natación - El Norte

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V I DA
E L NORT E - Domingo 28 de Octubre del 2012
perfIlesehIstorIAs
Editora: Rosa Linda González
perfiles@elnorte.com
ciudad
cruces
Archivo
La
de las
Daniel de la Fuente
“
No me pregunte”.
El vecino se niega a hablar sobre la madrugada del
jueves 26 de enero de este
año cuando fueron hallados
ocho muertos en el cruce de Martín de Zavala y Aramberri.
Sucedió en pleno corazón de
Monterrey, de ese Primer Cuadro otrora con niños en las calles,
tienditas en que la gente se tomaba la soda de la tarde y donde las
pocas cruces que podían encontrarse eran las dedicadas a muertos en accidentes viales.
Según la autoridad, hacia las
cinco de la mañana de aquel día a
todas las víctimas les dieron el tiro de gracia y tenían en la muñeca
el sello de La Eternidad, bar situado en Reforma y Amado Nervo,
de donde fueron sacadas y llevadas en taxis hasta su paredón en
el que los asesinos pintarrajearon
frases amenazantes.
Hasta ahí el registro de aquella noche de matanza, que incluiría a tres mujeres ejecutadas en
otras partes de Monterrey.
“Le digo que no me pregunte, por favor”.
El vecino tampoco quiere decir desde cuándo apareció la cruz
amarilla de hielo seco cubierta de
flores artificiales y plástico atada a
un poste de madera y justo debajo
de un trozo de anuncio de recompensa por un perro extraviado.
Otros vecinos aseguran que
no vieron nada, que sólo oyeron
gritos, detonaciones, rechinidos.
Los peatones pasan como si nada
hubiese sucedido ahí. Quizá muchos ni sepan y nada les dicen los
hoyos en la pared y la cruz aquella que ya aguantó el sol y la lluvia.
Quién sabe el paso del tiempo.
Quienes tampoco han visto
nada, pero lamentan el tiradero
en el que han convertido su predio, son los vecinos de la zona en
el cruce de Fernández de Castro
y Emilio Garza Meléndez, en Lomas Mederos, y el Arroyo Los Elizondo, al sur de la Ciudad.
Daniel De la Fuente
Cada vez con más frecuencia
aparecen rastros de dolor y muerte en lugares
donde la violencia ha dejado víctimas,
en un esfuerzo por resistir el embate
del tiempo y el olvido
El primero de este año fue Santiago Córdoba Cruz, quien acababa
de cumplir 41 años. Según la autoridad, el hombre, quien estuvo 10
años en el Penal del Topo Chico por
drían contarse más cruces afuera de
tráfico de droga, fue sacado el 11 de
los panteones que dentro de ellos.
marzo de su casa en Sierra Ventana
y ejecutado esa misma noche.
Su cuerpo, vestido con pan- Algunas zonas literalmente batalón deportivo y playera de Ra- ñadas de sangre y pobladas de
yados, fue encontrado sin vida al
cruces son la Independencia, San
día siguiente entre casquillos de
Bernabé y La Alianza.
AR-15 y 9 milímetros.
En la primera, en la que el toque de queda se anuncia con ráfaHace un mes fueron hallados
en el sitio dos cadáveres más, pe- gas al aire, se han dado algunas maro sólo el de Santiago ha sido iden- tanzas, como la registrada el 13 de
tificado. Ahí, junto al arroyo seco,
septiembre contra la base de taxis
entre matorrales, basura y mari- Ecotanques, ubicada en Jalisco y
posas amarillas, está su cruz pin- Lago de Pátzcuaro, donde fueron
tada de azul y blanco sobre un blo- asesinados cuatro taxistas. Apenas
que de concreto.
el martes sucedió otro crimen.
“Un día apareció, no sabemos
En aquel día dos bases fueron
quién, seguro su familia”, afirma
atacadas: la de la Independencia
uno de los empleados de limpia
y una en La Estanzuela. En la prique come su lonche en un
mera murieron cuatro
FOTOGALERÍA taxistas y hay un altar
descanso de su jornada.
elNorte.CoM
“Aquí los vecinos ya
para ellos. En la segunestán asustados, porda fue un taxista y una
que ya se agarraron de tirar gen- mujer inocente a la que una bala
te aquí.
perdida la alcanzó en su vivienda,
“Dicen que nada más oyen los
pero no queda vestigio alguno.
balazos, pero no salen de sus caEsa tarde en la Colonia Indesas. ¡Quién va a salir!”.
pendencia las detonaciones cauLa poca gente que rodea la
saron alarma en la Primaria Álzona se niega a compartir su im- varo Gálvez y Fuentes y en la Sepresión de aquella cruz y de los
cundaria No. 13. En esa esquina,
cuerpos arrojados.
“El Cuate”, “El Miyagi” y “El Be“No pregunte”, pide uno. Y se
tillo” quedaron sin vida, en tanto
repite el silencio en torno a la pe- la Cruz Verde alcanzó a trasladar
na que crece en las calles.
a “El Tío”, quien murió horas desGuillermo Alonso, antropó- pués en el Hospital Universitario
logo de El Colegio de la Frontera
por cuatro heridas de bala.
