"Tienen Ustedes el Privilegio y la Responsabilidad de Ser Heredianos" Entrevista al doctor Ernesto González Enders, integrante de la IX Promoción de Medicina y Licenciado en Biología en 1971 de la UPCH, Magíster en Biología, Doctor en Fisiología y Biofísica, ex Vicedecano de la Facultad de Medicina y ex Vicerrector Académico de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Actualmente se desempeña como DocenteInvestigador de la Universidad Central de Venezuela, Coordinador de Investigación en la Red de Macrouniversidades de América Latina y el Caribe, Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina. ¿Cuáles fueron sus motivaciones para estudiar medicina? Hay imágenes muy intensas en la vida de cada uno de nosotros que nos marca y orienta, y creo que la de mi madre, Florentina, tuvo mucho que ver en esta decisión. Además de un gran peso específico de “una familia de médicos”: mi padre y dos tíos por vía paterna, mi hermano siguiendo la tradición con dos de mis sobrinos. Como yo digo, felizmente mi hija Bárbara optó por ser Matemática y mi hija Melissa por ser Comunicadora Social, así mantenemos la diversidad profesional y la conversación más amena. Sin embargo debo decir que a mi me fascinaban las ciencias básicas y en especial la Biología, que fue la que terminó arrastrándome hacia su campo y Cayetano Heredia me dio la inigualable posibilidad de graduarme de Médico-Cirujano y de Biólogo el mismo año 1971, dándome una excelente formación integral en ambas carreras, que me ha permitido manejarme con soltura a lo largo de toda mi vida académica y profesional. ¿Puede señalarnos algunas vivencias de su vida universitaria? La fama del examen de ingreso a Cayetano era temible y más aún cuando estábamos en la fila para entrar a dar las pruebas, los comentarios eran aterrorizantes. Al entrar, a una hora precisa en la tarde, te encontrabas con un señor de cara adusta, que hacía un ruido raro y que se paseaba en camiseta y con mandil entre los pupitres colocados de tal manera en el patio de Belén (antigua sede de la UPCH) que ya todos tenían sombra y así se evitaba el excesivo calor de la tarde para iniciar un examen milimétrico, transparente e incorrupto, que medía lo que tenía que medir y no era difícil después de todo. Ello gracias a los profesores de Cayetano y en especial al “señor del mandil”, el doctor Enrique Fernández (se decía que dormía junto a la prueba hasta que se distribuía) profesor, amigo y exrector de nuestra querida Universidad. Así entre el terror y la excelencia discurríamos los primeros años marcadores de nuestra vida universitaria, nos paseábamos por las Matemáticas de Carranza, la Física de Escobar y Luque, la Química de Núñez, Hartmann y Nancy Luque (¡que físico de la señorita química, que provocaba estudiar Fisicoquímica!), la Biología de los hermanos Ishiyama y Pavlich, la Lengua y la Literatura de Luis Jaime Cisneros y Luis León Herrera (¡Que par de Luises!), la Antropología de Silva Santisteban, la Sociología de Delgado, la Psicología y Filosofía de Chiappo, la Ética de Honorio Delgado, la Bioquímica de Cazorla y Krumdieck (aparecieron los exámenes de honor y las arcadas en los exámenes orales finales), la Histología a garrote de Porturas (hasta ahora no me equivoco en ningún tejido bajo el microscopio, con o sin movida, aplastadito o mezcladito), la Anatomía de Puga y Paredes, así llegamos a la Fisiología de Fernández y la Farmacología de Zapata y Castro de la Mata, Microbiología, Parasitología y Tropicales con Yi, Carrillo, Lumbreras, Guerra, inmunología con Arana Sialer, y con muchísimos otros profesores más. He asociado nombres con disciplinas en este recorrer las ciencias básicas médicas, que eran las que en mi época marcaban la diferencia entre un estudiante de Cayetano y uno de otra universidad, porque podíamos estar aterrorizados con ellos, pero la excelencia y la calidad humana de nuestros mentores era indiscutible, a pesar de que nos quejábamos mucho, sobretodo en los patios y