PODER Y JU S T IC IA EN CATORCE (1779-1805) D a v i d A. B r a d i n g UNIVERSIDAD DE CAMBRIDGE E studios recientes han demostrado que por períodos extensos durante los trescientos años de dominio i i H H español en América, los criollos dominaron institu­ ciones enteras y regiones particulares. Si la pax hispánico duró tanto tiempo fue debido a que en cada provincia y distrito del imperio exisitieron poderosas élites que dominaron la vida económica y di­ rigieron las instituciones civiles que regían los intercambios cotidia­ nos de la sociedad. El autogobierno fue el principio que guió a la sociedad hispánica. Más aún, aunque la “revolución en el gobierno” de los Borbones logró crear un nuevo Estado, los oficiales de ese Es­ tado tuvieron que congraciarse con las élites locales, especialmente si eran peninsulares. En cualquier caso José de Gálvez, el ministro responsable de implantar las reformas, no consiguió desplazar a la magistratura veterana de sus atrincheradas posiciones en las audien­ cias. De ello resultó que en más de una ocasión los oidores criollos entrados en años sabotearan secciones enteras de su programa. Igualmente importantes fueron la organización de extensas fuerzas milicianas y la formación de corporaciones de mineros, a las cuales acompañó la concesión de fueros militares y mineros. El resultado fue el establecimiento de jurisdicciones privadas que afectaban am­ plias áreas de la vida social y económica. El Estado borbónico cier­ tamente reforzó su autoridad mediante la creación de una burocra­ cia fiscal y de ejércitos regulares en todo el imperio, así como un aparato coercitivo de administración encabezado por intendentes y virreyes. Sin embargo delegó asimismo extensos poderes en las éli­ tes locales, las cuales encabezaron las fuerzas militares y dominaron las corporaciones de minería.1 Los notables estudios de Bernard Lavallé, Antonio Rubial y Juan Marchena han mostrado que para entender el equilibrio de po­ der, la influencia en la sociedad colonial así como los cambios forja­ dos en ese equilibrio a lo largo de los tres siglos de dominación es­ 1 D. A. Brading,M inersandM erchatits iti Bourbon México 1763-1810. (Cambridge, 1971) pp. 33-94, 329-339. pañola, es necesario emplear la historia narrativa.2Pero delinear me­ ramente la estructura no es suficiente. El problema es que no hubo un foro central en que concurrieran las luchas inevitables por el poder. Por lo tanto, es virtualmente imposible construir una narrati­ va única y coherente. En contraste, estamos confrontados a cientos de pequeñas historias, muchas de las cuales fueron incitadas por ambiciones e intrigas personales. Se requiere mucho tacto para dis­ cernir, de entre los enredados relatos de acusaciones partidarias y de venganzas perdurables, las pautas características de comportamien­ to perfiladas por los poderes ejercidos respectivamente por la buro­ cracia y las élites coloniales, además de los papeles jugados por crio­ llos y gachupines dentro del Estado y la sociedad. Es, pues, sólo a través de ese tipo de narraciones que podremos captar el secreto de por qué duró tres siglos el imperio de España en el Nuevo Mundo. Mediante una contribución de este género, me he propuesto aquí: a) relatar la historia de una disputa entre un alcalde mayor penin­ sular y un acaudalado minero criollo; b) comentar brevemente en torno a la milicia provincial y al nombramiento de un intendente, y c) mostrar cómo la concesión de jurisdicción a las diputaciones de minería promovió la política partidista. El material en que se apoyan estos relatos procede de varios archivos y se refiere a Catorce y a San Luis Potosí. II En marzo de 1779 el virrey María Antonio de Bucareli y Ursúa infor­ mó a Madrid que un “negrito amulatado” llamado Ventura Ruiz había descubierto ricos depósitos de plata en las montañas conoci­ 2 Bernard Laval lé, E l mercader y el marqués: las luchas de p o d er en el Cuzco (1700- 1730), Lima, 1988; Bernard Lavallé, Las promesas ambiguas: criollismo colonial en los Andes, Lima, 1993; Antonio Rubial García, Una monarquía criolla: la provincia agusti­ no de México en el siglo X V I I , México, 1990; Guillermo Lohmann Villena, Los ministros de la audiencia de L im a (1700-1821), Sevilla, 1974; Mark S. Burkholder y D.S. Chandler, From Impotence to Authority: the Spanish Crown a n d the American Audiencias 1687-1808, Colombia, Miss., 1977; Juan Marchena Fernández, Oficiales y soldados en el ejército de América, Sevilla, 1983. das como Nuestra Señora de los Álamos, una cordillera situada cerca de 241 kms al noroeste de la ciudad de San Luis Potosí.3 Nuevas pesquisas revelaron que una veta de gran calidad en la Cañada de los Catorce había sido reportada en 1778 por Bernardo Zepeda, oriundo de Veracruz, quien había pasado los seis años anteriores ex­ plorando con la esperanza de “descubrir nuevas vetas que se costea­ sen con la baja del precio del azogue”, una referencia a la reducción por mitad del precio de ese vital ingrediente para el proceso de amalgamación introducido por Gálvez en dos fases, en 1767 y en 1776. En calidad de criado del conde de Guadalupe del Peñasco, rico minero de la plata, había financiado las exploraciones de Zepe­ da Antonio Sánchez, el principal mercader de San Luis Potosí. Cuando las noticias del descubrimiento se hicieron del conocimien­ to público, Catorce empezó a atraer a miles de excitados explorado­ res, “la innumerable multitud de mineros, gente bárbara y por lo co­ mún sin otra patria que la de los reales donde suena bonanza”.4 Con los primeros rendimientos de una veta que daba 30 marcos de plata por carga, el sitio se convirtió en un imán para todos los aventureros norteños. Favorecía su afluencia “la viciosa conducta y desarreglada prodigalidad del negro Juan Ventura Ruiz, que puede decirse haber hecho comunes a todo género de gentes los preciosos frutos de su mina nombrada el Señor de los Milagros”. En efecto, Ruiz, a quien se describía como un hombre “perdido, incivil y vicioso”, se hundió en el estupor del alcohol y muy pronto se le tuvo que auxiliar.5 Alarmado por estos informes, Bucareli comisionó al alcalde ma­ yor de Charcas en cuyo territorio se localizaba Catorce, así como al tesorero de la caja real de San Luis Potosí, para que visitaran aquel campamento e implantaran en él alguna medida de gobierno dada la tropelía entre los mineros, que regularan el abasto de mercurio y el pago de la décima real recaudada sobre toda la producción de ’ Sobre el descubrimiento de Catorce, véase Octaviarlo Cabrera Ipiña, E l real de Catorce, México, 1970, pp. 1-36. 4 Archivo General de Indias (en adelante AGI), México 1730, Bucareli a Gálvez, 27 de marzo de 1779. 5 AGI, México 1423, Sedaño a Matías Gálvez, junio de 1782. plata. Con unas 200 minas registradas al cabo de los primeros meses, estos oficiales convinieron en establecer cuatro soldados regulares y un destacamento de 50 milicianos de la legión de San Carlos que se estacionarían en el poblado a fin de imponer un cierto orden. Que tan rica era la veta de Catorce queda ilustrado por el hecho de que José Manuel Flores, el sacerdote propietario de la mina del Santo Cristo de Zavala, produjo 3 ]l¿ millones de pesos en los años 17811783.6 Pero como la Corona nunca estableció una caja real en Ca­ torce, la información sobre la producción total debe recabarse en las cuentas de la caja de San Luis Potosí. Es esta una laboriosa encues­ ta, pues los mineros de otros minerales de la región también paga­ ban su plata en esa oficina.7 Una indicación de los rendimientos pri­ mitivos fue proporcionada a través de las siguientes estimaciones: 1779 1780 1781 169 007 marcos 181 767 marcos 273 144 marcos 1782 1783 1784 295 522 marcos 368 187 marcos 372 000 marcos No obstante, la ausencia de cualquier manantial abundante cer­ ca de Catorce significaba que el mineral se refinaba con frecuencia a cierta distancia del sitio, buena parte en Matehuala y otra aun en Sierra de Pinos. Con el fin de obtener efectivo para sus operaciones, los mineros fundían mineral de alto rendimiento y empleaban el pro­ ceso de caso, una amalgamación acelerada por fuego. En minerales de mediano rendimiento el residuo se enviaba a una mayor refina­ ción mediante el dilatado proceso de amalgamación llamado patio. Pero aun con plata en las manos, el amonedamiento sólo podía ob­ tenerse a un descuento considerable, pues las barras de plata debían primero depositarse en la real caja de San Luis Potosí para ensaye e impuestos reales, y más tarde enviarse a México para la acuñación. Podía tomar hasta seis meses a un minero recibir moneda por su pla- 6 H.G. Ward, México in 1827, 2 vols. (London, 1828) II, 494-6. Ward visitó Catorce y proporcionó una excelente descripción de las minas. 