La Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí Eduardo Torres-Cuevas de la Director Eduardo Torres-Cuevas Consejo de honor in memoriam Ramón de Armas Salvador Bueno Menéndez Eliseo Diego María Teresa Freyre de Andrade Josefina García Carranza Bassetti Renée Méndez Capote Manuel Moreno Fraginals Juan Pérez de la Riva Francisco Pérez Guzmán Primera época 1909-1913 Director fundador: Domingo Figarola-Caneda Segunda época 1949-1958 Directora: Lilia Castro de Morales Tercera época 1959-1993 Directores: María Teresa Freyre de Andrade Cintio Vitier, Renée Méndez Capote Juan Pérez de la Riva Julio Le Riverend Brusone Cuarta época Directores: 1999-2007: Eliades Acosta Matos 2007-: Eduardo Torres-Cuevas Historiador y director Biblioteca Nacional de Cuba José M artí H Entre los acontecimientos más notables del siglo xx cubano, están los sucesos ocurridos el 4 de septiembre de 1933. Llama la atención que se les haya dedicado tan poco espacio en las investigaciones y publicaciones cubanas a estos sucesos. Han transcurrido 80 años y, salvo esquemáticas referencias, apenas se ha profundizado en los hechos y en sus consecuencias de larga duración. Resulta casi imposible entender toda la historia posterior de nuestro siglo xx sin adentrarse en las interioridades de dichos acontecimientos. Más aún, del acercamiento político al 4 de septiembre de 1933, emana un amplio abanico de interpretaciones, de consecuencias jurídicas, políticas, sociales e ideológicas. La dirección de la Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí ha considerado dedicar este número a tan importante hecho. El 12 de agosto de 1933 fue defenestrada la dictadura de Gerardo Machado y Morales. Si bien ello fue consecuencia de la amplia movilización popular, en particular de la huelga general, lo cierto es que el embajador y representante plenipotenciario del presidente de Estados Unidos, Benjamin Sumner Welles, había sido el artífice, a espaldas de los sectores populares, de lo que se llamó la Mediación, realizada por el norteamericano entre una oposición que aceptaría un cambio de régimen pero no de sistema y un sector del gobierno bajo la presión de las fuerzas que representaba el embajador Sumner Welles. Se escogió para presidente a un hombre de nombre sonoro y brillante, Carlos Manuel de Céspedes. Quedó planteado un dilema: se mantendría el sistema con el cambio de Consejo de redacción: Eduardo Torres-Cuevas Nancy Machado Lorenzo Araceli García Carranza Rafael Acosta de Arriba Ana Cairo Ballester Enrique López Mesa Olga Vega García Ozcar Zanetti Lecuona Vilma Ponce Suárez Maribel Duarte González JefE de Ediciones: Johan Moya Ramis Jefa de REDACCIÓN: Araceli García Carranza Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José MartíAño 104, no. 2, 2013 Edición: María Luisa García Moreno Diseño ORIGINAL: Yamilet Moya y Edgar Gómez Diseño y realización: Luis Alfredo Gutiérrez Eiró Año 104 / Cuarta época julio-diciembre 2013 Número 2, La Habana ISSN 0006-1727 RNPS 0383 Canje: Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba e-mail: revista_bncjm@bnjm.cu www.bnjm.cu Imagen de portada: Cuadro de Adigio Benítez perteneciente a la colección de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Las imágenes que conforman el dosier corresponden al libro La Cuba pintoresca de Frédéric Mialhe, perteneciente a la colección Raros y Valiosos de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. 2 gobierno o se producirían profundas transformaciones que rompieran el estrecho círculo de los políticos fracasados y de la República enmendada por Platt. En la primera opción se colocaron los viejos políticos y un importante sector de la organización ABC; del otro, los verdaderos revolucionarios que se habían incubado en las organizaciones obreras, estudiantiles, campesinas e, incluso, en el ejército. Una de las más activas era el Directorio Estudiantil Universitario (DEU), en el cual se encontraban —o con él se relacionaban— figuras que, durante las décadas posteriores, tendrían un papel importante en la historia política de Cuba; aunque desde diversas posiciones y con proyectos políticos a veces