corredores conventuales de Belén y la cafetería que ya desde esta primera sede conducía el inefable Pineda (con sus ricos panqueques de caramelo y sus sorpresas: por ejemplo, el doctor Fernández encontró una vez medio insecto en su sanguche ya empezado). Este lugar nos servía para revisar huesos, hacer informes, estudiar estadística, comer, conversar, enamorarnos y desencantarnos, en fin muchas cosas necesarias en la vida universitaria además de estudiar. En estos años iniciales no puedo dejar de mencionar que mi mamá consintió con amor, alcahuetería y comida a Jorge Calderón, Tere Tiffert, Pepe Älvarez, Jaime Krepostman, Lucho Sirotzky, Abraham Vaisberg, Raúl Díaz y a mí por supuesto, nuestro grupo de estudio, anochecíamos haciendo y deshaciendo el mundo y amanecíamos estudiando. Tan solo quiero resumir este período de cuatro años con una anécdota, cuyo desenlace le prometí a Chiappo (Director de Premédicas en esa época) no mencionarlo, pero el tiempo ha pasado y creo que tanto Ishiyama como él lo van a entender. La situación ocurrió en una práctica de Biología de segundo año del grupo A, en donde entre otras cosas teníamos que dibujar las vísceras de una rata con el tórax y abdomen abiertos. Yo estaba en esos menesteres y era muy mal dibujante. Ya terminando, tiran una rata sobre mi dibujo; con rabia la tomé y la tiré para atrás; empecé nuevamente; al cabo de un rato me volvieron a tirar otra más. Agarré la rata por la cola y la zumbé por la ventana del segundo piso hacia la calle Belén. Mis compañeros se entusiasmaron y empezaron a tirar otras más y ver las reacciones de los conductores. Llegaron los Ishiyama y nos increparon sobre nuestra conducta y a buscar el o los culpables. Sólo yo levanté la mano y me mandaron a buscar mi rata. Abajo había muchas, yo agarré la primera que vi y al subir mis compañeros arrancaron la carcajada porque había traído una rata cerrada y no la abierta que yo había tirado. La razonable ira japonesa hizo que terminara en la Dirección donde Chiappo, que al contarle, arrancó la risa y me dijo que me fuera tranquilo, que esas mataperradas no se podían castigar sino entenderlas. Por supuesto, me tocó estudiar Biología intensamente para no crearme otro problema. Mataperradas como poner el mini minor Morris rojo de Pocho Golfarb dentro del baño y otro día subirlo al segundo piso a la entrada de la biblioteca, eran actividades que se organizaban entre todos los compañeros de los distintos años de estudio y las disfrutábamos todos, hasta los agraviados. El año 1968 fue el año de inicio de la clínica, en mi caso, en el Hospital Loayza, en el Pabellón 3-II y en la Unidad Renal con los doctores Carlos “Choclo” Monge, César “Churi” Torres, Rodolfo “Chuncho”Lozano y el Ingeniero Pepe Whittembury. Los cuatro son culpables de que yo me dedicara a la Biología de las grandes alturas, la fisiología renal y a la biofísica del transporte epitelial. No puedo olvidar la Fisiopatología que me enseñó Humberto Aste, Amador Carcelén y la clínica y bonhomía de Subauste, Alhalel, Petrozzi, Carbone y Garrido Klinge. Ese año fue también el inicio de nuestras vivencias en la nueva sede en el Rímac, recuerdo la emoción de todos nosotros y la de Carlos Vidal al inaugurar el primer edificio y el hospital e introducirnos en la Medicina Comunitaria y la necesidad de darle sentido social a nuestro accionar profesional. El externado y nuestro internado fueron en el Hospital del Rímac con un pionero servicio rural a la sombra de la Bella Durmiente en Tingo María. ¿Algunos comentarios sobre su experiencia profesional y docente? Ya en los párrafos anteriores he asomado que mi vida profesional ha discurrido en el ambiente académico universitario. En 1967 empecé mi formación científica con el grupo nefrológico ya mencionado, trabajando en fisiología de la aclimatización del hombre y los animales a las grandes alturas, electrofisiología del axón gigante del calamar gigante Dosidicus gigas, pH intracelular de axones gigantes y de