EL MUNDO DE ANDALUCÍA / DIRECTOR: FRANCISCO ROSELL EL MUNDO DE MÁLAGA / DIRECTOR: RAFAEL PORRAS / COORDINACIÓN: CRISTÓBAL GONZÁLEZ MONTILLA COLABORADORES: EVA DÍAZ PÉREZ, ANDRÉS MARÍN CEJUDO, DANIEL MARTÍNEZ. PARAÍSO PAPELES DE LA CIUDAD DEL >PUERTO DE LAS PALABRAS A comienzos de los años veinte, cuatro artistas británicos recorrieron La Alpujarra. Conformaban un extraño ‘cuadrado’ amoroso. Eran Brenan, Dora Carrington, Partridge y Strachey, que hizo la travesía boca a abajo en una mula por un incómodo padecimiento Aquel viaje por La Alpujarra EVA DÍAZ PÉREZ Una escena surrealista: cuatro ingleses atraviesan Las Alpujarras en mula. Corre el año 1920. Gerald Brenan, poeta frágil, ascético, pobre y soñador, curtido ya de soles andaluces; Ralph Partridge, rubio, apuesto, una mezcla de remero de lago británico y Hércules; Dora Carrington, pintora de piel blanquísima, con el pelo «color de oro viejo cortado al estilo de un paje medieval», y Lytton Strachey, delgado, de modales exquisitos, barbudo, hablando casi en un susurro en medio de una vegetación feraz con oscuros acantilados. Partridge, Carrington y Strachey visitaban a Brenan en su retiro de Yegen. Formaban un extraño ‘cuadrado’ amoroso. Carrington estaba fascinada con Strachey que, sin embargo, era homosexual. Vivían juntos en una casita de campo, una residencia que luego compartieron con Partridge cuando se casó con Dora Carrington que enamoró al mismo tiempo a Strachey. Brenan, amigo de Partridge de los años de la Gran Guerra, se convertirá en el amante de la pintora. Esta historia es ahora la que se redescubre a través de los Diarios sobre Dora Carrington y otros escritos (1925-1932) que escribió Brenan y que rescató hace unos meses la editorial malagueña Confluencias, que continúa así con su brillante labor de edición de libros inencontrables y valiosos. Es fascinante pasear por los pensamientos, las inquietudes, los miedos y fragilidades de Gerald Brenan a través de estos papeles, que por primera vez se publican en castellano gracias a la traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres García. En la introducción del libro a cargo de Carlos Pranger, se recuerda aquel pintoresco viaje por Las Alpujarras que ya describió con cierto detalle Brenan en Al Sur de Granada. Los cuatros ingleses atraviesan en mula el paisaje de un paraíso perdido, pero todos los paisajes tienen sus espinas, sus charcos e inmundicias. Para el exquisito y remilgado Lytton aquel viaje fue un infierno. El escritor padecía hemorroides y parte de la travesía tuvo que hacerla tumbado boca abajo sobre una mula de forma que tendría una inquietante y vertiginosa perspectiva de los barrancos del camino que llevaba desde Lanjarón a Yegen. Pero lo peor fue al llegar a la casa de Brenan y comprobar que el retrete era una sillaagujero que daba directamente a un corral de gallinas. Nunca lo olvidó. De hecho, Brenan recordaba que cuando Leonard y Virginia Woolf preparaban su viaje para visitarlo años más tarde, Lytton les previno sobre el lugar diciendo que aquello era «la muerte». Seguramente estos cuatro artistas británicos pensaron que esta España meridional era un mundo salvaje, rústico e indómito, un ejemplo perfecto de lugar hermoso pero incivilizado. Ese tono de condescendencia y fascinación que siempre han tenido los viajeros ingleses cuando han viajado por el mundo. Al regresar a sus apacibles casas al refugio de la lluvia y a la hora del té hablarían de sus aventuras españolas, tan sucias como apasionantes. A fin de cuentas, formaban parte del círculo de Bloomsbury que adoraba el mundo exótico, pero contado por otros o, al menos, mantenido a cierta distancia. España, y aún más el lejano Sur, provocaría cierto mohín en las tertulias ilustradas de modales exquisitos. Y estos jóvenes británicos buscaron ese lado salvaje y primitivo de España, olvidando que también por esos años surgía un país diferente, culto e ilustrado. Preferían anotar en sus cuadernos de viajes las insólitas ocurrencias de los campesinos que no sabían leer y seguían viviendo en el siglo XVII antes que compartir amistad con los artistas, como ellos, que entonces se reunían en la Residencia de Estudiantes. Simplemente, miraron hacia otro lado.