** ABC (Madrid), 13 de enero de 1925. El Poema es musicalmente la obra de un maestro conocedor de procedimiento y modalidades del día; literariamente ensueño de poeta que siente intensamente los ardores del alma andaluza. Bastaría el último tiempo (...) para ver trasplantado el espíritu de Turina enamorado del misterio, que es refugio de emociones poéticas y de impulsos amorosos. Es este Poema, indudablemente, una de las composiciones más bellas del notable compositor sevillano. José María CASTELL ────────── ** Joaquín Turina, Madrid, Editora Nacional, 1943, pp. 88-89. (2ª ed. 1956, p. 82). Turina ha sido fiel a dos paisajes, verdadera razón de latido para él: Sevilla y Sanlúcar de Barrameda. Para ésta compuso una deliciosa obra para violín y piano: El poema de una sanluqueña. Un tratamiento libre y virtuosista de los dos instrumentos le sirve para recrearse en los más pimpantes efectos descriptivos, sin que la obra pierda por eso en calidad sentimental. Por esto, El poema de una sanluqueña, estéticamente, puede colocarse en el centro de una línea cuyos dos extremos son las dos Sonatas para violín y piano. Federico SOPEÑA ────────── ** “Perfiles sanluqueños en la vida de Turina”, ABC (Sevilla), 14 de agosto de 1969. Pero en los perfiles que gran compositor lleva al pentagrama existe la maravillosa descripción de la mujer. El poema de una sanluqueña, que él subtitula fantasía para violín y piano, es pieza clave en la música de cámara española contemporánea, formando pareja con la Sonata de piano ya comentada. El autor se adentra en la vida de la delicada señorita de provincia. En toda la partitura parece aletear, junto al fino humor, una especial y aquilatada ternura, una muy específica comprensión de la forma y manera de ser de la mujer de esta desembocadura del gran río; de la más extrema punta del valle del Guadalquivir. Ante el espejo, La canción de lunar, Alucinaciones y El rosario en la iglesia son etapas de un periplo vital. Las generaciones actuales quizás no lleguen a la honda comprensión de aquel periodo sosegado en el cual nunca pasaba nada en el lento transcurrir los días tremendamente iguales, tras los cierros celosamente guardados por visillos y cortinas. Enrique SÁNCHEZ PEDROTE. ───────── ** Centenario del nacimiento de Joaquín Turina. Radio-2 de Radio Nacional de España. Programa nº 28, 14 de octubre de1982. El poema de una sanluqueña. (...) El violín es aquí instrumento lírico, se podría decir, pero también virtuosístico. El intérprete ha de unir la técnica a una cordial musicalidad. El poema parte de un paisaje querido -el de Sanlúcar de Barrameda- pero en su desarrollo temático intenta menos la impresión visual que el acercamiento a una situación psicológica, el de una muchacha infelizmente enamorada. Según el autor «es un poema de amor algo amargo inspirado por la frase doliente de una muchacha”. No hemos de buscar en sus cuatro movimientos el rigor formal de las dos sonatas para violín y piano, pero tampoco está aquí ausente el afán de estructura cíclica, bien aprendida en la Schola Cantorum. El bello tema que el compositor llamó Himno a la belleza que remata el primer tiempo, aparece modificado en el tercero y en el cuarto, y también hay algún otro intercambio temático. Ante el espejo, primer movimiento, refleja una profunda melancolía. Es uno de los más hermosos trozos de música turiniana. El segundo, La canción del lunar, recobra esperanzada alegría, muy andaluza. Viene después Alucinaciones, un tiempo fantástico y concentrado, al que sigue El rosario en la iglesia, una mezcla de solemnidad religiosa y sentimientos personales. Si Turina puede parecernos a veces algo ingenuo en su afán descriptivo, que él mismo supera por la calidad de su invención musical, en esta ocasión es el artista que sabe poner técnica e inspiración humana y entrañable. (...) Carlos GÓMEZ AMAT. ───────── ** Turina, Madrid, Espasa