GUIA No. 22 «SERMON DEL MONTE, QUE ES DE LAS OCHO BIENAVENTURANZAS» REFLEXIONES PREVIAS Después de contemplar «cómo santo Andrés y otros siguieron a Cristo nuestro Señor» (séptimo día), el día 8º de la segunda Semana lo dedica San Ignacio al «sermón del monte» (EE 161, 3). Tanto en el esquema de los Ejercicios completos como en la serie de los misterios de la vida de Cristo nuestro Señor consignada al final del texto de Ejercicios, el sermón del monte es la única predicación de Jesús seleccionada por San Ignacio como tema de contemplación para el ejercitante. Es verdad que hay otra contemplación (décimo día) sobre «cómo el Señor predicaba en el templo», pero los puntos que desarrolla el ejercicio no atienden al contenido de la predicación de Jesús; simplemente se fijan en que estaba cada día enseñando en el templo y, acabada la predicación, como no había quién lo recibiese en Jerusalén, se retiraba a Betania. Es más bien una ocasión para contemplar las escenas de relación de Jesús con Marta, María y Lázaro, para lo cual pueden utilizarse los evangelios de Juan y de Lucas. Se anotará igualmente que Jesús hizo un sermón a los discípulos durante la última Cena, pero tampoco allí se propone el contenido como tema de oración. Y hay, finalmente, un ejercicio de «cómo los apóstoles fueron enviados a predicar» (EE 281), que es más bien la instrucción para la misión de Mt 10: Jesús les da potestad para echar demonios y curar enfermedades, les enseña prudencia y paciencia ya que son enviados como ovejas entre lobos, y les indica el “modo de proceder”: sin oro ni plata, entregando gratis lo que gratuitamente recibieron y anunciando la cercanía del Reino. Pero este ejercicio es más propio para acompañar la meditación de Dos Banderas. El Sermón de la montaña, con las Bienaventuranzas como centro, se propondrá aquí como una lectio divina, es decir, como lectura meditada y saboreada sobre la Carta Magna del Reino, código de la Alianza mesiánica con el que Jesús constituye el nuevo pueblo de Dios Obsérvese que la distribución de las contemplaciones de estos días tiene muy cercana relación con la meditación de Dos Banderas: Jesús, ungido por el Espíritu para la Misión, se enfrenta al enemigo del hombre, escoge personas y amigos a quienes envía, haciéndoles un sermón y encomendándoles cómo deben ayudar a otros y traerlos a suma pobreza, deseo de oprobios, menosprecios y humildad (EE 146). Es, pues, tiempo propicio para profundizar más y más en el espíritu de las Banderas y para aficionamos a la “vida verdadera” que nos ofrece Jesús. FIN QUE SE PRETENDE Conocer interiormente la «intención de Cristo nuestro Señor» (EE 135), «la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán... (EE 139). «Afectarnos a su vera doctrina» (EE 163); y obtener «gracia para le imitar». Y todo esto, como discípulos y seguidores que queremos vivir como él vivió; y como colaboradores de la misión, enviados a ayudar a las personas y atraerlas a las bendiciones del Reino. El sermón de la montaña, espléndida catequesis del Evangelio de Mateo, compendia la enseñanza de Jesús sobre el talante y figura de los hombres y mujeres del Reino, los “hombres nuevos” cuya justicia tiene que situarse muy por encima de la de los letrados y fariseos (Mt 5, 20). Puede contemplarse también como un retrato de la vida misma de Jesús: viendo, oyendo, mirando y reflictiendo. No nos acerquemos al sermón como a una ley exterior, como a una tarea dejada a nuestro propio esfuerzo. Meditarlo de esta manera es exponernos al desaliento frente a una hermosa pero irrealizable utopía que nos excede. El sermón, realmente es la proclamación de la nueva justicia que el Espíritu de Jesús está obrando en los seguidores del Reino. Es la misma acción creadora del Espíritu que hace el mundo nuevo. «Todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción del Señor, que es el Espíritu (2 Co 3, 18)»…«el mismo Dios que mandó que la luz brotara de la