enfrentados. Entre los nombres más destacados del DEU estaban los de Ramiro Valdés Daussá, Eduardo Chibás, Santiago Álvarez, Rubio Padilla, Justo Carrillo, Carlos Prío Socarrás, Willi Barrientos, Pepelín Leyva, Rubén de León, Mario Labourette y otros líderes destacados. Incluso, algunos de los miembros del DEU se encontraban preparando una sublevación contra el gobierno surgido de la Mediación. Ramiro Valdés Daussá y Santiago Álvarez habían creado una organización llamada Pro Ley Justicia, la cual había surgido como consecuencia de que el gobierno de la Mediación no había efectuado juicios convincentes a los más connotados asesinos de la dictadura. Ante la falta de justicia surgió la tendencia de tomar esta por propias manos. Desde entonces se impuso la moda del ajuste de cuentas y la pistola a la cintura. Uno de los espacios de mayor conflicto fue el ejército. Al respecto, hay que destacar dos cosas: primero, era un ejército sin tradiciones, surgido, en realidad, en 1909, 24 años antes de los acontecimientos de 1933 y sin ningún vínculo, salvo alguna que otra figura, con el Ejército Libertador; segundo, en su funcionamiento, los oficiales tenían poco contacto con las tropas y eran los sargentos los más vinculados a estas. Las expresiones de la situación en las fuerzas armadas, justo en el mes de agosto, después de la caída de Machado, eran de diversas posiciones entre los militares. Una parte de la oficialidad, e incluso de los sargentos y soldados, estaba integrada por fervientes machadistas y había participado en crímenes durante ese régimen: estos eran los llamados “maculados”. Otros oficiales querían limpiar las “manchas” que pudiera tener por su vínculo con el machadato la imagen del ejército. Pero lo que se sentía y se veía de forma evidente era la desmoralización de la cúpula militar y su incapacidad para ejercer un mando efectivo. Ello fue caldo de cultivo para el desarrollo de conspiraciones, como la iniciada por los sargentos, desde el 21 de agosto de 1933. Si bien el sargento Pablo Rodríguez aparecía como líder del movimiento, de hecho el sargento mayor Fulgencio Batista y Zaldívar iba amarrando todos los hilos de los acontecimientos. Otros destacados miembros de este grupo de sargentos y soldados eran José Eleuterio Pedraza, Manuel López Migoya, Ruperto Cabrera, Juan Estévez Maymir (enfermero del Hospital Militar), Ramón Cruz Vidal (soldado sanitario), el cabo Ángel Echevarría Salas, el soldado Mario Alfonso Hernández y Jaime Mariné. Algún que otro oficial, viendo el desarrollo de los hechos, se unió a las clases y soldados como el segundo teniente Manuel Benítez. La historia posterior de muchos de ellos se tiñó de sangre al reorganizar el ejército como un cuerpo represivo mucho más eficiente que el del machadato. Todos ellos asumieron grados de general o coronel. Esta nueva cúpula militar estaba peor preparada cultural, política y militarmente, que los desmoralizados altos oficiales del ejército anterior. Sin embargo, en septiembre de 1933, se presentaban como el sector más humilde del ejército, no provenían de una clase media o alta como la oficialidad anterior y acaparaban los sentimientos y las reivindicaciones de los soldados. Aún no habían creado la imagen represiva que meses después comenzaron a consolidar, al provocar la caída del gobierno de Ramón Grau San Martín, con su ministro de gobernación Antonio Guiteras, gobierno que se presentaba como la “auténtica revolución”. Fulgencio Batista, figura que centró las acciones del 4 de septiembre, era, probablemente, uno de los mejor preparados del grupo de militares septembristas. Sargento taquígrafo, había participado en importantes juicios y había sido también testigo de significativas conversaciones. Se conocía su afición a la lectura —existe la anécdota de que siendo guardia del anterior presidente, Alfredo Zayas, este le permitió consultar los libros de su biblioteca—. Astuto, cuidadoso en las intrigas, sabía moverse entre bambalinas y solo salir, en el momento oportuno, al escenario, como lo había hecho cuando el entierro de los restos del sargento Miguel Ángel Hernández. Ese día se enterraban