Calpe, 1980, pp. 71-72. El poema de una sanluqueña consta de cuatro movimientos, respectivamente titulados Ante el espejo, La canción del lunar, Alucinaciones y El rosario en la iglesia, dos de los cuales -los iniciales- fueron orquestados por Turina. (...) Sus contenidos musicales, de gran exquisitez y ternura, se inscriben en un molde formal riguroso que combina la sonata tradicional con el sentido cíclico de los maestros franceses, tan arraigado en Turina. El primer tiempo se abre con un melancólico andante que alberga dos frases: una en arco; cálida y muy violinística la segunda. Sigue una sección allegretto que refleja gran vitalismo; por fin otro andante basado en un hermoso tema que Turina denomina Himno a la belleza. El segundo tiempo, conciso y equilibrado, de singular gracejo en la expresión de la coquetería, contiene alusiones guitarrísticas y aliento de copla andaluza. Con armónicos violinísticos se abre el movimiento Alucinaciones, de elevado virtuosismo instrumental. Se rememora el Himno a la belleza para llevarlo a una extraordinaria culminación, tras la cual, cinco compases lentos sirven para descargar la tensión. El final propone la evocación de campanas e interioriza el Himno antes de que emerja un virtuosístico tema en dobles cuerdas. Se evoca material temático del tercer tiempo y se recapitulan el Himno a la belleza y el tema en dobles cuerdas. Los compases finales son de gran recogimiento, música refinada y evocadora que desemboca el la plenitud tonal de do mayor. José Luís GARCÍA DEL BUSTO. ────────── ** Comentario para el CD Ensayo C 9920 (1992). Circulan por la obra de Joaquín Turina diversos componentes sobre alguno de los cuales se ha llamado insistentemente la atención: lo sevillano, por ejemplo. Menos se ha hecho con una, a veces secreta, en ocasiones explícita, voluntad temática, detectable a veces en partituras que no llegan a concretar acciones, pinturas ni argumentos. Poemática declarada es La oración del torero (1925), para cuarteto de laúdes y, en visión más chisporroteante y nacionalista, La procesión del Rocío (1912). Pero poemáticas son también las Danzas fantásticas, con la literatura de José Más al fondo, escritas en 1919, los Rincones, Retratos, Recuerdos y demás citas con lo vivido. De manera recurrente, el compositor utiliza de modo directo la denominación Poema: en 1917 para el Poema en forma de canciones, de Campoamor; en 1923, en el Poema de una sanluqueña, para violín y piano; en 1933, en el Poema infinito, para piano, dedicado a su esposa, Obdulia Garzón y en los Tres poemas, para voz y piano sobre Bécquer, escritos para Lola Rodríguez Aragón. Dentro de esa orientación o sentimiento poemático, encontramos en el catálogo turiniano tres páginas importantes inspiradas por Sanlúcar de Barrameda, la Estrella del Alba, situada en la desembocadura del Guadalquivir, en la provincia de Cádiz: Sanlúcar de Barrameda, para piano, una sonata «cuya forma clásica nada sufre -como escribe Turina-, con la parte poemática», que el autor estrena en la ciudad a la que está dedicada, en 1923; Rincones de Sanlúcar, de 1933 [¿?], igualmente para piano y que responde a propósitos descriptivistas, con su parada en tipos y lugares: La señorita María, hija de un gran amigo, de Pepe Colóm, La fuente de las Piletas, El pórtico de Santo Domingo y la Subida al Barrio Alto en el que «se percibe -como anotó Sánchez Pedrote- la vieja ciudad amurallada, señorial y campesina”. Acaso la perla del sanluquismo de Turina es El poema de una sanluqueña. (...) Aquí, una vez más en su obra, la protagonista es la mujer. (...) Cada tiempo lleva un encabezamiento literario, si bien no de carácter pintoresco. (...) Dado el tema, no resulta raro que el frecuente acento melancólico, tan turinesco, se torne más intenso y que tras las sutilezas y la expresión moderada se adivine el pequeño drama de la mujer solitaria. Todo ello, según hábitos del músico, encuadrado en formas que tienen de sevillano el matiz romántico y la equilibrada voluntad de forma. Enrique FRANCO .