oscuridad, es el que ha hecho brotar su luz en nuestro corazón, para que podamos iluminar a otros, dándoles a conocer la gloria de Dios que brilla en la cara de Jesucristo» (2 Co 4, 6). Se trata, pues, de dejamos transformar por el Espíritu, de abrir espacios de disponibilidad para lo que el Señor actúa en nosotros. Como advierte San Pablo: «no es que nosotros mismos estemos capacitados para considerar algo como nuestro; al contrario, todo lo que podemos hacer viene de Dios, pues él nos ha capacitado para ser servidores de una nueva alianza, basada no en una ley, sino en la acción del Espíritu» (2Co 3, 5-6). GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR Pedir que nos aficionemos a la vida verdadera que nos muestra Jesús; tener un corazón sencillo para que Dios se complazca en revelar el misterio del hombre nuevo creado a imagen de Cristo Jesús (cf Lc l0, 21-22: «te alabo, Padre…porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y entendidos»). TEXTO IGNACIANO La contemplación propuesta aquí por San Ignacio es solo sobre el capítulo 5 de Mateo (EE 278); no propone los capítulos 6 y 7. Sin embargo, dado que disponemos de toda la semana para orar sobre el tema, sería bueno tomar todo el sermón, tanto en Mateo como en Lucas. La presentación de San Ignacio se condensa en tres breves puntos: - «A sus amados discípulos aparte habla de las ocho beatitudines». La atención se fija en una instrucción dada solamente a los discípulos; - «los exhorta para que usen bien de sus talentos: «así alumbre vuestra luz delante de los hombres...»; - Jesús se muestra «no transgresor de la ley, más consumador, declarando el precepto de no matar, no fornicar, no perjurar y de amar a los enemigos». Sermón de la montaña (Mt 5, 1 - 7, 29; Lc 6; 20-49) Proponemos a continuación un esquema del sermón que sirva de guía para su lectura meditada: 1. Proclamación del Reino: las bienaventuranzas (5: 1-20; Lc 6, 20-26) - Bienaventuranzas (5, 1-12) - Ustedes son sal de la tierra y luz del mundo (5, 13-16) - He venido a dar pleno valor a la ley (5, 17-19) - Su justicia tiene que superar a la de los maestro de la ley y fariseos (5, 20) 2. Enseñanzas sobre la Ley y su interpretación (5, 21-48; Lc 6, 27-36) - Seis contrastes: sobre el homicidio, el adulterio, el divorcio, el juramento, la venganza, el amor a los enemigos 3. Enseñanza sobre tres prácticas de piedad; el Padre nuestro (Mt 6, 1-18) - Cuando des limosna a los necesitados, no lo publiques a los cuatro vientos (6, 24) - Cuando reces, no hagas como los hipócritas para exhibirse ante la gente (6, 5-8) - Debes orar así: Padre nuestro... (6, 9-15) - Cuando ayunes no pongas cara triste (6, 16-18) 4. ¿Qué significa “ser pobre”? (Mt 6, 19-34; Lc 6, 27-38; 12, 13-34) - No amontonar riquezas (6, 19-21) - Ser desprendidos y generosos como su Padre del cielo (6, 22-23) - No estar al servicio de dos amos: Dios y el dinero (6, 24) - No estar preocupados por la vida... buscar ante todo el Reino y su justicia (6, 2534) 5. Actitud ante el prójimo; la oración de petición (Mt 7, 1-12; Lc 6, 37-38, 41-42; 11, 9-13) - No juzguen y no los juzgarán (7, 1-2) - ¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo…? (7, 3-5) - No den lo sagrado a los perros (7, 6) - Hagan con los demás como querrían que hicieran los demás con ustedes (7, 12) - Pidan, busquen, llamen a la puerta (7, 7-11) 6. Decisión, criterios (Mt 7, 13-29; lc 13, 24-27; 6, 43-49): - La puerta angosta, los falsos profetas, no basta decir: «Señor, Señor»; la casa edificada sobre roca Las Bienaventuranzas: propuesta de lectura estructural. Añadimos finalmente un comentario estructural de las Bienaventuranzas, extractado sumariamente de Juan Mateos y Fernando Camacho1. - Como introducción, Mateo presenta las grandes multitudes que siguen a Jesús, ante cuya presencia él sube a la montaña a promulgar el estatuto del Reino, que define la nueva alianza, y a constituir el pueblo mesiánico. Sus discípulos