7 Archivo General de la Nación (en adelante de San Luis Potosí, 24 de enero de 1785. ac; n ), M inería 110, oficiales reales ta. En la práctica virtualmente todos los mineros vendían su plata en barra a los comerciantes aviadores residentes en San Luis Potosí y en Sierra de Pinos.8 En los primeros años de 1790, sin embargo, sobrevino un cierto alivio cuando la Corona estableció fondos revolventes en cada real caja conocidos como bancos de rescate, los cuales compraban toda la plata al tiempo de registrarse para la recaudación de impuestos.9 Tras la muerte de Bucareli, la audiencia gobernadora nombró un comisionado en abril de 1779 para promover en Catorce el estable­ cimiento de un bien regulado real de minas, un nombramiento enérgicamente urgido por el recién establecido Tribunal de Mine­ ría. Se declaró que a este comisionado “pertenece privativamente el conocimiento en todo lo gubernativo, político, económico y conten­ cioso, que directa e indirectamente conduzca a la población, esta­ blecimiento y beneficio de las minas, quedando sólo a la jurisdic­ ción y justicia ordinaria, lo que absolutamente no tenga conexión con el mineral”.10 Al protestar la audiencia de Guadalajara por esta invasión de su territorio, pues Catorce estaba comprendido dentro de los límites de su jurisdicción, el tribunal de México replicó abruptamente que su regente buscaba “extinguir la subordinación de aquel gobierno a este Superior y a la Superintendencia General de Real Hacienda”. Para ilustrar los poderes que el virrey ejercía so­ bre la industria minera en calidad de superintendente subdelegado, el tribunal citó la decisión del virrey conde de Revillagigedo de nom­ brar, en 1754, un corregidor para administrar el recién establecido real de Bolaños, un mineral situado en la Nueva Galicia. Al nombrar un comisionado para Catorce, la audiencia además eximía al mine­ ral del pago de alcabalas sobre cualquier equipo y materiales reque­ ridos en las minas durante cuatro años. Más aún, se ordenó al comi­ HPara el m étodo de caso véase Ward, México in 1827, II, 512-15. Para problemas de efectivo ver AGI, México 2811, la diputación de Catorce a Revillagigedo, 14 de mayo de 1790. 9 María Pilar Mariscal Romero, Los bancos de rescate de p la ta , Sevilla, 1964, p. 19. 10 AGI, México 1131, carta de la audiencia de 27 de agosto de 1779. Para los tér­ minos del nombramiento ver AGI, México 1423, decreto del 30 de abril de 1779. sionado escoger un guardia para entender en los asuntos de Ventura Ruiz, quien era para entonces un ebrio consuetudinario. Lo que controvertió este nombramiento fue que el comisionado era un minero principal en Catorce, un hombre con extensas relacio­ nes sociales en San Luis Potosí y la ciudad de México, era además teniente coronel de la legión miliciana de San Carlos. En efecto, Sil­ vestre López Portillo descendía de conquistadores de la Nueva Es­ paña. Su padre, Francisco López Portillo, oriundo de Guadalajara, había servido como oidor en las audiencias de Guatemala y México. El mismo, aunque nacido en Guatemala, había sido educado en el colegio jesuita de San Ildefonso y había calificado como abogado en el colegio de Todos Santos. Entre su extensa familia se contaban un franciscano con fama de santo que terminó sus días como obispo de Comayagua, así como un erudito, su tío adoptivo el Dr. Antonio López Portillo y Galindo, canónigo de la catedral de México expul­ sado de la Nueva España por su oposición a Gálvez y a la expulsión de los jesuítas. Murió siendo canónigo en Valencia.11 Su hermano je­ suita, Atanasio López Portillo, sufrió el exilio común en Italia y un primo lejano, José Francisco López Portillo, cura de Mazatlán, había sido desterrado a España y detenido allí más de dos años, también acusado de haber resisitido a la expulsión antes de ser exonerado y devuelto a México a expensas de la Corona.12 Silvestre mismo había colaborado activamente con Gálvez al reprimir la rebelión provoca­ da por la expulsión de jesuítas en San Luis Potosí. En 1762 casó con Antonia Luisa de Luna y Mora, sobrina del futuro conde de Guada­ lupe del Peñasco, don Francisco de Mora y Luna, el principal mi- 11 Para la familia L ó p ez Portillo véase Guillermo Lohmann Villena, Los america­ nos en las órdenes nobiliarias (1529-1900). 2 vols., Madrid, 1947,11, 372-3; Félix Osores, N oticias biobibliográficas de alumnos distinguidos del colegio de San Pedro, San Pablo y San Ildefonso de México, edición facsimilar de Genaro García, 1908. Biblioteca Porríia vol. 60, México, 1975, pp. 796-801. Mark Burkholder y D.S. Chandler, B io­ graphical Dictionary o f Audiencia M inisters in the Americas 1687-1821, Westport, Conn. 1982, p. 185. 12 AGI, México 1885, José Francisco López Portillo, solicitud de canonjía, sep­ tiembre de 1793. ñero del real de Guadalcázar, quien había movilizado a los vaqueros de sus haciendas para combatir a los rebeldes.13 El visitador elogió en lo general a Mora, “a quien enteramente se le debe la mayor par­ te de la restauración de esta ciudad y aprehensión de reos [...] arries­ gando su vida a abandono de su casa y familia por ser vecino del real y minas de Guadalcázar”.14 Por estos servicios Mora fue elevado a la nobleza y se le nombró coronel de la legión de San Carlos, un cuer­ po extenso que comprendía 46 compañías de milicias. Se dejó a Mora la distribución de las filas y el reclutamiento de quienes él quisiera, con el resultado de que el cabildo civil de San Luis Potosí se quejó más tarde, “de modo que son casi más los milicianos que los paisanos” en la ciudad.15 Silvestre López Portillo figuraba como teniente coronel en esta fuerza, lo cual quería decir que como comi­ sionado en Catorce podía siempre movilizar, si era necesario, un destacamento de soldados de San Carlos, hombres posiblemente reclutados en las extensas propiedades de su tío. El nombramiento de López Portillo como comisionado, sin em ­ bargo, no derivó tan sólo de su posición local. También se debió a su amistad con Joaquín Velázquez de León, con quien había estudiado en el colegio. Velázquez de León era un erudito destacado que llegó a ser primer director general del tribunal de Minería tras su estable­ cimiento en 1776, y quien desde esa posición fue en gran parte res­ ponsable de elaborar el nuevo código de minería de 1783.16 Fue asi­ mismo Velázquez de León quien había señalado a la audiencia la necesidad de nombrar un comisionado para Catorce, y quien obvia­ mente propuso a López Portillo como el candidato idóneo. Su par­ cialidad fue todavía más patente cuando el banco de finanzas del Tribunal de Minería proporcionó a López Portillo 25 000 pesos para 11 Ricardo Ortega y Pérez Gallardo, H istoria genealógica de las fam ilias más an ti guas de México, 3 vols, México, 1908-10, II, “Condado de Guadalupe del Peñasco1’ paginación discontinua; AG N, Vínculos 62-2. 