de una flor” (German Arciniegas, en Jiménez de Quesada) 1 Se estaba ahogando un ratón dentro de un barril de vino… El borracho apuró su trago de aguardiente haciendo un esbozo de gesto de invitación a sus compañeros de mesa y se obstinaba en proclamar que le importaba un pepino el tema de la conversación, decía que era consciente de su actitud y que reconocía su terquedad pero ello le importaba un soberano culo. Al escuchar los primeros acordes de la ranchera, lanzaba un par de gritos destemplados creyéndose el mejor de los mariachis de la plaza mexicana Garibaldi. “Me importa un poco que tu a mí no me quieras… tu eres la chancla que yo dejé tirada…”, cantaba el borracho y la saliva le descolgaba de sus labios. Los amigos que le rodeaban, igual de borrachos, envueltos en una nube de humo de cigarro y berrinche, le seguían con los ayayaes, los vivas y los hurras celebrando a la muerte. “La vida no vale nada… No vale nada la vida!”, resongó la voz de Pedro Infante. La noche empezaba, los muchachos revoloteaban jugando por entre las doce puertas del café y los novios daban una y varias vueltas al parque principal cincuenta pasos más allá. Al grupo de beodos fue acercándose un hombre con un niño y una niña de la mano que no parecían sus hijos. Era uno de tantos ambulantes por las calles, plazas, parques de las ciudades y municipios, producto de los desplazamientos de población a causa de las amenazas y presiones de los actores armados ilegales del conflicto interno, guerrilleros, delincuentes y paramilitares. -Buenas noches, perdónenme los moleste señores, podrían, regalarme una monedita para poder comer que estamos con hambre… Yo soy un reinsertado que vengo del Putumayo… soy un reinsertado de los farcos… del grupo del café. Nosotros firmamos unos papeles con los señores del gobierno para meternos aquí en la vida civil pero ellos nos engañaron y no nos cumplieron. Ahora estamos pidiendo para vivir, para llevarles la panelita y los pancitos a mis hijitos 6 que esperan en el cuarto donde estamos viviendo y que no tenemos cómo pagar el arriendo… ellos dijeron que nos entregaban una máquina para cada uno, una despulpadora de café para hacer cada uno la pequeña empresa, pero después que firmamos los papeles y nos salimos del monte ellos llegaron con unas pocas máquinas y dijeron que era una para cada tres, que las otras estaban todavía en Italia y que teníamos que esperan por ellas. Yo no quería que fuera una para cada tres sino una para cada uno. El contrato era por tres meses y que luego íbamos a recibir un pago cada mes para poder vivir mientras empezábamos a producir. El dinero ese era para comer, pagar el arriendo y otras cosas… -¡Tómese un trago paisano! -Gracias, no puedo tomar -Entonces, me lo tomo por usted -Cada persona es libre de su voluntad y los reinsertados dejamos la guerrilla porque ya estamos cansados y como vimos que el gobierno quería ayudarnos pues acetamos la condiciones pero las espetativas no se han cumplido. El hombre continuó hablando. Nadie le atendía. Ahora hay más de mil desaparecidos y muchos de ellos han sido asesinados y nadie vuelve a saber de ellos. Los funcionarios del ministerio del interior se están aprovechando de la plata pero por millones y millones, y también hay mucho dinero que va a parar a los bolsillos de los militares… Eso lo digo porque al principio nos dijeron que nos daban un dinero, una cantidad por retribución cuando entregamos los fusiles, otra cantidad por las municiones, otra por las granadas, otras por las minas, y así según la entrega, todo tiene una retribución… ¡Mozo! Sírvame la copa rota… quiero desangrarme hasta la última gota… mozo… quiero beber y beber y beber… El pordiosero permanecía hablando, ahora en tono bajo, pero esa plata se acabó y muchos reinsertados están cometiendo atracos… el proceso se le salió de las manos al gobierno… el alcalde de Bogópolis dijo que los reinsertados que habían en la capital se habían convertido en una bomba de tiempo… Varios golpes secos y fuertes, en ráfaga, sonaron más allá donde estaban las mesas de billar y los hombres giraban en torno a ellas con los tacos en las manos. La bola negra con el número ocho golpeó en un costado a la bola roja con el número siete que salió rauda hasta perderse en la busaca. La bola negra