Grupo de trabajo 4. LA SEGURIDAD ENERGÉTICA DE LOS EE.UU. Y DE LA UE ANTE LA NUEVA SITUACIÓN ESTRATÉGICA EN ORIENTE MEDIO Y GOLFO PÉRSICO Presidente: José Mª García Alonso Vocales: Francisco Vañó Ferre Enrique Bohigas Jayme Rogelio Bandín Mosteyrin María R. Serrano Velasco Daniel Acuña Calviño 1 LA SEGURIDAD ENERGÉTICA DE LOS EE. UU. Y DE LA UE ANTE LA NUEVA SITUACIÓN ESTRATÉGICA EN ORIENTE MEDIO Y EN EL GOLFO PÉRSICO 1.- Introducción metodológica y conceptual. Con el fin de hacer un desarrollo lo más serio y riguroso posible, dentro de los márgenes de extensión y tiempo en los que se inscribe este trabajo, empezaremos por explicitar la metodología y conceptos que se pretende emplear, algo que se hará de forma simplificada y lo más clara que nos sea posible, para luego aplicar al tema que nos ocupa las herramientas de análisis que previamente se han definido. La idea de la seguridad energética está íntimamente vinculada a los conceptos de dependencia y vulnerabilidad, cuya definición e implicaciones serán tratadas de forma casi inmediata. Previamente, es preciso tener muy en cuenta que el consumo de energía está estrechamente relacionado con el desarrollo económico, lo cual supone que las sociedades con mayor nivel de renta utilizan mucha más energía que las más atrasadas. Esta causalidad se inicia con la Revolución Industrial y llega sin solución de continuidad hasta nuestros días. Teniendo en cuenta todo lo anterior es lógico que tanto los EE UU. (con el 20 por 100), como la Unión Europea (con casi el 15 por 100), acaparen algo más de 1/3 del total de la energía consumida en el mundo. Adicionalmente, al existir una muy desigual distribución mundial de los recursos energéticos, se da un notable contraste entre producción y consumo, presentando en los dos casos que nos ocupan un notable déficit que deben compensar con la realización de ingentes importaciones de energía en alguna de sus diversas formas. El caso de la UE resulta mas grave pues sus recursos en este campo son bastante magros, pero también los EE.UU. están obligados a comprar en el exterior una parte importante de la energía que consumen, a pesar de su mayor disponibilidad de recursos en energías primarias. Para ir centrando el tema, lo primero a considerar es que en la actualidad se dispone de cinco tipos de energía primaria: crudos de petróleo, gas natural, carbón, electricidad nuclear y electricidad procedente de las denominadas renovables, básicamente de origen hidráulico y eólico. La importancia de estas fuentes primarias en el consumo global, de cada zona o de cada país, es bastante desigual, siendo, con gran ventaja, preponderantes las tres citadas en primer lugar y conocidas como energías fósiles, las cuales aportan casi el 90 por 100 de la energía consumida en el mundo, destacando el petróleo con el 40 por 100, seguido por el carbón, que aun contribuye con el 26 por 100 a pesar de llevar bastantes décadas en retroceso, finalmente, el gas natural aporta en torno al 23 por 100. Como paso previo al análisis de la dependencia energética es preciso construir balances relativos a cada país o área que nos interese, en los que se refleja, en primer término, el consumo por fuentes o energías primarias, en segundo lugar, 2 la producción interna, igualmente desglosada, cerrando las cuentas el saldo exterior. En lo referente a la información estadística emplearemos, básica pero no exclusivamente, la que aportan dos fuentes de datos bastante solventes, fiables y reconocidas, como son la “BP Statistical Review of World Energy” y Eurostat. Obviamente, para construir balances es preciso contar con unidades homogéneas, pues no se pueden realizar operaciones aritméticas mezclando barriles de crudo, con metros cúbicos de gas, con toneladas de carbón o con kwh, que es como se mide la producción eléctrica. Para resolver este problema se han definido dos unidades: la tonelada equivalente de petróleo (tep) y la tonelada equivalente de carbón (tec), de uso indistinto aunque ante por la importancia relativa y absoluta del petróleo tiende a emplearse más la primera, que es lo que haremos en este trabajo. Para transformar cualquier unidad energética en cada una de las dos de referencia se usan unos coeficientes basados en su potencia calorífica. Sin embargo, la cuestión es más compleja de lo que a primera vista parece, puesto que existen varias decenas de tipos de crudo de petróleo y muy diferentes tipos de carbón. Así, una tonelada de hulla puede equivaler a 0,9 tec o 0,6 tep; pero si esa tonelada es de lignito su