14 AGI, México 1365, Croix a la Corona, 28 de julio de 1767. 15 AGI, México 1419, el ayuntamiento de San Luis Potosí, 6 de julio de 1772. K’Véase la introducción de Roberto Moreno, Joaquín Velázquez de León y sus tra ­ bajos científicos sobre el valle de México 1773-1775, México, 1977. invertir en sus minas y más tarde le pagó una gratificación de 4 000 pesos por su servicio como comisionado en Catorce.17 Más aún, hay que destacar que su nombramiento fue hecho no por el virrey sino por la audiencia, un cuerpo aún dominado por oidores criollos, antiguos colegas de su padre. El decreto fue firmado por el regente catalán Francisco Roma Rossel y, en orden de escalafón, por Anto­ nio de Villaurrutia (criollo), Diego Antonio Fernández de Madrid (criollo), Francisco Javier Gamboa (criollo), Francisco Gómez Algarín (peninsular), Ruperto Vicente de Luyando (peninsular), y Bal­ tasar Ladrón de Guevara (criollo).18 Al tomar posesión de su co­ misión, López Portillo quiso primero cambiar la localización de Catorce y trasladarlo a la boca del alto cañón donde se situaba. Cuando esta iniciativa fracasó, pasó rápidamente a regularizar el asentamiento, distribuyó lotes para que los vecinos construyeran sus moradas y dispuso una plaza principal con sitio para iglesia y mer­ cado. Levantó un hospital improvisado y vio por la recaudación de impuestos reales como el del tabaco, así como por la distribución del mercurio y la pólvora. Emplazó un flujo de agua en el río Jordán para los molinos de refinación y aseguró el abasto de comestibles. Propietario él mismo de la Valenciana, una de las minas principales, López Portillo pugnó por el establecimiento en Catorce de un co­ rregimiento independiente que elevara el mineral al mismo rango que el de Bolaños. En todo ello, declaró más tarde, “mi objeto en la comisión era el honor y mérito de adelantar aquellos pueblos a semejanza de otros que formaron mis antepasados conquistadores de este reyno”.19 Pero López Portillo llegó pronto a exceder sus poderes y se entrometió en asuntos que rebasaban la minería al nombrar alcaldes de barrio para preservar el orden en el revuelto poblado. Peor aún, 17 Walter Howe, The Mining G uild o f New Spain a n d its Tribunal General 17701821, Cambridge, Mass., 1949, pp. 136-55. 18 Para estos oidores véase Burkholder y Chandler, Biographical Dictionary, pp. 299-300, 360-361, 116-117,130-131, 139, 191-192, 174-175. 19 Cabrera Ipiña, Catorce, pp. 31-34; AGI, México 1871, Lóp ez Portillo a Gálvez, 31 de enero de 1784. se peleó con el teniente de justicia nombrado por el alcalde mayor de Charcas y llegó al extremo de ordenar a los soldados de la legión de San Carlos que arrestaran al hombre. Fue su utilización de las milicias lo que provocó las quejas, no sólo del alcalde mayor, sino también de ciudadanos prominentes. El resultado fue que en febre­ ro de 1782 el virrey ordenó al contador de la real hacienda en Za­ catecas, Juan de Aranda, visitar Catorce y evaluar la situación. En su informe elogiaba la energía con la que López Portillo había trabaja­ do para establecer el mineral. Pero también comentó que era impo­ sible en la práctica determinar los límites de su autoridad como co­ misionado, especialmente en lo tocante a la jurisdicción del alcalde mayor. Ciertamente concluyó que López Portillo ejercía poderes virtualmente absolutos, ya que “el vecindario ignorante no conocía más cabeza que la de Portillo, obedeciéndole o por temor o por con­ siderarle absoluto en su mando”. A la luz de las quejas de mineros y comerciantes, persuadió al comisionado a renunciar a su cargo sin más apelación ni indagación.20 Fue por eso que hasta junio de 1782 Tiburcio Sedaño, alcalde mayor de Charcas desde 1779, por fin ejerció autoridad efectiva en Catorce. Castellano formado en las Universidades de Osma y Valladolid, Sedaño había llegado a México como oficial en el secretaria­ do de Gálvez y había tomado parte en la clausura del colegio jesuita de Pátzcuaro, así como en los subsecuentes procesos contra los rebeldes locales. Más tarde confesaría que sólo “el gran menoscabo de dichos mis padres en sus cortas facultades por esta causa, fue la única de consentirme después en sacrificarme a la suerte que inopi­ nadamente me condujo a este reino” .21 Con un obvio sentido de en­ tusiasmo tomó posesión en Catorce, informó al virrey que ya había unas 2 300 minas registradas y que algunos tiros alcanzaban 90 y hasta 180 metros de profundidad. Estimaba que la población llega­ ba a los 20 000 habitantes y que así proporcionaba un mercado invaluable para las haciendas de la provincia circundante, ya que 20 AGI, México 1423, Juan de Aranda, 18 de febrero de 1782. AGI, México 1417, Lóp ez Portillo a Mayorga, 21 de febrero de 1781. 21 AGI, México 1721, petición de Sedaño, 1773. “sola la minería es capaz de atraer a esa jurisdicción gente que la pueble”. En esa situación, la frontera hacia el norte estaba total­ mente desprotegida, de tal manera que los ingleses podían invadir sin enfrentar obstáculos y ciertamente los indios podían aún incursionar y atacar tan al sur como San Miguel el Grande. La legión de San Carlos era “un cuerpo franco y sin disciplina alguna, acaso más perjudicial que provechoso al estado y a la recta administración de justicia”. El más grande problema para Catorce era la falta de un flu­ jo constante de agua, ya que aunque algunos molinos de refinación habían sido construidos a la orilla del río Jordán, debían suspender sus operaciones durante la temporada de secas. Debido al terreno inhóspito y aislado del mineral, la mayoría de los principales mi­ neros preferían vivir en el cercano pueblo de Matehuala. Fue por esta razón que Sedaño propuso el establecimiento de una real caja en esta última, así como la instalación de un destacamento de solda­ dos regulares con el fin de hacer del pueblo una capital provincial.22 En Catorce mismo Sedaño intentó limpiar el mineral, removió las chozas, puso fin al juego y pidió a los ciudadanos construir de he­ cho casas en los lotes asignados para ese efecto. También intentó poner fin a “las continuas muertes violentas y comiendas de san­ gre”. Para costear estas mejoras impuso una serie de gravámenes so­ bre los productos que ingresaran en el pueblo, por ejemplo 5 rea­ les sobre cada cabeza de ganado, 2 '/z reales sobre los borregos y 1 '/z sobre las cabras. También recaudó 2 reales por semana de todas las tiendas de comerciantes y de todos los puestos del mercado. Todo ello contrastó desfavorablemente con López Portillo, quien tan sólo había cobrado un real de cada fanega de maíz y un real por carga de azúcar, derechos que Sedaño retenía. A pesar de sus esfuerzos, el al­ calde mayor fue más tarde acusado de fracasar en el mantenimien­ to de la ley y del orden, y de sacar provecho de la asignación de lotes y de la venta de madera de una manera corrupta.23 Como muchos alcaldes mayores de la época, parece que tenía su propia tienda. 22 AGI, México 1423, las cartas de Sedaño entre abril y agosto de 1782 contienen mucha información sobre Catorce. 