continuó su camino oblicuo hasta dar en la banda y abrirse hacia la derecha en ángulo obtuso de ciento veinte grados para golpear suavemente la bola rayada de azul con el número diez que se precipitó ruidosamente por aquella garganta oscura que la esperaba. …el gobierno no calculó que había tanto reinsertado, somos como ocho mil los que llegamos a Bogópolis y nos repartieron en hogares pero allí nos dejaron y no volvieron a cumplir con el contrato…. en este país hay mucha corrución, el proceso de reinsertación se ha convertido en un cuello de botella, solo en Bogòpolis son trescientos albergues… Este era una proyecto produtivo pero los entes de control del ministerio fallaron por la ambición, porque hay mucho dinero envuelto… hay muchas quejas, muchas denuncias, hay mucha polémica, hay acciones de grupo, hay tutelas, hay violación de derechos humanos en este proceso de retorno a la vida civil. -Tómese otro hombre para que olvide esas penas 7 -Que va, eso me hace mal pa’la úlcera. Regáleme unas moneditas. -¿Cómo te llamás hombre? -Belarmino. 2 Cien ejemplares llegaron en dos cajas, junto con otros importantes libros, a bordo de la goleta Espíritu Santo. No era sorprendente que fuera un centenar, en comparación con otros libros, tales como La Ciudad de Dios de San Agustín, Los Emblemas Morales de Covarrubias, o Los Peregrinos de Lope de Vega, de los cuales llegaron a Cartagena de Indias sólo unos cuantos que no alcanzaban la docena. La novela que figuraba como historia fue publicada en enero de 1605 en Madrid y su fama cruzó el océano tres meses después para divertimento de los españoles afincados en tierras americanas. La colonia se había ampliado con los numerosos viajes emprendidos por Cortés a la nación de los aztecas y por Pizarro a los dominios incas. Muchos otros conquistadores y gente menuda se había embarcado a las esas tierras prodigiosas y continuaban haciéndolo hechizados por las enigmáticas leyendas de su fabuloso Dorado. Las primeras poblaciones en tierra firme empezaban a crecer y la Corona española extendía su poderío ordenando el establecimiento de aduanas, santo oficio, gobernaciones y virreinatos. Había transcurrido 113 años desde el día que Colón puso sus pies sobre la finas playas de Catay, nombre que el genovés tenía en mente como el país de las especies, a donde también llegaría circunnavegando en dirección contraria a como lo habían hecho otros. Los cien ejemplares de la Historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha era el tributo que su autor quiso hacer al Nuevo Mundo, continente que se abría generoso a la posteridad, ese mundo desconocido a los hombres de entonces y que ofrecía a la civilización europea otra realidad, la alternativa de un sol desconocido. Ùnicamente Platón había hablado de los atlantes, un pueblo desaparecido más allá de las Columnas de Hércules. Era el mejor y más fraterno regalo que Cervantes, su autor, podría haber hecho a las maravillosas tierras recién descubiertas, tierras a donde quiso llegar y para ello había solicitado empleo y visa a los reyes, de modo que le nombraran contador de las galeras en Cartagena, gobernador en la provincia de Soconusco en Guatemala, corregidor en la ciudad de La Paz, o contador del Nuevo Reino de Granada. El alma del viejo hidalgo cabalgando en las alas del Espíritu Santo cruzó las aguas y los cielos como lo había hecho en las ancas de Clavileño, junto con su fiel escudero Sancho Panza, durante su dichosa estancia en aquella hacienda de los duques, cuando acudieron, con mucha voluntad y no menos temor, a socorrer a la princesa Micomicona amenazada por el gigante Melambruno de la Vista Fosca. 