CLÁSICOS GANADEROS EN LAS VENTAS Un inconfundible saltillo de Moreno Silva: cárdeno, corniveleto, de hocico fino y lomo recto. Los saltillos de Moreno de la Cova Saltillo es uno de los nombres señeros en la historia de la genealogía brava. Estirpe matriz, nacida directamente del tronco Vistahermosa, de ella derivaron en gran parte Santa Coloma y Albaserrada, y sobre su extraordinaria sangre se creó el prototipo del toro bravo mexicano actual. Fue además la ganadería predilecta del gran Guerrita y, tras él, de todas las figuras entre mediados del XIX y comienzos del siglo XX. Después de ser vendida en 1918 a los Moreno de la Cova, volvió a los grandes carteles, donde estuvo hasta los años 40. Luego vino un profundo ocaso, pero esta familia supo conservar como oro en paño un pequeño reducto con la solera más pura de los saltillos, gracias a lo cual ha llegado viva a nuestros días. Texto: Joaquín López del Ramo Fotos: Martín, Durán y Joaquín López del Ramo 22 E n el año 1823 los condes de Vistahermosa vendieron una parte de su célebre ganadería a Salvador Varea, quien luego la traspasó a Ignacio Martín y éste a la familia Picavea de Lesaca, hasta que en 1854 fue adquirida por Antonio Rueda Quintanilla, marqués de Saltillo. Si magnífico era ya el origen, la gran afición y el rigor en la selección aplicado por su nuevo dueño la convirtió en la vacada puntera de su época y, lo que es más trascendente, conformó una estirpe de acusada personalidad que unió a una gran bravura un atributo aún novedoso en aquellos tiempos decimonónicos: la nobleza en la embestida. ARQUETIPO DIFERENCIADO El arquetipo de Saltillo da un toro inconfundible: fino, no muy grande, de lomo recto, escaso morrillo y papada degollada. Su cabeza se adorna de una cuerna veleta, aunque no exagerada, y posee mirada viva y hocico afilado. El pelo cárdeno en sus diferentes variedades es su atributo externo más característico, con las particularidades del bragado, salpicado, girón y lucero; también se dan las pintas negras, aunque en menor proporción. Hasta inicios del siglo XX, eran habituales los saltillos de capas castaña y chorreada, que hoy en día aún existen las actuales vacadas mejicanas originarias de esta estirpe, aunque hayan desaparecido en sus parientes españolas. Respecto a su comportamiento, se distinguen por su bravura temperamental y algo pegajosa. Son toros de cara y cruz, pues el complicado transmite mucho sus dificultades, saca genio y listeza, es pegajoso y busca debajo del engaño “tobilleando”, mientras que el bueno humilla mucho y repite la embestida con fogosidad. Salvo en la forma de humillar, el saltillo mejicano es muy distinto al español, embiste de una forma muy templada, casi andando, es mucho más noble y suave y posee una gran duración, posibilitando las faenas muy largas. Esto es una prueba de cómo la selección con diferentes criterios produce resultados muy distintos, aun partiendo de la misma sangre, de ahí lo absurdo de con- siderar intrínsecamente “buenas” o “malas” a determinadas castas. A la muerte del marqués en 1880, los saltillos pasaron a su viuda, doña Francisca Osborne, y poco después a su hijo Rafael Rueda Osborne, que los mantuvo hasta que falleció en el año 1918. Conservando su gran prestigio, el cartel de ganadería decayó un tanto, pues se dice que este segundo marqués de Saltillo tenía menos afición y rigor que su padre. Él realizó la mayor parte de ventas a otros hierros, como los mexicanos de la familia González (“Tepeyahualco” y “Piedras Negras”) y del genial Antonio Llaguno (“San Mateo”), las dos ramas fundamentales donde nacen casi todas las vacadas aztecas contemporáneas. Una porción considerable de la ganadería de Saltillo fue adquirida en 1912 por el conde de Santa Coloma, quien en 1913 cedió una parte de ella a su hermano el marqués de Albaserrada. Finalmente, tras otros traspasos de índole menor, los herederos del segundo marqués de Saltillo vendieron la vacada en 1918 a don Félix Moreno Ardanuy, cuyos descendientes conservan en la actualidad la línea genealógica más directa de esta sangre. DE LA BRAVURA AL GENIO El nuevo propietario de los saltillos debutó en Madrid el 28 de junio de 1919, lidiando cuatro toros en la corrida de Prensa, que estoquearon Joselito, Belmonte, Valerito y Nacional. En 1921 don Félix compró un hierro para a su esposa, doña Enriqueta de la Cova, encastándolo con vacas y sementales de puro origen Saltillo y en pocos años logró que la ganadería volviese a coger el tono y la regularidad en el éxito que tuvo en sus mejores tiempos, de forma que las figuras desde la Edad de Plata hasta la postguerra mataron con asiduidad y triunfaron con sus toros en todas las plazas, incluida Madrid. En 1939 se incrementó la nómina