equivalencia es muy inferior (0,46 tec o 0,32 tep). Como el balance energético de un país o área nos da la producción interna y el consumo total energético, puede calcularse fácilmente la tasa o coeficiente de dependencia como cociente entre las importaciones energéticas netas y el consumo total, en tantos por ciento. En este sentido, una dependencia del 77 por 100 –como la española actual- significa que con la producción interna solo se cubre el 23 por 100 de nuestra demanda energética, debiendo acudir al mercado exterior y adquirir más de los ¾ de toda la energía que se precisa. Aunque el coeficiente de dependencia nos da una primera pista importante sobre la situación de un país o de un área económica, es solo una visión parcial, por lo que se debe profundizar más si se desea tener una perspectiva más amplia y precisa de los riesgos y amenazas que pueden afectar a su seguridad energética. Para ello introduciremos el concepto más complejo y de cuantificación más difícil, aunque posible: el de vulnerabilidad energética. El concepto de vulnerabilidad se define como función de toda una serie de factores: 1) Grado de dependencia total y por fuentes energéticas. 2) Estructura del consumo por energías primarias. 3) Grado de concentración de las importaciones por países, áreas económicas y sistemas políticos 4) Afinidad geográfica, económica, cultural y política de los países suministradores. 5) Distorsiones en los mercados internacionales de energías primarias de origen fósil, y muy especialmente en las de hidrocarburos, por prácticas restrictivas de la competencia mediante cartelizaciones de vendedores que fijan precios de venta y establecen cuotas de producción por países. Los tres primeros factores no requieren demasiadas explicaciones. Por un lado, es claro que cuanto mayor es la dependencia del exterior más vulnerable se puede ser, al tener que realizarse importaciones masivas de energía. Por otro lado, cuanto mayor sea la diversificación del consumo por tipos de energías 3 primarias, menor riesgo se tiene si se producen problemas en alguna de ellas. Lo que sucede es que alguna de las fuentes primarias, caso del petróleo, por su gran versatilidad de usos tiende a jugar un papel muy destacado en los balances energéticos, con las secuelas que de ello pueden derivarse. Este fue el caso de la España de principios de los años setenta, cuando la lógica sustitución de carbón por petróleo llevó a una excesiva participación de este último en nuestro consumo interno, de más del 60 por 100, con efectos muy negativos cuando se desencadeno la crisis energética. También puede afectar a la estructura de la demanda por fuentes el hecho de que se disponga de abundantes reservas de alguna de ellas, aunque en este caso no afecte a la vulnerabilidad. La concentración o dispersión de las importaciones puede incrementar o reducir la vulnerabilidad. Asimismo, las relaciones –más o menos estrechas- que se tengan con los países abastecedores también es un factor a considerar, pues puede dificultar o asegurar los suministros en el caso de que surjan problemas de cualquier índole. Finalmente haremos referencia al tipo de mercado en cada una de las energías primarias, empezando por aquellas que tienen un restringidísimo mercado internacional, es el caso de la electricidad, sin importar su origen, por lo que ya nos movemos en términos de energía secundaria –como se utiliza- no de energía primaria, como se obtiene. Debido a las elevadas pérdidas que experimenta en su transporte, la electricidad tiene un reducido comercio internacional, que suele ser de intercambio entre países fronterizos, siempre y cuando estén conectadas sus redes de distribución a altas tensiones. El crudo de petróleo es la energía primaria que presenta un mercado con más distorsiones, debido a la existencia de una cartelización de países exportadores. En realidad el mercado de crudos siempre ha estado controlado por un cártel, que hasta comienzos de los setenta del siglo pasado fue de grandes compañías –las conocidas como las Siete Hermanas- que iniciaron sus acuerdos en Achnacarry en 1927. Aunque la creación de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) es de 1960, fue a partir de los acuerdos de Trípoli y de Teherán de 1971, del de Nueva York, de 1972 y del de Kuwait, de octubre de 1973, cuando hizo sentir su fuerza en el mercado desplazando de su enorme poder a las Siete Hermanas. Desde entonces, eso sí, con altibajos, esa organización han conseguido imponer precios en el mercado de crudos muy alejados de los costes