8 Esos mismos gigantes de los que hablaba el fiel caballero de la Triste Figura, que por entonces plagaban su imaginación como producto de la mucha lectura de libros de caballerías, no eran otros que los conquistadores de ultramar revestidos de impenetrables armaduras, montados en sus briosos e imponentes caballos, empuñando un arcabuz en una mano y una cruz en la otra, que los indios veían como seres de otros planetas, tempestuosos e invencibles, y que en otros tiempos, algunos de barbas y cabellos blancos, habían sido confundidos con hijos enviados por Zeus, el dios griego de todos los dioses. Los conquistadores, perdidos en la borrasca de su exterminio, beodos de poder, ambición y desafuero, continuaban su trámite. Los indios seguían siendo expropiados de sus dioses en oro y plata, de sus tierras, de sus mantas, de sus llamas. Los conquistadores llegados de España, de Alemania, de Francia, de Italia, de Portugal, arrasaban con los cultivos en flor en su afán de calmar el hambre amenazante, perseguían a los nativos hasta doblegarlos y asesinarlos, provocando el suicidio en grupos, y en otros el desplazamiento a las selvas oscuras e impenetrables. El historiador Francisco López de Gómara, nacido en 1511, autor de la Historia General de las Indias y Conquista de México dijo que en acabándose la conquista de los moros, que había durado más de ochocientos años, se comenzó la de los indios, para que siempre peleasen los españoles con los infieles y enemigos de la santa fe de Jesuscristo. Sería aquella conquista un febril remedo de retaliación, una loca y atrevida negación de ocho siglos de dominio árabe y judío, que amenazaba el corazón de los hijodalgos, herederos de la vieja hispania que conoció el esplendor de otras épocas. Las primeras ciudades del novo mundo crecían en medio de misas, rosarios, trisagios, salves, rondas de arcabuceros y ballesteros, quienes imponían su amañada ley del despojo, fruto de la interpretación torcida de un régimen feudal asentado en la conveniencia de los señores dueños de la tierra, en los encomenderos y terratenientes que veían venir un cambio en las costumbres, en los pensamientos y en los valores de aquel tiempo medieval, el renacimiento de una nueva mentalidad. 3 Don Manuel Aristizabal abrió las puertas de su peluquería como lo hacía todos los días a las seis de la mañana. Deshacía el paquete y contaba los periódicos llegados en el avión al aeropuerto procedentes de la capital del país. El Progreso no había cerrado sus puertas y los borrachos seguían dando lata alrededor del aguardiente y el humo del cigarrillo. Habían llegado dos serenateros con sus guitarras que se sumaron al grupo de amanecidos a pedido de uno de ellos. Las señoras y solteronas envueltas en sus chales negros pasaban rumbo a la misa de siete de la mañana. Las dos hermanas Claudina y Ligia Betancur eran dos de ellas. Las campanas anunciaban el oficio religioso con su tam-tim-tamtim-tam-tam, tam-tim-tim-tim-tam-tam y el campanero remataba con un tum… 9 tum… tum… que eran los tres golpes graves y finales que querían decir que la misa ya empezaba. Este día la gente acudía a la iglesia del Carmen en número desacostumbrado, había un ingrediente inusitado. Todavía estaban frescas las huellas del hilo de sangre en el baldosín de la sacristía. El cura estaba herido por el disparo recibido a la altura de la ingle al huir la noche anterior del lecho donde hacia el amor con aquella joven hermosa que era la recién elegida reina de belleza del municipio. El marido de la joven había sorprendido a la pareja y había disparado el tambor de seis balas contra el bulto del hombre cuando huía por entre los palos de café y las matas de plátano del patio buscando ganar el cerco y salir a la calle. Un rastro de gotas rojas entre los arbustos, la arena, la tierra negra y el polvo, que conducía a la casa cural denunciaba al prelado, que entre otras cosas tenían bien ganada la fama de mujeriego y calientachochas. Esa mañana, las tres naves de la iglesia se coparon de parroquianos atizadas por el morbo del acontecimiento. Muy pocos eran los que a esas horas acudían a la iglesia a orar con fervor al señor creador del universo, pero sí eran los curiosos la gran mayoría que fueron para saber a ciencia cierta si el curita estaba vivo, si era realmente el mismo curita porque el rumor que se propagó a medianoche y que interrumpió el sueño de la población era que ya se había muerto a causa de las heridas, desangrado como un novillo atravesado por el cuchillo en las manos del matarife. Don Manuel hizo las anotaciones de las entregas de los periódicos. Los dos jóvenes que vendían la prensa todas las mañanas salieron vocendo el nombre de los rotativos seguidos de los titulares sensacionalistas. Un sol de verano despuntaba por entre las altas cumbres andinas. En la rocola se oía la voz de Olimpo: ayer era tu amante enternecido, hoy solo soy tu amigo de ocasión, no