de hierros familiares con el de Javier Moreno de la Cova. Al término de la guerra civil, la temporada taurina en Las Ventas ya adquirió regularidad. El debut de los saltillos de la familia Moreno de la Cova tuvo lugar el 28 de marzo de 1940 con una novillada. La primera corrida de toros fue despachada por Marcial Lalanda, Nicanor Villalta y Curro Caro el 7 de abril del mismo año con pésimo resultado, pues los toros fueron mansos, tuvieron sentido e incluso uno de ellos fue fogueado. Este sinsabor fue en parte compensado por el buen juego de la novillada lidiada el 18 de agosto siguiente, en la que hubo algún ejemplar magnífico. Hasta mediados los años 40, los hierros de Félix Moreno y Enriqueta de la Cova lidiaron en Madrid con mucha asiduidad, si bien en general predominó la bronquedad y la dureza más que la bravura. Los episodios más brillantes tuvieron lugar en la temporada 1941, con- José Luis Barrero pasando de muleta a un toro de “Charco Blanco” el 25 de agosto de 1968. 23 CLÁSICOS GANADEROS EN LAS VENTAS menos y ello dio lugar a que dejaran de contar definitivamente con el favor de las figuras y se ausentaran de Las Ventas durante casi tres lustros. Excelente natural de Gregorio Lalanda al toro Asustado, al que cortó las dos orejas el 16 de agosto de 1970. cretamente la corrida del 25 de mayo, en la que actuaron Marcial Lalanda, Villalta, que cortó dos orejas, y Pepe Luis Vázquez, autor de un gran toreo al natural en el sexto toro. También hubo varios toros de alta nota en la corrida celebrada el 18 de julio, especialmente los del lote de Pepe Bienvenida, y asimismo fueron buenos los cuatro novillos jugados el 17 de agosto del mismo año. Malas en cuanto a resultados fueron las comparencias en Madrid los años 1942 y 1943, y eso que las corridas se anunciaron con espadas de primera fila. Manolete, que obtuvo en otras plazas grandes éxitos con ejemplares de esta ganadería, no lo logró en Las Ventas la tarde del 10 de junio de 1943, frente a un lote manso y bronco, y al igual que el cordobés les pasó a otras figuras del momento, como Pepe Luis o Andaluz, que también fueron asiduos a estos toros. En 1944 se lidiaron sendas novilladas de los dos hierros de la casa. La primera de Félix Moreno, que sustituyó a un encierro de otra divisa y por edad era una corrida de toros; con ella se despidió de novillero Luis Miguel Dominguín y tuvieron una tarde lucida Rafael Martín Vázquez y Parrita. La segunda fue de Enriqueta de la Cova, algo desigual pero con dos novillos superiores, llamados Sierro y Violeto. Tras lidiar otra novillada bronca y resabiada en 1945, la ganadería se ausentó de Las Ventas varias temporadas, retornando el 23 de mayo de 1951 con una corrida de parecido juego que esto- 24 quearon Cañitas, Manolo Escudero y Manolo Carmona en la que sólo el sexto, de nombre Valencianillo, cumplió con bravura. El 3 de mayo de ese mismo año debutó el tercer hierro de la familia, anunciado a nombre de Serafina y Enriqueta Moreno de la Cova y asimismo de casta Saltillo, con otra novillada que volvió a sacar mal estilo. Ya era evidente que la ganadería tenía una clara tendencia hacia un exceso de genio y bronquedad, la cara “mala” de esta sangre. Los saltillos verdaderamente bravos eran cada vez LA ÉPOCA DURA Don Félix falleció en 1960, y tanto los efectivos de la ganadería como los hierros familiares se repartieron entre sus sucesores, convirtiéndose en vacadas independientes. El de Saltillo pasó a su hijo homónimo, cuyos herederos lo mantienen hoy con un número de cabezas muy reducido. El más joven de los hermanos, Alonso Moreno, heredó la parte de su madre y la anunció con el nombre de “Charco Blanco”, que luego cambió por su denominación actual: Moreno Silva. Por su parte, los hijos de Javier Moreno de la Cova conservan todavía una escueta porción de saltillos en la vacada de Moreno Miura y el antiguo hierro de las hermanas Serafina y Enriqueta acabó en manos Pedro Domecq y es el que hoy lucen los toros de “Jandilla”, que, como es bien sabido, ya no tiene nada que ver con la genealogía Saltillo. El retorno a la plaza de Madrid se produjo el 25 de julio de 1965, con una áspera corrida que despacharon Emilio Oliva, Serranito y Vicente Punzón. La dureza y los carteles modestos en festejos caniculares caracterizarían la presencia de los saltillos en Las Ventas a lo largo de las décadas de los 60 y los 70. Dentro de esta tónica general hubo algunas excepciones El bravo y noble toro Ruiseñor, lidiado el 23 de mayo de 1982. Obsérvese su tipo fino y recortado, fiel al arquetipo de Saltillo. notables, por ejemplo, el toro Asustado, al que Gregorio Lalanda cortó las dos orejas el 16 de agosto de 1970. También buenos fueron Costurito y Tinajillo, estoqueados