glóbulos rojos. Por un convenio entre Cayetano Heredia y el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC, en 1969 hice una estancia de 5 meses, mientras ocurría la primera huelga en la que participó Cayetano. Trabajé con el doctor Raimundo Villegas estudiando los potenciales de acción de los axones gigantes de calamar. Entre 1972 y 1976 hice en el IVIC mi Maestría en Biología y mi Doctorado en Fisiología y Biofísica, siendo mi tutor el doctor Guillermo Whittembury, hermano de Pepe y alumno de “Choclo” Monge. He seguido manteniendo con él una gran amistad y estrecha colaboración científica, siendo Investigador Visitante en el Centro de Biofísica y Bioquímica del IVIC desde 1979. Después de un Postdoctorado (1976-77) que pasé con el doctor Gerhard Giebisch en la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale, regresé como profesor a Cayetano al Departamento de Fernández y al laboratorio de Biofísica de Monge y Pepe Whittembury, pero mi crisis financiera en 1978 era de tal magnitud que me obligó a regresar a Caracas en 1979. El doctor Edgar Leal-Pinto, estudiante del doctor Robert Pitts y compañero de cuitas (renales) fisiológicas, estimuló mi ingreso en 1979 como Instructor por concurso en la Cátedra de Fisiología de la Escuela José María Vargas de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, junto al Hospital Vargas, el más antiguo de Caracas y con la tradición médica más importante de Venezuela. Hice otra estadía científica con el doctor Erik Persson, Jefe del Laboratorio de Fisiología Renal del Departamento de Fisiología y Biofísica de las Universidades de Uppsala y de Lund en Suecia. Inicié mi carrera docente bajo la supervisión del doctor Miguel Requena. He recibido mención honorífica y derecho a publicación por la presentación y sustentación de mis tesis de Maestría y Doctorado así como todos mis trabajos para promoción (Asistente, Agregado, Asociado y Titular). Allí dirigí el laboratorio de Fisiología Renal y Transporte Epitelial y fui Jefe de la Cátedra de Fisiología. Soy Profesor Titular Jubilado desde junio de 2004. Actualmente con la doctora Alida Alvarez, buena catadora (de vinos) y cómplice de vida universitaria, trabajamos en la Unidad de Investigación en Educación Superior de la Cátedra de Fisiología. La línea de investigación que vengo desarrollando desde mi formación de Pre y Postgrado (hace más de 35 años), tiene que ver con el estudio de las vías de paso para el agua y los solutos a través del túbulo proximal renal y otros epitelios de insectos, anfibios y mamíferos, el estudio de la permeabilidad al agua y tamizado molecular en epitelios y sus células; caracterización biofísica de canales de agua y vías para el paso de agua; regulación del volumen celular; preservación de órganos para transplante. Entre 1986 y 1994 en otra línea de investigación, estudiamos los mecanismos que gobiernan el proceso de retroalimentación túbulo-glomerular renal – que es uno de los mecanismos autorregulatorios renales – en colaboración con el doctor Erik Persson, en las Universidades de Lund y Uppsala. Desde 1985 también trabajo en temas de Política Científica y Desarrollo Tecnológico: programas de estímulo para la investigación, carrera académica y fuga de talento humano. Esta línea se inició a partir de mi desarrollo como dirigente en la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia (AsoVAC). Además, a partir de 1993 trabajo en temas sobre Educación Superior y su impacto en el nuevo milenio, habiendo estudiado aspectos tales como: Transversalidad y Transdiciplinariedad de los Saberes como aproximación a la Transformación de la Educación Superior, Redes Sociales de Conocimiento, Integración y Cooperación Nacional e Internacional, Interacción Social y Universidad y la Red de Macrouniversidades Públicas de América Latina y el Caribe. ¿Qué otras actividades universitarias o extra-universitarias realiza? Cayetano Heredia también me formó para ser líder en mi campo de acción profesional. Me ha