Norte, explica que desde la antiEn las cruces dedicadas a
güedad en el lugar donde alguien
los cuatro, hechas en madera y
muere se ponen cruces y sus deu- colocadas sobre un altar sobre
dos colocan flores.
blocks, los seres queridos han de“De la misma manera que
jado flores y veladoras. La de “El
aparecen narcomantas o cuerpos
Miyagi” es la única que tiene a su
colgados de un puente, han apa- lado una caguama.
recido ofrendas donde cayeron
De brazos cruzados, silenciosicarios. Son mensajes de distin- sos, los taxistas que quedan en
to tipo, el de la ofrenda al cama- aquella base presuntamente ilegal
rada caído es para mantener su
miran de reojo y con la cabeza bamemoria y, de cara al interior del
ja. Nada los mueve de aquel sitio
grupo, es un acto de respeto y de
de muerte. Ni la muerte.
afirmar el compromiso”.
“Andaban halconeando”, exLa realidad, sin embargo, es que
presa uno que llega a un depósia como va la violencia pronto po- to cercano. Un jovencito, al pare-
cer, su hijo, dice que no.
“No quisieron halconear, por
eso”, lo corrige. El otro, que no.
Así van y vienen las historias de
los muertos de hoy.
Otro sitio fatal es el de Avenida Aztlán esquina con Julio Camelo, en Valle de Santa Lucía. Ahí
un comando mató a dos taxistas e
hirió a uno más, provocando pánico esa tarde entre los usuarios
del Metro San Bernabé.
La cruz que recuerda la
muerte de los treintañeros José
Antonio Molina y Max Molina del
Ángel es de color café y luce empequeñecida en la fachada de una
farmacia. No dice nada.
Sólo los hombres de la base
saben a lo que esa cruz alude.
Al contrario de la Zona Sur,
infestada de callejones, baldíos
y escaleras en las que han caído
tantos, en la Norte las cruces lucen en todos lados. Pareciera que
das la vuelta en una esquina y hay
una; en otra, tres. En un parque
hay dos. Más allá, cinco.
Vidas perdidas, generaciones
erosionadas por la inequidad social y la muerte violenta.
En un parque en Fomerrey
120 el altar en memoria de dos
muchachos luce imponente frente a un muro grafiteado. Los cuerpos de los jóvenes, cuentan los vecinos, nunca fueron recuperados.
Uno de los dos altares tiene
un nombre: Irving Álex Lázaro
Sánchez, de apenas 17 años.
“Amor eterno”, reza la cruz.
Los inocentes caídos en esta guerra también son recordados por ofrendas apenas perceptibles. Una es la placa dedicada a
Jorge Otilio Cantú Cantú que dice: “Jorge Otilio: te fuiste con el silencio en tus labios, sin poder decir adiós, se cerraron tus ojos y se
apagó tu sonrisa, sin embargo, en
tu corto camino ha quedado tu
huella para siempre por tu vida
ejemplar y tus acciones”.
La partida de Jorge fue el 18
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de abril del 2011, a las 5:40 horas,
cuando militares tirotearon el vehículo del joven en Lázaro Cárdenas y Puerto San Blas, en Valle
de las Brisas, y al llegar le dispararon a quemarropa y le intentaron sembrar un arma.
A la fecha, su padre lucha
porque se esclarezca la muerte.
Sin embargo, no todos los civiles inocentes tienen una cruz o
altar con el que se les recuerde.
Por ejemplo, sobre la calle Eduardo Aguirre Pequeño esquina con
Yuriria, en Mitras Centro, no hay
nada que evoque a la estudiante de Psicología Gabriela Pineda,
quien ahí perdió la vida.
Hacia las 21:00 horas del 5 de
abril del 2011, la joven madre de
un pequeño de meses fue atropellada por la patrulla 383 del oficial
de la Policía Regia Nicolás Álvarez,
quien fue asesinado. De acuerdo
con testigos, al presenciar el ataque Gabriela se tiró al piso, pero
fue arrollada por el vehículo.
En la fachada de la tienda de
conveniencia frente a la que ocurrió el ataque, bajo un anuncio
“hot dogs 2 X 20” y otro en el que
el local se deslinda de daño o robo a vehículos, una empequeñecida cruz recuerda al policía.
De ellos se sabe. De otros no
hay referencias oficiales de su
existencia que no sea su propia
cruz. Tales son los casos de Jesús
Abiel Duarte Cajero y Jonathan E.
Ramírez Reyna, de 20 años ambos,
asesinados el 1 de agosto del 2011.
“Vivirás por siempre en nuestros
corazones”, rezan ambas cruces,
blancas y floridas, situadas en un
terreno baldío situado en Avenida Las Américas y el Arroyo Topo Chico, en Apodaca.
Algunos sitios apenas sí tienen
pintarrajeada una cruz en un muro, como en el callejón de la Privada
Almazán, a las faldas del Topo Chico, donde sucumbieron varios menores. En otros ya no queda nada
más que una placa con siglas, como
en un parque de Colonial Cumbres,
donde fueron abatidos por militares cuatro presuntos delincuentes.
A los días del suceso apareció una cruz de fierro y flores
que, luego, cayeron vencidas por
el tiempo. Volvió la nada.
“La cruz para la Iglesia es el
símbolo de la ofrenda de Cristo
al dar la vida”, apunta el jesuita
Javier Ávila. “Para todos los creyentes también es la memoria de
Cristo crucificado y se suele utilizar ese signo para señalar el sitio
en donde alguien murió”.
El Padre Pato, como se le conoce, acepta como válidas estas expresiones de dolor porque
mantienen viva la memoria de
los muertos. No es difícil, añade,
hallar cruces en otros estados en
memoria de los muertos en esta
guerra contra el narcotráfico.
“Es importante mantener presente la memoria”, concluye, “ante la impunidad y el olvido que
quisiera el gobierno”.
Historias que duraron tan poco
y trascienden apenas con sus cruces.
Hasta que el tiempo se las lleve.
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