los restos de un obrero, un estudiante y este militar, como símbolos de la lucha de estos sectores contra la dictadura de Machado. Al llegar al cementerio y SUMARIO UMBRAL 1 La Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Eduardo Torres-Cuevas REENCUENTROS Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964) 10 Roig de Leuchesenring: incansable historiador y gigantesco promotor de la cultura. Araceli García Carranza Ernesto Lecuona Casado (1895-1963) 20 El gran Lecuona, La Comparsa y Esther Borja. Rafael Lam Revista Revolución y Cultura 32 RC: una revista para “andar por casa”. Vilma N. Ponce Suárez BÚSQUEDAS, HALLAZGOS, PROPUESTAS 491933: Estados Unidos, “buena vecindad” y cambios en Cuba. Francisca López Civeira 81 Principales características de las fuerzas armadas y su papel en la República neocolonial hasta el golpe militar del 4 de septiembre de 1933. Oliver Cepero Echemendía 108El 4 de septiembre: un golpe de Estado revolucionario usurpado. Rolando Rodríguez 129Emisión postal por la Revolución de 1933. Para anunciar la buena nueva… Lucía Caridad Sanz Araujo LETRAS PARA LA MEMORIA 141Enrique Fernández y el contexto en que vivió y luchó. 145La razón del 4 de septiembre. Enrique Fernández 177 Laurent y el 4 de septiembre 179La revolucion del 4 de septiembre Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José MartíAño 104, no. 2, 2013 Emilio Laurent RAROS Y VALIOSOS 187 400 aniversario de la publicación de un libro “muy raro” de Francesco Petrarca. Olga Vega García VIDA DEL LIBRO 193Premio de la Crítica Histórica Ramiro Guerra (2013). Ángel Jiménez González 195Honrar, honra. María Luisa García Moreno ACONTECER BIBLIOTECARIO 199Principales actividades de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. María C. Rodríguez Miranda 207Regresan las jornadas a la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Vilma Ponce Suárez 211Sobre una palma escrita: un espacio para todos. Ana Margarita Bestard y Carlos M. Valenciaga nuestroS 4 autores ante la solicitud de que hablara uno de los sargentos, el único capaz de hacerlo y por elección de los demás fue Batista. Otra anécdota refleja sus habilidades: había sido miembro de la organización antimachadista ABC y se había acercado a una figura que por entonces aparecía como un incitador de la revolución, Sergio Carbó. El 4 de septiembre fue Batista quien se entrevistó con el oficial Mario Torres Menier, enviado del jefe del Estado Mayor del Ejército, coronel Sanguily. En esa ocasión, habló a nombre de los sargentos, cabos y soldados frente al oficial y reunidos en asamblea. A partir de ese momento, encabezó las acciones de los militares del 4 de septiembre. Es probable que no exista en la historia militar de otros ejércitos algo similar a lo que ocurrió ese día. Los oficiales permitieron que los sargentos convocaran a reuniones para reclamar reivindicaciones. Batista fue organizando el ejército, designando a los sargentos, en ausencia de estos a los cabos, y en ausencia de estos últimos, a los soldados para que, primero, en cada unidad efectuaran estas asambleas reivindicativas, y después, para que asumieran el mando de las unidades. La oficialidad no actuó, más bien contempló los acontecimientos que le habían arrebatado ya el mando. El asunto no hubiese pasado de un conflicto castrense si no fuera por la habilidad del jefe golpista —golpe sin oficiales; ¿golpe de Estado de soldados y clases o amotinamiento, sin programa, solo de reivindicaciones sectoriales?—. Al anochecer de ese día llegaban al campamento militar los miembros del Directorio Estudiantil Universitario. Batista sabía que los militares solos no podían presentar una alternativa al gobierno. Sabía que la oposición estaba en los antimediacionistas; sabía también que los estudiantes se presentaban como la fuerza más limpia, con un programa elaborado y con un proyecto que podía darle un sentido político a las acciones de soldados y clases. Quedaba por resolver si estos pasos del sargento golpista eran estratégicos o tácticos. Lo cierto es que esa misma noche ya había en Columbia tres mil ejemplares del manifiesto-programa del DEU. Poco a poco, fueron llegando los dirigentes de esta organización, así como otras figuras conocidas: Sergio Carbó, Porfilio Franca, José Manuel Irisarri, Guillermo Portela y otras. El día 5 apareció publicada la proclama de la Agrupación Revolucionaria de Cuba, integrada por alistados del Ejército y la Marina y miembros del DEU, dirigentes del ABC El 12 de agosto de 1933 había sido sustituido el dictador Machado por un gobierno hechura del representante de Estados Unidos, el gobierno de la Mediación, presidido por Carlos Manuel de Céspedes. Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José MartíAño 104, no. 2, 2013 radical y otras figuras como Carlos Hevia, el reputado Emilio Laurent, Gustavo Cuervo Rubio, Guillermo Portela, Ramón Grau San Martín, Julio Gaunaurd y, por los militares, Fulgencio Batista, “sargento jefe de todas las fuerzas armadas de la República”. Lo que había comenzado por un movimiento en reclamo de reivindicaciones de soldados, cabos y sargentos, en pocas horas, se había convertido en un movimiento revolucionario que llevaba en su seno profundas contradicciones y era gestado por hombres que solo tenían en común el interés por derrocar el gobierno de la Mediación. El propio programa de la autoproclamada Agrupación Revolucionaria de Cuba era una evidente proyección hacia la República que debía surgir; pero con un contrapeso entre una izquierda que no se podía imponer y una derecha que marcaba con sus señales qué Cuba quería tener. Sobre las cenizas de la desbancada República liberal, que había sido arrastrada a una crisis no solo económica, sino política, social e ideológica por el machadato, surgían las tendencias en las que se debatiría la nueva República hasta 1959. El 12 de agosto de 1933 había sido sustituido el dictador Machado por un gobierno hechura del representante de Estados Unidos, el gobierno de la Mediación, presidido por Carlos Manuel de Céspedes; el 4 de septiembre de ese año, en una precaria alianza y con la exclusión de los comunistas, había surgido un movimiento que liquidaba el gobierno resultado de la Mediación y abría las puertas a las fuerzas internas con un profundo sentido antiplattista, nacionalista y de rechazo a la vieja política que había conducido a la bancarrota económica, al uso de la violencia y a la pérdida de prestigio de los políticos tradicionales. Días después, los oficiales continuaban sus desacertados pasos. Se encerraron en el hotel Nacional y, en un combate de pocas horas, fueron derrotados por quienes habían sido sus inferiores: sargentos y soldados. Con anterioridad, el presidente Carlos Manuel de Céspedes se había visto forzado a renunciar. El gobierno provisional, creado por los septembristas, la Pentarquía —intento de conciliación imposible—, dio paso al gobierno encabezado por Ramón Grau San Martín. El símbolo del movimiento puede tomarse del acto en que este, al asumir la presidencia, cuando le trajeron la Constitución de 1901, para que jurara como presidente, se negó a ello alegando que aquella contenía un apéndice —la Enmienda 5 Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José MartíAño 104, no. 2, 2013 Como lo importante era salvaguardar no solo los intereses norteamericanos sino la imagen que el presidente Franklin Delano Roosvelt acababa de iniciar, conocida como “política del buen vecino”, Sumner Welles, estudiando la situación, llegó a la conclusión de que, el sargento devenido coronel, era “el hombre”. 6 Platt— ofensivo a la dignidad nacional. Y acto seguido — ¿demagogia?—, afirmó que él juraría ante el pueblo. Ese 4 de septiembre habían surgido las figuras políticas que marcarían la historia posterior de la República, sus tendencias, sus anhelos y sus frustraciones. Junto a Batista y Grau San Martín —el militar y el civil— adquirieron perfiles de políticos nacionales, hombres como Antonio Guiteras, Eduardo Chibás, Carlos Prío Socarrás, García Bárcenas, Jorge Mañach, entre otros muchos, de historias controvertidas; pero que dieron la tónica a toda una época en la historia nacional cubana. El sargento Batista, cuyas intenciones aún merecen un estudio más detenido, a espaldas del resto