tocado ser líder académico, no solo como docente-investigador sino como autoridad universitaria. He sido Vicedecano de la Facultad de Medicina y Vicerrector Académico de la Universidad Central de Venezuela, Presidente de la AsoVAC y de FUNDACIENCIA. Soy miembro de la Academia de Ciencias de América Latina así como, Fundador y Coordinador de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Red de Macrouniversidades de América Latina y el Caribe. Estoy incluido en el Who’s Who in the World (1998) y en el Who’s Who in Medicine and Healthcare, Special Millenium Edition (2000). ¿Qué piensa de la UPCH y su futuro? Creo que la UPCH tiene un futuro que se construye cada día por sus maestros y estudiantes, apoyados por un personal administrativo y técnico plenamente comprometido. Tal vez el resumen de lo que quiero decir está en la inscripción de una placa que traje como presente de la UCV en la celebración de los 40 años de creación de la UPCH que reza así: “La Universidad Central de Venezuela a 280 años de su creación como Real y Pontificia Universidad de Caracas por el Rey Felipe V, el 22 de diciembre de 1721, rinde homenaje fraterno a la Universidad Peruana Cayetano Heredia, fundada el 22 de septiembre de 1961, siendo ambas instituciones de estudios superiores herederas de las glorias académicas de la primera casa de estudios de América creada hace 450 años, la Ilustre Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima fundada el 12 de mayo de 1551. Queriendo resaltar nuestro reconocimiento histórico al Obispo de esta diócesis caraqueña doctor Fray Antonio González de Acuña (n Lima 1628 - + Trujillo 1682) egresado y doctorado de la Real y Pontificia Universidad Mayor de San Marcos y fundador del Magnífico Real Colegio Seminario de Santa Rosa de Lima en Caracas en 1673 que diera origen y fuera la primera sede de la Universidad de Caracas. Acto Trascendental que une la tradición universitaria peruana y venezolana, y la proyecta hacia un destino de excelencia universitaria común e integración latinoamericana que hoy reafirmamos. Ciudad Universitaria de Caracas, Patrimonio Mundial de la Humanidad, 22 de septiembre de 2001, Giuseppe Giannetto Pace, Rector; Ernesto González Enders, Vicerrector Académico”. ¿Qué consejos les daría a los jóvenes estudiantes? Viéndome retrospectivamente podría pensarse que el llegar a Profesor-Investigador Titular es el fin de un camino lleno de ilusiones, desilusiones, estudio, trabajo arduo, de disfrute, de tristezas, de éxitos y también de fracasos; que a lo largo de estos años recibí enseñanzas de mi familia y maestros, compartí experiencias con mis pares y aprendí a aprender conocimientos con mis estudiantes. Sin embargo les digo, lo que se alcanza, es la madurez académica que permite seguir llevando a cabo una sólida, fructífera y completa función universitaria. Sería necio pensar que este logro es labor de una sola persona. Todo lo contrario, es el resultado del esfuerzo de muchas personas y el mecenazgo de muchas instituciones. La UPCH me transmitió los valores universitarios de calidad, equidad y pertinencia. Me hizo valorar la autonomía y la democracia universitarias, como los verdaderos pilares de la universidad como institución milenaria que es, que representa la conciencia crítica de la sociedad y que le permite manejar el conocimiento libremente pero con responsabilidad,. Por eso concluyo que el mejor consejo que yo les puedo dar a los jóvenes estudiantes es que no desdeñen su experiencia de vida, que es la única que tienen y tendrán, que no dependen sólo de ustedes sino del entorno en el que conviven y para quien se deben y por último pero no menos importante, que tienen el privilegio y la responsabilidad de ser heredianos. Cumplan con ustedes y la sociedad y mantengan con orgullo muy en alto el nombre de su Alma Máter que los está ayudando a ser mejores personas, ciudadanos y profesionales. Muchas gracias, doctor Ernesto González Enders por permitirnos realizar esta entrevista.