2i AGI, México 1417, el conde de Gálvez a Gálvez, 26 de septiembre de 1785. Sea cual fuere la verdad de estas acusaciones, Sedaño pronto se halló implicado en un pleito con el conde de Guadalupe del Peñas­ co y con Silvestre López Portillo. Por lo que se refiere al conde, antagonizó con ese noble cuando embargó 600 vigas de madera re­ queridas para un molino de refinación bajo el pretexto de que se necesitaban para construir una cárcel. Pero las cosas se caldearon cuando sentenció un pleito entre el conde y José Manuel Flores, el presbítero dueño del Santo Cristo de la mina de Zavala, por enton­ ces en plena bonanza. Se acusó al conde de abrir un socavón en su mina de San Cayetano, cerca de los límites de la de Zavala, y de cor­ tar luego a través de las galerías para invadir y extraer de las vetas de la mina de Flores. Cuando Sedaño sentenció contra Peñasco, el ira­ cundo conde escribió cartas furiosas al virrey Matías de Gálvez y al ministro de las Indias José de Gálvez, en que acusaba a Sedaño de causarle pérdidas por más de 200 000 pesos. También invocó su fuero militar para así negar la jurisdicción del alcalde mayor.24 Al final, dos expertos en minería fueron llamados a Zacatecas a com­ probar los hechos del caso y en un informe irrecusable concluyeron que las galerías subterráneas del conde estaban desprovistas de mi­ neral y que habían sido cortadas sólo con el propósito de invadir la mina de Zavala.25 Todo esto llevó tiempo para dirimirse y no fue sino hasta 1786 que el conde fue oficialmente reprendido por haber efectuado falsas protestas contra Sedaño. Debe hacerse notar que López Portillo fue condenado por la diputación minera local en sep­ tiembre de 1784 por haber intentado robar una mina vecina.26 Para ese momento, sin embargo, Sedaño había sido obligado a dejar la ciudad de México temeroso, si no por su vida, ciertamente de ser encarcelado. La verdadera secuencia de los acontecimientos no es clara. El asunto empezó cuando el teniente de justicia de Sedaño, Gregorio Domínguez de Mendoza, arrestó a un oficial mili­ ciano por una ofensa no especificada. En desquite, López Portillo 24 Ward, México in ¡821, II, 4%-7; AGI, México 1417, el conde de G álvez a Gálvez, 26 de septiem bre de 1785. 25 A(»N, M inería 14-1, expertos de Zacatecas, 6 de octubre de 1783. 2,1 AGI, M inería 203-7, diputación de Catorce, 2 de septiembre de 1784. actuó como teniente coronel de la legión de San Carlos. Ordenó al comandante local de Catorce destruir la prisión de Sedaño, liberar a los prisioneros y tomar cautivo al teniente del magistrado. Cuando se quejó ante el virrey de la conducta de Portillo, Sedaño admitió que “el pueblo le amaba porque permitía todo lo prohibido, y a la plebe adoraba, porque es naturalmente inclinado a la gente ruin”.27 En la ciudad de México sus quejas fueron desatendidas, pues el tri­ bunal de minería, encabezado por Velázquez de León, se inclinó por Portillo y ciertamente persuadió a Matías de Gálvez a nombrar al alcalde mayor del Venado, José Antonio Troncoso, a intervenir en Catorce y a despojar a Sedaño del conocimiento en casos de mine­ ría. El infortunado magistrado exclamó: “Cuánto se aprende en estos ranchos que no se enseña en las universidades más célebres y famosas”.28 Para septiembre de 1784 Sedaño huyó a México por miedo de que Troncoso, un enemigo declarado y antiguo minero, le encarcelara. Fue en este momento que comentó: “Bien que Portillo sin esta ’protección [fuero militar] ni las estrechas relaciones de amistad, especialmente con los señores concolegas acomodados, tie­ ne bastante con la audacia e inconsideración que le son propios para emprender y porfiar cuanto se le antoja, con todo eso, y que por na­ turaleza es atrevido e insolente y por estudio e inclinación gran político y sectario de Mr. Voltaire” .29 En la ciudad de México Sedaño tuvo que esperar dos años hasta que el nuevo virrey, el joven conde de Gálvez, reabriera el caso en septiembre de 1786. Para entonces parecía claro que se habían hecho falsas acusaciones. Así que al año siguiente el fiscal aconsejó al virrey que Sedaño era completamente inocente de los cargos que le fueron imputados. Recomendó su reinstalación como alcalde de Charcas. El fiscal de la real hacienda, Juan Posada, condenó igual­ mente al conde de Peñasco y Portillo, pero luego comentó que Sedaño y Portillo “tienen ambos un genio libre, arbitrario y proyec­ 27 Este complejo caso puede seguirse en a g í, México 1423 y 1471. 2HAGN, M inería 78-6, Sedaño, 28 de febrero de 1783. 2V AGI, México 1153, Sedaño a Gálvez, 28 de febrero de 1784. tista”, pues uno había intentado hacer de Matehuala una gran ciu­ dad y el otro un corregimiento separado en Catorce.30 Pero Sedaño se rehusó a volver a Charcas exclamando: “Qué habría yo de hacer en manos de un hombre tan poderoso, declarado enemigo y perse­ guidor mío, y por su sagacidad tuvo el arte de obtener la inhibitoria ya revocada, de lanzarme del mineral, y la fortuna de no haber te­ nido yo aquí ante quien quejarme de la violencia intentada sobre arrestarme, al año cabal del atentado arresto de mi teniente” Pidió alguna compensación por el atraso de dos años en resolver el caso, súplica que admitió el fiscal, quien reconoció que “la larga persecu­ ción y crecidos costos que éste ha sufrido le tienen arruinado... su familia existe hoy en esta capital sufriendo escasez”.31 En julio de 1788 Sedaño solicitó en vano un puesto en la audiencia o como asesor legal de un intendente. Lo último que sabemos de él es del año 1790, cuando se le describió sirviendo como contador interino en el tribunal de cuentas, ante registros de impuestos acumulados y nunca examinados.32 Aunque Silvestre López Portillo haya triunfado sobre su enemi­ go gachupín, sus minas no prosperaron y su preeminencia en Cator­ ce pronto decayó. Ciertamente, en marzo de 1801 se vio precisado a pedir a la Corona asistencia en la renovación de la Valenciana, la cual para entonces requería de un socavón de 220 metros de profundi­ dad. En su favor invocó su membresía en la Real Sociedad Vascon­ gada y “en la de mi patria Guatemala” . Una vez más hizo alarde de su devoción a “la monarquía, por cuyo servicio trabajaron mis abue­ los conquistadores y encomenderos”. En Catorce no solamente es­ tableció el real de minas, también costeó un hospital para pobres y conjuntamente con Velázquez de León probó métodos de refi­ nación mejorados. A pesar de estas reivindicaciones, el tribunal de Minería se rehusó a apoyar su petición, sin duda influenciado por el 30 AGI, Méxtco 2241, decreto de exoneración, 16 de agosto de 1786. AGI, México 1153, Posada a Gálvez, 5 de junio de 1784. 31 AGI, México 1423, Sedaño, 2 de junio de 1786; Flores a Porlier, 25 de junio de 1788. 32 AGI, México 1539, Branciforte a Llaguno, 30 de septiem bre de 1794. préstamo de 20,000 pesos que el antiguo comisionado nunca había pagado.33 Eventualmente, López Portillo recibió el nombramiento de caballero de la orden de Carlos III y habría más tarde de invocar su rango al ponerse en duda su posesión de un oratorio privado y de un altar portátil.34 II En octubre de 1787 Bruno Díaz de Salcedo, antiguo contador en la real caja de Durango y oriundo de la provincia de Guadalajara en España, llegó a San Luis Potosí a tomar posesión como intendente. Sin embargo encontró que en la ciudad corrían rumores procedentes de México en el sentido de que el sistema de intendencias apenas establecido por José de Gálvez en 1786 terminaría en su fase primi­ tiva tras la muerte de ese todopoderoso ministro. Consecuentemen­ te, sólo se recibió a Salcedo con los honores de un simple alcalde mayor. Más aún, se encontró con que los magnates locales estaban tan acostumbrados a dominar la ciudad y su gobierno que “miraban con increíble odio a un magistrado que manifestaba imparcialidad y circunspección”, un hombre que por causa de su carácter austero y melancólico no se dejaba subordinar ni se prestaba a la intimidad con ellos. A pesar de esta oposición a sus “políticas providencias”, Diaz de Salcedo se dio a la mejora del abasto de agua, a limpiar y pa­ vimentar las calles y a reformar la administración del mercado de maíz y de las panaderías. También buscó crear empleos promovien­ do la manufactura de simples rebozos y ponchos, sólo para constatar que “no se hallan en estos ricos patriotismo ni espíritu para habili­ tar y fomentar a los pobres con adelantamiento de los caudales que empleasen en este importante objeto”. Igualmente importante, el intendente visitó las haciendas de su vasta provincia inspeccionan­ do los libros de contabilidad de los grandes latifundios, como para asegurarse de que en el futuro a todos los peones se les pagara en 33 AGN, M inería 16-6, petición del 27 de marzo de 1801. 