────────── ** Comentario para el CD RTVE, 65030 (1993). Después de Sevilla, bien podría decirse que Sanlúcar de Barrameda es la segunda patria chica musical de Joaquín Turina ya que, además de haber sido nombrado Hijo Adoptivo de dicha ciudad en 1922, bajo su sugestión fueron escritas dos obras bien significativas de su catálogo. Por un lado, la muy importante sonata pianística Sanlúcar de Barrameda, op. 24, de 1921, que constituye una de las cimas del piano español de la primera mitad del siglo: si su tratamiento técnico, complejo y extremadamente virtuosista, la hacen heredera de la suite Iberia de Albéniz, su rigor constructivo y la ambición de su envergadura la sitúan un paso por delante de aquélla, al intentar conciliar el exuberante tratamiento instrumental con los postulados formales de la escuela de César Franck, que Turina, tras su paso por la Schola Cantorum, importó para España a su vuelta de París, en 1913. Por otro, este Poema de una sanluqueña, op 28, compuesto en 1923, solo dos años después que la sonata pianística, para la formación camerística violín-piano. Curiosamente, ninguna de estas dos obras figuran entre la música más divulgada de su autor, aunque el Poema goza de una relativamente mayor difusión, sin duda, debida al hecho del escaso número de obras españolas compuestas para violín y piano, frente a la hiperabundante producción pianística. Probablemente Turina haya sido el autor que mayor atención prestara en España al dúo violín-piano, de entre los compositores de su generación. (...) El poema de una sanluqueña, al igual que su paisana, la sonata Sanlúcar de Barrameda, es una sólida obra en cuatro movimientos, a lo largo de los cuales circulan un par de ideas temáticas unificadoras. Ello es más que suficiente para detectar la fortísima influencia que para Turina supusieron los postulados cíclicos de césar Franck y, muy concretamente, la Sinfonía en re menor y su Sonata para violín y piano, cuya forma global adoptara para la composición de estas dos obras. Como es de rigor, es en el primer movimiento, titulado Ante el espejo, donde se exponen las dos ideas temáticas referidas: a un sobrio y melancólico andante sigue un allegretto que sirve de tempo a la primera idea, de marcado carácter popular. El movimiento acaba con un nuevo andante, en el que se expone la segunda idea, denominada Himno a la belleza. El segundo movimiento, La canción del lunar, hace las veces de scherzo; su carácter y la fórmula que sirve de acompañamiento al violín solista, nos recuerda una página bien conocida de Turina: los Cantares, del Poema en forma de canciones op. 19. Alucinaciones es el sugestivo título del tercer movimiento. En él aparece de nuevo la idea temática popular, seguida del punto culminante de la obra, en que el Himno a la Belleza adquiere una gran solemnidad. La obra se cierra con el movimiento titulado El rosario en la iglesia, de carácter contemplativo, donde se dan cita de nuevo ambas ideas temáticas. Hacia el final, el tema popular se transforma hondamente, hasta adquirir un carácter casi religioso, a lo que ayuda la evocación de sonidos de campanas, presentes durante una buena parte de este fragmento. (...) A lo largo de 1925, Turina procedió a instrumentar, para la Orquesta Bética, de Sevilla, los dos primeros movimientos de la obra. Son desconocidos tanto los datos referentes a una posible interpretación de dicha instrumentación, como las causa por las que los dos últimos movimientos quedaran sin orquestar. En 1980 me cupo el honor de recibir una invitación de la orquesta Bética para terminar el trabajo iniciado por Joaquín Turina, terminando la orquestación en enero de 1981, y estrenándose la versión completa en el claustro del monasterio de San Jerónimo de