el 29 de julio de 1973 respectivamente por García Higares y El Alba, que cortó una oreja. Vibón y, sobre todo, Ruidillo dieron excelente juego la tarde del 14 de abril de 1974 y también fue bueno Astógaro, corrido el 7 de julio del mismo año. Los ejemplares anteriormente mencionados pertenecieron a la divisa de “Charco Blanco”, la antigua de Enriqueta de la Cova, que fue la que más lidió a lo largo de esta etapa. De las demás ganaderías familiares, la única presente en Madrid entre mediados de los años 70 e inicios de los 80 fue la de Javier Moreno de la Cova. Sus astados dieron un juego muy bronco, cornadas graves incluidas, pues a las muchas dificultades que presentaban se unió la impericia o escaso rodaje de algunos de los toreros que hubieron de enfrentarse a ellos. Esto contribuyó a proyectar una fama todavía más terrorífica a todo lo de Saltillo. El novillo Jilguerito embiste con codicia a la muleta de Julio Parejo el 14 de octubre de 2007. 1982. Aunque fueron rechazazos varios toros en el reconocimiento, los tres que finalmente se lidiaron a cargo de Miguel Márquez, Ruiz Miguel y Jorge Gutiérrez, llamados Costurón, Vigotero y Ruiseñor, fueron magníficos. En esta época, Alonso Moreno de la Cova había alcanzado ya un notable prestigio en Madrid gracias al buen juego que venían dando los toros anunciados a su nombre, procedentes de la rama Urcola-Galache, que llevaba por separado de los saltillos de “Charco Blanco”, de los cuales era un gran enamorado. Con el propósito de revitalizar esta sangre, don Alonso acometió la única salida posible: eliminar todo lo dudoso y quedarse únicamente con la flor y nata, unas 50 vacas. Gracias a ello, pronto se apreció una mejora muy notable en el juego de los toros, lo que abrió una nueva etapa en la larga historia de la casta Saltillo en la que la plaza de Madrid tendría un papel clave. Repitieron los pupilos de Moreno Silva el 2 de junio de 1983, pero aquella tarde sacaron sus peores instintos y, para más inri, fueron flojos. Curro Vázquez recibió una grave cornada en medio de los alaridos e insultos de los reventadores, que culpaban de la flojera de los toros a un supuesto drogado, abducidos por la delirante campaña de uno de los principales gurús del “torismo” que por entonces ocupaba una importante tribuna de prensa. EL RENACER A nombre de Moreno Silva se lidió una corrida en Las Ventas el 19 de julio de 1981 que estoquearon Joaquín Bernadó, Gabriel Puerta y José Luis Palomar. Los recelos iniciales se trocaron en éxito indiscutible, puesto que los saltillos sacaron una bravura, nobleza y calidad que no se veía en ellos desde hacía décadas. Hubo varios excelentes, y sobre todos el tercero, Tinajito, procedente de una vieja e ilustre reata, al que José Luis Palomar le cortó una oreja. Este triunfo condujo al debut de la ganadería en la feria de San Isidro, que se produjo el 23 de mayo de El dantesco suceso relatado supuso el alejamiento de la ganadería de Madrid durante algunas temporadas, pero fue sólo un episodio aislado en su proceso de recuperación. Prueba de ello fue el indulto del bravísimo y noble Ruidón, acontecido el 30 de mayo de 1985 en la corrida concurso de Cáceres de la mano de Ruiz Miguel. Este toro estuvo como semental hasta su muerte y dejó una descendencia sobresaliente. Sus primeros hijos cuatreños se jugaron en la corrida de reaparición en Madrid, el 15 de julio de 1990, y entre los que hubo dos magníficos, llamados Astudito y Alemán. Alonso Moreno falleció en 1992, pasando la ganadería a manos de su hijo José Joaquín Moreno Silva, quien ya ostentaba nominalmente su titularidad desde hacía tiempo. A lo largo de los años 90 los saltillos volvieron a tener éxitos en el ruedo de Las Ventas, destacando el juego de los excelentes Vivorito y Ruidón, lidiados el 18 de agosto de 1996 por Jerezano, que cortó la oreja del segundo y Ribereño, estoqueado por Fernando Cámara el 6 de julio de 1997. Moreno Silva lidió sendos toros en las corridas-concurso de 1999 y 2009 y, aparte de éstos, todos los festejos de la ganadería anunciados con posterioridad han sido novilladas. La irregularidad ha marcado la tónica de juego de los encierros lidiados en nuestra plaza entre 2007 y 2010, pues al lado de novillos notables han salido otros broncos y de genio defensivo, o con esa movilidad de manso que una parte del público y la prensa confunde con bravura. Quedándonos sólo con los auténticamente buenos, recordamos a Jilguerito, lidiado el 14 de octubre de 2007, que tuvo nobleza y largura en la muleta de Julio Parejo. El bravo y noble Juergador, corrido el 30 de abril de 2009, y los llamados Loquillo y Rociero, que lucieron buen son el 17 de mayo de 2010 en una de las novilladas de la feria de San Isidro. 25