34 Archivo Casa de Morelos, siglo XIX, noticias diversas 35, L ó p ez Portillo, 14 de septiem bre de 1805. Era “caballero pen sionado”. efectivo ahí donde requirieran de provisiones. Que asimismo se les pagara de contado lo que se les debía y que en los casos en que requirieran de telas y de otros artículos, se les dieran al costo. Quedó sorprendido ante la vastedad territorial de esas haciendas, especial­ mente de aquellas cuyos dueños no cultivaban. Al observar que con frecuencia se hacia trabajar a los arrendatarios hasta tres días o más sin recibir ninguna paga, concluyó que esos hombres eran poco menos que esclavos. Y por lo que hace a los hacendados “pueden llamarse enemigos del Estado... aunque sean poseedores por justos legítimos títulos, sólo tienen el dominio útil, porque el directo pertenece privativamente al Soberano”. Una doctrina que en térmi­ nos ingleses implica que la propiedad de la tierra en Nueva España se acercaba más al arrendamiento que a la propiedad absoluta, ya que la Corona poseía derechos reversivos.35 El resultado inevitable del distanciamiento de Díaz de Salcedo respecto de la élite local fue su denuncia ante la Corona. Se le acu­ saba de borracho, de magistrado corrupto, de comerciante clandes­ tino, de gobernador indolente y de adúltero. Tocó al virrey conde de Revillagigedo el joven informar, en 1793, que las pesquisas de los oficiales de real hacienda en San Luis Potosí revelaban que el inten­ dente bebía ciertamente en exceso, pero que nunca se le observó incapacidad alguna, que era insobornable al tratar casos de justicia y que vivía una vida de recato en compañía de su esposa ciega, con quien frecuentaba los sacramentos. Si había dejado de hacer todos los honores al recibir al obispo de Michoacán fue porque ese prela­ do había llegado sin avisar. Lo que no parecía muy claro era si el intendente tenía algún interés en la tienda de un tal Pedro Bulnes, ya que éste le visitaba con frecuencia. Todo esto llevó a Revillagi­ gedo a sugerir que Díaz de Salcedo podría estar apto para el retiro, pues “se me asegura que... es indolente y tímido en sus providen­ ■*5 British Library, Ms. Egerton 1801, Bruno Díaz de Salcedo, un largo informe escrito hacia 1792-1793. Véase también Angel Senosain, “Bruno Díaz de Salcedo, Vicente Barnabeu y Félix María Calleja y los comienzos del régimen de inten­ dentes en San Luis Potosí” . Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y E stadística, u x (1944) pp. 65-175. cias y de poca constancia en su ejecución”.36 Sin embargo nada se hizo y en 1797, sólo dos años antes de su muerte, el virrey marqués de Branciforte encomió “la actividad, integridad y pureza del referi­ do magistrado”.37 La discrepancia en estas opiniones virreinales se puede atribuir en parte al desacuerdo en torno al papel de la milicia provincial. En una ráfaga de reforma administrativa, Revillagigedo había disuelto muchas de estas fuerzas, incluida la legión de San Carlos, por inefi­ ciente y desordenada. En contraste, Branciforte revivió y amplió esos regimientos arreglándose con los magnates de provincia para costear los uniformes, armamento y caballos requeridos.38 Además, se alegó más tarde, percibió una buena gratificación al obtenerles los grados de coronel y teniente coronel, nombramientos que aparte del fuero militar llevaban aparejado el tratamiento de “vuestra señoría”, equiparable a los intendentes y oidores de las audiencias. En San Luis Potosí Díaz de Salcedo informó en 1795 que la élite local había respondido “con gusto y sin coerción” a la invitación a enlistarse en la milicia y que dos regimientos de caballería, el de San Carlos y el de San Luis, habían sido integrados. De ellos se reclutaba un pique­ te permanente de 40 soldados para patrullar la ciudad.39 De acuerdo con los informes hechos en 1798 -1800, el coronel de los regimien­ tos provinciales de dragones de San Luis Potosí era el segundo conde de Peñasco, a quien sin embargo se juzgaba por “tener un limitado talento que nada promete ni por él ni por sus otras circuns­ tancias”, sin capacidad alguna. En contraste, el coronel de San Carlos, Manuel Rincón Gallardo, dueño de la vasta hacienda de Ciénega de Mata en la provincia de Aguascalientes, era elogiado por haber equipado a 150 hombres y por mantener 50 caballos para su uso en sus tierras. Concluía el informe que “este jefe tiene amor al 36 Ibid., pp. 94-109. AGI, México 1973, Revillagigedo, 30 de junio de 1793. 37 AGI, México 1580, Branciforte a Varela, 30 de marzo de 1797. 38 Lyle Macalister, Thefuero m ilitar in New Spain 1764-1800 (Gainsville, Florida, 1957) pp. 64-71. María del Carmen Velázquez, E l estado de guerra en Nueva España 1760-1808. (México, 1950) pp. 172-82. 39 AGI, México 1887, Branciforte a Llaguno, 28 de febrero de 1795. servicio del Soberano y circunstancias que en todas ocasiones le ha­ rán útil”. Aun cuando ambos coroneles eran criollos, los dos tenien­ tes coroneles Angel Prieto de la Maza y Francisco Miguel de Aguirre eran gachupines, uno montañés y el otro vasco. Más aún, sorprende observar que de los 18 capitanes que sirvieron en estos regimientos, no menos de 15 eran de la Península, mientras que de los 23 tenientes 11 eran gachupines y 12 criollos.40 Cualquier hipó­ tesis en el sentido de que la formación de milicias provinciales reforzaba el poder de la élite criolla resulta no confirmada por estas cifras. En 1798 llegó a San Luis Potosí Félix Calleja, oriundo de Me­ dina del Campo en Castilla, nombrado coronel y comandante de la brigada local.41 Ingresó como cadete en 1772 y pronto se distinguió en combate activo antes de ser enviado a servir en Nueva España. En 1790 el virrey Revillagigedo le juzgo favorablemente como “un oficial de mucho talento e instrucción. Sirve de diez y ocho años y un mes a esta parte y se ha hallado en la expedición de Argel, de­ sembarcó en su playa el día 8 de julio de 75, en la de Menorca, sitio y rendición del Castillo de San Phelipe; en el de Gibraltar y en el ataque de las baterías flotantes a bordo de la nombrada La Pastora. Ha mandado una partida en persecución de contrabandistas y sido maestro de cadetes tres años y últimamente capitán de las com­ pañías de esta clase en el colegio militar del Puerto de Santa María. Se recomienda este oficial con preferencia a otros dos capitanes que tiene más antiguos, por su distinguido mérito y sobresaliente apli­ cación y por considerarse a los que proceden suficientemente pre­ miados”.42 En Nueva España desempeñó varias comisiones durante los años de 1790, al inspeccionar el estado de los militares a lo largo de las vastas fronteras del norte, así como en las costas. Cuando en 1801 solicitó a la Corona su promoción al grado de brigadier, el virrey 40 Archivo General de Simancas (en adelante AGS), Guerra M oderna 7274, 7276, informes de Calleja. 41 AGS, Guerra M oderna 7275. 