se le acercan y Jesús comienza a enseñar dirigiéndose a ellos. - Cada una de las Bienaventuranzas está constituida por dos miembros: el primero enuncia una opción, estado o actividad; el segundo, una promesa. - Todas las Bienaventuranzas van precedidas por la palabra bienaventurados (dichosos, felices). Jesús anuncia la verdadera alegría interior que marca a los hombres y mujeres del Reino. Alegría que es fruto del cumplimiento del mandamiento del amor. Precisamente en la última Cena, al darles el mandamiento suyo, Jesús añade: «les dejo dicho esto para que lleven dentro mi propia alegría y así su alegría sea completa» (Jn 15, 11). Alegría que es también la de saberse queridos por el Padre y objeto de su solicitud (cf Jn 17, 13; 1 Jn. 1, 4; 2 Jn 12). -La comunidad del Reino vive la alegría interior de Jesús cuando el amor que la aglutina se expresa en fraternidad, solidaridad, disposición a compartir, actitud de misericordia, búsqueda de la paz. - De las ocho bienaventuranzas hay que destacar la primera y la última, que tienen idéntica promesa y están formuladas en tiempo presente: Dios reina sobre ellos. - Las otras seis tienen una promesa diferente cada una y referida a un futuro próximo (serán consolados, van a poseer, serán saciados…). De esas seis, las tres primeras (vv. 4-5-6) se refieren a un estado doloroso para el que se promete la liberación. La cuarta, quinta y sexta (vv. 7-8-9), en cambio, anuncian una actividad, estado o disposición del hombre favorable para el prójimo, que lleva también su correspondiente promesa de futuro. Dichosos los que eligen ser pobres (pobres por el Espíritu) Dichosos los que sufren... Dichosos los mansos (sometidos)... Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia… Dichosos los misericordiosos... Dichosos los limpios de corazón... Dichosos los que trabajan por la paz.. Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad 1 El Evangelio de Mateo, lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid 1981, pp.51-58. - Los que eligen ser pobres: los pobres «por el espíritu» (mejor que “pobres de espíritu”). Espíritu en la concepción semítica connota fuerza y actividad vital más que sentimiento o disposición interior. No se trata, pues, de los que están despegados interiormente, aunque poseen dinero en abundancia. Hay aquí el sentido de una decisión u opción por la pobreza. En respuesta a la invitación de Jesús, eligen ser pobres voluntarios, no por necesidad, con la pobreza evangélica. Son pobres reales (en sentido sociológico), que ponen su esperanza en Dios y no se apoyan en los valores que ofrecen las riquezas. «Bueno, sí, pobres de espíritu, pero también de dinero, pobres de verdad», comenta Clemente de Alejandría. Jesús propone una opción por la pobreza como puerta de entrada al Reino (cf episodio del joven rico). Invita a elegir la condición de pobre y a solidarizarse con los pobres para poder seguirlo en el Reino. Esto conlleva la opción contra la riqueza como valor, pues nadie puede servir a dos señores. Quienes «eligen ser pobres» tienen ya a Dios por Rey y no han de temer los efectos negativos de la pobreza: carencia de medios necesarios de subsistencia, dependencia, inseguridad. Ellos han renunciado a amontonar y a retener riquezas y al rango y dominio que ellas traen. Su opción es para buscar ante todo el Reino y su justicia, libres de toda complicidad con la injusticia, que nace de acumulación de riquezas, de la búsqueda del prestigio social y del poder sobre los demás. Eligen ser pobres con la pobreza evangélica para erradicar la inhumana miseria. Esta primera bienaventuranza es una invitación a todos: ricos y pobres. No se puede entrar al Reino sin el vestido propio. Es necesaria esta metanoia propuesta por Jesús. ¿Qué significa «elegir ser pobres»? Se explica en cuatro perícopas (6, 19-34): - Renuncia a amontonar riquezas - Generosidad y disposición a compartir (esplendidez) - Opción contra el dinero: nadie