de los septembristas, civiles y militares, inició de inmediato contactos con el embajador Sumner Welles. El político norteamericano, con la lógica propia de su cultura política, inicialmente despreció a aquel sargento de oscuros orígenes, que había sido capaz de movilizar a las tropas contra la distinguida, bien educada y perteneciente a las clases medias y altas oficialidad del ejército creado por los asesores norteamericanos. Sin embargo, como lo importante era salvaguardar no solo los intereses norteamericanos sino la imagen que el presidente Franklin Delano Roosvelt acababa de iniciar, conocida como “política del buen vecino”, Sumner Welles, estudiando la situación, llegó a la conclusión de que, el sargento devenido coronel, era “el hombre” con que podía contar para controlar una situación que podía ser explosiva. Inquieto por los acontecimientos, el representante de Estados Unidos no dejó, por si las circunstancias lo requerían, de solicitar la presencia de acorazados norteamericanos frente a La Habana y Santiago de Cuba. Mientras el gobierno Grau-Guiteras daba pasos importantes en el desarrollo de una política nacionalista y de respaldo a las reivindicaciones obreras, campesinas y estudiantiles, Batista cerraba una secreta y estrecha alianza con la embajada de Estados Unidos. El presente número de nuestra revista contiene cuatro importantes trabajos sobre el tema del 4 de septiembre de 1933: el de la profesora Francisca López Civeira, titulado “1933: Estados Unidos, ‘buena vecindad’ y cambios en Cuba”, y los de los investigadores Oliver Cepero y Rolando Rodríguez, bajo los títulos respectivos de “Principales características de las fuerzas armadas y su papel en la República neocolonial hasta En Letras para la Memoria, se transcriben dos relevantes trabajos de época que permiten entender como vieron los acontecimientos del 4 de septiembre dos importantes figuras que actuaron en la época. El primero, de Enrique Fernández, “La razón del 4 de septiembre” y el segundo “La revolución del 4 de septiembre”, de Emilio Laurent. Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José MartíAño 104, no. 2, 2013 el golpe militar del 4 de septiembre de 1933” y “El 4 de septiembre: un golpe de Estado revolucionario usurpado”, así como un interesante trabajo de Lucía Caridad Sanz Araujo: “Emisión postal por la revolución de 1933. Para anunciar la buena nueva...”. De igual modo, en la sección Letras para la Memoria, se transcriben dos relevantes trabajos de época que permiten entender como vieron los acontecimientos del 4 de septiembre dos importantes figuras que actuaron en la época. El primero, de Enrique Fernández, “La razón del 4 de septiembre” y el segundo “La revolución del 4 de septiembre”, de Emilio Laurent. Nuestra publicación contiene también un importante trabajo de la investigadora Vilma Ponce, continuidad de sus indagaciones sobre las revistas de la década del sesenta del siglo pasado. Este trabajo, titulado “RC: una revista para andar por casa”, está dedicado a esta publicación y es una investigación que aporta sustanciales elementos para entender el debate de la década inicial de la Revolución Cubana. Especial importancia tienen la contribución a nuestros estudios culturales, y, sobre todo a este esfuerzo por pensar nuestra realidad desde nuestra identidad; me refiero a los trabajos que están dedicados al historiador Emilio Roig y a Ernesto Lecuona, uno de los más grandes músicos que ha dado este país, grande porque supo universalizar lo nuestro y porque supo integrar lo universal en lo cubano. El escrito sobre Emilio Roig de Leuchesenring es de la autoría de la destacada investigadora Araceli García Carranza y el de Lecuona, titulado “El gran Lecuona, La Comparsa y Esther Borja” es de la autoría de otro destacado investigador, Rafael Lam. Otros materiales relacionados con los tesoros de la Biblioteca Nacional… —“400 aniversario de la publicación de un libro ‘muy raro’ de Francesco Petrarca”, de la investigadora Olga Vega—, el libro y sus promotores, así como el acontecer bibliotecario en la etapa completan el número que ponemos a disposición de los lectores 7