42 AGS, Guerra M oderna 1199, Revillagigedo, 29 de septiembre de 1803. Félix Beranguer de Marquina apoyó calurosamente su solicitud al observar que “el coronel Félix Calleja y el teniente coronel Pedro de Alonso eran en mi opinión los dos únicos oficiales de graduación de quienes podría valerme en este reyno con seguridad en las oca­ siones difíciles que se presentasen por su inteligencia, actividad y talento”.43 Ciertamente, al morir Díaz de Salcedo en 1799, el virrey Miguel de Azanza sugirió que Calleja debería reemplazarlo y así reunir los cargos de comandante militar y de intendente, una com­ binación que ya se daba en Veracruz, Yucatán y Puebla.44 Nada resultó de esta propuesta y en 1802 un capitán de marina, Manuel de Ampudia, fue nombrado intendente de San Luis Potosí.45 Con Díaz de Salcedo también llegó su teniente legal y asesor, Vicente Bernabeu, originario de Valencia y doctor en derecho por la Universidad de esa misma ciudad. Ambos hombres pronto riñeron y Díaz acusó a Bernabeu de ignorar la ley y de buscar enriquecerse. Cuando el asesor fue acusado de corrupción, Revillagigedo obtuvo un informe de Felipe Cleere, el intendente de Zacatecas, quien en 1794 le informó que Bernabeu había alentado el juego en Catorce obteniendo en el negocio varias gratificaciones hasta por 9 000 pesos. Aun cuando recientemente moderara su conducta, siempre se le hallaba en el palenque y era en realidad más rico de lo que su salario hubiese permitido. Cleere confirmó asimismo la impresión de Díaz en el sentido de que el asesor no tenía “ninguna literatura, expedición ni práctica en asuntos judiciales”.46 Tras la muerte de Díaz de Salcedo en 1799, Vicente Bernabeu actuó como intendente interino, aunque Calleja codiciaba el puesto. Sea cualquiera la causa, la élite local acordó echarlo de San Luis Potosí. A la acusación anterior sobre aprovecharse del juego en Catorce, se añadió la de que poseía tierras fuera de la ciudad cuyo producto vendía y, además, que distribuía dinero para financiar la producción de maíz y de cebada, los cuales vendía en dos tiendas de Ai AGI, México 1465, Marquina, diciembre 1801. 44 AGI, México 1974, Azanza a Soler, 1799. 45 AGI, México 1610, Marquina a Soler, 26 de junio de 1802. 46 Senosain, Salcedo Bernabeu y Calleja, pp. 111-37. su propiedad. Por si fuera poco, chocó con Manuel Rincón Gallardo a causa del abasto de carne en la ciudad y riñó con Calleja sobre el alojamiento para dos compañías de dragones. La acusación consistía en que estaba involucrado en operaciones de contrabando que jus­ tificaban ciertas medidas en su contra. De hecho, el jefe de alca­ balas se rehusó a reconocer su jurisdicción a propósito de un pleito sobre pago de impuestos. Cuando buscó hacer valer su autoridad, llamó en su apoyo a Calleja y a sus tropas para intervenir, bajo el argumento de que Bernabeu era cómplice del contrabando. Al temer una captura en 1801, el asesor huyó a la ciudad de México para ser allí aprehendido por cargos emanados de San Luis Potosí, acusaciones firmadas por Calleja y una larga lista de ciudadanos de renombre entre quienes figuraba principalmente Silvestre López Portillo.47 En su defensa, Bernabeu denunció a Calleja: “la prepotencia que éste ha querido ostentar en aquellos países y el deseo de domi­ nar a todos los que los habitan, han sido los crueles resortes de la persecución y de los estragos que lamenta inaudito hasta ahora el suplicante”. Un aliado del coronel era Manuel Díaz, un abogado local que actuaba en nombre de Manuel Rincón Gallardo. Pero el indignado asesor también se quejaba de que “el teniente coronel Silvestre López Portillo aborrecía naturalmente a todo gachupín, con particularidad los empleados en el servicio del Rey”.48 En el caso judicial del contrabando, era Portillo el abogado que había pre­ parado los falsos alegatos en su contra, una actitud que hizo excla­ mar a Bernabeu: “Qué compasión que un señor letrado viejo, que pasa el día contando cuentas del rosario y que procura edificar en la iglesia con su buen ejemplo, haya incurrido en la fealdad de proce­ sarse por su mano de falso y calumniador, agraviando y desdorando tantas preciosas insignias”.49 El que las palabras de Bernabé se jus­ tificaran quedó demostrado cuando en julio de 1802 la junta supe­ rior de real hacienda le exoneró de toda acusación lanzada en su 47 AGI, México 1618, Iturrigaray a Soler, 26 de septiembre de 1803. 48 AGI, México 2378, petición de Bernabeu. 4<' AGN, Intendencias 67. Aquí se halla un largo relato del caso. contra, y además envió cartas de reprensión a los involucrados, en particular a López Portillo. Pero a pesar de estas protestas, Bernabeu fue nombrado lugarteniente en la intendencia de Guadalajara.50 Como ya lo había demostrado el caso de Tiburcio Sedaño, si un ofi­ cial real reñía con la élite local, corría el riesgo de ser expulsado de su cargo. En contraste, Calleja consolidó su posición local al casar con Francisca de la Gándara, hija del alférez real de San Luis Potosí y coheredera de la vasta hacienda de Bledos. A través de su matri­ monio, se convirtió en cuñado de Manuel Rincón Gallardo, jefe de un extenso linaje que había tendido nexos matrimoniales con la familia Gándara durante varias generaciones.51 III En 1783 la Corona promulgó las nuevas ordenanzas de minería que conferían a las diputaciones de cada real de minas una extensa juris­ dicción sobre toda disputa en dicha industria. Mientras que hasta entonces el conocimiento de todos los casos de propiedad disputa­ da y de demarcación habían competido a las audiencias, en adelante serían dos diputados electos quienes pronunciarían sentencia en primera instancia en lo concerniente a derechos de propiedad. Aun­ que el nuevo código prescribía la constitución de nuevos tribunales de apelación, en 1793 éstos fueron reemplazados por el tribunal de minería de la ciudad de México, el cual de manera simultánea con su función directiva y representativa, también ejercía el poder como tribunal de apelación en última instancia.52 Consecuencia evidente de los nuevos poderes otorgados a las diputaciones era que las elec­ ciones constituían ahora la arena de un encarnizado conflicto par­ tidista atizado por pleitos sobre propiedades. Si los mineros acau­ 50 Senosain, Salcedo, Bernabeuy Calleja, pp. 171-3. AGI, México 1614, Marquina a Soler, 27 de diciembre de 1802. 51 Ortega y Pérez Gallardo, H istoria genealógica, I, “Marquesado de Guadalupe Gallardo”. Véase también Archivo Histórico de San Luis Potosí, Protocolos, 12 de noviembre de 1799, 10 de marzo de 1804. 52 Brading, Miners a n d Merchants, pp. 329-39. dalados no lograban asegurar la elección de sus agentes, se exponían a ver impugnados sus derechos de propiedad. A la inversa, los mi­ neros pobres creían que ahora tenían pocas posibilidades de desa­ gravio si vecinos poderosos invadían una sección de su veta. En Catorce aun los más ricos mineros se encontraban sometidos al insulto y al desafío en las turbulentas políticas de la diputación. De acuerdo con historias subsecuentes del campo de trabajo, durante el período 1778-1800 la producción en Catorce promedió cuatro millones de pesos al año. Entre las más notables bonanzas de los últimos años está la que gozó la mina de la Purísima, situada en la veta madre, la cual en los años 1788 a 1806 dio un promedio anual neto de 200 000 pesos, y esto a pesar de que la profundidad del so­ cavón principal fue interrumpida a los 411 metros. La Concepción también estaba en bonanza en los años de 1797 a 1806.53 Los dos principales propietarios de estas minas eran Ignacio de Obregón y Francisco Miguel de Aguirre, el uno criollo y el otro vasco. En una descripción de su carrera, Obregón reivindicaba con orgullo que po­ día “mirársele si no como el fundador, a lo menos como el fomenta­ dor del célebre Real nombrado de Catorce”. Nacido en Guanajuato era el hijo mayor, aunque ilegítimo, de Antonio de Obregón y Al­ cocer, el primer conde de Valenciana a quien había asistido en la gerencia del molino de refinación de Flores, el cual manejaba toda la parte del conde en la gran mina de San Cayetano de Valenciana. En 1785 dejó Guanajuato para ir a Catorce y eventualmente adqui­ rió 9 partes o acciones en la Purísima y 14 en la Concepción. Por la misma época estableció residencia en León, cerca de Guanajuato, donde llegó a regidor y sirvió como magistrado municipal. Fue en la misma zona donde adquirió la próspera hacienda de Cañada de Negros.54 Obviamente ansioso por obtener un título de distinción, en 1797 Obregón invirtió cerca de 33 000 pesos al reclutar y equipar Si Santiago Ramírez, Noticia histórica de la riqueza minera de México, México, 1884, pp. 566-567. Trinidad García, Los mineros mexicanos, México, 1895, pp. 192195. Ward, México en 1827, II, 488-495, 501-502. 