puede servir a dos señores - No andar preocupados por la vida: poner la confianza en el Padre En la medida en que nace y crece esta comunidad de pobres evangélicos, se va creando un espacio para eliminar la injusticia; para que los que sufren sean consolados, los sometidos posean la tierra, los hambrientos de justicia sean saciados. - Los que sufren (los que lloran, los que están tristes): el verbo griego denota un dolor profundo. El texto se inspira en Is 61, 1-2: consolar a los afligidos, los cautivos y prisioneros, es misión confiada por el Espíritu al profeta-mesías. Y aquí se trata de la opresión de Israel y de la promesa del Señor de sacar a su pueblo de la aflicción, del luto y del abatimiento. - Los sometidos (los mansos): el texto de esta bienaventuranza reproduce casi literalmente el Salmo 37, 11: «los humildes heredarán la tierra y disfrutarán de completa paz». Son aquellos que por la codicia de los malvados han perdido sus tierras y tienen que vivir sometidos a quienes los han despojado. El salmo trata de calmar a las víctimas del despojo: «no te exasperes por el que triunfa empleando la intriga: cohíbe la ira, reprime el coraje… los que esperan en el Señor poseerán la tierra». Jesús promete “la tierra” (no ya 'un terreno' como en el salmo), sino la plena restitución de la libertad e independencia. - Los que tienen hambre y sed de justicia: condensa las dos anteriores. Expresa el anhelo vehemente de algo indispensable para la vida. La justicia deseada es verse libre de la situación que padecen los que sufren y los mansos. En la alternativa propuesta por Jesús, no quedará rastro de injusticia. - Los misericordiosos: no se habla de un mero sentimiento, sino de obras en ayuda de los necesitados, como en Mt 25, 31ss. No tener miedo de ayudar: Dios compensará a quienes se portan así. - Los limpios de corazón: recuerda el Salmo 24, 4, donde el «limpio de corazón» se encuentra en paralelo con «el de manos inocentes». Es el que no abriga malas intenciones contra su prójimo. Las manos inocentes indican la conducta irreprochable. El corazón limpio, la disposición interior habitual, de la que brotan las acciones («lo que viene del corazón es lo que mancha al hombre», Mt 15, 18). Corresponde a la sencillez de la paloma y se traduce en transparencia y sinceridad de conducta. La persona de corazón limpio crea en torno a ella una relación de confianza mutua. No hay miedo de que esa persona traicione, ni ponga una zancadilla o tenga un propósito oculto de explotación de su prójimo. Los limpios de corazón «verán a Dios» desde este mundo. Tendrán una experiencia constante de Dios. Lo que hace limpio ante Dios no es la pureza ritual o legal, sino la buena disposición hacia el prójimo, como Josías, «el más recto de los reyes de Judá», de quien habla Jeremías a su hijo Joaquín: «tu padre... practicó la justicia y el derecho; hizo justicia a pobres e indigentes, y eso sí que es conocerme -oráculo del Señor» (Jer 21, 16). Esta “sintonía” con el Dios de los pequeños es lo que da acceso a él. - Los que trabajan por la paz: la paz tiene el sentido de prosperidad, tranquilidad, justicia y felicidad. Resume las bendiciones del Reino. Esta bienaventuranza recoge las dos anteriores: en una comunidad donde todos están dispuestos a prestar ayuda y nadie tiene malas intenciones contra los demás, se realiza plenamente la justicia que funda la paz verdadera y la felicidad del hombre individual y socialmente considerado. A los que trabajan por la felicidad de los demás, Dios los llama y los reconoce como hijos suyos, pues hijo es el que se parece al padre. Y lo que hace el Padre es buscar la vida y la felicidad de todos los hombres. - Los que viven perseguidos: esta última bienaventuranza completa la primera: los que eligen ser pobres. Expone una situación permanente en la que viven los que han hecho opción contra el dinero. Una sociedad construida sobre la codicia de riqueza, la seducción del