Buenavista, de Sevilla, el 18 de septiembre de 1982, dentro del II Festival Internacional de Música y Danza de Sevilla, dedicado ese año a Joaquín Turina en conmemoración del primer centenario de su nacimiento, y actuando como intérpretes el violinista Pedro León y la Orquesta Bética Filarmónica de Sevilla, bajo la dirección de Luís Izquierdo. Por tratarse de algo obvio, creo que poco hay que añadir sobre la dificultad que entraña el completar un trabajo iniciado por otro, sobre todo cuando el mismo contiene, como en este caso, grandes dosis de imaginación y contenido artístico en las que no tienen por qué coincidir quien inicia el trabajo y quien lo termina. Una tarea así debe abordarse con ilusión y entusiasmo, pero también con humildad y modestia; y, armado con esos cuatro elementos, quise hacer la instrumentación que Turina podría haber hecho: adopté la plantilla de los dos números existentes, estudié cuidadosamente la orquestación de los fragmentos comunes a los distintos movimientos (los postulados cíclicos de César Franck fueron una gran ayuda en esta ocasión), y no tuve inconveniente en travestir mi propia forma de hacer con los distintos ropajes tímbricos característicos de la música orquestal de Joaquín Turina: los pasajes de celesta y juego de timbres, así como las armonías paralelas repartidas entre los primeros atriles de violines y violas, son solo una muestra de ello, así como de cariño y respeto hacia una música y un autor queridos y admirados. José Luís TURINA. ────────── ** “Joaquín Turina, 1882-1949. Síntesis biográfica”. Fragmento de la conferencia leída en la sede del “Instituto Español de Cultura” ‘Instituto Cervantes’. Munich, el 4 de marzo de 1994. (…) A modo de prólogo, permitan que comience mi intervención con la siguiente reflexión de nuestro biografiado, reflexión que es posible que ya conozcan: «... No existe vértigo mayor que el que produce una cuartilla en blanco. Aquellos pentagramas dispuestos a que los rellenen con notas tienen cierto semblante burlón que produce, cuando menos, respeto». De la conferencia “Cómo se hace una obra”, nº 6 de las leídas por Turina en La Habana, Cuba (31 de marzo de 1929). Textos en Joaquín Turina a través de sus escritos, Alfredo MORÁN. Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1997, p. 329. Personalmente puedo afirmar que esa misma impresión me invadió a mí al iniciar este trabajo que a él dedico. La mujer como tema central en la música de Turina ocupa un lugar de privilegio. Entre las varias obras a ellas dedicadas figura El poema de una sanluqueña en la que el autor describe, con poético trazo, el delicado perfil de una mujer andaluza en cuatro diferentes estados de espíritu; uno por cada tiempo de la obra. Subrayemos que las sanluqueñas son las mujeres nacidas en Sanlúcar de Barrameda, un pueblecito que se halla al sur de Sevilla a orillas del océano Atlántico, justo en la desembocadura del río Guadalquivir, donde sus dulces aguas empiezan a saber a sal. Sanlúcar es un pueblo rico en pesca y productor único de uno de los más cotizados vinos de España: la manzanilla. Su penetrante y grato olor es el saludo de bienvenida que envuelve a quienes por carretera y, aún muy lejos, se encaminan a él. En la partitura de “El poema de una sanluqueña”, que fue escrita en 1923, parece aletear, junto al fino humor descriptivo, una especial y aquilatada ternura; manera de ser muy propia de la mujer del sur de España, precisamente, de la mujer nacida en Sanlúcar de Barrameda. Musicalmente Alucinaciones viene a expresar las pasiones amorosas vividas por una mujer de inquieta y voluptuosa imaginación. La temática de esta composición está expuesta con ese acierto de espiritualidad propia y técnica adquirida en París tan características en la producción de Joaquín Turina. Ello hace que esta obra sea pieza clave en la música de cámara española contemporánea. Alfredo MORÁN.