54 ACíl, México 2246 cuenta con un extenso relato de los méritos de Obregón. México, 28 de enero de 1803. un regimiento provincial de dragones de la Nueva Galicia, por lo tanto obtuvo nombramiento como su primer coronel. Alguna indi­ cación de sus ganancias aparece en esta declaración de que en los años de 1788-1794 pagó 1 336 526 pesos de plata a la real caja de San Luis Potosí, de cuyo importe la Corona obtuvo 145 681 pesos en impuestos.55 El principal socio de Obregón, Francisco Miguel de Aguirre, sólo poseía tres acciones en la Purísima y seis en la Concepción, a pesar de su iniciativa de comprar primero estas minas cuando estu­ vieron abandonadas. Al igual que algunos otros vascos en el México del siglo x v i i i , Aguirre se hacía notar por su pericia técnica y, cierta­ mente, Obregón lo elogiaba al tenerlo por “el oráculo de este Real por su mucha habilidad y finísima práctica que ha hecho constante en todo género de obras y medidas concluidas con el mayor acier­ to”.56 De acuerdo con otro informe, Aguirre era el responsable de la sustancial mejoría del método de refinación de caso. El defecto fre­ cuente de esta rápida amalgama por fuego era que el caldero de cobre en el cual se amalgamaba el mineral con mercurio, sal y piri­ tas de cobre, tendía a disolver cobre en el proceso. Pero Aguirre insertó dos discos circulares de cobre en el horno, los cuales durante las 24 horas de fundición eran giradas por una palanca tirada por muías.57 Sólo cuatro y seis onzas de mercurio se perdían y casi toda la plata era extraída. A pesar de esta combinación ideal de capital y de pericia técni­ ca, de criollo y vasco, Obregón y Aguirre se vieron desafiados e in­ sultados por un grupo de mineros relativamente pobres, los cuales se apoderaron del control de la diputación y de la junta de electores que elegía a los diputados. Según el cura local, el conflicto procedía del resentimiento de José Manuel de Goitia, un abogado con inte­ reses en la minería, el cual con o sin derecho acusaba a Aguirre de defraudarle algunas acciones en las minas de la Purísima y la Con­ cepción. Era asistido por un médico local, Pedro Puglia, quien asi­ 55 AGN, M inería 152-10, declaración de Obregón, 1 de junio de 1801. 56 AGN, M inería 15-1, declaración de los protestantes, 4 de enero de 1799. 57 AGI, México 2247, Fermín de Reigadas, 23 de agosto de 1803. mismo presentaba demandas sobre dos acciones de la mina de la Concepción tomadas por Aguirre. Al caer en cuenta de que la dipu­ tación estaba dominada por “el país vasco” y de que por lo tanto era hostil a sus demandas, en 1799 Goitia, asistido por Puglia, “tomó la iniciativa de conseguir jueces diputados de su facción y partido”. Enfrentados sus intereses por este desafío, los principales mineros impugnaron la elección ante el tribunal de minería y “de aquí re­ sultó dividirse el vecindario en dos bandos o pandillas, llamándose la una los Protestantes por haber protestado de nulidad, y la otra de los acatólicos con alinación a su caudillo el Lic. Goytia” . Para em ­ peorar las cosas, los nuevos diputados encarcelaron al Lic. Ildefonso Díaz de León, agente de Aguirre y líder del partido oposicionista. Por lo que respecta a Goytia, el cura añadió: “V.S. sabe el carácter y espíritu de este abogado, que en el sentir mismo de la Francia, no sería ni más precipitado ni más cabiloso”.58 No sólo Obregón y Aguirre se espantaron de las maquinaciones de Goytia. Los agentes de la empresa de Jorge Parrodi, un minero genovés naturalizado, de la de Bernabé Antonio de Zepeda e Hijos y de la casa comercial de Juan Antonio Sánchez, se unieron en pro­ testa contra Goytia “un hombre de quien pudieran escribirse volú­ menes”. Le acusaban de haber llenado los votos de los iletrados y de habérselas arreglado para hacer concurrir hombres de regiones aledañas a la asamblea general. El resultado no era otro que “los su­ jetos y casas principales de aquel Real, que han sufrido el desaire de quitárseles la voz activa y pasiva al paso de obtenerlas los sinméritos, los incapaces y no matriculados”.59 Pero aun cuando el tribunal de minería declaró nulo el voto de 1799, los diputados y la junta de electores se reunieron para nombrar diputados para 1801 sin convo­ car una asamblea general. A estas alturas, Félix Calleja intervino y arrestó a los dos diputados, enviándolos a la ciudad de México. En­ tonces los principales mineros convocaron una asamblea general re­ pleta con sus propios partidarios y en su debido tiempo eligieron a 58 AON, M inería 120-7, cura, 8 de febrero de 1799. 59 AGN, M inería, 15-1 declaración de los “Protestantes”, 21 de enero de 1799. Ildefonso Díaz de León y a otro agente de su interés para que sirvieran como diputados. En reacción, Goytia apeló al virrey y declaró que “en el punto de elecciones se trata de nuestro perjuicio [y] somos partes legítimas. El derecho natural, de que no nos puede privar ni el mismo soberano, nos concede la entera y omnímoda libertad de hacer uso de todos los remedios ordinarios y extraordina­ rios que las leyes dispensan”.60 Sin embargo el virrey en turno, Félix Beranguer de Marquina, intervino en apoyo de Obregón y desa­ tendió las protestas de los dos diputados encarcelados sin audiencia alguna. Para proteger todavía más sus intereses, en la asamblea ge­ neral del tribunal de minería celebrada en diciembre de 1803, Ig­ nacio de Obregón fue elegido diputado general y así quedó en una situación que le permitía desatender cualesquiera demandas proce­ dentes de Catorce.61 Fue en este momento que Pedro Puglia dirigió una serie de vehementes protestas al virrey y al entonces ministro de las Indias, quejándose “del despotismo, prepotencia y opresión con el cual en compañía de otros, dicho señor Coronel [Obregón] tiene invadida a esta minería”. Pero también protestó contra el tribunal de minería que había desatendido sus apelaciones, alegando que “levantados dichos ministros en predominantes déspotas, en lugar de encontrar los pobres mineros en el Real Tribunal un protector y un padre, no tienen sino un tirano que, siempre adicto al más poderoso, deja en la miseria al débil aunque le asista la razón”.62 Fue por este motivo que persistió en su protesta contra la elección de Obregón como di­ putado general bajo el argumento de que era ilegítimo, ya que no obstante ser el hijo primogénito del difunto conde de Valenciana, no había obtenido parte alguna de la herencia y menos aún habría presentado demanda por el título. Herido en seguida por esta argu­ mentación, Obregón solicitó desagravio ante la sala del crimen de la audiencia y obtuvo una impresionante batería de referencias de par- w AGN, M inería 15-1, Goytia, 2 de septiem bre de 1802. M Brading, M itiers andM erchants, 167-7, 336-8. í,;! AGN, M inería 159-6, Puglia, 27 de enero de 1803. te de personajes prominentes en Guanajuato y la ciudad de Méxi­ co/’3 Pero aun cuando presentó testimonios del impresionante lina­ je de su esposa, Rosalía Gómez Poleo Gaona, oriunda de León cuyo padre había emigrado desde Castilla y cuya madre descendía de prominentes hacendados del siglo xvn, nunca pudo esclarecer quién había sido su propia madre, aun cuando se la declaró “sin tacha