de producción, utilizando en ciertos casos el precio y los suministros de crudos como arma política. Sin entrar en mayores profundidades, eso hace sumamente vulnerables a los importadores de crudos, los cuales, adicionalmente habrán de pagar elevadas cantidades de divisas por sus vitales suministros. En el mercado de gas natural es preciso diferenciar entre los abastecimientos que se hacen por gasoducto, que normalmente son continentales, aunque cada día adquieren mayor importancia los submarinos entre áreas continentales no muy distanciadas, y los que se hacen a través de la denominada cadena del gas natural licuado (GNL). En ambos casos la asimetría en el número de concurrentes hace bascular el poder en el mercado a favor de los pocos y poderosos oferentes y en contra de los numerosos demandantes. No obstante, es preciso hacer una consideración importante: en ambos casos se precisan grandes inversiones en infraestructuras, bien en gaseoductos, bien en plantas licuadoras y regasificadoras y en buques metaneros en el caso de la cadena del GNL, las cuales, independientemente de quien sea el financiador, implican tanto 4 al oferente como al demandante, haciendo converger intereses y, por ello, laminando los poderes en el mercado. En cuanto al carbón, su mercado, también bastante asimétrico, reúne a un reducido número de vendedores y a un amplio y creciente número de compradores, aunque este hecho, al menos hasta ahora no ha llevado a la cartelización de la oferta, los riesgos de que esto pueda ocurrir no son desdeñables. 2.- La seguridad energética de los EE.UU. Hasta fecha tan reciente como 2010 este país ha sido, con bastante diferencia, el de mayor consumo energético del mundo, tanto en términos absolutos, como relativos (intensidad energética), dejando aparte algunos casos poco significativos. Durante las décadas de los años sesenta y setenta, su demanda interna llegó a suponer entre el 30 y el 40 por 100 del total mundial. Posteriormente, ese descomunal consumo relativo ha ido descendiendo de forma tenue en los decenios finales del siglo pasado, cuando estuvo en el entorno del 28 por 100, haciéndose más dinámica la caída en la primera década del actual, así, en 2010, era ya del 20 por 100, que es la última cifra disponible dentro de estadísticas generales homogéneas. La reducción de la participación norteamericana en el consumo mundial en los años más recientes se ha debido fundamentalmente a dos causas. Por un lado, al crecimiento explosivo del consumo energético de los denominados países emergentes, entre los cuales no solo están China, India y Brasil; pues también otros como Chile, Colombia, Irán, Kuwait, Qatar, Corea del Sur, Taiwán, Malasia y Tailandia, han más que duplicado su consumo de energía en las dos últimas décadas. Este hecho, asimismo, ha tenido una importante contribución al desequilibrio reciente de esos mercados de energías fósiles. Por otro lado, y al igual de lo que ha sucedido a la práctica totalidad de los países de la UE, la crisis económica a terminado afectando al crecimiento de la demanda de energía, poniendo de relieve, una vez más, el estrecho vínculo existente entre el desarrollo y el consumo de energía. Aunque los EE.UU. han sido desplazados por China del primer lugar mundial en consumo energético, continúa siendo un importantísimo utilizador de esta materia prima –su demanda interna está en el entorno de las 2.300 millones de tep- lo cual responde tanto a su alto nivel de desarrollo productivo (industrial, agrario, de transportes, etc.), como a las peculiaridades de la forma de vivir norteamericana. La singularidad de los EE.UU. es que a la vez que gran consumidor de energía en un importantísimo productor, con alrededor de 1.740 millones de tep., producción, además muy diversificada por fuentes primarias y que trataremos de resumir: - Tercer país productor mundial de petróleo, únicamente superado por Rusia y Arabia Saudita - Primero en la extracción de gas natural, por encima de Rusia y a notable distancia de Irán y Arabia. - Segundo en producción de carbón, alejado de China, si, pero más que duplicando la producción de los que le siguen en 5 - - volumen de extracciones, como Australia, India, Indonesia y Rusia. Primero, con enorme diferencia en potencia instalada electonuclear, con 101.465 Mw; le siguen Francia, con 63.130; Japón, con 46.934 y Rusia, con 23.643. En producción de electricidad de este origen las diferencias son más acusadas. Cuarto productor mundial de electricidad de origen hidráulico, únicamente por detrás de