esperes que yo vuelva arrepentido, y yo jamás te iré a pedir perdón… los dos estamos ahora frente a frente… Chepe, el dueño del café, encendió el televisor para ver y oir las noticias. Este era ya un movimiento mecánico al igual que poner a hervir el agua para hacer el tinto en la cafetera italiana plateada marca Torino. Mercenarios de todos los países… bienvenidos-, proclamaba el vicepresidente de la nación, Pachito Santiamén. Sean bien llegados a esta patria irredenta que sufre el flagelo de la violencia sempiterna y atroz que desde la muerte de Gaitán acaba con lo valores más sagrados de la humanidad, con la vida de los hombres buenos y las familias cristianas. Bienvenidos a esta patria dolorida, templarios de los nuevos tiempos, cruzados de la fe en el orden de las santas leyes eternas. La noticia le dio varias veces la vuelta al mundo por los portales de internet, por hotmail, por google, por terra. Este país le abre las puertas de par en par a los mejores de los mejores tiradores. Bienvenidos por los cinco mil millones de pesos de recompensa a quienes faciliten la captura de los cabecillas de la insurgencia, los bandidos más buscados del planeta, decía con su voz meliflua y asordinada Pachito Santiamén. Bienvenidos las organizaciones más sofisticadas, los especialistas en los métodos más eficaces… Bienvenidos todos los más expertos en el manejo de armas, en tácticas de combate y enfrentamientos regulares e irregulares, que 10 vienen a ayudarnos a derrotar los narcoguerrilleros que han sembrado de muerte y ríos de sangre y desolación los campos de esta patria sufriente. Era un país que pedía auxilio a sus hermanos del mundo para frenar la hecatombe en que se había convertido la guerra sin fin al interior de sus fronteras. Era una pueblo entero que debía salir al exterior a contrarrestar una imagen de país paria, de nación bárbara, infierno al que fue conducida por años de bipartidismo irresponsables que hiciera del mismo estado una caja de Pandora para su beneficio particular, a favor de sus ambiciones egoístas, por encima del interés general, a costa incluso de millones de personas cercenadas en vida de múltiples formas y maneras. “Hay fuego en el 23 y nadie sabe cómo fue… bomberos con la manguera que hay fuego en la carretera… en el 23 de la 110 no se puede estar tranquilo… a veces de madrugada… lo mismo al amanecer… se forma un rebombara que salen gritando avisen al super que algo se esta quemando y no se sabe el fuego dónde es… se reventó la bombilla y no se sabe cómo fue… hay fuego en el 23… dicen que el fuego empezó a las tres… dale paso a la sirena que si no la ciudad se quema… huele a quemao…que apaguen el fuego… traigan la escalera y el extinguidor… yo no quiero morir en candela… esto es un infierno… si tu me pides candela, candela te voy a dar… aquí se enciende la candela… que le den candela… a esa gallina vieja… que le den candela… que rica la rumba está… candela te voy a dar… mi candela te quema… que vengan los bomberos… que se quema tu abuelo… bomberos,,, unos dicen que fue Jacobo pero eso yo no lo sé… otros dicen que fue Manuel pero tampoco eso lo sé… “, se escuchó en la radio de un campero último modelo que se detuvo frente al negocio. Del automotor bajaron dos parejas de muchachos visiblemente animados por los tragos. Tomaron asiento en una de las mesas ubicadas cerca de la calle que daba al parque principal y aquel que parecía el mayor de los cuatro llamó a la mujer que empezaba esa mañana la jornada laboral. -¿Ron o aguardiente? -Roncito- dijeron las muchachas. –… con cocacola. -Yo quiero aguardiente. 4 -¡Milagro de Dios! ¡Milagro de Dios!- gritó la anciana mientras apañaba por doquier billetes de cinco, diez, veinte, cincuenta y cien dólares que sobreaguaban a lo largo de la corriente. Llenó sus manos con los billetes enlodados entremezclados con pedazos de madera, ramas, hojas verdes, botellas de plástico, ganchos de colgar ropa, chiros y cartones. -¡Corran! ¡Vengan! ¡Rápido!Toda la noche llovió sin escampar desde la cabecera de la quebrada. El hilo de agua creció hasta convertirse en un río encabritado que amenazaba con roer las orillas y llevarse las pobres casas construidas de afán en los barrancos. El viejo cause de la laguna El Papayo volvía a inundarse después que fuera drenado un