en su calidad”. Lo que sí estaba claro, no obstante, era que le habían criado en la casa de su padre, junto a quien iniciara su carrera como minero. A pesar de las acusaciones de Puglia, Obregón siguió ocupando el puesto de diputado general y pronto figuró como amigo del virrey José de Iturrigaray.64 Quizás la característica más extraordinaria de todo este caso sea que Pedro Puglia era originario de Oligone, en el arzobispado de Milán, y que había estudiado medicina en la Universidad de Génova. Aparentemente, fue autorizado por el tribunal madrileño del protomedicato para ejercer la medicina. Llegó a México entre 1785 y 1786 y efectuó varias curaciones que le ganaron la buena opinión del conde de Gálvez, quien a su vez le dio derecho para ejercer su profesión en México. Pero cuando tuvo el proyecto de viajar por el país para “colectar y descubrir plantas exquisitas”, el director del nuevo Instituto Botánico, Martín Sesé, protestó violentamente. In­ sistía en el perjuicio que recibiría la nación española si un extranjero como Puglia publicaba un relato de sus descubrimientos antes de que la ya proyectada Flora Mexicana viera la luz pública. Por todo ello, Puglia viajó a Guanajuato “en compañía de un inglés y de un chino” y ambos fueron arrestados por el intendente. Aun cuando el tribunal de Medicina en México recomendó su expulsión de la Nueva España, en 1790 el virrey Revillagigedo recomendó que se le permitiera permanecer y que se le autorizara practicar como mé­ dico, “ya que este individuo parece reservado y suspicaz, tiene cin­ co años de experiencias en el Reyno. Su último viaje [le hizo] w AGI, México 2246, 3 de julio de 1803. AGN, Minería 152-10,1 de junio de 1801. 64 Fray Servando Teresa de Mier, H istoria de la revolución de Nueva España, an­ tiguamente Atiáhuac, London, 1813, p. 158. adquirir conocimientos de las tierras y poblaciones vistas en el inter­ medio de cerca de 80 leguas”/’5 Más aún, había visto la riqueza de Guanajuato y desde entonces Puglia acompañó al Dr. Gaspar Gon­ zález Candamo en una visita eclesiástica de la provincia de Nuevo León/* Fue en este viaje al norte que decidió establecer residencia en Catorce durante una epidemia de viruela “en que asistió y curó a los pobres enfermos con amor, zelo y eficacia”, ganándose en con­ secuencia buen renombre/’7 En su denuncia de Puglia, Obregón y Aguirre argüían que era originario del cantón de Uri en Suiza y que “uno de sus compañeros de viaje fue ya entregado a las cárceles del Santo Oficio”. Había, no obstante, otra razón para expulsarlo o por lo menos para negar sus documentos de naturalización, “tal es la de ser hermano de D. Santiago Puglia, autor del libro intitulado Desen­ gaños del hombre, anatematizado por sus doctrinas anticristianas, subversivas de las autoridades legítimas y enemigas de todo orden social”/:8 El ataque tuvo su efecto, pues desde 1805 el virrey Iturrigaray recomendó su expulsión agregando: “lo cierto es que éste es un suizo, inquieto, cabiloso y atrevido y hermano de otro que reside en Filadelfia, quien publicó un libro sobre la libertad del hombre”/’9 No volvemos a saber de Puglia. Sin embargo hubo seguramente un elemento de sublime inpertinencia en su carácter, que le llevó a atacar a los ricos y poderosos mineros de Catorce al tiempo de que buscaba obtener sus documentos de naturalización. Su alianza con Goytia también ilustra las posibilidades de turbulencia en la políti­ ca diputacional. ^ AGI, México 1428, Revillagigedo a Porlier, 26 de septiembre d e 1790, solicitud de naturalización, AGI, México 1775, 9 de diciembre de 1788. w* AGI, México 1430, Revillagigedo a Bajamar, 26 de junio de 1791. AGN, H istoria 460, Puglia a Revillagigedo, 27 de octubre de 1790. 67 AGI, México 1625, cura, 22 de agosto de 1804. Í,HAGN, M inería 152-8, Obregón y Aguirre, 29 de noviembre de 1803. Desengaño del hombre, (Philadelphia, 1794), fue escrito por Santiago Felipe Puglia y condena­ do por la Inquisición el mismo año. Ver, Monalisa Lina Pérez-Marchand, Dos etapas ideológicas del siglo X V I I i en México a través de los papeles de la Inquisición, México, 1945, pp. 123-124, 174. m AGI, México 1625, Iturrigaray a Soler, 26 de abril de 1805. IV Los cuentos de intriga y de ambición personal son apenas edifi­ cantes y sólo instruyen si se les ve ejemplificar la estructura social y las pautas culturales. En Catorce y San Luis Potosí no había políti­ ca de principios, y ciertamente poco signo de conflicto patriótico entre criollos y gachupines. Es obvio que hubiera tensión entre los oficiales peninsulares del estado borbónico y la élites provinciales. Desafiar los derechos adquiridos requería de considerable habilidad personal y de un fuerte apoyo en la ciudad de México. La trayecto­ ria de ambos, Sedaño y Bernabeu, claramente indicaba los peligros enfrentados por los jóvenes burócratas al ofender a la élite local. Pero el auge repentino de Catorce presentaba oportunidades para cualquier número de “nuevos hombres”, fueran criollos o gachu­ pines. En todas las principales ciudades de Nueva España la élite local estaba compuesta de comerciantes, terratenientes y clérigos, hombres extraídos así de la emigración peninsular como de antiguas familias criollas. En todo momento los ambiciosos europeos busca­ ban casarse con americanos acaudalados o de distinguido linaje. Mediante su alianza matrimonial, Félix Calleja consolidó su poder personal en San Luis Potosí. Por lo que respecta a la minería, la aso­ ciación entre Obregón y Aguirre y su campaña contra Goytia y Puglia, previenen contra el peligro de interpretar todo conflicto social desde el ángulo de la rivalidad criollo-gachupín. Lo que revela este nudo de intrigas es el papel decisivo de la milicia provincial al dotar a sus comandantes de una capacidad de sanción disciplinada y arma­ da. Los tres conflictos descritos más arriba fueron resueltos por la amenaza o la ejecución del arresto y cautiverio a cargo de la milicia. La formación de estas fuerzas reforzó inconmensurablemente el poder del estado borbónico. Pero ese poder tenía que ser compar­ tido con las elites provinciales. A pesar de su nueva vitalidad, el ré­ gimen borbónico dependía entonces de la colaboración de las clases propietarias en la sociedad colonial.70 Al mismo tiempo, sin embar­ 70 Juan Marchena Fernandez, “T h e Social World o f the Military in Peru and N e w Granada: T h e Colonial Oligarchies in Conflict 1750-1810”, en: Reform a n dIn - go, la política partidaria y turbulenta de la diputación minera indica que en los reales de minas, y sin duda también en las ciudades, la riqueza sola no siempre dominaba las instituciones. El que fueran un abogado y un médico quienes organizaran el partido de la “oposi­ ción” en Catorce ilustra la pauta futura de la política en el siglo xix. Finalmente, hay que hacer notar que cuando en 1810 Miguel Hidalgo y Costilla levantó a las masas del Bajío contra las autori­ dades coloniales, en San Luis Potosí Félix Calleja movilizó la briga­ da miliciana y reunió a los grandes terratenientes de la región en torno a la causa realista. Jugó un papel tan decisivo al combatir la insurgencia, que entre los años de 1813 y 1816 gobernó la Nueva España en calidad de virrey. De una manera semejante a la emplea­ da por Juan Manuel Goyeneche en Perú, utilizó, pues, la red de regimientos milicianos establecidos y dirigidos por terratenientes criollos para preservar el imperio español en América, aunque sólo por unos cuantos años más. El gobierno autónomo, más que la inde­ pendencia abierta, fue por lo tanto la preferencia de los criollos. Traducción de Óscar Mazín surrection in Bourbon New Granada an d Peru, de. J.R. Fisher, A.J. Kuethe and A. McFarlane, Bacon Rouge, Louisiana, 1990, pp. 54-95.