China, Brasil y Canadá. En definitiva, estamos ante un gran productor mundial de la más variada gama de energía primarias, lo que le asegura un alto porcentaje de sus necesidades y, además, le permite realizar exportaciones no muy cuantiosas, a países próximos, tratándose, en bastantes ocasiones de flujos en doble sentido, como los de gas natural con Canadá. Sin embargo, su elevadísimo consumo de crudos de petróleo le lleva a tener una dependencia del exterior de alrededor del 22 por 100, centrada en esta energía primaria. Podríamos afirmar, por tanto, que el talón de Aquiles de la seguridad energética de los EE.UU. está en este hecho. Las importaciones estadounidenses de crudos aunque muy importantes por su volumen, al superar los 500 millones de toneladas, están bastante diversificadas por países y áreas de procedencia. Así, entre Canadá y México aportan el porcentaje mayor –un 30 por 100- tratándose de países vecinos y con vínculos especiales con los EE.UU. Venezuela suministra el 20 por 100, los exportadores del Golfo Pérsico el 15 por 100, aproximadamente lo mismo que Nigeria, del Mar del Norte procede el 8 por 100, de Rusia el 7 y el Norte de África únicamente el 4 por 100. Así pues, desde el punto de vista de la seguridad de los suministros, la dispersión de las importaciones de crudo norteamericanas reduce en gran medida el negativo impacto de su elevadísimo volumen. A todo lo anterior es preciso añadir la existencia de una autorización del Congreso y el Senado norteamericanos para que el Departamento de Energía pueda constituir un stock estratégico de hasta 1.000 toneladas, si la situación así lo exige. En lo referente al gas natural, los EE.UU. son prácticamente autosuficientes debido a su enorme producción interna, la mayor del mundo. No obstante, existen intercambios de una cierta entidad con Canadá a lo largo de su extensa línea fronteriza, en el oeste hacia los EE.UU., en la zona de los Grandes Lagos hacia Canadá. 3.- La seguridad energética de la UE. La Unión Europea está formada en la actualidad por 27 Estados Miembros caracterizados por una gran heterogeneidad desde varias perspectivas, entre ellas la energética. Por ello, aplicar de forma estricta la metodología para analizar la seguridad energética, anteriormente especificada, resulta poco conveniente y bastante arriesgado, pues se podría llegar a generalizaciones poco significativas –dada la gran dispersión de las situaciones nacionales- y a conclusiones de validez más que cuestionable. Con esto no se pretende decir que la metodología referida no sea recomendable, sino que su empleo a la UE en su conjunto debe realizarse de forma muy cuidadosa y prudente, apuntando toda una serie de matizaciones en el nivel nacional o estatal, pues las partes que forman el conjunto son bastante diferentes. 6 El grado de dependencia energética medio de la UE se ha mantenido en los últimos años en el entorno del 53 por 100, lo cual supone una situación mucho mas preocupante que la de los EE.UU., que solo es del 22 por 100. Sin embargo, el valor medio europeo es muy poco relevante, al tratarse de una media caracterizada por una enorme dispersión que la convierte en poco significativa. Veamos lo que sucede de forma pormenorizada por países con el grado de dependencia. En un extremo tenemos el caso de Dinamarca, con un coeficiente de dependencia negativo (-70 por 100), que nos indica que estamos ante un país exportador neto de energía, al superar de forma muy holgada la producción interna al consumo. En el otro extremo tenemos los casos de Chipre, Malta y Luxemburgo, con una dependencia próxima al 100 por 100, esto es, carecen de producción interna y deben importar toda la energía que consumen. En una posición cercana a los últimos están Irlanda, Italia, Lituania y Portugal, cuyo grado de dependencia supera el 80 por 100, sin llegar al 90. Finalmente, los restantes países de la UE quedan dentro de esa amplísima horquilla. Cabría pensar que los Estados que se han citado –excepto Italia- tienen una reducida dimensión económica y que convendría tener en cuenta a los más importantes antes de llegar a una conclusión. Pues bien, los valores de sus respectivos grados de dependencia, expuestos de forma ordenada, son los siguientes: Italia, 84 por 100; España, 77 por 100; Alemania, 60 por 100; Francia, 50 por 100; Polonia, 31,5 por 100, y Reino Unido, 28 por 100. Como puede apreciarse con claridad la dispersión de los grados de dependencia entre los grandes países de la Unión es tan amplia que podemos concluir que la media europea