prestigio y la ambición de poder, no puede tolerar la existencia de grupos cuyo modo de vivir contesta sus valores. Por eso, consecuencia inevitable de la opción por el Reino y su justicia es la persecución, el desprestigio, aun la muerte. Pero esto no es un fracaso, sino el signo de la autenticidad de la opción. Y debe ser fuente de alegría, en medio de las dificultades. Jesús se extiende en esta bienaventuranza, directamente para sus discípulos: «Dichosos ustedes cuando los insulten, persigan y calumnien de cualquier modo por causa mía. Estén alegres y contentos». La fidelidad a Jesús y a su proyecto despierta la hostilidad, que se manifiesta de diversas maneras; pero no hay que desanimarse o deprimirse: su conducta está causando impacto, está siendo levadura del Reino. El que la primera y la octava bienaventuranzas tengan la promesa en presente, y las demás en futuro, indica que las promesas de futuro son efecto de la opción de hoy por la pobreza y de la fidelidad a ella. Se distinguen dos planos: el del grupo que adhiere a Jesús y da el paso cumpliendo la opción propuesta por él; y el efecto de esto en la humanidad. La existencia del grupo que opta radicalmente contra los valores de la sociedad provoca una liberación progresiva de los oprimidos y va creando una convivencia nueva. La obra liberadora de Jesús con la humanidad está vinculada a la existencia del grupo humano que renuncia a la idolatría del dinero y crea el ámbito para el reinado de Dios. Dios va derramando su torrente de amor, pero ese amor será eficaz solo si nosotros lo difundimos hacia los demás. Los discípulos son los garantes de la alianza (sal de la tierra, que asegura la incorruptibilidad)...son la comunidad de los que han elegido ser pobres (5, 3), se mantienen fieles a ese compromiso (5, 10), ejercen las obras propias de los hijos de Dios (5, 7-9) y dan así ocasión a la liberación de la humanidad (5, 4-6). Es la presencia del reinado de Dios en la tierra. FUENTES DE ORACION PARA LA SEMANA Textos bíblicos Mt 1l, 25-30: Jesús se alegra y bendice al Padre porque ha revelado esas cosas a la gente sencilla; aprendan de mí, que soy sencillo y humilde Lc 12, 4-12: no les tengan miedo a los que matan el cuerpo 12-21: parábola del rico necio que quiere construir más amplios graneros Mt 25:31ss.: obras de misericordia» con los hermanos más pequeños de Jesús 1 Ti 6, 1-10: los que quieren hacerse ricos caen en tentaciones y afanes insensatos Otras lecturas Homilía del P. General en la Basílica de San Pedro (15/10/83) sobre las Bienaventuranzas. Ver texto en los Documentos de la CG 33 Homilía del P. General a los jesuitas en Rio de Janeiro y Caracas (8 y 12/10/84) sobre la Eucaristía y la Bienaventuranza de la pobreza. Ver Anexo No. 8 SUGERENCIA PARA DISTRIBUIR LA SEMANA 1) Lectio divina sobre el sermón de la montaña, usando los puntos del texto (EE 278). Recordemos que San Ignacio selecciona únicamente el capítulo 5, 1-48 de Mateo: las bienaventuranzas y la antítesis sobre la interpretación de la ley. La «lectio divina» consiste en escuchar y saborear la Palabra de Dios en una lectura pausada. Dios nos abre su corazón y nos invita a escudriñarlo y conocerlo. Los elementos de la lectio divina son: la lectio: primer paso del proceso de apropiación de la Palabra: leerla, conocerla, situarla; la meditatio: rumiar, dialogar, actualizar: ¿qué me dice a mí hoy?; la contemplatio: sentir y gustar internamente, saborear; y la oratio: suplicar, alabar, agradecer... coloquio ignaciano 2) Lectio divina sobre los capítulos 6 y 7 de Mateo: continúa el sermón de la montaña 3) Contemplación sobre las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-12) 4) Repetición sobre las Bienaventuranzas con el resumen del texto de J. Mateos y F. Camacho 5) Repetición sobre las Bienaventuranzas con la homilía del P. General en la Basílica de San Pedro 6) Meditación con la homilía del P. General en Rio de Janeiro y Caracas (Anexo No. 8).