carece totalmente de significación. La diversidad existente dentro de la UE, que no dispone de una política energética común a pesar de algunos tímidos intentos para articularla, está reforzada por la existencia, dentro de este ámbito, de políticas nacionales muy diferentes. Se ha dado el caso de que ante la aparición de un grave problema han sido más frecuentes las trayectorias próximas al sálvese el que pueda, que a la cooperación entre el conjunto de los Estados Miembros La heterogeneidad que se da dentro de la UE queda perfectamente reflejada en lo que atañe al uso de la energía nuclear, lo que no deja de ser pintoresco teniendo en cuenta que los Tratados Fundacionales: Roma-CEE y Roma-CEEA (Euratom) son indivisibles y han sido asumidos por los Estados Miembros. Así, una de las líneas más claras de las diferencias en el seno de la UE nos la da la posición de cada país respecto a la energía nuclear, pudiendo distinguirse varias categorías. En primer lugar podemos colocar a los Estados claramente pro-nucleares, bien por contar con un numeroso parque de centrales, o porque basan un considerable porcentaje de su producción de electricidad en este tipo de centrales o, finalmente, por tener planes de ampliación de la potencia instalada. Son los casos de: - Francia, con 59 reactores en operación o en construcción y una producción nucleoeléctrica de 423 Twh en 2011. - Reino Unido, con 18 reactores y 62,7 Twh. Este país, pionero en Europa en este tipo de energía, redujo bastante su impulso de construcción de centrales nucleares al entrar en producción los importantes yacimientos de gas y petróleo del mar de Norte. - Suecia, con 10 reactores y 58,1 Twh de producción. 7 - Bélgica, con 7 reactores y 46 Twh de producción. - República Checa, con 6 reactores y 26,7 Twh de producción. - Finlandia, con 5 reactores y 22,3 Twh. - Eslovaquia, con 6 reactores . La segunda categoría es la de los moderadamente nucleares. Estos suelen contar con un parque de centrales relativamente importante, pero sus gobiernos están en duda permanente sobre su futuro nuclear por razones variopintas, como presiones internas de grupos antinucleares y de izquierda, temor a la pérdida de votos, etc. En este grupo están: - Alemania, con 9 centrales y 102 Twh de producción, sigue siendo el segundo país de la UE en este tipo de energía. - España, con 8 centrales y 55 Twh de producción. En la tercera categoría están pequeños países nucleares, que no disponen de más de cuatro centrales, casos de Rumanía, Hungría, Eslovenia y Holanda. El cuarto grupo es el de los antinucleares, que tuvieron alguna central en operación o en construcción y decidieron su cierre o paralización, este es el caso de Italia y Austria. El quinto grupo es el de los no nucleares, entendiendo por tales a los que por diversas razones no han decidido la construcción de centrales nucleares. En esta categoría están: Chipre, Dinamarca, Estonia, Grecia, Irlanda, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malta, Polonia y Portugal. Como nota interesante cabe apuntar que existe una alta correlación positiva entre la ausencia de centrales nucleares y una elevada dependencia energética, aunque como es notorio tal correlación no implica necesariamente causalidad. Como no es posible entrar en los casos nacionales, por obvias razones, tomaremos a la UE en su conjunto. En 2010, su consumo energético conjunto fue de 1.758,7 millones de tep, únicamente inferior al de China y los EE.UU., a ese total el carbón contribuyó con 279,7 millones de tep; el petróleo con 617,1 millones de tep y el gas natural con 441,7. Estas cifras deben retenerse ya que son las más interesantes por sus secuelas de importaciones, pues el consumo de electricidad nuclear (236,5 millones de tep) y de energías renovables (172 millones de tep) prácticamente coincide con la producción. La producción interna fue en el año de referencia de 830,8 millones de tep, lo que implica la necesidad de importar unas 930 millones de tep, cifra descomunal, tanto en términos absolutos, como relativos, pues supone un grado de dependencia del 53 por 100, dejando aparte el coste económico de esas importaciones, que alcanza cifras mareantes, lo que no es un asunto baladí. Dejando de lado a las energías nuclear y renovables, por lo anteriormente apuntado, la producción interna se basa en el carbón -163 millones de tep- el gas natural -156,1 millones- y en el petróleo, 97,3 millones. Comparando estas cifras con las demandadas aparecen los siguientes déficits, o cantidades que es preciso importar para satisfacer las necesidades energéticas de la UE: - 519,7 mill. tep de petróleo. - 285,6 mill. tep de gas natural - 114,7 mill. tep de carbón. Aunque existe una cierta dispersión geográfica de los proveedores de hidrocarburos, se da una notable concentración en los suministros en oferentes cuya relación no cabe calificar ni de estrecha ni amigable. Rusia es el principal suministrador de energía a la UE, con casi 300 millones de tep de crudo y 170 8 de gas natural, en su conjunto estas cifras suponen cerca de la mitad de las compras totales, coeficiente tanto mayor cuanto más al este y norte se sitúe el país. Del golfo Pérsico llegan unos 120 millones de tep de crudo y 35 de gas natural y del norte de África, 83 millones de tec de crudo y 56 de gas natural. En definitiva, Rusia, los países del golfo Pérsico y los norteafricanos aportan más del 85 por 100 de la energía que precisa la UE. Estas cifras resultan bastante elocuentes de lo vulnerables que pueden ser los abastecimientos energéticos de la UE, especialmente, en lo que a hidrocarburos se refiere, aunque siempre con la matización de que cada caso nacional es bastante singular y diferente, por las grandes disparidades en cuanto a dotación de recursos, dependencia del exterior, diversificación de suministros y a la existencia de vínculos de algún tipo con los proveedores de energías primarias. 4.- Conclusiones 1.- Para analizar la seguridad de los suministros a la UE y a los EE.UU. hemos utilizado una metodología, a nuestro parecer bastante solvente, basada en los balances energéticos y en la utilización de los conceptos de dependencia y vulnerabilidad. 2.- En cuanto a fuentes estadísticas se han utilizado Euroestat y los anuarios de BP, que facilitan datos sumamente fiables, homogéneos y actuales. 3.- Los EE.UU. son, simultáneamente, un gran consumidor y productor de energía, tanto a nivel global, como por fuentes primarias. Es el mayor productor mundial en gas natural y energía electronuclear, el segundo en extracción de carbón, el tercero en petróleo y el cuarto en energía eléctrica de origen hidráulico. No obstante, su oferta interna en petróleo es insuficiente para cubrir su exagerada demanda. De aquí que tenga dependencia del exterior –del 22 por 100- aunque podamos considerarla moderada en términos relativos, no lo es tanto en términos absolutos, al centrarse en crudos de petróleo. 4.- La vulnerabilidad energética de los EE.UU., su talón de Aquiles, está en la necesidad de importar cada año por encima de los 500 millones de toneladas de crudos. Sin embargo, esa vulnerabilidad se reduce de forma notoria teniendo en cuenta: la diversificación de los suministros, la localización y estrechos vínculos con algunos de los principales suministradores. A ello debe agregarse la formación de un stock estratégico de hasta 1.000 millones de toneladas. 5.- La enorme dependencia norteamericana de los suministros de crudos del exterior ayuda bastante a entender algunas de las líneas maestras de la política exterior de ese país. 6.- La UE es un conjunto formado, en la actualidad, por 27 Estados Miembros caracterizados por una gran heterogeneidad económica y energética, por ello, lo que cabe predicar a nivel global no tiene base a nivel nacional. 7.- El grado de dependencia energética media de la UE es del 53 por 100, lo que implica un notable riesgo para su seguridad al tener que adquirir en el exterior más de la mitad de la energía que consume. Sin embargo, dentro del conjunto 9 existen situaciones radicalmente diferentes, las cuales oscilan dentro de una horquilla cuyos extremos forman Dinamarca, con un superávit energético del 70 por 100, y Chipre, Malta y Luxemburgo, con una dependencia del 100 por 100. 8.- Dado que la UE tiene un alto consumo energético y su producción interna es bastante limitada, precisa importar más de 930 millones de tep anuales para cubrir sus necesidades. Por energías primarias esas compras en el exterior se distribuyen de la forma siguiente en millones de tep: 520 de petróleo, 285 de gas natural y 115 de carbón. 9.- La UE es mucho más dependiente y vulnerable que los EE.UU. en lo que a energía se refiere. 10.- La seguridad del abastecimiento energético de la UE está seriamente afectado debido a su gran volumen y a una parte importantísima del mismo proceda de lugares lejanos y conflictivos, casos del golfo Pérsico y norte de África. De aquí la necesidad de que la UE mantenga una política sumamente activa en ambas regiones, para asegurar unos recursos imprescindibles para su economía. 10